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TUCÍDIDES Guerra del Peloponeso, Liber II, Discurso de Pericles Nos encanta lo bello, pero no la ostentación, y cultivamos los placeres intelectuales, pero sin languidez. Necesitamos la riqueza como una oportunidad para nuestras iniciativas, no para lucir cuando hablamos. Y admitir la pobreza no es vergüenza para nadie, mucho más vergonzoso es no trabajar duro para salir de ella. El cuidado de los intereses privados procede para nosotros de la mano con la actividad política, y aunque cada uno esté con sus ocupaciones diversas, podemos todavía tener un buen conocimiento de los asuntos públicos. El hecho es que nosotros somos los únicos a considerar a los que no cuidan de lo público no gente tranquila, sino buenos para nada. Y nosotros somos los mismos que participamos en las decisiones colectivas es decir para reflexionar con profundidad en los asuntos del Estado, porque no creemos que el debate perjudique a la acción; el peligro se encuentra más bien en no aclarar las ideas discutiendo, antes de abordar las acciones que se pretenden implementar. Ya que incluso en esto somos diferentes: sabemos dar prueba de la máxima audacia y al mismo tiempo evaluar con desprendimiento lo que estamos a punto de emprender; mientras que, para todos los demás, la ignorancia empuja hacia la audacia y la reflexión lleva a dudar. Pero sería justo reconocer la mayor fortaleza del alma de los que, conociendo muy bien tanto los peligros como los aspectos agradables de la vida, no por eso se sustraen del riesgo. Incluso por la nobleza del alma somos lo opuesto que la mayoría; nosotros no hacemos nuestras amistades para obtener beneficios, somos más bien nosotros a brindarlos: el favor del benefactor siempre es más constante, porque un comportamiento benévolo siempre garantiza el debido reconocimiento; por otro lado quién está en deuda y tiene que devolver, no está motivado por un sentimiento igualmente vivo, ya que reconoce que los servicios que va a hacer a su vez, no se considerarán como un favor espontáneo, sino como compensación por la deuda. Y nosotros somos los únicos que se dedican a ayudar libremente los demás no por astucia, sino más bien como búsqueda de libertad. En resumen, podemos decir que nuestra ciudad en su conjunto constituye una instrucción para Grecia, y, al mismo tiempo, que donde nosotros cada ciudadano puede, en mi ver, desarrollar independientemente su talento en los más diversos ámbitos con gran gracia y aplomo. Y ¡que estas no sean pomposas palabras de circunstancia, sino la verdad de hecho! la evidencia de ello es justo el poder de la ciudad, que hemos logrado gracias a estas cualidades.

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TUCÍDIDES ­ Guerra del Peloponeso, Liber II, Discurso de Pericles

“ Nos encanta lo bello, pero no la ostentación, y cultivamos los placeres intelectuales, pero sin languidez. Necesitamos la riqueza como una oportunidad para nuestras iniciativas, no para lucir cuando hablamos. Y admitir la pobreza no es vergüenza para nadie, mucho más vergonzoso es no trabajar duro para salir de ella. El cuidado de los intereses privados procede para nosotros de la mano con la actividad política, y aunque cada uno esté con sus ocupaciones diversas, podemos todavía tener un buen conocimiento de los asuntos públicos. El hecho es que nosotros somos los únicos a considerar a los que no cuidan de lo público no gente tranquila, sino buenos para nada. Y nosotros somos los mismos que participamos en las decisiones colectivas es decir para reflexionar con profundidad en los asuntos del Estado, porque no creemos que el debate perjudique a la acción; el peligro se encuentra más bien en no aclarar las ideas discutiendo, antes de abordar las acciones que se pretenden implementar. Ya que incluso en esto somos diferentes: sabemos dar prueba de la máxima audacia y al mismo tiempo evaluar con desprendimiento lo que estamos a punto de emprender; mientras que, para todos los demás, la ignorancia empuja hacia la audacia y la reflexión lleva a dudar. Pero sería justo reconocer la mayor fortaleza del alma de los que, conociendo muy bien tanto los peligros como los aspectos agradables de la vida, no por eso se sustraen del riesgo. Incluso por la nobleza del alma somos lo opuesto que la mayoría; nosotros no hacemos nuestras amistades para obtener beneficios, somos más bien nosotros a brindarlos: el favor del benefactor siempre es más constante, porque un comportamiento benévolo siempre garantiza el debido reconocimiento; por otro lado quién está en deuda y tiene que devolver, no está motivado por un sentimiento igualmente vivo, ya que reconoce que los servicios que va a hacer a su vez, no se considerarán como un favor espontáneo, sino como compensación por la deuda. Y nosotros somos los únicos que se dedican a ayudar libremente los demás no por astucia, sino más bien como búsqueda de libertad. En resumen, podemos decir que nuestra ciudad en su conjunto constituye una instrucción para Grecia, y, al mismo tiempo, que donde nosotros cada ciudadano puede, en mi ver, desarrollar independientemente su talento en los más diversos ámbitos con gran gracia y aplomo. Y ¡que estas no sean pomposas palabras de circunstancia, sino la verdad de hecho! la evidencia de ello es justo el poder de la ciudad, que hemos logrado gracias a estas cualidades.