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D E L A R E G E N C I A D E L A S E S P A D A S

SOBRE CESACION EN E L MANDO D EL QUARTO EX ER CITO

y C A PITA N IA G ENERAL DE LAS ANDALUCIAS DEL E X ­

CELENTISIM O SEKoR d o n FRANCISCO BALLESTEROS.

CADIZ i EN LA IMPRENTA EEAL: 1813.

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I m_/a separación del Teniente G eneral D . Francisco B a­

llesteros del mando del quarto E xército, y Capitanía G en e­ral de las A n d alu cías, por la causa extraordinaria que la ha ' rod u cid o, y las circunstancias particulares que la han acompañado, es uno de aquellos acaecim ientos, que por su importancia y trascendencia llaman á sí la atenciorí de una N ación. L a carta que este G eneral dirigió al G o b ier­no con fecha de 23 de O ctubre último , y que hizo im pri­mir y esparcir por todas p artes, puso en todas ellas en e x ­pectación al píiblico, y en aquella desagradable inquietud que“ causa en los ánimos un hecho de semejante naturale­za. La pronta resolución del G o b iern o , y las providencias decididas con que aseguró su execu cio n , disiparon en bre­ve todo tem or , y conservaron el orden y la tranquilidad publica, que por un momento se v io amenazada. E n efec­to , era m uy profunda la sensación , y debia producir la agitación mas amarga la idea de un G eneral que á la ca­beza de las tropas que se le habían confiado para arrojar al enemigo de nuestro territo rio , se negaba á obedecer al Gobierno de la N ación , y hasta llegaba á amenazarle con sus ulteriores disposiciones. P or otro lado , la idea ventajosa que mantenia la m ayor parte del p u b lico , parti­cularmente los habitantes de los pueblos de Andalucía, que habian estado baxo la dominación francesa, del v a ­lor é intrepidez de este G e n e ra l, el afecto que le ha­bian grangeado entre los mismos las victorias publicadas en sus oficios al Gobierno , y por otros medios que enea-

' recian su fama , formaban un contraste, de qu e pudieran derivarse conseqüencias m u y fatales en otra N ación de ca­rácter menos solido y decidido que la española. Pero el p uebla español, el mas sensato y juicioso de la tierra, así como le concedió su aprecio , le prodigó sus honores , y

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( í )celebró sus triunfos, en tanto como los estimaba favora­bles y dirigidos á su lib ertad , el mismo pueblo , desde el momento que notó atentaba á e lla , negando su obediencia á la suprema legítim a autoridad de la N ación , minando asHel principal cimiento del Estado , y los principios fun­damentales de toda sociedad , convirtió su aprecio en in­dignación, y sus alabanzas en imprecaciones. E l noble sol­dado español, que á su la d o , y baxo sus órdenes, se ba­tió gustosa y bizarramente con los enem igos, derramó su sangre , y expuso repetidas veces su vida quando se trata­ba *de libertar á su patria, vió separar con indiferencia á uii G e n era l, áq u ien antes apreciaba por su valor, luego que presumió pudiera emplearlos de instrumentos para su es­clavitud.

L a N ación , p u e s , tiene un derecho á ser enterada exactamente de este acontecimiento. E l asunto principal le es conocido ; pero ignora hechos, circunstancias y an­tecedentes , que tienen una relación íntima con este suce­so', y que les son desconocidos del to d o , ó de que tiene una idea confusa ó equivocada : y el Gobierno tiene la m ayor complacencia en poder informarla en materias que tanto la interesan, libre ya de los motivós que hasta aho­ra le obligaban á la reserva. Para ello ha creído conve­niente manifestar las disposiciones y sistema que ha ob­servado con respecto á este G e n e ra l, y las contestaciones y conducta de este en los negocios importantes que han tenido lugar durante el tiem po de su mando en G e fe del quarto exército. L a N ación se halla instruida de sus accio­nes militares por sus partes m ism os, que se han dado al público en las G azetas m inisteriales, y han corrido por todas partes : sus victorias él mismo las ha escrito , nadie las Jia desfigurado ; y el G obierno jamas trató de dismi- m iirle el concepto que le grangeaban sus proclamas y sus ponderados triu n fo s, por el bien que resultaba á la Patria del entusiasmo de los pueblos ocupados por el enemigo , y los auxilios con que gustosamente contribuían los libres. P e io en el día que no existea estos m otivos, es tiempo de

( 3 ) .que el público se instruya también de lo que esta G efte- r a l , pudiendo y debiendo , dexó de hacer en favor de nuestra causa, y de los males que ha ocasionado con su voluntariedad, y falta de cooperacion y de cumplimiento á las ordenes superiores, en los momentos nías críticos é im­portantes de esta guerra. Así la N a c ió n , al mismo tiem­po de ser enteí’ada de la justicia con que ha sido separa­do del mando por su notoria desobediencia , podrá tam­bién fixar su opinion acerca de su conducta .y servicios anteriores.

Quando en 22 de Enero de este año se encargó á la actual Regencia^ el gobierno de la M onarquía , se hallaba el G eneral Ballesteros en el Cam po de G ibraltar con el mando de una división del quarto exército. E l Consejo de ilegencia anterior acababa de comunicarle la orden de pasar á mandar el segundo y tercero , con las mismas fa­cultades que llevó el Capitan G eneral D . Joaquin B lake, y llevando consigo la división Asturiana de su antiguo n:ando , en vista de la situación y ocurrencias militares del R eyn o de Valencia. L a nueva R egencia , dos de cu­yos individuos hablan asistido como G enerales á la junta que se habia convocado, y en que se acordó su nombra­m iento , le reiteró la órden el dia mismo de su instala­ción , manifestándole la confianza que tenia depositada en su persona para lograr el que se repusiesen , con su m u­cho zelo y actividad , las fuerzas de aquel distrito ; para lo q u a l, no solo le autorizaba ampliamente en sus faculta­des , sino que le sostendría y auxiliaría con los medios ne­cesarios. É l G eneral B allesteros, con fecha de 24 , con­testo que el trabajo que habia tenido de organizar y sis­temar provincias y formar exdrcitos, añadido á las fati­gas que le habia ocasionado sxi actual m ando, en que ha­bia formado el exército mas hermoso que habia muchos años tema la N ación , habían acabado con su salud , lo que le imposibilitaba de llenar las intenciones del G obierno en el nuevo destino que se le d aba, pues sus ach 'ques sola­mente podían perm itirle ei mando de exércitos organiza­

do3 , en donde no queda mas que atender que a la parre de la guerra , y á dar mas influencia y vigor á la discipli­na y m ovilidad que constituyen un exército de maniobra; que por lo tanto estaba imposibilitado de marchar adon­de se le prevenia, y devolvia todas las órdenes que se le habian remitido para los G efes y Autoridades de las P ro ­vincias de Levante. E n vista de esto hubo que nombrar en su lugar á otro G eneral que fuese á aquel destino.

Acababa de vacar e l mando del quarto exército , y la Capitanía G eneral de las Andalucía?, por haber sido nombrado R egente el C on de del A bisbal; y la Regencia, con fecha de 28 del mismo E n e ro , confirió ambos man­dos al G eneral B allesteros; é hizo al mismo tiem po tras­ladar á su inmediación el QuarteL general del exército que se hallaba en la Isla de León. A q u e l G eneral tenia entonces á sus órdenes la división de su antiguo mando, con que pasó al Cam po desde el Condado de N ieb la ; las tropas del G eneral B eg in es, que encontró allí en número de quatro m il trescientos hombres y seiscientos cincuen­ta caballos, y ademas se le habiareforzado en O ctubre y N oviem bre con tres mil seiscientos hombres y ciento veinte Caballos.

E l G obierno deseaba emplear activam ente todas las fuerzas de que podia disponer, despuesde dexar cubier­tas las líneas de C ád iz con la absolutamente indispensa­ble: con este objeto, en el siguiente F ebrero , sacó de la Is la , y remitió á aquel G eneral, cerca de quatro mil hom­bres y quatrocientos caballos; y con el mismo fin pasó en el mes de M arzo á incorporársele desde C e u ta el R e g i­miento de Ordenes M ilitares con mas de m il plazas. T o ­das estas tropas vestidas y armadas.

A l mismo tiempo que la R egencia remitia á las órde­nes de aquel G eneral todas las fuerzas, y le auxiliaba con todos los recursos de que podia disponer, le comunicaba todas las noticias que recibia de -los movimientos de los otros exércitos , y le indicaba algunas operaciones que podian emprenderse , pero sin prefixárselas , dexando

siempre á su arbitrio el modo de iiacer la guerra, como lo ha verificado. E n todo el tiempo de su mando dos veces únicas se le previno terminantemente executar una opera­ción : la una en el mes de A b r il , para que viniese á ata­car la línea del bloqueo de C ád iz ; la otra en Setiembre, para que fuese á ocupar la Sierra de Alcaraz.

E n el mes de M arzo , con presencia de la situación, fuerza y movimientos , tanto de los exércitos aliados, como de los enem igos, se le indicaron varios movimientos que podía executar con el su yo, á fin de cooperar con los que los aliados executaban por Extrem adura , manifestán­dole merecía la preferencia en la consideración del G o ­bierno , el que presentaba mas proporciones de poder aprovechar de la primera ocasion favorable para empren­der algo decisivo contra los sitiadores de C ád iz ; para lo que podría contar con el auxilio de las tropas de la Is­la , que contribuirían á la operación, atacando por Santí- P e t r i , y dexando á su discreción la forma y el momento de executarlo : seguidamente se le avisó de los movimien­tos de los enemigos de la lín e a , que habían pasado seis mil hombres de Chíclana y P u erto -R eal al P uerto de Santa M aría ; y posteriormente que la fuerza de la línea enem iga se hallaba reducida á cinco mil h om bres, y un batallón con algunos caballos, que ocupaba á V e g e r : que habían sacado los hospitales, y parte de sus almacenes de Chíclana , P uerto-R eal y Santa M a ría , y llevádolos á X e re z ; y que el C on de de Penne y Brigadier M orillo se hallaban y a con sus divisiones en el Condado de N ie ­bla : que en la Isla estaban preparados de cinco á seís mil hombres de tropas nacionales y a liadas, y hasta tres­cientos caballos, prontos para o p erar; ya fuese atravesan­do e l rio de S an tí-P etri, ó y a desembarcando en la costa, según los puntos que conviniese atacar,- para lo que todo estaba p reven ido; y se le rem itió-copia de lo que el G e ­neral del quinto exército avisaba de los movimientos de tropas en Extrem adura.

E l G eneral Ballesteros no encontró conveniente aque-2

, . ( , olia operacion , y se d irigió á U trera en principios de A b ril; de donde habiendo sabido la toma de Badajoz por los a liados, verificó su retirada.

Y a en este caso, y con las noticias que e l G o b ier­no tenia, se le dixo en 15 de aquel m es, que no te­niendo otras tropas enemigas que combatir que las de la división C ou rroux , que estaba sobre e l G uadalete, si el Mariscal Soult no habia destacado otras de conside­ración en su seguimiento , tratase de atacar seriamente por la espalda á los sitiadores de C á d iz , supuesto que habia sabido despreciar las primeras en su atrevida m ar­cha hácia S ev illa , y que la división del C oronel sola contenia á las de M álaga ; pudiendo contar para cooperar á esta empresa con ocho mil in fan tes, trescientos caba­llos y d’oce piezas de artillería, entre tropas españolas y aliadas de la Isla, que operarían como conviniese, con­tra la izquierda y centro del enem igo; *que esta era la voluntad d el G obierno, y qwe no dudaba tomaría todas las medidas que le dictaran su conocido zelo y actividad para verificar tan importante em p resa, que al mismo tiem po que le llenaría de g lo r ia , proporcionaría venta­jas incalculables á la N ación.

A los dos dias se recibió un oficio su yo , fecha d el9 desde Puerto-Serrano , en que decía ser su intención obrar por la parte de M á la g a ; en el mismo día se le en­teró de lo que en el 1 5 se le había d ic h o , y se le pre­vino entonces term inantem ente, que reuniendo todas sus fu e rza s , viniese á atacar la retaguardia de la línea ene- m iga para desbaratarla, y obligar á los enemigos á su abandono, contando para ello con las tropas y demas recursos de estos puntos, de que y a se le había dado conocimiento : que avisase sin pérdida de tiem po del re ­cibo de la órd en , y de quedar tomando las disposicio­nes convenientes á un intento tan interesante; y que c o ­municase las señales que manifestasen sin equivocación su reñ id a, momento del ataque , y demas oportuno.

D ispuestas y distribuidas qual correspondía para la

r ^ 7 )operación todas las fuerzas de mar y tierra de estos p untos, y preparados todos los auxilios que estos pro­porcionaban, se aguardaba por instantes el momeiito de la í.ccion; y en esta situación se mantuvo todo hasta e l IT de M a y o , en.que e recibió la contestación de aquel G eneral con fecha del -29 anterior en Yunquera. D e ­cía en e lla , que quando habia recibido la órden del 15 estaba replegando sus divisiones sobre la montaña , por haber destacado Soult contra é l una división de infante­r ía , caballería y 'a r t ille r ía , y hallarse con fuerzas insufi­cientes para vencer las del enemigo. Q ue sus tropas no eran capaces de executar con buen éxito el ataque á la lín ea de C ád iz , cuya vprdad le habia demostrado la e x ­periencia de haber atacado muchas veces puntos fortifi • cados de poca consideración, pues no estaban en dispo­sición para empresas de tal naturaleza; para lo que ade­mas carecia de artillería y caballería.

A esta respuesta inesperada, solo se le contestó que quando se habia resuelto el ataque de la línea no fue contando con solo las fuerzas de su m ando, sino con ocho mil infantes, trescientos caballos y doce piezas de artillería que habrian atacado el flanco izquierdo de los enem igos; que siendo sus tropas tan bizarras, no podia convencerse la R egencia de que no estuvieran en dispo­sición de una operacion sem ejante; y que quando habia determinado y prevenido el movimiento , estaba medita­d o con toda detención y bien combinado. A l fin la oca­sion se p asó , las circunstancias variaron, y todo se qued® como ántes estaba.

C o n fecha del dia siguiente al de su anterior oficio remitió otro circunstanciado de los movimientos que ha­bia executado desde su marcha á U tre ra , con los que de­cía se habia hecho dueño de casi todo el R eyn o de Sevilla , y de no pequeña parte del de C órdoba; que habiendo -variado su plan por la notída de la toma de B adajoz, y la que le dió el C on de de Penne de no po- d c í continuar las operaciones concertadas, habia empren­

dido otro n u e v o , que correspondiendo fielmente á sus esperanzas, habia ofrecido á la N ación un nuevo testimo­nio del valor, constancia y disciplina de sus tro p a s, é in- cluia los detalles de las acciones de Alora y Osuna , p u ­blicadas ya en las G azetas. Se le contestó á este oficio en términos m uy satisfactorios; y como manifestaba conside­raba acreedores á obtener letras de servicio á los briga­dieres D . D ie g o C la rk e y D . G uillerm o L ib esay, se le dixo igualmente habérselas la R egencia concedido.

D esd e que la R egencia se habia encargado d el G o ­bierno de la N a c ió n , em pezó á recibir representaciones ile varios ind ivid uos, qu e'se quejaban de arbitrariedades, tropelías y trato indecoroso que decian haber experim en­tado del G en eral Ballesteros. Conprehendia e l G obierno que en las apuradas circunstancias en que á veces se ha­lla un G en era l, no es extraño que no siem. re pueda su- jetarsé al órden rigoroso , y conservar lá moderación que debe caracterizar al hombre consriLuido en un mando su­p erior; y por otra parte,, que podia haber exageración, y aun falta de buena intención en alguna de las acusacio­nes; por le que no tomó providencias positivas, y solo tra­tó de evitarlas por órdenes generales. Pero las quejas se repetían, y sé multiplicaban diariamente.. Los Alcaldes-de los pueblos de la Sierra, llamados á S. R o q u e , puestos en la cárcel, y tratados con desprecio é ignom inia, e l A l ­calde m ayor d e 'X im e n a llevado al castillo d® Castelar, y arrestado ocho dias, con prevención de que hiciese- Ja fatiga de so ldado-ó de peón dfe -albañil; íos'Alcaldd^s, el C u ra,, e l Beneficiado, los Eclesiásticos y hásta los ancia­nos de G ausin conducidos á pie en dos filas á Xim ena sin co m er, y con e l mayor escándalo : los diputados de caba­llería de S. R o qu e conducidos á media noche a l 'C a s ti l lo de G au sin , donde aun subsistían presos: e l Arcediano de V e le z ,. G obérnador del ObiSpadó^ de M álag a , conduci­do á pie con escolta desdé el pueblo de su residen­cia al quartel g e n e ra l: '¿l Comand-ante de C ruzad a pre­so y maltratado por aquel G e n e ra l, despues de no- lia-

( 9 > .b e rk protegido , como se le tenia prevenido •, conclu -

yendo con deshacerla, sin dar conocimiento de ello a G obierno que la habia mandado form ar; otros muchos en fin , que se quejaban de injusticia y mal trato , decidieron á la Regencia á hacerle los cargos y reconvenciones o.ior- tunas; y con fecha de 29 de M a yo , usando de la m ayor consideración y decoro á su autoridad, se le rem itió, reser­vadam ente, una relación de los cargos que le resultaban en vista de las representaciones y quejas que se habían re­cibido , á fin de que expresase los causales que habia te­nido para aquellos procedim ientos; omitiendo en ob se­quio de la disciplina militar las muchas quejas de G efes y Oficiales del mejor concepto. E l G obierno vio por uno de los papeles públicos de esta C iu d a d , que se le presen­t ó , una disposición del G eneral Ballesteros, dada sin su conocimiento , aprobación ni previo aviso , perm itiendo la libre introducción p5r Algeciras de harinas y com esti­bles en los paises ocupados por el enem igo, en contra dia­metralmente á lo dispuesto por e l G obierno en 2 de F e ­brero; y posteriorm ente, despues de un maduro examen, del estado de la N ación y de la guerra. Se habia prohibi­do la creación de cuerpos nuevos de tropas, como reque­ría el arreglo que se estaba haciendo de los exércitos, pues era excesivo el numero de los que habia, y se hallaban sin fuerzas; y aquel G eneral creó dos» uno de Infantería con la denominación de H o y a de M álaga, y otro de Caballería con la de Húsares de id e m , sin pedir perm iso, ni dar la menor noticia. Estas y otras disposiciones, tanto guber­nativas como administrativas, debilitaban ó inutilizaban las medidas políticas y militares adoptadas por la R e g e n ­cia. Y por lo ta n to , en dicha fecha del 29 se le reconve­nía por esta arbitrariedad y falta de su ecion á las dispo­siciones del G ob iern o , que nada podria hacer si cada uno obrase según su antojo. A estos cargos ni á los ante­riores nada contestó entonces ni despues.

T u v o lugar en aquellos dias la desgraciada acción de Bornos; y la R egen cia , considerando la baxa que habia

( l o )sufrido su e x e rc ito , hizo sacar de la I s la , y le remitió inmediatamente á Tarifa en su reem plazo, el Regim iento com pleto de Ciudad-R eal. E n el mes de Ju lio hizo una excursión hacia M álaga: los enemigos quisieron apr®ve- charse de esta oportunidad para destruir ó desconcertar su e x é rc ito ; y al intento destacaron con celeridad las tro­pas disponibles del frente de C á d iz , y le cortaron la re­tirada, ocupando con fuerzas suficientes el Cam po de G i­braltar', su principal posicion. Q u ed ó así aislado entre los varios cuerpos enemigos que podían venir sobre é l ; y cortada la comunicación con aquella p laza, privado del abrigo de sus fu eg o s, á que se habia refugiado en otras -ocasiones, y con lo que habia conseguido conservar su exército. E l G ob iern o , en el momento que tuvo noticia de su m ovim iento y del de los en em igos, y conociendo e l riesgo inminente en que iba encontrarse, dispuso una expedición de mas de tres m il hombres al mando del M ariscal de Cam po D . Juan de la C ru z M ourgeon , que desembarcó en T arifa , y unida con las tropas que ha­bían quedado en aquel p u n to , se dirigieron á flanquear la división enemiga del C a m p o , la que no pudiendo así operar ni mantenerse en aquella posicion , se v ió obli­gada á abandonarla, y retirarse ; como lo verificó la del G eneral C ru z á la Is la , luego que e l G eneral Balleste­ros quedó en sus antiguas posiciones, y le manifestó no necesitarla.

En principios de A g o sto , sabida la memorable v icto­ria de Salamanca, y la reunión de troj as que hacia Soult sobre el G u a d a lq u iv ir , al N orte de S ev illa , y en las Sier­ras occidentales de los P ed roch es, que hacían presumir pudiese intentar algo contra la E xtrem adura, con objeto de distraer la atención de! D u q u e de C iud ad-R od rigo, dispuso el Gobierno para im pedirlo enviar al Condado de N ieb la una división de cinco m il hombres al mando del G eneral C ru z M o u rgeo n , q u e , unidos con la T ropa que allí habia, amenazasen la retaguardia de S o u lt, y aun ¿ S e v illa , si se separase demasiado de aquella C iu d a d ; y

( “ )con el mismo objeto de llamar la atención del enemigo, dando conocimiento de esta expedición al G eneral Balles­tero s, se le previno se pusiese en movimiento con todas las tropas disponibles que tuviera, dexan-lo á su arbitrio e l amenazar la espalda de las hneas del frente de C ád iz, ó penetrar há iia Sevilla. Ballesteros, con fecha dcl lo desde C asares, contestó haria quanto estuviese de su par­te , y que elegía la dirección sobre Sevilla.

C o n fecha de 21 se le d íx o , que por los indiciot que se tenían, era m:is que presumible que el exércíto de Soult pensaba abandonar las Andalucías; que por lo tan­to suspendiese el movimiento proyectado sobre Sevilla; que reuniese sus fuerzas, y se aproximase á las líneas del frente de C á d iz , para ponerse de este modo en com uni­cación en el momento oportuno con las tropas de la Is­la , con que se le reforzaría. A lo que contestó en 26 que estaba enterado, y que así lo executaría. ,

Sucesivamente se le fueron comunicando noticias de los movimientos del enemigo en estas inm ediaciones, que e l Gobierno recibía por los medios de comunicacíoh con los confidentes establecidos en su cam po, que anunciaron desde el día 23 el abandono de la línea para el 25. V e ­rificóse así en dicho día; y en el 27 la entrada del G e n e ­ral C r u z en S e v illa , de todo lo que se dió inmediatamen­te aviso al G eneral del exércíto. Salieron de la Isla a lgu­nas Compañías á seguir ob<;ervando la dirección de los enem igos, y seguidamente los Regim ientos de N avarra, España, G u ad íx y A frica , que eran los que estaban desde lu ego prontos para ponerse en marcha al mando del B ri­gadier D . Joaquín de V ir u e s , con la órden de reunirs« al G eneral en G e fe ; y la misma se comunicó á las tro ­pas de Sevilla. C o n fecha dcl 30 se le díxo la salida de las de la I s la , á que se seguiría la de o tras, á m edida que se fuesen poniendo en estádo para ello ; que podía dispo­ner de la división que estaba en Sevilla para obrar en ma­sa contra los enem igos: que combinara sus movimientos- con el G eneral H i l l , sin q ue esto obstase á que entre taa-

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io aprovechase toda ocasìoa de dañaf al eìiemigò ; y se Itt daba noticias de la situación y movimientos de las tropas mglesas de Andalucía. C o n la misma fe c h a , entre otras 'varias prevenciones, se le encargó tuviese mucha deferen­cia a los dictámenes del G eneral H i l l , y que si llegase el caso de operar jiln to s, en un dia de acció n , le hiciese el obsequio de ofrecerle el mando de ella. Q u e la conti- miacion de la campaña de las Andalucías debía ser com bi­nada con las operaciones del D u q u e de C iudad-R odrjgoj y que entre tanto aprovechase el tiempo en hacer al ene­m igo todo el mal posible.

C o n fecha del mismo 30 de A gosto desde T eb a par­ticipó Ballesteros estaba sobre el enem igo, que ocupaba á Osuna y A n teq u era, y que él aquella misma noche cam­paría á legua y media de a q u ella-C iu d ad , con ánimo de­cidido-de aprovechar qualquiera ocasion favorable, y con­tinuaría hasta que saliese el enem igo dél territorio de sii •Hiando.

E l G obierno notó con admiración los límites á que circunscribía aquel G eneral sus operaciones; y no podia com prehender como el G eneral Ballesteros, ni ningún ©tro en su caso, podia dexar al enemigo sin molestadle, que llevase sus armas á devastar y conquistar otras pro­vincias , y quedarse á lo lejos de espectador tranquilo, eu los momentos que mas necesitaba la Patria de sus esfuer­zos. Y así al punto se le contestó que no limitase sus ope­raciones á la A n d alu cía , sino que se dirigiese á operar ¿onde conviniese, y lo exigiesen las circunstancias.

E n í 6 de Setiem bre se le dixo que los importantes sucesos que habian tenido lugar desde e l 25 de A gosto , y la rapidez con que el enemigo abandonaba las A n d alu ­cías para concentrar sus fu erzas, y poder vo lver á tomar la ofensiva en la dirección que mas le pudiera convenir despues de verificada su reunión con Suchet y el R e y in­truso , exijian dispósicibnes que nos pusieran en el casó de impedir las operaciones que intentasen despues de su re- iini©n, que y a no podia evitarse por este lad o ; que en

( 13) , , . . , ,consideración á estas circunstancias, a la situación de los cxcrcítos de nuestros A lia d o s , la probabilidad de los m o­vim ientos de los enem igos, y la grande ventaja que resul­taría de dar un impulso uniforme y general, á todos nues­tros m edios, en combinación con las fuerzas piincipales que debian ob rar, habia resuelto la Regencia que con to ­das las fuerzas que en la actualidad se hallaban baxo su inmediato m ando, se dirigiese á A lca raz, extendiendo desde aquel punto destacamentos hasta A lb a ce te , pc.v las Peñas de S. P e d ro , y se mantuviese en aquella posicion, hasta que enterado de ella el Qpneral H ilí acordasen en­tre sí lo mas conveniente, con relación al plan geneial del D u q u e de C iu d a d -R o d rig o , del que se suponía mstruído en mucha parte á dicho G eneral H ill, en el caso de que e l D u q u e no anticípase sus instrucciones, en virtu d del aviso que con la misma fecha se le daba de esta disposi­ción. Q u e la unidad del m ando, tan necesaria en las ope­raciones m ilitares, exijia que se conformase y sujetase á todos los movimientos que le prescribiera el D u q u e de C iu d a d -R o d rig o , y a fuese directam ente, ó por conducto del G eneral H ill como mas inmediato , y con cuyo .C u er­po tendría que obrar en u n ió n ; y que la R e g e n cia , per­suadida de estos principios, y de las ventajas que de ellos debian resultar á nuestra causa, le prevenía que así los observase; y procurase conservar la mejor arm onía, ya fue­se obrando en unión con las tropas de S. M . B ritán ica , ó separadamente con arreglo á las instrucciones de dichos G e fe s , sin que esto impidiera el que hiciese seguir al ene­m igo por una pequeíía colum na móvil de ochocientos á mil hom bres, tanto para que tuviese conocimiento de sus movimientos y dirección, como para libertar á los pueblos de su tránsito de las tropelías que en él suelen cometer los últimos restos de su retaguardia. D e estas órdenes se dió conocimiento al D u q u e de C iudad-R odrigo y al G eneral H i l l , en el mismo d ía , expresándoles que entre tanto le comunicaban las instrucciones consiguientes al plan de la campaña, se le había señalado aq^uella posicion, que ocupa-

j. .n a ¿on diez f seiS mil hombres y ochócientos caballos, como la mas ventajosa para cooperar .con las fuerzas alia­das, ya fuese que los enemigos permaneciesen en el R eyu ­no de V alen cia , ó que intentasen penetrar por la Mancha; al mismo tiempo que cubria las Andalucías, y llenaba el

. hueco que hay entre el Tajo y las montañas que las sepa­ran de as Castillas. Y al dia siguiente, habiendo la R e ­gencia recibido parte de hallarse una división del segun­do y tercero E xcrcito en Albacete y C h in ch illa , se le co­munico al G eneral Ballesteros, previniéndole que como la nueva situación que debían tener sus tropas sobre Alcaraz, le ponía en relación con las fuerzas de aquel exércíto , pro­cediese de acuerdo con el G eneral E lio , como se le preve­nía también á este, en quanto podía interesar á la unidad en las operaciones m ilitares, y mejor servicio de la N ación.

£1 G eneral Ballesteros recibió la órden del 16 , y con- t>cstó con fecha del 22 desde G ranada, que se habia sor- prehendido al ver que se le prevenía continuase las ope­raciones militares. Q u e el estado de su e x é rc íto , consti­tuido para obrar sobre montañas, y á corta distancia de su principal base, hacia que careciese de aquellas cosas in­dispensables que forman la organización, y dan la fuerza, tales como el arreglo de la caballería, artillería, ramo de Hacienda , hospitales y otras; que estaba entendiendo en su h abilitación, y que luego que se viese con e l exércíto capaz de o b rar, que sería m uy p ro n to , verificaría el mo­vim iento que se le prevenía, y demas necesarios; conclu­yendo con pedir fusiles, sables y espadas.

E n 28 del mismo se le contestó que supuesto los mayores recursos que le proporcionaba la m ayor exten­sión de terreno libre , esperaba la R egencia que se reali­za ría , como ofrecía, lo mas pronto posible, su traslación á la posícion de A lc a ra z ; como que avisado y a el D u q u e de C iudad-R odrigo., contaría con sus fuerzas en aquel pnnto para sus com binaciones; y se le remitieron con e l mismo A yud ante que traxo su carta las armas que pedia, y ademas m il vestuarios.

^ ' 5 5L a Regencia tenia dispuesto, y se había comunicadp

al G eneral Ballesteros en 31 de A g o sto , que se remitie- 3en á la Isla de L e ó n , donde se iba á formar un exercito ^ e reserva, los dispersos y desertores de los exércitos na- .dónales que se presentaren en conseqüencia del in d u lto acordado por las C ortes generales y extraordinarias del R eyn o . E l Gobernador de M álaga, adonde se habian pre­sentado muchos ,de aquellas clases, dispuso barcos en que fuesen transportados al destino que se les habia señalado» - y en este estado recibe orden del G eneral Ballesteros, con fecha de 13 de Setiembre por conducto del segundo C a ­bo de la p laza, á quien la d irig ió , para que no se remitie­sen á la Isla los del R eyn o de Granada y C ó rd o b a , sino que se le presentasen; por lo que suspendió el em barco, j .dió cuenta en 19. E n 23 participó el mismo Gobernador ser crecido el número de dispersos deten idos, y que no •tenia con que mantenerlos a l l í ; y acompañaba una ór’den -circular im presa, fecha.de 18 de Setiem bre en Granada, que le habia dirigido el mismo G eneral. E n ella man­daba que para que su exército pudiese adquirir á la ma­y o r brevedad una fuerza respetable , los dispersos de la Provincia de Granada se presentasen con las armas que tu ­viesen en aquel quartel general el i . ' de O c tu b re ; en el concepto que el dia 2 saldría un V isitad or general á re­correr los pueblos de la expresada P rovin cia, para averi­guar si había quedado algún individuo comprehendido en aquella órd en , para que en su v ista , el que no hubiese dado cumplimiento á e l la , sufriese el castigo de m uerte; y si dichos individuos se hubiesen fu g a d o , fuesen presos sus padres, y confiscados sus bienes; y que los Alcaldes de los pueblos que los abrigasen ó los protegiesen fu e­sen conducidos al castillo de la Alham bra, y sentenciados en un tribunal militar establecido al intento.

Posteriormente recibió la Regencia un oficio del In ­tendente de la Provincia de C ó rd o b a , dando cuenta de una órden que el G eneral Ballesteros le dirigió con fecha de 28 de Setiem bre ».mandándole remitir diez m il camisas;

seis m il vestuarios, y todos los fondos de aquella tesore­ría , y quantas ■existencias hubiese procedentes de todos los ramos que pertenecen á la Hacienda nacional, sin p er­juicio de otro pedido anterior de diez y siete m il pares de ‘zapatos y de setenta mil raciones de carne , vino , menes­tras y cebada que le habia. hecho el mismo G eneral. Y que ademas de estas demandas tan gravosas, se estaban presentando al mismo tiempo en varios pueblos Com isa-

'rios y Oficiales del quarto E x é rc ito , recogiendo indistin- 'tam ente quantos fondos y granos encontraban, de qual- quier clase y procedencia.

L a R egencia en vista de estos partes, de que mandó Mar conocim ientoá aquel G e n e ra l, resolvió en 8 de Octu- 'bre , y en la misma fecha sé le com unicó, que los dispersos y desertores que hasta aquella fecha se le hubiesen presen-

'tado en su quartel general, ó á qualquiera de sus C o m i­sionados , á gozar del indulto , se incorporasen en los

• C uerpos de su e x é rc ito , pero que' los demas que en lo sucesivo se presentasen, y no perteneciesen á ninguno de e llo s, fuesen rem itidos, sin excepción, al destino que la R egencia les habia señalado ; y que por ningún pretexto embarazase el pronto cumplimiento de aquella resolución, ni los detuviese, como entonces habia h echo, oponiéndo­se en sus providencias á la que tiene dada la Regencia, faltando en esto, y en no haber dado parte, á lo que la sumisión y el respeto que se la d ebe, ex igen ; falta que no podria tolerarle en lo sucesivo. D íxosele tam bién, que si los apuros en que á veces se veria quando los enemi­gos ocupaban las A n dalucías, y bloqueaban esta Plaza, pudieron autorizar algunas medidas que habia tomado pa­ra sostener las tropas de su m ando, el presente estado de cosas exijia que se volviesen al órden en que debian es­tar, y principalmente á la unidad y sujeción al G obierno establecido , -sin la q u a l, la arbitrariedad y la anarquía exasperaban los p u eb lo s, que tanto habian sufrido y auii sufrian. Q u e la R egen cia , que debía velar por su conser­vación,-y jtistamente atender al aumento de los exércitos

C 1 7 )nacionales, para arrojar al enem igo fuera del R e y n o , y proveer á la subsistencia de las tropas que de su órden se iban form ando, la qual habia de buscarse en las Provincias que iban quedando libres, no podia permitir que los C om i­sionados de su exército , repartidos por toda la Andalucía, se apoderasen de todas las existencias que encontraban; y que é l frustrando las órdenes de la R e g e n cia , mandase á los G efes de la Hacienda nacional que le acudiesen con todos los fondos de las Tesorerías, como lo habla hecho con el de C ó rd o b a , privando al G obierno con estas m e­didas , opuestas al bien general, y que excedían sus facul­tades , de los medios de que debi,a valerse para llevar á efecto sus disposiciones que quedaban así paralizadas. Q u e retírase inmediatamente tales Com isionados, y que en lo sucesivo pidiese al Intendente ó M inistro de la Hacienda nacional destinado á aquel e x é rc ito , lo que hii-biese me-

' nester para su provisión y subsistencia, dando cuenta á la R egencia de lo que ademas necesitase, para rem itirle con oportunidad los a u x ilio s, y que enviase á Sevilla los ca­ballos de la requisición mandada hacer. Finalm ente , se le p re v in o , que á los desertores y dispersos, que en conse- qüencia de la órdexi que había dado en 28 de Setiembre hubiese recogido el V isitad o r, se les castigase con arreglo á ordenanza, guardando la forma y modo que en ella se p revien e, y que por ningún caso se impusiese á los padres ni á otras personas la pena de confiscación de bienes, e x ­presamente prohibida en la Constitución del R e v n o ; ni las Justicias que hubiesen faltado en aquel punto á su obligación, fuesen juzgadas por comisión alguna especial, ni en otra forma que la establecida en la ordenanza, y posteriores resoluciones.

E l dia 12 de O ctubre supo la Regencia que aquel G eneral habia mandado pasar á C órdoba la tercera d iv i­sión de su exército , é inmediatamente le p revin o , por extraordinario, dixese los m otivos que habia tenido para darle aquella dirección, opuesta á lo que repetidanaente

X ' 8 )je le tema mandado , y sin dar la menor jioticia de aquel m ovim iento, á pesar de las reiteradas órdenes que se le habian com unicado, de que avisase d« todos los que em ­prendiese, para lo qual se habia establecido la posta militar,

A l dia siguiente se le comunicó otra órden diciéndo- ie , que teniendo la R egencia fundados m otivos para creer qae reunidas las fuerzas enemigas de los cales Soult y Suchet tratarían, ó de operar contra el jcuer- ,po expedicionario que estaba al frente de A lica n te , y sitioi aquella p la za , 6 de dirigirse sobre la C a p ita l, le preve­nia que reuniese inmediatamente las .fu£rzas del exér­cito de su m ando, y se pusiese en marcha para el pun­to de A lcaraz, según se le tenia prevenido'repetidam an- te desde el i6 de Setiembre , poniéndose de acuerdo con los Generales H ill y E lio , que estaban ya reunidos en la M an ch a, y con el G eneral ingles M aitlan d , que mon­daba el C uerp o expedicionario de A lican te , obedeciendo ;lás órdenes del D u q u e de 'C iu d a d -R o d rig o , como se le tenia prevenido, por convenir así al servicio de la Nación; en la inteligencia de que de todo se daba conocimiento al expresado D u q u e.

E l dia 14 llegó á manos de la R egencia un oficio original del G eneral Ballesteros, fecha del 9 , en que avisaba á C órdoba habia determinado fuesen á acanto­narse á aquella C iud ad la tercera división y la caballe­ría ¿ s i quarto e x é rc ito ; y supo al mismo tiempo tra­taba de establecer allí talleres de m onturas, armamentos y otros, y que exijia de la provincia de C órdoba diez y siete m il pares de zapatos,-seis mil vestuarios completos, veinte y dos mil camisas, trescientas mil raciones de to ­das especies, los granos y efectos procedentes de los enemigos y sus partidarios, y ademas una contribución de quatrocientos mil reales cada quince dias, con otros va* rios artículos. Inmediatamente se le previno en el mis­mo dia se sujetase á lo que le estaba ordenado , pues las

-medidas que habia tom ado,, sobre ser impracticables, eran

( 19)Opuestas á k equidad con que deben contribuir todos los Ciudadanos, excedían sus facultad-es, y se oponían á lo prescrito por la C on stitución , y á los deseos del G o ­bierno , que quiere la equidad y la justicia. Ultim am en­te , que sin la menor omision verificase el movimiento al punto de A lcaraz, que tan reen carpd o se le tenia, y explicase las razones que habia tenido para mandar la tercera división y la caballería á acantonarse en C ó rd o ­ba , en dirección tan contraría á lo que se le tenia man­dado.

C o n fecha de i6 escribió quejándose de los pocos auxilios que se le habian rem itido, y falta de recursos para ocurrir á las necesidades del exército ; á lo que se le contestó manifestándole era extraño se quejase de es- ta falta , quando su exército habia merecido la mayor atención, y había sido socorrido con preferencia á los o tro s ; sin embargo de que por no remitir los estados de fu erzas, como se le tenia encargado, ni los de exis­tencias que acreditasen lo rem itido y extraído de los p u e b lo s , como estaba prevenido por punto general , y repetídosele particularm ente, no podia graduarse lo que necesitaba; que era de notar que aquel exército , que se habia mantenido en el corto distrito del Cam po de G i ­braltar, no tuviese lo suficiente en el dia, que contaba con los quatro R eynos de A n d alu cía ; que todas las tro­pas que habian salido del C antón de la Isla, y pasaban de diez y seis m il hom bres, habían ido vestidas y arma­das; que habia pocos días se le habian mandado fusiles y sab les, sin contar los que habia recibido de G ib ral­tar, y quantos efectos de artillería habia indicado, sien­do por esto m uy notable que no se hallase entonces el exército en estado de presentarse frente al en em igo, quan­do en su retirada habia dicho habia sabido hacerlo consi­guiendo ventajas; y se conclu ía, reiterándole la órden de que realízase e l m ovim iento sobre Alcaraz sm excu?a ni demora alguna.

M as todo fue infructuoso: e l G eneral B allesteros, al

Cfin no fué adonde se le miindaba i los franceses tu v ie ­ron la proporcion de sitiar con facilidad, y apoderarse del castillo de C h in ch illa ; invadieron las Sierras de A l ­caraz; y aquel hermoso distrito , que hasta entonces se habia conservado intacto durante toda la g u erra , y e n - cerraba en sí una preciosa abundancia de ganados y gra­nos, se vió destruido en un m om ento; sus habitantes re­ducidos á la m iseria, y los copiosos recursos de aquel pais sirvieron para facilitar al enem igo su marcha á la C a p ita l, y sus ulteriores operaciones.

Por seguir el órden de las materias para su mas fá­cil comprehension , se ha omitido hasta este lugar el tratar del nombramiento hecho por las C órtes generales y extraordinarias del R eyn o para el mando en gefe de ios excrcitos españoles en e l Capitan general D u q u e de C iud ad -R od rigo.

C o n fecha de 19 de Setiembre participaron las Cór^ tes á la R egencia habian nombrado al D u q u e de C iu ­dad-Rodrigo G eneral de todos los exércitos españoles en la Península, y acordado que la R egencia informase con la m ayor brevedad y reserva sobre ios términos en que exerceria el mando. A l dia siguiente contestó la R e ­gencia quedar enterada del nom bram iento, y que por lo respectivo á los términos en que deberia exercer el m ando, creia que este debia entenderse conforme á lo que prescriben las Ordenanzas generales , con la sola diferencia de hacer extensivo á todas las provincias de la Península lo que previene el art. 6 , tít. i , trat. v ir , debiendo entenderse con e l G obierno por el M inisterio de la G uerra.

C o n fecha 22 del mismo comunicaron las Córtes á laR egencia el D ecreto siguiente : „ Siendo indispensa­ble para la mas pronta y segura destrucción del enemigo común , que haya unidad en los planes y operaciones de los exércitos aliados en la Península; y no pudiendo con­seguirse tan importante objeto, sin que un solo G eneral mande qü G efe todas las. tropa» españolas de h misma;

las C o r t e s generales y extraordinarias, atendida la urgen­te necesidad de aprovechar los gloriosos triunfos de las armas Aliadas, y las favorables circunstancias que van ace­lerando el deseado momento de poner fin á los males que han afligido á la N ació n , y apreciando en gran manera los distinguidos talentos y relevantes'servicios del D u q u e de C iu d a d -R o d rig o , C apitan G eneral de los exércitos N acionales, han venido en- decretar y decretan : que du­rante la cooperacion de las fuerzas aliadas en la defensa de la misma Península, se le confiera el mando en gefé de ellos, exerciéndolo conforme alas Ordenanzas generales, sin mas diferencia, que hacerse , como respecto del men­cionado D u q u e se hace por el presente D ecreto j exten-^ sivo á todas las provincias de la Península^ quanto pre­viene el art. 6 , tít. i , trat. v i i de ellas ; debiendo aquel ilustre caudillo entenderse con el G obierno español por la Secretaría del Despacho Universal de la G uerra. Ten- drálo entendido la R egencia del R eyn o , y dispondrálo necesario para su cum plim iento, haciéndolo imprimir, publicar y circular/' *Este D ecreto fué rem itido al P re ­sidente de la R egencia por el de las C o r te s , con un ofi­cio reservado, que decia : que deseando que á su p u b li­cación precediese la noticia oficial de la aceptación de tan ■honrosa confianza, querian las C ortes que la R egencia procurase sin pérdida de momento que aquella se v e ­rificase á la m ayor brevedad p osib le, bien fuese que e l referido D u q u e estuviese y a autorizado ]ior su G o b ie r­no , bien tuviese que aguardar el consentimiento del mis­mo. E n su conseqüencia se ofició por el M inisterio de Estado al Em baxador de S. M . Británica, participándo­l e el anterior nom bram iento, para que lo comunicase al D u q u e , cuya aceptación se esperaba para proceder á la publicación del D ecreto . E l D u q u e de C iu d a d -R o d rig o contestó al Em baxador en 2 de O ctubre desde T oro en fes términos mas satisfactorios; y manifestaba estaba pronto á encargarse del mando de los exércitos que se le con­fiaba j pero .que para verificarlo necesitaba obtener e l

permiso del Príncipe R egente de In g laterra , á quien al efeeto representaba, de cuya demora no se seguirían per­juicios, respecto á la atención con que los generales Espa­ñoles , á quienes hasta entonces habia comunicado el obje­to que se proponía en sus operaciones m ilitares, le hab ao prestado todo auxilio y ayuda. Esta contestación fué co­municada en 9 á la R egencia por el referido Embaxa- dor por conducto del M inisterio de Estado; y en su con- seqüencia, y para que no se perdiese momento en la com pleta cooperacion de los E xércitos A liad o s, se circu­ló órden reservada con fecha del 11 a todos los G e ­nerales en G e fe de los exércitos en que se les'daba cono­cim iento de esta contestación, se les manifestaba lo su­mamente grato que había sido á la R egencia la conducta tan política como patriótica que habian observado dichos G en erales, y se les prevenía que mientras que el D u ­que de C iu d ad -'R od rígo recibía de su C o rte la aproba­ción para encargarse del mando , continuasen coadyuvan­do con el mismo zelo á la execucíon de los planes da aquel gran G eneral contra el enem igo común.

E l dia 26 presentó á la R egencia el M inistro de la G uerra un oficio del G eneral Ballesteros , concebi­do en los notables términos sigu ien tes: „ D esd e la entre­ga de Barcelona , F ig u e r a s , Pamplona y S. Sebastian, época en que m j hallaba en M adrid , em pecé á no per­donar medios para formar la revolución. Puesto en co- mun'cacion con varias provincias de Es )aña, y trabajando en dicha C o r te , qaal ninguno, me lisonjeo que nadie contribuyó mas al suceso del 2 de M a y o , del que ha resultado nuestra presente situación. Los m otivos que me animaron para proceder así fuero.i saber qual era la voluntad general dé la N a c ió n , y conocer á qué fin se dirigía la entrega de dichas plazas á los franceses, á pe­sas del modo político con que se hizo.

„D e sd e aquella época no he dexado las armas de la ma­n o , y he resistido, con honor de mi P a tr ia , las gestiones que se m e han h ech o , cu perjuicio de e l la , por e l extraa-

. gero. Siempre inexorable en ser solo español, y en que lo sean mis conciudadanos, me ha encontrado mi N ación pron­to á sostenerla en todo sentido, sin consideración á mi for­tuna, que la he mirado siempre como á S. A . debe cons­tar con la mayor indiferencia.

„M e hallo sorprehendido al ver nombrado al G eneral ingles L ord W e llin g to n en G efe de los exércitos españo» les por resolución de las C órtes generales y extraordina­rias. E sto s , que por conservar la reputación de su Patria tienen en el sepulcro millares de millares de nuestros com­pañeros de armas, están en observación de nuestro proce­der ; y y o no me consideraria haber nacido en el R eyn o de A ragon , si no hiciese presente á V . E . para que lo eleve á noticia del G obierno , que no puedo condescender á una determinación que desdice del honor que ha caracterizado siempre e l nombre español, degradando á los G efes que están al frente de ellos, por considerarlos no ven la tras­cendencia infalible á que se dirige esta preparación, m u­cho mas teniendo á la vista los acontecimientos de Barce­lo n a, F ig u e r a s & c ., que dexo referidos, precisamente con una N ación con quien nos ligaba la mejor amistad y bu e­na correspondencia, y de cuya mala fe y buenos ofreci- ffiientos nadie puede dar mas noticia que el señor D u q u e del Infantado, Presidente de la Regencia.

„R eservada he recibido la, órden de este suceso, y la de m over mi exército en conseqüencia. Una órden que com­prom ete el honor de los individuos de todas las clases de é l , en el sentido de Ciudadanos y M ilitares, no podria yo •cuitarla sin usurpar los derechos que les corresponden, en el caso de reconocer al L ord W e llin g to n por G e n e ­ral en G efe de los exércitos españoles: y como este asun­to en question es el mas importante al bien general de la P a tr ia , espero la resolución de S. A . para mis ulteriores determinaciones.

„E n la misma órden me comunica V . E. que L ord W^e- llington da las gracias á todos los Generales de la ]N ación por lo bien que han obrado política y militarmente pura

C m )haber conseguido los presentes resultados de las armas A lia d a s : pues ¿á qué se le coafiere el mando de la fuerza armada de la N ación? ¿Es la España acaso el peque­ño R eyn o de Portugal ? ¿ E l origen de nuestra revolu­ción no es d iferen te, con honra nuestra, que el de los Portugueses? ¿ N o tenemos la gloria de corresponder á la mas grande N ación del universo? ¿N uestras armas no se h in señoreado en las quatro partes del mundo ? ¿ Se po­drá conciliar esto , sea qual sea nuestra situación política, con dar el maiido de los exércitos nacionales á un cxtran- gero sin oprobio de la N ación? N o ; la España tiene aua recursos; sus G en era les, G e fe s , Oficiales y Soldados con­servan to d avía , por fortuna, el honor que heredaron de sus abuelos, y han hecho conocer á los ingleses y fran­ceses en la presente guerra que tienen tanta disciplina y Valor en los combates como e llo s , y que sus gefes saben

, conducirlos á la victoria. Los campos de B a y íe n , la A l ­b u h era , Z aragoza y G e ro n a , sin otros muchos que om i­to referir porque no se crea es jactancia m ia , son indele­bles testimonios de esta verdad; y el quarto exército que y o m ando, puede contar la Nación que no cede en estas qualidades á ningunos soldados del m undo, y que sin des­cender á un envilecim iento, no sucumbirá á denigrar las glorias que ha sabido adquirirse, y los servicios extraordi­narios y ejem plares que ha hecho en obsequio del L ord W e llin g to n , aunque siempre en combinación.-

„P o r últim o, y o solicito de S. A . se pida el parecer á los exércitos nacionales y á los Ciudadanos, y si estos con­descendiesen en este nombramiento, y o renuncio de mis em pleos, y me retiraré á mi casa, para acreditar de este modo al mundo entero que solo el honor y e l bien de mi N ación es el que me conduce á esta exposición, y no unos fines de ambición eu mi fortuna, que tal v e z la ma­licia me atribuiría sin respetos á la notoriedad de mi pa­triotismo , adquirida en fuerza de constancia y servicios señalados.”_ N o es necesario expresar la impresión que debió cau-

c "5 ) .sar al G ob iern o este extraordinario oficio del G e n e ra l, a cuyas órdenes habia puesto todas las tropas de Andalucía. A l hombre menos refiexivo le asaltarán al momento un tro* peí de id eas, á qual mas desagradables; la odiosa compara­ción que hace de nuestros fieles aliados con las legiones iniquas d e lS a p o le o n ; el recuerdo de la felonía francesa en la toma de las plazas fuertes de la frontera, y el olvi­do de C iu d ad -R od rigo y Badajoz, conquistadas reciente­mente con la sangre de nuestros aliados, y puestas en nuestro p o d er; su recurso á los exércitos y á los pueblos, con que desconócela autoridad del G o b iern o , y la R epre­sentación nacional; su anuncio de que el exc-rcito de su mando no se envilecerá á obedecerla orden, y su declaia- cion de que é l no la obedece, y se prepara á ulteriores de­terminaciones , son cosas de -un tamaño que dan en los ojos á qu alquiera, y hacen excusada toda observación.

L a R egen cia en el momento expidió órden separán­dole del m ando; previniéndole pasase inmediatamente á la plaza de C e u ta á esperar allí sus órdenes, y que en­tregase el mando de las tropas que estaban en Granada y sus inmediaciones al Brigadier D . Joaquin V ir u e s , y las de C órd oba al mariscal de campo D . Pedro de Echevarri. A l mismo tiem po comunicó esta resolución á los Generales que mandaban las divisiones de G ranada, C órdoba y Jaén,,

■previniéndoles no obedeciesen ninguna orden del Cjene- r a l , que ya no m andaba, y prescribiéndoles la marcha que debían executar sus respectivas tropas: y con la mis­ma fecha se dió aviso á los Gobernadores de las plazas de A n dalucía, y otras Autoridades. la iiíe r o n con celeri­dad los Oficiales, encardados de conducir las ordenes, lle­vando Jas instrucciones convenientes para icalizai las m e­didas con que el G obierno, en tun desagradable ocurren­cia , p ro veía, como uno de sus primeros debieres, á asegu­rar la tranquilidad p ublica, y á evitar los niales de qu.-5 ss veía amagada la N ación , con la actitud amenazante en que se presentaba el Ge.neial Ballesteros.

Poco despues recibió la Regencia un duplicado del ofi-

, . C ^ 6 )CIO anterior, y en el mismo acto se le presentaron vanas copias impresas que aquel G eneral habia distribuido y es­parcido en Granada. A l mismo tiempo tuvo la satisfacción de recibir oficies de diferentes G efes de las tropas que se hallaban en aquella C iu d a d , en que , como ol G obierno se prom etia , expresaban su sorpresa por la conducta del G e n e ra l, que habian sabido por su oficio im preso, y mani'- festaban no ten íanla menor parte ni conocimiento d.e se­mejante determinación; que ellos estaban dispuestosá obe­decer, como era debido, al G o b ie rn o , y creian lo estaban todos los demas.

E l dia 2 de N oviem bre recibió la R egencia la noticia de Granada de quedar executada su órden. Esta se publi­có el 30 anterior al frente de las tropas., que no desmin­tieron en este acto la lealtad que siempre las ha caracte­rizad o, y se pusieron seguidamente en marcha para su des­tino: el pueblo observó la m ayor tranquilidad, dando nue­vas pruebas de aquel buen ju icio , que afortunadamente es e l distintivo de los españoles. E n ja é n y C órdoba se co­municó igualmente la órden á aquellas divisiones, que sa­lieron desde luego á los puntos á que se les mandaba.

L a Regencia habia nombrado por G eneral d.el quar- to exército al D u q u e del P a rq u e , que marchó de aquí, y tomó posesion de su mando. Com isionó al C oronel D o n Ram ón Sánchez Salvador para que en calidad de Fiscal hiciese la sumaria información de todos los incidentes ocur­ridos con m otivo del citado oficio del G eneral Ballesteros, y demas sucesos que tuviesen relación con su exoneración. Y posteriorm ente, habiendo presentado este Oficial im;'c- dimentos legales para actuar de Fiscal en esta causa, nom­bró al M ariscal de Cam po D . Antonio Begines de los R io s , que en la actualidad está entendiendo en ella.

C o n la fecha de su separación del mando , dirigió el G eneral Ballesteros una representación, en que se queja­ba de la manera que se le habia separado, y pedia se le permitiese ir á Extrem adura en lugar de C e u ta , por te­ner en aquella Provincia proporciones de que le mantu-

( 27.)viesen , en razón de su infelicidad y del quebranto de su salud. L a R egencia , que habia dispuesto todos los auxi­lios para su viage y subsistencia^, y le habia señalado aque­lla plaza por la seguridad que prestaba contra las vicisitu­des de la actual guerra , á que están expuestos los P u e ­blos de la península , no accedió á la so licitud , y asi se le comunicó el dia 4. JEn su conseqüencia, con fecha del 10, desde A n te q u e ra , ofició segunda v e z diciendo,se hallaba enfermo, y que dirigía una representación á las C ortes, p i­diendo se le alterase e l destino: en esta representación apo­yaba su solicitud en la nota de desterrado que suponía le recaía , y en que no podia ser infamado ni castigado sino despues de un juicio form al con arreglo á la Constitución; pero siendo C e u ta una C iud ad como, otra qualquiera de E spaña, y la órden de la R egencia solamente la de que fue­se á ella á esperar las u lteriores, ni podria recaerle la no­ta de desterrado , ni se le habia impuesto el menor casti­g o , que la R egencia sabe corresponde á los tribunales, cuyas atribuciones jamas ha usurpado. En este concepto, se le previno con fecha del 13 siguiese á su destino ; y habiéndose mandado restituir al exército á los oficiales que le acompaííaban, por llamarlos allí su deber , se comi­sionó al C oronel D . Francisco de Lapeña para que la acompañase en su viage.

E n 19 ofició de nuevo desde A ntequera , remitiendo una certificación de varios facultativos de hallarse enfer­mo , y pedia se le dexase en su compañía á su A yud ante e l T eniente C oronel D . M anuel de la Lastra; y con fecha de 22 se le contestó concediéndole su permanencia allí, ínterin se restablecía para seguir su v ia g e , si bien con aquellas prevenciones convenientes en el caso.

U ltim am ente, con fecha de 25 escribió desde aquella C iu d ad , que aunque el estado de su salud era el mismo que habia manifestado anteriormente , no creía debía usar de la licencia que le permitía continuar en aquel pueblo hasta su entero restablecimiento , porque las condiciones que la acompañaban eran gravosas para su h on o r, y que

( ^ 8 )así prefería el ponerse en camino par»! C eu ta , embarcán­dose en Málaga; y reiteraba su solicitud acerca de su A y u ­dante. E n 27 se le contestó que con su marcha á C euta daría una prueba de su respeto al G obierno ; se le conce­dió permaneciese á su lado como pedia el teniente C o ro ­nel Lastra; y se previno al mismo tiempo al Gobernador de M álaga le facilitase todo auxilio para su viage. E n i.^ del corriente avisó aquel Gobernador se habia embarca­do aquel dia á bordo de la fragata de guerra A s tre a , que dió la vela para conducirlo á su destino , y al dia si­guiente llegó á C e u ta , donde es tratado conforme á las prevenciones hechas de antemaao á su G obernador d eq u e tenga con é l todas las consideraciones debidas á su carácter y servicios.

T a l ha sido la conducta que el G obierno ha observa­do con el G eneral Ballesteros , y tales los procedim ien­tos con que ha correspondido este G eneral á la .confianza qu e depositó en é l el G obierno. L a Regencia desde el momento de su instalación le significa su aprecio ,ofrecién ­dole de nuevo el mando y reorganización de dos exérci­tos. E l G eneral Ballesteros se excusa por el quebranto de sil salud. Confiérele el mando en G e fe del exército de que era G eneral de división; transfiere á s u lado todas las tropas disponibles de é l , y quando á los dos meses le ordena atacar la línea del bloqueo de C á d iz , que el ene­migo se habia visto obligado á debilitrar extremamente, operacion de una importancia incalculable, y para lo que se tenían preparadas todas las fuerzas de mar y tierra de estos puntos, tanto nacionales como aliadas, este G e n e ­ral , que aun ántes de ser refo rzad o, acababa de decir mandaba el exército mas hermoso que habia muchos años tenia la N ación , contesta que no puede vereficar la operacion , porque sus tropas no son para el caso. R epí- tensele en vano las órd enes, y en vano se esperó por mu­chos dias la presencia de su exército. C ád iz quedó blo­queado , y se perdió la ocasion mas oportuna, sino quisie­re decirse de quedar lib re , á I9 menos de emprenderlo.

.C ^ 9 ) 7 .llegan á la R egencia quejas multiplicadas de las vexacio- nes é insultos cometidos por este G eneral contra varios individuos y corporaciones, y usa de la consideración de dirigirle reservadamente los cargos que le resultan; el G e ­neral Ballesteros se desentiende, y no contesta. Sabe la R egencia las providencias y disposiciones de aquel G en e­ral , contrarias directamente á las suyas, en materias de suma im portancia, y estando tan próxim o al G o b ie rn o , y le reconviene reservadamente. A q u el G eneral se desen­tiende de la misma manera. Sufre una pérdida de conside­ración en el ataque de B orn os, é inmediatamente se le en­vía un R egim iento á remplazaría. L o ve empeñado hacia M álaga , y cortada sU retirada por el enemigo , que ocu­pó la ijase misma de su posicion, y apresta y dirige inme­diatamente una expedición á T arifa , que paraliza las ope­raciones del enemigo , y le obliga á retirarse, y desistir de su empeño contra aquel General. L le g a e l momento d e­seado de la retirada del enem igo de estos puntos ; la R e ­gencia tiene avisos anticipados, y los anticipa á aquel G e ­neral , previniéndole se acerque á ellos para ponerse en comunicación con las tropas de la I s la : aquel G eneral pensó de otro modo , y se puso en otra dirección; le avi­sa desde Sevilla e l G eneral C ru z su entrada en aquella ciudad , y le pide en vista de las órdenes del Gobierno instrucciones de lo que deba hacer, y le retarda tres dias la contestación. Marchan á ponerse á sus órdenes las tro ­pas 'disponibles de este C an tón , y se le encarga persiga é incomode á los enemigos todo lo p o sib le , combinando sus operaciones con los Generales de los otros exércitos, y este G eneral dice que lo hará así hasta que aquellos sal­gan del territorio de su m ando; idea que no se conci­be como haya tenido lugar en el ánimo de un G eneral de un exército destinado á hacer la guerra á los enemigos que ocupaban la m ayor parte del reyno , como si los lí­mites de la Andalucía lo fuesen de la España, y estuviese y a concluida la guerra.

L a R egencia le previene no le detengan los límites

( 3° ) ,¿Q la Andalucía, sino que se dirija á opeíar donde seá ne-’ cesario ; seguidam ente-le ordena se dirija á ‘ocupar con su exército una posición la mas ventajosa é importante para impedir las operaciones que los enemigos pudiesen intentar contra los exércitos aliados que operaban en las Castillas, y con quien se combinaba este m ovimiento; y el- G eneral Ballesteros, excusándose á pretexto de varias ne­cesidades á executarlo , y ocupado al mismo tiempo en- reforzarse, ó por mejor decir , como si se le hubiese en­cargado la creación del exército de reserva, y para lo que imponia excesivas contribuciones, y se apoderaba de toáos­los caudales y existencias pertenecientes á la N ación , dis­trib u yó sus divisiones en las capitales* de las provincias de Andalucía , y se encerró en Granada , doads desde.el 17 de Setiembre en que entró en aquella C iudad hasta el 30 de O c tu b re , en que se le separó d;el mando , se mantu- bo inm óvil como si no hubiera franceses en el mundo: mientras, que estos continuaron sin ser molestados en su marcha al E.eyno de Murcia^ se reunieron con los del exér­cito de V a le n cia ; invadieron, saquearon y se proveyeron en la M ancha, y llegaron á las puertas de la C apital. E l trastorno que sufrieron los planes de la campaña , y los males que afligen de nuevo á' una parte considerable de España, que*disfrutó por un momento d e ia libertad , son bien notorios. L a Regencia no fixará la influencia que en ello haya tenido la inacción en que el G eneral Ballesteros ha mantenido el quarto ex érc ito ; podrán calcularla* los m ilitares y demas inteligentes , mientras que el resto de la N ación notará la falta de cumplimiento de aquel G en e­ral á las órdenes del G o b iern o , y su falta de cooperacion en las circunstancias criticas en que se hallaban los demas exércitos nacionales y aliados.

Ultim am ente , su resistencia abierta á obedecer al G o ­bierno , con que ha sellado sus anteriores procedimientos es tan notoria, como la justicia con que se le ha separado ¿el mando.

Parecerá ciertamente extraño y aun excesivo e l su-

( 3 0frímiento con que el Gobierno ha tolerado tan largo tiem- po las inobediencias, los desayres y los males que ocasio­naba un G eneral que tan constantemente ha desatendido sus órdenes, y contrariado sus. mejores disposiciones. P e ­ro la R egen cia , que desde el momento de su instalación se propuso por único objeto de sus operaciones el bien de la N ación, se desprendió en el mismo acto de toda pasión, y de todo otro Ínteres, y no apreciaba los desayres ni las contradicciones á sus providencias, sino en quanto perjudi­caba al Ínteres de la P atria ; pudiendo ocultar los unos en el silencio en que no comprometía el decoro de la auto­ridad , calculaba los daños que las otras producían, al mis­mo tiempo que la utilidad que podria seguirse de su tole­rancia : y si en esta compensación de ventajas y desventa­jas la Regencia padeció equivocación; si el fruto que es­peraba recogiese la Patria de la bizarría y actividad de es­te G eneral, y del concepto que se h-abia adquirido, no ha correspondido á las esperanzas, ni compensado los males que la ha causado; y si ha esperado inútilmente por largo tiempo que este G eneral entrase en su d eb er; la R egen ­cia, al m enos, tiene la satisfacción de haber hecho quan­to ha estado de su parte por no privar á la N ación de los servicios que pudiera prestarle, á cuya consideración ha pospuesto toda otra , hasta el momento en que el mismo Ballesteros hizo renunciar á toda esperanza. E l Pueblo Es­pañol podrá ver aquí una prueba de que su bien y su se­guridad son los únicos móviles que dirigen á la Regencia encargada de su G obierno durante la ausencia de su sus­pirado M onarca, y de cuyos principios no se separará jamas.

C ád iz 12 de D iciem bre de 1812.

Por órden de S. A . la R egencia de las Españas,

Jesé M a ría Carvajal,Secretario i nteri no del Despacho de l a Guerra.

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