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Conocemos de los riesgos y las amenazas actuales y ofrecemos soluciones especificas a nivel nacional. Tenemos capacidad de diagnostico y te ayudamos a terminar la seguridad de tu Plan, seas Persona o Institución. We know our actual risks and threats and offer specific solutions at national level. We can diagnose and help you finishing your Security Plan, whether if you are a Person or a representative of an institution. Seleccionar idioma Con la tecnología de Traductor de Google sábado, 8 de septiembre de 2012 Catálogo ilustrativo de las reglas para el interrogatorio El juez italiano Gianrico Carofiglio publicó a fines del año pasado su libro intitulado El arte de la duda (Editorial Marcial Pons. España. 2010) y el maestro Manuel Atienza Rodríguez (Oviedo, España, n. 1951), profesor de la Universidad Alicante, escribió un extraordinario prólogo para esta edición en español –con traducción de Luisa Juanatey–. Tanto el prólogo como el texto del libro resultan ser un gran aporte para la comunidad jurídica internacional, en general, y ambos un material muy valioso para los juristas, jueces y abogados peruanos, en particular, habida cuenta la progresiva implementación del nuevo Código Procesal Penal (CPP‐2004). Dado el especial interés de nuestra comunidad jurídica por tenerlo a su alcance, la jueza superior titular de la Sala civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, Emilia Bustamante Oyague, coordinó con el profesor Atienza la publicación de dicho prólogo. Jurídica se honra en hacerlo, lamentando que sean solo fragmentos del mismo, dado las limitaciones de espacio del suplemento. Hace cosa de medio año viajé a Nápoles para participar en una reunión académica sobre argumentación jurídica. La tarde anterior entré en una pequeña librería, cerca de la Facultad de Derecho, a la búsqueda de alguna buena novela italiana reciente; necesitaba compañía para la noche y, de preferencia, una que me sirviera también para refrescar mi italiano. El encargado de la librería atendió a mi petición con presteza: pronunció el nombre de “Carofiglio” y me indicó los estantes adonde debía dirigirme. No dije nada (me hubiese sido difícil explicarme con mi italiano hecho fundamentalmente de lecturas iusfilosóficas), pero sonreí para mis adentros.Unas semanas antes, en Alicante, Luisa Juanatey me había hablado sobre la posibilidad de traducir un libro, que a ella le había interesado mucho, de un juez italiano, Gianrico Carofiglio, que se había hecho muy famoso en su país como autor de varias novelas de éxito. El libro que se ofrecía para traducir (y con respecto al cual yo había hecho algunas gestiones editoriales que habían ido por buen camino) no era, sin embargo, exactamente una novela, sino una obra que trataba sobre el interrogatorio en los procesos penales y cuyo título no podía ser más sugerente: El arte de la duda. Buscar Buscar este blog Jorge Antonio ContrerSeguir Google+ Badge Seguridad Ciudadana Embed View on Twitter Tweets by @JAContrerasRios 13h #Perú: #Foro da a conocer #crítica y #aspectos_negativos del futuro #museo #nacional #muna.... fb.me/5Qw8WLiQO #Perú: #Foro da a conocer #crítica y #aspectos_negativos del futuro #museo #nacional #muna. SeguridadCiudad... @JAContrerasRios SeguridadCiudad... @JAContrerasRios Catálogo ilustrativo de las reglas para el interrogatorio El juez italiano Gianrico Carofiglio publicó a fines del año pasado su libro intitulado El arte de la duda (Editorial Mar... Artículos populares 0 Más Siguiente blog» Crear un blog Acceder

Catálogo Ilustrativo de Las Reglas Para El Interrogatorio

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interesante material sobre el interrogatorio, compartido unicamente con fines didacticos

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sábado, 8 de septiembre de 2012

Catálogo ilustrativo de las reglas para el interrogatorio

El juez italiano Gianrico Carofiglio publicó afines del año pasado su libro intitulado El artede la duda (Editorial Marcial Pons. España.

2010) y el maestro Manuel Atienza Rodríguez (Oviedo,España, n. 1951), profesor de la Universidad Alicante,escribió un extraordinario prólogo para esta edición enespañol –con traducción de Luisa Juanatey–. Tanto el prólogo como el texto del libroresultan ser un gran aporte para la comunidad jurídica internacional, en general, y ambosun material muy valioso para los juristas, jueces y abogados peruanos, en particular, habidacuenta la progresiva implementación del nuevo Código Procesal Penal (CPP‐2004). Dado elespecial interés de nuestra comunidad jurídica por tenerlo a su alcance, la jueza superiortitular de la Sala civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, Emilia Bustamante Oyague,coordinó con el profesor Atienza la publicación de dicho prólogo. Jurídica se honra enhacerlo, lamentando que sean solo fragmentos del mismo, dado las limitaciones de espaciodel suplemento.

Hace cosa de medio año viajé a Nápoles para participar en una reunión académica sobreargumentación jurídica. La tarde anterior entré en una pequeña librería, cerca de laFacultad de Derecho, a la búsqueda de alguna buena novela italiana reciente; necesitabacompañía para la noche y, de preferencia, una que me sirviera también para refrescar miitaliano. El encargado de la librería atendió a mi petición con presteza: pronunció elnombre de “Carofiglio” y me indicó los estantes adonde debía dirigirme. No dije nada (mehubiese sido difícil explicarme con mi italiano hecho fundamentalmente de lecturasiusfilosóficas), pero sonreí para mis adentros.Unas semanas antes, en Alicante, LuisaJuanatey me había hablado sobre la posibilidad de traducir un libro, que a ella le habíainteresado mucho, de un juez italiano, Gianrico Carofiglio, que se había hecho muy famosoen su país como autor de varias novelas de éxito. El libro que se ofrecía para traducir (y conrespecto al cual yo había hecho algunas gestiones editoriales que habían ido por buencamino) no era, sin embargo, exactamente una novela, sino una obra que trataba sobre elinterrogatorio en los procesos penales y cuyo título no podía ser más sugerente: El arte dela duda.

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Las Novelas Jurídicas de CarofiglioLa visita a la librería me llevó a conocer, más o menos en profundidad, al abogado GuidoGuerrieri, el protagonista de muchas de las novelas de Carofiglio. Me pareció un personajeentrañable y, en cierto modo, familiar. Su idiosincrasia encajaba bien con ciertos rasgosque yo identifico con la cultura italiana; en mi formación, la lectura de los textos de Bobbioy de muchísimos otros iusfilósofos italianos de su escuela, con los que he tenido un tratofrecuente en los últimos años, ha jugado un papel esencial.

De manera que nada de extraño tenía encontrarme con un abogado de Bari que exhibíagrandes dosis de ironía y de escepticismo. Dotado de una brillantez y una agudeza sin asomoalguno de pedantería, a las que acompañaba cierto pesimismo melancólico que, sinembargo, nada tenía que ver con la inactividad. Una actitud de comprensión, más o menosresignada, hacia las debilidades humanas. Y, sobre todo, un profundo sentido de la decenciabasado en la noción de límite, en la idea de que se tiene derecho a –incluso la obligaciónde– gozar de lo que la vida ofrece, pero no a cualquier precio; o, para decirlo en términosclásicos, sin sentirse por encima de los demás, procurando no dañar a otro.

El abogado Guerrieri, en definitiva, no encarnaba valores de tipo heroico, sino más bien decarácter civil. Sus virtudes eran, efectivamente, las propias de un jurista (de un juristavirtuoso) y, por ello, lo que guiaba su comportamiento era –podría decirse– una cierta ideade razonabilidad o de prudencia (en el sentido de la frónesis aristotélica).

El Arte de la DudaCarofiglio escribió la primera edición de El arte de la duda en 1997, pero con otro título (ytambién con otro nombre: Giovanni, en lugar de Gianrico), como correspondía a laaparición del texto en la colección de Teoría y práctica del derecho, de la editorial Giuffrè:El contrainterrogatorio. De las prácticas operativas al modelo teórico. Se proponía en élreproducir y analizar ejemplos tomados de procesos penales reales para extraer de ellosalgunas enseñanzas sobre lo que significa interrogar con eficacia.

Algo de particular importancia para la práctica del derecho penal en un país que, comoItalia, había introducido en 1989 un nuevo código de procedimiento penal basado en elmodelo acusatorio, cuyo centro es precisamente el interrogatorio cruzado de los testigos. Su“transformación” de texto jurídico en texto literario –como explica ahora Carofiglio en elPrefacio– no se debió a otra cosa que al hecho de que muchos lectores lo habían leídoentonces (en la versión de 1997; L’arte del dubbio se publicó en italiano por primera vez en2007) como una colección de relatos; o sea, se debió a que desde el primer momento eraya, al menos en parte, literatura, buena literatura. Por lo demás, si el lector de esteprólogo abriga alguna duda sobre las posibilidades literarias del derecho (de ciertosaspectos del fenómeno jurídico), puede solventarla de inmediato dedicando un par deminutos a leer el relato brevísimo con que comienza el Prefacio a este libro; y esto lo digoconociendo muy bien el riesgo que corro de que, tras esa fascinante experiencia, decidaseguir adelante con su lectura, sin volver su vista atrás.

Supondré, sin embargo, para poder seguir con mi prólogo, que ese riesgo no se hamaterializado. Pues bien, la idea de fondo que, en mi opinión, une la obra jurídica yliteraria de Carofiglio, y que contribuye también a que El arte de la duda sea un ejemplodestacadísimo de ambas cosas, es precisamente la noción de razonabilidad a la que anteshacía referencia. Si el protagonista de sus novelas es un “héroe razonable”, lo que presidesu doctrina acerca del interrogatorio es también la categoría –argumentativa y filosófica– delo razonable.

Carofiglio, en efecto, contrapone –siguiendo a Perelman y a Bobbio– la argumentación a lademostración, la retórica a la lógica en sentido estricto (la lógica deductiva), lo razonablea lo estrictamente racional, y aproxima la técnica del interrogatorio hacia el primero de losmiembros de esas dicotomías: “en rigor, las verdades que produce el proceso –escribe haciael final de su libro– son verdades históricas y no científicas ni formales”;  comoconsecuencia, lo que se manifiesta, en su opinión, “en el acto de preguntar dudando, quesintetiza la esencia y la razón del contrainterrogatorio, es la libertad respecto a lasataduras de verdades convencionales y, sobre todo, respecto al peligro de adoptarresoluciones preconcebidas”; el contrainterrogatorio sería “el momento fundamental –ydiríase que metáfora– de una indagación laica y tolerante de la verdad, que se practicaaplicando los métodos de la argumentación y la persuasión”.

El libro, en fin, se cierra con una cita de Bobbio quereformula la noción de razonabilidad que, en la obrade Perelman, ocupa un lugar central: “La teoría de laargumentación rechaza las antítesis demasiado netas;muestra que entre la verdad absoluta de losdogmáticos y la no‐verdad de los escépticos hay lugarpara verdades susceptibles de ser sometidas apermanente revisión gracias a la técnica consistenteen aportar razones a favor y en contra. Sabe que nobien los hombres dejan de creer en las buenasrazones, comienza la violencia”.

Técnica del InterrogatorioNo estoy, por supuesto, en desacuerdo con nada de lo anterior. Pero me parece que puedeser interesante remarcar que las bases teóricas de la técnica del interrogatorio queCarofiglio expone y analiza en este libro con tanta maestría no son únicamente de carácter

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Inundación de La Punta, Callao,

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retórico, sino también de naturaleza dialéctica ylógica.

Me explicaré.La noción fundamental de la retórica (al menos desdeAristóteles) es, como se sabe, la de persuasión y, sinduda, en el interrogatorio de testigos en el juicio oraljuega un papel determinante (por parte de quieninterroga) el propósito de persuadir a un auditorio: alos jueces o a los jurados. Por eso, resultan aquípertinentes todas las técnicas argumentativas propiasde la retórica: tanto las basadas en las pruebasracionales (lógicas), como las que apelan al carácterdel orador y a las pasiones del auditorio. Y por esotambién, adquiere una considerable importancia todolo que tiene que ver con los gestos, los movimientoscorporales o la modulación de la voz, esto es, lo queen la tradición retórica formaba parte de la actio (laúltima de las operaciones retóricas; antes estaban lainventio, la dispositio, la elocutio y la memoria). Pero el interrogatorio de testigos en eljuicio oral constituye también (yo diría incluso que sobre todo) un ejemplo deargumentación dialéctica.

Es cierto que la perspectiva retórica y la dialéctica no siempre pueden (deben) separarse demanera nítida. Ambas tienen en común, como escribió Aristóteles al comienzo de suRetórica, su carácter general, esto es, el no pertenecer a ninguna ciencia determinada,puesto que se refieren a prácticas de las que todos participan; al igual que es comúntambién a ambas la noción de razonabilidad (frente a la racionalidad estricta de la lógica).Pero en el caso de la retórica se trata de la construcción de un discurso persuasivo, mientrasque la dialéctica tiene que ver con el arte –la técnica‐ de la discusión.

Los elementos fundamentales de la retórica son, por ello, el orador, el discurso construidopor este y el auditorio (al que se trata de persuadir); mientras que en la dialéctica (encuanto técnica de la discusión; digamos, en su sentido más tradicional) lo que hay es unproponente que avanza una tesis, un oponente que trata de destruirla, y ciertas reglas dejuego limpio cuyo cumplimiento puede encomendarse a un tercero, a un árbitro. Aristótelesse ocupó de cada una de esas técnicas (elevó a teoría lo que antes era un conocimientomeramente empírico) en obras distintas; y esas obras eran también independientes(relativamente independientes) de sus tratados de lógica. En fin, para poner de manifiestotanto las semejanzas como las diferencias entre esos dos géneros argumentativos, Zenón deCitio (según nos refiere Quintiliano) comparaba la retórica con la mano abierta, y ladialéctica con el puño cerrado.

Con lo anterior no quiero decir, naturalmente, que Carofiglio haya descuidado en su librolos elementos dialécticos del interrogatorio. Precisamente porque no lo ha hecho, creo quees bueno insistir en esa dimensión dialéctica del interrogatorio de testigos que en El arte dela duda se plasma en una serie de reglas a las que, me parece, conviene más (en términosgenerales) el calificativo de “dialécticas” que el de “retóricas” (sus antecedentes históricos–aristotélicos– estarían en la Tópica y las Refutaciones sofisticas más bien que en laRetórica).

Son, podríamos decir, el equivalente a las que se pueden encontrar en el famoso librito deShopenhauer titulado Dialéctica erística. El arte de tener siempre razón (en la edición de1997 hay una cita de esta obra que ahora ha desaparecido), pero con la diferencia de que ladialéctica que nos propone Carofiglio (precisamente porque no es una dialéctica puramenteerística, destinada a vencer de cualquier manera, a cualquier precio) incorpora ciertoslímites (importantes límites) de carácter moral: las reglas deontológicas son también, encierto modo, reglas argumentativas.

Catálogo de las reglas para el interrogatorio“El arte de la duda” presenta el siguiente catálogo (por supuesto, abierto):1.  La primera condición para interrogar bien es prepararse bien.2. No proceda a efectuar un contrainterrogatorio  si no existen perspectivas de obtener unresultado útil, esto es, si no hay nada que ganar en términos probatorios.3. El contrainterrogatorio procede si se puede obtener alguno de estos resultados: limitarlos efectos negativos del interrogatorio directo; invalidar el testimonio atacando lafiabilidad del testigo; anular el resultado del interrogatorio directo, la fiabilidad del relato.4. Interrogue con un objetivo claro y preciso.5.  Interrogue sobre la base de un buen conocimiento de la situación: del sujeto a

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interrogar, de la impresión que ha causado en los jueces, etcétera.6.   Elija la modalidad de interrogatorio a utilizar tras considerar el probable efectopsicológico que pueda causar en los jueces.7.  Evite que durante el contrainterrogatorio se generen las condiciones para unenfrentamiento directo entre interrogado e interrogador.8. Evite ante todo que el interrogatorio se desarrolle de manera que pueda tener efectosnegativos para la posición del interrogador.9. Interrogue con cortesía. Sólo es lícito destruir la imagen del interrogado si ha mentido,pero no si se trata de un testigo falso involuntario.10.  En todo  caso, no trate nunca con agresividad a un testigo desfavorable, a no ser quedisponga de datos que le permitan demostrar que está mintiendo o que su relato eserróneo.11.   Extreme el cuidado en el caso de sujetos débiles, como niños o ancianos.12. No haga comentarios sarcásticos. Va en contra del deber de cortesía y no causaránbuena impresión en los jueces.13. Planifique la secuencia de las preguntas siguiendo el esquema de una argumentación,de modo tal que cada pregunta constituya un paso en el desarrollo progresivo de laargumentación completa.14. No haga preguntas arriesgadas, esto es, preguntas que podrían llevar a una respuestagravemente  perjudicial para los intereses del interrogador.15.  No formule nunca preguntas de importancia crucial cuya respuesta no conozca o nopueda prever por pura lógica.16. Si, con todo, se ve en la necesidad de hacer una pregunta arriesgada, minimice susposibles efectos adversos. Esto último se puede lograr planificando bien la secuencia de laspreguntas; planteando las preguntas (sobre todo si se trata de interrogatorios a expertos)en tono neutro y sin agresividad; o abandonando la línea de preguntas una vez advierta queuna de ellas ha sido contestada en forma contraria a sus intereses.17. Cese de interrogar en el momento en que haya obtenido el objetivo que perseguía.18.  Al diseñar una estrategia para el contraexamen, tenga en cuenta la impresión que hayacausado el declarante en el interrogatorio previo. En particular, moldee la sucesión depreguntas con miras a que el efecto de credibilidad que hayan generado los indicadorespositivos (apariencia relajada y extrovertida, actitud espontánea, etcétera) se atenúen o, alcontrario, el efecto causado por los indicadores negativos (actitud reticente o arrogante,expresión farragosa, etcétera) quede reforzada.19.  Trate de que las preguntas tengan una estructura sintáctica simple y evite el uso demuletillas, anacolutos, etcétera.20. Tenga siempre bajo control al interrogado: esfuércese para que el interrogatorio seaágil y fluido y maneje con inteligencia las pausas para que el ritmo sea el adecuado.21. Utilice conscientemente la mirada para lograr que el interrogatorio sea vivo y fluido ypara mantener la atención de los jueces.22. No olvide que todas las reglas anteriores pueden tener excepciones. La eficacia de uninterrogatorio depende esencialmente del contexto que, por definición, es abierto.

Turno de la LógicaQuizá  el defecto más grave de la (importantísima)obra de Perelman (y de la de otros precursores de lateoría contemporánea de la argumentación jurídica:como Recaséns Siches, Viehweg o Toulmin) hayaconsistido en contraponer de manera radical la lógica(la lógica formal) a la teoría de la argumentación, laretórica, la tópica, etcétera.

Estos plantearon así las cosas como si se tratara deuna disyunción, esto es, como si el jurista estuvieraobligado a optar por un método o por otro: lo cual, enmi opinión, constituye un lamentable error. Y unerror, por cierto, en el que no parece haber incurridoAristóteles, preocupado siempre por destacar el papelque tanto en la dialéctica como en la retórica jugabanlas dos grandes formas de argumentos lógicos: ladeducción –el silogismo o entimema– y la inducción.En realidad, en la argumentación jurídica (y en laargumentación en general) existen varias perspectivasde las que no se puede prescindir para analizar los argumentos, para evaluarlos y paraargumentar de manera adecuada. La más importante es probablemente la pragmática (a laque pertenecen la retórica y la dialéctica), pero también hay que contar con la dimensiónmaterial de los argumentos (esto es, con todo aquello que tiene que ver con la verdad –overosimilitud– de las premisas) y con la dimensión formal, que es en lo que se centra lalógica. El conocimiento y el manejo de las formas lógicas de los argumentos son de unaextraordinaria importancia para interrogar con eficacia, como el libro de Carofiglio seencarga de mostrar, si se quiere de manera indirecta.

En efecto, en una de las anteriores reglas (la 13) se había señalado que la secuencia de laspreguntas debía hacerse siguiendo el esquema de una argumentación. Pues bien, si uno seesforzara, a partir de los ejemplos de contrainterrogatorios analizados por Carofiglio, poridentificar esas estructuras, con lo que se encontraría, en mi opinión, es siempre con unmismo esquema lógico que, no por casualidad, es la reducción al absurdo. Al igual queocurre en los diálogos socráticos, el interrogatorio de un testigo está dirigido a mostrar quealgo de lo que este (el testigo o el interlocutor de turno de Sócrates) afirma lleva acontradicción; de la misma manera que en el debate dialéctico teorizado por Aristóteles, loque tiene que hacer el que pregunta es obligar al que contesta a incurrir en contradicción (o

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a hacerle hablar sin sentido), en cuyo caso habrá salido vencedor del debate. En definitiva,si se analiza el texto de un interrogatorio exitoso, se verá que tiene la forma lógica de unareducción al absurdo (o, lo que resulta equivalente, de un modus tollens). Veámoslo en lapráctica.

Un EjemploEn el capítulo 3, titulado “Testigos falsos involuntarios”, Carofiglio pone un ejemplo(utilizado también en una de sus novelas: Ragionevoli dubbi, cap. I, de un abogado quecontrainterroga a un testigo (y víctima) de un robo; este último, en el interrogatoriodirecto, se había ratificado en la identificación fotográfica, que había hecho en sudeclaración ante la policía, de una determinada persona como cómplice de dicho delito.

El hábil abogado (Guido Guerrieri) va haciendo preguntas para mostrar que, en realidad, altestigo (que estaba a notable distancia del acusado en el momento de la comisión del robo)le sonaba la cara del acusado (habían jugado juntos al fútbol, pero en equipos distintos,poco antes de producirse el delito) y, por ello, de buena fe (no había sido consciente de esacoincidencia en el momento del reconocimiento fotográfico), había incurrido en el error deconsiderarle partícipe en el robo. Pues bien, el esquema lógico del razonamiento vendría aser el siguiente: ”Supongamos que la persona identificada mediante la foto fue en efecto elque participó en el robo. Si esa persona era conocida del testigo, entonces este lo habríadeclarado así ante la policía y en el interrogatorio. Pero no lo hizo. Por lo tanto, esapersona (el acusado) no era conocida del testigo. Ahora bien, el acusado sí que era conocidodel testigo: habían jugado juntos al fútbol, aunque en equipos diferentes. La suposición conque empieza el argumento lleva a dos afirmaciones contradictorias: el acusado era y no eraconocido del testigo. Por lo tanto, no es cierto que la persona identificada mediante la fotohabía sido cómplice del delito”. O, puesto en la forma de un modus tollens: “Si la personaidentificada mediante la foto y acusada del delito fue quien participó en el robo, entoncesesa persona no era conocida del testigo. Pero la persona en cuestión sí que era conocida deltestigo. Por lo tanto, la persona en cuestión no fue la que participó en el robo”.

Silogismo Judicial SubsuntivoNaturalmente, elaborar con éxito ese interrogatorio requiere de una serie de habilidades,argumentativas y no estrictamente argumentativas (agudamente analizadas por Carofiglio),que van mucho más allá de la capacidad de identificar una reducción al absurdo o un modustollens. Pero esto último tiene su importancia. Cabría decir que esa forma lógica viene aser algo así como la “justificación interna” de la argumentación realizada por elinterrogador y que equivale, en cierto modo, a la “justificación interna” de la decisiónjudicial, esto es, al famoso silogismo judicial o subsuntivo, en el que, a partir de unapremisa normativa (la norma aplicable al caso) y una premisa fáctica (los hechosconsiderados probados) se concluye la obligación de realizar una determinada acción (elfallo de la sentencia).

En el caso del interrogatorio, se necesitan fundamentalmente dos premisas: una es unenunciado condicional que conecta una determinada afirmación del testigo con ciertasconsecuencias; y la otra, un enunciado empírico que señala que esas consecuencias no sehan producido; la conclusión es que, entonces, la afirmación del testigo es falsa (o no esaceptable).

En la justificación judicial, el  esfuerzo argumentativo (en los casos difíciles) se sitúa en la“justificación externa”, o sea, en las razones que pueden aducirse para interpretar unanorma de determinada manera, para dar como probado un hecho, etcétera. Pues bien, lomismo pasa con la argumentación efectuada por el interrogador, donde lo verdaderamentedifícil es imaginar una consecuencia que se derive de la afirmación del testigo y que puedaser desmentida, e idear cómo hacerlo, como desmentirla. La clave está, pues, en la“justificación externa”, en cómo establecer las premisas. Pero para llegar ahí sigue siendoimportante la lógica, aunque no sea el único instrumento para ello; también cuentan –eincluso más– una serie de factores, como el estudio pormenorizado de la situación.

El propio  Carofiglio pone de manifiesto que al abogado (a Guerrieri) no se le habríaocurrido la idea clave que lleva al éxito del interrogatorio (el testigo se confundió en elreconocimiento fotográfico) si previamente no hubiese desarrollado una adecuada laborinvestigadora. Lo que quiero decir, en definitiva, es que la preparación lógica constituye uningrediente importante, tanto en la motivación de las sentencias como en la argumentaciónque se elabora en un interrogatorio. Un juez británico, autor de un libro influyentededicado (entre otras cosas) al contrainterrogatorio, da el siguiente consejo, que podríamosagregar como una regla más al anterior catálogo. Esta es: “13. Base sus preguntas en laslíneas de un argumento, pero no siga el orden lógico del argumento al plantear suscuestiones si el hacerlo así supusiera que su interrogatorio pierde eficacia” (HYAM, Michael.Advocacy Skills, 3ª ed. Blackstone. Londres. 1995. p. 171).

Nuevo Procedimiento Penal

Page 6: Catálogo Ilustrativo de Las Reglas Para El Interrogatorio

Publicado por Jorge Antonio Contreras Rios en 22:10

Etiquetas: Educación Ciudadana, Interrogatorio, Recursos Jurídicos

Jorge Antonio Contreras Rios

En las dos últimas décadas, muchos países latinoamericanos han modificado sus códigos deprocedimiento penal para pasar (como ocurrió enItalia) de un sistema inquisitivo a uno de tipoacusatorio. En el caso de España, el cambio ha tenidolugar en el procedimiento civil, pero no en el penal.Eso supone incrementar en gran medida los elementosde oralidad en el proceso y, en particular, introducir lapráctica del interrogatorio cruzado angloamericano. Esposible que los adalides de este movimiento hayanexagerado las ventajas del sistema acusatorio y nohayan calibrado bien las dificultades que suponesemejante trasvase cultural; lo que, en definitiva,implica un considerable riesgo de fracaso, o sea, deque los cambios introducidos en el “Derecho de loslibros” no tengan una traducción en el “Derecho enacción”.

Michele Taruffo (Páginas sobre justicia civil, MarcialPons, Madrid,‐Barcelona‐Buenos Aires, 2009) ha hablado incluso (refiriéndose básicamenteal proceso civil; pero lo mismo –o algo muy parecido– parecería valer para el penal) de los“mitos” de la oralidad. En su opinión, habría en realidad dos mitos: un ”mito positivo” quelleva a ver en la oralidad una especie de panacea que resolvería todas las dificultades en elfuncionamiento de la justicia; y un “mito negativo”, según el cual la escritura es mala en símisma, y de ahí que deba reducirse a un mínimo. Además, considera el interrogatoriodirecto y cruzado de los testigos como “un mito en sí mismo”, celebrado en miles depelículas y series televisivas y que se apoya en la autoridad de John Henry Wigmore (el granprocesalista estadounidense de la primera mitad del siglo XX) y en su dictum de que se tratade “la más grandiosa máquina jurídica inventada jamás para la búsqueda de la verdad” (p.257).

En opinión de Taruffo, la práctica de ese sistema en Estados Unidos de América, lleva aconclusiones bastante menos optimistas y existen “unas cuantas dudas justificadas acerca dela eficiencia del interrogatorio cruzado como mecanismo para obtener información fiablesobre los hechos debatidos” (p. 258). No es difícil darse cuenta, por lo demás, de que setrata de un sistema extraordinariamente costoso (de hecho, en Estados Unidos solo pareceaplicarse en un porcentaje mínimo de casos) y que, además, puede producir una notabledesigualdad de trato entre los que requieren de justicia: Guido Guerrieri no cobra altoshonorarios a sus clientes, pero ya sabemos que se trata de un tipo ideal de abogado, de unabogado virtuoso.

Carofiglio era muy consciente de esas dificultades cuando escribió su libro. En la primeraedición había un capítulo final (casi suprimido en la edición “literaria”) en el que se referíaa ello. Muestra allí que la diferencia entre el sistema inquisitivo y el acusatorio consisteesencialmente en que, en este último, existen dos niveles, dos fases para desmentir lahipótesis de la acusación: la de producción y la de valoración de los conocimientos, de laspruebas; mientras que en el inquisitivo solo habría la segunda. Por eso, en su opinión, elmétodo “acusatorio‐dialéctico” sólo resulta preferible al inquisitivo cuando “existendiversos ángulos visuales, diversas perspectivas en orden a la investigación y a la adquisiciónde la verdad histórico‐procesal” (p. 207). Cuando las cosas no son así (la defensa no tieneningún interés en desmentir las fuentes de conocimiento), ese método “por un lado deja deser epistemológicamente preferible y, por otro lado, sigue siendo –esto no ofrece discusión–mucho más dispendioso en términos de hombres, medios y tiempo” (p. 207).

Sea como fuere, parece más que probable que el movimiento hacia el proceso acusatorio yhacia la oralidad (como, en general, la “americanización” de nuestros sistemas jurídicos)sea imparable. Una consecuencia de ello es que los juristas del mundo latino necesitanaprender una serie de técnicas (en buena medida, técnicas argumentativas) que, hastaahora, no formaban parte de su tradición. Han surgido, por ello, en los últimos tiempos,diversas obras de procesalistas latinoamericanos (buenas obras, algunas de ellas) dedicadasa cubrir ese déficit centrándose, como es lógico, en las peculiaridades de las nuevas leyesprocesales (de cada uno de esos países). “El arte de la duda” de Carofiglio constituye, en miopinión, una especie de “parte general” que puede resultar de extraordinaria utilidad parael jurista que quiera aprender a litigar de manera competente en ese nuevo medioprocesal. Es también una obra de gran valor desde el punto de vista literario y que, sinduda, ha de interesar (como ocurrió con su versión italiana) al lector culto sin especialesintereses jurídicos. Uno y otro tienen además la fortuna de poderla leer en un españolelegante y preciso.

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