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SOBRE MI EDICION TRILINGUE DE LA MET AFISICA DE ARISTOTELES VALENTIN GARCIA YEBRA En el no 24 de Diálogos, que hace sólo unos días llegó a mis manos, publicó Osvaldo N. Guariglia (págs. 179-87) una larga reseña de mi edición trilingüe de la Metafísica de Aristóteles (Madrid, Gredos, 1970, 2 vols., XLV, 531 y 486 págs., 1270 ptas.) que me parece injusta y tendenciosa, más próxima al agrio tono de la polémica que a la serena actitud del crítico responsable. Y esto pide algunas aclaraciones. Comienza mi reseñante diciendo que es para él "un deber nada grato tener que adelantar que esta nueva presentación de la Metafísica aristotélica ... es sencillamente decepcionante". Y anun- cia que· va a agrupar "las razones de esta decepción ... en tres secciones que corresponden a cada una de las partes del libro: el texto griego, la traducción latina y la esoañola". Siguiendo su mismo método, contestaré a cada grupo de "razones" antes de pasar al siguiente. "El texto griego - dice el Sr. Guariglia - es simple y sencillamente una reproducción del de Ross". Reconoce que así lo declaro yo mismo; pero añade enseguida: "aunque sus palabras dan lugar a la impresión de que él se ha reservado cierta independencia de criterio ... que el presente reseñante no ha podido comprobar" (comienzo de la pág. 180). Reconoce asimismo que "la elección del texto de Ross como base de su traducción [de la mía] no deja de ser prueba de buen criterio". Pero al fin del párrafo siguiente afirma: "una reproducción lisa y llana de tal texto presenta algunos escollos que es necesario salvar prácticamente de la misma manera que Ross lo hizo, es decir vía comentario". "Uno de los grandes defectos de la obra que reseñamos - concluye- reside justamente en la ausencia casi total de si por tal entendemos algo más que algunas (escasas) notas a pie de página". 119

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SOBRE MI EDICION TRILINGUE DE LA MET AFISICA DE ARISTOTELES

V ALENTIN GARCIA YEBRA

En el no 24 de Diálogos, que hace sólo unos días llegó a mis manos, publicó Osvaldo N. Guariglia (págs. 179-87) una larga reseña de mi edición trilingüe de la Metafísica de Aristóteles (Madrid , Gredos, 1970, 2 vols., XL V, 531 y 486 págs., 1270 ptas.) que me parece injusta y tendenciosa, más próxima al agrio tono de la polémica que a la serena actitud del crítico responsable. Y esto pide algunas aclaraciones.

Comienza mi reseñante diciendo que es para él "un deber nada grato tener que adelantar que esta nueva presentación de la Metafísica aristotélica ... es sencillamente decepcionante". Y anun­cia que· va a agrupar "las razones de esta decepción ... en tres secciones que corresponden a cada una de las partes del libro: el texto griego, la traducción latina y la esoañola".

Siguiendo su mismo método, contestaré a cada grupo de "razones" antes de pasar al siguiente.

"El texto griego - dice el Sr. Guariglia - es simple y sencillamente una reproducción del de Ross". Reconoce que así lo declaro yo mismo; pero añade enseguida: "aunque sus palabras dan lugar a la impresión de que él se ha reservado cierta independencia de criterio ... que el presente reseñante no ha podido comprobar" (comienzo de la pág. 180). Reconoce asimismo que "la elección del texto de Ross como base de su traducción [de la mía] no deja de ser prueba de buen criterio". Pero al fin del párrafo siguiente afirma: "una reproducción lisa y llana de tal texto presenta algunos escollos que es necesario salvar prácticamente de la misma manera que Ross lo hizo, es decir vía comentario". "Uno de los grandes defectos de la obra que reseñamos - concluye- reside justamente en la ausencia casi total de comentario~ si por tal entendemos algo más que algunas (escasas) notas a pie de página".

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De que el Sr. Guariglia no haya podido comprobar cierta independencia de criterio en mi texto griego frente al de Ross no tengo yo la culpa. Otros reseñan tes más atentos sí la han comproba­do. Dice R. Prentice en la lengua de Ross: "García Yebra shows both admirable judgement and high efficieney with regard to the Greek text. He uses the classic text supplied by W. D. Ross, who himself stands on the giant shoulders of Bonitz and Bekker. Standing himself on Ross' shoulders, Yebra does not, however, fear to depart from him in certain matters of punctuation ( ever a fundamental matter in ancient texts), in graphology and even sorne times in the selection of variants" (Antonianum, no 46, 1971, p. 188). Y, en francés, Paul Moreaux: "Le texte grec adopté est celui de Ross, a Pexceotion de quelques pa.sSages dans lesquels l'éditeur préfere une l~on différen­te" (Antiquité Classique, XLI, 1972, fase. 2, p. 662). Y, en castellano, N. González-Caminero: "Con muy buen acuerdo, G.Y. ha basado fundamentalmente su texto griego en el de Ross. No le sigue, sin embargo, en todo. Algunas veces se aoarta de él modificando la puntuación, sustituyendo grafías y eligiendo variantes a su parecer más probables" ( Gregorianum, vol. 53, 1972, fase. 1, p. 189). O, finalmente, lvo Parica: ''G.Y. se aleja en algunos pasajes del texto señalada [el de Ross], a veces modificando su puntuación, a veces sustituyendo grafías y a veces introduciendo 'variantes que o bien eran tradicionales y han sido postergadas sin una razón irrefutable, o que parecen dar un sentido más claro y más de acuerdo con el contexto' "(Sapientia, La Plata, vol. XXVTI, 1972, p. 301).

Podría multiplicar las citas. Por si no le merecen crédito al Sr. Guariglia, he aquí una lista de pasajes donde podrá comprobar variantes de mi texto griego con relación al de Ross, de quien, por lo demás, en la p. Xlll de mi Prólogo "me declaro deudor con admiración y agradecimiento". (Esta lista no incluye, naturalmente, pasajes con simples cambios de puntuación o de grafía): 993b1, 994b26, 1007b30, 1019b8-10 (más de dos líneas y media), 1019b33, 1022a35, 1022b30,1024a1,1025b28,1027b27,1029b1(elcomren­zo del cap. 4 del lib. VII), 1033a32, 1033b31, 1034a24, 1036b31, 1041a25, 1047b3, 1048b19 (dos), 1048b20, 1049a28, 1049b8-9, 1 050a14, 1051b2, 1053b32, 1054b34, 1055b18, 1055b35, 1056a28, 1068a5-6, 1068b2, 1071a12 (dos), 1071a33, 1072b23 (dos), 1073b33-34, 1075b24, 1077a22, 1079b6, 1082a17, 1093a24.

En cuanto al segundo reproche del Sr. Guariglia en esta parte, que es la ausencia de comentario, creo haberme expresado con claridad en las págs. XXVIII y XXIX del Prólogo. Para quien no haya leído lo que allí digo (el Sr. Guariglia parece hallarse en tal caso) lo

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reproduzco ahora: "La labor del comentarista es ciertamente muy meritoria, y muy conveniente tratándose de obras tan difíciles como la Metaf{sica, que ya antes de ser traducida al latín halló comentado­res entre los mismos griegos; prueba de que el comentario era oportuno incluso para aquéllos en cuya lengua se había escrito la obra; pero no es tarea propia del traductor en cuanto tal. En las breves notas que van al pie de mi traducción he procurado limitarme a aclarar pasajes que sin ellas quedarían oscuros". Yo no soy filósofo profesional y no me considero con autoridad para hacer un comentario filosófico de la Metaftsica. Podría haber copiado disimu­ladamente el de Ross u otro, o haber barajado con astucia varios. Pero me repugnan las falsificaciones. Por eso añado en el Prólogo que "he dejado a los filósofos [entre los cuales me gustaría poder admirar al Sr. Guariglia] el cuidado de explicar a fondo el pensamiento aristotélico".

Pasemos a la segunda parte, la relativa al texto latino. El reseñante le dedica cuatro páginas y media de la revista, en las que dispara todos los cañones de su batería crítica. Pero sus tiros van o demasiado altos o demasiado bajos: demasiado altos, los que apuntan - y son la mayoría - a los defectos de una supuesta edición crítica del texto moerbekiano, que yo no pretendí en ningún momento; demasiado bajos los que disparan afirmaciones falsas o carentes de fundamento.

Que yo no pretendí una edición crítica del texto de Moerbeke salta a la vista, y ni siquiera hacía falta advertirlo; con todo, lo dije expresamente en varios pasajes de la obra. Tal edición era innecesaria para mi propósito, declarado en la primera página del Prólogo. "Mi primitiva idea- explico allí- fue publicar una edición bilingüe, con el texto griego y la traducción española, semejante a la edición latino-española de las Disputaciones Metafz'sicas de F. Suárez que la editorial Gredos publicó de 1960 a 1966. Pero, al comprobar la dificultad de la traducción española, siempre amenazada por los riesgos de una excesiva literalidad, que la haría casi ininteligible, o de una libertad sobrada, por la que fácilmente degeneraría en glosa o comentario, pensé que podría ser útil convertir la proyectada edición en trilingüe, incluyendo una traducción latina. La lengua de Cicerón suele ser para los estudiosos de la filosofía, al menos en España, más familiar que la de Aristóteles, y, dada la proximidad sintáctica entre ambas, el texto latino podría facilitar la comprensión ceñida del texto griego". Así, pues, lo que a mí me interesaba al proponerme la edición trilingüe era una traducción latina que facilitase "la comprensión ceñida del texto griego". ¿Qué traducción

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latina podría utilizar para esto? La de Moerbeke es tan literal que, a juicio de Ross, "as a rule there is no difficulty in inferring the precise Greek which lay before the translator, so that the work has the value of a manuscript of the thirteenth or an earlier century" (Aristotle s Metaphysics, Oxford, 1958, vol. 1, clxiv). Fue una de las razones de mi elección. La traducción de Moerbeke, en general, reproduce el sentido del texto griego1 con fidelidad absoluta. Pero esta razón sola no habría sido decisiva. Hay otras traducciones, como la de Besarión, incluida por Bekker en su Aristoteles Latinus que, sin ser tan literales, podrían servir para mi propósito. Incluso se me ocurrió hacer yo mismo una traducción latina a mi gusto; me habría sido menos trabajosa que la revisión practicada sobre la de Moerbeke. Pero renuncié a esta idea precisamente por las razones que me decidieron a utilizar para los doce primeros libros la traducción moerbekiana.

Estas razones las esbozo ya en las últimas líneas de la primera página del Prólogo, al decir que "las doctrinas aristotélicas hallaron su eco principal y su desarrollo en el Tomismo y en la &colástica, que en su época clásica fueron de expresión latina y llegaron al conocimiento del Estagirita no por el texto griego, sino a través de traducciones". Y más concretamente en la p. XX: "La elección de la traducción de Moerbeke se apoya en razones de carácter histórico: fue la primera traducción latina completa de la Metaf{sica, y sirvió de base a los comentarios de St. Tomás y de otros grandes escolásticos". Estas "razones históricas" las han comprendido muy bien otros críticos. L. Martínez G. dice al reseñar la obra (Pensamiento, vol. 28, 1972, p. 363): "el Aristóteles de la metafísica occidental, la medieval (escolástica cristiana) y, todavía en inabarcable medida, la moderna, es básicamente el traducido y pensado en latín". Y con más precisión aun Ch. Martín en Nouvelle Revue Théologique, 19, juil. 1972, p. 742: "A ce premier avantage la version latine publiée en joint un autre. Le texte de Guillaume de Moerbeke a été utilisé par saint Thomas lui-meme dans son commentaire sur la Métaphysique d'Aristote ainsi que par d'autres commentateurs. C'est a travers lui, peut-on dire, que le m oyen age a connu et commenté 1 'oeuvre d'Aristote". También aquí podría multiplicar las citas.

Pero ¿por qué para los libros 1-Xll la traducción de Moerbeke, y

1 Si el Sr. Guariglia lee estas líneas, levantará, al llegar aquí, ambos brazos en gesto declamatorio y preguntará enfáticamente: "¿de cuál?". Esta pregunta la reitera en su reseña, en el espacio de ocho líneas, cuatro veces. Le contestaré una sola: del adoptado por mí, que es el que mejor me parece; de lo controrio habría seguido otro. '

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para los XIII-XIV la de Besarión? Aquí dispara el Sr. Guariglia uno de sus tiros bajos. Dice en las primeras líneas de la p. 181: "La razón de esta diferencia no se da en ninguna parte: en la página XX se dice en efecto que 'la elección de la traducción de Moerbeke se apoya en razones de carácter histórico'. Las razones por las cuales los libros XIII y XIV no se han incluido en esta elección, que se callan cuidadosamente, son sin embargo evidentes: porque no existe ninguna edición moderna de la traducción latina de Moerbeke de donde tomarlos". ¡Admirable sagacidad! Si yo hubiera querido utilizar también los libros Xlll y XIV de la traducción de Moerbeke, podía haberme procurado un microfilme o una fotocopia de estos dos libros en la edición impresa con las Quaestiones de Johannes Versor (Colonia, 1491). Pero ocurre que para los dos últimos libros de la traduccion moerbekiana no hay las razones históricas que aconsejaban la reproducción de los otros doce. Santo Tomás no los comentó, y, por consiguiente, no ejercieron el influjo de los anteriores.

Quizás mi reseñante comprenderá mejor esto con un ejemplo. Uno de estos días (primeros de abril de 1974) entregaré a la imprenta los originales para otra edición trilingüe de una obra de Aristóteles; esta vez, de la Poética. Sin duda sabe el Sr. Guariglia que también esta obra fue traducida por Guillermo de Moerbeke, en 1278, y quizá no ignora que hay dos códices de su traducción muy próximos a ella: el llamado Lat. T = translationis latinae codex Toletanus, escrito hacia 1280, sólo dos años después de haber hecho Moerbeke la traducción; el otro, el Lat. O= translationis latinae codex Etoniensis, de hacia 1300. Después de la lección que me da el Sr. Guariglia sobre cómo se prepara una edición crítica, me sería bien fácil llevar a cabo la de esta traducción de Moerbeke. Podría aceptar incluso su propuesta de designarla con la sigla G, inicial de Guariglia (y también de mi primer apellido). Más fácil todavía: ni siquiera tendría que molestarme en colacionar los manuscritos y hacer esa edición crítica, porque ya está hecha en el vol. XXITI del Aristoteles Latinus, publicado por E. Francechini y L. Minio-Paluello, quienes concluye­ron el trabajo que no pudo llevar a cabo E. Valgimigli. 2 Pero es que, para mi edición trilingüe de la Poética, tal edición no me interesa. Aquí, por razones históricas, me interesa incomparablemente más que la traducción medieval de Moerbeke la de Antonio Riccoboni,

2Aristoteles Latinus XXIII: De arte poetica Guilelmo de Moerbeke interprete, ed. t Erse Valgimigli; reviserunt, praefatione indicibusque instruxe­runt Aetius Franceschini et Laurentius Minio-Paluello (Union Académique Intemationale. Corpus Philosophorum Medü Aevi), Bruges-Paris, 1953.

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hecha en 1579. Es la que reproduzco (corrigiendo también algunas erratas - muchas menos que en la de Moerbeke para la Metafísica -que se le escaparon no sólo a Bekker sino al propio Riccoboni, quien corrigió algunas, pero no todas, en la nueva edición de 1584). La traducción de la Poética por Moerbeke no ejerció en su tiempo, ni luego entre los humanistas europeos, el menor influjo. En cambio la de Riccoboni es, a mi juicio, una de las mejores del Renacimiento. Y por esta razón histórica la he preferido.

No había, pues, nada que ocultar sobre la elección de la traducción de Moerbeke para acompañar al texto griego de los libros 1-Xll y no, en cambio, para los dos últimos. ¿Se puede, entonces, afirmar "de buena fe", como afirma mi reseñante (p. 181) que "este solo hecho [el de no haber incluido los libros Xlll y XIV de dicha traducción] da ya una idea de la mezcla de imprevisión por una parte y de falta de seriedad por la otra que ha presidido la edición de esta traducción latina"? .3

Está claro que ni pretendí hacer una edición crítica de la traducción de Moerbeke ni mi propósito la requería. Ross, como debe saber mi reseñante, colacionó el texto moerbekiano meticulosa­mente; primero, en las ediciones más antiguas a que tuvo acceso: la de Andrea de Asula (Venecia, 1483) para los doce primeros libros, y la unida a las Questiones de J. Versor, que he mencionado antes (Colonia, 1491), para los dos últimos; luego, para evitar el riesgo de citar lecciones que pudieran ser peculiares de estas ediciones impresas, estudió la traducción en el Ms. Balliol. 277 (del s. XIIT) y en los Mss. Bodl. Canon. 288 y Oriel. 25 (ambos del s. XIV). Las lecciones que cita en su aparato crítico representan el consenso de todos o de la mayoría de estos textos de la traducción, y, por otra parte, concuerdan las más de las veces con los códices griegos EJ, y no pocas con Ab - los tres manuscritos del texto griego que, según Ross ( O.c., p. clv ), son con mucho los más valiosos.

Desde mi punto de vista, esta minuciosa colación de Ross, reflejada en su texto griego y en su aparato crítico, equivale a una edición tan depurada como la que podría hacerse siguiendo los "elementales" consejos del Sr. Guariglia. En todo caso, era más útil para mi propósito y para corregir, si no totalmente (esto no he pretendido ni pretendo haberlo logrado), sí en buena parte las erratas del texto latino que me sirvió de base; erratas que no imputo a Ía edición de Spiazzi, de la que digo en la p. XX de mi Prólogo que es

3 "Queremos reseñar de buena fe", dice el Sr. Guariglia. ¿No es sorprendente que se considere obligado a hacer tal declaración? Con ella parece indicar que su "buena fe" puede ponerse en duda.

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"una edición muy cuidada, en que las erratas materiales son rarísimas,, sino que vienen de muy atrás. Algunas están ya en el cod. Vat. lat. 2083, del cual tomó G. Lacombe el espécimen de la Metaphysica Nove Translationis4 que reprodujo en su Aristoteles Latinus y que yo utilicé para mi tesis doctoral, a la que mi reseñante se refiere despectivamente (p. 183) sin conocerla -otro de sus tiros bajos -, poniendo muy en duda la competencia de cinco ilustres catedráticos (tres del departamento de Filología Clásica y dos del de Filosofía) de la que él llama "la primera universidad española,, los cuales no se limitaron a aprobar mi tesis, sino que le dieron, por unanimidad, la calificación máxima.

El Sr. Guariglia no ha comprendido el valor del texto de Ross con relación al de la traducción de Moerbeke. Por eso le resulta "altamente sorprendente, que yo lo utilice como una de mis bases para tratar de explicar y, en ciertos casos, enmendar el texto de la edición de Spiazzi. Sin embargo, está claro que, si el texto de Moerbeke, debidamente colacionado por Ross, pudo servir a éste como una base para establecer su texto griego, del mismo modo el texto griego de Ross, que junto con su aparato crítico equivale a una buena edición del texto latino de Moerbeke, podía servirme a mí para revisar el de Spiazzi. Para mayor claridad pondré algún ejemplo de cada uno de los apartados de mi estudio de la traducción moerbe­kiana que se reflejan en las Notas a la traducción latina: a) palabras del texto griego cuya traducción ha sido omitida o no figura en el texto de R. Spiazzi; b) variantes del texto griego supuesto por la traducción frente al adoptado en mi edición; e) discrepancias de la traducción frente al texto griego, y d) simples errores de lectura o de copia en la transmisión del texto de Moerbeke.

a) En cuanto a este apartado advierto (p. 411): "Hay omisiones con relación al texto de Ross que no lo son con relación al manuscrito manejado por el traductor, porque la palabra que falta en el texto latino faltaba también en el original griego que sirvió de base a la traducción. Estas aparentes omisiones están reseñadas en el aparato crítico de Ross; generalmente se trata de palabras inexisten­tes no sólo en el manuscrito utilizado por el traductor, sino también en otro~. Estos casos figuran en mi relación seguidos de la sigla o

4Por ejemplo la de 981a6: "una fit ubi de similibus acceptio'', donde ubi está por universalis (pues, además de no tener aquí sentido ubi, no hay en ningún códice griego conocido un término que corresponda a esta palabra latina, y todos tienen el equivalente a uniuersalis). En la ed. de Spiazzi está bien universalis, pero hay, siguiendo inmediatamente a esta palabra, un uelut sin duda interpolado, pues no tiene equivalente en ningún manuscrito griego conocido, ni Ross leyó tal palabra en su múltiple colación del texto latino de Moerbeke.

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siglas de los manuscritos omitentes y de (Ross) entre paréntesis". Y poco después, en la p. 412, añado: "Conviene tener presente que el hecho de que en la traducción no figure el equivalente de alguna palabra griega no demuestra su ausencia del original manejado por Moerbeke. Tratándose de partículas, que, como se verá, abundan en nuestra lista de omisiones, podemos razonablemente suponer que, en muchos casos, el traductor prescindió de ellas voluntariamente. En principio, la conjetura de una omisión en r [es la ..sigla con que simboliza Ross el manuscrito griego utilizado por Moerbeke], si no está apoyada por otros manuscritos, es muy arriesgada". He aquí, no obstante, algunas que pueden darse por seguras:

En 981b7, la traducción completa del texto de Ross sería: et omnino signum scientis et non scientis est posse docere. En el texto de Moerbeke reproducido por Spiazzi falta et non scientis. Ross consigna la omisión de las palabras griegas correspondientes no sólo en el códice manejado por Moerbeke sino también en Ab. Yo me limito a señalar en nota la omisión en el texto de Spiazzi; pero no se me ocurre enmendarlo.

En 983a33, la traducción completa del texto de Ross sería: sufficienter quidem igitur de his speculatum est nobis in his quae de natura. En el texto de Spiazzi falta nobis. Ross consigna la omisión de la palabra griega correspondiente, también en el códice E. Yo señalo la omisión; pero tampoco se me ha ocurrido aquí enmendar el texto de Spiazzi.

En mi tesis doctoral las om~iones consignadas ocupan diecisiete páginas in foliq a dos columnas. Sin embargo, los casos en que me he permitido introducir en el texto de la traducción latina las palabras que considero omitidas son relativamente pocos, y la adición va siempre en cursiva y entre paréntesis triangulares, para indicar que se trata de una conjetura, que procuro justificar siempre. Por ejemplo, en 1016a25-26, la traducción completa del texto de Ross sería: et hae dicuntur omnia unum, quia genus unum, quod subiicitur differentiis. En el texto de Spiazzi falta quia genus unum. Me he permitido introducir estas palabras porque, según el aparato crítico de Ross, no hay códice conocido que omita las palabras griegas equivalentes, ni tampoco halló tal omisión al colacionar los testimo­nios del texto latino de Moerbeke. Además, justifico la inclusión con la siguiente nota: "Omnia unum quod subiicitur differentiis". Es errata la omisión de "quia genus unum ", sin duda ocasionada por la repetición muy próxima de unum ". Y apoyo mi conjetura en el Comentario de Sto. Tomás, 861: "dicuntur esse unum, quia eorum genus, quod est subiectum differentiis, est unum".

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En otros casos, en cambio, suprimo palabras que me parecen ineterpoladas. Por ejemplo, en 983a12-13, el texto de Spiazzi dice: "Incipiunt quidem homines, ut diximus, omnes ab admirari". Yo suprimí en mi texto latino (indicando la supresión con un guión entre cor~hetes) la palabra homines, que, según Ross, ni tiene correspondencia en ningún códice griego conocido ni aparece en ninguno de los textos de la traducción latina colacionados por él. Y digo en la nota correspondiente: "Homines es interpolación, sin duda tomada de S. Th. 66: 'Admirantur enum hom~nes ... ' ". Que es interpolación, lo doy por seguro; que sea debida a influjo retroactivo del comentario de St. Tomás, lo considero probable, pero no seguro. Recuerde el Sr. Guariglia que en la página XXI del Prólogo advierto sobre los resultados de mi estudio de la traducción latina: "La índole de este trabajo lo expone a muchos riesgos ... Las posibilidades de error acechan a cada paso. Por eso he procurado suavizar mis afirmaciones, recortando muy a menudo su alcance con expresiones limitadoras como "quizá", "acaso", "probablemente", "sin duda" (que no quiere decir que no haya, sino que la probabilidad es grande)". Y más concretamente en la p. 414: "Tampoco es seguro en muchos casos, ni lo doy como tal, el influjo retroactivo de S. Th. en las alteraciones del texto moerbekiano; pero siempre que me refiero a él me parece una explicación aceptable".

Agradecería mucho al Sr. Guariglia que, en vez de emitir enfáticamente (este término lo aplica él mismo a sus propias afirmaciones o negaciones) juicios de carácter general, me señalara errores concretos; por ejemplo, demostrándome que en este caso o en otros semejantes no hay tal interpolación, o que, si la hay, se le puede señalar otro origen más probable que le influjo retroactivo del comentario de Sto. Tomás; o que estoy equivocado en lo que digo antes sobre las omisiones citadas, o en otras que reflejo en mis Notas a la traducción' latina. Entonces su crítica sería constructiva, y contribuiría a mejorar la segunda edición de mi edición trilingüe de la Metaf(sica. Le aseguro que incluiría su nombre entre los de aquéllos a quienes, en la primera página de la obra, expreso mi agradecimiento.

b) No creo que mi reseñante pueda señalarme errores concretos ni siquiera objetar razonablemente al criterio seguido por mí en cuanto a las variantes del texto griego supuesto por la traducción de Moerbeke frente al adoptado en mi edición. Como digo en la pág. 421, "casi todas las variantes que consigno figuran en el aparato crítico de Ross. Generalmente, el propio Ross atribuye a r solo o junto con otros manuscritos la variante que corresponde al texto latino de Spiazzi. A veces dicha variante ha sido comprobada por

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Ross en otros manuscl'itos, pero no atribuida a r. En tales casos, después de citar los manuscritos en que Ross la ha comprobado, hago por mi cuenta la atribución a r, basándome en la concordancia del texto de Spiazzi con el manuscrito o manuscritos que presentan tal variante". En este punto creo ser aun más prudente que Ross. Al comienzo de la página siguiente advierto: "Las variantes atribuidas exclusivamente a r, basándose en el texto latino de algunos códices, son siempre arriesgadas. En realidad se trata en tales casos de simple conjetura más o menos plausible, pero que no obliga al asentimien­to".

Por lo demás, el consignar en las Notas una variante no implica ninguna enmienda del texto latino.

e) "Llamo discrepancias -explico en la p. 413- a las desviacio­nes de la traducción que no se justifican por ninguna de las variantes conocidas en los manuscritos transmisores del original griego. Esta parte del estudio de la traducción latina, que es la más extensa, es también la de mayor aportación personal; no me limito aquí a la labor casi mecánica, aunque fatigosa (precisamente más fatigosa por lo que ·tiene de mecánica), de consignar las omisiones de la traducción, relacionar las variantes del texto griego seguido por el traductor o establecer el Vocabulario greco-latino. He tratado de hallar la causa que motivó en cada caso la divergencia observada, aunque no siempre lo he conseguido".

Pero tampoco el señalar en las Notas una discrepancia y tratar de darle una explicación - con la que se puede estar o no de acuerdo -implica ninguna enmienda del texto latino. Mi reseñante o no ha leído esta explicación o no la ha entendido. O soy yo el que no entiende estas palabras suyas (p. 184), que reproduzco literalmente, respetando su puntuación y el énfasis que pone en algunas con la cursiva: "Con respecto a la segunda pregunta, es decir, a las discrepancias con el texto griego; ¿puede hablarse de erratas, como lo hace G. Y., y sentirse justificado por tanto a enmendarlas, es decir, a adaptarlas al texto griego? Nuevamente ¡de ninguna manera! ''.Pero yo no considero enatas las discrepancias ni me he permitido hacer en este punto ninguna enmienda. Lo primero que tiene que hacer un crítico serio es entender lo que ha dicho su criticado.

d) Donde he introducido "centenares de enmiendas" (con gran escándalo de mi reseñante) es en la corrección de auténticas erratas. "Llamo err~tas - aclaro en la p. 414 - a los errores para cuya comprobación basta el enfrentamiento de los textos griego y latino, sin necesidad de recurrir al razonamiento ni a la confrontación con los pasajes paralelos de S. Th., aunque de hecho se utilice esta

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confrontación no pocas veces como prueba adicional. La diferencia suele ser aquí, entre la palabra que figura y la que debiera figurar en el texto latino, de una o dos letras, mientras que en las que llamo discrepancias difieren a veces palabras enteras, incluso frases". ¿Puede hacerse una distinción más clara entre lo que llamo discrepancias y lo que considero erratas?

He aquí algunos ejemplos de erratas. Si todos los manuscritos conocidos del texto griego tienen un adverbio equivalente al adverbio latino sic ("así"), y encuentro en el lugar correspondiente de la traducción latina el verbo fit ("se hace") o el verbo sit ("sea"); o si los manuscritos griegos tienen la palabra equivalente a fit o a sit, y en el lugar correspondiente del texto latino encuentro sic, ¿es arriesgado pensar que hay una errata debida a la confusión de las larga antigua con una f, o a la de f con s larga, o a la de e con t, que también se parecen mucho en la escritura de los siglos XIII y XIV? Pues bien, el trastrueque de fit, sit y sic se da con frecuencia en el texto latino de Spiazzi, y no me ha parecido temerario corregir estas erratas.

Si todos los manuscritos griegos tienen en 982b32 una frase que empieza por la conjunción condicional equivalente a si y antes de la palabra que significa "poetas" (en nominativo) tienen el neutro del pronombre indefinido, y encuentro que la frase correspondiente del texto latino comienza con el adverbio sic y da como traducción del indefinido neutro aliqui (evidentemente por atracción de poetae ), no me parece dem~iado atrevido pensar que en dicha frase hay dos erratas y que, en lugar de Sic dicunt aliqui poetae, debe decir Si dicunt aliquid poetae, y lo corrijo tranquilamente.

Si todos los manuscritos griegos tienen una expresión que significa "por qué", y encuentro en el lugar correspondiente del texto latino qualiter, que significa "de qué modo", no me parece gran osadía sustituir dicha palabra por quare y comentar en nota (984a21): "Qualiter, sin duda errata por quare. En ningún otro p~aje traduce Moerbeke las palabras griegas correspondientes por qualiter, y aquí no se pregunta por el modo, sino por la causa".

Finalmente, si los manuscritos griegos presentan la tercera persona singular del indicativo de aoristo de un verbo que significa "poner" y en el lugar correspondiente de la traducción latina veo posuisset, pluscuamperfecto de subjuntivo (que no corresonde nunca a la forma griega mencionada) y si, además, en el Comentario de Sto. Tomás leo posuit, que es la traducción correcta de dicha forma griega, .no me parece excesivo corregir la errata y razonar en la nota correspondiente (984b24): ''posuisset, sin duda errata por posuit; cfr. S. Th. 102: 'et posuit rerum principium amorem'."

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A qué seguir? Podría llenar docenas de páginas con casos como éstos. Pero no quiero salir de esta segunda parte sin contestar a dos preguntas con que le pone fin el Sr. Guariglia: "¿qué utilidad puede tener toda esta parte latina, que con las notas correspondientes ocupa más de la mitad del libro ... ? ", y "¿no redunda más bien en perjuicio para el comprador al encarecer de un modo desmedido e

inúltimente el precio del libro? ". A la primera contestaré con palabras de otros. Dice el Prof.

Vittorio D'Agostino en su reseña de mi edición en la Rivista di Studi Classici 19 (1971), fase. ~' p. 268: "Le successive Note alla traduzione latina . . . han no carattere critico ed esegetico: esse non costituiscono un vero e proprio commento, che dovrebbe avere diversa impostazione, ma ne gettano le basi, poiché e logico che non si puó illustrare il pensiero se prima non si e precisato il testo dell'autore. Le Note stesse mostrano quale progresso sia stato compiuto in questa direzione anche rispetto alla predetta edizione del Ross, che finora costituiva per gli studiosi quanto di meglio poteva desiderarsi riguardo alla Metafísica". Y N. González-Caminero en su citada - de Gregorianum (págs. 191-192): "Ya su plan de una edición trilingüe, además de ser un indicio de originalidad y competencia histórico-filológica, se ha revelado, en la práctica, utilísimo y sobremanera esclarecedor. Los que quieran leer a Aristóteles sin perder el bilo del discurso ni interrumpir en consultas enojosas una lectura dinámica y progresiva - única que permite captar la marcha del pensamiento y su dramático zigzagueo intelec­tual - encontrarán en la edición trilingüe de Yebra el camino más adecuado. Las oscuridades que inevitablemente les saldrán al paso, podrán aclararlas suficientemente sin apartar los ojos de la página que están leyendo. Casi todas las dificultades del texto griego que no se resuelvan del todo en la traducción española, pueden resolverse con sólo una mirada a la traducción latina modificada por el mismo traductor. En casos no muy frecuentes habrá que tener en cuenta las observaciones puestas al pie de la página que se lee. Sólo en algunas ocasiones será conveniente consultar las Notas finales, que por otra parte son muy fáciles de localizar. Así pues, la edición trilingüe tal como la ha planeado García Yebra es un acierto de quien se propuso preparar no tanto una edición con pretensiones de rigor crítico (aunque la maestría del grecista y del filólogo afloren por doquier), sino más bien poner a disposición del lector una obra útil". Y . , J. Moreau en Revue des Etudes Anciennes, Tome LXXIII, no• 3-4 (1971), p. 455: "Mais la principale originalité de cette publication, c'est l'adjc:>nction, en regard du texte grec (la traduction espagnole

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occupant le has des pages), de la traduction latine effectuée par Guillaume de Moerbeke a l'usage de Saint Thomas d'Aquin. Cette adjonction a pour but de fournir au lecteur une traduction plus littérale qu'il n'est possible en une langue moderne et de faciliter ainsi l'acces au texte grec; la traduction choisie, la plus complete des traductions médiévales, convient particulierement aussi a ceux qui abordent l'étude de la philosophie aristotélicienne a partir de son interprétation thomiste ... Le traducteur ne vise pas a 1 'interpréta­tion philosophique du texte d'Aristote; mais, par sa comparaison attentive de la traduction latine avec le texte grec, oar son analyse minutieuse du vocabulaire, il apporte une aide précieuse pour cette interprétation ".

Podría aportar muchos más testimonios; pero me parece innece­sario. Cualquiera de los tres citados tiene al menos tanta autoridad como el del Sr. Guariglia.

La respuesta a la segunda pregunta está implícita en la contesta­ción a la primera. Si la inclusión de la traducción latina y de las Notas correspondientes fuese superflua, el consiguiente encarecimiento del libro sería quizá "desmedido e inútil", como pretende el Sr. Guariglia. Pero su utilidad ha sido no sólo reconocida sino eñcomiada por muchos. Claro que una edición bilingüe habría sido más barata, y unilingüe (traducción castellana sola), mucho más barata. Pero en tal caso sí estaría justificada la censura de mi reseñante por la ausencia de comentario. ¿Edición, entonces, bilingüe o unilingüe con comen­tario? Pero un buen comentario de la Metafz'sica tiene que ser muy amplio: en la obra de Ross, el texto griego no llega a las 275 páginas, y el comentario pasa de las 600; en la traducción francesa de Tricot el comentario ocupa aproximadamente dos tercios de la obra, y por su composición en cuerpo menor y por la abundancia de textos griegos y latinos, estimo que habrá influido en el precio del libro por lo menos en la proporción de tres a uno. En mi edición, el comentario queda suplido hasta cierto punto precisamente por la traducción latina con sus Notas, . . . para quienes sepan latín, naturalmente. Para éstos fue pensada. En cuanto "al gran público y a los estudiantes" desconocedores de esta lengua, ahí tiene el Sr. Guariglia campo vastísimo donde sembrar la fecunda semilla de su comentario filosófico.

En la tercera parte, la relativa a mi traducción castellana, quisiera ser breve. Es la única que le parece al Sr. Guariglia, hasta cierto punto, merecedora de elogio. "Allí donde el libro que reseñamos -dice en la p. 185 -representa un decisivo e importante progreso sobre la bibliografía anterior, es en la traducción. Se trata de la

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primera traducción completa de la Metafísica hecha directamente del original griego al español ... ". Estimo muchísimo este elogio, pues supongo que le habrá costado a mi reseñante gran esfuerzo. Sin duda por eso se apresura a rebajarlo: "A pesar de ello, la traducción está lejos de ser perfecta''. (Es una de las pocas cosas en que estoy de acuerdo con el Sr. Guariglia: ni antes de hacerla, ni mientras la hacía, ni después de hacerla he pensado nunca que mi traducción de la Metaf{sica pudiera ser perfecta). Pero mi reseñante da aquí, como suele decirse, una de cal y otra de arena. Inmediatamente prosigue: "G. Y. es sin duda un traductor escrupuloso, honesto y exacto -virtudes inapreciables dentro del mundo de habla hispana -, pero peca justamente de una excesiva literalidad, que tratándose de un texto tan comprimido como el de la Metafísica, y a falta de un comentario aclaratorio, desemboca muy frecuentemente en oscuri­dad". Aquí le ocurre al Sr. Guariglia lo mismo que antes al juzgar mi texto griego. Allí(p. 180)decía: "Una reproducción lisa y llana de tal texto presenta algunos escollos que es necesario salvar ... vía comentario". Mi reseñante no ha comprendido que ni reproduzco "lisa y llanamente" el texto griego, pues va acompañado de las traducciones latina y castellana, ni la ''literalidad" de mi traducción tiene en la edición trilingüe los inconvenientes que acaso pudiera tener publicada sola. Esto lo ve cualquiera.

En el párrafo siguiente, último de la página 185, comienza diciendo: "La traducción de la terminología aristotélica es siempre una ardua tarea, cuya solución jamás será enteramente satisfactoria". Tales palabras me confortan. Pues implican que tampoco el Sr. Guariglia sería capaz de llevar a cabo satisfactoriamente una tarea tan ardua. Seguidamente reconoce: "A nuestro entender G. Y. ha seguido el mejor criterio al utilizar los términos impuestos por la 'democracia inorgánica' del uso ... '\ y acepta mi traducción de un par de términos; pero se detiene luego en dos cuya traducción le parece "menos feliz" en el primer caso y ''totalmente desafortuanda, en el segundo. Me referiré sólo a este último.

Se trata de la palabra "ente" para traducir el participio neutro de presente del verbo griego que significa "ser". Aquí resbala mi reseñante por lo menos tres veces. En primer lugar afirma que traduzco sistemáticamente dicho participio en "Ente (con mayúscu­la)". Lo cual demuestra que no ha leído bien el libro: en numerosos pasajes aparece "ente" con minúscula (cfr. 983b2, 983b8, 988b10, 990a7, 998b8, etc., etc., etc.); y que no ha entendido la diferencia de matiz que pretendo expresar con la mayúscula o la minúscula. Y en otros muchos p~ajes ni siquiera uso, para traducir tal participio, la

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palabra "ente"; cfr., por ejemplo, las once primeras líneas del cap. 29 del libro V, 1024b17-27, en que Aristóteles explica qué entiende por "falso": allí aparece cuatro veces el participio en cuestión: Moerbeke lo traduce por "ens" las cuatro; yo, una por "ente" (lín. 22, "entes", con minúscula) y tres (líns. 21, 26 y 27) de modo distinto, sin usar tal palabra.

En segundo lugar, afirma el Sr. Guariglia: "El 1neologismo latino "ens" ... fue formado por analogía para dotar al verbo "esse" de una forma viva dentro del sistema verbal latino, el participio de presente, que aquel verbo había perdido. Una vez adoptado en el lenguaje filosófico, se lo sintió unido a la flexión normal del verbo "esse", del cual expresaba, como todo participio, la noción verbal, adjudicándosela atributivamente a una determinada persona o cosa". Esto es falso. Ningún latino sintió jamás la palabra "ens" como parte de la flexión normal del verbo "esse", ni tal participio se usó atributivamente, en la lengua normal, aplicado a personas o cosas. Consulte mi reseñante una buena gramática latina, y verá que no pone el participio "ens" en el cuadro de la conjugación de "~se". Consulte un buen diccionario, y comprobará que "ens, entis" viene como palabra independiente en el lugar que alfabéticamente le corresponde, y directamente relacionado con el participio griego, no con el verbo "esse"; en cambio, no hallará bajo sum ninguna referencia a "ens". Compare lo que sucede, por ejemplo, con un verbo corriente como venire. No hallará en el diccionario el participio "veniens" separado del verbo, en el lugar que le correspondería alfabéticamente; pero bajo venio hallará tal participio citado en los mejores poetas; así en Virgilio: "veniens hostis'\ "strictam aciem venientibus offert ", "venien tes lacrimae"; en Horacio: "veniens sol", "anni venientes"; y de Ovidio puedo citarle hasta dos docenas de versos con este participio, de los que sólo, por no abusar, pongo aquí tres:

Ter mihi iam veniens positas Hymenaeus adaras (Ep. XXI, 157) Disce tamen, veniens aetas, ubi Livia nunc est (Fas t. VI, 639) IDam non rutilis veniens Aurora capillis (Metam. V, 440)

¿A que no encuentra el Sr. Guariglia un solo ejemplo de "ens" en ninguno de los tres grandes poetas? Sin embargo, los tres son posteriores a Julio César, a quien, según mi reseñante, atribuyó Prisciano la creación del neologismo "ens". Ni siquiera los filósofos, usuarios habituales de "ens", lo consideraron nunca como participio normal de "esse". La prueba está en que, teniendo tanta necesidad de una palabra abstracta que tradujera exactamente el término griego ousta, no se les ocurrió formar el que habría sido derivado normal de

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"ens" si éste hubiera sido sentido como un participio vivo: el derivado en tia, como praesentia de praesens o substantia de substans. Recurrieron algunos al barbarismo essentia, formado anormalmente sobre el infinitivo esse, y los más, a substantia, formado regularmen­te, pero que no equivalía exactamente a ousía. (Cfr. sobre esto las págs. XXXlll-XXXIV de mi Prólogo).

Pasemos al castellano. Dice mi reseñante: "El sustantivo "ente", cuya conexión con el sistema del verbo "ser" en español se ha perdido totalmente, es sin duda completamente inapropiado para traducir esta significación básica del participio griego". Los adverbios "totalmente" y "completamente", aparte de rimar con "ente" son característicos del estilo enfático del Sr. Guariglia. No se puede afirmar que "ente" ha perdido "totalmente", ni siquiera en parte, su conexión con el sistema del verbo "ser" en español; sencillamente, porque tal conexión no la tuvo nunca. No la tuvo en latín, ni menos en castellano. Lo cual no implica que "ente" sea completamente inapropiado para traducir el participio griego. El neologismo "ens" se creó en latín para traducirlo. Los escolásticos lo usaron luego en el mismo sentido en que Aristóteles había usado el participio griego. Y los escolásticos y no escolásticos de lengua española lo han usado también, aunque con alguna vacilación, producida, creo, por influjo del francés, donde se comprende que dejaran de usarse "ens '' y el que habría sido su derivado normal: "ent"; siendo en esta lengua las y la t finales habitualmente mudas, ens y ent tenderían a confundirse en la pronunciación con la preposición en. En italiano sí se ha usado ente en filosofía, aunque también aquí ha perdido teneno, quizá por la misma causa que en español. Yo, contra el gusto del Sr. Guariglia, soy partidario de revitalizar esta palabra, plenamente adecuada para traducir el participio griego, reservando "ser" para el infinitivo. No debe ser lo mismo "el ente" que "el ser", como no es lo mismo "el durmiente" que "el dormir" ni "el hablante" que "el hablar". Que "ente" no sea el verdadero participio de "ser", como no lo era en latín de "esse", es lo de menos. Fue cre~do para traducir el participio griego, funcionó así durante siglos, y no hay por qué dejar perderse una palabra que suena bien en castellano y todos -todos los que tenemos alguna noción de filosofía -sabemos lo que significa.

Quedan en la reseña del Sr. Guariglia otras íes sobre las que habría que poner el punto. Pero se alargarían demasiado estas aclaraciones.

Conde de Cartagena, 5 -Madrid.

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