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Hanakotoba 2015 Adriana Maar Pintura Año 1. Exhibición 2

Catálogo de obra - Hanakotoba de Adriana Maar

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Adriana Maar, design & art gallery / Art exhibition #2 / Hanakotoba de Adriana Maar / Pintura

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Hanakotoba2015Adriana Maar

Pintura Año 1. Exhibición 2

Hanakotoba

Adriana MaarPintura

Short bio

1

Adriana Maar nace en la Ciudad de México en 1977. Es egresada de la Licenciatura en Diseño industrial por la Universidad Iberoamericana (UIA), Durante su carrera estudia las técnicas artísticas y los procesos de diseño, así como también escribe su tesis de titulación La influencia del arte en el diseño del siglo XX. Ejerce su carrera por más de 10 años desarrollando múltiples proyectos de diseño para empresas como Casa Cuervo, Avon Cosmetics, Grupo Calorex, Grupo Buen Bife, Mabe, Vitromex y el Colegio de Arquitectos, entre otros. Cursa también un Diplomado en Dirección y desarrollo de negocios por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Actualmente se encuentra en proceso de titulación de la Maestría en Estudios de Arte Moderno y Contemporáneo por Casa Lamm, a través de la cual profundiza en los fundamentos teóricos del arte y comienza a la par de sus estudios, su experiencia en la creación artística, participando en diversas exposiciones colectivas, entre las que destaca Trono de los de a pie, una muestra itinerante de cajas de bolero intervenidas por diseñadores y artistas.

El día de hoy, se encuentra en etapa de capacitación para formar parte del equipo de voluntarios de Museo JUMEX. También ha establecido Adriana Maar, design & art gallery, una galería de arte y diseño en la que además de exponer obra propia, funge como curadora y galerista de otros artistas emergentes.

En su obra, Adriana Maar no niega su formación de diseñadora, sino por el contrario, hace uso de todos los elementos de la teoría del diseño como lo son el uso del color, el ritmo, la composición, el equilibrio visual, el trazo calculado y medido, así como en la significación de los elementos visuales.

2

El artista es el confidente de la naturaleza, las flores llevan consigo diálogos a través de la flexión agraciada de sustallos y los matices armoniosamente polarizados de sus flores. Cada flor lleva en sí una palabra cordial que la naturaleza dirige hacia ella.

Auguste Rodin

El set de pintura reciente de Adriana Maar compone una meditación tipológica de imágenes inscritas en una línea de abstracción muy particular. La artista incorpora a la impresión altamente reductiva de los contenidos formales, un aspecto empático que genera en la representación un enunciado sutil acerca de los afectos. Cada pieza de la serie explora y desarrolla una elección de color, una especie de flor y una experiencia sentimental. El resultado de la visión del encadenamiento de cuadros –la mayoría de ellos presentados en piezas unitarias y otros en políptico-, se cumple en términos de un gradiente rítmico que alude al espectro de frecuencia lumínico-cromática del fenómeno del arco iris.

Por otro lado, la interrelación estructural que manifiestan las pinturas funciona en el sentido de lo que fue planteado en el campo abstracto desde la época vanguardista, concretamente en la poética neoplasticista de Piet Mondrian, es decir, que lo que se ve en un lienzo es, simultáneamente, una imagen fragmentaria de un cosmos inmenso e inabarcable y una superficie total en sí que da cuenta de un universo de orden.

Esta condición de estructura visual -al mismo tiempo elemental y consumada- es aún más evidente toda vez que el motivo icónico propuesto por Adriana Maar, una elegante urdimbre de bandas de energía en juego con patrones de módulos florales sintetizados gráficamente, está organizado en un acabado de flujos de color hard edge. La lisura inmaculada manifiesta en los arreglos compositivos da lugar a la aparición métrica de los estriados, que proveen a las piezas de una diversidad de temperaturas ópticas y de un carácter abiertamente logotípico.

El enunciado discursivo lleva al espectador del imperio del rojo quemado al del magenta, de la alusión a la Lily a la de la Azalea y desde la referencia del odio hasta la de la paciencia, desplegando el efecto de algo así como una oración estética pro-industrial (vinculada a una sensibilidad en la esfera del diseño) o de un mantra pattern & decoration contenido y muy estimulante.

Extrañamente, el set pictórico de Adriana Maar también parece una confesión personal transferible a la subjetividad de cualquier espectador: es una breve plataforma de imágenes en red con el pop, que traduce –como hizo Roy Lichtenstein con sus Brush strokes, que trasladaron a la representación de la

textura mecánica del offset la marca de unas pinceladas gestuales- la experiencia melancólica y gozosa de observar un arco iris fenoménico o interior a una versión geométrica e impersonal de la misma.

En el trasfondo del discurso articulado por la artista en esta obra, subyace una sugerente proposición que da sentido –quizás- al enunciado de educación sentimental que parece movilizar la producción de las pinturas (y los colores y las flores que los refieren): el enamoramiento, el amor verdadero, la felicidad y el adiós, son experiencias límite que esconden la fuerza de otras fronteras del devenir vital tal vez más poderosas: La turbulencia caótica de todo principio y la iluminación misteriosa de la templanza.

Erik CastilloCrítico de arte

Un iris métrico emocional

3

El set de pintura reciente de Adriana Maar compone una meditación tipológica de imágenes inscritas en una línea de abstracción muy particular. La artista incorpora a la impresión altamente reductiva de los contenidos formales, un aspecto empático que genera en la representación un enunciado sutil acerca de los afectos. Cada pieza de la serie explora y desarrolla una elección de color, una especie de flor y una experiencia sentimental. El resultado de la visión del encadenamiento de cuadros –la mayoría de ellos presentados en piezas unitarias y otros en políptico-, se cumple en términos de un gradiente rítmico que alude al espectro de frecuencia lumínico-cromática del fenómeno del arco iris.

Por otro lado, la interrelación estructural que manifiestan las pinturas funciona en el sentido de lo que fue planteado en el campo abstracto desde la época vanguardista, concretamente en la poética neoplasticista de Piet Mondrian, es decir, que lo que se ve en un lienzo es, simultáneamente, una imagen fragmentaria de un cosmos inmenso e inabarcable y una superficie total en sí que da cuenta de un universo de orden.

Esta condición de estructura visual -al mismo tiempo elemental y consumada- es aún más evidente toda vez que el motivo icónico propuesto por Adriana Maar, una elegante urdimbre de bandas de energía en juego con patrones de módulos florales sintetizados gráficamente, está organizado en un acabado de flujos de color hard edge. La lisura inmaculada manifiesta en los arreglos compositivos da lugar a la aparición métrica de los estriados, que proveen a las piezas de una diversidad de temperaturas ópticas y de un carácter abiertamente logotípico.

El enunciado discursivo lleva al espectador del imperio del rojo quemado al del magenta, de la alusión a la Lily a la de la Azalea y desde la referencia del odio hasta la de la paciencia, desplegando el efecto de algo así como una oración estética pro-industrial (vinculada a una sensibilidad en la esfera del diseño) o de un mantra pattern & decoration contenido y muy estimulante.

Extrañamente, el set pictórico de Adriana Maar también parece una confesión personal transferible a la subjetividad de cualquier espectador: es una breve plataforma de imágenes en red con el pop, que traduce –como hizo Roy Lichtenstein con sus Brush strokes, que trasladaron a la representación de la

textura mecánica del offset la marca de unas pinceladas gestuales- la experiencia melancólica y gozosa de observar un arco iris fenoménico o interior a una versión geométrica e impersonal de la misma.

En el trasfondo del discurso articulado por la artista en esta obra, subyace una sugerente proposición que da sentido –quizás- al enunciado de educación sentimental que parece movilizar la producción de las pinturas (y los colores y las flores que los refieren): el enamoramiento, el amor verdadero, la felicidad y el adiós, son experiencias límite que esconden la fuerza de otras fronteras del devenir vital tal vez más poderosas: La turbulencia caótica de todo principio y la iluminación misteriosa de la templanza.

Erik CastilloCrítico de arte

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El set de pintura reciente de Adriana Maar compone una meditación tipológica de imágenes inscritas en una línea de abstracción muy particular. La artista incorpora a la impresión altamente reductiva de los contenidos formales, un aspecto empático que genera en la representación un enunciado sutil acerca de los afectos. Cada pieza de la serie explora y desarrolla una elección de color, una especie de flor y una experiencia sentimental. El resultado de la visión del encadenamiento de cuadros –la mayoría de ellos presentados en piezas unitarias y otros en políptico-, se cumple en términos de un gradiente rítmico que alude al espectro de frecuencia lumínico-cromática del fenómeno del arco iris.

Por otro lado, la interrelación estructural que manifiestan las pinturas funciona en el sentido de lo que fue planteado en el campo abstracto desde la época vanguardista, concretamente en la poética neoplasticista de Piet Mondrian, es decir, que lo que se ve en un lienzo es, simultáneamente, una imagen fragmentaria de un cosmos inmenso e inabarcable y una superficie total en sí que da cuenta de un universo de orden.

Esta condición de estructura visual -al mismo tiempo elemental y consumada- es aún más evidente toda vez que el motivo icónico propuesto por Adriana Maar, una elegante urdimbre de bandas de energía en juego con patrones de módulos florales sintetizados gráficamente, está organizado en un acabado de flujos de color hard edge. La lisura inmaculada manifiesta en los arreglos compositivos da lugar a la aparición métrica de los estriados, que proveen a las piezas de una diversidad de temperaturas ópticas y de un carácter abiertamente logotípico.

El enunciado discursivo lleva al espectador del imperio del rojo quemado al del magenta, de la alusión a la Lily a la de la Azalea y desde la referencia del odio hasta la de la paciencia, desplegando el efecto de algo así como una oración estética pro-industrial (vinculada a una sensibilidad en la esfera del diseño) o de un mantra pattern & decoration contenido y muy estimulante.

Extrañamente, el set pictórico de Adriana Maar también parece una confesión personal transferible a la subjetividad de cualquier espectador: es una breve plataforma de imágenes en red con el pop, que traduce –como hizo Roy Lichtenstein con sus Brush strokes, que trasladaron a la representación de la

textura mecánica del offset la marca de unas pinceladas gestuales- la experiencia melancólica y gozosa de observar un arco iris fenoménico o interior a una versión geométrica e impersonal de la misma.

En el trasfondo del discurso articulado por la artista en esta obra, subyace una sugerente proposición que da sentido –quizás- al enunciado de educación sentimental que parece movilizar la producción de las pinturas (y los colores y las flores que los refieren): el enamoramiento, el amor verdadero, la felicidad y el adiós, son experiencias límite que esconden la fuerza de otras fronteras del devenir vital tal vez más poderosas: La turbulencia caótica de todo principio y la iluminación misteriosa de la templanza.

Erik CastilloCrítico de arte

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El set de pintura reciente de Adriana Maar compone una meditación tipológica de imágenes inscritas en una línea de abstracción muy particular. La artista incorpora a la impresión altamente reductiva de los contenidos formales, un aspecto empático que genera en la representación un enunciado sutil acerca de los afectos. Cada pieza de la serie explora y desarrolla una elección de color, una especie de flor y una experiencia sentimental. El resultado de la visión del encadenamiento de cuadros –la mayoría de ellos presentados en piezas unitarias y otros en políptico-, se cumple en términos de un gradiente rítmico que alude al espectro de frecuencia lumínico-cromática del fenómeno del arco iris.

Por otro lado, la interrelación estructural que manifiestan las pinturas funciona en el sentido de lo que fue planteado en el campo abstracto desde la época vanguardista, concretamente en la poética neoplasticista de Piet Mondrian, es decir, que lo que se ve en un lienzo es, simultáneamente, una imagen fragmentaria de un cosmos inmenso e inabarcable y una superficie total en sí que da cuenta de un universo de orden.

Esta condición de estructura visual -al mismo tiempo elemental y consumada- es aún más evidente toda vez que el motivo icónico propuesto por Adriana Maar, una elegante urdimbre de bandas de energía en juego con patrones de módulos florales sintetizados gráficamente, está organizado en un acabado de flujos de color hard edge. La lisura inmaculada manifiesta en los arreglos compositivos da lugar a la aparición métrica de los estriados, que proveen a las piezas de una diversidad de temperaturas ópticas y de un carácter abiertamente logotípico.

El enunciado discursivo lleva al espectador del imperio del rojo quemado al del magenta, de la alusión a la Lily a la de la Azalea y desde la referencia del odio hasta la de la paciencia, desplegando el efecto de algo así como una oración estética pro-industrial (vinculada a una sensibilidad en la esfera del diseño) o de un mantra pattern & decoration contenido y muy estimulante.

Extrañamente, el set pictórico de Adriana Maar también parece una confesión personal transferible a la subjetividad de cualquier espectador: es una breve plataforma de imágenes en red con el pop, que traduce –como hizo Roy Lichtenstein con sus Brush strokes, que trasladaron a la representación de la

textura mecánica del offset la marca de unas pinceladas gestuales- la experiencia melancólica y gozosa de observar un arco iris fenoménico o interior a una versión geométrica e impersonal de la misma.

En el trasfondo del discurso articulado por la artista en esta obra, subyace una sugerente proposición que da sentido –quizás- al enunciado de educación sentimental que parece movilizar la producción de las pinturas (y los colores y las flores que los refieren): el enamoramiento, el amor verdadero, la felicidad y el adiós, son experiencias límite que esconden la fuerza de otras fronteras del devenir vital tal vez más poderosas: La turbulencia caótica de todo principio y la iluminación misteriosa de la templanza.

Erik CastilloCrítico de arte

Higabanai / Lily(Abandono)

2014Acrílico y hoja de plata sobre madera

75 x 120 cm

6

Amaririsu / Amarylis(Timidez)2014Acrílico y hoja de plata sobre madera95 x 95 cm

7

Suitopi / Sweat pea(Adiós)

2014Acrílico y hoja de plata sobre madera

95 x 145 cm

8

Tsubaki / Camellia(Enamoramiento)2014Acrílico y hoja de plata sobre madera120 x 120 cm

9

Himawari / Sunflower(Felicidad)

2014Acrílico y hoja de plata sobre madera

75 x 120 cm

10

Kuroba / Four-leaf flower(Suerte)2014Acrílico y hoja de plata sobre madera145 x 95 cm

11

Kurotanesou / Nigella

2014Acrílico y hoja de plata sobre madera

25 x 50 cm c/pieza

12

Wasurenagusa / Forget-me-not(Verdadero amor)2014Acrílico y hoja de plata sobre madera95 x 95 cm

13

Anemone(Sinceridad)

2014Acrílico y hoja de plata sobre madera

120 x 75 cm

14

Tenjikubotan / Dahlia(Buen gusto)2014Acrílico y hoja de plata sobre madera120 x 120 cm

15

Rabenda / Lavender(Fidelidad)

2014Acrílico y hoja de plata sobre madera

190 x 25 cm c/pieza

16

Haibisukasu / Hibiscus(Gentileza)2014Acrílico y hoja de plata sobre madera95 x 145 cm

17

Tsutsuji / Azalea(Paciencia)

2014Acrílico y hoja de plata sobre madera

95 x 95 cm

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