El camino del chamán

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EL CAMINO DEL CHAMAN

“Cuando te acuestas en la hierba al anochecer y miras al cielo, te asombra el infinito número de estrellas que existen en él ? Crees que nuestro planeta es sólo un punto más en el universo, y sin embargo aún te maravillas de ello ?

Has experimentado, al estar en medio de un bosque, o al enfrentarte al poderoso mar, o al mirar hacia la silenciosa montaña, la sensación de que estás contemplando algo sagrado y más grande de lo que hubieras imaginado ? Crees que eres parte de la naturaleza, más que el dueño de ella ?

Eres escéptico respecto a todo lo que te han dicho acerca de Dios, pero sin embargo, aún existe dentro de ti, la sensación de que existe algo más grande y eterno ?Si respondiste “Sí” a todo lo anterior, eres un brujo/a. Y muy probablemente ya lo habías experimentado, pero no sabías como llamarlo.”

Chamán/a, sacerdote/sacerdotisa, curandero/sanadora, hombre/mujer de conocimiento, druida/druidesa, brujo/a, son algunas de las palabras que comparten un mismo significado, aunque existan determinadas diferencias que no son aquí relevantes.

La práctica de los ejercicios y técnicas que aquí vamos a exponer, constituyen según nos dicta la experiencia, una puerta de entrada a la vivencia directa de lo sobrenatural, es decir de una realidad diferente a la ordinaria, una “realidad aparte”, y es sólo mediante esta experiencia que pueden cobrar todo su sentido aquellas explicaciones. Sabemos que exactamente esto es aquello que se espera que diga un charlatán, pero la verdad o validez de esta visión o vivencia de la realidad, sólo puede ser enjuiciada desde dentro de ella misma y por sus resultados; sólo la eficacia transformadora y operativa –en nosotros mismos - de esta manera de ver el mundo y de las prácticas que comporta, podrá demostrarnos su corrección, validez o verdad.

La descripción teórica y racional del mundo, según la tradición de los brujos, ha de ser considerada tan sólo, como una herramienta – un mito, si se quiere- que tiene la función de proporcionar un apoyo operativo para comprender e interactuar funcionalmente con la Realidad que está “más allá” de la percepción ordinaria, de toda teoría y de toda Razón.

La visión del mundo de los brujos, hunde sus raíces en el misterio, aunque es evidente que tiene un sustrato multiétnico común, podríamos rastrear su origen hasta mucho antes de las primeras grandes civilizaciones, incluso nos atreveríamos a afirmar que existen indicios seguros (El Brujo de Lascaux aprox. 30.000 antes de nuestra era) de que se celebraban rituales que se podrían denominar chamanicos quizás ya en tiempos del Hombre de Neandertal, aproximadamente unos 300.000 años antes de nuestra era.

Hasta la llegada de las religiones patriarcales como las judeo-cristianas, y en general todas las que tienen origen en el denominado Creciente Fértil, la tierra se tenía que cuidar y no someterla, no existía el concepto de “NATURALEZA SALVAJE “ – en el sentido de hostil, peligrosa, algo que tenemos que eliminar como sea (ved nuestras ciudades)- los grandes bosques, las inmensa llanuras, los fecundos prados, eran más bien considerados como jardines a los cuales hacía falta tratar con cariño; los enormes rebaños de herbívoros a los cuales se daba caza y la multitud de frutos que se recolectaban, eran considerados sagrados y respetados profundamente, mirando de proveerse sólo de aquello que es necesario para la supervivencia y nunca abusando en exceso, previniendo para asegurar las necesidades de las siguientes generaciones.

Los fenómenos de la naturaleza: las grandes montañas, la lluvia, el viento, el rayo, los ríos y fuentes, las cuevas, incluso los peligros más evidentes: el león, el gran oso de las cavernas, el lobo, o la misma muerte, fueron considerados emanaciones muy especiales del tejido del Universo y elevados a la categoría de dioses. Incluso la humanidad misma fue considerada divina y la Gran Madre, la Madre Tierra rigió los destinos de todos, acompañada del Padre Espíritu.

Esta filosofía se denomina panteísta, y se puede resumir cómo sigue: “La última realidad, el más grande objeto de veneración es el Universo. La Naturaleza es una sagrada parte de este, de la cual nosotros a su vez también formamos parte, de manera inseparable, ya sea en la vida o en la muerte”.

Si dios está en todos nosotros, y nosotros formamos parte de dios, entonces nosotros somos sagrados. Segundo, si dios está en los otros, en nuestro prójimo, entonces las otras personas son igualmente sagradas, sin exclusión. Tercero, si dios está en la naturaleza, en el ambiente, en los animales y las plantas, entonces estos son sagrados, y merecen nuestra atención y cuidados. Cuando decimos: “veneramos el universo”, no estamos hablando de un ser supernatural, sino que hablamos de como nuestros sentidos y emociones nos hacen responder al sobrecogedor misterio y poder que nos rodea.

El universo nos ha creado, nos ha sostenido y nos tomará de vuelta. Esta certeza hace que nos sintamos en nuestro “hogar” en cualquier parte en la que estemos. Aquí pertenecemos. Este es nuestro paraíso. La tierra prometida es justo en la que estás parado ahora.

Para los brujos, el mundo no está compuesto por los objetos tal y como se presentan ante nuestra percepción, a través de los cinco sentidos y el pensamiento, sino que está compuesto por campos de energía a los cuales denominan “las emanaciones del Gran Espíritu” o del “Águila” – en nuestra cultura occidental la palabra ánima –alma, aliento vital, tiene una cierta semejanza-, emanaciones que conforman de hecho la única realidad, la verdaderamente trascendente.

Desde la percepción ordinaria, los seres humanos tenemos acceso tan sólo a dos. Una es la banda dónde se encuentra agrupada la vida orgánica y la otra es una banda que contiene estructuras “presumiblemente” sin conciencia, como los minerales, los gases y los líquidos. Dentro de la banda de emanaciones de los seres orgánicos, existe una franja en particular que se refiere a la banda del ser humano y que determina los estrechos límites de la percepción de lo conocido. Las emanaciones normalmente alineadas –percibidas- se conocen como “conciencia normal” y los brujos suelen denominarlas el lado derecho o tonal.

Dentro de la banda de los seres humanos queda un gran número de emanaciones accesibles, pero que por razones sociales, culturales u otras son rechazadas, permanecen como posibilidades latentes, aunque normalmente son ignoradas durante toda la vida. Son aquellas intuiciones que asociamos a conceptos como magia, sobrenatural, espiritual y que hemos aprendido a arrinconar en algún lugar perdido de la mente.

Las emanaciones que hay más allá de la banda de los seres humanos, constituyen propiamente aquello “desconocido”, y casi nunca son alineadas en el contexto de la gente común. Precisamente por esto, una parte muy importante del trabajo de aprendizaje de los brujos, consiste a desarrollar las capacidades y entrenarse para percibir estas emanaciones.

Aquello que determina qué emanaciones serán seleccionadas o alineadas en un momento específico de percepción se denomina “el punto de anclaje”. Para el hombre ordinario, común, la posición de su “punto de anclaje” produce un alineamiento singular, que denominamos “el mundo ordinario”, el de todos los días.

El requisito inicial de todo aprendiz, consiste a adquirir la habilidad de conseguir deliberadamente el movimiento del punto de anclaje, para sobreponerse más allá de los estrechos límites de su percepción ordinaria. Aunque este aprendizaje no resulta fácil, basta un pequeño movimiento para producir cambios enormes en la vida de cualquier persona, tanto en su forma de ser, como de comportarse y/o percibir el mundo que le rodea.

Todo el sistema de aprendizaje de los brujos, tiene este objetivo y por esto se divide en dos áreas: las enseñanzas del lado derecho; y las enseñanzas para el lado izquierdo; y no son sino formas de “no-hacer” para mover el punto de anclaje y sus expresiones más representativas son: la acecho –estar siempre atento al momento, como un cazador que se enfrenta a un peligroso depredador- y el sueño – escuchar los mensajes que nos envía el mal llamado subconsciente- .

A la facultad que agrupa las emanaciones apropiadas para infundir orden y sentido a la percepción de cada objeto en particular, se le conoce como atención, y no es un fenómeno fortuito sino que responde a un entrenamiento específico que realizamos a lo largo de toda nuestra vida y las características fundamentales quedan delineadas ya en los primeros meses y años de vida.

En el momento de su nacimiento, un niño no percibe el mundo del mismo modo que los adultos, esto se debe a que su atención no está operante todavía como primera atención, por lo tanto no comparte el mundo conceptual de quienes le rodean. Aunque se encuentra rodeado por las mismas emanaciones que los otros, no ha aprendido a seleccionarlas como los adultos. Esto lo habrá de conseguir despacio, a medida que vaya creciendo y asimilando la descripción del mundo que le proporcionan sus mayores. De manera natural, cada una de las personas que entran en contacto con un bebé, especialmente los adultos, se constituye en un maestro que le describe incesantemente el mundo y aunque inicialmente el niño no comprende la descripción, puesto que no percibe el mundo en estos términos, poco a poco la irá asimilando, aprendiendo finalmente a percibir la realidad de acuerdo con los términos de la descripción que le han inculcado.

De hecho, será la descripción adquirida la que determinará la forma precisa en que su propia percepción –atención- seleccione y organice los campos de energía que le rodean.

Para los brujos existen tres niveles distintos de atención: la primera atención, es el ordenamiento de percepción en el mundo de lo conocido, lo ordinario; la segunda atención, opera y pone orden en la esfera de lo desconocido, la “realidad aparte”; y la atención tercera, integra a las dos primeras, permitiendo entrar –actuar- en lo que no se puede conocer.

Para la gente común y para el aprendiz de brujo, la primera atención es la más importante, porque es el campo de operaciones, en el que su vida tiene lugar. De hecho, el manejo especializado y estratégico de sus acciones en la primera atención, el control de la atención, es lo que le permitirá el éxito en su vida ordinaria y eventualmente, el acceso a la segunda.

Por lo tanto, aquello que percibimos cotidianamente, es la descripción misma que fluye constantemente de nosotros hacia el exterior, construyendo nuestro mundo individual. El fluir de la descripción se mantiene ininterrumpidamente, sosteniendo de este modo la percepción del mundo que nos es familiar, momento a momento, día a día, año tras año. Si este fluir - por la razón que sea - se suspende, la realidad que está generando también se desploma, experiencia que los brujos denominan – parar el mundo -. Y el resultado de esa experiencia, de ese “parar el mundo” es “Ver” el mundo tal y como en Realidad es.

El diálogo interno, la conversación mental que sostenemos continuamente con nosotros mismos, es la expresión más inmediata –la primera- de la descripción asimilada por cada uno. Es una especie de guardián, la tarea fundamental del cual es proteger esta descripción, alimentándola con su propio contenido – los pensamientos – y generando quehaceres que la refuerzan. Es debido a las cosas que nos decimos a nosotros mismos que percibimos el mundo y nos comportamos de la manera como lo hacemos. Comúnmente solemos sustituir la realidad en torno nuestro por nuestros propios pensamientos.

Miramos el mundo, las cosas, personas o a nosotros mismos, al mismo tiempo que pensamos cosas sobre lo que vemos y acabamos tomando nuestros pensamientos como si fueran la cosa real. Nos decimos que el mundo es de esta, o de aquella manera y acabamos convencidos de que el mundo es así, por y en sí mismo.

por eso es por lo que los brujos consideran parar el diálogo interno como la llave que abre la puerta entre los mundos, o entre las diversas bandas.

La capacidad de seleccionar entre las diferentes bandas de emanaciones según los términos de una descripción que es compartida por los otros humanos se denomina “primer anillo de poder”, con él, enganchamos los elementos del mundo y los proyectamos en la descripción. Al mismo tiempo, los anillos de poder de toda la gente, están constantemente enganchados entre si, por lo que la construcción de la realidad, en términos de la descripción es en cierto modo, una tarea colectiva, en la cual participan todos aquellos que están involucrados en cada situación específica, lo que posibilita la percepción de cada objeto en particular de manera muy parecida por todos los participantes.

Una característica del funcionamiento del primero anillo es que puede ser bloqueado a causa de realizar acciones no funcionales ajenas a la descripción, conocidas como “no-hacer”. Cualquier tipo de acción que no sea congruente con la descripción ordinaria del mundo o del sí mismo, constituye un no hacer que interrumpe el flujo de la descripción y esta interrupción a su vez, suspende el hacer, el mundo conocido, de forma que el no hacer, constituye el camino de acceso al lado desconocido de la realidad, el nagual, la realidad aparte, la conciencia del otro yo.

Para percibir el mundo en términos distintos a la descripción ordinaria del mundo, los brujos utilizan “un segundo anillo de poder” que los permite construir otros mundos. Aunque todos los seres humanos disponemos de este segundo anillo, sólo se puede utilizar cuando se bloquea el primero, lo que rara vez sucede en la vida de la gente común.

Como el no hacer, se practica desde el lado derecho de la conciencia, pero tiene la facultad de llevarnos a facetas del lado izquierdo, su práctica sistemática crea puntos de contacto entre ambos lados que lentamente, se acercan a la integración, resultado que se conoce como totalidad de uno mismo.

Todo aquello a lo que nos referimos cuando decimos “yo” – el ego -, es también un elemento de la descripción que hemos asimilado. Esta parte, nos mantiene encadenados a una determinada forma de ser y de comportarnos que aunque parece absoluta y definitiva, pero -como ya hemos visto- puede ser interrumpida o suspendida del todo, lo que abre posibilidades ilimitadas en cuanto al que podamos ser o hacer.

pudiendo reconocer entonces, nuestra verdadera naturaleza de campos de energía, libres y fluidos. A partir de este momento, podemos darnos a la tarea de reinventarnos a nosotros mismos de manera voluntaria e intencionada.

Uno de los aspectos más comprensivos de la visión de los brujos, es la concepción dual de la realidad expresada en los términos de tonal y nagual. El tonal es el espacio que se mueve el hombre común a lo largo de toda su vida, incluye todo cuánto el hombre común es, piensa y hace; la razón, el pensamiento y la descripción del mundo, todo el espectro de lo conocido. Por su parte, el nagual sería todo aquello que queda fuera del tonal, algo que en su sentido último no se puede pensar, ni explicar racionalmente.

El tonal seria como una isla en la cual transcurre toda la vida, los seres humanos no conocen nada más allá de los estrechos límites de la isla. El nagual seria todo este insondable misterio que se extiende en torno a ella. El nagual no puede ser comprendido o verbalizado, no obstante, puede ser atestiguado, experimentado. En última instancia, todo ocurre en el nagual, aunque sin la protección del tonal que da orden y sentido a las emanaciones, las personas sucumbirían ante el impacto devastador del caos aparente del nagual.

Entre los pueblos mal denominados primitivos los mitos y los rituales, están íntimamente unidos. El ritual, la ceremonia, es el tiempo “fuera del tiempo”, el espacio dónde los seres humanos serán transfigurados y habrán de encarnar a los seres mágicos de los que hablan sus canciones y leyendas; el tiempo en que los seres de poder, luz, amor y conocimiento vienen a la tierra y se igualan con los hombres, o dicho de otra forma, el tiempo en que los hombres se convierten en los seres mágicos que sueñan ser.

Del mismo modo, el camino del brujo, en el cual los brujos son seres mágicos viviendo con alegría y poder, en medio de la sociedad de todos los días, es un mito de nuestro tiempo. No porque los brujos o los Hombres/mujeres de Conocimiento, no tengan una existencia concreta, que si la tienen, sino porque tienen la misma función que los otros mitos: reflejar nuestras más queridas y dignas aspiraciones como seres mortales e invitarnos a hacerlas realidad en nuestra experiencia.

Uno no es totalmente nunca un brujo/a, o un hombre/mujer de conocimiento, aunque estemos permanentemente luchando por llegar a serlo, siempre estamos en el camino. El mito del/la Brujo/a es una maravillosa invitación a encarnarlo y de este modo, volverlo real en nuestra propia persona.

Empieza por el trabajo de llevar algo de tiempo mágico a nuestra vida de todos los días, cuando en lugar de comportarnos como máquinas elegimos el acto a propósito, el no hacer. Estos son momentos de luz a través de los cuales dirigimos nuestras vidas y lo que nos sucede desde dentro, son como el momento mágico de una ceremonia, en los que la vida nos habla personalmente y nosotros la entendemos, en que la vida se hace nuestra amiga y comprendemos lo que significan el poder y el conocimiento.

El reto para quien sigue el camino de los brujos es trabajar duramente para conseguir que estos momentos mágicos en que consigue encarnar el mito, sean cada vez más frecuentes y continuos, hasta que la magia predomine sobre la sumisión y la armonía sobre el caos. Hasta que su sueño de poder y libertad predominen sobre la realidad de la gente de todos los días. Hasta que el sueño se vuelva realidad.

Dicen los brujos que una persona adelanta hacia al saber cómo hacia la guerra: con miedo, con respeto, bien despierto y con absoluta confianza, por esto el camino del brujo es parecido al de un guerrero. El brujo, como el guerrero, siempre está en lucha. Su lucha es contra sus propias debilidades y limitaciones, contra las fuerzas que se oponen al ensanchamiento de su conocimiento y poder, contra las fuerzas de su destino como hombre corriente y común, determinado en todo por su historia personal y circunstancias.

El aprendiz de brujo, quiere rescatar la posibilidad de elegir por sí mismo, como ser y como vivir. Es una lucha por la armonía y la quietud, por la libertad a sabiendas de que esta empieza dentro de un mismo, para proyectarse de allí hacia todo lo que compone el mundo en que actúa. Es una lucha callada, suave y alegre.

Entre las armas fundamentales del brujo, se tiene que destacar la voluntad, un poder que emana de si mismo para tocar y sentir el mundo, para dirigirlo. Un poder que tendrá que llevarlo a batallas más grandes e intensas, que su razón no se atrevería a enfrentar.

Cuenta también como formidable escudo, con la conciencia plena de su muerte inminente y por lo tanto hace de cada acto su última batalla y por lo tanto, da lo mejor de sí. Con la muerte como compañera constante que infunde poder a todos sus actos, transforma en tiempo mágico su tiempo como hombre vivo sobre la tierra. Esta conciencia de la muerte inminente le dota del desenganche necesario para no aferrarse a nada y para no negarse a nada.

Desenganchado de todo, consciente de su muerte inminente y en constante lucha, el brujo aprende a construir su vida gracias al poder de sus decisiones. Trabaja para conseguir el control de sí mismo en cada momento y al hacerlo, consigue el control de su mundo personal. Ha tomado en sus manos el rumbo de su vida…