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Bello y la teoría gramatical(!) SU PERMANENTE PRESTIGIO COMO FILOLOGO En este año de 1<)65, en que se cumple el primer centenario de la muerte de D. Andrés Bello, el balance de cuanto el mun- do hispánico debe a la fecundidad de su pluma no es igualmente óptimo en todos los aspectos de su producción. Aun cuando su inteligencia probó fortuna en diversos campos y puso en todos el sello de su laboriosidad y extremada pulcritud intelectual, es lo cierto que, al cabo de un siglo, se van quedando atrás, arras- trada s por la marea renovada del progreso científico, obras que tentaron en distintas etapas de su existencia su insaciable inquie- tud intelectual, en parte como disquisiciones debidas a la pene- trante mirada del investigador determinado a sacar partido de sus pesquisas en una particular esfera del saber; otras a las que se vio compelido en determinadas circunstancias de su vida por azares de su pobreza o por dar cumplimiento a tareas en que el destino le había colocado. Hombre de gran honestidad mental y de un exigente sentido de responsabilidad, no se dio frívo:amente, en ningún caso, a pa- satiempos o quehaceres de menor cuantía, para salir cómoda- mente de un trance forzoso, sino que puso en cualquiera activi- dad dentro de la cual encaminó sus pasos seriedad de propósito y (r) Discurso leído en el Instituto de Cultura Hispánica el 9 de noviem- bre de I9ÓS·

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Bello y la teoría gramatical(!)

SU PERMANENTE PRESTIGIO COMO FILOLOGO

En este año de 1<)65, en que se cumple el primer centenario de la muerte de D. Andrés Bello, el balance de cuanto el mun­do hispánico debe a la fecundidad de su pluma no es igualmente óptimo en todos los aspectos de su producción. Aun cuando su inteligencia probó fortuna en diversos campos y puso en todos el sello de su laboriosidad y extremada pulcritud intelectual, es lo cierto que, al cabo de un siglo, se van quedando atrás, arras­tradas por la marea renovada del progreso científico, obras que tentaron en distintas etapas de su existencia su insaciable inquie­tud intelectual, en parte como disquisiciones debidas a la pene­trante mirada del investigador determinado a sacar partido de sus pesquisas en una particular esfera del saber; otras a las que se vio compelido en determinadas circunstancias de su vida por azares de su pobreza o por dar cumplimiento a tareas en que el destino le había colocado.

Hombre de gran honestidad mental y de un exigente sentido de responsabilidad, no se dio frívo:amente, en ningún caso, a pa­satiempos o quehaceres de menor cuantía, para salir cómoda­mente de un trance forzoso, sino que puso en cualquiera activi­dad dentro de la cual encaminó sus pasos seriedad de propósito y

(r) Discurso leído en el Instituto de Cultura Hispánica el 9 de noviem­bre de I9ÓS·

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voluntad de acertar. Con lo cual queda dicho que los resulta­dos estuvieron en todo momento a la altura de su capacidad y a la medida de las exigencias técnicas predominantes en su época.

Pero hay sin duda ocupaciones a las que Bello se siente im­pelido por una especie de numen inspirador entroncado en su propio ser, que responde a los más íntimos y espontáneos im­pulsos de su vocación intelectual. Y si el estro poético le llamó a pulsar la lira desde sus años mozos y su privilegiado despejo intelectual le invitó a sobresalir desde temprano en el dominio de las letras clásicas, nada tiene de extraño que sea precisamen­te en la fecunda cantera del idioma donde se pongan a prueba, con mayor lucimiento, los altos dones con que la naturaleza le había favorecido.

Así se deja ver, por cierto, en el Prólogo que Juan David García Bacca antepone al tomo de la producción filosófica de Bello, en la edición de sus obras patrocinada por el gobierno venezolano :

"La presencia filosófica de Bello no alcanza, por cau­sas que no son de este lugar, a la actualidad impresionante y tremenda de su presencia filológica. Filosofía del En­tendimiento no llega, ni de lejos, a la bien merecida fama y ópimos frutos que ha rendido, rinde y rendirá su Grar mática. Pero Filosofía det Entendimiento constituye la base y trasfondo de su Gramática, y como tal trasfondo hase quedado en penumbra, si no en sombra" (1 bis).

En efecto, un libro de tan sólida construcción como la Gra­mática de Bello debe considerarse, dentro de su producción, como el fruto más granado y de mejor alcurnia. Ella representa la culminación afortunada de un largo proceso de elaboración, so­bre todo de laborioso y paciente aquilatamiento de las ideas bá­sicas que habrían de sustentarla, que implicaban un franco di­vorcio de las recibidas a través de sus predecesores. Y gracias precisamente a ~sa fecunda germinación, a la que suministra im-

(1 bis) Andrés Bello. Obras completas, tomo III, Caracas, 1951, pá­ginas XIII-XV.

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pulso una mente creadora de extraordinario vuelo, ha logrado obtener una prestancia y gallardía científica que resiste los em­bates del tiempo.

IMPORTANCIA Y TRASCENDENCIA DE SU GRAMATICA

Publicada en el año de 1847 (z), en un apartado país de la América del Sur, cuando las comunicaciones eran sobremanera difíciles y el intercambio intelectual, por tanto, muy precario entre los pueblos de habla española, adquirió no obstante en pocos años un prestigio continental envidiable y su fama con­quistó también, aquende el mar, el ambiente culto de España, fomentando en todas partes una entusiasta admiración hacia el autor.

No había aparecido hasta entonces en lengua española una gramática trabajada con tanta sagacidad, espíritu renovador, aco­pio y ordenación de materiales, que pudiera convertirse en guía seguro del buen decir para los numerosos pobladores del mun­do hispánico. Y aunque Bello modestamente la había destinado a sus hermanos del nuevo continente, su extraordinario valor técnico no habría de confinarla, desde luego, a un uso regional y restringido, sino a servir por igual a todos cuantos mostrasen interés en el conocimiento de la lengua española, cualquiera que fuese su ubicación geográfica.

Bello la hizo llegar, por conducto de la Legación de España en Chile, a la Real Academia Española, cuyo Director en aquel entonces, D. Francisco Martínez de la Rosa, contestando al representante de su patria, en carta del r." de diciembre de r8sr, se expresa en los siguientes términos:

"Este ilustre cuerpo no ha podido menos de recibir con singular aprecio tan importante obra, que prueba el labo­rioso celo y profundos conocimientos del autor, así como el laudable fi11 que en ella se propuso, contribuyendo por

(2) Andrés Bello, Gramática de la Lengua Castellana, destinada al uso de los americanos. Santiago de Chile, Imprenta del Progreso. Abril de 1947, I vol., 8.0

, 336 páginas.

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su parte a que se conserve en su pureza y esplendor la her­mosa habla castellana en uno de los países unidos a Es­paña con tan fuertes vínculos y que deben siempre consi­derarse como hermanos.

Deseosa la Real Academia de dar a tan insigne literato un testimonio público del concepto que ha formado de su obra, le ha nombrado académico honorario, distinción que, por primera vez se ha concedido ahora, después de publi­cado el nuevo reglamento" (3) .

Comprueba lo anterior el alto grado de estimación intelectual que la Gramática de Bello, a los cuatro años de publicada, al­canzaba en la docta corporación madrileña, entonces y ahora tribunal de máxima autoridad, acatada en los vastos dominios del mundo hispánico, para dictaminar en las cosas que atañen a los valores permanentes del idioma.

El autor caraqueño podía, pues, ufanarse, aunque sin ningún alarde ni desplante. contrarios a su modestia habitual, de haber recibido, con el nombramiento de Académico Honorario, una distinción que, según declara el propio Director de la Real Aca­demia, era la primera vez que se otorgaba, y todo ello en gracia y honra de un libro cuyos eminentes servicios al mundo de ha­bla hispánica son en verdad imponderables.

La Gramática de Bello comenzó a circular profusamente, desde mediados del siglo pasado, sobre todo en los pueblos de la América española, utilizada como texto valioso para el aprendi­zaje del idioma y cumpliendo con creces la misión que su autor quiso asignarle. pues mantiene hoy, no obstante su condición cen­tenaria, una firmeza de doctrina que suele ser privilegio excepcio­nal de contadas producciones del ingenio humano.

Al llegar a manos de D. Rufino J. Cuervo, hacia la época en que el joven colombiano iniciaba sus estudios gramaticales, fue un libro de particular devoción para quien. años más tarde, ha­bría de convertirse en eminente filólogo; y como resultado de aquella prolongada y meritísima consulta, a la cual se sumaba el valioso caudal de conocimientos que Cuervo adquiría en el trato

(3) Vid. Miguel Luis Amunátegui. Vida de dot! Andres Bello. San­tiago de Chile. Impreso por Pedro G. Ramírez, 1882, 1 vol., 672 págs. La carta de la Real Academia aparece en la pág. 541.

·,

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asiduo con los autores que renovaron en el siglo pasado la ciencia del lenguaje, a través de la gramática comparada, surgieron las copiosas, eruditas y científicas anotaciones que desde 1874, en edición de los señores Echeverría Hermanos, renovada en 1881, dieron una fisonomía distinta a la obra de Bello, mejorándola en mucho con las aportaciones que le llegaban, por mano del autor colombiano, saturadas de las nuevas conquistas de la ciencia.

Las notas de Cuervo se pusieron al fin del texto de Bello, para no perturbar la exposición original; se le cambió la "orto­grafía casera" con que había aparecido en un principio, con el fin de que pudiera circular sin tropiezos entre toda clase de lec­tores, y se añadió, además, un cuidadoso índice alfabético pre­parado por el anotador colombiano.

En la Introducción que D. Rufino J. Cuervo antepuso a su trabajo manifiesta, con emocionado reconocimiento, refiriéndose a la Gramática que ahora salía a luz, adicionada con su personal colaboración:

"Al extender esas anotaciones, sólo me propongo dar un testimonio del respeto que siempre he profesado al au­tor, al propio tiempo que de admiración a su ciencia y de gratitud por la utilidad de que me han sido sus lecciones. ¡Ojalá consiguiera que el nombre de Bello fuera siempre el símbolo de la enseñanza científica del castellano, como hasta ahora lo ha sido, y que su obra se conservase en ma­nos de la juventud estudiosa como expresión de las doc­trinas más comprobadas y más recibidas entre los filólo­gos" (4).

Acompañada de las notas de Cuervo, que le sirvieron de magnífico complemento en aquellos puntos en que la doctrina del autor no estaba a tono con los posteriores avances de la cien­cia del lenguaje, la Gramática de Bello ha continuado prestando sin interrupción, a todos cuantos se interesan por el estudio de la lengua española, el inestimable servicio de ofrecerles un texto de alta solvencia. Las numerosas ediciones de que ha sido ob-

(4) Andrés Bello, Gramática de la Lmgua Castellana. · Con extensas notas y copiosos índices alfabéticos de D. Rufino José Cuervo .Vigésima primera edición. París. Roger y Chernoviz, editores. Vid. Notas de Cuer­vo, Introducción, pág. 7·

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jeto constituyen un evidente testimonio para comprobar su uti­lidad y la amplísima difusión obtenida en todos los dominios de nuestra habla; y es, de todas las obras de Bello, la que mayor­mente ha contribuido a cimentar su prestigio.

La edición más reciente ha sido patrocinada, junto con la restante producción del maestro de Caracas, por el Ministerio de Educación de Venezuela, y lleva una importante Introducción debida a la competente pluma de Amado Alonso, cuya temprana desaparición tanto lamentan las letras de España y las de Amé­rica muy particularmente. En esa Introducción se hace un cum­plido análisis de la Gramática de Bello para determinar cuáles son las influencias doctrinales que contribuyeron en mayor gra­do a forjar el pensamiento del autor en materia gramatical, y se demuestra, al mismo tiempo, hasta qué punto es superior la con­cepción de Bello comparada con las de algunos predecesores euro­peos que intentaron, sin lograrlo, llegar a los resultados que ob­tuvo nuestro eminente tratadista. La doctrina de Bello sale triun­fante en el cotejo, y Amado Alonso no puede menos que procla­mar, como conclusión sobremanera honrosa para la obra del maestro venezolano :

"Yo no sé qué otra gramática podría salir tan airosa como ésta de la rigurosa crítica a que la estamos sometien­do. Es una gramática que quiso ser educativa y no especu­lativa, escrita hace más de cien años, justamente el siglo en que se ha constituido en ciencia el estudio del lenguaje; le estamos aplicando una crítica estrictamente lingüística, y no sólo una exigente comparación con las gramáticas más acreditadas ; y con todo, se mantiene en pie como cosa bien viva. No como la mejor gramática castellana a falta de otra mejor, sino como una de las mejores gramáticas de los tiempos modernos en cualquier lengua" (5).

El juicio anterior, como se deja ver, no constituye una simple expa·nsión laudatoria y gratuita, sino que es el fruto, según ele­clara el propio Amado Alonso, de un imparcial y riguroso aná­lisis, frente a otros autores y otras obras. Y comprueba que la Gramática de Bello, sobrepon;émlose a explicahles razones de

(5) Bello, 0/was completas, tomo TV, Caracas, 1951, pág. LXXXVI.

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envejecimiento a causa de los avances que durante un siglo ha experimentado la ciencia del lenguaje, permanece erguida, no inmutable, pero sí vigorosa en lo esencial de su estructura, como la más firme columna de la filología hispánica.

ALGUNOS HITOS DEL PENSAMIENTO GRAMATICAL DE BELLO

Conviene la mayoría de los más autorizados conocedores de la obra de Bello en sostener, desde Menéndez y Pelayo a esta parte, que el autor venezolano se forjó intelectualmente dentro de las corrientes neoclásicas predominantes en el siglo XVIII.

Si se toma como punto de arranque la circunstancia de haber adquirido desde muy joven un sólido conocimiento del latín y de la literatura latina, de suerte que brillaba entre la juventud ca­raqueña de su tiempo por su saber y desenvoltura en las disci­plinas clásicas, al par que por su afición al cultivo del verso; si se considera que sus primeros maestros vivían, a su vez, bajo el influjo de la cultura forjada en aquella centuria, incluido, por tratarse de sacerdotes, un fuerte sedimento escolástico, no es po­sible negar, pues tampoco hay en las producciones iniciales de Bello rasgos que denuncien un sello distinto, la filiación que ge­neralmente se le atribuye (6).

Menéndez y Pelayo, en efecto, formula un juicio valorativo que abarca por igual las siguientes publicaciones de nuestro autor, ordenadas cronológicamente: Principios de Ortología y Métrica (I835), Análisis Ideológica de los Tiempos (I84r), Gramática (I847). He aquí sus palabras:

"No pertenecen estos libros suyos al movimiento de la filología histórica, y ya bastarían sus fechas para indicarlo ; pertenecen a la escuela analítica del siglo XVIII, pero a esta escuela en su más alto grado de perfección, aplicada por un entendimiento vigoroso y sutilísimo, que logra defenderse

(6) Dice D. Miguel Luis Amunátegui: "Don Andrés Bello, en su juventud, estudió a la perfección la doctrina peripatética y escolástica bajo la dirección del presbítero don Rafael Escalona" (Vida de Bello, pá­gina, 624).

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de la abstracción ideológica (a que fácilmente conduce el abuso de las teorías gramaticales), merced a la observación diaria y familiar del uso de los maestros de la lengua" (7).

Ya veremos más adelante que no es cuerdo aplicar a la Gra­mática de Bello una calificación que la entronque resueltamente dentro del movimiento neoclásico, porque su pensamiento rector está muy lejos de quedar enmarcado en una corriente puramente racionalista de sesgo especulativo. El propio Menéndez y Pelayo ensaya en cierto modo una rectificación del juicio anterior, aun­que sin darle implicaciones concretas, cuando nos dice, a pro­pósito de la Filosofía del Entenditrniento de Bello, que "su doc­trina del método inductivo, aunque derivada evidentemente de fuentes inglesas, muestra que estaba profundamente versado en la filosofía de las ciencias experimentales" (8). En el primero de los párrafos citados, el maestro santanderino introduce, por otra parte, la salvedad de que Bello se defiende hábilmente de las abs­tracciones ideológicas, guiado por un entendimiento vigoroso y

sutil y por su propensión a observar el uso de los buenos es­critores.

Una consideración especial merece, por lo que representa en el escalonamiento cronológico e intelectual de la producción filoló­gica de Bello, la Análisis Ideológica de tos Tiempos de la Con­jugación Castellana., porque, si bien fue publicada por primera vez en 1841, su elaboración, según consigna el propio autor, viene de muy atrás, y ello tiene el particular interés de mostrarnos varias cosas importantes :

a) Que es la creación inicial de Bello en el campo gra­matical, mas con un desempeño de tanta sagacidad y enjun­dia que preludia magníficamente lo que más tarde habrá de ser su Gramática.

b) Que su entronque ideológico debe buscarse en el racionalismo francés del siglo xvrr, asociado a la Gramáti­ca Genrral y Razonada de la Escuela de Port Royal (166o).

e) Que es, en tal virtud, la obra de Bello en el campo

(7) Menéndez y Pelayo, Antología de poetas hispanoamericanos. Pu­blicada por la Real Academia Espaíiola. Madrid, Tipografía de Archi­vos, 1927. Via. tomo IT, pág. cxvu.

(8) Menéndez y Pelayo, obra citada, pág. CXXIV.

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filológico que mira más hacia atrás, y, aun cuando encajará posteriormente en el cuerpo de su Gramática, no desentona dentro de ella y es, más bien, una de las piezas que rayan a mayor altura.

Los supuestos que permiten establecer esta determinación cronológica quedan explicados por el propio Bello en el siguiente pasaje, que extracto del Prólogo que antepuso a su trabajo:

"A decir verdad, yo no temo que, sometida a un examen escrupuloso mi teoría, se halle infundada e inexacta ; creo ver en ella, o a lo menos en sus principios fundamentales, todos los caracteres posibles de verdad y de solidez ; y por más que conozca lo poderosas que son las ilusiones de la fanta­sía, me es imposible resistir a una convicción que fue el fruto de un estudio prolijo en otra época de mi vida y que ha sido confirmada constantemente por observaciones pos­teriores de muchos años" (9).

Miguel Luis Amunátegui, que mantuvo una estrecha relación con D. Andrés Bello en Santiago de Chile y fue uno de sus dis­cípulos más adictos, escribió en relación con lo anterior, sin duda a través de datos suministrados por su maestro, lo siguiente:

"Ya he dicho en otra parte que la lectura casual del tratado de Condillac sobre el verbo hizo reflexionar a Bello acerca de esta materia.

Esto sucedió antes de 1810. Como las doctrinas del pensador francés no satisficie­

ron a nuestro autor, buscó una manera de explicar de un modo racional el uso de las formas verbales" (10).

Quiere decir lo antes expuesto que, aun sin haber ajustado los treinta años, pues Bello nace en 1781, tiene adquirida una ma­dutez mental que le permite enfrentarse a un intrincado pro­blema filológico, adoptar una firme posición crítica ante el autor francés mencionado, por no compartir sus puntos de vista, y tra-

(9) Bello, Obras completas. Caracas, tomo IV, pág. S· (IO) Miguel Luis Amunátegui, Vida de · doa Andrés Bello, Santiago

de ·Chile, r88z, pág. 426.

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zar con acierto los lineamientos fundamentales de un sistema del verbo que hasta ahora no ha sido superado.

Un logro de tanta perfección en materia sobre manera comple­ja, obtenido apenas traspuesta la juventud, denota, por otra parte, que había en nuestro autor una poderosa vocación de filólogo que despunta sobre cualquiera otra de las inclinaciones que ocu­paron su existencia en diversas circunstancias, y certifica de ma­nera brillante que las eminentes cualidades intelectuales que plas­marán más tarde en la Gramática estaban ya en pleno floreci­miento treinta años antes .

Sostiene con mucho acierto D. Samuel Gilí Gaya, a pro­pósito de los Principios de Ortología y Métrica de Bello, que la firme contextura intelectual distintiva de la obra realizada por los hombres egregios reside con frecuencia en el renovado y per­sistente espoleo de ideas y proyectos concebidos en la mocedad; de modo que unas cuantas ideas centrales, enriquecidas y vigori­zadas con el paso de los años y el acrecentamiento del saber, reapa­recen de manera constante en sus creaciones y constituyen algo así como un resorte primordial, su raíz íntima (II).

Que en Andrés Bello había una mentalidad de tan privilegiada jerarquía lo demuestra la precoz gestación de sus ideas ortoló­gicas y métricas, en concordancia con lo establecido por el señor Gilí Gaya, lo mismo que la anticipada madurez de sus revolucio­narias conquistas en materia gramatical. Todo lo cual comprueba una vez más que sus dotes creadoras le encaminaban muy pri­mordialmente por los predios lingüísticos, en los que su huella genial ha marcado rumbos de inusitada fecundidad.

Queda por deslindar ahora la relación entre la Análisis Ideo­lógica de los Tiempos y los antecedentes que le sirvieron de pun­to de partida. Amado Alonso se ha encargado de analizar con­cienzudamente ese entronque y lo refiere concretamente a las doctrinas emanadas de la Escuela de Port-Royal, que alcanzó en el siglo xvrr francés su máximo florecimiento. T ranscribo a con­tinuación su punto de vista:

"Me parece muy probable que esta especial actitud ra­cionalista en un capítulo de su Gramática se deba a que

(II) Bello, Obras completas . Caracas, tomo VT, hztroducció11, pág. Xll.

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Bello ya se planteó y en general resolvió el problema de los tiempos verbales en su juventud, hacia 1810, cuando todavía el encaramiento racionalista del lenguaje no había recibido ningún jaque en sus "principios fundamentales", excepto de filósofos como Vico, Herder y Humboldt, no atendidos por los gramáticos. El britlante joven caraque­ño podía poner todo su talento y su entusiasmo científico en edificar sobre unos cimientos universalmente admiti­dos" (12).

Conviene ahora fijar la atención sobre un escrito de Bello publicado en 1832, que tiene la importancia de mostrarnos su posición frente a la Gramática de la Real Academia Española, y revela, por otra parte, que tenía ya suficientemente madurado su pensamiento en cuanto concierne a una obra de esta índole, en abierta discrepancia con las ideas hasta entonces predominantes. Transcribo un pasaje en el que puede verse su objeción de ma­yor bulto:

"Para dar una idea de lo que falta bajo este respecto aun en la Gramática de la Academia, que es la más generalmente usada, bastará limitarnos a unas pocas observaciones. Esta­mos muy distantes de pensar deprimir el mérito de los tra­bajos de la Academia: su Diccionario y su Ortología la ha­cen acreedora a la gratitud de todos los pueblos que hablan castellano ... En la Gramática misma hay partes perfecta­mente desempeñadas, como son por lo regular aquellas en que la Academia se ciñe a la exposición desnuda de los he­chos. El vicio radica~ de esta obra consiste en haber apli­cado a la lengua castellana sin la menor modificación la teo­ría y las clasificaciones de la latina, ideadas para la exposi­ción de un sistema de signos que, aunque tiene cierto aire de semejanza con el nuestro, se diferencia de él en muchos puntos esenciales" (13).

Bello expone a renglón seguido, para citar algunos ejemplos de esa indebida latinización, cómo la Academia establece que los nombres castellanos son declinables por casos sólo porque lo son

(12) Bello, Obras completas, ·Cararas, tomo IV, lntrodttcción, pág. XLI.

(13) Andrés Bello, Gramática Castellana, artículo publicado en El Armtcano de 4 de febrero de 1832. Reimpreso en Obras completas, Ca­racas, tomo V, 1951, págs. 174-184.

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los latinos, y decide que la declinación castellana tiene exactamente el número y diferencia de casos que la declinación latina, sin tener en cuenta que nuestros nombres no sufren variación alguna en su estructura como, en cambio, sí la experimentan los nombres lati­nos cuando se enuncian en uno u otro caso.

Estima que el intento de "hacer tipo universal de las lenguas lo que no es más que un carácter propio y peculiar del idioma la­tino" está en abierta contradicción con todo criterio filosófico rectamente formado.

Se opone, de igual modo, al concepto académico de la categoría gramatical de género por hacerlo girar en torno al sexo, consi­derando que es contrario e inaplicable a una numerosa cantidad de sustantivos que carecen de sexo. Para determinar el género, ex­plica, debe atenderse a la terminación del adjetivo con el cual se junta el sustantivo, de modo que habrá tantos géneros como ter­minaciones tenga el adjetivo en un idioma dado.

Se pronuncia también contra el prejuicio muy extendido en­tonces, acuñado por el humanismo en el siglo XVI, de que con aprender el latín se tenía ya lo bastante para entender la estruc­tura gramatical del castellano.

"El que haya aprendido el latín mucho mejor de lo que generalmente se aprende entre nosotros -nos dice Bello­sabrá el latín; y además habráse formado una mediana idea de la estructura del lenguaje y de lo que se llama gra­mática general; pero no sabrá por eso la gramática del cas­tellano; porque cada lengua tiene sus reglas peculiares, su índole propia, sus genialidades, por decirlo así, y frecuente­mente lo que pasa por solecismo en una, es un idiotismo recibido, y tal vez una frase culta y elegante en otra."

Basta con lo anteriormente expuesto para comprender cómo en I832, año en que publica Bello el artículo al cual pertenecen las precedentes citas, es decir, a los tres de haber llegado a San­tiago de Chile, el insigne gramático estaba ya en pleno dominio de las ideas esenciales con las cuales se disponía a echar por tie­rra el andamiaje de las gramáticas tradicionales, que distaban mucho de responder a un concienzudo y cuidadoso análisis de los fenómenos peculiares de cada lengua.

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FORMULACióN DEFINITIVA DE SUS PRINCIPIOS

En mi libro La doctrina gramatical de Bello (14) expongo con el debido pormenor, al analizar el Prólogo de la Gramática pubEcada por el maestro de Caracas en 1847, cuáles son las ideas cardinales que le guiaron al preparar la más famosa y afortunada de sus obras, la que ha servido a tantas generaciones para pe­netrar con provecho en los secretos de la lengua española.

No podré ahora hacer una extensa disquisición, que resulta­ría desproporcionada dentro del marco de este trabajo, para mostrar esos principios con la amplitud de discusión que tienen en ese libro. Me limitaré a enunciarlos con un comentario algo más ceñido, pero sin omitir lo que considere esencial.

El Prólogo de la Gramática está escrito con el calculado pro­pósito de hacer patente ante el lector que se trata de una obra con­cebida y realizada con criterio completamente distinto del utili­zado en la elaboración de otras gramáticas. Bello es consciente de que lanza a la publicidad un libro que no tiene precedentes y que, por lo mismo, encontrará resistencias en determinados sectores no acostumbrados a comulgar con planteamientos nuevos. Por ello estima nec·esario explicar las ideas directrices que han guiado sus pasos y se anticipa a discutir posibles objeciones.

El párrafo final ilustra bien lo que dejo apuntado, y conviene transcribirlo para que las propias palabras del autor se encarguen de exponer la índole y el alcance de su mensaje, y al mismo tiem­po la modestia con que subraya las posibles imperfecciones de su obra:

"He dado cuenta de mis principios, de mi plan y de mi objeto, y he reconocido, como era justo, mis obligaciones a los que me han precedido. Señalo rumbos no explorados, y es probable que no siempre haya hecho en ellos las obser­vaciones necesarias para deducir generalidades exactas. Si todo lo que propongo de nuevo no pareciere aceptable, mi ambición quedará satisfecha con que alguna parte lo sea y

(14) Baltasar Isaza Calderón, La Doctrina Gramatical de Bello. Panamá, Imprenta Nacional, I9ÓO. r vol., 309 págs.

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contribuya a la mejora de un ramo de enseñanza que no es ciertamente el más lucido, pero es uno de los más necesa­rios" (rs) .

Una primera observación de fondo hace Bello al iniciar en el documento indicado la exposición de sus ideas: debe existir una correspondencia firmemente establecida entre las prácticas del idioma estudiadas en la gramática y las reglas o leyes con que se pretende codificarlas. Condena por ello las definiciones inadecua­das, los falsos conceptos y las clasificaciones erróneas, contrarias a un criterio lógico rectamente aplicado.

Es lo probable que esta repulsa tenga que ver con la tendencia muy generalizada en aquellos tiempos a emplear en el estudio de un idioma los esquemas, clasificaciones y leyes propias de otro, con lo cual se falsea y desfigura la realidad sometida a examen, pretendiendo encuadrarla en moldes que no le acomodan ni pue­den abarcarla.

Que esta crítica iba dirigida contra la manera inconsulta y ar­bitraria de hacer gramáticas imperante desde siglos atrás lo de­muestra otro postulado que nuestro autor sienta de modo inme­diato:

"El habla de un pueblo es un sistema arterial de sig­nos, que bajo muchos respectos se diferencia de los otros sistemas de la misma especie : de que se sigue que cada len­gua tiene su teoría particular, su gramática."

Defiende este principio alegando que la misma palabra idio­ma denota lo que es peculiar o propio de una comunidad dada y que, por tanto, la diferencia de otra. De modo que el gramático debe fijar cuidadosamente la atención en los rasgos distintivos que dan fisonomía propia y particular a cada lengua para poder ele­var a reglas lo que haya de común o de unidad en esas maneras de decir. De lo contrario correrá el riesgo de suponer semejanzas donde no existen más que peculiarismos, pues no hay identidad, ni puede haberla, en los fenómenos lingüísticos pertenecientes a idiomas diferentes.

(15) Bello, Gramática de la Lengua Castellaaa. París, Roger y Cher­noviz. Prólogo, pág. IX.

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Cuando Bello aludía a la Gramática de la Real Academia Es­pañola en el escrito de 1832 al que me he referido antes, se re­cordará que le reprochaba, considerándolo un vicio radical de la obra, el "haber aplicado a la lengua castellana sin la menor mo­dificación la teoría y las clasificaciones de la latina".

Su decidida oposición a tal proceder la recalca ahora, como principio fundamental, en el prólogo de la suya, y no cabe duda de que esta actitud responde a uno de los impulsos de más vigo­roso arraigo que le guiaron al componer su obra. En mi concepto, tal posición está estrechamente ligada a su repulsa contra la gra­mática general, al principio ya enunciado de que cada lengua tiene su teoría particular y también a su enérgica defensa del uso como autoridad irrecusable en lo tocante a una lengua.

Dedicaré a cada una de estas cuestiones un comentario espe­cial, pero me importa subrayar, por de pronto, que todas ellas pa­recen tomar arranque en el prolongado contacto de Bello con el pensamiento inglés durante sus dieciocho años de permanencia en Inglaterra. Si se ha hablado con fundamento de la formación neoclásica de nuestro autor, del influjo de sus maestros y lecturas de la juventud en tal orientación, de cómo la Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana tiene mucho que ver con el racionalismo francés de los siglo.> xvn y XVIII, no debe des­cuidarse tampoco, para poder comprender el sesgo posterior de la posición intelectual de Bello, lo que recogió espiritualmente en su trato con los pensadores de Gran Bretaña.

Miguel Luis Amunátegui, el primer biógrafo de Bello y la persona que estuvo en relación más estrecha con él en Chile, en calidad de discípulo que recoge no sólo las enseñanzas sino las confidencias del maestro, nos suministra el siguiente dato, que es­timo de gran valor:

"D. Andrés Bello, que había trabado conocimiento con Mr. James Mili en una biblioteca, mantuvo por bastante tiempo relaciones con este sabio, sólo unos ocho años mayor que él, hallando en su conversación amplia materia para instruirse. Oyéndole discurrir, Bello se impuso en las teo­rías de la escuela utilitaria, las cuales aceptó en parte, y cuya influencia se trasluce en sus obras" (16).

(16) Amunátegui, Vida de Bello, pág. 118.

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No puedo detenerme ahora a indagar el influjo de otros pen­sadores británicos en la evolución espiritual de Bello ( 1 7), pero es indudable que su mentalidad, sobre manera receptiva y capaz, ex­perimenta una saludable reacción al familiarizarse con una co­rriente de pensamiento bien distinta de la que había moldeado su espíritu antes de pisar tierra inglesa. En otro lugar he dicho al respecto:

"El lleva consigo una cultura clásica envidiable, que fortaleció en Londres con el aprendizaje del griego. Estaba, de tal modo, abroquelado contra un rudo contacto con la doctrina utilitaria, en el sentido de que ésta pudiese conver­tirlo en hombre apegado estrechamente a la visión mate­rialista de las cosas. Recibió, sin duda, los beneficios de una concepción de la vida enraizada en las realidades concretas, para templar los vuelos de la imaginación, asegurarse un adecuado equilibrio intelectual y aquilatar los valores de su sentido humano de la vida; para afinar su gran capacidad de enfrentarse, con mirada certera y libre de prejuicios, a los objetos que estuvieron siempre sometidos a su capacidad escrutadora de hombre de ciencia.

La influencia recibida en tierra británica, en los términos antes expuestos, determinó probablemente que Bello no se dejara seducir por la continuidad de pensamiento que en materia gramatical e idiomática prevalecía entonces" (18).

De haberse mantenido dentro de la escuela neoclásica es indu­dable que el vuelco pragmático visible en la concepción de su Gramática no se habría producido. Es lo probable que hubiera permanecido fiel a la tradición especulativa representada en la Gramática General y Razonada, que apareció en París el año 166o, compuesta por Lancelot y Arnauld, miembros conspicuos de la Escuela de Port-Royal. En tal libro se considera que el lenguaje es un trasunto del pensamiento, y que, si las leyes que regulan el pensar, codificadas en la Lógica, son comunes a todos los hom-

(17) Véase la IntroduccÍÓII de Juan David García Bacca al tomo liT de las Obras completas de Bello, edición de Caracas, 1951, que versa sobre las influencias filosóficas que se hicieron sentir en la formación de nuestro autor, desde su mocedad hasta la madurez.

(18) Baltasar Isaza Calderón, La Doctrina Gramatical de Bello, pá­ginas 21-22.

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bres, puede aceptarse también una Gramática universal, en la que los principios lógicos, convertidos en principios gramaticales, sir­van para todos los idiomas, sin necesidad de diferenciarlos.

Pero el autor venezolano no puede concebir que tal suceda. Rechaza por igual el arquetipo de la gramática latina aplicada sin ninguna restricción a las lenguas derivadas del latín, y el arque­tipo de una gramática especulativa, pensada dentro de categorías lógicas, que sobrepuesta, como un molde común, a cualquier idio­ma tenga la virtud de explicar sin más su estructura interna y sus formas de expresión.

De aquí su conocida reacción, ya comentada, en el sentido de que cada lengua tiene su teoría particular, y las reservas con que se refiere a la gramática universal. Concede, a lo sumo, que haya ciertos esquemas de aplicación común, como son:

"la resolución del razonamiento en proposiciones, y de la proposición en sujeto y atributo; la existencia del sustan­tivo para expresar directamente los objetos, la del verbo para indicar los atributos y la de otras palabras que modi­fiquen y determinen a los sustantivos y verbos a fin de que, con número limitado de unos y otros, puedan designarse todos los objetos posibles, no sólo reales, sino intelectuales, y todos los atributos que percibamos o imaginemos en ellos; si exceptuamos esta arma:::ón fundamental, no veo nada que estemos obligados a reconocer como ley universal de que a ninguna sea dado eximirse".

Su pensamiento en esta materia está situado, como se deja ver, a una prudente equidistancia entre una tendencia apriorísti­ca, de formulación puramente especulativa, y el consejo sereno y equilibrado nacido de la consulta a la realidad idiomática. Si la observación ejercida sobre un grupo considerable de lenguas de­muestra que existe esa anna.zón fundamental, reducida a unos cuantos elementos, como sustancia de la llamada gramática gene­ral, nada le impide reconocerlo con honradez. Pero niega resuelta­mente que las peculiaridades de un idioma, los modos de decir que lo singularizan y diferencian de otros, quepan en un código de aplicación forzosa que haga inútil el estudio de cuanto consti­tuye el material particular y distintivo que responde al genio pro­pio de cada lengua.

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En el fondo, D. Andrés Bello postula una inversión total de métodos y perspectivas. Basta de especulaciones metafísicas, de procedimientos arbitrarios, de suposiciones salidas de la cantera de la razón, sin apoyo en la realidad. El carácter revolucionario de su gramática estriba en adoptar, para componerla, un punto de partida totalmente opuesto: es el idioma, la realidad concreta del idioma, la que debe ocupar primordialmente la . atención del gramático, y sólo examinándola cuidadosamente estará en capaci­dad de elevarse a la teoría, es decir, en condiciones de reducir a leyes o principios el objeto sometido a estudio.

Fue necesario su contacto prolongado con el pensamiento inglés, favorecido por su larga permanencia ~n suelo británico, para que el tratadista venezolano llegara a esa concepción radi­calmente distinta, descuajando ele raíz la tradición racionalista entonces predominante. He aquí, expresado con nitidez, su pen­samiento:

"No he querido, sin emhargo (se refiere a las novedades de su gramática), apoyarme en autoridades, porque para mí la sola irrecusable en lo tocante a una lengua es la lengua misma. Y o no me creo autorizado para dividir lo que ella constantemente une, ni para identificar lo que ella distingue. No miro las analogías con otros idiomas sino como pruebas accesorias. Acepto las prácticas como la lengua las pre­senta; sin imaginarias elipsis, sin otras explicaciones que las que se reducen a ilustrar el uso por el uso."

Y más adelante asienta esta verdad capital:

"La filosofía de la gramática la reduciría yo a representar el uso bajo las fórmulas más comprensivas y simples."

No creo que sea indispensable esforzar mucho los términos para comprender la clara filiación positiva de estas afirmaciones. Cuando Bello habla del uso se refiere a los hechos del lenguaje, a las prácticas del buen decir observadas en los escritores más ca­lificados, y quiere que el tratadista se atenga exclusivamente a tales hechos, sin adulterarlos.

Como el lenguaje es, ante todo, un instrumento de comunica­ción de que se sirven los hombres para sus necesidades cotidianas

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de convivencia ; como es al mismo tiempo un repertorio de voces susceptible de trasmisión escrita, resulta más hacedero para el gramático y ofrece una garantía mayor de estabilidad, observar el uso en las obras de los buenos escritores, que ofrecen modelos de mayor perfección y valor artístico; que dominan con más pul­critud y elegancia los recursos idiomáticos; que están en condi­ciones de ofrecer a la comunidad de la cual forman parte los me­jores modos de decir, a manera de fuentes seguras y de perenne valor para el aprendizaje.

Cuando el estudioso del idioma ha observado con detenimien­to esos paradigmas del buen decir, o sea el uso· en los modelos de mayor perfección, y a través de un cuidadoso cotejo, ordena, cla­sifica y formula principios o reglas una vez advertidas las coin­cidencias, la gramática así constituida tendrá el valor de un códi­go del idioma, con carácter normativo, y le servirá de cauce y de soporte, preservando su estabilidad y garantizando a cuantos lo hablan y escriben un alto nivel de servicio lingüístico.

Conviene advertir, sin embargo, que al invocar la autoridad de los grandes escritores no se pretende anclar el estudio del idio­ma en una edad pretérita, ya superada por su andar evolutivo, que viniera a ofrecernos, no la realidad lingiüística actual, sino otra de carácter arcaico .

. No se trata de esto, ni mucho menos. Es indudable que, aun­que el transcurso del tiempo imprime en el idioma un sentido del cambio que, en el caso de los productos sometidos a la inter­vención de los seres humanos, es aún más explicable, dadas las constantes mutaciones que el avance cultural trae consigo, existe necesariamente, para que la lengua, como instrumento de comu­nicación, no pierda su continuidad ni envejezca de tal suerte que se hagan ininteligibles para las generaciones venideras las obras de siglos atrás, un cuerpo idiomático fundamental llegado a su mayor grado de perfección en un momento histórico que coin­cide con el florecimiento de sus más esclarecidos cultivadores. Pues bien, en tal etapa de sazón y madurez los modos de decir se aquilatan y afinan, adquieren su mayor flexibilidad, riqueza y capacidad expresiva, y es en la cuidadosa observación de tales modelos donde el investigador puede recoger mejor y con mayor

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acierto el caudal léxico que le sirva para establecer las leyes o reglas constitutivas de la gramática.

Bello se cuida bien de fijar, en sus límites aceptables, el torso histórico sobre el cual debe operar el tratadista . Así, al hacer la crítica de cierta definición del verbo que pretendía caracterizarlo diciendo que son "aquellas palabras que significan (o en otro tiempo significaron) el acto ele ejecutar movimientos materiales y (por extensión) las operaciones de los espíritus", se pronuncia decididamente contra una teoría que no se adapta a lo que es hoy la lengua, sino a lo que se piensa que fue, y sienta el siguiente principio, ele indudable trascendencia:

"Ver en las palabras lo que bien o mal se supone que fueron, y no lo que son, no es hacer la gramática ele una lengua, sino su historia " (r9).

Con todo, en ciertos lugares de su obra nuestro autor intro­duce, sirviéndose de notas, algunas explicaciones sobre textos ar­caicos que tienden, según dice, a facilitar la comprensión de los mismos por parte del lector moderno, "ya porque el poeta y el prosista -aclara- no dejan ele recurrir alguna vez a ellas ( cier­tas formas y locuciones antiguas), ya porque su conocimiento es necesario para la perfecta inteligencia de las obras más estimadas de otras edades de la lengua '' (20) .

Bello elevó, además, a jerarquía de superlativo interés di­dáctico y formativo la necesidad ele cultivar la mentalidad juvenil en el estudio del propio idioma, pero sometido tal estudio a las exigencias de una disciplina sólidamente constituida. Tenía la convicción honrada y firme de que si algo necesita en primer término una mente en formación, es el conocimiento cabal del propio instrumento expresivo, como un medio de robustecer el sentido lógico, la capacidad de razonamiento, la posibilidad de asimilación de otras materias por el adecuado y diestro ejercicio de los poderes intelectuales que sumini~tra la posesión de la len­gua materna.

(19) Bello, Gramática, nota III, Definiciótt del verbo. Vid. edición vigésima primera de Roger y Chernoviz, París, págs. 343-344.

(20) Bello, Gramática, edición citada, Prólogo, pág. vn. Ver sobre esto, además, I saza Calderón, La Doctrina Cmmatical de Bello, págs. 47-49.

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Por lo mismo que confería tan esencial importancia al apren­dizaje del idioma vernáculo, consideraba en extremo perjudicial atiborrar la mente juvenil de conceptos erróneos, definiciones mal fundadas, clasificaciones falsas y alambicadas, y estimaba un de­ber de probidad intelectual el llevar a las jóvenes inteligencias úni­camente las verdades probadas, claras y rigurosas. Por ello se empeñó con tanto celo en componer ' un libro de enseñanza ajus­tado a tales principios.

"La gramática nacional -declara- es el primer asunto que se presenta a la inteligencia del niño, el primer ensayo de sus facultades mentales, su primer curso práctico de ra­ciocinio; es necesario, pues, que todo dé en ella una acerta­da dirección a sus hábitos; que nada sea vago ni obscuro; que no se le acostumbre a dar un valor misterioso a palabras que no comprende" (21).

Haber delimitado con seguridad el objeto de la disciplina a la cual consagró los mejores afanes de su vida, desembarazándola de las vacías y abstractas elucubraciones que desde siglos atrás imperaban en el estudio del lenguaje, y liberándola de la excesiva intromisión de los arquetipos latinos en realidades lingüísticas diferentes; haber trazado con exactitud el esquema de la llamada gramática general, demostrando que ha de circunscribirse a unas cuantas categorías de uso común y que carece de fundamento la pretensión de explicar con ella el cuerpo individual de cada idio­ma, son servicios de incalculable valor que se deben a la pericia y sagacidad del maestro venezolano.

Al postular para el estudio de cada lengua una atención ceñi­da estrictamente a su índole particular, a sus características pro­pias e intransferibles, D. Andrés Bello sentó de modo inconmo­vible los fundamentos de una gramática científica, libre de ex­travíos, de arbitrariedades y de antojadizas especulaciones, y es­cribió por su parte una obra que en este año del centenario de su muerte constituye el pedestal más firme de su gloria.

BALTASAR ISAZA CALDERÓN.

Academia Panameña.

(21) Vid. Bello, Obras completas, Caracas, tomo V, 1951, Estudios gramaticales, pág. 177.