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Reunião de textos com a voz das autoras Justa Ezpeleta e Elsie Rockwell ao discutir métodos de investigação da pesquisa educacional. Pode ser relevante para alunos de graduação em busca de desenvolver projetos de pesquisa e extensão, bem como, para pós-graduandos envolvidos em avaliação de políticas públicas e intervenções sociais aliadas à pesquisa-ação.
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2
SUMÁRIO
Entrevista a la pedagoga Justa Ezpeleta .................................................................... 3
A escola: relato de um processo inacabado de construção ........................................ 9
1. POR QUE CONSTRUIR UM OUTRO OBJETO DE CONHECIMENTO? .......... 9
2. TEORIA E EPISTEMOLOGIA PARA UMA REALIDADE NÃO
DOCUMENTADA ................................................................................................... 11
3. O ENCONTRO COM O ESTADO E O OUTRO NA ESCOLA ......................... 15
4. CONCEITOS PARA CAPTAR O “OUTRO” NA ESCOLA ............................... 21
5. PROCESSOS DE ARTICULAÇÃO ENTRE VIDA COTIDIANA E HISTÓRIA . 26
Etnografia e teoria na pesquisa educacional ............................................................. 32
1. INTRODUÇÃO ................................................................................................ 32
2. O PROBLEMA: DESCRIÇÃO E TEORIA ........................................................ 33
3. DESENVOLVIMENTO HISTÓRICO DA ETNOGRAFIA .................................. 36
4. ETNOGRAFIA E TEORIA NA PESQUISA EDUCACIONAL. PANORAMA
GERAL DA ETNOGRAFIA EDUCACIONAL .......................................................... 39
5. PARA ALÉM DO CULTURAL E DO COMUNITÁRIO NA ETNOGRAFIA ....... 44
6. UMA ALTERNATIVA TEÓRICO-METODOLÓGICA ....................................... 47
7. RELAÇÃO ENTRE ETNOGRAFIA E DESENVOLVIMENTO TEÓRICO ......... 50
Escola e classes dependentes: Uma história do cotidiano ........................................ 58
1. RELAÇÃO ESTADO-CLASSES SUBALTERNAS NA ESCOLA ..................... 58
2. CONSTRUÇÃO SOCIAL DA VIDA ESCOLAR COTIDIANA ........................... 60
3. RELAÇÃO CONSTRUÍDA ATRAVÉS DOS PROCESSOS DE CONTROLE E
APROPRIAÇÃO ..................................................................................................... 63
4. ESCOLA E CLASSES SUBALTERNAS, CONTINUIDADE FORMAL E
DESCONTINUIDADE SUBSTANTIVA ................................................................... 76
Notas sobre pesquisa participante e construção teórica ........................................... 79
3
Entrevista a la pedagoga Justa Ezpeleta
Ana Abramowski
Fotos: Luis Tenewicki
"
"
Justa Ezpeleta nació en la ciudad de
Córdoba. Estudió pedagogía y sociología en la
Universidad Nacional de Córdoba y trabajó en el
ámbito del planeamiento educativo. En los años
setenta se exilió en México, donde reside hasta hoy.
Es profesora del Departamento de Investigación
Educativa (DIE) del Centro de Investigación y de
Estudios Avanzados (CINVESTAV). En abril visitó la
Argentina, invitada por el Ministerio de Educación
de la Nación, para dictar un seminario sobre
"Propuestas de educación rural".
A lo largo de las dos últimas décadas, Justa Ezpeleta ha desarrollado una
sólida línea de investigación sobre las escuelas y los maestros. Al señalar la
importancia del cotidiano escolar y de la identidad docente, produjo una mirada
renovada sobre el quehacer de las instituciones educativas. En los últimos años fue
contratada para evaluar varios programas educativos nacionales y regionales en
México, lo que la llevó a pensar acerca de la relación entre políticas educativas y las
escuelas. Las suyas no son evaluaciones que buscan determinar la "eficacia" de un
programa en los términos clásicos, sino que tratan de pensar cómo se vinculan los
intentos de cambio del sistema con los sujetos y las instituciones concretas. Sobre
esta experiencia habla en la siguiente entrevista.
4
- A partir de su desempeño como evaluadora de programas educativos
en el ámbito de la educación primaria, ¿nos puede contar cuáles son las
características centrales de los programas que ha estudiado?
- En general, los programas que son objeto de evaluaciones suelen apuntar a
problemas del sistema educativo. Y una de las dificultades que he visto evaluando
estos programas es que, con frecuencia, vienen excesivamente armados,
reglamentados, tratando de responder con un modelo más o menos racional al
problema que quieren enfrentar. Por diversos condicionamientos, pero también por
las maneras de hacer las cosas desde la burocracia, terminan siendo modelos muy
rígidos. Y además suele entrar mucho el factor del financiamiento, en función del
cual hay que rendir cuentas sobre distintos niveles de gastos. Este es un
componente que me parece importante incorporar. Pero una cosa es incluir el
criterio, el sentido ético que esto implica; y otra cosa es burocratizarlo, formalizarlo.
Porque se rigidizan los procedimientos, las formas de encarar las distintas
realidades y se burocratizan muchas de las acciones que se proponen como
necesarias. En los programas que he evaluado veo una cosa doble: una propuesta
interesante para enfocar un problema, y un modo de implementar la propuesta que
suele traer serios inconvenientes para la realización.
- ¿En dónde radican los inconvenientes a la hora de implementar esas
políticas educativas?
- Creo que la implementación es un momento clave de cualquier política de
cambio, y en particular de la política educativa. Y hay una tendencia a darle poca
imimportancia. Por implementación entiendo las formas a construir para acilitar que
las cosas se hagan. Lo que he estado viendo es que, normalmente, estos programas
insisten mucho en los aspectos referidos a aquello que se quiere lograr, al "deber
ser", y se atiende mucho menos al cómo hacerlo. Cuando se quieren implementar
programas en los que están implicados cambios de planes de estudio, etcétera -que
son en realidad cambios de concepción relativos a cómo los maestros piensan- , me
5
parece que existe casi siempre la tentación de responder a eso con las estructuras
habituales para bajar prescripciones a los maestros.
- ¿Cómo se hace para no quedarse en la mera prescripción y poder
pasar al momento del acompañamiento?
- Por ejemplo, estoy pensando con qué equipos técnicos se realiza el
acompañamiento de estos procesos. Tanto en la Argentina como en México, existen
regiones donde hay equipos técnicos y regiones donde no los hay, o donde los
equipos técnicos no disponen de la capacidad profesional necesaria para sustentar
el proceso que se quiere motorizar en los maestros. Entonces, el problema de
disponer de equipos técnicos, o de su capacidad técnico-pedagógica, es un eslabón
muy decisorio en la posibilidad de acompañar el proceso de los maestros.
También creo que desde las estructuras clásicas de los Ministerios de
Educación se pensaba poco en acompañar, se pensaba más bien en bajar línea, en
orientar hacia dónde caminar. Lo cual no me parece mal, pero no debe ser lo
exclusivo de una propuesta de cambio. Desde las estructuras que motorizan estos
programas se encuentra con frecuentemente la creencia implícita de que solo
insistiendo en el nuevo discurso se va a lograr que el cambio empiece a tener algún
espacio.
En los últimos años, por ejemplo, en muchos países de América Latina, se ha
insistido muchísimo con la autonomía del maestro, de la escuela, con la capacidad
de tomar decisiones, etcétera, dentro de estructuras escolares donde los maestros y
las maestras o los directores no tienen muchas posibilidades de tomar decisiones. Y
no las tienen por la estructuración de sus trabajos, de los controles, y por la
estructuración de la propia administración. Entonces me parece que ahí hace falta
buscar un equilibrio entre el punto de partida, las metas que se proponen y, sobre
todo, el acompañamiento para caminar hacia las nuevas metas a partir de lo que
somos y de lo que tenemos. Todo esto entra dentro de lo que yo llamo las políticas
de implementación que, insisto, es un momento de la política, tan importante como
el momento de la formulación de la nueva política, y que pienso que ha sido objeto
de poca atención.
6
- Usted ha hablado de propuestas de cambio. ¿Cuál es la concepción de
cambio social y educativo subyacente a los programas que ha evaluado?
¿Cómo piensa usted el cambio educativo?
- En los programas que he evaluado me parece que hay un notable desfase
de tiempos en el control de los procesos de reaprendizaje que hay que hacer en las
escuelas para que estas puedan funcionar de otro modo. Que los maestros deban
reaprender y, para ello, desaprender prácticas y concepciones en las que se han
formado -en una institución que no cuestionaba estas formas de hacer sino que más
bien las orientaba-, es un proceso que necesita mucho tiempo y, a la vez, mucho
acompañamiento. También necesita generación de condiciones para que empiecen
a rearticularse diferentes modos del hacer cotidiano.
Entonces pienso que, cuando se lanza un programa y se espera que al año
no solo el proceso esté en marcha sino que además haya resultados reflejados en
aprendizajes de los estudiantes, se trata de un despropósito o de un
desconocimiento serio de lo que son los procesos escolares. Sabemos que se
pueden implementar muy buenas capacitaciones teóricas para los maestros, pero
también sabemos que esto no significa que al día siguiente el maestro va a cambiar
7
sus formas de hacer habituales, sedimentadas, probadas en años de práctica. La
propuesta de cambio escolar que le exige al maestro revisar las relaciones con sus
colegas, cuando por ejemplo le piden trabajo colectivo, es un replanteo profundo de
relaciones profesionales y sociales al interior de la escuela. Entonces, construir otras
formas de diálogos profesionales entre los maestros supone una cierta manera de
instalar el problema de modo que la gente le encuentre sentido. A veces precisa
también, rever las reglas de poder que están sosteniendo las formas de relación
vigentes. Este es un asunto un tanto complejo porque, que logremos que haya un
colectivo de maestros discutiendo cada quince días alguna cosa sobre el proyecto
escolar, no necesariamente se va a ver reflejado, al cabo de uno o dos años
escolares, en los resultados de aprendizaje de los estudiantes.
El cambio en la escuela es un proceso que afecta las prácticas de las
personas, que son prácticas sociales en el marco de instituciones, que afecta a las
prácticas de gobierno sobre la escuela. Es decir, que afecta a aspectos sustantivos
de la propia organización de esa institución. Por lo tanto, hay que esperar que esos
parámetros se rearticulen con cierta lentitud. Si se tiene presente que esta
rearticulación es lenta, quizás se puedan acompañar mejor esos procesos, en lugar
de estar exigiendo metas que son excesivas para el corto plazo. Porque en la
medida en que se está poniendo como expectativa que estas metas pueden lograrse
en poco tiempo, en realidad se está alimentando el descreimiento de la gente acerca
de la posibilidad que tiene esa meta de realizarse. Los reformadores suelen estar
imbuidos de un sentido de la urgencia un tanto exagerado, y me parece que si se
enfoca el asunto desde la perspectiva de los procesos de implementación se pueden
aprender muchas cosas que dicen las propias realidades que se están queriendo
cambiar.
- Con relación a ese descreimiento de los actores, ¿qué les diría a los
directores y docentes de las escuelas que reciben los programas? ¿Cuál es la
mejor manera de apropiarse de ellos, de hacer que sean parte de la trama que
sostiene la vida institucional?
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- Les podría decir que seleccionen lo que les hace sentido en función de la
realidad que tienen. A veces la realidad suele servir como pretexto para decir "esto
no funciona". Pero pensemos en la gente que con compromiso sabe que tiene una
realidad difícil pero responde a la altura de sus obligaciones profesionales. Yo creo
que cuando las estructuras sobrepasan la capacidad de hacer de una escuela,
necesariamente hay que seleccionar y trabajar a partir de lo que allí interesa. No
todas las escuelas presentan la misma base como punto de partida, o la misma
jerarquización de problemas. Entonces me parece que tiene mucho sentido el
criterio de quien conduce la escuela para seleccionar, motorizar, incorporar
elementos que los programas no prevén, suprimir elementos que los programas
prevén pero que en su ambiente de trabajo no son viables. Tener conciencia del
lugar donde se está parado y valorar los elementos que aportan y los que
condicionan. Hay cosas que es imposible prever desde el nivel Nación o desde el
nivel provincia y que un director tiene claras en función de lo que le plantea su medio
inmediato. Me parece que sería importante que los directivos aprendieran a pelear o
construir sus espacios de decisión dándoles la relevancia que tienen a los
componentes locales que ellos están manejando.
- ¿Y qué les diría a los Ministerios de Educación?
- Como decía antes, creo que no se trata solo de insistir en el nuevo discurso
sino de saber quién es tu interlocutor y desde qué situación concreta está partiendo.
Es fundamental saber cómo se encuentran los maestros, actores principales y
decisivos, y cómo se encuentran las estructuras de la organización escolar y de la
administración educativa para posibilitar que esto que se está proponiendo como
dirección pedagógica sea posible.
9
A escola: relato de um processo inacabado de construção
Elsie Rockwell
Justa Ezpeleta
Centro de Investigación y de Estúdios Avanzados
Instituto Politécnico Nacional México, México
1. POR QUE CONSTRUIR UM OUTRO OBJETO DE CONHECIMENTO?
A necessidade de relatar o processo de nossa pesquisa levou-nos a
diferentes momentos do passado nos quais esteve em gestação a inquietação pelo
estudo da escola. Podemos mencionar numerosos momentos em que constatamos
que a escola que pressupúnhamos não era assim. Momentos de perplexidade diante
da resistência das escolas na assimilação dos programas educacionais de que
participávamos. Momentos repetidos em que o anedótico revelava bem mais a vida
da escola do que o sistemático. Momentos em que se tornava palpável a intenção
política por trás dos discursos técnicos sobre a escola. Momentos e situações que
alimentavam a insatisfação com as formas usuais de falar da prática escolar.
A busca teórica que acompanhou esses momentos – nas disciplinas que
tratam da escola – também acarretou dúvidas. A escola se apresentava para elas
como uma hipótese de trabalho ou ainda como um objeto dedutível da própria teoria.
A realidade escolar não ocupava o centro desta produção teórica. Subordinada ou
fragmentada, ela se constituía muito mais num referencial para a construção de
outros objetos. Estes e outros momentos alimentaram o interesse voltado ao
conhecimento da escola de outro modo.
O intricado conceitual existente para observar a escola, para abordá-la como
unidade do sistema escolar, servia normalmente para comunicar o que nela não
existia, para elencar suas deficiências e carências. A parte da teoria social que
deveria dar conta da escola, caso seja certo que se trate de uma instituição, não
parecia superar a dicotomia do normal e do patológico. Ao contrário, começava a se
nos impor uma realidade como “positividade”, não no bom sentido, mas
simplesmente no sentido do existente1.
1 A maior parte dos estudos sobre escolas, realizados no México, tem a tendência de descrevê-la em
termos negativos. Dizem o que não há nelas ou o que não corresponde ao modelo análise adotado. A intenção de ver a escola em si mesma, contudo, marcou o início de nossa pesquisa e vem expressa
10
Encontramos sinais desta mesma inquietação em vários lugares, entre
colegas preocupados com o peso decisivo atribuído às mudanças curriculares ou à
formação docente em alguns ensaios antropológicos, em livros escritos por
professores ou alunos sobre sua realidade escolar.
Contudo, as primeiras pistas conceituais de como abordar a escola provinham
muito mais de domínios estranhos à realidade educacional. A teoria referente à
escola, por motivos que deveriam ser investigados, parecia separá-la do resto da
ordem social e aprisioná-la numa cela conceitual que se tornara “senso comum”
desde o século XVII. Mesmo depois de várias décadas de sociologia e antropologia
da educação, a escola parecia ter escapado do questionamento e da construção
teórica que a resgataram deste “senso comum” e tornaram objeto de conhecimento.
Por outro lado, encontramos estudos sobre outros temas como o folclore, a
história popular, a vida cotidiana, a política, que questionavam os conceitos
dominantes e sugeriam-nos formas novas de abordar a escola. Primeiro, a leitura de
Gramsci e, depois, a de A. Heller ofereciam caminhos teóricos fecundos para
introduzir-nos, a partir de outra perspectiva, no conhecimento da escola. Em nossas
preocupações, contraíramos um parentesco com autores que recolocavam a mesma
atividade sociológica, antropológica ou histórica ao definirem novos objetos de
estudo2. Eles nos confirmavam a relevância de estudar realidades concretas imersas
em histórias nacionais e regionais.
A partir desta perspectiva, a escola não é seguramente a mesma em todo o
mundo capitalista, nem sequer nos países da América Latina. Pois. Mesmo que se
possa extrair leis e estruturas gerais do capitalismo, “a escola se realiza num mundo
profundamente diverso e diferenciado”. Por isso, “tratar de mostrar e de mudar sua
realidade multiforme exige que se abandone qualquer pretensão de unificá-lo de
maneira abstrata e formal e que se abra a uma perspectiva micrológica e
fragmentária.” Nisso se fundamenta “[...] a possibilidade de prática transformadora”
também nos trabalho de alguns colegas, como Alfredo Furlan e Eduardo Remedi, que fazem a recolocação da atividade educacional. 2 Referências recentes e importantes foram, por exemplo, o trabalho de Carlos Monsivais sobre a
cultura urbana (Monsivais, 1981, p.33); as perspectivas históricas de Raymond Williams (1983) e de P. Thompson (1977), e a reflexão sobre modos de conhecimento à margem dos paradigmas da “razão”, compilado por Aldo Gardani (1983). Apesar de tudo, a corrente latino-americana de releitura dos clássicos marxistas (por exemplo, Aricó, 1982), que guiou a busca de um repensar em e para a realidade da América Latina, desempenhou um papel preponderante na compreensão da importância da construção histórica e do estudo do peculiar.
11
(Aricó, 1982, p. 241). Por outro lado, isso nos confirma também a necessidade de
olhar com particular interesse o movimento social a partir de situações e dos sujeitos
que realizam anonimamente a história.
Deste tipo de subsídios teóricos, ainda distantes da realidade educacional,
tomamos a ideia da construção social da escola. Pensamos que a construção de
cada escola, mesmo imersa num movimento histórico de amplo alcance, é sempre
uma aversão local e particular neste movimento. Cada um de nossos países
mostra uma forma diferente de expansão de seu sistema público de escola, a
qual se liga ao caráter das lutas sociais, a projetos políticos identificáveis, ao
tipo de “modernização” que cada Estado propôs para o sistema educacional
dentro de precisas conjunturas históricas. As diferenças regionais, as
organizações sociais e sindicais, os professores e suas reivindicações, as
diferenças étnicas e o peso relativo da Igreja marcam a origem e a vida de cada
escola. A partir daí, dessa expressão local, tomam forma internamente as
correlações de forças, as formas de relação predominantes, as prioridades
administrativas, as condições trabalhistas, as tradições docentes, que
constituem a trama real em que se realiza a educação. É uma trama em
permanente construção que articula histórias locais – pessoais e coletivas –,
diante das quais a vontade estatal abstrata pode ser assumida ou ignorada,
mascarada ou recriada, em particular abrindo espaços variáveis a uma maior
ou menor possibilidade hegemônica. Uma trama, finalmente, que é preciso
conhecer, porque constitui, simultaneamente, o ponto de partida e o conteúdo real
de novas alternativas tanto pedagógicas quanto políticas.
2. TEORIA E EPISTEMOLOGIA PARA UMA REALIDADE NÃO
DOCUMENTADA
Construir um objeto de estudo é um problema fundamentalmente teórico. Não
é supérfluo destacar este fato num terreno como o educacional, onde as
insuficiências explicativas ou as premências da ação têm gerado frequentemente
alternativas empiristas, no sentido de que desconhecem o inevitável pano de fundo
conceitual de toda análise da realidade escolar. Nossa valorização do trabalho
teórico surge, sem dúvida, das necessidades da prática e corresponde a uma
12
intencionalidade política e educacional. Como conhecer, sem teoria apropriada, os
espaços e as formas concretas, conjunturais, nos quais projetar as ações? Como
identificar os processos reais onde o trabalho político e técnico tem maiores
possibilidades de tornar-se fecundo? Questionar e transformar os conceitos e
práticas vigentes na educação requer ainda muita construção teórica.
A escola é, na teoria tradicional, uma instituição ou um aparelho do Estado.
Tanto na versão positivista (Durkheim), como nas versões críticas (Althusser,
Bourdieu), sua pertença ao Estado transforma-a automaticamente em representante
unívoca da vontade estatal. A escola tem uma história documentada, geralmente
escrita a partir do poder estatal, a qual destaca sua existência homogênea. Nesta
interpretação, a escola é difusora de um sistema de valores universais ou
dominantes que transmite sem modificação. Na versão positivista, a escola, além de
conseguir a inculcação dos valores e normas comuns à sociedade, consegue
também a realização dos direitos civis e da justiça social. As versões críticas da
escola, baseando-se na própria história documentada, demonstram por sua vez seu
caráter reprodutor da ideologia dominante e das relações sociais de produção.
Sustentam estas versões, com valoração oposta, o conceito de escola
homogeneizante, cuja determinação fundamental é estatal e estrutural.
Coexiste, contudo, com esta história e existência documentada, outra história
e existência, não documentada, através da qual a escola toma forma material, ganha
vida. Nesta história, a determinação e a presença estatal se entrecruzam com as
determinações e presenças civis de variadas características. A homogeneidade
documentada decompõe-se em múltiplas realidades cotidianas. Nesta história não-
documentada, nesta dimensão cotidiana, os trabalhadores, os alunos e os pais se
apropriam dos subsídios e das prescrições estatais e constroem a escola.
A partir desta história não-documentada, a versão documentada torna-se
parcial e produz certo efeito ocultador do movimento real. A tradição positivista, por
exemplo, ensinou-nos a ver na escola, em seu interior, o pedagógico, e fora dela –
nas causas, efeitos ou resultados da escolaridade – o político. As análises
reproducionistas incorporam a “transmissão ideológica” ao jogo pedagógico, mas
continuam a não dar lugar ao político dentro da escola, uma vez que “o político” só
corresponde a outras instâncias, dentro da divisão tópica da sociedade. A realidade
13
escolar, sem dúvida, exige que se considerem as dimensões políticas entre aquelas
que a constituem.
Como reconstruir, porém esta história não-documentada da escola? Sem
dúvida, a historiografia oferece variadas formas de recuperá-la, a partir de novas
análises de velhos documentos até a busca na história oral e na memória coletiva
(Ginzburg, 1976). Optamos por outra abordagem: analisar a existência cotidiana
atual da escola como história acumulada e buscar, no presente, os elementos
estatais e civis com os quais a escola se construiu. O conhecer desta realidade
cotidiana apresenta, sem dúvida, diversos problemas teóricos. Como integrar na
teoria o caráter inevitavelmente heterogêneo do cotidiano? Como construir
categorias que liguem a historicidade do cotidiano com a história do movimento
social?
O propósito de compreender o cotidiano como momento do movimento social,
implica o confronto com o manejo das grandes categorias sociais: classes, Estado,
sociedade civil etc. Não se trata, contudo, de analisar o cotidiano como “situação”
cuja explicação se esgote em si mesma; nem de lhe assinalar um caráter
exemplificador, de dado, com referência a alguma configuração estrutural. Na busca
teórica que apoia esta construção, a unicidade da realidade em estudo coloca o
desafio de aprender analiticamente o que a vida cotidiana reúne. Assim, importa
evitar a transferência mecânica daqueles conceitos que, embora tendo uma tradição
consagrada nas ciências sociais, foram elaborados e definidos como objetos de
estudo pertencentes a outro nível. O trabalho teórico exige, para dar conta da
unicidade da vida cotidiana, tanto um uso peculiar daquelas categorias como a
construção de novas categorias pertinentes ao nível com que nos ocupamos.
A dicotomia Estado-sociedade civil, por exemplo, assume outras formas neste
nível. Aqui, já não é relevante situar funções da instituição escola dentro do Estado
ou da sociedade civil. Ao contrário, o que importa é buscar a presença estatal e civil
na realidade cotidiana da escola. Na trama peculiar que daí resulta, a escola pode
tomar variados sentidos de acordo com determinadas conjunturas em nível nacional
ou local.
14
Estas outras preocupações nos levam a buscar a adequação das opções
metodológicas aos problemas definidos, ou seja, conduzem a uma reflexão
epistemológica que necessariamente acompanha a construção teórica.
Diversas formas de racionalismo têm chamado a atenção para o perigo
de se perder na variedade e heterogeneidade infinita do individual, do
cotidiano, do conjuntural. Com isto, tendem a relegar ao campo do “não-
investigável” uma boa parte da realidade social, justamente esta que coincide
com o não-documentado. O propósito de conhecer esta realidade costuma
classificar-se de “empirismo” e “historicismo”, a partir de perspectivas que
dicotomizam o real em essência-aparência, estrutura-acontecimento, ordem-
acaso.
Historicamente, contudo, as fronteiras precisas das divisões dicotômicas da
realidade em cognoscível e incognoscível modificaram-se juntamente com o
processo de construção teórica. Mesmo na ciência social “paradigmática”, a
linguística, a dicotomia (língua-fala) cedeu lugar à rica elaboração de conceitos que
apreendem outros níveis e conteúdos dos processos de comunicação e significação.
A revalorização do conhecimento histórico e da análise conjuntural, a integração da
análise das peculiaridades nacionais na determinação do movimento político etc.
são outros sinais, convergentes, da paulatina incorporação consciente do
cognoscível à reflexão teórica.
Esta relação entre o desenvolvimento teórico e a aproximação de realidades
desconhecidas esteve presente em nosso processo de pesquisa. Deste modo, a
reflexão teórica inicial orientou a observação para episódios cotidianos
aparentemente inconsequentes, para a realidade não-documentada. Ao mesmo
tempo, a explicitação e reconstrução das relações peculiares e imprevistas desta
realidade possibilitaram a elaboração de categorias e a precisão de conceitos
necessários a uma conceituação alternativa da escola.
15
3. O ENCONTRO COM O ESTADO E O OUTRO NA ESCOLA
Em nossa experiência, a construção como processo e a construção como
produto estão unidas. Por isso, optamos por mostrar, na medida do possível, sua
imbricação. Observação e análise, dentro da tradição de pesquisa em que nos
inscrevemos – depois de muitos acertos de contas3 – caminham inter-
relacionadamente com a reflexão e o debate teórico. O inventário deste processo
pretende mostrar as limitações das categorias tradicionais na observação da escola
e a necessidade de buscar outras conceituações4.
Chegar às escolas que vão ser observadas e registrar o que se observa
supõe múltiplas tensões para o pesquisador. Mesmo quando a preparação prévia
tenha colocado em dúvida os preconceitos e estejam claros os problemas teóricos
que demarcam a busca, impõe-se, de todos os modos, uma vigilância permanente.
Deduz-se também das abrangentes perguntas iniciais uma ampla e inquietante
determinação para o registro da informação de campo: registrar “tudo” o que se vê.
Não é fácil. Sabíamos de antemão que registrar “tudo” não seria possível, mas nos
propúnhamos com isso ampliar a margem de nossa visão, alargando os limites da
seleção. Tratava-se de desafiar a atenção, sabendo que ela não é autônoma.
Tínhamos consciência de que as situações “possíveis de merecer mais atenção” do
observador são aquelas que para ele podem conter uma significação imediata e, ao
mesmo tempo, que este tipo de significação poderia operar de modo interferente na
obtenção da informação que buscávamos. Conseguir registros, nos quais se
assinale por igual o significativo e o não evidentemente significativo, precisou de
todo um aprendizado. Este foi um dos pontos de vigilância coletiva no trabalho de
campo.
O que seria, porém, o aparentemente significativo que se impõe como “o mais
visível”? Na reflexão consciente sobre este processo, achamos que a observação
inicial se orientava por noções variadas do “senso comum” sobre a escola, por
3 Trata-se da tradição etnográfica, cuja essência identificamos como “documentar a realidade não-
documentada. Temos analisado e discutido suas possibilidades para a captação do cotidiano e cremos haver invertido sua perspectiva colonialista, apropriando-nos de seus instrumentos para “olhar de baixo para cima”. Esta tradição de pesquisa, quando não se arroga pretensões ateóricas ou não se situa dentro de sua vertente empirista, permite integrar ao processo de pesquisa o necessário desenvolvimento conceitual (E. Rockwell, 1980). 4 Torna-se difícil relatar o processo sem incorporar os numerosos referenciais concretos que temos
presente quando anunciamos nossas propostas. Só a falta de tempo e de espaço explica esta falta de menção do material de campo.
16
conceituações pedagógicas e sociológicas recebidas e pela ordenação formal do
sistema escolar, expressos em categorias que apresentavam uma estreita relação
entre si.
Senso comum e pedagogia alimentavam sistematicamente uma atitude
valorativa na observação da escola. Apesar das preocupações, tudo isso entra em
jogo quando se chega a observar a escola. E aqui começa a investida das
expectativas: espera-se uma certa ordem, uma certa disciplina, alguma regularidade
nas ações. Estabelecem-se parâmetros, os mais variados, para identificar, num
diagnóstico rápido, o “bom professor”, “o aluno terrível”. Ou ainda isolam-se de
repente os indícios de uma relação autoritária, de um ritual com carga ideológica. Se
o observador não pretende meramente confirmar o que já pressupunha a respeito da
escola, ele se espanta quando se depara com situações inexplicáveis por si
mesmas, sem relação possível com o que espera que aconteça. A alta frequência e
diversidade destas situações ajudam a convencê-lo de que sabe bem pouco sobre a
vida da escola.
O estímulo para compreender, no própria ato de observar a escola, associa
ao senso comum as categorias da ciência social e as do próprio sistema
educacional. Apela-se para a ideia de “instituição” a fim de encontrar parâmetros e
modelos, localizar hierarquias, identificar as normas que regem a organização
escolar e o comportamento individual. Procuram-se as funções que o conhecimento
prévio permite antecipar: a escola é vista ora com integrada, ora como seletiva, ora
como reprodutora, sem que nenhum destes conceitos permita apreender tudo o que
ocorre aí no dia-a-dia. Aqui também a confusão atinge: funções, normas, hierarquias
vão e vêm, aparecem e desaparecem em relação a situações inconcebíveis nestas
dimensões.
Chegando a este ponto, a tentação e a resposta de muitos é a de qualificar
tudo como “caos”, anomia e dissolução de tudo o que é institucional. De novo, é o
fracasso da significação imediata. Novamente, aparece-nos a convicção de que é
preciso ampliar a visão e desconfiar das categorias tradicionais.
Um trabalho permanente de análise de registros, de ida e vinda entre os
dados de campo e o esforço compreensivo, sustenta o avanço progressivo na
superação dos sentidos “evidentes” das situações. Quando o “não-significativo” se
17
transforma em indício, em pista possível daquilo que buscamos, os registros
começam a documentar, com maior precisão, a aparente dispersão da vida escolar.
A análise proposta permite identificar e relacionar estes indícios e a partir daí
orientar as novas observações. Em algumas ocasiões, estas pistas se diluem logo
que se começa a segui-las. Frequentemente, porém, cada uma delas abre
encadeamento que nos conduzem à trama que queremos reconstruir. E, então,
continua a busca reiterada de redes e recorrências, o confronto de versões
alternativas, a explicação de eventos que, mesmo quando esporádicos, revelam
forças e conflitos pouco visíveis em sua rotina diária. Todo esse processo amplia
nossa capacidade de ver e prever o que ocorre na escola.
No começo do trabalho, acreditávamos (e ainda acreditamos, às vezes) que
estudaríamos a instituição escola. Agora, o termo e o conceito “instituição” parecem-
nos estreitos e nos confrontam com a necessidade de reconceitualizar ou de
inventar um outro termo que dê conta deste setor do real, cuja apreensão ainda não
concluímos. A tentativa de entender a escola como positividade, em seu existir
cotidiano, conduz ao questionamento daquelas conceituações para as quais esta
existência é teoricamente sem significado. A partir destes referenciais, o cotidiano se
identifica com o mundo do acaso ou é considerado como mera aparência múltipla de
um discurso ideológico e unívoco.
Pensamos a amiúde que o desenvolvimento das ciências sociais, como braço
intelectual da nascente ordem burguesa, marcou indelevelmente seus modos de
olhar para a realidade. A preocupação positivista com a compreensão da nova
“ordem” da sociedade, com a implantação e conservação de um novo equilíbrio e a
consequente necessidade de detectar os pontos de “negação” (anomia, desvio etc.)
estão presentes nas categorias que herdamos desta ciência social.
O positivismo inaugurou também uma história de fatos progressivos, que
apagou a memória social. Impôs o presente como a dimensão do tempo, implantou
o futuro como a medida do progresso, recuperou apenas o “instrumental” do
passado e ignorou a memória coletiva e a história viva que os povos produzem.
Tempo e espaço do poder congelaram esta história. A atemporalidade e a a-
historicidade das categorias herdadas desta ciência não dão resultados funestos se
recordamos suas origens.
18
A frequente superposição de numerosas categorias da ciência social com
aquelas próprias da burocracia estatal evoca a confluência de saber e poder,
inclusive podendo sugerir que o objeto de estudo já tenha sido construído. Os
conceitos clássicos acerca de instituição, especialmente de instituição
educacional, enfatizam os fins, os objetivos e a organização hierárquica.
Atendem à legalidade e normalização regulamentar como padrões do
comportamento dos atores e como referenciais de controle e avaliação. Estes
conceitos são o pano de fundo implícito e comum tanto ao planejamento como
a um grande número de pesquisas educacionais. Estas não encontram
dificuldade alguma em transformar a classificação oficial de escolas, professores e
alunos em seus padrões de amostragem, tomando como “dados” a informação que
o sistema recolhe através de seus próprios mecanismos e categorias ou aceitando
como parâmetros de avaliação os que o sistema propõe. A continuidade entre
âmbito da pesquisa e o da burocracia moderniza-se através das modalidades da
“análise de sistemas” e da “prospectiva”, sem o questionamento da estrutura básica
de sua conceituação de escola.
Na vida escolar do dia-a-dia, aparecem de fato estas categorias comuns à
ciência e à administração5. Mas isso se dá em determinados momentos como
reflexos estáticos deste movimento permanente que é a escola. Elas se acham
solidamente ligadas à linguagem escrita, alimentando a história documentada. Nos
pedidos frequentes de informação que o sistema faz ao diretor e aos professores,
estas categorias captam oi fluxo escolar de modo empobrecido. A incompatibilidade
entre as categorias normativas, presentes nesses pedidos, e a organização real da
escola costuma obrigar aos que prestam tais informações a “ajustar” os dados. E, de
novo, aparecem as mesmas categorias nas entrevistas iniciais com os diretores e no
discurso mais formal dos professores, que supõem que o nosso interesse em saber
algo da escola guia-se pelas mesmas questões.
5 Pensamos nas categorias relacionadas com a demanda e a oferta da educação e com os insumos e
produtos do sistema escolar, por exemplo, que se traduzem na unidade escolar através das estatísticas de matrícula, evasão, aprovação, número de salas, professores, livros e em dados sobre o crescimento físico e populacional da escola. A partir da administração, os “professores” que sucedem na escola costumam ser captado através da análise dos programas ou dos resultados em textos padronizados, ambos instrumentos igualmente alheios ao ensino e à aprendizagem real que se dá em toda escola.
19
Estas categorias, sem dúvida, têm também efeitos reais. Seu papel regulador
faz com que sejam potencialmente significativas na escola. A aprovação e
reprovação determinam o destino dos alunos. O apelo ao programa curricular para
legitimar a atividade docente, ao calendário oficial para defender o repouso, às
obrigações dos pais para conseguir colaborações incide também sobre a realidade
escolar. As categorias organizacionais e normativas aparecem e estão em jogo
na escola. Mas a vida escolar, a partir delas, nem pode ser vista nem abrangida
como um todo. A abstração e a parcialidade das mesmas constituem a medida
precisa dos limites daquele senso comum que o sistema escolar produz a respeito
de sua própria realidade.
Os problemas conceituais aparecem a partir do momento mesmo em que se
pretende delimitar a unidade escolar a fim de orientar a observação. Aos poucos
desaparece o referencial dado pelo sistema escolar. Os limites administrativos e
institucionais de cada escola tornam-se difusos – ao nível da existência diária – e a
realidade escolar se interpenetra na realidade social e política circundante. É
impossível, por exemplo, explorar as formas de negociar a imprescindível ajuda dos
pais na manutenção da escola sem atingir o substrato da organização social e
política local. É impossível também compreender o que acontece numa sala de aula
sem o referencial da cultura imediata. Neste caso, as categorias tópicas da
sociologia nos são inúteis para “focalizar” a observação, precisamente porque só é
possível destacar a escola de sua ambiência social após um árduo processo
analítico. Daí é que se compreende que o conteúdo histórico presente em seu
contexto é também constitutivo da escola. A continuidade no tempo e a
permeabilidade através da ambiência social limitam o poder decisório do Estado
com relação à realidade de cada escola.
O problema se recoloca com a consciência desta ruptura, deixando-se de
procurar a pertença da escola à esfera estatal para se tentar muito mais reconstruir
as formas e as forças precisas que o Estado desenvolve dentro da escola. O Estado,
presente através de formas – como as políticas – que não proclama em seu
discurso, e ausente depois naquelas situações – como no ensino – nas quais afirma
unidade e controle, aparece e se oculta na escola, de modo imprevisto, a partir das
análises estruturais.
20
É verdade que o Estado, numa medida mínima, mas bem equilibrada diante
do custo social e político que a não-realização provocaria, tem oferecido educação
primária á maioria da população infantil. Para isso, mantém os professores como
trabalhadores assalariados, financia em parte as instalações escolares e adota
textos únicos e gratuitos para todas as crianças. Dá um certificado de aprendizagem,
obtido em seis anos de escolaridade, sem muito controle de sua qualidade. Estes
elementos materiais são a garantia de uma matriz comum a todas as escolas do
país. Normas, prescrições, livros, documentos e organização formal unificados
enquadram a proposta uniforme da educação estatal. Sobre este fundo o próprio
Estado produz ações diferenciadas de região para região, de uma escola para outra,
as quais podem diminuir a demanda efetiva. Institucionaliza a evasão precoce.
Discrimina certos subsistemas quanto ao apoio material. “Adapta” a educação de
acordo com a capacidade de aceitação do “meio”. Relativiza, de acordo com sua
estimativa da participação comunitária e privada, sua própria obrigação
constitucional de prover educação básica, laica, universal e gratuita.
É outra visão que se tem do Estado quando visto a partir da escola, “de baixo
para cima”, até as instâncias cujo nível hierárquico assegura sua ascendência e
poder sobre os professores da base. A supervisão administrativa, a orientação
técnica, a gestão sindical oficial6 apresentam aspectos só visíveis a partir de sua
incidência na escola. Abre-se uma rede de caminhos burocráticos, com seus pontos
de ameaça ou coerção, através dos quais professores e pais têm que transitar para
poder assegurar a continuidade e a própria vida da escola. Filtrada através de tudo
isso, encontra-se como constante implícita a presença política do Estado na escola.
Ao observar a burocracia estatal, constatamos aqui que as categorias
oficiais e a documentação acessível levam-nos a determinados pontos,
inócuos às vezes. O que acontece fora dos limites dos regimentos, fora da sala
de aula, fora das reuniões, fora da visita rotineira do supervisor, indica os
verdadeiros assuntos e jogo, os conteúdos ocultos às prescrições e
procedimentos administrativos e técnicos. A força das categorias “naturais”
que situam, desagregam ou hierarquizam o magistério carrega um pano de
6 No México, a Associação Sindical dos Professores (SNTE) é controlada pelo Estado, dependendo
da maior ou menor coincidência conjuntural. A dissidência, por outro lado, é incipiente e sua ação é sistematicamente cerceada pelo poder do sindicato oficial.
21
fundo coercitivo exercido sobre seus interesses pessoais e profissionais e
tende a assegurar muito mais o controle político do que regular a
racionalidade do trabalho.
Nem sempre é possível demarcar com precisão o estatal e o civil na escola. A
presença e a ação estatal efetiva na construção da escola continua a sedimentar-se.
A superposição de estilos reguladores da construção escolar, bem como dos
programas e conteúdos do ensino, ou as sucessivas facções sindicais de diferentes
épocas encontram também lugar na memória coletiva, na constituição efetiva da
escola. O que o Estado introduziu ou apoiou, em conjunturas passadas, pode
atualmente adquirir o sentido de resistência silenciosa diante da modernização
proposta pelo próprio Estado. Supomos que seja possível captar o sentido da
presença atual do Estado nas escolas somente quando se historiar sua configuração
e se complexar o próprio conceito de Estado7. Ao mesmo tempo, propomo-nos a
abordar todo o “outro” que é também constitutivo da escola, ou seja, tudo aquilo que
o Estado, a partir de sua visão normativa ou categórica, costuma qualificar de
“desvio” das normas.
4. CONCEITOS PARA CAPTAR O “OUTRO” NA ESCOLA
Um dos pontos de apoio iniciais a fim de integrar o “outro” da escola foi a
noção de “vida cotidiana”, que fundamentou a opção metodológica e o corte
empírico. Pouco a pouco ela se converteu em ferramenta conceitual importante para
a análise. Aproximar-se da escola com a ideia de “vida cotidiana” significa algo mais
que “chegar a observar” o que ali ocorre diariamente. Antes, é a orientação de uma
certa busca e de uma certa interpretação daquilo que pode ser observado na escola.
Na qualidade de conceito, “o cotidiano” chegou a ser formulado só depois do
questionamento das acepções comuns ao termo, que o remetem à vida de setores
anônimos, de baixa hierarquia social e “participação histórica nula”. Ao contrário, o
não-cotidiano costuma identificar-se com a História, ou seja, com que, a partir da
ótica do poder, supõe-se significativo para o movimento histórico8. Assim,
7 Para tratar do Estado em sua expressão cotidiana, foi-nos útil o trabalho de John Holloway (1980).
8 O referencial mais importante para compreender de outra maneira a vida cotidiana foi o trabalho de
A. Heller (1973).
22
começamos a reconhecer que há vida cotidiana em toda parte e que o nosso próprio
processo de pesquisa pode ser visto também sob este aspecto. Compreendemos
que é possível reconstruir o que ocorre diariamente em qualquer “parte” da realidade
social, mesmo nos lugares privilegiados pelas visões legitimadoras da dominação.
(“A ambiência cotidiana do rei é a corte, não o reino”). Constatamos também que o
cotidiano está impregnado de conteúdo histórico.
O conceito de “vida cotidiana” delimita e, ao mesmo tempo, recupera
conjuntos de atividades caracteristicamente heterogêneas empreendidas e
articuladas por sujeitos individuais. As atividades observadas na escola, ou em
qualquer contexto, podem ser compreendidas como “cotidianas” apenas em
referência a estes sujeitos. Deste modo, elas se restringem a “pequenos mundos”,
cujos horizontes definem-se diferentemente de acordo com a experiência direta e a
história de vida de cada sujeito. Como categoria analítica, o cotidiano se distingue do
não-cotidiano num mesmo plano da realidade concreta. O que é cotidiano para uma
pessoa, nem sempre o é para outras. Num mundo de contrastes como o da escola,
começa-se a distinguir assim as múltiplas realidades concretas que vários sujeitos
podem identificar e viver como “escola” e a compreender que ela é objetivamente
distinta de acordo com o lugar em que é vivenciada.
O corte do cotidiano, para o qual o sujeito individual é o referencial
significativo, define um primeiro nível analítico possível das atividades observáveis
em qualquer contexto social. Para o pesquisador, este conjunto de atividades
cotidianas é e deve ser articulável a partir de muitos outros níveis analíticos. As
continuidades ou descontinuidades entre as práticas e os saberes são percebidas
quando se determinam as unidades e categorias analíticas que atravessam e
nivelam os limites que o cotidiano define para cada sujeito. Nos outros níveis
analíticos, pode-se reconstruir a continuidade social e interpretar os sentidos
históricos de diversas práticas presentes na escola.
Neste sentido, é claro que a realidade escolar não é idêntica à experiência
direta que determinados sujeitos (inclusive os que a pesquisam) têm dela, pois sua
reconstrução requer a integração de vários níveis de análise. Não nos propomos,
entretanto, identificar nosso objeto de estudo com o “conhecimento cotidiano” que
qualquer outra pessoa poderia ter da escola. Não nos interessa conhecer através de
23
sua forma individual as múltiplas vivências da escola. Quando integramos o
cotidiano na qualidade de nível analítico da realidade escolar, pensamos em poder
abordar de modo geral as formas de existência material da escola e dar relevo ao
âmbito preciso em que os sujeitos individuais, engajados na educação,
experimentam, reproduzem, conhecem e transformam a realidade escolar.
No processo de observação da vida cotidiana, alguns sujeitos particulares
(aquele professor ou diretor, a família conhecida, um grupo de alunos que se
aproximam) ganham uma importância fora do comum em pesquisas sociais. Toda
volta à escola traz novos indícios para compreender, a partir deste sujeitos, a
“lógica” de certas atividades observadas na escola e reconstruir as redes que as
unem a outros âmbitos. Esta busca adquire, em certas ocasiões, o fascínio da fofoca
ou o encanto de um romance de suspense. No entanto, apesar de se seguir
reiteradamente determinados sujeitos, ou por causa disso mesmo, procede-se
paralelamente, mediante a abstração, ao estabelecimento de certas relações de
valor analítico mais amplo. Nas descrições finais, estes sujeitos permanecem
anônimos e o que se constrói, a partir deles, se reconhece ou se modifica
novamente em outros âmbitos.
Corresponde a este processo analítico certa conceituação de sujeito, que
começamos a distinguir de outros usos do termo. Empregamos “sujeitos” num
sentido distinto de sujeito biológico ou psicológico, que tende a ser reconstruído por
abstração de estruturas ou funções partilhadas pelo gênero humano.
Fundamentalmente, considerando o sujeito social, é nosso propósito, por outro lado,
não substituí-lo pelas variáveis de posição social ou por mecanismos de socialização
e de filiação ideológica que o “determinem”. Entre estes dois polos – pensando
apenas no nível cotidiano – parece possível definir um sujeito cognoscível através
do “conjunto de relações sociais” (Gramsci, 1975) que conforma seu mundo
particular. Isto é o que se concebe como sujeito “concreto”, não por tratar-se de um
“indivíduo”, mas pelo caráter histórico e específico daquelas relações.
Vivendo sua vida e realizando seu trabalho, todo sujeito empreende
atividades variadas para poder reproduzir-se no modo histórico particular do mundo
em que vive. Atividades que são, ao mesmo tempo, constitutivas desse mundo. A
prática dos sujeitos individuais, circunscrita a “pequenos mundos”, atinge sempre
24
algum grau, inscreve-se simultaneamente em diferentes níveis de “integração”9 de
cada formação social (desde a família e o bairro, até as instituições estatais ou os
partidos políticos). Na escala das integrações maiores, o conteúdo de certas práticas
é relevante para os processos reprodutores ou transformadores das relações sociais
hegemônicas.
Mesmo que seja, em escalas maiores, na análise histórica da economia e da
política, por exemplo, onde se torna mais evidente o movimento social, é no estudo
de âmbitos próximos do cotidiano que se descobrem outros aspectos menos
documentados deste movimento. Nos sucessivos âmbitos cotidianos que compõem
as inter-relações em qualquer escala, avalia-se a descontinuidade ou a articulação
real que as caracteriza. As concepções “coerentes” que, de costume, documentam
as integrações maiores como o sistema escolar, ocultam frequentemente o sentido
real das práticas e dos saberes cotidianos e, por conseguinte, o sentido do
movimento social corresponde. Por isso, a análise da vida cotidiana da escola pode
também mostrar e explicar o movimento social que esta instituição inclui.
A escola, tomada como unidade singular do sistema escolar, é um primeiro
nível de integração. Tem sido problemático transferir para a escola o conceito de
cotidiano aplicado ao sujeito individual. Quando tentamos reconstruir o
“especificamente” escolar, recortamos, de fato, a unidade de vida cotidiana (como
alunos) e mulheres (como professoras) –, organizam-se numerosas atividades de
seu mundo, sem que correspondam necessariamente a domínios isolados ou a
delimitações institucionais. A partir deles, estabelece-se – ou ao menos se negocia –
a hierarquia e a congruência relativa das atividades cotidianas. Num âmbito como o
escolar, os sujeitos costumam integrar práticas e saberes que provêm de outros
âmbitos e excluir de sua prática cotidiana elementos que pertencem ao domínio
escolar. Assim, o conhecimento que um professor desenvolve ao trabalhar com um
grupo de crianças incorpora necessariamente elementos de outros domínios de sua
vida. Ao mesmo tempo, sua prática se afasta necessariamente dos modelos
recebidos nos quadros da formação docente, os quais pertencem à própria
instituição escolar. Estes tipos de cruzamentos e de rupturas tornam difícil
estabelecer o que de fato constrói a escola.
9 Usamos “integração” como termo geral para cobrir vários níveis de unidades de análise social
(família, comunidade, partido, nação etc.), de acordo com o uso de A. Heller (1973).
25
Em nossa construção, atribuímos vida cotidiana à escola. Contudo, não o
fazemos por intermédio da concepção oficial de escola, ou seja, das categorias que
definem o que legitimamente pertence a seu âmbito institucional. Deixamos aberta
sua delimitação para reconstruir a partir de todo tipo de coisa que sucede em, a
partir de, em torno de e apesar da escola: aquilo que pode ser constitutivo histórico
de sua realidade cotidiana. Reconstruímos o que pode ser convergente, o que pode
ser divergente ou contraditório, nas diversas formas do existir da escola. Deste
modo, vai-se encontrando um espaço de interseção entre sujeitos individuais que
levam seus saberes específicos para a construção da escola. Neste espaço,
incorporam-se e tornam-se significativos numerosos elementos não previstos nas
categorias tradicionais da realidade escolar. A realidade escolar aparece sempre
mediada pela atividade cotidiana, pela apropriação, elaboração, refuncionalização
ou repulsa que os sujeitos individuais levam a cabo.
Este conceito de vida cotidiana obriga-nos a conservar a heterogeneidade,
umas das características mais notáveis de qualquer escola. Existe não apenas uma
grande diversidade de âmbitos, de sujeitos, de escolas, mas também coexistem,
sobretudo em cada conjunto de atividades, em cada “pequeno mundo”, elementos
com sentidos divergentes. Qualquer registro de atividades cotidianas da escola
apresenta incongruências, saberes e práticas contraditórios, ações aparentemente
inconsequentes. Quando integramos conceitualmente o cotidiano no objeto de
estudo, tentamos recuperar este aspecto heterogêneo em vez de eliminá-lo através
de tipologias distintas e estruturas coerentes. A única forma de se dar conta do
heterogêneo, de não perdê-lo – sem se deixar, porém perder nele – é a de
reconhecê-lo como produto de uma construção histórica. As atividades que se
observam atualmente começam a ganhar sentido quando são referidas a esta
dimensão histórica.
Estabelecendo-se seu caráter histórico, é possível compreender que o
conteúdo social do conjunto de atividades cotidianas não é arbitrário, nem
corresponde a uma escolha que cada sujeito faz em face de uma gama infinita de
possibilidades. As atividades individuais contribuem para processos específicos de
produção e reprodução social. Configuram “mundos” que, para outros sujeitos, são
os “mundos dados”. Recuperam e redefinem instituições construídas de antemão.
Produzem valores que se integram na acumulação social. Confluem para
26
movimentos políticos de caráter progressista ou reacionário. Em todos esses
processos, as atividades cotidianas “refletem e antecipam” a história social.
O heterogêneo não é o infinitamente variável, nem o determinado
voluntariamente em cada caso individual. Não é necessário reduzir esta
heterogeneidade a uma homogeneidade inexistente, recorrendo ao comum,
estabelecendo uma norma abstrata ou buscando apenas o estrutural. A análise em
níveis diferentes (sala de aula, escola, região, país) permite reconstruir a
“continuidade relativa” das diferentes categorias que ordenam a atividade escolar, ou
seja, sua persistência ou desaparecimento de escola para escola. Algumas das
atividades mais arraigadas caracterizam a prática docente do século passado. A
transferência de professores e diretores de uma escola para outra demonstra a
continuidade básica do conhecimento do ofício em face das formas de trabalho
geradas em cada escola. Quando reconstruímos as diferentes “lógicas” em jogo na
negociação do destino de uma escola, identificamos os processos que sustentam
ou, antes, resistem à conformação da escola ao Estado e que as diferentes
correntes de sua construção histórica manifestam.
5. PROCESSOS DE ARTICULAÇÃO ENTRE VIDA COTIDIANA E HISTÓRIA
Quando afirmamos que os processos constitutivos da realidade escolar são
os eixos principais da análise, damos prioridade à opção de construção do objeto
dentre outras possibilidades (sistemáticas, estruturais, funcionais, comparativas
etc.). Não existe novidade alguma em colocar como eixo a construção de processos.
Foi importante, por isso mesmo, esclarecer o que entediamos por “processo” e
encontrar aqueles que permitissem articular o observável, na prática cotidiana, com
o movimento social significativo em outras escalas.
Começamos por distinguir os processos pertencentes a este referencial
histórico daqueles processos a-históricos, geralmente identificados nas escolas, a
partir das perspectivas sociológicas tradicionais. Nestas, os processos aparecem
como neutros diante das lutas sociais e dos movimentos políticos que transformam a
vida social. Na sociologia funcionalista considera-se que a atuação e a permanência
de qualquer instituição é assegurada durante gerações, “apesar dos indivíduos”,
porque existem processos efetivos de socialização e de interiorização das normas
27
que a definem. Embora estas normas possam diferir de sociedade para sociedade,
elas operam dentro de cada uma como elementos constantes e universais. Nas
análises sistêmicas e estruturais têm prioridade processos como a transmissão da
informação ou a comunicação, fazendo-se amiúde abstração do conteúdo
comunicado para atender às analogias e aos contrastes formais. Estes conceitos
são a-históricos em um sentido específico: não captam o que “está em jogo” na luta
social. Costumam isolar aquilo que, esvaziado de sentido social, torna-se comum
isolar aos diversos momentos históricos, em vez de mostrar as alternativas de
construção e de conhecimento do social no embate e no confronto de cada
momento.
Em nossa busca de definição de processos, foi importante ressaltar seu
sentido histórico, sua configuração e consequência diferente de acordo com o tempo
e o contexto específico. Certos tipos de processos parecem prestar-se melhor a esta
tarefa. A reprodução e transformação das relações sociais, o controle e a
apropriação de instituições, a criação, conservação ou destruição de conhecimentos,
a socialização ou individualização da vida social são alguns dos processos que
chegamos a identificar. Estes processos não são funções exclusivas ou universais
da educação. Acontecem, em cada lugar, em proporções e de maneiras diversas,
permitindo por isso a aproximação da realidade heterogênea da escola. Mesmo
assim, foi necessário cuidar de sua adequação à escala cotidiana, levar em conta o
efeito de sua mútua interação no âmbito escolar, elaborar sua relação com o
“observável” na escola.
O conceito de reprodução, associado à conceituação de escola como
aparelho ideológico do Estado (Althusser), ilustra os problemas que esta vigilância
implica. É verdade que uma leitura “reproducionista” da vida escolar, por nós
constatada, é possível e até convincente, dada a predominância de ideologias e
práticas alienantes, identificáveis com os interesses de um Estado capitalista.
Contudo, se não se procede seletivamente na análise, ao menos neste nível do
cotidiano, o conceito de reprodução é insuficiente para dar conta de “tudo” o que aí
acontece. A heterogeneidade e a individualidade do cotidiano exigem outras
dimensões ordenadas. Impõem forçosamente o reconhecimento de sujeitos que
incorporam e objetivam, a seu modo, práticas e saberes dos quais se apropriam em
diferentes momentos e contextos de vida, depositários que são de uma história
28
acumulada durante séculos. De novo aparece o cruzamento do cotidiano com a
história.
Pensamos, porém, que esta exigência de historizar o processo de
reprodução, tão evidente em escala cotidiana, não menos significativa numa escala
maior, onde a construção social da instituição escolar corresponde a movimentos
distintos, em cada contexto nacional.
A reflexão sobre “apropriação” (que empregamos no sentido que lhe atribuiu
A. Heller) mostra também a relação do cotidiano com a história. Como um dos
processos básicos que articulam o sujeito individual com seu mundo cotidiano e
social, a apropriação subjaz ao conjunto de práticas e saberes que observamos.
Diferentemente do conceito de socialização, que geralmente supõe uma ação
homogeneizante da sociedade sobre o indivíduo, com sua resultante, “inclusão” na
sociedade, a análise da apropriação concentra-se na ação recíproca entre os
sujeitos e os diversos âmbitos ou integrações sociais. Em cada âmbito institucional,
e de modo contínuo, determinados sujeitos são os que se apropriam diferentemente
das coisas, dos conhecimentos, dos usos, das instituições. Alguns sujeitos se
apropriam também, sem necessariamente acreditar nelas ou aprová-las, das regras
do jogo necessárias à sobrevivência neste âmbito. Outros se apropriam das normas
vigentes e dão existência efetiva às sanções e mecanismos que asseguram o
controle estatal. O encontro de diversas apropriações, mantidas no âmbito escolar,
demonstra o sentido e a força de propostas alternativas de construção da escola,
“refletindo e antecipando” sua história.
Ao aproximar-nos novamente dos indícios e fragmentos significativos
recolhidos na riqueza cotidiana das escolas, a reflexão teórica sobre os processos
permite reordenar, noutro sentido, a desagregação da realidade escolar, resultante
do uso das categorias tradicionais. Estas categorias marcam certos tipos de
distinções entre os espaços, os momentos e os eventos observados na escola.
Excluem de seu âmbito legítimo numerosos elementos e acontecimentos cotidianos
da escola. Estabelecem dicotomias e pressupõem relações: professores-alunos,
escola-comunidade, sindicato-burocracia, realidade técnica e administrativa.
Separam aquilo que, na realidade cotidiana, apresenta sua imbricação, como
processo de controle único do Estado, exercido por vias administrativas e sindicais.
29
Escondem, debaixo de um termo como “comunidade”, uma diversidade de
elementos que podem ter sentidos opostos, uma vez analisados os processos
concretos de construção da escola. Eliminam partes da realidade, como as
numerosas interações em sala de aula, consideradas como “ruído” ou “indisciplina”,
que se mostram significativos para a apropriação dos conteúdos escolares.
A reconstrução dos processos que ocorrem na vida diária da escola permite
integrar os numerosos momentos desconcertantes da observação e interpretar, a
partir de uma perspectiva mais histórica, sua realidade cotidiana. Os processos se
exprimem através de elementos e eventos diferentes que perpassam todos os
âmbitos. As tramas reais se armam a partir de pequenas histórias, em que se
negocia e se reordena a continuidade e a atividade escolar. As incongruências
aparentes que se encontram em toda sala de aula, numa reunião de pais e até
mesmo no edifício da escola, adquirem sentido como resultado de processos
diferenciáveis de reprodução e de apropriação entre outros e mostram as diversas
formas em que a história está presente na vida cotidiana da escola.
Não nos interessa, neste processo de pesquisa, determinar a generalização
empírica ou representativa de nossas descrições das escolas estudadas ou
processos específicos que reconstruímos, pois sua relevância corresponde
seguramente a características especificas do contexto da pesquisa. Ao contrário,
para nós é, de fato, importante a possibilidade de generalizar a construção teórica
que se elabora no curso da análise, bem como produzir, a partir desta concepção de
escola e deste tipo de categorias, o conhecimento de escolas noutros contextos, nos
quais os processos predominantes podem ser diferentes. Consideramos que uma
perspectiva histórica e comparativa permitirá ampliar o repertório conceitual de
processos e categorias pertencentes à escala cotidiana da vida escolar e à história
peculiar da escola na América Latina.
A conceituação da construção social da escola, a precisão de conceitos que
captam processos históricos e facilitam a análise do cotidiano são passíveis de
generalização noutro sentido. No contexto de nosso engajamento em instituições
educacionais, estes conceitos modificaram nossa visão dos problemas,
transformaram os critérios de avaliação e as propostas indicativas que alguma vez
partilhamos. Buscamos a presença da história na instituição, bem como a do Estado
30
em suas formas mais implícitas. Buscamos as apropriações reais e potenciais que
acontecem de baixo para cima, a partir dos sujeitos individuais que vivenciam
diariamente a instituição. Buscamos novas categorias, ou seja, um novo
conhecimento que permita interações mais reais com os processos que se dão em
seu interior. Estas são inquietações que nos levam a participar da própria construção
social da realidade escolar.
31
REFERÊNCIAS
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BRANDÃO, Carlos Rodrigues; CAMPOS, M. Malta DEMO, Pedro. Seminário sobre
pesquisa participativa. Texto básico. Brasília, INEP, 1984.
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WRIGHT, Erik Olin. Los intelectuales y la clase obrera. In: En Teoria, nº 2,
jul./set.1979.
32
Etnografia e teoria na pesquisa educacional
Elsie Rockwell
1. INTRODUÇÃO
Na década de 70, desenvolveu-se, especialmente nos países anglo-saxões,
um modo diferente de pesquisar no campo educacional: a etnografia. Ligada à
antropologia e sociologia qualitativa, logo constituiu uma opção radicalmente diversa
dos paradigmas dominantes na pesquisa educacional, provenientes da psicologia
experimental e da sociologia quantitativa10. A entrada da etnografia no campo
educacional provocou reações múltiplas, desde a rejeição total até a adoção como
termo para abrigar todo tipo de técnicas inovadoras. Daí resultou uma situação
confusa, bem documentada por numerosos artigos que tentam esclarecer, para os
pesquisadores da educação, o que é e o que não é a etnografia (Erickson, 1977 e
1979; Hymes, 1980; Rist, 1980; Wilcox, 1982; Wilson, 1977; Wolcott, 1975).
Neste debate, a relação entre etnografia e teoria constitui, sem dúvida, um
dos problemas que menos tem chamado atenção. De fato, a etnografia penetrou no
campo educacional frequentemente como uma técnica. A discussão em torno da
etnografia aconteceu, neste campo, em termos positivistas. Prevaleceram, assim, as
preocupações com a validade, representatividade e objetividade da etnografia.
Encontra-se também a concepção comum de etnografia como um trabalho de
campo livre de pressupostos e amarras teóricas. Mesmo que vários etnógrafos
tenham desmentido tal concepção, pouco se fez para desenvolver as implicações
teóricas da pesquisa etnográfica dos processos educacionais.
Neste artigo, gostaria primeiro de voltar à antropologia para mostrar algumas
das raízes da frequente desvinculação entre etnografia e teoria. Depois, retomarei
da própria tradição antropológica algumas expressões da necessária imbricação
10
“Etnografia” é um termo basicamente da antropologia. Contudo, ele utilizado também na sociologia,
sobretudo de tradição inglesa, onde a antropologia social considerada parte da sociologia. A
sociologia, por seu lado, tem Sua própria tradição qualitativa, derivada da fenomenologia que
converge, com a etnografia antropológica, para o estudo de certos fenômenos das sociedades
complexas. Dentro desta tradição qualitativa surge a etnometodologia, cuja perspectiva teórica e
formalização técnica a distinguem da tradição etnográfica. Outra disciplina convergente é a
sociolingüística em sua versão de etnografia da fala, que , por sua vez, tributária da lingüística
antropológica.
33
entre a perspectiva teórica e a pesquisa etnográfica. Tentarei, ao mesmo tempo,
fundamentar uma proposta de uso da etnografia que integre a tarefa básica de
conhecer a realidade educacional no trabalho de construção teórica.
2. O PROBLEMA: DESCRIÇÃO E TEORIA
Estabelecer a relação entre dois termos, supõe, no mínimo, que se possa
contar com alguma segurança com respeito à identidade de cada um deles. Mesmo
que nos pareça necessário esclarecer aqui o sentido da palavra teoria, torna-se
indispensável, por outro lado, fazer a mesma coisa com o termo etnografia.
Dadas as múltiplas acepções, é difícil determinar a que nível do processo de
pesquisa refere-se a etnografia. A palavra etnografia se refere tanto a uma forma de
proceder na pesquisa de campo, como ao produto final da pesquisa: classicamente,
uma monografia descritiva. Na antropologia, o termo denota muito mais uma
ferramenta de coleta de dados e não equivale à observação participante que a
sociologia integra como técnica. Tampouco costuma identificar-se apenas como
método. Insiste-se muito mais em que ela seja um “enfoque” ou uma “perspectiva”,
algo que se articula com método e teoria, mas que não esgota os problemas nem de
uma nem de outro.
A etnografia domina também um ramo da antropologia: aquele que acumula
conhecimentos sobre realidades sociais e culturais peculiares, delimitadas no tempo
e no espaço. Distingue-se assim da etnologia, que se ocupa da reconstrução
evolutiva e comparativa do homem. A etnografia foi definida como uma “teoria da
descrição” que se opõe à etnologia, considerada “teoria da comparação” (Boon,
1973). Além destes usos convencionais do termo, na antropologia há divergências
quanto à concepção de etnografia, as quais correspondem a diversas perspectivas
epistemológicas. Existe uma forte tendência antropológica em separar teoria e
descrição, tendência essa que alimenta o ateorismo da etnografia. Paradoxalmente,
ambas as correntes convergem para esta tendência. Há quem postule, em geral a
partir de posições positivistas, o caráter empírico e ateórico da tarefa etnográfica,
considerando-a como fornecedora de dados. A partir do estruturalismo, critica-se o
trabalho etnográfico justamente por causa deste “empirismo”. Por outro lado, há
quem defenda, com fundamentos fenomenológicos, o ateorismo (ou mesmo o
34
antiteorismo) como traço essencial da descrição etnográfica, cuja meta seria a de
“conhecer o mundo tal como o conhecem os sujeitos que o experimentam
diariamente”. O debate prossegue, assim, entre uma concepção que exigiria do
pesquisador a maior objetividade possível em seu trabalho de “descrição” da
realidade e outra concepção, que exigiria a maior fidelidade possível à
“subjetividade” dos membros da cultura. Para uns, a etnografia é considerada “mera
descrição”; para outros, ela é “o processo de construção de uma teoria do
funcionamento de uma cultura particular, nos termos mais próximos possíveis das
formas em que os membros desta cultura percebem o universo...” (Bauman, 1972).
Sem dúvida, ambas as concepções participam do pressuposto da etnografia
como processo de coleta da “matéria-prima”. Em ambos os casos, considera-se que
a perspectiva teórica do pesquisador não interfere na descrição. Os problemas
teóricos são reservados para outro nível, o da etnologia ou da análise comparativa.
Considerada como momento descritivo e ateórico da pesquisa, a etnografia
costuma ocupar um lugar “pré-científico”, análogo que se atribui frequentemente à
história.11 Argumenta-se que só na etnologia que se estabelecem as relações,
estruturas ou leis que caracterizam a antropologia como conhecimento científico.
Para as concepções que têm a tendência de separar teoria e descrição, o
conhecimento das realidades particulares não parece envolver os problemas
epistemológicos de uma ciência social. A etnografia aparece, então, como um
“reflexo” da realidade observada e fonte do dado empírico, objetivo. Ou então, ela é
considerada como um processo necessariamente “subjetivo”, uma descrição
matizada pelo senso comum do observador ou do grupo estudado. Na história da
antropologia, estas posições, sustentando que a etnografia fundamentalmente uma
atividade ateórica, contrapõem-se a uma vasta tradição que reconhece a imbricação
do trabalho teórico na tarefa descritiva. Mesmo os pioneiros do trabalho de campo
antropológico (Malinowski, Mauss etc.), cuja reflexão sobre este método foi
fortemente influenciada pelo apogeu do positivismo, distinguiram seu processo de
pesquisa das narrações de viajantes e missionários, precisamente pela presença da
teoria. Geertz é uma expressão contemporânea desta tradição de antropólogos que
11 Parte do debate interno sobre a etnografia assemelha-se à clássica discussão sobre a história como disciplina científica, tal
qual apresentada, por exemplo, por Althusser e E. P. Thompson.
35
construíram vínculos estreitos entre a descrição etnográfica e o trabalho teórico
(Geertz, 1973). Para estes e outros antropólogos, sempre foi claro que as perguntas
iniciais no trabalho etnográfico provêm de discussões teóricas; que a descrição
etnográfica não é um reflexo da cultura estudada, mas um objeto construído e que o
antropólogo carrega uma perspectiva teórica para a tarefa de observação e
interpretação das realidades desconhecidas.
Esta tradição permite problematizar a etnografia enquanto conhecimento de
realidades determinadas. Se a descrição etnográfica não é nem óbvia, nem
necessariamente relativa (na perspectiva subjetiva), torna-se insustentável
considerá-la “mera descrição”, desprovida de teoria.
A partir de posições epistemológicas que questionam o empirismo, toda
descrição envolve, necessariamente, uma conceituação do objeto. Pois claro que,
em toda pesquisa etnográfica, encontram-se, implícita ou explicitamente,
conceituações do objeto de estudo que definem qual das múltiplas descrições
possíveis da realidade estudada se deva fazer. Mesmo aquela etnografia, que se
supõe ateórica ou empírica, integra pressupostos teóricos que provêm do senso
comum antropológico. É impossível, por exemplo, “construir uma teoria de uma
cultura particular”, como a “veem os sujeitos”, sem que se aborde o objeto com uma
“teoria particular da cultura”. Não é possível prender-se estritamente às categorias
“próprias” da cultura estudada, pois o etnógrafo sempre seleciona e ordena o
“observável”, a partir de sua própria conceituação do objeto estudado. Este fato
inevitável não torna menos objetiva a etnografia, como suporiam alguns. Não
invalida, por ser “subjetiva” ou “relativista”, a descrição etnográfica. A etnografia, que
melhor expressa e dá conta das relações e dos processos particulares estudados, é
consequência do trabalho teórico e não a “matéria-prima” para começar a fazê-lo.
Ao adotar a etnografia no campo da pesquisa educacional, é importante não
aceitá-la como uma simples técnica, mas antes tratá-la como uma opção
metodológica, no sentido de que todo método implica uma teoria. Retomar esta
tradição antropológica exige que se faça consciente uso da teoria, em vez de negar
a presença de pressupostos teóricos da descrição. A etnografia carrega toda uma
história de estudo de diferentes processos e fenômenos sociais, com uma vasta
gama de concepções teóricas. É portadora de uma discussão recente, produto de
36
sua transposição das ilhas do Pacífico ocidental para as escolas dos guetos nova-
iorquinos (Hymes, 1974). É importante recuperar estas discussões, a fim de
repensar o uso da etnografia na pesquisa educacional.
Para mostrar a imbricação entre descrição e teoria, organizamos a exposição
em torno de três relações. A primeira consiste na relação entre a etnografia e o
desenvolvimento histórico da antropologia, particularmente do funcionalismo, que
não só estabeleceu a forma de como fazer etnografia (conjunto de técnicas,
procedimentos e tradições do trabalho de campo, da análise e da exposição), mas
também herdou seus pressupostos teóricos.
A segunda relação é a que se estabelece entre a descrição etnográfica e a
gama de variadas concepções teóricas, que se pode demonstrar através da análise
dos estudos etnográficos que se fizeram dos processos educacionais. A terceira
relação é a que se dá entre a pesquisa etnográfica e o próprio desenvolvimento da
teoria. A pesquisa etnográfica permite um processo de construção teórica
simultânea à pesquisa empírica. As possibilidades que daqui se deduzem são
importantes para a construção de novos objetos de conhecimento.
3. DESENVOLVIMENTO HISTÓRICO DA ETNOGRAFIA
As condições históricas de confronto entre os europeus e os povos
colonizados constituem o contexto em que se desenvolveu a etnografia. O
aparecimento da vertente funcionalista da antropologia, no início do século, tem,
neste contexto, uma série de implicações ideológicas, entre as quais se destaca a
negação da história, tanto a dos povos estudados, como a das mudanças estruturais
provocadas pela expansão do capitalismo. Mesmo assim, em sua época, o
funcionalismo significou uma ruptura importante, tanto teórica como ideológica, com
o evolucionismo linear que caracterizava a antropologia do século XIX. Esta
perspectiva teórico-metodológica apoiava uma reconstrução do desenvolvimento
das instituições humanas cujo ápice encontrava-se sempre nos modelos europeus.
A partir da perspectiva imperialista, mesmo que essa antropologia justificasse o
progresso e a superioridade europeia, ela não gerou um conhecimento instrumental
dos povos dominados, indispensáveis ao exercício da dominação (Leclerc, 1962).
37
Não foi por acaso, portanto, que se deu o desenvolvimento dos instrumentos que o
funcionalismo integrou na antropologia.
Para a pesquisa antropológica, a ruptura com o evolucionismo teve
implicações fundamentais que, inicialmente, Malinowski e Radcliffe-Brown e Boas,
noutro sentido, elaboraram. Abstraindo as várias correntes teóricas envolvidas, esta
ruptura trouxe à antropologia vários elementos:
a) O questionamento da ideia de uma “evolução independente” das diferentes
instituições sociais, pressuposto evolucionista de muitas das histórias da religião, do
casamento, das leis, da arte, da tecnologia etc.
b) A insistência em buscar relações funcionais entre as instituições do grupo
social, bem como relações entre estas e “as necessidades básicas e universais do
homem”: alimentação, trabalho etc. (que os estudiosos do exótico tinham a
tendência de esquecer).
c) O questionamento da validade da comparação de traços ou fenômenos
isolados, sem ter estabelecido seu significado ou posição dentro de uma estrutura. A
insistência, portanto, em comparar estruturas dos diferentes sistemas sociais ou
culturais.
d) O questionamento da inferência das etapas evolutivas do homem a partir
da distância entre os europeus e as sociedades primitivas atuais.
e) O desenvolvimento das técnicas do trabalho de campo, ainda incipientes
no século XIX, como forma de ser cronista das sociedades ágrafas. A insistência na
observação direta e na aprendizagem da língua nativa como via de acesso à “visão
dos nativos” a respeito de sua realidade.
f) O desenvolvimento do conceito de cultura que, para muitas correntes,
define o nível de análise específico que interessava à antropologia, mesmo que não
haja consenso em torno da definição deste conceito.
A influência desta ruptura inicial continua vigorando na etnografia e se traduz
de múltiplas maneiras. Acha-se na insistência em realizar estudos integrais
(“holísticos”) e em buscar relações entre os fenômenos sociais de diferentes ordens.
Acha-se na comparação entre a “visão de dentro” e a visão do etnógrafo. Acha-se
na busca de formas e organizações diversas das europeias, mas “funcionais” em
38
relação às necessidades humanas. Acha-se, por fim, na atenção a ser dada aos
“imponderáveis” da vida cotidiana. Observa-se também aquela influência no
relativismo etnográfico, ou seja, na suspensão de juízos de valor com respeito ao
“primitivismo” de diferentes grupos sociais. Deste modo, ela aparece na busca de
significados e das comparações a nível estrutural.
A partir dessa ruptura, a antropologia criou seus traços mais característicos,
como a acumulação de conhecimentos peculiares sobre a diversidade humana e a
elaboração de teorias explicativas, tanto desta diversidade, como da unidade básica
dos seres humanos. No processo, criou uma multiplicidade de formas ideológicas, a
fim de continuar negando a história e ocultando as relações básicas de dominação e
exploração, mas também desenvolveu formas de desvelamento das realidades
ocultadas por ideologias dominantes. Como ciência social, a antropologia se engajou
em práticas sociais e políticas, frequentemente de dominação, bem como em
situações também de denúncia e de crítica.
Um acontecimento, nesta história toda, foi o transplante desta antropologia
para suas sociedades de origem. Parte deste processo resultou na transferência
automática de conceitos derivados do estudo das realidades “primitivas” para o
contexto das chamadas “sociedades complexas”. A tendência dos antropólogos é a
de delimitar ilhas dentro destas sociedades e ver rituais estranhos nos atos mais
familiares. Dentro deste novo contexto, a tarefa básica da etnografia continua sendo
a de documentar o não-documentado: antes, as sociedades eram “estranhas”;
agora, são os fenômenos bastante familiares e, portanto, igualmente desconhecidos.
Um resultado deste transplante foi o encontro com outras disciplinas sociais.
A etnografia entrou em polêmica com uma gama de opções metodológicas
existentes para o estudo dos fenômenos sociais. Precisou confrontar-se com o
levantamento sociológico que, diversamente da etnografia, apoia-se geralmente
numa relação institucional com os entrevistados e supõe uma homogeneidade social
de significados e categorias. Questionou as experiências psicológicas que pareciam
eliminar do objeto de estudo todo o contextual, o cultural e o significativo que
interessa aos antropólogos. Criticou a análise social e histórica da informação
documental existente, mostrando que esta privilegia certos temas, concepções e
39
perspectivas de classe em detrimento de outras ainda não registradas (Mishler,
1979; Valentine, 1970; LéviStrauss, 1976).
A etnografia proporcionou uma volta à observação da interação social em
situações “naturais”, um acesso a fenômenos não-documentados e difíceis de serem
incorporados às exigências do levantamento e do laboratório. Os antropólogos
exprimiam um empenho em contextuar e conservar a complexidade dos processos
sociais, bem como uma tendência para encontrar ordem onde outras disciplinas só
viam anormalidade e desvio, e uma sensibilidade para com a linguagem e as
concepções dos sujeitos estudados. Armados com instrumentos e conceitos forjados
nas ilhas, os etnógrafos entram no campo das “sociedades complexas” através do
estudo de situações peculiares à vida cotidiana das ruas, bairros e comunidades,
hospícios, cárceres, tribunais, clínicas e escolas. Ao desenvolver-se nestes campos
do domínio clássico da sociologia a etnografia propõe uma nova visão, definindo
novos objetos de estudo e elaborando conceitos pertencentes à escala estudada. A
busca teórica traz consigo, ao mesmo tempo, uma adequação metodológica da
etnografia aos novos problemas e contextos.
4. ETNOGRAFIA E TEORIA NA PESQUISA EDUCACIONAL. PANORAMA
GERAL DA ETNOGRAFIA EDUCACIONAL
Os contrastes metodológicos e conceituais não acontecem somente entre a
etnografia e o tipo de pesquisa característico de outras disciplinas. No
desenvolvimento histórico da antropologia, diversas perspectivas teóricas
imprimiram sua marca particular na etnografia. Introduziram técnicas de campo e de
análise derivadas de diferentes concepções dos fenômenos estudados. Dentro do
campo educacional, observa-se claramente a presença de diferentes pressupostos
teóricos, com suas consequências metodológicas, quando se comparam as
propostas e os produtos da pesquisa etnográfica. Faremos a revisão de algumas
destas tendências:
a) Os roteiros de campo, como os de Whiting, Hilger, Henry.
b) A nova etnografia ou etnografia semântica, difundida por Spradley.
40
c) A “microetnografia”, de orientação sociolinguística, associada originalmente
a pesquisadores como Hymes e Cazden, e convergindo posteriormente com a
etnometodologia.
d) A macroetnografia, com uma série de modelos diferentes, que incorporam
elementos derivados, por exemplo, da ecologia cultural e da teoria de sistemas.
Apresentaremos brevemente cada linha.
a) Talvez, a sistematização mais difundida do trabalho de campo
antropológico seja o uso dos roteiros de campo para orientar a observação e
classificar os dados obtidos. A intenção destes roteiros é a de proporcionar
uma série de categorias universais, transculturais e teoricamente neutras que
permitam abordar o estudo dos fenômenos educacionais em qualquer
sociedade através do pressuposto da objetividade. Sem dúvida, a seleção (e
exclusão) e o agrupamento de categorias refletem os vieses teóricos
explícitos e implícitos. A educação aparece, nos roteiros clássicos de campo
da antropologia12, como um aspecto constante de qualquer sociedade, com
múltiplas camadas culturais não-escolarizadas.
O roteiro de Whiting (1953) foi projetado para provar certas hipóteses
psicanalíticas a nível transcultural. Ele enfatiza, portanto, certos processos de
socialização primária. O roteiro de Jules Henry13 surge, ao contrário, de seu
estudo de processos de interação dentro da sala de aula de escolas norte-
americanas, concentrando-se, portanto, nas formas de transmissão e nos
conteúdos da educação formal. O viés teórico de Henry, que define à moda
de Parsons e Kluckhohn a cultura como sistema de valores, está presente nas
categorias de seu roteiro.
A seção mais ampla deste roteiro é a referente aos “valores” (69
categorias), que são definidos como “qualquer ideia ou sentimento normativo
[...] que serve para organizar o comportamento segundo o padrão cultural.
Inclui desde “vestuário adequado” e “a pessoa bonita” até “a propriedade
12
Os roteiros gerais mais utilizados são Notes & Queries in Anthropology (1951) e Murdock et alii
(1950). Um exemplo de roteiro especializado o de Inez (1976).
13 Henry (1960). Comparar com (1975: 71-8).
41
privada”, o “os ganhos” e “a paz”. É óbvia a falta de categorias que permitam
fixar estes valores nas práticas e instituições da sociedade. No mesmo nível
de “valores”, encontramos como seções a “tecnologia”, a “manipulação social”
e as “instituições” (com a divisão: “estrutura social”, “religião” e “sistema
econômico”). O instrumento cria, de fato, uma coleta e organização de dados,
que pressupõe e fundamenta uma visão da sociedade como um conjunto de
indivíduos que interagem em função de valores culturais comuns. Noutras
palavras, longe de ser um instrumento “neutro”, o roteiro é coerente com a
teoria social funcionalista. A própria forma dos roteiros tem implicações
teóricas e tende a conduzir a um tipo de etnografia em que os elementos
(frequentemente pouco hierarquizados) são descritos em correspondência às
categorias do roteiro, sem abordar a relação existente entre eles.
b) Uma corrente recente – a “nova etnografia” ou “etnosemântica” - é
provavelmente o melhor exemplo de coerência entre teoria e método
etnográfico. Ela parte explicitamente de uma concepção da cultura construída
por analogia com a “competência linguística” do modelo chomskiano e
definida como uma “competência cognoscitiva”, ou seja, como “aquilo que
uma pessoa tem de saber ou crer para poder participar de determinado grupo
social”. A “nova etnografia” retoma e enfatiza a velha meta de reconstruir “a
visão dos nativos”, redefinida como a visão “êmica”. Esta proposta deriva do
trabalho antropológico de Goodenough e conta com vários textos
metodológicos difundidos nos meios educacionais (Spradley et alii, 1972 e
1980).
Dentro desta corrente, criou-se e formulou-se uma série de técnicas
específicas da entrevista e da análise formal. Nas entrevistas, passa-se de
questões descritivas (como são as crianças?) para questões estruturais (que
tipo de crianças são as que fracassam?) e portadoras de contrastes (em que
se diferenciam os meninos e as meninas?). Toma-se muito cuidado com o
registro e, posteriormente, com a identificação das categorias “êmicas”,
próprias dos sujeitos entrevistados. Organizam-se estas categorias em
“domínios” (por exemplo, crianças) e “taxonomias”, a fim de que, através da
análise chamada “componencial”, avaliem-se as categorias com base em
determinados atributos.
42
O resultado de um estudo deste tipo toma a forma de uma “gramática
cultural”, de um conjunto ordenado de termos e regras implícitas aos quais se
atribui a “gênese” dos comportamentos. Pouco importa o comportamento real
e muito menos a estrutura institucional ou social na qual este comportamento
se inscreve. Este enfoque supõe, além disso, um grau de sistematização dos
fenômenos culturais que raramente acontece em nível global. Não é por
acaso, portanto, que os resultados etnosemânticos existentes refiram-se
sobretudo aos conhecimentos mais formalizados, como o parentesco e a
etnobotânica, ou se restrinjam a microsituações pouco significativas, já que
são descritas sem relação com o contexto social mais amplo.
Sua contribuição ao campo educacional põe em relevo aspectos da
“cultura escolar” como a categorização específica que os professores fazem
dos alunos ou que os alunos fazem das diferentes situações escolares.
Também foi utilizada para demonstrar diferenças cognoscitivas radicais entre
os alunos provenientes de grupos étnicos e as categorias e expectativas dos
professores.
c) O tipo de etnografia que provavelmente contribuiu mais para a
compreensão dos fenômenos educacionais, ao menos dentro das sociedades
escolarizadas, funda suas raízes teóricas na sociolinguística americana de
Hymes e Cazden (Cazden, Hymes John, 1972). Tem-se a tendência de
denomina-la “microetnografia”, pelo fato de concentrar-se na análise
detalhada do registro (gravador ou vídeo) da interação que se dá nos
“eventos educacionais” de qualquer tipo.
Grande parte destes estudos tenta, mediante a análise, reconstruir o
“código” ou a “competência comunicativa” que regula e cria a interação verbal
e não-verbal dos atores. Estes códigos ou competências variam de contexto
para contexto, de cultura para cultura, de acordo com diferentes modelos de
socialização. Na medida em que as competências dos alunos diferem do
código escolar, o fracasso escolar torna-se explicável, a partir desta
perspectiva teórica, como consequência do “conflito cultural”.
Esta corrente vem contribuindo no sentido de dar conteúdo concreto à
noção do “currículo oculto”, quando descreve uma série de regras implícitas à
43
interação escolar. Tem descoberto também estratégias de sobrevivência e
resistência dos alunos. A contribuição principal, sem dúvida, funda-se talvez
na possibilidade de elaborar uma descrição da interação entre professores e
alunos, distinta da que se produz através das categorias formais da didática
(Flanders etc.), tão utilizadas na pesquisa educacional. Isto acrescentou uma
dimensão nova à análise dos processos educacionais, permitindo aproximá-la
das relações entre a prática docente e a experiência escolar das crianças
(Stubbs & Delamont, 1978; Chanan Delamont, 1975; Dermott, 1977). Esta
perspectiva, sobretudo em suas versões inglesas, tem conduzido a novas
análises dos processos curriculares formais da sala de aula.
Esta corrente sociolinguística convergiu para a etnometodologia, cuja
insistência em reconstruir as regras de interpretação e participação dos
sujeitos que interagem em determinadas situações sociais permitiu
aprofundar a análise. Representam esta corrente os estudos de Mehan,
Cicourel e Hammersley, que abordam a maneira segundo a qual os alunos
interpretam diferentes situações educativas.14
d) A microetnografia provoca como reação um retrocesso ao modelo
clássico dos estudos etnográficos globais do fenômeno educacional, através
dos quais se recuperam os estudos antropológicos clássicos da escola e da
comunidade.15
Com o propósito de ampliar o enfoque teórico da antropologia
educacional, construíram-se vários modelos abstratos do “educacional”. Para
alguns, a própria escola considerada como um pequeno “sistema social”, ao
qual podem-se aplicar todas as categorias de um estudo de comunidade
(economia, tecnologia, ideologia, rituais etc.). Outro modelo propõe uma
análise de sistemas, em que se usa um diagrama de fluxo para codificar e
analisar os dados etnográficos (Dobbert, 1976). Provavelmente o modelo
mais debatido tenha sido o de Gearing (1976), que inclui uma tipologia de
estruturas de troca de informação correspondente ao conjunto de alternativas
14
Esta corrente provém originalmente de sociólogos como Schutz, Sacks e Goffman. Em educação,
seus principais expoentes são Mehan (1974 e 1979), Cicourel et alii, Hammersle (1977).
15 A série de monografias, Case Studies in Education and Cultural, editada por George e Louise
Spindler, de 1967 a 1974, representa esta corrente.
44
de socialização (definida como transmissão cultural) dentro de uma
comunidade. De acordo com sua teoria, é possível selecionar qualquer tipo de
evento ou situação social na qual aconteça um intercâmbio entre duas ou
mais pessoas e descrevê-lo em termos de conteúdo educacional.
A proposta de John Ogbu (1980) de um enfoque “ecológico-cultural”
para a etnografia pretende superar dois problemas que ele identifica na
microetnografia. Ele critica, por um lado, a hipótese do “conflito cultural”,
assinalando que essa parece funcional apenas para aquelas “minorias
étnicas” que, por sua posição social, constituem-se em castas oprimidas. Por
isso, propõe estudar os nexos entre a educação formal e outros aspectos da
sociedade, sobretudo a estrutura de oportunidades econômicas. Insiste em
que uma etnografia completa do fenômeno educacional deve incluir as “forças
históricas e comunitárias relevantes” se que a unidade adequada para um
estudo etnográfico é o bairro e não a sala de aula.
Apesar de serem observadas certas constantes teóricas e metodológicas em
todos estes tipos de etnografia, que provêm de sua herança antropológica comum,
também evidente que toda orientação teórica imprime certas características
específicas atividade de pesquisa. Variam a proporção e as técnicas de observação
e de entrevista, a seleção dos eventos e unidades de análise, as formas de
estabelecer categorias e proceder a inferências. O nível de realidade que se
pretende “abordar” é diverso em cada caso, bem como a forma da “descrição” que
se constrói. Noutras palavras, as diferentes teorias têm suas consequências
metodológicas.
5. PARA ALÉM DO CULTURAL E DO COMUNITÁRIO NA ETNOGRAFIA
Existem, sem dúvida, alguns problemas comuns às diversas correntes e que
parecem ser inerentes à metodologia etnográfica, pelo fato de se ligarem a seu
objeto tradicional de estudo – a cultura –, e sua unidade tradicional de estudo – a
comunidade. Conviria indagar, portanto, acerca das possibilidades de utilizar a
etnografia no campo educacional, a partir de perspectivas teóricas diferentes das
que provém da antropologia.
45
A centralidade do conceito de cultura, em algum dos seus múltiplos sentidos,
é evidente na etnografia educacional. Em muitos dos estudos etnográficos, a
existência de um “conflito cultural” é o pressuposto básico que explica o fracasso
escolar. Os diversos grupos sociais que interagem nas escolas são identificados e
caracterizados em termos de sua “cultura”, mesmo que esta varie de definição, de
acordo com sua identificação com modelos de socialização, valores, competência
cultural, regras de interação ou simplesmente unidades de informação. A cultura
tende a ser considerada determinante do comportamento dos sujeitos envolvidos:
professores e alunos. O fracasso dos alunos procedentes de grupos “minoritários”
ou da “classe baixa” é explicado pelo conflito entre seus próprios padrões culturais e
os da escola, que coincidem com os da “classe média”. O conceito de cultura
orientou a perspectiva no sentido de alguns processos importantes na escola. Sem
dúvida, o viés relativista do conceito também foi um obstáculo à reconstrução de
outros processos, vinculados à dominação ideológica, ao poder e à apropriação e
construção de conhecimentos em uma sociedade de classes.
Outro problema geral destas correntes etnográficas é o da definição e o do
corte do “educacional” e o de sua relação com o contexto social. Afirma-se a
possibilidade de estudar a “escola como uma pequena sociedade” ou, então, isolar a
“estrutura educacional” como uma descrição alternativa da sociedade. Se se
estabelecem relações entre “o educacional” e “o social”, em geral isto se dá
mediante “os valores da sociedade”. São excepcionais as tentativas de relacionar o
que acontece na escola com a estrutura social, ainda que os estudos clássicos de
Ray Rist (1970) e de E. Leacock (1969) o façam. Apesar dos avanços da
“macroetnografia”, a busca de relações entre educação e sociedade frequentemente
não ultrapassa o âmbito da “comunidade”, que constitui a unidade clássica do
trabalho etnográfico e, além disso, unidade administrativa do sistema escolar norte-
americano. A limitação a esta escala de análise é insuficiente para abordar os tipos
de problemas teóricos colocados pela sociologia em torno das relações entre a
escola e a sociedade e o Estado. Por conseguinte, os estudos etnográficos
existentes costumam ser considerados “mera descrição” empírica sem interesse
para resolver os problemas que se consideram relevantes dentro da sociologia
educacional.
46
O problema teórico de fundo é este: como conseguir uma “descrição” da
escola como instituição articulada organicamente com a estrutura de determinada
formação social? Aparentemente, a etnografia encontraria aqui o seu limite, limite
tradicional ligado aos cortes que os antropólogos faziam de ilhas e comunidades.
Mas também um limite objetivo, de tal maneira que, como método, a etnografia
requer uma unidade delimitada no tempo e no espaço, podendo o etnógrafo
observar e documentar diretamente situações e processos concretos. A etnografia
propõe-se a conservar a complexidade do fenômeno social e a riqueza de seu
contexto peculiar. Por isso, a comunidade, a escola ou, quando muito, o bairro e a
microrregião são o universo natural da pesquisa etnográfica16.
Será necessário, porém, que o tamanho da unidade que delimita um estudo
etnográfico defina também os limites teóricos da pesquisa? Cremos que não. Toda
opção metodológica impõe certos limites à tarefa de coletar a informação. É
impossível fazer um mapa do tamanho do mundo.17 Um estudo sociológico “macro”
baseia-se numa amostragem de informações que deriva finalmente de uma série de
ações peculiares: a elaboração de documentos por indivíduos, a resposta individual
produzida sempre dentro de algum contexto (o recenseamento, por exemplo), a
reação provocada por determinado instrumento ou situação experimental, o
resultado material de alguma ação passada etc. Não é a natureza ou a distribuição
destes dados que dá a possibilidade de reconstruir a estrutura ou os processos
históricos de uma sociedade. Antes, esta possibilidade é dada pela construção
teórica dos conceitos utilizados na análise dos dados.
Do mesmo modo, é possível realizar um estudo etnográfico que leve em
conta o contexto social que existe muito além da escola e da comunidade. Por isso,
é necessário integrar perspectiva teórica a contribuição de uma teoria social na qual
a definição de “sociedade” não seja arbitrária e aplicável a qualquer escala da
realidade (sala de aula, escola, mundo etc.). Seria preciso reconhecer os processos
educacionais como parte integrante de formações sociais historicamente
determinadas.
16 Transcender esta escala, na tradição antropológica, significa desenvolver uma etnografia educacional, ou seja,
construir categorias e tipologias de processos educacionais e determinar relações e estruturas constantes através de estudos
comparativos, como o propôs Dell Hymes (1980).
17 Leitura metodológica derivada de um conto de Borges.
47
Já existem algumas tentativas nesta direção. Sua orientação teórica provém
da “nova sociologia da educação” que, partindo das relações estruturais entre os
sistemas educacionais e a sociedade, tem problematizado a forma como esta se
apresenta dentro da escola (Willis, 1977; Apple, 1978; Foley, r. d.).
Esta corrente aborda os processos escolares como manifestação da
reprodução da estrutura de classes, bem como da desigual distribuição da cultura,
do conhecimento e do poder. O processo de socialização dentro da instituição
escolar foi estudado em função da divisão social do trabalho nas sociedades
capitalistas e não apenas em função dos valores sociais abstratos. Vários expoentes
desta corrente (Young, Woods, Apple) reconhecem na etnografia um instrumento
metodológico que permitirá demonstrar na escola as relações sociais estabelecidas
para outra escala. São poucos, sem dúvida, os estudos de tipo etnográfico
realizados nesta perspectiva teórica (destacam-se entre eles os de C. Lacey e Paul
Willins), não estando ainda resolvidos nem os problemas teóricos nem as
consequências metodológicas deste tipo de pesquisa etnográfica.
6. UMA ALTERNATIVA TEÓRICO-METODOLÓGICA
O desenvolvimento teórico atual não é suficiente para fundamentar uma linha
alternativa de etnografia educacional. Algumas das insuficiências teóricas poderiam
ser superadas pela integração da teoria gramsciana. Se bem que a “nova sociologia”
tenha incorporado algo da teoria de Gramsci (1975) à sua conceituação a respeito
da educação, ela tem a tendência de excluir alguns aspectos fundamentais da
reflexão deste autor. Entre esses, encontra-se a importância da história e a
integração dos conceitos e das relações que Gramsci desenvolve (senso comum,
folclore, concepção do mundo, bom senso, ideologia etc.) para abordar os
fenômenos “culturais” que têm sido o objeto de estudo tradicional da etnografia. A
perspectiva gramsciana define também relações específicas para fundamentar o
estudo dos fenômenos “culturais” ou “superestruturais” nas relações sociais e no
movimento político da formação social que os inclui.
Algumas das consequências metodológicas que traria o desenvolvimento
desta perspectiva teórica, como pano de fundo para realizar estudos etnográficos,
contrastam com as características das correntes revisadas.
48
a) Ao realizar um estudo etnográfico, em vez de supor o estudo de
“uma totalidade” (“holística”), aborda-se o fenômeno ou o processo particular
como parte de uma totalidade maior que o determina, em alguma medida e
com o qual mantém determinadas formas de relacionamento. Esta forma de
abordar a realidade não requer, como se costuma pensar, que todo estudo
seja macro e cubra a totalidade social, o que invalidaria em princípio qualquer
estudo etnográfico. O importante é interpretar o fenômeno estudado a partir
de suas relações com o contexto social mais amplo e não apenas em função
de suas relações internas (Lukács, 1969). Metodologicamente, isto implica,
por um lado, complementar a informação de campo com informação relativa a
outras ordens sociais (por exemplo, a estrutura e política educacionais do
país) e, por outro lado, buscar interpretações e explicações a partir de
elementos externos situação particular. Deste modo, não se realizam estudos
de casos, mas estudos sobre casos.
b) Um estudo etnográfico a partir desta perspectiva teórica tem sempre
presente a dimensão histórica, não como apêndice obrigatório de monografias
que tratam, portanto, o presente como se fosse eterno, mas como inevitável
componente de todo processo atual. Constrói-se, assim, um presente
histórico, em vez de um presente sistêmico. Um presente em que se
reconheçam os vestígios e as contradições de múltiplos processos de
construção histórica e não um presente que suponha a coerência de um
sistema social ou cultural acabado. Para conseguir isto, é necessário integrar
a informação histórica local (documental e oral) e geral com a análise
etnográfica.
c) A partir desta perspectiva, trabalha-se com uma definição de
educação formal como instituição, questionando sua articulação tanto com o
Estado, em sentido estrito, como com a sociedade civil, da maneira como
ambos se expressam na escala do estudo etnográfico. A escola transpõe o
espaço físico e temporal que se lhe atribui com respeito às atividades formais.
Seu espaço real permeia outras instituições e espaços sociais: o trabalho, a
política local, a concepção de mundo dos habitantes, a economia doméstica.
Metodologicamente, esta concepção define novos espaços e eventos nos
quais buscar os elementos e as relações significativas para estudar os
49
processos educacionais. Afinal, convém evitar a dicotomia escola-
comunidade característica de outras perspectivas etnográficas e construir
categorias que revelem tanto a interação como a distância entre a escola e
sua ambiência social.
d) Partindo desta perspectiva etnográfica, as categorias, os
conhecimentos e as ações dos sujeitos não teriam necessariamente o grau de
coerência e de eficácia que a teoria cultural frequentemente lhes atribui. A
concepção de mundo e a prática são geralmente incoerentes e contraditórias,
coexistindo nelas sentidos divergentes, cujos motivos encontram-se
unicamente no rastreamento de sua história. Esta perspectiva permite
substituir a concepção antropológica de “categorias culturais”, limitada a uma
esfera “idealizada”. Em vez disso, trabalhamos com uma concepção de
“categorias sociais”18, explícitas ou implícitas, cujo sentido só pode ser
estabelecido quando se constroem os processos e as relações sociais que os
sustentam.
e) Os objetos de estudo significativos para a pesquisa etnográfica são
sempre processos sociais. Na educação, encontram-se processos de
socialização já identificados nos estudos tradicionais, mas também existem
outros como os de produção e reprodução, de troca e comércio, de geração,
destruição e luta. Estes processos, mesmo quando acontecem mediante
mecanismos e formas culturais peculiares, não se reduzem ao processo de
comunicação ou de significação que, em muitos estudos etnográficos, tem
sido privilegiado até hoje. Através da reconstrução destes processos o que
importa conhecer seu conteúdo histórico e social e não somente sua
configuração formal ou estrutural.
18
Empregamos o termo categoria social retomando a análise da vinculação entre a realidade
histórica e a construção social de categorias para repensar e ou organizar esta realidade (por
exemplo, na tradição marxiana, o trabalho abstrato ou então a dicotomia operário cidadão. Não se
deve confundir este sentido com outros usos do termo categoria social, que o remetem a outras
categorias da sociologia ou então a grupos sociais. Quando as utilizamos, as categorias sociais
aparecem em níveis de abstração muito diversos. São expressões da organização social nem sempre
explicitadas formalmente, podendo revelar e, também, de costume ocultar as relações sociais
existentes.
50
A teoria gramsciana resulta assim sugestiva como referencial teórico para o
estudo etnográfico de processos educacionais. O exposto anteriormente pretende
apenas ser um esboço dos problemas teórico-metodológicos que encontramos e das
orientações que propomos no sentido de integrar a pesquisa etnográfica ao
desenvolvimento de uma concepção alternativa relevante para a realidade
educacional latino-americana.
7. RELAÇÃO ENTRE ETNOGRAFIA E DESENVOLVIMENTO TEÓRICO
A elaboração teórica é não apenas condição prévia da pesquisa etnográfica,
mas se constitui – dadas as características particulares da etnografia – num
excelente método para unir a pesquisa empírica com o processo de construção
teórica. Não queremos afirmar com isto que os conceitos teóricos “surgem” dos
dados empíricos, mas que o processo de conhecimento de uma realidade concreta
exige a elaboração conceitual e a precisão da relação entre os conceitos gerais e os
fenômenos observáveis, o que permite o avanço teórico. Na etnografia, este
processo dá-se de um modo peculiar. A etnografia, como procedimento de pesquisa,
não requer a definição inicial de um modelo teórico acabado que funcione como
“marco”, ou seja, que delimite o processo de observação, exigência, por exemplo,
das pesquisas quantitativas e experimentais, nas quais a “operacionalização” de
variáveis é necessária. Dado o vínculo estreito entre observação e análise, a
definição de categorias teóricas de diferentes níveis vem se construindo no processo
de pesquisa etnográfica.
Toda teoria apresenta não só rupturas, mas também continuidade com o
senso comum e com o conhecimento social. Na antropologia, tem sido
particularmente importante a relação entre categorias sociais, parte de seu objeto de
estudo e o desenvolvimento teórico. Um exemplo disto, que afinal constitui um eixo
histórico da etnografia desde Morgan até Lévi-Strauss, é a ideia de parentesco que
abarca formulações teóricas divergentes quanto a teoria cognoscitiva de
Goodenough e a marxista de Godelier. O confronto e a comparação entre os
múltiplos sistemas classificatórios, próprios das culturas estudadas, foram condição
necessária para superar as categorias eurocêntricas do pesquisador e desenvolver a
riqueza teórica atual no estudo do parentesco. Assim, as rupturas com as
51
concepções anteriores deram-se, em certa medida, pela comparação entre as
categorias de diferentes “sensos comuns”.
Esta dialética entre as categorias sociais de múltiplos grupos e o
desenvolvimento de categorias teóricas é uma constante, não apenas na construção
histórica da disciplina, mas também em toda pesquisa etnográfica. O processo
etnográfico aberto e artesanal. Pode começar com questões simples, como as que
se formulam necessariamente quando ainda não existe uma construção teórica
anterior do objeto ou uma tradição de pesquisa de onde partir. Também se pode
empreender a pesquisa com questões precisas, formuladas depois de uma
discussão ou de um desenvolvimento teórico.
Durante o andamento, utilizam-se as ferramentas de que se dispõe: a
etnografia se abasteceu amplamente do instrumental técnico de outras disciplinas. O
etnógrafo observa e paralelamente interpreta. Seleciona do contexto o que há de
significativo em relação à elaboração teórica que está realizando. Cria hipóteses,
realiza uma multiplicidade de análises, reinterpreta, formula novas hipóteses.
Constrói o conteúdo dos conceitos iniciais, não o pressupondo. Ao deparar-se com o
aparente “caos” da realidade, que costuma provocar de imediato juízos
etnocêntricos, o pesquisador aprende a abandonar a formulação abstrata e
demasiadamente precoce, pois é necessário “suspender o juízo” por um momento.
Assim, é possível construir um objeto que dê conta da organização peculiar do
contexto, incluindo as categorias sociais que expressam relações entre os sujeitos.
No duplo processo de observação e interpretação, abre-se a possibilidade de criar e
enriquecer a teoria.
O processo normal de observação é seletivo. O pesquisador sempre
seleciona em função de categorias prévias – sociais e teóricas – a respeito da
realidade de que se aproxima. (De que ponto de vista se observa a “escola”?) A
tendência normal é a de retirar da frente tudo aquilo que se supõe irrelevante. Por
isso, é importante, na tradição etnográfica, insistir na advertência de “observar tudo”,
mesmo que isso de fato seja impossível. A tarefa de observação etnográfica não
procede de um momento em que se “vê” a “totalidade” do outro, quando se definem
“coisas” específicas para observar. Ao contrário, a seleção inconsciente o primeiro
obstáculo da observação, sendo necessário treinar para “enxergar” mais.
52
Inicialmente, consegue-se isto mediante a abertura para os “detalhes” que ainda não
se encaixam em nenhum esquema. Ou então, pela atenção aos indícios, que os
sujeitos proporcionam e que indicam novas relações significativas. Estas “pistas” são
recuperáveis e se tornam interpretáveis na medida em que o trabalho teórico
paralelo as integre. O trabalho teórico fornece as categorias necessárias para tornar
de novo observáveis os indícios preliminares e ampliar a visão.
No processo analítico, o pesquisador relaciona continuamente os conceitos
teóricos com os fenômenos observáveis que podem ser relevantes. Trabalha com as
categorias teóricas, mas não as define de antemão em termos de condutas ou
efeitos observáveis. Esta forma de análise permite a flexibilidade necessária para
descobrir que formas particulares assume o processo que se estuda, a fim de
interpretar-se seu sentido específico em determinado contexto.
Ao construir o conteúdo concreto de conceitos abstratos (como o de
autoritarismo), integra-se o significado que assumem determinados elementos do
contexto ou da interação (uma repreensão, uma porta fechada, o silêncio etc.) para
os sujeitos observados. Este significado se exprime nas reações dos sujeitos diante
destes elementos e nem sempre coincide com aquilo que o pesquisador pressupõe
a partir de seu senso comum. A relação (autoritária, neste caso) manifesta-se
através de formas muito diversas segundo o contexto. Se não se articulam as
“categorias sociais” que a definem no contexto particular do estudo, corre-se o risco
de perder de vista esta relação ou de pressupô-la ali onde não existe. A análise, ou
seja, o trabalho contínuo entre a observação e a conceituação, permite deste modo
a elaboração teórica.
As categorias sociais se misturam com o processo etnográfico não apenas
como parte do objeto de estudo, mas também como esquemas alternativos que
confrontam, abrem, matizam e contradizem os esquemas teóricos e o senso comum
dos pesquisadores. A tarefa etnográfica supera a descrição da organização interna
das categorias sociais, porque esta não é suficiente para explicar a realidade social.
Explicar os processos sociais em estudo exige outro nível de construção teórica. Na
etnografia, sem dúvida, se o trabalho teórico não atenta para as categorias sociais,
fecha-se um dos caminhos mais ricos de construção do conhecimento e corre-se o
risco de reproduzir o senso comum acadêmico em vez de transformá-lo.
53
A relação entre teoria e categorias sociais torna-se relevante na direção
oposta, se pensamos no problema de como integrar de novo o produto da pesquisa
na prática real que foi seu objeto. Diante deste problema, é também necessário criar
uma alternativa para a meta clássica de “descrever a cultura”, que tanto caracteriza
a etnografia. Como se transforma a cultura? Como se socializa o conhecimento
obtido? Como a teoria torna-se de novo senso comum, categoria social? Como se
articula o conhecimento com a prática social? Como pesquisadores de processos
educacionais não podemos fugir deste problema. A tradição etnográfica, informada
teoricamente por uma concepção alternativa de sociedade e educação, pode
contribuir para a sua solução.
54
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58
Escola e classes dependentes: Uma história do cotidiano
Justa Ezpeleta
Elsie Rockwell
1. RELAÇÃO ESTADO-CLASSES SUBALTERNAS NA ESCOLA19
No movimento geral da reprodução social, os vários setores sociais realizam
a continuidade histórica através de práticas contraditórias. Contudo, o conteúdo
deste projeto de continuidade não é idêntico para cada um deles. Para o Estado e as
classes dominantes, trata-se de conservar e fortalecer suas formas de dominação,
inclusive a reprodução das classes subalternas enquanto subalternas. Para estas,
ao contrário, seu desenvolvimento político orientará aquele movimento até conseguir
melhores condições de vida e disputar o poder estabelecido ou mesmo, alterando o
projeto das classes dominantes, chegar à transformação das relações sociais.
Dado que as classes não são entidades autônomas, mas se amoldam em
função das relações sociais, o movimento de uma classe afeta o das outras, assim
como o movimento do Estado afeta o das classes sociais. A contínua e oscilante
relação entre as classes sociais – o confronto, a aliança, a luta – fornece conteúdo
específico ao movimento histórico de toda sociedade. Em nossas sociedades, a
organização política apresenta a relação entre as classes como um encontro entre
cidadãos iguais e livres, mediado por uma ordem estatal autônoma. O Estado,
contudo, tende a fortificar o domínio de quem possui os meios de produção, de
quem detém o poder. Por isso, estabelece relações com os grupos dominados,
constituindo-os como subalternos, e tende também a limitar sua organização
autônoma. De acordo com sua formação histórica peculiar, o Estado gera essas
relações em diversos espaços sociais.
19
É frequente a exclusão da escola da discussão sobre educação popular. Nas posições mais
críticas do tema, tal exclusão fundase principalmente nas chamadas teorias da reprodução (Althusser, Baudelot & Establet, Bourdieu & Passeron, Gintis & Bowles, entre os principais). O debate com esta posição teórica foi o marco geral do Simpósio sobre Educação Popular e está presente, de forma implícita, em alguns pontos deste trabalho. A parte 1, por exemplo, faz alusão, de maneira bem sintética, a questões teóricas que interessam ao nosso enfoque, mas que marcam posições diferentes com relação aos pressupostos da teoria da reprodução. O debate detalhado com estas teorias e suas categorias merece outro desdobramento.
59
Um dos lugares privilegiados do encontro entre o Estado e as classes
subalternas é a escola. Este é um espaço especial com relação a outros onde se dá
também tal encontro. Especial, porque para a escola convergem interesses de
ambas as partes. Para as classes subalternas, a educação constitui um objetivo.
Não se trata somente de uma qualificação exigida como “necessária” pelo sistema
produtivo e, enquanto tal, um quase requisito para a sobrevivência material. Ao
mesmo tempo, alia-se também a educação à possibilidade de superar a exploração
e de transformar a trama de relações que define seu modo de existir na sociedade.
No que toca ao Estado, ele mantém também interesses objetivos referentes à
educação, dado seu vínculo histórico com as classes dominantes. Manter a
estabilidade social, questão vital para consolidar sua dominação, é um compromisso
no cumprimento de suas obrigações. A educação é uma delas e uma das mais
presentes nas reivindicações populares. O poder estatal também se consolida no
consenso, no terreno dos “sentidos compartilhados”, das concepções politicamente
dominantes. A educação, como prova de direito constituído, mas também como
proposta de explicação e organização da realidade, transforma-se em instrumento
necessário da ação e do poder políticos. O espaço escolar é também especial por
outro motivo derivado daquela confluência de interesses. Diferentemente do que
sucede na fábrica, onde a relação das classes circula através do comércio da força
de trabalho e a apropriação do produto realiza-se numa só direção, na escola as
classes subalternas apropriam-se dos conteúdos educativos. Alienado, articulado e
desarticulado, científico e “folclórico”, o conteúdo escolar abre caminhos para outras
compreensões. Integrado inevitavelmente na própria experiência, traz sempre
consigo a possibilidade de reelaboração fora agora do controle escolar.
Possibilidade seguramente ligada ao ritmo do movimento social, à formação
histórica de classe.
No jogo desses interesses, coloca-se no âmbito escolar a relação entre as
classes subalternas e o Estado, a qual toma formas diferentes: define-se e redefine-
se permanentemente segundo as questões que se disputam em cada período e
lugar. A história de cada Estado e sociedade, a história de cada sistema
educacional, bem como a história cívica e política dos povos contribuem de modo
fundamental para o caráter e as formas desta relação.
60
2. CONSTRUÇÃO SOCIAL DA VIDA ESCOLAR COTIDIANA
Ao abordar o caráter específico desta relação20, nossa preocupação central
se volta para a escola e para o elemento singular, cujo conjunto constitui o sistema
educacional ou, a partir de outra perspectiva, para o ponto preciso onde se realiza a
educação. Muito pouco se conhece do que ali realmente se passa; das práticas e
conhecimentos mediante os quais ela existe; das hierarquias, sem dúvida oscilantes,
destas práticas. Sua vida cotidiana é desconhecida.
O corte do cotidiano nesta escala tem implicações conceituais. Exige, de fato,
a construção de um novo objeto de estudo. A relação Estado-classes sociais
constitui o pano de fundo da realidade escolar, mas adquire aí conteúdos variáveis,
assume matizes e infiltra-se através da trama específica de cada escola. Nem
sempre se observam as relações predominantes, unidirecionais, entre escola e
classe social, que aparecem com tanta nitidez nas análises do sistema escolar.
A classe social, considerada como relação histórica e não como agrupamento
de população, é uma categoria pertencente apenas ao nível do movimento social.
Este fato exige a busca de categorias adequadas à escala do cotidiano, em que o
sujeito social individual adquire relevância com seus saberes e suas práticas. O
vínculo mais significativo entre a vida cotidiana e a formação de classe, processo só
observável noutra escala, não é o da “pertença” dos sujeitos individuais a uma classe
(pertença essa derivada da renda, ocupação etc.). Acha-se muito mais nos
conteúdos e sentidos, geralmente contraditórios, de relações e processos sociais
nos quais os sujeitos individuais estão engajados.
As sucessivas políticas estatais mantêm e delimitam a instituição escolar. Sua
intencionalidade traduz-se em normas para conduzir e unificar a organização e
atividades da escola. O Estado define conteúdos da tarefa central, atribui funções,
organiza, separa e hierarquiza o espaço a fim de diferenciar trabalhos, definindo
idealmente assim, as relações sociais. Infiltrando-se em tudo isto, implicitamente,
dispõe de sistemas de controle.
20
A relação Estado-classes subalternas é o pano de fundo de nossa pesquisa, constituindo, porém,
sua temática central. Parece-nos pertinente, contudo, realizar esta reflexão paralela, dada a riqueza do material empírico que estamos trabalhando,
61
Apesar desta intencionalidade estatal, é impossível encontrar duas escolas
iguais. A instituição escolar, observada a partir de nossas questões, existe como um
“dado real concreto”, onde a normatividade e o controle estatal estão sempre
presentes, mas não determinam toda a trama de inter-relações entre sujeitos ou o
sentido das práticas observáveis. Na verdade, cada escola é produto de uma
permanente construção social. Em cada escola, interagem diversos processos
sociais: a reprodução de relações sociais, a criação e transformação de
conhecimentos, a conservação ou destruição da memória coletiva, o controle e a
apropriação da instituição, a resistência e a luta contra o poder estabelecido, entre
outros. Sua interação produz determinada vida escolar, dando sentido exato à
relação entre Estado e classes subalternas na escola. A realidade cotidiana das
escolas sugere que não se trata de uma relação fixa, “natural”, dada onde
invariavelmente os professores e as crianças que nela convivem interiorizam valores
e conteúdos que os tornarão operários e cidadãos submissos. Ao contrário, trata-se
de uma relação em contínua construção e negociação em função de circunstâncias
determinadas. Nestas, entram em jogo interesses e histórias imediatas e mediatas
da escola, do povoado e dos sujeitos envolvidos.
A opção pela escola como perspectiva de estudo não intenciona destacar o
“nível micro” como alternativa do macrossocial, nem tampouco procura-se um
“reflexo”, num âmbito menor, das estruturas sociais determinantes. Trata-se, ao
contrário, de compreender momentos singulares do movimento social.
Ao reconstruir os processos e as relações que se dão nesta escala, nos
âmbitos peculiares e variáveis que são as escolas, o problema de seu vínculo com o
movimento social, noutras escalas, aparece constantemente. Uma determinada
conceituação da vida cotidiana e de sua historicidade21 permite encarar a escola
com certa previsão da existência deste vínculo.
Somente no âmbito da vida cotidiana os homens se apropriam de usos,
práticas e concepções, cada uma das quais é síntese de relações sociais
construídas no passado. Até mesmo as habilidades para transcender o âmbito
21
Agnes Heller (1972 e 1977). Boa parte da conceituação sobre vida cotidiana que este trabalho
apresenta tributária do pensamento de Heller. Quanto conceituação sobre presença cotidiana do Estado, o referencial mais importante tem sido John Holloway (1980: 7-27).
62
imediato, para ligar-se ao movimento social, são adquiridas ou criadas no curso da
vida cotidiana. Por isso, pode-se dizer que na vida cotidiana se reproduz a existência
da sociedade, assegurando-se a continuidade da espécie humana.
A heterogeneidade caracteriza as atividades da vida cotidiana. Não é possível
abordar este âmbito buscando uma lógica evidente. Estas atividades heterogéneas
hierarquizam-se de modo diverso de acordo com o momento e a ambiência em que
sucedem. A busca de uma organização que sentido a cada conjunto diferenciado
destas atividades leva-nos à história.
A vida cotidiana também tem uma história. E isto é certo não só no sentido
de que as revoluções sociais (a) transformam radicamente [...], mas também
enquanto as mudanças que chegam a determinarse na sociedade [...]
expressamse nela, antes mesmo que se realize a revolução social em nível
macroscópico.
Contudo, em sua expressão individual,
a cotidianidade não tem um sentido autônomo. A cotidianidade adquire
sentido apenas no contexto de outro meio: na história, no processo histórico
como substância da sociedade (Heller, 1977, p. 20 e 93).
Em suma, a partir desta perspectiva, a vida cotidiana é ao mesmo tempo
reflexo e antecipação do movimento histórico.
A relação com a história, tanto na teoria como na prática, aparece na reflexão
de Gramsci como o sustentáculo objetivo para a construção da passagem do senso
comum para uma concepção criticamente coerente do mundo. Gramsci insiste nos
Cadernos:
No sentido mais imediato e determinado não se pode ter uma concepção
criticamente coerente do mundo sem ter conhecimento de sua historicidade,
da fase de desenvolvimento por ela representada e do fato de que ela se
acha em contradição com outras concepções ou com elementos de outras
concepções [...]. O ponto de partida da elaboração crítica é a consciência
daquilo que realmente aí está, a consciência do processo histórico
desenvolvendo-se até agora e deixando [...] uma infinidade de pistas
recebidas sem a vantagem de um inventário. Mas é preciso realizar este
inventário (Gramsci, 1975: 12).
Toda forma social viva, toda instituição é, de fato, história acumulada,
rearticulada. É produto de todos os setores sociais engajados nela, síntese de práticas e
63
concepções criadas em diversos momentos do passado, cujo aparecimento atual não é
homogêneo nem coerente. Para tornar inteligível o presente é preciso procurar no
passado o sentido e a força “destas pistas recebidas sem a vantagem de um inventário”.
Este conhecimento necessário para criar propostas alternativas vinculadas a um
movimento histórico real. Somente no enraizamento histórico a política torna-se
construção orgânica.
3. RELAÇÃO CONSTRUÍDA ATRAVÉS DOS PROCESSOS DE CONTROLE E
APROPRIAÇÃO
Na construção social das escolas mexicanas, redefine-se periodicamente a
relação específica estabelecida entre o Estado e as classes subalternas no âmbito
escolar. Na constituição atual da escola, identificam-se formas anteriores de
vinculação entre instituição e população, modos divergentes de amoldar a atividade
escolar. Para começar a articular e compreender as formas de relação que
encontramos, concentramo-nos no jogo entre dois processos: o do controle e o da
apropriação, buscando seu conteúdo no nível cotidiano da escola.
Interpretamos como expressão do processo de controle uma série de
interações e mecanismos observáveis e recorrentes através dos quais se impõem,
negociam-se ou se reorientam certas relações que constituem a realidade escolar.
Como processo vinculado ao poder, o controle tende a articular as ações do poder
estatal. Estas são observáveis, geralmente, como disposições técnicas, como
rotinas aparentemente inócuas que se modificam com uma simples mudança de
categorias ou de regulamentos. Só ocasionalmente aparecem como sanções, como
uso da força. O poder, porém, é também uma relação e, por isso, existe um controle
implícito exercido conjuntamente pelos setores sociais dominados que exigem,
limitam ou modificam a realização de projetos educacionais criados pelo Estado. A
força histórica ou o potencial deste controle explica, em parte, a necessidade política
da oferta estatal da educação pública.
Do processo de controle resultam tendências constantes e traços comuns de
constituição, assim como rupturas significativas que recolocam a escola na relação
entre Estado e classes subalternas. Mas o controle é insuficiente para explicar como
se constitui esta relação e que conteúdos adquire em sua existência cotidiana. O
64
processo de apropriação da existência real pela escola, nesta escala, dá concretude
inclusive aos mecanismos de controle, às prescrições estatais que chegam a fazer
parte efetiva de toda escola.
Os espaços, os usos, as práticas e os saberes que chegam a dar forma à vida
escolar são aqueles dos quais determinados sujeitos se apropriam e que se põem
diariamente em jogo na escola. Integrados a partir da ação individual ou, mais
significativamente, da ação coletiva (reuniões de pais, associações de professores,
grupos de crianças), entram na trama diária como elementos que dão conteúdo
específico à relação estabelecida na escola. O processo de apropriação, enquanto
vincula o sujeito com a história, para reproduzi-la ou transformá-la, torna-se central
para a compreensão da construção social da escola.
Controle e apropriação não esgotam a história da construção da escola. O
jogo que se dá entre ambos é, sem dúvida, particularmente revelador dos diferentes
sentidos que a relação Estado-classes subalternas pode ter. Mostraremos algumas
de suas pistas com referência ao contexto particular de nossa pesquisa22,
examinando novamente três de seus elementos indiscutíveis: as instalações, os
professores e os alunos.
Até mesmo a objetivação mais elementar da escola primária – seu espaço
físico – exprime o processo de construção social. Para além dos dados que os
levantamentos sobre materiais, instalações e condições de cada escola conseguem
captar, os próprios edifícios sintetizam a história da instalação, negociação e
apropriação cotidiana do espaço escolar. É uma história que interessa à memória
popular, mesmo que tenha sido registrada só parcialmente em atas e ofícios que
agora se acham amontoados, escondidos ou guardados por habitantes locais.
Reconstruir esta história é simultaneamente conhecer a concepção que dela
22
A área de estudo abrange quinze escolas situadas na periferia de dois municípios dotados de centros urbanizados e de indústria estabelecida, desde o século passado, em cima de um substrato artesanal e de um campesinato antigo. A população heterogênea: operários, diaristas, revendedores do varejo, camponeses de minifúndio, artesãos e uns quantos carvoeiros e pastores, em proporções que variam segundo a expansão e retração da produção industrial. se entrecruzam os processos de urbanização e ruralização. A força de tradição rural, inclusive indígena, contribui para a sobrevivência e reprodução da população dentro de um contexto transformado pelas relações de produção do capitalismo. As quinze escolas das localidades classificam-se oficialmente como rurais, mesmo que em seu aspecto organizacional cubram uma ampla gama desde velhas escolas ao lado da igreja, em frente da praça, até modernos centros educacionais em terreno da federação margem da estrada.
65
conservam os sujeitos que a recordam. Nossa abordagem não é cronológica, mas
tenta compreender como a história funciona na constituição atual da escola. Nas
trajetórias recentes das escolas que observamos, encontram-se resistências e
mudanças que são testemunhas de um passado não-documentado que contém a
gênese social da escola.
A construção do edifício escolar foi tarefa prioritária de administrações
municipais que, em certos casos, nasceram com o início deste projeto. Uma placa
indica a data de sua inauguração, sob este ou aquele governador e a soma das
contribuições nas três esferas: federal, estadual e municipal. A história, que os
habitantes e os velhos professores contam, compõe-se de várias etapas: recordam-
se períodos em que a construção da igreja, também produto do esforço coletivo,
interrompeu o processo de construção do prédio da escola; e etapas em que se
ativou este processo, coincidindo com movimentos sociais noutra escala. No relato
do povo, a escola não aparece como uma oferta exclusiva do Estado e as datas e as
somas registradas oficialmente são desmentidas. Relembra-se com precisão o custo
– em animais, terrenos, diárias, pedidos, taxas e multas – que significou para a
população local, ao longo de várias décadas, a obtenção desta escola gratuita. Cada
sala, cada janela, cada parede está associada aos nomes próprios daqueles que a
doaram, de quem organizou o trabalho. Fala-se da participação das crianças (cada
uma contrabandeando um tijolo de onde pudesse) e comparam-se dados sobre
quais das famílias presentes contribuíram com o seu trabalho para a obra.
Distinguem-se os diretores que “organizaram” cada sala de aula ou dependência da
escola e que arrumaram, sob orientação estatal, o espaço físico da instituição.
Jamais, nas narrativas locais, menciona-se a homogênea e a-histórica
comunidade do discurso oficial e pastoral. Identificam-se setores sociais que se
aliam à promoção oficial da construção escolar, setores que assumem a obra toda
em alguma etapa, setores que se opõem ativamente ao projeto proposto. Fazem-se
presentes as divisões sociais e de trabalho que marcam, inclusive, os menores
povoados de uma sociedade capitalista.
A negociação em torno da contínua ampliação do espaço físico da escola
implica interesses opostos. Em alguns casos, o dono de muitos terrenos exige um
preço alto pelos metros de que a escola precisa. Noutros, os camponeses, por não
66
quererem vender suas partes, confrontam-se com administradores da organização
escolar. Nas populações mais rurais, dá-se um rodízio entre todos os habitantes, à
maneira da organização tradicional das festas, a fim de assumirem as funções e as
altas cotas correspondentes ao comitê pró-construção. Esta organização é exercida
por uma associação de pais de família, estabelecida de acordo com as normas
escolares e geralmente dirigida pelos vizinhos mais ricos que dizem sacrificar seu
tempo para cobrar as cotizações do resto dos habitantes.
Dentro deste contexto, muitos pais tratam de obter a educação gratuita a que
têm direito os seus filhos. Dado que a cota voluntária oficialmente, optam por não
pagá-la. Contudo, deparam-se com medidas de controle vigentes em cada escola,
como a expulsão ou a retenção dos carnês de cobrança; ou se expõem à pressão
de outros pais que, por poderem pagar a cota, assumem como sua a determinação
de colaborar com a escola.
Na construção da escola, entram também em jogo os interesses profissionais
dos professores. As promoções e prestígios correspondentes se entrelaçam com
este processo, de tal modo que os professores assumem posições ativas, a fim de
convencer os pais a respeito de uma ou outra alternativa de ampliação. Atualmente,
a construção de cada nova sala de aula costuma ser a condição do envio de um
professor adicional e do atendimento a novos grupos de alunos. Esta condição e seu
custo, deve ser assumida pelos habitantes através da constante negociação de
maiores oportunidades na obtenção de educação para seus filhos.
Nas localidades mais rurais, a sedimentação desta história é o modo de se
convencer da posse da escola por parte daqueles que a adquiriram e defenderam,
fato presente nas práticas atuais. Os habitantes se comprometem com a melhoria e
a manutenção do prédio escolar. Levam em conta as exigências de “modernização”
que caracterizam as escolas mais urbanas, mas também resistem à destruição
daquilo que lhes custou um preço alto e reclamam contra os custos e qualidades
questionáveis das escolas construídas pelas agências oficiais23. Ocasionalmente,
23
A negociação do domínio do espaço escolar, como outras expressões de resistência cotidiana, ocorre num contexto despolitizado. Não há organização política que coerência ao bom senso implícito na prática e que se contrapõe às formas de controle estatal. , no entanto, história política nas organizações alternativas que alguns habitantes defendem. História distante, no sentido coletivo com que se empreendem projetos comuns. História recente, no sentido transformador que o Estado revolucionário atribuiu à escola rural. Mas estes elementos não são, atualmente, orgânicos com relação ao movimento real da história. São expressões que, de acordo com as conveniências do
67
conseguem impor, com o risco de perder a subvenção governamental, velhos
projetos escolares (pátio amplo, dois andares), preferidos aos modelos vigentes. Os
pais cuidam do uso do espaço escolar, recebem e entregam o equipamento,
observam e anotam quem visita a escola. O espaço físico das escolas construídas
nestas localidades tem sido permeável à sua ambiência social. As salas de aula
servem alternativamente de direção da escola, escritório, mercearia, teatro. Nelas,
reúnem-se não apenas as crianças, mas também os adultos, os vizinhos e os
forasteiros. Os alpendres cobertos da velha escola sem muros serviram de ruas para
o povo e abrigo durante as chuvas. Os pátios, tradicionalmente amplos, serviram
para folguedos, cerimônias, desportos, festas religiosas ou , feiras e concentrações.
A “modernização” chega, contudo, a outras localidades da região,
desenvolvendo-se a tendência de cercar a escola. Ela é cercada como programa
prioritário do setor de construção. Fechado o portão, não entram os filhos cujos pais
não pagaram a taxa, nem saem as crianças da milpa24, nem entram os familiares
com o almoço. As cooperativas organizadas pelos professores desalojam os
vendedores locais que entravam à hora do recreio. Organiza-se a vida interna da
escola: há maior controle das horas de aula, maior formalidade – e distância – no
relacionamento entre o diretor e os pais das crianças matriculadas. Não se nota na
escola a presença de autoridades e organizações locais, sinal constante da tradição
escolar da zona rural.
As novas formas de construção escolar falam da eficiência, uniformidade no
projeto para baratear os custos (em escala nacional pode ser verdade, mas para os
pais a construção oficial costuma ser bem mais cara); condições excelentes de
orientação e mobiliário, a fim de fornecer a aprendizagem; dimensões menores
(doze salas de aula, um pavimento) com previsão de utilização em dois turnos, ao
invés de aumentar as salas; eliminação de dependências não-educativas, como a
casa do professor. O imponente edifício “moderno” é o símbolo persuasivo da
“qualidade” educacional, mesmo que o vínculo pressuposto entre instalação e
aprendizagem fique ainda para ser demonstrado.
momento, o Estado pode impedir ou, alternativamente, articular com projetos reacionários ou modernizantes. A resistência cotidiana e as tendências históricas contidas só podem ter um sentido transformador se integradas a uma organização política que possa retomar e articular os elementos do passado e do presente.
24 Milpa: nome do plantio doméstico do milho num terreno menor que o de uma propriedade (parcela).
68
O espaço escolar, como resultado de um processo histórico de construção
social, apresenta alguns dos variados sentidos que tem assumido a relação entre o
Estado e as classes subalternas em torno da escola. A prática cotidiana nas escolas
mais rurais conserva as formas, não, porém, o sentido social das relações
específicas que se estabelecem entre Estado e classes subalternas, no México da
terceira e quarta décadas desse século. A escola rural chegou a deslocar centros
civis, organizados em torno da igreja e a instaurar novos pontos de reunião onde se
tem formado, neste meio, a hegemonia estatal. Impôs, com medidas coercitivas,
regimes e normas que reorganizam boa parte dos afazeres das crianças e dos
haveres dos adultos de tradição camponesa. Introduziu e manteve a presença de
um novo “ator”, o professor. Ao mesmo tempo, tornou-se espaço de convergência do
povoado ou do bairro, incorporando a diversidade regional. Instalou-se em modelos
de organização coletiva que antecipam o povoamento, dando outra função à igreja e
reaparecendo como forma particular de apropriação da escola no campo.
Os eventos e motivações que agrupavam, a partir destas escolas, os
habitantes do lugar criaram fortes vínculos entre o Estado e os camponeses.
Ampliaram também os horizontes da sociedade civil, dando noção de pertença a
uma forma de integração social, diferente daquela outra mediada pelo vigário.
Em contraposição, nas escolas mais “modernas”, o controle estatal tem outros
conteúdos, outra eficácia. Limita-se, progressivamente, entre o domínio do povo
sobre a atividade escolar e o domínio escolar sobre a vida das crianças. A partir das
instâncias centralizadas, redefinem-se os termos da negociação entre demandas
populares e serviços públicos, deixando cada vez menos margem ao diretor, cuja
função tradicional era ampla nesse sentido. Se aparecem elementos populares é,
em todo caso, sob nova articulação, como é o caso do aproveitamento da máxima
“colaboração comunitária” para reduzir o financiamento estatal da educação.
As mudanças na escola vinculam-se a outras mudanças sociais. Para uma
população (cada vez mais operária) cuja relação principal com o trabalho é mediada,
formal ou realmente, pelo capital e cuja relação com a autoridade governamental se
estabelece diariamente face de um grande número de corporações e agências
oficiais, a escola deixa de ser um ponto central na política estatal. Com um tipo de
racionalidade que deixa à escola a tarefa exclusivamente “educacional”, o Estado
69
realiza, contudo, novas transformações, talvez mais radicais, nas relações que
marcam sua inserção na sociedade civil.
O exame da vida cotidiana da escola permite elaborar também uma
concepção diversa a respeito de professores e alunos. Na abordagem tradicional da
escola, aparecem várias definições dos “papéis” e dos “perfis” de cada um como
categorias fundamentais e incontestes. De modo análogo, boa parte dos estudos
críticos sobre a escola caracteriza o professor como o agente reprodutor da
ideologia do Estado e classifica os alunos, antes de tudo, em função do estrato
social de onde provêm. Diante desta tendência, e para a escala do cotidiano que nos
interessa reconstruir, destacaríamos tanto o professor quanto os alunos como
sujeitos sociais através de relações a escola se objetiva e existe. Na vida do dia-a-
dia são eles que, como sujeitos, apropriam-se dos usos, das formas. das que dão
continuidade relativa à escola. É através do intercâmbio cotidiano que se conserva a
inter-relação das ações e a unidade do sujeito e que se recupera a história,
portadora de sentido para a prática social.
O professor não exerce unicamente este papel. Nesta região, frequentemente
o professor já foi, alguma vez, camponês, operário, trabalhador braçal ou se torna,
simultaneamente, curtidor, açougueiro, sapateiro. O professor, por tradição familiar,
faz muitas vezes estudos paralelos (dança, costura, artesanato, contabilidade etc.)
que complementam os recursos para sobreviver como docente. Em todo professor
da zona rural pode-se combinar uma gama excepcional de experiências. Alguns, por
exemplo, armazenam histórias de trabalho em fábrica quando jovens, estudos
noturnos e até a direção de um movimento de contestação das tradições locais. E, já
investido da função de professor, trabalha diretamente na milpa e no tear, assume
encargos religiosos e aceita tarefas civis das quais outros fogem por serem custosas
e exigirem tempo. E, junto a tudo isto, ensina espanhol numa escola secundária
urbana, situada a duas horas de distância.
A articulação e a reelaboração, pelos professores, destas práticas e dos
saberes respectivos, manifesta-se em seu trabalho cotidiano com inter-
relações e rupturas bem diferentes daquelas que as definições abstratas de
Bracero, no original, quer dizer trabalhador agrícola temporário, imigrante nos Estados Unidos.
70
funções e normas docentes supõem25. Este processo contraditório de
elaboração da prática docente em si mesma permite questionar a identificação
única do professor como “agente reprodutor da ideologia do Estado”. Por sua
vez, ao chamar a atenção para a debilidade da função reprodutora no trabalho
destes professores, não identificamos necessariamente práticas alternativas
coerentes.
Contudo, exerce também ele o papel de professor. Os múltiplos saberes
construídos no trabalho e a integração do corpo docente asseguram a
continuidade individual das escolas. Na vida cotidiana, o saber especializado
do professor suplanta qualquer perfil ou programa formativo. No âmbito social
imediato da escola, este saber é reconhecido e valorizado por aqueles que,
dentro ou fora do sistema educacional, recorrem ao professor para uma
infinidade de tarefas. (“Sabem que somos solicitados pelo povo para qualquer
assunto”, afirma um professor.) Com variações históricas, vai-se formando
uma exigência social para o professor, resultando em certos traços de
“personalidade”, “voz”, “modo de apresentar-se”, “conduta inatacável” etc. Na
versão dos habitantes, enfatiza-se, além disso, a posse real de conhecimentos
(nem sempre coincidente com a preparação formal) e o bom tratamento dos
alunos.
Também se encontram professores no posto de supervisor. Sua mediação
transforma em organização escolar concreta o mais sofisticado planejamento
técnico, reforça os mecanismos de controle do magistério, torna operante o sistema
escolar de massa. Sua apropriação especial de formas de instrumentar e controlar a
educação explica parte da diferença das realidades escolares. Por exemplo, alguns
supervisores estão imbuídos de uma tradição anterior à ruptura oficial, que alterou o
sentido da educação elementar posterior ao cardenismo. Assumem a autoridade
25
O processo de apropriação, constitutivo do trabalho do professor, particularmente relevante. As demandas cognitivas e afetivas que qualquer grupo de crianças coloca – como componente objetivo deste trabalho –, põem em jogo necessariamente a história pessoal do professor, ou seja, a história de suas apropriações. Isto diferencia a tarefa docente de outras situações trabalhistas onde o uso da força de trabalho controlado por outro tipo de racionalidade. A forma em que a apropriação de saberes por parte do professor contribui para definir o próprio trabalho é, sem dúvida, variável historicamente.
Cardenismo: a autora se refere ao presidente Lázaro Cárdenas (México), empossado em 1-12-1934 e um dos reformadores sociais do país, com o seu Plano Sexenal. (N. do T)
71
que aquela tradição lhes outorga na intermediação entre funcionários superiores e
professores das classes iniciais, reinterpretando as disposições que os primeiros
dão aos outros. Em sua própria atuação, os supervisores apresentam o jogo
possível de apropriação e controle entre magistério e Estado.
Com toda a força de sua presença coletiva e de seu saber acumulado, o
magistério não é autônomo. As sucessivas políticas estatais contestam diariamente
a politização dos professores. O Estado estabelece continuamente seu controle
através das formas de relação e das práticas materiais da burocracia e do sindicato.
Com várias medidas administrativas separa e reúne os professores, de tal modo que
se impeça a identificação de interesses comuns de classe e um possível rompimento
radical em face do poder. (“O Estado nos teme em razão daquilo que podemos fazer
com as crianças, imaginem.”) Aos problemas trabalhistas apresentados pelos
professores dá-se um tratamento sistematicamente individual. A organização
escolar, que abre espaço para que os professores se encontrem e trabalhem juntos,
fica sob vigilância. Transferem-se, por exemplo, os professores e modifica-se a
delimitação das áreas escolares desde que surjam indícios de organização
alternativa.
Apesar disto, os professores são trabalhadores sindicalizados. Na análise do
controle do magistério por um Estado que assumiu como uma de suas formas de
relação mais eficazes a integração corporativa dos setores populares em seu próprio
aparelho, não é bom esquecer a construção e alteração histórica desta relação.
Encontramos as marcas de várias organizações sindicais formadas autonomamente
ou incorporadas, em certa conjuntura, ao ordenamento estatal. A experiência de
gerações de professores inclui momentos em que a organização corporativa local se
unia a mobilizações de camponeses ou operários. Os conflitos e as alianças atuais
ganham sentido à luz da história de sucessivos reagrupamentos do poder sindical
que tentam evitar a separação contínua entre base e dirigentes. Reaparecem usos e
abusos de reivindicações genuínas da base em função de reorientações internas
dos grupos no poder. Nos momentos de mobilização, alguns velhos lutadores unem-
se aos professores isolados, que nesta região começam a colocar em termos mais
políticos as reivindicações da associação, os quais, na defesa da “liberdade de
ideologia”, relembram momentos de maior independência e senso social da
organização docente. A relação variável entre escola e classes subalternas exprime-
72
se também através da historicidade da relação entre Estado e os professores que,
como trabalhadores e por sua origem, são parte das classes subalternas.
O relacionamento entre professores e crianças no trabalho educacional
cotidiano corresponde também a uma construção específica. Não provém
necessariamente do caráter das relações trabalhistas e políticas entre o Estado e o
corpo docente, mesmo que a experiência, também neste âmbito, possa chegar a
incorporar-se ao “pequeno mundo” complexo de uma sala de aula. Sem dúvida, fiel
à origem institucional, ligada à formação dos Estados burgueses, estas escolas
tendem também para a reprodução das relações de dominação que prevalecem em
nossas sociedades. Nestas, observam-se formas de relação que medeiam alunos e
professores, ou alunos e os conhecimentos, moldando orientações, dependências e
hábitos ao tipo de trabalho necessário para a reprodução do capital.
Apesar do controle implícito do tempo, dos comportamentos, da atenção e da
ação das crianças, apesar do corte ideológico resultante das práticas materiais na
escola e apesar da seleção escolar dos conhecimentos criados pela humanidade e
de sua consequente exclusão, tanto do saber popular como da ciência mais
avançada, ocorrem simultaneamente nas escolas processos de apropriação de
saberes e práticas significativas para as classes dominadas. E, quando o controle
estatal restringe estes processos de apropriação, as crianças encontram formas de
resistir, formas de recuperar o sentido do encontro diário com seus colegas, que –
historicamente – a escola também tem promovido e convertido em fato cotidiano.
Ao observar e interpretar o que acontece na sala de aula, como parte de
um processo de apropriação, torna-se significativa a relação entre as crianças.
Entre os alunos dá-se, pelo menos nestas salas de aula, uma organização que
não se deve subestimar, ainda mais se suspeitarmos da força de sua estrutura
e de seus conteúdos. Em grande parte, é em função da mesma que as crianças
se apropriam dos conhecimentos que aparecem na escola. As crianças
encaram a convivência dentro da escola com estratégias apropriadas e
convertem este espaço num lugar onde a aprendizagem se dá conjuntamente.
Entre as crianças, organiza-se boa parte das condições de interpretação do
discurso do professor. Assim, elas se mostram invulneráveis diante de temas
alheios e tornam-se distraídas diante de discursos incompreensíveis. Animam-
73
se e participam quando estão diante de tarefas e explicações que adquirem
coerência ou sentido na trajetória de seu processo de construção de
conhecimento, muito autônomo e social.
A organização das crianças reunidas numa sala de aula apresenta-se ao
professor como uma realidade dada, seja ela reconhecida ou não. Sua sensibilidade
e conivência, com respeito à proposta de organização da aprendizagem, implícita na
atividade das crianças, caracteriza uma qualidade docente que atravessa gerações
e tradições de magistério, rompendo com as formas individualizantes prescritas.
Entre as crianças existem também relacionamentos e situações tendentes a
questionar, indagar e reelaborar as atividades e conteúdos que a escola lhes
proporciona. A riqueza temática de suas conversas, do “barulho” típico das salas de
aula, contraste com a eventual pobreza do conteúdo proposto formalmente. Além
disso, sabedoras das fronteiras existentes entre conhecimentos escolares e não-
escolares, as crianças burlam o pretenso monopólio da escola como único acesso à
cultura. Elas confrontam e integram continuamente o conhecimento adquirido fora da
escola com a versão formulada dentro dela.
O conteúdo que as crianças encontram nas escolas que conhecemos não é
idêntico aos programas e textos oficiais (e sê-lo-ia em alguma escola do mundo?).
As sucessivas definições estatais e do magistério daquilo que deve ser ensinado na
educação básica aparecem estratificadas no presente, perdurando as noções mais
antigas (por exemplo: guadalupanas e zapatistas) ou incorporando,
apressadamente, os temas mais modernos que circulam no ambiente (como o
petróleo). Aparecem conhecimentos que jamais foram programados para a escola e
se relatam histórias nas quais a leitura é a-histórica. A sabedoria geobotânica local
enriquece os esquemas escolares. Um toque festivo de tambores, reproduzido pelo
professor em sua escrivaninha, torna de imediato relevantes e acessíveis os termos
abstratos e estranhos da linguagem que o planejamento escolar considera
necessária. Os conteúdos assumem formas concretas através do ensinamento dos
professores, que os interpretam e objetivam frequentemente através de maneiras
alternativas e significativas para as crianças.
Referência Virgem de Guadalupe, a Nossa Senhora mexicana, cuja devoção bem arraigada no
povo, bem como a Emiliano Zapata, chefe camponês da Revolução.
74
Na escola, as crianças se apropriam de usos e conteúdos específicos, de
noções concretas sobre realidades familiares ou desconhecidas, de conhecimentos
inseparáveis da formação das relações sociais que asseguram a pertença à classe,
à humanidade. “Não é o pensamento, mas o que realmente se pensa, que une ou
separa os homens”, posiciona-se Gramsci. O importante são os conhecimentos e as
práticas concretas que se reproduzem em cada escola (e não um suposto efeito
geral de escolarização), porque dão conteúdo e sentido específico, histórico, à
relação entre a escola e as classes subalternas26. É na expressão cotidiana do
processo educacional (e não nos programas) que se começam a distinguir o sentido
histórico e a adequação, para a formação de classe, dos conteúdos que as crianças
encontram na escola. Em sua expressão cotidiana, o conhecimento, bem como sua
transmissão, é indissociável de sua articulação ideológica. A rearticulação possível dos
conhecimentos, a partir de concepções sociais diversas da estatal, só pode acontecer
pela mediação de sujeitos sociais coletivos. A presença maciça das classes subalternas
no sistema escolar oferece permanentemente esta possibilidade.
A prática permanente de apropriação por sujeitos individuais, que se reúnem
na escola, como professores e alunos, produz a diversificação, a alteração, a
historização da realidade escolar. Tanto para o “controle” estatal como para qualquer
tentativa de transformação voluntarista, a escola constitui uma “realidade rebelde”.
Sua trama específica, seu vínculo com outros âmbitos sociais, não são deduzidos de
relações universais, mas são produtos de uma construção social.
A existência desta heterogênea e contraditória realidade cotidiana, sua
construção como objeto de conhecimento, permite questionar o círculo teórico da
26
Quando tratamos os conhecimentos e práticas escolares a partir do conceito de apropriação por parte de sujeitos em sua atividade cotidiana, estamos deparandonos com uma das mais difundidas concepções reivindicadorasda escola. Ela sustenta que a escola proporcionadapelo Estado classes populares sempre positiva e vantajosa para as mesmas, pois, independentemente da ideologia, a escola doalhes conhecimentos válidos, científicos, neutros. Ao enfatizar o caráter específico, concreto, dos conhecimentos, discutimos também várias concepções baseadas numa noção abstrata de competênciaintelectual ou lingüística, que não é produto da história cultural real. Considerada, vezes, como pré-requisito indispensável para aproveitar a experiência escolar, a competência, formada no âmbito familiar, costuma explicaro maior acesso das classes dominantes ao conhecimento. Considerada, em outras definições, como resultado geral inevitável da experiência escolar, a competênciaaparece como um bemque se outorga às classes populares sob a condição de sua escolarização. Ambas as colocações escondem um interesse ideológico, ao negar a relação genérica de todo ser humano com o conhecimento.
75
“reprodução”. Permite, deste modo, conhecer as concepções educacionais
elaboradas sobre a base desta mesma cotidianidade.
Nesta “leitura” da realidade cotidiana, a discussão implícita com os postulados
reproducionistas tem levado a destacar relações e conteúdos que escapam do
controle e da previsão estatal. Contudo, não proporemos uma valorização
dicotômica destes elementos, uma defesa global da “cultura popular” diante daquela
outra imposta pelo Estado. Tampouco pressupomos uma relação evidente com a
classe social, considerada na escala de movimento social. Quando a dimensão
histórica se incorpora à análise do cotidiano, os conteúdos e práticas da escola
perdem sua identificação exclusiva com o Estado ou com setores determinados da
sociedade. Os significados sociais dos elementos constitutivos das escolas variam
de época para época e se entrelaçam no tempo. O que tem sido produto conjuntural
de políticas estatais chega a ser apropriação “popular” noutros momentos, enquanto
o Estado, por sua vez, “apropria-se”, dando sentidos diversos, de elementos
populares. As práticas observáveis na escala do cotidiano são práticas de sujeitos
individuais que não são em si mesmas (ainda quando possam ser coletivas)
atribuíveis à classe. A valorização destas práticas só é possível a partir de sua
articulação política atual ou previsível com os processos de constituição
hegemônica.
No contexto das discussões políticas em torno da escola, certas posições
propõem “tirar” do Estado sua obrigação constitucional de proporcionar educação
básica a todos, devolvendo “à sociedade civil” a função educativa através da
privatização ou comunitarização das escolas. Esta tendência é previsível na atual
conjuntura mexicana e já conhecida noutros países latino-americanos. Quando se
reconhece, na realidade escolar, um processo de construção social e uma
significação potencial para a formação de classe, está implícita, em nossa análise,
uma valorização da escola, da escola pública, laica, de massa e inclusive
centralizada. Nela acha-se tanto a presença inevitável de um Estado que a sustenta
do indispensável e a determina diferentemente, como a presença – igualmente
inevitável – das classes dominadas que lhe trazem a clareza de suas reivindicações
e a historicidade de apropriações específicas.
76
4. ESCOLA E CLASSES SUBALTERNAS, CONTINUIDADE FORMAL E
DESCONTINUIDADE SUBSTANTIVA
No corte, em outra escala, que atravessa as cotidianidades escolares de
diferentes países e épocas, o jogo entre os processos sociais dentro das escolas
oferece um novo eixo de comparação. A hierarquização e o conteúdo destes
processos permitiria localizar diferenças substanciais sob a aparente continuidade
formal observável, por exemplo, em idênticos esquemas organizacionais ou na
herança comum da instituição no século XIX. É claro que analisar esses processos
leva-nos à busca das relações históricas entre a escola e a ordem social e estatal.
As relações entre o movimento social e a escola não acontecem
automaticamente, pois nem a escola produto previsível, reflexo do sistema de
dominação, nem é uma entidade alheia ao movimento social, desempenhando em
qualquer circunstância sua “função específica”, sem ser atingida pela história. A
escola é construção social, acumula uma história institucional e uma história social
que lhe dão existência cotidiana. Por isso, pode-se falar de mudanças ou situações
“imprevistas” com a mesma frequência com que se observa que as mudanças
“previstas” não encontram seu lugar na escola. Daí, parece-nos necessário buscar
as relações entre movimento social e escola naquelas dimensões da vida cotidiana
que possam ser sensíveis expressões do significado específico que a escola tem
para as classes dominadas, em cada contexto social.
O relacionamento entre as crianças, a apropriação que elas fazem da escola
é, sem dúvida, indicativa do que se passa no âmbito escolar. Os contextos de que
se tem notícia permitem apenas supor algumas oposições. Num polo desta gama
possível, poderiam situar-se talvez aquelas escolas onde a coerção das ditaduras
militares determina uma regulamentação efetiva que tenta reprimir toda interação
entre as crianças. Com idêntico sentido, poderiam encontrar-se aquelas escolas dos
Estados Unidos nas quais outro tipo de coerção, revestida de consenso e auto-
regulamentação, obriga as crianças que querem gritar a trancar-se numa sala
acústica. Noutro polo, apareceriam as escolas em contextos como o da América
Central, onde a participação de garotos de seis a catorze anos, nas lutas
revolucionárias, deve proporcionar a este inter-relacionamento entre crianças na
escola uma força e um sentido social especial e desconhecido para nós.
77
Também o trabalho dos professores oferece um bom material para a
comparação e a diferenciação. Sua apropriação da prática docente parece estar
condicionada a uma gama variada de alternativas oficiais: desde a ameaça da
destituição profissional até a pressão da supertecnificação ou o mais estrito controle
político. A tensão permanente entre tradições do magistério e este tipo de condições
trabalhistas coloca sinais diferentes para a constituição do sujeito-professor no
trabalho, em detrimento da vigência teórica e prática de um “perfil” de professor na
aparência generalizável para a América Latina.
A configuração peculiar e diferente de Estado e sociedade civil em cada país,
de modo particular na América Latina, invalida o transplante de esquemas teóricos
que supõem realidades sociais de estrutura idêntica. Ao comparar os conteúdos de
processos como os de controle e apropriação na escala do cotidiano, necessário
perguntar-se a partir de que núcleo de correlação de forças ou relações civis – ou
em que conjuntura política – a escola se constrói, a fim de compreender, neste
âmbito, a relação entre Estado e classes subalternas. Mesmo assim e sempre
emoldurada nas grandes tendências do poder estatal, da dinâmica entre as classes,
a pequena história de cada escola, com sua própria trajetória de construção social,
filtra e reelabora, de acordo com as práticas mais sedimentadas nela, as tendências
dominantes do sistema educacional.
O jogo de hierarquias e interações entre estes processos (reprodução,
construção e transformação, controle e apropriação, resistência e luta), em sua
dimensão cotidiana, implica uma releitura das categorias analíticas gramscianas de
sociedade civil e sociedade política, interpretadas como formas de relação
historicamente construídas e ambas presentes na escola.
78
REFERÊNCIAS
GRAMSCI, Antonio. Cuadernos de la cárcel: el materialismo histórico y la filosofía de
B. Croce. México, Juan Pablos, 1975.
HELLER, Agnes. Sociología de la vida cotidiana. Barcelona, Península, 1977.
_______. História vida cotidiana, aportación a la sociología socialista. Barcelona,
Grijalbo, 1972.
HOLLOWAY, John. El Estado y la lucha cotidiana. In: Cuadernos Políticos, n.º 24,
abr./jun. 1980.
79
Notas sobre pesquisa participante e construção teórica
Justa Ezpeleta
Meu campo de trabalho não é a pesquisa participativa. Interesso-me pela
teoria da educação e faço pesquisa empírica relacionada com este interesse
teórico. Há coisas comuns entre o que faço e o que fazem os colegas que trabalham
com pesquisa participante. Há também diferenças. A pesquisa em educação é uma
prática jovem, e, se quisermos pensar numa coisa chamada “a" pesquisa
educacional, é necessário dizer que ela apresenta múltiplos aspectos, opções,
confusões e ambiguidades,
A pesquisa participante, por sua vez, é muito mais jovem que a educacional,
e como prática em elaboração apresenta problemas gerais de construção teórica e
problemas particulares, dada a modalidade participativa que propõe como condição
sine qua non para realizar-se. A partir do meu campo, também em elaboração,
proporei algumas reflexões relacionadas com o problema da teoria na pesquisa
social.
Quem são os atores centrais desta minha reflexão? Num primeiro plano da
cena: a pesquisa e a participação. Imediatamente ligado a elas – às vezes
iluminado, às vezes, não – aparece um personagem que, sem dúvida, é chave: a
política. Personagem que não pode faltar, em qualquer de seus sentidos, desde o
mais amplo até o mais estreito. Qualquer um dos outros pode faltar; este, porém,
nunca.
Pensando na importância relativa de cada um dos protagonistas, pareceu-me
útil distinguir diferentes formas de pesquisa participante, a fim de situar a que me
interessa como eixo de reflexão,
Conferência realizada no Seminário Nacional de Pesquisa Participativa promovido pelo INEP no
período de 14 a 16 de março de 1984, Tradução de Francisco Salatiel.
Professoraadjunta do Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de
Investigación y de Estudíos Avanzados del IPN.
Tratase de uma pesquisa sobre O contexto social e institucional da escola primária, em
colaboração com Elsie Rockwell, com quem – no limiar deste trabalho – cheguei a elaborar várias das
idéias que apresento aqui.
80
Uma primeira forma destaca a pesquisa de modo central e explícito. Este tipo
chama-se comumente pesquisa-ação. A ação joga o duplo papel de referencial
empírico e, ao mesmo tempo, de instância de prova da teoria em jogo. Esta
modalidade – que incluía a participação – admite uma sequência de processos, que
se pode estabelecer em condições relativamente naturais, em condições quase
experimentais. Há experiências em pesquisa--ação na América Latina, mesmo que
esta não constitua a forma mais difundida.
Num segundo tipo de trabalho, a participação ocupa o lugar de maior
destaque. Seu efeito organizativo ou a ação planejada como produto prioritário
fazem com que a pesquisa exerça o papel de apoio para este objetivo. Costumam
ser ações, por exemplo, do tipo de desenvolvimento comunitário. O que, neste caso,
chama-se “pesquisa" refere-se principalmente ao uso de técnicas de coleta e
sistematização de dados.
Uma terceira forma coloca no centro o trabalho político. A pesquisa aqui pode
ser secundária ou não, mas a articulação procurada é aquela em que a participação
deriva de algum tipo de organização política imediata. Esta pode, por sua vez, ter
lugar: a) em condições de vigência de garantias democráticas; ou b) em condições
de intensa repressão. Entre exemplos atuais, o chileno é útil para se pensar num
caso “puro" desta última forma.
Finalmente, distinguiria uma quarta forma que estabelece um equilíbrio entre
a pesquisa e a participação. Pensando nesta modalidade é que organizei a reflexão
que segue, e isto por dois motivos: um porque nela se explicita, com maior clareza, a
crítica em torno da Ciência Social chamada dominante; e outro porque é uma das
formas mais correntes na América Latina.
A partir de minha preocupação com a construção teórica, a forma que propõe
o equilíbrio entre a pesquisa e a participação suscita muitas dúvidas e estabelece
numerosos problemas. Mencionarei alguns, a modo de exemplo.
A primeira coisa que chama a atenção é a linguagem, que pretende dominar
a realidade de outro modo, procurando constituir-se ao mesmo tempo em linguagem
crítica. Este “outro" modo é um modo diferente daquele que a Ciência Social
dominante utiliza. Trata-se, em geral, de uma linguagem com claras ressonâncias
marxistas. Enquanto linguagem crítica, que incluía crítica à epistemologia da Ciência
81
Social, incorpora frequentemente terminologia epistemológica.
Sendo assim, se a linguagem configura e expressa conceitos, e os conceitos
constroem e delimitam um setor do real, uma atenta leitura dos muitos materiais
consegue descobrir marcada ambiguidade tanto nas palavras como nos conceitos.
Por exemplo: o conceito de “transformação da realidade" pode ser usado tanto para
falar da mudança de comportamento de um grupo com relação a hábitos alimentares
como para designar um fenômeno cognoscitivo referente a sujeitos individuais; o
termo “transformação”, também aparece frequentemente como sinônimo de
“mudança social”; a expressão “relações sociais" é usada quase sistematicamente
para falar de interação; “classe social" tem infinitas acepções; a relação “sujeito-
objeto" - categoria da Epistemologia – designa uma relação entre pessoas. Por outro
lado, “construção do conhecimento" pode referir-se tanto à gênese da teoria, como à
síntese que o pesquisador chega a fazer de alguns saberes populares; “pesquisa”,
enfim, pode ser sinônimo de método ou de técnicas.
Uma segunda questão, que opera em outra ordem de coisas, é a frequente
mudança de escalas ou transposição de categorias estruturais (sistema social,
classe, reprodução) para falar de situações particulares, específicas, situações
que a linguagem funcionalista designa como micros sociais: um grupo de mães, um
grupo de camponeses, um bairro. A mudança de escalas coloca um problema
epistemológico: a adequação das categorias ao nível e ao tipo de processos a
estudar. Este problema é importante, tanto para a construção teórica como
metodológica.
Finalmente, a crítica ao paradigma positivista constitui outro elemento
constante. Além disso, a pesquisa participante é apresentada com frequência como
a prática que demonstra os limites deste modelo. Na formulação teórica da pesquisa
participante, esta crítica se funda principalmente na posição que a “participação"
toma neste processo; na mudança de papel do clássico “informante" que passa a ser
"sujeito”, tanto para a construção do conhecimento como para a ação.
Ao acentuar, em especial, a diversa concepção do sujeito e das implicações
metodológicas nela contidas, esta crítica não desenvolve o mesmo posicionamento
até às últimas consequências. Quer dizer que não chega a formular, em
profundidade, os problemas da construção teórica, os quais também derivam do
82
papel protagônico do sujeito. O debate com o positivismo focaliza-se em torno da
questão metodológica, e o lugar da crítica teórica é ocupado amiúde pela
valorização ideológica.
A propósito deste debate, é frequente encontrar uma notável contradição. A
crítica das deficiências do positivismo, a crítica de suas limitações, produz-se
geralmente com o positivismo dentro da própria crítica. As formas em que esta teoria
prefigura sua perspectiva, suas categorias, sua a-historicidade, filtradas de
diferentes maneiras, estão em muitas das reflexões da pesquisa participante, em
particular quando constrói suas análises e quando formula suas autocríticas. A
“desistorização” e a despolitização, próprias do ar de segurança do positivismo,
muitas vezes operam no interior de uma prática que se quer colocar no ritmo da
história e se concebe como arma para a política de transformação social.
Deste panorama complexo abstraio uma questão geral, que me preocupa
especialmente e que constitui o motivo deste trabalho. Ela se refere ao papel da
teoria na pesquisa participativa.
Assim, delinearia uma primeira abordagem: por um lado está a necessidade
política de trabalhar com os chamados setores populares. Seu próprio dinamismo
social permite-lhes produzir processos sociais de diversos alcances, nem todos
claramente explicáveis ou compreensíveis através do conhecimento disponível. Ao
mesmo tempo, por essa qualidade de “dinamismo”, são objeto do interesse de várias
“agências" para provocar novos processos. O reconhecimento de que estes setores
não são homogêneos, mas apresentam acentuada heterogeneidade, coloca
problemas na programação das ações e abre questionamentos teóricos. Daí se
depreende a necessidade teórica de refinar e, sobretudo, de construir um
conhecimento que permita interpretar com rigor o movimento destes setores, cuja
importância social e política está fora de qualquer dúvida.
Os problemas que até aqui esbocei são problemas de teoria. Minha
inquietação poderia também formular-se assim: estaríamos diante de uma prática
que não exige teoria e pode reivindicar seu ateorismo? Ou estaríamos diante de
uma prática que enfrenta problemas em sua construção e, entre outros, também o
da teoria?
83
Minha resposta pretende tornar afirmativa esta última pergunta. Creio que a
construção de conhecimentos constitui um problema real para uma reflexão coletiva
sobre os caminhos da pesquisa participante.
II
Quando Agnes Heller27 reflete sobre a difusão das Ciências Sociais na vida
cotidiana, define-lhes uma função, Heller diz: "A função ideológica das Ciências
Sociais é a definição dos conflitos sociais”. A realidade social, em cada momento
histórico, oferece diferentes alternativas para a sua análise. A Ciência Social produz
suas descobertas a partir da escolha de uma destas alternativas ou, numa
linguagem da autora, a partir de uma “escolha de valor”. Esta escolha será
determinante para a localização dos pontos de ruptura que podem conduzir aos
conflitos, ou seja, na identificação mesma dos conflitos, em sua hierarquização etc.
Se esta reflexão for transposta da escala cotidiana para a escala do movimento
social, poderíamos dizer que o sentido histórico das Ciências Sociais é a
identificação, em cada momento, dos pontos nodais da luta de classes. Convém
frisar neste raciocínio duas questões. A primeira é que Heller, com referência ao
intelectual, situa a fonte da escolha nos valores, numa “escolha de valor”. Noutras
palavras, o acidente do nascimento numa ou noutra classe nada mais seria senão
um ato de escolha valorativa que determina o interesse histórico em que se inserem
ou a que correspondem as teorias.
Em segundo lugar, o desenvolvimento histórico de cada sociedade, em cada
época, prefigura os limites dentro dos quais cada sociedade pode ser pensada, ou
seja, os limites daquela escolha. Existe um condicionamento histórico na produção
da teoria. Dessa forma também a teoria social é sempre tributária de algum projeto
histórico. Mesmo quando a teoria questiona a ordem estabelecida, tal
questionamento tem sua origem em condições reais presentes na sociedade. Por
isso, não houve um Marx na Idade Média, mas pôde existir um quando, no século
XIX, consolidou-se o capitalismo.
27 HELLER, Agnes. Sociologia de la vida cotidiana. Barcelona, Península,1977.
84
Em resumo, assim como não há pensamento social à margem da história,
também não se pode pensar a sociedade sem uma perspectiva para visualizá-la,
sem definir, explícita ou implicitamente, uma posição com relação ao poder.
III
Na reunião preparatória deste seminário, Carlos Rodrigues Brandão28
formulou uma questão básica que resume boa parte do debate sobre a pesquisa
participante: que significa participar? Quem participa de quê?
Em seguida, estabeleceu duas formas polares de entender a prática que nos
ocupa. Num caso, tratou de destacar a participação de pessoas nas diferentes
etapas da pesquisa. Noutro, destacou a participação da pesquisa num projeto
popular. Nesta última conceituação é que nosso autor se situa.
Retomando a contribuição do Prof. Pedro Demo, Rodrigues Brandão
sintetizou o problema em duas dimensões de índole diferente: "Há uma dimensão
epistemológica, quer dizer, a própria possibilidade de produção de um conhecimento
científico a partir de novas relações sociais" (ele se refere à interação pesquisador-
sujeito), que a ideia de participação introduz, e uma dimensão política, que é
também epistemológica [...]”
O antropólogo Rodrigues Brandão recorda que não se pode falar de pesquisa
participante sem falar de “observação participante”. Por isso, sugere, noutro
momento, que a pesquisa participante constituiria hoje precisamente a conjunção da
observação participante com a participação da pesquisa (num projeto popular).
Malinowski e Marx constituem os referenciais para repensar o problema
nestas duas dimensões e representam “longitudinalmente" os dois momentos
constitutivos desta nova prática,
Na reflexão que, neste caso, se faz sobre estes dois maiorais das Ciências
Sociais, Malinowski é o construtor de uma técnica – “a observação participante” –
que o conduz a uma teoria: o funcionalismo. Marx, e Marx somente, é quem introduz
28
BRANDÃO, C. Rodrigues, CAMPOS, M, Malta & DEMO, Pedro. Texto básico, in: SEMINÁRIO
SOBRE PESQUISA PARTICIPATIVA. Brasília, INEP, 1984. dat
85
a dimensão política possível para o uso social da pesquisa ou “a participação da
pesquisa”.
Mesmo concordando com grande parte das observações, proposições e
dúvidas levantadas por Rodrigues Brandão, preocupa-me seu modo de tratar estes
dois autores ao analisar aquelas duas dimensões: a técnica e a política.
Rodrigues Brandão sustenta que “o determinante é a participação da
pesquisa num projeto popular, e esclarece o que seja projeto popular”, já que, em
geral, quando se fala de pesquisa participante está se falando de classes populares.
Colocada deste modo a questão, não se pode discutir a conveniência da alusão a
Marx para mostrar o compromisso histórico de sua pesquisa. Meu problema surge
quando Brandão afirma: "Se com Malinowski começa a observação participante que
vai dar um dos lados da pesquisa participante, com Marx talvez comece a
participação da pesquisa... quer dizer, o lado político da questão” 29. Esta forma de
situar o político, sem maiores considerações a respeito, em Marx parece-me
problemática, porque alguém poderia ver-se induzido a pensar que em Malinowski
só há compromisso com a “ciência" e que sua pesquisa está à margem de qualquer
projeto histórico (já que ela não pode caracterizar-se como engajada num “projeto
popular”).
Esta colocação se relaciona com outra, referente à observação participante;
ambas têm importantes consequências para o problema da construção teórica.
A propósito da observação participante, Rodrigues Brandão destaca seu
interesse por outro problema: "a elaboração do outro na relação de pesquisa”. Com
relação a isto, a observação participante possibilita formas de interação entre o
pesquisador e os sujeitos, permitindo uma abordagem pessoal e abrindo fontes de
informação que nenhuma outra técnica tornaria possível. Novamente concordo com
este aspecto, mas não concordo com a afirmação que segue: "as relações
interpessoais entre pesquisador e sujeito, as ‘relações sociais' constituem as teorias;
é a relação que determina o pensar e não o inverso”.
Esta afirmação, segundo a qual a técnica determina a teoria, abre um
problema complexo. Daí se poderia interpretar que a teoria não se constrói, mas é
29
BRANDÃO, C. Rodrigues, CAMPOS, M. Malta & DEMO, Pedro, op. cit.
86
derivada; não se daria nenhum processo intelectual de construção do conhecimento,
nem tampouco haveria para a teoria qualquer condição de produção além das que
lhe oferece a técnica, ou seja, não haveria nenhuma determinação histórico-social.
Diante destes dois problemas, gostaria de colocar outro modo de entender a
construção teórica, de articular estes elementos.
1. A adesão a um interesse histórico preciso (ou projeto histórico)
está na base de toda teoria social. Tal adesão é uma condição – inevitável
– da produção deste tipo de teoria. Desta condição surgem as perguntas
que orientam a pesquisa. Neste sentido, Malinowski constitui um exemplo
paradigmático das relações saber-poder que se imbricam na elaboração e
fortalecimento do capitalismo, numa precisa etapa de seu
desenvolvimento. Noutros termos, o funcionalismo se constrói com relação
a um interesse histórico-social específico.
2. As técnicas não constroem a teoria, não determinam o pensar.
Mesmo que a observação participante pudesse modificar preconceitos do
pesquisador e até mesmo fazer com que ele mudasse suas questões, não
há derivação automática ou passagem natural da informação de campo
para a teoria. A articulação entre ambas produz-se por uma construção
categorial que depende das questões iniciais, da teoria que se maneja, e
da posição histórica a partir da qual o teórico – consciente ou
inconscientemente – enxerga a sociedade.
Também não se pode sustentar que são as teorias que determinam
mecanicamente as técnicas e, através delas, as formas de interação entre
pesquisador e sujeito. São as questões iniciais acerca de um setor opaco, obscuro
da realidade, que orientam a escolha das técnicas. Do tipo de perguntas formuladas
depende a conveniência de utilizar-se um levantamento, técnicas estatísticas ou
técnicas etnográficas, ou então construir-se novas técnicas (por isso mesmo é que o
antagonismo entre técnicas quantitativas e qualitativas parece-me mal colocado.
A seguir desenvolverei estes dois pontos.
87
IV
Gostaria de retomar aqui a contribuição de Heller no que diz respeito ao
sentido das Ciências Sociais na vida da sociedade. Desta contribuição concluímos
que a sociedade sempre se repensa a partir de uma perspectiva, a partir de algum
interesse histórico que se mantém em relação ao poder dominante, o qual, além
disso, infiltra-se no conteúdo da produção teórica.
Com estas ideias presentes, que englobam minha primeira proposição,
gostaria de fazer uma breve referência a Malinowski e ao funcionalismo.
Em certo ponto do debate com a teoria evolucionista, que colocava a
desordem e a impossibilidade de compreender as sociedades “selvagens”,
Malinowski decidiu conhece-las diretamente. Com a hipótese de que algum
“ordenamento" diferente do conhecido organizava a vida destas sociedades, ele
passou a viver com os “nativos”. Neste momento, e sem que o soubesse, começou a
revolução funcionalista, com a sistematização do método etnográfico. Malinowski
enfrentou o trabalho de campo com perguntas que levava, algumas das quais
modificou, e com novos questionamentos que surgiram ali mesmo. Impôs uma
vigilância cerrada sobre seus preconceitos europeus e teve enorme cuidado para
não se perder no dado imediato. Duvidou das evidências empíricas, buscou
recorrências e seguiu pistas para identificar os “ordenamentos" que supunha ali
existentes. A convivência e a relação pessoal, que ela oferecia, resultou em
aproximação mais adequada, mais pertinente, mais rica para resolver o problema
central: entender aquelas sociedades.
Para que entendê-las? A partir do ponto de vista pessoal, não há dúvida que
estava em jogo sua paixão intelectual. A partir do ponto de vista histórico, entender
as colônias, saber sobre as sociedades “exóticas" não-europeias, era uma
necessidade intrínseca do Império Britânico para ajustar os mecanismos de sua
administração, no sentido de consolidar seu domínio político e econômico.
Para além da atitude pessoal, de seu respeito, de sua abertura e também de
seus distanciamentos daqueles ilhéus, o saber de Malinowski é um saber que se
imbrica numa necessidade histórica de dominação. É um saber não só útil, senão
necessário ao poder. O próprio debate de Malinowski com os evolucionistas é um
88
debate com uma teoria que, mesmo quando legitimava o domínio colonial, oferecia
instrumentos débeis de conhecimento para tornar esse domínio consistente. O
Império precisava conhecer os funcionamentos e ordenamentos concretos das
sociedades colonizadas.
Contudo, podemos perguntar-nos como atuou esta aceitação do poder –
explícita ou implícita – na reconstrução teórica daquelas sociedades. Como atua a
perspectiva histórica na elaboração intelectual que o pesquisador realiza?
O fato de Malinowski chegar às últimas camadas do Império, aos grupos e
sociedades mais afastados do centro do poder imperial, não significa que seu
horizonte tenha incorporado – para a teoria - o fenômeno da colonização. Mas é que
as perguntas feitas à realidade prefiguram o que se pode ver e o que não se vê. O
interesse de Malinowski concentrou-se em entender a lógica dessas sociedades em
si mesmas. Ele conviveu também com o domínio colonial, com as transformações
que os ingleses provocaram na vida cotidiana da população, na qual ele estava
imerso, e na sociedade como um todo. Mas estes processos não fazem parte de seu
objeto de estudo, não se integram à análise de seus registros; embora os dados
estejam em seus registros, não fazem parte de sua teoria, isto é, de sua explicação
daquelas sociedades. Malinowski as estudou como sociedades sem história.
Mesmo quando foi capaz de perceber a importância de uma tradição própria
aos Ilhéus, reconstruída, “congelada" em suas instituições, não foi capaz de integrar
a história do poder colonial que as altera. E não é questão de capacidade, mas de
ponto de vista histórico-político, de inevitável compromisso intelectual. O corte do
objeto de estudo permitiu-lhe reconstruir circuitos, redes de relações sociais, pontos
de equilíbrio, pontos de rupturas. Mas apenas dentro da lógica dessas sociedades
“puras”, sem nenhum contexto colonial.
Está ficando claro que olhar para baixo (ou no rumo de baixo) não é a mesma
coisa que olhar a partir de baixo, e que o que conduz a cada uma destas
perspectivas produz diferentes objetos de estudo.
Preferiria parar por aqui com o meu raciocínio, na esperança de ter oferecido
argumentos para pensar que a “participação num projeto histórico" ou, se quiser,
político, é uma condição de existência da teoria e da pesquisa social. “Popular" ou
não, toda pesquisa resulta em algum sentido histórico.
89
Fora disso, gostaria de acrescentar uma observação. A argumentação
anterior não pretende, de modo algum, diminuir a importância da descoberta de
Malinowski, de sua sistematização do “método etnográfico”, traduzido depois como
observação participante. Ao contrário toda a sua potencialidade e importância na
reconstrução de processos sociais que desconhecemos está intacta e em vigor. Aqui
não cabem condenações superficiais do tipo “técnica a serviço do imperialismo”,
simplesmente porque como recurso de conhecimento - não produzem explicações
ipso facto. O próprio Malinowski demonstra-o em seu trabalho. As descrições e
explicações que cria são produto de uma cuidadosa construção intelectual entre o
trabalho de campo e a formulação final da teoria. Há diferentes níveis de elaboração,
comprometidos na própria decisão de ir a campo, escolher a convivência, fazer
registros, analisa-los minuciosamente e, sobretudo, pôr em permanente movimento
o esforço compreensivo para construir categorias analíticas, categorias que
permitam reconstruir teoricamente as instituições que “ordenam" aquelas
sociedades.
Isto me conduz ao próximo ponto que vou tratar.
V
A segunda questão que desejo desenvolver deriva da mencionada
supervalorização da técnica como determinante da teoria. Neste sentido, minha
proposta destaca a necessidade da construção teórica como construção consciente
e a dependência na qual a formulação teórica final se encontra, tanto em relação a
esta construção como em relação a outros fatores do contexto histórico e social.
Para esboçar estas ideias gostaria de pensar em Marx, fazendo uma comparação
entre o funcionalismo e a concepção positivista da Ciência Social.
A primeira coisa que me parece necessária é sublinhar que toda pesquisa – e
a pesquisa participante não é uma exceção – parte de uma ou de várias perguntas.
Em geral, elas se originam da descoberta de um problema que surge ao observar-se
mais ou menos sistematicamente a realidade. A origem das perguntas também
resulta da comprovação da insuficiência, da parcialidade, ou do erro da teoria
antecedente. Malinowski discute com os evolucionistas; Marx, com Ricardo e Smith.
90
A outra componente dos questionamentos é a já mencionada situação histórico-
social do pesquisador com relação ao poder e à ordem dominantes. Ou, na
terminologia de Heller, sua escolha de valor. Este posicionamento é que articula o
sentido da busca.
A obra de Marx pode servir-nos para exemplificar esta questão. Não é
supérfluo lembrar que Marx opta pela perspectiva histórica dos exploradores. Mas
talvez seja útil assinalar que, a partir desta opção, toda a sua tarefa intelectual e
política assume uma finalidade: alterar e subverter as relações sociais de produção
e dominação. A revolução social é a sua meta. Mudar a sociedade implica construir
um novo conhecimento sobre ela e, neste processo, vai-se construindo o método.
“Crítica da economia política" é o subtítulo de O capital. Marx precisou o
conteúdo de sua obra enfatizando o debate sobre a distinção central entre as teorias
que fundamentam e as que legitimam a ordem capitalista30. Por isso, na mesma
operação – que ocupa muitos anos de seu trabalho – em que desmonta essa teoria,
constrói as bases de outra, que permite analisar a sociedade segundo outro modo
de intencionalidade histórica. A sociedade capitalista deixa de ser o ápice “natural"
do desenvolvimento humano para passar a ser a expressão de correlações de
forças historicamente constituídas, ou seja, um momento do movimento histórico das
sociedades. Momento que leva a uma forma particular de “estruturação" social ou,
se se prefere, constitui um determinado tipo de estrutura social com suas próprias
leis de funcionamento.
Ao contrário de Malinowski, que busca os “ordenamentos”, e do positivismo,
que destaca as “estruturas”, Marx se interrogará acerca do “movimento" da
sociedade. O positivismo, nascido com a ascensão da burguesia e à luz de uma
nova ordem, para afirmar o caráter positivo desta ordem, constrói um aparato teórico
que atende à sua consolidação. Marx também polemiza com esta concepção
quando, a partir de um projeto que aspira à transformação da sociedade, interroga-
se acerca das forças e das relações que constituem o movimento social, acerca das
formas políticas, econômicas e ideológicas que, em cada momento, sustentam a
dominação. O movimento social, como produtor da estrutura e operando
30
WRIGHT. Erick Dlin. Los intelectuales y la clase obrera. Em Teoria, Madrid (2): 51-91, jul./set. 1979.
91
simultaneamente em seu interior, constitui a busca e também a construção desta
teoria. No positivismo, porém, a “mudança" será a forma de conceituação da
dinâmica social, não a história, limitada e demarcada pela estrutura em seu interior.
Admitida a instância do interesse histórico como instância que articula a
busca e orienta a perspectiva, o momento da elaboração teórica sobre a informação
empírica supõe algumas operações necessárias. No terreno teórico, uma das
operações fundamentais é a construção de categorias. Não se trata de uma
operação que já tenha fórmulas: trata-se ao contrário, de pôr em movimento um
árduo esforço de criação intelectual para o qual há, de fato, previsões e controles de
tipo epistemológico. As categorias de diferentes níveis de abstração organizam e
sintetizam, com algum sentido, fatos, momentos ou processos da realidade. A
articulação necessária e lógica das categorias permite, por sua vez, a construção da
teoria ou de setores da teoria. A permanente relação entre a informação empírica
(que supõe “observáveis" também construídos) e o trabalho analítico está na base
destes pilares que são as categorias. Com este modelo de esforço intelectual é que
Marx cria ou reconcebe categorias como trabalho abstrato, "trabalhador livre”, "força
de trabalho”, "mais-valia”, "classes sociais”, “formação social”, "modo de produção"
etc.
No mesmo modelo de esforço intelectual as outras duas correntes criam
categorias como “função”, "disfunção”, "papéis”, "status”, "normas”, "anomia" etc.,
(nestas categorias, é possível perceber de relance sua fidelidade histórica à força da
estrutura). São conceitos construídos, abstrações que sintetizam o sentido da busca
e o estudo sistemático da realidade (não palavras que designam coisas, objetos).
Quando esta forma de construir a teoria não é concebida como parte
fundamental do trabalho, o pesquisador corre o risco de abrir caminho ao senso
comum como organizador da teoria resultante31. Entre a informação empírica e a
construção final, os dados se articulam sempre com algum sentido. Se, nesta
passagem, não medeia uma cuidadosa vigilância e uma cuidadosa reflexão, então
essa articulação é realizada pelo senso comum. Sabemos que o senso comum se
31 PAIVA, Vanilda Populismo católico y educación, Cuadernos Políticos, México (34): 23-39,
out./dez., 1982.
92
compõe de diferentes tipos de saberes e conhecimentos, e tem conteúdos
contraditórios; além disso, é produto de uma construção social inevitável,
necessária, porém sem pretensões de coerência. Na educação, meu campo de
trabalho, abundam muitos exemplos de construções teóricas articuladas pelo senso
comum.
As categorias constituem as ferramentas intelectuais para analisar e ordenar
a realidade em estudo. Sua articulação na teoria é o que possibilita a interpretação
da realidade. Os projetos e estratégias transformadores, e os projetos e estratégias
conservadores sempre se fundamentam em alguma interpretação do real.
VI
Para terminar, gostaria de referir-me a alguns desafios que, de acordo com os
problemas levantados, a pesquisa participante enfrentaria.
Parafraseando Rodrigues Brandão, aquela pergunta: “Quem participa de
quê?" sugere-me muitas coisas. Em primeiro lugar, ela me remete aos
condicionamentos teóricos que partilhamos para fazer crescer a teoria e,
consequentemente, nossa compreensão da realidade.
O próprio debate da pesquisa participante indica que esse quem da pergunta
é um sujeito. Uma pessoa com a qual interajo, que me ensina as coisas, me
descobre seus mundos e outras visões dos meus e, além disso, me enriquece. Um
alguém concreto, com o qual devo relacionar-me numa tarefa comum e que, por isso
mesmo, me modifica de algum modo. Este poderia ser um nível para repensar o
sujeito, diferente daquele que a mim preocupa. A partir de minha reflexão gostaria
de problematizar um sujeito que a teoria ainda não construiu plenamente.
Por outro lado, penso no “quê" daquela pergunta, e poderia afirmar que se
trata de processos sociais. Processos que, por algum motivo, chamam a atenção do
pesquisador e são anteriores à sua preocupação e à sua presença, ou processos
que, também por algum motivo, o pesquisador quer provocar.
Então, diante da pergunta “Quem participa de quê?", creio que poderíamos
responder: sujeitos que protagonizam processos sociais. Sujeitos e processos de um
tipo particular. Com que armas teóricas podemos abordá-los? Tanto a tradição
positivista como a tradição marxista aproximaram-se deles sem chegar a elaborá-los
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ao nível de estudo que nos interessa. O sujeito do positivismo está no centro como
sujeito da socialização. Um sujeito que se define por sua aceitação da normatividade
institucional ou que a teoria elabora a partir de uma perspectiva que destaca o
ajuste, a integração ao ordenamento institucional. Socialização é uma categoria que
abstrai o mínimo comum entre as múltiplas determinações sociais do sujeito, o
mínimo espaço de coincidência para entrar no jogo das instituições. É com
referência a isto que se costuma falar também de socialização positiva ou negativa.
Em certas ocasiões, fala-se de um processo de “individuação” que acompanha o de
socialização e de cuja conjunção resultaria o sujeito. Individuação tem um fundo
psicológico e dá margem às diferenças individuais. Em síntese: tudo o que não é
normatividade compartilhada segundo as definições institucionais entra no terreno
da psicologia. Uma outra categoria também se associa a esta temática: "anomia”.
Define o sujeito que não internaliza a normatividade vigente (ou que se volta contra
ela). Mas “anomia" quer dizer ausência de normas e, no meu entender, é uma
categoria que demonstra o limite da teoria. De uma teoria que não pode captar
outros sistemas normativos que não sejam os institucionalmente vigentes; teoria que
não tem capacidade para integrar outras normatividades, existindo talvez
desarticuladas e com diversos alcances coletivos, mas que também constituem
socialmente o sujeito.
Não é de estranhar, por outro lado, que se encontrem estas categorias em
algumas análises marxistas, quando é preciso tratar do sujeito. Além disso, o
desenvolvimento do marxismo e de sua preocupação central com os problemas
histórico-estruturais tem limitado sua contribuição à abordagem atual desse sujeito
que nos interessa e dos processos em que o sujeito está envolvido. Com frequência,
categorias criadas para a análise do movimento histórico – como por exemplo
“consciência de classe" – sofrem forçadas transposições para a escala menor em
que se desenvolvem os processos que interessam à pesquisa participante.
Contudo, o marxismo proporciona instrumentos de análise e perspectivas
metódicas para avançar nesta busca, tanto do sujeito como dos processos.
Alguns desdobramentos recentes do marxismo interessam-se pelo sujeito, retornando problemas colocados nesta tradição, mas não trabalhados de modo especial. Como exemplo, poderiam ser mencionados tanto a linha de Agnes Heller, que retoma a reflexão de Lucaks, como – noutra vertente – os trabalhos que destacam o sujeito a partir do debate sobre ideologia, Neste caso, o sujeito é
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Os processos sociais em que a pesquisa participante atua são, na realidade e
para a análise, diferentes dos grandes processos sociais que formam ou modificam
o movimento histórico. A teoria existente nos proporciona categorias para o estudo
dos mesmos, mas sua possível legitimidade e suas articulações não são
transponíveis ao nível em que acontece a intervenção participativa.
Se for válida a expressão, direi que se trata de processos “pequenos”, de
desdobramentos relativamente locais ou setoriais e com durações variáveis.
Processos que, em si mesmos, podem ou não ser políticos, e sempre expressam
história ou histórias acumuladas, mas cujo encaixe com os grandes processos
sociais sucede-se através de uma articulação política. Há neles também
recorrências e composições que não conhecemos, próprias da escala em que se
sucedem. Enfim, múltiplos e heterogêneos processos, que alimentam outros e que,
ao mesmo tempo, conformam as facetas reais e concretas da sociedade. Nesses
processos são elaborados os sujeitos que, por sua vez, os protagonizam. São
sujeitos construídos em e por relações sociais específicas, por tradições e histórias
diversas que amiúde carregam também normatividades diferentes. Mesmo
conhecendo as regras do jogo institucional, esses sujeitos são capazes de
distanciar-se delas, manejá-las de fora, readaptá-las, resistir-lhes ou simplesmente
criar outras novas.
Entre as tantas construções que a pesquisa participante reclama, a que
aborda o sujeito e os processos parece-me uma das prioritárias. Penso que muitos
problemas poderiam ser esclarecidos se usássemos de maior precisão com relação
a eles. Finalmente, creio que precisamos continuar a construir ferramentas teóricas
mais adequadas para atuar melhor sobre a realidade.
constituído através de interpelações" ideológicas. Esta é uma nova abordagem e outro tipo de limitação para o nosso interesse.
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REFERÊNCIAS
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