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Los oficios del comunicador

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Jesús Barbero

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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Jesús Martín Martín-Barbero

Los oficios del comunicador

Co-herencia, vol. 2, núm. 2, enero-junio, 2005, pp. 115-143,

Universidad EAFIT

Colombia

¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

Co-herencia,

ISSN (Versión impresa): 1794-5887

[email protected]

Universidad EAFIT

Colombia

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115Co-herencia No. 2 Vol. 2 Enero - junio 2005

Los oficios del comunicador1

Jesús Martín-Barbero*

[email protected]

1 Este artículo recoge las

reflexiones llevadas a cabopor el autor a lo largo de sutrabajo como investigador,en relación con la condi-ción del comunicadorcomo profesional.

* Doctor en Filosofía de laUniversidad de Lovaina yposdoctorado en Antropo-logía y Semiótica en Paris.Ha sido profesor visitantede la Cátedra UNESCO deComunicación, en lasUniversidades de PuertoRico, Autónoma deBarcelona, São Paulo y enla Escuela Nacional deAntropología de México.Fundó el Departamento deComunicación de la Uni-versidad del Valle, Colombia.

Resumen En el presente ensayo se evalúan losoficios del comunicador a la luz de tresámbitos problemáticos: las competenciasy los oficios, las agencias de legitimación

y las dinámicas de transformación. Se defiende la tesisde un cambio cualitativo, desde un comunicador-intermediario hacia un comunicador-mediador queasume como base de su acción las asimetrías y lasdesigualdades sociales y culturales, participando comoactor en la construcción de una sociedad democrática.Se subraya en este contexto que, frente a las tecnologíasincorporadas a los medios de comunicación, el ejerciciodel comunicador debe comportar más inquietudes einterrogantes que respuestas.

Palabras clave

Oficios–comunicador, mediador, intermediario,tecnologías–comunicación, medios–comunicación,comunicación–democracia, comunicación–cultura,comunicación–educación.

Recepción: 27 de julio de 2004 I Aprobación: 13 de noviembre de 2004

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Summary The present paper evaluates the diversecareer choices of a journalist in threeproblematic fields: competence andtrades, agencies of validation and thedynamics of transformation.

The article explores the implications of a qualitativeredefinition of a journalist’s role –from being a merejournalist-intermediary to a journalist-mediator. Thejournalist is thus seen as one who assumes the asymmetriesas well as the social and cultural inequalities as the basisof his profession while allowing him to be activelyinvolved in the construction of a democratic society.Finally, it is argued that journalists should develop a morecritical and inquisitive attitude in the light of theirredefined role and the media’s increasing use of technology.

Key words

Journalist-occupations, mediator, intermediary,communication technology, massmedia, communication-democracy, communication-culture, communication-education.

Debemos realizar un acto de violencia: obligar a que elmundo tome en consideración cuestiones de las que hasido inconsciente y rechazar o evitar que esta inconscienciadel mundo haga de él algo distante e incomunicado paranosotros. El intento de comunicar contravendrá supropósito. En este proceso de conversión f orzadareproduciremos la esperanza de la comunicación másremota.

Zigmun Bauman

Introducción

Lo que sigue es un ensayo cruzado con un manifiesto.Hablo de ensayo en su acepción teatral, aquella en queensayar equivale a una previa puesta en escena de losgestos y los tonos, las figuras, posiciones y acciones deuna obra cuyo libreto se halla escrito pero debe convertirseen representación visible y audible. Manifiesto es aqueltipo de texto en el que se dibujan con libertad y radica-lidad los trazos de un proyecto político y/o cultural. Los

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oficios del comunicador es además untexto en su más fuerte sentido, ya quese halla tejido con fragmentos detextos escritos y publicados a lo largode muchos años, pero juntos aquípor primera vez, y reescritos en suconjunto para hacernos cargo de laspreocupaciones actuales. El proyectoque moviliza esta reflexión es el quelleva del comunicador–interme-diario –voz de su amo, ilusionista quecree poder hacer comunicar a los quemandan con los que sufren susabusos, o a los creadores y los consu-midores, sin que en esas relacionesde poder nada cambie; iluso que secree que comunicando a las gentespuede ahuyentar los conflictos y quetodo siga igual– al comunicador–mediador, que es aquel otro queasume como base de su acción lasasimetrías, las desigualdades socialesy culturales, que tensionan/desgarrantoda comunicación, y entiende suoficio como el trabajo y la lucha poruna sociedad en la que comunicarequivalga a poner en común, o seaa entrar a participar y ser actoresen la construcción de una sociedaddemocrática.

No puede resultar extraño que,desconcertados por la vastedad ygravedad de los problemas que hoyentrañan los procesos y medios decomunicación, y tironeados por lamultiplicidad de figuras que hoysuscita su ejercicio –desde los magosde la publicidad y las vedettes detelenovela hasta los animadores delos superprogramas, pasando por losperiodistas estrella y los expertos enefectos especiales de audio o devideo– muchos aspirantes a comu-

nicadores se sientan perdidos, con-fundidos, apáticos ante la reflexióny tentados de dejarse seducir por loque más brilla: las fascinantes proezasde la tecnología prometiendo elreencantamiento de nuestras des–encantadas y desazonadas vidas. Y,¿qué estamos haciendo losresponsables de su formación por saliral camino de esas confusiones,desazones y fascinaciones? Que nadieespere recetas. En lo que sigue, másque puntuales respuestas, lo que seencontrará es un dibujo de loscontornos de la situación y el esbozode algunas pistas.

1. La inapelable pero ambigua

centralidad de la comunica-

ción en la sociedad actual

En nuestras sociedades experi-mentamos cada día con más fuerzaque los logros y fracasos de lospueblos en lucha por defender yrenovar su identidad y autonomía sehallan ligados a las dinámicas ybloqueos en la comunicación. Perodecir comunicación es hablar deprocesos cargados de sentidosprofundamente antagónicos. Pues,de un lado, la comunicación signi-fica hoy el espacio de punta de lamodernización, el motor mismo dela renovación industrial y las transfor-maciones culturales que nos hacencontemporáneos del futuro, ya que,asociada al desarrollo de las tecno-logías de información, la comuni-cación nos proporciona la posibilidadde alcanzar al fin el tren de ladefinitiva modernización industrial,de la eficacia administrativa, de las

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innovaciones educativas y hasta delavance democrático que entrañaríanlas virtualidades descentralizadorasde la informática. Pero, de otro lado,la comunicación es también hoysinónimo de lo que nos manipula yengaña, de lo que nos desfigurapolíticamente como país y de lo quenos destruye culturalmente comopueblos. Asociada a la masificaciónque hacen los medios, la comunica-ción sigue significando para buenaparte de la izquierda la punta de lanzadel imperialismo y la desnacionaliza-ción, y para la derecha la expresiónmás visible de la decadencia culturaly la disolución moral. Desde ambaspercepciones la comunicaciónaparece como un espacio catalizadorde grandes esperanzas y temores, deahí que se haya convertido en elescenario de las convergencias másextrañas y de las complicidades máscínicas. Entre los que se proclamandefensores de los derechos colectivosy los mercenarios de los intereses másprivados –como es constatable cadavez que se intenta sacar adelante ennuestras instituciones legislativasunas mínimas políticas de comunica-ción realmente democráticas–, oentre los más aguerridos críticos dela manipulación y la alienaciónideológica, a nombre de los interesesde las mayorías, y los defensores delelitismo y el paternalismo más rancio,como es comprobable cada vez quese reabre el debate sobre el sentido yel alcance de unas políticas culturalesrealmente públicas. Los gestos y losgritos de la retórica nacionalista, quesatura los discursos contra la invasiónde lo extranjero en los medios masi-

vos, resultan con frecuencia bienrentables para empresas “nacionales”de la industria cultural, a las que lamediocridad de sus producciones, ouna mala administración, hanllevado a la crisis. Así mismo, lasposiciones de indiferencia o derechazo de la elite intelectual a tomaren serio las transformacionesculturales que se producen desde losmedios masivos, encubren unaobstinada y útil idea de cultura conla que legitiman el derecho a decidirlo que es cultura. La distancia queen el mundo desarrollado hamantenido gran parte de laintelectualidad frente a las industriasculturales, se ha convertido confrecuencia en nuestros países,periféricos y dependientes, en unaesquizofrenia que resulta deresponder al imperialismo norte-americano con un complejo culturalde europeos, que se expresa en unextrañamiento profundo de losmestizajes y las dinámicas culturalesque viven las mayorías de nuestrospaíses. La parte que le correspondea la dinámica y a la lógica de lascomunicaciones masivas en laconformación de los nuevos modosen que experimentamos lo nacionalo lo latinoamericano, es cada vezmayor. Pues en los medios de comu-nicación no sólo se reproduce unaideología, también se hace y serehace la cultura de las mayorías, nosólo se consagran formatos sino quese recrean géneros en cuya tramanarrativa, escenográfica y gestualtrabajan bien mezclados el imaginariomercantil y la memoria cultural.

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De otro lado, nos encontramos envueltos por unambiente de intereses que, combinando descaradamenteel más grande optimismo tecnológico con el más radicalpesimismo político, convierte el poder de los medios enla omnipresencia mediadora del mercado. Pervirtiendoel sentido de las demandas políticas y culturales, queencuentran de algún modo expresión en los medios, sedeslegitima cualquier cuestionamiento de un orden socialal que sólo el mercado y las tecnologías permitirían darseforma. Interesado ambiente que nos sumerge en unacreciente oleada de fatalismo tecnológico, frente al cualresulta más necesario que nunca plantearse la preguntasobre cómo asumir el espesor social y perceptivo quehoy revisten las tecnologías comunicacionales –susmodos transversales de presencia en la cotidianidad desdeel trabajo al juego, sus espesas formas de mediación, tantodel conocimientocomo de la polí-tica– sin ceder alrealismo de lo ine-vitable que pro-duce la fascinacióntecnológica, y sindejarse atrapar enla complicidad dis-cursiva que enlazala modernizaciónneoliberal –que proclama al mercado como únicoprincipio organizador de la sociedad en su conjunto– conel saber tecno–lógico, según el cual, agotado el motorde la lucha de clases, la historia habría encontrado surecambio en los avatares de la información y lacomunicación.

La centralidad indudable que hoy ocupan los mediosen nuestras sociedades resulta desproporcionada yparadójica en países –como los nuestros– con necesidadesbásicas insatisfechas en el orden de la educación o lasalud, y en los que el crecimiento de la desigualdadatomiza nuestras sociedades deteriorando los dispositivosde comunicación; esto es cohesión política y cultural. Y,«desgastadas las representaciones simbólicas -afirma elpolitólogo chileno Norbert Lechner-, no logramoshacernos una imagen del país que queremos, y por ende,

La comunicación significa hoy

el espacio de punta de

la modernización, el motor mismo

de la renovación industrial y

las transformaciones culturales que

nos hacen contemporáneos del

futuro.

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la política no logra fijar el rumbo delos cambios en marcha». De ahí quenuestras gentes puedan con ciertafacilidad asimilar las imágenes de lamodernización y no pocos de loscambios tecnológicos, pero sólo muylenta y dolorosamente puedenrecomponer sus sistemas de valores,de normas éticas y virtudes cívicas.

Todo lo cual nos está exigiendopensar que lo que en los procesos ylas tecnologías de comunicación estáen juego es la emergencia de unarazón comunicacional cuyos disposi-tivos –la fragmentación que dislocay descentra, el flujo que globaliza ycomprime, la conexión que desma-terializa e hibrida– agencian eldevenir mercado de la sociedad.Frente al «consenso dialogal» en elque Habermas ve emerger la razóncomunicativa, descargada de laopacidad discursiva y la ambigüedadpolítica que introducen la mediacióntecnológica y mercantil, lo queestamos necesitando pensar es lahegemonía comunicacional delmercado en la sociedad: la comu-nicación convertida en el más eficazmotor del desenganche e inserciónde las culturas –étnicas, nacionaleso locales– en el espacio/tiempo delmercado y las tecnologías globales.En el mismo sentido necesitamosestudiar el lugar estratégico que hapasado a ocupar la comunicación enla configuración de los nuevosmodelos de sociedad, y su paradó-jica vinculación tanto al relanza-miento de la modernización –víasatélites, informática, videoproce-sadores– como a la desconcertada ycontradictoria experiencia de latardomodernidad.

Los oficios del comunicador, Jesús Martín-Barrero

2. Notas para la construcción

de un mapa de los oficios

del comunicador

Al tener como campo de refe-rencia procesos estratégicos de lavida política y cultural, los estu-dios de comunicación se hallanmarcados por hechos que rebasanla dinámica propia de las discipli-nas que los integran: por una partelo reciente de su constitución comocampo académico y la fuerte inci-dencia de la revolución tecnológicaen la conformación y aceleradatransformación de sus objetos deestudio, y por otra la constanteinteracción entre las variacionessociales, los cambios culturales ypolíticos y las modificaciones queen una perspectiva histórica hanteniendo las comunicaciones en elmundo y en nuestros países. Laformación de comunicadores se havisto así permanentemente desga-rrada entre una tendencia fundamen-talista y otra practicista. El recorridode esos estudios en América Latina,muestra las dificultades que encuentraaún la articulación de lo abordadoen la investigación con lo temati-zable en la docencia, así como lalenta consolidación en propuestascurriculares de la interacción entreavance teórico y renovación profe-sional. De otra parte, al no estarintegrado por una disciplina sino porun conjunto de saberes y prácticaspertenecientes a diversas disciplinasy campos, el estudio de la comunica-ción presenta dispersión y amalgama,especialmente visibles en la relaciónentre ciencias sociales y adiestra-

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mientos técnicos. De ahí la tentacióntecnocrática de superar esa amalgamafragmentando el estudio y especiali-zando las prácticas por oficios,siguiendo los requerimientos delmercado laboral.

Pero atender únicamente a losreferentes empíricos que parecendominar el mercado laboral, noscoloca ante un mapa profesional nosólo estrecho sino engañoso, ya queen él no son directamente visibles losdiferentes tipos de cambios queatraviesa la profesión y sus oficios.Donde el mercado señala la plana ypersistente presencia de periodistas,publicistas y críticos o alternativos,lo que necesitamos comprender es elsentido y alcance del terremoto queemborrona y disloca las figurasprofesionales, tanto desde el ámbitode los saberes como de las prácticas.Tomemos como ejemplo el perio-dismo. Una pista decisiva paraentender lo que está pasando es laque proporciona la transformacióndel lenguaje y los discursos delperiodismo en los últimos años.Hablo de trans–formación para seña-lar la envergadura de unos cambiosproducidos por el entrecruzamientode las innovaciones tecnológicas conmodificaciones de fondo en lasformas de representación política ycon las nuevas mediaciones que elmercado introduce en la fabricacióny escenificación de la noticia. Ypartiendo de la televisión como«modelo» del sentido que estántomando las transformaciones dellenguaje periodístico –porque enmuchos aspectos también para laprensa y la radio el modelo lo está

poniendo la televisión– lo queencontramos es la realización de laprofecía de Lyotard sobre la muertede los «macro relatos», en la versiónde «relatos largos» por una fragmen-tación que, apoyada en la simulta-neidad del hecho con la cámara,constriñe la duración de los aconteci-mientos en una actualidad que sedevora cada día más velozmente a símisma, por la equivalencia de todoslos discursos, la interpenetración delos géneros –noticioso/ opinión/publicitario– y por una estética delo efímero y lo light. Y todo ellomientras el periodismo de investiga-ción se muere de muerte antinatural,es decir, cuando más lo están nece-sitando nuestros países. Así lacrónica y el reportaje tienden adesaparecer, sustituidos por losnuevos discursos que posibilita lateleinformación y los livianos y ágilesformatos que permite la ediciónelectrónica. Hay una sospechosacoincidencia de la transformacióninformática del periodismo con lareorganización del mercado publi-citario y la penetración del marketingeditorial en las salas de redacción.El escenario de la información asistea una paradójica «desprofesionaliza-ción del oficio», afirma Mauro Wolf,pues el aumento electrónico de losflujos informativos disloca seria-mente la identificación y el uso delas fuentes. El acrecentamiento de lacantidad no se traduce en una mejorverificación ni en un aumento delcontrol cruzado, que era la marcamás cierta de la profesionalidad delperiodista, sino que relaja el controlconvirtiendo el contexto del evento

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en un mero collage de pedazossacados de otros artículos sobre elmismo evento.

Estamos pues ante una carreracuyo perfil académico y profesional–mal que les pese a los que siguencreyendo que el «verdadero oficio»del periodista es uno solo, e idénticoal de hace cincuenta años– se estáviendo sometido a tensiones muynuevas, provenientes tanto de unasociedad en la que la comunicaciónmedia hoy profundos cambios en lapolítica y la cultura, como deempresas de comunicación que estánperdiendo aceleradamente su perfilde empresas político–culturales,para convertirse en conglomeradoseconómicos para los que lo que deveras cuenta es el rating, es decir, elnegocio.

Para captar las profundas trans-formaciones que presenta el mapadel campo profesional, campo quese halla sin duda estrechamenteligado al mercado laboral –pero queno por ello se confunde con él– nece-sitamos plantearnos al menos tresámbitos de cambio en su conforma-ción, los de:

a. competencias y oficios: quésaberes y destrezas conforman elbagaje básico en las diferentes figurasque hegemonizan el campo de lacomunicación en el país,

b. agencias de legitimación:cuáles son las instancias que promue-ven o devalúan esas competencias yoficios –las empresas de comunica-ción, las organizaciones gremiales, lasinstituciones estatales, las universi-dades, etc.– y ¿cuál es el peso relativode cada una de ellas?

c. dinámicas de transformación:desde qué fuerzas, movimientos yactores sociales –políticos, tecnoló-gicos, educativos, intelectuales,artísticos– se activan cambios en lascompetencias del comunicador y¿cuáles son las líneas de transfor-mación y los rasgos principales delas figuras profesionales emergentes?

Ese primer mapa necesita iracompañado de una cartografía quepermita diferenciar y evaluar losmodelos de formación que no sonlegibles en el texto de los planes deestudio, ya que lo que en ellos seencuentra son principios abstractosy adhesiones a valores generales. Losmodelos de formación tienen unmodo de existencia más práctica queteórica y operan a través de lasideologías profesionales que cadaescuela legitima y de los modelospedagógicos que guían el procesodocencia/aprendizaje.

a. Las ideologías profesionales noson evidentemente una creación dela escuela, sino el lugar de ósmosisentre las imágenes que sobre el oficioproduce el mercado y proyectan losprofesionales de la comunicación ylas expectativas de trabajo que lasuniversidades movilizan. Vamos aseñalar las cuatro ideologías que nosparecen predominantes en las escue-las de comunicación. La de empleado,cuyo horizonte vital es el de laseguridad laboral y el ascenso social,y cuya expectativa profesional es lade ejecución o administración. La deinvestigador, que teniendo comoubicación ideal las institucionesacadémicas, identifica su trabajo

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primordialmente con el análisis, lacrítica y la docencia. La de animadoro promotor, cuya ubicación sueleencontrarse en las institucionespúblicas o en las organizacionescomunales y cuyo horizonte de trabajoes la planificación y promoción deactividades que alienten la parti-cipación comunitaria. La del artistao creador, cuyo horizonte primordiales el de la autonomía de su trabajo,lo que, ya sea en la empresa privadao en la institución pública, lo iden-tifica con el diseño, la experimentacióny la producción innovadora.

Es obvio que en la vida esasideologías se mezclan y que entiempos de contracción económica,como los que atraviesa la mayoría denuestros países, la dificultad deconseguir trabajo y la inseguridadlaboral permean fuertemente cual-quier posición o actitud, perotambién es cierto que esas ideologías,en forma de las expectativas que laescuela estimula y prestigia o descartay desvaloriza, constituyen un compo-nente fundamental en la formaciónde los comunicadores.

b. Los modelos pedagógicos son unlugar de interacción entre las lógicasinternas de la enseñanza y las culturasdel conocer predominantes en lasociedad. El modelo más antiguo, yen cierta medida y ámbitos el más«noble» es el humanista, que da laprimacía a la formación «integral»de la persona por encima de laadquisición de destrezas e incluso desaberes, y que tiende a supeditarcualquier razón científica o políticaa la razón moral. El modelo raciona-

lista tiene como eje el saber científicode talante, si no positivista al menosempirista: identifica la formación conla disciplina de la mente y la adqui-sición del rigor en el desarrollo delconocimiento. El modelo tecnicistatiene en la base la fragmentación delos saberes, de ahí que formar seidentifique con especializar, y latendencia a valorar, sobre cualquierotra estrategia pedagógica, las técni-cas de aprendizaje y el desarrollo desaberes instrumentales.

Si en las escuelas de comunica-ción el que predominó durante muchotiempo fue el modelo humanista –lasinstituciones académicas de la Iglesiafueron pioneras en la implantaciónde los estudios de comunicación enAmérica Latina, y su influencia peda-gógica sigue siendo notable– hoyasistimos a su desplazamiento, perono por el modelo racionalista sinopor el tecnicista. De ahí que uno delos debates más importantes ennuestro campo sea el que se planteaen torno a si el pregrado debe formarun comunicador «generalista» oespecialista. Debate trucado en buenamedida, ya que los defensores delgeneralista suelen mezclar muyválidas razones de formación conprejuicios y posiciones moralistasacerca del papel y poder de lastecnologías en la sociedad, al tiempoque los defensores del especialistamezclan una visión más moderna dela racionalidad tecnológica y lasexigencias de diferenciación desaberes y oficios con una enormemiopía social y política. Pero lo quehoy está en juego en ese debate se

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sitúa en otro lugar: el de la capacidadde las escuelas de comunicación parapensar lo que significa que la actualrevolución tecnocientífica tengacomo ámbito central los procesos ydispositivos de la comunicación y lainformación. ¿Están nuestras escuelasasumiendo el replanteamiento delestatuto del conocimiento y delaprendizaje que esa revoluciónentraña y la reorganización de losoficios que impulsa? Porque elproblema de fondo tiene que verentonces con la posibilidad dediseñar un proceso de formación, enel que la consolidación de lacomunicación como ámbito deoficios no se haga a costa de perderel sentido analítico y crítico quedebe vertebrar el trabajo delcomunicador.

3. Los saberes indispensables

Consolidada en los últimos añosla propuesta de un comunicadorproductor de comunicación, a lo queahora nos enfrentamos es a la neutra-lización de su perfil social y sucarácter de servicio público. Eldebate teoría/práctica ha dejado deser la lucha entre teoricismo ypragmatismo y se desplaza hoy haciaotro terreno: el de la hegemonía teó-rica del saber tecnológico. La ideade información –asociada a lasinnovaciones tecnológicas– ganaoperatividad y legitimidad científicamientras la de comunicación seopaca o desplaza y aloja en camposaledaños. Dicho de otra manera, elproblema de fondo ya no es laponderación del peso que en la

formación del comunicador debentener los diversos saberes y destrezas,sino qué tipo de reflexión teórica einvestigativa pueden articularse al«hacer comunicación», sin quedarabsorbidas o neutralizadas por larazón tecnológica y la «expansión»de la lógica mercantil a modelo desociedad. En otras palabras: ¿quémediaciones de pensamiento debenser trabajadas para que el análisis yla crítica puedan vincularse creativa-mente al trabajo productivo delcomunicador? Al menos cuatro: lasestructuras de poder, las lógicas deproducción, las dinámicas culturalesy las gramáticas discursivas.

Estructuras de poder: tematiza-das más en términos de determina-ción causal que de mediación, suestudio fagocitó durante muchosaños el sentido de las relaciones entrecomunicación y sociedad. Pero hoyni las figuras de lo social ni los modosde comunicación se dejan tratar tanunificada y totalizadoramente, puesnecesitamos pensar las estructuraspara que la inteligibilidad de lo socialno se disuelva en la fragmentaciónque introduce la percepción de lapluralidad sociocultural y la nuevasensibilidad por la diferencia. Lacuestión de las estructuras –de pro-piedad económica y de poder político–sigue siendo esencial no sólo paraentender las condiciones de produc-ción en nuestros países sino paraimaginar alternativas que no se agotenen el esteticismo o se desangren enel marginalismo.

Lógicas de producción: almenos dos, la de la acumulación/rentabilidad del capital y la del

Los oficios del comunicador, Jesús Martín-Barrero

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proceso industrial. Con fuertes lazosde complicidad entre ambas, perodistintas. Haberlas confundido fue loque convirtió la crítica en huida, puessi la racionalidad de la producciónse agota en la del sistema, no hay otraforma de escapar a la reproducciónque siendo improductivos. Lo quefue «traducido» por Adorno yaplicado a nuestro campo al afirmartextualmente que en la era de lacomunicación de masas «el artepermanece íntegro cuando no parti-cipa en la comunicación». Ahorasabemos, sin embargo, que tanto lareproducción como las transfor-maciones de la comunicación pasanpor complejas redes de ideologíasprofesionales y corporativas, porestructuras jerarquizadas de decisióny diferenciación de los oficios, porrutinas cotidianas y técnicas detrabajo que no son emanación delcapitalismo, sino condiciones opera-tivas y dispositivos organizativos dela producción industrial.

Dinámicas culturales: nos referi-mos a las dinámicas de incorporaciónde las mayorías a la modernidad dela cultura audiovisual –y de lasminorías a la informática–, medianteel desplazamiento de la producciónde cultura de las comunidades hacíainstituciones y aparatos especializados,y a su vez insertados en el movi-miento de integración a la economía–mundo. Dinámicas de fragmentacióndel hábitat cultural de los pueblos ylas naciones mediante la fragmen-tación de los públicos, la multiplicaciónde los canales y la segmentaciónespecializada de los consumos.Dinámicas de secularización de los

mundos simbólicos, de desterritoria-lización de las demarcaciones cultu-rales –culto/popular, moderno/tradicional, nacional/extranjero–, dehibridación de culturas y subculturasque dan lugar a identidades nuevas,percibidas desde temporalidades máscortas y precarias.

Gramáticas discursivas: enten-diendo por tales las estrategiascomunicativas en que se hace laósmosis de las matrices estéticas y losformatos comerciales. Gramáticasconfiguradas por prácticas de enun-ciación de actores situados tanto enla producción como en la recepción,y por formatos de sedimentación desaberes narrativos, hábitos y técnicasexpresivas. Gramáticas que danlugar a una topografía de discursosmovediza y en constante evolución,que viene exigida no sólo por larenovación del capital y las transfor-maciones tecnológicas, sino tambiénpor el movimiento permanente de lasintertextualidades e intermedialidadesque alimentan los diferentes génerosen los diferentes medios. Gramáticasque son lugar de complejos entramadosde residuos e innovaciones, de anacro-nías y modernidades de asimetríascomunicativas que involucran, de laparte de los productores sofisticadas«estrategias de anticipación», y dela parte de los espectadores, la acti-vación de competencias de lecturay operadores de apropiación.

También existe hoy un amplioconsenso en las escuelas de comuni-cación en torno a la necesidad de quela investigación supere el nivel de la«generalidad denunciante» para pasara ser un ingrediente renovador del

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Atender únicamente a

los referentes empíricos que parecen

dominar el mercado laboral, nos

coloca ante un mapa profesional no

sólo estrecho sino engañoso.

Los oficios del comunicador, Jesús Martín-Barrero

cómo y con quién «hacer comunicación». Se trata de unainvestigación que ayude a que la producción responda ademandas de comunicación que, aunque mediadas por laindustria cultural, den expresión a necesidades colectivasy recojan matrices culturales de raigambre popular. Loque exige transformar la docencia en un espacio deexperimentación social posibilitando la apertura deltrabajo académico a nuevos modos de relación con la«vida real». Pues lo que torna «irreal», especulativo yestéril el trabajo académico no es la distancia indispensableque requiere la producción de conocimientos, sino lairrelevancia social de los problemas que se abordan y elformalismo de las soluciones tanto teóricas como prác-ticas. Entendemos entonces, por experimentación social,las estrategias de encuentro de la escuela con la realidadcomunicacional del país y la región, esto es, laarticulación de la docencia y la investigación a proyectosde formulación de demandas sociales y al diseño de

alternativas.Si la investiga-

ción formula lasdemandas, lasprácticas de pro-ducción podránorientarse a darforma, o sea adiseñar alternati-

vas. Para adelantarnos a los malentendidos debemosaclarar que no estamos desconociendo la parte deaprendizajes técnicos y réplica de formatos en prensa,radio o televisión que requieren las prácticas. Lo quequeremos plantear es que el productor de comunicaciónque se forma en la universidad no puede ser un meroejecutor, sino algo bien distinto, un diseñador, alguiencapaz de concebir el proceso entero que va desde la ideaa la realización, alguien que puede dar cuenta de lo quese quiere comunicar, de los públicos a quienes se dirige yde los discursos en que deba expresarse. Pues el diseñotiene tanto de experiencia como de invención, no puedealimentarse de puro empirismo ni puede confundirse conel juego formal.

Y aclaremos también en qué sentido hablamos dealternativas. Insisto en el plural para ir en contra de la

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tendencia a pensar que exista unaforma auténtica de lo alternativo. Esmucho el esfuerzo por darle voz a losexcluidos y por abrirle espacio a laexpresión popular que hay detrás dela llamada «comunicación alternati-va». Pero también es mucho lo queahí se ha agazapado de visiónmaniquea y marginalista, cargada deresiduos puristas y populistas: iden-tificado con lo popular, y esto a suvez con lo auténtico, lo alternativosería el mundo de la horizontalidad yla participación en sí mismas. Por esodiseñar alternativas de comunicaciónes trabajar tanto por ampliar lasvoces y los géneros que caben en losmedios masivos como por potenciarla democratización que se gesta enlos proyectos de comunicacióncomunitaria. En uno u otro ámbitode lo que se trata es de hacer efectivala pluralidad, la diferencia que enri-quece la sociedad y desde la que seconstruye la democracia.

Todo lo anterior conduce a unapropuesta que escandalizará a nopocos: la de que los saberes quenecesita el comunicador son, tantolos de su especializado oficio comolos generales y públicos del intelec-tual. Después de todo el esfuerzopuesto en nuestras escuelas paraasumir la dimensión productiva dela profesión, ¿no estaríamos devol-viéndonos a la época en que seconfundía el estudio con la denun-cia? Y bien, no. Lo que estamosproponiendo es que, en la medidaque el espacio de la comunicaciónse torna cada día más estratégico,decisivo para el desarrollo o el bloqueode nuestras sociedades, se hace másnítida la demanda social de un

comunicador capaz de enfrentar laenvergadura de lo que su trabajopone en juego, y las contradiccionesque atraviesan su práctica, como lorevela la densa relación entre violen-cia e información, la incidencia delos medios en la legitimación de losregímenes de populismo autoritarioy la de las nuevas tecnologías en lareorganización de la estructuraproductiva, de la administraciónpública e incluso en la «estructura»de la deuda externa. Y eso es lo queconstituye la tarea básica del intelec-tual: la de luchar contra el acoso delinmediatismo y el fetiche de la actua-lidad, poniendo contexto histórico,«profundidad» y distancia crítica,que le permita comprender y hacercomprender a los demás el sentido yel valor de las transformaciones queestamos viviendo. Frente a la crisisde la conciencia pública y la pérdidade relieve social de ciertas figurastradicionales del intelectual, esnecesario que los comunicadoreshagan relevo y conciencia de que enla comunicación se juega de maneradecisiva la suerte de lo público, lasupervivencia de la sociedad civil yde la democracia.

4. Espacios y figuras del

ejercicio profesional

Delineo seguidamente la situa-ción de algunos campos de experienciaque son al mismo tiempo espacioslaborales, en los que las transforma-ciones replantean el sentido y el valorsocial de los oficios del comunicador.Son ellos el de la información, lacultura y la educación.

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los medios sólo catalizan, refuerzany alargan las tendencias que vienende los movimientos más profundosde lo social– la sensaciónpostmoderna de la muerte de lasideologías y de las utopías, porqueambas se hayan ligadas a otratemporalidad más larga, que hoy esemborronada por la pérdida deaquella relación activa con el pasadoque posibilitaba la concienciahistórica.

La autofabricación de presentepor la información periodística estáconllevando una profunda ausenciade futuro. Catalizando la sensaciónde «estar de vuelta» de las grandesutopías, los medios se han consti-tuido en un dispositivo fundamentalde instalación en un presente conti-nuo, en una secuencia de aconteci-mientos que, como dice NorbertLechner, «no alcanza a cuajar enduración». En lugar de trabajar losacontecimientos como algo quesucede en un tiempo largo o por lomenos mediano, la informaciónpresenta los acontecimientos sinninguna relación entre sí, en unasucesión de sucesos –valga lo que ahíhay de redundancia como síntomadel autismo de que hablaba antes–en la que cada acontecimientoacaba borrando al anterior, disol-viéndolo e impidiéndonos por tantoestablecer verdaderas relacionesentre ellos. Y así se nos hace imposibleconstruir proyectos: «Hay proyeccio-nes pero no proyectos», añadeLechner; algunos individuos seproyectan pero las colectividades notienen donde asir el futuro. Sinproyectos el futuro adquiere el rostro

La información: los desafíos

del modelo hegemónico al

periodismo independiente

Frente a la decisiva tarea quecaracteriza la figura del comuni-cador–mediador, la de saber tomardistancia de la prisa y el inmediatismopara introducir el análisis de lo queestamos viviendo, parecería que loque los miedos e inseguridades delfin de siglo le solicitan a los medioses, por el contrario, fabricar presente.Y dedicados a ello los medios masivosnos construyen un presente cada díamás autista que cree poder bastarsea sí mismo. Ello significa en primerlugar que los medios están contri-buyendo a un debilitamiento delpasado, de la conciencia histórica,pues sus modos de referirse a lahistoria son casi siempre descontex-tualizándola, reduciendo el pasado auna cita, y a una cita que no es másque un adorno para colorear elpresente con lo que Frederic Jamesonha llamado «las modas de la nostalgia».El pasado deja de ser entonces partede la memoria, de la historia, y seconvierte en ingrediente del pastiche,esa operación que nos permite mez-clar los hechos, las sensibilidades ylos textos de cualquier época sin lamenor articulación con los contextosy movimientos de fondo de esaépoca. Y un pasado así no puedeiluminar el presente, ni relativizarlo,ya que no nos permite tomar distan-cia de lo que estamos viviendo en loinmediato, con lo que contribuye ahundirnos en un presente sin fondo,sin piso, y sin horizonte. Los mediosestán reforzando –no creando, pues

Los oficios del comunicador, Jesús Martín-Barrero

129Co-herencia No. 2 Vol. 2 Enero - junio 2005

de la mera repetición, de la incesante reproducción delpresente. Que es a lo que se refería ilusionada e ilusa-mente Fukuyama con su proclamación del «fin de laHistoria». Y sin un mínimo horizonte de futuro no hayposibilidad de pensar cambios, haciendo entonces quela sociedad patine sobre una sensación de sin–salida. Sila desesperanza de nuestra gente joven es tan honda esporque en ella se mixturan los fracasos de nuestros paísesen sus intentos de cambio con esa otra sensación, máslarga y general, de impotencia que la ausencia de futurointroduce en la sensibilidad fin-de-siglo.

Asistimos a una forma de regresión que nos saca dela historia y nos devuelve al tiempo del mito, el de loseternos retornos,y en el que el únicofuturo posible esentonces el queviene del «masallá», no un futuroa construir por loshombres en la his-toria sino un futu-ro a esperar quenos llegue de otraparte. Es de eso delo que habla el retorno de las religiones, de los orientalis-mos nueva era y los fundamentalismos de toda laya. Es lanueva edad media que atisbaron, y de la que empezarona hablar Eco y sus amigos al comienzo de los años setenta.Un siglo que parecía hecho de revoluciones –sociales,culturales– termina dominado por las religiones, los mesíasy los salvadores: «el mesianismo es la otra cara delensimismamiento de esta época» concluye Lechner. Ahíestá el reflotamiento descolorido pero operante de loscaudillos y los pseudopopulismos.

Claro que hay mucho por matizar, pues mientras laprensa, alguna prensa al menos, intenta aún enlazar loshechos, hilarlos, ponerlos en contexto, la radio y especial-mente la televisión trabajan sobre la simultaneidad detiempos y la instantaneidad de la información que,posibilitadas por las tecnologías audiovisuales y telemá-ticas, se han convertido en perspectiva, esto es en modo

El problema de fondo tiene que ver

con la posibilidad de diseñar un

proceso de formación, en el que

la consolidación de la comunicación

como ámbito de oficios no se haga a

costa de perder el sentido analítico

y crítico que debe vertebrar

el trabajo del comunicador.

130

de ver y de narrar. Los medios audio-visuales aplastan la temporalidadsobre la instantaneidad. A lo que hoyllaman los medios actualidad es a latoma en directo o sus equivalentes. Yesa simultaneidad entre aconteci-miento e imagen, entre suceso ynoticia, es la que le exige a la radioo la televisión cortar cualquierprograma para conectarnos con elpresente de lo que está pasando –atención a ese verbo pasar, pues setrata de un presente que no tienereposo sino que pasa y pasa a todavelocidad–, exigiendo también queel tiempo en pantalla de cualquieracontecimiento sea también instan-táneo y equivalente: tanto dura unamasacre de indígenas o campesinoscomo un suceso de farándula, puesen la economía del tiempo de latelevisión valen lo mismo. Extrañaeconomía la de la información enradio o televisión, según la cual sucosto en tiempo implica que lainformación –como la actualidad–dure cada vez menos. Hasta hace unsiglo «lo actual» se medía en tiemposlargos, pues nombraba lo que perma-necía vigente durante décadas, perodespués la duración se fue acortando,estrechando. y acabó dándose comoeje la semana, después el día, y ahoralo actual es el instante–incesantementerepetido– en que coinciden el sucesoy la cámara o el micrófono. O quizássea al revés: lo actual es el instanteque la cámara convierte en suceso.¿Cómo diferenciarlos? Vivimos asíinmersos en un presente cada vez máscomprimido, pues uno de los logrosmayores del desarrollo tecnológicoa partir de la fibra óptica, es la

compresión (¡no confundir concomprensión!), pues de lo que setrata es de meter y hacer circular elmáximo de información en el míni-mo de espacio, en el mínimo deespesor material. Con lo que elmodelo tecnológico de la información–la compresión posibilitando unoscomputadores a la vez más pequeñosy con mayor capacidad de almace-namiento a partir de chips cada vezmás diminutos y potentes– es el queestá dando la pauta a la hora deconfigurar los criterios con que valo-ramos la información social, política,cultural. Lo que trasladado al campode la memoria significa que la queahora vale ya no es la de «los viejosde la tribu», la memoria cultural,que es no acumulativa sino conflic-tiva, articulada sobre los tiempos largosde la historia y preñada de sentido,sino la que cabe en el computador,la memoria instrumental y operativa.Que es hoy la memoria/modelo paralos medios, la que funcionaliza elsentido de los hechos a los interesesdel tiempo rentable, la conversión dela memoria en rentabilidad informativa,la transformación de la actualidad endesmemoria. Pues la actualidad nosoporta la memoria, y cuando lamemoria es convertida en actualidadlo que resulta es una traición aaquellos en nombre de los cuales sedice hacer memoria. De esta manera,la memoria de las víctimas de nues-tras «guerras» sociales ypolíticas esdiariamente confundida con la coti-diana demanda colectiva de morbo,de «hechos fuertes», y condenada alflujo invisibilizador de los sucesos.

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131Co-herencia No. 2 Vol. 2 Enero - junio 2005

Como no hay posibilidad de undiscurso que recuerde de verdad sinque la palabra guarde cicatrices, loque hoy abundan son modos derecuerdo que acaban siendo unaforma de borrar el pasado, de tornarloborroso, difuso, indoloro. Y unapolítica informacional no escrita enningún manual de redacción o departido, parece sin embargo regularla forma en que el recuerdo debecircular para que no ofenda a nadie,esto es, no como memoria viva,lacerante, conflictiva, sino comodiscurso neutro, indiferente, por másgestos dramáticos que adornen y«dramaticen» ese discurso. No haymemoria sin conflicto porque nuncahay una sola memoria, siempre esuna multiplicidad de memorias enlucha. Con todo, la inmensa mayoríade la memoria de que dan cuenta losmedios es una memoria de consenso,lo que constituye la etapa superiordel olvido. «No hay memoria sinconflicto» significa que por cadamemoria activada hay otras memoriasreprimidas, desactivadas, enmude-cidas; por cada memoria legitimadahay montones de memorias exclui-das. Las madres de la Plaza de Mayoson una memoria reprimida, sin legiti-midad, continuamente devaluada porlos medios, salvo algunos pocos quehan sido capaces de acompañarlas decuando en cuando. Incluso la mayoríade los intelectuales están hartos delas madres de la Plaza de Mayo,hartos de esas «viejas que no soncapaces de olvidar». Ahí emerge elconflicto de memorias. Pero lo quelos medios buscan es la cuadraturadel círculo: una memoria que supri-

ma el conflicto, que no nos perturbe,una memoria que apacigüe, quecierre la herida, una cicatrización enfalso.

Hay muchas cosas que necesi-tamos olvidar para poder convivir,pero la generosidad del olvidar sóloes posible después de recordar. «¿Acosta de qué olvidos recordamos?»se pregunta Beatriz Sarlo. Plantear-nos la densidad simbólica de nuestrosolvidos equivale a damos la posibi-lidad de mirarnos unos a otros, deentrelazar memorias de modo quepodamos develar las trampas patrio-teras que nos tiende la memoriaoficial y hacer estallar, desde nuestropropio trabajo de comunicadores, laengañosa neutralidad que aparentanlos medios. En sus últimos años elfilósofo Jacques Derridá trabajó sobreeso: las relaciones entre imagen yespectros, o sea sobre lo que desapa-rece en lo que vemos. Dice textual-mente: «El desarrollo de las tecnologíasde comunicación abre hoy el espacioa una realidad espectral. Creo quelas nuevas tecnologías, en lugar dealejar el fantasma –tal como se piensaque la ciencia expulsa la fantasía–abren el campo a una experiencia deespectralidad en la que la imagen yano es visible ni invisible. Y todo estoocurre a través de una experienciade duelo, que siempre anillé a laespectralidad en la que nos enfren-tamos con la huella, con lo desapa-recido, con la no presencia». No haysociedad que se pueda comprenderhoy sin esa espectralidad de losmedios de comunicación, sin sureferencia a los muertos, a las vícti-mas, a los desaparecidos que estruc-

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turan hoy nuestro imaginario social.Derridá nos da una clave preciosapara comprender en profundidad eldesproporcionado peso social ypolítico que ha cobrado la televisiónen nuestros países y para que, frenteal gesto grandilocuente de tantosintelectuales que hacen de latelevisión el chivo expiatorio de ladegradación moral y cultural denuestros países, entendamos que loverdaderamente importante es luchartrabajando por una televisión, y unosmedios en conjunto, en los que lasimágenes de los desaparecidos, estoes, de los excluidos, los borrados, losmuertos nos ayuden de vez encuando al menos, a mirar aquello alo que remite la relación de la imagencon lo que ella hace desaparecer: lanecesidad del duelo que nos permita,como sociedad, elaborar las pérdidasy expiar nuestros olvidos.

La cultura es cuestión de

comunicación cuando activa

la apropiación y la creatividad

La ubicación del trabajo delcomunicador en el campo culturalplantea algunos desplazamientos deentrada. El primero es la ampliaciónque atraviesa la idea misma decultura, su descentramiento en rela-ción con el mundo de la culturaerudita, especializada, y su reubica-ción en el ámbito de la vida cotidianay de la multidimensionalidad deaquello de lo que la vida se alimenta.Esa doble operación se hace yavisible en un periodismo cuyo hori-zonte informativo no son sólo lasobras de cultura sino también las

prácticas y las experiencias,incluyendo los diferentes usossociales de las artesanías o de lamúsica, de la televisión o del teatro.Pues las transformaciones culturalesque hoy merecen el nombre de talesse hallan más cerca de la precariedady la plasticidad de la experiencia quede la estabilidad y la fijeza de lasobras. De otra parte, el espacio de lacultura empieza a dejar deidentificarse con lo literario (lashumanidades y las artes) y a incluirla producción científica ytecnológica. Inclusión cada día másnecesaria para hacer frente a laautonomización creciente de laesfera científica y tecnológica cuyadesconexión del ámbito de la culturaestá favoreciendo la pérdida porparte de la propia sociedad paradefinir las opciones en ese terreno.La redefinición está afectando tam-bién a lo tenido culturalmente porpopular, desfolclorizándolo y dandoentrada a la pluralidad y ambigüe-dad de lo urbano, a la revoltura depueblo y masa en la ciudad, a las de–formaciones y apropiaciones poli-morfas de que están hechas lasprácticas y la expresiones urbanas.

El segundo desplazamiento sesitúa del «otro lado»: de la culturacomo actividad de apropiación, estoes, la posibilidad de una informacióny un trabajo cultural que activen enla gente tanto su capacidad de aná-lisis como de fruición, de placer. Loque implica una transformación deldiscurso mediático, una «política dellenguaje» que haga posible valorarlas demandas y competencias de lasmayorías sin caer en el populismo de

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133Co-herencia No. 2 Vol. 2 Enero - junio 2005

las vulgarizaciones o el facilismo de las recetas; en otrostérminos, que permita asumir la especificidad ycomplejidad de lo cultural sin hacer de la jerga de losespecialistas la clave de la información, y que despierteel interés de la gente sin caer en el discurso paternalista.Una comunicación que aliente la apropiación del«mundo» cultural por parte del lector, del oyente, delespectador, estará al mismo tiempo alentando lacompetencia creativa de los ciudadanos, sus ganas dehacer cultura estará contribuyendo a borrar la distanciaaún aplastante entre creadores y consumidores.

Y un tercer desplazamiento es el que están produ-ciendo los procesos de violencia, insolidaridades eintolerancia que vivimos últimamente por obra y graciadel neoliberalismo–ambiente, al hacer de la culturaun espacio estra-tégico de recono-cimiento del otro,de los otros. Puestoda identidad ytodo sujeto socialse construye en larelación, y no hayafirmación duradera de lo propio sin reconocimiento delo diferente. La comunicación en la cultura pasa a serentonces un campo clave en la lucha contra todo ghetto,contra toda secta, ya sea por ensimismamiento narcisistao por repliegue provinciano. Y al abrirnos al reconoci-miento de lo que producen o gustan los otros –tanto lasmayorías como las minorías, tanto en lo culto y lo popularcomo en lo masivo– la información y el trabajo culturalestán poniendo la sociedad, el país y la región acomunicar, es decir, se están fortaleciendo los procesosde democratización. Pues la cultura es el espacio deproducción y recreación del sentido de lo social, en elcual el orden y los des–órdenes sociales se vuelvensignificantes. El comunicador trabaja esa dimensiónsignificante de la cultura en la medida en que luchecontra la tendencia más extrema de ghetto y de repliegueque es hoy el encerramiento en lo privado, la privatizaciónde la vida disolviendo el tejido colectivo, desvalorizandola experiencia social al confundirla con el ámbito de laagresividad, el anonimato y la inseguridad. No sólo desde

Los saberes que necesita

el comunicador son, tanto los de

su especializado oficio como

los generales y públicos del

intelectual.

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la política, también desde la culturapuede activarse lo que en el públicohay de pueblo, de sentido comu-nitario y solidario.

En las relaciones entre cultura ycomunicación, el modelo que resultadominante es aún aquel según el cualcomunicar cultura equivale a poneren marcha o acelerar un movimiento

de difusión o propagación, que tiene asu vez como centro la puesta enrelación de unos públicos con unasobras. Hay un perfecto ajuste entreesa concepción difusiva de las polí-ticas culturales y el paradigma infor-macional, según el cual comunicar es

hacer circular, con el mínimo de

«ruido» y el máximo de rentabilidad

informativa, un mensaje de un polo a

otro en una sola dirección. Fieles a esemodelo, que el paradigma informa-cional ha venido a cargar de legiti-midad intelectual, las políticas cultu-rales suelen confundir la comunicacióncon la lubricación de los circuitosy la «sensibilización» de los públicos,todo ello con el fin de acercar lasobras a la gente o de ampliar el accesode la gente a las obras.

Existen sin embargo otros mode-los de comunicación, que desde lasprácticas sociales a la teoría han co-menzado a posibilitar otras formas deconcebir y operar las políticas decomunicación en la cultura. Lo queestos otros modelos tienen en comúnes la valoración de la experiencia y lacompetencia comunicativa de los«receptores», y el descubrimiento dela naturaleza negociada y transaccionalde toda comunicación. Frente a una

política que ve en el público/receptor únicamente el punto dellegada de la actividad que contienela obra, las mejores obras, y cuyaopción no es otra que la de captar lamayor cantidad posible de lainformación que le aporta la obra,se va abriendo camino otraconcepción que tiene como ejes: laapropiación, esto es la activación dela competencia cultural de la gente;la socialización de la experienciacreativa, y el reconocimiento de lasdiferencias, la afirmación de laidentidad que se fortalece en lacomunicación -hecha de encuentroy de conflicto– con el y con lo otro.La comunicación en la cultura dejaentonces de tener la figura delintermediario entre creadores yconsumidores, para asumir la tareade disolver esa barrera social y sim-bólica descentrando y desterrito-rializando las posibilidades mismasde la producción cultural y susdispositivos.

Es obvio que lo que estamosproponiendo no es una concepcióny una política que abandonen laacción de difundir, de llevar y daracceso a las obras –el segundo ejede la nueva propuesta tiene comobase el reconocimiento de lo quehacen los otros, las otras clases, losotros pueblos, las otras etnias, lasotras regiones, las otras generaciones–sino la crítica a una concepción quehace de la difusión su modelo y suforma. Una propuesta de políticasalternativas en las que comunicarcultura no se reduzca a ampliar elpúblico consumidor de buena cul-

Los oficios del comunicador, Jesús Martín-Barrero

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tura, ni siquiera a formar un públicoconsciente, sino capaz de activar loque en el público hay de pueblo quehaga posible la experimentacióncultural, la experiencia de apropia-ción y de invención, el movimientode recreación permanente de suidentidad. Pero ¿podrán las políticasplantearse ese horizonte de trabajo?,¿no estarán limitadas aún en el campocultural por su propia naturaleza de«políticas» a gestionar institucionesy administrar bienes? La respuesta aesos interrogantes quizá no se hallesino en otro interrogante: ¿en quémedida los límites atribuidos a lapolítica en el campo de la culturaprovienen menos de lo político quede las concepciones de cultura y decomunicación que dieron forma a laspolíticas? La respuesta a ese nuevointerrogante nos devuelve a la nece-sidad de desplazar el análisis de lasrelaciones entre comunicación ycultura de los medios hacia lacuestión y el ámbito de las mediacio-nes. Pues aunque confundida con losmedios –tecnologías, circuitos,canales y códigos– la comunicaciónremite hoy, como lo ha hecho a lolargo de la historia, a los diversosmodos y espacios del reconocimientosocial. Y es en relación con esosmodos y espacios que se hacencomprensibles las transformacionessufridas por los medios mismos y sususos.

¿Cómo entender el movimientode privatización de la vida en elrepliegue sobre la televisión o elvideo hogareños, sin vincularlo conla transformación profunda de la

comunicación implicada por losnuevos modos de habitar –el ence-rramiento y aislamiento acarreadospor las modernas «soluciones devivienda»– y la disolución del espa-cio público y del tejido colectivo queimplica la nueva concepción de laciudad como espacio de flujos y decirculación, pero ya no de encuen-tros? ¿Cómo desligar el sentimientode inseguridad ciudadana –casisiempre vinculado únicamente alcrecimiento de la agresividad y laviolencia urbana– de la pérdida delsentido de la calle o el barrio comoámbitos de comunicación? ¿Cómoentender los cambios en la comuni-cación cotidiana, y por tanto el papelde los medios en ella, sin comprenderla reconfiguración de las relacionesentre lo privado y lo público queproduce la reorganización de losespacios y los tiempos del trabajar yel habitar? La concepción hegemónicaque define la comunicación comotransmisión/circulación no se quedaen «teoría», pues ella orienta tam-bién la política de conversión de losespacios públicos de la ciudad enlugares de paso, de fluida circulación,aunque se presente como mera einevitable respuesta a la congestión.No es extraño entonces que losnuevos movimientos sociales asumancomo una dimensión fundamental desu lucha la cuestión cultural, y queésta se halle formulada en términosde comunicación: a una comunica-ción hecha de meros flujos infor-mativos y a una cultura sin formasespaciales los movimientos socialesoponen «la localización de redes de

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comunicación basadas en comuni-dades culturales y redes socialesenraizadas en el territorio». ¿Puedenllamarse entonces políticas de comuni-cación aquellas limitadas a reglamentarlos medios y controlar sus efectos, sinque nada en ellas apunte a enfrentarla atomización ciudadana, a con-trarrestar la desagregación y el empo-brecimiento del tejido social, a esti-mular las experiencias colectivas? ¿Ypodrán llamarse políticas culturalesaquellas que se limitan a contrarrestarel pernicioso influjo de los mediosmasivos con la difusión de obras dela «auténtica» cultura, sin que nadaen esas políticas active la experienciacreativa de las comunidades, o lo quees lo mismo, su reconocimiento comosujetos sociales?

La educación en el nuevo

ecosistema comunicativo:

entre el palimpsesto y

el hipertexto

Antes que una cuestión de me-dios, el nuevo escenario comunica-tivo debería ser para la educaciónuna cuestión de fines: ¿qué transfor-maciones necesita la escuela paraencontrarse con su sociedad? Porquede lo contrario la mera introducciónde medios y tecnologías de comuni-cación en la escuela –o la presenciade la escuela en los medios– puedeser la más tramposa manera deocultar sus problemas de fondo trasla mitología efímera de su moder-nización tecnológica. El problema defondo es cómo insertar la escuela enun ecosistema comunicativo, que es

a la vez experiencia cultural, entornoinformacional y espacio educacionaldifuso y descentrado. Y cómo seguirsiendo en ese nuevo escenario ellugar donde el proceso de aprenderguarde su encanto: a la vez rito deiniciación en los secretos del saber ydesarrollo del rigor del pensar, delanálisis y la crítica, sin que lo segundoimplique renunciar al goce de crear.Ubicada en esa perspectiva, la rela-ción educación/comunicación sedesdobla en ambos sentidos: ¿quésignifican y qué retos plantean a laeducación los cambios en la comu-nicación?, ¿qué tipo de educacióncabe en el escenario de los medios?

Más que un conjunto de nuevosaparatos, de maravillosas máquinas,la comunicación designa hoy unnuevo sensorium, como diría WalterBenjamin: nuevas sensibilidades,otros modos de percibir, de sentir yrelacionarse con el tiempo y el espa-cio, nuevas maneras de reconocersey de juntarse. Los medios de comuni-cación y las tecnologías deinformación significan para la escuelaen primer lugar eso: un reto culturalque hace visible la brecha cada díamás ancha entre la cultura desde laque enseñan los maestros y aquellaotra desde la que aprenden losalumnos. Pues los medios no sólodescentran las formas de transmisióny circulación del saber sino queconstituyen un decisivo ámbito desocialización, de dispositivos deidentificación/proyección de pautasde comportamiento, estilos vida ypatrones de gustos. Es sólo a partirde la asunción de la tecnicidad

Los oficios del comunicador, Jesús Martín-Barrero

137Co-herencia No. 2 Vol. 2 Enero - junio 2005

mediática como dimensión estraté-gica de la cultura que la escuelapuede insertarse en los procesos decambio que atraviesa nuestra sociedad.Para lo cual la escuela debe inter-actuar con los campos de experienciaen que hoy se procesan los cambios:desterritorialización/relocalización delas identidades, hibridaciones de laciencia y el arte, de las literaturasescritas y las audiovisuales; reorgani-zación de los saberes desde los flujosy redes por los que hoy se movilizatanto la información como el trabajoy la creatividad, el intercambio y lapuesta en común de proyectos, deinvestigaciones científicas y experi-mentaciones estéticas. E interactuarcon los cambios en el campo/mercado profesional, es decir con lasnuevas figuras y modalidades que elentorno informacional posibilita, conlos discursos y relatos que los mediosmasivos movilizan y con las nuevasformas de participación ciudadanaque ellos abren especialmente en lavida local.

Pero esa interacción exige supe-rar radicalmente la concepcióninstrumental de los medios y lastecnologías de comunicación quepredomina aún tanto en las carrerasde comunicación como en lasFacultades de educación, en las prác-ticas de la escuela, en los proyectoseducativos de los Ministerios, y hastaen los discursos de la UNESCO. Enesa concepción los medios sonherramientas completamente exte-riores al proceso pedagógico mismo,capaces únicamente de modernizar,esto es, de ampliar la cobertura de

transmisión y tecnificar la ilustraciónde lo que se transmite, y de amenizarla inercia que erosiona tanto elsistema educativo (a pesar de laacumulación de reformas que lossucesivos gobiernos introducen sinque en el fondo nada cambie) comola autoridad y las prácticas cotidianasde maestros y alumnos. Concepciónque se basa en, y retroalimenta lapraxis comunicativa de una escuela–desde la primaria a la universidad–que aún se piensa a sí misma comomera retransmisora de saberes amemorizar y reproducir. Y de esemodo una educación que ve en losmedios sus peores enemigos, acabasiendo su más perversa aliada: pormás escandaloso que parezca, locierto es que nada empuja más a losadolescentes a dejarse absorber porlos medios que la abismal distanciaentre la actividad, diversidad, curio-sidad, actualidad, apertura de fron-teras que dinamizan hoy el mundode la comunicación, y la pasividad,uniformidad, redundancia, anacronía,provincianismo que lastran desdedentro el modelo y el proceso escolar.Un modelo que, al enfrentar cotidia-namente los alumnos a un discursomaniqueo y esquizoide –la escuelasería el «último baluarte» del libro ypor tanto de la reflexión, del argu-mento y de la independencia depensamiento, frente a unos medios,en especial los audiovisuales, queno producen sino masificación,conformismo y consumismo–, estáacarreando un serio proceso demarginación sociocultural: pues al nopreparar sino para su «cultura

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normalizada» la escuela deja a los sectores más pobressin la menor posibilidad de aprovechar tanto la oralidadcomo la experiencia cultural, que constituye su modopropio de comunicación y organización comoperceptiva y expresiva del mundo, como esa otra culturade la visualidad electrónica, forma de «oralidadsecundaria» como acertadamente la ha denominadoWalter Ong, gramaticalizada y semantizada por el cine,la radio, el video, la televisión, los videojuegos, etc.,cuando es por ahí, en la complicidad/ compenetraciónentre esas dos culturas –oral y audiovisual– por dondepasa la especificidad de la experiencia colectiva demodernidad en Latinoamérica.

¿Cómo va a poder la escuela insertarse en la comple-jidad de los contemporáneos mestizajes –de tiempos y

memorias, imagi-narios y culturas–anclada únicamenteen la modernidadletrada e ilustrada,cuando en nuestrospaíses la dinámica delas transformacionesque calan en la cul-

tura cotidiana de las mayorías proviene básicamente de ladesterritorialización y las hibridaciones que agencian losmedios masivos y de «la persistencia de estratosprofundos de la memoria colectiva sacados a la superficiepor las bruscas alteraciones del tejido social que la propiaaceleración modernizadora comporta» –en palabras deGiacomo Marramao? Un uso creativamente pedagó-gico y crítico de los medios –televisión, video,computador, multimedia, Internet–, sólo es posible enuna escuela que transforme su modelo y su praxis decomunicación, esto es, que haga posible el tránsito deun modelo centrado en la secuencia lineal –que encadenaunidireccionalmente asignaturas, grados, edades ypaquetes de conocimientos–, a otro descentrado y plural,cuya clave es el «encuentro» del palimpsesto –ese textoen el que el pasado borroso emerge en las entrelíneasque escriben el presente– y el hipertexto: escritura no

Los oficios del comunicador, Jesús Martín-Barrero

Las transformaciones culturales

que hoy merecen el nombre de tales

se hallan más cerca de la precariedad

y la plasticidad de la experiencia,

que de la estabilidad y la fijeza

de las obras.

139Co-herencia No. 2 Vol. 2 Enero - junio 2005

secuencial sino montaje deconexiones en red que al permitiruna multiplicidad infinita de recorri-dos transforma la lectura en escritura.

El nuevo ecosistema comunica-tivo acerca como nunca antes eloficio del educador al del comuni-cador, y viceversa. Y no es la desapa-rición del educador lo que eseecosistema está produciendo sino latransformación de su figura que, demero retransmisor de saberes, pasa aconvertirse en comunicador capaz deformular problemas y diseñar proce-sos, de provocar interrogantes ycoordinar equipos de trabajo, desistematizar experiencias y poner aconversar la memoria de los adultoscon la imaginación de los jóvenes.En una escuela así, hasta ese medioque representa para ella la parali-zación mental, el secuestro de laimaginación y la consagración de labanalidad, la televisión, puedeconvertirse, de un lado en «terminalcognitivo» cuya fragmentación yflujo exigen un nuevo modo de leer,capaz no sólo de apropiarse crítica-mente de los contenidos que trasmitesino de descifrar los cambios en laexperiencia social y en la narratividadcultural que ese medio cataliza. Y deotro lado, la televisión le interesa ala escuela menos como motivaciónque como dispositivo específico deaprendizaje: aprender de lasimágenes en lugar de aprender porla imagen. Pues la estructura deldiscurso audiovisual puede y debeser asumida como proceso performa-tivo, esto es, de estructuración del

pensamiento. Y dispositivo específico

también en otro sentido, el quepermite explorar su capacidad deproveer temáticas para la inter-acción social, de abrir a otros modosde saber y a la adquisición de actitu-des, de estimulación imaginativa yafectiva.

La otra vertiente de la relacióncomunicación/educación, la presen-cia de programas educativos en losmedios, resulta aún más abiertas aloficio del comunicador. Desde elpunto de vista histórico la radio fueel primer medio con «vocación peda-gógica», y de ello tienen nuestrospaíses una multiplicidad de expe-riencias. Por su parte, la televisiónnace en muchos países, desdeEstados Unidos a Europa pasandopor los nuestros, como proyecto de«educación cultural y popular»,pensado desde un modelo de comu-nicación pedagógica, pero desgra-ciadamente bajo un esquema decomunicación vertical, en la cual lostele–espectadores eran los alumnosy los productores eran los maestros.Es decir, fue la escuela la que leprestó a la televisión su paradigmade comunicación, iluminista y con-ductista, entre un polo emisor quedetenta y trasmite el saber y un poloreceptor convocado únicamente acaptar el mensaje pedagógico y areproducirlo de la manera más fielposible. Consecuencia: el lenguajede la televisión se subordinó miméti-camente a cumplir el viejo rol deilustrador en imágenes de los conte-nidos didácticos, lenguaje vigilado

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estrechamente por los educadores quedesconfían de su polisemia distractora,y desaprovechado tanto estéticacomo narrativamente. Un segundomomento va a permitir a la televisióneducativa sacudirse la subordinaciónmecánica al modelo de comunicacióntransmisivo– escolar y liberar hasta uncierto punto las posibilidades peda-gógico–expresivas propias de esemedio. Ello sucede especialmente enla «educación continuada» de adultos,que al abordar un aprendizaje casi–desescolarizado de oficios y de capa-citación en proyectos sociales y derenovación tecnológica posibilitaba ladiversificación de enfoques y unamayor especialización del discursoaudiovisual.

El momento actual inscribe latelevisión educativa en un complejoconjunto de movimientos: de priva-tización de la mayoría de las cadenaspúblicas en Europa y América Latina,de concentración creciente del sectorde producción de programas y sucompra o anexión por parte degrandes conglomerados empresariales,de comunicación unos, y de produc-ción y servicios otros, pero tambiénde expansión y fortalecimiento de loscanales locales de televisión comuni-taria o municipal, de crecimiento delos productores y redes independientesde video. De ahí que la televisióneducativa se pluralice en una multi-plicidad de modelos que José ManuelPérez Tornero ha sistematizado así:una televisión escolar «de enriqueci-miento» cuyo objetivo es proporcionarsensibilizaciones, ayudas o refuerzos

al trabajo del maestro en el aula; unatelevisión de «enseñanza directa» o«a distancia» que sustituye al aula yque, aunque organizada curricular-mente en su estructura y contenidos,introduce la autonomía de latelevisión como medio de instruccióny formación, instituyendo una per-manente interacción con los tele-alumnos, y una «televisión decontexto» que se inserta explícita-mente en la televisión–proyectocultural, rebasando lo curricular enla diversidad y libertad de sus temas,a la vez que expande su tecnicidadhacia la organización multimedia,experimentando y potenciando almáximo las formas de interactividad,no sólo como estrategia estrictamentepedagógica sino de educación ciuda-dana, esto es, de participación yexpresión de la comunidad y deinnovación cultural que busca en laexperimentación del lenguaje audio-visual explorar los nuevos modosde ver y oír, de leer y narrar.

5. De los intermediarios a los

mediadores

El comunicador que conocemoses, en su mayoría, aquel que vive dela división entre emisores y recep-tores, productores y consumidores,creadores y públicos. División quecon frecuencia es asumida como siformara parte de la naturaleza de lasociedad y no una histórica divisiónsocial, y de la lógica del mercado. Apartir de ese presupuesto el comuni-cador define su función de interme-

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diario, consistente en establecerrelaciones entre actores o ámbitosque se afirman separados. Es precisa-mente en el campo del periodismo yde la animación sociocultural dondeesa función devela su más profundaparadoja. El esfuerzo por haceraccesibles las obras de cultura yelevar el nivel de la gente, loablesobjetivos sin duda, no hacen en lamayoría de los casos sino enmascararlo que en ese proceso se produce: elsubrayado y refuerzo de la separaciónde unos y otros, y la conversión delcomunicador en oficiante de unculto, aquel en que la gracia de lacreación artística o cultural puedetocar a los pobres (mortales) consu-midores. Sea vulgarizando las grandesobras o elevando la «baja» capacidadde entendimiento de las gentes delcomún, el periodista acaba siendo elprotagonista, ya que es él quien daacceso y oficia los ritos de iniciación.La mejor prueba de que ese es elperiodismo que más abunda (y el quemás renta) es que la relación de suslectores o espectadores con las obras–ya sean literarias o pictóricas,escénicas o cinematográficas– siguefiel a una relación, no de uso, deapropiación y de goce sino dereverencia y culto. Al conservar comoúnicos criterios de validez la calidaden lo erudito y la autenticidad en lopopular –y no la significación de lasprácticas, los procesos de trabajo, losmateriales, los sentidos (el ver, el oír,el oler, el tocar) y las sedimentacionesde los saberes que son las técnicas–ese periodismo escapa difícilmente a

la tentación formalista y a su trampa:nos acerca a unas obras que sinembargo se cuida muy bien demantener alejadas, que el lector oespectador seguirán sintiendo leja-nas. La calculada «oscuridad» deldiscurso que da acceso a la significa-ción de las obras se encarga demantener vivo su «secreto» y conél su alejamiento.

El intermediario se instala en ladivisión social, y en lugar de trabajarpor disolver las barreras que alzan yrefuerzan las múltiples formas de laexclusión sociocultural, defiende suoficio: el de establecer una comuni-cación que mantenga a cada cual ensu posición, una comunicación enla que los creadores no vayan aperder su distancia y el público supasividad. Porque de lo contrario elque peligra es él. ¡Paradójico oficioel de un «comunicador» al que lalógica mercantil acaba convirtiendoen su mejor cómplice, al reducir sutarea a la de empaquetador de pro-ductos culturales o lubricador de loscircuitos del mercado!

El trabajo del comunicador–mediador parte de hacer explícita larelación entre diferencia cultural ydesigualdad social. No de la reducciónde diferencia a desigualdad, sino de laimposibilidad de pensarlas comple-tamente por separado en nuestrasociedad. Ubicado en esa perspectiva,el comunicador des–cubre que ladifusión de una obra o la compren-sión del sentido de una práctica notiene como únicos límites la densi-dad o complejidad del texto, sino la

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situación de la lectura, y la imbri-cación en ella de factores sociales nopuramente culturales. Asumir esaperspectiva no va en modo algunoen detrimento de la especificidad dela información o la promocióncultural, es más bien asumir que esaespecificidad no está hecha sólo dediferencias formales sino también dereferencias a los mundos de vida y alos modos sociales de uso. Laespecificidad de lo cultural no sepierde por implicar en la comunica-ción la asimetría social que ellatiende a ocultar, sino por identificarlo cultural con el espacio–tiempo delo noticiable, vaciándolo de espesorpara hacerlo consumible inocua-mente, masticable como chicle, sinnecesidad de digestión y asimilación.A diferencia del intermediario, elmediador se sabe socialmente nece-

sario, pero culturalmente problemá-tico, en un oficio ambiguo y hastacontradictorio: trabajar por la aboli-ción de las fronteras y las exclusio-nes es quitarle piso a su propiooficio, buscar la participación de lasmayorías en la cultura es acrecentarel número de los productores, másque de los consumidores... incluidoel consumo de sus propios productos.

Mediador será entonces el comu-nicador que se tome en serio esapalabra, pues comunicar –pese a todolo que afirmen los manuales y loshabitantes de la postmodernidad– hasido y sigue siendo algo más difícilque informar, es hacer posible queunos hombres reconozcan a otros, yello en «doble sentido»: que les reco-nozcan el derecho a vivir y pensardiferente, y que se reconozcan comohombres en esa diferencia

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Procedencia de los textos entretejidos

1980 «La investigación en lasfacultades de Comunicación: unaexperiencia y un proyecto”, En:Taller de Comunicación Nº 1, Cali;Signo ?°1, Bogotá.

1982 «Retos a la investigación decomunicación en América Latina».En: Comunicación y cultura Nº 9,México.

1985 «De la comunicación a lacultura», En: Cuadernos del NorteNº 29, Oviedo.

1986 «A cultura mediacao entrepolítica, comunicacao, educacao»,En: Proposta Nº 28, Rio de Janeiro.

1987 «Crisis en los estudios de comu-nicación y sentido de una reformacurricular”, En: Chasqui Nº 13, Quito.

1989 «Por unas políticas de comu-nicación en la cultura», En: Gacetade Colcultura Nº 1, Bogotá.

1990 «Teoría/investigación/produc-ción en la enseñanza de la comunica-ción», En: Dia-logos de la Comunica-ción Nº 28, Lima.

1992 «Enseñanza de la Comunica-ción; la legitimación de una profesióncomo campo intelectual», En: Peda-gogía y saberes Nº 3, Bogotá.

«El oficio del comunicador», En:Una década de formación de comu-nicadores sociales. Montevideo, Univer-sidad Católica del Uruguay.

1993 «Nuevos modos de leer». En:Revista de Crítica cultural Nº 7,Santiago de Chile.

1997 «Heredando el futuro. Pensarla educación desde la comunicación»,En: Nómadas Nº 5, Bogotá.

1998 «Pistas para entrever mediosy mediaciones», En: “Prefacio a laquinta edición” de De los medios alas mediaciones. Bogotá, C.A.B.

2000 «La formación del campo deEstudios de Comunicación enColombia». En: F. Leal y G. Rey(edits.), Discurso y razón. Una historiade las ciencias sociales en Colombia.Bogotá, Tercer Mundo.