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PEDRO GOMEZ VALDERRAMA ENTRE LA IMAGINACIÓN Y LA HISTORIA 1 La narrativa de Pedro Gómez Valderrama es considerada como un referente clásico de la literatura colombiana del siglo XX. Un referente que, paradójicamente, y como suele ocurrir con buena parte de los clásicos latinoamericanos, pocos leen en la actualidad. De hecho, es arduo encontrar nuevas ediciones de su obra en las librerías del país e imposible en las de América Latina. Gómez Valderrama es un escritor que ha entrado en el melancólico aunque acogedor ámbito de las librerías de anticuario y, para leerlo, se deben prestar sus libros, casi siempre en un estado de deterioro vergonzoso, en las bibliotecas. No obstante, un fenómeno atractivo se presenta desde principios del siglo XXI con este autor: dentro de las coordenadas universitarias se le ha venido prestando un interés entusiasta. Las tesis de pregrado y los artículos interpretativos que desde entonces se le dedican permiten afirmar que en ciertos rescoldos de 1

PEDRO GOMEZ VALDERRAMA ENTRE LA IMAGINACIÓN Y LA HISTORIA (1)

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Pablo Montoya analiza en este artículo los cuentos del escritor colombiano dejado de lado por la crítica especializada en tantas ocasiones.

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PEDRO GOMEZ VALDERRAMA ENTRE LA IMAGINACIN Y LA HISTORIA

PEDRO GOMEZ VALDERRAMA ENTRE LA IMAGINACIN Y LA HISTORIA

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La narrativa de Pedro Gmez Valderrama es considerada como un referente clsico de la literatura colombiana del siglo XX. Un referente que, paradjicamente, y como suele ocurrir con buena parte de los clsicos latinoamericanos, pocos leen en la actualidad. De hecho, es arduo encontrar nuevas ediciones de su obra en las libreras del pas e imposible en las de Amrica Latina. Gmez Valderrama es un escritor que ha entrado en el melanclico aunque acogedor mbito de las libreras de anticuario y, para leerlo, se deben prestar sus libros, casi siempre en un estado de deterioro vergonzoso, en las bibliotecas. No obstante, un fenmeno atractivo se presenta desde principios del siglo XXI con este autor: dentro de las coordenadas universitarias se le ha venido prestando un inters entusiasta. Las tesis de pregrado y los artculos interpretativos que desde entonces se le dedican permiten afirmar que en ciertos rescoldos de la inteligencia colombiana su obra persiste y suscita novedosos anlisis.

No es arriesgado considerar entonces que su novela La otra raya del tigre (1977) y sus cuentos reunidos en El retablo de Maese Pedro (1967), La procesin de los Ardientes (1973), Invenciones y Artificios (1975), Los infiernos de jerarca Brown (1984), La nave de los locos (1984) y Las almas de los muertos (1992) slo es materia de lectura de los investigadores colombianos y, en muchsimo menor medida, de los escritores contemporneos. Ahora bien, en Latinoamrica como en Europa y los Estados Unidos, hay un desconocimiento casi total de quien es, desde finales del siglo XIX hasta nuestro das, uno de los mejores y ms singulares representantes del cuento colombiano. Varios aspectos podran clarificar esta especie de invisibilidad. Uno de ellos tiene que ver con el cuento como gnero no comercial y poco propicio a dar respetabilidad en un ambiente en el que predominan los novelistas exitosos. Pedro Gmez Valderrama, adems, escribi un tipo de cuento, con fuertes cargas de erudicin y enciclopedismo, muy afincado en las propuestas que en su momento ofreci el Borges de Historia universal de la infamia y Ficciones. En esta perspectiva, un segundo elemento que explica la difcil popularizacin de esta obra es que en ella se ofrece al lector un continuo juego intertextual no slo con obras literarias, sino con las bellas artes, la msica y con la historia en general. Tal intertextualidad forma parte de lo que R.H. Moreno Durn llama la lnea Elucubrata o culta de las letras colombianas (1994: 187)[footnoteRef:1]. Y es indudable que, frente a las nuevas ofertas y demandas literarias, el lector de ahora poco se inclina por esta propuestas y, ms bien, recibe con un entusiasmo de comprador otras tendencias. Ante las modas literarias colombianas de ahora, enmarcadas en los formatos de la narrativa de la violencia sicarial, narcotraficante o paramilitar, o en un tipo de relato con claros tintes audiovisuales o periodsticos, y en los que predomina una variopinta cultura popular, una obra como la de Gmez Valderrama resulta siendo una extraa criatura de museo propicia a la indiferencia. [1: En Denominacin de origen, Momentos de literatura colombiana, Moreno Durn resalta el valor de la obra cuentstica de Pedro Gmez Valderrama: Difcilmente puede prescindirse de los cuentos de Gmez Valderrama, maestro del gnero y cultor del cosmopolitismo literario, aunque l tambin sabe que slo un acertado tratamiento literario permite y facilita la transmutacin de la provincia en valor universal. (1998: 298)]

No hay que olvidar, por otra parte, que en vida del autor irrumpi el triunfo de Gabriel Garca Mrquez y la esttica del realismo mgico en el medio nacional e internacional. Ello signific el ocultamiento de la mayora de los escritores colombianos ms notables de entonces. Hasta tal punto se ha presentado este ocultamiento que, al morir el nobel colombiano, se lleg a decir, desde las ignaras orillas periodsticas, que antes de l la literatura colombiana era la patria boba de las letras[footnoteRef:2]. Valga la pena sealar que esta invisibilizacin de una literatura de calidad, explicable en parte por los mecanismos comerciales provocados por el Boom garciamarquiano, y que influyeron de inmediato en el panorama de acadmico de las universidades, se realiz de tal modo que solo lvaro Mutis, perteneciente como Gmez Valderrama a la generacin de Garca Mrquez, pudo salvarse de este destino. Con todo, ya se sabe que el inesperado impacto comercial de la obra narrativa de Mutis dedicadas a Maqroll el Gaviero se debi en cierta medida a la inquebrantable amistad que mantuvo con Garca Mrquez. [2: La boutade la dijo el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos en el Pas de Espaa. Ver http://cultura.elpais.com/cultura/2014/04/19/actualidad/1397939982_712006.html. Visitado el 18 de febrero de 2015.]

En aras de explicar este fenmeno de ocultacin, el cambio de las estructuras del poder literario colombiano dadas en la segunda mitad del siglo XX es digna de tenerse en cuenta. Se sabe que Pedro Gmez Valderrama perteneci al poder poltico hegemnico de entonces y fue uno de los timos exponentes cultos del partido Liberal colombiano[footnoteRef:3]. La relacin militancia poltica y literatura en l se dio entonces como una consecuencia lgica de lo que fue una constante durante el siglo XIX en Amrica. Por lo tanto, sus diferentes cargos polticos habran de otorgarle una significativa figuracin en el mbito de la cultura colombiana[footnoteRef:4]. Prueba de ello, por ejemplo, es la presencia de su novela La otra raya del tigre, homenaje al liberalismo radical en la provincia de Santander, en las principales colecciones de literatura colombiana y su adaptacin a la televisn como miniserie[footnoteRef:5]. Pero poco a poco, y con la entronizacin de la novela de crmenes, el periodismo y los medios de comunicacin audiovisual como mximos referentes comerciales para las nuevas expresiones de la narrativa del pas, la obra de Gmez Valderrama, y particularmente sus cuentos, fue entrando en una especie de crculo cerrado del cual, repito, solo el inters de los investigadores acadmicos lo ha ido sacando. Y prueba de ello, sin duda, es esta edicin crtica que estas notas prologan. [3: Como una forma irnica de la crtica frente a la degradacin humanstica e intelectual del poder poltico colombiano, dada a finales del siglo XX, Juan Guillermo Gmez Garca dice que Gmez Valderrama es el ltimo ministro de educacin colombiana que saba leer y escribir. ] [4: P.G.V. fue Consejero de Estado (1959-1961) en el gobierno de Alberto Lleras Restrepo; fue Ministro de Educacin Nacional (1962-1965), jefe de la Delegacin Colombiana ante la Conferencia Mundial de la UNESCO, Ministro de Gobierno (1965-1966) bajo el gobierno de Guillermo Len Valencia; fue Embajador ante la OEA (1967), ante la URSS (1968-1969) bajo el gobierno de Carlos Lleras Restrepo] [5: La otra raya del tigre en la coleccin Archivos es la novena edicin. La han publicado editoriales como Siglo XXI (Mxico), Ayacucho (Venezuela), Crculo de lectores, La montaa mgica y Alianza Editorial (Espaa) y Normal, Oveja Negra y Biblioteca El Tiempo (Colombia). Con respecto a la serie de televisin, la hizo RCN en 1993. ]

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Muestras del diablo (1958) es el primer libro que public Pedro Gmez Valderrama bajo el auspicio del grupo Mito. Es uno de esos ttulos que corroboran la funcin primordial que tuvo este grupo de intelectuales en la renovacin de la literatura colombiana de mediados del siglo XX[footnoteRef:6]. Muestras del diablo es un libro de tres ensayos sobre el mundo de las brujas y su desplazamiento de la Europa antigua y medieval a la Amrica colonial. El tema, si se tiene en cuenta el panorama ensaystico de esos aos en Colombia, es completamente insular, aunque despus sus contenidos van a establecer puentes con obras importantes que tratan el tema de la brujera en el caribe colombiano tales como Los cortejos del diablo (1970) de Germn Espinosa y El amor y otros demonios (1994) de Gabriel Garca Mrquez. A primera vista, Muestras del diablo es un conjunto ms de ensayos histricos y esotricos, que giran en torno a lo diablico, que uno de consideraciones propiamente literarias. Pero si se nutre de la historia de la demonologa en Occidente, el libro goza tambin de las esencias estticas que caracterizan al ensayo desde que Montaigne lo propuso a finales del siglo XVI. Su escritura se plantea como una leccin de estilo, las referencias enciclopdicas en varias lenguas son de una erudicin no aplastante sino regocijante, y el humor y una cierta malicia, llevados de la mano por la honda reflexin sobre la condicin humana, planean a lo largo de sus pginas. El libro fue recibido ms bien con desdn por el establecimiento literario catlico de la poca y, para los crticos afectos a la izquierda, como una manifestacin ms del carcter burgus, cosmopolita y elitista de la revista Mito. Sin embargo, Hernando Valencia Goelkel dijo atinadamente: Muestras del diablo tiene algunas calidades literarias que, a mi entender, son eminentes: la curiosidad, el alejamiento, el desafecto, coexistentes con la simpata ejercida en el terreno intelectual. (Citado por Ruiz, 1990: XVII). A los 35 aos Gmez Valderrama ya era dueo de las claves fundamentales que presentar su obra posterior. Por tal razn, Muestras del diablo, siendo una obra primera[footnoteRef:7], no es un libro peldao, es decir, no puede entenderse como la expresin de un aprendizaje en proceso. Sera mejor asumirlo como un libro abanico y como un libro cantera. El mago Gmez Valderrama, el Maese Pedro, despliega todo un abigarrado estemecimiento cultural, producto del encuentro delirante en torno a la religin, el erotismo y el poder poltico, entre Europa con Amrica, y el lector de su obra pod encontrar all las temticas, los personajes, las atmsferas con que se construir uno de los mbitos cuentsticos ms compactos e interesantes de la literatura Colombiana. [6: Adems de ser parte del comit directivo de la revista Mito, Gmez Valderrama firm manifiestos como el de Por una liga de los derechos humanos y la Declaracin de los intelectuales colombianos ante el paro cvico de mayo de 1957. Igualmente, public reseas de libros, traducciones del francs y el ingls de diversos autores. Mito, adems, public el ensayo Consideracin de brujas y otras gentes engaosas, las notas de diario Londres, los Complementos a Borges y los cuentos El corazn del gato Ebenezer, Tierra!, El maestro de la soledad y un fragmento de La procesin de los ardientes. ] [7: Gmez Valderrama haba iniciado su carrera literaria con la publicacin de un libro de poemas Norma para lo efmero (1943) y la separata potica Biografa de la campana (1946) y cuya esttica se inscribe claramente en el movimiento Piedra y Cielo. ]

Ahora bien, el papel de obra cantera de Muestras del diablo es similar al que ocupa La msica en Cuba (1946) en la produccin de Alejo Carpentier. Las coordenadas afroamericanas y europeas que al unirse provocan el barroco mundo del Caribe carpenteriano estn enteramente presentes en ese texto musicolgico. La Habana y su historia de conexiones culturales con Santo Domingo, Puerto Prncipe, Pointe--Pitre, Pars y Madrid que palpitan en La msica en Cuba se reflejan en El reino de este mundo (1949) y El siglo de las luces (1953), as como en los cuentos Viaje a la semilla, El camino de Santiago, Los fugitivos y Oficio de tinieblas. En este sentido no es difcil, es ms bien una labor regocijante, reconocer en los cuentos de Pedro Gmez Valderrama los ejes sobre los que se fundamenta Muestras del diablo. El mundo del demonio y las brujas del Renacimiento aparecen en El corazn del gato Ebenezer. All una mujer, con ciertos rasgos de independencia, belleza y misterio, es smbolo del placer y del mal para el imaginario colectivo de un pueblo modelado por la religin cristiana y el poder real; en El hombre y su demonio se expresa el inquietante vnculo que, por siglos, ha acompaado la obra y la vida del clebre pintor El Bosco con los diversos matices de lo infernal; en La procesin de los ardientes, acaso uno de los cuentos ms memorables de Gmez Valderrama, palpitan en tiempos coloniales las claves de un amor transgresor, en el sentido en que lo plantea Georges Bataille, aderezado con prcticas paganas de origen afroamericano; en Las msicas del diablo aparece el abrazo entre msica y encantamiento a travs de la figura de un msico genial, pero inevitablemente oscuro, que surca los siglos en sucesivas reencarnaciones; y en Los pulpos de la noche, otra de las joyas de la cuentstica del autor colombiano, el placer desenfrenado de un erotismo diablico en medio de los rituales brujeriles del Tol del siglo XVII, vuelven a aparecer, frescos y rebeldes, en los tiempos modernos.

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El erotismo, que ya es planteado en Muestras del diablo como una manifestacin enlazada con la hechicera, es uno de los temas recurrentes que Gmez Valderrama forjar despus. Como una especie de bajo continuo, como una constante armnica y rtmica, o ms bien, como un manantial que irriga el cauce del discurso cuentstico para revitalizarlo y poblarlo de mltiples interpretaciones, el erotismo es tal vez el ms visible distintivo de esta obra. Puede considerarse, en cierto modo, como una obsesin incansable del autor y como una forma, digamos individual y libertaria, de concebir la gama de los amores humanos. Pero es plausible tambin reconocer en este erotismo un arma y un escudo para enfrentar un ambiente literario, como el colombiano de la segunda mitad del siglo XX, empobrecido por un costumbrismo catlico militante y por una narrativa enfangada, literalmente, en el horror sangriento de la violencia partidista. De hecho, esta apuesta por el erotismo, oxigenante para aquella vida artstica que intentaba respirar bajo el yugo de la dictadura de Rojas Pinilla y los primeros aos del Frente Nacional[footnoteRef:8], no fue solo propia de Gmez Valderrama. Tambin ser el estandarte beligerante de los mejores poemas y ensayos de Jorge Gaitn Durn, el fundador de la revista Mito, y de Hctor Rojas Herazo, uno de los poetas ms sobresalientes de esta generacin, que habra de ser publicado por la revista. [8: El General Gustavo Rojas Pinilla dio un golpe de estado al gobierno sangrientamente conservador de Laureno Gmez y con su rgimen militar se dio fin, oficialmente, a la violencia partidista. Su perodo dur de 1953 a 1957. Lo sucedi el llamado Frente Nacional, un vicioso contubernio entre liberales y conservadores que dur de 1958 hasta 1974. El Frente Nacional, es verdad, evit que el pas cayera en la continuidad de las dictaduras militares y logr una reconciliacin partidista necesaria para que se volviera al ejercicio de las instituciones democrticas. Intent erradicar la Violencia, pero en este tpico empez a manifestar sus grandes yerros. Tericamente concebido como una salida negociada a la Violencia, en su prctica el Frente Nacional inaugura una nueva fase de la misma (Snchez, 2001, 168). ]

La presencia del erotismo en los cuentos de Gmez Valderrama[footnoteRef:9] se afinca con meridiana claridad en los modos en que Georges Bataille interpreta esta manifestacin del amor y el deseo. En primer lugar, est el erotismo como la suprema espresin de lo prohbido y la transgresin. Y, en segundo, como la instancia, casi indefinible en su esencia desgarradora, en que la muerte pareciera, sucedido el placer y los diferentes tormentos, ser el nico propsito de su bsqueda. Dice Bataille que toda operacin del erotismo tiene como fin alcanzar al ser en lo ms ntimo, hasta el punto del desfallecimiento (2006:22). Algunos de los cuentos de Gmez Valderrama, deliciosos por las maneras en que se describen las felicidades de los sentidos, muchas veces simpticos y divertidos cuando narra los itinerarios de estas continuas infracciones impuestas por el deseo, suelen terminar en tragedia. El caso ms ostensible, sin duda, es La procesin de los ardientes. Los dos amantes (Don Carlos y Eugenia) que viven su inatajable y desbordante pasin bajo la complicidad de una mensajera negra, especie de Celestina que, como una sombra, explicara con sus maleficios vod el final trgico de sus amos. En un medio de una vigilancia ubicua dirigida por la instancia religiosa y familiar, y conscientes de la represin que los acecha, Gmez Valderrama con este par de desgraciados enamorados, nos permite entender lo que la novelstica histrica se ha encargado de ponderar con amplitud: el mal y el peligro para el orden colonial hispnico establecido en Amrica era simplemente el deseo. Pero ste era, a su vez, la ms alta y riesgosa senda que conduca a lo que se podra entender como una manifestacin de la libertad. Con todo, violando toda norma -la que obligaba el matrimonio de Eugenia con el gran poderoso y corrupto Don lvaro, y las que exiga la Iglesia catlica con el cumplimiento de sus fiestas santas-, los dos amantes, felices y destrozados en la cpula, vern con horror que sus sexos quedan unidos para siempre por haber hecho el acto sexual un viernes santo. Con ellos sucede aquello de que la pasin, segn Bataille, designa solo un halo de muerte (2006:25). [9: Alejandra Toro, que ha estudiado el erotismo en los 46 cuentos que integran los seis libros publicados por Gmez Valderrama, considera que 28 de ellos pueden considerarse, por sus referencias a la sensualidad, el amor y la sexualidad de sus personajes, como cuentos erticos. Igualmente seala que en estos cuentos sobresalen cuatro temas o motivos literarios: el amor, el arte, la utopa y la libertad (Toro, 2008:21). ]

Se podra decir, por otra parte, que en La procesin de los ardientes, Los cortejos del diablo y El amor y otros demonios el erotismo, en toda su dimensin transgresora, se relaciona con las clases marginadas y, muy particularmente, en los sectores negros del Caribe. Son los negros y sus prcticas paganas dadas en Tol, quienes incitan de hecho a un tipo de placer desenfrenado en el cuento Los pulpos de la noche. Mientras en La procesin de los ardientes asistimos al desenlace de un vnculo que Bataille define como erotismo de los cuerpos, y que Gmez Valderrama llama amor-atado, en Los pulpos de la noche hay un rasgo revelador. Se trata de la bsqueda de la libertad y la plenitud del goce que convoca a blancos y negros. La brujera se manifesta entonces en esos rincones perifricos de Amrica como un triunfo de la sexualidad. Y es que estos son, a juicio de Gmez Valderrama, el impulso que mueve los centenarios ritos brujeriles. Ritos surgidos en torno a las divinidades antiguas de la fertilidad, que pervivieron en medio de la histeria colectiva provocada por el tribunal de la Inquisicin durante el Medioevo y el Renacimiento, y que siguieron desarrollndose en las playas, bosques y selvas de los virreinatos hispnicos. Ritos nocturnos, ilegales y sacrlegos que tuvieron una prctica libertaria de una sexualidad casi siempre castigada.

Y es que la libertad, su persecucin y no tanto su consecucin, es el gran tema que surca la obra de Gmez Valderrama. Por tal razn, es evidente que el inters de este escritor por el mundo de la hechicera y del mal no parte del miedo a los sobrenatural o a determinadas fobias culturales. El inters, por estas coordenadas histricas y humanas, es una cuestin ms cognoscitiva, por no decir sociolgica, o por evitar decir potica. La brujera, el universo de los demonios, las sectas nocturnas y subterrneas que indagan en el cielo, las plantas, las alimaas y los flujos de la tierra, son expresiones turbadores que de una forma u otra terminan involucrndose con la poltica y la religin. Ya que, en tanto que son prcticas libertarias y sexuales, han atentado casi siempre contra los Estados y la Iglesia. En el ltimo de los ensayos El engaado de Muestras del Diablo la conclusin de Gmez Valderrama es contundente: El diablo tiene que ver mucho con la libertad. En el fondo Satans es un modo de buscar la libertad frente al dogma severo de la religin. El que explora la naturaleza, el alquimista, el cientfico son hombres de Satn. (1993: 132).

La pareja Libertad-sexualidad ondea en algunos de estos cuentos con frescura inquietante y humor ineludible. El marqus de Sade, que es visto en Muestras del diablo, como el postrero exponente de una hechicera que persisti como rebelda eminentemente sexual. Sade es el gran brujo sin sabat, la ltima fuerza del mal que queda sucedidas las tumultuosas olas revolucionarias que pregonan el individualismo (Gmez Valderrama, 1993:59). Y si bien es cierto que con Sade nos asomamos a un mundo turbio en el que el nico que debe gozar es el gran tirano aristcrata que aniquila a su vctima, en el cuento El espejo del marqus estos elementos siniestros y totalitarios parecen diluirse. Aparece, en cambio, un homenaje entusiasta al personaje a travs de una comunidad con contornos utopistas, ubicada en un lugar llamado Coin de la vierge, en la que todos sus habitantes, incluidos sus guas religiosos, admiran al divino marqus. De este modo, a Sade no se le despoja de su racin oscura y, al mismo tiempo, se le celebra en un universo cuentstico tan anclado en un erotismo ansioso de libertad. En otro de los cuentos, Informacin sobre el convento de Santa Cristina, las monjas, entre disolutas y audaces, deciden darle un buen espacio a la sexualidad en su morada conventual. En el edificio, de trescientos cincuenta metros y que tiene 857 ventanas en el piso bajo y 900 ventanucos en lo alto (Gmez Valderrama, 1996:140), las monjas pueden recibir a sus amantes en determinadas horas nocturnas y en celdas adaptadas para sus gozos. Instalan, incluso, un cementerio para sus fetos malogrados por las prcticas del aborto. Y, llegado el momento de la independencia americana, algunas de estas creyentes, sesgadas de visos libertinos, se lanzarn a las armas con ejemplar valenta para defender, quin lo creyera, el antiguo orden colonial.

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En diferentes estudios se ha precisado cules son las particularidades de los cuentos de Gmez Valderrama. Son elaboraciones hbridas donde las categoras literarias se imbrican con las historiogrficas (Correa-Daz, 2003: 15). En las estrictamente literarias prima el ensayo. Los mecanismos narrativos de varios de los textos, en este sentido, acuden al informe, al alegato, a la noticia, al memorial. Algunos de ellos son, en rigor, informes realizados por un individuo o un grupo de iniciados. Est el caso de las ansiedades sexuales de Cruose en El maestro de la soledad, el recuento de los comportamientos licenciosos de las monjas en Informacin sobre el Convento de Santa Cristina, Los papeles de la Academia Utpica y las pesquisas sobre Sade del investigador Philipe Ventre en El espejo del marqus. En varios cuentos se presenta un cuerpo paratextual de notas de pie de pgina que, siguiendo en esto a Borges, son una utilizacin ldica aunque siempre erudita de ciertas fuentes bibliogrficas. Como ocurre con el autor argentino, el lector de Gmez Valderrama no podra determinar a veces si tales referencias librescas son verdaderas. El terreno en que se sita, por lo tanto, es el de una intertextualidad ambigua y apcrifa.

El caso ms notorio de este juego intertextual se presenta en Los infiernos del jerarca Brown. El que es el cuento ms extenso de Gmez Valderrama, est edificado esencialmente sobre una sucesin de citaciones de libros y artculos ms o menos conocidos por el lector. El negro americano John Brown, paradigma de la marginalidad y la barbarie, es entrevistado por un narrador colombiano que es, a su vez, un ejemplo de centro civilizado. Los dos representan, sin duda, una oposicin bastante elaborada en la literatura latinoamericana desde Facundo (1845) de Sarmiento. Brown, que ha padecido la segregacin y el racismo en diversos espacios de Amrica y Europa, es un hombre desculturizado, o aculturizado, o violentamente transculturizado, para utilizar una expresin cara a la antropologa. Y al ser un negro en gran medida desrrazado, testigo de mltiples violencias y ajeno en gran medida a las luchas comunitarias, Brown es un personaje insular en la tropografa rebelde y exaltada de la literatura afroamericana. Pero como su testimonio est desprovisto de contexto histrico su vivencia en todas partes est atravesada por el aislamiento-, y Brown es casi analfabeto, el narrador le otorga a su narracin una serie de contextos. Para ello acude, entre otros, a libros de viajes de Salvador Camacho Roldn, Hiplito Taine, Eca de Queiroz y Miguel Can; a novelas como La vorgine (1924) y obras de testimonio como los informes de Roger Casement sobre las infamias cometidas en las caucheras del Putumayo. El relato, en principio, ilustra bastante bien el cosmopolitismo y el multiculturalismo que sostiene, en general, la obra cuentstica de Gmez Valderrama. Brown es un black man de Estados Unidos que, buscando una mejor vida, debe pasar por los centros deshumanizadores de los imperios europeos de finales del siglo XIX, para terminar sumergido en la selva amaznica colombiana trabajando para la Casa Arana, empresa cauchera que se vio involucrada en crmenes contra la poblacin indgena en la primera dcada del siglo XX. Desde esta perspectiva, la del ascenso laboral que es tambin la del descenso a los infiernos, el cuento se instala en la tradicin de la narrativa de formacin. Formacin existencial que posee un contorno amargo. Brown, en tanto que negro, tambin canta a Amrica, dice el narrador al final del cuento. Pero su canto est impregnado de horror y desolacin, as su vieja sonrisa defina un rasgo de la humilde sabidura de los ofendidos y humillados.

Ahora bien, la Influencia de Borges se hace an ms notable si se considera el papel que ocupa la historia en la construccin ficcional. En ambos autores se reelabora y se reinterpreta el decurso oficial de la historia. Una historia que no se limita slo a Amrica, sino que est en continuo dilogo con Europa, y que posee un pasado modificable. La visin de la historia en los cuentos de Gmez Valderrama se afianza fuertemente en esta alternativa Borgesiana. Modificar la historia a travs de la imaginacin y no de la fantasa. En su ensayo La historia como novela y la novela como historia[footnoteRef:10] Gmez Valderrama explica este matiz: El equilibrio entre la historia y la ficcin no puede hacerlo la fantasa, sino la imaginacin, que es el desarrollo y recreacin de la realidad. ( 1988: 108). Sus cuentos entonces son histricos [footnoteRef:11] no slo en la medida en que recrean acontecimientos pasados, sino porque, adems, les otorga un luz particular. En estas breves ficciones, la historia se presenta como llena de vacos, de dudas y engaifas que la literatura tratar de llenar y desentraas. Al inicio del cuento El historiador problemtico se establece con precisin un mojn en el camino de esta propuesta escritural: ir al pasado para fabricar la historia. Ya que en el pasado hay una serie de mundos probables, de los cuales el ya sucedido o el que va a suceder no tienen por qu ser los ms aconsejables. (Gmez Valderrama, 1996: 99) Nada raro entonces que la sustancia de la historia sea transmutada. Y que en este cambio, a veces radical, asistamos a la revelacin de una nueva historia, de un nuevo mapa cultural, de un nuevo hombre dado en tierras americanas. As, lo que propone Gmez Valderrama en sus cuentos histricos se circunscribe a los postulados de la nueva novela histrica latinoamericana. Postulados que, a groso modo, se refieren a la influencia de las ideas de Borges (no hay verdad histrica porque esta es imprevisible y jams se puede conocer la realidad), y a conceptos como la distorsin del pasado, la ficcionalizacin de personajes histricos, la metaficcin como instrumento narrativo, la intertextualidad y la presencia de lo carnavalesco, la parodia y la heteroglosia[footnoteRef:12]. [10: La historia como novela y la novela como historia es el discurso que Gmez Valderrama ley ante la Academia Colombiana de Historia, en febrero de 1986, en Bogot, al entrar como Miembro Correspondiente. ] [11: Luis Correa-Daz en Una historia apcrifa de Amrica, uno de los trabajos interpretativos ms exhaustivos que se han hecho sobre los cuentos de Gmez Valderrama, se apoya en los estudios de Seymour Menton para proponer la figura del escritor colombiano como la mayor en el cuento histrico latinoamericano. (2003: 16) ] [12: Con respecto a estos conceptos, suficientemente estudiados por la crtica de la narrativa histrica de los ltimos aos, ver el el primer captulo del libro de Seymour Menton La nueva novela histrica de la America Latina, 1979-1992.]

En esta perspectiva, un aspecto ms que define la cuentstica de Gmez Valderrama es el de la obra abierta. Tal relieve plantea una irresolucin en las historias que se narran. Algunos lectores llaman a esto imprecisin y extraeza. Para un tipo de lector tradicional, no es recomendable hablar ya de la malograda categora cortazariana de lector hembra, muchas de las narraciones de Gmez Valderrama podran caer en el mundo de la incomprensin y lo vago. Jorge Elicer Ruiz tal vez fue el primero en sealar, apoyado en Umberto Eco, los rasgos de la obra abierta en los cuentos de Ms arriba del reino.[footnoteRef:13] De lo que se trata en la obra abierta es de estimular en el lector una serie de actos libres de interpretacin que le permitan acomodarse en el centro del texto. Es el lector, o mejor la lectura, para referirnos mejor a las tendencias estructuralistas, quien organiza el universo literario. En su interpretacin desembocan activamente todas las posibles relaciones propiciadas por el texto. Pero si los cuentos de Pedro Gmez Valderrama se dan como obras inacabadas, distantes de las fbulas cerradas, no pueden entenderse como obras amorfas. Y Ruiz es insistente en matizar esta cualidad moderna en los cuentos al sealar: De dnde nace la apertura, la pluralidad de estos escritos? Para decirlo de una vez, nace de una ambigedad (1990: p. XIX). Ambigedad que otorga un singular movimiento en el lector. En estos cuentos, en suma, hay un autor y un lector que se confabulan para que la obra surja activa y al mismo tiempo suscite una rica y ondeante incertidumbre. [13: Bajo el ttulo Ms arriba del reino (1980) Gmez Valderrama agrup los cuentos de sus libros El retablo de Maese Pedro, La procesin de los ardientes e Invenciones y artificios.]

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Uno de los cuentos ms celebrados de Gmez Valderrama es Tierra!. Es el que ms aparece en las antologas de cuento colombiano y latinoamericano. Varios elementos lo hacen ejemplar a la hora de mostrar las virtudes de la propuesta literaria de su autor. El cuento, con un fondo historico evidente, narra el instante en que la tripulacin de Cristbal Coln divisa las Indias ansiadas. Gmez Valderrama se hunde en las fuentes bibliogrficas que testimonian este evento los diarios del descubridor que, por pasar por diversas plumas, ofrecen un atractivo ejemplo del palimpsesto y sus numerosas biografas- y aprovecha el vaco de la historia para entrar en ella y estremecerla con la imaginacin. Lo que interesa al narrador no es detenerse en la figura emblemtica del Almirante de la Mar Ocenica. Su mirada solo roza, y de modo en cierta medida fantasmal, al posible gaviero que las crnicas designan como el primer hombre que avist tierras americanas. La ambigedad se instaura y en ella se sita a un marinero enfermo y delirante que, mientras se masturba, asiste a la concrecin del gran descubrimiento. El xtasis explota en Rodrguez Bermejo en tanto que en cubierta se grita incansablemente Tierra! La traduccin que Roger Caillois hizo al francs de este cuento es significativa.[footnoteRef:14] Al titularlo La dcouverte de LAmrique en el lector de esa lengua puede producirse un guio malicioso. La gran gesta del descubrimiento reducida a una fantasa sexual. O ms bien, como propone Correa-Daz, convertida en una pequea metfora del sentido copulativo que tuvo el encuentro entre Espaa y Amrica. (2003: 80) Y, sin duda, uno de los encantos de esta ficcin magistral es precisamente su carga ertica. Las evocaciones que el marinero hace desde su litera de las mujeres que am en Espaa -la Mari-Juana, la Giacomina, Sancha la Sevillana- imponen a la narracin el ritmo de los orgasmos masculinos. El cuento podra ser un perfecto ejemplo de relato ertico con un determinado y elaborado fondo histrico. Estamos, en efecto, ante un marinero desesperado no tanto por su fiebre corporal, sino por su calentura imaginativa ante la ausencia de mujer. Pero detrs de esta humana ansiedad, tambin se configura una mentalidad tpica de un marinero europeo del siglo XV. Es ella la que permite situarse en el cuento como si estuviramos presenciando un ms real descubrimiento del Nuevo Mundo. [14: Esta traduccin apareci en la revista Mercure de France, No. 1206, Pars, 1964. ]

Tal mentalidad est trazada por un autor que ha indagado en los textos de viaje ledos por Coln en su bsqueda de una va hacia las Indias. Ya se sabe el papel que ocupan los relatos de Marco Polo, Jean de Mandeville y de Pierre DAilly en la aventura del descubrimiento. Gmez Valderrama haba acudido a estos autores para escribir algunos de los Complementos a Borges que es un escaln fundamental a la hora de querer saber cmo se configura el cuento Tierra![footnoteRef:15] Son estas lecturas -la evocacin de hombres con el rostro en el vientre, con cabezas de perro, con orejas que llegan hasta el suelo- las que afloran en el delirio del marinero Bermejo. Es visible entonces la alusin en Tierra! a uno de los problemas epistemolgico que plantea el descubrimiento de Amrica: el de la ausencia de una alteridad o, en todo caso, el de una alteridad estremecida por la imagen del monstruo. La presencia turbadora del monstruo, del otro racial y culturalmente diferente, con que se tropieza el europeo en sus empresas de conquista y colonia, estn ancladas no slo en el medioevo. Se remiten a Herodoto, a Plinio el Viejo y a Estrabn. La riqueza intertextual de Tierra!, desde esta perspectiva, es grata y sorprendente. Lanza a la historia de las representaciones antropozoomorfas que el europeo hizo del hombre americano. Y permite rastrear tambin los diarios de Coln para entender cul es la intencin re-interpretativa de la historia del descubrimiento en el escritor colombiano. [15: Ver Revista Mito No. 16. Posteriormente en los Nos. 39-40 se publican los Nuevos complementos a Borges como parte del homenaje que la revista hace a uno de sus escritores ms admirados. Los Nuevos complementos, en realidad, son un conjunto de textos de diversos autores que Gmez Valderrama selecciona y cuyos contenidos tienen que ver con el libro de Borges y Margarita Guerrero El libro de los seres imaginarios. Complementos a Borges, al contrario, son creaciones del propio Valderrama que podran considerarse como minificciones y que hasta el momento no han sido incluidos en sus cuentos completos. Entres estos Complementos aparece Los animales de Marco Polo y Los animales del problemtico Sir John de Mandeville que son retomados en el cuento Tierra!.]

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Es a travs de Tierra! que entramos de lleno en uno de los temas claves en la obra de Pedro Gmez Valderrama: Amrica. Este es el eje sobre el cual se construyen todas las reflexiones que el escritor elabora sobre la utopa. El erotismo, lo demonaco y la utopa construyen la trada que regulan los cuentos, los ensayos y su nica novela La otra raya del tigre. Amrica es el lugar por excelencia donde se encuentran las latitudes de los terrenos utpicos sean estos exclusivamente literarios o geogrficamente reales. Y hasta tal punto se presenta esta simbiosis en Gmez Valderrama que la una sin la otra seran entidades ms o menos vagas y carentes de mayor inters. Es en Amrica en donde respiran El Dorado, el Paraso bblico con su ro y el relieve en forma de pezn. Es en el Nuevo Mundo donde habitan hombres salvajes que se parecen en muchos aspectos a los hombres de la edad del oro de Hesodo. Desde la Atlntida que Platn esboza en algunos de sus dilogos, pasando por la Utopa de Moro, la ciudad del Sol de Campanella, la isla de Tamo del marqus de Sade, hasta los proyectos de sociedades justas del obispo Vasco de Quiroga en Michoacn y los jesuitas de Paraguay, Amrica se presenta ante los ojos de Gmez Valderrama como el continente propicio para que surjan esos lugares que, en realidad, no existen. Pero as no existan, si es posible ver facciones que prefiguran el rostro de la utopa. En el ensayo La utopa en el descubrimiento de Amrica se sealan algunas de ellas: la estructuracin social y econmica de los Incas que curiosamente se parece tanto a la que rige la isla de Utopo, y que expresa el ncleo de importantes ideas comunistas; cierta legislacin real espaola que quiso, al menos en el papel, reglamentar con justicia el trabajo de los indios; la manera en que el buen salvaje se instaura en el pensamiento cultural, imbuido de tolerancia y respeto por el otro, de Michel de Montaigne; las luchas, hechas desde la religin y el liberalismo, contra la esclavitud y las opresiones[footnoteRef:16]. Ha sido entonces la dispendiosa elaboracin de la utopa, segn el escritor colombiano, lo que ha motivado las ms prodigiosas empresas humanas de Amrica. [16: Estos elementos estn explicados en La utopa en el descubrimiento de Amrica, conferencia que Gmez Valderrama dio en la Fundacin Canovas del Castillo, Granada, el 22 de julio de 1988.]

Pero si en la obra ensaystica de Gmez Valderra ondea un tono exaltante de americanista utpico, resulta sugestiva la atmsfera de fracaso que flota en los cuentos donde los proyectos utpicos aparecen como asunto primordial. En El maestro de la soledad, los fragmentos del diario de Crusoe muestran a un hombre que sucumbe ante los fantasmas de la soledad sexual y, por ende, fracasa en su propsito de poder ser el rey de la naturaleza desde una razn prctica y productiva propia del naciente capitalismo ingls. En Un lugar de las Indias Miguel de Cervantes, que ha sido enviado a Cartagena de Indias, termina sus das consumido en una suerte de demencia, y con su amante negra queman los manuscritos de su obra mxima, dejando entrever as que Amrica es tambin el lugar del extravo y el delirio ajeno a la creacin. En Los papeles de la Academia Utpica, el cuento ms complejo entre los que se ocupan de este tema, el testimonio de Martn Castro pinta a una Amauroto, la capital de Utopa, montona, represiva y sus costumbres y leyes reacias a que los extranjeros se enamoren de las nativas utopienses. Este cuento, imbuido de una slida y, por momentos, divertida euridin enciclopdica, comienza con una breve informacin sobre la corporacin. Contina con una noticia de Utopa en la que se detallan las clsicas formas de utopa y las diferentes interpretaciones que los acadmicos tienen sobre ellas. Se entra ms tarde en la la biografa y muerte de Utopo, para luego caer en el tema gneo del cuento: el amor y el erotismo en Utopa. Tema que permite al autor, y a travs del documento de Martn Castro, tocar el aspecto desolado y siniestro de todas estas propuestas de felicidad masiva, es decir, la imposibilidad, por la ubicua vigillancia y el control represivo, de instalar en el centro de ellas un amor y un erotismo libertarios. Los papeles de la Academia utpica y El maestro de la soledad son, finalmente, cuentos que empiezan con un tono marcadamente ensaystico. Su objetividad informativa prevalece durante un buen espacio de la narracin. Sin embargo, a travs del texto de Robinson Crusoe y el de Martn Castro, aparecidos en la parte final de cada cuento, se introduce con fuerza potica el elemento propiamente narrativo y la individualidad de los personajes irrumpe para cuestionar la esencia colectiva de la utopa.

En realidad, hay algo de fascinacin en los cuentos de Gmez Valderrama por el lado sombro de las utopas. El informe del investigador privado Philipe Ventre, el narrador del Espejo del marqus, no vacila en mostrar simpata por la figura y la obra diablicamente sexual del marqus de Sade. Los espacios cerrados como el castillo de Silling de Los 120 das de Sodoma, donde el concepto de justicia no existe y el libertinaje remplaza a la libertad, le suscitan un perdurable estremecimiento de jbilo. Su visita al pueblo de Saumane, tambin lo llama Coin de la vierge, testimonia una admiracin que alcanza los terrenos de la fantasa. En el cuento Los papeles de la Academia Utpica hay, en este sentido, una anotacin interesante. En ella se ilustra la paradjica inclinacin del escritor colombiano por las utopas. La utopa absoluta es la que alberga una crcel perfecta. Una prisin sin salidas posibles, ubicada en una isla con guardianes eternos. Algo de Piranesi, de Dante, de Kafka hay en esta edificacin. Sus penas de reclusin son eternas. La muerte est excluida como castigo. Y sus guardianes y convictos estn siempre a la espera de algn hecho que les cambie por un instante su rutina. Pero slo en un sitio as es posible que nazca y permanezca el espritu utpico. (Gmez Valderrama, 1996: 109) El que interesa a Gmez Valderrama. se que se fundamenta en la idea de la libertad.

Por ello mismo la comprensin de Gmez Valderrama sobre la utopa en Amrica, en tanto que intelectual y hombre de letras, est ligada con las expuestas por Pedro Henriquez Urea y Alfonso Reyes[footnoteRef:17]. Hay un optimismo infranqueable en los tres autores a la hora de vaticinarle un porvenir entusiasta a un continente que ha sido arrasado por todos los sometimientos extranjeros y las corrupciones internas. Recurdese las palabras del dominicano en La utopa de Amrica: Dentro de nuestra utopa, el hombre deber llegar a ser plenamente humano (...) ser, a travs del franco ejercicio de la inteligencia y de la sensibilidad, el hombre libre, abierto a los cuatro vientos del espritu (Henrquez Urea, 1998: 271). La prctica de la libertad de pensamiento sera entonces la coyuntura en donde la utopa podra ser una construccin cultural posible. En su ensayo Academia y memoria[footnoteRef:18] Gmez Valderrama plantea incluso la comunin entre utopa y lenguaje. Para l la lengua est unida profundamente con la idea de libertad. Y de esta unin nacen las constituciones democrticas que abogan por la libertad de expresin y los derechos del individuo. (1988: 41) Ya Alfonso Reyes deca que las constituciones del siglo XIX eran las cartas utpicas de los pases hispanoamericanos. Hay, sin duda, un mundo por hacer en Latinoamrica. Un mundo con su historia y sus realidades por nombrar. Y para nombrarlo es menester un concepto libertario del lenguaje. Tal es el camino, segn Gmez Valderrama, para destruir los yugos que pesan sobre el continente. (53) [17: Vanse, por ejemplo, los ensayos reunidos en La utopa de Amrica de Pedro Henrquez Urea y ltima Tule de Alfonso Reyes y publicados por la coleccin Ayacuho y prologados y compilados por rafael Guterrez Girardot. ] [18: Academia y memoria (la vida y la utopa en el lenguaje) es el discurso pronunciado ante la Junta Pblica de la Academia Colombiana, al ingresar Gmez Valderrama como Miembro Correspondiente, en agosto de 1979, en Bogot. ]

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Uno de los perfiles ms atractivos de los cuentos de Gmez Valderrama est definido por su inters en las artes plsticas. La presencia pictrica seala una vez ms la raz modernista en la que se funda esta narrativa. Una raz erdita, cosmopolita y ertica que se distancia de cualquier indicacin telrica o de identidad frente a las supuestas improntas de la regin, y que se sita voluntariamente en un mbito bablico[footnoteRef:19]. En el panorama del cuento colombiano a Gmez Valderrama le caben varios mritos. Uno de ellos es el haber creado el cuento histrico. Es posible que, en rigor, no le corresponda este ttulo, pero sin duda es l quien lo llev a su punto ms alto. Es el primero, adems, en proponer, con pertinente y compleja profundidad, la riqueza textual e imaginativa que provocan los abrazos entre literatura y pintura. En El retablo de Maese Pedro, tres de los nueve cuentos que integran el libro estn dedicados a la pintura. Y los tres (La mujer recobrada, El hombre y su demonio e Historia de un deseo) establecen un puente histrico con el Renacimiento italiano y flamenco. La mujer recobrada narra la desgracia afectiva de Camilo, a travs de un juego de planos temporales diversos pero con un espacio nico: una Florencia prdiga en turbulentas relaciones amorosas y sus respectivas rupturas. El eco de la situacin que padece Camilo en el presente de la narracin lo va encontrando el lector en la medida en que conoce los pasados tormentos que el pintor Cristfano Allori vive con su modelo Mazzafirra. La figura diabolizada de Jernimo Bosch y su ansia de poseer a una inalcanzable joven virgen es lo que cuenta la relacin de viaje de un filsofo espaol por el pas de Flandes en El hombre y su demonio. Y en Historia de un deseo vuelve a aparecer la relacin pintor-modelo en la Florencia del siglo XVI al contarse el vnculo entre Fra Filippo Lippi con su modelo Francesca. A estos tres cuentos se podra unir El engaoso cuadro, de Las alas de los muertos, cuya cadena de desdichas afectivas est marcada por el extrao efecto que produce sobre sus propietarios un cuadro que muestra el castigo padecido por Mazepa. [19: Pedro Alejo Gmez en la introduccin que hace de los cuentos completos, publicados por Alfaguara, dice: si debiera escoger una pintura que representara su obra esa sera La Torre de Babel de Breughel. Precisamente porque la materia del arte est siempre rondando, como la Torre de Babel, a la vez por el estigma de lo demonaco, y por la condicin de la utopa. Y uno y otra gravitan sobre un nico centro que es la libertad. Y estos fueron los temas centrales de su vida (Gmez Valderrama, 1996:13).]

Es verdad que los temas recurrentes de estos cuentos es el amor no logrado y, por ello, insatisfecho y sufriente de los personajes. Con todo, es notable que ms all de estos intrngulis dramticos lo interesante, o ms bien, lo que ha llamado la atencin de los crticos contemporneos de Gmez Valderrama, es la relacin pintura y literatura que se da en ellos. Qu significan aspectos como la imagen pictrica en el desarrollo la trama o en la evolucin misma de los personajes. Cules son los puentes emotivos y propiamente artsticos entre el pintor y su modelo. Cmo se dan los procesos creativos en torno a la pintura y de qu manera se trasladan a los de la escritura. Cul es la eficacia de la palabra ante la imagen y de esta sobre la primera. De qu modo se complementan o se imbrican o se repelen en el texto literario. De hecho, con la herramienta interpretativa que ofrece la Ecfrasis, como ventana hermenetica, las nuevas lecturas sobre estos cuentos permiten entender sus mltiples riquezas comparatistas[footnoteRef:20]. [20: Los estudios realizados de la obra de Gmez Valderrama desde la cfrasis, a mi juicio es la veta ms novedosa e interesante que ofrecen actualmente sus estudios crticos. Y en este campo sobresalen los artculos de los ensayistas colombianos Efrn Giraldo y Pedro Agudelo. ]

Decir con palabras el poder de la imagen: esta es una de las maneras en que se presenta la activsima relacin pintura y literatura en Gmez Valderrama. Es factible que este encuentro se haya dado en la vida del escritor colombiano por sus mltiples viajes, que incluyeron siempre las visitas a los museos ms clebres de Europa, y por su intensa labor diplomtica. El papel que ocupa, en esta direccin, el museo del Louvre es trascendental. Prueba de ello es el delicioso recorrido, y a la vez suposicin ldica de paseante nocturno, que se hace por el museo en el cuento Descripcin e historia de una visita al Museo del Louvre. Este itinerario, marcado por una serie de obras representativas de la historia del arte, desde la Victoria de Samotracia hasta los algunos cuadros de Patinir, posee un precario carcter de exploracin subconsciente, una aventura sesgada de estados profundos del alma. Una rpida alusin al Bosco y a sus paisajes memorables, remitie a una de las obras que ms sedujo la atencin de Gmez Valderrama y que justamente alberga el Louvre: La nave de las locos. Uno de sus cuentos lleva este ttulo y, por supuesto, tiene como gran referente el cuadro del Bosco. Y aqu se presenta una de esas maneras singulares en que se articula la pintura con la narracin. Los personajes del cuadro, ficcionalizados al modo cosmpolita de Gmez Valderra, son quienes guan los avatares de esta nave delirante que atraviesa pocas y espacios remotos (Salnica, Praga, el estrecho de Gibraltar) para llegar, finalmente, a los terrenos colombianos. Curiosa alegora de la locura, el cuento parte del cuadro para instalarse en una trama que retorna al cuadro mismo como si el perro se estuviera mordiendo la cola, y que plantea aquello de que los verdaderos locos son los cuerdos de afuera y no esa tripulacin jubilosa y ebria que navega por los mares y los ros del mundo. En todo caso, la nave termina representando una especie de humanidad que se desplaza empujada por el entusiasmo que, por un lado, despiertan las peregrinaciones religiosas y, por otro, los grandes viajes al Nuevo Mundo. As, la locura extravagante representada por El Bosco en su cuadro, arriba a Colombia y penetra las aguas empantanadas del ro Magdalena. Sus tripulantes dejan la embarcacin y pasan a un bus que los llevar a la alta capital andina. Y all entrarn a un luminoso y variopinto burdel. 8

La otra raya del tigre sumerge al lector en el mbito de la novela histrica en Colombia. Es la nica novela que escribi Gmez Valderrama y sobresale en el horizonte de la literatura del pas por varios motivos. El primero tiene que ver con la recreacin de uno de los perodos, la segunda mitad del siglo XIX, ms atrayentes de la historia colombiana. El segundo, porque es una novela publicada en 1977, dcada importante ya que en ella aparecieron ttulos que pretendieron oxigenar la narrativa de entonces a partir de tcnicas basadas en el monlogo interior, en la fragmentacin y el estallado del mundo urbano, en la poetizacin del discurso narrativo y en la recreacin de formas de vida de la cultura popular y los sectores marginales,[footnoteRef:21] y la propuesta novelstica de Gmez Valderrama es, de algn modo, decimonnica. Sigue el conocido postulado de Stendhal[footnoteRef:22] de que toda novela es como un espejo que se pone en el camino de la vida. La otra raya del tigre es ajena a las premisas de la nueva novela histrica que los escritores latinoamericanos estaban escribiendo en esos aos. Se aleja de la parodia, de lo carnavalesco, de lo grotesco, de lo pardico, de la tergiversacin y los anacronismos empleados por autores como Carpentier, Fuentes, Garca Mrquez y otros ms con el fin de desbaratar, a travs de tales recursos, la legitimidad de la historia oficial. (Ainsa: 1997: 339) Si quisiramos anclarnos en los testimonios dados por Gmez Valderrama podramos acomodarnos a la fcil explicacin de que su novela es un regreso a la tierra natal, al Santander del padre y el abuelo y, con ello, al rescate de una cierta tradicin oral. (1988: 33)[footnoteRef:23] Pero La otra raya del tigre, ms que este compromiso afectivo familiar y regional, es un homenaje a uno de los momentos ms efervescentes del liberalismo colombiano. Al describir la vida de Geo von Lengerke en tierras santandereanas, el escritor se inclina ante los principios que construyeron el partido poltico al cual l sirvi altamente durante buena parte de su vida y del cual se benefici con altura semejante. Gmez Valderrama, ltimo baluarte letrado del humanismo liberal colombiano, se arroja al pasado para reconstruir un perodo en que los liberales lanzaron con pasin y con torpeza al pas por las vas del libre comercio, de la libertad de expresin y del progreso capitalista que pretendi modelar ciudadanos libres y cosmopolitas. Al escoger al alemn Geo von Lengerke como mejor representante de esta poca, se cumple con una de las condiciones que Gmez Valderrama seala cuando se trata de escribir una novela histrica: Naturalmente, el escritor mide y aprecia la etapa histrica en la cual est sumergido, en funcin de su propia personalidad y de su propia poca.(1988: 157) [21: Acaso las novelas ms importantes desde este punto de vista renovador sean Aire de Tango (1973) de Manuel Meja Vallejo, La mansin de Araucaima (1973) de lvaro Mutis, El otoo del patriarca (1975) de Gabriel Garca Mrquez, Estaba la pjara pinta sentada en el verde limn (1975) de Alba Luca ngel, Qu viva la msica! (1978) de Andrs Caicedo, Hojas en el patio (1978) de Daro Ruiz Gmez y Falleba (1979) de Fernando Cruz Kronfly.] [22: Valga la pena recordar que Stendhal es el escritor ms admirado por Gmez Valderrama. Adems del postulado que sostiene la escritura de su novela, varios de sus sus cuentos estn dedicados al escritor francs: Homenaje a Stendhal, Responsabilidad de Stendhal en la batalla de Waterloo y la minificcin Stendhal, que forma parte de Las muertes apcrifas. ] [23: Ver el ensayo Confesin personal con que inicia el libro de ensayos y conferencias La leyenda es la poesa de la historia.]

La otra raya del tigre, al ser una novela histrica sobre la utopa de los liberales radicales, se relaciona con una serie de novelas que inauguraron en el siglo XIX no slo la novela colombiana como tal, sino su variante histrica. Se atribuye a Ingermina (1844) de Juan Jos Nieto y al ciclo de novelas incaicas de Felipe Prez (Huayna Capac (1856), Atahualpa (1856), Los Pizarros (1857) y Jilma (1858)) el mrito de ser las primeras novelas histricas colombianas. (Curcio Altamar, 1975: 67-82)[footnoteRef:24] El vnculo de Gmez Valderrama con estos escritores, en esta perspectiva genrica, es evidente. Nieto y Prez fueron liberales y en sus novelas, siguiendo las modas literarias del romanticismo europeo, indagaron en el pasado latinoamericano. En sus obras criticaron la crueldad de la conquista espaola y enaltecieron la resistencia indgena. Y en sus actividades propiamente polticas se sumaron a la lucha y la defensa del progreso y las libertades que exiga a la sazn el Partido Liberal. Son ellos quienes proponen literariamente un modelo de utopa liberal opuesto al de la arcadia conservadora. La diferencia en ambos proyectos, se sabe, consista en que los liberales conceban un pas hecho de estados autnomos libres y laicos, mientras que los conservadores propugnaban por un estado centralista y catlico. Son novelas como Manuela (1858) de Eugenio Daz y Mara (1867) de Jorge Isaacs las que el Partido Conservador erigir como smbolos de un pas catlico y rural situado en la antpoda del proyecto de los liberales. De ah la mordacidad que en Manuela hay contra el liberal glgota de Bogot que confronta la vida sencilla de una provincia. De ah, tambin, el engalanamiento del Gran Cauca, con su paisaje imponente y sus siervos bondadosos y admiradores de sus igualmente bondadosos amos que ofrece Mara. (Williams, 1991: 51) [24: En su libro Evolucin de la novela en Colombia, Curcio Altamar dedica a este tema el captulo La novela histrica-romntica. ]

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La otra raya del tigre tiene como personaje emblemtico a un europeo inmigrado. En la eleccin de su personaje, es posible que Gmez Valderrama haya seguido la pauta que da Marcel Schowb en el prlogo de sus Vidas imaginarias cuando dice El bigrafo, lase el novelista, debe escoger entre los posibles humanos aquel que es nico. (1957: 16) De este hombre nico se narran entonces los aos de su estada en Colombia, que va de 1852 a 1882. Sus peripecias de prfugo de la justicia en la Alemania revolucionaria de 1848. Sus peripecias comerciales, sexuales y polticas en un fragmentado pas que se llam de diversas maneras. Entre 1832 y 1858 Nueva Granada, entre 1858 y 1863 Confederacin Granadina, y Estados Unidos de Colombia entre 1863 y 1886. Lengerke vivi los acalorados procesos de tres constituciones: las de 1853, 1858 y 1863. Vivi tambin el fragor de cuatro guerras civiles: la de 1851 originada por la abolicin de la esclavitud, la de 1854 debido a las diferencias econmicas entre liberales glgotas y draconianos, la de 1859-1862 entre centralistas y federalistas, y la de 1876-1877 ocasionada por la decadencia de una franja del partido Conservador de la Provincia del Cauca y cuyo pretexto fue la enseanza laica que queran imponer los liberales. (Tirado Meja, 1999: 365-373). Bajo este teln histrico convulso el objetivo de Lengerke, al llegar a Colombia, es colonizar. Colonizar cultural, racial y econmicamente una joven nacin sumida en la barbarie. Modernizar a un pas que, en todos los aspectos, segua siendo de mentalidad colonial. Este colonizador encarna, en realidad, a un personaje paradjico. Es un liberal tpico del siglo XIX, con gustos literarios y musicales propios del romanticismo, y pasiones polticas afianzadas en los enciclopedistas franceses, en Bentham y en Marx. En su comportamiento se afirman, sin embargo, las tpicas caractersticas de un seor feudal. Termina convertido en un terrateniente, ms colombiano que alemn, dueo de inmensas tierras en el centro de las cuales edifica un castillo de insoslayables connotaciones medievales. Este rasgo contradictorio torna a Lengerke de algn modo repulsivo ante los ojos de un lector moderno. Sus concepciones del progreso estn hundidas en las nociones de civilizacin y barbarie que tanto manosearon las elites intelectuales de Amrica Latina en el siglo XIX. El alemn construye puentes y carreteras para sacar al pas del atraso. Pero en la consecucin de sus fines arrasa sin conmiseracin todo aquello que atente contra su labor. Su visin de los indgenas yaragues, una de las etnias que ms combatieron la llegada de los colonos espaoles y alemanes en lo que es hoy el Magdalena Medio colombiano, no tiene vuelta. Hay que exterminarlos si impiden la consolidacin de las carreteras por donde deben pasar las mercancas sobre cuyo comercio se levanta el emporio de la quina de Lengerke y Ca. Sus opiniones de la raza se enmarcan tambin en el contexto de lo que fueron los deseos de los radicales de querer organizar grandes migraciones de europeos para mejorar la raza americana, tan propensa a los desmanes, la abulia, la fealdad, la promiscuidad y otros lugares comunes de la interpretacin del pueblo que los cultores de la civilizacin liberal clamaron por toda la geografa americana. As, Lengerke acompaar sus labores de proteica colonizacin con la prctica de una sexualidad infatigable. Resultado de ella es la propagacin de la simiente alemana en muchas exuberantes criollas del Santander.

La personalidad del alemn en La otra raya del tigre en la medida en que es contraria va inclinndose hacia una suerte de degradacin. El narrador de la novela, ese conglomerado de voces que se mimetizan en diferentes personajes, no deja de mostrarnos los excesos de ese nico liberal cuya utopa termina en el fracaso. La novela, que tiene ocho captulos, goza en esta direccin de un sugestivo equilibrio ya que desde el captulo central se marca el esplendor del alemn y su respectivo declive. La figura de Lengerke, a lo largo de la novela, se descompone. Y se trata de una descomposicin que lo abarca en tanto que es personaje literario, smbolo y leyenda de la historia colombiana. Asistir al derrumbe de esta existencia podra provocar la interpretacin de que el plural narrador de La otra raya del tigre no tiene, en el fondo, ninguna simpata hacia su personaje. Que lo que busca la novela es contar el periplo de una vida derrotada transcurrida en medio de un pas condenado tambin a la derrota de sus proyectos polticos. Si es as, tienta afirmar que el narrador celebra el proyecto civilizador del liberalismo radical. Lo aprueba, es cierto, pero no olvida resaltar sus maneras agresivas. Es en esta ambigedad, por lo dems, donde se sostiene el discurso narrativo de la novela y, por supuesto, su continuo cambio de focalizaciones. Creer, no obstante, que tales valoraciones surgen en La otra raya del tigre producto de la espontaneidad favorecida por el recuerdo y la evocacin del abuelo, del padre o del nieto, pues son stos quienes toman generalmente las riendas del discurso narrativo, es quizs equvoco. El narrador de la novela es claramente intencional. Pese a que se nos diga, con bastante frecuencia, que Lengerke es un curioso paradigma de terrateniente liberal, de mercenario con ideas progresistas, de comerciante camalenico que a veces apoy a un partido y a veces a otro para beneficiar sus bienes econmicos; pese a que se nos describan a veces sus ridculas nfulas de hombre superior, en la novela el alemn es considerado como un hroe. Un hroe en tanto que se construye como un mito capaz de generar la nostalgia y el ditirambo de un mundo burgus posterior, instancia desde la cual se trama el homenaje. Y es aqu donde se hace indispensable acudir a la figura poltica de Gmez Valderrama, y a su compromiso con el Partido Liberal y su malogrado Frente Nacional que lo utiliz como uno de sus hombres ms prestantes.[footnoteRef:25] Creo que no es recomendable olvidar esta militancia a la hora de querer dilucidar la intencionalidad del narrador de la novela. Y no parece aventurado pensar que este homenaje al Partido Liberal, en la figura de Lengerke, explica en gran parte el hecho de que La otra raya del tigre sea endilgada por el establecimiento literario como una de las grandes novelas colombianas del siglo XX. [footnoteRef:26] [25: Desde la revista Mito Gmez Valderrama manifest su fe en la convivencia poltica de los partidos Liberal y Conservador en el llamado Frente Nacional como modo de enfrentar la violencia partidista y la dictadura del General Rojas Pinilla. Su vnculo con esta cohabitacin malsana de las clases dominantes del pas le llev a ocupar altos cargos polticos. Gmez Valderrama fue ministro de Educacin y de Gobierno, as como embajador de Colombia en la Unin Sovitica y en Espaa. ] [26: Alonso Aristizbal, uno de los primeros estudiosos de Gmez Valderrama, dice en el libro que la coleccin Clsicos colombianos le dedic al autor, que La otra raya del tigre es una de las cinco novelas ms representativas de la historia literaria del pas (1992: 24). Por otro lado, el peridico El Tiempo, el diario liberal de ms circulacin en el pas, la incluy en su Biblioteca Colombia de 2003, conformada por 26 ttulos. ]

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El connotado cuentista pierde su fulgor en la tentativa de construir una novela histrica emblemtica de un pas oficial. Algunos crticos han sealado como un acierto la esencia cuentstica de La otra raya del tigre. La circunstancia de que sus captulos puedan leerse, a veces, como relatos autnomos la ha enaltecido.[footnoteRef:27] Pero pocos se han detenido en ver que sa es precisamente una de las caractersticas que ms minimizan la novela. Ricardo Cano Gaviria, sin desconocer la perfeccin estilstica de Gmez Valderrama, considera que La otra raya del tigre al cambiar continuamente de atmsferas, tiempos verbales y de narrador impide que esos captulos tengan una acertada unidad novelstica. (1988: 403) Cano Gaviria, acaso quien ha estudiado con mayor juicio los desaciertos en La otra raya del tigre, seala el poco espesor psicolgico de Lengerke. Su desmesura opaca, sin embargo, a todos los seres que lo rodean. Las diferentes voces narrativas acuden a una serie de frmulas retricas que terminan por engrandecer al alemn de tal manera que el nico sol que brilla en la novela es l. Esto, segn Cano, obedece a las tcnicas narrativas con que se hace la aproximacin siempre exaltada al personaje principal. La insuficiente velocidad de la trama, la continua segmentacin de los cuadros que conforman la vida del colonizador alemn, el matiz aleatorio y azaroso de la novela que rehsa el discurso lineal, la continua repeticin de escenas y paisajes y situaciones en que el protagonista se ve involucrado, la presencia de ciertos pasajes en que la fbula es mal cubierta por la trama, hacen de La otra raya del tigre una obra donde las fallas se acumulan. Con estas palabras no estamos, de ninguna manera, apoyando el desdn con que muchos lectores y escritores de ahora toman la obra de quien es uno de los cuentistas ms prestigiosos de Colombia. Pretendemos tal vez seguir la atinada frmula promulgada por la revista Mito: Poner en situacin a un escritor y su obra. [27: El ms memorable de estos captulos-cuentos es el que cuenta el traslado de un piano Pleyel desde Europa hasta el castillo de Montebello. Tal fragmento precisamente se sita en el origen de la escritura de la novela. Se trata del aparte IV del captulo 4 y que en los cuentos completos figura como El dios errante. ]

Con todo la lectura de La otra raya del tigre suscita entusiasmos por sus momentos logrados

Pablo Montoya CampuzanoEscritorProfesor de literatura Universidad de AntioquiaMedelln-Colombia

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