17
“Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 Flavia Cesarino Costa Departamento de Artes e Comunicacão (DAC), Universidade Federal de São Carlos (UFSCar), Brasil [email protected] Resumen: Analisarei o filme Simão, o caolho (1952), de Alberto Cavalcanti a partir de um olhar sobre o cinema paulista dos anos 1950, particularmente os filmes que representam as diferentes classes sociais que habitam a cidade que se industrializa e retratam a diversidade étnica e de migrantes que integram a população em crescimento. São filmes que assumem um tom cosmopolita, destacando aquilo que aproxima São Paulo de outras metrópoles do mundo: os edifícios, o comércio, os automóveis, os viadutos, a multidão anônima nas ruas. Com o raciocínio desenvolvimentista, constroem a imagem de uma cidade acolhedora para os que trabalham, e didática para os que precisam a aprender a lidar com a modernidade. Mas se estes filmes mimetizam uma tradição acadêmica do cinema, revelam ao mesmo tempo aspectos artificiais e precários, seja na encenação, seja nos diálogos e tramas. São retratos da ambivalente modernização da cidade que acabam mostrando, involuntariamente, claras marcas de provincianismo, revelando narradores mais afinados com uma posição estrangeira ou de elite, do que com personagens e dramas populares. O cinema brasileiro dos anos 1950 é claramente irregular, tanto em suas rotinas de produção como em seus produtos fílmicos. O padrão internacional reflete-se nas produções locais, hibridiza os códigos ficcionais, os gêneros, as falas, as referências musicais, coreográficas e visuais. Alguns filmes têm estilos coloquiais de interpretação, outros revelam interpretações solenes e dicções artificiais. Trechos de montagem flagrantemente precária convivem com outros mais estruturados, às vezes dentro de um 1

“Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

  • Upload
    others

  • View
    1

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

“Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950

Flavia Cesarino Costa

Departamento de Artes e Comunicacão (DAC), Universidade Federal de São Carlos

(UFSCar), Brasil

[email protected]

Resumen:

Analisarei o filme Simão, o caolho (1952), de Alberto Cavalcanti a partir de um olhar

sobre o cinema paulista dos anos 1950, particularmente os filmes que representam as

diferentes classes sociais que habitam a cidade que se industrializa e retratam a

diversidade étnica e de migrantes que integram a população em crescimento. São filmes

que assumem um tom cosmopolita, destacando aquilo que aproxima São Paulo de

outras metrópoles do mundo: os edifícios, o comércio, os automóveis, os viadutos, a

multidão anônima nas ruas. Com o raciocínio desenvolvimentista, constroem a imagem

de uma cidade acolhedora para os que trabalham, e didática para os que precisam a

aprender a lidar com a modernidade.

Mas se estes filmes mimetizam uma tradição acadêmica do cinema, revelam ao mesmo

tempo aspectos artificiais e precários, seja na encenação, seja nos diálogos e tramas. São

retratos da ambivalente modernização da cidade que acabam mostrando,

involuntariamente, claras marcas de provincianismo, revelando narradores mais

afinados com uma posição estrangeira ou de elite, do que com personagens e dramas

populares.

O cinema brasileiro dos anos 1950 é claramente irregular, tanto em suas rotinas de

produção como em seus produtos fílmicos. O padrão internacional reflete-se nas

produções locais, hibridiza os códigos ficcionais, os gêneros, as falas, as referências

musicais, coreográficas e visuais. Alguns filmes têm estilos coloquiais de interpretação,

outros revelam interpretações solenes e dicções artificiais. Trechos de montagem

flagrantemente precária convivem com outros mais estruturados, às vezes dentro de um

1

Page 2: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

mesmo filme. Cenários luxuosos e fotografia sofisticada não escondem tramas confusas.

Neste contexto, o cinema paulista reafirma uma dupla tradição observada pelos

historiadores: a prática de ignorar as experiências anteriores e “recomeçar sempre do

zero”, e o costume paulistano de se ver através de um “olhar de fora”.

Palabras clave: cinema - brasil - decada de 1950 - comedia

“Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950

Abordaré aquí aspectos del film Simão, o caolho, (Simón, el tuerto) dirigido en

1952 por Alberto Cavalcanti con la productora paulista Maristela luego de su

controvertida participación en la Compañía Cinematográfica Vera Cruz, donde trabajó

de 1949 a 1952. Mi intención es comentar algunas secuencias en las que el director, al

filmar escenas que implican creencias religiosas, termina por transmitir una visión

específica de lo popular, de lo urbano y de la contradicción entre modernidad y atraso,

reflejada inclusive en las relaciones de género.

Si en los años 1930 y 1940 el cine casi no existió en São Paulo, entre 1940 y 1950

cinco compañías productoras fueron creadas, en un momento de intensa actividad

cultural. El mismo grupo implicado en la creación del Teatro Brasilero de Comedia,

liderado por el industrial italiano Francisco Matarazzo Sobrinho, fundó la Compañía

Cinematográfica Vera Cruz en 1949. La burguesía paulista, que incluía tanto a la

oligarquía rural del café como a inmigrantes extranjeros ligados a la industria, guardaba

un total desprecio por el cine brasilero de entonces, inclusive con las “chanchadas”

cariocas, consideradas vulgares y técnicamente endebles a pesar del suceso de público

que conllevaban. La Vera Cruz construyó enormes estudios e importó técnicos

extranjeros, creyendo que la mejora de la calidad técnica en la producción de films sería

suficiente para crear una industria cinematográfica en el país, ignorando las experiencias

anteriores y también el hecho de que el mercado distribuidor y exhibidor, tal como

estaba estructurado, limitaba la expansión industrial (Galvão y Souza, 1984).

En 1949 el cineasta Alberto Cavalcanti, conocido por su relación con la

vanguardia cinematográfica francesa de los años 20 y el documentalismo inglés de los

años 30, fue invitado a trabajar en la Compañía Cinematográfica Vera Cruz como

productor general.

2

Page 3: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

Es sabido que los técnicos extranjeros traídos por Cavalcanti, de diversos países,

no se entendieron con los brasileños y los italianos traídos por el director teatral Franco

Zampari. Glauber Rocha comentaría en 1963 sobre la incompatibilidad de estilos entre

Cavalcanti y los italianos de Vera Cruz: “Lo que controla una industria cinematográfica

es planeamiento, conciencia y perspectivas culturales. En Vera Cruz había estupidez,

autosuficiencia e improvisación” (Rocha, 2003, p.72). De hecho, Cavalcanti tenía un

estilo de trabajo rígidamente organizado, pero debió enfrentar la desorganización, la

improvisación y el nerviosismo de los italianos. Las incompatibilidades terminaron con

la salida de Alberto Cavalcanti de Vera Cruz en 1952.

A pesar de costar muchas veces más que los eficientes films cariocas, las

producciones de Vera Cruz introducirán en el cine brasilero avances técnicos en

relación con aspectos tales como fotografía, sonido, montaje, laboratorio. Entretanto,

sus films optaban por puestas en escenas irregulares y actuaciones frecuentemente

artificiales, que tenían como modelo el cine clásico americano. La estética industrial de

este cine paulista tuvo poco éxito en manejar personajes más realistas, algo frecuente en

el cine brasilero de los años 50. Ante las dificultades financieras y dominada por los

monopolios de distribución, Vera Cruz cerró sus puertas en 1952.

Además de Vera Cruz, Cinematográfica Maristela y Multifilmes fueron las

productoras paulistas más importantes nacidas en los años 1950. Ambas procuraban

hacer films de nivel medio, con bajo presupuesto, pero que funcionaban dentro de la

misma lógica. Como Vera Cruz, las comedias de Maristela fueron hechas por equipos

de técnicos extranjeros y guionistas y argumentistas brasileros, que trabajaban en una

frontera difusa entre lo convencional y lo creativo.

Es en Maristela que Alberto Cavalcanti, después de su salida de Vera Cruz, va a

filmar Simão, o caolho (1952), una adaptación cinematográfica escrita por Miroel

Silveira y Osvaldo Moles de un libro de Galeão Coutinho, publicado en 1937

(Coutinho, 1937, p. 133).

El actor cómico Mesquitinha asumió el papel de Simão y Raquel Martins, que

venía de la radio, encarnó a Marcolina. Era el primer film que Cavalcanti dirigía en el

país, después de su tormentosa participación como productor general en la Compañía

Vera Cruz.

Había una gran expectativa en relación al film, una vez que el director, a pesar de

haber sido hostilizado por buena parte de la elite cultural paulista por sus desavenencias

con los italianos que lo habían traído a Brasil, representaba las potencialidades de un

3

Page 4: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

tipo de producción considerada más moderna, profesional y competente. Pero el

resultado fue una curiosa mezcla de bellísimas tomas, iluminadas y filmadas con

cuidado, con actuaciones notoriamente artificiales y estereotipadas. Veamos cómo es

que esto sucede.

En Simão, o caolho el protagonista desde el comienzo presenta su desgracia:

“¿Por qué me casé otra vez? No sirvo para marido”. En esa pregunta desconsolada,

confesada a sus amigos en el bar, hay señales de debilidad para enfrentar los elementos

opresivos de las convenciones sociales. Mientras el enredo se desarrolla, sabemos que

serán estas convenciones las que engendrarán todos los malos entendidos en los cuáles

el protagonista se ve envuelto. Después de revelar a su esposa que tiene un hijo y un

nieto, y que perdió la oportunidad de volverse millonario porque “el negocio de los

terrenos” fracasó, Simão es reprendido por Marcolina con las siguientes palabras:

“¡Miren quién quiere mandar aquí! ¡Usted ! ¡Un fracaso como marido, como padre,

como abuelo! ¡Vaya a arreglar el gallinero antes que pierda la paciencia, tuerto!”

Más allá de que la familia nuclear sea el tema que impregna el film, en ningún

momento hay, en Simão, una familia en el sentido tradicional: Marcolina es la segunda

esposa de Simão, y quería tener hijos pero no puede. En compensación, cuida de dos

sobrinos pequeños cuyo origen no queda muy claro, y también de un joven pariente,

agregado, habitando todos en lo que la mujer considera como su verdadero hogar.

Desde el comienzo, por lo tanto, hay un desplazamiento entre los deseos del personaje

femenino y su realidad, y su autoritarismo se origina en esa frustración.

En el film, el protagonista vive enredado con una Marcolina mandona y casi cruel,

sufre una crónica falta de dinero debido a sus inestabilidades laborales, es asediado por

los acreedores y huye frecuentemente para encontrarse en el Café Brandão con su grupo

de amigos y compañeros de pequeños golpes. Uno de esos amigos es el inventor Santo,

que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar

trabajando en un proyecto para obtener un ojo suplementario para su amigo. Santo

también cuida de un hijo de Simão, cuya madre murió y que fuera concebido antes del

casamiento con Marcolina, pero cuya existencia Simão no se atreve a revelar

públicamente.

El hecho de estar encarnado por el actor Mesquitinha da a Simão una apariencia

más de víctima que de conquistador. Su tono de voz es de lamento y su comportamiento

es el de quién pide permiso, no de quién hace lo que quiere. Mientras tanto, la

Marcolina de Raquel Martins, que en el libro original tenía una personalidad incrédula y

4

Page 5: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

protestona, pero un poco conformista, parece más una mujer poderosa y autoritaria, que

conoce muy bien los puntos débiles de su marido y no se deja engañar. En una de las

primeras escenas del film, en que él regresa a su casa tarde, en puntas de pie, Simão es

sorprendido por su esposa que enciende la luz. Emana un aura de perdedor, visto desde

arriba como un animalito acorralado, mientras que Marcolina, vista en lo alto de la

escalera al sorprenderlo, parece un general en posición de mando.

Esta diferencia de encuadre es significativa e indica que el narrador del film eligió

mostrar una correlación de fuerzas diferentes a las presentadas en el libro. Actriz de

radio, Raquel muestra mucha más naturalidad, proveniente del teatro y la radio, que su

compañero, cuya actuación está llena de tics y poca naturalidad en el doblaje. Esta

divergencia en los estilos de interpretación, sin embargo, ayuda a dar la idea de un

abismo en la manera en que cada uno de los personajes se relaciona con la vida social

que los rodea. E indica el tratamiento desigual que el propio director da a los personajes.

El film tiene tres segmentos bien definidos, cada uno de ellos con una duración

cercana a los 30 minutos. El primero transcurre en 1932 y presenta a los personajes.

Simão financia los inventos de su amigo Santo, que cuida de su hijo con la ayuda de una

niñera electrónica. Simão aprovecha que Marcolina sale los jueves por las noches para

también escabullirse. Pero cuando regresa a su casa es reprendido por su mujer. Por la

mañana ella revisa su saco y discute con él diciendo que “el dinero es poco” y que “un

hombre serio trabaja de día”. Vemos una de las veladas organizadas por ella,

frecuentadas por personajes bizarros, y el contraste con los amigos que Simão encuentra

en el bar.

Un tramo acelerado, montado como un videoclip, representa un intervalo de 20

años, de 1932 a 1952, en el que la ciudad de São Paulo crece, se transforma en populosa

y caótica a la vez. Una serie de edificios parece brotar en el horizonte, uno detrás de

otro. Es el inicio de la segunda parte. El matrimonio vive en un barrio lleno de italianos,

niños, ruido. Según el investigador Rubens Machado, Simão es el primer film brasilero

de ficción que trata el tema de las relaciones de vecindad en barrios populares y que

muestra imágenes de conventillos (Machado, 2004, p.498). El tiempo pasó y Marcolina

continúa mandando y reclamando. El hijo secreto de Simão, Roberto, ahora tiene mujer

e hijo y vive escondido en el número 17 del mismo barrio en que vive Simão. Simão se

queja de dolor de espaldas y está muy desconforme con el antiguo Café Brandão, que

ahora exhibe carteles luminosos de neón y se llena de desconocidos mal educados que

5

Page 6: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

golpean las mesas y no dejan leer el diario en paz. Sus armas de seducción no funcionan

más.

La relación con los vecinos y con las empleadas ocupa buena parte del tiempo de

Marcolina, que mantiene a las empleadas feas y despide a las bonitas y jocosas que

alegran tanto a Simão. Tiene mucha envidia de la vecina Luzia, cuyo marido es un

pequeño empresario, y que dice que va a comprar un auto. Marcolina asiste a

escondidas a las sesiones espiritistas de los jueves, donde se comunica con su finado

primer marido, Pentecostes. Intrigada con los habitantes del número 17, Marcolina

moviliza a todo el barrio en una procesión de moralidad y descarga de energías

negativas y descubre quiénes son. Su desmayo a causa de la noticia cierra esta segunda

parte.

En la tercera parte se da una inversión de fuerzas en el matrimonio. Marcolina

acepta la existencia de sus nuevos parientes, pero obliga a Simão a arreglar el gallinero,

actividad manual, aburrida y sin glamour. Simão va hasta allí, y con el calor y la pereza

termina dormido apoyado en la pared. Sueña que Santo consiguió hacer su ojo nuevo,

que le da poderes más allá de la visión: tiene la capacidad de volverse invisible con el

uso de ciertas palabras mágicas.

Simão encuentra el ojo en el gallinero y va corriendo hasta el laboratorio de Santo

para que se lo implante. En el trayecto Simão se encuentra con doña Luiza y su marido,

que ahora tienen un automóvil y lo llevan con ellos. Pero se pincha la goma y Simão, en

su derrotero por la ciudad, pasa por distintos ambientes paulistas que van quedando cada

vez más periféricos y tranquilos, y atrae una multitud que lo persigue. En esta

secuencia, la ciudad se muestra en sus varias facetas, por terrenos baldíos, vías de tren,

una tintorería de chinos, etc. Simão va de a pié, en bicicleta, en un camión. El

laboratorio de Santo parece, visto desde fuera, una casa rural. Dentro, en un escenario

estilizado con elementos visuales de otros laboratorios de films, Santo le implanta el

ojo.

Sintiendo que puede superar la sensación de ser un eterno perdedor, Simão piensa

para sí: “¡Ah Marcolina, de hoy en adelante quien va a llevar la voz cantante soy yo!”

Su fantasía es la superación de la recurrente precariedad que lo acecha– que contamina

inclusive sus relaciones afectivas– perseguido doblemente por el autoritarismo de su

esposa en su casa, y por un mundo cada vez más competitivo, caótico, cada vez más

lleno de gente. Con sus nuevos poderes, Simão descubre que Marcolina asiste a las

sesiones de espiritismo y aleja el fantasma de Pentecostes. Resuelve sus problemas de

6

Page 7: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

dinero a través de innumerables estafas, consigue manejar a su esposa y es elegido

presidente de la República. Pero Simão es tan inútil que es depuesto por una

conspiración liderada por Marcolina, y se despierta en el gallinero.

Antes de los años 1950 el cine brasilero se había desviado de la discusión de los

grandes problemas nacionales, pero con el regreso de la democracia y la difusión de los

medios de comunicación, aquélla no podía ser más ignorada. Se discutía qué tipo de

cultura se debería producir y qué tipo de cine sería el adecuado para un país que se

modernizaba, pero que al mismo tiempo dependía de su vocación agraria. El cine va a

incorporar la cuestión de los migrantes rurales, de los inmigrantes extranjeros, el

problema de las dificultades económicas, pero todo ello dentro de un cierto optimismo

desarrollista, que hacia el fin de la década comienza a dar señales de cansancio.

Las producciones industriales paulistas pretendían equilibrar las técnicas de un

cine desarrollado con demandas de producción de un cine de gran atractivo popular,

producir enredos que abordasen cuestiones brasileras. A la vez, negaban tanto el bagaje

de experiencias del cine industrial que se mostraba exitoso, que era el cine carioca,

como la historia anterior del propio cine paulista.

Esta actitud de los productores y directores paulistas, de regresar siempre a un

punto cero y comenzar de la nada es, según el crítico e historiador Rubens Machado,

una característica típica de São Paulo, una herencia de la historia particular de la ciudad.

A diferencia de Rio de Janeiro, São Paulo no fue poblada por cortesanos, sino por

bandeirantes violentos en búsqueda de nuevos lugares y cuyo impulso civilizador tuvo

por costumbre destruir lo que encontraba en su camino. Con la industrialización, en los

años 50, esta vocación de sintonía veloz con el mundo y con todo lo que es novedoso,

va a otorgar al cine paulista una característica particular. La ciudad real es un mosaico

de contradicciones, con algunas zonas de progreso y belleza, más “civilizadas”, que

conviven con otras zonas de ocupación desordenada, donde están los conventillos en

espacios horizontales dentro de las innumerables zonas bajas, los descampados, donde

se ven vestigios de actividades arcaicas y marginales, casi rurales, y donde sobreviven

los excluidos.

Se genera allí un desacierto, una falta de coincidencia entre la idea de una ciudad

que no para, siempre creciendo y modernizándose, y la idea de una cierta simplicidad

más local, menos acelerada. Al aparecer en el cine, esta ciudad moderna termina

revelando, en sus intersticios arcaicos, casi rurales, un estilo de vida influido aún por

viejas tradiciones sociales, que apenas gradualmente van siendo modificadas por la

7

Page 8: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

industrialización de los años 50. En Simão vemos escenas externas de la ciudad y de

conventillos cada vez más populosos donde crece una gran masa de trabajadores, pero

también donde se encuentran innumerables espacios vacíos, despoblados, lentos, al

margen de la búsqueda frenética del crecimiento.

Por eso, algunas películas tienen el reverso de esta multiplicidad de perspectivas

modernas y pujantes: un punto de vista más local que recién dejó de ser rural, pacífico y

simple, una mirada “nativa” que insiste en ver las cosas sin esta mediación progresista

y hasta se siente incómoda dentro de ella. De estas visiones extranjerizadas y exóticas

de la ciudad aparecen aristas de experiencias locales. Es lo que Rubens Machado llama

de “costura nativa”, en que “a lo largo de este proceso, camina también una mirada

cándida, ‘incivilizada’, que insiste en ver directamente las cosas, sin la mediación

sistemática de las formas abstractas de representación ‘traídas’ de una cultura

cosmopolita” (Machado Jr, 2004, p.500).

Lo que es claramente paulista, comparado con el resto del país, es algo de la

tradición local que se transfiere al cine: una predilección por todo lo que es nuevo – que

Rubens Machado llama "tradición de lo no-tradicional". Formas heredadas de la historia

particular de la ciudad, que de posta de descanso de tropas pasa a ser, en menos de cien

años, punto de concentración, lugar de la más intensa industrialización y por lo tanto, de

vertiginosa acumulación demográfica y de capitales. Sin un plan de desarrollo

ordenado, la ciudad encarna un salvajismo en el crecimiento, que incorpora, al mismo

tiempo y de forma ambigua, paisajes de ordenada civilidad urbana y espacios

deshabitados, conventillos, casitas en las zonas bajas, donde se instalan los más pobres.

Son las facetas opuestas del cosmopolitismo pueblerino de la ciudad, que aparecerán en

el cine de la década de 50 como una actualización de antiguas inclinaciones (Machado

Jr, 2002, p.60). Esta ambigüedad de vocaciones es representada en el paisaje urbano de

la película, que Simão atraviesa cuando, en su sueño, huye a pie por la ciudad, y va

utilizando lo que aparece para facilitar su desplazamiento: un camión, una bicicleta, el

tren –y recorre un trayecto pintoresco de paisajes de barrio, con el vendedor de bananas,

terrenos baldíos y casas antiguas ya en proceso de convertirse en conventillos.

En el afán de una "sintonía veloz con el mundo" (Machado Jr, 2002, p. 61), el cine

paulista está poblado de citas e influencias de lo que le es inmediatamente

contemporáneo. Lo tradicional, en São Paulo, es no ser tradicional y sí

compulsivamente cosmopolita. Esta tendencia congénita de los paulistas (cuya

descripción Rubens Machado retoma de Gilberto Freyre) de alternarse como

8

Page 9: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

colonizados y colonizadores, les da esta configuración ambigua de reiteración de lo

nuevo y revelación involuntaria de lo antiguo.

En la cinematografía paulista de la década de 50 esta dualidad se materializa como

precariedad disfrazada de avance, claramente visible sea en las escenificaciones

forzadas, sea en las actuaciones desiguales, sea por los enredos sin nexo.

Tal vez la respuesta venga de lo que apunta Rubens Machado Jr. como doble

tradición del cine paulista: la práctica de ignorar las experiencias anteriores y

“recomenzar siempre de cero”, y la costumbre de verse a través de “una mirada de

afuera”. Para él, el choque entre temas locales y cineastas extranjeros inmigrados tiene

una larga tradición en el cine paulista que viene de sus inicios. Y ahora, en los años 50,

este dilema se rehace en términos industriales. El padrón internacional de calidad se

confronta con la tradición paulista de filmar no lo que es tradicional y sí lo que es

nuevo, recién construido o moderno, asociados entonces a una idea de progreso

inexorable. Si la realidad social de la São Paulo de los años 50 es la de una ciudad

poblada de inmigrantes extranjeros y migrantes brasileros de otras regiones, y está

determinada por la urbanización creciente y la industrialización, las películas se van a

adaptar a esta tradición local de ver la ciudad con una mirada de extranjero. Y el

recomenzar de cero se debe a que “al contrario de lo que ocurre en la literatura y la

música, São Paulo será traducida en el cine sobre todo por la creación de migrados y de

emprendedores de ambiciones inaugurales” que no tienen en consideración la herencia

exitosa de las comedias cariocas (Machado Jr, 2004, pp.481 y 500).

¿Y quiénes van a hacer estas películas paulistas? Son extranjeros, personas de

afuera, que son contratadas por la burguesía local relacionada a la industria, inmigrada

hace mucho tiempo o perteneciente a la oligarquía rural. En este escenario, las películas

paulistas de Cavalcanti se destacan por una intención aún más artificial en el momento

de acomodar lo local y lo pretenciosamente universal. Dentro de este panorama,

también se construyen personalidades ambiguas. El dilema de acomodar los intereses de

la clase cafetera y de los inmigrantes industriales es parodiado cuando el personaje

Santo, de Simão, o caolho, afirma que inventó una máquina que "va a dar 400 años para

todos los paulistas."

La relación entre Marcolina y Simão, tal como es escenificada en la película, nos

muestra cómo el narrador ve los cambios en las relaciones entre los géneros (y aquí

también existe la presencia de estereotipos). Sin embargo, como documento, el film por

sí solo también se refiere al contexto de los años 50. En la novela de los años 30 que

9

Page 10: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

originó la película, el personaje de Simão es cínico, no se ve como un pobre hombre,

sino como alguien que está atormentado por la pequeñez de la mente de las mujeres, y

que es activamente infiel, dueño de su rutina y de sus aventuras. Pero en la película se

elimina la característica de la infidelidad, y Simão es una víctima –signo de su situación

social. Simão demuestra siempre una sensación de incomodidad, pero es una

incomodidad ante el papel que le es exigido representar. Su relación con Marcolina, con

la ciudad y con la familia es de servidumbre.

Llama la atención la estructura reflejada en las dos situaciones en que uno

sorprende al otro llegando en casa a la noche, pero en diferentes momentos del juego de

poder entre la pareja. En la escena ya comentada en que Simão entra en la casa oscura

con la pretensión de no ser notado, Marcolina, desde lo alto de la escalera, sorprende al

marido. El conjunto de toma en picado mostrando a Simão y el contra campo en

contrapicado de Marcolina refuerzan la relación inicial de fuerzas: mientras Simão es

subyugado, la mujer domina. Más tarde, durante el sueño de Simón, en que el hombre

asume su autoridad masculina, es Marcolina quién será sorprendida y condenada por

Simão como supersticiosa y dependiente del fantasma de su ex marido. Así Simão

aparece con un traje blanco envuelto en un ambiente oscuro, visto en contrapicado, y las

dos mujeres que vuelven de la sesión espírita aparecen ligeramente en picado.

En el desayuno, Marcolina exige que él sea tan rico como su vecino Mário, y

después, en su sueño, lo primero que Simão compra es un auto. En sus idas a la ciudad,

Simão es aplastado en el tranvía y ofendido por anónimos, es empujado en el café –el

sufre frente a la ciudad caótica y llena de gente. Son cambios a los cuáles no se adapta.

Los reclamos de Marcolina revelan su propia insatisfacción y la conciencia de las

dificultades en el ascenso social.

Simão, oprimido por Marcolina, remite a una serie de personajes masculinos que

no consiguen desempeñar el papel de proveedores o machos en el sentido tradicional.

La familia y el trabajo aparecen para estos personajes como sinónimos de opresión.

Puede ser porque los papeles masculino y femenino en los años 50 se están

moviendo sutilmente de sus lugares tradicionales para otras configuraciones, aunque

aparezcan en la película apenas como un malestar. En el caso de Simão, existe la

dificultad de ejercer el papel de marido ideal, la incapacidad de revelar la existencia de

un hijo nacido antes del matrimonio con Marcolina, la incapacidad de otorgarle firmeza

a la vida doméstica. Marcolina exige un papel imposible por parte de Simão, siendo por

eso cotidianamente frustrada en esta demanda, y respondiendo con impaciencia,

10

Page 11: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

desconfianza y autoritarismo. Es importante recordar que este malestar de Simão es su

reacción a las estrategias de ascenso social a través del trabajo, que surgió como la única

salida para una clase media carente de cultura.

Es cierto que en los años 50 el matrimonio sufría cambios en su jerarquía

patriarcal tradicional, y algunas cuestiones pasan a ser discutidas en la pareja, como el

presupuesto, detalles de la vida doméstica y la educación de los hijos. Incluso el cine de

Hollywood produce, en esta década, numerosos enredos de crisis. Y hay en Marcolina y

las mujeres del barrio una inconformidad con el comportamiento sexual de sus maridos,

porque ya se mezclan el ideal de un compañerismo más o menos sincero y la dura

realidad de tener que mantener los casamientos (NOVAIS y MELLO, 1998, p.612.). El

personaje de Simão en el film no se adapta fácilmente a estas exigencias. En su sueño

infantil de presidente, nombra en su nuevo ministerio solamente mujeres bonitas.

Marcolina sólo puede ser controlada y desenmascarada por Simão dentro del sueño, e

incluso en ese momento, se recupera rápidamente. La conspiración contra Simão

presidente es liderada por una Marcolina que pretende mantener el poder y usa sus

artimañas femeninas para conseguirlo.

Es importante recordar que esas sensaciones masculinas –incipientes o sutilmente

presentes en las películas de los años 50, en dramas como O grande momento (1958), en

comedias paulistas como O homem dos papagaios (1953) y Família Lero-Lero (1953),

e incluso en chanchadas cariocas como Mulheres à vista (1958) y Entrei de gaiato

(1959)– estarán después claramente delineadas en los dramas confesionales como São

Paulo S.A. (1965) o en las obras de Nelson Rodrigues filmadas en los años 1960 y 1970

en el que estalla "un orden patriarcal desmoralizado por las nuevas costumbres y

minado por dentro, ya sea por figuras de padres incapaces de cumplir el papel que la

tradición les impone, o por una muestra de maridos débiles cuya mediocridad,

moralismo o paranoia arruinan la vida conyugal" (Xavier, 2003, p.162).

La cuestión de la puesta en escena de lo popular es un punto importante en las dos

películas de Cavalcanti. La crítica pedía que, para representar lo popular, se hicieran

referencias a historias de hombres y mujeres reales, del pueblo, en la misma línea de las

historias de personas simples que el neo-realismo estaba creando en Italia. Pero en el

caso de las dos películas de Cavalcanti, el lenguaje popular de los italianos, de los

negros, de los campesinos rústicos, la vida de los inmigrantes y sus particularidades

culturales, las actividades religiosas, son puestas en escena a partir de estereotipos.

11

Page 12: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

Hay tres momentos en que queda clara y explícita esta forma simplista de abordar

lo popular asociado a lo religioso, pero consumada en una decoupage sofisticada. La

primera de ellas es cuando una negra llega a la casa de Simão respondiendo a la

búsqueda de una ayudante por parte de Marcolina. Minutos antes, una bella rubia había

golpeado la puerta interesada en el trabajo, pero frente a la belleza de la joven y el

entusiasmo de Simão y de su sobrino, Marcolina no acepta a la candidata. Enseguida,

Marcolina acepta una señora negra y gorda que inmediatamente comienza a mostrar sus

poderes sobrenaturales de establecer relaciones entre el mundo visible e invisible, su

“mediunidade”, protestando por el clima pesado de la casa. El texto hablado por la

negra Gertrudes es bastante esquemático porque rápidamente ella empieza a sentir las

malas energías de la casa, como si ésto fuera automático. La banda sonoro musical

aumenta de volumen y Gertrudes se persigna con expresión asustada. Encuadrada en

primer plano, es iluminada por un halo de luz directa. Una fusión muestra a las dos

sahumando la casa siguiendo una recomendación de Gertrudes, que comienza a ver los

espíritus del finado Pentecostes. La música es grave y en la escena se mezclan la

oscuridad del ambiente con la luz lateral que viene de la ventana. Las dos recitan

oraciones que mezclan santos católicos con dichos supuestamente cómicos,

acompañadas por travellings laterales, cargando ofrendas y atropellando a Simão que

está acostado en el sofá.

La limpieza con sahumero que la empleada negra hace en la casa de Marcolina es

exageradamente ritualizada, remitiendo a esa imagen más fantástica y corriente que los

blancos hacen de esas actividades todavía poco conocidas fuera del círculo de los

iniciados en ellas. Las dos escenas de sesiones espiritistas mezclan posesión de

umbanda, una mesa blanca y tienen un tono de farsa a través de la voz del hombre que

celebra el culto.

En la primera escena de sesión espiritista, vemos una choza desde fuera y

enseguida un travelling recorre el interior, a media luz, con una especie de semicírculo

con una reja atrás de la cuál se sientan los participantes. El celebrante del culto tiene una

tonada rústica del interior bastante forzada. Inmediatamente Gertrudes recibe el espíritu

de Pentecostes, pero el discurso del finado marido de Marcolina en la boca de

Gertrudes es moralista y autoritario. Marcolina está en primera fila, en foco, y un

travelling a partir de Gertrudes incluye a la viuda en el cuadro, en un movimiento

bastante interesante de encuadre, en que el diálogo se dá en plano secuencia. El

12

Page 13: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

ambiente tiene poca luz. Pentecostes le dice a Marcolina que no la quiere en un

ambiente de pecado.

La segunda sesión espiritista transcurre dentro del sueño de Simão, ya con todas

las relaciones de fuerzas invertidas. Él está presente de forma invisible, pudiendo ver sin

ser visto, cuando pronuncia las palabras mágicas, y quiere saber lo que hace su mujer.

Aparece en casa y sorprende a la mujer preparando los elementos para sus macumbas,

pero ella le dice que va a tejer a un asilo. La escena es bellamente compuesta, con los

tres personajes en fila, Simão un poco más alto que Marcolina, que a su vez está más

alta que Gertrudes. Um realineamiento que es también el del enredo. La iluminación

resalta los tres personajes y mantiene la penumbra en el fondo. Cuando las dos mujeres

dejan el ambiente, Simão domina el cuadro con su traje blanco, que forma un contraste

con la ropa oscura de las dos mujeres.

Enseguida, estamos en el centro espiritista y el celebrante, un señor mulato con

una tonada improbable, mezcla entre el italiano y el de alguien del interior, maneja el

culto usando la segunda persona del plural de modo erróneo y con mucha afectación. El

techo está lleno de lámparas encendidas, y un travelling hacia atrás muestra una mesa

redonda alrededor de la cual están sentados varios celebrantes, entre ellos Marcolina. El

movimiento de cámara continua para la derecha, mostrando los participantes que están

detrás de la reja, en una platea, hasta que la cámara se detiene en Simão, que fuma

despreocupadamente, acostado en un banco vacío con expresión de tedio y

desaprobación. Se ríe al ser acusado por el celebrante de no tener Fe. “Dejen venir a

nosotros los guías de la humanidad afligida”, dice él, y hace gestos sobre Gertrudes.

Simão se levanta interesado en lo que va a suceder. Gertrudes recibe el espíritu de

Pentecostés, delante de la expresión triste y nostálgica de Marcolina. Pentecostés dice

que siempre está vigilando las artimañas de Simón, que es un granuja. Simão se levanta

indignado, atraviesa la sala y llega hasta Gertrudes, tapa su boca y dice, como si fuera el

difunto marido, que el nieto de Simão debe ser aceptado por ella como un hijo

espiritual.

La escena tiene un equilibrio de zonas oscuras y zonas iluminadas, y un tono de

comedia que se consuma cuando Simão, fingiendo ser Pentecostes, dice que ella tiene

prohibido ir a noviar con un difunto y que él se va para siempre. Mientras Simão sale

caminando, vemos en el escenario, en plano general, que sale humo de potentes

sahumadores. “Pasajeros para el espacio, fichas amarillas, quieran dirigirse a la puerta

13

Page 14: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

de embarque, buen viaje”. La cámara se mueve entonces hacia una estrella que, en la

pared, es el símbolo de este culto.

La escena mezcla el tono de comedia con una composición visual equilibrada,

pero revela una simplificación espantosa de la compleja religiosidad brasilera. El hecho

de que Simón tapara la boca de la empleada negra que está poseída por el primer marido

de Marcolina es también emblemático, como si él estuviera consiguiendo enfrentar,

como delegado del narrador, una superstición injustificable.

La escenificación muestra que es un dilema la representación de lo popular, no

solo en esta película de Cavalcanti, sino también en el cine brasilero de los años 50.

Aquí, las conversaciones casi gritadas de las italianas del barrio, las peleas por cualquier

cosa son cómicas, pero estereotipadas, y usadas claramente como elementos de un

género de comedia difundido en Italia. La manera satírica y poco sutil por la cuál se

representa el habla popular en la voz de los personajes revela una desproporción, una

folklorización que, de nuevo, muestra un narrador que ve lo popular desde afuera.

Llama la atención en el film, el uso recurrente de escenificaciones visualmente

elaboradas y de personajes esquemáticos. Hay en Simão, o caolho, una verdadera

galería de personajes, característicos de la literatura de Galeão Coutinho y que aparece

en otras películas de ese período. Mientras tanto, los personajes tienen un carácter

bastante artificial, sea en la actuación corporal, sea en la dicción.

Es frecuente en el cine de esa época, desde las “chanchadas” a las películas de

Mazzaropi, la cuestión de la incomodidad en relación a las referencias traídas por la

modernidad y la figuración de personajes y ambientes “llevados por delante” por este

proceso y reaccionando a él. Nuestra modernización tiene un fuerte componente rural, y

las comedias de los años 50 traen esta sensación disfrazada de incómodo adaptativo,

preconcepto explícito contra los iguales, y deseo de ascenso social. En el caso de Simão,

este tema es el que mueve las acciones del protagonista.

La presencia de un pasado rural y pobre está en el imaginario de los personajes y

también en la ridicularización de aquellos que no tienen mucha habilidad para

relacionarse con la modernidad. Hay también un aspecto provinciano del propio

narrador burgués de estas películas, que se manifiesta justamente en el esfuerzo por

trasmitir, al hacer el film, la imagen de una São Paulo moderna, cosmopolita, que

funciona eficientemente, y con esa diversidad de habitantes. Estaría presente una

subjetividad incómoda delante de una “modernización precaria" (Miceli, 2001, pp. 7-

10). Esta modernización frágil aparece reflejada, de forma ambigua, en la incomodidad

14

Page 15: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

que sufren los personajes de Simão. No solo precariedades materiales, sino también

exigencias sociales que eran muy sentidas. Y en el film los éxitos equilibrados en la

escenificación, aparecen junto con actuaciones artificiales.

Creo que en cuánto a la cuestión del llamado esfuerzo por un cine auténticamente

nacional, lo que me llama la atención es que, mientras las “chanchadas” expresan

“brasilidad” aparentemente sin esfuerzo, las comedias paulistas exhiben una búsqueda

esforzada por esta “brasilidad”. Creo que las comedias paulistas son diferentes de las

producidas en Río de Janeiro porque les falta una cierta auto-ridicularización, una auto-

ironía que es fundamental en el efecto cómico de las “chanchadas”.

Hay en el cine paulista muchas menciones, influencias y recreaciones, pero no la

exageración o distorsión que sacuda a las figuras del poder hegemónico. La auto-ironía

de la parodia no funciona en las comedias paulistas. Creo que si la parodia, como dice

João Luiz Vieira, “asume la fuerza del discurso dominante para usarla contra él, en un

contexto de poder hegemónico”, en el caso de las comedias paulistas, los antagonismos

no permiten que este mecanismo funcione, porque es lo que llamamos una “pelea de

blancos”: inmigrantes, estancieros, industriales.

En otras palabras, la parodia normalmente desvaloriza el modelo y al mismo

tiempo lo confirma, pero en este proceso la parodia se auto-desvaloriza también, se

muestra ridícula. Sin embargo las comedias paulistas no quieren ir por este camino.

Según Jean-Claude Bernardet, las comedias cariocas alivian el “complejo de

inferioridad de un público que se desprecia cuando se compara al de los países

industrializados, un pueblo que no se siente activo en la historia de su país”. Pero el cine

paulista, justamente, tiene esa pretensión de compararse a los países industrializados,

quiere responder a una crítica política, y es hecho por productores que quieren lo

contrario de ésto, inclusive en sus producciones más modestas.

Cuál es la diferencia? Es que en la década de 1950 el “otro” del narrador del cine

paulista no es propiamente el extranjero, como en las “chanchadas”, pero si el brasilero

que no es urbano (el “caipira”, el rústico del interior) y que no es burgués (el

inmigrante, el pobre, el negro, el migrante de otros lugares del país, el pequeño

burgués).

Por eso, si estas películas usan o intentan usar formas consagradas por la tradición

internacional más académica del cine, traída por los grandes estudios cinematográficos,

ellas revelan al mismo tiempo, en su realización concreta, aspectos bastante artificiales e

inclusive precarios, sea en la escenificación y en el desempeño de los actores, sea en los

15

Page 16: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

diálogos que estructuran sus tramas. Estos retratos de la ambivalente modernización de

la ciudad terminan trayendo consigo muestras claras de provincianismo, mostrando

narradores más cercanos a una posición extranjera o de elite, que a personajes y dramas

populares.

Hay por lo tanto en comedias como Simão, una preocupación de buscar, por un

lado, una “brasilidad” exigida por la crítica política, y por otro, una técnica excelente

pretendida por los estudios de molde industrial, manteniendo la costumbre ya

comentada del “gesto inaugural” de partir de cero y desconsiderar las experiencias del

pasado. El resultado es una mezcla, una yuxtaposición de técnicas industriales de cine

(que remiten a la costumbre de ostentación de la elite paulista) y de una dramaturgia

artesanal y muchas veces sin nexo y artificial –de cualquier forma, profundamente

ligada a un teatro popular y que remite a las propias chanchadas.

Existe también la cuestión del cosmopolitismo paulista, que se transparenta en las

películas de São Paulo por la propia situación cultural de la ciudad, poblada por etnias

diferentes. En las comedias cariocas no pasa esto porque el extranjero es alguien que se

rinde al estilo carioca, siendo absorbido y deslumbrado por él, literalmente “cayendo en

el samba”. Todavía el paulista aparece aquí siendo un otro de quién se habla, es el que

viene del interior, es el italiano, es el negro pobre, partes integrantes de la metrópolis

pero que aparecen como forasteros. La capital paulista acaba ahí cerca, en los suburbios

rurales que la cercan por todos lados.

Las comedias de los grandes estudios paulistas traen dificultades de

representación cuando tratan de polaridades como rural versus urbano, brasilero versus

extranjero, elite versus popular. Estos dilemas resultan en films que no se eximen de una

apariencia pretenciosa, soberbia, inhábil, y de una realización que las hace muchas

veces incoherentes en su configuración final. Cuando intentan imitar lo popular, las

comedias de Cavalcanti usan un esquematismo que denuncia el origen de elite de sus

productores y una dificultad del director en comprender y representar a este otro. Es

visible en estos films, un provincianismo que se quiere moderno, un conservadurismo

que se quiere progresista, una visión de lo urbano atormentada por la presencia

insistente de lo rural. Son dilemas que producen efectos en la forma de las películas,

tales como los ejemplos comentados aquí.

La actuación de un narrador simultáneamente moderno y provinciano se refleja en

la manera de escenificar de Cavalcanti. Hay encuadres elaborados y una fotografía

sofisticada combinados, de una forma irregular, con una gran pobreza de interpretación

16

Page 17: “Simão, o caolho” (1952) e o cinema paulista dos anos 1950 · que vive en un laboratorio financiado por Simão, con la eterna promesa de estar trabajando en un proyecto para

de los actores secundarios. La mirada de afuera aparece en el uso de estereotipos

raciales y religiosos. Nos interesa marcar aquí algunos momentos en los que aparece

esta especie de “ruido”, causado por la construcción irregular y heterogénea de esta

película.

Bibliografia:

COUTINHO, Galeão (1937). Memórias de Simão, o caolho (romance de um marido infiel), 3ª edición

definitiva, São Paulo, Editora Assunção, s/d. [primeira edición en 1937].

GALVÃO, Maria Rita y Carlos Roberto de SOUZA (1984). “Cinema brasileiro: 1930-1964” in Boris

Fausto (org.). História geral da civilização brasileira, Tomo III: O Brasil republicano, Volumen 4:

Economia e cultura (1930-1964), São Paulo, Difel, 1984, capítulo X, pp.461-500.

MACHADO JR, Rubens (2002). “São Paulo, uma imagem que não pára”, Revista D’Art, número 9/10,

novembro 2002, São Paulo, Divisão de Pesquisas do Centro Cultural São Paulo.

MACHADO JR, Rubens (2004). “São Paulo e o seu cinema: para uma história das manifestações

cinematográficas paulistanas (1899-1954)” in Paula Porta (org.), História da cidade de São Paulo,

vol.2, São Paulo, Paz e Terra, 2004.

MICELI, Sergio (2001). “Modernidade precária”, prefácio a Maria Arminda do Nascimento ARRUDA,

Metrópole e Cultura, Bauru, Edusc, 2001.

NOVAIS, Fernando A. y João Manuel Cardoso de MELLO (1998). “Capitalismo tardio e sociabilidade

moderna” in Lilia Schwarcz (org.), Historia da vida privada no Brasil, vol 4, São Paulo, Cia. das

Letras, 1998.

ROCHA, Glauber (2003). “Cavalcanti e a Vera Cruz” in Revisão crítica do cinema brasileiro, São Paulo,

Cosac & Naify, 2003.

XAVIER, Ismail (2003). Xavier, O olhar e a cena: melodrama, Hollywood, cinema novo, Nelson

Rodrigues, São Paulo, Cosac & Naify, 2003.

17