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1 La tapa del frasco Portafolio de la Revista-Objeto Carlos Yusti/Yuri Valecillo

La Tapa del frasco/ Portafolio

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La revista-objeto de CARLOS YUSTI

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La tapa del frascoPortafolio de la Revista-Objeto

Carlos Yusti/Yuri Valecillo

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La tapa del frascoPortafolio de la Revista-Objeto

Diseño: Carlos YustiFotografía: Yuri ValecilloAsistente: Carla DanielaLogística: Ana María Marín

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LA TAPA DEL FRASCO: ACCIÓN POÉTICA Y GRAFÍA

Roger Herrera Rivas

Uno de los oficios predilectos de este asiduo usuario de la acción, ha sido el nombrar cual Quijote cualquier ocurren-cia que devenga de la plástica o bien de endilgar poéticamente las pulcras y deterioradas paredes de nuestras ciu-dades. Carlos Yusti rebosado de fanta-sía ha incurrido en el play perfomántico al abandonar sus zapatos en un evento que convocaba a muy jóvenes artistas a dilucidar su suerte en la acción o qui-zás intervenir el espacio con sus gritos. Yusti entregó como ejemplo su viejo calzado. De igual forma hace décadas le vi al frente de un grupo de opinión pública y política realizar acciones des-de un camión en marcha por allá en Puerto Ordaz, San Félix y Ciudad Bolí-var, me refiero a sus primeros avances con algunos integrantes del grupo El Cogotúo como Francisco Arévalo ( Poe-ta ) y Ramón Espina (pintor) y otros connotados patafísicos del momento. Más adelante dibujó, grafitó, pintó y es-cribió sobre el delicado papel higiénico de su hogar, para destacarlo como un protagonista más de un evento dedica-do al fluxus o tal vez al happening. Eso

es claro sumado a todas las empresas editoriales y otros arrebatos literarios. Para muestra, me digno en nombrar su última sacudida: La Tapa del Frasco; ¿facsímil? ¿obra de arte ?, ¿Fluxus, arte povera?. ¿Literatura al margen?En ella se resumen todas sus invencio-nes, dadas a la minúscula posibilidad de escribir sobre un comprobante de pago en un cajero; o sobre la cédula de iden-tidad o quizás un carnet o un boleto de metro. Esto es la síntesis visual holísti-ca de un cerebro delicado de por vida a inventar e inventariar las formas. Un fuera de lugar , en estos terrenos de-sérticos donde la política y el crimen son el pan de cada día. Carlos Yusti se redime como un plástico prestado a las letras y lo contrario. He aquí su hacer : La Tapa del Frasco.

Roger herrera Rivas (Caracas, 1962): Poeta. Licenciado en Teatro (instituto Universitario de Teatro). Ha publicado el estudio monográfico Apuntes sobre el Teatro y su doble (2001), y los poemarios Fragmentos (1987). La crín de Dios (1996), Desadaptados (2000), Elegías de Wölfing y Los balandros son dioses (2005). Obtuvo la mención del premio Tomás Alfaro Calatrava (2000), auspiciado por el diario Antorcha y el Ateneo de el Tigre.

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”LA TAPA DEL FRASCO” O DE LA POÉTICA SALVAJE DE LAS

REVISTAS LITERARIAS

POR JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA /VENEZUELA

La mirada del poeta es sumamente vasta: únicamente él percibe los innumerables crímenes contra la Poesía. Murilo Mendes.

Nuestra generación se crió en los años noventa al amparo de las revistas literarias, por supuesto, en el rol doble de lectores y escritores. Recordamos con afecto y agradecimiento publicaciones periódicas como La Tuna de Oro, Poesía, Zona Tórrida, Predios, Auditorio e incluso propuestas innovadoras y artesanales como Nanacinder, Animales Kraker y Fotocopias de Bárbula. Jorge Luis Borges nos dice aún que las revistas literarias son empresas culturales dinámicas que convocan a un grupo de amigos en la visceralidad de las repulsiones y afinidades poéticas. La redacción y corrección contingente de los textos me permitió compartir -en un estrepitoso concierto barroco- con camaradas escritores tales como Pedro Téllez, Luis Alberto Angulo, Reynaldo Pérez Só, Adhely Rivero, Slavko Zupcic, Niddy Calderón, Ximena Benítez,

Carlos Villaverde, Carlos Yusti y el fotógrafo Yuri Valecillo. Precisamente hoy, desprovistos de nostalgias bobaliconas, Yusti reúne en La Tapa del Frasco a muchos de sus amigos. Sólo que esta curiosa revista se convierte en un ready made que puede colocarse en la impiedad de la calle, desdiciendo la sacralidad artificial del oficio literario, tanto en los mercados periféricos como en los garitos, bares y comederos.

Embutir los textos literarios propios y ajenos en la diversidad objetual y biodegradable de bombas lacrimógenas, botellas de plástico, billeteras viejas, bolsas de chucherías y/o cajetillas de cigarrillos, apunta al despropósito aparente que es la ausencia de una línea editorial. En lo que a mí respecta, Carlos Yusti me ha publicado en revistas standard y electrónicas, periódicos y objetos de arte pobre con o sin mi consentimiento. Esta peculiarísima idiosincrasia divulgativa nos revela, en una segunda y capciosa lectura, una denuncia a las instancias castradoras, egocéntricas, rastracueros y auto-propagandísticas que sumen al discurso mediático y literario en la más desnuda y frívola banalidad. Hasta el mismísimo Cristo estaba consciente de lo mal visto que está el Decir crítico y auto-crítico en todas partes y en todos los siglos: Palabra dura es esta que trae consigo dividir a padres e hijos. Por lo tanto, no nos mueve aquí un análisis académico ni políticamente correcto de esta descocada propuesta hemerográfica. Claro, estos objetos reciclados suponen una dificultad para el bibliotecario y el curador de

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arte, formados ambos en la tiranía ideológica de los aparatos del Estado y las instituciones privadas: Los ejemplares de la revista no calzan con la estantería ni con el mobiliario de bibliotecas y museos antisépticos.

La apariencia rústica y áspera de los textos-objetos excede las piruetas rocambolescas y confortables del discurso transgenérico enclavado en la futilidad inherente del mercado editorial y museístico. El guiño cómplice a las propuestas estéticas del catalán Joan Brossa y del venezolano Claudio Perna, disímiles pero conmovedoras por demás, trasciende y pulveriza la esterilidad de la cita mal hecha que procura la legitimación artística, comercial y política. Esta línea dura de la crítica de Yusti a su alrededor histórico-cultural, no debería sorprender a nadie ni dejar de escandalizar la sensiblería y la afectación mal parida de algunos. Previa toma del vomitivo, podemos remitirlos a sus libros como Vírgenes Necias, Cuadernos del Argonauta, Para evocar el olvido y otros ensayos inoportunos, De ciertos peces voladores o Poéticas del ojo. Una mirada impertinente acerca de las artes visuales. En este caso, no se trata de edificadores peroles pedagógicos sino de artículos punzo-penetrantes que atacan las vidrieras de los centros comerciales que son frecuentemente las revistas de toda índole, las academias e incluso las penitenciarías.

La vinculación de lo plástico y lo literario en la obra artística de Carlos Yusti, por lo tanto, no viene a cuento por un mero y

onanístico afán de hacerse notar en este mundo escindido. Por el contrario, fija una inequívoca posición crítica como lector, espectador y, en especial, en tanto hacedor de infamias que descoyunten sin piedad el aparataje discursivo y real del Poder. En la presentación de esta exposición, otro amigo, poeta y pintor desquiciado [se trata de Roger Herrera] nos advierte que un Juan Bautista redivivo sigue asaeteando a políticos y criminales en el agridulce pan masticado de cada día. La propuesta estético-literaria de este último brebaje del desierto, combate el fetichismo de la mercancía artística en su propio terreno. Se trata de llevar al paroxismo hiperrealista la fragilidad de la revista literaria como objeto cultural.

Mentar, categorizar y evaluar la fragilidad de las revistas no supone el lamento ni las endechas proféticas de Jeremías. Vadeando a contracorriente, constituye un ejercicio espiritual que se regodea en la sinestesia de la imaginería del mundo tratada a punta de blasfemias y prevaricaciones. Para la mayor Gloria jesuítica que involucra a Dios y al Diablo, las alusiones literarias, plásticas y políticas de ayer y hoy nos reconvienen la mirada extraviada de los zombis y la cerviz doblegada que son la sintomatología de la esclavitud asalariada y falsamente plural que embargan a sociedades enteras. Resulta injustificable la desaparición de las entrañables revistas de papel en el ostracismo físico o virtual. Los autores intelectuales de estos crímenes literarios, valga la cruenta paradoja, son escritores la mayoría de

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las veces: Representan la reencarnación obscena e impía del Inquisidor Torquemada, apuntalada en el funcionariato servil y una sociedad de cómplices impresentable. Si bien los objetos son efímeros en su depreciación física y su depredación por parte de terceros bien mezquinos, se pueden reconvertir en hitos históricos y culturales significativos a merced del ojo atento y depredador. La literatura y las artes visuales ennoblecen a la humanidad, eso sí, en la magia de su naturaleza latente que nos toca y vincula con la belleza de los objetos.

En la Valencia de los urinarios desgajados del Hotel Excelsior, homenaje a Duchamp mediante, jueves 15 de enero de 2015. ♦

Más de La Tapa del Frasco pulsando en el enlace

JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA ENSAYISTA Y NARRADOR VENEZOLANO (CARACAS, 1964). LICENCIADO EN EDUCACIÓN, MENCIÓN LENGUA Y LITERATURA, DE LA UNIVERSIDAD DE CARABOBO (UC). HA PUBLICADO LOS LIBROS DE ENSAYO TEXTOS DE LA PRISA YSUCRE, UNA LECTURA POSIBLE, AMBOS EN 1996, Y DERIVANDO A VALENCIA A LA DERIVA (2006). FUE DIRECTOR DE LA REVISTA LA TUNA DE ORO, EDITADA POR LA UC.

FORMA PARTE DE LA REDACCIÓN DE LA REVISTA POESÍA,AUSPICIADA POR LA MISMA CASA DE ESTUDIOS. EN 2007 SU BLOG SALMOS COMPULSIVOS OBTUVO EL PREMIO NACIONAL DEL LIBRO A LA MEJOR PÁGINA WEB. SU LIBRO RECIENTE ES EL DRAGÓN LUSITANO Y OTROS RELATOS.

© JOSÉ C. DE NÓBREGA

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ESCRIBEN: Morelva Oropeza, Slavko Zupcic, Gabriel Juménez Emán, Pedro Téllez, Al-berto Hernández, Francisco Arévalo, Juan Guerrero, Milagro Haack, José Carlos De Nó-brega, Alcides Izaguirre, Leonardo García, Alicia Francis, Roger Herrera Rivas, Teresa Coraspe, Franklin Fernández, Natalia Lara, Argenis Salazar, Avelina Lésper, José Grego-rio Maita, Elinor Herrera, María Eugenia Catoni.

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“LA TAPA DEL FRASCO”Las revistas ensambladas de Carlos Yusti.

Franklin Fernández

1Imagina ensamblar una revista de la nada. Una revista manufacturada, con aspecto de estuche plástico, con un constante juego de movimientos libres e intercambios poé-ticos y estéticos.

2Imagina armar una revista permutable, reversible, con múltiples lecturas, donde puedas entremezclar a tu gusto los frag-mentos de un ensayo, fotografía o poema.

3Imagina acoplar una revista lúdica y didác-tica. Donde las palabras y los objetos se agrupen y desagrupen constantemente.

4Imagina su aspecto palíndromo y polimor-fo. Piensa en su estructura caleidoscópica, en su lectura manipulada o reflejada como páginas-espejos.

5Imagina una revista cuyos folios se desglo-sen hacia arriba y hacia abajo, de forma circular o poliédrica.

6Imagina leer una revista con formas tu-

bulares o cilíndricas, ver sus textos y con-textos protegidos por un tubo plástico o de vidrio.

7Imagina armar y desarmar su contenido. Odas que viajen en estuches flexibles, loas maleables, elegías plásticas que hagan de la poesía un portafolio para el lamento.

8Imagina introducir aforismos, adagios o haikús en una caja de fósforos con carácter propio para ser consultado.

9Imagina llevar una revista en un estuche de queso guayanés o parmesano. Ahora imagina presentarlo como alternativa es-tética para alguna arepera o pollera como souvenir poético.

10Imagina revolucionar las páginas de la re-vista como espacio alternativo, que pueda leerse transverbalmente entre dos puntos paralelos o equidistantes entre sí.

11Imagina la revista en un terreno lingüísti-co y, al mismo tiempo, paralingüístico, evi-tando el derrumbe para el arrojo. Imagina correr el riesgo de agradar o degradar su lectura, acomodar o estropear su escritura.

12Imagina destruir la simetría lineal de la lec-

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tura, por motivos estrictamente estéticos o estilísticos, estíticos o etílicos espirituales.

13Imagina una revista sin normas, donde todo se resuelva en la necesidad de cons-truir o destruir. Ya no la lectura lineal del poema. Ya no la puntuación o la utilización de signos puntuativos.

14Imagina ser un lector constructivo y des-tructivo, cuyo instructivo manipulativo para la lectura esté oculto en una vuelta de página.

15Imagina intercambiar una revista letra por letra, palabra por palabra, letrero por le-trero. Poemas-objeto, grafopoemas, letris-mos, tipografías, caligramas…

16Imagina disfrutar de un cambio de hoja por hoja, piedra por piedra, cartón por cartón. Una revista hecha de cartulinas desmonta-bles y combinables donde todas las frases y palabras ya no tengan el mismo piso ni el mismo techo.

17Imagina presentar la revista como una al-ternativa para la televisión (si lo de la are-pera o la pollera no funciona). Imagina que los poemas tengan la posibilidad de verse, moverse y girar como una producción y elaboración fílmica.

18Imagina que no encuentras nada acerca de la revista. Que su dirección no es otra cosa que toda ubicación posible. Y lo que ves no es más que un mapa que se pliega y des-pliega ante tus ojos continuamente.

19Imagina que tienes derecho a saltarte sus páginas de plástico o cartón (porque ya no está en la página), sino que es una cosa hecha por todos como cualquier otra cosa.

20Imagina que la revista está en todas partes y en ninguna. Que no nace por creación propia o impropia. Imagina que su autor es el mundo y su editor el tiempo.

21Imagina frases que van y vienen sobre sí mismas, frases que se enlazan y desenla-zan como un huracán o tornado con vórtice perfecto.

22Imagina una revista como una bolsa plásti-ca, como una de refresco o de agua, como un cd de computadora. Imagina que un trozo de periódico o basura recogida del suelo puede ser parte de tu lectura.

23Imagina una revista real e irreal, como un aliento inhalado o exhalado de lo inimagi-nable, de lo infraleve.

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24Imagina la publicación de una revista ma-nufacturada por todos. Donde cada quien aporte su trozo de mierda.

25Imagina una revista como un aporte digno de un milagro, tomando en cuenta a la mal oliente poesía experimental venezolana que se sostiene en un ámbito decaído.

26Imagina la posibilidad de la publicación de una revista orgánica, en cuyas páginas flo-rezcan productos artificiales y naturales.

27Imagina una revista fuera del mundo, y que exista como no debe existir.

28Imagina una revista con la capacidad de guardar o extraer de ella cualquier cosa, como una caja de pandora, como continen-te inestable de lo metafórico.

29Imagina una revista interactiva, participa-tiva, lúdica, mudable, alterable. Imagina su confección, funcionalidad y estructura a la vista de todos.

30Imagina una revista métrica, amétrica o simétrica, curva, ondulante o zigzaguean-te, donde lo que lees por un lado se pueda manifestar por el otro.

31Imagina una revista finita e infinita, donde todas sus posibles combinaciones no ten-gan ni principio ni fin.

32Imagina una revista extinguible o inextin-guible, sin delimitaciones estéticas, polié-drica y multánime.

33A fin de cuentas, imagina una revista eva-porarse como el humo de un cigarrillo.

Franklin Fernández.-Caracas, 1973. Artista plástico, poeta experimental y promotor cultural. Egresado del Taller de Poesía del Celarg (1999) y licenciado en Ar-tes Plásticas (2003) por el Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Re-verón (actualmente Unearte). Ha publicado: Breves (aforismos, 2000). La imagen doble (entrevistas a ar-tistas plásticos y poetas hispanoamericanos, 2006); Simples (poemario, 2006); La Escritura y tú (aforis-mos, 2010); Ha participado en más de 30 exposicio-nes de Artes Plásticas, a nivel nacional. En su haber cuenta con varios premios y reconocimientos. Su trabajo investigativo en el área de la poesía y de las artes plásticas ha sido publicado en diversas revistas y diarios nacionales e internacionales.

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Juego, literatura, llaves y cerraduras

Carlos Yusti

Las primeras imágenes de esa película icónica del cine como lo es El séptimo sello suceden frente al mar. La muerte ha venido a buscar al caballero que regresa del horror de las cru-zadas, especie de Don Quijote de la fe con es-cudero y todo. La muerte extiende su túnica negra y entonces el caballero le propone jugar al ajedrez, cuando finalice la partida se decidirá su destino. El otro aspecto de este encuentro sobrenatural ocurre en la elección de las pie-zas; al caballero les tocan las blancas y a la muerte las negras y esta dice: “El color me va, no te parece lógico” y ese dejo de humor le da a todo ese extraño encuentro un gran equilibrio terrenal. Lo que quiero significar, al evocar la película de Ingmar Bergman, es que en el fondo todo juego tiene ese aspecto oscuro, dramático y que sólo el humor permite que el juego pierda su soterrada gravedad sobrenatural. Jugar con la literatura es quitarle un poco de severidad profesoral, de esa dificultad inteli-gente de revista arbitrada que en muchos caso convierte la literatura en un hecho cargante y fastidioso por decir menos. Abunda por nuestros predios literarios mucho escritor comprometido, muchos opinadores de postín y demasiados “los abajo firmantes” que a veces es necesario airear la casa con un poco

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de literatura escrita sin finalidad visi-ble; de esa escritura que intenta con-vertir el absurdo y el desatino en un tenso alambre de equilibrista para ca-minar con toda la naturalidad posible. Como es lógico no estoy inventando nada nuevo con esto de proporcionarle a libros y revistas un toque de puzzle, de rompecabezas, de mecano para armar y desarmar ( o leer y desleer) a placer. Un antecedente histórico en nuestro país sería Juan Antonio Nava-rrete, un borroso fraile franciscano que el siglo XII escribió 17 volúmenes en folio a mano. Entre sus libros se en-cuentra “El juego de la paz y la gue-rra” que combina la baraja española con la adivinación teológica y su otro libro “Tratado curioso de la rueda de la fortuna” permite que lector realice las preguntas banales de siempre para luego encontrar una respuesta acorde y con todos los componentes de una enseñanza en buenos valores. También está Rafael Bolívar Coronado que uti-lizó más 600 nombres distintos para firmar sus textos. Allí está su obra “El llanero” que el escritor de Villa de Cura atribuyó a Daniel Mendoza. O esos li-bros de indias que Coronado encon-tró en los anaqueles polvosos de una etérea biblioteca en Cádiz y que editó Blanco Fombona si advertir que todo

era un fraude fraguado con premedita-ción alevosa por Coronado para “sacar-le las telarañas a la muelas” según sus propias palabras. Así mismo se podría mencionar esos curioso libros de Santiago Key-Ayala “Monosílabos triláteros de lengua cas-tellana” y “Cateos bibliográficos”, libro último que realiza una pesquisa sobre la vida y milagros de libros no escritos o inexistentes. De igual modo se pue-de incluir los “Grafopoemas” de Ramón Ordaz, que juega a desquiciar la tipo-grafía y la poesía con una propuesta gráfica delirante y más recientemente Franklin Fernández y sus poemas-ob-jetos. Entre mis antecedentes personales se encuentra la primera revista litera-ria que edité con un grupo de amigos afectos a la literatura y a la bebida (no en ese orden como es lógico). La re-vista Zikeh era un cuaderno multigra-fiado de cien páginas que más que una revista era como una pared de baño público. De Zikeh editamos cuatro nú-meros, cada edición constaba de 500 ejemplares. En el segundo número hice un pésimo dibujo de una mujer desnu-da (algo picassiana) y en un consen-so de grupo se decidió colocarle pelos reales en el pubis, para ello fuimos a una barbería y recolectamos el mate-

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rial requerido para encolarle cabello a los quinientos números de la revista. Otro antecedente es una revista que edité a dos manos con el fotógrafo Yuri Valecillo. En una bolsa de papel meti-mos textos, dibujos, poemas, cuentos y fotos. La revista se llamaba “El ama-teur” y en esencia eran un rompecabe-zas de textos recortados que el lector organizaba/leía a su parecer. Otra re-ferencia, no menos importante, sería un estuche de perfume que pinté dedi-cado a mi esposa Ana María y en el que incluí sólo poemas y dibujos, además de pequeñas libretas con textos poé-ticos, escritos a mano e ilustradas con dibujos a color, Lo peculiar del estuche es que recopila mis escritos y que poé-ticos, es raro debido a mi abandono por completo de mis veleidades como poeta para dedicar mis esfuerzos de escritura al ensayo. Hay un sueño de Franz Kafka que siempre me ha impresionado: “Esta tarde, mientras estaba acostado en la cama, alguien hizo girar rápidamen-te una llave en la cerradura; durante un instante tuve cerraduras por todo el cuerpo, como en un baile de dis-fraz; aquí y allá, con breves intervalos, abrían o cerraban una de las cerra-duras”. La literatura es un montón de cerraduras, pero uno no tiene la llave

aunque uno cargue puesto ese disfraz del sueño de Kafka. La literatura como un juego premeditado es una manera de inventarse llaves para huir de la li-teratura y de la escritura misma.

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...la revista es un objeto muy in-teresante, pero creo que no es revista, son pequeños archivos sin pasado, son archivos del pre-sente, reúnen la cotidianidad y la invención, ...

Avelina Lésper

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