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When Womwn Quarted

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  • 2

  • ndice

    Staff

    Sinopsis

    Captulo 1

    Captulo 2

    Captulo 3

    Captulo 4

    Captulo 5

    Captulo 6

    Captulo 7

    Captulo 8

    Eplogo

    Sobre la autora

    Prximo libro

    Agradecimientos

    3

  • Staff

    Moderadora de traduccin Tsuparthenopadeus

    Traductoras MaryJane

    Jhuli_eli

    Gaz Walker

    Je_tatica

    Val_mar

    Nina Carter

    PrisAlvS

    Viqijb

    Moderadora de correccin Gaz Walker

    Correctoras Gaz Walker

    Pachi15

    Carolyn

    *elis*

    AriannysG

    Revisin final Gaz Walker

    Diseo Dayi Cullen

    4

  • Sinopsis

    os pecados del pasado pueden alguna vez ser perdonados?

    En la noche de bodas, el marido de Margaret tom algo

    infinitamente precioso de ella antes de desaparecer a partes

    desconocidas... no, no su virginidad. Su dote! Ahora est atrapada en

    estado de ruina sin un penique a su nombre y suficiente tiempo en sus

    manos para pensar en mil maneras diferentes de tomar venganza contra

    el hombre que la enga la dej.

    Henry solo vio una manera de salir de las deudas de juego de su familia:

    casarse con una rica heredera. Ahora, despus de casi un ao en el

    extranjero, recuperando sus deudas y construyendo una nueva fortuna,

    solo puede recordar vagamente como luce su esposa. La recuerda como

    una dulce, tmida chica con un hermoso cabello castao y adorables ojos

    azules. Quin es entonces esta fascinante pelirroja gamberra que se viste

    como un hombre y jura como un marinero?

    La codicia y los secretos los separaron. Ahora el destino los ha juntado.

    Pueden dos extraos encontrar el amor despus del matrimonio? O son

    sus diferencias muy difciles de superar a pesar de su qumica candente?

    Descbrelo en A Ravishing Redhead, la segunda novela en Weedded

    Women Quartet!

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  • Captulo 1

    Traducido por MaryJane

    Corregido por Pachi15

    argaret haba estado casada con su marido durante ocho

    meses, diecisis das, y si sus clculos eran correctos, que casi

    siempre lo eran, aproximadamente dos horas y media.

    Durante esos ocho meses y diecisis das y (aproximadamente) dos horas y

    media, haba visto a su marido un gran total de una sola vez. En su boda,

    no menos, adonde haba llegado borracho, haba dicho sus votos entre

    dientes, y sell su destino con un beso descuidado que haba aterrizado en

    el lbulo de su oreja izquierda en vez de en sus labios.

    Ella no lo culpaba por beber demasiado whisky antes de caminar hacia el

    altar. Habra estado encantada de emborracharse si no hubiera sido por la

    atenta mirada de su madre, pero Arabella Combs, a sabiendas de la

    naturaleza de su hija mayor, haba mantenido a Margaret bajo llave hasta

    que lleg el momento de comenzar la ceremonia.

    Arabella haba planeado cuidadosamente cada detalle minsculo de la

    boda de la temporada, como se refera a ella, dado que nadie de importancia social se haba casado desde aquel fatdico da de

    noviembre, mucho antes de la prohibicin, incluso haban sido ledos y

    haban decidido a no dejar que algo, o alguien, lo arruinara.

    Bueno, sin duda tienes lo que queras, Madre dijo Margaret a nadie en particular. Estoy casada con un duque, y un da tus nietos llevarn ttulos ms altos que el tuyo propio. Espero que ests satisfecha, porque yo no lo

    estoy, y me temo que nunca lo estar.

    Rodando sobre su estmago, le dio un manotazo a un trozo de hierba que

    amenazaba con hacerle cosquillas en la nariz y dej caer la cabeza sobre

    un brazo. Encima el sol del verano caa sin piedad y dese no haber

    olvidado el sombrero. Ahora sus pecas seran descaradamente obvias,

    cuando antes slo se haban mostrado a cierta luz, y su pelo rojo se

    volvera an ms rojo, si eso fuera posible, no tena ni idea, slo saba que

    lo hara, porque eso es lo que su madre siempre deca, y que se vera

    como una pagana. Una pecosa, pagana pelirroja.

    Oh, a quin demonios le importa gru ella, porque era cierto. Nadie ms que los criados la vean, y dado que todava tenan que quejarse de

    su nuevo hbito de usar ropa de chico dudaba que hicieran un escndalo

    por algunas pecas. Adems, las pecas y pelo rojo no eran la peor de sus

    preocupaciones.

    6

  • Desde su boda, Margaret se haba quedado en Heathridge, quinientas

    hectreas de finca que pertenecan a su nuevo marido. No le importaba lo

    que la rodeaba tanto como el aburrimiento que vena con ello. No haba

    nada que hacer, nadie con quien hablar. No haba dao para hacer. Su

    tres mejores amigas se haban quedado durante tanto tiempo como

    pudieron despus de la boda, pero todas ellas tenan sus propias vidas a

    las cuales volver.

    Catherine estaba embarazada de su cuarto hijo, Josephine estaba de gira

    por el continente con su amante, y Grace se estaba preparando para su

    propia boda con el adecuado y muy enfermo, en opinin de Margaret,

    Lord Melbourne.

    Podra desaparecer y morir aqu, y nadie se dara cuenta suspir dramticamente. Rodando sobre su espalda, se protegi los ojos del sol y

    se mordi el labio inferior. Lo que necesitaba era una nueva aventura. Algo

    para ocupar las horas entre el desayuno y la cena. Un nuevo caballo para

    entrenar, tal vez.

    Por un momento, todo el rostro de Margaret se ilumin, hasta que record

    que su marido se haba escapado con hasta el ltimo centavo de su ms

    que amplio derecho a dote despus de echarla a su excusa de finca.

    Todava no saba si la haba varado intencionalmente y sin un centavo a su

    nombre, o si simplemente no se le haba ocurrido establecer una

    asignacin para su nueva esposa antes de marchar hacia lo desconocido,

    pero el resultado era el mismo. Hasta su regreso, a no ser que por algn

    milagro sus padres decidieran venir a rescatarla, ella se quedaba. No

    poda escapar, incluso si quisiera, la cochera estaba desprovista de un

    auto y el granero no guardaba nada, y los caballos eran tan viejos que sus

    espaldas se hundan casi hasta el suelo.

    Haba tratado de contratar a alguien que la llevara a Londres, pero nadie

    dentro de un radio de veinte millas suministrara un servicio sin dinero por

    adelantado debido a las deudas pendientes de pago de su marido.

    Soy un duquesa pobre suspir Margaret, inclinando la cabeza hacia un lado mientras arqueaba una ceja al pastoreo de ovejas al lado de ella. Alguna vez has odo hablar de una duquesa pobre? No? Bueno, yo

    tampoco. Aunque no sirve llorar sobre leche derramada, supongo. Labio

    superior rgido, mejor pie adelante y todo eso. Aqu vamos.

    De un salto se puso de pie, se limpi las palmas manchadas de hierba a los

    lados de los pantalones marrones que uno de los mozos de cuadra le

    haba dado antes de salir y enderez su camisa de lino blanco. Perteneca

    a su esposo, era lo nico que tena dado que se haba olvidado de darle

    un anillo, y era casi tres tallas ms grande. La lnea del borde ayudaba a

    distraer del hecho de que sus pantalones terminaban justo por debajo de

    las rodillas. Si no hubiera sido por su mata de pelo rojo fuego que caa casi

    hasta su cintura y la cara estrecha nunca podran confundirla con una

    7

  • mujer, Margaret podra haber pasado por un chico, algo que no le hubiera

    importado lo ms mnimo.

    Era un hecho ineludible que los hombres tenan ms suerte que las mujeres.

    Porque, con tan slo mirar a su marido ocho meses atrs haba sido su ruina

    y miseria, ahora era rico y viajaba por el mundo gastando su dote mientras

    ella estaba atrapada en sus opresoras tierras. No era justo en absoluto.

    Dndoles a las ovejas una palmadita ausente en su cabeza peluda,

    Margaret salt por la ladera de la colina y medio camin, medio corri el

    resto del camino a Heathridge.

    En mejores manos cincuenta y siete habitaciones deberan haber sido

    nada menos que magnficas, pero el tiempo y el abandono se haban

    cobrado su precio. La pintura de la ventana se estaba pelando. Grandes

    trozos de yeso haban desaparecido de las paredes. Incluso la hierba que

    rodeaba la finca estaba muy mal cuidada y llena de malezas, dado que el

    jardinero haba dejado de trabajar y no haba dinero para reemplazarlo. El

    interior de la mansin no estaba mejor que el exterior, con suelos sucios,

    polvorientos tapices y un fuerte olor a moho en los das lluviosos.

    Enrojecida y sudando ligeramente, Margaret desaceler a un caminar ms

    digno justo antes de la parte delantera de los escalones. Salan de la

    puerta principal, pero incluso estaban desconchados en los bordes y la

    hierba haba comenzado a crecer entre las grietas de granito.

    Hastings, el mayordomo, asistente, jefe de cocina de vez en cuando, la

    encontr junto a la puerta con una copa de agua de limn. Un hombre

    corpulento de unos cincuenta aos, que haba servido lealmente a

    Heathridge durante treinta aos y que no recibi un sueldo los dos ltimos

    de ellos. Sin embargo, se qued, en su mayora, porque no tena ningn

    otro lugar a donde ir, ni familia a quien acudir.

    Aqu tiene, seora Winter dijo, extendindole el vaso a Margaret. Ella la tom y bebi con avidez, hip, y dej la copa a un lado en una

    mesa polvorienta.

    Le he dicho que no me llame as le record con severidad. Es su nombre dijo. No, es el nombre de mi marido. Y ambos sabemos que soy apenas una seora, as que por qu molestarse con todo el alboroto? Llmeme

    Margaret si es necesario, llmeme Maggie si quiere, y nunca, nunca se detuvo a temblar, me llame duquesa. La sombra de una sonrisa apareci debajo de la bastante impresionante

    sal y la pimienta bigote de Hastings.

    Como usted quiera, seora Winter. Margaret levant las manos en el aire.

    Cielos, por qu me molesto? A qu hora es la cena esta noche, Hastings?

    Cinco y media, Lady Winter. No tengo tiempo para un paseo, entonces?

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  • Si as lo desea. Ja! exclam triunfalmente. No hizo eso esa vez. Hacer qu, seora Winter? Sus hombros se hundieron.

    Me doy por vencida. Si no estoy de vuelta a tiempo para cenar, empiece sin m.

    Por supuesto que no dijo Hastings, pareciendo horrorizado ante la idea. Margaret puso los ojos.

    Hay cinco personas que viven aqu, adems de m, Hastings. Por qu todos deben esperar si llego tarde? Slo mantn caliente un plato y voy a

    comer cuando regrese.

    Girando sobre sus talones, corri escaleras abajo antes de que Hastings

    pudiera discutir con ella, y se fue directamente a los establos.

    Destruidos por un incendio y reconstruidos recientemente, los diez establos

    cerrados eran los nicos edificios en la propiedad que no haban cado en

    un estado de deterioro y Margaret estaba decidida a que siguiera siendo

    as. Ella llamaba a cada caballo por nombre, mientras caminaba por el

    pasillo recin rastrillado y los caballos uno a uno sacaban sus cabezas

    sobre las puertas de los establos para saludarla con clidas sacudidas de

    afecto.

    Tienes hambre? pregunt, detenindose a la altura de Poppy, un palomino oscuro, debajo de su barbilla.

    En sus aos de juventud Poppy haba arado los campos que ahora yacan

    detrs de la casa principal, pero ahora tena ms canas y caminaba con

    una leve cojera. Su naturaleza dulce la haba convertido en una de las

    favoritas de Margaret, y a menudo llenaba a la yegua con zanahorias y

    manzanas robadas desde la cocina.

    El heno estaba colocado cuidadosamente en un extremo del granero.

    Llenando una carretilla con el dulce olor de hierba seca, aliment a cada

    caballo, a su vez, y cuando todos estaban mordisqueando su heno

    cambi la carretilla por un gran cubo de avena. Llen a Poppy de

    cereales porque la vieja yegua tena pequeos dientes con los que

    masticar y abri todos los puestos para que los caballos pastaran por la

    noche cuando terminaran de comer. Caminaron hacia ella, uno por uno,

    tambin utilizada para su rutina diaria de elevar un escndalo, y ella los

    sigui para cerrar la puerta tras ellos.

    Ahora vena la parte no tan agradable, pero que tena que hacer, y

    despus de recoger su pelo debajo de un sombrero de ala ancha y

    enrollar las mangas de su camisa, Margaret fue a buscar otra carretilla y

    comenz a limpiar el patio de butacas.

    Era trabajo duro, pero le gustaba el simple silencio de ello. Una sonrisa

    irnica captur sus labios, y record cmo sus msculos haban gritado en

    protesta cuando haba tomado primero el cuidado de las cuadras enteras,

    9

  • pero ahora sus brazos eran fuertes y fcilmente capaces de recoger el

    estircol y acarrear cubos de agua hacia y desde el patio de butacas.

    Casi haba terminado cuando un relincho son extrao en el aire. Sin soltar

    la horquilla, Margaret asom la cabeza por el camino del pasillo frente y

    observ con inters mientras un brillante zaino se acercaba. Estaba tan

    fascinada por la fina construccin del caballo y su elegante manera de

    moverse que se ni siquiera not al jinete hasta que cay al suelo delante

    de ella y puso las riendas del caballo en sus manos.

    Aqu dijo, mirando ms all de ella. Enfralo y cepllalo. Margaret se mordi el interior de la mejilla para no rerse. Oh, ella not al

    jinete ahora muy bien, aunque ciertamente no la vio.

    Quieres que lo alimente as? le pregunt, hablando deliberadamente en voz baja.

    S, por supuesto dijo el jinete en un corto, tono cortante. Y tenlo listo en una hora. No me quedar aqu mucho tiempo.

    Puedo preguntar por qu? El jinete se volvi y apunt los ojos verde oscuro sobre ella. Margaret

    contuvo la respiracin, esperando a que la reconociera, pero se limit a

    meter la mano en el bolsillo y le lanz sus dos monedas que se acerc a

    capturar automticamente. Enfralo, cepllalo, y dale de comer. Estar de vuelta en una hora.

    Sin decir una palabra, se fue hacia la casa. Margaret se qued mirndolo

    con mudo incredulidad, esperando que en cualquier momento fuera a dar

    la vuelta y regresar. Cuando la puerta de entrada se cerr detrs de l,

    ella neg con la cabeza.

    Puedes creer eso? le pregunt al zaino. El caballo la contempl en silencio estoico. S, bien. Y continu gruendo un poco mientras aflojaba la apretada cincha del semental. T tienes que serle fiel. Eres su caballo. Pero yo slo soy su esposa, y no me gusta en absoluto.

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  • Captulo 2

    Traducido por Jhuli_eli

    Corregido por Pachi15

    enry James Sebastian Winter, el sexto Duque de Heathridge,

    estaba de muy mal humor. Haba estado viajando por tres das

    con la estricta intencin de ver a su esposa, y la explosiva mujer no

    estaba donde se supona que debera estar. Acaso no la haba dejado

    con claras y explcitas instrucciones? Record Heathridge mientras

    retornaba. O al menos, crea estar seguro de habrselo dicho; debido a

    su estado intoxicado el da de su boda, los detalles an estaban borrosos.

    Haba desperdiciado una exasperante hora buscando en cada parte de

    las casas de su infancia por alguien que le pudiese decir donde estaba

    Lady Winter, pero al ver que el nmero de sirvientes haba disminuido

    dramticamente desde su ltima visita y la nica persona que poda

    encontrar era una tmida dama de llaves quien no tena ni idea de adnde

    haba ido su amante. Descubri donde infiernos estaba Hastings. Henry

    saba que el viejo granero tena que estar cerca de algn lugar, pero era

    como si se rehusara a mostrarse a s mismo.

    Maldiciendo hasta quedar sin aliento, se detuvo frente a una casa detrs

    de los establos. No iba a malgastar ni un segundo ms en busca de la nia

    mimada con la que se haba casado. No haba duda de que ella haba

    salido a la casa de sus padres y estaba sentada en algn jardn tomando

    limonada mientras l estaba cubierto de suciedad y sudor buscndola.

    Parando frente a una pequea granja, Henry sac de sus hombros su

    chaqueta y le dio una buena sacudida. Mir con disgusto cuando el polvo

    cubri el aire. Donde sea que su esposa estuviera, no estara empolvada

    como l. Nunca haba visto a Heathridge en tan lamentable estado. Casi

    sinti pena por la gran y vieja dama, que estaba desmoronndose y

    pudrindose.

    Curiosamente el nico lugar que se vea medio decente era el establo, y

    sus botas caminaban sobre la paja fresca cuando l fue al interior.

    Hola? llam l, parpadeando mientras sus ojos se ajustaban a la luz. Estoy aqu por mi caballo.

    El mismo chico del establo que haba visto en Finnegan hace mucho

    tiempo lleg abruptamente cerca del lugar donde estaba parado,

    iluminndolo. La ropa del chico estaba ms sucia que antes y ola a

    estircol y sudor. Su nariz se arrug, Henry dio un slido paso hacia atrs.

    Dnde est mi caballo? Me voy.

    11

  • Tan pronto? pregunt el chico, se recost sobre una viga y sostuvo un gallo sobre su cadera. Un rayo de sol brill por la viga al entrar por el

    granero, la luz ilumino el rostro del muchacho. Su piel era

    sobrenaturalmente lisa para un chico y tena algunas pecas en sus mejillas.

    Un ridculo sombrero enorme estaba cubriendo sus ojos. No poda tener

    ms de trece o catorce aos y Henry senta cierta familiaridad.

    El chico claramente trabajaba duro para mantener la granja ordenada y

    limpia. Estaba haciendo el trabajo de un hombre fornido y si la delgada

    forma de su cuerpo era una indicacin del trabajo le faltaba crecer un

    poco ms.

    Slo trae mi caballo si puedes dijo Henry, no desagradablemente. Te pagar por tu tiempo.

    Puse tu caballo a fuera con los otros en la parte trasera. Est muy cansado.

    La pena fue reemplazada rpidamente por la irritacin.

    Lo dejaste afuera? Bueno, ve a tomarlo! Quiero estar en camino de nuevo antes de que oscurezca.

    El chico levant sus hombros estrechos en un suspiro.

    No puedo hacerlo ahora. Y por qu es eso? Porque hizo amistad con Poppy y eso puede lastimar sus sentimientos al irte tan pronto. Por qu tienes tanta urgencia de irte, de todas formas?

    Eso rechin entre dientes Henry. No es de tu maldita incumbencia. Se alej del chico e intent ir a tomar a su caballo por s mismo, pero las

    palabras siguientes del muchacho lo dejaron fro.

    Si ests buscando a tu esposa, s dnde est. Henry se volvi.

    Has visto a mi esposa? Claro. La veo todo el tiempo. Qu quieres con ella? En ese momento el chico tena una enorme sonrisa en sus labios, revelando sus dientes

    blancos y un hoyuelo en la parte alta de su mejilla izquierda.

    Henry sinti su enojo subir nuevamente y trat de ocultar sus manos para

    calmarse a s mismo antes de saltar sobre el muchacho y ahorcarlo

    Sigue aqu en Heathridge? l trat de hablar con el tono ms tranquilo posible.

    Claro que lo est. Aqu mismo en la granja, de hecho. En la granja? La cabeza de Henry mir por los alrededores y de un lado a

    otro luego de arriba abajo, y por el pasillo del rastrillo. Cada puerta de los

    casilleros estaba ordenadamente cerrada. El pequeo cuarto que

    abrigada las tachuelas y los arneses estaba hacia afuera. A menos que su

    esposa se estuviera escondiendo en uno de los patios no estaba aqu, y l

    no apreciaba ser visto como un tonto.

    No la veo gru l. Tal vez no miraste lo suficientemente bien.

    12

  • Henry inhal rpidamente.

    Cunto tiempo llevas trabajando aqu? demand l. Oh, cerca de ocho meses y medio dijo el chico. Por alguna razn lo mir estando al borde de la risa y Henry estaba comenzando a

    comprender que tal vez la arrogancia del chico no estaba ni un poco

    oculta.

    Si quieres mantener tu empleo aqu tendrs que hablarme con respeto y mejorar tu tono o tendrs que hallarte a ti mismo fuera de aqu dijo l afiladamente, con sus ojos verdes brillando.

    El muchacho lo mir un poco tomando desconcertando la reprimenda,

    pero eso era por su propio bien. Ese era su lugar, y se deba hablar

    fuertemente a los sirvientes, quienes eran sus empleados y esa era la mejor

    forma en la poda entender esta invaluable leccin para su corta edad.

    El chico se alej un poco hacia la pared y cruz sus brazos. Su boca

    tembl un poco, pero la normaliz con una mueca y luego baj un poco

    ms su sombrero, tapando su cara mucho ms.

    Eres grosero murmuro el chico. Los ojos de Henry parpadearon.

    Disculpa? Dije que usted es muy grosero disparo de vuelta el chico. Y yo digo que estas despedido! Bien. No me estaban pagando de todas formas. Puedes limpiar tu propio maldito establo desde ahora! El chico se quit su enorme sombrero rpidamente y revel su largo cabello rizado que

    instantneamente lo convirti de un l a una ella.

    La mandbula de Henry se apret. Haba visto un cabello tan rojo solo en

    una mujer antes. Apretando sus labios, se dio la vuelta y comenz a

    abandonar la granja.

    Haba realmente hecho esto todo este tiempo. Cmo se haba atrevido,

    Margaret se apresur tras Henry.

    Sus cortas piernas no podan contra las largas piernas de l y ella tuvo que

    descansar un poco mientras corra a atraparlo.

    l no reparo en ella cuando estuvo a su lado y no la mir cuando lo

    empuj a un lado, pero se detuvo un poco en medio del camino,

    tomndolo ella como una buena seal.

    HHola dijo ella, un poco sin aire por la carrera corta. Cmo ests? Silencio.

    Pido disculpas por engaarte. Eso no fue muy amable de mi parte. Incluso si tu sangriento bienestar lo mereciera, maldito simio de hombre. Silencio.

    As que finalmente viniste a visitarme? Por qu razn lo haces, a qu se debe este inesperado placer?

    Era tiempo de que no guardara el sarcasmo del tono de su voz. Y por

    qu debera hacerlo? No era su culpa que este hombre estuviera tan

    13

  • ciego que ni siquiera pudo reconocer a su esposa. Apostaba a que incluso

    si hubiese estado con un vestido con el cabello rizado probablemente no

    podra saber quin era ella! El temperamento de Margaret estaba a punto

    de explotar. No era para tanto, pero l haba sido tan imposiblemente

    grosero con ella cuando pens que era un granjero. No poda atenerse a

    personas que eran groseras con sus sirvientes. Un hombre con un

    verdadero carcter era revelado por como trababa a sus sirvientes, y la

    naturaleza oscura de Henry haba sido desenterrada.

    Me voy decidi ella abruptamente. No dijo Henry, su voz algo suave. No lo hars. Sus dedos la tomaron por sorpresa al tomarla rpidamente de su cintura,

    mantenindola efectivamente en su lugar. Margaret consider tratar de

    alejar sus manos, pero su agarre se senta como de acero, y poda

    solamente lastimarse a s misma. Manteniendo sus labios cerrados, mir a lo

    lejos hacia la torre de la casa, esperando a que l hiciera el siguiente

    movimiento. No tuvo que esperar por mucho tiempo.

    En dos semanas tendr que viajar a Londres por negocios. Me acompaars dijo l despus de una leve pausa. Apart sus dedos de su cintura, limpindose sus pantalones blancos de montura procurando

    mantener su atuendo limpio junto a su chaqueta.

    Ese gesto no fue perdido por Margaret, pero no estaba tan convencida

    sobre el comentario que hizo l.

    No ir contigo! llor ella, completamente horrorizada. l comenz a hablar sin ninguna expresin.

    Esto no est en discusin. Ella casi sinti pena por el pobre hombre. No haba duda de que esperaba

    que ella agachara la cabeza y aceptara dcilmente cualquier cosa que

    l planease. Ella poda solamente asumir que la mujer que l deseaba que

    fuera su esposa estaba muy lejos de serlo. Lo tenan todo rendido a sus

    pies. l tena probablemente que decirlo por incontables veces como

    alguien tan guapo e inteligente poda ser.

    Est bien, as que segua guapo, con su cabello color arena, que

    enmarcaba su cara, y sus penetrantes ojos verdes, tena que darle eso,

    pero inteligente? Margaret buf. Fuertemente.

    Y por qu querra ir contigo? pregunt ella. Porque eres mi esposa dijo l simplemente. Y por qu, bendita sea, decidiste jugar tu parte de esposo amoroso despus de todos estos meses? Por remordimiento, tal vez? dijo ella suavemente.

    Este lugar parece muy incmodo observ l, mirndola distradamente mientras funcia el ceo como si hubiese olvidado que ella estaba ah.

    Margaret sinti como si una nueva ola de rabia se apoderaba de ella, as

    de potente ella se ahogaba en ello. Cuando l se par junto frente a ella

    Henry no pudo mantener fuera de ella su atencin.

    14

  • Y usted, Seor, es un pomposo! Se est haciendo muy tarde dijo l, ignorando su insulto. Tendr que pasar la noche aqu. Ve a informarles a los sirvientes que necesito que el

    cuarto principal est listo, la baera debe temperada y la cena servida.

    Ella saba lo que l poda hacer si lo pateaba en la espinilla.

    Probablemente no me lleve a Londres despus de todo, pens

    oscuramente. Esto era irnico, realmente. Aqu estaba ella, que haba

    llorado por el hecho de que su esposo la haba abandonado, y ahora que

    l haba regresado no quera nada ms que dejarlo de nuevo.

    Me escuchaste? pregunt Henry. Margaret quera soltar un muy poco femenino bufido y arrancarle la

    cabeza.

    Oh, te escuch completamente. Hare lo que me pides? Ahora, esa es la cuestin, su Gracia. Y la respuesta a la pregunta es NO! Con eso dicho, se gir sobre sus talones y camin de vuelta hacia el establo sin

    siquiera dar una mirada atrs.

    Henry mir a su mujer caminar hacia el establo en completo silencio. Le

    haba ella realmente dicho que no? Seguramente la haba malentendido.

    Nadie lo rechazaba. Nunca.

    Su frente se arrug cuando mir cuidadosamente su trasero, mirando

    maravillado como un Dios la horrible situacin, desapareciendo de la vista.

    l frot su barbilla. Pareca que le haban dicho que no, y su propia esposa

    nada menos.

    Desafiando toda razn. La pobre mujer se haba enfadado por su

    ausencia. Esa era la nica razn que tena sentido. Una pena, realmente.

    Ella haba sido tan dulce cuando se conocieron por primera vez. Nada en

    absoluto como el pequeo demonio que casi haba escupido en sus ojos

    en ese momento. Y su apariencia, Buen Dios. Casi poda haber sido un

    zorro cuando record el da de su boda al aceptarla como su mujer, cmo

    se vea en ese entonces. Toda huesuda y de perfil anguloso, con su

    voluminoso y fiero cabello rojo combinndolo. Sacudi su cabeza en

    desacuerdo, continu su camino hacia la casa.

    Heathridge era un poco desconfiado cuando estaba desprovisto de sus

    sirvientes, pero ahora que saba dnde viva su esposa, poda liberarse de

    todas esas tonteras.

    S que ests ah grit hacia las escaleras. Y si no vienes hacia ac abajo en los prximos cinco segundos, te traer te regreso.

    Pasaron cerca de tres empleados y la cara de Hastings apareci

    mgicamente. Estaban alineadas frente a l con sus espaldas hacia la

    escalera y con la mirada de tristeza que haba visto Henry jams.

    Dnde estn los dems? pregunt. Somos todos los que hay, su Gracia dijo la ms alta de los tres sirvientes,

    una mujer de cara estrecha con cabello negro y voluminoso y una gran

    y larga nariz. 15

  • Todos? repiti Henry con incredibilidad. Balancendose de regreso sobre sus talones con carpetas en sus manos detrs de su espalda, el nico

    que reconoca l era a Hastings, con una estrecha mirada.

    Qu paso con Manning? Phelps? Tim y Tom, el chico del mandado? Claurice, la cocinera?

    Se fueron dijo Hastings, parndose justo a la cabeza. Se fueron? Qu, por la sangre del infierno, significa eso, se fueron? Cundo se fueron?

    Lady Winter les dej ir dijo el sirviente alto cuando nadie ms quiso hablar.

    Bueno eso explicaba ciertamente la refutable condicin de la casa y los

    jardines. Por qu no le haba explicado su esposa que haba despedido a

    tres cuartos del servicio sin su permiso?

    Preprame el cuarto principal. Ten la baera caliente, y la cena servida, y por el amor de Dios abre las ventanas. Esta aqu tan caliente como el

    infierno demand l antes de regresar hacia afuera. Era momento de que l y Margaret tuvieran una conversacin seria y en ese momento no iba a aceptar un NO por respuesta.

    16

  • Captulo 3 Traducido por Gaz Walker

    Corregido por Pachi15

    esafortunadamente para Henry, Margaret no estaba de humor

    para tener una conversacin seria. Estaba, sin embargo, en el

    estado de nimo para montar a caballo, y ahora que haba un

    hermoso semental a su disposicin no vio nada malo en tomar el caballo

    de su marido por un galope por el campo antes de la puesta del sol.

    Con el viento en el pelo y el suelo lejos bajo sus pies finalmente pudo

    olvidar las preocupaciones que la haban atormentado durante los ltimos

    ocho meses. Las preocupaciones sobre si su marido alguna vez regresara.

    Las preocupaciones por tener que dejar a la mitad de los sirvientes ir. Las

    preocupaciones sobre la posibilidad de pagar a la mitad de los que

    quedaban. Las preocupaciones por volver a ver a sus amigas de nuevo.

    Las preocupaciones por no encontrar el amor verdadero, porque

    ciertamente no lo haba encontrado en Henry, con lo insufrible que era.

    El semental se comi el suelo, sus cascos atronadores haciendo eco en el

    silencio por la noche. Encorvada bajo sobre su cuello, sus dedos enterrados

    en su melena y sus muslos apretados contra la silla, Margaret lo inst al

    caballo an ms rpido, y corri a travs de una estrecha franja de

    bosque y en el prado ms all. Las ovejas y las vacas esparcidas mugan

    lastimeramente mientras el do pasaba volando, una mancha de color

    marrn rojizo y elegante.

    Cuando la respiracin de su montura se hizo ms dura Margaret se puso de

    pie en los estribos, apoyando su peso para detenerlo a un trote ms

    manejable.

    Chica fcil murmur, apretando su mano en el hombro cubierto de sudor. Tranquila. Despus de haber probado la libertad, el semental demostr que todava

    quera correr y no volver a los establos, sacudiendo la cabeza y

    relinchando su descontento para que todos lo oyeran. Un jinete menor

    habra estado intimidado por el espritu del caballo, pero despus de

    meses de paseos lentos en los gustos del caballo de tiro a Margaret le

    pareci refrescante. Ella entenda mejor que nadie lo que se senta.

    Haban entrado en el patio de los establos y ella estaba a punto de

    desmontar cuando sinti la baha se pona rgido debajo de ella. Se detuvo

    bruscamente, los ojos oscuros laminados, y en la confusin Margaret

    acarici los dedos por la melena azotada por el viento.

  • Qu pasa, muchacho? Todo est exactamente igual que oh. Qu demonios ests haciendo en mi caballo? En tres zancadas furiosas estaba al otro lado del patio y haba arrancado a Margaret de la

    silla. Un brazo enroscado alrededor de su cintura mientras que con el

    otro arrancaba las riendas fuera de su alcance. Ella no pudo ni siquiera

    pronunciar una slaba de protesta antes de retorcerse al suelo. Sus pies

    golpearon primero, y luego su trasero mientras Henry la dejaba ir sin previo

    aviso. Margaret se tambale hacia atrs y, sin nada para detener su cada,

    cay duro en el trasero en una nube de polvo.

    Aturdida y desorientada ella sacudi la cabeza para despejarse, pero no

    hizo ningn intento de levantarse. Era ms seguro, para Henry, si

    permaneca en el suelo. Cuando estaba tan enojada, no se saba lo que

    era capaz.

    De todo lo insufrible, insoportable, infantil, maleducado Cllate. Toda la cara de Margaret se volvi de un tono ms alarmante de rojo.

    Perdn? balbuce, sin poder creer lo que su marido acababa de decir. Nadie, pero nadie hablaba con ella de esa manera. Ni siquiera su

    propia madre y slo Dios saba de lo que era capaz de Anabella.

    Te dije cllate repiti Henry. Sosteniendo las riendas del caballo justo debajo de la broca con una mano, apoy la otra en una cadera delgada

    y ella se qued mirando con ojos que bien podran haber estado tallados

    en hielo. T, pequea muchacha arrogante. Podras muy bien haberte matado, as sin ms.

    Margaret se puso de pie, sin hacer caso de la tierra que recubra sus

    pantalones y los trozos de hojas y pasto pegados en el pelo.

    Soy una excelente jinete declar con vehemencia. No es que t lo sepas, ya que nunca me has visto montar!

    La mano en la cadera se apret en un puo.

    No tengo que verte montar para saber que no puedes manejar a Finnegan. Nadie puede, excepto yo, y no vas a tocarlo de nuevo. Queda

    claro?

    No estaba para nada claro, pero Margaret saba cundo tomar sus

    batallas. Se mordi la lengua y asinti con rigidez.

    Bueno dijo Henry, vindose bastante satisfecho. Ahora ve adentro y lmpiate. Durante la cena, vamos a discutir sobre el viaje a Londres.

    Quieres decir sobre mi cadver, pens Margaret. Aborreca positivamente

    la ciudad, con su mal olor y las calles llenas de vida. Todo el mundo estaba

    siempre gritando y se senta horrible para los pobres caballos que haban

    de tirar de los carros comerciales pesados.

    Poppy una vez haba sido propiedad de un panadero que la utilizaba para

    transportar la harina del molino, y el pobre todava tena las cicatrices del

    arns sobre su cruz para probarlo.

    17

  • Margaret no poda imaginar lo que las empresas de Henry tendran en

    Londres en esta poca del ao, cuando toda la nobleza estaba en el pas.

    Algo que implicaba gastar el resto de su dinero, sin duda. A menos que se

    lo hubiera gastado todo ya. De cualquier manera, no tena intencin de

    averiguarlo. Haba pasado tanto tiempo atrapada en Heathridge , qu

    eran unos meses ms? Cuando Josephine volviera de Francia estaban

    planeando hacer una gira por el continente juntas. El marido de

    Josephine pagara la factura, como siempre, y sin ningn gasto se salvara.

    Margaret no recordaba haber pensado nunca diferente.

    Muy bien dijo ella, su voz dulce como una guinda azucarada. Nos encontraremos en el comedor en la una y cuarto.

    Lo hars? dijo Henry con suspicacia. Por supuesto, su Gracia. Sus deseos son rdenes para m. Acaso las mujeres batan sus pestaas? Margaret no se senta positiva, pero pens

    que podra, por lo que dio unos parpadeos duro para una buena medida.

    Tienes algo en el ojo ? dijo Henry, que ahora sonaba vagamente alarmado.

    Margaret dej de parpadear.

    Dnde est el hombre de librea? pregunt l, mirando hacia atrs al caballo que segua respirando muy fuertemente. Finnegan necesita ser limpiado, preparado, y acostado para pasar la noche.

    Chupando furioso en el interior de la mejilla en un esfuerzo por mantener

    una cara seria, Margaret asinti sabiamente.

    Por supuesto que s. Mejor hacer la cena media hora despus, entonces. Por qu? Henry frunci el ceo. Porque comenz Margaret, con sus brillantes ojos azules brillando con humor te llevar por lo menos ese tiempo para que limpiarlo, prepararlo y acostarlo para pasar la noche. Dndose la vuelta rpidamente sobre sus talones, fue rpidamente hacia la casa, ajena a su enojado marido

    mientras l exiga saber dnde se haba ido el maldito hombre librea.

    ***

    Una hora ms tarde, con el estmago rugiendo de hambre y el cuerpo

    vibrando con tensin, Henry irrumpi en el comedor. Encontr la larga

    mesa de caoba escasamente puesta para dos. Unas velas haban sido

    encendidas en un intento de dar a la habitacin una sensacin de

    ambiente, sin embargo, unas velas no podan compensar el hecho de que

    las paredes haban sido despojadas de sus pinturas y el suelo de madera

    bajo sus pies estaba desnudo de la alfombra persa que haba estado en su

    familia durante dos generaciones. Una de las velas tampoco disimulaba

    que la silla al final de la mesa, donde su esposa deba haber estado

    sentada, estaba vaca.

    HASTINGS ! rugi.

    19

    18

  • El mayordomo apareci en la puerta, con las manos cruzadas delante de

    l, la postura erguida, con los ojos mirando al frente.

    S, su Gracia? pregunt. Henry empez a caminar de un lado a otro delante de la mesa.

    Dnde est mi mujer? espet. Lady Winter todava se est preparando para la cena, su Gracia minti Hastings descaradamente. Lady Winter, todava con la misma ropa con la

    que haba ido a caballo, estaba en este mismo momento en el saln de

    lectura. Hastings le habra dicho el duque donde estaba su esposa, pero

    ella le haba dado instrucciones explcitas, "no digo or una malditacosa", y

    su lealtad, por el momento, estaba con la duquesa.

    Dnde estn el resto de los sirvientes? Se fueron, su Gracia. Henry se detuvo y se dio la vuelta.

    S, soy consciente de eso! Pero por qu se fueron, Hastings? Impasible ante la diatriba de su amo, Hastings sigui mirando al frente.

    Falta de fondos, creo dijo. La falta de la falta de... qu? farfull Henry con incredulidad. Sonaba como que Hastings acababa de decir que la razn por la que los sirvientes

    haban sido despedidos se deba a la falta de fondos, pero no poda ser.

    Haba enviado dinero a su contador durante los ltimos ocho meses, lo

    suficiente para cubrir gastos, pagar los salarios de los sirvientes, y dejar a

    Margaret con un margen saludable, adems. Dnde haba ido el dinero?

    Por supuesto que no a la finca. El lugar se estaba cayendo! Slo haba una

    respuesta clara que poda haber, y la respuesta se encontraba con su

    esposa. Por Dios, no saba cmo haba logrado gastar una fortuna

    verificable en menos de un ao, pero tena la intencin de averiguarlo.

    Puedes, por favor dijo lacnicamente, informar a Lady Winter de que requiero su presencia en el comedor? Ahora!

    Hastings hizo una profunda reverencia.

    Por supuesto, excelencia. Y se rpido al respecto agreg Henry. Por lo general no tena tan mal genio, pero nada iba como imagin que ira. Encontrar a la finca en la

    ruina y su propia esposa, su esposa!, vestida como un mozo de cuadra

    haba sido ms que suficiente, pero de ah a que Margaret lo desafiara

    abiertamente al negarse a venir a Londres era el colmo. Adnde se haba

    ido la muchacha dulce y tmida con la que haba casado? Herederas ricas

    dispuestas a casarse con un duque no eran precisamente escasas. Henry

    se haba instalado con Margaret porque le pareci que su su aspecto y

    comportamiento eran tranquilos.

    Ahora estaba claro que todo haba sido un acto para conseguir el anillo

    de su familia en su dedo meique codicioso, como la conspirativa mujer

    que era. Gastar todo su dinero, lo hara? Decirle que no, lo hara? Las

    manos de Henry apretaron los puos antes de que golpear el borde de la

    20

  • mesa, lo suficientemente fuerte para sacudir los platos. Haba sido tomado

    por un tonto una vez, hace mucho tiempo, y su boca se endureci ante el

    recuerdo doloroso. l no iba a permitir que volviera a suceder.

    Me llamaste? Una voz insolente arrastr las palabras desde la puerta. Henry se dio la vuelta. Sus ojos se estrecharon, luego ampliaron con

    incredulidad mientras miraba a su esposa y vea que todava llevaba las

    ropas de montar que le haba ordenado a cambiar. Suciedad en una

    mejilla manchada y el pelo en rizos rebeldes caa sobre su espalda. Sus

    botas estaban manchadas de barro, su camisa arrugada En resumen, era

    un desastre desde la cabeza a los pies.

    Te ves como un hombre dijo con sorna. Sus labios se curvaron.

    Al menos uno de nosotros lo hace. Todo el cuerpo de Henry se puso rgido cuando se llen con el violento

    impulso de tomar a Margaret a por los hombros y sacudirla hasta hacerla

    entrar en razn. En realidad dio un paso adelante y le dio un rgido

    asentimiento a la silla vaca en el otro extremo de la mesa.

    Sintate le orden. Para su sorpresa, Margaret hizo lo que le peda, aunque se tom su tiempo,

    paseando antes de dejarse caer en la silla que le haba indicado. Una vez

    sentada cogi un tenedor y comenz a girarlo ociosamente entre los

    dedos, con una expresin pensativa.

    He estado pensando dijo de repente, rompiendo el tenso silencio que haba surgido entre ellos.

    Henry lentamente se sent en su silla en el extremo opuesto de la mesa y

    apoy los codos a cada lado de su cubierto.

    Y se pinch cuando ella se qued en silencio. Y... Y he decidido que no me gustas. En absoluto aclar, a menos que l se encontrara bajo la falsa impresin de que ella le gustaba un poco.

    Eso es lamentable dijo Henry. Sus hombros estrechos se hundieron y se mecieron en un encogimiento de

    hombros. Ella comenz a jugar con la servilleta, la nica seal de que no

    estaba tan integrada como el nivel de voz dejara creer.

    Y no quiero acompaarte a Londres continu rpidamente. O a cualquier otro lugar.

    Eso es lamentable repiti. Unos ojos azules del color de un cielo despejado en un da brillante de

    verano se asomaron hacia l por debajo de una franja pestaas rojizas.

    Increblemente largas y rizadas pestaas, Henry observ distradamente. Y

    un color tan inusual. Ni rojo , ni rubio, ni marrn, sino una mezcla de los tres.

    Lo mismo que el pelo. Alguna vez haba pensado que era de color rojo?

    No, se dijo. No era rojo. Era fuego de oro, de una talla que nunca haba

    visto antes. Sus rizos brillaban en la luz de las velas, dibujando el ojo como

    una polilla a la llama.

    21

  • No es que seas un hombre horrible, o un genio enfermo. Simplemente no nos complementamos dijo. Sorprendindose de empezar a descubrir que estaba ms bien

    empezando a divertirse, Henry reclin en su silla y levant una ceja.

    Es as? dijo. Margaret asinti vigorosamente.

    S. Precisamente as. Ahora fue el turno de Henry para jugar con el tenedor. Gir el utensilio en la

    otra mano, estudiando la empuadura de plata como si fuera la cosa ms

    fascinante del mundo antes de decir, con una voz engaosamente

    tranquila

    Dnde diablos est todo mi dinero? Tu... tu dinero? chill. S. Mi dinero. El dinero que envi aqu todos los meses desde que me fui. El dinero que debera haber estado en la finca para pagar por su

    mantenimiento. Desde que el techo est casi cayendo a nuestro

    alrededor, tengo que preguntar, querida, dulce esposa. En qu lo has

    gastado? Seguro que no en ropa.

    Tu dinero ? repiti Margaret, dejndolo preguntarse si su esposa era un poco tonta.

    S dijo, todos los pensamientos en cuanto al color de su pelo desterrados mientras la ira traa a su sangre a un hervor rpido. Durante el ltimo ao he enviado una maldita fortuna! Sin embargo, vuelvo para encontrar a tres

    cuartas partes del personal despedido, los jardines en mal estado, los

    campos vacos de cultivos, y la casa hecha un desastre. As que vamos a

    escuchar, seora. Dnde ha ido el dinero?

    Ocho meses dijo en voz baja. Qu? Henry frunci el ceo, seguro de haber entendido mal. Margaret se puso de pie. Inclinndose hacia l, le habl con una voz lo

    suficientemente fuerte para ser escuchada en el pueblo de al lado.

    Ocho meses, diecisis das y nueve horas. Ese es el tiempo que has estado fuera. No un ao. No todava.

    Henry se levant de la silla tambin.

    De todas las cosas ridculas, absurdas para no perder de vista esa es sin duda la opcin En el tiempo es todo lo que he podido pensar desde que te fuiste! grit ella, interrumpindolo a mediados de la frase. Nunca hubo ningn dinero, no desde que te fugaste con mi dote, viejo verde, y me dejaste varada

    aqu al lado sin un centavo. Los criados se fueron cuando ya no poda

    pagarles! Te burlas de mi ropa, pero esto es todo lo que tengo que usar.

    Tuve que vender mis vestidos para pagar al personal que queda!

    Me acabas de llamar viejo verde? pregunt Henry. Margaret dio un breve asentimiento molesto de cabeza.

    22

  • Y ests diciendo que no has recibido dinero desde que me fui ? dijo en un susurro peligroso.

    Otro gesto de asentimiento, ste un poco ms reticente.

    Su cabeza le daba vueltas, Henry se dej caer en su silla. Era cierto, haba

    tomado el dinero proporcionado por la dote de Margaret con l antes de

    irse... Pero slo para hundirse en una operacin de envo al extranjero que

    haba regresado su inversin diez veces mayor durante el mes.

    Uno pensara que un duque no tendra que preocuparse por las finanzas;

    sin embargo, Henry no era un duque ordinario. Su padre, y su padre antes

    de l, y su padre antes de l, se haban asegurado deudas de juego y la

    necesidad de gastar el dinero como si fuera agua. En el momento en que

    hered Heathridge a la muerte de su padre tena una deuda capaz de

    arruinar a un pas entero.

    Henry se las haba arreglado para mantener los rumores a la mnima, pero

    a sabiendas de que palabra pronto dira que Heathridge estaba cayendo

    en la ruina, haba hecho lo que slo un hombre desesperado estara

    impulsado a hacer: se haba casado.

    Como siempre posey una cabeza para los nmeros y una habilidad

    especial para convertir una guinea en dos, Henry saba que si pudiera

    encontrar una manera de conseguir en sus manos en una gran suma de

    dinero sera capaz de restaurar el honor al nombre de su familia y ahorrar

    en Heathridge adems. Por desgracia para el nuevo duque, ningn

    acreedor en Inglaterra o en cualquiera de sus territorios circundantes le

    prestara lo que necesitaba, as naci la idea de casarse con una rica

    heredera.

    Ahora, sin embargo, mirando al otro lado de la mesa a su esposa que

    haba sido ms que un pen ignorante en su esquema, Henry sinti una

    abrumadora sensacin de culpa. Haba sido bastante fcil pensar en

    Margaret como cualquier otro acreedor cuando haba estado lejos de

    ella, pero ahora... Ahora se vea obligado a enfrentar las consecuencias de

    sus acciones.

    Tomando una respiracin profunda, Henry se prepar para decirle a

    Margaret la triste y lamentable historia en su totalidad.

    23

  • Captulo 4

    Traducido por Je_tatica

    Corregido por Carolyn

    argaret, sal de ah ahora mismo gru Henry.

    No dijo ella, su voz amortiguada por la puerta entre ellos. Agarrando la manija, Henry le dio un slido empujn a la puerta con el

    hombro. La maldita cosa se neg a moverse ni un milmetro. Estaba

    cerrada y tuvo la sensacin de eso, ya que haba roto puertas en sus tiempos y no era un hombre dbil haba sido asegurada con algo muy pesado. Su frente lata contra la madera suave, con los ojos apretados con

    exasperacin.

    Ests actuando como una nia. Lo s contest ella alegremente. Los ojos de Henry se abrieron de golpe. Su inmadurez era incorregible.

    Normalmente reservaba la palabra para los libertinos y sinvergenzas que

    trataba, pero se encontr con que Margaret encajaba bastante bien. Ella

    era tan testaruda como cualquier hombre que jams haba encontrado.

    Por no hablar de rebelde, cabeza dura, e imposible de manejar. Sus

    amigos y enemigos rodaran de risa si lo vieran ahora, sin poder entrar a su propia habitacin por culpa de su esposa. Era absurdo. Ridculo. Era

    exactamente lo que l hara si estuviera en sus zapatos, por lo que se vio

    obligado a dejar formar una pequea sonrisa.

    Despus de haberle a Margaret la verdad detrs de la situacin financiera

    de Heathridge y su razn para casarse con ella, haba arrojado un plato a

    su cabeza y corrido escaleras arriba. En el lapso de unos pocos minutos

    haba llegado a tres conclusiones: la primera, haba sido un hombre muerto

    caminando sin poder ver. En segundo lugar, su esposa tena un excelente

    brazo de lanzadora. Y tercero, era realmente muy hermosa cuando estaba

    enfadada.

    As que no, no culpaba a Margaret por lanzarle la fina porcelana fina a la

    cabeza. Aun as, no la dejara pensar que tena la sartn por el mango. La

    mujer era como una leona. Cualquier signo de debilidad y se ira a matar,

    mostrando los dientes y garras desenvainadas.

    Abre la puerta ahora exigi, golpeando la madera inquebrantable en frustracin.

    O qu vas a hacer? se burl de l.

  • O voy a tomar mi arma, salir al campo, y dispararle hasta cansarme a eso que llamas tu caballo. En el instante en que las palabras salieron de su boca, se arrepinti. Nunca hara una cosa as, saba cunto cuidaba

    Margaret a Poppy simplemente por la forma en que la vieja yegua

    estaba peinada con un brillo y haba sido la primera en subir a la valla

    cuando haba salido Finnegan, buscando en sus bolsillos las golosinas

    que esperaba encontrar. Esto se sali de las manos. Me disculpo. Por supuesto que nunca lo hara.

    No tuvo tiempo de terminar su disculpa, la puerta vol hacia l, casi

    hacindolo caer. Maldiciendo, se tambale hacia atrs, tratando de

    recuperar el equilibrio. Antes de que tuviera tiempo para estabilizarse, sus

    brazos estaban llenos de golpes, y el aire lleno de gritos femeninos.

    Disprale a mi caballo, quieres? le dijo Margaret, mientras sus pequeos puos golpeaban cualquier parte de su cuerpo que poda

    alcanzar.

    Para, Margaret! Esto es absurdo. Dije que era Sus palabras salieron temblorosas cuando un golpe lo alcanz justo en la garganta. Se qued sin

    aliento, su boca abriendo y cerrando como un pez fuera del agua.

    Arrstrame a Londres, quieres? grit ella, dndole patadas en las espinillas con la parte puntiaguda de sus botas.

    Saltando en un pie y agarrndose el cuello, Henry logr llegar a una

    habitacin. Era la de invitados, perfectamente equipada con una cama

    contra una pared y un escritorio y sillas contra la otra. Como Margaret

    continu golpendolo Santo cielo, no saba que las damas realmente nunca golpeaban? Abofetear, s. Pero un duro gancho derecho en la

    barbilla, no y gritndole, simplemente cerr los brazos alrededor de su delgado cuerpo en un abrazo de oso y la hizo girar sobre la cama.

    El impacto de golpear el duro colchn la dej sin aliento, y l se

    aprovech, abalanzndose sobre ella y agarrando sus muecas antes de

    que recobrara su fuerza.

    Margaret dijo con firmeza, es tiempo de renunciar ahora. Ella sacudi la cabeza de lado a lado, propagando el fuego a travs de la

    funda blanca de almohada. Su color era fuerte, sus ojos brillantes como

    diamantes azules brillando bajo el sol. Con cada respiracin enojada que

    tomaba, su pecho suba y bajaba, y Henry no poda dejar de notar la

    manera en que sus pechos empujaban contra su pecho. Ms bien

    intrigado, se permiti hundirse un poco ms sobre ella y desliz una mano

    hacia los rizos rojizos de su cabello. No iba a hacer nada. Por supuesto que

    no. Slo quera ver si ella se senta tan suave como ella Agh! gru, mientras su brazo giraba y le daba en el lado de la cabeza. Estrellas nadaron delante de sus ojos y rod de lado sobre su

    espalda. Lanzando ambos brazos sobre su rostro en seal de rendicin,

    grit: Basta, mujer! Suficiente. Ya lo has hecho. Me has superado. Deja eso antes que hagas un dao permanente.

    24

  • No haba tenido intencin de golpearlo. Consternada ante s misma y su

    comportamiento malvado, Margaret se balance sobre la cama y

    comenz a caminar de un lado a otro de la habitacin, con la cabeza

    inclinada y las manos entrelazadas detrs de la espalda. Nunca haba

    golpeado a nadie en su vida. Bueno, a excepcin de su hermano

    menor, Johnny, pero el pequeo bribn sin duda se lo haba merecido

    despus de que lanz todas sus cintas para el cabello por la ventana.

    Luego haba sido Emily, la chica que siempre se haba burlado de su pelo

    rojo y pecas, haba sido capaz de ignorarla hasta que le arroj una piedra

    a su gato. Y no hay que olvidar a Thomas, el joven demasiado entusiasta

    que la haba arrinconado en su primer baile y trat de deslizar una mano

    por debajo de su vestido. Oh querido.

    Al detenerse en la ventana, apart la cortina y mir su reflejo. Era una

    persona horrible. Una terrible, horrible, miserable persona que haba

    golpeado a tantas personas. Qu dira su madre?

    Margaret? Se dio la vuelta hacia la cama al or la apagada voz de Henry. Estaba

    tendido sobre el colchn, su gran cuerpo cubriendo cada centmetro de la

    cama. Su cara todava estaba oculta por sus brazos, por lo que no poda

    leer su expresin, pero si l haba podido reflejar el dolor en su tono de voz,

    era una indicacin de que le haba hecho dao al pobre e insoportable

    hombre.

    S? pregunt, dando unos pasos hacia l. Tienes un malvado gancho derecho. S confes, agachando la cabeza. Lo s. Henry se apoy en los codos y gir la cabeza para mirarla. Para su

    incredulidad, el hombre estaba realmente sonriendo. Sonriendo como si

    hubieran estado discutiendo todo el tiempo en lugar de dedicarse a los

    puetazos!

    Ven aqu la persuadi, doblando un dedo. Vacilante, ella se adelant y se detuvo justo fuera del alcance de sus

    brazos. No confiaba en la sonrisa de nio que llevaba. Sin duda, estaba

    furioso con ella. Casi lo haba noqueado, por todos los cielos! Entonces,

    por qu le sonrea de oreja a oreja como un tonto?

    Qu pasa? pregunt con suspicacia. Henry se pas una mano por el pelo y ahuec la parte posterior de su

    cuello.

    Acrcate ms dijo. As puedes tenerme? Una ceja roja se dispar. Creo que no! Tenerte? le pregunt, tambin levantando una ceja. Por qu Margaret, Qu quieres decir? Sus labios se curvaron en algo que no era ni una sonrisa ni una mueca, sino una combinacin de las dos mezclada

    con una pequea sonrisa diablica.

    25

  • Esos labios hicieron algo divertido a su vientre. Senta como si se hubiera

    tragado mariposas saltarinas, bailarinas y acrbatas. No era una sensacin

    totalmente incmoda.

    Me golpears explic. Me vas a golpear por hacerte dao. Lastimarme? se burl Henry. No tengo ni un moretn, seora. Al menos no uno que pueda ver.

    Asinti sabiamente.

    Te he lastimado las costillas, no es as? Ya me lo imaginaba. Estoy terriblemente apenada, Henry. Slo en el momento que pierdo la

    paciencia puedo golpear No me lastimaste las costillas gru. Le has dado un golpe a mi orgullo, mujer. Y si crees que lo que pas hoy aqu saldr de los confines de esta

    habitacin, ser mejor que pienses de nuevo.

    Por supuesto que no dijo Margaret automticamente. Dando un paso ms hacia el borde de la cama, con los ojos entrecerrados escaneando su

    cuerpo. Tal vez no lo haba golpeado tan fuerte como pensaba.

    Sintindose un poco mejor, comenz a retroceder, pero antes que pudiera

    parpadear, y mucho menos reaccionar, Henry tena un brazo enroscado

    alrededor de su cintura y estaba tirando de ella encima de l.

    Aterriz con un chillido en su pecho y de inmediato trat de moverse lejos,

    pero los brazos de Henry eran como bandas de hierro y en un rpido

    movimiento, que la dej sin aliento, la haba girado bajo su cuerpo y sus

    muecas atrapadas a ambos lados de su cabeza, totalmente

    inmovilizada.

    Sultame! demand, mientras su corazn aceleraba el ritmo y las mariposas en su estmago se volvan locas.

    No dijo Henry, pareca bastante satisfecho de s mismo. No hasta que pagues tu penitencia.

    Penitencia? Penitencia por qu? Por herirme dijo. Se mordi el labio inferior.

    Dijiste que no estabas herido susurr, no era capaz de encontrar su mirada.

    Mi cuerpo no lo est, pero mi orgullo s, y el orgullo de un hombre, Margaret, es una cosa muy sensible. Liber una de sus muecas, le tom

    suavemente la barbilla y la levant hasta que no tuvo ms remedio que

    mirar directamente a sus ardientes ojos verdes. Cul deber ser tu penitencia por cometer un delito tan grave?

    Yo no... Su voz se quebr. Se humedeci los labios, que repentinamente se le haban secado, y lo intent de nuevo: No lo s. Un... un regalo, tal vez?

    Un regalo estara bien dijo l, asintiendo lentamente. Pero una muestra sera mejor.

    Sus cejas estuvieron a punto de juntarse.

    26

  • Una... una muestra? Me temo que no entiendo. Una muestra de afecto susurr en su odo, inclinando su cabeza hasta que pudo sentir sus labios moverse en contra de su piel. Y tu penitencia estar saldada.

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  • Captulo 5

    Traducido por val_mar & Gaz Walker

    Corregido por Carolyn

    argaret se estremeci. Saba que este sera el precio por

    golpearlo, nunca lo habra hecho o s? El calor se deslizaba a travs de su cuerpo, oscuro, hmedo, traicionero calor que

    quemaba como el fuego de cien soles. Esto era lo que se senta querer?

    Esto era lo que se senta como deseo?

    Q-qu muestra de afecto te gustara? pregunt ella, jadeando cuando sus dientes rasparon su lbulo, persistan y mordisqueaban.

    Aturdida se dio cuenta que l ya no la mantena prisionera. De hecho,

    haba liberado ambas muecas tiempo atrs. Consider escapar y correr

    por las montaas, pero antes que la idea tuviera tiempo para florecer, la

    arranc sin piedad por la raz y la tir a la basura. Por qu no podra

    satisfacer un poco de pasin? Era una mujer casada, por todos los cielos. Y

    an virgen, le record una pequea voz burlonamente.

    Oh, cllate espet ella. Qu? pregunt Henry, fruncindole el ceo. No eres t. Demasiado tarde dndose cuenta que no aclaraba confusin alguna, dio una frustrada negacin con la cabeza. Slo estaba recalcando que era oh, no importa! Henry captur un largo riso de su salvaje cabello y lo retorci entre su

    pulgar y su ndice. Mirndolo en una absorta fascinacin, dijo en una voz

    muy ronca que envi escalofros por todo su cuerpo:

    Un beso restaurar mi orgullo herido, creo. S, un beso lo hara. Nada ms, nada menos.

    Nada ms? dijo Margaret antes que pudiera detenerse. Disgustada, apret sus ojos cerrados mientras sus mejillas se cubran con color. Olvida que dije eso murmur. Henry se ech a rer. Liberando su cabello, traz la curva de su mejilla con

    la punta de sus dedos mientras su otra mano se sumerga lentamente para

    abarcar su cintura. En cualquier lugar que la tocara senta como su piel

    arda, incluso a travs de su ropa. Parte de ella deseaba que l se diera

    prisa y la besara ya pero la otra parte, la nueva, excitante parte, anhelaba que alargara este momento en la eternidad. Ella abri los ojos y

    su respiracin qued atrapada cuando vio la intensa concentracin en el

    rostro del Duque. Su mandbula estaba apretada, su boca firme. Si no lo

    conociera mejor podra pensar que estaba dolorido.

  • Creo que he cambiado de opinin dijo l. S-sobre el b-beso? pregunt ella con voz temblorosa. No, no sobre el beso. He cambiado de opinin sobre tu eleccin de

    vestido. Ahora encuentro tu atuendo bastante Hizo una pausa. La mano que rodeaba su cintura se desplaz hacia abajo. Margaret olvid

    respirar. Dedos inteligentes liberaron su camisa de la pretina de sus

    pantalones y la levantaron, detenindose slo por sus tmidos pechos. Ella

    apret los ojos de nuevo. El colchn chirri mientras l se mova,

    desplazndose lento. Delicioso murmur contra la piel lisa de su estmago.

    Oh suspir ella. Oh, se sinti muy bien. Haz eso de nuevo. Otra risa, sta ms malvola que antes. l termin arriba de su ombligo y

    cuando su lengua se arremolin dentro de la pequea hendidura ella no

    poda ayudar pero llevaba sus caderas lejos de la cama y agarraba su

    cabello grueso en sus manos.

    Con un bajo gruido, l recorri su cuerpo. Sus manos enmarcaron su rostro

    y por un instante, ella qued atrapada en la intensidad de sus brillantes

    ojos verdes antes que l bajara la cabeza y su boca buscndola en un

    posesivo beso que rob el aire de sus pulmones.

    Margaret nunca haba sido besada tan temerariamente. Tan

    dominantemente. Tan tan absolutamente perversamente. Su lengua forz a sus labios a separarse y se desliz dentro del oscuro hueco de su

    boca, acariciando con valenta. En un jadeo, l se separ slo para

    chupar su mandbula, la curva de su cuello, la delicada piel de su

    clavcula.

    Impotente, Margaret se aferr a sus anchos hombros y lo dej hacer lo que

    deseaba. Si esta iba a ser su penitencia por herir su orgullo, entonces

    podra pelear con alegra con l cada da de la semana y doble los

    domingos.

    Henry busc su boca de nuevo y ella se abandon rpidamente,

    arquendose a su beso con una necesidad desesperada que los

    sorprendi. Sus dedos se enredaron en su pelo, tirando lo suficiente para un

    ronroneo ilcito desde el fondo de su garganta. Ella pas las uas por su

    espalda y gimi, temblando bajo su toque. Quera... ms. Algo que no

    poda nombrar. En su desesperacin, sus manos barrieron hacia abajo, a la

    difcil curva de las caderas de Henry. Y tan repentinamente como haba

    comenzado, el beso termin cuando Henry se apart de ella y se ech

    hacia atrs, con los ojos fuertemente cerrados y su respiracin

    entrecortada.

    Sintindose extraamente desprovista, Margaret se sent y se apoy en el

    hierro forjado de la cabecera de la cama. Su mente gir, sus pensamientos

    hechos un revoltijo. Aturdida, comprob con los dedos sus labios. Ya

    estaban hinchados, testimonio de las irrupciones que haban recibido. Un

    29

    30

  • arrebato del que estaba bastante decepcionada que haba terminado

    demasiado pronto.

    Henry? dijo vacilante, cuando l sigui sentado en silencio. Sus ojos se abrieron. l la mir fijamente, con una expresin indescifrable.

    S? le dijo despus de una pausa de un momento. Eso es... eso es todo, entonces? Una ceja se arque.

    Esperabas ms? Margaret se sonroj y baj la mirada. Sus dedos se apartaron de los labios

    para enroscarse ausentemente en su regazo mientras pensaba qu decir a

    continuacin.

    Bueno dijo finalmente, tomando una respiracin profunda. Creo que lo disfrut. Eres... eres muy hbil para besar. No es dijo rpidamente mientras sus mejillas se volvan de color rosa brillante que sea una jueza experta en la materia. Muy por al contrario, de hecho. Pero si tuviera que

    juzgar, dira que fue un ms que excelente beso y nada exagerado.

    Exagerado? dijo Henry con voz ahogada. Ella asinti con la cabeza.

    Y si quisieras besarme de nuevo, no me importara en absoluto. Una cosa excelente que saber. El silencio zumb entre ellos. Esta vez fue una especie de camaradera de

    tranquilidad que Margaret disfrut. Se tom un momento para estudiar

    discretamente a su marido debajo de sus pestaas, y vislumbr por primera

    vez la forma en que su nariz se curvaba ligeramente hacia la izquierda,

    como si se hubiera roto hace mucho tiempo y la pequea cicatriz de plata

    que remontaba desde la esquina de su la boca. Se dio cuenta que no era

    tan guapo cuando se le estudiaba de cerca. Su belleza se desvaneca

    para dejar al descubierto el hombre debajo. Un hombre que iba a

    entender un poco ms. Un hombre orgulloso, que cargaba con sus

    problemas sin quejarse. Un hombre necio, tambin, para no pensar que

    ella le ayudara, no tena ms que decirle la verdad.

    Te perdono dijo impulsivamente. Qu? dijo Henry, mirando hacia arriba. Dije que te perdono. Por casarte conmigo por mi dinero explic. No fue una cosa amable, pero entiendo por qu lo hiciste y te perdono.

    La sombra de una sonrisa captur su boca, tirando hacia arriba a un lado

    en una media sonrisa que hizo cosas raras a su corazn.

    No eres nada como yo pensaba que eras dijo. Margaret se sent un poco ms erguida.

    Ah, s? En qu sentido? Henry se tendi de espaldas y acomod su cabeza en el regazo de

    Margaret. Una bota gir a un lado de la cama y la otra enredada con su

    pierna derecha, enganchada alrededor de su tobillo y mantenindose

    firmemente en su lugar. Era una posicin incmoda, pero ninguno se quej.

  • Por un lado comenz, con los ojos brillantes de diversin, eres terca como una mula.

    La boca de Margaret se abri.

    Terca como una... terca como una mula? exclam, frunciendo el ceo hacia l.

    S, pero mucho ms hermosa. Bueno, siempre y cuando sea ms bonita que una mula se quej.

    Mucho ms bonita. Nunca he visto cabello del color del tuyo antes. Me recuerda a un tomate decidi. Un tomate grande y gordo, maduro para recoger.

    Mi cabello te recuerda a un tomate gordo? repiti con asombro. Usted, seor, no es sin duda un poeta.

    Lejos de ello estuvo de acuerdo. Henry? dijo Margaret unos momentos ms tarde, rompiendo el silencio que se haba instalado de nuevo sobre ellos, cmodo y confortable como

    una manta en una noche de fro invierno.

    Levant la vista hacia ella.

    S? Con aire ausente, ella hizo girar un mechn de su cabello alrededor de su

    dedo, girando la ronda de rizo suave y redondo mientras deca:

    Tal vez, ya que estamos, de hecho, casados, podramos tratar de llegar a conocernos... Es decir, ms de lo que lo hacemos ahora.

    Henry se apoy sobre un codo y sonri irnicamente.

    No nos conocemos en absoluto. Margaret asinti.

    Precisamente mi punto. Y qu, dime, por favor le pregunt, arqueando una ceja, provoc este repentino cambio de opinin? Hace una hora estabas diciendo que

    no te convena y arrojndome platos a la cabeza.

    Puedo tener un poco de mal genio admiti secamente. Pero no lo tienes menos que merecido, cortejndome con falsos pretextos y

    casndote conmigo slo para obtener mi dinero! Tienen nombres para

    hombres como t, ya sabes.

    Y cul dijo, regalndole una sonrisa lenta y lobuna sera ese nombre? Mordindose el labio, Margaret hizo lo posible por ignorar el pequeo

    golpeteo de su corazn. Maldito sea el hombre, era bastante encantador

    cuando quera!

    Un pcaro y sinvergenza dijo ella, tratando fuertemente de no parecer afectada.

    S admiti sin pestaear. Soy ambas cosas y ms. Sigues queriendo conocernos?

    Si lo hago, puedo pasear con Finnegan? Por supuesto que no. Me dejars con el tiempo predijo.

    31

  • Henry frunci el ceo.

    Nunca te sentars en ese caballo de nuevo, Margaret. Vamos a ver eso, pens. Para aliviar suavemente las piernas, las movi

    de debajo de la cabeza de Henry y se volvi fuera de la cama, se estir

    y se acerc a la puerta.

    A dnde vas? le pregunt l, sentndose con el ceo fruncido. A conseguir algo de comer en la cocina. Estoy muerta de hambre. S, bueno. Te ver a la maana. A qu hora por lo general se sirve el desayuno? pregunt. Slo entonces, Margaret se dio cuenta que por primera vez ella y Henry

    estaran durmiendo juntos bajo el mismo techo. Por alguna razn

    inexplicable, la idea hizo que sus mejillas se quemaran en un rojo brillante.

    Um dijo, detenindose medio dentro y medio fuera de la sala. A las siete y media, creo.

    Las siete y media? Henry se levant y estir sus largos brazos por encima de su cabeza, haciendo que el dobladillo de la camisa se

    levantara por encima de la cintura de sus pantalones para revelar un

    indicio del msculo en espiral que haba debajo. Esa es una hora ms que inhumana, no es as?

    Entonces no te levantes! replic Margaret. Al instante que las palabras salieron, se llev una mano a la boca y se lanz hacia la puerta,

    detenindose slo lo suficiente como para golpearla con el pie para que

    se cerrara tras ella. Hizo medio camino a su habitacin antes de tener que

    detenerse y apoyarse contra la pared. Coloc las palmas de las manos

    planas sobre el yeso fresco, cerr los ojos y solt un suspiro profundo y

    persistente para calmar sus nervios crispados.

    Bueno, eso no haba ido como haba predicho. Quin hubiera pensado

    que su marido era tan... tan... tan malditamente encantador? E ingenioso.

    Y amable. Y un muy, muy excelente besador.

    Una vez ms, se toc los labios con la punta del dedo, preguntndose

    cmo se hubiera sentido tener la longitud del cuerpo de Henry sobre el

    suyo. Tener su boca en su boca. Su lengua bailando con su lengua. Sus

    manos... Sus ojos se abrieron. Querido cielo, qu estaba pensando?

    Henry era un canalla de la peor especie! Se haba escapado con su

    dinero.

    Algo por lo que no slo se ha disculpado, sino compensado mil veces, dijo

    una voz socarrona.

    Amenaz con dispararle a Poppy !

    Slo porque le tiraste un plato en la cabeza. Adems, no lo deca en serio.

    La gente dice toda clase de cosas cuando estn enojados... No es as,

    Margaret?

    Me abandon!

    Te dej para ganar una fortuna y pensaba que estabas viviendo con lujo

    en su ausencia. Es su culpa que su contador sea una serpiente?

    32

  • Slo se cas conmigo por mi dinero.

    Esper por la pequea voz para contradecirla, pero esta vez no hubo ms

    que silencio

    Preocupada, se acerc lentamente a su habitacin y cerr la puerta

    detrs de ella. 33

    34

  • Captulo 6 Traducido por *Celemg*

    Corregido por AriannysG

    ientras el verano daba paso al otoo y las noches grises eran

    ms frescas, los das ms cortos y las hojas empezaban a

    cambiar su color, el Duque y la Duquesa de Heathridge

    comenzaban un lento y torpe cortejo de clases.

    Con la mutua meta de volver Heathridge a su anterior gloria, los dos

    trabajaron juntos muy de cerca cayendo en una cmoda rutina.

    Margaret se ocupaba de los establos en la maana, algo a lo que ella no

    renunci incluso cuando Henry contrat no a uno sino a tres peones,

    mientras Henry iba a travs de libros de contabilidad en su estudio. Cada

    tarde elegan un cuarto diferente para limpiarlo de arriba abajo, una tarea

    normalmente delegada a los criados, pero como Margaret indic que

    esta era su casa de sangre, y por una vez Henry vio lgica en su argumento.

    A las noches antes de cenar siempre iban a caminar un rato para discutir

    las tareas complicadas o simplemente dejarse llevar acompaados en

    silencio, contento por la compaa del otro.

    Lento pero con certeza Heathridge comenzara a reivindicarse en alguna

    de stas primeras glorias. Las ventanas empezaban a brillar. Alfombras y

    pinturas nuevas llegaron en el carro de carga. Los campos estaban

    labrados. Bajo la insistencia de Margaret dos nuevos potreros estaban

    puestos y un nuevo, mayor granero estaba bien en progreso, todo fundado

    por la riqueza que Henry haba acumulado de sus aventuras de negocios

    en el extranjero. Desafortunadamente, los fondos de Heathridge no

    estaban a la profundidad que ellos deban haberlo tenido.

    No pas mucho tiempo para que Henry descubriera la profundidad de la

    traicin de su contador. Con todas las cuentas escritas Peterson haba

    estado robando la finca ciega durante aos. Slo recientemente se haba

    vuelto lo suficientemente audaz para cometer obvios errores, como tomar

    todo el dinero que Henry haba estado enviando de vuelta a Margaret en

    vez de desviarlo fuera poco a poco como lo haba hecho desde finales el

    Duque. sta era una traicin del ms alto orden; Henry no haba decidido

    todava cmo encargarse de esto. Saba que Peterson estaba en Londres,

    un hecho como ste era confirmado por el nmero de cuentas que

    estaban amontonadas en nombre de Henry.

    Peterson haba pensado que l era un tonto? O lo hizo simplemente sin

    35

  • preocuparse de ser pillado? Probablemente, pens Henry sombramente,

    el contador simplemente pens que l era ignorante y estpido como su

    padre. Si era as, era un error que pronto le costara muchsimo al hombre.

    Arrugando el ltimo balance de las cifras que sumaban las prdidas que

    Heathridge haba sufrido en el ltimo ao, Henry lanz el montn de papel

    sobre su hombro con disgusto y cruz la habitacin mirando hacia la

    ventana.

    No era un accidente hubiera elegido hacer de sta habitacin en

    particular su estudio. sta era la nica en el primer piso de la finca que

    daba al Este, hacia los establos. Desde aqu tena una vista limpia del

    prado, el granero y los caballos, as como una cabellera rojiza de una zorra

    de la que ellos tendran que ocuparse.

    Una sonrisa se levant espontneamente en su boca como recordando lo

    que haba sucedido fuera de sta gran ventana ayer por la tarde.

    Tres veces el nuevo jardinero haba lanzado una cada sobre sus tulipanes

    devorados por la peluda bestia a la que Margaret se refera cariosamente

    como a un caballo. Henry haba visto desde los seguros confines de su

    estudio cmo el jardinero iba tras el proyecto de yegua con una escoba

    antes de descubrirla comiendo el recientemente sembrado matorral.

    Como una mam oso protegiendo su cachorro Margaret haba llegado

    volando de la nada, y aunque Henry no haba odo las palabras exactas

    entre los dos, saba sin necesitar preguntar quin haba salido vencedor.

    La mujer era un rompecabezas. Un rompecabezas que estaba disfrutando

    totalmente de resolver. Ella le quitaba el sueo, lo irritaba y lo fascinaba a

    menudo dentro del perodo de tan slo unas pocas horas. Cualquier

    pensamiento hua de su cabeza cuando entraba a la habitacin. Poda

    provocar su mal humor con un descarado comentario... Y poda provocar

    su bajo vientre sin decir una palabra.

    Todava, a pesar de sus incitaciones bromistas, miradas coquetas y el

    innegable calor que quemaba entre ellos, todas las noches Margaret iba a

    su habitacin y Henry a la suya. A travs de las finas paredes poda orla

    trabar su puerta y poda estar despierto por horas, mirando fijamente el

    techo mientras ola el perfume a lavanda de ella que permaneca en el

    aire, conducindolo un poco ms cerca de la locura todo el tiempo

    quedndose dormido con los brazos vacos y una dolorosa excitacin.

    Ella le haba dado su risa y su luz, pero ah estaba todava alguna parte

    que la estaba frenando. Alguna parte que l no poda tocar.

    Un tmido golpe son en la puerta, interrumpiendo los pensamientos de

    Henry. Entra dijo l sin darse la vuelta. Una de las nuevas criadas, una joven mujer con cabello castao claro y

    una nariz de botn, abri la puerta a unas pocas escasas pulgadas. Su

    Gracia? dijo ella.

    S, Qu es esto? pregunt l despus de una impaciente mirada

    sobre su reloj de bolsillo. Cmo si no tuviera avisos de la hora? Eran las 36

  • once cuarenta y cinco. Deba encontrarse con Margaret en el saln frontal

    casi una hora atrs. Yendo hacia su escritorio se encogi de hombros

    dentro de su chaqueta verde oscuro que haba dejado en la silla y

    distradamente apret su corbata. Su esposa odiaba que cualquiera

    llegara tarde a algo. Ella no estara muy contenta con l. Probablemente

    deba detenerse por la cocina para darle un pastel, o recoger unas pocas

    flores del jardn delantero, o igualar.

    Su Gracia?

    Henry de cara a la criada, un leve ceo fruncido en su cara. Qu

    necesitas?

    Mirando hacia otro lado, ella mascull algo debajo de su respiracin l no

    poda or totalmente.

    Qu? Qu has dicho? Habla ms alto... Er... Angela, verdad?

    pregunt l. Margaret haba acordado contratar un grupo nuevo para

    personal de la casa con la condicin de que se aprendiera todos los

    nombres. sta era una peticin inusual, pero Henry estaba haciendo todo

    lo posible por cumplir.

    Angela jugueteaba con el rgido collar de su uniforme mientras deca:

    Usted me pidi mantener un ojo sobre la Duquesa, su Gracia,

    especialmente si sala sin supervisin y... Bueno...

    Y qu? dijo l rpidamente.

    Los ojos de Angela se llenaron de lgrimas. Sac ese semental, quiero

    decir, su Gracia. Lo primero que usted dijo fue que ninguno de nosotros iba

    a tocarlo nunca. Petey trat de pararla, pero no lo escuch y ah estaba

    un venado que saltaba en la llanura de ninguna parte y Lady Margaret

    cay.

    Henry no esper a que la criada terminara. Empujando ms all de ella,

    corri a toda velocidad hacia los establos.

    La ltima cosa que Margaret recordaba era pedirle muy agradablemente

    a Finnegan ir a medio galope. Despus de ah haba sido un destello

    marrn, un temeroso relincho, y despert en el piso con una multitud

    merodeando sobre ella.

    Qu ha pasado? pregunt ella dbilmente.

    Esa desagradable bestia os tir, lo hizo! dijo uno de los nuevos

    muchachos del establo de modo estridente. Agarrando su gorro en sus

    manos, lo retorci como si estuviera sonando un viejo trapo. Era un

    venado, mi Lady. Lo asust y usted fue a travs del aire como un saco de

    patatas.

    Margaret se senta ms bien como un saco de patatas. Cautelosamente se

    empuj a s misma en una posicin sentada, sonde hacia la fuente de la

    golpiza en su cabeza. Cuando sus dedos salieron pegajosos con sangre

    ella palideci, pero rechaz el pnico. Su cuerpo se senta horriblemente

    dolorido, aunque nada estaba roto ya que poda contornear sus

    extremidades. Si se volva desde la cada con nada ms que un chichn 37

  • se poda considerar a si misma ciertamente afortunada.

    Petey, s amable y ve a traer una tenue agua fra de la cocina. Fresca y

    limpia, si quieres. Y alguien ha visto a Finnegan? No quiero que corra por

    la carretera. Pobrecito, no fue su culpa. Creo que el venado lo asust.

    MARGARET? MARGARET! DNDE ESTS?

    Oh, querido. Era Henry y no sonaba del todo satisfecho, lo que quera decir

    que alguien deba haberle dicho lo que estaba pasando. Margaret

    estrech sus ojos a los sirvientes rondando sobre ella y todos tuvieron la

    decencia de mirar hacia otro lado. Cobardes murmur ella en voz baja.

    Angela fue a traer al jefe dijo uno de los mayordomos quien haba visto

    la cada desde dentro de la cocina. Esto fue su culpa. Siseando un suspiro en frustracin, Margaret onde su mano. Subid, todos,

    a menos que queris que os grite as.

    Se escaparon como ratones, dejando a Margaret para enfrentar sola a su

    furioso marido. Haciendo muecas, trat de pararse pero el mareo la super

    y decidi que el pasto no era como un mal lugar para sentarse despus de

    todo. Cruzando sus piernas en el tobillo y reposando su mano detrs de

    ella, Margaret esperaba a que Henry la alcanzara. sta no fue una larga

    espera.

    l vena a atacar por el lado del granero como un toro, sus manos

    apretadas en puo y sus fosas nasales ensanchadas. Ella poda decir el

    instante en que lo vio porque su labio superior se curv en un gruido de ira

    y apresur sus pasos hasta que lleg parndose directamente en frente de

    ella y slo se par ah, mandbula apretada, ojos estrechos de rendijas

    verdes enojados. Esperando.

    Hola dijo ella sumisamente.

    Silencio.

    Esper por ti en la recepcin por ms de una hora, ya sabes. Es

    totalmente grosero tener a alguien esperando. Tenan ideas en sus

    cabezas, ideas que no podan ayudar dijo ella en tono defensivo,

    protegindose los ojos del sol con la parte de su mano entonces poder

    verlo con claridad.

    Silencio.

    Todo habra estado bien si el venado no hubiera saltado fuera de la

    maleza. Esto nos tom a ambos por sorpresa, ves, y Finnegan no pretenda

    hacerme ningn dao.

    Sin decir una palabra Henry gir en su taln y comenz a alejarse hacia los

    establos. Alarmada, Margaret despeg sbitamente sus pies y cojeando

    despus de l, llamndolo por su nombre, pero la ignor. A medio camino

    del granero l abruptamente cambi su direccin. Mientras caminaba

    junto a ella en la otra direccin Margaret estir el brazo y agarr la manga

    de su saco.

    Espera exclam ella. A dnde vas?

    A conseguir un arma espet l, tir librndose del agarre de ella. 38

  • Por qu, para dispararme por montar a Finnegan?pregunt ella incrdula.

    No, para dispararle al maldito caballo.

    Henry jade ella. Te lo dije, no fue su culpa. Fue ma, por montarlo en

    primer lugar. Nunca deb...

    No, no debiste hacerlo! grit l, girando alrededor para mirarla. Pero

    lo hiciste, porque eres t y no puedes ayudarte a ti misma. Bueno, no voy a

    tenerlo, Me oyes?

    No vas a tener que? pregunt Margaret, completamente

    desconcertada.

    No voy a tenerte arriesgando tu maldita vida! En dos zancadas cruz la

    distancia que los separaba y la tom por los brazos. Le dio dos rpidas

    sacudidas, ella sinti su cabeza girar, pero nada comparado a el salto

    mortal que hizo su corazn. Cuando esa criada vino a decirme que

    habas cado pens...

    Qu criada? interrumpi Margaret.

    Qu?

    Qu criada, Henry? Su nombre, si puedes.

    Apret su mandbula Por el amor de... Angela, su nombre era Angela!

    Muy bien asinti Margaret. Puedes continuar.

    Entonces aydame, Dios, voy a matarte prometi l sombramente.

    No dijo Margaret, reprimiendo una sonrisa. No eres t. Ahora vamos en

    por qu piensas que dispararle a tu caballo es buena idea. Primero, sin

    embargo, Podemos sentarnos? Me siento un poco mareada.

    Henry no la oy. Estirando el brazo, toc suavemente el lado de la sien de

    ella y qued mirndose sus dedos cuando volvieron manchados con

    sangre. Ests sangrando dijo l tontamente.

    S afirm ella. Pero no es nada de qu preocuparse.

    Ests sangrando repiti l.

    Margaret se acerc y le apret su mano. S, querido, ya habas dicho eso

    antes. Es slo un pequeo rasguo, pienso que pude haberme golpeado

    con el lado el estribo de hierro cuando ca y realmente algo para no

    preocuparse HASTINGS! rugi Henry, tan fuerte que Margaret se estremeci.

    HASTINGS, SAL DE AQU EN STE INSTANTE! LLAMA A UN DOCTOR!

    Margaret rod sus ojos. Henry, tengo que decir que ests sobreactuando,

    slo un poco. He cado de un caballo antes y no tengo dudas de que voy

    a hacerlo de nuevo. Si simplemente te calmas nosotros...

    Y t dijo l interrumpindola. T, t deberas acostarte! En una cama!

    Ignorando sus protestas, la alz en sus brazos y se march con ella

    escaleras arriba, y dentro de la habitacin principal.

    Te volviste loco jade ella mientras l la meti debajo de sus mantas,

    envolviendo su cabeza con almohadas, y ordenndole no mover un

    slo msculo hasta que el doctor llegue. Ignorndolo, Margaret tir las 39

  • mantas y se sent, sus ojos azules destellaron peligrosamente. Henry, esto

    es ridculo! S que ests molesto porque mont a Finnegan sin tu permiso y

    realmente lo siento, pero seguir con esto no ayuda a nadie.

    Con la cabeza inclinada y los brazos extendidos con rigidez detrs de su

    espalda, Henry se volvi hacia la ventana donde estaba observando por el

    coche del doctor, Margaret con una fija mirada tan furiosa que tena su

    apresurada postura horizontal sobre su espalda como ordenando y tirando

    las mantas hasta su barbilla.

    Henry intent ella de nuevo despus de unos pocos minutos de tenso

    silencio. Realmente estoy bien. Un corte en mi cabeza y unos pocos

    chichones y moretones aqu y all. Si pudieras slo dejarme tomar un bao

    caliente, ciertamente, voy a sentirme mejor en ningn...

    PODRAS HABERTE MATADO! grit l.

    Estupefacta, Margaret dej caer las mantas. Oh, Henry, no dijo ella

    como finalmente comenzando a entender. Henry no estaba enojado

    porque mont a Finnegan. Estaba enojado porque estaba asustado de

    perderla. Un sentimiento de calor acogedor empez en el pecho de

    Margaret y se desliz hacia abajo de sus dedos de los pies. Ella sonri, que

    slo sirvi para provocar la ira de Henry hasta un punto lgido.

    Eres una pequea idiota gru l. Podras haberte roto cada hueso del

    cuerpo.

    Por qu ests molesto? pregunt con indecisin.

    Henry la mir l boquiabierto. Eso es, POR SUPUESTO que estoy molesto!

    Eres mi maldita esposa y yo Eres mi esposa, Margaret, y te prohbo arriesgar tu vida ms. Me oste? Te lo prohbo! Sus ojos se estrecharon

    sospechosamente. Por qu sonres? Tu cabeza est herida. Debes estar

    conmocionada. Diablos, Dnde est el intil doctor? HASTINGS!

    HASTINGS, SUBE AQU AHORA MISMO!

    Cuando el doctor finalmente lleg le prescribi a Margaret ludano y dos

    semanas de reposo. Ella rechaz el ludano y acord hasta tres das de

    reposo, lo que el doctor consinti con la condicin de que l nunca

    llamara de nuevo para tratar con esa mujer. Henry, quien estaba observando a los dos argumentar desde la esquina de

    la habitacin, no hizo nada para intervenir en nombre del doctor.

    Simplemente puso el ludano en el t de Margaret despus que el doctor

    se fue y sostuvo su mano mientras ella caa dormida.

    Henry? dijo ella, sus ojos ya cerrados y su respiracin tranquila y estable.

    S, cario?

    Realmente quieres... dispararle a... Finn?

    Inclinndose cerca, coloc un amable beso en su frente, justo debajo del

    vendaje que el doctor le haba aplicado. No, no quiero dijo l.

    Una preocupada lnea apareci entre sus cejas. Lo prometes?

    susurr ella.

    S dijo l, algo exasperado de que su esposa estaba peleando con los 40

  • efectos del ludano slo para poder estar segura que el caballo quien la

    haba tirado estaba a salvo. Estaba hablando enojado Pero nunca me

    asustars as de nuevo, me oyes, Margaret?

    Sus labios se curvaron. No a causa de mi dote dijo ella.

    Las palabras tenan un poco de sentido para Henry, que queran decir que

    el ludano finalmente estaba teniendo efecto. No a causa de tu dote

    acord l.

    Henry?

    Durmete Margaret dijo l con firmeza. Voy a estar aqu por la

    maana.

    Lo hars?

    Voy a estar aqu toda la noche dijo l. Esto pareca ser la tranquilidad

    que necesitaba, con un pequeo suspiro finalmente cay dormida y

    Henry, como prometi, permaneci a su lado hasta la maana.

    41

  • Captulo 7 Traducido por Viqijb

    Corregido por AriannysG

    l tercer da de reposo en cama, Margaret estaba dispuesta a

    matar a alguien. Hubiera preferido que fuera su marido, pero

    realmente nadie hara el truco. Hastings, quien la observaba

    como un halcn y hara sonar la alarma si siquiera asomaba la cabeza a

    la puerta. Angela, la pobrecita, que se echaba a llorar cada vez que

    entraba a la habitacin a cambiar la ropa de cama. Incluso Petey, el

    mozo del establo, haba logrado elevar su ira sin poner un pie en el

    dormitorio. Se haba visto obligada a mirar por la ventana, manos

    apretadas en puos por la frustracin, mientras l guiaba a su amada

    Poppy directamente al campo, sin permitirle comer ni un trozo de

    csped.

    Para una mujer que fue u