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OSCAR WILDE – Biografia y Compilado de relatos (1854/10/16 - 1900/11/30) Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde .Novelista, poeta, crítico literario y autor teatral irlandés Nació el 16 de octubre de 1854, en Dublín. Hijo de un célebre cirujano irlandés y de una madre escritora. Cursó estudios en el Trinity College de Dublín. En su juventud participó en las reuniones literarias que organizaba su madre. Como estudiante en la Universidad de Oxford, destacó en el estudio de los clásicos y escribió poesía; su extenso poema Ravenna ganó el prestigioso premio Newdigate en 1878. Discípulo de Walter Pater y muy influenciado por el pintor Whistler, en 1891 publicó una serie de ensayos (Intenciones) que dieron pie a que se le considerase uno de los máximos representantes del esteticismo, cuyos aspectos más deslumbrantes y exquisitos puso de manifiesto tanto en su obra como en su vida. Wilde siempre hizo gala de un carácter excéntrico, llevaba el pelo largo y vestía pantalones de montar de terciopelo. Su habitación estaba repleta de objetos de arte y elementos decorativos, como girasoles, plumas de pavo real y porcelanas chinas. Sus actitudes y modales fueron repetidamente ridiculizados en la publicación satírica Punch y en la ópera cómica de Gilbert y Sullivan Paciencia. Su primer libro fue Poemas (1881), y su primera obra teatral, Vera o los nihilistas (1882). Dirigió The Woman's World, revista de marcada tendencia feminista, y dio a la imprenta un texto en abierta defensa del socialismo (The Soul of Man under Socialism). Entre sus primeras obras aparecen dos colecciones de historias fantásticas, escritas para sus hijos, El príncipe feliz (1888) y La casa de las granadas (1892), y un conjunto de cuentos breves, El crimen de lord Arthur Saville (1891). Su única novela, El retrato de Dorian Gray (1891), es una melodramática historia de decadencia moral, que destaca por su brillante estilo epigramático. Sus obras teatrales más interesantes fueron las cuatro comedias El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895), caracterizadas por sus ingeniosos diálogos. Consiguió demostrar un talento innato para los efectos teatrales y para la farsa, y aplicó a estas obras algunos de los métodos creativos que solía utilizar en sus restantes obras, como las paradojas en forma de refrán inverso, algunas de las cuales han llegado a hacerse muy famosas. Salomé es una obra teatral seria sobre la pasión obsesiva. Escrita en francés, la estrenó en París en 1894 la actriz Sarah Bernhardt. Después, el compositor alemán Richard Strauss compuso una ópera homónima basada en ella. Se estableció en Londres y, en 1884, contrajo matrimonio con una mujer irlandesa muy rica, Constance Lloyd, con la que tuvo dos hijos. Desde entonces, se dedicó exclusivamente a la literatura. Wilde quiso hacer de su vida un auténtica obra de arte, fiel a los planteamientos del esteticismo finisecular y recogiendo la sensibilidad finamente decadentista de los prerrafaelistas; de ahí su comentario a André Gide: "He puesto todo mi genio en mi vida, y en mis obras sólo he puesto mi talento". Logró así centrar la atención en su carácter extravagante y provocador, en el ingenio de sus conversaciones y en una amoralidad de la que hizo bandera en el conocido episodio final de su proceso y encarcelamiento por homosexualidad. En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial

OSCAR WILDE _ Biografia y Compilado de Relatos

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OSCAR WILDE _ Biografia y Compilado de Relatos

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  • OSCAR WILDE Biografia y Compilado de relatos

    (1854/10/16 - 1900/11/30)

    Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde .Novelista, poeta, crtico literario y autor teatral irlands Naci el 16 de octubre de 1854, en Dubln.

    Hijo de un clebre cirujano irlands y de una madre escritora.

    Curs estudios en el Trinity College de Dubln. En su juventud particip en las reuniones literarias que organizaba su madre. Como estudiante en la Universidad de Oxford, destac en el estudio de los clsicos y escribi poesa; su extenso poema Ravenna gan el prestigioso premio Newdigate en 1878.

    Discpulo de Walter Pater y muy influenciado por el pintor Whistler, en 1891 public una serie de ensayos (Intenciones) que dieron pie a que se le considerase uno de los mximos representantes del esteticismo, cuyos aspectos ms deslumbrantes y exquisitos puso de manifiesto tanto en su obra como en su vida. Wilde siempre hizo gala de un carcter excntrico, llevaba el pelo largo y vesta pantalones de montar de terciopelo. Su habitacin estaba repleta de objetos de arte y elementos decorativos, como girasoles, plumas de pavo real y porcelanas chinas. Sus actitudes y modales fueron repetidamente ridiculizados en la publicacin satrica Punch y en la pera cmica de Gilbert y Sullivan Paciencia.

    Su primer libro fue Poemas (1881), y su primera obra teatral, Vera o los nihilistas (1882). Dirigi The Woman's World, revista de marcada tendencia feminista, y dio a la imprenta un texto en abierta defensa del socialismo (The Soul of Man under Socialism). Entre sus primeras obras aparecen dos colecciones de historias fantsticas, escritas para sus hijos, El prncipe feliz (1888) y La casa de las granadas (1892), y un conjunto de cuentos breves, El crimen de lord Arthur Saville (1891). Su nica novela, El retrato de Dorian Gray (1891), es una melodramtica historia de decadencia moral, que destaca por su brillante estilo epigramtico.

    Sus obras teatrales ms interesantes fueron las cuatro comedias El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895), caracterizadas por sus ingeniosos dilogos. Consigui demostrar un talento innato para los efectos teatrales y para la farsa, y aplic a estas obras algunos de los mtodos creativos que sola utilizar en sus restantes obras, como las paradojas en forma de refrn inverso, algunas de las cuales han llegado a hacerse muy famosas. Salom es una obra teatral seria sobre la pasin obsesiva. Escrita en francs, la estren en Pars en 1894 la actriz Sarah Bernhardt. Despus, el compositor alemn Richard Strauss compuso una pera homnima basada en ella.

    Se estableci en Londres y, en 1884, contrajo matrimonio con una mujer irlandesa muy rica, Constance Lloyd, con la que tuvo dos hijos. Desde entonces, se dedic exclusivamente a la literatura. Wilde quiso hacer de su vida un autntica obra de arte, fiel a los planteamientos del esteticismo finisecular y recogiendo la sensibilidad finamente decadentista de los prerrafaelistas; de ah su comentario a Andr Gide: "He puesto todo mi genio en mi vida, y en mis obras slo he puesto mi talento". Logr as centrar la atencin en su carcter extravagante y provocador, en el ingenio de sus conversaciones y en una amoralidad de la que hizo bandera en el conocido episodio final de su proceso y encarcelamiento por homosexualidad.

    En 1895, en la cima de su carrera, se convirti en la figura central del ms sonado proceso judicial

  • del siglo. Wilde, que haba mantenido una ntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de ste, el marqus de Queensberry, de sodoma. Se le declar culpable en el juicio, celebrado en mayo de 1895, y, condenado a dos aos de trabajos forzados; sali de la prisin arruinado material y espiritualmente.

    Pas el resto de su vida en Pars, bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth. Se convirti al catolicismo el 30 de noviembre de 1900, poco antes de morir de meningitis. En la crcel, escribi De profundis (1895), una extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida. Algunos crticos la han considerado una obra extremadamente reveladora; otros, en cambio, una explosin sentimental muy poco sincera. La balada de la crcel de Reading (1898), escrito en Berneval, Francia, muy poco despus de salir de prisin, y publicado annimamente en Inglaterra, es uno de sus poemas ms poderosos. En l expone la dureza de la vida en la crcel y la desesperacin de los presos. Durante muchos aos, el nombre de Oscar Wilde sobrellev el estigma impuesto por la puritana sociedad victoriana. Sus obras mantienen una vigencia universal.

    Antes de morir se convierti a la fe catlica. Oscar Wilde falleci el 30 de noviembre de 1900 en el Htel d'Alsace, nm. 13, de la Rue des Beaux Arts de Pars a causa de un ataque de meningitis.

    Y todos los hombres matan lo que aman,que lo oiga todo el mundo,unos lo hacen con una mirada amarga, otros con una palabra zalamera;el cobarde con un beso,el valiente con una espada!

    OBRAS DE OSCAR WILDE

    Prosa

    El retrato de Dorian Gray (1891)El crimen de lord Arthur Saville y otras historias (1891):El fantasma de CantervilleLa esfinge sin secretoEl modelo millonarioEl retrato del Sr. W. H.El cumpleaos de la infantaPoemas en prosa De profundis (1905)Teleny o El reverso de la medalla (1893)

    Cuentos

    El prncipe feliz y otros cuentos (1888):El prncipe felizEl ruiseor y la rosaEl Fantasma de CantervilleEl gigante egostaEl amigo fielEl famoso coheteUna casa de granadas (1892):El joven reyEl cumpleaos de la infantaEl pescador y su almaEl nio estrella

  • Ensayos

    Intenciones (1891):La decadencia de la mentiraPluma, lpiz y venenoEl crtico artistaLa verdad sobre las mscaras

    El alma del hombre bajo el socialismo (18911904)Frases y filosofas para uso de la juventud (1894)Algunas mximas para la instruccin de los sper-educados (1894)

    Poemas

    Ravenna (1878)Poemas (1881)Poemas en prosa (1894)La esfinge (1894)Balada de la Crcel de Reading (1898)Requiescat

    Teatro

    Vera o los nihilistas (1880)La duquesa de Padua (1883)El abanico de Lady Windermere (1892)Una mujer sin importancia (1893)Salom (1894)Un marido ideal (1895)La importancia de llamarse Ernesto (1895)

    EL FANTASMA DE CANTERVILLE - EL GIGANTE EGOISTA - EL PESCADOR Y SU ALMA - EL FAMOSO COHETE - EL RUISEOR Y LA ROSA - EL PRINCIPE FELIZ - EL CUMPLEAOS DE LA INFANTA - EL RETRATO DE DORIAN GRAY - OLD BISHOP'S -EL CRIMEN DE LORD ARTHUR SAVILLE - SELECCION DE POEMAS EN PROSA DE OSCAR WILDE

    EL FANTASMA DE CANTERVILLE

    CAPTULO I

    Cuando mster Hiram B. Otis, ministro de los Estados Unidos de Amrica, compr Canterville Chase, todo el mundo

    le dijo que cometa una gran locura, porque la finca estaba embrujada.

    Hasta el mismo lord Canterville, como hombre de la ms escrupulosa honradez, se crey en el deber de participrselo a mster Otis, cuando llegaron a discutir las condiciones.

    -Nosotros mismos -dijo lord Canterville- nos hemos resistido en absoluto a vivir en ese sitio desde la poca en que mi ta abuela, la duquesa de Bolton, tuvo un ataque de nervios, del que nunca se repuso por completo, motivado por el es-panto que experiment al sentir que las manos de un esqueleto se posaban sobre sus hombros, estando vistindose para cenar. Me creo en el deber de decirle, mster Otis, que el fantasma ha sido visto por varios miembros de mi familia, que

  • viven actualmente; as como por el rector de la parroquia, el reverendo Augusto Dampier, agregado del King's College de Oxford. Despus del trgico accidente ocurrido a la duquesa, ninguna de las doncellas quiso quedarse en casa, y lady Canterville no pudo ya conciliar el sueo a causa de los ruidos misteriosos que llegaban del corredor y de la biblioteca.

    -Milord -respondi el ministro-, tambin me quedar con los muebles y el fantasma bajo inventario. Llego de un pas moderno, en el que podemos tener todo cuanto el dinero es capaz de proporcionar, y esos mozos nuestros, jvenes y tur-bulentos, que recorren el Viejo Continente escandalizndolo, que se llevan los mejores actores de ustedes, y sus mejores prima donnas, estoy seguro de que si queda todava un verdadero fantasma en Europa, vendrn a buscarlo en seguida para colocarle en uno de nuestros museos pblicos o para pasearle por los caminos como un fenmeno.

    -El fantasma existe; me lo temo -dijo lord Canterville, sonriendo-, aunque quiz se resista a las ofertas de sus intrpidos empresarios. Hace ms de tres siglos que se le conoce. Data, con precisin, de 1574, y nunca deja de mostrarse cuando est a punto de ocurrir alguna defuncin en la familia.

    -Bah! Los mdicos de cabecera hacen lo mismo, lord Canterville. Amigo mo, un fantasma no puede existir y no creo que las leyes de la Naturaleza admitan excepciones en favor de la aristocracia inglesa.

    -Realmente -dijo lord Canterville, que no acababa de comprender la ltima observacin de mster Otis-, ustedes son muy sencillos en Amrica. Ahora bien, si le gusta a usted tener un fantasma en casa, mejor que mejor. Acurdese nica-mente que yo le previne.

    Algunas semanas despus se cerr el trato, y a fines de la estacin el ministro y su familia emprendieron el viaje hacia Canterville Chase.

    La seora Otis, que con el nombre de miss Lucreca R. Tppan, de la calle West 53, haba sido una clebre beldad de Nueva York, era todava una mujer muy bella, de edad regular, con unos ojos hermosos y un perfil magnfico.

    Muchas damas americanas, cuando abandonan su pas natal, adoptan aires de persona atacada de una enfermedad crnica y se figuran que eso es uno de los sellos de distincin europea; pero la seora Otis no cay nunca en ese error.

    Tena una naturaleza esplndida y una abundancia extraordinaria de vitalidad.

    A decir verdad, era completamente inglesa en muchos aspectos y era un ejemplo excelente para sostener la tesis de que lo tenemos todo en comn con Amrica hoy da excepto la lengua, como es de suponer. Su hijo mayor, bautizado con el nombre de Washington por sus padres, en un momento de patriotismo que l no cesaba de lamentar, era un muchacho rubio, de bastante buena figura, que haba logrado que se le considerase candidato a la diplomacia, dirigiendo al grupo alemn en los festivales del casino de Newport durante tres temporadas seguidas, y aun en Londres pasaba por ser un bailarn excepcional.

    Sus nicas debilidades eran las gardenias y la nobleza; aparte de eso, era perfectamente sensato.

    Miss Virgina E. Otis era una muchachita de quince aos, esbelta y graciosa como un cervatillo, con mirada francamente encantadora en sus grandes ojos azules. Amazona maravillosa, sobre su poney derrot una vez en carreras al viejo lord Bilton, dando dos veces la vuelta al parque, ganndole por caballo y medio, precisamente frente a la estatua de Aquiles, lo cual provoc un entusiasmo tan grande en el joven duque de Cheshire, que le propuso matrimonjo all mismo, y sus tutores tuvieron que mandarle aquella misma noche a Eton, baado en lgrimas. Despus de Virginia venan dos gemelos, a quienes llamaban Estrellas y Rayas 1 porque se les encontraba siempre juntos. Eran unos nios encantadores y, con el ministro, los nicos verdaderos republicanos de la familia.

    1 Alude a la bandera de los Estados Unidos de Amrica.

    Como Canterville Chase est a siete millas de Ascot, la estacin ms prxima, mster Otis telegrafi que fueran a

    buscarle en coche descubierto, y emprendieron la marcha en medio de la mayor alegra. Era una noche encantadora de julio, y el aire estaba impregnado por el aroma de los pinos. De vez en cuando se oa una paloma arrullndose dulcemente, o se vislumbraba entre los helechos, la pechuga de oro bruido de algn faisn. Ligeras ardillas les espiaban desde lo alto de las hayas a su paso; unos conejos corran como exhalaciones a travs de los matorrales o sobre los collados cubiertos de musgo, levantando su rabo blanco.

    Sin embargo, no bien. entraron en la avenida de Canterville Chase, el cielo se cubri repentinamente de nubes. Un extrao silencio pareci invadir toda la atmsfera, una gran bandada de cornejas cruz calladamente por encima de sus cabezas, y antes de que llegasen a la casa ya haban cado algunas gotas de lluvia.

    En los escalones se hallaba para recibirles una anciana, pulcramente vestida de seda negra, con cofia y delantal blancos. Era la seora Umney, el ama de gobierno que la seora Otis, por vehementes requerimientos de lady Canterville, accedi a conservar en su puesto.

  • Hizo una profunda reverencia a cada uno de la familia cuando echaron pie a tierra y dijo, con la singular cortesa de los buenos tiempos antiguos:

    -Les doy la bienvenida a Canterville Chase.

    La siguieron, atravesando un hermoso hall, de estilo Tudor, hasta la biblioteca, largo saln espacioso con las paredes cubiertas por madera de roble oscuro que terminaba en un ancho ventanal de cristales. Estaba preparado el t.

    Luego, una vez que se quitaron los abrigos, ya sentados se pusieron a curiosear en torno suyo, mientras la seora Umney iba de un lado para otro.

    De pronto, la mirada de la seora Otis cay sobre una mancha de un rojo oscuro que haba sobre el pavimento, precisamente al lado de la chimenea, y, sin darse cuenta de sus palabras, dijo a la seora Umney:

    -Creo que han vertido,algo en ese sitio.

    -S, seora -contest la seora Umney en voz baja-. En ese lugar se ha vertido sangre.

    -Qu horror! -exclam la seora Otis-. No quiero manchas de sangre en un saln. Es preciso quitar eso inmediatamente.

    La vieja sonri y con voz misteriosa repuso:

    -Es sangre de lady Leonor de Canterville, que fue muerta en ese mismo sitio por su propio marido, sin Simn de Canterville, en 1565. Sir Simn la sobrevivi nueve aos, desapareciendo de repente en circunstancias misteriossimas. Su cuerpo no se encontr nunca, pero su alma culpable sigue embrujando la casa. La mancha de sangre ha sido muy admirada por los turistas y otras personas y no puede quitarse.

    -Todo eso son tonteras --exclam Washington Otis-. El producto quitamanchas, el limpiador incomparable Campen, marca Pinkerton, y el detergente Paragon harn desaparecer eso en un instante.

    Y sin dar tiempo a que el ama de gobierno, aterrada, pudiese intervenir, ya se haba arrodillado y frotaba rpidamente el entarimado con una barrita de una sustancia parecida al cosmtico negro. A los pocos instantes la mancha haba des-aparecido sin dejar rastro.

    -Ya saba yo que el Pinkerton la borrara -exclam en tono triunfal, paseando la mirada sobre su familia llena de admiracin.

    Pero apenas haba pronunciado aquellas palabras cuando un relmpago ilumin la estancia sombra y el retumbar del trueno levant a todos, menos a la seora Umney, que se desmay.

    -Qu clima ms atroz! -dijo tranquilamente el ministro, encendiendo un largo veguero-. Creo que el pas de los abuelos est tan lleno de gente, que no hay buen tiempo bastante para todos. Siempre opin que lo mejor que pueden ha-cer los ingleses es emigrar.

    -Querido Hiram -replic la seora Otis-, qu podemos hacer con una mujer que se desmaya?

    -Descontaremos eso de su salario. As no se volver a desmayar. En efecto, la seora Umney no tard en volver en s. Sin embargo, vease que estaba conmovida hondamente, y con voz solemne advirti a la seora Otis que algn contra-tiempo iba a ocurrir en la casa.

    -Seores, he visto con mis propios ojos unas cosas... que pondranoos pelos de punta a un cristiano. Y durante noches y noches no he podido pegar los ojos a causa de las cosas terribles que pasaban aqu.

    A pesar de lo cual, mster Otis y su esposa aseguraron a la buena mujer que no tenan miedo ninguno de los fantasmas.

    La vieja ama de llaves, despus de haber impetrado la bendicin de la Providencia sobre sus nuevos amos y de discutir la posibilidad de un aumento de salario, se retir a su habitacin renqueando.

    CAPITULO II

    La tempestad se desencaden durante toda la noche, pero no produjo nada extraordinario.

    Al da siguiente, por la maana, cuando bajaron a almorzar, encontraron de nuevo la terrible mancha sobre el entarimado.

    -No creo -dijo Washington-, que tenga la culpa el limpiador Paragon; lo he ensayado sobre toda clase de manchas. Debe ser cosa del fantasma.

    En consecuencia, borr la mancha, despus de frotar un poco, pero al otro da, por la maana, haba reaparecido. A la

  • tercera maana volvi a estar all, y, sin embargo, la biblioteca permaneci cerrada la noche anterior, llevndose arriba la llave la seora Otis.

    Desde entonces la familia empez a interesarse por aquello. Mster Otis se hallaba a punto de creer que haba estado demasiado dogmtico negando la existencia de los fantasmas.

    La seora Otis expres su intencin de afiliarse a la Sociedad Psquica, y Washington prepar una larga carta a Myers y Podmore 1 basado en la persistencia de las manchas de sangre cuando provienen de un crimen. Aquella noche disip todas las dudas sobre la existencia objetiva de los fantasmas.

    La familia haba aprovechado la frescura de la tarde para dar un paseo en coche. Regresaron a las nueve, tomando una ligera cena. La conversacin no recay ni un momento sobre los fantasmas, de manera que faltaban hasta las condi-ciones ms elementales de espera y de receptibilidad que preceden tan a menudo a los fenmenos psquicos.

    Los asuntos que discutieron, por lo que luego he sabido por la seora Otis, fueron simplemente los habituales en la conversacin de los americanos cultos que pertenecen a las clases elevadas, como, por ejemplo, la inmensa superioridad de miss Fanny Davenport sobre Sarah Bernhardt, como actriz; la dificultad para encontrar maz verde, galletas de trigo sarraceno y el hominy 2 aun en las mejores casas, inglesas, la importancia de Boston en el desenvolvimiento del alma universal; las ventajas del sistema que consiste en anotar los equipajes de los viajeros y la dulzura del acento neoyorquino, comparado con el dejo de Londres. No se trat para nada de lo sobrenatural, no se hizo ni la menor alu-sin indirecta a sir Simn de Canterville.

    1 Autores de los Phantams of the Living. Obra que trata sobre la telepata y las alucinaciones telepticas.2 Alimento hecho con harina de maz, hirvindolo en agua o leche. Muy popular en el sur de los Estados Unidos. Se

    toma como desayuno.

    A las once la familia se retir, y a las once y media estaban apagadas todas las luces.Poco despus, mster Otis se despert con un ruido singular en el corredor, fuera de su habitacin. Pareca un 'ruido

    de hierros viejos, y se acercaba cada vez ms.

    Se levant en el acto, encendi una luz y mir la hora. Era la una en punto. Mster Otis estaba perfectamente 'tranquilo. Se tom el pulso y no lo encontr nada alterado.

    El ruido extrao continuaba, al mismo tiempo que se oa claramente el sonar d unos pasos. Mster Otis se puso las zapatillas, cogi una aceitera alargada de su tocador y abri la puerta, y vio frente a l, en el plido claro de luna, a un viejo de aspecto terrible.

    Sus ojos parecan carbones encendidos. Una larga cabellera gris caa en mechones revueltos sobre sus hombros. Sus ropas, de corte anticuado, estaban manchadas y en jirones. De sus muecas y de sus tobillos colgaban unas pesadas cadenas y unos grilletes herrumbrosos.

    -Mi distinguido seor -dijo mster Otis-, permtame que le ruegue vivamente que engrase esas cadenas. Le he trado para ello el engrasador Tammany Sol Naciente. Dicen que es eficacsimo, y que basta una sola aplicacin. En la etiqueta hay varios certificados de nuestros adivinos ms ilustres que dan fe de ello. Voy a dejrsela aqu, al lado de las velas, y tendr un verdadero placer en proporcionarle ms, si as lo desea.

    Dicho lo cual, el ministro de los Estados Unidos dej la aceitera sobre una mesa de mrmol, cerr la puerta y se volvi a meter en la cama.

    El fantasma de Canterville permaneci algunos minutos inmvil de indignacin.

    Despus tir, lleno de rabia, la aceitera contra el suelo encerado y huy por el corredor, lanzando gruidos cavernosos y despidiendo una extraa luz verde.

    Sin embargo, cuando llegaba a la gran escalera de roble, se abri de repente una puerta. Aparecieron dos siluetas infantiles, vestidas de blanco, y una voluminosa almohada le roz la cabeza. Evidentemente, no haba tiempo que perder, as es que, utilizando como-medio de fuga la cuarta dimensin del espacio, se desvaneci a travs del estuco, y la casa, de nuevo, recobr su tranquilidad.

    Llegado a un cuartito secreto del ala izquierda, se ados a un rayo de luna para tomar aliento y se puso a reflexionar para darse cuenta de su situacin. Jams en toda su brillante carrera, que duraba ya trescientos aos, fue injuriado tan groseramente.

    Se acord de la duquesa viuda, en quien provoc una crisis de terror, cuando estaba mirndose en el espejo, cubierta de brillantes y de encales; de las cuatro doncellas a quie nes haba enloquecido, producindoles convulsiones histricas

  • slo con hacerles visajes entre las cortinas de una de las habitaciones destinadas a invitados; del rector de la parroquia, cuya vela apag de un soplo cuando volva el buen seor de la biblioteca a una hora avanzada, y que desde entonces tuvo que estar bajo el cuidado de sir William GuW_convertido en mrtir de toda clase de alteraciones nerviosas; de la vieja seora de Tremouillac, que, al despertarse al amanecer y descubrir un esqueleto sentado en un silln, al lado de la lumbre, entretenido en leer su diario, tuvo que guardar cama durante seis meses, vctima de un ataque cerebral. Una vez curada se reconcili con la Iglesia y rompi sus relaciones con el sealado escptico Voltaire. Record tambin la noche terrible en que el bribn de lord Canterville fue hallado ahogndose en su vestidor, con una sota de espadas hundida en la garganta, vindose obligado a confesar antes de morir que por medio de aquella carta haba timado la suma de cin-cuenta mil libras a Jaime Fox, en casa de Grookford. Y jur que aquella carta se la hizo tragar el fantasma.

    Todas sus grandes hazaas le volvan a la memoria.

    Vio desfilar al mayordomo que se levant la tapa de los sesos por haber visto una mano verde tamborilear sobre los cristales; y a la bella lady Steelfield, condenada a llevar alrededor del cuello un collar de terciopelo negro para tapar la seal de cinco dedos, impresos como con un hierro candente sobre su blanca piel, y que termin por ahogarse en el vivero que haba al extremo de la Avenida Real.

    Y, lleno del entusiasmo eglatra del verdadero artista, pas revista a sus creaciones ms clebres. Se dedic una amarga sonrisa al evocar su ltima aparicin en el papel de Rubn el Rojo, o el nio estrangulado, su debut como Giben el Flaco, o el vampiro del pramo de Bexley y el furor que caus una noche solitaria de junio jugando a los bolos con sus propios huesos sobre el campo de tenis.

    Y despus de todo para que unos miserables americanos le ofreciesen el engrasador marca Sol Naciente y le tirasen almohadas a la cabeza! Era realmente intolerable. Adems, la historia nos ensea que jams fue tratado ningn fantasma de manera semejante. Lleg a la conclusin de que era preciso tomarse la revancha y permaneci hasta el amanecer en actitud de profunda meditacin.

    CAPITULO III

    Cuando a la maana siguiente la familia Otis se reuni para el desayuno, la conversacin sobre el fantasma fue

    extensa.

    El ministro de los Estados Unidos estaba, como era natural, un poco ofendido al ver que su ofrecimiento no haba sido aceptado.

    -No quisiera en modo alguno injuriar personalmente al fantasma -dijo-, y reconozco que, dada la larga duracin de su estancia en la casa, era correcto tirarle una almohada a la cabeza...

    Siento tener que decir que esta observacin tan justa provoc-una explosin de risa en los gemelos.

    -Pero, por otro lado -prosigui mster Otis-, si se empea, sin ms ni ms, en no hacer uso del engrasador marca Sol Naciente, nos veremos precisados a quitarle las cadenas. No podremos dormir con todo ese ruido a la puerta de las alcobas.

    Pero, sin embargo, en el resto de la semana no fueron molestados. Lo nico que les llam la atencin fue la reaparicin continua de la mancha de sangre sobre el piso de la biblioteca. Era realmente muy extrao, ya que la seora Otis cerraba la puerta con llave por la noche, y las ventanas permanecan con las rejas cerradas. Los cambios de color que sufra la mancha, comparables a los de un camalen, produjeron tambin frecuentes comentarios en la familia. Una maana era de un rojo ndigo oscuro, otras veces era bermelln, luego de un prpura intenso y un da, cuando bajaron a rezar, segn los ritos sencillos de la libre Iglesia episcopal reformada de Amrica, la encontraron de un hermoso verde esmeralda. Como es natural, estos cambios caleidoscpicos divirtieron grandemente a la reunin y hacanse apuestas todas las noches con entera tranquilidad.

    La nica persona que no tom parte en la broma fue la joven Virginia. Por razones ignoradas, sentase siempre impresionada ante la mancha de sangre y estuvo a punto de llorar la maana que apareci verde esmeralda.

    La segunda aparicin del fantasma fue un domingo por la noche. Al poco tiempo de estar todos acostados, les alarm un enorme estrpito que se oy en el hall. Bajaron, apresuradamente y se encontraron con que una armadura completa se haba desprendido de su soporte, cayendo sobre las losas, mientras, sentado en un silln de alto respaldo, el fantasma de Canterville se restregaba las rodillas, con una expresin de agudo dolor sobre su rostro.

    Los gemelos, que se haban provisto de sus cerbatanas, le lanzaron inmediatamente dos proyectiles, con esa seguridad de puntera que slo se adquiere a fuerza de una larga y cuidadosa prctica sobre un profesor de caligrafa. Mientras tanto, el ministro de los Estados Unidos mantena al fantasma bajo la amenaza de su revlver y, conforme a la etiqueta californiana, le intimaba a levantar los brazos.

  • El fantasma se alz bruscamente, lanzando un grito de furor salvaje, y pas en medio de ellos, como una nube, apagando de paso la vela de Washington Otis y dejndoles a todos en la mayor oscuridad.

    Cuando lleg a lo alto de la escalera, una vez dueo de s, se decidi a lanzar su clebre repique de carcajadas satnicas.

    Contaba la gente que aquello hizo encanecer en una sola noche el peluqun de lord Raker. Y que tres sucesivas amas de llaves, francesas, dejaron su empleo antes de terminar el primer mes. Por consiguiente, lanz su carcajada ms horrible, despertando paulatinamente los ecos en las antiguas bvedas, pero al extinguirse, se abri una puerta y apa-reci, vestida de azul claro, la seora Otis.

    -Me temo -dijo la dama- que est usted indispuesto y aqu le traigo un frasco de la tintura del doctor Dobell. Si se trata de una indigestin, podr comprobar que ste es un remedio excelente.

    El fantasma la mir con ojos llameantes de furor y se crey en el deber de metamorfosearse en un gran perro negro.

    Era un truco que le haba dado una reputacin merecidsima, y al cual atribua el mdico de la familia la idiotez incurable del to de lord Canterville, el honorable 1 Toms Horton. Pero un ruido de pasos que se acercaba le hizo vacilar en su cruel determinacin y se content con volverse un poco fosforescente. En seguida se desvaneci, despus de lanzar un gemido sepulcral, porque los gemelos iban a darle alcance.

    Una vez en su habitacin sintise destrozado, presa de la agitacin ms violenta.

    La ordinariez de los gemelos, el grosero materialismo de la seora Otis, todo aquello resultaba realmente vejatorio; pero lo que ms le humillaba era no tener ya fuerzas para llevar una armadura. Contaba con hacer impresin aun en unos americanos modernos, hacerles estremecer a la vista de un espectro acorazado, si no ya, por motivos razonables al menos por deferencia hacia su poeta nacional Longfellow,2 cuyas poesas, delicadas y atrayentes, le haban ayudado con frecuencia a matar el tiempo mientras los Canterville estaban en Londres. Adems, era su propia armadura. La llev con xito en el torneo de Kenilworth, siendo felicitado calurosamente por la Reina Virgen en persona. Pero cuando quiso ponrsela qued aplastado por completo con el peso de la enorme coraza y del yelmo de acero. Y se desplom pe-sadamente sobre las losas de piedra, despellejndose las rodillas y contusionndose la mueca derecha.

    1 Ttulo que se da a los miembros de la Cmara de los Comunes, y a aquellas personas que poseen ttulos nobiliarios.2 H. W. Longfellow, autor de El esqueleto en su armadura, poesa inspirada por el descubrimiento de un esqueleto

    dentro de una coraza en Newport, Estados Unidos.

    Durante varios das estuvo malsimo y no pudo salir de su morada ms que lo necesario para mantener en buen estado

    la mancha de sangre.

    No obstante, a fuerza de cuidados acab por restablecerse y decidi hacer una tercera tentativa para aterrorizar al ministro de los Estados Unidos y a su familia.

    Eligi para su reaparicin en escena el viernes 17 de agosto, consagrando gran parte del da a pasar revista a sus trajes.

    Su eleccin recay al fin en un sombrero de ala levantada por un lado y cada del otro, con una pluma roja; en un sudario deshilachado en las mangas y el cuello y, por ltimo, en un pual mohoso.

    Al atardecer estall una gran tormenta. El viento era tan fuerte que sacuda y cerraba violentamente las puertas y ventanas de la vetusta casa. Realmente aqul era el tiempo que le convena. He aqu lo que pensaba hacer: ira sigilosamente a la habitacin de Washington Otis, le musitara unas frases ininteligibles, quedndose al pie de la cama, y le hundira tres veces seguidas el pual en la garganta, a los sones de una msica apagada.

    Odiaba sobre todo a Washington, porque saba perfectamente que era l quien acostumbraba quitar la famosa mancha de sangre de Canterville, empleando el detergente Paragon de Pinkerton. Despus de reducir al temerario y despreocupado joven a una condicin de terror abyecto, entrara en la habitacin que ocupaban el ministro de los Estados Unidos y su mujer. Una vez all, colocara una mano viscosa sobre la frente de la seora Otis y al mismo tiempo murmurara, con voz sorda, al odo del ministro tembloroso, los secretos terribles del osario.

    En cuanto a la pequea Virginia an no tena decidido nada. No le haba insultado nunca. Era bonita y cariosa. Unos cuantos gruidos sordos, que saliesen del armario, le parecan ms que suficientes, y si no bastaban para despertarla, lle-gara hasta tirarle de la puntita de la nariz con sus dedos rgidos por la parlisis.

    A los gemelos estaba resuelto a darles una leccin: lo primero que hara sera sentarse sobre sus pechos, con objeto de producirles la sensacin de la pesadilla. Luego, aprovechando que sus camas estaban muy juntas, se alzara en el espacio libre entre ellas, con el aspecto de un cadver verde y fro como el hielo, hasta que se quedasen paralizados de

  • terror. En seguida, tirando bruscamente su sudario, dara la vuelta al dormitorio en cuatro patas, como un esqueleto blanqueado por el tiempo, moviendo el globo de un solo ojo en su rbita, como el personaje de Daniel el mudo, o el esqueleto del suicida, papel en el cual hizo un gran efecto en varias ocasiones. Crea estar tan bien en ste, como en su otro papel de Martn el demente, o el misterio enmascarado.

    A las diez y media oy subir a la familia a acostarse.

    Durante algunos instantes le inquietaron las estrepitosas carcajadas de los gemelos, que se divertan indudablemente, con su loca alegra de colegiales, antes de meterse en la cama.

    Pero a las once y cuarto todo qued nuevamente en silencio, y cuando sonaron las doce se puso en camino.

    La lechuza chocaba contra los cristales de la ventana. El cuervo graznaba en el hueco de un tejo centenario y el viento gema vagando alrededor de la casa, como un alma en pena; pero la famila Otis dorma, sin sospechar la suerte que le esperaba. Oa con toda claridad los ronquidos regulares del ministro de los Estados Unidos, que dominaban el ruido de la lluvia y de la tormenta.

    Se desliz furtivamente a travs del estuco. Una sonrisa perversa se dibujaba sobre su boca cruel y arrugada, y la luna escondi su rostro tras una nube cuando pas delante de la gran ventana ojival, sobre la que estaban representadas, en azul y oro, sus propias armas y las de su esposa asesinada.

    Segua andando siempre, deslizndose como una sombra funesta, que haca que hasta las tinieblas le maldijesen a su paso.

    Hubo un momento en que le pareci or que alguien le llamaba; se detuvo, pero era tan slo un perro, que ladraba en la Granja Roja. Prosigui su marcha, mascullando extraos juramentos del siglo xvl, y blandiendo de vez en cuando el pual enmohecido en el aire de medianoche. Por fin lleg a la esquina del pasillo que conduca a la habitacin del infortunado Washington.

    All hizo una breve parada.

    El viento agitaba en torno de su cabeza sus largos mechones grises y cea en pliegues grotescos y fantsticos el horror indecible del fnebre sudario. Son entonces el cuarto en el reloj. Comprendi que haba llegado el momento.

    Con una risa maligna dio la vuelta al ngulo del corredor. Pero apenas lo hizo, retrocedi lanzando un gemido lastimero de terror y escondiendo su cara lvida entre sus largas manos huesudas.

    Frente a l haba un horrible espectro, inmvil como una estatua, monstruoso como la pesadilla de un demente. Tena la cabeza pelada y reluciente; faz redonda, carnosa y blanca; una risa horrorosa pareca retorcer sus rasgos en una mueca eterna; por los ojos brotaba a oleadas una luz escarlata; la boca semejaba un ancho pozo de fuego, y una vestidura horrible, como la de l, como la del mismo Simn, envolva con su nieve silenciosa aquella forma gigantesca.

    Sobre el pecho llevaba colgado un cartel con una inscripcin en extraos caracteres antiguos. Quiz era un rtulo infamante, donde estaban escritos delitos espantosos, una terrible lista de crmenes. Tena, por ltimo, en su mano derecha una cimitarra de acero resplandeciente.

    Como no haba visto nunca fantasmas hasta aquel da, sinti un pnico terrible, y despus de lanzar rpidamente una segunda mirada sobre el espantoso fantasma, regres a su habitacin, enredndose los pies en el sudario que le envolva. Cruz la galera corriendo y acab por dejar caer el pual enmohecido en las botas de montar del ministro, donde lo encontr el mayordomo al da siguiente.

    Una vez refugiado en su retiro, se desplom sobre un reducido catre de tijera, tapndose la cabeza con las sbanas. Pero al cabo de un momento el valor indomable de los antiguos Canterville se despert en l y tom la resolucin de hablar al otro fantasma en cuanto amaneciese. Por consiguiente, no bien el alba plate las colinas con su luz, volvi al sitio en que haba visto por primera vez al horroroso fantasma. Pensaba que, despus de todo, dos fantasmas valan ms que uno solo y que con ayuda de su nuevo amigo podra contender victoriosamente con los gemelos. Pero cuando lleg al sitio fue para encontrarse en presencia de un espectculo terrible.

    Algo le suceda indudablemente al espectro, porque la luz haba desaparecido por completo de sus rbitas. La cimitarra centelleante deslizndose de su mano, estaba recostada sobre la pared en una actitud forzada e incmoda.

    Simn se precipit hacia adelante y le cogi en sus brazos; pero cul no sera su terror viendo desprenderse la cabeza y rodar por el suelo, mientras el cuerpo tomaba la posicin supina, y not que abrazaba una cortina blanca de algodn grueso y que yacan a sus pies una escoba, un machete de cocina y una calabaza vaca. Sin poder comprender aquella curiosa transformacin, cogi con mano febril el cartel, leyendo a la claridad griscea de la maana estas palabras terribles:

    HE AQU EL FANTASMA OTIS

  • EL NICO ESPRITU AUTNTICO

    Y VERDADERO

    CUIDADO CON LAS IMITACIONES!

    TODOS LOS DEMS ESTN

    FALSIFICADOS

    Y la entera verdad se le apareci como un relmpago. Haba sido burlado, chasqueado, engaado!

    La expresin caracterstica de los Canterville reapareci en sus ojos, apret las encas desdentadas y, levantando por encima de su cabeza sus manos amarillas, jur, segn la fraseologa pintoresca de la antigua escuela que cuando el gallo tocase por dos veces el cuerno de su alegre llamada se perpetraran crmenes sangrientos y que el asesinato, de callado paso, saldra entonces de su retiro.

    No haba terminado de formular este juramento terrible criando de una alquera lejana, de tejado de ladrillo rojo, sali el canto de un gallo. Lanz una larga risotada, lenta y amarga, y esper. Esper una hora y despus otra; pero por alguna razn misteriosa no volvi a cantar el gallo.

    Por fin, a eso de las siete y media, la llegada de las criadas le oblig a abandonar su terrible guardia y regres a su morada, con altivo paso, pensando en su vana esperanza y proyecto fracasado.

    Una vez all consult varios libros de caballera, cuya lectura le interesaba extraordinariamente, y pudo comprobar que el gallo cant siempre dos veces en cuantas ocasiones se tuvo que recurrir a aquel juramento.

    -Que el diablo se lleve a ese infame voltil! -murmur-. En otro tiempo hubiese cado sobre l con mi gran lanza, atravesndole el gaote y obligndole a cantar otra vez para . mi aunque reventara.

    Y dicho esto se retir a su confortable atad de plomo y all permaneci hasta la noche.

    CAPITULO IV

    Al da siguiente el fantasma se sinti muy dbil y cansado. Las terribles emociones de las cuatro ltimas semanas

    empezaban a producir su efecto. Tena el sistema nervioso completamente alterado y temblaba al ms ligero ruido.

    No sali de su habitacin en cinco das y concluy por hacer una concesin en lo relativo a la mancha de sangre del saln de la biblioteca. Puesto que la familia Otis no quera verla, era indudablemente que no la mereca. Aquella gente estaba colocada a ojos vistas en un plano inferior de vida material y era incapaz de apreciar el valor simblico de los fenmenos sensibles.

    La cuestin de las apariciones de fantasmas y el desenvolvimiento de los cuerpos astrales eran realmente para l una cosa muy distinta e indiscutiblemente fuera de su gobierno. Pero, por lo menos, constitua para l un deber ineludible mostrarse en el corredor una vez a la semana y farfullar por la gran ventana ojival el primero y el tercer mircoles de cada mes. No vea ningn medio digno de sustraerse a aquella obligacin.

    Verdad es que su vida estuvo llena de crmenes, pero quitado eso era hombre muy concienzudo en todo cuanto se relacionaba con lo sobrenatural.

    As, pues, los tres sbados siguientes atraves, como de costumbre, el corredor entre doce de la noche y tres de la madrugada, tomando todas las precauciones posibles para no ser visto ni odo. Se quitaba las botas, pisaba lo ms ligeramente que poda sobre las viejas maderas carcomidas, envolvase en una gran capa de terciopelo negro y no deja-ba de usar el engrasador Sol Naciente para, engrasar sus cadenas. Me veo precisado a reconocer que slo despus de muchas vacilaciones se decidi a adoptar esta ltima forma de protegerse. Pero, al fin, una noche, mientras cenaba la fa-milia, se desliz en el dormitorio del seor Otis y se llev el frasquito. Al principio se sinti un poco humillado, pero despus fue suficientemente razonable para comprender que aquel invento mereca grandes elogios y que cooperaba, en cierto modo, a la realizacin de sus proyectos.

    A pesar de todo, no se vio a cubierto de molestias.

  • No dejaban nunca de tenderle cuerdas de lado a lado del corredor para hacerle tropezar en la oscuridad, y una vez que se haba disfrazado para el papel de Isaac el Negro, o el cazador del bosque de Hogsley, cay de bruces al poner el pie sobre una plancha de maderas enjabonadas que haban colocado los gemelos desde el umbral del saln de tapices hasta la parte alta de la escalera de roble.

    Esta ltima afrenta le dio tal -rabia que decidi hacer un esfuerzo para imponer su dignidad y consolidar su posicin social, y form el proyecto de visitar a la noche siguiente a los insolentes chicos de Eton, en su clebre papel de Ru-perto el temerario, o el conde sin cabeza.

    No se haba mostrado con aquel disfraz desde haca setenta aos, es decir, desde que caus con l tal pavor a la bella lady Brbara Modish, que sta retir su consentimiento al abuelo del actual lord Canterville y se fug a Gretna Green con el arrogante Jack Castletown, jurando que por nada del mundo consentira en emparentar con una familia que toleraba los paseos de un fantasma tan horrible por la terraza al atardecer. El pobre Jack fue al poco tiempo muerto en duelo con arma de fuego por lord Canterville en terrenos de Wandsworth y lady Brbara muri de pena en Tumbridge Wells antes de terminar el ao; as es que fue un gran xito en todos sentidas.

    Sin embargo, fue, permitindome emplear un trmino teatral para aplicarle a uno de los mayores misterios del mundo sobrenatural o, en lenguaje ms cientfico, del mundo superior a la Naturaleza, una creacin de las ms difciles y ne-cesit sus tres buenas horas para terminar los preparativos.

    Por fin todo estuvo listo y l contentsimo de su disfraz. Las grandes,botas de montar, que hacan juego con el traje, eran, eso s, un poco holgadas para l, y no pudo encontrar ms que una de las dos pistolas de arzn; pero, en general, qued satisfechsimo, y a la una y cuarto pas a travs del estuco y baj al corredor.

    Cuando estuvo cerca de la habitacin ocupada por los gemelos, y a la que se llamaba el dormitorio azul por el color de sus cortinajes, se encontr con la puerta entreabierta.

    A fin de hacer una entrada efectista, la abri de par en par con violencia, pero se le vino encima una jarra de agua que le empap hasta los huesos, no dndole en el hombro por unos milmetros. Al mismo tiempo oy unas risas sofocadas que partan de la doble cama con dosel.

    Su sistema nervioso sufri tal conmocin que regres a sus habitaciones a toda prisa y al da siguiente tuvo que permanecer en la cama con un fuerte catarro. El nico consuelo que tuvo fue el de no haber llevado su cabeza sobre los hombros, pues de lo contrario las consecuencias hubieran podido ser ms graves. Desde entonces renunci para siempre a espantar a aquella recia familia de americanos, y se content, por regla general, con vagar por el corredor, en zapatillas de fieltro, envuelto el cuello en una gruesa bufanda, por temor a las corrientes de aire, y provisto de un pequeo arcabuz, para el caso en que fuese atacado por los gemelos.

    Hacia el 19 de septiembre fue cuando recibi el golpe de gracia. Haba bajado por la escalera hasta el espacioso hall, seguro de que en aquel sitio por lo menos nadie le iba a molestar, y se entretena en hacer observaciones satricas sobre las grandes fotografas del ministro de los Estados Unidos y de su mujer, hechas en casa por Saroni 1 y que ahora ocupaban el lugar de los retratos de la familia Canterville.

    1 El fotgrafo ms notable de Inglaterra en esa poca. Su nombre completo era Oliver Saroni. Naci en Canad. Muchas personas hacan un viaje especial a Scarborough, donde tena su residencia, para ser retratados por l. The History of Photography... Oxford, 1955, pp. 228-229.

    Iba vestido, sencilla pero decentemente, con un largo sudario salpicado de moho de cementerio. Se haba atado la

    quijada con una tira de tela amarilla y llevaba una linternita y un azadn de sepulturero. En una palabra, iba disfrazado de Jons el desenterrador, o el ladrn de cadveres de Chertsey Barn. Era una de sus creaciones ms notables y de la que guardaban recuerdo, con ms motivo, los Canterville, ya que fue la verdadera causa de su ria con lord Rufford, vecino suyo.

    Seran prximamente las dos y cuarto de la madrugada, y a su juicio, no se mova nadie en la casa. Pero cuando se diriga tranquilamente hacia la biblioteca, para ver lo que quedaba de la mancha de sangre, se abalanzaron hacia l, desde un rincn sombro, dos siluetas, agitando locamente sus brazos sobre sus cabezas, mientras gritaban a su odo:

    -U! U! U!

    Lleno de pnico, cosa muy natural en aquellas circunstancias, se precipit hacia la escalera, pero entonces se encontr frente a Washington Otis, que le esperaba armado con la gran regadera del jardn; de tal modo, que cercado por sus ene-migos, casi acorralado, tuvo que evaporarse en la gran estufa de hierro colado, que felizmente para l, no estaba encendida, y abrirse paso hasta sus habitaciones por entre los caones de las chimeneas, llegando a su refugio en el,, lamentable estado en que lo pusieron la agitacin, el holln y la desesperacin.

  • Desde aquella noche no volvi a vrsele nunca en expediciones nocturnas. Los gemelos se quedaron muchas veces en acecho para sorprenderle, sembrando de cscaras de nuez los corredores todas las noches, con gran enojo de sus padres y de los criados. Pero fue intil. Su amor propio estaba profundamente herido sin duda y no quera mostrarse.

    En vista de ello, mster Otis reanud de nuevo el trabajo en su gran obra sobre la historia del partido demcrata, obra que haba empezado tres aos antes.

    La seora Otis organiz un clambake 2 extraordinario, que dej muy impresionados a todos los de la comarca.

    2 Especie de tarta hecha con almejas. Plato tpico americano que figura en el men de los das de campo. Se cuece al

    aire libre, bajo brasas acomodadas entre piedras.

    Los nios se dedicaron a jugar a la barra, al cart, al pquer y a otros juegos tpicos de Amrica.

    Virginia dio paseos a caballo por caminos y veredas, en compaa del duque de Cheshire, que se hallaba en Canterville pasando su ltima semana de vacaciones.

    Todo el mundo se figuraba que el fantasma haba desaparecido, y en consecuencia, mster Otis escribi una carta a lord Canterville para comunicrselo, y recibi en contestacin otra carta en la que ste le testimoniaba el placer que le produca la noticia y enviaba sus ms sinceras felicitaciones a la digna esposa del ministro.

    Pero los Otis se equivocaban.

    El fantasma segua en la casa, y aunque se hallaba muy delicado, no estaba dispuesto a retirarse, sobre todo despus de saber que figuraba entre los invitados el duque de Cheshire, cuyo to, lord Francis Stilton, apost una vez cien guineas con el coronel Carbury a que jugara a los dados con el fantasma de Canterville.

    A la maana siguiente se encontraron a lord Stilton tendido sobre el suelo del saln de juego en un estado de parlisis tal, que, a pesar de la edad avanzada que alcanz, no pudo ya nunca pronunciar ms palabra que sta:

    -Seis dobles!

    Esta historia era muy conocida en su tiempo, aunque, en atencin a los sentimientos de las dos nobles familias, se hiciera todo lo posible por ocultarla, y existe un relato detallado de todo lo referente a ella en el tomo tercero de las Memorias de lord Tattle sobre el prncipe regente y sus amigos.

    Desde entonces el fantasma deseaba vehementemente probar que no haba perdido su influencia sobre los Stilton, con los que adems estaba emparentado, pues una prima hermana suya se cas en Secondesnoces con el seor Bulkeley, del que descienden en lnea directa, como todo el mundo sabe, los duques de Cheshire.

    Por consiguiente, hizo sus preparativos para mostrarse al joven enamorado de Virginia en su famoso papel del Fraile vampiro, o el benedictino sin sangre.

    Era un espectculo tan espantoso que cuando la vieja lady Startup se lo vio representar, es decir, la vspera del Ao Nuevo de 1764, empez a lanzar chillidos agudos, que le provocaron un fuerte ataque de apopleja y su fallecimiento al cabo de tres das, no sin que desheredara antes a los Canterville que eran sus parientes ms cercanos y legase todo su dinero a su farmacutico de Londres.

    Pero, a ltima hora, el terror que le inspiraban los gemelos le retuvo en su habitacin y el joven duque durmi tranquilo en el gran lecho con dosel coronado de plumas del dormitorio real, soando con Virginia.

    CAPITULO V

    Unos das despus, Virginia y su adorador de cabello rizado dieron un paseo a caballo por los prados de Brockley,

    paseo en el que ella se desgarr su vestido de amazona al saltar un seto, y de vuelta a su casa, entr por la escalera de detrs para que no la viesen.

    Al pasar corriendo por delante de la puerta del saln de tapices, que estaba abierta de par en par, le pareci ver a alguien dentro. Pens que sera la doncella de su madre, que iba con frecuencia a trabajar a esa habitacin.

    Asom la cabeza para encargarle que le cosiese el vestido.

    Pero con gran sorpresa suya quien estaba all era el fantasma de Canterville en persona!

    Estaba sentado junto a la ventana contemplando las hojas doradas, que danzaban en el aire, desprendidas de los

  • rboles amarillentos, y las hojas bermejas que bailaban locamente a lo largo de la gran avenida.

    Tena la cabeza apoyada en una mano y toda su actitud revelaba el desaliento ms profundo.

    Realmente presentaba un aspecto tan desamparado, tan abatido que la pequea Virginia, en vez de ceder a su primer impulso, que fue echar a correr y encerrarse en su cuarto, se sinti llena de compasin y se decidi a ir a consolarle.

    Tena la muchacha un paso tan ligero y l una melancola tan honda, que no se dio cuenta de su presencia hasta que le habl.

    -Lo he sentido mucho por usted -dijo-, pero mis hermanos regresan maana a Eton y entonces, si se porta usted bien, nadie le atormentar.

    -Es absurdo pedirme que me porte bien -le respondi contemplando estupefacto a la jovencita que tena la audacia de dirigirle la palabra-. Perfectamente inconcebible. Me es necesario arrastrar mis cadenas, gruir a travs de las cerra-duras, y deambular en la noche. Si es a eso a lo que se refiere, le dir que todo ello es la nica razn de mi existencia.

    -sa no es una razn para vivir molestando a la gente. En sus tiempos fue usted muy malo, sabe? La seora Umney nos cont el mismo da en que llegamos, que usted mat a su esposa.

    -S, lo reconozco -respondi petulante el fantasma-. Pero fue un asunto de familia que a nadie le importa.

    -Est muy mal eso de matar a alguien -replic Virginia, que a veces adoptaba una dulce actitud puritana, heredada posiblemente de alguno de sus antepasados de la vieja Nueva Inglaterra.

    -Oh, detesto la ramplona severidad de la tica abstracta! Mi esposa era muy poco agraciada y simplona. Nunca pudo almidonar bien mis puos, y no saba nada de cocina. Vea usted, un da cac un magnfico cervatillo en los bosques de Hogley, un esplndido gamo, y sabe usted cmo me lo sirvi en la mesa? Bueno..., eso ahora no importa, ya pas; pero sin embargo, no hallo nada bien que sus hermanos me dejasen morir de hambre, aunque yo la hubiese matado.

    -Le dejaron morir de hambre! Ay, seor fantasma! Quiero decir, don Simn! Tiene usted hambre? Tengo un sandwich en mi costurero, no lo quiere?

    -No, gracias, ahora ya no necesito comer; pero de todas maneras, es usted muy amable. Es usted mucho ms fina y atenta que el resto de su familia que es tan ordinaria, horrorosa, vulgar, y que se conducen como bandoleros.

    -Basta! -exclam Virgina dando con el pie en el suelo-. El brutal, horrible y ordinario es usted. En cuanto a lo de bandolero y ladrn, usted bien sabe que me ha robado las pinturas de mi caja para restaurar esa ridcula mancha de sangre en la biblioteca. Primero me rob todos los rojos, incluyendo el bermelln, y ya no pude seguir pintando las puestas de sol; despus se llev el verde esmeralda y el amarillo cromo; y por ltimo no me han quedado ms que el azul ail y el blanco de China, de manera que slo puedo pintar escenas de claro de luna, que siempre son tristes y nada fciles de pintar. Nunca lo acus aunque ello me haca sentir furiosa, y todo resultaba grotesco, porque, quin ha odo decir que exista la sangre de color verde esmeralda?

    -Bueno. en verdad -dijo el fantasma, con cierta dulzura-, qu iba yo a hacer? Es dificilsimo en los tiempos actuales agenciarse sangre de verdad, y ya que su hermano empez todo esto con su detergente Paragon, no veo por qu no iba yo a usar sus colores para defenderme. En cuanto al tono, es cuestin de gusto. As, por ejemplo, los Canterville tienen sangre azul, la sangre ms azul que existe en Inglaterra... Aunque ya s que ustedes los americanos no hacen el menor caso de esas cosas.

    -No sabe usted nada, y lo mejor que puede hacer es emigrar y as se desarrollar su mentalidad. Mi padre tendr un verdadero gusto en proporcionarle un pasaje gratuito, y aunque haya derechos arancelarios elevadsimos sobre toda cla-se de cosas espirituosas a usted no le pondrn trabas en la aduana. Y una vez en Nueva York puede usted contar con un gran xito. Conozco infinidad de personas que daran cien mil dlares por tener antepasados y que sacrificaran mayor cantidad an por tener un fantasma en la familia.

    -Creo que no me gustara Amrica.

    -Quiz se deba a que all no tenemos ni ruinas ni curiosidades -dijo burlonamente Virginia.

    -Qu curiosidades ni qu ruinas! -contest el fantasma-. Tienen ustedes su marina y sus modales.

    -Buenas noches; voy a pedir a pap que conceda a los gemelos una semana ms de vacaciones.

    -No se vaya, miss Virginia, se lo suplico! -exclam el fantasma-. Estoy tan solo y soy tan desgraciado que no s qu hacer. Quisiera irme a dormir y no puedo.

    -Es inconcebible: no tiene usted ms que meterse en la cama y apagar la vela. Algunas veces es dificilsimo permanecer despierto, sobre todo en una iglesia, pero, en cambio, dormir es muy sencillo, hasta los nios saben dormir admirablemente, y no son nada ilustrados.

    -Hace trescientos aos que no duermo -dijo el anciano tristemente, haciendo que Virginia abriese mucho sus hermosos ojos azules llenos de asombro-. Hace ya trescientos aos que no duermo, y me siento tan cansado...

  • Virginia adopt un grave continente y sus finos labios temblaron como ptalos de rosa.

    Se acerc y, arrodillndose al lado del fantasma, contempl su viejo rostro marchito.

    -Pobre, pobre fantasma -murmur-, y no hay ningn lugar donde pueda usted dormir?

    -All lejos, pasado el pinar -respondi l en voz baja y soadora-, hay un jardincito. La hierba crece en l alta y espesa; all pueden verse las grandes estrellas blancas de la cicuta, all el ruiseor canta toda la noche. Canta toda la noche, y la luna de cristal glido deja caer su mirada y el tejo extiende sus brazos de gigante sobre los durmientes.

    Los ojos de Virginia se empaaron de lgrimas y ocult la cara entre sus manos.

    -Se refiere usted al jardn de la muerte -murmur.

    -S, de la muerte, la muerte debe ser hermosa! Descansar en la blanda tierra oscura, mientras las hierbas se balancean encima de nuestra cabeza, y escuchar el silencio! No tener ni ayer ni maana. Olvidarse del tiempo y los males de la vida, quedar en paz. Usted puede ayudarme; usted puede abrirme el portal de la morada de la muerte, porque el amor le acompaa a usted siempre, y el amor es ms fuerte que la muerte.

    Virginia tembl. Un estremecimiento helado recorri todo su ser y durante unos instantes hubo un gran silencio. Parecale vivir en un sueo terrible.

    Entonces el fantasma habl de nuevo con una voz que resonaba como los suspiros del viento:

    -Ha ledo usted alguna vez la antigua profeca que hay sobre las vidrieras de la biblioteca?

    -Oh, muchas veces! -exclam la muchacha levantando los ovos-. La conozco muy bien. Est pintada con unas curiosas letras negras y se lee con dificultad. No tiene ms que estos seis versos:

    Cuando una joven rubia logre hacer brotar

    una oracin de los labios del pecador,

    cuando el almendro estril d fruto

    y un pequeo deje correr su llanto,

    entonces, toda la casa quedar tranquila

    y volver la paz a Canterville.

    Pero no s lo que significan.

    -Significan que tiene usted que llorar conmigo mis pecados, porque no tengo lgrimas, y que tiene usted que rezar conmigo por mi alma, porque no tengo fe, y entonces, si ha sido usted siempre dulce, buena y cariosa, el ngel de la muerte se compadecer de m. Ver usted seres terribles en las tinieblas y voces malignas susurrarn en sus odos, pero no podrn hacerle ningn dao, porque contra la pureza de una nia no pueden nada las potencias infernales.

    Virginia no contest y el fantasma retorcise las manos en la violencia de su desesperacin, sin dejar de mirar la rubia cabeza inclinada.

    De pronto se irgui la joven, muy plida, con un fulgor extrao en los ojos.

    -No tengo miedo -dijo con voz firme- y rogar al ngel que se apiade de usted.

    El fantasma, levantndose de su asiento y lanzando un dbil grito de alegra, tom su mano, e inclinndose sobre ella con la gracia de los viejos tiempos, la bes.

    Sus dedos estaban fros como el hielo y sus labios abrasaban como el fuego, pero Virginia no flaque; despus la hizo atravesar la estancia sombra.

    Sobre el tapiz de un verde apagado estaban bordados unos pequeos cazadores. Soplaban en sus cuernos adornados con borlas y con sus lindas manos le hacan seas de que retrocediese.

    -Vuelve sobre tus pasos, Virginia. No sigas. Vete, vete! -gritaban.

    Pero el fantasma le apretaba en aquel momento la mano con ms fuerza, y ella cerr los ojos para no verlos.

    Horribles alimaas de colas de lagarto y de ojos saltones hacan guios maliciosos en las esquinas de la chimenea, mientras le decan en voz baja:

    -Ten cuidado, Virginia, ten cuidado. Podramos no volver a verte. Pero el fantasma apresur entonces el paso y Virginia no oy nada.

  • Cuando llegaron al extremo de la estancia, el viejo se detuvo, murmurando unas palabras que ella no pudo comprender. Volvi Virginia a abrir los ojos y vio disiparse el muro lentamente, como una neblina, y abrirse una negra caverna.

    Un spero y helado viento les azot, sintiendo la muchacha que alguien tiraba de su vestido.

    -De prisa, de prisa -grit el fantasma-, o ser demasiado tarde. Y en el mismo momento el muro se cerr de nuevo detrs de ellos y el saln de tapices qued desierto.

    CAPITULO VI

    Diez minutos despus son la campana para el t y Virginia no baj. La seora Otis envi a uno de los criados a

    buscarla.

    No tard en volver diciendo que no haba podido encontrar a miss Virginia por ninguna parte.

    Como la muchacha tena la costumbre de ir todas las tardes al jardn a coger flores para la cena, la seora Otis no se preocup en lo ms mnimo. Pero sonaron las seis y Virginia no apareca. Entonces su madre se sinti seriamente intranquila y envi a sus hijos en su busca, mientras ella y su marido recorran todas las habitaciones de la casa.

    A las seis y media volvieron los muchachos diciendo que no haban encontrado huellas de su hermana por parte alguna.

    Entonces se inquietaron todos extraordinariamente y nadie saba qu hacer cuando mster Otis record de repente que pocos das antes haba permitido acampar en el parque a una tribu de gitanos.

    As pues, sali inmediatamente para Blackfell-Hollow, acompaado de su hijo mayor y de dos criados de la granja.

    El joven duque de Cheshire, completamente loco de ansiedad, rog con insistencia a mster Otis que le dejase acompaarle, mas ste se neg temiendo que pudiese surgir algn conflicto. Pero cuando lleg al sitio en cuestin vio que los gitanos se haban marchado, y era evidente que su partida haba sido precipitada, pues el fuego arda an y quedaban platos sobre la hierba.

    Despus de mandar a Washington y a los dos hombres a registrar los alrededores, se apresuraron a regresar y envi telegramas a todos los inspectores de polica del condado, rogndoles buscasen a una joven raptada por unos vagabundos o gitanos.

    Luego hizo que le trajeran su'caballo, y despus de insistir para que su mujer y sus tres hijos se senta ran a la mesa, parti con un caballerango por el camino de Ascot.

    Haba recorrido dos millas, cuando oy un galope a su espalda.

    Se volvi, viendo al joven duque que llegaba en su poney, con la cara sofocada y la cabeza descubierta.

    -Lo siento muchsimo -le dijo el joven con voz entrecortada-, pero me es imposible comer mien= tras Virginia no aparezca. Se lo ruego, no se enfade conmigo. Si nos hubiera permitido casarnos el ao pasado no habra ocurrido esto nunca. No me rechaza usted, verdad? No puedo ni quiero irme!

    El ministro no pudo menos de dirigir una sonrisa a aquel mozo guapo y atolondrado, conmovidsimo ante la abnegacin que mostraba por Virginia, e inclinndose sobre su caballo, le golpe el hombro cariosamente y le dijo:

    -Pues bien, Cecil, ya que insistes en venir, no me queda ms remedio que admitirte en mi compaa; pero, eso s, tengo que comprarte un sombrero en Ascot.

    -Al diablo los sombreros! Lo que quiero es encontrar a Virginia! -exclam el duque riendo.

    Y acto seguido galoparon hasta la estacin.

    Una vez all, mster Otis pregunt al jefe si no haban visto en el andn a una joven cuyas seas correspondiesen con las de Virginia, pero no averigu nada sobre ella. No obstante lo cual el jefe de la estacin expidi telegramas a las estaciones del trayecto, ascendentes y descendentes, y le prometi ejercer una vigilancia minuciosa.

    En seguida, despus de comprar un sombrero para el duque en una tienda de novedades que se dispona a cerrar, mster Otis cabalg hasta Bexley, pueblo situado cuatro millas ms all, y que, segn le dijeron, era muy frecuentado por los gitanos, ya que cerca de all haba una numerosa comunidad rural.

    Hicieron levantarse al guarda del lugar, pero no pudieron conseguir ningn dato de l.

    As es que, despus, de atravesar y explorar los contornos, los dos jinetes tomaron otra vez el camino de casa,

  • llegando a Canterville a eso de las once, rendidos de cansancio y con el corazn desgarrado por la inquietud. Se encontraron all con Washington y los gemelos, esperndoles a la puerta con linternas, porque la avenida estaba muy oscura.

    No se haba descubierto la menor seal de Virginia. Los gitanos fueron alcanzados en el prado de Brockley, pero no estaba la joven entre ellos. Explicaron la prisa de su marcha diciendo que haban equivocado el da que deba celebrarse la feria de Chorton y que el temor de llegar demasiado tarde les oblig a darse prisa.

    Adems parecieron desconsolados por la desaparicin de Virginia, pues estaban agradecidsimos a mster Otis por haberles permitido acampar en su parque. Cuatro de ellos se quedaron detrs para tomar parte, en las pesquisas.

    Se hizo vaciar el estanque de las carpas. Registraron la finca en todos sentidos, pero no consiguieron nada.

    Era evidente que Virginia estaba perdida, al menos por aquella noche, y fue con un aire de profundo abatmiento como entraron en casa mster Otis y los jvenes seguidos del caballerango que llevaba de las bridas los dos caballos y al poney.

    En el vestbulo se encontraron con el grupo de los criados llenos de terror.

    La pobre seora Otis estaba acostada sobre un sof de la biblioteca, casi loca de terror y de ansiedad, y is vieja ama de gobierno le humedeca la frente con agua de colonia. En seguida mster Otis inst a su esposa para que comiese algo, y dio rdenes para que se sirviese la cena. Fue una comida triste, pues casi nadie hablaba, y hasta los gemelos se vean espantados y sumisos, pues queran entraablemente a su hermana.

    Cuando terminaron, mster Otis, a pesar de los ruegos del joven duque, mand que todo el mundo se fuese a la cama diciendo que ya no poda hacerse nada ms aquella noche, y que al da siguiente telegrafiara a Scotland Yard para que pusieran inmediatamente varios detectives a su disposicin.

    Pero en el preciso momento en que salan del comedor sonaron las doce en el reloj de la torre.

    Apenas acababan de extinguirse las vibraciones de la ltima campanada cuando oyse un crujido acompaado de un grito penetrante.

    Un trueno estentreo bambole la casa; una meioda, ultraterrena, flot en el aire. Un lienzo de pared se desprendi bruscamente en lo alto de la escalera y sobre el rellano, muy plida, casi blanca, apareci Virginia llevando en la mano un cofrecillo.

    Inmediatamente todos la rodearon.

    La seora Otis la estrech apasionadamente entre sus brazos.

    El duque casi la ahog con sus besos, apasionados, y los gemelos ejecutaron una danza de guerra salvaje alrededor del grupo.

    -Por Dios, hija! Dnde estabas? -dijo mster Otis, bastante enfadado, creyendo que les haba querido dar una broma pesada-. Cecil y yo hemos recorrido toda la comarca en busca tuya, y tu madre ha estado a punto de morirse de espanto. No vuelvas a dar bromas de ese gnero a nadie.

    -Menos al fantasma, menos al fantasma! -gritaron los gemelos continuando sus brincos.

    -Hija ma querida, gracias a Dios que te hemos encontrado; ya no nos volveremos a separar -murmuraba la seora Otis besando a la muchacha, toda trmula y acariciando sus cabellos de oro, que se vean despeinados.

    -Pap -dijo dulcemente Virginia-, estaba con el fantasma. Ha muerto ya. Es preciso que vayis a verle. Fue muy malo, pero se ha arrepentido sinceramente de todo lo que haba hecho y antes de morir me ha dado esta caja de joyas. Toda la familia la contempl muda y asombrada, pero ella tena un aire muy circunspecto y muy serio. En seguida, dando media vuelta, les precedi a travs del hueco de la pared y bajaron por un corredor secreto y angosto.

    Washington les segua llevando una vela encendida que cogi de la mesa. Por fin, llegaron a una gran puerta de roble con clavos recios y oxidados.

    Virginia la toc, y entonces la puerta gir sobre sus goznes enormes y se hallaron en una habitacin estrecha y con bajo techo abovedado, y que tena una ventanita enre'ada. Junto a una gran argolla de hierro empotrada en el muro, a la cual estaba encadenado se vea un esqueleto, extendido cuan largo era sobre las losas.

    Pareca estirar sus dedos descarnados, como intentando llegar a un plato y a un cntaro, de forma antigua, colocados de tal forma que no pudiese alcanzarlos. El cntaro haba estado lleno de agua indudablemente, pues tena su interior ta-pizado de moho verde. Sobre el plato no quedaba ms que polvo.

    Virginia, arrodillada junto al esqueleto y, uniendo sus finas manos, comenz a rezar en silencio, mientras la familia contemplaba con asombro la horrible tragedia, cuyo secreto se les acababa de revelar.

  • -Oigan! -exclam de pronto uno de los gemelos, que haba ido a mirar por la ventanita, queriendo adivinar hacia qu lado del edificio caa aquella habitacin-. Oigan! El antiguo almendro, que estaba seco, ha florecido. Se ven admira-blemente las flores a la luz de la luna.

    -Dios le ha perdonado! -dijo gravemente Virginia, levantndose. Y un magnfico resplandor pareca iluminar su rostro.

    -Eres un ngel! -exclam el joven duque rodendole el cuello con el brazo y besndola.

    CAPITULO VII

    Cuatro das despus de estos curiosos sucesos, a eso de las once de la noche, sala un fnebre cortejo de Canterville

    House.

    La carroza iba arrastrada por ocho caballos negros, cada uno de los cuales llevaba adornada la cabeza con un gran penacho de plumas de avestruz, que se inclinaban como saludando.

    La caja de plomo iba cubierta con un rico pao prpura, sobre el cual estaban bordadas en oro las armas de los Canterville.

    A cada lado del carro y de les coches marchaban los criados, llevando antorchas encendidas. Toda aquella comitiva tena un aspecto grandioso e imponente.

    Lord Canterville presida el duelo; haba venido del Pas de Gales expresamente para asistir al entierro y ocupaba el primer coche con la pequea Virginia.

    Despus iban el ministro de los Estados Unidos y su esposa, y detrs Washington y los dos muchachos.

    En el ltimo coche iba la seora Umney. Todo el mundo convino en que despus de haber sido atemorizada por el fantasma por espacio de ms de cincuenta aos, tena realmente derecho a verle desaparecer para siempre.

    Cavaron una profunda fosa en un rincn del cementerio, precisamente bajo el tejo centenario, y dijo las ltimas oraciones, del modo ms solemne, el reverendo Augusto Dampier.

    Una vez terminada la ceremonia, los criados, siguiendo una an*igua costumbre establecida en la familia Canterville, apagaron sus antorchas.

    Luego, al bajar la caja a la fosa, Virginia se adelant, colocando encima de ella una gran cruz hecha con flores de almendro, blancas y rosadas.

    En aquel momento sali la luna de detrs de una nube e inund el cementerio con sus rayos de silenciosa plata, y de un bosquecillo cercano se elev el canto de un ruiseor.

    Virginia record la descripcin que le hizo el fantasma del jardn de la muerte; sus ojos se llenaron de lgrimas y apenas pronunci una palabra durante el regreso a la casa.

    A la maana siguiente, antes que lord Canterville partiese para la ciudad, la seora Otis conferenci con l respecto de las joyas entregadas por el fantasma a Virginia.

    Eran magnficas. Haba sobre todo un collar de rubes, en una antigua montura veneciana, que era un esplndido trabajo del siglo XVI, y el conjunto representaba tal cantidad que mster Otis senta grandes escrpulos en permitir a su hija el aceptarlas.

    -Milord -dijo el ministro-, s que en este pas el concepto de vanos muertas, se aplica lo mismo a los objetos menudos que a las tierras, y es evidente, evidentsimo para m, que estas joyas deben quedar en poder de usted como legado de familia. Le ruego, por lo tanto, que consienta en llevrselas a Londres, considerndolas simplemente como una parte de su herencia que le fuera restituida en circunstancias extraordinarias. En cuanto a mi hija, no es ms que una chiquilla, y hasta hoy, me complace decirlo, siente poco inters por esas futilezas de lujo superfluo. He sabido igualmente por la seora Otis, cuya autoridad no es despreciable en cosas de arte, dicho sea de paso, pues ha tenido la suerte de pasar varios inviernos en Boston cuando era una jovencita, que esas piedras preciosas tienen un gran valor monetario y que'si se pusieran en venta produciran una bonita suma. En estas circunstancias, lord Canterville, reconocer usted, indudablemente, que no puedo permitir que queden en manos de ningn miembro de mi familia. Adems de que todas esas baratijas y chucheras y todos esos jugetes, por muy apropiados y necesarios que sean a la dignidad de la aristocracia britnica, estaran fuera de lugar entre personas educadas de acuerdo con los severos principios, segn los inmortales principios, pudiera decirse, de la sencillez republicana. Quiz me atrevera a decir que Virginia tiene gran inters en que le deja usted la cajita que encierra esas joyas en recuerdo de las locuras y de los infortunios de su antepasado. Y como esa caja ya es muy vieja y, por consiguiente, deterioradsima, quiz encuentre usted razonable acoger favorablemente su deseo. En cuanto a m, confieso que me sorprende grandemente ver a uno de mis hijos

  • demostrar inters por una cosa de la Edad Media, y la nica explicacin que le encuentro es que Virginia naci en un barrio de Londres, a poco de regresar la seera Otis de una excursin a Atenas.

    Lord Canterville escuch con gran atencin y muy serio el discurso del digno ministro, atusndose de vez. en cuando su bigote gris, para ocultar una sonrisa involuntaria.

    Una vez que hubo terminado mster Otis, le estrech cordialmente la mano y contest:

    -Mi querido amigo, su encantadora hija ha prestado un servicio importantsimo a mi desgraciado antecesor, sir Simn. Mi familia y yo estamos llenos de gratitud hacia ella por su maravilloso valor y por la sangre fra que ha demostrado. Las joyas le pertenecen, sin duda alguna, y creo que si tuviese yo la suficiente insensibilidad para quitrselas, el viejo malvado saldra de su tumba al cabo de quince das para hacerme la vida infernal. En cuanto a que sean joyas de familia, no podran serlo sino despus de estar especificadas como tales en un testamento en forma legal, y la existencia de estas joyas permaneci siempre ignorada. Le aseguro que son tan mas como de su mayordomo. Cuando miss Virginia sea mayor, creo que le encantar tener cosas tan lindas para lucir. Adems, mster Otis, olvida usted que adquiri el inmueble y el fantasma bajo inventario. De modo que todo lo que pertenece al fantasma le pertenece a usted. A pesar de las pruebas de actividad que ha dado sir Simn por el corredor, no por eso deja de estar menos muerto, desde el punto de vista legal, y su compra le hace a usted dueo de lo que le perteneca a l.

    Mster Otis se qued muy preocupado ante la negativa de lord Canterville, y le rog que reflexionara nuevamente su decisin; pero el excelente par se mantuvo firme y termin por convencer -al ministro de que aceptase el regalo del fantasma.

    Cuando en la primavera de 1890 la duquesa de Cheshire fue presentada por primera vez en la recepcin de la reina, con motivo de su casamiento, sus joyas fueron tema de general comentario y admiracin. Porque Virginia fue agraciada con la diadema que se otorga como recompensa a todas las americanitas de buena conducta, y se cas con su novio en cuanto ste lleg a la mayora de edad.

    Eran ambos tan simpticos y agradables, y adems se amaban de tal manera, que no hubo quien no estuviese encantado con aquel matrimonio, menos la anciana marquesa de Dumbleton que haba hecho todo lo posible por pescar al joven duque casarle con alguna de sus siete hijas. Para conseguirlo no dio menos de tres comidas costossimas; y, cosa extraa de notarse, mster Otis en cierto modo la haba ayudado. Mster Otis senta una viva sm-pata personal por el duque, pero tericamente era enemigo de los ttulos nobiliarios y, segn sus propias palabras: era de temer que, entre las influencias enervantes de una aristocracia vida de placeres, llegase a olvidar su hija los verda-deros principios de la sencillez republicana.

    Sus observaciones quedaron olvidadas cuando avanz por la nave central de la iglesia de San Jorge, en Hanover Square, llevando a su hija, apoyada en su brazo, hacia el altar. No haba en esos momentos un padre ms orgulloso en todo el territorio de Inglaterra.

    El duque y la duquesa, pasada ya la luna de miel, regresaron a Canterville Chase; y al da siguiente de su llegada, por la tarde, fueron a dar una vuelta por el cementerio solitario del atrio de la iglesia prxima al pinar.

    Al principio, se haba tenido una serie de dificultades acerca de la inscripcin que debera figurar en la lpida de sir Simn, pero al fin se decidi grabar slo las iniciales del nombre de aquel caballero ylos versos que estaban escritos so-bre la ventana de la biblioteca. La duquesa trajo consigo un ramo de rosas precioso y lo dej sobre la tumba; y despus de permanecer unos momentos de pie, caminaron dirigindose hacia el claustro en ruinas de la vieja abada; la duquesa se sent sobre el cado pilar de una columna, mientras que su esposo, descansando a sus pies, fumaba un cigarrillo contemplando a su esposa y mirando sus bellos ojos. De pronto, tir el cigarro, le tom la mano y le dijo:

    -Virginia, una buena esposa nunca debe tener secretos para su esposo.

    -Querido Cecil! Yo no tengo secretos para ti.

    -S que los tienes -contest l sonriendo-. Nunca me has contado lo que te pas mientras estuviste encerrada con el fantasma.

    -Nunca se lo he contado a nadie, Cecil -dijo Virginia con una actitud reposada y seria.

    -Ya lo s, pero a m podras decrmelo.

    -Por favor no me preguntes, Cecil; no puedo decrtelo. Pobre sir Simn! Le debo mucho. S, no te ras, Cecil, de veras, mucho le debo. Me hizo ver lo que era la vida, y lo que significa la muerte; y por qu el amor es ms fuerte que ambas.

    El duque se levant inclinndose para besar amorosamente a su esposa.

    -Puedes guardarte tu secreto mientras pueda ser yo el dueo de tu corazn -murmur.

    -Ese siempre ha sido tuyo, Cecil.

  • -Y algn da se lo contars a nuestros hijos, no es verdad? Virginia se sonroj.

    EL GIGANTE EGOISTA

    Cada tarde, a la salida de la escuela, los nios se iban a jugar al jardn del Gigante.

    Era un jardn amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de csped verde y suave. Por aqu y por all, entre la hierba, se abran flores luminosas como estrellas, y haba doce albaricoqueros que durante la Primavera se cubran con delicadas flores color rosa y ncar, y al llegar el Otoo se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pjaros se demoraban en el ramaje de los rboles, y cantaban con tanta dulzura, que los nios dejaban de jugar para escuchar sus trinos.

    Qu felices somos aqu! se decan unos a otros.

    Pero un da el Gigante regres. Haba ido de visita donde su amigo el Ogro de Cornish, y se haba quedado con l durante los ltimos siete aos. Durante ese tiempo ya se haban dicho todo lo que se tenan que decir, pues su conversacin era limitada, y el Gigante sinti el deseo de volver a su mansin. Al llegar, lo primero que vio fue a los nios jugando en el jardn.

    Qu hacen aqu? surgi con su voz retumbante.

    Los nios escaparon corriendo en desbandada.

    Este jardn es mo. Es mi jardn propio dijo el Gigante; todo el mundo debe entender eso y no dejar que nadie se meta a jugar aqu.

    Y de inmediato, alz una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que deca:

    "ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA

    BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES".

    Era un Gigante egosta...

    Los pobres nios se quedaron sin tener donde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar en la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gust. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardn del Gigante y recordaban nostlgicamente lo que haba detrs.

    Qu dichosos ramos all! se decan unos a otros.

    Cuando la Primavera volvi, toda la comarca se pobl de pjaros y flores. Sin embargo, en el jardn del Gigante Egosta permaneca el Invierno todava. Como no haba nios, los pjaros no cantaban, y los rboles se olvidaron de florecer. Slo una vez una lindsima flor se asom entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sinti tan triste por los nios, que volvi a meterse bajo tierra y volvi a quedarse dormida.

    Los nicos que ah se sentan a gusto, eran la Nieve y la Escarcha.

    La Primavera se olvid de este jardn se dijeron, as que nos quedaremos aqu todo el resto del ao.

    La Nieve cubri la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubri de plata los rboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la temporada. Y lleg el Viento del Norte. Vena envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardn durante todo el da, desganchando las plantas y derribando las chimeneas.

    Qu lugar ms agradable! dijo. Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar con nosotros tambin.

    Y vino el Granizo tambin. Todos los das se pasaba tres horas tamborileando en los tejados de la mansin, hasta que rompi la mayor parte de las tejas. Despus se pona a dar vueltas alrededor, corriendo lo ms rpido que poda. Se vesta de gris y su aliento era como el hielo.

    No entiendo por qu la Primavera se demora tanto en llegar aqu deca el Gigante Egosta cuando se asomaba a la ventana y vea su jardn cubierto de gris y blanco, espero que pronto cambie el tiempo.

    Pero la Primavera no lleg nunca, ni tampoco el Verano. El Otoo dio frutos dorados en todos los jardines, pero al jardn del Gigante no le dio ninguno.

    Es un gigante demasiado egostadecan los frutales.

  • De esta manera, el jardn del Gigante qued para siempre sumido en el Invierno, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailoteaban lgubremente entre los rboles.

    Una maana, el Gigante estaba en la cama todava cuando oy que una msica muy hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus odos, que pens que tena que ser el rey de los elfos que pasaba por all. En realidad, era slo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero haca tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pjaro en su jardn, que le pareci escuchar la msica ms bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dej de rugir y un perfume delicioso penetr por entre las persianas abiertas.

    Qu bueno! Parece que al fin lleg la Primavera dijo el Gigante y salt de la cama para correr a la ventana.

    Y qu es lo que vio?

    Ante sus ojos haba un espectculo maravilloso. A travs de una brecha del muro haban entrado los nios, y se haban trepado a los rboles. En cada rbol haba un nio, y los rboles estaban tan felices de tenerlos nuevamente con ellos, que se haban cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pjaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y los pequeos rean. Era realmente un espectculo muy bello. Slo en un rincn el Invierno reinaba. Era el rincn ms apartado del jardn y en l se encontraba un niito. Pero era tan pequen que no lograba alcanzar a las ramas del rbol, y el nio daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando amargamente. El pobre rbol estaba todava completamente cubierto de escarcha y nieve, y el Viento del Norte soplaba y ruga sobre l, sacudindole las ramas que parecan a punto de quebrarse.

    Sube a m, niito! deca el rbol, inclinando sus ramas todo lo que poda. Pero el nio era demasiado pequeo.

    El Gigante sinti que el corazn se le derreta.

    Cun egosta he sido! exclam. Ahora s por qu la Primavera no quera venir hasta aqu. Subir a ese pobre niito al rbol y despus voy a botar el muro. Desde hoy mi jardn ser para siempre un lugar de juegos para los nios.

    Estaba de veras arrepentido por lo que haba hecho.

    Baj entonces la escalera, abri cautelosamente la puerta de la casa, y entr en el jardn. Pero en cuanto lo vieron los nios se aterrorizaron, salieron a escape y el jardn qued en Invierno otra vez. Slo aquel pequen del rincn ms alejado no escap, porque tena los ojos tan llenos de lgrimas que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acerc por detrs, lo tom gentilmente entre sus manos, y lo subi al rbol. Y el rbol floreci de repente, y los pjaros vinieron a cantar en sus ramas, y el nio abraz el cuello del Gigante y lo bes. Y los otros nios, cuando vieron que el Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la Primavera regres al jardn.

    Desde ahora el jardn ser para ustedes, hijos mos dijo el Gigante, y tomando un hacha enorme, ech abajo el muro.

    Al medioda, cuando la gente se diriga al mercado, todos pudieron ver al Gigante jugando con los nios en el jardn ms hermoso que haban visto jams.

    Estuvieron all jugando todo el da, y al llegar la noche los nios fueron a despedirse del Gigante.

    Pero, dnde est el ms pequeito? pregunt el Gigante, ese nio que sub al rbol del rincn?

    El Gigante lo quera ms que a los otros, porque el pequeo le haba dado un beso.

    No lo sabemos respondieron los nios, se march solito.

    Dganle que vuelva maana dijo el Gigante.

    Pero los nios contestaron que no saban donde viva y que nunca lo haban visto antes. Y el Gigante se qued muy triste.

    Todas las tardes al salir de la escuela los nios iban a jugar con el Gigante. Pero al ms chiquito, a ese que el Gigante ms quera, no lo volvieron a ver nunca ms. El Gigante era muy bueno con todos los nios pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de l.

    Cmo me gustara volverle a ver! repeta.

    Fueron pasando los aos, y el Gigante se puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya no poda jugar; pero, sentado en un enorme silln, miraba jugar a los nios y admiraba su jardn.

    Tengo muchas flores hermosas se deca, pero los nios son las flores ms hermosas de todas.

    Una maana de Invierno, mir por la ventana mientras se vesta. Ya no odiaba el Invierno pues saba que el Invierno era simplemente la Primavera dormida, y que las flores estaban descansando.

    Sin embargo, de pronto se restreg los ojos, maravillado y mir, mir

    Era realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el rincn ms lejano del jardn, haba un rbol cubierto por

  • completo de flores blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del rbol estaba parado el pequeito a quien tanto haba echado de menos.

    Lleno de alegra el Gigante baj corriendo las escaleras y entr en el jardn. Pero cuando lleg junto al nio su rostro enrojeci de ira, y dijo:

    Quin se ha atrevido a hacerte dao?

    Porque en la palma de las manos del nio haba huellas de clavos, y tambin haba huellas de clavos en sus pies.

    Pero, quin se atrevi a herirte? grit el Gigante. Dmelo, para tomar la espada y matarlo.

    No! respondi el nio. Estas son las heridas del Amor.

    Quin eres t, mi pequeo niito? pregunt el Gigante, y un extrao temor lo invadi, y cay de rodillas ante el pequeo.

    Entonces el nio sonri al Gigante, y le dijo:

    Una vez t me dejaste jugar en tu jardn; hoy jugars conmigo en el jardn mo, que es el Paraso.

    Y cuando los nios llegaron esa tarde encontraron al Gigante muerto debajo del rbol. Pareca dormir, y estaba entero cubierto de flores blancas.

    El Pescador y su Alma

    Todas las tardes el joven Pescador se internaba en el mar, y arrojaba sus redes al agua.Cuando el viento soplaba desde tierra, no lograba pescar nada, porque era un

    viento malvolo de alas negras, y las olas se levantaban empinndose a su encuentro. Pero en cambio, cuando soplaba el viento en direccin a la costa, los peces suban desde las verdes honduras y se metan nadando entre las mallas de la red y el joven Pescador los llevaba al mercado para venderlos.

    Todas las tardes el joven Pescador se internaba en el mar. Un da, al recoger su red, la sinti tan pesada que no poda izarla hasta la barca. Riendo, se dijo:

    -O bien he atrapado todos los peces del mar, o bien es algn monstruo torpe que asombrar a los hombres, o acaso ser algo espantoso que la gran Reina tendr deseos de contemplar.

    Haciendo uso de todas sus fuerzas fue izando la red, hasta que se le marcaron en relieve las venas de los brazos. Poco a poco fue cerrando el crculo de corchos, hasta que, por fin, apareci la red a flor de agua.

    Sin embargo no haba cogido pez alguno, ni monstruo, ni nada pavoroso; slo una sirenita que estaba profundamente dormida.

    Su cabellera pareca velln de oro, y cada cabello era como una hebra de oro fino en una copa de cristal. Su cuerpo era del color del marfil, y su cola era de plata y ncar. De plata y ncar era su cola y las verdes hierbas del mar se enredaban sobre ella; y como conchas marinas eran sus orejas, y sus labios eran como el coral. Las olas fras se estrellaban sobre sus fros senos, y la sal le resplandeca en los prpados bajos.

    Tan bella era aquella sirenita que cuando el joven Pescador la vio, se sinti sobrecogido de maravilla, alarg la mano y la atrajo hasta l; luego inclinndose sobre el borde de la barca, la tom en brazos. Pero apenas la toc, la sirenita grit como una

  • gaviota asustada, y despert, y lo mir con sus ojos de amatista llenos de terror, esforzndose en un vano intento de escapar. l la sujet poderosamente abrazada, sin dejarla escapar.

    Cuando la sirenita comprendi que no haba forma de huir se puso a llorar y dijo:-Te suplico que me dejes en libertad. Soy la hija nica de un Rey, y mi padre ya es

    viejo y vive solo.Pero el joven Pescador respondi:-No te soltar hasta que me prometas que cada vez que te llame obedecers mi

    llamada, y cantars para m. A los peces les fascina el or las canciones del pueblo del mar, y as mis redes estarn siempre llenas.

    -Juras que me soltars si te hago esa promesa? -pregunt la sirena.-Juro que te soltar -respondi el joven Pescador.Ella hizo entonces la promesa pactada, jurando con el juramento de los hijos del

    Mar. l abri los brazos y la sirenita se sumergi en el agua temblando con un extrao temblor.

    Todas las tardes el joven Pescador se internaba mar adentro, y llamaba a la sirena, y ella acuda invariablemente; sala del agua y cantaba. En torno de ella nadaban los delfines, y las gaviotas le revoloteaban sobre la cabeza.

    Cantaba una cancin maravillosa.Cantaba sobre los hijos del Mar que llevan sus rebaos de gruta en gruta,

    cargando los ternerillos al hombro; cantaba acerca de los tritones, que tienen largas barbas verdes y pechos velludos, y hacen sonar sus retorcidas caracolas cuando pasa el Rey; cantaba sobre el palacio del Rey que es todo de mbar, y su techo es de claras esmeraldas, y el pavimento est formado de resplandecientes perlas; y cantaba sobre los jardines del Mar, donde los grandes abanicos de coral se balancean todo el da, y los peces nadan alrededor como pjaros de plata, y las anmonas se cogen a las rocas y en la arena amarilla florecen con grandes corolas rojas. Cantaba de las vastas ballenas, que bajan de los mares del Norte con sus barbas cuajadas de agudos carmbanos; cantaba tambin acerca de las sirenas, que cantan tales maravillas, que los mercaderes deben taparse con cera los odos, por temor, al escucharlas, de saltar al agua y ahogarse; cantaba sobre las naves hundidas, con sus altos mstiles y sus marineros aferrados an a las jarcias, y de las caballas entrando y saliendo por los huecos abiertos en el casco; cantaba sobre las lapas diminutas, que son grandes viajeras porque a