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El chipaya: relicto idiomático uro Rodolfo Cerrón-Palomino "Halla nuzhu, nii lmwit irarchiz epki kuza chipay taqu chiychitra, azhqapacha chiychitra". GERMÁN LÁZARO (15-Vll-2001) En la presente entrega 1 intentaremos caracterizar, a grandes rasgos, la lengua chipaya, tomándola en tanto entidad histórico-cultural cuanto como estructura idiomática. Luego de ubicarla geográfica y lingüísticamente, realizando los deslindes glotonímicos necesarios, haremos un excurso en los antecedentes de su estud io , ofreciendo una somera evaluación de los trabajos previos realizados, para finalmente concentramos en los aspectos más saltantes de la lengua, a cuyo efecto buscaremos contrastarla con el quechua y el aimara, idiomas con los cuales la lengua está en contacto desde tiempos Pre-Hispánicos. Las consideraciones que siguen, se inscriben dentro del trabajo de investigación que venimos conduciendo en relación con el estudio de la lengua y cultura chipayas 2 . Nos complace mencionar que el tema fue expuesto, en fom1a oral, en una conferencia ofrecida por el autor en la ciudad de Oruro, a sugerencia del director del Centro de Ecología y Pueblos Andinos (CEPA), el antropólogo Gi lb e1to Pauwels, la noche del 13 de agosto de 2002. Las ideas adelantadas entonces se han venido enriqueciendo y precisando a lo largo de estos últimos años en que hemos continuadoltrabajando en la lengua. 2 Se trata del "Proyecto Chipaya" , conducido por el autor y por el Dr. Enrique Bailón Aguirre, que se inició en agosto de 2001 , y que cuenta con la ayuda financiera del "Spinoza Program" (Nijmegen, Holanda) y del "Max Planck Institut" (Leipzig, Alemania), así como con el apoyo material del PROEIBANDES (Cochabamba) y del CEPA (Oruro). Véase, ahora, Cenón -Palomino (2006). Nº 42, primer semestre del 2006 79

El chipaya: relicto idiomático uro€¦ · 5 La etimólogía popular que suele darse a este nombre parece sustentarse. esta vez. en una realidad: la forma que adquiere una de las

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El chipaya: relicto idiomático uro

Rodolfo Cerrón-Palomino

"Halla nuzhu, nii lmwit irarchiz epki kuza chipay taqu chiychitra, azhqapacha chiychitra".

GERMÁN LÁZARO (15-Vll-2001)

En la presente entrega 1 intentaremos caracterizar, a grandes rasgos, la lengua chipaya, tomándola en tanto entidad histórico-cultural cuanto como estructura idiomática. Luego de ubicarla geográfica y lingüísticamente, realizando los deslindes glotonímicos necesarios, haremos un excurso en los antecedentes de su estud io, ofreciendo una somera evaluación de los trabajos previos realizados, para finalmente concentramos en los aspectos más saltantes de la lengua, a cuyo efecto buscaremos contrastarla con el quechua y el aimara, idiomas con los cuales la lengua está en contacto desde tiempos Pre-Hispánicos. Las consideraciones que siguen, se inscriben dentro del trabajo de investigación que venimos conduciendo en relación con el estudio de la lengua y cultura chipayas2

.

Nos complace mencionar que el tema fue expuesto, en fom1a ora l, en una conferencia ofrecida por el autor en la ciudad de Oruro, a sugerencia del director del Centro de Ecología y Pueblos Andinos (CEPA) , el antropó logo Gi lbe1to Pauwels, la noche del 13 de agosto de 2002. Las ideas adelantadas entonces se han venido enriqueciendo y precisando a lo largo de estos últimos años en que hemos continuadoltrabajando en la lengua.

2 Se trata del "Proyecto Chipaya", conducido por e l auto r y por el Dr. Enrique Bailón Aguirre, que se inició en agosto de 2001 , y que cuenta con la ayuda financiera del "Spinoza Program" (Nijmegen, Holanda) y del " Max Planck Institut" (Leipzig, Alemania) , así como con el apoyo material del PROEIBANDES (Cochabamba) y del CEPA (Oruro). Véase, ahora, Cenón-Palomino (2006).

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Artículos , notas y documentos

l. Filiación lingüística y localización geogrt~fica

El chipaya es una de las variedades supérstites de una de las lenguas más antiguas del altiplano peruano-boli viano que modernamente integra lo que hoy se denomjna la fam ili a lingüística uru-chipaya. llamada as í tomando como refe renci a a sus dos especímenes toda­vía vigentes, en las nacientes del río Desaguadero, donde agoni za , y en el extremo suroeste del lago Poopó, donde aún se manti ene vigorosa, respectivamente. En tiempos Pre-Hispáni­cos, los dial ectos derivados de la lengua se di stribuían a lo largo del eje acuático Titicaca­Poopó, que parece haber sido el hábitat natural de los pueblos que los hablaban, habiendo estado en contacto, sobre todo en la hoya del gran lago interior, con pueblos de habla puquina, de economía más bien ganadera y agrícola. A lo largo de su historia, tales pueblos fueron sometidos por grupos de distintas lenguas, en especial puquinas, aimaras y quechuas, en ese orden 3. De manera que la lengua primordial, di alectal izada a lo largo del eje lacustre, fue siendo absorbida gradualmente por tales idiomas. hasta no quedar en la actualidad sino dos variedades: e l iru-wit 'u4, en la naciente del Desaguadero, y e l chipaya', al norte del sa lar de Coipasa, estando la primera en virtual proceso de ex tinción irreversible, como aconteció , en la primera mitad del S. XX, con el ch' imu, hablado en la bahía de Puno, y con el uru­murato, de las riberas del Poopó. Así, pues, en la actualidad, el chipaya, hablado en el cantón de Santa Ana\ de la provincia de Atahuallpa (departamento de Oruro), es prácticamente la única variedad vigente ele la otrora familia lingüísti ca, mantenida gracias al celo de sus propios hablantes, cuya lea ltad lingüística no tiene parangón en la hi stori a de los pueblos andinos 7. El número de hablantes de la lengua se calcula, según el censo de 1993. en un mill ar (cf Albó 1996: 2, § 7.6.2).

3 Pa ra una v isión retrospec ti va del pueblo chipaya. dentro del marco genera l de la hi storia de los pueblos de hab la uro, puede consultarse el libro de Wachtel ( 1990). Una mo nografía relati vamente reciente ace rca de la comunidad de Santa Ana nos la ofrece Dclgadill o G uti érrez ( l 99R), quien fue ra por muchos años docente en la escue la del lugar.

4 Llamado por sus pocos hab lantes como 11c/111111a taqu. es decir, litera lmente ' nuestra lengua ' . Inc identa lmente, hay quienes v ienen difundiendo la et imo logía popular según la cua l e l nombre significaría 'nuestra lengua materna ', donde la porción 111a se rí a 'madre', como que en efecto lo es; sin embargo, la interp retac ión correcta de la expres ión , según nuestro aná lisi s, se basa en la identifi­cación de l pronombre*111ru111, a imari zado como uchwn(a), y del nombre pose ído *taqu ' lengua ' , para s ig nifi car senc illamente ' nuestra lengua ' . Inc identa lmente, e l no mbre ochozuma , q ue hac ía referencia a uno de los va ri os grupos étni cos que habl aban la lengua, tiene sin duda una et imo logía parec ida, pues se trata de la castellanización de la expres ió n *utrn111 zhoiii 'nuestra gente ' .

5 La etimólogía popular que sue le darse a este nombre parece susten ta rse. esta vez. en una rea lidad: la forma que adq uiere una de las construcciones hab itaciona les tí picas de los lugareños, precisamente a manera de una c/11j1a ' envo ltorio' , es decir la wayllicl,i q/111ya ' casa con techo de la va ri edad de paja denominada waylla'. Se trata , como se ve, de una designación metafó rica , seguramente imaginada por los foráneos aimaras: chipa-y(a) ' luga r donde hay chipas' (con la vocal paragógica a ima ra). Véase , a este respecto, Yell ard ( 1954: cap. X III , 216).

6 En rea lidad, también se habla en el cantón de Ayparavi , desmembrado de aqué l só lo el año 1959 , del ay/111 de Tuwanta.

7 Al igual que los uru-mora tos (ver, po r ejemplo, los testimo nios de do n Lucas Miranda y de don Daniel Moric io 1992 : 40-4 1, 96) , los chipayas también eran fo rzados po r los a imaras (lozha = ' forán eo ' ) a abando nar su lengua .

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2. Deslindes glotonímicos

Uno de los problemas con el que tropieza quienquiera que se adentre en el estudio de la lengua uru, llamada <vroquilla> en los documentos más tempranos (cf Espinoza Soriano [1604] 1982: 187-196), y de sus diversas manifestaciones dialectales, es el de su designación. En efecto, el término <uro>, que es el que prevalecerá, es empleado en los registros coloniales en forma ambigüa, pues alude tanto a la lengua como a determinada categoría fiscal o tributaria, de modo que, según esta última acepción, podía haber uros que no hablaban precisamente la lengua uru8

• De otro lado, ya desde la Colonia, la lengua ha sido confundida, por ló menos en cuanto a su nombre, con el de otro idioma: el del puquina. No sólo han sido víctimas de dicha confusión los investigadores de diversas épocas, sino incluso los propios hablantes de algu­nos de sus dialectos. Tenemos entonces, entre los estudiosos, nada menos que a Créqui­Montfort y Rivet ( 1925), quienes sostendrán que uru y puquina eran una misma lengua; pero, al mismo tiempo, preguntados los ch'imus, iru-wit'us y chipayas sobre el nombre de su lengua dirán que ésta se llama puquina (cf, por ejemplo, Lehmann 1929). No han faltado, sin embargo, investigadores que han llamado la atención sobre tal confusión, señalando que en verdad uru y puquina son lenguas no sólo distintas sino genéticamente ajenas entre sí. En efecto, entre éstos debemos destacar los trabajos pioneros de Uhle (1896) y de José Toribio Polo (1901), subestimados por los autores franceses mencionados, pero cuyas tesis serán refrendadas posteriormente, aunque sin reconocérseles su primacía, por !barra Grasso ([1964] 1982: cap. IV) y Torero ([1965] 1972). Obviamente, una vez que se pudo contar con datos más explícitos para una y otra entidad lingüística, el problema de la confusión entre ambas entidades lingüísticas desapareció por completo, por lo menos en los ambientes académicos9

, aunque el error "histó­rico" persista aún entre los hablantes de las variedades supérstites.

Por lo demás, una de las causas que explica esta confusión entre los propios usuarios de la lengua parece ser, tal como ya lo señalaron otros investigadores, la lectura del célebre pasaje de Mercado de Peñalosa, en sus "Relaciones" de los pacajes ([1586] 1965: 336), en que se dice que los indios uros de Machaca, "con la comunicación que han tenido con los indios serranos [ es decir, la gente que vivía fuera de los totorales], han venido a hablar la lengua aymará y casi han dejado su lengua, que era puquina (énfasis agregado)" . La interpretación más simple del pasaje, tal como la hicieron Créqui-Montfort y Rivet, es aquella que parece ser lógica: el idioma que estaban abandonando los uros de Machaca era el puquina, que se infiere habría sido su lengua materna. Sin embargo, cabe otra lectura, más acorde con la realidad socio-histórica y plurilingüe de la región: que tales uros estaban aimarizándose, abandonando la lengua puquina, que habían adquirido previamente como segundo idioma. Es decir, ante la devaluación del puquina como otrora lengua del poder

8 Tal es, en efecto, el caso concreto de los uros, llamados también changos, de las costas de Tarapacá (el Lozano Machuca [ 1581] 1965: 11, 61 ), cuyo idioma, para el cual no contamos lamentablemente con registrqs disponibles, no parece haber estado relacionado con la lengua que nos ocupa, como ya lo señalaba 'Camacho ( 1943: 27). Este mismo autor, sin embargo, comete el error de afinnar, sin base alguna, que la "lengua de los changos fue la Puquina" (op. cit., 26).

9 Aunque no siempre entre los ajenos al lingüístico, por lo que resulta loable mencionar aquí el trabajo reciente de Galdos Rodríguez (2000), quien ofrece el estado de la cuestión al que se había llegado en la década de los ochenta.

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regional, tales uros abrazaban el idioma de los nuevos dominantes: el aimara. Cuatrocientos años después, los chipayas harán lo mismo con el aimara, su segunda lengua, para pasarse al castellano 10

. En suma, pues, los uros puquinizados, allí donde pudieron mantener su lengua materna, pasaron a designar a ésta como puquina, lengua que, de otro lado, estaba a punto de desaparecer de todo el escenario andino.

3. "Dijicultosísima lengua"

Cuando el virrey Toledo pasa por Arequipa de regreso a Lima, luego de visitar los territorios de las audiencias del Cuzco y de Charcas, se da un tiempo para ordenar lo que modernamente podríamos llamar la "oficialización" de las tres lenguas mayores del antiguo Perú: la quechua, la aimara y la puquina (e/ Toledo [ 1575] 1989: ll, 97-100). Dicha oficialización, sin embargo, lo sería únicamente en tanto lenguas de evangelización. Como ocurrió , en efecto, en relación con el quechua y el aimara, mas no con el puquina, puesto que esta lengua, aparte de estar bastante fragmentada ya, iba camino de su extinción gradual por la aimarización y quechuización de sus hablantes, lo que facilitaba, a su tumo, la prescindencia de la lengua materna de éstos. Ello explica, en parte al menos, porqué no contamos con tratados gramaticales y léxicos para este idioma, para el cual apenas disponemos de los textos publicados por el eximio criollo huamanguino Jerónimo de Oré ( 1607), en parte debido al celo recopilador de otro no menos célebre políglota, el jesuita Alonso de Barzana, egresado de las canteras de Juli. Si ello ocurría con la tercera lengua general del antiguo país de los incas, no debería extrañamos que igual o peor destino tuviera el uro , lengua muy pronto reputada como "oscurísima".

Ahora bien, no faltan sin embargo testimonios que señalan que no sólo hubo muchos expertos en la lengua, sino que incluso se redactaron doctrinas y confesionarios en ella. Tal nos lo dice, en efecto, el agustino de la Calancha, cuya orden estuvo a cargo de la evangeliza­ción de los uros de Paria (región del Poopó ). Refiere, pues, el cronista criollo de Charcas, que "a avido siempre diestros lenguarac;:es, aun más entendidos en su lengua que los mismos Uros, i an llegado los deseos de aquella conversión a escribir confesionarios, traduzir la doctrina Cristiana i predicarla en su natural idioma" (cf' de la Calancha [ 1638] 1976: 111, Cap. XXIII, 1469). No dudamos de que tales materiales pudieron haberse concretado, en forma manuscrita, más allá de los simples deseos de la orden, pero lo cierto es que se ignora por completo el paradero de los mismos 11

• Uno de tales expertos en lengua uro fue fray Luis López de Salís, más tarde obispo del Paraguay y de Quito, según nos lo refiere fray Bernardo de Torres, el historiador de la orden mercedaria: "Allí [en la provincia de Paria] con fervoroso aliento se aplicó a estudiar su lengua, que es de las más dificiles del Reino, por ser lo más della gutural y muy grosera. Trabajó en esto con incansable tesón hasta que salió perfecto lengua"

1 O No sorprendería que, desde la perspectiva de la sociedad mest iza dominante actual, alguien describiera esta última situación diciendo que los chipayas, debido al contacto con la soc iedad envolvente, ya casi han abandonado el aimara, que era su lengua natural de comunicación con el mundo exterior.

I I El pasaje, en la cita del cronista, en el que se dice que los lenguaraces resultaron más expertos en la lengua que los propios uros, sólo puede explicarse a partir del prejuicio imperante en la época, en la que se pensaba que los uros, "por ser tan brutales", ¡ni siquiera sabían hablar su propia lengual

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(cf Torres [1657) 1974: 147). En cuanto a textos redactados en el idioma, es de lamentar igualmente que el Lic. Diego de Flores, en lugar de transcribimos el himno a la virgen de Copacabana que compusiera un indio uro, según Ramos Gavilán por arte de milagro 12, nos lo haya hecho llegar en "romance" (es decir, en castellano), con sólo el comentario de que las letanías al final de cada estrofa decían <alao alao>, "que en su lengua es intergeción muy significativa, y en sumo grado dolorosa" (cf Ramos Gavilán [1621) 1988: II, Cap. XXX, 364) 13 •

Por lo demás, la expresión <ananu via que eeche>, que recoge el clérigo Bartolomé de Alvarez, en su Memorial a Felipe ll(cf Alvarez [1588) 1998: VI, Cap. 190, 109), redactado nada menos que en Aullagas, dando a entender que sería propia de la lengua uro, y que según nuestro colega y amigo Xavier Albó vendría a ser, por consiguiente, el primer registro, si bien minús­culo, de la lengua ( cf Albó 1998: XCI), debemos señalar que, en verdad, más parece tratarse de una mala lectura de la expresión quechua manuscrita amam uyanquichu 'no oigáis' 14; y, en consecuencia, fuera de la exclamación <alao, alao> rescatada del himno del anónimo de Juli, no contamos con ningún otro registro colonial escrito de la lengua.

Pues bien, admitida nuestra orfandad en materia de registro colonial de la lengua, queda por explicar el asunto de su reputada condición de ser dificilísima e imposible de escribirse. El cronista de la Calancha, en efecto, declara al respecto lo siguiente: "Su lengua [la de los uros] es la más escura, corta i bárbara de quantas tiene el Perú toda gutural, i así no se puede escribir sin gran confusión". ¿En qué medida todo ello es cierto, aun salvando la fuerte carga subjetiva y los prejuicios implícitos en el pasaje citado? Como se recordará, su mismo compañero de orden, fray Bernardo de Torres, se encargará de decimos lo contrario. No obstante ello, quitados los subjetivismos del caso, cabe preguntarse cuán complicado lingüísticamente es el uro, y concretamente su variante moderna, el chipaya. Como se verá más adelante, todo no pasó sino de una falsa impresión, prejuiciados como estaban los evangelizadores de la Colonia frente al carácter especialmente indómito de los uros 15.

12 Lo del "milagro" del himno, "hecho en puntual compostura", se probaría, según Ramos, "porque otro autor no se le halló, que en aquella tierra no avía dos que en aquella lengua lo pudieran componer, ni se halló que otra persona fuera de aquel Indio, letra, ni tonada supiese, ni aun la aprendiera (según era rudo) de otro Maestro, que de la que milagrosamente le dio entera salud" (cf Ramos, op. cit., 363).

13 Sobre la existencia real del anónimo uro, que de tullido e incapaz de aprender siquiera un par de oraciones cristianas, devino en inspirado poeta, no cabe la menor duda, pues, según el mismo histo­riador de la virgen de Copacabana, luego de haber sido objeto del milagro de poder caminar, hecho que habría ocurrido en 1587, se fue a vivir a Juli, dejando su aldehuela, "connaturalizandose" en dicho pueblo, según lo referirían también los padres de la Compañía en sus anales (ver Ramos, op. cit., 365).

14 Lo cual calza perfectamente dentro del contexto en el que se cita aquella expresión: un "fiscalejo ladino" le espetó dicha expresión a una india enferma, a quien estaba por confesar el propio Alvarez, gran amigo de garrotes y de palizas en tales menesteres, y que el clérigo no entendió, "por ser lengua que éstos solos hablan [ el uro]", aunque declara haber comprendido la respuesta de la india al fiscal diciéndole "así lo haré", "en lengua que yo lo entendí" (el Alvarez, ibídem). Ciertamente, de interpretarse la frase mencionada como quechua (pues tampoco se aviene con una lectura a partir del chipaya por lo menos), no hay duda de que el declarado enemigo de la catequización de los indios, por considerarb contraproducente, prácticamente ignoraba el quechua. De manera que esto corrobora lo que el mismo Albó sospechaba en el estudio introductorio citado: para Alvarez no sólo el uro sino también el quechua eran lenguas qu<! escapaban a su entendimiento.

I 5 Sobre la fama que se ganaron los uros como seres "brutales", obviamente como consecuencia de no ser sujetados fácilmente para tributar y ser evangelizados, se puede escribir toda una antología del

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4. Estudios lingüísticos chipayas

En la presente sección, ofreceremos un breve recuento de los estudios lingüísticos chipayas tal como éstos se han venido desarrollando hasta el presente. Para ello, efectuare­mos una periodización que tome en cuenta el estado de desarrollo de tales estudios, distin­guiendo entre una primera etapa (a), pre-lingüística, y una segunda (b), lingüística propia­mente dicha.

4.1. Dentro de la primera etapa, debemos destacar que, no obstante haber estado más alejados que los demás grupos uros respecto de su hábitat original, los chipay~s han sido los primeros en tener registrada su lengua, aun cuando dicho registro permanezca hasta ahora inédito. En efecto, fue Max Uhle, el fundador de la arqueología andina, quien en 1894, ingresando a Oruro por Talina y Lipes, tuvo noticias de la existencia del chipa ya de labios de un cura que había estado en el pueblo. Presuroso se dirige a Santa Ana, pero eran tiempos de lluvia y el río Lauca había inundado todo el territorio chipaya. Frustrado, el investigador germano no tuvo otra alternativa que quedarse en Huachacalla, donde afortunadamente encontró personas que le proporcionaron materiales léxicos de la lengua. De esta manera, Uhle recogió no solamente quince palabras, como sostiene un investigador mal infonnado, sino alrededor de doscientos vocablos, material que, como dijimos, permanece aún inédito , pero que está siendo transcrito y analizado por nosotros (cf Uhle 1894, 1895). La segunda persona que se interesa por la lengua es Arthur Posnansky, quien , aparte de ofrecemos datos etnográficos, recoge y publica, por primera vez, materiales léxicos y fraseo lógicos de la lengua, ordenados por dominios semánticos y lingüísticos (e/ Posnansky 1915, 1924). El tercer investigador que realiza trabajos de campo de manera prolongada con los chipayas (por espacio de dos meses, febrero-marzo de 1931) es el etnógrafo suizo Alfred Métraux , quien publica sus materiales tanto etnográficos como propiamente lingüísticos algunos años después (e/ Métraux 1935, 1936; cf también Pauwels 1998). Un cuarto investigador, que dejó valiosas informaciones acerca del pueblo y la lengua chipayas, como parte de sus estudios sobre los uros en general, fue Jehan Vellard (op. cit.: cap. Xlll). Breves apuntes sobre la lengua, esta vez debido al esfuerzo nacional , también los encontramos en Bacarreza (1910), que es más bien un informe sobre la realidad socioeconómica del cantón de Santa Ana. Tal es, que sepamos, todo el material lingüístico chipaya disponible hasta la primera mitad del S. XX.

En un esfuerzo objetivo por evaluar dicho material , valiosísimo sin duda alguna (tan­to desde el punto de vista estrictamente lingüístico como desde la vertiente de la literatura oral), comenzando por su venerable antigüedad, podemos señalar que éste se caracteriza, en

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escarnio, como intentó resumirlo en su momento don José Toribio Polo, en el artículo citado. Baste con mencionar aquí dos perlas. Una de ellas es el refrán que el propio de la Calancha oyó decir: "Del Indio Uro, ningún onbre esté seguro" (cf op. cit. , 1468). La otra nos la proporciona nada menos que el primer gramático aimara , el padre Ludovico Bertonio, quien registra dos significados para la voz <Vru>: (a) "Yna nacion de indios despreciados entre todos, que de ordinario son pescadores, y de menos entendimiento": y (b) " Dizen a vno que anda sucio handraJ OSO, o ~afio, Sayagues, rustico" (cf Bertonio [ 16 12] 1984: 11 , 380). Sobran los comentari os.

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términos generales, por la inseguridad de su transcripción fonético-fonológica, manifiesta en las constantes vacilaciones en que incurren los autores en la representación de un mismo elemento 16

• En efecto, para mencionar sólo un par de rasgos, tratándose de una lengua con un sistema de africadas y sibilantes rico y complejo (cf § 5.1 .1), con segmentos inusitados no sólo a la experiencia de las lenguas de Occidente sino también a las del mundo andino sureño (aunque no necesariamente central), ello no debe llamar a extrañeza, no existiendo aún por la época, además, el uso de un sistema de representación fonética internacional, como ocurre en la actualidad. Así, pues, podemos señalar que, sin excepción, los materiales lingüísticos mencionados son inevitablemente defectuosos, de tal manera que no podrían ser utilizados con provecho en tanto que no se los contraste con el habla actual, que afortunadamente sigue vigente. Gracias a dicho cotejo, el trabajo de "restitución" (cf Constenla 2001) puede verse enonnemente facilitado, permitiéndonos distinguir entre simples inexactitudes de re­gistro y verdaderos fenómenos de variación y cambio. Otro rasgo común, especialmente en los materiales de Uhle y Métraux, es el de su transcripción fonéticamente "cerrada", lo cual puede ser interpretado, dependiendo del análisis practicado, bien como un defecto de hiperanálisis, bien como una clave para "recuperar" la naturaleza fónica de los fonemas, o ambas cosas a la vez.

4.2. En la segunda etapa de los estudios lingüísticos chipayas, debemos considerar los trabajos de los lingüistas Ronald Olson y Liliane Porterie, norteamericano el primero y francesa la segunda. Miembro del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), Olson trabajó con los chipayas por espacio de diecisiete años, con algunos intervalos fuera del pueblo ( 1960-1977), mientras que Porterie, investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), pasó una larga temporada con los chipayas, entre el 12 de octubre de 1983 y el 31 de agosto de 1985.

En cuanto al primero de los investigadores, este publicó dos trabajos de índole comparatística, buscando probar, aunque sin fortuna, el parentesco "a gran distancia" entre el maya y el chipaya ( cf Olson 1964, 1965), y otro de naturaleza descriptiva, específicamente sobre la estructura silábica de la lengua (cf Olson 1967), con una propuesta igualmente discutible. Tales son, por decirlo así , los únicos estudios de corte académico publicados por el autor. Fuera de ellos, sin embargo, Olson también editó materiales de lecto-escritura chipaya (cinco cartillas), además de otros textos de apoyo, a manera de cuentos y relatos, en buena parte adaptados a la realidad del lugar. Todo ello, fuera de varios folletos de orden religioso­proselitista, con temas entresacados de la biblia, preparados como un ensayo antes de la traducción del nuevo testamento a la lengua, publicado finalmente por la Comisión de Alfa­betización y Literatura en Aymara (CALA) en 1978. Por lo demás, Olson ha preparado tam­bién un vocabulario y varios estudios analíticos de la lengua (fonología y morfosintaxis), los cuales sin embargo nunca han sido publicados en fonna definitiva, sino a lo sumo como documentos de trabajo, que han circulado de modo muy restringido, aunque pueden ser obtenidos fácilmente por el interesado. Al presente, el CEPA viene preparando una edición cuatrilingüe (chipaya-aimara-castellano-inglés) del vocabulario de Olson.

16 A esto deben agregarse, en el caso de los materiales publicados (Posnansky y Métraux), las erratas, unas veces obvias, y otras no tanto, en que incurrieron los editores de los trabajos mencionados.

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En relación con Liliane Porterie, debemos señalar que esta investigadora, que había conducido in situ un extraordinario y exhaustivo trabajo de campo, tuvo sin embargo la mala suerte de no analizar sus propios materiales, pues, aquejada de una enfermedad incurable, dejó de existir en diciembre de 1988. Hacia fines de 2001 tuvimos la ocasión de13preciar, en el local del CNRS donde se encuentran depositados, los ficheros y los cuadernos de trabajo dejados por la investigadora, con bosquejos y anotaciones que delatan el trabajo inconclu­so. Una muestra del ingente material recogido, y parcialmente analizado por la autora, fue editada por Rosaleen Howard (cf Porterie 1990). De las transcripciones, así como de los apuntes inconclusos que nos ha dejado, puede colegirse que la hoy difunta investigadora no tenía muy claros aún ni el sistema fonológico ni la morfosintaxis de la lengua 17

De esta manera, por razones de preferencia en el caso de Olson y por motivos inexo­rables de salud en el de Porterie, los estudios propiamente lingüísticos del chipaya han sido relegados hasta la fecha , y es dentro de este contexto que iniciamos el "Proyecto Chipa ya", cuyo objeto principal es precisamente cubrir el vacío mencionado. Para un adelanto de nuestras pesquisas en la materia, sujeto a revisión, pueden verse Cerrón-Palomino (2001) y Ce1Tón-Palomino (2002a), el segundo de los trabajos redactado exclusivamente a partir de las informaciones proporcionadas por Olson, es decir sin haber tenido acceso directo aún a la lengua en uso.

5. Fisonomía lingüística del chipaya

En esta sección procuraremos caracterizar, de modo general, las propiedades que tipifican al chipaya, tanto desde el punto de vista fonológico como gramatical. Para ello, creemos que la mejor manera de hacerlo es contrastándolo con el quechua y el aimara, pero también con el castellano, lenguas con las que el chipa ya está en contacto, directo o indirec­to, desde hace más de cuatro siglos y medio. Más detalles sobre la gramática de la lengua se podrán encontrar en Cerrón-Palomino (2006).

5.1. Fonología

En este punto destacaremos aspectos del consonantismo y vocalismo, así como de la estructura silábica de la lengua. Dado que no entraremos en los detalles fonéticos, los ejemplos que proporcionaremos aparecen en una transcripción fonológica práctica, que sin embargo responde al análisis fonológico ofrecido en otro lugar (ver, ahora, Cenón-Palomino 2006: cap. ll), y, naturalmente, sólo buscarán ilustrar, en cada caso, los fenómenos tratados.

5.1.1. Consonantismo

Dentro del consonantismo del chipaya hay que destacar: (1) la serie de africadas, (2) la serie de sibilantes, (3) la serie de labiovelarizadas, y ( 4) el registro de la lateral fricativa. En relación con el primer punto, llama la atención la extraordinaria riqueza en el registro de hasta

17 De paso, nuestro el " Proyecto chipaya" contempla también la edición , analizada y anotada , de los textos de tradición oral andina recopilados pacientemente por la hoy difunta investigadora.

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tres tipos de consonantes africadas, que se distribuyen en tres series, a saber: (a) simples: /ts/ (alveolar), /ch/ (palatal no-retroflexa) y /tri (palatal retroflexa), como en tsawa 'granizo menudo' , chara ' cabello' y trara 'piedra esponjosa' , respectivamente; (b) sus respectivas aspiradas: / tsh/, /chh/ y /trh/, como en tshiwi ' parcela de terreno ' , chhiwi 'pelvis' y trhikz ' peinar'; y (c) sus correspondientes glotalizadas: /ts' /, /ch' / y /tr' /, como en ts 'iru 'firme' , ch 'iwz ' helarse los sembríos ' y tr 'iwu 'vena ' . Como se sabe, el quechua y el aimara sureños sólo registran la palatal no-retrofleja /ch/, en sus tres series; sin embargo, el aimara central (hablado en la sierra de Lima) consigna también las africadas /ts/ y /tri, en sus tres series. Así también, algunas variedades del quechua norteño-central, hablado desde Cajamarca hasta Junín, registran am­bas africadas, aunque sólo en su modalidad simple. De manera que, si bien resulta impactante el sistema de africadas del chipaya, en contraste con lo que ocurre con el quechua y el aimara sureños, no lo es tanto si tomamos en cuenta las variedades congéneres centrales de estas mismas lenguas. En una palabra, sólo desde la perspectiva de las variedades sureñas del quechua y del aimara puede decirse que el chipaya resulta fonológicamente inusitado. Y, como quiera que los investigadores de esta lengua no estuvieron familiarizados con las variedades centro-norteñas del aimara y del quechua, es comprensible hasta cierto punto la dificultad con la que tropezaron a la hora de representarlos, pues no contaban con elementos lingüísticos de referencia previos. Por lo que respecta al segundo punto, llama la atención también que el chipaya registre cuatro sibilantes, aunque funcionalmente ellas se reduzcan a tres fonemas, a saber: (a) ápico-dental /z/, (b) dorsal Is/, y ( c) retroflexa /zh/. La cuarta sibilante, de naturaleza palatal ( es decir [ sh ]), es en verdad una variante de la primera. Son ejemplos: zezi 'tarde ' , sani 'telar' y zhewa ' viudo', respectivamente. Dentro del contexto de las lenguas andinas, sólo la primera sibilante resulta novedosa, pues la retroflexa no es extraña por Jo menos al quechua central. Obviamente, estas dos sibilantes, ajenas a la experiencia de las lenguas de Occidente, desorientaron a los investigadores tempranos de la lengua, quienes se muestran muy insegu­ros en cuanto a su notación. En relación con el tercer punto, o sea el registro de segmentos labiovelarizados, en efecto, el chipaya cuenta con las consonantes /k.w/, /qw/, /hw/ y /jw/, que constituyen unidades segmentales y no secuencias de consonantes, siendo por tanto fonemas completamente ajenos al quechua y al aimara. Los vocablos ofrecidos ilustran la aparición de tales segmentos: zkwerz 'ventear en distintas direcciones' , qwazi 'cuello', hwerz 'desatar' y jwarz 'romper'. Ocurre, sin embargo, que estos segmentos son de limitada distribución, y es muy probable que sean el resultado de la concurrencia del elemento oclusivo con el labial debido a la elisión de una vocal que antes los separaba; de otro lado, es de advertirse que tales segmentos se van simplificando en favor de la oclusiva de base: una palabra como *qwayqa 'nervio ' casi se pronuncia por lo general [qayqa]. Finalmente, en cuanto al cuarto punto, o sea el registro de la lateral fricativa /lj/, igualmente de distribución limitada, ella constituye un segmento enteramente novedoso dentro del conjunto de las lenguas andinas (con excepción del mochica, lengua muerta ya) , y ciertamente respecto del castellano, y se da en oposición a la IV simple, como en ljoki 'barro' frente a loki 'mucho ' .

5.1.2. Vocalisnio

Una de las notas más saltantes de esta lengua es su pentavocalismo, que la aparta nítidamente de sus vecinas quechua y aimara, aunque la coloca junto al puquina, que tam-

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bién distinguía cinco vocales. No sólo, pues, se registran /i, a, u/, sino también las medias / e, o/, y estas últimas, a diferencia de lo que ocurre en el quechua y el aimara, no sólo son meras realizaciones fonéticas de /i, u/, respectivamente, sino que tienen pleno estatuto fonológico. Así, pues, mientras que en estas lenguas andinas [ e, o] só lo se dan en contacto directo o indirecto de una consonante postvelar ( como, por ejemplo, en [ qollqe] ' plata') , en el chipaya aparecen libremente, sin estar sujetas a la presencia de una postvelar: ejemplos como los de ewu 'nuevo', chhep 'tres', owa ' rodilla' , chama ' lana' , etc ., prueban lo señala­do1 8. Pero, además, no solamente se registran vocales breves, sino también largas, exacta­mente a como ocuITÍa con el puquina. Estas, sin embargo, tienen una ocurrencia bastante restringida, y todo indica que son el producto de desarrollos propios de la lengua, cuya fuente es la compensación vocálica por desgaste de una semiconsonante. Son ejemplos: qaaz ' llorar ', trheetz 'estirar ', tshii 'uno' , tooje 'hoy', uuza 'oveja', etc. Otra particularidad que debemos mencionar en este punto, aunque se trate de un fenómeno de naturaleza puramente fonética, es la existencia de vocales sordas, hecho que le imprime a la lengua una pronunciación extrañamente susurrante, y notoriamente ajena a la experiencia lingüística de los hablantes de quechua y aimara, por no mencionar a la del hispanohablante.

5.1.3. Estructura silábica

En realidad, la estructura silábica de la lengua es bastante sencilla, muy semejante a la del quechua y del aimara, excepto por una particularidad realmente singular: el registro de grupos consonánticos en posición inicial absoluta de sílaba, y en los que el primer segmento es siempre una sibilante. De esta manera tenemos grupos iniciales como los que aparecen en los ejemplos ofrecidos: zqala ' chacra', sqara 'ingle', zhqara 'corequenque' . En esto también el chipaya muestra una similaridad con el puquina, que admitía grupos consonánticos simi­lares; sin embargo, lo que parece obvio, tras un cotejo con materiales propios de otras variedades uros (iru-wit'u y ch'imu), es que tales grupos son un desarrollo dentro de la lengua a partir de una secuencia consonante-vocal-consonante, donde la vocal fue elidida, produciéndose como consecuencia de ello el haz consonántico respectivo 19.

18 Incidentalmente, debe notarse cómo, en virtud de su pentavocalismo funcional, los hablantes de chipaya no tienen, al aprender las vocales medias del castellano, ningún problema similar al que sí enfrentan los quechua-aimara hablantes , y que se conoce con el nombre de motosidad. Es de advertirse, sin embargo, que si en la lengua encontramos préstamos castellanos del tipo risawu, proveni ente de rezago, ello se debe a que el modelo replicado delata el tamiz aimara por el que pasó previamente .

19 Como se sabe, el aimara sureño registra , de manera excepcional, un caso que muestra un grupo consonántico semejante, como resultado de la eli sión vocálica exigida por los sufijos de persona: se trata del verbosa- 'decir', cuyas formas conjugadas para la primera y segunda personas son s-tha y s­ta , respectivamente. En este caso se trata de una suerte de licencia de las reglas de estructura silábica de la lengua, la misma que se da só lo en el nivel de la palabra, como en los ejemplos vistos. Por lo demás, precisamente para evitar tales formas , el verbo está siendo relexificado en algunos dia lectos sobre la base de la forma de la tercera persona conjugada, es decir s-i; de esta manera se tienen , para la primera y segunda personas, sis-tha y sis-ta, que ya resultan fom1as más "fácilmente" pronunciables.

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5.2. Morfosintaxis

En términos morfosintácticos, el chipaya es una lengua típicamente andina, con una morfología aglutinante, en la que la estructura interna de la palabra es compleja, y con una sintaxis relativamente sencilla, con alineamiento propio de una lengua SOY, funcionalmente definida como del tipo nominativo-acusativo. Hay indicios suficientes que parecen indicar que esta propiedad morfosintáctica que caracteriza la lengua es el resultado de una suerte de ahormamiento dentro del esquema gramatical del aimara y del quechua en razón del intenso y secular contacto entre ellas. En esta sección quisiéramos destacar, más bien, algunas peculiaridades morfosintácticas del chipaya, las mismas que resultan inusitadas en relación con las del quechua y del aimara. Concretamente, llamaremos la atención sobre dos aspectos de su gramática, uno de naturaleza morfológica y otro de orden sintáctico.

5.2. J. Distinción de género

A diferencia de las lenguas andinas mayores vigentes, el chipaya codifica la distin­ción de género como categoría dentro del sustantivo. Se trata de una distinción de género más bien natural , en la que la diferencia formal del sustantivo se correlaciona directamente con el sexo del referente, sea éste masculino o femenino. En tal sentido, la lengua registra dos marcas que distinguen los nombres femeninos a partir de los masculinos, a saber: -i y -a. La primera tiene una función estrictamente clasificatoria, es decir léxica (permite distinguir entre nombres masculinos y femeni nos), a la par que la segunda desempeña una función más bien morfosintáctica. Seguidamente, ilustraremos la manera en que opera tal distinción .

5.2.11. El género como marca léxica Los ejemplos ofrecidos ilustran la distinción de género de orden léxico:

uza 'niño' uz 'niña' p1zu 'varón' pIZ 'hembra' zhoñi 'hombre' zhoñ 'mujer' zhewa 'viudo' zhew 'viuda ' aznu 'burro' azn-i ' burra ' wallpa 'gallo ' wallp-i 'gallina ' uuza 'camero' uuz-i 'oveja'

donde puede verse que la marca-i codifica, en forma abierta, el femenino, siempre y cuando el sufijo esté precedido de dos consonantes o de una vocal larga, pues en caso contrario, o sea cuando va antecedido de una sola consonante o de una vocal breve, la marca es elidida. Es decir, en los cuatro primeros ejemplos hay que postular formas abstractas del tipo uz-i, piz-i, zhoñ-i y zhew-i, respectivamente. En cualquier caso, sin embargo, las formas femeninas se t1Jxionan a partir de las masculinas, como en: uza-i ? uz-i? uz, aznu-i ? azn-i, donde el sufijo exige caída de la vocal radical. Nótese, sin embargo, que la supresión de -i no se da en ciertos nombres propios, por razones pragmáticas, pues de lo contrario se crearía ambigüedades: de este modo, al lado de Huwan-i 'Juana', luwis-i 'Luisa', Manuwil-i 'Manuela',

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etc., tenemos Sar 'Sara', Mari y 'María ', etc. Advié11ase, as imismo, que los seres inanimados, pero que por razones culturales tienen sexo, se rigen por las mismas reglas; de este modo , se tienen, por ejemplo: kuru 'cerro macho', quta 'laguna macho', versus kur 'cerro hembra ' y qut 'laguna hembra', respectivamente. Nótese, finalmente, que en el caso de los sustantivos no-humanos, así como en el de los inanimados, la distinción de género se neutraliza en el masculino, a menos que el hablante quiera resaltar el sexo, natural o cultural, del referente. De manera que, por ejemplo, en un relato, sólo cuando se quiera destacar que el zorro (qiti) o el pinzón (zqayta) eran en verdad hembras se dirá qit y zqayt-i, respectivamente.

5.2.12. El género en función morfológica Como se adelantó, la marca gramatical respectiva es -a, la misma qúe también exige

caída de la vocal radical o temática. Ella se da tanto en el sistema pronominal como dentro del sistema de casos. Véase, en primer lugar, el paradigma pronominal:

tii ' éste' ni( 'ése' tshii ' uno '

taa naa tshaa

'ésta' 'ésa' ' una '

donde, como se dijo, las formas femeninas se fl ex ionan a partir de las masculinas, mediante procesos de contracción y asimilación vocálicas; es decir, postulamos los siguien­tes procesos: tii-a ? taa, nii-a ? naa y tshii-a ? tshaa, respectivamente.

En el sistema de casos, el chipaya hace di stinción de género en las terceras personas del genitivo, el dativo, el benefactivo y el comitativo. En este caso, el masculino tiene su propia marca, que es -zh, la misma que se opone a -a, como lo ilustran los siguientes ejemplos:

Pir-zh qhuya Huwan-a qhuya Pir-zh-kiz t' anta Huwan-a-kiz !'anta Pir-zh-ta-japa Huwan-a-ta-japa Pir-zh-tan( a) Huwan-a-tan( a)

'casa de Pedro' 'casa de Juana ' 'pan a Pedro' 'pan a Juana ' 'para Pedro' 'para Juana' 'con Pedro ' 'con Juana'

(GEN mase.) (GENfem.) (01 mase .) (01 fem.) (BEN mase.) (BENfem.) COM mase.) (COMfein.)

Ello no ocurre, sin embargo, en el comparativo, ya que, en este caso, la marca no exige distinción de género. Así, se tienen indistintamente: Piru-ki Hilimin-zhta-qaz(a) 'Pedro es como Filemón nornás', am mat-ki Wirunik-zhta-qaz(a) 'tu hija es corno Verónica nomás ' , donde la marca -zhta no supone mareamiento de género para el modelo de la comparación.

5.2.2. Concordancia de sujeto

Otra de las notas idiosincráticas del chipaya es el empleo de marcas que hacen refe­rencia al sujeto de la oración. En virtud de este procedimiento, el elemento focal izado de la oración recibe una marca que se corresponde con el sujeto de la misma. Se trata, como se ve,

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de un procedimiento gramatical completamente extraño al quechua y al aimara. Los ejemplos ofrecidos ilustran el funcionamiento de la marca de concordancia de sujeto :

wer zum alkanti-1 khiy-a-tra am zum alkanti-m khiy-a-ki-tra nii zum alkanti-zh khiy-a-ki-tra naa zum alkanti-1 khiy-a-ki-tra

'yo seré buen alcalde' 'tú serás buen alcalde' 'el será buen alcalde' 'ella será buena alcaldesa'

donde -1, -m, -zh hacen referencia a la primera, segunda y tercera personas, respecti­vamente. Nótese cómo, para la tercera persona femenina, se echa mano de la misma marca que la de la primera. El carácter relievador de tales sufijos se puede mostrar en los siguientes ejemplos:

wer-ki-1 zum alkanti khiy-a-tra am-ki--m zum alkanti khiy-a-ki-tra nii-ki-zh zum alkanti khiy-a-ki-tra naa-ki-1 zum alkanti khiy-a-ki-tra

'yo seré buen alcalde' 'tú serás buen alcalde' 'él será bien alcalde' 'ella será buena alcaldesa'

donde la marca concordante de sujeto, aparece ahora enfocando a éste, tras el marca­dor de tópico, cuya forma es -ki. Una de las particularidades en el empleo de la marca de concordancia es que ésta no suele darse normalmente en las formas del presente habitual. De esta manera, mientras que las oraciones de (a) son perfectamente aceptables, las de (b) resultan menos usuales :

(a) wer-ki t'anta-1 lul-u-tra am-ki t'anta-m lul-tra nii-ki t'anta-zh lul-at-tra nna-ki t'anta-/ lul-at-tra

(b) wer-ki t'anta-1 lul-in-tra am-ki t'anta-m lul-ñ-am-tra nii-ki t'anta-zh lul-ñi-tra naa-ki t'anta-1 lul-in-tra

'yo estoy comiendo pan' 'tú estás comiendo pan' 'él estaba comiendo pan' 'ella está comiendo pan'

'yo suelo comer pan' 'tú sueles comer pan' 'él suele comer pan' 'el la suele comer pan'

En el segundo caso, las oraciones afianzan su aceptabilidad con sólo suprimir las marcas concordantes, obligatorias en el primero; por lo demás, aquí, como en el anterior, tales marcas buscan destacar el objeto afectado por el sujeto de la oración.

6. Aimarización

En la sección inicial del presente ensayo dejamos dicho que, en general, las variedades del uru fueron desapareciendo absorbidas por el aimara y el quechua, luego de la aimarización y quechuización de sus hablantes. En dicho proceso de intenso bilingüismo, sustractivo las más de las veces, pero también estable en otras, el idioma local fue aproximando sus estructu-

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ras a las de las otras lenguas, y, como resultado de ello, comparte con ellas muchos rasgos en común, en todos los niveles de su gramática. El chipaya no podía sustraerse a dicha tenden­cia, aunque, en este caso, gracias a la lealtad idiomática de sus hablantes, logró sobrevivir un largo período de bilingüismo estable20

. Y, si bien en la década del treinta de\ siglo pasado Métraux consideraba inminente su extinción, hoy la situación parece haberse revertido, de suerte que es más bien el castellano, no ya el aimara, la lengua que podría suplantarlo.

Ahora bien, como resultado de la hegemonía previa del aimara sobre el chipaya, la lengua ha asimilado no solamente un buen porcentaje del léxico de aquél, lo cual ciertamente no sorprende, sino que también, de manera más interesante, ha adquirido elementos grama­ticales (sufijos flexivos, derivativos e independientes), pautas fonológicas (procesos de contracción vocálica), y estrategias sintácticas (subordinación) propias de la lengua domi­nante . Todo ello, sin embargo, al lado de la preservación reacia de su fisonomía lingüística, hecho que se manifiesta en la persistencia de rasgos propios reñidos con los del aimara, algunos de los cuales (género y concordancia de sujeto) fueron señalados en las secciones precedentes.

7. Inteligibilidad iru-wit'u-chipaya

Sostenía Uhle, el iniciador de los estudios de la lengua, que "el idioma de [los chipayas] casi no difiere del que se habla todavía en Iruito" (cf Uhle 1922: 8). Sin embargo, se ha llegado a sostener que tales variedades serían, en verdad, lenguas diferentes, y, por consiguiente ininteligibles entre sí (cf Torero 1992). En efecto, Torero pone en duda el testimonio ofrecido por Wachtel ( 1990: I, cap. VI, 280), según el cual el etnógrafo francés habría propiciado un encuentro feliz entre chipayas e iru-wit'us, que habrían entablado un diálogo, luego de superar algunas dificultades iniciales, hablando cada uno en su propia variedad, cuando en verdad se habrían limitado a conversar empleando el aimara como lengua de relación. Lo cierto, sin embargo, es que no faltan testimonios similares a los ofrecidos por Wachtel. Uno de ellos nos lo proporciona Ban-ientos Ignacio (1990: 20-22), autor de una monografia sobre los chipayas, quien refiere que Olson había propiciado un diálogo semejante entre ambos grupos en la década del sesenta, y en este caso, nadie podrá dudar del conocimiento que el investigador norteamericano tenía por lo menos del chipaya. Fuera de ello, contamos tam­bién con el testimonio de Germán Lázaro21, uno de nuestros asesores en la lengua, quien nos refiere el encuentro que sostuvieron en la década del noventa, en el pueblo de Chipaya, con delegados procedentes de lru-wit'u, y con los cuales, aunque tenían diferencias, se podían entender. Como se puede apreciar, la coincidencia entre tales testimonios es demasiada como para desconfiar de los mismos, de manera que debe haber un fondo de verdad en todo ello. Por lo demás, no es dificil imaginar que, en cualquier caso, no se trataría de un diálogo fluido

20 A un cierto tipo de bilingüismo estable se refería seguramente el agustino de la Calancha, en la segunda mitad del S. XVI, cuando observa que muchos "destos Indios hablan la lengua Aymará asi general en aquellas Provincias; pero ablanla estos Uros quando les conviene, i muestran ignorarla quando les importa" (cf de la Calancha, op. cit., 1469).

21 A quien citamos en nuestro epígrafe, cuya traducción es: "Así entonces, el padre imwin1 , de edad avanzada, habló muy bien la lengua chipaya; la habló un buen rato".

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sino más bien interferido de vacíos y desencuentros que conceptuamos como resultado no tanto de la distancia estructural entre ambos dialectos sino de la falta de práctica en el uso de la lengua por parte de los iru-wit'us, cuyo idioma predominante hace ya tiempo que dejó de ser el uru .

8. A manera de resumen

En las secciones precedentes hemos buscado ofrecer, de manera general, una carac­terización rápida del chipaya. Desaparecidas las variedades capillo y ch'imu, que todavía se hablaban hasta mediados del siglo pasado en la parte peruana del gran lago, habiéndose igualmente extinguido el uru murato del lago menor de Poopó hacia la misma época, y estando en vías de extinción irreversible el uru de lru-wit'u, queda el chipaya como la única variedad sobreviviente de una familia lingüística otrora ampliamente difundida a lo largo del eje acuático Titicaca-Poopó. El sometimiento y la marginación del pueblo chipa ya por parte de los aimaras han sido, sin duda alguna, los factores que contribuyeron a neutralizar la tendencia hacia su inevitable extinción por aimarización, tal como ocurrió con sus vecinos muratos22

Desde el punto de vista de su estudio, si bien hasta hace poco parecía irremediable abordar esta lengua únicamente a través de los materiales existentes, y que fueron reseñados en § 2, como ocurre cuando queremos averiguar algo acerca del ch 'imu, para el cual apenas contamos con listas de palabras y algunos fragmentos de gramática proporcionados por Lehmann (1929), gracias al trabajo de campo que venimos efectuando, asesorados por los propios hablantes de la lengua, nos es posible ahora no solamente describirla de manera directa sino también, en función de ello, hacer uso provechoso, previo control y examen interno, de los valiosos materiales dejados por quienes nos precedieron en el intento por consignarla y estudiarla. De esta manera, las generaciones chipayas del futuro no nos echa­rán en cara la negligencia y el descuido que nosotros les achacamos a nuestros predeceso­res por haber dejado escapar de sus manos la posibilidad de registrar y estudiar las otras variedades del uru hoy extintas. Después de todo , como sabemos, la extinción de una lengua no sólo significa la desaparición de la cultura que la subyace, sino también la pérdida de una visión especialmente rica y sui generis del universo.

Finalmente, ¿qué debemos decir de la tan mentada dificultad de la lengua, de "esca­brosa pronunciación"? En verdad, según hemos procurado demostrarlo, ella no pasa de ser un mito . Toda lengua es más o menos dificil, según la experiencia que uno haya tenido con ella en su aprendizaje. Acostumbrados mal que bien como estaban los evangelizadores a tratar con el quechua y el aimara, toda otra lengua les parecía "oscura" y "bárbara", propia de

22 Oigamos lo que nos decía al respecto en fecha temprana el despechado clérigo Alvarez: "Yo vi habrá cinco años [ ... ] los de Chipaya, que decían que no conocían amo, que no querían pagar tasa y debían cinco tercios; decían que no tenían rey y que, si su cura iba a su pueblo, lo habían de ahogar en el río" (el Alvarez,\op. cit .. cap. XX , 399). El arrinconamiento de los chipayas por parte de los ai maras a zonas más inhóspitas y estéril es se convirtió en arma eficiente para exacerbar su autoafirmación étnica. Aun así, no es de extrañar que hubi era momentos en los cuales la lealtad lingüística chipaya flaqueara. Posnansky ( 19 15: 3) refiere que sus entrevistados exclamaban: "queremos olvidar nuestra lengua y hablar aimara".

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gente "sin policía", que en buen castellano debe entenderse como no sujeta a la autoridad política y religiosa de entonces. De manera que todo no pasaba de ser puro prejuicio; de allí que, mientras que a los españoles la pronunciación de la lengua les parecía "gutural y desabrida", al conocido etnógrafo Vellard, quien escribiera brillantes y entusiastas páginas sobre los urus, le parecía una de las más dulces que en su vida había escuchado (cf Vellard, op. cit.: cap. V, 100).

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Rodolfo Cerrón-Palomino Pontificia Universidad Católica del Perú

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Mapa 1. Ubicación del cantón de Chipaya en el departamento de Oruro. Fuente: Wachtel , 1990

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Revista Andina