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Discursos RA51L #' EXICO y T Rosa Maria ;pinoso Arcocha Rosa María Spinnso Arcocha licen ia I en Histuria por la l'\', con ma .tría y doctorado en Historia ('n Brasil por las universidades Federal de Uberbndia y F'deral Fluminense. Ha escrito articulos sobre género e hi,Loria de las mujeres. L a idea de abordar la conquista desde una pers- pectiva brasileña surgió de una invitación para participar en un seminario permanente en la Facultad de Historia de la Universidad Veracruzana, cn el quc se me propuso "repensar la conquista, sacu- diendo la capa de plomo discursiva e identitaria que esteriliza la escritura de la historia de México".1 La propuesta cra ofrecer una rápida visión de la forma como "se considera diseursivamentc la con- quista en el Brasil" y confrontarla con la mexicana, ya que, para algunos historiadores, ésta se metió en un verdadero "hoyo negro donde se pierde y agota", impedida por la historiografia nacional de expandir sus horizontes hacia otras lecturas y posibilidades in- terpretativas, debido a su compromiso identitario con la nacionalidad. Se trataba de un problema para el cual -pensé- sería interesante oír otras voces, aunque fuesen dis- cordantes o, mejor aún, principalmente por eso; ver la historia de la conquista desde otras perspectivas y verificar los diferentes sentidos que se le pueden dar a procesos históricos paralelos. y aunque al principio me resultó dificil desarro- llar tal idea, ya que la historiografía brasileña no in- corporó en su periodización el término "conquista", después me di cuenta que aun así existía la noción de obstáculos superados o vencidos, aunque expresada de forma diferentc. En NIéxico, al contrario del Brasil, la conquista ocupa todo un periodo de su historia, que fue pintado en términos nacionalistas como el origen de los majes nacionales. Si bien hay autores extran- jeros que la ven a partir de un problema de lenguaje, En México/al contrario del Brasil/ la conquista ocupo todo un periodo de su historio, que fue pintado en términos nacionalistas como el origen de los males nacionales. por lo que inician sus análisis discutiendo un vocabu- lario pertinente, otros prefieren verla como parte de un proceso civilizador y pacificador. Por tanto, el objetivo aquí es revisar algunas de esas opciones de lectura, pero también ver cómo las oficiales han servido para la legitimación de regí- menes políticos o construcciones identitarias nacio- nales. La conquista y los problemas del lengua¡e En julio de 2005, durante el XXIII Encuentro Nacio- nal de la ANPU-¡2 que tuvo lugar en la ciudad de Lon- drina, estado de Paraná, región sur del Brasil, tuve la oportunidad de escuchar una interesante ponencia cuyo largo título comenzaba así: "Conquista do Méxi- co ou queda de México-Tenochtitlan ... ",3 "Conquis- ta de el México o caída de México-Tenochtitlan ... " 1 Me refiero a mi amigo el Dr. Cuy RozaL, a quien agradezco la invitación y sus comentarios críticos. "Associayao :"Jacional de Proressores Unjversil:.c'Írios de Histólla. J Dos Santos, Eduardo Naralino, Conquista do iVléxico ou que- da de J'vléxico 7énoch/itlan? Guerras e alianra.\ entre co.lleLlanos e alteJie- me me.loamericanos na primeíra me/ade do século XVi. Disponible en: hllp: / / \\'ww.ilch. unicamp_ br / ih b/ esrudos/ ConqMcx .pdr LA PALABRA Y El HOMBRE 33

#' EXICO y RA51L Rosa Maria ;pinoso Arcocha · "Nossos bosques tém mais vida", ... tus risueños, lindos campos tienen más flores; nuestros bosques tienen más vida,

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Discursos

RA51L

#'

EXICOyT Rosa Maria ;pinoso Arcocha

Rosa María Spinnso Arcocha (-~s licen ia I en Histuriapor la l'\', con ma .tría y doctorado en Historia So~ül ('n

Brasil por las universidades Federal de Uberbndiay F 'deral Fluminense. Ha escrito articulos sobre

género e hi,Loria de las mujeres.

La idea de abordar la conquista desde una pers­pectiva brasileña surgió de una invitación paraparticipar en un seminario permanente en la

Facultad de Historia de la Universidad Veracruzana,cn el quc se me propuso "repensar la conquista, sacu­diendo la capa de plomo discursiva e identitaria queesteriliza la escritura de la historia de México".1

La propuesta cra ofrecer una rápida visión de laforma como "se considera diseursivamentc la con­quista en el Brasil" y confrontarla con la mexicana,ya que, para algunos historiadores, ésta se metió enun verdadero "hoyo negro donde se pierde y agota",impedida por la historiografia nacional de expandirsus horizontes hacia otras lecturas y posibilidades in­terpretativas, debido a su compromiso identitario conla nacionalidad.

Se trataba de un problema para el cual -pensé­sería interesante oír otras voces, aunque fuesen dis­cordantes o, mejor aún, principalmente por eso; verla historia de la conquista desde otras perspectivas yverificar los diferentes sentidos que se le pueden dar aprocesos históricos paralelos.

y aunque al principio me resultó dificil desarro­llar tal idea, ya que la historiografía brasileña no in­corporó en su periodización el término "conquista",después me di cuenta que aun así existía la noción deobstáculos superados o vencidos, aunque expresadade forma diferentc. En NIéxico, al contrario del Brasil,la conquista ocupa todo un periodo de su historia, quefue pintado en términos nacionalistas como el origende los majes nacionales. Si bien hay autores extran­jeros que la ven a partir de un problema de lenguaje,

En México/al contrario del Brasil/ la

conquista ocupo todo un periodo de

su historio, que fue pintado en términos

nacionalistas como el origen de los

males nacionales.

por lo que inician sus análisis discutiendo un vocabu­lario pertinente, otros prefieren verla como parte deun proceso civilizador y pacificador.

Por tanto, el objetivo aquí es revisar algunas deesas opciones de lectura, pero también ver cómo lasoficiales han servido para la legitimación de regí­menes políticos o construcciones identitarias nacio­nales.

La conquista y los problemas del lengua¡e

En julio de 2005, durante el XXIII Encuentro Nacio­nal de la ANPU-¡2 que tuvo lugar en la ciudad de Lon­drina, estado de Paraná, región sur del Brasil, tuvela oportunidad de escuchar una interesante ponenciacuyo largo título comenzaba así: "Conquista do Méxi­co ou queda de México-Tenochtitlan ... ",3 "Conquis­ta de el México o caída de México-Tenochtitlan ... "

1 Me refiero a mi amigo el Dr. Cuy RozaL, a quien agradezco

la invitación y sus comentarios críticos."Associayao :"Jacional de Proressores Unjversil:.c'Írios de Histólla.

J Dos Santos, Eduardo Naralino, Conquista do iVléxico ou que­da de J'vléxico 7énoch/itlan? Guerras e alianra.\ entre co.lleLlanos e alteJie­me me.loamericanos na primeíra me/ade do século XVi. Disponible en:

hllp: / / \\'ww.ilch. unicamp_ br / ih b/esrudos/ConqMcx .pdr

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y después de señalar el artículo y la preposición que en el texto antece­

dían a la palabra IIMéxicoll, decía que su objetivo era mostrar que lila caída de

México·Tenochtitlan y la conquista de los territorios de la Nueva España

se relacionan pero no son equivalentes".

El autor comenzaba con dos citas de la versión enportugués de una conocida obra de la historiografíasobre América:

fue necesario esperar la tercera expedición (diri­gida por Hernán Cortés) para que, por fin, tu­viera inicio la conquista del i'vléxico [...] Durantela ausencia de Cortés, su teniente, Alvarado, quese quedó en México fue presa del miedo y ma­sacró preventivamente a una parte de la noblezamexica.'+

y después de señalar el artículo y la preposición queen el texto antecedían a la palabra "Ivléxico", decíaque su objetivo era mostrar que "la caída de México­Tenochtitlan y la conquista de los territorios de la Nue­va España se relacionan pero no son equivalentes". Laidea era discutir la equiparación que se da a los doshechos en los libros de historia y manuales escolares,en los que se presentan como si ambos hubiesen sidola misma cosa. O sea, queria él mostrar que la caídade Tenochtitlan no significó la conquista de México, yque si bien esos términos son utilizados indistintamen­te, su sentido historiográfico es o debería ser diferente.El autor no citó los libros y manuales en que se basó.

y para los que observasen -como YO-, que eseanálisis de la conquista a partir de la distinción en­tre México y el México sólo podía tener sentido enportugués, ya que en español el artículo definido noantecede al nombre del país, insistía él en que el usoo ausencia de tal artículo en vez de confundir deberíaservir para distinguir, por un lado, "el lento procesode conquista" de lo que hoyes México, y por otro laconquista de la más importante ciudad azteca.

Para él, esa confusión entre conquista de :Méxicoy caída de Tenochtitlán no es resultado de una falta deatención de los historiadores, sino el "reRejo de un pro­blema historiográfico más amplio que se relaciona conuna visión de la historia colonial americana amplia­mente aceptada y clifundida" que, en términos histo­riográficos, pretendía resolver "el problema indígena"ya desde 1521. Y más, sugería que tal equiparación era

I Bernand, Carmen y Serg Gruzinski, História do Novo ¡\;Jun­do, Edusp, Sao Paulo, 1997.

34 • INVIER O, 2009

lJihlljn: B. S. l.

"tributaria de la historia oficial mexicana, construidadurante el siglo XIX y la primera mitad del siglo )c'C".

Nada sé respecto a tal equiparación basada en eluso o la ausencia del artículo definido pero, realmente,no hay duda de que el modelo d.iscursivo historiográ­fico mexicano fue construido en el siglo XIX, se con­cuerde o no con el autor sobre la cuestión de la con­quista. Yo misma revisé algunas obras para verificar sisus aseveraciones eran procedentes; sin embargo, y lomás importante, es que tales aseveraciones me alerta­ron sobre algo d.iferente: la existencia y posibilidad deotras lecturas e interpretaciones de los términos con­sagrados por una historia que estamos acostumbradosa ver como "natural", como si hubiese existido desdesiempre y que sólo a los mexicanos pertenece.

La conquista y olras cuestiones en Méxicoy Brasil

Personalmente, y en el caso de la conquista, tales cues­tiones traídas a la palestra por el historiador brasileño,me llevaron a cuestionar el sentido que tal proceso hatenido y tiene en ambos países. En el caso de México,

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En México, los conquistados fue­

ron los indios y por tanto las

principales víctimas de los invaso­

res españoles; en el caso del Brasil,

la idea de conquista parece inci­

dir más sobre el territorio, lo que

exento su historio de ese victimismo.

la conquista ha sido la base de un discurso identitarionacional, construido sobre la idea de pérdida y de undeterminismo victimista (que parece haberse vueltonostálgico, principalmente después de la aproxima­ción diplomática con España), que tendía a achacarlos males del país a los 300 años de colonizacíón es­pañola. En el Brasil, en donde he vivido por 35 años,si bien existe una idea popular más o menos genera­lizada de que si no hubiese sido colonizado por losportugueses el país tal vez sería mejor, no se percibe,o al menos no de forma nítida, ese sentimiento de vic­timacíón.

En .Méxíco, los conquistados fueron los indios ypor tanto las principales víctimas de los invasores espa­ñoles; en el caso del Brasil, la idea de conquista pareceincidir más sobre el territorio, lo que exenta su historiade ese victimismo, sustituido por una especie de "ufa­nismo" ante las hazañas de los bandeirantes.

En México, los vencidos fueron los nativos; en Bra­sil, la naturaleza; por eso mientras el primero comenzócon una derrota, el segundo lo hizo con un triunfo. Noes casual que dos clásicos de sus respectivas historio­grafias lleven por título Visión de los vencidos y Visión delparaíso." "Desde su descubrimiento -dice una autorabrasileña-, el Brasil y su gente fueron colocados aliadode la naturaleza, como algo dado, para ser contempla­do, admirado y exaltado, pero en sentido contrario al dela cullura y la civilización". Autores como Gilberto Freyreofrecieron una visión triunfante de un Brasil donde lanaturaleza predominó sobre la cultura. "El Brasil, ensíntesis, creó una cultura dominada por la naturaleza,una cultura no sólo vigorosa, sino deseable de ser lo­grada a ojos de muchos extranjeros".G

y esos, me parece, fueron los tonos que marcaronla pauta de las historias patrias brasileña y mexicana,también bastante nítidos, por cierto, en sus respecti­vos himnos nacionales. El del Brasil obedece a unaespecie de triunfalismo tendiente a exaltar más la na­turaleza que a la gente, o las bellezas, la ríqueza y el

tamaño del país, mientras que el mexicano resulta serun grito de guerra.

Es más, en el caso del himno brasíleño, si bienla música fue compuesta desde 1823, inmediatamentedespués de proclamada la independencia, la letra sólofue escrita en 1909 y sólo se utilizó desde 1922, aun­que oficializada por ley en 1971. La demora se debió,justamente, a que las diversas tentativas anteriores nohabían agradado, entre otras cosas, por el tono resen­tido contra los portugueses, yeso cuando no se caía enla franca adulación hacia el rey. Así, se optó por unaletra más optimista, por no decir ufana y conciliadora,que exaltase una naturaleza elevada a la condición de"nacional" por derecho.

A continuación, algunas estrofas para ilustrar:

Deitado eternamente em berfo espléndido,ao som do mar e ¿¡ luz do céu profundo,fitlguras, ó Brasil, floriio da América,iluminado ao sol do novo mundo!Do que aterra maú garridaTeu.s risonhos, lindos campos tém maüflores;"Nossos bosques tém mais vida","Nossa vida" no teu seio "mais amores".6 pátria amada,Idolatrada)Salve! Salve!

Yaciendo eternamente en cuna espléndida,al son del mar y a la luz del cielo profundo,refulges, ¡oh Brasil! guirnalda de la América,iluminado por el sol del Nuevo .Mundo.Que la tierra más aguerrida,tus risueños, lindos campos tienen más flores;nuestros bosques tienen más vida,nuestra vida en tu seno más amores¡Oh patria amada,idolatrada!¡Salve, salve ... !

Pero continuando con el tema de la conquista, entérminos historiográficos no existe propiamente una

; Para el caso del Brasil me refiero a: Buarque de Holanda,

Sergio, Visao do Paraíso, 'la ed., Brasiliense, Sao Paulo, 199+. Cornolo sugiere en el subtítulo, la obra trata de los motivos "edénicos"

para el descubrimiento y colonización del Brasil. El autor dc­construye el imaginario del Paraiso Terrenal que los españoles eingleses crearon sobre las tierras recientemente descubiertas, opo­niéndok la visión práctica y el sentido utilitario de los portugue­

ses, un pueblo supuestamente poco imaginativo y más apegado allenguaje directo que al metafórico.

G Pesavento, Sandra, Paraísos Cruzados: Diálogos do Encantamento edo Desencantamento do ¡\!fundo. (Gilberl/J Freyre e Sérgio Euarque de Holanda).

En: www.unicamp.br/siarq/ sbh / paraisos_cruzados.pdf

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"conquista do Brasil", incluso porque no existía unBrasil, como cuestiona el autor re ponsable del capi­tulo ln;dal de una obra clave, História Ceral do Brasil.Revisándola, se puede percibir que la periodicidadadoptada comienza con la colonización portuguesa,y que la idea de conquista tiene más una connotaciónespacial y territorial anterior al Brasil: la conquista del"lVIar Océano" o la conquista del "Nuevo Mundo",incluidas ahí las historias de África y de la esclavitudnegra.!

Así, la historia oficial brasileña no tiene indios pre­colombin~s, ya que comienza en 1500 con la llegadade Pedro Alvarez Cabral, considerado su descubridor.Tampoco tiene una conquista como la mexicana, yaque a ese descubrimiento siguió luego la Colonia o,mejor, el periodo "precolonial" de 30 años, durante elcual los portugueses no demostraron gran interés porcolonizar. Se limitaron a explotar y comercializar el"pau-brasil" en factorías establecidas en la costa, conrápidas incursiones tierra adentro para cazar indios.Éstos resultaron mal negocio como mano de obra, yaque no se dejaban domesticar fácilmente y huían siem­pre que podían, de donde comenzó a forjarse la ideadel indio perezoso tan común hoy en día.

No fue sino hasta la introducción de la caña, en1530, por lVlartin Afonso de Souza, cuando se fundóel primer ingenio azucarero (1533) Y comenzaron adelinearse los que un historiador considera "los rasgosbásicos [y] una cierta fiJiación de la colonización por­tuguesa en América", conforme la experiencia quelos lusitanos ya habían adquirido con éxito en las islasatlánticas.8 Así, los nativos brasileños entraron en lahistoria como parte de una naturaleza hostil a la quehabía que domar, cuando no vencer.

y con eso no quiero hacer juicios valorativos nidecir que una historia está mejor contada o es másverdadera que la otra. Lo que quiero decir es quecada historia es construida y contada en cada socie­dad según sus intereses específicos, que pueden sercoyunturales. En el caso de lVléxico, esto ocurrió enel siglo XIX, cuando surgió una clara tendencia a for­jarse una historia legitimadora de un discurso nacio­nalista que escogió al indio como víctima oficial, peroal indio muerto, el del pasado precolombino. En el

, Linhares, Maria Yedda (coord.), Histólia Geral do Brasil, 9"ed. (corr. y actualizada), Campus, Rio deJaneiro, 1990.

8Teixcira da Silva, Francisco Carlos, <'Conquista e coloni­za<;:ao da .\mérica portuguesa. O Brasil Colonia, 1500/1750",Históna Ceral do Brasil, op. cit., p. 56.

9 Fcrnández Billencourt, Circe María, As "Tradi<;:oes Nacio­nais" no ensino da História e o ritual das restas cívicas, Pinsky,

Jaime (coord.), en O eflsino da Histó'ú¡ e a cria}ao de.!(¡to, 9' ed., SaoPau10, Contexto, 200 1, p. 62

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Cada historia es construida y contada

en cada sociedad según sus intere­

ses específicos, que pueden ser

coyunturales. En el caso de México,

esto ocurrió en el siglo XIX, cuando sur­

gió una clara tendencia a foriarse una

historia legitimadora de un discurso

nacionalista que escogió al in­

dio como víctima oficial.

Brasil el indio no tuvo el mismo peso para la cons­trucción identitaria, a pesar de los intentos literariosdel romanticismo decimonónico para elevarlo a per­sonaje protagónico, por lo que la noción de conquistase transfirió hacia la cuestión territorial, dejando másespacio para el mérito que para las acusaciones.

Hacia las primeras décadas del siglo xx, la cons­trucción del discurso historiográfico brasileño fue do­minada por la idea prevalente entre las oligarquíaspolíticas paulistas, que veían a Sao Paulo como la"locomotora de Brasil", representada por la figuradel bandeirante. Los bandeirantes paulistas fueron vistoscomo sinónimo del valor aventurero y enérgico, cuyaepopeya propició la expansión territorial y, por ende,la idea de que sólo la gente paulista es trabajadora enBrasil. Diversos autores se dedicaron entonces a can­tar a la Patria, destacándose entre ellos Olavo Bilac,con su obra El cazador de esmeraldas, en que contaba lahistoria de Fernao Dias Páes Leme, símbolo del ban­deirantismo paulista.

Así, en los tiempos políticos del "café con leche",como se conoció a la alternancia política entre los es­tados de Minas Gerais y Sao Paulo, las oligarquías deeste último legitimaban su propia dominación con lahistoria de los bandeirantes paulistas, ya que habían sidoéstos quienes habían "ensanchado la patria".9 Es más,con su historia se legitimaba también un estado autori­tario y disciplinado, con una población que debería ser"obediente a la firme unidad del comando".

En una historia fundada sobre tales bases los in­dios no podrían tener gran relevancia, lo que tampocoera novedad. Al contrario de los mexicanos, protegi­dos en teoría por una legislación y que tuvieron enLas Casas su defensor "titular", a los brasileños ni losmisioneros los defendieron. "Durante décadas -dice

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Los mexicanos, en su busca de una identidad, optaron por reconocerse en

los indios, pero no en los vivos, sino en los indios muertos; aquellos

del pasado prehispánico o, como diría Guy Rozat, los indios imaginarios.

Darcy Ribeiro- no dijeron ninguna palabra de piedadpor los millares de indios muertos, por las aldeas in­cendiadas, por los niños, por las mujeres, por los hom­bres esclavizados. Todos eso ellos Uos misioneros] lovieron en silencio" .10

y una vez que los indios entraron en esta historia,como no podía dejar de ser cuando se tiene como temade fondo la conquista, este fue otro de los aspectos delas construcciones estereotipadas que las respectivasintelligentsias coloniales hicieron sobre ellos. En el casode los brasileños, se creó un imaginario basado en lapereza ya que, como dijimos, casi siempre fracasaronlas tentativas de esclavizarlos y usarlos como mano deobra. "Los indios eran Aojos", es el estribillo que aúnrepiten en Brasil personas que no saben que la Aojeraes un concepto usado por la moral capitalista comocontrapunto del trabajo, en el proceso de sacraliza­ción de éste.

Porque el capitalismo se nutre de la explotaciónde la mano de obra, por lo que el trabajo fue someti­do a un proceso de valoración que lo elevó, incluso, acualidad moral y religiosa. El trabajo se volvió sagra­do porque las sociedades capitalistas necesitaban gen­te trabajadora, tanto como el diablo necesitaba a losAojas para poblar su infierno. Así, la pereza se volviópecado y los indios, que nada entendían de trabajo nimucho menos de cielos e infiernos cristianos, fueron(des)caracterizados como flojos.

y los brasileños, en su búsqueda de una identidadpropia, comenzaron a reconocerse más en la extrañe­za hacia el portugués que por su identificación con losindios, con quienes prefirieron marcar una distanciay una diferencia de superioridad. Fue sólo en el sigloxx cuando autores como Cilberto Freyre y después elpropio Darcy Ribeiro comenzaron a ver al indígenacomo integrante de una de las tres matrices que die­ron origen al pueblo brasileño, junto con los blancoseuropeos y los negros africanos.

En el caso de Freyre, a pesar de su "lusotropicalis­mo", usado por los portugueses para justificar su co­lonialismo en África, y por el que fue criticado por suspares, en él hay una percepción positiva del mestizajey la valoración de la cultura como objeto y fuente deinvestigación. 1I En la opinión de una conocida histo­riadora,12 fue él quien lanzó en Brasil las bases paraun análisis del mestizaje cultural desde una perspec­tiva armoniosa y no necesariamente excluyente. Fue

Dibujo: B. S. Z.

también quien incorporó al indio y, principalmente,al negro como elementos positivos en la configuracióndel pueblo brasileño.

Los mexicanos, en su busca de una identidad, op­taron por reconocerse en los indios, pero no en losvivos, sino en los indios muertos; aquellos del pasa­do prehispánico o, como diria Cuy Rozat, los indiosimaginarios, pues el indio real también era conside­rado un flojo -tanto como el brasileño-, cuando noun borracho y mentiroso. Sobre este indio vivo tam­bién se fue creando un imaginario cuyos trazos mássobresalientes eran la maña, el silencio, la simulación,

10 Ribeiro, Darcy, Opavo brasilelro. Ajorm.afilo eosenlido do Brasll,Companhia das Letras, Sao Paulo, J 997, p. 62.

1I Freyre, Gilberto, Casa-grande & Sim:::.ala, Global Editora,Sao Paulo, 2005.

" De Mello e Souza, Laura, 'I\spectos da histonografia daCultura sobre o Brasil CoJonial", HislO1iograjia Braslleira cm Pmpec­liva, Contexto, Sao Paulo, 2003, pp. 17-38.

LA PUAa A y EL HOMBU • 37

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Dihujo: B. S Z.

resumidos en el término "ladino", que los designabacuando estaban aculturados o residían en los centrosurbanos. De acuerdo con el diccionario, "ladino" eraoriginalmente el sefardí o judío-español; hoy significa"marrullero, zorro, taimado, bellaco, tramposo, pérfi­do", y muchos otros adjetivos (des)calificativos.

Esas supuestas características, aunadas al alcoho­lismo, la tristeza y el silencio, hoy son analizadas poralgunos historiadores como fugas y formas de resis­tencia pasiva contra la aculturación y la explotacióna que fueron sometidos en el ámbito de la vida co­tidiana. El alcoholismo los alienaba y el silencio losencerraba en sí mismos, los "ensimismaba", de ahí laimagen romántica del indio triste y melancólico.

ti Con "historiografía mediática" me refiero a la publicada enperiódicos y revistas comerciales para consumo rápido; si bien aúnquedaria por discutirse si eso es historiografía. A su favor habla elhecho de que a menudo es producida por historiadores serios yconsumida por una mayor cantidad de gente. Véase Villa, núm.1733, Editora Abril, Sao Paulo, 9 de enero de 2002. Veja On-line.Disponible en; http://veja.abril.com.br/especial/artigos_200 1/p_158.html

38 • INVIE NO, 2009

Como podrán imaginar, tales juicios

venidos de un historiador de tal presti­

gio me deiaron más impactada,

creo yo, que a él el no reconoCi­

miento de los méritos de la paci­

ficación que traieron a América

los colonizadores europeos.

La conquista de México "con otros oios"

Otro ejemplo de visión histórica diferente respecto de laconquista es el de ]acques Le Goff, quien la ve comoun proceso pacificador, a pesar de no referirse a ellade forma explícita. Uno de los textos que más me per­turbó en fecha reciente fue precisamente un trabajode ese ilustre historiador francés, publicado por unarevista brasileña a propósito de los atentados contralas Torres Gemelas del 11 de septiembre.

Invitado junto con una decena de autores de di­versos campos del conocimiento a escribir sobre elsignificado de tales hechos para la globalización, LeGoff produjo una perla de la "historiografia mediáti­ca" titulada: "Vamos a construir la globalización quenos conviene". l3

En ella decía que la idea de globalización traeimplícita una idea de resultados, de progreso, de pro­ducción, lo que conlleva a su vez una idea de pérdidasy ganancias. Y cita la paz como ejemplo de los bene­ficios que los romanos llevaron a las regiones domi­nadas por ellos, si bien él mismo advierte que cabríapreguntarse cuál fue el precio y qué significó esa pazpara los dominados. Por otro lado, recuerda que losromanos también extendieron la ciudadanía a todoslos individuos libres, sin importar color u origen étni­co, aunque fueron incapaces de integrar a los bárba­ros, que acabaron por ponerle fin al imperio.

Ya sobre la colonización ligada al expansionismoeuropeo, que afectó especialmente a África y Amé­rica, decía él que, entre lo que se podría considerarprogreso, estaba el haber acabado con la crueldad delas dominaciones de los aztecas e incas pues, y se decíamolesto con el hecho de que eso rara vez se mencio­ne: "los aztecas e incas fueron de una gran crueldadinterna, cuyo ejemplo más evidente fueron los sacri­ficios humanos". Y continúa: "de la misma manera,tanto en América como en África, la colonización

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r

europea, a pesar de sus injusticias y sus males, hizodesaparecer más o menos las guerras endémicas entreclanes y etnias". Entre los males, cita el "descquilibriobiológico", los resultados catastróficos para la saludde los indígenas que contrajeron las enfermedades yvirus traídas por los colonizadores de forma involun­taria, salvo, y tal vez indirectamente, por la difusiónde! alcohol.

O sea y resumiendo, aunque el autor no hableexplícitamente de la conquista de México, por sus pa­labras se puede deducir que ésta debe ser vista comoparte de un proceso civilizatorio y pacificador que tra­jo tranquilidad a esas tierras, librando a las poblacio­nes nativas de su propia crueldad, que las manteníasumergidas en un estado de violencia permanente.

Como podrán imaginar, esos juicios venidos de unhistoriador de tal prcstigio me dejaron más impactada,creo yo, que a él el no reconocimiento de los méritosde la pacificación que trajeron a América los coloniza­dores europeos. No porque me niegue yo a admitir lasguerras endémicas o las prácticas sacrificiales de losmesoamericanos, que realmente existieron, sino porel hecho de que un historiador de hoy siga justificandocon ellas la legitimidad de la explotación colonial, enlos mismos términos en que lo hicieron en su época laIglesia y los estados hegemónicos colonialistas.

y ciertamente quc sus ideas aún son resultado deaquella, bastante difundida, de que los tres siglos colo­niales fueron de una total tranquilidad, y de que des­pués del impacto inicial las poblaciones indígenas sesometieron y aceptaron pasivamente el nuevo orden yla nueva doctrina. Hoy sabemos que no fue así, quelos levantamientos se sucedieron uno tras otro, que in­cluso surgieron nuevas formas de resistencia cotidia­na, muchas veces con apariencia pacífica.

Un buen ejemplo de estas últimas fueron las llama­das idolatrías, consideradas como tales por los evange­lizadores, pero que no eran otra cosa sino [armas deresistencia pasiva, por lo que han sido clasificadas poralgunos historiadores como formas "ajustadas" e "in­surgentes". Las primeras por encontrarse inscritas enla vida cotidiana, como expresiones de una resistenciaque no desafiaba el orden colonial, y las segundas por­que estaban organizadas en sectas o movimientos sec­tarios francamente hostiles al nuevo ordcn, a la accióncolonizadora y a las prácticas y prédicas evangélicas.

Pero regresando a Le Goff, y después de pensaren las mil y una formas de rebatirlo, se me ocurrió queaun sin concordar con sus argumentos éstos son váli­dos. Primero, porque vienen a confirmar la vigenciay validez de otros enunciados historiográficos, talescomo los de Braudel, quien defendía la idea de dostiempos históricos, el de larga y el de corta duración,que operan simultáneamente. Como se ha de recor-

dar, para él, la larga duración es la que opera, porejemplo, sobre las mentalidades, que resisten más altiempo y a los cambios, y se mueven a un ritmo imper­ceptible y más lento que el convencional. De ahí quesea tan difícil vencerlas o modificarlas. Y ahí está el et­nocentrismo de Le Goff para probarlo, aunque no seael único, como se podrá ver en el comentario final.

y por otro lado, porque si bien los historiadoresnacionales o extranjeros pueden incurrir en confusio­nes o equívocos de hechos o evaluación, no por esodc.jan de ser alternativas u opciones de lectura dife­rentes y al margen de los discursos historiográficos ofi­ciales y nacionalistas, de los que también es bastantedifícil escapar. Difícil pero no imposible.

Lo que nos alerta para otra cosa. U no no tie­ne que concordar siempre con los historiadorcs; ellosno son infalibles, por mucho reconocimiento de quegocen. Lo que debemos hacer es aprender, y esto sepuede lograr mostrando desacuerdo. Y no necesaria­mente aprender historia, sino aprender a practicar lahistoria; a tener actitudes históricas y críticas que nosmantengan alerta hacia las trampas de los discursoshegemónicos y totalitarios, y que nos ayuden a produ­cir una historiografia menos comprometida con ellos.

Comentario final

Leyendo recientemente una obra historiográfica so­bre África editada en 1972, encontré la sig~iente afir­mación:

Cualquiera que sea la interpretación que se dé ala palabra 'pacificación', empleada por los coloni­zadores para caracterizar su acción en África, sedebe constatar que la colonización había puestofin, por una parte, a la esclavitud y su secuela deabusos, y por otra a la larga serie de acciones vio­lentas entre tribus africanas y entre jefes guerrerosque habían devastado extensos territorios ...

y si alguien pensó en e! historiador antes mencio­nado les puedo decir que no es de él, aunque sí deotro francés, Pierre Bertaux, por lo que la semejanzaciertamente no es mera coincidencia. Es el resultadode una visión colonialista de "larga duración" y qucresiste al tiempo. Ya para las ex colonias no deja descr también su propia historia contada desde afueray vista con la perspectiva de! "otro", con toda su car­ga de extrañeza. Misma extrañeza con que me miróuna adolescente brasileña, estudiante de secundaria,cuando le pregunté cómo habia sido la conquista deBrasil. "¿Conquista? -me preguntó-, aquí nao tevenada disso nao", o sea, "aquí no hubo nada de eso".

LA PALABRA Y El HOMBRl • 39