Orígenes Del Critianismo

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    LOS ORGENES DEL CRISTIANISMOEN ASIA MENOR (A. 70-135). TEXTOS

    E HISTORIA.

    Collecci INSTRUMENTA 49

    Barcelona 2015

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    Parentibus sororique

    The religion of one age is the literary entertainment of the next. (Ralph Waldo Emerson)

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    (IEph1351)

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    NDICEGENERAL

    RELACINDEOBRASCITADASYABREVIATURAS p. 13

    1. INTRODUCCIN: PLANTEAMIENTOSOBJETIVOSYMTODOS p. 25

    1. LACOMUNIDADCRISTIANA: UNAENTIDADHISTRICA? p. 25 2. LARECONSTRUCCINTRADICIONALDELCRISTIANISMOENFESO p. 37 3. ELCRISTIANISMOEFESIO: UNADOBLEPARADOJAHISTRICA p. 43 4. LOSCRISTIANISMOSEFESIOS, UNAHISTORIACOMPLEJA p. 49

    2. ELCONTEXTOHISTRICODELOSPRIMEROSCRISTIANISMOS p. 55 1. INTRODUCCIN p. 55 2. ELCRISTIANISMOPRIMITIVOENELMARCODELJUDASMODELSIGLOI p. 57 2. 1. Breve descripcin del judasmo en el siglo I p. 57 2. 2. El movimiento cristiano como secta juda p. 63 2. 2. 1.La resurreccin de Jess a la luz del judasmo p. 66 2. 2. 2.La expresin literaria de la resurreccin de Jess p. 76 2. 2. 3.Mesianismo palestinense y poder romano p. 84 2. 2. 3. 1.Los mesas palestinenses del siglo I p. 85

    2. 2. 3. 2.La instauracin de la estatua de Calgula p. 88 2. 2. 4.Los inicios del movimiento: los dirigentes escatolgicos p. 92 2. 2. 5.Las dos grandes corrientes del cristianismo primitivo p. 96 2. 2. 5. 1.La corriente helenista y Pablo de Tarso p. 96

    2. 2. 5. 2. El judeo-cristianismo p. 105 2. 2. 6.La sinagoga de la dispora: judos, proslitos y metuentesp. 109 2. 2. 6. 1. El problema de la identidad juda p. 110

    2. 2. 6. 2.Los proslitos p. 113 2. 2. 6. 3.Los metuentes p. 118 2. 2. 7.La ecclesa cristiana: una sinagoga informal p. 127 2. 2. 8.Aspectos organizativos: episkopoi y diakonoi p. 135 2. 2. 9. Un excursus gastronmico: la comunidad mixta p. 143 2. 3. El conflicto entre la sinagoga juda y la sinagoga cristiana p. 146 2. 3. 1.Los primeros conflictos p. 149 2. 3. 2.La Birkat ha-Minim p. 152 2. 3. 3. El fiscus Iudaicus p. 156 3. QUINESERANLOSPRIMEROSCRISTIANOS? P. 159 3. 1. Un apunte sociolgico preliminar: los libertos del Seor p. 159

    3. 2. Redes sociales previas p. 180 3. 2. 1. Familiares y compatriotas p. 182 3. 2. 2.Los grupos profesionales p. 185 3. 2. 3.La familia Caesaris p. 194 3. 2. 4.Cristianos en otras grandes familiae p. 203 3. 2. 5.Las relaciones con los poderosos p. 204

    3. 2. 5. 1. Pablo, cliente de Sergio Paulo? p. 204 3. 2. 5. 2.Los asiarcas amigos de Pablo (Act 19, 31) p. 206 4. LACIUDADDEFESO P. 208 4. 1. feso: una sociedad dinmica p. 209 4. 2. La dispora juda en Asia Menor: la judera de feso p. 214

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    5. PORQUFESOHAPRODUCIDOTANTOSTEXTOSCRISTIANOS? p. 225

    3. LOSDOSGRANDESTEXTOSEFESIOS:LUCAS, ELEVANGELIODELACOMUNIDADGENTIL;JUAN, UNEVANGELIOJUDAICODELARGAHISTORIA p. 233 1. LAAUTORADELEVANGELIODELUCAS p. 233

    2. DNDEFUEESCRITOELEVANGELIODELUCAS? p. 243 3. ELCOMPONENTEBAPTISTAENELTEXTOLUCANO p. 248 4. LACOMUNIDADGENTILEFESIAENELSIGLOI p. 255 4. 1. Composicin del grupo p. 255 4. 2.Lucas, el evangelio de los pobres p. 257 4. 3. La organizacin de la comunidad: grupo comunista o socorro mutuo? p. 263 4. 4. El proyecto comunitario lucano: un proyecto elitista? p. 268 5. QUINESCRIBIELEVANGELIODELUCAS? p. 272 6. LAGNESISDELEVANGELIODEJUAN:UNPROCESOCOMPLEJO p. 273 6. 1. La atribucin tradicional al apstol Juan p. 274 6. 2. Dnde fue escrito el EVANGELIODEJUAN? p. 278

    6. 3. Entre Samaria y feso: breve resumen de una historia intrincada p. 281 6. 4. El cristianismo samaritano y las corrientes gnsticas en Asia Menor p.285 6. 5. IEph, 713: una comunidad de samaritanos residentes en feso p.288 6. 6. La expulsin de la sinagoga p. 290

    4. LOSCRISTIANOSJUDEO-HELENISTASENASIAMENOR: ELAPOCALIPSISDEJUAN p. 295 0. CUESTIONESPRELIMINARES p. 295 1. LACOMPOSICINDELAPOCALIPSISDEJUAN P. 297 1. 1. El doble ciclo de las visiones p. 297 1. 2. La seccin de las cartas p. 304 1. 3. El cierre de la composicin: prlogo y eplogo p. 306 2. CUNDOFUECOMPUESTALASECCINDELASVISIONESDELABESTIA? p. 308 3. ELPROBLEMADELAAUTORA: QUINESJUAN? p. 314 4. ELAPOCALIPSISCOMOREFLEJODEUNACOMUNIDADPERSEGUIDA p. 3165. LAEVOLUCINDELOSCRISTIANISMOSEFESIOSENLOSSIGLOSI YII p. 323 0. INTRODUCCIN p. 323 1. LOSGRUPOSJONICOS p. 325 1. 1. Composicin del grupo p. 325 1. 2. Ubicacin taxonmica del cristianismo jonico p. 331 1. 3. Conflictos intracristianos en elApocalipsis p. 333

    1. 4. Organizacin del grupo: los carismas profticos p. 340 1. 5. La asuncin del paradigma sacramental en la comunidad jonica p. 348 1. 6. Desarrollos posteriores: quiliastas y montanistas p. 350 2. LOSGRUPOSLUCANO-PAULINOS p. 359 2. 1. Caractersticas generales p. 359 2. 2. El binomio Colosenses-Efesios p. 362 2. 3. Las Cartas pastorales p. 365 2. 3. 1. El problema de las Cartas pastorales p. 365 2. 3. 2. Un nuevo modo de ser cristiano p. 370 2. 4. Desarrollos de la corriente paulina: Marcin p. 378 3. LAPROPUESTAIRENISTADEHECHOSDELOSAPSTOLES p. 380

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    3. 1. Presentacin de la cuestin p. 380 3. 2. El proyecto poltico deHechos p. 382 3. 3. Apndice: el relato de la Ascensin p. 388 4. GRUPOSJUDEO-CRISTIANOSENASIAMENOR:LOSORCULOSSIBILINOS p. 390

    6. LOSCRISTIANISMOSEFESIOSANTEELPODERROMANO: LASPERSECUCIONES p. 395 1. LOSINICIOSDELASPERSECUCIONES: UNBOSQUEJOHISTRICO p. 395 2. LACARTADEPLINIOELJOVEN p. 408 3. ELCRISTIANISMOPERSEGUIDO: LAPRIMERACARTADEPEDRO p. 409 4. ELRESCRIPTODEADRIANOAMINUCIOFUNDANO p. 413 5. LASPERSECUCIONESYELECLIPSEDELCRISTIANISMOENFESO p. 416

    7. CONCLUSIONES p. 423

    BIBLIOGRAFA p. 435

    NDICES p. 475

    -Index fontium p. 475

    -Index onomasticus p.497

    -Index geographicus p. 515

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    1. INTRODUCCIN: PLANTEAMIENTOS, OBJETIVOSYMTODOS1

    1. LACOMUNIDADCRISTIANA: UNAENTIDADHISTRICA?

    La ms elemental de las lecturas de cualquiera de las innumerables monografas relativas a lahistoria del cristianismo primitivo evidencia la omnmoda presencia del concepto de comunidad.

    Surgido en el mbito de la alta crtica decimonnica2, este se formul como solucin al ms obviode los problemas que suscitaban los primeros textos cristianos: quin escribi elNuevo Testamento3.

    1 Tres aos han pasado ya desde la defensa de mi tesis doctoral Los cristianismos efesios durante el perodo decomposicin del canon (a. 70-135): un estudio histrico, trabajo dirigido por el profesor Francisco Marco Simn, catedrticode Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza. No deseo prodigar aqu expresiones excesivas que podran acaso seratribuidas a la retrica propia de la ocasin. Sin embargo, no puedo dejar de consignar que, sin su generosidad, este trabajojams habra llegado a buenfin. No es habitual que un latinista, por ms que desde siempre se haya sentido vocacionalmenteinclinado hacia la Historia de las Religiones, d el paso de conferir a su labor la condicin de tesis doctoral en HistoriaAntigua; y slo gracias al profesor Marco pude lograr mi empeo. De todas formas, la mayor de mis satisfacciones fue elprivilegio de que uno de los ms eminentes especialistas en Historia de las Religiones del pas tuviera el desinteresado gestode asumir el esfuerzo de supervisar mi trabajo y, sobre todo, el de compartir conmigo, como ya hizo en ms de una ocasin

    en el pasado, el caudal de sus saberes. Sirvan, pues, estas lneas de testimonio de mi gratitud.2A diferencia de la baja crtica, dedicada a cuestiones de ecdtica y crtica textual, la alta crtica tena por objeto

    tratar de determinar el origen histrico-literario de los textos, propsito que pasa por el examen de sus fuentes y contextohistrico, as como por la comparacin con textos cercanos y paralelos con el fin de establecer su sentido originario. Deamplia aplicacin en el mbito de la Filologa Clsica, su empleo marca el verdadero comienzo del estudio cientfico de lostextos neotestamentarios. A lo largo del presente captulo nos vamos a referir a algunos de sus logros ms seeros. Ahorabien, no se espere hallar aqu una relacin exhaustiva de cuantos mtodos y perspectivas ha producido la crtica en losltimos doscientos aos; solo pretendemos establecer algunos de los jalones metodolgicos que delimitan nuestra propiainvestigacin.

    3 Dejando a un lado algunos casos anecdticos datados en la Edad Media y el Renacimiento, el comienzo del examencrtico de la Biblia dio comienzo con la modernidad: as, el filsofo Thomas Hobbes fue el primero en afirmar que elPentateucono poda ser obra de Moiss. Lo mismo que el calvinista francs Isaac de la Peyrre, quien repiti el argumentocuatro aos ms tarde. Tras ellos, Baruch Spinoza someti a una revisin crtica multitud de pasajes del Pentateuco

    llegando a la conclusin de que haban tenido que ser compuestos mucho tiempo despus de la muerte de Moiss. Por su

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    Evidentemente, el proceso que condujo a su creacin no fue directo ni inmediato. Antes de ello, lacrtica erudita de la Ilustracin hubo de abrir brecha en el inconmovible panorama hermenuticotradicional y acabar primero con la nocin teolgica de la inspiracin divina como factor explicativode estos textos. Solo as dio comienzo la progresiva ruptura con una tradicin milenaria que atribuasu composicin a un conjunto de discpulos de Jess y de importantes personajes de las primeras

    fases de la predicacin que sirvieron de intrpretes al Espritu Santo, el cual, en ltima instancia, erael garante de su inerrancia como texto sagrado.

    Dejando a un lado las primeras aproximaciones de la crtica del racionalismo y la Ilustracin,

    el autntico comienzo del estudio cientfico de los textos bblicos avanz por un camino de ndole

    filolgica. Y como no poda ser de otra manera, los estudiosos decimonnicos se sirvieron de

    los mtodos imperantes en su poca. Ms an, si alemana fue la gran filologa de aquel siglo,

    tambin alemana fue la crtica bblica en l surgida. As pues, armada con las herramientas que le

    suministraba la Quellenforschung, ubicuamente aplicada a los textos clsicos, la crtica puso de

    relieve que estos textos podan ser estudiados con arreglo a los mismos criterios que sus paralelos

    greco-romanos, al menos en lo que haca a su proceso de composicin (D. WENHAM, 1979 [= 1977]:

    139-152). Surgieron as diversas hiptesis que trataban de dar cuenta de la creacin de los relatosbblicos. Por no extendernos en un tema de sobra conocido, nos limitamos a mencionar la hiptesis

    documentaria de J. WELLHAUSEN (1889)4, que da cuenta del proceso compositivo del Antiguo

    Testamentoy cuyo fundamento ltimo no ha sido refutado por el paso de los aos 5; y, en el mbito

    delNuevo Testamentoel trabajo de Ch. WEISSE(1838), quien con su hiptesis de la doble fuente

    centr definitivamente el problema de la cuestin sinptica.

    Estas propuestas describan un proceso de composicin de las diversas obras, segn el cualestas eran resultado de la sucesiva intervencin de unos autores (J, E, P, D, Mateo, Lucas),que iban combinando y modificando los documentos precedentes escritos a su vez por los

    parte, Richard Simon expuso que el ncleo del Pentateucoera de origen mosaico, pero que sus textos haban sido alteradospor la intervencin de un conjunto de profetas inspirados. Una informacin extensa sobre la cuestin, en R. E. FRIEDMANN(1989 [= 1987]: 20-25).

    4Muy en resumen, la hiptesis de Wellhausen consiste en la idea de que el Pentateucoes resultado del ensambladosucesivo de varios textos a lo largo de varios siglos. Estos, segn l, seran J (Yavista), texto surgido en el reino de Jud;E (Elohista), del reino de Israel; y posteriores a estos, P (Sacerdotal); y D (Deuteronomista). A ellos habra que sumar unalabor redaccional posterior (R [Redactor]) destinada a limar las suturas y a conferir una apariencia de unidad a textos de tandiverso origen. El prestigio de la hiptesis es indiscutible y as R. E. FRIEDMANN(1989 [= 1987]: 25-33) sigue dndola porbsicamente acertada, por mucho que la critique en cuestiones de detalle.

    5Teniendo en cuenta que nuestro estudio no est centrado en el Antiguo Testamento, nos limitamos a sealar que lashiptesis documentarias siguen manteniendo un indiscutible prestigo entre los investigadores. Por supuesto, la hiptesis deWELLHAUSENha recibido crticas y aun descalificaciones. Pero ello no desmiente los fundamentos del mtodo. As, segn

    R. RENDTORFF(1977), en lugar de los documentos propuestos por Wellhausen, habra que partir de seis grandes unidadesprevias al Pentateuco; en definitiva, otra hiptesis documentaria. Ms recientemente, E. BLUM(1990) considera que enel Pentateucono existen fuentes paralelas e independientes, como las que postulaba la hiptesis documentaria clsica,ni tampoco las grandes unidades propuestas por Rendtorff, sino dos composiciones tardas que recogen tradicionesms antiguas. A ttulo meramente anecdtico,mencionamos la hiptesis de R. N. WHYBRAY(1987), a cuyo juicio no hayrazones para admitir documentos previos al Pentateucodefinitivo, ni tampoco las hay para suponer credos, ni relatoscultuales, ni temas o tradiciones transmitidas oralmente, ya que, a su juicio, el Pentateucoes obra de un nico autor,influido por autores griegos, como Herdoto. Nuestra falta de competencia sobre el asunto nos impide emitir juicios sobretal hiptesis, aunque, desde luego, consideramos que, de entrada, resulta altamente sospechosa cualquier hiptesis que partade una influencia griega en laBibliaen perodos anteriores a la poca helenstica. Otra cosa es que tal hiptesis ofrezca unafecha muy plausible. En efecto, como dice A. PAUL(2011 [= 2007]: 51): sera anacrnico pretender que hubo escriturade la Biblia en el sentido literario del trmino antes del s. V a. C. El salto cualitativo que implica el acceso al arte y lamaestra de la escritura literaria haba sido imposible hasta entonces, por motivos culturales y tcnicos, pero tambin, si

    profundizamos un poco por motivos polticos y sociales.

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    correspondientes autores, y por supuesto aadindoles materiales propios, con lo cual en muchoscasos era posible reconocer la estratigrafa de su composicin6. Aunque tal planteamiento no ha sidodesmentido, no obstante, estudios posteriores aportaron nuevas perspectivas, ya que las hiptesisdocumentarias se limitaban a reconstruir el proceso acumulativo que conduca, texto a texto, hasta laobra final, pero no profundizaban en la realidad que haba tras cada uno de ellos. De hecho, uno de

    los conceptos que ms embates crticos recibi es, precisamente, el de autora. Al menos el de unaautora parangonable a la que se manifestaba en los textos greco-romanos. En efecto, en contrastecon los textos clsicos, en los que esta constituye todava una de las cuestiones centrales de suestudio, pronto se vio que, en el caso delNuevo Testamento, tal aproximacin careca de sentido: susdiversas obras no podan ser atribuidas a ningn autor conocido. Y, desde luego, a ninguno de losque constituan el elenco tradicional de los escribas sagrados. Salvo el caso de las cartas genuinasde Pablo, las atribuciones existentes no eran sino una mixtificacin, forjada con la intencin deotorgar autoridad a unos documentos a los que se habra querido conferir un valor normativo muchasdcadas despus de su composicin. La nueva religin, desgajada ya de su matriz judaica, necesitabahacerse con un canon de textos sagrados; y para ello nada mejor que otorgarles autoridad y prestigioal asociarlos con personajes estrechamente vinculados a la figura del Maestro (Mateo, Juan, Pedro) o

    a las fases ms antiguas de la predicacin (Marcos, Lucas, el propio Pablo).

    En definitiva, estos textos no podan ser evaluados con arreglo a los criterios imperantes en elmbito de la filologa clsica, esto es, como resultado del intento de expresin esttica y personal de unindividuo concreto. Centrndonos ya en el mbito especfico delNuevo Testamento, eran, ms bien,la manifestacin de la fe, del conjunto de creencias de un grupo social la comunidad, las cualesacabaron cristalizando en textos que se ajustaban a diversas formas o gneros: evangelios, apocalipsiso cartas. As, los textos cristianos dejaban de ser obra, perspectiva segn la cual eran objetosperfectamente equiparables a sus coetneos greco-romanos, y pasaron a ser construcciones annimasque reflejaban, ms bien, las creencias del grupo en el que, en cada caso, haban fraguado. Inclusoen lo que hace a las formas ms aparentemente literarias pensemos tan solo en los evangelios,antes que de relatos ubicables en las coordenadas de la narracin biogrfica o novelesca, habra quehablar ms bien de teologa narrativa, ya que, en definitiva, no seran sino los medios expresivos queel cristianismo primitivo adopt para formular sus inquietudes y creencias7.

    Ms an, el cmulo de diferencias entre los diversos textos impeda, en realidad, hablar deun cristianismo antiguo en abstracto. No era posible que textos como el Evangelio de Mateo,Lacarta a los Romanoso elApocalipsis de Juanhubieran surgido de un proyecto doctrinal unitario8.

    6Como sealan J. D. CROSSANy J. L. REED: Algunos especialistas niegan en teora la estratificacin exegtica y por lotanto la ignoran en la prctica. Otros la afirman en teora, pero siguen negndola en la prctica. En la exgesis evanglica,

    a diferencia de lo que sucede en la arqueologa de campo, la estratificacin debe defenderse tanto en la teora como en laprctica. (2003 [= 2001]: 28-29).

    7A este respecto, resulta chocante la opinin de B. HOLMBERG: Hemos de resistir la tentacin de considerar demasiadounilateralmente la primitiva literatura cristiana como un producto de la comunidad o como un reflejo de las circunstanciasreales de las comunidades a las que van asociados esos documentos. Con demasiada frecuencia leemos que esta o aquellacomunidad produjo prcticamente uno u otro evangelio o que estos fueron compuestos para cualquiera de ellas. Almenos es posible que algunos documentos fueran rescatados de la oscuridad no por representar los puntos de vista delas comunidades, sino precisamente porque significaban un reto para ellas. (1995 [= 1990]: 78). Los lmites de nuestrotrabajo nos impiden entrar en una discusin detallada con el autor de estas palabras. A nuestro juicio, el indiscutible carctersectario de los primeros textos cristianos exige un horizonte de recepcin restringido precisamente al grupo que sustenta elideario compendiado en cada una de las obras.

    8Por supuesto, esta labor genricamente filolgica no se desarroll en el vaco. Formaba parte de todo un procesointelectual, que arrancaba ya de la crtica de la Ilustracin, y cuyo mejor representante es la llamada Escuela de Tubinga.

    Apoyados en las basesfi

    losfi

    cas que les suministraba la lgica de Hegel, un grupo de telogos-historiadores, cuya principal

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    Ms all de la creencia compartida en la resurreccin de Cristo, siempre sometida a interpretacionesy controversias, cada uno de esos textos manifestaba la pluralidad de opciones doctrinales quemantuvieron las diversas facciones cristianas de la Antigedad. La pretendida armona entre ellos essolo resultado de la labor concordista del telogo, dispuesto a reconciliar en una dimensin dogmticaproyectada hacia el pasado, perspectivas que, en su momento, no solo eran diferentes, sino que, como

    veremos, en ocasiones se manifestaron enzarzadas en las ms agrias polmicas9

    .

    En efecto, la realidad del cristianismo en sus primeros cien aos de historia constituye, a ojosdel moderno historiador, un panorama de inmensa pluralidad, imposible, desde luego, de ser reducidaal binomio ortodoxia/heterodoxia. La multiplicidad de opciones reconocibles en esta poca inicialinvita a considerar la existencia de una pltora de grupos, entre los cuales es posible reconocer, muchasveces, mayores y ms profundas diferencias que entre cualesquiera confesiones contemporneas,todas las cuales, a la postre, proceden directamente de la ortodoxia fijada a fines de la Antigedad(B. D. EHRMAN, 2004 [= 2003]: 17-23). De ah las continuas y feroces polmicas surgidas entre ellos.

    El catlogo heresiolgico de Epifanio de Salamina, de fines del s. IV, constituye una selva difcil

    de franquear para el lego en la materia: sin cesar se acumulan herejes y herejas del ms diverso pelaje,sin que muchas veces sea posible darles una contextura histrica definida. Ahora bien, la perspectivade la que parte Epifanio como el resto de los heresilogos ya desde el s. II es histricamenteinasumible, por no decir falsa. Su planteamiento parte de la idea de una ortodoxia rectilnea constituidacomo tal desde el acto fundacional de Pentecosts y que llega precisamente hasta el propio autor,erigido en juez inapelable y autorizado de la verdad. As, de ella parten diversas desviaciones lasherejas, descritas precisamente en trminos de separacin y de distancia respecto a la recta doctrinaque sostiene el grupo al que pertenece el heresilogo (cf. J. A. ESTRADA, 2006: 124-125).

    En cambio, la realidad que el historiador acierta a reconstruir es muy distinta, en la medida

    en que este, ms bien, reconoce la existencia de una multitud de grupsculos en permanente

    conflicto y lucha por la legitimidad (J. A. ESTRADA, 2006: 137). Frente a la imagen del rbol del

    que se desgajaron las ramas podridas, la historia del cristianismo se asemeja, ms bien, a una

    planicie poblada de matorrales cuyo futuro no era posible predecir. El caso es que solo uno de ellos

    prosper y tras varios siglos de vicisitudes lleg, s, a ser un robusto rbol; tanto que acab con el

    resto de los cristianismos junto a los que haba nacido. No es otra la realidad que acertaremos a

    reconstruir en nuestro trabajo. As, veremos que, a lo largo del s. II, algunos de esos cristianismos

    fueron capaces de franquear las barreras que los separaban y pudieron, de esa manera, dar lugar

    a un cristianismo proto-ortodoxo que, andando el tiempo, lleg a ser, como decimos, la faccin

    dominante, la cual reconstruy su trayectoria como una secuencia histrica ininterrumpida entre

    los mticos tiempos fundacionales y su propia realidad. Esto es, el conjunto de documentos que,

    poco a poco, fueron entrando en el canon ortodoxo son, en realidad, las manifestaciones de gruposque, en el momento de su creacin, todava no formaban parte de ninguna iglesia unitaria. Antes

    figura es F. C. BAUR(1792-1860), desarroll a lo largo de varias generaciones del s. XIX una intensa labor, destinada areconstruir la historia del cristianismo primitivo. Por supuesto, los dos siglos transcurridos han dejado arrinconados susplanteamientos idealistas y muchas de sus hiptesis; mas no la ms valiosa de sus aportaciones: la relectura de la historiadel primer cristianismo en clave de conflicto.

    9 A este respecto, resulta muy esclarecedor el trabajo de J. GALAMBUSH (2005), quien ha dedicado su atencin alcaudal de elementos polmicos que alienta en los textos delNuevo Testamento, los cuales lee como manifestacin de las

    controversias habidas entre diversos grupos judeo-cristianos.

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    bien, eran muchas veces los instrumentos polmicos de los que se servan sus dirigentes para

    atacar a otros grupos con los que, dcadas despus, acabaran fundidos.

    As pues, estos documentos no son el resultado de la labor solitaria e intelectualizada de unautor que trabaja desde la perspectiva del escritor clsico, resuelto a ofrecer una respuesta personal

    a los problemas estticos de su propia tradicin. Su voluntad es muy otra: lejos de dar primaca a suyo literario, el escritor neotestamentario deliberadamente se oculta y minimiza su papel en aras dela transmisin del mensaje de su texto, que ms que suyo, considera expresin del sentir general delgrupo al que pertenece. En rigor, si bien no hay que reducir el papel del autor evanglico al de merocompilador, lo cierto es que haba un importante componente de acierto en la idea de que el mensajeera ms del grupo que de l mismo. En efecto, poco a poco, la crtica fue desvelando que tras lostextos cristianos en particular tras los evangelios haba una gran cantidad de material previo, decarcter oral y adscribible en muchos casos a situaciones litrgicas esto es, sociales concretas.

    El origen de esta propuesta remonta, en ltima instancia, al romntico J. G. Herder (1744-

    1803), estudioso de la tradicin oral en los mbitos de la poesa popular y las leyendas, quien

    aplic sus conclusiones alNuevo Testamento. Su hiptesis parta de la existencia de un evangelioprimitivo de carcter oral, formado por secciones y fragmentos diversos, posteriormente

    refundidos por narradores que lo llevaron al mbito de la escritura. As, el estudio del cristianismo

    primitivo se distanciaba de la dimensin filologista propia de las hiptesis documentarias

    centradas en la visin de los documentos como texto escrito y se adentraba en la exploracin

    del difuso espacio de la oralidad. Tales planteamientos acabaron cristalizando en metodologa

    de la escuela Historia de las Formas (Formgeschichte).

    Creada por H. GUNKEL10 (1862-1932), la Formgeschichte aspiraba a identificar en los

    textos delAntiguo Testamentola naturaleza, intencin y significado de sus unidades primordiales;

    y, sobre todo, a tratar de desentraar su puesto en la vida (Sitz-im-Leben) del pueblo judo en las

    fases previas a su fijacin en la escritura. Estas propuestas fueron completadas con la aproximacin

    del mtodo histrico de la tradicin de M. Noth11, quien formul el objetivo de penetrar en el

    proceso de composicin de dichas unidades pre-literarias para estudiar su nacimiento, sentido

    y fin en la fase de la tradicin oral. En un principio, esta perspectiva no fue aplicada de modo

    10La descripcin de GUNKEL(1901) se basaba en una doble reparticin (mitos y sagas), que atenda bsicamente alcontenido de los relatos: as, los mitos (Gen1-11), en los que percibi un carcter politesta, estaban centrados en ladeidad, se ubicaban en un pasado remoto y se ocupaban de la creacin del hombre y la materia, as como de las preguntasuniversales. Por su parte, las sagas, de corte monotesta, se centraban en los orgenes de Israel, y respondan cuestionesrelacionadas con la historia de la tribu y fenmenos locales en la naturaleza. A su vez, estas se dividan en cuatro tipos: (1)Sagas histricas; (2) Sagas etiolgicas; (3) Sagas etimolgicas; (4) Sagas rituales. Estas sagas no seran producto

    de un autor, sino tradiciones folklricas de carcter oral, que ms tarde formaron cadenas narrativas.Clasificacionesposteriores, como la A. ALT (1929), reparten el material en relatos de culpabilidad y castigo (Gen 1-1l), relatos defamilia (Gen12-36) o novela (Gen37-50).

    11 En rigor, la hiptesis de Noth no es una impugnacin a los planteamientos de Wellhausen, sino ms bien un intentode explicarla superando el mbito del propio texto. As, se propone indagar la historia de las tradiciones no investigandola historicidad de su contenido, sino la historia del hecho de su propia existencia, lo que supone el estudio de la evolucinen sus formulaciones tanto en la fase oral como escrita de las mismas. Su hiptesis propone que el Deuteronomioera elprimer libro de una historia del pueblo de Israel desde sus primeros momentos en la tierra de Canan hasta la cautividadde Babilonia. El actual Pentateucose habra formado aadiendo tardamente ese libro al Tetrateuco. En cualquier caso, lasconclusiones de Noth lo mismo que las de Wellhausen conducan a un escepticismo radical: las sagas de los patriarcasno tenan ningn valor histrico y solo eran proyecciones de realidades histrico-religiosas muy posteriores. En paralelo,es reseable la obra de historiadores como J. BRIGHTque, en los aos 50, intentaron realizar la hazaa de ubicar los relatosde los patriarcas en el segundo milenio. A pesar de sus esfuerzos, actualmente su obra solo puede ser publicada con un

    apndice que desmiente la tesis fundamental del autor (cf. 2003 [= 2000]).

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    consciente y sistemtico al mbito de la exgesis neotestamentaria. Se trataba, ms bien, de una

    intuicin que se plasmaba en los diversos trabajos como resultado, acaso, de su implantacin

    en el ambiente intelectual de la poca12. Mas fue Martin DIBELIUS (1919), quien introdujo la

    Formgeschichteen el estudio de los evangelios y los escritos neotestamentarios13. Y a l pronto

    le sigui Rudolf BULTMANN(1921), discpulo de Gunkel en Berln, y autor del ms significativo

    conjunto de estudios del s. XX sobre la creacin de los textos evanglicos. Su propsito fue el deestudiar, sobre todo, el Sitz-im-Lebende los diversos sermones y formas litrgicas en la vida de la

    primera comunidad cristiana; esto es, cmo fueron entendidas e interpretadas entre sus primeros

    receptores las palabras y acciones del Cristo de los relatos orales; y, de paso, mostrar cmo y en

    qu medida este material fue transformado en el proceso de transicin a la escritura.

    De esta manera, Bultmann puso de manifiesto que bajo los evangelios lata un fondo de

    tradicin oral conformado por leyendas antiguas sobre Jess y sus discpulos, elementos litrgicos

    de las primitivas asambleas cristianas y material propio de la predicacin (sermones e instrumentos

    catequticos). Y as distingui varias de esas formas elementales: logia (dichos sapienciales,

    escatolgicos y apocalpticos); prescripciones legales y disciplinarias; dichos en primera persona;

    parbolas, alegoras y narraciones (apotegmas, ejemplos, narraciones de milagros); prosa rtmica(himnos, bendiciones, doxologas, acciones de gracias); pasajes autobiogrficos; frmulas

    epistolares, etc. Cada uno de estos gneros diminutos est condicionado por el mbito comunitario

    en el que se transmite y, por supuesto, se interpreta. De ah la importancia que Bultmann y sus

    seguidores conceden a la identificacin del ambiente concreto en el que se conservan y perfilan.

    Estos materiales, en circulacin incesante entre los primitivos grupos de fieles, seran sometidos a

    un permanente proceso de revisin y reelaboracin con el fin de adecuarse al objetivo fundamental

    de conformar expresiones simblicas de su fe en el Resucitado, las cuales no seran sino un

    ejercicio de proyeccin de una experiencia religiosa y vital concreta. O de otra manera, el Cristo

    y tambin el Jess de cada uno de ellos era resultado, no tanto de la plasmacin literaria de

    un acontecimiento de corte histrico-fctico, cuanto de la creacin de una figura de naturaleza

    mtica en la que se encarnaban los ideales, las aspiraciones y las inquietudes de quienes realizaron

    la arriesgada apuesta vital de asumir el hecho de su resurreccin14. Ante ello, los exgetas

    conservadores alzaron su voz: semejante planteamiento induca a hablar ms de la vida eclesial

    y del carcter de la comunidad cristiana que del mismo Jess. La aceptacin de la hiptesis del

    carcter colectivo y annimo del proceso, as como la inexistencia de controles intersubjetivos

    del testimonio, abocaba a un escepticismo radical, segn el cual el acceso a Jess era imposible,

    pues no se poda ir ms all del propio proceso de transmisin. En el fondo, estas crticas estaban

    12As, C. WEIZSCKER, en su Das apostolische Zeitalter (1886), asuma la existencia de una tradicin surgida de lapropia dinmica de las comunidades, pero no la aplic de forma consistente.

    13A pesar de que se suele sealar su obra de 1919 (Die Formgeschichte des Evangeliums) como el comienzo de laaplicacin de la Formgeschichte al estudio del Nuevo Testamento, de hecho, ya la haba usado profusamente aos atrsen su Die urchristliche berlieferung von Johannes dem Tufer(1911), relativo a las huellas de las tradiciones de losdiscpulos de Juan el Bautista en la creacin de los relatos de la infancia de Jess.

    14 En rigor, como seala con acierto J. MONTSERRATTORRENTS(2005: 21), los propsitos de la Formgeschichteeran enltima instancia de orden teolgico. El objetivo del mtodo era el de demostrar que, independientemente del conjunto demodificaciones comunitarias, subsista en los textos del canon un ncleo de verdad histrica que remontaba a las ipsissimaverbade Jess. A este respecto, resultan iluminadoras las palabras de A. S CHWEITZER: La investigacin histrica de lavida de Jess no parta del inters puramente histrico, sino que buscaba al Jess de la historia como auxiliar en la luchade liberacin del dogma. Luego, cuando ella se liber del pathos, busc al Jess histrico como l era inteligible en su

    tiempo. (1990 [= 1906]: 4).

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    motivadas por el temor de ver rota la continuidad entre el Jess histrico y el Cristo de la fe,

    cuestin que, por motivos obvios, resulta absolutamente irrelevante para el historiador.

    Ahora bien, como ha sido insistentemente sealado por buena parte de la crtica posterior,los planteamientos de R. Bultmann encapsulaban los relatos cristianos y consecuentemente a

    sus emisores en un espacio teolgico-existencial sin conexin con la realidad. O de otra manera,presentaban a los cristianos de los dos primeros siglos fuera de la historia. Y es que, segn superspectiva, el contexto vital, concepto de tan prometedoras connotaciones, quedaba reducido aun estrecho espacio, en el que el hombre histrico, sobre el que, de hecho, descansaban los escritosneotestamentarios, quedaba por completo eclipsado por el hombre teolgico, proyeccin acaso deltelogo que era el propio Bultmann15. O de otra manera, el contexto vital de Bultmann es, ms bien,un juego de coordenadas establecidas en torno a conceptos sumamente abstractos y distantes del mundoreal en el que se movieron los primeros cristianos, quienes operan desde la ahistoricidad ms absoluta(cf. G. THEISSEN, 1985 [= 1979]: 14). De hecho, la palabra vida (Leben) haba sido inconscientementereducida a una dimensin religiosa, lo cual acababa por orillar, de hecho, la vida real en la que lostextos tenan su origen. Como muy acertadamente seal el apesadumbrado J. Z. SMITH:

    We have been seduced into a description of a Sitz im Lebenthat lacks a concrete (i.e., non-

    theological) seatand offers only the most abstract understanding of life. (1975: 19)

    Con todo, esta crtica no puede empaar las grandes aportaciones de Bultmann al procesode desmitologizacin de la figura de Jess16, ni tampoco sus contribuciones al estudio de la creacinde los textos neotestamentarios, en particular por la importancia que concedi, precisamente, a lacomunidad como factor determinante en la configuracin de los mismos.

    Solo en fases posteriores, pues, el viejo caudal de materiales orales acabara por

    sedimentarse en el mbito de la escritura. Tal paso obedeca, por supuesto, a una profunda

    transformacin en el seno de esas mismas comunidades, pero acab tambin por provocar

    cambios en ellas. La maleable figura de Jess o la de Cristo, que para el caso es lo mismo,

    ya que ambas son en los evangelios proyecciones de una fe17, continuamente sometida a un

    proceso de reelaboracin en manos de predicadores y profetas carismticos, de repente quedaba

    fosilizada en unos textos que acabaron por ser considerados inamovibles18. Y ante ello, los crticos

    15La comprensin precisa de la crtica de las formas se basa en la opinin de que la literatura por la que una determinadacomunidad, incluso la primitiva comunidad cristiana, tom forma, brota de condiciones y necesidades muy concretas dela vida, de la cual se forja un estilo bien definido, con formas y categoras muy especficas El Sitz-im-Leben no es, sinembargo, un acontecimiento histrico particular, sino una situacin tpica u ocupacin en la vida de una comunidad[el

    subrayado es nuestro] (R. BULTMANN, 2000 [= 1921]: 64).16 Para Bultmann, el mito es una caracterstica propia de la poca precientfica que enmarca formalmente el

    krygma (la proclamacin del Evangelio), pero que en ltima instancia no forma parte del mismo. Para l, semejante

    aparato narrativo (ngeles, demonios, universo de tres pisos, milagros, etc.) constituye un serio escollo para que

    el hombre moderno acceda al mensaje cristiano. Ante esto, decide que el camino est en la desmitologizacin del

    cristianismo y, en particular, de la figura de Jess.17No obstante, y a pesar de su escepticismo programtico ante cualquier indagacin sobre Jess que fuera ms all del

    krygma, BULTMANN, en suJesus(1926), realiz un importante esfuerzo para tratar de deslindar crticamente las palabras ylos hechos del Jess histrico.

    18De hecho, la existencia de diversas colecciones de textos en circulacin entre los diversos grupos es precisamenteel factor que da lugar al surgimiento de la nocin de ortodoxia. Cada grupo acaba hacindose con un caudal de escritosque son, en general, el principal de los argumentos que puede exhibir, tanto para mostrar sus posiciones doctrinales, comopara demostrar la validez de las mismas mediante el expediente de atribuirlos a destacadas figuras del pasado. De ah la

    amplitud del fenmeno de la pseudonimia cristiana. As, por ejemplo, se suele sealar que la primera creacin de un canon

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    decidieron que era momento de regresar de nuevo al examen de los textos cristianos como tales.

    Aunque, por supuesto, sin obviar el conjunto de aportes de las fases previas.

    As, laRedaktiongeschichte no haca sino proseguir su indagacin en el punto en donde habadejado Bultmann el problema. Aunque desde una perspectiva distinta. Y es que la Formgeschichte,

    con su nfasis en el proceso oral annimo y colectivo de construccin mitolgica de lafi

    gura delJess evanglico presentaba dos deficiencias significativas: de un lado, prescinda de la evidenteexistencia de un autor de los textos, personaje que los habra redactado con arreglo a sus propiosplanteamientos y prioridades; pero, sobre todo, mantena en compartimentos estancos las figurasdel Jess histrico y el Cristo de la fe. Esta ltima cuestin resulta irrelevante para el historiador;en cambio, la primera abre una perspectiva de indiscutible relevancia en nuestro trabajo, ya que elanlisis de los planteamientos de los diversos redactores resulta de capital importancia a la hora dedeterminar el proceso evolutivo de los distintos grupos cristianos.

    Aunque el trmino fue acuado por W. MARXSENen 1956, se considera que el hito fundacionalde laRedaktiongeschichtees la publicacin de la obra de H. CONZELMANN(1954), quien volva de nuevo

    a descubrir la existencia de un autor que intervena decisivamente sobre el material oral heredado,subordinndolo a sus preocupaciones e intereses, los cuales se pueden inferir de los retoques introducidosen l, as como del propio material novedoso interpolado o de la propia estructura con que organiz suobra. De hecho, la mera decisin de incluir o no tales o cuales elementos del material en circulacin era libre de hacerlo ya es suficiente prueba de la relacin evangelista-comunidad: este escribi paraesa comunidad, no para otra, en la medida en que tena presentes sus necesidades concretas 19. Ahora

    bien, semejantes planteamientos, aparentemente tan renovadores, no aportaban, de hecho, nada a losmtodos ya establecidos desde mucho tiempo atrs en el campo de la filologa y la historia:

    No hay que esforzarse mucho en subrayar el carcter chocante que, en el contexto de los estudios

    de crtica literaria e histrica, adorna al descubrimientode que determinados escritos han tenido

    un autor humano, y que en consecuencia el anlisis de la personalidad intelectual del autor puede

    contribuir a la inteligencia del texto. La ciencia histrica tiene que felicitarse de las garantas de

    objetividad que ofrece el nuevo rumbo de los estudios confesionales, pero hay que reconocer

    que la historia de la redaccin no representa ms que la rectificacin de un voluminoso error

    de perspectiva histrica, por lo que su aportacin objetiva al progreso de la metodologa de

    las ciencias histricas es nulo. Haba un prejuicio teolgico que impeda a los escrituristas el

    ortodoxo es consecuencia de la reaccin de determinados grupos, cuyos escritos y doctrina fueron puestos seriamente encuestin por Marcin, quien solo aceptaba el corpuspaulino originario y el Evangelio de Lucas.

    19De todas maneras, el principal de los objetivos de la Redaktiongeschichte era volver de nuevo sobre la figura del

    Jess histrico, que haba quedado en franca precariedad desde la propuesta de Bultmann. As, E. KSEMANN (1954),discpulo de Bultmann, en un coloquio en la universidad de Marburgo, consideraba que el desinters de su maestro porla figura histrica de Jess era injustificable y ret a la comunidad acadmica a reabrir de nuevo la cuestin del Jesshistrico (iniciando as lo que es conocido como the second quest, la nueva bsqueda del Jess histrico). A su juicio,aunque nunca sera posible escribir una biografa de Jess, tena que existir una continuidad entre Jess y el Seor de laIglesia; y, por tanto, el inters por Jess era teolgicamente vlido. As, los investigadores se centraron, sobre todo, encaracterizar la figura de Jess como profeta escatolgico, aunque algunos como R. H. FULLER(1979 [= 1965]: 115-146)negaron que se hubiera proclamado mesas. Por otra parte, y ya en fechas ms recientes, la crtica ha tratado de desligarse,por fin, de cualquier atadura teolgica y ha apostado, sin ms, por tratar de ubicar a Jess en una dimensin estrictamentehistrica. As, los resultados del Jesus Seminar, fundado en 1985 por R. W. FUNKy J. D. CROSSAN, y destinado a evaluarcrticamente losfactay dictadel Jess de la tradicin cristiana (incluyendo textos cannicos y no cannicos) llegaron a lassiguientes conclusiones: solo el 18% de sus palabras podan ser atribuidas al Jess histrico (R. W. FUNK: 1993). Y en 1998se public The Acts of Jesus:the search for authentic Deeds of Jesus, con un resultado de un 16%. Un examen de las bases

    hermenuticas del Jesus Seminar, en M. BONILLA(2002: 313-335).

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    uso pleno de los mtodos de la crtica histrica y literaria. La reflexin teolgica ha eliminado

    este obstculo y en consecuencia la ciencia confesional puede medirse en el mismo terreno

    con la ciencia independiente. El progreso lo ha experimentado la teologa, no la historia. (J.

    MONTSERRATTORRENTS, 2005: 21-22)

    Punto por punto suscribimos las lcidas consideraciones de Jos Montserrat. Con todo,y por ms que tanto la Formgeschichte, como la Redaktiongeschichte fueran mtodos creados

    ad hoc por parte de la teologa con el fin de iluminar la fe del ilustrado creyente moderno,

    descendiente directo de la Margueritte de Schleiermacher, por ms que resultaran evidentes sus

    carencias metodolgicas de fondo, lo cierto es que inauguraron una va de comprensin de los

    textos neotestamentarios cuyos resultados no pueden ser obviados; en particular en lo que hace al

    nfasis que pusieron en identificar el componente colectivo que alentaba bajo ellos; y luego por

    sus aportes respecto a la reconstruccin del contexto mental que les dio origen 20.

    Estas consideraciones nos permiten, pues, establecer, quizs no una definicin, pero s una

    aproximacin intuitiva al primer concepto de comunidad cristiana que forjaron estos investigadores:

    se trataba de un grupo cristiano que produca primero relatos y luego textos escritos, quedaban cuenta de sus particularidades doctrinales; y, sobre todo aadimos nosotros, ponan

    de manifiesto su propia existencia como grupo. En efecto, la conviccin de que el grupo al que

    se pertenece es depositario especfico del mensaje del Resucitado es la que da lugar, en ltima

    instancia, a la asuncin del caudal de relatos y leyendas que conectan al grupo con el Maestro a

    travs de un conjunto de figuras mitificadas los discpulos, que, tras la fase final que supone

    la fijacin en la escritura, acabarn por ser identificados finalmente con los evangelistas asumidos

    definitivamente por la tradicin. Esto es, la comunidad no era sino un artificio terico destinado

    a dar respuesta a un problema filolgico en la forma y teolgico en el fondo: de un lado, era una

    instancia forjada para dar cuenta del intrincado proceso de creacin del relato cristiano; pero de

    otro tambin permita la caracterizacin doctrinal del grupo y su conexin con Jess. Semejante

    aproximacin resultaba inevitable, dada la perspectiva desde la que abordaron el asunto estos

    exgetas de formacin teolgica y para los que la historia no era sino un instrumento didctico

    auxiliar, del que en el fondo se poda prescindir. No obstante, ello no ha sido un obstculo para

    que esta sea la piedra angular sobre la que descansa la visin general que, todava a da de hoy,

    mantiene el conjunto de la crtica sobre la composicin de los escritos neotestamentarios. Por

    supuesto, la forjada en el mbito de los historiadores creyentes21; pero tambin la aceptada, en

    general, por parte de los historiadores no creyentes, quienes, aunque, por supuesto, prescinden del

    componente teolgico, asumen lo ms valioso de estas aportaciones.

    As pues, ms que resultado de una construccin inductiva sobre una realidad tangible,

    el concepto de comunidad cristiana era fruto, ms bien, de una operacin intelectual destinada asolventar las cuestiones reseadas. Las cartas de Pablo o los diversos relatos de losHechos de los

    apstolesevidencian, s, la existencia de diversos grupos cristianos repartidos por el Mediterrneo.

    Sin embargo, no hay ni una sola evidencia directa que conecte a ninguno de esos grupos con

    la produccin de ningn texto especfico. Basten dos ejemplos: la crtica ms tradicional suele

    ubicar la creacin del texto delEvangelio de Marcosen Roma. Semejante hiptesis es resultado

    20 Dejamos a un lado las propuestas interpretativas que mantienen los historiadores confesionales ms conservadores,cuyo objetivo, ms o menos consciente, no es sino el de apuntalar argumentalmente las posiciones establecidas previamentepor la tradicin. Seero es en nuestro pas el caso de C. VIDALMANZANARES(1995).

    21Por poner un solo ejemplo, mencionamos el caso de E. ARENS(1995: 14), quien habla de la comunidad cristiana de

    Asia Menor como si se tratara de una entidad unitaria.

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    de un proceso de razonamiento que aqu no viene al caso. En cualquier caso, segn hemos

    visto, la sedimentacin en el mbito de la escritura del material oral previo al evangelio sera la

    manifestacin de una comunidad que ha tomado conciencia de su identidad y la plasma a travs

    de un texto concreto. Sin embargo, cmo enlazar ambas instancias? O de otra manera, qu hay

    enMarcosque lo haga especficamente romano, que lo conecte a la experiencia concreta del grupo

    cristiano al que se dirige Pablo en su carta? Qu hay enMarcosde la comunidad cristiana romanaperseguida por Nern? Puede que la presencia de unos cuantos latinismos en su texto sea indicio de

    que fuera compuesto en un mbito en el que se oyera hablar latn. Sin embargo, eso no da cuenta,

    en absoluto, de ningn grupo cristiano cuyas vicisitudes tengamos que ubicar precisamente en

    Roma y no en otra ciudad cualquiera. De la misma manera, ha habido quien como J. N. SANDERS

    (1943: 40) ha situado el origen deJuanen Alejandra. Independientemente de que tal ubicacin

    sea o no asumible, nada hay en el cuarto evangelio que lo conecte especficamente con nada de

    lo que sabemos de la capital egipcia. Esta dificultad se debe, en ltima instancia, a la invencible

    reticencia de la escassima documentacin que sobre el perodo nos ha llegado. Ms all de los

    idealizados relatos que, ya a comienzos del s. II, suministran losHechos de los apstoles, o de las

    menciones, todava ms tardas, de autores que dejan caer algn apunte histrico aislado tal es

    el caso de Hegesipo, Papas de Hierpolis, Policarpo de Esmirna, Ignacio de Antioqua o Ireneode Lyon, no existe ningn testimonio histrico que pueda dar cuenta en trminos fcticos de la

    realidad concreta de cada una de las comunidades propuestas por la crtica.

    Estas reflexiones no estn destinadas a poner en tela de juicio el concepto de comunidadcristiana, pero s ponen de manifiesto que, durante mucho tiempo, esta fue, sobre todo, un instrumentode la crtica, destinado a solventar los problemas que ella misma haba formulado. Y todo ello tamizadopor las perspectivas teolgicas de investigadores que, como Bultmann, consideraban que sus estudiosestaban destinados a iluminar la fe del hombre contemporneo, el cual, habiendo superado el estadiomtico, necesitaba hacer descansar su fe sobre bases ms ajustadas a la modernidad, planteamientoque resulta irrelevante para el historiador, solo interesado en reconstruir la realidad del MundoAntiguo. Haba que dar, pues, corporeidad histrica en lo espacial, en lo temporal y en lo que tuvoque ser su proceso de construccin a los grupos cristianos que haba detrs de cada texto.

    Semejante problema, como hemos dicho, resultaba de entrada irresoluble, debido, sobre

    todo, a las insalvables carencias de la documentacin existente: las nicas fuentes de las que partir

    eran los propios textos cannicos que son prcticamente las nicas realidades que han dejado

    tras de s los cristianismos primitivos, y estos son desesperadamente parcos a la hora de informar

    sobre el mundo en el que fueron compuestos. Cierto es que una lectura atenta, por ejemplo deLucas

    o Mateo, puede suministrar una apreciable cantidad de informacin indirecta acerca del grupo

    cristiano en el que nacieron. Ahora bien, en dnde resida ese grupo? Cul fue su trayectoria?

    Qu relaciones mantenan con otros grupos cristianos? Existe algn resto material que contribuyaa identificarlos en un mbito concreto? Todas estas preguntas solo tienen respuesta negativa. De

    alguna manera, los primitivos textos cristianos y en particular, los evangelios son los ms

    ingrvidos de los textos de la Antigedad. Frente a un Platn que destila en cada pgina el contexto

    ateniense en el que forja su obra, no hay forma de vincular esos textos a ningn espacio concreto.

    Y si en algn caso lo podemos hacer, es debido a alguna referencia explcita que nos permite iniciar

    una larga cadena de razonamientos que nos pueden suministrar un topnimo, cosa que, de entrada,

    no pasara de ser un mero hallazgo erudito, irrelevante en trminos histricos. O de otra forma,

    aunque hubiera sido voluntad del investigador hacer de la comunidad cristiana algo ms que un

    mero ente secretor de material teolgico, otorgndole una dimensin histrica y tangible, la tarea

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    se mostraba poco menos que imposible, debido a la carencia de informacin, situacin que dejaba

    al cristianismo primitivo reducido a una elusividad sumamente incmoda.

    Ante estas dificultades, la crtica posterior emprendi la tarea de dar materialidad al concepto decomunidad mediante los instrumentos que le suministraba la sociologa: por ms que no fuera posible

    hablar de las vicisitudes concretas de tal o cual grupo, s era posible reconstruir una imagen genricade los primeros cristianos mediante la aplicacin de criterios sociolgicos, muy en boga en las ltimasdcadas del s. XX. As, la crtica crey haber hallado la herramienta para superar los planteamientosidealistas y abstractos que hacan de las comunidades cristianas meros entes teolgicos y no autnticosgrupos sociales. Tales anlisis resultaron muy productivos a la hora de caracterizar la composicin yla dinmica de los grupos humanos que conformaban estas comunidades. Al menos, ya haban dejadode ser entidades productoras de doctrina y de relatos; y adquiran una consistencia que los asemejaba acualquier otro grupo humano. El difuso objeto intelectual adquira, por fin, una contextura mnimamentehumana: entre susfilas se contaban dirigentes y miembros de base, ricos y pobres; sus textos manifestabanaspiraciones sociales concretas y una antropologa que hablaba del lugar del hombre en el mundo, perotambin una interpretacin especfica de los roles de gnero, as como daban cuenta de sus disensiones

    internas y las luchas por el liderazgo habidas en su seno (Ph. F. ESLER, 1987: 2).

    Ahora bien, las descripciones sociolgicas aplicadas al Mundo Antiguo y ms si cabelas formuladas respecto al cristianismo primitivo pecan necesariamente de un esquematismocondicionado por la escasez de testimonios disponibles (B. HOLMBERG, 1990: 155). Por ejemplo, si bienresulta interesante la aproximacin sociolgica a documentos como las Cartas pastorales, lo ciertoes que la realidad que se rescata de ellas podra corresponder a cualquier espacio de la mitad orientaldel Imperio Romano. Y ello solo por el hecho de que estn compuestas en griego. Y si prescindimosde ello, podran ser asignadas a cualquier mbito urbano de fines del s. I. Buen ejemplo de ello esla monografa de E. ARENS(1995) acerca del mundo de Asia Menor del s. I como marco histricode algunas de las ms importantes comunidades de la primitiva cristiandad. Y es que, si bien sus

    propsitos iniciales son francamente prometedores, su trabajo no pasa de ser una descripcin socialmuy vaga que no logra ligar a ninguna de esas comunidades con el espacio especfico de Asia Menor:

    Las descripciones que siguen se limitan a Asia Menor, predominantemente la regin de la costaoccidental en la segunda mitad del s. I d. C.: se trata del mundo de las comunidades para las cuales Pablo,Lucas y Juan escribieron. Por tanto, tratar de evitar la tentacin de proyectar la situacin propia de otro

    perodo poltico o de otra realidad cultural sobre este. As, por ejemplo, es conocido que las condicionesde vida y las costumbres en la ciudad de Roma eran claramente distintas de las que se daban en el Este.Sera errneo, pues, transferir a Asia Menor lo que sabemos sobre el trato que se daba en Roma a losesclavos, por ejemplo. Igualmente errneo sera proyectar al tiempo de los emperadores Flavios lo que

    conocemos sobre las condiciones de vida en tiempos de Pompeyo un siglo antes. (1995: 43)

    No podemos estar ms de acuerdo con esta declaracin programtica. Sin embargo, la

    verdad es que el autor no logra alcanzar sus propsitos. Ni de lejos. Su monografa no es sino una

    sucesin de generalidades, vlidas para Asia Menor, y para muchas otras regiones del imperio, las

    cuales va leyendo a la luz de su perspectiva reivindicativa:

    Finalmente, estaban los trabajadores eventuales. Estos eran personas libres que no tenan

    profesin o habilidad especial (). Dependan de la ley de la oferta y la demanda de

    empleo: operarios, peones, mano de obra contratada. () Generalmente se contrataban

    personas (misthotoi, mercenarii) para dos tipos de trabajo: el campo y la construccin. A

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    estas se refiere la parbola de Jess sobre el viador que sale a diversas horas a contratar

    operarios para su via (Mt 20, 1-15), y tambin la severa recriminacin que se lee en la

    carta de Santiago a los que no pagan a sus jornaleros (5, 4). (ARENS, 1995: 125)

    Semejante descripcin sera igualmente vlida para Siria, Egipto, Grecia, e incluso la propia

    Italia, lo cual demuestra que el trabajo no explica en absoluto los vnculos histricos entre los textoscristianos y el espacio concreto de Asia Menor. Ms an, nos resulta metodolgicamente inaceptablela ligereza con la que conecta a los jornaleros de los que habla con los mencionados en los textoscannicos22. En efecto, qu especificidad concreta adscribible al mbito microasitico detecta en los

    jornaleros de los que habla?De hecho, no dedica en su estudio ni una sola pgina a tratar de demostrarqueLucaso Juanhayan sido compuestos en Asia Menor, cuestin que, desde luego, dista mucho deestar plenamente resuelta y, en rigor, todo l carece de una perspectiva realmente histrica. De ser as,

    por lo menos hubiera tratado de explicar la situacin de Onsimo, el esclavo que protagoniza la Cartaa Filemn, a la luz de las singularidades de la esclavitud en la regin, las cuales anuncia, mas no llega aestablecer con precisin. Se trata, ms bien, de un pulcro y documentado compendio de trabajos ajenosdestinado, a lo que parece, no a construir un relato de la historia socio-econmica del cristianismo

    primitivo en Asia Menor, sino a servir de manual didctico-apologtico para telogos renovadores.

    En cualquier caso, y ms all de las carencias especficas del trabajo de Arens, lo que estedemuestra implcitamente es la labilidad de los lazos entre lo que sabemos de la realidad histrica deAsia Menor y las primeras comunidades cristianas que all se asentaron. Las fuentes existentes no dan

    para ms. Prueba de ello es el reciente estudio sociolgico de L. MENNDEZANTUA(2008) sobre lasCartas pastorales, quien, si bien las ubica indubitablemente en el contexto efesio, apenas dedica dos

    pginas (2008: 122-123) a una descripcin histrico-religiosa de la ciudad, lo cual es el mejor indiciopara confirmar la idea de que cuanto sabemos de la metrpoli asitica apenas ilumina la realidad delos cristianismos que en ella habitaron23. Esta crtica no est, desde luego, destinada a poner en tela de

    juicio la validez de los mtodos sociolgicos, ni tampoco los avances que han logrado en el marco de lareconstruccin general del cristianismo primitivo, avances que, por supuesto, contribuyen grandementea la labor del historiador y que aqu tambin utilizaremos como parte de nuestra argumentacin.

    De todas formas, y a falta de datos, este era el mayor grado de concrecin que se poda

    plantear a la hora de caracterizar una comunidad cristiana en el perodo en el que se crearon los

    textos cannicos. Ante ello, nosotros nos hemos planteado la posibilidad de asumir tal reto y, en la

    22Resulta evidente que los textos cannicos de los que se sirve para ilustrar la injusta situacin social de los jornalerosque describe (Mateoy Santiago) no corresponden al corpusde escritos cristianos ubicables en el espacio de Asia Menor.

    23Ante este dficit, algunos investigadores han apostado por adelantar hiptesis muy aventuradas que tratan de conectardeterminados fenmenos de los textos con la realidad efesia. Tal es el caso de R. CLARKy C. CLARK(1992: 70), para quienesel pasaje est aludiendo a un gnero de autoridad violenta ejercida por las mujeres en el marco del culto gnstico de Zo ySofa en feso. Esta autoridad habra generado una concepcin teolgica de que Eva precedi a Adn en la creacin, hechoque habra dado lugar a ritos de inversin de los roles sexuales. Es muy sugerente. Sin embargo, en ausencia de ningunaprueba por parte de los autores, lo consideramos una hiptesis fallida. Una crtica a tal hiptesis en K. L. WATERS(2004:223 ss.). De la misma manera, la teloga S. H. GRITZ(1991: 39-40) formul la idea de que la prohibicin paulina de que lasmujeres no pudieran ser maestras ni presbteras solo ataa, en realidad, a las mujeres efesias, debido a que undoubtedly,some of the new christian converts had once been cultic priestesses. Y ante tan induditable descubrimiento, tuvo queinventar todo un servicio de prostitucin sagrada en torno al templo de rtemis, del que, por supuesto, carecemos de lams mnima referencia menciona ciertas ancient sources, pero no cita ninguna, tal como demuestra con toda clase

    de argumentos el trabajo de S. M. BAUGH(1999: 449-460).

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    BIBLIOGRAFAI. FUENTES729

    1. Textos bblicos

    1. 1. Ediciones en lengua original

    NESTLE, E., NESTLE, E. y ALAND, K. (eds.), Novum Testamentum Graece, Stuttgart 197526.

    SWETE, H. B., The Old Testament in Greek according to the Septuagint, Cambridge 1909-1922.

    1. 2. Traducciones al espaol

    Nueva Biblia de Jerusaln, Bilbao 1998.

    2. Fuentes patrsticas y textos de la Antigedad cristiana

    2. 1. Ediciones en lengua original o bilingesCLEMENTEDEALEJANDRA, Extractos de Tedoto. clogas profticas. Qu rico se salva?. Fragmentos,Madrid 2011. Ed. y trad. al esp.de M. Merino Rodrguez.

    CLEMENTEDEROMA, Carta a los Corintios; Homila annima (Secunda Clementis), Madrid 1994. Ed.y trad. al esp.de J. J. Ayn Calvo.

    729

    Consultadas slo en traduccin si el original est en copto, etipico, hebreo o armenio.

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    436

    EPIFANIODESALAMINA, Ancoratus und Panrion, vols. 1 y 2, (ed. de Karl Holl), Leipzig 1915-1522;vol. 3 (ed. de Hans Lietzmann), Leipzig 1933.

    EUSEBIODECESAREA, Historia eclesistica, Madrid 2002. Ed. y trad. al esp.de A. Velasco-Delgado.

    EUSEBIUS/RUFINUS, Die Kirchengeschichte [mit] der lateinischen bersetzung des Rufinus, in EusebiusWerke, vol. 2, Leipzig 1903-1909. Ed. de E. Schwartz and Th. Mommsen.

    Ignatii et Polycarpi epistulae, martyria, fragmenta. Edicin de Th. Zahn, Vol. II, Leipzig 1873-1876.

    JERNIMO, Epistolario, dos vols., Madrid 1995. Ed. bilinge y trad. esp. de J. B. Valero.

    ORGENES, Contra Celsum libri VIII. Ed. de M. Marcovich, Leiden 2001.

    TERTULIANO, Adversum Praxeam. Ed. de E. Evans, Londres 1948.

    TERTULIANO, De Virginibus Velandis. Ed. de V. Bulhart, Viena 1957.

    TERTULIANO, De Resurrectione Carnis. Ed. de E. Evans, Londres 1960.

    2. 2. Traducciones a lenguas modernas:

    Didach (La), en Padres apostlicos y apologistas griegos (s. II), Madrid 2003, 81-93. Trad. esp. deD. Ruz Bueno.

    Epstola a Diogneto, en Padres apostlicos y apologistas griegos (s. II), Madrid 2003, 653-663. Trad.esp. de D. Ruz Bueno.

    EUSEBIODECESAREA, Preparacin evanglica (vol. I: libros I-VI), Madrid 2011. Trad. esp. de JessM Nieto Ibez.

    FILIPODESIDE, The fragments of Philip of Side, translated by Andrew Eastbourne.En: http://www.tertullian.org/fathers/philip_of_side_fragments.htm#Fr.%203.3

    HIPLITODEROMA, El Anticristo, Madrid 2012. Trad. esp. de F. A. Garca Romero.

    IGNACIODEANTIOQUA, Cartas, en Padres apostlicos y apologistas griegos (s. II), Madrid 2003, 305-465. Trad. esp. de D. Ruz Bueno.

    IRENEODELYON, Contra los herejes. Trad. esp.de C. I. Gonzlez (versin online).En: http://www.multimedios.org/docs/d001092/p000001.htm#0-p0.0.730

    IRENEODELYON, en Los gnsticos, Madrid dos vols., 1983. Trad. esp. de J. Montserrat Torrents.

    730 Es la nica traduccin completa al espaol que hemos hallado. No obstante, cuando ha sido posible hemos citado

    por la mucho ms correcta traduccin de J. Montserrat Torrents, que, como es lgico, no vierte completa la obra de Ireneo.

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    10. INDEXONOMASTICUS

    Aaron: 250.

    Abd al-Jabbr: 107.

    Abdias,propheta: 215.

    Abel: 249.

    Abel, episcopus: 230.

    Abraham, iudaeus(CIJ1530a): 67, 68.

    Abraham,patriarcha:

    75, 76, 79, 103, 117, 251,252, 266, 403.

    Abraham, episcopus: 230.

    Abul Faraj (vid.Gregoriusbar Hebraeus)

    Abulpharagius (vid.Gregorius bar Hebraeus)

    Acaz (vid. Achaz)

    Achab, rex Israel: 319.

    Achaz, rex Israel: 333.

    Acilia Lamura(CILIII 6077): 222.

    Acilius Glabrio: 402.

    Adam: 36, 361, 371, 374.

    Addai: 230.

    Adolius (SEG6.970): 124.

    Adriano (vid. PubliusAelius Traianus Hadrianus,

    princeps)

    Aelius Aristides, rhetor:39, 212.

    Aelius Publius Iulius,episcopus: 358.

    Aemilius Frontinus,procons. Asiae: 419, 420.

    Aemilius Valens, metuens(CIJ 5): 125.

    Agabus,propheta:342, 346, 347.

    Aglochartus, hiereus

    (NSER20): 138.

    Ago (IGV 2, 465): 139.

    Agustn de Hipona (vid.Augustinus Hipponensis)

    Ajab (vid. Achab)

    Akiba, rabbi: 86, 153.

    Alcmaeon(PHILOSTR. VAIV 38): 310.

    Alejandro (vid. Alexander)

    Alejandro Severo (vid.Marcus Aurelius SeverusAlexander,princeps)

    Alexander (Act19, 33):

    368.

    Alexander, aerarius(2Tim4, 14): 368.

    Alexander, botellarius(CIJ210): 124.

    Alexander, haereticus(1Tim1, 20): 367.

    Alexander, haereticusmontanista: 47, 419, 420.

    Alexander,f. SimonisCyrinaei: 100.

    Alexander, verna Caesaris(CILVI 8987): 200.

    Alexander Jannaeus: 112.

    Alexander Magnus: 216.

    Alexander, odrgos(IEph3414): 143.

    Alexander,f. Alexandri(IGBulgIV 2214): 140.

    Alexander,f. Cleustrati(LindosII 208): 140.

    Alexander,f. Dios(IGX 2, 1, 933): 142.

    Alexandria,f. Alexandri(CIJ 501): 185.

    Alexandria,pateressasynagogae(CIL IX 6231):176.

    Amerimnus (CILIV 4839):309.

    Amias Philadelph.,propheta: 347.

    Amphiaraus (Epigr. touOropou329): 110.

    Ananas (vid. Ananias)

    Ananias, mercator(J AJXX 34): 105.

    Ananias, dux(JAJXIII 13, 2): 112.

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    Ananias(Act5, 1): 268.

    Ans (vid. Annas)

    Anastasis,proselyta

    (CIJ576): 118.

    Andrs, apstol(vid. Andreas, apostolus)

    Andreas, apostolus:84, 91, 236, 276, 285.

    Andreas (vid.Lucua)

    Andronicus, comes Pauli

    (Rom16, 7): 101-103, 130,182.

    Anfiarao (vid. Amphiaraus)

    Anilaeus (JAJXVIII 314):187.

    Anileo (vid. Anilaeus)

    Ananus (vid. Annas,summus sacerdos)

    Anna,prophetissa: 241.

    Annas, summus sacerdos:319.

    Annas,f. Mnasicrati(IEph3448b): 223.

    Annius Nagda(SEG36.1289): 142.

    Antipeus (SEG6.970): 123.

    Antiochus (SEG6.970):123.

    Antiochus, verna Caesaris(AE1947, 77): 199.

    Antiochus II: 215.

    Antiochus III: 215.

    Antiochus IV Epiphanes:

    69.

    Antoco (vid. Antiochus)

    Antipas, martyr: 305.

    Antoninus (SEG6.970):123.

    Antonino Pio (vid. TitusAurelius Fulvius

    Boionus,princeps)

    Antonius Felix: 86, 399.

    Apeles (vid. Apelles)Apelles: 380.

    Apollo, deus: 229.

    Apollo (Apolonius)[Act18, 24-25]: 38, 127,178, 213, 231, 243-248,280, 381, 387, 395, 396.

    Apolo (vid. Apollo, deus)

    Apolo (vid. Apollonius[Act18, 24])

    Apollonius, antimontanista

    (EUS.HEV 18, 2): 355.

    Apollonius,f. Apollonii(TAMV 2, 989): 171.

    Apollonius, episcopusEphes. (Praed. 26): 355.

    Apollonius, verna Caesaris(CILIII 6077): 222.

    Apollonius Tyaneus: 312.

    Aponerius (SEG6.970):123.

    Aqiba (vid. Akiba, rabb)

    Aquila, comes Pauli: 38,101, 127, 130-132, 147,183, 184-186, 193, 213,243, 367, 368, 397, 398.

    Aquila Ponticus: 333.

    Aretas, rex Nabataeorum:100.

    Aristarco (vid. Aristarchus)

    Aristarchus, comes Pauli(Philem23): 183, 206, 235,238.

    Aristion: 272, 273, 276,316, 427.

    Aristobulus: 203.

    Ariston I, episcopusSmyrn.: 273.

    Ariston II, episcopusSmyrn.: 273.

    Aristophanes, comicus:168, 268.

    Aristoteles: 113, 259.

    Arrius Antoninus,procons.Asiae: 419.

    Arsinoe: 68.

    Artabanus III: 187.

    Artemagorus,f. Glyconis(IGRR4, 1261): 192.

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