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SISTEMA NACIONAL de IMPRENTAS MÉRIDA Colección Oswaldo Trejo rednacional deescritores deVenezuela Compilación Rosmary Cadenas CUENTOS PARA MIRANDA

Cuentos para miranda compilación Rosmary Cadena

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Cuentos para Mirada, es resultado de la investigación-acción que como docentes del área de Castellano ejecutamos diariamente en nuestras aulas, en aras de promover la lectura y la escritura desde el ámbito creativo, por ser éste el que nos permite re-conocernos en toda nuestra dimensión. En esta oportunidad, la figura de Francisco de Miranda fue el motivo inspirador para insertar a un grupo de jóvenes en la creación de cuentos; así, su vida ejemplar fue plasmada desde diferentes visiones, todas hiladas por enaltecer los valores que lo inmortalizaron.

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Compilación Rosmary CadenasCUENTOS PARA MIRANDA

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Ukumarito (voz quechua), representación indígena del oso frontino, tomada de un petroglifo hallado en la Mesa de San Isidro, en las proximidades de Santa Cruz de Mora. Mérida – Venezuela.

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El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial el perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela; tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores, principalmente inéditos. A través de un Consejo Editorial Popular, se realiza la selección de los títulos a publicar dentro de un plan de abierta participación.

Todo lo narrable, entre el testimonio y la ficción, trinchera, resumen último de la tradición oral merideña, muestra del ara y no del pedestal. Parte de ello quisiera ser esta Colección Oswaldo Trejo, a la vez hijo de aquellas palabras y creador de nuevas sintaxis, merideño universal al que rendimos homenaje, cuya singular obra, junto a otras muy diversas propuestas narrativas venezolanas, nos recuerda que la historia de nuestra literatura, y aún el vuelo metafórico del cuento de nuestra calle, está difundiéndose y multiplicándose, reapareciéndose ahora, en nuevos tiempos.

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Fundación Editorial el perro y la ranaRed Nacional de Escritores de Venezuela

Imprenta de Mérida. 2012Colección Oswaldo Trejo

CUENTOS PARA MIRANDA

Compilación Rosmary Cadenas

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© Rosmary Cadenas© Fundación Editorial el perro y la rana, 2012

Ministerio del Poder Popular para la CulturaCentro Simón Bolívar, Torre Norte, Piso 21, El Silencio,

Caracas —Venezuela 1010Telfs.: (0212) 377.2811 / 808.4986

[email protected]@elperroylarana.gob.ve

http://www.elperroylarana.gob.ve

Ediciones Sistema Nacional de Imprentas, MéridaCalle 21, entre Av 2 y 3. Centro Cultural Tulio Febres Cordero, nivel sótano

Mérida – [email protected]

Red Nacional de Escritores de Venezuela

Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida – FUNDECEM

Consejo Editorial PopularEver Delgado

Hermes VargasJosé Antequera

José Gregorio GonzálezKarelyn Buenaño

Leiber LópezSimón Zambrano

Stephen Marsh PlanchartWilfredo Sandrea

CorrecciónRosmary Cadenas

Diseño y diagramaciónYesYKa Quintero

Ilustración de PortadaEileen Moloney

Depósito Legal: LF40220128001002 ISBN: 978-980-14-2262-4

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CUENTOS PARA MIRANDA

Compilación Rosmary Cadenas

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PRESENTACIÓN

Sin discusión, la figura de Francisco de Miranda (1750–1816) en nuestra historia es digna de admira-ción, caracterizado por ser un hombre que demostró amor a la patria, perseverancia, valentía; dotado de grandes virtudes intelectuales, sensible, humano ante la realidad de su época; y quien fuera el primer ve-nezolano con dimensión internacional. Su proyecto de lucha por la libertad de los pueblos trascendió en nuestra historia y aquello que pareció utópico se con-virtió en el norte para lograr nuestra independencia.

En este sentido, en el ánimo de imbuir a un gru-po de jóvenes en el acto de la escritura creativa, se les planteó como motivo, la vida de este insigne hombre con la finalidad de dar rienda suelta a la imaginación escribiendo cuentos. Luego de profun-dizar en la vida de Francisco de Miranda, discernir teorías, características y elementos de la cuentística, así como comparar algunos cuentos representativos, la pauta fue redactar un cuento donde destacaran algún aspecto de la vida de Miranda.

El resultado fue satisfactorio, la creatividad pre-valeció, propiciándose los procesos intertextuales que configuran el acto creativo: las telenovelas, los cuentos infantiles y las películas fueron base para construir las historias y llevar a cabo lo pautado. La infancia de Miranda fue escenario privilegiado para contar sus historias; el sueño como forma de predic-

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ción fue vehículo para expresar esa actitud visionaria de Miranda. Aún con algunos desfases históricos se logró sensibilizar sobre la importancia de este gran hombre, orgullo de todos los venezolanos.

Sirva el presente material para honrar la figura de Francisco de Miranda y estimular a los jóvenes a dar rienda suelta a su imaginación, a comprender cómo el acto creativo nos proyecta como seres integrales, pues definitivamente enaltece nuestra condición humana.

RosmaRy Cadenas

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MIRANDA Y SU SUEÑO

En un tarde soleada, se encontraba un niño que llevaba por nombre Francisco, estaba bajo la sombra de un árbol, imaginaba como sería su vida cuando fuera grande, se quedó dormido y empezó a soñar, soñaba que era un gran militar y que a su lado se encontraba una hermosa dama, de la cual estaba perdidamente enamorado, pues le parecía la mujer perfecta, tan sólo tenía un defecto, ella no tenía sus mismos ideales.

Francisco fue a una fiesta con el propósito de buscar apoyo para su campaña, pues él quería libe-rar a Venezuela, en dicha fiesta la conoció y char-laron largo rato, ella era hija de unos españoles y pensaba igual que sus padres, pero él se propuso cambiar su pensamiento.

Entonces, quedaron en verse todas las tardes en una pequeña plaza, ubicada en pleno centro del pue-blo, allí charlaban largo rato y se divertían; pasados los meses, ella iba cambiando su pensamiento y a la vez se iba enamorando perdidamente de Francisco.

Ambos decidieron casarse, Francisco decidió una mañana, lleno de valor, acercarse hasta aquella casa, cuando se disponía a hablar con los padres de su enamorada, ella lo intercepto en la mitad de su camino y le rogó que por favor no le dijera nada a sus padres porque ellos iban a matarlo, pero él no le hizo caso, pues quería hacer las cosas con honesti-dad, en ese instante los padres de la joven salieron

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al encuentro, debido al gran alboroto que se formó a causa del llanto de su hija, entonces el padre le preguntó a Francisco:

— ¿Quién es usted?— Señor: Yo soy Francisco de Miranda, el prometido de su hija y he venido a pedirle la mano de su hija en matrimonio.— No permitiré que mi hija se case con un adversario mío, pues tú eres Republicano y yo soy Realista, te ruego que no vuelvas a mi casa.

Oyendo esto, la joven le rogó a su padre que la dejara ser feliz con el hombre que ella amaba, pero su madre la obligó a entrar a la casa, la joven se hun-día cada vez más en su angustia, pues pensaba que su padre iba a matarlo, de pronto se oyó los gritos de su padre amenazando a su amado con matarlo si no se iba de la casa en ese mismo instante.

— Me iré, pero sólo si ella no quiere verme más –dijo Francisco–

Entonces el padre lo echó de la casa a la fuerza. Una vez fuera de la casa Francisco juró que nunca iba a dejar de luchar por su amor. No la volvió a buscar durante mucho tiempo, mientras tanto, ella sufría en el amargo silencio, y su madre se afligía tras la desesperación de ella.

Francisco siguió adelante con su campaña para liberar a Venezuela, después de un tiempo Miranda conoció a Bolívar y juntos lucharon para conseguir la

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libertad; Francisco se sentía un hombre nuevo, por-que ahora luchaba no sólo por la libertad, sino tam-bién para poder vengarse del padre de su amada.

Miranda libró muchas batallas junto con otras personas. Pasado este tiempo Miranda volvió a bus-car a su amada y le propuso que se escapara con él muy lejos, pero el padre de ella se enteró y le tendió una trampa. Junto con sus compañeros lo apresa-ron justo en el momento que se iban a escapar. Lo llevaron a la prisión de La Carraca, en España, y allí fue donde murió, sufriendo la honda amargura del desengaño y la ingratitud.

Mientras que a ella su padre la obligo a casarse y nunca volvió ser feliz…

El niño despertó del trágico sueño e inmediata-mente se dio cuenta que afortunadamente todo era mentira, sin embargo, rompió en llanto con un gran miedo de que eso le pasara en realidad, luego se calmó porque pensó que por lo menos había ayuda-do a dar los primeros pasos en la Independencia.

Pensó que había sido útil a la humanidad, no obstante, nunca volvió a confiar en nadie, desde ese momento fue mucho más astuto y jamás olvido el sueño que tanto le enseño.

El niño Francisco creció y casualmente vio a una mu-jer igual a la que soñó y con ella se caso, fue muy feliz con la certeza de que el sueño no le ocurriría jamás…

nayaRi ValeRo y leiVi Pino

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FRANCISCO DE MIRANDA

Voy a contarles la historia de un niño nacido en Caracas, llamado Francisco de Mirada, que un día fue con su familia para la hacienda de su abuelo. El día pautado para partir, empacó sus maletas y se fue con sus padres.

Horas después, él llega a la hacienda, saluda a su abuelo y se va a montar a caballo, el niño Miranda sin darse cuenta se alejó mucho, trató de regresar pero por más que buscaba la hacienda no la encontraba. El niño Miranda amarró su caballo para que descansara y fue caminando, alejándose de su caballo; en eso ve una pequeña casa y al verla sale corriendo hasta la casa, toca la puerta pero nadie le abrió, decepcionado se puso a llorar, de repente sintió que le tocan el hombro, asustado salió corriendo a montar su caballo y se fue muy lejos; después de muchas horas encuentra un señor que le pregunta:

— Niño, ¿Para dónde vas?— Él le dice: Estoy perdido, no sé cómo llegar a la hacienda de mi abuelo, se llama Canta Claro.— Eso queda muy lejos, como a cinco horas de aquí, y para eso debes tener doce pesos para ti y para mí, porque tengo que llevarte.— Y cómo hago para conseguir ese dinero, pregunta preocupado Miranda.— Yo tengo un puesto de pollos pero gano muy poco dinero, que no me alcanza ni para comer.

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— Miranda dice: vamos a ser una cosa, tú vendes tus pollos y yo monto un espectáculo de títeres.— Está bien, ¡Yo en mi casa tengo unos cuantos títeres! Con ellos puedes montar ese espectáculo.

El señor y Miranda fueron enseguida a buscarlos a la casa, pero los títeres estaban muy viejos y feos, unos no tenían ropa, el niño Miranda los arregló y los pintó.

Al día siguiente, el niño Miranda montó su pe-queño teatrino y su espectáculo de títeres afuera.

Y empezó: ¡Señoras y señores, niñas y niños, vengan para que vean un pequeño espectáculo! Cuando la gente oye al niño, empiezan a reunirse y van a ver el espectáculo.

En un día el niño hizo seis espectáculos y se ganó ocho pesos.

— Con eso y con lo que tú hiciste, ya tenemos más de la mitad, dijo Miranda— Yo apenas gane siete pesos, agarramos dos pesos para la comida y el resto es para los pasajes, dijo el señor.

Después de comer, el niño Miranda se acostó en un pequeño catre y se arropó con una pequeña mota, al día siguiente se paró muy temprano para montar nuevamente el espectáculo de títeres, nue-vamente llamó a las personas:

— ¡Señores y señoras, niños y niñas, vengan para que vean mi último espectáculo!

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Ese día Miranda ganó nueve pesos, y el señor con sus pollos se gano cinco pesos.

— Ya tenemos el dinero para los pasajes. ¿A qué horas partimos?— En la tarde. Hablaré con un amigo que maneja un carruaje para que nos lleve.

Horas después buscaron el carruaje y se fueron, el niño Miranda estaba tan emocionado que se dur-mió en el carruaje, pasaron horas y horas hasta que llegaron a la hacienda Canta Claro.

El niño Miranda se bajó corriendo del carruaje y em-pezó a llamar a su abuelo, el abuelo de Miranda cuando lo escucha sale corriendo a abrazarlo y le dice:

— ¡Miranda! ¡Miranda! ¿Dónde estabas? Estába-mos muy preocupados tus padres y yo. Un grupo de hombres te andan buscando.— Miranda le cuenta lo sucedido a su abuelo. Y le dice que un señor lo había ayudado, me dio comida y me cuidó como si fuera su hijo.— ¿Quién es ese hombre, que te ayudó? Pregunta el abuelo.— Él está afuera, vamos para que lo conozcas.

Salen de la casa para ver al señor, pero ya no es-taba, tan sólo había una pequeña carta que decía:

Niño Miranda estoy muy orgulloso de tí, gracias por compartir esos dos días conmigo, me voy muy feliz porque sé que ya encontraste a tu familia ¡No me olvides!

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Miranda al leerla se le salieron las lágrimas y le dijo al abuelo, que no sabía su nombre, en esos dos días que estuvo con él, no se lo pregunto.

— El es un hombre muy bueno, no lo recuerdes por su nombre sino como una persona extraña que te cuido como si fueras su hijo, le dijo el abuelo.

Desde ese día el niño Miranda lo recuerda como un ángel que lo ayudó.

Fiama BaRRos y Cindy RamíRez

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LA BANDERA DE MIRANDA

Venezuela 1750, nace Francisco de Miranda, hijo de Francisca Antonia de Miranda y Sebastián de Miranda, personas de clase media. Eran épocas difíciles, épocas de esclavitud, cuando la Corona Es-pañola gobernaba sobre nuestra tierra.

Francisco crecía frustrado por tanta ignorancia de parte de su pueblo, por conformarse con lo que tenían, dejándose controlar y sin luchar por lo que le correspondía. Francisco era un niño muy activo e inteligente, tratable, de grandes ideas que sólo hacía lo que creía correcto; tenía un gran amigo llamado Antonio, que coincidía con Miranda en la forma de pensar y ser, por ello pasaban la mayoría del tiempo juntos, jugando y divirtiéndose.

Una tarde Francisco y Antonio se fueron al bos-que a jugar, allí se encontraron con una mujer muy hermosa, que se encontraba llorando, ella tenía el cabello amarillo, ojos azules y labios rojos. Ambos se quedaron impresionados al ver, mujer tan bella.

Miranda atrevido e intrépidamente le preguntó:— ¿Por qué lloras?

Antonio que se encontraba al lado de él, le dio un codazo y con muecas le pidió que se ca-llara. Mayor fue la sorpresa cuando la mujer le respondió:

— Es por mi padre, lo mandaron al tronco.— ¡Al tronco! –Exclamó Antonio sorprendido–.

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— Sí al tronco sólo mandan a los esclavos –dice Miranda–.— Sí, mi padre es esclavo, soy hija de una plebeya y un negro. — ¿Y por qué saliste tan bonita? –Pregunta Miranda–.

Antonio lo vuelve a golpear, indicándole que no fuera tan imprudente; mientras que la mujer sonreía a la pregunta tan atrevida, respondiéndole:

— Porque me hicieron con amor.

Luego de esto estuvieron charlando un buen rato, pero Miranda no le quitaba la mirada a la mujer, qui-zás se estaba enamorando. Ella comentaba lo ideal que fuera que no existiera esclavitud y que todos fue-ran libres. Se hacía tarde, el radiante sol que alum-braba a la mujer de espalda, haciéndola parecer un ángel, se ocultaba. Antonio le dijo a Miranda:

— Es hora de irnos, nuestros padres estarán preocupados.

El par de jóvenes se marcharon, dejando allí a la mujer sin ni siquiera saber su nombre. De camino a casa, Miranda parecía estar en otro mundo, tenía una cara de niño soñador, Antonio al verlo en esta situación le preguntó:

— ¿En qué piensas?— Es hermosa ¿Verdad?— Si, lo es bastante.

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Y no volvieron a decir más nada en todo el ca-mino, Miranda no dejaba de pensar en aquella mu-jer llorando por causa de su padre, que lo habían enviado al tronco, tal vez quería ser libre y no se lo permitieron, castigándolo por pensar diferente.

Al llegar a casa, Miranda se despide de Anto-nio deseándole buenas noches y esperando verlo al día siguiente.

Francisco no lograba dormir, sólo pensaba en aquella mujer de cabellos amarillos, ojos azules y labios rojos, él imaginaba lo feliz que podría ser a su lado, pensó tanto que decidió ir en busca de ella, tal vez sería la primera vez que no estaba haciendo lo correcto, y fue a decirle a Antonio lo que pensaba hacer aquella noche estrellada.

Al llegar a la casa de Antonio, Miranda lo llama arrojándole piedrecillas a la ventana del cuarto, has-ta que salió.

— ¿Qué haces aquí? –Dijo Antonio–.— Vamos a buscar a aquella mujer que vimos en el bosque.— ¿Acaso estás loco? — No, en verdad vamos.— Si quieres, ve tú, pero ten cuidado.— Eres un cobarde.— No, no lo soy, quiero evitar problemas, dijo Antonio.

Francisco se fue sin saber por donde buscar. Se fue al bosque y no encontró nada, se sintió triste,

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derrotado, al tener su primer fracaso, quedándose allí a pasar la noche.

A la mañana siguiente, Don Sebastián al ver que su hijo no amaneció en casa, se asustó.

— ¿Francisca, dónde está tu hijo?— No lo sé, ¿A dónde habrá ido?— Antonio tiene que saber, vamos a preguntarle.

Se dirigieron a la casa de Antonio.— Antonio, ¿Dónde está mi hijo? –Pregunta

Doña Francisca–.— No lo sé, yo no sé nada.— Seguro Antonio.— Sí, estoy muy seguro.— ¿Cómo es posible que nos sepas nada? Si eres el mejor amigo de Miranda, reprochó Don Sebastián enfurecido.— Déjenlo en paz, él no sabía nada –entro diciendo Francisco–. — ¿En dónde estabas? –Pregunto la madre–.

Sin dejarlo responder lo agarró de un brazo y lo llevó a empujones hasta la casa. Allí el padre de Miranda le dice con voz dominante:

— Te vas a estudiar a Europa, cuando termines tus estudios aquí.

Pero Miranda, en vez de entristecerse se emocio-nó pues iba a conocer tierras nuevas y a incrementar sus conocimientos.

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El tiempo paso rápido, Francisco crecía pero sin dejar de pensar en la bella mujer. Ya era hora de irse a Europa, Antonio se entristeció, pues se iba su mejor y único amigo.

Al llegar a Europa Francisco se interesó por la milicia y la Revolución Francesa, al grado de obtener el cargo de Coronel, luchando al lado de Napoleón; decide volver a darle libertad a Venezuela.

En busca de recursos para financiar la guerra y darle libertad a su país, viaja a Estados Unidos, en donde conoce a los grandes líderes de las revolucio-nes que sucedían por esos lugares.

Pero mayor fue su agrado, cuando se encontró a su viejo amigo Antonio, que lo ayudó a conseguir finan-ciamiento para darle libertad a su país. Así, emprendie-ron su viaje, a principios del siglo XIX. Realizaron un largo viaje en su embarcación con destino a su país, en una de las charlas que Antonio sostenía con Miranda, sobre la niñez que tuvieron los dos, le preguntó:

— ¿Todavía piensas en ella?— Sí, todo el tiempo. A pesar de los años, no olvido su bello rostro, cabello amarillo, ojos azules y labios rojos.— ¿Qué cosas, verdad?— Sí, pero cambiando de tema, necesitamos una bandera que nos represente frente a las batallas.— Tienes razón –replicó Antonio–.— Bueno tenemos toda la noche para pensarlo. Así, que hasta mañana. — ¡Qué pases buenas noches!

22 | Estampitas merideñas

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Francisco trataba de pensar en la bandera pero no podía, sólo tenía presente el recuerdo de aque-lla mujer.

Hasta que logró combinar los dos pensamientos y se le ocurrió la maravillosa idea de crear tres fran-jas horizontales en forma de rectángulos, una amari-lla que representará el cabello de la mujer, otra azul por sus ojos, en forma de almendras y la última roja, representando sus ardientes labios.

Al salir el sol, Antonio no vio a su amigo y fue en busca de él, al llegar a su cuarto lo encontró dor-mido sobre el escritorio y al lado el dibujo de la bandera que había creado.

Cuando llegaron a Venezuela con la bandera on-deando en el asta del barco, en el muelle vieron a una anciana muy bonita, que le daba las gracias por darle la libertad al pueblo venezolano…

Juan ViCente alBoRnoz

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EL GRAN AMOR DE MIRANDA

Francisco de Miranda fue un gran prócer de nuestra patria, creador de nuestra bandera nacio-nal y participe de numerosas batallas para lograr la libertad no sólo en Venezuela, sino también de otros países, entre los que se destacan Estados Unidos y Francia.

Los más importantes científicos, músicos, pinto-res, escritores, mandatarios y revolucionarios de la época eran sus amigos, por lo que sería un poco difí-cil pensar que haya tenido alguna relación sentimen-tal, pero no fue así, se dice que Francisco de Miran-da tuvo muchos romances con diferentes mujeres, entre ellas se encontraba la emperatriz Catalina de Rusia, la cual estaba muy enamorada de él pero con quién nunca mantuvo algo serio; a la única mujer que Miranda quería y amaba con todo su corazón, era a una muy especial que estuvo con él hasta que pudo, que hizo todo lo que estuvo a su alcance para que él no cayera, ni se fuera por el mal camino, que lo cuido con el mayor cariño que puede existir, de quién tal vez pudo tomar esa forma de pensar que lo hizo tan grande y tan querido para algunas perso-nas, ella fue ese tipo de mujer que da mucho pero a la que muchas veces no comprendemos.

Ella fue la que dio a luz a ese hombre tan ad-mirable que viajó por casi todo el mundo, en esa época en la que aún no existían los aviones, a ese hombre que es el ejemplo del bien, para muchos.

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Su madre, esa mujer de la que no se sabe nada, pero que de seguro para él, fue la más especial, la más importante, como para muchos es la nuestra.

Ella fue Francisca Antonia Rodríguez de Espino-za, una mujer a la que su buena posición social no hizo sentir ni más ni menos amor que el que pudiera sentir una madre humilde por su hijo.

Francisca Antonia compartía mucho con su hijo Francisco, cuando él era muy niño ella lo llevaba a nadar en los ríos de Caracas, con toda la paciencia del mundo, le enseñó cada día un poco más de la vida. El pequeño Francisco era muy travieso por lo cual para entretenerlo, pasaban eternas horas jugan-do juntos en los alrededores de la gran casa donde vivían junto a su padre, el señor Sebastián de Miran-da que no compartía mucho con él, por estar casi siempre ocupado a causa de sus negocios.

Un día Francisco, con la curiosidad que tiene todo niño se perdió mientras seguía a un pájaro, cuando apenas tenía ocho años, su madre estaba muy preocupada pero unas horas más tarde apare-ció, a pesar de que no pasó a mayores, Francisco no pudo evitar el regaño que le dio su padre, pero como él era muy inteligente comprendió que todo lo que el señor Sebastián le dijo era por su bien.

Ya parecía costumbre que Francisco se perdie-ra, volvió a suceder cuando tenía 13 años, mien-tras estaban de vacaciones en El Llano. Él se en-contraba caminando por el campo, de repente vio a un hermoso perro, se puso a jugar con él y sin

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darse cuenta se alejó mucho de la hacienda de su padre y fue a parar a una vieja cabaña que le causó gran curiosidad:

— ¿Qué hará esta casa en medio del bosque? –se preguntó–.

Decidió entrar muy pausadamente con temor, pero a la vez con muchos deseos de saber quién vivía allí, cuando entró el hermoso perro ya estaba dentro echado sobre una alfombra, al lado de un sillón de donde provenía una voz que le decía:

— ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?— Francisco de Miranda y estoy perdido –respondió el joven con voz temblorosa–.— Pasa hijo no temas, no te haré daño –dijo el hombre desde el sillón–.

Francisco pasó y se sentó junto al señor con las manos temblorosas y sudadas, pero de forma recta para evitar que el hombre se diera cuenta del miedo que estaba sintiendo, minutos más tar-de esto dejó de ser así, pues Francisco se sentía muy a gusto conversando con ese señor que le contaba cosas de su juventud, le dijo que había pertenecido al ejército y que había sido muy fe-liz allí, a pesar de los duros entrenamientos y de las humillaciones que a veces le hacían pasar sus compañeros, porque al estar allí él estaba prepa-rándose para en cualquier momento ayudar a su país a luchar contra sus enemigos.

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Mientras tanto, en casa de Francisco sus padres estaban preocupados por él y mandaron a buscarlo con los peones.

Cuando ya estaba oscureciendo llegó Francisco acompañado del señor y del perro, el señor Sebas-tián reaccionó en forma brusca ya que él creía que ese hombre le había hecho daño a su hijo, pero Francisco le explicó todo lo que sucedió y como agradecimiento hacia el señor por haber acompaña-do a Francisco a casa, lo invitaron a cenar.

Pasada la noche, cuando apenas estaba saliendo el sol, Francisco se despertó y se puso a pensar en lo que le había dicho el señor de la cabaña, decidió decirle a sus padres lo que tenía en su mente, que él quería ser un gran militar, lo cual cumplió, porque cuando acabo sus estudios en la Universidad de Ca-racas se instaló en ejercito y luchó junto a ellos para sentir lo que aquel hombre sintió: amor a su patria.

Al alejarse de su madre, sintió mucha tristeza y cuando se estaba despidiendo de ella le dijo que eso lo hacía por ella y por cumplir lo que le había enseñado desde su nacimiento, a hacer siempre lo que su corazón le dictara y a hacerle el bien a todos, sin importar quienes fueran.

Siempre la recordaba desde lo más profundo de su ser y hasta los últimos días de su vida, los cuales pasó en una deprimente cárcel después de haber ayudado a tanta gente, y donde lo único que podía hacer era recordar los buenos tiempos que pasó con su familia, con sus supuestos amigos y en especial

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con su madre, a la mujer que quiso hasta ya no po-der, porque fue ella la única que no le hizo daño a pesar de no poder estar con él en esos días tan du-ros, llenos de tristeza y de desaires, porque aunque sus esfuerzos proyectaron firmes raíces, dejó incom-pleto su propósito de liberar a Venezuela.

Sin importar esto lo más seguro es que muchos de nosotros en la tierra, al igual que su madre en el cielo lo recordaremos como un gran hombre. El pre-cursor de la independencia hispanoamericana.

ViViana sánChez y daniel González

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EL PRINCIPE MIRANDA

Erase una vez en un reino muy lejano, nació un príncipe de nombre Francisco de Miranda, el día 28 de marzo de 1750, su madre era la reina Francisca Rodríguez y su padre, el Rey Sebastián de Miranda.

Cuando tenía 17 años sus padres lo llevaron a conocer otro reino donde gobernaba Robín Hood, allí conoció a una linda señorita llamada Leidy, los dos al mirarse se enamoraron profundamente, y se encontraban todos los días en un lindo jardín, así se fueron conociendo más.

Luego que se hicieron novios, el príncipe Mi-randa le fue a pedir la mano de su enamorada a su padre, quien se llamaba Robín Hood y su ma-drastra Cruela de Hood.

Al poco tiempo el padre de la princesa se fue a viajar por largos días... La madrastra se adueño del Castillo y de toda la fortuna del reino.

La madrastra de Leidy era tan mala que la en-cerró en un cuarto en lo alto de la torre, sólo te-nía una pequeña ventanilla para poder asomarse y para que la princesa no se pudiera salir, ni ser rescatada, además, afuera la cuidaba un enorme dragón feroz.

Francisco al enterarse de esto decidió ir a rescatar a su gran amor. Llegó el momento en que Francisco la fue a sacar de aquel enorme castillo, se enfrentó con la malvada madrastra y el feroz dragón, y a Leidy la pudo sacar.

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Al enterarse de esto el padre de la princesa echó del castillo a la malvada madrastra y a su dragón lo encerró entre unas montañas muy lejanas del castillo.

Al poco tiempo, el padre estuvo de acuerdo con el amor que se tenía Francisco y Leidy y a los pocos días se casaron.

deRVis duGaRte y maRCo ClaRa

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EL PENSAMIENTO DE UN NIÑO

Un 28 de marzo de 1750, nace en Caracas un niño llamado Francisco de Miranda, hijo de padres con una clase social elevada, este niño fue crecien-do rodeado de amigos, hijos de los compañeros de sus padres. Miranda era un niño soñador e inteligen-te que pensaba que todos los niños de su alrededor vivían igual que él. Al paso del tiempo se fue dando cuenta de la realidad, de lo que pasaba en su tierra y que en realidad sólo contaba con un verdadero amigo llamado Arístides Pardo.

Un día en clases a la hora de recreo, se senta-ron a conversar como dos personas que ya conocían mucho de la vida, ese día Arístides camino a la es-cuela observó algo que le llamó mucho la atención y le contaba a su amigo que habían niños que no es-tudiaban sino que trabajaban como animales y que nadie les tenía compasión, Miranda asombrado, con aquella curiosidad, de regreso a su casa le preguntó a su mama, ella impresionada por su pregunta, le cambia de conversación. Al otro día vuelve con su amigo y continúa la conversación.

Luego cada quien decide averiguar lo que ocu-rría ¿Por qué y para quién? Trabajaban esos niños.

Miranda y Arístides, niños curiosos e inteligen-tes, deciden ir hasta el lugar, donde los habían visto, cuando llegan observaron que unos hombres (los dueños de la hacienda), estaban maltratando a los niños porque no habían terminado sus quehaceres.

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Miranda desilusionado y confundido, se pregun-ta por qué esos niños eran maltratados por otras per-sonas, al día siguiente decide ir con su amigo al mis-mo lugar, donde encuentran al niño del día anterior trabajando, al cual se le acerca y le pregunta el por qué ellos trabajaban en vez de estudiar y por qué eran maltratados, el niño atemorizado responde:

— Mis padres no pueden darme la educación que ustedes tienen, simplemente por ser pobres.

Descubriendo la realidad en la cual vivían pro-metieron hacer todo lo que estuviera a su alcance para cambiar el destino de todos aquellos niños.

Miranda y Arístides, fueron creciendo y mejoran-do sus ideas, dando a entender a la gente que había que luchar para que sus hijos fueran a la escuela y se educasen. Demostrando así que no sólo los mayo-res tenían ideales para conseguir lo mejor…

Al pasar el tiempo deciden tomar rumbos distin-tos y batallar por lo que un día siendo pequeños ha-bían soñados, pelando con varios soldados, donde hubo muchos muertos y heridos. El tiempo no fue justo, en unas de tantas batallas Miranda cayó preso, se lo llevaron a España a La Carraca, la cárcel más temida, muriendo allí...

lizBeth PeRnía y yoselin RanGel

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LOS SUEÑOS DE FRANCISCO DE MIRANDA

Había una vez, en un tiempo no muy lejano, un niño llamado Francisco de Miranda, que vivía con sus padres Sebastián de Miranda y Francisca Anto-nia Rodríguez de Espinoza, al niño Francisco le gus-taba tener muchos amigos. Un día Francisco estaba jugando con sus amiguitos a los soldaditos y en ese instante pensó que cuando fuera grande podría estu-diar en la escuela militar. Francisco corrió a contarle a su papá lo que estaba pensando:

— ¡Papá! ¡Papá!— Aquí estoy hijo, dime ¿Por qué gritas?— Papá ya sé, ¡Ya sé lo que quiero! Sí papá sí –dice Francisco entusiasmado–.— ¿Qué sabes hijo? ¿De qué hablas?— Papi, ya sé lo que quiero hacer cuando sea grande, quiero ser un militar y graduarme con honores. ¡Papi, sí! ¡Déjame!— Está bien, pero vamos a calmarnos. Ven, sentémonos y vamos a hablar tranquilos –responde el padre –.

Tranquilamente se sientan los dos en la sala con los amigos de Francisco y éste empieza a contarle a su padre todo lo que se imaginaba:

— Papá yo quiero estar en ejercito de España y quiero ser Capitán de Infantería de la Reina. Quiero estar en muchas batallas y conocer mu-chos países como Estados Unidos, La Bahamas,

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Jamaica, Alemania, Australia, Hungría, Grecia, Italia, Rusia… y conocer mucha gente importan-te y que esa gente sean mis amigos.— ¡Qué bueno! Decía el Padre.— Yo sueño con estar en batallas y que la gente me recuerde. Quiero tener un ejército para mí y mis amiguitos, sueño con ponerle un nombre a una región, como lo hice con mi perrito que le puse “pulgoso”.— ¡Ja, ja, ja! Haciendo honor a sus pulgas, dice el papá.— Sí, y quiero liberar a las personas que están castigadas injustamente…— Está bien hijo, pero todo eso no lo puedes hacer solo, tienes que tener amigos que te ayuden y piensen igual que tú, o que por lo menos tengan ideas parecidas.— Sí papi, yo sé que mis amigos quieren lo mismo y me van a ayudar en todo lo que puedan, porque ellos también van a ser recordados. Y también quiero escribir todas mis aventuras en un diario para que la gente lo lea y se entretenga con mis aventuras. ¿Tú crees que pueda lograrlo?— Sí hijo, claro que sí, si luchas fuerte y pones todas tus ganas para hacerlo lo vas a lograr, ¡Te lo aseguro! Pero ahora ve y sigue jugando, que tengo que trabajar.— ¡Si, voy! ¡Vamos muchachos, vamos a seguir jugando a los soldados!

sVante duRán

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FRANCISCO DE MIRANDA

En su infancia Francisco de Miranda se caracteri-zaba por ser un niño de bien. Una tarde agotado por la angustia de aquellos días difíciles, donde el temor y la incertidumbre se apoderó de él, se quedó pro-fundamente dormido y soñó que subía a un caballo enorme y negro como el azabache y que iniciaba una aventura sin igual.

Comenzó a recorrer toda Venezuela, primero se acerco al sur donde veía los niños que vivían en la miseria, cercana a un templo donde se veneraba las imágenes del Nazareno y de la Virgen de Coromoto.

Un poco más allá, se divisaba una gran extensión de tierra, vio muchas vacas, toros, caballos, yeguas y burros, descansando en sus respectivos potreros. Todos parecían estar arrullados por las coplas de los llaneros.

El caballo negro con su galope, llegó con Fran-cisco a Los Andes. Allí no había ni un centímetro de tierra sin cultivar, sus habitantes vivían muy felices sobre sus siembras.

En el recorrido de su viaje, pasó por lindos para-jes, veía el Lago de Maracaibo con asombro. Próxi-mo al lugar estaban las etnias Yukpas y Guajiras.

La tinta de la noche se dejaba notar más y la luz de la luna reflejaba toda la hermosura de los Méda-nos de Coro y su ciudad colonial.

Aunque estaba emocionado, jamás se sintió ago-tado, todo lo contrario, cada vez mostraba gran im-paciencia por ver otras sorpresas. Repentinamente el

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caballo hizo una pirueta a las grandes embarcacio-nes ancladas en el muelle de Puerto Cabello.

No lo podía creer, daba vueltas en la cama, son-reía, mientras pensaba que todo era una maravilla.

Hasta en las más lejanas latitudes vio maravillas. Francisco de Miranda dijo en voz alta:

—¡Cómo ha prosperado mi patria!

Su propia voz lo despertó y pensó que en muy poco tiempo todo ese sueño, de un humilde niño, se transformaría en una hermosa realidad, con la unión, la fraternidad y el trabajo de todos sus habi-tantes nativos y extranjeros.

alexis RiVas

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ÍNDICE

Presentación 7

Miranda y su sueño 9

Nayari Valero y Leivi Pino

Francisco de Miranda 12

Fiama Barros y Cindy Ramirez

La Bandera de Miranda 16

Juan Vicente Albornoz

El gran amor de Miranda 22

Viviana Sánchez y Daniel Goncálvez

El príncipe Miranda 27

Dervis Dugarte y Marco Clara

El pensamiento de un niño 29

Lizbeth Pemía y Yoselin Rangel

Los sueños de Francisco de Miranda 31

Svante Duran

Francisco de Miranda 33

Alexis Rivas

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Se terminó de imprimir en marzo de 2012en el Sistema Nacional de Imprentas

Mérida — VenezuelaLa edición consta de 500 ejemplares

impresos en mansocreamy 75gr

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ROSMARY CADENAS (Mérida, 1977)Licenciada en Letras: Historia del Arte y en Educación: Letras (ULA). Se ha desempeñado en el área de museos, la investigación y la docencia. In-tegrante del Proyecto Muñecos, investigación sobre muñequería de tra-po en Mérida. Actualmente se desempeña como docente de Castellano para la Tercera Etapa de Educación Básica y en un reconocido Instituto Universitario impartiendo: Lenguaje y comunicación, Formación Cultural y Metodología de la investigación.

EILEEN MOLONEY (Mérida, La Azulita, 1989)Estudiante de Diseño Gráfico, en la Facultad de Arte de la Universidad de los Andes. Artista plástico, ilustradora y performancista. Ha participado en el Encuentro de Investigadores de las Artes 2010 (Facultad de Arte), en la exposición colectiva “Foto-performance”2010 y Perfochoroni 2011.

Cuentos para Mirada, es resultado de la investigación-acción que como docentes del área de Castellano ejecutamos diariamente en nuestras aulas, en aras de promover la lectura y la escritura desde el ámbito creativo, por ser éste el que nos permite re-conocernos en toda nuestra dimensión. En esta oportunidad, la figura de Francisco de Miranda fue el motivo inspirador para insertar a un grupo de jóvenes en la creación de cuentos; así, su vida ejemplar fue plasmada desde diferentes visiones, todas hiladas por enaltecer los valores que lo in-mortalizaron.