Gaceta del Centenario nº 46

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  • 8/6/2019 Gaceta del Centenario n 46

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    COVALEDA 2002: ENRIQUE SOTOMAYORO UNA OCASIN PERDIDA

    Por Luis Fernando de la Sota

    Caa con fuerza un sol de justicia, propio de lo ltimos das de Junio en el raso de la Nava.

    Por eso se agradeci la sombra bienhechora de los pinos bajo los cuales omos la Santa Misa y mas tarde elcobijo del sombrajo del comedor del campamento de Covaleda.

    Covaleda. Resultaba increble la buena conservacin actual de los monolitos, en otro momento derribados,de la Capilla, tantas veces profanada por vndalos ignorantes, y la gracia del arco central de su puerta.

    Poco antes, tras el acto de izar banderas, un grupo de miembros de Plataforma 2003, algunos con sus viejosuniformes juveniles, Luis Teigell cubierto de medallas, haban rendido homenaje al Frente de Juventudes ya los voluntarios de la Divisin azul, en la figura del que fue Secretario General del SEU EnriqueSotomayor, muerto en Rusia en 1942.

    No lo puedo remediar, pero cuando oigo este nombre siempre repito mentalmente la misma frase:Sotomayor o una ocasin perdida.

    Mario Tecglen nos presentaba, con frases entrecortadas por la emocin, el librito que recoge la biografa yalgunos discursos y cartas de aquel muchacho de veintids aos que tuvo una inspiracin genial, y seconoce que prematura, y que fue a enterrar sus ilusiones y su ardor combativo en las heladas estepas rusas,muriendo como un hroe, recibiendo, a ttulo pstumo, una medalla militar individual.

    Mientras escuchaba a Mario me venan a la imaginacin las frases que escrib recientemente para elprlogo del libro de Manolo Parra , Juventudes de vida espaola , referidas a este joven seuista.

    Enrique Sotomayor y Jos Miguel Guitarte, tuvieron la idea, generosa, audaz y revolucionaria de crear un

    gran frente de juventudes donde se encuadraran los jvenes espaoles sin distincin de bando, que fueracapaz de canalizar el entusiasmo, la ilusin y la entrega demostrada en la lucha combatiente y querecogiendo lo mejor de cada uno, en un encuentro histrico, los hermanara en una tarea revolucionaria depaz, de construccin de una Espaa solidaria y armnica, que uniera en un proyecto comn a todos losespaoles.

    Porque yo no s si todos los que estbamos all, y los que se quedaron en casa, y los cientos de miles deespaoles que pasaron por el Frente de Juventudes, y por supuesto los millones de espaoles que nunca hanodo hablar de Enrique Sotomayor, tenemos autntica conciencia de lo que bulla en la cabeza de aquel

    joven, casi nio, en aquellos aos del final de la guerra y primeros de la posguerra.

    Que a alguien se le ocurriera en aquellos momentos, con las heridas abiertas por la confrontacin, con losrescoldos humeantes todava de la guerra, el hermanar a todos los jvenes espaoles en una atarea comn,sin distinciones, enterrando las dos Espaas que haban helado el corazn a tantos compatriotas nuestros,

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    como cantara dolorido Machado, es una actitud de tal magnitud, de tanto alcance poltico y de tantagenerosidad que s-olo se le poda ocurrir a un joven catlico, espaol y falangista.

    No hay en los escritos y en los discursos de Sotomayor ni una palabra de odio o de revancha, desde Espaao desde Rusia; slo amor e ilusin sin lmites.

    Pero aquello era demasiado hermoso para hacerse realidad. Cuando Enrique Sotomayor se refiere a losenemigos, parece referirse ms a los que tiene cerca o dentro, que a otros ms lejanos. No le entendieron, nilos suyos ni sus adversarios. Como tampoco entendieron a Jos Antonio la izquierda ni la derecha de sutiempo.

    Entornando un poco los ojos, no resultaba difcil volver a recrear aquella campa, repleta de las blancaslonas de las tiendas de campaa, las perfectas formaciones de las centurias, las caras conocidas, lasolvidadas o las desaparecidas, y recordar que all, s se intent hacer realidad los sueos de Sotomayor. All aprendimos, y despus enseamos, a cantar himnos y canciones revolucionarias de amor y de paz, acompartir, a hermanar, a formar un ejrcito juvenil, un frente de paz, que tampoco fue entendido, en suautntica dimensin, por quien poda y deba hacerlo y que incluso molestaba y preocupaba endeterminados crculos del poder.

    La idea y el testimonio de Enrique Sotomayor sigue indita, audaz, generosa, e incomprendida, inclusorechazada, por muchos de los que debieran ser sus seguidores y discpulos.

    Y la posibilidad histrica de cerrar en firme la fractura de la sociedad espaola que an hoy, 70 aos mstarde, sigue dividiendo a los espaoles en dos bandos irreconciliables.