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FICHERO SOBRE A ILUSTRE CASA DE RAMIRES DE EÇA DE QUEIRÓS A) TEXTOS COMPLEMENTARIOS Texto complementario Nº 1: Eça de Queirós. «O ultimato» (Cartas inéditas de Fradique Mendes. São Paulo: Brasiliense, 1961): «Durante el desagradable mes de enero, Portugal atravesó una crisis que es, indudablemente, la más severa, tal vez la más decisiva que esta generación ha afrontado.» «A través de los últimos diez años, Inglaterra, por una secuencia de hechos, algunos imprevistos (ocupación de Egipto, pacificación temporaria de Sudán, marcha de una ejército hasta Kartun, reorganización de las misiones del Niasa, descubrimiento de yacimientos auríferos en el territorio de Lobengula, etc., etc.), comenzó a entrever, como sueño realizable, la fundación de un gran imperio africano. Y, con esa vivaz claridad de propósito y segura tenacidad de ejecución que constituyen su fuerza, inició una serie de actos que, culminando hace tiempo con la creación de la East African Company, autorizan a sus estadistas y a sus publicistas a considerar ese imperio como una realidad espléndida, del que gozarán los hijos de los hombres sin justicia y sin escrúpulos que pusieron los primeros cimientos.» «Ese imperio, según lo trazan en sus anchos contornos las publicaciones inglesas, se extenderá desde Alejandría al Cabo. El Nilo, desobstaculizadas las cataratas, será el gran camino de agua hasta los lagos centrales; de los lagos, un sistema de vías férreas abrirá comunicaciones a Zanzíbar y la desembocadura del Zambeze; dos virreyes, uno establecido en el Cairo, otro en Zanzíbar...» «Portugal ofrecía a Inglaterra uno de esos obstáculos. Entre los diferentes actos, pero lógicamente relacionados, con que Inglaterra lenta y progresivamente prepara desde ya la realización remota de su sueño, hubo (para simplificar, sin inútil desarrollo de detalles geográficos e históricos) dos que, sin

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FICHERO SOBRE A ILUSTRE CASA DE RAMIRES

DE EÇA DE QUEIRÓS

A) TEXTOS COMPLEMENTARIOS � Texto complementario Nº 1: Eça de Queirós. «O ultimato»

(Cartas inéditas de Fradique Mendes. São Paulo: Brasiliense, 1961):

«Durante el desagradable mes de enero, Portugal atravesó una crisis que es, indudablemente, la más severa, tal vez la más decisiva que esta generación ha afrontado.» «A través de los últimos diez años, Inglaterra, por una secuencia de hechos, algunos imprevistos (ocupación de Egipto, pacificación temporaria de Sudán, marcha de una ejército hasta Kartun, reorganización de las misiones del Niasa, descubrimiento de yacimientos auríferos en el territorio de Lobengula, etc., etc.), comenzó a entrever, como sueño realizable, la fundación de un gran imperio africano. Y, con esa vivaz claridad de propósito y segura tenacidad de ejecución que constituyen su fuerza, inició una serie de actos que, culminando hace tiempo con la creación de la East African Company, autorizan a sus estadistas y a sus publicistas a considerar ese imperio como una realidad espléndida, del que gozarán los hijos de los hombres sin justicia y sin escrúpulos que pusieron los primeros cimientos.» «Ese imperio, según lo trazan en sus anchos contornos las publicaciones inglesas, se extenderá desde Alejandría al Cabo. El Nilo, desobstaculizadas las cataratas, será el gran camino de agua hasta los lagos centrales; de los lagos, un sistema de vías férreas abrirá comunicaciones a Zanzíbar y la desembocadura del Zambeze; dos virreyes, uno establecido en el Cairo, otro en Zanzíbar...» «Portugal ofrecía a Inglaterra uno de esos obstáculos. Entre los diferentes actos, pero lógicamente relacionados, con que Inglaterra lenta y progresivamente prepara desde ya la realización remota de su sueño, hubo (para simplificar, sin inútil desarrollo de detalles geográficos e históricos) dos que, sin

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remedio, colocaron la actividad colonizadora de Inglaterra frente a frente con nuestra propiedad histórica. Uno, fue la creación de la East African Company... El otro acto consistió en la apropiación o reclamación de una región entre la margen norte del Zambeze, el río Chire y la margen occidental del lago Niassa, conocidad por la región del Niassa o del Chire. La posesión de estos territorios excitaba furiosamente la codicia de Inglaterra, porque así le quedaba abierto el camino político y comercial desde la colonia del Cabo hasta el lago Tanganica, y de ahí hasta el lago Victoria Niassa y al Nilo Blanco. Ese camino creaba, aunque floja en partes, la espina dorsal del futuro imperio africano. Solamente ocurría esta dificultad: que Portugal hace doscientos años poseía y había trillado, explotado, ocupado la región de Mashona y la región del Niassa. Si nosotros fuéramos fuertes, o si aún reinase el Derecho Internacional, este impedimento sería como una mantaña que no se traspasa. Pero la ciencia del Derecho Internacional acabó con la astrología y la escolástica; nosotros somos, por nuestra máxima culpa, deplorablemtne débiles; y el obstáculo fue traspasado por el León Británico, con esa simplicidad arrogante con la que tradicionalmente salta por encima de los muros ajenos, mientras no haya del otro lado el caño de una escopeta.» (...) «En todo caso, el incidente enseguida pasó de los ataques y defensas en la prensa a la región más serena y grave de las notas diplomáticas... Y las negociaciones prosiguieron así, con cordura y cortesía cuando una mañana, bruscamente, sin razón, sin incidente lateral, el ministro inglés en Lisboa, Mr. Petre, presentó al señor Barros Gomes un ultimátum, con la brutal sorpresa con que otrora José do telhado, u otro de nuestros bandidos legendarios, apuntaba, en un camino de pinares, el fusil al pecho de un comerciante de viaje. Esta comparación, ya muy usada, tiene los contornos gastados. Pero no hay otra más precisa y gráfica.» (...) «...las cuestiones de África pierden su valor frente al inesperado movimiento nacional que, a través de todo el país, tan vasta y ruidosamente estalló, bajo el acicate de las humillaciones que esa àfrica negra no trajo. En efecto, es más importante para Portugal poseer vida, calor, energía, una idea, un propósito que poseer el territorio de Mashona; inclusive porque, sin las cualidades propias de dominar, de nada sirve tener dominios. Si, como nación, estamos acabados, sin fuerza, sin alma, sin voluntad, los

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macololos, el Mashona, el Niassa, los lagos y toda África serán para nosotros tan inútiles, como inútiles eran para el pobre rey Senaqueribe, que tenía ciento diez años y temblaba de frío bajo el sol de Asiria...» «Por eso, en verdad, la cuestión del Niassa y del Mashona desaparece frente a este movimiento, tan real, tan intenso, tan persistente, primera y última afirmación de vida que Portugal ha dado en estos últimos treinta años, blandamente arruinados en la mudez y la inercia.» «...¡Porque se todo patriota se alegró como nosotros al ver el espléndido movimiento de la nación, ningún verdadero patriota puede conservar alegría al verificar que ese movimiento se comienza a perder en direcciones desviadas, transversales, inútiles, a la manera de una torrente que, en lugar de correr directamente al molino para hacerlo trabajar se desparrama hacia los lados en riachos raquíticos y lentos que enseguida la arena absorbe!» (...) «Todo este movimiento público, pues, que, para hacerle el mal a Inglaterra, se impone como misión odiar a Inglaterra, ofender a Inglaterra, boicotear a Inglaterra, a sí mismo se esteriliza, errando su dirección; porque, evidentemente, como movimiento nacional, nacido del alma de la nación para provecho de la nación, nunca le cumpliría tomar como fin único el hacerle el mal a Inglaterra, sino, antes que nada y sobre todo, hacerle bien a Portugal.» «Una vez que, según tan altamente se proclama, despertamos de nuestro letargo, urge emplear este aliento que nos vuelve, no en la porfía estéril de destruir lo que es indestructible sino para reconstruir todo lo que en torno de nosotros se deterioró y derrumbó, durante nuestro inmenso sueño. Esta sería la dirección única a imprimir al movimiento nacional, que no debe dispersarse en tentativas o bramidos efímeros contra Inglaterra, sino concentrarse en obras sólidas en provecho de Portugal. Hasta ahora nada se hizo, porque (como todos violentamente constatan, por experiencia propia) yacíamos resonando, en el olvido de todo deber cívico. ¡Pues bien! Ahora que todos se declaran despiertos y saltan a la arena, gritando, con los brazos arremangados, prontos a la faena, comience la empresa, única verdaderamente patriótica, que es la de reconstruir la Patria. Si las fuerzas y las voluntades abundan (como afirman manifiestos y protestas) no faltará también obra urgente y buena en que se

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empleen con gloria. Tenemos casi todo por hacer; todo tendríamos que rehacerlo. Tendríamos ante todo que crear riqueza, porque, sin ese instrumento, el brazo más fuerte flaquea. Tendríamos que crear la riqueza, como pueblo agrícola que somos, por los medios que el saber positivo ha indicado y que la política ha desdeñado. Crear riqueza, a través del fomento rural, repoblando el reino por la colonización interior; metodizando las culturas; congregando la propiedad excesivamente fragmentada, creando el crédito rural; dirigiendo el aprovechamiento de las aguas públicas y organizando la economía hidráulica; realizando la repoblación forestal del país; regulando el ejercicio de la caza y de la pesca, etc., etc. Tendríamos aun que fundar industrias, nacionalizando los servicios públicos para hacerla vivir, y nacionalizando los transportes para hacerlas circular... Obtenidos estos primeros recursos, tendríamos que extender nuestra marina de guerra, reorganizar nuestro ejército, construir las defensas de nuestros puertos. Tendríamos aun que reformar la enseñanza científica y fundar seriamente la enseñanza técnica. Tendríamos, en fin, (para no desanimar a las buenas voluntades con un programa muy pesado) que preparar, por medio de la educación física, generaciones que posean el músculo, el vigor, la salud y el poder de afrontar trabajos, que a nosotros nos falta tan lamentablemente. Y tendríamos también (sólo este detalle más) que crear en nosotros mismos hábitos de energía y disciplina, orden, fuerza, perseverancia, reflexionando que sin buenas costumbres de nada valen las buenas intenciones...» � Texto complementario Nº 2: Eça de Queirós. «Idealismo e

Realismo» (Cartas inéditas de Fradique Mendes. São Paulo: Brasiliense, 1961):

«Se presentan dos novelistas, el idealista y el naturalista. Tú dales tu asunto: una jovencita que habita ahí enfrente.» «El idealista no la quiere ver ni oír; no quiere saber más detalles. Toma inmediatamente su buena pluma de Toledo, recuerda durante un momento sus autores, y, en un golpe de vista, te crea la jovencita Virginia de esta manera: en la figura, la gracia de Margarita; en el corazón, la pasión grandiosa de Julieta; en los movimientos, la languidez de cualquier odalisca (a escoger); en la

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mente, la prudencia de Salomón, y en los labios, la elocuencia de San Agustín...» «Me dirán: es mentira -¿Cómo, mentira? Vean la creación de la Morgadinha dos canaviais*, una novela, y hecha por el talento delicado y paciente de Júlio Dinis**, el artista que entre nosotros más importancia le dio a la realidad. Y no obstante su Morgadinha es bastante extraordinaria. Allí está una burguesita de la sierra, viviendo en la sierra, educada en la sierra, y queriendo ser la personificación de la mujer de clase media en Portugal: ama con la sinceridad heróica de Cordelia; tiene con los sobrinos el tono de maternidad romántica de la amante de Werther; piensa, en materia de moral, con la altivez de Bossuet; habla de la naturaleza con el colorido místico de Lamartine; junta a eso, en intrigas sentimentales, las finuras de las duquesas de Balzac; y cuando habla de amor, creemos escuchar a Rousseau declamar. ¡Sin contar que todo cuanto dice de poesía, de arte o de religión, es de Chateaubriand!» «Pero volvamos a nuestra Virginia, que vive ahí enfrente. Es ahora el escritor naturalista que va a pintar. Este hombre comienza por hacer algo extraordinario: ¡Va a verla!...» «No se rían: ¡el simple hecho de ir a ver a Virginia, cuando se pretende describir a Virginia, es una revolución en el Arte! Es toda la filosofía cartesiana: significa que sólo la observación de los fenómenos da la ciencia de la cosas. Este hombre va a ver a Virginia, le estudia la figura, los modos, la voz; examina su pasado, indaga sobre su educación, estudia el medio en que ella vive, las influencias que la envuelven, los libros que lee, los gestos que tiene; y da finalmente una Virginia que no es Cordelia, ni Ofelia, ni San Agustín, ni Clara de Borgoña; pero que es la burguesa de la Baixa, en Lisboa, en el año de la gracia de 1879.» «Querido conciudadano, ¿a cuál das tu preferencia?» «El primero te mintió. La Virginia que tienes delante de tí es un ser vago, hecho de frases, que no tiene carne ni hueso, y que, por lo tanto, al no pertenecer a la humanidad a la que tú perteneces, no te puede interesar. Es una quimera, no es un ser vivo. Lo que ella dice, piensa o hace, no te hace adelantar una línea en el conocimiento de la pasión y del hombre.» «Una tal Virginia no puede quedar como documento de una cierta sociedad, en un determinado período: es un libro inútil.» «Tienes delante de tí una moneda falsa.»

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«El segundo te da una lección de vida social: pone delante de tus ojos, en un resumen, lo que son las Virginias contemporáneas; te hace conocer el fondo, la naturaleza, el carácter de la mujer con quien tienes que vivir. Si la Virginia, en conclusión, no es buena evitarás que tu hija sea así; puedes prevenirte desde ya con la nuera que te espera; es para ti lección en el presente, y, para el futuro, quedará como un documento histórico.» «Es una verificación de la naturaleza.» «Y aquí tienes, querido conciudadano, reducido a fórmula familiar, al alcance de tu comprensión y desprovisto de nebulosas filosóficas, lo que es el idealismo y lo que es el naturalismo en la pintura, en la novela y en el drama.» � Texto complementario Nº 3: Oliveira Martins. «Ao leitor» ([3ª ed.,

1895]. Portugal contemporâneo. 8ª ed. Lisboa: Guimarães & Cia., 1976):

(...) «Una vez más aún, la tabla de salvación está en el mundo ultramarino y en la vida airada y aventurera cuya suerte ya salvó a Portugal en el siglo XVII y en este. Consolídese el orden en el Brasil, suba la tasa de cambio y los cuantiosos capitales ahí agolpados volverán, por lo menos, en parte, a regar las tierras portuguesas. Por otro lado también, ya hoy el África Occidental, con su rápido desarrollo económico, entra por mucho en la ponderación de la balanza portuguesa. Si no fuera por las exportaciones africanas, ya ahora estas líneas, que voy trazando con amargura, serían tal vez el eco de la anarquía desembozada.» «¿Nos salvará, en el siglo XIX, Angola, como nos salvó el Brasil en el siglo XVII? ¿Nos cabrá esa fortuna al tiempo de prevenirnos de la ruina del hambre? ¿Vendrá antes de que nos asalten complicaciones graves de orden externa?» «En estas preguntas, me parece, está hoy resumido el problema portugués; y poco vivirá quien no asista al desenlace.» Abril, 1894.

B) BREVE BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA � Pilar Vázquez Cuesta. «Un "noventa y ocho" portugués: el Ultimátum de 1890 y su repercusión en España» (AA. VV. El siglo

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XIX en España: doce estudios. José Mª Jover Zamora -org.-. Barcelona: Planeta, 1974): [Con respecto a la posición de Eça frente al Ultimátum y las soluciones que plantea en su artículo «O ultimato»] «Pero ¿era sincero Eça? ¿Él, que tan sagazmente había sabido denunciar en su juventud los vicios de que adolecía el parlamentarismo lusitano, creía ahora de veras en la posibilidad de acelerar el proceso de evolución económica y política de la sociedad portuguesa por los pacíficos cauces democráticos? Desde luego que no. Ni siquiera a un nivel psicológico superficial de racionalización de los propios intereses. Aunque no se atreviera a confesarlo en público, la solución que el genial creador del "Conselheiro Acácio" vislumbraba en realidad para su patria, en aquel difícil viraje a que la obligaba la Historia, era una dictadura. Una dictadura apoyada, para que no fuese impopular, en el tradicional prestigio de la institución monárquica, y gracias a la cual los "vencidos" -a través del único verdadero hombre de acción que había dado el Cenáculo: Joaquim Pedro de Oliveira Martins- pudieran hacer realidad sus proyectos de "vida nova".»

� João Medina. Eça de Queirós e o seu tempo (Lisboa: Horizonte, 1972): A comienzos de enero, Eça escribe desde París a Oliveira Martins pidiéndole esclarecimientos sobre "la crisis", quejándose de estar reducido a informarse sobre Portugal a través de "Tempo" y de "Novidades". Pero, desde luego, como se verá a lo largo de toda su correspondencia posterior, lo que predomina en nuestro novelista es una especie de desánimo muy escéptico. Había dejado de creer en la Revolución, descreía ahora de las virtudes palingenésicas de una crisis como la del Ultimato del 11 de enero: "... No estoy seguro de lo que deba pensar de ese renacimiento de patriotismo, esos gritos, esos crespones sobre la imagen de Camões, esos llamados a la academias del mundo, esos renunciamientos heróicos a los casimires y al hierro forjado, esas joyas ofrecidas a la Patria por las señoras, esas patadas a los Burnays y Mózers, ese resurgir de una idea colectiva, toda esa barahunda sentimental y verborrágica, en que el estudiante del liceo y el comerciante minorista me parecen que tomaron de repente el mando del viejo Galeón Poartugués. Y esta carta es casi sobre todo para que me digas qué debo pensar, y, en tres o cuatro

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trazos, me des la real realidad de las cosas, como dice nuestro Fradique." (28-I-1890) (...) Todavía, en la aludida carta, Eça divisa en el amigo el Mesías que debe apuntar el camino a un país que la humillación hizo despertar brutalmente: "...Portugal está en un mal momento -y (perdona el juego de palabras) sería tal vez el buen momento para hacerse oír una voz de buen sentido y de verdad. ¿Por qué no levantas tú esa voz?..." »

� H. de Oliveira Marques. História de Portugal (3º ed. Lisboa: Palas, 1981, T. III): Resulta útil la consulta de la mejor historia de Portugal escrita por uno de los historiadores más eminentes. Pueden encontrarse detalles precisos del trasfondo político y cultural de AICR. Por ejemplo, «La novela histórica prosperó desde la publicación, en traducción portuguesa, de las obras de Walter Scott. La revista Panorama (comenzada en 1833) dio cabida a la novelas históricas en forma de folletín, cuya influencia se ejerció en, por lo menos, una generación de autores y lectores. Alexandre Herculano (1810-1877), el mayor escritor nacional de mediados de silgo, contóse igualmente como el principal representante de la novela histórica, donde la Edad Media -tan del agrado romántico- asumió papel relevante ( O Bobo, 1843; Eurico, o Presbítero, 1844; O Monge de Cister, 1848). Otros muchos le siguieron, como ser Rebelo da Silva (1822-71), Andrade Corvo (1824-90) y Arnaldo Gama (1828-69). La novela histórica continuó recibiendo los aplausos del público burgués hasta bien entrado el siglo XX, con una última generación de autores que florecieron a finales de los ochocientos y principios de los novecientos.»

� Pereira, Miriam Halpern. Política y economía. Portugal en los

siglos XIX y XX (Trad. Basílio Losada. Barcelona: Ariel, 1984): «Con la excepción de algún caso aislado, hay una clara desistencia de la lucha global contra la competencia extranjera en el plano interior. Se afirma, al contrario, un consenso casi generalizado en la lucha por la recuperación de otro mercado: las colonias africanas. Aplastados por la industria inglesa en Portugal, los industriales proponen la expulsión de las mercancías inglesas de África mediante el establecimiento de derechos preferenciales y el pago del drawback. En los inicios de la década de los 80 se ve claramente que las divergencias

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entre los industriales del ramo del estampado y los de hilados y tejidos de algodón y lana, se desvanecen ante la necesidad de recuperación del mercado colonial. En este caso, todos se veían igualmente perjudicados por la competencia inglesa, francesa y alemana. Y todos perfilan también el proyecto de producción de materias primas en África, tales como algodón, lana y añil.»

«La burguesía agraria se interesará también vivamente por el proyecto colonial. Poco a poco sus posibilidades de exportación a Europa se habían ido limitando. Los fundamentos de la división de la burguesía ante la competencia extranjera, que había sido la desigual oportunidad ofrecida por el mercado europeo a una parte de los agricultores y a ciertos grupos industriales, va desapareciendo progresivamente. En el mercado europeo, los propios productos agrícolas portugueses son marginados por la invasión de productos agrícolas americanos y de otros continentes. Agricultores e industriales tienen, pues, que buscar nuevo destino a su producción. Algunos argumentarán que África debía ser el propio mercado interno portugués y se oponen a la expansión colonial. Pero tal camino implicaba la realización de una reforma agraria y una rápida industrialización. Tales modificaciones internas afectarían necesariamente a los intereses de ciertas categorías y sectores de agricultores e industriales, por las alteraciones que acarrearían tanto en la estructura de la propiedad fundiaria como en parte de las empresas industriales y artesanales. El proyecto colonial africano, nacido a comienzos del siglo, inmediatamente después de la pérdida del Brasil, va a encontrar una amplia base social, dado que, en su fase inicial, parece que puede evitar tales modificaciones internas. La unidad de la burguesía se rehace así, en los últimos veinte años del siglo XIX, en torno a la expansión colonial africana.»

� Elena Losada. «Introducción» (Queirós, Eça de. La ilustre casa

de Ramires. Trad. Rafael Morales. Barcelona: Planeta, 1989): «En su versión definitiva de 1897 es un texto claramente relacionado con la situación del movimiento colonial portugués en Africa a fines del siglo XIX y está impregando del ambiente psicológico que generó el "Ultimatum".» La lectura completa de

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este estudio brinda elementos valiosos para el análisis y un panorama sucinto pero integral de los problemas que plantea AICR.

� Beatriz Berrini. «A aristocracia portuguesa sob a perversa mira de Eça de Queiroz» (Trigueiros, Luis Forjaz e Duarte, Lélia Parreira. Temas portuguesas e brasileiros. Lisboa: ICALP, 1992, 499-509): Rechaza la idea de que las últimas novelas de Eça de Queirós constituyan um cambio de posición con respecto a su análisis inicial de la sociedad portuguesa y su programa de 1878. Observa que, en cambio, es opinión generalizada entre críticos y público considerar AICR y A cidade e as serras como ejemplos del abandono por parte del autor de los postulados de crítica realista de la primera hora, de la vuelta a un telurismo aristocratizante y de la propuesta de una salida ufanista y colonialista para Portugal. Se recomienda la lectura completa de este artículo.

� José de Paula Ramos Jr. A ilustre casa de Ramires. Roteiro de

leitura (São Paulo: Ática, 1993): «Eça lo transforma [Gonçalo] en un arquetipo nacional portugués (reléase el pasaje final de la novela, en que João Gouveia traza el perfil de Gonçalo, identificándolo con Portugal). Por ese motivo, João Gaspar Simões lo llama "títere", ya que su autonomía está reducida para que el autor vehiculice su visión del país mediante un ejemplo personificado. En la medida en que Gonçalo recuerda a Portugal, él puede ser visto como una alegoría, esto es, un sistema de metáforas de sentido ejemplar. Eça de Queirós pretendía, con la trayetoria de Gonçalo, ofrecer una imagen del país, con sus defectos y virtudes, su fuerza y su flaqueza, sus realizaciones y sus potencialidades, y presentar una salida al "impasse" histórico en que estaba la nación, a través del ejemplo edificante del hidalgo de la Torre.»(6)

(Selección y traducción: Carlos Alberto Pasero)