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N S HISTORIA DE LA A

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HISTORIA DE LA A

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N S

HISTORIA DE LAA

32.a N

PROLOGO DEXAVIER ZUBIRI

EPILOGO DEJOS ORTEGA Y GASSET

Biblioteca de la

Revista de Occidente

Calle , 38MADR I D

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Primera : 1941o segunda : 1980

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A la memoria de mi maestroD. MANUEL MORENTE

que fue Decano y alma de

aquella Facultad de y

Letras donde yo la

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PROLOGO A LA PRIMERA N

Con el mayor querido accedo a presentarblico este libro, que destina a esa juventud de quecasi forma usted parte. Y el se funde conhonda de sentir que las palabras de una no hantotalmente en servido para nutrir en parteuna vida intelectual que emerge llena de entusiasmo y yse afirma flotando por encima de todas las vicisitudes a que elplaneta se halla sometido. a sus primeras curiosidades,sus primeros pasos, algunas veces sus senderos. Al des-pedirme de usted, hice con la paz y elsosiego de quien siente haber cumplido una parcela de laque Dios le en este mundo.

Pero me usted que este orgullo vaya nimbado porlas olas de terror que invaden a quien tiene quince queusted. Terror de ver, en algunas partes, estampados pensamientosque pudieran haber servido en su hora en una en el

de un seminario, pero que, faltos de madurez, no ibandestinados a un lectores. Algunos, tal vez ya no loscomparta; me conoce usted lo suficiente para que ello no le ex-

Estuve a punto varias veces de dejar correr mi pluma en margen de sus cuartillas. Me detuve. Decididamente, un libro

sobre el conjunto de la historia de la solo puedaescribirse en plena muchachez, en que el propulsor de lavida puede que la cautela. gesto de entusiasmo;en definitiva, ello es de esencia del discipulado intelectual.

Su obra tiene, que hacen revivir mis impresio-nes de un maestro, Ortega, a cuyo magisterio debo

yo mucho de lo menos malo de mi labor.Pero todo ello no son sino las de su libro. Que-

da el libro mismo; multitud de de casi todoslos pensadores y aun la de algunas son obra personal deusted. Al publicarlo tenga la seguridad de que pone en manos

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xxiv Historia de la

de los llegados a una Facultad de un instrumentode trabajo de que les

pasos perdidos en el todo, les echar a andar por el camino de la Cosa que a

muchos sobre todo cuando pordirige la mirada hacia el pasado: historia..., ahora que elpresente apremia, y una historia de la de una pre-sunta ciencia, cuyo resultado palmario es la discordanciaradical tocante a su propio objeto!

* * *

Sin embargo, no hay que precipitarse.La con la historia no es una simple curiosidad. Lo

si la historia fuera una simple ciencia del pasado. Pero: La historia no es una simple ciencia.

2.a No se ocupa del pasado en cuanto ya no existe.No es una simple ciencia, sino que existe una realidad

rica. La historicidad es, en efecto, una entereal que se llama hombre.

Y esta su historicidad no proviene exclusiva ni primariamen-te de que el pasado avanza hacia un presente y lo empuja haciael porvenir. Es esta una positivista de la historia,absolutamente insuficiente. Supone, en efecto, que el presentees solo algo que pasa, y que el pasar es no ser lo que una vezfue. La verdad, por el contrario, consiste bien en que unarealidad actual por tanto, presente el hombre, se halla cons-tituida parcialmente por una de en formatal, que al entrar en se encuentra siendo lo que es, porquetuvo un pasado y se realizando desde un futuro. El

es esa maravillosa unidad de estos tres momentos, cuyodespliegue sucesivo constituye la trayectoria el puntoen que el hombre, ser temporal, se tan-gente a la eternidad. Su abre precisamentesu mirada sobre la eternidad. La de la eterni-dad envuelve, en efecto, desde Boecio, de la intermina-bilis vitae, de una vida interminable, la total simul et perfectapossessio. la realidad del hombre presenteconstituida, entre otras cosas, por ese concreto punto de tan-gencia cuyo lugar se llama . Al entrar ennosotros mismos nos descubrimos en una que nos per-tenece constitutivamente y en la cual se halla inscrito nuestropeculiar destino, elegido unas veces, impuesto otras. Y aunquela no predetermina forzosamente ni el contenido denuestra vida ni de sus problemas, circunscribe evidentemente el

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de estos problemas y, sobre todo, limita las posibilida-des de su Con lo cual la historia como ciencia es mu-cho ciencia del presente que una ciencia del pasado.

Por lo que hace a la es verdad que lo quepudiera serlo para cualquier otra intelectual, porqueel del de l algo constitu-tivamente

Nada de que a losojos profanos este problema tenga aires de discordia.

En el curso de la historia nos encontramos con tres conceptosdistintos de que emergen tresdimensiones del hombre:

1. La como un saber acerca de las cosas.2 La como una n para el mundo y la vida.3. La como una forma de vida y, por tanto, como

algo que acontece.En realidad, estas tres concepciones de la que co-

rresponden a tres concepciones distintas de la inteligencia, con-ducen a tres formas absolutamente distintas de la intelectuali-dad. De ellas ha ido elmundo, y a veces hasta el mismo pensador. Las tres convergende una manera especial en nuestra plantean de nue-vo en forma punzante y urgente el problema y dela inteligencia misma. Estas tres dimensiones de la inteligencianos han llegado tal vez dislocadas por los cauces de la historia,y la inteligencia ha comenzado a pagar en su propia

Al tratar de seguramente parael futuro formas nuevas de intelectualidad. Como todas las pre-cedentes, mejor limitadas, locual no las descalifica, porque el hombre es siempre lo que esgracias a sus limitaciones, que le dan a elegir lo que puede ser.Y al sentir su propia los intelectuales de entonces

a la de donde partieron, como nos vemosdos hoy a la de donde partimos. Y esto es la historia: una

que implica otra pasada como algo real que posi-bilitando nuestra propia

La con la historia de la no es, pues, unasimple curiosidad; es el movimiento mismo a que se ve some-tida la inteligencia cuando intenta precisamente la ingente tareade ponerse en marcha a desde su estola historia de la no es misma,como pudiera serlo la historia de a La

no es su historia; pero la es filo- porque la entrada de la inteligencia misma en la si-

concreta y radical en que se encuentra instalada es el

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origen y la puesta en marcha de El problema de la no es sino el problema mismo de la inteligencia. Con

esta que en el fondo remonta a existir la la tierra. Y nos

por esto que la es un silencioso del alma consigomisma en torno al ser.

Con todo, el al uso librarse dela idea de que la si no en toda su amplitud, por lo me-nos en la medida en que envuelve un saber acerca de las cosas,se pierde en los abismos de una discordia que disuelve su propiaesencia.

Es innegable que, en el curso de su historia, la haentendido de modos muy diversos suun saber acerca de las cosas. Y la primera actitudha de consistir en no dejarse llevar de dos tendenciascas que surgen principiante: lade perderse en el escepticismo o la de decidirse a adherirse

a una tratandoincluso de forjar una nueva. Dejemos estas actitudes para otros.Al recorrer este rico formulario de definiciones, no puede menosde sobrecogernos que algo muy grave late bajoesta diversidad. Si realmente tan distintas son las concepcionesde como un saber claro que esadiversidad significa precisamente que no solo el contenido desus soluciones, sino la idea misma de siendo

La diversidad de definiciones actualiza ante nues-tra mente el problema mismo de la , como un verdaderosaber acerca de las cosas. Y pensar que la existencia de semejan-te problema pudiera descalificar al saber condenarsea perpetuidad a no entrar ni en el de la Losproblemas no son en el fondo sino el problemade

Pero la resurja con nueva angustia al tratarde precisar la de este sabernueva. De tiempo hace siglos, se ha formulado lamisma pregunta con otros ola No es indiferente, sin embargo, esta manera de pre-sentar el problema. de las adquieresu ejemplar en la que se llama

Y este supuesto ha sido decisivo para la suerte de laidea en los tiempos modernos.

Bajo formas diversas, en efecto, se ha hecho observar repeti-das veces que la muy lejos de ser una ciencia; queen la mejor de las no pasa de ser una de

ciencia. Y ello, sea que conduzca a un escepticismo acerca de la

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sea que conducta a un optimismo acerca deella, como acontece precisamente en Hegel, cuando, en las pri-meras de la a del , afirma rotunda-mente que se propone a que la se aproximea la forma de ciencia..., a mostrar que la.

a ciencia esta en el cuando repite re-sueltamente que es menester que la deje una vez, portodas de ser un simple amor de la para convertirse enuna efectiva. (Para Hegel, no significa unaciencia en el mismo sentido que las

Con diverso, pero con no menor en lasprimeras a la segunda de la a dela n pura, comienza Kant diciendo lo siguiente: la ela-

de conocimientos... ha emprendido o no el seguro ca-mino de una ciencia, es cosa que se ve pronto por los resultados.Si de muchos preparativos y aderezos, en cuanto co-mienza con su objeto queda detenida, o si para lograrlo necesitavolver una y otra vez al punto de partida y emprender un nuevocamino; igualmente si tampoco es posible poner de acuerdo alos distintos colaboradores acerca de la manera como ha de con-ducirse esta labor se puede tener entonces la firme per-

de que semejante estudio no se halla ni de lejos en elseguro camino de una ciencia, sino que es un simpleY a diferencia de lo que acontece precisamente en la enla en la elno ha sido tan favorable que haya podido emprender el segurocamino de la ciencia, a pesar de ser antigua que todas las

Hace un cuarto de siglo que Husserl publicaba un vibranteestudio en la revista Logos, cienciaestricta y En de hacer ver que uncontrasentido discutir, por ejemplo, un problema o de

haciendo entrar en juego los puntos de vista de suautor, sus opiniones, sus preferencias o su sentido del mundoy de la vida, propugna resueltamente la necesidad de hacer tam-

de la una ciencia y abso-luta. No hace sino referirse a la obra deDescartes.

Descartes, con gran cautela, pero diciendo en el fondo lo mis-mo, comienza sus Principios de a con las siguientes pala-bras: nacemos en estado de infancia y emitimos muchosjuicios acerca de las cosas sensibles, antes de poseer el uso

de nuestra resulta que nos hallamos desviados,por muchos prejuicios, del conocimiento de la verdad; y nosparece que no podemos librarnos de tratando de

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xxviii Historia de la

poner en duda, una vez por lo menos en la vida, todo aquello enque encontremos el menor

De de la se deducen algunas obser-vaciones importantes.

Descartes, Kant, Husserl comparan la las de- ciencias desde el punto de vista del tipo de conocimiento

que suministran: o no posee la deevidencia o al de la

2.a Esta revierte el o queconduce a semejantes evidencias: o no latodo que conduzca con seguridad, por necesidad interna y nosolo por azar, a evidencias a las que obtienen las de-

ciencias?3.a Ello conduce finalmente a un criterio: en la medida en

que posee este tipo de conocimiento ydo seguro de su defecto se convierte en una

contra el de laAhora bien: frente a este planteamiento de la debe-

mos afirmar Que la diferencia que Husserl, Kant,

entre la ciencia y la con ser muy honda, no es, en defi-nitiva, suficientemente radical.

Que la diferencia entre la ciencia y no es una contra el la como un saber estricto

acerca de las cosas.Porque, en definitiva, la contra la procede

de una de la ciencia, quepretende aplicarse a todo saber estricto y rigu-roso.

I. La diferencia radical que separa a la las cien-cias no procede del estado del conocimientofico. No parece, escuchando a Kant, sino que de lose trata es de que, relativamente a su objeto, la a dife-rencia de la ciencia, no ha dar firmeque nos lleve a su objeto. Y decimos que esta diferencia no esbastante radical porque ingenuamente se da por supuesto enella que el objeto de la est , en el mundo, y que de lo

de que se trata es de encontrar el camino seguro que noslleve a

La grave si resultara que lo pro- es el objeto el objeto de

la es lo que radicalmente escinde a lade todas las Mientras que estas parten de la po-

n de su objeto y de lo que tratan es simplemente de estu-

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diarlo, la tiene que comenzar por justificar activamentela existencia de su objeto, su es el y no el su-puesto de su estudio, y no puede mantenerse sino reivindicandoconstantemente su existencia. Cuando la llamaba

que lo que se buscaba no era tanto elo cuanto el objeto mismo de la

significa que la existencia misma de su objeto sea pro-

Si se tratase simplemente de que se ignora es el objetode la el problema, con ser grave, el fondo sim-ple. de decir, o bien que la humanidad no hallegado a descubrir ese objeto, o que este es lo bastantecomplicado para que su resulte oscura. En realidades lo que ha acontecido durante milenios con todas las ciencias,y por eso sus objetos no se han descubierto enla historia: unas ciencias han nacido tarde que otras.O bien, si lo que resultara es que este objeto fuese demasiadocomplicado, de intentar mostrarlo solo a las men-tes que hubiesen obtenido madurez suficiente. Tal la difi-cultad de quien pretendiese explicar a un alumnocas de una escuela primaria el objeto propio dediferencial. En cualquiera de estos casos, y pese a todas las vici-situdes simplemen-te de un problema , de un esfuerzo colectivo o individualpara indicar (deixis) es ese objeto que anda perdido porentre objetos del mundo.

Todo hace sospechar que no se trata de esto.El problematismo del objeto de la no procede tan

solo de que de hecho no se haya reparado en a diferen-cia de todo otro objeto posible, por objeto el

real o ideal sobre que versa no solo una ciencia, sinocualquier otra actividad humana, es constitutivamente latente.En tal caso es claro que:

Este objeto latente no es en manera alguna comparablea objeto. Por tanto, cuanto se quiera decir acercadel objeto de la plano deconsideraciones radicalmente ajeno al de todas las cien-cias. Si toda ciencia versa sobre un objeto real, ficticio o ideal,el objeto de no es ni real, ni ficticio, ni ideal: es otracosa, tan otra que no es cosa.

Se comprende entonces que este peculiar objeto no pue-de hallarse separado de otro objeto real, ficticio o ideal,sino incluido en todos ellos, sin identificarse con ninguno. Estoes lo que queremos decir al afirmar que es constitutivamentelatente: latente bajo todo objeto. Como el hombre se halla cons-

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xxx Historia de la

titutivamente vertido hacia los objetos reales, ficticios o ideales.con los que hace su vida y elabora sus ciencias, resulta que eseobjeto constitutivamente latente es por su propiadole, esencialmente fugitivo.

De lo que huye dicho objeto es precisamente de la sim-ple mirada de la mente. A diferencia, pues, de lo queDescartes, el objeto de la puede ser descubiertoformalmente por una simplex mentis inspectio. Sino que es me-nester que aprehendido los objetos bajo quie-nes late, un nuevo acto mental reobre sobre el anterior paracolocar al objeto en una nueva que haga no trans-parente, sino visible, esa suya. El acto con quese hace patente el objeto de la no es unani una sino una . Una no des-cubre, por tanto, un nuevo objeto, cualquiera que sea. No es unacto que enriquezca nuestro conocimiento de lo que las cosasson. No hay que esperar de la que nos cuente, por ejem-plo, de las fuerzas de los organismos o de losnada que fuera inaccesible para la la la bio-

Nos a otro tipo de con-

Para evitar conviene observar que la palabra refle- y vulgar: un

acto o una serie de actos que en una u otra forma vuelven sobreel objeto de un acto anterior a de este. no sig-nifica simplemente un acto de ni un acto de

como cuando se habla de conciencia refleja por a la conciencia directa. de que se

trata consiste en una serie de actos por los que se coloca en nue-va perspectiva el mundo entero de nuestra vida, incluyendo losobjetos y cuantos conocimientos adquiridosobre ellos.

en segundo lugar que el que la y lo queella nos descubre sean irreductibles a la actitud natural y a loque ella nos descubre, no significa que en unou otro grado, en una u otra medida, no sea tan primitiva enita como la actitud natural.

II. entonces que esta diferencia radical entre laciencia y la no se una

No significa que la sea un saber estricto,sino que es un saber distinto. Mientras la ciencia es un conoci-miento que estudia un objeto que est , la por tratarde un objeto que por su huye, que es evanescente,ser un conocimiento que necesita perseguir a su objeto y rete-nerlo ante la mirada humana, conquistarlo. La no con-

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a la

siste sino en la activa de propio en lapuesta en marcha de la grave error de Hegel hasido de signo opuesto al kantiano. Mientras este desposee endefinitiva a la de un recaertan solo sobre modo de Hegelel de la el todo de donde

y donde se mantienentodos los objetos.

No es menester por ahora precisar elobjeto de su formal. Lo que me im-porta es subrayar, frente a todo irracionalismo, que elobjeto de la es estrictamente objeto de conocimiento.Pero que este objeto es radicalmente distinto a todosMientras cualquier ciencia y cualquier actividad humana con-sidera las cosas como son y tales como son laconsidera las cosas en cuanto son Metaf., 1064a 3). Dicho en otros el objeto de la es tras-

y como tal, solamente en unaEl nocontra la que resolver, sino una positiva

que es preciso conservar. Por eso que la es el mundo de

es precisamente el el contenido y el destino de la Por esto, aunque no sea exacto lo que se

aprende solo se a resulta absoluta-mente cierto que solo se aprende a e a filo-sofar.

* * *

y comenzando a filosofar. Es decir, us- a bracear con toda suerte de razones y problemas.

me que en los umbrales de esa vida que promete ser tantraiga a su memoria aquel pasaje de en que prescribeformalmente la

ardiente que te lanza a las razones de las cosas;pero y en estos que en aparienciano sirven para y que el vulgo llama sutil, mien-tras de lo contrario, la verdad se te deentre las 13$ d). No es tarea ni grata. Noes ah su HISTORIA DE LA A para demostrarlo.No es grata porque envuelve, hoy que nunca,lencia y a la verdad: verdad esttan obnubilada en este tiempo Pascal del y la men-tira est tan sentada, que, a menos de amar la verdad, ya no es

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xxxii Historia de la

posible conocerla (Pensam., 864). Y es que, como SanPablo de su hombres tienen(Rom., I, 19). El pecado contra la Verdad ha sido siempre elgran drama de la historia. Por esto Cristopulos: en la (Jo., 17, 17). y San Juan ex-hortaba a sus fieles a que fueran de la(III, Jo., 8).

Unido en este abraza efusivamente su viejoamigo.

X. ZUBIRIBarcelona, 3 de diciembre de 1940.