Gaceta del Centenario nº 05 - 05 Julio de 2001

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    N 05 - 05 Julio de 2001

    SUMARIO

    1. LUGAR P OTICO: Elega a los muertos lejanos por Demetrio Castro Villacaas2. BIBLIOGRAFA

    LUGAR POTICOpor Demetrio Castro Villacaas

    Elega a los muertos lejanos

    Cuanto no te premiaron mereciste,y el premio en tu valor acobardaste,

    y el excederte fue lo que tuviste.QUEVEDO. Elogio funeral

    a un soldado sin premio.

    I. LAUREL

    Cubra tu sien laurel reverdecidoy en el silencio de tu muerte extraavibre un grito de gloria para Espaa,

    al filo de tu sangre conseguido.Lama el ro tu tumba estremecido,y, al vuelo de su corte, la guadaalabre ritmo de amor y no de saapara tu eterno sueo de elegido.

    Florezca el bosque en ti, en ti la rosa;y cada invierno, sobre el cuerpo helado,cante la nieve llama venturosa

    para arrullar tu puesto conquistado.Y grabe sobre ti la mejor prosa

    el himno al sacrificio del soldado.

    II. ELEGIA

    He venido callado, vestido de este luto,para dejar un tiempo mi alma al lado vuestro.Nada tengo en la mano. La espada qued fija,cruzada en el escudo, bajo el alto designiode quien puede moverla o entregarla al reposo.Ahora traigo este llanto por vosotros cuajado,en el que expreso todo lo que calla mi verso:es lo mismo que oculta la piadosa y sencilla

    hierba que crece en estas sepulturas lejanas.Se me agarra la lengua a la garganta ardientecomo si fuera arena mezclada con el fuego;y me siento de vidrio esta voz que quisieralanzar a todo el viento, por si suena a campana

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    y es funeral y gloria y alarma y mediodapara el pueblo tranquilo que ya lo ignora todode vuestra muerte lejos, ofrendada a la patria.He venido callado, sin saber los caminos,en la fuerza del viento y del alma en la fuerza,para veros sin cruces, para veros ya polvomezclado en esta tierra que cavamos un daal abrirle a la entraa caliente del planetaltimo hogar que fuera refugio de herosmos.Yo s que, tenazmente, apretis vuestros cuerposa esta tierra que sigue por bajo de los ros,que atraviesa fronteras y soporta montaas,para llegar, al cabo, al otro cementeriodonde duermen mezclados criminales y santos,cobardes y valientes; no as como vosotrosque, solos, alejados, sin cruces ni cipreses,estis por Dios guardados y por l escogidos.Yo quisiera deciros mi envidia silenciosa;la envidia que no entiendo y no quiero entender Pero debo deciros que me arrastra la sangrea este reposo vuestro; y que hay ya preparadauna voz de victoria para cantar el daque dejis vuestras tumbas perdidas por la tierra.As, en cualquier momento podris ser olvidados;pero un da -ese da- os llamarn de nuevo.Y entonces, los que fuimos y seguimos viviendo,los que os dejamos solos en espacio e ideas,oiremos nuestros hijos llamndonos cobardes Cuando llegue ese da -sabedlo, camaradas-,slo, slo vosotros nos podris defender.Y al alma de los hijos que nos hagan la ofensa,inspiradle herosmo nacido a vuestro ejemplo;pero inspiradle luego las virtudes calladas,las silenciosas, tristes, cotidianas virtudesque obedecer nos mandan y mandan esperar,y que ahora nos atan a esta quieta nostalgiade vuestras tumbas lejos, olvidadas, perdidas ;donde llego callado, vestido de este luto,para dejar un tiempo mi alma al lado vuestro,sin himno, sin escudo, sin espada... y sin paz!

    III. PREDESTINACIN

    Ahora ests junto a m; y est tu hombroalineado y unido con el mo.Ahora ests junto a m; y tus pupilasrecorren este mismo paisaje, dulcemente

    teido de unas luces melanclicasque no quieres mirar.Veo tus manos, y s que han de ser tierra solamente. Te veo caminar, y todo el ritmo,todo el juego de msculos y gracia,s que se romper de pronto, en la tragediade tu cuerpo cado, ya sin vida.Me extraa verte as, por el camino,con la cancin y el viento jugndote en la boca;me extraa que camines a la muertesin llanto ni agona.Yo te miro marchar, y pienso en todotu pasado pequeo y tan reciente:en esa caja azul, donde guardabas

    mariposas cazadas en los camposcon obsesin de fiel naturalista,para tener un da -que no existe-,aquella coleccin que imaginabas.Pienso tambin en esas trenzas rubias

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    que tus manos tan slo acariciaron,y que al vientollorarn ahora, pronto, por tu ausencia.Yo recuerdo ese libro que leas,donde el hombre acababa siendo todoy donde t aprendiste aquella fraseque en tus dientes rozaba como hierrocuando hablabas de amor.Y yo imaginouna ausencia prendida a las paredesde tu pequea casa provinciana,donde slo el rosario de las tardesser como el sollozo de un fantasma.Ahora vienes conmigo, y ests listopara saltar despierto a la maanacon la muerte prendida a las espaldasy un sueo de aventuras en los ojos.Ahora vienes conmigo, alegremente,cantando tus canciones ms queridasy contndome luego, aquella historiade tus versos tan faltos de experienciay tan sobrados -ay!- de ingenuidades.T te vienes conmigo. Y en tu pechoyo veo ya la herida;y han fundido la bala que ha de hacerterecuerdo en m... Recuerdo en m! ... Slo recuerdo...Ya tu contacto es casi lejana;ya es evocarte ahora si te miro;y creo que me encuentro atenazadopor el dolor oscuro de tu muertecuando partes el pan con la navajay me das la mitad de tu sustento.Dormirs junto a m hoy nuevamente;y en la noche, cuando el bosque me digasilenciosoese secreto de tu suerte extraa,te sentir a mi lado, como un nioque durmiera tranquilo en esa cunadonde se duerme el sueo sosegadoque los ngeles llevan en las alas.Te sentir dormir. Y tus pulmonescumplirn su destino intilmente,porque no ha de cuajar en ti aquel sueoque te prende en el pecho laureadasy besos de mujeres en los labios;porque la heridala tienes ya marcada; y en tu carneha de entrar esa bala que ha de hacerte

    recuerdo en m... Recuerdo en m! ... Slo recuerdo...Ay!, me dueleesta conformidad que te protegey te lleva conmigo por las tierrasque no soaste ver hasta el instantepreciso de jugar los veinte aosal albur peligroso de la guerra.Yo s que morirs. Y t presientesesta certeza ma que te envuelvecomo un manto de luto sin estrellas,y que, cuando te res, me hace verteen el gestode tu pelada y blanca calavera.

    IV. INESPERADAMENTE

    Ay, qu luto ignorado, por los aires

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    la verdad de tu muerte me deca!Nadie quiso saberlo. Y resbalabanlas horas sobre ti calladamente,como si en todas ellasno existiera, precisa, la angustiosay fatal en que hubierasde hundirte en la sorpresa de esta muerte.Ahora ests en el suelo, quebrantadala firme arquitectura de tu cuerpo,con los brazos cados, como estorbosque no sirvieran ya para el abrazo.Ahora ests en el suelo, con la bocasilenciosa y oscura, donde moscasbuscarn un aliento que no existey donde ya la lengua, siempre muda,no me dir la voz de tus cantaresni la difcil ansia de tus sueos.Y has sido t, t, el que rea junto a m por la vida que empezaba! Has sido t el que rompi su pechoen esta valenta indescifrablede marcharse por siempre de la tierra Nunca pude pensar que tu alegraacabara tan pronto en este gestode dolor y de angustia que te cerca.Nunca pude pensar que tu miradase clavara sin ver en mis pupilasy tus manos, sedientas como lirios,no pudieran cogerse ya a mi brazopara oprimir la dulce carne amigaque comparti los fros, el cansancioy el doloroso pan de los combates.Ests aqu, callado, sin decirmequ palabras te cantan al odolos nuevos compaeros de tu muerte.Ests aqu, callado, con la sangremanando suavemente todavay este fro que ya te va invadiendo;este fro que es ya cruel barreraque nos separa, ay!, tan sin remedio Nunca pude pensar que se acabaratan pronto, tan sin saberlo apenas,esta amistad que tu vivir brindabaa las aves, las flores, las mujeres Yo tendr que guardar las tristes cosasque ocuparon tus horas cuando vivo:el reloj que contaba los minutosque el plazo de la muerte iban marcando;

    estas cartas rugosas y entraablesque no querr leer; y ese retratomanchado y sin contornos,que volver conmigo al mismo llantoque ya, al partir, lo humedeci en silencio.Y yo volver al sol. Y t, a la tierra!Y me abrirn los pjaros sus alas,y t no podrs ver que sobre el airequeda el tibio perfume de su vuelo! T, que cantabas todo sin decirlo;que gozabas tus aos juvenilescontemplando los verdes de los trigosy los ocres del campo en el agosto;

    t, que amabas la vida sin saberlo,y queras morir cristianamentecon un Crucificado entre las manosy una tibia mirada sobre el rostro.T, que soaste siempre la llegada

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    de un arcngel de fuego, con las vocesque haban de llevarte hasta lo eterno Y te marchas as, con el silencio,sin la caricia dulce que te cierreesos ojos intilmente abiertosYo quisiera saber en qu caminose cruz con tu esbelta lozanael ansia inextinguible de la muerte.Yo quisiera saber en qu maanaencontr en tu mirada la promesade aquella fiel dulzura que encerraba;y quisiera saber cmo, entre tantos,quiso elegirte a ti, tan sin cuidado;y cmo pudo luego, tercamente,encerrar en silencio tu destinoy sorprendernos hoy con este tristedespojo de tu sangre y tus afanes

    V. POEMA

    Estuvisteis aqu, bajo estas simples cruces,cuando la nieve os daba su abrigo de cario;estuvisteis aqu, vigilando la marchadesde este borde heroico de todos las caminos;pero ya vuestros cuerpos, perdidos en el campo,no tienen ni la sombra callada de este signo;y por los aires queda, sin seales ni sombras,la vacilante duda de vuestro cruel vaco.Estuvisteis aqu, bajo la sombra dulce,cobijados y amantes, amorosos y unidos,y hoy habr huesos vuestros abonando los camposo navegando, locos, por las aguas del ro.Hoy habr huesos vuestros en las fauces del lobo,o, en montn, agrupados bajo el cansado pino.Los brazos que elevaron fusiles a la luchaestarn descarnados, en el lado sumidos;y los pies que bordaron los caminos de Europa,llevados por el viento, seguirn su destinode marcarle a la tierra las huellas espaolaspor donde Espaa lleva la sangre de sus hijos.Las manos, que abrazaron los troncos de los rboles,estarn deshojadas, con los huesos podridos;y los ojos que vieron la nieve de los bosques,sern huecos tan slo; slo huecos vacos...Ya no tenis ni cruces, la sombra de las cruces,ni dorms recostados al borde del camino;ya no no tenis ni tumba, el goce de la tumba,

    y estarn vuestros huesos por la tierra perdidos...Pero aun as, cada hora, el sol que se levanta,el aire que os azota, la lluvia que ha cado,la nieve que de nuevo ha vuelto ms piadosaa cubrir los despojos que el perro no ha querido,os hacen mausoleo de gloria esperanzada;os hacen monumento de mrmol y granito.Y cuando el hombre os niega el pedazo de tierraque tenga vuestros huesos sepultados y unidos,Dios os da todo el mundo, con su cielo y sus nubes,con su nieve y sus aires, con los astros bruidos,con la luz y la sombra, con el da y la noche,con sus fieras, sus aguas, sus bosques y sus ros;

    para guardar los restos que los hombres olvidany que l ha de llevarse al mejor paraso.

    VI. RESURRECCIN

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    Cuando el ngel del cielo os convoque a la vida, cuando el mundo agonice y suenen lastrompetas,con vuestro antiguo cuerpo de jvenes atletas,surgiris de las aguas, de la tierra dormida.

    Con vuestro antiguo cuerpo que destroz la herida, con los brazos al aire como libressaetas,con las ardientes venas nuevamente repletasde la sangre que disteis por la gloria pedida,

    surgiris de la nieve que cubra los caminos,del polvo que el arado levantaba a su paso,de las tumbas lejanas que abrieron los destinos,

    y el sol acariciaba cada tarde en su ocasoY, a la diestra del Padre, vuestra gloria guerreratendr conquista eterna, victoria verdadera.

    BIBLIOGRAFA ANTIGEDAD, Alfredo, Jos Antonio en la carcel de Alicante, Imprenta Ernesto Gimnez, Madrid, s.f. BRAVO MARTNEZ, Francisco, Historia de la Falange Espaola de las JONS, Editora Nacional, Madrid, 1940. ARCE, Carlos sw, Jos Antonio. Biografa, ATE, Barcelona, 1983. PLA, Jos, Historia de la Segunda Repblica espaola, Destino, Barcelona, 1941 RIDRUEJO, Dionisio, Planeta, Barcelona, 1976. MIGUEL MEDINA, Cecilio de, La personalidad religiosa de Jos Antonio, Almena, Madrid, 1975. MAESTU, Ceferino, La Falange y los Sindicatos Obreros (mecanografiado), Madrid, 1963. BLINKHORN, M, Spain in Conflict, 1931-1939. Democracy and Its Enemies, Londres, 1986. GMEZ MOLINA, Adriano (recop.) Jos Antonio. Testimonio, Doncel, Madrid, 1969. GMEZ MOLINA, Adriano (recop.) Jos Antonio y Espaa, Doncel, Madrid, 1965 (2 edic.).

    RO CISNEROS, Agustn del, Jos Antonio y la Revolucin Nacional, Ediciones delMovimiento, Madrid, 1971.

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