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Por Carlos MARTiNEZ MORENO
ESCRITORES DE AMÉRICA EN CONCEPCIÓN
DOCUM.ENTOS
U;\T(VERSro,..D DE MEXICO
esa lucidez le sirva, no para ahogar susdones o domarlos (lo que llaman "maesIría" es la muerte del poeta y de su aventura), sino para penetrar m{IS profundamente en sí mismo y escuchar con mayorfidelidad su voz oculta. Afilar sus lIilas,110 limarlas.
Hospitales de Ultramar: teoría de males. sucesión de visiones, lenlo desplieguede paisajes suntuosos y malsanos t:omolos de ciertas películas de Bergman (recuerdo ahora, por ejemplo, las primerasescenas de El m5I1'O). Y, asimismo. !adesolación americana, la monoton ía delllano, la fantasía -abigarraJa, sórdida.delirante- de las tierras caliellles. Paisajes insoportables. Amor y venganza aun tiempo: el poeta nos obliga a reconocernos y, así, a sojJortar nuestra rea·lidad. El poema final es un treno al\Juel'to, "varado entre los sabios cirios".El espíritu vacila entre la piedra y la IJll[refacción. Es el momento de la grandesnudez y, también, del apogeo de laforma. Lujo y agonía: ceremonia de lacatástrofe, rito del desastre. Todo, inclusive la muerte, exige una liturgia. Nohay mito, no hay fábula recreadora delmundo y, en una palabra, no hay poesíasin un rito. La poesía es liturgia. Los momentos centrales del hombre -desde sunacimiento hasta su muerte- los prefi-
L .\ IDEA de reunir a treinta y tantosescritores de distintas procedenCIas americanas y hacerlos dialogar.
sin mayor plan y con anticipada veda deconclusiones. en el marco de una lindaciudad provinciana del sur de Chile, nodejaba de ser original.
La Universidad de Concepción, quetiene una gran dosis de 10 que Gromponellamaha "Universidad viva", se decidióa la empresa.
El poeta Gonzalo Rojas, bajo el patrocinio académico e indulgente del rectorDavid Stitchkin, organizó esta suerte decurioso coloquio. Convocó a treinta y ochoescritores y concurrieron veintiséis. dosde ellos (el poeta chileno Darrenechea yel crítico norteamericano Stanley Richards) de modo muy fugaz.
En lo fundamental, hubo veinticuatroescritores más o menos disciplinados, comenzando por la mañana, a las 10, sesiones que duraban hasta las 13 y 30 Y regresando por la tarde, a las 18, para seguirescuchando y debatiendo "ponencias"(así se les llamaba) hasta pasadas las 21.
Por la gran afluencia de público, todasla~ sesiones debieron realizarse en el Salón de Honor de la liniversidad, casisiempre colmado de asistencia, una extraña asitencia fervorosa que aplaudialas ideas de A y las refutaciones de D,no sahiendo acaso con cuál quedarse. "Estan pintados en los bancos", me decíaSebastián Salazar Dondy, y por momentosparecía cierto. Cuando, hacia el fin delEncuentro, se realizó un recital de poetdsvisitantes -cortésmente, por razones detiempo, los chilenos se excluyeron- se\-io, sin embargo, que el público no estabap;llt:ldo l'n los sillones. Surgiero1l \,ol'l:S
gura y los consagra Ull rilo. El poema esuna ceremonia fúnebre. La m;lscara solar del poeta esconde un rostro comidopor la muerte. Triunfo de la Apariencia, es decir, del espíritu humano quetiende siempre a encarnar, a manifestarse, a presentarse y, de este modo, a erig-irse en monumento de sí mismo, de ~u
poder y de su ruina. Forma es vida. Lafalta de forma del mundo moderno esausencia de verdadera vida. Eros y lamuerte han huido del hombre -cuerpodeshabitado, cuerpo desalmado. En nuest ros días la misión del poeta consiste ,:.-nconvocar a los viejos poderes, revivir laliturgia verbal, decir la palabra de vida.
H OMENAJE A Esopo. Todo lo yuenombramos ingresa al círculo dellenguaje y, en consecuencia, a la
significación. El mundo humano es unorbe de significados, esto es, un lenguaje. Pero cada palabra posee un significado propio, distinto y contrario a los delas otras palabras. En el interior del lenguaje los significados se combaten entresí, se neutralizan y aniquilan. La proposición: todo es significativo porque todoes lenguaje, puede invertirse: todo carece de significación porque toelo es leng-uaje. El mundo humano es un orbeetc ...
disidentes, se enjuiciaron contradiccionesentre e! programa ideológico y la "praxis"poétiGl. de algunos de los escritores másnotorios del Congreso, y es seguro quemás de uno, tras la invocación repetidade "acercarse al pueblo" -como en aquelcuento de Moravia- experimentó ladasazón de que el pueblo pudiera no serun regazo tan confortable como se lesueña en las operaciones algehraicas dela Gloria.
*Quienes intervinieron activamente en
el Congreso, o por lo menos lo siguieronen toda su extensión fueron: EnriqueAnderson Imbert, Ernesto Sábato e Ismael Viñas, por Argentina; Jorge Zahmea, por Colombia; Joaquín Gutiérrez,radicado en Chile, por Costa Rica; JoséAntonio Portuondo, por Cuba; MargaritaAguirre, Fernando Alegría, Draulio Arenas, Miguel Arteche, Daniel Belmar, Alfredo Lefebvre, Luis Oyarzún, NicanorParra. Gonzalo Rojas y Volodia Teitelboim, por Chile; Rugo Lindo. por ElSalvador; Lawrence Ferlinghetti y AllenGinsberg, por los EE.UU.; Jaime GarcíaTerrés por México; Guillermo Sánchezpor Panamá; Alberto Wagner de Reynay Sebastián Salazar Bondy por Perú; yyo por Uruguay.
Ninguno tenía una condición representativa cierta, que yo sepa; las invitacionesse habían hecho según anteriores líneasde conocimiento personal, según sugestiones de embajadas chilenas en el exterior, elc.
Los temas relatados parecían muy varios. en la superficie; fueron a veces;ln::ohiog-r;¡ficns ("Vengo a pregnntar".
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de Margarita Aguirre, las luq~u llamada,"Confesiones de un esquizofrénico" deSánchez), trataron otras veces de abarcarpanoramas generacionales (Viñas. Sahzar, Portuondo, Garda T~rrés v \,0).
abordaron el costado técnico dei oticiuliterario (Anderson 1mben. FernanduAlegría), s~ propusieron un objeto tkpreceptiva l La naturaleza en el arte. deOy~rzún), de sociología literaria (La ex·traneza de ser americano. dc Artechc)o. revulsivamentl', implicaron incursionesen la filosofia de los valores. la sociología de la cultura, la economía v la literatura (Ernesto Súhatu. Volodí'a Tl'iklboim) .
Pero d~ todas maneras por detrás deltema elegIdo por el relator -limitado aveinticinco ~llinutos y a las posibilidadesde su veloclllad verbal- siempre volvieron al debate unos mismos puntos: elarte y lo social, la literatura compron1l'tlda, los deberes de! escritor en cuantomiembro de una sociedad americana dada.las posibil!dades de comunicacíón y lascausas de lIlcomunicación en el contincn\t'.
Hubo tres hechos evidentes: primero,que el E~lcuentro dedicó una buena partede su tiempo a precisiones terminoló.gicas ,que seguían sin embargo siendo categonas flotantes y fluctuantes el sábado23, .día ~n que se. clausuró; segundo, quelo~; escntores aSIstentes se desconocíanc0.n. anterioridad, yeso les impedía ejemp1tflcar con. la obra propia o ajena, paraque se supIera de qué estaban hablando.Cuan~l~ los argentinos ilustraron algunasagreSIVIdades renovadoras del presentecon nombres del pasado (desechando respetuosamente a Borges y mucho menosresp~tuosamente a Lugones, para quedarse con Cambaceres, Roberto Arlt oArmando Discépolo) ese grado de concreción apareció, pero fue más bien escalofriante. Tercero, que cada uno ----eomocuadra a una discusión de intelectuales-se mantuvo en la posición en que estabaantes del ~ncuentro; del debate puedenhaber surgid? ~,lgullas luces personales,alguna eonVlCClOn proyectada hacia laasamblea; ninguna persuasión, en cambio,que hayan acusado hacia adentro los escritores presentes.
El Encuentro comenzó el lunes 18 COII
clos trabajos que parecían situarlo ell
una condición de foro literario: "Estilo~
de novelar y estilos de vivir", por Fernando Alegría y una inquisición sobreprocedimientos técnicos del novelista. acargo de Anderson Illlbert, largo estudioque el tiempo obligó a cercenar. Pero yaentonces se advirtió que ése no sería eltono prevalen te en el Congreso; y acasola cruda expatriación que a todo lo largode las conversaciones marginales al Encuentro proclamó Anderson IJllbert (alejado de la Argentina desde 1946, profesor en Ann Arbor, :\1ichigan, desdeesos clÍas) haya tenido algo que ver conesa su equivocación inicial acerca de laíndole de una reunión internacional deescritores en América.
Su trabajo, con un claro destino derevista literaria, resultó frígido y profesora\. No descarto claro está las otrascausas;. que mantuvieron a Anderson enperpetua desidencia con los fervorosos yeonflictuales escritores argentinos (Sábato, Viñas) que compartían con él lapresunta representación de un pais, ydisentían entre ('l1os .,. ('n1l (:.) en 1'ndo ,.,h-s<1l' lf)d".
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Beligerantes y profusos -y muy a menudo apasionados y agu~os- .los dosargentinos de la Argent1l1a dl.eron alEncuentro un saludable tono 111formal(el "vos" aparecía en sus réplicas, concierta energía coloquial que a los públicoschilenos debe haberles parecido fonéticamente muy dura) pero también un abusi\'0 aire de querella de entrecasa. No querella menor, sino querella trascendente~obre problemas propios. "Sábato y Viña~empiezan siempre por la Ontología yacaban siempre por Perón", dijo Oyarzún, y era cierto. Sábato es un dialécti~o
tenso e inteligente y se mueve en medlOa una grau densidad de valores en el;ltIllescente revisión, sobre los que erigea menudo profesías o promulga negaciones y aquiescencias igualmente controvertibles. Lo que dice es siempre estimulante, rara vez compartible hasta el fin.Es curioso que sus ejemplos más claros no partan de! Martín Fierro,. deLugones, de 130rges o de Arlt,. S1l10·-insistentemente- de Dostoyevskl, Go<To\ () Pushkin. Viñas tiene a la vis7.1 un panorama más sencillo, más rotundo más confinado en la barricada'rener~ciona1. Niega e! calificativo de "pa~ricida", que aplicó a toda su promociónRodríguez Monegal, y luego de negarlolo demuestra andando. Pone rudamentela literatura al servicio de los planteamientos nacionales, y declara cuál le sirve v cuál no; así, la preterición de 13orges' no es, para él, incompatible con elrespeto de sus calidades literarias.
Sábato y Viñas polemizaron largamente, a veces entre ellos, a veces contra laimagen de la Argentina del grupo "Sur",sobre su país visible e invisible, sobre latristeza de lo argentino, sobre la metafísica del tango, sobre 10 parcialmenterescatable o lo incurablemente falso deLugones, sobre todo. Cuando, hacia elfinal del Encuentro, Sábato elogió a laaudiencia, por haber sabido soportar laarrogancia de los argentinos, no estabaaludiendo tanto a ese defecto -que engeneral no lucieron- como a la larguezacon que habían asumido los derechos aque los incitaba una silenciosa, una atenta,una deferente hospitalidad chilena.
*j ,a polémica sobre Argentina tenía la
ventaja de desnudar un país conocido enAmérica -un país pivot, un emporioeditorial- a la vista de otros que mutuamente se desconocían. Porque la doblecomprobación del Encuentro fue la decuánto nos desconocemos y la de cu{lI1parecidos son sin embargo, bajo un mismo impulso contradictor que los unifica,nuestros destinos nacionales en América.Creo, en ese orden, que quienes másdesconocen al resto de América son losrioplatenses; y aun de ellos elegiría losuruguayos. y no por mis propias e intransferibles ignorancias, que esplendíanante algunas citas de literaturas nacionales que otros podían debatir en el Encuentro, sino porque he podido advertirque un escritor chileno o peruano -apesar de! presunto aislamiento de la cordillera, cara al Pacífico- lee más a suscongéneres de América que quienes vivimQs de cara al i\tlántico y a Europa,en este Uruguay.
Ese desconocimiento de lo concretode cada país por los demás, en materia literaria, volcó las urgencias de comunicación sobre el plano social o sociológico.!'i:" creo <¡ne pneda h;¡cer"e ;¡1 Encnentro
el reproche de haberse atenido a unasola campana, ni de haberse inficionado-salvo algún instante aislado- de lopolítico programático, con caídas al planteamiento de extrema izquierda. Quienhaya asistido a todas las sesiones, comoyo lo hice, y haya visto desplegarse lassutilezas, las prolijidades, la cautela yel arsenal endiabladamente rico y occidental izado de información literaria conque mantuvo en suspenso a sus auditores Volodia Teitelboim, un comunistamilitante (secretario de Cultura del P. C.en Chile), no podrá honestamente decirque e! Encuentro haya pagado un precio,siquiera de tolerancia auditiva, a los simplismos de ninguna posición para la cualla literatura sea un sub-producto. No.Lo cierto es que el patetismo original deAmérica (su condición aún más inamovihle y, por ende, menos recusable) condu-
Ca.rlos Ma.rtínez Moreno
jo muy a menudo e! diálogo literarioa los tópicos del subdesarrollo, la miseria,el extrañamiento indígena. Pero ver comunismo en eso y en los mineros ennegrecidos de carbón que salen curvados de lajaula que los alza hasta la boca de lamina de Lota, es transferir hacia el enemigo inmencionable una realidad que tiene otros centros de radicación y otrascausas.
Cuando se anuncIo que llegarían dosde los más notorios podas golpeados delos EE. UU. (se les l\ama o ellos seautollaman "beatniks", con una desinencia de índole o lugar extraplanetaria),algunos chilenos sintieron la punzantealarma de la extravagancia. Pedro Lastra, un poeta encargado de la recepciónde otros poetas, reclutaba desaforadamente a todos quienes supieran inglés y/ofrancés, porque Lawrence Ferlinghettiha hecho estudios para el profesoradode francés. Pero los beatniks, contra tato exotismo de indumentaria y, en el casode Allen Ginsberg, contra el fondo dealgunas afirmaciones pour épater lesbourgeois, acabaron por revelarse las víctimas insabidas de una civilización que sehan dedicado a escarnecer y denostar. Conuna disciplina rígida de boy-scouts estuvieron siempre a la hora de las deliberaciones, para presenciarlas tal vez sinentenderlas (Ginsberg sabe algo de español, pero no el suficiente para seguir losmatices de un diálogo rápido y abstracto, sobre tópicos literarios asociales);v cuanoo les tocó el turno de decir suí)Ol'SÍa furrcm medidos. serviciales v sólit!)s.
UNIVERSIDAD DE ~IEXICO
Benedetti me había escrito ya antesde los EE. UU. sobre estos dos poetas,a quienes vio en casa de Fernando Alegría, en California, y me había definidoa los beatgeneration como el lumpenproletariat del esnobismo. Koestler, pre·cisamente en un ensayo sobre Esnobismo, inventa (o reproduce) la categoríaesnob de un "dadaísmo de uñas negras".Cualquiera de los dos rótulos cabe desdeafuera a estos hombres mansos, incomfortables, desprolijos, poseídos y a veCl'Sabismalmente taciturnos. Ginsberg causúla estupefacción de una prensa provinciana y a veces la de un público, CUIlafirmaciones audaces de desprejuiciosexual, con petitorios "malditos" a fa·vor del total levantamiento ele la prohi·bición de las drogas. Preguntó, en segui·da, de llegar a Santiago, donde había-juntas- prostitutas, marihuana y mú,sica folklórica. Pero luego acabó cum·portándose como un inocente, a rato:'inspirado, siempre tierno, que se iba :1dannir antes que nadie.
Ferlinghetti, asistido por su mujerKirby -una americana lenta, grande ysencil1a- demostró más congruencia ymejor poesía. Su poema "Bidden door"(Puerta cerrada), escrito en Concepcióny con vivencias de esos días, tiene l)]sajes de torrentosa pujanza verbal, defuerza auténtica.
Mucho más pintoresca que ellos, aunque mucho menos veraz fue la prensa deConcepción, que eméritamente dedicó :dEncuentro páginas enteras, que se convi,tieron en ejercicios involuntarios del mejor humorismo. Ingenuamente, esa prensadel sur trata de emular el sensacionalismo,la "copucha" de la prensa de Santiago,Cuando Portuondo dice, recordando lafrase en que Martí reúne en su mochilauna Biblia y cincuenta cápsulas, que todoescritor, entregado por partes a la militancia y al arte es un esquizofrénico, daa Guillermo Sánchez (desdoblado en e,:enombre real y en el literario de TristánZolarte) un notable pie para leer, bajo esaluz esclarecedora, las paginitas que, afuerza de la instancia de todos,. había sidoposible hacerle escribir. Sánchez comienzaentonces diciendo que 10 que va a leer(cinco hermosas carillas) podría llamarse-a tenor de lo que dice .Portuondo--"Las confesiones de un esquizofrénico".y esa misma tarde, con léxico y caracteres tipográficos de crónica policial, laprensa de Concepción anuncia: "Escritorpanameño confesóse esquizofrénico." Como esas, más largas que esa, hay muchísimas anécdotas de la deformación periodística amparada en la buena voluntad yen lo exorbitante de la ocasión. Cuancloal fin del Encuentro, nos pasaron a todosun formulario, para que indicáramos .Iumás importante, 10 más frustráneo y 10más pintoresco del Encuentro, tuve <¡ueincluir en este último concepto a la prensaamable e imaginativa de orillas del Bil)·Bio. Lo más importante, por supuesto,fue el conocimiento y la frecuentación personal de algunos escritores, en quien'~s
creo tener hoy otros tantos amigos y-loque es más expresivo y válido- otro~
tantos puntos de referencia afectiva e intelectual con los cuales contar, en ese pi("lago abismal del desconocimiento recí·proco que es todavía -y no sé por cuantotiempo más será América Latina. Todo10 demás es 1iteratura.
Tomado de N/archa, lVfontevi c\c«, (1 litfehrero eh- 1960.