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La aventura del detective agonizante La señora Hudson, la patrona de Sherlock Holmes, tenía una larga experiencia de sufrimiento. No sólo encontraba invadido su primer piso a todas horas por bandadas de personajes extraños y a menudo indeseables, sino que su notable huésped mostraba una excentricidad y una irregularidad de vida que sin duda debía poner duramente a prueba su paciencia. Su increíble desorden, su afición a la música a hora extrañas, su ocasional entrenamiento con el revólver en la habitación, sus descabellados y a menudo malolientes experimentos científicos, y la atmósfera de violencia y peligro que le envolvía, hacían de él el peor inquilino de Londres. En cambio, su pago era principesco. No me cabe duda de que podría haber comprado la casa por el precio que Holmes pagó por sus habitaciones en los años que estuve con él. La patrona sentía el más profundo respeto hacia él y nunca se atrevía a llamarle al orden por molestas que le parecieran sus costumbres. Además, le tenía cariño, pues era un hombre de notable amabilidad y cortesía en su trato con las mujeres. El las detestaba y desconfiaba de ellas, pero era siempre un adversario caballeroso. Sabiendo qué auténtica era su consideración hacia Holmes, escuché atentamente el relato que ella me hizo cuando vino a mi casa el segundo año de mi vida de casado y me habló de la triste situación a la que estaba reducido mi pobre amigo. -Se muere, doctor Watson -dijo-. Lleva tres días hundiéndose, y dudo que dure el día de hoy. No me

La Aventura Del Detective Agonizante

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Las aventuras del detective sherlok Holmes siempre serán divertidas para los niños y jovenes

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La aventura del detective agonizante

La seora Hudson, la patrona de Sherlock Holmes, tena una larga experiencia de sufrimiento. No slo encontraba invadido su primer piso a todas horas por bandadas de personajes extraos y a menudo indeseables, sino que su notable husped mostraba una excentricidad y una irregularidad de vida que sin duda deba poner duramente a prueba su paciencia. Su increble desorden, su aficin a la msica a hora extraas, su ocasional entrenamiento con el revlver en la habitacin, sus descabellados y a menudo malolientes experimentos cientficos, y la atmsfera de violencia y peligro que le envolva, hacan de l el peor inquilino de Londres. En cambio, su pago era principesco. No me cabe duda de que podra haber comprado la casa por el precio que Holmes pag por sus habitaciones en los aos que estuve con l.La patrona senta el ms profundo respeto hacia l y nunca se atreva a llamarle al orden por molestas que le parecieran sus costumbres. Adems, le tena cario, pues era un hombre de notable amabilidad y cortesa en su trato con las mujeres. El las detestaba y desconfiaba de ellas, pero era siempre un adversario caballeroso. Sabiendo qu autntica era su consideracin hacia Holmes, escuch atentamente el relato que ella me hizo cuando vino a mi casa el segundo ao de mi vida de casado y me habl de la triste situacin a la que estaba reducido mi pobre amigo.-Se muere, doctor Watson -dijo-. Lleva tres das hundindose, y dudo que dure el da de hoy. No me deja llamar a un mdico. Esta maana, cuando v cmo se le salen los huesos de la cara, y cmo me miraba con sus grandes ojos brillantes, no pude resistir ms. Con su permiso o sin l, seor Holmes, voy ahora mismo a buscar a un mdico, dije. Entonces, que sea Watson, dijo. Yo no perdera ni una hora en ir a verle, seor, o a lo mejor ya no lo ve vivo.Me qued horrorizado, pues no haba sabido nada de su enfermedad.Ni que decir tiene que me precipit a buscar mi abrigo y mi sombrero. Mientras bamos en el coche, pregunt detalles.-Tengo poco que contarle. El haba estado trabajando en un caso en Rotherhithe, en un callejn junto al ro, y se ha trado la enfermedad con l. Se acost el mircoles por la tarde y desde entonces no se ha movido. Durante esos tres das no ha comido ni bebido nada.-Vlgame Dios! Por qu no llam a su mdico?-El no quera de ningn modo, doctor Watson. Ya sabe que dominante es. No me atrev a desobedecerle. Pero no va a durar mucho en este mundo, como ver usted mismo en el momento en que le ponga los ojos encima.Cierto que era un espectculo lamentable. En la media luz de un da neblinoso de noviembre, el cuarto del enfermo era un lugar tenebroso, y esa cara macilenta y consumida que me miraba fijamente desde la cama hizo pasar un escalofro por mi corazn. Sus ojos tenan el brillo de la fiebre, sus mejillas estaban encendidas de un modo inquietante, y tena los labios cubiertos de costras oscuras; las flacas manos sobre la colcha se agitaban convulsivamente, y su voz croaba de modo espasmdico. Sigui tendido inerte cuando entr en el cuarto, pero al verme hubo un fulgor de reconocimiento en sus ojos.-Bueno, Watson, parece que hemos cado en malos das -dijo con voz dbil, pero con algo de su vieja indolencia en sus modales.-Mi querido amigo! -exclam, acercndome a l.-Atrs! chese atrs! -dijo, del modo tajante e imperioso que yo haba visto en l slo en momentos de crisis-. Si se acerca a m, Watson, mandar echarle de casa.-Pero por qu?-Porque se es mi deseo. No basta?Si, la seora Hudson tena razn. Estaba ms dominante que nunca. Sin embargo, era lamentable ver su agotamiento.-Exactamente! Ayudar mejor haciendo lo que se le dice.-Es verdad, Holmes.El suaviz la dureza de sus maneras.-No estar irritado? -pregunt, jadeando para obtener aliento.Pobre hombre, cmo iba yo a estar irritado al verlo tendido en tal situacin frente a m?-Es por su bien, Watson -cro.-Por mi bien?-S lo que me pasa. Es una enfermedad de los cooles de Sumatra, algo que los holandeses conocen mejor que nosotros, aunque hasta ahora no han conseguido mucho. Slo una cosa es cierta. Es mortal de necesidad, y es terriblemente contagiosa.Ahora hablaba con una energa febril, con las largas manos convulsionndose y sacudindose en gestos para que me alejara.-Contagiosa por contacto; eso es. Mantenga la distancia y todo ir bien.-Vlgame Dios, Holmes! Supone que eso va a influir en m por un momento? No me afectara en el caso de un desconocido. Se imagina que me impedira cumplir mi deber con tan viejo amigo?Volv a avanzar, pero me rechaz con una mirada de clera furiosa.-Si se queda ah, le hablar. Si no, tiene que marcharse de este cuarto.Siento tan profundo respeto por las extraordinarias cualidades de Holmes, que siempre he obedecido a sus deseos, aun cuando menos los entendiera. Pero ahora todo mi instinto profesional estaba excitado. Aunque l fuera mi jefe en otro sitio, en un cuarto de un enfermo yo era el suyo.-Holmes -dije-, usted no es usted mismo. Un enfermo es slo un nio, y as le voy a tratar. Quiralo o no, voy a examinar sus sntomas y lo voy a tratar.Me mir con ojos venenosos.-Si debo tener un mdico, quiralo o no, por lo menos que sea uno en quien tenga confianza -dijo.-Entonces no la tiene en m?-En su amistad, ciertamente. Pero los hechos son los hechos, Watson, y despus de todo, usted es slo un mdico general de experiencia muy limitada y de ttulos mediocres. Es doloroso tener que decir estas cosas, pero me obliga a ello.Me sent muy ofendido.-Tal observacin no es digna de usted, Holmes. Me muestra muy claramente el estado de sus nervios. Pero si no tiene confianza en m, no le impondr mis servicios. Traigamos a sir Jasper Meek, o Penrose Fisher, o cualquiera de los mejores de Londres. Pero alguno tiene que aceptar, y eso es definitivo. Si cree que voy a quedarme aqu quieto, vindole morir sin ayudarle bien por m mismo o bien trayendo otro para que le ayude, se ha equivocado de persona.-Tiene buenas intenciones, Watson -dijo el enfermo, con algo entre un sollozo y un gemido-. Tengo que demostrarle su propia ignorancia? Qu sabe usted, por favor, de la fiebre Tapanuli? Qu sabe de la corrupcin negra de Formosa?-No he odo hablar de ninguna de las dos cosas.-En Oriente, Watson, hay muchos problemas de enfermedades, muchas posibilidades patolgicas extraas. -Se contena despus de cada frase para concentrar su menguante energa-. He aprendido mucho en algunas investigaciones recientes de ndole mdico-criminal. En el transcurso de ellas he dado con esa enfermedad. Usted no puede hacer nada.-Quiz no. Pero por casualidad s que el doctor Ainstree, la mayor autoridad viviente en enfermedades tropicales, est ahora en Londres. Es intil toda protesta, Holmes. Voy a buscarle ahora mismo -y me dirig decidido hacia la puerta.Nunca he sufrido tal choque! En un momento, con un salto de tigre, el agonizante me haba interceptado. O el brusco chasquido de una llave al girar. Un momento despus, volvi tambaleante a su cama, agotado y jadeante despus de esa nica llamarada de energa.-No me quitar la llave por la fuerza, Watson. Ya le tengo, amigo mo. Aqu est, y aqu se quedar hasta que yo disponga otra cosa. Pero le seguir el humor. -Todo eso en breves jadeos, con terribles luchas en medio, buscando aliento-. Slo piensa usted en mi propio bien. Se saldr con la suya, pero dme tiempo de reunir fuerzas. Ahora no, Watson, ahora no. Son las cuatro. A las seis se puede ir.-Eso es una locura, Holmes.-Slo dos horas, Watson. Le prometo que se ir a las seis. Est contento de esperar?-Parece que no tengo alternativa.-En absoluto, Watson. Gracias, no necesito ayuda para arreglar la ropa de la cama. Usted, por favor, guarde la distancia. Bueno, Watson, slo hay otra condicin que yo pondra. Usted buscar ayuda, pero no del mdico que ha mencionado, sino del que elija yo.-No faltaba ms.-Las tres primeras palabras sensatas que ha pronunciado desde que entr en este cuarto, Watson. Ah encontrar algunos libros. Estoy un tanto agotado; no s cmo se sentir una batera cuando vierte la electricidad en un no-conductor. A las seis, Watson, reanudaremos nuestra conversacin.Pero estaba destinada a reanudarse mucho antes de esa hora, y en circunstancias que me ocasionaron una sacudida slo inferior a la causada por su salto a la puerta. Yo llevaba varios minutos mirando la silenciosa figura que haba en la cama. Tena la cara casi cubierta y pareca dormir. Entonces, incapaz de quedarme sentado leyendo, me pase despacio por el cuarto, examinando los retratos de delincuentes clebres con que estaba adornado. Al fin, en mi paseo sin objetivo, llegu ante la repisa de la chimenea. Sobre ella se dispersaba un caos de pipas, bolsas de tabaco, jeringas, cortaplumas, cartuchos de revlver y otros chismes. En medio de todo esto, haba una cajita blanca y negra, de marfil, con una tapa deslizante. Era una cosita muy bonita; haba extendido yo la mano para examinarla ms de cerca cuandoFue terrible el grito que dio, un aullido que se poda haber odo desde la calle. Sent fro en la piel y el pelo se me eriz de tan horrible chillido. Al volverme, vislumbr un atisbo de cara convulsa y unos ojos frenticos. Me qued paralizado, con la cajita en la mano.-Deje eso! Djelo al momento, Watson, al momento, digo! -Cuando volv a poner la caja en la repisa, su cabeza volvi a hundirse en la almohada, y lanz un hondo suspiro de alivio-. Me molesta que se toquen mis cosas, Watson. Ya sabe que me molesta. Usted enreda ms de lo tolerable. usted, un mdico, es bastante como para mandar a un paciente al manicomio. Sintese, hombre, y djeme reposar!Ese incidente dej en mi nimo una impresin muy desagradable. La violenta excitacin sin motivo, seguida por esa brutalidad de lenguaje, tan lejana de su acostumbrada suavidad, me mostraba qu profunda era la desorganizacin de su mente. De todas las ruinas, la de una mente noble es la ms deplorable. Yo segu sentado en silenciosa depresin hasta que pas el tiempo estipulado. El pareca haber observado el reloj tanto como yo, pues apenas eran las seis cuando empez a hablar con la misma excitacin febril de antes.-Bueno, Watson -dijo-. Lleva cambio en el bolsillo?-Si.-Algo de plata?-Bastante.-Cuntas coronas?-Tengo cinco.-Ah, demasiado pocas! Demasiado pocas! Qu mala suerte, Watson! Sin embargo, tal como son, mtaselas en el bolsillo del reloj, y todo su otro dinero, en el bolsillo izquierdo del pantaln. Gracias. As se equilibrar mucho mejor.Era una locura delirante. Se estremeci y volvi a emitir un ruido entre la tos y el sollozo.-Ahora encienda el gas, Watson, pero tenga mucho cuidado de que ni por un momento pase de la mitad. Le ruego que tenga cuidado, Watson. Gracias, as est muy bien. No, no hace falta que baje la cortinilla. Ahora tenga la bondad de poner unas cartas y papeles en esa mesa a mi alcance. Gracias. Ahora algo de esos trastos de la repisa. Excelente, Waton! Ah hay unas pinzas de azcar. Tenga la bondad de levantar con ayuda de ellas esa cajita de marfil. Pngala ah entre los papeles. Bien! Ahora puede ir a buscar al seor Culverton Smith, en Lower Street, 13.-Nunca he odo tal nombre -dije.-Quiz no, mi buen Watson. A lo mejor le sorprende saber que el hombre que ms entiende en el mundo sobre esta enfermedad no es un mdico, sino un plantador. El seor Culverton Smith es un conocido sbdito de Sumatra, que ahora se encuentra de viaje en Londres. Una irrupcin de esta enfermedad en su plantacin, que estaba muy lejos de toda ayuda mdica, le hizo estudiarla l mismo, con consecuencias de gran alcance. Es una persona muy metdica, y no quise que se pusiera usted en marcha antes de las seis porque saba muy bien que no lo encontrara en su estudio. Si pudiera persuadirle para que viniera aqu y nos hiciera beneficiarios de su experiencia impar en esta enfermedad, cuya investigacin es su entretenimiento favorito, no dudo que me ayudara.Doy las palabras de Holmes como un todo consecutivo, y no voy a intentar reproducir cmo se interrumpan con jadeos tratando de recobrar el aliento y con apretones de manos que indicaban el dolor que sufra. Su aspecto haba empeorado en las pocas horas que llevaba yo con l. Sus colores febriles estaban ms pronunciados, los ojos brillaban ms desde unos huecos ms oscuros, y un sudor fro recorra su frente. Sin embargo, conservaba su confiada vivacidad de lenguaje. Hasta el ltimo jadeo, seguira siendo el jefe.-Le dir exactamente cmo me ha dejado -dijo-. Le transmitir la misma impresin que hay en su mente, un agonizante, un agonizante que delira. En efecto, no puedo pensar por qu todo el cauce del ocano no es una masa maciza de ostras, si tan prolficas parecen. Ah, estoy disparatando! Qu raro, cmo el cerebro controla el cerebro! Qu iba diciendo, Watson? Mis instrucciones para el seor Culverton Smith. Ah, s, ya me acuerdo. Mi vida depende de eso. Convnzale, Watson. No hay buenas relaciones entre nosotros. Su sobrino, Watson, sospechaba yo algo sucio y le permit verlo. El muchacho muri horriblemente. Tiene un agravio contra m. Usted le ablandar, Watson. Ruguele, pdaselo, trigale aqu como sea. El puede salvarme, slo l!-Le traer un coche de punto, si le tengo que traer como sea.-No haga nada de eso. Usted le convecer para que venga. Y luego volver antes que l. Ponga alguna excusa para no volver con l. No lo olvide, Watson. No me vaya a fallar. Usted nunca me ha fallado. Sin duda, hay enemigos naturales que limitan el aumento de las criaturas. Usted y yo, Watson, hemos hecho nuestra parte. Va a quedar el mundo, entonces, invadido por las ostras? No, no, es horrible! Transmtale todo lo que hay en su mente.Le dej con la imagen de ese magnfico intelecto balbuceando como un nio estpido. El me haba entregado la llave, y con una feliz ocurrencia, me la llev conmigo, no fuera a cerrar l mismo. La seora Hudson esperaba, temblaba y lloraba en el pasillo. Detrs de m, al salir del piso, o la voz alta y fina de Holmes en alguna salmodia delirante. Abajo, mientras yo silbaba llamando a un coche de punto, se me acerc un hombre entre la niebla.-Cmo est el seor Holmes? -pregunt.Era un viejo conocido, el inspector Morton, de Scotland Yard, vestido con ropas nada oficiales.-Est muy enfermo -contest.Me mir de un modo muy raro. Si no hubiera sido demasiado diablico, podra haber imaginado que la luz del farol de gas mostraba exultacin en su cara.-Haba odo rumores de eso -dijo.El coche me esperaba ya y le dej.Lower Burke Street result ser una lnea de bonitas casas extendidas en la vaga zona limtrofe entre Notting Hill y Kensington. La casa ante la cual se detuvo mi cochero tena un aire de ufana y solemne respetabilidad en sus verjas de hierro pasadas de moda, su enorme puerta plegadiza y sus dorados relucientes. Todo estaba en armona con un solemne mayordomo que apareci enmarcado en el fulgor rosado de una luz elctrica coloreada que haba detrs de l.-S, el seor Culverton Smith est en casa. El doctor Watson! Muy bien, seor, subir su tarjeta.Mi humilde nombre y mi ttulo no parecieron impresionar al seor Culverton Smith. A travs de la puerta medio abierta o una voz aguda, petulante y penetrante:-Quin es esa persona? Qu quiere? Caramba, Staples, cuntas veces tengo que decir que no quiero que me molesten en mis horas de estudio?Hubo un suave chorro de respetuosas explicaciones por parte del mayordomo.-Bueno, no lo voy a ver, Staples, no puedo dejar que se interrumpa as mi trabajo. No estoy en casa. Dgaselo. Dgale que venga por la maana si quiere verme realmente.Otra vez el suave murmullo.-Bueno, bueno, dle ese recado. Puede venir por la maana o puede no volver. Mi trabajo no tiene que sufrir obstculos.Pens en Holmes revolvindose en su lecho de enfermo, y contando los minutos, quiz, hasta que pudiera proporcionarle ayuda. No era un momento como para detenerse en ceremonias. Su vida dependa de mi prontitud. Antes de que aqul mayordomo, todo excusas, me entregara su mensaje, me abr paso de un empujn, dejndole atrs, y estaba ya en el cuarto.Con un agudo grito de clera, un hombre se levant de una butaca colocada junto al fuego. Vi una gran cara amarilla, de spera textura y grasienta, de pesada sotabarba, y unos ojos huraos y amenazadores que fulguraban haca m por debajo de unas pobladas cejas color de arena. Su alargada cabeza calva llevaba una gorrita de estar en casa, de terciopelo, inclinada con coquetera hacia un lado de su curva rosada. El crneo era de enorme capacidad, y sin embargo, bajando los ojos, vi con asombro que la figura de ese hombre era pequea y frgil, y retorcida por los hombros y la espalda como quien ha sufrido raquitismo desde su infancia.-Qu es esto? -grit con voz aguda y chillona-. Qu significa esa intrusin? No le mand recado de que viniera maana por la maana?-Lo siento -dije-, pero el asunto no se puede aplazar. El seor Sherlock HolmesEl pronunciar el nombre de mi amigo tuvo un extraordinario efecto en el hombrecillo. El aire de clera desapareci en un momento de su cara, y sus rasgos se pusieron tensos y alertados.-Viene de parte de Holmes? -pregunt.-Acabo de dejarle.-Qu hay de Holmes? Cmo est?-Est desesperadamente enfermo. Por eso he venido.El hombre mi hizo seal de que me sentara en una butaca y se volvi para sentarse otra vez en la suya. Al hacerlo as, vislumbr un atisbo de su cara en el espejo de encima de la chimenea. Hubiera podido jurar que mostraba una maliciosa y abominable sonrisa. Pero me convenc de que deba ser alguna contraccin nerviosa que yo haba sorprendido, pues un momento despus se volvi hacia m con autntica preocupacin en sus facciones.-Lamento saberlo -dijo-. Slo conozco al seor Holmes a travs de algunos asuntos de negocios que hemos tenido, pero siento gran respeto hacia su talento y su personalidad. Es un aficionado del crimen, como yo de la enfermedad. Para l, el delincuente; para m, el microbio. Ah estn mis prisiones -continu, sealando una hilera de botellas y tarros en una mesita lateral-. Entre esos cultivos de gelatina, estn cumpliendo su condena algunos de los peores delincuentes del mundo.-Por su especial conocimiento del tema, es por lo que deseaba verle el seor Holmes. Tiene una elevada opinin de usted, y pens que era la nica persona en Londres que podra ayudarle.El hombrecillo se sobresalt, y la elegante gorrita resbal al suelo.-Por qu? -pregunt-. Por qu iba a pensar el seor Holmes que yo le poda ayudar en su dificultad?-Por su conocimiento de las enfermedades orientales.-Pero por qu iba a pensar que esa enfermedad que ha contrado es oriental?-Porque en unas averiguaciones profesionales, ha trabajado con unos marineros chinos en los muelles.-El seor Culverton Smith sonri agradablemente y recogi su gorrita.-Ah, es eso -dijo-, es eso? Confo en que el asunto no sea tan grave como usted supone. Cunto tiempo lleva enfermo?-Unos tres das.-Con delirios?-De vez en cuando.-Vaya, vaya! Eso parece serio. Sera inhumano no responder a su llamada. Lamento mucho esta interrupcin en mi trabajo, doctor Watson, pero este caso ciertamente es excepcional. Ir con usted enseguida.Record la indicacin de Holmes.-Tengo otro recado que hacer -dije.-Muy bien. Ir solo. Tengo anotada la direccin del seor Holmes. Puede estar seguro de que estar all antes de media hora.Volv a entrar en la alcoba de Holmes con el corazn desfalleciente. Tal como lo dej, en mi ausencia poda haber ocurrido lo peor. Para mi enorme alivio, haba mejorado mucho en el intervalo. Su aspecto era tan espectral como antes, pero haba desaparecido toda huella de delirio y hablaba con una voz dbil, en verdad, pero con algo de su habitual claridad y lucidez.-Bueno, le ha visto, Watson?-Si, ya viene.-Admirable, Watson! Admirable! Es usted el mejor de los mensajeros.-Deseaba volver conmigo.-Eso no hubiera valido, Watson. Sera obviamente imposible. Pregunt que enfermedad tena yo?-Le habl de los chinos en el East End.-Exactamente! Bueno, Watson, ha hecho todo lo que poda hacer un buen amigo. Ahora puede desaparecer de la escena.-Debo esperar a or su opinin, Holmes.-Claro que debe. Pero tengo razones para suponer que esa opinin ser mucho ms franca y valiosa si se imaginara que estamos solos. Queda el sitio justo detrs de la cabecera de mi cama.-Mi querido Holmes!-Me temo que no hay alternativa, Watson. El cuarto no se presta a esconderse, pero es preciso que lo haga, en cuanto que es menos probable que despierte sospechas. Pero ah mismo, Watson, se me antoja que podra hacerse el trabajo. -De repente se incorpor con rgida atencin en su cara hosca-. Ya se oyen las ruedas, Watson. Pronto, hombre, si de verdad me aprecia! Y no se mueva, pase lo que pase, pase lo que pase, me oye? No hable! No se mueva! escuche con toda atencin.Luego, en un momento, desapareci su sbito acceso de energa, y sus palabras dominantes y llenas de sentido se extinguieron en los sordos y vagos murmullos de un hombre delirante.Desde el escondite donde me haba metido tan rpidamente, o los pasos por la escalera, y la puerta de la alcoba que se abra y cerraba. Luego, para mi sorpresa, hubo un largo silencio, roto slo por el pesado aliento y jadeo del enfermo. Pude imaginar que nuestro visitante estaba de pie junto a la cama y miraba al que sufra. Por fin se rompi ese extrao silencio.-Holmes! -grit-. Holmes! -con el tono insistente de quien despierta a un dormido-. Me oye, Holmes? -Hubo un roce, como si hubiera sacudido bruscamente al enfermo por el hombro.-Es usted, seor Smith? -susurr Holmes-. Apenas me atrevera a esperar que viniera.El otro se ri.-Ya me imagino que no -dijo-. Y sin embargo, ya ve que estoy aqu. Remordimientos de conciencia!-Es muy bueno de su parte, muy noble. Aprecio mucho sus especiales conocimientos.Nuestro visitante lanz una risita.-Claro que s. Por suerte, usted es el nico hombre en Londres que los aprecia. Sabe lo que le pasa?-Lo mismo -dijo Holmes.-Ah! Reconoce los sntomas?-De sobra.-Bueno, no me extraara, Holmes. No me extraara que fuera lo mismo. Una mala perspectiva para usted si lo es. El pobre Vctor se muri a los cuatro das; un muchacho fuerte, vigoroso. Como dijo usted, era muy chocante que hubiera contrado una extraa enfermedad, que, adems, yo haba estudiado especialmente. Singular coincidencia, Holmes. Fue usted muy listo al darse cuenta, pero poco caritativo al sugerir que fuera causa y efecto.-Saba que lo hizo usted.-Ah, s? Bueno, usted no pudo probarlo, en todo caso. Pero qu piensa de usted mismo, difundiendo informes as sobre m, y luego arrastrndose para que le ayude en el momento en que est en apuros? Qu clase de juego es ste, eh?O el aliento ronco y trabajoso del enfermo.-Dme agua! -jade.-Est usted cerca de su fin, amigo mo, pero no quiero que se vaya hasta que tenga yo unas palabras con usted. Por eso le doy agua. Ea, no la vierta por ah! Est bien. Entiende lo que le digo?Holmes gimi.-Haga por m lo que pueda. Lo pasado, pasado -susurr-. Yo me quitar de la cabeza esas palabras: juro que lo har. Slo creme y lo har.-Olvidar, qu?-Bueno, lo de la muerte de Vctor Savage. Usted casi reconoci que lo haba hecho. Lo olvidar.-Puede olvidarlo o recordarlo, como le parezca. No le veo declarando en la tribuna de los testigos. Le veo entre otras maderas de forma muy diferente, mi buen Holmes, se lo aseguro. No me importa nada que sepa cmo muri mi sobrino. No es de l de quien hablamos. Es de usted.-S, s.-El tipo que vino a buscarme, no recuerdo cmo se llama, dijo que haba contrado esa enfermedad en el East End entre los marineros.-Slo as me lo puedo explicar.-Usted est orgulloso de su cerebro, Holmes, verdad? Se considera listo, no? Esta vez se ha encontrado con otro ms listo. Ahora vuelva la vista atrs, Holmes. No se imagina de otro modo cmo podra haber contrado eso?-No puedo pensar. He perdido la razn. Aydeme, por Dios!-S, le ayudar. Le ayudar a entender dnde est y cmo ha venido a parar a esto. Me gustara que lo supiera antes de morir.-Dme algo para aliviarme el dolor.-Es doloroso, verdad? S, los cooles solan chillar un poco al final. Le entra como un espasmo, imagino.-S, s; es un espasmo.-Bueno, de todos modos, puede or lo que digo. Escuche ahora! No recuerda algn incidente desacostumbrado en su vida poco antes de que empezaran sus sntomas?-No, no, nada.-Vuelva a pensar.-Estoy demasiado mal para pensar.-Bueno, entonces, le ayudar. Le lleg algo por correo?-Por correo?-Una caja, por casualidad?-Me desmayo. Me muero!-Escuche, Holmes! -hubo un ruido como si sacudiera al agonizante, y yo hice lo que pude para seguir callado en mi escondite-. Debe orme. Me va a or. Recuerda una caja; una caja de marfil? Lleg el mircoles. Usted la abri, recuerda?-S, s, la abr. Dentro haba un resorte agudo. Alguna broma-No fue una broma, como ver a su propia costa. Idiota, usted se empeo y ya lo tiene. Quin le mand cruzarse en mi camino? Si me hubiera dejado en paz, yo no le habra hecho nada.-Recuerdo -jade Holmes-. El resorte! Me hizo sangre. Esa caja est en la mesa.-Esa misma, caramba! Y ms vale que salga del cuarto en mi bolsillo. Aqu va su ltimo jirn de pruebas. Pero ya tiene la verdad, Holmes, y puede morirse sabiendo que yo le mat. Usted saba demasiado del destino de Vctor Savage, as que le he enviado a compartirlo. Est usted muy cerca de su final, Holmes. Me quedar aqu sentado y le ver como se muere.La voz de Holmes haba bajado a un susurro casi inaudible.-Qu es eso? -dijo Smith-. Subir el gas? Ah, las sombras empiezan a caer, verdad? S, lo subir para que me vea mejor. -Cruz el cuarto y la luz de repente se hizo ms brillante-. Hay algn otro servicio que pueda hacerle, amigo mo?-Un fsforo y un cigarrillo.Casi grit de alegra y asombro. Hablaba con su voz natural; un poco dbil, quiz, pero la misma que yo conoca. Hubo una larga pausa y not que Culverton estaba parado, mirando mudo de asombro a su compaero.-Qu significa esto? -le o decir al fin, en tono seco y ronco.-El mejor modo de representar un personaje -dijo Holmes-. Le doy mi palabra de que desde hace tres das no he probado de comer ni de beber hasta que usted ha tenido la bondad de darme un vaso de agua. Pero el tabaco es lo que encuentro ms molesto. Ah, ah unos cigarrillos. -O rascar un fsforo-. Esto est mucho mejor. Hola, hola! Oigo los pasos de un amigo?Fuera se oyeron unas pisadas, se abri la puerta y apareci el inspector Morton.-Todo est en orden y aqu tiene a su hombre -dijo Holmes.El polica hizo las advertencias de rigor.-Le detengo acusado del asesinato de un tal Vctor Savage -concluyo.-Y podra aadir que por intento de asesinato de un tal Sherlock Holmes -observ mi amigo con una risita-. Para ahorrar molestias a un invlido, el seor Culverton Smith tuvo la bondad de dar nuestra seal subiendo el gas. Por cierto, el detenido tiene en el bolsillo derecho de la chaqueta una cajita que valdra ms quitar de en medio. Gracias. Yo la tratara con cuidado si fuera usted. Djela ah. Puede desempear su papel en el juicio.Hubo una sbita agitacin y un forcejeo, seguido por un ruido de hierro y un grito de dolor.-No conseguir ms que hacerse dao -dijo el inspector-. Estse quieto, quiere?Son el ruido de las esposas al cerrarse.-Bonita trampa! -grit la voz aguda y gruona-. Esto le llevar al banquillo a usted, Holmes, no a m. Me pidi que viniera aqu a curarle. Me compadec y vine. Ahora sin duda inventar que he dicho algo para apoyar sus sospechas demenciales. Puede mentir como guste, Holmes. Mi palabra es tan buena como la suya.-Vlgame Dios! -grit Holmes-. Se me haba olvidado del todo. Mi quiero Watson, le debo mil excusas. Pensar que le he pasado por alto! No necesito presentarle al seor Culverton Smith, ya que entiendo que le ha conocido antes, esta tarde. Tiene abajo el coche a punto? Le seguir en cuanto me vista; quiz sea til en la comisara.Nunca me haba hecho ms falta -dijo Holmes, mientras se reanimaba con un vaso de borgoa y unas galletas, en los intervalos de su arreglo-. De todos modos, como usted sabe, mis costumbres son irregulares, y tal hazaa significa que m menos que para la mayora de los hombres. Era esencial que hiciera creer a la seora Hudson en la realidad de mi situacin, puesto que ella deba de transmitrsela a usted. No se habr ofendido, Watson? Se dar cuenta de que, entre sus muchos talentos, no hay lugar para el disimulo. Nunca habra sido capaz de darle a Smith la impresin de que su presencia era urgentemente necesaria, lo cual era el punto vital de todo el proyecto. Conociendo su naturaleza vengativa, seguro que vendra a ver su obra.-Pero y su aspecto, Holmes, su cara fantasmal?-Tres das de completo ayuno no mejoran la belleza de uno, Watson. Por lo dems, pasando una esponja con vaselina por la frente y poniendo belladona en los ojos, colorete en los pmulos y costras de cera en los labios, se puede producir un efecto muy satisfactorio. Fingir enfermedades es un tema sobre el que he pensado a veces escribir una monografa. Un poco de charla ocasional sobre medias coronas, ostras o cualquier otro tema extrao produce suficiente impresin de delirio.-Pero, por qu no me quiso dejar que me acercara, puesto que en realidad no haba infeccin?-Y usted lo pregunta, querido Watson? Se imagina que no tengo respeto a su talento mdico? Poda imaginar yo que su astuto juicio iba a aceptar a un agonizante que, aunque dbil, no tena el pulso ni la temperatura anormales? A cuatro pasos se le poda engaar. Si no consegua engaarle, quin iba a traer a Smith a mi alcance? No, Watson, yo no tocara esa caja. Puede ver, si la mira de lado, el resorte agudo que sale cuando se abre, como un colmillo de vbora. Me atrevo a decir que fue con un recurso as con lo que hall la muerte el pobre Savage, que se interpona entre ese monstruo y una herencia. Sin embargo, como sabe, mi correspondencia es muy variada, y estoy un tanto en guardia contra cualquier paquete que me llegue. Pero me pareci que fingiendo que l haba conseguido realmente su propsito, podra arrancarle una confesin. Y he realizado ese proyecto con la perfeccin del verdadero artista. Gracias, Watson, tiene que ayudarme a ponerme la chaqueta. Cuando hayamos acabado en la comisara, creo que no estara de ms tomar algo nutritivo en Simpsons.