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la gaceta del patriota Suscribite a la gaceta enviando un mail a [email protected] Diseño e impresión. Coop. Gráfica del Pueblo 24.01.15 Proyecto Comunidad 50 genea- logía del 18f crónica de una marcha anunciada La historia reciente demuestra que no todo mensaje opositor diseminado por los pulpos mediáticos tiene efectividad para generar una movilización de masas. Sobran los ejemplos, quizás el de la Ley de Medios sea el más famoso pero también la convocatoria a defender al juez Campagnoli, en el que el discurso opositor no logró movilizar a cientos de miles. Como el 18F muestra el ejemplo contrario, es necesario observar cuál fue el mecanismo interpelador que re- sultó efectivo. Sobre todo, tomando en cuenta que nos encontramos ante una avanzada opositora que busca judicializar la política a toda costa. ¿A quiénes convocó el 18F?, ¿quié- nes se sintieron interpelados? Su carácter masivo y de alcance nacional es indudable. También el componente social, nutrido de distintas fracciones de la clase media, que burdamente pode- mos definir como alta y media a secas. Si bien sus consignas se centraban en el homenaje y reclamo de justicia para el caso Nisman, las figuras convocantes -un puñado de fiscales y jueces archiopositores al gobierno nacional- demostraron un posi- cionamiento político claramente opositor. Tampoco se debe obviar la presencia minoritaria de reconocidos golpistas -como Vicente Massot o como la mujer de Rafael Videla- y defensores de desaparecedores, violadores y secuestradores de adultos y niños, como Cecilia Pando 1 . Masivo, nutrido por distintas fracciones de la clase media y claramente opositor. Con presencia, minoritaria pero no me- nos importante, de lo más rancio de la ultraderecha golpista y genocida. Pasemos ahora a observar su génesis. Primer nivel, el impacto de la denuncia y el pedido de indagatoria presentado por Nisman contra la Presidenta y distintos funcionarios. Segundo, la aparición del cuerpo del fiscal sin vida y la consi- guiente conmoción potenciada por el espectro mediático opositor. En ambos casos, lo que se amplió y realimentó fue el manto de sospecha y el desprestigio

La Gaceta del Patriota N°50

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-Genealogía del 18F: crónica de una marcha anunciada -Efectos colaterales: una cantata al golpe blando -Brasil: estratos de un juicio político -Venezuela: continuidad de los golpes -Soberanía latinoamericana: el fin de la custodia imperial

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l a g a c e t adel patriota

Suscribite a la gaceta enviando un mail a i n f o @ c a f e d e l o s p a t r i o t a s . c o m . a rDiseño e impresión. Coop. Gráfica del Pueblo 24.01 .15

P r oye c t o Comunidad

50

genea-logía del 18f crónica de una marcha anunciadaLa historia reciente demuestra que no todo mensaje opositor diseminado por los pulpos mediáticos tiene efectividad para generar una movilización de masas. Sobran los ejemplos, quizás el de la Ley de Medios sea el más famoso pero también la convocatoria a defender al juez Campagnoli, en el que el discurso opositor no logró movilizar a cientos de miles. Como el 18F muestra el ejemplo contrario, es necesario observar cuál fue el mecanismo interpelador que re-sultó efectivo. Sobre todo, tomando en cuenta que nos encontramos ante una avanzada opositora que busca judicializar la política a toda costa.

¿A quiénes convocó el 18F?, ¿quié-nes se sintieron interpelados?

Su carácter masivo y de alcance nacional es indudable. También el componente social, nutrido de distintas fracciones de la clase media, que burdamente pode-mos definir como alta y media a secas. Si bien sus consignas se centraban en el homenaje y reclamo de justicia para el caso Nisman, las figuras convocantes -un puñado de fiscales y jueces archiopositores al gobierno nacional- demostraron un posi-cionamiento político claramente opositor. Tampoco se debe obviar la presencia minoritaria de reconocidos golpistas -como Vicente Massot o como la mujer de Rafael Videla- y defensores

de desaparecedores, violadores y secuestradores de adultos y niños, como Cecilia Pando

1.

Masivo, nutrido por distintas fracciones de la clase media y claramente opositor. Con presencia, minoritaria pero no me-nos importante, de lo más rancio de la ultraderecha golpista y genocida.

Pasemos ahora a observar su génesis. Primer nivel, el impacto de la denuncia y el pedido de indagatoria presentado por Nisman contra la Presidenta y distintos funcionarios. Segundo, la aparición del cuerpo del fiscal sin vida y la consi-guiente conmoción potenciada por el espectro mediático opositor. En ambos casos, lo que se amplió y realimentó fue el manto de sospecha y el desprestigio

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50de la figura presidencial, que ya venía en alza desde meses atrás. Si hasta ese momento la estrategia había consistido en “salpicar” a la Presidenta acusando a sus figuras más cercanas en términos institucionales -el vicepresidente- y también familiares -su hijo-, ahora los cañones apuntaban directamente a la cabeza del gobierno y a la referente máxima del kirchnerismo.

Pero lo más importante de la estrategia multimedial oposito-ra fue pararse -a medida que

pasaban los días- en el lugar del fiscal que investiga la muerte. Esto coronó su estrategia de ju-dicializar la política, desplazando las discusiones más interesan-tes de la campaña presidencial por su trillado discurso ultrali-beral y republicanista. Con cada amanecer, fue el Grupo Clarín -y no los comunicados posteriores de la Fiscal Fein- quien dio la pri-micia sobre testigos, escuchas, declaraciones, medidas judi-ciales, nuevas hipótesis, etc.2. Desde una fiscalía a todas luces

filtrada por el multimedios, la tarea de Fein se abocó no solo a investigar sino también a responder las afirmaciones y datos aportados por Clarín. Claro que si el multimedios tomó el rol de fiscal, a quien acusaba era al gobierno, que en los días anteriores a la marcha reforzó su posición defensiva. Lo problemático de estos posicionamien-tos es que en última instancia el fiscal “virtual” se embanderó como garante de justicia, mientras colocaba al gobier-no en el lugar de acusado, primero de no garantizar que la investigación se lleve a cabo en forma clara y transparente, y segundo de ser el posible autor del asesinato.

Si el razonable cuestionamiento a la denuncia, acompañado por el propio juez de la causa AMIA y por otros actores cercanos a la acusación como un ex jefe de la Interpol, no se constituyó en un escollo para el gobierno, la muerte de Nisman cambiaría completamente el escenario. Desde ese hecho, los medios opositores amplificaron -muchas veces con datos infundados- la idea de que el fiscal había sido asesinado o muerto por “suicidio inducido”, y que la investigación estaba sembrada de sospechosas irregularida-des. El mensaje era claro y se reprodujo por todo el mundo: el fiscal que acusó a la Presidenta apareció muerto y la in-vestigación sobre su muerte es confusa.

Del lado del gobierno, el primer posicio-namiento fue similar -defendiéndose con una ofensiva- al que se tuvo con la

denuncia. La Presidenta publicó una car-ta en la que acordó con la hipótesis del suicidio que llevaba adelante Fein, tras las primeras medidas de prueba, aunque no descartó -con signos de pregunta alrededor de la palabra suicidio- que pu-diera tratarse de otra cosa. El gobierno acusaba a los encubridores de la AMIA de querer hacer un segundo encubrimiento, pero esta vez con la pista falsa que unía a la Presidenta con los iraníes.

Tres días después, y tras conocerse el texto completo de la denuncia, en una segunda carta se descartaba la idea del suicidio, y se indicaba que el móvil del asesinato serían las endebles pruebas que contenía la denuncia del fiscal. El hecho político contra el gobierno no era la denuncia sino la muerte del fiscal. Hasta el propio diario La Nación reconoció las deficiencias jurídicas de la denuncia en una nota titulada “Según juristas a la acusación de Nisman le costará probar el delito”

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Cuatro días después, la Presidenta daría un mensaje por cadena nacional donde reafirmaría la hipótesis de su segunda

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carta, pero esta vez sumando más dudas sobre Lagomarsino, vinculado al Grupo Clarín por su hermano, gerente de informática del multimedio.

En paralelo, la oposición mediática pasa-ría a la ofensiva, ahora sí posicionándose como un virtual fiscal, deslegitimando el trabajo de Fein y montando un manto de sospecha cada vez mayor sobre la investigación. En esa estrategia, su carta fuerte sería la ex mujer del fiscal, la jueza Arroyo Salgado, quien se pre-sentaría como querellante y aportaría sus propios peritos afirmando que descartaba el suicidio y no confiaba en el trabajo de Fein.

Entre el anuncio de la marcha -6/2- y su concreción -18/2-, aparecen, llamativamente, ele-mentos que refuerzan la posi-ción acusadora del multimedios. Arroyo Salgado no solo vuelve a cuestionar el trabajo de Fein, sino que da una conferencia en el Congreso -junto a la oposi-ción- donde pide la presencia

de un veedor de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dependiente de la OEA. Un día después, el fiscal Gerardo Pollicita da curso a la denuncia de Nisman y pide la imputación de Cristina Kirchner y el resto

de los acusados. El nuevo titular que recorre el mundo es: “impu-tan a la Presidenta argentina por encubrir la responsabilidad iraní en el atentado a la AMIA”. Por si algo faltaba, el día anterior a la marcha aparece una testigo -que pri-mero declara ante Clarín y luego ante la Justicia- que afirma haber visto todo tipo de irregularidades en el departa-mento del fiscal horas después de su muerte. Cuando concurre a la justicia omite sus dichos a los medios. El daño ya estaba hecho.

En ese lapso, el gobierno pasa definitivamente a una posición defensiva. El hecho que mejor demuestra este posicionamien-

to es la conferencia de prensa donde el Jefe de Gabinete rompe un ejemplar de Clarín que afirmaba -falsamente- que Nis-man había pedido la detención de la Presidenta. También Fein pierde la iniciativa y termina teniendo que ocupar cada vez más tiempo en defender su trabajo que en avanzar con la investigación. En paralelo, la respuesta del gobierno al 18F fue mantener su agenda inalterable, a la vez que sus principales voceros pusieron en duda los verdaderos motivos de la manifestación y la credibilidad de sus organizadores. Postulándola como parte de un golpe blando o un intento desestabilizador, el gobierno buscó herir la legitimidad de la convocatoria. Si bien en la propia oposición se abrió alguna brecha -Carrió afirmó que no concurri-ría a una marcha con los fiscales que frenaron la causa AMIA, Bonfatti tam-poco fue-, la puesta en duda de la legi-timidad de los organizadores y el motivo de la marcha no solo no le restaron convocatoria sino que la potenciaron. El discurso opositor se recicló y postuló la idea de que se marchaba por Nisman y con los fiscales para que la “gente” pudiera hacerles sentir su apoyo contra la “impunidad del poder”.

Queda claro que una porción no menor de la clase media, y más allá de un posicionamiento anti kirchnerista que seguramente precede al caso Nisman, se sintió interpelada e identificada con la posición de Clarín y la oposición. El “yo acuso” trajo consigo, campaña mediática de por medio, el impulso para

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efectos colate-rales del 18funa cantata al golpe blandoCon admirable rapidez, la oposición y la corporación judicial profundizaron su avanzada contra el gobierno a horas de terminado el 18F. La lista es extensa, pero entre los expositores del golpe blando ya se destacan la diputada Laura Alonso (PRO) y el historiador Luis Alberto Romero. Por el lado de la corporación judicial, la Cámara Federal confirmó el procesamiento del vicepresidente y rechazó la recusación contra el juez Bonadío en la causa Hotesur.

A horas de la marcha, a la que calificó como un “mensaje a las instituciones de la democracia”,

la diputada Alonso sostuvo que si bien no pedirá el juicio político contra la Presidenta, esa posibi-lidad está en estudio en la opo-sición. Según sus declaraciones, la concreción, o no, de este pe-dido depende “de cómo avance el fiscal Pollicita y el juez Rafecas, pero la posibilidad existe”.

Si bien la oposición no tiene mayoría en la comisión de juicio político de la Cámara de Diputados, donde se inicia el trámite de estos pedidos, el solo hecho de que sobre un presidente pueda pesar una acusación de este tipo se constituye en un acto político. El caso de Dilma Rousseff, desarrollado en la nota siguiente de este mismo número, puede servir para entender de qué tipo de impacto estamos hablando, aún cuando el juicio no se concrete en términos ins-titucionales. También los nueve pedidos de juicio político contra el vicepresidente Amado Boudou demuestran que el pro-ceso que inician estas presentaciones obliga a que la comisión se reúna, y que por lo tanto se genere un efecto público evidente.

En la misma sintonía, el historiador estrella del diario La Nación, afirmó en TN: “Hay una imagen que a mí no se me termina de hacer creíble que es la

50ocupar la calle. El “homenaje” a Nisman fue también una forma de impugnar su polémico rol en la causa AMIA y sus lazos indudables con la CIA y el Mossad. El abstracto pedido de justicia encabezado por los propios funcionarios judiciales tiene sentido -claro está, para sus promotores- si se entiende que en este caso es el acusado -el gobierno- quien debe garantizar las condiciones para que la justicia pueda obtener resultados claros y transparentes.

A todas luces, el efecto político de toda la operación Nisman, y principalmente de judicializar la política y correr el eje de las discusiones de campaña, consis-tió en fortalecer al candidato más derechista del espectro. Aún cuando el mismo se encuen-tra procesado por espiar a los familiares del atentado a la AMIA.

1 Si este factor restaba legitimidad a la marcha, habría que preguntarse qué otros factores anularon este efecto negativo.

2 De hecho, algunos testigos como Natalia Fernandez declararon primero ante Clarín y luego ante la justicia.

3 http://www.lanacion.com.ar/1763182-segun-juristas-a-la-acusacion-de-nisman-le-costara-probar-el-delito

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Presidenta colocándole la banda a un sucesor”. Para argumentar esta idea sostuvo que no ve condiciones para que exista “una normal transmisión del man-do”, aunque “si llegamos a las urnas va a estar todo bien”.

Mientras estos mensajes cir-culaban por las pantallas del multimedios, la corporación judicial hacía de las suyas. En una sola tarde, la Sala 1 de la Cámara Federal confirmó el procesamiento del vicepresiden-te en la causa Ciccone y rechazó la recusación del juez Bonadío en la causa Hotesur. En este último caso, llama poderosamente la atención que, en diciembre, la misma Cámara acusó a Bonadío de violar el derecho a defensa por negarle a una de las partes -el abogado de la titular de Ho-tesur, sobrina de la Presidenta- tomar vista del expediente. Esa orden fue firmada por dos de los tres camaristas que ahora se niegan a recusar a Bonadío, que ya acumula diez pedidos de juicio político en el Consejo de la Magistratura.El pedido de recusación se basaba en que el juez se había dedicado a investigar los movimientos económicos de Hotesur, cuando el motivo de la denuncia de la diputada Stolbizer eran las posibles irregularidades de la empresa ante la Inspección General de Justicia. A su vez, también se refería a la imparcialidad del juez que cada vez que un expediente en su contra avanzaba en el Consejo de la Magistratura, ordenaba medidas de prueba de impacto público -como el

allanamiento a las oficinas de Hotesur- con el fin de extorsionar al acusado en la causa.

Claro que Bonadío, que fue parte de la famosa servilleta de Corach, también conduce la causa contra Boudou donde se lo acusa de falsificar documentos de uno de sus autos. En esa causa, también evitó ser recusado por obra y gracia de la misma Cámara Federal. Acto si-guiente, cerró la etapa de instrucción, ordenando que se realice el sorteo del tribunal que realizará el juicio oral y público contra el Vicepresidente.

Claro que tampoco carece de aliados dentro del Consejo de la Magistratura, donde el kirchnerismo no logró la mayo-ría necesaria para avanzar en su jury. Por fuera de ese organismo, mantiene estrechos vínculos con la Policía Me-tropolitana -fuerza que llevó adelante el allanamiento a Hotesur- y con el precandidato presidencial del Frente Renovador, Sergio Massa.

brasil estratos de un jucio po-líticoEn los meses anteriores a la realización del mundial de fútbol 2014 en Brasil, el clima de calle no era el más amable para el gobierno del P.T. Multitudinarias marchas en protesta por el estado de los servicios públicos se registraban en prácticamente todo el territorio nacional.

Sobre ese clima social, la oposición a Dilma empezó a crear una corriente de opinión pública contra el gobierno, teniendo como ariete los casos de corrupción en la empresa estatal de petróleo (Petrobras). Su puesta en escena más rutilante fue la marcha que en San Pablo movilizó la derecha, el 15 de noviembre de 2014, pidiendo la desti-tución de la Presidenta. Esta marcha opositora, cuya composición social, lejos de la transversalidad de las protestas anteriores, que eran una mezcla de bronca por los malos servicios públicos, el precio del transporte y el despilfarro del Estado para “poner en valor el país” para la copa del mundo, se trataba de la expresión de las clases medias refrac-tarias a todo lo que venga del P.T.; clases que a falta de una clara ideología se aferran, como náufrago a un madero, del tema de la corrupción.

La corrupción como centro del discurso político había demostrado su eficacia cuando Collor de Mello, quien asumiera la

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50siblemente como bandera de la oposición para ganar la elección presidencial. Surge, entonces, la figura de Marina Silva, quien era candidata a la vicepresiden-cia en la fórmula del P.S.B. que encabezaba Eduardo Campos, gobernador de Pernambuco y ex miembro del gabinete de Lula. Al morir Campos en un accidente aéreo, Silva quedó al frente de la fórmula.Su campaña presidencial, fue mostrada por los medios como la épica de una novela: la pobre chica que tiene que ponerse al frente de una empresa después de la luctuosa desaparición de su mentor. Pero ni el relato heroico, ni las infladas encuestas que anunciaban un final de fotografía pudieron con la realidad. Brasil sí tuvo su balotaje, pero la presidencia se diputó entre Dilma y el socialdemócrata Aecio Neves, con un margen ajustado de 51,64% a favor del PT contra el 48,36% para Neves.

Frente a este resultado y al complejo panorama económico, los grupos de poder seguramente se plantearon: no lo logramos al final del primer mandato, que sea a principios del segundo.

La maquinaria para desplazar a Dilma está en marcha, no como decíamos al principio de la nota, montando manifestaciones de la derecha paulista, sino llevando el juego al terreno de lo político-jurídico. El abogado José de Oliveira Costa, estrechamente relacionado con Fernando Enrique Cardozo, quien ocupa-ra la presidencia antes de Lula, ha soli-citado en los primeros días de febrero

el “impeachment”-juicio político- para la Presidenta. Por ahora la correlación de fuerzas demuestra que este pedido no puede prosperar. Basta con leer las de-claraciones que el 13 de febrero diera el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha (Partido del Movimiento Democrático Brasileño, PMDB): “Existe una diferencia muy grande entre tener diferencias y actuar con independencia. El gobierno está electo legítimamente. No es posible tener un proceso de juicio político al inicio de un mandato”.

presidencia en 1990, tuvo que enfrentar una moción de censura de parte del Congreso, un 29 de setiembre de 1992.Tras ser acusado por manejo discre-cional de los fondos de campaña en su propio beneficio, fue apartado del cargo y a los 180 días de iniciado el proceso presentó su dimisión.

Lejos de pertenecer al campo del progresismo, Color de Mello respondía al modelo del político - empresario con discurso populista y amigo del espectá-culo. Un típico modelo 1989, tan de moda en la década donde el neoliberalismo se desató sobre nuestro continente.

Actualmente los grandes grupos mediáticos son las torres de perfo-ración que buscan, napa tras napa, de lo hecho durante el gobierno del P.T. para encontrar el yacimiento que termine con la experiencia del gobierno popular de la peor manera posible.

Las marcas tectónicas se pueden ver claramente: en el 2005, el escándalo del “mensalao”; nombre que un diputado de oposición le dio a este episodio en referencia al concepto de mensualidad. Para entender el tenor de la denuncia podemos compararlo con el famoso caso de la “Banelco” en Argentina, es decir sobornar a miembros del Poder Legislativo para orientar su voto. En Brasil, esta denuncia no llegó a tomar la fuerza necesaria para producir daños significativos en el gobierno.

El escándalo en Petrobras du-rante marzo de 2014 parecería ser la tan preciada veta; no para el juicio político, pero po-

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venezue-lacontinuidad de los golpesEmpecemos por el final. Vene-zuela, 19 de febrero de 2015, por órdenes de la fiscalía es detenido el alcalde de Caracas: Antonio Ledezma, acusado de estar implicado en el reciente intento de golpe del 12 de fe-brero, conocido como Operación Jericó. Esta consistía en bom-bardear blancos estratégicos de la capital, generando un cli-ma de caos para forzar la salida del presidente Nicolás Maduro. Gracias a los aceitados reflejos de la inteligencia bolivariana, la misma pudo ser conjurada rápi-damente.La presencia de este personaje la po-demos encontrar en cada intentona golpista desde 1999 al día de hoy con asistencia sarmientina.

Ledezma pertenece al viejo partido AD (Acción Democrática), que junto con COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente) gobernaron Venezuela alternándose en el poder y distribuyéndose cargos fruto del pacto de gobernabilidad “Punto Fijo”.

Este modo de gobernar entra en crisis con el caracazo -27 de febrero del 1989 -y termina por hacerse trizas con la

irrupción de la Revolución Bolivariana, a punto tal que la primera acción disrup-tiva con el viejo orden es una profunda reforma constitucional.

De ahí en adelante esta casta política, de la cual Antonio Ledezma es sin duda una figura arquetípica, ha echado mano de cuanta herramienta pudiera implementar para poder retornar al viejo orden. Desde el desconocimiento de la Constitución y la denuncia de fraude en cada una de las elecciones que se presentaron hasta la no presentación a elecciones por temor al fraude. De más está decir que las elecciones vene-zolanas han sido las más monitoreadas por organismo internacional existente: desde la OEA, miembros del parlamento europeo, veedores latinoamericanos y hasta el mismísimo Centro Cárter. Por lo tanto, las denuncias de la oposición nunca fueron tomadas en serio, sobre todo por la abrumadora mayoría con la que el chavismo ganaba los procesos electorales.

También recurrió al referendo revo-

catorio, instancia de control popular plasmado en la “odiada Constitución chavista”. Referendo que se convirtió en confirmatorio del mandato de Chávez.

Después vinieron los sabotajes, el lockout patronal, el golpe de 2002, que tan solo en dos días fue barrido por el pueblo bolivariano. Todo esto matizado por un poder mediático que no se cansaba de denunciar en sus pantallas y titulares catastró-ficos la falta de libertad de prensa.

Las guarimbas y los movimientos estudiantiles, fueron parte central en los últimos tiempos de la estrategia destituyente.

Entre la dirigencia estudiantil se des-taca Leopoldo López, detenido por su responsabilidad en las muertes que pro-vocaron las guarimbas por él alentadas contra el gobierno de Maduro durante el 2014.

No olvidemos a Henrique Capriles, can-didato derrotado en las presidenciales, y actual gobernador del Estado de Mi-

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50randa, quien se tomó un buen tiempo en reconocer al gobierno electo desatando manifestaciones violentas en las zonas más pudientes de Caracas.

Podríamos decir que en la conducta de estos tres personajes se ejemplifica la lógica del golpe permanente, sin duda insostenible sin el apoyo político y financiero de la embajada de EEUU. Lo que desde la Casa Blanca se mani-fiesta a través de la negación de visas a funcionarios y de veladas amenazas de sanciones, reforzando el marco de deslegitimación que impulsa la derecha endógena.

Debemos esperar en los días por venir, marchas y manifesta-ciones en nombre de los “márti-res del régimen“: Leopoldo López y Antonio Ledezma. Que no nos extrañe si las mismas son enca-bezadas por autoridades elec-tas de la oposición, empezando por el Gobernador Capriles.

sobera-nía lati-noame-ricanael fin de la custodia im-perial“Sudamérica no puede tolerar bajo ningún aspecto que los gobiernos elegidos democráti-camente se vean presionados y amenazados por sectores que no quieren perder privilegios y prebendas” Néstor Kirchner Durante más de 50 años, desde la fun-dación de la OEA hasta la conformación de UNASUR, el imperio se arrogó la cus-todia de la democracia en Latinoamérica con organismos supranacionales por él hegemonizados; los mismos estuvieron al servicio de sus intereses geopolíticos, más que como garantes de los derechos civiles.

Con el nuevo mapa que se formara tras la llegada de los gobiernos popu-lares, la custodia de los valores de la democracia dejó de descansar en los organismos de control imperial. Nues-tros propios espacios de mediación se

convirtieron en verdaderos custodios de la soberanía latinoamericana.

La conducta de la OEA y su carácter imperial se manifestó tempranamente con la expulsión de Cuba del organismo, frente a la inmensa presión que EE.UU. impuso al resto de sus miembros. En su lógica de guerra fría, todo régimen que asomara como parte de la amenaza comunista era rápidamente aislado. Las dictaduras militares instaladas por el imperio, que gobernaron en buena parte del continente, si bien recibieron condenas por la violación de los dere-chos humanos, nunca fueron pasibles de expulsión, constituyendo esto una legitimación de las mismas frente a la comunidad internacional.

Lo más cercano a la expulsión de un Estado-miembro, fueron las presiones ejercidas por la OEA en 1991 para la restitución en el gobierno de Jean-Bertrand Aristide a la presidencia de Haití. Tuvimos que esperar a la presencia de los cancilleres de los nuevos gobiernos progresistas, quienes invocando la CARTA DEMOCRÁTICA INTERAMERICANA, firmada en 2001, expulsaron en 2009 a Honduras para obligar la restitución del gobierno de Zelaya, objetivo que no pudo concre-tarse.

La UNASUR, a diferencia de la OEA, es el resultado de la voluntad de los paí-ses miembros de consolidar la unidad latinoamericana en lo económico, en lo político y en lo social.

La eficacia de esta instancia internacional se probó en su rol

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de garante de diferentes pro-cesos electorales. También en la mediación durante la presi-dencia “protempore” de Néstor Kirchner entre Colombia y Vene-zuela, cuando estas dos naciones se encontraban prácticamente al borde de la guerra. Fue, del mismo modo, UNASUR la que llevó adelante el informe de la masacre de Pando, parte de los hechos de violen-cia contra el gobierno de Evo Morales, generados en los departamentos bajo el gobierno de la oposición.

En 2010 un levantamiento policial en Quito, Guayaquil y otras ciudades, con el pretexto de oponerse al veto pre-sidencial a modificaciones de la ley de servicios públicos, desembocó en el se-cuestro del presidente Correa en manos de los sediciosos. La inmediata condena a los hechos y la rápida reacción del organismo que convocó a cesión urgente en Buenos Aires, con la presencia de los presidentes de Bolivia, Chile, Perú, Uru-guay y los cancilleres de Brasil y Para-guay, logró que el gobierno de Ecuador fuera restablecido. “Esta reunión debió haber sido convocada por el presidente de Ecuador, pero ante su ausencia fue convocada en forma obligada por todos los presidentes de la Unasur”, fueron las palabras de la Presidenta Kirchner.

Sin embargo la experiencia histórica demuestra que en los países que más tardíamente ingresaron al proceso de unidad latinoamericana, y donde el im-perio mantiene una presencia militar y política ominosa, las instancias interna-cionales no alcanzan, como lo manifies-tan los casos de Honduras y Paraguay.

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