Bergson, Henri - Memoria y Vida. Textos Escogidos Por Gilles Deleuze

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  • 8/12/2019 Bergson, Henri - Memoria y Vida. Textos Escogidos Por Gilles Deleuze

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    H e n r i B ergson / M em oria y v id aTextos escogidos porGillesDeleuzeAlianza Edito]

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    Seccin: Humanidades

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    Henr i BergsonMemoria y vida

    Textos escogidos por Gilles Deleuze

    El Libro de BolsilloAlianza EditorialMadr id

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    T tu lo or ig inal : Bergson: Mm oire et vieT r a d u c t o r : M a u r o A r m i o

    Agrad ecem os a E di torial Suda me ricana, S . A., de Bu enos A ires ,su autorizacin para reproducir algunos fragmentos de la obra deBergson: Las dos fuentes de la mora l y de la religin, y a Es-pasa Calpe, S . A., de M ad rid, su autorizacin p ara repro duc irf r agmen tos de La risa, La evolucin creativa. La energa espiri-tual y Pensamiento y movimiento, del mism o auto r .

    1957 Presses Univers i tai res de France Ed. cast . : Al ianza Edi torial , S . A. , Madrid, 1977Calle Miln , 38 ; 200 00 45ISBN: 84-206-1656-7D ep s ito legal: M . 15.912 - 1977Compuesto en Fernndez Ciudad, S . L.Papel fabricado por Torras Hostench, S . A.Imprime Closas-Orcoyen, S . L. Mart nez Paje, 5 . Madrid-29Printed in Spain

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    I . La duracin y el mtodo 5

    A ) N A T U R A L E Z A D E L A D U R A C I N1. La duracin como experiencia psicolgica

    La existencia de que estamos ms seguros y que co-nocemos mejor es indiscut iblemente . la nuestra , porque detodos los dems objetos poseemos nociones que puedenjuzgarse exteriores y superficiales, mientras que a nos-otros mismos nos perc ibimos inter iormente , profundamen-te. Qu comprobamos entonces? Cul es, en este casoprivilegiado, el sentido preciso de la palabra exist ir?. . .En primer lugar compruebo que paso de un estado aotro estado. Tengo fro o calor, estoy alegre o triste ,trabajo o no hago nada, miro lo que me rodea o piensoen otra cosa. Sensaciones, sentimientos, voliciones, repre-sentaciones, tales son las modificaciones entre las que sereparte mi existencia y que la colorean al ternativamente.Cambio, pues, sin cesar. Pero decir esto no basta. Elcambio es mucho ms radical de lo que se creera enprimera instancia.

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    8 Be r g so n : M e m o r i a y v i d aEn efecto, hablo de cada uno de mis estados como si

    formase un bloque. Digo, y con razn, que cambio, peroel cambio me parece residir en el paso de un estado alestado siguiente: de cada estado, considerado aisladamen-te, quiero creer que sigue siendo lo que es durante todoel t iempo que se produce. Sin mbargo, un l igero esfuer-zo de atencin me revelara que no hay afecto, repre-sentacin ni volicin que no se modifique en todo mo-mento; si un estado de alma cesase de variar, su dura-c in cesara de t ranscurr i r . Tomemos e l ms permanentede los estados internos, la percepcin visual de un obje-to exter ior inmvil . El obje to puede permanecer idnt i -co, y yo puedo mirarlo desde el mismo lado, bajo elmismo ngulo, con la misma luz: la visin que de l ten-go no por el lo difiere menos de la que acabo de tener,aunque no fuera ms que porque la vis in ha envejecidoun instante. Ah est mi memoria, que inserta algo de esepasado en este presente. Mi estado de alma, al avanzaren la ruta del t iempo, crece continuamente con la dura-cin que recoge; por decirlo as, hace bola de nieve con-sigo mismo. Con mayor motivo ocurre eso en los estadosms profundamente inter iores , sensaciones, afectos , de-seos, etc . , que no corresponden a un objeto exterior in-variable, como es el caso de una simple percepcin visual.Pero resulta cmodo no prestar atencin a este cambioininterrumpido, y notarlo slo cuando crece lo suficientepara imprimir al cuerpo una nueva acti tud, y a la aten-cin una direccin nueva. En ese preciso instante encon-tramos que hemos cambiado de estado. La verdad es quese cambia sin cesar, y que el estado mismo es ya cambio.Es decir, que no hay diferencia esencial entre pasarde un estado a otro y persist ir en el mismo estado. Siel estado que permanece idntico es ms variado delo que puede creerse, a la inversa, el paso de un estadoa otro se parece ms a un mismo estado que se prolongade lo que se imagina: la transicin es continua. Pero pre-cisamente porque cerramos los ojos a la incesante varia-cin de cada estado psicolgico, nos vemos obligados,cuando la variacin se ha hecho tan considerable que se

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    I . La du rac i n y e l m to do 9impone a nuestra atencin, a hablar como si unnuevo estado se hubiera yuxtapuesto a l precedente .De se suponemos que, a su vez, permanece in-variable, y as consecutiva e indefinidamente. La aparentecontinuidad de la vida psicolgica radica, por tanto, enque nuestra atencin se fija sobre ella mediante una seriede actos discontinuos: donde no hay ms que una suavependiente, siguiendo la l nea quebrada de nuestros actosde atencin, creemos percibir los peldaos de una esca-lera. Cierto que nuestra vida psicolgica est llena de im-srevistos. Surgen mil incidentes que parecen cortar cono que les precede sin por ello vincularse a lo que lessigue. Pero la disconutidad de sus apariciones destaca so-bre la continuidad de un fondo sobre el que se dibujany al que deben los intervalos mismos que les separan:son los golpes de tmbalo que estallan de cuando en cuan-do en la sinfona. Nuestra atencin se fi ja en el los porquele interesan ms, pero cada uno de ellos es llevado por lamasa fluida de nuestra existencia psicolgica completa.Cada uno de el los no es ms que el punto mejor i lumina-do de una zona inestable que comprende todo cuantosentimos, pensamos, queremos, todo cuanto en lt ima ins-tancia somos en un momento dado. Es esta zona enterala que en realidad consti tuye nuestro estado. Ahora bien,de los estados as definidos puede decirse que no son ele-mentos dist intos. Se continan los unos a los otros en uncurso sin fin.

    E. C. 1-32 . La duracin y el yo

    Lo que demuestra palpablemente que nuestra concep-cin ordinaria de la duracin tiende a una invasin gra-dual del espacio en el dominio de la conciencia pura, esque, para arrancar al yo la facultad de percibir un t iempohomogneo, basta con separar de l esa capa ms super-ficial de hechos fsicos que l emplea como reguladores ^1 Es ta i lus in , que nos hace confundi r l a durac in con un t i em-

    po homogneo , e s dec i r , con una represen tac in s imbl i ca ex-

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    10 B er gs on : M ciiioi In y vid aEl sueo nos coloca precisamente en estas coiuliciones,porque el sueo, al reducir el juego de las fiiiK'innes or-gnicas, modif ica especialmente la superf icie de comuni-cacin entre el yo y las cosas exteriores. EiUonces nomedimos la duracin, pero la sentimos; de canii thid pasaal estado de calidad; la apreciacin matemtica del tiem-po transcurr ido deja de hacerse, cediendo el piicsio a uninstinto confuso, capaz, como todos los instintos, de co-meter groseros desprecios y tambin a veces de procedercon una seguridad extraordinaria . Incluso en e] esiado devigil ia , la experiencia diar ia deber ensearnos a estable-cer la diferencia entre la duracin-calidad, aquella que laconciencia alcanza de modo inmediato, la que probable-mente percibe el animal, y el t iempo por as decir mate-r ial izado, el t iempo hecho cantidad por un desarrollo enel espacio. En el momento en que escribo estas l neas,suena la hora en un reloj vecino; pero mi odo, distrado,no lo percibe hasta que han sonado ya varias campana-das; por tanto no las he contado. Y, s in embargo, mebasta un esfuerzo de a tencin re t rospect ivo para hacer lasuma de las cuatro campanadas que ya han sonado, y aa-dir les las que oigo. Si entrando en m mismo, me pre-gunto entonces cuidadosamente por lo que acaba de ocu-r r i r , me doy cuenta de que los cuatro pr imeros sonidoshaban alcanzado mi odo e incluso conmovido mi con-ciencia, pero que las sensaciones producidas por cada unode e l los , en vez de juxtaponerse , se haban fundido unosen otros , de ta l modo que dotaban a l conjunto de unaspecto propio, de tal modo que hacan de l una frasemusica l . Para evaluar re t rospect ivamente e l nmero decampanadas, he t ra tado de reconstruir esa f rase mediantee l pensamiento; mi imaginacin ha hecho sonar una cam-panada, luego dos, luego tres y cuando ha l legado al n-mero exacto de cuatro , la sensibi l idad, consul tada , harespondido que e l e fec to tota l d i fer a cual i ta t ivamente .Haba comprobado, por tanto, a su manera la sucesint r a da de l a ex tens in , e s cons tan temente denunc iada por Berg-son. Se encont rar su anl i s i s de ta l lado en los textos 6 , 7 y 8 .

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    I . La dur ac i n y e l m to do 11de las cuatro campanadas dadas, pero de forma muy dis-tinta a la adicin y sin hacer intervenir la imagen de unayuxtaposicin de trminos dist intos. En pocas palabras,el mimer de campanadas ha sido percibido como cuali-dad, y no como cantidad; la duracin se presenta as a laconciencia inmediata y conserva esta forma mientras noceda el puesto a una representacin simblica, sacada dela extensin. Por tanto, y para concluir, dist inguimos dosformas de la mult ipl icidad, dos apreciaciones muy dife-rentes de la duracin, dos aspectos de la vida consciente.Por debajo de la duracin homognea, smbolo extensivode la autntica duracin, una psicologa atenta distingueuna duracin cuyos momentos heterogneos se penetran;por debajo de la mult ipl icidad numrica de los estadosconscientes, una mult ipl icidad cuali tat iva; por debajo delyo en los estados bien definidos, un yo en el que sucesinimplica fusin y organizacin^ Pero nosotros nos conten-tamos las ms de las veces con el primero, es decir, conla sombra del yo proyectada en el espacio homogneo. Laconciencia, atormentada por un insaciable deseo de dis-t inguir, substi tuye el smbolo por la realidad, o no percibela realidad ms que a travs del smbolo. Como el yo,as refractado, y por lo mismo subdividido, se presta in-finitamente mejor a las exigencias de la vida social engeneral y del lenguaje en particular, ella lo prefiere ypierde paula t inamente de vis ta e l yo fundamental .

    D. I. 94-96

    3. Ms all de la psicologa: la duracin es el todoLa sucesin es un hecho indiscutible, incluso en elmundo material . Nuestros razonamientos sobre los sis-temas aislados no implican que la historia presente, pa-sada y futura de cada uno de el los se despliegue de unsolo golpe, como un abanico; esa historia se desarrollapoco a poco, como si ocupase una duracin anloga a lanuestra. Si quiero prepararme un vaso de agua azucara-

    da, por ms que haga debo esperar a que el azcar se

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    12 Bergson : M em or ia y v idadisuelva. Este pequeo hecho est l leno de enseanzas.Porque e l t iempo que tengo que esperar no es ese t iem-po matemtico que tambin se aplicara a lo largo de lahistoria entera del mundo material , aunque sta se ex-pusiese toda de una vez en el espacio. El tiempo coin-cide con mi impaciencia, es decir, con una determinadaporcin de mi duracin en m, que no es extensible nireducible a voluntad. No se trata ya de lo pensado, sinode lo vivido. No es ya una relacin, sino lo absolutoY no supone esto decir que el vaso de agua, el azcary el proceso de disolucin del azcar en el agua no sonsin duda ms que abstracciones, y que el Todo en el queestn recortados por mis sent idos y mi entendimientoprogresa quiz a la manera de una conciencia?Por supuesto, la operacin mediante la cual la cienciaaisla y cierra un sistema no es una operacin completa-mente art ificial . Si no tuviese una base objet iva, no po-dra explicarse que fuera indicada en ciertos casos e im-posible en otros. Veremos que la materia t iene tendenciaa construir sistemas aislables, que se puedan tratar geo-m tr icamen te La definirem os incluso po r esa tenden-cia. Pero no es ms que una tendencia. La materia nuncava hasta el final, y el aislamiento no es jams completo.Si la ciencia va hasta el fin, y aisla completamente, es porcomodidad del estudio. Sobreentiende que el sistema, ais-lado, permanece sometido a determinadas inf luencias ex-teriores. Las deja simplemente de lado, bien porque lasencuentra lo suficientemente dbiles como para despre-ciarlas, bien porque se reserva para tenerlas en cuentams tarde. No es menos cierto que estas influencias sonotros tantos hilos que unen el sistema a otro ms vasto,ste a un tercero que los engloba a ambos, y as conse-cutivamente hasta que se l lega al sistema ms objet iva-mente aislado y ms independiente de todos, el sistemasolar en su conjunto. Pero incluso aqu, el aislamiento noes absoluto. Nuestro sol irradia calor y luz ms all del

    2 Cf. texto 10.3 Cf. textos 57, 60 y 67.

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    I . La du rac i n y e l m to do 13planeta ms lejano. Y, por otra parte, se mueve, arras-trando consigo los planetas y sus satlites, en una direc-cin determinada. El hi lo que le une al resto del univer-so es sin duda muy tenue. Y, sin embargo, a lo largo deeste hilo se transmite, hasta la parcela ms pequea delmundo en que vivimos, la duracin inmanente al todo deluniverso.El universo dura . Cuanto ms profundicemos en la na-tura leza del t iempo, tanto ms comprenderemos que du-racin significa invencin, creacin de formas, elabora-cin con tinua de lo abso lutam ente nu evo Los sistemasdelimitados por la ciencia no duran porque se hallan in-disolublemente l igados al resto del universo. Cierto queen el propio universo hay que dist inguir, como ms ade-lante diremos, dos movimientos opuestos, uno de des-censo, ot ro de ascenso El prim ero no hace ms queextender un rollo ya preparado. En principio podra rea-l izarse de un modo casi instantneo, como ocurre con unresorte que se dist iende. Pero el segundo, que correspon-de al t rabajo interior de maduracin o de creacin, duraesencialmente, e impone su ri tmo al primero, que es in-separable de l. E. C. 9-114. El Todo y la Vida

    Responderemos que no ponemos en duda la ident idadfundamental de la materia bruta y de la materia organi-zada La nica cuestin estriba en saber si los sistemasnaturales que llamamos seres vivos deben asimilarse a lossistemas artificiales que la ciencia recorta en la materiabruta, o si no sera mejor compararlos con ese sistema

    4 Cf. t ex to 74 .5 Cf. texto 57.6 Cier tos b ilogos reprochan a la f i losof a de la v ida postularla d is t inc in de dos mater ias . Bergson va a demost rar que e l pro-blema de una f i losof a de la v ida preocupada por sa lvaguardar laespec i f i c idad de su ob je to no conduce en modo a lguno a e sep u n t o .

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    1 4 Be r g so n : M e m o r i a y v idanatural que es el todo el universo. Estoy de acuerdo enque la vida sea una especie de mecanismo. Pero se tratadel mecanismo de las partes artificialmente aislables en eltodo del universo, o el del todo real? El todo reaJ podramuy bien ser, decamos nosotros, una continuidad indivi-sible; los sistemas que en l recortamos no seran enton-ces, propiamente hablando, partes; seran consideracionesparciales tomadas sobre el todo. Y con estas considera-ciones parciales tomadas una detrs de otra, no lograraissiquiera un principio de recomposicin del conjunto, dela misma manera que mult ipl icando las fotografas de unobjeto, desde mil enfoques diversos, no lograrais repro-ducir la material idad. Lo mismo ocurre con la vida y conlos fenmenos fsico-qumicos en los que se pretendieseresolverla. Sin duda, el anlisis descubrir en los procesosde creacin orgnica un nmero creciente de fenmenosfsico-qumicos. Y a ellos se atendrn los qumicos y losfsicos. Pero de eso no se deduce que la qumica y la f-sica deban darnos la clave de la vida.Un elemento muy pequeo de una curva es casi unalnea recta. Y se asemejar tanto ms a una lnea rectacuanto ms pequeo se tome. En lt ima instancia podrdecirse, segn se quiera, que forma parte de una rectao de una curva. En efecto, en cada uno de sus puntos, lacurva se confunde con su tangente. As , la vital idades tangente en no importa qu punto con las fuerzas f-sicas y qumicas; pero estos puntos, en suma, no son msque las consideraciones de un espritu que imagina para-das en tales o cuales momentos del movimiento genera-dor de la curva. En realidad, la vida no est ms hechade elementos fsico-qumicos que una curva de lneasrectas. E. C. 30-315 . El todo y la coexistencia de las duraciones

    En rigor, podra no exist ir ms duracin que la nues-tra, como podra no haber en el mundo ms color que el

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    I . L a du r a c i n y e l m t od o 15anaranjado, por ejemplo. Pero as como una conciencia abase de color, que simpatizara interiormente con el ana-ranjado en lugar de percibirlo exteriormente, se sentiracogida entre el rojo y el amarillo, presentara quiz, pordebajo de este lt imo color, todo un espectro en el quese prolonga, naturalmente, la continuidad que va del rojoal amarillo, as la intuicin de nuestra duracin, lejos dedejarnos suspendidos en el vaco como hara el puro an-l isis , nos pone en contacto con toda una continuidad deduraciones que nosotros debemos tratar de seguir, bienhacia abajo, bien hacia arriba: en ambos casos podemosdi la tarnos indefinidamente mediante un esfuerzo cada vezms violento; en ambos casos nos trascendemos a nos-otros mismos. En el primero, nos dirigimos hacia una du-racin cada vez ms dispersa, cuyas palpitaciones, msrpidas que las nuestras, al dividir nuestra sensacin sim-ple, diluyen la calidad en cantidad: en el l mite estara-mos frente a lo puro homogneo, a la pura repeticinmediante la cual definiramos la material idad. Al dirigir-nos hacia el otro sentido, vamos a una duracin que seextiende, que se encoge, que se intensifica cada vez ms:en el l mite estara la eternidad. No la eternidad concep-tual , que es una eternidad de muerte, sino una eternidadde vida. Eternidad viva y por consiguiente inestable toda-va, donde nuestra duracin se hallara como las vibracio-nes en la luz y que sera la concrecin de toda duracincomo la material idad es su dispersin. Entre estos doslmites extremos, la intuicin se mueve, y este movimien-to es la metafsica ' ' . P . R. 210

    B ) C A R A C T E R E S D E L A D U R A C I N6 . La duracin es lo que cambia por naturaleza

    Imaginemos una l nea recta, indefinida, y sobre esalnea un punto material A que se desplaza. Si ese punto7 Cf. tex to s 17, 22 y 26.

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    16 Be rgso n : M em or ia y v idatuviese conciencia de s mismo, se sentira cambiar, pues-to que se mueve: percibira una sucesin; pero esta su-cesin, adoptara para l la forma de una lnea? S, in-dudablemente, a condicin de que pudiera elevarse enalguna forma por encima de la lnea que recorre y per-c ibir s imultneamente varios puntos yuxtapuestos: peropor esto mismo se formara la idea de espacio, y en elespacio vera desarrollarse los cambios que sufre, y no enla duracin pura. Sealamos aqu el error de quienes con-sideran la pura duracin como algo anlogo al espacio,aunque de naturaleza ms simple. Se complacen en yuxta-poner los estados psicolgicos, en formar una cadena ouna lnea, sin darse cuenta que hacen intervenir en estaoperacin la idea de espacio propiamente dicha, la ideade espacio en su totalidad, dado que el espacio es unmedio de tres dimensiones. Pero quin no ve que parapercibir una lnea en forma de lnea hay que situarsefuera de ella, darse cuenta del vaco que la rodea y pen-sar, por tanto, en un espacio de tres dimensiones? Sinuestro punto consciente A no t iene todava la idea deespacio y es en esta hiptesis donde debemos si tuar-nos, la sucesin de estados por los que pasa no podradoptar para l la forma de una lnea; pero sus sensa-ciones se aadirn dinmicamente unas a otras, y se orga-nizarn entre s como las notas sucesivas de una melo-da por la que nos dejamos mecer. En resumen, la puraduracin podra muy bien no ser ms que una sucesinde cambios cuali tat ivos que se funden, que se penetran,sin contornos precisos, sin tendencia alguna a exteriori-zarse unos en relacin con los otros, sin parentesco algu-no con el nombre: esto sera la heterogeneidad pura.

    D, I. 177. La duracin es la multiplicidad cualitativa

    Pero de este anlisis se desprende otra conclusin: yes que la multiplicidad de los estados de conciencia, con-

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    I . La du rac in y e l m to do 17siderada en su pureza original, no presenta ninguna se-mejanza con la mult ipl icidad dist inta que forma un n-mero. Habr entonces, decamos, una mult ipl icidad cua-l i tat iva. En resumen, habra que admitir dos especies demultipl icidad, dos sentidos posibles del trmino dist in-guir, dos concepciones, una cualitativa y otra cuantitati-va, de la diferencia entre lo mismo y lo otro. Unas vecesesta mult ipl icidad, esta dist incin, esta heterogeneidad, nocontienen el nmero ms que en potencia, como diraAristteles; es que la conciencia realiza una discrimina-cin cuali tat iva sin ninguna segunda intencin de contarlas cualidades o incluso de hacer de ellas varias; entonceshay mult ipl icidad sin cantidad. Otras veces, por el con-trario, se trata de una mult ipl icidad de trminos que secuentan, o que se concibe como capaz de contarse; en-tonces se piensa en la posibilidad de exteriorizar unos porrelacin a los otros; se los desarrolla en el espacio. Pordesgracia, estamos tan acostumbrados a aclarar uno pormedio del otro de los dos sentidos de la misma palabra,a percibir incluso el uno en el otro, que experimentamosuna dificultad increble para dist inguirlos, o por lo me-nos para expresar esta dist incin mediante el lenguaje.As, decamos que varios estados de conciencia se orga-nizan entre s, se penetran, se enriquecen cada vez ms,y podran ofrecer de esta forma, a un yo ignorante delespacio, el sentimiento de la duracin pura; pero paraemolear la palabra varios, ya habamos aislado estosestados unos de otros, ya habamos exteriorizado unospor relacin a los otros, en una palabra, ya los habamosyuxtapuesto; y de esta forma, mediante la expresin mis-ma a que nos vemos obligados a recurrir , t raicionamosla costumbre profundamente arra igada de desarrol lar e lt iempo en el espacio. A imagen de este desarrollo, unavez efectuado, tomamos necesariamente los trminos des-t inados a traducir el estado de un alma que todava nolo ha realizado; estos trminos, por tanto, se hallan afec-tados de un vicio original, y la representacin de unamultiplicidad sin relacin con el nmero o el espacio,aunque clara para un pensamiento que penetra en s

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    18 Berg son : M em or ia y v idamismo y que se abstrae, no podra ser traducida a lalengua del sentido comn. Y por eso no podemos hacer-nos la idea misma de mult ipl icidad dist inta sin conside-rar a l mismo t iempo lo que hemos denominado mult ipl i -c idad cuant i ta t iva . Cuando contamos expl c i tamente lasunidades al inendolas en el espacio, no ocurre que ellado de esta adicin, cuyos trminos idnticos se dibujansobre un fondo homogneo, prosigue, en las profundida-des del alma, una organizacin de estas unidades, deunas con otras proceso completamente dinmico, bas-tante semejante a la representacin puramente cuali tat ivaque un yunque sensible tendra del nmero creciente delos golpes de marti l lo? En este sentido, casi podradecirse que los nmeros de uso diario t ienen, cada uno,su equivalente emocional . Los comerciantes lo saben desobra, y en lugar de indicar el precio de un objeto conun nmero redondo en francos, los marcan con la cifrainmediatamente inferior , seguida de un nmero sufic ientede cntimos. En resumen, el proceso por el que conta-mos las unidades y con el que formamos una mult ipl i-cidad dist inta presenta un doble aspecto; por un lado, lassuponemos idnticas, lo cual no puede concebirse msque a condicin de que estas unidades se al ineen en unmedio homogneo; pero, por otra parte, la tercera uni-dad, por ejemplo, al aadirse a las otras dos, modificala naturaleza, el aspecto y como el ri tmo del conjunto:sin esta penetracin mutua y sin este progreso en ciertaforma cuali tat ivo, no habra adicin posible. Por tanto,gracias a la calidad de la cantidad nos formamos la ideade uan cantidad sin calidad.

    D. I. 90-92La duracin es el movimiento

    Podemos considerar la flecha que vuela? En cada ins-tante , dice Zen n est inmv il po rq ue no tendra tiem-8 Ze n n d e E lea , f i lso fo p resoc r t i co , au tor d e a rgu m ento s

    c lebres cuyo ob je to e s demost ra r , no l a impos ib i l idad de l movi -

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    I . La dur ac in y e l m to do 19po de moverse, es decir, de ocupar por los menos dosposiciones sucesivas, a no ser que, por lo menos, se leconcedan dos instantes . En un momento dado est portanto en reposo en un punto dado. Inmvil en cada pun-to de su trayecto, est inmvil durante todo el t iempoque se mueve.S , si suponemos que la flecha puede estar alguna vezen un punto de su trayecto. S, si la flecha, que es lomvil, coincide alguna vez con una posicin, que es lainmovil idad. Pero la flecha no est nunca en ningn pun-to de su trayecto. Todo lo ms debe decirse que podraestar ah, en el sentido de que pasa por ah y de que leestara permitido detenerse ah . Cierto que si se detuvie-se, ah permanecera, y entonces ya no tendramos quevrnoslas con el movimiento. Lo cierto es que si la flechaparte del punto A para caer en el punto B, su movimien-to AB es tan simple, tan indescomponible en tanto quemovimiento como la tensin del arco que la dispara. Igualque el shrapnell, proyectil que por estallar antes de tocartierra cubre con un peligro indivisible la zona de explo-sin, la flecha que va de A a B despliega de un solotrazo, aunque en una extensin determinada de dura-cin, su indivisible movil idad. Suponed un elst ico queestiris de A a B, podrais dividir su extensin? Elcurso de la flecha es esa extensin misma, tan simplecomo ella, indivisible como ella. Es un solo y nico salto.Fijad un punto C en el intervalo recorrido y decid queen un determinado momento la f lecha estaba en C. Sihubiese estado ah , supondra que se haba detenido, yentonces no tendrais un trayecto de A a B, sino dostrayectos, uno de A hasta C y otro de C a B, con unintervalo de reposo. Un movimiento nico es completa-mente , por hiptesis , movimiento entre dos paradas; s ihay detenciones intermedias no se trata de un movimien-miento , s ino l a d i f i cu l t ad de un pensamien to de l movimien to .Pocos son los f i lsofos que no han re f l ex ionado sobre l a s pa ra -do jas de Zenn . Bergson se r a qu ien renovar a e s t a re f l ex in .Cf. texto 62.

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    20 Berg son : M em or ia y v idato nico. En el fondo, la i lusin procede de que el mo-vimiento , una vez efectuado, ha deja do a lo largo de sutrayecto una trayectoria inmvil sobre la que se puedencontar tantas inmovil idades como se quiera. De ah seconcluye que e l movimiento, al efectuararse, deja en cadainstante, por debajo de l, una posicin con la que coin-cida. No se ve que la trayectoria se cree de golpe, aun-que para esto necesite un determinado t iempo, ni que, sipuede dividirse a voluntad la trayectoria una vez creada,pueda dividirse su creacin, que es un acto en progresoy no una cosa. Suponer que el mvil est en un punto deltrayecto es cortar, mediante un t i jeretazo dado en esepunto, el t rayecto en dos y susti tuir por dos trayectoriasla trayectoria nica que se consideraba en primer lugar.Es distinguir dos actos sucesivos all donde, por hipte-sis, no hay ms que uno. Es, por ltimo, llevar al cursomismo de la flecha todo cuanto puede decirse del inter-valo que ha recorrido, es decir, admitir a priori el ab-surdo de que el movimiento coincide con lo inmvil .

    E. C. 308-309

    9 . La duracin es lo indivisible y lo substancialEs precisamente esta continuidad indivisible de cambiolo que consti tuye la duracin verdadera. No puedo en-t rar ahora en e l examen profundo de una cuest in quehe trata do en otr o lado M e l im itar, pue s, a decir, pararesponder a quienes ven esta duracin real no s qu

    de inefable y de misterioso, que es la cosa ms clara delmundo: la duracin real es lo que siempre se ha llamadoel tiempo, pe ro el t iem po perc ibido como indivisible. N oestoy en desacuerdo con que el t iempo implica sucesin.Pero que la sucesin se presente en primer lugar a nues-tra conciencia como la distincin de un antes y de un9 P r i m e r o e n Les donnes inmdiates, luego en Ratire et

    mmotre.

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    I . La d u r a c i n y e l m t o d o 2 1despus yuxtapuestos, eso ya no podra aceptarlo. Cuan-do escuchamos una meloda, tenemos la impresin mspura de sucesin que podemos tener una impresintan alejada como es posible de la de simultaneidad, ysin embargo es la continuidad misma de la meloda y laimposibil idad de descomponerla lo que causa en nosotrosesa impresin. Si la descomponemos en notas dist intas,en tantos antes y tantos despus como nos plazca,estamos mezclando imgenes espaciales e impregnamosla sucesin de simultaneidad: en el espacio, y slo en elespacio, hay dist incin nt ida de partes exteriores unasa otras. Reconozco, por otro lado, que por regla generalnos colocamos en el t iempo espacializado. No tenemosningn inters en escuchar e l zumbido ininterrumpido dela vida profunda. Y, sin embargo, la duracin real estah. Gracias a ellas tienen lugar en un solo y mismo tiem-po los cambios ms o menos largos a que asistimos ennosotros mismos y en e l mundo exter ior .As , se trate del interior o del exterior, de nosotrosmismos o de las cosas, la realidad es la movilidad misma.Esto es lo que yo expresaba al decir que hay cambio,pero que no hay cosas que cambian.Ante el espectculo de esta movilidad universal, algu-nos de nosotros se sentirn presas del vrt igo. Estnacostumbrados a la t ierra f i rme; no pueden adaptarseal balanceo y al cabeceo. Necesitan puntos fijos a losque amarrar el pensamiento y la existencia. Creen que sitodo pasa, nada existe; y que si la realidad es movilidad,no existe en el momento en que se la piensa, que escapaal pensamiento. Segn dicen, el mundo material va a di-solverse y el mundo va a ahogarse en el flujo torrencialde las cosas. Qu se tran qu ilicen Si con sienten en mi-rarlo directamente, sin velos interpuestos, el cambio lesparecer muy pronto como lo ms sustancial y duraderoque el mundo puede tener. Su solidez es infinitamentesuperior a la de una fi jeza que no es ms que un acuerdoefmero entre movi l idades.

    P. M. 166-167

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    2 2 Be r g so n : M e m o r i a y v i d a10. La duracin es lo absoluto

    Mientras apoyis el movimiento contra la l nea que re-corre, el mismo punto os parecer, al ternativamente, se-gn el origen a que lo refiris, en reposo o en movimien-to. No sucede lo mismo si extrais del movimiento lamovil idad que consti tuye su esencia. Cuando mis ojosme ofrecen la sensacin de un movimiento, esta sensa-cin es una realidad, y algo pasa realmente, bien que unobjeto se desplaza ante mis ojos, bien que mis ojos semueven ante e l obje to. Con mayor motivo estoy segurode la realidad del movimiento cuando lo produzco des-pus de haber querido producir lo, y e l sent ido muscularme aporta la conciencia de l. Es decir, toco la realidaddel movimiento cuando a m , inter iormente , se me apa-rece como un cambio de estado o de cualidad. Pero en-tonces, por qu no haba de ocurrir lo mismo cuandopercibo cambios de cualidades en las cosas? El sonido di-fiere absolutamente del si lencio, de igual forma que unsonido de otro sonido. Entre la luz y la oscuridad, entrelos colores, entre los matices, la diferencia es total. Elpaso de uno a otro tambin es un fenmeno absoluta-mente real . Tengo, por tanto, los dos extremos de lacadena, las sensaciones musculares en m mismo, las cua-lidades sensibles de la materia fuera de m, y ni en uncaso ni en otro capto el movimiento, si es que hay mo-vimiento, como una relacin simple: es un absoluto. En-tre estos dos extremos vienen a si tuarse los movimientosde los cuerpos exter iores propiamente dichos. Cmo dis-t inguir aqu un movimiento aparente de un movimientoreal? De qu obje to, perc ibido exter iormente , puededecirse que se mueve, de cul puede decirse que perma-nece inmvil? Plantear una cuestin semejante suponeadmitir que la discontinuidad establecida por el sentidocomn entre obje tos independientes unos de otros , conindividualidad propia cada uno de el los, comparables aespecias de personas, es una dist incin fundada. En efec-to, en la hiptesis contraria no se tratara de saber cmose producen, en tales partes determinadas de la materia ,

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    I . L a d u r a c i n y e l m t o d o 2 3los cambios de posicin, sino cmo se realiza, en el todo,un cambio de aspecto, cambio del que, por otra parte,quedara por determinar la naturleza.

    M. M. 218-220

    C ) L A I N T U I C I N C O M O M T O D OIL Necesidad de un mtodo para hallar los verdaderosproblemas y las diferencias de naturaleza

    Por qu la filosofa ha de aceptar una divisin quetiene todas las probabihdades de no corresponder a lasarticulaciones de lo real? Y, sin embargo, por regla ge-neral, la acepta. Sufre el problema tal como lo ha plan-teado el lenguaje. Se condena por tanto de antemano arecibir una solucin ya hecha o, en el mejor de los casos,a escoger simplemente entre las dos o tres nicas solu-ciones posibles, que son coeternas a esta posicin delproblema. Equivale a decir que toda verdad es ya virtual-mente conocida, que el modelo est depositado en lospapeles administrat ivos de la ciudad, y que la fi losofaes un juego de puzzle que trata de reconstruir, con laspiezas que la sociedad nos proporciona, el dibujo que ellano quiere mostrarnos. Equivale a asignar al f i lsofo elpapel y la actitud del escolar, que busca la solucin di-cindose que una ojeada indiscreta, anotada frente alenunciado, en el cuaderno del profesor, se la mostrara .Pero lo cierto es que, en fi losofa, como en otras partes,se trata de encontrar e l problema y por tanto de plantear-lo , ms an que de resolverlo. Porque un problema espe-culat ivo est resuelto desde el momento en que est bienplanteado. Entiendo por el lo que entonces existe solu-cin, aunque pueda estar oculta , o por as decir, cubierta:no queda ms que descubrirla. Pero plantear e l problemano es simplemente descubrirlo, es inventarlo. El descu-brimiento se basa en lo que ya existe, actual o virtual-mente; era, por tanto, seguro l legar antes o despus.

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    2 4 Be r g so n : M e m o r i a y v i d aLa invencin presta el ser a lo que no lo tena, hubierapodido no realizarse jams. En matemticas, y con mayormotivo en metafsica, el esfuerzo de invencin consistelas ms de las veces en suscitar el problema, en crearlos trminos en los que va a plantearse. Planteamientoy solucin del problema se hallan, en este caso, muy cercade la equivalencia: los grandes problemas no se han plan-teado ms que que cuando han sido resueltos. Pero mu-chos pequeos problemas se hallan en el mismo caso.Abro un tratado elemental de fi losofa. Uno de los pri-meros captulos trata del placer y del dolor. Se planteaal alumno una pregunta como la siguiente: El placer,es o no es la fel icidad? En primer lugar habra quesaber si placer y fel icidad son gneros que correspondana una divisin natural de las cosas. Con rigor, la frasepodra significar simplemente: Visto el sentido habitualde los trminos placer y felicidad, d eb e decirse qu e lafelicidad es una serie de placeres? Entonces lo que seplantea es una cuestin de lxico; y slo ser resueltaque buscando de qu manera han sido empleadas por losescri tores que mejor han manejado el lenguaje las pala-bras placer y felicidad. Entonces trabajaremos consent ido: habremos definido mejor dos trminos usuales ,es decir, dos costumbres sociales. Pero si se pretende ha-cer ms, captar realidades, y no poner en su sitio conven-ciones, por qu se pretende que trminos quiz art ifi-ciales (no se sabe si lo son o si no lo son, dado que to-dava no se ha estudiado el objeto) planteen un problemaque concierne a la naturaleza misma de las cosas? Supo-ned que, al examinar los estados agrupados bajo el nom-bre de placer, no se descubre en el los nada en comnsalvo ser estados que el hombre busca: la humanidad ha-br clasificado estas cosas muy diferentes en un mismognero, porque les encontraba un inters prctico idn-t ico y clasificaba a todos de la misma manera. Suponed,por otra lado, que se llega a un resultado anlogo al ana-lizar la idea de felicidad. En seguida el problema des-aparece, o mejor, se disuelve, en problemas completa-mente nuevos de los que no podremos saber nada y de

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    I . La du rac in y e l m to do 25los que ni siquiera poseeremos los trminos, antes de ha-ber estudiado, en s misma, la actividad humana sobrela que la sociedad haba adoptado desde fuera, para for-mar las ideas generales de placer y de felicidad, enfoquesprobablemente art ificiales. Tendremos entonces que ase-gu rarn os en prim er lugar qu e el co ncep to de activi-dad humana responde, l mismo, a una divisin natural .En esta desarticulacin de lo real segn sus propias ten-dencias yace la dificultad principal, desde el momento enque se substituye el dominio de la materia por el delespri tu.

    P. P. 51-5312 La crtica de los falsos problemas

    Este esfuerzo exorcizar ciertos fantasmas de proble-mas que obsesionan al metafisico, es decir, a cada unode nosotros. Quiero hablar de estos problemas angustio-sos e insolubles que no se refieren a lo que es, sino a loque no es. Tal es el problema del origen del ser: Cmoes posible que algo exista: materia, espritu o Dios? Hatenido que haber una causa, y una causa de la causa, yas sucesiva e indifinidamente. Nos remontamos por tan-to de causa en causa; y si nos detenemos en alguna par-te , no es que nuestra intel igencia no busque nada msall, es que nuestra imaginacin termina por cerrar losojos, como sobre un abismo, para escapar al vrt igo. Tales, todava, el problema del orden en general: Por quuna real idad ordenada, donde nuestro pensamiento seencuentra como en un espejo? Por qu e l mundo no esincoherente? Afirmo que estos problemas se ref ieren alo que no es, ms que a lo que es. En efecto, nunca nossorprenderamos de que a lgo exis ta materia , espr i tu .Dios si no se admitiese implci tamente que podra noexis t i r nada. Nos f iguramos, o mejor , pensamos que nosfiguramos que el ser ha venido a colmar un vaco y quela nada preexista lgicamente al ser: la realidad primor-dial se l lame materia, espri tu o Dios vendra en-tonces a sobreaadirse, y esto resulta incomprensible.

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    2 6 Be r g so n : M e m o r i a y v i d aAsimismo, no nos preguntaramos por qu exis te e l ordensi no creysemos concebir un desorden que se habra ple-gado al orden, el cual , por tanto, le precedera al menosidealmente. Por tanto, el orden necesitara ser explicado,mientras que el desorden, exist iendo de derecho, no exi-gira explicacin. Ese es el punto de vista donde nosarriesgamos a permanacer mientras que slo se trata decomprender. Pero t ra temos, adems, de engendrar (nopodremos hacerlo, evidentemente , ms que por e l pensa-miento) . A medida que di la tamos nuestra voluntad, a me-dida que tendemos a reabsorber en el la nuestro pensa-miento y a medida que simpatizamos cada vez ms conel esfuerzo que engendran las cosas, estos problemas for-midables re t roceden, disminuyen, desaparecen. Porquesent imos que una voluntad o un pensamiento divina-mente creador est demasiado l leno de s mismo, en suinmensa realidad, como para que la idea de una fal ta deorden o una falta de ser pueda por ella sola hacerlosaflorar. Representarse la posibil idad del desorden absolu-to, y con mayor motivo la nada, sera para ese pensa-miento equivalente a decir que hubiera podido no ser deltodo, y habra ah una debil idad incompatible con su na-turaleza, que es fuerza. Cuanto ms nos orientamos haciaella , tanto ms nos parecen anormales y morbosas lasdudas que a tormentan a l hombre normal y sano. Recor-demos al escptico que cierra una ventana, vuelve luegoa verificar el cierre, verifica despus su verificacin y assucesivamente. Si le preguntamos sus motivos, nos res-ponder que en cada ocasin ha podido abrir la ventanaal tratar de cerrarla mejor. Y si es fi lsofo transportarintelectualmente la duda de su conducta a este enunciadodel problema: Cmo estar seguro, defini t ivamente se-guro, de que se hace lo que se quera hacer? Pero locierto es que su capacidad de actuacin est lesionada yque ah radica el mal de que sufre: no tena ms queuna semi-voluntad de realizar ese acto, y por eso el actorealizado no le deja ms que una semi-cert idumbre. Ahorabien, revolveremos nosotros e l problema que ese hom-bre se plantea? Evidentemente no, pero no nos lo plan-

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    I . La du rac in y e l m t od o 27teamos; ah radica nuestra superioridad. A primera vistayo podra creer que hay ms en l que en m, puestoque tanto uno como otro cerramos la ventana, y que lse plantea adems una cuestin fi losfica mientras queyo no me la planteo. Pero la cuestin que se aade enl a la tarea hecha no representa en realidad ms que lonegativo; no un ms, sino un menos, es decir, un dfici tde la volicin. Ese es exactamente el efecto que producenen nosotros algunos grandes problemas, cuando nos si-tuamos en e l sent ido del pensamiento generador. Tien-den hacia cero a medida que nos acercamos a l , puestoque no representan ms que la distancia entre l y nos-otros. Descubrimos entonces la i lusin de quien cree ha-cer ms plantendolos que no plantendolos. Sera lo mis-mo que imaginar que hay ms vino en la botel la bebidaa medias que en la botella Mena, porque mientras staslo contiene vino, en la otra hay vino adems de vaco.Pero desde e l momento en que intui t ivamente hemospercibido lo verdadero, nuestra intel igencia se endereza,se corrige, formula intelectualmente su error. Ha recibidola sugestin; proporciona el control . Como el buzo va apalpar al fondo de las aguas los restos que el aviador leha sealado desde lo alto del aire, as la inteligencia su-mida en e l ambiente conceptual veri f icar punto por pun-to, por contacto, anal t icamente, lo que ya haba sido ob-jeto de una visin sinttica y supra-intelectual. Sin unaadvertencia procedente de fuera , e l pensamiento de unailusin posible no hubiera siquiera aflorado, porque suilusin formaba parte de su naturaleza. Sacudida de susueo, analizar las ideas de desorden, de nada y de suscongneres. Reconocer aunque slo sea por un instan-te, la i lusin debe reaparecer en cuanto es expulsadaque no se puede suprimir una combinacin sin que otracombinacin la substi tuya, que no se puede suprimir lamateria sin que otra materia la reemplace. Desorden ynada designan por tanto realmente una presencia: lapresencia de una cosa o de un orden que no nos interesa,que contrara nuestro esfuerzo o nuestra atencin; es nues-tra decepcin la que se expresa cuando denominados au-

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    28 Bergson: M em oria y vidasenda a esta presencia. A part ir de este momento, hablarde la ausencia de todo orden y de todas las cosas, esdecir, del desorden absoluto y de la nada absoluta equi-vale a pronunciar palabras vacas de sentido, flaus vocis,puesto que una supresin es sencil lamente una substi tu-cin considerada por una sola de sus dos caras, y puestoque la abolicin de todo orden o de todas las cosas serauna substi tucin de rostro nico idea que t iene jus-tamente tanta existencia como la del cuadrado redondo.Cuando el fi lsofo habla de caos y de nada, no hace puessino transportar al orden de la especulacin elevadasa lo absoluto y vaciadas por tanto de todo sentido, detodo contenido efectivo dos ideas hechas para la prc-t ica y que se referan entonces a una especie determinadade materia o de orden, pero no a todo el orden, no aa toda la materia. Desde ese momento, en qu se con-vierten los dos problemas del origen del orden, del ori-gen del ser? Se desvanecen, puesto que slo se planteansi se presenta el ser y el orden como sobreviniendo,y, por tanto, la nada y el desorden como posibles o almenos como concebibles; ahora bien, ah ya no se tratams que de palabras, de espejismos de ideas.

    P . M. 65-6813. Ejemplo: el falso problema de la intensidad

    Hemos encontrado que los hechos psquicos eran en smismos cualidad pura o mult ipl icidad cuali tat iva, y que,por otro lado, su causa, situada en el espacio, era canti-da d D ad o qu e esta cualidad dev iene signo de esa can-t idad, y dado que suponemos a sta detrs de aqulla , lal lamamos intensidad. La intensidad de un estado simpleno es, por tanto, la cantidad, sino su signo cuali tat ivo.Hallaris su origen en un compromiso entre la calidadpu ra , q ue es el hech o de la conciencia, y la pu ra can ti-lo Tal es la tes i s de l pr imer cap tu lo de Les Donnes nm-diates.

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    I . La du rac i n y e l m to do 29dad, que es necesariamente espacio. Ahora bien, renun-ciis a ese compromiso sin el menor escrpulo cuandoestudiis las cosas exteriores, dado que entonces daisde lado las fuerzas mismas, suponiendo que exitan, parano considerar ms que los efectos mensurables y extensos.Por qu habis de conservar ese concepto bastardo cuan-do analizis a su vez el hecho de conciencia? Si fuera devosotros la magnitud no es jams intensiva, la intensidad,dentro de vosotros , no es jams magni tud. Por no ha-berlo comprendido, los fi lsofos han tenido que dist in-guir dos especies de cantidad, una extensiva, otra inten-siva, sin conseguir nunca llegar a explicar lo que tenanen comn, ni cmo podan emplearse las mismas pala-bras, aumentar y disminuir, para cosas tan dismiles.Por eso mismo son responsables de las exageraciones dela psicofisica ^^porque desd e el m om en to en q ue se re-conoce a la sensacin, salvo que se haga metafricamente,la facultad de crecer se nos invita a conocer cul es sucrecimiento. Y del hecho de que la conciencia no midala cantidad intensiva no se deduce que la ciencia no pue-da llegar a ella indirectamente si es una magnitud. Portanto, o bien hay una frmula psicofisica posible, o laintensidad de un estado psquico simple es cualidadpura . D . I. 16914. El falso problema de la nada

    Cmo oponer entonces la idea de Nada a la de Todo?No se ve que consiste en oponer lo lleno a lo lleno, yque la cuestin de saber por qu algo existe, es portanto una cuestin carente de sentido, un pseudo-proble-ma planteado en torno a una pseudo-idea? Es preciso,sin embargo, que digamos una vez ms por qu ese fan-tasma de problema obsesiona el espri tu con semejante11 Te nta t iv a e m pre nd ida por a lgunos f i lsofos y ps i c logospara de terminar las re lac iones ent re las var iac iones cuant i ta t ivasde la exci tacin y las de la sensacin.

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    3 0 Be r g so n : M e m o r i a y v i d aobst inacin. En vano mostramos que en la representa-cin de una abolicin de lo real no hay ms que laimagen de todas las realidades persiguindose unas a otras,indefinidamente , en c rculo. En vano aadimos que laidea de inexistencia no es ms que la de la expulsin deuna existencia imponderable, o existencia simplementeposible, por una existencia ms substancial que sera laverdadera real idad. En vano encontramos en la forma suigeneris de la negacin algo extra-intelectual, siendo la ne-gacin el juicio de un juicio, una advertencia dada a otroo a s mismo, de tal suerte que sera absurdo atribuirleel poder de crear representaciones de un nuevo gnero,ideas sin contenido. Siempre persiste la conviccin de queantes de las cosas, o por lo menos, bajo las cosas, estla nada. Si buscamos la razn de este hecho, la encontra-mos precisamente en el elemento afectivo, social , y paradecirlo todo, prctico que da su forma especfica a la ne-gacin. Las mayores dificultades fi losficas nacen, segndecimos, de que las formas de la accin humana se aven-turan fuera de su propio campo. Estamos hechos paraactuar tanto y ms que para pensar; o mejor, cuando se-guimos el movimiento de nuestra naturaleza, es para ac-tuar por lo que pensamos. No hay que asombrarse , portanto, de que los hbitos de la accin influyen sobre losde la representacin, ni de que nuestro espri tu percibasiempre las cosas en el orden mismo en que tenemos porcostumbre f igurrnoslas cuando nos proponemos actuarsobre el las. Ahora bien, resulta indiscutible, como ante-r iormente hemos hecho notar , que toda accin humanatiene su punto de part ida en una insatisfaccin y, poreso mismo, en un sentimiento de ausencia. No actuara-mos si no nos propusisemos un fin, y no buscamos unacosa por otro motivo que porque sent imos su fa l ta . Nues-tra accin avanza as de nada a algo y tiene poresencia misma bordar algo sobre la trama de la nada.A decir verdad, la nada de que se trata aqu no es tantola ausencia de una cosa cuanto de una utilidad. Si llevoa un husped a una habitacin que todava no he amue-blado, le advierto que no hay nada. S , s in embargo,

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    I . La du rac i n y e l m to do 31que la habitacin est llena de aire; pero como l no sesienta sobre el aire, la habitacin no contiene realmentenada de lo que en ese momento, tanto para el visi tantecomo para m, cuenta como algo. De modo general , eltrabajo humano consiste en crear ut i l idad; y mientras eltrabajo no est hecho, no hay nada, nada de lo quese quera obtener. Nuestra vida transcurre as colmandovacos que nuestra inteligencia concibe bajo la influenciaextra-intelectual del deseo y del recuerdo, bajo la presinde necesidades vitales; y si se entiende por vaco unaausencia de utilidad y no de cosas, puede decirse, en esesent ido completamente re la t ivo, que vamos constante-mente de lo vaco a lo lleno. Tal es la direccin en quemarcha nuestra accin. Nuestra especulacin no puedeimpedir hacer otro tanto y, naturalmente, pasa del sen-tido relativo al sentido absoluto, dado que se ejerce so-bre las cosas mismas y no sobre la utilidad que tienenpara nosotros. As se implanta en nosotros la idea de quela realidad colma un vaco, y de que la nada, concebidacomo una ausencia de todo, preexiste a todas las cosas dederecho, si no de hecho. Esta i lusin es la que hemostratado de disipar mostrando que la idea de Nada, si sepretende ver en ella la de una abolicin de todas lascosas, es una idea destructiva de s misma, y que se re-duce a una simple palabra; y que si, por el contrario, esrealmente una idea, se encuentra en el la tanta materiacomo en la idea de Todo.Este largo anlisis era preciso para mostrar que unarealidad que se basta a s misma no es necesariamenteuna realidad extraa a la duracin. Si (consciente o in-conscientemente) se pasa por la idea de la nada para llegara la del Ser, el Ser al que se llega es una esencia lgicao matemtica , por tanto intemporal . Y desde ese momen-to, una concepcin esttica de lo real se impone: todoparece dado de una sola vez, en la eternidad. Pero espreciso acostumbrarse a pensar el Ser directamente, sindar un rodeo, sin dirigirse primero al fantasma de nadaque se interpone entre l y nosotros . Aqu hay que t ra tarde ver para ver, y no de ver para actuar. Entonces el Ab-

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    3 2 Be r g so n : M e m o r i a y v i d asoluto se revela muy cerca de nosotros y, en cierta me-dida, en nosotros. Su esencia es psicolgica, y no mate-mtica o lgica. Vive con nosotros. Como nosotros, peropor c ier tos lados, inf ini tamente ms concentrado y msrecogido en s mismo, dura. E. C. 296-29815. El falso problema de lo posible

    Las dos ilusiones que acabo de sealar no son real-mente ms que una. Consisten en crer que hay menosen la idea de vaco que en la de lleno, menos en el con-cepto de desorden que en el de orden. En realidad, hayms contenido intelectual en las ideas de desorden y denada, cuando representan algo, que en las de orden y deexistencia, porque implican varios rdenes, varias exis-tencias, y, adems, un juego del espritu que hace juegosmalabares inconscientemente con el los.Pues bien, encuentro la misma i lusin en el caso quenos ocupa. En el fondo de las doctrinas que desconocenla novedad radical de cada momento de la evolucin haymuchos malentendidos, muchos errores . Pero hay sobretodo la idea de que lo posible es menos que lo real, yque por este motivo, la posibilidad de las cosas precede asu existencia. Son as representables de antemano; po-dran ser pensadas antes de ser realizadas. Pero lo ciertoes que ocurre a la inversa. Si dejamos de lado los siste-mas cerrados, sometidos a leyes puramente matemticas,aislables porque la duracin no inciden en ellos, si con-sideramos el conjunto de la realidad concreta o simple-mente el mundo de la vida, y con ms razn el de laconciencia, encontramos que hay ms, y no menos, en laposibilidad de cada uno de los estados sucesivos que ensu realidad. Porque lo posible no es ms,que lo real conun acto del espritu que arroja la imagen en el pasado unavez que se ha producido. Pero esto es lo que nuestroshbitos intelectuales nos impiden percibir. . .. . . A m edid a qu e la realidad se crea, imp revisib le ynueva, su imagen se refleja tras ella en el pasado inde-

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    I . La du rac in y e l m to do 33finido; de este modo encontramos que fue posible siem-bre, pero slo en este momento preciso comienza a ha-berlo sido siempre: por eso yo deca que su posibilidad,que no precede a su realidad, la habr precedido una vezque la realidad aparece. Lo posible es por tanto el espe-j ismo del presente en el pasado; y como sabemos que elporvenir terminar por ser presente, como el efecto delespejismo contina producindose sin descanso, decimosque en nuestro presente actual , que ser el pasado demaana, la imagen de maana est ya contenida aunqueno lleguemos a captarla. Ah precisamente radica la ilu-sin. Es como si al percibir su imagen en el espejo anteel que ha venido a colocarse, nos figursemos que habra-mos podido tocarla s i hubiramos permanecido detrs .Por otro lado, al juzgar de este modo que lo posible nopresupone lo real, se admite que la realizacin aade algoa la simple posibilidad: lo posible habra estado all siem-pre, como fantasma que espera su hora; se habra con-vertido por tanto en realidad por la adicin de algo, porno s qu transfusin de sangre o de vida. No se ve queocurre todo lo contrario, que lo posible implica la rea-l idad correspondiente con algo que adems se le une,puesto que lo posible es el efecto combinado de la reali-dad una vez aparecida y de un dispositivo que la arrojahacia atrs. La idea, inmanente a la mayora de los fil-sofos y natural en el espri tu humano, de posibles que serealizaran mediante una adquisicin de existencia, es portanto una i lusin pura. Equivaldra a pretender que elhombre en carne y hueso proviene de la material izacinde su imagen percibida en el espejo, so pretexto de queen ese hombre real hay todo lo que se encuentra en estaimagen virtual con la solidez que hace que adems se lapueda tocar. Pero la verdad es que aqu no se necesitams para obtener lo virtual que lo real, ms para la ima-gen del hombre que para e l hombre mismo, porque laimagen del hombre no se esboza si no se empieza pordar al hombre, y adems ser preciso un espejo.

    P . M. 109-112

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    34 Berg son : M em or ia y v ida16. Plantear los problemas en trminos de duracin

    Para nosotros no hay jams otra cosa que lo instant-neo. En lo que designamos con ese nombre entra ya untrabajo de nuestra memoria, y, por consiguiente, de nues-tra conciencia que prolonga unos en otros, de tal formaque los captamos en una intuicin relat ivamente sim-ple , momentos tan numerosos como se quiera de unt iempo indefinidamente divis ible . Ahora bien, dndeest precisam.ente la diferencia entre la materia, tal cualel realismo ms exigente podra concebirla, y la percep-cin qu e d e ella tene m os ? ^ N ue stra perce pcin no sofrece del universo una serie de cuadros pintorescos, perodiscontinuos: de nuestra percepcin actual no sabramosdeducir las percepciones ulteriores porque no hay nada,en un conjunto de cualidades sensibles, que deje preverlas cualidades nuevas en que se transformarn. Por elcontrario, la materia , tal como el realismo la plantea porregla general , evoluciona de forma que es pueda pasarde un momento a l momento s iguiente por medio de de-duccin matemtica. Cierto que entre esta materia y estapercepcin el realismo cientfico no podra encontrar unDunto de contacto, porque desarrolla esta materia en cam-3os homogneos en el espacio, mientras l imita esta per-cepcin mediante sensaciones inextensivas en una concien-cia. Pero si nuestra hiptesis t iene fundamento, fcilmen-te se ve cmo percepcin y materia se diferencian y cmocoinciden. La heterogeneidad cuali tat iva de nuestras per-cepciones sucesivas del universo lleva a que cada una deestas percepciones se extienda ella misma sobre un ciertoespesor de duracin, a que la memoria condense al l unamultipl icidad enorme de conmociones que se nos apare-cern todas en bloque, aunque sucesivamente. Bastaracon divisar idealmente este espesor indiviso de t iempo,con dist inguir ah la deseada mult ipl icidad de momentos,

    12 Lo q ue B ergson repr och a a l rea l i smo c ie nt f ico es n ocomprender la na tura leza de la re lac in ent re la mater ia y la per-cepc in , p rec i samente porque sac r i f i ca l a durac in a l a ins t an ta -ne i da d .

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    I. La dura c in y e l m to do 35con el iminar toda memoria, en resumen, para pasar de lapercepcin a la materia, del sujeto al objeto. Entoncesla materia, convert ida paulat inamente en ms y ms ho-mognea a medida que nuestras sensaciones extensivas serepartan en un nmero mayor de momentos, tenderaindefinidamente hacia ese sistema de conmociones homo-gneas de que habla el realismo sin por ello, ciertamente,coincidir jams de modo absoluto con el los. No habranecesidad de presentar a un lado el espacio con los movi-mientos desapercibidos, de otro la conciencia con las sen-saciones inextensivas. Al contrario, sera en una percep-cin extensiva donde sujeto y objeto se uniran en primertrmino, consist iendo el aspecto subjet ivo de la percep-cin en la contraccin que la memoria opera, confundin-dose la realidad objetiva de la materia con las mltiplesy sucesivas conmociones en las que esta percepcin sedescompone in te r iormente .Tal es al menos la conclusin que se desprender, comoesperamos, de la l t ima parte de este trabajo las cues-tiones relativas al sujeto y al objeto, a su distincin y asu unin, deben plantearse en uncin del tiempo antesque en juncin del espacio. M. M. 72-74

    17. La intuicin ms all del anlisis y de la sntesisPero si la metafsica debe proceder por intuicin, si laintuicin t iene por objeto la movil idad de la duracin, ysi la duracin es por esencia psicolgica, no terminamos

    encerrando a la filosofa en la contemplacin exclusivade s rnisma?^^ No consiste entonces la filosofa en con-templarse simplemente vivir, como un pastor ensimis-Bergson a lude aqu a l con jun to de l a s conc lus iones de Ma-tire et mm oire.14 La in t iu ic i n t ie ne tod os los carac teres prec ed en tes: c r i ticalos fa l sos p rob lemas , descubre los au tn t i cos , p l an tea los p rob le -mas de func in de l t i empo. Pe ro s i posee todos e s tos ca rac te reses porque , en s misma, coinc ide con la durac in.

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    3 6 Be r g so n : M e m o r i a y v i d amado contempla el agua fluir? Hablar as sera volveral error que no hemos cesado de sealar desde el princi-pio de este estudio. Sera desconocer la naturaleza sin-gular de la duracin, y, al mismo tiempo, el carcter esen-cialmente activo de la intuicin metafsica. Sera no verque slo el mtodo de que hablamos permite superar tan-to el idealismo como el realismo, afirmar la existenciade los objetos inferiores y superiores a nosotros aunque,sin embargo, en determinado sentido, interiores a nos-otros, hacerlos coexistir juntos sin dificultad, disipar pro-gresivamente las obscuridades que el anlisis acumula entorno a los grandes problemas. Sin abordar aqu el estu-dio de estos dist intos puntos, nos l imitaremos a mostrarcmo la intuicin de que hablamos no es un acto nicosino una serie indefinida de actos, todos ellos indudable-mente del mismo gnero, pero cada uno de una especiemuy part icular, y cmo esta diversidad de actos corres-ponde a todos los grados del ser.Si trato de analizar la duracin, es decir, de resolverlaen conceptos ya hechos, estoy obligado, por la naturalezamisma del concepto y del anlisis, a adoptar sobre la du-racin en general dos enfoques opuestos, con los queluego pretender recomponerlo. Esta combinacin no po-dr presentar ni una diversidad de grados ni una variedadde formas: es o no es. Dir, por ejemplo, que hay porun lado una multiplicidad de esta do s de conciencia suce-sivos y por otro una unidad que los rene. La duracinser la sntesis de esta unidad y de esta multiplicidad,operacin misteriosa de la que no se ve, repito, cmocomportara matices o grados. En esta hiptesis no hay,no puede haber ms que una duracin nica, aquella enla que nuestra conciencia opera habitualmente. Para fi-jar las ideas, si adoptamos la duracin bajo el aspectosimple de un movimiento que se realiza en el espacio, ypretendemos reducir a conceptos el movimiento conside-rado representa t ivo del Tiempo, tendremos, por un lado,un nmero tan grande como se quiera de puntos de latrayectoria, y por otro, una unidad abstracta que losrene, como un hilo que mantuviese juntas las perlas

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    I . La dura c in y e l m to do 37de un collar. Entre esta mult ipl icidad abstracta y estaunidad abstracta, la combinacin, una vez planteada comoposible, es algo singular en la que encontramos ms mati-ces de los que en ari tmtica admite una suma de nme-ros dados. Pero si en lugar de pretender analizar la du-racin (es decir, en el fondo hacer la sntesis con losconceptos) nos instalamos primeramente en el la medianteun esfuerzo de intuicin, tenemos la sensacin de unacierta lesin bien determinada; esa determinacin mismaaparece como seleccin entre una infinidad de duracio-nes posibles. Desde ese momento se perciben duracionestan numerosas como se quiera, todas muy diferentes entres, aunque cada una de ellas, reducida a conceptos, esdecir , considerada exter iormente desde dos puntos devista opuestos, se refiere siempre a la misma combinacinindefinible de lo mlt iple y de lo uno.

    P . M. 206-20818. La diferencia, objeto de la intuicin

    Sean, por ejemplo, todos los matices del arco iris, losdel violeta y del azul, los del verde, del amarillo y delrojo. No creemos traicionar la idea matriz del seor Ra-vaisson ^^ diciendo que habra dos formas de determinarlo que todos el los t ienen en comn y, por tanto, de fi lo-sofar sobre ellas. La primera consistira simplemente endecir aue son colores. La idea abstracta y general de co-lor se convierte as en la unidad en que la diversidad delos matices se rene. Pero no obtenemos esta idea ge-neral de color ms que borrando del rojo lo que lo hacerojo, de azul lo que lo hace azul, del verde lo que lo haceverde; no podemos definir la ms que dic iendo que norepresenta ni al rojo, ni al azul ni al verde; es una afir-macin hecha de negaciones, una forma que circunscri-

    15 Bergs on sen t a gran adm irac in po r Ra vaisso n (1813-19 00) ;en La Pense et le Mouvant consagra u n ar t cu lo a su ob ra ; ene l la descubre una concepcin de la f i losof a prxima a la suyaen c ier tos aspectos .

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    38 Bergson : M em or ia y v idabe el vaco. A ella se atiene el filosofo que permanece enlo abstracto. Por medio de generalizacin credente creeencaminarse hacia la unificacin de las cosas: y es queprocede por extincin gradual de la luz que haca resal-tar las diferencias entre los matices, y termina confun-dindolos juntos en una oscuridad comn. Muy dis t intoes el mtodo de unificacin verdadera. Consist ira en to-mar los mil matices del azul, del violeta, del verde, delamaril lo, del rojo, y, hacindolos pasar por una lenteconvergente , reunir los en un mismo punto. Entonces apa-recera en todo su esplendor la pura luz blanca, la cual,percibida aqu abajo en los matices que la dispersan, en-cerrara all arriba, en su unidad indivisa, la diversidadindefinida de los rayos mult icolores. Entonces se revela-ra tambin, hasta en cada matiz cogido aisladamente, loque el ojo no notaba al principio, la luz blanca de queparticipa, la iluminacin comn de donde saca su colo-racin propia. Tal es, sin duda, segn el seor Ravaisson,la clase de visin que tenemos que exigir a la metafsica.De la contemplacin de un mrmol antiguo podr sal ir ,para los ojos del verdadero fi lsofo, ms verdad concen-trada de la que hay, en estado difuso, en todo un tratadode filoso fa El ob jeto de la m etafsica consiste enaprehender en las existencias individuales, y en perseguir,hasta la fuente de donde emana, el rayo part icular que,confiriendo a cada una de ellas su matiz propio, lo rela-ciona de ese modo con la luz universal.

    P. M . 259-260D ) C I E N C IA Y F I L O S O F A

    19. Diferencia de naturaleza entre la cienciay la metafsicaQueremos una diferencia de mtodo, no admit imosuna diferencia de valor entre la metafsica y la ciencia.

    16 Rav a i sson fu e conse rv ador en e l m useo de l Louv re . Su porestaurar la Venus de Milo y la Vic tor ia de Samotrac ia res t i tu-yendo a es tas es ta tuas a l parecer su ac t i tud or igina l .

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    I . La du rac in y e l m t od o 39Con menos modestia para la ciencia de la que han teni-do la mayora de los sabios, eremos que una ciencia ba-sada en la experiencia, tal cual la entienden los moder-nos, puede alcanzar la esencia de lo real. Sin duda, sloabarca una parte de la realidad; pero, de esta parte, unda podr tocar el fondo; en cualquier caso se acercara l indefinidamente . Cumple por lo tanto una mitad delprograma de la antigua metafsica; y metafsica podrallamarse si no prefiriera conservar el nombre de ciencia.Queda la otra mitad. Nos parece que sta conduce, dederecho, a una metafsica que parte igualmente de la ex-periencia y que tambin se hal a en disposicin de alcan-zar lo absoluto; la llamaramos ciencia si la ciencia noprefiriese limitarse al resto de la realidad. La metaf-sica no es, por tanto, superior a la ciencia positiva; noviene d etr s de la ciencia, para con siderar el m ismo ob-jeto y obtener de l un conocimiento superior. Suponerentre ellas tal relacin, segn la costumbre casi generalde los fi lsofos, es perjudicar tanto a una como a otra;a la ciencia porque se la condena a la relatividad; a lametafsica, porque se la convierte en un conocimiento hi-pott ico y vago, puesto que la ciencia habra tomadonecesariamente para s , de antemano, todo cuanto se pue-de saber sobre su objeto de preciso y de cierto. Muy dis-tinta es la relacin que nosotros establecemos entre me-tafsica y ciencia. Creemos que son, o que pueden llegara ser igualmente precisas y ciertas. Una y otra se dirigena la misma realidad. Pero cada una no considera ms quela mitad, de suerte que, de querer, podra verse en ellasdos subdivisiones de la ciencia o dos departamentos de lametafsica, si no sealasen direcciones divergentes de laactividad del pensamiento.Precisamente porque estn al mismo nivel , t ienen pun-tos en comn y pueden, a part ir de esos puntos, verificar-se la una con la otra. Establecer entre la metafsica y laciencia una diferencia de dignidad, asignarles el mismoobjeto, es decir, el conjunto de las cosas, est ipulando queuna lo contemplar desde abajo y la otra desde arriba,supone excluir la mutua ayuda y el control recproco;

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    4 0 Be r g so n : M e m o r i a y v i d aentonces la metafsica se convierte necesariamente amenos de perder todo contacto con lo real un extractocondensado o una extensin hipott ica de la ciencia. De-jadles, por el contrario, objetos diferentes; a la ciencia, lamateria, y a la metafsica, el espri tu: como espri tu ymateria se tocan, metafsica y ciencia van a poder, entoda la extensin de su superficie comn, experimentar-se una a otra, con la esperanza de que el contacto seconvierta en fecundacin. Los resultados obtenidos porambas partes debern reunirse, porque la materia se uneal espritu. Si la insercin no es perfecta, ser porque hayalgo que corregir en nuestra ciencia, o en nuestra meta-fsica, o en las dos. De esta suerte, la metafsica ejerce-r por su parte perifrica una influencia salutfera sobrela ciencia. Y, a la inversa, la ciencia comunicar a la me-tafsica hbitos de precisin que en esta ltima se pro-pagarn de la periferia al centro. Aunque slo sea por-que sus extremos debern aplicarse exactamente sobrelos de la ciencia positiva, nuestra fsica ser la del mundoen que vivimos, y no la de todos los mundos posibles.Abarcar realidades. p, M. 43-442 0 . Be la filosofa a la ciencia

    Lo cierto es que la filosofa no es una sntesis de lasciencias particulares, y si con frecuencia se sita en elterreno de la ciencia, si a veces abarca en una visin mssimple los objetos de que la ciencia se ocupa, no lo haceintensificando a sta, ni l levando los resultados de laciencia a un grado ms alto de generalidad. No habralugar para dos formas de conocer, filosofa y ciencia, sila experiencia no se presentase a nosotros bajo dos as-pectos diferentes; por un lado, en forma de hechos quese yuxtaponen a los hechos, que se repiten casi de la mis-ma manera, que se miden casi igual, que se desplieganen fin en el sentido de la multiplicidad distinta y de laespacial idad; por otro lado, en forma de una penetracin

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    I . La du rac i n y e l m to do 41recproca que es pura duracin, refractaria a la ley y ala medida. En ambos casos, experiencia significa cons-ciencia; pero en el primero, la consciencia se expandehacia fuera y se exterioriza por relacin a s misma en laexacta medida en que percibe las cosas como exterioresunas a otras; en el segundo, entra en s misma, se reco-bra y se profundiza . Al sondar as su propia profundidad,penetra ms en el interior de la materia, de la vida, dela realidad en general? Podramos negarlo si la concien-cia se yuxtapusiese a la materia como un accidente; perocreemos haber demostrado que semejante hiptesis es ab-surda o falsa, contradictoria consigo misma o contradi-cha por los hechos, segn el lado desde que se la consi-dera. Podramos negarlo tambin si la conciencia huma-na, aunque emparentada con una conciencia ms vastay superior, hubiese sido apartada, y si el hombre hubie-ra de quedarse relegado en un rincn de la naturalezacomo un nio castigado. Pero no, la materia y la vidaque l lenan el mundo estn tambin en nosotros; las fuer-zas que operan en todas las cosas, las sentimos en nos-otros; cualquiera que sea la esencia ntima de lo que esy de lo que se hace, nosotros lo somos tambin. Descen-damos entonces al interior de nosotros mismos; cuantoms profundo sea e l punto que a lcancemos, tanto msfuerte ser el impulso que nos devolver a la superficie.La intuicin filosfica es ese contacto, la filosofa es eseempuje. Llevados hacia el exterior por un impulso pro-cedente del fondo, alcanzaremos la ciencia a medida quenuestro pensamiento se expande y se extiende. Es preci-so, por tanto, que la fi losofa pueda moldearse sobre laciencia; una idea de origen supuestamente intuit ivo queno llegase, al dividirse y al subdividirse sus divisiones,a recibir los hechos observados fuera y las leyes por lasque la ciencia los relaciona entre s, que no fuese capaz,incluso, de corregir ciertas generalizaciones y de rectificarciertas observaciones, sera pura fantasa; no tendra nadaen comn con la intuicin. Pero por otro lado, la ideaque consigue aplicar exactamente frente los hechos y lasleyes esta diseminacin de s misma no ha sido obtenida

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    4 2 Be r g so n : M e m o r i a y v i d apor una unificacin de la experiencia exterior; porque elfi lsofo no ha l legado a la unidad, ha part ido de el la . Ha-blo, por supuesto, de una unidad a la vez restringida yrelat iva, como la que recorta un ser vivo en el conjuntode las cosas. El trabajo por el que la filosofa parece asi-milarse los frutos de la ciencia positiva, lo mismo quela operacin en cuyo transcurso una filosofa parece re-unir en s los fragmentos de las fi losofas anteriores, noes una sntesis, sino un anlisis. P. M. 136-1382 1 . De la ciencia a la filosofa: la ciencia modernaexige una nueva metafsica

    Concluyamos que nuestra ciencia no slo se dist inguede la ciencia antigua en el hecho de que busca leyes, nisiquera en que sus leyes enuncian relaciones entre mag-nitudes. Hay que aadir que la magnitud a la que qui-siramos poder relacionar todas las dems es el t iempo, yque la ciencia moderna debe definirse sobre todo porsu aspiracin a tomar el tiempo por variable indepen-

    . . . E n efe cto , para los an tiguo s el t iem po es terica-mente despreciable, porque la duracin de una cosa nomanifiesta ms que la degradacin de su esencia; es estaciencia inmvil la que atrae la atencin de la ciencia. Nosiendo el cambio ms que el esfuerzo de una Forma haciasu propia realizacin, la realizacin es todo aquello quenos interesa conocer. Sin duda, esta realizacin no estjams completa: esto es lo que la filosofa antigua ex-presa diciendo que no percibimos forma sin materia.Pero s i consideramos e l obje to cambiante en un determi-nado momento esencial , en su apogeo, podemos decirque roza su forma inteligible. Nuestra ciencia se apode-ra de esta forma inteligible, ideal y, por as decir, l mite.Y cuando de esta forma posee la pieza de oro, t iene poraadidura ese moneda menuda que es el cambio. Este esmenos que ser. El conocimiento que lo tomase por ob-

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    I . La du rac in y e l m to do 43jeto, suponiendo que fuese posible, sera menos queciencia.Pero para una ciencia que sita todos los instantes delt iempo en e l mismo rango, que no admite momento esen-cial, ni punto culminante, ni apogeo, el cambio no esya una disminucin de la esencia, ni la duracin un des-leimiento de la eternidad. El flujo del t iempo devieneaqu la realidad misma, y lo que se estudia son las co-sas que transcurren. Cierto que sobre la realidad que flu-ye nos l imitamos a tomar instantneas. Pero precisamentepor esto, el conocimiento cientfico debera apelar a otroque lo completase. Mientras que la concepcin antiguadel conocimiento cientfico conclua haciendo del t iempouna degradacin, y del cambio la disminucin de unaForma dada por toda la eternidad, siguiendo hasta su finla nueva concepcin hubiramos llegado a ver en el t iem-po un incremento progresivo del absoluto y en la evo-lucin de las cosas una invencin continua de formasnuevas.

    E. C. 335-343

    22. Unidad ltima de la ciencia y de la metafsicaen la intuicin

    . . . V I. Pe ro la verdad es que nu estr o espri tu pu edeseguir la marcha inversa. Puede instalarse en la realidadmvil , adoptar la direccin siempre cambiante, captar-la, en fin, intuitivamente. Para ello es preciso que seviolente, que invierta el sentido de la operacin por laque habi tualmente piensa , que re torne o mejor refundasin cesar sus categoras. As desembocar en conceptosfluidos, capaces de seguir la realidad en todas sus sinuo-sidades y de adoptar el movimiento mismo de la vida inte-rior de las cosas. Slo as se constituir una filosofa pro-gresiva, l ibre de las disputas que se entregan las escue-las, capaz de resolver naturalmente los problemas porquese ver liberada de los trminos artificiales que se han

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    4 4 Be r g so n : M e m o r i a y v i d aescogido para plantearlos. Filosofar consiste en invertirla direccin habitual de l trabajo del pensamiento.VILEsta inversin jams ha s ido pract icada demodo metdico; pero una his toria en profundidad delpensamiento humano demostrar a que le debemos todocuanto de ms grande se ha hecho en las ciencias. Elms poderoso de los mtodos de investigacin de quedispone el espritu humano, el anlisis infinitesimal, hanacido de esta niversin misma. La matemtica modernaes precisamente un esfuerzo por susti tuir el todo hechopor lo que se hace, por seguir la generacin de las magni-tudes, por captar el movimiento no desde fuera y en suresultado apreciable, sino desde dentro y en su tendenciaa cambiar, para adoptar en lt ima instancia la continui-dad mvil del diseo de las cosas. Cierto que se atieneal diseo, por no ser ms que la ciencia de las magnitu-des. Cierto tambin que no ha podido l legar a sus ma-ravillosas aplicaciones ms que por la intervencin deciertos smbolos, y que si la intuicin de que acabamosde hablar es el origen de la invencin, slo es el smboloel que interviene en la aplicacin. Pero la metafsica, queno se orienta hacia ninguna aplicacin, podr, y con ma-yor frecuencia deber, abstenerse de convert ir la intuicinen smbolo. Dispensada de la obligacin de abocar a re-sultados prcticamente uti l izables, incrementar indefini-damente el terreno de sus investigaciones. Lo que en re-lacin con la ciencia pueda perder en utilidad y en rigor,lo gana en alcance y en extensin. Si la matemtica noes ms que la ciencia de las magnitudes, si los procedi-mientos matemticos no se aplican ms que a las canti-dades, no hay que olvidar por ello que la cantidad essiempre cualidad en estado naciente; es, podra decirse, elcaso l mite. Resulta , por tanto, natural que la metafsicaadopte, para extenderla a todas las cualidades, es decir,a la realidad en general, la idea generatriz de nuestra ma-temtica. En modo alguno se llegar por ah a la mate-mtica universal , esa quimera de la moderna fi losofa.Al contrario, a medida que avance, encontrar objetosms intraducibies a smbolos. Pero al menos habr co-

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    I L La m em oria o los grados coexistentesde la duracin

    A ) P R I N C I P I O S D E L A M E M O R I A23 . En qu sentido es metnoria la duracin

    Nuestra duracin no es un instante que reemplaza aotro instante; no habra entonces nunca ms que pre-sen te, V no prolo nga cin del pasado en lo actual, ni evo-lucin, ni duracin concreta. La duracin es el progresocontinuo del pasado que corroe el porvenir y que se hin-cha al avanzar. Desde el momento en que el pasado cre-ce incesantemente, se conserva tambin de modo indefi-nido. La memoria. . . , no es una facultad de clasificarlos recuerdos en un cajn o de inscribirlos en un regis-tro. No hay registro, no hay cajn, aqu no hay siquierapropiamente hablando, una facul tad, porque una facul tadse ejerce de modo intermitente, cuando el la quiere ocuando puede, mientras que e l amontonamiento del pa-sado sobre el pasado prosigue sin tregua. En realidad, elpasado se conserva por s mismo, automticamente. Sinduda, en todo instante nos sigue todo entero: lo que

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    48 Bergs on : M em or ia y v idadesde nuestra primera infancia hemos sent ido, pensado,querido, est ah, incUnado sobre el presente con el queva a reunirse presionando contra la puerta de la con-ciencia que querra dejarlo fuera. El mecanismo cerebralest hecho precisamente para rechazar la casi totalidaden el inconsciente y para no introducir en la conciencialo que por naturaleza sirve para aclarar la situacin pre-sente, para ayudar a la accin que se prepara, a propor-c ionar por l t imo un t rabajo til T od o lo m s, losrecuerdos de lujo logran pasar de contrabando por lapuerta entreabierta . Estos mensajeros del inconscientenos advierten de cuanto tras nosotros arrastramos sin sa-berlo. Pero incluso aunque no tuvisemos clara la idea,sent i r amos vagamente que nuestro pasado nos quedapresente . En efecto, qu somos nosotros , qu es nuestrocarcter sino la condensacin de la historia que hemosvivido desde nuestro nacimiento, antes de nuestro naci-miento incluso, dado que l levamos con nosotros disposi-ciones prenatales? Sin duda, no pensamos ms que conuna pequea parte de nuestro pasado; pero es con nues-t ro pasado todo entero, incluida nuestra curvatura dealma original , como deseamos, queremos, actuamos. Nues-tro pasado se manifiesta por tanto ntegramente en nos-otros por su impulso y en forma de tendencia , aunqueslo una dbil parte se convierta en representacin.

    E. C. 4-5

    24 . Nos colocamos de golpe en el pasado:El recuerdo puro, ms all de la imagenSe trata de encontrar un recuerdo, de evocar un pe-rodo de nuestra historia? Tenemos conciencia de un actosui generis por el cual nos separamos del presente paravolvernos a colocar en primer lugar en el pasado general,luego en una determinada regin del pasado, t rabajo detanteo, anlogo a la puesta a punto de un aparato foto-

    1 Vase textos 30, 37, 38 y 39.

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    I I . L a m em or ia o lo s g ra do s coex i s t en te s de l a du rac in 49grfico. Pero nuestro recuerdo permanece an en estadovirtual; de este modo slo nos disponemos a recibirloadoptando la acti tud apropiada. Poco a poco, aparececomo una nebulosa que se condensa; de virtual pasa alestado actual; y a medida que sus contornos se dibujany que su superficie se colorea, t iende a imitar la percep-cin. Pero permanece adherido al pasado por sus profun-das races y si, una vez realizado, no se resintiese de suvirtualidad original, si no fuera, a la vez que un estadopresente, algo que contrasta con el presente, jams loreconoceramos como recuerdo. . .. . . La verdad es que jams alcanzaremos el pasado sino nos colocamos en l de golpe. Esencialmente virtual ,el pasado no puede ser captado por nosotros como pasa-do a no ser que sigamos y adoptemos el movimiento me-diante el que se abre en imagen presente, emergiendo delas tinieblas a la luz. En vano buscaremos la huella en al-guna cosa actual y ya realizada; sera lo mismo que bus-car la oscuridad bajo la luz. Ah radica precisamente elerror del asociacionismo: situado en lo actual, se agotaen vanos esfuerzos por descubrir , en un estado realizadoy presente, la seal de su origen pasado, por dist inguirel recuerdo de la percepcin, y por erigir en diferencia denaturaleza lo que de antemano ha condenado a no serms que una diferencia de magnitud.Imaginar no es acomodarse. Indudablemente , un re -cuerdo, a medida que se actualiza, t iende a vivir en unaimagen; pero lo recproco no es cierto, y la imagen puray simple no me llevar al pasado ms que si he ido efecti-vamente a buscarlo en el pasado, siguiendo as el progre-so continuo que le ha llevado de la oscuridad a la luz.

    M . M. 148-15025. Diferencia de naturaleza entre la percepciny el recuerdo

    Cuando ms se piense menos se comprender que elrecuerdo pueda nacer jams si no se crea al mismo t iem-

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    5 0 Be r g so n : M e m o r i a y v i d apo que la percepcin. O el presente no deja huella al-guna en la memoria, o es que se desdobla en todo instan-te, desde su mismo surgimiento, en dos chorros sim-tricos, uno de los cuales revierte hacia el pasado mien-tras el otro se abalanza hacia el futuro. Este lt imo, alque denominamos percepcin, es el nico que nos inte-resa. No tenemos que hacer mediante el recuerdo las co-sas cuando tenemos las cosas mismas. Al separar la con-ciencia prctica este recuerdo por intil , la reflexin te-rica lo considera inexistente. As nace la ilusin de que elrecuerdo sucede a la percepcin.Pero esta i lusin t iene una fuente ms profunda to-dava.Procede de que el recuerdo reavivado, consciente, nosda la impresin de ser la percepcin mism