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NORMAS DE ESTILO Procedimiento y criterios formales para la elaboración de trabajos académicos

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NNOORRMMAASS DDEE EESSTTIILLOO

Procedimiento y criterios formales para la elaboración de trabajos académicos

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Índice

1. Orientaciones Generales.........................................................................5 2. El pórtico de la escritura ........................................................................13 3. El proceso de redacción (I) ...................................................................15 4. El proceso de redacción (II) ..................................................................21 5. Aviso a «navegantes»............................................................................29 6. Colofón .....................................................................................................33

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1. Orientaciones Generales

Sobre el carácter, los sujetos y los fines

a presente Guía se propone como adaptación particular de los criterios explicitados en el orden universitario común en el Libro de Estilo de la UCH (disponible en intranet), así como

de otros documentos de carácter metodológico dirigidos a otras comu-nidades universitarias. Se presume, en cualquier caso, que el proceso de escritura, unido al del propio pensamiento, siempre supone un po-sicionamiento subjetivo frente al objeto de estudio, por lo que el so-metimiento a las siguientes pautas y criterios formales, lejos de entor-pecer la libertad expositiva del autor, habría de constituir un cauce para su adecuada realización. Ello exige un cierto esfuerzo de síntesis entre los criterios que se proponen y la propia flexibilidad con la que el alumno pueda verificarlos en el proceso de su estudio y redacción. En este sentido, respetar los criterios estilísticos, sean éstos cuales fueren, debe darse con la misma naturalidad con la que se habla y se piensa, sin hacer de ellos un incómodo corsé.

L

Como en cualquier otro escrito de contenido teórico, el criterio en la elaboración de un trabajo académico es siempre su autor, no el docente que eventualmente pueda orientarle y acompañarle, aunque sea a éste a quien al final le competa juzgar el resultado. Debe primar, por tanto, la propia realidad del alumno sobre las legítimas pretensio-nes del docente. Alumnos de diversa titulación o ciclo, con distinta formación previa y desiguales proyecciones de futuro de orden profe-sional o académico, no es razonable que se encuentren en igualdad de condiciones para abordar un mismo objeto de estudio, aunque for-malmente éste pueda ser común a muchos. El interés objetivo del alumno, que no cabe dar por supuesto en el inicio, debe tender a po-nerse de manifiesto en el proceso de estudio y escritura que responsa-blemente lleve a cabo, sabiendo él mismo identificar en ese proceso,

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paulatinamente, qué es lo que a él le interesa mostrar sobre ese objeto en particular. Ello le exige realizar el esfuerzo de reconocer la posible correspondencia entre aquello que constituye una parte más de su es-tudio y lo que de hecho es la trama de conjunto de su formación uni-versitaria1.

Es obvio que un trabajo académico no es una tesis de postgrado, ni una sesuda investigación científica. Tampoco es un ensayo, un artí-culo, una recensión ni por supuesto –cosa mucho más habitual– una antología de textos más o menos profusamente comentados. Su objeti-vo no es, por lo tanto, descubrir nada nuevo, antes ni siquiera anun-ciado por otros, pero tampoco una simple exposición de ideas ajenas, extraídas de aquí o de allá con más o menos tino. Entre la presunta originalidad de la tesis doctoral y la pura consignación de textos se-leccionados de una antología, el trabajo académico debe perseguir, sobre todo, dar muestra de la propia capacidad argumentativa a pro-pósito de un tema que, en principio, el lector –que es el profesor– ya conoce suficientemente. Conviene atender a esta trivialidad. Una se-lección de textos relevantes puede ser de utilidad para iluminar un problema, pero no constituye en sí mismo más que un instrumento para la investigación. No es eso lo que en principio espera el titular de una asignatura cuando propone la realización de un trabajo, ya que es lógico pensar que él mismo ya conoce y posee esos mismos textos (y si no los posee, quizá sea por no tener interés en ellos). Las expectati-vas del docente se cumplen sólo cuando es capaz de verificar en el

1 En este sentido, puede ser de utilidad especificar el tema de la investigación según la titulación de pertenencia o de ciertos intereses funcionales, concertándolo perso-nalmente en una primera entrevista. Perseguir esta correspondencia no supone des-atender la especificidad epistemológica y el rigor de la disciplina, que en todo caso deben preservarse. Por el contrario, permite evitar la dispersión en el alumno, así como un reconocimiento de la función y el valor de la materia en el conjunto de la formación que la Universidad le ofrece orgánicamente. A este respecto, la función del docente es clave en el proceso del acompañamiento, constituyendo éste más que una herramienta estrictamente disciplinaria o de control, un método verdaderamente educativo (y precisamente por ser esto, tiene sentido ser lo otro).

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Orientaciones generales

documento que le entrega el alumno la capacidad de éste para argu-mentar correctamente un problema, demostrando haberse hecho cargo tanto de él como de su solución posible. Es ahí, precisamente, donde la libertad creativa del alumno debe ponerse de manifiesto: en el orden de la argumentación, de la clasificación y estructuración de las ideas. Junto con la dispersión en la estructura, nada puede perjudicar más al alumno que hacer entrega a un profesor de un refrito de citas, frag-mentos o ideas ajenas (sobre ello se entrará en el punto dedicado a la citación y al plagio).

Aparte de este fin, que es el esencial, la función del trabajo se corresponde con lo que normalmente constituye los objetivos concep-tuales e instrumentales de la propia asignatura. Pretende, en este senti-do, concretamente:

- Familiarizar al alumno con el conjunto de referencias y documen-tos que constituyen la base doctrinal de la materia, así como con sus distintos géneros literarios;

- Reconocer el carácter unitario del cuerpo doctrinal en el que se funda la materia desde la variedad de sus fuentes y en su desarro-llo histórico;

- Verificar en los distintos textos y documentos los principios teóri-cos generales que dan forma a la materia de la asignatura;

- Advertir el carácter razonable de las ideas y tesis sobre los que se sostienen esas tesis y doctrinas;

- Fomentar las habilidades de búsqueda y elaboración de informa-ción, procedente tanto de la red informática –que no puede ser ex-clusiva– como del sistema bibliotecario;

- Orientar en las pautas y procedimientos generales que deben ob-servarse en todo trabajo de naturaleza académica, al margen de la propia asignatura.

Una última observación, no menos trivial y por eso mismo no menos importante. Como todo en la vida, la elaboración de un trabajo exige espacio y tiempo. Es decir, en la planificación del estudio y de la redacción del documento, es absolutamente necesario tomar con-ciencia de cuál es el tiempo disponible y cuál es el espacio que se ne-

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cesita para su realización. Lo primero es imprescindible para poder medir adecuadamente los ritmos de la elaboración del trabajo, que deben responder, fundamentalmente, a los siguientes momentos:

1) Elección del tema

2) Rastreo bibliográfico

3) Proceso de lecturas y elaboración de notas

4) Redacción definitiva

5) Corrección del conjunto

6) Entrega del documento en fecha y forma

No medir bien los tiempos supone habitualmente dar pie a la precipitación, que demuestra haber perdido tiempo. Consecuencia de lo cual es no tenerlo: no tener tiempo en un momento dado para elabo-rar el trabajo como se debía. El plazo de entrega se aproxima y falta entonces algo que lamentablemente se perdió, probablemente por in-vertirlo en otras urgencias más o menos respetables… Es el profesor quien al inicio de la asignatura da tiempo al alumno, fijándole los pla-zos para las entrevistas –que son oportunas precisamente para medir el proceso– y para la entrega del documento final. Fuera de ese momen-to, ya no puede dar más tiempo: el alumno lo recibió con la responsa-bilidad de gestionarlo, midiéndolo y cumpliéndolo. Además, el docen-te sólo da un tiempo general y abstracto; es cada alumno –o cada gru-po– el que debe reconocer cómo darle forma concreta. Ello dependerá de factores subjetivos, del tema escogido, del número de personas implicadas, de la naturaleza de las fuentes documentales… Todo lo cual ya es parte del trabajo, no algo ajeno a él.

En cuanto al espacio, también es necesario saber cuál es el más oportuno. No se trata sólo de tener en cuenta la extensión del docu-mento, según lo haya fijado el responsable de la asignatura. Eso es obvio. En cualquier caso, tampoco conviene llevarse a engaño; la ex-tensión fijada sólo puede ser orientativa: cabe ampliarla o reducirla según las necesidades de cada caso, de las exigencias del tema, del número de autores… No se evalúa un trabajo, desde luego, a peso: lo más no es siempre lo mejor. Aquí también es necesario ser justos:

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Orientaciones generales

ocupar las páginas justas, no más –para no favorecer la palabrería–, pero tampoco menos.

El espacio necesario, por lo tanto, no es sólo el de la extensión del documento. Se trata de saber dónde llevar a cabo los distintos pro-cesos de su elaboración, es decir: a) dónde enfrentarse con los textos pertinentes y b) dónde redactar el documento.

a) El lugar de la lectura El desarrollo tecnológico ha ido favoreciendo con el tiempo una

tendencia progresiva a la desmaterialización de los espacios. Internet parece haber configurado así un espacio puramente virtual y típica-mente anónimo, que permite el acceso por parte de cualquiera a cual-quier información. Todos los saberes y todos los puntos de la Tierra vienen a coincidir simultáneamente ante los ojos del internauta. Todo parece estar al alcance de la mano: se hace público, ya no hay distan-cia entre las cosas y nosotros mismos… Pero no es así del todo. Para que el acceso a la información disponible en la red sea eficaz en la práctica se necesita, como siempre, un lugar desde el cual acceder. No se trata sólo, como es lógico, de un lugar físico, sino mental. Se trata de saber desde el principio con qué criterio debe buscarse la informa-ción y cómo seleccionarla. Sin ese criterio, toda la información acce-sible se presentaría desordenadamente, sin una jerarquía clara de rele-vancia, lo cual permitiría darle casi idéntico valor –si no más– a los comentarios de cualquier intelectual de moda que al documento acri-solado durante años por una comunidad entera de científicos anóni-mos.

Conviene, pues, desconfiar de las fuentes de internet, no viendo en la red más que un instrumento disponible junto a otros. Algunos documentos informáticos interesarán para el estudio, pero no otros. El profesor de la asignatura debe servir de orientación al respecto. Por ello mismo, junto a los documentos electrónicos que quepa consultar, conviene trabajar directamente sobre el papel impreso, sobre volúme-nes localizables en una biblioteca física. Una silla, una mesa limpia con los instrumentos justos para la escritura, un par de libros abiertos

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y silencio… Este parece el lugar óptimo para iniciar el proceso de lectura y de estudio documental.

De todos modos, si el trabajo se realiza en grupo no parece que la Biblioteca sea el mejor de sus espacios. Los grupos de trabajo no deben reunirse sólo en el momento en que deban insertar en un único documento las distintas partes elaboradas individualmente. Eso provo-caría claras diferencias de estilo y de modos de argumentación, favo-reciendo reiteraciones incómodas, falta de coherencia estructural, etc. Por otra parte, trabajar en grupo significa hacerse solidario tanto del proceso de trabajo de los demás como de sus frutos. Lo que uno pro-duce es todo el grupo el que lo hace; del mismo modo que sus fallos también recaen sobre los demás, cosa que se suele reflejar en la eva-luación final del documento. En todo caso, para la discusión en grupo, para la puesta en común de las ideas, el mejor espacio es siempre el que más favorece la comodidad de todos sus miembros y su enrique-cimiento mutuo, sea un lugar cerrado y privado (como las salas de trabajo de la Biblioteca) como abierto y público (como la mesa de una cafetería, de no menor encanto para el oficio intelectual).

b) … y el de la escritura Mientras se lee y se discute, conviene redactar las primeras no-

tas, apuntando ideas, ideando índices, recogiendo citas en fichas pre-paradas específicamente para ello (no folios dispersos que se extravían fácilmente)… La biblioteca sigue siendo para eso el lugar más ade-cuado. Pero en el momento en que ya se dispone de cierta informa-ción, puede comenzar a redactarse en cualquier otro lugar en el que puedan seguir cumpliéndose ciertas exigencias de utilidad (como el silencio y la comodidad).

Frente a antiguos tópicos, conviene iniciar el proceso de redac-ción directamente en un ordenador (y preferiblemente en modo de «Diseño de impresión», no en vista «Normal», «Diseño Web» u otros). Los procesadores de texto informáticos de que disponemos actualmente son un instrumento de indudable utilidad para dar cabida a una de las exigencias fundamentales de toda escritura: borrar, tachar,

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Orientaciones generales

eliminar párrafos completos, trastocar también el orden de las ideas, conservar citas e ideas cuyo lugar en el documento final todavía se desconoce… Además, frente a lo escrito a mano, el texto en pantalla nos permite una visualización inmediata del resultado, cosa que, como veremos, también importa, ya que el aspecto formal del trabajo no se puede separar del contenido. Una idea brilla menos si no está oportu-namente tabulada. Es cierto que la verdad es la verdad, la diga Aga-menón o su porquero, como escribió Machado…, pero todos sabemos que no tiene en boca de ambos el mismo olor y aspecto: es sólo cues-tión de tiempo llegar a rechazar una de ellas. Lo mismo puede suce-derle a un profesor ante un trabajo muy agudo pero visualmente car-gante. El lugar de la escritura debe contemplarse como el taller de la propia creación, que pensar y escribir es también crear, generar, dar a luz una verdad.

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2. El pórtico de la escritura

El tema y la bibliografía

Lo mismo que la disposición del tiempo y del espacio para la realización del trabajo, la elección del tema no es algo estrictamente externo y previo al proceso de estudio y de redacción, sino que forma parte de él como su antesala y primer momento. Esto implica, sobre todo, que no puede darse en el vacío, dado que entonces la elección podría resultar azarosa. Decidir el tema sobre el que desarrollar el pro-pio estudio presupone un cierto conocimiento del sentido y del conte-nido de la asignatura, así como de las fuentes de referencia bibliográ-fica fundamentales (especialmente del Manual, si es que hubiera). Es conveniente, por eso, no dar comienzo al proceso de elaboración del trabajo en los inicios inmediatos del curso, aunque parezca ganarse tiempo con ello. Lo mejor será esperar a que queden suficientemente introducidas las cuestiones generales de la asignatura: definición y estatuto epistemológico, características generales, principios constitu-tivos sobre los que descansa la materia… En un mes de desarrollo ordinario de la asignatura, más o menos, ya puede presumirse estar en condiciones de empezar.

El tema será propuesto ordinariamente por el profesor, que pon-drá a disposición de los alumnos en el inicio del curso, junto con el programa, una selección de temas posibles, según la variedad de con-tenidos relativos a la parte especial de la asignatura. El alumno decidi-rá de entre las alternativas que se le proponen, concretándolo poste-riormente en una primera cita con el profesor, tras lo cual se daría pa-so a un primer rastreo bibliográfico y la elaboración de un borrador de índice preliminar, que el profesor debería conocer para su visto bueno o enmienda.

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En esa primera cita –que puede tanto ser física en el despacho, como a través del correo electrónico o de la tutoría virtual–, el profe-sor no sólo orientará al alumno en la determinación del tema de su trabajo, sino también en la concreción de la bibliografía de la que pre-ferentemente el alumno habría de hacer uso (no necesariamente de forma exclusiva). A lo largo del proceso, las referencias tenderán a aumentar en número, bien porque el alumno recurra a su propio archi-vo documental –cosa harto deseable y valiosa–, bien porque descubra nuevas referencias a lo largo de sus lecturas, rechazando otras.

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3. El proceso de redacción (I)

Estructura y partes

Para una asignatura de carácter anual, la extensión de un trabajo puede oscilar entre las 20 y 40 páginas, según el número de autores y el tema escogido. En cualquier caso, es mejor no llegar que pasarse: lo primero puede tener justificación en razón del objeto o incluso de la propia capacidad de síntesis; lo segundo, en cambio, puede ser signo o de innecesaria palabrería o de ánimo de derrotar por hastío al profe-sor… Conviene recordar, de nuevo, que no es costumbre evaluar a peso.

El alumno debe obrar con libertad a la hora de fijar la estructura que le parezca más oportuna para desarrollar su exposición, siempre que sea coherente y tenga alguna justificación para hacerlo así y no de cualquier otro modo. En este sentido, aunque lo mejor en escritos de esta extensión es siempre presentar un único capítulo dividido en epí-grafes, también cabría presentar en un único documento varios capítu-los diferenciados (no más de tres), también internamente divididos. Los epígrafes deben hallarse numerados, respondiendo su título a la/s idea/s central/es que los gobierne.

Dando por supuesto que sólo se escribirá un capítulo, la estruc-tura del trabajo podría ser la siguiente:

1. Portada Sencilla, siempre sencilla. Es prudente evitar efectos de texto

demasiado vistosos, colores, estilos barrocos de letra con contorno, grabado, relieve… La elegancia es austera. La utilización de imáge-nes, colores y formas complejas de composición, violentan su deseo

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de pasar oculta. Respétese su timidez con el simple recurso al negro sobre blanco. Poco más.

En la portada deben constar, con diferente tamaño de letra para facilitar el acceso diferenciado a la información, los siguientes ele-mentos, todos de ellos centrados en la página, excepto el nombre de la asignatura y del profesor, que se justificarán a la derecha.

Título Apellidos y nombre del autor (o autores) Asignatura y Grupo Profesor Universidad Titulación, Facultad o Escuela Mes y año

En el título puede utilizarse estilo de letra Verdana o Arial (o cualquier otra semejante) con un tamaño de 18, 20 o 22 puntos, en negrita y VERSALES (con todo, si el tamaño es superior a 16 puntos no sería necesaria la negrita). Si lo acompañara un subtítulo, el tamaño debe ser sensiblemente inferior (14 o 16), preferiblemente en cursiva y minúsculas (salvo letra inicial), manteniendo el tipo de letra del títu-lo principal (Verdana, Arial, etc.).

2. Índice o sumario En él se recogen las distintas partes del trabajo. Dada su exten-

sión, no sería necesario concretar las páginas de las referencias. En todo caso, si se hiciera, lo mejor sería hacer uso de las propias opcio-nes del procesador de textos (opción de «Índice» en la pestaña «Inser-tar», en Microsoft Word, según los estilos de título que se hayan con-figurado), en lugar de manualmente.

3. Introducción La introducción debe consistir en una breve presentación del

trabajo. Su función es concentrar, en no más de dos páginas, la rele-vancia del problema que se quiere abordar, así como las razones de su

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El proceso de redacción: estructura y partes

elección (si fueran relevantes, no personales). Deben ponerse de mani-fiesto algunos de los rasgos principales del tema, sin detallar argumen-talmente, sino como cuestiones que se espera resolver. Es útil también hacer constar qué tipo de textos se han empleado y por qué, con cierta forma narrativa, no consignándolos sin más (para ello está la biblio-grafía final).

4. Desarrollo argumental Con independencia de que el cuerpo del trabajo se concentre en

un único capítulo o en varios, debe constar una división interna en epígrafes, ordenados mediante una secuencia numerada y de lógica descendiente (1., 1.1.; 2., 2.1., etc.). Se detallarán los estilos y forma-tos más adelante.

5. Conclusiones Las conclusiones, breves y sintéticas, habrán de justificar y sen-

tar las tesis principales desarrolladas en el cuerpo del escrito, pudien-do iluminarlas desde el propio juicio sobre la materia de una manera argumentada. En todo caso, no se trata de emitir un «juicio de valor» sobre el asunto tratado, por razonado que estuviera, ni tampoco dar la propia visión al respecto, tras haber examinado otros pareceres. Este tipo de posiciones valorativas deben evitarse en la mayor medida po-sible. La exposición, lo mismo en el cuerpo argumental como en las conclusiones, debe ser lo más objetiva y justa posible, con indepen-dencia de las tomas de partido personales. Si en la Introducción del trabajo se explicitaban las cuestiones a las que se quería dar respuesta, en las Conclusiones deben consignarse con brevedad y carácter sinté-tico esas respuestas por fin logradas.

6. Bibliografía Como apartado final, se consignarán las referencias bibliográfi-

cas de las que se ha hecho efectivamente uso. Lo cual significa, para

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decirlo de otro modo, que no se recogerán aquellas que, aun habiéndo-las visto referenciadas en alguna ocasión por parte de otros autores, uno mismo no se ha entretenido en consultar. Las fuentes indirectas –aquellas que se han visto citadas en las referencias de uso, pero sin consulta directa y propia– no deben registrarse en la propia bibliogra-fía, ya que indicaría haber realizado un trabajo que en realidad no se ha hecho.

El registro final de referencias debe responder a los siguientes criterios:

a) De acuerdo con el formato de referencia bibliográfica que determi-naremos más adelante, la ordenación bibliográfica debe tener como criterio la secuencia alfabética de los apellidos de los autores:

ALVIRA, R., ¿Qué es la libertad?, Prensa Española & Magisterio Español, Madrid 1976.

ARENDT, H., ¿Qué es la política?, Paidós I.C.E. & U.A.B., Barce-lona 1997.

b) Si de un mismo autor se utilizan varias obras entre artículos y li-bros, la ordenación de las fuentes dentro de un mismo campo se regirá por un criterio cronológico, manteniendo cada fuente en párrafos di-versos y sin necesidad de repetir el nombre del autor (se reemplaza por un guión largo [––]):

ALVIRA, R., ¿Qué es la libertad?, Prensa Española & Magisterio Español, Madrid 1976.

–– La noción de finalidad, Eunsa, Pamplona 1978.

–– “Fundamentos del gobierno en la política, la economía y los medios de comunicación”, en Persona y Derecho (Pamplona), nº 12, 1985, pp. 111-124.

c) En casos de obras de dos autores a lo sumo, deben figurar ambos, separados por guión corto o por el signo «&»:

ARREGUI, J. V. & CHOZA, J., Filosofía del hombre, Rialp, Madrid 1993.

d) Si son obras colectivas de más de dos autores, basta referenciar el primero (que suele constar como director, coordinador, editor, compi-lador…), seguido de la locución latina abreviada et alt. (o sea, «y

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El proceso de redacción: estructura y partes

otros»). Si uno de ellos figura como director, compilador o coordina-dor, bastará con citarle a éste, seguido de su función (director [dir.], compilador [comp.], coordinador [coord.], editor [ed. o edit.]):

GOYARD-FABRE, S. (dir.), Des Théories du Droit Naturel. Cahiers de Philosophie et Juridique, nº 11, Université de Caen, Caen 1988.

e) Por su parte, si se trata de una edición institucional, debe figurar como autor el nombre mismo de la institución:

PONT. CONS. PARA LAS COMUNIC. SOC., Instr. Past. Aetatis Novae, Ciudad del Vaticano 1992.

f) Las obras enciclopédicas pueden citarse precedidas por VV.AA. (varios autores).

g) Para los documentos electrónicos debe figurar también la referencia exacta (entre los signos [<] y [>]), no el vínculo de la página general o matriz:

MURGADES, J., "Eugeni d'Ors. Xènius", en <http://www.uoc.es/lletra/noms/edors/>, 1999 (3 de marzo de 2002)2

2 Entre paréntesis debe figurar la fecha de último acceso a la página, por si cambiara

o desapareciera con el tiempo. La otra fecha se corresponde con su edición, siempre que conste en la página.

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4. El proceso de redacción (II)

Diseño de formato y estilos

Antes de dar comienzo a la escritura, es conveniente configurar el formato de la página y del texto: márgenes y sangrías, espaciado, interlineado, estilos de fuente y tamaño de letra… Puede parecer algo accesorio, pero no lo es; y una pérdida de un tiempo que por escaso nos es extremadamente querido y valioso…, pero tampoco.

A continuación se especifican los criterios que deben seguirse para homogeneizar el conjunto de los trabajos de los que se hará en-trega. Se tomará como modelo el programa de procesador de textos que a los españoles nos resulta más común: Microsoft Word (versión 95 en adelante).

1. Formato de Página El primer paso lo constituye la configuración de la página; lo

que concretamente se suele denominar caja de texto. Para ello, abrien-do un nuevo documento en blanco en el programa informático, debe seleccionarse el menú «Archivo» y en él, la opción «Configurar pági-na».

Aparecerá entonces un cuadro de opciones relativas a márgenes, papel y diseño. Determínense las siguientes:

a) «Márgenes»

Superior: 3 cm Inferior: 3 cm Interior: 3 cm Exterior: 3 cm Encuadernación: 0 cm Orientación: Vertical

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Márgenes: Simétricos Aplicar a: Todo el documento

b) «Papel»: seleccionar la medida A4

c) «Diseño de página»

Empezar sección: Página impar Encabezados y pies de página:

- Pares e impares diferentes - Primera página diferente - Encabezado: 2,5 cm - Pie de página: 3,5 cm

Alineación vertical: Superior Lista previa. Aplicar a: Todo el documento

d) «Aceptar»

2. Formato de texto Configurada ya la caja de texto, puede pasarse a determinar los

criterios de formato de la escritura, es decir: los estilos de fuente y párrafo. Debe tenerse en cuenta que en un mismo documento están llamados a convivir amigablemente distintos modos de texto: el nor-mal del cuerpo central del documento, el propio de las notas a pie de página, el texto de cita extensa (sobre el que se hablará más adelante), etc. También los títulos responden a criterios diferentes, lo mismo que los encabezados o pies de página si se decidiera incluirlos (cosa inne-cesaria en un documento de este género).

Por todo ello, debe definirse qué criterios se van a seguir para cada tipo de texto. Lo más cómodo es partir de una configuración de estilo general para el texto central del documento y para las notas a pie de página. A partir de ahí, una vez el documento ya se haya elaborado (o durante el proceso de su elaboración), podrán introducirse modifi-caciones creando nuevos estilos para diferenciar internamente los ti-pos de texto, sobre todo de títulos y de citas. Más tarde concretaremos el procedimiento al respecto.

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El proceso de redacción: formatos y estilo

3. Formato de texto normal Nos centraremos ahora en las características del texto normal.

Para ello, en el menú general del procesador debe desplegarse la op-ción «Formato», seleccionando primero «Fuente». La fuente más ele-gante para un texto de estas características es «Times» o «Times New Roman», de tamaño 12, con color de fuente automático (negro) y sin ningún otro efecto añadido.

Tras haber configurado la fuente, debe seleccionarse la opción «Párrafo», también dentro del menú «Formato». En nuestro caso, los criterios serán los siguientes:

a) «Sangría y espacio»

- General

Alineación: Justificada Nivel de esquema: Texto independiente

- Sangría

Izquierda: 0 cm Derecha: 0 cm Especial: Primera línea En: 1 cm

- Espaciado

Anterior: Auto Posterior: Auto Interlineado: Sencillo

b) «Líneas y salto de página»

- Paginación: sólo seleccionar «Control de líneas viudas y huérfanas»

4. Formato de texto de notas a pie de página Durante el proceso de escritura, se hará necesario en ciertos

momentos introducir notas a pie de página, bien para incluir citas que no se considera oportuno introducir en el texto central (por no ser

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esenciales para la secuencia de las ideas o de la argumentación, pero sí útiles para perfilar ciertos aspectos), bien simplemente para hacer constar la fuente de la que se extrae cierta cita, lo cual es indispensa-ble en toda citación, sea directa o indirecta. Se hará del siguiente mo-do:

a) Escrita la línea en el cuerpo del documento, se insertará al final la referencia para la nota al pie, seleccionando la opción correspondiente en el menú «Insertar».

b) El sistema informático nos propondrá dos opciones: como nota a pie de página o al final del documento. Seleccionaremos la primera de ellas, ya que facilita el proceso de lectura posterior del trabajo sin ne-cesidad de pasar páginas constantemente en busca de la referencia o de la anotación.

c) El formato de la referencia será numérico, iniciando en 1 y con nu-meración continua (no reiniciándola en cada página o sección). Se aplicarán los cambios a todo el documento a partir de la primera refe-rencia que introduzcamos.

d) Pulsaremos «Insertar» después de haber determinado estos aspectos y, ya en el texto, aparecerá la referencia en la línea con número en formato de superíndice. Este número siempre debe preceder al signo de puntuación (punto, coma, punto y coma, signo de interrogación o exclamación, etc.). Es un defecto frecuente colocarlo después. Mejor evitarlo.

Insertada la referencia numérica en la línea de escritura, pasare-mos a escribir la nota. Como el estilo del texto debe diferenciarse del normal del documento, deberemos especificar un nuevo formato para él, tanto de estilo como de párrafo. Esto lo haremos según los siguien-tes criterios:

a) Fuente

Primero, posicionemos el cursor en el espacio reservado a la propia nota, no en el texto normal, de tal manera que los cambios que introduzcamos sólo afecten a las notas y no al conjunto del documen-to.

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El proceso de redacción: formatos y estilo

En el menú «Formato» seleccionaremos la opción «Fuente». Se nos abrirá de nuevo el cuadro sobre el que anteriormente establecimos el estilo de texto normal para el documento. Debe ser todo igual, ex-cepto el tamaño de letra, que en este caso será menor, de 10 puntos en lugar de 12.

b) Párrafo Volviendo al menú «Formato» seleccionaremos «Párrafo». Los

cambios serán los siguientes: a) «Sangría y espacio»

- General

Alineación: Justificada Nivel de esquema: Texto independiente

- Sangría

Izquierda: 0 cm Derecha: 0 cm Especial: ninguna En: –

- Espaciado

Anterior: Auto Posterior: 4 pto Interlineado: Sencillo

b) «Líneas y salto de página»

- Paginación: sólo seleccionar «Control de líneas viudas y huérfanas»

c) Predeterminar formato

Cada vez que en el documento vayamos a introducir una nota, deberíamos definir estos criterios. Pero es evidente que sería incómo-do tener que hacerlo constantemente. Desde luego, no es necesario. Para evitarlo podemos, o bien escribir el conjunto del documento con independencia de estos criterios para, después, al terminar, volver so-

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Normas de Estilo

bre el escrito e ir perfilando cada estilo y cada forma de párrafo (se-leccionando las partes y definiendo sus criterios); o bien definir de manera predeterminada estos estilos conforme los vayamos utilizando, de tal manera que, por un lado, ya tengamos a nuestra disposición el texto en su formato final y, por otro, lo que escribamos vaya respon-diendo a sus diversos estilos y formas. Lo mejor es siempre esto últi-mo, ya que es preferible escribir sobre el texto en su formato definiti-vo, como si fuera el resultado final (lo cual no obsta para volver una y otra vez sobre él efectuando cambios). En este sentido, una vez inser-temos la primera nota a pie de página en el documento, conviene hacer lo siguiente.

a) En el menú «Formato» seleccionar la opción «Estilos y formatos». Figurarán entonces en pantalla todos los estilos disponibles o en uso en el documento. El cuadro que aparece se encuentra dividido en dos bloques: el relativo al «Formato del texto seleccionado» (según dónde se encuentre situado el cursor) y el «Formato que desea aplicar», con una lista de formatos disponibles que podemos mostrar más o menos extensamente (mostrar «Estilos disponibles», mejor que «Estilos en uso», «Todos los estilos» o «Personalizar»).

b) En esa lista de formatos disponibles, iremos a «Nota a pie de pági-na», pulsando la opción «Modificar» (el algunas versiones de Word figura en pestaña deslizable al lado del nombre del formato). Pulsando esta opción, nos figurará el formato que automáticamente va a regir en el documento para ese tipo de texto. Si no se adecua a los criterios que debemos utilizar, tendremos que hacer cambios sobre él. Selecciona-remos en el cuadro la pestaña inferior «Formato». Aparecerá entonces un menú desplegable con diversos aspectos: nos interesará la fuente y el párrafo. En cada uno de ellos haremos los cambios que se especifi-caron anteriormente. Al terminar, pulsaremos «Aceptar». A partir de entonces, los cambios afectarán al tipo de texto que vayamos utilizan-do, sin necesidad de realizar nuevas operaciones3.

3 Este modo de proceder es el más útil para la definición de los criterios de todos los

estilos del texto, ya que nos permite optimizar los recursos del programa y el tiempo que le dedicamos a la redacción. En ese mismo cuadro de «Estilos y formato» intro-

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El proceso de redacción: formatos y estilo

Además del tipo de texto normal y de nota a pie de página, de-bemos utilizar otros relativos a los títulos de los epígrafes y, even-tualmente, a las citas extensas que se incluyan en el cuerpo del trabajo.

5. Formato de texto en títulos de epígrafe El estilo de los títulos no debe ser muy distinto al del texto nor-

mal. En cualquier caso, salvo el título general del trabajo (tal y como figura en portada), que también puede incluirse al comienzo del do-cumento centrado en página y con menor tamaño (12-16 puntos), el resto de títulos deben estar justificados, no centrados ni alineados a la derecha o a la izquierda. Por otra parte, su distancia respecto al texto normal es mayor a la que existe entre los párrafos del cuerpo del escri-to. Es más elegante establecer esa mayor distancia de párrafo en la parte superior del título que en la parte inferior. En cualquier caso, aquí el gusto de cada cual impera.

Los títulos deben ir precedidos por un número que clasifique su ordenación, tal y como se especifica en el apartado dedicado al desa-rrollo argumental del trabajo. El criterio específico es el siguiente:

1. Título general del trabajo antes del texto: en MAYÚSCULAS o VERSALES, negrita, sin numeración y centrado, con mayor medida de fuente que el texto normal: de 12 a 16 puntos

2. Título de capítulo (si hay varios): I, II, III; en MAYÚSCULAS o VERSALES, negrita, numeración romana y centrado. Si sólo hay un capítulo no será preciso hacer uso de este criterio.

3. Título de epígrafe en cada capítulo: 1, 2, 3; en minúsculas, salvo le-tra inicial, negrita, alineación justificada)

4. Título de subepígrafe, en el interior de cada epígrafe: 1.1., 1.2. / 2.1., 2.2. o a), b), etc.; en minúsculas, salvo letra inicial, sin negrita, cur-siva, alineación justificada.

duciremos las modificaciones que sean necesarias para determinar tanto el estilo de texto normal, como de título, de notas a pie, de referencias numéricas de notas, etc.

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Normas de Estilo

6. Formato de citas Las citas literales breves (hasta cuatro o cinco líneas) pueden ir

incluidas en el cuerpo del escrito sin ningún tipo de diferenciación formal, dentro de su correspondiente párrafo. Su introducción debe darse con naturalidad, es decir, precedidas por doble punto [:], o por expresiones que permitan visualizar su correspondencia con la argu-mentación general sin cortes bruscos, del tipo “por eso X dice que….”, “a juicio de X…”, etc.

Si la cita es superior a cuatro o cinco líneas y no se cree conve-niente recortarla por medio de la inclusión de puntos suspensivos entre corchetes […] para aquellas partes que se eliminan, es preferible con-figurar para ella un formato específico de estilo y párrafo (cosa que podemos hacer en el menú «Formato», de nuevo, seleccionando «Es-tilos y formatos» y operando al respecto los cambios pertinentes, cre-ando para la cita un nuevo estilo llamado justamente así –si no figura en la lista de opciones que se nos ofrecen– o buscándola directamente en la opción «Mostrar: personalizar»).

Al margen de que deseemos o no generar un nuevo estilo para la cita, debe siempre incluirse estableciendo ciertas diferencias respecto al texto normal: su sangría debe ser mayor (más o menos el doble que el texto normal) y el tamaño de su letra un punto menor (11 ó 10). A modo de ejemplo:

«Cuando la cita textual que queremos reproducir tiene más de cinco líneas se puede citar en bloque […] con un margen izquierdo mayor, con un tamaño de letra más pequeño […]. Si utilizamos en el texto una fuente de tamaño 12, será suficiente con que se utilice el 11 [o 10]. El bloque va precedido y finalizado por un salto de pá-rrafo. El texto anterior al bloque debe señalar quién es el que habla y la frase que introduce el bloque acabará habitualmente con dos puntos»4.

4 NUBIOLA, J., “Metodología en investigación en filosofía: II. Cómo se hace una

tesis doctoral”, en <http://www.unav.es/gep/Metodologia/TesisDoctoral.html> (24 de enero de 2006).

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5. Aviso a «navegantes»

Sobre la citación y el plagio

Teniendo en cuenta que un trabajo académico tiene por función principal la elaboración de una exposición argumental acerca de una doctrina –o de un conjunto de ellas–, las referencias explícitas a textos son indispensables. Al fin y al cabo, una doctrina la constituyen siem-pre sus textos. En este aspecto conviene ser extremadamente cuidado-so, tanto en las formas que puede adoptar la citación –que puede ser directa o indirecta– como en su elisión, ya que no citar tanto puede ser signo de una enorme originalidad intelectual como de un plagio manifiesto. Mostrar el propio pensamiento no es lo que se persigue en la elaboración de un trabajo, por lo que es necesario hacer constar en la argumentación de dónde proceden las ideas con las que se trabaja, citando expresamente de vez en cuando para darle fuerza de autoridad a esas ideas. Por otra parte, el plagio constituye un fraude académico del mismo orden que la copia en un examen o prueba escrita. No es recomendable por lo tanto recurrir a él, ya que merece sanción5.

Bien, pero, ¿qué es un plagio…? Consiste en hacer pasar deter-minadas ideas, expresiones o información ajena como si fueran pro-pias, eludiendo poner de manifiesto la fuente de la que proceden. El uso de internet facilita enormemente la posibilidad de caer en él, ya que resulta extremadamente sencillo seleccionar ciertas ideas para, copiándolas, trasladarlas directamente al documento que uno mismo tiene la obligación de redactar. Si la cita es breve y se referencia co-rrectamente el lugar del que procede, envolviéndola con las propias argumentaciones, no hay problema en recurrir a estas posibilidades que nos ofrece la informática. El problema surge cuando el autor del 5 Cfr. Reglamento de Alumnos, t. III, a. 9 (“De la disciplina académica”).

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Normas de Estilo

trabajo sólo se limita a cambiar unos cuantos aspectos de la informa-ción que copia, cosméticamente.

Aunque las citas sean numerosas, nunca pueden ocupar más es-pacio en el documento que lo escrito personalmente por su autor. De-ben ser, además de breves, oportunas. No tener esto en cuenta, aparte de dar ocasión al plagio, supondrá al final hacer entrega, más que de un trabajo académico, de una antología de textos, cosa que, como ya se ha dicho, no es en principio lo que uno busca.

1. Citación directa o textual Citas directas son aquellas que recogen fielmente el contenido

de un determinado texto. Sean breves o extensas, se incluirán entre comillas, preferentemente con «comilla baja» (para diferenciarlas de los títulos de artículos que figurarán con “comillas altas”):

... San Agustín tiene muy claro a qué se refiere con estos con-ceptos: «Llamamos Ciudad de Dios –dirá– a aquella que nos testi-fica la Escritura que, no por azarosos cambios de los espíritus, sino por disposición de la Providencia suprema, que supera por su auto-ridad divina el pensamiento de todos los gentiles, acabó por sojuz-gar toda suerte de humanos ingenios».

Si no interesara incluir todo el contenido de una cita en el cuer-po del escrito, en las secciones eliminadas figurará el signo […]:

... San Agustín tiene muy claro a qué se refiere con estos con-ceptos: «Llamamos Ciudad de Dios –dirá– a aquella que nos testi-fica la Escritura que […] acabó por sojuzgar toda suerte de huma-nos ingenios».

Es importante no incorporar citas excesivamente extensas (más de ocho líneas, por ejemplo), salvo que exista alguna razón de peso para ello. Si hubiera tal razón, debe justificarse antes de incorporar la referencia, para que el lector convenga con el autor en lo adecuado de incluirla a pesar de su extensión.

Al término de la cita, tras las comillas y antes del siguiente signo de separación (punto, coma, punto y coma, etc.), debe hacerse constar

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Citación y plagio

en superíndice la referencia de la nota a pie de página en la que se especificará su fuente.

En la nota a pie, la fuente de la que procede el texto citado se expondrá del siguiente modo:

a) Si se trata de un libro: APELLIDO (versales), Siglas de Nombre, Título (normal, cursiva), Editorial, Lugar y año, página (p.) o pági-nas (pp.):

SABINE, G. H., Historia de la teoría política, FCE, Madrid 1992, p. 148.

b) Si se trata de un artículo de publicación periódica, revista, diario, etc.: Se siguen los mismos criterios, entrecomillando el “Título del artículo” y citando nombre de Revista (en cursiva), acompañada de su número (nº), volumen (vol.), año y páginas de procedencia de la cita (pp.):

STARNES, C., “El público de los primeros diez libros de la Ciudad de Dios y la lógica de su argumento”, en Augustinus, nº 40 (1995), pp. 273-282.

c) Si se trata del capítulo de una obra colectiva: se sigue un sistema combinado de a) y b), citando tras el APELLIDO y sigla del nombre del autor, el “Título del capítulo” (normal, comillas), junto con el APELLIDO y nombre del editor o compilador de la obra, su Título (cursiva), Editorial, Lugar y año, página de referencia de la cita (p., pp.).

ÁLVAREZ TURIENZO, S., “La Edad Media”, en CAMPS, V., Historia de la Etica (vol. 1), Crítica, Barcelona 1999, p. 345.

d) Si se trata de una fuente informática, procedente de internet: NUBIOLA, J., “Metodología en investigación en filosofía: II. Cómo se hace una tesis doctoral”, en <http://www.unav.es/gep/Metodologia/TesisDoctoral.html> (24 de enero de 2006).

2. Citación indirecta o libre

Las citas indirectas son aquellas en las que se transforma super-ficialmente la referencia textual, sin por ello atribuirse uno mismo su

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Normas de Estilo

autoría. No se redacta entre comillas, ya que pierde parte de su textua-lidad. Si son puntuales, conviene dejar constancia de quién es el ver-dadero autor de esa idea, añadiendo al término de la frase la referencia a nota a pie de página correspondiente, con su fuente bibliográfica original. En este caso, la referencia de la fuente debe ir precedida por Cfr. o Cf. (literalmente: confróntese, confere en latín), poniendo así de manifiesto que no es uno mismo quien dice tal cosa, sino que se trata de la posición de un determinado autor. Partiendo de los anteriores ejemplos de citas directas, podría quedar del siguiente modo:

... San Agustín tiene muy claro a qué se refiere con estos con-ceptos: la Ciudad de Dios, según dice, es la que las Sgdas. Escritu-ras aseguran que supera todo ingenio humano, aunque no tanto por la fuerza del azar o de la marcha histórica, cuanto por el poder mismo de la Providencia6.

Tanto sean las citas directas o indirectas, cuando en nota a pie de página se quiera dejar constancia de su procedencia bibliográfica, no será necesario repetir de forma exhaustiva siempre los mismos datos. Si una referencia se cita más de una vez, sólo se consigna la totalidad de los datos en la primera ocasión. A partir de la segunda, se sigue el siguiente criterio:

a) Si sólo se cita una obra de determinado autor: sigue al apellido y nombre las siglas op. cit. (obra citada), con la página de la cita:

SABINE, G. H., op. cit., p. 148. [cuando la referencia no remite a un volumen, sino a un artículo, «op. cit.» no se escribe ya en cur-siva, sino en letra normal]

b) Si se citan en el trabajo varias obras de un mismo autor: tras el apellido y nombre, se registra el título como de costumbre, seguido otra vez por las siglas op. cit. y la referencia de página:

SABINE, G. H., Historia de la teoría política, op. cit., p. 148.

6 [Y en nota escribiríamos:] Cfr. AGUSTÍN DE HIPONA, Sto., La ciudad de Dios,

BAC, Madrid 1998, p. 352.

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6. Colofón

espués de todo esto, sólo queda una cosa, no menos impor-tante que el estudio y la redacción: la entrega del fruto del propio esfuerzo en fecha y forma al profesor. De nuevo con-

viene ver este paso como parte integrante del propio trabajo, como su cierre y su guinda, no como algo aparte. No cumplir este requisito, suele, en efecto, reflejarse en la calificación final. Después de tanto esmero en la determinación de los criterios de forma, estilo, en la pla-nificación de la estructura de nuestro trabajo, de tantas conversaciones con el profesor y con los miembros de nuestro grupo de trabajo, si fuera el caso … ¿vamos a dar lugar a que se nos pueda objetar esto, cosa tan fácil, tan al alcance de todos? Hombre…

D

Alfara del Patriarca, 28 de julio de 2006

Juan C. Valderrama Abenza