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MACROECONOMIA Y POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA ARGENTINA: UNA INTRODUCCIÓN Primera Parte Mario Damill CEDES Buenos Aires, agosto de 2004

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MACROECONOMIA Y POLÍTICAS ECONÓMICAS

EN LA ARGENTINA:

UNA INTRODUCCIÓN

Primera Parte

Mario Damill

CEDES Buenos Aires, agosto de 2004

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Capítulo 1: Una visión panorámica del análisis macroeconómico .................................................................... 2 El enfoque de la macroeconomía.............................................................................................................. 2 Los agregados........................................................................................................................................... 3 Las fluctuaciones económicas .................................................................................................................. 4 El contexto externo................................................................................................................................. 15 Perturbaciones y fluctuaciones ............................................................................................................... 18

Perturbaciones, información y fluctuaciones...................................................................................... 22 Modelos .................................................................................................................................................. 26 Nota periodística:.................................................................................................................................... 28

Capítulo 2. Introducción al marco contable del análisis macroeconómico...................................................... 31 La información macroeconómica ........................................................................................................... 31 A la búsqueda de una medida de cuánto se produce............................................................................... 31

Flujos, “stocks”, períodos................................................................................................................... 31 Precios corrientes y constantes ........................................................................................................... 33 El problema de la múltiple cuenta ...................................................................................................... 34 El producto y los bienes finales .......................................................................................................... 35 El producto y el ingreso...................................................................................................................... 36 El producto "por origen"..................................................................................................................... 36 El producto según "destino" ............................................................................................................... 36 Las importaciones y el concepto de producto interno ........................................................................ 39 Producto bruto y neto ......................................................................................................................... 41

Algunas variantes a partir de la identidad básica.................................................................................... 42 Identidades y causalidad..................................................................................................................... 42

Miscelánea de cuentas nacionales .......................................................................................................... 43 El PIB y el nivel general de precios ....................................................................................................... 44

Nota sobre la medición del producto en la Argentina ........................................................................ 47 Las cuentas nacionales y la descripción de la evolución económica.................................................. 48 Hacia las explicaciones....................................................................................................................... 49

Capítulo 3. Sobre la representación de los comportamientos .......................................................................... 51 Capítulo 4. Un esquema sencillo de determinación del producto. ................................................................... 57

La introducción del sector público ......................................................................................................... 63 No es tan sencillo, sin embargo .......................................................................................................... 65

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Capítulo 1: Una visión panorámica del análisis macroeconómico

El enfoque de la macroeconomía

¿Qué es la macroeconomía? No intentaremos aquí comenzar con una definición. Antes que recurrir a

fórmulas sintéticas, procuraremos acercarnos a este campo del conocimiento en aproximaciones sucesivas, examinando sobre todo qué es lo que hacen o hacemos los macroeconomistas.

Como primer paso describiremos, a grandes rasgos, lo que puede catalogarse como el enfoque macroeconómico. Sería quizás conveniente empezar definiendo a la “economía” en general, antes de considerar qué cualidades caracterizan a un enfoque particular dentro de ella, pero no es esa una tarea simple y nos llevaría inmediatamente a un terreno pantanoso. Suele pensarse en la economía como una disciplina cuyo tema central es la escasez: la cuestión de cómo resuelven las sociedades humanas el problema de asignar recursos escasos a fines alternativos. Sucede, sin embargo, que la macroeconomía se ocupa, con bastante frecuencia, de situaciones en las cuales la escasez no es precisamente lo que nos quita el sueño: por ejemplo, frente a un cuadro de desocupación masiva, el trabajo no es un recurso “escaso”; al contrario, la sociedad cuenta con una capacidad de trabajo superior a la que el sistema productivo parece capaz de emplear. El problema que hay que resolver no es, en ese caso, exactamente de escasez, sino de empleo de un recurso que está siendo subutilizado. Es claro que, desde la perspectiva de los desocupados, habrá “escasez de puestos de trabajo”, pero en esa situación habrá también, posiblemente, máquinas ociosas; la abundancia de trabajo suele venir acompañada por subutilización de los recursos productivos físicos. Estos tampoco “escasean”, en tales circunstancias. Están las máquinas y están los trabajadores, pero por alguna razón no se juntan: hay un problema de coordinación. Problemas de ese tipo se hallan en el corazón de la macroeconomía y son también el objeto de intensas controversias. Dejemos entonces en suspenso, como anticipamos, la cuestión de definir la disciplina en general, y tratemos de aproximarnos a ella a través de un atajo: caracterizando el enfoque “macro”.

Cuando observamos un sistema económico (por lo general una economía nacional, pero también puede tratarse de una región, de varias ,o de todo el globo) desde esta perspectiva, procuramos establecer una visión de conjunto de ese sistema. Esa es la idea básica. Observar el bosque y no los árboles, para decirlo con un lugar común.

Aunque se trata de una simplificación tal vez excesiva, suele decirse que, en líneas generales, el enfoque macroeconómico apunta a captar una totalidad, sin perderse en los detalles de firmas individuales o mercados específicos, por ejemplo. En otras palabras, intentamos trazar una imagen comprehensiva del sistema, de sus características más importantes y de sus articulaciones internas (y también externas, con el resto del mundo). Tratamos de entender su forma de funcionamiento, sus “leyes”. Hacemos todo esto con la esperanza de comprender los ejes centrales de su evolución y seguramente con el ánimo de evaluar la

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calidad de su desempeño global. Ésta última tiene que ver, en lo esencial, con la capacidad de la organización económica para generar inclusión social y bienestar. Claro que a algunos observadores esto les interesará menos que la posibilidad de anticipar algunos hechos de modo que les sea posible ganar dinero, pero aquí trataremos de plantarnos en una perspectiva científica, si se quiere. Nos interesa conocer. Y conocer es esencial para pensar qué cursos de acción son preferibles para mejorar la calidad del desempeño de un sistema económico. Aquí arribamos al terreno de las políticas y, en nuestro caso, de las políticas macroeconómicas. Entendido en un sentido amplio, este campo es el de las políticas fiscales, monetarias, cambiarias, financieras, de ingresos y otras, cuyos significados se irán desplegando a lo largo del texto. Incluye también las cuestiones relativas al diseño de las instituciones (fiscales, monetarias, etc.) que están involucradas en el proceso macroeconómico.

Los agregados

Pero, ¿cómo hacemos para observar el sistema económico “en su conjunto” y examinarlo? Los hechos económicos que tienen lugar, aún en un segmento relativamente pequeño de cualquier sociedad y en un período breve, son muy numerosos. Todos nosotros tomamos cientos de decisiones económicas cada día o cada semana, muchas veces casi sin notarlo, porque con frecuencia se trata de la reiteración de conductas habituales como comprar un boleto de tren u optar por el colectivo. El funcionamiento del sistema global resulta de innumerables decisiones de ese tipo, aunque algunas son de pequeña importancia relativa y otras de mayor peso. Esas decisiones generan flujos de información. Cuando pagamos el boleto del tren, por ejemplo, esa transacción queda registrada en el sistema que opera el expendedor. Tiempo después y tras varias operaciones, esa suma aparecerá en algunos registros o estados contables de la compañía ferroviaria. Y más adelante será incluida en el cómputo del valor de los servicios generados por el sector “Transporte”, que forma parte del cálculo del producto total de la economía. De modo que estamos rodeados, en nuestra vida cotidiana, de múltiples informaciones económicas de detalle; se refieren a transacciones realizadas por agentes económicos individuales como nosotros mismos o nuestras familias, la empresa en que trabajamos, el municipio, etc.. Observar el sistema económico quiere decir, en realidad, examinar flujos de información que se generan a partir de las decisiones económicas que se toman cotidianamente. Pero es fácil concluir que no podemos seguirle la pista a las innumerables decisiones y transacciones que tienen lugar cada día, aunque todas deban reflejarse , de algún modo, en el resultado global. No podemos materialmente hacerlo y además, si fuera factible, sería de todos modos inútil, como el mapa de los cartógrafos de Borges, que “tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él”, según nos cuenta en “Del rigor en la ciencia”.

En otros términos, para hacer posible una visión panorámica o de conjunto del sistema se requiere, previamente, construir la información sintética que la haga factible. Y así se hace: esa información la recibimos ya compilada y “compactada” a través de instrumentos que llamamos indicadores. Esos indicadores son una mediación entre el observador y el sistema económico concreto. Por esto, es

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imprescindible prestar alguna atención a la forma en que se producen y elaboran, a fin de tener en claro qué naturaleza tienen los objetos informativos de los cuales nos vamos a ocupar. Avanzaremos en ese camino en el capítulo siguiente, antes de entrar propiamente en el terreno del análisis.

Muchos de los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico podemos referirlos a determinados flujos de información. Por ejemplo, si nos interesa examinar el consumo (sin definirlo precisamente todavía), encontraremos cifras correspondientes a ese concepto, para la economía argentina, producidas y publicadas por un organismo oficial con frecuencia trimestral.

Gran parte de los flujos informativos que utilizamos en macroeconomía corresponden a conceptos que calificamos como "agregados", vocablo que proviene de "agregar" o simplemente sumar. Así, el producto interno bruto, por ejemplo, que es una suerte de "suma" de todos los bienes y servicios producidos en una economía en cierto período,es un ejemplo de la “información compactada” de la que habláramos más arriba. Hay muchos otros: cuando nos referimos al nivel general de precios, al nivel de empleo, a la tasa de desempleo, a la tasa de interés, estamos hablando de agregados. Estos elementos son la materia prima del análisis macroeconómico y son, también, de primera importancia en el examen de las políticas macroeconómicas, de sus problemas de diseño y de su eficacia.

Los agregados son extremadamente útiles porque nos suministran información en forma sintética. Sin ellos sería imposible articular una visión de conjunto del sistema económico: simplemente nos perderíamos en una densísima jungla de números e informaciones particulares o detalladas.

Las fluctuaciones económicas

Tomemos el agregado más típico de todos los que solemos emplear: el

producto interno bruto (PIB). Examinaremos brevemente algunos datos de la Argentina para transmitir de un modo más o menos palpable la noción del campo del que nos estamos ocupando y para comenzar a reflexionar, además, acerca de nuestra historia y de algunos de nuestros problemas económicos.

En el capítulo siguiente nos detendremos en la explicación de qué es y cómo se contruye ese indicador que llamamos “producto”. Aquí tomémoslo

Sobre los agregados

Si bien, por constituir información sintética, los agregados son imprescindibles para el análisis macroeconómico, es recomendable no olvidar que al construirlos “se pierde” mucha información, la que al agregarse a otra en cierta forma desaparece de nuestra vista. Ése es un costo que suele valer la pena pagar, pero frente a él es prudente mantenerse alerta, porque no siempre está claro que alguna información perdida por agregación no sea relevante para el problema específico que el analista quiere abordar.

El desacuerdo acerca de cuáles son los agregados apropiados para examinar determinado problema no es un hecho raro y constituye una de las fuentes de disenso difíciles de resolver en la disciplina.

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provisoriamente, de un modo todavía algo impreciso, como una medida de las “cantidades” o de los volúmenes totales de bienes y servicios generados en la economía por unidad de tiempo (es decir, por trimestre o por año, por ejemplo). En otras palabras, se trata de algo así como una medida de “volumen físico” de lo que se produce. Si una sociedad sólo produjese una mercancía, como trigo, por ejemplo, no tendríamos problemas para concebir esta medida. Claro, ese es un supuesto que bordea lo insensato, pero la economía recurre frecuentemente a simplificaciones extremas para explorar algunos problemas. Nos imaginamos cómo resultarían ciertas acciones en el mundo económico de Robinson Crusoe, por ejemplo, qué caminos seguirían los intercambios comerciales entre dos países en condiciones de producir los dos mismos bienes (y sólo esos...), como vino y telas. Si viviéramos en la economía imaginaria que produce sólo trigo podríamos contabilizar las toneladas producidas en cada período y así sabríamos, sin ambigüedad, si esas cantidades crecen o declinan a lo largo del tiempo. El economista británico David Ricardo, por ejemplo, utilizó una simplificación semejante para razonar acerca de problemas importantes relativos al crecimiento y a la distribución del ingreso ("Imaginemos una economía que produjese una única mercancía..."). Pero basta con introducir un bien más (trigo y vino, quizás), para que ya resulte complicado concebir el producto total de la economía. Hay que encontrar una forma de "sumar" entidades heterogéneas, como trigo, acero, manzanas, servicios médicos, servicios de educación, etc.. Pero el esfuerzo vale la pena.

Sin entrar aún en la forma de resolver ese incómodo problema, pensemos, por el momento, que la representación gráfica que sigue representa la evolución, a lo largo de poco más de un siglo, de (algo así como) las cantidades de bienes y servicios producidas por la Argentina, por año.1 A esa medida de cantidades la llamamos producto interno bruto. Le hemos asignado al PIB del año 2002 el valor 100. Como se ve, eso indica que el PIB de ese año duplicaba aproximadamente al de 1964, y equivalía a unas 18 veces el generado en 1900.2, 3

1 Este y los restantes gráficos del producto y de tasas de crecimiento incluidos en este capítulo

deben entenderse como si fuesen series de “cantidades”. El significado de esto será aclarado en el capítulo siguiente, cuando nos ocupemos de los conceptos básicos del sistema de cuentas nacionales.

2 Además del problema ya mencionado de "sumar entes heterogéneos", hay otros. Uno muy importante del que cabe ya alertar es que la composición del producto total cambia a lo largo del tiempo, aunque al utilizar una medida agregada o única perdemos estos cambios de vista. Esto hace que esa medida sea de utilidad relativa para comparaciones que abarcan períodos prolongados. Por otro lado, cuando se examinan lapsos extensos es también corriente que se mire el producto por habitante. Incluimos gráficos relativos al PIB por habitante un poco más adelante.

3 La fuente de los datos del PIB de la Argentina presentados en este capítulo es: Elaboración propia a partir de datos de Cuentas Nacionales (Ministerio de Economía de la Nación) y de: CEPAL, Recopilación de series históricas del producto y del ingreso, Buenos Aires, 1999. LC\BUE\R.242.2, e INDEC para los datos a partir de 1993.

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La línea del PIB sigue una trayectoria sinuosa como un río de llanura. Tal

como se vería en cualquier economía, el producto se expande en ocasiones y a veces se contrae, oscilando entre picos y valles; atraviesa expansiones (o auges) y recesiones (o contracciones). Esos meandros ilustran lo que llamamos “fluctuaciones económicas”, aunque a veces se les denomina también “ciclos”, palabra que parece menos neutra puesto que sugiere una cierta regularidad que podría no estar garantizada. Buena parte de la tarea de los macroeconomistas corresponde al análisis de estos problemas. ¿Por qué hay recesiones? ¿Es posible evitarlas? ¿Es deseable hacerlo?

Examine cuidadosamente la línea de esa ilustración, tratando de asociarla con lo que sabemos de la historia económica. Es apenas un dato entre muchas cuestiones relevantes, pero es muy importante. Destaquemos algunos rasgos de su evolución.

En el primer tercio del siglo XX se observan períodos de fuerte expansión, cortados por dos notables declinaciones. La primera de ellas se extiende a lo largo de los años de la guerra mundial iniciada en 1914 (aunque la caída del producto comienza en 1912 y se extiende hasta 1917: fue la contracción más larga del siglo). La segunda gran caída del PIB se asocia con la depresión desatada por el crack de 1929 y dura tres años, hasta 1932.

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Gráfico 1Evolución del Producto Interno Brutode la Argentina entre 1900 y 2003

(datos anuales, 2002=100)

Año

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Luego hay una extensa fase de crecimiento bastante estable del PIB, desde mediados de los años treinta hasta mediados de los setenta, en la que se observan sin embargo varios episodios recesivos, aunque de menor tamaño y duración que las contracciones de la etapa anterior. Dentro de este período sobresale la prolongada fase de crecimento sostenido (y relativamente rápido), que va desde 1963 hasta 1975.

Posteriormente, desde mediados de los años setenta, sobreviene un período notable, que se destaca nítidamente, por contraste, de todo lo anterior: la economía sufre marcadas fluctuaciones sucesivas, pero en torno a una tendencia estancada, hasta alrededor de 1990. Luego vuelve a crecer, con bastante rapidez, para declinar violentamente entre 1998 y 2002. Afortunadamente, desde la primera mitad de ese año la actividad económica interna ha vuelto a repuntar, aunque en 2004, cuando escribimos esto, todavía no se ha recuperado el valor del PIB alcanzado en 1998.

Un gráfico como el que acabamos de presentar puede resultar un poco engañoso, sin embargo, para el ojo no entrenado. Observe que la inclinación de la curva nos induce a pensar que el ritmo de crecimiento del PIB fue mayor, por ejemplo, en la primera mitad de los años noventa, o en la fase 1963-75, que a comienzos del siglo; pero tal vez no sea así. Una pequeña digresión ayudará a entender por qué. Tomemos cualquier indicador, como el tamaño de una población, por ejemplo, o cualquier otra variable, y supongamos que se incrementa año a año al mismo ritmo. Por ejemplo, siguiendo una tasa (acumulativa) de 4% anual. La gráfica correspondiente resultaría así: Esa curva se denomina exponencial. Si bien la población crece año a año al mismo ritmo, la gráfica tal vez dé la errónea impresión visual de un crecimiento

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Gráfico 2Evolución de una población (o de cualquier variable)hipotética que crece a una tasa constante (1900=100)

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más lento al principio y más rápido al final. Es cierto que los incrementos anuales en los primeros años son menores a los que se dan en los últimos años, pero se comparan con niveles de la población también mucho menores. Las tasas anuales de variación representadas en la ilustración son, como hemos dicho, iguales.

Con las cifras que presentamos en el gráfico 1 sucede algo parecido. Si el producto creciera a tasas relativamente estables en períodos prolongados, generaría una curva con forma exponencial. En efecto, si observamos el comportamiento del PIB desde 1900 hasta 1975, podremos constatar que se asemeja a una curva exponencial, aunque algo "abollada" aquí y allá. Eso indica que, efectivamente, en promedio, las tasas de crecimiento fueron bastante estables en ese lapso, como mostramos más adelante.

La información disponible indica que las tasas de crecimiento del producto fueron en realidad muy elevadas a comienzos del siglo XX, por ejemplo, pero en el gráfico parecen palidecer, por este problema visual, frente a las de los tempranos años noventa. 4

Existe una forma de uso corriente de ajustar el gráfico para corregir este problema visual, pero requiere la utilización de logaritmos y por eso la dejamos de lado aquí. Emplearemos un camino más sencillo.

En un primer intento de corregir este problema de percepción podemos presentar directamente los datos de las tasas anuales de variación del PIB, como hacemos en el gráfico siguiente.

4 La información de la primera parte del siglo XX es ciertamente bastante menos confiable que

el resto. Los sistemas de cuentas nacionales se desarrollaron en el mundo en el período de entreguerras, y la Argentina comenzó a realizar estimaciones sistemáticas luego de la creación del Banco Central, en 1935. Las series del PIB se inician en 1940.

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Gráfico 3Tasas anuales de variación del PIB de la

Argentina (1900-2003)

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Sin embargo, esta ilustración resulta difícil de interpretar, porque las subas y bajas de esas tasas son muy frecuentes y, más allá de las fuertes oscilaciones del primer tercio del siglo, que se atenúan después, no es mucho lo que podemos decir a simple vista. El dibujo luce como un electroencefalograma para un lego.

Para poder lograr un poco más de claridad vamos a someter a los datos del PIB a algunas transformaciones: dejando por el momento el tema de las fluctuaciones (al que retornaremos luego), prestaremos ahora un poco más de atención a las tendencias, es decir, a los comportamientos en períodos largos. Para hacerlo obtenemos, utilizando un procedimiento habitual, una “línea de tendencia” que superponemos a la del PIB.5 Presentamos ambas curvas en el gráfico siguiente.

5 Hay varias formas de obtener una tendencia a partir de una serie fluctuante. Aquí hemos

utilizado un procedimiento denominado "filtro de Hodrick-Prescott". Más allá de las cuestiones técnicas, puede verse que se trata, en este caso, de una línea que parece trazada a mano alzada, atravesando a la del PIB "por el medio".

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PIB Tendencia

Gráfico 4Producto Interno Bruto de la Argentina

y su comportamiento de tendencia(datos anuales, período 1960-2003,

PIB de 2002=100)

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Representamos en el gráfico sólo el período 1960-2003, a título ilustrativo.6 La

llamada línea de tendencia atraviesa los meandros del PIB, revelando el comportamiento del producto en períodos largos o, en otros términos, abstrayendo expansiones y recesiones.

Así, entre 1960 y mediados de los años setenta la tendencia del producto (la línea continua) es creciente, y las fluctuaciones del PIB (indicadas por las oscilaciones de la línea de puntos en torno a esa tendencia) son relativamente pequeñas. Luego, en la fase 1975-90, el producto fluctúa marcadamente alrededor de una tendencia estancada. La pendiente de la línea continua se torna nuevamente positiva a comienzos de los años noventa, para achatarse otra vez hacia el final del período considerado. Si bien el PIB ha repuntado desde el primer semestre de 2002, el procedimiento de cálculo de la tendencia no refleja todavía la recuperación del sendero positivo, lo que requerirá de la persistencia de este comportamiento por algún tiempo.

Ya introducido el concepto de tendencia del PIB y trazada la línea correspondiente, podemos ahora examinar lo que sucede con las tasas de crecimiento de esa línea (es decir, de las tasas de crecimiento del “PIB tendencial”) en todo el lapso 1900-2003.

El gráfico del crecimiento tendencial del producto de la Argentina en el siglo XX (y lo que va de éste) que incluimos a continuación nos muestra, entonces, un comportamiento suavizado de las tasas de crecimiento, abstrayendo las fluctuaciones de corto plazo.7

Situándonos en un mirador muy distante, podemos identificar, a grandes rasgos, tres etapas en la centuria contemplada en la gráfica. En el primer tercio del siglo XX se observan oscilaciones muy marcadas en las tasas de crecimiento tendencial. Se registran, por una parte, las tasas positivas más elevadas del período, pero también son muy fuertes las declinaciones.

Luego, a partir del punto bajo al que llevaron los años de la Gran Depresión, comienza una prolongada etapa con variaciones mucho menores en el ritmo de crecimiento tendencial, en general en el intervalo que va de 3 a 4,5% anual. El fin de este período puede ubicarse en 1975. Desde entonces comienza una nueva fase, signada también por tasas de crecimiento tendencial muy fluctuantes a lo largo del último cuarto del siglo XX.

El primer tercio de ese siglo corresponde todavía a la economía con eje en la integración de la Argentina al comercio mundial como país agroexportador, con una relativamente baja protección de las actividades productivas internas y un grado elevado de apertura a los movimientos de capitales, como orientaciones generales. Con excepción de algunos períodos críticos en que la convertibilidad de la moneda nacional fue suspendida, el pilar central del andamiaje macroeconómico en esa fase es el patrón oro. La intervención del sector público en la economía es menor.

6 Lo hacemos por razones de claridad. Si se grafica todo el lapso 1900-2003, ambas líneas aparecen prácticamente superpuestas en buena parte del trayecto, dificultando la lectura.

7 Compare los gráficos 3 y 5. El primero presenta las tasas anuales de variación del PIB. El segundo, las tasas anuales de variación del “PIB de tendencia". Como esta última línea ignora las fluctuaciones de corto plazo, resulta mucho más suave.

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El largo período siguiente, extendido entre la depresión de 1930-32 y la crisis

de 1975 es muy diferente en sus lineamientos centrales. El crecimiento del producto se articula en torno al proceso de industrialización orientada a la sustitución de importaciones (un crecimiento "hacia adentro"), bajo elevadas barreras de protección de la producción industrial local frente al comercio internacional. El sector público interviene activamente de diversas maneras en la economía, y ésta permanece esencialmente aislada del resto del mundo en el plano financiero, por mecanismos de regulación de las operaciones con divisas (controles de las operaciones de cambio de monedas) que bloquean la movilidad de capitales.

Como puede verse en la tabla que incluimos más abajo, las tasas medias de crecimiento (estimadas) del PIB son muy similares en esas dos grandes etapas históricas (aunque las variaciones en torno a esas medias fueron mucho más elevadas en el primer tercio del siglo que en el período subsiguiente).8

Luego, el último cuarto del siglo XX marca un nuevo cambio de rumbo. Los ejes centrales de la evolución macroeconómica se modifican sustancialmente: es la etapa de apertura financiera y endeudamiento. En esta fase las fluctuaciones económicas internas están también conectadas en gran medida con los vaivenes en las condiciones internacionales, pero ahora los cambios en el contexto

8 En realidad el corte en 1900 no corresponde al inicio de la etapa de crecimiento orientado

hacia fuera, que había comenzado mucho antes. Las tasas de crecimiento del último cuarto del siglo XIX, que no incluimos aquí, fueron muy altas, y elevarían considerablemente el ritmo medio de incremento del PIB de esta larga etapa.

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Gráfico 5Tasas anuales de variación del PIB tendencial

de la Argentina (1900-2003)po

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financiero externo dominan largamente a los asociados a modificaciones en los flujos comerciales, que habían tenido un impacto más determinante a comienzos de la centuria.

Los dos hitos que nos permiten dividir el siglo XX en tres grandes fases son muy nítidos: la Gran Depresión, en primer lugar, y la crisis económica y política de 1975, con el shock devaluatorio conocido como “el rodrigazo”, en segundo término. Por cierto, cada una de las etapas que hemos identificado contiene además subperíodos bastante nítidamente diferenciados que vale la pena examinar con cuidado. Más adelante analizaremos algunos aspectos de estas fases históricas con algún detenimiento, en particular las posteriores a 1930.

Para complementar lo que hemos planteado hasta aquí, agregamos ahora las ilustraciones correspondientes a la evolución del PIB por habitante (Gráfico 6) y a la evolución del producto y de la población tomadas por separado, en cada una de las grandes fases históricas mencionadas.

Período el quinquenio la década1901-1905 9,711906-1910 6,971911-1915 -3,301916-1920 3,731921-1925 6,741926-1930 4,401931-1935 0,231936-1940 2,761941-1945 2,741946-1950 5,091951-1955 3,071956-1960 3,101961-1965 4,521966-1970 4,301971-1975 2,881976-1980 2,321981-1985 -1,881986-1990 -0,191991-1995 5,781996-2000 2,662001-2002 -7,67

(1) 1900-1932(2) 1933-1975(3) 1976-2002

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Tasa media de crecimiento en

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cada gran etapa histórica

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Gráfico 7aEvolución del PIB de la Argentina y de la población

en el primer tercio del siglo XX(1901=100)

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00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00

Gráfico 6Evolución del Producto Interno Bruto por habitante

de la Argentina entre 1900 y 2003(datos anuales, 2002=100)

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PIB Población

Gráfico 7bEvolución del PIB de la Argentina y de la población

entre 1932 y 1975(1932=100)

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1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005

PIB Población

Gráfico 7cEvolución del PIB de la Argentina y de la población

entre 1975 y 2003(1975=100)

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El producto por habitante aumentó a un ritmo medio de 0,82% al año entre 1900 y 1932. En la fase siguiente, entre 1932 y 1975, creció bastante más rápido: un 1,75% anual. Sin embargo, las tasas medias de aumento del PIB no fueron muy diferentes en esos lapsos, como ya se vio. La diferencia resulta de que las tasas de crecimiento de la población declinaron significativamente. Interpolando a partir de los datos censales puede estimarse el crecimiento poblacional entre 1900 y 1932 en un 2,74% anual. Pero esa tasa declina a 1,86% en la fase subsiguiente.

Como puede verse en el gráfico 7c, la tercera etapa ha sido la más desfavorable en materia de PIB por habitante, pese a que el crecimiento poblacional siguió declinando. A comienzos del tercer milenio, el producto per capita se encontraba por debajo de su nivel de 1975. Entre 1900 y 2003 la población aumentó a un ritmo medio de 2% anual, mientras que nuestra serie de producto estimado arrojaría un crecimiento de casi 3% por año. El contexto externo

Para completar esta periodización histórica planteada a vuelo de pájaro, introductoria, haremos ahora una breve mención a ciertos rasgos del contexto internacional que tuvieron gran relevancia en el curso de los acontecimientos internos. Estos aspectos también serán abordados con mayor detenimiento más adelante.

Lo primero que cabe señalar es que las tres grandes fases de la historia económica argentina que hemos mencionado tienen contrapartida en etapas también nítidamente marcadas de la evolución del contexto mundial. El primer tercio del siglo XX estuvo caracterizado, entre otros rasgos, por una intensa movilidad internacional de capitales y por la expansión del comercio mundial. El sistema monetario de patrón oro era el eje del mecanismo de regulación de los pagos internacionales. Los movimientos de capitales, intensos en buena parte del período (desde aproximadamente 1870 en adelante), mostraron sin embargo un comportamiento cíclico, con períodos de marcada retracción, como el de la Primera Guerra, ya referido. La Argentina se integró al comercio mundial, desde el último cuarto del siglo XIX, como país receptor de fuertes flujos de capital, exportador de productos agropecuarios e importador de manufacturas.

La depresión de 1930 dio lugar a un cambio muy drástico en el panorama externo. A diferencia de lo que había sucedido luego de la Primera Guerra, superada la cuál el dinamismo económico mundial se recompuso, las consecuencias de la depresión serían mucho más perdurables. En efecto, se inició entonces un largo período que, en algunos de sus rasgos principales, se extendería hasta comienzos de los años setenta, aunque es posible identificar varias fases diferenciadas en su desarrollo.

Inicialmente se pasó, con el derrumbe del patrón oro, a una etapa de "devaluaciones competitivas" y de cierto desorden en el sistema de pagos internacionales. Los flujos de capitales se retrajeron sustancialmente, dando lugar a una prolongada fase de baja movilidad. Las economías nacionales se tornaron más cerradas comercialmente (correlato bastante natural de la retracción de los flujos de capitales, puesto que, como veremos más adelante, el acceso limitado a fondos externos limita también las posibilidades de una economía de tener déficit

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en su comercio exterior, a menos que su moneda sea una moneda de reserva, mantenida por ejemplo por los bancos centrales de otras naciones como respaldo de su propia emisión monetaria).

Esta fase tiene un hito intermedio en 1944, cuando los acuerdos de Bretton Woods, que dieron lugar, entre otros aspectos, a la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, establecieron un nuevo orden en el sistema de pagos internacionales. Este se basó en la determinación de paridades cambiarias fijas (pero ajustables) entre las distintas monedas nacionales, con el FMI como institución destinada a velar por la salud de ese sistema de pagos y a apoyar a los países miembros (del Fondo) que enfrentaran eventuales déficits en sus balances de divisas. La mayor parte de las naciones mantuvo, ya bajo este nuevo esquema, controles (limitaciones, restricciones) a los movimientos de capitales, por lo que los flujos internacionales de fondos continuaron siendo relativamente limitados por largo tiempo.

Este es un punto muy importante para el análisis de las políticas macroeconómicas, puesto que el grado de movilidad de capitales hacia y desde una economía nacional modifica en gran medida la forma de operación de las políticas internas y afecta también su eficacia, como examinaremos detenidamente en capítulos posteriores.

Hacia fines de los años cincuenta, sin embargo, el panorama que acabamos de trazar comenzó a cambiar con cierta rapidez. Un factor importante en este sentido fue el desarrollo del llamado "euromercado". Esta innovación comienza en la plaza bancaria londinense. Los bancos británicos empiezan a operar en dólares de los Estados Unidos, en cantidades significativas. Estas operaciones, de captación y de préstamo, no afectan a la oferta monetaria británica (es decir, a la oferta de libras esterlinas), por lo que permanecen sujetas a bajas regulaciones por parte de las autoridades monetarias locales. Resultan así muy atractivas para los bancos, ya que su rentabilidad aventaja a la que generan las operaciones en moneda local, sometidas, por ejemplo, en el caso de los depósitos, a requisitos de encaje.9 Ese mercado, que opera en dólares estadounidenses pero fuera de los EE.UU., se expande de un modo bastante rápido canalizando, entre otras transacciones financieras, las que realizan empresas estadounidenses que extienden por entonces su esfera de negocios hacia Europa. Más tarde este mercado atraería flujos importantes de fondos provenientes de la Unión Soviética, resultado de excedentes comerciales en dólares que son canalizados hacia allí, en plena guerra fría, con la intención de mantenerlos a distancia de posibles acciones (como un potencial embargo) del gobierno de los Estados Unidos.

Con la expansión del euromercado los flujos internacionales de capitales comienzan a adquirir mayor volumen. Este proceso actúa en cierta forma como un ariete favorable a la liberalización de los flujos financieros entre naciones, y al interior de las mismas. Esto es promovido en buena medida por las instituciones bancarias: la mayor rentabilidad de las operaciones en eurodólares desata

9 El encaje o “efectivo mínimo” es una fracción de los fondos que los bancos captan como

depósitos, que deben mantener en forma líquida, es decir, que no pueden prestar. Veremos, en un capítulo posterior, qué papel tiene el encaje en el proceso monetario y en el funcionamiento macroeconómico.

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presiones competitivas muy fuertes y hace que los bancos presionen procurando desarticular las regulaciones financieras aún vigentes en distintas economías nacionales. Se van creando también así condiciones favorables para un progresivo desmantelamiento de los controles a las salidas y entradas de capitales, aunque este proceso se limitaría, en un principio, a las naciones industrializadas.

Las economías de la periferia tienen inicialmente, y por bastante tiempo, muy limitada presencia en las transacciones en eurodólares, aunque hay algunos casos relativamente aislados de toma de fondos en ese mercado durante los años sesenta. Pero puede decirse que, en líneas generales, hasta comienzos de la década siguiente, las economías de América Latina, entre otras, tienen un muy limitado acceso al crédito externo (de fuentes privadas). El financiamiento que podían obtener provenía primordialmente de los organismos multilaterales (FMI, Banco Mundial, BID) y de gobiernos, con algún lugar también para cierto volumen de crédito comercial de origen privado. Eran, en síntesis, economías relativamente "aisladas" del resto del mundo en el plano financiero.

El contexto financiero externo cambiaría nuevamente de modo muy profundo a comienzos de los años setenta. Dos eventos deben destacarse: en primer lugar, el final del esquema basado en "paridades cambiarias fijas pero ajustables" que se había acordado en Bretton Woods. A comienzos de los setenta, los Estados Unidos, seguidos luego por el conjunto de las naciones industrializadas, ingresan en una fase de tipos de cambio fluctuantes. Esta transformación abre un espacio sustancial para la expansión de las transacciones financieras internacionales, al crear las condiciones para el desarrollo de un extenso mercado donde se compra y vende el riesgo cambiario.

En segundo lugar, en 1973 se produjo el primer shock de los precios del petróleo. La suba sustancial de los precios del crudo tuvo un amplio conjunto de efectos. El que queremos destacar aquí es financiero: enormes excedentes de fondos obtenidos por las naciones exportadoras de petróleo se canalizaron hacia el euromercado. Apareció una masa de recursos prestables gigantesca y, con ello, el acceso al financiamiento externo, principalmente bancario, para economías como las de Latinoamérica, que hasta entonces habían estado financieramente aisladas, se hizo mucho más fluido. Es el comienzo de la tercera “gran etapa” de la centuria que estamos enfocando. Concide con la llamada “nueva globalización” financiera, y se extiende hasta nuestros días.

Esta etapa tiene, a su vez, observada desde la perspectiva de la Argentina, tres subperíodos. Una etapa inicial de grandes ingresos de capitales y expansión económica que concluyó en la crisis de la deuda de 1981-82, seguida por una fase de racionamiento del crédito hasta comienzos de los años noventa. Y luego, desde allí en adelante, una nueva fase de ingresos de capitales que culminaría con la crisis de 2001-2002. Estos rasgos son en parte compartidos con otros países, en especial de América Latina, aunque hay divergencias importantes, particularmente en los años recientes.

Según se verá más adelante, los cambios en el contexto financiero externo producidos desde mediados de los años setenta modificaron significativamente la forma de funcionamiento de las economías de la región, de algunas más que otras, y afectaron tanto la viabilidad cuanto la eficacia de distintas políticas o

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conjuntos de políticas macroeconómicas. El aumento inicial de la disponibilidad de crédito internacional de fuentes privadas fue una condición necesaria, por ejemplo, para los procesos de endeudamiento que desembocarían, a comienzos de los años ochenta, en la crisis de la deuda. Antes de esta fase, cuando la movilidad de los capitales era todavía baja y el acceso al crédito externo muy limitado, las deudas externas de economías como la nuestra se mantenían, por lógica, en niveles relativamente pequeños.

Como ya se señaló, la crisis de la deuda de comienzos de los años ochenta fue seguida por una nueva fase de relativo "aislamiento" de América Latina (en el sentido de que por casi una década se perdió el acceso al crédito privado voluntario), que se extendió hasta comienzos de la década de los noventa.

Posteriormente, en el último decenio del siglo XX, hemos atravesado nuevamente una época de liberalización financiera y alta movilidad de capitales. Al igual que en otras etapas históricas, como la extendida entre 1870 y 1930, estos movimientos presentaron un comportamiento fluctuante, y la fuerte expansión de la primera mitad de la década dio después lugar a una etapa de mayor volatilidad y a una sucesión de crisis, incluyendo la experimentada recientemente por la Argentina. Nos ocuparemos más adelante sobre estos temas, puesto que la intención principal de los desarrollos conceptuales y de teoría que plantearemos en los capítulos siguientes es precisamente la de procurar comprender estos procesos que nos envuelven todavía.

Perturbaciones y fluctuaciones

Luego de esbozar una visión a vuelo de pájaro, de muy largo plazo, de la evolución macroeconómica argentina y de algunos rasgos del contexto externo, queremos retornar ahora, para completar esta introducción, al tema de las fluctuaciones del PIB. Con ese propósito, enfocaremos con un detalle algo mayor que anteriormente, aunque de todos modos en forma sintética, las últimas dos décadas.

Para hacerlo, podemos recurrir a cifras de mayor frecuencia que las que empleáramos hasta aquí. Hemos venido examinando datos anuales, pero las estimaciones del PIB se publican trimestralmente. Siempre considerándolas como una suerte de medida de cantidades, las presentamos a continuación. Son en verdad los mismos datos utilizados en el Gráfico 1, pero aquí en secuencia trimestral en lugar de anual. La ilustración que sigue corresponde únicamente al período 1980-2004.10

La línea del PIB presenta una trayectoria muy quebrada. Sin embargo, pueden fácilmente constatarse ciertas regularidades. Lo que más resalta es el hecho de que siempre, en todos los años el primer trimestre presenta un punto relativamente bajo en la serie.

Si al observar el dato del PIB correspondiente al primer trimestre de cualquier año, y constatar que esa cifra es inferior a la del último cuarto del año precedente, concluyéramos, sin más, que la economía se está moviendo hacia una recesión,

10 De 2004 se incluye sólo el trimestre inicial, único dato disponible al momento de escribir este

texto.

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estaríamos en grave riesgo de cometer una insensatez. En el primer trimestre del año mucha gente se toma vacaciones en esta región del globo. Y si bien eso incrementa la actividad económica en algunas áreas y actividades, como las ligadas al turismo, el nivel general declina sistemáticamente. Se trata de un fenómeno propio del verano en casi cualquier parte. En otros términos, es un fenómeno estacional.

Si queremos saber, sobre bases más firmes, si el producto del primer trimestre

de un año resulta "realmente" inferior al cuarto del año anterior, tenemos que corregir de algún modo las cifras crudas, depurarlas del “efecto vacaciones”: corregirlas por estacionalidad. Por cierto, el ejemplo del primer trimestre es muy claro, pero cada trimestre tiene su estacionalidad característica, positiva o negativa. Existen métodos estadísticos para depurar una serie de la estacionalidad (es decir, para “desestacionalizarla”). Lo que esos métodos hacen, en esencia, es “levantar” las cifras correspondientes a los períodos que tienen estacionalidad negativa (como es el caso del primer trimestre) y “bajar” un tanto las de los períodos con estacionalidad positiva (como, por ejemplo, el tercer trimestre). En el gráfico que sigue presentamos de nuevo la misma serie quebrada anterior, de los datos crudos del producto (la que aparece ahora en línea punteada), superponiéndole la serie de trazo continuo, del PIB desestacionalizado. A los efectos de que pueda verse con más claridad la línea del PIB corregido por estacionalidad la presentamos nuevamente, en soledad, en el Gráfico 9b.

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Gráfico 8Evolución del Producto Interno Brutode la Argentina entre 1980 y 2004:1

(datos trimestrales, promedio de 2002=100)

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1980 1985 1990 1995 2000

PIB desestacionalizado PIB

Gráfico 9aEvolución del Producto Interno Brutode la Argentina entre 1980:1 y 2004:1

(datos trimestrales con y sin estacionalidad,promedio de 2002=100)

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1980 1985 1990 1995 2000

Gráfico 9bEvolución del Producto Interno Bruto desestacionalizado

de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1(promedio de 2002=100)

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En la ilustración 9a puede verse, por ejemplo, que en el primer trimestre de

1996 el producto estaba aumentando (contra el trimestre inmediato anterior) según las cifras desestacionalizadas, mientras que los datos con estacionalidad mostraban, como es habitual, una declinación.11

La serie corregida nos permite observar mejor la historia de recesiones y expansiones del período, sin el “ruido” que introducen las vacaciones y otros factores estacionales. Por eso, en adelante trabajaremos sobre la línea continua únicamente, para examinar los procesos que nos interesa comprender.

El Gráfico 9b nos muestra otra vez una secuencia de marcadas fluctuaciones, tanto en los años ochenta como en los noventa. Observe estas curvas con detenimiento. Ellas nos cuentan, en verdad, aspectos de nuestra propia historia de vida y la de nuestros padres, parientes y vecinos. Muchas veces las fluctuaciones están asociadas con episodios históricos muy fácilmente identificables. Por ejemplo, la recesión de comienzos de los años ochenta se vincula con la crisis de la deuda (y con el fracaso de la política de estabilización de la "tablita" cambiaria iniciada a fines de 1978, de la que nos ocuparemos más adelante). Los fuertes "valles" de recesión de fines de aquella década se asocian con los episodios de hiperinflación de 1989 y 1990; la recesión de 1995 con el efecto tequila y la iniciada a mediados de 1998 con el impacto de la crisis rusa de agosto de ese año.

También algunas expansiones pueden vincularse con episodios bien definidos, como las experimentadas al inicio del plan Austral, en 1985-86, y del plan de convertibilidad, a partir de 1991.

En realidad, parece posible "contar la historia" de la economía (de la que por cierto estamos mirando aquí apenas uno entre múltiples aspectos importantes) como una sucesión de shocks o perturbaciones, seguidos por procesos de adaptación o respuesta del sistema económico a esos impulsos. Estos procesos son, justamente, las fluctuaciones.

Si estuviesemos escribiendo una introducción a la macroeconomía de un país desarrollado, sin embargo, difícilmente adoptaríamos esta perspectiva. Esto es así porque, sobre todo en economías de grandes dimensiones, como la de los Estados Unidos, es más habitual pensar en las fluctuaciones como resultado de fuerzas endógenas, internas, que como la adaptación o respuesta a shocks.

Por ejemplo, durante un auge, las ventas de las firmas están aumentando y las expectativas de rentabilidad mejoran; en consecuencia, se hacen más

11 Las cifras del PIB trimestral se publican multiplicadas por 4, es decir, “anualizadas”. De modo

que el producto de un año no lo calculamos como la suma de lo producido en cada período intraanual, sino como el promedio de cuatro trimestres. Así, cuando decimos que el PIB de un año varió en tanto por ciento en relación con el año anterior, estamos comparando los promedios de las cifras publicadas del producto en ambos períodos anuales. La tasa de crecimiento del PIB de un año no se mide “entre puntas” (diciembre contra diciembre, por ejemplo), sino entre promedios. Esto tiene algunas consecuencias interesantes relativas a la forma de leer la información que se publica corrientemente. Para presentar un ejemplo al respecto, vinculado con una cuestión relevante como es el impacto de la depreciación cambiaria de 2002 en la Argentina, incluimos una nota periodística publicada por el diario Clarín en abril de 2003, al final de este capítulo.

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atractivas nuevas inversiones; las inversiones contribuyen a su vez a un mayor crecimiento de las ventas y consolidan las expectativas favorables. En tales circunstancias, es posible que el optimismo no sea un consejero del todo bueno: algunas firmas, llevadas por el entusiasmo inversor, tal vez encaren proyectos que son relativamente riesgosos, o que dependen para ser rentables de que la expansión continúe a un ritmo elevado. Así, el proceso expansivo se hace más frágil. En algún punto, comienzan a surgir dudas, o algunas inversiones acaban resultando menos rentables de lo que se esperaba o incluso dan pérdidas. El optimismo decae y los más cautos adoptan conductas más austeras para precaverse de un eventual freno. Con esto, la expansión puede efectivamente tender a detenerse o incluso a revertirse. El giro desfavorable de las expectativas se alimenta a sí mismo, porque menos optimismo resulta en menos ventas, y menos ventas en todavía menos optimismo. Con el tiempo, la recesión destruye las inversiones excesivas que se habían llevado a cabo en el clima optimista del auge. Pero también genera desempleo y un aumento en el número de quiebras. Esto que estamos describiendo es un proceso endógeno, en el que cada etapa va creando las condiciones de la fase subsiguiente. La expansión crea condiciones que preparan el terreno de la recesión subsiguiente, y así sigue la historia.

Sin embargo, en economías relativamente pequeñas como las de Argentina o países de grado de desarrollo similar, es frecuente que las fluctuaciones no se originen en procesos de ese tipo, sino en cambios de contexto, y predominantemente, en modificaciones en el contexto externo, aunque muchas veces también, por ejemplo, en reformulaciones importantes de la política económica. Abundan los ejemplos de ambos tipos. De allí que tendamos a pensar en las oscilaciones del PIB a partir de secuencia “shock-fluctuación”, más que como un proceso movido por sus propias fuerzas. Perturbaciones, información y fluctuaciones

Varias de las perturbaciones que acabamos de mencionar al mirar la evolución

del PIB de la Argentina desde 1980 tomaron la forma de cambios muy significativos en algunas de las condiciones del contexto externo. En las series más largas que comentamos previamente se destacaban, por ejemplo, las recesiones vinculadas a la Primera Guerra Mundial o la depresión del treinta. Fuertes variaciones en las tasas de interés internacionales o en los precios de los bienes que comerciamos con el resto del mundo, una devaluación en un país vecino, o el "derrame" de una crisis en otra economía que provoque cierto contagio (por ejemplo, en la forma de un mayor riesgo percibido por los prestamistas internacionales y menores ingresos de fondos) son ejemplos posibles de perturbaciones de origen externo. Entre las de origen interno pueden destacarse: el lanzamiento (o el derrumbe) de un plan de estabilización, como en los casos del plan de la "tablita", el Austral o el de convertibilidad. Además de “shocks externos” o “de política económica”, también puede haber, entre otros, de origen político, tecnológico, o provocados por circunstancias climáticas. Y naturalmente, pueden ser positivos (favorables) o negativos, aunque muchas veces veremos que un shock positivo puede tener también algunos efectos negativos, y viceversa.

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Para ilustrar, aunque de un modo todavía bastante abstracto, los efectos de un shock, permítasenos imaginar un estado de equilibrio, lo que entenderemos aquí como una situación en la que los planes de los agentes que operan en la economía de que se trate (o con ella, si no son residentes) resultan mutuamente compatibles y en consecuencia pueden, todos ellos, hacerse efectivos (pueden realizarse, diremos frecuentemente) de manera simultánea.12 Si un milonguero planea bailar con una señorita, y ella estuviera planeando lo mismo, los dos podrán eventualmente realizar sus planes. Se trata de algo semejante, aunque aquí nos interesan sobre todo los planes de naturaleza económica, es decir, las transacciones económicas que se piensa realizar. En economía se utiliza la noción de equilibrio para referirse a una situación (ideal) en la que esa correspondencia (o “consistencia”) entre magnitudes planeadas se da de manera generalizada (es decir, en todos los mercados). Es concebible que, en esas circunstancias, las transacciones que se realicen sean, grosso modo, las que se planeaba ejecutar. Podemos además suponer que, en tanto los planes se realizan, no hay incentivos para cambiarlos. En ausencia de algún nuevo impulso la economía seguirá, probablemente, en el curso en el que viene desenvolviéndose.

¿Cómo pensar un shock? Imaginemos una suba de las tasas de interés internacionales, por ejemplo. Este cambio modifica el conjunto relevante de informaciones a partir de las cuales muchos de nosotros tomamos decisiones económicas y elaboramos planes. Ésa es una manera productiva de pensar una perturbación: es una alteración importante del conjunto de informaciones a partir de las cuáles los individuos toman decisiones.

Podemos imaginar que muchas personas reaccionarán al shock calculadora en mano, rehaciendo cuentas, revisando decisiones y redefiniendo planes, porque es posible que, con los nuevos datos, algunos cursos de acción que se pensaba seguir ya no resulten apropiados (debido a que algunas inversiones, para citar un ejemplo, quizás no sean rentables en la nueva configuración).

Trate de concebir esta nueva escena: muchos agentes económicos (individuos, firmas) reaccionan simultáneamente, revisando planes y estrategias. Podría decirse, de un modo meramente descriptivo o "impresionista", si se quiere, que el sistema económico, que estaba "ordenado" o en equilibrio, según lo imaginamos, sufrirá muy probablemente un cierto desorden luego del shock. Tome en cuenta que este proceso de revisión se da, en las economías de mercado, de manera individual, descentralizada.

Una acentuada división del trabajo, y la descentralización de las decisiones son, en efecto, dos características muy importantes de las modernas economías de mercado. Son la matriz que da pie a la existencia potencial de problemas de coordinación entre las distintas actividades económicas individuales. Luego del shock, es natural que la revisión de algunos planes individuales lleve a cambios de conductas que no resulten compatibles con los cambios que se producirán, simultáneamente, en las conductas y planes de otros individuos. Podría configurarse así un estado de desequilibrio. Lo que sugerimos es que es muy posible que en diversos puntos del sistema económico los planes individuales ya

12 En términos tal vez más familiares, esa compatibilidad de planes simplemente significa que

los distintos mercados muestran ofertas y demandas que aproximadamente se igualan.

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no sean compatibles entre sí, y por lo tanto no podrán realizarse todos de manera simultánea. En ese caso, algunos planes (y algunos agentes) se verán frustrados.

Un estado de desequilibrio puede suponer la aparición de "racionamiento".13 Quizás en el mercado laboral se presente un exceso de oferta: hay más trabajadores que quieren trabajar al salario vigente que puestos vacantes. En ese caso decimos que algunos trabajadores están racionados porque no pueden vender todo el trabajo que querrían a esos salarios. Situaciones similares pueden presentarse en algunos mercados de bienes y de servicios.

¿Cómo se restablecerá el "orden"? En términos más concretos, la pregunta es: ¿de qué mecanismos dispone una economía de mercado para recuperar una situación de adecuada coordinación entre las actividades económicas individuales, luego de un shock?¿Cuán eficaces son los mecanismos que promueven la recuperación espontánea o automática del equilibrio?¿Cuánto podemos confiar en ellos?

Esas preguntas han estado siempre en el corazón de los debates macroeconómicos, aunque a veces detrás del telón. No pretendemos abordarlas ni mucho menos intentaremos responderlas aquí. Pero seguramente vale la pena enunciarlas desde ya, y también decir algo acerca de cuáles son los principales caminos que se han seguido para buscar las correspondientes respuestas, con la intención de seguir configurando una imagen inicial del campo de problemas de los que nos ocuparemos.

Los mecanismos autorreguladores de que disponen las economías de mercado son básicamente los mecanismos de precio. Los precios de mercado, en efecto, tienen varias funciones, y una de ellas es la de coordinar las decisiones y planes individuales. Volviendo a nuestro shock, esto simplemente quiere decir que en la situación de relativo "desorden" que sigue a la perturbación, cuando aparecen excesos de oferta en algunos mercados y posiblemente excesos de demanda en otros, se espera que los precios se muevan en el sentido requerido para reequilibrarlos. Es decir, para restablecer la compatibilidad entre los planes de los agentes que operan en ambos lados (oferta y demanda) de los distintos mercados. Sencillamente, se espera que los precios suban allí donde aparezcan excesos de demanda, y que bajen donde la demanda sea insuficiente para absorber la oferta.

Los economistas a los que, en los debates macroeconómicos, suele asociarse con el calificativo de clásicos, se caracterizan porque tienden en general a suponer que los mecanismos autorreguladores que operan vía precio son muy potentes en las economías de mercado (al menos en ausencia de "interferencias" como regulaciones estatales u otras trabas político-institucionales), de manera que, cuanto mayor es el shock, mayor la consiguiente reacción espontánea en el sentido de restablecer el equilibrio. Quienes adoptan esta perspectiva suelen confiar, así, en la capacidad de la economía para reencontrar de manera automática un estado ordenado si un shock las ha desplazado de esa posición. En

13 Decimos que los agentes están racionados cuando no pueden realizar sus planes, es decir, no son capaces de concretar las transacciones que estarían dispuestos a hacer a los precios vigentes, porque a esos precios no hallan compradores (o vendedores), es decir, no encuentran contraparte. Este problema constituye la manifestación de un estado de desequilibrio tal como lo entendemos aquí.

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una visión extrema, en realidad, se suele interpretar a las fluctuaciones como manifestación de procesos en equilibrio continuo. No creemos que sea una interpretación atractiva en general, aunque pueda tener sentido en alguna situación concreta, pero tiene prestigio en ciertos círculos académicos. Las fluctuaciones del PIB podrían simplemente reflejar, por ejemplo, la absorción de cambios tecnológicos, determinados por la evolución del conocimiento, que hasta cierto punto podemos considerar “exógena” (lo que en este contexto quiere decir, no explicada por la argumentación económica), con los precios moviéndose de modo de mantener todo el tiempo el equilibrio de los mercados . Sin embargo, en tal caso las recesiones deberían explicarse como resultado de “regresiones tecnológicas” y la evidencia no parece favorable a una hipótesis de ese tipo.

De cualquier manera, hay muchos macroeconomistas que son más escépticos en relación a la capacidad del sistema de mercado de restablecer espontáneamente el equilibrio. Como señaláramos ya en la introducción, es frecuente que se los reúna (seguramente para incomodidad de muchos de ellos) bajo la etiqueta común de keynesianos.14 Los hay de diversas vertientes, pero creemos que los unifica la creencia en que, al menos a veces, hay circunstancias en las que los mecanismos autorreguladores están "trabados", no funcionan con rapidez y eficacia para restablecer el equilibrio luego de una perturbación, lo que puede dar lugar a la configuración de fallas masivas de coordinación.

Una falla de coordinación se produce cuando un desequilibrio no tiende a autocorregirse. En realidad, en los enfoques keynesianos es habitual que aparezcan también mecanismos amplificadores de las perturbaciones. El multiplicador keynesiano, por ejemplo, que abordaremos algo más adelante, es uno de los más populares. Estos mecanismos no sólo dificultan el tránsito de retorno hacia el equilibrio sino que pueden hacer que la economía, librada a su propia dinámica, se aleje, espontáneamente, todavía más de un estado coordinado.

Así, por ejemplo, una suba de las tasas de interés internacionales podría, al aumentar el costo del crédito, desalentar la inversión interna, algunos proyectos se dejarían de lado o se postergarían para más adelante, esto podría afectar el nivel de ventas de las firmas, lo que a su vez generaría una reducción de las horas de trabajo y eventualmente cierto desempleo. Como los ingresos de algunos trabajadores declinarían, se reduciría un tanto la demanda de bienes, por lo que la declinación de ventas se extendería a otras firmas, no alcanzadas por la primera oleada contractiva. De este modo, en sucesivas ondas, el impacto negativo inicial podría amplificarse y observaríamos una recesión. Naturalmente, estamos hablando aquí de un fenómeno de desequilibrio.

Del enfoque clásico emana, más o menos naturalmente, una mayor proclividad hacia las políticas económicas pasivas (es decir, a no recurrir a la acción estatal, dejando en cambio que el sistema se autorregule, o bien a atar al gobierno a reglas de conducta en materia de política monetaria, cambiaria y fiscal, por ejemplo, para reducir el grado de interferencia estatal en el curso de las actividades económicas privadas).

14 Aunque hay, por cierto, otras corrientes "no clásicas" de pensamiento, como la marxista, la

poskeynesiana, la llamada estructuralista, etc..

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Por el contrario, el enfoque keynesiano conlleva una mayor propensión a las políticas activas. En efecto, si se considera que, al menos a veces, hay fallas masivas de coordinación, ya no se puede descansar en una capacidad automática del sistema para reordenarse y se abre al menos un espacio para discutir las políticas activas o el tipo de intervención que podría resultar adecuado para mejorar su funcionamiento.

La historia de la macroeconomía moderna tiene, como eje de su desarrollo, a la controversia en torno a estas cuestiones; el contenido dramático de esa historia está sostenido principalmente por la tensión entre las dos visiones básicas que hemos esquematizado aquí muy sucintamente.

Modelos

¿Cómo se desarrolla esta discusión acerca de la capacidad de autorregulación de las economías de mercado, y a las políticas macroeconómicas, su papel y su eficacia? ¿En qué lenguaje se argumenta?

Como sabemos, el debate económico suele desarrollarse en un lenguaje formal particular, que plasma en modelos, frecuentemente matemáticos. Nosotros vamos a utilizar también ese lenguaje como complemento de la argumentación verbal, pero manteniendo un grado de complejidad matemática bajo, utilizando bastante apoyo de gráficos, diagramas y ejemplos numéricos, y poniendo el énfasis en las cuestiones conceptuales más importantes, antes que en los problemas formales de la construcción de argumentos. Pero queremos dejar establecida esta idea: un modelo es simplemente una argumentación, más allá del lenguaje particular en el que la elaboremos, y por lo tanto traducible, en lo sustancial, a un lenguaje diferente.

Sobre la noción de equilibrio

La noción de equilibrio juega un papel tan central en el análisis económico que frecuentemente se convierte en un totem al que debe reverenciarse y perdemos de vista que dice relativamente poco acerca de, por ejemplo, el bienestar. Que el sistema se encuentre en un estado bien coordinado como el que hemos mencionado más arriba no implica que se trate necesariamente de un óptimo (entendido, en el sentido de Pareto, como una configuración tal que no puede mejorarse la situación de alguien sin empeorar la de alguien más). Por otro lado, como se sabe, los planes económicos individuales de los que nos ocupamos están trazados a partir de las restricciones (de dotación de recursos, de presupuesto) que cada uno enfrenta, y está claro que nunca, o casi nunca, estamos cómodos dentro de nuestras restricciones. Por ende, la idea de equilibrio macroeconómico no es la de una "edad de oro". Puede también ser concebida, en algún caso, como una situación con mucha gente muy descontenta. Pero no estamos sugiriendo que se trate de una noción equívoca o engañosa. El concepto de equilibrio es un instrumento útil, si no lo llevamos más allá de su campo.

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Como cualquier modelo, los económicos están estructurados a partir de conceptos, los ladrillos básicos del razonamiento, a los que normalmente llamamos también variables, porque en general podemos medirlos (o concebirlos como mensurables), lo que hace factible tratarlos como una variable matemática. Es el caso, por ejemplo, de los agregados que mencionamos más arriba.

Los modelos económicos son sistemas de interrelaciones entre conceptos o variables. Las relaciones entre variables (las proposiciones) que aparecen en ellos son básicamente de tres tipos.

En primer lugar, están las relaciones contables (o de definición), que suelen constituir el punto de partida de la argumentación, en parte porque suministran el marco en el que solemos reunir y sistematizar buena parte de los datos que empleamos. Se trata, en este caso, de identidades, es decir, de relaciones que se cumplen siempre (como la que nos dice que el patrimonio neto de una firma es igual a su activo menos su pasivo). Esto es interesante porque tales relaciones establecen una suerte de "límite contra el error". Pero esta cualidad también constituye una limitación, puesto que si bien sirven como primer paso, para ordenar la información disponible y para avanzar en la descripción, no nos permiten desarrollar verdaderas explicaciones.

Para esto es necesario ir más allá de la contabilidad e introducir vínculos de otro tipo entre los conceptos que utilizamos: se trata de relaciones de comportamiento, que constituyen en principio hipótesis acerca de regularidades que es posible esperar que se cumplan entre determinadas variables. Estas regularidades suelen expresar justamente "comportamientos", y deben estar sujetas, como es lógico, a escrutinio y evaluación empírica. Son imprescindibles para construir explicaciones, porque introducen elementos de causalidad. Así, nos permiten entender que cierto fenómeno es el origen de algún otro. Decimos, por ejemplo, que "la inversión en maquinaria y equipos depende del nivel de las tasas de interés...", con lo que establecemos una relación de determinación y una secuencia. Si anticipamos un cambio en las tasas de interés, por ejemplo, preveremos que tendrá algún efecto sobre las decisiones de inversión, etc..

Finalmente, en los modelos aparecen también relaciones que llamamos reglas de cierre o condiciones de equilibrio. Sobre éstas últimas volveremos más adelante, al comenzar a construir nuestras primeras argumentaciones relativas al funcionamiento global de la economía.

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Nota periodística: La reactivación cumple un año Mario Damill Economista del CEDES. Publicado en el Suplemento Económico del diario Clarín, 6 de abril de 2003. Tengo una buena noticia para darle (no es una primicia, pero es muy probable que no la haya leído de este modo): comenzó el otoño y la reactivación continúa.

El veranito se extendió al verano y ya lleva, en verdad, cuatro estaciones. Proponer un festejo sería una frivolidad frente a los rasgos abrumadores de la crisis social y económica que todavía nos envuelve. Pero vale la pena al menos tomar nota del hecho. Reconocerlo. Un año. ¿Qué quiere decir eso? Ateniéndonos estrictamente a los datos disponibles, significa que a partir del primer trimestre del año pasado, el producto bruto interno de la Argentina comenzó a ascender sostenidamente. Las golondrinas se fueron, volvieron, pronto partirán de nuevo, y todo indica que ese proceso, hasta aquí, sigue adelante. El producto bruto interno es, simplificadamente, una medida de las cantidades de bienes y servicios que se generan dentro de nuestras fronteras, por período. Para que la “noticia” que comentamos adquiera mayor nitidez, le propongo que la contraste con lo que venía pasando anteriormente: el producto empezó a contraerse a mediados de 1998 y lo hizo (casi) ininterrumpidamente hasta comienzos de 2002. Faltaba apenas un trimestre (los datos del producto total de la economía tienen frecuencia trimestral) para que esa depresión completara cuatro años. Ahí, ya no estamos.

El nivel actual del PIB es, sin embargo, todavía bastante más bajo que el máximo alcanzado a mediados de 1998 (un 15% menor, aproximadamente), lo que dificulta, sin dudas, que percibamos el cambio de tendencia. Segunda buena noticia: todas las cifras disponibles (de carácter sectorial, como la producción industrial, la del sector de la construcción, y de servicios públicos) coinciden en señalar que el ritmo de la reactivación ha sido más intenso en el primer trimestre de 2003 (los datos agregados se publican naturalmente con demora, marzo acaba de terminar). A lo largo del año pasado el PIB se expandió a un ritmo (anualizado) de 3%. Ahora lo está haciendo, aparentemente, algo más rápido, pese a la falta de crédito y a la incertidumbre política, entre otras amenazas. Tercera buena noticia (y prometo que será la última): en el cuarto trimestre de 2002 aumentó a una tasa muy alta la inversión (claro, lo hizo desde niveles extremadamente bajos, a los que había caído en la larga contracción de fin de siglo). Detengámonos brevemente en este punto. La reactivación comenzó impulsada por el comportamiento del comercio exterior. En los primeros dos

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trimestres de vida de este repunte (digamos, otoño-invierno de 2002), la expansión se sustentó en un moderado aumento de las exportaciones, pero sobre todo en la caída de las importaciones. Para mantener la argumentación en términos simples, digamos que la sustitución de bienes importados por bienes producidos internamente tuvo un papel destacado. Por el contrario, todos los componentes de la demanda interna (el consumo privado, el consumo del sector público, y la inversión), siguieron declinando en esa fase inicial, como lo habían hecho a lo largo de la depresión, aunque a un ritmo considerablemente atenuado. Ese panorama cambió en el último trimestre de 2002. El comercio exterior no fue entonces un factor expansivo, no tanto por el comportamiento de las exportaciones (que siguieron creciendo moderadamente), sino porque las importaciones se incrementaron mucho (en términos porcentuales). En cambio, en contraste con lo que venía sucediendo hasta entonces, todos los componentes de la demanda interna aumentaron. Muy levemente en el caso del consumo (público y privado), pero visiblemente más en el de la inversión. Esta última tiene, a su vez, dos grandes componentes. Uno de ellos es la inversión en construcciones, que aumentó casi 6% en el trimestre, contra el trimestre anterior. Es una tasa muy elevada. Considere que, anualizada, daría alrededor de 25%. Pero la inversión en maquinaria y equipo, el otro componente, dio un paso (para no hablar de un salto, tomando nota del débil punto de partida) hacia arriba de alrededor de 22% entre trimestres contiguos. En conjunto, considerando ambos elementos, la inversión aumentó más de 10% en ese último cuarto del año pasado. Por supuesto que, además de que se parte de un nivel extremadamente deprimido, los datos de un solo trimestre no alcanzan para hacer una historia. Pero registremos lo que pasa. Lo decimos, en especial, algo abrumados por la forma extraña en que, con demasiada frecuencia, estos que llamamos quizás exageradamente “hechos” (cuando son “datos”), son presentados al público mientras desayuna. El ejemplo que daremos al respecto se refiere estrictamente a esta reactivación. Muchos lectores se habrán informado recientemente de que, poco más o menos, “el producto bruto interno de la Argentina cayó un 10,9% en 2002, el año posterior a la devaluación”, contra 2001. Dos hechos se dan por sobreentendidos: que esa caída se dio a lo largo de 2002, y que la devaluación fue su causa mater. Pero este es el tema del que hemos venido hablando hasta aquí (en un tono muy diferente): el comportamiento reciente del producto. ¿Cómo es posible presentar la noticia de un modo tan distinto? Confieso que me cuesta entenderlo, pero procuraremos explicar qué sustenta esta segunda visión (llamémosla la visión “ready made”) de los hechos, o de los datos, apoyándonos en el gráfico adjunto. Allí puede verse una línea continua, que corresponde a las cifras del producto bruto interno publicadas. No se preocupe por las unidades en que se mide. Observemos su comportamiento en el tiempo, tomándola como una medida de las "cantidades" producidas de bienes y servicios. Queremos destacar, en primer lugar, la caída vertical que se produce desde mediados de 2001 (es decir, desde un semestre antes de la devaluación). Y nuevamente el hecho de que la línea continua, el producto, comienza a ascender a partir del primer trimestre de 2002. Hasta aquí, estamos en nuestro terreno.

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Ahora bien, el valor “promedio” del producto de 2002 es mucho más bajo (alrededor de 11% menor) que el del año precedente (como muestra la comparación de las líneas punteadas). Esa es la comparación que usted quizás leyó hace algunos días. Una comparación interanual entre promedios. Los promedios son buenos para muchas cosas, pero es aconsejable tratarlos con delicadeza.

Contemplando el gráfico, cualquiera puede constatar que la parte sustancial de esa caída “entre promedios” se gestó en el segundo semestre de 2001, cuando todavía vivíamos bajo el 1 a 1. En otros términos, esa declinación de casi 11% no pertenece plenamente a 2002. En su mayor parte refleja hechos anteriores (esto se conoce como arrastre estadístico, y en este caso "explica" alrededor de 60% de la caída de la que hablamos). Lo sorprendente en relación con la depreciación cambiaria es en realidad lo contrario de lo que sugiere el tratamiento “ready made”: la contracción del PIB se frenó rápidamente y enseguida comenzó a revertirse. No estamos ofreciendo aquí otra respuesta "ready made" de signo contrario a la anterior. Menos ambiciosamente, nos remitimos a un conjunto de datos y a una pregunta: ¿cómo es posible que, considerando la forma traumática que adquirió la salida del régimen macroeconómico de los años noventa, y todo el daño que ese proceso (que tuvo a la depreciación cambiaria entre uno de sus ingredientes centrales) trajo sobre los contratos y sobre la distribución del ingreso, la caída del producto haya cesado apenas al trimestre siguiente? No le pedimos una respuesta (ni el FMI la tiene), pero ojalá que nos acompañe en el reconocimiento de los hechos y en el interés por comprenderlos.

230000

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01:1 01:2 01:3 01:4 02:1 02:2 02:3 02:4 03:1 03:2

Producto Interno Bruto de la Argentina,datos trimestrales (a precios de 1993)

del período 2001-2002

Promedio de 2001

Promedio de 2002

Trimestres

Millo

nes

de p

esos

de

1993

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Capítulo 2. Introducción al marco contable del análisis macroeconómico La información macroeconómica

Comencemos con una nota de alerta: este capítulo será de lectura algo más trabajosa que el anterior. Antes de retornar al análisis de los temas de política económica que seguramente nos resultan más interesantes, tenemos que construir paso a paso y pacientemente un conjunto de herramientas. Empezamos ahora a recorrer ese camino.

En el capítulo anterior señalamos que el conjunto de relaciones que solemos establecer entre los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico incluye a las que son de tipo contable. Se trata de identidades, es decir, de relaciones que siempre se cumplen. Estas constituyen frecuentemente el punto de partida de la argumentación, lo que se debe en parte a que mucha de la información que utilizamos se reúne y organiza en sistemas contables.

Los principales datos cuantitativos relativos a los bienes y servicios que la sociedad produce, por ejemplo, los genera el Sistema de Cuentas Nacionales, del que nos ocuparemos enseguida. Hay otros tres sistemas contables que nos suministran también informaciones básicas para nuestra tarea de análisis macroeconómico. El primero de ellos es el Sistema de Cuentas Internacionales, cuya pieza central es el balance de pagos, que informa acerca de las transacciones económicas entre los residentes y los no residentes en el país. Luego contamos con las Cuentas Monetarias, con eje en los balances del Banco Central y del resto del sistema bancario, y también con el Sistema de Cuentas Fiscales. Utilizamos, asimismo, cifras que provienen de otras fuentes y que no se encuentran en formato contable, como las que se refieren al comportamiento de distintos conjuntos de precios (al consumidor, mayoristas, etc.), o al empleo, el desempleo, las tasas de interés y otras. En este capítulo nos concentraremos en algunas cuestiones fundamentales de las cuentas nacionales, y dejaremos por el momento de lado las restantes cuentas, sobre las que retornaremos, una a una, en capítulos posteriores. A la búsqueda de una medida de cuánto se produce

Hemos visto ya algunos datos que provienen del Sistema de Cuentas Nacionales. En el capítulo anterior presentamos gráficos con índices del producto. Este concepto lo concebimos entonces, provisoriamente, como una medida de las cantidades de bienes y servicios producidos en el país, en cierto período. Sobre ese tema nos detendremos ahora: vamos a indagar cómo se construye una medida aproximada de las cantidades de bienes y servicios que una sociedad produce. Flujos, “stocks”, períodos

Una primera cuestión que hay que dejar establecida es que una medida de este tipo tiene que estar asociada a cierto período. ¿Las cantidades de bienes y servicios producidas cuándo?¿Entre qué fechas? Las variables que se miden así,

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en “tanto por período”, suelen llamarse flujos. Los flujos se diferencian de los acervos (aunque es frecuente que utilicemos la palabra stocks, tomada del inglés, para referirnos a lo mismo). Los stocks se pueden medir en un instante determinado. Si hablamos de cuantos fideos produce una firma, decimos, “produce 300 toneladas por trimestre”; eso es un flujo. Pero hoy tiene en sus depósitos 150 toneladas acumuladas. Eso es un acervo.

Puede ilustrarse esta distinción con la imagen de una canilla abierta. El flujo de agua que sale de la canilla es, digamos, de 20 litros por hora. Hace una hora y media que está abierta, de modo que en la pileta (suponemos que está tapada) se han acumulado 30 litros. Este es un acervo. Los acervos suelen originarse en la acumulación de flujos a lo largo del tiempo. El producto generado por una economía lo concebimos como un flujo.

Retornemos entonces a nuestro problema: construir una medida agregada de lo que la sociedad produce.

Parece razonable empezar por reconocer que todo el tiempo se están elaborando muchísimos bienes diferentes (y servicios; en adelante hablaremos de “bienes”, entendiendo que nos referimos a “bienes y servicios”, para simplificar). Asumamos que se producen “M” bienes. “M” es un número muy grande, seguramente, pero no precisamos, a nuestros fines presentes, definir cuántos son, por eso los describimos con una letra. Nuestro problema es, justamente para no extraviarnos entre ese denso conjunto de M bienes diferentes, construir un agregado.

Ahora podemos asignar a cada bien un número, desde 1 hasta M. Utilizaremos otra letra, la N, para designar a las cantidades producidas de los distintos bienes, de modo que N1 corresponde a las cantidades del bien que ubicamos primero en nuestra lista, N2 corresponde a las cantidades producidas del segundo bien, y así sucesivamente, hasta llegar a NM, el último considerado. Tendremos entonces, por ejemplo: N1: toneladas de trigo N2: toneladas de harina N3: kilogramos de pan N4: litros de vino ... etc. ... NM-1: servicios médicos NM horas de clase de macroeconomía dictadas

El primer impulso podría llevarnos, en el afán de construir nuestra medida agregada, a sumar directamente las cantidades en cuestión (todas ellas correspondientes a cierto período, el mismo para todas, no lo olvide), haciendo N1+N2+N3+...+NM. Eso aparenta ser sencillo y natural, pero desafortunadamente tal suma carece de todo sentido. No podemos sumar directamente esas cantidades. ¿Qué se obtiene si a doscientas toneladas de manzanas se suman 4000 barriles de petróleo, y 432 horas de servicios médicos?

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Este problema de adicionar entes heterogéneos no tiene solución única y perfecta. Es imprescindible recurrir a alguna convención para construir el agregado que necesitamos. Es decir, nos tenemos que poner de acuerdo acerca de alguna forma razonable de hacerlo.

La convención que se sigue consiste en multiplicar las cantidades de cada bien por el precio unitario correspondiente (un buen candidato es el precio promedio del bien en el período de que se trate). Eso hace que todos los sumandos se expresen en las mismas unidades monetarias, y así, la suma es viable. En definitiva, sumamos los valores producidos de cada mercancía, en el período. Para ilustrarlo de una manera simplificada (sin afectar la generalidad), imaginemos que se producen sólo dos bienes. Estamos proponiendo un procedimiento como el siguiente: P1.N1 + P2.N2 = H.

Allí multiplicamos la cantidad (Ni) producida de cada bien “i”, por el correspondiente precio Pi. Al sumar los valores resultantes obtenemos un agregado, H, que contiene la información relativa a los dos bienes que produce nuestra economía hipotética (o a “M bienes”, en el caso más general).

Como ya hemos indicado, esta cuenta tiene que estar referida a un período determinado. Hablamos de las cantidades producidas entre dos momentos en el tiempo. Es decir, a lo largo de un trimestre, o de un año. Supongamos que se trata del año 2003. Tendríamos que hacer explícito esto en la fórmula, para evitar confusiones. Escribiríamos entonces: P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003 = H2003.

De modo que N1,2003, por ejemplo, designa a las toneladas de trigo producidas en ese año. P1,2003 debería ser, en consecuencia, el precio medio de la tonelada de trigo en ese período. El agregado H2003 es entonces una medida de lo que la economía produjo en 2003. Podemos utilizarla para hacer comparaciones: ¿H2003 resultó mayor, menor o más o menos igual que H2002 (la que seguramente fue calculada mediante una fórmula semejante a la anterior, pero sustituyendo el subíndice 2003 por 2002, allí donde aparece)?

Si efectivamente la nueva H resultó mayor que la anterior, ¿podremos concluir que, en algún sentido, las cantidades de bienes y servicios que la economía produce aumentaron?

Parece evidente que no. Ese agregado no nos permite sacar una conclusión semejante. En efecto, un problema de la medida agregada que acabamos de concebir es que si la misma cambia, es decir, si el valor de H varía a lo largo del tiempo, no sabremos si esas variaciones se deben a que cambiaron las cantidades, o los precios, o alguna combinación de ambos. Precios corrientes y constantes

Ese es un problema que aqueja a las medidas obtenidas a precios corrientes, como es el caso de nuestra H. Decimos que una medida es “a precios corrientes”

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cuando se utilizan en el cómputo, para cada período, los precios del mismo período, que multiplican a las correspondientes cantidades de los distintos bienes. Así, el H de 2003 la hemos calculado multiplicando las distintas “N” de ese año por los precios de los bienes en el mismo 2003. La H de 2004 se calculará multiplicando las distintas “N” de 2004 por los precios de 2004, y así por delante.

Ya construimos un agregado de lo que la economía produce, pero este nos enfrenta, como vemos, a un nuevo problema: tenemos que ser capaces de distinguir las variaciones de las cantidades producidas de las variaciones de los precios de los bienes.

El procedimiento al que apelamos, de nuevo recurriendo a una convención, para aproximarnos a una medida de las "cantidades" consiste en trabajar utilizando en el cómputo, para todos los períodos, los mismos precios. Se trata de los precios de algún período determinado, escogido como "base" de las estimaciones. Actualmente, el año base de las cuentas nacionales de la Argentina es 1993. De modo que, tomando en cuenta esto, replantearíamos el cálculo de una medida como la “H” más o menos así: P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003 = H2003,1993.

Ahora H2003,1993 quiere decir: la suma de todos los valores de los bienes y servicios producidos en 2003, pero calculados a precios de 1993.

Si hacemos el mismo cálculo para 2002, por ejemplo, tendremos: P1,1993.N1,2002 + P2,1993.N2,2002 = H2002,1993.

Si comparamos el lado izquierdo de las dos últimas expresiones, vemos que lo único que cambia son las cantidades. Los precios son los mismos en las dos cuentas. Siendo así, si H varía entre esos dos años, es decir, si H2003,1993 y H2002,1993 son distintas, sólo puede deberse a que se modificaron las cantidades producidas. Si H aumentara, por ejemplo, lo leeríamos así: la suma de las cantidades (una suma donde los precios son "ponderadores") se incrementó entre esos dos períodos. Las cantidades, en síntesis, están aumentando, medidas por este agregado. La economía está generando un H mayor, está, en principio, produciendo más.

Esa es una medida a precios constantes. Recurrimos a ella precisamente para abstraer las eventuales variaciones de precios. El problema de la múltiple cuenta

Tenemos todavía un problema serio si queremos utilizar a H como una medida de las cantidades de bienes y servicios que la economía produce. Observe que si hacemos esa suma incluyendo en la cuenta a todas aquellas mercancías que la economía genera tendremos, por ejemplo, las toneladas de trigo por un lado, la harina por otro, y también el pan, y los triples que compramos en la confitería, etc.. Es decir, estaremos sumando algunas cosas dos o más veces. Parte del valor del trigo producido, por ejemplo, aparecerá nuevamente cuando sumemos el valor de la harina, y otra vez en el valor del pan producido, y así sucesivamente.

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Tenemos que corregir también este problema si queremos tener una medida más ajustada de lo que la sociedad produce.

Un procedimiento razonable es el de restarle, al valor producido de cada bien, el valor correspondiente a los "insumos intermedios" utilizados en su elaboración. Los insumos intermedios son las materias primas que se emplean para producirlo. Esta resta evita que contemos nuevamente, al incluir en nuestra adición el valor del bien “pan”, por ejemplo, el valor de la harina en él contenida, que ya se ha considerado al agregar a la cuenta el valor generado por el sector harinero.

Conviene que asociemos cada bien a un sector. El bien 1, por ejemplo, lo produce el sector 1. En nuestro caso, es el sector triguero. Si al valor del trigo producido (P1 . N1) le restamos el valor de los insumos intermedios utilizados en su elaboración obtenemos el valor agregado por ese sector.

Llamaremos VINT1 al valor de los insumos intermedios empleados para producir el bien 1, VINT2 al mismo concepto para el bien 2, y así sucesivamente. La notación VINT1,2003,1993 quiere decir: valor de los insumos intermedios empleados en la elaboración del bien 1, en 2003, a precios de 1993.

En nuestro esquema sencillo con sólo dos bienes tendríamos entonces las siguientes cuentas (que planteamos aquí a precios del año base, aunque podríamos hacerlas también a precios corrientes):

Presentamos allí la cuenta del valor agregado para los bienes (o sectores) 1 y

2, en las primeras dos líneas, y en la tercera sumamos las dos expresiones superiores, miembro a miembro.

El valor agregado es una medida más precisa de lo que se ha producido en el período, porque evita el problema de la múltiple cuenta. Nuestra medida anterior, H, que es una suma de multiplicaciones que tienen la forma (Pi.Ni), se denomina "producción", o "valor bruto de la producción". Como hemos visto, al restarle el valor de las compras intermedias se obtiene el valor agregado.

El valor agregado de un sector se denomina también "producto" del sector, y VATOT, el valor agregado total generado en la economía, es el "producto agregado". Como estamos refiriéndonos a las actividades productivas que se desarrollan en el interior de nuestras fronteras, ese concepto podemos designarlo como producto interno.

El producto y los bienes finales

Una alternativa al procedimiento que hemos seguido hasta aquí para obtener el

producto es la de medir únicamente, si fuese posible, el valor de los bienes que llamamos "finales", situándonos justamente al final de la cadena productiva. Así, si medimos el valor del pan que compramos en la panadería, por ejemplo, (y nos

P1,1993.N1,2003 - VINT1,2003,1993 = VA1,2003,1993

P2,1993.N2,2003 - VINT2,2003,1993 = VA2,2003,1993

H2003,1993 - VINTTOT,2003,1993 = VATOT,2003,1993

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referimos a “todo” el valor del pan, no sólo al valor agregado del sector panificador, que en él está contenido) no será necesario sumarle luego el valor que genera el sector harinero, puesto que ya está contenido en el del pan, y tampoco el del trigo, por la misma razón. Podemos pensar, así, en resolver el problema de la doble o múltiple cuenta con una estrategia diferente, eligiendo, para nuestra suma, un subconjunto de los bienes producidos: sólo aquellos que llamamos "finales".

Y es así, en efecto, como suele definirse el producto: es el valor de los bienes y servicios finales generados en una economía en determinado período. Ya sabemos, sin embargo, que eso es igual al valor agregado generado en todos los sectores productivos. Como también sabemos, estos conceptos podemos medirlos a precios corrientes y también a precios constantes.

El producto y el ingreso

El valor agregado es, por otra parte, el ingreso que obtienen quienes participan

en el proceso productivo. Esos ingresos son esencialmente salarios y beneficios. Salarios más beneficios (distribuidos y no distribuidos) son entonces el valor agregado en la economía, y son también el ingreso total del sector privado. De modo que el ingreso total es necesariamente equivalente al producto.

Por eso, en adelante, pensaremos al producto y al ingreso como sinónimos. Consideraremos a esas dos nociones como dos formas distintas de medir el mismo flujo de valor. El producto "por origen"

Una de las presentaciones habituales del producto nos ofrece la cifra agregada pero también su descomposición por sectores de origen (como “Agricultura, caza, silvicultura y pesca”, “Industrias manufactureras”, etc.). De manera que, llamando “Y” al producto total, el mismo resulta de una cuenta como la siguiente: VA1 + VA2 + ... + VAM ≡ VATOT ≡ Y, es decir que es igual a la suma de estimaciones de los valores agregados por distintos sectores económicos. (No olvidamos que es necesario tener presente la cuestión del período al que se refieren los datos, cuya indicación hemos omitido en la fórmula anterior, ni que es también necesario señalar si estamos hablando de las cifras a precios corrientes o constantes). El producto según "destino"

Otra desagregación habitual del producto clasifica a los bienes que integran el valor de Y según su destino (o su tipo de “uso final” dentro del período de que se trate). Los destinos que suelen distinguirse son cuatro.

Una parte de los bienes producidos tiene destino en las familias. A este agregado, que es un subconjunto de “Y”, lo designamos con una letra C y lo llamamos consumo. En realidad, todos los bienes adquiridos por las familias, con la única excepción de las viviendas (de las que hablaremos enseguida), se

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incluyen en este grupo. Observe que no importa si el bien fue efectivamente utilizado o “consumido” en el período. Una familia puede adquirir una botella de vino y guardarla para una celebración que acontecerá el año próximo; para las cuentas nacionales, sin embargo, esa botella estará dentro del consumo de este año, no del siguiente. El momento en que el vino se utiliza efectivamente no le interesa a la oficina de cuentas nacionales.

Un segundo destino posible de los bienes producidos es lo que llamamos “inversión”. En las cuentas nacionales, digámoslo antes que nada, este concepto no tiene vinculación con nada “financiero”. Llamamos aquí inversión a uno de los destinos posibles de los bienes producidos en cierto período. Es un flujo de bienes, o de valor corporizado en bienes. Un depósito en un banco, o la compra de acciones o de títulos, que son inversiones en el sentido corriente, no lo son para las cuentas nacionales.

Los bienes que integran este concepto son esencialmente de dos tipos (es decir, hay dos grandes componentes de la inversión): construcciones, por un lado, y maquinaria y equipos, por otro. En la inversión en construcciones se incluyen los nuevos caminos, instalaciones, galpones, etc., y también las viviendas, que si bien tienen, en muchos casos, destino en las familias, no están contenidas, como ya dijimos, en el consumo. Se trata siempre de las nuevas construcciones generadas en el período de que se trate (y de las nuevas máquinas), y no de los cambios de manos de inmuebles (o maquinaria ya usada) producidos en períodos anteriores. Si una familia compra este año una casa producida el año anterior, eso puede considerarse una inversión desde la perspectiva de esa familia, pero hay alguien más que está “desinvirtiendo”. Por ende, no es inversión para la economía como un todo. Esa vivienda fue seguramente considerada en el cómputo de la inversión (en construcciones) del año anterior, cuando fue construida.

La suma de las nuevas construcciones y las nuevas maquinarias y equipos constituye la “inversión fija”. Hay un tercer componente de la inversión que es la “variación de existencias” o acumulación de inventarios de bienes. Las firmas productivas mantienen normalmente existencias de mercancías para hacer frente a las ventas del día a día, mientras nuevos bienes están siendo producidos. Si una firma que elabora fideos cuenta, al final del período, con existencias de fideos aún no vendidos superiores a las que tenía al comienzo del mismo, esa diferencia es, para las cuentas nacionales, inversión en existencias. Este componente de la inversión puede ser negativo y lo será muy frecuentemente. Tendremos, en esos casos, una declinación del valor de los inventarios de bienes entre los extremos del período de que se trate.

Designaremos a la inversión total, que incluye los tres componentes que acabamos de describir, con la letra “I”.

Un tercer destino posible de los bienes generados en la economía es el sector público. Este puede, por ejemplo, adquirir leche, harina, fideos, para un programa alimentario. También adquiere materiales para las oficinas de la Administración, servicios de transporte y otras mil cosas.

Pero la introducción del sector público nos lleva a considerar aspectos menos obvios, obligándonos a revisar algunas de las ideas que hemos planteado en este capítulo.

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En primer lugar, recordemos que hemos supuesto que la cuenta del producto puede concebirse como la suma de una serie de multiplicaciones de la forma (Pi.Ni), es decir, de productos de “precios” por “cantidades”. Sin embargo, hay productos que la sociedad genera y que no tienen precios de mercado (asumimos de hecho que nuestros Pi lo son). Consideremos por ejemplo los servicios de defensa, justicia, salubridad, parte de la educación y de la salud. Muchos de ellos, malos, buenos o regulares, el sector público los ofrece sin cargo a la población. Pero deben considerarse en el cómputo de Y, naturalmente. ¿Cómo se lo hace? El criterio básico aquí es el de contabilizar el valor de los bienes producidos por el sector público tomando en cuenta el costo de producirlos. En el caso de la justicia, por ejemplo, se mide su contribución al producto, o al valor agregado total, tomando en cuenta lo que cuesta producir ese servicio. En ese cómputo, el elemento principal son los salarios de magistrados y funcionarios. Entonces, se trata también de la multiplicación de “precios por cantidades”, pero los correspondientes precios son en realidad salarios, de distintas categorías de trabajadores, que se multiplican por las cantidades de tiempo remuneradas (horas, meses, según corresponda).

Contabilizado de ese modo, el valor agregado por la justicia está adicionado en el valor de Y, por origen. Del mismo modo se procede con los servicios de defensa, con los de administración pública y otros semejantes. Es posible que usted recuerde el nombre de algún juez cuya “contribución al producto”, calculada así o de otro modo, pueda quizás sospecharse dudosa. Otro tanto podría decirse de los gastos de defensa y de varios conceptos más. Pero, en fin, se trata de medidas imperfectas.

Ahora bien, cuando pensamos en el “uso final” de los bienes y servicios producidos”, ese servicio, el de justicia, que integra el valor de “Y” ¿dónde está? ¿En qué destino? No está en el consumo, porque el servicio del sistema judicial no es “adquirido” por las familias. Tampoco está en la inversión. Estará sumado en el nuevo agregado que estamos presentado, que designaremos como “G”, y que reúne los bienes y servicios adquiridos por el sector público. Ese agregado no comprende sólo, en síntesis, los fideos y la harina de los planes alimentarios, y los materiales de oficina, sino también los costos de producir defensa, seguridad, justicia, educación pública, etc.. Se procede como si el sector público adquiriera esos servicios, de justicia por ejemplo (lo que de algún modo hace pagando los salarios de los jueces, etc.), y luego los distribuyera sin cargo a los habitantes. La G que utilizamos para representar este nuevo destino de lo que se produce proviene de “gasto” (público, en este caso), pero no se refiere a todo tipo de gasto que el gobierno pudiere hacer. Sólo comprende los bienes y servicios que adquiere (no incluye, por ejemplo, transferencias como las correspondientes a pagos jubilatorios y de pensiones, seguros de desempleo, y otras erogaciones como pagos de intereses de la deuda pública; vale la pena insistir: estamos clasificando el valor de los bienes y servicios producidos según su destino).

Nuestra “G” tampoco contiene el gasto del sector público en bienes de capital (como caminos, construcciones, maquinaria y equipos). Este último tipo de destino es en realidad la inversión que viéramos más arriba. Lo que deberíamos aclarar ahora es que la inversión total puede a su vez descomponerse en privada y pública. Hoy en día, privatizaciones de por medio, el gasto público en inversión es

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relativamente pequeño, muy inferior a lo que fuera antes de la década de los noventa. En tanto no incluye la inversión pública, la variable G se suele también denominar “consumo público”, o consumo del gobierno.

Nos queda un único casillero adicional en nuestra clasificación de los bienes de acuerdo con su uso final. Si no están en alguno de los tres anteriores, seguramente los bienes producidos fueron a parar al exterior. A esta fracción del flujo de producto la llamamos “exportaciones”, y la designamos con una “X”.

Nótese que esta clasificación por destino no tiene que ver con la naturaleza de los bienes sino con su uso en el período del que se trate. Volviendo a nuestro paquete de fideos: podría estar en el consumo si lo adquirió una familia, o en la inversión, si se acumuló en las existencias de fideos sin vender en una firma (o en los stocks de un supermercado); también podría estar computado en G si el sector público lo hubiese adquirido para, quizás, utilizarlo para alimentar a los pacientes internados en un hospital. Por último, también podría haberse exportado, en cuyo caso estaría computado en el valor de las exportaciones.

Sintetizando, tenemos, como primera aproximación, esta descomposición del flujo de bienes por destino:

Las importaciones y el concepto de producto interno

Si los cuatro destinos señalados agotan el producto, podríamos pensar en una nueva forma de medición de Y, además de las que ya hemos presentado. Imaginemos que fuésemos capaces de medir separadamente todo el gasto de consumo que hacen las familias (C), el gasto de inversión (I), el que hace el sector público en bienes y servicios (G), y el valor de las exportaciones (X) de cierto período. Como primera aproximación, parece que entonces la suma de esos cuatro conceptos nos daría el valor de Y.

No es así, sin embargo. En el consumo total de las familias, por ejemplo, habrá también bienes que no fueron producidos internamente. Fideos importados de Italia, por ejemplo, entre otros muchos bienes elaborados más allá de nuestras fronteras. Y esos no forman parte de nuestro producto. Lo mismo sucede con I, G y X: cada uno de esos componentes del gasto agregado podría descomponerse en una fracción “de origen interno” y otra “de origen externo”. Así, C, por ejemplo, podría desagregarse en Cy y Cq, donde la primera comprende el valor de todos los bienes y servicios que tuvieron como destino las familias (menos las viviendas) y que fueron producidos internamente, mientras que Cq designa al valor de los bienes que, estando contabilizados en C, fueron producidos en el exterior. Esto

C

Y I

G

X

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mismo se puede hacer con las restantes variables de gasto, incluso con las exportaciones, porque una parte del valor de un automóvil exportado por la Argentina, por ejemplo, contiene piezas o elementos, como el motor, eventualmente, producidos en el exterior, que entraron previamente como importación y luego volvieron a salir. De modo que tenemos:

Puesto que nos interesa el valor generado internamente, está claro que el

producto Y no coincidirá con la suma (C + I + G + X). Será igual, en realidad, a la suma de (Cy + Iy + Gy + Xy), del diagrama anterior.

En otros términos, a la cuenta (C + I + G + X) hay que corregirla restándole los bienes importados, para obtener el valor del producto. Ahora bien, la adición de los valores de todos los bienes importados, (Cq + Iq + Gq + Xq), la designamos como “Q”. Así, en definitiva, el producto interno resultará de la siguiente igualdad (que es en realidad una identidad): Y ≡ C + I + G + X - Q.

Esa expresión es una de las más importantes en el campo de la macroeconomía y se conoce como "identidad básica del Sistema de Cuentas Nacionales", o identidad de ingreso-gasto. Nos indica que el producto (o el ingreso), además de ser igual al valor agregado total y al valor de los bienes finales, como ya sabemos, es también igual, en las cuentas nacionales, al gasto total en bienes producidos internamente.

• Una digresión sobre la variación de existencias y los períodos

Acabamos de decir, por ejemplo, que el consumo puede descomponerse en el

abastecido por bienes producidos internamente y por bienes importados (C = Cy + Cq). Ese razonamiento involucra una simplificación que vale la pena hacer explícita. Para simplificar el argumento estamos ignorando, al hacer ese planteo, que una parte del consumo actual, por ejemplo, puede abastecerse con bienes provenientes del pasado. Es decir, con bienes producidos o importados en períodos anteriores. Lo mismo sucede naturalmente con la inversión y con los restantes componentes del gasto.

C = CY + CQ

Y I = IY + IQ

G = GY + GQ

X = XY + XQ

Q

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Supongamos que yo adquiero $10 de fideos producidos el año pasado. Fueron contabilizados en el producto de aquél año, pero están en C de este período. ¿Habrá un error en el cómputo de Y, medido “del lado del gasto”? No, porque esos fideos se encontraban en los depósitos del supermercado, o en las góndolas, y estaban contabilizados como existencias. Ahora, luego de mi compra, estarán dentro de C, sumando. Pero simultáneamente, esos $10 estarán restando en la cuenta “variación de existencias”, que es uno de los rubros que integran la inversión. Ambos asientos se cancelan, de modo que esos diez pesos, correctamente, no aparecerán en el producto del período actual. Producto bruto y neto

Hemos caracterizado ya al producto interno. ¿Por qué se lo suele calificar de “bruto”? La cuestión aquí es que en la inversión fija pueden a su vez distinguirse, conceptualmente, dos componentes. Una parte del valor de las maquinarias y equipos y de las construcciones que integran la inversión fija de un período determinado viene, en realidad, simplemente a sustituir a las maquinarias, equipos e instalaciones preexistentes que se han desgastado por el uso o que simplemente se han tornado obsoletos. Podemos entonces concebir la noción de “inversión neta”, que es la inversión total (bruta), menos la depreciación del acervo de capital heredado de períodos anteriores. Es posible sintetizar eso mediante la siguiente expresión: I = IN + D, donde I es la inversión total, bruta, que resulta igual a la inversión neta (IN) más la depreciación del acervo de capital preexistente (que designamos como “D”).

La inversión es una variable crucial en la determinación del crecimiento, o de la capacidad de crecimiento de una economía, porque indica qué parte del producto se acumula, esencialmente en la forma de nueva capacidad productiva. Pero IN es una mejor medida de esa acumulación, ya que toma en cuenta el desgaste de la capacidad productiva heredada. En consecuencia, cuando se discuten los problemas del crecimiento económico, IN suele aparecer como una variable posiblemente más relevante que I. Sin embargo, si bien eso es cierto en un plano conceptual, en la práctica, debido a que es muy difícil obtener una medida agregada razonable de la depreciación, es bastante habitual que IN no se calcule. Con frecuencia sólo dispondremos de datos de I, es decir, de la inversión bruta.

Volviendo ahora al producto: en la identidad básica de cuentas nacionales incluida más arriba se encuentra sumando, del lado derecho, la inversión bruta. Por eso definimos a Y como el producto interno bruto (PIB). En cambio, si en esa misma identidad sustituyésemos a I por IN tendríamos el producto interno neto (PIN, que designaremos aquí como YN). En otros términos: YN ≡ Y – D ≡ C + IN + G + X - Q.

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Algunas variantes a partir de la identidad básica

Retomando ahora la identidad básica de cuentas nacionales, podemos introducir otras definiciones de uso habitual, mediante algunas manipulaciones sencillas. Por ejemplo, pasando las importaciones a la izquierda de la igualdad tenemos: Y + Q ≡ C + I + G + X.

La suma (C + I + G + X) constituye lo que se designa como demanda global, y (Y + Q) es la oferta global, ambas idénticamente iguales para las cuentas nacionales.

Además, dentro de la demanda global, una parte proviene de los agentes económicos residentes en el espacio geográfico nacional, y otra del resto del mundo. La que proviene de los residentes es la suma (C + I + G), y se le designa como “absorción interna” (AI). Por otro lado, la cuenta (X-Q) representa el balance comercial con el resto del mundo (BC), de modo que podemos rescribir nuestra identidad básica así: Y ≡ AI + BC. Por lo tanto, Y - AI ≡ BC. Identidades y causalidad

Observe la última expresión. El término de la derecha, el balance comercial, podría ser negativo, si las exportaciones fuesen inferiores a las importaciones. La ecuación nos dice que, en tal caso, necesariamente, tendremos que AI, el gasto interno, es mayor que Y, el ingreso interno. En algunos textos, alcanzado este punto, se podrá leer que si una economía tiene déficit en el comercio, es porque los residentes están gastando “más allá de sus medios”. Esta es una lectura causal de esa ecuación. Se nos dice que la causalidad va del lado izquierdo al derecho: Y < AI => BC < 0.

Eso puede ser cierto, pero en ocasiones no lo será. Queremos decir que no es válido en general interpretar que un déficit en el comercio aparecerá porque los residentes gastan más que su ingreso. Las identidades no habilitan una interpretación causal. Ambos lados del signo ≡ tienen el mismo peso. Es decir, cabría afirmar que: Y < AI <=> BC < 0.

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En el caso de un país con déficit en el comercio, podríamos por ejemplo pensar en alguna causa, no visible en la identidad, que da origen tanto al déficit del comercio cuanto al exceso del gasto interno sobre el ingreso.

Las identidades nos permiten organizar la información y avanzar en la descripción: esta variable ha venido incrementándose, aquella otra por el contrario está en declinación, etc. etc., pero no habilitan interpretaciones de causa-efecto. Para avanzar en el terreno de la interpretación se requiere más que la contabilidad. Son necesarias relaciones de comportamiento como las que ya hemos mencionado en el capítulo anterior, y que comenzaremos a introducir en el próximo. Miscelánea de cuentas nacionales

Hemos mencionado algunos problemas en la elaboración de la medida del producto, como por ejemplo la ausencia de precios de mercado de algunos servicios. Hay muchos otros. A los efectos del análisis macroeconómico, esos temas no son en general relevantes y por eso no los trataremos con detalle aquí, pero mencionaremos algunos de los más importantes.

Uno se refiere a la aparición de bienes nuevos. Consideremos por ejemplo el caso de una computadora de última generación, aparecida este año. Ese bien no existía en 1993, el año base de las cuentas nacionales. Por ende, cuando se estima el PIB a precios constantes, hay que resolver el problema de qué precio “de 1993” asignarle. Esta dificultad es mucho más corriente de lo que podría parecer en una primera aproximación, porque involucra también los cambios de calidad de los bienes, por ejemplo. Un automóvil modelo 2004 puede tener mejoras en relación con el mismo modelo correspondiente al año anterior. En tal caso, se trata en cierta forma de un bien distinto, nuevo.

Otra cuestión se refiere a como tratar los bienes en proceso. Por ejemplo, una plantación de cereal que, al cierre del período, está a medio crecer. ¿Qué valor debería asignársele? Estas y otras muchas cuestiones requieren de convenciones para su tratamiento. En general, esas convenciones se apoyan en los criterios fijados por las Naciones Unidas, en manuales de cuentas nacionales elaborados por oficinas de ese organismo internacional que son seguidos por la gran mayoría de los países.

Algunas cuestiones son polémicas, como la no consideración del trabajo realizado por amas o amos de casa en el hogar en el cómputo del producto interno bruto. Pero esa convención, como otras, puede cambiar a lo largo del tiempo. (Un chiste de economistas dice que el producto bruto se reduce si un señor(a) se casa con su mucama(o), a quien antes pagaba un salario. ¿Comprende por qué? No puedo explicarlo aquí, no tendría gracia).

Una cuestión que suele dar lugar a cierto debate es la calidad del PIB o del ingreso agregado como medida de bienestar. Una consideración obvia es la de que la distribución del ingreso seguramente tendrá una gran relevancia en lo que se refiere al bienestar, además de su nivel. La medida del PIB tomada aisladamente no nos dirá quizás demasiado. Pero hay cuestiones menos evidentes. Imagine una economía en la que el producto industrial está creciendo rápidamente, pero generando enormes efectos negativos sobre el medio

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ambiente, como contaminación y agotamiento de recursos no renovables. Estos efectos negativos que son “producidos conjuntamente” con los bienes industriales no se miden en el cómputo del PIB.

Hay otra cuestión que merece mención. Hemos visto que al calcular el producto a precios constantes realizamos una suma de cantidades de distintos bienes, en la que utilizamos como “ponderadores” a los distintos precios. Pero son los precios de un período determinado: el período base. Para ilustrar una consecuencia de este procedimiento imaginemos un país en el que determinado bien, la papa, tiene un peso muy grande en el PIB. Supongamos ahora que en el año base el precio de la papa tenía, por razones climáticas, un precio (relativo, es decir, en comparación con los restantes precios) muy elevado. Ese precio elevado será utilizado luego para ponderar las cantidades de papas producidas en todos los períodos siguientes. La papa tendrá así una ponderación elevada en el cálculo del producto. Eso se reflejará, por ejemplo, en las tasas de crecimiento calculadas para la economía de ese país. Lo que queremos señalar es que las tasas de crecimiento del PIB estimadas resultarían entonces más altas, por esta ponderación fuerte de ese producto, de lo que serían si el precio de la papa en el año base hubiese sido relativamente bajo. En resumen, lo que estamos argumentando es que las tasas de crecimiento medidas no son independientes del período que se elija como base. Por eso, entre otras cosas, es una buena práctica que si las cuentas nacionales se elaboran de este modo, al cambiar la base se recalcule el PIB (y con ello las tasas de crecimiento) de períodos anteriores, para poder tener una perspectiva temporal más o menos amplia, es decir, para contar con series homogéneas para un lapso razonable.

Normalmente, sin embargo, las tasas reestimadas al cambiar la base no diferirán sustancialmente de las obtenidas con los precios de la base anterior, aunque a veces sí puede haber cambios importantes. Posiblemente esto suceda con las cuentas nacionales de la Argentina cuando la base 1993, todavía vigente, se cambie. Esto es así porque la depreciación cambiaria de 2002 produjo un enorme cambio de precios (relativos), en comparación con los que se observaban en la década anterior.

El PIB y el nivel general de precios

Dividamos ahora el PIB medido a precios corrientes por el PIB medido a precios constantes de 1993. Siguiendo con nuestro ejemplo de una economía de dos bienes, tendríamos este cociente:

Puede verse que las cantidades Ni de los distintos bienes son las mismas en

el numerador y en el denominador. De modo que si ese cociente tiene un valor distinto de uno, eso se deberá a que los precios de 2003 (que son los ponderadores en el numerador) difieren de los del año base (que aparecen en el denominador). En efecto, esa es la fórmula de un índice de precios. El valor de

P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003

P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003

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ese cociente será uno en el año base (o cien, si multiplicamos esa expresión por 100, como suele hacerse), y a partir de allí subirá si los precios se mueven al alza, o bajará si descendieran. Llamemos P a ese índice de precios. Esta nueva variable se denomina, en el Sistema de Cuentas Nacionales, Índice de Precios Implícitos del Producto, o deflactor del PIB. En definitiva, y multiplicando por 100, tenemos:

La notación P2003,1993 se refiere al valor del índice de precios implícitos del PIB en 2003, con base 100 en 1993.

Llamando Y al PIB a precios constantes y YNOM al PIB a precios corrientes, podemos escribir:

,PY

YNOM=

que es en forma sintética la misma expresión de arriba, o bien

,.PYYNOM = donde el PIB a precios corrientes se expresa en cierta forma como el producto entre "cantidades y precios".

Esta es una forma útil de desagregar el producto o el ingreso a precios corrientes, porque, como viéramos en el capítulo anterior, con frecuencia nos preguntaremos, ante un shock, en qué medida la economía responderá mediante ajustes de precios y en qué medida mediante ajuste de cantidades (como una recesión, ante un shock negativo).

Naturalmente, también podemos escribir

,YP

YNOM=

donde estamos “deflactando” el producto a precios corrientes por el índice de precios implícitos del PIB, para obtener el producto a precios constantes.

“Deflactar” quiere decir dividir una magnitud nominal por un precio (o un índice de precios). Consideremos por ejemplo el salario. Llamemos W al salario nominal. Se trata de cierta cantidad de pesos, por tiempo de trabajo. Es en esas unidades que se mide (pesos por hora de trabajo, por ejemplo). Ahora calculemos el precio (es decir, el costo) de una canasta básica de consumo. Designémoslo como PC. Si hacemos la cuenta

P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003

P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003

P2003,1993.100 =

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PCW

estamos deflactando el salario nominal por el precio de esa canasta básica. ¿En qué unidades se mide el resultado? Se mide en horas de trabajo por canasta básica. Es decir, nos dice cuántas horas de trabajo se requieren para adquirir esa canasta. Note que se trata de una tasa de cambio entre mercancías (trabajo y los bienes que componen esa canasta). Las unidades monetarias aparecen en principio tanto en el numerador cuanto en el denominador, por lo que pueden simplificarse y desaparecen. Estamos hablando, en realidad, de una medida posible de lo que se llama el “salario real”. Si lo designamos como WR escribiremos:

.PCWWR =

Decimos que esa es una medida “real” justamente porque las unidades

monetarias no intervienen en ella. Aunque podamos emplearlas para el cálculo, el concepto del que estamos hablando es, como hemos señalado, la tasa de cambio de horas de trabajo por bienes. Ambos entes son “no monetarios”. En economía suele llamarse real a una variable con esas características, es decir que, como sucede con WR, es “no monetaria”.

¿Acaso el dinero no es algo “real”? Parece que sí lo es, pero muchos pensadores han concebido al dinero como un “velo” que apenas cubre las cosas verdaderamente reales, sobre las cuáles los fenómenos monetarios tendrían escasa o nula gravitación. Heredamos este uso del vocablo “real”, muy posiblemente inadecuado, de esa visión particular del funcionamiento del sistema económico.

Normalmente, para obtener el salario real, por ejemplo, dividimos W por el valor del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Este índice refleja efectivamente la evolución del costo de una canasta determinada de bienes (y servicios) de consumo. El IPC se calcula según una fórmula que se asemeja a la que presentamos arriba para el Índice de Precios Implícitos del PIB, pero con una diferencia importante. Mientras que en esa fórmula hemos incluido, en el numerador y en el denominador, las cantidades del período corriente (N1,2003 y N2,2003, en nuestro ejemplo), las cantidades que se toman en cuenta en el cálculo del IPC son siempre las mismas, es decir, permanecen fijas en los distintos períodos. Se trata de determinado número de pasajes de colectivo, tantos kilogramos de manzanas, etc., permaneciendo la composición de esa canasta fija. El de precios implícitos es, en cambio, un índice de “canasta variable”, porque las cantidades cambian todos los períodos. El índice de precios mayoristas (IPM) es también de canasta fija.

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Nota sobre la medición del producto en la Argentina

En la Argentina el PIB se mide “por origen”, es decir, por sector productivo. Se lo hace esencialmente a partir de datos de precios y cantidades producidas de los distintos bienes y servicios, aunque en algunos casos, especialmente para ciertos servicios, no existen propiamente “mediciones” sino estimaciones a partir de indicadores indirectos.

Los datos de precios y cantidades de los distintos bienes permiten en realidad estimar el “valor bruto de la producción” de cada uno de ellos, y no el valor agregado. Para obtener este último dato, que es la contribución efectiva al producto, habría que restar el valor de los insumos intermedios, pero esta información no se releva regularmente.

¿Cómo se pasa entonces del VBP al valor agregado? Pues bien, sí se cuenta con estimaciones de los valores agregados para el año base de la serie de cuentas nacionales. Esto es así porque normalmente uno de los requisitos que un año base debe cumplir es el de que se haya realizado, en ese año, un censo económico. En función de esto, se cuenta, para el período base, con mucha más información que la que se releva corrientemente. Entre otros datos, puede contarse con la relación entre el valor agregado en cada sector productivo y el correspondiente valor de la producción. Luego, para los períodos subsiguientes, simplemente se supone que la relación entre el valor agregado y el valor bruto de la producción es igual a la observada en el año base. Así, el PIB es en realidad una suma de valores agregados estimados, estimación que se hace a partir de datos sobre precios y cantidades, y del supuesto de constancia de las relaciones VA/VBP sectoriales del año base. Por supuesto que estas relaciones cambiarán a lo largo del tiempo, por lo que al suponerlas constantes se establece una fuente de error. Esta es una razón más para modificar periódicamente el año base de las cuentas nacionales, a fin de reconocer estos cambios.

Si bien el PIB se mide fundamentalmente por sector de origen, se publican también los datos de composición del gasto. ¿Cómo se obtienen? Los datos de X y Q derivan de la información de Aduana, mientras que los de G se obtienen a partir de los datos de las cuentas fiscales. Los problemas más complejos se vinculan con la inversión y el consumo.

La inversión interna bruta fija se estima indirectamente, recurriendo también a la información “del lado de la oferta”. En efecto, hay información sobre las máquinas y las construcciones producidas en el país en el período de que se trate. Se asume, razonablemente, que el gasto en inversión fija debe ser igual al valor bruto de dichas máquinas y construcciones, menos el valor de la maquinaria exportada en el período, más el valor de los bienes de capital importados.

En cuanto al consumo, durante muchos años se midió simplemente por diferencia. Es decir, se obtenía residualmente, haciendo la cuenta:

.QXGIBIFYC +−−−=

donde IBIF es la inversión bruta interna fija.

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La estimación residual del consumo es naturalmente muy poco satisfactoria, entre otras razones porque cualquier error de medición en las restantes variables se reflejaría allí, al igual que la “discrepancia estadística” originada en la diferente metodología de cómputo de distintos componentes del gasto y de Y. Además, C es de hecho la componente más importante de la demanda global, por lo que obtener residualmente a una variable tan significativa es de por sí chocante. Un punto destacable es que si la estimación se hace de este modo, y la inversión estimada del lado de la oferta es la IBIF, la variación de existencias queda de hecho sumada al consumo, lo que es una fuente considerable de error. En Argentina, por ejemplo, hay fuertes variaciones de existencias propias del sector agropecuario (acumulación de existencias cuando se levanta la cosecha, desacumulación cuando se envían los granos al exterior), que en tal caso quedarían captadas erróneamente como variaciones en el consumo.

En forma relativamente reciente, se han venido publicando cifras del consumo privado estimadas a partir de encuestas de consumo, de manera que aparece una nueva variable residual, que se denomina “discrepancia estadística y variación de existencias” (DEYVE):

.DEYVEQXGIBIFCY +−+++=

Las cuentas nacionales y la descripción de la evolución económica

Ya hemos dicho que las cuentas nacionales suministran información que nos permite avanzar en la descripción de lo que sucede en una economía, aunque no dan lugar, sin la incorporación de otros elementos, a la interpretación de los hechos observables. Pero una buena descripción es un muy buen punto de partida de un análisis aplicado. Veamos cómo podemos comenzar a organizar la información si se nos pide que avancemos en el análisis de una economía determinada.

Para comenzar, podríamos por ejemplo dividir por Y la ecuación que nos presenta la desagregación del PIB por origen. Tendríamos entonces:

....1 21

YVA

YVA

YVA

YY M+++==

Asumimos que hay M sectores productivos. La ecuación así presentada nos da

la participación de cada sector (o de cada bien, si asimilamos, por simplicidad, un bien a un sector) en el PIB total. De manera que organizando la información cuantitativa que proporciona el Sistema de Cuentas Nacionales de este modo podemos caracterizar la estructura de la oferta de la economía de que se trate: cuál es el tamaño relativo del sector agropecuario, del sector industrial, etc.. Si además miramos lo que sucede con esas proporciones a lo largo del tiempo, tendremos naturalmente una idea de cómo está cambiando la estructura productiva. Estaremos en condiciones de constatar, por ejemplo, si el sector industrial ha venido ganando o perdiendo participación, etc..

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Un procedimiento similar podemos seguir con la ecuación del PIB por destino. Tendríamos en este caso lo siguiente:

.1YQ

YX

YG

YI

YC

YY

−+++==

Con la información presentada de este modo podemos observar otras

características de la economía. Por ejemplo, los cocientes (X/Y) y (Q/Y) nos indican cuán grandes son los flujos de comercio internacional en relación con el tamaño de la economía, medido por su PIB. En otros términos, nos hablan de cuál es el grado de apertura comercial en la práctica. A su vez, (I/Y), la tasa de inversión, revela qué proporción de los bienes producidos se acumula en la forma de nueva capacidad productiva. Esta variable, como se dijo con anterioridad, se correlaciona muy directamente con el crecimiento económico, sobre todo si se considera la inversión neta. Por su parte, (G/Y) informa acerca del tamaño económico del sector público. Nuevamente, podemos observar lo que sucede con estas relaciones a lo largo del tiempo, y constatar si el grado de apertura aumenta o no, etc.. Hacia las explicaciones

Si bien la información que nos suministran las cuentas nacionales no permite por sí misma construir explicaciones de los fenómenos observables, es el punto de partida. Podemos, en principio, identificar algunos de los fenómenos que resulta interesante explorar, y la propia observación de los datos puede comenzar a sugerir preguntas interesantes, así como argumentos explicativos. Del examen de las cifras puede surgir, por ejemplo, la constatación de ciertas regularidades que son una rica fuente de ideas e hipótesis a partir de las cuáles es posible luego seguir trabajando.

Cerramos el capítulo mostrando una regularidad interesante. La destacamos porque lo que ésta revela constituirá materia central de los desarrollos que plantearemos un poco más adelante, en el capítulo 4 y siguientes.

El gráfico siguiente presenta datos del PIB (en realidad del desvío del PIB en relación con su tendencia) y de la cuenta (X-Q), es decir, del balance de comercio, en ambos casos a precios constantes.

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Es inmediato concluir que estas variables se mueven juntas, pero en sentido

contrario. Como la serie incluida en la parte superior de la ilustración constituye una descripción del “ciclo”, y la otra variable, el balance comercial, se mueve al revés, solemos decir que esta última tiene un comportamiento “contracíclico”. Cuando una variable se mueve en el mismo sentido que el desvío del PIB, decimos que es “procíclica”. La principal razón de lo que se observa allí es que las importaciones tienen, en la Argentina, una elasticidad-producto muy alta: aumentan rápidamente cuando la economía se expande, y declinan también mucho más velozmente que el PIB cuando este se contrae, mientras que las exportaciones tienen una muy baja vinculación con el ciclo de actividad interno. Así, por ejemplo, la recesión de 1998-2001 condujo la economía de una zona de déficit comercial a un fuerte superávit.

No esperaríamos encontrar una gráfica semejante en cualquier economía. Por ejemplo, en una en la que el PIB crezca fundamentalmente porque se expanden las exportaciones, posiblemente el producto pueda crecer, y quizás bastante rápidamente, sin un deterioro apreciable del balance de comercio. El comportamiento contracíclico del saldo del comercio era, sin embargo, bastante típico en las economías que seguían, en la posguerra, el modelo de industrialización orientada a la sustitución de importaciones; y en la Argentina sigue siendo aún evidente, muchos años después de que ese estilo de crecimiento se convirtiera en historia. Los argumentos que estamos introduciendo aquí involucran relaciones de comportamiento (decimos, por ejemplo, que “las importaciones dependen del producto”), y con ello estamos ya asomándonos a los temas de los capítulos que siguen.

-2000

0

2000

4000

6000

-12

-8

-4

0

4

8

86 88 90 92 94 96 98 00

Balance comercial Componente cíclico

Componente cíclico del PIBy balance comercial de la Argentina

a precios constantes(1986:1-2002:2)

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Capítulo 3. Sobre la representación de los comportamientos

Antes de sumergirnos propiamente en el análisis macroeconómico introducimos, en este capítulo, algunos recursos analíticos y elementos del lenguaje y de la forma de razonar de la economía, con el fin de facilitar la comprensión de lo que se planteará más adelante.

No es extraño, aunque casi seguramente inapropiado, que se arribe a un primer curso de macroeconomía sin haber pasado por uno de microeconomía con anterioridad. Es por eso que incluimos esta sección, que resulta innecesaria, y por ende puede pasarse por alto, si se ha dado ese paso previo. Si es así, puede saltar directamente al capítulo 4.

Articularemos la exposición que sigue en torno a la explicación de lo que es un “mercado”. La noción de mercado es muy antigua y, como se sabe, designa a un lugar donde se realizan intercambios de bienes, o de bienes por dinero. Para cada bien particular que se negocia en un mercado, hay un conjunto de oferentes y un conjunto de demandantes. En consecuencia, hay cantidades ofrecidas y cantidades demandadas, y en la interacción de oferentes con demandantes se establecen precios, a los que se realizan las transacciones.

Sin embargo, con el tiempo, la asociación del “mercado” con un lugar físico fue desdibujándose. Muchos bienes, zapatos, por ejemplo, se ofrecen en diversas bocas de venta, en muchos comercios, diseminados por la ciudad y por todo el país. Sin embargo, seguimos hablando de un “mercado de zapatos”, y lo entendemos como una suerte de lugar abstracto en el que de algún modo se encuentran oferentes y demandantes y hacen transacciones a ciertos precios. Si bien esas transacciones se han desconcentrado físicamente, sigue siendo posible pensar en cantidades demandadas, cantidades ofrecidas, y precios. Podemos seguir razonando acerca de cómo se comportan, de cómo evolucionan determinados “mercados” así entendidos.

¿Cómo representamos el funcionamiento de un mercado, como el de zapatos? Estamos ahora en el terreno de la microeconomía, pero tomaremos de aquí algunos elementos que luego utilizaremos en el análisis macro.

En primer lugar, asumiremos que hay dos conjuntos de agentes. Los demandantes de un bien y los oferentes del mismo. La siguiente cuestión es caracterizar el comportamiento de ambos. Es decir, ¿de qué dependen las decisiones de unos y otros en relación con este mercado? ¿Qué factores determinan la demanda de zapatos y cuáles la oferta?

Comencemos por la demanda. Lo primero que tenemos que decir es que los demandantes de zapatos tomarán decisiones sujetos a una restricción, que es la disponibilidad de recursos. En otros términos, tienen una “restricción de presupuesto”. Esta restricción se plantea como una identidad, que es el punto de partida del análisis (los recursos disponibles de cada uno son necesariamente iguales a los usos que se da a esos recursos). Dada la restricción presupuestaria, ¿de qué dependerá la demanda de zapatos (y de cualquier otro bien, ya que el razonamiento es generalizable)? Presumiblemente, nos dice el texto de microeconomía, del precio del par, en primer lugar. Por cierto, hay muchos tipos de zapatos diferentes y muchas calidades y precios distintos. Para no complicarnos más, supongamos que estamos hablando de un bien “homogéneo”.

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Esto puede significar que decidimos ignorar esas diferencias, o que nos restringimos, en nuestro análisis, a un subconjunto específico de zapatos (los mocasines con suela de cuero, quizás), en el que las diferencias tal vez sean menores o despreciables. Si nos concentramos entonces en un solo bien, diremos simplemente que “la demanda depende del precio”, con “precio” en singular. Seguramente, en el texto de micro se incluirá, en esta sección, un gráfico como el siguiente:

Allí medimos las cantidades de zapatos (Qz) en el eje de abscisas (medidas en

“pares”), y el precio del par en el eje de ordenadas.15 La línea Dz es una representación del comportamiento de los demandantes de zapatos. Decimos que la curva de demanda tiene “pendiente negativa” cuando baja hacia la derecha. ¿Qué señala esa inclinación de la línea? Que ante un menor precio, habrá una mayor demanda de zapatos. Para verlo con más claridad, vayamos al gráfico siguiente.

Si la cantidad demandada de zapatos, al precio Pz1, es Qz1, con un precio más bajo, como Pz2, habría una demanda Qz2, mayor. ¿Por qué, dada la

15 Atención: en el capítulo anterior utilizamos la “Q” para designar a las importaciones. Aquí, Qz

significa algo completamente distinto: “cantidades de (pares de) zapatos”.

Pz

Dz

Qz

Pz

Pz1

Pz2Dz

Qz1 Qz2 Qz

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restricción presupuestaria de los demandantes, se espera que haya una demanda mayor de un bien ante un precio más bajo? La razón más importante es el llamado “efecto sustitución”. Si el precio de un bien baja, los demandantes posiblemente sustituirán otros bienes por ese que se abarató. Así, si cae el precio de la manzana, posiblemente comeremos más manzanas y algo menos de peras. En el caso de los zapatos, tal vez habrá más demanda de zapatos y menos de zapatillas, que son un “sustituto” de ese bien.

¿Cuánto responde la demanda de zapatos al cambio en el precio? Eso depende de cómo sean las preferencias de la gente. Si los zapatos son un bien muy valorado y con pocos sustitutos próximos, posiblemente una suba del precio desalentará poco a los demandantes. Distintas inclinaciones de la curva de demanda reflejarán diferentes configuraciones posibles.

Estas curvas representan comportamientos diferentes de la demanda de zapatos. La de la izquierda indicaría una escasa respuesta de los demandantes ante cambios en Pz. La del centro una respuesta mayor, y la de la derecha una respuesta muy alta: basta una pequeña reducción del precio para provocar un gran aumento de la demanda, por ejemplo.

Estos razonamientos nos conducen al concepto de elasticidad. La elasticidad de una variable en relación con otra es la medida de cuánto responde la primera ante cambios en la segunda. Si decimos que la elasticidad de la demanda de zapatos en relación con el precio Pz es nula o muy baja, estamos diciendo que frente a modificaciones en Pz habrá poco cambio en las cantidades demandadas. Eso se corresponde con una situación como la ilustrada por el gráfico de la izquierda. El de la derecha, en cambio, muestra una “elasticidad-precio” de la demanda de zapatos muy elevada.

Pasemos ahora a examinar la oferta de zapatos. ¿Cómo se comporta? En general, esperaremos que la oferta de un bien aumente con el precio. Aquí las razones son un poco menos evidentes. En primer lugar, recordamos que también los oferentes actúan sujetos a restricciones semejantes a las presupuestarias. En este caso, podemos pensarlas como restricciones de recursos productivos. El productor de zapatos requiere de ciertos instrumentos, de alguna maquinaria,

Pz Pz Pz

Dz Dz

Dz

Qz Qz Qz

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instalaciones, etc. Su disponibilidad de recursos limita la cantidad de zapatos que puede hacer.

Por otra parte, normalmente, a medida que usa sus recursos con mayor intensidad, le resultará cada vez más costoso aumentar su producción: los instrumentos se desgastan más, a partir de cierto ritmo de trabajo los rendimientos que pueden obtenerse de un uso más intenso comienzan a declinar, y entonces sólo será rentable producir más zapatos si los precios son más elevados. La curva de oferta de zapatos (Oz) tendrá, en consecuencia, al revés que la línea Dz, pendiente positiva, lo que significa que sube hacia la derecha. La incluimos a continuación, junto con la curva de demanda.

Por supuesto, también con la oferta podríamos presentar casos de diferentes

elasticidades. Dejando de lado esa cuestión, representamos en el gráfico los elementos principales de nuestro mercado de zapatos. ¿Cómo funciona?

Para explicarlo supongamos que el precio de los zapatos hoy es Pz1, como se muestra en la ilustración siguiente.

Con esos precios, la demanda de zapatos sería Dz1, y la oferta Oz1. Es decir, hay un exceso de oferta. Se supone que, en tales circunstancias, los precios tenderán a bajar.

A medida que Pz desciende, los comportamientos se modifican tal como las curvas indican: la demanda de zapatos se incrementará, y la oferta declinará. De modo que el exceso de oferta se atenúa con el tiempo, hasta desaparecer cuando se alcanza el precio Pz*. Con ese precio de los zapatos, las cantidades ofrecidas y demandadas son iguales, es decir, los planes son “consistentes”, como dijéramos en nuestro capítulo introductorio, y pueden realizarse, todos ellos, simultáneamente. Las cantidades vendidas y compradas de zapatos serán, en tal situación, iguales a Qz*. El par (Pz*,Qz*) describe entonces la situación de equilibrio del mercado de zapatos, a la que se supone que normalmente el mercado tendería. Si hubiésemos partido de un precio inferior a Pz*, el razonamiento hubiese sido semejante pero invertido: a tales precios habría exceso de demanda, y Pz subiría, también hasta alcanzar su nivel de equilibrio.

Pz

Oz

Dz

Qz

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Pz y Qz de equilibrio son variables endógenas. Dependen de las

características de las curvas Oz y Dz, y nuestra argumentación, nuestro modelo, indica cómo se determinan. Una variable endógena es, en definitiva, una cuya determinación es “explicada” por el modelo.

Pero hemos dejado muchos elementos detrás del telón. Por ejemplo, apenas dijimos algo del precio de las zapatillas. La demanda de zapatos varía con Pz, como hemos señalado, pero ese razonamiento vale si suponemos que el precio de las zapatillas (y de otros bienes sustitutos de los zapatos, e incluso de otros que no lo son)16 permanece constante mientras tanto.

Volvamos a nuestra última representación del mercado de zapatos. ¿Dónde está, allí, el precio de las zapatillas? En realidad no está explícito. Pero la demanda de zapatos seguramente dependerá de él. Esa curva Dz esconde en su seno la información sobre este otro precio. Para verlo, supongamos que, ceteris paribus, es decir, sin que nada más cambie, se reduce el precio de las zapatillas. ¿Qué sucederá en el mercado de zapatos? Parece sensato esperar que, para cualquier precio Pz, haya una menor demanda de zapatos luego de este cambio que antes, puesto que habrá algo de sustitución entre estos bienes. Representamos eso como un desplazamiento de la curva de demanda de zapatos, que se mueve hacia la izquierda, desde Dz hacia Dz’, como ilustra el gráfico siguiente.

Movimientos sobre una curva y movimientos de la curva son dos cosas muy diferentes y es importante que logremos distinguirlas con claridad. Cuando nos movemos sobre la línea Dz, estamos observando únicamente cómo influye el precio Pz en las cantidades demandadas de zapatos. Es decir, estamos representando la respuesta de los demandantes de zapatos ante cambios en ese precio y en nada más. Cuando cualquier otro de los diversos determinantes de la demanda de zapatos que están tras el telón se modifique (como el precio de las zapatillas, o el de la pomada para zapatos, o el ingreso de los demandantes de zapatos que contribuye a definir su restricción presupuestaria, etc.), tendremos que representar esos cambios como movimientos de la curva. (Note que en los

16 Son también muy importantes los precios de algunos bienes que pueden considerarse complementarios, en lugar de sustitutos. Por ejemplo: si sube mucho el precio de la pomada para zapatos, con lo que se encarece su uso, tal vez algunos nos veamos más inclinados a las zapatillas.

Pz

OzPz1

Pz*

Dz

Dz1 Qz* Oz1Qz

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ejes del gráfico se miden únicamente Qz y Pz, por lo tanto, las curvas expresan relaciones entre esas variables, dados los valores de todas las demás).

Demos un ejemplo más de lo mismo. Si aumenta el ingreso de los demandantes de zapatos, seguramente estos podrán demandar más pares a cualquier precio Pz. En tal caso la curva Dz se desplazaría hacia la derecha.

Esas variables de las que decimos que están tras el telón, como el precio de las zapatillas, son, en nuestra argumentación, variables exógenas. Una variable es exógena en una argumentación cuando es un dato para la misma. En otros términos, esa variable no es “explicada” en la argumentación.

Esta distinción entre variables exógenas y endógenas es muy importante y la utilizaremos abundantemente en el futuro. Note además que un cambio en una exógena, como la baja del precio de las zapatillas, produce luego una modificación en los valores de equilibrio de las endógenas. Como puede verse en el gráfico anterior, el precio de los zapatos declinará, y también bajarán las cantidades de zapatos vendidas y compradas en equilibrio, ante una baja en el precio de las zapatillas.

También en el análisis macroeconómico dedicaremos mucho tiempo al examen de cómo los cambios en ciertas variables que consideramos exógenas modifican el valor de las endógenas. Cambios en las exógenas son, por ejemplo, una vía común para representar un shock o perturbación, retomando un tema del que tratáramos en nuestro capítulo introductorio. Y el consecuente cambio en las endógenas refleja el proceso de adaptación o de respuesta de la economía ante el shock.

Con los elementos aquí expuestos, ya estamos en condiciones de introducirnos en el análisis macroeconómico, a partir del capítulo siguiente.

Pz

Oz

DzDz'

Qz

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Capítulo 4. Un esquema sencillo de determinación del producto.

En este capítulo avanzaremos más allá de la contabilidad, introduciendo algunas relaciones de comportamiento, que nos permitan avanzar en el terreno de la interpretación y la explicación del funcionamiento de la economía.

Vamos a presentar una argumentación muy sencilla del proceso de determinación del PIB en una economía de mercado. Se conoce como "el Modelo Keynesiano Simple”. Lo haremos partiendo de una drástica simplificación de las interacciones que se dan en la práctica en cualquier economía de este tipo. Pero luego iremos introduciendo, paso a paso, en los capítulos siguientes, los elementos más importantes de los que hacemos abstracción inicialmente.

En este primer argumento dejaremos fuera de la escena a las relaciones con el resto del mundo e incluso al sector público. Tampoco haremos foco aún en las relaciones monetarias y financieras. Nuestro punto de partida será la identidad básica de cuentas nacionales, pero para una economía cerrada y "sin gobierno". Tendremos entonces:

.ICY +=

En otros términos, en las cuentas nacionales de esta economía hipotética sólo encontraremos información sobre dos componentes del gasto agregado: el consumo y la inversión. Allí no aparecen G, ni X ni Q. El supuesto de "economía cerrada" podríamos entenderlo simplemente como reflejo del hecho de que las transacciones con el resto del mundo son de pequeño monto y poco relevantes en este caso. La ausencia de G podría suponer que esa variable de gasto está agregada en C y no nos interesa observarla en particular. Como ya dijimos, un poco más tarde incluiremos estos elementos que ahora permanecerán ausentes.

Otro supuesto importante es el de "precios constantes", o precios “dados”, fijos. Utilizaremos el símbolo P para designar al nivel general de precios. Supondremos que los mismos están, por ahora, estables en esta economía. Las variables Y, C e I están medidas "a precios constantes", pero como P no cambia, no necesitamos prestar especial atención a las variables medidas en términos nominales.

Asumiremos, asimismo, que el producto que esta economía genera puede aumentar (o contraerse, por supuesto) más o menos rápidamente ("en el corto plazo"). Que pueda aumentar rápidamente indica que no se están utilizando en forma plena los recursos productivos con que esta economía cuenta. Por cierto, esto hace que el razonamiento que vamos a desarrollar resulte más plausible en un contexto recesivo que en otro en que la economía esté operando con muy bajo desempleo, por ejemplo.

Entrando en asunto: ¿Cómo se determina Y? Bien, en esta primera argumentación sostendremos que las decisiones de

gasto de los consumidores y de las firmas son el determinante fundamental. Suele decirse que es el gasto planeado (en el sentido de “decidido”) por parte de quienes toman decisiones de consumo y de inversión (las dos variables de gasto que

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aparecen en la ecuación que incluimos más arriba) lo que determina el nivel en que se ubicará Y. Trataremos, en lo que sigue, de explicar por qué y cómo.

¿Qué es el "gasto planeado"? Lo entenderemos como el gasto que desean (y pueden) llevar a cabo consumidores y firmas (asumimos que las firmas productivas son los "agentes" que toman decisiones de inversión). Decimos que "pueden" para tener presente que los planes de gasto a los que nos referimos están condicionados por las restricciones que la gente y las firmas tienen para decidir. Todos querríamos posiblemente tener acceso a más o mejores consumos, pero el consumo planeado lo entendemos aquí como el gasto en consumo que el sector privado en su conjunto desea llevar a cabo bajo las circunstancias en que la economía se encuentra, y respetando las restricciones que ese gasto enfrenta (que son restricciones "de presupuesto").

Las cifras de gasto (en consumo y en inversión) de las que nos informan las cuentas nacionales no se refieren a magnitudes "planeadas". Los registros o estimaciones de gastos que hace ese sistema de cuentas nada saben de "planes". Solo observan lo que efectivamente sucede, más allá de qué ideas pasen por la cabeza de quienes toman decisiones. Por eso, al consumo y a la inversión medidos u observados los consideramos magnitudes "realizadas". Y estas pueden diferir de las planeadas, como veremos enseguida.

Nuestra primera argumentación se basa en una idea muy simple, que consiste en la distinción de dos tipos distintos de gastos planeados: aquellos que no vamos a explicar (es decir, que asumimos como un dato en nuestro razonamiento), y que solemos llamar "componentes exógenos" (o también autónomos) del gasto, y otros componentes que sí se "explican" en la argumentación. A estos los calificamos como componentes endógenos del gasto (también conocidos, en el contexto de esta argumentación, como "gasto inducido"). En síntesis, tenemos gastos planeados exógenos y endógenos. Los primeros los consideramos dados, los segundos se determinan según establezca nuestra argumentación.

Concretemos un poco más esto: diremos que el consumo planeado (al que llamaremos C*) tiene en realidad dos componentes o partes. Un "consumo autónomo" o exógeno al que designaremos Ca, y otro inducido, al que llamaremos Cy.

¿Cómo se determina el consumo inducido? Supondremos que guarda proporción con el ingreso. Asumamos, para comenzar, que el sector privado consume, además de Ca, un 60 por ciento de su ingreso total (es decir, un 60% de Y; recuerde que el producto y el ingreso son sinónimos para nosotros).

En síntesis, el consumo total planeado C* será igual a Ca (cuya determinación no explicamos) más un valor equivalente a 60% del ingreso total generado en la economía.

Nos falta decir cómo se determina la inversión planeada, a la que designaremos como I*. Aquí seremos muy "económicos": la consideraremos por completo exógena. Se determina tal vez como resultado de los estados de ánimo de los empresarios, de sus creencias acerca de cómo va a ser el futuro de nuestra economía, creencias que a su vez no explicamos. I* será entonces, por ahora, un dato.

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Nuestro razonamiento es, muy sucintamente y como primera aproximación, el siguiente: el gasto planeado total (en consumo e inversión) constituye la demanda agregada (DA) en esta economía sencilla, y la demanda agregada determina el nivel del producto que se genera (enseguida veremos qué sucede si ambos son distintos).

Tendremos entonces lo siguiente: Diagrama 4.1

Se comprenderá inmediatamente que ese diagrama es incompleto, porque el

consumo planeado C* tiene a su vez, como hemos dicho, un componente, Cy, que depende de Y, de manera que tiene que haber un "loop" en la ilustración. Es más correcto plantearla así:

Diagrama 4.2

Tenemos entonces que tres componentes del gasto sumados constituyen la

demanda agregada (la inversión autónoma o exógena, el consumo autónomo y el consumo inducido). La demanda agregada determina el valor de Y, pero este a su vez afecta a la decisión de gasto de consumo (incidiendo en Cy).

Un ejemplo numérico tal vez nos ayude a comprender los procesos involucrados.

Consideremos una situación en la que el valor del producto o del ingreso generado en la economía es $100. Eso significa que las firmas están elaborando productos por ese monto. En otros términos, ese es el valor de los bienes que están siendo producidos por período (puede ser un año o un trimestre, eso no nos importa mucho aquí).

Asumamos que ese producto se vende en su totalidad: la demanda agregada (el gasto planeado) es también $100. Tenemos que decir algo acerca de los valores que asumen los distintos componentes de esa demanda. Con uno de ellos

I*DA Y

C*

I*DA Y

Ca

Cy

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no tenemos dudas. Si mantenemos el supuesto de que la gente gasta en bienes de consumo un 60% de su ingreso (además del gasto "autónomo" de consumo), entonces Cy será $60. Asumiremos que Ca es igual a $10, mientras que I* asciende a $30. De manera que la suma (Ca + Cy + I*), que constituye la demanda agregada, es, efectivamente, igual a $100.

Esa situación es reflejada por la primera línea de la tabla siguiente. Es la situación inicial. Cada variable tiene el valor mencionado.

Ahora, para hacer que nuestro ejemplo numérico resulte más comprensible, vamos a asumir que Cy depende de Y, como hasta ahora, pero con una pequeña corrección: no depende del Y contemporáneo sino del valor de Y del período anterior. Es decir, el consumo inducido depende del ingreso obtenido por el sector privado en el período precedente. Eso facilitará el análisis que sigue.

Tabla 4.1

Asumiremos que la situación inicial es "de equilibrio". Eso quiere decir que la

DA, el gasto planeado, y el producto Y son iguales. En otros términos, que el gasto planeado es igual al valor del producto, al que también podemos llamar "gasto realizado". Este último es el que miden las cuentas nacionales.

Si las magnitudes planeadas y las realizadas son iguales, los planes son "realizables", todos ellos, simultáneamente. Esta es una forma más precisa de entender un equilibrio. Pero enseguida veremos una situación de "desequilibrio" y tal vez eso nos ayude a perfilar mejor este concepto.

Para eso vamos ahora a complicarnos un poquito. Sigamos con cuidado el razonamiento. En el período siguiente al inicial, el "1", indicamos un aumento en la inversión planeada. Esta pasa de $30 a $40. Por alguna razón las firmas han modificado sus planes de inversión. Esto es, en este contexto, una perturbación

0 100 100 10 60 30 0 1001 100 110 10 60 40 -10 1002 110 110 10 60 40 0 1103 110 116 10 66 40 -6 1104 116 116 10 66 40 0 1165 116 119,6 10 69,6 40 -3,6 1166 119,6 119,6 10 69,6 40 0 119,67 119,6 121,76 10 71,76 40 -2,16 119,68 121,76 121,76 10 71,76 40 0 121,769 121,76 123,056 10 73,056 40 -1,296 121,7610 123,056 123,056 10 73,056 40 0 123,056

Inversión Planeada

(5)

Variación de Existencias

(6)

Gasto Realizado

(7) = (2) + (6)

Producto = Ingreso

(1)

Gasto Planeado

(2) = (3) + (4) + (5)

Consumo Autónomo

(3)

Variación total (de 0 a 10) +23,056 +23,056

Consumo Inducido

(4)Período

+23,056+13,056 +10

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exógena. Es decir, un cambio en uno de los datos de nuestro problema. La perturbación también es un dato para nosotros. Nuestra argumentación no explica qué la determina, pero nos ayuda a explorar sus consecuencias.

Hemos escrito $40 en la casilla correspondiente a la Inversión Planeada (I*) en la fila 1. Ahora, al sumar todos los componentes del gasto planeado, tenemos que esa cuenta da un total de $110, en la misma fila. En otros términos, la demanda agregada aumentó.

Sin embargo, inicialmente la economía sigue produciendo por un valor de $100, como puede ver en la primera columna. El producto todavía no reaccionó, no cambió. Fíjese que, entonces, la DA supera al producto que miden las cuentas nacionales: el gasto planeado es mayor al "realizado". Esto indica que no todos los planes (de gasto) están teniendo el resultado esperado. Estamos frente a una inconsistencia de planes. Tal como están las cosas, no todos ellos pueden realizarse simultáneamente. Eso define una situación de desequilibrio.

¿Cuáles se verán frustrados? Bien, comenzaremos a explorarlo a partir de otra pregunta: si la DA suma $110, pero las firmas sólo están produciendo por un valor de $100, ¿puede esa DA ser satisfecha?

Asumimos que sí, como la tabla en realidad indica: esos $10 "faltantes" se satisfacen con bienes que se encontraban antes en los depósitos de las empresas, almacenados. Luego, hemos anotado allí una cifra negativa de $10 en la columna "Variación de existencias". Dicha columna se refiere, más precisamente, a la variación no planeada de existencias (porque la variación "planeada" de los inventarios debería estar ya dentro de las cifras de la columna 5; las existencias son, como sabemos, parte de la inversión).

Conclusión: la inversión total que registran las cuentas nacionales en el período 1 no es igual a $40. A eso hay que sumarle la variación no planeada de existencias, que conceptualmente integra la inversión. Como esta es negativa, la inversión realizada será de sólo $30. Enfaticemos este hecho: la inversión planeada es $40 pero la realizada es $30. Las firmas están desagotando inventarios en cantidades que no planeaban. Son los planes de inversión, en consecuencia, los que no se están cumpliendo acabadamente.

¿Qué sucederá luego? Algo que parece claro es que esta situación no puede perdurar indefinidamente, período tras período. Esto es así porque las existencias de bienes tenderán a agotarse. Las firmas no podrán estar por mucho tiempo cubriendo una demanda de $110 si siguen produciendo $100. Como asumimos que no están trabajando al máximo de su capacidad, ni empleando en su totalidad alguno de los recursos necesarios para producir, concluimos que van a reaccionar a esta situación, a este aumento de la demanda, aumentando el ritmo de producción. Reflejamos eso en la fila (o el período) 2. Allí las firmas han incrementado el valor de lo que producen a $110 y dejan de desacumular existencias.

Pero nuestra historia no ha terminado aún. Ahora el ingreso es también de $110, y entonces el consumo inducido tendrá que aumentar en el período siguiente. Recuerde que asumimos que el sector privado consume un 60% de su ingreso (además del consumo autónomo). Con el nuevo nivel de Y, Cy debe pasar a $66, tal como indicamos en la fila 3. Ahora el gasto planeado sube a $116.

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Si las firmas están produciendo por un valor de $110, entonces caerán nuevamente las existencias. Ahora esa caída (no planeada) es de $6, como se indica en la misma fila, en la casilla correspondiente de la columna 6.

Y a empezar de nuevo: esa situación no perdurará, porque los inventarios tienden a agotarse, y las empresas productivas seguramente responderán incrementando el valor del producto. Así, en el período 4 éste sube a $116. Como se comprenderá, de nuevo el consumo inducido aumentará en el período 5, y así sucesivamente.

No tema, que si bien podríamos continuar de manera indefinida con estas rondas de sucesivas variaciones, ello no es, por suerte, necesario. Como puede verse, los cambios son cada vez menores. El proceso converge a un resultado definido, que puede obtenerse fácilmente aunque no hace falta que nos ocupemos aquí de eso. Los incrementos inducidos del gasto planeado serán cada vez más reducidos y al final cesarán. En ese momento el gasto planeado y el realizado serán iguales.17

Lo que sí vale la pena mostrar es que si bien la perturbación inicial fue de sólo $10 (el aumento original de la inversión planeada), al cabo de 10 rondas (o períodos), el producto (o el ingreso) aumentó más que eso: a los $10 que subió la inversión se agrega el incremento "inducido" del consumo, que aumentó más de 13 pesos. Y que subiría todavía un poco más si siguiéramos con las iteraciones, como indicamos en la nota de pie de página. Esta reacción inducida del consumo amplifica el impacto del cambio inicial. Este mecanismo de amplificación se conoce como "el multiplicador (keynesiano simple)".

Naturalmente, el razonamiento también vale en principio para una perturbación negativa. Si hubiésemos partido de una contracción de la inversión, hubiésemos tenido acumulación involuntaria de existencias, en lugar de desacumulación. Como las firmas no desearían seguramente acumular mercancías sin vender indefinidamente, suponemos que ajustarían el nivel del producto, en este caso hacia abajo. El ingreso declinaría y con él descendería luego el consumo inducido. Como ya hemos visto, ese proceso convergería a un valor de equilibrio del producto, pero menor que el inicial. Nuevamente, la caída del PIB total sería mayor que la declinación de la inversión, porque la misma induce una contracción (endógena) del consumo.

Como sugiere una somera inspección de la tabla anterior, el valor del multiplicador depende de cuál sea la sensibilidad del consumo inducido en relación al Y. A mayor respuesta de Cy ante cambios en Y, mayor amplificación.

17 En este ejemplo los cambios cesarán cuando Y alcance el valor de 125 pesos. El consumo

inducido será entonces de $75, Ca se mantendrá en $10 y la inversión planeada en $40. La situación se asemejará a la inicial, en el sentido de que la demanda agregada (el gasto planeado) y el producto (es decir, el ingreso, o el gasto realizado) serán iguales, cumpliéndose además que Cy=0,6.Y. Es de nuevo, por ende, una situación de equilibrio. En este ejemplo el valor del multiplicador es 2,5: un aumento de $10 generó un incremento de $25 en el producto agregado.

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La introducción del sector público

Una vez presentado el mecanismo básico de determinación de Y y la idea del multiplicador, podemos dar un paso más reintroduciendo al sector público en la argumentación. En primer lugar, tenemos que reformular la identidad contable básica. Ahora tendremos:

.GICY ++=

Seguirán todavía ausentes, a la espera de un próximo capítulo, las exportaciones e importaciones.

No son esas las únicas variantes que introduciremos en relación con la argumentación anterior. La inversión planeada seguirá siendo exógena, y supondremos lo mismo en relación con el gasto de consumo del gobierno (G*). Pero definiremos una nueva variable adicional, el "ingreso disponible del sector privado" (YD), que es igual al ingreso total pero después de pagar los impuestos T:

.TYYD −=

Asumiremos, a diferencia de lo que hiciéramos más arriba, que el consumo

inducido depende de YD, es decir del ingreso disponible, en lugar de hacerlo directamente de Y. Parece razonable suponer que los impuestos, a su vez, dependen de Y. Es decir, cuando el producto sube, aumenta la recaudación. La recaudación T depende también de las tasas impositivas. Las representaremos como “t”: tasa promedio de impuestos sobre el ingreso.

Nuestro diagrama de determinación de Y se hace, entonces, un poco más complicado. De aquí en adelante, cuando una flecha implica una relación causal negativa (en el sentido de que cuando una variable crece la que de ella depende declina) la dibujamos con una línea de puntos: Diagrama 4.3

Suponemos que el gobierno puede actuar directamente sobre G y sobre las

tasas impositivas, representadas aquí por “t”. G y las tasas impositivas son entonces viariables que entenderemos como instrumentos de política fiscal.

La forma de determinación de Y y el mecanismo del multiplicador son semejantes a lo que explicáramos más arriba, aunque con algunas interacciones adicionales que antes no estaban presentes o no aparecían explicitadas.

I*

G*DA Y

Ca

CyYD T t

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Una suba de $10 en la inversión planeada podría analizarse como hiciéramos en la Tabla 4.1, aunque podríamos o deberíamos incluir algunas columnas más: una para G y otra para T, y eventualmente también una para YD. Sin embargo, la descripción cambiaría poco. La suba de I* aumentaría la demanda agregada, llevando luego a un aumento de Y y posteriormente a varias rondas de incremento del gasto inducido, Cy, tal como sucediera en aquella explicación.

Pero los sucesivos aumentos de Y darán lugar, ahora, a incrementos de YD un poco menores, dado que una parte del ingreso adicional se destinará al pago de impuestos; es decir, alimentará a la variable T. Se comprende que esto atenuará un poco el tamaño del multiplicador, al debilitar el impacto de variaciones de Y sobre el consumo. La recaudación impositiva actúa como una suerte de “filtración” hacia afuera de la corriente de gasto.

Tal vez usted esté pensando que no será así si el gobierno decide a su vez gastar esos ingresos adicionales, y tiene razón, pero nosotros estamos considerando a las decisiones acerca de G como independientes, en principio, de lo que suceda con la recaudación. G* es, hasta aquí, exógena. Si T sube, mientras que G* no varía, estará reduciéndose el déficit fiscal (o aumentando el superávit; depende de cuál sea el punto de partida), pero en esta argumentación eso no tiene ninguna consecuencia (aunque podrá tenerla en capítulos más avanzados, cuando los temas financieros, por ejemplo, entren en escena). El déficit fiscal en este contexto sería la cuenta (G-T), y el superávit fiscal es la misma cuenta, pero con signo cambiado (es decir, es T-G).

Supongamos ahora que la inversión planeada se contrae en $10, en lugar de aumentar. Preferimos este ejemplo porque nos lleva al “clima” del origen de la macroeconomía moderna, como veremos enseguida.

Como ya sabemos, esta perturbación llevará, vía multiplicador, a una reducción del producto mayor a $10. Aparece ahora como posibilidad la utilización, por parte del gobierno, de los instrumentos de política macroeconómica de que dispone, con el fin de evitar esa contracción. Más en general, el gobierno puede actuar para estabilizar el valor de Y (evitando en este caso una recesión), o para alcanzar cierta meta de producto.

En el ejemplo que estamos dando, si I* está declinando, el gobierno podría recurrir a una política fiscal compensatoria, por ejemplo aumentando G*. En este tratamiento sencillo, una suba de G* de $10 bastaría para dejar las cosas como estaban, en lo que se refiere al nivel de Y.

La alternativa sería operar por la vía de los impuestos. Como muestra el Diagrama 4.3, la tasa impositiva “t” es la otra variable que el gobierno puede manipular. En este caso, si quiere compensar una declinación de la inversión, debería bajar los impuestos. Si “t” es reducida, por cada peso de Y quedará una fracción mayor en manos de los consumidores (es decir, YD será mayor que antes, para todo Y, si t es menor). Luego, es de esperar que el consumo inducido aumente. El gobierno debería estimar qué reducción de las tasas impositivas habría que adoptar, en función de cuán fuerte sea la contracción que espera en la inversión privada.

De cualquier modo, podríamos argumentar que este canal es menos seguro que el que opera por vía de G. Mientras que una suba del gasto público se

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traducirá rápidamente en un aumento de la demanda agregada, una baja de las tasas impositivas podría dar lugar a un aumento del consumo o no. Eso depende de cuál sea la reacción de los consumidores, y esta no siempre es fácil de prever.

La política fiscal compensatoria así planteada es una versión un tanto primitiva e introductoria de lo que se entiende por “políticas fiscales keynesianas de estabilización”. En el origen de la macroeconomía moderna, los keynesianos de primera generación solían enfatizar el carácter problemático de la variabilidad de la inversión. Como esta se hace “mirando hacia el futuro”, puesto que los empresarios invierten para obtener ganancias en períodos venideros, y lo hacen en función de lo que esperan que suceda por entonces, la inversión es una variable propensa a marcadas fluctuaciones. Esto debido a que las expectativas acerca del futuro pueden ser, a su vez, muy variables. Cambios en los estados de opinión suelen ser frecuentes, muchas veces se originan en información pero también con frecuencia en rumores o versiones que pueden o no tener fundamentos sólidos. Estos cambios se reflejan en volatilidad de I* y, vía multiplicador, se traducen en oscilaciones todavía mayores de Y (y, seguramente, del empleo). De manera que la política fiscal compensatoria aparece como una vía central para enfrentar el problema de la estabilización, que en esa época, en los años treinta y cuarenta, se refería generalmente a la estabilización del empleo y del producto, más que a la del nivel de precios.

No es tan sencillo, sin embargo Esta primera visión de la política fiscal, planteada en el marco de un modelo o

argumentación muy simple, puede también parecer un tanto "primitiva" y en cierta medida lo es. Se trata apenas de un primer paso. A pesar de ello, es bastante corriente que se identifique al keynesianismo con el fiscalismo elemental que trasunta nuestro análisis anterior. Desde esa perspectiva, una guía para la política fiscal podría ser por ejemplo la de actuar en en forma simétrica al sector privado, en materia de gasto, si el objetivo es estabilizar el nivel de actividad. Si nos concentramos en el manejo del gasto público más que en los impuestos, y si pensamos en la inversión como la variable de gasto privado probablemente más volátil, razonaríamos del siguiente modo: si la inversión cae en $10, el gasto público debería aumentar en $10, ocupando su lugar, para evitar una contracción del producto. Sin embargo, y si bien el Modelo Keynesiano Simple permite una primera y muy útil aproximación al tema, es por cierto posible y recomendable pensar a la política fiscal de estabilización de un modo más complejo. Considere, por ejemplo, el párrafo incluido en el siguiente cuadro.18

18 Extraído de: Damill, M. (1999), “Convertibilidad, capitales volátiles y estabilización. El papel

de las finanzas del gobierno”, Revista de Economía Política, volumen 19, número 1(73), San Pablo, Brasil, enero-marzo.

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Sobre la política fiscal keynesiana

"En los albores de la macroeconomía moderna, el problema típico que se planteaba a la política económica derivaba de la volatilidad de las decisiones privadas de inversión. La inestabilidad de esta variable era percibida como la causa principal de la eventual existencia de fallas masivas de coordinación. La inversión se hace ‘mirando al futuro’ y la información con la que se cuenta es, de manera irreductible, incompleta. Cambios en los estados de opinión acerca del futuro, que gravitan en los ‘animal spirits’ de los empresarios, son fuente de alteraciones en las conductas del presente, a veces significativas y de grandes consecuencias. Estas reacciones pueden incluso ser inconsistentes con el estado de las variables fundamentales de la economía. En efecto, la configuración de un estado de expectativas deprimidas, en principio ‘erróneas’ pero que tienden a autorrealizarse en vez de autocorregirse, constituye quizás el problema keynesiano por excelencia. Y la consiguiente prescripción de política fiscal anticíclica, basada en la idea de "cebar la bomba", debe entenderse en ese marco: se trata de ir en contra de las expectativas pesimistas, que en la medida en que no se vean confirmadas serán probablemente modificadas, permitiendo a la economía moverse hacia otro punto de equilibrio, con un nivel de gasto privado más elevado. Es decir, esa interpretación presupone la existencia de equilibrios múltiples, asociados a diferentes estados de las expectativas".