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Celebração Do Jubileu

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LA CELEBRACIÓN DEL

GRAN JUBILEO EN LASIGLESIAS PARTICULARES 

criterios teológicos y litúrgicos 

Para entrar en el tercer milenio del Cristianismo, Juan Pablo II invita a la Iglesia,extendida de Oriente -desde la Tierra del Señor- hasta Occidente -que tiene porcentro a Roma-, a celebrar el Año Santo, pero invita también singularmente a todas

las Iglesias de Cristo, reunidas en cualquier lugar del mundo. Su llamamiento fueformalizado en la carta apostólica Tertio Millennio Adveniente (citada TMA), firmadael 10 de noviembre de 1994, mientras la bula Incarnationis Mysterium (citada EM)constituye la solemne convocatoria del Año Santo del 2000; fue promulgada en elVaticano en el primer domingo de Adviento del año litúrgico que estamoscelebrando (29 de noviembre de 1998). 

Estos dos documentos pontificios van a dirigir nuestra reflexión para exponer loscriterios teológicos y litúrgicos, que deben dirigir la celebración del Año Jubilar ennuestras Iglesias particulares. 

1.- EL AÑO SABÁTICO Y JUBILAR EN EL AT: LEY Y PROFECÍA. 

Veamos, en primer lugar, la referencia bíblica de esta convocatoria periódica que,desde 1300, va jalonando también la historia de nuestra Iglesia occidental. 

La Torah en sus libros del Éxodo (23, 10-11), Levítico (25, 1-7;18-20) y Deuteronomio(15, 1-6) establece cada siete años el año sabático en que la tierra debe reposar."Seis años sembrarás tu campo, seis años podarás tu viña y cosecharás susproductos; pero el séptimos año ser de completo descanso para la tierra, un sábadoen honor de Yahveh" (Lv 25,3-4). "Cada siete años harás remisión... remisión enhonor de Yahveh" (Dt 15, 1-2). 

Asimismo el libro del Levítico (25, 8-17; 23-28) establece, cada cincuenta años, unaño santo de liberación para las propiedades y para los hombres que por laesclavitud hubieran perdido su libertad, proporcionando una motivaciónverdaderamente teológica: el único dueño de la tierra y de las personas es Dios:"Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todossus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrarà su propiedad, ycada cual regresará a su familia". "La tierra es mía... vosotros sois para mí comoforasteros y huéspedes". 

Juan Pablo II comenta en la TMA 12 el sentido teológico de esta prescripción jubilar:"No podía privarse definitivamente de la tierra, puesto que pertenecía a Dios, ni

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podían los israelitas permanecer siempre en una situación de esclavitud, dado queDios los había rescatado como propiedad suya exclusiva liberándolos de laesclavitud de Egipto" (TMA 12). 

Pero, de acuerdo con los historiadores de Israel, el papa advierte: "Los preceptosdel año jubilar no pasaron de ser una expectativa ideal, más una esperanza que unaconcreta realización, una prophetia futuri", una profecía del futuro (TMA 13). 

El Antiguo Testamento ya contiene esta profecía, en el libro de Isaías (61, 1-3): "ElEspíritu del Señor Yahveh. Está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. Aanunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos;a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad, a pregonar año degracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los quelloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido deluto, alabanza en vez de espíritu abatido..." 

2.- EL CUMPLIMIENTO DE LA PROFECÍA EN JESÚS DE NAZARET. 

Según la narración de Lucas, en la sinagoga de Nazaret, Jesús expone su programade evangelización citando el texto de Isaías 61 con esta adaptación: "El Espíritu delSeñor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva,me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, paradar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4, 18-19). 

Las palabras de Jesús, según Lucas, no son cita al pie de la letra de Is 61, 1-4.Además de abreviar el texto profético, suprime la alusión a la "venganza" de Yahveh

contra los pueblos opresores de Israel, gran expectativa del mesianismo politico.Jesús no anuncia un jubileo tradicional, al estilo de Lv 25, sino que anuncia laproximidad de una intervención extraordinaria de Dios: con él llega el gran jubileo, eldefinitivo. Jesús viene a cumplir el contenido de la ley y de la profecía: abre la era jubilar de remisión, de gracia y de libertad. No anuncia un año: anuncia lainauguración de una era. "El jubileo, "año de gracia del Señor", es una característicade la actividad de Jesús" (TMA 11). 

3.- "AÑO DE GRACIA, AÑO DE SALVACIÓN", HOY. 

Así, pues, a partir de Cristo, todos los años son "años de gracia". "Cristo es el Señordel tiempo, su principio y su cumplimiento; cada año, cada día y cada momento sonabarcados por su Encarnación y Resurrección" (TMA 10). Con Jesucristo ha llegadoel tiempo deseado, el día de la salvación, la plenitud de los tiempos (Ga 4, 4; He 1, 2;1 Jn 2, 18). 

Cabe entonces preguntarse: ¿Qué sentido tienen los años jubilares después deCristo? El papa, después de citar los textos de Is 61 y Lc 4, advierte: "Todos los jubileos se refieren a este "tiempo" y aluden a la misión mesiánica de Cristo, venidocomo "consagrado con la unción" del Espíritu Santo, como "enviado por el Padre".Él es quien trae la libertad a los privados de ella, libera a los oprimidos, devuelve la

vista a los ciegos" (TMA 11). 

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En esta línea debemos entender los años jubilares, en el tiempo de la Iglesia, comosignos de la perennidad del año de gracia del Señor. No deben confundirse con lamera "definición cronológica de un cierto aniversario" (TMA 11). 

Nos puede ayudar la comparación con el año litúrgico. Los cristianos tenemos muypresente la enseñanza del Apóstol: "Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día dela salvación" (1 Co 6, 2), enseñanza referida a todo el tiempo transcurrido despuésde Cristo, pero seguimos la pedagogía tradicional de la Iglesia de señalar unostiempos más intensos de esta vivencia de la salvación y de la gracia. Las palabrasdel Apóstol resuenan cada miércoles de ceniza: para todos son una invitación arecorrer el camino que nos lleva a la Pascua anual. Cada día es Pascua para el fielcristiano: pero es llamado a celebrar la Pascua anual con una renovación de su fe yde su conversión, de su conmorir y conresucitar con Cristo; cada domingo esinvitado a celebrar Pascua. En esta línea, el año 2000 es una memoria más intensade la encarnación y de la redención de Cristo (TMA 16). Porque todos los años,

después de la Encarnación y del Nacimiento dels Hijo de Dios, son años "del Señor",años "de gracia", según la denominación tradicional del calendario cristiano. 

El año santo viene a propiciar la insistencia en algunos puntos fundamentales delvivir en Cristo. Veamos cuáles son: 

  la comprensión del sentido cristiano del tiempo y de la historia y suaceptación como don de Dios, como historia de salvación. "Dios con laencarnación se ha introducido en la historia del hombre. La eternidad haentrado en el tiempo" (TMA 9). "La historia de la salvación tiene en Cristo supunto culminante... Ante Cristo se sitúa la historia humana entera: nuestro hoy

y el futuro del mundo son iluminados por su presencia... Al encontrar a Cristo,todo hombre descubre el misterio de su propia vida" (IM, 1). 

  la glorificación de la Trinidad (TMA 55; IM 3). Juan Pablo II la ha presentadocomo uno de los grandes objetivos del año santo, que ha sidoprogresivamente preparado por el año de Jesucristo (1997), por el año delEspíritu Santo (1998), por el año del Padre (1999). Es, pues, una ocasiónadmirable para confirmar a todos en la plenitud de la fe en el Dios uno y trino,fe catequizada constantemente en la liturgia que siempre es oración al Padrepor el Hijo en el Espíritu, catequesis más intensamente cultivada en el año jubilar. 

  estímulo para la nueva evangelización en los nuevos Aerópagos y hacia

nuevos horizontes en la extensión del Reino de Dios (TMA, 57; IM 2). 

  catequesis y celebración renovadas de la Eucaristía y de la penitencia, en unaforma tal que estos sacramentos alimenten y transformen al fiel cristiano paraque éste renueve y transforme el mundo. 

  promoción del ecumenismo, tan resaltado por Juan Pablo II en la orientación ycelebración del año santo del 2000; ecumenismo en su sentido más amplio,hacia los cristianos de otras Iglesias y Confesiones, y hacia los creyentes deIsrael y del Islam (TMA 16,34,55; IM 4). 

Son cinco actitudes y tareas que tienden a dinamizar siempre la vida del creyente enCristo que en el año santo cobran realce e intensidad. 

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4. INAUGURACI N DEL GRAN JUBILEO DEL AÑO 2000 EN LAS IGLESIASPARTICULARES.  

Una de las características innovadoras del año santo del 2000 es que se celebrará almismo tiempo en Roma y en todas las Iglesias particulares diseminadas por elmundo (IM 2). Tendrá dos centros: Roma y Tierra santa.

 

La inauguración del año santo en las Iglesias particulares se fija para el día deNavidad de 1999, con una solemne liturgia eucarística presidida por el obispodiocesano en la catedral. También es prevista en la concatedral, presidida por undelegado del obispo. Se aconseja privilegiar esta liturgia solemne haciendo la statioen otra iglesia para ir en peregrinación a la catedral. Se prevé el realce delevangeliario, la lectura de algunos párrafos de esta bula, según el "Ritual para lacelebración del gran jubileo en las Iglesias particulares", en vías de publicación. 

La clausura del Jubileo se celebrará en la solemnidad de la Epifanía del 2001 (IM 6). 

5. LOS SIGNOS DEL JUBILEO DEL 2000 

Juan Pablo II, en su bula convocando al año santo, presenta seis signosidentificadores de la próxima celebración del año jubilar; tres proceden de latradición; los otros tres resultan ser una innovación a la celebración jubilar. De losseis, uno es específico de Roma, el de la puerta santa. No lo voy a tratar ya que estaponencia se refiere especialmente al jubileo en las Iglesias particulares, fuera deRoma. 

l. La peregrinación. En las Iglesias particulares, está prevista a la Catedral o a otrasiglesias, santuarios o lugares designados por el obispo (Disposiciones sobre laindulgencia, 3). 

Como es obvio, la Iglesia particular debe ser sensible al llamamiento del papa pararealizar su peregrinación, en la medida de lo posible, al sepulcro de los Apóstoles enRoma, a las diversas iglesias de la Urbe indicadas en la bula de convocatoria, a laTierra de la Encarnación y Redención del Hijo de Dios: a Jerusalén, Belén y Nazaret.En las Disposiciones (1 y 2) que acabo de citar se especifican las celebraciones yplegarias, previstas en estas visitas, con una gran variedad de elección yacomodación: misa, u otra celebración litúrgica como Laudes o Vísperas, ejerciciosde piedad: Via crucis, Rosario, canto del Akátistos; adoración eucarística omeditación, rezo del padrenuestro, profesión de fe... Se está editando una guíateológico-histórico-litúrgica para estas peregrinaciones. 

Todos reconocemos el peligro de no convertir hoy la peregrinación en simpleturismo o viaje de placer. El esfuerzo de la Iglesia particular que organiza yacompaña la visita a Roma o a Tierra Santa debe centrarse en imbuir de auténticosentido cristiano de peregrinación, con la debida acomodación a nuestro tiempo, detales visitas. Ya advierte el papa que la peregrinación ha ido "asumiendo en lasdiferentes épocas históricas expresiones culturales diversas" (IM 7). Ciertamente

nuestros peregrinos-turistas de hoy se diferencian mucho de los medievales;sabemos bien que no debemos idealizar comportamientos de tiempos pasados, pero

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tenemos que promover el sentido genuino de peregrinación: para caminar con Cristoy a su encuentro, para salir al encuentro de nuestros hermanos, con quienescompartimos la fe y la esperanza. 

Corresponde a los pastores, a los guías espirituales de las peregrinaciones, a Roma,a Tierra Santa o a los lugares establecidos por cada obispo, realzar ante laconciencia de los fieles que la peregrinación es momento significativo en la vida delcreyente (homo viator); es camino de ascesis laboriosa, de constante vigilancia de lapropia fragilidad, preparación interior a la conversión de corazón. Por la vigilanciaayuno, oración avanzamos hacia la plenitud de Cristo (IM 7). Nos hace conscientes laperegrinación de que "no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamosbuscando la del futuro" (He 13, 14), la Jerusalén celestial. 

La peregrinación es icono de la vida por cuanto la condición existencial del serhumano es la de peregrino. Modelo de la peregrinación cristiana son los discípulos

de Emaús (Lc 24, 13-35). Van caminando a la deriva, sorprendidos por la noche y conlos ojos ofuscados por la incredulidad. Cristo resucitado, peregrino con ellos, losconvierte en peregrinos de la esperanza. Al fin la Palabra y la fracción del pan abrensus ojos, y se convierten en testigos de la resurrección. Emaús es parábolabellísima de la peregrinación del discípulo de Jesús. 

Son muy sugestivas también, y las podemos referir al punto que tratamos, lasreflexiones de la TMA (6-7) sobre la búsqueda de Dios por parte del hombre, de DiosPadre que en su Hijo encarnado sale al encuentro del hombre. 

2. La indulgencia jubilar  es uno de los signos más tradicionales del año santo.

Notemos que tanto la bula convocatoria como las Disposiciones para obtener laindulgencia jubilar se refieren a ésta como a la indulgencia por antonomasia: elperdón, la reconciliación abundante y generosa, derramada sobre los que seconvierten e imploran la remisión total de sus culpas, la restauración de sus vidas ypersonas. 

La indulgencia es manifestación de la plenitud de la misericordia del Padre, que saleal encuentro de todos con amor. Esta misericordia se hace visible en y por la Iglesia,que es presencia viva del amor de Dios, inclinado sobre toda debilidad humana. Elsacramento de la Penitencia ofrece el perdón de Dios, la comunión con el Padre ycon su Iglesia; pero el perdón gratuito de Dios implica un cambio real de vida, una

renovación de la propia existencia. Permanecen en el pecador reconciliado algunasconsecuencias del pecado, que necesitan curación y purificación. En este ámbitoadquiere relevancia la indulgencia (IM 9). La purificación restaña, por una parte, lasheridas del pecado en el hombre y le libera de lo que se llama la "pena temporal" delpecado. La purificación de la pena temporal abre la plena comunión con Dios y conlos hermanos. 

Los fieles expían sus culpas integrados en la unidad del Cuerpo de Cristo; así seabren totalmente a los demás, se liberan del temor y del egoísmo. Advierten que nopueden expiar con sus solas fuerzas el mal, que al pecar se han infligido a sí mismosy a toda la comunidad. Expían integrados en la comunión de los santos, en elmisterio de la "realidad vicaria", que une a los creyentes con Cristo y entre sí. La

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doctrina de las indulgencias hunde sus raíces en el "tesoro de la Iglesia", recordadopor la IM 10, y explicado por Pablo VI como el valor infinito e inagotable de lasexpiaciones y de los méritos de Cristo, ofrecidos para que la humanidad quedaralibre del pecado y llegase a la comunión con el Padre; pertenecen a este tesoroigualmente las oraciones y las buenas obras de la Virgen María y de todos lossantos, que se santificaron por la gracia de Cristo ("Indulgentiarum doctrina", 5;CCE, 1476). Las indulgencias nos enseñan lo mucho que cada uno puede ayudar alos demás, vivos y difuntos, para estar todos unidos al Padre. La maternaldisposición de la Iglesia abre con abundancia a los fieles en el jubileo el don de laindulgencia (IM 9-10). 

La indulgencia jubilar va conectada necesariamente con los sacramentos de laEucaristía y de la reconciliación: "Culmen del jubileo es el encuentro con Dios Padrepor medio de Cristo Salvador, presente en su Iglesia, especialmente en sussacramentos. Todo el camino jubilar, preparado por la peregrinación, tiene como

punto de partida y de llegada la celebración del sacramento de la penitencia y de laEucaristía, misterio pascual de Cristo, nuestra paz y nuestra reconciliación: éste esel encuentro transformador que abre el don de la indulgencia para uno mismo y paralos demás" (Disposiciones...). 

La indulgencia debe recibirse después de hacer la confesión sacramental (otranscurrido un prudente espacio de tiempo); la participación en la Eucaristía,necesaria para cada indulgencia, es conveniente que tenga lugar el mismo día enque se realizan las obras prescritas. Estos dos momentos culminantes han de estaracompañados por el testimonio de comunión con la Iglesia, manifestada en laoración por el papa, así como por obras de caridad y de penitencia, que quieren

expresar la verdadera conversión del corazón, pues el espíritu penitencial (deconversión) es como el alma del jubileo (Ibid.) 

Nótese que la indulgencia jubilar puede obtenerse por nuevas formas que completany ponen al día las tradicionales, centradas en actos litúrgicos y de piedad(Disposiciones...1-4): abstinencia de cosas superfluas dando una sumaproporcionada de dinero a los pobres, sosteniendo obras de carácter religioso osocial, dedicando una parte conveniente del tiempo libre a actividades de interéspara la comunidad, o practicando otras formas parecidas de sacrificio personal. 

3. Purificación de la memoria de la Iglesia. El año santo es llamada a la conversión,

también de la Iglesia. En su historia hay no pocos acontecimientos "que son unantitestimonio en relación con el cristianismo". "Somos portadores del peso de loserrores y de las culpas de quienes nos han precedido". Por eso el sucesor de Pedropide a la Iglesia que implore el perdón de Dios "por los pecados pasados ypresentes de sus hijos". Que surja de esta actitud un renovado testimonio decompromiso cristiano en el mundo del próximo milenio (IM 11; véase también TMA34-36). 

4. La caridad, "que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en lapobreza y la marginación", es otro signo de la misericordia de Dios, que deberesplandecer en el año santo. Ante las nuevas formas de pobreza, ante las nuevasformas de esclavitud, ante la deuda externa de tantos países pobres, urge eliminar el

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predominio de unos sobre otros: "son un pecado y una injusticia". Asimismo se hade crear una nueva cultura de solidaridad y cooperación internacionales, para quelos países ricos y el sector privado, asuman su responsabilidad en un modelo deeconomía al servicio de cada persona" (IM 12). 

El Jubileo llama a la conversión para no dar valor absoluto ni a los bienes de la tierrani a su dominio egoista por parte del hombre. La tierra es de Dios, como nosrecuerda el texto de Lv 25, 23, afirmación contenida en la promulgación del año jubilar en Israel. 

5. La memoria de los mártires. "Ellos son los que han anunciado el Evangelio dandosu vida por amor". Los dos milenios de cristianismo están llenos del constantetestimonio de los mártires. El papa recuerda especialmente los de este siglo,víctimas del nazismo, del comunismo y de las luchas raciales o tribales. "El martirioes la demostración de la verdad de la fe que sabe dar rostro humano incluso a la

muerte más violenta". Los mártires ayudan a la Iglesia para permanecer firme en sutestimonio (IM 13). 

6. LA PROPUESTA DEL GRAN JUBILEO, ADAPTADA A LAS IGLESIASPARTICULARES.  

Según el recorrido de los documentos pontificios que introducen el Gran Jubileo delaño 2000, a celebrar simultáneamente en Roma, en Jerusalén-Belén-Nazaret, y encada Iglesia particular, el programa que las Iglesias particulares deberían asumirpuede concretarse en estos puntos: 

Promoción de una catequesis renovada centrada en Jesucristo, el Hijo de Dios que,con su encarnación, hace 2000 años, da sentido y plenitud al tiempo y a la historia ya la vida del hombre, subrayando que Él "es el mismo ayer, hoy y siempre" (He 13,8). 

Catequesis asimismo sobre la Trinidad con derivación práctica hacia la celebraciónlitúrgica, presentándola como verdadera glorificación del Padre, por el Hijo, en elEspíritu Santo. 

Impulso renovado de la nueva evangelización, con viva atención a los nuevos retos,a los nuevos Aerópagos surgidos en la nueva situación de la humanidad,identificándolos en el seno de la Iglesia particular, sin olvidar la misión de ésta adgentes, a otros pueblos que aún no conocen el Evangelio, o lo conoceninsuficientemente, prestando asimismo la colaboración a las Iglesias jóvenes. 

Catequesis y celebración renovada de los sacramentos de la Eucaristía y de laPenitencia, como punto de partida y de llegada del camino jubilar, como vivenciaconstante por parte de los fieles de su incorporación al Misterio Pascual deJesucristo. 

Formación de una nueva conciencia social en cuantos participan en las

celebraciones jubilares para promover una nueva cultura de solidaridad ycooperación, en el orden internacional y en el mismo seno de la sociedad en que

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vive la Iglesia diocesana. 

Orientar asimismo a los fieles hacia las nuevas formas de obtener la indulgencia,propuestas para disfrutar la indulgencia del año jubilar. La Iglesia particular deberevisar su solicitud por los pobres y marginados, sus actitudes ante la injustadistribución de la riqueza, y debe disponerse a promover la justicia y las obras decaridad que su fe le exigen en la sociedad en que vive. El Jubileo, desde el AT, esllamada al amor a los hermanos necesitados. Se prevé que la indulgencia del añosanto pueda obtenerse no sólo con la peregrinación a Roma, a Tierra santa y a laCatedral o iglesias designadas por el obispo, sino yendo a visitar a los hermanosnecesitados o con dificultades (enfermos, encarcelados, ancianos solos,minusválidos, etc.), "como haciendo una peregrinación hacia Cristo presente enellos". Ténganse muy presentes las obras de caridad y atención social propuestascomo obras penitenciales: dar a los pobres una suma proporcionada del dineroresultante de las privaciones voluntarias, sostener con una aportación significativa

obras de carácter social: en favor de la infancia abandonada, de la juventud condificultades, de los ancianos necesitados, de los extranjeros que buscan mejorescondiciones de vida... 

Promover, desde las celebraciones comunitarias de la Penitencia, un examen deconciencia de las actitudes de pecado en la Iglesia particular, de cara a lapurificación de su propia memoria, pero también proyectando, hacia el futuro, unapresencia más evangélica en la sociedad. 

Realizar signos de apertura ecuménica, auténticos, también de carácter social, hacialos cristianos de otras Iglesias y Confesiones, como también hacia cuantos, desde la

fe de Abrahán, desde el Islam o desde su propia conciencia, creen en el único Dios,y que conviven con los católicos de la Iglesia diocesana. 

Promover una tarea de identificación de la Iglesia particular, en torno a los signos dela memoria de sus mártires y de la iglesia catedral. El año santo puede ser unabuena ocasión para difundir el martirologio diocesano. La peregrinación a laCatedral y a otros santuarios tradicionales de la diócesis son gestos identificadoresde historia, de presencia y de apertura hacia un futuro, siempre enraizado einculturizado en un pueblo concreto. El año del Jubileo en la Iglesia particular esocasión de resaltar la unidad y comunión en torno al obispo, especialmente en laliturgia presidida por él (SC 41). 

En conclusión: el año del Gran Jubileo debe presentarse y debe celebrarse como unverdadero paradigma de la vida en Cristo: es signo verdadero y eficiente del año degracia, inaugurado con la Encarnación, con la predicación del Ungido por el EspírituSanto (recordemos el pasaje de Nazaret en Lc 4), con el Misterio Pascual: año deliberación, de redención de las culpas propias y ajenas, año de vivencia de lacomunión de la Iglesia en la diócesis y a nivel universal y auténticamenteecuménico, año de peregrinación hacia la ciudad del futuro, la Jerusalén del cielo,profesando con fe viva que "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos de lossiglos" (He 13, 8). "Amén. Ven, Señor Jesús"(Ap 22, 20).