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COMUNICACION POPULAR EDUCATIVA

COMUNICACION POPULAR EDUCATIVA · ble resistir el deseo de empezar a buscar el secreto de la palabra, su sentido y su poder, justamente junto a las so ciedades tribiales. Bandas errantes,

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COMUNICACION

POPULAR

EDUCATIVA

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INDICE

Pág.

INTRODUCCION S

EL PODER DE LA PALABRA Carlos Rodríguez Brandao 19

LA COMUNICACION POPULAR EN LA DEMOCRATIZACION DE LA COMUNICA­CION EN CHILE Fernando Ossandón 4S

APUNTES SOBRE COMUNICACION POPULAR EDUCATlVA Daniel Prieto Castillo 79

UN CUESTIONAMIENTO AL PROMOTOR Y LA METODOLOGIA CINEP 101

LA RADIO: UN MEDIO MASIVO QUE PUEDE SER ALTERNATIVO Carlos Crespo Burgos 11 7

LOS MEDIOS EN LA COMUNICACION EDUCATIVA RURAL Gloria Dávila de Vela 135

ESTRATEGIAS DE COMUNICACION Eduardo Contreras 147

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MENSAJES: EXPRESION y CULTURA CRITICA Daniel Prieto Castillo 157

LA CAPACITACION EN LA PRACTICA DE LA COMUNICACION POPULAR Alfredo Paíva 163

LAS PRACTICAS DE LA COMUNICACION POPULAR EN EL REDIMENSIONAMIENTO DE LA INVESTIGACION EN LA COMUNICACION Eduardo Contreras B. 179

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EL PODER DE LA PALABRA (Versión presen tada en español por

el au tor a partir del original en portugués)

CARLOS RODRIGUES B. Docente e investigador de la Universidad Estatal de Campinas, Brasil. Nació en R(o de Janeiro. Desde t 963 está dedicado a tra­bajos de educación popu­lar en su pars, Es autor de numerosos libros: "Os deuses do pavo, O que E Educac;ao, O ardil da oro denm", entre otros. Reali· zó estudios de maestr ra en antropoloqra, en la Univer· sidad de Brasilia, y de doc­torado en ciencias sociales en la Universidad de San Pablo.

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Llegó el fin: las bocas se abrieron por sí solas. Otra generación vino y desplazó la cuestión. Sus escri­tos, sus poetas con inacreditable paciencia intenta­ban explicarnos que nuestros valores se estrechaban mal con la verdad de la vida, que de modo general no podían recusados de todo, ni tampoco asimilar­los. [Jean-Paul Sartre, Los Malditos de la Tierra, en: Colonialismo y Neocolonialismo].

ALGUNAS PALABRAS INICIALES SOBRE LA PALABRA

Muy expresamente en tiempos en que temas como los de educación y comunicación empiezan a ser pensa­dos en términos de relaciones entre las máquinas a través de los hombres -"tecnificación absoluta", "computa­ción", "informática"- .ouiero sugerir que empecemos nuestro diálogo en este seminario volviéndonos juntos al lugar de la matriz de todo lo que estaremos debatiendo aquL Quiero volver a la palabra. Pretendo partir del punto de origen de todo lo que da sentido a nuestros ofi­cios. "En el principio -era el verbo". Pero ahora parece

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que nos decimos con temor los unos a los otros: "ya que fracasamos en aquello que nos es más humano, ya que no sabemos más cómo comunicarnos y entre noso­tros enseñar y aprender, hagamos máquinas que, más sa­bias que nosotros, establezcan entre nosotros las reglas de la comunicación y educación".

¿Cómo pensar, compañeros, una cosa y la otra, la comunicación y la educación, en su dimensión de popu­lar -una de las palabras del trtulo de nuestro seminario­sin partir de lo que quizás haya sido lo único que le que­dó al pueblo: la palabra? ¿Será cierto ésto? En apa­riencia sr, pues aun bajo los reqúnenes de terror que con frecuencia detentan el poder en algunos de nuestros paí­ses, todos parecen hablar y parecen poder hablar. Apa­rentemente todos se comunican y algunos sujetos, aun­que pobres, parecen ser libres y felices/pero, Zde qué ha­blan? zSobre qué se comunican? ¿Cuál es la verdad que pueden escuchar? é Oué pueden aprender y sobre qué pueden hablar? Seamos más directos: ¿Cuál es el poder de la palabra "pueblo" de aquéllos junto a quienes nos re­conocemos profesionales de la educación y la comunica­ción?

En un primer momento quiero analizar aqu í la prác­tica poi ítica de la palabra. Perdonen que a un antropó­logo a qu ien le interesa tanto la educación le sea imposi­ble resistir el deseo de empezar a buscar el secreto de la palabra, su sentido y su poder, justamente junto a las so­ciedades tribiales. Bandas errantes, pequeñas tribus o grandes naciones indígenas que pueblan aún, sobre­vivientes de una historia de masacres, una buena par te. Tras sus huellas quiero partir de una discusión sobre el hecho de la división social del saber, para reflexionar sobre la cuestión poi ítica de la división so­cial del poder de decir. Del poder dividido de tomar la palabra que consagra un orden social regido por la desigualdad y hacerla, una verdad consagrada. Ha­cerla así, usando, entre otros, el trabajo del educador y del comunicador para tornar colectiva la palabra que

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habla en nombre del poder separado y, muchas veces, opuesto a la vida y al trabajo del pueblo. Habrá ah í un momento inicial en que el pensar sobre el surgimiento de la propia palabra escrita nos será muy útil.

Pero como estamos aqu í no para hacer teorías de antropólogos y sí para pensar el sentido de la práctica de educadores y comunicadores, en un momento siguiente quiero discutir algo sobre cómo pueden participar el edu­cador popular y el comunicador popular de una lucha muy difícil. La lucha por revertir el sentido de la pala­bra que es dicha al pueblo, y así, redescubrir con pueblo, verdades a siglo ocultas a fuerza entre nosotros, la lucha también, por participar con el pueblo del trabajo de con­quista de su propia palabra. ¿Qué otro es, compañeros, el oficio y la misión del educador? Este será el momen­to de procurar comprender juntos que no cabe al educa­dor repetir año tras año el trabajo de decir y de enseñar. Es necesario no sólo saber y hablar lo que es cierto y verdadero, sino conquistar con el pueblo el lugar y el poder donde reside el dominio de la palabra, de una nue­va palabra que, diciendo cómo debe ser el mundo, sabrá decir cómo el pueblo debe ser y cuál es su misión en la dirección de la construcción de nuestro mundo, de un nuevo mundo.

EL PODER DE ESCRIBIR.

Un cierto d la, en los primeros años de su carrera de etnógrafo, Claude Lévi-Strauss realizó expediciones entre los indlgenas de Brasil. Era entonces un joven profesor invitado por la Universidad de Sao Paulo, que aprove­chó su permanencia de algunos años en el país para co­nocer y estudiar grupos tribales como: los Bororo, los Caduveo, los Tupi-Kawahib y los Nambikwara. Algunas breves reflexiones de él entre estos últimos -los Nam­bikwara- bien podrían ser el comienzo de nuestras cues­tienes. Como de costumbre, en un momento de inter­cambio de regalos, él distribuyó entre los hombres de la tribu hojas de papel y algunos lápices. Era sabido que

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los Nambikwara nunca supieron escribir, pero algunos de ellos inmediatamente empezaron a utilizar los lápices y a dibujar en el papel pequeñas lfneas. imitaciones grose­ras de la escritura. Cito a Lévi Strauss:

¿Qué quedan ellos hacer? Tuve que rendirme a la evidencia: escribían o más exactamente, intentaban uti­lizar el lápiz como yo, dándole la única utilización que ellos entonces podían concebir, pues aún no había in­tentado distraerlos con mis dibujos. La mayor parte de­jó allí sus conocimientos, sus esfuerzos; pero el jefe del bando veía más lejos. Fue probablemente el único que comprendió la función de la escritura. Así, me exigía to­do un bloque de apuntes y estábamos equipados del mis­mo modo mientras trabajábamos juntos. No me comuni­ca verbalmente las informaciones que le pido, pero dibu­ja en el papel líneas sinuosas y me las presenta como si debiera poder leer su respuesta. El mismo se deja llevar por su comedia; cada vez que su mano acaba una línea la examina ansiosamente como si su significado debiese irrumpir de ella y, en tonces, la misma desilusión se tiñe siempre en su rostro. Pero no la admite; está tácitamen­te entendido entre nosotros que sus dibujos poseen un sentido y que yo hago como si los descifrara; el comen­tario verbal acompaña casi inmediatamente y me dis­pensa de exigir los esclarecimientos necesarios. (Claude Levi Strauss, Tristes Trópicos, 292/293).

Algunas veces en mi vida de asesor de proyectos de educación en el medio rural, yo mismo me preguntaba si los ritos pedagógicos que establecemos con la fuerza de nuestro poder de educadores, no resultaron en un doble juego, en una doble representación entre ellos y noso­tros: la de jugar cómo se aprende, en medio de experien­cias de educación frágiles, fragmentadas y tan efímeras como los grandes rituales que algunas tribus indrqenas del continente todavía saben practicar.

Pero dejemos esta cuestión inquietante para un mo­mento posterior y sigamos los pasos de Lévi Strauss. La

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escena prosigue. En un momento dado, el jefe indígena saca de una cesta una hoja en donde había fingido escri­bir y entonces finge leer, presentando al antropólogo y a todos a sus alrededores la lista de regalos que debían ser intercambiados entre ellos. Cito a Lévi Strauss:

¿Qué esperaba él? Engañarse a si mismo, quizás; pero más espantar a sus compañeros, persuadirlos de que

las mercancías pasaban por su intermedio, de que él ha­bía obtenido la alianza del blanco y que participaba de sus secre tos (293).

Durante una mala noche en las selvas de Brasil, Lévi­Strauss medita sobre la cuestión de la escritura. De la palabra escrita y de sus consecuencias: los significados y poderes que ella incorporó a la cultura humana y tam­bién las diferencias sociales que comenzó a establecer entre los hombres. Porque la escritura es un modo de palabra oral a hacerse no sólo una fuente de poder, sino uno de los medios más importantes en la formación de un nuevo tipo de poder: el poder separado de la vida social. El poder constituído como una entidad en sí mismo y, entre otras, la matriz de la división social del trabajo que se hace acompañar de la división social del saber. La escritura es una de las condiciones del "po­der ser" convertido en "poder de estado".

Entre los indios Nambikwara la escritura sin senti­do era, para el jefe, un significado de que él podía más que los otros. Simulando saber utilizar el código del blanco, él parecía aproximarse a alcanzar el saber del descifrador entre compañeros de aldea que, por mile­nios, supieron vivir libres de la palabra escrita. Entre nosotros, símbolo de un progreso que no sólo parece existir en la civilización, sino más bien parece haber con­tribuído poderosamente para hacerla emerger en la his­toria, la escritura se disfraza del significado de poder que es -y al cual sirve-, para parecer ser una pura con­quista de la cultura humana. Una conquista del saber de los hombres que genera la posibilidad de que la civiliza­ción sea una lenta, pero irreductible caminata hacia la

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libertad v Id solidaridad entre todas las cateqor ias de lOS

hombres y de pueblos de Id r.erra.

Durante su mala noche, poco a poco Lévl -Strauss

revela cosas que muchas veces las conferencias de educa­dores buscan ocultar Más que un servicio, la palabra escrita es hasta hoy una modalidad, un símbolo y un ejercicio de poder Y ésto ocurre incluso en sociedades sencillas, donde el saber escribir es tan raro que quien

sabe hacerlo es un especialista profesional Otra vez cito a Lévi-Strauss

En las aldeas por donde pasé en las colinas de Chi­ttaggong. en Paquistán Oriental, hay muchos analfabe­tos: cada uno de ellos tiene entre tanto a su escriba que desempeña su función jun to a los individuos y a la colec­tividad.

Todos conocen la escritura y la utilizan en caso de necesidad, pero desde afuera o como si se sirviesen de un legislador extranjero, por lo cual se comunican con mé­todos orales.

Ahora. el escriba raramente es un funcionario () un empleado del grupo y su ciencia es acompañada por po­der. de tal forma que el mismo individuo reúne muchas veces las funciones de escriba v de usuano : no sólo por­que él tenga necesidad de leer y escribir oara ejercer su industria, sino también porque se encuentra a sí mismo. más que con un título, como aquél que tiene poder so­bre los otros. (294/295).

La palabra escrita parece haber sido uno de los de­

terminantes fundamentales de la posibilidad del pasaje de los hombres primitivos de bandas errantes de colecto­res-cazadores, la gran tribu estable Y. después de élla, a la ciudad y a la civilización No fue así La revolución

neol ítica que precedió en algunos milenios a la escritu ra. resultó del dominio del hombre sobre los granos y los cereales. básicamente el trrqo, el arroz y el maíz La f>S

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critura es posterior a conquistas humanas mucho más fundamentales y, en real idad, es un derivado de sus con­secuencias. La agricultura estable de cereales generó fi­nalmente un producto que, factible de ser almacenado sin ser consumido totalmente, se hace mercancía y, en­tonces, separa al amo del siervo -categorías inexisten­tes antes de las grandes tribus y de la ciudad-- y exige la reproducción de un repertorio creciente de agentes de mediación entre quienes poseen los campos de planta­ción y constituyen el poder separado de la vida social, y aquéllos que trabajan sin poseer ni una cosa ni otra, ni la tierra ni el poder: el campesino, el siervo de la tierra, el esclavo. La acumulación de la riqueza exige su contabilidad; la acumulación de poder exige apara­tos de control -algunos groseros como la milicia esta­ble, otros sutiles como la palabra escrita-o Invención de la división social del trabajo, del poder y del saber, la escritura sirve inicialmente para contabilizar y vigi­lar. Sirve para controlar ganancias y tributos, y para llevar lejos los ojos y las órdenes de los señores cuando la tribu de agricultores se transforma en la ciudad y la ciudad se transforma en imperio. Cito a Lévi -Strauss:

Si quisiéramos poner en co-relación el surgimiento de la escritura con ciertos rasgos característicos de la civilización, es necesario tratar en otra dirección. El único fenómeno que la ha acompañado fielmente es la formación de las ciudades y los imperios, es decir, la integración en un sistema político, en un número con­siderable de individuos y su jerarquización en castas y

en clases. Esa es en todo caso la evolución típica que se ha observado desde Egipto hasta China. Cuando sur­ge la escritura, ella parece favorecer la explotación de los hombres antes que su iluminación. Esta explotación que permitiría reunir a miles de trabajadores para obli­garlos a tareas extenuantes, refleja mejor el nacimiento de la arquitectura que la relación directa enfocada ha­ce poco. Si mi hipótesis es exacta, es necesario admitir que la función primaria de la publicación escrita fue la de facilitar la servidumbre. El uso de la escritura para

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fines desinteresados con miras a extraer de ella satrs facciones in telectuales estéticas es un resultado secun dario. si es que no se reduce en la mayor parte de los casos a un medio para reforzar. justificar o disimular la otra. (296 l.

Grupos tribales de Africa pudieron ampliarse a las dimensiones de pequeños y prósperos imperios Sin la escritura, sin las relaciones de servidumbre que han sido, con variaciones entre naciones y épocas, una caracter rs­tica Constante de nuestras civi Iizaciones occidentales Por otro lado, aun cuando la escritura sea, como cultura, la posibilidad del saber hacerse visible y la memoria rm perecedera, como forma de poder, la escritura es la con dición de posibilidad de la multiplicación de la desigual dad. No seamos ingenuos: no es por ser un instrumen to cultural de un poder de estado que la escr rtura se convierte en una forma de poder en sí misma, que ella participa en la creación de formas de un poder pO/{tICO regido por la desigualdad y la servidumbre. Cito a Lévl Strauss:

Si la escritura no bastó para consolidar conocimien­tos quizás haya sido indispensable para fortalecer las do­minaciones. Veamos un poco lo que está más cercano a nosotros: la acción sistemática de los estados europeos en favor de una instrucción obligatoria que se desarro­lla durante el siglo XIX es acompañada por la ex tensión del servicio militar y por la prole tartzación La lucha en contra del analfabetismo se confunde así con el refuer­zo de control de los ciudadanos por el poder, pues es ne­cesario que todos sepan leer para que este último pueda decir: nadie puede ignorar la ley. (296).

¿Será esa la razón por la cual, en sociedades pre-co lombinas de América Latina -sociedades que hace SI

glos dominaron estas tierras en donde estamos nosotros los propios dioses maldijeron la palabra escrita?

Tupac Cauri consultó a los adivinos quienes dijeron.

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que lo que más había desgradado a los dioses era la es­critura. Por eso prohibió la quelca, bajo una severa pe­na de muerte; en su lugar propagaron el quilpus, COII

estas medidas se aplacó la cólera de los dioses y la feli­cidad volvió a reinar. (Luis Pardo, Historia y Arqueolo­gía del Cusco, 117).

EL PODER DE DECIR.

En este punto pretendo volver algunos pasos atrás. Quiero volver sobre mis pasos y afirmar que no es sólo la palabra escrita -la matriz del saber de la educación que nos reúne aquí-aquéllo que sirve tanto para separar al se­ñor del siervo, como al civilizaddr del no-civilizado. No son sólo formas por las cuales la palabra se electrifica o se convierte en mil artimañas de "comunicación de masa" lo que define la oposición entre los que poseen el poder de hacerla existir, los que obedecen al deber de hacerla funcionar y los que se someten a ser la masa de los que obedecen al deber de recibirla. Es la propia palabra que se habla. Es el poder de decir, aquéllo que es necesario tomar como un punto de partida. Volvamos a la unidad más inmediata y, por eso, la más terrible de nuestras la­bores de comunicadores y educadores, para hacer la cr í­tica de algunos fundamentos de nuestra propia práctica.

Todos hablan, aun en la sociedad más represiva, co­mo aquéllas en las que vivimos algunos de nosotros, don­de en las noches frías las mujeres desesperadas, golpean sartenes y cacerolas desde las ventanas de sus casas, co­mo única y última manera de decir al opresor Que los oprimidos todavía están vivos. En todas las sociedades aparentemente todos preservan el derecho de hablar. Pe­ro éste es exactamente el gran engaño. Perdidas en la polvareda de las palabras Que no dicen nada, los subal­ternos del trabajo deshumanizado y del poder arbitra­rio pierden en el aparente poder cotidiano de poder de­cir casi todo, el derecho de pronunciar justamente las únicas pocas palabras que hablan a todos el sentido y las reglas del código del mundo donde viven.

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I)U,' t'''IIC'S Jean-Pauí Sar iu- ¡'SLliI".) e, ¡"t';ldC'LJ

de UII Ill);() que se titula "Los CUIlUell"LJo, dl'l" 1 ,e ' I "

escr uo pOI' hantz Fanon, un enlOIlCe' 'UIOIlILaclu t.'

r1'!Cld en aquel uempo que SI el mundo uosera SI e"" eó

y >1"1 vos es porque entre otras razones. a lo, pr irner os 1,,,, ,,,t;í ,,,servado el pod-r de enunciar Id p al abr a necesa­

11i! -, " los ntros a los muchos que -on cas: todos el dpiwl dE' repe tu ta y obedecerte

Una vez tr anscrrt» en el pre tacro que 111ce para el 1,

br o de un compaíiero poeta el mismo pasaje de Sartr P

que me gustarla repetir aqu i

No hace mucho tiempo la tierra con taba COIl dos bl

llones de habitantes. o sea, quinientos millones de hom­bres y mil quinientos millones de mdígenas. Los pr une­ros dispon ían de la palabra. los otros la Imitaban Entre aquellos y éstos. los régulos rendidos. los señores feuda­les. una falsa burguesía creada con todo cuidado. ser­vían de m termediarios. A las colonias la verdad se en­seuaba al desnudo: las metrópolis las preferían con sus ropas: era necesano que el indígena las amase. Como a una madre. de todos modos. La élite europea comentó a fabricar una élite indígena: seleccionaba adolescentes. les inculcaba a la fuerza los principios de la cultura occi­dental. llenaba Sil boca de palabras sonoras. grandes pa­labras pastosas que fluían dc sus dientes: después de una breve estancia en la metrópoli. los devolv ian a sus casas falsificados. Esas mentiras vivas nada más ten ian qu e de­cir a sus hermanos: ellas resonaban. De Par is. de l.on des. de Amsterdarn , nosotros lan zaharuos palabras "Par theuon ". "fraternidad"! y en 'Jlguna parte de At r t­

ca,deAsia.loslabiosseabrían: Tenón' Nidad ' ~ra

la edad de otro (Jean-Paul Sartre. Maltidos de la l'rerra , capítulo de colonialismo \ neocolouralismo . I ~ ~ 1

El resto de las Ideas de Sartre son lO '1LJP transcr rt» PI'

los dos momentos del eplqrafe de estos escritos y 1111,1 ¡JI'

ellas "llegó pi fin las bocas se ahru-ron POI "~old" VD

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nuestro seminario Quise traer acá palabras dichas so bre otros pueblos en otros tiempos, porque creo que, cambiando algunas palabras e mtencrones. es necesario que nos preguntemos a nosotros mismos SI él favor o en contra de nuestra voluntad no somos nusutr os también emisarios de educación cuyos titulas solemnes ocultan una vocación de ser -ahora en el mtenor de una disfr a zada relación entre colonizadores y colonizados de un mismo pa ís - artificios de usar sobre y contra los que tienen que escuchar y obedecer, las palabras de aquellos que pueden hablar y que pueden, por tanto, ordenar Al fin y al cabo qué es lo que realizan y qué es lo que OCI!I

tan a través di' sus palabras -alqunas dichas. otras eme ñadas y otras hasta participadas los programas de "alfabe uzación". "educación de adultos" "desarrollo rural inteqrado?"

Pero antes de pensar en ésto, pensemos nuevamen te en el momento del origen de la división del saber, o sea, en la división del poder de enunciar la palabra nece saria. Otro antropólogo francés, Pierre Clastres, evalúa el poder de la palabra a partir de sus estudios de campo entre pequeños grupos de indlgenas cazadores del Para­guay.

"Hablar es ante todo poseer el poder de hablar' El oficio del poder se realiza a través de la palabra y su do minio determina el ejercicio del comando Hablan los señores y los otros escuchan, repiten, obedecen Ya vi mas eso acá. La palabra asociada al poder lo consntu ve, y el poder transforma la palabra que emite en la úni ca legitima. Aquella que pronuncia la verdad y que dicta el orden. Directa, sin artificios. cuando el poder es abo soluto, ella es la pura voluntad del poder convertida en su srmbolo su habla, Cuando el poder es menos correen­tr ado en la persona de un solo señor, o en la figura de pequeñas jerarqu las de hombres separados de la vida so cial para ser el puro poder la palabra legítima se arma de Instrumentos y meditaciones Se hace rnú ltiple. no sólo para reproducir entre sujetos y grupos diferentes una

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misma determinación de la verdad, sino también para hacer el poder de la palabra tan amplio y tan diferen ciado cuantos sean los dominios de la vida sobre los cuales ella deba ejercer su labor de dictar y de decir

"Toda toma de poder es también una adqursrción de

la palabra" Esta es otra cita de Clastres Cuando ya no es suficiente la palabra única de un sólo señor, el mismo

se multiplica en varios y los hace emisarios de su palabra

primero, en el pasado, sacerdotes y escribas, jueces del poder, enunciadores de su habla; después, en tiempo pr e sente, los educadores, los profesores, los especialistas en comunicación Pero, y ésto es una cuestión Inquietante, éha sido siempre asr? z Habrá sido siempre aSI en la his

toria? QUién dudará que as í sea en mundos como el nuestro, donde el orden de la vida está basado en la e xis tencia de la vida de un orden regido por la desigualdad Un orden dirigido no solamente por oposiciones de tipo capital-trabajo; estado-sociedad civil, clases dominantes clases dominadas, sino justamente también por una múl tiple variación de pequeñas y grandes relaciones directas, inmediatas, entre los detentares de alguna forma de po der y las muchas cateqorras de sujetos de algún modo subordinados a ellos y a su palabra. Pero, zcuántos de nosotros estamos atentos al hecho de que la construc ción de la desigualdad transforma el ejercicio de la pala bra del deber de hablar en el poder de decir? Es sobre esta reforma que es necesario meditar acá. Volvamos por tanto a los ind ígenas,

También sobre la pequeña tribu primitiva de los

Guayaquis, del Paraguay -que Clastres y su esposa He lene estudiaron tan magn(ficamente- reina el Jefe. Reina uno de ellos elegido para ser el Jefe. En muchas tribus se dice de aquél que es el jefe: "él reina sobre las palabras" Entre tanto, qué significa allá reinar sobre la palabra? En las pequeñas sociedades aún no goberna­das por la división social del trabajo (Sin siervos contra señores) por la división del poder (sin un estado contra la SOCIedad) y sin la división del saber (Sin los que ha, blan en contra de los que escuchan), la palabi a es el de­

n

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ber del poder Y es sólo cuando el trabaja, el poder y el saber se dividen, que ella pasa a ser el derecho del poder, el derecho arbitrario que constituye a su palabra para hacerla resonar como saber legítimo

Una diferencia allí se revela. al mismo tiempo la más aparente y la más profunda. en la conjugación entre la palabra y el poder El hecho es que en las sociedades de

estado la palabra es un derecho del poder y en las socie­dades sin estado ella es. por el contrario. el deber del po­der. O para decirlo de otra manera. las sociedades ind í­

genas no reconocen al jefe el derecho a la palabra porque él es el jefe: ellos exigen del \tombre destinado a ser je­fe que pruebe su dominio sobre las palabras. Hablar es para el jefe una obligación imperativa. la tribu quiere es­cucharlo un jefe silencioso ya no es un jefe. (Pierre Clastres, A Sociedade contra o Estado. 107).

Obligado a ser el hombre que habla, cuál es la pala­bra del jefe de la tribu? Es la palabra de todos. Dicho de otro modo, el jefe es el enunciador del saber no divi­dido que se escucha a través de la voz de aquél que es el jefe justamente por repetir para todos lo que todos sa­ben. El poder de la palabra no está situado ni en la per sona ni en las ideas de uno solo, aquél que, hablando, ca manda. Por el contrario, la tribu constituye un Jefe pa­ra tener en su habla el rito enunciado de las palabras de la colectividad. Tanto así que, hablando más para repe tir como rituales que el saber colectivo consagra, que pa­ra introducir el orden y su voluntad personal a través de la palabra, el jefe de la pequeña tribu habla muchas veces para no ser escuchado Obligado a hablar por ser el Jefe, él no posee siquiera el poder de hacer con que los otros lo vienen a escuchar

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La palabra del jefe no es dicha para ser escuchada. Paradoja. nadie presta atención al discurso del rete. o mejor. todos hacen 1:0010 SI no prestaran atención. SI

el rete debe. como tal. someterse a la obligación de ha­blar . en corn pensación las personas a las cuales él se di­r ige no están obligadas sino a aparen tar que Jo escuchan. en un sentido ellas no pierden, por así decirlo, nada. ¿Y por qué? Porque. literalmente, el jefe no dice cosa al­guna. Su discurso consiste. esencialmente, en una cele­bración repetida muchas veces de las normas de la vida tradicional: "nuestros abuelos se sin tieron bien viviendo como vivían. Siguiendo su ejemplo y de esa manera lle

varemos juntos una existencia tranquila" Es más o m e­nos a lo que se reduce un discurso del Jefe Se compren­de de allí que él no perturbe de otro modo a aquéllos a los que es destinado. (108)

En otros estudios sobre otros rnd iqenas de Sur Amé rica, Pierre Clastres ejemplifica como Jefes tribales que por un momento pretendieron impone¡ sobre la vol un tad del consenso de la tribu la de su propia palabra, ca mo orden personal, fueron olvidados, fueron destitu idos del poder a fueron muertos Si la palabra de aquel que debe ser el jefe no necesita ser escuchada. Qué es lo que significa I

Significa exactamente que ella es as¡' porque pi que la enuncia es el ,efe sin ser el poder Mejor, él es quien representa para todos el hecho de un poder que no exis te separado de la vida colectiva Separado de la Vida so eral como valor en SI mismo, come lugar de mando, espacio sagrado que sobre el siervo enuncia la palabra legítima Una palabra también separada para ser al con trarro del rito del saber colectivo, la ley que consagra la rüferenc.a entre quienes saben y hablan en nombre del poder y <¡lIler 'S no saben v escuchan y obedecen

FI jefe hastante loco para pensar 110 tanto en el abu

~o de un poder que él 110 posee. com- en el prop. l uso

del poder o ,,1 lefe que qn icre lugar a ser iefe l'S al;"udo

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nado. la sociedad primitiva no es el lugar de un poder se parado, porque ella misma y no el jefe es el lugar real del poder (108.

El Jefe le debe a la tribu la palabra A través dt.' lo

que habla, la Tribu se escucha a s misma y la voluntad colectiva de la vida solidaria se oye a SI misma Por eso prohibe al que habla ser algo más que aquel que dice lo

que iodos no necesitan escuchar porque ya lo sabe POI

eso ellos son lo que saben Incluso cuando habla otr o errte tribal un profeta po. ejernpio de alguna sociedad md i qena SI sus palabras traducen la novedad y hablan sobre la necesidad de la transformación, ellas necesitan ser, otra vez como un rito, la afirmación de una voluntad colectiva Como los Karai profetas entre los Guaraníes del Paraguay del Brasil, ni sacerdotes ni hechiceros, hom bres que de aldea en aldea iban predicando sobre los ma­les del mundo invadido por el hombre blanco y la necr sidad de que todos partieran en la búsqueda incesante de una tierra sin males

(Cuál es entonces el discurso de estos profetas errantes, profesionales de la planta, como los llama Clas­tres' El anuncio de otro mundo EI anuncio de la POSI

bilidad de que todos juntos, Guaran les puedan enconti ar este mundo y cunstru 1110 con la conjunción de sus vidas

colectivas

¿Qué es lo que dicen los Kar ai? La naturaleza de su discurso era homogénea con su estatuto en relación a la sociedad. Era un discurso más alla del discurso. de la misma manera como ellos se consideran más allá de lo social planteando la misma cosa de otra manera. lo que ellos articulaban delante de multitudes ind ígenas las cinadas, encantadas, era un discurso de ruptura con t·!

discurso tradicional. un discurso que se desarrollaba en el exterior de un sistema de normas, reglas y valores ant i guos legados e Impuestos por los dioses y ancestrales rn ¡

ticos Es en relación a éso que el fenómeno profético que agitaba esa sociedad nos interroga de una manera

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muy perturbadora. He aquí, en efecto. una sociedad pr imiriva que. como tal, tiende a perseverar en su ser a través de la manutención resoluta, conservadora, de las normas en vigor desde los albores del tiempo humano. y

de esa sociedad surgen, enigmáticos, hombres que pro­claman el fin de esas normas, el fin del mundo prendido a esas normas, ordenado a partir de ellas. (Pierre Clastres Arqueología Da Violencia, 99 y 100).

Aparentemente con menos poderes que nosotros, esos profetas ind ígenas nos anteceden. Como nosotros, son aquellos que asumieron, contra el orden legítimo, el ofi CIO de viajar entre los hombres predicando la necesidad de que, finalmente, todo sea transformado Entre tanto, ¿en qué somos iguales y en qué somos diferentes 7 Pro­fetas de la sociedad sin Estado, sin un poder que les hI­ciera capaces de ordenar sobre la tribu la voluntad de sus visiones, eran ellos, los Karai, la pura expectativa de la urgencia del cambio frente a la amenaza del hombre blanco. Era una voluntad colectiva que, difícil de ser pronunciada, escogía a ;05 Karai para que la pronunciase en su nombre. ¿ Y quiénes somos nosotros, profesionales de la comunicación y de la educación, los que nos arma­mos de palabras como: concientización , participación y transformación para, frente aquéllos que consideramos como formas opresoras de educación y comunicación, anunciar la posibilidad de que todo se hubiera transfor mado a partir de un trabajo con el pueblo, a partir y a través del trabajo del mismo pueblo ¿Un sueño imposí

' ble? No. Un sueño en la historia humana. Acá mismo en América y en otras partes del mundo otros pueblos lo hicieron, otros pueblos lo están haciendo.

HABLAR ... EN NOMBRE DE QUIEN?

Tres indicadores muy importantes de lo que fue la instauración en América Latina del conjunto de ideas y prácticas que constituyeron las propuestas innovadoras de Educación Popular y pe Culfura Popular. son hoy día olvidadas muchas veces. Y son olvidadas principalmente

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por aquéllos que, después de veinte años de las propues­tas de Pablo Freire en las primeras experiencias brasile­ras, comprenden la Educación Popular como una forma apenas un poco más avanzada y más declaradamente pe­I itica de una Educación de Adultos que les antecede al­gunos años, ¿Y cuáles son esos tres Indicadores?

1.- La Educación Popular no es un modelo o una ten­dencia derivada de la Educación de Adultos. por el

contrario, es un movimiento de educadores que. en con­tra de la forma Institucional y de la mera expresión corn pensatoria y domesticadora de la Educación de Adultos, introduce propuestas de un trabajo pedaqóqico proqresi­vamente capaz de orientar y servir a proyectos popula­res de organización y de clases y transformación de so­ciedades.

2.- Por lo menos en sus primeros momentos, la Educa­ción Popular no pretende restringirse a hacer un tra­

bajo pedagógico dirigido a personas adultas no adecuada­mente escolarizadas durante la niiíez y la adolescencia. Por el contrario, ella se propone como un movimiento de "retotalización" de todo el sistema educativo, en todos sus niveles y a través de todos sus modos de realización. Un sistema progresivamente definido a partir de la lógica y del trabajo poi (tlco de las clases populares. En ese sen­tido, la Educación Popular comparte con el pueblo en el seno de los trabajos pedagógicos, con fas ideas igualmen­te resignificadoras y retotalizadoras de la Cultura Popu­lar y de la Comunicación Popular.

3.- La Educación Popular no fue, y mucho menos aún pretende ser hoy, un sistema o un método eficaz de

enseñar al otro el saber mío; de hacerlo aprender a través de hacerlo el espejo de una cultura que no sea su propia cultura, una cultura de ind(genas, de negros, de carnpesi­nos y de obreros que, del modo más critico y creativo posible, debe ser reconstru {da y transformada a través del trabajo cultural de ellos mismos, indígenas, negros, campesinos y obreros Eso en un lugar donde el trabajo

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fundamental es el trabajo de la educación que el pueblo se hace a si mismo, y donde nuestro trabajo es el de par ticipar en esta labor. Al contrarro de una educación que consiste en enseñar al pueblo la lógica dominante, a tr a­vés de hacerlo aprender a leer el mundo por su propia óptica y su propia palabra. La educación popular neceo sita ser un instrumento que participe del trabajo colee­tivo por medio del cual el pueblo, al aprender a partir de su propia práctica, conquiste finalmente el poder de de­cir su propia palabra.

Descubrir su propia palabra, aprender a decirla, leer no solamente el alfabeto semántico de las relaciones en­tre las letras, sino también el alfabeto poi itico de las re­laciones en! e los hombres, es aquello que deseábamos conquistar, junto a las diferentes categorias de sujetos del pueblo, los que vivimos desde los primeros años de la década de los 60 los movimientos de Cultura Popu­lar y los movimientos de Educación Popular Al final, descubrimos poco a poco, entre errores y aciertos de nuestra propia práctica de Educadores Populares, que la palabra '10 es una mera señal de la cultura, sino un sfmbolo y un instrumento de poder. O entonces, si es un modo de expresión de la cultura, es también, y por éso mismo, aquéllo a través de lo cual la propia cultura puede llegar a ser un instrumento poi (tico de la libera­ción popular. En un documento escrito en Chile y pu blicado en 1968, Paulo Freiré repite, ahora con la ex perrencra de lo que fuera vivido en dos pa rses del con ti

nente, Ideas que aprendió a madurar

Es por esta razón que solamente la alfabetización. como problematización de hombre-mundo, como bús­queda de la palabra en su significación profunda, es li­beradora. Y porque es liberadora, es capaz de instau­rarse como "el l-dmer paso que el individuo debe dar para su integración" en el proceso de construcción de su sociedad. Y, de esta forma, decir su palabra. (Pauío Freire , La Alfabetización de Adultos -cr ítica de su vi­sión ingenua. comprensión de su visión crítica, art ícu­

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lo de Contribución al Proceso de Concientización en América Latina. pág. 1b l.

Tal vez podemos encontrar aquí, en la unidad ma­triz del oficio del educador -la palabra -- el lugar donde es difícil "jugar con medias palabras" Realizando su la­bor en el interior de sociedades desiguales, donde el po­der aprendió a multiplicarse en muchos modos y a pre­sentarse a sí mismo como algo legítimo, deseable, que se constituye corno la forma consagrada de la existencia so­cial, se le hace difícil al profesional o al militante de una práctica que asocia el trabajo de educación con la condi­ción de las clases populares. dejar Indefinidas dos cues­tiones fundamentales. la (En nombre de qué poder ha­blo yo? 2a. (A qué tipo de poder atribuye más poder mi trabajo a través de la palabra?

Una sutil mala conciencia ---que muchas veces se ex­presa como una buena retórica- tiende a considerar co­mo "al servicio del pueblo" todos los tipos de prácticas que, por deber de oficio, son dirigidas a las clases popu­lares. Unas mejores, otras peores, más eficaces unas, me­nos otras; más avanzadas algunas, menos radicales otras, todas las "experiencias de educación y comunicación di­rigidas a las clases populares" son, de algún modo, un servicio a ellas.

Cuando amenazan con no serlo, basta que algunos recursos de métodos o estrategias sean redefinidos para que todo "se arregle". Tal vez, por eso mismo, después de ser redescubierta en los años 70 la idea de participa­ción, de participación popular, sirva para adjetivar cual­quier tipo de programa y, a través de ésto, sirva para tor­narlo legítimo. En el mes pasado el Instituto Nacional de Estudios Pedagógicos, del Ministerio de Educación de Brasil, anunció un Seminario sobre Investigación Partici­pativa para el mes de diciembre de este año (El moti­vo? 800/0 de los proyectos enviados a todos los centros del país con pedidos de financiamiento para estudios sobre educación. anunciaban como método la mvestiqa­ción participativa

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Contra la aparición de falsa verdad de que "desde el momento en que enseñe" a adultos pobres del continen­te y desde que se les ayude a organizar sectores de su vi­da subalterna, todo tipo de "trabajo popular" es legíti­mo y necesario, sería importante reflexionar respecto a cómo, unos después de otros, los incontables dominios de los poderes que rigen la desigualdad produjeron agen­cias y artificios que, a lo largo de la historia, se convir­tieron de castigo en vigilancia, y transformaron la vigi­lancia en promoción. Esta es la lenta historia que pasa de la horca a la prisión y de la prisión al desenvolvimien­to y organización de comunidades. Cuando en los siglos XVII y XVIII los poderes de Europa descubrieron que era más barato y eficaz vigilar que castigar, redujeron las penas máximas o capitales y crearon, en sus formas mo­dernas, los manicomios, los hospitales y las prisiones. Cuando los colonizadores descubrieron que era igual­mente menos oneroso y sangriento dominar al coloniza­do a costa de comprar la conciencia de algunos y realizar sobre "las masas" trabajos de reorganización de sus vidas "primitivas" según modelos "civilizados", ellos crearon -sin destruir horcas o prisiones- las estrategias de "or­ganización" y "desarrollo". Después, algunos años más tarde, para que pudiesen servir al "desarrollo" de esta in­mensa y amorfa colonia subdesarrollada a la que los del "Norte" les dieran el nombre de "Tercer Mundo", fue­ron siendo creados, reescritos, modernizados y difundi­dos por diferentes agencias, servicios de extensión agr í· cola, de alfabetización de masas, de educación no-foro mal, de desarrollo de comunidades, de capacitación de mano de obra. "Ya que estos sub-humanos hablan, ense­némosles a leer" "Ya que trabajan, civilicemos su fuer za de trabajo"

Desde que sea posible preservar el orden establecido, el poder del estado y el sistema poi ítico legItrrno , la tra­ma de los diferentes sectores y servicios de poderes deri­vados, lo sagrado de la palabra -que a todo da sentido y que establece el habla de la lógica que rige y preserva las relaciones entre todas las personas, los grupos y las cla­

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ses sociales->. nada cuesta al señor enviar emisarios que lleven a los mudos el sonido de la palabra leg(tima,

Cuando contra ésto algunos educadores militantes pensaron en la posibilidad de una educación popular. se la ve (a entonces como un medio pera hacer junto al pue blo con los mismos modelos profesionales (alfabetiza­ción. educación de adultos, desarrollo de comunidades). un oficio poi ítico opuesto. Cambiar todos estos instru­mentos por medio de los cuales sujetos y grupos de las clases populares puedan pasar de sujetos económicos a sujetos poi (tices

1_, Para que puedan fortalecer sus propias experiencias de clase; sus movimientos populares y sus fuentes de

lucha. Aquéllos que, en un dominio irreconciliable de oposiciones entre modos antagónicos de poder y saber, sean medios de producción y fortalecimiento de rnodalj­dad es propias de un poder popular a través de su saber popular.

2.- Para que puedan vivir, en las situaciones colectivas de la reflexión de sus prácticas de clase, la construc­

ción no sólo de una ideoloqfa de clase, sino también de otra lógica del pensar. Cuando algunos educadores mili­tantes dicen, por ejemplo, que el papel principal de in­vestigación participativa es ser el camino de la construc­ción de una ciencia popular (no como una ciencia popu­laresca, versión de un espejo deformado de una "ciencia oficial ") que construya un nuevo conocimiento del mun do a partir de un nuevo modo de actuar sobre el mundo y transformarlo, es sobre esta "obra lógica" que están pensando.

3. Para que puedan conquistar, paso a paso, el control de los medios de producción difusión 'y transform.

ción de su propia educación. de sus propias astrateqras ,jp

organización v desarrollo

Este tercer punto tal vez sea lo que más nos Interesa

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'Jqul Pensar un momento más sobre él servrr ia para ce

r rar estas reflexiones. Descubrimos con el tiempo, rep. t o , entre errores y aciertos. que no basta hacer rnejo. que el dominante o el colonizador, la misma cosa que é

b necesario hacer lo contrario. eY por qué repetir. por lo menos para educadores militantes, una afirmación tan redundante) Porque vivimos en un tiempo en que seminarios como éste y "experiencias" como muchas, a lo largo de todo el continente, algunas veces hacen de to­do trabajo con los sectores popu lares una misma cosa, apenas con ligeros puntos de vista diferentes. y no debe ser asr Profesionales de un mismo oficio, la cuestión de la fuente de poder de su legitimidad no debe Impedir que, entre amigos de reuniones internacionales haya ad­versarios de horizontes poi íticos. Si en algunas partes se

"crean medios de educación y desarrollo que multipli­can junto al pueblo, la palabra legítima del orden opre­sor, es preciso hacer del nuestro un trabajo de educación y participación popular que, sin poseer proyectos pro­pios, si rva para fortalecer los frentes, proyectos y movi­mientos populares de acumulación del saber de las cia­ses populares y del poder de transformación",

Pero SI esta cuestión divisoria parece clara, hay otra que todavía no lo está No basta, con tal propósito, pre­servamos nosotros, los educadores, los medios de educa­ción y comunicación que hacen posible nuestro trabajo "junto al pueblo" Comprendemos hoy que una verda­dera educación popular no existe para V no es solo nues tra práctica de la educación. Ella existe en la práctica popular: en las reuniones de los movimientos populares, en los momentos del pensar de clase, que existen tanto dentro de una comisión de salud de un barrio de la peri feria, como en un frente armado de liberación.

El papel del educador militante es el de trabajar en el mter ior de estos momentos populares de construcción de su propio saber En el interior de situaciones de una educación popular para las cuales pi trabaja teórico.

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científico y pedagógico del educador son convocados, como instrumentos que, a través de su palabra -de su sa­ber- fortalecen el saber y el poder que le permiten al pueblo, finalmente, decir su propia palabra.

Hay más aún. Durante muchos años antecedentes de trabajos de educación popular, tomamos como nues tros los instrumentos de operación del proceso pedagó qico : círculos de cultura, escuelas radiofónicas y tantos otros. Hoy sabemos que son medios auxiliares y ef Irne ros. Porque también estos instrumentos precisan ser transferidos a los grupos, las asociaciones y los movr mientes populares. Este es el momento en que el educa dor popular pasa de dirigente a asesor y, entonces, des cubre finalmente su lugar. Un primer paso, colocar su saber, su ciencia, su palabra, al servicio de la construc ción de equivalentes propios del pueblo.

deres absolutos, distantes, corno un vago "poder del es tado " los que real izan la opresión de lo cotidiano sobre los ind (genas, negros, campesinos y obreros-los cauti vos de la tierra y del trabajo- Son múltiples formas de trabajos de mediación, como los nuestros, con diferen

tes dominios, agencias y articulaciones: como la escuela, "el programa de desarrollo rural integral". la Industria cultural de masas y tantos otros. Luego, no se trata de llevar al pueblo señales, símbolos y palabras, dejándolos al margen del acceso directo, colectivo y organizado a los medios e instrumentos de producción del saber y del poder. Que las palabras del oprimido no suenen para siempre apenas "de boca en boca". Este es un medio por el cual, incluso entre los bien intencionados, la rela ción del poder dominante se eterniza. Que ellos conquis­ten el poder de poseer y determinar, cada vez más, los usos de los medios de comunicación (la escuela, el siso tema escolar, las formas alternativas tradicionales y mo dernas de pedagogía), de comunicación (la imprenta, la radio, la televisión, los libros), y de articulación entre una cosa y otra Caminos por donde aquéllo de "apren der a decir su palabra", deja de ser una tantasra de cultu

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ra y se transforma en una modalidad de poder Es el momento en que de hecho "decir su palabra" puede significar volver a decir el orden del mundo y transfor­marlo

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