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es una recopilación de cuentos colombianos
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A&L
JOS A. SILVA: Futuro A Diego Fallon Lzaro El recluta
J. A. OSORIO LIZARAZO: Hombres del subsuelo Los parias del mundo
HERNANDO TLLEZ: Espuma y nada ms
JUAN MANUEL ROCA & AUGUSTO RENDN
Poes a Crnica Cuento Grabado
Director, SANTIAGO MUTISJuan Manuel Roca, Carmen Escobar, Carlos Naranjo, Santiago Espinosa, Natalia Robledo.
ARTES & LETRASA
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DESLINDE No. 41 117
Deslinde
JOS ASUNCIN SILVA (Bogot: 1865-1896)
En Silva nos han obsesionado su muerte, la inteligente y silenciosa presencia de la bella Elvira, su hermana menor, y su vida en una Colombia avara para otorgar el derecho a subsistir. Silva encarn la dificultad y el destino de toda sensibilidad o vocacin artstica, en la naciente urbe nombrada hoy irnica-mente capital iberoamericana de la cultura. Nuestro querido Rafael Pombo (1896) le notific a nuestro querido Rufino Jos (Cuervo) y a su hermano ngel la muerte de Silva, as:
Suicidio ayer o antenoche de Jos Asuncin Silva, segn unos por el juego de $4.000 de viticos de cnsul para Guatemala; por atavismo en parte, mucho por lecturas de novelistas, poetas y filsofos de moda. Tena a mano el Triunfo de la muerte por DAnnunzio y otros malos libros. Ignominioso, dejando solas una madre y una linda hermana, Julia.
Y despus de darle paso a tan ignominiosa leyenda sobre esta tragedia, Pombo le habla a los Cuervo de los $3.000 en oro que pedir como adelanto a sus editores. Ms tarde Pombo escribir en uno de sus libros, dedicado a los nios: Mamita dame palo / pero dame qu comer.
Bogot se encarniz con Silva, pues ella era incapaz de aceptar a un hombre con intereses distintos a las fi-nanzas, y porque consideraba la poesa un capricho, una pasin intil, incomprensible y estril. Desde ah viene todo nuestro rechazo a la poesa.
Poeta, puedes hoy, talvez cansadoNo encontrar en tu mente vibradoraLa inspiracin robusta del pasado.Tu estrofa tuvo luz y olor de aurora...Hoy en lugar del canto donde vibraEl secreto ms ntimo del alma,Con perezosa lentitud cincelasDe tus modelos por la vieja norma,Las difciles frases, y persiguesLas mezquinas audacias de la forma.Y porque tu profunda poesa,Antes raudal de selva americanaEs hilo dbil de agua, que si brotaSe evapora al calor del mediodaY se pierde infecunda, gota a gota,No ves ahora que la turba impaQue al oirte cantar en tu maanaDe tu loco entusiasmo hiciera alarde,Hoy escarnece con su risa vana
La soledad oscura de la tarde?...Y bien qu importa! Puedes, en lo densoDe tu otoal crepsculo sombro,Perfumar tus poemas con inciensoY al marchar, como un ciego, hacia el futuroSin amor, en la sombra que desmaya,Oyendo risas que el pasado evoquenPuedes morir. Qu importa!... Mientras hayaAlmas que sueen, labios que provoquen,Noches de duda, claras primaveras,Vrgenes muertas en el lecho froY sombras en las viejas catedrales,Olvidados tus msticos acentos,Vivirn tus estrofas magistralesY tu memoria vivir con ellas,Como entre las negruras del vacoLa lumbre sideral de las estrellas.
Noviembre, 1886
FUTUROA Rafael Pombo
118 Marzo-mayo 2007
Artes & Letras
A DIEGO FALLON
Cuando de tus estancias sonorosasLas solemnes imjenes,En los lejanos siglos veniderosYa no recuerde nadie;Cuando estn olvidados para siempreTus versos adorables,Y un erudito, en sus estudios lentos,Descubra a Nez de Arce,An hablarn, a espritus que sueenLas selvas secularesQue se llenan de nieblas y de sombrasAl caer de la tarde.
Tendrn vagos murmullos misteriososEl lago y los juncales,Nacern los idiliosEntre el musgo, a la sombra de los rboles,Y seguir forjando sus poemasNaturaleza amanteQue rima en una misma estrofa inmensaLos leves nidos y los hondos valles.
[1883]
LZARO
Ven, Lzaro! gritleEl Salvador, y del sepulcro negroEl cadver alzse entre el sudario,Ensay caminar, a pasos trmulos,Oli, palp, mir, sinti, dio un gritoY llor de contento.
Cuatro lunas ms tarde, entre las sombrasDel crepsculo oscuro, en el silencioDel lugar y la hora, entre las tumbasDe antiguo cementerioLzaro estaba, sollozando a solasY envidiando a los muertos.
EL RECLUTA
Hasta que manos piadosasAlgn sepulcro le dieron,Al bajar de la caadaJunto a las matas de helecho,Destrozada la cabezaPor una bala rmington;Con la blusa de bayetaY la camisa de lienzo,Un escapulario santoColgado al huesoso cuello,Los pantalones de mantaManchados de barro fresco,Las rudas manos crispadas,Los ojos an abiertos,Y la sangre, ya viscosa,
Pegndole los cabellos,Estuvo toda la nocheDe aquel combate sangrientoAbandonado el cadverDel pobre recluta muerto.
Su nombre?... Un oscuro nombre...Dijunto Juan Abudelo,Cuando hablan de la campaaLo nombran los compaeros...Su madre?... Una pobre madre,Que en el rancho, al pie del cerro,Abandonada y estpidaPasa los das inciertos.Su vida?... una oscura vida,
DESLINDE No. 41 119
Deslinde
La vida vaga de un cuerpo,Que fue tranquila y sin odiosHasta en el cuartel infecto,Do penetrado de fro,Que le calaba los huesosY que tiritar le hacaBajo el bayetn deshecho,Conoci toda la angustiaDe largas noches sin sueo,Y de tristes soledades,El pobre recluta muerto.
Los soldados que seguanEn titnicos esfuerzos,De Egipto a los arenalesY de Rusia a los desiertos,
Al hombre de ojos de guilaY de caprichos de hierro,Tenan tras del reidoBatallar, largo y supremo,En cada voz un halago,En cada mandato un premio.Mas del capitn Londoo,Que fue su jefe en el Cuerpo,Slo conoci dos rdenesDe detencin y de cepo,Un planazo en las espaldasY el modo de gritar Juego!,Hasta la tarde en que, heridoEn el combate siniestro,Cay, gritando Adis, mam!,El pobre recluta muerto.
[1886]
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120 Marzo-mayo 2007
Artes & Letras
Una avioneta de un solo pasajero evolucionaba sobre el puerto, confundida con las gaviotas que investigan la pulcritud del agua en torno al
bosque de proas, de gras y de chimeneas. La
gente que en la drsena esperaba la llegada del
ltimo barco, o que simplemente contemplaba
el espectculo ungido con una nostalgia de
distancias, se estremeci de pronto, cuando,
herida por una falla del motor, la avioneta se
precipit sobre el inmenso ro, y alz, al cho-
car con el agua mvil, una pequea montaa
lquida. Pronto se vio que el aviador haba
logrado escapar de la diminuta prisin de su
cabina y procuraba despojarse de la pesada
indumentaria que le impeda la natacin. El
aparato, en tanto, abandonado a la corriente,
segua a la deriva, mientras el agua penetraba
por todas sus aberturas y lo arrastraba al seno
de sus misterios. La tragedia fue sencilla y
JOS ANTONIO OSORIO LIZARAZO (Bogot: 1900-1964)
Jos Antonio Lizarazo fue un importante periodista, un fecundo narrador y un extraordinario cronista, con un tema casi obsesivo: Bogot popular. Una docena de crnicas sobre la capital, publicadas en El Tiempo entre 1939 y 1940, lo convierten, junto con Luis Tejada y Garca Mrquez, en un maestro del gnero. Entre sus mejores libros estn: La cara de la miseria (crnicas, 1926), La casa de vecindad (novela, 1930), Hombres sin presente - Novela de empleados pblicos (1938), Garabato (novela autobiogrfica, 1939), Fuera de la ley - Historias de bandidos (1945), Gaitn - Vida, muerte y permanente presencia (biografa, 1952) y El da del odio (novela sobre El Bogotazo, 1952).
Hemos escogido para publicar hoy slo unos breves textos sobre Buenos Aires (1950), por la excesiva extensin de sus magnficas crnicas sobre Bogot, pero buenos ejemplos de su excelente trabajo periodstico, tomados del libro Novelas y Crnicas (1978).
Bocetos de gran ciudad
HOMBRES DEL SUBSUELOBuenos Aires, septiembre rpida. Una barca se desprendi del muelle
y fue al encuentro del aviador, nufrago del
espacio. La gente se aglomer a mirarlo, para
enterarse de que estaba ileso y l trataba de
sonrer para mostrar la firmeza de su coraje.
La avioneta hundida poda representar un
peligro para la navegacin si el arbitrio de las
corrientes la anclaba en un lugar estratgico
para convertirla en escollo y, adems, el aviador
pensaba en la posibilidad de rehabilitarla para
el segundo accidente. La bsqueda empez
casi en seguida. Las autoridades del puerto
se apresuraron a prestar su ayuda con sus
mejores elementos. Pero durante varios das,
en vano los buzos exploraron el abismo, en
balde las rastras barrieron el fondo arenoso,
intilmente las redes de pesados plomos
filtraron las aguas. La avioneta no apareca.
Surgieron las hiptesis y la ms verosmil era la
que supona el aparato perdido en los abismos
del mar, arrastrado a ellos por la implacable
DESLINDE No. 41 121
Deslinde
solicitud de la desmesurada corriente fluvial.
Pero la avioneta haba realizado una aventura
que contradeca toda lgica y que pareca burlar,
incluso, las leyes de la fsica. Sumergida bajo
el agua, como un muchacho dscolo, gir en
torno sin sujetarse al lquido ambiente, resisti
la propulsin de las corrientes, sintise escualo
provisto de instinto luchador, y despus de
divagar durante algunas horas, se aproxim a la
orilla, y aprovechando un golpe en que la marea
rechaz con violencia la obstinacin del ro y
devolvi la corriente contra su curso natural,
emboc por uno de los gigantescos tneles
que conducen las aguas de las cloacas urbanas
hasta el ro. El tnel est situado por debajo
de la calle Sarmiento, su calibre es cuadrado y
mide tres metros de altura por cuatro de ancho.
La avioneta lo sigui llevada por el mpetu de
la riada, hasta que vino a encallar en la som-
bra, precisamente debajo de la ms popular
calle de Buenos Aires, la calle Florida. Y ya
no valieron la insistencia con que el perpetuo
deslizamiento de las aguas negras la invitaban
de regreso al ro, ni se produjo otro golpe de
marea capaz de empujar el agua fluvial hasta
el mismo nivel por los desaguaderos tcnica-
mente construidos. Y durante varias semanas
la avioneta permaneci oculta en tan increble
refugio, a ms de seis cuadras del ro y en donde
ninguna imaginacin hubiera podido suponerla.
Cuando por fin fue descubierta se revel
la existencia de una monstruosa poblacin de
subhombres que ocupan el alcantarillado de
Buenos Aires y vagan por entre sus tneles, sus
encrucijadas y sus socavones como nimas en
pena, como murcilagos pteros, como larvas
de leyenda medieval. Algunos de ellos pasan
semanas y meses sin salir a la luz, respirando los
gases deletreos que llenan las ttricas oquedades.
Otros escapan a buscar provisiones y regresan
apresurados, como ratas exploradoras. En los
ngulos y en determinados lugares a donde no
alcanza el agua, ni en los das ms lluviosos,
cuando las correntadas apenas caben por entre los
inmensos conductos, han construido sus refugios.
Los inquilinos del alcantarillado ejercen una
industria estrictamente original, inventada por
ellos. Colocan filtros en lugares convenientes,
hacen depsitos para las aguas comunes y
recogen as cuanto se escapa de las casas por
los baos, por los lavaderos, por las bocas que
reciben las aguas pluviales bajo las aceras de las
vas. Encuentran joyas, monedas, dentaduras,
botones y otras chucheras, cuya venta les permite
subsistir. Y un da, sorprendidos, se encontraron
una avioneta. Pero por qu desage de bao o
de lavadero pudo pasar esa avioneta, como si
fuera un gran juguete infantil abandonado? Y
algunos de ellos salieron hasta la superficie a dar
cuenta del formidable hallazgo, que perturbaba
su ritmo de menudencias. Entonces la ciudad se
enter de su existencia. Spose as que tienen
compradores especiales para sus recolecciones,
que algunas veces las transacciones se verifi-
can en la boca de las alcantarillas y consisten
en joyas de valor, en piedras preciosas o en
objetos raros, y otras, en simples botones o
residuos de bisutera. Y tambin que, a veces,
la gente urbana es tan cuidadosa que no deja
escapar ni una vil monedita. Y relataron su
aventura de paz y sosiego, lejos del mundanal
ruido que se desliza, febricitante, sobre sus
cabezas, presuroso y engredo, insoportable
de luz y de color para sus pupilas nictlopes.
(El Tiempo, septiembre 6 de 1950)
122 Marzo-mayo 2007
Artes & Letras
Buenos Aires, septiembre
Al final de la guerra apareci un saldo de hombres sin ubicacin, desplazados de sus pases, ausentes estando presentes, que en vano trataron de
estabilizarse en el centro de una hostilidad y de
una resistencia implacables. Una de las primeras
funciones de las Naciones Unidas consisti en
la creacin de una Oficina Internacional de
Refugiados, que se encargara de distribuir esos
excedentes humanos en alguna direccin. Eran
unos ocho millones de individuos movilizados
en migraciones forzosas, despojados de su
arraigo geogrfico y sentimental, ansiosos de
reencontrarse a s mismos. Haba entre ellos
obreros especializados, tcnicos en distintas
industrias, campesinos agrcolas, pequeos
manufactureros y otras clasificaciones, entre
las cuales se cuenta la de intelectuales, que
comprende ancho margen de profesionales,
pensadores, matemticos, escritores y artistas.
La oficina inici una propaganda intensa
y logr una activa distribucin. Algunos de
los refugiados pudieron regresar a sus patrias.
Otros fueron enviados a los pases de ultramar,
colmados de promesas: Amrica, frica, las islas
del Pacfico. Pero especialmente Amrica, cuyos
pueblos jvenes columbran inslitas perspecti-
vas de grandeza, que son dueos de inmensas
posibilidades y ambicionan mtodos, tcnicas,
procedimientos nuevos para explotar su opulencia
natural, olvidando que al cabo, cuando hayan
alcanzado la supercivilizacin, se descubrirn
tan antagnicos y tan mulos como los de la
vieja Europa. Y los campamentos de la oficina
furonse vaciando poco a poco, hasta quedar
un saldo de 305.000 individuos, que carecen
de atractivos inmigratorios y que, prctica-
mente, son indeseables en todos los confines.
Quines son, qu hacen, por qu son inde-
seables estos trescientos mil sujetos? El seor
Charles Wendling, que vino a Buenos Aires
como encargado de la Oficina Internacional
de Refugiados con el propsito de recorrer
toda la Amrica y encontrarles acomodo, los
ha definido como la lite olvidada. Son gente
que no cultiv los biceps sino el espritu; son los
que informan y dan carcter a las civilizaciones
puras; son el alma del mundo y la sublimacin
del hombre: son los intelectuales. Quin quie-
re intelectuales en este mundo de horrores?
Wendling dijo textualmente en una reunin
de periodistas:
Esto de la lite olvidada es una cruel
paradoja. Quienes dirigen sus miradas a otras
naciones, particularmente a los pases flore-
cientes y pujantes del continente americano,
implorando caridad y apoyo para rehabilitar sus
vidas, no son, como pudiera creerse, la hez de la
humanidad. Millares de ellos fueron los genios
creadores de infinidad de adelantos y mejoras
de que se enorgullece Europa. Son numerosos
los que despertaron con su arte inspirado la
admiracin del mundo: y no pocos los sabios
que en los recintos de las ms famosas uni-
versidades educaban el espritu de las actuales
generaciones. Tnta ciencia, tnto arte, tnta
LOS PARIAS DEL MUNDO
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DESLINDE No. 41 123
Deslinde
sabidura se hallan inactivos, sumidos entre
la masa annima de los desplazados.
As habl Wendling, y plante un smbolo
de la confusin universal. La civilizacin se
ha impregnado de un materialismo prctico
y se mueve exclusivamente sobre la mec-
nica industrial. Quin quiere intelectuales?
Qu papel representan los intelectuales
en esta poca trascendentalmente funesta?
No. Nadie. Los intelectuales constituyen un
peligro unnime. Son los que tratan de refrenar
la bestialidad en que se sumerge el mundo;
son los censores, son los profetas, son los que
crean nuevos sistemas impregnados de espritu.
Los intelectuales han colocado las bases de
todas las transformaciones de la historia: son
los que invitan al oprobio contra la tirana, al
amor entre los seres humanos por medio de
la belleza y de la verdad, a la exaltacin de
los valores espirituales sobre las tentaciones
del estircol del diablo: y el estircol del
diablo es el impulso supremo de las acciones
humanas. Que se pudran los intelectuales
en su soledad y en su mundo visionario!
Ningn pas los recibe, porque representan
una bomba de tiempo contra las aberraciones
que mantienen la estructura del materialismo
pragmtico. Son los parias dentro de la orga-
nizacin brutal que se quiere dar al mundo.
Si alguno llega, es con la condicin de que
ensalce el despotismo y sea capaz de ayudar
en el planeamiento de un nuevo instrumento
de destruccin y de podero. Gente que traiga
consigo su cargamento de ensueos, que llegue
a hacer el profeta o a ensear que la esencia
del hombre es la inteligencia y la sensibilidad
esttica, porque estos son sus distintivos
sobre la escala zoolgica, no conduce sino
perturbaciones en el culto a la fuerza bruta y al
dinero, inquietudes supremas de los hombres
prcticos que ejercen el imperio del mundo.
(El Tiempo , septiembre 26 de 1950)
(Bogot: 1908-1966) Dej una obra importante en Colombia, como
narrador y ensayista, logrando influir en la poca, que tuvo valiosas revistas de cultura y que oblig a los peridicos, y a la revistas en general, a no darle la espalda al trabajo de escritores y artistas. Descredo de la universidad, quiso formar criterio en asuntos literarios con los oficios de editor, comentarista y tra-ductor, labor hasta ahora slo parcialmente recogida y actualmente ausente de las libreras. En 1975, por sugerencia de lvaro Mutis, Gabriel Garca Mrquez y Ernesto Volquening, se public una parte de su trabajo periodstico (1936-1966) y una Seleccin de prosas de algunos de sus libros. ncora Editores, Planeta y Editorial Norma, en aos posteriores, han reeditado una que otra de sus obras, dignas de una mayor atencin. El cuento Espuma y nada ms pertenece a su nico libro de cuentos Cenizas en el viento y otras historias, publicado por primera vez en Bogot en 1950.
HERNANDO TLLEZ
ESPUMA Y NADA MS
No salud al entrar. Yo estaba repasando sobre una badana la mejor de mis navajas. Y cuando lo reconoc me puse a temblar. Pero l no se
dio cuenta. Para disimular continu repasando
la hoja. La prob luego sobre la yema del dedo
gordo y volv a mirarla contra la luz. En ese
instante se quitaba el cinturn ribeteado de
124 Marzo-mayo 2007
Artes & Letras
balas de donde penda la funda de
la pistola. Lo colg de uno de los
clavos del ropero y encima coloc
el kepis. Volvi completamente el
cuerpo para hablarme y, desha-
ciendo el nudo de la corbata, me
dijo: Hace un calor de todos los
demonios. Afiteme. Y se sent
en la silla. Le calcul cuatro das de
barba. Los cuatro das de la ltima
excursin en busca de los nuestros.
El rostro apareca quemado, curtido
por el sol. Me puse a preparar mi-
nuciosamente el jabn. Cort unas
rebanadas de la pasta, dejndolas
caer en el recipiente, mezcl un
poco de agua tibia y con la brocha
empec a revolver. Pronto subi
la espuma. Los muchachos de la tropa deben
tener tanta barba como yo. Segu batiendo
la espuma. Pero nos fue bien, sabe? Pesca-
mos a los principales. Unos vienen muertos y
otros todava viven. Pero pronto estarn todos
muertos. Cuntos cogieron?, pregunt.
Catorce. Tuvimos que internarnos bastante
para dar con ellos. Pero ya la estn pagando.
Y no se salvar ni uno, ni uno. Se ech para
atrs en la silla al verme la brocha en la mano,
rebosante de espuma. Faltaba ponerle la sbana.
Ciertamente yo estaba aturdido. Extraje del
cajn una sbana y la anud al cuello de mi
cliente. l no cesaba de hablar. Supona que
yo era uno de los partidarios del orden. El
pueblo habr escarmentado con lo del otro
da, dijo. S, repuse mientras conclua de
hacer el nudo sobre la oscura nuca, olorosa a
sudor. Estuvo bueno, verdad? Muy bueno,
contest mientras regresaba a la brocha. El
hombre cerr los ojos con un gesto de fatiga
y esper as la fresca caricia del jabn. Jams
lo haba tenido tan cerca de m. El da en que
orden que el pueblo desfilara por el patio de la
escuela para ver a los cuatro rebeldes
all colgados, me cruc con l un
instante. Pero el espectculo de
los cuerpos mutilados me impeda
fijarme en el rostro del hombre
que lo diriga todo y que ahora iba
a tomar en mis manos. No era un
rostro desagradable, ciertamente. Y
la barba, envejecindolo un poco,
no le caa mal. Se llamaba Torres.
El capitn Torres. Un hombre
con imaginacin, porque a quin
se le haba ocurrido antes colgar
a los rebeldes desnudos y luego
ensayar sobre determinados sitios
del cuerpo una mutilacin a bala?
Empec a extender la primera capa
de jabn. l segua con los ojos
cerrados. De buena gana me ira a dormir un
poco, dijo, pero esta tarde hay mucho qu
hacer. Retir la brocha y pregunt con aire
falsamente desinteresado: Fusilamiento?
Algo por el estilo, pero ms lento, respon-
di. Todos? No. Unos cuantos apenas.
Reanud de nuevo la tarea de enjabonarle la
barba. Otra vez me temblaban las manos. El
hombre no poda darse cuenta de ello y sa era
mi ventaja. Pero yo hubiera querido que l no
viniera. Probablemente muchos de los nuestros
lo habran visto entrar. Y el enemigo en la casa
impone condiciones. Yo tendra que afeitar
esa barba como cualquiera otra, con cuidado,
con esmero, como la de un buen parroquiano,
cuidando de que ni por un solo poro fuese a
brotar una gota de sangre. Cuidando de que
en los pequeos remolinos no se desviara la
hoja. Cuidando de que la piel quedara limpia,
templada, pulida, y de que al pasar el dorso de
mi mano por ella, sintiera la superficie sin un
pelo. S. Yo era un revolucionario clandestino,
pero era tambin un barbero de conciencia, or-
gulloso de la pulcritud en su oficio. Y esa barba
DESLINDE No. 41 125
Deslinde
de cuatro das se prestaba para una buena faena.
Tom la navaja, levant en ngulo oblicuo
las dos cachas, dej libre la hoja y empec la
tarea, de una de las patillas hacia abajo. La hoja
responda a la perfeccin. El pelo se presentaba
indcil y duro, no muy crecido, pero compacto.
La piel iba apareciendo poco a poco. Sonaba
la hoja con su ruido caracterstico, y sobre ella
crecan los grumos de jabn mezclados con
trocitos de pelo. Hice una pausa para limpiarla,
tom la badana de nuevo y me puse a asentar
el acero, porque soy un barbero que hace bien
sus cosas. El hombre que haba mantenido
los ojos cerrados, los abri, sac una de las
manos por encima de la sbana, se palp la
zona del rostro que empezaba a quedar libre
de jabn, y me dijo: Venga usted a las seis,
esta tarde, a la escuela. Lo mismo del otro
da?, le pregunt horrorizado. Puede que
resulte mejor, respondi. Qu piensa usted
hacer? No s todava. Pero nos divertiremos.
Otra vez se ech hacia atrs y cerr los ojos.
Yo me acerqu con la navaja en alto. Piensa
castigarlos a todos?, aventur tmidamente. A
todos. El jabn se secaba sobre la cara. Deba
apresurarme. Por el espejo, mir hacia la calle.
Lo mismo de siempre: la tienda de vveres y
en ella dos o tres compradores. Luego mir el
reloj: las dos y veinte de la tarde.
La navaja segua descendiendo.
Ahora de la otra patilla hacia
abajo. Una barba azul, cerrada.
Deba dejrsela crecer como
algunos poetas o como algunos
sacerdotes. Le quedara bien.
Muchos no lo reconoceran. Y
mejor para l, pens, mientras
trataba de pulir suavemente todo
el sector del cuello. Porque all s
que deba manejar con habilidad
la hoja, pues el pelo, aunque en
agraz, se enredaba en pequeos
remolinos. Una barba crespa. Los poros podan
abrirse, diminutos, y soltar su perla de sangre.
Un buen barbero como yo finca su orgullo en
que eso no ocurra a ningn cliente. Y ste era
un cliente de calidad. A cuntos de los nues-
tros haba ordenado matar? A cuntos de los
nuestros haba ordenado que los mutilaran?...
Mejor no pensarlo. Torres no saba que yo era
su enemigo. No lo saba l ni lo saban los de-
ms. Se trataba de un secreto entre muy pocos,
precisamente para que yo pudiese informar a
los revolucionarios de lo que Torres estaba
haciendo en el pueblo y de lo que proyectaba
hacer cada vez que emprenda una excursin
para cazar revolucionarios. Iba a ser, pues, muy
difcil explicar que yo lo tuve entre mis manos
y lo dej ir tranquilamente, vivo y afeitado.
La barba le haba desaparecido casi completa-
mente. Pareca ms joven, con menos aos de los
que llevaba a cuestas cuando entr. Yo supongo
que eso ocurre siempre con los hombres que
entran y salen de las peluqueras. Bajo el golpe
de mi navaja Torres rejuveneca, s, porque yo
soy un buen barbero, el mejor de este pueblo,
lo digo sin vanidad. Un poco ms de jabn,
aqu, bajo la barbilla, sobre la manzana, sobre
esta gran vena. Qu calor! Torres debe estar
sudando como yo. Pero l no tiene miedo. Es
un hombre sereno que ni siquiera
piensa en lo que ha de hacer esta
tarde con los prisioneros. En cam-
bio yo, con esta navaja entre las
manos, puliendo y puliendo esta
piel, evitando que brote sangre de
estos poros, cuidando todo golpe,
no puedo pensar serenamente.
Maldita la hora en que vino, porque
yo soy un revolucionario pero no
soy un asesino. Y tan fcil como
resultara matarlo. Y lo merece.
Lo merece? No, qu diablos!
Nadie merece que los dems hagan Rendn, La violacin, detalle.
126 Marzo-mayo 2007
Artes & Letras
el sacrificio de convertirse en asesinos. Qu se
gana con ello? Pues nada. Vienen otros y otros
y los primeros matan a los segundos y stos a
los terceros y siguen y siguen hasta que todo es
un mar de sangre. Yo podra cortar este cuello,
as, zas, zas! No le dara tiempo de quejarse
y como tiene los ojos cerrados no vera ni el
brillo de la navaja ni el brillo de mis ojos. Pero
estoy temblando como un verdadero asesino.
De ese cuello brotara un chorro de sangre
sobre la sbana, sobre la silla, sobre mis manos,
sobre el suelo. Tendra que cerrar la puerta. Y
la sangre seguira corriendo por el piso, tibia,
imborrable, incontenible, hasta la calle, como
un pequeo arroyo escarlata. Estoy seguro de
que un golpe fuerte, una honda incisin, le
evitara todo dolor. No sufrira. Y qu hacer
con el cuerpo? Dnde ocultarlo? Yo tendra
que huir, dejar estas cosas, refugiarme lejos, bien
lejos. Pero me perseguiran hasta dar conmigo.
El asesino del capitn Torres. Lo degoll
mientras le afeitaba la barba. Una cobarda.
Y por otro lado: El vengador de los nuestros.
Un nombre para recordar (aqu mi nombre).
Era el barbero del pueblo. Nadie saba que l
defenda nuestra causa... Y qu? Asesino
o hroe? Del filo de esta navaja depende mi
destino. Puedo inclinar un poco ms la mano,
apoyar un poco ms la hoja, y hundirla. La piel
ceder como la seda, como el caucho, como
la badana. No hay nada ms tierno que la piel
del hombre y la sangre siempre est ah, lista
a brotar. Una navaja como sta no traiciona.
Es la mejor de mis navajas. Pero yo no quiero
ser un asesino, no seor. Usted vino para que
yo lo afeitara. Y yo cumplo honradamente con
mi trabajo... No quiero mancharme de sangre.
De espuma y nada ms. Usted es un verdugo
y yo no soy ms que un barbero. Y cada cual
en su puesto. Eso es. Cada cual en su puesto.
La barba haba quedado limpia, pulida
y templada. El hombre se incorpor para
mirarse en el espejo. Se pas las manos
por la piel y la sinti fresca y nuevecita.
Gracias, dijo. Se dirigi al ropero en
busca del cinturn, de la pistola y del kepis.
Yo deba estar muy plido y senta la camisa
empapada. Torres concluy de ajustar la
hebilla, rectific la posicin de la pistola en
la funda y, luego de alisarse maquinalmente
los cabellos, se puso el kepis. Del bolsillo
del pantaln extrajo unas monedas para
pagarme el importe del servicio. Y empez
a caminar hacia la puerta. En el umbral se
detuvo un segundo y volvindose me dijo:
Me haban dicho que usted me matara.
Vine para comprobarlo. Pero matar no es fcil.
Yo s por qu se lo digo. Y sigui calle abajo.
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DESLINDE No. 41 127
Deslinde
LA LOCURA O EL QUINTO JINETE DEL APOCALIPSISJUAN MANUEL ROCA
No esperis el juicio final: tiene lugar todos los das.Albert Camus
Hace ms de cuatro dcadas tra-baja entre nosotros un grabador que rebasa el contexto nacional, alguien que debera demandar un inters sin orillas geogrficas, si la crtica y no slo la historia- cumpliera con un deber esclarecedor, con una valoracin que no responda a las modas ni a los cnones basados en el mercado y en lo que dicte, sea cual sea, la metrpoli de turno.
Augusto Rendn ha llevado una vida dedicada al arte ms all de las figuraciones en un tiempo era un hecho reiterado el que obtuviera premios en los salones nacionales, y durante algn tiem-po ha pasado a la tras-escena voluntaria, a una especie de asordinamiento de su obra. Una obra que ahora, con esta retrospectiva de grabados de la cual hemos escogido algunos para la presente seccin de Deslinde, que incluyen un par de trabajos de su poca de estudiante en Italia, se le revela a muchos como un tesoro escondido.
Ningn grabador colombiano ha realizado ms grabados sobre el imaginario del pas desde una mitologa personal, sobre las diferentes ca-pas de sus violencias, desde la masacre de Santa Brbara, valga de ejemplo, hasta nuestros das. Eso, se podra decir, no es un valor esttico en s mismo, no pasara (como ocurre en muchos casos de la plstica colombiana) de ser un aporte a la historia de nuestro arte pero no al arte, un enclave importante para la sociologa, de no estar realizado de manera magistral con el virtuosismo propio de un gran dibujante y grabador que no se queda en la reproduccin de un destino social, de un mimetismo con la realidad inmediata.
Como ocurre con ciertos sucesos grabados por Francisco de Goya y Lucientes en una poca
de Espaa descrita con su habitual irona por Carlos Marx, cuando sealaba que ese pas estaba dividido en dos partes, una que produca ideas sin actos y otra que produca actos sin ideas, tal como ocurre en la Colombia de ahora. Lo mismo pasa con Augusto Rendn, l tiene la capacidad de asomarse a esos dos mundos excluyentes para mirar desde el arte nuestra tragedia colectiva.
Rendn, autorretrato
128 Marzo-mayo 2007
Artes & Letras
Al mencionar a Goya vale la pena recordar la banalidad con la que una mujer habitualmente lcida descart algunas obras de Rendn por sus vecindades estticas con el genio develador del sueo de la razn que ya sabemos los seres teratolgicos que produce. Lo mismo ha podido decir de los grabados de Carlos Correa o inclusive de ciertas atmsferas de Juan Antonio Roda y, por supuesto, descartar tambin con tal argumento muchos dibujos goyescos de su admirado Jos Luis Cuevas, uno de sus cuatro monstruos cardinales.
Qu duda cabe, Rendn es quien de ma-nera ms feroz y permanente introduce la realidad colombiana en sus estampas, ms all de asuntos episdicos o anecdticos. Augusto Rendn es al grabado lo que Alejandro Obregn es a la pintura, segn las palabras de Samuel Vsquez, es decir, un explorador de smbolos de raigambre colombiana universalizados por una visin para nada aldeana, muy distante de la vieja pintura de los cuadros de costumbres.
Hay una pregunta rondando sobre el por qu de la relacin ms estrecha existente entre
Rendn, La familia del pintor.
las circunstancias sociales y el grabado y su rei-terada mirada crtica de cualquier entorno, que la que existe en relacin con la pintura. Quiz ese carcter no sea programtico y a lo mejor nazca de manera inconsciente de las estampas seriadas, de su claro objetivo divulgador que rebasa la mirada nica, privatizada. Pero claro, la obra seriada funciona de modo muy diferente en los pases latinoamericanos y en los Estados Unidos, por ejemplo. Si ac se realiza y hablo de los autnticos grabadores por un deseo de difusin social, de una mayor cobertura para un pblico sin grandes alcances monetarios, all se hace por razones econmicas, para ampliar los ingresos de galeristas y artistas que casi siempre hacen del grabado un sucedneo de su arte.
En este punto hablar de la necesidad de crear un museo del grabado en el pas, como el que existe en Mxico, cuando tenemos una notable tradicin vapuleada por el manoseo de artistas que slo hacan dibujos mordidos en algo puesto en boga de manera espuria, es algo ms que un guio caprichoso, es una carencia ms de nuestra cultura visual. En un mbito
DESLINDE No. 41 129
Deslinde
Rendn, El 2o. jinete
as, en un gran saln que historie a nuestros grabadores, se podra ver la importancia de la obra de Augusto Rendn, algo que es sin duda un epicentro de este arte en Colombia y un punto de necesaria referencia en Latinoamrica.
Podra sealarse para la obra de Augusto Rendn algo que expresara Luis Vidales en torno a la percepcin del mundo y del arte: no siempre nos detenemos a pensar en la diferencia que existe entre el reflejo del mundo en la mente y la forma como transcriben este mundo en la plstica las ficciones visuales. Y es lo que hace Rendn. Fija o graba en su mente lo que el mundo exterior le entrega y por una suerte de alquimia personal lo convierte en una ficcin visual, en un efecto sedicioso. Lo dijo scar Wilde: all donde el hombre cultivado capta un efecto, el hombre sin cultura pesca un resfriado.
La presencia de la muerte, por ejemplo, aparece en muchos grabados de Rendn sin la exclusin de un Eros lacerante. Entre la inhibicin que produce la muerte y la atraccin que seduce desde el erotismo, hay un efecto que se tiende como un puente colgante que conduce del sueo a la
vigilia, o de manera contraria, para crear una realidad de naturaleza onrica. No es la violen-cia en una instancia fotogrfica ni estadstica sino en un estadio mtico, tocado de leyendas.
Y aparece entonces, como rasgo esencial, un captulo de la locura, de la vesania en un pas que huye de s mismo, que practica la autofagia de manera dolorosa, un pas que va en su propia nave de los locos (stultifera navis como la evoca Michel Foucault) hacia un maana incierto, hacia tierras movedizas.
No es algo cercano a la Cura de la locura del Bosco ni a los grabados medievales, pero quin se niega a entrever en nuestra violencia un pasaje atrasado de la Edad Media, una forma de la ins-ania mental que nuestro grabador atrapa en sus caballos y jinetes, en una suerte de Apocalipsis de entrecasa? Es el lenguaje bfido, la doble lengua de la razn que cubre nuestra manera de ser entre el espejo y el adentro, como aquellos que lavan su mscara antes de lavarse la cara.
Hay grabados de Rendn que tienen al fondo unos paisajes ausentes, unos rboles donde adems del fruto puede balancearse
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Artes & Letras
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el ahorcado, jinetes que caen de un corcel como en una metfora del poder, perros que rabian, obispos que galopan sobre su fasto y sus poderes, toda una iconografa del miedo.
No es la suya una obra complacien-te. Ni amable. Ni satisfecha. Es una ardien-te manera de evocar lo que de hbito se esconde bajo la alfombra de la costumbre.
Hay en toda la obra de Augusto Rendn una fidelidad a sus obsesiones, un sentido refractario de frente a la obediencia, un deseo claro de no correr detrs de la historia que es lo propio de la moda.
No son los suyos grabados-jerga, grabados-argot hechos a la medida de los tiempos, es decir transitorios, son ms bien grabados que ms all de adentrase en las tcnicas mixtas de la aguatinta y el aguafuerte con una habi-
lidad que parece natural, son un lenguaje de trazos que no evaden ni la abstraccin ni lo figurativo, pues se entremezclan para totalizar un universo plstico de gran vigor, de honda fortaleza. Ms all de algunos episodios que pudieron suscitar la ejecucin de estos gra-bados, brotados de nuestra cruenta realidad, son obras que pueden hablarle al espectador de cualquier lugar, de cualquier momento.
Si para Rendn la locura es una suerte de quinto jinete del Apocalipsis, algo que podra ser la larga noche de la sin razn, sus grabados son fiel testimonio de este aserto que opera como liberacin, como testimonio esttico de una larga encrucijada de la historia. Es una apuesta moral contra el ultraje del hombre y sus entornos ominosos.
Rendn, La violacin