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30 Horizonte, Belo Horizonte, v. 4, n. 7, p. 30-50, dez. 2005 Desafios de la teología del pluralismo religioso a la fe tradicional José María Vigil * RESUMO La “Teología del pluralismo religioso” (TPR) no es una teología “sectorial”, o “de genitivo”, que teologizara te- mas nuevos dentro de la “universa theologia”. O sea, la TPR no agranda cuantitativamente el campo de la teolo- gía. Hace su aportación, pero cualitativamente: trata los mismos temas, pero bajo una luz distinta, con otra perti- nencia, otro “objeto formal”. Es una teología que replan- tea todo desde otra perspectiva, con otro ordenamiento, a partir de otro “paradigma”. Por eso, los desafíos de esta teología son fuertes. Grandes perspectivas generales nunca antes cuestionadas, se derrumban ahora, y surgen otras nuevas, desafiantes. El autor se centra en una se- lección de los principales cambios que producen esos desafíos actuales. Los aborda y trata de justificarlos, mostrando en cada caso sus implicaciones para la re- flexión teológica y para la vida cristiana. El paso de una valoración negativa del pluralismo a otra positiva, la nue- va comprensión de la Revelación, la superación y hasta el abandono de la categoría de “elección”, las principales propuestas de cambio en campos tan sensibles como los de la cristología, la eclesiología y la moral, así como la transformación de la misión son las cuestiones de esto breve estudio. Palabras clave: Pluralismo; Cambio de paradigma; Plu- ralismo de principio; Elección; Inclusivis- mo; Misión. LA CRISIS DE LA religión hoy día es multiforme, y obedece a mu- chas causas diferentes. En este estudio nos vamos a concentrar en la crisis que produce la situación actual de pluralismo religio- so y la teología emergente que acompaña la experiencia y la toma de conciencia de este pluralismo. Al final de su vida, el día 12 de octubre de 1965, Tillich pro- nunció una conferencia programática sobre el tema de “El signi- ficado de la historia de las religiones para la teología sistemáti- * José María Vgil es- tudió Teología en Sa- lamanca y Roma, y Psicología en Sala- manca, Madrid y Managua. Fue profe- sor de teología en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón, de la Uni- versidad Pontificia de Salamanca, y en la UCA de Managua. Entre sus libros figu- ran Espiritualidad de la liberación, con Pedro Casaldáliga (20 ediciones en 17 países en 4 idiomas). Su último libro es Teología del plura- lismo religioso: cur- so sistemático de teo- logía popular, Edi- ciones El Almendro, Córdoba, noviembre 2005, y Editorial Abya Yala, Quito 2005; 389p. Publica anualmente, desde hace 16 años la “Agenda Latinoame- ricana” (también con Pedro Casaldáliga, 7 idiomas, 18 países). Trabaja teológica- mente en Internet desde los “Servicios Koinonía” (http:// servicioskoinonia.org) y forma parte de la “Comisión Teológica Latinoamericana” de la Asett – Asociación de Teólogos del Ter- cer Mundo.

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José María Vigil

30 Horizonte, Belo Horizonte, v. 4, n. 7, p. 30-50, dez. 2005

Desafios de la teología del pluralismoreligioso a la fe tradicional

José María Vigil*

RESUMO

La “Teología del pluralismo religioso” (TPR) no es unateología “sectorial”, o “de genitivo”, que teologizara te-mas nuevos dentro de la “universa theologia”. O sea, laTPR no agranda cuantitativamente el campo de la teolo-gía. Hace su aportación, pero cualitativamente: trata losmismos temas, pero bajo una luz distinta, con otra perti-nencia, otro “objeto formal”. Es una teología que replan-tea todo desde otra perspectiva, con otro ordenamiento,a partir de otro “paradigma”. Por eso, los desafíos deesta teología son fuertes. Grandes perspectivas generalesnunca antes cuestionadas, se derrumban ahora, y surgenotras nuevas, desafiantes. El autor se centra en una se-lección de los principales cambios que producen esosdesafíos actuales. Los aborda y trata de justificarlos,mostrando en cada caso sus implicaciones para la re-flexión teológica y para la vida cristiana. El paso de unavaloración negativa del pluralismo a otra positiva, la nue-va comprensión de la Revelación, la superación y hasta elabandono de la categoría de “elección”, las principalespropuestas de cambio en campos tan sensibles como losde la cristología, la eclesiología y la moral, así como latransformación de la misión son las cuestiones de estobreve estudio.

Palabras clave: Pluralismo; Cambio de paradigma; Plu-ralismo de principio; Elección; Inclusivis-mo; Misión.

LA CRISIS DE LA religión hoy día es multiforme, y obedece a mu-chas causas diferentes. En este estudio nos vamos a concentraren la crisis que produce la situación actual de pluralismo religio-so y la teología emergente que acompaña la experiencia y la tomade conciencia de este pluralismo.

Al final de su vida, el día 12 de octubre de 1965, Tillich pro-nunció una conferencia programática sobre el tema de “El signi-ficado de la historia de las religiones para la teología sistemáti-

* José María Vgil es-tudió Teología en Sa-

lamanca y Roma, yPsicología en Sala-

manca, Madrid yManagua. Fue profe-sor de teología en elCentro Regional deEstudios Teológicos

de Aragón, de la Uni-versidad Pontificia de

Salamanca, y en laUCA de Managua.

Entre sus libros figu-ran Espiritualidad

de la liberación, conPedro Casaldáliga

(20 ediciones en 17países en 4 idiomas).

Su último libro esTeología del plura-

lismo religioso: cur-so sistemático de teo-

logía popular, Edi-ciones El Almendro,Córdoba, noviembre

2005, y EditorialAbya Yala, Quito

2005; 389p. Publicaanualmente, desde

hace 16 años la“Agenda Latinoame-

ricana” (también conPedro Casaldáliga, 7idiomas, 18 países).

Trabaja teológica-mente en Internet

desde los “ServiciosKoinonía” (http://

servicioskoinonia.org)y forma parte de la

“Comisión TeológicaLatinoamericana” dela Asett – Asociaciónde Teólogos del Ter-

cer Mundo.

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ca” (1966). Allí afirmó que le gustaría reescribir toda su teologíadesde la nueva perspectiva del diálogo de las religiones. No po-día saber Tillich que aquélla era su última conferencia, y que vi-no a ser su testamento teológico, en el que vino a señalar profé-ticamente la visión de una nueva teología sistemática en el hori-zonte de las religiones del mundo, como una nueva tarea a serrealizada.

Yo suelo recordar que la Teología del Pluralismo (TP), comola TL de la Liberación (TL) no es una teología sectorial (de ge-nitivo, de la que el pluralismo sería su objeto material), sino quees teología fundamental (de ablativo, de la que el pluralismo essu objeto formal o pertinencia), por lo que la TP no tiene “un”contenido particular, propio, limitado, sectorial; su contenido esel contenido total de la teología, sólo que enfocado, leído, releí-do desde esa concreta perspectiva.

Viene esto a cuento de señalar – ya de entrada, al comenzareste estudio – que el campo de la TP no es limitado, sino inabar-cable. Los temas y aspectos que aquí podríamos abordar tambiénlo son. Obviamente, deberemos autolimitarnos drásticamente.

EL HECHO DEL PLURALISMO RELIGIOSO

Religiones, muchas religiones, las ha habido hace mucho tiem-po, aunque no “desde siempre”. Al menos hace 4.500 años. Perola situación histórica normal de la humanidad ha sido la del ais-lamiento. A pesar de que, a largo plazo, no ha cesado de habergrandes migraciones y viajeros excepcionales, la mayor parte dela humanidad vivía en su hábitat local determinado, con un radiode movimientos que no excedía unas pocas decenas de kilóme-tros. Las influencias lejanas existían, pero se daban por caminosy en formas que no se hacían tan visibles a las masas humanas ensu vida ordinaria. Podemos decir que, en general, éstas vivíansumidas en un universo cultural y religioso homogéneo y esta-ble, sin transformaciones perceptibles, experimentado como únicoy omnienglobante.

Hasta hace bien poco, la vida de las sociedades se ha caracte-rizado por es esa homogeneidad y estabilidad local. Cada unovive en su cultura y en su religión, y no tiene experiencia directade otras culturas o religiones. La mayor parte de la generaciónadulta mayor actual ha vivido su infancia en esta situación, y pue-

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de dar testimonio de cómo las generaciones inmediatamente an-teriores (nuestros abuelos y antecesores) generalmente no tuvie-ron contacto con otras culturas y religiones.

En tal situación social era posible vivir enteramente configu-rado por la propia cultura, de la que normalmente la religión erala columna vertebral, su sentido profundo existencial. La religióndaba a las personas la fuente principal de conocimiento existen-cial y de valores humanos (VIGIL, 2005, p. 235-264). Las per-sonas percibían el mundo y lo pensaban y lo sentían desde esareligión suya tenida como “única”.

La situación ha cambiado profundamente en los últimos tiem-pos. La mejora y el abaratamiento de los trasportes y de las comu-nicaciones, el incremento masivo de las migraciones, el turismo,la interrelación creciente, los medios de comunicación social hanproducido la “mundialización” de la sociedad actual, la integra-ción de la humanidad en colectividades cada vez mayores y cadavez más interrelacionadas. El aislamiento, la homogeneidad, eldesconocimiento de otros pueblos y culturas han pasado a lahistoria. La pluralidad cultural y religiosa se ha hecho caracterís-tica de las sociedades actuales. Cada vez más el hombre y la mu-jer de la actualidad están experimentando la convivencia plural.

LOS EFECTOS DE LA VECINDAD RELIGIOSA PLURAL

“Quien sólo conoce una, no conoce ninguna” (MÜLLER, 1873,p. 16). Goethe lo decía de las lenguas, y actualmente se sueledecir sobre todo aplicándolo a las religiones. Uno conoce muchomejor su lengua, cuando incursiona en el conocimiento y el estu-dio de otras. Porque su lengua materna, aunque uno la dominaperfectamente, la aprendió de un modo reflejo y automático, enuna edad muy temprana, y sin hacerse consciente explícitamentede sus estructuras – sobre todo de la arbitrariedad y contingen-cia de las mismas. Sólo cuando uno se adentra en el conocimi-ento de la estructura y las características de otras lenguas está encapacidad a hacer un juicio sobre su propia lengua y dar razónde ella con conocimiento de causa.

Lo mismo pasa con la religión. Cuando se ha nacido y creci-do en el ámbito de una única religión, sin presencia ninguna deotra, esa religión, asumida también de modo inconsciente y espon-táneo desde la infancia, no deja hacerse cargo de muchas de sus

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perspectivas, y da lugar a espejismos que sólo podrán confron-tarse en la experiencia de otras religiones.

Además, es sabido que las religiones, tradicionalmente, sobretodo allí donde animan sociedades monorreligiosas, tienden aautoerigirse y autopresentarse como “la religión única y absolu-ta”, ignorando la existencia de otras, y descalificándolas o con-denándolas incluso. En este contexto, es evidente que la expe-riencia del pluralismo religioso es, para quien estuvo siempre enun ambiente monorreligioso, una experiencia realmente trans-formadora de su percepción de la religión, y por eso mismo,transformadora de su vida, lo que puede conllevar, lógicamente,una crisis, a veces profunda.

Pero esto no ocurre sólo con las personas individuales. Ocu-rre también con los grupos humanos, con los colectivos religio-sos, con las sociedades, con las religiones. La actual situaciónsocial de pluralismo religioso es una situación históricamenteinédita, nueva para la mayor parte de las religiones. Todo su ca-pital simbólico fue construido en aquel antiguo y milenario am-biente de homogeneidad y unicidad. Por eso, los supuestos im-plícitos, las referencias que transpiran todos sus símbolos y for-maciones clásicas, chocan con la situación y chirrían frente a laspercepciones actuales.

Vamos a tratar de referirnos sucintamente a los desafíos queesta situación comporta, a las trasformaciones que ha sufrido oestá sufriendo concretamente la religión cristiana como efectode esta nueva situación histórica de pluralidad religiosa. Esosdesafíos y transformaciones son afrontados reflexivamente y te-matizados por la teología del pluralismo religioso. De hecho, pues,lo que vamos a hacer es dar cuenta de los principales “puntoscalientes” que se van acumulando en la “teología de las religio-nes” en las últimas décadas.

ESTAMOS PASANDO DE UN PLURALISMO NEGADOY TENIDO COMO NEGATIVO A UN PLURALISMOACEPTADO Y APRECIADO COMO POSITIVO

Generalmente, en la situación monocultural y monorreligiosaclásica, las religiones – y el cristianismo concretamente – handesconsiderado la pluralidad religiosa: las demás religiones noexisten, o están demasiado lejos, o no sabemos decir nada de

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ellas, ni tampoco necesitamos considerarlas. Prácticamente, lavida del creyente no se veía nunca en la necesidad de referirse alas otras religiones, y la teología no incluyó nunca una rama, nisiquiera un apartado, que tuviera en cuenta o que estudiara elsentido que pudieran tener las demás religiones.

Cuando la religión ha contemplado la existencia de las “otrasreligiones”, la actitud más común ha sido la de considerarlas ne-gativamente: esas otras religiones son falsas, son un error, no sonreveladas, son creaciones “simplemente humanas”, son religio-nes “naturales”, y por eso mismo, sin valor salvífico: no salvan.Todos estos supuestos avalan directamente la grandeza de la pro-pia religión, que es “la” religión, o sea: la verdadera, la única que-rida por Dios, la revelada, la realmente salvadora, la que deberásalvar a la Humanidad entera.

El carácter plurirreligioso que las sociedades modernas hanadquirido tan intensamente ha producido y sigue propiciandouna transformación de la mentalidad social en este punto, lo queproduce una transformación teológica (ésta ha sido la causa delsurgimiento y el desarrollo de la nueva “teología de las religio-nes”): la pluralidad religiosa comienza a ser un dato evidente dela realidad (ya no es posible seguir ignorándola o no planteándo-sela), y deja de verse como algo negativo, para pasar a ser algonatural, lógico (forma parte de la identidad de cada pueblo y decada cultura), por lo cual pasa a ser algo tolerado, consentido,reconocido y hasta considerado positivo (es parte de la riqueza yvariedad1 del patrimonio de la Humanidad). Como efecto de to-das estas transformaciones en la forma de percibirlo, este plura-lismo comienza a ser visto también como algo querido por Dios(se pasa así de un “pluralismo de hecho” a un “pluralismo deprincipio”).

Para las religiones, individualmente tomadas, este cambio sig-nifica un vuelco total: durante la casi totalidad de su existenciaestuvieron afirmando su exclusividad y unicidad; el cristianismopor ejemplo, no hace todavía 50 años que superó parcialmenteel exclusivismo con la aceptación del inclusivismo; pasar ahoraal paradigma del pluralismo se le antoja ser un cambio muy radi-cal, con razón.

Para una religión, aceptar la bondad del pluralismo religioso,es tanto como aceptar un cambio de estatuto ontológico: aceptardejar de ser “la” religión, para convertirse en “una” religión más.Se acabó ante sus propios fieles aquel estatuto privilegiado de

1 Si en otro tiempo ladiversidad era tenidacomo una deficienciao algo negativo, por-

que la Verdad y laUnidad se considera-

ban convertibles(Unum et Bonum),hoy la sensibilidad

dominante es, cadavez más, la contraria:es tolerable y desea-ble la diferencia, es

preferible la variedadal uniformismo, es

mejor el pluralismoque el exclusivismo.Y si es positivo y es

mejor que su contra-rio, tiene que entraren lo que podríamos

llamar “planes deDios”. El panorama

de un mundo conver-tido a una sola reli-

gión (“un solo reba-ño y un solo pastor”)hoy parece una posi-

bilidad descartada,fuera de las posibili-

dades reales hacia lasque se encamina la

historia. Pero es queademás ya no es con-siderada deseable, ni

parece plausible com-prenderla como su-puesta “voluntad de

Dios”.

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unicidad y absoluticidad. Desde la nueva visión pluralista, todaslas religiones son valiosas, queridas por Dios, y por tanto, verda-deras, salvíficas aunque a continuación tendremos que recono-cer que todas son, también, limitadas, necesitadas de comple-mentación.

Este cambio tan profundo – no dudamos que puede ser con-siderado una verdadera “conversión” – muchas religiones no lohan asumido todavía, y les crea una verdadera crisis el afrontar-lo. La oficialidad católica, por ejemplo, está todavía enquistadaen su rechazo a esta nueva visión: no puede aceptarlo.2 En lassociedades de tradición católica mayoritaria y oficialmente reco-nocida, esta transformación está costando a la Iglesia oficial unagrave crisis de inadaptación a la evolución social: se siente des-tronada, despojada de sus privilegios, despreciada, agredida. Loscristianos que viven en contacto profundo con la sociedad y sucomunicación constante, no tienen tanta dificultad en aceptarun modo de ver que se impone por su obviedad, lenta pero inexo-rablemente. En el mundo de la teología, sólo algunos círculosminoritarios están comenzando a aceptar esta nueva visión, ysólo ellos están capacitados para ayudar al pueblo cristiano aadaptarse a la nueva situación actual, para asimilar el cambio ysuperar sanamente la crisis, sin vivir a la defensiva o en la esqui-zofrenia, ni refugiarse mentalmente en el pasado.

DE UNA REVELACIÓN CONSIDERADA EXTERIOR Y CASI MÁGICA,A UNA COMPRENSIÓN MÁS INTEGRAL DE LA MISMA

El concepto de “revelación” es un concepto central en la reli-gión, porque ésta se presenta a sí misma como revelada. Y el con-cepto clásico de revelación, del que depende el concepto populartradicional, adolece de grandes problemas que hoy, con la pers-pectiva comparativa que da el pluralismo religioso, aparecen másclaros y más accesibles que nunca.

Las religiones han presentado la autoría divina de la revela-ción de una forma extremosa: Dios directamente es el que hablay se comunica, él exclusivamente, sin intervención de los sereshumanos, con un mensaje a veces literalmente venido de lo alto,caído del cielo, hasta “dictado” por Dios. En ocasiones la revela-ción llega a asumir un carácter mágico y fetichista: creemos escu-char directamente la palabra de Dios proclamada en la oración,

2 La Dominus Iesus,por ejemplo, niegaexplícitamente el“pluralismo de dere-cho o de principio”:número 4.

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o tocar el libro santo de sus palabras, o esgrimimos como “pala-bra de Dios” frases sacadas de su contexto como respuestas au-tosuficientes (casi “arrojadizas”) para los problemas humanos.

La autoridad divina que da la revelación viene a ser el granobstáculo para la renovación de la mentalidad religiosa. Todo loque clásicamente hemos pensado y practicado en nuestra religión,ha sido revelado por Dios – se dice –; todo es voluntad reveladade Dios, y por tanto es intocable, e irreformable. Toda renova-ción del pensamiento religioso en general, y teológico en parti-cular, queda bloqueada por esa perspectiva “fundamentalista”que secuestra cualquier idea religiosa (que es nuestra, producidapor los humanos), la atribuye a Dios, y con ello la introduce en elcampo de lo divino. A partir de ese momento esa afirmación setorna indiscutible, inmutable e irreformable. El problema teóricosubyacente a la teología de la revelación es el “fundamentalismo”.

Hoy, sin embargo, la experiencia de la pluralidad de las reli-giones introduce la posibilidad del estudio comparativo. Afortu-nadamente, los estudios histórico-críticos, introducidos en el ám-bito cristiano por el protestantismo, se han extendido a todo elcristianismo cultivado, y han propiciado una inteligencia másadecuada del concepto de revelación. Vemos ahora la revelacióncomo un proceso humano, y por tanto, dentro de la sociedad yde la historia humanas. La revelación no cae del cielo, hecha, noes un oráculo. Es un proceso, una evolución y maduración de laexperiencia religiosa de un pueblo, que se materializa finalmenteen una expresión primero oral y después escrita. Y es una expe-riencia que se da en todos los pueblos, como nos muestra la ex-periencia del pluralismo religioso. Todas las religiones son “reve-ladas”; ya no es posible sostener aquella distinción clásica entrereligiones “naturales” y religiones “reveladas”. Las religiones sonexperiencias y corrientes humanas en las que se condensa y den-sifica esa experiencia religiosa humana general.

A nuestro juicio, desde este nuevo abordaje del concepto derevelación entra particularmente en crisis el concepto clásico de“religiones del libro”: puede admitirse como concepto útil en elcampo de la historia de las religiones, pero no se puede admitirya como realidad religiosa válida para la actualidad. Desde unamentalidad abierta no es posible ya hoy día una religión “del li-bro”. Eso sería fundamentalismo. Desde lo que hoy experimen-tamos que la religión y la revelación son, éstas no pueden identi-ficarse con un “libro”.

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Aunque la revisión y renovación del concepto de revelación alas que nos referimos se sustenta por sí misma tanto en bases an-tropológicas, como filosóficas y hasta teológicas,3 una de sus cau-sas próximas es la experiencia del pluralismo religioso. La com-paración vivida de las religiones, de sus ritos y de sus dogmas, ysobre todo de sus “revelaciones”, arroja inquietudes, sospechas,4

evidencias que, debidamente estudiadas con sentido crítico, lle-van a las personas religiosas abiertas, a esa nueva comprensiónmás humana de la llamada “revelación”.5 No se puede creer en laBiblia – o en la Torá, o en el Corán – de la misma manera, antesque después de tener acceso libre y fácil a las Escrituras Sagra-das de otras muchas religiones aparte de la propia.

Es bueno caer en la cuenta de que esta transformación delconcepto de “revelación” es como la puerta que abre el acceso atodo el resto de transformaciones, y esto es así porque la “reve-lación divina” es precisamente como la clave – realmente “la lla-ve” – que abre y cierra y sujeta y bloquea todas las demás afir-maciones, al fundamentarlas como “revelación de Dios”. Afir-maciones, creencias, relatos, ritos, supuestos... creados por elser humano, producidos por la experiencia religiosa milenariade un pueblo, por un mecanismo perfectamente conocido y per-fectamente normal, resultan sacralizados, es decir, pasan a seratribuidos a la divinidad: es ella quien nos dice que las cosas sonasí, o quien expresa ahí su voluntad. A partir de ese momento laspersonas, los grupos, los pueblos, se sienten incapaces no sólode alterar lo más mínimo esas creaciones suyas ahora tenidaspor divinas, sino incluso de convertirlas en objeto de su reflexióno de someterlas a crítica. El mayor y el definitivo obstáculo quemuchas personas y grupos aducen frente a la teología del plura-lismo y a toda la renovación religiosa que la TPR plantea, es pre-cisamente ésa (KNITTER, 1988, p. 227): no se podría tocar na-da de lo que la TPR propone releer, porque es Dios mismo (o laBiblia) quien nos lo ha revelado. La relectura o reinterpretacióndel concepto de revelación funge como un desbloqueador de mu-chas otras afirmaciones o posiciones que, ulteriormente, tambiénpueden transformarse y evolucionar, tanto en la persona comoen la religión.

3 Una excelente ex-posición de esta nue-va visión puede en-contrarse en Queiru-ga (1987).

4 Cfr. El capítulo dela “hermenéutica dela sospecha”, en Vigil(2005, p. 41ss).

5 Soy de la opiniónde que, dada latransformación deperspectiva que he-mos experimentado,la realidad que tradi-cionalmente hemosllamado “revelación”debe ser denominadacon otro vocablo máspertinentementeesencial. Sólo hastacierto punto es ver-dad que ce nomínibusnon est quaestio. Lapalabra “revelación”evoca espontánea einevitablemente unsentido que hoy velamás que revela el ver-dadero sentido de loque es lo que clásica-mente se llamó reve-lación, tal como hoylo vemos. Lo mismoocurre con otras pa-labras, como “fe”,“cielo”...

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DE UN CREERSE “EL PUEBLO ELEGIDO” A LAACEPTACIÓN DE QUE NO HAY ELEGIDOS

En las condiciones clásicas de la situación de la especie hu-mana, la religión ha sido la columna vertebral y la sustancia mis-ma de la cultura de los pueblos. De nuestros indígenas america-nos los primeros antropólogos estaban extrañados de que no lesencontraban “religión” explícita.6 La moderna antropología aca-bó reconociendo que en los indígenas americanos todo era reli-gión: el trabajo, la danza, el canto, el sexo, la alimentación... lavida entera.7 Entre los teólogos, Paul Tillich lo diría más tarde: lacultura es la forma de la religión, pero ésta es la sustancia de lacultura (MARDONES, 1994, p. 40). La identidad de los pue-blos ha sido milenarmente una identidad religiosa: ha sido “elpueblo creado y querido por Dios”, y por eso, el pueblo “escogi-do” entre todos los demás.

Piénsese en lo que esto significa también, no en pueblos indí-genas, cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos,sino en pueblos nuevos como el estadounidense, que a pesar deello se sienten pueblo formado por Dios mismo como “el NuevoIsrael”, la “Nueva Jerusalén”, la “ciudad sobre la colina” que ilu-minará a todas las naciones y las conducirá hacia el progreso, lademocracia y la libertad.8 O para los países de larga tradición ca-tólica, convencidos de ser los depositarios de la verdad salvado-ra, con la misión universal de predicarla a todo el mundo y redu-cir la diversidad religiosa a la unidad de “un solo pueblo y un so-lo pastor”.

En la actual situación de pluralismo y de transformación de lateología de las religiones, la categoría misma de “pueblo elegi-do” pierde plausibilidad hasta el punto de hacerse no sólo increí-ble, sino – para algunos oídos – casi ridícula. Hoy ya no es con-cebible que exista un Dios vinculado a una raza o una cultura,que la elige mientras deja en el abandono o en la penumbra9 a losdemás pueblos sobre la faz de la tierra.

La renuncia a la doctrina y a la conciencia del “exclusivis-mo”10 es algo que ya no nos sorprende ni asusta, porque aunquefue una doctrina vivida, creída, profesada y confesada con máxi-ma intolerancia (ejecuciones de la Inquisición) y suprema gene-rosidad (mártires confesantes) durante la mayor parte de la his-toria del cristianismo, hoy ya fue abandonada y oficialmente nega-da, y ha sido digerida y olvidada. La renuncia a la doctrina y a la

6 Es curioso que almismo Cristóbal Co-lón ya le pareció no-tarlo el mismo 12 deoctubre de 1492, en

su primer desembar-co en Abya Yala.

“Creo que fácilmentese harían cristianos,que me pareció queninguna “secta” te-nían”, escribe en sudiario. Cfr. Agenda

Latinoamericana’1992, pág. 151; http://agenda.latinoame-

ricana.org/archivo.

7 “La vida era mi cul-to”, dirá el indio en

la Missa da Terrasem males, de Pedro

Casaldáliga, en elacto penitencial.

8 Véase la abundantí-sima literatura exis-tente respecto a los

orígenes fundadoresdel Pueblo de EEUUy su “Destino Mani-

fiesto” (ManifestDestiny) en Internet

(Google por ejem-plo).

9 “Yaciendo en tinie-blas y en sobras de

muerte”, como diceel salmo 106 (v. 10),

que los papas y laIglesia católica en ge-

neral han aplicado alos pueblos “infieles”,

“paganos”, o sea, alos simplemente

“otros”, no cristia-nos. Por ejemplo,

Maximum Illud, 7(Benedicto XV,

1919); EvangeliiPraecones, 228 (Pío

XII 1951).

10 “Fuera de la Iglesiano hay salvación”.

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conciencia de la “elección”, por el contrario, ofrece una gran re-sistencia todavía hoy. Si bien no resulta agradable ni resuenabien su proclamación en un ámbito internacional o mundial, enel pequeño círculo de la liturgia comunitaria se sigue desconoci-endo olímpicamente su crisis.11 Es obvia y a la vez profética lapropuesta de Andrés Torres Queiruga de proponer explícitamentela “renuncia al concepto de elección” (MARDONES, 1994, p. 40).

Ahora bien, es conocida y muy estudiada la crisis psicológicade “destronamiento” que conlleva el nacimiento de un nuevohermanito, para el niño o niña que se sentía hasta entonces elcentro del afecto de sus padres. Una crisis semejante están lla-madas a vivir las religiones que tienen que aceptar que ya no esposible seguir considerándose “el” pueblo de Dios,12 los elegi-dos por Dios par formar parte de la religión creada por Dios pa-ra ser la portadora de la verdad y la salvación a todos los demáspueblos y religiones de la tierra (o quizá del cosmos).

Renunciar a la categoría de elección no es renunciar a unacategoría teórica que no nos afecte, sino, muy al contrario, sig-nifica afectar a nuestro propio estatuto ontológico: dejamos deser “los elegidos”. Es una auténtica conversión, una metanoia,que obligará – una vez más – a hacer una relectura de todo nuestropatrimonio simbólico. Tal vez deberemos decir lo mismo, peroahora desde otro “lugar teológico”: ya no desde el sentirse elegi-dos, desde el escenario, sino desde abajo, desde el patio de buta-cas. Es el desafío de una verdadera conversión.

Es fácil enunciar todo esto así, lacónicamente, pero es nece-sario hacerse consciente de la crisis de humildad, de destrona-miento, de desabsolutización, de “sana aceptación de la relativi-dad” de muchas cosas que se consideraron absolutas milenaria-mente. A nadie se le escapará que estamos hablando de una cri-sis seria, profunda, epocal, que la experiencia del pluralismo pro-voca en las religiones.

UN REENCUENTRO CON EL JESÚS HISTÓRICODE VUELTA DEL CRISTO DE LA FE

La cristología es, dentro del cristianismo, el punctum dolensde los desafíos teológicos que la nueva situación de pluralismode principio conlleva. La visión clásica tradicional (el exclusivis-mo) y la visión reciente, actual (el inclusivismo) se fundamentan

11 Véase el misal ro-mano, empapado deprincipio a fin del su-puesto de la “elec-ción”.

12 Apenas hace 40años que en el catoli-cismo recuperamos laolvidada y bíblica ex-presión de “Pueblode Dios”, en el lumi-noso capítulo segun-do de la Lumen Gen-tium, y no se nosocurrió entonces, nipor un momento,pensar que no somos“el” Pueblo de Dios,“el único”, sino “un”pueblo de Dios.

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ambas en el dogma cristológico clásico, destacando la unicidady absoluticidad de Jesucristo como la pieza esencial, central e in-tocable del edificio del cristianismo. Se ha dicho con frecuencia,con mucha razón, que los cuatro grandes concilios – llamados“ecuménicos” – de la antigüedad sustituyeron en la Iglesia cris-tiana a los cuatro evangelios. Hoy, afortunadamente, hace tiem-po que recuperamos los evangelios, pero el constructo teológicocristológico que en cierto sentido los sustituyó sigue ocupandoel centro del cristianismo como un enclave de fundamentalismoque se resiste a su estudio y reinterpretación, y mucho más a sureformulación. Pero esta pieza esencial e intocable del cristianis-mo es la que está crujiendo presionada por la nueva presenciadel pluralismo religioso y la transformación de perspectivas teo-lógicas a las que nos estamos refiriendo.

Es éste el punto más sensible, porque es un elemento que hasido considerado, sencillamente, el elemento “esencial”: la iden-tidad cristiana se ha hecho depender tradicionalmente de la afir-mación íntegra y literal del dogma cristológico en todos sus ele-mentos. Es cristiano quien lo acepta indiscutidamente. No escristiano quien pone en duda o reinterpreta cualquiera de suselementos. Quien reinterpreta el dogma cristológico no es yacristiano:13 está fuera del cristianismo. O tal vez está “más allá”,tal vez es “poscristiano”: ha dejado de ser cristiano.

¿Cuáles son los elementos principales del dogma cristológicoque sufren ese efecto de presión que ejerce el pluralismo religio-so, y que se ven abocados hacia una reconsideración teológica?

En primer lugar, está bajo una fuerte presión el “inclusivismocristocéntrico” (visión en la cual Cristo es el centro decisiva-mente único de la salvación de la humanidad, y aunque se danelementos salvíficos en otras religiones, no son sino presenciasde la misma y única salvación ganada por Jesucristo). Práctica-mente, la mayor parte de las Iglesias cristianas han evolucionadoen el último medio siglo, a partir de la multisecular tradición ex-clusivista (la que decía “fuera de la iglesia no hay salvación”),hacia el inclusivismo. Hoy, la pluralidad multirreligiosa pide darun nuevo paso adelante, hacia una posición teológica más con-secuente, el “pluralismo” (por contraposición al exclusivismo yal inclusivismo), a saber, admitir que la Salvación no sólo se dafuera y más allá del cristianismo, sino que pueda darse separa-damente de Cristo y su mediación, procediendo directamente deDios. Cristo sería único – a su manera – y absoluto dentro del

13 Recuérdese que fueya el propio Conciliode Calcedonia el queprohibió reformular,reinterpretar, expre-

sar de otra maneralas fórmulas dogmá-

ticas conciliares, niaun con la mejor de

las intenciones (cate-quéticas, teológicas,

pastorales).

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cristianismo, pero no constitutivo o normativo universalmente.Esta posición escandaliza a los inclusivistas acérrimos – que anivel profundo son, claro está, partidarios de un exclusivismocrístico –, pero hay que recordar que no es cierto que en el en-salzar a Cristo no hay límite posible: “En nuestra teología puedehaber, como recordó a menudo Congar, un cristocentrismo queno es cristiano. Quién sabe si no es también uno de los sentidosdel secreto mesiánico. Cualquier cristianismo que absolutice alcristianismo (incluso a Cristo) y su revelación, sería idolatría”(MARDONES, 1994, p. 40).

Dado el “exagerado cristocentrismo de la teología occiden-tal” (SOBRINO, 1991, p. 22) este punto suscita una excitadahipersensibilidad por parte de ese exaltado cristiano que todosllevamos dentro. La confesión de amor a Jesucristo de Dowsto-iewski,14 tan apasionada como irracional, no es el mejor modelopara este momento.

En segundo lugar, el gran relato” de la encarnación. John Hick,presbiteriano, a partir de su propia experiencia religiosa de en-trega a Jesucristo y de su experiencia de pluralidad religiosa enlos barrios de su ciudad Birmingan, comenzó a cuestionarse elrelato mismo de la encarnación. Sus estudios y reflexiones le lle-varon a la publicación de un primer libro, The myth of God in-carnate, en 1977, que causó un profundo shock en las Iglesiasde Inglaterra y EEUU. Tras 25 años de debates y polémicas, haofrecido una posición final sobre el tema, en la cumbre de su vi-da, madurada y matizada, en el libro La metáfora del Dios encar-nado (Abya Yala, colección “Tiempo axial”, Quito 2004). En sín-tesis, Hick propone la reconsideración de la encarnación “comometáfora, no como metafísica; como poesía, no como prosa”.Esto hay que completarlo con los estudios del origen mismo deldogma cristológico, con el desarrollo concreto de su construc-ción, para ver si se han dado saltos epistemológicos cualitativosindebidos, que no nos permitan instalarnos sobre una interpre-tación considerada como supuestamente eterna e irreformable.

En tercer lugar, convergentemente con los dos elementos ante-riores, la expresión “Hijo de Dios” hace ya tiempo que está sien-do reconsiderada. Estamos asumiendo el hecho llamativo antesnunca atendido de que el lector actual del Evangelio entiende laexpresión “Hijo de Dios” en un sentido que no tuvo nunca enlos evangelios sinópticos. En la mente del oyente actual, la ex-presión está ya “ocupada” por una determinada interpretación

14 “Si alguien me de-mostrase que Cristono está en la verdad yque estuviera mate-máticamente probadoque la verdad no estáen Cristo, preferiría,con todo, quedarmecon Cristo que con laverdad” (DOSTOI-EWSKI, 1961, p.157, en carta a la ba-ronesa von Wizine).

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(la de “Hijo de Dios” como segunda persona de la Santísima Tri-nidad), que reviste a todos los textos evangélicos con una inter-pretación anacrónicamente forzada. Se hace necesario tambiénaquí reexaminar el significado de la expresión. Pero revisar estesignificado, o resignificar la expresión, es tocar la pieza más sa-grada y central del cristianismo. La condena, por parte de la igle-sia Católica, del libro de Robert Haight (febrero de 2005, por elcardenal Ratzinger), que se centra precisamente en este tema,puede indicar lo altamente sensible que resulta.

Obviamente no podemos abordar aquí a fondo cada uno deestos problemas. Tratamos sólo de presentarlos y plantearlos.Con lo dicho basta para observar que se trata de temas de altocalado, que necesitan un tratamiento cuidadoso, y, por eso mis-mo, detenido y dedicado.

Por otra parte, es obvio que son problemas que no tienen res-puesta adecuada en este momento. Apenas están siendo plantea-dos. Es tiempo de exploración todavía. Las respuestas definiti-vas tal vez tarden varias generaciones en ser encontradas. El cris-tianismo histórico se tomó tres siglos para elaborar su respuestaa la pregunta de Jesús: “¿Y ustedes quién dicen que soy yo?”. Enesta nueva época histórica, tal vez se necesiten también variasgeneraciones para que podamos elaborar nuestra respuesta.

Si Cristo es el centro del cristianismo, podemos decir que simodificamos la imagen o el “concepto” de Cristo, modificamosel cristianismo que en él se fundaría. Reconceptuar la cristologíaes mutar la identidad del cristianismo. ¿Nos encaminará esta re-flexión hacia un cristianismo distinto, hacia un “postcristianis-mo”? En todo caso, sobre todo en el campo cristológico, la acti-tud teológica pluralista es anatematizada oficialmente como “iden-titariamente transgresora”: transgrede los límites tolerados, estáen peligro de salirse de la identidad cristiana y dejar de ser cris-tiana. Es fácilmente imaginable la crisis que el afrontamiento deesta problemática teológica supone. Por lo demás, la crisis ape-nas está empezando.

DE UNA IGLESIA “ARCA UNIVERSAL DE SALVACIÓN”A UN REPLANTEAMIENTO DE LA ECLESIOLOGÍA

La teología de la liberación ya planteó la necesidad y la reali-dad de una “nueva eclesialidad” (CASALDÁLIGA-VIGIL, 1992,

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43Horizonte, Belo Horizonte, v. 4, n. 7, p. 30-50, dez. 2005

parte III). Desde su lectura histórica de la realidad y desde sureinocentrismo,15 la eclesialidad clásica resultaba claramente in-suficiente, deudora del eclesioocentrismo. Desde la espirituali-dad de la liberación la Iglesia no podía seguir siendo lo que habíasido: era preciso reinterpretarla y sobre todo revivenciarla.

Paralelamente, el cambio de paradigma que conlleva el plura-lismo religioso provoca también la necesidad de otra nueva ecle-sialidad. Si nuestra religión no es “la” religión sino “una” religión,si todas las religiones son verdaderas, si en cada una de ellas losseres humanos podemos vivenciar la salvación, nuestra Iglesiaconcreta ya no puede ser tenida como “el arca universal de sal-vación”, sino como un instrumento, no el único, uno entre mu-chos, no imprescindible, no central. Un buen fundamento paraeste nuevo planteamiento ya lo había adelantado el Vaticano II,cuando definió a la Iglesia como “germen del Reino”,16 no como“el” germen del Reino. El centro, el objetivo, el absoluto, es elReino, y éste vemos que tiene muchos caminos: no sólo el cami-no de nuestra Iglesia, sino el de muchas religiones, incluso el dela ética laica (Mt 25, 31ss).

Para una visión pluralista la nueva eclesialidad es más humil-de, más de servicio al Reino, más “una entre muchas”. MuchasIglesias podrán hacer una reconversión a esta nueva eclesialidadderivada de la situación de pluralidad religiosa, pero, por ejem-plo, para la Iglesia católica, que ha estado históricamente asen-tada en su trono de unicidad y de poder incluso social, la acepta-ción de esta nueva eclesialidad comporta una crisis realmentedura y difícil. También aquí: una profunda conversión.

Hay que señalar que las dificultades especiales que la oficiali-dad católica tiene para con esta “conversión eclesiológica” noprovienen directamente de la confrontación con las exigenciasdel paradigma pluralista, sino con los atrasos acumulados por lano aceptación de los replanteamientos eclesiológicos derivadosdel paradigma liberador, sobre todo de la necesaria superacióndel eclesiocentrismo en pro del reinocentrismo. La doctrina ofi-cial tiene dificultades al parecer insuperables en el reconocimientode la evidencia histórica del eclesiocentrismo,17 y en la acepta-ción no sólo práctica sino teórica incluso de la primacía absolutadel reinocentrismo, que se sigue evidenciando como la gran revo-lución copernicana eclesiológica de todos los tiempos, propues-ta y madurada fundamentalmente por la teología y la espirituali-dad de la liberación.18 Las nuevas perspectivas del paradigma

15 Véase lo que a mijuicio constituye elparadigma central dela teología y la espiri-tualidad de la libera-ción, en ¿Cambio deparadigma en la teo-logía de la libera-ción?, en RELaT193. Disponible en:http://servicioskoi-nonia.org/relat/193.htm. Accesoen 4 mar. 2006.

16 Lumen Gentiumn. 5.

17 La DominusIesus, sólo llega a re-ferirse a “un supues-to eclesiocentrismodel pasado”, puestoen boca de otros ydubitativamente:número 19.

18 Véase una ampliaexposición en Casal-dáliga-Vigil, ibid.,parte III, apartado“Reinocentrismo”.

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pluralista no son más que nuevas exigencias acumuladas, queagravan la gravedad del atraso histórico19 que arrastramos.

LA CRISIS DE LA MISIÓN CLÁSICA

Decía san Agustín que “non progredi, regredi est”, no avan-zar es retroceder. Los cristianos somos actualmente un tercio dela humanidad, unos 2.000 millones. Por crecimiento vegetativo,el cristianismo sigue aumentando en números absolutos, peroen números relativos decrece. Hace un siglo el cristianismo esta-ba convencido de que un renovado esfuerzo misionero iba a re-sultar prácticamente en la conversión de la totalidad del planetaa Cristo en el plazo de tres o cuatro décadas. El siglo XX se haencargado de mostrar la inviabilidad de aquella perspectiva. Enel transcurso de ese siglo pasó la humanidad de 1.619 millonesde habitantes, a 6.055 (casi cuatro veces más), mientras que loscristianos pasaron de ser el 34’5% a ser el 33%. Simultáneamen-te, los no creyentes (ateismo, agnosticismo...) pasaron de 3 a778 millones, es decir, del 0’2% al 12’7% (se multiplicaron pormás de 60). En la actualidad, extrapolando las estadísticas so-ciométricas, no es previsible la conversión de la humanidad alcristianismo…

Pero un nuevo gran factor de crisis se suma a esta situación:la crisis de la misión, de sus fundamentos teológicos mismos,como efecto de la teología del pluralismo religioso, en la línea delo que ya hemos dicho hasta aquí:

• si ahora pensamos que todas las religiones son verdaderas,ya no tiene sentido ir a predicar la nuestra como si las de-más no sirvieran;

• si fuera de la Iglesia hay salvación, y la hay sobre todo enlas demás religiones, ya no tiene sentido aquella misión clá-sica que creía que iba a llevar la salvación a los infieles;

• si Jesucristo no es el Salvador único, absoluto y normativopara todos los pueblos, aunque tenga mucho sentido el ir adifundir su conocimiento, ya no tiene el mismo sentido quetuvo hasta ahora;

• si que haya una única religión mundial ya no parece posi-ble ni siquiera deseable (HICK, 1982, p. 21- 27; QUEI-RUGA, 1992, p. 37), la “conversión de los pueblos a nues-tra Sancta Fe Católica” deja de ser un objetivo proponible

19 Quisiéramos creerque en este campo nose va a cumplir la leyhistórica de atraso de

la Iglesia, que J. I.González Faus ha

creído poder estable-cer en “dos siglos ymedio”: Autoridad

de la verdad, 1996,p. 109.

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a la acción misionera, que debe pasar a tener un objetivode diálogo, de intercambio y de mutuo enriquecimiento.

La crisis que los misioneros tradicionales experimentaroncuando el Concilio Vaticano II admitió que fuera de la Iglesiahabía salvación, se reedita ahora por los citados temas de la cris-tología y eclesiología. La oficialidad de la Iglesia católica reac-ciona repitiendo intemperantemente que la misión misioneramantiene como siempre intacta su vigencia, sin aportar nada a ladigestión de las dificultades y a la necesaria reinterpretación yreformulación. Si no atendemos a los problemas, éstos se resol-verán sin nosotros, tal vez en la dirección que no prevemos.

LA CRISIS DE LA MORAL

La virtud de la religión ha sido presentada clásicamente – porsanto Tomás por ejemplo – como acogida de la relación con Dios,sumisión ante su voluntad de Dios, aceptación de la norma queÉl propone. Sumisión, acogida, aceptación, obediencia, fideli-dad. Esta concepción, asumida como práctica en una sociedad,aseguraba el control de la misma, su estabilidad, su norma. Lareligión ha sido de hecho el software de programación de lassociedades en lo que se refiere a sus valores más íntimos, quehan sido presentados como valores venidos directamente de Dios(por tanto, valores absolutos, sagrados, indiscutibles, que exigenuna sumisión absoluta). La sociedad ha sido en este sentido “he-terónoma”, con una heteronomía atribuida a Dios. La moral eraasí porque Dios mismo era así. El ser humano “ha sido criadopara alabar y servir a Dios nuestro Señor, y mediante ello salvarsu ánima”.

La convivencia actual con otras religiones, y la inevitable com-paración de valores e imperativos morales de cada una de ellas,hace comprender a la sociedad que la moral no proviene sólo deDios, sino que es también una construcción humana, cultural,contextual, en buena parte aleatoria, y, también, inconsciente-mente autónoma: somos nosotros mismos, los seres humanos,hemos creado nuestras propias normas, sólo que lo hemos he-cho por los procedimientos – que desconocemos – de la evolu-ción de la sociedad, pero hemos finalmente atribuido a Dios nues-tra propia creación, declarándola “revelada”, y hemos acabadocomo “expropiados” de nuestra propia construcción, viviendo

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nuestra propia moral como una sumisión heterónoma a la su-puesta voluntad de un Dios exterior que la habría dictado.

El pluralismo religioso no es sólo el de las diversas religiones,sino el de la diversidad de posiciones que la misma religión haido acumulando a lo largo de su larga historia.20 Opiniones e im-perativos morales que en una época determinada son impuestascon fuerza y hasta con violencia, en otras épocas son olvidadas yhasta contradichas. Cuando el estudio y el conocimiento históri-co se difunde entre los miembros de esa religión, éstos percibenque el pluralismo también es interno, dentro de la misma reli-gión a lo largo de tiempo. Ese “pluralismo transversal a la histo-ria” también desafía la visión de la religión – y de la moral enparticular – que las personas tienen. Si unos preceptos moralesafirmados en su momento con toda contundencia, cambiaronsignificativa o incluso radicalmente, los adeptos de esa religióntoman conciencia de que también los preceptos hoy afirmadospueden cambiar; pese a la proclamada absolutez de los mismos,lo que las personas perciben es su relatividad histórica: la expe-riencia de ese “pluralismo” ha transformado también la mentali-dad de los miembros de esa religión.21 Todo ello produce cadavez más, en la sociedad moderna, un desajuste no pequeño entrela moral oficial y la moral real asumida y aceptada por los miem-bros de una religión cuya oficialidad se niega a evolucionar.

La pluralidad de religiones, por la simple vía de la compara-ción, introduce la “hermenéutica de la sospecha”, para desen-trañar tantos influjos que han intervenido en la construcción denuestra moral, que hoy, al descubrirse como construcción autó-noma equivocadamente tenida como revelada, pierde la fuerzade la sacralidad divina de su origen, con la que estaba investida.La religión – y lo que es peor, la sociedad misma – se queda sinla moral tradicional y sin su también tradicional divina funda-mentación. La sociedad se queda a la intemperie en cuanto a va-lores axiológicos predeterminados, y comprende que debe reha-cerse y reconstruir su moral autónomamente. Estamos solos. Nohay arriba un Dios exterior que nos haya dado una moral “reve-lada”. Los defensores de las posturas de la religión tradicionalinterpretan esta situación como un caos ético, o como un inten-to de destruir moralmente tanto a la religión como a la sociedad.Esta crisis está generalizada en muchas sociedades actuales.

20 “Quien conocebien la historia de losdogmas y de la teolo-

gía moral, sabe quemuchas cosas consi-deradas en el pasado

como definitivamenteestablecidas y comodoctrina indiscutible

fueron posteriormen-te revisadas o senci-llamente cayeron en

el olvido. Y en elcampo de la moral, el

cambio es aún mássignificativo que en elcampo de la dogmá-

tica” (HAERING,1995, p. 111).

21 “No fundo, há umatomada de consciên-cia de que o caráter

absoluto da Igreja sedesfez a partir do

fato mesmo de ela terrefeito no Concílio

muitos de seus ensi-namentos, costumes

e práticas, tidoscomo irreformáveis e

ter até confessadosuas faltas e erros. Seos do passado foram

reformados, os dehoje poderão sê-lo

amanhã. Está criadaa atitude de distânciacrítica e de certa re-

latividade em facedos ensinamentos e

práticas atuais daIgreja. Nessa si-

tuação, o fiel recuaao arcano da própria

consciência e liberda-de, e já não espera de

leis e normas exter-nas a resposta a suas

perguntas” (LIBA-NIO, 2000, p. 91).

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47Horizonte, Belo Horizonte, v. 4, n. 7, p. 30-50, dez. 2005

CONCLUYENDO

Se podría enumerar muchos otros elementos de la crisis queestamos queriendo reflejar. Como comenzamos diciendo al prin-cipio, es toda la teología, toda la cosmovisión religiosa la queresulta afectada por este cambio de paradigma. Por eso resulta-ría imposible un abordaje completo del tema, o una enumera-ción exhaustiva de los principales elementos.22 Por eso, conclu-yamos con unas breves anotaciones finales.

Aunque sea simultánea en el tiempo, esta crisis provocadapor la asunción consciente del pluralismo religioso es indepen-diente de la crisis de la religión por el cambio cultural producidopor el fin de la edad agraria y el advenimiento de la “sociedad delconocimiento”. Se desarrolla por otros caminos y con conteni-dos propios. Aunque la edad agraria se prolongara y la sociedaddel conocimiento no adviniera, la crisis que el pluralismo religio-so está produciendo en las religiones, seguiría dándose. Aunquelos efectos se sumen y se fusionen, las causas originantes sondistintas, aunque también se sumen y se entrelacen y con fre-cuencia sean difíciles de deslindar.

La situación mundial nueva de “mundialización”, al provocarde una manera inédita el encuentro entre las religiones, crea unhorizonte epistemológico nuevo, que les posibilita y provoca lareconceptuación de sí mismas, de cada una de ellas, y posibilitaa nivel humano-científico una reconceptuación también de lareligión en general, en sí misma.

Creo que es plausible pensar que algunas religiones van aafrontar este desafío y van a entrar poco a poco en una relecturade sí mismas. Como instituciones – como Iglesias en el caso dela religión cristiana –, les va a costar mucho. A las personas, lascomunidades y los teólogos más libres, no les va a ser tan difícil,pero también les va a costar un esfuerzo notable. Ese esfuerzo esuno de los factores importantes que hará avanzar la transforma-ción social de la religión en el siglo XXI.

Es posible que este ambiente, esta nueva situación, propiciela aparición de una teología y quién sabe si también una religio-sidad “más allá de las religiones” (“postreligional”, más que pos-treligiosa). Algunos la intuyen como una “world theology”, unateología que ya no será ni cristiana ni musulmana, ni budista nihinduista, sino todo ello a la vez y con ninguna de estas caracte-rizaciones en exclusiva. Estará ubicada en la perspectiva del homo

22 Remito a mi citadaobra, Teología delpluralismo religioso,en la que abordo deun modo sistemáticotoda esta proble-mática.

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gnoscens, que ya se siente más allá de la pertenencia a una “reli-gión” de épocas superadas, pero que asume y se vale con libertadde las riquezas de sabiduría espiritual contenidas en todas ellas.

La crisis de la religión provocada por el pluralismo religiosoes tanto teórica o teológica como muy práctica y experiencial. Sesiente más en las regiones fuertemente interreligiosas, pero cadavez más va a sentirse un poco por igual en todas partes, en cuan-to que los modernos medios de comunicación están hacen pre-sente el pluralismo religioso incluso en aquellas partes donde noha penetrado físicamente.

En América Latina apenas está empezando a sentirse esta cri-sis, todavía de un modo no explícito, más bien reflejo, y suave,sin presión. Las quejas y llamadas de alerta de muchos respon-sables eclesiásticos respecto al retroceso del catolicismo en laregión, por ejemplo, todavía no son capaces de relacionar estossignos con la descripción teológica de la crisis. Por su parte, enel mundo teológico latinoamericano apenas el cuerpo de teólo-gos está comenzando a confrontarse con la temática.23 El tiempojuega a favor de esta evolución, que, sin duda, va a ser más rápi-da de lo que podemos prever.

ABSTRACT

The Theology of religious pluralism (TRP) is not “a sec-torial” theology or “a genitive theology”, which wouldtheologize new subjects, that is to say one more field in-side the “universa theologia”. In other words, it does of-fer a quantitative novelty instead of a qualitative one. TRPdeals with the same subjects, but from another point ofview, another “formal object”. Everything is retrieved fromanother order, point of view, and “paradigm”. In this way,challenges seem to be huge. Great general perspectivesthat have never been are effected and new challenges re-appear. The author works on the selection of main chang-es that produce current challenges. Such Challenges arepresented and justified, showing in each case its implica-tions for theological reflexion and well as for Christianlife. The core of this brief study refers to the shift of anegative to a positive evaluation of the religious pluralism,a new understanding of the Revelation, the overcomingand the abandon of the category of the “election”, the mainchallenges in the sensible field of christology and moral, aswell as the transformation of the mission.

Key words: Pluralism; Shift of paradigm; Pluralism ofprinciple; Election; Inclusivismo; Mission.

23 La colección de li-bros que la Asett,

Asociación Ecuméni-ca de Teólogos delTercer Mundo ha

programado y ya estáadelantando en supublicación (en la

“colección Tiempoaxial”, Editorial AbyaYala, Quito. Disponi-

ble en: <http://lati-noamericana.org/

tiempoaxial/>) po-dría ser el signo más

expresivo.

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49Horizonte, Belo Horizonte, v. 4, n. 7, p. 30-50, dez. 2005

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