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Castelos das Ordens Militares Atas do Encontro Internacional Edição Direção-Geral do Património Cultural (DGPC) Coordenação Científica Isabel Cristina Ferreira Fernandes (GEsOS – Município de Palmela) Lisboa, março de 2014 CASTELOS DAS ORDENS MILITARES

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Castelos das Ordens MilitaresAtas do Encontro Internacional

Edição

Direção-Geral do Património Cultural (DGPC)

Coordenação Científica

Isabel Cristina Ferreira Fernandes (GEsOS – Município de Palmela)

Lisboa, março de 2014

C A STE LO SDA S O R D E N S

M I LITA R E S

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El binomio castillo/encomienda en la administración señorial de la Orden de Calatrava (siglos XII–XV)JESÚS MOLERO GARCÍAUniversidad de Castilla–La Mancha. Ciudad Real, España

[email protected]

Introducción

Las órdenes militares heredaron de los musulmanes la mayor parte de sus fortalezas, sin embargo, muy pronto las adaptaron a sus necesidades y se distinguieron por construir grandes castillos dotados de dependencias especiales. Para ello contaron con el apoyo político y econó-mico de la monarquía, al menos hasta finales del siglo XIII, con concesiones de derechos, pri-vilegios y cuantiosas sumas en metálico. Así ocurrió en tiempos de Alfonso VIII (1158–1214) que reservó gran parte de su testamento para la fábrica y abastecimiento de los castillos de las órdenes militares implicadas en la defensa de la frontera1.

El ejemplo más característico de castillo-convento de órdenes militares se encuentra en la provincia de Ciudad Real (España) y no es otro que Calatrava la Nueva, edificio levantado por la Orden de Calatrava en la primera mitad del siglo XIII. No obstante, no faltan ejemplos singulares en otros territorios cercanos, como es el caso del castillo de Consuegra para la Orden de San Juan de Jerusalén o la fortaleza de Uclés, para la de Santiago. Debido al doble carácter militar y religioso de los integrantes de estas instituciones, a las dependencias estric-tamente civiles se le añadieron otras de carácter religioso: el convento. Por este motivo, la igle-sia del castillo pasa de ser una simple ermita u oratorio a convertirse en uno de los elementos

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más importantes del conjunto. En ocasiones este edificio ocupa el lugar central de la fortaleza, integrándose en la torre del homenaje, como ocurrió en el castillo templario de Chastel Blanc (Trípoli)2 o en el sanjuanista de Consuegra (Toledo)3. Destacada es también la presencia del claustro, refectorio, zona de dormitorio para los freires, hospital y demás dependencias pro-pias de cualquier monasterio medieval.

No todos los castillos de órdenes militares los podemos considerar como conventuales, en el sentido literal del mismo. En la mayoría no vivían freires clérigos y en muchos otros sólo residía un caballero acompañado de un escudero y sus sirvientes. En cualquier caso, es fre-cuente encontrar siempre una iglesia u oratorio que en muchas ocasiones sirvió como base a la primera repoblación de las tierras recién ganadas al Islam, y con ello, a la percepción de rentas y beneficios asociados a dicha práctica.

La presencia más o menos destacada de la torre del homenaje es siempre una constante en los castillos de órdenes militares. En muchas ocasiones son estos institutos armados los encar-gados de introducirla en los castillos recién ganados al Islam, como ocurrió en Portugal con las órdenes del Hospital4 y Temple5. No obstante, se ha señalado el menor desarrollo que solían tener estas torres si las comparamos con otras fortificaciones contemporáneas del norte peninsular. Quizás la explicación radique en el hecho de que la mayoría de los primitivos castillos de órdenes (siglo XII y principios del XIII) son en realidad antiguas fortificaciones musulmanas que han sido readaptadas físicamente a la nueva realidad política y social del mundo cristiano. Por otro lado, no hay que olvidar las propias peculiaridades de estos institutos armados, a mitad de camino entre la milicia y el mundo monástico, con un espíritu inicial de pobreza y austeridad poco pro-clive para la ostentación y el lujo que suelen ir implícitos en la construcción de estas torres altivas. A pesar de todo, el fuerte simbolismo que rodea la presencia de la torre del homenaje está plena-mente presente en los castillos de órdenes militares, y además desde fechas tempranas, pues es frecuente que sea una de las primeras obras que acometen los freires cuando reciben una fortaleza.

Salvando las peculiaridades citadas, la funcionalidad de los castillos de órdenes no difiere mucho de la que podamos encontrar en las fortificaciones situadas en otros territorios señoria-les. Además del papel militar del que hicieron gala, las fortalezas cristianas son ante todo refe-rentes de poder político e instrumentos para su ejercicio6. Por un lado se constituyen en eficaces bastiones para asegurar la soberanía monárquica sobre un territorio, sobre su señor natural y sobre las gentes asentadas en él. Por otro, las fortificaciones de órdenes se constituyen en pie-zas clave del entramado señorial, siendo uno de los instrumentos más eficaces para hacer valer los derechos señoriales y jurisdiccionales, incluyendo la percepción de las consiguientes rentas.

Por eso el estudio de las fortalezas es clave para entender no sólo el proceso de confor-mación política del reino, sino también la repoblación y organización social del espacio que

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231EL BINOMIO CASTILLO/ENCOMIENDA EN LA ADMINISTRACIÓN SEÑORIAL DE LA ORDEN DE CALATRAVA (SIGLOS XII–XV)

siguió a la labor estrictamente militar. Durante los primeros tiempos (siglo XII y buena parte del XIII), se constituyen unos dominios señoriales jerarquizados y capitaneados por dichas fortificaciones, algunas de las cuales se erigirán en cabezas de encomienda. Cuando se conso-lide la repoblación y se desarrollen pueblas y villas, el papel rector pasará a estas últimas, pero los castillos no perderán su importancia, reforzando su papel como centros administrativos del entramado comendatario7.

A partir de estas consideraciones, el propósito de nuestro trabajo es ofrecer una síntesis de la evolución crono-tipológica de los castillos que fueron utilizados como sedes de encomienda por la Orden de Calatrava. El territorio de estudio se corresponde con el centro Peninsular y más concretamente con el llamado Campo de Calatrava, la plataforma nuclear de la orden ho-mónima y a su vez, el mayor dominio señorial de la institución en todos los reinos hispánicos.

El uso combinado de fuentes de archivo (colección de pergaminos, bulario, libros-regis-tro de la Orden de Calatrava y ya para el siglo XV las visitaciones) y el trabajo de campo (pros-pección arqueológica, lectura de paramentos y ocasionalmente excavación), nos ha permitido definir tres fases en la evolución del binomio castillo/encomienda8:

Primera fase: la época de las encomiendas castilleras (mediados del siglo XII–finales del XIII). Los castillos que son a su vez sedes de encomienda son antiguas fortalezas ganadas al Islam con ligeras adaptaciones. Se erigen también algunas construcciones nuevas generalmente auste-ras (torres) donde priman los elementos estrictamente militares sobre el resto de consideraciones.

Segunda fase: la época del castillo-casa de la encomienda (finales del XIII–XIV). Suelen ser construcciones ex novo, erigidas en el seno de una villa y dotadas de amplios espacios destinados al uso residencial (el casamento) y administrativo (almacenes). Es la época de plena madurez de la institución comendataria, cuando se convierten en la célula nuclear de la administración señorial.

Tercera fase: la casa-palacio de la encomienda (fines del siglo XIV–XV). El carácter militar de estos edificios prácticamente se ha perdido o se reduce a una simple torre almenada. Priman los aspectos residenciales y rentistas, aunque dado el ambiente rural en el que se desenvuelven no suelen aparecer grandes lujos en los edificios. Se corresponde con el período de decadencia y secularización de las Órdenes, con dejación de funciones y patrimonialización de los cargos.

La época de las encomiendas castilleras (c. 1180–1250)

Para administrar los grandes dominios territoriales que muy pronto lograron acumular las órdenes militares gracias a donaciones, compras y permutas, se contó desde fecha tem-prana con la institución de la encomienda9. En una definición ya clásica, las encomiendas

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podemos considerarlas como las instituciones administrativas y rentistas básicas en que se di-viden los territorios de órdenes militares. Son pues un fragmento del patrimonio señorial que es confiado a un freire (el comendador) que debía vivir en él y que lo gobernaba y administraba en beneficio de todo el convento10.

Durante esta etapa inicial, los primeros comendadores de órdenes fueron a su vez tenen-tes de antiguas fortificaciones conquistadas al Islam. Son pues encomiendas castilleras, aunque seguramente habría también encomiendas planas ligadas a meras explotaciones económicas en villas, aldeas o heredades. Todavía no podemos hablar de una articulación territorial definida. Son más bien gobiernos locales que apoyan la labor del maestre y del convento principal en un territorio fronterizo y por definición militarizado. Los primeros comendadores calatravos datan de 1176 y están afincados en Toledo, Zorita, Ciruelos y Ocaña11. Poco después (1180)12 los vemos en posiciones más comprometidas, en pleno Campo de Calatrava. Son los comenda-dores de Guadalerza, Benavente, Malagón y la propia Calatrava que pronto adoptará el título de comendador mayor para diferenciarse del resto.

Los comendadores de estas fortalezas son meros representantes del maestre encargados de funciones muy concretas relacionadas con la defensa del territorio y el apoyo a la incipiente repoblación. Muchas veces son en realidad magnates y caballeros de frontera ligados espiri-tualmente a las Órdenes que reciben el castillo y sus bienes en concepto de prestimonio vitali-cio13. Es el caso de Malagón (Fig. 1). En 1180 el castillo de Malagón es donado por Alfonso VIII a la Orden de Calatrava y a su maestre, Martín Pérez de Siones, aunque reservándose la mitad del mismo14. En 1188 el monarca vendió a los calatravos todos sus derechos sobre el castillo por 400 maravedíes15. En apoyo de las tareas repobladoras había actuado por esas mismas fechas Tello Pérez, magnate de la frontera que había recibido por parte de la Orden un total de 10 yu-gadas de tierra en Malagón para que fueran convenientemente pobladas16. Conocemos incluso el nombre del primer comendador de Malagón, Diego Gutiérrez, hijo de Gutier Ruiz, alcalde de los alcázares de Toledo17.

Los nuevos poderes cristianos afincados en las fortalezas del Campo de Calatrava en la segunda mitad del siglo XII se dedicaron a realizar obras de refuerzo que se multiplicaron a partir de 1190, con ocasión de la escalada bélica que anticipa la derrota de Alarcos. El propio monarca, Alfonso VIII, decidió intervenir personalmente en la frontera reforzando el castillo de Alarcos con muros y torres y construyendo la nueva cerca de la villa18. Durante este perío-do, algunos nobles castellanos y por supuesto la Orden de Calatrava apoyaron la iniciativa regia. En la década de los 70 se había renovado casi por completo la vieja fortaleza musulmana de Almodóvar. Poco después se construirían las torres pentagonales de Caracuel (Fig. 2) y Ciruela, y se acometieron obras importantes en Dueñas, Salvatierra, Mudela y por su puesto Calatrava

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233EL BINOMIO CASTILLO/ENCOMIENDA EN LA ADMINISTRACIÓN SEÑORIAL DE LA ORDEN DE CALATRAVA (SIGLOS XII–XV)

la Vieja19. En 1191, por ejemplo, sabemos que el maestre Nuño Pérez ordenó a todos los vecinos del Campo de Calatrava que enviaran peones para reparar “la torre y cercas de Calatrava20.

El caso del castillo de Dueñas es muy singular (Fig. 3). Aunque no nos consta que fuera sede de encomienda en esta época, es uno de los ejemplos más significativos de castillo cristia-no de frontera. Fue posesión del mayordomo real Rodrigo Gutiérrez y de su mujer hasta 1191, fecha en la que se documenta la cesión de la fortaleza a la Orden de Calatrava, reservándose para sí la mitad de sus rentas y heredades21. Tres años después, los herederos del noble ven-dieron sus derechos a la orden por 1000 mrs.22. En esta época el castillo de Dueñas era básica-mente un gran torreón prismático de planta rectangular que dominaba el puerto de Calatrava y el castillo de Salvatierra, situado justo enfrente. El aparejo de las partes más antiguas de este castillo es similar al encontrado en Alarcos, lo que nos induce a pensar que son obras contem-poráneas (último tercio del siglo XII). La importancia de Dueñas se consolidará tras Las Navas al ser elegido este lugar como nueva sede principal de la Orden de Calatrava (castillo-convento de Calatrava la Nueva).

En todo caso, la construcción de nuevos castillos es excepcional y lo que más se docu-mentan son reformas destinadas al refuerzo y forro de muros y torres, construcción de torres pentagonales en proa, más eficaces para resistir los asedios y el acecho de máquinas de guerra o la erección de los primeros espacios de culto dentro de las fortalezas (iglesia de Calatrava la Vieja, iglesia de Salvatierra). También se construyen anchas torres del homenaje de tipo prismático que en un primer momento son el único elemento estructural de muchas de estas fortalezas, como hemos visto en Dueñas (Fig. 4), pero también en Guadalerza y en el desapa-recido castillo de Malagón.

Ahora bien, el componente material no puede ir ajeno al funcional. Los primeros cas-tillos de la Orden de Calatrava son construcciones militares, sin duda, pero ante todo son instrumentos de feudalización, cabezas visibles de una sociedad jerarquizada que impone en el territorio recién conquistado unas nuevas creencias, un cambio en el modelo socio-económico y una nueva organización administrativa. Cumplen también una función políti-co-militar de mayor escala, al situarse en los principales accesos al reino de Toledo desde el sur: camino de Jaén (castillos de Pajarón, Mudela, Salvatierra, Dueñas/Calatrava la Nueva) y camino de Córdoba-Sevilla (castillos de Chillón, Almodóvar, Caracuel, Alarcos, Benaven-te, Piedrabuena, Ciruela, Calatrava la Vieja, Malagón y Guadalerza). A pesar de todo, aún no podemos hablar de una colonización propiamente dicha del Campo de Calatrava y la ver-tebración territorial, incipiente sin duda, se hace con base en los castillos, como más fieles galantes de la seguridad del reino y cabeza de privilegios y derechos, con independencia de que sean o no sedes de encomienda23.

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Segunda fase: el castillo-casa de la encomienda (c. 1250–1400)

La batalla de Las Navas (1212) supuso un cambio crucial en relación con el equilibrio de fuerzas a nivel Peninsular. Es el principio del fin del poder almohade y la antesala de la hege-monía castellana al abrirse el camino hacia Andalucía y el reino de Murcia24. Sin embargo, la plena madurez institucional de las órdenes militares y los progresos en la repoblación interior tardarían todavía algún tiempo en llegar. Conviene recordar la difícil coyuntura económica y política que se produjo tras la batalla: sequía, hambrunas, pestes, minoría de Enrique I, muerte prematura del rey, regencia de doña Berenguela, pugnas nobiliarias, etc25.

La reanudación de las conquistas por el valle del Guadalquivir por parte de Fernando III y la alianza política que mantuvo éste y su sucesor (Alfonso X) con las órdenes militares, signi-ficaron el fin del período embrionario y la formación de un auténtico sistema de encomiendas. La mayor madurez institucional, con la definición de jurisdicciones, rentas y atribuciones; y el despliegue sistemático de las encomiendas por los territorios de órdenes militares, se tradujo en la necesidad de crear nuevas sedes para cumplir con los fines económicos y políticos que le eran propios. Se trata de un proceso lento que en el caso del Campo de Calatrava empieza a percibirse a mediados del siglo XIII (encomiendas de Piedrabuena y Villarrubia, en 1245), pero que no se consolida hasta principios del siglo XIV26.

El cambio en la red castral y la territorialización del sistema de encomiendas son dos fenómenos paralelos que responden a las nuevas necesidades de las órdenes militares tras el alejamiento definitivo de la frontera. Es también fruto de la necesidad de gestionar unos recursos cada vez más cuantiosos y distantes, así como dar sustento a los freires que aumenta-ban en número y en relevancia social. Ahora priman los aspectos administrativos y rentistas sobre otras consideraciones. Por eso los nuevos castillos-casas de la encomienda se disponen en aquellos sitios donde se concentran los intereses económicos de la orden: zonas de repobla-ción con fértiles tierras, sitios de paso de las cañadas ganaderas, dehesas y zonas de pastizales, límites de jurisdicción en conflicto con otros señores, etc.

Además, se advierte una tendencia a la concentración de la población en ciertos lugares, lo que supone el abandono y despoblación de otros, fundamentalmente pequeñas alquerías heredadas de época islámica. Estas villas y aldeas nuevas se encontraban situadas en sitios rele-vantes desde el punto de vista de las comunicaciones, la riqueza agropecuaria del entorno o las fronteras interiores con respecto a las jurisdicciones vecinas. Las zonas más afectadas por esta reorganización del poblamiento van a ser el sector central del Campo de Calatrava y el ámbito oriental, es decir, el territorio estrictamente manchego, un espacio hasta el momento descuida-do por la Orden de Calatrava27.

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La concentración del poblamiento tenía una finalidad económica y fiscal. Por un lado, se favorecía la recaudación de la renta feudal, con una población más próxima y controlada. Por otro, a través del fenómeno de los despoblados, se abría la posibilidad de crear grandes dehesas para pastos que, al ser propiedad de la orden, se van a convertir en uno de los princi-pales mecanismos generadores de renta.

Para acometer estas actuaciones, se reestructura el mapa señorial, variando el número y distribución de las encomiendas (Fig. 5). Muchas tenían su sede en un núcleo de población estable (Manzanares, Daimiel, Villarrubia, Malagón, Caracuel), mientras que otras estaban radicadas en pleno campo (Herrera, Guadalerza, Castilseras) explotando directamente las dehesas que tenían a su cargo. Estas sedes podían adoptar la forma de una vulgar casa de labor, con alguna dependencia más cuidada para cobijar los aposentos del comendador; sin embargo, lo más habitual es que fueran a su vez castillos y casas de la encomienda. En algunos casos se trataba de construcciones antiguas, convenientemente remozadas para dicha función (castillos de Almodóvar, Caracuel, Guadalerza, Malagón, Benavente y Calatrava la Vieja), pero junto a ellos, se documentan construcciones completamente nuevas que responden a una tipología castral bien definida: son los castillos-casa de la encomienda de Herrera, Villarrubia, Mortara (Piedrabuena), Daimiel, Bolaños y Manzanares (Fig. 6).

De esta forma, a través del binomio castillo/encomienda, la Orden de Calatrava pudo ex-tender de forma eficaz el ejercicio del señorío rural y banal por toda su geografía. Las nuevas fortalezas son pues castillos señoriales, en el sentido clásico del término, ya que tienen como misión sojuzgar a la población campesina del entorno, haciendo valer los derechos propios de la autoridad señorial (la Orden de Calatrava), representada por un comendador u otro oficial o cargo similar. Son también centros desde donde se administran los bienes de la encomienda, donde se recaudan los frutos y derechos adscritos a la misma y desde donde se vigilaba el cum-plimiento de las normas y monopolios señoriales28.

En este contexto, la nómina de castillos-casa de la encomienda erigidos ex novo se mul-tiplica. De ámbito rural, pero ligados a las nuevas villas y a colonización agraria tenemos los casos de Villarrubia, Daimiel, Manzanares, Piedrabuena o Bolaños. Algunos de estos castillos se sitúan en los límites jurisdiccionales del Campo de Calatrava, en conflicto hasta hace muy poco con otros poderes señoriales (Guadalerza, Villarrubia, Daimiel, Manzanares). El hecho de situarse en las entradas del señorío tiene también su significado económico, ya que adscrito a estos castillos/encomienda se documenta también el pago de peajes por el tráfico ganade-ro (montazgos y herbajes) (Guadalerza, Malagón, Daimiel, Manzanares). La ganadería se va a convertir en un recurso tan importante que habrá castillos-casas de la encomienda ligados exclusivamente a la explotación pecuaria (Herrera, Mestanza). Finalmente habrá castillos con

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236 III – FORTIFICAÇÕES DAS ORDENS MILITARES IBÉRICAS

una clara vinculación a la explotación minera (Almadén), aunque en este caso el control sobre la fortaleza y las minas de azogue anejas lo mantuvo durante la mayor parte del medievo la propia autoridad maestral.

Por su parte, antiguas fortalezas de la reconquista, situadas en lugares tradicionalmente estratégicos pero apartados, pierden interés y llegan incluso a abandonarse o sustituirse por otros edificios, situados normalmente en llano y en el contexto de una villa o puebla. Desde un punto de vista material, se llega a desmochar o derribar viejos castillos en desuso, dado el peligro que podía suponer su eventual utilización por bandidos o por la población musulmana sometida que aún pudiera quedar en la región29. Es el caso por ejemplo del viejo castillo de Miraflores (Piedrabuena) (Fig. 7) que se sustituye por uno de nueva planta erigido en el inte-rior de la villa, o el mítico castillo de Salvatierra, eclipsado por el cercano castillo-convento de Calatrava-la Nueva, aunque en este caso el modelo constructivo-funcional responda más bien a la primera fase antes descrita.

Todos los castillos citados son sedes de encomienda y residencia de su titular, el comen-dador, que suele estar acompañado de otros freires llamados compañones o moradores y de un número incierto de criados y sirvientes. Domina pues la presencia de espacios residenciales, almacenes y dependencias destinadas a albergar las rentas obtenidas de la gestión del terri-torio administrado. Tampoco falta el componente estrictamente administrativo, de gestión. En las definiciones calatravas de 130430, por ejemplo, se señala que los comendadores debían llevar al capítulo una relación escrita de los gastos efectuados y también solían tener escrituras y relaciones de bienes adscritos a la encomienda, contratos de arrendamiento, etc. Lamenta-blemente desconocemos el lugar donde se ubicaba este archivo-secretaría, aunque no creemos que ocupara un espacio diferenciado.

Pero además, las casas de la encomienda son también edificios político-militares, es de-cir, castillos adaptados a ese fin. La presencia de torres del homenaje, en algún casos tan de-sarrolladas que parecen torrejones, es quizás el elemento material más significativo de esta función. En los vecinos dominios sanjuanistas contamos con el ejemplo de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), donde se erige un palacio prioral que cuenta con una altiva torre señorial que se finalizó en 128731. En el santiaguista Campo de Montiel hay ejemplos parecidos (Terrin-ches), pero también en sitios más lejanos, como el castillo de Mértola, en Portugal, datado por registro epigráfico en su torre del homenaje en 129232. En el Campo de Calatrava contamos con el caso espectacular de Bolaños, aunque lamentablemente no contemos con dataciones tan precisas como en los ejemplos anteriores (Fig. 8).

Como vemos, el castillo-casa de la encomienda no pierde nunca la función militar, al fin y al cabo estamos hablando de freires caballeros con un voto de defensa armada de la fe cristiana,

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de su señor, el maestre, y del mismo reino que les da cobijo. Se trata además de hacer valer los derechos y privilegios que administran frente a los intereses de sus propios vasallos y los de otros poderes señoriales. Finalmente los comendadores ejercían su autoridad sobre los conce-jos de su marco territorial, nombrando alcaldes y jurados, impartiendo justicia y percibiendo parte de las caloñas. Ejercían pues el poder señorial a escala territorial y para ello era necesario contar con un edificio noble para servir de sede y residencia de su titular. Por eso estos inmue-bles participan de las mismas características de la fortificación señorial: disposición en llano, foso, puente levadizo, planta regular, adarves almenados, cubos esquineros que refuerzan y de-fienden la muralla exterior, garitas, etc. (Fig. 9). Incluso como hemos visto se erigen altas torres del homenaje que es quizás el elemento material más significativo de la madurez institucional, del prestigio de los titulares de las encomiendas y de la naturaleza de su poder político.

En efecto, la función político-militar de estos edificios se manifiesta, en fin, en la relación de dependencia feudo-vasallática del comendador hacia su maestre. La encomienda no es sino un beneficio feudal, en principio temporal, ligado a la profesión religiosa que hace el caballero. El maestre podía recuperar la fortaleza en cualquier momento, tenía derecho a ser acogido dentro de sus muros y controlaba su estado a través del derecho de visita33. Es por ello por lo que el maestre participaba de forma activa en el mantenimiento y abastecimiento de los casti-llos (las retenencias)34, aunque con el tiempo esta función se fue derivando hacia la institución comendataria. Por su parte, los comendadores no sólo debían obediencia al maestre, sino que estaban obligados al pago de rentas regulares en beneficio de la dignidad maestral y del con-vento principal35. Ofrecían también prestaciones típicamente feudales como eran el servicium y el consilium, concretándose en el fonsado militar, en las labores de guardia y acompañamiento o en la castellería36. Dicho lo cual no significa en absoluto que fuera un sistema perfecto. Como atestiguan los propios visitadores a partir de las primeras visitas conservadas (1422)37, la corrupción, dejación de funciones, trasgresión de la norma y finalmente ruina de los castillos no eran la excepción sino más bien la norma.

Tercera fase: el palacio o casa buena de la encomienda (c. 1400–1500)

La señorialización de las dignidades y cargos de las órdenes militares es un fenómeno que se percibe desde la propia disolución de la llamada mesa común y el desarrollo de la red comendataria; sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XIV y sobre todo en el XV, los comendadores se ennoblecen y los bienes y rentas que administran pierden paulatinamente la condición de beneficio feudal para convertirse en auténtico patrimonio señorial.

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238 III – FORTIFICAÇÕES DAS ORDENS MILITARES IBÉRICAS

Con frecuencia los comendadores disfrutaban de sus castillos y encomiendas de forma vitalicia y las definiciones calatravas de 1336 prohibiendo tal cosa, no hacen sino corroborar que ya era práctica común entre los titulares de las encomiendas. Un siglo después (1433), las definiciones limitan la posibilidad de destituir a un comendador a casos extremos y aun así, se ofrecen todo tipo de garantías para su persona. De forma paralela se advierte una ten-dencia a disponer de los bienes de la encomienda como si fueran propios, en detrimento de la autoridad maestral38. Si a ello le añadimos el fenómeno de la secularización de los cargos, su ennoblecimiento y el absentismo generalizado, contraviniendo la norma que les obligaba a residir en la casa de la encomienda39, no debe extrañarnos que muchos castillos se encon-traran por entonces en un estado deplorable cuando no ruinoso. Pero también podía ocurrir que los maestres se retrasaran o no aportaran la cantidad suficiente en concepto de retenencia. Así ocurrió en 1325, cuando una parte del capítulo de Calatrava acudió a la corte para acusar al maestre, García López de Padilla, por no haber abastecido convenientemente a las fortalezas fronterizas de la orden, por lo que fueron ocupadas por los musulmanes40.

El último período del castillo-casa de la encomienda se corresponde con el de su pér-dida paulatina de valor militar y su transformación en una casa-palacio, aunque las más de las veces con pocos lujos y comodidades, dado el ambiente rural en el que nos movemos. Encontramos casos donde los comendadores construyen unas nuevas casas de la encomienda junto al castillo anterior (Daimiel, Almodóvar, Caracuel), abandonando a su suerte el viejo edificio medieval (Fig. 10). En otros casos se realizan reformas en el interior de las fortalezas para acomodarlas a los nuevos usos y necesidades de sus ocupantes (Manzanares, Guadalerza, Malagón, Herrera, Almadén) aunque los visitadores insisten en la dejación de funciones de los comendadores en relación con el mantenimiento de las defensas y sobre todo en la dotación militar, totalmente obsoleta.

Desde un punto de vista espacial, se advierte una dicotomía entre el ámbito residencial y el militar-servicios, con separaciones físicas que pueden llegar a ser destacadas. Separación en unidades arquitectónicas que irán en aumento progresivo, como ha demostrado el profesor J. C. Castillo en sus investigaciones sobre los castillo-palacio jiennenses41.

En el Campo de Calatrava la mayoría de estas fortalezas han desaparecido, pero contamos con la ayuda inestimable de los libros de visita. En las descripciones de los visitadores se dis-tingue en primer lugar el casamento o casa-patio donde reside el comendador o alguno de sus representantes. Es un edificio que suele tener dos alturas con habitaciones dispuestas en torno a un patio central. En segundo lugar está la torre principal con un carácter eminentemente militar que alberga la armería, la sala para la soldadesca, aljibe/mazmorra, etc. Seguramente esta torre cobijaba en origen los aposentos principales del comendador, pero en el siglo XV

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239EL BINOMIO CASTILLO/ENCOMIENDA EN LA ADMINISTRACIÓN SEÑORIAL DE LA ORDEN DE CALATRAVA (SIGLOS XII–XV)

se ha sustituido ya por la citada casa principal. Finalmente se describe todo un conjunto variopinto de dependencias para el servicio y el almacenamiento de bestias y frutos: cocinas, cuadras, pajar, lagares, pósito, bodega, caballerizas, etc. que en ocasiones ocupan más de la mitad del recinto. El conjunto suele estar rodeado de una muralla almenada con cubos o torres esquineras (no siempre presentes) y foso seco excavado en la roca, muchas veces parcialmente colmatado. No obstante, en muchos casos el único elemento militar documentado es una sim-ple torre que protege la puerta de entrada (El Turrillo) o alguna garita o matacán de función más decorativa que defensiva. Pero quizás la prueba más evidente de la pérdida de valor militar de los castillos del Campo de Calatrava en el siglo XV es que prácticamente no contamos con ningún caso de adaptaciones artilleras, salvo la tardía barrera artillera de Guadalerza (Fig. 11).

Conclusión

El binomio castillo/encomienda es una realidad incuestionable en la administración territorial de las órdenes militares durante la Edad Media. Es cierto que hubo encomiendas de base rentista (sobre bienes o derechos) y otras que gestionaban servicios (fundamentalmente ganaderos), pero muchas tenían una base territorial y la mayoría contaba con una sede princi-pal, residencia del comendador que solía ser un castillo o una casa fortificada.

Las primeras sedes de encomienda en el último tercio del siglo XII, estuvieron casi siem-pre radicadas en una fortaleza conquistada al Islam. Para entonces no podemos hablar todavía de madurez institucional y tampoco encontramos edificios claramente diferenciados. Única-mente percibimos obras de refuerzo y adecuación mínima de estancias ante la nueva realidad que se estaba imponiendo.

Más adelante, en la segunda mitad del siglo XIII, principios del XIV, se advierte una reforma administrativa y rentista consistente en la creación de auténticas redes comendatarias, y en la disolución de la mesa común primitiva que administraba directamente el maestre y el convento principal. Las encomiendas se constituyen entonces en las células básicas de la ad-ministración señorial, son motores de la repoblación y de la extensión del modelo de sociedad feudal. En este contexto el modelo castillo/encomienda no se abandona, sino todo lo contrario. Se construyen por doquier nuevas fortalezas, normalmente en el contexto de una puebla o junto a explotaciones económicas destacadas (dehesas, puentes). La razón principal de estos castillos tiene que ver con aspectos políticos (vertebración territorial, relación feudo vasallá-tica entre comendadores y maestres), sociales (encuadre de los dependientes) y económicos (percepción de rentas y derechos), y en menor medida los estrictamente militares. Son pues

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240 III – FORTIFICAÇÕES DAS ORDENS MILITARES IBÉRICAS

castillos señoriales y como tales tienen un gran desarrollo de todas las estructuras de corte residencial, administrativo y rentista (almacenes). Por supuesto no se pierde el componente ideológico-simbólico. Los castillos-casas de la encomienda se sitúan en un lugar preeminente de la población, suelen tener altivas torres del homenaje y son el reflejo material más claro y cercano de la autoridad señorial para vasallos y dependientes.

Avanzando el tiempo, ya a finales del siglo XIV, la institución comendataria se seculariza y patrimonializa, y esto tiene sus efectos evidentes en el cumplimiento de las obligaciones de los freires comendadores y maestres (conservación de las fortalezas y retenencias). Se transfor-ma así el viejo castillo medieval en un edificio más cortesano, adaptado al ennoblecimiento de sus titulares, donde los elementos defensivos se han reducido al mínimo.

Fotografía de principios del siglo XX del desaparecido castillo de Malagón(Fuente: Gabinete Fotográfico de la Academia de Infantería de Toledo).

Fig. 1

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241EL BINOMIO CASTILLO/ENCOMIENDA EN LA ADMINISTRACIÓN SEÑORIAL DE LA ORDEN DE CALATRAVA (SIGLOS XII–XV)

Fig. 3

Fig. 2

Castillo de Caracuel. La torre pentagonal en proa es obra cristiana (fines del XII–principios del XIII) y está forrando una torre anterior musulmana de tabiya y planta rectangular.

Castillo de Dueñas. Fortaleza erigida en el último tercio del siglo XII en el estratégico puerto de Calatrava. Sobre este castillo la Orden de Calatrava construirá a partir de Las Navas su sede conventual principal: Calatrava la Nueva (c. 1217).

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242 III – FORTIFICAÇÕES DAS ORDENS MILITARES IBÉRICAS

Fig. 5

Mapa del Campo de Calatrava entre los siglos XIII y XIV (Fuente: elaboración propia). 1. Guadalerza; 2. Fuente del Emperador; 3. Villarrubia; 4. Malagón; 5. Calatrava la Vieja; 6. Muralla de Daimiel; 7. Castillo de Daimiel; 8. Moratalaz; 9. Muralla de Manzanares; 10. Castillo de Manzanares; 11. Torralba; 12. Mortara (Piedrabuena); 13. Benavente; 14. Herrera; 15. Caracuel; 16. Muralla de Almagro; 17. Castillo de Almagro; 18. Bolaños; 19. Almadén; 20. Muralla de Almodóvar; 21. Castillo de Almodóvar; 22. Calatrava la Nueva; 23. Mudela; 24. Mestanza; 25. La Balonguilla.

Fases constructivas del castillo de Dueñas (Fuente: elaboración propia).

c. 1150–1191

c. 1191–1213

c. 1213–1250

FASES CONSTRUCTIVAS

Fig. 4

FORTIFICACIONES CRISTIANAS (C.1250–1400)

Atalaya

Castillo plenomedieval

Castillo señorial

Castillo-Casa de la encomienda

Castillo Convento

Muralla urbana

Torre exenta

Torre-Casa de la encomienda

Baliesteros (senõrio nobiliario)Concejo de Villa Real (realengo)Villar del Pozo (Orden de San Juan)Limite del Campo de CalatravaCaminos principales

0 25 m

0 50 km25

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243EL BINOMIO CASTILLO/ENCOMIENDA EN LA ADMINISTRACIÓN SEÑORIAL DE LA ORDEN DE CALATRAVA (SIGLOS XII–XV)

Fig. 6

Interior del castillo de Herrera, sede de una encomienda de la Orden de Calatrava cuyas rentas principales provenían del tráfico de ganado por el cercano Puente de las Ovejas.

Fig. 8

Fig. 7

Castillo almohade de Miraflores (Piedrabuena). Sería abandonado en la segunda mitad del siglo XIII al construirse en la cercana villa de Piedrabuena el castillo-casa de la encomienda de Mortara.

Torre del Homenaje del castillo de Bolaños.

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244 III – FORTIFICAÇÕES DAS ORDENS MILITARES IBÉRICAS

Fig. 9

Planta del castillo de Manzanares según lo describen los libros de visita de la segunda mitad del siglo XV (Fuente: elaboración propia).

VILLA

FOSO

FOSO

FOSO

ERASSERNA

PORTILLO

JARDÍN

MAZMORRA

BÓVEDA

POZO

ESCALERA ESTABLOAPOSENTOS PRINCIP ALES

APOS

ENTO

S PRI

N CI

PALE

SPUENTE

FIJO

SEGUNDOPATIO

PRIMERPATIO

TERCER PATIOO CORRAL

BÓVE

DA Y

ALHO

LI N

UEVO

CABALLERIZAS

CABA

LLER

IZA

ALHA

CENA

ALM

ACEN

COCI

NA

GRAN

ERO

TAHO

NACU

EVA

PUERTA NUEVA

PUERTA DE ENMEDIO

PUERTA DE LA CADENA

PUERTA DE HIERRO

PUENTELEVADIZO

TORRE DEL HOMENAJE

BODEGAY LAGAR ANTIGUO

BODEGAY LAGAR

0 10 40 m

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245EL BINOMIO CASTILLO/ENCOMIENDA EN LA ADMINISTRACIÓN SEÑORIAL DE LA ORDEN DE CALATRAVA (SIGLOS XII–XV)

TORRE–CASAMENTO

CUARTEL GUARDIA CIVIL

PUENTE LEVADIZO

PUERTA PRINCIPAL

BARRERA ARTILLERAFOSO

FOSO

ERMITA

FOSO

FOSO

CUBOARTILLERO

Fig. 11

Fig. 10

Alzado de la fachada principal del desaparecido castillo de Almodóvar, según lo describen los libros de visita del siglo XV (Fuente: diseño elaboración propia, dibujo: Ignacio M. Ruiz Carretero).

Planta con las fases constructivas del castillo de Guadalerza (Fuente: elaboración propia).

Torre principal (s. XIII)

Escalera y añadidos (¿s.XIV?)

Barrera artillera (s. XV–XVI)

Ermita (s. XVIII)

Dependencias contemporáneas (s. XIX)

0 5 15 m

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248 III – FORTIFICAÇÕES DAS ORDENS MILITARES IBÉRICAS

Notas

1 1204, diciembre 8. Archivo Histórico Nacional (AHN), Códices, sign. 987B, fols. 34v–36v.

2 La construcción de la torre del homenaje con funcio-nes de iglesia data de 1171 (Deschamps, 1973, vol. 3, pp. 249–258). Esta idea la trasladaron los templarios a sus posesiones en Portugal en el homónimo Castelo Branco (Oliveira, 2002, p. 911).

3 Pérez, 1999, pp. 31–40; Molero, 2005, pp. 331–376.

4 Como el castillo de Belver, construido a partir de 1198 por la Orden de San Juan en la heredad de Guidimtes-ta. Contaba con una muralla exterior con saeteras al-rededor, torreones adosados, patio interior y en el cen-tro, sobre una colina, una torre del homenaje (Barroca, 2001, pp. 193–202).

5 Según Barroca (2002, p. 537), los templarios son los responsables de la difusión de la torre del homenaje en Portugal, con ejemplos tan tempranos como el castillo de Tomar (1160) o el de Pombal (1171).

6 Ayala, 2002, p. 549.

7 Sobre el papel de las fortificaciones en el nacimiento y consolidación de las órdenes militares, así como su función en la organización y explotación de sus domi-nios ver Ayala, 1993, pp. 9–35, 1996, pp. 47–104, 2002, pp. 549–560; Villegas, 1991, pp. 467–504, 2004, pp. 809–824 y Ruiz, 2003, cap. 6, 8 y 9.

8 Se corresponden grosso modo con las fases de evolución comendataria definidas por Carlos de Ayala (2003, p. 328): Fase de formación (1175–1225), fase de territo-rialización (1225–1350) y fase de patrimonialización (1350–1500); aunque este autor basa su clasificación en la madurez institucional de las encomiendas y en los modelos de gestión, mientras que en nuestro caso nos referimos básicamente a la materialidad de los edificios. Ver también del mismo autor Ayala, 1999, pp 101–147.

9 Sobre la formación del dominio señorial calatravo ver la tesis de Enrique Rodríguez-Picavea (1994, cap. 1 y 2).

10 Ayala, 2003, pp. 327–328.

11 AHN, Órdenes Militares (OOMM), Calatrava, carp. 455, doc. 16.

12 Fecha de confirmación del fuero de Zorita (AHN, OOMM, Registro de escrituras de la Orden de Cala-trava, II, sign. 1342c, fol. 71; González, 1960, vol. 2, pp. 570–576).

13 Sobre estas cuestiones ver Ruiz, 2005, pp. 415–438.

14 AHN, OOMM, Registro de escrituras de la Orden de Calatrava, I, sign. 1341c, fol. 67r.

15 Ibid., fol. 108.

16 1181, enero 3. Toledo (AHN, OOMM, Calatrava, carp. 456, n.º 30; Ortega, Bullarium, p. 16).

17 Rodríguez-Picavea, 1994, pp. 63–64.

18 Historia de los hechos de España, p. 298. La Crónica Latina (p. 12) da más detalles al respecto: “Comenzó a edificar la villa de Alarcos y todavía no acabado el muro y no afianzados los pobladores del lugar, declaró la guerra al rey marroquí”.

19 Molero, 2011, pp. 1211–1212

20 Rades, Chronica, fols. 19v–20r.

21 AHN, OOMM, carp. 456, n.º 29.

22 AHN, OOMM, carp. 456, n.º 33.

23 Ayala, 1996, pp. 49–72; Ruiz, 2003, pp. 175–208.

24 Sobre la batalla de Las Navas y su contexto ver funda-mentalmente Alvira, 2012; García, 2005.

25 Véase por ejemplo el volumen 4, 1 de la revista Journal of Medieval Iberian Studies (2012) dedicado íntegra-mente a analizar el impacto de la batalla de Las Navas. Puede consultarse en línea http://www.tandfonline.com/toc/ribs20/4/1 [Consulta 20/10/2012].

26 Ayala, 2003, pp. 332–333.

27 En realidad no era un olvido, sino una incapacidad mani-fiesta de repoblar estos extremos interiores, dada la falta de capital humano para acometer las tareas de repobla-ción y la fuerte presencia musulmana en el Campo de Montiel hasta fechas bastante tardías (Gallego, 2013).

28 Por ejemplo, en la encomienda de Herrera sabemos que los productos de la caza y pesca de los vecinos de-bían ser presentados en el castillo antes de su venta, bajo pena de perderlos junto con las bestias y aparejos y de pagar 600 mrs. de multa (Solano, 1978, p. 217).

29 Así ocurrió en el reino de Valencia con las viejas forti-ficaciones islámicas que poblaban las sierras levantinas (Bazzana & Guichard, 1980, pp. 197–202; Torró, 1988––1989, pp. 53–81, 2002, pp. 451–462). No obstante, sa-bido es que la población mudéjar no era muy numerosa en el territorio manchego, por lo que este peligro laten-te no se sintió tan próximo como en la región oriental y meridional de la Península.

30 O’Callaghan, 1961, p. 275.

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249EL BINOMIO CASTILLO/ENCOMIENDA EN LA ADMINISTRACIÓN SEÑORIAL DE LA ORDEN DE CALATRAVA (SIGLOS XII–XV)

31 Molero, 1998, pp. 513–531.

32 Boiça & Barros, 2002, p. 579.

33 Se trata de una faceta disciplinaria típica de la política maestral, aunque normalmente compartida con el ca-pítulo general. Estaba destinada a supervisar la gestión llevada a cabo por los beneficiarios de las encomien-das y prioratos (Ayala, 2000, pp. 379–380). Según las definiciones de 1304 (AHN, OOMM, Libro 1345c. fols. 26r–27r) las visitas tenían periodicidad anual, si bien en el capítulo XVII de las definiciones de 1452 se dispu-so que se realizaran cada dos años, coincidiendo con la celebración de un capítulo general de la Orden (AHN, OOMM, Libro 1348c. fol. 102 r).

34 Ayala, 2003, pp. 580–588.

35 Ayala, 2003, pp. 342–344.

36 Rades, Chronica, fols 16r–17v.

37 AHN, OO.MM. Libro 1412c.

38 Sobre la patrimonialización de los bienes y rentas de la Orden de Calatrava a favor de los comendadores ver Rodríguez-Picavea, 2005, pp. 667–702.

39 Los visitadores del siglo XV suelen encontrar los cas-tillos vacíos, sin más custodia que algún criado del co-mendador. Ya antes, en las definiciones del siglo XIV (publ. O’Callaghan, 1961) se solía insistir en la obliga-ción de los titulares de las encomiendas de residir en sus casas, lo que parece dar a entender que ya por en-tonces se contravenía con frecuencia dicha norma.

40 Ayala, 2003, p. 576.

41 Por ejemplo en el castillo de Alcaudete (Jaén), donde tras la toma de Granada y su adscripción al señorío de Montemayor, se acometen una serie de reformas que transforman profundamente el viejo castillo calatra-vo. A partir de ese momento existirá una clara diferen-cia entre los ámbitos residenciales, ubicados en torno a la torre del homenaje y al refectorio, y los dedicados a áreas de servicio, situados en el extremo noroeste el castillo, en las proximidades de la puerta principal y el cuerpo de guardia. (Castillo & Castillo, 1997, pp. 142–145).