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Nº 07 - 19 Julio de 2001 SUMARIO 1. JOSÉ ANTONIO HOY  «José Antonio: Siglo XXI» (Preliminares a la celebración del Centenario) por Manuel Parra Celaya 2 . BIBLIOGRAFÍA JOSÉ ANTONIO HOY  por Manuel Parra Celaya  «José Antonio: Siglo XXI » Sorprendióse una vez Proudhon de tropezar con la Teología en todas las cuestiones políticas. Comentando l párrafo nuestro Donoso, no encontró en ello otro motivo de sorpresa sino la sorpresa de Proudhon. Toda política, en efecto, se apoya en última instancia sobre una idea de Dios. Pues bien: del mismo modo que toda actitud política tiene en su base una actitud teológica, toda política supone una idea del hombre. En virtud de esto, voy a ocuparme con orden y sencillez en la nada liviana empresa de trazar un esquema de las más importantes actitudes políticas ante esta rara y elemental realidad que llamamos «hombre». Mi oficio de universitario dará inevitablemente a mis palabras todo de lección: esta es la limitación y la excelencia de los que enseñamos. Mi condición de falangista militante añadirá quizás a mi lección relieves de arenga. Mi situación de español insatisfecho y dolorido comunicará a mi expresión tinta de exhorto. Aspiro, pues, a que estas palabras mías sean a la vez, como quería hace años un eminente camarada nuestro que fuesen todas las falangistas: lección, exhortación y arenga. Lección para la inteligencia, exhortación para la moral, arenga para el ímpetu militante.  El hombre entero y verdadero Ante todo, como exige la sabiduría clásica, la definición. Volvamos a esta sana costumbre de definir, de apoyar nuestro pensamiento y nuestra acción sobre conceptos claros y firmes. ¿Qué es el hombre? O, si se quiere, ¿qué es para nosotros el hombre? He aquí nuestra respuesta: El hombre es un ser cuya naturaleza a un tiempo física y espiritual, mortal e imperecedera, consiste en tener que ir expresándose libre, limitada y creadoramente, en una biografía, esto es, en una historia personal conexa con una historia colectiva, y en conseguir a la postre, por obra de esa libertad, un destino de salvación eterna o de condenación. La condición espiritual de su naturaleza da al hombre su libertad, su capacidad de creación histórica y su inmortal destinación, su posibilidad de sobrenaturalizarse. La atadura física de la naturaleza humana nos otorga a un tiempo instrumentos y deficiencias: la memoria y el estómago son instrumentos que permiten al hombre ir haciendo su vida, pero ni el estómago puede digerir las piedras ni la memoria escapar a la dura limitación del olvido. La condición histórica de la existencia humana da al hombre, en fin, posibilidades y limitaciones: por vivir en el siglo XX puedo oír en mi aparato de radio lo que se dice en Berlín; mas también, por vivir en el siglo XX, no puedo hacer muchas de las cosas que serán posibles a mis bisnietos en el siglo XXI o que fueron posibles a mis bisabuelos en el XIX. En resumen: en la existencia del hombre entero y verdadero podemos distinguir tres fundamentales ingredientes o estratos: uno natural (lo que el hombre tiene nativamente por ser hombre), otro histórico-social (lo que tiene por ser español, por vivir en el siglo XX, por ser médico o abogado, etc.) y otro sobrenatural y sobrehistórico (lo que tiene por ser hijo de Dios, caído y redimido). Tal es para nosotros la idea del hombre entero y verdadero. Es el caso, empero, que el hombre -está es la tragedia de la libertad- se ha olvidado a veces de su entereza, habiéndola conocido, o por imperativo de la Historia, no ha alcanzado a conocerla. Han nacido así, a lo largo del tiempo, vicisitudes unilaterales o deformes del hombre, imágenes suyas obtenidas, como diría José Antonio, mirándole con un solo ojo. Librémonos de creer que estas vicisitudes parciales uy desmesuradas del hombre no han cumplido una función histórica y positiva. Por un imperativo de la limitación humana, sólo con la desarmonía consigue el hombre su avance histórico. Librémonos también, sin embargo, de adscribirnos a una de esas vicisitudes parciales del hombre, por grande que sea su incentivo para el ocasional estado de nuestra mente y de nuestro corazón. Tres son, pues, a tenor de lo expuesto, los modos de ver al hombre: como ser natural, como ser histórico y como ser

Gaceta del Centenario nº 07 - 19 Julio de 2001f

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