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La Ballena de Papel K gosto 1968 N.° 2

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La Ballena

de PapelK gosto 1968 N .° 2

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UN POETA Y PAYADOR FERNANDINO: RAÜL MONTAÑÉS

Nació en Punta Ballena.. Vive actualmente en Maldonado. Es vasta­mente conocido por la labor que ha desarrollado en emisoras e institucio­nes tradicionalistas, dentro y Juera del Departamento. Ha cultivado el géne­ro gauchesco (donde —según nuestra opinión— tiene sus mejores aciertos), el lírico y el dramático. Su vasta producción se destaca por la originalidad de sus imágenes. A pesar de ello, creemos que las mejores páginas de Mon­tañés no han sido recogidas: nos referimos a sus payadas. Dentro de la especialidad repentista, están sus éxitos más notables.

Ha publicado la siguientes obras: Rescoldos, Cacharpas, Solsito Güeaio (Poemas gauchescos); Campanitas de cristal. Cien gramos de amor. Con la voz del corazón (Poemas líricos),4 Nuestro pan amargo (Teatro),

La página que transcribimos —inédita— pertenece a un poem a mayor.

LALa noche ha descendido al alma del gauchaje. Intermitentes guiños de las estrellas parten; mueren las mariposas donde los grillos nacen.Ahora recién comienza la fiesta de cantares, altar de los troveros bendice a sus amantes.

Dos guitdrras desnudas que van a desposarse, pasean sus lascivias por los palios del arte.

¿Son bocas asombradas de vírgenes o mártires, o lánguidos bostezos de mujerzuelas fáciles?

Dos guitarras desnudas excitan el romance.

Del Brazo sexticorde a sus rubias beldades, por caminos de un sueño las llevan los amantes.

PAYADAMontañés y Abel Soria los payadores llámanse. Tienen la tez cobriza, Tienen las voces graves; por soñar con lo mismo tienden a áseme jarse.

Un friso de silencio sus partidarios hacen.Un yelmo de cariño recubre ambas partes.

El altar es palestra, la guitarra estandarte. Cascaritas de Itina chispean en sus nácares.

Montañés es maduro;Soria remonta edades y sazona sus frutos al calor de una imagen. Del vientre de su copla la nueva patria nace.

Los Dioses del siderio comprenden sus lenguajes, que Montañés y Soria son ultraterrenales.

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en San (¿arlosEPISODIO HISTORICO

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EL CLINUDO" EN SAN CARLOSCédar Viglietti, artista de personalidad múltiple, une a su calidad de

virtuoso de la guitarra, la de musicógrafo, investigador y narrador. Su in­fancia transcurrió en la villa de "La Unión", donde el contacto con payado­res y viejos cultores de nuestras formas folklóricas, favorecieron el despertar de su vocación por el conocimiento de ese aspecto de nuestro pasado cul­tural. Sus rigurosos estudios en tal sentido tuvieron feliz complemento en su actividad de ejecutante y en su obra literaria.

A partir de 1947 —año de que datan treinta artículos sobre! folklore en diarios montevideanos— ha publicado los siguientes títulos: "La guitarra en la época artiguista" (Revista Nacional), "Folklore en el Uruguay" (1948), “El Clinudo" (Premio Ministerio de Instrucción Pública 1955) y "Folklore musical en el Uruguay" (Premio Ministerio de I. Pública 1962).

Simultáneamente a esta labor creadora, Viglietti ha ofrecido conciertos y conferencias en Buenos Aires, Tandil, Córdoba, Santiago de Chile, Valpa­raíso, Montevideo (en reiteradas oportunidades y diversas salas); y en casi todo el interior de nuestro país.

San Carlos recuerda varias de sus excelentes actuaciones, la última al frente de un conjunto de diez guitarristas minuanos, formados por él en el ejercicio del noble instrumento, cuyo amor ha trasmitido a sus hijos, uno de los cuales, Daniel, ya se ha consagrado como uno de nuestros compo­sitores jóvenes de más valor a la vez que como cantante y guitarrista. Cédar Viglietti reside en Minas, en la actualidad integralmente dedicado a la investigación, a la creación y a la guitarra, ya como intérprete o como maestro.

La página de "El Clinudo" que publicamos, es la síntesis de un capí­tulo de esta obra, especialmente reelaborado para "La Ballena de papel", por lo que le concedemos la condición de material inédito.

Cédar V iglietti

EPISO D IO H ISTO R IC O

A lejand ro R odríguez, (a ) ‘‘E l Cli­n u d o ” fu e u n fam oso m a tre ro oriundo de M inas y m u y m en tado en estos de­p a rtam en tos del E ste po r los que a n ­duvo constan tem ente perseguido p o r la justicia.

A com ienzos de 1881, ha llándose en los m ontes del A vestruz — de olim are- ños pagos— se en te ra de q u e p a ra Re­yes se co rre rán un as carre ras m u y im ­portan tes en Sefli Carlos.

Es asi que ese día se halla en una pulpería Carolina jugando a la taba y a los naipes con toda despreocupación;

verdad que a llí pocos le conocían p e r­sonalm ente, y p o r o tra p a r te como e ra u n día de m ucho sol se h ab ía env u e l­to la la rg a cabellera q u e le llegaba h as ta la c in tu ra — de ah í su apodo— con u n p añ u e lo de algodón como lu ­cen en verano los troperos brasileños.

D ejó e l juego y se recostó a l m os­tra d o r p id iendo vino, sard inas, b u tifa ­rra s y galletas.

Ju n to a la re ja es tab an varios gau­chos y tres policias, u n o de éstos con jine tas de Sargen to a l cual le decía u n paisano:

— Sí- don Sargento, el año pasao es­tuvo por aqu í y hasta supe h ab la r con

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é l; pero no sabía yo que e ra ta n aga­lludo el hom bre.

— Será por T re in ta y T res, aq u í son otros López— alardeó e l S argento— , lo que es por aqu í no v iene a com pa­d rear. Lo digo yo, carajo!

E n ese in s tan te en tró u n hom bre alto , vestido de paisano pero con u n a g ra n espada colgada a l costado: e ra el Com isario.

— ¿De q u ién hab laban? — pregun tó a l Sargento.

— D el C linudo ése, que an d a m e­tiendo ta n ta b u y a . . .

— A ja , p o r estos pagos n o se llega; y lo siento, porque lo que es conm igo no iba a jugar.

R odríguez h ab ía oído todo sin pes­ta ñ e a r s iqu iera ; te rm inó tra n q u ilo de com er, apu ró su vino, se acercó al Co­m isario qu itándose el som brero — no así el pañuelo— y le dijo:

— D isculpe, señor C om esario; pero yo q u ería decirle que h e venido a d a r­le las gracias po r u n servicio que u s­ted le hizo a m i fa m ilia . . .

— Sí, la custión jué que u n h e rm an o m ío tuvo que pe lia r, por com prom iso, ¿sabe? con u n gringo que le faltó. N o jué m ucho, unos pun tazos no m ás. U s­ted lo prend ió a m i herm ano , lo arrió u n as cuadras pero dispués lo la rgó con unos cuantos consejos.

— M edio ra ro eso, porque cristiano que yo ag a rre no lo largo así no m ás, y los consejos, m ocitos, los doy ad en ­tro del calabozo y no de aqu í (señ a­lándose la len g u a) sino con esta am i­ga (se tan teó la espada) que da con­sejos que no se o lv id a n . . .

Con u n a g ran carca jada rem ató su fra se el C om isario y , com o correspon­día, se oyó o tra riso tada del S argento seguida a su vez de dos risas m ellizas de los dos guardiaciv iles, m ien tra s m ás de u n paisano, receloso, evocaba a lg ú n consejo en su espalda no olvidado del todo.

— N o se acordará, pero ju é an sin a — insistió calm oso E l C linudo—̂ . P o r eso yo y m i gente querem os hacerle u n obsequio, digo yo, si no ofendo.

D e u n a m irad a m idió “ los posibles” de ese gauchito vein teañero y negó, despreciativo, alardeando:

— N i m e acuerdo de eso n i m enos acepto regalo de nadie.

— T a bien, señor. E ra ese m a lacara que está a l lao de la ca rre ta , pero si u s té se va a o f e n d e r . . .

L a expresión fue, aho ra , de asom bré y codicia:

— ¡Ese pingo! B ueno, bueno, a l en ­t r a r lo estuve a lm irando u n b u en rato .

C am biando e l tono, en transic ión , d isim ulando, agrega:

— L a verdad que yo n o preciso ca­ballo, pero no m e gusta ofender a n a ­die. Lo voy a acep ta r pero sólo como u n recuerdo. E n cuan to a tu herm ano , cu a lq u ie r cosa que le pase que m e vea no m ás.

— Y usted , pu lpero , no le cobre a este m uchacho , yo pago.

E l in terpelado , láp iz en m ano — un g ran lápiz de c a rp in te ro ^ - garabateó un as ray as en grasicn to papel de es­tra z a y dividió la sum a por dos que e ra su descuento a la au toridad .

— A p u n te no m ás — dijo el Com isa­rio.

Y el pu lpero por cum plido ap u n tó en u n a lm an aq u e viejo donde ano taba con u n a cruz — como en te rrán d o las— las cuentas que n u n c a podría cobrar.

M uchas gracias, Com isario, y si m e da licencia le v i’a p ro b ar el p ingo pa q u e vea lo que le he enseñao.

— Bueno, m ’hijo , vam os a ver.C uando m o n ta y luce algunos flo­

reos a cu a l m ás lujoso, la gente, des­paciosa, sin m u ch a novelería , se asom a a m ira r. A poco, breves exclam aciones ap ru eb an tan to a l jine te como a l ca­ballo.

Es u n gaucho en tre gauchos, se sien­te feliz an te los elogios como u n a rtis ­ta a n te los aplausos de u n público en ­tendido.

A l cabo, tras varias gracias a n te las cuales n o se sabe q u é ad m ira r m ás, sial hom bre o a l p ingo, cu lm ina echán­dose éste al suelo an te hábiles toques de espuelas y de riendas, de caricias y de voces repetidas, quedándose in ­m óvil m ien tras su jine te — de p iernas ab iertas— lo m im a pe inando las crines con cariñosa m ano.

— Como caballo ’e m a tre ro ! . . . — exclam a u n gaucho.

Con u n ¡Vamos! el p ingo se ende­reza con el m ozo enhorquetado.

— Bueno, basta! — grita el C om isa­rio , nervioso y a — . A ver, Sargento,

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sáquele esos cueros y póngale m i ape­no , enseguida.

— ¿Así que e ra suyo, don Comesa- rio? — p reg u n ta alguien.

— ¡Claro que es mío! P a m i santo servicio, pa m i carona n o m ás. Y u s ­ted bájese, carajo , no m e h a oído?

— V ení, b a jam e vos, viejo sotreta! V en í, m au la , ba jam e si sos guapo — g ritaba el m a tre ro a las risas— . D e dónde vas a m o n ta r vos este cab a llo . . .

— M irá q u ien soy yo, desgraciao!Y de u n golpe, echando la cabeza

hacia a trá s , se a rran ca el p añue lo de­jando suelta a l v ien to la la rg a cabe­lle ra q u e cubre su espalda.

— ¡El C lin u d o !. . . g r itan varios. Re­conociéndolo. A divinándolo.

— Si, soy yo, E l Clinudo! — y se gol­

pea la boca y lan za grandes riso tadas, m ien tras p a r te su p ingo en briosa a rran cad a pero p a ra volver en lu josa ra y a d a a n te e l Com isario.

A l fin , cuando los policías, azora­dos, luego de a rre g la r e l fren o d e l ca­ballo del Jefe — cuya rien d a cortó de u n ta jo el m a tre ro — pud ieron m o n ta r, A le jand ro Rodríguez, (a ) E l C linudo, la m elena a l v iento como u n a b ande­ra , se hac ía p erd iz en su m alacara , cam ino de las asperezas del ab ra de P e r domo.

F a lta decir q u e en ese Reyes no ga­nó el caballo favorito del Com isario, porque éste, po r vergüenza, no volvió a las c a r re ra s . . .

(Ilu strac ió n de Ju a n P. Corbo)

Adhesión

C A S A D I A Z

Maldonado

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TROPA DE CARRETAS

Omar Morena, nacido en Durazno, se crió en el departamento de Trein­ta y Tres, cursó estudios en Batlle y Ordoñez (Nico Pérez). En Montevideo completó preparatorios y cumplió los correspondientes del Instituto Artigas. Como profesor de literatura dictó clases en San Carlos, Mercedes y hoy lo hace en Nueva Helvecia y Colonia Valdense.

Algunos de sus cuentos aparecieron en la revista Asir, semanario Mar­cha, esi el diario El País. Próximamente publicará en Ediciones de la Eanda Oriental una novela histórica. Fuego Rebelde. A ella pertenece el pasaje Tropa de Carretas.

Rodolfo las oyó v en ir desde m u y lejos, desde que com enzaron a ro d a r p o r el cerro, o qu izá desde an tes, pues la m a ñ a n a e ra m u y serena. F u e lle­gando p rim ero — como llega u n a m a­necer, casi sin hacerse sen tir— u n r u ­m o r im preciso; luego, e l c h irr ia r del e je de m ad era d u ra , reseca, en la m a ­sa de la rueda . E l ru id o crecía y ca­da vez m ás claro , fue invad iendo el pueblo , tam b ién como u n am anecer. U n g rito destem plado “ llam an d o ” a u n b u ey — adiv inábase e l p ieanazo— los golpes de las llan tas en las p ie ­d ras y aquel ch irrid o ensordecedor. P o r e l rem olino d e voces se conocía el am ag u e de u n peludo y el esfuerzo po r superarlo . L legó u n cencerro ; la ­dridos; u n m ugido. A quel m a r seguía

O m a r M o r e irá

creciendo, a pesar de q u e y a parec ía h ab e r llegado a l m áxim o.

C uando h ab ría pasado u n a hora , se av istaron deslizándose, ahora con m e­n o r esfuerzo en la pend ien te , derecho a la estación. Rodolfo en ac titu d de espera, no descuidaba detalle de las que ib an apareciendo, h asta que a tr a ­caban. M ien tras, las siguientes, h ac ían em balse esperando tu m o ; a lgunas, ba­jo el cuidado de sus dueños y otras solas, p a ra lo que bastaba a trav ezarle e l caballito a la y u n ta delan tera . B ue­yes y caballos se adorm ilaban .

V eíanse de todo tipo: la m ay o ría de techo abovedado de zinc, pa ja o junco, a lg u n a de ru ed a b a ja — llam adas b ra ­sileras— , unas de ejes y bujes de h ie ­rro , otras de m ad era ; la boca de ade-

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lan te tan to como la de a trás ce rradas con cueros yeguarizos o vacunos. V a­rias tra ía n su nom bre g rabado y u n a m arca a fuego e n el costado. Rodolfo a ten to a todo aquello — era u n cuadro nuevo p a ra él, y a que las ca rre tas ib an siendo desplazadas en sus pagos po r los carros, m ás livianos y rápidos— observó con curiosidad algunos n o m ­bres: “P erten en c ia de T ibu rc io G raja- les” , “V oy siguiendo m i destino” , “ M í­ram e si soy b o n ita” .

L a boyada criolla e ra de m uchos pe­los, au n q u e veíase la in ten c ió n de fo r­m a r y u n ta de u n o solo, hab ía a llí b a ­rrosos — color elefante— ; bayos n a ­ran jo ; colorados nevados — m oteados como el ciervo, hocico blanco, patas claras oscureciendo hacia a rr ib a — ; azulejos — grisáseos azulados— ; n e ­gros re tin to s; yaguaneces negros o co- loardos — sobre uno de esos colores de fondo corría por el lom o u n a o dos fran jas blancas, como e n el zorrillo, regresando por debajo— ; blancos to ta ­les. Todos ellos con grandes co rnam en­tas, au n q u e destacábase alguno a m e­dia guam pa, recursos de l c a rre ro fre n ­te a su b rav u ra .

T rab a jab an bajo las órdenes, por ser capataz o dueño de m uchas de ellas, de u n viejo que fue el p rim ero e n e n ­t r a r a caballo en u n za in ito de poca m on ta y que rec ién a l en fila r hacia la estación salió de su ac titud , la m ás cóm oda p a ra u n a m arch a de leguas a días, con la p ie rn a d erecha c ruzada sobre e l cabezal de lan te ro del recado. Se enderezó y m an iob ró con sum a h a ­b ilidad y energ ía, en especial con unos bueyes uncidos en la cu a rta tra se ra , segunda y u n ta de las cua tro q u e tra ía , pues no h ab ía allí riesgo de u n a d is­parada .

Q uizá aquel e ra e l ta l T iburc io G ra- jales, hom bre y a viejo, m ediano , del­gado, vestido pobrem ente, som brero caído sobre los ojos, tam angos — lo m ás apropiado p a ra largas jo rnadas, m uchas veces a pie— e im presionaba p o r su noble cara de barba b lanca y cuidada. «•"

Lo secundaba otro hom bre no m e­n o r que él, de ch iripá raído, calzonci­llos com unes largos, tam angos de ga­rra s de cuero con e l pelo hacia a fue­

ra , som brero req u in tad o ; u n a barba gris ocultaba su ca ra pequeña. Sentado en e l pértigo g ritab a in ú tilm en te y ca­careaba com o u n endem oniado, n o m ­braba a los bueyes, especialm ente a u n a y u n ta en dom a unc id a a. u n y u ­yo doble, em paredados ju n to al p é r­tigo p o r otros m ás fuertes, m ansos y sabios. Los tra ía agobiados a p icana, gritos y m aldiciones.

C ada g rito e ra reforzado por u n pi- canazo y a ú n por u n a palabro ta : “A r­bolito güey ; Parecido, carajo!; C arbón hijo e ’p u ta ; Z araza ...”

A rribó u n a n u ev a ca rre ta conduci­da p o r u n a ch in a , pañue lo blanco de osten tación atado po r las p u n tas, la r ­ga po llera flo reada; gu iaba voceando como u n hom bre.

E l p r im e r viejo, a l p a sa r cerca de Rodolfo y sus com pañeros, alunado , m iró por lo debajo del a la del som bre­ro dió u n “B uen d ía” sem ejan te a u n g ruñ ido ; era su fo rm a de dem ostrar su a n tip a tía a l gobierno. M ien tras que el otro, m ás d icharachero y alegre m os­tra b a su rostro y su b laquism o. Sa­ludó:

— G üen d ía señore...E m p ezaro n a descargar los llam a­

dos “ fru tos del pa ís” , lan a ,,cu ero s , cer­da. F u ero n llegando m ás carretas. E n ­tre ellas u n a llevada po r u n m u ch a ­chito n o m ay o r de doce años, descanzo; a g rito de carre tero su voz se iba en ­dureciendo; luego dos viejos, otro m u ­chacho y luego todavía, u n hom bre m aduro que por e l tono parecía b ra ­sileño. Y o tras m ás se av ista aún .

A quellos viejos no h ab ían atendido el llam ado de la divisa, sustituyendo en éste, com o en otros oficios, a los hom bres jóvenes. A dem ás p a ra ser ca ­rre ro se necesita m u ch a paciencia, u n a paciencia como la del tropero de ove­jas o de pavos. P a ra am bas ta reas es­tab an aquellos que a l sa lir no se p re ­g u n tab an por el llegar, que tan to les daba esta r en su ran ch o o en la es­tan c ia , o a n d a r en los cam inos. Los jóvenes e ra n especia lm en te a rrieros de ganado vacuno, a lam bradores, peones, esquiladores, m onteadores, dom adores................................................................• • • f t •

C om enzaron la carga: cru jien tes bol­sas de galletas, sacas de h a rin a , azú ­

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c a r, caña, barricas de y erb a , rollos de a lam b re y m ad era , u n a p ila de zue­cos... C uando sub ian u n cajón tapado, donde se ad iv inaban la tas y cosas m e- n u das, el segundo viejo haciéndose el ta n to dijo al m uchacho que lo acom ­p añaba:

— C uidau con la pólvora, que s i no A paricio nos capa.

Y m ás bajo pero queriendo ser oído: — Estos cajones h a n de ser h asta jo­

didos.U no de los com pañeros de Rodolfo

no pudo contenerse y en el m ism o to ­n o e in tención le replicó:

— Che Santiago, ahora que veo es gueyes m e acuerdo que ten ía u n o que se llam aba G allo de L ata .

E l viejo “ apechugando” agregó de la m ism a fo rm a pero algo m ás serio, refiriéndose a l fusil de aquel:

— Y yo te n ía u n o que cargaba el n o m b re de S ó l i to . . . S ó lito .(1 )

Los m uchachos criados en el le n ­g uaje alusivo, com prendiendo re ía n en tred ien tes.

E l sospechado G rajales in te rv in o aprovechando el silencio del soldado que vacilaba e n tre re tru c a r o “proce­d e r” , y ordenó a los suyos:

— V am os, cam os, m uchachos.

Y a sobre el filo del m ediodía las ca rre tas em pezaron a p a rtir . A l h ace r­lo se oyó u n verdadero vendabal de g ri­tos y el ru id o de los cascabeles en el

clavo de la p ican a cim brada en aq u e­llos bueyes que escondían el testuz h as­ta que vencidos lo lev an tab an y en to n ­ces tira b a n todos parejos. Se ib an con los bueyes sueltos, caballo, perros, m u ­chachos, con el rech in a r, y el tin tineo del cencerro , conocido p o r cada carrero com o cada fie l conoce la am p an a de su iglesia.

L a ú ltim a en m a rh a r fue la de la ch ina q u ien se esforzó po r em p are ja r sus y u n ta s ; su ca rre ta de ta n cargada a ú n parecía m ás petiza.

Todos aquellos hom bres, an im ales y carretas, pa rec ían curtidos p o r el sol, el v ien to y el agua, en días y noches de estío o inv ierno ; en f in po r la in tem ­perie.

Rodolfo a l verlas a le jarse im ag inaba e l resto de la pe rm an en c ia de las c a rre ­tas en el pueblo: com ple ta rán su carga en las pu lperías de N a ra n jo o en la de A rocena, a lg u n a — obligatoriam ente— llegará a la h e rre ría de Sisto, a la sa­lida del pueblo, en el pastcfreo so lta rán sus bueyes sólo hasta el a ta rd ecer en que los tra e rá n p a ra a tarlos a la co­y u n d a , av iv a rán su fogoncito de cua tro leños m ien tras las ca rre tas , sobre sus dos m uchos, m a n tie n e n su equilibrio .

Y a la m ad ru g ad a , casi m edianoche,- p a r tirá n pesadas de sueño y de som ­bras.(1) Significando que el fusil tendrá que pe­

lear sólo porque su dueño es incapaz pa­ra ello (“Y dijo «Vas a saber si es sola o acompañado»”. M. Fierro).

“Porque la universidad es el pais y todos, quien más, quien menos, estamos unidos a ella. Es nuestra iglesia y nuestra fé; con su diáspora de la que no está ausente la nostalgia de un tiempo que fue mejor, de una tierra que entrevimos como prometida.

H erir a la universidad, alzarse contra ella, pretender avasallarla, es, lo sabemos, lo sentimos, lo comprobamos, herirnos a todos y a cada uno de nosotros en algo que nos es entrañable y esencial, que misteriosamente se confunde con nuestra razón de vivir. Y cuando vemos a los jóvenes que toman el azaroso camino de la lucha desigual contra las fuerzas reaccionarias de siempre para defender a la universidad, a “su” universidad, a “nuestra” universidad, los viejos tenemos que sentir tranquilidad y orgullo. Los relevos cumplen con su deber que no ha dejado también de ser el nuestro.”

C arlos Q u ijano

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3 POEMAS de ZELMAR RICCETTO

ZE L M A R R IC C ETTO publicó su p rim er libro , “ Cantos chicos” , en 1946 in au g u ran d o u n a activ idad q u e se ha m an ten id o hasta hoy in in te rru m p id a . “ C iudad del a ire” (C iudadela , 1950), “A rtig as” (C iudadela, 1951), “C ancio­nero salvaje” (C orporación G ráfica , 1960), “ Oficio de am istad ” (A lfa , 1963), “Como q u ien está v iv iendo” (A lfa , 1965); y u n a considerable p ro ­ducción inéd ita , a te stiguan la a u te n ti­cidad de u n a vocación creadora cuyas exigencias de term inaron , años hace, el abandono d e « u profesión u n iv ers ita ria .

V ive ac tu a lm en te en M inas, donde nació, a lte rn an d o la activ idad poética con las ta reas de cam po, estas ú ltim as com plem ento v ita l de la p rim era .

A u n q u e a lo largo de estos vein te años el poeta h a evolucionado, tan to en su tem ática como en la búsqueda de los m edios de expresión, sigue siendo válido el prólogo que Ju a n José M oro- soli ded icara a “C antos chicos” . Del m ism o transcrib im os:

“N o escribo estas líneas por lo que puedan ellas serv ir p a ra o rien ta r a l lec­to r, o d e fin ir a l creador. Las escribe sim plem ente, porque tengo la alegría del encu en tro feliz con u n poeta, hasta aqu í desconocido, que ten d rá sin duda u n destino seguro en la lírica nacio­n a l. N o se tra ta de v a lo ra r este libre en lo q u e tiene re lac ión con form as y escuelas. P ero puede decirse — come lo digo— que e l esp íritu creador está

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asistido aqu í de factores im ponderab les — tie rra , agua , luz— cuya presencia sentim os m ás allá de las p a lab ras y las im ágenes. Que e l ám bito p o r don­de v ia ja , feliz o angustiado e l poeta, es n u estro ám bito , a l que el verso con­tien e y revela con su grac ia desorde­n ad a , con inocen te desorden prim itivo . E sta p resencia de u n gozo de cam ino con árboles y sol, pero sin hom bres, donde u n solo hom bre, dueño to ta l del in fin ito , inocen te y sensible, va sin ­tiendo angelica lm en te su m úsica, A veces se a lzan a su paso grandes cim as de som bra q u e el poeta h ie re de luz, como u n clavel del a ire u n can til g ra ­nítico . M ovim iento y d istancia h a y en esta poesía. A ctitu d de hondero de fre n te lev an tad a hacia el p á ja ro fug i­tivo de la poesía, en m arch a segura sobre la dulce ru d eza de la tie rra . A

veces, e n súbito acaso, detiene el r i t ­m o de su m arch a y caza el sueño y nos lo m u estra como u n a calien te nube de p lum as y de san g re” .

D e “ C iudad del a ire ” dijo G u iller­m o de T orre : “L a expresión asum e la rep resen tación poem ática con la fu e r­za de lo verdadero . P ero lo que define esta poesía de Z e lm ar R iccetto no es sólo la p u ra expresión , el adecuado lenguaje , sino la p resencia de u n a po­ten c ia creadora equ ilib rad a en u n p e r­sonal y defin itivo estilo poético” .

A le jand ro P a te m a in in c lu y e a Z el­m a r R iccetto en la rec ien te an to logía “ 36 años de poesía u ru g u a y a ” (A lfa , 1967) destacando e n tre otros valores-, “Z e lm ar Riccetto tien e la v ir tu d de m o stra r u n a tem ática poco frecu en ta ­da y , en él, e laborada con in d u d ab le ca lidad” .

EN EL ULTIMO CUERPO QUE VIVIMOS

La nueva criatura en la otra orilla: nos miramos, hablamos ¿desde cuándo?; su sombra ata mi sombra sobre el agua, los rostros ondulantes invierten su migada y se contemplan, ¡sumergidos viajan

de ti a ti misma de mi a lo que tu crees, hacia nuestro uno y dos irrefutable.

El yo que yo no he visto y que tu dicesme encaja insólito, medido a m i medida,

en sí mi realidadque río sabía: ¡

tactos maravillados, oídos que me alcanzan contingencias de sílabasplaneando su entrecielo hasta migrar su climacomo un bando de cantos que ya es nido en su vuelo;oídos que me alcanzansu hallazgo con mi voz,palabras que lastimandesangrando los totems consentidosvaciándome del otro

a hospedar la reciente criatura en el {¿Itimo cuerpo que vivimos.

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IDENTIDADEntre tus manos y mis manos crecen trabajos de crecer que van al río, ¡crecer en multitud tu yo y el mío que a identidad de sangre comparecen. Viaje de amor de manos que apetecen aprestar diariamente su navio hacia el país donde calienta el frío y el follaje y el canto reverdecen.¿Negar la condición de mi ternura, irme sin ti, mi sangre compañera, extraviado en paisajes de la altura, y desertar del pacto irrevocable con que acodé mi sombra a ja aparcera patria del hombre, tierra irremediable?

GUERRILLERO MUERTOEl hombre, está caído, desgajado, su fruto cara al cielo se ha regado el hombre está caído y no ha llorado.Abrazo a tierra y tierra entre los brazos muerde con sangre 'roca hacia trigales, abrazo a tierra y tierra entre los brazos.Legüero el grito, caudaloso el brazo a más allá, más hombre, más distancia; legüero el tiempo que descansa y anda.Descansa en ti, de muerte a tu medida, de puño arriba, de sexo levantado, de pecho entero y de mirada herida.Le amaban entre tantos a él por todos que le sobraba el hombre desbordado; le amaban entre tantos, se fue solo.Todos dirán pero él se fue diciendo, ahora silencio y hambre hasta los huesos; todos sin él, pero él se fue diciendo. . .Tan adentro de mi ya aquí te quedas en tu próximo estar y ser llegando, padre a nacer en hijos que te llegan.Enumeran tus ojos y tu lengua hablan contigo y usan tu mirada uno por uno saliendo de ila tierra.Ahora puado ser en tu silencio, me late tu pasión, te estoy viviendo pecho a tu muerte, brazos a tu encuentro.Tu lado está, tu rededor me acoge;¿Sabes?, estás lloviendo pural y sucesivo y un río en mi vertiente te recoge.Pronto a partir con huesos de tu letra al pie de tu distancia y al instante del inminente sismo de tus venas.Hombre sin fin y multitud naciente, oímos como llegas, puntualmente ren perfección de muerte y nunca ausente.

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P E R I P E C I A Y D E S T I N OLa Biblioteca Municipal de Maldonado

Hoy, a noventa años de distancia, pedimos la re-creación de la Biblio­teca Pública Municipal de Maldonado, la que por justicia debería llevar el nombre de Elias Devincenzi, aquel visionario-realista que trabajó en 1878 por su formación y durante años por su engrandecimiento.

Debe ser Maldonado de las pocas ciudades del Interior —quizás la única— que no posee una Institución de esta naturaleza, y a ella s& deberá llegar adosándosele además un Archivo municipal que contenga los perió­dicos y hojas que fueron publicados en la localidad, copias de> documentos, fotografías, listas de planos de diversas épocas, mapas, informes y toda la bibliografía que atañe al Departamento.

L a creación de las bibliotecas p ú b li­cas en el in te rio r del país d u ra n te el

gobierno de L a to rre puede considerar­se u n aspecto m ás de la g ran re fo rm a v a re lian a hecha rea lid ad po r el decre­to-ley de educación com ún del 24 de agosto de 1877.

E n el a fán de tran sfo rm ar la e struc­tu ra genera l del país sobre la base de la educación, el p apel de las bibliotecas populares e ra de u n a im portanc ia fu n ­dam enta l.

E n M aldonado y p a ra ese fin , se contó con el esfuerzo de u n g rupo de personas que se pusieron a la ta rea de conseguir libros, en especial de tres h i­jos del d epartam en to entonces resid en ­tes en M ontevideo: J u liá n O. M ira n ­da, Ju a n S. V iera y M áxim o Roco, los que adem ás, se d irig ieron a l perió ­dico “E l D ep artam en to ” incitándo le a q u e acogiese la idea.

E l periódico se convirtió desde ese m om ento en el p ropu lso r del proyecto y a través de su redactor, R uperto F e r­n án d ez , an unc iaba el 18 de setiem bre de 1877: “D ebiendo establecerse en es­ta ciudad u n a biblioteca púb lica se in ­v ita a todas las personas am antes del adelan to m ora l a que co n trib u y an con e l óbolo que les sea posible. Las dona­ciones de obras im presas o m an u sc ri­tas, periódicos, folletos, grabados y otros objetos, se rec iben en la Secreta­r ía de la Ju n ta E conóm ico-A dm inistra­tiv a , C alle F lorida, 115” . A dem ás em -

M a ría A . D . de G u erra

pezó a pu b licar sem ánalm en te la lista de las donaciones recibidas. A todo ello se un ió la cooperación de dam as fer- n an d in as por entonces tam b ién resi­dentes en M ontevideo: A gustina V al- déz de P íriz , A delaida A g u ila r de A cha, Ju s tin a Cam ino de C alam et, C oncep­ción V eira de M agariños C ervantes y F ilom ena Ortega.

T am bién fueron donando libros las Comisiones de los pueblos del depar­tam ento : San Carlos, Rocha y C asti­llos. O tro tan to h icieron las oficinas públicas del D pto. en especial la Je ­fa tu ra Política y de Policía, así como tam b ién la B iblioteca N acional, A so­ciación R u ra l, la A sociación de A m i­gos y m uchos vecinos.

C on estos antecedentes, el 8 de oc­tu b re de ese año la C om isión E. A d­m in is tra tiv a dispone la fundación de la Biblioteca m u n ic ip a l nom brando a la vez la C om isión D irectiva, .po r la sigu ien te resolución: “ Siendo u n o de los deberes de las Corporaciones m u ­nicipales p ropender por todos los m e­dios posibles a l adelan to m oral del pue­blo po r m edio de la instrucción , coad­yuvando debidam ente a los esfuerzos que en ta l sentido ha hecho y hace el S uperior G obierno y ten iendo en vis­ta que es de no tab le conveniencia p ú ­blica el establecim iento de Bibliotecas P opu lares g ra tu itas , que proporcionen a todas las clases sociales los m edios de poder ad q u irir nociones y conoci-

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m i en tos necesarios; la Com isión E. A dm . del D ep artam en to de M aldona- do en sesión de esta fecha, Resuelve: A rt. I 9 Con las obras rem itidas por la Biblioteca N acional, donadas por la Je fa tu ra Política y de Policía, las exis­ten tes en la Secretaría de esta Com i­sión y las que se ob tengan de los ve­cinos del D ep artam en to y fu e ra de él, se establecerá u n a Biblioteca P ública M u n ic ip a l en el local que la C om i­sión E. A dm . señale a l efecto. A rt. 29 P a ra los trabajos p repara to rios nece­sarios a ese fin , nóm brase u n a Com i­sión D irec tiva com puesta del Sr. Jefe Político del D epartam en to , D. Justo R. Pelayo , el Sr. P residen te de la Co­m isión E. A d m in istra tiva , D. R u p er­to F ern án d ez y los Sres. A legario Ro­dríguez , D. V íctor B arrios, D. Santos A rrib io y D. H erm ógenes L. Form oso, siendo el com etido de la, m ism a el so­lic ita r la cooperación del vecindario p a ­ra la consecución de dicho estableci­m iento . A rt. 39 N óm brase Secretario de la c itada Comisión al Sr. D. E uge­n io R uiz Z orrilla (1 ) y Bibliotecario a D. E lias L. D evincenzi (2 ) , quienes fo rm u la rán oportunam en te el R egla­m ento in te rn o y ex terno de la Biblio­teca y lo p resen ta rán a la aprobación de la Comisión D irectiva. A rt. 4 9 C on­feccionado el R eglam ento se procederá a d a r cum plim ien to a lo que él p re ­cep túe cesando la Com. D irec tiva en sus funciones a l sigu ien te día de in a u ­g u rad a la Biblioteca. A rt. 59 L a Co­m isión n o m b rará las Com isiones que estim e convenien te en cada localidad a fin de re u n ir cuan tas obras sea po­sib le” . F irm an : C asiano C abrera , V ice­p residen te y E lias L. D evincenzi, Se­cretario .

D esde el 8 de octubre de 1877 — fe­cha del decreto m u n ic ip a l antedicho po r el que se creaba la biblioteca— h asta el 10 de m arzo de 1879 en que se inauguró , con tin u aro n acu m u lán ­dose las donaciones de libros, folletos, colecciones de periódicos y hasta m u e ­bles qomo un*» m esa fin a p a ra lec tu ra y o tra 'p a ra la que sería oficina de la b iblioteca, carpetas y ú tiles de escrito­rio. Todas las donaciones se p u b lica­b an a l de talle en el periódico local. L legam os así a l 10 de m arzo de 1879,

día de fiesta p a ra M aldonado, día en que se in au g u ra la Biblioteca en e l lo­cal que ocupaba la Ju n ta Económ ico- A d m in istra tiva , (ac tu a l In tendenc ia ) con asistencia, de las au to ridades de­p a rtam en ta les y público rebosante de en tusiasm o y patrio tism o.

D e la reseña del acto de in a u g u ra ­ción transcrib im os los siguientes co­m entarios:

“A las tres de la ta rd e , varias p ie­zas de m úsica ejecutadas po r la F ila r­m ónica fre n te a la Ju n ta fue la señal de que se iba a proceder a la in a u ­guración de la Biblioteca. A poco los salones de aquella oficina fueron ocu­pados con u n a num erosa co n cu rren ­cia de dam as, señoritas y caballeros. D ichos salones se en cu en tran b ien ex- hom ados y en el m ejo r orden, p rin c i­pa lm en te la sala de la biblioteca y la sala de sesiones de la C orporación que h a n sido p in tados a l óleo en u n estilo serio. E l cielo raso tam b ién al óleo, es u n trab a jo vistoso y de m érito ; en cada ángulo del g ran salón dividido, tiene dicho cielo raso u n re tra to : en la p a rte de la sala de la Ju n ta los de A rtigas y L ava le ja y en los de la b i­blioteca los de F ra n k lin y G uttem berg . U n a m am p ara de vidrios opacos y de colores divide am bas salas, lo que p e r­m ite darle m ay o r ex tensión en casos especiales como el que nos ocupa.

E l m en aje de la sala de la Ju n ta se com pone de sillas y sofá jaca ran d á con asientos de dam asco punzó , m esa-m i­n is tro de gu indo y tan to las puertas y ven tanas de ella como las de la sa­la de biblioteca, lucen grandes y vis­tosas cortinas de reps m ordoré y ga­lerías doradas. E n el ex trem o opuesto en el que está colocada la m esa de la p residencia de la Ju n ta , fig u ra la b i­blioteca que ocupa todo el ancho y a l­tu ra del salón, m ueble de cedro ele­g an te y de gusto en su construcción. P a ra com pletar esta descripción d ire ­m os que el salón tiene tres elegantes a rañ as de crista l p a ra a lu m b ra r, a n a f­ta y en el piso u n v istosa alfom brado de tripe.

L a Sala de la Biblioteca se encon­trab a con sillas en h ileras q u e fueron ocupadas po r el bello sexo. L a m ay o r p a r te de los caballeros tu v ie ro n que

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colocarse en los corredores y pa tio del edificio y a ú n en las ven tan as ex terio ­res se veían concurren tes, pues tan to la S ecretaría com o la O ficina de des­pacho o de escribientes, era in su fic ien ­te p a ra contenerlos.

E n los asientos p rincipales adem ás del V ice-presidente de la Com isión de Biblioteca y algunos vocales de ésta, estaban , el Jefe Político, los m iem bros de la Ju n ta , e l A lcalde O rd inario de M aldonado y el de S an Carlos, los b i­bliotecarios de am bas ciudades, e l Juez de P az , el M édico de Policía, así como los ayudan tes del Jefe Político y e l Co­m isario .

Como a las tres y m edia , después que la F ila rm ón ica de San Carlos de­jó o ir el H im n i N acional, e l V ice-pre­siden te de la Com isión de biblioteca abrió el acto con u n discurso” . (3 )

Se tra ta b a de R uperto F e rn án d ez a q u ien y a se m encionó an tes com o re ­dacto r de “E l D ep artam en to ” , e l que a la vez era p residen te de la Com i­sión E. A d m in istra tiva , o sea de la J u n ta desde 1873, qu ien se re firió en su discurso a l h ace r la h isto ria de la form ación de esa biblioteca, a la p a r ­tic ipación que a él le correspondía en la m ism a destacando que, e n el m o­m en to en q u e se estaban c reando b i­bliotecas populares en otros d ep a rta ­m entos y a l ponerse a tra b a ja r p a ra la form ación de u n a en M aldonado sólo lo de ten ía el tem o r de que , u n a vez establecida feneciese, como h ab ía sucedido en otros pueblos. A gradeció las donaciones recib idas, destacó la de­dicación desplegada p o r el b ib lio teca­rio , que e ra E lias D evincenzi y por e l secretario , E ugenio R uiz Z orrilla , los q u e tu v ie ro n a su cargo la con­fección del R eglam ento que luego de h ab e r sido aceptado por la Com isión se estaba im prim iendo p a ra ser d is tri­buido al público. A gregó que el m en a ­je que fo rm aba el conjunto de l esta­blecim iento se debía a u n a atención del coronel L a to rre que siendo G ober­n ad o r accedió al pedido que le fo rm u ­la ra en su oportun idad . Y te rm in ó d i­ciendo: “A l fin de la jo rn ad a siem pre u n a d uda asa lta la m en te de l v iajero q u e reco rre grandes d istancias llevado de u n propósito. E sa duda es la que

se en cu en tra en u n breve a rticu lito que apareció no hace m uchos días en el periódico de esta localidad. ¿Se leerá? — p reg u n tab a Ju liá n O. M iran d a d i­rig iéndose al pueblo de su nac im ien ­to y de sus afecciones... R om pam os se­ñores las n ieb las que en g en d ran esas dudas y en treguém onos a la du lce es­p e ran za de que no h a b rá n sido in fru c ­tuosos tan tos desvelos y tan tos sac ri­ficios” .

S iguieron m uchos discursos: del b i­b liotecario , E lias D evincenzi; del se­cre tario , R uiz Z o rrilla ; del p residen te de la Com isión D ep a rtam en ta l de In s ­trucc ión P úb lica y m iem bro de l C uer­po M un ic ipal, el C ura V icario P edro Podestá; del Jefe Político, V icen te G ar­zón; de otros m iem bros de la J u n ta y de algunos jóvenes com o L ázaro Odiz- zio, A ntonio M assio ti (4 ) , Clodom iro A lm eida, etc.

V icente G arzón dijo q u e él ú n ic a ­m en te se q u ería re fe rir a l b iblioteca­rio y con pocas pa lab ras resum ió u n a en trev is ta q u e hab ía ten ido tiem po a trás en el despacho de L a to rre con Adolfo V a illa n t (5 ) q u ien le dijo: “ le recom iendo a u n hom bre que reside en M aldonado, p o r su contracción, p o r sus ideas progresistas y po r su com pe­tenc ia en trabajos estadísticos, es el señor D ev incenzi” . L uego h ab ía te n i­do oportun idad de cerciorarse de que la recom endación de V a illan t no era exagerada y u n a p ru eb a m ás ven ía a ser la rea lización de la biblioteca p a ra la cual, reunidos los libros, todos los dem ás trabajos de organización m etó ­dica correspondían a l b ibliotecario , po r lo que creía h ace r u n acto de justic ia expresándolo.

E l vocal de la Ju n ta , G ervasio P a ­góla dijo: “L a ciudad de M aldonado, Señores, au n q u e p equeña en h a b ita n ­tes y en edificios, es g rande, porque sus hom bres profesan ideas elevadas y cultas y la p ru eb a de ello es la g ran ­de obra que en estos in stan tes se in a u ­g u ra con el nom bre de: B iblioteca P ú ­blica M u n ic ip a l” .

P o r ú ltim o habló S a tu rn in o P in tos (6 ) en u n a alocución im provisada, es­tim u lando al vecindario a la lec tu ra y te rm in ó así: “Leed, hasta q u e se gasten y se ro m p an los pergam inos o

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tapas de los libros de esos e stan tes” . Las F ilarm ónicas de S an Carlos y M al- donado am en izaron los in term edios con breves piezas. E l V ice-presidente cé- r ró el acto . agradeciendo a todos los concurren tes e invitándolos a to m ar u n refresco. A las seis de la ta rd e te rm i­n ó esta sim pática fiesta y a l d ía si­guien te , 11 de m arzo de 1879, la Bi­blioteca P ública M un ic ip a l ab rió sus p u ertas al público.

A l in au g u ra rse contaba con 1789 li­bros. E n el transcu rso de su p rim er año aum entó el caudal; con el f in de obtenerse nuevos recursos se organizó u n a “ C onferencia L ite ra r ia ” la que tu ­vo lu g a r en la Escuela R am írez en la noche del 25 de agosto. E ra la p rim e­ra C onferencia de este tipo que se ce­leb rab a e n el D ep artam en to y tuvo u n a g ran trascendencia . Se p resen ta ­ro n 13 trabajos en prosa y 10 e n v e r­so, in terv in ien d o e n el acto: F ran c is­co Ja v ie r de A cha, E lias Regules (h i­jo ) , A velino Estadas (7 ) , C arlos M u ­ñoz A n ay a , Eusebio G erona, F e m a n ­do M arroche, Lucio R odríguez, Cons­ta n tin o Bechi, R am ón de Santiago, A n ­tonio M assio ti y otros. L a p a r te m u ­sical fue d irig id a p o r los profesores D ionisio P etrozzelli y F ilindo R inald i, con el concurso de L ino S ilveira, M a ­n u e l D elgado, J u a n de Dios D evincen- zi, F e m a n d o M anroche y José Rive- ro (8 ) .

E n la M em oria que p resen tó E lias D evincenzi al año de creada la biblio­teca; en m arzo de 1880, se expresaba: “D e sen tir es que las C onferencias no se h a y a n sucedido pues es indudab le que po r m edio de la p ropaganda oral la im presión es m ás in m ed ia ta sino m ás p ro fu n d a que aquella q u e p ro d u ­ce la p ropaganda escrita. E l R eglam en­to establece las lec tu ras y C onferen­cias públicas y en esta ciudad h a y ele­m entos p a ra poder ce leb rar m en su a l­m en te u n a . Los resultados que se ob­te n d ría n se rian inestim ab les” .

E n lo tocan te a este p u n to el R e­g lam ento establecía: “A rt. 38. E n el local ocupado po r la B iblioteca p od rán celebrarse lec tu ras públicas, con e l f in de i lu s tra r a los adultos q u e desgra­ciadam ente n o supiesen leer. A rt. 39.

Las obras destinadas p a ra d ichas lec­tu ra s se rán las leyes del país, su h is­to ria , h isto ria de todas las naciones y ciencias, política, filosófica y n a tu ra l. A rt. 40. Establecidas las lecturas p ú ­blicas, el D irec to r de la biblioteca so­lic ita rá a los señores preceptores de

— las escuelas y a los ay udan tes, el con­curso necesario a fin de que, en obse- qüio a la in strucc ión , sean ellos por tu rn o los lectores públicos de la bi­blioteca. A rt. 41. C uando se estim e conveniente p o d rán te n e r lu g a r Con­ferencias y C ertám enes lite rarios m e­d ian te sea solicitado el local p a ra ese objeto po r los que deseen llevarlos a cabo. E l d irec to r podrá o rg an iza r las C onferencias y certám en es” ... (9)

A p a r tir de ab ril de 1879, es decir, a l mes de creada se pod ían llev ar li­bros a dom icilio pagando u n a cuota de $ 0.50 po r m es, quedando exceptuados los libros de H isto ria , Legislación y D iccionarios. E ste servicio de lec tu ra a dom icilio n o tuvo m ucho éxito pues en el p rim e r año sólo contó con 8 sus- criptores. Y E lias D evincenzi se p re ­gun taba: “ ¿S erán poco am antes de la lec tu ra los h ab itan tes de M aldonado?” . S in em bargo, los v isitan tes a la bi­blioteca constitu ían u n b u en núm ero , así e n el p r im e r año tuvo 2.568 lec­tores, de los cuales 2 .2 7 3 e ra n hom ­bres y sólo hab ía 295 señoras.

E l R eglam ento establecía que el D i­rec to r de la biblioteca sería el p resi­den te de la J u n ta E. A dm . del D pto . y el jefe de la m ism a sería el biblio­tecario , cargo desem peñado p o r e l se­c re ta rio de la Ju n ta . A este le com pe­tía , adem ás de v ig ila r e l estab lecim ien­to a su cargo, llev a r ocho libros e n tre los que se contaban: el C atálogo gene­ra l confeccionado con arreg lo a l m éto­do m ás m oderno y subdividido e n sec­ciones; el de C anje; el de Suscriptores a dom icilio; el de Caja e n el que 9e an o ta rían las en trad as po r donaciones en m etálico , p roducto de suscripcio­nes y m u ltas; el de M ovim iento de la biblioteca en el que se an o ta ría d ia­r iam en te el n ú m ero de v isitan tes ex­p resando las obras consultadas; y e l lib ro de correspondencia que com pren ­dería la inserción de todas las com uni­caciones.

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L a biblioteca estaba d iv id ida en X II Secciones. L a 12c Sección com pren­día: periódicos, hojas sueltas, catálo­gos, m apas y planos, grabados y a u ­tógrafos. E n ella se en con traban : la C orrespondencia O ficial del C abildo de M aldonado del año 1816; el exped ien­te re la tivo a l n au frag io del b e rg an tín ing lés Calidosn en el año 1809. ( I I F o ja s ) ; el n om bram ien to de M arian o O ribe p a ra e je rcer e l cargo de ad m i­n is tra d o r de correos e n M aldonado en 1823 firm ado p o r e l B arón de la L a- g im a; nom bram ien to de Ju a n M . da Costa P e re ira p a ra e je rcer e l m ism o cargo en 1825 firm ado p o r el B arón de la L aguna , etc.

L a M esa de lec tu ra contó desde el p rim e r m om ento con la m ay o r p a rte de los diarios y periódicos que se p u ­b licab an e n el país, p rim ero gracias a la gentileza del redac to r de “E l D e­p a rta m e n to ” que puso a disposición de la biblioteca todos los im presos q u e re ­c ib ía y luego, el m ism o D evincenzi no queriendo ab u sa r de esta a tención h i­zo gestiones tend ien tes a obtenerlos d i­rec tam en te , lo q u e obtuvo, de m an era que podían ser leídos por el público de M aldonado todos los diarios prove­n ien tes de M ontevideo, de los d ep ar­tam en tos y m uchos de Buenos A ires. E n tre ellos se encon traba “E l D efen ­sor de la Independencia A m erican a” periódico im preso en el M iguelete en 1844; varios e jem plares de “E l A l­b u m ” . Revista de lite ra tu ra , h istoria , viajes, etc. que salía en 1855; varios núm eros de “E l M aestro” , p rim e r pe­riódico sem anal de Instrucción y E d u ­cación; la colección de “E l Siglo” de 1873 hasta esa fecha; la colección de “E l C onstitucional” y de “E l Recopi­lad o r” (1 0 ) , éste ú ltim o desde 1831, y , p o r supuesto, la colección com pleta de “E l D ep artam en to ” periódico de M aldonado, desde su aparic ión en 1873. Se contaba tam b ién con varios tomos del d iario de sesiones de las C ám aras, de R epresen tan tes y de Senadores des­de 1830; M em orias de la J u n ta E. A dm . de M aldonado y de la Je fa tu ra P o lítica del D pto. de diversas fechas algunas de ellas editadas p o r la im ­p re n ta “E l D ep artam en to ” como la co­rrespond ien te a los años 76-78 de la

J u n ta y 79 de la Je fa tu ra ; M em orias de la J. E. A. de M ontevideo (1858- 7 2 ); del M in isterio de G u erra y M a ­r in a ; del M in isterio de H acienda; del de Relaciones E xteriores; de la A dm i­n is trac ió n de Correos, etc., etc. A lm a­naques, de L a T rib u n a y E l N acional de 1853 y 1857. E n tre los libros cabe consignar la “H isto ria filosófica de la F ran cm aso n ería” trad u c id a del francés p o r H eraclio C. F a ja rd o , u n “M ues­tra r io de p lan tas m ed icinales” , u n a “B iblia” en chino, a lgunas ediciones de 1820 y 1828 de libros españoles como “E l D iario de las C ortes” y “L ib rería de Jueces” . A nexo a la biblioteca h a ­b ía u n M useo que conten ía las sigu ien­tes secciones: A ves, M inera les, M ade­ras, M edallas, M onedas, B illetes, Ob­jetos varios.

E n 1889, según la M onografía del propio E lias D ev incenzi (11) ten ía 2 .6 3 7 volúm enes.

E n 1893, en el acred itado ta lle r de ca rp in te ría de D ecaux , fueron hechos los dos m uebles q u e se colocaron en el Salón de la Biblioteca p a ra el M u ­seo, que hasta ese entonces hab ía es ta ­do insta lado en la Secretaría de la Ju n ta . _

Se contaba pues, con u n valioso m a ­te ria l y con la b uena disposición de u n grupo de personas — en especial el bibliotecario— que trab a jab an p a ra en ­g randecerla . P ero este estado de co­sas va a i r desm eojrando de u n a m a ­n e ra sensible, h asta q u e en el año 1905 m erece el s igu ien te com entario ap a re ­cido en “L a Idea C ivica” del 2 de ab ril de dicho año y firm ado por FOX:

“Desde que E lias D evincenzi re n u n ­ció a la Secretaría de la Ju n ta •—que y a hace algunos años— nad ie se ha ocupado debidam ente de n u es tra b i­blioteca pública. C uando se fundó — allá por el año 1879— hubo grandes entusiasm os por su engrandecim ien to y u tilizac ión ; todos con trib u ían con do­naciones y la Sala se llenaba de lec­tores. E n tre estos fig u rab an p rin c ip a l­m en te — justo es recordarlo— los a lu m ­nos m ás aventajados de la E scuela R a­m írez a quienes el m ism o biblioteca­rio d irig ía en la elección de las obras. D espués, n u e s tra id iosincracia recobró su n o rm alidad y y a n ad ie regaló li­

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t r o s y el salón quedó desierto. Conce­dida la lec tu ra a dom icilio m ed ian te u n a cuota m ensual, m uchas personas, p rin c ip a lm en te dam as que no podían concu rrir a la biblioteca, u sa ro n aquel beneficio; pero en m edio del desbara­ju ste en que estuvo aquella d u ran te u n a época y a le jan a , no pocos libros se ex trav ia ron figu rando hoy ta n sólo en los catálogos como recuerdo de u n pasado esplendor. Y así ha sido la co­sa. D e m ás, a m enos, debiendo ag re­garse que, m ien tras en u n p rincip io fig u rab an en la M esa de lec tu ra casi todos los diarios y periódicos de la Rpco,, hoy no h ay uno n i s iqu iera p a ­r a rem edio. Y .entiéndase que p a ra e n ­g randecer n u es tra biblioteca no se n e ­cesita n id inero , n i m ayores esfuerzos; apenas sí u n poco de bu en a vo lun tad de p a rte de quienes .están m o ra lm en te obligados a ser ú tiles a su D e p a rta ­m en to ” .

D espués de estas consideraciones el a rticu lis ta form ulaba u n proyecto de reo rgan ización de la biblioteca, p royec­to que debería p la n e a r la J u n ta E. A dm .

P or lo q u e se ve, y a en 1905 las cosas h ab ían cam biado m ucho: se h a ­b ía n perdido m uchos libros, no se e n ­con trab an d iarios n i p a ra rem edio , ca­si no hab ía lectores y n ad ie donaba libros.

¿Qué se h ab ía hecho de aq u é l en tu ­siasm o que tra su n ta e l acto de la in a u ­guración , así como la M em oria de lo ocurrido d u ra n te el p rim er año de vida? Ese estado de fe en la in s tru c ­ción y en el progreso, que se contag ia­ba a los vecinos y los hacía lu ch a r p o r u n p o rv en ir m ejo r apo rtando cada uno su esfuerzo o su pequeño sacrifi­cio, va a i r abandonándolos p a ra de­ja r en su lu g a r u n residuo de pesi­m ism o o de ind iferencia. Los años de auge de la biblioteca están e n tre 1879 y 1891, año en el que E lias D evincen- zi se tra s lad a defin itivam en te con su fam ilia a M ontevideo. A p a r tir de ahí em pieza a decaer. A u n q u e siguió unos cuanto» años ifTSs aportando su luz y do tando con su brillo inusitado de je ­ra rq u ía in te lec tu a l a u n M aldonado casi ap artad o del m undo. A u n M al- donado que em pezaba a dorm irse en ­

tre las grandes p iedras de sus casas antiguas.

L a biblioteca siguió in flam an d o o es­tim u lando a los jóvenes que re c u rr ía n a ella como a u n tem plo, y es así co­m o la h isto ria de la biblioteca .en esos años está d irec tam en te v incu lada a la h istoria de la Escuela R am írez, pues los lectores de u n a , e ra n los alum nos de la o tra , que se p rep a rab an con u n entusiasm o — seguram en te no ig u a la ­do después, en- épocas fáciles e n que los m uchachos tien en todo a su dispo­sición— p a ra los exám enes que los facu ltab an a segu ir estudios superio­res bajo la d irección de m aestros co­m o S ilvestre U m erez , José D odera y A ntonio Cam acho.

E l 10 de febrero de 1911 u n a rtíc u ­lo aparecido en “E l Siglo” decía que la Biblioteca M un ic ip a l de M aldonado ten d ría unos 2 .0 0 0 vólúm enes y agre­gaba que, en los tiem pos de E. D evin- cenzi, ésta se m an ten ía ab ie rta d u ra n ­te la noche p a ra ay u d a r a m uchos jó­venes que no podían re c u rr ir a e lla e n las horas del día po r su trab a jo y que adem ás e l m ism o biblio tecario se encargaba de todas estas p rerrogativas. L legam os así a 1917, año e n que, po r u n a resolución de la Ju n ta D ptal. y a n te u n a solicitud del D irec to r del L i­ceo, que era E du ard o M artín ez M one- gal, se accede a l traslado de la biblio­teca p ara e l local del liceo en las si­gu ien tes condiciones:

l 9) P asará en carác ter p recario y como vía de ensayo pudiendo en cual­q u ie r m om ento re s titu irla a su local. 29) Se h a rá u n m inucioso in v en ta rio de todo lo pertenec ien te a la m ism a. 39) L a In tendenc ia en treg a rá an u a lm en te a la d irección del liceo u n a p a rte de la sum a destinada a l ru b ro “Ribliote- ca” que e lla fija rá p a ra la adquisición de textos, quedando obligada la d irec­ción del liceo a d a r cuen ta a la J u n ­ta . 4 9) el d irec to r del liceo tam b ién d a rá cuen ta a la J u n ta de las dona­ciones de libros, etc. Como condición esencial, la b iblioteca no perdería el c a rác te r de pública. P residen te , C onra­do Saez, Secretario , G ilberto A costa V iera.

D e m a n e ra que en esta fo rm a la b i­

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blio teca qu ed a e n custodia del Liceo D p ta l.

E n “L a R evista del L iceo” , pub lica­ción aparecida en m arzo de 1923, A ño 1 N 9 1, se hace u n reg istro de los li­bros adquiridos con la sum a apo rtada p o r el M unic ip io agregando los q u e la D irección del liceo h ab ía adqu irido por recursos propios, con estas pa labras:

“D e la sum a asignada p o r el M u ­n ic ip io desde e l año 1919 a razó n de $ 120.00 anuales se h a percib ido h as­t a h o y la can tid ad de $ 132.40. C on es­t a sum a se h a n adqu irido las obras que se d e ta llan a con tinuación y se h a n im p reso los recibos de biblioteca. E l n ú m e ro de lectores h a sido 2.500 que fu e ro n atendidos p o r los estud ian tes d e l L iceo señores A le jand ro C urbelo, L u is E. Rodríguez, Rodolfo R odríguez y L uis A bdala , quienes, tom ando de la s horas libres q u e sus estudios y ta ­reas particu la res les dejaban , h a n re a ­lizado g ra tu itam en te obra m erito ria y

de significado social” . Esa, m ism a R e­v ista in fo rm a ap arte sobre el A rchivo y M useo H istórico local que se estaba form ando en el L iceo y cuya in ic ia ti­va fue tom ada en 1920 p o r la d irec­ción del citado in stitu to a cargo del P ro f. F rancisco M azzoni. ■

P o r ú ltim o , e l 15 de agosto de 1938, la In tendenc ia e n acuerdo con la J u n ­ta D ptal. resuelve d o n ar a favor del Liceo los m uebles y libros de su p ro ­p iedad q u e — como y a se dijo— se en ­co n trab an desde hacía años incorpora­dos al liceo. E l In ten d en te e ra M arti- n ian o R. Chiessi.

Es pues, a p a r t i r d e entonces que la Biblioteca M u n ic ip a l desaparece co­m o tal.

Este trabajo — con leves variantes— integra una “Historia de la Escuela Ramírez de Maldonado. 1877-1915”, que se publicará próximamente. L

( 1 ) Eugenio Ruiz Zorrilla, fue el primer Inspector de Escuelas del Dpto. nombrado por José P. Varela en agosto de 1877.

( 2 ) Elias Devincenzi (1845-1917) nació en San Carlos. Fue una figura de gran represen­tación en el departamento, desempeñando entre otras las siguientes actividades: Secre­tario de la Junta E. Adm. (1873-1884); Jefe Político (1886-1890); Diputado (1890- 93); Senador en 1896. Considerado el “alma-mater” de la Biblioteca Municipal a él se deben además, los primeros trabajos estadísticos del Dpto. Es autor de: ¡“Ligeros apuntes sobre el Dpto. de Maldonado” Año 1889. Imprenta Elzeveriana de La Tri­buna Popular, Montevideo. — “Importancia de las Islas de lobos” 1895. Imprenta artísetica de Dornaleche y Reyes. Montevideo. — “La mortalidad en el Dpto. de Mal- donado en el año 1875” ; “Datos estadísticos sobre agricultura, ganadería y frutos del país en Maldonado” Año 1889; “Memoria de la Biblioteca Pública Municipal de Mal- donado. Año I. 1880”.

( 3 ) “Inauguración de la Biblioteca Púb. Municipal de Maldonado”. Imprenta de “El Departamento” calle 25 de Mayo, 87. Maldonado. Año 1879.

( 4 ) Antonio B. Massioti fue en 1880 corresponsal de la Biblioteca en Montevideo, cargo que tenía como finalidad la obtención de libros para la misma. Autor de “El libro del viajero”.-

( 5 ) Adolfo Vaillant, ampliamente conocido, de nacionalidad francés, radicado en Monte­video, organizador de la llamada “Mesa de Estadística”, desde 1874 a 1881. Elogió la labor de E. Devincenzi en Maldonado, y en una carta que le enviara al presidente de la Junta, Ruperto Fernández, el 17 de enero de 1876, le decía que el trabajo de E. Devincenzi —hacia referencia a la mortalidad en 1875— era sin duda el mejor que recibía de los departamentos, y llegado el momento de hacer el Censo de la Re­pública, sabia que podría contar con un hombre capaz para efectuarlo.

( 6 ) Saturnino Pintos, desempeñó diversos cargos públicos en Maldonado. Fue miembro de la Junta E. Adm. en 1876. En ese mismo año se instaló la Comisión de Alumbrado Público y Cementerio, bajo su dirección.

( 7 ) Avelino Estades, celebrado poeta carolino (1854-1880). Autor de “Hojas íntimas”. Montevideo, Imprenta La Idea, 1879.

( 8 ) “Trabajos de la Conferencia literaria”. Imprenta de “El Departamento”. Mald. 1880.( 9 ) “Reglamento y Catálogo de la Biblioteca” Imprenta “El Dep.” Mald. 1879.(10) “El Recopilador”, periódico que salía en Montevideo en 1831, había publicado en esa

fecha unos documentos muy importantes sobre el arrendamiento de las Islas de Lobos firmados por “Unos ciudadanos de Maldonado” lo que no dejaba de tener interés en 1880 cuando del producto de las islas seguían usufructuando particulares.

(11) “Ligeros apuntes sobre el departamento de Maldonado”. Obra citada.

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ENCUESTA DE ARTES PLASTICASENTREVISTA con WILSON AMARAL

N ació en Rocha. F u e a lu m n o del p in to r E dgardo Ribeiro. M iem bro del T a lle r P lástico de M inas. Becado, viajó a E uropa. Obtuvo en Salones N aciona­les los siguientes prem ios: 1950, P re ­m io C ám ara de R epresen tan tes; 1954, P rem io C ám ara de R epresentan tes. H a in te rven ido en Salones M unicipales y del In te rio r. Realizó exposiciones de grupos de p in tores en la zona del Este, u n a en P iriápolis o rganizada por la Co­m isión N acional de Bellas A rtes y o tra en la L iga de F om ento de P u n ta del Este. E n el C lub P az y U n ió n de M al- donado expuso ju n to con C asim iro M ot- ta en 1960. In te rv in o tam b ién en v a ­rias exposiciones organizadas por el T a lle r de A rtes P lásticas de M inas en d istin tas capitales del in te rio r del país.

A n te p regun tas de n u es tra encuesta, responde:

— ¿Cómo ve el p an o ram a de la p lás­tica nacional?

— E l p an o ram a plástico nac iona l lo veo m u y heterogéneo, con m uchas in ­fluencias exteriores que insiden en su d inám ica. Creo que la p in tu ra está de­m asiado su jeta a in fluencias y que no h a y u n a característica de a rte nacio­n a l definida.

— ¿Puede el E stado hace r algo por el arte?

— Yo entiendo que sí, que podría h a ­cerlo en los ta lleres del In te rio r, sub­vencionándolos, o ayudándolos de a l­guna m an e ra p u ra que m arch en , p a ra q u e p u ed an subsistir.

H a y en egg sentido u n a experiencia m u y g ra n d e con los ta lle res del In te ­rio r. F u e después que se crearon que pudo hab larse de u n m ovim iento p lásti­

co en el in te rio r del país. Yo, como a lum no de E dgardo R ibeiro y fundador del T a lle r de M inas he palpado la re a ­lidad, conozco la in fluenc ia y el a lcan ­ce que tiene u n a obra de esta n a tu ra ­leza. E l T a lle r de M inas se fundó a l­rededor de 1944, fue de los prim eros que se fo rm aro n en el país, y h a ido creciendo p au la tin am en te , conv irtién ­dose p ron to en u n cen tro cu ltu ra l de p rim era categoría en la ciudad de M i­n as y después proyectó su acción a o tras ciudades del país, capitales de de­partam entos. C uen ta con g ran can ti­d ad de alum nos, ap a rte de personas m ayores, m uchos n iños de las escuelas públicas que concu rren al ta lle r a de­sarro lla r u n a vocación.

— ¿Qué podría hacerse p a ra m ejo rar las condiciones del a r te nacional?

— Creo que está contestada en la respuesta an terio r.

— ¿Qué función debería cu m p lir la p in tu ra den tro de la rea lid ad nacional?

— L a función sería la am pliación cu l­tu ra l de l pueblo. L a p in tu ra debe llegar a as m asas populares, h a de buscarse la fo rm a p a ra que esto sea posible, po r­que sabem os q u e el a r te con tribuye a elevar el n ivel cu ltu ra l y esp iritu a l de cada uno.

— ¿Cómo define su obra?— E n cu ad re m i obra den tro de la

tendencia fig u ra tiv a con la influencie de T orres G arc ía a través de la ense ñ an za de Ribeiro. M e h e dedicado cor preferencia a paisajes.

— F u era de la creación, ¿realiza otrc trabajo?

— Soy profesor de S ecundaria y em pleado en ia O ficina de C atastro.

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La Reforma del Año 63 (Liceos Pilotos)en Enseñanza Secundaria

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Ira. Nota: INTRODUCCION Y GENERALIDADES

"Importa precisar que los estudios y actividadesi. . integran una finalidad dq tipo cultural y al mismo tiempo, constituyen un período en el que será preocu- pacióndelrégimen de estudios investigar las aptitu­des, inclinaciones e intereses del alumno, para dar­les. . . satisfacción adecuada mediante la posibilidad de opciones que el alumno resolverá de acuerdo con el consejo de orientación que pueda suministrársele y, desde luego, en relación con sus propias y libres determinaciones. . (Folleto de E, S. sobre Reforma y Plan de estudios del año 63).

E n esta serie de notas que pensam os escrib ir, tra ta rem o s de d a r respuesta a las p reg u n tas que padres, fam iliares de alum nos y pueblo en g enera l se fo rm u lan , cuando desean saber qué es, en concreto, e l L iceo Piloto.

A ntes que n ad a se im pone u n a p re ­cisión: la re fo rm a del 63 se im p lan tó e n algunos Liceos del In te rio r y de la C ap ita l, a los efectos de q u e s irv ie ran de testigos, pilotos, de la nu ev a expe­riencia . Esos Liceos escogidos — cree­m os que catorce— reciberon el n o m ­bre de Pilotos. Luego, el p lan de es­tudios del 63 se fu e incorporando a otros centros docentes que tam b ién se lla m a ro n pilotos, té rm in o a nuestro c rite rio incorrecto. E n rea lidad , debe­r ía decirse “Liceo ta l, con p lan p ilo­to” o “con p la n del 63” ; ese es el caso — en tre otros— de los Liceos de San Carlos y de M aldonado. H acem os esta observación — que puede ser d iscu ti­da— pues de seguirse im p lan tan d o el nuevo p la n a la to ta lidad de los L i­ceos, lleg arían a ser todos Pilotos, cosa q u e desv irtúa el sentido del térm ino . Incluso , m ás, desearíam os que la ex­periencia de los P ilotos, deb idam ente

evaluada , fu e ra m arcando , sobre la m arch a , los a justes necesarios. A justes a in co rp o rar en los dem ás Liceos que siguen el nuevo p lan , en lo que con­cierne a P rogram as, R égim en de E stu ­dios y dem ás aspectos de la n u ev a ex ­periencia . D e esta fo rm a (creem os que ofic ia lm ente n o se h a hecho) los L i­ceos P ilotos, escogidos con u n c rite rio rac iona l, podrían cu m p lir rea lm en te su m isión de p ilo taje , es decir, señ a la r los aciertos y los inconvenien tes del nuevo plan .

E n tran d o de lleno al tem a de las generalidades, m otivo de esta no ta , d i­gam os que la R eform a m odifica, v e r ti­calm ente, los p lanes vigentes desde 1941; m odifica — incluso— , algunos program as que, si es cierto que tien en m ás de tre in ta años de prác tica , b ien podríam os lla m a r anquilosados.

H e/ aquí, algunos de los tem as que abordarem os en núm eros siguientes: E l A lum no (eje del p la n ) , el Profesor, el H orario , los N iveles de estudio, el P asa je de grado (supresión del exa­m en ) y el Curso de R eparación, las A signatu ras nucleadas y las ac tiv ida­des M anuaes y F aculta tivas.

“La juventud tiene que ser reblde y desgraciado el país que no cuenta con esa juven­tud rebelde, envejecida antes del timpo. País sin juventud es país sin porvenir.”

J a v ie r B arrios A m o rín

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Estudio sobre el rendimiento escolaren 1er. año, desde el punto de vista de la organización y la téc­nica pedagógica para un zona de Maldonado en

el trienio 1964-1966

Francisco Sugo Montero, ampliamente conocido en el ambiente m agis­terial ha realizado trabajos de investigación dentro de su especialidad lo que le ha permitido arribar a conclusiones importantes con respecto a la organización y la técnica pedagógica, que con seguridad interesan no sola­mente a los maestros sino a un amplio sector de la población.

Nos complacemos en contarlo entre nuestros colaboradores.

Este estudio comprende la síntesis de resultados de una investigación realiza­da sobre algo más de 20 escuelas co­munes, urbanas y rurales.

1 . El porcentaje de repetidores en el trienio tiene un incremento del 8 % tomando como base el año 64 para el' año 65 y del 10 % para igual base en el año 66.Resulta que el decrecimiento de la eficacia es muy acusado.

2 . El estudio de la atención pedagó­gica muestra una regularidad para la zona que hace confiables los porcentajes. Así en los primeros años atendidos por maestros efec­tivos se mantienen en una eficacia del 70 % .

Los atendidos por maestros suplen­tes se mueven entre el 48 y el 50 por ciento y, finalmente, los aten­didos por varios maestros tienen una eficacia del 50 % . Puede in­ducirse, con la limitación de los números bases, que la regularidad y analogía de situaciones tiene una correspondencia con la eficacia. Resultaría que el maestro efectivo logra mayor eficacia que el suplen­te, el interino y que varios maes­tros atendiendo la misma clase du­rante un*^urso.

3. No se estiman los datos de prime­ros años atendidos conjuntamente con otras clases por carecer de sig­nificación estadística.

Por FRANCISCO SUGO MONTERO

4. Estudiada la procedencia del alum­nado, para clases integradas con repetidores (se incluyen niños pro­venientes de Jardinera) se aprecia un progresivo deterioro de la inefi­cacia: ó.

Puede concluirse que los porcenta­jes de repetidores en clases con alumnos provenientes en parte de clases Jardineras, no tienen signi­ficación estadística atendiendo a los números bases.

No obstante es ilustrativo destacar que las escuelas con Jardineras tie­nen una eficacia de 69-64 y 71 contra 61- 53 y 47, correspondien­tes a toda la zona investigada.

LA ESCUELA RURAL.

1 . La relación de inscriptos y repetido­res muestra un deterioro manifiesto y sostenido de la eficacia.

Año eficacia repetición

1964 58 421965 65 351966 35 65

Si bien la base permite, desde el punto de vista matemático, oscila­ciones de porcentajes atribuibles a causas ajenas al complejo pedagó­gico, es indudable que la caída de la eficacia en el año 66 requiere estudio complementario. Existe al-

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gún factor negativo desencade­nante.

2. La atención de las escuelas rurales. El 78 % de las escuelas son aten­didas por un solo maestro.

10 % tienen 2 maestros y otro tan­to más de 2 maestros.

La calidad de los cargos se encuen­tra estabilizada alrededor de las cifras:

efectivos interinos suplentes41 % 35 %

24 %

Vale decir que cada 10 maestros 4 son efectivos, algo más de tres son interinos y que estos siete generan más de dos maestros suplentes.

3. La eficacia en primer año, relacio­nada a la calidad del cargo del maestro muestra tendencias soste­nidas de cierto grado de confiabi­lidad estadística. Así el deterioro es muy sensible y progresivo para maestros efectivos. Se mueve entre más 5 y más 20 para el año 66 con base 100 para el año ó4.

Respecto de los maestros interinos se aprecia un decrecimiento para la misma base y año; menos 12, 19Ó5, menos ó, 19óó.

En cambio el estudio del rendimien­to de los suplentes sufre oscilacio­nes con espículas aparentemente caprichosas: 55/38 y óó pero que en todos los casos son ¡guales y superiores y muy superiores a una eficacia francamente insatisfactoria. Es de destacar que los progresos logrados para el año 19Ó5, año en que se uniforman los rendimientos en los primeros años: 32/39/38, caen a 74 % para maestros su- plehtes en el año 19óó.

LA ATENCION PEDAGOGICA.

1 . Incidencia de la Jardinera en la repetición.Aunque con bases exiguas desde el punto de vista estadístico, la com­paración del porcentaje de repeti­

dores que cursaron Jardinera y sin esa escolaridad es favorable a la extensión del sistema en ese sen­tido.

Repetidores

Año c/¡ardinera s/jardinera

1964 10 361965 7 441966 5 46

2. El estudio de la correlación ma­trícula por maestro y eficacia sitúa los óptimos en menos de treinta ni­ños por maestro en una clase. Pro­gresivamente la eficacia se dete­riora con el aumento de la ma­trícula multiplicándose por tres, por dos y equiparándose para los años 64, 65 y óó, respectivamente.

Es de hacer notar que la eficacia de los grupos de menos de 30 y de 30 a 40 niños se mantiene en esa relación.

E'n cambio para listas de 40-50 y más de 50 el deterioro es progre­sivo. Señalamos que las discrepan­cias alcanzan más del 500 % para base 64 respecto del 66 en clases con más de 50 niños.

3. La frecuencia acumulativa de la repetición.

Interesa señalar entre otros hechos que:

Los niños no repiten más de tres años en escuelas urbanas. Esto sig­nifica una opción teórica. Es muy probable que sea quienes expliquen el triste 50 % de la retención es­colar del sistema nacional.

El universo de repetidores se man­tiene estabilizado o con leves de­crecimientos en el trienio para el 2" y 3er. año en la misma clase. Esto es altamente significativo para un análisis profundo.

Los repetidores por primera vez tie­nen variaciones de las cuales pue­de pronosticarse un deterioro de la eficacia del trienio con tendencia a regularizarse. Este hecho reconoce el prestigio social de la educación

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que explica los fenómenos de ex­traedad en el sistema.

4. Incidencia de la asistencia escolar en la repetición.En este estudio debe tenerse pre­sente el ajuste por inflación de es­tadísticas y castigo por falta de maestros.

Puede inferirse que la asistencia normal de los repetidores se acumu­la alrededor de los 100 días por curso con variaciones perceptibles en el trienio.

Más del 75 % de los repetidores concurren entre 50 y 150 días y la mitad aproximadamente entre 100 y 180.

Resulta la interesante conclusión de que la irregularidad de la asisten­cia no es factor de primera impor­tancia en la ineficacia de los pri­meros años.

PALABRAS FINALES.

Al lector desprevenido puede despis­tar este fárrago de números donde no aparece ninguna conclusión general. No obstante ella existe. La razón profunda de ineficacia de la educación en la es­cuela no radica en la organización ni en las técnicas pedagógicas. Ellas son recursos contingentados por razones so­ciales de estructura que en otra oportu­nidad estudiaremos.

EN CONTRA DE LA TALA DE ARBOLES

D esde hace unos años estam os asis­tiendo aqu í en M aldonado, a u n fenó­m enos sum am ente doloroso: poco a poco los árboles m ás antiguos de n u es­t r a zona h a n ido cayendo, y a por la in te rvenc ión in justificab le de algunas de las ú ltim as in tendencias, y a porque el progreso (que tien e facetas ta n fe­lices (o tras ta n desd ichadas) así lo exi­gía. P rim eram en te fue aquel m ag n ífi­co P a rq u e M un ic ipa l donde se re u n ía n las m ás variadas especies de árboles, lu g a r elegido p a ra h acer u n aeropar- que a despecho de su riq u eza forestal po r n o h ab la r de los valores históricos y afectivos que encerraba.

Posterio rm ente fu e el p a rq u e B u r­n e tt el que, esta vez po r cu lpa de p a r­ticu lares, fue fraccionado y vendido. Y a por entonces cayeron la m ayoría de sus árboles an te la necesidad de edifi­car y de a b rir nuevas calles. Con todo, la In tendenc ia reservó p a ra sí u n p re ­dio com prendido en tre las calles 18 de Julio , A lsina y José D odera, el que pasó a ser u n p a rq u e escolar. T odavía en él ■'se podíSh ap rec ia r las diversas especies de árboles que D. E n riq u e B ur­n e tt — que ta n eficazm ente co n tribu ­y e ra a l progreso de M aldonado— se h ab ía preocupado de re u n ir . Y a él

acudieron m ás de u n a generación de m aldonadenses que estando en edad es­colar ib an allí a p la n ta r ellos tam b ién u n arbolito colaborando en su en riq u e­cim iento. D esgraciadam ente, la In te n ­dencia u n día decidió tran sfo rm ar este predio en u n depósito de objetos en de­suso y o tra vez, viejísim os árboles fue­ro n derribados.

E l aspecto de la calle D odera en la en trad a m ism a de M aldonado se ha vuelto m ás y m ás tris te al h ab er caído estos gigantes que tan to co n trib u ían a em bellecerla. A ú n quedan sin em bar­go, doce o qu ince eucaliptos sobrevi­v ientes, y nos hem os en terado que el M unicip io se propone talarlos. Nosotros confiam os en que nuestro ac tu a l In te n ­dente no o lv idará que los fem and inos estam os estrecham en te vinculados a es­tos árboles, p o r la g ra titu d que nos in sp ira D. E n riq u e B u rn e tt, y porque adem ás, ellos rep resen tan u n trozo de la h isto ria de M aldonado que es la de nuestros padres y nuestros abuelos, y fina lm en te , porque ellos constituyen , ju n to con los pinos y el m ar, la carac­terística m ás destacada y herm osa de n u es tra zona.

I. M .

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DEFENDER LA PESCA¿Qué fu tu ro espera a la pesca de-

portiva en n u es tra zona?lis ta p reg u n ta la venim os sin tiendo,

cada vez con m ay o r in q u ie tu d en la ­bios de los aficionados a este m ag n í­fico deporte.

E lla está m otivada po r el hecho evi­den te de que nuestras costas ofrecen cada día m enor can tidad y calidad de peces.

N u estra opinión en ta l sentido la va­m os a expresar en este artícu lo , b asán ­donos en hechos concretos, com proba­dos a lo largo de varios años de p rac ­tic a r este deporte y observar con sen­tido lógico detalles que nos d an la p a u ­ta de cuáles son las causas de este fe­nóm eno y cuál podrá ser su efecto.

E n p rim er lu g ar, consideram os que la fa lta absoluta de u n con tra lo r efi­caz, es la p rin c ip a l causa de u n a p ro ­gresiva decadencia. E n ta l sentido exis­te n hechos reales, como po r ejem plo la ex tracción ilim itada e incon tro lada de las crías (a lev inos).

C ualqu iera de nuestros lectores h a ­b rá observado en los m uelles de P u n ta del E ste, Las D elicias y puen te de “E l P la c e r” , como, personas con to ta l fa l­ta de sentido en las consecuencias, por m edio de “m edio-m undos” , ro b an al m a r toda su riqueza fu tu ra (en este caso genera lm en te de p e je rrey ).

Lo m ism o ocurre en el A rroyo M al- donado,. donde hem os podido com pro­b ar, en m uchas oportunidades, q u e los profesionales a llí existentes, ex traen sin n in g ú n contro l todo tam añ o de pez, dejando sobre la costa m illares de ejem plares pequeños, q u e no p re s tan u tilid ad com ercial. Y en este caso, aú n se acen túa m ás la acción descontro la­da, pues se sabe b ien, que las redes usadas, no so lam ente m a ta n los e jem ­p lares pequeños, sino que tam b ién en su a rrastre , d e s tru y en m illones de h u e ­vos depositados en el fondo.

Recordam os que en | u n a o p o rtu n i­dad, hab lando con u n profesional, n a ­cido en la zona de la L aguna de G ar­zón, éste nos expresaba su p reocupa­ción porque año a año la ausencia de

la corvina n eg ra se acentuaba. T oda su fam ilia vivía de la “ z a fra” de este pez, y a ú n concurriendo hoy a l lugar, se observan, como tristes testigos, las g randes p iletas que sirv ieron p a ra el lavado y salado, to ta lm en te abandona­das. E n aque lla conversación, el au to r le m an ifestaba que lo q u e estaba p a ­sando e ra m u y sim ple: ellos m ism os estaban te rm in an d o con su fu tu ro , pues no p e rm itían que los peces cum ­p lie ran con su ciclo n a tu ra l de rep ro ­ducción, a l ex traerlos an tes de que de­sovaran. Y obsérvese que en este caso, la n a tu ra leza fu e ta n generosa con la L aguna, que le dio las condiciones es­peciales p a ra m a n te n e r en ella a g ra n ­des cardúm enes d u ran te todo el año, a ú n cerrada. L e sugerí — en m i m o­desta opinión— que sim plem ente de­ja ra n su b rir ( lag u n a a rr ib a ) a los ca r­dúm enes, donde buscaban los fondos apropiados p a ra desovar, y luego, po­d ría ser a p a r t ir de m ediados de d i­ciem bre, in ic ia r la “ z a fra” . T a l con­sejo, que seguram ente estaba dem ás, pues yo estaba hab lando con u n a p e r­sona que se h ab ía criado en el lu g a r y debía de conocer, s im plem ente por observación, m e jo r que yo las causas de su problem a, no tuvo aceptación. H oy , lam en tab lem en te, todos los a fi­cionados lo sabem os, aquel que fue u n ex trao rd inario pesquero, h a desapa­recido, p o r obra exclusiva del hom bre.

S iem pre nos h a gustado en te ram o s de cómo en otros países con tro lan y p ro tegen la pesca y en consecuencia a l­go heinfts leído.

P a ra que el lector tenga u n a idea, y com pare (dejem os de lado que somos subdesarrollados, pues p a ra fiscalizar ésto, no h a y po rque ser m u y in te li­g en te ) , veám os como se protege esta riq u eza en otros lugares.

E n Japón , .se están “cu ltivando” los peces, en el am bien te fam ilia r (no decimos com ercia l), en fo rm a sim ilar a los cereales u hortalizas. E n zonas in terio res, se ^ha llegado a. u tiliz a r los m ism os espacios donde en u n a época del año se cu ltiva arroz, p a ra luego

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“ sem b ra r” y “ cosechar” peces, de m a ­n e ra ta l, que el m ism o espacio aporta doble productiv idad.

E n los EE . U U ., so lam ente con lo recaudado de los perm isos que se ex ­tienden an u a lm en te a los aficionados (u n dólar ap ro x im ad am en te) , se cons­tru y e ro n sobre el río C olum bia, esca­leras y m iradores-m edidores por u n valor de 60 m illones de dólares, a los efectos de fac ilita r el ascenso del sal­m ón (e l que desova en los lagos in ­teriores) y C O N TA R la can tidad que sube y luego regresa a l m ar. D e esta m an e ra , se efectúan los controles y se au to riza u n a m ay o r o m en o r can tidad de extracción, según los lím ites n a tu ­ra les requeridos p a ra la reproducción y A L IM E N T A C IO N E SPE C IA L , la rep roducción en lagos in terio res en los cuales n i la p rop ia N a tu ra leza hab ía logrado la existencia de d istin tas es­pecies.

C uando nos enteram os de ésto, cons­ta tam o s que países con u n a m e n ta li­dad m u y superio r a la n u es tra , en lo q u e a fu tu ro de alim en tación se re fie ­re , ven en la pesca la salvación de las generaciones venideras.

Y m ien tras, nosotros, inconscien te­

m ente , estam os destruyendo u n a r i ­queza in f in ita (n u es tra p la ta fo rm a con tinen ta l está considerada la 3* en el M undo en m ag n itu d p esquera).

M uchas veces nos hem os p reg u n ta ­do: ¿qué hacen las au toridades p a ra ev ita r este m al? ¿E xisten leyes de p ro ­tección a la pesca?

Tenem os en tend ido q u e sí existen: pero lam en tab lem en te nad ie las cum ­ple n i las hace cum plir. C reem os de que po r ah í está a rch ivada u n a dispo­sición que lim ita el uso de redes en arroyos y ríos y o tra que prohíbe la pesca de alevinos.

Estim am os que ha llegado el m o­m ento de h acer u n llam ado de a ten ­ción sobre este punto .

Las au toridades departam en tales y nacionales te n d rá n que ocuparse, en fo rm a u rg en te , de este p roblem a, pues de lo con trario , en e l curso de pocos años, habrem os te rm inado no sólo con u n deporte de g ran prom oción tu rís ­tica (com o algunos suelen lla m a rlo ) , sino, y es lo m ás im p o rtan te , con uno de los p rinc ipales alim entos del hom ­bre.

J. C. Edye

QUIEN ES JUAN P. C0RB0Nació en Aiguá el 23 de diciembre de 1940. Cursa estudios primarios

Y secundarios en esa ciudad, demostrando aptitudes para el dibujo, la pin­tura y su aplicación en diversos objetos artekanales. Desde) el año 19G5 integra el Taller La Rueda, destacándose por su trabajo de talla en maderaY repujado de metales,. Asiste actualmente a los cursos de escultura que dicta Don Isidro Pons en la Escuela Industrial de Maldonado.

Colabora en nuestra revista, ejecutando la mayoría del los grabados que enriquecen sus páginas, porque encuentra en el grabado un medio expre­sivo acorde con sus inquietudes y además porque entiende que nuestra revista es vital a las necesidades culturales de nuestro Departamento.

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LA VISITA DE UN MINISTRO Y LA CONFIRMACION DE UNA POLITICA

E l U ru g u ay n u estro de estos días e s tá en trando en u n a etapa , a la cual p o r cierto no son a jenas ninguna) de las naciones la tinoam ericanas, de a lie ­nac ió n y dependencia de grupos eco­nóm icos, que en fo rm a progresiva sus­ti tu y e n la ingerencia del poder esta ta l en algunos casos, y en otros, bajo fo r­m as q u e pueden deslizarse como con­cesiones o usufructos, se a s ien tan en resortes o propiedades públicas o fis­cales.

“N o venderé el rico patrimonio de los orientales a l bajo precio de la nece­sidad. - ( Artigas.

C uando el joven M in istro de T ra n s ­portes, C om unicaciones y T urism o, José S errato , finalizó la e tapa de los discursos el pasado sábado 3 en la L iga de Fom ento con la afirm ación de que la labor de la ca rte ra a su cargo e ra la de “ reg u la r y a le n ta r la activ idad p riv ad a” , todos los asistentes asin tie ro n felices y de acuerdo. “Esa debe ser la labo r leí gobierno” , se oyó decir, en tre o tras loas a la em presa privada.

E sta v isita de u n ti tu la r m in is te ria l con todas las connotaciones hechas du ­ra n te su perip lo a través de P u n ta del E ste, le está dando casi la oficalización a u n a política, que en aras de u n de- sarro llism o, cede gustosam ente m uchas de las opciones nacionales tra n s f ir ié n ­dolos a intereses privados que, segu ra­m en te , no son los m ism os in tereses de la m ayoría de los habitan tes.

R ecien tem ente en M ontevideo, la Ju n ta D ep a rtam en ta l de ese lu g ar, aprobó la rem odelación de la P laza C agancha, por capitales ex tran jeros y con la au to rización de uso de las m e­

joras que allí se. co n stru irán sin cargo y p o r 99 años. N o está le jano en la m em oria de todos los fernand inos, y segu ram en te que con la llegada de los calores los recuerdos se av ivarán , las g ru tas de P u n ta B allena, lu g a r a l que d u ran te años con cu rrie ra todo aquel que tuviese ganas, y a l que aho ra , a pesar de todas as a lharacas afirm ativas, p o r la erección de u n Club P rivado , “ en beneficio del tu rism o ” está p ro ­h ib ida la en trada .

E l Ing. S errato , M in istro de T C T , a f irm N en su v isita a este balneario , que está siendo estud iada u n a revisión a la ley de C asinos, q u e sin duda ad ­m itirá la erección de casinos p a rtic u ­lares. E sta novedad, a, la que se sum a la lec tu ra en u n periódico local de u n aviso de la In ten d en c ia M un ic ip a l en la cual se llam a a proyectos p a ra el apdovecham iento p rivado de los espa­cios m unicipales de L a P asto ra y f re n ­te a l N ogaró, g u a n d o se sabe que y a en el p rim e r caso h a y u n a o ferta de an tes p a ra co n stru ir u n com plejo de p ropiedad ho rizon ta l, está ind icando el v ira je en el cual y a estam os y la v en ta , a l m ejo r postor, pero siem pre con el saldo im pagable de la in d ep en ­dencia que perdem os, de las riquezas nacionales que b ien aprovechadas en las m anos q u e se debiera , causaría o tra satisfacción.

E l cam bio es irreversib le , toda A m é­rica está partic ipando y po r ahora n a ­da puede torcerlo. Sólo otro cam bio, en la dirección defin itiva, pondrá las cosas en su lu g a r y en las m anos de quienes les pertenecen .

P. Furtado

“Hemos puesto nuestro fervor y nuestra inteligencia al servicio del hombre nuevo. Hemos descubierto en nosotros, como diría Gide, el hombre nuevo que estaba dormido en nosotros. Sépanlo los que quieren la entrega total al imperialismo, el fascismo, la guerra, y la destrucción de la cultura. Ahora estamos metidos en la realidad del mundo sin menoscabar nuestra condición de artistas, ahora nos declaramos solidarios con la clase llmnndn a dirigir el mundo nuevo, ahora estamos al servicio de la dignidad humana.”

R a ú l G o n zá lez T u ñ ón

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M A L D O N A D O A LA M A N O

L a casa donde vivió el C oronel G er­vasio B urgueño, que fu e ra Jefe P o lí­tico de este D pto. d u ra n te el gobierno de G abriel P e re ira , está ub icada en la calle M ontevideo N 9 881.

H ac ia princip ios de 1860 v arias p e r­sonas de la ciudad de M aldonado y de las V illas de San Carlos y R ocha le ofrecieron u n á lb u m en ag radecim ien­to a su gesión, p a ra lo que confiaron a Francisco A cuña de F igueroa la redac­ción del escrito correspondiente, y de esta m an e ra el celebrado poeta m on te­v ideano escribió los poem as titu lados: “M aldonado” ; “L a V illa de San C ar­los al digno Coronel B urgueño” ; y “La V illa de Rocha a su ino lv idable Jefe Político” .

Teodosio R anza, de nacionalidad ita ­liano , ejerció la profesión de m édico en la c iudad de M aldonado desde 1873, fecha eli,. que p3só a res id ir a esta lo­calidad hasta su m u erte ocu rrida en 1882. V ivía en la esquina de las ca­

lles V en tu ra A legre y San Carlos (ac ­tua l casa de Z an o n i).

L a C onfitería de Luis D elfino , que d u ran te m uchos años sirvió a M aldo­nado con sus exquisitos postres y m asas, estaba ub icada en la esquina S.E. de las calles S a ran d í y 25 de M ayo (ac­tu a l Banco de Seguros), y el fam oso “ Casino U ru g u ay o ” fundado en 1889, funcionó en la casa propiedad tam bién de Luis D elfino al lado de la Confi­te ría , po r la calle 25 de M ayo.

Com entarios que provocaron el tem ­b lo r de tie r ra q u e se p rodu jo en la no­che del 4 de jun io de 1888. De “ E l C onciliador” de M aldonado: “E l te m ­b lo r de tie rra cuyo m ovim iento y ru id o sub te rráneo sorprendió a n u estra pací­fica población en la noche del lunes 4 del cte., se sin tió a la m ism a hora que aqu í (doce y m ed ia) en M ontevideo y en Rocha. H asta la fecha no tenem os notic ia de la causa de ese fenóm eno que no se h ab ía vuelto a sen tir en la Rpca. desde el año 1848” .

E l p residen te M áxim o T ajes le e n ­vió u n te leg ram a al Jefe Político del destacam ento com unicándole la noti­cia del m ovim iento de tie rra que había ten ido lu g a r e n M ontevideo y p reg u n ­tándo le si aqu í h ab ía ocurrido o tro tan io , lo m ism o hacía el Jefe Pol. do Ro­cha.

D ecía “E l N acionalista” de Rocha: “A noche, poco después de las doce sin ­tióse en esta V illa u n evo tem blor do tie rra que tuvo la duración de unos se­gundos pero q u e fue sufic ien te p ara p ro d u c ir sustos en abundancia pot' el ru ido causado en los vidrios de las p u ertas y ven tanas. E n el a lm acén de José J. A rra rto y Cía. cayeron de los estantes u nas tres docenas de platos y u n a la ta de aceite” .

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MALDONADO HACE MEDIO SIGLONació en Maldonado en 1852. Fue Inspector de Escuelas, co­

laborando con José P. Varela en la Reforma escolar de 1877. Desempeñó el mismo cargo en los Dtpos. de Artigas, Salto, Durazno, Florida y Montevideo, e Inspector Adjunto de la Di­rección Gral. de Inst. Primaria en 1888. Fue de los fundadores y sostenedores del Club Universitario, ocupando también la se­cretaría y la vice-presidencia de la “Sociedad de Amigos de la Educación Popular”. Autor de varios libros de: historia nacional, geografía del Uruguay y educación cívica, todos ellos agotados cmoo textos escolares en 1901 y años p isteriores, escribió además “Maldonado a través de la Historia” (1912 - Imp. Barreiro y Ramos) y unas crónica^ aparecidas en la Revista Histórica de las que se ha extraido, (Tomo VI - l 5 Trim. 1913 N9 17), la página que sigue en la que hace referencia al Maldonado de 1860.

Al reiniciar estas publicaciones en el año 1917 expresaba: “Hace algún tiempo empecé a publicar en la Revista Histórica una serie de artículos sobre Maldonado, que a la luz de los re­cuerdos, o por tradición oral he ido recogiendo, y que completo en el presente número, creyendo que así contribuyo a salvar del olvido, nombres, cosas y hechos de la región femandina, que pueden servir a los futuros cronistas que escriban la historia social y política de la vieja metrópoli del Este”.

Los que conozcan el M aldonado de la ac tualidad , están m u y lejos de im a ­g inarse lo que e ra esa ciudad hace m e­dio siglo, cuando el país em pezaba a lev an ta rse de la postración en que lo dejó la G u erra G rande, q u e d u ran te u n a década lo a rru in ó y em pobreció. L a p laza de San F em an d o , hoy arbolada, con am plias veredas y ab u n d an te a lu m ­brado , e ra u n cam po raso, donde en la p rim av e ra crecía a b u n d an te el pasto , y e n in v ie rno fo rm aba ex tensa lag u n a el agua p luvial.

Los edificios que la c ircu n d ab an , pertenecien tes a Cuello, C uervo, C a­b re ra , de la F u en te , V aldéz, A g u ila r y P in tos, estaban en p a rte reform ados. La Iglesia v ieja y la C om andancia , m o stra ­b a n los estragos del tiem po. L a M atriz , sin concluir, cu y a obra estaba, p a ra li­zada desde época le jana , y a lgunas otras casas en m in a s , como el C uarte l de D ragones, del tiem po de Cevallos, y las taperas de la sucesión V eira , com ­p le tab an el cuador. E n las calles Saran- d ía y 18 de Ju lio , hoy las m ás pobla­das, m o strab an el pasado esplendente de M aldonado las m in a s de num erosos edificios, en tre las qjre crecía robusta la vegetación, y en las que los m u ch a ­chos de la época ib an a buscar lechi- guanas, abundan tes en rica m iel. U na que o tra casa en reg u la r estado de con­

servación, llenaba los claros. E n las de­m ás calles, algunas pocas construccio­nes an tiguas a lte rn a b a n con huecos y taperas. Los cercos e ra n raros o no exis­tían .

Las a renas en perpétuo avance, in ­v ad ían las calles y se posesionaban de los edificios en ru in a . E l C em enterio viejo, en el cam ino a la p laya , estaba tam b ién invadido por las a renas vo­ladoras que saltando el cerco de lad ri­llo que lo c ircundaba, cubría las tu m ­bas con espesa capa silícea.

L a secular T o rre del V igía, edificada en tiem po de los españoles en lo m ás alto de la lom a donde se lev an ta la ciudad, estaba tam b ién am enazada po r la a ren a que desde el bajo cercano, acechaba el m om ento en q u e unos cuantos pam peros le a y u d a ra n a in v a ­d ir sus contornos. L a p u n ta de L a L o­m a, hoy cub ierta de espesa arboleda, e ra u n cam po de pastoreo.

E n el puerto , solitario , sin vida co­m ercial, n o se veía n in g u n a em barca­ción; apenas si de tiem po en tiem po a tracaba a lgún velero al m uelle de h ie ­r ro a ca rgar p ied ra de cal. G orriti e ra la m ansión p red ilecta de conejos, que se ib an m ultip licando prodigiosam ente, y la P u n ta del E ste, sólo cogitaba co­m o ú n ica población, el edificio del n u e ­vo faro rec ien tem en te construido.

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E l com ercio fem an d in o , aném ico des­de hacía m ucho tiem po, a ra s tra b a la v ida pobre de la localidad y contaba con los establecim ientos de C arreras, Booth, D e la F uen te , P in tos, G u erre ­ro , U rb ín , C asinelli, D evincenzi, P o ­rro , G arcía M iguelin y a lg ú n otro.

Los m edios de com unicación con la cap ita l e ra n Las M ensajerías O rien ta ­les que con sus diligencias llegaban y sa lían periód icam ente, siendo su agen ­cia y p a rad a la esquina de V aldez, en la P laza. E l tran sp o rte de trigo y dem ás productos agrícolas p a ra M ontevideo, así como el de m ercaderías desde la cap ita l, se efectuaba con carre tas de c a m p o ,. que con buen tiem po salvaban en cua tro o cinco días la d istancia en ­tre am bas ciudades.

L a instrucción p alm aria se recib ía e n escuelas públicas y privadas, que funcionaban a veces con grandes in ­tervalos; la m ás im p o rtan te que era la de varones, ten ía su local en la p a rte del edificio que hoy ocupa la R ectoría. Los exám enes y la d istribución de p re ­m ios, se rea lizab an en la Iglesia P a ­rroqu ia l.

Los baños de la p lay a e ran frecu en ­tados po r las fam ilias fe rn an d in as , que se tra s lad ab an en carre tas tirad as po r bueyes, únicos vehículos capaces de tra n s ita r po r el cam ino trazad o e n tre arenales. H ab ía u n sitio especial des­tinado p a ra las señoras, y m ás lejos, en p a ra je d istan te , o tro p a ra los hom ­bres.

E l agua de L a C achim ba del R ey, q u e todavía su rte a M aldonado, se dis­tr ib u ía en la población en grandes p i­pas colocadas en carros y se vend ía po r baldes.

Las d iversionesh locales estaban re ­ducidas a a lgún baile, que, en C a rn a ­val, se rea lizab an en los salones de la C om andancia o en casas de fam ilia . E n estos bailes siguiendo la costum bre de la época, en uso tam bién en M on tev i­deo, sólo se pe rm itía el d isfraz a los hom bres. E l bello sexo se p resen taba a cara descubierta.

Las calles contaban con a lguno que otro faro l a lim en tado con aceite de po­tro , quré-reflejatTa su luz m ortec ina so­b re las aceras desiertas, pues al toque de oración se cerraban las puertas de

las casas de fam ilia y del com ercio, lo que facilitaba que a a ltas horas de la noche ap a rec ie ran “fan tasm as” por en ­tre las taperas u otros p ara jes so lita­rios que a tem orizaban a las gentes ig ­no ran tes y h ac ían ab u n d an te provisión de aves en los gallineros urbanos.

Las fiestas de San F em an d o , p a tro ­no del pueblo ; la de S an ta Rosa, la po­p u la r san ta am erican a; y la de San M arc ia l, abogado de ios agricultores an te la corte celestial, se feste jaban con solem ne procesión q u e recorría el cua­dro de la p laza. L a ju v en tu d fernand i- n a aprovechaba esa y otras festividades p a ra o rgan izar a tray en tes corridas de sortijas, a las que asistian num erosas fam ilias en tre las que re p a rtía n los pre mios los vencedores en ese sport hípico.

Periód icam ente se rea lizab an paseos a P u n ta B allena, adonde se tra s lad ab an las fam ilias en las trad icionales ca ire tas, o en otros vehículos po r el estilo, y pasab an el d ía a la som bra de los peñascos, reco rrían la p lay a a la bús­queda de caracoles que los había m u y vistosos, o en la C ueva del T ig re , que soha convertirse en com edor, y a ve ces, en salón de baile.

E n los alrededores de M aldonado, adem ás de las chacras que cu ltivaban cereales, ex istían algunas q u in tas, co­m o la de las gallegas, que conocerá de fam a la ac tu a l generación en la que se cosechaban hortalizas, y en tre ellas las afam adas ba ta tas horadas cuya se milla, que hoy se h a perdido, in trodu jo de M álaga D on F rancisco A gu ila r, todavía se conservaba, au n q u e ya las arenas en lib e rtad avanzaban po r el E ste cubriendo m atas y arboledas.

L a sociedad fe rn an d in a de la época estaba constitu ida por las fam ilias do, Acosta, A legre, A gu ila r, Booth, B ar­gueño, B urm ester, B run , C abrera , Ca- lam et, C am ino, G ordones, Cuello, C u er­vo, C halar, D e la F u en te , D íaz, Devi- cenzi, F e rre r , Form oso, G arlero , M i­ra n d a , M árquez , M onegal, M éndez, M achado, M ier, N úñez, O livera, Odiz- zio, Peláez, P in tos, Porro , Rivero, Sta- rost U rb ín , V aldez, V iera y V ázquez, algunas de los que todavía tienen sus rep resen tan tes en la actualidad , y o tras h a n desaparecido con el ro d ar im p la ­cable del tiem po.

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Conjunto Folklórico “LOS FERNANDINOS”

Fundado el 11 de octubre de 1966. Sus integrantes: Afilio Nogueira, 23 años; W aldemar Antonini, 22; William de los Santos, 20; Uberfil F. Boba- dilla, 19 años. Actuaron en: Radio Maldonado, Canal 9 del Este, Canal 4 y Canal 10 de Montevideo, Radio San Carlos de San Carlos y La Voz del Aire de Montevideo. También actuaron en diversas instituciones deportivas de nuestro medio. En el transcurso de este año realizaran la primera actua­ción fuera del país, trasladándose a Buenos Aires donde actuaron en Canal 9 y Canal 13, Radio Argentina, Radio El Mundo y Mitre; en Peñas folkló­ricas como "El Rancho de Ochoa", "El Palo Borracho'' de Hermán Figueroa Reyes, "El Hormiguero", realizando también algunas audiciones particula­res y en el Colegio de las Hermanas del Huerto, en la Asociación "Diñad" Casino de la Oficialidad de la Policía Federal argentina.

Las canciones interpretadas son inéditas y pertenecen al Conjunto. En- tre ellas algunos títulos: El Oriental (gato); A Punta Ballena (litoraleña); Valseado de Ansina (valseado); El tropero oriental (milonga); Isla Gorriti (ritmo oriental); Canción del C harrúa (ritmo oriental).

Próximamente darán comienzo a una gira por el interior del país y luego piensan trasladarse a Brasil donde esperan visitar -—siempre llevando sus canciones—, las principales ciudades de ese gran país del norte, y toda­vía si las cosas les van bien, llegar hasta Paraguay y Chile.

“Yo como poeta —en la medida que lo soy— y como religioso —que trato de ser— y pacifista y anarquista cristiano y gandhiano en política, me siento bien integrado a esta sociedad que quiere adelantar el futuro y apresurar lo más posible el proceso de la evolu­ción, en contra de las fuerzas retrógradas. Estas fuerzas retrógradas, que siempre se han opuesto al proceso desde que el universo empezó a evolucionar, se han organizado ahora bajo formas estatistas, y convertidas en Super Estados pretenden, mediante sus experi­mentos científicos, hacer retroceder la evolución del planeta a la edad —más o menos— del Pre-Cambrico.”

E rn esto C ardenal.

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LA BALLENA DE PAPEL EN VENECIA

V enecia se hab ía convertido en esos días en e techo del m undo. D íaz de B ienal. D ías de sol, canales, góndolas, cúpulas, palacios, p in tores, escultores, críticos, m archands. Y la B allena y yo sintiéndonos to ta lm en te com penetra­dos en ese m undo den tro del m undo — p lan e ta en el que vivimos. E n los días previos a“ "la inau g u rac ió n oficial, en tre m anifestaciones, happen ings, v i­m os y recorrim os todos los stands visi- tables (hab ía cuatro cerrados en señal de p ro testa) y conversam os con perso­

nas fascinantes, algunas de las cuales a nosotras, le janas sudam ericanas nos parecían seres (m u y de m oda p o r o tra p a rte ) que hab ían llegado a V enecia en góndolas — aladsa— sa tu rn ianas.

Decidim os u n día, sentadas en el Café G lorian , m ien tras observábam os el vaivén de las m ultitudes en la P laza S an M arcos donde las palom as — fu en ­te de ingreso de divisas tu rísticas— re ­voloteaban u n tan to azoradas — ten er conversaciones (sem i rea les) con a lgu­nos de los expositores. L a p rim era en-

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(revista nos fue concedida po r el ibé­rico M anolo H . M om po. E ste valen- < iano estudió en la Escuela de Bellas A rtes de su ciudad y su p rim era salida fue a P arís , en 1949. V iajó luego por I ta lia y H o landa y regresó a E spaña en 1957 donde fijó su residencia en Arv/fca. E n 1958 obtiene el p rem io Ju a n M arch .

L a B allena, M om po y y o tuvim os la sigu ien te conversación en el re s ta u ra n t “ L a C olom ba” del cual hab larem os en o tra no ta.

— ¿C uál es p a ra u sted la cualidad p rin c ip a l del ser hum ano?

M om po — E l se r h u m an o tien e la g ra n cualidad de la im aginación . N o soporta que lo d ir ijan constan tem ente con la p ropaganda de u n producto o con la insistencia de u n a .m ism a im a ­gen.

— ¿Qué busca u sted a través de las p in tu ra s que expone en este pabellón?

M . — E n las doce p in tu ra s que m u es­tro deseo que el espectador se id en tifi­q u e con ese m undo vivo que está a l­rededor nuestro . U n m undo lleno de posibilidades, próxim o a los deseos n o r­m ales del hom bre que qu ie re v iv irlo a gusto.

— ¿Cómo quiere U d. p in ta r?M . — Q uiero p in ta r como si escribie­

se, sustituyendo las le tras p o r colores y form as vivas.

— ¿E n qué desea que se convierta la p in tu ra?

M . — Deseo que la p in tu ra se con­v ie rta en u n coloquio con el que obser­va, pues creo en las posibilidades del a r te como m edio de diálogo.

— ¿H ay seres hum anos en sus obras?

M . — Reducidos a signos, s iem pre h a y en m i obra seres hum anos con de­seos de v iv ir, hab lando , gesticulando, o com iendo, con los brazos abiertos o gritando .

— ¿Porqué pone U d. p a lab ras en sus p in tu ras?

M . — A veces, necesito poner, cu an ­do p in to , u n a p a lab ras o frases que m e ay u d en o expresen u n a denuncia o u n halago a la vida,

L a B allena de papel y yo, después de ag radecer la en trev is ta a M anolo M om po, nos alejam os m editando las pa lab ras del va lenciano y deseam os que a lg ú ir d ía podam os tra e r la obra de este g ran p in to r a n u e s tra la ti­tudes.

M ech a G a ita s

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LA BALLENA DE PAPEL - N* 2JULIO - AGOSTO 1968

REDACCION: María A. D. de Guerra

Pola Bonilla

Alberto Willatt ¡4. i

Alicia Mautone

José E. Bengochea

S U M A R I O

Un poeta y payador fernandino: Raúl Montañés ... 1

“El Clinudo” en San Carlos, Cédar Viglietti........... 3

Tropa de carretas, Omar Moreira ..................... 6

3 poemas de Zelmar Riccetto ............................ 9

Peripecia y destino. La Biblioteca Municipal.María A. D. de Guerra .............................. 12

Entrevista con Wilson Amoral ............................ 19

La Reforma del 63 en Ens. Secundaria, la. Nota.J. E. Bengochea ........................................ 20

Estudio sobre el rendimiento escolar, etc. FranciscoSugo M ontero ..............................; ........... 21

En contra de la tala de árboles ......................... 23

Defender la pesca. Juan Carlos Edye ................ * 24

Quien es uanJ P. C o rb o ................................... 25

La visita de un ministro y |a confirmación de unapolítica. Pedro Furtado .............................. 26

Maldonado a la mano . .(................................ 27

Julián O. Miranda. Maldonado hace medio siglo . . . 28

Conjunto Folklórico Los Fernandinos .................... 30

La Ballena de Papel en Venecia ........................ 31

Por correspondencia, suscripción y canje:

Alberto Willat. Taller La Rueda.

Calle Ventura Alegre entre 18 de Julio y J. Dodera.

MALDONADO.

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