Repensando el tropo del clientelismo politico - Javier Auyero

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  • 7/31/2019 Repensando el tropo del clientelismo politico - Javier Auyero

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    Centro de Documentacin e Informacin Bolivia

    N 3 AO 2008

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    Cuadernos de estudios sociales urbanos

    Centro de Documentacin e Informacin Bolivia

    Nmero 3

    Ao 2008

    Ser indgena en la ciudad

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    Director Ejecutivo CEDIB

    Marco Gandarillas Gonzles

    EditorNelson Antequera Durn

    Comit editorial

    Calixto Vsquez

    Escarley Torrico

    Miguel Miranda

    Portada

    Imagen ganadora del concurso

    Ser indgena en la ciudad Categora Fotografa

    Fotomontaje Funsin

    Autor: Csar R. Fabiani Bautista

    Centro de Documentacin e Informacin Bolivia CEDIB

    Calle Calama N 255, entre Nataniel Aguirre y Esteban Arze

    Telfono: 4 25 78 39 Fax: 4 25 24 01

    Cochabamba - Bolivia

    ISSN 1996-6601 Versin impresa

    ISSN 1996-661X Versin electrnica*

    * Disponible en: www.cedib.org

    Proyecto

    Impulso a procesos de cambio social en Bolivia:

    Fortalecimiento del protagonismo social y poltico

    de organizaciones de inmigrantes indgenas del

    rea suburbana de Cochabamba

    Con el apoyo de:

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    ndice

    PRESENTACIN.Etnografa urbana. La perspectiva del actor.................................................... 1

    ARTCULOSRepensando el tropo del clientelismo poltico ................................................. 5Javier Auyero

    Identidad tnica y migracin.El caso de los zoquitecos migrantes establecidos en Ecatepec,

    Estado de Mxico. ......................................................................................... 37Mtra. Karla Vivar Quiroz

    La difcil cuestin de ser indgena en la ciudad ............................................. 55Nelson Antequera D.

    Del Chaco Boreal a la periferia urbana:Etnicidad Ayoreode en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra ........................ 73Irene Roca Ortiz

    EXPERIENCIASEl Movimiento Sin Techo de Brasil .............................................................. 103Guillermo Boulhos

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    Una gran parte de los estudios urbanos en nuestro pas se concentran en dosenfoques principales, la aproximacin urbanstica y la aproximacin estadstica. Es-tos enfoques, si bien nos ofrecen un panorama global de los procesos de urbanizaciny sus consecuencias, tienen la limitacin de que no siempre nos permiten acercarnosa la perspectiva de los actores mismos que llegan a las ciudades, las construyen, lasdisfrutan o las sufren.

    Es por eso que en este nmero ofrecemos cuatro artculos que tienen unaaproximacin metodolgica cualitativa. Comnmente se piensa que la etnografa es

    un mtodo vlido solamente para el estudio de pueblos exticos. Sin embargo, los ar-tculos que presentamos en este nmero nos abren las puertas de la etnografa urbanacomo metodologa de investigacin, nos ofrecen una aproximacin a las distintasproblemticas urbanas desde la perspectiva del actor.

    El artculo de Javier Auyero aborda, desde la perspectiva mencionada, el temadel clientelismo poltico. Nos plantea que desde una visin externa a la dinmicabarrial el clientelismo es visto de una forma negativa, como una forma de cooptacinpoltica de los dirigentes y las bases. Sin embargo, desde la perspectiva del actor, esta

    percepcin puede tener matices distintos. En este sentido es un un importante aporteterico metodolgico en el estudio de la dinmica poltica de los barrios suburbanos,en este caso de los barrios de Buenos Aires. La perspectiva terica y metodolgica delartculo se constituye as en una herramienta importante para aproximarnos a la rea-lidad poltica de los barrios de nuestro pas en los que el clientelismo es una prcticacomn y en cierta medida determinante de la dinmica poltica a nivel local.

    Etnografa urbana.La perspectiva del actor

    PRESENTACIN

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    Karla Vivar, en su artculo sobre la dinmica migratoria de la una comunidadoaxaquea establecida en los mrgenes del rea Metropolitana de la Ciudad de Mxi-co, desde una perspectiva etnogrca analiza cmo los procesos migratorios estn

    ntimamente relacionados con los procesos identitarios de tipo tnico. El artculo deVivar combina una slida perspectiva terica con la riqueza y densidad de su etno-grafa, constituyndose en un aporte valioso para el estudio del fenmeno migratoriocampo ciudad y los procesos identitarios que surgen a partir del mismo.

    El artculo La difcil cuestin de ser indgena en la ciudad de Nelson Ante-quera, igualmente desde la perspectiva etnogrca, muestra cmo la migracin ennuestro pas debe entenderse no simplemente como un cambio denitivo de residen-cia del campo a la ciudad, sino como un itinerario. Este itinerario familiar implica el

    traslado progresivo del campo a la ciudad, sin perder los vnculos con la comunidadde origen. Esta perspectiva problematiza la dicotoma urbano rural presente en losenfoques de investigacin y de intervencin. Otro elemento importante que muestrael artculo es que la cultura y cosmovisin andina determinan el carcter cclico delos procesos migratorios. El manejo vertical de los pisos ecolgicos y la diversica-cin econmica que han permitido la supervivencia de las comunidades andinas hanintegrado a los centros urbanos como uno ms de los pisos econmicos que permi-ten diversicar las actividades econmicas en las comunidades rurales, integrndolasen mayor o menor medida a la vida urbana.

    El artculo de Irene Roca Ortiz presenta una rica descripcin etnogrca ehistrica de la presencia de los ayeoros en la ciudad de Santa Cruz. Los pueblosindgenas de tierras bajas, como lo muestran los datos, habitan principalmente enlos centros urbanos. Pese a esto, los diversos estudios acerca de estos pueblos se losha realizado en el contexto de sus territorios de origen. La migracin campo ciudadde estos grupos, conlleva tambin procesos de rearmacin identitaria. Sus prcticasculturales y cosmovisin, al contrario de lo que comnmente se piensa, les permitenenfrentar el medio urbano, un medio desconocido y hostil. La riqueza y profundidad

    etnogrca del artculo se constituye en un aporte valioso en la comprensin de ladinmica migratoria en las ciudades del oriente de nuestro pas y en particular de lospueblos indgenas de tierras bajas.

    En la seccin de experiencias urbanas recogemos la del Movimiento de losTrabajadores Sin Techo del Brasil, presentada por Guillermo Boulos, en el SeminarioInternacional de Movimientos Sociales Urbanos en Amrica Latina y Bolivia, orga-

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    nizado por el CEDIB, que se llev a cabo en Noviembre del ao pasado en La Paz.Boulos expone con detalle el accionar del MTST, sus perspectivas y reexiones acercade los movimientos urbanos en nuestro Continente y la necesidad de articulacin e

    intercambio de experiencias.VillaLibre, Cuadernos de Estudios Sociales Urbanos pretende ser un aporte a

    la reexin sobre la problemtica urbana en nuestro pas, dada la importancia cre-ciente de las reas urbanas en el mismo. VillaLibre es un espacio para el intercambiode estudios y reexiones sobre el tema urbano desde las diversas disciplinas de lasciencias sociales as como para el intercambio de experiencias de y con las organiza-ciones urbano populares, tanto de nuestro medio como de otros pases.

    Agradecemos la colaboracin de las autoras y los autores de estos artculos que

    hacen posible el debate sobre temas urbanos. Esperamos que VillaLibre contribuya ala reexin y a la bsqueda de mejores condiciones de vida para los habitantes de loscentros urbanos de nuestro pas.

    VillaLibre

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    ARTCULOS

    Repensando el tropo del clientelismopoltico

    Javier Auyero

    As como el tropo de la desorganizacin domin y an domina el estudiodel ghetto negro en los Estados Unidos (Wacquant 1995a), y el de la anomia y elradicalismo domin los estudios sobre las villas en Amrica Latina (Ports 1972), elclientelismo poltico ha sido una de las imgenes ms fuertes y recurrentes en elestudio de las prcticas polticas de los pobres urbanos o rurales en esta regin,llegando a convertirse en una suerte de prisin metonmica (Appadurai 1984) paraeste espacio del continente. Uno de los efectos de esta antologa de imgenes pre-construidas que vinculan lugares y temas culturales es, de acuerdo al antroplogo A.Appadurai, el de achatar toda la complejidad cultural y ubicar el fenmeno estudia-

    do bajo una categora general y generalizable, en este caso, la de clientelismo. Estanocin ha sido usada y abusada- para explicar tanto las razones por las cuales lospobres seguiran a lderes autoritarios, conservadores y/o populistas, as como laslimitaciones de nuestras siempre frgiles democracias (vase, por ejemplo, ODonnell1996; Menendez Carrin 1986; De la Torre 1992, Stein 1980).

    En la actualidad la nocin de clientelismo est siendo examinada y cuestio-nada desde distintas perspectivas (Gay 1995; Burgwald 1996). Sin embargo, en su

    1 Versiones anteriores de este trabajo fueron presentadas en el Seminario General de la Maestra de la Fun-dacin Banco Patricios, en la universidad de General Sarmiento, Universidad Di Tella, y en el Posgrado dela Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.Quiero agradecer a todos los participantes por sus comentarios y crticas. Agradezco adems a DeborahPoole, Chuck Tilly, Ricardo Sidicaro, Elizabeth Jelin, Steve Levitsky, y Jose Nun, por la lectura crtica deborradores de este trabajo. Una beca del Social Science Research Councilme permiti completar partede la investigacin sobre la que se basa este artculo.

    2 New School for Social Research, Departamento de Sociologa.3 Clientelismo poltico entendido como el intercambio personalizado de favores, bienes y servicios por apoyo

    poltico y votos entre masas y lites.

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    gran mayora, los estudios sobre clientelismo poltico han llegado a una suerte deimpasse, tornndose familiares, hasta previsibles.4 Siempre girando sobre los mismosejes, repetidamente dejan sin abordar algunos temas por dems complejos. Uno de

    esos temas poco explorados constituye la preocupacin central de este artculo: lasvisiones diferentes que los clientes tienen de la poltica clientelar.

    Los testimonios sobre el funcionamiento del clientelismo son normalmente re-cogidos de los polticos de la oposicin, de los periodistas, o en el mejor de los casos de lderes de organizaciones barriales. Slo espordicamente se escuchan a los asllamados clientes, las razones que dan para explicar sus comportamientos (apoyar aeste o a aquel referente, asistir a los actos, etctera), sus propios juicios acerca de loque otros llaman (llamamos?) prcticas antidemocrticas. Este trabajo propone unaruptura con este abordaje escolstico, externalista, al centrarse en las opiniones yevaluaciones de aquellos actores involucrados en los intercambios clientelares. Sepregunta cmo la gente que recibe favores, bienes y servicios de parte de los referen-tes del Partido Justicialista quienes, sin duda, intentan ganar sus votos piensan ysienten sobre estos intercambios, evalan las actividades de los referentes y la polticaen general.

    El anlisis de los puntos de vista de los clientes est basado en historias devida, entrevistas en profundidad y conversaciones informales realizadas durante unao 1996 de intenso trabajo de campo con los residentes de una villa que voy a lla-

    mar Villa Paraso. Villa Paraso es un enclave de pobreza urbana ubicado en la ciudadde Cspito, en la parte sur del Conurbano Bonaerense. Es una de las villas ms viejasdel Conurbano, y la ms grande en trminos de poblacin (15.000 habitantes).5

    En las ltimas elecciones presidenciales (mayo de 1995), cerca del 60% de lapoblacin de Paraso vot al candidato peronista. Buena parte de sus habitantes seautodenen como peronistas, y han expresado esta denicin en las sucesivas elec-ciones. El peronismo es la fuerza dominante en este territorio de relegacin urbana,dando razn a quienes, como el cura local, me comentan: Esta es una villa muy pe-

    ronista. O a aquellos que como los funcionarios municipales admiten: Villa Parasoes un bastin del peronismo.

    Tomo la idea de impasse del anlisis de N. Thrift sobre el impasse urbano en el estudio de la ciudadoccidental. La literatura sobre clientelismo poltico es extensa; aqu aludo a Eisenstadt y Roniger (198),Eisenstadt (1995), Roniger (1990), el conjunto de ensayos en Roniger y Gnes-Ayata (1995), y los trabajoclsicos en Schmidt et. al. (1977) y Gellner y Waterbury (1977). He reseado crticamente la literatura en

    Auyero 1996. Losnombresdepersonasylugareshansidomodicados.

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    Repensando el t ropo del c l ientel ismo pol t ico

    La primera parte del artculo describe sumariamente la red de relaciones en laque estn ubicados los punteros/referentes y los clientes del Partido Justicialista.Esta trama es una red de resolucin de problemas en la que se pueden distinguir dos

    crculos: el crculo ntimo de los seguidores ms cercanos al puntero, y el crculo ex-terior de aquellos que tienen lazos intermitentes con los referentes peronistas. En lasegunda parte me voy a concentrar en: a) los diferentes puntos de vista que circulandentro del barrio sobre la distribucin de bienes antes de los actos polticos organiza-dos por los punteros, b) las diferentes evaluaciones que la gente realiza sobre los re-ferentes/punteros, y c) las distintas visiones sobre la poltica y sobre el rol particularque esta tuvo en la historia del barrio.

    La imagen que emerge de esta segunda parte es la de un mundo social y cultu-ralmente heterogneo. Sin embargo, dentro de esta heterogeneidad, hay conjuntos deactores que tienen similares visiones de la poltica y de algunos polticos, parecidasexplicaciones sobre su participacin en los actos organizados por los referentes, ynarrativas anes sobre la historia del barrio. Sin reducir la riqueza y la multiplicidadde estas visiones, la tercera parte se inspira en el modelo de la polity de Tilly (1978)y en la nocin bourdiana (1977) de experiencia dxica, para explicar el origen deestas diferentes evaluaciones y percepciones. Voy a examinar los crculos internosde seguidores de los referentes como provincias de signicado (Schutz 1964) quesostienen a su propia verdad social: una narrativa del barrio inextricablemente li-

    gada a las acciones de los mediadores y un conjunto de representaciones culturalesen relacin a la poltica.

    En la ltima parte del artculo, ofrezco una interpretacin sobre el sentido queestos puntos de vista tienen en relacin al funcionamiento del clientelismo poltico.

    La red de resolucin de problemas:Clientes y Mediadores

    Juancito y yo empezamos nuestra amistad hace ms de 12 aos, me dijo

    Nlida durante una fra maana de invierno en Villa Paraso. Juancito es el presidentede la Unidad Bsica (UB) Pern Vive. Nlida me cuenta que Juancito, es tan bueno.Siempre te da una mano. Ahora estoy medicada, porque tuve una hemiplejia, y los re-medios son tan caros Yo no los puedo pagar, y l me ayuda, l consigue los remediosen la municipalidad l me ayuda mucho, y cualquier cosa que pase en la UB l mellama, porque yo colaboro en la UB. Para ella, el poltico ms importante de Villa Pa-raso es Juancito, ac, en esta cuadra, lo tenemos a Juancito, asegura Nlida.

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    Siempre me doy una vuelta por la UB de Matilde, para agradecer, o por nues-tra amistad ellos siempre me llaman, y yo voy, me cuenta Adela. Su hija obtuvo unpuesto como empleada en la municipalidad a travs de Matilde. Su marido consigui

    el suyo como recolector de basura, mediante una carta de recomendacin de ngel,marido de Matilde y subsecretario de Obras y Servicios Pblicos de la Municipalidadde Cspito. Adela nunca de pierde un acto organizado por Matilde; ella tiene, dice,que ser agradecida.

    Adela y Nlida son lo que la literatura sobre clientelismo poltico denominaclientes: agentes que dan apoyo poltico a un mediador/puntero o patrn a cambiode bienes, favores, o servicios particulares. Descripciones que oscilan entre lo perio-dstico y lo acadmico tambin denominaran a Nlida y Adela como clientes, pero

    en este caso el trmino estar cargado con una connotacin accesoria peyorativa.Ellas son las que asisten a los actos, apoyan a este o aquel dirigente poltico, y usual-mente votan por el peronismo, porque al menos as es el relato reciben cosasdel partido: un trabajo, una medicina, una chapa para el techo, un par de zapatillaspara sus hijos o hijas, un choripn el da del acto, etctera.

    Matilde y Juancito son lo que la literatura sobre clientelismo poltico denomi-nara mediadores polticos, median entre un patrn en este caso, Rolo Fontana, elintendente de la ciudad de Cspito y algunos de sus seguidores. Capituleros, en el

    Per de la dcada del treinta y cuarenta (Stein 1980), cabo electoral en el Brasil des-de los treinta en adelante (Conniff 1981; Mouzelis 1985; Roniger 1990; vase tambinGay 1994), gestor, padrino poltico, o cacique en Mxico en varios momentos desu historia moderna (Carlos y Anderson 1981; Ugalde 197; Cornelius 197; Roniger1990), precinct captains en las mquinas polticas de Chicago y otras grandes ciu-dades norteamericanas (Kornblum 1974; Guterbock 1980; Katznelson 1981; vasetambin Knoke 1990), caudillo barrial en los partidos radical y conservador en laArgentina de los veinte y treinta (Rock 1975, 1972; Bitran y Schneider 1991), refe-rente o puntero peronista en la Argentina de los noventa. A pesar de que hay signi-

    cativas diferencias entre ellos, su funcin es esencialmente la misma, operan comomediadores, como go-betweens6. Intermedian entre sus caudillos, jefes polticos,ward bosses y los clientes.

    6 Como me fuera sugerido por Robert Gay (comunicacin personal) una diferencia importante entre los me-diadoresesquealgunosdeellosestnligadosaunpartidopolticoespecco(ounpatrnespecco),como es el caso de los punteros peronistas. Como Gay demuestra (1990, 199) la lealtad del cabo electo-ralrespectodeunpartidopolticoespeccoesbastantemenosslida.

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    Repensando el t ropo del c l ientel ismo pol t ico

    En Villa Paraso, como en tantos otros enclaves de pobreza urbana del Conur-bano Bonaerense (vase Levitsky 1997), una de las maneras de satisfacer las necesi-dades bsicas de alimentacin y salud de los pobres es a travs del partido poltico

    con acceso directo a los recursos estatales (nacionales, provinciales y, en este caso,municipales): el Partido Justicialista. En barrios pobres, asentamientos y villas, lasUnidades Bsicas son los lugares ms importantes en los que las necesidades bsicaspueden ser satisfechas, y los problemas ms apremiantes resueltos. Estas UnidadesBsicas dan una increble fuerza organizacional al partido peronista y son los lugaresen donde encontramos a los mediadores, conocidos como punteros o referentes.

    Usualmente, los mediadores hacen favores (distribuyen comida y medicamen-tos) a sus potenciales votantes, pero no estn solos en la tarea. Tienen un crculo

    ntimo de seguidores. Estos son los satlites personales del mediador, para hablarcon Sahlins (1977: 222). La red de resolucin de problemas consiste de una serie decrculos o ruedas de forma irregular, que pivotean alrededor del puntero/referente.Este est relacionado con los miembros de su crculo ntimo por medio de lazosfuertes de amistad duradera, de parentesco, real o cticio. Tanto Matilde como Juan-cito los referentes ms poderosos de Villa Paraso tienen esta red efectiva a su al-rededor, gente con la cual las interacciones son ms intensas y regulares. Este crculontimo ayuda a los mediadores a resolver los problemas cotidianos de los habitantesde la villa: son los que manejan los comedores infantiles que funcionan en las UB, losque estn encargados de abrir, cerrar, limpiar y mantener en orden el local, los queanuncian a los miembros de lo que podramos llamar el crculo externo cuando elpuntero estn disponible en la UB, y los que pasan la voz cuando hay distribucinde mercadera en la UB o en la Municipalidad.

    El crculo exterior los potenciales beneciarios de las capacidades distribu-tivas del mediador est relacionado con los referentes por medio de lazos dbiles.Se contactan con l cuando surge algn problema o cuando necesitan algn tipo defavor (un paquete de comida, un medicamento, una licencia de conducir, el caminde agua, un amigo preso, etctera); pero no desarrollan lazos de amistad o parentescocticio con los mediadores. A pesar de que pueden asistir a los actos o reuniones or-ganizadas por los mediadores, o incluso votar por ella en alguna eleccin interna, notienen una relacin ntima, diaria, y cercana con l o ella. En otras palabras, los lazosque vinculan a los mediadores con su crculo ntimo son densos e intensos; los la-zos con el crculo exterior son ms ocasionales e intermitentemente activados.

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    La base para esta relacin fuerte es mltiple. Aquellos que son parte del cr-culo ntimo conocen al mediador desde hace un buen tiempo (usualmente por msde cuatro o cinco aos), y los referentes les han dado una mano en situaciones de

    extrema necesidad. Los referentes han venido al rescate sin segundas intenciones.Desde ese favor fundacional, una relacin de ayuda mutua se ha desarrollado. Pa-rafraseando al Durkheim de La divisin del trabajo, podramos decir que los miem-bros del crculo ntimo estn vinculados con el mediador por medio de lazos quese extienden ms all del momento fugaz en el que se realiza la transaccin (1984:17). La transaccin fundacional se convierte en lazo, y estos lazos se concatenarnen redes.

    Dentro de la red peronista de resolucin de problemas, los mediadores fun-cionan como guardabarreras, actuando como go-betweens entre el ujo de bienes yservicios provenientes del poder municipal y el ujo de apoyo y votos que provienede los clientes. Los recursos llegan desde la Municipalidad a la UB, donde los me-diadores tienen poder discrecional para hacer lo que deseen. La informacin relativaa la distribucin de alimentos en el edicio municipal tambin circula a travs de lasUB. Como me deca una duea de una UB: Todos los meses, en las reuniones delpartido, el intendente nos informa (a las ciento cuarenta UB que usualmente asistena la reunin) sobre el da en que van a dar comida Nosotros les decimos a los ve-cinos.

    Siendo miembros del Partido Justicialista, los mediadores tienen las conexio-nes que les permite acceder al conocimiento sobre la distribucin de recursos. Gozande lo que los analistas de redes llaman centralidad posicional. A pesar de que losvecinos, en general, saben que la Municipalidad distribuye mercadera, ignoran elda preciso en que se llevar a cabo la distribucin. Es ms, desconocen los siemprecambiantes procedimientos para obtener las bolsas de mercadera. Los mediadoressaben el da, la hora, y tienen los nmeros sin los cuales los vecinos no pueden retirarlas bolsas. Sea esta ignorancia deliberadamente creada o sea una ignorancia que

    simplemente sucede (Erickson 1996), es bastante claro que los referentes peronistastratan constantemente de convertirse en los (nicos) canales que facilitan las tran-sacciones y el ujo de recursos (Gould y Fernndez 1989). Sea creada o no, lo ciertoes que es estructuralmente inducida. En un contexto de deserticacin organizativa(en donde pocas organizaciones barriales funcionan, y en donde los residentes estncada da ms aislados entre s), existen pocas redes a travs de las cuales obtenerinformacin. Los referentes y sus crculos tienen, por contraste, acceso a una in-

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    Repensando el t ropo del c l ientel ismo pol t ico

    formacin til, y la mayora de las veces, vital. En la medida en que los habitantesde Paraso dependen del mediador para obtener informacin o recursos materiales,podemos decir que estos gozan de poder posicional (Knoke 1990:10).

    Estas funciones de guardabarreras y concentracin de la informacin soncompartidas por los diferentes tipos de mediadores que existen y existieron en distin-tos momentos histricos y lugares geogrcos. Los precinct captains, capituleros,cabos electorales, caudillos o punteros comparten estas funciones y ubicacinestructural. Un mediador poltico puede obstruir o facilitar el ujo de demandas,favores, bienes y servicios, desde o hacia un grupo (Carlos y Anderson 1981: 172-la traduccin es ma).

    El punto de vista del cliente

    Parte del impasse clientelar involucra una descripcin bastante acertada delsistema de relaciones objetivas en las que estn ubicados patrones, mediadores yclientes (redes, dadas, sets), de los intercambios que se llevan a cabo dentro de es-tas redes, y de las funciones de los mediadores en ellas. A pesar de algunos abordajescentrados en los actores,7 un problema central de gran parte de la literatura es quenos brinda una inadecuada explicacin de la dimensin subjetiva del clientelismo;esto es, se presta demasiada poca atencin a las experiencias, evaluaciones, pensa-mientos enraizados en esas relaciones objetivas. Como sugiere una buena partede la literatura sobre el clientelismo poltico (aunque creo que explora de manerainsuciente), la distribucin de bienes y servicios es una condicin necesaria peroinsuciente para el funcionamiento del mundo clientelar. Dado que los intercambiosson utilizando una frase de E.P. Thompson experiencias humanas vividas, elconjunto de creencias, presunciones, estilos, habilidades, repertorios y hbitos queacompaan a estos intercambios explicndolos y claricndolos, justicndolos ylegitimndolos es tan importante como el conjunto de los propios intercambios. Alos efectos de examinar el clientelismo como una experiencia, entonces, hace faltar

    recuperar, o mejor dicho, reconstruir la perspectiva de los clientes.8

    7 No quiero decir que estos abordajes sean subjetivistas. A falta de otro trmino ms adecuado utilizo el de

    abordaje centrado en los actores para referirme a los estudios sobre clientelismo que toman seriamentealaspercepcionesquetienenlosactoresinvolucradosenlosintercambios,yqueconsideranlainuenciamutua entre la estructura de las redes de intercambio y las acciones, individuales y colectivas, de los actores(Burgwald 1996; Gay 199).

    8 El esfuerzo de reconstruccin que propongo coincide con el nfasis geertziano en la necesidad de estudiarlos fenmenos sociales desde el punto de vista de los actores. Lejos de ser una nueva versin de la misinimposible de entrar en la cabeza de los actores, recuperar el punto de vista de los actores implica situarnos

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    VILLALIBRE Cuadernos de estudios socia les urbanos Nmero 3 - 2008

    El mismo acto: distintas interpretaciones

    En nuestra cuadra, me cont Susana, Matilde don los caos para construirlas cloacas. Pero no nos vino a decir: Les doy esto, pero ustedes tienen que hacer esto

    otro, ir a tal lado, o votarme. Lo nico que nos pidi es que quera venir a ver cmoquedaba una vez terminado. Susana vive frente a la escuela de Villa Paraso. Esther,la directora de la escuela, tiene otra interpretacin acerca de la instalacin de la mis-ma cloaca. Ella acuerda con Susana en que los caos fueron donados por Matilde,pero pone el acento en el aspecto de intercambio que tuvo la operacin, al reprodu-cir una frase que Esther cree Matilde presumiblemente les dijo a los beneciariosde sus caos: Siempre que yo mande un colectivo a la esquina de su casa para quelo llenen (para un acto) ustedes saben lo que tienen que hacer. Segn la directorade la escuela, Matilde intercambia caos por la asistencia a los actos. Para Susana,beneciaria directa de las cloacas, los caos son una demostracin entre muchas de lo mucho que Matilde es capaz de ayudar.

    Actores que, como la directora de la escuela, no viven en la villa sino que slotrabajan all, son los nicos que utilizan el trmino clientelismo poltico para darcuenta del intercambio de bienes y favores por exteriorizaciones de apoyo pblico.Un arquitecto de una organizacin no gubernamental, la directora de la escuela, unamilitante de un partido de centroizquierda (que vive en un barrio aledao) son losnicos que se reeren a las prcticas polticas en el interior de la villa como prcticas

    que siguen una lgica clientelar. Utilizan la nocin como a) una acusacin de lasprcticas manipuladoras de los punteros peronistas de la villa; b) como evidenciade la inocencia de los villeros; o c) como una manifestacin de su persistente ytradicional manera de hacer las cosas. Como me comenta la activista del FREPASO

    en la posicin y en el conjunto de relaciones desde las cuales las prcticas, las evaluaciones y las creenciasclientelares son construidas, e intentar entenderlas desde el punto de vista de esta ubicacin. A pesar deque creo importante recuperar el punto de vista del cliente, comparto la crtica que se ha realizado sobre lasupuestamente empattica diseccin del punto de vista del nativo. Como sostiene Wacquant en su estudiodel punto de vista pugilstico, es debatible si uno puede sealar un punto de vista singular, genrico y na-tivo,comoopuestoaunconjuntodevisionesdiscrepantes,competitivas,yconictivas,dependiendodela

    ubicacin estructural dentro del mundo examinado (Wacquant 1995b: 91). Es tambin discutible si puededecirse que aquel que llamamos nativo tenga, efectivamente, un punto de vista, en lugar de ser uno con eluniverso del que participa y por tanto vinculado a l en una relacin de complicidad ontolgica que impideuna postura de espectador (Wacquant 1995b: 91, nfasis en el original; la traduccin es ma).En lugar de realizar una recoleccin no relacional de las voces de los clientes (pobres), las secciones quesiguen van a reconstruir las distintas vistas que se pueden tener desde las diferentes posiciones dentro dela red de resolucin de problemas; y procurar explicarlas anclando esas voces en el conjunto de relacionesque tienen lugar en el universo de resolucin de problemas va la mediacin poltica personalizada. Comoveremos, para algunos actores, el punto de vista del espectador est proscripto, en tanto que participan deese mundo en una relacin dxica.

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    apenas comenzamos nuestra conversacin: Sabs? Nosotros estamos en contra delclientelismo poltico, de repartir comida para que la gente vaya a los actos. Sinembargo, a pesar de ser los nicos que utilizan el trmino clientelismo, no son los

    nicos en denunciar el uso de las necesidades de la gente con nes polticos. Mu-chos vecinos de Paraso se reeren a los actos organizados por el partido peronistacomo una palpable demostracin de la manera en que los necesitados pueden serusados por polticos corruptos.

    Muchos vecinos insisten en que los punteros utilizan a la gente para losactos, y que este uso acta contra los intereses de los vecinos porque, como grca-mente me comentaba un residente, no hay sucientes actos en el mes para alimentara una familia. La asistencia a los actos es vista como una prueba de la inocencia dealgunos o de la falta de desarrollo psicosocial (Ves esos colectivos ah en la esquina?Van a buscar gente para el actoYo no entiendo, la gente no crece ms, arma Toni,un habitante de muchos aos de Paraso).

    La mayora de los vecinos saben la manera en que las UB organizan el da delacto, pero saben cosas diferentes (y, a veces, contradictorias). Para algunos, la organi-zacin del acto es una expresin, entre muchas, de lo daino y sucio que es la polticaen la villa. En un pasaje que vale la pena citar en su extensin, Horacio un peronistaque sola asistir a los actos del partido me comenta enojado:

    Horacio: Cmo vas a ir un acto, en donde hay cuatro, cinco damajuanasde vino y a tu mujer le tocan el culo? Y ves que estn mamados y fumando el

    porrito El que est arriba y est organizando los actos, es el que est con

    esto. Es al que le gusta agarrar a cincuenta que andan fumando marihuana,

    y que toman vino y van y gritan como locos, y si se tienen que agarrar a trom-

    padas se van a agarrar a trompadas. A m no me van a venir a buscar, porque

    yo no voy a fumar porrito y a tomar, voy a ir a ver qu se puede sacar de po-

    sitivo de lo que se dice. No a hacer quilombo. Yo quiero llevar veinte personas

    que sean sanas. Este prefiere llevar cien porque les dan una damajuanas de

    vino y porro para que fumen, solos no van. Toda la poltica es as.

    La distribucin de marihuana y vino a la gente joven que asiste a los actos esun secreto a voces, algo que me comenta Toni todo el mundo sabe. Este secretotiene una dimensin doble y polmica. Por un lado sirve para expresar y alimentar auno de los antagonismos dominantes que recorre la villa: los jvenes versus el resto.Los residentes ms viejos recurrentemente apuntan a los jvenes de la villa como el

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    origen de la delincuencia, la inseguridad y el peligro. El acto es otra oportunidadpara sealar a los jvenes y hacerlos pblicamente responsables por todo lo (malo)que sucede en la villa. Por otra parte, la asociacin drogas/alcohol y poltica es una

    manera de condenar el accionar poltico de los punteros de la villa y de armar queesta manera de hacer poltica no tiene nada que ver con la manera que, segn ellosentienden, las cosas deben ser. Como Toni resume:

    Toni: En la villa Matilde hace lo que quiere.

    Javier: Qu quiere decir eso?

    Toni: Que llama a la gente siempre que hay un acto, usa a esos muchachos,

    que estn vagueando por ah, los lleva a pintar paredes, los usa para los ac-tos, para tocar el bombo y cuando termina el da les da un paquete de comida

    o un porrito Eso no tiene nada que ver con la justicia social.

    La asistencia a los actos para demostrar apoyo a un candidato o a un fun-cionario es probablemente la manifestacin ms cruda de lo que muchos denomi-nan poltica clientelar. Sin embargo, es su expresin ms supercial. La asistenciaexpresa relaciones duraderas, persistentes y profundas, entre quienes participan deesos actos: los detentadores de problemas (potenciales clientes) y los resolvedo-res de problemas (punteros). La seccin que sigue analizar esta manifestacin mssupercial preguntndose cmo es que aquellos que son sealados/acusados como

    clientes, llevados al acto, manipulados, utilizados, evalan su asistencia a esasreuniones pblicas.

    Actos como demostracin de gratitud,como colaboracin

    A pesar de que ninguno de quienes obtuvieron un trabajo o algn favor espe-cial por medio de la decisiva intervencin del puntero peronista admitira que les fuerequerido algo a cambio de lo que recibi, es posible detectar una asociacin ms su-til. Especcamente, el cliente se siente compelido a asistir al acto, pero no entiende

    esto como una obligacin recproca que se realiza a cambio del trabajo obtenido o delfavor realizado.

    Lucina era la empleada domstica de Matilde hasta que tuvo un ataque de pre-sin. Dej su trabajo y obtuvo una pensin de $ 110 por medio de Matilde quien, enese momento, era la directora de Accin Social de la Municipalidad. En la actualidad,Lucina est tomando medicamentos muy caros para su enfermedad, medicamentos

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    provistos por Matilde. Su mdico, del Hospital Evita, es un amigo de Matilde y, portanto, me atiende muy bien. El marido de Lucina trabaja de empleado pblico en laMunicipalidad, en un trabajo que, no hace falta decirlo, obtuvo a travs de Matilde.

    Lucina: Por ah para los actos, s (Matilde les pide algo), pero no se fijasi alguien a quien le dio un remedio va al acto o no va. Algunas veces les pro-mete una bolsa de mercadera a la gente que va al acto.

    Mnica (manzanera del Plan Vida) acuerda, Matilde nunca les pide explcita-mente que vayan a los actos a cambio de lo que reciben de ella (en su caso, medi-camentos y comida).

    Yo a veces las invito a los actos [se refiere a las beneficiarias del Plan Vida],algunas van, algunas no, pero yo no las obligo, y ella [Matilde] tampoco me

    dice que tengo que llevar veinte personas de todas las que tengo, van cincoo seis, pero van porque ellas quieren, porque yo las invito. Ellas piensan,bueno, vamos a agradecer lo que nos da, y la gente ac, yo les hablo deMatilde, y la aprecian mucho. Yo a veces les digo que vayan y le pidan losremedios a Matilde, si los tiene, les va a dar. Y si no va a tratar de conseguiro les va a decir dnde hay que ir a buscarlos.

    Ninguno de aquellos que son sealados y estigmatizados por los vecinosy por actores de afuera del barrio como manipulados diran que van a los actosporque reciben cosas. Ellos van a explicitar su asistencia en trminos de colaboracino gratitud.

    Rosa obtiene los extremadamente caros medicamentos para su padre a travsde Juancito. Tambin obtuvo sus lentes mediante la intervencin del puntero en laSecretara de Bienestar Social del Municipio. En referencia a su habitual participacinen los actos peronistas, ella dice que Yo tengo que cumplir con l. Si mi presencia lesirve, all estoy Es mi forma de agradecerle.

    Coca es parte del staff permanente de la UB de Juancito. Algunas veces obtieneun bono de parte de Juancito para retirar mercadera en la Municipalidad, y recibeleche de la UB para su hijo. Abiertamente admite que hay distribucin de comidaantes y despus de los actos, pero no est de acuerdo con que esa sea la causa de suasistencia:

    Juancito, un suponer, nosotros vamos al acto, el hecho de haber ido al acto,

    despus a la semana o a los tres das, l trae mercadera de la municipalidad

    y le da a esa gente que fue al acto como agradecimiento porque fue al acto,

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    le da esa mercadera, la da un kilo de cada cosa, son nueve cosas que le da.

    As cada vez que va al acto, o si no compra chorizos, hace sanguches, les dasanguches, esas cosas. Yo tengo entendido que como lo apoyaron, como se lo

    apoya a l, entonces l lo hace yo lo tengo entendido como agradecimien-to, no creo que sea por comprar a la gente, porque yo tengo entendido como

    agradecimiento9

    La gratitud va sin palabras, porque viene casi siempre sin palabras. La gen-te que recibe cosas sabe que tiene que ir; es parte de un universo en el que los favo-res cotidianos implican alguna devolucin como una regla de juego, regla entendidacomo una esquema inmanente a la prctica (Bourdieu 1977), como un mandatoque existe en estado prctico. En la medida en que las relaciones entre detentadoresde problemas y resolvedores de problemas son relaciones prcticas al ser practica-

    das y cultivadas, de manera rutinaria la asistencia a los actos es parte de un stockde conocimiento prctico. Conversando con Coca y pretendiendo que no entendalo que me estaba diciendo o probablemente, no entendiendo le pregunt:

    Javier: Entonces, usted va y le pide un medicamento a Matilde, y Matilde

    se lo consigue. Despus pasa un mes y hay un acto. Matilde viene y le dice

    usted tiene que venir conmigo?

    Coca: No, yo ya s que tengo que ir con el acto de ella en vez de con el acto

    del otro. Porque ella me dio un remedio, o me dio una leche, o un paquete de

    yerba o un kilo de azcar. Yo s que tengo que ir al acto de ella para cumplircon ella, en agradecimiento con ella. Porque si yo no voy al acto de ella y voy

    a otro acto, despus cuando yo necesito una leche no me la da. And con el

    que fuiste al acto.

    La hija de Adela, Mariana, me cuenta lo mal que la estaban pasando cuandosu padre fue despedido del trabajo y su hermana haba perdido su empleo de tiempoparcial.

    Mariana: Lo que pasa que no tenamos recursos ac, estbamos muy mal.

    Entonces mam fue a buscar un apoyo en Matilde, y Matilde la ayud mucho.

    9 Si lo analizamos con detenimiento, lo que dice puede ser tomado como una clara distincin entre el in-tercambio de cosas y el principio generador de las acciones de los clientes. La gran mayora de las des-cripciones que oscilan entre lo acadmico y lo periodstico normalmente confunden ambos elementos. Sinembargo, si le hemos de creer a Coca, las cosas que circulan antes y despus de los actos no deben sertomadas como las razones de su asistencia a los actos; lo que ella dice nos advier te contra un error bastantegeneralizado:nopodemostomaralujoquecirculadentrodelaredcomounaexplicacindelasdisposicio -nes y representaciones de los actores.

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    Tanto con mercaderas como con el trabajo a Telma (su hermana). Por eso

    mi mam en cuanto pueda ayudar, en cuanto puede estar, siempre est con

    Matilde

    Javier: Y ayudar en qu sentido a Matilde?

    Mariana: Y yendo a algn acto, porque Matilde siempre necesita gente. O

    cuando ella organiza algn festival, ir y ayudarla a organizarlo.

    Colaboracin con los mediadores, expresin de gratitud por su sacricadotrabajo, el acto es tambin visto como participacin espontnea, como una opor-tunidad para evadir lo opresivo y cansador de la vida cotidiana en la villa. Ruli y suvecina me dicen que van a los actos como una distraccin:

    Estamos todo el da adentro de la casa, y no podemos ir a ningn ladoentonces cuando hay un acto, nos subimos al bondi, y nos vamos al parque,

    nos distraemos

    Nos distraemos, pero no nos pregunts qu pas en el acto, porque no en-

    tendemos nada, esa es la verdad (rindose) Nos divertimos, porque si no,

    adnde vamos a ir?

    En el contexto de la violencia y de un ambiente sofocante y opresivo, el entre-tenimiento que da un acto, no puede ser subestimado. Slo un punto de vista distan-

    te y retirado puede dejar de ver el hecho de que muchos de quienes asisten a los actosno tienen usualmente tiempo libre. La privacin material extrema en la que su vidacotidiana se sucede nos puede ayudar a entender el sentido de un viaje gratis. Enun espacio en el que un peso es mucho, un viaje gratis al centro de la ciudad paratoda la familia ocho pesos es increblemente signicativo, no slo en trminosmateriales sino simblicos, como lo ilustra Juana. Quiz su caso sea extremo, perovale la pena mencionarlo como un ejemplo del entretenimiento que un acto puedeprovocar en contextos de privacin. En el verano de 1989, asisti al lanzamiento de lacampaa de Menem en Mar del Plata. Era la primera vez que Juana (en ese entonces

    de treinta y cuatro aos) vea el mar. El partido pag por el viaje y se alojaron en elhotel de la Unin Tranviarios Automotores, en donde Juana remarc hasta habaagua caliente, no me puedo quejar. Fue a travs del partido que Juana vio el mar,en un hotel con agua caliente.

    La literatura sobre clientelismo poltico y muchos de las descripciones pe-riodsticas sobre el tema se preocupan por los determinantes negativos privacin

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    econmica, falta de cultura cvica, persistencia de la cultura de la dependencia quesupuestamente pondran a los pobres bajo la gida de la poltica clientelar. Si bien losdiversos signicados que tienen los actos para la gente que participa en ellos deben

    ser interpretados en el contexto de privacin material y aislamiento social que tie larealidad de los habitantes de la villa, la atraccin positiva que este universo socialespecco tiene no debe ser subestimada. Si bien no es el nico sentido, el carcterdistractivo del acto debe ser pensado cuando tomamos en consideracin el punto devista de los participantes. Como dice Ruli, Vamos a los actos para divertirnos, real-mente nos divertimos. O como insiste Juana, Vi el mar es tan lindo. Si nosotros gente que ni vivimos ni trabajamos all hemos de entender lo que Juana est di-ciendo esto es, imaginarnos en el lugar en el que ella est y tomar su punto de vista,entender que si estuvisemos en sus zapatos indudablemente seramos y pensara-

    mos como ella (Bourdieu 1996: 4) no podemos dejar de ver este, aparentementesupercial, aspecto: ella una mujer de cuarenta y un aos, sin trabajo estable, conun marido que acaba de perder el suyo, y con una nia minusvlida vio la inmensi-dad del mar y se aloj en un hotel con agua caliente. Puede realmente quejarse? Notiene que estar agradecida hacia quien la invit?

    La atraccin positiva no est limitada al da del acto. Aquellos que han obteni-do un trabajo municipal mediante la decisiva inuencia de su referente, creen quela asistencia a los actos es un elemento importante en el largo proceso por el cual

    demuestran su fe en el mediador. De esta manera, exhiben su lealtad, su disponibi-lidad, su responsabilidad; caractersticas que creen los hacen merecedores de unpuesto municipal. En este sentido, la asistencia a los actos provee informacin sobrelas responsabilidades que se tienen hacia un mediador (y las responsabilidades deeste para con sus seguidores). En tanto tal, el acto es un ritual, entendido como unaoportunidad para declarar las intenciones de los seguidores y los mediadores, y paraevaluar las intenciones de cada cual.

    Alfonsina est a cargo de la distribucin de leche del Plan PROMIN, en la UB

    de Juancito. Obtuvo su trabajo de empleada de limpieza en una escuela primaria atravs de su referente:

    Alfonsina: Cuando hay un acto, nosotros (la gente del partido) colaboramos

    como podemos entonces, por ah uno puede conseguir un trabajo, pero hay

    que ser paciente

    Javier: Y usted fue paciente

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    Alfonsina: S, yo fui paciente, y con paciencia lo consegu

    Desde un punto de vista alejado, el acto es visto como un producto de lascosas que se dan, y los agentes que asisten como sujetos pavlovianos que responden

    mecnicamente a incentivos materiales. Si tomamos en serio al punto de vista delos clientes vemos que el acto sea este conceptualizado como colaboracin, comoexpresin de gratitud, o como ocasin para pasarla bien no es un evento extraor-dinario sino parte de la resolucin rutinaria de problemas. No es un addenda al actode resolver un problema, de obtener una medicina, o un paquete de comida, o en elmejor de los casos un puesto pblico, sino que es un elemento dentro de una red derelaciones cotidianas. Ciertamente, uno de los resultados constitutivos de esta red deresolucin de problemas es la asistencia a los actos. Pero entender esta asistencia ma-siva como un mero producto de la distribucin personalizada de bienes y favores esuna distorsin que se acerca al desguramiento semejante a la que reduce el boxeo ala agresin fsica (Wacquant 1995b). Esta distorsin reduce una actividad compleja auno solo de sus aspectos, normalmente el ms llamativo y cuestionable para aquellosque no son parte de la misma.

    Nuestros amigos, los sacrifcados punteros

    Para quienes evalan los actos pblicos como una colaboracin o una expre-sin de gratitud, los mediadores no son los polticos inescrupulosos y corruptos de

    los que hablan otros vecinos y buena parte del resto de la sociedad. Son gente bue-na, que ayuda, que se sacrica con las que los detentadores de problemas tienenuna relacin personal, una relacin que a veces es descripta como amistad, perosiempre expresada como valiosa y digna de ser mantenida.

    Si bien Juancito no es responsabilizado por la distribucin de marihuana yvino entre los jvenes del barrio como s lo es Matilde ambos son vistos por variosvecinos como utilizando a la gente y, por tanto, como malos y corruptos polticosque juegan su propio juego. Aquellos que ven los actos como manipulacin, como

    uso de la gente tienen no hace falta decirlo una evaluacin negativa de los pun-teros. Son vistos como los responsables de la limitada cantidad de recursos que losprogramas de asistencia social distribuyen en el barrio (siempre se quedan lo mejorpara ellos); y siempre imputados por engaar a la gente10. Son vistos como polticosque slo piensan en su propia manera de ascender en la jerarqua poltica.

    10 La acusacin sobre el uso poltico de los programas de asistencia alimentaria ha sido notada en otrosbarrios populares (Golbert 1992).

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    Esta visin contrasta con la que tienen aquellos que resuelven buena parte desus problemas cotidianos mediante la intervencin del referente. Rosa describe loexcelente persona que Juancito Pisuti es:

    La manera en que se ocupa de la gente, es un ser humano excepcional Elsufre, porque los que van ah (a la UB) no se van a ir con las manos vacas.

    Tiene una solucin para todos. Asesora a la gente de buena voluntad. Mu-

    cha gente le pide dinero y l usa su propio dinero. Nunca les dice que no

    tiene plata.

    De acuerdo a Marta, l tambin es muy responsable, siempre que hay unacena en la UB, Juancito le dice a los hombres de la UB que acompaen a las mujeresa sus casas. Alfonsina acuerda con Marta, todo el mundo aprecia a Juancito. Siem-

    pre dispuesto a servir. Le gusta ayudar a la gente. Es muy paciente. Carlitos, por suparte, cree que Juancito se sacrica por la gente de la villa.

    Sacricado, servicial son los mismos trminos que utiliza otra gente parahablar de Matilde. Ella es la dirigente poltica ms importante del barrio, siempredispuesta a ayudar, accesible, muy amiga.

    El acuerdo ms importante que se puede detectar entre quienes tienen unaopinin positiva de sus referentes es que ellos son vistos como personalmente res-ponsables por la distribucin de bienes. La organizacin que conere una pensin,ofrece un trabajo, da una medicina o una bolsa de alimentos, no es el Estado na-cional, provincial o local, sino que son Juancito o Matilde. Ellos son los que ver-daderamente se preocupan, que sienten algo por ellos, que son sus amigos y que como buenos amigos estn siempre accesibles y dispuestos a ayudar. Cientos depginas de transcripciones de entrevistas y de notas de campo testican un hechosimple aunque fundamental: el Estado no es percibido como el agente distribuidor debienes, sino que son Matilde o Juancito. Y al ser ellos los que distribuyen los bienes,son vistos como sin ninguna obligacin de hacerlo; lo hacen porque quieren, porque

    les importa, porque se sacrican por la gente. Como me deca un joven, parte delcrculo ntimo de Matilde:

    La gente se piensa que es obligacin de ella, y no es obligacin, lo hace

    porque ella quiere. Qu obligacin tiene? Qu es? Tu vieja? Se confunde

    mucho la gente, en una palabra. Vos le hacs un favor, y parece que fuera

    obligacin. Y es un favor.

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    Y dado que ella posee la voluntad de distribuir bienes sin tener ninguna obli-gacin de hacerlo, el beneciario no puede invocar ningn derecho sobre la cosaotorgada o el favor realizado. No hay una tercera parte a la cual uno puede recurrir

    para hacer valer el reclamo (lo que podra constituir un derecho), sino una relacinpersonalizada fuera de la cual nada se puede obtener, ningn problema puede resol-verse.

    La poltica til, cotidiana resolucin de problemas, o lapoltica como sucia, ocasional

    No trabajo, hago poltica (una calcomana en un viejo auto de Villa

    Paraso).

    No es una nueva observacin sostener que la poltica partidaria es percibidacomo una actividad extremadamente alejada de las preocupaciones cotidianas de lagente. Es vista como actividad sucia, que aparece cuando se acercan los tiemposelectorales y desaparece rpidamente en el oscuro reino de las promesas incumpli-das11. Muchos vecinos comentan sobre este carcter ocasional y corrupto de la pol-tica de los partidos. Como vimos, la asociacin entre la asistencia a los actos y la dis-tribucin de drogas y alcohol es una expresin de este descontento con los polticosy con la poltica en general.

    La idea de que hay un tiempo de poltica es tambin un fuerte sentimientoentre mucha gente de Paraso. Algunos creen que hay un tiempo de elecciones endonde las demandas pueden ser rpidamente satisfechas, y los bienes prontamenteobtenidos porque los polticos quieren conseguir sus votos12. Como en muchos otroslugares de Amrica Latina, el tiempo de poltica es visto como algo que ocurre unavez cada tanto, algo que rompe con la rutina de la vida cotidiana en el barrio.

    Rogelio, presidente de una de las pocas asociaciones barriales, me dice: Ma-tilde aparece en tiempos de poltica, cuando hay elecciones. Ah es cuando vienen

    los polticos. Hugo, presidente de un club de ftbol del barrio, acuerda: Si quers11 Otros trabajos (Kuasosky y Szulik 1996; Auyero 1992) han mostrado que, en muchos barrios pobres del

    Conurbano Bonaerense, la poltica es experimentada como algo distante, vinculado al engao y a la desilu-sin, especialmente entre los jvenes. La distribucin de drogas realizada por polticos locales entre gruposde jvenes en barrios pobres es bastante generalizada (vase por ejemplo, Kuasosky y Szulik 1996). Laparticipacin en actos polticos y en barras bravas de equipos de ftbol es una fuente ms o menos segura,ms o menos gratis de acceso a drogas y alcohol para muchos jvenes.

    12 A pesar de que no coincido con su manera de entender la prctica clientelar peronista, Powers (1995) brindaadicional evidencia sobre la distribucin de bienes como medio para comprar votos.

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    conseguir algo (rerindose a las cloacas), tens que esperar a las elecciones. Ah po-ds pedir algo damos tantos votos que podemos tener algo a cambio. Esta creenciade que los tiempos electorales constituyen una oportunidad para resolver proble-

    mas est anclada en sus propias experiencias. Tanto Rogelio como Hugo obtuvieronayuda en sus respectivas organizaciones durante las dos elecciones pasadas. Por me-dio de la poltica, me dice Hugo, conseguimos el terreno para el club Ahora nece-sitamos los ladrillos, as que vamos a tener que esperar a las prximas elecciones.

    Sea restringida a los tiempos electorales o limitada a los mltiples dasdel acto, la poltica es vista como una actividad discontinua. Toni resume el carcterintermitente que la poltica adquiere en la villa: Cada vez que hay un acto o unaeleccin, ellos (la gente de la UB) reparten comida. Cuando la poltica es vista como

    discontinua es tambin percibida como sucia y corrupta. Es un buen negocio,una oportunidad para subir, es engaosa, manipuladora y distante.

    Como dije antes, esto difcilmente sea una nueva observacin. Sin embargo,si uno se toma el trabajo de mirar ms de cerca, como recomendaba W. F. Whyte ensu estudio sobre la sociedad de la esquina, dentro del mismo barrio de relegacin, eincluso entre gente que vive en la misma manzana y que comparte las mismas cate-goras sociolgicas, hay evaluaciones sobre la poltica llamativamente distintas. Casitodos comparten la idea de que la poltica es algo que yo no hago y, por implicancia,

    otros hacen; a veces se insiste en que no entiendo ni mierda. Todos acuerdan quela poltica es un universo con sus propias reglas y que puede servir para mejorar lapropia posicin sin tomar en cuenta el bien comn. Sin embargo, algunos enfatizanotros aspectos de la poltica que vale la pena explorar.

    Algunos vecinos aprecian el trabajo que los mediadores y la municipalidad ha-cen por el barrio; no slo con la distribucin de comida, sino tambin con las chapasy con los colchones.

    Hay mucha ayuda la municipalidad siempre tiene una respuesta, no slo

    con la comida. Si uno necesita una chapa, te la dan En una UB, solan darleche con un pedazo de pan. Ac hay un montn de ayuda, el que dice que no

    hay ayuda, est mintiendo Lo que pasa es que hay que ir y esperar, todo

    tiene su tiempo.

    J: Algunos vecinos me dicen que la ayuda viene ms rpido en tiempos de

    elecciones

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    Esta percepcin de la poltica coincide aunque de manera imperfecta conuna cierta narrativa de la historia de la villa. Aquellos que ven a la poltica como unasunto cotidiano, como una constante resolucin de problemas, y que perciben a los

    mediadores como gente accesible, siempre dispuesta a ayudar, van a acentuar la pre-sencia del Estado personicado en el intendente o en un puntero en su versin dela historia barrial. Por el contrario, aquellos que, como vimos, perciben a la polticay a los mediadores como algo sucio, como corruptos e inescrupulosos, van a poner elnfasis en la accin colectiva de los vecinos en el mejoramiento del barrio.

    La narrativa estatal del barrio versus la versin pica:Estamos hablando del mismo asfalto?

    Uno de los objetivos primarios de mi investigacin en Villa Paraso era el dereconstruir la historia de la resolucin de problemas en un territorio de relegacinurbana en el Gran Buenos Aires, con el propsito de ilustrar la creciente relevanciade los arreglos clientelares en la manera en que los pobres satisfacen sus necesidadesms inmediatas. Con ese n en mente, comenc a prestar especial atencin a lashistorias que la gente me contaba sobre la historia del barrio y sobre su historia enl. Estaba a la bsqueda de regularidades en las maneras en que la gente haba idoresolviendo sus problemas en la historia unitaria de un barrio autoconstruido. Luegode un tiempo de aferrarme caprichosamente a la idea de que tiene que haber unahistoria de este lugar, me encontr leyendo testimonios de gente que me contabaque el mismo asfalto haba sido construido por distinta gente, o que el barrio habamejorado mucho debido a acciones diferentes. Puede sonar obvio a esta altura, perodurante los primeros meses de mi trabajo de campo no fue muy tranquilizador en-contrar que, lo que yo estaba buscando, no estaba ah. A pesar de que la ansiedad queprovoc la digresin fue, en cierto punto, difcil de manejar, lo que encontr resultser bastante ms interesante: distintas narrativas de los mismos eventos.

    De acuerdo a muchos vecinos, la villa mejor mucho durante la ltima dcada,bsicamente debido al asfaltado de las calles. Antes de ello, una corta lluvia podaconvertir a toda la villa en una pesadilla de barro. Sin embargo, a pesar de que todoel mundo acuerda en que el asfalto hace una gran diferencia, hay al menos dosrepertorios de historias disponibles para contar la historia del asfalto. Una historiaacenta la organizacin colectiva del barrio, el cual, segn se cuenta, por vez primerase junt.

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    El asfalto lo hicieron los vecinos, organizamos campeonatos de ftbol, ven-

    damos chorizos y empanadas, y juntamos dinero y la municipalidad nos

    cobr para hacerlo. Todo el barrio estaba unido (Roberto).

    No slo cambi el barrio debido al asfalto; en la versin extrema de la historiade la accin colectiva, este ltimo implic una importantsima experiencia organi-zativa. En esta versin, el asfalto signic un aumento en el nivel de concienciapoltica de los villeros. Otros enfatizan el rol jugado por la organizacin a la quepertenecan en ese momento:

    El asfalto fue posible gracias a la organizacin de la iglesia. Los vecinos

    organizaron rifas, ferias del plato, festivales, campeonatos de ftbol. Junta-

    mos la plata y fuimos a la municipalidad. As es como se asfalt Villa Paraso

    (Pedro).

    Ntese que ninguno pasa por alto el rol jugado por la municipalidad en laconstruccin del asfalto, pero el nfasis est puesto en la organizacin colectiva delos vecinos en la prosecucin de un objetivo comn. Esta versin pica tambinacenta la accin conjunta de los vecinos en la construccin de la cloaca y en el cen-tro de salud.

    Sin embargo, mirando ms de cerca, nos daremos cuenta que esta versinpica no es la nica.

    Javier: Cmo se construy el asfalto? Lo hicieron los vecinos?

    Coco: No, lo hizo la municipalidad. Todo lo hizo la municipalidad

    Un lector suspicaz podra pensar que estamos hablando de distintos sectoresde la misma villa, pero la mayora de los testimonios que hablan del asfalto fueron re-colectados de gente que vive en la misma cuadra. As como hay versiones antagnicassobre los mediadores y sobre la poltica, hay tambin distintas maneras de referirseal mismo asfalto y a la misma cloaca. Si bien las historias no dieren por completo

    despus de todo estn hablando del mismo asfalto material los acentos, los n-fasis, estn puestos en diversos momentos.

    La narrativa estatista del barrio pone al intendente (o a algn mediador pol-tico) como el protagonista principal en la mejora del hbitat.

    El intendente construy el centro de salud, asfalt las calles hizo mucho

    por el barrio. Intent mejorarlo Siempre tuvimos ayuda del intendente

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    Vamos a verlo cuando necesitamos algo, y tarde o temprano, tenemos res-puesta (Cristina).

    El barrio mejor mucho y mucha gente le agradece a Rolo (el intendente)

    El mand las mquinas para hacer el asfalto

    El presidente de la sociedad de fomento me cuenta que fue l, junto a otrosvecinos, quienes comenzaron la lucha para construir el centro de salud,presionando al intendente. Ellos construyeron el lugar, ellos lo pinta-ron, ellos consiguieron el primer mdico. Lucina, quien vive a una cuadradel presidente, tiene otra versin del mismo centro de salud.

    Matilde fue la que empez con lo del centro en la sociedad de fomento; ellatrajo a la primera enfermera y la primera mesa. El presidente de la sociedad

    estaba a cargo, pero ella era la que le daba una mano siempre.

    Es una cuestin de acentos, por supuesto, pero las diferencias difcilmentepuedan pasarse por alto. Las historias picas y estatistas se reeren al mismolugar, a las mismas mejoras, pero lo hacen dando el lugar central a distintos protago-nistas. Aquellos que recuentan la versin estatista son los que perciben la polticacomo algo til, una actividad continua. La presencia constante de los polticos en laresolucin cotidiana de los problemas coincide con una narrativa que otorga un lu-gar central a esos mismos actores. Probablemente sea Josefa quien mejor sintetice lacomplicidad entre la poltica til y la historia estatista de la villa:

    La poltica nos ayud un montn Yo mejor mi casa gracias a la poltica,constru los desages y la cloaca de casa gracias a la poltica. El asfalto se hizo graciasa la poltica, lo hizo el intendente La municipalidad ayuda mucho, la poltica ayudamucho. Cuando necesitamos agua potable, siempre estn.

    Por otro lado, aquellos que enfatizan el esfuerzo colectivo son aquellos a losque la poltica les disgusta, y que sienten aversin por los polticos locales. Comograca el presidente de la sociedad de fomento (quien, de acuerdo con su propia ver-sin, fue el protagonista en la construccin del centro de salud) cuando, vinculandoimplcitamente a Matilde con la distribucin de drogas en la villa, asegura la polticade Matilde es sucia.

    De dnde provienen las diferencias?

    Ya te he dicho, Sancho respondi don Quijote que sabes poco de acha-

    que de aventuras: lo que yo digo es verdad, y ahora lo vers.

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    (M. de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha).

    De dnde proviene esta rica variedad de narrativas, percepciones, y evalua-ciones? Los testimonios citados en este trabajo pertenecen a gente de la misma clase

    social, y de aproximadamente la misma edad. Son hombres y mujeres que viven en elmismo espacio de destitucin y estigmatizacin; algunos de ellos con visiones com-pletamente diferentes viven a media cuadra uno del otro. Comparten los mismosatributos y tienen distintas (a veces antagnicas) experiencias de la poltica, diversasevaluaciones sobre las (apreciadas/condenadas) acciones de los mediadores polticosy diferentes visiones sobre la historia del barrio.

    Para los propsitos estadsticos son la misma gente, viviendo en el mismobarrio pobre. Casi todos viven debajo de la misma lnea ocial de pobreza. Con sus

    llamativamente diferentes opiniones y evaluaciones, desafan todos los intentos clasi-catorios que relacionan categoras sociolgicas con creencias, actitudes, y/o percep-ciones. En otras palabras, una vez que miramos ms de cerca, la misma gente pobreviviendo en el mismo lugar, tiene diversos puntos de vista.

    El mero hecho de que existan distintos puntos de vista provenientes de lugaressociales similares nos conduce hacia una obvia conclusin: estos puntos de vista notienen estabilidad si los vinculamos con categoras sociolgicas. Podramos detener-nos aqu como hacen muchos intentos por recuperar la perspectiva del actor y

    transformar lo que necesita ser explicado en una mera recoleccin de voces. Sinembargo, a pesar de ser imperfecta, existe una regularidad en estos puntos de vista,regularidad que est enraizada no en categoras sino en lo que Sommers denominarelational settings, en la ubicacin estructural (Wacquant 1995b) en la cual estnancladas estas voces. La anarqua de las voces, evaluaciones y narrativas es slo apa-rente: estos puntos de vista son vistas que se tienen desde algn punto.

    Como mencionara antes, las redes de resolucin de problemas consisten en unaserie de crculos concntricos que rodean al mediador el centro . Los diferentes cr-

    culos constan de grupos de actores que tienen diferente acceso a los bienes y serviciosdistribuidos por el puntero. Como vimos, alguna gente recibe diariamente medicinasde su referente. Otros han obtenido sus trabajos gracias a ellos. Otros reciben paquetesde comida. Algunos actores tienen acceso rutinario a sus punteros. Otros tienen conellos relaciones ocasionales. Otros ni siquiera los conocen. Tenemos, entonces, diferen-tes grados de contacto con el mediador: un continuo que va desde relaciones cotidianas(y, a veces, vitales), a relaciones intermitentes, a ausencia de relacin alguna.

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    problemas mediante la intermediacin poltica. Dentro de un ambiente ideolgicode cooperacin, compaerismo, y solidaridad, se construyen lazos que congelan undeterminado balance de fuerzas: cuanto ms participa un grupo de actores como

    miembros de la polity, ms comparte la ideologa de cuidado por los pobres, deayuda social, propuesta por los referentes; y a su vez, tendrn una relacin dxicacon respecto al lazo que los une al mediador en una relacin asimtrica. Dar, acuerdocon Bourdieu, termina siendo una tambin manera de poseer.

    Sin duda, la aceptacin no discutida del mundo de la resolucin de problemasa travs de la mediacin poltica constituye la fortaleza de la posicin de los mediado-res en ltima instancia es la expresin de su legitimidad . Sin embargo, al mismotiempo, representa su mayor debilidad. La experiencia dxica es producto de una

    relacin cercana, cotidiana, fuerte, entre el resolvedor y el detentador de problemas,una relacin que debe ser constantemente sostenida y practicada. Este trabajo demantenimiento de la relacin depende de la capacidad que el mediador tenga parasostener la fortaleza del lazo, algo que aunque no exclusivamente depende de sucapacidad de cumplir. Esta capacidad es limitada y dependiente de otros factores:limitada porque el referente puede conseguir trabajos o remedios, realizar un favoresencial, o asistir a alguien como si fuese parte de su familia, a una cantidad res-tringida de gente; dependiente de la relacin que el mediador establezca con terceraspartes (el Intendente, en este caso) quien le da los bienes para distribuir.

    Para el caso que he analizado entonces, la imagen de un electorado extenso ycautivo es empricamente incorrecta. La cantidad de gente que est casi literalmen-te atada a los mediadores porque lo aceptan naturalmente no incluye a msde cien personas (en el caso de Matilde, la referente ms poderosa en Villa Paraso),en una poblacin de ms de 7.000 votantes. Si bien signicativo, esto difcilmentepueda dar cuenta de la conquista del voto y de la creacin del consenso electoralque usualmente se le atribuye al clientelismo. Si hemos de usar el concepto, debemosrestringirlo al crculo ntimo de experiencia dxica.

    El tropo del clientelismo poltico es, muchas veces, producto de lo que Bour-dieu (1990c) denomina un punto de vista escolstico, externo, alejado. A mi juicioeste punto de vista est (pre)construido lejos de donde yace la accin: esta no se en-cuentra en la descarada y a veces pattica distribucin de alimentos o bebidas an-tes de un acto poltico o de una eleccin, sino en el entramado de redes de relacionesy representaciones culturales construidas diariamente entre polticos y clientes

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    Identidad tnica y migracin.El caso de los zoquitecos migrantesestablecidos en Ecatepec, Estado deMxicoMtra. Karla Vivar Quiroz

    Introduccin

    La migracin es hoy da el fenmeno social que con mayor ahnco ha dadopaso a la recreacin y fortalecimiento de las comunidades tnicas. Son evidentes losnuevos procesos de identidad sociocultural que se gestan en los lugares de destino,tanto como la reivindicacin de esa identidad en la escena poltica y pblica.

    En este artculo se identica y analiza el caso de la comunidad zoquitecaproveniente de la Sierra Sur del Estado de Oaxaca y establecida actualmente en losmrgenes del Area Metropolitana de la Ciudad de Mxico. A partir de la experien-cia etnogrca2, es posible reconocer que en el trayecto permanente de hombres ymujeres -que van y vienen entre espacios diversos y antagnicos-, ha resurgido lanocin de la comunidad de origen y han buscado consolidarla a travs de una ampliared social que les permite vincularse con su pueblo y a la vez, reivindicar su pasadotradicional frente a un escenario moderno. En este sentido es preciso detenerse a

    reexionar sobre el nexo inminente entre la migracin y los procesos identitarios detipo tnico.

    1 Licenciada y Maestra en Antropologa. Docente Investigadora. Universidad Intercultural del Estado deMxico / Escuela Nacional de Antropologa e Historia. [email protected]

    2 El trabajo de campo se llev a cabo del ao 2002 hasta el 2006. Este artculo es parte de una investigacinms amplia desarrollada en la tesis de posgrado en Antropologa en la Universidad Nacional Autnoma deMxico

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    durante el cual se produce una forma parcial o completa de integracin y provocaalgn cambio de identidad.

    Atravesar una frontera poltico territorial, implica atravesar tambin una

    frontera cultural. Ambas, convergen e impactan en las transformaciones que las co-munidades migrantes van experimentando, tanto en su aparato simblico como enel de la organizacin social. La migracin trasciende como fenmeno de estudio almomento de reconocer que sta es un desplazamiento signicativo que impacta enms de un aspecto de la vida social.

    A partir de que en el la segunda mitad del siglo XX la migracin se convir-tiera en la constante social surgieron innidad de lneas de investigacin dentro dela antropologa social. Las propuestas son variadas, y autores notables han dejado

    importantes reexiones en torno a este fenmeno; baste citar a Robert Redeld y aOscar Lewis como un buen ejemplo4.

    Las dcadas de 1960 y 1970 permitieron promover con mayor inters los es-tudios del impacto de la migracin en los grupos tnicos, ya que es cuando ms seacenta la movilidad de los grupos rurales hacia los centros urbanos y el proyectode modernizacin se pone en marcha en Amrica Latina. Estos trabajos de investi-gacin lograron trascender el aparato descriptivo y consolidaron un discurso crtico,sostenido en la idea de que la migracin es resultado de las contradicciones del sis-tema capitalista. Enfatizando que el evento migratorio es entrecruzado tambin porcuestiones econmicas.

    Las migraciones del campo hacia la ciudad fueron motivadas por el crecimien-to industrial y urbano del periodo que va de 1940 a 1960. Hacia nales de los aossesenta, las migraciones con destino a la ciudad de Mxico se intensicaron debido aque la crisis agrcola, el crecimiento poblacional, la centralizacin de las actividadesproductivas y la falta de inversin en el campo dejaron en la pobreza a miles de fami-lias (Oehmichen 2001: 18) 5.

    3 Hay que tener en cuenta que en buena parte de Amrica Latina y concretamente en Mxico, la migracin setorna como un fenmeno y un problema a raz de la crisis del campo, resultado del proceso de moderniza-cin.Porotraparte,esenlasegundamitaddeestesigloqueseaanzanlosproyectosdeconsolidarvasde comunicacin que permitieran la interconexin de un sistema de ciudades.

    LostrabajosdeLewisyRedeldsonunpuntodepartidaimportanteparaacercarseatemticasampliascomo la adaptacin socio cultural y la marginalidad urbana. Es viable considerar que uno de los legadosmstrascendentesdeestasinvestigacionesllevadasacabodentrodeununiversocitadino,fueunarede-nicin de la antropologa en Mxico al incluir los estudios de urbanizacin y migracin (Kemper 1990:15)

    ConestoscambiosestructuralessignicativosvinieronestudiosimportantescomolosdeLarissaLomnitz(1970), Margarita Nolasco (1979) y Lourdes Arizpe (1975). Trabajos que sumaron a la variable cultura, los

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    La imagen del Mxico moderno pudo consolidarse al menos parcialmente-gracias a los grandes ujos migratorios que emergieron del campo hacia la ciudad du-rante estos aos. Qued asentada la nocin de que la migracin deba ser vista a la luz

    de la estructura social y de las contingencias histricas de la comunidad de origen.Ello implic ver a las comunidades y no as, a los individuos de una forma aislada.

    En el transcurrir de la antropologa mexicana muchas lecturas y propuestashan surgido a partir de que los espacios de migracin se han extendido y hoy no slose enfrenta a una migracin interna sino tambin internacional. Hay obras importan-tes y actuales que observan a detalle diferentes aspectos como las relaciones de gne-ro (Oehmichen 2000), las reinterpretaciones signicativas de los nuevos espacios deresidencia (Clifford 1999), las redes sociales, las comunidades extendidas o sin lmi-tes territoriales (Snchez 1995; Oehmichen 2001), las disporas y las comunidadestransnacionales (Besserer 1999) y la etnizacin (Stavenhagen 1989; 1992).

    Todos estos aspectos son por dems relevantes. Pero por el caso etnogrcoque he trabajado considero pertinente detenerme en lo referido a la migracin ysu trascendencia al interior de las comunidades en cuanto a la redenicin tnica.Considerando la importancia del nuevo contexto en el que se desarrollan relacionessociales signicativas, que en mayor o menor medida son atravesadas por diferenciasculturales.

    Los grupos tnicos dentro de un contexto migratorioUno de los mayores impactos que produce la movilidad espacial es el cambio

    social y cultural al interior de los grupos. Resulta innegable que tal nocin de cam-bio, implica pensar en dislocacin, readaptacin y reinterpretacin de los contenidosculturales signicativos adquiridos y forjados por los individuos dentro del grupo deorigen.

    En este marco, las comunidades originarias se hallan en una situacin vulne-rable al provenir de un universo antagnico con relacin al de las grandes ciudades.

    Evidentemente la nocin de comunidad y el desconocimiento de los cdigos urbanos,propician la reformulacin de la situacin de pertenencia y liacin, es cierto quese conservan lneas de continuidad con los elementos culturales que portan desdesus lugares de origen, pero dichos elementos son reformulados y adaptados perma-nentemente en la urbe (Oehmichen 2001: 186). Las relaciones de parentesco, sean

    factores econmicos, la marginalidad urbana y la importancia de las redes sociales.

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    por consanguinidad o anidad, son el eje primordial sobre el cual se articula la co-munidad migrante en su nueva situacin. Estos vnculos, como seala Oehmichen(2001:185) constituyen un elemento denitorio de la pertenencia a la comunidad y

    uno de los capitales sociales ms importantes con los que cuentan los indgenas parasobrevivir en un medio hostil. A travs de las relaciones parentales se naturaliza elvnculo social.

    El status de migrante en un medio comnmente urbano y por tanto complejo,reactiva las nociones de lealtad y reciprocidad pero con nuevos signicados, lo quepone en evidencia que la identidad tnica no se torna como un objeto de estudioesttico y plano, est siempre en movimiento, reconstruyndose y reinterpretndose(Gimnez 1994:. 195). A pesar de que el traslado hacia un ncleo urbano va respalda-do por la presencia de iguales que ayudarn al nuevo residente en la vida cotidiana,no puede restarse importancia al hecho de que esto constituye una experiencia nue-va. Bien es cierto, como lo establece Margarita Nolasco (1992:72), que la presencia depaisanos permite la continuidad de la vida comunitaria, pero las estructuras socia-les y simblicas no dejan de verse afectadas, dado que el espacio para la interaccinfamiliar es otro, y la interaccin misma est ya cambiada porque las tareas a dividirya no son iguales. Incluso surgen dudas sobre los roles sociales familiares.

    Bajo un nuevo espacio de residencia, la nocin de pertenencia se reestructura.El individuo se confronta ahora con categoras ms amplias: etnia, nacin y la rela-

    cin conictiva con el Estado. Sin perder de vista tambin, que las historias regiona-les de los migrantes son diversas. Kemper (1970:61), al respecto considera que lasmigraciones peridicas se deben a condiciones variables, tales como revoluciones,violencia rural, sequas o cosechas perdidas. Esto origina reproducciones especcasde la identidad tnica, acordes a todo el pasado que consigo llevan los migrantes enla espalda.

    Resulta cierto, que dentro de todo este entramado (social, econmico, pol-tico y cultural) que se conforma en los nuevos espacios de residencia, la magnitud

    del prejuicio racial y tnico juega un papel preponderante en la conciencia de s yde los otros; no obviemos que el racismo es y opera como sistema ideolgico. Sonlos grupos rurales e indgenas sujetos de discriminacin permanente, dado que lascategoras indgena o campesino son asociadas con una valoracin negativa. Quienesson identicados como indgenas enfrentan situaciones de competencia desventajosaen su lucha por el empleo, la vivienda, la educacin, la salud, la justicia y otros m-bitos de la vida social (Oehmichen 2001: 182). La condicin de marginalidad social,

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    tajo las marcas de su pasado rural o indio y por tanto, no dejan de ser vistos comolos hijos de los migrantes. El que compartan ciertas prcticas simblicas y sociales,les ata permanentemente a Zoquitln y ello fortalece a la comunidad, junto con las

    estrategias que dentro de AZORECMAM6

    se promueven para seguir posicionndosecomo un grupo originario. Dichas estrategias implican la reinvencin del pasado, larecreacin de las estas comunitarias ms importantes, el fortalecimiento de un sis-tema de cargos religiosos y la participacin obligada en las faenas comunitarias.

    Es posible armar que la organizacin de las comunidades oaxaqueas mi-grantes, suelen moverse en la misma direccin. Desde luego que por el contexto deorigen el contenido simblico vara, pero en cuanto a lo organizacional, es sabidoque comparten rasgos comunes. El que Oaxaca y sus comunidades sean de las msestudiadas por antroplogos y socilogos responde a que el fenmeno migratorio en

    contextos nacionales e internacionales ha impactado de una forma notoria a todoslos grupos que le componen. Los oaxaqueos son estadsticamente uno de los gru-pos migrantes ms signicativos establecidos en diferentes entidades de la RepblicaMexicana y de los Estados Unidos de Norteamrica. Dadas las condiciones geogr-cas del estado y la complejidad pluritnica que dentro de s contiene, es posiblereconocer formas mltiples de reavivamientos tnicos, conictos tnico nacionales,asociaciones regionales y comunitarias, as como posicionamientos polticos impor-tantes que de un modo u otro han colaborado al reconocimiento de Mxico como unpas pluricultural.

    El fenmeno migratorio en Oaxaca

    Oaxaca contiene dentro de s todas las contradicciones existentes en nuestropas. Posee una geografa accidentada, un patrimonio monumental que es muestra delos grandes periodos histricos de Mxico, un rico pasado en instituciones socialestradicionales que regulan las relaciones locales, una diversidad tnica y lingsticanotable que dan paso a manifestaciones simblicas variadas; pero de forma paraleladentro de la entidad son notorias tambin las formas desmesuradas del ejercicio del

    poder y la dominacin, tanto como las condiciones de desigualdad, injusticia social ydiscriminacin tnica. Esto ha hecho de Oaxaca una entidad con caractersticas par-ticulares en cuanto al fenmeno migratorio. Lewin (200:188) establece que Oaxacarene tres aspectos particulares que la caracterizan en torno a este hecho: es genera-

    6 AZORECMAM (Asociacin de Zoquitecos Residentes en la Ciudad de Mxico y rea Metropolitana) repre-senta un espacio de autogestin, que fue formado en los aos ochenta, con el objetivo de aglutinar a todoslos migrantes del pueblo para fortalecer los lazos de pertenencia y de ayuda mutua.

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    dora y receptora de migrantes al igual que juega un papel importante como zona detrnsito migratorio.

    Los ndices de pobreza y marginalidad oaxaquea son abrumadores, si

    se considera la permanente crisis del campo, el terreno hostil, las comunidadesenclavadas en el corazn de la sierra, la multiplicidad de grupos tnicos -muchos deellos monolinges- y el reciente posicionamiento del narcotrco al interior de muchascomunidades marginales. Todo esto ha propiciado que en la entidad poco se promuevanplanes de desarrollo globales, como ocurre con otros estados del pas. Baste reconocerque durante la etapa de industrializacin que se inicia en los aos cuarenta en Mxico,esta zona no fue espacio atractivo para la inversin de capital estable.

    Es posible armar que la migracin en Oaxaca se debe, en un primer momen-

    to, a las condiciones de atraso y marginacin que priva en el estado, las cuales no per-miten un uso eciente de los recursos humanos y materiales. As, puntualiza Luque(1992:17) La migracin constituye una vlvula de escape que permite disminuir lapresin que ejerce la mano de obra excedente sobre la economa estatal.

    Oaxaca es uno de los estados de la repblica de mayor expulsin de mano deobra. De sus 570 municipios, 76% presenta un alto y muy alto grado de marginacin.En trminos de la distribucin municipal, se considera que del total de sus munici-pios, 60% son de fuerte expulsin. Esto ubica a Oaxaca en el quinto lugar de migra-

    cin neta nacional y en primer lugar en expulsin de jornaleros agrcolas al noroestedel pas junto con el estado de Guerrero (Lewin 200: 188) 7

    El crecimiento de la migracin, impacta en la