89
LOS CRÍMENES DE LA RUE MORGUE Edgar Allan Poe Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

  • Upload
    others

  • View
    1

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

LOS CRÍMENESDE LA RUEMORGUE

Edgar Allan Poe

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

tori

al

Page 2: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

La edición no está supervisada por nuestrodepartamento editorial, de forma que nonos responsabilizamos de la fidelidad delcontenido del mismo.

1) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

2) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

Page 3: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Las condiciones mentales que suelen consi-derarse como analíticas son, en sí mismas, pocosusceptibles de análisis. Las consideramos tansólo por sus efectos. De ellas sabemos, entreotras cosas, que son siempre, para el que lasposee, cuando se poseen en grado extraordina-rio, una fuente de vivísimos goces. Del mismomodo que el hombre fuerte disfruta con suhabilidad física, deleitándose en ciertos ejerci-cios que ponen sus músculos en acción, el ana-lista goza con esa actividad intelectual que seejerce en el hecho de desentrañar. Consigue sa-tisfacción hasta de las más triviales ocupacionesque ponen en juego su talento. Se desvive porlos enigmas, acertijos y jeroglíficos, y en cadauna de las soluciones muestra un sentido deagudeza que parece al vulgo una penetraciónsobrenatural. Los resultados, obtenidos por unsolo espíritu y la esencia del método, adquierenrealmente la apariencia total de una intuición.

Esta facultad de resolución está, posiblemen-te, muy fortalecida por los estudios matemáti-

Page 4: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

cos, y especialmente por esa importantísimarama de ellos que, impropiamente y sólo te-niendo en cuenta sus operaciones previas, hasido llamada par excellence análisis. Y, no obs-tante, calcular no es intrínsecamente analizar.Un jugador de ajedrez, por ejemplo, lleva acabo lo uno sin esforzarse en lo otro. De esto sededuce que el juego de ajedrez, en sus efectossobre el carácter mental, no está lo suficiente-mente comprendido. Yo no voy ahora a escribirun tratado, sino que prologo únicamente unrelato muy singular, con observaciones efec-tuadas a la ligera. Aprovecharé, por tanto, estaocasión para asegurar que las facultades másimportantes de la inteligencia reflexiva trabajancon mayor decisión y provecho en el sencillojuego de damas que en toda esa frivolidad pri-morosa del ajedrez. En este último, donde laspiezas tienen distintos y bizarres movimientos,con diversos y variables valores, lo que tan sóloes complicado, se toma equivocadamente —error muy común— por profundo. La atención,

Page 5: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

aquí, es poderosamente puesta en juego. Si fla-quea un solo instante, se comete un descuido,cuyos resultados implican pérdida o derrota.Como quiera que los movimientos posibles noson solamente variados, sino complicados, lasposibilidades de estos descuidos se multiplican;de cada diez casos, nueve triunfa el jugadormás capaz de concentración y no el más perspi-caz. En el juego de damas, por el contrario,donde los movimientos son únicos y de muypoca variación, las posibilidades de descuidoson menores, y como la atención queda relati-vamente distraída, las ventajas que consiguecada una de las partes se logran por una perspi-cacia superior. Para ser menos abstractos su-pongamos, por ejemplo, un juego de damascuyas piezas se han reducido a cuatro reinas ydonde no es posible el descuido. Evidentemen-te, en este caso la victoria —hallándose los ju-gadores en igualdad de condiciones— puededecidirse en virtud de un movimiento rechercheresultante de un determinado esfuerzo de la

Page 6: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

inteligencia. Privado de los recursos ordinarios,el analista consigue penetrar en el espíritu desu contrario; por tanto, se identifica con él, y amenudo descubre de una ojeada el único medio—a veces, en realidad, absurdamente sencillo—que puede inducirle a error o llevarlo a uncálculo equivocado.

Desde hace largo tiempo se conoce el whistpor su influencia sobre la facultad calculadora,y hombres de gran inteligencia han encontradoen él un goce aparentemente inexplicable,mientras abandonaban el ajedrez como unafrivolidad. No hay duda de que no existeningún juego semejante que haga trabajar tantola facultad analítica. El mejor jugador de aje-drez del mundo sólo puede ser poco más que elmejor jugador de ajedrez; pero la habilidad enel whist implica ya capacidad para el triunfo entodas las demás importantes empresas en lasque la inteligencia se enfrenta con la inteligen-cia. Cuando digo habilidad, me refiero a esaperfección en el juego que lleva consigo una

Page 7: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

comprensión de todas las fuentes de donde sederiva una legítima ventaja. Estas fuentes nosólo son diversas, sino también multiformes. Sehallan frecuentemente en lo más recóndito delpensamiento, y son por entero inaccesibles paralas inteligencias ordinarias. Observar atenta-mente es recordar distintamente. Y desde estepunto de vista, el jugador de ajedrez capaz deintensa concentración jugará muy bien al whist,puesto que las reglas de Hoyle, basadas en elpuro mecanismo del juego, son suficientes y,por lo general, comprensibles. Por esto, el pose-er una buena memoria y jugar de acuerdo con«el libro» son, por lo común, puntos considera-dos como la suma total del jugar excelentemen-te. Pero en los casos que se hallan fuera de loslímites de la pura regla es donde se evidencia eltalento del analista. En silencio, realiza unaporción de observaciones y deducciones. Posi-blemente, sus compañeros harán otro tanto, y ladiferencia en la extensión de la informaciónobtenido no se basará tanto en la validez de la

Page 8: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

deducción como en la calidad de la observa-ción. Lo importante es saber lo que debe ser ob-servado. Nuestro jugador no se reduce única-mente al juego, y aunque éste sea el objeto desu atención, habrá de prescindir de determina-das deducciones originadas al considerar obje-tos extraños al juego. Examina la fisonomía desu compañero, y la compara cuidadosamentecon la de cada uno de sus contrarios. Se fija enel modo de distribuir las cartas a cada mano,con frecuencia calculando triunfo por triunfo ytanto por tanto observando las miradas de losjugadores a su juego. Se da cuenta de cada unade las variaciones de los rostros a medida queavanza el juego, recogiendo gran número deideas por las diferencias que observa en lasdistintas expresiones de seguridad, sorpresa,triunfo o desagrado. En la manera de recogeruna baza juzga si la misma persona podráhacer la que sigue. Reconoce la carta jugada enel ademán con que se deja sobre la mesa. Unapalabra casual o involuntaria; la forma acciden-

Page 9: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

tal con que cae o se vuelve una carta, con laansiedad o la indiferencia que acompañan laacción de evitar que sea vista; la cuenta de lasbazas y el orden de su colocación; la perpleji-dad, la duda, el entusiasmo o el temor, todoello facilita a su aparentemente intuitiva per-cepción indicaciones del verdadero estado decosas. Cuando se han dado las dos o tres pri-meras vueltas, conoce completamente los jue-gos de cada uno, y desde aquel momento echasus cartas con tal absoluto dominio de propósi-tos como si el resto de los jugadores las tuvie-ran vueltas hacia él.

El poder analítico no debe confundirse conel simple ingenio, porque mientras el analistaes necesariamente ingenioso, el hombre inge-nioso está con frecuencia notablemente incapa-citado para el análisis. La facultad constructivao de combinación con que por lo general semanifiesta el ingenio, y a la que los frenólogos,equivocadamente, a mi parecer, asignan unórgano aparte, suponiendo que se trata de una

Page 10: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

facultad primordial, se ha visto tan a menudoen individuos cuya inteligencia bordeaba, porotra parte, la idiotez, que ha atraído la atencióngeneral de los escritores de temas morales. En-tre el ingenio y la aptitud analítica hay una di-ferencia mucho mayor, en efecto, que entre lafantasía y la imaginación, aunque de un carác-ter rigurosamente análogo. En realidad, se ob-servará fácilmente que el hombre ingenioso essiempre fantástico, mientras que el verdaderoimaginativo nunca deja de ser analítico.

El relato que sigue a continuación podráservir en cierto modo al lector para ilustrarle enuna interpretación de las proposiciones queacabo de anticipar.

Encontrándome en París durante la prima-vera y parte del verano de 18..., conocí allí aMonsieur C. Auguste Dupin. Pertenecía estejoven caballero a una excelente, o, mejor dicho,ilustre familia, pero por una serie de adversossucesos se había quedado reducido a tal pobre-

Page 11: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

za, que sucumbió la energía de su carácter yrenunció a sus ambiciones mundanas, lo mismoque a procurar el restablecimiento de su fortu-na. Con el beneplácito de sus acreedores, quedótodavía en posesión de un pequeño resto de supatrimonio, y con la renta que éste le producíaencontró el medio, gracias a una economía ri-gurosa, de subvenir a las necesidades de suvida, sin preocuparse en absoluto por lo mássuperfluo. En realidad, su único lujo eran loslibros, y en París éstos son fáciles de adquirir.

Nuestro conocimiento tuvo efecto en una os-cura biblioteca de la rue Montmartre, dondenos puso en estrecha intimidad la coincidenciade buscar los dos un muy raro y al mismotiempo notable volumen. Nos vimos con fre-cuencia. Yo me había interesado vivamente porla sencilla historia de su familia, que me contódetalladamente con toda la ingenuidad con queun francés se explaya en sus confidenciascuando habla de sí mismo. Por otra parte, meadmiraba el número de sus lecturas, y, sobre

Page 12: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

todo, me llegaba al alma el vehemente afán y laviva frescura de su imaginación. La índole delas investigaciones que me ocupaban entoncesen París me hicieron comprender que la amis-tad de un hombre semejante era para mí uninapreciable tesoro. Con esta idea, me confiéfrancamente a él. Por último, convinimos enque viviríamos juntos todo el tiempo que dura-se mi permanencia en la ciudad, y como misasuntos económicos se desenvolvían menosembarazosamente que los suyos, me fue permi-tido participar en los gastos de alquiler, yamueblar, de acuerdo con el carácter algofantástico y melancólico de nuestro comúntemperamento, una vieja y grotesca casa aban-donada hacía ya mucho tiempo, en virtud deciertas supersticiones que no quisimos averi-guar. Lo cierto es que la casa se estremecía co-mo si fuera a hundirse en un retirado y desola-do rincón del faubourg Saint-Germain.

Si hubiera sido conocida por la gente la ruti-na de nuestra vida en aquel lugar, nos hubieran

Page 13: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

tomado por locos, aunque de especie inofensi-va. Nuestra reclusión era completa. No recib-íamos visita alguna. En realidad, el lugar denuestro retiro era un secreto guardado cuida-dosamente para mis antiguos camaradas, y yahacía mucho tiempo que Dupin había cesadode frecuentar o hacerse visible en París. Vivía-mos sólo para nosotros.

Una rareza del carácter de mi amigo —no sécómo calificarla de otro modo— consistía enestar enamorado de la noche. Pero con esta bi-zarrerie, como con todas las demás suyas, con-descendía yo tranquilamente, y me entregaba asus singulares caprichos con un perfecto aban-don. No siempre podía estar con nosotros lanegra divinidad, pero sí podíamos falsear supresencia. En cuanto la mañana alboreaba,cerrábamos inmediatamente los macizos posti-gos de nuestra vieja casa y encendíamos un parde bujías intensamente perfumadas y que sólodaban un lívido y débil resplandor, bajo el cualentregábamos nuestras almas a sus ensueños,

Page 14: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

leíamos, escribíamos o conversábamos, hastaque el reloj nos advertía la llegada de la verda-dera oscuridad. Salíamos entonces cogidos delbrazo a pasear por las calles, continuando laconversación del día y rondando por doquierhasta muy tarde, buscando a través de las estra-falarias luces y sombras de la populosa ciudadesas innumerables excitaciones mentales queno puede procurar la tranquila observación.

En circunstancias tales, yo no podía menosde notar y admirar en Dupin (aunque ya, por larica imaginación de que estaba dotado, mesentía preparado a esperarlo) un talento parti-cularmente analítico. Por otra parte, parecíadeleitarse intensamente en ejercerlo (si no exac-tamente en desplegarlo), y no vacilaba en con-fesar el placer que ello le producía. Se vanaglo-riaba ante mí burlonamente de que muchoshombres, para él, llevaban ventanas en el pe-cho, y acostumbraba a apoyar tales afirmacio-nes usando de pruebas muy sorprendentes ydirectas de su íntimo conocimiento de mí. En

Page 15: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

tales momentos, sus maneras eran glaciales yabstraídas. Se quedaban sus ojos sin expresión,mientras su voz, por lo general ricamente ate-norada, se elevaba hasta un timbre atiplado,que hubiera parecido petulante de no ser por laponderada y completa claridad de su pronun-ciación. A menudo, viéndolo en tales disposi-ciones de ánimo, meditaba yo acerca de la anti-gua filosofía del Alma Doble, y me divertía laidea de un doble Dupin: el creador y el analíti-co.

Por cuanto acabo de decir, no hay que creerque estoy contando algún misterio o escribien-do una novela. Mis observaciones a propósitode este francés no son más que el resultado deuna inteligencia hiperestesiada o tal vez enfer-ma. Un ejemplo dará mejor idea de la naturale-za de sus observaciones durante la época a quealudo.

Íbamos una noche paseando por una callelarga y sucia, cercana al Palais Royal. Al pare-cer, cada uno de nosotros se había sumido en

Page 16: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

sus propios pensamientos, y por lo menos du-rante quince minutos ninguno pronunció unasola sílaba. De pronto, Dupin rompió el silenciocon estas palabras:

—En realidad, ese muchacho es demasiadopequeño y estaría mejor en el Théâtre des Va-rietés.

—No cabe duda —repliqué, sin fijarme en loque decía y sin observar en aquel momento, tanabsorto había estado en mis reflexiones, el mo-do extraordinario con que mi interlocutor habíahecho coincidir sus palabras con mis medita-ciones.

Un momento después me repuse y experi-menté un profundo asombro.

—Dupin —dije gravemente—, lo que ha su-cedido excede mi comprensión. No vacilo enmanifestar que estoy asombrado y que apenaspuedo dar crédito a lo que he oído. ¿Cómo esposible que haya usted podido adivinar queestaba pensando en... ?

Page 17: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Diciendo esto, me interrumpí para asegu-rarme, ya sin ninguna dada, de que él sabíarealmente en quién pensaba.

—¿En Chantilly? —preguntó—. ¿Por qué seha interrumpido? Usted pensaba que su escasaestatura no era la apropiada para dedicarse a latragedia.

Esto era precisamente lo que había consti-tuido el tema de mis reflexiones. Chantilly eraun ex zapatero remendón de la rue Saint Denisque, apasionado por el teatro, había represen-tado el papel de Jeries en la tragedia de Crebi-llon de este título. Pero sus esfuerzos habíanprovocado la burla del público.

—Dígame usted, por Dios —exclamé—, porqué método, si es que hay alguno, ha penetradousted en mi alma en este caso.

Realmente, estaba yo mucho más asombradode lo que hubiese querido confesar.

—Ha sido el vendedor de frutas —contestómi amigo— quien le ha llevado a usted a laconclusión de que el remendón de suelas no

Page 18: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

tiene la suficiente estatura para representar elpapel de Jerjes et id genus omne.

—¿El vendedor de frutas? Me asombra us-ted. No conozco a ninguno.

—Sí; es ese hombre con quien ha tropezadousted al entrar en esta calle, hará unos quinceminutos.

Recordé entonces que, en efecto, un vende-dor de frutas, que llevaba sobre la cabeza unagran banasta de manzanas, estuvo a punto dehacerme caer, sin pretenderlo, cuando pasába-mos de la calle C... a la calleja en que ahora nosencontrábamos. Pero yo no podía comprenderla relación de este hecho con Chantilly.

No había por qué suponer charlatanerie algu-na en Dupin.

—Se lo explicaré —me dijo—. Para que pue-da usted darse cuenta de todo claramente, va-mos a repasar primero en sentido inverso elcurso de sus meditaciones desde este instanteen que le estoy hablando hasta el de su rencon-tre con el vendedor de frutas. En sentido inver-

Page 19: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

so, los más importantes eslabones de la cadenase suceden de esta forma: Chantilly, Orión, doc-tor Nichols, Epicuro, estereotomía de los ado-quines y el vendedor de frutas.

Existen pocas personas que no se hayan en-tretenido, en cualquier momento de su vida, enrecorrer en sentido inverso las etapas por lascuales han sido conseguidas ciertas conclusio-nes de su inteligencia. Frecuentemente es unaocupación llena de interés, y el que la pruebapor primera vez se asombra de la aparente dis-tancia ilimitada y de la falta de ilación que pa-rece median desde el punto de partida hasta lameta final. Júzguese, pues, cuál no sería miasombro cuando escuché lo que el francés aca-baba de decir, y no pude menos de reconocerque había dicho la verdad. Continuó despuésde este modo:

—Si mal no recuerdo, en el momento en queíbamos a dejar la calle C... hablábamos de caba-llos. Éste era el último tema que discutimos. Alentrar en esta calle, un vendedor de frutas que

Page 20: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

llevaba una gran banasta sobre la cabeza, pasóvelozmente ante nosotros y lo empujó a ustedcontra un montón de adoquines, en un lugardonde la calzada se encuentra en reparación.Usted puso el pie sobre una de las piedras suel-tas, resbaló y se torció levemente el tobillo.Aparentó usted cierto fastidio o mal humor,murmuró unas palabras, se volvió para obser-var el montón de adoquines y continuó luegocaminando en silencio. Yo no prestaba particu-lar atención a lo que usted hacía, pero, desdehace mucho tiempo, la observación se ha con-vertido para mí en una especie de necesidad.

»Caminaba usted con los ojos fijos en el sue-lo, mirando, con malhumorada expresión, losbaches y rodadas del empedrado, por lo quededuje que continuaba usted pensando todavíaen las piedras. Procedió así hasta que llegamosa la callejuela llamada Lamartine, que, a modode prueba, ha sido pavimentada con tarugossobrepuestos y acoplados sólidamente. Al en-trar en ella, su rostro se iluminó, y me di cuenta

Page 21: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

de que se movían sus labios. Por este movi-miento no me fue posible dudar que pronun-ciaba usted la palabra «estereotomía», términoque tan afectadamente se aplica a esta especiede pavimentación. Yo estaba seguro de que nopodía usted pronunciar para sí la palabra «este-reotomía» sin que esto le llevara a pensar en losátomos, y, por consiguiente, en las teorías deEpicuro. Y como quiera que no hace muchorato discutíamos este tema, le hice notar a ustedde qué modo tan singular, y sin que ello hayasido muy notado, las vagas conjeturas de esenoble griego han encontrado en la recientecosmogonía nebular su confirmación. He com-prendido por esto que no podía usted resistir ala tentación de levantar sus ojos a la gran nobulade Orión, y con toda seguridad he esperadoque usted lo hiciera. En efecto, usted ha miradoa lo alto, y he adquirido entonces la certeza dehaber seguido correctamente el hilo de sus pen-samientos. Ahora bien, en la amarga tirada so-bre Chantilly, publicada ayer en el Musée, el

Page 22: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

escritor satírico, haciendo mortificantes alusio-nes al cambio de nombre del zapatero al calzar-se el coturno, citaba un verso latino del quehemos hablado nosotros con frecuencia. Merefiero a éste:

Perdidit antiquum litera prima sonum.»Yo le había dicho a usted que este verso se

relacionaba con la palabra Orión, que en unprincipio se escribía Urión. Además, por de-terminadas discusiones un tanto apasionadasque tuvimos acerca de mi interpretación, tuvela seguridad de que usted no la habría olvida-do. Por tanto, era evidente que asociaría ustedlas dos ideas: Orión y Chantilly, y esto lo hecomprendido por la forma de la sonrisa que hevisto en sus labios. Ha pensado usted, pues, enaquella inmolación del pobre zapatero. Hastaese momento, usted había caminado con elcuerpo encorvado, pero a partir de entonces seirguió usted, recobrando toda su estatura. Estemovimiento me ha confirmado que pensabausted en la diminuta figura de Chantilly, y ha

Page 23: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

sido entonces cuando he interrumpido sus me-ditaciones para observar que, por tratarse de unhombre de baja estatura, estaría mejor Chanti-lly en el Théâtre des Varietés.

Poco después de esta conversación hojeá-bamos una edición de la tarde de la Gazette desTribunaux cuando llamaron nuestra atenciónlos siguientes titulares:

«EXTRAORDINARIOS CRÍMENES»Esta madrugada, alrededor de las tres, los

habitantes del quartier Saint-Roch fueron des-pertados por una serie de espantosos gritos queparecían proceder del cuarto piso de una casade la rue Morgue, ocupada, según se dice, poruna tal Madame L'Espanaye y su hija Made-moiselle Camille L'Espanaye. Después de algúntiempo empleado en infructuosos esfuerzospara poder penetrar buenamente en la casa, seforzó la puerta de entrada con una palanca dehierro, y entraron ocho o diez vecinos acompa-

Page 24: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

ñados de dos gendarmes. En ese momento cesa-ron los gritos; pero en cuanto aquellas personasllegaron apresuradamente al primer rellano dela escalera, se distinguieron dos o más vocesásperas que parecían disputar violentamente yproceder de la parte alta de la casa. Cuando lagente llegó al segundo rellano, cesaron tambiénaquellos rumores y todo permaneció en absolu-to silencio. Los vecinos recorrieron todas lashabitaciones precipitadamente. Al llegar, porúltimo, a una gran sala situada en la parte pos-terior del cuarto piso, cuya puerta hubo de serforzada, por estar cerrada interiormente conllave, se ofreció a los circunstantes un espectá-culo que sobrecogió su ánimo, no sólo dehorror, sino de asombro.

»Se hallaba la habitación en violento desor-den, rotos los muebles y diseminados en todasdirecciones. No quedaba más lecho que la ar-madura de una cama, cuyas partes habían sidoarrancadas y tiradas por el suelo. Sobre unasilla se encontró una navaja barbera manchada

Page 25: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

de sangre. Había en la chimenea dos o tres lar-gos y abundantes mechones de pelo cano, em-papados en sangre y que parecían haber sidoarrancados de raíz. En el suelo se encontraroncuatro napoleones, un zarcillo adornado con untopacio, tres grandes cucharas de plata, trescucharillas de metal d,Alger y dos sacos conte-niendo, aproximadamente, cuatro mil francosen oro. En un rincón se hallaron los cajones deuna cómoda abiertos, y, al parecer, saqueados,aunque quedaban en ellos algunas cosas. Seencontró también un cofrecillo de hierro bajo lacama, no bajo su armadura. Se hallaba abierto, yla cerradura contenía aún la llave. En el cofreno se encontraron más que unas cuantas cartasviejas y otros papeles sin importancia.

»No se encontró rastro alguno de MadameL'Espanaye; pero como quiera que se notaseuna anormal cantidad de hollín en el hogar, seefectuó un reconocimiento de la chimenea, y —horroriza decirlo— se extrajo de ella el cuerpode su hija, que estaba colocado cabeza abajo y

Page 26: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

que había sido introducido por la estrecha aber-tura hasta una altura considerable. El cuerpoestaba todavía caliente. Al examinarlo se com-probaron en él numerosas escoriaciones oca-sionadas sin duda por la violencia con que elcuerpo había sido metido allí y por el esfuerzoque hubo de emplearse para sacarlo. En su ros-tro se veían profundos arañazos, y en la gar-ganta, cárdenas magulladuras y hondas huellasproducidas por las uñas, como si la muerte sehubiera verificado por estrangulación.

»Después de un minucioso examen efectua-do en todas las habitaciones, sin que se lograraningún nuevo descubrimiento, los presentes sedirigieron a un pequeño patio pavimentado,situado en la parte posterior del edificio, dondehallaron el cadáver de la anciana señora, con elcuello cortado de tal modo, que la cabeza sedesprendió del tronco al levantar el cuerpo.Tanto éste como la cabeza estaban tan horri-blemente mutilados, que apenas conservabanapariencia humana.

Page 27: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

»Que sepamos, no se ha obtenido hasta elmomento el menor indicio que permita aclarareste horrible misterio.»

El diario del día siguiente daba algunosnuevos pormenores:

«LA TRAGEDIA DE LA RUE MORGUE»Gran número de personas han sido interro-

gadas con respecto a tan extraordinario yhorrible affaire (la palabra affaire no tiene todav-ía en Francia el poco significado que se le daentre nosotros), pero nada ha podido deducirseque arroje alguna luz sobre ello. Damos a con-tinuación todas las declaraciones más impor-tantes que se han obtenido:

»Pauline Dubourg, lavandera, declara haberconocido desde hace tres años a las víctimas yhaber lavado para ellas durante todo este tiem-po. Tanto la madre como la hija parecían viviren buena armonía y profesarse mutuamente ungran cariño. Pagaban con puntualidad. Nada sesabe acerca de su género de vida y medios deexistencia. Supone que Madame L'Espanaye

Page 28: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

decía la buenaventura para ganarse el sustento.Tenía fama de poseer algún dinero escondido.Nunca encontró a otras personas en la casacuando la llamaban para recoger la ropa, nicuando la devolvía. Estaba absolutamente se-gura de que las señoras no tenían servidumbrealguna. Salvo el cuarto piso, no parecía quehubiera muebles en ninguna parte de la casa.

»Pierre Moreau, estanquero, declara que es elhabitual proveedor de tabaco y de rapé de Ma-dame L'Espanaye desde hace cuatros años. Na-ció en su vecindad y ha vivido siempre allí.Hacía más de seis años que la muerta y su hijavivían en la casa donde fueron encontrados suscadáveres. Anteriormente a su estadía, el pisohabía sido ocupado por un joyero, que alquila-ba a su vez las habitaciones interiores a distin-tas personas. La casa era propiedad de Mada-me L'Espanaye. Descontenta por los abusos desu inquilino, se había trasladado al inmueble desu propiedad, negándose a alquilar ningunaparte de él. La buena señora chocheaba a causa

Page 29: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

de la edad. El testigo había visto a su hija unascinco o seis veces durante los seis años. Las dosllevaban una vida muy retirada, y era fama quetenían dinero. Entre los vecinos había oído de-cir que Madame L'Espanaye decía la buenaven-tura, pero él no lo creía. Nunca había vistoatravesar la puerta a nadie, excepto a la señoray a su hija, una o dos voces a un recadero yocho o diez a un médico.

»En esta misma forma declararon varios ve-cinos, pero de ninguno de ellos se dice que fre-cuentaran la casa. Tampoco se sabe que la seño-ra y su hija tuvieran parientes vivos. Raramenteestaban abiertos los postigos de los balcones dela fachada principal. Los de la parte traseraestaban siempre cerrados, a excepción de lasventanas de la gran sala posterior del cuartopiso. La casa era una finca excelente y no muyvieja.

»Isidoro Muset, gendarme, declara haber sidollamado a la casa a las tres de la madrugada, ydice que halló ante la puerta principal a unas

Page 30: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

veinte o treinta personas que procuraban entraren el edificio. Con una bayoneta, y no con unabarra de hierro, pudo, por fin, forzar la puerta.No halló grandes dificultades en abrirla, por-que era de dos hojas y carecía de cerrojo y pa-sador en su parte alta. Hasta que la puerta fueforzada, continuaron los gritos, pero luego ce-saron repentinamente. Daban la sensación deser alaridos de una o varias personas víctimasde una gran angustia. Eran fuertes y prolonga-dos, y no gritos breves y rápidos. El testigo su-bió rápidamente los escalones. Al llegar al pri-mer rellano, oyó dos voces que disputabanacremente. Una de éstas era áspera, y la otra,aguda, una voz muy extraña. De la primerapudo distinguir algunas palabras, y le pareciófrancés el que las había pronunciado. Pero, evi-dentemente, no era voz de mujer. Distinguióclaramente las palabras "sacre" y "diable". Laaguda voz pertenecía a un extranjero, pero eldeclarante no puede asegurar si se trataba dehombre o mujer. No pudo distinguir lo que

Page 31: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

decían, pero supone que hablasen español. Eltestigo descubrió el estado de la casa y de loscadáveres como fue descrito ayer por nosotros.

»Henri Duval, vecino, y de oficio platero, de-clara que él formaba parte del grupo que entróprimeramente en la casa. En términos genera-les, corrobora la declaración de Muset. En cuan-to se abrieron paso, forzando la puerta, la ce-rraron de nuevo, con objeto de contener a lamuchedumbre que se había reunido a pesar dela hora. Este opina que la voz aguda sea la deun italiano, y está seguro de que no era la de unfrancés. No conoce el italiano. No pudo distin-guir las palabras, pero, por la entonación delque hablaba, está convencido de que era unitaliano. Conocía a Madame L'Espanaye y a suhija. Con las dos había conversado con frecuen-cia. Estaba seguro de que la voz no correspond-ía a ninguna de las dos mujeres.

»Odenheimer, restaurateur. Voluntariamente,el testigo se ofreció a declarar. Como no habla-ba francés, fue interrogado haciéndose uso de

Page 32: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

un intérprete. Es natural de Ámsterdam. Pasa-ba por delante de la casa en el momento en quese oyeron los gritos. Se detuvo durante unosminutos, diez, probablemente. Eran fuertes yprolongados, y producían horror y angustia.Fue uno de los que entraron en la casa. Corro-bora las declaraciones anteriores en todos susdetalles, excepto uno: está seguro de que la vozaguda era la de un hombre, la de un francés.No pudo distinguir claramente las palabras quehabía pronunciado. Estaban dichas en alta vozy rápidamente, con cierta desigualdad, pro-nunciadas, según suponía, con miedo y con iraal mismo tiempo. La voz era áspera. Realmente,no puede asegurarse que fuese una voz aguda.La voz grave dijo varias veces: "Sacré", "diable",y una sola "Man Dieu".

»Jules Mignaud, banquero, de la casa "Mig-naud et Fils", de la rue Deloraie. Es el mayor delos Mignaud. Madame L'Espanaye tenía algu-nos intereses. Había abierto una cuenta corrien-te en su casa de banca en la primavera del año...

Page 33: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

(ocho años antes). Con frecuencia había ingre-sado pequeñas cantidades. No retiró ningunahasta tres días antes de su muerte. La retirópersonalmente, y la suma ascendía a cuatro milfrancos. La cantidad fue pagada en oro, y seencargó a un dependiente que la llevara a sucasa.

»Adolphe Le Bon, dependiente de la "BancaMignaud et Fils", declara que en el día de autos,al mediodía, acompañó a Madame L'Espanayea su domicilio con los cuatro mil francos, dis-tribuidos en dos pequeños talegos. Al abrirse lapuerta, apareció Mademoiselle L'Espanaye Éstacogió uno de los saquitos, y la anciana señora elotro. Entonces, él saludó y se fue. En aquellosmomentos no había nadie en la calle. Era unacalle apartada, muy solitaria.

»William Bird, sastre, declara que fue uno delos que entraron en la casa. Es inglés. Ha vividodos años en París. Fue uno de los primeros quesubieron por la escalera. Oyó las voces que dis-putaban. La gruesa era de un francés. Pudo oír

Page 34: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

algunas palabras, pero ahora no puede recor-darlas todas. Oyó claramente "sacré" y "ManDieu". Por un momento se produjo un rumor,como si varias personas peleasen. Ruido de riñay forcejeo. La voz aguda era muy fuerte, másque la grave. Está seguro de que no se tratabade la voz de ningún inglés, sino más bien la deun alemán. Podía haber sido la de una mujer.No entiende el alemán.

»Cuatro de los testigos mencionados arriba,nuevamente interrogados, declararon que lapuerta de la habitación en que fue encontradoel cuerpo de Mademoiselle L'Espanaye sehallaba cerrada por dentro cuando el grupollegó a ella. Todo se hallaba en un silencio abso-luto. No se oían ni gemidos ni ruidos de ningu-na especie. Al forzar la puerta, no se vio a na-die. Tanto las ventanas de la parte posteriorcomo las de la fachada estaban cerradas y ase-guradas fuertemente por dentro con sus cerro-jos respectivos. Entre las dos salas se hallabatambién una puerta de comunicación, que esta-

Page 35: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

ba cerrada, pero no con llave. La puerta queconducía de la habitación delantera al pasilloestaba cerrada por dentro con llave. Una pe-queña estancia de la parte delantera del cuartopiso, a la entrada del pasillo, estaba abiertatambién, puesto que tenía la puerta entornada.En esta sala se hacinaban camas viejas, cofres yobjetos de esta especie. No quedó una sola pul-gada de la casa sin que hubiese sido registradacuidadosamente. Se ordenó que tanto por arri-ba como por abajo se introdujeran deshollina-dores por las chimeneas. La casa constaba decuatro pisos, con buhardillas (mansardas). En eltecho se hallaba, fuertemente asegurado, unescotillón, y parecía no haber sido abierto du-rante muchos años. Por lo que respecta al inter-valo de tiempo transcurrido entre las voces quedisputaban y el acto de forzar la puerta del pi-so, las afirmaciones de los testigos difieren bas-tante. Unos hablan de tres minutos, y otrosamplían este tiempo a cinco. Costó mucho for-zar la puerta.

Page 36: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

»Alfonso García, empresario de pompasfúnebres, declara que habita en la rue Morgue,y que es español. También formaba parte delgrupo que entró en la casa. No subió la escale-ra, porque es muy nervioso y temía los efectosque pudiera producirle la emoción. Oyó lasvoces que disputaban. La grave era de unfrancés. No pudo distinguir lo que decían, yestá seguro de que la voz aguda era de uninglés. No entiende este idioma, pero se basa enla entonación.

»Alberto Montan, confitero declara haber sidouno de los primeros en subir la escalera. Oyólas voces aludidas. La grave era de francés. Pu-do distinguir varias palabras. Parecía como sieste individuo reconviniera a otro. En cambio,no pudo comprender nada de la voz aguda.Hablaba rápidamente y de forma entrecortada.Supone que esta voz fuera la de un ruso. Co-rrobora también las declaraciones generales. Esitaliano. No ha hablado nunca con ningún ruso.

Page 37: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

»Interrogados de nuevo algunos testigos,certificaron que las chimeneas de todas lashabitaciones del cuarto piso eran demasiadoestrechas para que permitieran el paso de unapersona. Cuando hablaron de "deshollinado-res", se refirieron a las escobillas cilíndricas quecon ese objeto usan los limpiachimeneas. Lasescobillas fueron pasadas de arriba abajo portodos los tubos de la casa. En la parte posteriorde ésta no hay paso alguno por donde alguienhubiese podido bajar mientras el grupo subíalas escaleras. El cuerpo de Mademoiselle L'Es-panaye estaba tan fuertemente introducido enla chimenea, que no pudo ser extraído de allísino con la ayuda de cinco hombres.

»Paul Dumas, médico, declara que fue lla-mado hacia el amanecer para examinar loscadáveres. Yacían entonces los dos sobre lascorreas de la armadura de la cama, en la habi-tación donde fue encontrada MademoiselleL'Espanaye. El cuerpo de la joven estaba muymagullado y lleno de excoriaciones. Se explican

Page 38: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

suficientemente estas circunstancias por habersido empujado hacia arriba en la chimenea.Sobre todo, la garganta presentaba grandesexcoriaciones. Tenía también profundos araña-zos bajo la barbilla, al lado de una serie de lívi-das manchas que eran, evidentemente, impre-siones de dedos. El rostro se hallaba horrible-mente descolorido, y los ojos fuera de sus órbi-tas. La lengua había sido mordida y seccionadaparcialmente. Sobre el estómago se descubrióuna gran magulladura, producida, según sesupone, por la presión de una rodilla. SegúnMonsieur Dumas, Mademoiselle L'Espanayehabía sido estrangulada por alguna persona opersonas desconocidas. El cuerpo de su madreestaba horriblemente mutilado. Todos los hue-sos de la pierna derecha y del brazo estaban,poco o mucho, quebrantados. La tibia izquier-da, igual que las costillas del mismo lado, esta-ban hechas astillas. Tenía todo el cuerpo conespantosas magulladuras y descolorido. Es im-posible certificar cómo fueron producidas

Page 39: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

aquellas heridas. Tal vez un pesado garrote demadera, o una gran barra de hierro —algunasilla—, o una herramienta ancha, pesada y ro-ma, podría haber producido resultados seme-jantes. Pero siempre que hubieran sido maneja-dos por un hombre muy fuerte. Ninguna mujerpodría haber causado aquellos golpes con clasealguna de arma. Cuando el testigo la vio, lacabeza de la muerta estaba totalmente separadadel cuerpo y, además, destrozada. Evidente-mente, la garganta había sido seccionada conun instrumento afiladísimo, probablemente unanavaja barbera.

»Alexandre Etienne, cirujano, declara habersido llamado al mismo tiempo que el doctorDumas, para examinar los cuerpos. Corroboróla declaración y las opiniones de éste.

»No han podido obtenerse más pormenoresimportantes en otros interrogatorios. Un crimentan extraño y tan complicado en todos sus as-pectos no había sido cometido jamás en París,en el caso de que se trate realmente de un cri-

Page 40: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

men. La Policía carece totalmente de rastro,circunstancia rarísima en asuntos de tal natura-leza. Puede asegurarse, pues, que no existe lamenor pista.»

En la edición de la tarde, afirmaba el perió-dico que reinaba todavía gran excitación en elquartier Saint-Roch; que, de nuevo, se habíaninvestigado cuidadosamente las circunstanciasdel crimen, pero que no se había obtenidoningún resultado. A última hora anunciaba unanoticia que Adolphe Le Bon había sido deteni-do y encarcelado; pero ninguna de las circuns-tancias ya expuestas parecía acusarle.

Dupin demostró estar particularmente inte-resado en el desarrollo de aquel asunto; cuandomenos, así lo deducía yo por su conducta, por-que no hacía ningún comentario. Tan sólo des-pués de haber sido encarcelado Le Bon me pre-guntó mi parecer sobre aquellos asesinatos.

Yo no pude expresarle sino mi conformidadcon todo el público parisiense, considerandoaquel crimen como un misterio insoluble. No

Page 41: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

acertaba a ver el modo en que pudiera darsecon el asesino.

—Por interrogatorios tan superficiales nopodemos juzgar nada con respecto al modo deencontrarlo —dijo Dupin—. La Policía de París,tan elogiada por su perspicacia, es astuta, peronada más. No hay más método en sus diligen-cias que el que las circunstancias sugieren. Ex-hiben siempre las medidas tomadas, pero confrecuencia ocurre que son tan poco apropiadasa los fines propuestos que nos hacen pensar enMonsieur Jourdain pidiendo su robede-chambre,pour mieux entendre la musique. A veces no dejande ser sorprendentes los resultados obtenidos.Pero, en su mayor parte, se consiguen por merainsistencia y actividad. Cuando resultan inefi-caces tales procedimientos, fallan todos susplanes. Vidocq, por ejemplo, era un excelenteadivinador y un hombre perseverante; perocomo su inteligencia carecía de educación, seequivocaba con frecuencia por la misma inten-sidad de sus investigaciones. Disminuía el po-

Page 42: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

der de su visión por mirar el objeto tan de cer-ca. Era capaz de ver, probablemente, una o doscircunstancias con una poco corriente claridad;pero al hacerlo perdía necesariamente la visióntotal del asunto. Esto puede decirse que es eldefecto de ser demasiado profundo. La verdadno está siempre en el fondo de un pozo. Enrealidad, yo pienso que, en cuanto a lo que másimporta conocer, es invariablemente superfi-cial. La profundidad se encuentra en los vallesdonde la buscamos, pero no en las cumbres delas montañas, que es donde la vemos. Las va-riedades y orígenes de esta especie de errortienen un magnífico ejemplo en la contempla-ción de los cuerpos celestes. Dirigir a una estre-lla una rápida ojeada, examinarla oblicuamen-te, volviendo hacia ella las partes exteriores dela retina (que son más sensibles a las débilesimpresiones de la luz que las anteriores), escontemplar la estrella distintamente, obtener lamás exacta apreciación de su brillo, brillo quese oscurece a medida que volvemos nuestra

Page 43: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

visión de lleno hacía ella. En el último caso, caenen los ojos mayor número de rayos, pero en elprimero se obtiene una receptibilidad más afi-nada. Con una extrema profundidad, embro-llamos y debilitamos el pensamiento, y aun loconfundimos. Podemos, incluso, lograr queVenus se desvanezca del firmamento si le diri-gimos una atención demasiado sostenida, de-masiado concentrada o demasiado directa.

»Por lo que respecta a estos asesinatos, exa-minemos algunas investigaciones por nuestracuenta, antes de formar de ellos una opinión.Una investigación como ésta nos procurará unabuena diversión —a mí me pareció impropiaesta última palabra, aplicada al presente caso,pero no dije nada—, y, por otra parte, Le Bonha comenzado por prestarme un servicio yquiero demostrarle que no soy un ingrato. Ire-mos al lugar del suceso y lo examinaremos connuestros propios ojos. Conozco a G..., el prefec-to de Policía, y no me será difícil conseguir elpermiso necesario.

Page 44: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Nos fue concedida la autorización, y nos di-rigimos inmediatamente a la rue Morgue. Esésta una de esas miserables callejuelas queunen la rue Richelieu y la de Saint-Roch. Cuan-do llegamos a ella, eran ya las últimas horas dela tarde, porque este barrio se encuentra situa-do a gran distancia de aquel en que nosotrosvivíamos. Pronto hallamos la casa; aún habíafrente a ella varias personas mirando con vanacuriosidad las ventanas cerradas. Era una casacomo tantas de París. Tenía una puerta princi-pal, y en uno de sus lados había una casilla decristales con un bastidor corredizo en la venta-nilla, y parecía ser la loge de concierge. Antes deentrar nos dirigimos calle arriba, y, torciendode nuevo, pasamos a la fachada posterior deledificio. Dupin examinó durante todo este ratolos alrededores, así como la casa, con una aten-ción tan cuidadosa, que me era imposible com-prender su finalidad.

Volvimos luego sobre nuestros pasos, y lle-gamos ante la fachada de la casa. Llamamos a

Page 45: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

la puerta, y después de mostrar nuestro permi-so, los agentes de guardia nos permitieron laentrada. Subimos las escaleras, hasta llegar a lahabitación donde había sido encontrado elcuerpo de Mademoiselle L'Espanaye y dondese hallaban aún los dos cadáveres. Como decostumbre, había sido respetado el desorden dela habitación. Nada vi de lo que se había publi-cado en la Gazette des Tribunaux. Dupin lo ana-lizaba todo minuciosamente, sin exceptuar loscuerpos de las víctimas. Pasamos inmediata-mente a otras habitaciones, y bajamos luego alpatio. Un gendarme nos acompañó a todas par-tes, y la investigación nos ocupó hasta el ano-checer, marchándonos entonces. De regreso anuestra casa, mi compañero se detuvo unosminutos en las oficinas de un periódico.

He dicho ya que las rarezas de mi amigoeran muy diversas y que je les menageais: estafrase no tiene equivalente en inglés. Hasta eldía siguiente, a mediodía, rehusó toda conver-sación sobre los asesinatos. Entonces me pre-

Page 46: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

guntó de pronto si yo había observado algoparticular en el lugar del hecho.

En su manera de pronunciar la palabra «par-ticular» había algo que me produjo un estreme-cimiento sin saber por qué.

—No, nada de particular —le dije—; por lomenos, nada más de lo que ya sabemos por elperiódico.

—Mucho me temo —me replicó— que laGazette no haya logrado penetrar en el insólitohorror del asunto. Pero dejemos las necias opi-niones de este papelucho. Yo creo que si estemisterio se ha considerado como insoluble, porla misma razón debería de ser fácil de resolver,y me refiero al outre carácter de sus circunstan-cias. La Policía se ha confundido por la ausen-cia aparente de motivos que justifiquen, no elcrimen, sino la atrocidad con que ha sido come-tido. Asimismo, les confunde la aparente impo-sibilidad de conciliar las voces que disputabancon la circunstancia de no haber hallado arribasino a Mademoiselle L'Espanaye, asesinada, y

Page 47: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

no encontrar la forma de que nadie saliera delpiso sin ser visto por las personas que subíanpor las escaleras. El extraño desorden de lahabitación; el cadáver metido con la cabezahacia abajo en la chimenea; la mutilación es-pantosa del cuerpo de la anciana, todas estasconsideraciones, con las ya descritas y otras nodignas de mención, han sido suficientes paraparalizar sus facultades, haciendo que fracasarapor completo la tan cacareada perspicacia de losagentes del Gobierno. Han caído en el grandeaunque común error de confundir lo insólitocon lo abstruso. Pero precisamente por estasdesviaciones de lo normal es por donde ha dehallar la razón su camino en la investigación dela verdad, en el caso de que ese hallazgo seaposible. En investigaciones como la que esta-mos realizando ahora, no hemos de preguntar-nos tanto «qué ha ocurrido» como «qué ha ocu-rrido que no había ocurrido jamás hasta ahora».Realmente la sencillez con que yo he de llegar ohe llegado ya a la solución de este misterio, se

Page 48: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

halla en razón directa con su aparente falta desolución en el criterio de la Policía.

Con mudo asombro, contemplé a mi amigo.—Estoy esperando ahora —continuó dicién-

dome mirando a la puerta de nuestra habita-ción— a un individuo que aun cuando proba-blemente no ha cometido esta carnicería bienpuede estar, en cierta medida, complicado enella. Es probable que resulte inocente de la par-te más desagradable de los crímenes cometidos.Creo no equivocarme en esta suposición, por-que en ella se funda mi esperanza de descubrirel misterio. Espero a este individuo aquí en estahabitación y de un momento a otro. Cierto esque puede no venir, pero lo probable es quevenga. Si viene, hay que detenerlo. Aquí hayunas pistolas, y los dos sabemos cómo usarlascuando las circunstancias lo requieren.

Sin saber lo que hacía, ni lo que oía, tomé laspistolas, mientras Dupin continuaba hablandocomo si monologara. Se dirigían sus palabras amí pero su voz no muy alta, tenía esa entona-

Page 49: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

ción empleada frecuentemente al hablar conuna persona que se halla un poco distante. Suspupilas inexpresivas miraban fijamente hacia lapared.

—La experiencia ha demostrado plenamenteque las voces que disputaban —dijo—, oídaspor quienes subían las escaleras, no eran las delas dos mujeres. Este hecho descarta el que laanciana hubiese matado primeramente a su hijay se hubiera suicidado después. Hablo de estoúnicamente por respeto al método; porque,además, la fuerza de Madame L'Espanaye nohubiera conseguido nunca arrastrar el cuerpode su hija por la chimenea arriba tal como fuehallado. Por otra parte, la naturaleza de lasheridas excluye totalmente la idea del suicidio.Por tanto, el asesinato ha sido cometido porterceras personas, y las voces de éstas son lasque se oyeron disputar. Permítame que le haganotar no todo lo que se ha declarado con res-pecto a estas voces, sino lo que hay de particular

Page 50: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

en las declaraciones. ¿No ha observado ustednada en ellas?

Yo le dije que había observado que mientrastodos los testigos coincidían en que la voz gra-ve era de un francés, había un gran desacuerdopor lo que respecta a la voz aguda, o áspera,como uno de ellos la había calificado.

—Esto es evidencia pura —dijo—, pero no loparticular de esa evidencia. Usted no ha obser-vado nada característico, pero, no obstante hab-ía algo que observar. Como ha notado usted lostestigos estuvieron de acuerdo en cuanto a lavoz grave. En ello había unanimidad. Pero loque respecta a la voz aguda consiste su particu-laridad, no en el desacuerdo, sino en que,cuando un italiano, un inglés, un español, unholandés y un francés intentan describirla cadauno de ellos opina que era la de un extranjero.Cada uno está seguro de que no es la de uncompatriota, y cada uno la compara, no a la deun hombre de una nación cualquiera cuyo len-guaje conoce, sino todo lo contrario. Supone el

Page 51: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

francés que era la voz de un español y que«hubiese podido distinguir algunas palabras dehaber estado familiarizado con el español». Elholandés sostiene que fue la de un francés, perosabemos que, por «no conocer este idioma, el testi-go había sido interrogado por un intérprete». Supo-ne el inglés que la voz fue la de un alemán; pe-ro añade que «no entiende el alemán». El español«está seguro» de que es la de un inglés, perotan sólo «lo cree por la entonación, ya que notiene ningún conocimiento del idioma». El italianocree que es la voz de un ruso, pero «jamás hatenido conversación alguna con un ruso». Otrofrancés difiere del primero, y está seguro deque la voz era de un italiano; pero aunque noconoce este idioma, está, como el español, «segu-ro de ello por su entonación». Ahora bien,¡cuán extraña debía de ser aquella voz para quetales testimonios pudieran darse de ella, encuyas inflexiones, ciudadanos de cinco grandesnaciones europeas, no pueden reconocer nadaque les sea familiar! Tal vez usted diga que

Page 52: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

puede muy bien haber sido la voz de un asiáti-co o la de un africano; pero ni los asiáticos nilos africanos se ven frecuentemente por París.Pero, sin decir que esto sea posible, quiero aho-ra dirigir su atención sobre tres puntos. Uno delos testigos describe aquella voz como «másáspera que aguda»; otros dicen que es «rápiday desigual»; en este caso, no hubo palabras (nisonidos que se parezcan a ella), que ningúntestigo mencionara como inteligibles.

»Ignoro qué impresión —continuó Dupin—puedo haber causado en su entendimiento,pero no dudo en manifestar que las legítimasdeducciones efectuadas con sólo esta parte delos testimonios conseguidos (la que se refiere alas voces graves y agudas), bastan por sí mis-mas para motivar una sospecha que bien puededirigirnos en todo ulterior avance en la investi-gación de este misterio. He dicho «legítimasdeducciones», pero así no queda del todo expli-cada mi intención. Quiero únicamente manifes-tar que esas deducciones son las únicas apro-

Page 53: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

piadas, y que mi sospecha se origina inevitable-mente en ellas como una conclusión única. Nodiré todavía cuál es esa sospecha. Tan sólo de-seo hacerle comprender a usted que para mítiene fuerza bastante para dar definida forma(determinada tendencia) a mis investigacionesen aquella habitación.

»Mentalmente, trasladémonos a ella. ¿Quées lo primero que hemos de buscar allí? Losmedios de evasión utilizados por los asesinos.No hay necesidad de decir que ninguno de losdos creemos en este momento en acontecimien-tos sobrenaturales. Madame y MademoiselleL'Espanaye no han sido, evidentemente, asesi-nadas por espíritus. Quienes han cometido elcrimen fueron seres materiales y escaparon porprocedimientos materiales. ¿De qué modo?Afortunadamente, sólo hay una forma de razo-nar con respecto a este punto, y éste habrá dellevarnos a una solución precisa. Examinemos,pues, uno por uno, los posibles medios de eva-sión. Cierto es que los asesinos se encontraban

Page 54: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

en la alcoba donde fue hallada MademoiselleL'Espanaye, o, cuando menos, en la contigua,cuando las personas subían las escaleras. Portanto, sólo hay que investigar las salidas deestas dos habitaciones. La Policía ha dejado aldescubierto los pavimentos, los techos y lamampostería de las paredes en todas partes. Asu vigilancia no hubieran podido escapar de-terminadas salidas secretas. Pero yo no me fiabade sus ojos y he querido examinarlo con losmíos. En efecto, no había salida secreta. Laspuertas de las habitaciones que daban al pasilloestaban cerradas perfectamente por dentro.Veamos las chimeneas. Aunque de anchuranormal hasta una altura de ocho o diez piessobre los hogares, no puede, en toda su longi-tud, ni siquiera dar cabida a un gato corpulen-to. La imposibilidad de salida por los ya indi-cados medios es, por tanto, absoluta. Así, pues,no nos quedan más que las ventanas. Por la dela alcoba que da a la fachada principal nohubiera podido escapar nadie sin que la mu-

Page 55: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

chedumbre que había en la calle lo hubiese no-tado. Por tanto, los asesinos han de haber pasa-do por las de la habitación posterior. Llevados,pues, de estas deducciones y, de forma tan in-equívoca, a esta conclusión, no podemos, segúnun minucioso razonamiento, rechazarla, te-niendo en cuenta aparentes imposibilidades.Nos queda sólo por demostrar que esas aparen-tes «imposibilidades» en realidad no lo son.

»En la habitación hay dos ventanas. Una deellas no se halla obstruida por los muebles, yestá completamente visible. La parte inferior dela otra la oculta a la vista la cabecera de la pe-sada armazón del lecho, estrechamente pegadaa ella. La primera de las dos ventanas está fuer-temente cerrada y asegurada por dentro. Resis-tió a los más violentos esfuerzos de quienesintentaron levantarla. En la parte izquierda desu marco veíase un gran agujero practicado conuna barrena, y un clavo muy grueso hundidoen él hasta la cabeza. Al examinar la otra ven-tana se encontró otro clavo semejante, clavado

Page 56: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

de la misma forma, y un vigoroso esfuerzo paraseparar el marco fracasó también. La Policía seconvenció entonces de que por ese camino nose había efectuado la salida, y por esta razónconsideró superfluo quitar aquellos clavos yabrir las ventanas.

»Mi examen fue más minucioso, por la razónque acabo ya de decir, ya que sabía era precisoprobar que todas aquellas aparentes imposibi-lidades no lo eran realmente.

Continué razonando así a posteriori. Los ase-sinos han debido de escapar por una de estasventanas. Suponiendo esto, no es fácil que pu-dieran haberlas sujetado por dentro, como selas ha encontrado, consideración que, por suevidencia, paralizó las investigaciones de laPolicía en este aspecto. No obstante, las venta-nas estaban cerradas y aseguradas. Era, pues,preciso que pudieran cerrarse por sí mismas. Nohabía modo de escapar a esta conclusión. Fuidirectamente a la ventana no obstruida, y concierta dificultad extraje el clavo y traté de le-

Page 57: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

vantar el marco. Como yo suponía, resistió atodos los esfuerzos. Había, pues, evidentemen-te, un resorte escondido, y este hecho, corrobo-rado por mi idea, me convenció de que mispremisas, por muy misteriosas que apareciesenlas circunstancias relativas a los clavos, erancorrectas. Una minuciosa investigación me hizodescubrir pronto el oculto resorte. Lo oprimí y,satisfecho con mi descubrimiento, me abstuvede abrir la ventana.

»Volví entonces a colocar el clavo en su sitio,después de haberlo examinado atentamente.Una persona que hubiera pasado por aquellaventana podía haberla cerrado y haber funcio-nado solo el resorte. Pero el clavo no podíahaber sido colocado. Esta conclusión está clari-sima, y restringía mucho el campo de mis in-vestigaciones. Los asesinos debían, por tanto,de haber escapado por la otra ventana. Supo-niendo que los dos resortes fueran iguales, co-mo era posible, debía, pues, de haber una dife-rencia entre los clavos, o, por lo menos, en su

Page 58: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

colocación. Me subí sobre las correas de la ar-madura del lecho, y por encima de su cabeceraexaminé minuciosamente la segunda ventana.Pasando la mano por detrás de la madera, des-cubrí y apreté el resorte, que, como yo habíasupuesto, era idéntico al anterior. Entoncesexaminé el clavo. Era del mismo grueso que elotro, y aparentemente estaba clavado de lamisma forma, hundido casi hasta la cabeza.

»Tal vez diga usted que me quedé perplejo;pero si piensa semejante cosa es que no hacomprendido bien la naturaleza de mis deduc-ciones. Sirviéndome de un término deportivo,no me he encontrado ni una vez «en falta». Elrastro no se ha perdido ni un solo instante. Enningún eslabón de la cadena ha habido un de-fecto. Hasta su última consecuencia he seguidoel secreto. Y la consecuencia era el clavo. En to-dos sus aspectos, he dicho, aparentaba ser aná-logo al de la otra ventana; pero todo esto eranada (tan decisivo como parecía) comparadocon la consideración de que en aquel punto

Page 59: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

terminaba mi pista. «Debe de haber algún de-fecto en este clavo», me dije. Lo toqué, y su ca-beza, con casi un cuarto de su espiga, se mequedó en la mano. El resto quedó en el orificiodonde se había roto. La rotura era antigua, co-mo se deducía del óxido de sus bordes, y, alparecer, había sido producido por un martilla-zo que hundió una parte de la cabeza del clavoen la superficie del marco. Volví entonces acolocar cuidadosamente aquella parte en ellugar de donde la había separado, y su seme-janza con un clavo intacto fue completa. Larotura era inapreciable. Apreté el resorte y le-vanté suavemente el marco unas pulgadas. Conél subió la cabeza del clavo, quedando fija en suagujero. Cerré la ventana, y fue otra vez perfec-ta la apariencia del clavo entero.

»Hasta aquí estaba resuelto el enigma. Elasesino había huido por la ventana situada a lacabecera del lecho. Al bajar por sí misma, luegode haber escapado por ella, o tal vez al ser ce-rrada deliberadamente, se había quedado sujeta

Page 60: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

por el resorte, y la sujeción de éste había enga-ñado a la Policía, confundiéndola con la delclavo, por lo cual se había considerado innece-sario proseguir la investigación.

»El problema era ahora saber cómo había ba-jado el asesino. Sobre este punto me sentía sa-tisfecho de mi paseo en torno al edificio.Aproximadamente a cinco pies y medio de laventana en cuestión, pasa la cadena de un para-rrayos. Por ésta hubiera sido imposible a cual-quiera llegar hasta la ventana, y ya no digamosentrar. Sin embargo, al examinar los postigosdel cuarto piso, vi que eran de una especie par-ticular, que los carpinteros parisienses llamanferrades, especie poco usada hoy, pero halladafrecuentemente en las casas antiguas de Lyon yBurdeos. Tienen la forma de una puerta normal(sencilla y no de dobles batientes), excepto quesu mitad superior está enrejada o trabajada amodo de celosía, por lo que ofrece un asideroexcelente para las manos. En el caso en cues-tión, estos postigos tienen una anchura de tres

Page 61: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

pies y medio, más o menos. Cuando los vimosdesde la parte posterior de la casa, los dos esta-ban abiertos hasta la mitad; es decir, formabancon la pared un ángulo recto. Es probable quela Policía haya examinado, como yo, la parteposterior del edificio; pero al mirar las ferradesen el sentido de su anchura (como deben dehaberlo hecho), no se han dado cuenta de ladimensión en este sentido, o cuando menos nole han dado la necesaria importancia. En reali-dad, una vez se convencieron de que no podíaefectuarse la huida por aquel lado, no lo exa-minaron sino superficialmente. Sin embargo,para mí era claro que el postigo que pertenecíaa la ventana situada a la cabecera de la cama, sise abría totalmente, hasta que tocara la pared,llegaría hasta unos dos pies1 de la cadena delpararrayos. También estaba claro que con elesfuerzo de una energía y un valor insólitospodía muy bien haberse entrado por aquella

1 2 pies = 60 cm. (aprox.)

Page 62: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

ventana con ayuda de la cadena. Llegado aaquella distancia de dos pies y medio (supon-gamos ahora abierto el postigo), un ladrónhubiese podido encontrar en el enrejada unsólido asidero, para que luego, desde él, sol-tando la cadena y apoyando bien los pies con-tra la pared, pudiera lanzarse rápidamente,caer en la habitación y atraer hacia sí violenta-mente el postigo, de modo que se cerrase, ysuponiendo, desde luego, que se hallara siem-pre la ventana abierta.

»Tenga usted en cuenta que me he referido auna energía insólita, necesaria para llevar acabo con éxito una empresa tan arriesgada ydifícil. Mi propósito es el de demostrarle, enprimer lugar, que el hecho podía realizarse, yen segundo, y muy principalmente, llamar suatención sobre el carácter extraordinario, casisobrenatural, de la agilidad necesaria para suejecución.

»Me replicará usted, sin duda, valiéndosedel lenguaje de la ley, que para «defender mi

Page 63: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

causa» debiera más bien prescindir de la energ-ía requerida en ese caso antes que insistir envalorarla exactamente. Esto es realizable en lapráctica forense, pero no en la razón. Mi objeti-vo final es la verdad tan sólo, y mi propósitoinmediato conducir a usted a que compare esainsólita energía de que acabo de hablarle con lapeculiarísima voz aguda (o áspera), y desigual,con respecto a cuya nacionalidad no se hanhallado siquiera dos testigos que estuviesen deacuerdo, y en cuya pronunciación no ha sidoposible descubrir una sola sílaba.

A estas palabras comenzó a formarse en miespíritu una vaga idea de lo que pensaba Du-pin. Me parecía llegar al límite de la compren-sión, sin que todavía pudiera entender, lo mis-mo que esas personas que se encuentran algu-nas veces al borde de un recuerdo y no son ca-paces de llegar a conseguirlo. Mi amigo conti-nuó su razonamiento.

—Habrá usted visto —dijo— que he retro-traído la cuestión del modo de salir al de entrar.

Page 64: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Mi plan es demostrarle que ambas cosas se hanefectuado de la misma manera y por el mismositio. Volvamos ahora al interior de la habita-ción. Estudiemos todos sus aspectos. Según seha dicho, los cajones de la cómoda han sidosaqueados, aunque han quedado en ellos algu-nas prendas de vestir. Esta conclusión es ab-surda. Es una simple conjetura, muy necia, porcierto, y nada más. ¿Cómo es posible saber quetodos esos objetos encontrados en los cajonesno eran todo lo que contenían? Madame L'Es-panaye y su hija vivían una vida excesivamenteretirada. No se trataban con nadie, salían raravez y, por consiguiente, tenían pocas ocasionespara cambiar de vestido. Los objetos que se hanencontrado eran de tan buena calidad, por lomenos, como cualquiera de los que posible-mente hubiesen poseído esas señoras. Si unladrón hubiera cogido alguno, ¿por qué no losmejores, o por qué no todos? En fin, ¿hubieseabandonado cuatro mil francos en oro paracargar con un fardo de ropa blanca? El oro fue

Page 65: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

abandonado. Casi la totalidad de la suma men-cionada por Monsieur Mignaud, el banquero,ha sido hallada en el suelo, en los saquitos. In-sisto, por tanto, en querer descartar de su pen-samiento la idea desatinada de un motivo, en-gendrada en el cerebro de la Policía por esadeclaración que se refiere a dinero entregado ala puerta de la casa. Coincidencias diez vecesmás notables que ésta (entrega del dinero yasesinato, tres días más tarde, de la persona quelo recibe) se presentan constantemente en nues-tra vida sin despertar siquiera nuestra atenciónmomentánea. Por lo general las coincidenciasson otros tantos motivos de error en el caminode esa clase de pensadores educados de talmodo que nada saben de la teoría de probabili-dades, esa teoría a la cual las más memorablesconquistas de la civilización humana deben lomás glorioso de su saber. En este caso, si el orohubiera desaparecido, el hecho de haber sidoentregado tres días antes hubiese podido pare-cer algo más que una coincidencia. Corroborar-

Page 66: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

ía la idea de un motivo. Pero, dadas las circuns-tancias reales del caso, si hemos de suponer queel oro ha sido el móvil del hecho, también de-bemos imaginar que quien lo ha cometido hasido tan vacilante y tan idiota que ha abando-nado al mismo tiempo el oro y el motivo.

»Fijados bien en nuestro pensamiento lospuntos sobre los cuales he llamado su atención(la voz peculiar, la insólita agilidad y la sor-prendente falta de motivo en un crimen de unaatrocidad tan singular como éste), examinemospor sí misma esta carnicería. Nos encontramoscon una mujer estrangulada con las manos ymetida cabeza abajo en una chimenea. Nor-malmente, los criminales no emplean semejanteprocedimiento de asesinato. En el violento mo-do de introducir el cuerpo en la chimeneahabrá usted de admitir que hay algo excesiva-mente exagerado, algo que está en desacuerdocon nuestras corrientes nociones respecto a losactos humanos, aun cuando supongamos quelos autores de este crimen sean los seres más

Page 67: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

depravados. Por otra parte, piense usted cuánenorme debe de haber sido la fuerza que logróintroducir tan violentamente el cuerpo haciaarriba en una abertura como aquélla, por cuantolos esfuerzos unidos de varias personas apenassi lograron sacarlo de ella.

»Fijemos ahora nuestra atención en otros in-dicios que ponen de manifiesto este vigor ma-ravilloso. Había en el hogar unos espesos me-chones de grises cabellos humanos. Habíansido arrancados de cuajo. Sabe usted la fuerzaque es necesaria para arrancar de la cabeza, auncuando no sean más que veinte o treinta cabe-llos a la vez. Usted habrá visto tan bien comoyo aquellos mechones. Sus raíces (¡qué espanto-so espectáculo!) tenían adheridos fragmentosde cuero cabelludo, segura prueba de la prodi-giosa fuerza que ha sido necesaria para arran-car tal vez un millar de cabellos a la vez. Lagarganta de la anciana no sólo estaba cortada,sino que tenía la cabeza completamente sepa-rada del cuerpo, y el instrumento para esta

Page 68: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

operación fue una sencilla navaja barbera. Leruego que se fije también en la brutal ferocidadde tal acto. No es necesario hablar de las magu-lladuras que aparecieron en el cuerpo de Ma-dame L'Espanaye. Monsieur Dumas y su hono-rable colega Monsieur Etienne han declaradoque habían sido producidas por un instrumen-to romo. En ello, estos señores están en lo cier-to. El instrumento ha sido, sin duda alguna, elpavimento del patio sobre el que la víctima hacaído desde la ventana situada encima del le-cho. Por muy sencilla que parezca ahora estaidea, escapó a la Policía, por la misma razónque le impidió notar la anchura de los postigos,porque, dada la circunstancia de los clavos, supercepción estaba herméticamente cerrada a laidea de que las ventanas hubieran podido serabiertas.

»Si ahora, como añadidura a todo esto, hareflexionado usted bien acerca del extraño des-orden de la habitación, hemos llegado ya alpunto de combinar las ideas de agilidad mara-

Page 69: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

villosa, fuerza sobrehumana, bestial ferocidad,carnicería sin motivo, una grotesquerie en lohorrible, extraña en absoluto a la humanidad, yuna voz extranjera por su acento para los oídosde hombres de distintas naciones y desprovistade todo silabeo que pudieran advertirse distin-ta e inteligiblemente. ¿Qué se deduce de todoello? ¿Cuál es la impresión que ha producidoen su imaginación?

Al hacerme Dupin esta pregunta, sentí unescalofrío.

—Un loco ha cometido ese crimen —dije—,algún lunático furioso que se habrá escapadode alguna Maison de Santé vecina.

—En algunos aspectos —me contestó— noes desacertada su idea. Pero hasta en sus másferoces paroxismos, las voces de los locos no separecen nunca a esa voz peculiar oída desde lacalle. Los locos pertenecen a una nación cual-quiera, y su lenguaje, aunque incoherente, essiempre articulado. Por otra parte, el cabello deun loco no se parece al que yo tengo en la ma-

Page 70: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

no. De los dedos rígidamente crispados de Ma-dame L'Espanaye he desenredado esté pequeñomechón. ¿Qué puede usted deducir de esto?

—Dupin —exclamé, completamente des-alentado—, ¡qué cabello más raro! No es uncabello humano.

—Yo no he dicho que lo fuera —me con-testó—. Pero antes de decidir con respecto aeste particular, le ruego que examine este pe-queño diseño que he trazado en un trozo depapel. Es un facsímil que representa lo que unaparte de los testigos han declarado comocárdenas magulladuras y profundos rasguñosproducidos por las uñas en el cuello de Made-moiselle L'Espanaye, y que los doctores Dumasy Etienne llaman una serie de manchas lívidasevidentemente producidas por la impresión delos dedos.

Comprenderá usted —continuó mi amigo,desdoblando el papel sobre la mesa y antenuestros ojos —que este dibujo da idea de unapresión firme y poderosa. Aquí no hay desliza-

Page 71: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

miento visible. Cada dedo ha conservado, quizáshasta la muerte de la víctima, la terrible presaen la cual se ha moldeado. Pruebe usted ahorade colocar sus dedos, todos a un tiempo, en lasrespectivas impresiones, tal como las ve ustedaquí.

Lo intenté en vano.—Es posible —continuó— que no efectue-

mos esta experiencia de un modo decisivo. Elpapel está desplegado sobre una superficieplana, y la garganta humana es cilíndrica. Peroaquí tenemos un tronco cuya circunferencia es,poco más o menos, la de la garganta. Arrolle asu superficie este diseño y volvamos a efectuarla experiencia.

Lo hice así, pero la dificultad fue todavíamás evidente que la primera vez.

—Esta —dije— no es la huella de una manohumana.

—Ahora, lea este pasaje de Cuvier —continuó Dupin.

Page 72: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Era una historia anatómica, minuciosa y ge-neral, del gran orangután salvaje de las islas dela India Oriental. Son harto conocidas de todoel mundo la gigantesca estatura, la fuerza yagilidad prodigiosas, la ferocidad salvaje y lasfacultades de imitación de estos mamíferos.Comprendí entonces, de pronto, todo el horrorde aquellos asesinatos.

—La descripción de los dedos —dije, cuandohube terminado la lectura— está perfectamentede acuerdo con este dibujo. Creo que ningúnanimal, excepto el orangután de la especie queaquí se menciona, puede haber dejado huellascomo las que ha dibujado usted. Este mechónde pelo ralo tiene el mismo carácter que el delanimal descrito por Cuvier. Pero no me es po-sible comprender las circunstancias de este es-pantoso misterio. Hay que tener en cuenta,además, que se oyeron disputar dos voces, e,indiscutiblemente, una de ellas pertenecía a unfrancés.

Page 73: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

—Cierto, y recordará usted una expresiónatribuida casi unánimemente a esa voz por lostestigos; la expresión «Mon Dieu». Y en talescircunstancias, uno de los testigos (Montani, elconfitero) la identificó como expresión de pro-testa o reconvención. Por tanto, yo he fundadoen estas voces mis esperanzas de la completasolución de este misterio. Indudablemente, unfrancés conoce el asesinato. Es posible, y enrealidad, más que posible, probable, que él seainocente de toda participación en los hechossangrientos que han ocurrido. Puede habérseleescapado el orangután, y puede haber seguidosu rastro hasta la habitación. Pero, dadas lasagitadas circunstancias que se hubieran produ-cido, pudo no haberle sido posible capturarlede nuevo. Todavía anda suelto el animal. No esmi propósito continuar estas conjeturas, y lascalifico así porque no tengo derecho a llamarlasde otro modo, ya que los atisbos de reflexión enque se fundan apenas alcanzan la suficientebase para ser apreciables incluso para mi pro-

Page 74: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

pia inteligencia, y, además, porque no puedohacerlas inteligibles para la comprensión deotra persona. Llamémoslas, pues, conjeturas, yconsiderémoslas así. Si, como yo supongo, elfrancés a que me refiero es inocente de tal atro-cidad, este anuncio que, a nuestro regreso, dejéen las oficinas de Le Monde, un periódico con-sagrado a intereses marítimos y muy buscadopor los marineros, nos lo traerá a casa.

Me entregó el periódico, y leí:CAPTURAEn el Bois de Boulogne se ha encontrado a pri-

meras horas de la mañana del día... de los corrientes(la mañana del crimen), un enorme orangután dela especie de Borneo. Su propietario (que se sabe esun marino perteneciente a la tripulación de un navíomaltés) podrá recuperar el animal, previa su identi-ficación, pagando algunos pequeños gestos ocasiona-dos por su captura y manutención. Dirigirse alnúmero... de la rue... faubourg Saint-Germain...tercero.

Page 75: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

—¿Cómo ha podido usted saber —le pre-gunté a Dupin— que el individuo de que setrata es marinero y está enrolado en un navíomaltés?

—Yo no lo conozco —repuso Dupin—. No es-toy seguro de que exista. Pero tengo aquí estepedacito de cinta que, a juzgar por su forma ysu grasiento aspecto, ha sido usada, evidente-mente, para anudar los cabellos en forma deesas largas guerres a que tan aficionados son losmarineros. Por otra parte, este lazo saben anu-darlo muy pocas personas, y es característicode los malteses. Recogí esta cinta al pie de lacadena del pararrayos. No puede pertenecer aninguna de las dos víctimas. Todo lo más, si mehe equivocado en mis deducciones con respectoa este lazo, es decir, pensando que ese francéssea un marinero enrolado en un navío maltés,no habré perjudicado a nadie diciendo lo quehe dicho en el anuncio. Si me he equivocado,supondrá él que algunas circunstancias me en-gañaron, y no se tomará el trabajo de inquirir-

Page 76: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

las. Pero, si acierto, habremos dado un pasomuy importante. Aunque inocente del crimen,el francés habrá de conocerlo, y vacilará entre sidebe responder o no al anuncio y reclamar o noal orangután.

Sus razonamientos serán los siguientes: «Soyinocente; soy pobre; mi orangután vale muchodinero, una verdadera fortuna para un hombreque se encuentra en mi situación. ¿Por qué hede perderlo por un vano temor al peligro? Lotengo aquí, a mi alcance. Lo encontraron en elBois de Boulogne, a mucha distancia del escena-rio de aquel crimen. ¿Quién sospecharía que unanimal ha cometido semejante acción? La Polic-ía está despistada. No ha obtenido el menorindicio. Dado el caso de que sospecharan delanimal, será imposible demostrar que yo tengoconocimiento del crimen, ni mezclarme en élpor el solo hecho de conocerlo. Además, meconocen. El anunciante me señala como dueñodel animal. No sé hasta qué punto llega esteconocimiento. Si soslayo el reclamar una pro-

Page 77: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

piedad de tanto valor y que, además, se sabeque es mía, concluiré haciendo sospechoso alanimal. No es prudente llamar la atención so-bre mí ni sobre él. Contestaré, por tanto, a esteanuncio, recobraré mi orangután y le encerraréhasta que se haya olvidado por completo esteasunto.»

En este instante oímos pasos en la escalera.—Esté preparado —me dijo Dupin—. Coja

sus pistolas, pero no haga uso de ellas, ni lasenseñe, hasta que yo le haga una señal.

Habíamos dejado abierta la puerta principalde la casa. El visitante entró sin llamar y subióalgunos peldaños de la escalera. Ahora, sinembargo, parecía vacilar. Le oímos descender.Dupin se precipitó hacia la puerta, pero enaquel instante le oímos subir de nuevo. Ahoraya no retrocedía por segunda vez, sino que su-bió con decisión y llamó a la puerta de nuestropiso.

—Adelante—dijo Dupin con voz satisfecha yalegre.

Page 78: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Entró un hombre. A no dudarlo, era un ma-rinero; un hombre alto, fuerte, musculoso, conuna expresión de arrogancia no del todo des-agradable. Su rostro, muy atezado, estaba ocul-to en más de su mitad por las patillas y el mus-tachio. Estaba provisto de un grueso garrote deroble, y no parecía llevar otras armas. Saludó,inclinándose torpemente, pronunciando un«Buenas tardes» con acento francés, el cual,aunque, bastardeada levemente por el suizo,daba a conocer a las claras su origen parisiense.

—Siéntese, amigo —dijo Dupin—. Supongoque viene a reclamar su orangután. Le aseguroque casi se lo envidio. Es un hermoso animal, y,sin duda alguna, de mucho precio. ¿Qué edadcree usted que tiene?

El marinero suspiró hondamente, comoquien se libra de un peso intolerable, y contestóluego con voz firme:

—No puedo decírselo, pero no creo que ten-ga más de cuatro o cinco años. ¿Lo tiene ustedaquí?

Page 79: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

—¡Oh, no! Esta habitación no reúne condi-ciones para ello. Está en una cuadra de alquileren la rue Dubourg, cerca de aquí. Mañana porla mañana, si usted quiere, podrá recuperarlo.Supongo que vendrá usted preparado parademostrar su propiedad.

—Sin duda alguna, señor.—Mucho sentiré tener que separarme de él

—dijo Dupin.—No pretendo que se haya usted tomado

tantas molestias para nada, señor —dijo elhombre—. Ni pensarlo. Estoy dispuesto a pa-gar una gratificación por el hallazgo del animal,mientras sea razonable.

—Bien —contestó mi amigo—. Todo esto es,sin duda, muy justo. Veamos. ¿Qué voy a pe-dirle? ¡Ah, ya sé! Se lo diré ahora. Mi gratifica-ción será ésta: ha de decirme usted cuanto sepacon respecto a los asesinatos de la rue Morgue.

Estas últimas palabras las dijo Dupin en vozmuy baja y con una gran tranquilidad. Conanáloga tranquilidad se dirigió hacia la puerta,

Page 80: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

la cerró y se guardó la llave en el bolsillo. Lue-go sacó la pistola, y, sin mostrar agitación algu-na, la dejó sobre la mesa.

La cara del marinero enrojeció como si sehallara en un arrebato de sofocación. Se levantóy empuñó su bastón. Pero inmediatamente sedejó caer sobre la silla, con un temblor convul-sivo y con el rostro de un cadáver. No dijo unasola palabra, y le compadecí de todo corazón.

—Amigo mío —dijo Dupin bondadosamen-te—, le aseguro que se alarma usted sin motivoalguno. No es nuestro propósito causarle elmenor daño. Le doy a usted mi palabra dehonor de caballero y francés, que nuestra inten-ción no es perjudicarle. Sé perfectamente quenada tiene usted que ver con las atrocidades dela rue Morgue. Sin embargo, no puedo negarque, en cierto modo, está usted complicado. Porcuanto le digo comprenderá usted perfecta-mente, que, con respecto a este punto, poseoexcelentes medios de información, medios enlos cuales no hubiera usted pensado jamás. El

Page 81: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

caso está ya claro para nosotros. Nada ha hechousted que haya podido evitar. Naturalmente,nada que lo haga a usted culpable. Nadie pue-de acusarle de haber robado, pudiendo haberlohecho con toda impunidad, y no tiene tampoconada que ocultar. También carece de motivospara hacerlo. Además, por todos los principiosdel honor, está usted obligado a confesar cuan-to sepa. Se ha encarcelado a un inocente a quiense acusa de un crimen cuyo autor solamenteusted puede señalar.

Cuando Dupin hubo pronunciado estas pa-labras, ya el marinero había recobrado un pocosu presencia de ánimo. Pero toda su arroganciahabía desaparecido.

—¡Que Dios me ampare! —exclamó despuésde una breve pausa—. Le diré cuanto sepa so-bre el asunto; pero estoy seguro de que no cre-erá usted ni la mitad siquiera. Estaría loco si locreyera. Sin embargo, soy inocente, y aunqueme cueste la vida le hablaré con franqueza.

En resumen, fue esto lo que nos contó:

Page 82: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Había hecho recientemente un viaje al archi-piélago Indico. Él formaba parte de un grupoque desembarcó en Borneo, y pasó al interiorpara una excursión de placer. Entre éI y uncompañero suyo habían dado captura al oran-gután. Su compañero murió, y el animal quedóde su exclusiva pertenencia. Después de mu-chas molestias producidas por la ferocidad in-domable del cautivo, durante el viaje de regre-so consiguió por fin alojarlo en su misma casa,en París, donde, para no atraer sobre él la cu-riosidad insoportable de los vecinos, lo recluyócuidadosamente, con objeto de que curase deuna herida que se había producido en un piecon una astilla, a bordo de su buque. Su proyec-to era venderlo.

Una noche, o, mejor dicho, una mañana, ladel crimen, al volver de una francachela cele-brada con algunos marineros, encontró al ani-mal en su alcoba. Se había escapado del cuartocontiguo, donde él creía tenerlo seguramenteencerrado. Se hallaba sentado ante un espejo,

Page 83: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

teniendo una navaja de afeitar en una mano.Estaba todo enjabonado, intentando afeitarse,operación en la que probablemente había ob-servado a su amo a través del ojo de la cerradu-ra. Aterrado, viendo tan peligrosa arma en ma-nos de un animal tan feroz y sabiéndole muycapaz de hacer uso de ella, el hombre no supoqué hacer durante un segundo. Frecuentementehabía conseguido dominar al animal en susaccesos más furiosos utilizando un látigo, yrecurrió a él también en aquella ocasión. Pero alver el látigo, el orangután saltó de repente fuerade la habitación, echó a correr escaleras abajo,y, viendo una ventana, desgraciadamenteabierta, salió a la calle.

El francés, desesperado, corrió tras él. Elmono, sin soltar la navaja, se paraba de vez encuando, se volvía y le hacía muecas, hasta queel hombre llegaba cerca de él; entonces escapa-ba de nuevo. La persecución duró así un buenrato. Se hallaban las calles en completa tranqui-lidad, porque serían las tres de la madrugada.

Page 84: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Al descender por un pasaje situado detrás de larue Morgue, la atención del fugitivo fue atraídapor una luz procedente de la ventana abierta dela habitación de Madame L'Espanaye, en elcuarto piso. Se precipitó hacia la casa, y al verla cadena del pararrayos, trepó ágilmente porella, se agarró al postigo, que estaba abierto depar en par hasta la pared, y, apoyándose enésta, se lanzó sobre la cabecera de la cama.Apenas si toda esta gimnasia duró un minuto.El orangután, al entrar en la habitación, habíarechazado contra la pared el postigo, que denuevo quedó abierto.

El marinero estaba entonces contento y per-plejo. Tenía grandes esperanzas de capturarahora al animal, que podría escapar difícilmen-te de la trampa donde se había metido, de noser que lo hiciera por la cadena, donde él podr-ía salirle al paso cuando descendiese. Por otraparte, le inquietaba grandemente lo que pudie-ra ocurrir en el interior de la casa, y esta últimareflexión le decidió a seguir al fugitivo. Para un

Page 85: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

marinero no es difícil trepar por una cadena depararrayos. Pero una vez hubo llegado a la al-tura de la ventana, cerrada entonces, se vio enla imposibilidad de alcanzarla. Todo lo quepudo hacer fue dirigir una rápida ojeada al in-terior de la habitación. Lo que vio le sobrecogióde tal modo de terror que estuvo a punto decaer. Fue entonces cuando se oyeron los terri-bles gritos que despertaron, en el silencio de lanoche, al vecindario de la rue Morgue. MadameL'Espanaye y su hija, vestidas con sus camiso-nes, estaban, según parece, arreglando algunospapeles en el cofre de hierro ya mencionado,que había sido llevado al centro de la habita-ción. Estaba abierto, y esparcido su contenidopor el suelo. Sin duda, las víctimas se hallabande espaldas a la ventana, y, a juzgar por eltiempo que transcurrió entre la llegada delanimal y los gritos, es probable que no se di-eran cuenta inmediatamente de su presencia. Elgolpe del postigo debió de ser verosímilmenteatribuido al viento.

Page 86: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

Cuando el marinero miró al interior, el terri-ble animal había asido a Madame L’Espanayepor los cabellos, que, en aquel instante, teníasueltos, por estarse peinando, y movía la navajaante su rostro imitando los ademanes de unbarbero. La hija yacía inmóvil en el suelo, des-vanecida. Los gritos y los esfuerzos de la ancia-na (durante los cuales estuvo arrancando elcabello de su cabeza) tuvieron el efecto de cam-biar los probables propósitos pacíficos delorangután en pura cólera. Con un decididomovimiento de su hercúleo brazo le separó casila cabeza del tronco. A la vista de la sangre, suira se convirtió en frenesí. Con los dientes apre-tados y despidiendo llamas por los ojos, selanzó sobre el cuerpo de la hija y clavó sus te-rribles garras en su garganta, sin soltarla hastaque expiró. Sus extraviadas y feroces miradasse fijaron entonces en la cabecera del lecho,sobre la cual la cara de su amo, rígida por elhorror, apenas si se distinguía en la oscuridad.La furia de la bestia, que recordaba todavía el

Page 87: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

terrible látigo, se convirtió instantáneamente enmiedo. Comprendiendo que lo que había hechole hacía acreedor de un castigo, pareció deseosode ocultar su sangrienta acción. Con la angustiade su agitación y nerviosismo, comenzó a darsaltos por la alcoba, derribando y destrozandolos muebles con sus movimientos y levantandolos colchones del lecho. Por fin, se apoderó delcuerpo de la joven y a empujones lo introdujopor la chimenea en la posición en que fue en-contrado. Inmediatamente después se lanzósobre el de la madre y lo precipitó de cabezapor la ventana.

Al ver que el mono se acercaba a la ventanacon su mutilado fardo, el marinero retrocedióhorrorizado hacia la cadena, y, más queagarrándose, dejándose deslizar por ella, se fueinmediata y precipitadamente a su casa, con eltemor de las consecuencias de aquella horriblecarnicería, y abandonando gustosamente, talfue su espanto, toda preocupación por lo quepudiera sucederle al orangután. Así, pues, las

Page 88: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

voces oídas por la gente que subía las escalerasfueron sus exclamaciones de horror, mezcladascon los diabólicos parloteos del animal.

Poco me queda que añadir. Antes del ama-necer, el orangután debió de huir de la alcoba,utilizando la cadena del pararrayos. Maqui-nalmente cerraría la ventana al pasar por ella.Tiempo más tarde fue capturado por su dueño,quien lo vendió por una fuerte suma para elJardín des plantes. Después de haber contadocuanto sabíamos, añadiendo algunos comenta-rios por parte de Dupin, en el bureau del Prefec-to de Policía, Le Bon fue puesto inmediatamen-te en libertad. El funcionario, por muy inclina-do que estuviera en favor de mi amigo, no pod-ía disimular de modo alguno su mal humor,viendo el giro que el asunto había tomado y sepermitió una o dos frases sarcásticas con res-pecto a la corrección de las personas que semezclaban en las funciones que a él le corres-pondían.

Page 89: Los crímenes de la rue Morgue¡sicos en Español...de bujías intensamente perfumadas y que sólo daban un lívido y débil resplandor, bajo el cual entregábamos nuestras almas a

—Déjele que diga lo que quiera —me dijoluego Dupin, que no creía oportuno contestar—. Déjele que hable. Así aligerará su conciencia.Por lo que a mí respecta, estoy contento dehaberle vencido en su propio terreno. No obs-tante, el no haber acertado la solución de estemisterio no es tan extraño como él supone,porque, realmente, nuestro amigo el Prefecto eslo suficientemente agudo para pensar sobre ellocon profundidad. Pero su ciencia carece de base.Todo él es cabeza, mas sin cuerpo, como laspinturas de la diosa Laverna, o, por mejor de-cir, todo cabeza y espalda, como el bacalao. Sinembargo, es una buena persona. Le aprecioparticularmente por un rasgo magistral dehipocresía, al cual debe su reputación de hom-bre de talento. Me refiero a su modo de nier cequi est, et d'expliquer ce qui n'est pas