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EL PLAN DEL ZAPOTE La primera rebelión del siglo XX

El Plan del Zapote

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EL PLAN DEL ZAPOTE La primera rebelión del siglo XX

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El Plan del Zapote: La Primera Rebelión del Siglo XX

Del contenido: D.R. © 2009, Mauricio Leyva Castrejón Diseño de forros e interiores: D.R. © 2009, Mario Palomera Torres

Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Guerrero FOECA 2009 Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de GuerreroDerechos Reservados.“Este programa es de carácter público, no es patrocinado ni promovido por partido político alguno y sus recursos provienen de los impuestos que pagan los contribuyentes. Está prohibido el uso de este programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quien haga uso indebido de los recursos de este programa deberá ser denunciado y sancionado de acuerdo a la ley aplicable y ante autoridad competente”.

ISBN:

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido contenido y diseño, sin la previa autorización del autor y/o editorial.

Impreso y hecho en México.

Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de GuerreroEsta obra fue financiada y patrocinada por el Fondo para la Cultura y las Artes del Estado de Guerrero

FOECA 2009

EL PLAN DEL ZAPOTE La primera rebelión del siglo XX

Mauricio Leyva

Primera Edición: Febrero del 2009

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Con mucho cariño para mis padres:El Sr. Pablo Petronio Leyva Castroy la Sra. Guadalupe Castrejón Lobato.Para mi esposa, familia y amigos;y sobre todo al licenciado Juan Pablo Leyva y Córdoba, al maestro Ricardo Infante Padillay a mi compadre Mario Palomera Torres quienes durante horas escucharon esta novela capítulo por capítulo y tuvieron la comprensión necesaria para orientarme en todo.

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el plan del zapote

El pasado, es aquel hijo que creemos olvidadoy que tarde o temprano regresa,

para reclamar su lugaren nuestro presente inmediato.

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Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15El hartazgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22En Palacio Nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26La rendición de Neri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31Neri en Palacio Nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35La muerte del general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39El inició de la rebelión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42En la hacienda de Mochitlán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 461900 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51Rafael Castillo Calderón acepta la candidatura . . . . . . . . . . . . . . . 55Reunión de Calderón con jóvenes intelectuales . . . . . . . . . . . . . . . 60La ira de Mercenario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65La golpiza a Caneda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69El recibimiento a Castillo Calderón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73El proceso electoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77Imposición de Mercenario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85Represión y fuga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90La remoción de Mercenario y el arribo de Agustín Mora . . . . . . . 95Huída de Mochitlán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101Díaz y Huerta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105El Plan del Zapote . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109La masacre perpetrada por Victoriano Huerta . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113La muerte de Eusebio Santamaría Almonte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122

Índice

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en esta época de conmemoraciones. No cabe duda, es un hecho del pasado para construir el futuro.

Por otro lado, la lectura de esta historia novelada no deja lugar a dudas: es producto de una acuciosa labor investigadora que se refleja en cada una de las páginas. La redacción es de tal estilo que la conjunción entre historia e imaginación es casi perfecta; de pronto el lector no sabe si asiste a la narración exacta y precisa de hechos que acontecieron, elaborada por un profesional de la crónica, o está en presencia de la inacabable imaginación del literato que trata de tejer una túnica que aminore el frío de la historia referenciada.

Las descripciones mantienen al lector en el filo del asiento; es prácticamente imposible despegar la vista. La novela es para leerse en un rato y permanecer por largo tiempo en nuestra memoria. Mauricio no se detiene un momento. No hay que dar la vuelta a la hoja para ver los agravios eternos, en cada página están plasmados, y lentamente suben por nuestra piel para empujar con coraje el olvido al que han estado sometidos. El autor avanza y refresca la memoria de los inconsecuentes, reitera, entre líneas y hasta el cansancio, que Maquiavelo está equivocado, que el fin nunca justifica los medios. Y el lector asiente y en silencio su veredicto de culpabilidad se manifiesta, y reflexiona…

Antes que el literato está el hombre, el ciudadano. Quizá por ello, el lector sentirá que se sublevan sus sentidos al leer las palabras que pone Mauricio en aquellos hombres pre revolucionarios. Y con una libertad sólo atribuible al literato, propone instituciones que no existen en el mundo jurídico de la época y pone en boca de sus actores anhelos de un presente dispuesto a construir el mañana. Se entreveran en la narración las palabras del literato con las del historiador y del ciudadano, y no se confunden.

El poeta describe con voces dulces lo que la geografía del alma le dicta cuando imagina la conjunción del territorio suriano con los hombres y mujeres de la época; el historiador refiere con frialdad los hechos, así sean lastimosos (y presentes en la hora actual); el ciudadano sueña y se manifiesta en frases como las que buscan “un movimiento cívico ya que lo importante es mover la conciencia del pueblo … de

Con gran entusiasmo, cumplo con la amable invitación que Mauricio Leyva Castrejón me hace para bordar con unas palabras iniciales su obra EL PLan dEL ZaPotE: la primera rebelión del siglo XX. El entusiasmo se corresponde con el agradecimiento por permitirme ser de los primeros en leer una espléndida obra que, por lo que a mí hace, nos cuestiona sobre el futuro de los habitantes del Sur, a partir del recuento histórico de lo que ocurrió en Mochitlán, el 21 de abril de 1901, al pie de un zapote negro.

Mauricio tiene tablas en el asunto: hace unos años nos obsequió una visión teatral de los Sentimientos de la nación, momento para-digmático de la construcción de una nueva idea de nación. Allí nos hizo espectadores de los tiempos, vivencias y sueños de los hombres que buscaban construir una patria diversa a la que en ultramar se veía errática y amenazante.

Ahora, el autor nos ofrece una aproximación a un hecho acaecido al alba del siglo XX guerrerense, cuando la nación mexicana estaba, dicen algunos, ya construida. En ambos casos, en los Sentimientos de la nación y en El Plan del Zapote, son los derechos los que están por reivindicarse, por hacerse valer, por ser. En la obra que prologamos, la narración ilumina la ausencia de ellos, para recordarnos su necesidad en estos momentos; para hacer palpable que eran esenciales entonces, en 1813 y en 1901, cuando no lo fueron.

Mauricio nos narra una historia basada en un hecho local, y le adosa, en voz de héroes y villanos, desgraciados actores todos, una trascendencia nacional que pretende se rescate (o al menos reflexione)

Prólogo

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nuestras manos está la posibilidad de que los errores se enmienden y que los espectros desaparezcan. Eso se logrará en tanto haya inteligencia, mientras haya arte, mientras haya gente que crea que la derrota no es un destino, sino sólo una forma de pensar. Mientras haya y aumente el rescate de valores, de nuestra historia, de una cultura política y jurídica que se aproxime al “caudillismo con sentido humano” que narra el autor, mientras haya eso habrá esperanza.

Al presentar su obra Sentimientos de la nación, Mauricio expresó algo que resulta aplicable para esta nueva: “Sea … una fuente cristalina en la que puedan nuestras juventudes actuales, lentamente desfasadas por un sistema globalizador, mirarse con sobrado orgullo y reconocerse a plenitud”. Espero que los lectores guerrerenses se miren con orgullo y se reconozcan en plenitud, no en balde en estas épocas de conmemoración y homenaje aun podemos decirle a la historia oficial que sin el Sur no habría historia que contar, ni bicentenario o centenario que celebrar.

Por último, agradezco a Mauricio el recordarme que los surianos no siempre fuimos un pueblo de agachados, sino los responsables en gran parte de construir una nación que hoy se llama México. Y que esa construcción se hizo al pie de los corrales, bajo lo árboles, en el surco, en los despoblados o en los míseros poblados abandonados a su suerte por el Estado, por unos cuantos soñadores que creyeron en la divisa que Morelos heredó a sus hijos: “Morir es nada cuando por la patria se muere” y que sólo se entiende cuando al héroe epónimo se le atribuye su frase inmortal: “La patria es primero”.

Esta obra es una invitación en sí misma a reconocer que ahora nos toca tomar una estafeta, desde el arte, la literatura, la política, el derecho, para que este país, Guerrero, y esta patria, México, sean el mejor de los hogares posibles.

DAVID CIENFUEGOS SALGADO Presidente de la Fundación Académica Guerrerense

Chilpancingo, Gro., enero de 2009

corte intelectual e ideológico”.Permítaseme elucubrar. El autor y muchísimos jóvenes guerrerenses

más, están en una encrucijada vital: ¿cómo se definen?, ¿cómo explican su estado?, ¿quiénes son?, ¿quiénes quieren ser? En el fondo escriben, investigan, reflexionan para darle sentido a lo que vivieron ellos y sus padres, y para pensar en lo que quieren que vivan sus hijos, aunque sin quitarles a éstos el derecho de elegir. Quizá estas líneas sean resultado del ardor que queda en el alma cuando nos dicen en otras latitudes que somos un pueblo de agachados sin memoria. Y para alzar la cabeza nada mejor que abrevar en nuestra historia, con la imaginación que nos propone esta obra.

Quizá en el fondo, las preguntas que en esta novela histórica hace Porfirio Díaz a su secretario particular no son las del oaxaqueño, son las de muchos mexicanos, especialmente los guerrerenses: ¿Qué pasa con ese Estado?, ¿Es que los guerrerenses nunca pueden estar en paz?, ¿de qué les sirve ser rebeldes?

Mauricio nos dibuja el pasado y lo adorna con una imaginación desbordante, aunque insuficiente para describir los hechos que acontecieron y acontecen en esta maravillosa geografía. Nos ilustra el día a día de los mexicanos, de los surianos, de los guerrerenses. Pero a partir de este esbozo, es que surge una cuestión que me atrevo a compartir con los lectores de Mauricio Leyva. ¿Qué hay detrás de ésta y muchas otras historias surianas?

Lo que trasluce en estas páginas es la derrota que llevamos a cuesta los mexicanos, que llevamos cargando los guerrerenses. Ese “en esto no hay derechos” que le atribuye a Eusebio S. Almonte, es la frase que han vivido los guerrerenses durante incontables lustros, décadas… Y en las páginas de esta obra se advierte la reticencia a seguirla manteniendo en nuestros diálogos, aunque la realidad, habrá que decirlo, termina por vencer a la ficción.

En esta obra, Mauricio, mi querido amigo, revive espectros y horrores que no son del pasado, son de hoy, y quizá, espero que no, serán del mañana. Pero su exposición resulta ideal para entender que en

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El período de la dictadura del general Porfirio Díaz Mori, ha afrontado los juicios más severos a los que se puede someter la obra de un hombre: El juicio de la historia y del tiempo. En la actualidad, a poco más de noventa años de su gobierno, y con la cortina de polvo asentada por la lluvia de los años, su personalidad así como sus políticas, siguen siendo tan polémicas como en los últimos años de su mandato, en que diversos grupos se organizaron en su contra, los debates que antes libraran sus defensores y detractores siguen tan frescos y gozan de una intensa vitalidad que amenaza con perpetuarse en la eternidad. Si por un lado se le reconoce como un militar que luchó defendiendo la soberanía de nuestra nación y un presidente que impulsó la economía del país, el crecimiento de la infraestructura de caminos y puentes, de exportación y explotación minera y petrolera que le permitió a México proyectarse como un país con un serio potencial para colocarse entre los grandes; por el otro, se le ha sentenciado como a un político de hierro, un hombre que a pesar de sus aptitudes gobernaba, como es propio de una dictadura, de manera unipersonal aunque esto significara el aniqui-lamiento de las ideas liberales alguna vez sostenidas por él y el olvido de una democracia, primero mancillada, luego olvidada. El autoritarismo, lo mismo que la represión llevada a su máxima expresión, se convirtió en poco tiempo en su carta de presentación, si en el extranjero era elogiado por la mano firme que mantenía al gobernar, en el campo y en las minas, los indígenas sufrían sobreexplotación, vejaciones y tratos inhumanos que los mantenían en las condiciones más bajas de vida, la libertad de expresión se había reducido a un mero postulado que

Presentación

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figuraba excelso en la Constitución, pero que en la práctica era desdeñado vilmente por los oídos de una presidencia que amordazaba con balas o con patíbulos cualquier señalamiento , de igual manera ocurría con las garantías de organización y participación ciudadana, sobre todo, si se trataba de una elección. Su control del poder absoluto se centraba en mantener bajo su mando al Ejército, al Congreso Federal y a los gobernadores; para esto, se valía de amigos y compadres suyos que le garantizaban sumisión total y plena libertad para obrar a su antojo, con la finalidad de crear intereses convenientes a sus políticas personales. Este último factor, fue minando su gobierno debido a que los gobernantes en turno, instituían gobiernos ilegítimos que en principio de cuentas eran encabezados por personas originarias de otros estados quienes actuaban de manera déspota y favorecían únicamente a un reducido grupo que acumulaban la mayor parte de las riquezas. Ningún estado estuvo exento de esto, incluyendo al Estado de Guerrero en el cuál desde su fundación, el centro encontró serios problemas a la hora de querer dominarlo. Una de las principales oposiciones la encontró con Diego Álvarez, hijo de Don Juan Álvarez Hurtado, conocido como el tata Juan o el Veterano de la Independencia y quien apoyó por 57 años los movimientos libertadores de nuestra república, éste disputó el poder político del estado con Vicente Jiménez a pesar de que los dos habían peleado contra Maximiliano en Ayutla, en La Guerra de Reforma, en contra de la intervención francesa y habían sido condecorados por Juárez. Al finalizar el famoso sitio de Querétaro, Diego Álvarez quien fungía como gobernador del estado, se ve atacado por Vicente Jiménez quien lo acusa de mantener una dictadura disfrazada, Don Benito Juárez, en su calidad de presidente de la república y habiendo obtenido gran apoyo de Don Juan Álvarez de quien fuera secretario, y toda vez que Diego Álvarez había probado su fidelidad a él, lo apoya decididamente obligando a Vicente Jiménez a refugiarse en la ciudad de México en donde reuniría adeptos y se uniría a Porfirio Díaz, quien ya en ese entonces sumaba partidarios con el objetivo de oponerse a la reelección de Don Benito Juárez. Al período

de Diego Álvarez, y para disipar las diferencias entre él y Jiménez, le siguió el 25 de enero de 1869 el del jalisciense Francisco Otálora Arce a quien Vicente Jiménez desconoció, y contando con una parte del Congreso nombró como gobernador interino a Francisco Domingo Catalán. Ante esta acción, Diego Álvarez fue nombrado por Juárez Jefe de las Armas y en 1871 recobró el control del estado. En las elecciones presidenciales de 1871, Juárez se eleva victorioso ante la derrota de Porfirio Díaz y Sebastián Lerdo de Tejada lo que dio origen al fallido Plan de la Noria. De esta manera, Diego Álvarez se encumbra el 1 de marzo de 1873 nuevamente como gobernador de Guerrero pero no culmina su período debido al Plan de Tuxtepec proclamado en 1876, golpe militar dado a Sebastián Lerdo de Tejada que lleva a Porfirio Díaz al poder. Diego Álvarez presenta su renuncia el 23 de febrero de 1877, el nuevo presidente extiende un salvoconducto a sus opositores alvaristas y ordena que Jiménez les otorgue garantías a fin de devolver la paz al estado. Pero Jiménez, alimentado por el odio y el resentimiento, desconoce la orden de Díaz e inicia una cacería en su contra, para ello confiscó propiedades con el afán de lograr financiamiento, se posesionó absolutamente de la aduana de Acapulco, repartió el gabinete entre sus amigos, saqueó y quemó poblaciones que creía ocultaban a sus enemigos, llegó a tal grado que detuvo a un cónsul de Estados Unidos en Acapulco poniendo en peligro las relaciones entre ambos países. La defensiva no se hizo esperar y Diego Álvarez de inmediato contraatacó, el resultado fue sangriento y dio de beber sangre a la tierra, ante los acontecimientos, Díaz destituyó a Jiménez y lo desterró del estado, en su lugar nombró al general Rafael Cuéllar originario de Tlaxcala y destacado en sus funciones por sus constantes licencias para atender sus negocios, esto disolvió la tensa situación con Diego Álvarez quien se acuarteló en el puerto de Acapulco para luego retornar a su hacienda de La Providencia. Regresó a la gubernatura en abril de 1881 y salió de ella en marzo de 1885. El primero de abril de 1885 el general Francisco Otálora Arce arriba nuevamente al poder e inicia un nuevo período de oscuridad para los guerrerenses, éste personaje adjudicó las minas de

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cinabrio ubicadas en Huitzuco a Manuel Romero Rubio, suegro de Díaz, se adueñó de la entonces hacienda de San Marcos considerado el latifundio más grande del estado, continuó con la práctica de favorecer amigos ya fuera en cargos o dándoles posesiones y desatendió los problemas indígenas para desventura de los gobernados. Paralelo a estos sucesos, en esta atapa convulsa de la historia del Estado de Guerrero, se registraron varios movimientos armados, en 1879 en la Costa Chica Ramón Suástegui, incitado por Canuto Alejo Neri (vicegobernador) se levantó en armas; en 1883 le siguió los pasos en Tlapa, Pascual Claudio quien dio a conocer el Plan de Xochihuehuetlán que demandaba la socialización de la tierra y la soberanía del municipio; en 1884 Desiderio Pinzón los emuló en la Costa Grande; en 1886 hubo brotes en Taxco, Cuetzala y Apango; el año de 1887 en la región de Tlapa, Silverio León agitó los macizos de la montaña; el año de 1890 Juan Galeana y Pomposo Morales hicieron lo propio; en 1891 José de la Cueva encabezó uno de corte político-religioso. Estos movimientos fueron reprimidos sin mayor trabajo y sin un rasgo de compasión, tenían una característica en común: todos estaban dirigidos en contra de los gobernadores impuestos. Por este motivo, cuando Arce logra reelegirse en 1889 y por último en 1893, el general Canuto Alejo Neri, Jefe de las Armas Federales en Guerrero, da a conocer un manifiesto en contra de la reelección de Arce y teniendo al pueblo de su lado logra que el fraudulento gobernador ni siquiera se presente a tomar protesta, Díaz opta por nombrar a Mariano Ortiz de Montellano como interino pero esto, lejos de destensar los ánimos, los agita aún más provocando que Neri emita una nueva proclama en Mezcala y el movimiento toma tal magnitud que el presidente interviene per-sonalmente, Ortiz de Montellano es removido de su puesto y es sustituido por Antonio Mercenario quien había sido administrador y representante de las minas de cinabrio y anexas en los minerales de azogue de San Pablo, Rosario y Victoria, propiedad de Manuel Romero Rubio ubicadas en Huitzuco que, como ya se señaló, era suegro del dictador. Canuto Alejo Neri es juzgado por deserción militar en vez de

rebelión, recibe una amnistía por parte del gobierno y muere en 1896. Para 1900, el gobernador Mercenario hacía honor a su apellido, había redimensionado las prácticas de los anteriores gobernantes y a los inconformes los enviaba a la leva a pelear en la guerra contra los yaquis de Sonora, pero un grupo de jóvenes intelectuales guerrerenses y michoacanos opositores a la dictadura de Porfirio Díaz, desde 1897 tomarían la antorcha de la libertad e iniciarían una lucha que definiría el carácter de los demás movimientos revolucionarios de la nación mexicana, estos jóvenes eran: Eusebio Santamaría Almonte, bisnieto del generalísimo José María Morelos y Pavón, Anselmo Bello, Elías Ramírez, el michoacano José Aristeo Córdoba, Aurelio Vázquez, Blas Aguilar, Agustín Rodríguez, Remigio Mateos, Alberto Jiménez, Fortino Arellano, Genaro Ramírez, Florentino Ventura, Agustín Arcos, Miguel Román, Donaciano González, Margarita Viguri, Luciana Jiménez, Juan, Felipe y Gabino Garduño, Vicente, Ignacio y Eutimio Muñoz, Alejandro Nava, Porfirio Jiménez, Cesáreo Cuevas, Máximo de Jesús, Luis Gutiérrez, Francisco Parra, Jesús, Epifanio, Wenceslao, Mateo, Francisco y Juan Bello. Estos se unieron a Salustio Carrasco Núñez a quien apoyaría Inocente Román y Sabino Arroyo y quienes impulsaron la candidatura de Rafael Castillo Calderón ese mismo año de 1900 en que Mercenario quiso reelegirse. Esta candidatura era apoyada por el Partido Científico dirigido por Rosendo Pineda, creó un gran movimiento cívico que llevó al triunfo a Castillo Calderón, pero a través la imposición, el Congreso declaró vencedor a Mercenario. Las protestas por parte del grueso de la población no se hicieron esperar y el impuesto gobernante tuvo que renunciar quedando Agustín Mora en su lugar con la misión de convocar a nuevas elecciones; así lo hizo, solo que quedó como único contendiente a la gubernatura a la cual se negaba a renunciar. Reorganizado Castillo Calderón, se inscribe para contender de nueva cuenta y junto con sus jóvenes seguidores emprende con bríos renovados su campaña. Ante la amenaza latente de perder el poder, Agustín Mora desata una persecución contra sus oponentes que los obliga a levantarse en armas el 8 de abril de 1901 en el pueblo de

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Mochitlán, allí, bajo un zapote prieto, se dieron cita todos los partidarios y por primera vez, tal y como lo hiciera el gran Morelos en su lucha por la independencia cuando le quitó el antifaz al movimiento y cesó de invocar el nombre del tirano, se proclamó el Plan del Zapote, que en su primer punto manifestaba, sin temor alguno y en franca rebeldía: Desconocimiento del régimen porfirista. Para reprimir a los rebeldes, fue enviado un entonces desconocido militar llamado Victoriano Huerta cuyo rango era de coronel; aunque los principales precursores del movimiento lograron huir, este sanguinario personaje fusiló a más de cincuenta personas en el poblado de Mochitlán, al poco tiempo fue aprehendido y fusilado Eusebio S. Almonte en compañía de su amigo Elías Ramírez, el coronel alcanzaría el grado de General Brigadier, por la intervención del destacado político guerrerense Manuel Guillén, se declaró una amnistía para todos los jóvenes que habían formado parte del Plan del Zapote. Gracias a ella, La Primera Rebelión del siglo XX, hoy novelada, todos los planes y movimientos tomarían un carácter nacional, las generaciones venideras no olvidaría aquellas voces que un día se atrevieron a reclamar libertad.

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Las sombras de los más de doscientos efectivos encabezados por el general Canuto Alejo Neri Jefe de las Armas Federales en el Estado de Guerrero, se deslizaban bajo un cielo abandonado por los astros, como una serpiente sigilosa abriéndose paso entre la espesura de una noche profunda como la garganta de un profeta y las venas arcillosas de la tierra, el clima caluroso de aquella región hacía que los hombres sudaran copiosamente, parecía “como si trajéramos al diablo soplando aire caliente en nuestro rostro” habría dicho uno de los soldados. Corría el año de 1893, el gobernador originario de Jalisco, Francisco Otálora Arce se reelegía después de haber ocupado la gubernatura en tres ocasiones, durante sus años de mandato se había distinguido por favorecer a sus amigos con altos cargos, de entre los favores brindados, resaltaba el haberle adjudicado las minas de cinabrio ubicadas en Huitzuco a Manuel Romero Rubio suegro del presidente Porfirio Díaz, se había posesionado de la hacienda de San Marcos en donde sobreexplotaba a los habitantes indígenas de la región, así como a los indios provenientes del norte del país como los kikapooes, los cuales, una vez hechos prisioneros de guerra en la lucha porfirista contra las yaquis de Sonora, eran traídos en calidad de esclavos; además, dictaba leyes injustas y arbitrarias que entregaban a los extranjeros, a través de contratos alevosos, las riquezas naturales del estado. Por estos motivos, el general Neri quien con el respaldo de Diego Álvarez había conten-dido en su contra en esas elecciones y con quien de manera personal se habría enfrentado con el gobernador, debido a unas propiedades en Atlixtac que este último habría logrado arrebatarle utilizando el

El hartazgo aparato de gobierno a su favor, haciendo desaparecer los expedientes para después catear la casa del general y apresar a la servidumbre, se había levantado en armas. Por todo el estado circulaba un manifiesto que había mandado imprimir en los Estados Unidos en el que exigía comicios libres y sufragios efectivos, su movimiento contaba con mu-chos adeptos quienes estaban cansados de tantas vejaciones así como de ser gobernados por fuereños; de este modo, la sociedad civil de la clase media, como serpentones y guadalupes descarados, salieron a las calles a protestar. Los embates a través de la prensa hicieron escarnio y mella en un atemorizado ejecutivo estatal, Arce no se presentó a tomar protesta de su cargo y se nombró, el cuatro de abril a Mariano Ortiz de Montellano como gobernador interino, quien el dieciocho de marzo de ese año fue naturalizado por el Congreso Local. Confiado Porfirio Díaz por la relación que Montellano sostenía con Diego Álvarez y creyendo que con esto neutralizaría su participación con Neri, dio carta abierta al recién impuesto gobernante, El Monitor Republicano en su edición del 28 de marzo publicaba: “consumada la reelección del señor arce, el partido vencido (de neri) no se conformó con la derrota y siguió trabajando en sentido hostil al orden de cosas impuesto. Parece que últimamente los ánimos se han exacerbado, y temiendo el centro una conflagración local, se ha decidido llamar al señor arce a esta capital… En público se ha sabido que el señor Mariano ortiz de Montellano es aceptado por los dos partidos beligerantes en Guerrero, como una transacción y que ocupará por lo tanto el puesto del señor arce”. En contra de las expectativas creadas, el interino seguía sirviendo con charola de plata a Arce. Debido a que el primero no se había presentado a rendir protesta como gobernador constitucional, Montellano modificó el artículo treinta y nueve de la Constitución Local dejándolo de la siguiente manera: “El gobernador comenzará su período constitucional el primero de abril; más si no pudiere tomar posesión de su encargo ese día, se nombrará un interino mientras aquél se presenta a otorgar protesta”. Esto medida sólo enardeció la escena política y el general Canuto Alejo Neri arremetió de nuevo. Para instarlo a deponer las armas, Porfirio Díaz, vía Secretaría de Guerra,

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lo mandó a llamar pero el subversivo, conociendo las prácticas del dictador, se negó a acudir, sabiendo que con esto la represalia sería inminente resolvió, proclamar su plan revolucionario en Mezcala; en un momento de su trayecto y en medio del ardoroso ambiente, una fresca brisa acompañada de un poderoso sonido de agua avivo sus sentidos y se dejaron sacudir por las bofetadas que la mixtura de agua y aire les daba en el rostro, sin más; apretaron el paso de los caballos y subieron por un monte, una vez que llegaron a la cima, aquella horta líquida de macizas proporciones quedó a la vista, era el extenso y abundante río que recibía el nombre de aquel poblado y que con su fastuosidad natural movía ondulante sus aguas para recibirlos. Sin pensarlo dos veces, y contando con la seguridad de que los habitantes de aquel lugar los aguardaban, así como sus partidarios apostados en el cuartel militar allí establecido y el cual estaba todavía bajo su mando, descendieron hasta sus márgenes, hombres y caballos extinguieron su sed, encauzaron su dirección y se internaron en el pueblo, la gente, alumbrada con antorchas salió a su encuentro, les procuraron alimentos y después de cenar, se retiraron a dormir. En el ambiente gravitaba un nerviosismo incómodo, se sabía que a Victoriano Huerta lo habían enviado para reprimir a la población de Chilpancingo. A la mañana siguiente, seis de octubre y coronados por los rayos tranparentes de un prudente sol, el general Canuto Alejo Neri acompañado de sus tropa se encaminó a la plaza del pueblo, rodeado de los habitantes, se colocó de tal manera que pudiera ser visto por la muchedumbre, lentamente extendió el pliego que sostenía en la manos, afiló su pupilas de oscurecidas arenas, arrojó su mirada inspirada hacia el horizonte de diáfanas luces, y comenzó a leer con conmovido acento lo que todos consideraban su sentencia de muerte.

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De pie, el diputado federal Manuel Guillén, distinguido político guerrerense originario de Tecpan de Galeana, aguardaba afuera del despacho presidencial, había sido llamado por Porfirio Díaz debido a los recientes acontecimientos ocurridos en el Estado de Guerrero, la espera no se prolongó demasiado, a escasos minutos, el secretario Flavio le abrió la puerta y lo hizo pasar, al entrar, vio al presidente parado en el balcón, éste con un gesto de familiaridad lo invitó a acompañarlo, él caminó y se paró a su lado, los dos permanecieron en silencio contemplando el móvil paisaje de la vida citadina que desfilaba ante sus ojos hasta que el mandatario, mirando fijamente hacia el horizonte inició la conversación.

-He hecho esfuerzos por gobernar de la mejor manera, he traído inversiones que le han dado estabilidad económica a nuestra nación, he arriesgado mi vida peleando en contra de los invasores y he puesto a los gringos a temblar cuando les he demostrado que existen otras fronteras con las puede México comercializar, a través de mi postura política, le he regresado a nuestros ciudadanos una dignidad que les había sido arrebatada; sin embargo, hay quienes se empeñan en boicotear el avance progresista de nuestro país e insisten en tomar las armas poniendo en peligro nuestros acuerdos diplomáticos.

El diputado, reconociendo el rumbo de la charla se mantuvo callado y escuchando, esperando el momento oportuno para intervenir, antes de continuar hablando, Díaz entró a su despacho y con un ademán moderado le ordenó que lo siguiera y tomara asiento, cuando lo hizo, el dictador se sentó ocupando la silla oficial.

En Palacio Nacional -Supongo, Manuel, que ya tienes conocimiento de lo que ocurre en tu estado.

-Sí señor.-La razón por la que te he mandado llamar, es porque necesito de tu

intervención para resolver de manera pacífica este conflicto.-Por supuesto.-Te he de confesar, que inicialmente no le había dado mayor im-

portancia a la revuelta de Neri, creía que era sólo una inconformidad más y que con la remoción de Arce y el nombramiento de Mariano Ortiz de Montellano, la situación se calmaría pero ya veo que no es así; el día seis de octubre, proclamó un plan revolucionario en el que desconoce a Mariano Ortiz de Montellano, asume él mismo la gubernatura que tanto ha codiciado hasta que el Congreso Local convoque a nuevas y definitivas elecciones y, amenaza que en prevención de cualquier ataque, el pueblo tomará las armas para defenderse, enfatizando, que la reforma que Ortiz de Montellano hiciera al artículo treinta y nueve de la Constitución, es una violación a la ley, al orden y a la razón.

-Señor presidente, francamente la actitud del general Neri no lo sorpren-de nada más a usted, yo mismo he quedado anonadado por su proceder.

-A mí no me sorprende, puesto que en más de una ocasión ha expresado su deseo por ser gobernador, pero como hombre de ex-periencia, fraguado en el campo de batalla, su conducta tan proclive a la conveniencia de las circunstancias siempre me hicieron creer que no era del todo confiable para una sucesión, algunas veces peleaba a mi favor y otras veces en mi contra aliándose con Diego Álvarez; hoy, después de haber sido vicegobernador con Rafael Cuéllar y servido a mi gobierno como Jefe de las Armas entregándome estos resultados, sólo he constatado lo que era una sospecha.

-En este asunto, señor, de qué manera le puedo servir.-Como te decía en un inicio, el asunto no hubiera tenido mayor

gravedad, pero la proclama de este plan está haciendo demasiado ruido; Diego Álvarez no tardará en apoyar abiertamente esta rebelión y entonces sí, el problema tomará otra dimensión. Para esto, he mandado ya a mi

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compadre Ney a dialogar con él sobre lo inconveniente que resultaría un enfrentamiento después de haberse dado tantos, con esto espero que retire el apoyo que de manera velada le ha otorgado; también he man-dado a Victoriano Huerta a reprimir la rebelión y más de ocho mil soldados provenientes de esta ciudad así como de Puebla, Morelos, Oaxaca y Michoacán. Si nuestros informes son correctos, las fuerzas de Neri no rebasan los dos mil quinientos efectivos en todo el estado que, en comparación con nosotros, no representan una fuerte resistencia. En este último punto es en donde necesito de sus servicios para que lo convenza de deponer las armas y venir a la ciudad de México a entrevistarse conmigo.

-¿Cree usted que acepte?-Ya en su momento se le llamó para que viniera a explicar la

situación pero no lo hizo, espero que ahora que lo haga.-Va a exigir alguna garantía de vida.-Le prometo una amnistía por parte del gobernador, la renuncia de

Arce y la posterior remoción de Ortiz de Montellano.-Me entrevistaré con él a la brevedad y le haré saber de su oferta.-En este momento está en la sierra de Tlacotepec planeando sitiar

a la capital.-No se preocupe, señor, cumpliré con esta misión.-Y hágale saber que en sus manos está el evitar el derramamiento

de la sangre de muchos inocentes.- Lo haré, señor.-Confío en que sí.Presidente y diputado se pusieron de pie y se despidieron; al salir el

legislador abordó su carruaje y se dirigió a su despacho, mandó llamar a su secretario y dictó la carta con carácter de urgente para Neri, en ella le solicitaba, sabedor de que el general no se expondría, entrevistarse de manera personal en el lugar que él indicara exponiendo los motivos, el correo partió de inmediato, el legislador dispuso de lo necesario y abandonó la ciudad de México rumbo a Chilpancingo. Mientras tanto en el estado, Huerta ya había activado sus armas y comenzado la represión, en la región de Tierra Colorada, el general Ignacio Bravo

había desplegado sus tropas para enfrentar y capturar a Julián Blanco, efectivo de Neri quien se encontraba en esos rumbos, el encontronazo fue inevitable, en La Ladrillera las tropas se alzaron con el triunfo. La noticia corrió como un reguero de pólvora, para cuando llegó a manos del general Canuto Neri, llegó también un hombre desconocido que de inmediato fue rodeado por los fusiles de los sublevados, solicitó hablar con el general y a punta de armas fue conducido hasta él.

-¿Quién eres?-Soy un mensajero al servicio del diputado Manuel Guillén, traigo

esto para usted.El emisario extendió la mano y le entregó una carta que lucía el

sello del Congreso Federal y las leyendas “Confidencial” y “Urgente”. Neri ordenó que dejaran de encañonarlo y los dejaran a solas; cuando los soldados se retiraron, abrió el sobre, lo primero que reconoció fue el nombre de su amigo Manuel Guillén, con toda la calma del mundo se sentó y comenzó a leerla detenidamente, la fecha era reciente pero con toda seguridad en ese momento el legislador ya estaba en Chilpancingo; en su contenido, le solicitaba una entrevista personal, le exponía de manera muy diplomática el motivo y la importancia de la misma, dejaba a su elección la fecha, el lugar y la hora del encuentro así como las condiciones en que, en caso de aceptar, se llevaría a cabo. Al finalizar la lectura, Neri meditó un poco las cosas, quedaba en claro que era importante esa entrevista, por razones de seguridad, ésta debería llevarse a cabo en un punto neutral, asistir a Chilpancingo sería un acto suicida, mentalmente y con toda la precaución seleccionó el lugar, el día y la hora, comenzó a redactar su respuesta y a pesar de confiar en él, lo conminó a asistir sólo. Debido a que no era conveniente que en ese punto tan álgido del conflicto la gente se enterara de que iba a entrevistarse con un fiel servidor de Porfirio Díaz, él mismo puso la carta en el sobre y la entregó al enviado, mandó a llamar a su gente de confianza y dio órdenes de que escoltarán a ese hombre hasta un lugar seguro, cuando lo vio partir, algo dentro de sí le hizo sentir que dentro de poco se habría de definir el destino de sus hombres y de su movimiento.

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Atardecía cuando un caballo se aproximaba a distancia, los dos custodios de aquella casa en el acto cargaron sus rifles y apuntaron.

-¡Mi general, se aproxima alguien!Del interior de aquella modesta casa ubicada en las inmediaciones

del campo, salió el general Neri, reconociendo al jinete ordenó que bajaran las armas y descendió unos pequeños peldaños para recibirlo, al llegar a la casa, Manuel Guillén desmontó, a pesar de la circunstancia, se saludaron con verídico afecto, antes de entrar a conversar, Neri hizo una pausa y ordenó no ser interrumpido por ningún motivo. Ambos entraron quedando a solas y se sentaron en la reducida pero confortable sala, por un momento un silencio gravitó entre ellos, la última vez que estuvieron juntos, eran dos hombres sirviendo al mismo presidente, ahora, uno era el enemigo a convencer y el otro el encargado de hacerlo, sabiendo que el tiempo era un recurso que no podían darse el lujo de perder, no tardaron en tomar las riendas y ocuparse del asunto.

-Me da gusto verte, Manuel.-A mí también, Canuto.-Leí el contenido de la carta y sabiendo que podía confiar en ti es

que acepté esta entrevista.-Agradezco tu confianza.-Por lo que expusiste en ella me imagino el motivo que te trae hasta aquí

pero quisiera que fueras tú quien de manera más amplia me lo dijera.-La razón por la que estoy aquí, es porque el presidente, de manera

personal me ha pedido que viniera a hablar contigo para que depongas las armas y te presentes ante él.

La rendición de Neri

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-Si lo hago me mata y aunque inicié este movimiento consciente de que podría perder la vida, no pienso entregarme tan fácilmente.

-Está dispuesto a ofrecerte una amnistía.-Mi causa va más de allá de mí mismo y de procurarme la existencia,

al igual que el pueblo, estoy harto de ver tanta injusticia e imposición de gobernantes abusivos y déspotas.

-El presidente te asegura, en caso de aceptar, además de la amnistía, la renuncia de Arce y la destitución de Ortiz de Montellano.

-¿Y si no lo hace?-No tienes otra alternativa que confiar en él y en mí, créeme que

es lo mejor que puedes hacer, ha desplegado más de ocho mil soldados provenientes de diferentes regiones y se me ha informado que Diego Álvarez ha aceptado no continuar apoyándote, de un momento a otro te retirara sus tropas.

-No entiendo por qué el presidente ha actuado de esa manera.-Con el debido respeto, creo que conociéndolo como lo conoces,

lo entiendes.-Mi inconformidad es clara, estoy en contra del gobernador, no

del presidente, así lo he dicho siempre y así lo plasmé en mi plan revolucionario.

-Quien no está con él, está en contra suya, lo sabes de antemano; mira Canuto, nuestra amistad no es nueva, ya hace tiempo que nos conocemos, a mi no me gusta y se que a ti tampoco, que nuestra gente este muriendo.

-¿Ya te enteraste de la represión de Huerta?-Sí, también de tu victoria en Tierra Colorada, pero estos triunfos

no los tendrás por siempre, además, con la destitución de Arce y Montellano y sin el apoyo de Diego Álvarez, te vas a quedar sin bandera, te van a aniquilar y tu muerte con la de los tuyos, no servirá de nada. La sangre que se derrame será derramada en vano.

-Y si me niego.-Ni amnistía ni perdón, quiero que entiendas, que está en tus

manos el resolver esto por la vía pacífica sin exponer más tú vida y la

de tus seguidores.El general se reclinó en el asiento y se quedó ensimismado durante

algunos segundos en los que evaluó los pros y los contras; era cierto lo que Manuel Guillén le había dicho, en el fondo, aún consciente de cuáles eran los riesgos de la guerra, no era su intención que la vida de gente inocente se perdiera; además, era superado en número de fuerzas y desafortunadamente, antes de la reunión le habían informado que, en efecto, Diego Álvarez estaba retirando sus tropas; además, si lo que el presidente ofrecía era cierto, lo cuál no parecía descabellado puesto que en cualquier conflicto entre dos partes Porfirio Díaz estilaba solucionarlo con un tercero, con la destitución de los gobernadores, el constitucional y el interino, su lucha lograba su objetivo.

-Está bien, Manuel, acepto, pero quiero que quede en claro que esto no es en contra del presidente.

-Se lo haré saber.-Te lo agradeceré.-Además, en su momento tendrás la oportunidad de decírselo

personalmente.-Eso espero.-Verás que sí.-Mi garantía es tu palabra.-Por algo estoy aquí.-En eso reside la confianza que te tengo.-La cual no será defraudada.-Te voy a dar una carta para que se la entregues.Neri tomó papel y lápiz y escribió una misiva al presidente en la que

sostenía todo lo que había conversado con Manuel Guillén; cuando terminó de redactarla se la entregó.

-¿Cuándo te presentarás ante él?-En cuanto se decrete nuestra amnistíaSe incorporaron de sus asientos, se dirigieron a la entrada y se

despidieron. Neri observó el alejamiento del legislador, con un grito de mando él y su escolta montaron sus caballos y se marcharon del lugar.

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Debido a la amnistía otorgada por Ortiz de Montellano, el general Neri cumpliendo con lo acordado con Manuel Guillén, se había trasladado a la ciudad de México a entrevistarse con el presidente; ahora aguardaba afuera del despacho presidencial custodiado por una gruesa escolta de la Secretaría de Guerra que, siguiendo las instrucciones giradas, no descui-daba ni por un minuto la conducta del sublevado ahora hecho prisionero, el secretario había entrado a la oficina a avisarle a Díaz de la llegada de Neri y salió después de un rato y dejando la puerta abierta le señaló que entrara no sin antes ordenarle a la escolta que esperara afuera, cuando lo hizo, la puerta se cerró detrás de él y se encontró con el mandatario quien desde su silla lo observaba con una frialdad escalofriante.

-Entre, tome asiento- ordenó señalando un lugar.Cuando el revolucionario se sentó, Porfirio Día se incorporó y

continuó hablando.-Me da gusto que cumpla con su palabra.-Siempre he respetado lo acordado.-Yo también.-Lo sé.-Me ha sorprendido general, nunca creía que tuviera tanto poder de

convocatoria y sobre todo, que lo utilizara en mi contra.-Señor, esto no fue en contra suya.-Eso dice la carta que redactaste y que Manuel Guillén me hizo

llegar, también lo dice ese plan que proclamaste en Mezcala.-Así es.-Canuto, no quieras insultar mi inteligencia.

Neri en Palacio Nacional

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-Créame, señor presidente, nunca fue con la intención de desestabi-lizar su gobierno, mi protesta es contra de esos abusos de poder que Arce ha hecho en el estado, así como esa vil manera que ha tenido de burlarse de los ciudadanos convocando a elecciones amañadas arrebatándonos con esto la capacidad de elegir libremente a nuestros gobernantes.

-¿A que gobernantes? ¿Se refiere a usted? - Señor…-No he terminado, en un principio no creía que su revuelta tuviera

mayores consecuencias y preferí no darle mayor importancia debido a que en primer término, consciente de los atropellos que Arce ha cometido en Guerrero y con toda la intención de restarle a mi suegro una autoridad e injerencia que me comienza a desagradar, había que-rido separarlo del cargo y su protesta me daba el pretexto perfecto, de esta manera decidí nombrar un interino y mandarlo llamar a usted para resolver por la vía pacífica esa inconformidad suya, pero al no presentarse y enterarme que Diego Álvarez se le había aliado fue que comencé a tomar con seriedad su movimiento.

-Es que la gente ya está cansada de las imposiciones, exige demo-cracia.

-Mira, Canuto, la democracia en México existe y existirá, siem-pre y cuando yo esté de acuerdo, además ¿no le parece una gran contradicción?

-¿Cuál?-Luchar contra una imposición e imponerse usted mismo, por-

que si mal no recuerdo, en su plan revolucionario usted se nombra gobernador.

-Hasta que el congreso convocara nuevas elecciones.-¿Y quién sería el candidato natural? Neri guardó silencio y el presidente volvió a su silla.-Sé que todo lo que le acabó de decir puede escucharse igual de

contradictorio que su postura, pero desde un inició mi proyecto ha sido un proyecto de nación, no personal.

-El mío tampoco.

-En Guerrero hay tres caciques, dos de mayor importancia que son Diego Álvarez y Vicente Jiménez, el tercero es usted. De estos tres ya me he ocupado de uno y el otro se ha mantenido en calma respetando nuestros acuerdos ¿qué vamos a hacer con usted? ¿de dejarlo en libertad? Me preocupa que nuevamente regrese a las armas.

-¿Por qué habría de hacerlo?-Porque de los caciques que le acabo de mencionar usted es el

único que ha figurado con un doble carácter que me da desconfianza. Diego Álvarez siempre estuvo del lado de Juárez, nunca lo ocultó ni lo traicionó, Jiménez siempre estuvo conmigo, fiel a mi causa y me sirvió, pero usted, estuvo a mi lado en algunos momentos, lo hice vicepresidente con Cuéllar y Jefe de las Armas Federales y me traicionó porque nunca lo nombré gobernador, ahora yo le pregunto ¿qué garantías me ofrece en caso de darle su libertad?

-Le prometo abandonar las armas e instar a mis seguidores a lo mismo.-Está bien, confiaré en usted, pero debe entender que no puedo

dejar que su conducta pase desapercibida.-Lo entiendo muy bien.-Será sometido a un juicio militar, el cargo por el que será juzgado

será por el de deserción, no por el de rebelión.-De acuerdo.-Siendo así, creo que esta entrevista ha concluido.El tres de noviembre, la Legislatura del Estado de Guerrero recibía

la renuncia de Arce enviada desde la ciudad de México. En uno de sus puntos más importantes a la letra se leía: “no deseo alentar ambiciones ilegítimas y violentas, ni ser motivo ni pretexto para perturbar la paz pública, o hacer daño al pueblo y alarmar a la república”; el 19 neri se dirigía a sus seguidores: “Habiéndose logrado el objetivo que se propuso el movi-miento, les insto a que regresen a sus hogares”. El 28 de diciembre, Antonio Mercenario, administrador de las minas de Huitzuco, propiedad de Manuel Romero Rubio, asumía, mediante el decreto número cuarenta y ocho, la gubernatura del estado, al día siguiente, y bajo la vigilancia de las fuerzas federales, el general Neri regresaba a Chilpancingo.

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En 1894 Vicente Jiménez había muerto y con su muerte, Porfirio Díaz creía haberse librado de un problema pero el desempeño de Antonio Mercenario, quien había resultado más bárbaro, déspota y abusivo que cualquier otro gobernante, impedía que el clamor de la gente se extinguiera. Las cartas denunciando sus atropellos eran recibidas de forma abundante en su despacho, por las calles de la ciudad la gente murmuraba en secreto sus inconformidades, en el fondo albergaban la esperanza de que el general Neri retomara las armas, durante el día, ocultas detrás de pequeños obsequios recibía misivas que reclamaban su actuación, lo mismo ocurría cuando salía de paseo, con el pretexto de saludarle y aprovechando la distracción de los federales, le colocaban en las manos notas con pequeños mensajes que lo alentaban a regresar, aunque faltaba un año para que en 1897 se convocaran a nuevas elecciones, la población y la clase política opositora vislumbraba la inevitable reelección del nuevo tirano, era claro que no existía ningún candidato, Diego Álvarez y Neri, aunque distinguidos y respetados, figuraban como estatuas de hielo en el ámbito político, ambos y sobre todo éste último, había acordado con el presidente que se mantendría en santa paz y así se había mantenido desde que fuera absuelto en su juicio militar, pero el llamado constante de la población y el recuerdo de la conversación sostenida con el presidente aquel día en que de manera diplomática lo llamó traidor y hombre carente de ideales verdaderos, comenzaron a hacer mella en su consciencia y secretamente avivaron la llama de la rebelión que él consideraba extinta. Ingeniándoselas, giró carta a Diego Álvarez exponiendo su

La muerte del general

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deseo de hacer algo ante la angustiosa opresión, éste respondió con la misma discreción y ánimo, la correspondencia entre ellos se hizo cada vez más fluida pero no tardaría en ser descubierta. Una noche en que el correo se dirigía a su destino, fue detenido por las fuerzas federales, se confiscó la carta y se le entregó a Huerta, éste ordenó al emisario que cumpliera con la entrega y lo amenazó de muerte en caso de revelar lo ocurrido, fingiendo que no estaba enterado del asunto, planeó junto con Mercenario un gran banquete e invitó al general. La invitación oficial llegó a sus manos con todas las formalidades que exigía el protocolo, el banquete se llevaría a cabo el diez de septiembre en el Palacio de Gobierno y considerándosele amigo del régimen se le llamó como siempre, invitado de honor. Confiando en que sus planes no habían sido descubiertos debido a que públicamente él y Diego Álvarez habían apoyado la reelección de Díaz y la de Arce, se presentó en compañía de su esposa Virginia Lacunza Galeana.

El primero en salirles al paso fue Huerta.-¿Cómo está mi general?-Muy bien, coronel.-Pase usted, por favor.-Gracias.Las mesas estaban radiantes, decoradas con manteles multicolores

propios de la región, en las mesas la cristalería lucía regia y elegante y las aguas frescas lucían antojadizas en los vitroleros, la música de viento amenizaba el ambiente, Mercenario al verlos se les acercó y los recibió efusivamente, todas las personalidades políticas se habían dado cita en ese lugar, llegada la hora, se sirvió el platillo de entrada, después el plato fuerte, y el postre, todo era camaradería, carcajadas. Más tarde, el coronel Victoriano Huerta enviaba un telegrama a la Secretaría de Guerra notificando la extraña muerte del general Canuto Alejo Neri.

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¡Ha muerto Diego Álvarez! La noticia inundó las casas y los oídos de los habitantes del estado, ¡Murió en su hacienda de la Providencia! Agregaban para consolidarla, era el 28 de enero de 1899 y no había ningún sitio, ningún lugar que se reservara el derecho de platicar sobre lo acontecido y mientras el aviso no llegara detallado con todos los pormenores, las personas ya comenzaban a entretejer noticias sobre las posibles causas de su muerte, para muchos era una gran pérdida humana mientras que para otros, era la sepultura de sus esperanzas; de cierta manera, mientras él vivía se podía sentir, a pesar de la adversidad, un manto que durante dos generaciones había protegido sus intereses; padre e hijo en su caudillismo con sentido humano, habían siempre luchado en defensa de la soberanía nacional, el primero con Morelos y Guerrero, el segundo con Juárez. Por estos motivos, el clima social estaba impregnado de una sensación de orfandad colectiva y nadie se sentía excluido de ella, ni siquiera los políticos opositores, ni mucho menos los partidarios y aún más, los jóvenes de aquellos tiempos que en la ebullición de su intelecto, habían cohesionado sus ideas de libertad y de progreso; por eso, José Aristeo Córdoba esposo de Micaela Lara, Licenciado en Derecho graduado en la universidad de San Nicolás de Hidalgo, michoacano nacido en Morelia, pero avecindado en la ciudad de Chilpancingo debido a los conflictos sostenidos con su familia por su ideología anti clerical lo que lo orilló a eliminar de su nombre el apellido Fernández De, salió por pies de su despacho y se dirigió a casa de Margarita Viguri, mujer bella y de porte aristocrático, oriunda de esa ciudad con quien desde el inició sostuvo una afinidad política y de corte personal, desde dos años atrás, ambos formaban parte de ese nuevo

El inicio de la rebelión bloque que junto con en Eusebio S. Almonte, Anselmo Bello, Salustio Carrasco Nuñez, Blas Aguilar, Alberto Inocente, Agustín Rodríguez, Remigio Mateos, Elías Ramírez, Felipe, Gabino y Juan Garduño, Vicente, Ignacio y Eutimio Muñoz, Alejandro Nava, Porfirio Jiménez, Cesáreo Cuevas, Máximo de Jesús, Luis Gutiérrez, Jesús, Epifanio, Wenceslao, Mateo, Francisco y Juan Bello y, la señora Luciana Jiménez; se oponían silenciosamente a la continuidad de las prácticas porfiristas. Agitado por la carrera, se detuvo frente a la puerta para jalar aire y moderar su ímpetu, una vez recobrada la respiración llamó educadamente a la puerta, sin mucha tardanza abrió la muchacha encargada del servicio de la residencia, instruida como estaba y reconociéndole lo hizo pasar, le ofreció asiento en una de las piezas del recibidor y fue en busca de la dama. Sin tardanza apareció radiante, con la frescura que adquiere el cuerpo cuando ha sido manoseado por el baño matutino y ese olor a perfume de Edén virgen de exquisitos aromas poblado.

-¿Cómo estás José?-Un poco sobresaltado.-¿Por qué? -preguntó nuevamente y tomó asiento en la silla a su lado. -¿No te ha llegado el periódico?-No.-Ha muerto Diego Álvarez.-¡¿Cómo ha sucedido eso?!-No lo sé, la noticia ha llegado por pedazos.-¿Lo mataron?-No lo creo, el presidente nunca hubiera hecho eso, dicen que en el

fondo, a pesar de sus diferencias sentía aprecio y respeto por él.-Y políticamente no le convendría ni le convino nunca, por eso

siempre dialogaron.-Es cierto ¿Qué va a pasar ahora?-Creo que tendremos que reunirnos.La fuerza de unos nudillos estrellándose cínicamente en la puerta

interrumpió su conversación, la muchacha que antes atendiera el lla-mado de José, pasó frente a ellos.

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-Dígame caballero -dijo al atender la puerta.-Buenos días señorita -saludó un hombre cuyo oficio de peón

evidenciaba claramente su atuendo- vengo de parte de Don Anselmo Bello para darle a la señorita Margarita un recado.

-Por supuesto, puede dármelo y se lo haré llegar. -No señorita, tengo instrucciones de entregárselo personalmente.La joven miró de reojo a la destinataria, ella asintió con la mirada,

se levantó y se acercó a la puerta.-Yo soy Margarita Viguri -se presentó sonriendo.-Buenos días señorita -respondió quitándose el sombrero -le traigo

un recado de Don Anselmo. El emisario sacó de su morral un sobre y se lo dio, ella mandó a traer

su monedero y le entregó un par de monedas en agradecimiento.-Muchas gracias señorita.-Por nada señor -respondió y cerró la puerta.José vigilaba el sobre ligeramente estrangulado por las manos

blancas de su amiga quien al notar su curiosidad dejó que una sonrisa habitara brevemente en su rostro. Sin decir más, ocupó nuevamente su lugar, ordenó que le trajeran su abre cartas y se reclinó en el asiento.

-¿Qué dirá?-En un momento lo sabremos.Sin mucha demora, la joven del servicio doméstico llegó con el abre

cartas y lo entregó, en el acto las manos de Margarita abrieron el sobre y tomaron el papel contenido, con toda la calma requerida lo leyó con escrupulosa atención.

-¿Qué dice? -preguntó José, ya sin poder contenerse.-Nos convoca a una reunión pasado mañana en su hacienda de

Mochitlán para platicar sobre la muerte de Diego Álvarez y otros asuntos de mayor importancia.

-¿A quienes más hay que avisar?-Él se encargará. Al finalizar la charla se despidieron acordando la hora y el lugar

en el que se reunirían para asistir juntos a la comida.

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todos habían refrescado su garganta con un mezcal, al finalizar la comida les sirvió un sabroso café de olla proveniente de los cafetales de la Sierra Madre guerrerense que algunos decidieron acompañar con otro “caballo” de Mezcal. Cuando la luz del día empezó a declinar y a quebrarse en las montañas alimentando con su desfalleciente irradiación el nacimiento de la tarde, el hacendado los invitó a pasar a su sala para evitar que el fresco mermara su salud. Con plena confianza todos ocuparon el ala de la casa destinada para ese uso y se procuraron el mejor de los lugares, cuidando de estar a solas, Anselmo hizo lo mismo y se sentó entre ellos, dio un dulce sorbo a su trago amargo y comenzó a hablar.

-Antes que nada, quiero agradecerles que hayan venido hasta acá, en especial a los que vienen desde la ciudad de México; no invité a nuestros demás allegados debido a que la presencia de todos hubiera llamado la atención de Mercenario. El motivo de esta reunión es para conversar sobre la muerte de Diego Álvarez, su significado y sus posibles consecuencias las cuales, sin una fuerte oposición, pueden llegar a tener resultados devastadores.

-Lo sabemos -comentó Eusebio.-Es indudable -intervino Salustio- que con la muerte del último

de los grandes caudillos de finales de este siglo, el gobierno, al no tener ya una seria oposición hará hasta lo imposible por posesionarse absolutamente del estado.

-Así es -asentó Anselmo y continúo hablando- si bien es cierto que en últimas fechas Diego se había mantenido en calma, esto era sólo porque lo había pactado con Díaz y, con la muerte del general Neri, había quedado sin respaldo alguno para intentar otra acción, pero a pesar de esto, el gobierno federal siempre albergó el temor de que de un momento a otro podía alzarse en franca rebelión lo que lo obligaba a mantener un orden relativamente armónico.

-Mismo que será roto sin ninguna contemplación -agregó José.-Ya de por sí, Mercenario ha venido desarrollando una política ne-

fasta para nuestra entidad, y creo, al igual que ustedes, que este suceso va a venir a desencadenar aún más toda la serie de arbitrariedades que

En la hacienda de Mochitlán

Mochitlán “El Real del Paraíso” parecía, más que un lugar con carac-terísticas propias, un pedazo de costa implantado allí por la mano de algún Dios desordenado, sus menudas y jocosas palmeras, así como su abundante vegetación, lucían excitantes ante el trino de diferentes aves que, sincronizadas con el ruido bravo y transparente de los ríos, orquestaban un idilio de la naturaleza que se reflejaba en la región y sobre todo, en su deslumbrante verdor que lubricaba los sentidos de los viajeros quienes, entre charlas de política y algún poema de ocasión, gastaban el tiempo del trayecto que esporádicamente era hidratado con el dulce sabor de los cocos que los habitantes ofertaban en improvisados puntos de venta al mejor postor. Uno a uno, los invitados de Anselmo Bello pudieron disfrutar de éste paisaje y de sus generosos frutos mientras llegaban al casco de la hacienda, lugar destinado para la recepción; al llegar eran recibidos gentilmente por la servidumbre quienes los conducían a un grueso y regio comedor presidido por el anfitrión, los primeros en arribar fueron Margarita y José, luego se les uniría el poeta y orador nacido en Cutzamala de Pinzón, Eusebio S. Almonte, hijo de Eligio Almonte, descendiente de Rafael Santamaría y Martina Almonte, hija a su vez de José María Morelos y Pavón y Brígida Almonte, y cuyo padre había luchado en la Independencia bajo las órdenes de Vicente Guerrero; poco más tarde se les unía el también bardo igualteco, Salustio Carrasco Núñez, y el escritor y abogado originario de Coyuca de Catalán, Fortino Arellano. La conversación entre ellos comenzó desarrollándose con las cortesías y trivialidades que corresponden a los encuentros de los viejos amigos; generoso para servir, Anselmo ordenó el plato fuerte después de que

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ha estado cometiendo -dijo Margarita.-Falta más de año y medio para que se convoque a elecciones, pero creo

que desde ahorita es necesario impulsar a alguien que represente y garantice los ideales y principios que tanta falta hacen a nuestro estado -expuso Anselmo.

-Para eso habrá que convocar a la población para tenerlos de nuestro lado -señaló Margarita.

-No creo que eso sea necesario, el ánimo popular está dispuesto, el despotismo con el que ha tratado a las personas, sus políticas de com-padrazgos, sus constantes licencias para atender sus asuntos privados, sus orígenes inciertos siempre oscilando entre el español y lo centroamericano, así como su sumisión y favoritismo con Manuel Romero Rubio, han generado las condiciones necesarias para ello -explicó Fortino quien desde un año antes, en el periódico En la sombra de Guerrero había estado arremetiendo en contra del gobernante impuesto, junto con Salustio y Eusebio poniéndose con esto, en la mira del represor.

-De igual manera lo percibo -reforzó Anselmo.-¿Y cómo deberá de ser ese movimiento? ¿Han pensado en algo?

-preguntó José.-Primero que nada debemos tomar en cuenta que debe de ser un

movimiento cívico ya que lo importante es mover la conciencia del pueblo, debe ser de corte intelectual e ideológico, la lucha debe darse a través del diálogo y el debate, el recurso de las armas deberá ser el último ya que; en primer orden, sus resultados son negativos en todos los ámbitos para nuestro estado, y en segundo; no contamos con lo necesario- precisó Salustio.

-De ser así, forzosamente deberemos contar con alguien que abandere nuestra causa y que cumpla con el perfil necesario -apuntó Margarita.

-¿Qué se dice allá en México? ¿Han escuchado algo? -cuestionó Anselmo.-La noticia de la muerte de Diego Álvarez ha sorprendido a todos, se

dice que hasta el mismo presidente contagiado por el ambiente se lleno de incertidumbre; sin embargo, se rumora que el Partido Científico está comenzando a buscar a un posible contendiente -respondió Anselmo.

-¿Quién es el promotor de esto? -volvió a cuestionar Anselmo.

-Rosendo Pineda, originario de San Miguel Totolapan, se dice que lo hace por crearle problemas a Díaz debido a cuestiones de asuntos personales-respondió Fortino.

-Señores, no sé ustedes pero yo creo que debemos observar con detenimiento las acciones de este partido y comenzar por nuestro lado a preparar el terreno -sugirió Anselmo y todos asintieron.

-Por nuestra parte seguiremos como hasta ahora apoyando todo desde la trinchera periodística y estaremos al tanto de cualquier in-formación -dijo Anselmo refiriéndose a Salustio y Fortino.

-Nosotros nos dedicaremos a ir sumando adeptos a la causa -dijo José.-Yo voy a organizar a mis gentes -se comprometió Anselmo.-¡Pues bien! -exclamó Fortino, si no hay otra cosa que conversar

creo que nos retiramos.-Sí, nuestras denuncias no han sido bien recibidas por parte del

gobernador, creo que es conveniente llegar a Chilpancingo de noche para evitar ser vistos e irnos mañana muy temprano -comentó Salustio.

-Sirve que no levantamos sospechas ni les generamos problemas -añadió Eusebio.

-Nosotros también debemos irnos -habló Margarita a José- no se verá bien que llegue a deshoras a mi casa.

-¿Qué piensa hacer? -le preguntó Anselmo.-He dejado instrucciones a una sirvienta de mi entera confianza,

ella estará al pendiente de mi llegada -explicó.-Considero entonces que debemos irnos juntos -sugirió Fortino.-Pero a una distancia prudente, si con un hombre no sería bien

visto que se me viera llegar a altas horas de la noche ¡imagínense con cuatro! -dijo Margarita haciéndolos sonreír.

-Pues vayan con cuidado, voy a ponerles gentes que los lleven por camino seguro -ofreció Anselmo quien de inmediato giró instrucciones entre sus ayudantes.

Los caudillos de esta nueva generación se despidieron fraternalmente y emprendieron la retirada hasta perderse en el follaje tapizado de color nocturno.

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“Un Mercenario es siempre un Mercenario. Y lo mismo es Mercenario gachupín que Mercenario judío. Solamente mexicano no puede ser”. Publicaba el periodista Remigio Mateos en El Hijo del ahuizote, periódico domiciliado en Cuautla y cuyo cintillo: “Firme trinchera de la oposición periodística”, resaltaba taladrando el ego del gobernador quien al mirar el poema incrustado con tinta sobre las hojas, lo sorrajó sin piedad alguna sobre el escritorio de su despacho. Por los recovecos de su mente resonaba como en una cueva cavernosa el mote impuesto “hombre sin fe de bautismo”, en aquella nota, dedicada exclusivamente a su persona y su gobierno, se le acusaba de haber redimensionado sus practicas políticas etiquetadas como nefastas, se le señalaba como la administración más déspota y autoritaria en la historia del Estado de Guerrero y se le acusaba de haber agregado a su amplia lista de métodos represivos, el de enviar a la leva a los hombres contrarios a su proyectos a luchar en contra de los yaquis en Sonora. Se le reprochaba su más reciente declaración en la que había dado a conocer nuevamente su participación en el próximo proceso electoral en el que, apoyado por el presidente y Manuel Romero Rubio, había decidido contender. Con toda claridad, el periodista invitaba a la ciudadanía guerrerense a consolidar una propuesta que viniera a desplazar, de manera pacífica, este régimen de absolutismo fatalista con el que cargaban. Mercenario, censurando anticipadamente la opinión de su conciencia, con un grito de cuerdas encolerizadas, mandó llamar a su secretario quien entró con la inmediatez del miedo que precipitaba sudores atemorizados por el peñasco encarnizado de su frente, siguiendo el patrón impuesto

1900

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de conducta, automáticamente tomó asiento sujetando con sus dedos papel y lápiz, herramientas infaltables a la hora de estar con su demandante ejecutivo quien, con los humores de la ira marcada en sus pupilas, lo miró fijamente.

-¡Estoy cansado de esos imbéciles con ambiciones de héroes! El secretario se mantuvo callado esperando que su jefe le solicitara

que hablara.-Si no es Eusebio S. Almonte a través su periodiquillo El eco del Sur,

es éste Daniel Cabrera quien cobijando a su ranfla de liberales baratos no hace otra cosa que desprestigiarme.

-¿Daniel Cabrera?-¡Sí, Daniel Cabrera! El caricaturista ese que dirige El Hijo del

ahuizote ¿no lo sabes? -Sí señor.-Más te vale, es tu deber mantenerte informado. -¿Quiénes se creen para faltarme el respeto de ese modo?, no son

más que unos simples mocosos jugando a los intelectuales ¿Has leído la nota de hoy?

-Completa. -¿Qué has escuchado en las calles? ¿Qué se dice?-Se dice que El Partido Científico encabezado por Rosendo Pineda

está contemplando promover la candidatura de alguien, pero todavía no se sabe de quien.

-¿Quién podría ser?-No lo sé, señor, de las personas que gozan de cierto reconocimiento

y prestigio sólo destaca Rafael Castillo Calderón.-No creo que él haga algo, el año pasado organizó la “Gran Junta

de Amigos del Señor General Díaz” en el estado y es delegado de la “Asamblea Constitucionalista de México” de nuestro presidente, sabe mejor que nadie que soy apoyado por él.

-Puede ser, pero recuerde que lo mismo ocurrió hace años con el general Canuto Neri.

Mercenario se abstrajo momentáneamente de ese lugar meditando

sobre el comentario de su secretario, después de unos minutos retomó la conversación.

-No puedo negar que tienes algo de razón, habrá que invitarlo a comer para sondearlo.

-Sí, señor.-Voy a planearlo bien y luego te diré en donde para que organices

todo.-Por supuesto.-Por lo pronto debo ocuparme de este asunto de la prensa que ya

me tiene cansado, toma nota de lo que te voy a dictar- el secretario asintió y el gobernador inició el dictado.

La misiva era dirigida al señor Irineo Paz, viejo amigo suyo a cargo del diario Patria en el que le solicitaba su apoyo con la finalidad de integrar a varios abogados guerrerenses serviles a su voluntad, para crear una contraofensiva en su medio de comunicación que viniera a reivindicar su imagen ante la opinión pública. Al finalizar la redacción de la carta, firmó el documento que llevaría tatuado en sus poros orgánicos el sello oficial del gobierno, esa misma semana recibiría una respuesta afirmativa.

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55el plan del zapote

Aquella noche, la ciudad de México, a pesar de contar con cielo estrellado y una luna portentosa y radiante que permitía descubrir la silueta de cualquiera, se prestaba para aquel encuentro planeado secretamente en el interior de aquella elegante casona construida al estilo arquitectónico imperante en la dictadura, apenas y se vislumbraba la iluminación de una tenue luz a duermevela aguardando la presencia de dos hombres que en ese momento tomarían una decisión que inicialmente, y tal vez sin quererlo, definiría el rumbo de los futuros movimientos armados en la revolución mexicana; envuelto en el serio y macizo ruido de un carruaje, llegó Rosendo Pineda enfundado en su elegante traje, llamó dos veces a la puerta y al ser atendido por la sirvienta, entró en la residencia.

-Tome asiento por favor- invitó, señalando una de las regias sillas de cedro tapizados de terciopelo rojo. El recién llegado aceptó la cortesía y tomó el lugar.

¿Le ofrezco algo de tomar, señor?-Una copa de coñac esta bien.La mujer tomó la botella de cristal en la que reposaba la bebida,

con calma le sirvió las respectivas onzas en la copa y se la entregó.-Estaré cerca, si me necesita, llámeme.-Gracias señorita- respondió con caballerosidad. Al alejarse la mujer, Rosendo reclinó el cansancio de su espalda en

el rellenado y confortable asiento y bebió tranquilamente, en el último trago, otro llamado a la puerta, réplica del suyo, lo hizo devolver su atención al entorno, cuando volteó la vista a la entrada la muchacha cedía el paso al segundo y último integrante de la reunión. Éste se dirigió a la

Rafael Castillo Calderón acepta la candidatura

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sala en la que reconoció a su amigo y paisano y se acercó a saludarle.-¿Cómo estás, Rosendo?-Muy bien, Rafael -respondió y se levantó para estrecharlo.-Disculpa el retraso.-No te preocupes, siéntate.Acomodados los dos, la joven procuró a Rafael del mismo modo

que lo había hecho con Rosendo, pero esta vez, sirviendo otra copa. -He de confesarte, Rosendo, que estoy muy intrigado con el motivo

de esta reunión -dijo Rafael mientras daba un sorbo a la bebida.-Lo sé, por ese motivo y por la confianza que nos tenemos entraré

en materia.-Adelante.-Como es de tu conocimiento, nuestra entidad ha estado bajo

una situación política demasiado triste, se podría decir sin temor a equivocarme, que hasta la miseria más miserable ha decidido mudarse de allí porque ya no soporta tanto sufrimiento.

-Lo sé -asintió don Rafael.-Con la muerte de Canuto Neri y la posterior de Diego Álvarez, la

desmedida ambición de poder de Mercenario así como su crueldad se han elevado de manera nunca antes vista. No voy a hablarte aquí de todos sus abusos y atropellos, los cuales ya conoces de sobra, sino de la necesidad urgente que tiene nuestro estado de cambiar su destino, si alguna esperanza se vislumbraba en el siguiente proceso electoral, ésta se ha visto desquebrajada por sus deseos de reelegirse y más aún, al no tener ningún contendiente.

-¿Qué es lo que propones? -preguntó Rafael adivinando la respuesta. -Qué seas tú el candidato que vaya a las urnas contra Mercenario.-Entonces ese fue el motivo de la comida.-¿De qué hablas?-Recientemente me invitó el gobernador a comer, al principio creí

que probablemente quería tratar algunos asuntos concernientes al es-tado pero luego, de manera muy diplomática, me preguntó si ya tú y yo nos habíamos visto para luego pedirme mi opinión acerca de las

elecciones y de los posibles candidatos.-¿Qué le respondiste?-Ajeno a todo, le respondí la verdad, que no nos habíamos visto y

que sobre los posibles candidatos no se vislumbraba a ningún otro que no fuera él.

-Excelente.- De haberme reunido antes contigo, no hubiera sabido que contestar.-Que bueno que fue hasta ahora.-La verdad, sí.-Retomando el tema ¿Qué opinas de esta proposición?-No sé que decir, tú sabes que para ser gobernador hay que contar

con el apoyo del presidente, él y sobre todo su suegro, tienen muchos intereses creados en torno a Mercenario.

-Pero ha trascendido el hecho de que el presidente quiere eliminar la injerencia de su suegro en los asuntos del estado.

-Eso no garantiza que no vaya a intervenir, lo mismo sucedió con Arce.

-Pero tienes una gran ventaja y es que el presidente te considera su aliado.

-Si participo en la contienda dejaré de serlo, recuerda que quien no está de su lado está en su contra, oponerme a su candidato sería oponerme a él.

-No, con una campaña bien manejada.-Además, Mercenario cuenta con el apoyo de la presidencia ¿con

qué contaría yo?-Con mucho, contarías con el apoyo del Partido Científico y sus

integrantes, con el apoyo de la gente y de muchos más que sólo están en espera de que alguien asuma las riendas, te respalda un prestigio, la admiración y el respeto de tus conciudadanos.

-Es que…-Piénsalo un poco Rafael, el pueblo de Guerrero está urgido de una

esperanza y esa esperanza puedes ser tú.-Es una empresa muy grande.

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58 el plan del zapote

-Del tamaño de un hombre como tú y además no vas solo, cuentas con los miembros del partido.

-Aparte de los miembros del partido ¿con quienes más contaríamos para arrancar esta campaña?

-Con Eusebio S. Almonte…-¿El bisnieto de Morelos?-Así es, también con Salustio Carrasco, Daniel Cabrera, Fortino

Arellano, Remigio Mateos, Blas Aguilar y Manuel Vázquez, entre otros, que desde hace tiempo han venido haciendo una fuerte oposición al gobierno y que aglutinan a muchos partidarios en varias partes del estado.

-Está bien, acepto.-El partido y el estado te lo agradecerán, a la brevedad le avisaré a

los miembros del partido y te programaré una reunión con ellos y con estos hombres que te acabo de mencionar.

-De acuerdo. Los dos bridaron por el éxito de la campaña, terminaron sus copas

y se encaminaron a la puerta, antes de salir, Rosendo lo abrazó y se despidieron.

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60 el plan del zapote 61el plan del zapote

Era de noche cuando la espesa capa del humo de los cigarrillos del equipo de redacción El hijo del ahuizote, caía perezosa sobre las teclas de la máquina de escribir de Daniel Cabrera quien no dejaba de golpetearlas; a su lado Caneda hacía lo mismo, la adrenalina de la noticia nadaba por sus venas vigorosamente, antes de que terminaran, llegó Eusebio S. Almonte en compañía de Salustio Carrasco y Fortino Arellano.

-¿Ya es hora? -preguntó Daniel sin despegar la vista de la máquina.-Sí -contestó Eusebio.-Bueno, sólo esperen un momento -solicitó.Los amigos se sentaron observando los ejemplares anteriores los

cuáles hojearon rápidamente, el primero en incorporarse fue Caneda.-Ya terminé -avisó a Daniel quien al colocar el punto final se puso

de pie.-¡Listo! -exclamó.-Antes de irnos -intervino Salustio- ¿Qué opinan de esto?-No lo sé, hasta que no estemos allí no podemos dar una opinión

-dijo Fortino.-Es más que claro que estamos a punto conocer al próximo

contendiente.-Así es -afirmó Caneda.-¿Quién creen que sea? -preguntó Daniel.-Creo que todos coincidimos en que será don Rafael Castillo

Calderón -se atrevió a aventurar Eusebio.-¿Hablaste con don Rosendo? -cuestionó Salustio a Eusebio.-Después de que me dijera que nos invitaba hoy, no.

Reunión de Calderón con los jóvenes intelectuales

-Ya es hora de irnos -señaló Fortino.Los jóvenes salieron de la reducida oficina y caminaron por las calles,

acostumbrados a estar bajo vigilancia debido a sus fuertes consignas en contra de Mercenario, con gestos que disimulaban sus palabras acordaron perderse de la vista de los dos hombres que los seguían.

-Nos vemos en el lugar de la cita -murmuró Eusebio.Fingiendo que se despedían todos se separaron y tomando diferentes

rumbos, cada quien echó a correr para escabullirse. Después de algún rato, uno a uno fueron llegando casi al mismo tiempo al pie de aquella casa, cuando se completó la caravana, Eusebio llamó a la puerta y de inmediato fue atendida.

-Pasen por favor, los estábamos esperando -dijo la voz de una silueta que no se vislumbraba muy bien.

Instintivamente todos se miraron entre sí, para después dirigirle su atención al que encabezaba la comitiva.

-Está bien -dijo Eusebio adivinando sus pensamientos y entró a la casa.

En fila india los amigos hicieron lo mismo sin perder nunca la pre-caución, guiados por el hombre que atendía la puerta llegaron a la luz de una sala en la que estaban Rosendo Pineda, Blas Aguilar, Rafael Castillo Calderón, Faustino Estrada, Manuel Vázquez, Remigio Mateos, los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón así como el veracruzano Diodoro Batalla. Al reconocer a estos hombres, opositores de Díaz, los jóvenes se sintieron seguros y los saludaron respetuosamente.

-¡Bienvenidos muchachos! -les dijo Rosendo Pineda calurosamente.-Muchas gracias -contestaron todos y se acomodaron.-¿Un trago? -ofreció el hombre que les atendiera en la entrada,

todos asintieron.Después de servidas las copas, los contertulios charlaron trivialidades

para romper la tensión del momento, ya entrados en un clima de mayor confianza don Rosendo intervino.

-Bien, jóvenes, después de tan grata charla ¿Qué les parece si abordamos el asunto que ocupa a esta reunión?

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-Me parece bien, señor -alentó Salustio.-Demás está el explicarles la crítica situación política y social en

que se encuentra sumido nuestro estado, esto debido a que ustedes han sido los portavoces del pueblo y no creo que alguien pueda venir a contarles una historia que ustedes han estando contando. Pues bien, el motivo de convocarlos esta noche es porque hemos decidido impulsar la candidatura de don Rafael Castillo Calderón, guerrerense distinguido, quien goza de la simpatía del pueblo, hombre de probada integridad y que comparte con nosotros el mismo ideal.

-No podemos decir que nos sorprende la noticia toda vez que ya lo habíamos vislumbrado -dijo Eusebio.

-En efecto, desde que vimos perfilarse la candidatura de don Rafael, y creo que esto ocurrió desde antes de que ustedes mismos lo hicieran, lo vimos con buen agrado -comentó Daniel.

-Les agradezco mucho -respondió don Rafael.-¿Han pensado en alguna estrategia? -preguntó Fortino.-Vamos a hacer un movimiento cívico en el que las conciencias de

la ciudadanía retomen el valor de salir a votar, creemos, al igual que ustedes, que la lucha debe hacerse desde la trinchera intelectual, dejando en último lugar el camino armado que tanta sangre ha derramado en nuestro estado, para esto, es necesario contar con el apoyo de los líderes sociales y de opinión como ustedes -expuso don Rafael.

-Es aquí en donde necesitamos de su ayuda -interrumpió don Rosendo.

-¿De que forma? -cuestionó Caneda.-Primero: sumándose a nuestro proyecto, y segundo: ayudándonos

a localizar a las personas que, como ustedes, quieran luchar por el beneficio de nuestra tierra -solicitó don Rafael.

-Creo que hablo por todos al decirles que sí, que nos sumamos a ustedes, como ya lo había comentado Daniel, es algo que habíamos vislumbrado y en consecuencia, platicado y acordado anticipadamente - respondió Eusebio a lo que todos, unos con gestos y otros con la voz, afirmaron.

-¿Cuántas personas conocen que compartan estos ideales?-En Mochitlán está Don Anselmo Bello quien, además de la gente

de su hacienda, cuenta con el respaldo de su yerno Felipe Garduño, los hermanos de éste; Vicente y Juan, sus familiares; Jesús, Epifanio, Wenceslao, Mateo, Francisco y Juan Bello; en Tixtla está Luciana Jiménez encabezando un grupo de aguerridas mujeres, en Chilapa esta Eucaria Apreza, en Mezcala está mi amigo Elías Ramírez, en Chilpancingo contamos con Margarita Viguri y José Aristeo Córdoba, también en espera de cualquier llamado está Julián Blanco. De todos los que aca-bamos de nombrar hay que tomar en cuenta a la gente que les siguen y que ayudarán a engrosar las filas de esta campaña- precisó Eusebio.

-¡Excelente! -gritó jubiloso don Rafael- creó que triunfaremos.-Lo vamos a hacer -afirmó Salustio.-Aunque hay que señalar el hecho de que a partir de que se dé

a conocer su candidatura, pasará a ser un opositor de Díaz y de su régimen y tendrán que andarse con cuidado -alertó Caneda.

-Es cierto, nosotros hemos estado resistiendo todos los ataques que las influencias de Mercenario nos han venido haciendo, estar del otro lado es un riesgo que se corre con la vida -advirtió Eusebio reforzando lo que su amigo había dicho.

-Lo tendremos en cuenta -dijo don Rosendo.Los hombres se juntaron al centro de la sala, levantaron sus copas

y brindaron.

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65el plan del zapote

“¡Qué te pasa amigo Pancho, que a Mercenario postulas, sabiendo que entre esas mulas, tú eres el único macho!”, dedicaba Salustio Carrasco a su amigo Francisco Parra quien apoyaba la reelección del gobernador, las risotadas en las calles y las plazoletas de Chilpancingo no se hicieron esperar, todos se regocijaban con la aguda e ingeniosa protesta del poeta, sometido a una sola vista, daba la impresión de que en la capital se celebraba un carnaval improvisado al que sólo le faltaba la orquesta, Antonio Mercenario, antes de salir de su casa echó un vistazo por la ventana, de reojo pudo ver como algunas personas, al caminar por su casa se tapaban la boca disimulando su sonrisa, intrigado abrió la puerta y subió a su carruaje, antes de partir, dos caballeros elegantemente vestidos lo saludaron con una alegría inusual, más contrariado aún, ordenó al chofer que lo llevara al Palacio de Gobierno, en el trayecto recibió los saludos por parte de la población, similares a los brindados momentos antes al salir de su casa. Al llegar al palacio descendió de su carruaje y se dirigió a su despacho en donde ya lo aguardaba su secretario.

-Buenos días -saludó con nerviosismo.-Buenos días -contestó él entrando a su oficina.-Ven para acá -ordenó a su auxiliar quien ya se escabullía.-Dígame señor.-Mientras venía para acá, vi a la población actuar de manera extraña,

no es que dude de mi desempeño en el gobierno, pero una extraña sensación de alegría se dibujaba en sus rostros cuando me veían pasar ¿se deberá acaso a que ya han hecho conciencia de que el destino de su estado no puede estar en mejores manos? ¿Habrán abierto por fin los ojos?

La ira de Mercenario

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-Señor, si me permite -trató de intervenir.-¿A qué se deberá? -volvió a preguntar, ignorando a su secretario.-Creo que debería de leer el periódico.-¿El periódico?-Sí señor, está en su escritorio -señaló.-Haber, vamos a ver -dijo Mercenario tomándolo entre sus manos.-Si me permite, tengo que salir a traerle unos documentos

-interrumpió el secretario tratando de huir.-Pueden esperar, quédate conmigo, veamos que es lo que tiene tan

feliz al pueblo -ordenó mientras extendía las hojas.Parsimoniosamente leyó cada una de las notas contenidas y se

regocijó con los grabados del artista Posadas que publicaba allí, hasta que se encontró cara a cara con el poema, su rostro se tornó de blanco a encendido rojo en menos de un segundo, las mejillas se le inflamaron y sus pupilas cuarteadas por la ira parecían salirse de sus cuencas, apretó los párpados por un segundo tratando de contenerse pero su memoria, como un bufón al servicio del pueblo, se encargó de recordarle los rostros de las personas y su sonrisa burlona, estrangulando el periódico se volvió hacia el secretario, estrelló en su rostro las empapeladas letras, mismas que por impacto se desgranaron con sus respectivas secciones por todo su cuerpo vuelto frío e inamovible esqueleto.

-¡Malditos indios!, ¡con que ganas mandaba a fusilar a la población entera! ¿Por qué no me dijiste nada imbécil?

-Estaba por decírselo -alcanzó a decir.-¡¿Cuándo?! Cuando me cansara de sonreírles, respondiéndoles

el saludo.-Señor…-¡Ya me hartó ese Salustio y esos hijos del Ahuizote!-Usted ordene que es lo que quiere que se haga.-¡Ya sé que yo soy el que ordena!, ¡manda traer a los hombres que

Huerta dejó a mi servicio!-De inmediato, señor -el secretario, antes de salir cerró la puerta y

salió aprisa.

Mercenario se sentó en su escritorio y volteó a la ventana mientras planeaba consigo mismo su estrategia represora, pasada media hora re-gresó el secretario acompañado de cuatro hombres y llamó a la puerta.

-¿Quién? -preguntó con tono altisonante.-Soy yo, señor, aquí están los hombres -respondió identificándose.-Hazlos pasar.-Sí.A la señal del hombre de confianza, los sicarios entraron al

despacho.-Siéntense -les ordenó el gobernante.-¿Cuál es el motivo por el que nos ha mandado a llamar? -preguntó

uno de ellos mientras se sentaban.-Es sencillo, necesito que se encarguen de esos jóvenes subversivos

del Hijo del ahuizote y de ese Eusebio S. Almonte. -¿Tiene planeado algo? -volvió a preguntar el sicario que llevaba la

voz cantante.-En lo que respecta a estos jóvenes, muchos vendrán junto con

Calderón a hacerle campaña, cuando estos lleguen, aquí nos encar-garemos de ellos.

-¿Los matamos?-No, la muerte prematura martiriza a los hombres, será sólo un

severo escarmiento.-¿Algo más?-Antes de que se ocupen de esto, quiero que a la primera oportunidad,

se encarguen del mismo modo de Caneda, ese joven opositor que tanto ha dañado mi imagen y prestigio.

Los sicarios respondieron afirmativamente y se retiraron, Merce-nario se reclinó nuevamente en su escritorio; dentro de poco, Calderón sería recibido en Chilpancingo y la gente, en su mayoría de la clase aristócrata se preparaba para recibirlo.

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69el plan del zapote

Hacía mucho frío aquella noche de llovizna en la que la neblina se descolgaba con lentitud de los tejados, en el interior de la oficina de redacción del Hijo del ahuizote, Caneda, rodeado de un ambiente a media vela que lo hacía lucir como una foto vieja en tono sepia, terminaba de redactar en la máquina de escribir su siguiente nota, al finalizar, echó la espalda hacia atrás en aquella silla, tomó su taza de café ya enfriada por la distracción puesta en la hoja y la bebió a sorbos, sin saber por qué, empezó a recordar la represión sufrida en su estado por protestar en contra de Mercenario, su huída emprendida una noche de quietud en la que los nervios redimensionaban el sonido que cualquier cosa emitía, su llegada a la ciudad, su entrevista con Cabrera, su afinidad con Eusebio, su cobijo, su protección, la reciente visita que secretamente habían recibido de Zapata y la empresa recién emprendida por sus amigos quienes horas antes habían partido a Chilpancingo con don Rafael Castillo Calderón. Recordó con claridad todo lo que había vivido desde su infancia hasta ese momento, la despedida con los suyos, el trayecto a la oficina, todos y cada uno de los movimientos realizados hasta llegar a éste, que lo mantenía sentado; así estuvo buen rato cuando un escalofrío se deslizó por su espina dorsal erizándole el cuero cabelludo, “sólo un hombre a punto de morir recuerda todo esto” se dijo para sus adentros y se sacudió la cabeza, se llevó las manos al rostro y se frotó la cara como queriendo ahuyentar esos malos pensamientos, con toda la intención de salir de allí, terminó con su dosis de cafeína, se levantó y tomó del perchero el abrigo trasnochado que siempre lo acompañaba, apagó la luz, salió y aseguró la puerta, antes de caminar

La golpiza a Caneda

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levantó la vista y contempló el nocturno telón del cielo en el que la luna no había hecho su aparición.

Respirando con quietud decidió emprender su marcha y avanzó abriéndose paso entre las imperfectas y delgadas líneas de lluvia, sin poder despojarse de la precaución, puso especial atención a los ruidos de la calles abandonadas por las personas; de inmediato se familiarizó con el sonido natural de la caída del agua que en esa temporada se deprendía de las nubes, con su impacto al caer en el suelo empedrado, con sus propios pasos , su respiración y la presencia de un viento tímido; cualquier otro sonido ajeno a la urbana decoración, sería una señal de alerta que debía de atender con discreción. Al doblar la primer esquina, un olor a cigarro penetró en sus fosas nasales haciendo que se detuviera, volteó rápidamente para tratar de sorprender al portador de aquel vicio pero no halló a nadie, acostumbrado a las sorpresas de la vida nocturna, se alejó de la pared y de la banqueta y continuó andando, ahora a mitad de la calle, manteniendo alerta sus sentidos llegó a la siguiente cuadra en la que un hombrón, recargado al pie de una farola de luces ebrias, fumaba mirándolo fijamente, Caneda frenó sus pasos y lo enfrentó visualmente mientras los tacones de dos pares de zapatos le cerraban cualquier intento de escape por el lado izquierdo y el lado derecho, por un instante pensó en regresarse por donde había llegado pero el taconeo de otro individuo a sus espaldas le arrebató el empeño, cuando los cuatro individuos lo rodearon por completo, la rebeldía del joven se reflejó al empuñar sus manos preparándose para la futura pelea.

-¿Tú eres Caneda? -preguntó el fornido del cigarro, acercándosele aún más.

-¿Quién pregunta? -respondió desafiante.-Tu gobernador, Antonio Mercenario-Sí, yo soy -afirmó.Reconociendo el mensaje, a sus palabras y a su mano derecha las

convirtió en una sola y asestó un certero golpe a la mandíbula del portavoz aventándolo hacia atrás, sin ningún miramiento, los otros

tres cayeron sobre él, a pesar de la inmensa minoría que representaba el rebelde se defendía estoicamente hasta que el grandulón, recuperándose del puñetazo lo sujetó de los cabellos y lo volteó con facilidad asombrosa, al tenerlo de frente le dio un brutal cabezazo que hizo crujir el cráneo de los dos. Ante el impacto no acostumbrado, Caneda de dobló como un fardo de carne y se derrumbó en el suelo, las patadas de los sicarios en maciza y mortal cascada caían sobre todo su ser convulsionándole el cuerpo, protegiéndose instintivamente se llevó las manos a la cabeza y se colocó en posición fetal, los riachuelos que ostentaban un miserable tono transparente se tornaron rojos. Los sicarios del gobernador se detuvieron hasta que se cansaron de patearlo.

-¡Ya estuvo bien! La orden era la de darle un escarmiento -dijo el desconocido a cargo.

Sin el menor tacto, lo tomó del hombro y lo volteó, una mirada perdida y contaminada por la sangre derramada por sus vasos rotos les fue suficiente para decir “misión cumplida”. Antes de alejarse, uno de ellos se le acercó y murmuró en sus oídos: “dile a tus amigos que si siguen con esto, les va a ocurrir lo mismo”. Caneda, con los la-bios partidos a la mitad, en shock y la razón desarticulada, movió ligeramente sus muñecas y perdió la conciencia. Se quedó tirado allí, en esa camilla empedrada, hasta que unos policías que daban su rondín lo descubrieron, al notar que no reaccionaba, lo llevaron al hospital y notificaron a sus superiores lo acontecido.

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73el plan del zapote

El sol ese día lucía diferente, sus rayos eran abundantes y se extendían a lo largo y ancho de las calles de la ciudad de Chilpancingo iluminando las casas de los habitantes, la noticia de que el candidato opositor a Mercenario llegaría de un momento a otro se había extendido con increíble rapidez, sería medio día cuando hizo su arribó acompañado de Eusebio Santamaría Almonte, Salustio Carrasco Núñez, Blas Aguilar, Remigio Mateos, Agustín Rodríguez y Daniel Cabrera, entre otros. La gente, al verlos cruzar los arcos se acercaba a saludarlos mostrándoles su solidaridad; don Rafael al recibir el cariño de las personas, correspondía sus saludos con gran emotividad, así llegó a la casa de Margarita Viguri en donde era esperado principalmente por ella, por José Aristeo Córdoba y por don Anselmo Bello. Al estar frente a la puerta le fue colocada una cadena de flores de cempasúchil y se le invitó a pasar lo mismo que a sus acompañantes, compartiendo el mismo proyecto, todos se saludaron y se sentaron.

-¿Qué tal el viaje don Rafael? -preguntó Margarita afectuosamente, mientras la servidumbre servía frescos vasos de chilate.

-Muy bien, tenía razón el varón Humboldt, éste es uno de los mejores climas del mundo …estoy sorprendido por tantas muestras de afecto de la población -dijo don Rafael, bebiendo un poco.

-Estas muestras son verídicas, usted ha venido a renovar las esperanzas de las gentes -señaló Margarita.

-Sí, ya hacía falta que alguien, tomará está decisión -agregó José.-Debe usted de saber, que su candidatura representa un gran

compromiso, nunca como ahora, se había visto una participación ciudadana de tal envergadura -resaltó don Anselmo.

El recibimiento a Castillo Calderón

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74 el plan del zapote 75el plan del zapote

-Lo sé, lo estoy sintiendo, en varias partes del estado las personas han puesto, por iniciativa propia muchos centros de propaganda …es en verdad conmovedora la valentía con la que me están respaldando -expresó.

-Y más si tomamos en cuenta que el gobernador ha declarado la guerra abiertamente a todo aquel que se nos una -intervino Blas.

-Por eso, es aún más importante esta campaña, hasta ahora, las que se habían hecho estaban encabezadas por militares de uno u otro bando que correspondían a sus intereses, en cambio ésta, no tiene otro líder que el pueblo mismo, ni ningún otro interés que el bienestar colectivo -recalcó Eusebio.

-En lo personal, me siento muy orgulloso de participar en esto -comentó Daniel.

-Todos lo estamos -reforzó Salustio.-¿Está listo para ir a los jardines más tarde? -preguntó José.-Claro que sí, sólo que después de comer, porque la verdad, ni

tiempo hemos tenido.Justo en ese momento, una de las empleadas se le acercó a Margarita

y le habló al oído.-La comida ya está servida, pasemos al comedor -los invitó.En el comedor fueron recibidos con unas cazuelas de pozole blanco,

chicharrón, tostadas, tacos de pollo, patitas de puerco a la vinagreta, chiles capones, chalupas, carnes fritas, mezcal y café que los invitados comieron agradablemente. Al terminar la comilona Margarita hizo servir té de toronjil, semitas de requesón y de nata rellenas de panocha.

-Para los que no lo sepan, se los voy a decir, aquí en Chilpancingo creemos que el que bebe té de toronjil y come semita, se casa con una mujer de aquí o regresa, así que espero sea de su agrado para que pronto vuelvan a ésta, su casa -dijo cálidamente.

Todos sonrieron y bebieron con alegría hasta la última gota que les fue servida, antes de levantarse para ir a la plaza cívica, don Anselmo le habló a don Rafael.

-Me gustaría que mañana fuera a mi hacienda para que vea el trabajo que se ha hecho y conozca a todos los que allí participan en esto.

-Claro que sí don Anselmo, cuente con ello, no hay nada más importante para mí que llegar con todas las personas que creen en este proyecto, de hecho voy a visitar a la señora Luciana Jiménez en Tixtla y a otros activos simpatizantes.

-Le voy a poner gente para que lo lleve y lo traiga.-Agradezco su atención. Después de haber escuchado el acuerdo, todos se acercaron a la

puerta, iban a abrirla cuando unos golpes desesperados se les adelan-taron, en el acto la muchacha la abrió, era un muchacho muy joven que sudaba y jadeada trabajosamente.

-Perdonen ¿Quién es Daniel Cabrera o Eusebio Almonte? -preguntó con urgencia.

-Yo soy Daniel Cabrera -exclamó el solicitado.-Le traigo un telegrama -explicó dándole un sobre.-Gracias- respondió dándole unas monedas.-Por nada -contestó el mensajero y se marchó.Daniel abrió el sobre y lo leyó, cuando llegó al punto final sus

facciones estaban desencajadas.-¿Qué dice? -se apresuró a preguntar Salustio.-Caneda esta en el hospital, fue golpeado por unos desconocidos.-Lo mismo me hicieron a mí en México -comentó don Anselmo.-¡Malditos! ¿Dice quién lo hizo?- preguntó nuevamente Eusebio.-No, pero no es difícil suponerlo -comentó Blas intercambiando miradas.-El telegrama dice que es necesario que vaya con él, así que me

regreso de inmediato.Los amigos se abrazaron solidariamente, Don Rafael, impactado

por la magnitud de éste hecho, sustrajo unos cuantos billetes de su bolsa y se los dio para auxiliarles con los gastos. El joven periodista los tomó y se despidió, enseguida la comitiva se encaminó al jardín Bravo en medio de un silencio sepulcral, cuando llegaron allí, mucha gente los aguardaba, don Rafael saludó a sus simpatizantes y, llegado el momento de decir su discurso, Eusebio lo tomó del brazo y murmuró en sus oídos: “por Caneda, un amigo que cree en usted”.

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77el plan del zapote

Todavía no sonaban las campanadas llamando a la misa de seis de la mañana cuando los habitantes del Estado de Guerrero, en sus diferentes regiones salían de sus casa para concentrase en los centros de campaña y propaganda, con la presencia de Rosendo Pineda en Tierra Caliente, la de Julián Blanco en Tierra Colorada, la de la familia del candidato en San Miguel Totolapan, su lugar de nacimiento; la de los Figueroa en Huitzuco, la de Blas Aguilar en Huamuxtitlán, la de Elías Ramírez en Mezcala, la de Eucaria Apreza en Chilapa, la de Luciana Jiménez en Tixtla, la de Anselmo Bello en Mochitlán, la de Margarita Viguri y José Aristeo en Chilpancingo, la de los alvaristas que aún seguían de pie en la costa, la de la familia Neri en Zumpango, la de Salustio Carrasco Núñez y el coronel Donaciano González en Iguala, la de Miguel Román en Tlalchapa, la de alguno descendientes de la familia Bravo, Galena y Guerrero; la de los hermanos Flores Magón apoyando desde el centro, así como de un incontable número de adeptos; el escenario electoral estaba listo para arrancar con la jornada electoral. Las urnas se instalaron a primera hora, en Chilpancingo, cuando los representantes de Mercenario llegaron a los jardines “Cuéllar” y “Bravo”, les sorprendió encontrar a la gente de don Rafael Castillo Calderón lista para inaugurar las casillas, con una sonrisa burlona se sentaron a esperar la afluencia de la votación, acostumbrados como lo estaban al abstencionismo, ni siquiera se inmutaron cuando vieron salir a la gente de la iglesia y se ocuparon de ignorar, con comentarios comunes su presencia, cuál sería su sorpresa cuando al mirar hacia el frente, una gruesa fila de caballeros demandaba sus boletas de votación.

El proceso electoral

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78 el plan del zapote 79el plan del zapote

-¡¿Cómo están muchachos?! -saludó el abogado José Aristeo Córdoba.Los hombres del gobernador se miraron entre sí al reconocerlo.-¿Usted en misa? -le preguntó uno de los agentes que Mercenario

había mandado poner en las urnas instaladas por algunas partes del estado y que, conociendo de sobra la ideología anti clerical del joven, se acercó a investigarlo.

-No, señor, el que los caballeros y yo coincidamos en este preciso momento es eso, mera coincidencia.

-Usted no puede votar, señor, no es de Chilpancingo -le dijo el hombre a cargo de la casilla.

-Lo sé, vengo acompañando a mi amigo Alejandro Castañón -explicó dejando de prestarle atención al agente.

-Y los demás ¿también son sus amigos? -preguntó el representante de Mercenario.

-La mayoría sí, lamentablemente a las mujeres todavía se les prohíbe votar, de lo contrario seríamos más -dijo sonriendo.

-Bueno, aquí tiene su boleta, señor Alejandro -intervino el repre-sentante de don Rafael.

-Muchas gracias, señor- respondió el amigo de José apartándose de la mesa para poder votar y luego de hacerlo e introducir su boleta en la urna regresó con su amigo.

-¿Terminó? -cuestionó el encargado.-Sí, muchas gracias -contestó.-Que tengan buen día caballeros -dijo José, despidiéndose de los

presentes.En la casa de Margarita, una mesa dispuesta de manera regia

esperaba a los invitados a desayunar, el primero en llegar fue José.-Pasa, por favor.-Gracias -respondió sentándose en una de las piezas del recibidor.-¿Ya fuiste a los jardines? -preguntó, ocupando un asiento.-Sí, acabó de acompañar a Alejandro a votar.-¡Qué bueno!-Sí, nada más que Mercenario ha mandado poner agentes en todos lados.

-Era de esperarse, siempre hace lo mismo.-Sé que es muy temprano para preguntar esto pero ¿ha ido

mucha gente?-Para ser la hora que es, sí.-Es una lástima que no pueda votar.-No pienses en eso.-Tienes razón.-¡Señor!- interrumpió la sirvienta quien se encontraba regando la

calle para barrerla.-¿Dime? -alentó Margarita.-Es que allí vienen sus invitados.Margarita se levantó de su asiento y se paró en la puerta para

recibirlos, por el lado derecho de la acera caminaban don Rafael Castillo Calderón, Eusebio S. Almonte, Salustio Carrasco Núñez, Blas Aguilar, Manuel Vázquez, Fortino Arellano. Agustín Rodríguez y Remigio Mateos; del lado izquierdo hacia lo mismo don Anselmo Bello acompañado de uno de sus empleados. Al llegar a la casa, primero saludaron a Margarita y después se saludaron entre ellos.

-Pasen, por favor, ya los estaba esperando -invitó Margarita.Los caudillos intelectuales entraron a la casa y saludaron a José

quien ya los aguardaba de pie y con toda la confianza con la que sentían en ese hogar ocuparon sus sillas en el amplio comedor. Para ahuyentar el ayuno, les fue servido en unas tazas de barro el chocolate caliente y espumoso, así como el oloroso café de olla a los que respectivamente elegían entre uno y otro, al centro fue colocada una cesta de pan chilapeño que contenía hojaldres, chamucos, semitas, panqués y em-panadas de camote. A esta primera ronda, le siguió un plato de frutas y un jugo de naranja, luego un caliente y bien sazonado aporreadillo, unos frijoles de olla, un queso fresco, unas gruesas tortillas echas a mano recién salidas del comal y unas ramas de quelite que servían para enriquecer más el sabor de los alimentos. Una vez satisfecha una de las necesidades primordiales, los allí reunidos comenzaron a charlar, don Rafael habló primero.

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80 el plan del zapote 81el plan del zapote

-¿Cómo ha estado la afluencia de los votantes?-Hace aproximadamente una hora que estuve allí y honestamente

había mucha -informó José.-¿Qué dicen los diarios? -interrogó el candidato.-No mucho, solamente han sacado notas en las que alientan a la

gente a votar- se apresuró a decir Margarita.-Los hombres de mi hacienda y mi familia ya fueron a sufragar,

lo mismo están haciendo nuestros vecinos de Petaquillas y en mi otra hacienda en Nejapa, mi esposa Modesta Godínez al cuidado de mis dos hijas está cumpliendo del mismo modo- comentó don Anselmo.

-¿Es que tiene dos hijas? No lo sabía -cuestionó don Rafael-Sí, Georgina de seis años y Modesta de cuatro -precisó don

Anselmo.-De los otros municipios todavía no llega más información, pero

gracias a la relación que hicimos de nuestros adeptos, sabemos que será un día en donde la gran participación cívica de la ciudadanía será inolvidable -dijo Eusebio.

-¿Cómo han reaccionado al saber si nos va favoreciendo la votación? -preguntó Margarita.

-Nuestros representantes tiene en las manos una lista de nuestros electores, con base en su asistencia se podrá tener un aproximado -explicó Salustio.

-Lo que si considero conveniente es que se refuerce a nuestros representantes porque por lo que vi, Mercenario ha mandado colocar agentes con la doble intención de ser informado y atemorizar a los votantes -sugirió José.

-Ya lo tenemos contemplado, en todo el estado nuestros seguidores estarán haciendo patrullajes con esa finalidad -precisó Blas.

- ¿Qué han sabido de Mercenario? -cuestionó Manuel.-Que se concentrará en el Palacio de Gobierno con su gente cercana

esperando el resultado -contestó Margarita.-Desde ese lugar, va a planear como arrebatarnos el triunfó -aseguró

José.

-Esta vez ¿no pidió licencia para atender sus negocios? -preguntó Agustín con ironía.

-No, esta vez no -respondió Remigio sonriendo sutilmente.-Por cierto -interrumpió don Anselmo- ¿Qué fue de Caneda?-Está en recuperación, Daniel se quedó con él -dio razón Eusebio.-Pero están con serios problemas, Mercenario está haciendo hasta

lo imposible por cerrar el periódico debido a las fuertes denuncias que hemos venido haciendo -dijo Fortino.

-Esperemos que no -suspiró José con notoria preocupación.-Les parece bien si vamos a los jardines a ver como va todo -sugirió

Margarita.-Me parece bien -se adelantó a decir don Rafael.Casi al instante todos abandonaron sus sillas y salieron a la calle,

por toda la avenida Juárez, los simpatizantes se acercaban a saludarlos manifestándoles sus mejores deseos, en un momento se detuvieron en las calles Morelos y Bravo a platicar con los ciudadanos. Mientras tanto, Mercenario se ajustaba el saco antes de salir de su casa, como acostumbraba, antes de abrir la puerta observó por la ventana el inusual tráfico de gentes, sin decir nada salió y abordó su carruaje.

-Por la ventana miró de reojo a la ciudadanía la que vestida con sus mejores galas se dirigía al centro de la ciudad.

Al llegar a la esquina de la avenida Juárez se encontró con don Rafael y su comitiva y ordenó al chofer que se detuviera, el candidato al reconocerle se volteó a verle a los ojos, los hombres con los que platicaba se escabulleron educadamente.

-¿Cómo está don Rafael? -saludó con notoria hipocresía.-Muy bien, Antonio, muy bien.-Veo que estás acompañado de tu comitiva -comentó con sarcasmo.-Así es -afirmó con seguridad.-Pero veo que no están completos, les hace falta alguien -dijo con

fingido interés y llevándose las manos al mentón continuó hablando- ¡ah sí! ¡El joven Caneda! Ahora lo recuerdo ¿cómo sigue? Supe que estaba muy mal -preguntó con una cínica crueldad.

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82 el plan del zapote 83el plan del zapote

-Se está recuperando favorablemente, pronto se unirá a nuestras filas- respondió don Rafael mientras Margarita sujetaba a Salustio y a Eusebio de quienes iba tomada de los brazos.

-¿Y ya supieron quienes fueron los agresores? -volvió a arremeter.-Todavía no sabemos quienes fueron, pero si sabemos que eran unos

bastardos mal nacidos, ellos y quien los lideraba -intervino Salustio respondiendo y provocando con su respuesta la irá de Mercenario cuyo blanco rostro se torno en súbito rojo.

-¡Bueno, Rafael! -exclamó ignorando a Salustio- que tengas buen día y que sea lo mejor para el pueblo.

-Gracias, Antonio -correspondió él.-Y a usted Margarita, tan hermosa como siempre, le deseo que

siga teniendo todo lo mejor -le dijo a Margarita quien entendiendo el cumplido se incómodo de tal manera que no le dirigió un solo gesto de amabilidad.

-Y ustedes, jóvenes inquietos, cuídense mucho, no les vaya a pasar lo que a su amigo Caneda, hasta luego.

Con un golpeteo a la carroza, el chofer de Mercenario continuó su camino dejando tras de sí, a los encolerizados jóvenes, al llegar al Palacio de Gobierno, su secretario así como los licenciados Miguel Castro, Carlos Obregón y el doctor Leopoldo Viramontes Saucedo, hombres de su absoluta confianza que cubrían sus ausencias, lo es-peraban de pie. Sin perder de vista el movimiento que había en las urnas, bajó de su carruaje y saludó a sus amigos y al secretario al tiempo que los agentes bajo sus órdenes lo rodeaban.

-¿Cómo va el proceso? -preguntó rápidamente.-Lo veo complicado, señor -apresuró a decir su secretario.-¿Para quién? ¿Para Rafael o para mí?-Para nosotros, la mayor cantidad de gente que ha venido a sufragar

son hombres que simpatizan con el candidato opositor -respondió el secretario.

-No importa, esto ya está arreglado, seré gobernador nuevamente -dijo con total confianza mientras los demás guardaban silencio-. De

cualquier manera, dígale a todos los agentes que estén alertas por cualquier cosa -ordenó.

-Sí señor -asintió el secretario y giró instrucciones a los agentes.-Por favor señores, acompáñenme a votar -indicó a los encargados

de cubrir sus ausencias y se encaminaron a los jardines.Al llegar, la hilera de hombres que habían asistido a sufragar le

dieron el paso, llegó a la mesa, solicitó su boleta, emitió su votó y se regresó al palacio para esta vez, instalarse en su despacho. Casi enseguida llegaban a ese lugar don Rafael y sus fieles acompañantes.

-Miren, allá va ese maldito -señaló Eusebio-¡Es un infeliz! -exclamó Blas.-¡Por favor caballeros! Compórtense -solicitó Margarita, ama-

blemente.-Usted perdone -se disculpó Blas.Unidos caminaron y observaron con gratitud a los hombres

que, acompañados de su familia asistían a votar; los jardines lucían concurridos como si se trata de una fiesta o un baile tradicional; todos, habían invadido el primer cuadro para volcarse civilizadamente sobre las urnas y terminar charlando de manera cordial y amena. Después de transcurridas unas horas, don Rafael y sus allegados se despidieron de cualquiera que encontrarán a su paso y fueron a concentrarse en su centro de campaña para estar al pendiente de aquel proceso que, por la participación, pasaría a ser histórico.

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85el plan del zapote

El triunfo de don Rafael Castillo Calderón había sido contundente, la conciencia despertada de la población guerrerense en sus distintas regiones, había dado un fuerte grito de protesta y se reflejaba en los resultados, nada más hacía falta que de manera oficial el Congreso Local se lo reconociera, por todos los lugares de la capital la gente esperaba con algarabía que esta noticia se hiciera pública para alzar en brazos a su virtual gobernador, quien en las afueras del recinto encabezaba, junto con sus aguerridos jóvenes, a una muchedumbre emocionada que sentía la satisfacción de haber logrado un cambio de manera legal y pacífica. Cuando el coordinador del poder legislativo salió de la cámara, la adrenalina ya recorría a una velocidad endemoniada por su sangre. La resolución leída era clara, concisa y congeló el ánimo exacerbado de los presentes, el ganador era Antonio Mercenario, actual gobernador del estado y se debería de presentar el primero de abril de 1901 a rendir protesta. La sensación de estar sumidos en una incongruente realidad los sobrecogió por completo, una ráfaga de sentimientos encontrados acribilló sus esperanzas y sus anhelos, la frustración se apoderó de sus almas y los hizo sentir humillados, robados, burlados, despojados de toda dignidad… ultrajados. ¡Esto es un fraude! ¡Un robo! Gritó una voz desconocida ¡sí es un robo! Las personas enardecidas se abalanza-ron gritando consignas a los diputados y a Mercenario, comenzaron a golpear las puertas y los cristales, los legisladores, en su mayoría impuestos por Díaz y Mercenario, llamaron a la fuerza pública que ya estaba preparada para reprimir a la población. Al verlos llegar, don Rafael, con descomunal esfuerzo logró calmar a sus partidarios para

Imposición de Mercenario

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86 el plan del zapote 87el plan del zapote

evitar el derramamiento de sangre y los instó a regresar a sus hogares con la promesa de recurrir a todos los medios legales para impugnar.

Obedeciendo a su candidato, los seguidores se retiraron quedando únicamente las personas más allegadas.

-Tenemos que hacer algo, no podemos quedarnos así -espetó encolerizado Eusebio.

-Estoy de acuerdo, pero creo que coincidimos en que este no era el momento -dijo don Rafael.

-Es cierto, ya tenían preparado todo -intervino Margarita.-De no haber calmado a la gente se hubiera dado un enfrentamiento

que es lo que tanto hemos evitado -agregó Manuel.-Debemos pensar bien en lo que vamos a hacer -comentó Salustio.-Pero no aquí, pues estamos rodeados de muchos agentes -advirtió

Blas.-Vamos a casa -sugirió Margarita.-No, lo mejor será que vayamos a otro lado, en este punto tan

álgido, sería ponerla en riesgo -rechazó don Rafael.-Tiene razón -comprendió Remigio.-¿Qué sugieren?- preguntó Margarita.-Vayamos al centro de propaganda -propuso José.-Está bien -aceptó Fortino.-Pero vámonos, seguramente Mercenario va a querer utilizar lo

ocurrido en nuestra contra y puede que mande a detenernos -apresuró Agustín.

A sugerencia de don Rafael, Margarita se fue a su casa y los demás al centro de propaganda; al llegar, entraron y aseguraron las puertas.

-¿Se dieron cuenta de que nos vienen siguiendo? -cuestionó Eusebio a sus compañeros.

-Sí- confirmó don Rafael.-¿Alguien pudo contarlos? -interrogó nuevamente Eusebio.-Yo alcancé a contar cuatro, entre ellos a uno muy corpulento -dijo

Salustio.-Señores, creo que es hora de ocuparnos de esta situación -instó

don Rafael.-Comencemos -animó Manuel.-Considero que debemos de convocar a la población de las diferentes

regiones, a realizar movilizaciones pacíficas en la que se manifieste la inconformidad por la resolución del congreso -propuso Salustio.

-Otro de los recursos debe ser el de enviar al ejecutivo y al congreso federal, diferentes cartas en las que la población ponga de manifiesto su descontento -sugirió Blas.

-¿Y tú crees que las van a leer? -preguntó irónico y molestó, Agustín.

-Se trata de sentar un precedente -explicó Blas.-También nos apoyaremos en toda la prensa opositora, habremos

de hacer circular volantes y folletines denunciando la arbitrariedad cometida a los guerrerenses y al más noble ejercicio democrático que ha existido y en el que, por primera vez, se apoyó a un candidato guerrerense surgido de la población civil y no de un ejército -enfatizó Eusebio.

-Será necesario que se hable con los hermanos Magón y con los miembros del Partido Científico para que nos refuercen desde el centro -precisó Fortino.

-Ya lo hice, de hecho, previendo de antemano lo que nos harían, ya están listos para actuar -dijo don Rafael.

-Excelente, eso es muy importante -comentó Agustín.-¿Y donde está don Anselmo? -preguntó don Rafael.-Ya viene en camino -respondió José.-¿Cuándo nos movilizaremos? -cuestionó Remigio.-Debe ser a la brevedad, aunque se escuche frío y calculador, de-

bemos de aprovechar el ánimo enardecido de la sociedad -intervino Eusebio.

-Sugiero que en cuanto llegue don Anselmo fijemos la fecha -propuso don Rafael.

-Me parece acertado, él cuenta con mucha gente -habló José, respaldado por los demás.

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88 el plan del zapote

-Sólo que ahora, mucho más importante resulta que, en las movilizaciones la población no caiga en provocaciones para evitar que, con el pretexto de haber alterado el orden público,

Mercenario nos quiera mandar encarcelar -dijo don Rafael.-Tiene razón don Rafael, habremos de tener mucho cuidado

y no nada más de esto, sino de lo que se viene, con toda seguridad, ese “hombre sin fe de bautismo” no tardara en planear la manera de bloquearnos -advirtió Salustio.

-Y aunque el trato que tenemos es más de amigos que de cola-boradores, les ordeno no separase ni por un segundo, sean ustedes mismos sus propias sombras -les pidió don Rafael.

-No se preocupe, don Rafael, ya estamos acostumbrados -sonrió Eusebio.

Un llamado a la puerta interrumpió su conversación, el más cercano a la entrada se levantó a abrir.

-Buenas tardes, caballeros -saludó quitándose el sombrero.-Buenas tardes -saludaron al unísono.-Espero que estén dispuestos a todo -dijo don Anselmo con timbre

retador.-Lo estamos -afirmó don Rafael.-¡Qué bueno don Rafael!, después de lo que la gente ha hecho

por usted, no esperaba menos -contestó don Anselmo mientras tomaba asiento y la puerta se cerraba a sus espaldas.

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90 el plan del zapote 91el plan del zapote

Era medio día cuando Mercenario, de pie en la ventana de su despacho, observaba la ciudad; desde muy temprano había percibido una extraña languidez en el movimiento urbano y el ambiente se percibía un clima de rara incertidumbre; sin perder de vista el paisaje, se llevó la mano izquierda al rostro y acarició su bigote, “tanta calma no es buena” pensó en sus adentros y mandó llamar a su secretario.

-Dígame señor.-Ven para acá -ordenó sin alejarse de la ventana. -Sí señor -respondió y se colocó a su lado.-¿Qué te parece? -preguntó señalando la vista.-¿Tanta calma? -respondió él.-Sí, es algo raro ¿en dónde está mi escolta?-Fue a cumplir con su encargo, no deben de tardar -dio razón.-¿Y los agentes?-Lo ignoro, señor.-Búscalos.-Lo haré enseguida -contestó el secretario.-No, aguarda -lo detuvo sujetándolo del brazo- ¿Qué es ese sonido?

¿De dónde proviene?-No lo sé, no he salido del palacio -respondió mientras las hojas de

los árboles adormecidas se comenzaban a agitar.Poco a poco, la sorda quietud del viento comenzó a perderse debido

a un acrecentado ruido todavía indefinible.-¡Ve a ver de qué se trata! -demandó Mercenario al secretario quien

salió corriendo del despacho.

Represión y fuga Después de unos minutos el encomendado regresó sudando co-piosamente y con el rostro desencajado.

-¿Qué es? ¿Qué ocurre? ¡Dime con un carajo! -gritó el gobernante.-Señor…El auxiliar ni siquiera terminó de decir lo que iba decir cuando de

manera sorprendente, el zumbido de los habitantes de Chilpancingo, cuyo significado es “Lugar de Avispas”; se tornó claro y conciso, por las calles que daban a los jardines, intempestivamente se desbocó una maciza y gruesa fila de ciudadanos gritando duras consignas en contra del gobernador impuesto y del Congreso Local, a la cabeza iban don Rafael Castillo Calderón, Eusebio S. Almonte, don Anselmo Bello y sus familiares, Fortino Arellano, Blas Aguilar, Salustio Carrasco Núñez, Margarita Viguri, José Aristeo Córdoba, Remigio Parra, Manuel Vázquez y Agustín Rodríguez. Desde su lugar, el repudiado ejecutivo estatal observó cómo aquella masa, semejando a un solo y gigantesco hombre se dirigió a donde estaba, sin dudarlo se alejó de los cristales y mandó asegurar el lugar; por un momento le llegó a la mente el recuerdo ahora reducido a la nada, de la fiesta celebrada ese año en su honor, en la que había entrado a la ciudad acompañado de más de 400 hombres a caballo. Temiendo lo peor, acobardado se encerró en su oficina ¡mande a llamar a la fuerza pública! Gritaba con nerviosismo mientras la gente llegaba a las afueras de la sede del gobierno estatal y golpeaba las paredes que parecían derrumbarse con el aplomo de sus voces. El encierro se le hizo largo y pesado al grado que perdió la noción del tiempo, solamente se sintió a salvo cuando por un espacio considerable cesó de escuchar el bullicio de la turbia enardecida, con toda la precaución posible miró por la ventana mientras unos nudillos golpearon la puerta.

-Señor, soy yo -se anunció el secretario. Mercenario se acercó y abrió.

-¿Se han ido? -preguntó de inmediato.-Sí señor -respondió, mientras su escolta y los agentes entraban

corriendo.

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-¡¿En dónde estaban imbéciles?! -gritó interrogando con furia.-Señor… -se atrevió a decir uno de ellos.-Señor… ¡nada! Se les paga para que estén a mi lado ¡estúpidos!

Pasen a mi despacho -ordenó jalándolos. Una vez adentro los hizo sentarse.

-¡Quiero que se deshagan de ellos! -volvió a gritar con rabia desmesurada.

-¿De todos? -preguntaron. -Menos de Rafael, ya les dije que no quiero mártires, pero de los

otros sí, ¡mándelos a la leva!, ¡aprésenlos y envíelos a otras cárceles! ¡Pero hagan algo ya!

-Sí, señor -asintieron todos y se retiraron.En otro punto de la ciudad, don Rafael y los muchachos celebraban

el éxito de su empresa.-¡Todo salió de maravilla! -exclamaba don Anselmo.-La verdad sí, estoy muy conmovido -expresó don Rafael.-Le creo, ésta no nada más es la expresión del pueblo, es la seguridad

de ellos mismos puesta en riesgo por nosotros -dijo Eusebio.-¿Ahora qué va a pasar? -preguntó Margarita.-Hay que continuar y esperar la respuesta del presidente, esto

mismo que se hizo aquí se está haciendo en otros lugares del estado -contestó Fortino.

-¿Y cómo le vamos a hacer? Tengo que ir a otros lugares a seguir reforzando este movimiento -señaló don Rafael.

-De aquí no se preocupe, nosotros nos encargamos -respondió don Anselmo.

-Me parece bien señores, confío en ustedes plenamente -decía don Rafael cuando para su sorpresa Francisco Parra, interrumpió su reunión.

-¡José!, ¡José! -gritó exaltado.-¿Qué pasa? ¿Qué tienes? -interrogó -Tus amigos… se tienen que ir, Mercenario ha dado instrucciones

para que los desaparezcan, se dice que los enviará a la leva y que los va

a desterrar confinándolos en otras cárceles.-¿En dónde escuchaste eso? -intervino Eusebio.-Lo dijo su secretario, yo lo escuché en los pasillos del palacio.-¿Mencionó alguna fecha? -preguntó Salustio.-De inmediato -informó.-Está bien, Francisco -José, le agradeció y por su seguridad, lo

apresuró a retirarse.-¿Qué opinan? -cuestionó Remigio.-Desgraciadamente, él tiene el poder y si quiere, puede hacer con

nosotros lo mismo que hizo el año pasado cuando envió en el barco El demócrata a cientos de paisanos nuestros al desierto de Sonora -comentó Blas.

-Tenemos que irnos, no hay otra salida -dijo Fortino.-Sí, pero sería muy arriesgado irnos ahorita que es de día, lo ha-

remos de noche y debemos hacerlo por separado para que les sea más difícil seguirnos, aprovecharemos la menor distracción de los agentes -sugirió Eusebio.

-¿Entonces?...- alcanzó a decir don Rafael.-Usted siga adelante -habló Salustio- nosotros vamos a hacer lo

mismo pero desde Morelos y Puebla en donde tenemos muchos amigos, se queda con Blas, con don Anselmo, José, Margarita, cuenta con Elías Ramírez y sobre todo; con todo el pueblo de Guerrero. No olvide que debemos de seguir presionando hasta lograr nuestro objetivo supremo: hacer válida y efectiva la voz de los ciudadanos para con esto; librarnos del lastre dictatorial.

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Debido a la fuerte resistencia por parte de la sociedad civil, las grandes movilizaciones que se hicieran en el estado, y la fuerte oposición que los jóvenes fugitivos mantuvieran desde otras trincheras, Antonio Mercenario fue obligado por Porfirio Díaz a presentar su renuncia; de este modo; el 15 de enero de 1901 y por órdenes presidenciales, arribó al estado de Guerrero, particularmente a la capital, el político poblano y hacendado Agustín Mora, a quien la gente apodaba “El Chivero” debido a que en las regiones de la montaña y la Costa Chica adquiría algunos chivos para sus haciendas. Ese día y bajo el pretexto de “haber contribuido al bienestar de varias localidades”, es declarado en base al decreto número 47; ciudadano guerrerense, para que el 16 rindiera protesta como gobernador interino encargado de convocar a nuevas elecciones. Esta remoción revivió las esperanzas de la población quienes veían la posibilidad de consolidar, en esta nueva contienda, el triunfo de su candidato natural, pero al emitirse la nueva convocatoria y enterarse de que Agustín Mora, sin separarse del cargo, sería el candidato oficial del presidente, la indignación volvió, pero esta vez, con renovados bríos y con mayores dimensiones. Los muchachos encabezados por Eusebio S. Almonte regresaron a su terruño y de inmediato se reunieron con don Rafael Castillo Calderón y con Anselmo Bello quienes ya figuraban junto con estos dos como uno de los principales opositores. El lugar acordado para citarse esa vez, fue la casa de José; los primeros en llegar fueron Margarita y don Anselmo, Micaela Lara, esposa de José, salió a recibirlos.

-¿Cómo estás Margarita?-saludó cordialmente.

La remoción de Mercenario y el arribo de Agustín Mora

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96 el plan del zapote 97el plan del zapote

-Muy bien Micaela, gracias por recibirnos.-No tienes nada que agradecer, esta es su casa, pasen y tomen

asiento.-Gracias, señora, es usted muy amable -respondió don Anselmo.-¿Les ofrezco algo de tomar? -preguntó Micaela.-Un poco de agua está bien -sugirieron los dos.-Ahorita se las traigo, enseguida viene José.-Está bien -dijo don Anselmo.Pasaron cinco minutos cuando la señora Micaela volvió con los

vasos servidos y con su esposo José.-Aquí tienen, con permiso -entregó los vasos y se retiró.José dio la bienvenida a sus amigos, estaba a punto de sentarse

cuando escuchó la voz de don Rafael conversando afuera de su casa.-Voy a abrir -avisó y fue a la entrada, abrió la puerta y estrechó la

mano del candidato quien al verlo se despidió de los transeúntes.-¿Ya llegaron? -preguntó antes de entrar al domicilio.-Sólo Margarita y don Anselmo, pero pase, no deben tardar los

demás.Los puntuales asistentes al verlo le recibieron y comenzaron a charlar

mientras el anfitrión iba por otro vaso con agua que previamente ha-bía ofrecido al recién llegado. Cuando llegaba con el vital líquido, un llamado a la puerta atrajo su atención.

-¿Quién es? -gritó desde la sala. -Soy yo, Eusebio -anunció la voz.José se incorporó rápidamente y los hizo pasar.-¿Cómo están? -preguntó de inmediato.-Pues estamos, que ya es ganancia -respondió Fortino, mientras

Margarita, don Anselmo y don Rafael iban a su encuentro- ¿Y ustedes?-Bien -afirmó Margarita, mientras daba un abrazo fraternal a

todos.-¿No tuvieron ningún contra tiempo? -cuestionó de inmediato don

Anselmo.-No, por lo pronto, pero ya vimos que toda la ciudad está vigilada

-comentó Francisco.-Sí, Mora ha mandado a colocar agentes por todos lados y el Jefe

de las Armas Federales en el estado le está haciendo fuerte, nos vigilan a todas horas -expuso Margarita.

-Esperen… -interrumpió don Anselmo, quien desesperadamente comenzó a contarlos en voz alta golpeándolos fuertemente en el pecho- ¿En dónde está Salustio? ¿En dónde lo dejaron?

Los amigos inclinaron la cabeza mientras el peso de las miradas caía sobre ellos.

-¿En dónde está Eusebio? ¡Responde por favor! -demandó Margarita, mientras un sentimiento de amargura se anudaba su garganta.

-No me digan que… -dijo don Rafael tratando de adivinar. -La verdad, es que no lo sabemos -alcanzó a decir Manuel.-¿Cómo que no saben? -exclamó don Rafael.-El día que nos fuimos de aquí, unos agentes nos iban siguiendo,

decidimos separarnos para que no nos atraparan, antes de hacerlo acordamos vernos en Cuautla pero nunca llegó -explicó Remigio.

-¿Y ya no supieron nada de él? -interrogó don Anselmo.-Unos dicen que lo enviaron a la leva -dijo Agustín.-Pero todos creemos que lo mandaron a la Cárcel de Belén -agregó

Eusebio.-¿Y no hay modo de averiguarlo? -preguntó Margarita.-Es lo que estamos tratando de hacer con nuestros contactos

-explicó Fortino.-Ojalá que pronto tengamos buenas noticias sobre él, en verdad lo

aprecio -deseó don Rafael. -Por cierto muchachos, lamento mucho lo que ocurrió con El hijo

del Ahuizote, supimos que lo cerraron -expresó don Anselmo.-Todos lo lamentamos -añadió Margarita. -Sí, es una pena -suspiró Eusebio y continúo- pero Daniel está

pensando en hacer algo más, ahorita está en México reorganizándose ¿Cómo ven las cosas aquí?

-Como es de su conocimiento -comenzó a exponer don Rafael

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mientras tomaban asiento- Agustín Mora “El Chivero”, quien fue nombrado gobernador interino con la finalidad de convocar a nue-vas elecciones ha decidido, apoyado por Porfirio Díaz, postularse sin renunciar a su cargo -expuso don Rafael.

-La misma estrategia que usó cuando lo de Neri -comentó en voz alta Fortino.

-Exacto, eso mismo es lo que quiere hacer ahora con nosotros -enfatizó don Anselmo.

-¿Cuándo serán las nuevas elecciones? -preguntó Eusebio.-El veintiuno de abril -respondió Blas.-¿Cuáles son sus planes? -cuestiono Remigio.-Reorganizar de nuevo a la gente para ir a las urnas -propuso don

Rafael.-Está bien, pero sabemos de antemano que allí ya no se va a so-

lucionar nada, así que tendremos que tomar otro camino -sugirió Eusebio.

-¿Cuál? -interrogó Margarita con preocupación.-Las armas -se adelantó a decir don Anselmo.-No estamos preparados para un enfrentamiento armado -dijo

José.-Yo sí -intervino don Anselmo- desde hace tiempo he venido

acariciando esta idead y me he ido surtiendo de armamento, mismo que tengo en mis haciendas.

-Por muy descabellado que parezca, ésta es la última alternativa que nos queda; en lo que a nosotros se refiere, todos estamos de acuerdo -manifestó Eusebio.

-De igual modo, me sumo a ustedes -se solidarizó José.-¿Qué opina don Rafael? -se dirigió Blas al candidato.-No lo sé, nunca contemplé el hecho de levantarme en armas,

nuestras fuerzas son muy limitadas, de tomar ese camino sólo nos espera la muerte y quiero que estén conscientes de eso -advirtió.

-Lo sabemos, pero es lo menos que podemos hacer por Salustio, por Caneda, y por toda la gente que ha arriesgado su vida por nosotros

-dijo Remigio.-Además, no estamos solos, tenemos mucha gente aquí y en otros

lugares de la región -alentó Eusebio. Don Rafael lo meditó por un momento.

-Está bien, si las elecciones no nos favorecen, nos vamos a las ar-mas -aceptó.

-Hay que empezar a hablar con los concejales y vecinos impor-tantes -ordenó Fortino.

-Yo voy a prepara a mi gente en Petaquillas, Mochitlán y en Nejapa -dijo don Anselmo.

Una vez acordado esto, salieron de la casa y cada quien tomó su rumbo, Eusebio caminó sobre la avenida principal y se detuvo ante la vetusta casa que su bisabuelo Morelos declaró Palacio Nacional en 1813; de manera imperceptible para los demás, detuvo su mirada en la única habitación ubicada en la esquina de las calles principales, recordó que sus padres, alguna vez cuando lo llevaron de paseo a esa ciudad, le dijeron que esa había sido la habitación que ocupó el gran generalísimo, en la cuál le leyó a Andrés Quintana Roo los “Sentimientos de la Nación”, un día antes de darlos a conocer al Congreso de Anáhuac; a su mente llegaron de pronto como un rayo de luz las frases inmortales de su ascendiente: “Morir es nada cuando la patria muere” resonó silenciosamente en su cabeza.

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El gobernador interino, Agustín Mora, de manera maratónica se había ganado el repudio de la gente; si sus ambiciones por contender para la gubernatura le arrojaron saldos incontables de enemistades, ni que decir de su trato déspota hacia la población; la noticia de que “El Chivero”, en el sentido literal de la palabra, saludaba a la gente con el codo y no con la mano por temor a contagiarse del “mal de pinto” o de alguna otra enfermedad, se propagó entre la población como un reguero de pólvora encendido. Con esto, los ánimos ya de por sí en ebullición, sólo estaban en espera de la contienda electoral para explotar por completo. El periódico El Heraldo del Sur, fundado por él, le daba una ventaja considerable confundiendo al electorado mientras que las fuerzas federales, enteradas como estaban de los planes de don Rafael Castillo Calderón, comenzaron a acosarlos y agredirlos, ante tal situación, el candidato y sus correligionarios, apoyados desde el centro por los hermanos Magón quienes, el uno de abril fundaron la Asociación Liberal Reformista, decidieron precipitar sus planes y trasladarse, junto un grueso número de simpatizantes, a Mochitlán que era el lugar más seguro debido a la fuerte presencia y organización de don Anselmo Bello. Así, el 8 de abril, en un día al que el sol parecía no importarle nada debido a que iluminaba perfectamente el horizonte dejando todo a la vista; afuera de la hacienda, don Rafael, don Anselmo y Eusebio, el triunvirato responsable de las agitaciones recientes en el estado, encabezaban la reunión que definiría el rumbo de su movimiento y, el de los demás que le seguirían en contra de la dictadura de Porfirio Díaz.

Huída a Mochitlán

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-¿Estamos listos? -preguntó en tono retador don Anselmo.-¡Sí, señor! -gritaron todos con arma en mano.-Antes de seguir con esto, quisiera decirles algo -intervino

Eusebio.-¡Adelante! -animó don Rafael.-Estuve meditando en lo que conversamos aquella vez en casa de

José y creo que tiene razón don Rafael, militarmente no podemos hacer mucho.

-No estarás pensando en rajarte ¿verdad? -cuestionó Fortino.-Claro que no, pero quiero proponerles algo -dijo Eusebio de-

terminante.-Te escuchamos -alentó Blas.-Que si militarmente no podemos hacer mucho, lo hagamos

políticamente -propuso.- ¿De qué hablas? -interrogó Manuel.-Hace tiempo -levantó la voz Eusebio- ¡mi bisabuelo luchó porque

en nuestro país se cesara de invocar el nombre del tirano y se luchara por la independencia de nuestra nación, hoy quiero proponerles, que le quitemos el antifaz a nuestro movimiento, que dejemos de pelear en contra de los gobernadores impuestos y declaremos ¡por fin!, la guerra abierta al dictador que desde hace décadas nos gobierna; quiero convocarlos a que en el plan que firmemos y proclamemos, demos un giro total en la historia de los movimientos armados de nuestra nación y estado, y desconozcamos al régimen porfirista que tanto daño nos ha causado! ¡¿Están de acuerdo?! -gritó al tiempo que disparaba al aire.

-¡Sí! -gritaron mientras con sus armas hacían lo mismo que Eusebio.-¡No reelección! -gritó don Rafael.Al día siguiente, en Chilpancingo, las autoridades militares del

14 batallón, conscientes de la importancia política de la rebelión, giraban órdenes.

- ¡Notifiquen a los altos mandos de la Secretaría de Guerra y hagan llamar al teniente coronel Alberto García! -ordenó el general a cargo.

-¡A la orden, mi general! -se presentaba firme el militar.

-Hay un brote armado en Mochitlán encabezado por Rafael Castillo Calderón, partirá cuanto antes con cien hombres a su mando directo para capturar a estos rebeldes.

-¡De inmediato, mi general!De este modo, se inició el despliegue de las fuerzas armadas, en

Tixtla, el coronel Rojas recibía instrucciones con la finalidad de ase-gurar los caminos; en el acto, éste se puso a la cabeza de un grupo de rurales y al enterarse don Rafael y los nuevos caudillos del acercamiento de los militares, evacuaron la plaza y se atrincheraron en la hacienda, para cuando los encargados de establecer el orden llegaron a la plaza, no encontraron ni un alma, sin replegarse totalmente, dieron parte al batallón.

En la ciudad de México, el 12 de abril el coronel Victoriano Huerta era llamado por el presidente.

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105el plan del zapote

Era el doce de abril, afuera del despacho presidencial, el secretario aguardaba desde su asiento la llegada de Victoriano Huerta, cuando el reloj marcó las diez en punto, el militar apareció impecable con su uniforme de gala, haciendo sonar sus botas en el pasillo, se acercó al máximo hombre de confianza y se paró frente a él.

-¡Buenos días, señor! -se presentó.-Buenos días, aguarde un momento por favor -solicitó el secretario

y dando media vuelta llamó a la puerta.-¡Adelante! -animó el dictador.-Señor presidente -dijo abriendo la puerta- ha llegado Huerta.-Hazlo pasar y déjanos solos -ordenó.Flavio hizo una señal al militar, éste entró al despacho mientras

se cerraba la puerta.-¡Buenos días, señor presidente! -saludó cuadrándose con gran

respeto.-Buenos días, siéntate por favor -solicitó con tono imperativo.-Gracias -respondió obedeciendo.-Supongo que ya tus superiores te han informado del por qué te

he mandado llamar.-Sí señor -afirmó.-Bueno -respiró hondamente acariciando su bigote y continuó ha-

blando- el día ocho, don Rafael Castillo Calderón junto con Anselmo Bello y Eusebio Santamaría Almonte, se han levantado en armas en el poblado de Mochitlán, el asunto parecería no tener mucha importancia debido a que militarmente son muy pocos y no representan una fuerte

Díaz y Huerta

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resistencia; como lo he hecho otras ocasiones, podría dejar este asunto en manos de la Secretaria de Guerra pero la cuestión aquí, es que por primera vez, de manera abierta se me ha declarado la guerra, y aunque aún no han hecho ninguna proclama escrita, no dudo que lo harán y no puedo dejar que esto pase por alto, la rebelión de estos jóvenes con pretensiones de caudillos, me está desconociendo como presidente y políticamente, me afecta mucho.

-Lo entiendo, señor.-Por eso he decidido ocuparme de esto de manera personal,

conociendo su experiencia en el Estado de Guerrero, y después de haber cumplido con éxito cada empresa que allí le he encomendado, le instruyo de manera directa para que sofoque esa rebelión.

-No lo defraudaré.-Si cumples satisfactoriamente con esta empresa, te prometo ascen-

derte al grado de general brigadier -diciendo esto, se levantó de la silla.-Lo haré, señor.-¡Adelante y éxito!-Sí, señor presidente.Victoriano Huerta salió de la oficina, en seguida el secretario se

asomó a ver al mandatario. -Ven -lo invitó el presidente señalando el balcón.Una vez afuera, Porfirio Díaz encendió su puro y después de una

bocanada le hablo.-¿Qué pasa Flavio, con ese Estado?-No lo sé, señor -contestó.-¿Es que los guerrerenses nunca pueden estar en paz?- Tal parece que no, son los rebeldes proverbiales.-¿Y de qué les sirve? Un estado tan convulso nunca va poder

prosperar; para que un pueblo o nación progrese debe haber industrias que generen empleos y para eso, hay que garantizar una armonía y estabilidad social que le dé seguridad a los inversionistas; por eso me he esforzado en gobernar con mano firme

-¿Qué es lo que realmente quiere el pueblo? -preguntó al aire

mientras fumaba nuevamente el puro, el secretario calló por un momento.

-Sabes, este movimiento es el primero que me desconoce ¿Cuántos más le seguirán?

-No creo que nadie más lo haga, señor, verá que esto se resolverá sin mayor trabajo.

-Yo también he peleado, sé que a partir de ahora, nada será igual ¿te confieso algo?

-Dígame, señor, sabe que puede confiar en mí.-Me estoy cansando de que no se valore mi esfuerzo, ya estoy

viejo.Por primera vez, el secretario ponía su mano sobre el hombro del

presidente.

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109el plan del zapote

El día 13 de abril, Victoriano Huerta partió de México al mando del 3er batallón con cuatrocientos cincuenta hombres bajo su mando, mientras tanto, el gobierno estatal ordenaba al Prefecto Francisco Ortega que abandonara la ciudad de Tixtla para que, con cuarenta voluntarios, reforzara al teniente coronel Alberto García quien permanecía con sus tropas en Mochitlán. Huerta ingresó al estado por la ruta de Iguala, Tepecoacuilco, Tetelilla, Apango y Tixtla en donde se entrevistó con los mandos militares y se le informó de todo lo acontecido. Después de eso, se dirigió a Nejapa, atrapó a la señora Modesta Godínez y a sus dos hijas. En la hacienda de don Anselmo, el vigía apostado en el techo alertaba de la llegada de un hombre indígena que se aproximaba a ellos.

-¡Don Anselmo, alguien viene! -gritó alertando a todos.-¿Quién es? ¿Lo alcanzas a reconocer? -preguntó el hacendado.-No -contestó el vigilante.-Hay que esperar a que llegue, pero no dejes de apuntarle -ordenó

mientras el extraño llegaba a la entrada y golpeaba la puerta.-¿Qué quiere? -interrogó don Anselmo.-Hablar con don Anselmo, le traigo noticias -respondió aquella voz.Don Anselmo, seguido de sus peones abrió con cuidado la puerta

y lo hizo pasar.-¡Eres tú Casiano! -exclamó reconociéndole.-¡Sí, señor! -afirmó con nerviosismo.-¡¿Quién es?! -preguntó Eusebio con pistola en mano.-Es un amigo -contestó don Anselmo.-Me mandó el señor cura a entregarle esto -dijo sacando un papel

El Plan del Zapote

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de su morral.-Muchas gracias, Casiano.-Bueno, ya me tengo que ir, no me puedo tardar mucho por que los

militares pueden sospechar.-Está bien, cuídate -le pidió y lo acompañó a la puerta.Don Anselmo se dirigió al pórtico de su casa donde don Rafael y

Eusebio lo esperaban.-¿De quién es? -se adelantó a preguntar don Rafael.-Es una carta que envía el cura, a ver, vamos a leerla -dijo mientras

sacaba el documento- al terminar, sumamente acongojado se llevó las manos al rostro.

-¿Qué ocurre? ¿Qué pasa? -cuestionó Eusebio, exaltado por la reacción de su amigo

-El sanguinario de Victoriano Huerta viene para acá y ha aprisionado a mi mujer y a mis hijas.

-¡No es posible! -exclamó don Rafael.-Tendremos que anticipar nuestros planes -dijo Eusebio.-Mi mujer… -se dolió don Anselmo.-Pensaremos en algo para rescatarla, te doy mi palabra de que no se

quedara en manos de ese infame -le prometió Eusebio- pero para eso, es necesario ponernos a salvo nosotros.

-Es cierto -respondió don Rafael.- ¡Juro que si ese mal nacido las toca, lo mato! -expresó don Anselmo

con lágrimas en los ojos.-No te preocupes, las recuperaremos- aseguró Eusebio con un brillo

en los ojos que no daba margen a la menor duda.-En su carta… ¿el padre te dice por dónde viene Huerta? -preguntó

don Rafael.-No, pero si tiene a mi familia no debe de estar lejos -dedujo don

Anselmo.-Hay que avisarle a los demás -dijo don Rafael y entró a la casa.-Vamos, hay que pasar -animó Eusebio a don Anselmo y se

incorporaron a la reunión.

El día 21 de abril, para institucionalizar su movimiento, hombres y mujeres montaron a caballo y abandonaron la hacienda, con la finalidad de alejarse del peligro se dirigieron a la orilla sur del poblado, cabalgaron durante un rato fustigados por el calor y los falanges del astro rey hasta que vislumbraron, erguido sobre una maciza e imponente raíz, un árbol de zapote prieto, de abundante copa y sombras generosas. Allí se detuvieron y bajo su protección, comenzaron a redactar su histórico plan revolucionario que decidieron nombrar, en honor a ese árbol: el Plan del Zapote. Después de redactado, el plan fue firmado por don Rafael Castillo Calderón, don Anselmo Bello como jefe de las armas en Mochitlán, Eusebio S. Almonte, Juan, Felipe y Gabino Garduño, Vicente, Ignacio y Eutimio Muñoz, Alejandro Nava, Porfirio Jiménez, Cesáreo Cuevas, Máximo de Jesús, Luis Gutiérrez, Jesús, Epifanio, Wenceslao, Mateo, Francisco y Juan Bello. Para darle lectura en voz alta, don Rafael se colocó a la vista de todos, por un momento hizo una breve pausa antes de leer el documento y miró a la muchedumbre. Al encontrar los rostros de Margarita, Luciana Jiménez, José Aristeo Córdoba, Alejandro Castañón, Miguel Román, Quirino Memije, Manuel Vázquez, Genaro Ramírez, Vicente Tapia, los hermanos Francisco y Ambrosio Figueroa, Faustino García, Aurelio Velásquez, Jove y Agustín Arcos, Manuel Sevilla Vélez, Ignacio Sevilla, Esteban Soloche, Modesto Rentería, Juan Navarrete, Blas Aguilar y Donaciano González, entre otros; su alma redimensionó su valor y comenzó a leer, uno a uno, los puntos que contenía el plan:

I.- Desconocimiento del régimen porfirista.II.- Reformas a la Constitución de 1857 para adaptarla a las

necesidades de los campesinos y obreros.III.- Reparto de tierras y haciendas de los latifundistas, comenzando

con las de Tepechicotlán, San Miguel y San Sebastián (del distrito de Guerrero), y demás existentes en el suelo mexicano.

IV.- Acuerdo de la junta revolucionaria de pregonar el Plan, siendo deber de todos defenderlo

Todos juraron el plan y se pusieron en marcha para combatir a Victoriano Huerta.

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113el plan del zapote

Era de noche cuando Victoriano Huerta, acompañado por sus más de 450 hombres llegaba a las afueras de Mochitlán, al ser identificado, uno de los hombres del teniente coronel Alberto García lo acompañó hasta el lugar en donde estaban concentrados, al verlos venir, las tropas lo saludaron marcialmente.

-¿Quién es el teniente coronel Alberto García? -preguntó Huerta de manera autoritaria.

-Soy yo, señor -respondió el solicitado, quien ese momento se encontraba charlando con sus subordinados.

-Necesito que me informe cuanto antes de la situación -demandó Huerta.

-Por supuesto, acompáñeme -respondió y se apartaron de los demás.

-¿Cuál es la situación?-Se atrincheraron en el casco de la hacienda después de haber

proclamado su plan.-Vamos a ver si Anselmo Bello sigue queriendo pelear cuando sepa

que tenemos a su esposa y a sus hijas.-¿Perdón?...-Sí, las capturamos en la hacienda de Nejapa que les servía de

cuartel, desde entonces los muchachos se han dado gusto con ellas.-Pero son apenas unas niñas…-No se espante, así son estos asuntos ¡Hagan traer a la familia de

Anselmo! -ordenó.-Sí, señor.

La masacre perpetrada por Victoriano Huerta

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-Ahorita va a ver como las han dejado de mansitas -comentó en sorna.

-Señor -dijo el hombre con un semblante de mal augurio.-¿Qué ocurre soldado? -preguntó Huerta.-Una de ellas, la menor, ha muerto.-¡Cómo que ha muerto! -Sí, tal y como lo oye.-¡Malditos idiotas! ¡No los mando a matar porque necesito que se

mueran mañana! ¡Lárgate!-No se preocupe, señor, de cualquiera manera mañana acabaremos

con esto- intervino el teniente coronel.-Tiene razón, de todos modos esas viejas no son necesarias, vamos

a dormir, temprano vamos por ellos.En la madrugada, antes de que el sol terminara su trasnochado

paseo por el mundo, el campamento militar se puso de pie y se preparó para entrar por los rebeldes, ordenados en gruesas columnas, los de a pie y los de a caballo se internaron en el pueblo evitando hacer el menor ruido posible, iban entrando cuando el estallido de varias armas los puso en alerta.

-¡Nos disparan! -gritó uno de los soldados.-¡Al ataque! -ordenó Huerta.Los disparos de uno y otro bando levantaban espesas cortinas de

humo que al descorrerse, dejaban entrever el cuerpo de los heridos, durante infernales minutos el intercambio de balas desgarró la paz de aquel idílico pueblo; la gente de don Rafael, a pesar de la resistencia, poco a poco iba perdiendo terreno y los militares se adentraban cada vez más.

-¡Retirada! -gritó don Anselmo.-¡Atrapen a todos los que puedan! -ordenó un rabioso Huerta.En medio de la batalla, los jóvenes aguerridos se dispersaron por

completo y huyeron del lugar tomando cada uno diferentes rutas; cuando Huerta llegó a la plaza, mandó a las tropas a que reunieran allí a los prisioneros.

-Estos son -señaló el teniente coronel.-¡Apenas diez! -exclamó Huerta.-Son los que se pudieron atrapar.Huerta caminó enfrente de ellos y los escupió en el rostro.-Aquí no está ninguno de los que estoy buscando -dijo con

frustración.-Me temo que no -se lamentó Alberto García.-Así que dice usted, que estos son los que se pudieron atrapar

¿verdad? -preguntó Huerta.-Sí, así es, señor -afirmó.-¿Por qué miente? -volvió a preguntar ante la sorpresa de propios

y extraños.-No le miento, señor -aseguró extrañado.-Claro que sí, me está mintiendo -afirmó Huerta- usted dice que

estos hombre son los únicos que pudieron ser atrapados ¿no es así?-Sí, así es -respondió.-¿Y estos? ¿Qué son? -preguntó extendiendo los brazos mientras

giraba el cuerpo sonriendo de manera desquiciada.-¿De qué habla?-¡Hablo de este mugroso pueblo que los protegió! ¡A eso me refiero!

¡Todos son cómplices y cada uno es un prisionero!-¿Insinúa usted que?…Antes de que terminara de formular su pregunta, Huerta ordenó a

sus tropas que atraparan a todos los hombres que pudieran, al escuchar esto, los habitantes intentaron huir pero fue inútil; los que no eran tomados en la calle, eran sacados a rastras de su casa en medio de los gritos suplicantes de sus mujeres y los sollozos de sus hijos. Siguiendo las instrucciones, fueron llevados a la plaza, los ataron y los formaron.

-Señor -intervino el teniente coronel- creo que esto es una atroci-dad, hay muchos inocentes.

-Y yo creo que usted no sabe nada de asuntos de guerra ¡Qué esto sirva de escarmiento para todos aquellos que den albergue a los sublevados! -gritó- ¡Soldados! ¡Apunten! ¡Fuego!

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Los cuerpos de más de cincuenta hombres cayeron sin vida en el improvisado paredón.

El 30 de abril, Victoriano Huerta entraba a la ciudad de Chilpancingo acompañado del teniente coronel Alberto García.

-Sé que aquí viven unos de los miembros simpatizantes de don Rafael Castillo Calderón -¿sabe usted quiénes son?- preguntó Huerta.

-Sí, son José Aristeo Córdoba y Margarita Viguri.-¿Margarita? -exclamó con sorpresa.-¿La conoce? -ahora era Alberto quien regresaba la pregunta.-Claro que sí -suspiró- pero ni modo, órdenes son órdenes, quiero

que los aprehendan y los fusilen.-Sí, señor -contestó.No sin antes dar otras indicaciones, Huerta se despidió de García

y se fue a descansar. Al poco rato, la gente se arremolinaba en las calles causando un gran alboroto, por la avenida Juárez y flanqueado por un pelotón de federales, caminaba prisionero José Aristeo Córdoba, al pasar por las calles Morelos y Bravo, la sirvienta de Margarita lo reconoció y llamó a su patrona. Margarita al verlo se quedó estupefacta.

-¡José! -gritó, desgarradoramente, su amigo, con un estoicismo ejemplar volteó a verla.

-Adiós, Margarita…para siempre -alcanzó a decir y con gallardía siguió avanzando.

Margarita, al sentir que el corazón se le desagarraba, corrió a la oficina de telégrafos y solicitó un amparo contra privación de la vida a El Juez del Distrito en Acapulco, quien era un viejo amigo de su familia, le respondió casi de inmediato concediendo la suspensión provisional del fusilamiento, con papel en mano, la hermosa mujer corrió a la comandancia militar, al ver a José en el paredón lo abrazó.

-¡Quiten a esa mujer! -ordenó uno de los soldados.-¡No pueden hacer nada!, ¡el Juez de Distrito ha concedido la

suspensión provisional de su fusilamiento! -gritó Margarita con llanto en los ojos mientras agitaba el documento.

-¡Déjenme ver eso! -dijo Victoriano Huerta, surgiendo de entre los

soldados, Margarita y José no pudieron evitar sentir un escalofrío ante el brutal semblante del militar quien personalmente tomó de las manos femeninas el telegrama.

-Está bien, pero aún así, este muchacho quedará detenido y será sujeto a proceso…y usted también, señorita.

-¡Oiga, pero!... -quiso protestar José.-¡Pero nada!, esta señorita participó activamente en esta rebelión y

será sometida a proceso ¡soldados, aprehendan a esta mujer! -ordenó. -¡No es posible! -se resistió Margarita. -¡Mire, Margarita! La orden del presidente es de fusilar en el acto a

todos los sublevados, y no lo estoy haciendo con usted. Margarita meditó por un momento las cosas y se calmó, para evitar

un mayor alboroto por parte de la población Huerta decidió enviarlos a la prisión de Tixtla.

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El día del enfrentamiento, los principales dirigentes de la rebelión huyeron cada quien por su lado, don Rafael Castillo Calderón, con ayuda de sus amigos y disfrazado de labriego logró salir del estado y conseguir asilo en México; por su parte, don Anselmo Bello, quien escapó tomando el camino del Cerro de la Vieja, auxiliado por Eucaria Apreza y el licenciado Silvano Saavedra, logró exactamente lo mismo; solamente el doctor y poeta, Eusebio S. Almonte se mantenía en el estado, aferrado a la idea de continuar el movimiento armado, después de haber logrado salir con vida, se dirigió a Ocotlán con el finalidad de reagruparse, pero la noticia de la masacre perpetrada por Huerta en Mochitlán, había sembrado el miedo en la población; quienes se negaron a participar, sólo como quedaba, y con la leyenda de “Hombre de gran peligrosidad” colgando sobre su pecho, instó a sus escasos seguidores a deponer las armas y regresar a sus hogares, entristecido dirigió sus pasos a Mezcala, a la casa de su entrañable amigo Elías Ramírez quien al verlo, lo estrechó y le ofreció cobijo. Allí se mantuvo a salvo hasta la noche del cuatro de junio, cuando aparentemente el clima social ya se encontraba en santa paz, fue detenido por el Comisario Municipal Francisco Ramírez en la casa de su amigo y a ambos los condujeron a prisión. La aprehensión de Eusebio fue informada de inmediato al licenciado Domingo Zambrano, Prefecto del Distrito de Bravo, quien de inmediato partió a Mezcala. Aquella madrugada en la celda, cuando por fin los dejaron a solas, los amigos comenzaron a charlar.

-¿Crees que nos maten? -preguntó Elías.-No lo sé.

La muerte de Eusebio Santamaría Almonte

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-Tenemos derecho a ser procesados.-En esto no hay derechos, Elías.-Entonces moriremos.-La verdad… creo que sí.Elías recargó su cabeza en la pared con la mirada perdida en la

nada.-Amigo -le habló Eusebio, llamando su atención- si mañana he de

morir, quiero que sepas que le agradezco a la vida, que tú seas la última persona a quien vea.

-Gracias, Eusebio -respondió.Al amanecer, el Prefecto del Distrito de Bravo llegó a Mezcala y dictó

la orden de fusilamiento de los prisioneros, Elías Ramírez y Eusebio Santamaría Almonte fueron escoltados a La cañada del Zopilote; en un momento en el que se dirigían allí, Eusebio miró a su amigo quien reflejaba un ánimo desastroso.

-¡Elías! -¡No des el espectáculo a nuestros verdugos, de llegar con cobardía al cadalso!

Ante estas palabras, Elías recobró la entereza y llegó con dignidad hasta el patíbulo, el primero en ser fusilado fue él, al caer, Eusebio corrió a acomodar el cuerpo de su amigo y se paró frente al pelotón.

-¡Soy inocente! ¡Mi delito es haber luchado en la prensa por la felicidad de Guerrero! ¡Ojalá que mi sangre haga la felicidad de mi querido estado! -gritó con fuerza.

Ante la poderosa descarga, el cuerpo del joven caudillo cayó sin vida.

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Los cuerpos de Eusebio Santamaría Almonte y de Elías Ramírez, serían sepultados por los vecinos del lugar en el panteón del poblado, Agustín Mora tomó posesión el 14 de mayo y murió el veinticuatro de marzo de 1904 contagiado por una enfermedad. Gracias a la intervención de Manuel Guillén, solicitada por Rafael Castillo Calderón, el presidente Porfirio Díaz decretó, después de la muerte de Eusebio, una amnistía para todos los que participaron en la rebelión del Plan del Zapote. Victoriano Huerta, por haber reprimido el movimiento recibiría el grado de General Brigadier y comenzaría allí, a ser conocido nacionalmente por su extrema crueldad; don Rafael Castillo Calderón, al lograr el indulto y de acuerdo a lo pactado, se fue a radicar a San Antonio, Texas; posteriormente fungiría en diversos cargos y en 1907 regresaría al Estado de Guerrero y participaría en algunos sucesos políticos, ter-minaría sirviendo al gobierno del general Victoriano Huerta en el que colaboró como asesor del general Silvestre G. Mariscal; el 18 de octubre de 1915 pelearía en contra de los zapatistas y de las demás fuerzas revolucionarias; el 11 de febrero de 1918 se dio de baja de las filas del ejército, dos años después fallecería pacíficamente en Iguala. Anselmo Bello, se iría a vivir al estado de Durango, su familia sería liberada dos meses después y regresaría a Mochitlán en 1921, fecha en que vería a su primogénita sobreviviente, moriría de viejo en su rancho establecido en La Soledad. Esta misma fortuna, la de morir de viejos y en cómodas circunstancias, serían iguales para los demás, exceptuando a Eucaria Apreza, quien participaría en el movimiento maderista y por su entrega a esta causa recibiría el sobrenombre de “Heroína del Sur”; de igual

modo Salustio Carrasco Núñez se uniría también a la lucha maderista. En la actualidad, los restos del doctor y poeta, Eusebio Santamaría Almonte, descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres, en el panteón municipal en la ciudad de Chilpancingo. Sobre su muerte, se recuerda este soneto que su amigo Salustio le escribió en 1903:

A Eusebio S. Almonte

Cayeron sobre tí como chacalesen la profunda noche sin fulgencia,

y se extinguió el raudal de tu elocuenciaen su coro de aullidos infernales.

Los réprobos, de entrañas criminales,que firmaron tu lóbrega sentencia,

llevarán para siempre en su conciencia el estigma del dios de los mortales.

después de aquel infame desafuero, víctimas tendrá más la tiranía

para saciar su despotismo artero; que, siguiendo tu huella el alma mía,

si continúa como voy, espero ¡Morir también asesinado un día!

¿Premonición o mera coincidencia? También Salustio, como lo deseaba en el último verso, moriría asesinado el 4 de febrero de 1912.

Epílogo

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el plan del zapote

Historia de la Revolución en GuerreroJosé Manuel López VictoriaTomo I Gobierno del Estado de GuerreroInstituto Guerrerense de la Cultura

La montaña de Guerrero a fines del Porfiriato y la revolución maderistaFrancisco Herrera CiprianoMutualidad Editorial “Grafococo”Taller de arte “José Clemente Orozco”Universidad Autónoma de Guerrero

Enciclopedia Guerrerense Gobierno del Estado de GuerreroGuerrero Cultural Siglo XXI A.C.

Diccionario Enciclopédico del Estado de GuerreroGobierno del Estado de GuerreroGuerrero Cultural Siglo XXI A.C.

Historia del Estado de GuerreroMoisés ochoa CamposEditorial “Porrúa”

Movimientos populares durante el Porfiriato en el Estado de GuerreoJaime Salazar adameUniversidad Autónoma de Guerrero

Fuentes

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La Revolución en el Estado de Guerreroalejandro Sánchez CastroRevista “Altamirano”

La Revolución Mexicana en Guerrero. Una revuelta de rancheros.Ian JacobsERA

Breve Historia de GuerreroCarlos IlladesEl Colegio de México

Gobernadores del Estado de GuerreroCarlos R. Klimeck Salgado y Efraín Flores MaldonadoGobierno del Estado de Guerrero

Historia de la Revolución en el Estado de GuerreroVicente Fuentes díazINEHRM

Síntesis Histórica del Estado de GuerreroLuis Guevara RamírezGráfica Cervantina

Entrevistas- Lic. Juan Pablo Leyva y Córdoba.- Mtro. Ricardo Infante Padilla.- Mtro. Francisco Herrera Cipriano.- Mtro. Jaime Solís Robledo.- Mtro. Félix Manuel Villela Hernández.

el plan del zapote

a

Esta obra se terminó de imprimir en los talleres de Xxxxxx Xxxxxxx, dirección fulana y sultana calle tal por cual #000 C.P. 1000, el mes de febrero de 2009, se imprimieron mil ejemplares. Se formó en Indesign CS3 y se utilizaron fuentes Roman Antique para títulos y portada, y Adobe Garamond en cuerpo de texto. En papel Bond ahuesado de 90g para interiores y forros en couché de 200g. El diseño y cuidado de esta edición estuvo a cargo de Mario Palomera Torres.

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