Gaceta del Centenario nº 28 - 10 Enero de 2002

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    externo, que, a lo ms, puede darnos productos, resultados ordenados de una vida. En

    efecto, urge hacerse radical problema de su sentido: descubrir cul fue la intencin que dio

    unidad a su vida, vivir su dramtico problema de hacerse como l se quera y no otro,

    adivinando y trayendo hasta nosotros la lucha interna por conseguir su autenticidad. En una

    palabra, intentar reconstruir su proceso creador desde dentro. Porque, quin fue Jos

    Antonio? Esta es la cuestin a la que es preciso dar respuesta.

    No es sta una tarea fcil. A la dificultad misma del propsito en s se aaden dificultades dedos rdenes distintos: por una parte, la deformacin actual de Jos Antonio; por otra, la falta

    de estudios serios sobre su pensamiento. As, si cada da crecen las dificultades para tratar con

    decoro de dar razn de Jos Antonio, ms crece an la urgencia de tener que intentarlo. Sea

    sta la nica disculpa del atrevimiento, aun a riesgo de equivocarnos. Y esta equivocacin es

    muy posible en efecto, porque en el intento nos encontramos radicalmente solos frente a Jos

    Antonio. Mejor dicho, frente a sus escritos y discursos, sin ms que unas escassimas

    referencias biogrficas y unos insuficientes estudios, que es todo lo que conocemos de l. Y

    por aqu tenemos que empezar.

    III

    Casi todo lo dicho sobre Jos Antonio es obra de la propaganda, en su ms despectivo

    significado. Y el resultado, el tpico. La propaganda, en efecto, es un instrumento dotado, en

    la mayora de los casos, de una maravillosa virtud: lograr lo opuesto a lo debido. En esta

    ocasin ha conseguido, efectivamente, todo lo contrario de lo que deba proponerse -si alguna

    vez se lo propuso en serio-: el pueblo espaol ignora en absoluto a Jos Antonio. Ni siquiera

    tiene de l un conocimiento anecdtico. Si hemos hablado antes de deformaciones de Jos

    Antonio, sta es la primera que es menester sealar. La propaganda ha deformado torpemente

    a Jos Antonio, maltratndolo, haciendo uso disparatado -inoportuno muchas veces,

    inmoderado siempre y algunas veces desleal- de sus textos. Incluso estos han sido utilizados

    para justificar -en algunas ocasiones en que interesaba una justificacinnacionalsindicalista- decisiones estatales totalmente ajenas al pensamiento del Fundador.

    De aqu el Jos Antonio tpico, lugar comn, canto rodado sin aristas, figura sin contornos

    delimitados. Este Jos Antonio, totalmente carente de rigor formal y antihistrico, es el que

    vive -en el mejor de los casos- en nuestro pueblo, cuando no le ignora en absoluto. Ya es

    bastante error haber reducido su inmensa y gigantesca figura a firmante de la publicidad del

    rgimen.

    IV

    Los intelectuales pudieron haber evitado esto. Pero no han querido o no han sabido hacerlo. Lo cierto es que, lanzado el tpico,

    ellos dejaron el campo libre a la propaganda inmediatamente, para no confundirse con ella, se callaron con ese gesto desdeoso

    que siempre tienen para todo lo que es lugar comn. Y esta desercin de la inteligencia es menester denunciarla. Existe unagravsima conspiracin de silencio en torno a Jos Antonio por parte de los intelectuales espaoles, que no han dado -despus de

    casi quince aos- ni un solo libro.

    En esa conspiracin se ha llegado a extremos ridculos. En octubre pasado, por ejemplo, se

    celebr en Madrid un congreso internacional de intelectuales. La postura mantenida en el

    mismo por la mayor parte de la representacin espaola fue casi siempre puramente

    joseantoniana, pero no se reconoci pblicamente dicha filiacin. Tuvieron que ser los

    intelectuales franceses, Henri Massis y Gustave Thibon, los que citaran por su nombre a quien

    haba forjado un pensamiento que inform la mayora de los debates. Recientemente un ilustre

    autor habla del hombre como soporte de los valores eternos y desarrolla una teora de la

    nacin que nos es conocida. Pues bien, un especial pudor ha vedado la cita. Ms an, lamxima revista doctrinal de la Falange, en la larga serie de tomos publicados, no ha dedicado

    nada ms que un solo trabajo al pensamiento de Jos Antonio. Este silencio no tiene

    justificacin. Ya no se puede hablar de falta de perspectiva. Desde 1945 estamos lo

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    suficientemente solos en el mundo como para que nada estorbe la vista, aunque s -a lo que

    parece- el pulso. Y esto es gravsimo. Porque un movimiento revolucionario es algo ms

    complicado que una tctica para la conquista del poder y su conservacin. Un movimiento

    revolucionario es algo ms que un problema militar. Es, ante todo, un movimiento ideolgico,

    un movimiento intelectual. Y dnde est hoy nuestro pensamiento? Exactamente donde lo

    dej Jos Antonio hace casi quince aos. Esto se llama congelacin de una doctrina. No se ha

    proyectado el pensamiento de Jos Antonio hasta hoy. No se ha querido ver que muchosproblemas nacionales son nuevos o estn planteados de muy distinta manera que entonces. No

    se ha sabido comprender -o no se han tenido fuerzas para remediarlo- que ese pensamiento sin

    desarrollo y sin explicacin, si no es punto de partida de una escuela intelectual que dota de

    contenido a la revolucin, desaparecer del campo de la eficacia para transformarse en un

    autntico fsil terico.

    No es preciso insistir mucho ms. Cuando el joven falangista se aproxima al pensamiento de

    Jos Antonio, contrae muy pocas deudas. A Arrese, Conde, Del Moral, Del Real, Fernndez-

    Cuesta, Lan y Tovar debemos algunos trabajos serios. A Agustn del Ro y a Torrente

    Ballester, las ediciones. A Garca Escudero, un constante recuerdo en la prensa y una valientevaloracin en su ltimo libro. Nada ms. Cmo nos avergonzamos, cuando tuvo que

    reconocerlo as Antonio Valencia hace muy pocas semanas enArriba!

    Y es esto suficiente? De ninguna manera: slo aspectos muy parciales han quedado as

    estudiados: estado, representacin, nacin patria, hombre e imperio..., y no de una manera

    decidida, sino, la mayora de las veces, ocasionalmente.

    He aqu una implacable realidad bien dolorosa. Esto constituye una autntica desercin, slo

    explicable por una inmensa cobarda o por una total miopa para el valor ms lleno de

    incentivos intelectuales de nuestra poca. Triste es tener que hablar as.

    As, pues, nos encontramos radicalmente solos. Cuando un joven falangista pasa revista a

    aquellos a quienes debe su formacin, en sus labios apenas pueden aparecer otros nombres

    que los de camaradas de su propia generacin.

    V

    Por esto fue fatal la otra deformacin: el mito. Yo s que es muy desagradable hablar de la

    soga en casa del ahorcado, pero es menester sealar este otro error para terminar con l para

    siempre. Jos Antonio, tpico en el pueblo, vergenza en los intelectuales, se hizo mito en

    nosotros por obra de nuestro pensamiento. Porque no fue amor, no; que el amor jams

    hieratiza.

    Seamos valientes y reconozcmoslo. La ms importante realidad de Espaa es su juventud. Elms valioso tesoro de esa juventud, Jos Antonio. Pues bien, Jos Antonio vive en esa

    juventud, pero no como deba vivir, sino deformado. Vive hecho mito, y esto supone que la

    idea nacional de revolucin que Jos Antonio cre se ha desorbitado, fundndola en valores

    irracionales, llevndola ms all de la creencia, donde se debi detener. Y as, el creer, creer,

    creer... no ha dejado sitio al entender.No nos arrepentimos de ello. La juventud forj el mito de Jos Antonio porque lo necesita. Y de esa necesidad no es, por cierto,

    responsable. El mito aparece fatalmente tras las catstrofes como tablas histricas donde clavar el alma para evitar el naufragio.

    Y los hombres de nuestra edad que vivimos en un invernadero, del cual la salida nos fue a todos fatal. Evidentemente, lo que

    exista fuera del marco de nuestras centurias no era lo soado. El divorcio entre la realidad y el anhelo era poco menos que

    radical. Habamos soado que al comps de nuestro crecimiento interior todo creca por igual en todas partes, y no fue as. Por

    ello, la historia de nuestro despertar es la historia de una cruel decepcin. Entonces dijimos con el poeta:En tu propio solar quedaste fuera, del orbe de tus sueos hacen criba.

    Y llegamos al mito porque necesitamos salvarnos a nosotros mismos y a nosotros con l. Con

    l, en cuyas estupendas y ejemplares dotes de barn habamos reasumido el propio sueo de

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    nosotros mismos. Con l, arquetipo de millares y millares de adolescentes, que, sobre la ancha

    geografa espaola, quisimos vivir como l vivi, haciendo frtiles y fecundas nuestras horas

    en este ejercicio de amor.

    Y de ese amor, burlado, naci nuestro resentimiento. Volcamos toda nuestra desesperacin

    sobre nuestra propia alma, he dicho en otros sitio: nos hicimos amargos y rebeldes, tristes y

    tremendistas, y sobre el poso de rencor, de angustia, de soledad que llenaba nuestro corazn,

    hicimos cada vez ms grande, ms gigantesca, ms enorme, ms perfecta la figura delFundador. Muchos de nosotros nos hemos clavado en torno a su tumba pidindole una

    palabra, una orden, un consejo que nunca lleg. Porque a fuerza de cargar en l todas las

    virtudes de que no ramos capaces, a fuerza de cargar en l todo el pensamiento y toda la

    verdad, nos fuimos quedando secos, vacos, fros, solos... Adorbamos un mito. As nos

    cremos ms fieles. Sea sta nuestra disculpa.

    Deformada la figura de Jos Antonio en el espejo histrico de nuestro resentimiento frente al

    engao, le dimos rigidez de estatua, privndole de su estupenda humanidad, que lleg a

    parecernos un defecto. Tan gigantescamente perfecta la figura de Jos Antonio no caba en

    nuestra intimidad.

    VI

    La deformacin ha sido llevada a sus ltimas consecuencias. Tallado en granito, alejado de

    nuestro corazn para desplazarle a ese mundo lejano donde los dioses paganos son

    inaccesibles a los mortales, slo le invocamos para el castigo y maldicin de quienes le haban

    traicionado. Fue estupefaciente de nuestra voluntad y no verdadero norte de ella, pues por

    ideal inalcanzable fue disculpa de todas nuestras ntimas debilidades. Sobre nuestro corazn le

    izamos para que no le manchara el cieno de Espaa, pero no lo hicimos por amor, sino por

    rabia, por desesperacin, por rencor. A la postre, no slo le deshumanizamos a l, nos

    deshumanizamos a nosotros mismos y nos encontramos, de golpe, dentro de una vivencia

    poltica, pseudoreligiosa, de tipo netamente marxista: un profeta, un libro, una liturgia y undogma.

    VII

    Ahora ya sabemos que ese Jos Antonio monumental y externo, y ciclpeamente perfecto, no

    nos sirve. Sabemos tambin que no sirve de nada, que es falso y autnticamente inmoral

    disparar sus consignas como piedras de ro en la honda de nuestro rencor contra las frentes de

    nuestros enemigos. Sabemos que a solas con nosotros mismos estamos ms solos que nunca,

    porque hemos perdido a Jos Antonio. Ocasin es de encontrar, de buscar, de descubrir ese

    Jos Antonio que casi quince aos de propaganda, de silencio y de ignorancia nos han

    escondido. Ya es posible la tarea. Costoso y largo camino nos ha llevado hasta ella. Peroantes, una advertencia ms: desterremos de nuestras filas al integrista y al beato. A los que

    creen que la fidelidad a Jos Antonio est en la repeticin constante y uniforme de lo que nos

    dijo; a los que creen que es irreverencia o frivolidad intentar interpretarle, a los que creen que

    pedir la actualizacin de Jos Antonio es un crimen de traicin.