ANTONIO MURO OREJ6N

LECCIONES D E

HISTORIA DEL DERE.CHO

HISPANO-INDIANO Presentaci6n

JosE: L Uis SoBERANES FERNANDEZ

Pr6logo

R AFAEL DIEGO-FERNANDEZ 8.

MI GUE L ANCEL P O RR OA LIBRERO-EDITOR MEXICO

Primera edicion, 1989

ISBN 968-842-193-6 Derechos reservados confo rme a la ley.

Impreso en Mexico

FONOO PARA LA DIFUSI6N DEL

Escuela Libre de Derecho Doctor Vertiz 12, Doctores. 06720 Mexico, D.F.

© 1989 por ANTONIO MuRo OREJON

© 1989 por EscuELA LIBRE DE DERECHO

© Por caracteristicas de edicion MIGUEL ANGEL PoRRuA

LIBRERO-EDITOR

Printed in Mexico

DERECHO MEXICANO

Miguel Angel Porrua, S. A. Amargura 4, San Angel,

01000 Mexico, D.F.

PR6LOGO

por

RAFAEL DIEGO-FERNANDEZ s.

PRESENTAR LA OBRA Historia del Derecho hispano-indiano del doctor Antonio Muro Orej6n [Sevilla, 1904} a la comunidad de la Escuela

Libre de Derecho y, en general, a todos aquellos que se sienten atral­dos por este genera de estudios, no solatmente resulta un gran honor sino, igualmente, una gran responsabilidad. Si ahora me atrevo a hablar de la trayectoria de don Antonio Muro en el campo de la Historia del Derecho indiana es unicamente porque se que, desgraciadamente, en Me­xico no son nada fticiles de conseguir los magnificos estudios monografi­cos que ha realizado el a:u.tor y que, tan merecidamente, lo han colocado como una de las mtiximas autoridades de este campo a nivel i'nternacional.

La experiencia del doctor Muro, Orej6n data ya de hace mas de medio siglo, cuando se recibi6 con premia extraordinario en la Facultad de Derecho de la Universidad de Ser,illa. Casi inmediatamente despues ob­tuvo su grado .de doctor en la Universidad Central de Madrid, a la edad de veinticuatro aiios, con un estudio sobre el Primer libro del nuevo c6digo de las lndias.

Desde entonces, y salvo esporad·icas salidas, siempre ha permanecidn en su querida Sevilla. Ah£ fue donde, en 1946, obtuvo su grado de licen­ciado en Filosofia y Letras al mismo tiempo que ganaba, por oposicion, la catedra de Historia del Derecho indiana.

No seria exagerado decir que don Antonio se ha dedicado en cuerpo y alma al estudio y divulgaci6n de las instituciones juridicas castellanas que durante mas de trescientos aiios rigieron los destirws de un gran nU­mero de pueblos dispersos en lo que entonces se conocia como las Indias, tanto orientales como occidentales.

En cuanto al estudio se refiere, perm~tasenos mencionar tan solo que, por lo que respecta a obras relativas exclusivamente a instituciones de Derecho indiana, son ya mas de treinta las monografias que ha dedicado al tema.

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Como maestro de Historia del Derecho indiana, el doctor Muro con­sagr6 cerca de treinta aiios a impartir esta materia en La Facultad de Filosofia · y Letras de La Universidad de Sevilla, de donde salieron muchos de los profesores que ahara La imparten tanto en Espaiia como en His­panoamerica. Asimismo, desde el aliio de 1944, don Antonio ha sido uno de los principales promotores de los cunos para americanistas que anual­mente se celebran en La Universidad Hispanoamericana de Santa Maria de la Rabida.

Apart€ de los numerosos cargos de t·esponsabilidad que ha desempe­nado en la Universidad, tambien hay que tener muy en cuenta que al doctor Muro Orej6n se le debe una gran injerencia en el exito que a La fecha ha alcanzado la Escuela de Estudios Hispanoamericamos, del Con­sejo Superior de Investigaciones Cientificas, de Sevilla.

Sin embargo, en donde sin duda es mds fdcil ubicar a don Antonio, ofreciendo generosamente su experiencia a cuanto investigador se acerca a consultarle; orientando tanto a j6venes inexpertos como a figuras ya consagradas; tanto a espanoles como a extranjeros, es en el Archivo Ge­neral de Indias. El Archivo es como su hagar. Es ahi en donde ha pasado la mayor parte de su vida y adonde, sin lugar a dudas, seguini acudiendo mientras sus fuerzas se lo permitan. Siendo ya un hombre octogenario m.ln se le ve llegar cada manana a su lugar en el Archivo. Siendo, ade­mds, como es, una persona llena de energia y de alegria, siempre presto a la brotna estudiantil como al galante . piropo, animo so como pocos y de una gran generosidad, sin embargo se antoja advertir que cuamdo llega al repositorio indiana de alguna manera rejuvenece. Don Antonio siempre se interesa por estar al tanto de cuanto nuevo investigador llega al Ar­

chivo, sea quien sea y venga de donde venga. Para el basta que alguien tenga el menor interes por estudiar los fondos documentales que ahi se

conservan, para q~e por ese solo hecho lo tenga por una persona digna de toda su atenci6n.

Si hasta aqui ya nos hemos referido a la trayectoria del doctor Muro Orej6n, hacienda especial enfasis en su calidad de autor de obras espe­cializadas en instituciones juridicas indianas, asi como en su labor do­

cente a lo largo de buena parte de su vida, ahora procederemos, aunque s6lo sea a grandes rasgos, a considerar el Proceso de formaci6n de la Historia del Derecho indiano.

fnmediatamente despues del descubrimiento y, mas ClmCretamente, desde el sermon de fray Antonio de Montesinos en la isla espanola en

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el domingo de adviento de 1511, el primer gran problema que vino a ocupar a los grandes teologos y juristas espaiioles se centro, como bien

es sabido, en el tema del Justo Titulo. La cuestion que entonces se plan­teo al nuls alto nivel fue la de justificar la intromiswn de los Castellanos en el nuevo mundo. De la polemica que entonces se desato nos han lle­gado hasta nuestros dias los nombres de algunos de los mas celebres te-6-ricos de la epoca, a quienes hemos de considerar como a los primeros tratadistas de Derecho indiano. Solo por mencionar a algunos de ellos tenemos al propio Antonio de Montesinos; a Juan Lopez de Palacios Rubios; a Juan Gines de Sepulveda; a fray Bartolome de las Casas; a Domingo de Soto y, por supuesto, a Francisco de Vitoria.

Como esos fueron los aiios de las reformas y contrarreformas, no re~

sulta nada raro que lo que mas .atencion ocupara a los estudiosos y a las autoridades durante el siglo XVI fueran aspectos de moral y de buena con­ciencia. Fue en realidad mucho l'o que se discutio y argumento en pro y en contra de cada doctrina, pero en realidad, como la mayoria de los li­deres de cada corriente nunca llego a crnzar el Atlantica, y como suele suceder, la teoria quedo muy ajena a la realidad.

No fue sino hasta la siguiente centuria cuando juristas con vasta ex­periencia americana se empezaron a ocupar, desde el punto de vista doc­trinal, de los asuntos indianos. Asi tenemos, quizas como al maximo exponente de todos ellos, a don Juan de Solorzano y Pereira, quien para el aiio de 1647 publicaba su ya clasica, Politica indiana.

Sin embargo, buena parte de los esfuerzos de estudiosos de la talla de Encinas, Zorrilla, Aguiar y Acuna, [eon Pinelo y, por supuesto, Solor­zano y Pereira, se concentraron, durante casi todo el siglo xvn, en realizar la recopilacion de leyes indianas que tanta falta estaba hacienda, y que

no llego a concluirse sino hasta el aiio de 1680, cuando por fin fue s~ cionada por el monarca Carlos 11 bajo el titulo de Recopilaci6n de leyes de los reinos de las lndias.

El siglo de las luces llego a Espana montado en un ca:ndil frances de la casa de los Borbon, cu.yo jefe, Luis XIV -no por nada apodado el Rey So,__, a traves de uno de sus nietos, dispuso de una nueva iluminacvon para alumbrar y modificar la vida publica y privada de sus vecinos his­panicos. En estos aiios se la pasaron los espaiioles mas ocupados montando el escenario, que estudiando los papeles que les tocaba represeritar. Asi fue como se fundaron las academias, los grandes museos, los teatros, las bi­bliotecas y demas tramoya que consideraba:n indispensable para, estar a

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la altura de compaiif.as nacionales tan profesio:nales como la inglesa, la italiana, la alemana y, por supuesto, la de los paisanos de Moliere.

Justamente por estos aiios -1786- se constituia, en lo que fuera la antigua lonja de mercaderes de Sevilla, el hoy tan famoso Archivo Ge­neral de lndias. Asi es como se paso otro siglo en preparativos.

Por fin lleg6 el siglo de los grandes cambios politicos en el mundo y por supuesto, en Espaiia, otra vez acompaiiada por los amigos franclse.s, aunque esta vez nadie los habia invitado. Con no pocos trabajos, consi­guieron por fin los anfitriones convencer a sus huespedes de que, de una vez por todas, se regresaran por donde habian venido, devolviendo; antes de hacerlo, al rey de Espana. El costo de la visita le signific6 al pueblo espaiiol, entre otras tantas casas, la perdida de su imperio trasatlantico, esto es, la emancipaci6n e independencia de las naciones americanas. No contentos con tantos desmanes los de la delegaci6n que habia enviado el emperador Bonaparte, luego de tan grata estadia por aquellos soleados parajes transpirenaicos, decidieron llevarse algunos recuerdos de su viaje. No solo se interesaron en joyas, muebles valiosos y obras de arte, sino que, de tan cultivados que eran, cargaron tambien con los papeles viejos que se encontraron por ahi guardados.

El despojo de que fueron objeto por tan encajosas visitas, dej6 bas­tante nerviosos a los descendientes de Pelayo. Fue ese un tiempo de mucha agitaci6n, ya que nadie parecia ponerse de acuerdo con nadie. En resu­men, podemos decir que asi fue como se 'jJas6 otro siglo de luchas esteri­les que, sin producir nada de provecho, si consumio las de por si gastadas energf.as de los iberos. Sin embargo no todo fue asi, ya que~ como bien se sabe, la excepci6p hace la regla.

Un grupo de eruditos como Martin Fernandez de Navarrete, Torres de Mendoza y otros cuantos, se pusieron a colectar, y a publicar en tupida serie, aquellos testimonios documentales que no se habian alcanzado a llevar las compaiiias de Pepe Botella. De esta suerte, y tan s0lo pocos aiios despues de restablecida la calma, empezaron a imprimirse gruesos vol-4menes de documentos iniditos, tanto referentes a la historia del solar hispano, como concernientes a la epoca de formacil6n del mayor imperio que naci6n alguna haya logrado consolidar.

Por tanto tenemos que el siglo XIX lo ocuparon, los contados espaiioles que lograron CO!£Servar una poca de energia para algo que no fuera dis­~tir y disentir, en localizar, seleccionar y publicar aquellas pruebas de

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grandeza y de gloria que tan de moda se pusieron en la epoca romantica y nacionalista del mas puro estilo aleman.

Fue justamente al' decl-inar de la decimonona centuTia cuando vino el golpe de gracia que tan profunda trauma habria de causar en el ya de por si pesimista espiritu de Unamuno y demas coetaneos. La guerra de 1898, por la cual se acabo de de1-rumbaT el tambaleante Imperio Espaiiol con la perdido. para la Corona de su ultimos reductos antillanos y filipinos, . como todo mal, tmjo de rebate una serie de bienes, entu los cuales nos in-teresa resaltar el interes que se puso en estudia1· - sigu.iendo la tmdicion de los insuperables teologos y juristas del siglo XVI y el empeiio y expe­riencia practica de los recopiladores del siglo xvn, en los esplendidos es­cenarios que desde el siglo XVIII se hab·ian leva.ntado y con las enorm es colecciones documentales que se habian for·rnado en el siglo XIX la H is to­ria del De1·echo espa.iiol y; mas concrel.a:mente, la H istoria del De1·echo indiana.

Las primeras obras que sobre el lema aparecieron en esta vigesima centuria parten del estudio que en el aiio de 1901 publico don Angel de Altolaguirre y Duvale bajo el titulo de Estudio juridico de las capitu­laciones y privilegios de Cristobal Colon. A pa.rti1· de entonces emjJezo a aumentar el numero de inte·resados en los tema:s de H istoria del Dere:. cho indiano, ya que sabre el campo generico de la Historia del Derecho, desde el tercer cuarto del siglo XIX se habia formado una escuela: de his­toriador·es, apegados a la mas estricta ortodoxia a.lemana, tan profesionales como Azcarate, Cosio, Gines de los Rios y otros tantos.

P1·ecisamente fue uno de los alumnos mas destacados de este gmpo de juristas quien, luego de asistir en calidad de delegado de la Universidad de Oviedo, y aun del propio gobierno espaiiol, a los festejos conmemo­rativos de las independencias de las 1·epublicas ame1-icanas, fundo, a ini­ciativa de Eduardo Dato, la primera catedra de Derecho indiana que existio, propiamente como tal, y que desde el aiio de 1914, hasta el de 1936, se impartio en la Univers·idad Central de Madrid bajo el titulo de Catedra de Historia de las instituciones politicas y civiles de America. Don Rafael Altamira y Crevea fue no solo el fundador de esa catedra, sino que fungio como titular de la misma hasll£ el final.

Para el aiio de 1917 publicaba don Rafael Altamira su Programa de Historia de las instituciones politicas y civiles de America. Despues de esta, vendna una larga lista de obras en t01"no al lema del Derecho in­diana. Pero cabe advertir que Altamira y Crevea no solo fu.e un prolifico

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autor, sino que probablemente es mayor a:Un su fama como formador de toda una notable generaci6n de investigadores de Derecho indiano, entre los que cabria destacar a Jose Maria Ots Capdequi, Juan Manzano y Manr zano, Silvio Zavala, Ja:uier Malag6n, Dominguez Company y, por supues­to, don Antonio Muro Orej6n.

Algunas de las principales obras que desde entonces se IJ,an publicado en torno al tema del Derecho indiano -buena parte de las cuales han sido realizadll!S, dirigidas o influidas por los alumnos salidos de la cd­tedra de Altamira y Crevea, o por el maestro mismo- son las siguientes:

En 1924, Ricardo Levene, lntroducci6n a la Historia del Derecho in­diano.

En 1935, Silvio Zavala, Las instituciones juridicas de la conquista'" de America.

En 1937, T 01-ibio Esquivel Obregon, Apuntes para la Historia del De­recho en Mexico.

En 1939, Rafa.el Altamira y Crevea, Tecnica de investigaci6n en la Historia del Derecho indiano.

En 1943, Jose Maria Ots Capdequi, Manual de Historia del Derecho espafiol en las Indias y ael Derecho propiamente indiano.

En 1950, Juan Manzano y Manzano, Historia de las recopilaciones de Indias.

En 1951, Mario Gongora, El Estado en el Derecho indiano (Epoca de fundaci6n: 1492-1570) .

En 1952, Jose Miranda, Las ideas y las instituciones politicas mexi­canas. 1a. Parte (1521-1828).

En 1972, Alfonso Garcia Gallo, Estudios de Historia del Derecho in­diano.

Una vez hecho este repaso, que necesariamente nos ha de servir como punto de referencia, pasaremos a ocuparnos, por ultimo, de la importan­cia de la obra del doctor Antonio Muro Orej6n, que ahora, por vez primera, se p:.tblica dentro del programa de festejos conmemorativos del septuage­simo quinto aniversario de fundaci6n de la Escuela Libre de Derecho.

En realidad, como la mejor prueba de la excelencia de la obra nos la dara la lectura de la misma, bdstenos concluir insistiendo en los tres rasgos mas notables que la avalan, de los que ya hemos venido hablando, y que son:

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a) La escuela de historiadores del derecho, iniciada en Espcriia en la segundo. mitad del siglo pasado, bajo cuya tradici6n se form6 don Antonio Muro, y que tan notables resultados ha venido produciendo.

b) La experiencia docente del au tor, ya que par mas de treinta aiios se ha dedicado, precisamente, a la enseiianza de las instituciones jur£­dicas indianas, desde su ccitedra de la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Sevilla.

c) Su capacidad y su bien ganado prestigio internacional como inves­tigador de Historia del Derecho indiana. A tra:ues de deanas de publicaciones, ponencias y articulos en revistas especializadas, publi­cadas tanto en Espana como en diversos paises hispanoamericanos y europeos, don Antonio Muro Orej6n ha demostrado que los aiios invertidos en la busqueda, andlisis cr£ticas, ediciOn y publicaciOn de documentos, tanto en el Archivo G~neral de lndias de Sevilla, corTUJ en el de Protocolos N otariales de la misma ciudad --asi como en el de Simancas, y en los diversos repositorios dispersos en la ciu­dad de Madrid- no han sido en balde, seg'lln se aprecia par la aco­gida con que son recibidas, par la cr£tica especializada, las obras que desde hace tantos aiios ha venido publicando.

· Asi es corTUJ con la presente, se encuentra el lector con una importante obra· de Historia del Derecho indiana, a:ualada por la buena escuela, la experiencia de muchos aiios de catedrdtico y la seriedad y profesionalismo corTUJ investigador del doctor Antonio Muro Orej6n.

[Zamora, Michoacan]