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Leonardo da Vinci - Su Multiforme Sabiduría Ciclo de conferencias organizado ei-, el Po raninfo de lo Universidad de Montevideo, por lo Facultad de Ingeniería y Romos Anexos Tercero Conferencio. - 15 de octubre de 1952 Por el Profesor Ad-Honorem In;¡eniero FEDERICO E. CAPURRO He de agradecer ante todo, la distinción con que se me ha honrado al invitanne a improvisar esta conferencia. Traté de decli- nar tan alto honor, pero las finas y gene- rosas palabras del señor Decano de la Facul- tad de Ingeniería, Ing. Carlos E. Berta, me determinaron a desistir de mi primera y ra- zonable reacción. Asimismo agradezco al señor Rector de la Universidad,. Arq. Leopoldo Agorio, las ex- presiones muy amables y singularmente apre- ciadas, que, en ocasión de la apertura de este ciclo de actos en homenaje a Leonardo da Vinci, tuvo a bien pronunciar para pre- sentar a los oradores. y ahora me encuentro frente a mi auda- cia, mi doble audacia, y ya obligado, sin huenas ni malas excusas, a sostener mi im- prudencia. Me siento como la rana de la fábula, que desde su pequeñez e insignifi- cancia contemplaba al buey, y tanta era su ad- miración, que, para acercarse a él, creyó de- hía acrecer su talla, inflándose, inflándose, hasta que estalló. Pero yo he de buscar al- turas, para que, viendo desde arriba las pro- porciones del Genio, aparentemente, a lo menos para mí, se reduzcan, y pueda así elu- dir una grotesca explosión. y había de ser yo -y aquí está mi segun- da audacia- quien, al hablar de Leonardo da Vinci, hiciera la apología de la tendencia enciclopédica, contrariando lo que por ahí corre escrito por mí en términos poco favo- rables a ella, por cierto. Además, había de caer en contradicción con mi propia conduc- 1<, profesional, ya que más de una vez me Le apartado de la línea señalada al especia- lista. Tengo a mi favor, sin embargo, razo- nes que justifican mi extraña posición. En primer lugar, para los genios no rigen re- glas. No sólo pueden, sino que deben distri- buir sus maravillosas facultades en todas di- recciones, para que, recibidas del mundo co- mo hienes extraordinarios, por derecho recoja el mismo mundo sus consecuentes beneficios. Los genios son muy raros fenómenos y, como tales, aptos para aplicar sin limitaciones los privilegios de que han sido dotados. En se- Autorretrato de Leonardo da Vin.ci gundo término, ha de permitirse a la capa- cidad normal entrar alguna vez en campos ajenos, desplegando, dentro de su propia normalidad, la modesta bandera del "ama- tcur". Como los turistas que salen de su tic- rra para recorrer libremente lejanas regio- nes con la finalidad de recrearse y descan- sar, asimismo pueden serles abiertos los caminos de los expertos a quienes no lo son. Tal como regresan aquéllos de sus variadas excursiones, aliviados, repuestos, también ea- REVISTA DE INGENIERIA 463

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Leonardo da Vinci - Su Multiforme SabiduríaCiclo de conferencias organizado ei-, el Po raninfo de lo Universidad de Montevideo,

por lo Facultad de Ingeniería y Romos AnexosTercero Conferencio. - 15 de octubre de 1952

Por el Profesor Ad-Honorem In;¡eniero FEDERICO E. CAPURRO

He de agradecer ante todo, la distincióncon que se me ha honrado al invitanne aimprovisar esta conferencia. Traté de decli-nar tan alto honor, pero las finas y gene-rosas palabras del señor Decano de la Facul-tad de Ingeniería, Ing. Carlos E. Berta, medeterminaron a desistir de mi primera y ra-zonable reacción.

Asimismo agradezco al señor Rector de laUniversidad,. Arq. Leopoldo Agorio, las ex-presiones muy amables y singularmente apre-ciadas, que, en ocasión de la apertura deeste ciclo de actos en homenaje a Leonardoda Vinci, tuvo a bien pronunciar para pre-sentar a los oradores.y ahora me encuentro frente a mi auda-

cia, mi doble audacia, y ya obligado, sinhuenas ni malas excusas, a sostener mi im-prudencia. Me siento como la rana de lafábula, que desde su pequeñez e insignifi-cancia contemplaba al buey, y tanta era su ad-miración, que, para acercarse a él, creyó de-hía acrecer su talla, inflándose, inflándose,hasta que estalló. Pero yo he de buscar al-turas, para que, viendo desde arriba las pro-porciones del Genio, aparentemente, a lomenos para mí, se reduzcan, y pueda así elu-dir una grotesca explosión.

y había de ser yo -y aquí está mi segun-da audacia- quien, al hablar de Leonardoda Vinci, hiciera la apología de la tendenciaenciclopédica, contrariando lo que por ahícorre escrito por mí en términos poco favo-rables a ella, por cierto. Además, había decaer en contradicción con mi propia conduc-1<, profesional, ya que más de una vez meLe apartado de la línea señalada al especia-lista. Tengo a mi favor, sin embargo, razo-nes que justifican mi extraña posición. Enprimer lugar, para los genios no rigen re-glas. No sólo pueden, sino que deben distri-buir sus maravillosas facultades en todas di-recciones, para que, recibidas del mundo co-mo hienes extraordinarios, por derecho recojael mismo mundo sus consecuentes beneficios.Los genios son muy raros fenómenos y, comotales, aptos para aplicar sin limitaciones losprivilegios de que han sido dotados. En se-

Autorretrato de Leonardo da Vin.ci

gundo término, ha de permitirse a la capa-cidad normal entrar alguna vez en camposajenos, desplegando, dentro de su propianormalidad, la modesta bandera del "ama-tcur". Como los turistas que salen de su tic-rra para recorrer libremente lejanas regio-nes con la finalidad de recrearse y descan-sar, asimismo pueden serles abiertos loscaminos de los expertos a quienes no lo son.Tal como regresan aquéllos de sus variadasexcursiones, aliviados, repuestos, también ea-

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El conferenciante en su disertación

Le a los otros reintegrarse reposados y conun horizonte más, aunque, acaso, con unailusión menos. Pero llegamos así a la fusiónideal, al decir de Marañón, de la especi ali-dad con el humanismo.

Afiadiré, dando término a esta introduc-ción, que no sólo el "coloso", sino tamhiénsu inmensa obra me lleva a pensar en la se·riedad del compromiso contraído. Una obrat,igantesca que apenas en mínima parte pue-de caber en el estrecho marco de una hreverelación, Leonardo era artista y sabio. Pro-curaré cefiirme dentro del campo de su cien-cia, de su sabiduría, y únicamente comoaporte complementario, echaré mano de sustriunfos artísticos. Espero responder así alprograma del ciclo que damos hoy por ter-minado.

No han de esperarse de mí originales re-ferencias, sino tal vez, en esta tercera diser-tación, alguno que otro antecedente históri-co ya dado a conocer por los señores confe-i cncistas que me han precedido, y que, silrien diversamente enfocado, apenas apunta-ré para dar metódico desarrollo a mi expo-sición; no han de esperarse originales refe-rencias, repito, desde que muy difícil seríaponer un episodio, un pensamiento que nofigure en los ciento y tantos volúmenes quehan servido de fuentes de información a ladecena que he consultado. En estos mismosse mencionan los manuscritos y diseños re-unidos en las bihliotecas del Castillo deWindsor y del Instituto de Francia, del Mu-seo Británico, de la Biblioteca Ambrosianade Milán, de la Real de Turín, etc. Waltel'

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Pater hace ascender a trece el número devolúmenes de esos manuscritos que tales ins-t itutos celosamente conservan.

En todos aquellos textos se presenta aLeonardo multiplicándose, diversificándoseU1 infinitas actividades, a las que se entregapor entero, con toda su alma de vidente ge-nial. Fascinado por la helleza, se hace ins-pirado artista, pintor, escultor; y enamora--Io de las ciencias, quiere conocer, quieredominar. Lo mismo se obsesiona engolfadoen la investigación especulativa como en elanálisis experimental. Afanosamente se em-peña en dar concluída forma a sus realiza-ciones que una implacable autocrítica dejainconclusas, pasando al punto su irnpacir-n-cia a emprender otras con igual tenacidad,con la misma ansia de crear, de descubrir.Y, para calmar su angustiosa sed de perfec-ción, se le ve Ianxarse a caballo a través deIas planicies lombardas, pidiéndole al vren-t o nuevas ideas, nuevas luces para su exal-lada imaginación.

¿Quién podría seguirlo en todas estas JJl-

quietudes?Nace Leonardo del amor. Esta es la ex-

presión que hemos leído. Del amor lihre.lile permitiré aclarar yo. Su madre, Catari-na, que bien pudo casarse con Ser Piero An-tonio, su padre, notario del lugar, por "Sil

buena sangre", como dicen las crónicas.pronto halló digno esposo en otro Piero, Pie-ro di Accattahriga. A su vez Piero Antonioformó su familia, dentro de la cual el niñose educó. No fué muy esmerada su instruc-ción. y cuando el joven entró a trabajar enel estudio de Andrea di Michele de Cioni.que llamóse después Andrea del Verrocchio,nomhre de su maestro, la preparación deLeonardo era deficiente. Pero, dada la co-nexión entre las artes y las ciencias, que sehacía entonces necesaria a causa de las exi-gencias profesionales -a los artistas les eranconfiadas grandes obras de arquitectura, y,al revés, los arquitectos se convertían en ar-tistas-, esa conexión le abrió al aprendizde Vinci, las puertas de los estudios técnicos.Con apasionamiento entró en ellos; con elardor y la constancia que le eran propioslr izo progresos sorprendentes. Se transformóasi en un autodidacta empeñoso, aunque nomuy metódico. Apreció en seguida el valorde las matemáticas que hahían de servirlemás tarde en sus múltiples experiencias. Pu-do, tal vez, haberle faltado, en sus comien-

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Un aspecto del público asistente al acto

zos, ciert a preparucion teórica, cayendo porello en errores que lo desconcertaban. Porr-sto se le ve defendiendo la teoría frente ala prrir-t ir-u, idea que completaba preconi-zcndo la experiencia corno base de todo ade-Ianto científico. La teoría para orientar lainvestigación, y la experiencia para deducirlas fórmulas en que han de basarse las apli-caciones y el perfeccionamiento y extensio-'les especulativas.

Estudiaba física, historia natural; acudíaa fuentes clásicas, descubriendo en los hu-manistas las corrientes de cultura que hus-caba; pedía libros prestados. Iograha leertraducc-iones de obras científicas: asistía aconferencias en las que se difundía la ense-íianza de Aristóteles, tomando copiosas no-las que aparecen en las colecciones de susborradores y croquis. J orge Vasari, arquitec-lo, pintor y hiógrafo florentino -1512 a1574-, a quien débense minuciosas informa-ciones sobre Ia vida de Leonardo, dice quetuvo singular influencia en la orientación delprecoz estudiante, Paolo del Pozzo Tosca-nell i, médico, investigador de los fenómenosnaturales y matemático. Acerca de éste secuenta que sus observaciones frente a laslantásticas hipótesis con que e pretendíaexplicar en aquellos días, la formación del¡dobo terráqueo y sus regiones inexploradas,lo decidieron a enviar a Colón un mapa delocéano como él 10 había concebido, y frag-mentos de sus anotaciones. }[urió Toscanellidiez años después, en el preciso momento

en que Cojón descubría la gloria en el ho-rizonte, sobre las tierras de América.

y así Iué desenvolviéndose la juventud deLeonardo. "Vivía el adolescente en la me-ruoria d(1 sus contemporáneos -nos dicenlos biógrafos-- como un arcángel. Alto, decaderas estrechas y anchos hombros, delga-do de cuerpo, erguido, la cabeza echada unpoco hacia atrás; frente muy amplia y bri-llante cabellera de color castaño-rojizo; ojosgrandes, mirada inquieta, penetrante; narizrecta, ancha y fuerte, con ventanas sensi ti-v as, mandíbula cuadrada que daban a sul.el lo rostro un sello de vigoroso poder".Este era el retrato que se completaba desta-cando su agilidad y elegancia. Y como par-ticularidad curiosa que era amb idc xtro ~que escri h ia de derecha a izquierda. I\unquereservado, retraído de carácter, conqu istuhacon la sencillez de sus hábitos y palabra sa-gaz, la simpatía de sus conciudadanos floren-tinos, que no parecían muy dados a la fra-ternidad.

Favorecido así por la naturaleza tan exu-herante y pródiga para él, se sentía tras delos éxitos estimulado para abrirle más y másespacio a sus aptitudes. La pintura y la es-cultura se manifestaron muy pronto comoprominentes vocaciones, y en el ejercicio deéllas iba despertándose el ~enio.

Pero, sus inclinaciones, su cu riosidad porsuher!o todo, lo llevaron, como hemos dicho,a profundizar las ciencias, lo que hacía ohs-tinadamente, dándose tiempo, sin emhargo,para deleitarse ron la música que era. según

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la palabra de los humanistas. "la medicinadel alma". Su espjrit u no descansaba. Encuanto una actividad cualquiera caía hajosu observación, en seguida buscaba la ma-nera de simplificada: aplicaba medios porél imaginados o encadenaba elementos quecondujeran a ese resultado. Cree que debenmejorarse los transportes terrestres, y pla-nea los primeros componentes del triciclo,y de su invención surge la sencillísima carre-tilla de mano; propone maniobras y dispo-sitivos destinados al ahorro de fuerzas y detiempo; dibuja formas de herramientas conigual finalidad; proyecta tipos de grúas ytaladros basados en los mismos principiosaplicados hoy a los que están en uso; reco-mienda las máquinas por él ideadas paraexcavaciones, y construye norias; con el tuhopuesto en la lámpara alrededor de la llamaelimina el humo; combina engranajes, in-venta relojes; dando curso a su fantasía, po-ne en movimiento automático suntuosas de-coraciones escénicas ; y hasta modela un ar-tef acto -que ofrece generosamente- paracombatir la costumbre de levantarse tarde.Consiste en un armazón sobre el cual un cu-bo va llenándose de agua, g:ota a gota, du-rante la noche, cubo que al perder el equi-librio a una hora Jeterminada, vuelca elcontenido a los pies de los recalcitrantes.

Lo vemos, pues, a Leonardo en permanen-te excitación en el trabajo y por el mismotrahajo, ~'a sea con los pinceles en la mano,)'a sea inclinado sobre las mesas de dibujoproyectando, o en los talleres armando susmodelos. Sólo se recuerdan algunos cortosintervalos de aparente e inexplicable in-acción.

y su prestigio iba creciendo.Pero, paralelamente, la: envidia también

crecía. Una ruano guiada desde algún ohscu-1"0 rincón, por la perfidia, los celos. la felo-nía, dejó caer en el "tamhuro" -caja desti-liada a recihir las anónimas acusaciones delos ciudadanos de Florencia- una calumnia(lue dió motivo a un proceso. Por inconsis-tencia de la denuncia, se llegó a desistir dela acusación; pero quedó Leonardo -jovenentonces de 24 años- tan amargado, quepor mucho tiempo su natural cordialidad yconfianza en sí mismo, se eclipsaron tras deuna nube de tristeza con que asomaba a suscjos el alma dolorida. Noches y días fueronalejando el deplorable recuerdo. Su vast ísi-rua obra con extensión más que suficientepara l lenar varias vidas, ocupó intensamcnte

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la suya de sabio y artista. De ella pudo ex-traer todas sus emociones, en ella pudo en-contrar el sentido amplísimo, casi sin lími-tes, en el que se extendía su imaginaciónagitada y su voluntad prodigiosa.

Su fe, Ia confianza en el porvenir, 10 alien-tan a recuperar su normalidad, su buen [m-I~JOr, y se le ve años después en la corte delduque Lu dovico Sforza, di bujando y orgu-nizando con entusiamo, las fastuosas deco-raciones del "Festival del Paraíso", que lehahían sido encargadas por el mismo duque,en ocasión del casamiento de Isabel de Ara-gón, nieta del Rey de Nápoles, con su sohri-110, el duque Gian Galeazzo. Después delrumboso festival pronto huho de llegar dela misma procedencia, veneno lento hastaconcluir con el heredero del ducado deMilán.

Ya Leonardo había intentado entrar alservicio de Ludovico, llamado "Il MQI'o", re-gente entonces del Milanesado. Resuelto aalejarse de Florencia, volviéronse sus vistashacia la capital de Lornbarrl ía. En una car-ta original, alternando en ella frases de cor-tesía y dc incontenihlc orgu llo, que se deci-dió escrihirle a Il Moro, y de la cual no tuvoi espuesta sino después de algún tiempo, ledecía todo lo que a su lado podría hacer.dándole además reseña de cuanto disponíaI,ara ofrecerle. La preocupación de la ~uc-rra lo induce a extenderse con preferencia,en su oferta, a elementos y planes de COIII-bate: Cuento con métodos para la construc-ción de puentes ligeros, transport ahles y col-gantes de guerra, de diferentes tipos; sé có-mo defender la ciudad por medio de fososy tengo máquinas para extraer el agua deél los ; he ideado bastiones movib les para pro-teger del fuego las fuerzas atacantes; cuentocon sistemas para construir hombardas fácil-mente transport ab les ; sé lo que debe hacer-se para llegar a un punto indicado por pa-sajes subterráneos tortuosos, excavados, sinruido, debajo de los fosos y aun de los ríos;puedo construir carros robustos hlindados;eé Iahricar hombardas, morteros y catapul-tas preferihles a las de hoy; dispongo de mo-delos de armas de fuego portátiles -el elise-ño de una pistola hu ho de interesar sobretodo a los infat iaahles combatientes enarde-cidos por las amhiciones y eternos od ios ~recelos-o Previendo la posibilidad de bata-llas en alta mar, insistía el proponente enofrecer instrumentos y métodos adaptadosal ataque y a la defensa. Tamhién le dccía.

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con sincera modestia, que en tiempos depaz podría ser útil en la construcción deedificios púb licos y privados. Y, por úlrime,C01110 cosa de menor cuantía agregaba: pue-do además hacer esculturas en mármol, enhronce o en arcilla, y pinturas de todas lasclases posi bles. No hahía de faltarle a la car-ta algo que halagara la vanidad del duque.Le sugería moldear el monumento ecuestrede Francisco Sforza, padre de Ludovico, queperpetuara la gloria inmortal y eterno ho-nor de la estirpe. Como garantía de lo ofre-cido acepta poner todo a prueba en el par-rlue de la residencia de Il Moro, o en en al-quier otro lugar que le fuera indicado.

Según Vasari -llevado por la luminosatraycctoria de Leonardo a un acentuado op-timismo-, cuando el duque se enteró deesas propuestas milagrosas, se enamoró detodas ellas; pero no fué así. Se recibieron

. con incredulidad. Ahoga angustias Leonar-do, y sobrelleva privaciones antes que susméritos sean apreciados. Sus relaciones conLudovico se establecen más tarde, y no conmotivo de las máquinas de guerra ofrecidas,sino sirviendo de aproximación el retrato deCecilia Gallerani, bella joven que Il Morohahía hecho su amante.

Entretanto, Leonardo continúa sus estu-dios, dedicándose especialmente a la filoso-fía y a las matemáticas. Es entonces que serlecide por las ideas relativamente frías yprácticas de Aristóteles, con preferencia alos idealismos de Platón. Se consagra, pues,a las ciencias matemáticas y físicas, y escri-he: "Nada hay en nuestra ciencia más sezu-ro que las matemáticas, puesto que así comolo que es conocido puede ser estimado, asítambién lo mensurable puede ser conocido".Luego añade: "El hombre que duda de lasuprema certeza de las matemáticas, se ali-menta de confusión y nunca podrá acallarlas contradicciones de las ciencias sofísticastIue llevan a una charla eterna".

Se sumerge a fondo en sus meditacionesfilosóficas, tratando de descu b rir el funda-mento de nuestra comprensión y percepción,y siente la necesidad de aclarar sus ideasacerca de las leyes de las limitaciones y dela actividad mental. Estudia escritos, con-sulta libros de autores clásicos, medievalesy contemporáneos, de los que va haciendoextractos que han quedado entre sus pape-les y nos revelan los perfiles de su propiocriterio.

De sus reflexiones surgen estas palabras:

"Los sentidos son terrenales; la razón per-manece ajena a ellos durante la contempla-ción". Y en tanto la escuela clásica señalabala razón y la voluntad, como fuerzas racio-nales, Leonardo puso en su lugar a la me-moria y al intelecto. Dió además preeminen-cia a la memoria sobre la voluntad, ohede-cienelo, acaso, a su modo de pensar y re-cordar plásticamente. Haciendo depender delos ojos todo lo que asimilaba, considerabaa la memoria como la única defensa delhombre contra el tiempo destructor. "Loshombres -decía- hacen mal en lament arla huída del tiempo, quejándose de que pa-sa con demasiada rapidez, y sin darse cuen-ta de que su período de vida es suficiente-mente largo. Una buena memoria hace quetodo lo que ha pasado nos parezca presente".

Insiste luego -leemos jugosos párrafos dela escritora y hiógrafa americana AntoniaVallentin- en que ninguna investigaciónque empieza y termina en el intelecto, me-rece ser tratada en serio. "Me parece -diceLeonardo- que las ciencias que no nacende la experiencia, la madre de toda certi-dumbre, y que no terminan en una experien-cia conocida, esto es, las ciencias cuyo ori-gen o proceso o fin no pasan por ninguno delos sentidos, son vanas y llenas de errores".y como homhre seguro de sí mismo sostienecon firmeza la exactitud de la investigaciónexperimental ante el método deductivo dela ciencia mental.

Su actividad en Milán empieza a darleautoridad, pero ella no satisface la ardienteimaginación del Genio. Se obsesiona con nnfantástico plan de viaje a Oriente. Coleccio-na mapas con los que tapiza las paredes desu estudio; reúne relatos y descripciones,hasta forjarse la visión de aventuras extra-ordinarias a través de regiones fabulosas. Seignora lo que indujo a Leonardo a soñardespierto, imaginándose actor dentro de esoscuadros panorámicos novelescos", No pasó,parece, de una expansión de sus facultadescreadoras que deshordahan lo mismo en elcampo de las realidades como en el climabrumoso de las fantasías.

Vuelve a sus horas de trabajo. La catedralde Milán y el cahallo del monumento dcFrancisco Sforza -obras en las que no logróver sus esfuerzos coronados- le clan cod i-ciada substancia a su insaciable voracidad.

Hahía residido treinta aíios en Florenciay cerca de veinte en Mil án, Durante catorceaños no tuvo residencia estah le, ni tampoco

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lo eran sus funciones. De escultor o pintorpasaba a ser Arquitecto, Ingeniero y Gene-ral, título ampuloso con que Cesar Borgiapretendía, infructuosamente, retener parasí, los invalorables servicios del versátil in-ventor de máquinas de guerra.

y no había de agotar sus mermadas reser-vas de energías y capacidad, enredado en losacontecimientos políticos y militares quemantenían en permanente sobresalto a lospequeños estados del orte de Italia. Invi-tado por Francisco F', se retiró al pequeñocastillo de Cloux.I o hay en toda la existencia de Leonardo

un orden cronológico de independiente con-tinuación cntre sus trabajos y e tudios. Sesuman, se dividen y vuelven a coincidir susartísticas expresiones con sus creaciones cien-tíficas y obras de ingeniería. [unca lograapaciguar su avidez de conocimientos, de sa-ber, de hacer. Estudia fisiología, zoología, yen seguida, de las nociones que va adqui-riendo, pasa a las investigaciones. Escribenotas, deduce, establece relaciones en su ana-tomía comparada. Sus delicados gustos porla belleza habíanlo de detener en la admi-ración de las flores y a entrar en la vidade las plantas. Destaca el fenómeno de la fi-lo taxis, esto es, el orden según el cual lashojas se disponen en las ramas de tal mane-ra que los puntos de inserción consti tuyenuna especie de hélice cilíndrica característi-ca de cada planta, y así apunta los índicesde una clasificación. También observa lasparticularidades del geotropismo, y la for-mación de los círculos concéntricos de lasramas y troncos relacionados con la edad delo árboles, explicando al mismo tiempo lacapilaridad que da razón del movi mientoascendente de la savia.

Sigue internándose en su examen experi-mental, para desviarse hacia la geología, la¡.anteología y la geografía física. Relacionamanifestaciones de fenómenos meteorológi-cos con aspectos del paisaje, no extrañostampoco a la naturaleza geológica. Descubreel origen de las fuentes, coincidiendo con 10que hoy ya nadie ignora, y lo mismo con-cuerdan sus referencias acerca del movi-miento de las aguas superficiales y subterrá-neas. Afirma su opinión sobre las formacio-nes sedimentadas, las elevaciones montaño-sas y la corrosión de los terrenos causadas¡Jor fenómenos vitales normales y agit acio-nes telúricas. Con singular visión hace obser-vaciones que se adelantan a señalar el ori-

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gen de los fósiles, y se srtua cn el umbra lde la paleobiología. Paralelamente desen-vuelve sus funciones de ingeniero rlibujandoplanos de canales, esclusas, obras de des-agüe, fortificaciones, en los que pone inva-riablemente sus originales recurso, r descubrimientos.

En un cuadro que inserta Aldo Mieli ensu obra sobre Leonardo, figuran más de se-senta contribuciones técnicas de cierta tras-cendencia que llevan el sello de su privile-giado cerebro. Entre teorías, principios, in-v cnciones y perfeccionamientos, cuéntanse:] 1, en hidráulica; 5, en ingeniería militar;13, en mecánica general; 8, en máquinas. he-rramientas e instrumentos; 5, en fuerza mo-triz; 6, en textil e ; 4, en metalurgia, v 9, enutensilios y mecanismos varios.

No se incluye en esa lista la mu simpleinvención de' la rueda de eslabones, hoyaplicada a las máquinas agrícolas -las oru-gas- y a los tanques militares; ni tampocoS0 ruenciona en ella la cámara obscurn, pre-cursora de la fotografía, y, natu ralme nte,del cinematógrafo que atrae hoy a millones~. 111illones de espectadores.

Sus ensavos sobre el vuelo mecánico fue-ron también independientemente recorda-dos. Empieza, Leonardo, por comprar en lasferias, jaulas enteras de pájaros, y, ante elasornhro de los vendedores y concurrentes,v a dando libertad. uno a uno, a los débilesy atemorizados prisioneros. Sorp rcsa y cu-riosidad despierta tan insólito gesto, quc re-pite ese buen señor sin inmutnrse, ni preo-cuparse de justificar su filantrópica opera-ción. Simplemente, estudia el vuelo, sigueatentamente el movimiento de las alas. Ha-ce anotaciones, diseños, inventa aparatos pa-ra medir las corrientes de aire y la pres iónque ejercen sobre las superficies y sus efec-tos. Deduce leyes y Iórrnu las con el propó-sito de llegar al vuelo humano. "Un ohjetoejerce sobre el aire la misma fuerza qlle elaire contra el objeto". Deja así expresado elplanteamiento de reciprocidad aerodinámicaque Newton demostró después. Dibuja má-quinas, las construye, y piensa en la hélice,como elemento propulsor, pero le faltó laconcentración de la energía que resolvió elmotor a explosión. Si bien, pues, no alcan-za al éxito a que aspiraba, deja delineadaslas ideas que, recogidas con insistencia pos-teriormente, contribuyeron, en particularmodo, a lograr el vuelo mecánico tal comolo vemos hoy en plena y triunfante aplica-

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ClOll. En los apuntes de Leonardo aparecendibujados aparatos de indiscutible semejan-za con los paracaídas y helicópteros mo-dernos.

En la estática y la dinámica Leonardoaguza la investigación relacionando ciertasconclusiones mecánicas con la disposición ycapacidad muscular de los animales. Pasarépor alto los detalles sobre este punto, asícomo cuanto tenga atingencia con la anato-mía, capítulo extensa y brillantemente des-arrollado por el Dr. Héctor Rossello en estaurisma sala. Con vivo interés examina Leo-nardo los problemas que le ofrecen la pa-lanca y los planos inclinados. Los centros degravedad atraen tamhién su atención. Deter-n.ina los haricentros de los cuerpos y ponede relieve su importancia para el movimien-to de los mismos. En las poleas fijas y mó-viles se detiene igualmente el ingenio deltécnico observador obedeciendo siempre asu invariahle tendencia.

Pero la dinámica hahía de llevarlo a unterreno más fecundo para él. Ohserva la caí-<la de las masas y analiza los problemas quede ellas se derivan. Precisa fórmulas alrede-dor de las leyes de la gravedad, que son re-producidas un siglo después por Galileo,ignorando las de Leonardo. Sobre el movi-miento de los cuerpos sus notas son copio-sas, 10 mismo acerca de las fuerzas. Da, res-pecto de éstas, la curiosa definición siguien-te: "La fuerza es una virtud espiritual, unapotencia invisible que, debido a una violen-cia exterior incidenta 1, es causada por elmovimiento y alojada en los cuerpos, loscuales por su naturaleza, sufren contraccio-nes y expansiones, recihiendo así vida acti-va de maravilloso poder. Ella obliga a todaslas cosas a cambiar de forma y lugar. correron vehemencia hacia la deseada muerte, yse va diversificando con arreglo a su Iun-ción. La lentitud la hace grande y la veloci-dad débil. Nace por violencia y muere porlibertad, y cuanto mayor es, más rápidamen-te se consume. Rechaza con furia lo que seopone a su destrucción, desea vencer, elimi-nar su propia razón de ser, su oposición, y,venciendo, ella misma se destruye, y más po-derosa se hace donde encuentra mayor re-sistencia. Estando ohligada, ohliga. ada sinella se mueve. Todo huye de su muerte".

La hidráulica y la hidrodinámica son ma-terias de su especial predilección. Demues-tra, Leonardo, la igualdad de las presionessobre iguales elementos de superficie, mu-

cho antes de haberlo enunciado Pascal, yoxtiende el mismo principio a las suhstan-cias gaseosas. No le son desconocidos los va-sos comunicantes y ya indica al sifón comoun término de singular significado en losprohlemas de hidráulica.

Animado de su persistente espíritu imagi-nativo, aun en las definiciones científicaspone un tono poético. Compara el movi-miento de las olas, independiente de las co-rrientes, a los campos de trigo acariciadospor el viento. Y de aquí pasa por naturalanalogía él las vibraciones del aire y a lapropagación del sonido.

Saliendo de sus experiencias en tierra fir-iue, hunde su pensamiento en la profundi-dad del mar, e inventa la escafandra, re-montándose de allí, de lo más hondo, a lomás alto, a los astros. Descarta la idea denuestro pequeño gloho como centro delmundo, que entonces era ciegamente admi-tida, y concibe un sistema planetario alre-dedor del sol en movimiento o "fermo", in-móvil. No parece este concepto aclarado. Pe-ro no duda acerca de la rotación de la Tie-rra, y acierta al revelar el misterio de laluz cenicienta de la Luna, tal como es hoyexplicado.

Llevado ya Leonardo a través de los cie-los, en sus geniales vuelos, sólo nos quedav erlo recluí do en sus pensamientos filosófi-cos, de los cuales ya se me han escapado al-gunos. Desearía con mucho gusto proseguirvagando en esa región de sus hondas a lavez que pintorescas reflexiones, pero, apar-te de que dudo de mi competencia, entien-do que no hemos de olvidar que "la grangloria de un hornlrre requiere que su méri-to pueda recorrerse en pocas palabras". Asídice Paul Valer), en su "Leonai'do v los Fi-lósofos". y yo, infringiendo este prudenteconsejo he pronunciado ya demasiadas. De-ho precipitar mi conclusión informativa.

Muere Leonardo en 1519, en Cloux, en losbrazos de Francisco }9, afirman algunos, oen los de Francesco Melzi, su dile~to ami-g~ y discípulo, aseguran otros. Cumplía 67anos.

La dispersión de ideas, iniciativas y acti--idades de Leonardo, como hemos visto, en

su larga vida de artista y sabio, llegó a unpunto inigualado por ninguno de los másprestigiosos grandes hombres que han me-recido el homenaje universal. Y por un jue-go del destino que alguna vez reproducesimbólicamente a través de hechos posterio-

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lCS a la muerte, modalidades propias de lavid a, así, su sabiduría y su genio se d isper-saron cn el mundo de los vivos, r-omo susrestos tamhién lo Fueron en tierras reserva-das a los muertos, tierras convulsionadaspor los mismos vivos sin respeto por esosmuertos.

Asonadas, revoluciones, arrasaron la capi-lla de Amhoise, depositaria de los v enera-Iiles restos. Se profnnaron las tumbas. sevendieron los mármoles, las lápidas sepul-era les, dejándolo todo en una desordenada) obscura confusión. en jardinero reuniólos huesos que se habían mezclado con losde otros sarcófagos de príncipes en la mis-ma iglesia inhurnados, y les dió sepultura,sin presentir la trascendcncia de su gesto.El poeta Arsene Houssaye se impuso el de-l.er de recuperados, y un nuevo sepulcrofué abierto en la capilla de Blaise. Se creeque allí están. La duda persiste sobre su le-gttilllidad, lo mismo que son nebulosas mu-chas de las referencias alrededor de aconte-cimientos y ohras inclu ídos en la historia delGenio que deslumhrara a los hombres de sutiempo y que continúa hrillando hoy con lamisma intensidad. En la lápida que señalasu fin, se lee la siguiente inscripción confir-rnatoria de la versión sohre la suerte de lacasi perdida herencia física de quien nosdejara la otra, la fahulosa espi ritual afortu-nadamente con honor y ¡doria conservada.

Debajo de esta piedradescansan los huesosrecogidos en las excavacioncsde la capilla Real de Amhoiseen tre los cuales se su poncencuéntranse los restosmortales de

Lconardo da Vinci

Todo lo expuesto nos lo d icen las biogra-fías del Sabio. Pero no he de detenerme aquíaun a riesgo de desoír otra vez la juiciosaadvertencia de Paul Valery, y de no estimarexactamente el grado de afahle indulgenciacon qlle se me está oyendo. NTc encuentr-o enel caso de poder agregar algo más de pro-pia cosecha, a las informaciones recogidas,de las que sólo he hecho un extracto Irag-n-entario pretendiendo darle Iorm a en unaarmónica narración. y con el sentimientoque despierta la ¡rrafl(iiosidad de las evoca-ciones.

Recorricndo los memorah]e- d ías del \Jaes-

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11'0, m a n iliest.a nse en todo su valor esos re-cuerdos, pero escapan a nuestro alcance larasi totalidad de las muest rus de su fecundaexistencia, conservadas, unas pocas, en lo,museos y hib liotecas, y perd idas, la liJa) o-ría, en la ince.rt idumb re del tiempo. He te-n ido yo la gran suerte de hahcr podido a d-I'lÍrar algunas de sus obras en Italia y enFrancia. No inten t a ré dar una impresión au-torizada, misión reservada a los artistas. PorÍo demás, el señor Arq. Oreste~ Angeleri hapronunciado aquí. hace apenas cinco días,una excelente disertación sobre este aspectode la obra de Leonardo. Sólo y modest amcn-te diré que me detuve, extasiado, Irerue alllIuy celebrado retrato de lona Lisa, espo-su de Francesco Giocondo, y que con unaterminación femenina de este apellido pasóa la posteridad, "La Gioconda". IO todoslos historiadores aceptan esa versión acercaáe los vínculos que unían a esos dos perso-uajes. Se han tejido situaciones novelescas(fue no parecen fundadas. Sea lo que Iuere,no interesa la identificación del modelo, si-no el mérito de la pintura llevada al rangode obra maestra excepcional entre las que,en el mundo art íst ico, con mayor prest ig iose les señalan. Tal era, recuerdo, su at rac-ción, que, sin de ello darrne cuenta, despuésoe circular a través de al gu nos salones delLouvre, concluía, sorprendido, pOI' cncon-trarme de nuevo, delante del sagrario que1& cons t it uve el conjunto del lienzo murnl ,-el cuadro suspendido en el centro. háhii-r.rertt e iluminado. Ya sabía yo entonces qucciertos críticos habían llegado a decir, alJuzgar la expresión de La Gioconda. quenunca e había visto sonrisa más tonta, Ex-traña manera de ver. ¿Cómo contestar? Amí me pareció suh.li me, me pareció descu-hrir en ella el genio rlel autor. Y aqu í est ovadvirtiendo que vuelvo a reincidir en UI~atrevimiento tan condenable como aquéllosen que caí al iniciar esta exposir-ión, Pero,i nsisto, ¿ detrás de esa sonrisa, aun ad 111 i tién-dola aparentemente tonta, no habríase insi-nuado algo oculto en el espíritu del modelo?Otros hiógrafos se preguntan tamhién, "¿fuéella misma la que quiso captar Leonardo du-rante los años que luchó con el retrato deMona Lisa?: ¿.la ve ía revolotear en el ros-t ro de ella cuando alguna frase le traía su~recuerdos, o alguna armonía suscit áhale emo-ciones quizá nunca sentidas anteriormente?"1 tamhién el propio Leonardo. Ircntc a ~1I~creaciones. parece desconcertado cuando CII

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la confusión. de pensamientos, se interroga así mismo, "¿por qué ven los ojos una cosacon más claridad en los sueños que cuandotratan de visualizarla en la vigilia?" Ade-más, no es un secreto el de que los diseñosrevelan un estudio de 105 músculos "que -según sus palabras- distienden la boca y lapreparan para la sonrisa", lo que, en ciertomodo, contribuiría a dar alguna explicacióna su propósito. No puedo, pues, compartirla ironía que lleva en sí el citado juicio, sinextremar, sin emhargo, mi protesta, puestoque así como creo en el encanto de tan be-llísima sonrisa, también entiendo que pue·de tolerarse la sonrisa de la ironía que noesconde siempre la perfidia que en ella sequiere con frecuencia ver.

Mi sensibilidad asimismo se estremeció,pero de diferente manera, ante otra expre-sión del pincel del artista: "La Cena". Fuéun sentimiento de verdadero dolor el quesentí al advertir la ruína de la prodigiosapintura. Se han hecho responsables de loscrecientes deterioros, en primer término, ladescuidada conservación, y, en segundo Iu-gar, se atribuyen los daños a dos motivosprincipales: por una parte, a inadecuadosmateriales empleados en el muro del refec-torio del monasterio al que está adosada laiglesia Santa María delle Grazie, muro so-l-re el cual fué pintada La Ultima Cena; ypor otra, al uso de pinturas nuevas de queechó mano Leonardo, obedeciendo a su obs-tinado afán de innovar. No tenía experien-cia acerca de su durabilidad quien con tan-t.; tenacidad recomendaba la experiencia. Eldescuido en cierta época llegó hasta el cri-men. Hubo de servir, el refectorio, de cua-dra para alojar los soldados del ejército in-vasor, y hasta de caballeriza para sus regi-mientos. Y otro atentado imperdonable fuéel de haber abierto los monjes, sin mayoresescrúpulos, una puerta que toma parte delcuadro. A pesar de todo, me maravillabamirando y volviendo a mirar la infortuna-da reliquia del Renacimiento, desde un ex-tremo al opuesto de la sala, enfocando unasu otras figuras, cautivado por la doble senosación de recrearme con las bellezas del di-hujo que aún perduran, y de pena al descu-brir las afligentes mutilaciones que ha su-frido y continúa sufriendo el fresco, que, enre-alidad, parece no lo fué, ya que Leonarrlohizo allí sus experimentos de pinturas alaceite. Felizmente Londres ostenta el privi-legio de conservar una copia de igual Iorma-

to al del original, pintada por D'Oggiono.discípulo de Leonardo.

Otras sugerentes impresiones, inolvida-bles, debo al genio de Vinci. Entre los años84 y 90 del pasado siglo -soy hombre deremotos tiempos- mi padre, llamado porsu madre, establecida en Mi lán con dos desus hijos enfermos, hubo de radicarse alládurante cinco años. Como era natural, su fa-nril ia debió seguirlo. Eran frecuentes nues-tros paseos a través de la Galería VictorManuel, grandiosa muestra de arquitecturaurbanística adherida a mi memoria con laIiescura de un apenas ayer. Aun oigo la in-cesante y sorda resonancia de voces y pasosLajo su alta y ancha bóveda de cristal. Yo,niño de seis años, me sentía allí singular-mente atraído por un espectáculo, para míIantástico, que disponía mi ánimo a entraren lo extraordinario y misterioso. A ciertahora del atardecer -no existía en aquellosdías de mi infancia alumbrado eléctrico-una maquinita movida por un juego de re-sortes, corría en un carril con una mechaencendida, en lo alto, sobre la cornisa de lacúpula central, y despertaba en la fila cir-cular de innumerables picos de gas que larodeaban, una corona de brillantes llamitas.Viva y persistente había de ser mi emoción.Con ella aun vibrando llegaba al extremo dela galería que se abre sobre la plaza de LaScala. En el centro se yergue la marmóreaestatua de Leonardo da Vinci. Habíase depasar frente a ella. Augusta figura la del ar-tista y sabio, con la luenga barba de su pro-vecta edad, y vaga mirada dirigida hacia elfrontón del famoso teatro que le da el norn-hre a la plaza. n amplio sayo cubre sucuerpo hasta los pies, con holgadas mangas,vestidura usual de los dignatarios del Rena-cimiento. Hacen la guardia de pie, sobre elLasamento, cuatro de sus discípulos: D'Og-giono, Sesto, Salaino y Boltraffio. Esa figu-ra se elevaba en mi imaginación hasta veren ella la imagen de un personaje de la Bi-blia, con todos sus atributos divinos, tal co-]EO lo presentaban las ilustraciones de mipequeña historia sagrada. Miraha con res-peto la hermosa estatua, imbuído en un mís-tico espíritu religioso. Más tarde, poco a po-co, a medida que se iban sumando mis añosy conociendo los milagros del Genio, se flléoperando en mí una curiosa evolución deideas y creencias. La estatua de mis recuer-dos se alejaba de aquel personaje para ir ad-quiriendo los contornos de otro ídolo. el yero

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de la plaza de la Scala, sentí renovarse enmí el deseo de ofrecerle mi homenaje deafecto y de veneración. Y lo he hecho, de-leitándome en allegar el calor del hechizode mis pretéritas evocaciones, que permane-cen flotando sobre aquellas expresivas pie-dras labradas, al de hoy, que ha crecido conla razón deslumbrada por la belleza, la idea,el ingenio, la sabiduría ...

dadero, siempre ostentando el imperio de sumajestad. Se transferían aquellos atributos,persistiendo el sentimiento de un culto quese confundía en mi pensamiento. La adora-hle magia de los blancos mármoles que misojos de niño habían creado alrededor deellos, difería de la otra que surgió después.

No me faltaron oportunidades para volvera Milán, y al acercarme al grupo escultórico

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LISTA DE CONGRESOS O CONFERENCIAS QUE PUEDEN INTERESARA lOS COIlE'GAS

La Asociación de Ingenieros del Uruguay ha sido invitada paraparticipar en diversos congresos, conferencias, convenciones y reunionesnacionales e internacionales, a realizarse próximamente, y que se enun-cian, a continuación, en orden cronológico:

iI Convención Panamericana de Valuaciones. - Santiago de Chile.- Octubre 12-19 de 1952.

Congreso Extraordinario Panamericano de Carreteras. - México. -Octubre 26 - noviembre 1.° de 1952.

II Conferencia Nacional sobre Combustibles. ~ Montevideo. - 3 o7 de noviembre de 1952.

Convención Interamericana de Ingeniería Civil (Sección Puerto Ricode la American Society of Civil Engineers) . - San Juan de Puerto Rico. -12-15 de noviembre de 1952.

Buenos Ai-111 Congreso Interamericano de Ingeniería Sanitaria.res. - Noviembre 19-30 de 1952.

IV Reunión del Congreso Interamericano de Municipios. - Montevi-deo. - 20 al 28 de febrero de 1953.

VIII Convención de la Unión Sudamericana de Asociaciones de Inge-nieros (USAI). - La Paz (Bolivia). - 5-12 de abril de 1953.

VIII Con.greso Panamericano' de Ferr'ocarriles. - Wáshington. - 12a 23 de junio de 1953.

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