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TIWANAKU EXTRAPLANETARIO LA REGIÓN DEL LAGO TITICACA, UN TERRENO FÉRTIL PARA LA UFOLOGÍA, ENCIERRA UN AURA MÍSTICA QUE HA DADO LUGAR A VARIAS TEORÍAS QUE LA RELACIONAN CON EXTRATERRESTRES Y EXOGÉNESIS. CIENCIA FICCIÓN: MÁS NECESARIA Y VIGENTE QUE NUNCA UN REPASO (UNO LARGO Y EL OTRO CORTO)A LOS TRABAJOS DE DOS PIEDRAS FUNDAMENTALES EN LA HISTORIA DE LA CIENCIA FICCIÓN: H.G. WELLS Y PHILIP K. DICK, CELEBRANDO LA CREATIVIDAD E INFLUENCIA DE AMBOS AUTORES EN LAS LETRAS UNIVERSALES. 8 4, 5 Y 6 DOMINGO | 15 de febrero de 2015 | año 6 | N° 272 Archivo

La Esquina 15-02-15

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TIWANAKU EXTRAPLANETARIO LA REGIÓN DEL LAGO TITICACA, UN TERRENO FÉRTIL PARA LA UFOLOGÍA, ENCIERRA UN AURA MÍSTICA QUE HA DADO LUGAR A VARIAS TEORÍAS QUE LA RELACIONAN CON EXTRATERRESTRES Y EXOGÉNESIS.

CIENCIA FICCIÓN: MÁS NECESARIA Y VIGENTE QUE NUNCA

UN REPASO (UNO LARGO Y EL OTRO CORTO)A LOS TRABAJOS DE DOS PIEDRAS FUNDAMENTALES EN LA HISTORIA DE LA CIENCIA FICCIÓN: H.G. WELLS Y PHILIP K. DICK, CELEBRANDO LA CREATIVIDAD E INFLUENCIA DE AMBOS AUTORES EN LAS LETRAS UNIVERSALES.

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DOMINGO | 15 de febrero de 2015 | año 6 | N° 272

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2 Domingo 15 de febrero de 2015

Cuco Sánchez: La música del cine mexicano

SU ARTE QUEDA INMORTALIZA-DO EN EL CINE, COMO EL HONES-TO RETRATO DE UNA ÉPOCA.

Claudio SánchezCrítico de cine

La industria estatal de cine mexica-no, hasta los años ochenta del pa-sado siglo, contaba dentro de su es-tructura con tres empresas para la distribución de sus películas a esca-

la local e internacional, se trataba de: Pelmex, Pelimex y Cimex.

En Bolivia operaba de manera mayoritaria Pelmex, y fue gracias a esta oficina que se abas-tecieron las pantallas nacionales con películas hechas en México. Esta situación permitía que existiera una amplia programación de filmes mexicanos en diferentes pantallas de distintas ciudades y pueblos bolivianos. Con el cine, Mé-xico exportó su cultura, sus formas y también su micro cosmos de artistas, quienes para el mundo de habla hispana fueron estrellas que cosecharon admiradores y elogios.

El cine amplificó la llegada de mensajes y su popularidad permitió que se conocieran rasgos propios de las sociedades que eran reflejadas en las películas nacionales. El estereotipo del macho mexicano, el provincianismo en la ciu-dad y los romances melodramáticos son quizás los rasgos fundamentales de la época dorada del cine mexicano, que entre los años cuarenta y cincuenta logró cautivar a un público que se sentía identificado con ciertas realidades loca-les en su entorno más próximo.

La pantalla entonces fue la excusa perfecta para insertar al mercado la voz de cantantes y viceversa. Es decir, también la presencia de una gran figura de la canción popular permitía que una película pueda asegurar su éxito comercial.

Si bien los casos paradigmáticos tienen nombres y apellidos inolvidables —Pedro In-fante y Jorge Negrete— también hay figuras que son emblemáticas de la canción mexica-na que llegaron al cine por su importancia dentro la cultura popular de la época, en este caso preciso, se trata de Cuco Sánchez.

Las composiciones de Cuco Sánchez han sonorizado más de 50 películas entre los años 1948 (Charro a la fuerza, Miguel Mora-yta) y 1970 (Vuelve el ojo de vidrio, René Car-dona y Fernando Durán Rojas). Su participa-ción delante de las cámaras lo encontró en la mayor parte de oportunidades interpretán-dose así mismo, como Cuco, como cantante en intermedios musicales que eran parte de “la fórmula mexicana”.

Autor de rancheras emblemáticas como El mil amores, La cama de piedra o Corazoncito tira-no, Cuco Sánchez siempre fue un personaje se-cundario tanto en la canción como en el cine, a la sombra de José Alfredo Jiménez musical-mente, y detrás de Infante y Negrete en la pan-

talla, su figura no deja de ser admirable por la trascendencia que ha alcanzado su legado con los años. Sánchez supo ser un gran crea-dor, un hombre entregado a su arte, y si bien gozó de las mieles de la fama, no lle-gó a ser la estrella que brillara en el olimpo ci-nematográfico. Su líri-ca complementa el me-lodrama mexicano, y conocerlo permite comprender de mejor manera el soundtrack de toda una época.

José del Refugio Sánchez Saldaña (Cuco), nació el 3 de mayo de 1921 en Tamaulipas, México. Desde pequeño se caracterizó por construir ideas com-pletas y muy poéticas, además de desarrollar melodías para acompañar esos pensamientos y frases.Posteriormente incurrió en la interpretación amateur, logrando la aceptación del público, primero en la radio y después mediante sus propias grabaciones, reuniendo más de 200 composiciones con un estilo inscrito dentro la tradición de la canción revolucionaria. Pusieron voz a sus composiciones artistas como Lola Beltrán, Lucha Villa, Pedro Infante, Matilde Sánchez ‘La Torcacita’, Chavela Vargas, María Dolores Pradera, Pedro Guerra, Joaquín Sabina y Ángel Parra.Falleció en la ciudad de México el 5 de octubre del año 2000.

DIRECTORAdalid Cabrera Lemuz

EDITOR GENERALJavier Mancilla Luna

EDITOR DE LA ESQUINAMiguel A. Rivera G.

Colaboradores: Marcelo Arduz Ruiz Claudio SánchezVíctor Montoya

Diseño: Eusebio Lazo Sumi

Diagramación: Horacio Copa Vargas

3Domingo 15 de febrero

de 2015

En aquellos días, el mundo no ha-blaba de otra cosa que de Cuba, los barcos de guerra de EEUU y la deca-dencia española como actor protago-nista en el mundo. Era abril de 1898

y una mujer dolorida, mermada, casi derrota-da, ponía sus últimas esperanzas de recupera-ción en un quirófano genovés, después de casi una década de combate contra una cruel y mis-teriosa enfermedad. Días después, moría Cons-tance Holland incapaz de recuperarse de esa equivocada intervención. Nacida Constance Lloyd, fue con el apellido Wilde de su marido con el que comenzaron parte de sus desdichas, en un tiempo en el que algunos médicos trata-ban con recelo a la mujer solo por serlo.

Constance conoció a Oscar en una fiesta lon-dinense en 1879. Los dos eran dublineses, in-teligentes, audaces. Se casaron y tuvieron dos niños. Después de escribir obras de la calidad de El retrato de Dorian Gray, y mientras La im-portancia de llamarse Ernesto seguía en cartel en Londres, Óscar Wilde fue encarcelado por “grave indecencia” —homosexual— tras un hu-millante proceso. Constance, que ya se había hecho un nombre como escritora y feminista combativa, cambió su apellido y huyó del escán-dalo hasta Génova, llevando con ella a sus hijos y esa enfermedad que la vencía poco a poco. Las causas de su muerte se desconocían hasta aho-ra: se culpó a una caída por las escaleras y —mucho mejor para las malas lenguas— una sífilis que le hubiera contagiado su marido.

Ahora, la memoria de Constance se re-cupera y todas esas leyendas quedan apar-cadas gracias al trabajo de su nieto Merlin Holland, dedicado a limpiar con verdades (incluso científicas) la sombra de escánda-lo y oprobio que todavía persigue a sus abuelos. Sin embargo, entristece todavía más si cabe ese final al conocer su desdi-chado historial médico, reconstruido por Holland y la doctora Ashley Robins a par-tir de 130 cartas que ella se cruzó con su hermano Otho. Robins ya descifró las cau-sas de la muerte de Óscar en un artículo en la revista The Lancet en 2000 —desmintien-do también que hubiera muerto por culpa de la sífilis— y ahora, en esta misma revista, des-entraña síntoma a síntoma los males de Cons-tance. Esclerosis múltiple fue su enfermedad, pero no la causa de su muerte.

Los primeros problemas empezaron en 1889, con un episodio de cojera en la pier-na izquierda que la obligó a usar un bastón.

Tras dos años tranquilos, unos intensos dolo-res (sobre todo en los brazos) la postraron en la cama. Ya en 1893, volvía el severo males-tar, con dolores de cabeza y espalda. Un año después, sus problemas de movilidad se agra-vaban y, coincidiendo con el proceso a Óscar, caminar ya era un suplicio. Es 1895, está en Génova y se pone en manos de un ginecólogo llamado Luigi Maria Bossi, que logra recupe-rarla momentáneamente gracias a un proce-dimiento que no se detalla en la correspon-dencia que sirve de base para este estudio. Ella hablaba de “reumatismo” y “neuralgia”, ¿y se deja intervenir por un ginecólogo para remediarlo? Saltan las alarmas.

Durante una estancia en Heidelberg se so-mete a unas extrañas curas —pero en boga—, que incluyen baños y electricidad, pero los es-pecialistas siguen sin dar con el origen de sus

males. “Estoy cansada de los médicos y de que ninguno descubra qué hacer conmigo”, escri-be Constance a su hermano a finales de 1896. De vuelta a Génova, el dolor es intenso, tie-ne temblor en los brazos, dolores de cabeza, fatiga extrema, episodios de parálisis facial... “Durante los primeros siete años, el cuadro clínico fue dominado por episodios agudos intermitentes seguidos por largos períodos de recuperación; en los últimos dos años se convirtió en una discapacidad permanente con deterioro gradual”, escribe Robins en The Lancet. “Un diagnóstico probable es la escle-rosis múltiple”, resuelve la especialista.

Todo indica que padecía esta enfermedad con la que hoy cargan más de dos millones de personas en todo el mundo. La esclerosis múl-tiple ya estaba descrita desde 1868 pero, sin duda, su diagnóstico no estaba tan extendido como hubiera necesitado Constance. Porque todavía le esperaba lo peor. Agotada, recupe-ró el contacto con Bossi, médico de gran repu-tación que, al margen de otros logros, estaba convencido junto a otros muchos colegas de que el sistema reproductor femenino podía inducir locura —”locura pélvica”, histeria—, cuyo remedio era la extirpación de ambos ovarios. Bien entrado el siglo XX, Bossi seguía “curando” enfermedades neurológicas y men-tales con operaciones ginecológicas. Algunos

síntomas de la señora Holland le hicieron pensar a Bossi que un tumor uterino pro-vocaba la debilidad de sus piernas.

Desesperada, se dejó operar el 2 de abril de 1898, casi un año después de la excar-celación de Óscar. El resultado de la inter-vención, desastroso, dejó a Constance su-friendo vómitos intratables. Deshidratada y sin suero intravenoso, fue debilitándose hasta morir el día 7 de abril. Una feminis-ta pionera moría víctima de las malas ar-tes de un médico que buscaba el origen de

los males en el sexo de las mujeres.Otho Holland, golpeado y hundido por

la muerte repentina de su hermana, con-templa un litigio contra el cirujano “pero fue disuadido porque Constance había

aceptado voluntariamente la operación, después de que Bossi le convenciera de que la cirugía aliviaría sus discapacidades”, escriben Holland y Robins. El ginecólogo italiano, que siguió con sus prácticas a pesar del rechazo de sus colegas, sería suspendido por mala pra-xis 20 años después de la muerte de Constan-ce. En 1919, el marido celoso de una paciente mataba a Bossi en su consulta, tras hacer lo mismo con ella y justo antes de suicidarse.

El enigmático mal de la esposa de Oscar WildeNO FUE SÍFILIS LA CAUSA DE LA MUERTE DE CONSTANCE, SINO ESCLEROSIS MÚLTIPLE. SU CORRESPONDENCIA LO REVELA.

Javier SalasEl País

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Constance, la esposa del talentoso Wilde, sufrió del prejuicio de la sociedad de su tiempo, y ahora, puede redimirse.

4-5Domingo 15 de febrero

de 2015

H. G. Wells y las pesadillas de la cienciaHERRSCHER: YO VUELVO AL CREADOR DE LAS MÁS PERFECTAS Y ATERRADORAS OBRAS DE CIENCIA FICCIÓN: H. G. WELLS ESTÁ MÁS VIGENTE QUE NUNCA.

Roberto Herrscher El Boomeran(g)

LITERATURA

Hace más de cien años, H. G. Wells, un joven escritor in-glés de origen humilde, lanzó al mundo cuatro fábulas oscu-ras y aterradoras. Aún hoy, La

máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos nos atrapan y nos repelen. Su lectura despierta en fieles lectores de todas las edades admi-ración y una extraña, indefinible inquietud, más profunda e íntima que el simple miedo.

Wells no fue un gran pensador y sus ar-mas retóricas apenas le sirvieron para con-tar con precisión y fuerza las aventuras que pueblan sus libros. Pero con unas pocas ideas simples y machaconas y con un esti-lo directo y repetitivo alcanzó a construir pesadillas que generación tras generación seguimos soñando con un sudor frío y los ojos bien abiertos.

Herbert George Wells nació en Brom-sley, en el condado de Kent, un suburbio de Londres, el 21 de setiembre de 1866. Su pa-dre tenía una pequeña tienda y sueños de destacar como jugador profesional del de-porte inglés por excelencia, el cricket.

El negocio y el sueño se fueron al gare-te, y el niño Herbert pasó una niñez pobre y una adolescencia de duro trabajo como aprendiz de tapicero, oficio al que siguieron otras actividades poco prometedoras: ayu-dante de maestro en una escuela y estudian-te de biología en la universidad, de la que se marchó sin obtener ningún título. Pero mu-cho antes de eso, a los siete años, una pierna rota lo postró en cama varios meses y le hizo conocer la fiebre de la literatura.

Desde temprana edad, devoraba libros y escribía cuentos con moraleja social, pero no se decidía a ser escritor, y su futuro no se veía más prometedor que el de su padre.

A los 30 años, enfermo de tuberculosis y angustiado, tomó la decisión trascendente de escribir una novela de un tirón y apos-tarlo todo a lo que saliera. La pequeña his-toria que resultó de dos semanas de trabajo casi sin parar se llamó La máquina del tiempo, y lanzó casi instantáneamente a Wells a la fama y el mimo de la crítica. Desde enton-ces y hasta su muerte a los 80 años, Wells

fue rico, influyente, muy leído y tremenda-mente prolífico. Publicó más de 100 libros, la inmensa mayoría novelas realistas de crí-tica social y ensayos históricos y políticos. Casi todos están atados a su tiempo y casi no se leen en la actualidad.

¿Por qué sus primeras cuatro novelas son inmortales? Porque en ellas Wells no ponti-fica ni describe, sino que inventa fábulas en-teramente originales, donde no nos embute sus ideas y visiones, sino que las vamos pen-sando a medida que nos adentramos en his-torias apabullantes que nos obligan a pasar las páginas y entregarnos por entero.

Y todo comenzó con La máquina del tiempo.Como muchos libros de su tiempo, el li-

bro comienza con un narrador a quien un amigo cuenta una historia fantástica. El na-rrador y otros londinenses ilustrados son convocados por un excéntrico inventor, quien quiere enseñarles los efectos de su última obra: una máquina capaz de trans-portarlo a cualquier época del pasado o el futuro. Unos días más tarde, el viajero vuel-ve y cuenta a sus asombrados contertulios lo que vivió en el año 802.701.

En una época en que el discurso tanto de los poderosos capitalistas como de los comu-nistas predecía un desarrollo industrial y científico que produciría maravillas sin fin, paz perpetua, la desaparición de las clases so-ciales y el dominio completo de la naturale-za, el futuro de la novela de Wells era todo lo opuesto: dentro de ochocientos milienios, la humanidad se habría dividido en dos razas irreconciliables que habrían perdido toda ca-pacidad para la escritura y la creación.

Ambas especies vivirían como anima-les y el fuego de un fósforo les produciría asombro y excitación. Pastando en verdes praderas, una de las subespecies, los Eloi, unos seres pequeños, blandos y bellos, vivi-ría en total indolencia e ignorancia.

En la atroz oscuridad del subsuelo, sus ene-migos, los Morlocks, esperarían cada anoche-cer para cazar Eloi y alimentarse de su carne en espantosas madrigueras. Antes de abando-nar ese terrible futuro, el viajero deberá res-catar su máquina del tiempo de las garras de los Morlocks y perderá en la última lucha en-carnizada a una joven Eloi que, con su gene-

rosidad y cariño infantil, le hará pensar que a pesar la destrucción casi total de lo que consi-deramos humano, no todo sentimiento noble habría desaparecido del futuro lejano.

La máquina del tiempo es la más amarga, visionaria y perfecta de las novelas de Wells. En ella están contenidos todos sus grandes temas: la ciencia como forma de acercarse al futuro y hacerle grandes preguntas al uni-verso, pero también el instrumento para obtener respuestas aterradoras; un protago-nista ligado a la modernidad y el desarrollo tecnológico representante del lector culto e inquieto al que aspiraba Wells, y un fas-cinante viaje iniciático: el descenso de este personaje sensato y analítico a infiernos que ni imagina al iniciar su viaje.

Los tres siguientes libros de Wells, que terminaron de cimentar su lugar prepon-derante entre los grandes escritores en len-gua inglesa, son más descensos a descubri-mientos científicos que también esconden metáforas que destruyen los mitos de la modernidad: en La isla del doctor Moreau, un científico genial ‘fabrica’ mezclas de ani-males y humanos, seres que sufren atroces

1. Portada de una de las varias ediciones de El hombre invisible.2. La trama de La guerra de los mundos ha dado lugar a muchas interpretaciones, ésta es una de ellas.3. El creativo H.G. Wells.4. La isla del Dr. Moreau es una historia impactante, quizás, la menos conocida de las cuatro principales obras del escritor.

torturas físicas e igual de terribles punza-das sobre su identidad y naturaleza. Es un doctor Frankenstein de la era industrial que en alguna forma predice los inimagi-nables experimentos del doctor Mengele.

En otras obras, Wells predice los bom-bardeos aéreos, la bomba atómica, los via-jes a la luna y los debates éticos de la bio-tecnología cuando esta disciplina todavía no había comenzado. Por eso muchos lo emparentan con Julio Verne en su asom-brosa capacidad para adelantarse a los in-ventos que vendrían.

Pero en el mundo literario de Wells, las máquinas y los inventos son un mero ins-trumento para colocar a sus personajes a merced de fuerzas terribles que no controla y que muchas veces entiende sólo a medias.

Uno de los más brillantes recursos de Wells es que los narradores de sus historias van descubriendo los mundos extraños don-de caen a medida que nos lo van contando.

El futuro se va tornando más y más ate-rrador para el viajero del tiempo mientras más va entendiendo qué pasa en él.

Lo mismo ocurre con el joven e inocen-te diplomático en La isla del Doctor Moreau y con el hombre que se vuelve invisible. A medida que descubren cada nuevo elemen-to de los extraños mundos donde cayeron, los personajes aventuran teorías y explica-ciones que a la larga prueban ser falsas.

No conozco ningún otro escritor que dude y se equivoque con tanta maestría, llevando así a su lector al desconcierto y acrecentando el horror que poco a poco se le va revelando.

El experto en ciencia ficción Robert Sil-verberg resumió de manera magistral el le-gado de Wells. “En un lapso de veinte años, concibió y exploró sistemáticamente cada uno de los temas principales de la ciencia ficción: el conflicto entre mundos, las con-secuencias sociales de los grandes inven-tos, el viaje en el tiempo, la posibilidad de la destrucción del mundo, el futuro de las estrategias bélicas y mucho más… Es el ver-dadero padre de la ciencia ficción de hoy, pues es quien estableció las reglas y la téc-nica que siguen la mayoría de los escritores contemporáneos”.

Wells no sólo inventó historias. Inven-tó los mundos donde esas historias tienen sentido, con sus reglas, sus lógicas, sus ar-quitecturas y sus costumbres. Bajo nues-tro propio riesgo nos internamos en esos mundos para encontrarnos con la cara más atroz de la humanidad en lucha constante y feroz por su supervivencia.

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H. G. Wells y las pesadillas de la cienciaHERRSCHER: YO VUELVO AL CREADOR DE LAS MÁS PERFECTAS Y ATERRADORAS OBRAS DE CIENCIA FICCIÓN: H. G. WELLS ESTÁ MÁS VIGENTE QUE NUNCA.

Roberto Herrscher El Boomeran(g)

LITERATURA

Hace más de cien años, H. G. Wells, un joven escritor in-glés de origen humilde, lanzó al mundo cuatro fábulas oscu-ras y aterradoras. Aún hoy, La

máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos nos atrapan y nos repelen. Su lectura despierta en fieles lectores de todas las edades admi-ración y una extraña, indefinible inquietud, más profunda e íntima que el simple miedo.

Wells no fue un gran pensador y sus ar-mas retóricas apenas le sirvieron para con-tar con precisión y fuerza las aventuras que pueblan sus libros. Pero con unas pocas ideas simples y machaconas y con un esti-lo directo y repetitivo alcanzó a construir pesadillas que generación tras generación seguimos soñando con un sudor frío y los ojos bien abiertos.

Herbert George Wells nació en Brom-sley, en el condado de Kent, un suburbio de Londres, el 21 de setiembre de 1866. Su pa-dre tenía una pequeña tienda y sueños de destacar como jugador profesional del de-porte inglés por excelencia, el cricket.

El negocio y el sueño se fueron al gare-te, y el niño Herbert pasó una niñez pobre y una adolescencia de duro trabajo como aprendiz de tapicero, oficio al que siguieron otras actividades poco prometedoras: ayu-dante de maestro en una escuela y estudian-te de biología en la universidad, de la que se marchó sin obtener ningún título. Pero mu-cho antes de eso, a los siete años, una pierna rota lo postró en cama varios meses y le hizo conocer la fiebre de la literatura.

Desde temprana edad, devoraba libros y escribía cuentos con moraleja social, pero no se decidía a ser escritor, y su futuro no se veía más prometedor que el de su padre.

A los 30 años, enfermo de tuberculosis y angustiado, tomó la decisión trascendente de escribir una novela de un tirón y apos-tarlo todo a lo que saliera. La pequeña his-toria que resultó de dos semanas de trabajo casi sin parar se llamó La máquina del tiempo, y lanzó casi instantáneamente a Wells a la fama y el mimo de la crítica. Desde enton-ces y hasta su muerte a los 80 años, Wells

fue rico, influyente, muy leído y tremenda-mente prolífico. Publicó más de 100 libros, la inmensa mayoría novelas realistas de crí-tica social y ensayos históricos y políticos. Casi todos están atados a su tiempo y casi no se leen en la actualidad.

¿Por qué sus primeras cuatro novelas son inmortales? Porque en ellas Wells no ponti-fica ni describe, sino que inventa fábulas en-teramente originales, donde no nos embute sus ideas y visiones, sino que las vamos pen-sando a medida que nos adentramos en his-torias apabullantes que nos obligan a pasar las páginas y entregarnos por entero.

Y todo comenzó con La máquina del tiempo.Como muchos libros de su tiempo, el li-

bro comienza con un narrador a quien un amigo cuenta una historia fantástica. El na-rrador y otros londinenses ilustrados son convocados por un excéntrico inventor, quien quiere enseñarles los efectos de su última obra: una máquina capaz de trans-portarlo a cualquier época del pasado o el futuro. Unos días más tarde, el viajero vuel-ve y cuenta a sus asombrados contertulios lo que vivió en el año 802.701.

En una época en que el discurso tanto de los poderosos capitalistas como de los comu-nistas predecía un desarrollo industrial y científico que produciría maravillas sin fin, paz perpetua, la desaparición de las clases so-ciales y el dominio completo de la naturale-za, el futuro de la novela de Wells era todo lo opuesto: dentro de ochocientos milienios, la humanidad se habría dividido en dos razas irreconciliables que habrían perdido toda ca-pacidad para la escritura y la creación.

Ambas especies vivirían como anima-les y el fuego de un fósforo les produciría asombro y excitación. Pastando en verdes praderas, una de las subespecies, los Eloi, unos seres pequeños, blandos y bellos, vivi-ría en total indolencia e ignorancia.

En la atroz oscuridad del subsuelo, sus ene-migos, los Morlocks, esperarían cada anoche-cer para cazar Eloi y alimentarse de su carne en espantosas madrigueras. Antes de abando-nar ese terrible futuro, el viajero deberá res-catar su máquina del tiempo de las garras de los Morlocks y perderá en la última lucha en-carnizada a una joven Eloi que, con su gene-

rosidad y cariño infantil, le hará pensar que a pesar la destrucción casi total de lo que consi-deramos humano, no todo sentimiento noble habría desaparecido del futuro lejano.

La máquina del tiempo es la más amarga, visionaria y perfecta de las novelas de Wells. En ella están contenidos todos sus grandes temas: la ciencia como forma de acercarse al futuro y hacerle grandes preguntas al uni-verso, pero también el instrumento para obtener respuestas aterradoras; un protago-nista ligado a la modernidad y el desarrollo tecnológico representante del lector culto e inquieto al que aspiraba Wells, y un fas-cinante viaje iniciático: el descenso de este personaje sensato y analítico a infiernos que ni imagina al iniciar su viaje.

Los tres siguientes libros de Wells, que terminaron de cimentar su lugar prepon-derante entre los grandes escritores en len-gua inglesa, son más descensos a descubri-mientos científicos que también esconden metáforas que destruyen los mitos de la modernidad: en La isla del doctor Moreau, un científico genial ‘fabrica’ mezclas de ani-males y humanos, seres que sufren atroces

1. Portada de una de las varias ediciones de El hombre invisible.2. La trama de La guerra de los mundos ha dado lugar a muchas interpretaciones, ésta es una de ellas.3. El creativo H.G. Wells.4. La isla del Dr. Moreau es una historia impactante, quizás, la menos conocida de las cuatro principales obras del escritor.

torturas físicas e igual de terribles punza-das sobre su identidad y naturaleza. Es un doctor Frankenstein de la era industrial que en alguna forma predice los inimagi-nables experimentos del doctor Mengele.

En otras obras, Wells predice los bom-bardeos aéreos, la bomba atómica, los via-jes a la luna y los debates éticos de la bio-tecnología cuando esta disciplina todavía no había comenzado. Por eso muchos lo emparentan con Julio Verne en su asom-brosa capacidad para adelantarse a los in-ventos que vendrían.

Pero en el mundo literario de Wells, las máquinas y los inventos son un mero ins-trumento para colocar a sus personajes a merced de fuerzas terribles que no controla y que muchas veces entiende sólo a medias.

Uno de los más brillantes recursos de Wells es que los narradores de sus historias van descubriendo los mundos extraños don-de caen a medida que nos lo van contando.

El futuro se va tornando más y más ate-rrador para el viajero del tiempo mientras más va entendiendo qué pasa en él.

Lo mismo ocurre con el joven e inocen-te diplomático en La isla del Doctor Moreau y con el hombre que se vuelve invisible. A medida que descubren cada nuevo elemen-to de los extraños mundos donde cayeron, los personajes aventuran teorías y explica-ciones que a la larga prueban ser falsas.

No conozco ningún otro escritor que dude y se equivoque con tanta maestría, llevando así a su lector al desconcierto y acrecentando el horror que poco a poco se le va revelando.

El experto en ciencia ficción Robert Sil-verberg resumió de manera magistral el le-gado de Wells. “En un lapso de veinte años, concibió y exploró sistemáticamente cada uno de los temas principales de la ciencia ficción: el conflicto entre mundos, las con-secuencias sociales de los grandes inven-tos, el viaje en el tiempo, la posibilidad de la destrucción del mundo, el futuro de las estrategias bélicas y mucho más… Es el ver-dadero padre de la ciencia ficción de hoy, pues es quien estableció las reglas y la téc-nica que siguen la mayoría de los escritores contemporáneos”.

Wells no sólo inventó historias. Inven-tó los mundos donde esas historias tienen sentido, con sus reglas, sus lógicas, sus ar-quitecturas y sus costumbres. Bajo nues-tro propio riesgo nos internamos en esos mundos para encontrarnos con la cara más atroz de la humanidad en lucha constante y feroz por su supervivencia.

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6 Domingo 15 de febrero de 2015

Descubrí por puro accidente que la Tierra había sido invadida por una forma de vida procedente de otro planeta. Sin embargo, aún no he hecho nada al respecto; no se me

ocurre qué. Escribí al gobierno, y en respuesta me enviaron un folleto sobre la reparación y mantenimiento de las casas de madera. En cual-quier caso, es de conocimiento general; no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posi-ble que la situación esté controlada.

Estaba sentado en mi butaca, pasando las pá-ginas de un libro de bolsillo que alguien había ol-vidado en el autobús, cuando topé con la referen-cia que me puso en la pista. Por un momento, no reaccioné. Tardé un rato en comprender su im-portancia. Cuando la asimilé, me pareció extra-ño que no hubiera reparado en ella de inmediato.

Era una clara referencia a una especie no humana, extraterrestre, de increíbles carac-terísticas. Una especie, me apresuro a señalar, que adopta el aspecto de seres humanos nor-males. Sin embargo, las siguientes observacio-nes del autor no tardaron en desenmascarar su auténtica naturaleza. Comprendí en seguida que el autor lo sabía todo. Lo sabía todo, pero se lo tomaba con extraordinaria tranquilidad. La frase (aún tiemblo al recordarla) decía:

… sus ojos pasearon lentamente por la habitación.Vagos escalofríos me asaltaron. Intenté

imaginarme los ojos. ¿Rodaban como mone-das? El fragmento indicaba que no; daba la impresión que se movían por el aire, no sobre la superficie. En apariencia, con cierta rapi-dez. Ningún personaje del relato se mostraba sorprendido. Eso es lo que más me intrigó. Ni la menor señal de estupor ante algo tan atroz. Después, los detalles se ampliaban.

… sus ojos se movieron de una persona a otra.Lacónico, pero definitivo. Los ojos se habían

separado del cuerpo y tenían autonomía pro-pia. Mi corazón latió con violencia y me quedé sin aliento. Había descubierto por casualidad la mención a una raza desconocida. Extraterrestre, desde luego. No obstante, todo resultaba perfec-tamente natural a los personajes del libro, lo cual sugería que pertenecían a la misma especie.

¿Y el autor? Una sospecha empezó a formarse en mi mente. El autor se lo tomaba con demasia-da tranquilidad. Era evidente que lo considera-ba de lo más normal. En ningún momento in-tentaba ocultar lo que sabía. El relato proseguía:

… a continuación, sus ojos acariciaron a Julia.Julia, por ser una dama, tuvo el mínimo de-

coro de experimentar indignación. La descrip-ción revelaba que enrojecía y arqueaba las cejas en señal de irritación. Suspiré aliviado. No todos eran extraterrestres. La narración continuaba:

… sus ojos, con toda parsimonia, examinaron cada centímetro de la joven.

¡Santo Dios! En este punto, por suerte, la chica daba media vuelta y se largaba, ponien-do fin a la situación. Me recliné en la butaca, horrorizado. Mi esposa y mi familia me mira-ron, asombrados.

- ¿Qué pasa, querido? - preguntó mi mujer.No podía decírselo. Revelaciones como ésta

serían demasiado para una persona corriente. Debía guardar el secreto.

- Nada - respondí, con voz estrangulada.Me levanté, cerré el libro de golpe y salí de

la sala a toda prisa.Seguí leyendo en el garaje. Había más. Leí el

siguiente párrafo, temblando de pies a cabeza:… su brazo rodeó a Julia. Al instante, ella pidió

que se lo quitara, cosa a la que él accedió de inme-diato, sonriente.

No consta qué fue del brazo después que el tipo se lo quitara. Quizá se quedó apoyado en la pared, o lo tiró a la basura. Da igual en cual-quier caso, el significado era diáfano.

Era una raza de seres capaces de quitarse partes de su anatomía a voluntad. Ojos, bra-zos…, y tal vez más. Sin pestañear. En este pun-to, mis conocimientos de biología me resulta-ron muy útiles. Era obvio que se trataba de seres simples, unicelulares, una especie de se-res primitivos compuestos por una sola célula. Seres no más desarrollados que una estrella de mar. Estos animalitos pueden hacer lo mismo.

Seguí con mi lectura. Y entonces topé con esta increíble revelación, expuesta con toda frialdad por el autor, sin que su mano tembla-ra lo más mínimo:

… nos dividimos ante el cine. Una parte entró, y la otra se dirigió al restaurante para cenar.

Fisión binaria, sin duda. Se dividían por la mitad y formaban dos entidades. Existía la po-sibilidad de que las partes inferiores fueran al restaurante, pues estaba más lejos, y las supe-

riores al cine. Continué leyendo, con manos temblorosas. Había descubierto algo importan-te. Mi mente vaciló cuando leí este párrafo:

… temo que no hay duda. El pobre Bibney ha vuelto a perder la cabeza.

Al cual seguía:… y Bob dice que no tiene entrañas.Pero Bibney se las ingeniaba tan bien

como el siguiente personaje. Éste, no obstan-te, era igual de extraño. No tarda en ser des-crito como:

… carente por completo de cerebro.El siguiente párrafo despejaba toda duda. Ju-

lia, que hasta el momento me había parecido una persona normal, se revela también como una for-ma de vida extraterrestre, similar al resto:

… con toda deliberación, Julia había entregado su corazón al joven.

No descubrí a qué fin había sido destinado el órgano, pero daba igual. Resultaba evidente que Julia se había decidido a vivir a su manera habitual, como los demás personajes del libro. Sin corazón, brazos, ojos, cerebro, vísceras, di-vidiéndose en dos cuando la situación lo re-quería. Sin escrúpulos.

… a continuación le dio la mano.Me horroricé. El muy canalla no se confor-

maba con su corazón, también se quedaba con su mano. Me estremezco al pensar en lo que habrá hecho con ambos, a estas alturas.

… tomó su brazo.Sin reparo ni consideración, había pasado a

la acción y procedía a desmembrarla sin más. Rojo como un tomate, cerré el libro y me le-vanté, pero no a tiempo de soslayar la última referencia a esos fragmentos de anatomía tan despreocupados, cuyos viajes me habían pues-to en la pista desde un principio:

… sus ojos le siguieron por la carretera y mien-tras cruzaba el prado.

Salí como un rayo del garaje y me metí en la bien caldeada casa, como si aquellas detesta-bles cosas me persiguieran. Mi mujer y mis hi-jos jugaban al monopolio en la cocina. Me uní a la partida y jugué con frenético entusiasmo. Me sentía febril y los dientes me castañeteaban.

Ya había tenido bastante. No quiero saber nada más de eso. Que vengan. Que invadan la Tierra. No quiero mezclarme en ese asunto.

No tengo estómago para esas cosas.

Algunas peculiaridades de los ojosUNO DE LOS PADRES DE LA CIEN-CIA FICCIÓN INVITA A REFLEXIO-NAR SOBRE EL USO DEL LENGUAJE.

Philip K. Dick

wak

an.o

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7Domingo 15 de febrero

de 2015

-¡Abran cancha, carajos! ¡Aquí viene Lu-cifer! —Vociferó el Tío, abriéndose paso entre los danzarines de la fraternidad de los diablos—. Soy el dueño de las riquezas minerales y el amo de los mineros, quie-

nes se entregan a la danza y borrachera en cada Carnaval. Así olvidan por unos días la dureza del medio en el que viven y la precariedad de un trabajo que apenas sí les da para subsistir con dignidad...

Los danzarines, apenas lo vieron entrar en el Templo del Socavón, se hicieron a un lado de-jándole el paso libre, mientras la Virgen de la Candelaria, patrona de los mineros, no le per-día de vista desde el retablo principal, donde estaba el fresco representando su inmaculada imagen y por donde pasaban, una y otra vez, los promesantes en los días del Carnaval.

El Tío, batiendo su capa de luces como el ca-pote de un torero, avanzó de manera resuelta hacia ella, se dejó caer de rodillas y dijo:

–Vengo a bailártelo mi diablada con fe y de-voción, y, si no es un agravio contra la fe, vengo también a divertirme con las chinasupay, quie-nes tienen los deseos más ardientes que las lla-mas del infierno, queriéndose tragar a los hom-bres como a leñas del monte.

La Virgen, con su pequeño hijo en el brazo izquierdo, la candela en la mano derecha y lu-ciéndose con sus mejores atuendos y alhajas, lo miró desde arriba, escrutándole el traje de des-lumbrantes reptiles y batracios, que en las hom-breras de su capa lucían como animales hechos de querubines, zafiros y esmeraldas.

La Virgen sabía que el Tío era el indiscutible promotor y protagonista central del Carnaval de Oruro, donde bailaba a sus anchas, borracho y enamorado, con el látigo de vergajo en una mano y el cetro de mando en la otra, a modo de advertir a todos que jamás habrá fuerza huma-na ni divina que ponga frenos a la danza de los diablos, capaces de arrancarle chispas al empe-drado con sus tacones más claveteados que las herraduras del caballo.

El Tío, de semblante feroz y cuernos pun-tiagudos como para rasgar la franela del reino celestial, recorrió hasta los pies de la Mamita K’achamosa, levantó la cabeza y, di-rigiéndole una mirada encendida por luces infernales, le dijo:

–Vengo desde la eterna noche de mi rei-no, lleno de fervor y hondo pesar, esperan-do poder confesarte mis pecados de pen-denciero, mujeriego y bebedor.

La Virgen, como si estuviese sor-da, no escuchó los pedidos de quien suplicaba bendiciones para abrir las puertas de su corazón; por el contra-rio, le clavó una mirada severa, pare-cida a la saeta de un cazador de bes-tias, y le reprochó:

–Eres el ángel caído por haberte re-belado contra la palabra de Dios, eres el príncipe de las tinieblas y tenta-dor del género humano. Te pareces al reptil que se deja amilanar por Satanás como por la flauta de un encantador de serpientes. Así

que no vengas con que “aquí lo puse y no apa-rece”, pobre diablo...

El Tío levantó las manos, se cubrió la cara y pensó: “¡Oh, mierdas! La Mamita conoce mis debilidades como si me hubiese parido. ¡Ah, pobre de mí!

La Virgen, al verlo con los hombros encogi-dos como un pájaro alicaído, se inclinó ligera-mente hacia él y, rozándole los cuernos con la punta de los dedos, le advirtió:

–Deja ya de blasfemar en la casa del Señor, criatura inmunda. De nada sirve que vengas de rodillas y seas tan ligero de mente como de lengua, porque sé que detrás de tu mano se esconde la zarpa de Satanás. Y,por si lo has ol-vidado, te recuerdo que se puede luchar con-tra todo y todos en este mundo, pero nunca contra la santísima Iglesia ni contra el infini-to poder de Dios.

–Lo único que quiero es confesarte mis pe-cados y bailártelo mi diablada, Mamita del So-cavón –suplicó el Tío, con una voz parecida el lamento de las zampoñas….

–No me supliques nada que nada puedo hacer por ti –dijo la protectora de los mineros–. Y, por último, ¡vete al demonio con tus diabladas!...

El Tío, sintiéndose atravesado por la misma sensación de quien entrega su alma al diablo antes de ser excomulgado de la santa Iglesia, se puso de pie, miró de un lado a otro, de arriba a abajo y, como todo aquel que no quiere llevar en la conciencia el inconmensurable peso de trai-ción contra el supremo Creador, se metió a re-zar en voz baja, apenas perceptible:

–“Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo…”.

–“Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre…”–se escuchó un coro de voces en la nave mayor; eran los dan-zarines de la fraternidad de la diablada, quienes, postrados, zalameros y sujetando su feroz más-cara en las manos rezaban con fervor y profunda fe en los milagros de la patrona de los mineros.

El Tío dejó de rezar y salió del Templo, cu-briéndose el rostro con su capa de pedrería y abriéndose paso entre los danzarines hacinados en la casa del Señor.

Mientras los devotos volvían a persignarse, pronunciando a coro: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…”, el Tío se alejó del Santuario de la Virgen del Socavón entre tamboreros, platilleros y soplalatas que, hacien-do vibrar la plaza del Folklore, interpretaban la música de la diablada al compás binario de dos por cuatro y ritmo marcial.

Así fue como el Tío, disfrazado con su traje de Lucifer, retornó a las entrañas de la Pacha-mama, convencido de que cuando se cierran

las puertas del cielo se abren las del infierno, donde uno cae, ¡zas!, así nomás, luego de ser empujado por un soplo divino hacia las crepi-tantes llamas del antro dominado por Satanás y sus siervos.

–Ésta no fue la primera ni la última vez que me reprochó la Mamita del Socavón —se dijo el Tío, sentándose en su trono de ro-cas minerales—, pero fue la primera vez que me recordó mis orígenes y me echó en cara las verdaderas intenciones de mi condición de pecador, la primera vez que bailé a medias mi diablada, la primera vez que dejé de aplacar el fuego de mis deseos con las caricias de las Chinasupay y, como si fuera poco, la primera vez que estalló mi voz estruendosa en el fon-do de la mina, maldiciendo a la desconocida madre que me parió, con esta espantosa feal-dad que, acepte o no la Mamita K’achamosa, adquiere la belleza de un Lucifer sólo en los días del Carnaval.

Está claro que el Tío, desde aquella vez en la que sus súplicas de confesión fueron nega-das por la Virgen del Socavón, se sintió como un pobre desgraciado en medio de sus riquezas minerales, exactamente igual que los mineros que, a pesar de bailárselo con alegría y devoción año tras año, siguen siendo pobres, y mientras más pobres, más devotos y fiestacuetillos.

De todas maneras el Tío, a diferencia de los mineros, tenía la capacidad de superar los sin-sabores de este mundo y reírse de las trampas que le tendía la vida procurándole su estrepito-sa caída. No en vano era el soberano de los mi-neros y el Lucifer más respetado del Carnaval de Oruro, y si no me creen, que me lo desmien-tan los directivos de la Asociación de Conjuntos del Folklore… ¡Qué carachos!

En el Templo del SocavónUN RELATO DIGNO DEL CARNAVAL.

8 Domingo 15 de febrero de 2015

UFOLOGÍA.- Derivado de la sigla en inglés UFO (Unidentified Flying Ob-ject) referida a objetos voladores no identificados —OVNI en castella-no—, y del gr. Logos: estudio. En la

década de los 60, cuando a fin de perfeccionar armamento secreto de destrucción masiva, el ejército norteamericano se propuso asimilar tec-nología alienígena mediante la captura de esos objetos (y tripulantes, si fuera el caso), se percató que las civilizaciones nativas habían mantenido contactos extraterrestres desde millones de años antes. En la oportunidad nos limitarnos al tema por la vastedad casi ilimitada de la nueva ciencia.

En 1960, sobre la línea primigenia de un mis-mo paralelo que partiendo de la milenaria Tiwa-naku (considerada según la teoría que sigue la más antigua de la humanidad), desde el frígido altiplano andino hacia el cálido planalto brasile-ño, se levantó de la nada la entonces ciudad más moderna del mundo: Brasilia, uniendo dos pun-tos antagónicos que se conectan y complemen-tan para mantener el equilibrio cósmico orien-tado hacia la prolongación de la especie humana.

En las afueras de esta ciudad -considerada la capital mística del planeta, por cobijar la varie-dad más grande de sectas de todo el mundo- dos décadas más tarde visitamos el “Valle del Amane-cer”, ciudadela que además de viviendas, hoteles, escuelas, plazas y monumentos cuenta con pirá-mides, lagunas artificiales y numerosos templos, entre los cuales llama poderosamente nuestra atención (por su estilo tiwanacota) el principal.

El guía que acompaña al grupo, explica que fue edificado siguiendo las directrices de la fundadora de la comunidad, la vidente brasileña de mediados del siglo pasado conocida como Tía Neiva, quien sin haber visitado jamás la región del lago Titicaca lo había diseñado desde el plano astral. Fue así que nos aproximamos a los escritos que dejara como testimonio de su profunda experiencia mística, que someramente mostramos a continuación.

Se afirma que “Hace 30.000 años, una flota de naves extra planetarias posó en la Tierra y des-cendieron de ella seres dos o tres veces el tamaño del hombre actual, con la misión de preparar el planeta para que lo habitaran futuras civilizacio-nes”. Estos seres tripulaban grandes naves, cono-cían la intimidad del átomo en su relación con el cosmos. Con sofisticada ciencia evolucionaron la fauna y levantaron pirámides y monumentos

megalíticos en diferentes latitudes del planeta para la captación de energías planetarias en esca-la sideral. Una vez controladas las fuerzas natu-rales que modificaron la entonces convulsionada geografía terrestre, aquellas usinas de integra-ción y desintegración de energía fueron abando-nadas, y tornando misterioso el funcionamiento que antes se encaraba con naturalidad, sirvieron para usos religiosos y rituales…

Se menciona que los colosos establecieron a orillas del Titicaca, una importante civiliza-ción de grandes adelantos espirituales y cien-tíficos, pero siglos después sería destruida por una extraña catástrofe junto al hundimiento de la Atlántida, pero afirmando que se “conservan rastros de su paso todavía no develados”. Esta ci-vilización habría subsistido alrededor de 15.000 años, y luego de su desaparición surgirían los Hombres Jaguares o Pumas, terrenos y más nu-merosos que sus antecesores, introduciendo las bases de organización social entre las naciones y pueblos. A partir de entonces, se ingresa de lle-no en la historia de civilizaciones sucesivas (cal-deos, chinos, egipcios, fenicios, persas, griegos, aztecas, incas, etc.), entre las cuales se dice que los misioneros siderales dejaron su impronta, fomentando un avance civilizatorio armónico a las fuerzas de la naturaleza a fin de garantizar la sobrevivencia humana.

Con ciertos visos de ciencia ficción el relato parece aproximarnos a la Exogénesis, corriente que intenta demostrar que “todos somos extra-terrestres”, es decir una especie extraña al orden natural del planeta, y aunque el hombre se enor-gullezca de su condición “humana” no se identi-fica plenamente con su medio, siendo el único es-pécimen de la escala zoológica que obra contra la

naturaleza por hacer prevalecer en todo momen-to una pretendida preponderancia sobre ella.

Sin embargo, con clara diferencia, la teoría del Valle del Amanecer describe a los terrícolas no como resultado de la evolución natural de las espe-cies sino creaturas de laboratorio, por lo cual has-ta hoy resulta infructuosa la búsqueda del eslabón perdido, por no existir una conexión directa que los ligue a los primates u otra especie conocida.

En todo caso, esta doctrina guarda mayor afi-nidad con el mito de la “Orejona”, que un descen-diente del Inca Garcilaso rescatara entre polvo-rientos folios dejados por el cronista en su archivo en España, refiriendo que hace millones de años en la región del Titicaca descendió un “gran hue-vo dorado” tripulado por una alienígena de cabe-za cónica, dedos unidos por membranas y orejas largas, dando origen al género humano median-te manipulación genética en un tapir. Acorde a esto, muchos pueblos que se precian proceder de una remota civilización global, al seguir una tra-dición milenar, optaron por alargarse las orejas colgando pesas en los lóbulos, como sucedió en Tiwanaku, India, China y más adelante entre los monarcas Incas, que se declararon “orejones” en remembranza de la ilustre progenitora...

Finalmente, si le pasan la voz sobre una po-sible invasión extraterrestre, que no cunda el pánico (como en la novela de G. Wells), pues si pregunta a Einstein sobre su creencia en los Ovnis, respondería: “Los platillos volantes exis-ten y quienes los poseen son seres que se mar-charon de la tierra hace más de veinte mil años y vuelven para ponerse al tanto de la progresión humana. Para ellos es el retorno a su fuente”, acotaría con naturalidad el célebre creador de la teoría de la relatividad…

Algo más que etimologías: ufologíaDE CIENCIA FICCIÓN: HASTA EL INCA GARCILASO VERSÓ SOBRE EXOGÉ-NESIS EN LA REGIÓN DEL TITICACA.

Marcelo Arduz RuizEscritor

La figura de Wiracocha en la Puerta del Sol, en Tiwanaku, ha suscitado teorías sobre el origen extraplanetario de esta cultura.

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