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81 REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA Nº 13: 81-104 NOV. 1999 María José Sarrabayrouse Oliveira Universidade de Buenos Aires GRUPOS, LEALTADES Y PRÁCTICAS: EL CASO DE LA JUSTICIA PENAL ARGENTINA 1 RESUMO Rev. Sociol. Polít., Curitiba, 13, p. 81-104, nov. 1999 A implementação dos juízos orais na justiça penal nacional argentina é um caso exemplar que permite perceber a forma em que a instalação de um debate de puro corte jurídico colabora na definição de grupos e práticas particulares no interior da agência judicial. Os diferentes tipos de relações que estruturam os grupos integrantes do aparato de justiça penal — definidos pelo status, pela hierarquia, pelo parentesco e pelas lealdades — incidem sobre as características particulares que adquirem as práticas dos agentes. O presente artigo centrar-se-á na análise das práticas cotidianas de funcionamento dos agentes judiciais e nas estratégias “informais” utilizadas pelos atores para um movimento efetivo dentro da agência judicial. PALAVRAS-CHAVE: justiça penal; parentesco; patrimonialismo; sistema judiciario; produção de verdade no espaço público. I. INTRODUCCIÓN En 1992 el Congreso de la Nación aprueba la implementación de un nuevo modelo de enjuiciamiento para la justicia penal nacional. Como producto visible y evidente de esta modi- ficación en el procedimiento judicial, se crean los tribunales orales. A partir de la reforma al Código de Procedimientos en Materia Penal, los juicios se celebrarían en audiencias orales y públicas reemplazando al procedimiento escrito vigente hasta ese momento. La indagación sobre los efectos producidos al interior de la agencia judicial a raíz de la reforma procesal penal requirió en un principio de una descripción de la estructura formal de funcionamiento de dicha institución (reglamenta- ciones internas, códigos de procedimiento, esca- lafón jerárquico). Sin embargo, a medida que fui avanzando en el trabajo de campo comencé a descubrir que paralela — o mejor dicho: trans- versalmente — existe una urdimbre de relaciones basadas en el parentesco, el status y las jerarquías que atraviesa la estructura, da un sentido particular a la acción de los actores y a la que se hace im- prescindible recurrir si se quiere comprender el funcionamiento institucional. Estas relaciones estatutarias y patrimonialistas, operan más allá de los intereses divergentes — y en algunos casos contradictorios — que mantienen ciertos grupos entre sí; por el contrario, el conocimiento y utilización de las mismas sirve como mapa de ruta indispensable para el desplazamiento por los oscuros y estrechos pasillos de la justicia penal. En otros términos, lo que pretendo destacar es que si bien desde una definición normativa, el poder judicial — en tanto institución de la moder- nidad — es un aparato legal-burocrático univer- salista e igualitario regulado por un sistema de reglas abstractas y codificadas sometidas al orden legal establecido por la Constitución, simultánea- mente se encuentra permeado por un sistema de 1 El presente artículo constituye uno de los capítulos de mi tesis de licenciatura en Ciencias Antropológicas realizada en el marco de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Asimismo forma parte de una de las líneas de trabajo que está desarrollando el Equipo de Antropología Política y Jurídica (Instituto de Ciencias Antropológicas — Sección Antropología Social-, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires), en el marco del proyecto de investigación titulado Antropología política de la violencia institucional punitiva. (In)seguridad ciudadana, derechos humanos y respuestas políticas.

GRUPOS, LEALTADES Y PRÁCTICAS · juicios orales. En lo referente al cargo de prosecretario administrativo, éste es el nivel más alto en el escalafón al que puede acceder alguien

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REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA Nº 13: 81-104 NOV. 1999

María José Sarrabayrouse OliveiraUniversidade de Buenos Aires

GRUPOS, LEALTADES Y PRÁCTICAS:

EL CASO DE LA JUSTICIA PENAL ARGENTINA1

RESUMO

Rev. Sociol. Polít., Curitiba, 13, p. 81-104, nov. 1999

A implementação dos juízos orais na justiça penal nacional argentina é um caso exemplar que permiteperceber a forma em que a instalação de um debate de puro corte jurídico colabora na definição de grupose práticas particulares no interior da agência judicial. Os diferentes tipos de relações que estruturam osgrupos integrantes do aparato de justiça penal — definidos pelo status, pela hierarquia, pelo parentesco epelas lealdades — incidem sobre as características particulares que adquirem as práticas dos agentes. Opresente artigo centrar-se-á na análise das práticas cotidianas de funcionamento dos agentes judiciais enas estratégias “informais” utilizadas pelos atores para um movimento efetivo dentro da agência judicial.

PALAVRAS-CHAVE: justiça penal; parentesco; patrimonialismo; sistema judiciario; produção de verdadeno espaço público.

I. INTRODUCCIÓN

En 1992 el Congreso de la Nación aprueba laimplementación de un nuevo modelo deenjuiciamiento para la justicia penal nacional.Como producto visible y evidente de esta modi-ficación en el procedimiento judicial, se crean lostribunales orales. A partir de la reforma al Códigode Procedimientos en Materia Penal, los juicios secelebrarían en audiencias orales y públicasreemplazando al procedimiento escrito vigentehasta ese momento.

La indagación sobre los efectos producidos alinterior de la agencia judicial a raíz de la reformaprocesal penal requirió en un principio de unadescripción de la estructura formal de

funcionamiento de dicha institución (reglamenta-ciones internas, códigos de procedimiento, esca-lafón jerárquico). Sin embargo, a medida que fuiavanzando en el trabajo de campo comencé adescubrir que paralela — o mejor dicho: trans-versalmente — existe una urdimbre de relacionesbasadas en el parentesco, el status y las jerarquíasque atraviesa la estructura, da un sentido particulara la acción de los actores y a la que se hace im-prescindible recurrir si se quiere comprender elfuncionamiento institucional. Estas relacionesestatutarias y patrimonialistas, operan más allá delos intereses divergentes — y en algunos casoscontradictorios — que mantienen ciertos gruposentre sí; por el contrario, el conocimiento yutilización de las mismas sirve como mapa de rutaindispensable para el desplazamiento por lososcuros y estrechos pasillos de la justicia penal.

En otros términos, lo que pretendo destacares que si bien desde una definición normativa, elpoder judicial — en tanto institución de la moder-nidad — es un aparato legal-burocrático univer-salista e igualitario regulado por un sistema dereglas abstractas y codificadas sometidas al ordenlegal establecido por la Constitución, simultánea-mente se encuentra permeado por un sistema de

1 El presente artículo constituye uno de los capítulos de mitesis de licenciatura en Ciencias Antropológicas realizada enel marco de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidadde Buenos Aires (UBA), Argentina. Asimismo forma partede una de las líneas de trabajo que está desarrollando elEquipo de Antropología Política y Jurídica (Instituto deCiencias Antropológicas — Sección Antropología Social-,Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires),en el marco del proyecto de investigación titulado Antropologíapolítica de la violencia institucional punitiva. (In)seguridad ciudadana,derechos humanos y respuestas políticas.

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relaciones personales, que se manifiesta como unfactor estructural antes que como “supervivenciasdel pasado que el juego del poder y de las fuerzaseconómicas luego marginalizará” (DA MATTA,1980, p. 203).

En este sentido, es posible plantear que en elámbito judicial coexisten, de forma complemen-taria y no excluyente, dos universos regidos porlógicas diferentes: por un lado, el universo de lasreglas y de las leyes generales y universalizantes;por el otro, el universo de las relaciones perso-nales caracterizadas por el clientelismo, el statusy la jerarquía. La incorporación en el análisis deeste segundo sistema, permite un acercamiento alámbito de la administración de justicia diferente,que ayuda a observar de qué manera los actoresen su desplazamiento institucional hacen uso deambas lógicas según los intereses puestos en juego.Como plantea Da Matta, ambos sistemas operan“en una relación de reflexividad de uno con relaciónal otro, de modo que tendemos a confundir el cam-bio con la oscilación de un lado para el otro. [...]Esos dos mundos se alimentan y, al contrario delo que puede suponer nuestro pensamiento máslineal, ellos se complementan de modo complejo”(id., p. 202).

II. LA CARRERA JUDICIAL: DE MERITORIOA JUEZ

Formalmente la escuela judicial en la Argenti-na - entendida como un espacio de formación es-pecializada y dedicado al adiestramiento pro-fesional - no existe. Lo que sí existe es un conjun-to bastante amplio de obstáculos, “toques”, contac-tos y ascensos por los que deberán pasar aquellosque pretendan llegar a jueces. Estas dificultadesson vistas, en el mundo de la justicia, como partede las materias a ser aprobadas para avanzar enuna “informal” carrera judicial.

Habitualmente, quienes ingresan al poder judi-cial son estudiantes de derecho. A pesar de no serésta una condición excluyente para el ingreso, seles da preferencia a aquellas personas que hancomenzado dicha disciplina. Así, el primer pasoen la carrera judicial es el de meritorio. Es el cargomás bajo, no consta en el escalafón administrativoy — por supuesto — no es pago. Sin embargo,

en algunos juzgados o fiscalías los funcionarios ylos empleados que sí cobran un sueldo, hacen una“vaquita” para el o los meritorios que tienen en sudependencia. El meritorio está a la espera de quese produzca una vacante para ser nombrado comopersonal de planta. A veces las vacantes se pro-ducen en cargos más altos con lo cual hay una“corrida” en la que todos van ascendiendo y elmeritorio puede ser nombrado en el cargo másbajo.

Ordenados de menor a mayor, los lugares enel escalafón administrativo — donde no aparecela figura del meritorio — son los siguientes: (i)auxiliar administrativo. (Es un cargo provisorio,después de seis meses de efectuar tareas en eltribunal debe realizar un curso, si el juez lo apruebaserá designado como auxiliar); (ii) auxiliar; (iii)escribiente auxiliar; (iv) escribiente; (v) oficialmayor; (vi) prosecretario administrativo.

Generalmente los cargos más bajos son losencargados de atender la Mesa de Entradas dondereciben expedientes, realizan ciertos trámitesburocráticos y atienden a los abogados así comoa todas las personas que se dirijan al tribunal. Deescribiente en adelante las tareas se desarrollansobre todo al interior del juzgado. Fruto de ladelegación de funciones, muchos de estosempleados son los encargados de llevar las causasadelante, esto es: enviar citaciones, tomardeclaraciones (testimoniales e indagatorias) comoasí también encargarse de todas aquellas tareasque estén vinculadas con la celebración de losjuicios orales. En lo referente al cargo deprosecretario administrativo, éste es el nivel másalto en el escalafón al que puede acceder alguienque no sea abogado.

El puesto inmediatamente superior es el desecretario, y quien sea designado en ese cargonecesariamente deberá ser abogado. Los nom-bramientos de los secretarios poseen carac-terísticas particulares, en la medida en que quienesocupan este puesto tienen claras aspiraciones paraocupar el lugar de jueces. Al igual que los otrosempleados, son designados por el juez. Sinembargo, dado el lugar central que ocupan en elfuncionamiento del juzgado, se considera que estos

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cargos deberán ser cubiertos por personas deestrecha confianza para el magistrado.

III. LOS NOMBRAMIENTOS: RECIPROCIDADE INTERCAMBIO

El tema del intercambio ha sido extensamenteanalizado en el campo de la antropología pordiferentes autores (cfr. MAUSS, 1979; LÉVI-STRAUSS, 1983; SAHLINS, 1983). Desde estadisciplina, el intercambio no ha sido consideradosimplemente como un hecho económico sino, porel contrario, como un hecho social, en tanto implicamucho más que el intercambio de bienes útiles y/o servicios. Al decir de Pitt-Rivers “podemosintercambiar placeres, penas, secretos, mujeres,insultos, venganza, hospitalidad, conversación,historias o canciones y, sobre todo, regalos”(PITT-RIVERS, 1992, p. 285-286). Por su parte,el análisis de ciertas “formas primitivas decontrato” realizada por Marcel Mauss en su“Ensayo sobre los dones”, muestra que en estetipo de sistemas “las prestaciones y contra-prestaciones nacen de forma más bien voluntariapor medio de presentes y regalos, aunque en elfondo sean rigurosamente obligatorias bajo penade guerra privada o pública” (MAUSS, 1979, p.160).

Entiendo que conceptos desarrollados por laantropología para la descripción y análisis de ins-tituciones, relaciones y prácticas en las llamadassociedades etnográficas, muestran una gran fertili-dad a la hora de ser aplicados en el análisis deinstituciones occidentales y modernas. En estesentido las nociones de prestación y contrapres-tación como la de reciprocidad, se presentaroncomo herramientas útiles para el análisis de losnombramientos en el ámbito del poder judicial.

En el amplio espectro que va desde las rela-ciones recíprocas que conforman lo que MeyerFortes llamó amistad de parentesco — donde todoes compartido (tanto las responsabilidades comolos beneficios) — hasta el otro extremo, donde elintercambio se caracteriza por establecer unaequivalencia económica, la forma que adquierenlos nombramientos en la justicia podría ser clasifi-cada de acuerdo a lo que Pitt-Rivers denomina

intercambio de favores. Lo peculiar de este tipode intercambio — que considero fundamental parael análisis del fuero penal — es que en él “los lazosde parentesco o de amistad, el incentivo oculto, lapaciencia, los incalculables beneficios de lasdecisiones favorables, la intención de agradar,hacen que pasen desapercibidos, porque no puedenser evaluados; sin embargo, en el micronivel queinteresa al antropólogo son primordiales, el ver-dadero tejido de las relaciones sociales y, al final,dan frutos en el macronivel de la sociedad y falseanlos cálculos de quienes suponen que pueden serignorados” (PITT-RIVERS, 1992, p. 287). Enotros términos, los intercambios adquieren lacaracterística de prestaciones o favores ofrecidosgenerosamente, sin embargo estos “dones”generan deudas y obligaciones a devolver.

En este sentido, el intercambio de favorespuede utilizarse para analizar tanto la designacióndirecta de los empleados o de los secretarios, comola “recomendación” en el nombramiento de jueces,fiscales y defensores. Una diferencia que mediaentre el don — entendido como un presente quese da voluntariamente — y las designaciones en lajusticia, existe en el hecho de que en el caso deestas últimas, habitualmente, media un pedido denombramiento. Lo voluntario del acto está en laposibilidad de responder o no a ese pedido.

En el caso de los nombramientos a emplea-dos, los mismos se producen a partir de un pedidode algún familiar o conocido o en ciertas ocasio-nes a partir del patrocinio de algún profesor de lafacultad de derecho. Al tratarse de cargos demenor jerarquía, los contactos y recomendacio-nes se encuentran más vinculados a las relacio-nes personales antes que a las explícitamentepolíticas. Con el transcurso del tiempo y el "acei-tamiento" de algunos contactos, estos “chicos”podrán llegar a ser secretarios: “Yo entré graciasa un chico que en ese momento salía conmigo yque trabajaba en Tribunales. Él habló con su juezy logró que me nombrasen meritoria en una fis-calía. Ahora ya estoy nombrada gracias a toquesque hice. Una vez que estás adentro, tenés quebuscarte padrinos, alguien que te proteja” (Em-pleada de una fiscalía)

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El nombramiento de los secretarios de los juz-gados, es un caso diferente. Generalmente, estosfuncionarios han hecho una carrera judicial — enlos términos desarrollados en el apartado anterior —,sin embargo para acceder a este cargo — según elrelato de varios entrevistados — se hace necesarioun mayor acercamiento con el juez. La explicaciónde este hecho se encontraría en que estosfuncionarios — cuya edad oscila generalmenteentre los 27 y los 30 años-, tienen una mayorresponsabilidad en las tareas y decisiones, debidoal lugar central que ocupan en el funcionamientodel juzgado. Son los encargados no sólo de refren-dar la firma del juez en los actos procesales sino— y fundamentalmente — de llevar a cabo todaslas funciones que el juez delega (y que le corres-ponden), tales como la preparación de los proyec-tos de sentencia: “El secretario del juzgado vemultiplicada su responsabilidad pues a las tareaspropias de su función debe sumar las derivadasde la delegación de hecho de la potestad propiadel juez [...] El juez sólo lo es en un sentido for-mal, ceremonial y social. Verdadero juez es el se-cretario del juzgado” (BANCO MUNDIAL,1994, p. 17). De hecho si uno quiere hacer algúntipo de pedido al juzgado o interiorizarse por elestado de una causa, deberá dirigirse en primerlugar al secretario, no sólo por una cuestiónjerárquica sino por un motivo meramente funcio-nal: es este funcionario el que está al tanto de loque sucede en el juzgado y quien tiene un trato yun conocimiento directo con el resto de losempleados. Así, la designación de un secretarioconlleva — también — una mayor responsabilidadpara el juez, responsabilidad que no está apoyadatanto en la idoneidad profesional como en laconfianza personal depositada en ese sujeto.

En el caso de los nombramientos de fiscales,defensores y jueces, la recomendación políticaadquiere mayor importancia: “[...] para aspirar afiscales, y de ahí en más, resulta necesario algúnpadrinazgo o recomendación partidaria bastanteexplícita. Es muy difícil que alguien llegue a juezsi no tiene un contacto político para que se lo de-signe, se lo sugiera, se lo promueva” (Entrevistarealizada ex-ministro de justicia nacional y ex-mi-nistro de seguridad y justicia de la provincia de

Buenos Aires, León Carlos Arslanian. Clarín, 16-03-97).

Con la implementación de la reforma procesalpor la que se crearon los tribunales orales, seprodujeron — aproximadamente — 500 nuevasvacantes para cubrir cargos en la magistratura.Este hecho provocó una avalancha de interesa-dos en cubrir esos puestos; tanto de aquellos queya formaban parte del poder judicial, como de losque no.

¿En qué consistía el procedimiento a seguir?En la Argentina, de acuerdo a la ConstituciónNacional anterior (1853), el nombramiento de losmagistrados de la Corte Suprema de Justicia y delos tribunales inferiores se realizaba a propuestadel Presidente de la República con acuerdo delSenado2. El trámite “oficial” para participar de laselección de futuros jueces consistía simplementeen la presentación de un curriculum vitae delinteresado ante la Comisión Asesora de la Magis-tratura, organismo creado por decreto en 1991 ycuya función era la de prestar un asesoramiento,de carácter no vinculante (esto es, recibir el curri-culum vitae del postulante a magistrado, sin tenerningún tipo de poder de decisión al respecto). Sinembargo, los curricula iban acompañados — envarios casos — por la tarjeta de algún funcionariodel gobierno, diputado, senador, juez o gobernador.Estas tarjetas hacían las veces de “cartas de pre-sentación” imprescindibles para que esos ante-

2 La reforma constitucional de 1994 ha introducido entresus cambios la creación de un Consejo de la Magistratura(Art. 114) que debe ser “sancionado por la mayoría absolutade la totalidad de los miembros de cada Cámara. Tendrá a sucargo la selección de los magistrados y la administración delPoder Judicial. Tendrá entre sus atribuciones: 1) seleccionarmediante concursos públicos los postulantes a lasmagistraturas inferiores; 2) emitir propuestas en ternasvinculantes, para el nombramiento de los magistrados de lostribunales inferiores, 3) administrar los recursos y efectuar elpresupuesto que la ley asigne a la administración de justicia,4) ejercer facultades disciplinarias sobre magistrados, 5)decidir la apertura del procedimiento de remoción demagistrados, en su caso ordenar la suspensión, y formular laacusación correspondiente, 6) dictar los reglamentosrelacionados con la organización judicial y todos aquellosque sean necesarios para asegurar la independencia de losjueces y prestación de los servicios de justicia.

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cedentes abandonaran la empolvada pila de pre-sentaciones, y se transformasen en mensajes delejecutivo al senado postulando a X persona comojuez de la Nación.

Es evidente que estas distintas formas de nom-bramiento favorecen la ampliación de una extensared de favores recibidos y deberes a devolver enel que se ven implicados grupos y personas. Esun proceso que — desde el inicio — acostumbraa sus agentes a la forma y a las estrategias queson necesarias para avanzar y mantenerse dentrodel aparato de justicia, ofreciendo un estilo deconducta que adquiere un carácter familiar y quecomo todo acto rutinizado — en la acepción dadapor Giddens (1995) — genera un sentimiento deconfianza o de seguridad ontológica para la actua-ción de los agentes. Simultáneamente, estas for-mas de designación y ascenso van creando obliga-ciones y lealtades que terminan operando en contrade todo tipo de creatividad aplicada a las tareas,tanto de los empleados como de los funcionarios.

Por otra parte, los nombramientos poseen doscaracterísticas centrales: la obligación de devol-ver el favor no es evidente y la reciprocidad tam-poco es inmediata. Es una deuda abierta que sepagará en el momento correspondiente de formasdiferentes:

1. quien recomienda a una persona para quesea designada juez puede solicitar a la personafavorecida — una vez logrado el cometido — quenombre a un familiar o conocido suyo como em-pleado o secretario, o bien el juez recientementenombrado puede ofrecérselo de motus propio;

2. el nombramiento puede implicar el cum-plimiento de ciertas órdenes al pie de la letra: “[...]el poder sabe que lo que le interesa es que los juz-gados federales estén manejados por gente con-fiable” (Fiscal correccional);

3. en esta misma línea, la asignación en uncargo puede facilitar la tramitación de causas oentorpecer el desarrollo de otras, de acuerdo aquienes sean las personas implicadas o los abo-gados que las llevan adelante.

El intercambio de favores envuelve no a per-sonas aisladas sino a grupos o, recurriendo una

vez más a Mauss, personas morales: clanes, tribus,familias. En otros términos, el encargado del nom-bramiento no hace directamente el “contrato” conla persona nombrada, generalmente hay alguienque presenta a esa persona, trátese ya de padres,esposos, hermanos, amigos, socios. Por su parte,la persona designada tendrá la “carga” de saberque es un representante de quien lo presentó, frenteal funcionario que “generosamente” lo designó.Como plantea Mauss para los regalos de matri-monio, estas prestaciones de favores crean unparentesco entre los dos grupos (MAUSS, 1979,p. 177) y como tal también generan obligaciones.

IV. PARENTESCO Y RELACIONES DE PODER

Para muchos autores modernos, las funcionesque debe cumplir un gobierno en su condición detal, se identifican fundamentalmente con el con-cepto de Estado. La pregunta que se planteó laantropología política clásica al estudiar sociedadesen que el Estado no estaba presente, es si era legí-timo o no hablar de gobierno o de sistema políticoal estar ausentes las instituciones por las cualesnosotros lo reconocemos.

Según ciertas lecturas evolucionistas, en lasetapas iniciales de la vida en sociedad, los indi-viduos reconocen que tienen ciertas obligacioneshacia sus parientes pero no reconocen la autori-dad de un gobernante. Así, la forma primigenia deuna sociedad sería una “tribu” integrada por per-sonas que se creen descendientes de un ante-pasado común, y que obedecen a un caudillo sóloen su condición de pariente. Desde estos análisisla comunidad política en las “sociedades primi-tivas” está basada en el parentesco; la familia es lainstitución sobre la que se sostiene tanto la políticacomo el derecho. Para autores como Henri Su-mner Maine, es el paso del status — fundado enlos lazos de sangre — al contrato — que suponela idea de individuos libres dotados de propia volun-tad-, lo que signa el ingreso a la modernidad. Laconquista del Estado moderno junto con la ideade individualismo que conlleva, sólo se puede lo-grar mediante el abandono de la solidaridad basadaen el parentesco.

El concepto de Estado actuó como un ele-mento central en la constitución y definición de

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las categorías que utilizaría la antropología polí-tica. Sin embargo, será recién con los trabajos delos africanistas en las décadas del ’40 y del ’50(cfr. EVANS PRITCHARD, 1977; FORTES YEVANS PRITCHARD, 1940; GLUCKMAN,1955), que la antropología política hará uso de ladistinción entre parentesco y política, pero noplanteándola de un modo excluyente sino desta-cando los “lazos complejos” que vinculan ambossistemas.

Estos primeros trabajos permitieron repensarla conflictiva relación entre parentesco y política,colaborando a su vez, en la realización de investi-gaciones que, incorporando conceptos comoclientelismo y patronazgo, ubicaron a las relacio-nes de parentesco como un elemento fundamen-tal en el análisis de las relaciones políticas en lassociedades contemporáneas.

Partiendo de estas discusiones — y teniendocomo horizonte los dos universos que analizaDaMatta: el de las leyes generales y universali-zantes y el de las relaciones personales — mi interésradica en ver de qué manera el parentesco atraviesalas relaciones de poder al interior del fuero penal,dándoles un sentido particular y cómo la mani-pulación del mismo actúa como una estrategia parael ejercicio y la construcción política. En resumen,de qué manera las relaciones de parentesco in-fluyen en el funcionamiento de una instituciónmoderna como es la justicia, regida por una lógicafuertemente estructurada, a saber la lógica jurídica,basada en un sistema tan rígido como es el de loscódigos escritos.

Es común escuchar, tanto desde los agentesque forman parte del poder judicial como desdelos medios de comunicación, el término “familiajudicial”. Sin embargo esta categoría no tiene unúnico significado, la acepción va cambiando deacuerdo al contexto de enunciación y al actor quela utilice. En algunos casos se hace referenciadirectamente al parentesco sanguíneo, es decir, ladesignación como empleados y funcionariosjudiciales, de distintos miembros de una familia:“[...] la lógica es que cuando tenés una vacante ytenés un pariente, agarrás y lo metés ahí, despuéssigue la carrera (judicial), y bueh, aparte por ahítenés un tipo que tiene hijos que estudian la carrera

(derecho) [...] así como yo que influido por mispadres seguí la carrera, y me gustó siempre eltema penal, también seguí en esto” (Fiscal Corre-ccional).

“[...] En la época de la familia Malbrán ¡estabantodos en tribunales! ¡Todos en el fuero penal! Porlo menos la gran mayoría. Había uno que eracamarista, entonces por el tema de la relación deparentesco prohibida que figuraba en el código,los demás no podían ir a la Cámara, estaban dejueces. Uno era juez de instrucción, el otro juezde sentencia, el otro juez correccional [...] Y notenían expectativas de ascender hasta que el otroascendiera, o se fuera, o se lo llevaran a la Corte,o se muriera[...]” (Jueza de Tribunal Oral).

Otro significado utilizado, tiene un uso más“metafórico” y hace referencia a la unión y defensacorporativa del poder judicial. Desde esta defi-nición se juega también con la idea del tribunalcomo “una gran familia”, en la que queda pocoespacio para las opiniones “diferentes”: “[...] acáen el juzgado estamos conformando — ya con-formamos — una especie de familia, dondeestamos en contacto siempre con los empleadoscomo si fueran[...] nuestros hijos [...] somos unafamilia[...] nunca apareció uno que tenga unaideología[...] o que la exteriorice[...] puede tenerla,pero no que haga propaganda, ni alarde” (Juez deun Tribunal Oral.)

En los casos de las familias sanguíneas, elReglamento para la Justicia Nacional limita lasdesignaciones de parientes — hasta el cuarto gradode consanguinidad o afinidad — en un mismojuzgado. Así en el Capítulo 1, Art.12 se afirmaque: “No podrán ser nombrados [...] los parientesdentro del cuarto grado de consanguinidad oafinidad con los magistrados o funcionariostitulares bajo cuya dependencia inmediata debenprestar servicio, quedando comprendidos en estainhabilidad los empleados designados en calidadde Secretarios Letrados, secretarios privados, rela-tores o en otro cargo de similar naturaleza quetengan el referido grado de parentesco con cual-quiera de los magistrados o funcionarios que inte-gren un tribunal colegiado” (Fiscal Correccional).

Este impedimento lleva a que en la práctica se

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produzca una modalidad particular de designa-ciones, a la que los actores denominan “nombra-mientos cruzados”. Gracias a esta metodología,un juez puede pedir a otro que nombre a un familiarsuyo, quedando de esta manera “en deuda” antequien accedió al pedido — al igual que en el restode los tipos de nombramientos analizados en párra-fos anteriores. Este sistema de deudas y favores,facilita las relaciones clientelares al interior de lajusticia, superando los límites sanguíneos.

La idea de grupo y las lealtades entre losmismos, si bien sostenidas en gran parte por lasrelaciones de parentesco “sanguíneo”, se vencruzadas tanto por el parentesco “simbólico” —pertenecer a un clan determinado — como porrelaciones directamente vinculadas con el poderpolítico, rebasando los límites mismos del poderjudicial: “[...] me acuerdo de casos, por ejemplo,de tres tipos con el mismo apellido que estabanlos tres en un mismo juzgado y de ahí consiguieronlos tres ser secretarios, y después fiscales. Eranlos Saint Jean concretamente, dos eran hijos delgobernador y uno era hijo del que fue Ministro delInterior de Galtieri. Y [...] claro, ahí el apellido va,porque no sólo porque están los tres en la justicia,sino porque el padre tiene además poder político[...] además había una afinidad ideológica[...] eranun clan, que estaba adentro de un clan más grandeel del juez Marcuard [...]”.

El juego que se da entre elementos tales co-mo: nombramientos familiares, facultad dederecho, alianzas por fuera de tribunales, alian-zas por dentro, ascenso, carrera judicial, favores,deudas, se entrecruza y muestra la complejidadde la trama en este relato “autobiográfico” de unajueza, sobre la historia de conformación de una“familia judicial”, la suya: [...] “Mi tío entró depinche a Tribunales. Después del último pinche,no lo conocía nadie. Pero bueno, un vecino, unconocido de la familia cuando se enteró que iba aestudiar derecho le preguntó si quería entrar atrabajar en Tribunales, y con la carrera le veníabien y encima eran unos mangos porque no teníanplata[...] estaban en Pampa y la vía; de maneraque empezó a estudiar y empezó a trabajar. Fuehaciendo su carrera en Tribunales[...] Se recibió,primero fue secretario, después fue juez[...] Fue

fiscal también, por cierto. Entonces, fue secre-tario, fue fiscal, después fue juez de sentencia enel A — en el juzgado A — y después lo ascen-dieron a la Cámara. Cuando él era camarista, unode sus secretarios había ascendido a juez y se leprodujo un interinato, una vacante interna — unempleado que se fue con licencia por una beca,qué sé yo — y yo estaba estudiando derecho, yoestaba bastante avanzada en la carrera. Entoncesél me preguntó si yo tenía ganas de trabajar enTribunales (!). Yo le dije que sí (!), además, viste,me interesaba por la práctica[...] Entonces entrécomo interina, seis meses. Y después la vacantese produjo efectiva y me quedé, por supuesto (!).De ahí hasta aquí.” (Jueza de Tribunal Oral).

V. PATRIMONIALISMO

El manejo del juzgado como una familia, lautilización de categorías relacionadas con el pa-rentesco para referirse a las relaciones estable-cidas en ese ámbito así como el desplazamientopor los pasillos de tribunales apelando a este tipode relaciones, favorece el manejo de los juzgadoscomo si formasen parte del patrimonio de quienestá a cargo.

Así, a la operación típica del derecho estatalcapitalista mediante el cual un hecho real setransforma en un objeto procesado (PITA &SARRABAYROUSE OLIVEIRA, 1997) o, en otraspalabras, el procedimiento por el que una personacon un nombre y una historia se convierte en unexpediente con un número determinado, se hacenecesario agregar un tercer tiempo en el que lacausa pasa a tener un dueño: el empleado encar-gado de seguir su trámite. Es decir, deja de ser “elexpediente nº tanto” para convertirse en “la causade x empleado”.

A la apología del secreto, que encuentra tierrafértil en el ámbito de la justicia penal, se suma laapropiación de las causas como si se tratase deobjetos personales del empleado o del funcionarioencargado de su trámite, antes que como dedocumentos públicos a disposición de cualquierciudadano interesado.

De acuerdo al nuevo código de procedimien-tos, los jueces de instrucción (1º instancia judicial)

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tienen la posibilidad de delegar la investigación enel Ministerio Público. Este mecanismo lespermitiría descongestionar los juzgados del cú-mulo de expedientes ingresados, sin embargo sonmuy pocos los magistrados que delegan. Gran partede la explicación parece encontrarse en que losfuncionarios ven a la delegación en la fiscalía comoun atentado a sus funciones y — centralmente —a su investidura: [...] “Lo que pasa es que los juecesde instrucción, trabajan mal, son un desastre.Tienen el personal que necesitan para hacer unbuen trabajo, lo que pasa es que no saben trabajar,se enganchan en cada tontería y no avanzan [...].Llegado el momento van a tener que delegar enlas fiscalías y se van a querer matar, ¡porquepiensan que las causas son de ellos!” (Jueza deTribunal Oral).

En esta tensión con el Ministerio Público, envarias oportunidades los jueces terminan come-tiendo “serios” errores procesales — en términosde algunos funcionarios consultados-, errores quecentralmente se vinculan con esta noción de pro-piedad privada que tienen con relación a las causasy a los juzgados penales que dirigen. Así, se hanproducido casos en los que los jueces, frente aresoluciones de la fiscalía (órgano independientesegún la Constitución Nacional), han apelado a laCámara (instancia superior de apelación de losjuzgados de primera instancia) para que revea ladecisión judicial tomada por el fiscal, como si ellos(los jueces) fuesen una parte interesada: [...] “Secreen los dueños del expediente. Creen que puedenhacer cualquier cosa y se olvidan que esto es unjuicio contradictorio: hay un señor que acusa y unseñor que defiende. Si el señor que acusa, no acu-sa, se acabó, no hay nada que hacer. Si nosotrosno somos parte, no podemos meternos a decir“pero yo creo que tal cosa”, no. Yo tengo que verque me dice éste, que me dice el otro. Si éste meprueba la culpabilidad o si aquél no me la prueba oataca la prueba del otro y lo consigue zafar. Loque pasa es que hay muchos que confunden lafunción del juez. Este es un tema serio” (JuezaTribunal Oral).

Por otra parte, esta relación de “apropiación”con las causas que se tramitan en un juzgado, seextiende a la relación de los jueces con sus propios

juzgados y con los empleados y funcionarios quelo integran: “La calidad de propietario, del jueznacional o federal argentino, se refiere,inconfundiblemente, a la garantía de su perma-nencia en el cargo [...]. Los usos y las prácticas,sin embargo, aun sin haber transformado al juezen propietario del juzgado en el primer término3

[...] lo enseñorean frente al grupo de funcionariosque dependen de ese juzgado y de ningún otro.Esta tradicional relación jerárquica parece inhe-rente al status personal, jurídico y social delmagistrado, y, aunque su mantenimiento hayadevenido no sólo innecesario, sino demostrable-mente perjudicial para la óptima prestación delservicio de justicia, puede afirmarse sin temor aerrar, que muchos magistrados experimentarían,frente a una reforma que eliminase o redujeseconsiderablemente su séquito, la sensación de unairreparable pérdida de poder, o un cercenamientono compensado de su derecho de propiedad”(BANCO MUNDIAL, 1994, p. 13-14).

VI. EL HONOR EN ANTROPOLOGÍA: EL CASODE LA JUSTICIA PENAL

A partir de la década del ‘60 el interés de laantropología por el simbolismo y la religión ha idoen aumento. El honor comenzó a ser analizado enfunción de su relación con lo sagrado y no comouna explicación vinculada exclusivamente con losocial. De esta manera, la relación del honor conlo sagrado dejó de ser considerada “como unaspecto residual invocado para explicar cómoestaba vinculado el honor a la autoridad del Estado,la Iglesia o los líderes religiosos” (PERISTIANY,1992, p. 16).

Los nuevos trabajos sobre el honor — que yahabían incorporado en sus índices la problemáticade la religión y de lo sagrado — incluyeron tambiénel análisis ritual. Desde esta nueva perspectiva,las vinculaciones del ritual con el honor se dieronen función de entender que “los ritos establecen

3 El párrafo anterior del trabajo del que extrajimos la citadecía: “La palabra «titular», en castellano, reconoce comosinónimo al vocablo «propietario», en su segunda acepción:quien tiene un cargo o empleo que le pertenece, a diferencia del quesólo transitoriamente desempeña las funciones al él inherentes”(BANCO MUNDIAL, 1994, p. 13).

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el consenso acerca de ‘cómo son las cosas’ y, asíestablecen la legitimidad. Por lo que el ritual es elgarante del orden social, expresando el honor, nosólo en la distribución formal de dignidades en lasceremonias, sino también en el sentido de hacermanifiesto el status honorable de los actores, yasea en los ritos de saludo, de hospitalidad o depaso” (PERISTIANY, 1992, p. 16).

El honor como un concepto con peso propio,tenía una escasa utilización en los análisis an-tropológicos anteriores a los años ’60. En su“Ensayo sobre los dones”, Marcel Mauss (1979)utiliza el concepto, pero de forma secundaria yasimilándolo fuertemente al concepto polinesio demana: “El mana polinesio simboliza no sólo lafuerza mágica de cada ser, sino también su honor,siendo una buena traducción de esta palabra, la deautoridad y riqueza” (MAUSS, 1979, p. 202).

Peristiany (1992) considera que los motivosde la omisión del honor en los trabajos antro-pológicos pueden tener diferentes explicaciones:tal vez, se trataba de una palabra demasiado sagradapara atribuírsela a pueblos no occidentales, entanto era pensado como un elemento especí-ficamente occidental y por lo tanto sin posibilidadesde traducción; o bien, el hecho de que nadie —salvo Mauss — pudo pensar en las semejanzasentre el honor de los jefes maoríes y los hombresde honor occidentales “que todavía no habían sidoreconocidos como objeto válido de estudio antro-pológico” (PERISTIANY, 1992, p. 19).

Los primeros estudios que comienzan a utilizarel concepto de honor — fundamentalmente ensociedades europeas mediterráneas — empiezana plantear nuevos problemas. Por un lado, el honores visto como una parte esencial de la cultura,pero también aparece fuertemente vinculado conotros aspectos de estas sociedades tales como elgénero, la endogamia, el patronazgo, el insulto ola venganza, destacándose un aspecto distinto delhonor según la institución que estuviese implicada.En este sentido, aparece como un concepto polisé-mico estrechamente vinculado a otros conceptostales como status, poder y autoridad.

Este carácter polisémico del honor, permitía

reconocer no sólo la amplia variedad de repre-sentaciones sociales en una sociedad dada, sino lamultiplicidad de intereses — variados y en con-flicto — entre grupos rivales, ya fuesen éstoslinajes, clanes, clases o gremios, los que en esteproceso otorgaban importancia sólo a aquellosaspectos del honor que favorecían su ascensosocial. Interpretaciones sobre el honor opuestasentre sí luchaban por medio de sus defensorespara imponerse sobre el consenso popular. “[...]El honor es un concepto demasiado íntimo parasometerse a definición: debe sentirse, no puedeser analizado más que por el antropólogo. Es unerror, por lo tanto, considerar el honor como unconcepto constante y único más que como uncampo conceptual dentro del cual la gente en-cuentra la manera de expresar su amor propio osu estima por lo demás” (id., p. 20).

A partir de estos nuevos trabajos, ciertosconceptos dejan de ser vistos simplemente como“precipitados por las relaciones sociales”. Lacultura ya no es considerada como “un conjuntode normas de conducta seguidas ciegamente quesostienen la organización de la sociedad, sino unaestructura de premisas en conflicto donde teníalugar la lucha por la dominación” (id., ibid.). Enotras palabras, la relación entre cultura y sociedadya no era una relación armoniosa sino dialéctica;la consecución del honor no era pues una re-fracción del poder o de la precedencia, “sino unamanera de conseguirlos y mantenerlos por mediodel control de la definición del honor” (id., ibid.).Al decir de Peristiany, la paradoja de que el honores tanto una cuestión de conciencia moral y unsentimiento, como un hecho de reputación y pre-cedencia alcanzado ya sea en virtud del nacimiento,el poder, la riqueza, la santidad o la fuerza, impli-caba que no podía ser analizado meramente comoun epifenómeno de algún otro factor — tal comola economía-, sino que respondía a una lógicapropia que podía deshacer las paradojas.

A través de conceptos como el honor, laantropología ha ido incorporando la cultura y elsimbolismo a la reflexión y al debate de trabajosque, clásicamente, han sido calificados como polí-ticos. En el caso de la agencia judicial, la cuestióndel honor aparece estrechamente vinculada a la

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compleja relación que existe entre el status y lasjerarquías, relación que a su vez permea la formaparticular en que se establecen y reproducen lasrelaciones de poder de la institución.

VI.1 STATUS Y JERARQUÍAS

Los mecanismos de ritualización mediante loscuales se consagra el poder, están asociadosgeneralmente a formas de organización socialtradicionales, donde lo religioso adquiere un pesoespecífico. Sin embargo, en sociedades moder-nas, la consagración del poder continúa operandoaún cuando la expresión ya ha sido secularizada yla gracia ha perdido sus connotaciones religiosas(PERISTIANY, 1992, p. 30). En este sentido, elanálisis del fuero penal permite advertir de quémanera un conjunto de signos materiales ysimbólicos actúa como sostén de relaciones jerár-quicas y estatutarias, las que a su vez funcionancomo expresiones legitimadoras de la autoridadejercida por los magistrados.

Así, el uso de rituales y acciones excesiva-mente formalizadas garantizan — por medio de laprecisión de los ritos y de los símbolos-, laafirmación del lugar de la agencia judicial. Losrasgos materiales y simbólicos — la vestimenta,el saludo, la forma de dirigirse a un superior —remarcan permanentemente los roles y funcionestanto de los empleados como de los funcionariosjudiciales: “[...] la mayoría de los jueces con losque he trabajado — inclusive algunos secretarios— hacían que los trates de Ud., pero ellos tetuteaban. Lo que pasa es que no son sólo losfuncionarios, sino que viene de los abogados. Unavez me pasó algo que me llamó la atención[...]¿cómo se llama este abogado? JMO, uno que fue— ¿te acordás? — en el juicio de los ex-comandantes, era el defensor de no sé quién[...]Viene a la fiscalía de Cámara a hablar con el fiscal,lo atiendo yo, pero no le digo quién soy, él pensóque yo era un empleado. Entonces empieza aexplicar el tema: ‘sí porqué mirá esto[...] qué séyo[...]’ Y no sé porqué yo le dije que era elsecretario[...] ‘Ah! doctor[...]’. Cambió, serecompuso, se puso así firme, y empezó a hablarcon otro trato. Es como que tienen incorporadoque hay que doctorear, y que estás ante un doctor

y que sos distinto” (Fiscal Correccional).

Esta rigidez en las formas y en el trato se relajan— en algunos casos — en el funcionamientocotidiano de los tribunales, sin embargo en ningúnmomento las jerarquías se ven trastocadas, a losumo se matizan: “[...] está muy incorporado alpersonaje tribunalicio que cuando hay una personade ‘afuera’ — aunque te tutees con el superior-,para dar la imagen de respeto o algo por el estilo,delante de una persona ajena no lo tuteas [...] esmuy natural que pase eso, casi como que pertenecea la forma de trabajo” (Juez Tribunal Oral).

Así, el efecto de distanciamiento y respeto queproduce el “doctoreo”, es visto (y justificado)como una garantía de “objetividad” en elprocedimiento judicial: “No es tanto una cuestiónde vergüenza (tratar de Doctor o Su Excelencia)sino más bien una cuestión de imagen [...] enalguna situación un poco conflictiva, puede cau-sar una fea impresión que se tutee al superior”(Jueza Tribunal Oral).

Los signos de respeto y autoridad que reafir-man el lugar “superior” que ocupan los funciona-rios, se ven fuertemente remarcados por la esce-nificación desplegada en el transcurso de los juiciosorales así como por las construcciones simbólicasque se estructuran en torno a los mismos. Al pocotiempo de implementarse el juicio oral comenzó acorrer un rumor por los pasillos de tribunales, quedecía que los jueces orales iban a usar en los de-bates, toga y peluca. Al ser consultado sobre estaversión, un fiscal entrevistado contestó: “No sé sivan a hacer lo de la peluca, pero lo de la toga[...]parece que el proyecto está, no sé si saldrá o nosaldrá. Pero bueno, les gusta. Son resabiosmonárquicos. En Europa se usa. Yo me acuerdoque estaba en París y fui a conocer el Palacio deJusticia, y veía salir a los abogados con las togasy todo[...]” (Fiscal Correccional).

Si bien los juicios orales, en su condición derituales seculares (SARRABAYROUSE OLI-VEIRA, 1998), funcionan como representacionesque refuerzan el mito de la igualdad ciudadana —en el sentido de una justicia equitativa para hombreslibres e iguales en sus derechos y obligaciones-,también es cierto que el análisis de los discursos,

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los tonos de voz, el uso del espacio, permite apre-ciar la manera en que operan las mallas judicialesa través de las cuales — al decir de Kant de Lima(1995) — se “particulariza la aplicación de leyesgenéricas”. Esta operación produce una dobledesigualdad. Por un lado, el hermetismo de loscódigos utilizados produce un efecto por el cual,quienes desconocen las formas de proceder ydirigirse, son tratados como seres ajenos a la justicia— que de hecho lo son — que no merecen untrato equitativo ni amable, situación que a su vezse ve justificada en la “objetividad de la ley”,objetividad que parecería trasladarse a la figuraque la personifica: el juez. Por el otro lado, ydesprendiéndose de este último punto, los juecesmismos parecen “despojarse” de su condición deciudadanos para poder “encarnar a la justicia”,colocándose en un lugar superior al del resto delos participantes, quedando situados por encimade la ley de la cual ellos son los “defensores” mien-tras se la aplica a los demás. En su análisis de lajusticia real medieval, Kantorowicz destacaba laexistencia de lo que él denominó el doble prin-cipio, a través del cual “el Rey es a la vez el señory el esclavo de la equidad [...] representa al mismotiempo a la ley y la transgresión de la ley”(LAFAGES, 1992, p. 63).

Como dije en el párrafo anterior, el manejo deun lenguaje jurídico excesivamente técnico yhermético, dificulta la comprensión de los agentes“no profesionalizados” (SANTOS, 1991), acen-tuando las distancias entre el juez y el imputado.Este hecho no pasa desapercibido para todos losfuncionarios judiciales sin embargo, en los casosen que esta manera de proceder es vista como unefecto indeseable, el intento de “acercamiento” yde enmienda se hace — nuevamente — desde unlugar que refuerza la asimetría, al intentar re-socializar, re-educar, re-insertar a un ciudadano alque — por definición — se considera “libre”:“Cuando está el imputado solo — si no haypúblico, ni abogados-, no le leemos la sentencia,se la contamos [...] porque es un poco como estarhaciendo docencia también! [...] En el caso deuna condena en suspenso — por ejemplo — ledecimos: ‘esto es una condena aunque ud. se vaen libertad. Ojo, que si comete otro delito va a

cumplir las dos!! Pero si ud. se porta bien, escomo si no se hubiera dictado nunca’. Es unaespecie de reto paternal [...]” (Jueza TribunalOral).

Sin lugar a dudas, es preferible una sentencia“escolarmente” explicada antes que un códigoimpenetrable; sin embargo es evidente — a partirde la ausencia de abogados particulares tanto comola de público, en el ejemplo dado por la entrevistada— que son sectores determinados los destinatariosde este “acto de docencia”. Estas relaciones jerár-quicas establecidas con el “afuera institucional”— fundamentalmente con sectores de escasosrecursos — se ven cruzadas y atravesadas porcuestiones de índole estatutaria vinculadas alprivilegio de pertenecer al poder judicial — yparticularmente al fuero penal: “[...] para mí elinterés, parte de que acá en el derecho penal,estamos jugando con el interés de las personas ycon el honor, la persona trata de no tener unantecedente penal [...] y de otros factores que sonmuy humanos no son tan monetarios como sonen otros derechos, que se están peleando por unacantidad de dinero o por una casa [...] lo másinteresante de la justicia penal es la trascendenciade las resoluciones en comparación con lasdecisiones de otro derecho4” (Juez Tribunal Oral).

Por su parte, en la organización interna losagentes del poder judicial reconocen fueros dedistinto “nivel”, cuya diferencia está vinculada alstatus que poseen los mismos. Así, los juzgadoscorreccionales o los juzgados de menores, soncatalogados como tribunales de poco prestigio yde escaso interés para los funcionarios. En estesentido se los considera como el paso obligado acumplimentar para acceder a cargos mejorposicionados, como por ejemplo el fuero federal.El prestigio de los distintos fueros nada tiene quever con los ingresos que se perciben en la medida

4 Es interesante comparar esta reflexión sobre el honor y loeconómico, con los datos estadísticos producidos por laDirección Nacional de política Criminal que reflejan que el82,5% (1995) y el 81,6% (1996) de los delitos que llegan alos tribunales orales son delitos contra la propiedad en tantoque sólo en el 2,9% (1995) y en el 2,5% (1996) se trata dedelitos contra la honestidad.

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en que, siendo de la misma jerarquía, no varían deun fuero a otro. Sin embargo, un cargo de juezfederal es más “valorado” que uno de juez criminal,y a su vez este último se prefiere sobre un juezcorreccional. Paradójicamente el status es inversa-mente proporcional a la carga de trabajo (a menorstatus, mayor trabajo) y directamente proporcionala la importancia y difusión pública de las causas(a mayor status, causas más “importantes”): “[...]el tema es lo que significa estar en el fuero federal:ahí están las causas más importantes que tienenque ver con lo político, con el Estado, con losgrandes negociados, y todo ese tipo de cosas [...]estás siempre en tema. En cambio acá (fiscalíacorreccional) estás totalmente aislado de eso. Acáestás con las cosas de [...] de la gente común. Y[...] y eso creo que le da (al fuero federal) másstatus o más prensa, porque le da más importanciafrente al poder” (Fiscal Correccional).

Las discusiones surgidas al interior del poderjudicial, a raíz de las posibilidades de traspaso dela justicia nacional al ámbito municipal, como partedel reconocimiento de la ciudad de Buenos Airescomo un estado autónomo5, — mostraron no sólolas diferencias entre distintos sectores judicialessino la importancia otorgada al prestigio y al statusen la justicia, como así también la fuerza de presiónque tienen determinados sectores de la agenciajudicial para modificar decisiones políticas queconsideran perjudiciales para sus interesescorporativos.

En este sentido, el malestar expresado poramplios sectores de la corporación judicial y los

argumentos esgrimidos, condujeron a la incor-poración en la Constitución de la Ciudad, de unacláusula transitoria mediante la cual se establecióque — en caso de producirse el traspaso de lajusticia nacional — se respetaría la condición dejueces nacionales de los magistrados designadoscomo tales. En otras palabras: tendrían jurisdicciónsobre la ciudad de Buenos Aires pero seguiríanllamándose “jueces nacionales”, y continuaríangozando de las garantías que les otorga la justicianacional. Sólo en el caso de que quisiesen ascenderse convertirían en jueces de la ciudad, debiendosubordinarse a las reglamentaciones de la misma.La problemática del status y del honor aparece atodas luces en el ámbito de esta discusión. Se veclaramente que lo que está en cuestionamiento,no puede ser analizado como un problema econó-mico o de ciertos derechos adquiridos. Se tratade un problema de privilegios, de reconocimiento,de prestigio. Como planteaba una entrevistada quetrabajaba como empleada en un juzgado deinstrucción: [...] “Cuando mi novio me consiguióel trabajo en tribunales estaba tan contenta! Nece-sitaba el trabajo y aparte estudiaba derecho. Enton-ces era bárbaro! El sueldo no era muy bueno —por suerte, no entré como meritoria — pero estabatrabajando en la justicia nacional!! Mi vieja no lopodía creer, se lo contaba a todo el mundo” (Em-pleada Juzgado de Instrucción).

Como dije anteriormente — parafraseando aPeristiany — el carácter polisémico del honorpermite reconocer la multiplicidad de interesesentre grupos y facciones rivales, los que a su vezotorgan importancia sólo a ciertos aspectos delconcepto que los favorecen en la definición de loque ellos entienden, los coloca en un lugar de supe-rioridad. En este sentido, el conflicto entre la justi-cia nacional y la futura justicia de la ciudad, mues-tra la actuación de grupos con diferencias en loque respecta a sus intereses y a los recursos deautoridad a los que apelan, características que setraducen — simultáneamente — en interpreta-ciones contrapuestas sobre las ideas que manejansobre el honor, basándose en un caso en la tradi-ción, el status y la jerarquía y en el otro en lamodernidad, la transparencia institucional y elgarantismo. A partir de esto se puede observar de

5 Esta discusión ha sido analizada con mayor extensión enmi tesis de licenciatura (Sarrabayrouse Oliveira, 1998). Eldebate surgido a raíz de la posibilidad de traspaso de la ju-sticia nacional, permitió observar las diferencias y los fluc-tuantes acuerdos entre los grupos del poder judicial, lainfluencia ejercida por elites “ajenas” al ámbito propiamentejudicial y la fuerza de ciertos sectores del aparato de justiciapara la toma de decisiones políticas. Este caso se mostróparticularmente rico en tanto condensador de distintos ele-mentos que, por un lado, hacen a la complejidad de la mallaen la que operan los agentes del fuero penal mostrando lasmutables alianzas que establecen de acuerdo a las distintascoyunturas; y por el otro, perfila la aparición de argumentosestatutarios y patrimonialistas que hacen a las relacionesentabladas entre los distintos sectores.

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qué manera el honor aparece como un conceptoque se redefine permanentemente de acuerdo nosólo a los contextos y a las coyunturas, sino a lossectores que lo utilizan.

VI.2 TRAFICANTES DEL MISTERIO. EL SE-CRETO, LOS CÓDIGOS, EL HER-METISMO

En su artículo La vida en una sociedad post-tradicional (1997), Giddens plantea que en lassociedades tradicionales (entre las que incluye ala modernidad6) la autoridad está centrada en lafigura de un personaje característico: el guardián.La legitimidad del espacio que éste ocupa, seasienta en el acceso privilegiado que tiene a ciertoconocimiento particular basado en verdadesformularias.

Por otra parte, en lo que él denomina lassociedades post-tradicionales, los “protagonistas”son los expertos: “Un experto es cualquier individuoque pueda aducir habilidades específicas o tiposde conocimiento que un lego no posee”(GIDDENS, 1997, p. 36). A diferencia del conoci-miento tradicional, el conocimiento experto tieneun carácter desarraigante (no local), en el que “lasformas de conocimiento local [...] se conviertenen recombinaciones locales de conocimiento pro-venientes de otros lugares” (id., p. 37). El disensoes el motor del experto y su objetivo es un cono-cimiento universal.

Este tipo de análisis pensado para una sociedady una problemática particular, se presentó comouna idea sugerente que me permitió reflexionarsobre los sectores que integran el fuero penal ylas relaciones que allí se despliegan, profundizandoen las categorías clasificatorias utilizadas.

En un primer momento, la distinción entreexpertos y guardianes desarrollada por Giddens,parecía corresponderse — aunque más no sea, a

grandes rasgos — con la gran división estable-cida por los actores judiciales, entre un sectordemocrático o progresista y un sector na-cionalista-católico, respectivamente (cfr.SARRABAYROUSE OLIVEIRA, 1998).

Si recurro a la definición weberiana de los di-ferentes tipos de dominación, el poder judicialde los estados modernos aparece como el lugarpor antonomasia donde se despliega la autoridadlegal-racional, característica de este tipo dedominación. Este tipo de autoridad “descansasobre ‘la creencia en la legalidad de las reglasestatuidas y en el derecho de impartir órdenes deaquellos investidos de autoridad en conformidadcon esas reglas’.La lealtad personal se ve eclipsadasi se la compara con el debido proceso de la ley oprocedimiento formal” (GIDDENS, 1997, p. 36).

Sin embargo, el mapeamiento de los gruposque integran el fuero penal, pone en evidencia lapresencia de algunas facciones (los guardianes)que establecen relaciones patrimonialistas y estatu-tarias tanto con sus empleados como con el juzga-do que dirigen, y que ante cualquier intento detransformación o de cuestionamiento apelan a lainvestidura del magistrado y a una antigua tradiciónjurídica.

Estos guardianes legitiman su lugar a partir delacceso privilegiado a un conocimiento particular— en este caso, el jurídico — basado en verdadesformularias. El conocimiento jurídico, es un cono-cimiento local que tiene arraigo en algún contextode origen o lugar central y que, al igual que latradición, colabora en la construcción de espaciosprivilegiados que lo diferencian de otros tipos desaberes y grupos. Como plantea Giddens “esposible que las sociedades cazadoras y recolec-toras no tengan un lugar fijo de residencia, peroes muy común que el grupo le adjudique cualidadessagradas al área por donde circula” (id., p. 32).

Así, los funcionarios aparecen como guar-dianes rodeados del halo de autoridad que lesotorga el hecho de ser poseedores de un sabersingular que los habilita a descifrar e interpretar— a través de los códigos — una verdad particu-lar e inaccesible a la gente “común”: la ley.

6 Aunque parezca contradictorio hablar de la tradición comoun elemento de la modernidad, coincido con Giddens enque “en su mayor parte, la modernidad hizo tanto por disolverla tradición como por reconstruirla. En las sociedadesoccidentales, la persistencia y la recreación de la tradiciónfue crucial para la legitimación del poder” (GIDDENS,1997, p. 5).

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La autoridad de los guardianes se apoya en elstatus y en las jerarquías, donde los símbolosadquieren un lugar fundamental para el soste-nimiento de la centralidad de su figura. En estesentido, el reconocimiento de la autoridad se dano sólo por la capacidad que estos actores tienende dar órdenes, sino por constituirse en el puntode referencia donde se concentra la “sabiduría”.

Por su parte, el sector llamado progresista poseecaracterísticas diferentes y apela a recursos deautoridad que lo acercan más a los grupos definidoscomo expertos o especialistas. Así estos otrosagentes — genéricamente agrupados en la corrienteidentificada con el garantismo jurídico -, definensu perfil con “slogans” en los que recurren a argu-mentos tan diversos como el respeto a las garan-tías de los imputados, la importancia de la forma-ción profesional de los funcionarios, la elaboraciónde códigos acordes a los existentes en “paísescivilizados”, la transparencia institucional, laindependencia del poder judicial. En muchos casos,cumplen tareas como asesores en organismosinternacionales7 y ponen todo su esfuerzo en laejecución de reformas judiciales. Las diferenciasentre las realidades de los distintos países no sonplanteadas como un problema a examinar, ya queconsideran que una normativa garantista es tanválida en Noruega como en Mauritania.

En un trabajo de reciente publicación, DaríoMelossi (1997) plantea que en el ámbito del dere-cho existe un personaje al que denomina juristaingenuo. Según su definición el jurista ingenuoes un “hombre de derecho que cree que los pro-blemas sociales, políticos y económicos, y los pro-pios problemas del ordenamiento jurídico, puedenser resueltos mediante un cambio legislativo. Estolleva, por ejemplo, a denunciar que tal ley está malhecha, es injusta, es demasiado liberal, o bien liber-ticida, etc., prescindiendo de toda contrastaciónempírica de la misma” (MELOSSI, 1997, p. 77).

El sector que conforman los expertos o pro-

gresistas o garantistas está atiborrado de planteoselaborados desde el “jurismo ingenuo”. Sin embar-go, la adopción de los ropajes de este personajeno es un acto inocente. No es posible decir quetodos los que se posicionan en este lugar piensanque efectivamente la realidad será transformada apartir de la aplicación de una norma, si bien escierto que muchos de ellos sostienen que unanormativa más racional puede colaborar con unmayor respeto de los derechos de los ciudadanos.Otros, ni siquiera confían en que sus propuestasy proyectos vayan a implicar en la práctica unagran transformación, pero coinciden en que“debería” ser así.

La singularidad del ropaje del “jurista ingenuo”,es el uso reflexivo que hacen los actores delposicionamiento, adoptando este rol en las disputasde carácter político y por espacios de poder, desdedonde entablan alianzas que los fortalecen en susenfrentamientos con otros sectores. Otro rasgoque caracteriza a esta postura es que los actoresque la adoptan, en ningún momento se contemplaun esfuerzo por conocer el funcionamiento de lasinstituciones penales sobre las que proponen refor-mas, ni se consideran como un problema a indagarlas relaciones que allí se tejen y sobre las que seestructuran prácticas, las cuales — a su vez —operacionalizan políticas criminales. Y este puntotiene particular incidencia sobre las característicasde los expertos en la justicia penal argentina

Como intenté demostrar con lo hasta aquídesarrollado, el status, las jerarquías, el paren-tesco, las lealtades, el patrimonialismo, sonelementos y formas de relación que hacen al despla-zamiento de los agentes judiciales al interior de laagencia. Estas reglas de “cortesía” y de funciona-miento se asientan en una lógica particular, la lógicajurídica, sostenida en normativas codificadas yabstractas. Las características del saber jurídico-por definición, general y universal, en la práctica,cerrado y esotérico — transforma a las reglamen-taciones que rigen el ámbito de la justicia, en ver-dades formularias y a sus hermeneutas en guar-dianes. El acceso privilegiado a este conocimientoparticular, refuerza la autoridad de los funcionariosen la medida en que los transforma en el punto de

7 Muchos de estos expertos son asesores contratados endistintos países latinoamericanos, particularmente enCentroamérica. Dentro de sus funciones se encuentra laelaboración de códigos de procedimiento así como el dictadode cursos de formación para funcionarios judiciales.

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referencia del conocimiento y la sabiduría, no sóloal interior de la institución judicial sino en la imagenque ellos entienden la sociedad tiene de sus actos.

Lo interesante, es que esta forma de funcio-namiento es utilizada — genéricamente — portodos los agentes que transitan por el ámbito judi-cial — sean expertos o guardianes-, más allá delos topoi y recursos de autoridad a los que recurran.En otras palabras, la apelación al universo de lasrelaciones personales (DAMATTA, 1980)legitimado en el universo de las leyes generales,es utilizada por los distintos actores más allá delas diferencias de alistamiento en diferentesfacciones.

Tanto el sector democrático como el sectorconservador actúan siguiendo las pautas de losguardianes. Usando argumentos diferentes, unoscomo otros, recurren al secreto, al hermetismo, ala codificación extrema, con la correspondienteconstrucción del juez como una figura con unstatus diferente, una figura sacralizada. Por otraparte, la lógica de las lealtades y el parentesco esuna estrategia generalizada en la justicia, y si bienson muchos los que la cuestionan — inclusiveutilizando la crítica como slogan identificatorio —son pocos los que dejan de ponerla en práctica.

Clifford Geertz sostiene que frente a los gran-des — o pequeños — interrogantes, los antro-pólogos tendemos a centrarnos en lo singular, enlo concreto, en lo microscópico “[...] somos losminiaturistas de las ciencias sociales, puespintamos sobre lienzos liliputienses lo que creemosque son trazos delicados. Esperamos encontraren lo pequeño lo que nos esquiva en lo grande,tropezando con verdades generales mientrasestamos revisando en casos especiales” (GEERTZ,1994, p. 20). A fin de poder ver estas relaciones yformas de funcionamiento puestas en práctica, heseleccionado dos casos “ejemplares” que permitanapreciar de qué manera debe moverse un actor,qué contraseñas deberá saber y qué extrañoscerrojos tendrá que poder abrir para “poder pasarde la mesa de entradas”. Pero para que estos casospuedan ser comprendidos, es necesario anteshacer una descripción del procedimiento formalque — supuestamente — rige el camino que debe

recorrer un expediente.

VI.3 DESCRIPCIÓN DEL PROCEDIMIENTOPENAL QUE CULMINA EN EL JUICIOORAL

El Código actual — que incluye el juicio oral ypúblico — admite dos formas de iniciación de unacausa: 1) por prevención policial o 2) por reque-rimiento fiscal.

Se conoce como “causa iniciada por preven-ción policial”, aquellos casos en los que se pre-senta una denuncia en una comisaría o una per-sona es detenida por haber cometido, supues-tamente, un delito. Si existe una persona deteni-da8, la misma es llevada a la comisaría, allí se lehace el interrogatorio de identificación — legal-mente la policía no puede obtener más infor-mación — se le dicen cuáles son sus derechos e“inmediatamente” se notifica al juez y al fiscal. Eljuez, en principio, da comienzo a la instrucciónsin necesidad de preguntarle al fiscal. Es decir,comienza a investigar, a producir la prueba, lo cualimplica citar testigos, interrogar al imputado — silo hubiere — hacer pericias de distinto tipo, etc.El problema de la iniciación por prevención policial— opinan algunos expertos — es la autonomíaque les da a las distintas fuerzas de seguridad: “[...]les otorga un alto grado de autonomía a las fuerzasde seguridad, ya que las mismas, amparándose enllamadas anónimas e informes de inteligencia,comienzan a realizar detenciones en la calle, aefectuar requisas personales, requisas de autos,entregándole después a la justicia un “paquetearmado”, obviando la orden judicial porque ahíempiezan a alegar temas de urgencia” (AsesorMinisterio de Justicia).

La otra forma posible de iniciación, es larealizada por “requerimiento fiscal”, es deciraquellos casos en los que la denuncia en lugar dehacerse en una comisaría, se efectúa ante la Cáma-

8 Las detenciones realizadas por la policía deben efectuarsefrente a dos testigos ajenos a la dependencia. En ese acto, lapolicía debe leerles a las personas detenidas los derechos quelas amparan, so pena de declarar nulo el procedimiento.

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ra de Apelaciones. El poder judicial tiene un siste-ma de turnos para recibir denuncias y en caso deque uno quiera efectuar una, debe presentarse,allí y un empleado se la recibe y luego — con unbolillero — se hace el sorteo al correspondientejuzgado o fiscalía.

El primer paso a seguir es poner al tanto (dartraslado) al fiscal de la denuncia. En esta primeraetapa el fiscal podrá solicitar (requerir) al juzgadoque se inicie la instrucción, pedir que se desestime(desestimiento) la causa porque no existe delitoalguno — más allá de que se haya efectuado unadenuncia —, o pedir que se la remita a otro juzgado(remisión) por incompetencia, es decir, porque eldelito se cometió en un ámbito que no se corres-ponde con la jurisdicción que tenía ese juzgado(ej.: el delito se cometió en provincia y se hizo ladenuncia en Capital Federal) o porque le mandaronal juzgado una causa que no tenía que ver con sucompetencia (ej.: mandan un accidente de tránsito— que tiene una pena menor de tres años — a unjuzgado de instrucción que sólo resuelve delitoscuya pena supera los tres años).

Es durante la instrucción, donde se comienzaa producir la prueba que se utilizará para deter-minar la culpabilidad o inocencia del imputado. Laprueba está constituida — y construida — pordeclaraciones de personas que fueron testigos delhecho (declaraciones testimoniales); por periciasde distintos tipos — psicológicas, dactilográficas,médicas, etc. — es decir, aquellos informes solici-tados a distintas disciplinas para que den su opinión“científica” sobre la forma en que sucedió unhecho determinado, (pueden ser ordenadas por eljuez o solicitadas por los abogados de las personasque acusan o se defienden (partes)); finalmentepor las declaraciones indagatorias tomadas a losimputados, en la cual se los interroga sobre el hechopor el que están imputados (pueden negarse a de-clarar). Formalmente es el juez quien debe tomarlas declaraciones — tanto testimoniales comoindagatorias — pero en los hechos estas funcio-nes son realizadas por los empleados. En algunoscasos, esta tarea puede ser una atribución de losfiscales ya sea por razones de urgencia o porque— directamente — el juez le delega la instrucción.

A partir de la declaración indagatoria, el jueztiene un plazo de diez días para determinar cuál esla situación procesal de la persona imputada. Esdecir, si será procesada (continúa la investigacióncon esa persona como parte de la causa, lo cualindica que habrá una probable imputación delhecho), sobreseída (se lo absuelve anticipadamenteporque no hay pruebas suficientes para imputarleese hecho) o si se decretará el auto de falta demérito (en esta caso ni se procesa, ni se absuelve,se continúa investigando). Esta última situación,generalmente, da paso a la prescripción de la causa.La instrucción tiene un plazo máximo de duraciónde seis meses. Sin embargo el vencimiento de esostérminos no tiene ninguna consecuencia inmediataque pueda desvincular al imputado de ese expedi-ente9.

En caso de que la persona sea procesada, seproducirán algunas otras medidas de prueba(pericias, testimonios, etc.) y se clausurará lainstrucción para elevar la causa a juicio (se lamanda a juicio oral) a pedido del fiscal, el cual esel encargado de solicitar formalmente laelevación10.

Durante la etapa de instrucción, el MinisterioPúblico11 no tiene mayor intervención que la deproponer algunas medidas de prueba; la mayoríade las decisiones están en manos del juez deinstrucción. El problema que ven algunos agentesentrevistados es el conflicto que se produce en la

9 Según los datos estadísticos brindados por la DirecciónNacional de Política Criminal, el 44% de las causas ingresadasen el año 1995 a los tribunales orales, estuvieron más de 6meses en los juzgados de instrucción (plazo máximoestipulado procesalmente para esa instancia). En el caso delas causas elevadas a juicio en el transcurso de 1996, en el37% de los casos la etapa instructoria duró entre 6 y 36meses. [documento de trabajo interno de la Dirección Naci-onal de Política Criminal, realizado sobre datos brindadospor la Secretaría de Estadísticas de la Corte Suprema deJusticia de la Nación. No está publicado.]10 Algunas causas no llegan a ser elevadas a juicio y sequedan simplemente en la primera instancia (instrucción),ya sea porque se sobreseyeron, prescribieron o se archivaron(por falta de nuevas pruebas, porque el imputado estáprófugo, etc.)11 Al hablar de Ministerio Público estamos haciendoreferencia a los fiscales y a los defensores oficiales.

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doble posición del juez instructor, que tiene tantola función de investigador del delito y de garan-tizador — contralor — de las garantías de la per-sona imputada: “[...] tienen esa posición esquizo-frénica que simultáneamente investigan y vigilanlas garantías del imputado — una cosa absurda— y lo que termina pasando es que el juez deinstrucción cuando estima que la investigaciónpreliminar ya está cerrada, le corre traslado (infor-ma) al fiscal, le corre traslado al imputado y elfiscal ahí puede pedir que se le haga unas medidasde prueba más como puede decir: ‘requiero laelevación a juicio’, y ahí entonces lo único quepuede pedir el defensor para provocar algún controles instar el sobreseimiento o sea decir ‘no, nocorresponde que lo lleven a juicio, correspondeque lo sobresean’ pero nada más que esto” (AsesorMinisterio de Justicia).

Si por su parte, el fiscal plantea que nocorresponde elevar el caso a juicio y el juez deinstrucción está en desacuerdo, se apela a laCámara Criminal — segunda instancia de apelación— para que ésta tome una decisión.

Una vez que se cierra la instrucción, se producela elevación a juicio es decir, pasa al tribunal oral.Cabe aclarar que en los juzgados correccionales(juzgados que entienden en aquellos casos dedelitos criminales cuya pena es inferior a los tresaños — por ejemplo homicidios culposos —accidentes, mala praxis, lesiones leves, hurtos,etc.), el juez de instrucción y el tribunal de juicioson una misma persona, o sea, es un cambio de“instancia procesal” pero no de individuo. Cuentala leyenda12, que entre las modificaciones queRicardo Levene (h)13 hizo al Código de Córdoba,se encontraba la desaparición de la citación direc-

ta. En los casos correccionales, el Código de Cór-doba establecía que la instrucción (es decir, lainvestigación) estaría a cargo del fiscal y que porlo tanto sería este funcionario el encargado de ci-tar directamente al imputado a juicio. Estamodificación se sostenía en las múltiples críticasque se venían haciendo desde distintos sectores,a la doble función del juez, que por un lado debíaproteger los derechos del imputado y por el otro,investigar a la persona que supuestamenteprotegía. Por eso, se proponía que fuese directa yexclusivamente el Ministerio Público (como sellama también al fiscal), el que impulsase la acciónpenal (acusase e investigase). Según la estructurade la justicia y en concordancia con sus funcio-nes — representar al Estado en las causas penales— los fiscales dependen del poder ejecutivo, sibien realizan su tarea en tribunales y estánestrechamente ligados a la justicia. Fue en funciónde este último punto — no pertenecer directamen-te al poder judicial — que Levene criticó, indigna-do, la norma que regulaba la “citación directa”:“[...] cómo puede ser que un fiscal que ni siquieraforma parte al poder judicial, tenga facultades deeste tipo”.

La solución a esta “invasión de campos” fueun único juez en el trámite correccional, que es elque interviene durante la etapa de instrucciónpreliminar y después es el que juzga en el debateoral.

Retomando el desarrollo del procedimiento,durante la “preparación del debate” se ofrece laprueba que se tiene que presentar durante el juicio(citación de testigos, presentación de peritos, etc.)y que — en realidad — fue producida durante lainstrucción, y se fija el día y la hora de la audiencia.Existe una facultad denominada “instrucciónsuplementaria” por la cual se le puede pedir altribunal de juicio — o lo puede hacer el tribunalpor su cuenta (de oficio) — que ejecuten ciertasmedidas de prueba que no fueron producidas en

12 Utilizo el término leyenda para referirme a aquellasanécdotas que circulan por los pasillos de tribunales y quesirven para generar sentidos y opiniones sobre distintosfenéomenos relacionados con el espacio judicial.13 Ricardo Levene (h) “había sido asesor de César Arias,quien sucedió a Oyhanarte en la Secretaría de Justicia. Autorde diez tomos de derecho procesal y penal, y redactor de loscódigos procesales de La Pampa, Chaco, Neuquén, Chubut,

Formosa, Misiones, Santa Cruz y Tucumán” (VERBITSKY,1991, p. 89). Durante el primer gobierno de Carlos Menem(1989-1995), que designado ministro de la Corte Suprema.

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la etapa de instrucción (pericias, citación detestigos). Concluida la preparación, se abre el de-bate.

En el transcurso del juicio oral propiamentedicho, el primer paso es la lectura — a cargo delsecretario — del pedido del fiscal para que esacausa sea elevada a juicio (dictamen fiscal deelevación a juicio), en el que se relatan los hechosy se acusa al imputado de un delito determinado.Posteriormente se lo invita a declarar mediante unafrase formulaica que reza “si así lo desea sin queesto sea presunción en su contra”, es decir, puedenegarse a declarar, y como esto es un derecho de“todos” los ciudadanos, no se lo va a tomar comouna prueba en su contra; se le aclara que puedemanifestar lo que desee en cualquier momento deljuicio y que tiene derecho a conversar con su de-fensor, mientras no sea interrogado. En el trans-curso del juicio también declaran los testigos, seleen en voz alta las conclusiones de las periciassolicitadas en la etapa escrita (instrucción) ytambién se puede convocar a los peritos para queaclaren sobre las pericias que han realizado — apedido de las partes o el tribunal lo puede hacer deoficio-. Concluida la presentación de las pruebaslas partes formulan sus alegatos, es decir, los abo-gados de la defensa y de la parte que acusa,exponen los hechos con los que se cuenta parasolicitar una condena o una absolución, y pos-teriormente el imputado puede realizar su descargosi así lo quisiere (decir lo que opine acerca deljuicio, de los jueces, de su situación, etc.). De ahíse llama a un cuarto intermedio para que los juecesden su veredicto, mediante el cual deciden si lapersona es culpable o inocente del delito que se leimputa, y el monto de la pena (cantidad de años)que se le impondrá en caso de haber sido declaradoculpable. Para la lectura de los fundamentos legalesque se utilizaron para la elaboración de la sentencia,el tribunal tiene un plazo de cinco días.

Finalizado el debate, si las partes están endesacuerdo con el veredicto, pueden presentar unrecurso o irse en queja (apelar) ante la Cámara deCasación, la que sólo entenderá en cuestiones dederecho (es decir figuras jurídicas: si fue un homi-cidio simple o un homicidio calificado) y no de

hecho (qué fue lo que sucedió)14.

VI.4 COMPARACIÓN CON EL SISTEMA ES-CRITO

La diferencia con el código anterior se en-cuentra, fundamentalmente, en la etapa subsi-guiente a la instrucción. En el código escrito, unavez que se lo notificaba al fiscal (dar vista), paraque determinase si ya estaba cerrada la instrucción,se cerraba el investigación y la causa pasaba aljuzgado de sentencia15.

En el juzgado de sentencia se le daba vista alas partes acusadoras (fiscal y querellante) y porúltimo a la defensa. Las que mediante un escritoque se titulaba “contesta traslado” o “presentadefensa”, fijaban su posición respecto al hecho.Después de que cada uno acusaba o defendía, seabría la causa a prueba, por diez días. En estafase, se ofrecía la prueba y se presentaban losinterrogatorios y los testigos. Según uno de losinformantes, dentro de las limitaciones que teníael procedimiento escrito, la etapa del plenario —la cual sería el equivalente de la ‘elevación a juicio’en el procedimiento oral — era el momento dondelas partes — a través de sus representantes —tenían mucho más peso: “[...] los abogados teníanmucha más fuerza, por la ley; era posible impugnar,decir que no se le pregunte determinadas cosas,rehacer pruebas de instrucción [...] Era casi unjuicio civil”16.

Terminada la prueba se presentaba un escritohablando sobre la prueba, donde se analizaba loprobado (en jerga judicial a este escrito se lo llamaautos para alegar). Después de esto, el juez tenía40 días para dictar la sentencia (absolutoria ocondenatoria).

En caso de no estar conforme alguna de laspartes, era posible interponer un recurso de ape-

14 Las cuestiones de hecho se han podido apelar anterior-mente frente a la Cámara en lo Criminal.15 Actualmente quedan pocos juzgados de sentencia, ya queen el nuevo código estos juzgados no existen. Los que quedanno reciben más causas, sino que resuelven las que les hanquedado del procedimiento anterior.16 Entrevista realizada a AO, abogada y ex-juez Correccional.

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lación ante la Cámara. En el caso de que la sen-tencia fuese considerada arbitraria o que atentasecontra la Constitución se recurría a la Corte Su-prema de Justicia de la Nación.

Caso 1: Calumnias

En este caso la persona acusada era un perio-dista de renombre, que había sido acusado decalumnias e injurias a raíz de la publicación deuna nota, en un periódico de la Ciudad de BuenosAires, en la que implicaba en ciertos negociados,a una persona cercana a funcionarios del gobiernonacional. A pesar de sus vinculaciones con el poderpolítico, la persona que llevó a cabo la acusación(el querellante) era un desconocido en el ambientejudicial, al igual que sus abogados, quienes porotra parte, tampoco eran reconocidos profe-sionalmente.

Como los abogados de la querella, no teníanlos datos domiciliarios del periodista, el juzgadodebió publicar edictos en los diarios para notificaral periodista de la querella existente en su contra.Durante dos años no se pudo lograr que el repor-tero obtuviera una notificación legal de la causaexistente en su contra, ya que ante las cartas quemandaba el querellante al diario donde se desem-peñaba el periodista, el periódico respondía conotras, informando que no conocían su actual di-rección17.

Lo particular de este caso es que en el mismojuzgado, el empleado que tenía a su cargo la causaque nos ocupa, llevaba también otra contra elmismo reportero, en la que sí figuraban todos losdatos necesarios para la notificación. Sin embargo,como se trataba de dos causas diferentes, resuelve“burocráticamente” no volcarlas de un expedienteal otro.

La cuestión fundamental para poder com-prender estas estrategias y movimientos buro-cráticos, es la condición del abogado del diario,que se haría cargo de la causa una vez notificado

el querellado. Este letrado, no era un desconocido.Si bien al momento de presentación de la causa,estaba ejerciendo la profesión en forma particu-lar, tiempo atrás había formado parte de la familiajudicial — había trabajado durante mucho tiempoen tribunales — y — actualmente — su cuñadoera uno de los miembros de la Cámara de Casación.

La estrategia de defensa del abogado del perio-dista, era lograr la prescripción de la causa, esdecir que pasase el tiempo procesal suficiente paraque su cliente no pudiese ser juzgado por ese delito.Y en esta empresa — por los motivos expuestos— tuvo como aliado al juzgado. Así, las maniobrasutilizadas fueron múltiples, pero siempre sostenidasen la lógica normativista: cuando la persona queacusaba (querellante) pidió que se cumpla con unartículo, el juzgado respondió que era extempo-ráneo, o sea que lo había presentado fuera deltiempo procesal correspondiente; cuando pidió unareposición — modificación de lo resuelto ante elmismo juez que lo decidió — y amenazó con pre-sentar un recurso ante la Cámara de Casación (tri-bunal de apelación de los tribunales orales), el juz-gado le negó la posibilidad de hacerlo. Así la causase fue transformando en una maraña legal de idasy vueltas sin resolver.

Caso 2: Amenazas

En este segundo caso, el hijo de una presti-giosa académica es insultado y amenazado por suvecino. En el momento de la amenaza se encon-traba presente un inspector de la municipalidad, elcual le dice al joven amenazado que le va a salir detestigo. El muchacho (HJ) se dirige a la comisaríay asienta la denuncia, que luego es enviada aljuzgado. En ese momento, HJ designa a MS comosu abogada representante. Cuando la abogada sepresenta en el juzgado, encuentra que la causa desu defendido estaba absolutamente parada, esdecir, que al no haber un abogado querellante —encargado de la acusación — el juzgado no tomómedidas de prueba, ni continuó con la investi-gación, simplemente — en función de una soluciónburocrática — “la dejó morir”. Habitualmente,pasado un tiempo y respetando todas las norma-tivas, la causa hubiese sido archivada. Al percibiresta situación, MS habla con la secretaria del

17 Es claro que se trataba de una maniobra de los abogadosdel diario — respetando al pie de la letra las normasburocráticas — para postergar la presentación del periodistaal juzgado.

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juzgado — a la que conocía hace muchos años— y le explica que es ella quien estaba a cargo deese caso. Inmediatamente, la causa reinicia sutrámite.

Como el juzgado no tenía donde localizar alhombre de la inspección que iba a salir de testigo,la abogada les pasa el dato por teléfono, “sino nohacían ningún esfuerzo por citarlo”. Pasados unosdías la gente del juzgado le transmite su preocu-pación a la abogada (MS) porque el testigo quefue a declarar, dijo que no había presenciado nin-guna amenaza. Frente a esta situación, MS planteaque la mujer del amenazado también era molestada,con lo cual el juzgado — junto con la abogadaquerellante — propone armar la causa de maneratal que, aunque la mujer no hubiese sido amenazada,en el expediente se reflejase lo conflictivo de la si-tuación de convivencia vecinal. Inmediatamentese llama a la mujer del joven amenazado para quedeclare.

Esta causa, que normalmente hubiese sidoarchivada, avanza. Esto fue posible no sólo por-que la abogada — al igual que en el primer casodescripto — había pertenecido a la “familiajudicial”, sino porque el querellante poseía “méritospropios” — en este caso ser “el hijo de” una cono-cida docente universitaria — como para ser reco-nocido dentro del universo de ese juzgado.

Como plantea DaMatta (1980), los dos siste-mas — el de las leyes y el de las relaciones perso-nales — operan reflexivamente el uno con el otro,alimentándose mutuamente y complementándosede un modo complejo. Conforme a ésto, los acto-res apelan a un uso particular de la normativa deacuerdo a los contextos, a las circunstancias y alos intereses puestos en juego. En los casos enque el interesado pertenece a la familia — directao indirectamente — la regla puede usarse en subeneficio ya sea: aplicándola a rajatablas — caso1-, manipulándola — caso 2 — o directamenteobviándola18.

Ahora bien, cuando la persona es ajena al “mun-

do judicial”, las reglas son utilizadas como obstá-culos en la obtención de un resultado. Así, frentea la solicitud de una causa, las explicaciones da-das por los empleados pueden ser diversas perosiempre se caracterizarán por estar sostenidas enuna norma expresada en un lenguaje opaco yabstruso que, en el caso de no ser un “iniciado”,resulta incomprensible: está a despacho, está a lafirma, no está en letra19. También las excusaspueden ser de índole operativa: el empleado quelleva la causa no vino, el secretario está en unaaudiencia, el juez está de licencia, está en unprocedimiento. Cuando se solicitan desarchivos,a éstas “justificaciones” se agregan otras, de tipofuncional: tenemos mucho trabajo, no hayempleados, estamos de turno, etc. El rol delguardián aparece con toda claridad en estos ca-sos no sólo al marcar el “derecho de propiedad” yde control sobre la causa, sino al obstruir todotipo de intentos con términos y procedimientosabsurdos e incomprensibles para quien “nopertenece” a ese mundo.

Situaciones como éstas llevan a que cualquierciudadano que quiera presentar una denuncia enlos tribunales se vea obligado a ser acompañadopor un abogado, a fin de ahorrarse un incómodo“esto no corresponde”, amén de la posibilidad deser maltratado por no conocer los códigos del len-

18 Un ejemplo de este último caso, es el de una notificaciónpersonal (de un querellado) que no se había efectuado porun problema formal. El prosecretario del juzgado — yendo

contra todas las reglas escritas — le dio al abogado lanotificación para que se la haga firmar al querellado diciéndole:“mirá, yo no te quiero molestar ni a vos ni a él, llevate el papel,hacéselo firmar y traémelo[...]”. Así se hizo la notificación.19 Esta folklórica expresión tribunalicia es resabio de unmomento en que los casilleros donde se guardaban los expe-dientes que estaban siendo tramitados, tenían letrasindicativas para identificar las causas de acuerdo a su carátula(tapa del expediente, donde figuran los nombres de laspersonas implicadas, el juzgado, el nombre del juez, lasecretaría, el nombre del secretario, etc.). Cuando un empleadodice que un expediente “no está en letra”, lo que se estáinformando, simplemente, es que el expediente no seencuentra en el casillero, sin aclarar los innumerables motivospor los que puede estar fuera de su lugar. Así, un expedientepuede no estar en su sitio habitual porque se encuentra enestudio para dictar una resolución, o porque fue retirado apréstamos por una parte o un perito, o porque se remitió alministerio público, o porque se elevó a la cámara deapelaciones, o porque lo enviaron a otro tribunal para que lovean (en jerga judicial se diría: ad effectum videndi) o, comosucede en más de una oportunidad, porque fue guardadoerróneamente en otro anaquel.

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guaje judicial.

VII. PERTENECER TIENE SUS PRIVILEGIOSY SUS RESTRICCIONES

Como planteé en párrafos anteriores, el saberque los funcionarios judiciales producen einterpretan, es un saber cerrado, esotérico, secreto,que los coloca en un lugar de conocimiento querefuerza y legitima su autoridad. El ser hermeneutasde este saber “especial” que conforma el derecho— reforzado por la existencia de relacionesjerárquicas y estatutarias-, permite a los “judiciales”gozar de un sistema de privilegios que marcadiferencias con el resto de los ciudadanos. Así,entre las ventajas legales20 de ser funcionarios dela justicia, podemos mencionar:

1. cargos vitalicios: Pueden mantenerse en el car-go, mientras dure su buena conducta. Estareglamentación conduce a que los jueces sejubilen a la edad que ellos consideren, o bienque no lo hagan.

2. inamovilidad del sueldo: De acuerdo a estacláusula — que figura en la Constitución Na-cional — los jueces no pueden ver disminuidode manera alguna su sueldos. Hace algunosaños, como parte de esta reglamentación, losjueces no tenían obligación de pagar obra so-cial ni aportes jubilatorios21.

3. “chapa blanca”: los automóviles con patentejudicial tienen libre estacionamiento y están exi-midos del pago de la patente.

4. vacaciones y horario: la feria judicial dura 45

días (30 días en enero y 15 días en julio). Elresto de la administración pública tiene comomáximo 35 días (con 15 años de antigüedaden el puesto). El horario que se cumple es de 6horas, 2 horas menos que en el resto de laadministración pública.

Sin embargo, la construcción de esa identidaddiferencial que los coloca por encima de la realidaddel resto de los ciudadanos, se estructura no sóloa través de un sistema de privilegios sino medianteuna cantidad de restricciones — estipuladas en elReglamento para la Justicia Nacional — queregulan las conductas que debe tener un funcio-nario judicial.

De esta manera, en el marco de la exigencia deuna conducta “irreprochable”, se destacan lassiguientes restricciones:

1. No podrán estar afiliados a partidos oagrupaciones políticas, ni actuar en política.

2. No practicar juegos por dinero ni fre-cuentarlugares destinados a ellos.

3. No practicar deporte como profesional.

4. No participar en asociaciones profesio-nales,con excepción de las mutualistas, ni encomisiones directivas de ninguna asociación,sin autorización de la respectiva autoridad dela superintendencia22.

5. No podrán ser nombrados funcionarios oempleados quienes hubieran sido penados pormotivos deshonrosos, (ni) los que estuvieran

20 A los privilegios “reglamentados” se suma una cantidadde ventajas “informales” que se desprenden de los primeros,tales como cierta “tolerancia” en las infracciones de tránsito,por parte de los agentes policiales. Por otra parte, la PolicíaFederal afecta parte de su personal a la custodia tanto de losjuzgados como de las casas de los magistrados, en caso deque así lo soliciten.21 Uno de los informantes entrevistados, dijo: “ahora todoslos jueces aportan para la jubilación y para la obra social,porque ahora son muy clase media y la verdad es que les con-viene, aparte están obligados, pero hace unos cuantos añosno era una obligación”. Este fenómeno se encuentra estrecha-mente ligado a la extracción social de quienes conforman lamagistratura. Como dice Zaffaroni (1994): Hasta el año ‘30“el perfil del juez era el de un personaje comprometido con

los intereses de las clases dominantes, compartían la mismacondición social y de allí sus valores.”. Posteriormente: “eljuez con un modelo de país fue reemplazado por el juez sinmodelo de país, sin identidad política, sin ideología, nocomprometido, cuyo compromiso embarca a la corporaciónque quiere dar una imagen aséptica, apolítica, prescindente,tecnocrática, limitada a soluciones formales, elusiva decualquier problema real, como táctica de supervivencia enmedio de una creciente y amenazadora inestabilidad”.22 Mediante una acordada de 1973, se resolvió — en estepunto — “Aclarar que las incompatibilidades y prohibicionesestablecidas para los empelados del Poder Judicial no debenentenderse como comprensivas de la asociación en las enti-dades representativas de sus intereses gremiales” (REGLA-MENTO PARA LA JUSTICIA NACIONAL, 1977, p. 445).

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afectados de indignidad.

Las prohibiciones para actuar en política y paraparticipar en asociaciones profesionales, parecendestacar nuevamente en los jueces el doble prin-cipio del rey del que hablaba Kantorowics, en lamedida en que en la administración de justicia —uno de los pilares fundantes de los estados moder-nos, garantizador de los derechos de los ciudada-nos — sus integrantes carecen de uno de los dere-chos fundamentales del ciudadano, a saber, el dere-cho a la participación política y al libre ejerciciode sus libertades.

Simultáneamente, estas reglamentaciones —potenciadas por las relaciones estatutarias y pa-trimonialistas que rigen la justicia penal — llevana la construcción de la imagen del juez como el deun personaje aséptico, carente de cualquier tipode opinión sea ésta política o personal. Así, lasrespuestas de estos actores, la mayoría de las ve-ces, son formales, “con el código en la mano”,organizadas desde un supuesto “deber ser”. Estehecho hace que todas las preguntas referentes asus prácticas y representaciones sean consideradas“como una clara amenaza a su saber profesionaly, consecuentemente, como un desafío a su podery posición” (KANT DE LIMA, 1995, p. 11).

Desde este lugar, las restricciones impuestas ala libre asociación y a la afiliación partidaria, sonvistas por muchos de los jueces como necesa-rias y determinantes para realizar su función comotales. Así, una de las juezas entrevistadas — críticaa esta restricción — decía: [...] “Lo de la divisiónpartidaria es muy difícil, vos podés conocer enalgún caso hacia donde tienden (los jueces), perocon el tema de que los jueces no pueden partici-par en política, hay muchos que esto lo han en-tendido como que tampoco podemos tenersimpatías, lo cual es un disparate, porque somosciudadanos y vamos a tener que votar en algúnmomento!” (Jueza Tribunal Oral).

En tanto el monopolio de un saber particular,parece justificar la existencia de privilegios paralos profesionales de la justicia, la construcción dela magistratura como una profesión de “seres dife-rentes” — no sólo a través de las inmunidades

sino también mediante las restricciones-, se trans-forma en la muestra viva de que son ellos los encar-gados del manejo de un conocimiento especial.En otras palabras, el sistema de privilegios actúacomo el conjunto de símbolos que perpetúa el aurade sabiduría, y este saber como el rasgo que legi-tima los privilegios. Tanto éstos como las res-tricciones actúan como elementos de lo queDaMatta (1980) llama máscara social23 , elemen-tos que funcionan como señales de prerrogativassociales otorgadas por el hecho de pertenecer auna institución distintiva de la sociedad — en estecaso, la justicia.

Así, la construcción de la justicia como un es-pacio sacralizado, eleva la función social de a-quellos encargados de su funcionamiento. A suvez, estos agentes monopolizan la interpretaciónde un conocimiento presentado herméticamentey reproducen relaciones jerárquicas y estatutarias,justificando de esta manera el ser los depositariosde determinadas prerrogativas. En este esquemainstitucional, la investidura que otorga la magis-tratura permite no sólo el acceso a un saber parti-cular sino que incluye — y se vincula estrecha-mente — con el supuesto acceso privilegiado a la“Verdad”. La verdad a la que se accede es una“verdad jurídica”, la cual no es vista como un pro-ceso de construcción de hechos a través de prue-bas testimoniales, peritajes, documentos, sino porel contrario como un fenómeno que consagra unúnico modo de inerpretar los actos sometidos alámbito de la justicia, que tiene entidad propia, queexiste, que es “uno”24 . “Una de las ventajas delos juicios orales, es que te permiten saber cuandoun encausado está diciendo la verdad o estáengañando al tribunal” (Juez Tribunal Oral).

”[...] Si en una de esas ves una absolución,

23 Da Matta utiliza este concepto aplicándolo al caso de loque él denomina sociedades holísticas, donde — desde unadefinición clásica — no existe un individuo que eligelibremente sino que, por el contrario, funcionan segmentosintermedios — clanes, familias, linajes — que actúan comomediadores entre el elemento y la totalidad.

24 Situación que no es así en otros sistemas.

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vas a ver cómo entran a jugar otra variables másallá de la prueba[...]”. “Claro, la buena impresiónque (el imputado) le causa al juez[...] ” (JuecesTribunal Oral).

“[...] Vos estás observando a los testigos ycómo contestan las preguntas, te vas haciendouna idea más cierta de si están mintiendo o si estánnegando algún conocimiento o no recuerdan oevidentemente recuerdan pero tienen miedo [...]entonces vos te vas dando cuenta: un testigovaliente, un testigo que tiene un temor normaldiríamos, otro que tiene un miedo mayúsculo queya no es tan normal, quiere decir que es unapersona un poco cobarde” (Juez Tribunal Oral).

La discusión en torno a los privilegios que seles otorga — por reglamento — a los agentesjudiciales, no tiene como fin la realización de unacrítica “moral” que cargue las tintas sobre estasprerrogativas, convirtiéndolas en la explicacióncentral del mal desempeño de la justicia. Este tipode planteos también conduce a una subvaloracióndel lugar que ocupan las prácticas y las cons-trucciones simbólicas en la reproducción institu-cional. La cuestión es construirlos como un pro-blema, en donde los privilegios vinculados a lasrestricciones, las prácticas estatutarias, las relacio-nes jerárquicas y patrimonialistas y el acceso a unsaber característico, construyen una idea particu-lar acerca del ejercicio de la magistratura y delmodo y el significado de administrar justicia, enun espacio donde — paradojalmente — el proce-dimiento judicial tiende a una homogeneización de

los distintos sujetos para operar sobre ellos en sucondición de ciudadanos libres e iguales.

La red de favores, la apelación al parentesco,la importancia del honor y del status, el intercambioreciprocitario, son todos ellos elementos que mues-tran como la posición y el acceso de los actores adeterminados lugares de la agencia judicial esrelativo y está en función del lugar que ocupan enla estructura interna y del manejo estratégico delos códigos como herramientas para un despla-zamiento efectivo.

Más allá de la existencia de grupos con interesesy posturas diferentes, todos los actores hacen usode ambas lógicas apelando a las mismas prácticasy relaciones, combinando este fenómeno con elrecurso del secreto y el hermetismo que colaboraen que, tanto el poder judicial como sus agentes,sean colocados en una torre de marfil transitadapor los guardianes de una verdad inexpugnable: laley. Este hecho presenta serias dudas acerca delas posibilidades de una transformación efectivade la agencia judicial, a partir de la implementaciónde reformas procesales que no centren su atenciónen estos estilos de funcionamiento.

Los lazos de parentesco y las lealtades dedistinto tipo funcionan como un elástico entre losdistintos grupos, que permite las diferenciasdoctrinarias, procesales o político-ideológicas, sinproducir — necesariamente — una ruptura en elespíritu de cuerpo y en la comunidad de interesesde la corporación judicial en relación con otrossectores.

Recebido para publicação em fevereiro de 1999.

BANCO MUNDIAL — Ministerio de Justicia.1994. Informe del encuentro sobre reforma dela administración de justicia. Buenos Aires :Ministerio de Justicia.

María José Sarrabayrouse Oliveira ([email protected]) é Licenciada em Ciências Antropológicas epesquisadora do Instituto de Ciências Antropológicas da Faculdade de Filosofia e Letras da Universida-de de Buenos Aires (UBA), onde também é Professora auxiliar.

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