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Sara Crewe, una princesita que vive feliz con su padre en la India …bpd.sanluis.gov.ar:8383/greenstone3/sites/localsite/... · 2019. 11. 20. · Frances Hodgson Burnett La princesita

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  • SaraCrewe,unaprincesitaquevive felizconsupadreen la Indiacolonial,ingresaenunselectocolegiodeInglaterra.Apesardesufamadepersonaestricta,laseñoritaMinchin,directoradelcolegio,recibeobsequiosaalaniñayprometevelarporella.PerodeprontoelcapitánCrewemuerearruinadoy,de la noche a la mañana, la princesita se convierte en una pobre niñaabandonadayhuérfana,repudiadaportodoelmundo.

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  • FrancesHodgsonBurnett

    LaprincesitaePubr1.1

    Hechadelluvia29.06.14

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  • Títulooriginal:AlittleprincessFrancesHodgsonBurnett,1905Traducción:AnaLópezIlustraciones:EthelFranklinBetts

    Editordigital:HechadelluviaePubbaser1.1

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  • ISARA

    UnanieblaespesacerrabalascallesdeLondres.Eraundíadeinvierno,tristeyfrío.Uncabriolérecorríaapasolentolasgrandescallesdelaciudad.Enelcoche,sentadajuntoasupadreibaSaraCrewe,unaniñaexcepcional.

    Sarasóloteníasieteaños,perosecomportabacomounaniñamayor,puessuvidahabía transcurrido entre adultos. Pasaba gran parte del tiempo echando a volar suimaginación. Siempre observaba todo y reflexionaba sobre las personasmayores yacercadelmundoaquepertenecían.

    Mientrasmirabaporlaventanilladelcoche,ibarecordandoelviajequeacababadehacerdesdeBombay,consupadre,elcapitánCrewe.Pensabaenelgranbarco,ensuscompañerosdeviaje,ensusconversaciones,enlaciudadhindúquehabíadejado,en los niños que jugaban en el puente soleado, y en algunas jóvenes esposas deoficialesquesolían llamarlaparahacerlahablaryreírsedesusocurrencias.Enfin,todosesosrecuerdossearremolinabanensucabeza.

    Pero, sobre todo,pensabaen locuriosoque resultabahallar-se tanprontoen laIndia,bajounsolabrasador,comoenungranbuqueenmediodelocéano,y luegoencontrarse recorriendo calles extrañas, en un vehículo desconocido para ella, y,además, en una ciudad donde el día era tan oscuro como la noche. Todo esto laintimidabayseacurrucójuntoasupadre.

    —Papá—dijoenvozbajayllenademisterio.—¿Quésucedehijita?—contestóelcapitánCrewe,estrechándolacariñosamente

    —.¿Enquéestápensandominiña?—¿Estamosyaen«esepaíslejano»?—murmurólaniñaapretándosemáscontra

    supadre.—Sí,hija.Hemosllegadoporfin—respondióelpadrenosintristeza.A Sara le parecía que habían transcurridomuchos años desde que su padre la

    venía preparando para ese «país lejano», así decía siempre él cuando se refería aInglaterra.Allítranscurriríaunaetapamuysignificativadesuvidayladesupadre.

    Sumadremurió al nacer ella, y como no la había conocido, nunca la echó demenos.Sujovenpadre,apuesto,ricoymuycariñoso,eratodalafamiliaqueteníaenelmundo,siemprehabíanestadojuntos.

    Suvidahabíatranscurridoenunahermosacasa,llenadesirvientesquelehacíanreverencias y que al dirigirse a ella la llamaban señorita. Tenía todo lo que podíadesear,peroporsobretodaslascosas,Sarahabíatenidounamaquelaadoraba.

    Sólo una cosa le había preocupado durante su breve existencia: era ese «país

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  • lejano»dondealgúndíalallevarían.ElclimadelaIndiaeramalsanoparalosniños,por ese motivo se los enviaban a un colegio en Inglaterra tan pronto como fueraposible.Sarahabíavistoavariasdesusamiguitasdesaparecerdeesamanera,yluegooíaquesuspadreshablabandeellasydelascartasquerecibían.Sabíaquealgúndíallegaría el momento en que ella también debería irse. Por eso le gustaba tantoescucharloscuentosdelviajeyde«eselejanopaís»,quesupadrelenarraba.Perolaentristecíalaideadetenerquesepararsedesusermásquerido.

    —¿No podrías quedarte allá conmigo, papá? —había preguntado en ciertaocasión.

    Supadrelerespondióquesuausencianoseprolongaríamuchotiempo.Yagregó:—Estarásenunacasahermosadondehaymuchasniñascomotú,yjugaráscon

    ellas,yyoteenviarémuchoslibrosytodoloquetúdesees.Crecerástanrápido,quenotedaráscuentaqueeltiempohapasado,cuandoyaseaslosuficientementemayorylobastanteinstruidapararegresaralaIndiaacuidaratupapá.

    ASara leagradaba la ideadeatender suhogar.Desentarsea lacabecerade lamesajuntoasupadreyconversaryleersuslibrospreferidos,ysiparaellodebíairaInglaterra,estabadecididaapartir.Laconsolabapensarquepodríaleeryestudiar,yaquenohabíaotracosaenelmundoquelegustaratanto.Noleatraíamuchoestarconotras niñas, pero si disponía de suficientes libros, pensaba que no le sería difícilacostumbrarse.

    AvecesSarainventabahistoriasdecosasbellas,quesolíacontarseasímismaytambiénselascontabaasupapá,quelosencontrabamaravillosasysorprendentes.

    —Bueno, papá—dijo Sara suavemente— ya que estamos aquí, lo mejor seráresignarnos.

    Elpadresonrióantetalcomentario,máspropiodeunadultoquedeunaniña,ylabesó con ternura.Pero a él le costaba resignarse a separarse de su pequeñaSara yvolvióaabrazarlaconcariño.

    Porfin,elcocheentrabaenlaplazagrandeymelancólica,dondeselevantabaeledificiodelcolegio.

    Era una casa de ladrillos, de aspecto tristón, igual a las otras casas de la calle.Sólo la diferenciaba una placa de bronce en la puerta de entrada, donde se leía enletrasnegras:

    SeñoritaMinchinInternadoselectoparaseñoritas.

    —Yahemos llegado,Sara—dijo el capitánCrewe, tratandodedar a suvoz eltonomásanimadoposible.

    Entonces,lalevantóparabajarladelcoche,subieronunospeldañosytirarondela

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  • campanilla.Fueronintroducidosaungransalón.Ellugarparecíarespetable,aunqueajuicio

    deSara teníamuchosmueblesdemalgusto.Al sentarseenun incómodosillóndecaoba,echóunadesuspenetrantesmiradasenderredor.

    —No me gusta, papá —observó—; pero, después de todo, creo que a lossoldados,aunalosmásvalientes,tampocolesgustairalaguerra.

    ElcapitánCrewelanzóunacarcajadacelebrandolaocurrenciadesuhija.Eraunhombremuyalegreyjovial.

    —No sé qué voy a hacer sin tus comentarios tan alegres y tan solemnes —comentóelcapitán—.Erestangraciosa.

    La besó con ternura y sus ojos se llenaron de lágrimas. Fue justamente en eseinstantecuandolaseñoritaMinchinhizosuentradaenelsalón,sonriendoalveralcapitánysuhija.Alob-ervarla,aSaraseleantojómuyenconsonanciaconlacasa:alta y desabrida, a la vez que respetable y fea. Tenía ojos grandes y fríos, y unasonrisa insípida en sus labios. La señorita Minchin se había enterado de muchascosas,atravésdelaseñoraquerecomendaraalcapitán;porejemplo,queelpadredeSaraeraunmilitarjoven,inmensamenterico,ybiendispuestoagastarmuchodineroenlaeducacióndesuhijita.

    —Será paramí un gran honor hacerme cargo de tan bella y prometedora niña,capitánCrewe—dijo, tomando lamanodeSaray acariciándola—.LadyMeredithmehahabladodesuextraordinariainteligenciaytalento.Unaniñainteligentees,enverdad,untesoroenunainstitucióncomolamía.

    Laniña,sentada juntoasupadre,mirabafijoa laseñoritaMinchiny,comodecostumbre,pensabaenalgopococomúnparaunachicadesuedad.SegúnSara,habíadicho cosas que no eran verdad: no se consideraba hermosa, aunque la gente laencontrababonita;másbien se encontraba feúcha,por eso lehabíanmolestado loshalagosdelaseñoritaMinchin.Saraeraágilydelgada,algoaltaparasuedadysucara era pequeña, pe-ro atractiva. Sus ojos, grandes de color verdegrisáceosmostraban una mirada intensa bajo tupidas pestañas negras. Su pelo era negro yabundante.

    Con el tiempo, la muchachita descubrió que la señorita Minchin repetía losmismoshalagosacadafamiliacuyahijaingresabaalcolegio.

    Su padre la había llevado al internado porque las dos hijitas de ladyMeredithhabíansidoeducadasenél,yelcapitánCreweapreciabamucholaexperienciadeesaseñora.Saraibaaserloquesolíanllamarunapupilaespecial,ygozaríademayoresprivilegiosque losusuales enel internado;dispondríadeunbonitodormitorio consalitabienamueblados; tendríasucocheconunponiyunadoncellaparaocuparellugardelamaquelahabíacriadoyquehabíaquedadoenlaIndia.

    —Su educación no me preocupa en lo más mínimo—decía el capitán Crewe

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  • mientras acariciaba a su hija—. El problema consiste en que aprende con mucharapidez.Estásiempreconsunaricitaenterradaenloslibros.Deberíajugarmásconlasmuñecasysalirdecabalgataosalirdecompras.

    —Papá—advirtió Sara—, si yo saliese a menudo a comprar muñecas, prontotendríatantasquenopodríaquererlasatodas.Lasmuñecassonamigasíntimas,comoloseráEmilia,porejemplo.

    ElcapitánCrewemiróalaseñoritaMinchinyéstaaél.—¿QuiénesEmilia?—preguntóextrañadalaseñoritaMinchin.—Cuéntalealaseñorita,Sara—dijoelcapitánconunasonrisa.LamiradadelosojosdecolorverdegrisdeSarasetornódulceygravealmismo

    tiempo,alresponder:—Esunamuñecaqueaúnno tengo,peroquepapáestádecididoacomprarme.

    Saldremos juntosparaversi laencontramos.La llamaréEmiliayserámiamiguitacuandopapásehayaido.Lanecesitoparaconversarconellaycontarlemiscosas.

    LasonrisaagriadelaseñoritaMinchinsevolviómuylisonjera.—¡Quéniñamásoriginal!—aduló—.¡Yquégraciosa!—Así es—asintió el capitán Crewe, rodeando a Sara con el brazo—. Es una

    personitapreciosa;cuídemelamucho,señoritaMinchin.Sarasealojóconsupadreenelhotel,hastaeldíaenqueélseembarcóparala

    India. Pasearon por la ciudad y visitaron varias grandes tiendas comprando unaenorme cantidad de cosas, muchas más de las que Sara necesitaba. Entre los dosarmaronunguardarropademasiadoabultadoparaunaniñadesieteaños:vestidosdeterciopelo,otrosdeencajesoconricosbordados,sombrerosconplumas,abrigosdearmiño,cajasdeguantes,pañuelosymediasdeseda.Eratallacantidadylacalidaddelascompras,quelasvendedorasdelastiendasmurmurabanentresí:¿«Quiénseráestaniñaun tantoextrañayconunamirada tansolemne?Talvezseaunaprincesaextranjera».

    Visitaronmuchas jugueteríasbuscando lamuñecasoñadaporSara.Vieronunasque eran grandes; otras pequeñas; con ojos negros, con ojos azules; de diferentescoloresdepelo,conropaysinella.

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  • Visitaronmuchasjugueterías

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  • —QuieroqueEmiliaseanocomosifueseunamuñecadeverdad—insinuóSara—.Tienequemirarmecuandolehable,comosimeescuchara.Loquepasaconlasmuñecas, papá —e inclinó la cabeza a un lado, reflexionando—, es que nuncaparecenescuchar.

    Después de mucho buscar, decidieron continuar la búsqueda caminando yobservarmejor losescaparatesmientras les seguíaelcoche.Pasaronpordoso tresestablecimientos,sinentrar.Cuandoalaproximarseaunatiendaqueenrealidadnoparecíamuyimportante,Sarasesobresaltóyoprimióelbrazodesupadre.

    —¡Oh,papá—exclamó—,allíestáEmilia!Su rostro enrojeció y sus ojos brillaban como si acabase de tropezarse con su

    mejoramiga.—¡Debeestaresperándonos!—dijo—.Entremosabuscarla.Cuando Sara tuvo a lamuñeca en sus brazos, le pareció que ambas se habían

    reconocidoinmediatamenteyconlamayornaturalidaddijo:—Emilia,tepresentoamipadre.Laexpresióndeojosdelamuñecaeraparticular;decolorazulclaroydemirada

    inteligente, suaves y espesas pestañas, verdaderas pestañas y no meras líneaspintadas.Eragrande,aunquenolosuficientepararesultarincómodollevarla;teníaelcabellorizadodecolorcastañodorado.

    —Por supuesto, papá—dijoSara, admirando el rostro de lamuñeca, que teníasentadaenlasrodillas—.¡ClaroqueéstaesEmilia!

    Por lo tanto, compraron a Emilia. La llevaron a una casa de modas infantilesdondeletomaronlasmedidasparahacerleunaseriedetrajestansuntuososcomolosde lapropiaSara.Tendría abrigos, blusasy faldas, unahermosísima ropita interioradornadadeencajes;tambiéntendríaguantes,pañuelosypieles.

    —Desearíaqueparecieseunaniñaquetieneunabuenamadre,ysumamásoyyo;peromásqueeso,quieroqueseamicompañera.

    El capitán Crewe había gozado enormemente con el paseo, pero la angustiaatenazaba constantemente su corazón. Se acercaba el momento en que debíasepararsedesuadoradaysingularcompañerita.Esanochenoconsiguióconciliarelsueñoyselevantóacontemplarasuhijaquedormíaabrazadaalamuñeca.Emiliaparecíaunaniñadeverdad,asíqueelcapitánsesintióreconfortadoalcontemplaresecuadro.

    «¡Ay,Sarita!—pensó—.Nocreoqueteimaginescuántohadeechartedemenostupadre».

    Aldíasiguiente,SaraysupadresedirigieronalcolegiodelaseñoritaMinchin,para el ingreso definitivo de la niña. El padre, que se embarcaría a la mañanasiguiente, explicó a la señorita Minchin que sus abogados, los señores Barrow ySkipworth, eran sus representantes legales en sus negocios en Inglaterra. Ellos

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  • estarían a su disposición para cualquier eventualidad, con orden de satisfacer lascuentas que se les enviara por gastos de Sara. Escribiría a su hija dos veces porsemana.Además,dioinstruccionesalaseñoritaMinchinparaqueatendieraatodoslosdeseosynecesidadesdesuhija.

    —Esunapequeñamuyrazonableynuncapidenadaqueseainconvenienteparaella—dijo.

    LuegoelcapitánCreweseretiróconSaraaunsaloncito.Ladespedidafuetriste.Semiraronyseabrazaronconfuerza.Laniñasesentóensus rodillas,yasiéndoleporlassolapas,lecontemplóelrostro,atentaycariñosamente.

    —¿Mevasaaprenderdememoria,Sarita?—dijoél,acariciándoleelcabello.—No…—contestólaniña—;esoyamelosédesdehaceañosporqueestásenmi

    corazón.Luego Sara subió a su cuarto para observar alejarse el coche que llevaba a su

    padre.Cuandoelcochesealejóde lapuerta,Saraestabasentadaenel suelodesuhabitación, con ambasmanos bajo el mentón y lo siguió con lamirada hasta quedoblólaesquina.Emiliaestabaasulado,mirándoloigualqueella.

    Cuando la señoritaMinchin envió a su hermanaAmelia para ver qué hacía laniña,seencontróconlapuertacerradaconllave.

    —Yolahecerrado—dijounavocecitacortés,desdeadentro—.Consupermiso,ahoradeseoestarsolaunrato.

    LaseñoritaAmeliaeraunamujerrechoncha,depocaestaturaysiempretemerosadesuhermana.Enverdad,teníaelcaráctermuchomásagradablequeellaynuncaseleocurriódesobedecerla.Volvió,pues,alpisobajountantoalarmada.

    —Enmividahevistounaniñatanextrañaydemodalestansensatos—dijo—.Sehaencerradoensuhabitaciónynohaceelmenorruido.

    —Es mejor, de todos modos, que gritar y patalear como hacen algunas —respondiólaseñoritaMinchin—.Adecirverdad,temíaque,tanmimadacomoestá,mealborotaralacasa,puessiexisteunaniñaquepuedahacerloqueseleantoje,esella.

    —Quizás ha estado abriendo sus baúles y puesto las cosas en el ropero —continuóAmelia—. Jamáshe visto nada semejante: piel demarta y armiño en suschaquetasyencajedeValenciennesentodalaropainterior.¿Tedascuentadecómohavenidovestida?…¿Quéteparece?

    —Queesridículo—replicólaseñoritaMinchinásperamente.Y pensó para sus adentros que aquélla era una conducta extraña, con toda esa

    ropa ridícula. «Aunque lucirá perfecta encabezando la fila para ir a la iglesia eldomingo.Pareceráunapequeñaprincesa».

    Arriba,enlahabitacióncerrada,SarayEmilia,sentadasenelsuelounaalladodelaotra,teníanlosojosfijosenlaesquinapordondedesaparecíaelcoche,mientrasel

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  • capitánCrewemirabahaciaatrásysaludabaconlamano,tirándolebesos.

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  • IIUNALECCIÓNDEFRANCÉS

    Alamañanasiguiente,Mariette,ladoncellafrancesaparaatenderaSara,vistióalaniñaconsuuniformeazulylearreglóelcabelloconunacintatambiéndecolorazul.Cuandoestuvolista,SarasedirigióaEmiliaqueestabasentadaenunasillaadecuadaasutamaño,yleentregóunlibro.

    —Puedesleerestomientrasyoestoyenclases—ledijo.AlverqueMariettelamirabaextrañada,agregó:—¿Sabes Mariette? Yo creo que las muñecas tienen un secreto. Ellas pueden

    hacermuchasmás cosas de las quenosotros creemos.Es probable queEmilia lea,hableycamine,perosólocuandonohaynadieenlahabitación.

    «¡Qué niña más extraña!», —pensó Mariette—, pero en el fondo ya habíacomenzadoaapreciarlaporsuinteligenciaysusmoda-lestanfinos.Saraeraunaniñamuy bien educada, con una manera encantadora de decir «Por favor, Mariette»,«Gracias,Mariette», esto le había valido conquistar el cariño de la doncella y unafamamuyespecial,quellegabahastalacocina.

    —Esa pequeña tiene aires de princesa —solía comentar Mariette con suscompañerasdetrabajo.

    Las demás niñas estaban expectantes. Todas habían oído hablar de ella, desdeLaviniaHerbert,queteníacasitreceañosyyasesentíamayor,hastaLottieLegh,quenoteníamásdecuatroyeralamenordelcolegio.Teníangranansiedaddeconoceraesaniñaquecontabaconunadoncellaquelaayudabaavestirsesacandoropadeunaenormecaja.

    CuandoSaraentróalasaladeclases,lasqueseríansuscompañeraslamirabanconcuriosidadyhacíancomentarios,mientrassimulabanleerlaleccióndegeografía.

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  • CuandoSaraentróalasaladeclases,lasqueseríansuscompañeraslamirabanconcuriosidadyhacíancomentarios

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  • —¡Tiene una caja llena de enaguas de encaje!—murmuróLavinia a su amigaJessie.

    —OídeciralaseñoritaMinchinquesusvestidossondemasiadolujososparasuedad—comentóotrachica.

    —Creoquenisiquieraesbonita.Susojostienenuncolormuyextraño—agregóotra.

    —Noesqueseabonitacomootraspersonas,peroesatractiva.—Tieneunaspestañaslarguísimasysusojossonverdosos.Yasí,cadaunadelasniñasqueríadeciralgoconrelaciónaSara.Cuando Sara entró a la sala, se sentó en el lugar que le había asignado, y

    permanecíaesperandopacientementequecomenzaranlasclases.Lahabíanubicadocercade la señoritaMinchinycontemplabaa suscompañeras, sinpreocuparseporsusmiradascuriosas.Sepreguntabaenquéestaríanpensando,sisentiríanafectoporlaseñoritaMinchin,ointerésporlasleccionesysialgunatendríaunpadrecomoelsuyo. De pronto, la directora dio una palmada en su escritorio para llamar a lasalumnasalorden.

    —Niñas,deseopresentarlesasunuevacompañera.EsperoqueseanmuyamablesconlaseñoritaCrewe,quevienedesdemuylejos,delaIndia.Yencuantoterminelaclase,megustaríaqueseacerquenaconversarconella.

    Todaslaschicasselevantaronparasaludarlaceremoniosamente.Saratambiénselevantóyrespondióconunareverencia.

    —Sara,vengaaquí—ordenólaseñoritaMinchinconsutercotonohabitual—.Supadrehadecididoqueustedtengaunadoncellafrancesaasudisposición.Supongo,pues,quedeseaquesedediquealestudiodelalenguafrancesa,demodoespecial.

    Lachicanosabíacómorespondersinparecerinsolenteosoberbia.—Creo que la intención de mi padre fue que yo me sintiera más protegida,

    señoritaMinchin.—Meparece—contestólaseñoritaMinchinconunasonrisairónica—queusted

    esunaniñamuyconsentidayquesiempreimaginaquelascosasselebrindanparadarleplacer.

    Ante la dureza de las palabras de la directora, Sara enrojeció y se sintiódesconcertada.Ellahablabafrancés,comoidiomamaterno.Sumadreerafrancesaysupadreamabaelidiomadesuesposa,demodoquesiempresedirigíaasuhijaenfrancés.

    —Nuncaestudiéfrancés,pero…—tratódeexplicarlaniña.—Suficiente,—acotóenformaimperativaladirectora—deberácomenzarya,el

    profesorDufargeestaráaquíenunosminutosmás.Mientrastanto,leaestelibro.Sarasesintióconfundida,miróellibroyseconfundiómásaún.Setratabadeun

    libro elemental que comenzaba por decir que lepère, significa el padre y lamére,

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  • significalamadre,etc.—Parece enojada, —dijo la señorita Minchin, dirigiéndole una mirada

    amenazadora—lamentomuchoquenolegustelaideadeaprenderfrancés.Saraseesforzóporiniciarunarespuestaquenoresultaraimpertinente:—Megustamucho,pero…—No comience con «peros» cuando se le indique lo que tiene que hacer —

    interrumpiólaseñoritaMinchin.Continúeleyendoellibro.«CuandollegueelseñorDugarge,podréhacerlecomprenderqueyohablofrancés

    desdemisprimerosaños».PensóSaray siguió leyendo: le fils, significaelhijo; lefrère,significaelhermano…etc.

    Pronto llegó el señor Dufarge. Era un francés de edad madura, amable einteligente.SealegróalverqueSaraestabainteresadaenellibro.

    —¿Tengounaalumnanueva,señoritaMinchin?—ElcapitánCrewe,padredeestaniña,deseaquesuhijaaprendafrancés,pero

    metemoqueellaseniegaahacerlo.ElseñorDufarge,sedirigióaSaraydijo:—Lo siento. Quizás cuando comencemos a estudiar juntos, pueda demostrarle

    quesetratadeunahermosalengua.Sarasepusodepie,y,mirandoalosojosalseñorDufargecomenzóaexplicar,en

    un fluido francés, que nunca había aprendido este idioma con textos de gramática,puessupadreyotraspersonascercanas,siemprelohabíanhabladoyqueellapodíahablaryescribirconfacilidad.

    —Sin embargo, me gustaría aprender más, lo que el señor Dufarge quieraenseñarme—concluyó y agregó que eso era lo que había querido explicarle a laseñoritaMinchin.

    ElseñorDufargesonriócomplacidoanteelencantoylasencillezdelapequeñaycomentócon ternuraque laniñahablabael idiomaa laperfecciónyconunacentoexquisito.

    Al escucharla, la directora no pudo ocultar su ofuscación, al reconoceríntimamentequeellalenególaposibilidaddeexplicarse.Suiraaumentóaúnmásalnotar que las alumnas Lavinia y Jessie se reían burlescamente ocultándose en suslibros.

    —¡Silencio,señoritas!—gritóconseveridad.

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  • IIIERMENGARDA

    Enel primer encuentrodeSara con las niñas que serían sus compañeras, le quedóclaro cuál sería el estilo de relaciones que establecería con ellas.Aquellamañana,cuandoSarasesentóal ladodelaseñoritaMinchinyelsalónenterosededicabaaobservarla,muyprontosediocuentadequeunaniñaaproximadamentedesuedad,lamirabafijoconunpardeojosazules,unpocotristes.

    Eraunaniñaregordeta,alparecer,pocointeligente,perodotadadeunaexpresiónsimpáticaybondadosa.Estabaencantadamordiendolacintadesutrenza.CuandoelseñorDufargesedirigióaSara,lachicaseatemorizó;peroalverqueSararespondíaenfrancéscongrannaturalidad,sesorprendiómucho;ellanisiquierarecordabaque«lamadre»sedecíalamére.Lemaravillabaescucharqueunaniña,casidesumismaedad, pudiera juntar tan fácilmente todas aquellas palabras en francés. La miradaintensa y el nervioso mordisqueo a su cinta, llamaron la atención de la señoritaMinchin,que,muymolestaledijo:

    —¡SeñoritaSaintJohn!¿Cómoseatreveaobservarsemejanteactitud?¡Bajeesoscodos!¡Quíteselacintadelaboca!¡Siéntesederecha,inmediatamente!

    LapobreniñasesintiómuyavergonzadaycuandoescuchólasrisitasburlescasdeLaviniayJessiesepusorojayparecíaquelaslágrimasibanabrotardesusojillosasustados.CuandoSaralavio,secompadeciódeellaysintióquelegustaríasersuamiga.EraunacaracterísticadeSara.Siempreestabadispuestaaacudirenayudadequiensevieraenapurosoestuvierapasandomomentosamargos.

    «SiSarahubiese sidovarónyvividounos cuantos siglos atrás—solíadecir supadre—,habría recorrido lospaísesblandiendosuespadaendefensadecuantoserviviente se encontrara en dificultades.Cuando ve a alguien en desgracia, se sienteimpulsadaalaacción».

    Así, pues, la hija de Saint John, conmovió el corazón de Sara y siguióobservándoladuranteeltranscursodelamañana.Advirtióquelasleccionesnoerancosafácilparaella.Suleccióndefrancésfuelastimosa; tantoquehastaelprofesorDufargesonrióaloírsupronunciación.Lavinia,Jessieyotrasalumnassecodeabanriendoymirándolacondesdén.ASara,esoledolía.

    —Noesgracioso,enrealidad—dijoentredientes,inclinándosesobresulibro—.Nodeberíanreírse.

    Alterminarlaclase,lasalumnassereunieronencorrillosparacharlar;Sarabuscóa la señorita Saint John, la halló hecha un ovillo y desconsolada en un rincón, seacercóaellaylehabló.Laspalabraseranlasquecualquierchicuelalehabríadichoa

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  • otra al proponerse hacerse amiga. Pero en Sara había ese algo particularmentedelicadoyafectuoso,quetodosadvertíandesdeelprimermomento.

    —¿Cómotellamas?—dijoSara.Lapequeñaseasombróalescucharesassimplespalabras.Una alumna nueva es siempre motivo de expectación y ésta en particular. La

    nocheanterior,todoelcolegiohabíatejidocomentariossobreella,hastaqueelsueñolasvenció,exhaustasporlacuriosidadylasversionescontradictorias:unacompañeraconuncoche,doncellaparticular,unponny,yunviajedesdelaIndia,noeraalgoquesucedieratodoslosdías.

    —MellamóErmengardaSaintJohn—contestócohibida.—¡Tunombreesmuybonito!¡Parecedecuentos!YomellamoSaraCrewe.—¿Tegustaminombre?—dijoErmengarda,halagada—.Amí…amímeagrada

    eltuyo.Elmayor problema en la vida deErmengarda era que su padre era un hombre

    muyinteligente.Hablabasieteuochoidiomas,teníaunaenormebibliotecayparecíaquehabíaleídotodosesoslibrosyquenopodíacomprendercómounahijasuyaeratantorpe,quejamássobresalíaennada.«Hayqueobligarlaaaprender».HabíadichoalaseñoritaMinchin.

    —¡Santo cielo! —había exclamado su padre más de una vez mirándola sinconsuelo—.HayvecesenquepiensoqueestantontacomosutíaElisa.

    LatíaElisahabíasidoduradeentendimientoyolvidabalascosastanprontolashabíaaprendido.Ermengardaeradeunasemejanzasorprendente.Eralapeoralumnadelaescuela,ynadiepodíanegarlo.

    Ermengardasepasabalamayorpartedesusdíasafligidaybañadaenlágrimas.Estudiaba las leccionesy lasolvidaba,osipodíarepetirlas,no lascomprendía.Eranatural pues, que al trabar conocimiento con Sara se quedara mirándola confusa,presadeprofundaadmiración.

    —¡Túerestaninteligente!Túpuedeshablarenfrancés,¿verdad?—preguntócontonoderespetoErmengarda.

    Sara,mirandoporelamplioventanal,sesentóconlaspiernasrecogidasypusolosbrazos rodeando las rodillas, ledijoqueamenudo lagentedecíaeso,peroqueellasepreguntabasiseríacierto.

    —Puedohablarfrancés,porqueloheoídotodamivida—contestó—.Tútambiénpodrías,sisiempretehubiesenhabladoeneseidioma.

    —¡Oh,no!¡Nopodría!—dijoErmengarda—.¡Jamáspodría!—¿Porqué?—preguntóSaraconcuriosidad.Ermengardasacudiólacabezatanenérgicamente,quesutrenzasemoviódelado

    alado.—Me acabas de escuchar en la clase—declaró—. Soy siempre así. No puedo

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  • decirlaspalabras.¡Sontanraras!Yentonces,viendolaexpresióndedesencantoenlacaradesucompañera,Sara

    seechóareírycambiódetema.—¿TegustaríaconoceraEmilia?—preguntó.—¿QuiénesEmilia?—Subeamidormitorioylosabrás—dijoSara,tomándoladelamano.Juntascorrieronescalerasarriba.—¿Es verdad? —murmuró Ermengarda cuando cruzaban el vestíbulo—. ¿Es

    verdadquetienesuncuartoparajugartúsola?—Sí —respondió Sara—. Papá le pidió a la señorita Minchin que me lo

    permitiera,porque…bien,porquecuandojuego,inventohistoriasymelascuentoamímisma,ynomeagradaque lagentemeescuche.Simedoycuentadequehaypersonasqueescuchan,nomesalenbien.

    Yposandosumanoenelbrazodesuamiguita,enseñaldecautela,murmuróenvozbaja:

    —Acerquémonos despacito a la puerta… y entonces abriré de repente. Quizálogremossorprenderla.

    Susonrisamisteriosayundejodivertidoensuvoz,intrigóaErmengarda,quenoentendíaaquiénibanasorprenderyporqué.Perofueraloquefuera,estabaseguradequeseríaalgo interesante,y lasiguióhasta lapuertaenpuntasdepie.EntoncesSaraempujóbruscamentelapuertaylaabriódeparenpar.Sevioelsalónordenadoytranquilo,conunhermosofuegoardiendoenlaestufa,yal lado,unamaravillosamuñecasentadaenunasillaqueparecíaestarleyendounlibro.

    —¡Oh!¡Sehavueltoasentarantesdequepudiéramossor-prenderla!—exclamóSara—.Túsabesquesiemprehacelomismo:esrápidacomoelrelámpago.

    ErmengardamirabaaSarayalamuñeca.—¿Esque…puedeandar?—preguntósinaliento.—Sí—repusoSara—.Almenos,asílocreo.Esdecir,yoimaginoquecreoque

    puede.Yesovuelvelascosascomosifueranciertas.¿Túnuncainventascosas?—No—dijoErmengarda—.Nunca.Yo…Siguecontándome.Tanhechizadaestabaporestasingularnuevaamiga,quesequedócontemplando

    aSaraenvezdecontemplaraEmilia,pormásqueésta fuera lamuñecamás lindaquenuncahabíavisto.

    —Sentémonos—dijoSara—,ytecontaré.Imaginaresalgotanfácilquecuandocomienzas cuesta detenerse. Sólo es cuestión de empezar. ¡Esmaravilloso!Emilia,escuchatútambién.ÉstaesErmengardaSaintJohn.Ermengarda,éstaesEmilia.¿Teagradaríatenerlaenbrazos?

    —¡Oh!¿Mepermites?—dijoErmengarda—.¿Deveras?¡Quélindaes!—ytomóaEmiliaensusbrazos.

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  • Ermengardaestabaencantada.Nuncahabíasoñadoconunmomentotandeliciosodurantesubrevevidaexentadeencantos.

    Sara, sentada hecha un ovillo sobre la alfombra delante del fuego, comenzó acontarlehistoriasincreíblesdeunmundodesconocidoparaella.Relatosdesuviaje,descripcionesdelaIndia,etc.Peromuchomásinteresantesaúnfueronlasfantasíasacerca de las muñecas que caminan y hablan y pueden hacer cualquier cosa quequieran, siempreque loshumanosno sehallenpresenteporque lesgustamantenersuspoderesensecretoycuandoescuchanquealguienseacerca,correnasuslugaresysequedanmuyquietas.

    —¡Esalgomágico!—dijoSaramuyenserio.CuandoSararelatabalaaventuradelabúsquedadeEmilia,Ermengarda,vioque

    sealterabasurostro.Algocomounanubevelólaluzbrillantedelosojos.Sequebrósu voz tan repentinamente que produjo un sonido como un sollozo, luego cerró labocayapretóloslabios.

    AErmengardaseleocurrióquedehabersidootraniña,sehabríaechadoallorar.Peronolohizo.

    —¿Te…teduelealgo?—seaventuróadecir.Despuésdeunalargapausa,Saracontestó:—Sí.Peronoelcuerpo.—Luegoañadióconunavozqueseesforzóenmantener

    firme—:¿Quierestúatupadremásqueanadieenelmundo?Ermengarda se sorprendió y no sabía qué responder, pues ella hacía cualquier

    cosa por evitar la compañía del suyoy no era propio de una educandade ungrancolegio,confesarquenuncasehabíapreguntadosiamabaasupadre.

    —Apenasleveo—balbuceóturbada—;siempreestáenlabiblioteca…leyendocosas.

    —Yoloamotanto,quemeduelepensarquesehayaido—dijoSaraapoyandolacabezasobresusrodillas—.Quieroalmíodiezvecesmásqueanadieenelmundo—dijoSara—.Esoesloquemeduele…quesehayaido.

    Callada,hizodescansar lacabezasobresus rodillasencogidas,y sequedómuyquietaporespaciodeunosminutos.

    «Vaaponerseallorarfuerte»—pensóErmengarda,azorada.Peronolohizo.Losnegrosrizoscortoscaídossobrelacaranosemovían.Luego

    hablósinmoverse.—Leprometíqueaceptaríasupartida,queaprenderíaasoportarlo.Hayqueser

    fuertes…¡Piensaenloqueaguantanlossoldados!Papáesunodeellos.Sihubieraguerra,tendríaquesoportarmarchasysed,ytalvezgravesheridas,yélnuncadiríaunapalabra…niunapalabra.

    Ermengarda la miraba azorada, sintiendo una profunda admiración. ¡Era tanmaravillosaydiferentedelasdemás!Saranotardóenreponerseypronto,sonriendo

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  • conpicardíadijo:—Mejor continuemosconnuestro juegode imaginarnos cosas, así sehacemás

    tolerablelaausenciadeunserquerido.AErmengardaselehizounnudoenlagargantaysusojossellenarondelágrimas

    ydijocontimidez:—Lavinia y Jessie son íntimas amigas. Desearía que nosotras también lo

    fuésemos…¿Quieresqueseamostanamigascomoellas?Túeresinteligente,yyolamástontadelcolegio,pero¡oh,tehetomadotantocariño…!

    —¡Claroquesí!—RespondióSara—.Cuandounasesientequerida,unasesientemás feliz. Sí… seremos amigas.Y, además,—añadió con un súbito rayo de dichailuminandosurostro—,teayudaréenlasleccionesdefrancés.

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  • IVLOTTIE

    SiSarahubierasidounaniñacomúnycorriente,lavidaquellevóenesecolegiodelaseñoritaMinchinduranteeltranscursodelosañossiguientes,nohabríaresultadobuenoparaella.La tratabanmáscomoaunahuéspeddistinguida,quecomoaunaalumna.Sisucarácterhubiesesidoegoístaydominante,contantaslisonjassehabríaconvertido en una niña insoportable. Y de haber sido indolente, nada habríaaprendido.Ensufuerointerno, laseñoritaMinchinnolaestimabademasiado,perocomomujer de negocios se absteníamuy bien de hacer o decir nada que pudieradesagradaraladiscípulamásadineradadelcolegio.SabíaperfectamentequesiSarale escribía a supadremanifestándose adisgustoodesdichada, el capitánCrewe laretiraríadeallíenseguida.LaseñoritaMinchinsabíatambiénquesialosniñosselesmimabamuchoynoselesprohibíahacerloquequisieran,seencontraríanagustoenellugardonderecibíantaltratamiento.Porlotanto,Sarasiempreeraelogiadaporsusexcelentes lecciones, por sus buenos modales, por su afectuosidad hacia suscondiscípulas, por la generosidad con que daba a un mendigo una moneda de subolsobienprovisto.Elactomássimplequehicieraeraconsideradocomounavirtud,y si no hubiera te-nido tanto sentido común y una cabecita lúcida, Sara se habríaconvertido en una personita egoísta e insoportable. Pero esa niña juiciosa veía conmucha lucidez y tino las circunstancias, y muchas veces hablaba de ello conErmengarda.

    —Lascosassuelensucederporazar—decía—.Amímeharodeadounaseriedecircunstanciasafortunadas.Lacasualidadhahechoquesiempremehayaagradadoelestudioyloslibros,yquerecuerdeloqueaprendo.Elazarhizoquenacieraenunafamiliaconunpadrehermoso,buenoeinteligente,quemepuededarcuantoquiero.Yonosé—yaquísusemblanteeramuyserio—cómopodrédescubrirsirealmentesoyunaniñabuenaoaborrecible,siaquímeencuentrosólocongentequemetratatan bienTal vez yo tenga un carácter espantoso y odioso, pero nunca he tenido laoportunidaddedemostrarlo,porquenuncahepasadocontrariedades.

    —Lavinianuncapasacontrariedades—comentóErmengarda—,y,sinembargo,susmodalessonhorribles.

    Sarasefrotólapuntadesunaricita,meditandosobrelarespuestadesuamiga.—Bien—dijo por fin—; tal vez… tal vez la causa esté en que Lavinia crece

    demasiadodeprisa.Este comentario era el resultado de haber oído decir a la señorita Amelia que

    Laviniaestabacreciendotanrápidamente,queellacreíaqueleafectabaalasaludy

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  • alcarácter.Lavinia era rencorosa y sentía envidia deSara.Hasta entonces, era la líder del

    colegio,perohabíalogradotalliderazgoacostadeactuarcomomandona.Erabonitaygozabadelprestigiodeser laniñamejorvestidahasta la llegadadeSaraconsusabrigosdeterciopeloyplumasdeavestruz.EstohabíasidoespantosoparaLavinia,perolasituaciónempeoróalcomprobarquelasimpatíadeSaraatraíalaamistaddesuscompañeras.

    —Sara Crewe tiene algo especial—reconoció un día Jessie sinceramente a suamigaíntima—,nuncasehacesentirsuperior,ybienpodríahacerlo,Lavinia.Yocreoquemecostaríatrabajonohacerlo,aunquesólofueseunpoquito,situvieracosastanpreciosas,ehiciesen tanto ruidoconmigo.Es fastidiosa lamaneracómo laseñoritaMinchinlaponecomoejemplocuandolospadresdeotrasniñasvienendevisita.

    EntoncesLavinia,imitandolaformadehablardeladirectora,contestó.—«Nuestra querida Sara debe contarnos de sus experiencias en la India…».

    «QueridaSara,muéstraletuexquisitofrancésalaseñoraPitkin».Noentiendocuáleselméritodetodoloquesabe,yaquehablabanfrancésensucasa.Tampocoentiendoporquésupadreestanimportante;esodeserfuncionarioenlaIndia…

    —Bueno,cazótigres—contestóJessie—.LapielquetieneSaraensuhabitación,ésaquetantolegustayconlaquehablacomosifueseungato,pertenecíaauntigrequecazósupadre.

    —Siempreestáhaciendo tonterías—interrumpióLavinia—.Mimamádicequeesamaníaquetienedeimaginarsecosasesunatontería,yquecuandoseamayorseráunaexcéntrica.

    QueSaranuncasedabaimportancia,eramuycierto.Teníaunaalmitaafectuosa,y compartía gustosa sus privilegios y sus pertenencias.A las pequeñitas, a las quedesdeñaban y tiranizaban nunca las hacía llorar. Con dulzura maternal pese a suspocos años, cuando una se caía y se arañaba las rodillas, corría a ayudarlas alevantarse y les daba una palmadita cariñosa, o descubría en su bolsillo algúnbombón o alguna otra golosina para calmarlas. Las pequeñas adoraban a Sara. SesabíaquemásdeunavezleshabíaofrecidotéensupropiocuartoyhabíanjugadoconEmilia,utilizandosuserviciodeté,confloresazules.Ningunahabíavistohastaentoncesunjuegodetédemuñecastanverdadero.

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  • Ningunahabíavistohastaentoncesunjuegodetédemuñecastanverdadero

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  • LottieLeghlaidolatrabaatalpunto,quesólograciasasuinclinaciónmaternalselibraba Sara de hallarla fastidiosa. Su joven madre había muerto y la llevó a laescuela un padre joven,más bien frívolo, que la trataba como a unamascota y lahabía convertido en una niña intratable. Él pensaba que la orfandad de su hija eradignadeinspirarlástima,ardidquelaniñautilizabaconbastantefrecuencia.Cuandoqueríaalgunacosaoselenegabaalgo,llorabaogritaba,ycomosiemprequeríacosasinadecuadas, y aborrecía hacer lo que era conveniente, por lo común, su agudavocecita resonaba chillando por todos los rincones de la casa. La primera vez queSaralatomóasucargofueunamañanaenquealcruzardelantedeunasalita,oyóalaseñoritaMinchinyalaseñoritaAmeliatratandodeacallar losirritadosgritosdeunaniñaque,alparecer,senegabaasosegarse.Yalborotabatanfuriosamente,quelaseñoritaMinchincasiseveíaobligadaagritar,enunaformaimponenteysevera,parahacerseoír:

    —¿Porquéestásllorando?—¡Oh!¡Ah!¡Ah!—oyóSara—.¡Notengoma…má…!—¡Oh,Lottie!—suplicabaseñoritaAmelia—.¡Basta,querida!¡Nollores!—¡Ah!¡Ah!¡Ah!—aullabaLottieaplenopulmón—.¡No…tengoma…má!—¡Habríaquecastigarla!—afirmólaseñoritaMinchin—.¡Temerecesunatunda,

    pormala!Lottiellorómásfuertequeantes.LaseñoritaAmeliaempezóasollozar.Lavoz

    delaseñoritaMinchinseelevócomountrueno,mas,luegoselevantófuribundadelasilla,enunarranquedeindignadaimpotencia,ysaliódelcuarto.

    Sarasehabíadetenidoenelvestíbulo,pensandosideberíaentrarenelsalón,yaque últimamente había hecho buenas migas con Lottie y quizá le fuera posiblecalmarla.AlsalirlaseñoritaMinchinyverqueSaraestabaallí,quedódesconcertada,comprendióquesuvoz,al traspasar lasparedes,nodebíahabersonadonidignaniafectuosa.

    —¡Oh,Sara!—exclamótratandodeesbozarunasonrisadiplomática.—Medetuve—explicóSara—porquesabíaqueeraLottie,ypenséquequizá…

    por casualidad, tal vez podría hacerla callar. ¿Puedo hacer la prueba, señoritaMinchin?

    —Siteanimas…Túsabes,hacerlascosas—añadiócontonoaprobatorio—.Sí,túpodrásdominarla.Entra—ysealejó,seguidadelaseñoritaAmelia.

    Cuando Sara entró en la sala, Lottie estaba tirada en el suelo, gritando ypataleando.Sabía,porexperienciaadquiridaensuhogar,queelpataleoylosgritosalalargalafavorecerían,siemprequeinsistiera.

    Sara se le acercó despacito, sin saber lo que iba a hacer. Luego se sentó en elsueloasuladoyesperó.ExceptoporlosirritadosgritosdeLottie,elcuartonopodíaestarmás tranquilo.Esto era algo desconocido para la pequeñaLottie, que cuando

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  • protestaba,estabaacostumbradaaoíra losdemássuplicarle,amenazarlaymimarlaalternativamente.Lottiecreyóconvenientecomenzardenuevo,aunquelaquietuddelambienteylacaritapensativadeSararestóasusgritoslamitaddefuerza.

    —¡No… ten…go…ma…ma… a… a… a! –chillaba, pero su voz no era tanpenetrante.

    Saralamiróconunaluzdecomprensiónenlosojosymásinterésaún.—Tampocoyotengomamá—contestóSara.Esto era tan inesperado para Lottie, que sin dejar de llorar del todo, preguntó

    sorprendida:—¿Dóndeestá?—Se ha ido al cielo—dijo Sara—. Pero estoy segura de que a veces viene a

    verme, aunque yo nome dé cuenta.Y tumamá lomismo.Tal vez en estemismomomentonosmiran.Talvezesténenestecuartolasdosjuntoanosotras.

    Lottiesesentódeunsalto,ymiróasualrededorenbuscadesumadre.Eraunalinda criatura de cabellos rizados y grandes ojos redondos y azules como la flornomeolvides.Saracontinuóconsuhistoria;casiuncuentodehadas,perotanrealerapara supropia imaginación,queLottie empezóaprestar atenciónapesar suyo.Lehabíancontandocuentosdeángelesvestidosdeblancoqueteníanalasycorona.PeroSaradescribíaunpaísverdaderoyhermosodondehabíapersonasreales.

    —Enaquellugarhaypradosextensosllenosdeflores—narrabaSara,comosiloestuviera soñando— liriosmecidos por la brisa y en su ondular emanan un suaveperfume que llega a todas par-tes. Hay cientos de niños que arman guirnaldas yríen…,nuncasecansan,parecenflotar…losmurosdeoroydeperlassonbajosparaque las personas se puedan reclinar y mirar hacia la tierra con una sonrisa y unmensajedeamor.

    CualquiercuentohabríasidohermosoparalapequeñaLottie,peroésteteníaunaatracciónespecial.SesentómáscercadeSarayescuchabaembelesada,sinembargo,elfinalllegódemasiadoprontoyunpucheroasomóasuslabios.

    —Yoquieroirallá—sollozó—.Enestecolegionotengomamá.Saraadvirtiólaseñaldepeligro,yconunasonrisaseacercóaunmásalaniña.

    Asiendosumanitoregordeta,laabrazóconcariñoyledijo:—Yoserétumamá…jugaremosaqueeresmihijita…Emiliaserátuhermanita.LoshoyuelosvolvieronaaparecerenlasmejillasdeLottie.—¿Deveras?—Sí —contestó Sara, poniéndose de pie de un salto— vamos a decírselo. Y

    despuéstelavarélacaritaytepeinaré.Lottie aceptómuycontenta; salió con suspasitos cortosdetrás deSaray subió

    conella.Yanirecordabaquetodalaescenaanteriorhabíasidocausadaprecisamenteporquenoqueríalavarselacaranipeinarseparairalalmuerzo.

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  • DesdeaqueldíaSaraseconvirtióensumadreadoptiva.

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  • VBECKY

    ElmayorpoderdeatracciónqueposeíaSara,erasuhabilidadparacontarhistorias.Sus narraciones parecían cuentos de hadas. Tenía una asombrosa facilidad parainventarsituacioneseinvestirlasconunaaparienciadecuento,lofueseono.

    Sara no solamente era una narradora entretenida, sino que adoraba imaginarcuentos.Sesentabaenmediodeuncírculodesusamiguitas,comenzabaainventarcosasmaravillosas.Sindarsecuentasiquiera,comenzabaadramatizarysusmejillassearrebolabanamedidaquedabariendasueltaasufantasía.Eltonodesuvozsubíaobajaba,ensusojosbrillabalachispadelainspiración,susmanosysucuerpoibanexpresando lo que ella iba contando. Personajes del mundo de las hadas, reyes,reinas, hermosas señoras dabanvida a sus cuentos ySara se transformaba en cadaunodelospersonajesqueinventaba,cuyosactosensalzaba.Concluíaentusiasmada,casisinaliento,entoncesdecía:

    —Cuandoyoestoynarrando,nomeparecepurafantasía.Semefiguranhechosyseres reales y verdaderos… más reales que las personas que me rodean, másauténticosqueelcuartoenquenoshallamos.Mesientosucesivamentetransfiguradaenlaspersonasdelahistoria,unatrasotra.Escurioso,peroescierto.

    Hacía ya más de dos años que había ingresado en el colegio de la señoritaMinchin. Una mañana de invierno de intensa neblina, al descender de su cocheenvueltaensuabrigode terciopelo,Saraviounapequeñafigurasuciayharapientaquelamirabaconojosasombradosporentrelarejadelaentradadeledificio.Algoenlatimidezyelansiaquereflejabaesacaritalellamólaatenciónylesonrió.Teníaporcostumbre sonreíra todos.Pero lapequeñadecara tiznadayojosasustados seescurrió como una lauchita a la cocina. Desapareció tan de repente que Sara sehubiera reído de la ocurrencia si no se hubiese tratado de una chiquillita tanmerecedoradecompasión.

    Esamismanoche,mientrasSaranarrabaunahistoriaenmediodeuncírculodeniñas en la esquina del salón, entró en el cuarto la misma muchachita que habíaencontradoesamañanaa laentradadeledificio.Ahoraacarreabauncesto llenodecarbón,demasiadopesadoparasusbrazos;searrodillódelantedelachimeneaparalimpiarladecenizasyavivarelfuego.

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  • www.lectulandia.com-Página32

  • Saranarrabaunahistoriaenmediodeuncírculodeniñas

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  • No iba tan desaseada como cuando en la mañanamirara por la reja. Pero susfacciones revelaban el mismo temor. Bien se veía que se empeñaba en pasarinadvertida y escuchar lo que allí se narraba. Echó los pedacitos de carbón con elmayorcuidadoparanohacerruidosmolestos,ydeigualmanera,limpiólascenizas.Sarasediocuentadelgraninterésdelaniñaporescucharsiquieraalgunafrasedelcuento. Al punto, Sara alzó un poco la voz y habló en forma algo más clara ypausada.

    Era una historia maravillosa acerca de una princesa que era amada por unPríncipedelMar, conquien se casó, yendo a vivir con él en las grutas y cavernassubmarinaspobladasporsirenasyrebosantesdeperlaseiluminadasdetodoscolores.

    La pequeña, delante de la estufa, se esmeró una y otra vez en la limpiezaalrededordelachimenea,yalhacerloporterceravez,eldesarrollodelahistorialateníatanencantadaqueolvidóquecarecíadelderechodeescuchar.

    Derepente,cayóestrepitosamenteelatizadordelasmanosdelapequeñacriada.EntoncesLaviniaHerbertvolviólacabezayadvirtió:

    —¡Esasirvientaestabaescuchando!La culpable tomódeprisa su escoba y se incorporó agitada, tomó el cesto y se

    escabullódelsalóncomounconejitoasustado.ElincidenteindignóaSara.—Sabía que estaba escuchando —observó irritada—. ¿Por qué no habría de

    hacerlo?Laviniasacudiósucabezaconunmovimientodeelegantedesprecio.—Pues—protestó—,yonosésiatumamáleagradaríaoírtecontarcuentosalas

    criadas,perosíséquelamíaseopondríadecididamente.—¡Mimamá!…—exclamóSaraparasí,amediavoz—.Nocreoquemeriñera

    portalcosa;ellasabequelashistoriassonpropiedaddetodoelmundo.—Yo creía —replicó Lavinia, mordaz— que tu mamá había muerto. ¿Cómo

    puedeentoncessabernada?—¿Túcreesquenosabelascosas?—insinuóSaracontonograve,comoalgunas

    vecessolíahacerlo.—LamamádeSaralosabetodo—declaróderepentelapequeñaLottie—,ymi

    mamá también; aquí en el colegio Sara es mi madre, pero mi otra mamá lo sabetodo… ¡todo! Allá en el cielo las calles están pavimentadas con chapas de platarelucienteyhaycamposenteros llenosde liriosblancos,que todoelmundopuedecoger.MelocuentaSaracuandomellevaadormir.

    —Tú eres una mentirosa—reprobó Lavinia, volviéndose a Sara— inventandocuentosacercadelcielo.

    —PuesenlaBibliahaymuchashistoriasaúnmásmaravillosas—advirtióSara—.Puedesleerlayyaloverás.¿Cómosabestúquesoncuentos?Perotediré—concluyó

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  • enunraptodeverdaderoenojo—:túentuvidanuncalosabrássinoenmiendaslosmalosmodosquetienes.Venconmigo,Lottie.

    LuegoSarasealejó,mirandoenderredorsuyoparaversiseencontrabacon lapequeñasirvienta.Masnolavioenningunaparte.

    —¿Quiénesesachiquillaqueenciende laschimeneas?—preguntóesanocheaMariette,sudoncella.

    —¡Ah!Porciertoquenomeextrañasupregunta,Sarita.Resultóqueeraunapobrecillapocomenosqueabandonada,queacababadeser

    admitidacomoayudantedecocina,aunqueadecirverdad,sustareasnoselimitabana eso.Debía limpiar las estufasy chimeneas, y llevar y traer los cestosde carbón,lustrarloszapatos,fregarpisosyventanasyejecutarlasórdenesdetodoelmundo.Tenía catorce años, pero su desnutrición le daba apariencia de tan sólo doce. LamismaMariettesecompadecíadeellaviéndolatantímida,quealhablarleseasustabahastanopoderarticularpalabra.

    —¿Cómo se llama?—inquirió Sara, que, sentada a la mesa, el mentón en lamano,habíaescuchadolaexplicacióndeMariette.

    —Su nombre es Becky. Abajo se oye gritar a cada momento: «¡Becky, hazesto…!¡Becky,hazaquello!».

    Sara se quedó largo rato contemplando el fuego que ardía en su habitación.PensabaenBeckycomoenlaheroínamaltratadadeunahistoria,recordabasusojosdehambreydeseabavolveraverla.

    Unas semanas después, en una tarde húmeda y nublada, al entrar Sara en susaloncitoparticular,seencontrófrenteauncuadropatético.VioaBeckyacurrucadaen su sillón preferido delante de la chimenea, con la narizmanchada de tizne y elcestodecarbónvacíomuycercadeella.Dormíaprofundamente,selaveíafatigada;cansada,sindudaporelesfuerzosuperioralquesudesnutridocuerpopodíasoportar.

    Lahabíanmandadoaarreglarlosdormitoriosparalanoche.LosdosaposentosdeSara loshabíadejadoparaelfinal.Noeranigualesa lasdemáshabitacionesde lasniñas,queporreglageneralestabanamuebladosdemodomuysencillo.Lasinternascomunes debían conformarse con lo estrictamente necesario. Así, el saloncitoconfortabledeSaraselefigurabaaBeckyunpalaciollenodeobjetoscuriososcuyoorigen desconocía. Se alegraba cuando entraba en esas habitaciones y siempreabrigaba la esperanza de poder sentarse por un par deminutos en aquel sillón tanblando,podercuriosearalrededorypensarenlamaravillosabuenasuertedelaniñaqueeradueñadesemejantescosas.

    Esa tarde, se sentó en el sillón, la sensación de alivio que experimentaron suspiernasdoloridashabíasidotandeliciosaquecalmóyreconfortótodosucuerpo.Elcálido resplandor del fuego la había invadido como un encantamiento y, por fin,mirando y mirando los leños ardientes, una sonrisa fue insinuándose en su cara

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  • tiznada;empezóacabecear,secerraronsuspesadospárpadosysequedódormida.NohabríanpasadomásdediezminutoscuandoentróSara,peroaquelsueñoera

    tanpesadocomoeldelaBellaDurmiente.Mas,¡ay,pobreBecky!,sudesgarbadayagotadafiguraestabalejosdeparecersealaBellaDurmiente.

    —¡Oh!—sedijoSaraalverla—.¡Pobrecriatura!Nose incomodóalhallarsusillónpreferidoocupadoporaquella figuritasucia.

    Al contrario, se alegró de encontrarla allí, pues cuando se despertara, podríaconversarconella.Sedeslizóasuladoconcautelaysequedódepie,mirándola.Noqueríadespertarla.SabíaquelaseñoritaMinchinseenojaríamuchosiladescubría,ytemíaporella,perolaencontrabatancansadaqueledabapena.

    —Desearía que se despertase sola—se dijo Sara—; pero está tan cansada…yduermetanprofundamente…

    Un trozo de carbón encendido resolvió su dilema al desprenderse de otromásgrandeycaersobrelarejillachisporroteando.Beckyabriólosojos,sobresaltada,conunaexpresióndetemor.

    Deunsaltoseincorporóyechómanodesugorro.Losintiócaídosobreunaorejay,azoradaytemblando,tratódeenderezarlo.

    «¡Oh!,buencastigolehabíadecostarlaimprudenciaqueacababadecometer—pensaba—.Dormirsesinreparoningunoenelsillóndeaquellaseñorita.Laecharíansinpagarleunpenique».Desugargantabrotóunhondosollozo.

    —¡Oh,señorita!—balbuceó—.¡Lepidoperdón!—Notemas—latranquilizó,comosisedirigieraaunaniñapequeña—.Nofue

    tuculpa,estabastancansada…Notieneimportancia.Becky,acostumbradaarecibirreprimendas,nosalíadesuasombroporlaforma

    tanamableenqueSaralehablaba.—¿No está enojada conmigo, señorita? ¿No se lo va a contar a la señorita

    Minchin?—¡No!—exclamóSara—.¡Claroqueno!¿Acabastecontutrabajo?—preguntó

    enseguida—.¿Teanimasaquedarteconmigounpardeminutos?ElsustoquesepintabaenelrostrodeBecky,despertabacompasión.—¿Conusted…,señorita…?¿Yo?¿Aquí?Saracorrióalapuerta,laabrióymiróalpasillo,escuchando.—Nohaynadie—explicó—.Siterminastedearreglarlosdormitorios,creoque

    podríasestaraquíunratito.Pensaba,que,quizá,tegustaríacomerunpedazodetorta.Losdiezminutossiguientes,Beckylosvivióenunaespeciededelirio.Saraabrió

    unarmarioylediounbuenpedazodetorta,viendoconregocijocómolapobreniñahambrientalodevorócondeleite.Mientraslehablaba,Sarahacíapreguntasysereía.LostemoresdeBeckyseevaporaronyhasta llegóahacerellamismaunascuantaspreguntas.

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  • —Estevestido…—dijoBecky,mirandoalqueSara teníapues-to—,esunodelosmásbonitos.

    —Esunodelosquetengoparalasleccionesdebaile—respondióSara—;amímegustamucho…¿yati?

    Porunosminutos,Beckynoacertóadarunarespuesta;luegodeclaróconuntonoentreasombradoyrespetuoso:

    —Escomosiestuvieraviendounaprincesa.Unavezviuna.Yoestabaentrelamultitud,frenteaCoventGarden,mirandoalagentequeentrabaparaverlaópera.Ytodos comentaban la presencia de una niña que se decía ser princesa. Saltaba a lavistaqueeradeverdad;eraunaseñorita,vestidaderosayadornadaconflores.Nopudemenos que acordarme de ella en cuanto la vi a usted… tan preciosa, que separeceaella.

    —Muchasveceshesoñadoquemegustaríaserprincesa…—respondióSara—ymepreguntocómomesentiría.Creoqueempezaréaimaginarmequelosoy.

    Beckylamiróconadmiraciónsincera,sorprendidayfeliz.—Becky—dijo—,¿estabastúescuchandoesahistoriaquecontéelotrodía?—Sí, señoritaSara—confesó laniña,un tantoalarmadaotravez—.Séqueno

    debíhacerlo,peroeratanlindaque…quenopodíadejarla…—Pues a mí me encantó que escucharas—comentó Sara—. Cuando una está

    contando un cuento, nada es tan halagador como ver que todos prestan oído. ¿Tegustaríasabercómotermina?

    —¿Yo,señorita?¿Escucharuncuentocomosifueraunadelasalumnas?—Creoqueahoranotienessuficientetiempoparaquedarte.Dimeaquéhoraarreglaslaspiezasyyovendréaquíparanarrarteunpococada

    díahastaquetermine.—Entoncesnome importaráque loscajonesde leña sean tanpesadosyque la

    cocinerahayaregañadotodoeldía.Sólopensaréenelcuento.LaBeckyquebajóalacocinanoeralamismaquehabíasalidovacilante,cargada

    bajo el peso del cesto de carbón.Tenía guardado en el bolsillo un pedazo de tortacomoreserva;habíacomidoyyanoteníafrío;perosubienestarnosólosedebíaalasgolosinasyelfuego,sinoaltratocariñosodeSara.

    Entanto,Sarasehabíaquedadoensuhabitaciónsoñandoconlafantasíadeserprincesa,unaprincesadeverdad.

    «Aunque no fueramás que una princesa inventada, podría hacer cosas por losdemás,cosascomoéstasporejemplo…»pensabaSara.

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  • VILASMINASDEDIAMANTES

    Pocotiempodespués,sucedióalgoquesacudiónosóloaSara,sinoatodoelcolegio,convirtiéndoseenel temaprincipaldeconversacióndurantevariosdías.Enunadesuscartas,elcapitánCrewecontabaunahistoriaincreíble.UnamigodeinfanciafueavisitarloinesperadamentealaIndia.Dueñodeunagranextensióndetierrasdondesehabíandescubiertodiamantes,sehabíalanzadoalaexplotacióndelasminasyloinvitabaaasociarseenlaempresa.

    EsofueloqueSaraentendiódelacarta.Sihubierasidounaoperacióncomercialcualquiera,nilaniñanisusamigashubieranprestadomayoratenciónalasunto.Perolas minas de diamantes les recordaban a Las mil y una noches y no quedaronindiferentes.

    Sara dibujaba laberintos en las profundidades de la tierra para Ermengarda yLottie, con paredes cubiertas con piedras preciosas y unos extraños hombrecitososcurosquecavabanconpicosmuypesados.

    LottieyErmengardaestabanencantadas;pero,Laviniasentíaenvidiaynopudomenosquemofarse,ylecomentóasuamigaJessiequenocreíaenlaexistenciadetalesminasdediamantes.

    —Amímeparecequetúlaodias—dijoJessie.—No, claro que no—retrucó Lavinia—pero no creo en talesminas llenas de

    diamantes.Mimamátieneunanilloconundiamantequecostócuarentalibras.Ynisiquiera es grande. Si hubieraminas llenas de diamantes, la riqueza de los dueñosllegaríaaunacifraridículamentegrande.

    —TalvezSarallegueaserridículamenterica—serióJessie.—Yaesbastanteridículasinsermuyrica—replicóLavinia.—Yocreoquetúlaodias—reiteróJessie.—No,deveras—insistióLavinia—;peronocreoenquehayaminas llenasde

    diamantes.—Bien, pues la gente tieneque sacarlosde algunaparte—reflexionó Jessie—.

    ¿Túquécrees?—Yonosénimeinteresa.SiempreestánhablandodeSaraydesusminas…ya

    me aburren. Ahora juega a que es una princesa. Dice que así aprende mejor suslecciones.QuierequeErmengardatambiénlosea,peroErmengardadicequeellaesmuygordaparaserprincesa.

    —Saradicequeesonadatienequever.Nielaspectonieldinero.Unopuedeserloquequieraser.

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  • —Supongoquecreequeunamendigapuedeserprincesaaunqueestémuertadehambre—dijoLavinia—¿porquénoempezamosallamarla«SuAltezaReal»?

    Lasclaseshabían terminadoy lasalumnasgozabandesu tiempo libre frentealfuego, conversando e intercambiando secretos. La señorita Minchin y la señoritaAmelia tomabantéen lasalita.JustocuandoLaviniaseburlabadeSara,éstaentróseguidaporLottie,comosifueraunperritofaldero.

    —AhíestáSaraconesapequeñainsoportable.¿Porquénoselallevaráajugarensupieza?Seguroquesevaponerallorarencualquiermomento—dijoLavinia.

    Sara se acomodó en un rincón a leer un libro sobre la Revolución Francesa,mientras Lottie jugaba con sus compañeras.De repente, la chica soltó un chillido.Había hecho bastante barullo y habíamolestado a las alumnasmás grandes, comoJessie y Lavinia. En ese momento Lottie se hallaba tendida en el suelo con unrasguñoenlarodilla.

    —Bastaya,llorona—lereprendióLavinia.—Cállate—dijoJessie—.Sitecallas,tedaréunpenique.—Noquiero tupenique—sollozabaLottiequealverunagotadesangreensu

    rodilla,llorabamásfuerte.Saraatravesólasaladeunsalto,searrodillóytomóalaniñaentresusbrazos.—VamosLottie,meprometistequeteportaríasbien.—Ellamedijoquesoyunallorona—gimióLottie.—Sisiguesllorando,ledaráslarazónaLavinia.Recuerdaloquemeprometiste

    —ledijoSaraconfirmeza.Lottielorecordaba,peroprefiriólevantareltonodelavoz.—Yonotengomamá—dijodesafiante.—Sí la tienes. ¿Lo has olvidado? ¿Ya no quieres que yo sea tu mamá? Ven,

    siéntateconmigoytecontaréuncuento.—Cuéntameacercadelasminasdediamantes—pidiólapequeña.PeroLaviniainterrumpió:—¿Lasminas?¡Quémalcriada!Megustaríadarteunapalmada.Sarasepusodepiedegolpe:—Yosoylaquequisierapegarte,peronolovoyahacer.Nosomoschicasdela

    calleytenemosedadsuficienteparasaberqueesonosehace.Laviniaviosuoportunidadylecontestó:—Porsupuesto,SuAltezaReal,somosprincesas,creo.Almenosunadenosotras

    loes.¡Quédistinguidosehapuestonuestrointernado,ahoraquetieneunaprincesaentresusalumnas!

    SaraseabalanzósobreLaviniacomoparatirarledelasorejas.Jugareinterpretardistintospersonajeserasumáximadiversión,perojamáshablabadeelloconlasquenoeransusamigas.Estafantasíadeserunaprincesaeraalgomuyíntimoylehabría

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  • gustadoquesemantuvieraensecreto;Lavinianosóloladescubrió,sinoquesemofóde ella. Sara se sentía furiosa, pero si era la princesa que pretendía ser, debíacomportarsecomotal.Hablóconvozpausadaytodaslasniñaslaoyeron.

    —Esverdad.Avecesjuegoaquesoyunaprincesa,perolohagoparatratardesercomounadeellas.

    Lavinia no supo qué contestar. Amenudo le sucedía que no se le ocurría unarespuestaoportunaparacontestara losargumentosdeSara.LasdemáscompañerastampocoapoyaronaLavinia,porquelesgustabalaideadesentirseprincesas.

    —Bueno,almenos,esperoqueteacuerdesdenosotrascuandoasciendasaltrono.—Noloharé—contestóSaraymirófijamenteaLaviniahastaqueéstatomódel

    brazoaJessieylasdosseretirarondellugar.En adelante, las niñas que le tenían envidia solían hablar entre ellas de la

    «princesaSara»cuandoqueríanexpresarsudesdén,yaquéllasquelaapreciabanledabanelmismonombre,aunqueentonoafectuosoyseregocijabanporlopintorescoyrománticodeltítulo.CuandolaseñoritaMinchinlosupo,contóelhechoamásdeunparientevisitantedelasalumnas,porqueaquellosugeríaalgocomodeescueladelarealeza.

    ABecky,porsuparte,leparecióeltítulomásapropiadodelmundo.Larelaciónque comenzó aquella tarde brumosa, cuando se quedó dormida en el sillón, habíaaumentadoymadurado,aunqueni la señoritaMinchinni suhermanaAmelianadasabían de esa amistad. Sabían que Sara trataba con benevolencia a la auxiliar decocina, pero no sabían delas visitas furtivas a su habitación. Por supuesto que nosabían que Becky, después de arreglar con rapidez prodigiosa los cuartos del pisosuperior,llegabaalsalóndeSaray,conunsuspirodealivio,depositabaenelpisoelcestodelcarbón.Enestasvisitasnosóloserelatabancuentos,sinoquesiemprehabíaalgúnregalitoparaBecky,queloescondíapresurosaentresusropasparadeleitarseencuantosehallabaasolasensucuartodelaltillo.

    —Debo tener cuidado, señorita, porque si dejo migas, las ratas vienen acomérselas—comentóBecky.

    —¿Ratas?—preguntóSara—.¿Hayratas?—Muchísimas —respondió Becky con naturalidad—. Una se acostumbra al

    ruido…mientrasnocaminenporlaalmohada…Saraestabaescandalizada,peroBeckycontinuó:—Una se acostumbra a todo después de un tiempo, señorita, y yo prefiero las

    ratasalascucarachas.—Yotambién—contestóSara—supongoqueesmásfácilhacerseamigadeuna

    rataquedeunacucaracha.AvecesBeckynoseatrevíaapermanecermásqueunosescasosminutosenel

    salóntibioeiluminado,yenesecasoapenassecambiabanunaspocaspalabras,pero

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  • siempre Becky se llevaba algún apetitoso regalo. Sara había encontrado un nuevoentretenimientoparacuandosalíaapasear:labúsquedayeldescubrimientodecosasdepocotamañoparaconvidarasuamiga.Cuandosalíaencocheodabaunpaseoapie, solía escudriñar los escaparates de las tiendas con mirada escudriñadora. Laprimera vez que se le ocurrió llevar al colegio unos pequeños pasteles de carne,comprendióquefuetodounacierto.Aldesenvolverlos,losojosdeBeckychispearondealegría.

    —¡Oh, señorita! —murmuró—. ¡Qué ricos estarán… y llenadores! Elbizcochuelo es exquisito, pero se ledeshace aunaen laboca;no sé simeexplicobien.Encambio,estosequedaenelestómago.

    —No creo que seamuy bueno comer cosas pesadas…Pero, almenos, estarássatisfecha.

    ¡Vaya si lo estuvo! Con aquellos emparedados de carne, comprados en unrestaurante,y losbollosy lassalchichas…Beckyfuesaciandosuapetitoy,pocoapoco,empezóaperdereseaspectodedesnutridayasentirsemenoscansada;elcestodelcarbónnoparecíapesartantocomoantes.

    TodoloquehacíaSaralegustaba,avecesuncuento,unaspalabrasamables,unasonrisa…cosasqueluegoBeckyrecordabaenlasoledaddesualtillo.Saralahacíareír,ylecausabatantafelicidadcomolospasteles.

    Algunas semanas antes del undécimo cumpleaños,Sara recibió una carta de supadre. No parecía escrita con el ánimo acostumbrado; decía que no se encontrababien.Eraevidentequeandabamuypreocupadoporelgiroquetomabalaempresadelasminasdediamantes.

    Tú sabes, Sarita —escribía—, que tu padre no es hombre de negocios enrealidad y que las cifras y los documentos le abruman, y que como no loscomprende, todolepareceenorme.Quizásinofueraporestafiebre,nomepasaría lamitad de la noche despierto dando vueltas sin dormir y la otramitadatormentadoporlaspesadillas.Simi«viejaamiguita»estuvieraaquí,supongo que me daría un buen y solemne consejo. Lo harías, ¿verdad,pequeña?

    A pesar de la carta que había escrito, el capitán había organizado festejosextraordinarios para el cumpleaños de su querida Sara. Entre otras cosas, habíaencargado una muñeca a París, cuyo guardarropa había de ser una espléndidamaravilla,porcierto.Saracontestólacartaenunestilosolemneysingular,dondelepreguntabasilamuñecaseríaunregaloadecuado.Entreotrascosasescribió:

    Estoyhaciéndomemayor.Quierodecir,quenuncamásen lavidahabráde

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  • dársemeotramuñeca.Éstaserálaúltima.Laquerrémucho,peronoocuparáellugardeEmilia.Sipudieseescribirpoesía,estoyseguradequeescribiríauninspiradopoemasobreLaúltimamuñeca.

    Al recibir la carta deSara en su bungalow en la India, el capitánCreweno sehallababiendesalud.Padecíaunfuertedolordecabeza.Sumesaestabaatestadadepapelesycartasqueleteníanalarmadoypresadeansiedad,peroseriódebuenaganacomo no lo hacía desde hacía mucho tiempo. Deseaba abandonar el negocio dediamantesqueloteníaatadoycorreraLondresparaabrazarasuhija.

    —¡Oh!—se dijo—. ¡Por cierto que esmás ocurrente cada año que pasa!Diosquieraqueesteasuntomíovuelvaaencaminar-sebien;asípodréiraverla.¡Noséloquedaríaporsentirenestemomentosusbracitosalrededordemicuello!

    El cumpleaños de Sara se celebraría en el colegio con una gran fiesta. Seadornaríalasaladeclasesyseorganizaríaelfestejoconsuscompañeras.Habríaunbanquete y las cajas con los regalos serían abiertas con grandes ceremonias en lasalitadelaseñoritaMinchin.Cuandollegóeldía,todalaescuelaestabapresadeungran entusiasmo. La mañana pasó volando entre agitadas discusiones sobre lospreparativos.Lasalaestabatodaadornadaconguirnaldasverdes;sehabíanquitadolospupitresycubiertoconfundaselrestodelosmueblesadosadosalasparedes.

    AquellamañanacuandoSaraentróensusaloncitoparticular,encontróenlamesaunpequeñopaquete,envueltoenpapeldecolormarrón.Enseguidasupoqueeraunobsequio, y también adivinó de dónde procedía. Lo abrió con cuidado. Era unaalmohadilladefranelarojanodel todo limpia,conunacantidaddealfileresnegrospinchadosenéldemaneraqueformabanlaspalabras«Muchasfelicidades».

    De pronto, se dio cuenta que la puerta se abría con cuidado y que Becky seasomabaconnerviosismo.Ensurostrohabíaunaexpresiónentrealegreypicarona.Saracorrióaabrazarlaynohabríapodidoexplicarleanadie,niaunasímisma,porquésentíaaquelnudoenlagarganta.

    —¿Legusta,señorita?—Sí,megustamucho.MiqueridaBecky,meencanta. ¡Tequiero tanto,Becky,

    tanto!—¡Oh, señorita! —murmuró Becky emocionada—. ¡Gracias, señorita! ¡Qué

    buenaesusted!Yonolomerezco…La…franela…noeranueva.BeckysabíaqueSaraseimaginaríaquelatelaerasatén,yquelosalfilereseran

    diamantes…

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  • VIILASMINASDEDIAMANTESOTRAVEZ

    CuandoSaraentróaquellatardeenelsalónadornadoconflores,leparecióqueestabaalfrentedeungranevento.LaseñoritaMinchin,consutrajedesedamáslujoso,laconducía de la mano. La seguía un sirviente que acarreaba una enorme caja queconteníalaÚltimaMuñeca;unadoncellallevabaunasegundacajayBeckycerrabalamarcha,muycompuestaconundelantal limpioyungorritonuevo llevandounatercera caja. Sara habría preferido entrar como todos los días, pero la señoritaMinchinlamandóabuscaryenunaentrevistacelebradaensusalónprivadolehabíaexpresadosusdeseos.

    —Estoesunacontecimiento—dijo—,yquieroqueseaconsideradocomotal.Así, pues, Sara fue acompañada con toda solemnidad y tuvo que soportar la

    tirantezdelasituacióncuando,asuentrada,lasmuchachasmayoressecodeabanylaobservabanburlescamente,mientraslaspequeñassealborozabanensusasientos.

    —Silencio, señoritas—ordenó la señorita Minchin ante los murmullos que sehabíansuscitado—.Jaime,colocalacajasobrelamesayquítalelatapa.Emma,dejalatuyasobreunasilla.

    —¡Becky!—llamódeprontoconseveridad.Becky,consuemoción,sehabíaolvidadodesímismaylehacíamuecasaLottie.

    TantolasobresaltólavozreprobatoriadelaseñoritaMinchin,quecasidejócaerlacaja,ysuatemorizadareverenciaalpedirdisculpasfuetantorpequeLaviniayJessieempezaronareírse.

    —Tulugarnoesésteconlasseñoritas—dijolaseñoritaMinchin—.Olvidastucondición.Dejaesacaja.

    Beckyobedeciópresurosayretrocedióenseguidahacialapuerta.—Señorita Minchin, —dijo Sara—. ¿Sería usted tan amable de permitir que

    Beckysequedeconnosotras?Esteactodevalentíadelaniñasobresaltóaladirectora.—Señorita Minchin, —agregó Sara— me gustaría que se quedara. Sé que le

    encantaríaverlosregalos.Despuésdetodo,estansólounaniña.LaseñoritaMinchin,escandalizada,miróaunayaotra.—MiqueridaSara—dijo—,Beckyesunaayudantedecocina.Lasayudantesdecocinanoson…nosonniñas.A decir verdad, nunca se le había ocurrido imaginarla en ese aspecto. Las

    ayudantes de cocina eranmáquinas que cargaban cestos de carbón y encendían elfuego.

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  • —Pero Becky sí lo es—dijo Sara—. Y sé que le gustaría mucho. Por favor,permitaquesequede…porqueesmicumpleaños.

    Conunadignidadexagerada,laseñoritaMinchinrespondió:—Comolopidesporsertucumpleaños,puedequedarse.Rebeca,dalelasgracias

    a la señorita Sara por su gran bondad, pero quédate en tu rincón y no te acerquesdemasiadoalasalumnas.

    —¡Oh…muchasgracias, señorita!Deverasque sentíamuchasganasdever lamuñeca, señorita Sara, y…muchas gracias a usted también,madame—prosiguió,volviéndosea laeducadora,antequiense inclinóconmásmiedoquereverencia—,porconcedermeestefavor.

    Llenadeemoción,Beckyretorcíalapuntadeldelantal,depieenunrincón,cercadelapuerta.Estabafeliz;noleimportabaquelatratarancondesdénentantopudieraquedarseyver el espectáculodentrodel salón.Sara, en cambio, se sentíaun tantoincómoda,apesardequeésaerasufiesta.Ladirectorasedisponíaadarleunodesussermoneshabitualesyellateníaqueestardepiefrenteatodas.

    —Señoritas,comoustedessaben,nuestraqueridaSaracumplehoyonceaños…—«¡QueridaSara!»—comentóLaviniaporlobajo.—Variasdeustedesya tienenonceaños,pero loscumpleañosdeSarasonalgo

    diferente.Cuandoseamayor,heredaráunagran fortunaydeberáadministrarla condignidad.

    —Lasminasdediamantes…—seburlóJessie.Saranolooyó,peronofuenecesario,de todosmodossuincomodidadcrecíaa

    cadamomento.Aunquesabíaquenodebíamostrarseirrespetuosaconladirectora,nopodíasoportaroírhablardedinero.Sinembargo,ladirectoracontinuósudiscurso:

    —Cuando su amado padre, el capitán Crewe, la trajo de la India y me laencomendó, me dijo en tono jocoso que la niña sería inmensamente rica. Yo lerespondíquelaeducaciónquerecibiríaennuestraescuelaseríalamásindicadaparaacompañar una gran fortuna. Sara se ha convertido en la alumnamás aplicada; sufrancésysudanzasonelorgullodelaescuelaysusdistinguidosmodaleshanllevadoaustedesallamarla«princesaSara».Noshademostradosuamistadofreciendoestafiestaestupenda,queesperoqueustedessabránapreciar.Lespidoqueasíselohagansaber,diciendoaunasolavoz:«graciasSara».

    Todas laniñas sepusierondepie, comoaquellamañanaenque la recibieronyqueSararecordabamuybien.Ellaconunamodestareverencialesagradecióquelaacompañaranensufiesta.

    —MuybienSara.Esoesloquedebehacerunaprincesacuandorecibeelsaludode su pueblo—dijo la señorita Minchin. Luego mirando a Lavinia, agregó—: Sideseas expresar tu envidia por tu compañera, al menos hazlo como una señorita.Ahoralasdejoparaquesediviertan.

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  • Enelmismoinstanteenquecerrabalapuertatrasdesí,desaparecióeltemorquela presencia de la educadora siempre inspiraba a las niñas. Todas corrieron y seabalanzaronallugardondeseexhibíanlosregalos.

    Sara estaba inclinada sobre una caja con una expresión de agrado en susfacciones.

    —Estosonlibros—decía—;losé.Laschicassemostrarondesencantadasaloírlo,mientrasErmengardaexpresósu

    desilusión:—¿Tupapáteenvíalibroscomoregalodecumpleaños?¡Oh,peroentoncesestan

    malocomoelmío!Noabrasesacaja,Sara.—Amímegustan…ymucho—leadvirtióSaraconunasonrisa,peroenseguida

    se volvió hacia la caja más grande. De allí extrajo la Última Muñeca, era tanmagnífica,quetodaslamirabanconojosembelesados.

    —¡Oh…escasitangrandecomoLottie!—suspiróalguien.Lottieaplaudiólaocurrenciayempezóabailaryaplaudiralrededordelamesa.—Está vestida para ir al teatro —comentó Lavinia—. Miren su abrigo está

    ribeteadoconarmiño.—¡Oh!—terció Ermengarda acercándose de nuevo—. ¡Tiene unos anteojos de

    teatroenlamano…endoradoyazul…!—Yaquítenemoselbaúlcorrespondiente—añadióSara—.Abrámosloyveamos

    loquecontiene.Debenserlasprendasdesuajuar.Se sentó en el suelo y dio la vuelta a la llave. Las niñas se empujaron para

    sentarsealrededordelbaúl,queeraelguardarropadelaÚltimaMuñeca.Revisaronuna tras otra, todas las espléndidas prendas de la muñeca. Hasta Jessie y Laviniaolvidaron que eran demasiado mayores para jugar con muñecas y se deleitabanmirandoaquellasmaravillas.Jamáslaseveridaddelaulaconociósemejantealboroto.

    —Supongamos—dijoSaramientrasacomodabaasunuevamuñecayleponíaunsombrero de terciopelo— que ella compren-de nuestra conversación y se sienteorgullosadequelaadmiremos.

    —Siempreestásuponiendocosas—protestóLaviniaconairedesuperioridad.—Sí,yalosé—contestóSaraimperturbable—.Megustaimaginarmecosas.No

    haynadamáslindo.Escomoserunhada,porquesiteimaginasalgoyllegasacreerenello,hastapodríallegaraserreal…

    —Es lindo imaginarcosascuando lo tienes todo—replicóLavinia—.Si fuerasunamendigayvivierasenunaltillo,¿podríasimaginarlocontrario?

    Sara guardó silencio por un momento, mientras acomodaba las plumas deavestruzdelsombrerodesuúltimamuñeca.

    —Supongoque sí,—replicó luego.Si fuera unamendiga tendría que imaginartodoeltiempoquesoyotracosa;noseríafácil.

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  • A través del tiempo, Sara recordaría a menudo cuan oportuno había sido estecomentario.

    Enesemomento,laseñoritaAmeliaentróenelsalóninterrumpiendolaescena.—Sara—dijo—,elabogadodetupapá,misterBarrow,vinoavera laseñorita

    Minchin,y como tienenquehablar a solas,y lameriendaestá servidaen tu salita,mejor seráquevayan todas allí demaneraquemihermanapueda celebrar aquí suentrevista.

    LaseñoritaAmeliaorganizólamarchamásomenosenorden,yencabezándolaconSara,hizosaliralasniñas,dejandoalaúltimamuñecasentadaenunasillaconsusmaravillosasprendasdevestiresparcidasdesordenadamente:vestiditosyabrigoscolgados del respaldo de las sillas y pilas de ropa interior adornadas de encajes,descansandosobrelosasientos.

    Becky, que no estaba invitada a compartir la merienda, se quedó rezagadacontemplandotantabelleza.

    —Vuelveatutrabajo,Becky—dijolaseñoritaAmelia;pero,aldetenerselaniñapararecogerprimerounmanguitoyluegounachaqueta,oyóalaseñoritaMinchinenelumbraly,espantada,semetiódebajodelamesa,cubiertaporunenormemantel.

    La señoritaMinchin entró en el salón acompañadapor un caballerode aspectoadustoquedabamuestrasdeciertaincomodidad.Ladirectoranodejabaasuvezdesentirsemásbienconfusa,hayqueadmitirlo,ymirabaalvisitanteconunaexpresiónentreinquisitivaeirritada.Sesentórígida,señalándoleunasilla.

    —Lesuplicoquetomeasiento,señorBarrow—dijo.ElseñorBarrownosesentódeinmediato.Laúltimamuñecaysusgalasdispersas

    habíanatraídosuatención.Sepuso losanteojosymiróaqueldesordencon irritadadesaprobación.

    —¡Semejantesregalosdecumpleaños—dijoconairedecrítica—aunaniñadeonceaños!¡Quélocaextravagancia!Aquísehangastadounacienlibras—dijocongestodedesaprobación.

    LaseñoritaMinchinsepusomásrígidaaúnenlasilla.Sehabíasentidoagraviadaanteloqueconsideróuninsultoasumejorcliente.

    —ElcapitánCreweesunhombreadinerado—protestó—.Sóloconlasminasdediamantes…

    ElseñorBarrowdiomediavueltayseenfrentóconella,mirándolaconasombro.—¡Minas de diamantes…! —estalló—. ¡No existen tales minas ni nunca

    existieron!LaseñoritaMinchinsepusodepiedeunsaltoypidióunaexplicación.—¡Qué! —dijo—. ¿Qué quiere decir usted? ¿Qué las minas de diamantes no

    existen?—De todos modos, —contestó mister Barrow sin cambiar su tono áspero—,

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  • ¡mejorhubierasidoquenuncahubiesenexistido!—¿Las minas de diamantes? —repitió la señorita Minchin, sintiendo que se

    esfumabasusueñodegrandezas.—Lasminas de diamantes amenudo atraen la ruinamásque la riqueza—dijo

    Barrow—.Cuandounhombre,noesexpertoennegocios,máslevaldríahuirdelasminas de diamantes o de oro, o de cualquier otra mina en que un querido amigoquierequeinviertasudinero.EldifuntocapitánCrewe…

    —¿El difunto capitán Crewe…? —preguntó la directora, levantándose de suasiento y apenas con un hilo de voz—. ¡Difunto!No vaya usted a decirme que elcapitánCrewe…

    —Hamuerto,miestimadaseñora,—interrumpióelabogadoconbrusquedad—.La fiebre de la jungla no lo hubiera complicado tanto si no hubiera estado tandebilitado por los problemas que le abrumaban. Y éstos quizá no le habríanocasionado lamuerte si la fiebre no hubiese contribuido a ello. Pues sí señora, ¡elcapitánCrewehamuerto!

    La señoritaMinchin cayó sentada en la silla, no podía dar crédito a sus oídos.Aquellaspalabraslaalarmaron.

    —¿Dequéproblemasmeestáustedhablando?—De las minas de diamantes, de los amigos de infancia… de la ruina…—

    respondiómisterBarrow.LaseñoritaMinchinquedósinaliento.—¡Laruina!—exclamó.—Nimás nimenos: perdió toda su fortuna ymurió presa de la locura. Había

    invertidotodasufortuna.Elamigoestabaobsesionadoconelasuntodelasminasdediamantes,ypusoenéltodosudineroyeldelcapitánCrewe.Luegoelamigohuyó,yelcapitánCrewesufríadepaludismocuandorecibiólanoticia.Ambascosasfuerondemasiadoparaél.Muriódelirando,desesperadoporsuhijita,ysindejaruncentavo.

    EntonceslaseñoritaMinchincomprendiótodo,enverdad,jamásensuvidahabíarecibidosemejantegolpe.Sudiscípulamodelo,sumejorfuentedeingresos,sehabíanesfumado.Sesentíacomoestafadayultrajada,ycomosiSara,elcapitánCreweyelseñorBarrowfuesenporigualculpablesdesudesgracia.

    —¿Quiereusteddecirme—exclamó—quenodejónada?¿QueSarahaperdidotodalafortuna?¿Yqueesacriaturaestáenlamiseria,yquehaquedadoamicargounaindigente,enlugardeunaricaheredera?

    El señor Barrow era un hábil hombre de negocios, y se desvinculó de todaresponsabilidaddelcaso.

    —Sinningunaduda,laniñahaquedadoenlapobreza—replicó—,ymuyciertoes que ha quedado en sus manos, señora, porque, que yo sepa, no tiene un soloparienteenelmundo.

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  • LaseñoritaMinchinse levantónuevamentedesusilla,comosi fueseaabrir lapuerta y precipitarse fuera del cuarto, a suspender la fiesta que proseguía alegre yruidosa.

    —¡Es monstruoso! —dijo—. En este momento ella está en mi propio salónvestidadesedayenaguasdeencaje,dandounafiestaamisexpensas.

    —En efecto: a sus expensas, señora, como usted dice —afirmó Barrowcalmadamente—.NuestrafirmaBarrowySkipworthnotieneresponsabilidadalgunaen el tema. Nunca antes he oído que alguien se arruinase por completo como esehombre.ElcapitánCrewemuriósinpagarsiquieranuestraúltimacuentayque,porcierto,eracrecida.

    LaseñoritaMinchinsevolviódesdelapuerta,enelparoxismodelaindignación.Estoerapeordeloquenadiepodríahaberseimaginado.

    —¡Que estomehayapasado amí!…—se lamentó—.Estaba tan segura de supago,queheincurridoentodasuertedegastosridículosparaestaniña.Hepagadolascuentas de esa muñeca y de su absurdo y fantástico ajuar, porque había queproporcionarle todo lo que se le antojara. Tiene a su disposición una doncella, uncocheyuncaballo,yyohetenidoquepagarlosdesdequellegóelúltimocheque.

    Una vez que puso en claro la posición de su firma y la escueta versión de loshechos,eraevidentequeelseñorBarrownoteníalaintencióndeseguirescuchandoelrelatodelasdesventuraseconómicasdelaseñoritaMinchin.Demodoquesepusodepiepararetirarse.

    —Elcapitánhamuertoylaniñanotieneniuncentavo.Noshemosdesvinculadodel asunto. Lo lamento muchísimo—repitió el letrado y se dirigió a la puerta—.Suspendaustedtodoslospagos,señora—aconsejó—,anoserquedeseeobsequiarlamástodavía,cosaquenadiehabrádeagradecerle.

    —Peroentonces,¿quédebohacer?—preguntólaseñoritaMinchin.—Ustednopuedehacernada,señora—respondióBarrowalquitarselosanteojos

    yguardarlosensubolsillo—.ElcapitánCrewehamuerto.Suhijaestáenlamiseria.Laúnicapersonaresponsabledeellaesusted.

    —¡Yo no soy responsable de ella… no asumo responsabilidad alguna en estacuestión!—vociferólaeducadora,pálidadecólera.

    ElseñorBarrowsedispusoaretirarse.—Esonomeatañe,señora—replicó,encogiéndosedehombros.—Siustedseimaginaquelaniñaquedarásinmás,acargomío,estátotalmente

    equivocado. He sido estafada y la echaré a la calle cuanto antes—gritó furiosa adirectora.

    Había perdido el control; sentía el peso de tener que cargar con una niñaacostumbradaagrandesextravaganciasyporquiennosentíaningúnaprecio.

    ElseñorBarrowsemovióimpasibleendirecciónalapuerta.

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  • —Ensulugar,yonoloharía,señora—observó—;noseríabienvisto.Seríaunahistoria muy desagradable para el colegio la de la niña interna, echada a la calleporquesupadrehamuertosindejarleuncéntimoniadóndeir.

    El señorBarrowsabíabien loquedecía,yaquiénse lodecía.Por suparte, laseñoritaMinchinera losuficientementecalculadoracomoparadarsecuentadequeesaactitudlecostaríalafamaasupensionado.

    YsindejarquelaseñoritaMinchinreplicara,añadió:—Será mejor que la retenga y saque provecho de ella. Creo que es una niña

    inteligente.Podrásacarlebuenpartidoamedidaquecrezca.—Eso es exactamente lo que haré, no esperaré mucho tiempo —contestó la

    directora.—Estoy segurode ello, señora—dijoBarrowconuna sonrisa siniestra—.Que

    tengaustedbuenosdías.Conuna reverencia, el letrado salió cerrando la puerta.La señoritaMinchin se

    quedó desconcertada un instante. Luego reflexionó acerca de todo lo que le habíadichoelabogado.Lasituaciónnoteníaremedio.Suinternamodeloseevaporóparadejarpasoaunaniñapobreydesamparada.Yeldineroqueinvirtióporadelantadodesupropiobolsillo, lohabíaperdidoysinesperanzaderecuperarlo.Sólosaliódesuestuporaloírelalegrebarullodelasniñasquecontinuabanconlosfestejos.Enesemomentoentrósuhermana,que,alversurostrodesencajadosealarmóypreguntó:

    —¿Quéhasucedido?Sin poder contener su furia, la directora le comunicó fríamente la noticia y le

    mandóquefueraaavisaraSarayleordenaravestirsedelutoinmediatamente.LaseñoritaAmeliaquetampocoestabapreparadaparasemejantenoticia,sedejó

    caerenlasillamáscercana.—¿Yo?…—selamentólaseñoritaAmelia—.¿Tengoqueirydecírseloahora?…—¡Ahoramismo!—fuelaimplacablerespuesta—.Debesponerpuntofinalaesa

    fiestaydecirlequesequiteeseridículovestidodegasarosada;esos lujosyanolecorrespondenDebeponerseropanegra.ElcapitánCrewehafallecidoynohadejadoniuncentavo.AhoraSaraessólounaniñaconsentida,enestadodetotalabandono.

    Lapobre señoritaAmelia sabíaqueno teníaalternativa; estabaacostumbradaaque la mandaran a hacer toda clase de cosas desagradables. Era una misión muyembarazosa ladeentrarenunsalón llenodeniñasquesedivertíanyanunciara laagasajada, que de pronto se había convertido en una pobre mendiga y que debíavestirseinmediatamenteconuntrajenegroquelequedabademasiadoestrecho.Peroalguienteníaquehacerlo.Noeraéseelmomentoapropiadoparahacerpreguntas.LaseñoritaMinchinsequedósumidaensusdesgraciadospensamientos.Hacíacálculos,no ya de lo que había perdido, sino de lo que había dejado de ganar. Habíaespeculado tanto con los títulos de lasminas de diamantes que se cotizaban en la

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  • Bolsayquetantasgananciasdejabanasusdueños…—¡Conque la princesaSara!…—dijo—. ¡La hanmalcriado como si fuese una

    reina!Caminaba indignada por la pieza… y al rozar una esquina de la mesa la

    sobresaltóelruidodeunfuertesollozoquesalíadedebajodeltapete.—¿Quéeseso?—sepreguntóirritada.Elsollozoseescuchóotravez,einclinándosecuriosa,levantóelbordedelmantel

    yvioaBecky,acurrucada,llorandodesesperadamente.Estolairritóaúnmás.—¿Cómoteatreves?—gritó—.¡Cómoteatreves!¡Salinmediatamente!—¡Porfavor,se…ñorita,perdóneme!Sabíaquenodeberíahaberlohecho…Pero

    estabamirandoalamuñeca,señorita,ymeasustécuandoustedentró…ymeescondídebajodelamesa.

    —¿Conquehasestadoescuchandotodoeltiempo?—dijolaseñoritaMinchin.—No,señorita—protestóBecky,rompiendoallorar—.Noqueríaescuchar…yo

    creí que podría escaparme sin que usted lo advirtiera, pero no pude y tuve quequedarme.Peronomepuseaescuchar, señorita;pornadadelmundo…Esquenopudedejardeoír…

    Callóunosinstantesydepronto,estallóenrenovadollanto.—¡Oh,perdón,señorita!—balbuceó—.Yoséqueustedmevaaechar.—¡Saldeaquí!—ordenólaseñoritaMinchin.Becky se volvió a hacerle una reverencia mientras las lágrimas se deslizaban

    librementeporsusmejillas:—Sí,señora,voy—dijotemblando—;pero¡oh,sóloqueríadecirleunacosa…la

    señorita Sara…ha sido tan rica, y siempre ha tenido una criada que la atienda…!¿Quéharáahora,sinnadiequelasirva?Sí…sí,¡oh,porfavor!¡Siustedmedejaseatenderladespuésde terminarde fregar en la cocina!Concluiría antes, siustedmedejaraservirlaahoraqueespobre…—Yconunnuevoestallidodellanto—:¡PobreseñoritaSara!¡Lellamábamoslaprincesa!

    ElgimoteosólosirvióparaqueaumentaralacóleradelaseñoritaMinchin.¡Quela propia sirvientita de la cocina se pusiera de parte de aquella niña…! Ahoracomprendíaentodasuextensióncuántolahabíaaborrecidosiempre;erademasiado.Estaescenacolmóaladirectora.Golpeóelsueloconelpieydijo:

    —¡No!¡Ciertoqueno!Ellaseatenderáasímisma,ytambiénalosdemás.Saldeestahabitacióninmediatamenteoteechoalacalle.

    Beckysepusoeldelantalsobre lacabezayhuyóa lacarreraarefugiarseenelfregadero,dondesesentóentrelasollasycacerolas, llorandocomosiselehubierapartidoelcorazón.

    —Estalcomosucedeenloscuentos—sollozaba—.¡Ahoraesunapobreprincesaarruinada!

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  • La señorita Minchin llamó a Sara a su presencia advirtiéndole que no queríallantos ni escenas desagradables. Con gran disgusto y con la cara muy rígida, lecomunicó,sindelicadezaalguna,lasmalasnoticiasquehabíatraídoelseñorBarrow.NuncaSarahabíavistoalaseñoritaMinchinconunaexpresióntanduraensurostro.

    Yanoquedabaseñalalgunadelafiesta.Lasguirnaldassehabíanquitadodelasparedesdelasalaylospupitresydemásmuebleshabíanvueltoasusitio.ElsalóndelaseñoritaMinchinteníaelaspectodesiempre.

    Más tarde, Amelia refirió a su hermana la reacción de Sara al enterarse de sudesgracia:

    —Es lacriaturamásextrañaquehevisto jamás,puesniunaquejasaliódesuslabios. ¿Recuerdas que cuando el capitán Crewe regresó a la India también secondujomuy serena?Le dije lo que ha sucedido, y se quedó terriblemente quieta,mirándome sin proferir un sonido. Parecía que los ojos se le agrandaban pormomentos, de tan pálida que estaba. Al terminar de darle la noticia, permanecióperplejamirándomeunossegundos,luegoempezóatemblarlelabarbilla;diomediavueltaysalióalacarreraescalerasarriba,arefugiarseensuhabitación.Algunasdelasotrasniñasseecharonallorar,peroSaraparecíanooírlas,sóloteníasuatenciónpuesta enmí. ¡Es tan extraño no recibir respuesta alguna!… ¡Si almenos hubieradichoalgo!…

    Nadiesupojamásloquesucedióensuhabitacióndespuésqueseencerróenella.Habíaidodeunladoaotro,diciéndoseyrepitiéndoseparasíconvozquenoparecíasuya:

    —¡Papáhamuerto!¡Papáhamuerto!De pronto se detuvo delante de Emilia, que estaba sentada en su sillita

    observándola,ylegritócondesesperación:—¡Emilia!¿Meoyes?¡Papáhamuerto!¡HamuertoenlaIndia,amilesdemillas

    deaquí!CuandosepresentóenelsalóndelaseñoritaMinchinteníaelrostropalidísimoy

    losojosrodeadosdedosgrandesojerasnegras;apretabaloslabiosparareprimirsutemblor.Distabamuchodeseraquellaniñarozagantequebailabacomounamariposamientrasabríaunoaunolosregalosdecumpleaños.

    SinayudadeMariette,ladoncella,sehabíapuestounvestidonegro,demasiadocortoyestrecho,lehacíaaparecerlargasydelgadaslaspiernas.Alnoencontraruntrozo de cinta negra, su espesa y negra cabellera le caía suelta rodeando la cara,contrastando con su extrema palidez. Tenía a Emilia apretada fuertemente en unbrazo,envueltatambiénenuntrozodetelanegra.

    —Suelta esa muñeca —dijo la señorita Minchin cuando la vio—. ¿Qué teproponestrayéndolaaquí?

    —No—respondióSara—.Nolasoltaré.Es todo loque tengo;melaregalómi

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  • papá.LaseñoritaMinchinsiempreseencontrabamolestaenpresenciadeesa,paraella,

    incomprensiblecriatura,yasíestabaahora,másmolestaquenunca.Laniñahablabano con aspereza, sino con una firmeza en el tono de la voz, que hacía que laeducadorasesintieraincapazdemanejarlasituación;quizádebidoalhechodequesabíaqueellaprocedíaenformaindignaeinhumana.

    —En lo sucesivo, no tendrás tiempo para muñecas —anunció—. Deberástrabajar,perfeccionarteyhacerteútilparalacasa.

    Conlosgrandesyexpresivosojosclavadosenladirectora,Saranocontestóunapalabra.

    —Deaquíenadelantetodoserádistinto—prosiguiólaseñoritaMinchin—.CreoqueAmeliayateloexplicó…

    —Sí.Quepapáhamuerto,quenohadejadodinero,quenotengofamilianihogaryquesoypobre,completamente.

    —Esoes.Desposeídadetodo.—Aldecirlo,laseñoritaMinchinsintióquelairavolvíaaapoderarsedeella,acordándosedeloqueesosignificabaconrespectoasuspropiosnegocios—.Notieneshogarniparientes,ynadiequesehagacargodeti.

    Por un instante, unamueca de desfallecimiento alteró las facciones de la niña,pero enseguida se repuso y, abrumadapor la terrible opresión que sentía, continuómirandofijamentealadirectora.

    —¿Porquémemirasasí…?—leamonestólaseñoritaMinchinconvozáspera—.¿Eresta