Espacialidad y Arte Publico

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Espacialidad y arte pblicoJESS CARRILLO

El discurso postmoderno est inundado de metforas espaciales frente a la lgica temporal y evolutiva tpica de la modernidad. Como herencia del estructuralismo, las ciencias humanas contemporneas, desde la sociologa a la teora crtica y artstica, se han convertido en verdaderas topologas. El significado, tal como lo manejan estos saberes, sera indistinguible de la posicin, del lugar que ocupa el signo dentro de un sistema de relaciones, independientemente de la existencia de un hipottico referente exterior o previo a dicho sistema. El mismo trmino "metfora" que hemos utilizado, y que tan querido es por el postestructuralismo, es etimolgicamente un indicador espacial,de movimiento. Su uso frecuente dentro del discurso postmoderno pretende sealar el componente dinmico, fluido, inestable y agonstico del sistema y la caracterizacin de toda topologa como tropologa: como lgica del cambio, de la indeterminacin, de la apropiacin, del desplazamiento y de la diseminacin, que reintroduce el vector temporal e histrico en el esquema. No hay duela de que el pensamiento "post" (postmoderno, postestructuralista y postalthusseriano, en una lista casi infinita) ha favorecido una interpretacin no doctrinaria de la compleja interaccin entre viejas y nuevas espacialidades en el mundo contemporneo y ha permitido analizar de uno modo mucho menos rgido los cambiantes modos de control espacial de los flujos poblacionales tpicos de la poca "postcolonial" y "post-teln de acero". Tampoco se puede negar que el radical escepticismo del "post" frente a los grandes metadiscursos, as como su reivindicacin de una lgica de la diferencia, han sido muy tiles para la articulacin de posiciones tcticas vinculadas a la prctica cotidiana que no impliquen un colonialismo ideolgico ni una instrumentalizacin estratgica de los conflictos particulares.127

Adems, la nocin antiesencialista, relacional, performativa y diseminadora del espacio que implica este pensamiento ha dado instrumentos al nuevo activismo a la hora de disear intervenciones radicales sobre el mismo que van ms alia del rgido binarismo natural/cultural, estructura/superestructura, pblico/privado, etc. El problema mayor que plantea el "postismo" radica en que difcilmente se presta a legitimar una posicin tica, poltica o esttica concreta, ya que su lgica es precisamente la de descubrir el carcter contingente -poltico- de las junturas que forman tales grandes narrativas. Es ms, el pensamiento "post" se hace sistemticamente conservador del status quo, o ciego a las condiciones reales de la existencia, cuando intenta ir ms all de su funcin deconstructiva. Sin embargo, y a pesar de que su rechazo de la lgica causal y su tendencia a identificar la realidad con sus fluidas manifestaciones discursivas puedan llevar a un confusionismo disuasor de todo posicionamiento poltico, su anarquismo epistemolgico ha facilitado el manejo sin prejuicios de un instrumental terico y analtico enormemente til en la crtica de los sistemas dominantes y que usan hasta sus ms fervientes opositores. La proliferacin del pensamiento metafrico-espacial tpico del postmodernismo ha restado especificidad a la nocin tradicional de espacio, dejando de identificarse ste con la categora abstracta y universal que enmarca el pensamiento o con la entidad fsica concreta sobre la que se apoyan nuestros pies y se realizan nuestras acciones. El espacio ha pasado a convertirse en el tablero de operaciones construido o proyectado discursivamente desde las estrategias del poder, un poder o poderes que se despliegan primordialmente mediante la territorializacin y la continua distribucin y redistribucin de posiciones espaciales: dentro-fuera, centro-margen, contigidad-fractura, patria-frontera, etc. En este sentido, el espacio pasara de ser un a priori a ser una construccin, un producto generado a partir de la accin, interaccin y competicin entre los distintos agentes. Sin embargo, el reconocimiento de la compleja variedad y fluidez espacial contemporneas frecuentemente ha llevado a su aceptacin pragmtica -como es el caso de la "tercera va" preconizada por el socilogo britnico Anthony Giddens en tanto consecuencia de procesos impredecibles y caticos slo abordables en sus manifestaciones y nunca en su raz. Rosalind Krauss fue una de las primeras tericas en trasladar la reflexin postmoderna sobre el espacio a la crtica artstica, al detectar la presencia de una nueva concepcin abierta, contextual y fluida de la espacialidad en la escultura producida a partir de los aos 60, que ella denomin de "campo

expandido" . Segn Krauss, el minimal de Cari Andr y la site specificit (especificidad espacial) reivindicada por artistas como Robert Smithson c Richard Serra parecan jugar con esa nueva nocin de espacialidad. Come precisara ms tarde Miwon Kwon, sin embargo, la ruptura no era tan radical. Mientras el minimal recurra a una contextualidad relacional y perceptual puramente abstracta, los site-specific manejaban unos conceptos de originalidad y de presencia equivalentes a los de la obra clsica, aunque stos se proyectaran sobre el entorno espacial concreto -sometido, eso s, a un intenso proceso de abstraccin- en vez de situarse en la materialidad o relacione: formales de la obra en s . Dando la razn a Krauss, el boom del arte de instalacin desde mediados de los aos 80 pareca marcar la superacin definitiva de la nocin de espacio escultrico surgida en el Renacimiento y la instauracin de un espacio dialgico y vivencial dependiente de la experienck del espectador. Sin embargo, este espacio estaba concebido predominantemente en trminos fenomenolgicos y dejaba de lado toda reflexin ideolgica o poltica sobre la experiencia y sobre el espacio expositivo mismo que entraban en juego. Contemporneamente, artistas como Hans Haacke c Fred Wilson introduciran en su obra una reflexin sobre el contenido simblico y poltico del espacio de la galera y sobre la institucin artstica en si conjunto, pero de algn modo, seguan vinculados tanto espacial come temticamente a una reflexin metaartstica que pareca expandir la tenden cia del mundo del arte a pensarse a s mismo ms que a disolver sus lmites1 2

En su ensayo sobre el caso TiltedArc, Douglas Crimp, editor de la revist; October durante muchos aos, activista poltico en el frente del SIDA y agude crtico de la institucin artstica en general, narra con la vivacidad de un testi go directo las desventuras de la vanguardia estadounidense en su bsqueda de campo expandido descrito por Krauss. Crimp nos describe el rosario de fraca sos experimentados por el incansable Richard Serra en su enfrentamientc involuntario con las instituciones pblicas y privadas que controlaban el espa ci pblico donde quera instalar unas obras en principio concebidas para e mismo. El inters del texto de Crimp radica, entre otras cosas, en que parte de compromiso del autor con la radicalidad del debate modernista definalesdi los 60 -comienza recordando su excitacin al visitar una exposicin mnima celebrada en un garaje del SoHo en 1968- y en su sincera reflexin -desdi dentro- acerca de las fallas estructurales que separan la experimentacin arts1

Rosalind Krauss, "La escultura en el campo expandido", en La Posmodernidad, H Foster (ed.), Kairs, Barcelona, 1985, pp. 59-75. Miwon Kwon, "One Place After Another. Notes on Site Specificity", en October, n 80, primavera 1997, pp. 85-111.2

tica sobre el espacio de las fuerzas reales que lo controlan y tiranizan fuera de los lmites conceptuales del modernismo y de los muros de la galera. En su descripcin, Serra aparece como una vctima tanto de su propio idealismo e ingenuidad como de la mala salud de un espacio pblico usurpado, demonizado y utilizado con fines privados o estatales. Crimp reconoce que la crtica a la fetichizacin de la obra y la mercantilizacin del arte implcita en la especificidad espacial de la obra de Serra estaba limitada en su raz pues, segn las palabras de Daniel Burn que cita, "si hay un desafo posible no puede ser en el mbito de lo formal, sino en de la base, en el nivel del arte y no en el nivel de las formas dadas al arte". Pero incluso a pesar de esos lmites, Crimp ve en Serra la voluntad de realizar un arte pblico pertinente, aqul conectado con los modos de produccin locales -describe a este respecto el caso de Terminal, en la ciudad acerera de Bochum en Alemania-. Segn Crimp, sus fracasos sucesivos no eran tanto consecuencia de los errores estructurales en la estrategia del artista, como de la degradacin del espacio pblico mismo que hace imposible la recepcin positiva de su obra. El compromiso ltimo con el ethos y la lgica del Modernismo, del que el autor se siente biogrficamente partcipe, le lleva a reconocer el valor -la especificidad poltica- de la obra de Serra a pesar de, o incluso gracias a, su vulnerabilidad frente a las instituciones pblicas y privadas que pretenden boicotearla. Sin embargo, la especificidad poltica de la tradicin vanguardista estadounidense a la que alude Crimp al final de su ensayo no deja de ser coyuntural, consecuencia de una reaccin no prevista por el artista, quien, no debemos olvidar, haba concebido su obra dentro de unos presupuestos en los que la especificidad era ms un detonante esttico que un compromiso con la dimensin poltica del espacio. Si bien Serra se aleja de la concepcin meramente paisajstica del espacio que predomina en el land art contemporneo y pretende desbordar con su obra los lmites y constreimientos de los espacios respectivos del arte y de la vida, su actitud no deja de tener altos ingredientes de mesianismo y de elitismo formal y conceptual que revelan su compromiso con los principios del modernismo greenbergiano: el artista como hroe, el arte de vanguardia como ltimo reducto de la cultura y la reflexin sobre el propio medio (en este caso el espacio) encaminada a alcanzar niveles cada vez ms altos de abstraccin, como lgica de la produccin artstica. El arte de los 90 parece aprender la leccin e intenta salir del cul-de-sac al que haba llegado la reflexin modernista sobre el espacio en Tilted Are mediante la absorcin del debate que sobre el tema se est produciendo en130

campos como la antropologa cultural o la teora postcolonial. La obra d autores como Pierre Bourdieu o Homi Bhabha demuestran las posibilidade de la aplicacin del paradigma espacialista a la interpretacin de las relacio nes humanas . Su aproximacin metafrica al concepto de espacio les pe mite saltar del mbito de la literatura y el arte al de la interaccin social con creta y viceversa, en tanto productos culturales dotados de idntico nivel d realidad. Ms atrado por el funcionamiento inexorable de los mecanismo de representacin social Pierre Bourdieu, y ms atento a las nuevas y mlti pies formas hbridas surgidas en la poca postcolonial Homi Bhabha, ambo tienden a considerar el espacio como una construccin cultural y la cultur como una conglomerado de relaciones espaciales, generndose una espiral e la que ambos trminos se solapan y acaban confundindose. La materialida y "entidad espacial" de la cultura que defienden estos autores, frente a 1 prioridad descrita por el marxismo clsico de una hipottica "realidad social de la que sta solo sera un epifenmeno, es algo difcil de negar hoy en di cuando sentimos ms que nunca el poder de las representaciones en la con figuracin de la vida cotidiana. Es ms, una separacin drstica entre lo re y sus representaciones sera epistemolgicamente dbil y polticamente ine fectiva. Sin embargo, la consideracin de la cultura como una entidad omn: potente y autnoma, generadora de sus propias reglas y coordenadas esps ciales, que acabe desplazando indefinidamente el anlisis de las "condicionemateriales de la existencia", lleva frecuentemente, como apunta en su text sobre las fronteras Florian Schneider, a conclusiones apocalpticas o sancic nadoras de la visifi dominante, que funcionan como anteojeras en la b< queda de una posible salida del impasse.3

En el captulo anterior vimos cmo Hal Foster descubra los lmites peligros implcitos en la adopcin masiva por el debate artstico contempe raneo de los presupuestos de la nueva antropologa cultural en sustitucin d la lgica del Modernismo, cuya consistencia metodolgica y autonoma cr tica Foster parece echar de menos . El nuevo artista etngrafo es una especi de cartgrafo que traslada sobre el papel el espacio/cultura del "otro" seg las coordenadas de la nueva teora social, convirtindose la galera o sala d exposiciones en una verdadera sala de mapas en donde se despliega la ep dermis cultural de aquel "otro" ante la mirada, entre curiosa y culpable, d < espectador occidental. Estamos de acuerdo con Foster en que la espacializ; cin de la cultura que reflejan estas cartografas vuelve a cosificar y fijar