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LAS MATERIALIDADES SEMIÓTICO-DISCURSIVAS Julieta Haidar E. Las materialidades conforman las capas que constituyen lo que Foucault denomina como “la arqueología del saber”, y remiten a la construcción semiótico-discursiva que supera la dimensión lingüística y semiótica de la superficie. Los funcionamientos comprenden la dinámica, la configuración que adquieren las materialidades en cada tipo de discurso o semiosis. Por ejemplo, la ideología funciona de manera totalmente distinta en el discurso religioso, en el político, en el amoroso. Las materialidades y sus funcionamientos están en todos los discursos y semiosis, de diferentes formas y en distintos grados, y constituyen una herramienta teórico-metodológica fundamental para el análisis de las prácticas semiótico-discursivas. 1. Acústica, visual, olfativa, gustativa y táctil. Las dos primeras son las que sirven como sustancias más pertinentes y productivas para los diferentes significantes del signo. Desde una óptica occidental existen sólo los cinco sentidos sensoriales y perceptivos; pero si nos ubicamos desde otras perspectivas, podemos plantear un sexto sentido, que no pasa por estos biológicos, sino remite a otras dimensiones parapsicológicas, como es el tercer ojo del hinduismo, la telepatía, la dimensión mágica de los chamanes, lo extrasensorial en general. Si se aceptan estas consideraciones, podemos integrar una sexta materialidad del signo desde lo no-occidental, que no pasa por los canales normales sensoriales-perceptivos, lo que nos introduce en la semiótica de lo invisible. 2. Comunicativo-pragmática. En esta materialidad, se han desarrollado varios modelos que analizan las interacciones comunicativas con todos sus componentes; a nivel semiótico, se destacan los estudios de los medios masivos de comunicación, como de la televisión, la producción de la publicidad, de la propaganda política, etcétera. Además, es sumamente interesante considerar el planteamiento de Marcel Dascal, según el cual el malentendido no es una excepción, sino que constituye otro funcionamiento del sentido en las prácticas semiótico-discursivas, ya que no hay discursos transparentes que permitan interacciones comunicativas sin un cierto grado de tensión, de conflicto, de ambigüedad, sino todo lo contrario.

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LAS MATERIALIDADES SEMIÓTICO-DISCURSIVASJulieta Haidar E.

Las materialidades conforman las capas que constituyen lo que Foucault denomina como “la arqueología del saber”, y remiten a la construcción semiótico-discursiva que supera la dimensión lingüística y semiótica de la superficie. Los funcionamientos comprenden la dinámica, la configuración que adquieren las materialidades en cada tipo de discurso o semiosis. Por ejemplo, la ideología funciona de manera totalmente distinta en el discurso religioso, en el político, en el amoroso.

Las materialidades y sus funcionamientos están en todos los discursos y semiosis, de diferentes formas y en distintos grados, y constituyen una herramienta teórico-metodológica fundamental para el análisis de las prácticas semiótico-discursivas.

1. Acústica, visual, olfativa, gustativa y táctil.

Las dos primeras son las que sirven como sustancias más pertinentes y productivas para los diferentes significantes del signo. Desde una óptica occidental existen sólo los cinco sentidos sensoriales y perceptivos; pero si nos ubicamos desde otras perspectivas, podemos plantear un sexto sentido, que no pasa por estos biológicos, sino remite a otras dimensiones parapsicológicas, como es el tercer ojo del hinduismo, la telepatía, la dimensión mágica de los chamanes, lo extrasensorial en general. Si se aceptan estas consideraciones, podemos integrar una sexta materialidad del signo desde lo no-occidental, que no pasa por los canales normales sensoriales-perceptivos, lo que nos introduce en la semiótica de lo invisible.

2. Comunicativo-pragmática.

En esta materialidad, se han desarrollado varios modelos que analizan las interacciones comunicativas con todos sus componentes; a nivel semiótico, se destacan los estudios de los medios masivos de comunicación, como de la televisión, la producción de la publicidad, de la propaganda política, etcétera. Además, es sumamente interesante considerar el planteamiento de Marcel Dascal, según el cual el malentendido no es una excepción, sino que constituye otro funcionamiento del sentido en las prácticas semiótico-discursivas, ya que no hay discursos transparentes que permitan interacciones comunicativas sin un cierto grado de tensión, de conflicto, de ambigüedad, sino todo lo contrario.

3. Ideológica.

Esta materialidad —junto con la del poder— es una de las más trabajadas, a mi juicio, por la importancia que tiene en la producción y reproducción de los sujetos y de la vida social misma; para analizarla ya existen muchas propuestas, de las cuales se seleccionan únicamente algunas. En Pêcheux, esta materialidad está planteada desde tres categorías orgánicamente articuladas, que son: formación social, ideológica, discursiva. En Regine Robin, la propuesta es bastante similar, pero ella introduce la categoría de coyuntura. En Reboul, la materialidad ideológica es analizada de una manera muy sugerente a través de las funciones del lenguaje de Jakobson, y está ligada totalmente al poder. En Van Dijk, se plantea una aproximación sociocognitiva a la ideología, por lo cual la define como el marco que organiza las representaciones sociales; la ideología es mental y social, en el sentido de que son mecanismos mentales que controlan las actitudes. En Thompson, se relaciona la materialidad de la ideología con la cultura, se reubica su estatuto dando un especial énfasis a la construcción del sentido social en torno al poder. Esta constituye una síntesis muy condensada de un debate y de una polémica siempre vigentes, porque a través de la materialidad discursiva de la ideología es como se interpelan y se constituyen

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los sujetos. En este texto, en el estado actual de la cuestión, sostiene que la ideología se debe pensar desde formaciones ideológicas, que a su vez producen una estructura de aparatos ideológicos, que pasan por el Estado y por la sociedad civil, produciendo y reproduciendo sistemas de valores, de sentidos, pero también prácticas socio-culturales. Para un estudio más completo de esta materialidad, es importante admitir que existe un continuum entre la ideología en sentido restringido —como la distorsión, la alienación— y en sentido amplio —como la conciencia del mundo y de la realidad. La complejidad para analizarla deriva de esta oscilación entre los dos polos, lo que produce contradicciones, ya que los sujetos son interpelados por muchas ideologías. Además, lo ideológico constituye la base para entender los mecanismos de la persuasión semiótico-discursiva, así como para explicar por qué ideologías tan conservadoras, como la del racismo, pueden sobrevivir y reaparecer continuamente después del genocidio de la Segunda Guerra Mundial, y de tantos otros. Esta materialidad explica también por qué la religión opera, por lo menos en las posiciones fundamentalistas y oficialistas de la iglesia, en un sentido de dominación y de sujeción no reflexivas.

4. Del poder. Tan importante como la anterior, esta materialidad también cuenta con muchas propuestas analíticas, de las cuales resaltan las de Foucault, de Bourdieu, de Fairclough y Andersen, entre otras. Esos autores plantean algunas ideas sobre las raíces del poder en el lenguaje y sobre los discursos de la resistencia. Para analizar esta materialidad, se encuentran propuestas desde el funcionalismo, el estructuralismo, el materialismo, hasta planteamientos que intentan construir modelos convergentes, como son los propuestos por Foucault en varias de sus obras, Thompson, Bourdieu y Giddens. En el desarrollo de los últimos veinticinco años, se destaca el aporte de Foucault que privilegia el análisis de los micro-poderes. Una de las metáforas espaciales más fascinantes sobre el poder es la del panóptico de Jeremy Bentham, utilizada por Foucault para explicar el complejo funcionamiento del poder que subordina al sujeto de dos modos: frente a otro sujeto y frente a sí mismo. Esto le permite afirmar que de las cárceles físicas se pasan a las simbólicas, que son mucho más complejas para los sujetos. Es interesante detenernos en el carácter negativo y positivo del poder como lo hicimos con la ideología. Foucault plantea un carácter positivo-constructivo del poder, frente al carácter negativo-destructivo. Estas dos concepciones, construidas de manera diferente, se encuentran en la distinción que hace Van Dijk entre poder persuasivo y poder coercitivo, como dos formas de dominación diferentes y Hodge/Kress, con la distinción entre poder con solidaridad y poder sin solidaridad. Sin embargo, sin desconocer estos dos funcionamientos, propongo que el carácter constructivo-positivo del poder sólo es posible en una dimensión micro, por ejemplo, en las relaciones intra o intergrupales, pero deja de ser pertinente en una dimensión macro, cuando se consideran instituciones nacionales e internacionales. Esta afirmación es irrefutable si se observa cómo actualmente el fenómeno de la globalización económica, política, cultural, con un poder transnacional no ha mostrado, hasta el momento, su lado constructivo.

5. Cultural. Esta materialidad encuentra su mejor desarrollo analítico en la Escuela de Tartu, en las propuestas de análisis cultural desde la antropología, como son las de Lévi-Strauss, de Turner, de Sperber, de Geertz, de Thompson, entre otros, como en varios textos de Umberto Eco. Uno de los grandes aportes de esta materialidad es el estudio de las identidades, sobre lo cual se han producido muchas propuestas teórico-metodológicas. Además, se añaden varias investigaciones sobre las relaciones interculturales, el multiculturalismo, el pluriculturalismo que tienen mucha pertinencia en varias tendencias ya que la globalización produce diferentes procesos culturales, en los cuales se perciben dos movimientos en pugna constante: uno de homogeneización y otro de diferenciación.

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6. Histórica. Desde la perspectiva semiótico-discursiva, la dimensión histórica se considera tanto en los cambios de los sistemas lingüísticos y culturales, como en las prácticas semiótico-discursivas, destacando el impacto de los acontecimientos históricos sobre la producción semiótico-discursiva y viceversa. En esta materialidad, es notoria la descubierta del dato histórico como discurso, en lo que son iniciadores algunos de la Escuela de los Anales, pero principalmente Regine Robin, Michel de Certeau, Todorov, White y otros investigadores. Esta posición no fenomenológica de la historia posibilita pensar lo histórico como construcciones semiótico-discursivas, con investigaciones muy productivas y provocadoras sobre el sentido de la historia y de los sujetos que la construyen. Sin embargo, no nos ubicamos en una posición constructivista, ni hermenéutica.

7. Social. En esta materialidad, siguiendo los aportes de la sociología, de la sociolingüística, se procura analizar la producción y recepción de los discursos y de las semiosis con relación a los sujetos que producen y que consumen los productos socio-culturales. Los desarrollos más significativos son los de Pierre Bourdieu, los de Thompson, los de Giddens, los de Touraine, entre otros.

8. Cognoscitiva. En los últimos años, las ciencias cognoscitivas han adquirido gran relevancia, con lo cual esta materialidad —menos estudiada en la dimensión semiótico-discursiva, pero muy trabajada en la lingüística y en la psicología— vuelve a ocupar un lugar de mucha importancia en varias disciplinas, como ya hemos mencionado en el capítulo 1. Este resurgimiento de las investigaciones sobre los procesos cognitivos atraviesa casi todos los campos científicos y artísticos.

9. Del simulacro. Esta materialidad opera en sentido contrario a la anterior, ya que el simulacro, que no necesariamente es la simulación, está muy difundido en las tendencias semióticas desde Eco, Baudrillard, Barthes y Greimas, hasta otros semióticos. En estos autores, la semiótica es un simulacro porque los signos sirven para mentir, como plantea Umberto Eco; Baudrillard, en su texto Cultura y simulacro, trabaja este tema con muchas propuestas. Desde nuestra posición, existen tres formas de entender esta materialidad: la primera, se refiere a la simulación como representación sígnica, con la cual todo signo representa la realidad, el mundo de determinados modos; la segunda, remite a la simulación como enmascaramiento, en la dimensión no del ser, sino del parecer; como ejemplos, podemos mencionar la mímica, semiótica del simulacro por excelencia y muchos otros simulacros en distintos discursos y semiosis, desde lo político, hasta lo amoroso; la tercera, se refiere a la simulación cibernética, situada en una dimensión del mundo virtual, posible con el desarrollo de la tecnologías de punta de la informática, con las cuales se producen imágenes y simulaciones virtuales de todos tipos.

10. Psicológica. Para el estudio de esta materialidad, son particularmente importantes los aportes de la psicología de la percepción, de la cognición, de la de masas, que procuran investigar los impactos de las producciones semiótico-discursivas sobre los sujetos productores y consumidores. Además, esta materialidad adquiere mucha relevancia con el surgimiento de las ciencias de la emoción, con las cuales la dimensión emotiva ya estudiada desde muchos siglos por los filósofos, como Aristóteles, vuelve a ocupar un lugar muy importante más allá de los mecanismos persuasivos.

11. Psicoanalítica. Los modelos se desarrollan principalmente por los psicoanalistas o los investigadores que recurren al inconsciente para analizar las producciones discursivas de todo tipo y también semióticas, tomando como premisa lo propuesto por Lacan de que “el sujeto es su discurso”. Estos estudios procuran explicar el funcionamiento de las reglas del inconsciente.

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12. Estético-retórica. En la actualidad existe la necesidad de establecer la ampliación de las dos categorías para analizar el continuum que existe entre ellas. Desde una reflexión transdisciplinaria, podemos articular estas dos dimensiones en una materialidad. Lo estético ha sido muy trabajado principalmente relacionado a la producción artística, de lo que deriva los estudios de la semiótica del arte o de semiótica y estética. La estética no se refiere sólo a la producción de la forma bella, sino de cualquier forma, como de lo horrible, de lo grotesco. La retórica ya no se concibe como “ars” —en el sentido clásico—, sino que es una dimensión fundamental del sentido de cualquier producción semiótico-discursiva; lo retórico está integrado a todas las semiosis verbales y no-verbales, a lo artístico y a lo cotidiano. Con estas ampliaciones, las dos categorías rompen sus límites para establecer un continuum analítico entre ellas. Lo estético-retórico está en todas las prácticas semiótico-discursivas de distintos modos y maneras, y son funcionamientos ejemplares en los ámbitos de lo político, de lo jurídico, de lo religioso. En consecuencia, el sentido está también subordinado al funcionamiento estético-retórico, del cual queremos destacar, principalmente, los tropos.

13. Lógico-filosófica. En esta materialidad, entre otras posibilidades, se pueden abordar el análisis de la argumentación en las producciones discursivo-semióticas, así como los funcionamientos de los implícitos. La lógica no es entendida sólo como la formal, sino integra a otras como la informal, la natural, la cotidiana, la emocional. Lo filosófico también se amplía y del sentido clásico del concepto pasamos al común, para abarcar los desarrollos filosóficos del Oriente y de los pueblos ancestrales de Mesoamérica, África y Australia.

Algunas consideraciones.

En primer lugar, los modelos de análisis semiótico-discursivos no pueden considerar a todas las materialidades señaladas porque serían poco operativos e inabarcables; por lo tanto la selección depende del tipo de discurso y de las problemáticas de la investigación.

En segundo lugar, los modelos desarrollados hasta el momento logran articular de cuatro a cinco materialidades, lo que ya constituye un buen reto teórico-metodológico.

En tercer lugar, las materialidades tienen un funcionamiento distinto de acuerdo a los diferentes tipos de prácticas semiótico-discursivas; por ejemplo, no funciona de la misma manera la ideología en un discurso político, religioso o científico, como ya hemos mencionado.

En cuarto lugar, hay que considerar que existe un continuum entre las materialidades, por ejemplo, entre la de la ideología y la del poder, la de la cultura y la social, etcétera.

Por último, cada tipo de materialidad puede contener subtipos, como son ejemplos muy propios la del poder, la ideológica, la religiosa, lo que se materializa en los tipos y subtipos de discursos/semiosis. Las condiciones de producción y recepción de los discursos, como una exterioridad interiorizada, inciden directamente en el diferente funcionamiento de todas las materialidades, como las del poder y de la ideología: por ejemplo, en el discurso político el funcionamiento del poder adquiere mayor o menor fuerza de acuerdo con la coyuntura y la polémica; y del mismo modo, el funcionamiento de la ideología se hace más o menos implícito de acuerdo con el tipo de coyuntura. La materialidad estética, propia del discurso artístico, pero también presente en otros —como sugieren Lakoff y Johnson, entre muchos otros autores—, funciona distinto en el primero, que en otros discursos, como el periodístico y el cotidiano, etcétera. La materialidad comunicativo-pragmática presenta diferencias y semejanzas en el discurso político y religioso que son prácticas que suelen presentar un alto grado de institucionalidad y, por lo mismo, rituales rígidos; sin embargo, en otros discursos y semiosis informales su funcionamiento es

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distinto. Las premisas que se proponen son necesarias para destacar la importancia de las materialidades y los funcionamientos discursivos.

Otra problemática para considerarse es la homologación y/o diferencia entre las distintas materialidades, como por ejemplo entre la ideológica y la cultural, entre la ideológica y el poder, entre la cultural y la cognoscitiva, etcétera.