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Oviedo, Benjamín. 1929. La Masonería en Chile. Santiago: Universo. Prólogo Todas las agrupaciones humanas, ya constituyan naciones o simplemente sociedades particulares, se han preocupado, con especial interés, de conservar la memoria de las causas fundamentales que les han dado origen y de los hechos culminantes que han marcado las etapas de su evolución. Este afán, bien explicable, no sólo por el natural deseo de perdurar en la memoria de las generaciones futuras, sino también de satisfacer la necesidad que experimentan las colectividades en el sentido de conocer su propio origen, ha llevado a los hombres, en todas las épocas, a relatar los acontecimientos de que han sido testigos, o bien a remontarse en la investigación de aquellos que aún permanecían ignorados para el conocimiento común. Estos estudios de investigación ha ido haciendo más difíciles y complicados a medida que las sociedades humanas han adquirido mayor desarrollo; y al presente, el historiador que pretenda presentar un cuadro de conjunto de las actividades sociales, debe forzosamente considerar la historia particular no sólo de los grandes hombres –como acontecía en los tiempos antiguos- sino especialmente la historia de las numerosas entidades o corporaciones que de una u otra manera han influido en el desarrollo y progreso de cada país. Las guerras y los problemas de política internacional constituían la esencia de la Historia en otros tiempos. Mas, al presente, en que todas las naciones hacen sinceros esfuerzos por libertarse de aquélla y en que casi todos los países civilizados han resuelto el problema de sus fronteras, es en la vida interna de cada nación donde se concentra todo el interés; y es en el desarrollo de su cultura, la evolución de su característica espiritual, la observación de sus anhelos de progreso., lo que atrae la atención del observador. Desde este punto de vista, ya no puede ser la actitud de un hombre aislado, por grande que se manifieste, lo que

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Oviedo, Benjamín. 1929. La Masonería en Chile.

Santiago: Universo.

Prólogo Todas las agrupaciones humanas, ya constituyan naciones o simplemente sociedades particulares, se han preocupado, con especial interés, de conservar la memoria de las causas fundamentales que les han dado origen y de los hechos culminantes que han marcado las etapas de su evolución. Este afán, bien explicable, no sólo por el natural deseo de perdurar en la memoria de las generaciones futuras, sino también de satisfacer la necesidad que experimentan las colectividades en el sentido de conocer su propio origen, ha llevado a los hombres, en todas las épocas, a relatar los acontecimientos de que han sido testigos, o bien a remontarse en la investigación de aquellos que aún permanecían ignorados para el conocimiento común. Estos estudios de investigación ha ido haciendo más difíciles y complicados a medida que las sociedades humanas han adquirido mayor desarrollo; y al presente, el historiador que pretenda presentar un cuadro de conjunto de las actividades sociales, debe forzosamente considerar la historia particular no sólo de los grandes hombres –como acontecía en los tiempos antiguos- sino especialmente la historia de las numerosas entidades o corporaciones que de una u otra manera han influido en el desarrollo y progreso de cada país. Las guerras y los problemas de política internacional constituían la esencia de la Historia en otros tiempos. Mas, al presente, en que todas las naciones hacen sinceros esfuerzos por libertarse de aquélla y en que casi todos los países civilizados han resuelto el problema de sus fronteras, es en la vida interna de cada nación donde se concentra todo el interés; y es en el desarrollo de su cultura, la evolución de su característica espiritual, la observación de sus anhelos de progreso., lo que atrae la atención del observador. Desde este punto de vista, ya no puede ser la actitud de un hombre aislado, por grande que se manifieste, lo que

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s e debe tomar como base para el estudio de determinados períodos de la historia. Son las agrupaciones de hombres, de donde brotan las corrientes de ideas que transforman lentamente a la humanidad, las que merecen es estudio y la atención de los historiadores. Desde el siglo pasado, y aun desde antes, las diversas entidades sociales –convencidas de la importancia que tienen o han tenido en el progreso de la civilización- se han preocupado de dejar testimonio duradero de sus actividades y de sus esfuerzos, no sólo para dar a conocer la parte de bienestar que el mundo debe agradecerles, sino para ofrecer documentos Respetables, sobre los cuales pueda basarse la historia futura de cada nación. Considerando este aspecto de la cuestión, la Institución masónica en diversas partes del mundo y especialmente en Europa, se ha preocupado en este sentido, no solo con el objeto de enseñar a sus adeptos su origen y su pasado, sino para evidenciar la parte de labor que le ha cabido realizar en la obra del progreso humano. Esta actitud de la Masonería tiene tanta mayor importancia, por cuanto pocas entidades son menos conocidas que ella y pocas se han visto envueltas en mayor número de leyendas fabulosas o exageradas. Así, la Masonería cumple tres finalidades: darse a conocer a sus propios adeptos; dar a conocer la obra social que ha desarrollado y, finalmente, permitir a los hombres de espíritu imparcial, formarse un juicio exacto acerca de sus verdaderos orígenes y tendencias. Hoy, que el espíritu de crítica reflexiva ha reemplazado en gran parte al prejuicio y a las apreciaciones precipitadas, la Masonería comienza a ser considerada por sus aspectos mucho más cercanos a su verdadera fisonomía; y su obra social y cultural llama la atención de pensadores y sociólogos. En realidad, no puede ser considerada de otro modo una Institución que colabora honrada y sinceramente por el mejoramiento colectivo y que tiene por objeto primordial el perfeccionamiento de cada hombre, a fin de constituir una Humanidad generosa y feliz; una Institución que trata de borrar del espíritu de sus adeptos toda pasión malsana, que trata de extinguir en su corazón todo germen de discordias y que pretende –como suprema finalidad- transformar a toda

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la humanidad en una gran familia, en que cada miembro trabaje por el bien moral y material de toda la colectividad..

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En Chile, como en todos los países donde se ha establecido, la Masonería ha tratado de desarrollar sus principios de moral y de cultura y de realizar su obra de bien social. Diversos factores, propios de la época y del ambiente, han entorpecido y retardado el triunfo definitivo de sus esfuerzos. Pero la perseverancia de sus miembros y la fe en la bondad de sus doctrinas, los mantiene en constante labor. Su obra, de más de medio siglo, ha permanecido casi totalmente ignorada por el público porque la Institución labora con modestia y desinterés. Y -¡caso curioso, tratándose de un país como el nuestro, que ha sido calificado por los extranjeros como tierra de historiadores!- sus propios adeptos han conocido en forma imperfecta y fragmentaria, sólo algunos pasajes de su historia. Cabe al autor de este libro el honor de ser el primero que haya trazado un cuadro de conjunto sobre las actividades masónicas en nuestro país, cuadro que permitirá apreciar en sus líneas generales los esfuerzos que ha debido realizar y y las dificultades que debido vencer la Orden Masónica, para proseguir en Chile su obra de mejoramiento social. En este sentido, la obra de Benjamín Oviedo ha debido forzosamente traspasar los límites de lo que podría llamarse historia masónica propiamente dicha. Concretándose a la crónica interna de la Institución Masónica en Chile, sólo habría podido trazar un esquema de la vida administrativa de la Orden; y esta descripción de su organización y funcionamiento, interesante, sin duda, para los masones, no habría alcanzado, acaso, a merecer la atención de aquellas personas que, ajenas a la Institución, siguen con interés el desarrollo de nuestra cultura y de nuestro progreso. Por eso, el autor ha debido salirse del tema mismo, para mostrarnos la actuación de los masones chilenos en las diversas manifestaciones de la vida nacional, y ha debido trazar paralelamente el desarrollo de la Orden, un cuadro del

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ambiente moral y social de Chile, durante la época en que la Masonería ha venido actuando. De este modo, ha conseguido dar a su obra un nuevo aspecto interesante, ya que así ella no sólo será lectura provechosa para los miembros de la Institución masónica, sino también para todo el que quiera explicarse y conocer el origen d e muchos acontecimientos y reformas sociales, de los que sólo se han hecho visibles las manifestaciones. Sin embargo, la relación de muchos hechos importantes y que han tenido decisiva influencia en el progreso de nuestra sociabilidad, ha debido omitirse, para no dar a esta obra una extensión excesiva. Mas, como su autor lo declara, no debemos juzgar este estudio como una obra definitiva, sino solamente como el bosquejo de un tema que daría para llenar varios volúmenes. Acumular materiales, buscar noticias y documentos, siendo tarea fatigosa e ingrata, no es ciertamente la más difícil. Lo principal estriba en saber exponer las materias, en presentarlas de manera que su conocimiento sea fácil y provechoso y que, poniendo ante nuestra vista los acontecimientos del pasado, nos permitan deducir lecciones para el presente y para el porvenir.. El autor de esta obra ha conseguido, a nuestro juicio, plenamente su objeto, tanto por la manera de exponer las materias, que mantiene vivo en todo momento el interés del lector, como por su estilo claro, preciso y libre de toda afectación. La cultura chilena debe agradecer a Benjamín Oviedo esta interesante obra con que han contribuido a enriquecerla. HECTOR BOCCARDO

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INTRODUCCIÓN

Treinta años se han cumplido ya desde la fecha en que por primera vez se insinuara la idea de escribir la Historia de la Masonería Chilena. En efecto, “La Verdad”, en su número del 16 de agosto de 1898 se ocupaba editorialmente de este asunto y señalaba las grandes ventajas que había en acometer la empresa, antes del que el paso del tiempo “o la inventiva traviesa o mal intencionada, falsee las fechas, suponga unos sucesos o silencie otros, borre nombres o cometa cualquiera infidelidad histórica”. Agregaba el articulista de entonces, que algunos materiales se habían acopiado ya, pero que necesitaban aumentarse.

No hemos sabido a qué resultados pudo llegarse aquella vez. Pero suponemos que no habiéndose publicado hasta la fecha una obra que encierre, aunque sea brevemente la historia del desarrollo de la institución masónica en nuestro país, aquel llamado no encontró eco en el pueblo masónico chileno.

Así debió suceder, porque dos lustros más tarde, la misma revista –al reiniciar su publicación, suspendida por espacio de varios años- insistía sobre el tema, ofreciendo como estímulo al interés de los hermanos, la proximidad del cincuentenario de la Gran Logia de Chile, que debería celebrarse el 24 de mayo de 1912.

Un año transcurrió desde esta segunda insinuación; y “La Verdad” insistió por tercera vez sobre el mismo tema. Pero, como en ocasiones anteriores, su voz no encontró eco.

Ha seguido rodando el tiempo, con su marcha interminable; varios años han transcurrido desde esa fecha, fijada como límite –si puede decirse- a la primera jornada de la Masonería en nuestro país. Numerosos acontecimientos, sobreponiéndose los unos a los otros, han venido a hacer más oscuro y difícil el camino que habrá de recorrer el que se interese por conocer nuestro pasado y esclarecerlo con los resplandores de la historia.

El terremoto que en agosto de 1906 convirtió nuestro primer puerto en un montón de ruinas, sepultó bajo una

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montaña de escombros el archivo de la Gran Logia, reducido a un puñado de cenizas. De esta manera, quedó cegada la única fuente de información que pudieran tener los que se interesaran por conocer la historia de esta Institución.

Trasladada la Gran Logia a la capital y recomenzada pacientemente la labor de reconstruir, hasta donde era posible, la valiosa documentación destruida, el incendio que en 1920 abrasó el local masónico, la convirtió en cenizas por segunda vez.

Henos aquí, entonces, intentando descorrer el velo que ya comienza a cubrir el pasado de la Institución Masónica de Chile, sin más luces que uno que otro ejemplar del “Boletín Oficial de la Gran Logia”, los archivos particulares de la Respetable Logia “Justicia y Libertad” Nº 5 y la abnegación de algunos de esos masones ya escasos, encanecidos en las filas de la Orden, que conservan en su memoria muchos recuerdos interesantes, de que nos han hecho partícipes, poniendo ante nuestra vista una de las fuentes de que la historia no puede prescindir: la tradición.

Es evidente, entonces, que con tan escasos elementos, por una parte, y con más escasos conocimientos personales o especial preparación, por otra, el trabajo que hemos emprendido, ha tenido que resultar forzosamente incompleto y lleno de vacíos. Por eso nuestra obra no puede considerarse como una historia definitiva de la Masonería nacional, sino como un simple ensayo o bosquejo, que venga a servir de punto de partida a los investigadores que más tarde, con mejores documentos y mayor abundancia de conocimientos y de datos, emprendan un trabajo que llene por completo su misión.

Por otra parte, la documentación de que hemos podido disponer, nos ha dificultado el trabajo a veces, por su misma desigualdad; así,, mientras para ciertas épocas no hemos tenido sino vagos indicios, para otros acontecimientos hemos podido disponer de piezas que nos habrían permitido relatarlos con detalles tal vez fatigosos. Para que el conjunto de la obra no se resintiera de esta desigualdad, hemos sacrificado, en algunas ocasiones, la abundancia del material en favor del plan general.

Por lo que s e refiere a la historia particular de cada Logia, creemos que ésta no puede tener cabida en las páginas

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de un libro de la índole del presente, si se quiere dar a conocer cada Taller en sus múltiples actividades

Intentar semejante trabajo sería como pretender escribir la historia de la humanidad, haciendo la historia minuciosa de cada familia. Que dicho trabajo es interesante, nos parece indudable; pero él debe ser materia de estudios especiales, emprendidos por los miembros de las respectivas Logias, que procedan animados no sólo del espíritu un tanto frío del investigador, sino de cálido entusiasmo del que rememora afanes y trabajos de seres que le son queridos.

Como lo hemos manifestado más arriba, este trabajo es

sólo un bosquejo histórico de la Masonería chilena, en el que hemos pretendido presentar, a grandes rasgos, la marcha de la Institución en nuestro país, ajustándonos en todo momento a sus tradicionales principios de moral y de fraternidad, que le han permitido merecer el respeto y la gratitud de muchos hombres y de muchos hogares.

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CAPÍTULO I

Aislamiento intelectual de Sudamérica en tiempo de la

Colonia. Persecución a las ideas liberales. Obstáculos que se oponían a la llegada de extranjeros. Es perseguido un nuevo delito: el de la francmasonería. Diego Lagrange, Ambrosio Sáenz de Bustamante y Esteban Urrutia, primeros francmasones en la América española. Proceso contra Lagrange. El “Comercio libre” abrió los puertos de América a los barcos y las conciencias a las nuevas ideas. En Buenos Aires se establecen las primeras Logias Masónicas. El Gran Oriente de Francia reconoce la autonomía de la Logia “Independencia”.

Desde las singulares condiciones intelectuales, morales,

sociales y políticas en que el gobierno de España mantenía a los pueblos de América, parece muy difícil, si no imposible, que las ideas masónicas hubieran podido traspasar los innumerables obstáculos que se oponían a la introducción de cualquiera novedad en estos apartados dominios y que hubiesen podido encontrar, no ya raigambre, sino tan sólo un eco en el temeroso y sumiso ánimo de los criollos hispanoamericanos.

Las repetidas prohibiciones –rayanas en lo increíble- para introducir libros, folletos o cualquiera otra clase de impresos; las requisiciones y pública destrucción de aquellas obras que, sin pretenderlo a veces, habían llegado hasta los hogares coloniales; las severas penas impuestas a los que contravenían las reales órdenes, mantenían en el ánimo de todos los habitantes de la América española el santo temor de Dios y del rey y los oídos cerrados a todo aquello que no fuesen protestas de fidelidad y alabanzas a su dueño y señor.

Por otra parte, la instrucción estaba limitada a un número bastante reducido de personas; y aun éstas, llamadas a gozar de semejante beneficio, no lograban obtener sino una enseñanza rudimentaria y superficial. Las escasísimas personas que obtenían una enseñanza superior, llegaban a adquirir conocimientos más completos solamente en ciertas y determinadas materias, como la teología y el derecho, aprendidas por métodos vetustos; y aun estos conocimientos, por la forma en que eran enseñados, tendían especialmente a

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fortalecer en el ánimo de los individuos el dogma de la ciega obediencia a la majestad real.

Además, es fácil suponer que los conocimientos no podían ser muy variados ni muy vastos, dada la escasez de obras, debido a las prohibiciones reales; prohibiciones que lejos de disminuir con el transcurso de los años, aumentaban de día en día con implacable severidad.

“Habiendo reconocido –dice Carlos III- que resultaban muchos y muy graves inconvenientes al buen gobierno y conservación de mis dominios del que se impriman libros, memoriales y papeles en que se trate o se discurra de ellos, o cosa que toque a su constitución universal ni particular por vía de historia, relación, pretensión, representación o advertencia, sin que preceda un exacto examen con el inmediato conocimiento e inteligencia que requiere la importancia de las materias que suelen incluir semejantes escritos, he resuelto se prohíba generalmente la impresión de ellos, sin que primero se haya visto por el Consejo a que tocase el que se hubiese de tratar, y pasado por su censura”1.

De este tenor eran las reales cédulas que con incansable constancia enviaban los reyes a sus representantes en América, recomendándoles una y mil veces la vigilancia más estricta sobre los pensamientos, palabras y obras de los pobladores del Nuevo Mundo.

Fernando VI volvió a disponer, como si no hubiese ya suficientes leyes sobre la materia, que “ningún impresor pudiese imprimir libros, memorial u otro algún papel suelto de cualquiera calidad o tamaño, aunque fuese de pocos renglones, a excepción de las esquelas de convites y otras semejantes, sin que le constara y tuviese licencia del Consejo para ello, o del juez privativo y superintendente general de imprenta, pena de dos mil ducados y seis años de destierro”.

Por medio de esas severas e inexorables disposiciones restrictivas, el gobierno de la Metrópoli pretendía impedir que llegasen a conocimiento de sus vasallos de ultramar, ciertas noticias y ciertas ideas, que juzgaba altamente perjudiciales a sus intereses; “ciertas doctrinas sediciosas, perturbadoras del estado, enormemente injuriosas, etc.

1 Novísima recopilación, Libro 8, Tít. 16, Ley 10, citada por Amunátegui en “Los Precursores de la Independencia”.

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Y era tan extremado el celo que se gastaba en defender la inocencia de sus súbditos, que no sólo contra los libros e impresos en general se fulminaba anatemas, sino a veces hasta contra los enseres más ínfimos y de apariencia más inofensiva, los cuales eran objeto de encarnizadas persecuciones.

“Noticioso el Rey de que entre los géneros comerciales de mercería fina se han introducido en algunos puertos de Indias, particularmente el reino del Perú, relojes de faltriquera, cajas para tabaco en polvo y algunas monedas en que s e advierte grabada una mujer vestida de blanco con una bandera en la mano y alrededor una inscripción que dice Libertad Americana, se han expedido las reales órdenes conducentes para evitar que por los puertos habilitados de España se extraigan y embarquen dichos efectos y cualesquiera otros en que se figuren o representen tales objetos, cuya propagación pudiera ocasionar muchos perjuicios a la tranquilidad pública. Por lo mismo, es la voluntad de su Majestad que V. S. estreche sus providencias a los puntos del distrito de sy mando a fin de que se cele con la mayor vigilancia el que no se introduzcan los expresados efectos, ni ninguna especie que tenga alusión a la libertad de las colonias angloamericanas, haciendo recoger con prudencia, y sin dar a entender los motivos, las que se hallaren esparcidas, si las hubiere. Dios guarde a V. S. muchos años. Aranjuez, 18 de mayo de 1791. Lerena. Señor Presidente de Chile”.

Estos no eran incidentes aislados. Constituían parte esencial de los cuidados y desvelos de los gobernantes de la época. Dos años después de recibida la Nota que hemos citado, Don Ambrosio O’Higgins recibía la siguiente comunicación:

“El Rey, con noticia de que en puerto y ciudad de Guayaquil se ha introducido y cogido un reloj con una inscripción y pintura alusiva a la depravada libertad de Francia, ha resuelto prevenga a V. S. como lo ejecuto, que encargue a los gobernantes del distrito de su mando, y personas a quienes competa, el que celen la introducción de tal alhaja, ropas o estampas que tengan semejantes pinturas o inscripciones. Dios guarde a V. S. muchos años. Madrid, 20 de julio de 1793. Gardoqui. Señor Presidente de Chile”.

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Como se ve, ni el detalle más pequeño escapaba al ojo vigilante del Gobierno. Conocía y comprendía el peligro que estos gérmenes de ideas podían acarrear para su dominación; y por esto impedía de mil modos su llegada y trataba de extinguirlos cuando lograban introducirse. “Los libros eran misioneros cuya voz nunca e fatigaba y a los cuales no se acobardaba con el martirio. Por eso, como si fueran animales dañinos, se les perseguía sin descanso, en el mar, en la tierra, en la tienda del mercader, en la casa del particular. La autoridad eclesiástica se unía con la autoridad civil para la proscripción, no sólo de los escritos condenados por motivos religiosos, sino también de los condenados por motivos políticos”2. Pero, como se ha dicho en más de una ocasión, toda idea hace su camino, aunque sea con lentitud y dificultad. Si las nuevas ideas no podían llegar hasta estas tierras de América, estampadas en las páginas deun libro, podían venir en la conciencia de un hombre, ilustrado en otras escuelas de libertad y de progreso, lejos de la despótica opresión de conciencia que se imponía en América. Así, los extranjeros fueron los importadores, inocentemente muchas veces, de más de alguna de aquellas ideas tan encarnizadamente combatidas por los gobernantes de América. Pero la actividad incansable y la penetrante mirada del Gobierno metropolitano, pronto descubrían este clandestino tráfico y sus providencias no se hacían esperar. “Ningún extranjero podía pasar a las Indias, ni tratar en ellas, a no estar habilitado con licencia real y carta de naturaleza, pena de perdimiento de las mercaderías que contratase y de los demás bienes que tuviese, aplicado todo por tercias partes al fisco, juez y denunciador”3. Como se ve, la sagacidad del legislador llegaba hasta los más minuciosos detalles. Mediante la repartición de los bienes del denunciado, se excitaba el celo de los denunciantes y, al mismo tiempo, se despertaba en los jueces el ánimo de encontrar culpables a los extranjeros, a toda costa. Lo que se prevenía a los extraños, con mayor razón se ordenaba a los súbditos. Los americanos de cualquier estado y 2 Amunátegui, Obra citada. 3 Recop. De Indias. Lib. 9. Tít. 27. Ley 7.

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condición que fuesen, no podían admitir ningún género de tratos con los extranjeros, so pena de la vida y perdimiento de todos sus bienes, aplicados por tercias partes a la cámara real, juez y denunciador, debiendo ser depuestos de sus cargos y oficios los gobernadores, ministros y jefes que resultasen culpables de aquel acto o que pudiéndolo estorbar, no lo hubiesen hecho. A todas estas disposiciones, dictadas día a día desde España y cuidadosamente cumplidas por los representantes de la autoridad en América, hay que agregar la colaboración incansable y eficaz prestada a la causa del rey en contra de las ideas nuevas, por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Con fecha 28 de enero de 1569, el Cardenal de Sagunto, Inquisidor general, escribía al Licenciado Servando de Cerezuela, residente en Oropesa, al mismo tiempo que lo nombraba Inquisidor de las provincias del Perú. “Entre otras cosas que S. M. ha mandado componer en el nuevo mundo de las Indias para servicio de Dios y suyo y aumento de nuestra religión cristiana, ha ordenado que se plante en ellas el Santo Oficio de la inquisición, como cosa que ha parecido muy conveniente y que en estos reinos lo es”4. Así, pues, con los antecedentes que en forma brevísima hemos expuesto, es fácil darse cuenta del aislamiento, no sólo moral e intelectual, sino hasta material en que se encontraban los hispanoamericanos; ignorancia absoluta de los sucesos que conmovían y transformaban a las sociedades y apatía e indiferencia por todo aquello que pudiera elevarlos sobre su propia indigencia moral, era el estado de la conciencia colectiva. Sin embargo, a pesar de las prohibiciones, a pesar de las amenazas y los castigos contra los extranjeros y los que con ellos tuviesen relaciones, los gobernadores se veían obligados a hacer excepciones en favor de algunos que ejercían profesiones como los médicos, los mecánicos y otros. Así fue como, a pesar de las exquisitas precauciones, la idea masónica logró introducirse en América española, palpitando entre los más íntimos pensamientos de un médico

4 J. T. Medina. Historia del Santo Oficio de la Inquisición en Lima.

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francés, llamada Diego de la Granja o Lagrange, que se avecindó en la capital del Perú. Los miembros del Santo Oficio rivalizaban en celo con los representantes del rey, en la persecución, no sólo de los herejes en materias religiosas, sino de todos aquellos que por sus palabras o acciones, se salían de las rígidas reglas que era necesario observar. Los calabozos se llenaban, y era necesario vaciarlos, para dar cabida a nuevos acusados o sospechosos. Se hacía con tal objeto un auto de fe; algunos de los deteneidos eran quemados, otros ahorcados y desterrados de los demás. De ese modo se obtenía plaza en las mazmorras para las nuevas víctimas. Hacia el año de 1751 aparecen los indicios de un nuevo delito, no contemplado hasta entonces: el “delito de francmasonería”. En efecto, Fernando VI, por decreto de 2 de julio de 1751, prohibió el ejercicio de la Masonería en toda la extensión de su reino, bajo el pretexto de que sus doctrinas eran peligrosas para el estado y la religión; y pronunció la pena de muerte contra todo individuo que la profesase. Por otra parte, el 21 de agosto del citado año, el Consejo enviaba a Lima una comunicación del tenor siguiente: “Siendo preciso al Consejo saber los sujetos militares y políticos, habitantes en estos reinos, que hayan ocurrido a ese Tribunal o sus ministros a delatarse espontáneamente de francmasones, se os encarga, señores, que luego hagáis formar lista de los que constaren delatados por cómplices y porque conviene que todos los culpables en esa congregación, sean oídos como en forma espontánea, por ahora, y con todo el posible secreto, daréis providencia oculta para que, bien fuera por espontáneos que hubieren venido y fueren amigos de los que no hubieren hecho esta saludable diligencia, o por ministro o ministros que hallarais más proporcionados para este oficio de piedad, se les sugiera vengan al seno de la piedad de este Santo Oficio, que nada desea más que el remedio espiritual de sus almas, con la absolución de su excomunión y sospecha vehemente de herejía declarada por la Sede Apostólica5 estando ellos 5 Bula de Clemente XII, de 23 de abril de 1738, reproducida por Benedicto XIV en 18 de mayo de

1751.

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dispuestos a detestar tal congregación y el juramento en ella hecho y a separarse y a nunca tenerse por tales congregantes, y que estén muy ciertos de que pueden y deben declarar cualquier secreto y crímenes que supieren o hubieren entendido, y todos los sujetos que supieren congregantes, con la seguridad de que serán despachados secretísimamente, sin que pueda atrasarse su honor, grado y reputación, ni que puedan entender el Rey ni sus ministros esta diligencia, antes bien amonestándolos de que si no lo hicieren, llegaría el tiempo de que no pueda hacerse con esta secreta gracia, sino por la vía judicial y pública del Santo Oficio, que les traerá tan grande daño; y porque se ha entendido que algunos sujetos han llegado a declarar espontáneamente ante algún ministro de fuera y que no se les ha absuelto, por no tener facultad, y ellos han quedado falsamente ciertos de que han cumplido; se ordena reconozcáis si algunos están sin absolución y dispongáis dársela por algún inquisidor fuera del Tribunal, por Ministro oportuno, en su casa, encargándoos que estas listas vengan con la posible brevedad. Dios os guarde. Madrid, veinte y uno de agosto de mil setecientos cincuenta y uno”6. A este despacho, los inquisidores contestaron diciendo “que en todo el reino no hay ni leve indicio y sólo se tiene noticia de haberse extendido en Europa por algunas papeletas y mercurios que se han recibido, de dos o tres años a esta parte”. Sin embargo, pocos días antes de conocerse el oficio que hemos transcrito, se habían recogido del poder de un comerciante unas estampas que pintaban el modo con que eran recibidos en el gremio los afiliados, estampas que inmediatamente fueron remitidas a España. Orientados los miembros del Santo Oficio hacia estas nuevas actividades, se dieron a la tarea con el acostumbrado celo y muy pronto sus pesquisas obtuvieron éxito y pudieron abrir proceso al Gobernador de Valdivia, Ambrosio Sáenz de Bustamante, y al cirujano francés que hemos nombrado, Diego de la Granja. Parece que, en lo relativo a Sáenz de Bustamante, el asunto no tuvo mayor importancia ni alcance: “Remitido al

6 J. T. Medina. Obra citada.

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Consejo la Sumaria que se formó contra éste a fines de 1755, el Consejo, sin embargo, enterado de los antecedentes que en este asunto hay en la Inquisición de Corte, decían los jueces de Lima, nos ordena que s e suspenda por ahora, lo que ejecutamos con el debido rendimiento”. No fue igual la suerte que corrió la denuncia contra La Granja. He aquí las noticias que tenemos al respecto7: Era Granja o Lagrange un cirujano francés que fue denunciado en Lima en noviembre de 1773 por una mujer llamada Inés de medina, “la cual, por descargo de su conciencia, dijo y denuncia que ahora dos meses, más o menos, estando la declarante en casa de la hija de don Martin Delgart, casa accesoria a la declarante, le oyó decir en conversación, a un francés llamado Diego de la Granja, de ejercicio cirujano, que era farmasón y los de esta asamblea eran conocidos por unas insignias, las que se reducían a un escapulario, en el cual tenían una imagen en el medio,, como del Salvador, con una bandera en la mano; a un lado de esta imagen una espada, al otro lado una llave y por todos lados unas letras como abrevidas”. “La otra insignia era una banda negra, y otra colorada con listas amarillas; y que dijo el dicho francés que estas eran las insignias de los farmasones, que dijo también que estos farmasones tenían Iglesia aparte, que no se confesaban con ningún sacerdote, sino con Dios, que sus abuelos habían sido herejes, pero sus padres cristianos; que desde la edad de nueve años había aprendido la farmasonería en la Academia de París de Francia; que ahora era maestro en dicha farmasonería o asamblea; que preguntándole la hija de don Martin Delgart, nombrada doña María Delgart, y doña Mariana de Medina, hermana de la declarante, qué significaban las insignias del escapulario, respondió el ficho francés Diego de la Granja que la espada era para defender la fe, la llave era del Templo de Salomón, con las letras donde estaba encerrado el secreto; y que preguntándole qué religión era esta de farmasonería, respondió que era una religión muy buena, hermandad que tienen entre ellos, en la cual no se hace daño a nadie, sino todo el bien que se pudiese; que no es admitida en dicha hermandad persona pobre, ni de vicio de

7 J. T. Medina. Obra citada.

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embriaguez, porque no declaren el secreto que se profesaba en dicha hermandad; que si alguno estuviese con indigencia de plata, lo socorriesen todos, que se hacía juramento de guardar secreto, sobre los santos Evangelios; y preguntándole si esto de farmasonería se reducía contra el sexto mandamiento, respondió con mucha alegría, “esto es estar por comer bien, y se alegrar y estar una cosa muy buena”, y si usted quiere, le dijo a la dicha niña, le enseñaré la farmasonería que también hay en Francia muchas señoras en ella; que cuando se recibía una señora, había mucha asamblea, con la distinción que había dos fiestas, una de hombres y otra de mujeres; en la de las mujeres entraban los hombres, mas en la de los hombres no entraban las mujeres; que deseando el Rey de Francia saber de esta farmasonería, hizo que su hijo el Delfín la aprendiese, por saber el Rey lo que contenía, lo que no ha podido conseguir, porque el hijo, por el juramento que hizo, no ha querido decirle nada”. “También dijo el francés que en esta ciudad había cuarenta farmasones, que nombró a uno que vive enfrente de la puerta de los judíos, nombrado don Esteban Urrutia, de oficio mercader, que entrando en la mencionada casa de doña María Delgart con un francés nombrado don Lorenzo Fiat, panadero de la chacarilla de los padres de la Compañía, dijo “el señor es también farmasón” a lo que respondió el dicho don Lorenzo: no diga usted eso, que los farmasones son herejes, y lo llevarán a usted a la Inquisición; y que a esto último no se halló presente la declarante, mas se lo dijo doña Mariana medina, hermana de la declarante”. “Preguntada si hay algunas personas que sepan lo que tiene declarado, y donde vive dicho francés Diego de la Granja –dijo que el dicho francés vive en la calle de Santa Rosa, en casa de doña María Delgart, que el marido de la dicha doña María, nombrado don Joseph Namur, se halló presente en dicha conversación, y también una mujer nombrada Isabel del Molino; también dijo la declarante que el dicho francés es de cuerpo espigado, de buena cara, narigón, de ojos azules, colorado de cara y no blanco, y de edad de treinta y tres años, que usa peluca de pelo propio, con su bolsa, y que esto es lo que se sabe y dice por descargo de su conciencia, y que todo lo que ha dicho es verdad por el juramento que tiene hecho y que siéndole leído,

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dijo que estaba escrito bien, y que no lo dice por odio ni mala voluntad que tenga o haya tenido a la persona denunciada, sino por descargo de su conciencia; encargósele el secreto prometido y lo firmó con el dicho padre maestro comisario. Fray Joseph Hurtado, comisario del Santo Oficio. Inés Medina. Pasó ante mí. Fray Mariano de León, notario del Santo Oficio. Siguieron declarando a este tenor hasta otros cuatro testigos, y en vista de lo acordado por el Inquisidor General, las diligencias actuadas se remitieron a Madrid por el mes de febrero del año siguiente. Mas, pocos días después, sobrevino nueva denuncia de la medina, expresando que “el dicho Diego tenía sobre la mesa del cuarto un librito pequeño con forro prieto; llegándose la declarante a ver lo que contenía dicho libro, no pudo entender otra cosa que unas letras abreviadas donde decía; pregunta y respuesta. Preguntóle la declarante qué contenía ese librito, y para qué fin lo estaba trasladando a otro papel, porque así lo halló la declarante cuando entró a su cuarto”. “Y le respondió el dicho Diego de la Granja que en el dicho librito estaban contenidas las cosas que pertenecían a su asamblea y que lo estaba trasladando para darle el trasunto a un sujeto, profesor de la misma facultad de francmasón, el cual estaba para ir a su tierra, y que en caso de no llevar esas insignias, no le abrirían la puerta de su asamblea, ni tampoco le darían entrada y para que este dicho sujeto (cuyo nombre no quiso declararle el dicho Diego de la Granja) consiguiera su intento, le daba un traslado del original, el que mantenía en su poder, por si acaso volviese a su tierra. Preguntóle la declarante cómo se entraba en su asamblea, respondió, que dando señales, y que sin éstas no le abrirían las puertas; las cuales s señales eran: dar tres, cinco, siete golpes con la mano, la que debía estar medio empuñada, esto es, medio abierta y medio cerrada y la palma para arriba. Preguntóle la declarante que le dijese el modo con que se entraba y lo que pasaba en su asamblea, y díjole el dicho Diego que luego que se daban los golpes en el orden expresado, se abría la puerta y se manifestaba un hombre muy respetuoso y severo, el cual pregunta al que toca la puerta, ¿qué es lo que busca? Y entonces responde el que toca, busco la luz, fundado en el Evangelio, que dice pedid y se

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os concederá; y entonces dice el portero, para llegar a ver esa luz hay muchos trabajos que sufrir y tormentos que pasar. Aquí díjole el dicho Diego a la declarante: los trabajos, que hay que pasar aquí, son: obscuridad muy grande, fuego sin verlo, unos precipicios muy espantosos, como son ruedas de navajas y amagos que causan mucho terror al que entra, que por medio de estos tormentos se purifique y pase a ver la luz . Así (dijo) que le sucedió a él cuando entró a la dicha asamblea, de suerte que le parecía que estaba en el mismo infierno, y que todo lo sufrió para purificarse y conseguir ver la luz por medio de estos tormentos, sin los cuales no se consigue esta gloria. Preguntóle la declarante qué tiempo se mantenían entre estos momentos el que se iba a alistar en su asamblea, dijo, muchas horas se pasan en ellos, y luego que se acaban, se llega a ver la luz. Aquí, qué gloria, qué consuelo! Se entra en una hermosa sala y en ella se manifiestan tres Columnas: una al oriente, otra al poniente y otra al septentrión, en cada columna hay un hombre vivo, y cada uno de estos le da la prueba el que se recibe ser de la asamblea: “Pregunta el que está en la primera columna, ¿qué es lo que busca? Y él da su respuesta; los otros dos también le preguntan, y responde a cada uno de los dos lo que solicita. Y preguntado el dicho Diego de la Granja por la declarante qué preguntas eran las que hacían los de las tres columnas, y sus respuestas, no quiso decirlas; sólo sí, se rió y dijo, la señora Ignarita pregunta bien; volviéndole la declarante a preguntar qué era lo que s e trataba en la asamblea y en qué se instruían, no lo quiso declarar porque (dijo) estaban obligados a guardar todo secreto, so pena de ser degollados, quemados y arrojadas las cenizas al mar; todo lo cual lo advertía el maestro que enseñaba en una hermosa cátedra, el que encargaba mucho secreto bajo las expresadas penas y el juramento hecho sobre los evangelios. Y preguntándole la declarante, después de lo referido, al dicho Diego de la Granja, por qué razón en el recibimiento de las mujeres concurrían los hombres, y no en el de los hombres las mujeres, respondió que a las mujeres no se les cargaba el rigor de los tormentos que s e practicaba con los hombres, y con éstos no por igual sino con el mismo orden, con los ricos menos tormentos y con los pobres mayores. Y acordándose aquí de una mujer que entró, empezó a reír el dicho Diego,

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diciendo que cuando de dicha mujer entró a la asamblea, luego que vio la rueda de navajas, se espantó y dijo: ay, ay, ay. Preguntóle la declarante si tenía noticia alguna de esta asamblea antes de haber entrado, dijo que no, pero que desde que entró en ella se hallaba más seguro de salvarse que antes, y prosiguió diciendo el dicho Diego, si yo guardara todos los requisitos de mi asamblea, tenía tan segura la gloria y estuviera tan cerca de ella, como estoy de aquí a mi cama, que no dista de mi cuatro o seis pasos. Preguntóle, en fin, la declarante para qué destino guardaba ese librito. Cuando no se había de ir a su tierra, dijo que lo guardaba como que era la principal insignia que había de llevar a su asamblea en caso de irse a su tierra, y sin ella, aunque se hallase en trabajos, no podía ocurrir a la luz, razón por que no lo daba todo, sino sólo un traslado.” “Y hablando después de esto la declarante sobre las erradas máximas en que vivían los judíos, le contó al dicho Diego que en esta ciudad habían quemado a una judía por no haber querido convertirse a la fe católica; entonces le preguntó el dicho Diego, qué señora fue ésa? Doña Mariana de Castro, díjole la declarante; a lo que dijo Diego de la Granja: buena señora, que supo dar la vida por no dejar su fe, hizo muy bien y he de ir a buscar dónde está esa heroína mujer. Preguntada la declarante si le vio u oyó decir otras cosas al dicho Diego de la Granja, dijo que en otra ocasión, entrando el dicho Diego de la Granja a la vivienda de la declarante, tomó un librito que trataba de las ceremonias de la misa, que tenía sobre su mesa; abriólo, y al instante lo cerró con grande golpe y enojo y diciendo, me enfadan estas estampas que hay en este libro, y luego quiso disimular su dicho, dando por razón que eran feos los rostros y mal pintados. Preguntada la declarante si habían otras personas que hubiesen oído los dichos, el dicho Diego de la Granja (dijo) que cuando abrió el librito estampado de las ceremonias de la misa y lo cerró con furia, se halló presente Pedro Joseph Salguero; pero cuando dijo lo expresado arriba, no había persona alguna, pues pasó lo referido solamente entre él y la declarante. Preguntada dónde vivía el dicho Diego de la Granja (dijo) ya no vivía en casa de don Joseph Namur, sino en la calle de la Chacarilla, que viene a ser la calle donde está la puerta falsa del estanco de tabacos, en

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una casita que tiene las puertas de la calle dadas de verde y con unos clavos fingidos de color blanco; y a lo segundo respondió que el motivo de no haber venido, aunque lo deseaba mucho, fue por haber estado bien enferma y ser su casa muy distante, lo que ha hecho ahora, por hallarse mejor, y que todo lo que ha dicho es verdad, por el juramento que tiene hecho, y siéndole leído, dijo que estaba bien escrito, y que no lo dice por odio o mala voluntad que tenga o haya tenido al denunciado, sino por descargo de su conciencia; encargósele el secreto prometido, y lo firmó con el padre maestro Comisario”. Con estos antecedentes se trató en el tribunal de despachar mandamiento de prisión, con secuestro de bienes, contra el denunciado; pero, en esas circunstancias, el Virrey envió al reo para la Península en mérito de ciertos delitos ajenos a la fe. Lagrange, después de permanecer algún tiempo en la cárcel pública de Cádiz, fue puesto en libertad y estaba ya contratado como médico de unos cómicos que se hallaban de partida para el callao, cuando fue de nuevo denunciado y aprehendido”. Como se ha visto en una parte de la declaración de la denunciante, Lagrange había dicho que en Lima, había por aquel entonces cuarenta francmasones. En la hipótesis de que el dato revelado por el médico fuese verídico, habríamos de buscar alguna razón que nos permitiera aceptarla; no sería fácil creer que la mayor parte de estos pretendidos francmasones fuesen extranjeros y no debería parecernos extraño que a pesar de las severas restricciones contra éstos, hubiese un buen número en Lima, ya que dicha ciudad era nada menos que la capital del Virreinato más rico de la América del Sur. Ahora bien, dada como efectiva la existencia de cuarenta francmasones, entre los numerosos extranjeros de Lima, cabe preguntarnos: ¿se reunieron alguna vez o intentaron hacerlo? Nos parece difícil, por la vigilancia de las autoridades civiles y religiosas, estimulada continuamente por las órdenes del Rey. Mas, por otra parte, si meditamos un poco sobre el problema, nos asalta otra duda: ¿Cómo sabía Lagrange que existían por aquel entonces hasta cuarenta

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francmasones en la ciudad? Que él conocía a la mayoría o totalidad de sus compatriotas, en este carácter o por motivos particulares, nos parece indudable; pero estimamos difícil que los conociera en su carácter de francmasones, toda vez que el terror inspirado por el Santo Oficio –de lo que tenemos testimonio en las palabras de Lorenzo Fiat- los hacía prudentes y circunspectos. Sin duda, sería una suposición audaz imaginar que en el corazón de Lima, asiento del terrible Tribunal del Santo Oficio, pudiera haberse establecido una logia masónica por aquella época (1773); pero, como hemos apuntado más arriba, tampoco nos explicamos cómo Lagrange, sin haber tenido ocasión de verlos en una reunión, pudo conocer la existencia del número de francmasones que señaló en su conversación. Acaso, ni el número de francmasones señalado por el locuaz cirujano fuese tan subido; o de serlo, debiese dicho número no a la realidad misma, sino a un desbordamiento de momentánea elocuencia del francés, que s e dejó llevar en alas de su fantasía, sin darse cuenta de los precipicios que se abrían bajo sus pies. Por otra parte, quién sabe si en las revelaciones hechas por Lagrange no ha influido con mucho aquello de “comer bien y se alegrar”… Bien pudieron haber sido aquellas confidencias hechas bajo la influencia de momentáneos entusiasmos, en el calor e intimidad de una tertulia familiar. Nótese que durante la primera conversación, Lagrange, sin vacilaciones, explicó todos aquellos asuntos sobre los cuales fue interrogado. En cambio, durante la entrevista que tuvo a solas con la Medina, ya se muestra más discreto, elude algunas respuestas, se niega a dar ciertos nombres y le llama la atención el interés y la curiosidad de su visitante. “La señora Ignarita pregunta bien, exclama el francés, desfigurando el nombre al pronunciarlo y usando en su idioma el adjetivo: “La señora Inesita pregunta mucho”. Fuera de los antecedentes que hemos dado a conocer, nos parece muy difícil, si no imposible, que se logre encontrar huellas de otras manifestaciones masónicas –en el verdadero sentido de la palabra- en las posesiones coloniales de España en América del Sur.

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La real cédula del 2 de febrero de 1778, que hacía extensivo el “comercio libre” a Buenos Aires, Chile y el Perú, abriendo sus puertos a las naves extranjeras, marca una nueva era a las actividades no sólo en el orden comercial y administrativo, sino también en el orden político e ideológico. De esa época para adelante, las huellas de la Francmasonería se hacen visibles en algunas regiones, especialmente en las costas del Plata, en donde, hacia fines del siglo XVIII encontramos manifestaciones evidentes. “Es incuestionable que no escaparían a las claras y robustas mentalidades de los hombres ilustrados, los principios filosóficos del siglo, entre cuyos voceros se encontraban los buques que llegaban a las playas del Río de la Plata, al amparo del “comercio libre”, pues cada uno de ellos /excepto los de bandera española) era una logia masónica flotante, con la misión de levantar el espíritu popular y fundar logias donde quiera que sus anclas dieran fondo”8. Como hemos dicho, a partir de año 1778, es posible encontrar huellas de logias masónicas; pero estas huellas han sido confusas y han inducido a error a más de un historiador. No se ha podido establecer en forma clara la procedencia, ni la fecha de fundación ni el nombre de los primeros masones que trabajaron en ellas. Aunque apartándonos un tanto de nuestro plan y creyendo que aquellas logias de las márgenes del Plata no han tenido mayor influencia en el nacimiento de la masonería verdadera en nuestro país, vamos a dar brevemente noticias sobre ellas, transcribiendo algunos pasajes de la obra de Ernesto Lazcano, que ya hemos citado. “Don Ignacio Núñez, nacido en 1792, hace de las logias inglesas, organizadas durante la reconquista (1806) las fundadoras de la Masonería en la argentina, al decir: “Fue en este tiempo donde por primera vez en estos países se echaron los cimientos del establecimiento de logias masónicas”. “El doctor Juan María Gutiérrez, nacido en 1809, reclama el mejor título a la prioridad, para la logia “San Juan de

8 M. V. Lascano, Las Sociedades Secretas, Políticas y Masónicas en Buenos Aires, T. I. P. 75.

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Jerusalén de la felicidad de esta parte de América” formada por el portugués Cordeiro, antes de 1804, pero en el siglo XIX”. “En suspenso, pues, la solución del controvertido ‘mejor título’ a la espera de un oportuno aporte de mayores luces, por una feliz circunstancia me encuentro en condiciones de reabrir el debate, reclamando para la logia “Independencia” el título de matriz de la Masonería en Buenos Aires, mientras alguna otra no venga a disputárselo con mejores títulos o pruebas”. ………………………………………………………………………….. “La logia “Independencia” fue una de las tantas que al desaparecer del escenario patrio, la hubiera cubierto el manto del olvido; pero, felizmente, una mano amiga, tal vez un lejano retoño de alguno de los vástagos de aquel árbol, ha evocado el recuerdo, dándonos interesantes referencias en un trabajo titulado: “Episodios Patrios”9 “Al hacerme eco de la exposición del señor Guilló, no me ha llevado un desatentado espíritu de mistificar la opinión con “novelerías” amparado en que, por su naturaleza escapan al vulgar conocimiento de los hombres, como tampoco soy un ciego e inconsciente adoptador de teorías ajenas”. ………………………………………………………………………………….. “Además, si la historia de la humanidad, en sus remotos tiempos, se ha ido reconstituyendo a base de la paciente ilación de datos sueltos, hallados bajo diferentes formas en variados lugares, ¿por qué no hemos d e propender a reconstruir las actividades masónicas, reflejo de las de nuestros mayores, a base también de hilos sueltos, sea que se presenten bajo una forma literaria cualquiera con demostraciones presuntivas de verdad? …………………………………………………………………………………… Refiere Guilló: “En una cueva, cuya entrada la tenía por un semi arruinado caserón10, situado en una de las calles que conducen a la plaza y cuya salida se prolongaba por una

9 Se alude a Francisco Guilló. 10 El semi arruinado caserón lo constituían los restos de la Capilla de San Miguel, que a fines del primer cuarto del siglo XVIII levantó el presbítero D. Juan Gutiérrez González y Aragón y abandonado ante las dificultades que los grandes zanjones oponían para que los feligreses pudieran llegar a ella durante y después de las lluvias (Nota de Lazcano).

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mina hasta los mismos pozos de la residencia, iban entrando con mucho recato y recelo, paulatinamente, en intervalo, varios individuos. Cualquiera hubiera podido observar, atendida la cautela y el misterio con que se rodeaban esos sujetos, que se trataba de una a asociación secreta. En efecto, en aquella cueva funcionaba la Logia “Independencia”, recién fundada, que había de sentar en Sudamérica los cimientos de la institución masónica”11. ……………………………………………………………………………………. “Su existencia real y oficial como entidad masónica regularmente constituida, nos la demuestra el siguiente documento que ofrece Gulló. Dice: “A.L.G.D.G.A.D.U. La Poderosa y Omnipotente Gran Logia de Versalles, en nombre del Gran Oriente de Francia y del Mundo Latino. A la Respetable Logia “Independencia” de los V.V. de Buenos Aires, ubicada en el Rito Azul. Salud. “Que reunidos ante los CC. De CC. Kadosh; y de los CC. R.C. y de los GG.MM. poseedores del Gr. 33, en nuestra Sede de Versalles, en asamblea soberana, después de maduras deliberaciones, hemos acordado dirigirnos a vos, V. M. de la Logia “Independencia” de los V.V. de Buenos Aires, ubicada hasta hoy bajo nuestros auspicios y dependiente de nuestra obediencia, para comunicaros nuestros acuerdos, a saber: “I. Queda aclarada independiente, soberana y dueña absoluta de sus destinos la Masonería de esos Valles. “II. Habiendo cumplido la misión que le confiamos, y como último acto de nuestra voluntad, pedimos aceptéis como Nos lo proclamamos, Gran Oriente a un hermano que hemos enviado a esos Valles y que vive entre vosotros. El I y P. poseedor del Gr. 33, que nos hemos investido de la soberana autoridad de gobernar a los masones de ese Valle, se presentará a vos, V. M., os dará los toques de cuyo secreto os hacemos sabedor por conducto del hermano que os portará la presente pl. ya la trilogía de “Libertad, Igualdad, Fraternidad” que vos le daréis en alta voz, os contestará al oído lo que está trazado dentro del sobre que vos poseéis y que está lacrado con el sello de nuestro Oriente.

11 Lazcano cree que dicha Logia fue fundada hacia el año 1795.

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“III. Una vez que hayáis reconocido a nuestra autoridad, proclamadla, respetadla, y hacedla obedecer, que su yugo es suave; y “IV. Seguid el Rito Escocés que es nuestro Rito. Nos, al despedirnos, hacemos votos por la prosperidad de la Orden, que es el progreso de la humanidad. Recibid los vínculos que nos transmitimos. Dado en Versalles, en nuestra Sede del Gran Oriente de Francia y del Mundo Latino”. Otro documento que nos induce a aceptar plenamente la posibilidad de la existencia de logias masónicas en Buenos Aires hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX es un folleto reimpreso en 1808, bajo el título de “Carta de un amigo que vive en la ciudad a otro que tiene habitación en el campo”. Contiene un ataque en toda regla a la Institución; y no es dable imaginarse que se combata lo que no existe. El citado doctor Don Juan María Gutiérrez, ha reproducido un extracto de estas “cartas” en la “Revista de Buenos Aires” (T. X. Pág. 129); dichas cartas, atribuidas al Dean Funes, dicen, en síntesis, lo siguiente: “Una de las bases del edificio masónico es la Libertad y la otra la Igualdad, como prueba la palabra “hermano” con que se tratan los masones. Pero esa Libertad y esa Igualdad, no tienen por fundamento un sentimiento religioso, sino el espíritu revolucionario que condujo al patíbulo al mejor de los reyes de Francia”. Sigue explicando –a su modo- los misterios de la Masonería, su pretendida antigüedad y sus terribles juramentos, para asegurar el secreto; sus iniciaciones, según el progreso en los grados, desde Aprendiz hasta Rosa-Cruz y concluye diciendo: “que el secreto de los masones estriba en derribar los altares y destruir los tronos”. En la segunda carta, trata del origen de la Masonería y, como es de suponerlo, se empeña para atribuirle la cuna menos honrosa posible, según su manera de comprender la historia; y después de negarle todos sus probables antecedentes, se decide por hacerla descender de los templarios, “de aquellos caballeros que al tiempo de la recepción renegaban de Jesucristo, pisaban la cruz y la llenaban de esputos…” “Que arrojaban a la llamas los hijos que nacían de un templario… y que bajo las penas de los

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castigos más terribles, les obligaban a no violar jamás sus nocturnos misterios”. En la carta tercera, pasa revista a las “providencias” dictadas por los poderes temporales y por el de la Iglesia contra la secta de los masones” (Bula de Clemente XII y de Benedicto XIV, que ya en otra parte hemos citado). Recuerda también un decreto de Napoleón I, dado en julio de 1804, según el cual, en aquella época estaban abiertas las logias masónicas en Francia con determinadas restricciones y a condición que todo funcionario público o militar que quisiera incorporarse a alguna asociación masónica, no pudiera hacerlo sin previa licencia del Emperador, quien se reservaba el derecho exclusivo de cerrar o abrir todas las logias y de incluir o admitir personas, sin dar razón alguna de sus medidas”. Hemos citado estos párrafos como ejemplo del movimiento antimasónico, precisamente en una época en que la Masonería levantaba como bandera el ideal de la Independencia. Fuera de las noticias indicadas, nos parece difícil que puedan encontrarse otras, referentes a la Francmasonería en la América del Sur durante la época de la Colonia. Por lo demás, abrigamos el convencimiento de que, en lo que a nuestro país respecta, no es en dichas manifestaciones masónicas donde habremos de encontrar el origen de la Masonería regular, tal como fue establecida entre nosotros a mediados del siglo XIX.

CAPÍTULO II

La Logia Lautarina. Erróneas noticias acerca de su origen y tendencias. Su ascendencia europea. Origen de la denominación Lautarina. Una sociedad secreta, presidida por Martinez de Rosas, anterior a la Lautarina en Chile. Masones constitucionalistas en las filas del ejército de Marcó del Pont. San Martin, verdadero organizador de la Lautaro en Buenos Aires. Su fundación en Mendoza y en Santiago de Chile. Constitución, estatutos y Leyes Penales de la Logia Lautarina.

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Algunos de los Miembros de la Lautarina en Chile. Opinión que le merece la Logia a José Miguel Carrera. ¿Fue una logia masónica? Vamos a ocuparnos ahora de una asociación que ha pasado a ser legendaria entre nosotros; y que, a pesar de haber ejercido una influencia innegable y a veces decisiva en favor del triunfo en la lucha por la independencia nacional, no ha sido bien estudiada hasta el presente, y, por lo tanto, no ha podido ser bien conocida. Muchas fantasías se han forjado en torno de su nombre; y evocando su recuerdo, se ha dado nacimiento a más de una fábula tenebrosa….

Nos referimos a la Logia Lautarina. Dicha asociación, introducida en Chile en marzo de

1817, no fue sino una de las numerosas ramificaciones que tuvo la de Buenos Aires, establecida por San Martin y Alvear, a su arribo de Europa, en 1812, los cuales se inspiraron en las sociedades secretas que, para trabajar por la independencia de América, fundara Francisco Miranda en Londres.

Para que podamos formarnos una idea clara del espíritu que animaba a dicha asociación y de los fines que perseguía, vamos a estudiarla, aunque sea brevemente, desde sus orígenes en Europa.

El patriota venezolano Francisco Miranda era un ferviente admirador de Washington, quien encarnaba, su entender, el máximum de nobles cualidades cívicas y humanitarias. Ligado a él por el doble vínculo de la admiración y la amistad y, acaso, llevado por ese afán tan humano de imitar cuanto admiramos, Miranda quiso ser masón, como lo era su maestro, y se hizo iniciar en una logia de Virginia12.

Tal vez el sistema d e los trabajos, el secreto de las tenidas, las palabras y signos de reconocimiento, inspiraron a Miranda el propósito de fundar una sociedad secreta, para trabajar en favor de la emancipación de la América, ya que éste sería el único medio de proceder con probabilidades de éxito en regiones tan cuidadosamente vigiladas por la doble autoridad civil y religiosa.

12 Chilhsim. The Independence of Chile.

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Por otra parte, nada de extraño tiene que Miranda se valiera de las formas masónicas para ayudarse en su empresa, ya que eran también principios masónicos aquellos en que inspiraba su ideal de emancipación; los mismos principios que habían conmovido a las sociedades europeas a fines del siglo XVIII, anunciando para el mundo el advenimiento de una nueva conciencia social.

En efecto, en 1800 se instala en Londres, en Grafton Square, donde constituye un organismo social del cual partirían las instrucciones para la unificación de los esfuerzos en la acción que sería necesario desarrollar en América.

Ese organismo fue denominado “Gran Reunión Americana” y sus miembros se llamaban “Caballeros Racionales”, distintivo que s e hizo general para los afiliados europeos.

Las agencias, (a cargo de agentes civiles o militares) por el carácter secreto con que funcionaban, tomaron indistintamente la denominación de Logia o Sociedad, con el subtítulo Lautaro.

Son completamente erróneas las noticias que se refieren a una Gran Logia o un Gran Oriente Americano en Londres; sólo existió como sociedad americana y única autoridad, la “Gran Reunión Americana”, que subsistió hasta los primeros días de octubre de 181013.

Para explicar la denominación Lautaro dada a las Agencias, -mas no a la sociedad matriz, que no tuvo otro nombre que el de “Gran Reunión Americana”. –es necesario que recordemos el siguiente episodio:

Cuenta O’Higgins14 que encontrándose en Londres, a los diecisiete años de edad (1795), Miranda le dedicó su particular predilección para instruirlo en las ideas de la libertad americana, de las que era el campeón; que en un arranque de fiero patriotismo, exaltado por las palabras de Miranda, le dijo al Maestro: “Mirad en mi, señor, tristes restos de mi compaisano Lautaro; arde en mi pecho ese mismo espíritu que libertó entonces a Arauco, mi patria, de sus opresores”. Por aquel entonces, Miranda daba a 0’Higgins clases de Matemáticas.

13 Lazcano. Obra citada 14 De la Cruz. Epistolario de O’Higgins.

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Es un hecho indiscutible que la “Gran Reunión Americana” se constituyó en 1800, como que O’Higgins permaneció en Londres hasta 1801 ó 1802, trasladándose después a España, de donde siguió viaje a Chile, para llegar a su patria en septiembre d e 1802. Dos hipótesis aceptables se nos presentan: Que al organizar Miranda las Agencias en España, como un homenaje al héroe araucano, invocado por su predilecto discípulo O’Higgins, les diera el subtítulo de Lautaro; o que, aprovechando el viaje de O’Higgins a España, le confiara la misión de entrevistarse con los sudamericanos residentes en Cádiz y le encargara promover la fundación de Agencias, autorizándolo para darles el nombre de Lautaro, ya que el genérico fijado era el de “Caballeros Racionales”.

Como dejamos dicho, O’Higgins tuvo activa participación en la fundación de las “Agencias” en España, las que se fueron extendiendo por donde quiera que los patriotas lograban llevar su influencia; y así se constituyeron poderosos organismos de dirección y disciplina.

Mediante esta iniciativa de Miranda, se pudo contar en toda América con el simultáneo concurso de los patriotas en pro de la revolución, tan pronto como estalló el movimiento de 1810. Así, aun antes de estar organizada en América la Lautaro como entidad, sus miembros esparcidos en las distintas colonias, tenían un plan que realizar y un ideal que cumplir. En la Argentina, se contaba con Belgrano, Moreno, Pueyrredón, Catelli, Encalada, Arroyo, Ceriño; y en Chile, con O’Higgins, Martinez de Rozas, Rojas, Argomedo, Egaña y Fretes, a los que pronto se agregaron Camilo Henríquez, Infante, Hipólito Villegas, Juan Mackenna, Bernardo vera y Pintado y el Dr. Santiago Mardones.

Se reunían en la casa de don José Antonio Rojas a cambiar ideas y a comunicarse sus mutuas impresiones y esperanzas15. Este grupo de patriotas estaba en comunicación activa con losa de Buenos Aires. Desempeñaron las delicadas y peligrosas funciones de

15 También Martinez de Rozas, durante su permanencia en Concepción, procuró atraerse la voiluntad del ejército de la frontera y sostuvo activa correspondencia con el General Belgrano y otros patriotas de Buenos Aires y con sus amigos de Santiago. Asoció a los trabajos de emancipación a todos los hombres prestigiosos de su tiempo, reuniéndolos en casa de don José Antonio Pinto, verdadero Club revolucionario.

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mensajeros don José Antonio Álvarez Condarco y Gregorio Gómez.

1l 18 de septiembre de 1810, el pueblo de Santiago, al igual de lo ocurrido en Buenos Aires, constituyó una Junta de Gobierno, de la que Rozas debía ser uno de los vocales y el árbitro, hasta la reunión del Congreso de 1811, que se instaló bajo el régimen de gobierno parlamentario. Los patriotas chilenos no tardaron en ser atacados por las disensiones internas, lo que permitió a los realistas vencer la primera revolución chilena y restablecer el dominio español en todo el país, en el año 1814.

Vencida esta primera tentativa revolucionaria, el gobierno español comprendió que no s e trataba de un simple conato de sublevación, sino que se encontraba al frente de un estallido de verdadera trascendencia; y que para prevenir nuevas tentativas, era necesario redoblar la vigilancia y aumentar el ejército. Al efecto, se hizo venir de España nuevo contingente de oficialidad y de tropa.

San Martin vio en este aumento de vigilancia un grave inconveniente para su servicio de informaciones. Necesitaba, a toda costa, tener datos precisos sobre el estado de los pasos y caminos de la cordillera. Pero el vigilante gobierno de Marcó del Pont, hacía sumamente difícil aquella empresa. No obstante, el genio fértil de San Martin encontró pronto la solución de aquel problema y envió al Mayor don José Antonio Álvarez Condarco, con el pretexto de poner en manos del presidente Marcó del Pont, una copia del acta del Congreso de Tucumán, en que se declaraba la independencia de las Provincias del Plata.

Llenado su cometido, y mientras Marcó resolvía lo que debía hacerse con el atrevido mensajero, lo envió en calidad de huésped “recomendado” a casa del Coronel Morgado.

Refiere Amunátegui16 que durante su corta permanencia en Chile, Álvarez Condarco adquirió la certidumbre de que existía un gran descontento en el ejército realista y aún de que s e estaba tramando una especie de conspiración entre los jefes principales, lo que le hizo augurar muy favorablemente de la expedición patriota. Siendo ayudante de San Martin, había hablado con él de las sociedades masónicas,

16 Miguel Luis Amunátegui. “La reconquista Española”.

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en ls que, según dicen, se había iniciado el mismo general en Madrid, y por consiguiente, cnocía la clave de los signos emblemáticos con que se comunicaban los hermanos entre sí. Una de estas señales, hecha de intento o por casualidad, le granjeó la intimidad de Morgado, que tomándolo por uno de sus correligionarios, le reveló la existencia de una vasta asociación política, que nacida en España, contaba en toda América con una multitud de adeptos. Se hallaban afiliados en ella muchos oficiales y realistas distinguidos, que se proponían por término de sus trabajos secretos, el restablecimiento de la abolida Constitución de Cádiz. En Chile, eran miembros de esta logia los militares de más reputación, como Morgado, Marqueli, Cacho y otros, que aborreciendo la estúpida tiranía de Marcó, nada más deseaban que verse libres de un superior tan despreciable. Morgado no se limitó a comunicar a Álvarez el plan de la sociedad, sino que también lo puso en relaciones con los socios. Conociendo éste las ventajas que podía sacar de esta conspiración interior, entró en proposiciones con estos constitucionales solapados. Les exhortó a que se sublevaran contra el Capitán General y se declarasen independientes de España, mientras no la rigiese una Constitución, prometiéndoles que el ejército de Mendoza los secundaría para que el levantamiento surtiese buen efecto. Mas, como los oficiales realistas, por los fingidos avisos que les habían transmitido a nombre d e Castillo Albo, suponían muy diminutas las fuerzas de San Martin y como, por otra parte, no les inspiraban suficiente confianza las promesas del argentino, que no les daba ninguna garantía de su palabra, vacilaban en admitir y proponían, a su vez, que los insurgentes principiasen por pasarse, que influirían para que se les conservase sus grados y que después realizarían juntos el proyecto. De proposición en proposición, quién sabe a donde habrían ido a parar en sus maquinaciones contra un gobierno que convenían en derribar los mismos encargados de sostenerlo, cuando Marcó cortó de repente las conferencias. Había concebido violentas sospechas de un enviado sin objeto, que sólo había venido a notificarle un suceso conocido con anticipación por la correspondencia pública del Janeiro. De buena gana le habría ahorcado o fusilado; pero el Consejo de Guerra que para tratar de la materia convocó, compuesto de esos mismos oficiales con quienes Álvarez había entrado en

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tratos, le negó el derecho de hacerlo, de manera que tuvo que contentarse con expulsarlo a toda prisa del territorio. En cuanto al Acta de la declaración de la independencia argentina, por dictamen del auditor de Guerra don Prudencio Lazcano, hizo que le verdugo la quemase en la plaza pública, como un libelo infame, “atentatorio a los principios que la naturaleza, la religión y el rey prescriben”.

Los patriotas chilenos, emigrados a Mendoza, pudieron

agruparse para coordinar sus esfuerzos, en la Logia Lautaro, fundada por San Martin en la forma que pasamos a exponer:

San Martin arribó a las playas de Buenos Aires, a bordo de la fragata Georg Canning, el 13 de mayo de 1812. Inmediatamente se presentó a la Junta Gubernativa a ofrecer sus servicios, exhibiendo sus documentos y despachos. Aunque era completamente desconocido por los hombres que entonces gobernaban en su patria, en vista de sus antecedentes, se le dio el grado de teniente coronel y se le confió la misión de organizar un cuerpo de caballería, dotándolo de los métodos que usaban las tropas europeas.

San Martin, sobre cuya sagacidad sería ocioso insistir, quiso, ante todo, conocer el terreno que pisaba. Sabía que habían existido en Buenos Aires algunas logias masónicas, y pensó que sería de provecho utilizarlas para la realización de sus planes. Pero, a poco investigar, se convenció de que sociedades y logias estaban en completa desorganización o extinguidas; que sólo quedaban dispersos y sin orientación, los que habían sido sus miembros, muchos de los cuales no ofrecían ninguna de las cualidades que San Martin deseaba para sus futuros colaboradores. Viendo entonces que no era posible aprovechar los antiguos organismos secretos, pensó en crear uno, bajo su inmediata inspiración, a fin de hacerlo servir a sus designios. Cambió ideas al respecto, con Alvear y Zapiola y muy pronto estuvieron todos convencidos de que debía procederse a organizar sobre bases completamente nuevas, una sociedad secreta. En seguida, entraron a tratar sobre la forma que debía darse a la nueva sociedad y también fueron del mismo parecer en el sentido de que el número de sus miembros fuese reducido; o, cuando menos, reducido el número de sus directores. Deberían contarse en su matrícula los nombres de los personajes de mayor

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importancia en la revolución, con tal que éstos fuesen hombres de energía y decisión y que se hallasen dispuestos a arrostrar cualquier peligro por el triunfo de la causa en que estaban empeñados. San Martin quería sólo hombres de corazón, dispuestos a todo y prontos para obedecer sus mandatos y los de los otros jefes; y esperaba, en tales condiciones, poder dar a la revolución un vigoroso impulso y quizá concluirla en pocos días.

Todas las personas a quienes San Martin expuso su plan, lo aprobaron con entusiasmo y se ofrecieron gustosos a formar en las filas de la sociedad. De este modo, en poco tiempo, logró reunir un núcleo vigoroso de personalidades, las más importantes e influyentes en los asuntos de la revolución. Mediante el tino de San Martin, se logró que aún los que sustentaban ideas antagónicas en cuestiones de forma, cedieran mutuamente, en aras del triunfo de la común aspiración.

“Sus miembros debían hacer completa abnegación de sí mismos; guardar religiosamente el más profundo secreto acerca de lo que se trataba en sus reuniones y obedecer ciegamente los mandatos de la mayoría de los asociados”17. Además, dados los fines revolucionarios, debían jurar lo siguiente:

“Nunca reconocerás por gobierno legítimo de tu patria, sino aquel que s ea elegido por la libre y espontánea voluntad de los pueblos; y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propenderás por cuantos medios estén a tu alcance, a que los pueblos se decidan por él”18.

La sociedad tomó el nombre de Logia de Lautaro o Lautarina.

Pasaremos por alto las diversas incidencias ocurridas en el curso de la revolución de la independencia argentina, en las cuales la influencia de la Logia Lautaro fue la palanca que accionó constantemente y fijaremos nuestra atención en Mendoza, donde San Martin ejercía el cargo de Gobernador desde 1814, y en donde había fundado, con idénticos fines que en Buenos Aires, una Logia de Lautaro. Esta Logia agrupó a los patriotas chilenos, entre los que se contaban O’Higgins, 17 Barros Arana. Historia de la Independencia de Chile. T. III. 18 Mitre. Historia de Belgrano, T. II.

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Freire, Mackenna y Alcázar; y dedicó todos sus esfuerzos a preparar la reconquista de la patria, nuevamente oprimida.

San Martin estableció en Chile un servicio de agentes secretos, que fue el más vasto y mejor organizado que s e recuerda en los anales de la guerra. Con su ejército y las ramificaciones de su logia, logró llevar a cabo la empresa de independizar a Chile y dejar despejado el camino para marchar a batir el último reducto de la dominación española: el Perú.

Poco después de la batalla de Chacabuco y teniendo nuevamente que marchar a la Argentina, para concertarse con el Gobierno sobre la organización de las fuerzas que operarían en el Perú, San Martin estableció, el 13 de marzo, una logia de Lautaro en Santiago, compuesta por iguales partes, de argentinos y chilenos, que gobernase al gobierno en el orden político, ya que uno de sus miembros y jefes –O’Higgins- estaría al mando del ejército unido.

Tales son, a grandes rasgos, los antecedentes de la mal conocida sociedad denominada “Logia Lautarina”, que, como hemos dicho, quedó constituida en Santiago el 13 de marzo de 1817.

Vamos ahora a echar una rápida ojeada sobre su organización y reglamentos, los cuales, de un manuscrito de puño y letra de Don Bernardo O’Higgins, ha reproducido por primera vez Vicuña Mackenna en su obra “El Ostracismo del General O’Higgins”, publicada en Valparaíso en 1860.

El original de O’Higgins está escrito en pequeño cuaderno. La palabra Logia, cada vez que aparece en el texto, está representada por dos letras O–O, unidas por un guión, que es el símbolo usado en las cartas entre los afiliados. Estos solían designarse generalmente con el nombre genérico de los amigos, los hermanos; y San Martin, cuando escribía de buen humor o daba noticias alegres, decía comúnmente los hermánicos o la cofradía.

Como en el documento a que hacemos referencia, están completamente explicados el objeto y sistema de la Logia, vamos a reproducirlo por entero.

“Gemía la América bajo la más vergonzosa y

humillante servidumbre, dominada con cetro de hierro por la España y por sus reyes, como es

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notorio al mundo entero y lo han observado por tres siglos, con justa indignación todas las naciones. Llegó por fin el momento favorable en que disuelto el gobierno español por la prisión de su monarca; por sus observaciones repetidas; por la ocupación de la España y por otras innumerables causas, la justicia, la razón y la necesidad demandaban imperiosamente el sacudimiento de este yugo. Las Provincias del Río de la Plata dieron la señal de libertad; se revolucionaron, han sostenido por diez años su empresa con heroica constancia; pero, desgraciadamente, sin sistema, sin combinación y casi sin otro designio que el que les indicaban las circunstancias, los sucesos y los accidentes. El resultado ha sido haber dado lugar a las querellas de los pueblos, al extravío de la opinión, al furor de los partidos y los intereses de la ambición, sin que los verdaderos amigos de la patria pudiesen oponer a estos gravísimos males otro remedio que su dolor y confusión.

Este ha sido el motivo del establecimiento de esta sociedad, que debe componerse de caballeros americanos, que distinguidos por la liberalidad de las ideas y por el fervor de su patriótico celo, trabajen con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad, consagrando a este nobilísimo fin todas sus fuerzas, su influjo, sus facultades y talentos, sosteniéndose con fidelidad, obrando con honor y procediendo con justicia, bajo la observancia de las siguientes Constituciones”.

CONSTITUCIÓN DE LA LOGIA LAUTARINA

1º La Logia matriz se compondrá de trece caballeros, además del presidente, del vicepresidente, dos secretarios, uno por la América del Norte y otro por la del Sur, un orador y un maestro de ceremonias.

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2º Este número no podrá aumentarse; pero en caso de salir alguno de los hermanos fuera de la provincia, podrá llenarse el mismo, si las circunstancias lo exigiesen. 3º El presidente será perpetuo; por su ausencia suplirá el vicepresidente, por la de éste el más antiguo, mas los demás empleos serán anuales. 4º El tratamiento del presidente y demás de la Logia será de hermano, y fuera de ella, el de Usted llano, a excepción de los casos en que a presencia de otros, el empleo y decoro público exijan el correspondiente tratamiento. 5º No podrá ser admitido ningún español ni extranjero, ni más eclesiástico que uno solo, aquél que se considere de más importancia por su influjo y relaciones. 6º Tampoco podrán ser admitidos los hermanos o parientes inmediatos. 7º Siempre que algún hermano fuese nombrado por el Gobierno, primero o segundo jefe de un ejército o gobernador de alguna provincia, se le facultará para crear una sociedad subalterna, dependiente d e la matriz, cuyo número no excederá de cinco individuos, y entablando la debida correspondencia, por medio de los signos establecidos para comunicar todas las noticias y asuntos de importancia que ocurrieren. 8º La Logia deberá reunirse semanalmente, el día que acordare, también en los casos extraordinarios en que por alguna grave ocurrencia convocare el presidente. 9º Siempre que alguno de los hermanos sea elegido para el Supremo Gobierno, no podrá deliberar cosa alguna de grave importancia, sin haber consultado el parecer de la Logia, a no ser qye la urgencia del negocio demande pronta providencia, en cuyo caso, después de su resolución, dará cuenta en la primera

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junta o por medio de su secretario, siendo hermano, o por el de la Logia. 10º No se entiende el antecedente artículo en las providencias y deliberaciones ordinarias y de despacho común. 11º No podrá dar empleo alguno, principal y de influjo, en el estado ni en la capital, ni fuera de ella, sin acuerdo de la Logia, entendiéndose por tales los de enviados interiores y exteriores, gobernadores de provincias, generales en jefes de los ejércitos, miembros de los tribunales de justicia superiores, primeros empleos eclesiásticos, jefe de los regimientos de línea y cuerpos de milicias y de otra clase. 12º Para sostener la opinión del hermano que tuviese el Supremo Gobierno deberá consultar y respetar la opinión pública en todas las provincias, así en los empleos que acuerde, como en las deliberaciones que resuelva. 13º Partiendo del principio que la Logia, para consultar los primeros empleos, ha de pesar y estimar la opinión pública, los hermanos, como que están próximos a ocuparlos, deberán trabajar en adquirirla. 14º Será una de las primeras obligaciones de los hermanos en virtud del objeto de la Logia, auxiliarse y protegerse en cualesquiera conflictos de la vida civil y sostenerse la opinión unos a otros; pero cuando ésta se opusiere a la pública, deberán por lo menos observar silencio. 15º Todo hermano deberá sostener, a riesgo de la vida, las determinaciones de la logia. 16º Siempre que fuese propuesto algún profano para la Logia, se votará el nombramiento de los hermanos que le sean más allegados, para que, sondeando sus disposiciones con la mayor cautela, y sin descubrir

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persona alguna den cuenta a la Logia, para que resuelva su admisión, o no. 17º No se tendrá por Logia la reunión que no se compusiere de las dos terceras partes y sus determinaciones en otra forma, serán sin valor ni efecto. 18º Cuando la sociedad tuviere que tratar en favor o en contra de algún hermano, deberá hacerlo salir el presidente para que se discurra con franqueza. 19º Todos los hermanos están obligados a dar cuenta en la logia sobre cualquiera ocurrencia que influya en la opinión o seguridad pública, a fin de que pueda tratar con oportunidad y acierto los remedios convenientes. 20º Cualquier hermano que averigüe que alguno de los otros ha descubierto la Logia por palabras o señales, deberá inmediatamente dar cuenta al presidente para que la reúna; pero si se reuniese en el mismo día, lo expondrá en pública Logia. 21º Al momento nombrará la Logia una comisión compuesta de seis individuos, que deberán esclarecer el hecho bajo el mayor sigilo, para lo cual se les exigirá un nuevo juramento y del resultado dará cuenta en plena Logia, poniendo su dictamen sobre lo actuado. 22º A consecuencia, la Logia reunida plenamente o en el mayor número posible, después de examinar maduramente lo actuado por la comisión, oirá al delincuente, y, según el mérito, le d ecretará la ley penal correspondiente. 23º Cuando el Supremo Gobierno estuviere a cargo de algún hrmano, no podrá disponer de la fortuna, honra, vida, ni separación de la capital de hermano alguno, sin acuerdo de la logia. ----------------

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A más de esta Constitución, la Logia disponía de un Reglamento, que no discrepa de los adoptados generalmente por toda clase de asamblea deliberante. Helo aquí, tal cual lo transcribimos del original, en que está puesto a renglón seguido de los estatutos:

REGLAMENTO DE DEBATES Y ORDEN

DE LAS JUNTAS DE LA SOCIEDAD 1º Será una de las obligaciones de los socios, asistir a

las juntas con puntualidad, a la misma hora de la citación.

2º Reunidos los socios en las dos terceras partes, que

bastan para formar junta, ocupará el presidente el lugar preferente y los demás el que se les proporcionare, sin guardar riguroso orden de antigüedad.

3º Se dará principio a cada junta por la relación que

deben pasar los secretarios de todo lo acordado en la anterior, para que en consecuencia, den razón de sus comisiones los que las hubieren recibido y se trate del cumplimiento de lo acordado, antes de pasar al examen de otras materias.

4º Después de haberse tenido en consideración los

últimos acuerdos y todo lo concerniente a su cumplimiento, podrá el presidente proponer los objetos de más importancia que le ocurrieren o excitar a los socios a que hagan las mociones que creyeran más convenientes, y cuando concurriesen dos o más mociones apoyadas, se votará por la Logia sobre cuál debe discutirse con preferencia.

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5º Ninguna moción podrá discutirse sin ser apoyada y una vez puesta en discusión debe ser explicada, ilustrada y puesta en sus precisos términos por el autor.

6º Cada socio podrá opinar libremente acerca de la

materia en discusión, pero no podrá hacerlo sin haber pedido y obtenido la palabra del presidente.

7º El presidente no concederá la palabra sino después

que el último preopinante haya concluido de hablar, ni la concederá más de dos veces a un socio en cada materia.

8º Después de haber hablado dos veces cada uno de los

socios que hayan querido hacerlo, propondrá el presidente la votación sobre si se halla suficientemente discutida la materia en cuestión. Si de la votación resultare no estarlo, seguirán los debates; pero si se diese por bastantemente discutida, se procederá a votación sobre el negocio principal propuesto en los términos en que lo fijó su autor.

9º La votación se hará levantando la mano derecha por

la afirmativa y permaneciendo en quietud por la negativa.

10º Si resultare igualdad de votos, se repetirá la

votación y si todavía no hubiese pluralidad, se diferirá el negocio a nueva junta.

11º Cualquier socio puede reclamar el orden cuando se

invirtiese; pero principalmente el presidente, que podrá imponer silencio.

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A continuación de este reglamento, vienen algunos párrafos aclaratorios de los Estatutos Generales, bajo el rubro de

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APÉNDICE A LA CONSTITUCIÓN

El Art. 7º debe entenderse en esta forma: que los cinco individuos de que s e deben componer las sociedades subalternas, son fuera de los empleados, que tendrá como la matriz, a saber: presidente, vicepresidente, un solo secretario para las dos Américas, un orador y un maestro de ceremonias. Los caballeros hermanos de la logia matriz, que s e hallaren accidentalmente en algún pueblo donde hubiere establecida sociedad subalterna, deberán incorporarse a ellas supernumerariamente y asistir a sus sesiones con todas las obligaciones y privilegios de los numerarios.

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En el mismo manuscrito de O’Higgins, se contienen otros cinco artículos, que forman una especie de Código para juzgar y castigar a los miembros que falten a las obligaciones y compromisos contraídos. Son los siguientes: LEYES PENALES 1° El que dejare de asistir por mera voluntad, siendo

muy frecuentes sus faltas, será declarado inhábil para cualquier empleo, por el tiempo que estime la Logia; y en caso que lo tenga, será suspenso hasta nueva resolución.

2° Todo hermano que revele el secreto de la existencia

de la Logia, ya sea por palabras o por señales, será reo de muerte, por los medios que se halle por conveniente.

3° El hermano que acuse falsamente a otro será

castigado con la pena del talión. 4° Todo hermano que fuera de la Logia murmure o

detraiga el crédito de otro hermano, quebrantando el

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Artículo 14 de la Constitución, será considerado infame e indigno de alternar con los demás, y no se incorporará en los actos de la reunión durante el tiempo de los debates, hasta que ella lo haya absuelto.

5° El que no cumpliere con lo resuelto en acuerdo de la

Logia, será castigado con la pena proporcionada a la gravedad de la materia”.

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Estas leyes penales y, especialmente su artículo 2°, son las que han dado motivos para los enconados ataques de que la Logia ha sido víctima, de parte de numerosos escritores; si bien reconocen éstos la suma importancia que tuvo como fuerza coordinadora de las actividades de la revolución de la independencia, no vacilan en atribuirle persecuciones y crímenes, aunque en nada concreto se apoyen tales asertos. Oigamos las palabra de algunos historiadores: “Pero, prescindiendo de consideraciones generales ¿cuáles bienes dejó en nuestro suelo aquella institución tal cual estuco organizada según los preceptos que acabamos de estampar originales? Más acierto en las disposiciones, más energía en los conflictos, mayor auxilio en las escaseces de hombres o recursos, fue todo lo que pudo hacer en el común provecho; pero todo esto podía obtenerse también de un consejo público de patriotas abnegados. La Logia no podía, pues, tener en sus arcanos sino propósitos vedados o siniestros, y tal lo ha pensado aquel juez que no se engaña nunca, porque su código es su conciencia, su tribunal la patria y sus sentencias la verdad, -el juez pueblo, el juez posteridad, La Logia Lautarina pasa hoy día entre nosotros, aún entre los que la conocen sólo de nombre, como algo que respira el hálito del horror”19. “Para una ambición avasalladora o para una idea poderosa, el gobierno de una sociedad secreta podía ser de una influencia incontrastable para el bien o para el mal. Lo fue para revolución, a que sirvió de gobierno, reemplazando por sus consejos la inexperiencia de sus hombres públicos,

19 Vicuña Mackenna. El Ostracismo del General O’Higgins.

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dejando, empero, sembrada su oscura estela de crímenes anónimos”20. Pero no todos la juzgan de igual modo. Algunos autores, con mejor conocimiento de los tradicionales orígenes de las sociedades secretas, familiarizados con el lenguaje alegórico tan usado en esta clase de corporaciones, explican de distinta manera esta pavorosa amenaza de castigo, que hace temblar de horror a los espíritus aprensivos. Refiriéndose a las Leyes Penales, y especialmente al artículo 2°, Mitre observa que “esta conminación, reminiscencia de los misterios del templo de Isis y copiada de las Constituciones de la Logia matriz de Miranda, sólo tenía un alcance moral”21.

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Como hemos apuntado en páginas anteriores, la Logia Lautarina quedó establecida en Santiago, días después de la batalla de Chacabuco. Trasplantada desde Mendoza, adonde a su vez, había llegado proveniente de Buenos Aires, no creemos que s e hubieran introducido variaciones en su organización. De modo que, tanto en Santiago, como en Mendoza y Buenos Aires, funcionaba de acuerdo con los mismos métodos y perseguía los mismos fines. El doctor Emilio Gouchon en su opúsculo “La Masonería y la Independencia de América22 de acuerdo, en el fondo con Mitre, quien sostiene que los trabajos de la Lautaro se dividían n varios grados23, afirma, por su parte, que los grados eran cinco: “En el primer grado, el neófito se comprometía con su vida y bienes a trabajar por la independencia americana. “En el segundo grado, hacía profesión de fe democrática.

20 Gonzalo Bulnes. Historia de la Expedición Libertadora del Perú. 21 Bartolomé Mitre. Historia de San Martin,. T. I. 22 Valparaíso. Imprenta Roma, 1917. 23 “La asociación tenía varios grados de iniciación. En el primero, los neófitos eran iniciados bajo el ritual de las logias masónicas, que desde antes de la revolución se habían introducido en Buenos Aires y que existían desorganizadas a la llegada de San Martin y Alvear. Los grados siguientes eran de iniciación política en los propósitos generales”. Mitre. Obra citada.

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“En el tercer grado se encomendaban al afiliado trabajos de propaganda civil en favor de los nuevos ideales. “En el cuarto grado, el afiliado era comisionado para influir en la administración, en favor de la causa, y para interesar, manteniendo luna extraordinaria reserva, a los funcionarios públicos que, en el momento supremo, debían secundar la acción de la revolución. “En el quinto grado, los trabajos versaban sobre la acción militar de la revolución, sobre las instituciones que debían implantarse y sobre los ciudadanos a quienes convenía confiar el gobierno de los pueblos. “Los hermanos del último grado, podían trabajar en todos y cada uno de los grados anteriores. Los afiliados de un grado ignoraban cuáles eran los afiliados de los grados superiores”.

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¿En qué se basa el Dr. Gouchon para establecer con tales detalles estos cinco grados? No lo dice. Lo que nos parece más razonable es que, en vista de lo delicado de la obra que se estaba desarrollando, el afiliado no fuera comprometido de una sola vez en una empresa de suyo arriesgada y difícil; o que, no deseando la Logia exponerse a deserciones, no confiara de momento todos los secretos al recién recibido. En esta materia, nos inclinamos a compartir la opinión de Lazcano24 quien explica el funcionamiento de dos secciones: la primera, visible para todos los miembros y en la cual se impartían las órdenes, se encargaba de las comisiones; en ella se discutían los asuntos generales y los detalles de ejecución; y una segunda, de carácter más restringido, en cuyo secreto sólo estaban los principales jefes y a la cual O’Higgins hace referencia llamándola “Comisión de lo Reservado”. Y nos inclinamos a compartir esta opinión por cuanto estimamos que el papel principal de la Logia Lautarina era su acción social y revolucionaria, la que debía realizar, antes que nada, con extraordinaria rapidez. No creemos que sus

24 Lazcano. Obra citada.

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miembros hayan podido disponer de tiempo para hacer pasar a los neófitos por cinco grados diferentes antes de tenerlos en condiciones de prestarles ayuda positiva y eficaz. “Sea que imitación de ella (de la sociedad organizada en Londres por Miranda) se organizase otra análoga, o que la idea brotase espontáneamente en algunas cabezas, el hecho es que en los primeros años del siglo XIX una vasta sociedad secreta, compuesta casi exclusivamente de americanos, se había generalizado en España con la denominación de “Sociedad Lautaro o Caballeros Racionales”, contando entre sus miembros algunos títulos de la alta nobleza española. En Londres estaba lo que podría llamarse el Gran Oriente Político de la asociación…”25. Esto, en cuanto a la fundación de la sociedad en Europa. Oigamos ahora lo que se dice respecto de su establecimiento en América: “El Teniente de marina, don Matías Zapiola, que se distinguió después de la guerra de la revolución, y el capitán de carabineros, don Carlos María de Alvear, llamado a brillante destino, se afiliaron, como San Martin, en la asociación de los Caballeros Racionales. Estos tres oficiales, llegados a Buenos Aires en marzo de 1812, fueron los fundadores de la masonería política en el Río de la Plata”26. Don Gonzalo Bulnes dice su vez: “La idea de la masonería política, coma palanca revolucionaria aplicada a América, no es de San Martin sino de Miranda, quien le dio cuerpo en el siglo pasado…”27. Citemos aún otra opinión, la de Mr. Chilhsom: “Era aquella una organización estrictamente política, que, según los prescripto en su Constitución, se abstenía en absoluto de todo asunto de índole religiosa o social”28. Con los apuntados testimonios y con las deducciones que el lector puede sacar de los antecedentes que hemos expuesto, creemos que le será fácil formarse una opinión definitiva al respecto y pensar, con sobrada base de razón, que la Logia Lautarina fue únicamente una sociedad política, a la cual las circunstancias de la época en que tuvo que

25 Mitre. Historia de Belgrano. 26 Ibíd. 27 Bulnes. Historia de la Expedición Libertadora del Perú. 28 Chilhsom. The Independence of Chile.

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actuar, la obligaron a adoptar la organización de una sociedad secreta.

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“Tal era el poder subterráneo que envolvía al dictador de Chile en sus redes silenciosas. Le designó y controló sus ministros -Zenteno, Zañartu, Villegas- laboriosos y honrados, ciertamente, pero con una personalidad diluida en la logia. Le impuso sus sustitutos provisorios -Quintana, Cruz, Pérez, Astorga- mientras él combatía en el sur. Los jefes militares preferidos -Las Heras, Zapiola, Alvarado, Ncochea, Beauchef- de la logia dependían también. Nada de cuanto se relacionara con el ejército o con los altos funcionarios, se sustraía a su influjo. Era un poder del Estado”29 ……………………………………………………………………………… “Desde el día siguiente de Chacabuco y, sobre todo, después de Maipú, San Martin imperaba dentro y fuera de ella; y hasta agosto de 1820, en que se alejó del país con la Expedición Libertadora del Perú, el influjo de la Logia sobre O’Higgins fue ostensible y avasallador”30.

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En un reciente estudio sobre “La Imprenta Federal”31, encontramos una curiosa nota bibliográfica, relativa a la Logia Lautarina y que vamos a poner en conocimiento del lector, porque contiene la opinión que de la Logia tenía José Miguel Carrera. “Nuevo descubrimiento o máximas secretas del actual Gobierno de Buenos Aires, Imprenta Federal. Por Williams P. Griswol y John Sharpe”. Dice el autor de estudio: “Escrito indudablemente por Carrera. Bajo la forma de una carta escrita por el ciudadano L. N. de L. a un patriota de Buenos Aires, Carrera expone minuciosamente la

29 Luis Galdames. La Evolución Constitucional de Chile. 30 Ibíd. 31 Guillermo Feliú Cruz. La Imprenta Federal (En “Revista Chilena de Historia y Geografía”, IV trimestre de 1921.

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historia, los principios; la constitución ritual y miembros que componen la Gran Logia de Buenos Aires. Apunta también la existencia de otra de la misma índole en la misma capital del Plata, pero con personajes menos influyentes que los de la primera, que funciona bajo la presidencia de don Julián Álvarez y que puede considerarse como una escuela de iniciados, al propio tiempo que como su instrumento para el desarrollo de sus planes. Carrera presenta estas sociedades con aspectos siniestros y tenebrosos, pero fuera del espíritu de partido que anima su escrito, es fácil descubrir que abunda en datos ciertos y en informaciones, sin duda, exactas. Estudia, en seguida, las ramificaciones; cita a la Logia de Mendoza, con la presidencia de Luzurriaga y la de Chile con la de O’Higgins. Da después los nombres de sus miembros, fuera de San Martin, su fundador, del coronel don Manuel Pinto, su Venerable, de Pueyrredón, O’Higgins, Luzurriaga y Álvarez, figuran en ellas: el doctor Antonio Sáenz, el canónigo don José Luis de Charroarín, el coronel mayor, don Juan José de Viamonte, el doctor José María Serrano,, don Matías Patrón, don Pedro Carrasco,, secretario de Estado don Gregorio Tagle, el de guerra don Matías Irigoyen, el general Belgrano, el coronel mayor don Matías Zapiola, el de igual clase don Juan Ramón Balcarce, el coronel don Hilarión de la Quintana, el coronel don Manuel de Encalada, el comandante de cazadores don Celestino Vidal, el de cívicos don Luciano Montes de Oca,, el de húsares don Domingo Sáenz, el teniente coronel don Mariano de Encalada, el diputado cerca de Chile don Tomás Guido, el oficial de Secretaría don Justo Núñez, el coronel don Juan José Cossio, don Bernardo Velez, don Manuel Pinto”. Examinado detenidamente el estudio a que acabamos de referirnos, terminamos por no compartir la opinión de su autor en cuanto a que “es fácil descubrir que abunda en datos ciertos y en afirmaciones, sin duda, exactas”. Llama la atención, desde luego, la pintura de una grotesca ceremonia de recepción, que a nuestro entender, no pasa de ser una burda parodia de la iniciación masónica. Y llama la atención porque difícilmente pudo ser conocida de otros que los afiliados, entre los cuales no se contaba Carrera, naturalmente.

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Si, de acuerdo con lo establecido en el estudio que venimos comentando, consideramos a Carrera como autor del aludido escrito, encontraremos la explicación de muchos puntos oscuros. Carrera, como es sabido, estaba profundamente enemistado con San Martin y con O’Higgins. No es raro, entonces, que pretendiera desprestigiar aquella institución de que sus rivales se servían para el logro de sus planes, procurando haberla odiosa al público. Creemos que Carrera no pudo conocer el verdadero mecanismo interno de la Logia Lautarina, pero, “llevado del espíritu de partido que anima su escrito”, no vacila en creer que debe ser semejante al de las logias masónicas, que él conoció por haber sido iniciado en la Logia de San Juan Nº 1 en Washington, el 25 de febrero de 181632. Toma, entonces, la ceremonia masónica como base y la desfigura, a fin de presentarla grotesca y sombría.

---------------- A aquellos de nuestros lectores que conozcan el desarrollo de la Orden Masónica en Europa y que conozcan la influencia decisiva que tuvo en la evolución de las ideas desde fines del siglo XVIII hasta la realización de este formidable sacudimiento que se llamó Revolución Francesa no será difícil reconocer en la Logia Lautarina la misma fuerza directiva que orientó la acción de las logias europeas en vísperas de la revolución. Ese amor a la libertad social y espiritual, que impulsó a los revolucionarios de Francia y de América a los mayores heroísmos para conquistarla, tuvo en los talleres masónicos de Europa sus mejoras tribunas. ¿Por qué no creer, entonces, que los hombres que en América luchaban por principios semejantes a los que Masonería predicaba en Europea, no hubieran encontrado en sus doctrinas la fuerza propulsora de su acción? Que los trabajos de la Logia Lautarina no se hayan desarrollado con sujeción estricta a los preceptos masónicos tradicionales, no prueba que sus componentes no fueran masones.

32 Diario.

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Además en esa hora de incertidumbre y de angustia, que conmovía a la sociedad de Europa y América, ¿cuántas logias, obligadas por las circunstancias, no hubieron de trabajar en cualquier forma, a fin de cumplir su misión? Si queremos aplicar el criterio actual para establecer el grado de regularidad ritualística de la Logia Lautarina, seguramente ésta no saldrá victoriosa de la prueba. Pero, la carencia de ciertos detalles de orden exterior, de ciertos aspectos que se refieren únicamente a la forma, no puede borrar el principio fundamental que impulsó su acción y que puso en el corazón de cada uno de sus miembros un convencimiento capaz de llevarlos hasta el sacrificio. Desde el punto de vista material y para aquellos que creen encontrar sólo en la presencia de determinados objetos o en la rígida observancia del ritual el espíritu de la Masonería, la Logia Lautarina no pasará de ser una asociación político-revolucionaria. Pero los que conociendo las doctrinas que sintetiza en su lema, no olviden la participación que ha tenido para hacerlo realidad, no dejarán de ver en la Logia Lautarina una manifestación evidente de acción masónica. La Logia Lautarina de Santiago se reunía en la casa número 79 de la calle Santo Domingo, hoy arruinada y con su aspecto vetusto de la época colonial33 en la cual habría de nacer más tarde un ciudadano que fue orgullo de la Orden Masónica, por haberlo contado entre sus filas: Eduardo de la Barra.

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CAPÍTULO III

Las sociedades secretas y la política, en los comienzos de nuestra vida republicana. La Sociedad de los Artesanos, una Logia en 1823. Dos Diputados acusan a varios miembros del Congreso de pertenecer a ella. Son emplazados a probar su aserto. No puden hacerlo y son expulsados del seno del Congreso.

33 Ramón Briceño. Repertorio de Antigüedades Chilenas. Santiago, 1889.

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Curiosa polémica de prensa. “Hay una Logia de masones en Valparaíso y otra en Santiago”. Quiénes componían la pretendida Logia parlamentaria. Parece que la organización de sociedades secretas perduró después de la extinción de la Logia Lautarina; y así, vemos actuando, siempre en los campos de la política, diversos organismos, que por uno u otro motivo, concertaban sus acuerdos a puertas cerradas y sólo entre unos cuantos “iniciados”… Con los hechos que más adelante expondremos, quedará de manifiesto que dicha manera de proceder no fue peculiar de una tendencia ideológica determinada, ni patrimonio de los hombres de ideas liberales, a quienes se ha acusado tantas veces de fraguar en las tinieblas, siniestras maquinaciones… La sociedad secreta, como elemento de lucha política, ha existido en todos los campos de opinión; pero renovadas, disueltas o transformadas con la misma frecuencia con que se renovaban los grupos dirigentes de los partidos, sus huellas no pueden ser frágiles. Así, en los albores de nuestra vida republicana cuando tan diversas y opuestas corrientes políticas y teorías de gobierno pugnaban por imperar en la administración del país, numerosas colectividades de reducida extensión en cuanto a la cantidad de sus miembros, se amparaban entre los velos del secreto para trazar sus planes y preparar los proyectos, que más tarde deberían salir a luz, sostenidas por diversas entidades visibles, sobre las cuales los “iniciados” ejercían influencia. No debe admitir esta efervescencia política en que los chilenos se debatían, puesto que el régimen institucional estaba sólo en gestación y en que todos los individuos se creían llamados a exponer su fórmula definitiva. En el corto tiempo que había vivido el país bajo la dirección de Freire, hasta el año 1826, había sido necesario suspender y clausurar tres cuerpos legislativos; y a cada clausura, naturalmente, había seguido una nueva elección, en víspera de la cual los partidarios de los diversos sistemas y los que luchaban por sus propios intereses, entablaban contiendas encarnizadas, valiéndose de todos los recursos.

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Poco antes de la apertura de un nuevo congreso, que debería reunirse en Rancagua el 15 de junio del citado año 1826, algunos políticos contrarios al régimen liberal, se congregaron en un conventículo secreto, a fin de trabajar para obtener el apoyo de los artesanos, a quienes despreciaban y de los cuales no deseaban más que el momentáneo concurso electoral. Para conseguir dicho objeto, se ganaron la voluntad de cuatro obreros y, seguros de su adhesión, los utilizaron como palanca para mover la opinión de los demás. Por desgracia para los autores de esta maquinación, una carta imprudente cayó en manos de dos artesanos, quienes se apresuraron a darla a la publicidad, con los resultados que son de suponer. Dicha carta, que apareció impresa por la “Imprenta Republicana”, es una hoja de papel de tamaño 4º, fechada el 15 de abril de 1826; dice lo siguiente:34 “Vamos de capítulo. En mis anteriores te he dado una razón del estado de los partidos en ésta y su tendencia. La falta de tiempo y otras varias causas me habían impedido hasta la fecha, hablarte con individualidad de la sociedad de artesanos. El amigo P. R. te instruirá de estos motivos y con su exposición, no dudo, quedarás convencido que de ninguna suerte soy acreedor a la nota de reservado con que acriminas.

“En el entretanto, debes saber que los artesanos se hallan en muy buen pie y que ya han despreciado varias ofertas que les han hecho los antiministeriales. Ellos están muy entusiasmados y se conceptúan tan independientes como el que más. El amigo M. R. ha dado pruebas de su talento y don F. A. E., lo ayuda de un modo que nada deja que desear. El secreto únicamente reside en cuatro de ellos, los cuales aparentando libertad, interés por los socios y desprendimiento, dirigen el resto con la mayor facilidad.

“Todo va bien y si ellos no descubren el pastel y se dividen, desde ahora ya te respondo del triunfo. Con los iniciados en el secreto, hemos a cordado que en las listas no aparezcan otros sujetos, sino aquellos que no estén marcados

34 Colección de “Papeles Varios” (Biblioteca Nacional).

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por la opinión pública como cabezas de partido, pero que por relaciones de familia y otros motivos, indefectiblemente nos pertenezcan. Oportunamente te las remitiré y aunque no encontrarás en ellas hombres conocidos y de saber, puedes sin embargo estar seguro que todos ellos no harán otra cosa que lo que nosotros queramos. Tú sabes que los artesanos d e nuestro país son miserables bajo todos los respectos, y que ignoran absolutamente cuanto tiene relación con materias políticas; por consiguiente no podíamos haber encontrado genios más a propósito para llevar adelante nuestros planes y arruinar con ellos para siempre hasta el nombre d e los liberales.

“El partido ministerial, hasta la fecha no ha buscado el apoyo de los artesanos, y esto me hace creer que son muy poderosos, muy soberbios o muy estúpidos; pero, sea lo que fuere de esto, yo no tengo el menor cuidado, en razón de que sus esfuerzos serán nulos si atendemos a la clase de medios que se han tomado y que omito referirte, porque el conductor de ésta va encargado de comunicártelo. No se deben fiar a la pluma.

“El presidente que debe elegirse en el mes entrante es V… y todo nuestro empeño lo vamos a reducir a que para el siguiente sea reelegido. Este joven nos ha servido mucho y sin él ya todo se lo hubieran llevado los diablos. Las manos subalternas de que se vale le pegan muchas sangrías y éstas refluyen sobre nosotros, pero todo lo sufrimos con paciencia, seguros de que con esta gente van a quedar los pipiolos en las elecciones próximas reducidos a la más vergonzosa nulidad.

“En fin, nuestros planes están combinados de tal suerte, que sólo por ocurrencias sumamente extraordinarias pueden fallar. Todo depende de la fidelidad de nuestros iniciados. Habiendo sido tan consecuente desde el 6 de octubre acá, sería agraviarlos si alimentásemos la más pequeña desconfianza. Hasta otra ocasión, etc. Etc. D. B. J.”

A esta carta, al ser publicada, se le agregó una breve post data, firmada por “Dos Artesanos”, que decía:

“Artesanos. - ¿Hay en vuestra sociedad individuos que os quieren precipitar? Cuatro sólo son los iniciados en los secretos importantes que han promovido nuestra reunión. Observadlos. Así os lo encargan DOS ARTESANOS”.

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Como se sabe, el Congreso Nacional de 1826 sancionó el régimen de gobierno federal en nuestro país y dividió la república en ocho provincias, con sus respectivas asambleas elegidas por el pueblo. Pero, a poco de empezar su funcionamiento, se evidenció el más completo fracaso y fue necesario que el Gobierno, para evitar mayores males, se apresurara a tomar las medidas del caso para dejar sin efecto la mayoría de las disposiciones que se habían dictado con el objeto de establecer dicho sistema. Mas, a pesar del rudo golpe asestado por la experiencia, los partidarios del fracasado régimen no se dieron por vencidos con aquel descalabro y siéndoles imposible, por el momento, lograr que la opinión sensata del país aceptara ir a un nuevo ensayo de gobierno federal, optaron por el medio más sencillo de desprestigiar en cualquier forma y poner cuanto obstáculo les sugería la pasión y el despecho, al Congreso constituyente de 1828. Entre los miembros de este Congreso, figuraban don Manuel Magallanes, como diputado por Los Ángeles, y don Nicolás Pradel como diputado por Lautaro. “Magallanes, que era un joven de modestos antecedentes y de criterio poco seguro, bajo la sugestión de otros individuos revoltosos, había creído hallar en esa representación del medio de adquirir notoriedad y de complicar una situación política sobre la cual se comenzaba a conspirar”35 “Nicolás Pradel era un federalista exaltado y hombre igualmente desequilibrado”36. En circunstancias de haber cerrado el Congreso sus sesiones en Santiago y declarado haberlas en Valparaíso el 25 de marzo, el diputado por Lautaro presentó a don José Miguel Infante, que había sido presidente de la corporación durante aquel mes, la siguiente moción: “Nada más opuesto a las formas de un sistema republicano que los clubs secretos o conventículos, en los cuales se proyectan medidas contra la libertad. 35 Barros Arana. Historia General de Chile. T. XV. 36 Ibíd..

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“En ellos, reunidos los ciudadanos por medio de un voto especial, hacen nulos todos sus derechos y los someten al capricho de una mayoría venal con que frustran las mejores miras políticas combinadas en beneficio público. Su objeto público es la ramificación y progreso de sus estatutos misteriosos, para hacer de una porción de ciudadanos libres una masa dispuesta a recibir cualquier forma. Entonces es cuando el ciudadano pacífico y con sagrado a la felicidad de su patria, es sorprendido y proscrito si no concurre a llenar las miras de esta ilícita asociación. Los magistrados, los tribunales de justicia y aun las leyes mismas, vienen a ser indirectamente los agentes de las miras siniestras de una torpe ambición, y es también cuando el hombre libre ve con dolor echadas por tierra sus más preciosas garantías. Semejante crimen ha sido castigado por la ley aún en las repúblicas que han llevado la nota de más liberales, como en Roma, donde toda asociación, para que fuese permitida, debía ser pública y autorizada por un magistrado: de cuyo principio nace por consecuencia que las reuniones clandestinas son atentatorias contra las marchas de la libertad. Ejemplos harto funestos nos administra la Logia que se estableció en Buenos Aires y que después se extendió a Chile bajo el título pomposo de Lautarina y las que actualmente afligen a los estados Unidos de Méjico. “Por desgracia es que existe en nuestro país una semejante y que varios de sus componentes pertenecen a la representación nacional: luego ¿qué esperanzas puede tener Chile de verse constituido en la extensión de los principios políticos que ha adoptado, si sus miembros obran en contacto y de consumo? ¿Qué resultado feliz puede traer el debate? ¿Qué servirán la razón y el conocimiento cuando se obra por sugestión y por juramentados compromisos? En este caso, la nación viene a ser una máquina gobernada a discreción de estos agentes y el eco público sofocado con el golpe que se medita en las tinieblas del misterio. ¿Y podrá un diputado hacerse indiferente a este peligro que amenaza la existencia de su Patria? Al que suscribe no le es dable, y en ese concepto presenta a la consideración del Congreso el siguiente:

PROYECTO DE LEY

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Art. 1º Declarado por los RR. Nacionales que no se hallen actualmente comprendidos en la denunciada Logia, que su existencia es efectiva, quedarán de hecho suspensos de las funciones de su cargo los que pertenezcan a ella. Art. 2º Tanto los diputados comprendidos en el artículo anterior como los demás individuos que sean miembros de dicha Logia, serán juzgados por los Tribunales competentes conforme a las leyes del caso. Art. 3º El Congreso suspenderá sus funciones por el término de un mes perentorio, dentro del cual los pueblos harán elección de los suplentes respectivos al número de diputados comprendidos en la denunciada logia. Art. 4º Se prohíbe en la República toda asociación que no debe el sello de la publicidad, bajo la pena de expatriación por diez años. Art. 5º Todo individuo que sepa la existencia de alguna y no la denuncie, queda sujeto a la misma pena. “Santiago, mayo 7 de 1828. Nicolás Pradel”.

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La acusación de Pradel era una repetición, ampliada notablemente, de lo que ya había dicho “El Verdadero Republicano” de San Felipe, en su prospecto, el 25 de marzo del citado año. Dicho periódico, Al referirse al Congreso de 1828, entre muchos argumentos encaminados a combatir el sistema representativo que se pensaba adoptar como forma de gobierno, decía: “Este cuerpo soberano, reunido con el alto fin de formar la Constitución del país por la forma de gobierno que le indicasen las Provincias de la república, ha marcado la época de su instalación con el acto escandaloso y arbitrario de pronunciarse a su antojo por un sistema de gobierno, cuya inteligencia es reservada exclusivamente a aquellos pocos que están iniciados en los misterios de una Logia…” Esta aseveración fue considerada injuriosa por el Congreso, el cual determinó que el editor de “El Verdadero Republicano” debía comparecer a la barra y responder de la acusación que se le entablaba.

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Don José Miguel Infante, presidente del Congreso, federalista convencido y Director propietario de “El Valdiviano Federal”, periódico que en su título ostentaba su tendencia, ya en abril de aquel año se había preocupado del problema, analizando el artículo acusado; y aunque al referirse a la supuesta Logia, manifestaba “que le parecía poderoso el cargo”, terminaba declarando que no veía mérito para la acusación. No es para admirarse, entonces, que, apenas recibida la moción del diputado por Lautaro, Infante, en su carácter del Presidente del Congreso, se apresurara a citarlo a una reunión extraordinaria, “considerando la anterior Moción de gravedad”. Ordenó a los edecanes hacer las citaciones del caso; pero luego volvió uno de ellos a decirle que la Sala estaba completamente desmantelada y en posesión de ella el Consulado. Sin pérdida de tiempo, con el mismo edecán mandó entonces recado al Prior del Consulado, para que s e sirviera prepararla “aunque fuese con sólo los asientos”. Pero éste repuso que no podía hacerlo sin previa orden del Vicepresidente de la República. Infante dirigió al Vicepresidente el oficio del caso, recabando su autorización; mas el oficio quedó sin respuesta y, por consiguiente, no pudo verificarse la anhelada reunión. Ante tales inconvenientes, y tal vez para preparar la opinión pública dio a la luz, en el Nº 15 de “El Valdiviano Federal” de 29 de mayo, la Moción de Nicolás Pradel. Tanto este documento como la anterior reproducción del artículo del “Verdadero Republicano” agitaron el ambiente político y dieron origen a una violenta polémica de prensa. “Miente don José Miguel Infante, editor del “Valdiviano Federal”, y cuantos otros sienten que existe una Asociación o Logia, sea de la forma que fuese, o quiera suponerse, de diputados del Congreso” –decíase en un artículo intitulado “Al Público”, aparecido en el Nº 18 de “El Monitor Imparcial”; y continuaba en estos términos: “Para acertar en la elección de los que componen la actual legislatura, existió una sociedad sin otro objeto en que s e juraba el secreto de lo que allí se tratase. Conseguido el fin para su formación, se disolvió. Y cuando existiese, ¿qué poder hay sobre la tierra que justamente pueda privar a los hombres que se asocien

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pública o secretamente con los vínculos que crean convenientes? En una república, SS. Demócratas, sólo se juzgan lo actos… etc., y firmaban: “Veinticinco diputados del Congreso contra cuatro de la misma clase”.

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Mientras la polémica periodística, de la cual volveremos a ocuparnos más adelante, seguía desarrollándose y cada cual trataba de comprobar que tenía de su parte la razón y la verdad, el Congreso trasladó su sede a Valparaíso. En virtud de un acuerdo tomado el 29 de abril, la minoría quedó facultada para imponer penas coercitivas a los diputados que no hubiesen llegado el día designado para la apertura de las sesiones. Entre éstos, se contaba el joven Manuel Magallanes. Mandado citar, envió en respuesta su comunicación con fecha 31 de mayo y de la cual se dio cuenta el 4 de junio en el Congreso. Decía este documento: “El diputado que suscribe ha tenido el honor de recibirla nota de V. S. en que le comunica la notificación dirigida al Gobierno por el presidente de las sesiones preparatorias, que han principiado en Valparaíso para continuar los trabajos del Congreso, emplazando a los demás diputados que se hallan fuera de la reunión para el 2 del presente, bajo la prevención de que en el caso de faltar para el día citado, se procederá por la minoría a desempeñar las altas funciones encargadas a la representación nacional. El suscrito conoce ciertamente la necesidad de la integridad de esta representación para dar aquel carácter de majestad y legalidad a las deliberaciones del cuerpo; mas también conoce que estando acusado este mismo cuerpo; más también conoce que estando acusado este mismo cuerpo de hallarse influido de un poder extraño y que un número considerable de sus miembros lo son de una logia destinada al monopolio el poder público y en donde obran en el misterio y en las tinieblas, ligados por juramentos los más execratorios al secreto de sus maquinaciones, no cree el que firma conforme a la profesión de sus principales ni a los intereses que su pueblo comitente le ha confiado, concurrir a las deliberaciones que comprometen la felicidad de

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sus representados, con agravio del honor del diputado que suscribe. “Tales son los sentimientos que lo animan, y por lo mismo, está determinado a no concurrir sin una expresa resolución de sus comitentes, a quienes debe instruir del caso y espera que V. S. lo haga así presente al Gobierno a fin de que tenga la designación de darlo en contesto a la comunicación del presidente de las sesiones preparatorias, de que V. S. hace mérito en su honorable, que tengo el más alto placer en dejar contestada, ofreciéndole mis respetos. Manuel Magallanes. Este documento pasó en informe a las Comisiones de Policía Interior y de Justicia del Congreso, las cuales el 6 de junio informaron y propusieron un proyecto de decreto, cuyo artículo primero decía: “Queda excluido del Congreso el representante de Los Angeles, don Manuel Magallanes, e inhibido para obtener empleo alguno en la República por el término de seis años”. Al proponer tan severas medidas, las Comisiones consideraron que la nota de Magallanes era “un tejido de insultos a la representación nacional e iba encaminada a desprestigiar el Congreso”. “Es constante y demasiado cierto –dice el Informe- que no existe en el seno de la representación nacional logia alguna, , y que esta grosera calumnia se ha hecho publicar con el fin de alarmar a los pueblos, introducir la desconfianza, sembrar la discordia y, últimamente, excitar esa siniestra influencia que todavía ejerce en ellos la sola voz de Logias”. El mismo 6 de junio y constituido en sesión permanente para tratar de este asunto, el Congreso no aprobó el proyecto de sus Comisiones, pero acordó enjuiciar a Magallanes y emplazarlo “para que en el perentorio término de cuatro días, contados desde el de la notificación, se presentara a contestar, bajo apercibimiento que, de no hacerlo, quedaría excluido de la representación Nacional y privado de obtener empleo en la República por el término de seis años”. No obedeció Magallanes; y en sesión del 17 de julio, el Congreso lo declaró incurso en las penas anotadas. Nicolás Pradel no anduvo con mayor fortuna. En sesión del 6 de junio, el diputado don Santiago Muñoz Bezanilla, pidió que se enjuiciara a Pradel por injurias al

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Congreso. Se pidió informe sobre esta proposición,, y evacuado que fue en sentido afirmativo, se acordó a 7 de junio “que don Nicolás Pradel se apersone a la comisión encargada de juzgar a don Manuel Magallanes y acredite la existencia denunciada de una Logia que tiende a destruir la república”. Notificado Pradel, pidió que a la sesión respectiva del Congreso se llevaran algunos documentos y prometió ahí establecer la existencia de la Logia, descubrir sus planes liberticidas y señalar a los diputados comprometidos. Pero se abstuvo de presentarse a la Comisión, aunque ésta por segunda vez lo llamó, bajo apercibimiento de tenerlo “por falso calumniante y por incurso en las demás penas a que se hubiese hecho acreedor conforme a derecho”. La noche del 17 de junio, el Congreso celebraba sesión extraordinaria con asistencia de veinticinco de sus miembros, para resolver sobre lo hecho y aseverado por Pradel. El acta dice: “En seguida se anunció por el señor presidente estar el asunto del señor Pradel en discusión; se leyeron los antecedentes de él; durante la discusión, el señor Novoa hizo una pregunta al señor Pradel, el cual la contestó. Se pidió que dicha pregunta y respuesta se insertasen en el Acta; se definió, y en consecuencia el señor Novoa la escribió en los términos que la había expresado en su discurso, cuyo tenor es el siguiente: ¿Puede el señor diputado de Lautaro probar, tiene pruebas, ofrece comprobantes de la actual existencia de esa asociación, o esa logia en que se trata planes liberticidas contra la Patria o no?” Su respuesta fue que no” Más adelante hace constar el Acta que, a indicación del diputado Argomedo, se acordó lo siguiente: “Se declara a don Nicolás Pradel, falso calumniante, con sólo la pena de quedar separado de la representación nacional. Llámese, en consecuencia, a su suplente”. Así terminó el asunto de la acusación al Congreso. “La opinión pública dio poca importancia a las gestiones promovidas por Magallanes y Pradel. La modesta personalidad de éstos, no era suficiente para prestigiar esa acusación, que el público creía preparada por otro individuo de menos crédito. Era creencia que el promotor de ella fue don Manuel Aniceto Padilla, personaje conocido por su carácter intrigante y

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por su espíritu anarquista y que, sin posición pública, tomaba parte secreta en todas las maquinaciones37.

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Vamos a ocuparnos ahora de la polémica que por la prensa se sucitó en torno a este asunto y que para nuestros fines tiene mayor importancia, pues en el curso de ella, veremos una declaración, como escapada por casualidad, en el calor de la discusión, y que abre un ancho campo a las interrogaciones y conjeturas, Publicada la moción del diputado Pradel, apareció con fecha 20 de mayo y firmada por “unos ciudadanos representantes de varios pueblos en el Congreso General” una refutación y crítica de aquélla. Con excelentes y numerosas razones se a taca el proyecto de ley presentado por Pradel y, refiriéndose a él, dice: “Sólo teniendo a la vista el anterior documento podría creerse que en el siglo XIX y en medio de una sociedad culta que aspira a constituirse sobre la base de un sistema liberal, hubiese un ser racional que se atreviese a escandalizar al mundo con tal proyecto. En el Paraguay y en Córdoba, de los Nuevos Estados Americanos, se habría oído con horror. No ha mucho, hemos visto rechazar en la última, indignación, la tentativa de algunos fanáticos para establecer una inquisición religiosa, que por su carácter aún es menos que la que se propone es ésta”. En dicha refutación se establece este hecho, que importa no perder de vista: “Efectivamente existió una asociación reducida sólo a trabajar en el acierto de la elección de diputados al Congreso y que, verificada, no volvió a reunirse más; o de no, anúnciese el local de las reuniones, nómbrense a las personas, indíquense las tramas”. Y para confirmar este hecho, recordemos una declaración del diputado Campino: “Yo no podré negarlo, pues fue públicamente nuestra reunión en esa Sociedad y todo el mundo sabe su objeto. Yo he entrado con la mejor intención y todos los demás sujetos de honor público. Yo me he

37 Barros Arana. Obra citada.

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separado de la sociedad, cuando todos decíamos que era inoficiosa nuestra reunión, pues el objeto principal era respecto de las elecciones de diputados al Congreso y ya lo habíamos conseguido. Mas, yo ignoro si haya habido otra sociedad y qué planes se hayan tratado”. Establecida la existencia de una asociación, es necesario señalar su índole e inquirir si tenía algo de masónica, o no. Más fácil nos parece determinar si sus afiliados eran o no masones, o, cuando menos, si los había entre ellos; para lo cual, hemos de referirnos nuevamente a la citada refutación. Tomamos, al efecto, una cita de Filangieri que ahí se hace y una nota del editor del folleto, José de Vivar y Liján.

Dice la cita: “Pero si la ley debe castigar las reuniones clandestinas, ¿deberá prohibir toda especie de reunión? ¿No son igualmente viciosas la sobrada negligencia y la excesiva desconfianza? Si la primera expone al Estado a los peligros de la anarquía, ¿no le aflige la segunda con todo el peso del despotismo y de la esclavitud? Cuando el gobierno tiene medios para asegurarse de la inocencia de una reunión, aún suponiendo que el secreto sea una obligación de los socios, ¿no sería un acto de tiranía prohibirla? ¿Deberán asustar al Gobierno y excitar el rigor de las leyes los inocentes placeres que encuentra el hombre en una reunión donde existen ciertas relaciones que le unen más estrechamente con otros hombres? ¿No fue respetado en Egipto, en Persia y en Grecia el secreto de sus iniciados? ¿Los hizo sospechosos en algún tiempo a los legisladores de estos pueblos el arcano que ocultaba los misterios de Isis, de Mitra, de Ceres? Lejos de prohibirlos la ley de Atenas, ¿no castigaba con la mayor severidad al que s e atrevía a revelarlos? ¿No basta el carácter de las personas que forman una sociedad para que el Gobierno indague su espíritu y su objeto? Querer permitirlo todo, querer prohibirlo todo, ignorarlo todo y querer saberlo todo, son cosas que indican igualmente la debilidad y el vicio del Gobierno”.

La nota dice “Es verdad que la moción (de Pradel) en pueblos regularmente ilustrados, será el objeto de risa y escarnio de los que la leyeren; pero en los que no lo son, hace mucho eco esto de logias; no falta quien crea que en dichas asociaciones se practican mil iniquidades y blasfemias

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contra el Ser Supremo y la religión. El autor de la precipitada moción sabe muy bien el poder que tiene una suposición de éstas sobre el ignorante vulgo y, sin duda, su objeto ha sido conmoverlo y alarmarlo con esta invención”.

“Las logias, conventículos o asociaciones, pues, no son otra cosa que unos hombres que piensan de un mismo modo y se reúnen y estrechan con vínculos obligatorios de amarse y auxiliarse mutuamente, marchando en igualdad en sus opiniones políticas, nada tienen que ver con la religión; son, en una palabra, un partido mejor organizado; esto es, considerándolas como asociaciones puramente políticas en particular, pues hay otras, como la de los masones, de que hay una en Valparaíso y otra en Santiago, que sus institutos no se dirigen más que a amarse y servirse mutuamente, profesando por principios la moral y la pureza de costumbres, socorriendo a sus semejantes afligidos, etc., no habiéndose experimentado hasta el menor mal resultado de su asociación, sino por el contrario, muchos bienes.

“En unas y otras, el perjuro, el mentiroso, el de costumbres estragadas, es un monstruo, como lo será ante todos los hombres de bien”.

Todo esto es bastante revelador; quien manifiesta estar impregnado del espíritu de la Francmasonería, no puede ser sino un masón observante de sus leyes y doctrinas. Bastaría para convencernos, el fervor con que nos habla de la institución, si no estuvieran para corroborar nuestra suposición, estas palabras bien explícitas: “… como la de los masones, de que hay una en Santiago y otra en Valparaíso”.

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Contestó Pradel a sus impugnadores, en tono airado, por medio de una hoja impresa con fecha de 22 de mayo, en la cual decía: “Ya que estos perversos pretenden eludir con folletos anónimos el horrible crimen de que se han hecho cómplices; ya que para evadir los convencimiento de que s e conocen en el lugar donde existe el cuerpo de su enorme delito, huyen a aquel que no creen profanado con sus atentados; el que suscribe, deseoso de comprobar al mundo la certeza de su delito, los desafía a su examen en medio de

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la plaza de Santiago, en donde manifestará de un modo constante los proyectos liberticidas que s e han tratado en esa reunión infernal, afianzada por los quinientos puñales del Gran Oriente y ofrece su cabeza por garantía de sus pruebas; pero bien entendido que comprobada su existencia, sean las suyas ofrecidas en desagravio de la ofensa inferida al estado chileno”. La polémica siguió animosamente por medio de la prensa, siendo el documento que da más luz, el que publicó Pradel el 18 de julio, para comprobar -¡al fin!- la existencia de la logia, cuyo nombre no aparece en ninguno de los documentos a la vista. La publicación de Pradel, una hoja impresa por ambos lados, lleva el título

AL TRIBUNAL PÚBLICO “Apenas comenzó el suelo chileno a disfrutar los sacrosantos derechos de la libertad, apenas empezaron sus habitantes a elegir sus diputados para instalar la augusta asamblea constituyente, en la que debía dictarse, discutirse y sancionarse el Código que iba a regirlos; apenas, en fin, cada uno miraba de cerca representada su soberanía en la sociedad, cuando un furioso huracán levantado desde las cavernas de una logia liberticida y fomentado en caso todos los pueblos por varios aspirantes y bajos intrigantes, bien conocidos por autores de la disolución del congreso del año 26 hizo desaparecer toda la brillantez de aquella perspectiva y sofocó el libre uso de su soberanía. Reunidos en la capital de Santiago, bajo el rito masónico se constituyeron y denominaron venerables, hicieron prosélitos logrando sorprender a algunos ciudadanos patriotas y se ganaron a un hombre vil e intrigante para ponerlo a la cabeza de sus maquinaciones y maldades. Instituyeron el fin de la logia de conjurados; y en sus primeras reuniones nocturnas brindaron con la Presidencia de la República al general don Joaquín Prieto, quien despreció altamente esta atentatoria oferta38; prometieron empleos y beneficios exclusivamente a los iniciados para tomar ascendiente sobre los incautos ambiciosos; y he aquí como solos unos pocos hombres 38 Las notas señaladas con asteriscos, que son del mismo Pradel y que estaban agregadas al final del documento que estamos reproduciendo, las hemos insertado al final de este Capítulo.

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levantados de la nada, forman la ruina de la patria y se presentan a profanar el santuario de la representación nacional. ¡Pobres pueblos en tales manos!... “Comprometido ante los pueblos de la república y sus representantes, a hacer la pública manifestación de los documentos incontrarrestables, que acreditan la existencia de esa logia, compuesta por varios diputados del actual Congreso, (*) llega el caso de verificarlo y al efecto, nada más recomiendo a mis conciudadanos, que el detenido examen que ellos exigen, dejando a su justo criterio la multitud de consecuencias que ministran. La causa es la más importante en sí misma; envuelve el objeto de todas las libertades públicas; presenta la materia, que comprobaba en el juicio público, debe ser sostenida con el último de los sacrificios; y, en fin, transforma en una demostración matemática, el interesante servicio que a costa de mi tranquilidad y a peligro de mi existencia he tenido el placer de presentar a la nación entera. Espero con tranquilidad el fallo de tan Respetable e ilustrado Tribunal y desprecio las acriminaciones injustas de mis enemigos, porque estoy bien abroquelado en mi conciencia y patriotismo. Por el bien de mi Patria, aún la muerte me será dulce: no deseo más que la conservación de la República chilena”.

COPIA DE LOS DOCUMENTOS ORIGINALES DE LA LOGIA, QUE EXISTEN EN MI PODER Y QUE PROTESTO PRESENTAR

ANTE CUALQUIER TRIBUNAL PARA SATISFACCIÓN DEL INDIVIDUO QUE DESEE VERLOS.

Oficio de don Francisco Fernández, de su puño y letra, a la logia de Aprendices luego que fue electo Venerable. “Al hombre menos avaro de reputación y gloria, es capaz de lisonjear la elección que se ha dignado hacer la (**) en mi persona y que se sirve comunicarme en su apreciable nota fecha 22. Aceptándolo, doy, en mi concepto, una prueba de respeto a las deliberaciones de la ; y una pequeña manifestación de mi agradecimiento por tan distinguido favor. “Dígnese el señor secretario a quien tengo el honor de dirigirme, expresar a la estos sentimientos y aceptar las

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consideraciones de su atento. Galvarino (***). Señor Secretario.

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“Señor don Manuel Magallanes. Casa de V. Marzo 7 de 1828. “Querido amigo: Nada puede llenar mis deseos, dirigidos siempre en favor de la patria, que el entusiasmo con que V. logró desprenderse de ese maldito club, instalado con el más infame objeto, cual es el de sujetar a su arbitrio todos los destinos. Tal vez en su ánimo quepa la triste sospecha que debe acarrearle la consideración de la porción de enemigos que forzosamente le declararán la guerra; pero tenga V. la satisfacción que todo hombre honrado sabrá arreglar su comportamiento al que V. sostuvo en la reunión pasada, como yo y Silva lo hemos verificado posteriormente, cuando a más de habérsenos convencido de sus miras siniestras intentan reducir la logia a un número de diez o doce individuos para anarquizar el país con más libertad y sacrificar a los hombres de bien que se consagran en favor de su Patria. Si V. tiene a mano la alegoría poética que compuso y se representó en el teatro la vez pasada, espero que me haga el favor de prestármela por unos días. Soy de V. afectísimo amigo. Enrique Campino”. “Señor don Nicolás Martinez. Casa, febrero 28 de 1828. Hermano: “He sido citado por el Venerable para que cite a V y cinco más de nuestros hermanos, según se acordó en la última reunión; por consiguiente espero que a las ocho comparezca al lugar de nuestros trabajos. Soy su hermano, Juan Francisco Herrera”.

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NOTAS DEL DOCUMENTO DE NICOLÁS PRADEL (*) Dichos diputados, miembros de la logia son: Don Francisco Fernández, diputado por Valparaíso. El canónigo don Julián Navarro, diputado por Elqui.

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Don Santiago Muñoz Besanilla, diputado por Casablanca. Don José María Novoa, diputado por Cauquenes. Don Blas Reyes, diputado por Santiago. Don Joaquín Prieto, diputado por Parral. Don Melchor de Santiago Concha, diputado por Los Andes. Don Manuel Araos, diputado por Cauquenes. Don Pedro Prado Montaner, diputado por Osorno. Don Rafael Bilbao, diputado por El Huayco. Don Vicente González, diputado por San Carlos. Don Martin Orjera, diputado por La Ligua }39 Don Miguel Collao, diputado por Los Ángeles} (**) Este signo es el que usan los masones escoci-españoles en Méjico en lugar de la palabra Logia. (***) Nombre simbólico que tomó el iniciado al tiempo de su incorporación. _________

CAPÍTULO IV

Estado moral e intelectual del país después de la promulgación de la Constitución del 33. Juicio de Lastarria a este respecto. El ilustre escritor emprende la tarea de despertar en las nuevas generaciones el amor por la cultura y la libertad. El clero funda la Revista Católica, dirigida por los futuros arzobispos Valdivieso y Salas. Lastarria y un grupo de sus discípulos lanzan a la publicidad el periódico literario y científico “El Crepúsculo”. Se publica “Sociabilidad Chilena”, de Francisco Bilbao. Acusación del Fiscal en contra de este artículo. Sentencia condenatoria. El clero pone obstáculos al matrimonio de un súbdito inglés con una señora chilena. Igual procedimiento adopta con el

39 Estos diputados comprobarán ante el público su separación de la Logia con los documentos necesarios. Entre tanto, a mí no corresponde su vindicación. Pradel.

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Encargado de Negocios de los Estados Unidos de Norteamérica. Nada tiene de extraño que durante la primera mitad del siglo pasado, la Masonería haya permanecido casi desconocida en nuestro país. Para que esta institución crezca y arraigue, es necesario que haya conciencias preparadas para recibir su semilla, es necesario que haya inteligencias emancipadas de prejuicios mediante una amplia cultura intelectual, y es necesario que los espíritus respiren el hálito de la libertad y del amor. Sin esas condiciones, las ideas y principios masónicos podrán alentar en el fondo del corazón de algunos hombres que los han conocido en otras partes; pero su propagación hacia los demás espíritus es imposible, porque falta para ello la espontaneidad, anulada por el temor. Tal aconteció entre nosotros. “Nuestra sociedad –dice Lastarria- que nació y vivió en un negro invierno de tres siglos, tuvo la borrascosa primaveral, que la hizo entrever el sol de su vida, cuyos primeros albores despertaron y abrieron su espíritu. Pero pronto se oscurecieron de nuevo los días y durante años el antiguo invierno volvió a dominar”40. Y agrega: “La reacción de 1830 trajo el silencio del terror. Los que habían intentado bosquejar la organización de una república democrática y fundar el derecho público del país, para que s e gobernara por sí mismo, habían sido vencidos, aniquilados, excluidos de la asociación política; y en su lugar se había creado una oligarquía gobernante, sumisa a las voluntades de la dictadura, sin acción ni iniciativa y sin más poder que el d e aplaudir y aprobar. La independencia de juicio, la espontaneidad, los vírgenes entusiasmos del patriotismo, la aspiración a la vida pública, tuvieron que someterse a una moral ficticia y a conveniencias políticas que justificaban los más duros y arbitrarios castigos sobre los rebeldes, o las más ultrajantes burlas y sarcasmos contra los que s e atrevían a tener otra moral, otra opinión u otro modo de apreciar aquellas conveniencias, aunque no ofendieran los intereses de la dictadura. Tal sistema tenía su sanción en la nueva

40 J. V. Lastarria. Recuerdos literarios.

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Constitución Política y su práctica se afianzaba en la fidelidad con que sus autores lo ejecutaban, sin excusar medios y amparándose en aquel código hasta para erigir por simples decretos ministeriales el cadalso contra los que aspiraban a tener derechos. En 1836 estábamos en pleno terror, menos la clase gobernante que triunfaba con él y menos todavía los bienaventurados egoístas que medraban a la sombra del poder absoluto o que no sentían la necesidad de pensar libremente”. “¿Y los espíritus independientes, que no han amortiguado su libre albedrío, ni lo han disciplinado a las exigencias de un dogma o de un interés personal? ¿Y los que viven lejos de la atmósfera política y sienten, como los niños, aquella noble necesidad de justicia y de equidad, que los hace sobresaltarse e inquietarse en presencia de cualquiera irregularidad, de cualquier ataque al derecho? ¡Oh! Ésos son muchos, sobre todo en pueblos de nuestra estirpe, pero sin embargo, son bastantes para mantener en todo pueblo, en toda sociedad, la savia de la humanidad, que aunque a veces parece extinguida por siglos de despotismo, siempre conserva ele elemento de la regeneración”41. Así fue, en efecto. Lastarria no sólo justifica los conceptos contenidos en los párrafos que acabamos de citar, sino que con su obra de toda la vida ofrece una elocuente demostración de su aserto. Durante ese período de postración espiritual, él trata de mantener vigoroso el espíritu de la juventud con que estuvo en contacto y de hacer fructificar en él los eternos principios de justicia, de progreso y de fraternidad. Convencido de que la educación de la juventud era el verdadero camino para lograr más tarde la regeneración política, social e intelectual, se puso a la obra con noble entusiasmo, multiplicando su actividad y apelando a todos los recursos de su inteligencia prodigiosa. Tenía plena conciencia de que la evolución no podría obtenerse en días ni meses; pero no le desanimaba la perspectiva de aquella lucha prolongada a favor del perfeccionamiento intelectual y social, porque al final de tales afanes veía el engrandecimiento de la sociedad y de la patria.

41 Lastarria. Obra citada.

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Como todo espíritu superior, su mirada iba más allá de los estrechos límites en que se desenvolvía la existencia opaca de sus contemporáneos; y su ánimo viril no quedaba satisfecho con “que se permitiera a la juventud jugar al billar en los cafés, pasear en el tajamar por el invierno y en la Alameda por las tardes y noches del Angelus. Las tradiciones de la colonia imponían la obligación de rezar en público dos veces al día; o, por lo menos, aparentar que se rezaba, fuera de la casa, en la calle, en la oficina o en medio d e las más urgentes necesidades. Al toque de la hora, que anunciaba el momento de la consagración en la misa parroquial, los más devotos se ponían de rodillas, dondequiera, y los otros en pie. Al toque de oración, todos paraban su marcha, se descubrían, rezaban y se saludaban. “El despotismo de entonces no daba pan ni toros ni tenía prefectos a la romana, que entretuvieran al pueblo y le limpiaran los bolsillos. Dejaba a cada cual buscarse su pasatiempo, a condición de no hacer bulla ni faltar a la moral convenida”42. Esa tarea de emancipación intelectual emprendida por Lastarria, con el fervor y el entusiasmo que ponía en sus empresas, sostenida con perseverancia ejemplar, no tardó en dar frutos. El maestro comprendió que una rígida prédica sería estéril para los fines que s e proponía, y de ahí que adoptara el sistema de estimular el desarrollo literario como medio de esparcir nuevas ideas sobre política, sobre legislación, sobre enseñanza, sobre sociología o moral. Fue por eso que no podía acometerse con verdadero resultado ni lograr influir en alguna forma en el momento político y social de aquella época, sin seguir muy de cerca del desarrollo literario, tan íntimamente vinculado con aquél, ya que la mayor parte de los hombres que más tarde tuvieron destaca actuación en el desarrollo institucional y en el progreso del país, recibieron sus primeras orientaciones ideológicas y políticas en medio de sus juveniles entusiasmos literarios.

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42 Lastarria. Obra citada.

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Hacia 1842, y gracias a la intensa actividad que había desplegado Lastarria desde varios años,, un grupo de jóvenes discípulos suyos, fundó una institución privada que constituyó un notable acontecimiento en la vida intelectual de Chile. En efecto, tuvo vasta trascendencia la “Sociedad Literaria” que se organizó con el objeto de contribuir al desarrollo del gusto por los trabajos de la inteligencia y que sirvió a la vez para medir el grado de tolerancia que gastaría el Gobierno para con entidades que congregaban en su seno la élite de las inteligencias de la época y se dedicaban a especulaciones puramente intelectuales. El novedoso discurso de Lastarria en la sesión de inauguración de la Sociedad, recibido al principio con cierta indiferencia por la opinión, fue objeto más tarde de serios y detenidos comentarios por la prensa y marcó una era de verdadero resurgimiento para el progreso cultural. Aquel impulso tan felizmente iniciado vino a tener un aporte poderoso con la llegada de los emigrados argentinos, que, en su mayoría, eran hombres de vasta cultura, de ideas avanzadas y que traían es espíritu impregnado de ese amor a la libertad, cuyo eclipse los había obligado a abandonar la patria. “Debemos también hacer notar que por aquel tiempo (1843) el poder eclesiástico comenzó a apercibirse a la resistencia, fundando en abril la ·Revista Católica”, periódico semanal religioso-filosófico-histórico y literario, dependiente de la Curia y dirigido por los futuros obispos Valdivieso y Salas, quienes, por otro lado, organizaban también el Instituto Nocturno, de donde han surgido en Chile el ultramontanismo y el jesuitismo. El clero comprendía que la emancipación social apenas estaba en su alborada y que aún era tiempo de eclipsarla, o, por lo menos, de dirigirla, fortificando el sentimiento que servía de sustento a las tradiciones que comenzaban a vacilar”43. El movimiento intelectual, en un principio se había visto entrabado solamente por el Gobierno: éste restringió las libertades públicas y había procurado en ciertas ocasiones reprimir el amplio vuelo que tomaba la instrucción cuando comenzó a respirar el aire de la libertad política. Más tarde,

43 Lastarria. Obra citada.

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viose hostilizado por otro elemento con el cual no había contado hasta entonces: el clero. Diversos incidentes, promovidos por éste o sus allegados, causados por cuestiones de creencias, comenzaron a evidenciar una lucha que hasta entonces no se había manifestado sino en débiles escaramuzas, pero que en lo futuro había de empeñarse en forma implacable y violenta; lucha que abriría profundos abismos de separación en la familia chilena y que sería eterna fuente de discordias entre los ciudadanos: la lucha religiosa. “Era necesario proseguir el movimiento literario –dice Lastarria44- porque él sólo podía cambiar las ideas para alcanzar la regeneración social; y en este sentido, persistíamos siempre en publicar un periódico que sirviera a tal movimiento. Al fin, Juan N. Espejo y Juan José Cárdenas, a quien reemplazó pronto en la empresa Cristóbal Valdés, pudieron fundar una imprenta; y en 1 de junio de 1843 publicamos el primer número de “El Crepúsculo”, periódico mensual, consagrado a las ciencias y letras. Organizamos la redacción con los más entusiastas de los jóvenes de la Sociedad Literaria: Juan N. Espejo, Cristóbal Valdés, Francisco de Paula Matta, Andrés Chacón, Jacinto Chacón, Hermógenes de Irisarri, Santiago Lindsay, Francisco S. Astaburuaga y Juan Bello, siendo colaboradores los demás”. “La carrera del Crepúsculo estaba brillantemente establecida y prometía ser larga, tranquila y de todo punto conveniente al movimiento literario. El primer número del segundo año correspondió a los antecedentes, pero el segundo –aparecido el 10 de junio de 1844-, puso trágico fin al periódico por la acusación fiscal contra el artículo “Sociabilidad Chilena” publicado por Francisco Bilbao.

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Estaba agitada ya la opinión pública al tiempo de aparecer el escrito de Bilbao, con motivo de la general reprobación que había excitado don Rafael Valentín Valdivieso, Vicario capitular a la sazón, poniendo inconvenientes a la celebración de las exequias que por el

44 Ibíd.

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alma del ilustre Infante, muerto dos meses atrás, intentaba celebrar la familia. La publicación de aquel escrito coincidía con los ataques que la prensa liberal dirigiera al clero con ese motivo; y el Fiscal acusador intervenía amparando los intereses de la religión contra la blasfemia. “La obra del valiente reformador –dice Pedro Pablo Figueroa45-, no era injuriosa ni desmoralizadora, ni en su lenguaje ni en sus raciocinios, sino franca y elocuente, como correspondía a una declaración de principios destinada a ilustrar un pueblo entero en los deberes de su condición social. Precisamente, su carácter de crítica filosófica del pasado histórico de la patria y de la condición social y política que arrastraba el pueblo engañado y oprimido por el sacerdocio católico y los círculos favorecidos por la riqueza, era lo que le daba mayor autoridad moral ante la conciencia pública y nacional. El análisis estaba hecho con austera severidad patriótica y humana, a la par que con profunda ternura y filosofía, por lo que revestía una trascendencia excepcional en aquellas circunstancias de extraordinario fanatismo religioso y atraso, en que s e consideraba una blasfemia discutir sobre los dogmas de la fe y la autoridad del clero y de los gobiernos católicos, sin dar lugar al discernimiento popular de las verdades de la civilización”. Este escrito, que en realidad nada nuevo enseñaba, porque no contenía sino u proceso que cien veces había sido formulado con mayor claridad y precisión, no habría tenido la importancia que alcanzó, si no hubiese estado desempeñando interinamente una de las fiscalías, don Máximo Mujica, impetuoso joven, que se preciaba de ser rabioso representante del antiguo régimen y que hacía alarde de ser franco partidario de la oligarquía dominante. El 13 de junio acusó el artículo intitulado “Sociabilidad Chilena”, considerándolo como obra de blasfemia, inmoral y sedición. “En estas tres palabras está reunida la tendencia clerical y oligárquica. Blasfemia llamaban entonces discutir el dogma; inmoralidad, señalar la decadencia religiosa; sedición, poner en tela de juicio la autoridad impuesta sobre el derecho, contra la conciencia y contra la libertad humana”46.

45 Pedro Pablo Figueroa. Historia de Francisco Bilbao. 46 Figueroa. Obra citada.

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A pesar de la ardiente polémica que s e entabló en torno del escrito acusado –lo que estaba demostrando que no todos eran hostiles al pensamiento del autor y que una gran parte de la opinión estaba con él- los trámites del proceso siguieron adelante, agitados empeñosamente por el Fiscal interino, hasta que se obtuvo –como afrenta para la intelectualidad chilena –que una obra de meditación y pensamiento, fuese quemada por mano de verdugo.

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El Jurado que debía conocer de la acusación, se reunió a las diez y media de la mañana del 20 de junio en la sala del juzgado, que funcionaba entonces en el edificio de la antigua cárcel –hoy Intendencia- en la Plaza de Armas. La sala del Tribunal y la plaza central de Santiago se encontraban llenas de numerosa concurrencia.

Bilbao se presentó en el banco de los acusados. Al pasar por entre la concurrencia, los amigos le estrechaban la mano. La presencia del reformador atraía las simpatías del público.

Entre los grupos de la juventud, que habían acudido a la plaza mayor, a compartir la suerte del acusado, descollaban Aníbal Pinto, hijo del ilustre general don Francisco Antonio Pinto, antiguo amigo de don Rafael Bilbao, y más tarde periodista, ministro y presidente de la República.

El fiscal don Máximo Mujica formuló la acusación ante el juez del crimen, manifestando que el escrito “La sociabilidad Chilena” inserto en el número 57 del Crepúsculo, adolecía a su juicio, de las infamantes notas de blasfemo, inmoral y sedicioso. Afirmaba que l impreso contenía los crímenes ya enunciados, sin señalarlos en ninguno d e sus pasajes, no obstante que la Ley de 11 de diciembre de 1828 no determinaba estos delitos en la forma jurídica que los exponía y acusaba.

“Bilbao planteó la cuestión en el terreno de la discusión histórica y la solucionó en el d e la filosofía y de la moral”47.

“En el lugar en que nos hallamos –dijo- y la acusación que se me hace, revelan el estado en que nos encontramos en instituciones y en ideas. Aquí hay dos nombres, el de

47 P.P. Figueroa. Obra citada.

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acusador y el de acusado, dos nombres enlazados por la fatalidad histórica y que rodarán en la historia de mi patria”.

Más adelante, refutando los cargos que el Fiscal le hace, exclama:

“No soy blasfemo, porque amo a Dios. No soy inmoral, porque amo y busco el deber que se perfecciona. No soy sedicioso, porque quiero evitar la exasperación de mis semejantes oprimidos”.

A las dos de la tarde terminaban los debates, en medio de los aplausos del pueblo,, mientras algunos exaltados, incitados por el presbítero Juan Ugarte, improvisaban tumultos en las calles para perseguir al joven reformador.

El presidente del Tribunal, de acuerdo, sin duda, con los agitadores de afuera, ordenó que el acusado saliese a la plaza a esperar la resolución que le jurado iba a pronunciar. Tal vez se esperaba que la multitud se apoderaría del hereje y lo ultimaría. La juventud comprendió entonces el peligro y corrió a servir de defensa al acusado. Pero la multitud, al ver salir a Bilbao, espontáneamente exclama “¡Viva el defensor del pueblo!”.

………………………………………………………………………………… El tribunal vuelve a abrir las puertas de su sala y el acusado entra a oír su fallo. En medio del más profundo silencio se lee la sentencia, que lo condena “en tercer grado como blasfemo e inmoral”. Según la ley, esta pena significaba en su parte material a “ $ 1.200 fuertes de multa o, en su defecto, seis meses de prisión. Sabido es que el pueblo, noticioso de que Bilbao no tenía dinero con que pagar la multa, en breves instantes juntó la suma necesaria. A la sentencia del jurado, se agregó el veredicto a que hemos hecho alusión, que ordenaba quemar por mano del verdugo los ejemplares del Crepúsculo que contuvieran el artículo condenado. He aquí la notable sentencia obtenida por las gestiones del Fiscal: “Vistos y considerando: 1º, que siendo una consecuencia necesaria de la condenación de inmoral y blasfemo, que se ha hecho por autoridad competente al número segundo del Crepúsculo, en la parte intitulada Sociabilidad Chilena, que no

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deba leerse ni circularse; 2º, que por lo dispuesto en la ley 14, tít. 24, libro 1º de Indias, se encarga a las justicias recoger los escritos que atacan la religión Católica, se declara: 1º, que el teniente alguacil y el escribano de la causa deban pasar a la imprenta donde tuvo su origen el papel condenado y a los demás lugares donde se expende, y traer ante el juez de la primera instancia, todos los ejemplares que existan; 2º, que asimismo se haga venir ante dicho juez de primera instancia al dueño de la imprenta y empleado de ella, para que bajo juramento digan cuánto fue el número de ejemplares que se imprimieron y den razón de los que existan sin enajenarse y del punto donde se hallan; 3º, que el mismo juez imparta orden a la estafeta para que todos los ejemplares del referido número segundo del Crepúsculo se retengan y manden al juzgado; 4º, que se dé orden a todos los dueños de imprenta prohibiéndoles la reimpresión del antedicho número; 5º, que, reunidos los ejemplares ante el juzgado de primera instancia, se separe del expresado número segundo el artículo Sociabilidad Chilena y se queme por mano del verdugo, poniéndose de todo esto la debida constancia y devolviéndose a sus dueños la parte científica que contiene el mencionado periódico. Se revoca el auto apelado, y devuélvase. Rubricado por los señores Vial de los Ríos. Novoa. Echevers. Ovalle y Landa. Los jurados que condenaron el escrito de Bilbao pertenecían todos por sus antecedentes políticos o por sus conexiones, a la facción extrema de los conservadores. Fueron don José Vicente Izquierdo, don Juan José Gatica, don Vicente León, don Diego Echeverría, don José Antonio Palazuelos, don José María Silva y Cienfuegos, don Pedro José Barros, don Juan de la Barra, don José Pedro Guzmán, don Juan de la Cruz Larraín, don Francisco Valdivieso y Gormaz, don Bartolomé Prado y don Juan Miguel Riesco.

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Como lo dijo Bilbao en el curso d e su defensa, la acusación que se le hacía revelaba el estado en que s e encontraba el país en cuanto a la libertad de conciencia.

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Desgraciadamente, lo aseverado por Bilbao correspondía a la más triste realidad; y el hecho que hemos visto no constituyó un caso aislado sino que fue una de las muchas manifestaciones de intolerancia y sectarismo que por aquella época tuvieron lugar. El clero, que se había lanzado con todo ardor a la lucha para sostener las tradiciones y creencias, estimulado por el triunfo legal que acaba d e obtener con la condena de Bilbao, extremó aún su intransigencia. Prueba de ello, fue el caso ocurrido al ciudadano inglés Jorge Liddard, cuando intentó contraer matrimonio con una señorita chilena. Vamos a relatar brevemente esta incidencia, para señalar hasta qué punto alcanzaban los desbordes del fanatismo, cuando se daba el caso de tener de su parte la fuerza, ya que no la razón. A fines de julio de 1844, el ciudadano inglés Andrés Blest, residente en Valparaíso, se presentó ante el párroco de esa ciudad, don José Antonio Riobió, para iniciar la tramitación del matrimonio de su hija Carmen con el súbito inglés Jorge Liddard, de religión disidente y avecindado en Valparaíso. Advirtió el párroco al peticionario que, en su facultades, no se contaba la de dispensar el impedimento canónico que producía la profesión de fe protestante del novio, y que tal negocio debía tramitarse ante la curia de Santiago. En esta virtud, Blest se trasladó a Santiago; y a 5 de agosto presentó la solicitud del caso al Arzobispo electo que lo era don José Alejo Eyzaguirre. Pasó esa solicitud e informe al cura Riobió, quien la informó con fecha 7 del mismo mes. Así las cosas, la curia dictó la siguiente resolución: “Santiago, 7 de agosto de 1844. Con los expuesto por el cura y vicario de la ciudad y puerto de Valparaíso y teniendo presente la prevenciones hechas por el señor Benedicto XIV en su Bula que principia Matrimonio dada en Roma a 4 de noviembre de 1741; el expresado cura hará comparecer a su presencia a doña Carmen Blest y Prats, o si lo hallase por conveniente pasará a su casa y le hará entender los inconvenientes que s e siguen de semejantes matrimonios que apunta la santidad de dicho señor Bonifacio XIV; mas, si a pesar de ellos persistiese en verificar su enlace, le hará presente que, antes de contraerlo, se ha de otorgar un

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instrumento público por ella y por el que va a ser su marido, obligándose ella misma a no separarse en ningún tiempo de la profesión de religión católica a que pertenece; y ambos dos se han de obligar también a educar la prole que tuviesen en la profesión de la misma religión católica; a más, don Jorge Liddard se obligará a no perturbar a la que va a ser su consorte en el uso y ejercicio de su religión católica, ni a estorbarle el cumplimiento de sus deberes, como también a traer a la Santa sede Romana una ratificación del permiso que trata de concedérsele para dicho matrimonio, y contribuirán por la vía de limosna la cantidad de doscientos pesos a la fábrica de esta iglesia metropolitana, la que entregarán al mayordomo de ella bajo su recibo. Practicadas estas diligencias y hechas las informaciones acostumbradas de soltería y libertad, si no resultare otro impedimento, volverán a esta curia para resolver según lo actuado. Eyzaguirre, Arzobispo electo. De orden de S. S. I. – I. V. Eyzaguirre, Secretario”. Cuando se notificó esta providencia a Blest, manifestó repugnancia ante la imposición que se decretaba contra su futuro yerno de obligarse por medio de una escritura pública, a educar su prole en la religión católica; puesto que en otros casos solamente s e había exigido un juramento en garantía de esta obligación, como, por ejemplo, en el de su propio matrimonio”. Además, y como lo anotaba “El Mercurio” de aquellos días, “lo oneroso, lo casi imposible, lo tiránico y cruel de estas condiciones, las hacían del todo inaceptables; y la mejor voluntad habría temblado ante ellas; tanto por lo imposible de llenarlas, cuanto por la enormidad del sacrificio pecuniario y de conciencia que s e imponía”. El padre retrocedió, pues, sin poder resignarse a aceptarlas, y lleno de amargura el corazón, se veía colocado por la más torpe de las preocupaciones o quizá por otros motivos, en la triste alternativa de abandonar el país, su patria de predilección, la patria de sus hijos, o ver impasible e indiferente la desgracia de su hija. Lo cierto es que ante lo resuelto por la curia con el manifiesto propósito de impedir el matrimonio de Carmen Blaest con J. Liddard, éstos se trasladaron a bordo del buque de guerra Thalia, de nacionalidad inglesa; y ahí, en suelo

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inglés, se verificó la ceremonia de enlace nupcial en conformidad con el rito protestante. En seguida, los desposados se radicaron en Valparaíso. Pero el asunto no había de terminar allí. Corren algunos meses; y, según refiere Isidoro Errázuriz en uno de sus libros, “el cura Riobió pidió y obtuvo el auxilio de la fuerza armada y de ella s e sirvió para arrancar a la señora de Liddard del lado de su esposo, sin consideración a su estado avanzado de embarazo. Ninguna impresión hicieron en el ánimo de los funcionarios de la Iglesia los clamores de la sociedad entera y el grito unánime de indignación de la prensa laica. Lo único que pudo obtenerse fue que la señora de Liddard no se encerrara en un convento, como se pretendía, sino que fuera depositada en una casa particular”. Entretanto, el asunto volvió a la curia de Santiago. El promotor fiscal eclesiástico había precedido de oficio a acusar a la señora esposa de Liddard. Se siguió un proceso, a cuyo término dictó sentencia don José Miguel Arístegui, en cuanto provisor y vicario general del arzobispado. Esta pieza tiene fecha 1 de septiembre de 1845 y en su parte dispositiva dice a la letra: “Por tanto, Christe nomine invocato, falló su señoría que debía declarar y declaraba por tal matrimonio clandestino el que pretendió celebrar a bordo de la Thalia según el rito protestante la mencionada doña Carmen Blesto con don Jorge Liddard y que tanto por este delito como por el de herejía que ha cometido abandonando la creencia católica, ha incurrido en la pena de excomunión mayor y separación del gremio de la santa iglesia. Mas, cuando el espíritu de esta santa madre es de caridad y compasión y el designio de todas sus penas principalmente es la reducción al buen camino de sus hijos extraviados, ordenaba su señoría, que s e amonestase a la citada Blest, una pro trina vice, para lo cual daba la comisión necesaria al cura y vicario de la parroquia principal de Valparaíso, a fin de que conociendo sus culpas y detestándolas, abjure sus errores, reconozca la infracción de las santas leyes de la Iglesia, vuelva a su gremio y reciba las saludables penitencias que le impongan: en inteligencia que de no verificarlo en el perentorio término de quince días, de que el citado cura y vicario comisionado pondrá la debida constancia, se tenga por excomulgada con la excomunión que

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el Derecho llama mayor, sujeta sus efectos no sólo la conciencia, sino también en el externo; poniéndose en noticia del supremo Gobierno para que disponga lo conveniente en orden a la aplicación de las penas que las leyes nacionales han fulminado contra los delitos cometidos por la mencionada Blest, y que se comunique a las autoridades de la República la censura que se le ha declarado, a fin de que la hagan guardar en la forma y para los efectos que el derecho dispone. Mandó finalmente su señoría se transcriba por notaría a dicho cura y vicario de la parroquia principal de Valparaíso, para los efectos que ella indica y para que alce el depósito de la persona de doña Carmen Blest decretado a fs. Condenándola además a las costas d el proceso. Así lo decretó y firmó hoy día de la fecha por ante mí el presente notario mayor, que doy fe. José Miguel Arístegui. Ante mí, Ramón Sepúlveda, Notario Mayor!48. La señora de Liddard, que con sobradísimos motivos había abrazado la religión de su marido, no se retractó ni padeció mayores inquietudes de conciencia, bajo la pena de excomunión con que se pensó anonadarla.

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Por desgracia, este caso no fue el único que conmoviera a la opinión del país. Poco tiempo después, en 1848, ocurrió una incidencia parecida, que revistió aún mayores caracteres de gravedad, pues la persona que figuró como protagonista en ella poseía una alta investidura diplomática. Nos referimos al matrimonio del Encargado de Negocios de los Estados Unidos de Norteamérica, honorable señor Seth Barton, con la señorita chilena Isabel Astaburuaga, matrimonio que fue obstaculizado en tal forma por el clero y por el propio arzobispo, que lo era entonces don Rafael Valentín Valdivieso, al extremo que hubo de celebrarse en la Legación de los estados Unidos, bajo el rito protestante. El disgusto causado por la conducta del Arzobispo, obligó al representante norteamericano a solicitar su pasaporte y abandonó el país, dejando clausurada la Legación.

48 Revista Católica. T. II, pág. 213.

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Años más tarde, aún tendremos ocasión de encontrarnos nuevamente con estas tristes manifestaciones de intransigencia, evidenciadas con ocasión del matrimonio de don Juan Agustín Palazuelos, de lo que nos ocuparemos en su oportunidad.

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Tal era el estado de las ideas hacia el 1850, fecha en que se estableció en Chile la verdadera Masonería. Y fue preciso, para llevar a cabo esta empresa, que se congregara un núcleo de extranjeros, alejados en absoluto del escenario de las luchas políticas y de las polémicas religiosas que agitaban la opinión; lo cual está probando de una manera elocuente que la Masonería no llegó a Chile –como no ha llegado a parte alguna- en son de guerra ni de ataque. Llegó, como llegan las semillas que impulsa el soplo del progreso y cayó en una tierra fecunda, para germinar con robusta vitalidad.

CAPÍTULO V

Se reúnen algunos francmasones franceses, residentes en Valparaíso, y acuerdan la fundación de una Logia. Se constituye la “Étoile du Pacifique” y pide Cartas Patentes al Gran Oriente de Francia. Quiénes eran sus fundadores. Se redacta su Reglamento Particular. Otros masones norteamericanos echan las bases de la Logia “Bethesda”. Llega Manuel de Lima a Valparaíso. Influencia de este masón en el desarrollo de la Orden en Chile. Se dan los primeros pasos encaminados a organizar una Logia masónica con elemento nacional. Se funda la “Unión Fraternal” Se cree erróneamente que Francisco Bilbao introdujo la Masonería en Chile. La Sociedad de la Igualdad imitó en parte la organización masónica, pero no fue una Logia.

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Entre estos incansables constructores del perfeccionamiento, recién llegados a Valparaíso, se contaba Monsieur Gent, de profesión abogado, que había salido desterrado de su patria, a raíz de la revolución del 48, con rumbo a Nou Kaiva (Nueva Caledonia) de donde partió para Valparaíso. Era Mr. Gent hombre de edad madura, de afable trato y comunicativo entusiasmo, animado de un fuerte espíritu de sociabilidad y amor a sus semejantes. Sus primeros días en Valparaíso fueron penosos y tristes; la nostalgia de la patria, de su familia y de sus amigos oprimía implacablemente su corazón. Pero su entereza de ánimo y su educación masónica le permitieron sobreponerse a aquel pasajero desmayo y tomó la firme resolución de hacer surgir en esa ciudad extraña, tan lejos de su patria, un centro de reuniones íntimas, donde, al calor de la fraternal amistad, el espíritu encontrase amplio campo de expansión, la inteligencia medios de comunicarse con los demás y en donde el estrecho vínculo de la nacionalidad les diera la ilusión, aunque fuese por breves instantes, de que se encontraban en el seno de la patria. Entre los compatriotas de Valparaíso, encontró algunos hermanos masones, que había tenido ocasión de conocer en las logias de Francia; y éstos, a su vez, lo pusieron en contacto con otros, que también pertenecían a la gran familia. Con motivo del 14 de julio, Mr. Gent, en su doble carácter de francés y de republicano, congregó en su casa a un reducido número de connacionales, todos masones, para celebrar con una comida íntima el aniversario de la caída de la Bastilla. En medio del entusiasmo que el recuerdo de aquella heroica jornada en pro de la libertad despertaba en los concurrentes, Mr. Gent propuso a sus amigos la idea de fundar en Valparaíso una logia masónica. Dicha proposición fue aceptada con muestras de la más viva complacencia; y pocos días después –el 7 de agosto de 1850- declaraban fundada la Logia “Étoile du Pacifique” bajo la obediencia del Gran Oriente de Francia. No obstante, los trabajos no pudieron empezar desde luego. Ante todo, y para trabajar regularmente, tal como los fundadores lo deseaban, era de absoluta necesidad obtener la

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autorización de la Potencia Masónica de la cual el nuevo Taller iba a depender; y dada la lentitud de las comunicaciones con Europa por ese entonces, no había esperanzas de poder alcanzar a corto plazo esa autorización. Mas, como el propósito de los fundadores de la nueva logia no era hijo de un entusiasmo pasajero, sino de una firme y arraigada convicción, supieron esperar la hora de empezar sus trabajos en la forma y con las condiciones que las leyes de la masonería universal prescriben en semejantes casos. Aprovechando el viaje que uno de los hermanos fundadores hacía a Europa, el Taller elevó al Gran Maestro de la Masonería francesa la solicitud de autorización para constituirse en Valparaíso y trabajar en instancia. Entre tanto, los demás hermanos no perdían el tiempo. Puesta en camino de ser acogida favorablemente la solicitud, era necesario pensar en la construcción o habilitación de un Templo donde poder celebrar las reuniones.. El genio francés, tan fértil en recursos, pronto encontró manera de solucionar aquel problema y de la nada, puede decirse, hizo surgir un templo, modesto y pequeño, si se quiere, pero en el cual no faltaba de ninguno de los principales atributos exigidos por el Ritual. Fue construido personalmente por algunos hermanos de la logia, bajo la dirección del hermano Jacob, sin intervención alguna de personas ajenas a la sociedad. Mientras estos hermanos dedicaban el tiempo libre que les dejaban sus negocios u ocupaciones a la construcción del local que había de cobijar a la naciente logia, otros s e entregaban a la tarea de elaborar el Reglamento Particular, por el que el nuevo Taller habrá de regir sus actividades. De la redacción de este Reglamento se encargó una comisión que estaba compuesta por los hermanos Dubreuil, Bloy, Carnet, Lacrouts, Jacob, Gauthier y Lahargue. Fácil es imaginar las dificultades que debieron vencer los miembros de dicha comisión para desempeñar su cometido en buena forma, faltos casi en absoluto de documentación y trabajando puede decirse que d e memoria y poniéndose en todos los casos y dificultades que se podían presentar en todos los casos y dificultades que s e podían presentar y que el Reglamento debía prever para solucionar.

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Después de un trabajo arduo y no interrumpido, quedó terminado el Reglamento, que se componía de 178 artículos. Fue mandado imprimir a la Imprenta de julio Belín & Cía., de Santiago de 1852. Este Reglamento estaba dividido en Trece Capítulos, que comprendían del Art. 5º al 178. Los cuatro primeros compendiaban los principios generales de la Orden. De acuerdo con dicho Reglamento, la logia estaba dirigida por una Oficialidad formada por catorce miembros, a saber:

1. – Venerable 8. - Tesorero 2. - Primer Vig. 9. – Archivero G. S. y T. 3. - Segundo Vig. 10. - Hospitalario 4. - Orador 11. – Maestro de Cer. 5. - Secretario 12. – Maestro de Banq. 6. - 1er. Experto 13. – Segundo Experto 7. - Diputado ante el G. O. 14. – Cubridor o G. T.

El 12 de noviembre de 1851, Luciano Murat, Gran Maestro de la Masonería francesa, dictó el Decreto en que autorizaba a la Respetable Logia “Étoile du Pacifique” para instalarse y empezar sus trabajos, lo que se hizo al poco tiempo de haberse recibido dicho Decreto. El Rito bajo el cual se desarrollaron las labores de la logia, fue el Escocés, Antiguo y Aceptado.

El primer hermano que como Venerable Maestro presidió los trabajos del nuevo Taller, fue su propio fundador, Mr. Gent, a quien todos los hermanos reconocieron el derecho a esta prioridad, no sólo por haber sido el iniciador de los trabajos y el que más había contribuido a su desarrollo sino también por su vasta cultura y sólidos conocimientos en asuntos masónicos.

Entre los hermanos que pronto se distinguieron por su inteligencia y celo, debemos citar a Antides Martin, de profesión comerciante, que años más tarde llegó a ser miembro del Gran Oriente de Francia. También este hermano presidió un Capítulo del Grado 18º que más tarde se fundó en Valparaíso, siempre bajo la obediencia del Gran Oriente de Francia. El hermano Martin fue el Segundo Venerable de la logia “Étoile du Pacifique”.

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El hermano Martin sucedió el hermano Pedro Poisson, antiguo capitán de marina y que, radicado en Valparaíso, se había dedicado al comercio.

A este hermano, debe la Masonería chilena muchos y muy variados servicios, prestados con elevado espíritu de justicia y fraternidad, en los momentos en que dicha corporación, recién organizada, necesitaba de mayor cooperación, concurso y estímulo.

Desde el primer momento, los obreros del Taller que s e acababa de fundar, se dedicaron con ejemplar entusiasmo a las obras internas y externas, que son peculiares de la Masonería.

En primer lugar, procuraron extender en el círculo de sus relaciones profanas la moral de la francmasonería, esa moral que no está encadenada a ninguna creencia religiosa ni a ninguna teoría filosófica, porque está formada de ese fondo común de los preceptos que enseñan al hombre a ser mejor a fin de llegar a ser más feliz y que se encuentran en todas las religiones y en todas las filosofías, donde fueron depositadas por los sabios de todos los tiempos y de todos los países. Esa moral cuya fuente está en el estudio del corazón humano y en el d e las cualidades individuales y sociales del hombre, ya que es directamente de esa fuente de donde la Francmasonería los obtiene para esparcirlos por el mundo. Esa moral, en fin, que no busca el origen de las ideas de deber y de justicia ni en las revelaciones divinas ni en las concepciones de la metafísica, pues la ciencia se las muestra naciendo de las relaciones familiares y sociales que los hombres mantienen y que les son impuestas por las leyes naturales más importantes.

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Al igual del grupo de esforzados masones franceses, que tras penosos esfuerzos habían logrado levantar las columnas simbólicas del Templo, consagrado al cultivo de la verdad y a la práctica de la virtud, unos cuantos masones norteamericanos, residentes también en Valparaíso, iniciaron los trámites preliminares para establecer una Logia.

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Para obtener Patente de regularidad y autorización para trabajar, elevaron una solicitud a la Gran Logia de California. Mas, como pasara con exceso el tiempo en que, según cálculos prudentes, debía recibirse una respuesta y ésta no llegara, abandonaron la esperanza de obtener la autorización de dicha Potencia y se dirigieron en igual sentido a la Gran Logia de Massachussets. Esta vez fueron más afortunados, pues dicho Poder procedió en breve plazo a extender la autorización correspondiente y a enviar la respectiva Carta Constitutiva. Llenados con toda escrupulosidad estos trámites reglamentarios, la logia norteamericana, bajo el nombre distintivo de “Bethesda” celebró una solemne tenida de instalación el 14 de diciembre de 1854.

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La marcha de ambos Talleres no tuvo mayores tropiezos, una vez vencidas las primeras dificultades, y los trabajos se desarrollaron en forma próspera y floreciente. Contribuían a mantener el entusiasmo de los hermanos de Valparaíso, las frecuentes visitas de los masones marinos que, de paso por dicho puerto, Concurrían a las Logias de sus respectivas nacionalidades a confraternizar con sus hermanos. No obstante el amplio espíritu de fraternidad que animaba a los miembros de estos dos Talleres, durante los primeros años de existencia, no contaron hermanos chilenos en sus columnas; y ello es muy fácil de explicar. La Logia “Étoile du Pacifique” desarrollaba sus trabajos en francés y la “Bethesda” en inglés; y por aquella época, en que el estudio de los idiomas extranjeros estaba muy lejos de tener el auge que ha alcanzado al presente, este hecho constituía un obstáculo casi insalvable para el ingreso de los chilenos a dichas Logias. Esto era lo que acontecía, cuando arribó a Valparaíso el hermano Manuel de Lima, ilustre masón, original de Curaçao, a quien la Francmasonería de Chile cuenta en el número de sus más preclaros servidores.

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Manuel de Lima comprendió al primer golpe de vista la situación y vio que la Masonería no podría progresar en forma sólida y durable en nuestro país, mientras no fuera cultivada y propagada por chileno que supieran aprovechar sus enseñanzas y aplicarlas a nuestra propia sociabilidad, para que la Institución pasara a servir, entre nosotros, la causa del progreso, de acuerdo con su elevada misión. Manuel de Lima, sondeando opiniones y recogiendo impresiones de diversos chilenos ilustrados respectos de la Masonería, se encontró con que era completamente desconocida en su verdadera esencia y significado; y los pocos que d e ella tenían algunas noticias, estaban dominados por errores y nociones inexactas acerca de sus finalidades. Empezó, entonces por hacer aquellas personas que creyó susceptibles de ingresar a la Orden, una exposición clara y sincera de lo que es la Institución, lo que persigue, los métodos que emplean para alcanzar sus altos fines y la noble causa que sirve. Y con íntima satisfacción pudo comprobar que no había echado aquella semilla en mal terreno, pues muchos de los amigos con quienes conversó sobre dicho tema, inquirieron del propio De Lima la manera de ingresar a la altruista Institución. Púsose éste de acuerdo con el Venerable de la “Étoile du Pacifique” y procedieron a franquear las puertas del Templo y dar la luz masónica a varios chilenos, escogidos entre lo mejor de la intelectualidad porteña. De Lima no se equivocó en sus apreciaciones ni los miembros de la “Étoile du Pacifique” tuvieron tampoco que arrepentirse de haber recibido como a hermanos a aquellos jóvenes abnegados. El entusiasmo que demostraron para el trabajo y la contracción al estudio de las doctrinas y prácticas masónicas fue tal que, apenas transcurridos los plazos constitucionales, obtuvieron sus grados, hasta constituir un núcleo vigoroso de Maestros. Entonces pudo ser llevada a la práctica la idea acariciada por Manuel de Lima como único medio de propagar la Masonería en nuestro país: fundar una Logia netamente chilena. Al efecto, ayudados con fraternal desprendimiento por los mismos hermanos franceses, que veían en la fundación de un nuevo Taller, no un abandono de su Logia sino otra nueva fuente de progreso espiritual, los masones chilenos, bajo la

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dirección de Manuel de Lima, echaron las bases de la primera logia masónica chilena, que bajo el nombre distintivo de “Unión Fraternal” empezó a trabajar en Valparaíso el 27 de julio de 1853. Esta Logia también obtuvo Carta Constitutiva del Gran Oriente de Francia. Como homenaje de reconocimiento a sus méritos ya su esfuerzo, Manuel de Lima fue elegido Venerable Maestro del nuevo Taller. La fundación de la Logia “Unión Fraternal” es el acontecimiento que constituye el punto de partida en la historia de la Masonería en nuestro país.

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Establecido este hecho y estudiado el proceso dearrollado hasta llegar a él, vamos desvanecer algunas ideas erróneas que acerca de la introducción de la Masonería en Chile emitió el historiador nacional Pedro Pablo Figueroa, al dar a la publicidad, en 1897, las “Obras Completas de Francisco Bilbao”, En el primer tomo de dichas obras, se lee la siguiente

DEDICATORIA

A las sociedades Obreras y a las Logias Masónicas de Chile. “El ilustre reformador chileno Francisco Bilbao fue el fundador en nuestro país de las primeras sociedades populares y de los Talleres Masónicos, en 1850, que desde la capital se ramificaron en todos los pueblos y centros de sociabilidad de la República. La Sociedad de la Igualdad fue la iniciadora de las instituciones de ciudadanos y de las logias sociales, con caracteres de asambleas públicas las primeras y de sociedades secretas de solidaridad fraternal las últimas, para propagar y sostener los principios de progreso y de libertad en el seno del pueblo de nuestra Patria. “Fue así como el eminente pensador procuró educar la sociabilidad de su tiempo en las nobles doctrinas de fraternidad republicana, preconizando y difundiendo en las

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muchedumbres colegiadas, los dogmas del derecho humano y de la soberanía de los ciudadanos”.

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El hecho de haber regresado Bilbao a Chile el 2 de febrero de 1850 y desembarcado en Valparaíso, presta cierta apariencia de verosimilitud a lo aseverado por Figueroa, si se recuerda que la fundación de la primera Logia propiamente masónica se verificó en ese puerto en agosto del mismo año. Pero esa base nos parece demasiado débil para poyar una afirmación de tanta trascendencia; tan débil que se destruye con muy poco esfuerzo. En efecto, basta citar una frase, estampada por el más autorizado de sus biógrafos –su propio hermano Manuel Bilbao- para que la conjetura se desvanezca. Al hablar del recibimiento cariñoso y entusiasta que Bilbao recibió de parte de diversas colectividades, dice el autor a que nos referimos: “Bilbao se encerró en sí mismo. Contuvo la manifestación de sus tendencias y se contrajo a observar, a estudiar a los hombres, los partidos, las ideas, los fines que se proponían”49. Además, la permanencia de Bilbao en Valparaíso fue breve. Antes de que la Logia “Étoile du Pacifique” recibiera autorización para iniciar sus trabajos, ya se había trasladado a Santiago. “Poco después (de su llegada a la capital) se creó la Oficina de Estadística y Bilbao era nombrado uno de sus empleados”50. Por otra parte, la primera Logia Masónica establecida en Santiago –la “Justicia y Libertad”- no se fundó sino muchos años después, cuando hacía largo tiempo que Bilbao había abandonado por segunda vez el país. Por lo demás, Bilbao pretendía proyectar al momento hacia el mundo exterior la fuerza espiritual que lo agitaba. Se sentía libre; y, comprendiendo la grandeza de la libertad, la deseaba para todos sus conciudadanos, por medio de reformas políticas y sociales, sin detenerse a considerar que la verdadera libertad del espíritu no se obtenía con leyes 49 “Francisco Bilbao, su vida y sus escritos”, por Manuel Bilbao. 50 Manuel Bilbao. Obra citada.

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políticas ni con cambios de régimen; sino que es el producto de una tenaz e intensa lucha interior, verificada por cada individuo en la profundidad de su conciencia. Desde este punto de vista, su sistema era muy distinto del de la Masonería, que empieza su obra en el adepto, y por consecuencia lenta pero eficaz y profunda, la continúa en la sociedad. El afán de Bilbao era ir a la reforma social, como resultado inmediato de sus aspiraciones; y con tal objeto, en unión de Santiago Arcos, José Zapiola, Ambrosio Larracheda, Rudesindo Rojas y Cecilio Cerda, estableció el 14 de abril de 1850, en una casa de propiedad de don Mariano Aristía, en la calle de las Monjitas esquina con la de San Antonio. En su organización se nota una vaga reminiscencia de la organización masónica, que Bilbao conocía, pues se había iniciado en una Logia de París. Oigamos ahora las razones que nos da Figueroa51 y que son las que lo han inducido a creer que Bilbao fue el fundador de la Masonería en Chile. Refiriéndose a la Sociedad de la Igualdad, dice: “Al principio, su carácter fue de asociación secreta, la que le dio el espíritu de Logia. “Aunque San Martin había sido el introductor en Chile de la primeras sociedades políticas de orden reservado, con la Logia Lautarina, cupo a Bilbao ser fundador de las logias sociales, que después han pasado a ser masónicas. “De ahí, por qué Bilbao es el patrono de las logias nacionales”. “La dominación social de las preocupaciones, tanto políticas como religiosas, le aconsejaban esta organización cautelosa de las primeras asambleas y asociaciones populares, que serían las generadoras de las instituciones democráticas, que sirven hoy de hogares comunales a las clases laboriosas. “Se adoptó como fórmula de adhesión o juramento de incorporación a la sociedad, este código igualitario, reconocer: “La soberanía de la razón como autoridad de autoridades. “La soberanía del pueblo como base de toda política. “La fraternidad universal como vida moral.

51 P. P. Figueroa. Historia de Francisco Bilbao.

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Hay, además, otros detalles que recuerdan la organización masónica en la Sociedad de la Igualdad. Pero, como lo hemos manifestado, esos no son sino reflejos de las enseñanzas masónicas que Bilbao recibiera en las Logias de Europa y que entonces reflejaba en su obra social. Por ejemplo, la moralidad en las costumbres, en la conducta privada de los artesanos y obreros, era la primera condición individual que se exigía al ciudadano, para poder dar ejemplo de rectitud y patriotismo. Mas, la labor que se proponía la Sociedad era principalmente de carácter social y objetivo y no espiritual subjetivo, como es la obra que la Masonería inicia en sus adeptos. “Las importantes cuestiones de interés comunal que se dilucidaban, versaban sobre bancos de auxilios para los obreros; escuelas gratuitas populares; montes de piedad; leyes electorales y constitución política del país; socorros a los asociados, morales y materiales y protección a las industrias nacionales”. Como se ve, estos postulados constituyen todo un programa de partido político; pero, aunque con puntos de contacto, no entrañaban la esencia de una logia masónica. Finalmente, no debemos perder de vista un punto que es importante para esclarecer este problema: fuera de los seis fundadores, que hemos citado, y otros tantos hombres de cultura superior que se incorporaron después –como Eusebio Lillo, Vicuña Mackenna, etc.- y que en total no alcanzaban más que a formar un pequeño grupo intelectual, el resto de los miembros, en su totalidad, lo componían artesanos que, por sus condiciones de trabajo, por el poco desarrollo que aún tenía la instrucción y por otros factores propios de la época, no tenían sino una cultura rudimentaria; y estaban ya, por este capítulo, imposibilitados para constituir una logia masónica, que exige como condición previa a sus miembros “la instrucción suficiente para comprender y apreciar sus enseñanzas”. Por lo que hemos expuesto, se ve que la Masonería –en pañales aún, en Valparaíso- nada tuvo que ver con la Sociedad de la Igualdad y con sus ramificaciones, que constituyeron las

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primeras asambleas y asociaciones populares, que serían las generadoras de las instituciones democráticas que ofrecen hoy hogares comunales a las clases laboriosas. Bilbao, obsesionado por la idea de la reforma social a corto plazo –como la evidencia su participación en la jornada del 20 de abril de 1851- no se encontró con aptitud de comprender y sentir las doctrinas masónicas en su profundo y sereno significado.

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CAPÍTULO VI

La “Unión Fraternal”. Sus primeros Venerables Maestros. Primeras iniciaciones efectuadas. Quiénes eran los postulantes. Un ex venerable Maestro de la “Unión Fraternal” funda en Concepción la Logia “Estrella del Sur”, bajo la dependencia del Supremo Consejo del Grado 33º del Perú. Razones que justifican esta preferencia de jurisdicción. Distinciones que el Venerable Maestro Pastor López merece por su actuación. Se clausura la “Estrella del Sur” y nace la “Aurora de Chile”. Razones que inducen a creer que se trata de la misma Logia, que sólo cambió de nombre y de Obediencia. La Orden Masónica se extiende hasta Copiapó. Se funda “Orden y Libertad”. Sus fundadores. “La “Unión Fraternal desconoce la autoridad del Gran oriente de Francia. Organismos masónicos que funcionaban en Chile hacia 1862.

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Puestos en movimiento los trabajos de la primera Logia propiamente chilena –“Unión Fraternal”- y desarrollados en castellano, el número de adeptos aumentó considerablemente. Las mejores figuras de la intelectualidad porteña y muchas de Santiago, corrieron a robustecer las columnas del simbólico Templo, elevado A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·. y a entregarse a la nobilísima tarea de sembrar la semilla de la fraternidad en el corazón de todos los hombres, sin distinciones de nacionalidad, de credos ni fortuna. En el primer lustro de su existencia, esta Logia dio la luz masónica, entre otros, a los siguientes personajes, de los cuales varios eran argentinos, emigrados de su patria a causa de la dictadura de Rosas. En 1853, al ciudadano español Enrique Pastor López, que tan brillante papel había de desempeñar más tarde en los trabajos de la Masonería chilena. A Francisco Álvarez de Toledo, emigrado argentino; hacia fines del mismo año, el 2 de noviembre, a un hombre que había de llegar a ser una verdadera gloria nacional: don José Victorino Lastarria. Al año siguiente, 1854, el 31 de julio, era recibido el escritor y político don Jacinto Chacón; y pocos días más tarde se verificaba, con caracteres de una verdadera fiesta masónica, una triple ceremonia de iniciación, que estaba destinada a los postulantes argentinos Mariano E. de Sarratea, Javier Villanueva y Domingo Faustino Sarmiento. Este acto revistió una importancia trascendental, puesto que en tal ocasión ingresaron al seno de la Fraternidad tres personalidades que habrían d e imprimir honda huella con su labor en los diversos campos de su actividad. Entre éstas, destacase la de Sarmiento, figura continental, que encontró en la filosofía de la Orden enseñanzas profundas que lo acompañaron durante toda su vida de educador y de estadista. Este año de 1854 fue fecundo en beneficios para la Masonería, pues ingresaron a sus filas hombres que durante muchos años habían de dedicarle sus mejores energías y que habían de legar a las generaciones venideras un ejemplo de abnegación y de virtud en que inspirar su conducta de masones. El 16 de agosto se inició Blas Cuevas, de origen peruano, hombre de corazón magnánimo y dominado de un

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inextinguible anhelo de consagrarse al bien de sus semejantes. En 1855 llegarona fortalecer las columnas de la “Unión Fraternal” los nuevos hermanos argentinos Jacinto Rodríguez Peña, Domingo Rodríguez Peña y José Manuel Moreno; y el militar chileno José Miguel Fáez, que escribió una página brillante en los anales de la Masonería nacional y que contribuyó al nacimiento de la primera Logia que había de atreverse a levantar sus columnas en el corazón de la sociedad santiaguina, dominada por siglos de prejuicios sociales y religiosos. Al año siguiente, 1856, el 14 de agosto, era recibido Emilio Sotomayor y el 20 de diciembre, José Alfonso. El poeta y diplomático Guillermo Blest Gana vio la luz masónica el 9 de octubre de 1858. Como se ve, hombres de distintas nacionalidades y consagrados a distintas actividades, llamaron a las puertas del Templo; y la Logia “Unión Fraternal”, poniendo en práctica el hermoso programa de fraternidad que ostentaba en su nombre distintivo, los acogió a todos con igual cariño y les enseñó a conocerse y a amarse como hermanos. Manuel de Lima, fundador de la Logia, fue, como hemos dicho, el primer Venerable Maestro. Le sucedieron en este cargo Juan de Dios Arlegui –que tan pronto se vería obligado a cargar sobre sus hombros la inmensa responsabilidad de organizar la Masonería en el país- y Enrique Pastor López. Este fue el primero de entre los miembros iniciados en dicha Logia, que llegó al cargo de Venerable Maestro. La obra d e proselitismo, intensa y no interrumpida, no impedía a los hermanos trabajar activamente en las demás labores de orden interno ni dedicarse al arreglo de tanto detalle, propio de toda obra recién organizada. Uno de los primeros afanes del nuevo Taller fue la redacción de su Reglamento Particular. Dicho trabajo estuvo a cargo de una comisión compuesta del venerable Maestro Manuel de Lima, del Orador José Victorino Lastarria y del Secretario Adjunto F. Freidenburg. Presentado a la Logia, el Reglamento confeccionado por esta comisión, fue aprobado en octubre de 1854.

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Hacia el año 1856, Enrique Pastor López, que recién había terminado su período como Venerable Maestro, debido a ocupaciones particulares viose obligado a trasladarse a Concepción, donde fijó su residencia. Fue sumamente penoso para este hermano abandonar el puerto de Valparaíso, en donde tantos afectos había sabido conquistarse por su carácter franco y leal, propio de su raza; y en donde había encontrado, mediante las enseñanzas de la Masonería, nuevas orientaciones para su espíritu ávido de luz. Pero la fuerza de los acontecimientos era más poderosa que sus íntimos deseos y tuvo que separarse d e sus hermanos. Sabía que en Concepción no había ningún Taller masónico y llegó al lugar de su nueva residencia con el firme propósito de establecer uno, que sirviera para trabajar por la gloria de la Masonería y por el bien de la humanidad. Su espíritu emprendedor allanó en corto tiempo todas las dificultades que se opusieron a sus designios; y con algunos elementos masónicos dispersos, formó el núcleo que había de ser la base de una nueva Logia. Ésta tomó el nombre de “Estrella del Sur” y pidió Carta Constitutiva al Supremo Consejo del Grado 33º del Perú. Tal vez parecerá extraño que siendo su fundador miembro de una Logia que dependía del Gran Oriente de Francia, no se hubiera acudido a dicha Potencia Masónica en solicitud de la Carta respectiva; pero la actitud del nuevo Taller resulta perfectamente lógica si consideramos que las distancias entre la Sede del Supremo Consejo del Perú y el Gran Oriente de Francia eran muy diversas y que la deficiencia en las comunicaciones imponía un retardo considerable a toda correspondencia con Europa; de ahí que los hermanos fundadores de la nueva Logia, deseando estar pronto en posesión de los documentos que les permitiera trabajar con regularidad, ocurrieran al Poder Masónico más cercano en demanda de la autorización para constituirse; y este poder era el del Perú. También debemos considerar otra hipótesis que vendría a dar mayor fuerza a nuestra primera conjetura. Tal vez no fue extraña a dicha actitud la intervención de uno o más hermanos de nacionalidad peruana, de entre los que figuraron en el Cuadro de fundadores de la

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“Estrella del Sur”, los cuales, por un sentimiento de nacionalismo bien comprensible, quisieron colocar a la nueva Logia bajo la dependencia del Poder Masónico de su país. Pero sea cual fuere el motivo que determinó esa actividad, el hecho es que el Supremo Consejo de Grado 33º del Perú acogió favorablemente la petición de la Carta “Estrella del Sur” el Número 17, que era el que le correspondía entre los Talleres que aquella Potencia tenía en actividad bajo su jurisdicción. Aunque no tenemos ningún documento que nos permita señalar la fecha de fundación de la Logia de Concepción, ateniéndonos a la costumbre masónica de designar Venerable Maestro en una de sus primeras reuniones que celebran los masones que desean constituir una nueva Logia, creemos no equivocarnos al suponer que dicha Logia fue establecida alrededor del 15 de noviembre de 1856, fecha en que el hermano Pastor López fue elegido Venerable Maestro. Desempeñó ese cargo hasta septiembre de 1860. Del mismo modo que en Valparaíso, la actividad de Pastor fue verdaderamente maravillosa. Alma y cerebro de la Logia, ésta se encontraba tan íntima y estrechamente vinculada con su fundador y Venerable Maestro, que era imposible concebirla desligada de su creador. Fueron de tal magnitud los servicios prestados por el hermano Pastor a su Taller, que éste, reconocido a su padre espiritual, en Tenida de 17 de octubre de 1857 le acordó una especie de condecoración especial, consistente en un Triángulo de oro, en cuyo anverso llevaba la siguiente inscripción: La Respetable Logia “Estrella del Sur” a su amado Venerable Enrique Pastor. Y en el reverso, la fecha de la tenida en que dicho honor le fue acordado. En cada uno de los lados de la Joya iba grabada una de las palabras que constituyen el hermoso lema masónico de VIRTUD, UNIÓN Y TOLERANCIA. El 24 de octubre del mismo año, la Logia acordó concederle el título de Miembro Honorario y colocó su retrato en el Salón de Honor. La virtud y méritos masónicos de este hermano, llevados en alas de la fama, se extendieron por los centros fraternales del país, y, traspasando las fronteras, llegaron a

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Lima. El Supremo Consejo del Perú le otorgó en 1856 el grado 8º y en 1860 lo instituyó Caballero Rosa Cruz (Grado 18º). “Sin embargo, a pesar de la actividad incansable del hermano Pastor y de los miembros de la Logia y no obstante las buenas y cordiales relaciones mantenidas con el Poder del cual dependía la Logia Nº 17 –como lo evidencian las distinciones acordadas a su Venerable Maestro en 1856 y 1860- la “Estrella del Sur” desapareció para dar nacimiento a la Logia “Aurora de Chile” que s e estableció con Carta Constitutiva del Gran Oriente de Francia. Esta Logia también debió su nacimiento a los esfuerzos del hermano Pastor, que fue el único hermano que ocupó el cargo de Venerable Maestro, desde el 12 de septiembre de 1860, fecha de su fundación hasta mayo de 1862.

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¿Cuáles fueron los motivos que obligaron a la Logia “Estrella del Sur” Nº 17 a dar por terminados sus trabajos, con el único objeto de cambiar de Obediencia? Porque éste y no otro ha sido el único objeto perseguido por dicho Taller, ya que no es verosímil suponer que apenas abatidas las columnas de la primera Logia que funcionó en Concepción, otro grupo de masones, sin relación ni contacto con los de la 17, se hayan opuesto a la obra de fundar un nuevo Taller. Si la clausura de la “Estrella del Sur” se debió a falta de personal o al poco entusiasmo de éste o a dificultades de otro orden, pero propias de cualquier organismo masónico, ¿cómo explicar, entonces, que apenas cerrado un Taller pudiera abrirse otro? Desde cualquier punto de vista que consideremos el problema, siempre llegaremos a la misma conclusión: la Logia “Estrella del Sur” abatió sus columnas con el único objeto de cambiar de Obediencia. Nuestra suposición de que los mismos miembros de la Logia recién desaparecida han concurrido a fundar la “Aurora de Chile” que se estableció después, está basada en los siguientes antecedentes, que son bien claros: 1º La “Estrella del Sur” vivió hasta el 7 de septiembre de 1860, mientras el hermano Pastor fue su Venerable Maestro.

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En esa fecha suspendió sus trabajos. Y si no ¿cómo se explica que el Venerable terminara su mandato en esa fecha, extraña a lo dispuesto por los Estatutos? 2º La “Aurora de Chile” se fundó el 12 de septiembre del mismo año, es decir, cinco días después de clausurada la “Estrella del Sur”. 3º Enrique Pastor, que deja de ser Venerable con la desaparición de la “Estrella del Sur” es designado Venerable al nacer la “Aurora de Chile”. Con esto queda puesto en evidencia que las Logias “Estrella del Sur” y “Aurora de Chile” no constituyeron sino el solo y único cuerpo masónico de Concepción desde 1856 hasta 1862; y que la vida de esta asociación está dividida en dos períodos: uno que llega hasta el 7 de septiembre de 1860, durante el cual se llamó “Estrella del Sur” y estuvo sometida a la Obediencia del Supremo Consejo del Grado 33º del Perú; y el otro, que abarca desde el 12 de septiembre del mismo año hasta 1862, durante el cual s e denominó “Aurora de Chile” y pasó a depender del Gran Oriente de Francia. Y por último, para extinguir hasta el menor asomo de duda, ¿no vemos al hermano Pastor, alma y vida de la masonería penquista, animado con su aliento el Taller de Concepción, desde su primer día hasta el postrero?

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No tenemos documentos que nos permitan esclarecer el motivo de esta actitud de la Logia de Concepción, en el sentido de clausurarse bajo una Obediencia para reabrirse bajo otra. Pero, por los acontecimientos que luego hemos d e ver, nos inclinamos a creer que se debió a lo siguiente: Desde el año 1860, la Masonería chilena, comprendiendo que la distancia a que se encontraba de la autoridad central era un grave inconveniente para la prosperidad de las Logias nacionales; y que esta misma autoridad, desconocedora del medio ambiente social y de las características psicológicas que rodeaban a la Masonería en Chile no estaba capacitada para

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trazar las directivas oportunas y eficaces que se necesitaban, había llegado al convencimiento de que la única solución que permitiría el desarrollo progresivo de la institución en Chile, era la autonomía para gobernarse y obrar por sí sola, frente a las múltiples dificultades que a su paso se ofrecían. Se verificaron algunas conferencias con este objeto, entre los miembros de la “Unión Fraternal” y los de la “Étoile du Pascifique”; y algunos de éstos, considerando el asunto con amplio espíritu masónico, estimaron que las aspiraciones de los masones de Chile eran por demás justificadas, otros –y parece que eran los más- opinaron en sentido contrario, estimando imposible la independencia de la Masonería en Chile. Y aunque la corriente favorable de algunos alentaba las esperanzas de los masones chilenos, no se veía la forma en que aquella anhelada autonomía podría obtenerse. Por otra parte, y comprendiendo que la “Étoile du Pacifique” no se plegaría al movimiento de la “Unión Fraternal”, resultaba que era esta la única Logia que aspiraba a gobernarse por sí misma, lo que le quitaba toda probabilidad de realizar su aspiración. De ahí, entonces, que los masones chilenos pensaran en establecer nuevos Talleres nacionales, a fin de preparar una base sólida en que cimentar un Poder Masónico independiente. ¿No es admisible suponer, entonces, que el hermano Pastor, hijo de la “Unión Fraternal” y creador de la “Estrella del Sur” estuviese enterado de las aspiraciones de los hermanos chilenos y deseara secundarlas? Para eso, se imponía como medida previa, colocar a la Logia de Concepción bajo la dirección de la misma Potencia de la cual dependía la de Valparaíso, a fin de poder compartir con uniformidad los esfuerzos de ésta. Si el Gran Oriente d e Francia concedía la independencia anhelaban les alcanzaría a ambas; o al menos –y esto nos parece lo principal- ya serían dos Logias para solicitarla. El amor que el hermano Pastor profesó siempre a la Orden, sirviéndola con abnegación de padre hasta en los últimos días de su existencia, nos induce a creer que ésta pueda ser una explicación verosímil del cambio de Obediencia de la Logia de Concepción. Acontecimientos que entraremos a estudiar en seguida nos confirmarán esta hipótesis.

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Llevados por el justo deseo de ver extenderse las ideas sustentadas por la Masonería y de dar vida a una nueva Logia, que pudiera cooperar a la autonomía de la Orden en Chile, algunos masones radicados en Copiapó echaron en dicha ciudad los cimientos de un nuevo Taller. Esta Logia, designada con el nombre de “Orden y Libertad, se fundó el 1 de enero de 1862. Sobre el nacimiento de este nuevo Taller no tenemos sino unas pocas noticias, imprecisas y vagas. No obstante estamos ciertos de que su fundación se llevó a efecto dentro de los cinco primeros meses del año citado, aunque en el “Boletín Oficial de la Gran Logia de Chile” correspondiente a 1895, se diga que fue establecida el 20 de agosto de 186752. Para probar nuestra afirmación, bástenos recordar que la Gran Logia de Chile, solemnemente instalada el 24 de mayo de 1862, se fundó a base de las Logias “Unión Fraternal”, “Fraternidad”53 de Concepción, “Orden y Libertad” de Copiapó y “Progreso” de Valparaíso. El propio Gran Maestro, Juan de Dios Arlegui, en una Circular enviada a los Poderes Masónicos extranjeros para explicarles el origen de la Gran Logia de Chile, lo declara en forma bien explícita. Y si en dicha Circular se nos dice que a la constitución de la Gran Logia de Chile concurrieron representantes de la “Orden y Libertad” de Copiapó, forzosamente debemos admitir la existencia de dicho Taller antes del 24 de mayo. Entre los miembros fundadores de la Logia “Orden y Libertad” se contaron los hermanos Guillermo Gotschal, que fue el primer Venerable Maestro; Evaristo Soublette, minero; F. Pérez Velásquez, comerciante; Ramón Fritis, periodista; Abilio Arancibia e Hilario Marconí, profesores; Carlos González Ugalde, también profesor; Francisco 2º San Román, ensayador; Felipe Santiago Matta, Juan Pedro Sieveking,

52 Boletín Oficial de la Gran Logia de Chile, 1895, p. 160. 53 Tercer nombre adoptado por la Logia que presidía Pastor López, al acordar someterse a la Obediencia de la Potencia Masónica nacional que recién se establecía.

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Casimiro Julio y Domingo Gallo, mineros; y Tristán de la Cruz, industrial. Contemporánea y quizá un poco anterior a la “Orden y Libertad” había sido la Logia “Hiram”, sobre cuyo origen no hemos encontrado noticia alguna. Sólo sabemos que no dependía del Gran Oriente de Francia. Desde el nacimiento de la “Orden y Libertad” mantuvieron estrechas y cordiales relaciones, hasta que el nuevo Taller, gracias a su mayor vitalidad y actividad, acabó por absorberlo completamente. La Logia “Orden y Libertad” no alcanzó a obtener la Carta Constitutiva del Gran Oriente d e Francia, bajo cuyos auspicios se había fundado, pues por aquella época fue cuando sobrevino la crisis que puso fin a la jurisdicción de dicha Potencia sobre las logias chilenas.

----------------- A fines de marzo del año 1862, se tuvo noticias del insólito acontecimiento que conmovió al mundo masónico francés y del que nos ocuparemos con más detenimiento en el capítulo que sigue. El 9 de abril, la Logia “Unión Fraternal” celebró una tenida especial, destinada a estudiar este problema y la actitud que debía adoptarse frente a este hecho inaudito. Se consideró que había llegado el momento de tomar una resolución definitiva y conquistar de una vez para siempre, gracias a la extraordinaria circunstancia que se presentaba, la ansiada independencia, que hasta entonces había parecido imposible de obtenerse. En efecto, en dicha tenida se aprobó la siguiente proposición, que fue la señal de alarma dada a los demás Talleres: “Considerando que el nombramiento del actual Gran Maestro de la Orden, hecho por un poder extraño a la Masonería, es atentatorio a la Constitución y a los Reglamentos Generales que hemos jurado respetar, la Respetable Logia “Unión Fraternal” niega la obediencia al Gran Oriente de Francia, al que ha estado hasta ahora sujeta; y se constituye en Taller independiente hasta el reconocimiento de un nuevo Poder Masónico que supervigile sus trabajos”. Al mismo tiempo que asumía tal actitud y daba paso de tanta trascendencia, encomendaba a un grupo de maestros, encabezados por un prestigioso miembro del Taller –Blas

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Cuevas- la tarea de constituir una nueva Logia, que vendría a probar la vitalidad de la Masonería chilena. La nueva Logia, a que se dio el nombre de “Progreso” quedó fundada pocos días después, el 29 de abril de 1862. El primer Venerable Maestro que dirigió los trabajos del nuevo Taller fue el propio hermano Blas Cuevas.

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Así, pues, a principios del año 1862, tenemos cuatro Logias exclusivamente nacionales, funcionando en el país, a saber: “Unión Fraternal”, dirigida por Manuel de Lima, en Valparaíso. “Aurora de Chile”, dirigida por Enrique Pastor, en Concepción. “Orden y Libertad” dirigida por Gmo. Gotshal, en Copiapó; y “Progreso”, dirigida por Blas Cuevas, en Valparaíso. Además de estos cuatro organismos masónicos y de las Logias “Étoile du Pacifique” y “Bethesda” funcionaba en Valparaíso un Capítulo del Grado 18º establecido por el Gran Oriente de Francia, a base de las Logias que bajo su dependencia se habían establecido. En dicho Capítulo fue donde por primera vez se trató la posibilidad de establecer un Poder Masónico independiente en Chile.

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La obra que desarrollaron esos Talleres fue intensa y fecunda: y en todo momento correspondió al esfuerzo que gastaron los masones que le dieron vida. Como lo dijo el hermano Orador de uno de ellos, en un párrafo de la Memoria Anual “han producido los benéficos resultados que persigue la Masonería: reprimiendo las pasiones del hombre, enseñando la moral más pura y universal, extinguiendo las diferencias de raza y las categorías en el orden social, estableciendo la libertad de creencias y proclamando los grandes principios de la libre e igualo existencia de todo ser humano, la Masonería ha dejado conocer de un modo palpable la real eficacia de su existencia”.

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En realidad, su obra, aunque desarrollada en forma silenciosa y anónima, no dejó de llamar la atención de la opinión independiente; y por primera vez en Chile, se habló de ella en la prensa. Fue el más antiguo de los diarios chilenos el que tuvo la valentía de levantar la voz para proclamar con honrada franqueza, la alta opinión que de la Francmasonería sustentaba. Así con fecha 28 de septiembre de 1858, “El Mercurio” de Valparaíso, bajo el rubro de “La Francmasonería en América”, decía: “Lo que va de tiempo a tiempo! Hace cincuenta años que nadie se habría atrevido a pronunciar en público este nombre, sin estremecerse de pavor, creyendo ver en torno suyo a los sayones de la Inquisición o a los esbirros de la tiranía; y hoy nadie cree ni piensa en las calumniosas acusaciones de que esta Institución ha sido víctima; la oscuridad, la ignorancia y el fanatismo religioso y político la habían hecho sospechosa a la multitud; la civilización y el libre examen le han restituido toda su importancia. “Ya no es un misterio para nadie que en América existen varias sociedades masónicas con fines enteramente filantrópicos; y en Buenos Aires, por ejemplo, una de ellas acaba de recibir una sanción casi oficial, siendo encargada por el Gobierno o la Municipalidad, nada menos que d e la fundación y sostén del “Asilo de Mendigos”. Pero al a firmar que ya nadie creía ni pensaba en las calumniosas acusaciones de que la Institución había sido víctima “El Mercurio” se equivocaba; y si no, véase la réplica que al aludido artículo hizo la “Revista Católica” (Tomo VIII). “Parécenos que sólo una grande ignorancia del asunto en cuestión o el deseo de lisonjear a las logias masónicas de Valparaíso y otras poblaciones del Pacífico, han podido mover al Mercurio a levantar la voz en medio del culto y religioso Chile a favor de aquellas tenebrosas asociaciones y a recomendar y prohijar las impías y revolucionarias doctrinas con que un diario de Buenos Aires hizo su apoteosis, al dar cuenta del proyecto por el que la Municipalidad pensaba confiar el “Asilo de Mendigos” a una logia masónica, condecorada con el título de asociación filantrópica”. …………………………………………………………………………………………..

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“Sólo los ignorantes y los miopes dejan d e calcular y prever los males que en las repúblicas sudamericanas pueden hacer las asociaciones masónicas, si mandatarios vigilantes y enérgicos no contienen su propaganda y refrenan su audacia”.

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En esta forma llegaron al público las primeras noticias de la Masonería en nuestro país.

CAPÍTULO VII

Irregularidades acontecidas en el seno del Gran Oriente de Francia permiten a las Logias chilenas apartarse de su Obediencia. El Mariscal Magnan, profano, es nombrado Gran Maestro del Gran Oriente de Francia por un decreto del Emperador Napoleón III. Las logias chilenas constituyen la Gran Logia de Chile. Se instala el 24 de mayo de 1862. Juan de Dios Arlegui es elegido Gran Maestro; los demás Grandes Oficiales. Circular a las Logias chilenas y extranjeras, en que la Gran Logia de Chile da cuenta de su instalación. Antides Martin, Venerable Maestro de la Logia “Étoile du Pacifique” impugna la formación del nuevo Poder Masónico. Réplica de la Gran Logia de Chile. Varias Grandes Logias norteamericanas reconocen la independencia y la regularidad de la nueva Gran Logia establecida en Chile. Para que los lectores puedan formarse una idea exacta de los antecedentes que determinaron la intervención de la autoridad civil en el seno del Gran Oriente de Francia –lo que ofreció a las Logias chilenas la ocasión de alcanzar la independencia y constituir un Poder autónomo- es necesario que examinemos, aunque sean forma rápida, los acontecimientos que habían conmovido a la Masonería francesa. Después del golpe de estado del 2 de diciembre de 1852, Napoleón III permaneció algún tiempo indeciso, respecto

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de la actitud que debía asumir frente a la Masonería. Algunos de sus consejeros le insinuaron la conveniencia de suprimir la Orden. Pero otros, de mayor sagacidad política, le hicieron ver que era preferible usar de cierta prudente tolerancia para con aquella institución, cuyo poder real no conocían; pero que, contando en sus filas con personalidades prestigiosas, podía, si era hostilizada, oponer una resistencia moral que no dejaría de producir sus efectos. El emperador optó por seguir estas indicaciones. Pero le pareció de mayor conveniencia no sólo ejercer una vigilancia más o menos estrecha sobre la Orden, sino procurar influir en forma discreta y disimulada, de manera que los masones obrasen sin darse cuenta de que obedecían a las propias sugestiones del gobierno. Por ello se necesitaba de un árbitro sutil y la casualidad lo deparó. Aprovechando la ocasión de que la Gran Maestría estaba vacante, el Gobierno, por una serie de insinuaciones oficiosas obtuvo que fuera propuesto para tan alto e importante cargo el príncipe Luciano Murat, que había sido iniciado en América. De tal modo se arreglaron las cosas, que llegado el momento de la elección, Murat fue elegido Gran Maestro por la voluntad unánime de ciento treinta y dos votantes. El primer paso estaba dado, y con tanto acierto, que el resultado en ningún caso parecía haber sido preparado por intereses ajenos a la Orden, sino que tenía todas las apariencias de reflejar una aspiración verdaderamente sentida por la Institución en Francia. Pero muy pronto la Fraternidad empezó a arrepentirse de semejante elección. El Gran Maestro que había sido colocado al frente de la Orden carecía de las condiciones de inteligencia, de carácter y, sobre todo, de independencia moral que debe poseer el masón llamado a desempeñar tan alto cuanto delicado cargo y a velar por los destinos de una colectividad cuyo desarrollo es de suyo complicado. Murat cometió una serie de desaciertos administrativos y políticos; comprometió gravemente las finanzas de la Orden, al extremo de cubrirla de deudas; y, a más de eso, quiso sujetarla al yugo de una autoridad arbitraria y despótica, con evidente desconocimiento de los principios fundamentales sobre los que descansa toda la organización de la Institución Masónica.

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En tales condiciones, es fácil comprender que el Gran Oriente sintiera vivos deseos de ver llegar el día en que se pusiera término a tal autoridad; y a medida que se acercaba el plazo constitucional, los masones se sentían llenos de esperanza y confiaban poder iniciar una nueva era, de paz y de trabajo fecundo. Pero no contaban con que Murat insistiría en permanecer en el puesto, tentando su reelección. Agravaba la situación el hecho de que Murat era mirado con simpatía por el Gobierno, lo que le daba ánimos para insistir en su campaña. En tal emergencia, se pensó que la oposición de un contendor prestigioso resultaría feliz. “Por aquel entonces, 1861, la Masonería del Gran Oriente sufría una grave crisis. El príncipe Murat, Gran Maestro en ejercicio, que aspiraba a la reelección, había votado en el Senado a favor de la conservación del poder temporal del Papa. Este voto desagradó a los masones, que resolvieron oponerle su primo, el príncipe Jerónimo Napoleón, el cual, a su vez, se había mostrado contrario al poder temporal”54. Como la candidatura de Jerónimo Napoleón encontrara entusiasta acogida, próxima ya la elección, Murat apeló a la violencia: hizo despejar con la policía la Sala de Deliberaciones del Gran Oriente y nombró una Comisión de cinco miembros para que rigiese los destinos de la Orden hasta la fecha en que debería verificarse una nueva elección. La Fraternidad se negó a prestar acatamiento a semejante resolución y la anarquía se agregó a las dificultades. Empezaban ya a manifestarse con violencia, las disensiones en el seno de la Orden, cuando intervino el Emperador y designó por su propia cuenta el Gran Maestro. ¿Lo hizo por espíritu de conciliación, por amor a la Orden, de la que ya había sido miembro, o simplemente por el deseo de sujetarla al gobierno civil? No dejará de llamar la atención la irregularidad del procedimiento, sobre todo, si se considera que el funcionario designado por el Gobierno no era masón. Con fecha 11 de enero de 1862, se dictó el siguiente Decreto55:

54 Alberto Lantoine. “Histoire de la Franc-Maçonnerie Française”. Paris, 1925. 55 Bulletin des Lois de l’Empire Français. XIº Serie. Pémier Semestre, 1862. Partie Principale. Tome XIX, p. 43.

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“Nº 9862. Decreto Imperial relativo al nombramiento de Gran Maestro de la Orden Masónica de Francia: “Napoleón, por la gracia de Dios y la voluntad nacional, Emperador de los franceses, etc. “Considerando la proposición de nuestro secretario de estado en el departamento de lo Interior. “Vistos los artículos 291 y 294 del Código Penal, la ley de 10 de abril de 1834 y el decreto de 25 de marzo de 1852; “Considerando los deseos manifestados por la Orden Masónica de Francia, de conservar una representación central. “Hemos decretado y decretamos lo que sigue: “Art. 1º El Gran Maestro de la Orden Masónica en Francia, hasta hoy elegido por tres años, en virtud de los estatutos de la Orden, será nombrado directamente por nos, por igual espacio de tiempo. “2º Su Excelencia el Mariscal Magnan queda nombrado Gran Maestro del Gran Oriente de Francia. “3º Nuestro ministro secretario de estado en el departamento de lo Interior (M. Persigny) se encargará de la ejecución del presente decreto. “Dado en el Palacio de las Tullerías, el 11 de enero de 1862. (Firmado) Napoleón. (Fdo.) F. de Persigny”. En esta forma fue solucionado el conflicto electoral, pero eso costó una dura humillación al Gran Oriente, que se vio obligado a soportarla, so pena de verse suprimido. Al día siguiente de su designación –el 12 de enero- el Mariscal Magnan recibió los treinta y tres grados del Rito Escocés, en presencia de seis masones. El 15 del mismo mes se presentó al Consejo a exponer su programa de Gobierno;; y el 16 dirigió a la Logias de su jurisdicción una circular que, en frases muy corteses, decía lo siguiente: “Según los términos d e nuestra Constitución de 1854, corresponde a la Masonería escoger a su Gran Maestro por medio de la elección. El Gobierno ha creído deber suyo recobrar este derecho de nombrar al Gran Maestro de la Orden Masónica y su Majestad el Emperador se ha dignado llamarme a este cargo. Mi corazón está colmado de gratitud

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por la bondad del Emperador; está lleno también –creedlo- de los sentimientos más fraternales y más masónicos. “Cuando el Emperador ha querido tomar por sí mismo el cuidado de daros un Gran Maestro, no ha entendido disminuir la independencia de nuestra Orden ni poner óbices en nada a la libertad de nuestra acción; ha recordado, al contrario, que el Emperador Napoleón I ha sido el gran Protector de la Orden masónica en Francia y que su hermano, el Rey José, ha sido el Gran Maestro. El Emperador ha querido, a su vez, daros una muestra de su confianza, de su estimación, de su protección. ¡De cuanto valor debe ser para la Orden Masónica esta prueba de amor paternal, viniendo de nuestro Emperador muy amado, que tanto ha hecho por el desarrollo y progreso de las obras de beneficencia y asistencia mutuas, objeto de las preocupaciones, y estudios constantes de la masonería! “Benevolencia y firmeza, muy queridos hermanos, es mi programa. Vuestro concurso sincero y abnegado me ayudará a no ser muy inferior a la tarea que el Emperador se ha dignado a confiarme, y en el cual no olvidaré que he sucedido a un ilustre Gran Maestro, miembro de la familia del Emperador y al que me siento feliz de presentar aquí el homenaje de mi respetuosa adhesión. “Recibid, muy queridos hermanos, la seguridad de mi alta y respetuosa consideración”. De estos hechos se tuvo conocimiento en nuestro país a fines de marzo. Como vimos en el capítulo anterior, el 9 de abril, la Logia “Unión Fraternal” aprobó una moción en la cual se desconocía la autoridad del Gran Oriente de Francia. Esa fue la voz de alarma. La noticia, esparcida en los centros masónicos del país, dio origen a los más variados comentarios; y, con excepción de los miembros de la “Étoile du Pacifique” todos los masones chilenos estaban de acuerdo con la moción aprobada en la “Unión Fraternal”. Rápidamente comenzó entonces a abrirse camino la idea de constituir una Potencia Central, que viniera a dirigir y coordinar los trabajos de los Talleres ya establecidos y que trazara las normas para establecer otros en las diversas poblaciones del país. La Logia “Aurora de Chile” que funcionaba en Concepción bajo la dependencia del Gran Oriente de Francia, acordó

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clausurarse; y en mayo de ese mismo año, 1862, se reabrió con el nombre distintivo de “Fraternidad” para contribuir a la formación de la Gran Logia de Chile, bajo cuya obediencia declaró que trabajaría en adelante. Después de varias conferencias entre los primeros oficiales de las Logias de Valparaíso t los representantes de la de Copiapó y Concepción56, debidamente autorizados por este objeto, se celebró una Gran Asamblea el 29 de abril de 1862. En ella, treinta masones, sin contar los que s e hallaban representados por delegados, declararon la formación de la Gran Logia de Chile57. El 24 de mayo de 1862 se instaló solemnemente, bajo la dirección de los siguientes Grandes Dignatarios, elegidos conforme a las prácticas masónicas, para regir los destinos de la Masonería chilena durante el primer período de su existencia”. Serenísimo Gran Maestro, Juan de Dios Arlegui, 30º. Diputado Gran Maestro, Melitón Caso, 30º. Primer Gran Celador, Javier Villanueva. Segundo Gran Celador, Manuel de Lima. Gran Secretario General, A. M. Medina. El 24 de mayo de 1862 señala, pues, la fecha del nacimiento de la Masonería chilena como entidad autónoma y soberana. Este nuevo Poder Masónico venía combatido desde su nacimiento: de una parte, tenía que luchar contra el prejuicio de una sociedad imbuida en rancias preocupaciones; y de otra, se encontraba frente a la hostilidad de la Logia “Étoile du Pacifique” que representaba en Chile la autoridad del Gran Oriente de Francia. A estas dificultades y a otras múltiples, inherentes a todo organismo social, tuvo que hacer frente el Gran Maestro Arlegui, desplegando una energía, una constancia y un tino verdaderamente admirables.

56 Representaba a los masones de Concepción el hermano Enrique Pastor López. No tenemos datos que nos permitan asegurar quién fuese el de la Logia de Copiapó; pero hay motivos para conjeturar que lo fue el hermano Enrique Villegas. 57 No debe admirar el corto número de representantes, si se considerara que la Masonería apenas tenía en Chile poco más de diez años de existencia.

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Vamos a consignar en breves líneas algunos datos biográficos de este masón ilustre, a quien debe la Orden no pocos servicios, siendo el de no menor importancia, el haberla recibido en sus brazos cuando empezó a vivir y el haber velado por sus primeros pasos cuando necesitaba de mayores cuidados y abnegación.

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Nació don Juan de Dios Arlegui el 16 de octubre de 1827, en Santiago. Fueron sus padres don José Manuel Arlegui y Rodríguez Zorrilla y la señora Carmen Gorbea y Encalada. Hizo sus primeros estudios en el colegio de don Pedro Nolasco Carvallo –que funcionaba en la calle Bretón- y a los nueve años de edad, en marzo de 1837, ingresó al Seminario Conciliar y cursó humanidades y teología expositiva. Entre sus maestros se contaron don José Hipólito Salas, más tarde ilustre prelado y don Julio Donoso, célebre teólogo y obispo; don Manuel Castro y Barros, famoso presbítero argentino, emigrado de su patria por causas políticas. En 1943 se incorporó al Instituto Nacional, bajo el rectorado de don Antonio Varas, a cursar derecho y demás ramos inherentes a la profesión jurídica. Recibió lecciones de don José Victorino Lastarria, de don Miguel María Güemes, de don Francisco de Paula Tafaró, de don Antonio García Reyes, etc. Obtuvo el grado de bachiller en leyes y se incorporó a la Academia de Práctica Forense, practicando a la vez, en el estudio de don Manuel Antonio Tocornal. El 7 de noviembre de 1848 obtuvo el título de abogado. En 1850 se instaló en Valparaíso, donde abrió su estudio. Muy pronto se conquistó una reputación honrosa, por su rectitud y su habilidad de jurisconsulto. En 1858 fue elegido miembro de la Municipalidad y al año siguiente, 1859, sufrió persecuciones políticas por sus ideas, viéndose preso injustamente y siendo saqueado su hogar, lo que causó la pérdida de todos los documentos de su archivo y los trabajos jurídicos de su estudio. En su vida masónica observó la misma conducta y desplegó la misma actividad que en sus demás labores y fue así conquistando la estimación y el aprecio de todos sus

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hermanos, que veían en él uno de los más genuinos representantes de la Masonería.

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Éstos eran los antecedentes del hermano que, designado para el honroso cargo de Gran Maestro, debía soportar sobre sus hombros las responsabilidad de aquella difícil empresa y darle el impulso necesario, del que dependía la marcha futura de la Institución. Uno de los primeros afanes del Gran Maestro fue el de dar a conocer la instalación de este nuevo Cuerpo a los Poderes Masónicos establecidos en todo el orbe. Con tal objeto, en 1 de agosto, 1 y 17 de septiembre de 1862, y 1 de febrero y 17 de marzo de 1863, redirigió a las siguientes Potencias Masónicas: Gran Oriente del Brasil; Gran Oriente de Uruguay; Gran Oriente de la República Argentina;

Gran Oriente del Perú; Gran Oriente de Nueva Granada; Gran Logia de California; Gran Logia de Massachussets; Gran Logia de Nueva York; Gran Logia del Distrito de Columbia; Gran Logia de Neuva Orleans; Gran Logia de Charleston; Gran Logia del Reino de Dinamarca; Gran Logia del Reino de Suecia y Noruega; Gran Logia de Inglaterra; Gran Logia de Escocia; Gran Logia de Hamburgo; Gran Logia Central de Francia; Supremo Consejo para Francia y sus Colonias; Gran Oriente de Bélgica, y Gran Oriente Lusitano,

Enviándoles las piezas relativas a la separación del Gran Oriente de Francia e instalación del nuevo Poder Masónico. Una

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de esas comunicaciones, enviada también a los Talleres que trabajaban en Chile, contiene una síntesis de los acontecimientos que determinaron la actitud asumida por los masones chilenos. Es la siguiente:

LA GRAN LOGIA DE CHILE S.·. F.·. U.·.

Il y QQ.·. HH.·.

Un acontecimiento de reciente fecha, y, sin duda, muy conocido ya por vosotros, ha venido a marcar una fecha notable para la Masonería en Chile y a cambiar completamente, no sólo sus relaciones, sino la actitud que hasta hoy ha mantenido en el mundo masónico. Nos referimos al nombramiento del Sob.·. G.·. Maestro de la Orden Masónica en Francia, hecho en la persona del Mariscal Magnan, por Decreto del Emperador Napoleón III, fecha 11 de enero del presente año. La Masonería chilena, en su mayor parte sometida a la obediencia del G.·. O.·. de Francia, no pudo ver sin profundo dolor y sin muy serios temores para lo futuro, un nombramiento que, rompiendo con la tradición y supeditando las terminantes disposiciones de los artículos 29 y 30 de la Constitución Masónica58, importaba para ella nada menos que el primer paso dado en una senda peligrosa, al fin de la cual divisaba claramente la extinción de la inmemorial independencia de la Masonería, por la intervención de autoridades extrañas a su objeto y fines, cualquiera que pudiera ser por otra parte, la respetabilidad de esas autoridades. La Masonería chilena abriga la convicción de que no se considerará exagerados sus temores. A su juicio basta a justificarlos la ya recordada extrañeza de las autoridades civiles al objeto y fines de la Masonería, los ningunos vínculos que a ella las ligan y la imposibilidad en que se estaría para moderar los avances de esas autoridades en el ejercicio de los altos poderes que hoy se ha arrogado ya el Emperador Napoleón

58 Art. 29. Al entrar en funciones el Gran Maestro y todos los miembros del G.·. O.·. prestan el juramento siguiente: “Juro obedecer la Constitución Masónica, los Estatutos y Reglamentos Generales de la Orden y permanecer inviolablemente adicto al Gr.·. O.·. S.·. C.·. para la Francia y sus posesiones francesas, el único legislador y regulador de la Orden Masónica en Francia.

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III; pues es indudable que todo esto constituiría un estado anormal que imprimiría a los trabajos masónicos el sello de la irregularidad. Prescindiendo de las influencias de dudosa calificación que podría coartar la acción del elemento masónico y obligarlo a ceder en presencia de consideraciones que, su pueden encontrar cabida ante lo que el mundo profano llama razón de estado, para la Masonería serían ilegítimos e inatendibles, toda vez que chocaran con los principios de justicia y de equidad; para convencerse de la irregularidad que será la consecuencia necesaria de la intervención de la autoridad civil en los trabajos masónicos, es suficiente parar la atención en la persona electa por el Emperador Napoleón para Gran Maestro de la Orden. ¿Quién es el Mariscal Magnan? Un general benemérito, o, si se quiere y concediendo cuanto es posible conceder en la cuestión, una de las glorias de Francia; pero, por grandes que sean esos títulos y por mucho que le hagan acreedor a la consideración universal, ellos no bastan para justificar su elevación al primer puesto de la Masonería, sin haber figurado antes su nombre en los Cuadros de ningún Taller, ni siquiera como Aprendiz. Por más que se diga, ese nombramiento no dejará nunca de ser una irregularidad y, avanzando en esa vía, muy pronto llegaríamos a la relajación de toda ley, a la anulación de los vínculos más sagrados y por fin a la completa disolución del cuerpo masónico. La Masonería chilena no ha podido ni ha querido consentir en el entronizamiento de tan pernicioso orden de cosas, y dando forma, por decirlo así, a un pensamiento que abrigaba largo tiempo, acordó constituir un Poder Masónico en este Oriente y separarse del de Francia. A este paso la impulsaba no sólo las consideraciones aludidas, sino también el deseo de dar al elemento masónico el desarrollo que debe tener en esta parte del mundo, desarrollo que había sido trabado hasta aquí, no sólo por las dificultades consiguientes a la distancia que la separaba del Poder de que dependía, sino también por lo imposible que era muchas veces hermanar el progreso de la Masonería, que en estos países por ahora no puede menos de alcanzar una vida muy excepcional, con disposiciones dictadas para las Logias de Europa, en posición y circunstancias muy distintas.

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En efecto, los masones que forman las RR.·. Logias “Unión Fraternal” y “Progreso”, de Valparaíso y los Representantes de las RR.·. Logias “Orden y Libertad”, de Copiapó y “Fraternidad”, de Concepción, comisionados especialmente por dichas Logias, se reunieron en Asamblea Masónica el 24 de mayo último y acordaron la constitución de la Gran Logia de Chile, y nombraron por Gran Maetro al hermano Juan de Dios Arlegui, gr. 30º; por Primer G. V. al hermano Javier Villanueva, gr. 18º; por Segundo G. V. al hermano Manuel de Lima, gr. 30º; Gran Diputado al hermano Melitón Caso, gr. 30º; la cual celebró Tenida solemne de instalación el 24 de mayo de este año. “Al poner en vuestro conocimiento la instalación de la Gran Logia de Chile y los motivos que han inducido a la Masonería chilena a constituirla cuanto antes, nos proponemos, no sólo obtener vuestro reconocimiento, sino el favor de vuestra correspondencia. Vuestras luces contribuirán, no lo dudamos, a iluminar la nueva y difícil vía en que hoy entramos y nuestras mutuas relaciones no podrán menos que robustecer los vínculos que ligan entre sí a los distintos miembros de la familia masónica”. “Lisonjeándonos con la esperanza de que recibiremos a la brevedad posible contestación a la presente, tenemos el honor de saludaros, etc. (Fdo.) Juan de Dios Arlegui, Gr. 30º. El Gran Secretario, M.A. Medina. Oriente de Valparaíso, 1 de agosto de 1862”.

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Como se ve, la citada comunicación era bastante explícita; y, a la vez que indicaba con claridad y precisión los motivos que la Masonería chilena había tenido en cuenta para separarse de su primitiva Obediencia, exponía a grandes rasgos la doctrina fundamental, según su criterio para apreciarla y ponía de manifiesto la verdadera necesidad de constituir un Poder que, conociendo de cerca los problemas y dificultades que se opusieran a la marcha de la Orden y conociendo, a la vez, las características del medio ambiente social y psicológico, estuviera en aptitud de afrontarlos y resolverlos con eficacia y oportunidad.

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Del éxito de estas primeras gestiones dependía todo el porvenir de la Institución, ya que sin el reconocimiento de los demás Poderes no pasaría de ser un cuerpo irregular y clandestino, rechazado de la fraternal correspondía de los demás cuerpos Masónicos del universal y expuesto, por lo mismo, a perecer a corto plazo. Para llegar a un feliz resultado, fueron necesarias múltiples gestiones; hubo que valerse de cuanta ocasión propicia se presentaba y aprovechar las relaciones particulares que algunos hermanos mantenían con miembros caracterizados de otros Orientes. A excepción del Gran Oriente Lusitano –por entonces en completa desorganización- parece que todas las comunicaciones llegaron a su destino. No obstante, fueron muy pocos los Poderes que respondieron o que acusaron recibo de ellas. Este mutismo de parte de la mayoría de los Cuerpos Masónicos de Francia, en relaciones con ellos, a más de haber declarado irregulares a las Logias “Unión Fraternal” y “Aurora de Chile”, que se habían constituido bajo su dependencia, había comunicado al mundo masónico que la Gran Logia de Chile, formada por la Gran Logia de Chile, formada por las Logias ya citadas, se habían constituido viciada de irregularidad desde su origen. El Gran Oriente d e Francia procedía según las noticias que le suministraba el hermano Antide Martin, de la “Étoile du Pacifique” que se había constituido en paladín de la Obediencia francesa. Este hermano no se conformó con informar al Gran Oriente de Francia de lo que ocurría en Valparaíso, sino que además dirigió dos circulares al mundo masónico para denunciar como irregular a la Gran Logia de Chile. La Gran Logia de Massachuasetts, que fue la primera en reconocer la regularidad de nuestra Gran Logia, expresó que la fundación de esta adolecía de “algunos defectos de formalidades técnicas” y nada más. El hermano Martin, más severo y exigente, sostenía que en el proceso de generación de nuestra Gran Logia había irregularidades manifiestas e insubsanables; y que era violar abiertamente la jurisprudencia masónica universal el

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reconocimiento de la Gran Logia que así se acababa de establecer. En síntesis, y según este hermano, los hechos habrían ocurrido en la forma siguiente: El 9 de abril de 1862, veintidós masones de la Logia “Unión Fraternal” -fundada, como se sabe, el 27 de julio de 1853- después de una discusión más política que masónica, declararon que en adelante no reconocían la jurisdicción del Gran Oriente de Francia, al que debía su Carta el Taller. El 14 de mayo enviaron, por medio de una comisión esa Carta en depósito a la Logia “Étoile du Pacifique”, declararon en sueño su Logia, de dividieron en dos grupos, declarando uno que fundaba la Logia “Unión Fraternal” y otro compuesto de siete maestros que fundaba la Logia “Progreso”. Estas dos Logias –agregaba el hermano Martin- no eran tales Logias; y, sin embargo, nombraron delegados que, unidos a los de las Logias ·Fraternidad” de Concepción y “Orden y Libertad” de Copiapó, resolvieron la fundación de una Gran Logia en Valparaíso. Respecto de la Logia “Fraternidad”, el hermano Martin decía que en 1859 existió en Concepción la Logia “Estrella del Sur”, bajo la obediencia del Gran Oriente del Perú; que en 1860 pasó regularmente esa misma Logia a depender del Gran Oriente de Francia con el nombre de “Aurora” de Chile; que en mayo de 1862, después de renunciar a esta última jurisdicción, había remitido en depósito su Carta Constitutiva a la “Étoile du Pacifique”; y, tomando el nombre de “Fraternidad” había enviado representante suyo para que concurriera a la fundación de la Gran Logia de Chile. En cuanto a la Logia “Orden y Libertad”, el hermano Martin sostenía que a principios de 1862, un hermano peruano, grado 32, había formado esa Logia con masones de nacionalidad peruana, dispuesto a pedir Carta al Gran Oriente de Francia, para evitar el entenderse con el del Perú, por estar en disidencia con ese Poder; pero que sin alcanzar a pedir esa Patente, resolvieron pedirla en mayo a la Gran Logia de Chile y concurrir a la fundación de ésta por medio de un Diputado. Expuesto lo anterior con muchos detalles, el hermano Martin decía que los cuatro Talleres fundadores de nuestra Gran Logia no podían arrogarse el derecho de constituir un

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Poder Masónico como que el que habían fundado, puesto que ninguno de ellos, ante la jurisprudencia masónica, era una logia regular y perfecta.

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No obstante esta hostilidad y la campaña que en su contra le hacían algunos otros elementos, la verdad empezó a abrirse paso. Algunas Grandes Logias quisieron oír antes de juzgar y pidieron los antecedentes del caso. Poco a poco, el asunto comenzó a ser considerado desde su verdadero punto de vista; y satisfechas del examen y de las respuestas que les dio la Gran Logia de Chile, la admitieron en su correspondencia, considerándola como un Poder regular. Pero era necesario llevar este convencimiento no sólo a las Grandes Potencias masónicas, sino también a cada uno de los hermanos, para desvanecer las muchas dudas que las circulares del hermano Martin habían hecho nacer. A este fin obedeció principalmente la publicación de un opúsculo intitulado “Circular de la Gran Logia de Chile” que apareció en Valparaíso, Imprenta del Universo, el mismo año de la fundación de la Gran Logia de Chile. Es un documento de valor inapreciable para esclarecer muchos acontecimientos y desvanecer no pocos errores respecto de las materias que venimos estudiando. Dicho documento es el siguiente59. “Al hablaros el hermano Martin del estado de la Masonería en este Oriente, en marzo último, os dice que tres Logias reunían a todos los masones existentes en Valparaíso, la Logia Madre bajo el título distintivo de “Estrella del Pacífico”, la “Unión Fraternal” y la “Bethesda”. Es muy cierto que las tres mencionadas eran las Logias que en aquella fecha existían en este Oriente, pero no lo es que la “Estrella del Pacífico” fuese la Logia Madre, pues del hecho de haber sido la primera que se estableció y de haber dado la luz a alguno de los siete miembros fundadores de la “Unión Fraternal”, no puede deducirse que fuese la Logia Madre de aquella ni de la “Bethesda”. Hecho es este de poca importancia, pero errado.

59 Este folleto es hoy día escasísimo; el ejemplar que hemos tenido a la vista es único, quizás que existe –está incompleto, pues le falta la primera página; de ahí que al comenzar su lectura se note cierta incoherencia, pues se desconocen los primeros párrafos.

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Y desde que nos proponemos daros a conocer los de esta especie que contiene la relación del hermano Martin, hemos debido enumerarlos. “Continúa aquella nota refiriéndoos el estado próspero que alcanzaba la Masonería en Chile bajo la obediencia del Gran Oriente de Francia y la creación del Capítulo Rosa-Cruz y Consistorio de Caballeros Kadosh que había tenido lugar últimamente. Respecto a la prosperidad y progreso del elemento masónico bajo el imperio del Gran Oriente de Francia, sólo diremos que a juicio de todos los masones de este Oriente, no existía. Por el contrario, el desaliento había cogido los ánimos; el marasmo era el estado normal del Cuerpo Masónico y fácilmente comprendía aún el menos observador que en muy poco tiempo más perecería por inanición. Con referencia a la erección de los dos Talleres superiores que se mencionan, os diremos algo que se ha cuidado muy bien de callar el hermano Martin y es: que la formación de esos Talleres tenía por objeto echar las bases que debía conducirnos cuanto antes a la creación de un Gran Oriente chileno, como único medio de sacar a la Masonería de la postración en que yacía y ponerla en aptitud de servir al objeto de su institución y producir los resultados que hay derecho a esperar de ella, sobre todo en América del Sur. Ésta era una necesidad reconocida por todos, desde mucho tiempo hacía; pero muy especialmente desde la publicación de la Constitución y Estatutos Generales, aprobados por el Gran Oriente d e Francia, en el año 1854, que vinieron a poner de relieve tanto los inconvenientes que había de someter a las Logias d e América, en condiciones y modo de ser muy distintas de las de Europa, al nivel de éstas, como también lo difícil, si no imposible que era el que se ejerciera eficaz y oportunamente la acción de un Poder Masónico que tenía su asiento a cuatro mil leguas de distancia. El mismo hermano Martin, sin embargo de su entusiasmo y profunda adhesión por el Gran Oriente de Francia adhesión, no desconocía aquella necesidad ni esos inconvenientes y era uno de los que proclamaban la urgencia de constituirse en poder independiente. Si el hermano Martin os hubiera revelado en su nota el verdadero objeto de la formación de los Talleres a que alude, no habría hecho, quizás, a todos los masones de este Oriente el insulto que les hace cuando los considera inducidos a crear

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un poder independiente, sólo por las instigaciones de un hermano de imaginación inquieta y desgraciada, y habría sido mejor… Pero continuaremos nuestra rectificación. “Llegada la noticia del decreto del Emperador Napoleón III, dice el hermano Martin que “el Capítulo fijó inmediatamente su atención sobre este hecho grave” y después de tomar en cuenta las consideraciones que menciona el acta, continúa que “por una gran mayoría compuesta de hermanos de las diversas nacionalidades existentes en Valparaíso, decidió que el Capítulo permanecería adicto al Gran Oriente de Francia. La Logia “Estrella del Pacífico” tomó igual decisión; pero la “Unión Fraternal” acordó separarse. “Que el Capítulo y la “Estrella del Pacífico” decidieran quedar sometidos al Gran Oriente de Francia, es un hecho; pero no lo es que el Capítulo tomase la decisión por una gran mayoría, que representaba las diversas nacionalidades. El Capítulo carecía hasta de los miembros necesarios para celebrar tenida en la noche en que s e adoptó tan seria resolución. Muchos de los hermanos que hacían parte de él dejaron de asistir, y aun cuando la gravedad del asunto exigía que se hubiese hecho nueva citación, no se practicó así, sin embargo. Un hermano visitador –el hermano Ricardo Palma- ocupó el puesto de Orador, vacío por inasistencia del titular, y así se abrieron los trabajos. El hermano Palma, visitador y Orador p. t., se opuso a la decisión que nos ocupa; pero, no obstante, fue adoptada, no por una fuerte mayoría de los miembros del Capítulo, puesto que no asistieron los bastantes para ocupar los diversos puestos, sino por una mayoría que sí ha podido llamarse fuerte, habrá sido sólo con relación a los miembros presentes. “No tiene, pues, la decisión del Capítulo la importancia que le atribuye el hermano Martin y sería muy errado el concepto que se formara aquel que viera ese acuerdo, la expresión del modo de pensar de la mayoría de los miembros que lo componen. Separada del Gran Oriente de Francia –prosigue la nota del hermano Martin- la “Unión Fraternal” se declaró en sueño. Error, y muy grave, pues que da lugar a una serie de deducciones tan infundadas como inexactas, es la base de que parte. La Logia “Unión Fraternal” jamás fue puesta en sueño; lo único que hizo en su Tenida del 9 de abril de 1862, fue

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aprobar por todos los hermanos (menos cuatro) la siguiente proposición: Considerando que el nombramiento del actual Gran Maestro de la Orden, hecho por un poder extraño a la Masonería, es atentatorio a la Constitución y a los Reglamentos Generales que hemos jurado respetar, la Respetable Logia “Unión Fraternal” niega la obediencia al Gran Oriente de Francia, al que ha estado hasta ahora sujeta y se constituye en Taller independiente hasta el reconocimiento de un nuevo Poder Masónico que supervigile sus trabajos”. Esa proposición era el resumen de una larga y concienzuda discusión, a la que tuvieron libre acceso todos los masones del Oriente de Valparaíso. De ningún modo fue la obra impremeditada de un momento, ni mucho menos motivos políticos fueron los que determinaron su aprobación. El que tal cosa asegure sufre un error o ha sido imbuido en él por equivocadas relaciones. Tomada aquella determinación, del seno de la Logia “Unión Fraternal” se formó la “Progreso”. Para la formación de ésta se adoptaron los mismos procedimientos que la “Estrella del Pacífico” y la “Unión Fraternal” adoptaron a su vez y, para ser más general, los mismos que han adoptado todas las Logias del mundo al fundarse. Bastan siete masones para formar una Logia y una vez fundada, nada impide que trabaje mientras recibe su constitución, pues es sabido que en esas circunstancias lo hacen con el título genérico de logias en instancia. Extraño parece que el hermano Martin, viejo masón, y masón ilustrado, no haya fijado su atención en este punto. Las Logias “Unión Fraternal” y “Progreso”, en correspondencia con las “Fraternidad” de Concepción y “Orden y Libertad” de Copiapó, que a su vez chocadas por el antimasónico nombramiento del Gr.·. Maestro Magnan, habían resuelto separarse del Gran Oriente de Francia, se entendieron muy fácilmente sobre un pensamiento que era común a la mayoría de los masones de Chile y convivieron en dar los pasos necesarios para formar una Gran Logia en Valparaíso, a cuya obediencia se sometían desde luego. Al efecto, las Logias “Fraternidad” de Concepción y “Orden y Libertad” de Copiapó celebraron Tenida especial, y por unanimidad acordaron delegar a uno de sus miembros, para que ampliamente facultado por ellas, concurriera en Valparaíso a la formación de

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una Gran Logia, a cuyo poder se sometían; pero ni por un momento se les ocurrió ponerse en sueño, como lo asegura el hermano Martin y volver a ponerse en actividad por su propia voluntad. La actividad de sus trabajos no fue interrumpida jamás. Llegados los delegados a Valparaíso, en 29 de abril de 1862, treinta masones, sin contar los que se hallaban representados por los delegados, declararon la formación de la Gran Logia de Chile en el Oriente de Valparaíso. En seguida se dieron todos los pasos necesarios para su instalación, la cual tuvo lugar solemnemente y con arreglo al Ritual de costumbre en tales casos, el 24 de mayo último. En la necesidad de daros, II.·. HH.·., un conocimiento perfecto de los hechos ocurridos hasta la solemne instalación de la Gran Logia de Chile, preciso nos ha sido apartarnos un momento de nuestra tarea de rectificar los errores contenidos en la nota que nos ocupa; pero, nos apresuramos a volver a ella. La Respetable Logia “Orden y Libertad” de Copiapó, os dice el hermano Martin que había sido fundada por algunos masones peruanos, emigrados de su patria y que tenían la perspectiva de volver muy luego a ella. Por demás equivocado procede el hermano Martin al hacer esta aseveración. La Logia “Orden y Libertad” contaba en su seno en marzo último veintiún miembros, y de éstos sólo tres eran peruanos. Los dieciocho restantes eran vecinos de Copiapó, y vecinos d e importancia, pues pertenecían y pertenecen a la clase más ilustrada de aquella población. No menos errada es la apreciación que se hace de la ciudad de Copiapó. Si bien puede decirse que es una pequeña ciudad comparada con centros de población como Londres, París o Nueva Cork, no merece de ninguna manera esa calificación con relación a las poblaciones de Sudamérica y muy especialmente a las de Chile. Por el Censo General de esta República, levantado en 1854, Santiago –su capital y más populosa ciudad- tiene 129.473 habitantes. Valparaíso –su principal puerto y segunda ciudad por la importancia de su población- cuenta 52.413 habitantes; y Copiapó, 30.068. Por manera, , pues, que si consideramos a Santiago y Valparaíso como poblaciones de primer orden con referencia a Chile, Copiapó deberá ser colocado entre las de segundo. Y

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agregando que es el emporio minero de Chile y que en este concepto alcanza una importancia indisputable, tendremos que bajo ningún aspecto se la puede considerar como una aldea o poco más, que es la idea que se desprende de la denominación que le da el hermano Martin. De Concepción se dice sólo que se encuentra a gran distancia y con muy tardías comunicaciones; y aún cuando objeción es ésta que no se comprende por venir de parte de quien se muestra partidario decidido de permanecer sometido a un Poder que tiene su asiento a cuarenta mil leguas de distancia, necesario será haceros presente algo que ha olvidado el hermano Martin. Concepción y Valparaíso se comunican, en primer lugar, por un correo de tierra que hace sus viajes periódicos en cinco días; después, por un vapor mensual, que viaja con la misma regularidad entre Talcahuano, puerto principal de la provincia de Concepción, y Valparaíso; y, en tercer lugar, por los buques de vela que constantemente van a tomar el carbón de piedra que producen en abundancia los minerales de Lota y Coronel. En este sentido comprenderéis que la distancia no es ni puede ser un inconveniente para la perfecta comunicación entre las Logias de aquel Oriente y la Gran Logia formada en Valparaíso, ni mucho menos que haya podido impedir el acuerdo entre los masones de los orientes indicados, como paso previo e indispensable para la formación de un Poder Masónico en Chile. Sin embargo, el hermano Martin os asegura que tan irregular procedimiento no pudo ser sancionado ni por el silencio ni por el consentimiento aparente de parte de las Logias “Estrella del Pacífico” y “Bethesda”; y que cada una tomó una decisión motivada, manifestando sus impresiones”. No sabemos cuál haya sido la decisión de la “Estrella del Pacífico” pues nunca se ha puesto en nuestro conocimiento y aún ignoraríamos que esa deliberación existiera si la nota que nos ocupa no hubiera venido a revelar ese secreto, rasgando el velo que lo cubría. Por lo que respecta a la “Bethesda”, con toda certeza os aseguramos que el hermano Martin se equivoca. Nos consta que esa Respetable Logia no ha tomado resolución alguna sobre el particular y que dista mucho de abrigar sentimientos contrarios a la Gran Logia de Chile.

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Así, rectificados los errores de hecho que contiene la nota del hermano Martin, tenéis que quedan destruidos todos los cargos que ella contiene y sin valor alguno las reflexiones que tienen que ver con la irregularidad de las Logias que ella supone puestas en sueño y vueltas por sí mismas a la actividad de sus trabajos. Como igualmente, que no es posible que masón de buen juicio acepte el cargo de extravagancia que hace a la Gran Logia, suponiendo que su primer paso fue reconocer la irregularidad de las Logias que habían concurrido a su formación; pues se desprende de lo dicho que es ese un error y si no se desprendiera, formal y terminantemente lo declaramos hecho equivocado e incalificable casi, desde que la Gran Logia no ha hecho nunca tan absurda cuanto antojadiza declaración. El primer Decreto expedido por ella fue aprobando los trabajos de las Logias, mientras estuvieran en instancia de constitución. Paso indispensable y que de ninguna manera supone la irregularidad a que se refiere el hermano Martín. Examinada ahora la cuestión bajo el punto de vista en que la colocaban las rectificaciones anteriores, seguros estamos que estimaréis inaceptables las conclusiones a que arriba la nota del hermano Martin. En primer lugar, porque muchas de ellas descansan sobre antecedentes contrarios a la verdad de los sucedido, y desapareciendo éstos, las conclusiones que son su consecuencia, no pueden subsistir. En segundo, porque si otras de ellas hubieran de reconocerse como principios inconcusos del derecho masónico, preciso sería romper con prácticas consagradas por los siglos y concluir con que había muy pocas Logias y Poderes Masónicos en el mundo que tuvieran un modo de ser regular. Y en tercero, que aceptando el conjunto de las conclusiones aludidas, habría que convenir en que era imposible la propagación y afianzamiento del elemento masónico en países nuevos que, para la penosa y difícil labor de su formación, constitución y engrandecimiento, no disponen del fiat de la creación sino tienen que proceder por grados y con la lentitud consiguiente a la naturaleza humana. Aplicados los principios del hermano Martin al Gran Oriente de Francia, el, que se dice su antiguo miembro y que tanto se empeña en mantener sujetas a su Obediencia a las Logias de Chile, tendría que reconocer lo irregular de su

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formación y concluir por encontrar irregulares también todos los actos de él emanados y, en fin, todos los masones que de él han recibido su título de tales. Entrando en esta vía de descomposición, muy pronto llegaríamos a la nada, si hubiéramos de ser lógicos con los sofismas a que se da el título de principios. Los antecedentes del Gran Oriente de Francia son muy conocidos; el hermano Martin no puede ignorarlos; y, si a su juicio, la Gran Logia de Chile, que no entraña ninguno de los defectos de los de aquél y que no ha tenido más objeto que la realización de una idea concebida hace mucho tiempo en interés de la Masonería, es irregular, la creación del Gran Oriente de Francia debe parecer detestable, si quiere ser consecuente consigo mismo; y no comprendemos entonces como su dignidad personal le ha permitido hasta ahora hacer parte de una asociación en la que han tenido y pueden tener lugar desórdenes semejantes. Confiados en que las consideraciones que preceden serán bastantes a ilustrar vuestro criterio sobre los antecedentes y demás hechos que han traído por consecuencia la formación de la Gran Logia de Chile, tenemos el honor de saludaros, etc. El Ser.·. Gran Maestro, Juan de Dios Arlegui, gr. 30. El Gran Secretario encargado de la correspondencia, A. M. Medina. Oriente de Valparaíso, a 15 de septiembre de 1862.

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Estos documentos sirvieron para que la verdad se abriera paso y para que los Poderes Masónicos pudieran formarse una opinión clara de los sucesos. Pronto algunos de estos Poderes reconocieron a la Gran Logia de Chile, como entidad regular y la admitieron en su correspondencia, lo cual se manifiesta con el examen de las notas que pasamos a reproducir: De la RESPETABLE GRAN LOGIA DE MASSACHUSETTS, Oriente de Boston. “Los miembros de la Comisión son unánimemente de opinión que se adopte la recomendación del Hermano Kendall y que, salvo otra determinación de esta Gran Logia, se le autorice y ordene que reconozca a la Gran Logia de Chile

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como un Cuerpo debidamente consituido y organizado. (Firmado) G. Washington. Chas. W. Moore. Winston Lewis. Adoptado en Gran Log. El 30 de diciembre de 1862. Certifico Chas. W. Moore. Secr.” Del SUP.·. G.·. C.·. DEL RITO ANTIGUO, ESCOCÉS, ACEPTADO, Oriente de París. “Por decreto del 21 de diciembre de 1864, e. v. inscrito en el Libro de Oro y solemnemente promulgado el 28 siguiente en el seno de la Gran Logia Central de Francia, ha declarado reconocer como válidamente fundada en el Rito Esc. La II. Gr. L. de Chile en el Oriente de Valparaíso, según el acta de su Constitución, fechada el 16 de diciembre de 1862, e. v. y la admite en su correspondencia regular y permanente. (Firmado). Por orden del G.·. Com. G. Maestro, el Gr. Secr. Canc. Del Sto. Imp. Vte. De Lajonquiere”. Otros poderes sin pronunciarse desde luego por el reconocimiento, solicitaron más antecedentes y pidieron nuevas informaciones; entre estos Poderes se encontraban la Gran Logia de Nueva Cork, el Gran Oriente del Perú, el Gran Oriente de Nueva Granada y el Gran Oriente de la República Argentina. La Gran Logia de Nueva Cork quiso ser minuciosamente informada sobre todo lo acontecido; y para simplificar los trámites, siempre complicados, del incesante cambio de notas explicativas, insinuó la conveniencia de que la Gran Logia de Chile nombrase un representante que, bien informado, estuviese en condiciones de suministrar a la Gran Logia de Nueva Cork, todos los datos y antecedentes que fueran necesarios. El Gran Maestro Arlegui solicitó y obtuvo entonces, para dicho objeto, el concurso del ilustre masón Andrés Cassard, que residía en Nueva Cork. Este, con un celo y un tino admirables, condujo los asuntos en tal forma que la Gran Logia de Nueva Cork terminó por reconocer a la Gran Logia de Chile como Poder regular e independiente. Los Grandes Orientes del Perú y de Nueva Granada, pidieron explicaciones sobre ciertos puntos que especificaron. El Gran Oriente del Perú se comunicó con el Gran Secretario M. A. Medina, en forma particular; mas, como se empeñara en

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imponer ideas de imposible realización, las gestiones de acercamiento quedaron paralizadas. El Gran Oriente de Buenos Aires, en carta particular al Gran Maestro Arlegui, le manifestó que había recibido su comunicación y que formulaba sinceros votos por la prosperidad de la nueva Potencia; pero que las buenas y cordiales relaciones que mantenía con el Gran Oriente de Francia, le impedían reconocerla oficialmente, mientras estuviera bajo el peso de la censura fulminada por dicho poder. De los tres Poderes que reconocieron la independencia de la Gran Logia de Chile, la Gran Logia de Massachussets y la Gran Logia Central de Francia, constituyeron representantes ante la Gran Logia de Chile. La primera nombró al hermano Jorge Kendall, Gr. 30, gracias a cuyo trabajo personal fue reconocida nuestra Gran Logia; y, la segunda, al hermano Víctor Pretor, que siempre se contó entre los más entusiastas propulsores del Poder establecido. Ambos fueron recibidos en una solemne Asamblea de la Gran Logia, con los honores a que tenían derecho por su investidura, por sus virtudes masónicas y cívicas y por el cariño que había demostrado sirviendo la causa de la Masonería chilena. ¡Que sus nombres queden grabados en los anales de la Gran Logia de Chile, envueltos por el nimbo de simpatía y respeto que supieron conquistar!

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CAPÍTULO VIII

Se redacta la constitución de la Orden Masónica de Chile. Se pone en vigencia el año 1862. Extracto de este Código. “La Masonería tiene por base la existencia de Dios y la inmortalidad del alma”, declara la Constitución en su primer artículo. Se redactan los estatutos Generales. La Gran Logia, autoridad suprema para los treinta y tres Grados del Escocesismo en Chile. Se

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consigna el principio de “territorialidad”. Una sección de la Gran Logia tiene a su cargo la confección de los Rituales. Apenas establecido el nuevo Poder, y después de dados los primeros pasos para ponerse en fraternal correspondencia con las demás Potencias Masónicas y solicitar su reconocimiento, fue necesario pensar en la organización interna y estudiar, o, más bien, crear una legislación y sus reglamentos, ya que bien poco material tenían en qué basarse aquellos masones que se vieron precisados a acometer tamaña empresa. Pero la falta de documentación fue sustituida con buena voluntad; y la carencia de literatura adecuada al objeto no fue inconveniente para llevar adelante los trabajos, sobre la base de los conocimientos que muchos masones ilustrados, miembros de la naciente Gran Logia, habían adquirido en otros países, especialmente de Europa, donde la Masonería alcanzaba floreciente desarrollo. Además, esta falta de documentación no fue tampoco absoluta, pues en todo caso podían contar con la constitución y Estatutos Generales del Gran Oriente de Francia, conocidos por los masones chilenos. Pero la idiosincrasia y tendencia de los Talleres que dichos códigos estaban destinados a regir se diferenciaban notablemente de las logias chilenas, recién creadas y con características bien distintas de las de Europa; de modo que dichos Estatutos, en todo caso, sólo sirvieron como un esquema general, sobre cuál fue preciso ir componiendo, artículo por artículo, lo que podríamos llamar “Carta Fundamental” de la Masonería chilena. La comisión encargada de este trabajo desarrolló una intensa y constante labor; y no de otro modo se explica que la primera “Constitución de la Orden Masónica en Chile” fuera promulgada el 16 de diciembre de 1862, esto es, cuando apenas habían transcurrido siete meses desde la fundación de la Gran Logia. Dicha “Constitución de la Orden Masónica en Chile” constaba de sesenta y seis artículos, divididos en cinco títulos; y contenía, en líneas generales, la legislación necesaria para la marcha de la Gran Logia y para la organización y funcionamiento de los Talleres que de ésta dependían.

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Vamos a dar el esquema de esta legislación, reproduciendo algunos de sus artículos, que son de suyo interesantes, porque nos revelan el espíritu que animó a la Orden en los comienzos de su existencia; y porque comparando algunos de dichos artículos con otros de la Constitución Masónica que hoy la rige, se ve la progresiva evolución ideológica que se ha operado en el desarrollo de la Institución.

CONSTITUCIÓN DE LA ORDEN MASÓNICA EN CHILE

TITULO PRIMERO

DE LA ORDEN MASÓNICA Y DE LOS MASONES

Artículo Primero. La Orden Masónica tiene por objeto la beneficencia, el estudio de la moral universal y la práctica de todas las virtudes. Tiene por base: la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y el amor a la humanidad. Se compone de hombres libres, sometidos a las leyes del país en que viven, los que se reúnen en asambleas regidas por Estatutos Generales y Reglamentos Particulares, en armonía con aquéllos. Art. 2º. La Masonería no se ocupa ni de las diversas religiones existentes en el mundo, ni de las Constituciones civiles de los Estados: a la altura en que se coloca, debe respetar y respeta tanto la fe religiosa como las simpatías políticas de sus miembros. En consecuencia, en sus reuniones toda discusión que tiende a ese objeto queda expresa y formalmente prohibida. Art. 3º. La Masonería tiene por divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad; pero recuerda a sus adeptos que, trabajando en el dominio de las ideas, uno de sus primeros deberes como masones y como ciudadanos, es el respeto y observancia de las leyes del país en que habitan. Sin embargo, en la esfera de la discusión filosófica, les será permitido procurar las reformas

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de las que no estuviesen de acuerdo con la justicia y la razón. Art.4º. La Masonería considera el trabajo como una de las leyes imperiosas de la humanidad; lo impone a cada uno de sus adeptos, según sus fuerzas; y proscribe, en consecuencia, la ociosidad voluntaria. Arts. 5º a 12º. (Se refieren a la organización general de la Logias y a las condiciones de reputación, cultura, edad, residencia, etc., que deben tener los aspirantes a la iniciación). Art. 13. En el corazón del Masón no deben tener eco las pasiones profanas; y, en consecuencia, se halla en la obligación de ayudar, proteger y salvar a sus hermanos en todas las circunstancias. Arts. 14º y 15º (Derechos de los Masones y causas por que se pierden). Art. 16º. La honradez habitual no basta para ser masón. Y por lo tanto se encarga a los Venerables que usen de la mayor severidad con relación a la moralidad y reputación que gocen los profanos que aspiren al honor de pertenecer a la Masonería, como asimismo de que se aseguren si no han sido rechazados en otras Logias. La Orden Masónica no puede extender en la sociedad su influencia bienhechora sino por el respeto y consideración que merezcan cada uno de sus miembros.

TÍTULO II

DE LAS SOCIEDADES MASÓNICAS

Art. 17. El objeto de los trabajos masónicos es siempre el mismo y de ninguna manera lo alteran las diferencias que puedan existir en los diferentes ritos seguidos por los Talleres. Art. 18. Sin embargo de que la Masonería comprende Talleres de diferentes grados y que se dedican al estudio de ciencias diferentes, por ahora y mientras las circunstancias no permitan el desarrollo completo del elemento masónico, la

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Masonería chilena no comprenderá otros Talleres sino las Logias que trabajan en los tres primeros Grados Simbólicos. Art. 19 (Sobre la igual importancia de los diversos ritos). Art. 20. (Prohibición a los Talleres de deliberar colectivamente, para no quebrantar la disciplina general).

TÍTULO III

SECCIÓN PRIMERA

DE LA ORGANIZACIÓN DEL PODER MASÓNICO

Art. 21. La autoridad central masónica, bajo el título distintivo de Gran Logia de Chile, es la encargada de la distribución de la Masonería en todo el territorio de la república y Logias de su dependencia; tiene su asiento en el Oriente de Valparaíso y se halla bajo la dirección del serenísimo Gran Maestro de la Orden. Art. 22. (Modo de financiar los gastos de administración de la Orden). Art. 23. La Gran Logia de Chile se compondrá: 1º De un Serenísimo Gran Maestro. Un Diputado Gran Maestro. Dos Grandes Celadores. Un Gran Orador. Un Gran Secretario o su adjunto. Un Gran Tesorero. 2º De los Ex-Serenísimos Grandes Maestros, que sean miembros activos de un Taller de la Obediencia. 3º De un Consejo del Serenísimo Gran Maestro. 4º De los Venerables o Diputados y los Primeros y Segundos Vigilantes de las Logias de Santiago y Valparaíso. 5º De los Venerables y Diputados de las Logias de la Obediencia establecidas en otros valles de la República. 6º De los ex-Venerables que hayan cumplido un período completo en el ejercicio del cargo de Venerable y que sean miembros regulares de un Taller en actividad. Arts. 24 y 25. (Juramento y elección de los Grandes Dignatarios y Oficiales). Arts. 26 a 29. Facultades del Gran Maestro. Entre ellas, la de suspender provisoriamente a todos los Talleres y a todos los Masones que olvidan el respeto debido a las leyes del país (Art. 27).

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SECCIÓN SEGUNDA

DEL CONSEJO DEL GRAN MAESTRO

Arts. 30 y 31. (Composición del Consejo del Gran Maestro y facultades de nombrar, de acuerdo con el Gran Maestro, representantes ante Potencias Masónicas Extranjeras). Art. 32. El Gran Maestro y su Consejo no pueden constituir Taller alguno en países extranjeros en donde exista Poder Masónico. De la misma manera, no reconoce Taller ninguno constituido en Chile en sus posesiones por Poderes Masónicos Extranjeros. Art. 33. El Gran Maestro, de acuerdo con su Consejo, llegado el caso previsto en el Art. 18, tiene el derecho de crear los Talleres superiores que crea convenientes, siempre que para ello proceda con sujeción a los principios fundamentales de la Orden y a las reglas y condiciones generales del Rito… etc. Art. 34 a 39. Régimen de Administración interior a que se someten el Gran Maestro y su Consejo.

SECCIÓN TERCERA

Arts. 40 a 45. Composición de la Asamblea Legislativa Masónica (Gran Logia), fecha de reuniones ordinarias, objeto de ella, etc.

TÍTULO IV

DE LOS TALLERES Y SU DISCIPLINA INTERIOR

Arts. 46 y 47. (Fecha en que deberán hacerse las elecciones de Oficiales en los Talleres); quienes son miembros con derecho a voto). Art. 48. Todo masón, para que pueda desempeñar las funciones de Venerable, Primero, Segundo Vigilante, Orador,

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Secretario, Primer Experto y Tesorero, deberá ser miembro activo y poseer por lo menos desde un año antes, el grado más alto que el Taller confiera. Arts. 49 a 51. (Condiciones para ser elegido presidente d e un taller e incompatibilidad de funciones). Art. 52 a 54. (Fecha de las sesiones). Art. 55. Ningún reglamento Particular de Talleres puede entrar en vigencia sin la aprobación del Gran Maestro y su Consejo. Art. 56. (Derecho de Disciplina de los Talleres sobre sus miembros). Art. 57. (Sobre votaciones de iniciación).

TÍTULO V

DE LAS COTIZACIONES GENERALES Y PARTICULARES

Arts. 58 a 63. (Entre las cotizaciones, hay una de carácter temporal que pagarán los Talleres a la Gran Logia y que “se destinará a la creación de un fondo, con el objeto de comprar un local conveniente para construir el edificio que debe ocupar la Gran Logia de Chile, cuya propiedad pertenecerá a la Masonería Chilena (Art. 60).

DISPOSICIONES TRANSITORIAS

Arts. 64 a 66. Sobre impresión de la presente Constitución Masónica y envío por duplicado a los Talleres, antes del 10 de enero de 1863. Redacción, en armonía con ella, de los Estatutos Generales.

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Esta Constitución, discutida artículo por artículo, como lo manifestó el Gran Maestro Arlegui en su Memoria de 1867, fue aprobada por la asamblea de la Gran Logia de Chile celebrada con ese objeto el 16 de diciembre de 1862, y promulgada por Decreto del Gran Maestro dos días después.

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A los masones de hoy no dejará de llamar la atención el Artículo Primero de esta Constitución que, al constituir una verdadera declaración de principios, estampa como base fundamental una afirmación dogmática e impone una condición “sine qua non” a la conciencia de sus afiliados. En efecto, la declaración de la creencia en la existencia d e Dios y en la inmortalidad del alma como base de la Masonería, da a ésta un marcado carácter de religiosidad, que si bien no desdice de los fines de la Orden en lo que se relaciona con la perfectibilidad moral del individuo, pone ciertas vallas a la libre expansión del espíritu y ataca por su base una de las virtudes que más han honrado a la Masonería: la tolerancia. No es del caso renovar aquí las tantas veces discutida cuestión; sólo nos referimos a los antecedentes históricos que trajeron como consecuencia que el Gran Oriente de Francia –aceptando más en su letra que en su espíritu los Landmarks 19 y 2060- incorporara estas creencias a la base de la Institución, lo que, naturalmente, tuvo que repercutir en la primera legislación masónica de Chile, que bebió su inspiración en La de Francia. Las Constituciones de Anderson, de 1723 –único principio que la Masonería Francesa pudo estar obligada a observar, puesto que en 1725 época de la introducción de la Orden en Francia, eran las únicas promulgadas- no se refieren a Dios sino en la parte histórica. Fueron las Constituciones posteriores las que impusieron la creencia en el G.·.A.·.D.·. U.·. Puede decirse que hasta mediados del siglo XIX, ese principio fue generalmente aceptado; y es necesario creer que no era ni dogmático ni intransigente, ya que por la puerta, así entreabierta, personajes como Voltaire, Montesquieu, Diderot, Goethe, Compte y otros, pudieron pasar sin inclinar la cabeza. El mundo del pensamiento ha estado oscilando continuamente entre dos corrientes: el espiritualismo y el materialismo. El espíritu latino, tal vez por atavismo racial, que lo hace más apto para la comprensión y percepción de

60 Existen varias recopilaciones de estos Landmarks o leyes tradicionales de la Masonería; y difieren las unas de las otras por la numeración que cada recopilador o comentador ha asignado a los diversos artículos. A fin de no introducir confusiones, nosotros hemos adoptado la recopilación de Landmarks de Chalmers I. Patton; y a ellos nos referiremos cada vez que citemos dichos Landmarks.

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estas tendencias, ha sentido más profundamente las oscilaciones y las variaciones. Y Francia, que es como el cerebro del mundo latino, las ha percibido con una sensibilidad febril. La Masonería latina había permanecido hasta el año de 1848 al margen de estas discusiones. Pero en dicho año un fenómeno curioso, sin precedentes en esta institución, que se basa sobre la razón, el libre examen y la ciencia, vino a conmoverla. Un masón –M. Blanchet- espíritu místico y exaltado, emitió en el seno de la Comisión Permanente la idea de reformar la Masonería, restituyéndole el carácter que le era propio. Era la primera vez que se manifestaba en la Masonería moderna del Gran oriente d e Francia la idea estrecha y falsa de que la institución tenía un carácter esencialmente religioso. Mas, ella fue acogida por las autoridades del Gran Oriente con el objeto –que se desprende de la discusión a que dio lugar la indicación del h.·. Blanchet- de manifestar más claramente ese carácter a los ojos del mundo profano. Alguien declaró entonces que no era bastante basar este espíritu en la práctica de la caridad y que se necesitaba proclamar los dos principios: de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma. Estos fueron los antecedentes que determinaron la modificación de principios en el Gran Oriente de Francia: la creencia en la existencia de Dios y en la inmortalidad del alma se presentaron a los masones chilenos entre las bases que consideraron fundamentales para el edificio masónico que se iba a construir. Ese espíritu d e religiosidad que se manifestó en la Constitución que venimos comentando, no tiene su expresión solamente en el artículo primero, a que nos hemos referido. En el artículo segundo, como ha podido verse, hay un párrafo que dice: “debe respetar y respeta la fe religiosa…” etc. De esto se infiere que los primeros legisladores de la Orden en Chile tomaron como tipo del masón que debía regirse por las leyes que elaboraban, e un individuo de creencias religiosas, cuya fe les merecía por anticipado todo respeto. De acuerdo con lo preceptuado en el Artículo primero, no se pusieron en el caso de un ateo, que pudo ser un virtuoso ciudadano, pero al que las puertas de la Institución no le serían franqueadas.

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Llama también la atención la contradicción patente entre la necesidad imprescindible de la creencia en Dios, de que nos habla el artículo primero y la divisa de “Libertad, Igualdad, Fraternidad” proclamada en el artículo tercero; no se necesita de mayores argumentos para probar que la libertad de conciencia, comprendida dentro del concepto general de libertad, no puede ejercitarse si previamente se ha exigido una creencia determinada. El artículo 13º, sobre ayuda mutua entre masones, que tanto se ha prestado a comentarios y que ha servido para fundar muchas apreciaciones injustas sobre la Orden, no es, a nuestro entender, sino una consecuencia lógica del postulado de Fraternidad, enunciado en el artículo tercero. El principio que lo informa es noble y Respetable; su objeto, humanitario y altruista. Desgraciadamente, la práctica, y más que eso, el errado concepto de que muchos principios fundamentales tuvieron algunos miembros de la Orden, contribuyeron a desacreditar dicha obligación fraternal, al extremo que fue necesario más tarde hacer una reforma en la Constitución para suprimirlo. Se reprochaba –y todavía se reprocha- en efecto, a los masones, al estar obligados a ayudarse, a protegerse y a salvarse en toda circunstancia, no por el sacrificio personal que tal práctica trajera consigo, sino porque dicha obligación podía impeler al masón a contemporizaciones vergonzosas o a complicidades inconfesables. Pero, el hecho de interpretar de semejante manera el artículo 13º y su alcance, acusa desconocimiento absoluto de los principios generales de la Orden.. Para convencerse de lo que venimos sosteniendo, basta que relacionemos algunos principios en el campo de la abstracción: Si la Masonería se compone de hombres honestos, de honradez más ordinaria (Art. 16º) con suficientes medios de subsistencia e instrucción vasta, de reputación y costumbres irreprochables (Art. 9º) dedicados de lleno al trabajo (Art. 4º), al cultivo de la beneficencia y a la práctica de todas las virtudes, respetuosos y cumplidores de las leyes del país en que viven (Art. 1º) ¿qué peligro puede existir de que uno exija del otro una ayuda o un apoyo en cualquiera circunstancia? Es preciso no olvidar que para invocar este compromiso se necesita estar investido de la calidad de masón y que ésta se pierde por cualquier acto deshonroso.

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¿Cómo, pues, un masón puede ser compelido a ayudar o a salvar a otro en casos repudiados por el honor, cuando con el solo hecho de haberse colocado en tal situación, queda privado de su calidad masónica y, por consiguiente, de todo derecho a invocar compromisos de esta índole? Sin embargo, no creemos que los principios abstractos puedan llevarse a efecto en la vida real con la absoluta pureza con que fueron concebidos. De ahí que estemos en completo acuerdo con la supresión de dicho artículo. Además, estimamos que ese sentimiento generoso que impulsa a tender la mano al caído y juzgar con benevolencia los errores ajenos, no se forma con reglamentaciones; sin duda que esa modalidad espiritual, que hace al hombre mejor y más benigno, se obtiene en la Masonería; pero no en virtud de cumplimiento de un artículo de la Constitución, sino por la enseñanza que s e recibe en los Templos y por ejemplo de aquellos varones ilustres que iluminaron los Talleres con la luz de sus virtudes. Hemos querido fijar la atención de nuestros lectores en los puntos que hemos venido comentando, para que, después de examinados con escrupulosidad y con recto espíritu, nos preguntemos ¿autorizaban en algún modo estos puntos, esenciales en la Masonería, los ataques que desde el comienzo se la hizo víctima, presentándola ante el criterio de los Gobiernos como una entidad sospechosa y ante la conciencia de los hombres honrados como una fuente de vicios y de crímenes? Resulta tan absurdo deducir que una sociedad, que exige la creencia en Dios a sus asociados, es una escuela de impiedad; y que una agrupación, que tanto vela por la honradez, moralidad y rectitud de sus miembros, sea una guarida de malhechores, que difícilmente podemos creer que existan personas ilustradas que bajo su firma hayan asegurado semejante monstruosidad. Sin embargo, ha sucedido61. Oportunamente nos ocuparemos de las obras en que, simulando razones que no existen y valiéndose de argumentos especiosos, algunos escritores han pretendido dar color de verdad a las exageraciones a que hemos aludido.

61 Monseñor Segur. Los Francmasones. Raducción. Santiago, 1868. “… los masones malvados, que saben lo que hacen, que quieren, deliberadamente destruir el cristianismo, la Iglesia y la Sociedad”… (Pág. 5).

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Volvamos a la Constitución masónica del año 62. Hay un punto, capital en la organización masónica, que quedó defectuosamente establecido y que, por lo mismo, más tarde habría de dar margen a más de alguna dificultad. Nos referimos a la implantación de los treinta y tres grados del Escocesismo bajo la dirección de una misma autoridad; es decir, Logias simbólicas y Talleres de grados superiores, regidos por una Constitución común, que al aplicarse en forma rigurosa no habría sino de acarrear confusiones. En efecto, el Art. 21 estableció que la autoridad central masónica era la Gran Logia de Chile, encargada de la dirección de la Masonería en todo el país; la cual Gran Logia se hallaba bajo la dirección del Serenísimo Gran Maestro. El Art. 18 dice que “aunque la Masonería comprenda Talleres de diversos grados, mientras las circunstancias no permitan el desarrollo completo, se trabajará sólo en los tres primeros grados simbólicos”; y el Art. 33 que el “el Gran Maestro, de acuerdo con su Consejo, tiene el derecho de crear los Talleres superiores que creyera convenientes”. Así, pues, quedaba expresamente establecido que los Talleres de Grados Superiores serían de creación del Gran Maestro, de acuerdo con su Consejo; o, más bien, prolongación de los Talleres simbólicos, como parece desprenderse del Art. 48, que dice: “Todo masón, para que pueda desempeñar la funciones de Venerable, Primero o Segundo Vigilante, Orador, Secretario, Primer experto y Tesorero, deberá ser miembro activo, con las condiciones enumeradas en el artículo anterior y poseer desde un año antes el grado más alto que dicho Taller confiera”. Es decir, un Taller podía conferir Grados Simbólicos y Filosóficos, sin establecer separación de entidades y manteniendo no sólo la unidad en el personal de sus miembros, sino la continuidad en su propia organización. Sólo así se explica la exigencia de poseer grados altos para ser Venerable Maestro de un Taller Simbólico, ya que la misma persona tendría que actuar en los Talleres Superiores. Otro artículo de esta Constitución, digno de mención especial, es el 32, que s e refiere a la territorialidad. La naciente Masonería chilena, con clara visión de las atribuciones jurisdiccionales sobre los demás territorios, declaró en ese artículo no sólo que no constituiría, sino que no

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podría constituir Taller alguno en los países donde existiera Poder Masónico; y, como digno corolario, manifestaba su decisión de no reconocer Taller alguno constituido en Chile o en sus posesiones por Poderes Masónicos Extranjeros. Este postulado de la territorialidad masónica, sustentado ya en la Constitución de 1862, ha sido el que finalmente se ha impuesto ante el criterio de las Potencias Masónicas; y su adopción está revelando que nuestros legisladores tenían un concepto preciso y justo para apreciar semejante materia. Desgraciadamente, en aquel entonces, debido a la misma escasez de relaciones masónicas con muchas de las demás Potencias, algunas de las cuales no habían reconocido aún a la naciente Gran Logia de Chile, no pudo llevarse a la práctica tan justo principio. Y así vemos que el 7 de agosto de 1871 se funda la Logia “Star and Thiestle” Nº 509, bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Escocia; y en 28 de junio del año siguiente, la “Harmony”, dependiente de la Gran Logia de Inglaterra. Estas violaciones de la territorialidad masónica no fueron las únicas; y más adelante tendremos ocasión de ver que en más de una oportunidad, las Altas Autoridades de que dependían dichos Talleres, impartieron ódenes que importaban verdaderos actos de hostilidad contra la Masonería Nacional.

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Mas no culpemos a aquellos masones ni les echemos demasiado en cara sus errores, ya que se vieron en la necesidad de emprender un trabajo semejante sin disponer ni de los más indispensables elementos de consulta y guiados más bien por su amor hacia la orden; ya que aún al presente, esta dificultad subsiste para el que, sin salir de nuestro país, quiera consultar obras que le permitan formarse una verdadera y sólida cultura iniciática. Con sus errores y sus deficiencias, la Constitución del año 62 ha servido durante medio siglo para guiar el desarrollo de la Institución; y bajo sus disposiciones se ha ido verificando el crecimiento constante de la Orden.

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Aquellos masones a quienes cupo la obligación de escribir la ley que debería servir de norma a las generaciones venideras en sus trabajos masónicos, no tuvieron, como lo hemos visto, fuentes en qué beber los conocimientos necesarios; no tuvieron obras de consulta; no dispusieron de las obras de los comentadores de las antiguas constituciones generales; y, en una palabra, en este país, donde la Masonería era cosa tan nueva, no pudieron hallar mayores puntos de apoyo para su colosal empresa. Sin embargo, ella fue acometida y terminada con un éxito que pone de manifiesto la inteligencia de sus autores y la honda comprensión que de los problemas masónicos tenían.

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Aunque demoró más tiempo y demandó mayor laboriosidad en la empresa de ejecutarla, la obra de redactar los Estatutos Generales, exigidos por el Art. 65 de la Constitución, fue relativamente fácil. Ya se tenía la base fundamental en la Constitución; y los Estatutos Generales, que debían estar en armonía con aquélla, no hacían sino desarrollar y detallar los diferentes puntos que la constitución enunciaba. Dichos Estatutos Generales fueron mandados poner en vigencia, obligatoria para todos los Talleres de la Obediencia, por Decreto del Gran Maestro con fecha 30 de diciembre de 1865. Estos Reglamentos constituyen una obra bastante completa y acabada. Con profética visión, sus redactores se pusieron en todos los casos, en todas las posibles dificultades, de manera que pudieron presentar una solución para cada problema.. Se componía de 465 artículos, distribuidos en la siguiente forma: PRIMERA PARTE . Sección primera. I. De la Masonería en general y de los masones. II. De la Gran Logia de Chile. III. Del Serenísimo Gran Maestro. IV De las sesiones de la Gran logia. V. De los Grandes Celadores de la Gran Logia. VI Del Gran Orador de la Gran Logia. VII. Del Gran Secretario. VIII Del Gran Tesorero. IX. De los Grandes Expertos. X. De los Grandes Maestros de Ceremonias. XI. Del Banquete de la Gran Logia.

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XII. De las Diputaciones y Visitadores. XIII. De las Fiestas Fúnebres de la Gran Logia. XIV. De las decoraciones de los Grandes Oficiales, Dignatarios y Miembros de la Gran Logia. XV. Del uso de otros títulos y decoraciones que los que concede la Gran Logia. XVI. De los Sellos y Timbres y del Gran Guarda Sellos y Timbres de la Gran Logia. XVII. De la Secretaría General de la Orden. XVIII. De la División de la Gran Logia en Secciones y atribuciones de cada una de ellas. XIX. Honores y Prerrogativas. XX. Del Boletín de la Gran Logia. SEGUNDA PARTE. Sección Primera. De la Organización general de los Talleres. II. Instalación. III. Composición y nombramiento de sus Oficiales. IV. Atribuciones de los Oficiales: Venerable Maestro; Vigilantes; Orador y su adjunto; Secretario y su Adjunto; Tesorero; Expertos; Maestro de Ceremonias: Guarda Sellos y Timbres; Archivero; Diputado a la Gran Logia; Hospitalario; Arquitecto; Diputado a la Gran Logia; Hospitalario; Arquitecto Maestro de Banquetes; Guarda Templo; Diáconos; Porta estandarte y Porta Espada; Sirviente. V. De la incompatibilidad de oficios. VI. De los derechos de electores y elegibles para los diversos oficios. VII. Época y modo de hacer las elecciones en los Talleres. VIII. Instalación de Oficiales. IX. Del modo de proveer los oficios vacantes. X. Del reconocimiento por la Gran Logia de los Diputados y Presidentes de Talleres. Sección segunda. Del Régimen interior de los Talleres. I. De las Tenidas. II. De los trabajos y del orden que habrá que observar. III. De las discusiones. IV. De las votaciones. V. De los Visitadores.. VI. Del Consejo de Administración. VII. Del Consejo de Beneficencia. VIII. De las iniciaciones, afiliaciones, regularizaciones y aumentos de salario.. IX. Adopción masónica. X. De los escrutinios en las deliberaciones, iniciaciones, afiliaciones, regularizaciones y aumentos d e salario. XI. De las dimisiones y retiros temporales. XII. De la negativa en el pago de cotizaciones. XIII. Honores y preeminencias masónicas. XIV. De las fiestas y banquetes de obligación. XV. De las ceremonias fúnebres. TERCERA PARTE. Sección única. Del régimen exterior de los Talleres y de sus relaciones con la Gran Logia bajo el punto de vista administrativo y de finanzas. I. Acumulación de Ritos. II. De las formalidades prescritas para suspender y volver a abrir los trabajos. III. Causas de irregularidad masónica en lo que toca a masones y Talleres. IV. De los

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Cuadros anuales que deben remitir los Talleres a la Gran Logia. V. De las solicitudes para obtener Diplomas. VI. De las Palabras Semestral y Anual. VII. De las contribuciones anuales y otras obligaciones de pago que los Talleres deben a la Gran Logia. CUARTA PARTE. Sección única. De las Faltas y Delitos masónicos, de sus penas y del modo como deben ser juzgados. I. De las faltas y delitos masónicos y de sus penas. II. De la Comisión Sumariante. III. Del juicio. IV. De la apelación.

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Como puede verse por el sumario transcrito, los Estatutos Generales eran bastante completos y abarcaban cuanto detalle pudiera presentarse, así en la organización como en la marcha y vida interna de la Gran Logia y Talleres de la Obediencia. Cada situación estaba contemplada en ellos y cada labor clara y precisamente determinada. Comprendiendo los primeros legisladores la importancia que tenía para la buena marcha de la Orden el correcto funcionamiento de la Gran Logia como organismo directivo y regulador de la Masonería, la dividieron en tres Secciones, que tendrían a su cargo los diversos asuntos de su competencia. Estas Secciones, especificadas por el Art. 61, eran las siguientes: 1º Sección Simbólica y de Ritos; 2º Sección de Finanzas, y 3º Sección de Correspondencia. El artículo 62 fijaba las atribuciones y obligaciones de cada Sección. Indudablemente, la más importante por su carácter esencialmente masónico, era la Simbólica y de Ritos. Estaba encargada de conocer todas las solicitudes sobre formación de las Logias y los demás documentos y actos que tuvieran que ver con la administración de las mismas; de velar por la regularidad y orden de los trabajos de la Logias; de formar los Rituales que debían servir a las Logias de la Obediencia, según el Rito en que trabajaran, cuidando muy especialmente que no se apartaran de los principios que sirven

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de base, tanto a la Orden en general como a los diferentes Ritos conocidos y aceptados; de resolver las consultas que les fueron sometidas por los Talleres, ya sobre Rituales o demás formas simbólicas, ya sobre interpretación y aplicación de los mismos Estatutos Generales; y, finalmente, de proponer al Serenísimo Gran Maestro o a la Gran Logia, según correspondiera, las medidas que fuera necesario adoptar, tanto en bien d e la Orden como en beneficio de la buena marcha y prosperidad de cada uno de los Talleres. Las otras dos Secciones, de Finanzas y de Correspondencia, llevan en su nombre la explicación de sus funciones.

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Mientras con mayor detenimiento examinamos y estudiamos esa primera legislación, que ha sido el sostén vigoroso en la marcha de la Orden. –a pesar de sus pequeños errores, más propios de las circunstancias que de los hombres- más grande es nuestra admiración por aquellos abnegados y silenciosos obreros de esta magna empresa y a los cuales ni siquiera nos es dado rendir el homenaje de recordar sus nombres, ya que diversos azares se han encargado de destruir los documentos que los contenían. Como lo decía el Gran Maestro Arlegui, en su Memoria de 1867, refiriéndose al trabajo de redactar la Constitución y Estatutos Generales: “Esta tarea ha sido más ardua de lo que a primera vista parece. Era preciso estudiar con detención las peculiaridades propias del modo de ser de la Masonería Chilena, y sin faltar en nada a las bases tradicionales de nuestra Institución, fijarle reglas sencillas, exenta de las restricciones que la experiencia ha probado tender más a servir de valla que a procurar el progreso del elemento masónico.

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Otro trabajo de la mayor importancia fue el relativo a la confección de los Rituales para las ceremonias de iniciación en

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los grados simbólicos, como también de su correspondiente Manual de instrucción. En esta labor, a la dificultad vino a agregarse la responsabilidad, ya que son los Rituales los que dan al neófito las primeras enseñanzas masónicas; y de su claridad, a las vez que de su profundidad y sencillez de expresión, depende el que se realice con éxito semejante cometido. Por Decreto de 22 de julio de 1867, el Gran Maestro encargó a la Sección Simbólica y de Ritos –que presidía Blas Cuevas- la preparación de los Rituales y Manuales de instrucción. Dicho trabajo, de suma importancia y largo aliento, quedó terminado antes de un año; y en la Asamblea de la Gran Logia del 1 de junio de 1868, el Serenísimo Gran Maestro anunció que, tanto los Rituales como los Manuales de instrucción estaban terminados y que pronto serían sometidos al examen de la Gran Logia, para su aprobación.

CAPÍTULO X

Se piensa adquirir una propiedad raíz para el funcionamiento de la Gran Logia. Inconvenientes que se oponen a la realización de esta idea. Se funda una sociedad de bienestar obrero. Se elevan los estatutos a la consideración del Gobierno y se pide su aprobación. El Gobierno accede, pero días más tarde, declarándose “equivocado” reconsidera el acuerdo. Causa a que posiblemente obedeció esta determinación gubernativa. Informe de los encargados de recolectar fondos para la adquisición de la propiedad. Realizada en su totalidad la obra de dotar a la naciente corporación masónica de una legislación adecuada, que le permitiera proseguir su desarrollo y le facilitara los medios para alcanzarlo, se hacía necesario pensar en el hogar que habría de cobijar bajo su techo a aquella familia, para que, ofreciendo a sus miembros una tranquila y segura hospitalidad, les permitiera dirigir sus pensamientos y sus esfuerzos hacia obras encaminadas a procurar el bien general.

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Como establecía un artículo transitorio de la Constitución aprobada el año 1862, se empezó a cobrar una contribución provisional a todos los Talleres, con el objeto de reunir fondos en cantidad suficiente para la adquisición del terreno en que debería edificarse el Templo y oficinas del recinto masónico. Mas, para que la Institución pudiera adquirir y poseer un inmueble, se necesitaba obtener personalidad jurídica; y pretender conseguirla en cuanto entidad masónica, hubiera sido una locura, ya que aquel paso significaba obtener del gobierno el reconocimiento de una Institución a la que se había hecho aparecer como sospechosa. Con objeto de salvar este inconveniente y, al mismo tiempo de iniciar una de sus obras fundamentales, cual es la propagación de la cultura, la Gran Logia acordó, en 1865, fundar con elementos exclusivamente masónicos una corporación denominada “Sociedad Protectora del Trabajo”. Organizada dicha corporación y redactados sus Estatutos, fueron sometidos a la aprobación del Gobierno, para los efectos de obtener la personalidad jurídica. Con fecha 4 de agosto de 1865, el Gobierno dictó el Decreto Supremo que aprobó los Estatutos. “De acuerdo con el Consejo de Estado y en conformidad con los dispuesto por los artículos 546 y 548 del Código Civil, vengo en aprobarla Sociedad Protectora del Trabajo establecida en Valparaíso y los siguientes Estatutos con arreglo a los cuales se ha constituido. Art. 1º. Se funda en Valparaíso una Sociedad con el título de “Sociedad Protectora del Trabajo” la cual habrá de constituirse a la mayor brevedad posible en persona jurídica por medio de los trámites que señalan las leyes a este respecto. Art. 2º. La Sociedad tendrá por objeto propender, hasta donde se lo permitan sus recursos, a la moralización, a la educación y al progreso de las clases trabajadoras; a cuyo efecto fundará escuelas para adultos, designará premios anuales para los artesanos que más se distingan por su buena conducta y su inteligencia profesional y organizará exposiciones industriales. Art. 3º. Los socios de la Sociedad se dividirán en fundadores e incorporados. Para ser incorporado se necesita:

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1º Ser propuesto a la Sociedad por uno de los socios y ser aceptado por aquélla. 2º Pagar las contribuciones, y 3º Someterse a los estatutos y reglamentos que dicten. Dejarán de ser socios los que no cumplan con estas obligaciones y aquellos que la Sociedad declare excluidos de su seno. Art. 4º El capital de la Sociedad se formará del siguiente modo: 1º Por erogaciones ordinarias de los socios, los cuales pagarán una contribución de dos pesos mensuales. 2º Por erogaciones extraordinarias que acordará la Sociedad a pluralidad de votos, y 3º Por erogaciones y demás medios legítimos que se arbitren. Art. 5º. Los primeros fondos que se reúnan por los medios que establece el artículo, serán destinados a la adquisición de un local para las reuniones y demás objetos que señala el artículo 2º. Art. 6º La duración de la Sociedad será indefinida. Art. 7º La Sociedad tendrá a su cabecera un Consejo de Administración elegido anualmente por los socios, a pluralidad de votos. Art. 8º Son atribuciones del Consejo de Administración: 1º Elegir de su seno un presidente, un secretario y un tesorero. 2º Arbitrar medios legales de aumentar los recursos de la Sociedad. 3º Administrar los fondos sociales según resoluciones de la Sociedad. 4º Nombrar y remover los empleados de los establecimientos de la Sociedad y asignar los sueldos de que han de gozar. 5º Fundar las escuelas y demás establecimientos, en la época y locales que la Sociedad determine; y 6º Dictar los Reglamentos económicos que requiere el manejo interior de dichos establecimientos. Art. 9º Son deberes del Consejo de Administración dar cuenta anualmente a la Sociedad de los trabajos, entradas y gastos, y publicar al mismo tiempo una razón circunstanciada del estado de los fondos.

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Art. 10º Es atribución del presidente convocar a sesiones y dirigir las discusiones de la Sociedad y del Consejo de Administración Art. 11º Son atribuciones del Secretario: 1º Llevar el Libro de actas de la Sociedad; 2º Llevar la correspondencia, y 3º Autorizar todos los documentos de la Sociedad. Art. 12º Son deberes del Tesorero: 1º Llevar un Libro de entradas y gastos de la Sociedad; 2º Presentar al Consejo de Administración un estado trimestral de entradas y gastos, y 3º Cuidar de la recaudación de los fondos.

Tómese razón, comuníquese y publíquese. Pérez. Federico Errázuriz.”.

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Hemos reproducido por extenso los estatutos de la Sociedad Protectora del Trabajo, para que puedan ser examinados con toda minuciosidad. Ahora cabe preguntar ¿hay en estos estatutos o en parte alguna de ellos, algo que no esté estrictamente ajustado a las disposiciones legales que rigen esta clase de sociedades; o se trasluce en ellos algún fin oculto, que no sea el expresamente señalado en sus artículos? ¿O en dichos estatutos se encierra algo que parezca contrario al interés público y al bien general de la colectividad? Creemos que los lectores estarán de acuerdo con nosotros al pensar que dicha sociedad, lejos d e todo eso, constituía un verdadero progreso dentro de las rancias costumbres sociales de la época, que abandonaban al obrero a su propia suerte, preocupándose poco o nada de su mejoramiento intelectual, cuando no s e daba el caso de manifestarse abiertamente contrarias a dicho mejoramiento. Y esta última afirmación, que parecerá acaso atrevida y desprovista de razón, vamos a apoyarla con la palabra de un órgano de publicidad, que por su espíritu y su objeto, ha sido el representante de la tendencia conservadora en materia de sociabilidad.

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En efecto, la “Revista Católica” en 12 de agosto de 1862 -precisamente en los mismos días en que s e había fundado una sociedad destinada por mandato expreso de sus estatutos “a la moralización, a la educación y al progreso de las clases trabajoras”- publicó un artículo intitulado “Asociaciones de Artesanos”, en el cual dice que debe fomentarse el establecimiento de sociedades religiosas para obreros, de sociedades en que se demuestre a éstos que la verdadera felicidad no consiste en elevarse sobre los demás sino en elevarse sobre las pasiones sociedades, en fin, que son benéficas porque proporcionan, el consuelo y la esperanza, y porque recuerdan al pobre que después de esta vida recibirán centuplicado el contento de que carecen”. ¿Supo el Gobierno que la personalidad jurídica de la “Sociedad Protectora del Trabajo” importaba un verdadero beneficio para la Masonería chilena? No deja de ser sugestivo el hecho de que, concedida dicha personería en 4 de agosto y publicado el artículo de la “Revista Católica”, recomendando el fomento de las sociedades religiosas en 12 del mismo mes, el Gobierno se declarara equivocado en 29 de agosto y dictara el siguiente decreto: “(147) Vistos los antecedentes relativos a la Sociedad de Artesanos de Valparaíso”, y teniendo presente que, por aprobarse los estatutos de dicha Sociedad, se aprobaron equivocadamente los de la que se titula “Protectora del Trabajo”, de acuerdo con el Consejo de Estado, vengo en decretar: Art. 1º Queda sin valor ni efecto alguno el Decreto de 4 de l actual que declaró persona jurídica a la “Sociedad Protectora del Trabajo” y aprobó sus estatutos, etc. Pérez. Federico Errázuriz.

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Basada en la expectativa de obtener personería jurídica para la “Sociedad Protectora del Trabajo”, la Masonería chilena se había avanzado a comprar un terreno adecuado para la construcción en proyecto. Pero, en vista del fracaso de sus gestiones, hubo de deshacerse de él. Como decía el Gran Maestro en su Memoria de 1867, “fue necesario enajenar el

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local adquirido, para evitar los perjuicios que resultaban de tener de él un capital invertido a pura pérdida”. De este modo fracasó la primera tentativa de obtener unb local propio en que pudieran funcionar los Templos y oficinas de la Masonería chilena. No obstante ese primer fracaso, viéronse obligados los miembros de la Gran Logia a insistir en sus gestiones, porque un acontecimiento con el que no contaban vino a complicarles la situación; la casa que durante muchos años había ocupado la Masonería para sus reuniones, fue repentinamente pedida por su propietario y se hizo necesario desalojarla. Con fecha 23 de diciembre de 1869, el Gran Maestro dictó el Decreto que nombraba una Comisión compuesta de los hermanos José Miguel Fáez, Manuel Antonio Guzmán, Antonio Barrena y José Maldonado, para que a la brevedad posible tratara de proporcionarse un local provisorio para las reuniones de las Logias, mientras se arbitraban los medios suficientes para la adquisición del anhelado local propio. En el mismo decreto se autorizaba a la citada Comisión para presentar las bases que condujeran a dicho fin, una vez que hibiera oportunidad y acuerdo para ello, La Comisión desplegó un celo extraordinario y al poco tiempo pudo presentar el proyecto de adquisición, el que aprobado se puso prontamente en ejecución. Durante ese tiempo, la Masonería chilena de Valparaíso no tenía local en que trabajar; y a no haber mediado la fraternal actitud de la Logia “Bethesda”, que proporcionó su templo a las Logias chilenas, hubieran tenido éstas que suspender sus trabajos por un largo tiempo. El hermano Barrena, uno de los más activos miembros de la Comisión, presentó a nombre d e ésta, la siguiente memoria, que reproducimos porque en ella está contenida en síntesis toda la historia de aquel trabajo memorable.

INFORME

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Pasado por el I.·. H.·. Antonio Barrena, a nombre de la Comisión Administrativa de Empréstito y Fábrica de Templo y en calidad de Tesorero de esta misma Comisión. “Lo que más ha preocupado a los masones de este Oriente desde tiempo atrás, es la adquisición de un Templo propio que ofrezca las comodidades requeridas y preste un aliciente a la concurrencia, para estrechar así los lazos fraternales que deben formar de nosotros una familia. Llevados de tan buen pensamiento, la Gran Logia y muchos buenos masones pusieron en juego sus relaciones, recursos de las Logias y un decidido empeño, hasta que creyeron ver ese pensamiento convertido en realidad. Efectivamente, cuatro años ha, que debido a tantos esfuerzos, se compró un terreno para construir el Templo; se formaron los estatutos aparentes para poder funcionar sin inconveniente y se obtuvo su aprobación por el Gobierno y, en consecuencia, la personería legal que nos daba el derecho de gozar de nuestra propiedad. Ese triunfo alcanzado nos auguraba un porvenir lisonjero para la Masonería en Chile, y sus miembros estuvieron de plácemes. Mas, este resultado tan satisfactorio fue de corta duración, -,manejos contrarios a los intereses de la Masonería se pusieron en juego y el Decreto del Gobierno se revocó, otorgando esa gracia a otra Sociedad. Tal contrariedad no pudo menos que desalentar a los promotores de aquella idea; se enajenó el terreno comprado y dejó de la mano asunto de tan vital importancia. La necesidad nos obligó por muchos años a celebrar nuestros trabajos en una casa muy inadecuada al objeto, y onerosa a nuestros intereses. Pero más tarde quedamos en peor condición, siendo desalojados de ella, y a no ser por la cordial acogida que nos dio la Respetable Logia “Bethesda”, a que estamos altamente agradecidos, habríamos permanecido en un largo receso. Tantas contrariedades despertaron nuevamente la idea de trabajar sin descanso hasta lograr construir un Templo propio. En consecuencia, se dieron los primeros pasos, nombrando el Serenísimo Gran Maestro una Comisión de cuatro hermanos para que habilitara un Templo provisional y presentara un proyecto de adquisición y construcción de otro. Amas comisiones fueron desempeñadas satisfactoriamente,

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dándonos la primera el local que actualmente ocupamos y que satisface medianamente nuestros deseos. Por lo que respecta a la otra comisión, ha sido bastante feliz para encontrar uno de los sitios más ventajosamente situados, espacioso y obtenido en los mejores términos. Esta propiedad, que mide 755.20 metros cuadrados de superficie, situada en la calle de la Victoria inmediata a la plaza del mismo nombre, importa $ 17.754, de los cuales se pagaron $ 12.500 con los fondos de que podían disponer la Gran Logia y las logias “Unión Fraternal”, “Progreso” y “Aurora”. El saldo se ha cubierto después, con fondos tomados en préstamos de los hermanos, quedándonos sólo por pagar la escritura y alcabala. Al mismo tiempo que se practicaban estas operaciones, se redactó y aprobó un Reglamento para la contratación de un préstamo entre los hermanos y Logias de la Obediencia y otro con un Banco; se nombró una Comisión compuesta de siete miembros, encargada de aquellos arreglos y de la construcción del templo y últimamente se pidieron planos y presupuestos. El empréstito entre los hermanos, que aún no está completo, por faltar muchos que lo suscriban, ha producido hasta hoy la suma de $ 12.600 y creemos que alcance a $ 16.000 y más. Una vez cerrado éste y cuando las necesidades lo demanden, se abrirá el segundo con un Banco, hasta enterar $ 45.000, que s e han creído suficientes. Esta suma parece excesiva primera vista, pero es preciso tomar en consideración el valor del terreno, la calidad del edificio que será de primer orden y sus dimensiones y comodidades. El edificio constará de tres cuerpos; el primero destinado a tiendas o almacenes, cuyos arriendos servirán para extinguir en parte la deuda contraída; el segundo, exclusivamente a un club; y el tercero para el servicio de las Logias en sus diferentes grados y con todas las comodidades que son de desear. Los planos y los presupuestos para la construcción del Templo están en poder de la Comisión y ésta consulta con otros arquitectos las ventajas e inconvenientes que puedan ofrecer, para proceder con acierto en tan importante obra. Una vez que todo se haya allanado y previo un detenido examen, se

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contratará la construcción con aquel que ofrezca mayores garantías y a la brevedad posible. Los fondos invertidos en la compra del terreno, fueron acumulados en la siguiente forma: $ 2.000 por la Gran Logia de Chile $ 3.500 por la “Unión Fraternal”. $ 4.500 por la “Progreso”. $ 2.500 por la “Aurora”. $ 5.254 por parte del empréstito de los hermanos $ 17.754 en todo, quedando, como se ha dicho, por pagar la escritura y alcabala. No se dan otros detalles, como los intereses que ganarán los préstamos, la forma de la amortización y la manera en que se perciben aquéllos, porque todo eso ha sido materia de un Reglamento que está en conocimiento de los hermanos. “La Comisión Administrativa no ha omitido diligencia para llevar el trabajo adelante, e interpretando los deseos de las Logias, no descansará hasta tanto que la idea sea un hecho, del que dé cuenta a sus hermanos en el magnífico Templo que dará honor a la Masonería de este Oriente. Oriente de Valparaíso, junio 21 de 1870.

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El Reglamento a que hacía referencia el informe trascrito, establecía en su artículo 14 la formación de una Comisión Administrativa, la cual fue nombrada por Decreto del Gran Maestro de fecha 11 de abril de 1870 y quedó compuesta por los hermanos Pedro Gudde, Manuel Antonio Guzmán, Antonio Barrena, Francisco Gandarillas, Manuel Antonio Velásquez, Enrique N. Willshaw y José Gregorio Azagra. La Comisión presentó en su oportunidad los planos, presupuestos y demás indicaciones a la Gran Logia; y una vez obtenida su aprobación, los trabajos fueron iniciados con extraordinaria actividad. Sin embargo, aunque la parte material de la obra estuviera marchando con tanto éxito, era necesario no olvidar que s e trataba de un bien raíz que pertenecía a una colectividad, la cual, para poderlo administrar necesitaba estar investida de la indispensable personalidad jurídica. Frescos

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estaban los recuerdos del primer fracaso experimentado al intentar obtener dicha característica legal por la “Sociedad Protectora del Trabajo” y era menester proceder con suma cautela, si se quería que esta vez el éxito acompañara a la empresa. Abandonando la primitiva idea de solicitar personalidad jurídica para una sociedad destinada por mandato de sus estatutos a difundir la cultura entre las clases populares, se organizó una entidad social, cuyo primordial objeto era ofrecer a sus miembros algunos momentos de solaz. Así, fueron redactados los estatutos del “Club Central” de Valparaíso, a los cuales el Supremo Gobierno prestó su aprobación sin inconveniente. De modo que tras larga y penosa lucha, contra todo género de dificultades, la perseverancia y energía de aquellos hermanos logró convertir en una hermosa realidad una aspiración que nació, seguramente, el mismo día que s e fundó la Gran Logia. Pero no se llegó a dar cima a tamaña empresa, sin haber sido necesario más de una vez, enmendar sobre el terreno mismo los primitivos proyectos, pues el contacto con la realidad presentaba las dificultades tales como eran y no empequeñecidas o disimuladas por el propio entusiasmo de los hermanos y el natural deseo de acometer cuanto antes un trabajo, a cuyo término divisaban la paz y la seguridad para dedicar todas sus actividades a obras más elevadas, dignas del verdadero carácter y objeto de la Masonería.

CAPÍTULO X

Valparaíso, cuna del movimiento masónico en nuestro país. Éste se propaga a Concepción y a Copiapó. Por qué no se extendió a Santiago con la debida oportunidad. Opinión de Lastarria sobre el estado moral de la sociedad santiaguina por aquella época. Primeros pasos encaminados a fundar una Logia en la capital. Se establece la “Justicia y Libertad”. Sus fundadores y sus

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primeros oficiales. Acta de la primera tenida, celebrada el 7 de noviembre de 1864. Se redacta su Reglamento particular. El 23 de septiembre de 1867 es solemnemente instalada. Discurso del hermano Isidoro Errrázuriz en tal ocasión. Versos de Guillermo Matta. Palabras del Venerable Maestro Ángel Custodio Gallo. Por los antecedentes que hemos expuesto en los anteriores capítulos, ha podido verse que fue Valparaíso no sólo la cuna de la Masonería chilena, sino un verdadero foco masónico, en el cual, desarrollándose y creciendo sin cesar la tendencia que dio origen a los primeros Talleres, dilató su influencia a las ciudades de mayor importancia de la república e hizo llegar y fructificar el germen de estas nuevas ideas de civilización. No es de extrañar que así sucediera, si consideramos que la población de nuestro primer puerto marítimo, compuesta en su mayor parte de extranjeros, estaba libre del yugo de muchas preocupaciones, que dominando en otras poblaciones, impidieron por entonces y han seguido obstaculizando después la propagación de la Masonería. Así, hemos visto que, fuera de la primera Logia masónica, establecida en Valparaíso, la “Étoile du Pacifique”, pronto echáronse los cimientos del primer Taller genuinamente chileno, “Unión Fraternal”, a la par que un grupo de masones norteamericanos fundaba otro Taller –“Bethesda”- bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Massachussets. Más tarde, la “Progreso” se fundaba en el momento oportuno para contribuir a la formación de la Gran Logia de Chile, la que elige también la ciudad de Valparaíso como sede de sus actividades. Los primeros Talleres de Grados Superiores –un Capítulo del Grado 18º y un Consistorio del Grado 30º, constituidos con Cartas Patentes del Gran Oriente de Francia, antes de 1862- tuvieron también el puerto como centro de sus actividades. De Valparaíso, la labores masónicas alcanzaron a Concepción y a Copiapó a pesar de la distancia. Sin embargo, Santiago, capital de la República y, por lo mismo, en comunicaciones frecuentes y regulares con Valparaíso, permaneció ajena, hasta varios años más tarde, a aquel movimiento espiritual que había prendido tan rápidamente en

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el corazón de la juventud de tres de las principales ciudades de Chile. ¿A qué atribuir este fenómeno? José Victorino Lastarria, uno de los más profundos sociólogos que hayamos tenido, atento a todas las manifestaciones y mutaciones de la psicología colectiva, nos ha dejado una pintura acabada y completa del estado social santiaguino, hacia el año 1868, la que nos permite formarnos una idea al respecto y deducir fácilmente la solución la solución del problema de indeferentismo que hemos apuntado. “Es curioso estudiar –dice Lastarria- el modo como se han modificado la índole y las inclinaciones de la población de Santiago en los últimos treinta años y como se han formado los hábitos que hoy tiene, de disimulo, de apatía, de reservada tristeza, que llaman la atención no sólo de los extranjeros sino de los habitantes de las demás provincias. “Es necesario que algunos individuos de esta generación salgan de la capital para notar la diferencia que hay entre Santiago y cualquiera otra de las ciudades de América y de Europa y aún entre ella y Valparaíso; pero al volver a la ceniza, como dicen, no pueden explicarse la apatía y serenidad de los ciento veinte mil vecinos de Santiago, sino calumniándolos y culpándolos de hábitos que no son sino el resultado de un sistema. “Santiago no es lo que debiera, sino lo que su Gobierno quiere que sea. Su índole, su genio de población española, bajo un cielo ligero y puro y rodeada de una naturaleza alegre y fecunda, debían producir las cualidades que le son inherentes y que resultan no sólo en las poblaciones numerosas de la Península, sino en las poblaciones numerosas de la Península, sino en las grandes ciudades hispanoamericanas como Lima, México, Buenos Aires, Montevideo, Bogotá, Valparaíso; pero no es así, sino que por el contrario, Santiago es la excepción entre todas sus hermanas por su aspecto moral, tétrico y taciturno. “Esta falta de sinceridad o, más claramente, ese disimulo, esa hipocresía de la gente decente, que matan toda iniciativa, toda espontaneidad, que anulan toda personalidad, que han engendrado la costumbre de amoldar el pensamiento y las acciones a ciertas conveniencias, no están en el carácter de la población, sino que son vicios adquiridos.

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“Eso, por lo que toca a la gente que se llama de primera sociedad. Ahora, por lo que corresponde al vulgo, esa reserva muda y maliciosa, ese aire desconfiado con que lo mira todo, tampoco son cualidades de su índole, sino vicios inspirados por el recelo, por el miedo que tiene de hacer algo inconveniente, que puede traerle encima el enojo de los caballeros o el sable de la policía. “Un Gobierno omnipotente y represivo ha dominado durante treinta y seis años, apoyándose en los intereses de una oligarquía estrecha y reducida, es decir, de un corto número de hombres y de familias pudientes, que lo han creado y sostenido. “Ese Gobierno todopoderoso es el único que ha tenido la palabra, la iniciativa, la supremacía para definir lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. El ciudadano que ha tenido la osadía de no sometérsele, de censurarlo, de oponérsele, ha sufrido la persecución, el desdén, el desprecio del poder y de la pudiente oligarquía que lo apoya. ………………………………………………………………………………………………. “Para ser algo de esta ciudad, ha sido preciso buscar, como primera condición, el favor, el beneplácito, la protección de la autoridad y de su oligarquía, por lo menos; callar y prescindir de tener una personalidad para no atraerse su desprecio, su odio o su persecución. El modo de hacer fortuna ha venido a consistir en el arte de seguir el impulso que viene de lo alto y en no tener independencia. “¡Ay, de los caracteres independientes! Por más talentos y virtudes que hayan desplegado, sólo han conseguido sacrificarse, porque si han escapado del enojo del poder, no se han salvado del desdén de la sociedad; y si han alcanzado, a fuerza de abnegación y de valor que se les respete y que se les tribute una muda simpatía, ese respeto y simpatía no pasan de ser la conmiseración que se tiene por una víctima que no se puede salvar. “Ese despotismo que se ha adueñado de toda una generación, que ha modificado el carácter de un pueblo, que ha aniquilado la actividad de todos los espíritus, ha encontrado su primer auxiliar en un clero batallador y propagandista, al cual ha dejado todos los medios y todo el

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poder que ha necesitado para apoderarse de la conciencia de todos y para dictar la verdad. “Todo ha venido a ser dogma en política y en religión. ¿Quién tiene libertad para examinar esos dogmas? ¿Tocáis los dogmas políticos? Sois revolucionario, demagogo, hombre peligroso, enemigo del orden. ¿Tocáis no ya los dogmas católicos, sino las verdades dictadas por los clérigos? Sois hereje, rojo, condenado, excomulgado. “En presencia de tales sistemas ¿quién respira, quién dice esta boca es mía? El mejor partido es callar, la mejor conveniencia es no tener personalidad; la mejor conducta es disimular: el disimulo, la hipocresía salvan de esos anatemas y dan prosperidad. “He aquí la generación actual; esa es su vida social; he aquí su política, su religión”.

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Tal era la situación moral y espiritual en Santiago, hacia la fecha en que un grupo de esforzados masones concibió el atrevido proyecto de fundar una Logia en ese medio ambiente hostil a toda innovación, a todo movimiento que tendiera a romper la pasividad en que se vivía. En efecto, el 7 de noviembre de 1864, acudiendo a una amable invitación de Ángel Custodio Gallo, se reunieron en su casa varios masones residentes en la capital y tuvieron una sesión preparatorias, para llevar a realización la idea de levantar las Columnas de un Templo Masónico. He aquí el acta de aquella histórica reunión:

A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.

En nombre y bajo los auspicios de la Respetable Gran Logia de Chile. Oriente de Santiago, noviembre 7 de 1864, e. v. La Respetable Logia de San Juan ha abierto sus trabajos preparatorios en el 1er. gr. simb. con un simple P, ocupando el asiento de V.·. M.·., el H.·. José Miguel Fáez, quien asumiendo la dirección de los trabajos con la voluntad de los miembros presentes, nombró para que le ayudasen, como Primer Vig.·. al

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Q.·. H.·. Nicanor Rojas, como Segundo Vig.·. al Q.·. H.·. Ángel Custodio Gallo y como Orador: al Q.·. H.·. Guillermo Matta. Secretario: al Q.·. H.·. Jorge Délano. Experto: al Q.·. H.·. Federico A. Belem. Guarda Sellos: al Q.·. H.·. Christian Busch. Guarda Templo: al Q.·. H.·. José Agustín Ovalle. Ocupó un lugar en el Or.·. el M.·. Q.·. H.·. Gran 2º Vig.·. de la Respetable Gran Logia de Chile Manuel de Lima. El Venerable manifestó a la Respetable Logia la necesidad que había de dar un nombre distintivo a la Logia recién establecida y después de tomar el parecer de los demás hermanos, se resolvió que la República Logia llevase el título distintivo de

Justicia y Libertad

El Ven.·, advirtió también que en otras circunstancias se había exigido que los Diplomas fuesen depositados en el Altar para enviarlos a la Respetable Gran Logia de Chile; pero que por ahora esa precaución era innecesaria desde que los hermanos presentes se conocían recíprocamente, habiendo trabajado juntos en las Logias del Oriente de Chile y también porque el H.·. Gran 2º Vigilante de la Respetable Gran Logia de Chile se daba por satisfecho de la regularidad de los hermanos presentes. E. V.·. M.·. hizo ver, además, la necesidad en que se encontraba la Logia en instancia de pedir a la Respetable Gran Logia de Chile una Carta Constitutiva a fin de que sus trabajos fuesen considerados regulares, y ordenó al hermano Secretario que diera lectura a la Pl.·. que al efecto tenía preparada

A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.

En nombre y bajo los auspicios de la Respetable Gran Logia de Chile. La Respetable Logia de San Juan, bajo el distintivo de “Justicia y Libertad”, en el Oriente de Santiago, a 7 días de noviembre de 1864, a la Gran Logia de Chile, S.·. F.·. U.·.

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MM.·. II.·. y QQ.·. HH.·. Animados del deseo de trabajar regularmente por la gloria de la Institución Masónica y por el bien de la humanidad en general y en conformidad a los votos de la deliberación tomada en esta fecha, cuyo extracto acompañamos, os suplicamos tengáis a bien reunirnos al Centro común de los Masones chilenos, concediéndonos una Carta Constitutiva que regularice los trabajos de la nueva Logia establecida en este Oriente. Ligados a vosotros por el indisoluble lazo de la Fraternidad, nos esforzaremos para merecer vuestra consideración, por la regularidad de nuestros trabajos, comprometiéndonos desde ahora a conformarnos con los Estatutos y Reglamentos Generales de la Orden y a contribuir exactamente con la contribución que nos imponen. Os saludamos, etc. Concluida la lectura, se sometió a la deliberación de la Respetable Logia y fue aceptada por unanimidad. El H. Orador pidió que, en cumplimiento de los Reglamentos Generales, la Logia procediera a nombrar un Diputado que la represente en el seno de la Respetable Gran Logia de Chile. Esta indicación, sometida a la deliberación de la Logia, fue aceptada y tomada la votación por el escrutinio, resultó nombrado por unanimidad como Diputado de la Logia, el H.·. Luis Lynch. En consecuencia, el V.·. M.·. ordenó al H.·. Secretario que procediera a extender el Poder correspondiente, a fin de enviarlo al Diputado nombrado, según lo prescriben los Reglamentos Generales. El V.·. M.·. ordenó al mismo tiempo que los HH.·. presentes, miembros activos de la Logia, pasaran uno por uno al Oriente a fin de llenar el Cuadro con los demás documentos que acrediten la fundación de la Logia “Justicia y Libertad”.

CUADRO DE LOS MIEMBROS FUNDADORES DE LA LOGIA

Fáez, José Miguel, Militar, 3º Gr.·. de la “Unión Fraternal”. Rojas, Nicanor, Médico, 3º Gr. De la “Unión Fraternal”. Gallo, Ángel C., Propietario, 3º Gr.·. de la “Unión Fraternal”. Matta, Guillermo, Literato, 3º Gr.·. de la “Perseverante Amitié”.

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Délano, Jorge, Comerciante, 3º Gr.·. de la “Bethesda”. Beelem, Fed. Ad., Abogado, 3º Gr.·. de la “Franklin”62. Ovalle, José A., Abogado, 3º Gr.·. de la “Unión Fraternal”. Busch, Cristian, Agricultor, 3º Gr.·. de la “Unión Fraternal”. Mac Lean, Juan, Comerciante, 2º Gr.·. de la “Unión Fraternal”. El V.·. M.·. ordenó que se diera lectura al Cuadro, a fin de que si hubiera que rectificar algún error, se hiciera con tiempo; y no habiéndose hecho observación alguna, ordenó que circulase el saco de Prop.·. y el Tr.·. de Pobres, regresando al Oriente el primero sin nada y el segundo conteniendo diecinueve pesos cuarenta centavos. Se acordó que la Logia tenga en adelante sus Tenidas Ordinarias los lunes de cada semana, a las 8 horas P. M. Enseguida, el H.·. Secretario dio lectura por orden del V.·. M.·. al bosquejo de la presente Tenida y no habiendo observación alguna que hacer, cerró el V.·. M.·. los trabajos por un -0- retirándose los HH.·. en paz. (Firmados). El V.·. M.·. J. Miguel Fáez, 1º Vig.·. Nicanor Rojas. 2º Vig.·., A. Custodio Gallo. Orador, Guillermo Matta. Guarda Sellos, Ch. Busch. Por mandato de la Resp. Logia, Jorge Délano, Secretario.

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Recibida la solicitud de Carta Constitutiva por la Gran Logia de Chile, el S.·. Gran Maestro designó un Inspector para que visitara el local donde iba a funcionar el nuevo Taller y viera si cumplía con las condiciones necesarias. Dicha inspección fue realizada por el hermano Manuel de Lima. El Templo fue erigido en una casa de propiedad del señor don José Arrieta, la que estaba situada en la esquina N. O. de la Plaza del Teatro Municipal. Evacuado el informe del Inspector, en términos favorables y habiendo sido, a la vez, satisfactoriamente acogida la solicitud por la Sección Simbólica y de Ritos de la Gran Logia, el G.·. M.·. otorgó el permiso solicitado; y la Respetable Logia “Justicia y Libertad” –a la que correspondió el Número 5-

62 Nº de la Logia Chilena de este nombre, muy lejos aún de ser fundada, sino de una de Norteamérica.

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empezó sus trabajos en instancia de constitución, el 2 de enero de 1865, dirigidos por el V.·. M.·. José Miguel Fáez, distinguido militar del ejército de la República. Fue la primera Logia masónica establecida en Santiago y la primera que se constituía después de la formación de la Gran Logia de Chile.

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Los trabajos comenzaron con acierto y entusiasmo. El número de masones que acudió a afiliarse fue crecido. Las solicitudes de iniciación fueron firmadas por jóvenes santiaguinos de los más distinguidos por su cultura. El Venerable Maestro Fáez no alcanzó a dirigir los trabajos sino por brevísimos días. En 26 de abril, la Logia se veía en la necesidad de aceptarle la renuncia, porque el Gobierno lo llamaba a desempeñar por segunda vez la Comandancia General de Armas de Valparaíso. En 25 del mes siguiente, el Taller designaba como sucesor en el cargo de V.·. M.·. al H.·. Carlos S. Rand, y a José Miguel Fáez como sucesor de Luis A. Lynch en el puesto de Diputado ante la Gran Logia de Chile. Este nombramiento le fue reiterado consecutivamente en 1866, 1867 y 1869, hasta que en noviembre de dicho año hubo de renunciarlo por tener que trasladarse a las costas de Arauco. El cambio de Dirección en los trabajos, no fue inconveniente para que éstos continuaran desarrollándose en la mejor forma. Se nombró una comisión para que procediera –según lo dispuesto por la Constitución y Estatutos Generales- a redactar un proyecto de Reglamento Particular. Al mismo tiempo, se hacían los preparativos para celebrar la primera iniciación, que se efectuó con toda solemnidad el 8 de mayo de 1865. El nuevo miembro recibido esa noche, fue Juan Nepomuceno Espejo, que tan brillante actuación habría de tener en la propagación de las doctrinas masónicas. El Reglamento Particular, que más tarde ha sido adoptado o ha servido de modelo, a más de una Logia63, fue sometido a

63 La logia Nº 3 de Copiapó adoptó el Reglamento de la “Justicia y Libertad”, como consta del siguiente acuerdo: Oriente de Copiapó, a 7 de octubre de 1866. En conformidad a lo dispuesto por la Constitución Masónica y Reglamentos Generales de la Orden y en virtud de las atribuciones especiales qaue se les confiere a los Talleres de la Obediencia, la Logia “Orden y Libertad”, Nº 3, del Oriente de

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la discusión del Taller en 1866, el cual lo aprobó y mandó elevar al conocimiento de la Sección Simbólica y de Ritos de la Gran Logia de Chile. El Reglamento iba firmado por los siguientes oficiales: Angel Custodio Gallo, Venerable Maestro; José María Ferrier, Primer Vigilante; Miguel J. Santa María, Segundo Vigilante; Guillermo Matta, Orador; José Maldonado, Secretario; Manuel A. Villarroel, Guarda Sellos. Examinado y favorablemente informado por la Sección Simbólica y de Ritos, que presidía Manuel de Lima, fue sometido al Consejo del Gran Maestro, que lo aprobó y ordenó poner en vigencia. La marcha de la Logia continuó cada día más próspera; el número de sus miembros aumentaba considerablemente; y los trabajos desarrollados con regularidad y perfección, comenzaron a llamar la atención de los masones que tuvieron oportunidad de conocerlos y fueron citados como modelos dignos de admiración y de ser emulados. La superioridad de la Orden consideró a la nueva Logia digna de ser instalada definitivamente; al efecto, con fecha 20 de agosto de 1867, dictó el Decreto en que nombraba la Comisión Instaladora, que se componía de los siguientes hermanos, miembros del Consejo del Gran Maestro: Blas Cuevas, presidente; Guillermo Matta y Felipe Calman. La ceremonia de instalación se verificó el 23 de septiembre. El Templo masónico resultó estrecho para contener los numerosos miembros del Taller y la concurrencia de hermanos visitadores y comisiones que acudían en representación de otras Logias chilenas y extranjeras. Presidió los trabajos el V.·. M.·. Ángel Custodio Gallo, al que acompañaban los siguientes oficiales: Primer Vigilante, Pedro Nolasco Gandarillas. Segundo Vigilante, Carlos Díaz. Orador, Pedro Nolasco Videla. Secretario, Francisco Gandarillas.

Copiapó, nombró una Comisión para que examinase los Reglamentos Particulares de la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5, Oriente de Santiago. Presentado el informe de dicha Comisión y sometidos los Reglamentos de esa Logia a discusión particular, con las conclusiones del h.·. Orador, se dieron por aprobados cada uno de sus artículos. En consecuencia, según lo dispone Art. 55 de la Constitución, se le mandó elevar al conocimiento de la sección Simbólica, V. M., Olegario Olivares, Primer Vig.·., Carlos Inghirami, Segundo Vig.. E. A. Soublette, Orador; H. Marconí, Secretario; Ramón Fritiz, Guarda Sellos”.

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Tesorero, Carlos Hophenblatt. Experto, Miguel Laso. Maestro de Ceremonias, Jorge Délano. Primer Diácono, Vicente del Sol. Segundo Diácono, José Manuel 2º Pinto Ocupaban puestos de honor los hermanos José Miguel Fáez, Emilio Sotomayor, M. Antonio Velásquez, Isidoro Errázuriz, Manuel Thomson, Antonio Sanhueza, Francisco Cuevas, Urbano Bustos, Juan Agustín Palazuelos, Pablo Despiau y otros. En las columnas se veían los Aprendices Manuel G. Rojas Donoso, Wenceslao Vidal, Demetrio Lastarria, Pedro Félix Rodríguez, Guilledrmo E. Rodríguez, José C. Quiroga, Carlos Boizard; los Compañeros Alberto Patiño y Carlos Pearce y numerosos Maestros, entre los cuales el Secretario alcanzó a anotar los nombres de Napoleón Charpin, José María Ferrier, Cristian Bousch, Carlos Götting, Fernando Schrrart, Roberto Trait y Eduardo de la Barra. Entre los Visitadores estaban Julio Lynch, Nicanor Otaegui, de la Logia “Bethesda” de Valparaíso; Augusto Krüger, Mariano Bacarrezo, de la Logia “Virtud y Unión” de Lima; Arístides Martínez, Emilio Chaigneau, Francisco Vidal Gormaz, José C. Ugalde, Rafael Victorino Garrido, C. Arnut, Carlos González Ugalde, Mariano Lathel, Enrique Fouché, Salustio Beeche, etc. Cumplidas las ceremonias necesarias a la apertura de los trabajos, según el Ritual, el venerable Maestro Gallo, agradeció la presencia de los masones que, sin pertenecer al Cuadro de la Logia, habían acudido de diversas partes, bastante lejanas algunas, a compartir con los fundadores de la “Justicia y Libertad” Nº 5 el anhelado instante de poderse instalar en forma definitiva y perfecta y empezar desde ese momento a ser considerada con todos los derechos y atribuciones de las Logias completamente constituidas. “Habéis entrado al templo erigido A.·. L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·. –dijo- por la Logia “Justicia y Libertad”. Su título distintivo bastaría para indicaros los principios y virtudes que le sirven de norma y que tratará de enseñar a sus adeptos; son los mismos que vosotros practicáis y los que forman la base de nuestra noble y querida Institución”. Isidoro Errázuriz, miembro de la diputación de la Logia “Unión Fraternal” Nº 1 de Valparaíso, agradeció a nombre de

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sus compañeros la cariñosa acogida que se les dispensaba y con su acostumbrada elocuencia manifestó la importancia del acto que iba a verificarse. “La Masonería –agregó- en esta ciudad de Santiago, asiento de todas las preocupaciones, está llamada a tomar el carácter militante que ha tenido en otras épocas, porque aquí, como en ninguna parte, son densas las tinieblas y los enemigos numerosos y activos. Para que la luz se haga, para que huyan las preocupaciones, se desvanezcan los errores y se avergüencen la calumnia, abrid paso a todos los hombres de inteligencia y de corazón y formad con ellos un solo haz para combatir. De esta manera alcanzaréis muy pronto los resultados que esperamos de vuestro celo y entusiasmo por el triunfo de la libertad, la igualdad y la fraternidad”. Siguiendo el orden establecido por el Ritual para estas ceremonias, se procedió a dar entrada a la Comisión Instaladora, que como dijimos, presidía Blas Cuevas. Terminado el acto de la Instalación, el presidente de la Comisión se expresó en los siguientes términos: “Todas las Logias masónicas del Universo están llamadas a sostener y propagar la tolerancia religiosa como uno de los principios fundamentales de la Masonería, a pesar de que hoy día sólo las naciones muy atrasadas son capaces de torturar la conciencia humana. Mientras esta grande obra no esté del todo consumada, mientras la ley y la costumbre no hayan sancionado una completa libertad religiosa, la Masonería debe ser infatigable en la prosecución de su noble fin. “Si este deber es tan sagrado para todos los Orientes del mundo, y para todos los Valles de Chile, lo es por cierto mucho más para vosotros los que formáis el Valle de Santiago. “En Copiapó y en Valparaíso, el comercio, el trabajo, la independencia personal y el contacto con los hombres de diferentes religiones, han hecho que se acostumbren a respetar las creencias ajenas. Pero ¡cuán distinta cosa sucede entre vosotros! y perdonadme esta franqueza. Aquí el fanatismo arrastra a más de dos mil mujeres a perecer entre las llamas; aquí se establece un buzón para escribir a la eternidad; aquí se forman sociedades entregadas a prácticas que pueden considerarse idolátricas y hasta ridículas. So pretexto de formar el corazón del hombre para mayor gloria

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de Dios, se extravía la educación de la juventud, inculcándole ideas contrarias a los sanos principios de la verdad y la justicia. Halagando al pueblo con la esperanza de fomentar y desarrollar sus intereses materiales se les encadena en sociedades en las cuales se explota su ignorancia y credulidad, para lanzarlo como una masa bruta y ciega contra los que piensan. Invocando las ideas más mezquinas y egoístas, se arrastra a un centenar de mujeres para que vayan a perturbar las sesiones del Congreso, para que no modifique el artículo 5º de la Constitución, impidiendo así a los protestantes y demás sectas religiosas poder educar a sus hijos según sus creencias. Explotando los intereses políticos, se domina la Universidad y se le impone a la instrucción pública un rumbo estrecho y mezquino. Alegando falsas excusas, abandonan los campos y ciudades remotas, donde reina una completa ignorancia, y se reúnen aquí más sacerdotes de los que cuidan a los dos millones de habitantes que viven en el resto de la República. “Este cuadro que he hecho a grandes rasgos, os dejará ver cuán importante es la obra de lucha en que estáis comprometidos y cuantas fuerzas intelectuales y morales necesitáis para vencer, Pero no por eso debéis arredraros. Si el fanatismo domina al pueblo, domina a las mujeres, domina la ciencia, domina el poder, vosotros tenéis la razón; y la razón –no lo dudéis- será la que al fin triunfará. “Por el conocimiento que tengo de vosotros, estoy convencido de que sabréis colocaros a la altura de la situación. Pero no debéis descansar. Es también necesario que procuréis engrosar poco a poco vuestras filas con nuevos obreros, pero con obreros inteligentes e ilustrados. Para una cruzada como la que necesitáis sostener, los hombres sin inteligencia son un estorbo. Los que nos son indispensables son los hombres de pensamiento, de corazón, de voluntad, que sean capaces de vindicarnos, de desvanecer las calumnias lanzadas contra nosotros, de fortificar la debilidad de nuestras mujeres, de disipar la ignorancia del pueblo, de realizar la verdadera caridad; la caridad del que hace el bien, no la caridad egoísta del que socorre al enfermo o al desvalido por ostentación o a trueque de que le entregue la conciencia. Ya veis, pues, cuál es la primera obra que os espera y cuales son los colaboradores que necesitáis.

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“Por lo que toca a los medios de acción, yo nada nuevo tengo que deciros; vosotros los conocéis mejor desde que fuisteis iniciados masones. “Para hacer triunfar la verdad y la justicia, debemos sólo razonar y discutir con entera lealtad, con completa buena fe, respetando hasta las preocupaciones de los que no nos quieren bien; pues nosotros a nadie debemos considerar como enemigos, sino al contrario, mirar a todos como hermanos”. Guillermo Matta, acto continuo, dio lectura a una composición poética, henchida de nobles sentimientos, que traducía los altos conceptos que de la Institución tenía su autor. Como han sido escasos los poetas que, abandonando durante algunos instantes la contemplación del mundo profano, pongan sus ojos sobre los símbolos masónicos y busquen inspiración en las doctrinas de la Orden, vamos a reproducir las estrofas del hermano Guillermo Matta, que son las siguientes:

A LA LUZ

Bendita seas, Luz! Vida del mundo y su alma redentora. de eternos rayos manantial fecundo, del sol de la verdad perenne aurora. ¿Qué hay sin ti? Nada, las tinieblas mudas miseria, error, espanto, larvas horribles de impacientes dudas, miedo en los ojos y en las almas llanto! ¡Qué hay sin ti? Nada. La materia informe, caos fatal que asusta, el caos del mal, la negación enorme, triste irrisión de la conciencia augusta! La oscuridad, como la faz del crimen horrendo asombro inspira! ella es amparo y ley de los que oprimen, ella es maestro y voz de la mentira!

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En las sombras arrastran sus serpientes el odio y la ignorancia, y aguza en ellos ponzoñosos dientes calumnia vil y estúpida arrogancia!

Bendita seas, Luz! Tú de Dios naces para crear la ciencia; tú destruyes los ídolos falaces, y tu altar es razón, inteligencia. Religión de sublimes pensamientos, son tuyas las divinas alas del amor y fe! Los sentimientos con celestes fulgores iluminas. Por ti, como en sus cimas ideales, divisa el alma humana, orientes de esperanzas inmortales, de excelso bien, eternidad cercana! Y tú secas las lágrimas que vierte la tristeza, y tú llevas al austero silencio de la muerte, de un incógnito idioma frases nuevas. Tú das a todo forma, acento, vida, beldad, fuerza, grandeza! Raíz de todo, a todo vas unida; nada acaba contigo y todo empieza! Bendita seas, Luz! El sacro Templo es éste; en sus murallas, símbolo, augusto, en Triángulo contemplo. desciende: aquí tus sacerdotes hallas! Desciende. Aquí te aguardan anhelantes los puros corazones. Aquí encuentras sonrisa en los semblantes y en las almas fervientes bendiciones. Desciende, oh Luz! Cuando el masón te invoca

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tú acudes a su ruego; y pones tu esplendor siempre en su boca y en su alma irradias tu celeste fuego! Eleva, ensalsa, purifica, inciensa con la virtud su anhelo; que suba a la verdad en lo que piensa y que, amando la tierra, aspire al cielo! Y que ora labre piedras de cimiento ora el plano ejecute, a Dios consagre su obra monumento y en ella a Dios adoración tribute! Adonde quiera que un dolor le llame, allá con franca mano, sobre esa herida el bálsamo derrame: para el masón todo hombre es un hermano! Para el masón no hay género diverso y hay uno solo: el hombre! Su simbólica Patria es Universo! Su centro, Dios! Humanidad, su nombre. Sienta el mundo la influencia misteriosa de tan altas ideas! Encárnate, oh, palabra luminosa! ¡Luz! Verbo del Creador, bendita seas! Siguieron algunas ceremonias y pasó el mallete a manos del Venerable Maestro Ángel C. Gallo, quien pronunció un discurso en que bosquejaba a grandes rasgos la labor que a los masones de Santiago tocaba desarrollar. Dijo en algunos de sus párrafos: “Al fin vemos cumplidos nuestros deseos más vehementes: nuestra querida Logia ha sido instalada. Desde este momento nuestros deberes son más serios y más imperiosos, porque nos hemos obligado de una manera más solemne a llenar la tarea de nuestra noble Institución. Estas luces misteriosas han brillado Al nombre del G.·. A.·. D.·. U.·. ¡Ojalá que sus rayos penetren vuestro espíritu y os den el

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entusiasmo, la luz y la energía que necesitáis para vencer a nuestros enemigos perdurables: la ignorancia y el fanatismo. “La intolerancia, ya sea política, ya sea religiosa, para conservar su predominio ha negado al hombre el poder de su razón para gobernarse deliberadamente y para conocer la verdad.. Pero la naturaleza humana no está condenada al error ni al vicio: al contrario, la observación, el estudio y la historia nos demuestran que la razón puede romper las tinieblas de la ignorancia y que el bien y la moralidad se aumentan en todas las sociedades modernas; y ese aumento y ese progreso nos hacen, con justicia, esperar que alguna vez ha de reinar en el mundo la felicidad. ……………………………………………………………………………………………………………….. “Se engañan mucho los que s e imaginan que basta para ser masón y cumplir con los deberes que impone nuestra regla, conocer los signos y los símbolos de que nos servimos para reconocernos. Para cumplir bien con sus grandes propósitos, es preciso arrojar las vestiduras del mundo profano, los errores y las preocupaciones y trabajar por un triunfo de la verdad y la justicia en toda ocasión y en todo lugar. Ayudar al débil, resistir a todo despotismo, servir las buenas ideas, son obligaciones masónicas que debemos cumplir en el templo y fuera de él. Éste es el modo como los masones se abren camino presentándose como cumplidos modelos de virtud; así vencen a las calumnias y a las perversas imputaciones de nuestros enemigos. “Otro mal que perjudica a nuestra noble Institución es el egoísmo, es el amor a los bienes materiales. Esto es una consecuencia fatal de la atmósfera en que vivimos y que es preciso también combatir en el Templo y fuera de él, para no presenciar la abdicación y la decadencia de la conciencia y de la dignidad d e los hombres. “¿Qué ocupación más digna de la inteligencia humana puede haber que la de trabajar por el perfeccionamiento de nuestras facultades? ¿Qué tarea más noble puede ocupar el espíritu y el corazón que la de trabajar por la redención de la especie humana, destruyendo el vicio y el error? Solamente de ese modo cumpliremos con nuestra misión, como afiliados en la Masonería”.

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……………………………………………………………………………………………………………… Concluido ese discurso, el Orador de la Logia, Pedro N. Videla, dio lectura a un trabajo sobre la Beneficencia. Ofrecida la palabra, Demetrio Lastarria improvisó una brillante alocución, y entre otros felices conceptos, expresó los siguientes: “En estos momentos, en que celebramos el aniversario de la independencia de la patria, iniciamos la obra de la independencia del espíritu, reuniéndonos en un solo haz los hombres de buena voluntad, para combatir la ignorancia y el fanatismo, que son los principales enemigos de la humanidad”. ……………………………………………………………………………………………………………… “Todas las épocas han tenido sus instrumentos de suplicio para emplearlos contra los que desertaban de las preocupaciones dominantes. Ayer fueron el hierro y el fuego en manos de la Inquisición; hoy, el odio, la mentira y la calumnia en boca de los ambiciosos y de los ignorantes”. “Se necesita mucho valor, mucho corazón, para arrostrar esa calumnia y ese odio de los mismos que se trata de servir, de los mismos que se trata de elevar”. Así terminó aquella reunión, cuya fecha marca uno de los acontecimientos más importantes en la Masonería chilena, pues entonces quedó definitivamente establecida una Logia que se ha hecho gloriosa por sus heroicas jornadas a favor del bien público; que ha dado numerosos e ilustres servidores a la Orden y que ha venido trabajando desde entonces con perseverancia admirable, hasta llegar al presente, siendo la única de las Logias de la Obediencia chilena, que no ha suspendido jamás sus trabajos ni ha abatido sus columnas. Su historia especial, cuando se escriba, servirá de ejemplo a más de algún Taller y será fuente de inspiración y de enseñanzas para los masones que aman y desean el progreso de la Orden.

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CAPÍTULO XI

En Valparaíso se piensa establecer una nueva Logia. Se funda la “Aurora” el 22 de enero de 1869. Sus fundadores y sus primeros oficiales. Salmo masónico recitado en la instalación. Obras emprendidas por el Taller durante los primeros años de su funcionamiento. El brillo que habían alcanzado los trabajos masónicos en Valparaíso y la feliz tentativa para establecer la Masonería en la capital, llevada a efecto en la forma que acabamos de exponer y con los más halagadores resultados como lo verificaremos en el curso de este estudio, lejos de hacer creer a los masones porteños que había llegado el momento de tomar algún reposo, los estimularon a desplegar nuevas energías en pro de la difusión de las doctrinas, a cuya realización se habían consagrado. Hacia fines del año 1868, siete maestros masones regulares, miembros de la logia “Progreso” Nº 4, animados de verdadero entusiasmo por la propagación de las doctrinas de la Orden, se separaron de su Logia para proceder –bajo la inspiración de Ramón Allende Padín- a la organización de un nuevo Taller, plantel que fuera base de una nueva y ardorosa cruzada en la lucha por la civilización y la libertad espiritual. Prolongado esfuerzo tuvieron que desplegar para vencer los naturales obstáculos que s e oponían a la realización de sus designios; pero, finalmente, el éxito coronó su actividad, y el 31 de diciembre de 1868, el S. Gran Maestro dictó el Decreto que autorizaba a la nueva Logia para trabajar en instancia de constitución. “Aurora” fue el nombre distintivo que los miembros fundadores eligieron para designar el nuevo Taller; y en realidad, fue la autora de un nuevo día de trabajo, de esfuerzo y de perfeccionamiento. Como número de orden, le correspondió el 6. Las dificultades que naturalmente se presenta a toda empresa o trabajos nuevos, la misma inexperiencia de los primeros obreros, todo a la vez, hizo áspera y difícil la marcha de esta Logia.

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Sin embargo, si dificultades experimentó en sus comienzos, no faltaron entre sus miembros aquellas cualidades y virtudes propias de los verdaderos francmasones; y todos, a la medida de sus fuerzas, contribuyeron con una abnegada y decidida colaboración. Pronto fueron a unirse a los miembros fundadores otros hermanos anhelantes de trabajo, que allegaron a la obra recién empezada un contingente utilísimo de fuerzas y de iniciativas. Entre estos colaboradores, que acudieron espontáneamente a ofrecer su concurso son dignos de perpetua memoria para la Logia “Aurora” Nº 6 los hermanos Blas Cuevas, José Maldonado, Francisco Cuevas y Alejo Palma. El Taller reconoció muy pronto los méritos y servicios de estos hermanos, y no pudiendo pagarles de otro modo su deuda de gratitud, los distinguió con nombrarlos miembros honorarios. Dados los primeros pasos necesarios para obtener la facultad de trabajar en instancia, la logia de fundadores tuvo su primera reunión preparatoria el 22 de enero de 1869 y en ella se verificó la elección de Oficiales. Los elegidos en aquella ocasión, fueron los siguientes: Venerable Maestro…......... Enrique J. Rodríguez Primer Vigilante………………. Anastasio Bello Segundo Vigilante…………… Recaredo S. Tornero Orador…………………………….. Emilio Pradel Secretario……………………….. Salustio Breeche Tesorero………………………….. José G. Azagra Diputado…………………………. Manuel del Río El ilustre masón Blas Cuevas, Primer Gran Vigilante de la Gran Logia de Chile, presente en dicho acto, instaló al V. M. electo, quien, a su vez, lo hizo con los demás Oficiales. Desde aquel momento se afianzaron los trabajos; y las dificultades que se presentaron fueron vencidas merced al celo y prudencia de los hermanos, que imprimieron a su Taller una marcha próspera y feliz. Durante el primer año, en que la dirección estuvo a cargo del V. M. Enrique J. Rodríguez, los esfuerzos en su mayor parte fueron encaminados en el sentido de robustecer las columnas de la Logia, procurando aumentar el número de

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sus miembros, sin descuidar de ningún modo la calidad intelectual y moral. En este primer año, la Logia inició treinta profanos; dio a catorce aprendices el segundo grado, y a quince compañeros elevó al grado de maestro. Al cerrar ese año de trabajos, la Logia demostraba una vitalidad capaz de acometer las más difíciles empresas. Además de los nuevos miembros iniciados, llegaron atraídos por el brillo de los trabajos del Taller seis masones de otras Logias que s e incorporaron a él. El V. M. Rodríguez pudo sentirse satisfecho y orgulloso del servicio prestado a la Masonería chilena con su labor de la Logia. No sólo atrajo al seno de la Institución muchos elementos que antes eran indiferentes, sino que despertó y mantuvo en su fuerza el entusiasmo de todos los que se congregaron en torno suyo. Concluido el primer año masónico y terminada la tarea que los fundadores se habían impuesto –pues el Taller quedaba organizado en brillante y sólido pie- hubo de hacerse nueva elección de oficiales, de acuerdo con ordenado por los Estatutos Generales de la Orden. Esta elección dio el siguiente resultado: Venerable Maestro …………… Francisco Gandarillas Primer Vigilante ……………… Anastasio Bello Segundo Vigilante …………… Gustavo Peña Orador ……………………………… Ramón Allende Padín Secretario ………………………… J. G. Searle Tesorero ………………………….. J. G. Azagra Experto ……………………………. Víctor Pretor Freire Diputado ………………………….. Emilio Pradel M. de B. …………………………… Manuel del Río Hospitalario …………………….. Federico Navarro Guarda Templo ………………. Domingo E. de Sarratea Maestro de Ceremonias … Valentín Navarro Guarda Sellos y Timbres…. Antonio Marazzi Primer Diácono ………………. Zenón Urbistondo Segundo Id………………………. Silvestre Urízar Garfias. El 30 de junio de 1871 fue dictado el Decreto que concedía la Carta Constitutiva al Taller. La Comisión Instaladora, designada en el mismo Decreto, estaba

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compuesta de Guillermo Matta, que la presidía; de M. A. Guzmán y M. A. Velásquez. El 10 de julio se efectuó la ceremonia de instalación con gran brillo y entusiasmo. Abiertos los trabajos, el V.·. M.·. anunció que eran con el objeto de instalar la Logia; y habiéndose advertido que la Comisión nombrada por el S. Gran Maestro se encontraba en el Vestíbulo Exterior, el V. M. nombró una diputación compuesta de Mateo Clark, Zenón Urbistondo y Domingo Sarratea, para recibir la comunicación de los poderes que investían los miembros de la comisión instaladora. Verificado esto, nueves hermanos, con el ceremonial del caso, invitaron a la comisión a pasar al Templo. Guillermo Matta ocupó el trono y designó Vigilantes a los otros dos miembros de la Comisión. En seguida, procedió a la solemne instalación de la Respetable Logia “Aurora” Nº 6, con todas las formalidades prescritas por los Estatutos General de la Orden. En aquella época dirigían los trabajos los siguientes Oficiales: Venerable Maestro …………….. Ramón Allende Padín Primer Vigilante ………………….. Emilio Pradel Segundo Vigilante ………………. Vicente Navarro Orador …………………………………. Francisco Gandarillas Secretario ……………………………. Juan G. Searle Guillermo Matta, al siguiente día, al dar cuenta a la Gran Logia del cumplimiento de su misión, se refería en los siguientes términos a la impresión que la naciente Logia le causaba: “Todo en esta Logia, libros de arquitectura, dirección de los trabajos, propósitos y aspiraciones, todo obedece a las leyes de nuestra Institución, disciplinada por su espíritu y reforzada por la prudente discreción de sus miembros. El V. M. y Oficiales que lo acompañan, han sabido dar a nuestros simbólicos misterios su elevada y certera significación. “Os incluyo los documentos que atestiguan mis actos y agrego a ellos los trabajos que en la tenida se han leído por los hermanos Ortiz Fernández, Pradel y Navarro. La lectura de esos trabajos será la mejor prueba de lo que antes he aseverado y pondrá de manifiesto la elevación de las doctrinas y rectitud de intenciones de los nuevos hermanos y que son la

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base y el material más escogido para llevar a término nuestra obra. “Estoy seguro que en el próximo Boletín de la Gran Logia esos trabajos figurarán como páginas interesantes de la Historia de nuestra Orden en Chile, sirviendo así de ejemplo y de lección a los masones futuros”. Efectivamente, entre los Anexos del Boletín Oficial de la Gran Logia de Chile, correspondiente a 1872, fueron incluidos los trabajos a que hacía referencia Guillermo Matta. Aunque los ejemplares de dicho Boletín, milagrosamente salvados de diversos accidentes, son escasísimos y por lo mismo no será posible a quien le interese, leer los trabajos a que aludimos, no los insertaremos en la presente obra, pues éstos y otros que más adelante tendremos que citar, le darían una extensión excesiva. Nos limitaremos a reproducir una parte del primero y algunos párrafos del tercero, por relacionarse directa y estrechamente con la materia de que nos ocupamos. He aquií, pues, algunos fragmentos del Discurso del hermano Benjamín Ortiz Fernández: “¿Qué es la Masonería? “La Masonería, tal cual he podido juzgarla hasta hoy, sin conocer profundamente su encadenamiento, su origen ni aún su historia, pienso que es una especie de providencia humana, que vigila atenta y solícita la marcha progresiva y ascendente de la sociedad para ayudarla con su poderoso prestigio en todas las conquistas del progreso y de la moral. Más aún, que localiza su atención y su celo donde quiera que haya una desgracia que socorrer, un consuelo que dispensar, un bien que hacer, un mal que evitar,, una injusticia que reprimir, una virtud que premiar. Providencia activa, laboriosa, discreta, tierna, piadosa y justa; en todas partes se siente su amor y su influencia salvadora. Bien podría decirse con propiedad, que sigue atenta y sin descanso la marcha vertiginosa de la humanidad, encarnándose en todas las vicisitudes y oscilaciones para extraer en su conjunto la esencia de sus virtudes que reserva para aplicarlas oportunamente, como un remedio a sus propios males, salvándola en momentos supremos de sus desgracias o debilidades. Madre amorosa y como ninguna, sabia, desea hacer de la especie humana una sola familia, en la cual,

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cubriéndola con su manto protector, no distingue –en su ternura- nacionalidad, rango ni fortuna.” “Fundada en la equidad y en la confraternidad humanas, condena, como consecuencias de sus preceptos, esas antipatías de nacionalidades, de razas; esos odios religiosos, generalmente sangrientos y apasionados, esas crueles preocupaciones sociales que cierran el corazón del hombre a sus semejantes. Condena ese efecto egoísta, exclusivo, que se circunscribe en el mundo profano al pequeño círculo de los poderosos y favorecidos del destino. Nosotros, no; queremos y aceptamos a los miembros de todos los pueblos, a los ciudadanos de todos los países, a los partidarios de todas las sectas, a los creyentes de toda fe. Es institución verdaderamente humana, que se interesa sin descanso en la felicidad o desgracia de sus semejantes; combinación grandiosa, compuesta de hombres honrados y pensadores, que querrían abarcar con su cariño a todo el género humano para ver a todos dichosos y felices. Así es cómo comprendo yo sus sentimientos humanitarios”. “De su Piedad. Por eso es que sólo nuestra congregación, verdadero sacerdote del bien, ha podido calcular las vicisitudes humanas, aliviando sus dolores, pronta siempre para ayudarla en sus desgracias; no olvida que la torpe vanidad de los elegidos de la suerte hace que vivan con la mayor indiferencia, condenando a sus semejantes a la ración de un pan, muchas veces bañado de sudor y de lágrimas; y sólo ella, amiga generosa y abnegada, es la única que ni abandona al desgraciado ni desdeña al que la implora”. “De su Beneficencia o Caridad. Nuestra institución ha querido inmortalizarse, practicando el primero y el mayor de todos los sentimientos cristianos y religiosos, base de todo bien, armonía, consuelo y bienestar de la sociedad, esto es, la beneficencia o la caridad”. “No hay ninguna orden religiosa en el mundo, al menos que yo sepa, que cumpla con el mayor respeto, desinterés y ternura, las lecciones sagradas del Divino Maestro. Y me atrevo a decir que aquí entre nosotros, es sólo donde existe la única, la verdadera religión del evangelio, que conmueve, alienta a los espíritus y abre horizontes a las creencias y al consuelo de la fe”.

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El discurso de Federico Navarro fue de congratulación por haberse realizado una aspiración acariciada desde largo tiempo; y de saludo para los visitantes. Emilio Pradel bosquejó a grandes rasgos la labor realizada por la Logia hasta ese momento y terminó exhortando a sus hermanos a tener constancia en el trabajo y veneración por las fórmulas masónicas “consagradas con los progresos morales que ellas han venido realizando en las sociedades y porque han sido, desde la más remota antigüedad, elemento civilizador, progresista y regenerador del universo”. Guillermo Matta, como lo hiciera antes, en la instalación de la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5, puso una delicada nota poética con la recitación del siguiente Salmo Masónico: Fruto de al almas tranquilas Son las grandes acciones; Mal reflejan, turbadas, las pupilas la bella luz de nobles emociones! unes un vínculo estrecho hombre y naturaleza; si late el corazón dentro del pecho y habla a la mente una ideal belleza. Nunca torvo cinismo, jamás pérfida ira da un lauro inmarcesible al heroísmo ni en una obra inmortal al genio inspira! Con austera conciencia, con recto pensamiento, a cumbres de verdad llega la ciencia y el arte halla vigor y el genio aliento. sube, espíritu humano, altivo, audaz, sereno! La antorcha del deber lleva en tu mano y busca a Dios para encontrar lo bueno! Bajo la acertada dirección de Allende Padín, la Logia alcanzó un estado de progreso verdaderamente desproporcionado al corto tiempo que llevaba de vida. Muchas obras útiles realizó, modestamente y en silencio, como son todas las obras masónicas, que no gustan de la exhibición ni del reclamo. Pero una hubo que, que, sin sus autores

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proponérselo, llamó poderosamente la atención del público por su significado moral y por la inmensa influencia social que estaba destinada a ejercer; nos referimos a la Escuela Blas Cuevas, fundada por iniciativa del infatigable Allende Padín y con el decidido concurso de los miembros de la Logia “Aurora” Nº 6. Más adelante tendremos ocasión de ocuparnos de esta obra.

CAPÍTULO XII

En Santiago se intensifican los trabajos masónicos. Un grupo de miembros de la “Justicia y Libertad” Nº 5 echa las bases de un nuevo Taller. El 14 de noviembre de 1869, se funda la logia “Deber y Constancia” Nº 7. Sus fundadores. Empieza a trabajar el 8 de diciembre. Discurso de Eduardo de la barra. Se instala definitivamente el 27 de diciembre de 1870. Los dos primeros lustros de existencia de la Orden Masónica en Chile fueron de actividad verdaderamente asombrosa. Durante ese tiempo, cinco nuevas Logias se constituyeron bajo los auspicios de la Gran Logia de Chile, las cuales, unidas a las cuatro que habían servido de base a la organización de un Poder Masónico en nuestro país, formaban un bloque sólido y compacto. Éste habría de ser el cimiento indestructible sobre el cual se elevaría el hermoso edificio simbólico, que al presente alcanza una vida floreciente y próspera, acaso como ninguno de los otros Poderes Masónicos de la América Latina y que s e ha distinguido por ser uno de los Cuerpos que más exactamente han sabido ajustarse al cumplimiento del Rito.

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Tócanos ahora ocuparnos de la formación de una logia, a la que correspondió el número siete, por su orden de organización y a la cual sus fundadores pusieron por nombre distintivo el de “Deber y Constancia”, que es a la vez una bella síntesis de su programa de trabajo.

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La formación de esta Logia fue una de las primeras manifestaciones de vitalidad dadas por la “Justicia y Libertad” Nº 5, que tan brillantemente papel ha venido desempeñando en el desarrollo y progreso de la Masonería chilena ya la cual, por el valioso e infatigable contingente que año tras año ha venido proporcionando para la creación y reorganización de otros Talleres, se ha discernido, con sobrada justicia, el calificativo de Logia Madre, por excelencia. El 14 de noviembre de 1869, José Ignacio Vergara, Federico Santa Cruz, Alberto C. Patiño, Juan N. Espejo, Justino Fugadle, Miguel Prieto, Nicolás Fredes Ortiz, Isidoro Palma, Joaquín N. Pinto y Víctor Sacleux, que se habían iniciado o habían obtenido su grado de Maestros en la “Justicia y Libertad”, echaban las bases de un nuevo hogar masónico, bajo el ya citado título de “Deber y Constancia” y que, como dijimos, debería tener el número siete en la matrícula de las Logias Chilenas. La Sección Simbólica y de Ritos de la Gran Logia de Chile, informando sobre la solicitud de autorización para trabajar en instancia, presentada por la nueva Logia, decía el 27 de noviembre de 1869: “Este nuevo elemento de progreso que necesita aquel Oriente (Santiago) donde reina el fanatismo, contribuirá -estamos ciertos- a fomentar aquella sociedad el espíritu de tolerancia a la libre expresión del pensamiento y de la conciencia”. El 8 de diciembre empezaba sus trabajos en instancia, los que habían sido autorizados por Decreto del Gran Maestro, el 30 del mes anterior. Fuera de los miembros que salieron de la “Justicia y Libertad” a formar el Cuadro del nuevo Taller, numerosos hermanos de la Logia Nº 5 se congregaron esa noche memorable, a acompañar a los hermanos de la Nº 7 en su primera jornada. Eduardo de la Barra, Orador de la “Justicia y Libertad”, pronunció un hermosísimo discurso, en el cual pasó revista al desarrollo de las ideas de la humanidad, desde los más lejanos tiempos, cuando los peligros de la naturaleza hicieron nacer en los primeros hombres la necesidad de la asociación, hasta el presente; y pintó las sangrientas luchas que han debido sostener los reformadores y los apóstoles de las nuevas

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ideas contra los eternos enemigos del progreso, de la verdad y de la luz. “Altamente significativa es la fecha que habéis elegido para la instalación de vuestros trabajos -comenzó diciendo-; estamos en el aniversario de la noche triste de este valle, en la que la mano del fanatismo envolvió en llamas a tanta desgraciada víctima!...” ·Sed constantes en el deber -agregó en otro pasaje de su alocución- para que la divisa que habéis adoptado no sea un vano nombre. Al dirigiros la palabra fraternal, como representante de la Logia Madre de que os separáis para formar una nueva familia, permitidme que os recuerde que el deber que tenéis que cumplir no sólo se reduce a enjugar las lágrimas de las viudas y a alimentar al huérfano que toquen a vuestras puertas”. “No. Tened siempre presente que la CARIDAD, la primera de las virtudes masónicas, no se reduce únicamente a la beneficencia; ella es amor y justicia, brazos poderosos que deben estrechar a la humanidad en una sola familia de hermanos”. “Tened siempre presente que debéis servir a la causa del progreso, esfera que se ensancha sin cesar mediante el esfuerzo de los buenos y cuyos radios todos parten de un centro común -de la verdad-. Así rectificaremos el pasado y tenderemos los rieles en el camino del porvenir”. Como lo manifiesta Juan N. Espejo, Orador de la Logia, en una breve Memoria pasada al S. Gran Maestro solicitando la constitución definitiva -10 de junio de 1870- “los trabajos comenzaron con diez maestros fundadores y contaba ya con treinta y tres miembros, número considerable y quizá sorprendente si se considera las dificultades con que tiene que combatir un Taller masónico, tanto más graves cuanto que entonces las añejas preocupaciones de la sociedad, oponían una valla poderosa al incremento de la Orden. “Sin embargo, -agrega Espejo- ella no es suficiente para impedir que la verdad se abra camino y cada día golpeen los profanos en número considerable a las puertas de nuestro Templo, pidiendo ser iniciados en los misterios de la Masonería”. Refiriéndose a esta labor de aumento de personal, da los siguientes datos:

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“El Taller ha hecho hasta ahora (junio 10 de 1870) veinte instalaciones; ha concedido el segundo Grado a once Aprendices; y el tercero a dos Compañeros. También se han afiliado tres hermanos de otros Orientes”. Termina Espejo su Memoria expresando “que hasta entonces la Logia “Deber y Constancia” sólo ha podido ocuparse de su organización y de robustecer sus columnas. Una vez constituidas definitivamente, espera llevar su contingente para trabajar por la idea masónica de tanto porvenir en este valle”.

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Al año de estar trabajando en instancia el nuevo Taller, el S. Gran Maestro le concedió la constitución que había pedido. Las condiciones en que se desarrollaban los trabajos del Taller justificaban sobradamente esa concesión, que consta del decreto de 21 de noviembre de 1870. En efecto, después de un año de trabajo, el reducido grupo de miembros fundadores se había aumentado a cuarenta y nueve masones. Este solo dato bastará para indicar el empuje poderoso con que efectuó su crecimiento la “Deber y Constancia”, sobre todo si consideramos que el ingreso de cada profano a una Logia constituye un problema laborioso, difícil y lento de solucionar, en vista de la rigurosa selección que es necesario practicar. La instalación solemne de esa Logia se verificó el 27 de diciembre de 1879. El S. Gran Maestro había nombrado al efecto una Comisión presidida por Guillermo Matta y compuesta de Ángel Custodio Gallo y Alejo Palma. Inconvenientes de última hora impidieron a Palma formar parte de la delegación y fue sustituido por José María Ferrier, miembro de la Logia Nº 5. En esa Tenida, actuó la siguiente Oficialidad, que era la que regía los destinos del Taller por entonces y que había de continuar durante el año siguiente: Venerable Maestro……………….. Emilio Sotomayor Primer Vigilante…………………... José Ignacio Vergara Segundo Vigilante ………………... Horacio Zañartu Orador ……………………………... Enrique Mac Iver Secretario…………………………… Aníbal Aris

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Tesorero ……………………………. Santiago Mundt Primer Exp………………………….. Alberto C. Patiño Segundo Id………………………….. Germán L. Aydely Primer M. de Cerem……………….. Baldomero Dublé A. Segundo Id (p.t.)…………………… Adolfo Silva Vergara Hospitalario…………………………. Antonio María Gallo Guarda Templo…………………….. Joaquín Castro Tagle Primer Diác. (p.t.)…………………. Amador Fuenzalida Segundo Ig………………………… Juan Villamil Blanco

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Al dar cuenta de su cometido a la Gran Logia en su calidad de presidente de la Comisión, Guillermo Matta decía: “Réstame agregar que en la Logia “Deber y Constancia” tiene nuestra Institución un plantel de inteligencias que ha de dar frutos de saber y frutos de virtud, para honra y progreso del país”. Y así fue. En los cuadros de esa Logia figuraron hombres que han pasado a la posteridad no sólo como notabilidad dentro de la Orden, sino también en las Letras, en las Artes, en las Industrias, en la Política, en la Enseñanza y en la Administración Pública de nuestro país. Tales fueron los primeros pasos de esa Logia, que contó entre sus Venerables Maestros figuras como Emilio Sotomayor José Ignacio Vergara, Eduardo de la barra y tantos otros dignos de citarse juntos con los ya nombrados; y que trabajó con notable celo mientras contó con el haz compacto de sus esforzados miembros; y que no abatió sus columnas cuando el torbellino de la guerra de 1879, conmoviendo profundamente nuestra sociedad, hizo presente que la Patria necesitaba más que nunca del esfuerzo de sus hijos. El Cuadro de la Logia viose al instante reducido por la partida de sus miembros que iban a cumplir con sus sagrados deberes de patriotismo. Enrique Mac Iver, Orador titular del Taller, pronunció, con motivo de la Instalación, un discurso brillante y lleno de bellos conceptos. Citaremos sólo un párrafo: “La Masonería no es una institución religiosa ni política;

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es una institución moral. Sobre los sistemas políticos no impune cultos ni gobiernos. Rozándose con ellos en sus ideas generales, condena sólo el despotismo y la tiranía, el fanatismo y la intolerancia. Si ha escrito en su evangelio como enseñanza del pasado y como dogma del porvenir, libertad, igualdad, fraternidad, ha sido como la expresión más pura de aquello a que debe aspirarse y a que se tiene derecho en todas las condiciones de la existencia”.

CAPÍTULO XIII

Los masones alemanes de Valparaíso dan los primeros pasos para establecer una logia que trabaje en su idioma. Se funda la “Germania” y se recurre a la Gran Logia de Chile en demanda de Carta Constitutiva. Ésta es la primera logia con elementos extranjeros que se establece bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Chile. Sus fundadores. Su instalación. Ésta constituye la ceremonia que reúne mayor concurrencia hasta aquel entonces. Palabras de su Orador. Un grupo de masones franceses, residentes en santiago, sigue el ejemplo de los masones alemanes de Valparaíso. Se establece la Logia “Avenir et Liberté” también bajo la Obediencia de la Gran Logia de Chile. Razones que posiblemente influyeron en esta determinación. El Serenísimo Gran Maestro dicta el Decreto que autoriza los trabajos de la “Avenir et Liberté”. Algunas Grandes Logias Extranjeras, desconociendo el principio de “Territorialidad” consignado en la Constitución de la Gran Logia de Chile, establecen nuevos Talleres de su dependencia en nuestro país. Este período de intensa actividad desplegada por los masones que constituyeron los primeros Talleres simbólicos en nuestro país, no sólo fue propicio para el engrandecimiento de la Orden, en cuanto significó multiplicación de entusiasmo y energía en los masones chilenos; fue también alto ejemplo, que encendió la noble emulación en los espíritus de nuevos obreros del ideal, que habiendo aprendido a dar los primeros

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pasos por esta senda de progreso que s e llama Masonería, en su país natal, quisieran en esta patria de adopción estrecharse con los dobles vínculos de la nacionalidad y de la fraternidad masónica. Efectivamente, en Valparaíso había numerosos ciudadanos alemanes, algunos de los cuales habían recibido la luz masónica en Logias del Imperio y otros, que habiendo sido iniciados en Logias nacionales, vivían alejados de las actividades de los Talleres chilenos; y ello se debía a la razón bastante atendible de la natural dificultad de adaptarse al uso de otro idioma, tan distinto de la lengua materna. Además, la propia idiosincrasia de los alemanes,, que los hace considerar los problemas y los acontecimientos con un criterio más reposado que el nuestro, no les permitía sentirse bien en íntima sociabilidad con nuestros compatriotas, generalmente más apasionados en sus juicios y, en todo caso, con un espíritu inquieto y propenso a la exaltación. Estas consideraciones y el natural deseo de no aislarse y de no permanecer inactivos, cuando veían que en nuestro país había tanta necesidad de la propagación de las enseñanzas masónicas, los llevaron a pensar en constituir un Taller con elementos de su propia nacionalidad, o al menos, con hijos de alemanes, para quienes la lengua materna no fuera un inconveniente, sino al contrario, una ventaja para emplearla en sus trabajos. Diéronse los primeros pasos, merced a la iniciativa del hermano Pedro Gudde, brillante figura de la Masonería en nuestro país y a quien la Gran Logia de Chile contó entre sus miembros más preclaros, teniendo muchos servicios que agradecer a su laboriosidad, a su inteligencia y a su inalterable lealtad masónica. Después de algunos cambios de ideas y conversaciones sostenidas entre varios miembros de la colectividad alemana residentes en Valparaíso, pusiéronse de acuerdo dieciséis hermanos para llevar adelante la empresa de levantar la empresa de levantar en e se puerto un nuevo Templo masónico. El primer paso dado por los fundadores del futuro Taller -muy distinto, por cierto, del procedimiento de otros hermanos extranjeros que por aquella época habían fundado Logias en Valparaíso- junto con revelar el verdadero espíritu de

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confraternidad masónica y de rectitud de intenciones en la obra que s e iniciaba, sentó en nuestro país un precedente que habría de tener influencia, si no decisiva, al menos de trascendencia en la vida masónica chilena: no se dirigieron en demanda de permiso o patente a las Grandes Logias de Alemania, sino que lo solicitaron de la Autoridad masónica chilena, dando así un ejemplo de respeto a los principios fundamentales de la Orden y a las leyes particulares de nuestra Gran Logia (Art. 32º de la Constitución). El nuevo Taller -fundado el 25 de julio de 1871- con sus documentos en regla para afrontar el examen más minucioso y exigente, sólo solicitaba una excepción en su favor: que se le permitiera usar el idioma alemán en sus trabajos. La Sección Simbólica y de Ritos informó favorablemente la petición y el S. Gran Maestro Arlegui, en 13 de septiembre d el mismo año autorizaba los trabajos en instancia de la nueva Logia, que adoptó el nombre distintivo de “Germania” y a la que correspondió como número de orden el ocho. El nuevo taller inició sus trabajos con un personal pequeño en cuanto a su número, pero grande en cuanto al fervor y al celo que lo animaba. Los fundadores de la Respetable Logia “Germania” Nº 8 fueron: Pedro Gudde; Carlos Inghirami; Ernesto Münchmeyer; Carlos Dempwolff; Federico Guillermo Müller; Gustavo Holzapfel; Augusto Kiel; J. H. Ehelers; Enrique Brunswig; Guillermo Helfmann; Carlos Ehlers; Emilio Eisele; Luis Winter; Augusto Vermehren; Carlos Maier y Jorge Schulze. Los puesto de la primera oficialidad estuvieron desempeñados en la forma siguiente: Venerable Maestro ……………….. Pedro Gudde Primer Vigilante ………………….. Carlos Inghirami Segundo Vigilante………………… Ernesto Münchmeyer Orador………………………………. Carlos Dempwolff Secretario…………………………… Federico Guillermo Müller Tesorero…………………………….. Gustavo Holzapfel Experto……………………………… Augusto Kiel Diputado…………………………….. J. H. Ehelers

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Como era de esperarlo, los trabajos se desenvolvieron en forma progresiva y regular, notándose desde el comienzo la manera concienzuda como se desarrollaban todas las ceremonias y la disciplina que presidía todos los actos del Taller. Con semejantes procedimientos, muy pronto se hizo acreedor a la constitución definitiva. Así se manifestó en la sesión de 22 de abril de 1872 de la Gran Logia; y el S. Gran Maestro, por Decreto del 29 del mismo mes, concedió la Carta Constitutiva y nombró la Comisión que debía proceder a la solemne instalación de la Logia “Germania” Nº 8. Dicha Comisión estaba compuesta por el hermano Antonio Barrena, que la presidía, por José Miguel Fáez y Ramón Allende Padín. La Tenida de instalación se verificó el 2 de mayo de 1872. Los trabajos de la Logia estaban dirigidos en esa ocasión por la siguiente Oficialidad, elegida para el año en curso: Venerable Maestro ……………….. Pedro Gudde Primer Vigilante ………………….. Carlos Inghirami Segundo Vigilante………………… Ernesto Münchmeyer Orador………………………………. Carlos Dempwolff Secretario…(p. t.).………………… Gustavo Holzapfel Tesorero…………………………….. Carlos Fabian Experto……………………………… Augusto Kiel Diputado…………………………….. J. Enrique Ehelers Hospitalario…………………………. H. von Dessauer Primer Diác…………………………. Carlos Ehelers Segundo Id………………………….. C. Brunswig Archivero…………………………….. E. Eisele M. de Cer……………………………. A. Vermehren Guarda Templo……………………… Carlos Maier Entre los asistentes, que iban en representación de las diversas Logias, se encontraban Guillermo Matta, Venerable Maestro de la “Justicia y Libertad” Nº 5; A. González, Diputado de la “Deber y Constancia” Nº 7; José Maldonado, Gran Secretario de la Gran Logia; Francisco Javier Villanueva, Diputado Gran Maestro de la Gran Logia; y diputaciones de las Logias “Aurora” Nº 6; “Progreso” Nº 4; “Unión Fraternal” Nº 1;

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“Star and Thiestle””; “Aconcagua”; “Bethesda” y “Étoile du Pacifique”. Después de las ceremonias prescritas por el Ritual, el presidente de la Comisión instaladora proclamó regularmente constituida e instalada a la Respetable Logia “Germania” Nº 8. El hermano Carlos Dempwolff, Orador del Taller, tomó entonces la palabra, y después de los agradecimientos de estilo a los instaladores y visitadores, dijo: “… El acto que acaba de tener lugar significa más de lo que parece a primera vista; no es solamente la inauguración de un nuevo eslabón de la cadena masónica; es también una prueba de que la Masonería ha echado profundas raíces en este país. Este Taller es el primero que trabaja en idioma extranjero bajo la Obediencia de la M.R. Gran Logia de Chile. La mayor parte de los hermanos que lo componen, han recibido la luz en este Oriente y han sido miembros fieles en sus logias. Desde mucho tiempo existía el deseo entre ellos de reunirse más estrechamente, formando una Logia que trabajase en idioma alemán; y aumentando su número, se ha podido realizar este deseo. Muy pocas personas poseen un idioma extranjero con la misma perfección que el propio y aún éstos preferirían siempre el uso de su idioma natal. No debe creerse que al fundar este Taller hemos querido separarnos de las Logias en que gran número de nosotros ha recibido la luz. Al contrario, sabíamos que varios hermanos que residían inactivos en este Valle, se reunirían en una Logia alemana, lo que en realidad s e ha efectuado. De esta manera aprovechamos fuerzas que hasta entonces habían dormido y hemos conseguido un aumento de obreros bien instruidos, lo que puede redundar solamente en beneficio general de la Orden. No podemos esperar que nuestra logia tome un desarrollo igual al que han tenido los demás Talleres de nuestra obediencia; pero no dudamos que con constancia y trabajo y ayudados por el amor, benevolencia y cordialidad de nuestros hermanos, conseguiremos levantar en nuestro Taller un Templo A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·., U.·.”.

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La Comisión Instaladora, dando cuenta al S. Gran Maestro del desempeño de su cometido, por Nota del 24 de mayo de

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1872, entre otras cosas, decía: “El ceremonial fue ajustado a las prescripciones de nuestro Reglamento, y tenemos el gusto de comunicaros que el acto fue solemne y alentador, por la numerosa y hasta hoy no vista multitud de masones de todas las Logias, que concurrieron a él”.

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Casi al mismo tiempo que los masones alemanes o chilenos de ascendencia germánica aunaban sus esfuerzos para levantar en Valparaíso las Columnas de un nuevo Templo masónico, un grupo de masones franceses se reunía en Santiago y se cambiaban las primeras ideas encaminadas a organizar una nueva Logia en la capital (septiembre de 1871). Querían dichos hermanos fundar un Taller masónico que congregara en su columnas los diversos elementos dispersos en la capital; y como la distancia que los separaba de Valparaíso -asiento de la única Logia francesa existente a la sazón, la “Étoile du Pacifique”- constituía un obstáculo material insuperable, naturalmente nació en ellos la idea de echar las bases de una nueva colectividad masónica que sirviera de cálido hogar a aquellos hermanos de suyo amantes de la sociabilidad y del intercambio ideológico y espiritual. Lo que llama la atención desde el primer momento en las actividades de estos hermanos, es el hecho de querer constituirse bajo la Obediencia de la Gran Logia de Chile y no del Gran Oriente de Francia, como habría parecido lógico suponer, dados los antecedentes que hemos tenido ocasión de conocer en el curso de este estudio; y dada, además, la abierta hostilidad que un grupo de francmasones franceses, encabezados por el hermano Antides Martin, había manifestado al naciente Poder. Esta actitud de los masones franceses residentes en Santiago, nos indica en forma clara e inequívoca, algunas circunstancias dignas de anotarse, ya que vienen ellas a darnos bastante luz sobre episodios mal documentados y de los cuales no podemos formarnos idea sino por conjeturas. Primera: el convencimiento a que seguramente los llevó la observación d e los trabajos de la “Étoile du Pacifique”, que no prosperaba mayormente, a una distancia tan considerable de

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su autoridad central; Segunda: la confianza que les inspiraba la Gran logia de Chile, lo que indica que el Poder Masónico chileno había sabido prestigiarse, gracias a la acertada dirección que se imprimió a los trabajos desde el primer instante; Tercera: el buen ejemplo dado por las dos Logias “Justicia y Libertad” y “Deber y Constancia”, recién fundadas en la capital. El orden, método y seguridad sus trabajos debió entusiasmar a los hermanos franceses, quienes, al poner su Logia bajo los auspicios de la Gran Logia de Chile, abrigaban, sin duda, la legítima esperanza de alcanzar éxito semejante en la obra que se proponían emprender, y Cuarta: el verdadero espíritu masónico que animaba a los fundadores del nuevo Taller, lo que se manifestaba por respeto a la Constitución Masónica de la Gran Logia de Chile, que en uno de sus artículos declara que no reconocerá Talleres dependientes de Potencias Masónicas extranjeras, fundados en territorio chileno, después de la fecha de su promulgación., Dichos hermanos, previos los trámites del caso, solicitaron de la Gran Logia de Chile el permiso para empezar sus trabajos en instancia, lo que les fue concedido por el siguiente Decreto de 9 de noviembre de 1871: “Nos, Gran Maestro de la Orden Masónica de Chile, vista la solicitud que precede, de los hermanos miembros fundadores de una nueva Logia en el Or. De Santiago bajo el título distintivo de “Avenir et Liberté”, visto el informe dado sobre ella por la Sección Simbólica y de Ritos y en virtud de las facultades de que nos hallamos investidos por la Constitución y Estatutos Generales de la Orden, decretamos: “1º Accédese a la solicitud de Carta Constitutiva, que se hace por los fundadores de la Logia “Avenir et Liberté” del Or. De Santiago y acéptase en calidad de provisorio este título distintivo, hasta que definitivamente sea aprobado por nuestro Consejo; 2º Asígnase a esta nueva Logia el número Nueve, que es el de orden que le corresponde; 3º Autorízase, asimismo, provisionalmente a dicha Logia, para que pueda trabajar en instancia, haciendo iniciaciones, etc., con arreglo a los Rituales, Constitución y Estatutos Generales de la Gran Logia de Chile. El S.G.M. Juan de Dios

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Arlegui. El G. Secretario, José Maldonado”. Otorgada dicha autorización, al Logia inició al momento sus trabajos en instancia, eligiendo para el cargo de venerable Maestro al hermano José María Ferrier. Para representante ante la Gran Logia, en Valparaíso, designó como Diputado al hermano Juan R. Molina. Poco más de seis meses de trabajo alcanzó a desarrollar la Logia en esta forma, pues la regularidad y eficiencia con que lo hizo como el rápido aumento de los hermanos de su Cuadro, la colocaron en aptitud de merecer la instalación definitiva, la que fue autorizada por Decreto de 13 de julio de 1872 y llevada a efecto el 8 de agosto, por medio de una Comisión presidida por Guillermo Matta e integrada por los hermanos Gallo y Vergara. Entre los miembros fundadores de este Taller, deberemos citar, fuera del Venerable Maestro José María Ferrier, a los hermanos Ernesto Bouey y Bernardo Bouey, Grado 33º, y al hermano Mauclair, los cuales, además del título de miembros fundadores, obtuvieron de la Logia, en el curso del primer decenio de existencia, el distintivo de miembros honorarios, por los importantes y numerosos servicios que le prestaron, desde el primer día de su funcionamiento; y por la labor incansable y fecunda que supieron desarrollar. Que los nombres de estos esforzados luchadores por la causa del progreso, pasen a la memoria de los masones de la presente generación y a las del porvenir, como emblemas de fe en el triunfo y de abnegación en el trabajo; y que sean repetidos con cariño, pues ellos contribuyeron a edificar el magnífico Templo Simbólico que hoy eleva la Masonería Chilena A.L.G.D.G.A.D.U.

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Hacia el año 1870, la Gran Logia de Chile había sido reconocida por veintitrés Grandes Potencias Masónicas y se encontraba en fraternal correspondencia con ellas. Dichos Poderes eran los siguientes: Gran Logia de Carolina del Norte; “ Canadá; “ Conneticut;

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“ Colorado; “ Distrito de Columbia; “ Central de Francia; “ Georgia; “ Hamburgo; “ Indiana; “ Kansas: “ Louisiana; “ Massachussets; “ Missouri; “ Montana; “ Nevada; “ Nueva Cork; “ Nueva Scotia; “ Rhode Island; “ Tennessee; “ Texas; “ Vermont; “ Virginia, y Gran Oriente Lusitano. Como se ve, la corriente de confraternidad se había consolidado más por parte de la Masonería norteamericana que del resto del mundo; y ello se explica por cuanto aquélla estaba más al alcance, por la menor distancia de nuestro país, y, sobre todo, porque la Gran Logia de Chile tuvo la fortuna de contar con los buenos oficios y la abnegada voluntad de un masón de prestigio universal, quien contribuyó en parte verdaderamente considerable, para que la voz del naciente Poder fuera escuchada y acogida con benevolencia y equidad por parte de los Grandes Potencias Masónicas de los Estados Unidos de Norteamérica; nos referimos al ilustre hermano André Cassard. Esta circunstancia que acabamos de apuntar, es decir, el corto número de relaciones que había logrado la Gran Logia de Chile en Europa -Gran Logia Central de Francia y Gran Logia de Hamburgo, solamente- fue, a nuestro entender, lo que determinó el poco o ningún respeto con que algunas Grandes Potencias Masónicas Europeas consideraron el principio de territorialidad, consignado en el Artículo 32 de la constitución Masónica de la Gran Logia de Chile.

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No de otra manera se explica que, a pesar de aquella terminante declaración “no reconoce Taller alguno constituido en Chile o sus posesiones por Poder Masónico extranjero”, pocos años después de promulgada la Constitución que la contenía, el 24 de junio de 1865, se fundara en Valparaíso un Capítulo del real Arco: “King Virus Royal Arch Chapter”. Lo que no acertamos a explicarnos es cómo la Gran Logia de Massachussets, una de las primeras en reconocer a nuestra Gran logia y con la cual ésta siempre mantuvo cordiales relaciones, autorizara para funcionar bajo su dependencia a la logia “Aconcagua”, fundada en Valparaíso el 8 de marzo de 1871. ¿Desconocimiento de nuestra Constitución? ¿Olvido de sus preceptos? ¿Disconformidad con ellos? Nos inclinamos a creer esto último, por cuanto el problema de la territorialidad, tantas veces discutido en grandes Conventos Masónicos Internacionales, no ha sido aún materia de un acuerdo unánime. Más explicable nos parece el paso dado por la Gran Logia de Escocia y la Gran Logia de Inglaterra, que no habían reconocido a la de Chile y no estaban, por consiguiente, obligadas a guardarle mayores diferencias, si intereses que ellas estimaban benéficos para la Masonería las impulsaban a obrar en tal sentido. La de Escocia autorizó para establecerse bajo su Obediencia a la Logia “Star and Thiestle” Nº 509, que se fundó en Valparaíso el 7 de agosto de 1871; y la de Inglaterra hizo otro tanto con la Logia “Harmony” establecida en el mismo puerto el 28 de junio de 1872. Esta invasión territorial por parte de Potencias, a quienes una existencia larga y próspera daba autoridad y prestigio, aunque no mirada con buenos ojos, no pudo menos que ser tolerada; por otra parte, intentar reclamaciones al respecto, a más de ser poco político en aquellas circunstancias, en que más que nunca se necesitaba benevolencia de parte de los Grandes Poderes, habría sido dar un triste ejemplo de intransigencia y una prueba palpable de incomprensión de los altos principios en que se inspira la Masonería. Porque los Talleres a que nos venimos refiriendo ¿no eran también compuestos por masones? ¿No obedecían éstos a los mismos principios progresistas y humanitarios que inspiraban la acción

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de los masones chilenos? ¿No constituían un valioso aporte de fuerzas espirituales para la vasta labor que la Orden había empezado a desarrollar en Chile? Estas consideraciones eran bastante atendibles, para no estimar como obstáculo insalvable opuesto a las buenas relaciones de los Talleres nacionales y extranjeros, el artículo 32 de la Constitución. Por otra parte, el estricto cumplimiento de aquella disposición sólo habría servido para crear situaciones de tirantez, incompatibles con la tolerancia masónica. Fue por eso que los Talleres extranjeros a que nos hemos referido y otros que s e fundaron con posterioridad y de los cuales oportunamente nos ocuparemos, contaron con la fraternal adhesión de los masones chilenos, y muchos de aquellos Talleres funcionaron en los mismos Templos en que celebraban sys Tenidas los Talleres de la Obediencia de la Gran Logia de Chile. Cabe estampar aquí, como una prueba más a favor de la evidente fraternidad masónica, que esos hermanos, fundadores y miembros de las Logias de Obediencias extranjeras, jamás negaron su concurso a la obra de la Masonería nacional; y en diversas ocasiones, difíciles para la marcha de la Orden en nuestro país, no sólo rivalizaron en celo y abnegación, sino que a veces sobrepujaron a los masones de Chile. Por todos estos motivos, la Gran Logia de Chile fue reconociendo estos organismos como Logias regulares, a las que designó con el nombre genérico de “Logias de la Correspondencia”. Las tuvo presentes en todos sus actos solemnes y las hizo partícipes de sus publicaciones oficiales y de todos aquellos acuerdos que pudieran considerarse de interés general para la Orden. Sabia política, inspirada en nuestros altos y dignificadotes principios, que enseñan a borrar entre los hombres las diferencias de razas y creencias particulares, cuando los anima un mismo y común anhelo de perfeccionamiento y de amor a la humanidad.

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CAPÍTULO XIV

Considerable aumento del personal de las logias chilenas. Iniciación de Isidoro Errázuriz, Benicio Álamos González, José Francisco y José Ignacio Vergara, Buenaventura Cádiz y otros ilustres masones. Primera fiesta masónica en Valparaíso. Impresión que causa en las logias chilenas la muerte del hermano Abraham Lincoln. La Gran Logia pierde algunos de sus más abnegados servidores. El hermano Blas Cuevas, su vida y su obra. Germán Tendirini y otros masones de Santiago sucumben cumpliendo con su deber. Homenajes a su memoria. Durante el primer decenio de la Masonería chilena, constituida bajo un Poder nacional autónomo, los cuadros de las diversas Logias se vieron rápidamente aumentados por un número considerable de personas, a quienes atraía el programa de trabajo de la Institución y los altos fines idealistas, progresistas y humanitarios que se proponía realizar. Mucha gente, ilustre en la política, en la sociabilidad, en la literatura, en las ciencias y en las múltiples actividades de la vida nacional, corrió a los Templos masónicos, en demanda de la iniciación. Sometidos al severo tamiz que la constitución masónica impone, pasaron los umbrales aquellos que por su virtud y su talento eran dignos de ceñir el simbólico mandil. Con los nombres de estos obreros del progreso habría para llenar largas listas. Desgraciadamente, como hemos manifestado en otras ocasiones, los repetidos accidentes que han sobrevenido al local de la Gran Logia, en Valparaíso, y en la capital, destruyendo los archivos, nos han privado de los más indispensables elementos para aclarar muchos puntos de la historia masónica. Hemos logrado obtener, es verdad, el nombre de casi todos los fundadores de los primeros Talleres; y si otro tanto hemos podido hacer con los de aquellos que posteriormente fueron a reforzar sus columnas, no hemos podido establecer ni la fecha ni la forma en que la recepción de dichos hermanos se verificó. Vamos a dar, a manera de curiosidad, breves noticias

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sobre el ingreso a la Orden de algunas personas que posteriormente llegaron a contarse entre el número de sus hijos más preclaros. En la Logia “Unión Fraternal” Nº 1, se inició el 29 de julio de 1863, Isidoro Errázuriz. Sirvió de padrino al postulante el hermano Luis Lynch, miembro de la marina chilena. Isidoro Errázuriz obtuvo su segundo grado el 13 de septiembre del mismo año, y el 13 de agosto de 1864 le fue conferido el grado de Maestro. La labor desarrollada por el hermano Errázuriz a favor de la Orden, tanto en su seno como en el mundo profano, fue brillante y fecunda. En su oportunidad, nos ocuparemos de ella con la atención que merece. Bástenos adelantar que la literatura masónica chilena debe al ingenio de este esclarecido masón, páginas de valor inestimable, por sus enseñanzas y por la belleza con que están trazadas. Entre ellas debemos mencionar en primer término el trabajo intitulado “Origen y tendencias de la Masonería”, que no debiera desconocer ningún hermano ilustrado y que, publicado y reproducido varias veces por las revistas nacionales masónicas de Chile, está al alcance de quien desee conocerlo. En 1864, en la misma Logia “Unión Fraternal” recibieron la luz de la iniciación los ciudadanos argentinos Alberto H. Halbach y Juan Lavalle. En 19 de octubre del mismo año, y siempre en la “Unión Fraternal” se inició, a los treinta años de edad, Benicio Álamos González. En esa misma ceremonia fue recibido masón José Francisco Vergara. Apadrinaba a Benicio Álamos González el hermano Isidoro Errázuriz. Noche fecunda para la Masonería chilena fue aquella del 19 de octubre de 1864. Los dos postulantes que llamaron a las puertas del templo en demanda de luz, en una edad en que la reflexión ha alcanzado su completo desarrollo y el criterio se encuentra en plena madurez, habían de escribir con sus labores páginas gloriosas en los anales de la Orden en Chile. Durante su activísima y prolongada actuación en las Logias, parece que una noble emulación los hubiera animado a tomarse mutuamente como ejemplos de perseverancia y de virtud; ya que en el mismo orden de precedencia en que llegaron al templo, en el mismo Orden en que fueron inscritos sus nombres en el “Libro de Vidas” de la Logia “Unión Fraternal”

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Nº 1 llegaron a ocupar el más alto cargo dentro de la Masonería chilena: el de Gran Maestro. La Logia “Justicia y Libertad” Nº 5, cuna de la Masonería santiaguina y columna que ha sostenido en más de una ocasión difícil los principios de la Orden, no fue menos afortunada que la Nº 1 en sus iniciaciones. La primera que efectuó, apenas comenzados sus trabajos, tuvo por objeto recibir en su seno a Juan Nepomuceno Espejo, que más tarde había de demostrar su celo colaborando a la organización de otra Logia. El 30 de octubre de 1865 fue recibido en la Nº 5 José Ignacio Vergara, espíritu liberal y cultísimo, verdadero estadista, a quien las enseñanzas masónicas iluminaron como estadista, a quien las enseñanzas masónicas iluminaron como un faro el camino de su vida pública. En efecto, así como otros demostraron su fervor y su entusiasmo en el seno mismo de los Templos, dejando oír su palabra cálida y encendida en nobles aspiraciones y ofreciendo a las nuevas generaciones el ejemplo de toda una vida consagrada al trabajo y a la virtud, algunos, como el que hemos nombrado, bebieron las enseñanzas en el Templo masónico e inspiraron en él su actuación, que en el mundo profano, en la vida social y política, se tradujo en esfuerzo y en labor encaminada al mejoramiento colectivo. El 11 de marzo de 1868 recibió la iniciación -también en la logia Nº 5- Germán Tenderini, espíritu noble y abnegado, que comprendió como pocos la Masonería en lo que tenía de solidario con la humanidad que sufre; y que al perecer devorado por las llamas de un incendio en cumplimiento como un símbolo y una enseñanza. El 24 de mayo de 1871 se inició en la “Deber y Constancia” Nº 7, Buenaventura Cádiz, otra de las figuras descollantes de la Masonería chilena. Su talento, sus virtudes y su amor al trabajo lo llevaron hasta ocupar el cargo de Gran Maestro. Los contratiempos, preocupaciones y decepciones anexos a ese cargo, se hicieron más intensos durante el gobierno del hermano Cádiz, sometiendo su amor a la Orden y su talento, a duras y dolorosas pruebas; su energía y su abnegación le ayudaron a salir victorioso de tantos tropiezos; y su entereza de alma reanimó el abatido esp/// ++íritu de los masones de Chile entero, que veían reducidos a cenizas y sepultados bajo los escombros de la espantosa

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catástrofe de 1906, los pacientes esfuerzos de tantos años. El 18 de agosto del mismo año 1871, también era recibido en la Nº 7 don José Velásquez, quien al escribir una página gloriosa en la historia militar de nuestra patria, con su austeridad y abnegación trazó también la más bella página masónica en la Logia que lo viera iniciarse. Si hemos señalado sólo estas iniciaciones, dejando sin mencionar otras tan importantes cuanto numerosas, es debido únicamente al hecho ya apuntado de carecer de las más elementales noticias al respecto. Fácil es de suponer que una Institución como la que venimos estudiando, que ha realizado una obra tan vasta como variada, ha necesitado el concurso de muchos hombres de talento superior y de virtud no común. Sus nombres, perdidos con los viejos papeles que los contenían no han llegado hasta nosotros; pero esta labor, que hoy florece la vista de todos los masones, habla con toda la elocuencia de los hechos y hace rememorar con cariño ese pasado forjado por el entusiasmo de tanto trabajador desconocido.

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Dado el carácter de colectividad trabajando en su propia organización que tuvo la Masonería chilena durante su primer decenio y considerando las multiples tareas que era preciso ir realizando día a día para alcanzar una base sólida, no es de extrañar que las fiestas masónicas, tan frecuentes y brillantes en otras partes del mundo, fueran no sólo escasas, sino completamente desconocidas para los primeros masones chilenos. El único acontecimiento que por su solemnidad y por la enorme concurrencia que logró reunir, como por los altos dignatarios que se congregaron, pudo merecer el calificativo de fiesta masónica, fue el de la ceremonia de instalación que en conjunto llevaron a efecto las Logias “Unión Fraternal” Nº 1, y “Aurora” Nº 4, decretada por el S. Gran Maestro en 20 de agosto de 1807 y realizada el 19 de octubre del mismo año. Presidió la Comisión instaladora el Diputado Gran Maestro, hermano Javier Villanueva; acompañábanlo otros miembros de la Gran Logia de Chile. Fue necesario que, transcurridos varios años, se

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consolidara la vida de la Masonería en nuestro país, para que los hermanos, quitando por algunos momentos la atención de aquellas tareas internas, que tanto aman los que las saben emprender con verdadero espíritu masónico, se congregaran en fiestas de carácter más general, a las cuales tuvieron acceso los miembros de las familias de los masones y que han sido designadas con el nombre de “Tenidas Blancas”. En el transcurso de esta obra tendremos ocasión de detallar algunas de estas interesantes reuniones, que por su carácter familiar y solemne a la vez, han revestido una importancia capital como obras de educación colectiva y han puesto en práctica uno de los más bellos principios que propaga la Institución: la Fraternidad.

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Durante el período de organización de la Gran Logia, que hemos venido estudiando, la fraternidad sufrió rudas pruebas con el fallecimiento de algunos d e sus más esclarecidos y meritorios hermanos. Estos fallecimientos, que venían a debilitar las columnas de la naciente institución en Chile, dejaban tristes huellas en el espíritu de los demás hermanos, al señalarles la brevedad de la vida humana y la fuga de todos los afanes y preocupaciones. Pero al mismo tiempo, y como para contrarrestar ese sombrío y desolador efecto, la misma labor masónica les hacía comprender que la verdadera supervivencia la constituyen las buenas obras y los buenos pensamientos; y que sólo aquellos hombres que supieron luchar y sacrificarse por el bienestar de sus semejantes y que contribuyeron al cultivo de la inteligencia de los demás, son los que sobreviven en el recuerdo y en el corazón humanos; son sus nombres los que, como ejemplo, y enseñanza, quedan eternamente grabados en la conciencia de los que los conocieron. Tal aconteció con el ilustre hermano Abraham Lincoln. Aunque miembro de otro cuerpo masónico, distante del de Chile, pertenecía, por su justiciero espíritu y por su corazón henchido de sentimientos fraternales, a la masonería universal y era un alto exponente de virtud. Por eso su

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muerte sumió a todos los masones de la tierra en sincero dolor, acrecentando por el conocimiento de la forma, en que el noble hermano Lincoln fue ultimado. La Gran Logia de Chile, luego de tener noticia de tan doloroso suceso, lo puso en conocimiento de todos los talleres de su Obediencia por medio de la Circular que insertamos a continuación: “Oriente de Valparaíso, julio 3 de 1865. “Queridos hermanos ¡El digno e ilustre hermano Abraham Loncoln, miembro de la Gran Logia de Nueva Cork, no existe ya! “Mas el justo, aunque fuese antecogido de la muerte estará en refrigerio”. (A.T.L. de la Sabiduría, C. IV, V, 7). “Cual nuestro respetable maestro Hiram, Abraham Lincoln ha desaparecido de entre nosotros bajo el alevoso puñal asesino de los tres malos compañeros: La Ignorancia - la Mentira - la Ambición. Pero su trágica muerte, coronándolo con la aureola del martirio, deja en pos de sí la antorcha luminosa de sus grandes virtudes, que debe guiarnos por el ancho camino de la Justicia, de la Libertad, de la Verdad, a que está consagrada y se debe la gran familia masónica. “¡Una lágrima a los manes del hombres justo y virtuoso, que ha sabido tan bien llenar su misión sobre la tierra! La humanidad ha sido por él desagraviada, la igualdad de las razas establecida, la fraternidad asegurada! “Nuestro Ilustre hermano Abraham Lincoln ha desaparecido de entre nosotros! Pero, ¿quién no le oye? ¿Quién no lo siente en su alma? “El mundo está lleno con su nombre, como uno de los más grandes héroes del progreso humano. …………………………………………………………………………………………………. “Os rogamos que convoquéis a la Respetable Logia que presidís, a una Tenida Fúnebre extraordinaria, que celebraréis con todos los honores que debemos a nuestro tan amado como infortunado hermano. “Asimismo os rogamos que coloquéis en el Oriente, en lugar preferente, un Cuadro con el nombre de nuestro querido hermano Abraham Lincoln, rodeándolo con una corona de mirto y laurel y cubierto con un velo negro, permaneciendo así por el término de un mes. “También os pedimos que ordenéis a todos los miembros

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activos de vuestra Respetable Logia, que vistan de luto masónico durante el mismo mes, en las tenidas que durante este tiempo tengan lugar. “Al hermano vuestro Hospitalario rogamos que el día que tenga lugar la Ceremonia Fúnebre que pedimos, reparta entre nueve pobres la cantidad necesaria a sus alimentos. “Comuníquese por la Gran Secretaría a todas las Logias bajo nuestra Obediencia. El S. G. M. de la Orden, Juan de Dios Arlegui. El Gran Secretario encargado de la Corresp. A. M. Medina”.

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A los homenajes que, en cumplimiento de las disposiciones de la superioridad masónica y que por propia iniciativa realizaron las logias, debemos agregar la “Corona Fúnebre a la memoria de Abraham Lincoln”, publicada por la logia “Justicia y Libertad” Nº 5.

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De entre los hermanos que contribuyeron más eficazmente, ya con su esfuerzo personal o con sus oportunos consejos al afianzamiento de la Gran Logia, el primero en pagar tributo a la muerte fue el hermano Víctor Pretor, grado 30º, masón ilustre y virtuoso, miembro de la masonería francesa y que fue el primer Garante de Amistad acreditado por la Gran Logia Central de Francia ante la Gran Logia de Chile. El hermano Víctor Pretor falleció el 10 de septiembre de 1867. Su hijo Víctor Pretor Freire, masón chileno, supo mantener dignamente la tradición de virtud y de trabajo que le lagara su padre. Algunos años más tarde, un nuevo fallecimiento vino a enlutar las columnas de la Masonería chilena. Se trataba de un hermano que, aunque extranjero por nacimiento -había nacido en Lima- era chileno por su educación hecha en nuestro país, por sus afectos y por la vasta obra desarrollada entre nosotros. Nos referimos al benemérito hermano Blas Cuevas, arrebatado al amor de sus hermanos y de su familia el 18 de marzo de 1870.

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El hermano Blas Cuevas, a la época de su fallecimiento, ocupaba el cargo el Primer Gran Celador de la Gran Logia de Chile. En la Asamblea General del 27 de julio de 1879, el Gran Maestro Arlegui, refiriéndose a la muerte del hermano Blas Cuevas, se expresaba en los siguientes términos: “Antes de terminar, creemos que de nuestro imprescindible deber dedicar una página de duelo a la memoria del inolvidable y siempre querido hermano Blas Cuevas, Primer Gran Celador en título de esta Gran Logia. “Desde su iniciación efectuada el 16 de agosto de 1854, Blas Cuevas fue un hermano celoso e infatigable para el trabajo.. Pasado después, en 1862, en unión de otros hermanos, a fundar la Logia “Progreso” Nº 4, en la cual ocupó el puesto de Venerable Maestro sin interrupción hasta el último año de su fallecimiento, se ensanchó, por decirlo así, de esta manera, su esfera de acción masónica. El ejercicio de la caridad no reconocía límites en él; era su elemento vital, era su alma. En donde quiera que llegaba a su noticia que había una desgracia que socorrer, alguna lágrima que enjugar, allí estaba el hermano Blas Cuevas tendiendo su mano para mitigarla y llorando con aquel a quien no le era posible consolar. Tan esclarecidas y relevantes virtudes le merecieron con justicia el aprecio y consideración de todos los que le trataban, aun por primera vez, y el cariño, respeto y veneración de todos sus hermanos masones. Así, pues, su muerte ha sido una pérdida irreparable para todos, dejando particularmente entre nosotros un vacío profundo, pero al mismo tiempo, un modelo perfecto de virtud y laboriosidad, digno de ser imitado. Los funerales del Primer Gran Celador dieron motivo a una sincera manifestación de duelo. Al inhumar sus restos, hizo uso de la palabra, entre otros, el hermano Benicio Álamos González, que desempeñaba el cargo de Gran Orador Adj. De la Gran Logia. Su discurso, sencillo y sincero, reflejaba el sentimiento de todos los masones chilenos, congregados al borde del sepulcro del que había sabido ser hermano masón de verdad. Reproducimos algunas partes de este discurso, que contienen interesantes datos biográficos de este varón esclarecido, que tanto contribuyó a la formación y engrandecimiento de la Masonería chilena.

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Blas Cuevas dejó como heredero de su nombre y de sus virtudes masónicas a su hijo Blas 2º Cuevas, que se contó también entre miembros meritorios de la Orden.

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“Hoy hace once meses -dijo Benicio Álamos González- que muchos de los presentes nos reunimos al pie de esta tumba para depositar los restos de una hija de don Blas Cuebas. Pero, ¡ah! Cuán distantes estábamos entonces de creer que aquella desgracia sería en poco tiempo el origen de la pérdida irreparable del padre. Y sin embargo, nada más cierto. Yo mismo lo recuerdo bien! Pocos días después de aquella desgracia, viendo al señor Cuevas que salía de su casa, triste y demudado, me acerqué a él y le pregunté si estaba enfermo -¡Ah, sí! Me contestó, llevándose la mano al corazón. Mi hija me hace mucha falta… Esto no puede parar en bien. Yo no puedo vivir sin ella… Y así diciendo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Era indudable; aquel hombre de una constitución de fierro, de una voluntad incontrastable, que había pasado por grandes luchas en su vida, estaba profundamente herido. Su amor de padre lo mataba. “Este solo hecho revela cuán grande era el corazón del hombre que hemos perdido y bastaría por sí solo para despertar nuestra admiración y simpatía. Pero, por desgracia, no solo hemos perdido a un modelo de padre de familia, también hemos perdido al mejor vecino de la localidad, al primer ciudadano de Valparaíso, al hombre que con más abnegación ha velado por los pobres, por los enfermos, por los que sufren. Y por esa razón, ya no somos sólo sus amigos los que le acompañamos. Ahora también está aquí casi el vecindario entero. Los que han nacido en Chile como los que han venido de los más remotos países, los que pertenecen a un partido como a otro, los que profesan la religión del estado como los que veneran distintas creencias, todos los que son capaces de comprender la filantropía, hemos querido también significarle nuestro aprecio. “El señor Cuevas era indudablemente uno de esos seres predestinados por la naturaleza para embellecerla, para servirle de modelo. Todas las aspiraciones nobles y generosas han tenido su asiento en aquella alma. Hay gentes

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de quienes se dice que no tenían un solo enemigo. Del señor Cuevas puede decirse algo más: no sólo no tenía un solo enemigo, sino que nadie lo ha tratado si ser su amigo, nadie ha oído hablar de él sin bendecirlo, porque sólo pueden haber bendiciones para hombres que se sacrifican por los desgraciados. “Destituido cuando joven d e los recursos de la fortuna, contando apenas con un sueldo miserable de dependiente; a pesar de eso, trabajando constantemente, haciendo las mayores economías, privándose de todo género de comodidades, consiguió formar una familia, educar a sus hijos, y, lo que es más, servir de padre y protector a personas extrañas. “Pero, como era de esperarlo, sus virtudes le abrieron muy luego el camino del bienestar. La sociedad se dio cuenta de su honradez y de su amor al trabajo y le abrió un amplio crédito, ese capital inmenso de los hombres honrados. Un rico comerciante creyó conveniente aprovecharse de sus aptitudes y lo asoció a sus negocios y tan satisfecho estuvo de sus buenos servicios, que lo instituyó por uno de sus herederos. “Mas, no porque Cuevas viese asegurado su porvenir y el de sus hijos dejó de trabajar. Nada de eso. Cuevas no era un hombre llamado a vegetar en la ociosidad. Su inmensa vitalidad y expansión no le permitían estar tranquilo. Como buen masón, mientras fue pobre trabajó para vivir; cuando tuvo con qué vivir, trabajó para formar una familia; y cuando tuvo para sí y para sus hijos, trabajó para los pobres, para los desheredados de la fortuna. Había visto que los egoístas eran desgraciados; había visto que algo de grande y de noble en luchar contra la adversidad, en vencer las angustias de la pobreza, y después de haber triunfado de esos enemigos en sí, en sus hijos, quiso también sufrir con los otros, multiplicando así su existencia. “El 4 de agosto de 863 fue nombrado administrador del Hospital de la Caridad de Valparaíso y desde el primer instante se halló como en elemento. Antes de esa época, en las logias masónicas a que perteneció de 1857, y en privado, había hecho obras de caridad y revelado su infinita filantropía. Pero desde aquel día su espíritu caritativo y fraternal tomó mayor ensanche, mayor fuerza y poder. Entregó sus negocios casi a la dirección exclusiva de sus hijos y de sus dependientes, y se

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consagró con todas sus facultades a la nueva obra que s e le confiaba. Organizó conciertos de beneficencia, estableció alcancías para recoger limosnas, mendigó suscripciones de casa en casa, de almacén en almacén; y mediante su empeño y diligencia consiguió mantener aquel vastísimo establecimiento que vivía sólo de la caridad. No contento con hacerle el sacrificio de su tiempo, anticipó de su modesta fortuna fuertes cantidades que debía el hospital, a fin de que los enfermos jamás tuviesen que sufrir. Por medio del Diputado de Valparaíso obtuvo que el Congreso Nacional impusiera una contribución que produce anualmente de 50 a 60 mil pesos y que garantiza la existencia de aquel asilo de caridad. Aparte de la fortuna que consiguió le dejase el señor Ontaneda al establecimiento, reunió la suma de 51.900 pesos para ensanchar el edificio; siendo de notar que 24.000 pesos de esa cantidad le fueron dados con la condición de que él los invirtiese sin dar cuenta a las autoridades. Y por último, después de hacer levantar planos y presupuestos para la ejecución de la obra, era casi seguro que la hubiera realizado con la actividad que le caracterizaba, si las leyes no se lo hubieran impedido. “Pero no creáis que éstos ha n sido los únicos servicios en bien de la humanidad. Los huérfanos, las viudas, los desvalidos, todos acudían a él y a todos socorría. A algunos les buscaba ocupación, a otros les procuraba socorros. A veces, al ver que a él solo se le pedían esos sacrificios, se mostraba fastidiado y despedía de mala manera a los que no tomaban en cuenta que su modesta fortuna no podía darla, dejando en la pobreza a su familia. Pero esos arranques duraban poco. Casi siempre, antes de que el despedido hubiera pisado el umbral de su puerta, don Blas se levantaba, le daba algo, protestando a sus dependientes que esa sería su última debilidad; y, sin embargo, al día siguiente volvía a incurrir en ella. “Tal era la vida de aquel noble y elevado corazón que todos y especialmente los que somos masones,, los que hemos sido sus confidentes, sus amigos, debemos imitar como uno de sus modelos más perfectos y acabados. “En cada una de las peripecias de su vida tenemos una importante lección. “La posición ventajosa que supo labrarse, a pesar de su

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pobreza de joven, debe probar que la honradez y el trabajo con los medios más seguros de llegar al bienestar: la honradez, porque da tranquilidad y deja al espíritu en completa libertad de contraerlo a lo que queramos; y el trabajo, porque nos distrae, nos enseña a vivir, nos da conciencia de nuestra fuerza, y perfecciona y ensancha tanto el horizonte de nuestras facultades, que llegamos a multiplicarlas. “La satisfacción de que este hombre gozaba sacrificando su tiempo y su fortuna, haciendo el bien a los pobres, viene también a revelarnos una gran verdad; la verdadera felicidad consiste en hacer felices a los otros sin interés alguno; porque ésa es la única satisfacción, el único placer que no tiene reverso. Los políticos que tratan de imponer sus convicciones, como los propagandistas religiosos que tratan d e imponer sus creencias, jamás alcanzarán la simpatía universal. Sólo el filántropo gozará de manifestaciones tan espontáneas y tan unánimes como las que se prodigan al señor Cuevas en este momento; ésos son los hombres que no encuentran odios porque hacen el bien sin arrebatar a los otros su libertad, su conciencia, su razón y las demás facultades que el hombre ha recibido para sí y no para entregarlas a los demás. “Amigos y compañeros, si queréis que reviva el nombre del que acabamos de perder, aún no es del todo imposible; inoculemos su espíritu en nuestro espíritu y sólo habremos perdido su corteza material. Imitemos su ejemplo; y al fin, se dirá, como decía el Cristo:”los conoceréis por sus obras”.

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La Gran Logia había experimentado otra pérdida por demás sensible poco antes, con el fallecimiento del Diputado Gran Maestro, hermano Melitón Caso, ocurrido en octubre de 1865. Otro de los acontecimientos que causaron dolorosa y profunda impresión no sólo en el corazón de los masones sino en el de toda la sociedad de Santiago, fue la trágica muerte de Germán Tenderini, figura simpática y espíritu abnegado, hermano masón de la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5 y miembro del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Murió cumpliendo con su deber, devorado por las llamas

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del colosal incendio que en cortos instantes redujo a un montón de cenizas el edificio del teatro Municipal de santiago, en la noche del 8 de diciembre de 1870. Apenas declarado el incendio, los primeros en llegar al sitio del suceso fueron Germán Tenderini, Arturo Villaroel y Santos Quintanilla. Los tres se encontraban en el local de las Logias santiaguinas, situado en el costado N. O. de la plaza del Teatro. Los tres eran miembros de la Logia Nº 5 y tenían el tercer grado masónico. Tenderini y Villarroel eran de la 6ª. Compañía de Bomberos. Quintanilla, empleado del teatro. En la jornada, cayeron Tenderini y Quintanilla. Mucho trabajo diéronse los amigos para encontrar sus restos. De Tenderini sólo se hallaron algunos huesos y objetos que habían escapado como maravillosamente a la acción del fuego. Esto sucedió el 10 de diciembre, hacia el mediodía. Reconocidos sus restos, fueron objeto de funerales como pocas veces los haya contemplado la capital, por lo conmovedores. El 12 de diciembre, a las seis de la tarde, atravesaba el cortejo fúnebre las calles de Santiago. Formaban parte de la comitiva todas las Compañías de Bomberos de Santiago y Valparaíso, con sus directorios; comisiones del Club de la Reforma, de la unión de Artesanos, del Club de Obreros; todo el Municipio, presidido por el Intendente de la Provincia; el Gobierno se hizo representar por algunos de los Ministros de estado. La Masonería santiaguina, por primera vez, atravesó en cuerpo, con las insignias y símbolos del caso, las calles de la capital de la República. Iba rindiendo público testimonio de justicia a la abnegación de un hermano, mártir en servicio de la humanidad. Todas las clases sociales acompañaban en crecido número y con ánimo apenado el cortejo al Cementerio. Hubo allí los discursos de estilo. De una circunstancia se hizo un recuerdo. Tenderini había sido amigo cordial de Juan Parodi, otra víctima del cumplimiento del deber, caída en el incendio que el año anterior había consumido el Club de la Unión. Parodi era hermano compañero de la Logia “Justicia y Libertad”. Fue justo, en el momento del homenaje, recordar a los dos amigos que tuvieron igual y gloriosa muerte.

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Pocos días después de los funerales, la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5 honró la memoria de esos dos hermanos arrebatados a sus columnas, por medio de una imponente Tenida Fúnebre. El hermano Eduardo de la barra, Orador de la Logia, pronunció esa noche, en homenaje a los hermanos muertos uno de los más bellos discursos que salieron de su pluma privilegiada. Dicho discurso, inédito hasta hoy, es el siguiente: ………………………………………………………………………………………………… “La Masonería, hermosa Niobe, lamenta sin cesar la muerte de sus hijos, y ha llegado el momento en que nosotros nos reunamos para rendir homenaje a nuestros muertos. Truncada está la Columna; rota la cadena de unión y vacíos los asientos que ocuparon nuestros hermanos en los templos de la caridad, en los altares del progreso. Pero ellos viven en nuestros corazones, pebeteros ardientes, de donde nace y se difunde el incienso de los recuerdos. “Avivemos una vez más esos recuerdos y escuchemos sus íntimas y lejanas armonías. “Tenderini y Quintanilla, nombres queridos, nos dicen ¡Adiós! A un tiempo desde el dintel de las eternas despedidas; y ambos, verdaderos mártires del deber, desaparecen en la misma oleada de fuego. ¡Sean eternos en nuestra memoria! “Nosotros que no reconocemos rango ni fortuna, nosotros que levantamos altares a las virtudes, sabemos honrar el mérito. “¿Qué eran ellos, los modestos obreros, ante los grandes de la tierra? “¡Qué eran ellos ante el mundo profano, que mide con caprichosa medida y pesa con falso peso! Nada, o casi nada, porque tomaron asiento en los más humildes escalones de las consideraciones sociales. Pero muy diversa es nuestra medida; para nosotros tenían toda la grandeza de hombre justo, honrado y libre. Fueron mucho entre nosotros, que habíamos puesto la mano sobre su corazón, y allí habíamos encontrado las ejecutorías de la verdadera y única nobleza.

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“Aún nos mira y nos sonríe el bondadoso Quintanilla.

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“¡Quién, al entrar a esta casa, no imagina a veces que le ve y que va a estrechar su mano! ¡Piadosa ilusión, hija de nuestro cariño y de nuestro dolor!

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“Y ¿qué deciros que vosotros no sepáis del querido cuanto llorado Tenderini? “Cuando la voz de alarma del 8 de diciembre lo llevó al puesto del deber, ¿sabéis en qué se ocupaba? Se ocupaba en arbitrar medios para redimir al huérfano del abandono y la miseria! Proyectaba poblar sus talleres de niños desamparados, para formarlos en la honradez y el trabajo y sacar de ellos hombres útiles a la familia y a la patria y a la humanidad! “¿Sabéis cuáles fueron sus últimas palabras cuando ya el humo formaba su mortaja y cuando el abismo de fuego le llamaba? “La última aspiración del patriota y del corazón humanitario resonó en su grito de muerte “¡Viva Italia”! “¡Viva la República Universal!” dijo y ya no se le vio más. “¡Qué hombres hemos perdido! “¡Benditos sean ellos, hombres puros y generosos! “¡Benditos, mil veces, los mártires del deber!

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“Hermanos, avivemos el recuerdo. “Venerable Maestro, ordenad que s e enciendan de nuevo los pebeteros perfumados en honor de los hermanos que ya no son. “Y vosotros, hermanos míos, que habéis abierto la puerta de las transformaciones, hermanos míos, que habéis vuelto a la circulación universal, vivid la vida nueva en el ave y en la flor! “Vuestra memoria es también ala inmortal que se agita en nuestros corazones; vuestras virtudes son perfumes que no han muerto. “”En nombre de los hombres honrados, yo os declaro dignos del galardón. “En nombre de la fraternidad humana, yo os bendigo”.

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CAPÍTULO XV

La Masonería de Valparaíso propende en forma decisiva a la fundación de la “Sociedad de Instrucción Popular”. Esfuerzos de su Directorio para cumplir fielmente los estatutos. Después de seis años de tenaz porfía, se logra abrir la “Escuela Sarmiento”. Los establecimientos de educación fundados y sostenidos por la Sociedad, son citados como ejemplo de organización. No ha habido región en el mundo, donde el establecimiento de la Masonería ni haya seguido como inmediata consecuencia la fundación d e obras de beneficio directo para la sociedad en cuyo seno ha desplegado sus actividades. Estas obras -de beneficencia, de instrucción, de difusión del civismo- crecen y prosperan bajo la protección solícita de la Masonería, que encuentra en ellas uno de los mejores medios para hacer llegar hasta la sociedad su influencia benéfica y civilizadora. En donde quiera que la Masonería se ha establecido, funda hospitales, abre escuelas, crea centros de cultura popular, desarrolla conferencias instructivas para el pueblo y tiende por todos los medios lícitos a la perfección moral e intelectual de las clases menos socorridas de la sociedad. En Chile, como en todas partes, apenas establecida, la Masonería comenzó a llenar su alta misión civilizadora. Un problema cuya solución se reclamaba con la mayor urgencia, era el de la instrucción pública, bastante deficiente por aquel entonces. El esfuerzo gubernativo no alcanzaba a llenar aquella imperiosa necesidad social, especialmente tratándose de la cultura popular, que debía ser gratuita. La iniciativa privada era el único medio que por entonces se veía para contribuir a la solución de aquel problema de tan vital importancia. Los masones de Valparaíso lo comprendieron así; y

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aunque convencidos de que en tal campo de acción, todo cuanto se hiciera resultaría pequeño y casi insignificante, no se descorazonaron, pensando, con mucha razón, que por pequeña que fuera la colaboración que la iniciativa particular pudiera prestar al desarrollo de la instrucción, ella no debía ser negada, sino ofrecida con la mayor amplitud posible. Como sucede con todas las obras, los comienzos son siempre difíciles y parece que, en ciertos casos, nunca se logrará al fin que s e ha tenido en vista al iniciar la labor. Mas, el éxito que ha coronado los esfuerzos de los masones de otros países, sirvió de poderoso estímulo para impulsar a los chilenos a la acción.

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En Chile -cabe dejar constancia con la más viva satisfacción- la Masonería ha dedicado sus más constantes vigilias a la obra de la instrucción del pueblo antes que a cualquiera otra tarea diferente. Ha fundado en distintas ciudades de la República asociaciones que por distintos caminos y con nombres diferentes, se han encargado de realizar la noble misión de combatir la ignorancia y los malos hábitos, adquiridos o heredados. También se ha hecho costumbre en sus adeptos, como si se tratase del cumplimiento de una obligación perfecta, la práctica d e cooperar como contribuyentes de una sociedad de instrucción por lo menos; en tal forma que puede decirse que no hay un masón que no auxilie de un modo u otro a alguna de estas sociedades. Esta obra silenciosa y eminentemente benéfica, ha pasado casi siempre inadvertida, y la atención pública no se ha fijado en ella, sino cuando ha sido incitada por malévolas imputaciones, que suponen en las escuelas ayudadas por la Masonería, enseñanzas torcidas y peligrosas Por éste y por otros muchos motivos, que en el transcurso de esta obra se verán, podrá apreciarse si la obra de la Masonería ha sido beneficiosa para el país, o perniciosa y nula, como algunas personas, precipitadamente y sin mayor conocimiento, afirman. Por la naturaleza de la obra que realiza, y más que eso, por las añejas preocupaciones de la sociedad en que ha vivido,

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no siempre ha sido prudente poner en evidencia la fecunda labor de progreso llevado a cabo por la Orden en Chile. Además, aun prescindiendo de dichos factores, el espíritu mismo de la Institución impondría reserva al respecto, ya que la Masonería practica el bien por amor al bien mismo y no con segundas intenciones, para cuya realización sería necesario hacer resaltar hasta la majadería las buenas obras hechas. En este modo de proceder es bien diferente, por cierto, de algunas pretendidas sociedades de progreso y de cultura, que necesitan vocear a los cuatro vientos no sólo lo que han hecho, sino también -y de preferencia- lo que sólo piensan hacer… Una de las escuelas masónicas que han sido reconocidas como tales, es la “Blas Cuevas” de Valparaíso. ¡Qué tempestad no amenazó a ese noble asilo del estudio! Pero ya nos preocuparemos detenidamente de dicha materia. Por ahora, queremos referirnos a la “Sociedad de Instrucción Primaria” de Valparaíso, formada y sostenida merced al incansable esfuerzo de los masones de esa localidad. Llevar la cartilla a manos del niño, ungir su inteligencia con el óleo purísimo de la instrucción, mover su corazón al trabajo honrado y honroso, prepararlo para estudios posteriores que han de hacerlo ciudadano laborioso y digno, eso fue lo que la Sociedad de Instrucción Primaria se propuso hacer en condiciones irreprochables con la juventud desvalida de Valparaíso. Se trataba de hacer obra de caridad, obra de justicia, obra de elevado patriotismo. Eso debía conquistar el aplauso y la ayuda de todo hombre de ideales sanos y generosos. Así, no es de extrañar que en las listas de los socios, brillasen desde el primer momento los nombres de las personas más respetables de Valparaíso. Esto sólo estaba confirmando que los fines de la Sociedad de Instrucción Primaria eran apreciados en su verdadero justo valor por la opinión ilustrada de la ciudad. El primer acto relacionado con esta institución, tuvo lugar el 15 de octubre de 1868. En ese día se comprometieron a fundar una sociedad destinada exclusivamente a fomentar la educación del pueblo, los señores Juan de Dios Arlegui, Ambrosio Andonaegui, José Luis Borgoña, Adolfo Ibáñez, Ángel Prieto y Cruz, Benicio Álamos González, Heliodoro A. Pérez,

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Francisco Smith, Blas Cuevas y Gabriel Izquierdo. Por aquel entonces la enseñanza se encontraba en un estado verdaderamente deplorable. En el departamento de Valparaíso, con una población de 47.000 habitantes, concurrían apenas 5.838 niños de uno y otro sexo a las escuelas públicas y particulares; quedaban sin recibir instrucción de ninguna especie, no menos de 10.000 niños. El proyecto de los señores mencionados, era, pues, una inspiración altamente caritativa y patriótica. Decididos a emprender una obra tan laudable cuanto útil a la sociedad poco días después, ellos mismos hicieron circular un Prospecto, firmado, además, por los señores José Alfonso, J. Anacleto Goñi, Juan Williams Rebolledo, Andrés Chacón, H. P. Bouchier, Jacinto Chacón, Ricardo Escobar, Carlos Pini, Eduardo Cuevas, Alejo Palma, Camilo E. Cobo, José Francisco Vergara y Pedro Poisson. Hacían presente en el aludido documento que los recursos asignados al ramo de la instrucción primaria eran por lo demás deficientes para atender a las necesidades de este servicio e invitaban a los hombres filantrópicos, que desearan el progreso y engrandecimiento del país, a trabajar en el sentido que expresaban. El público aceptó la idea con verdadero entusiasmo y el 8 de noviembre del mismo año, tuvo lugar la reunión inaugural, con asistencia de ciento treinta personas de lo más caracterizado de la ciudad. Aprobáronse en ella los estatutos, que habían sido discutidos en sesiones preparatorias, celebradas por los socios fundadores y se procedió a la designación de las personas que debían componer el primer Directorio. En dichos estatutos se dispuso lo siguiente: “La Sociedad no podrá fundar escuelas sino en edificios construidos expresamente para este objeto, sea por su propia cuenta o por cuenta de empresarios que los contraten, bajo condiciones estipuladas previamente conforme a los planos de los modelos más adelantados que se conozcan. Por consiguiente, las rentas o entradas de la Sociedad serán siempre capitalizadas para atender a este ramo y sólo podrá fundarlas cuando cuente con las necesarias para su mantenimiento”.

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Esta importante resolución no fue generalmente aceptada. En una sesión se dio cuenta de que ciento treinta y nueve suscriptores se habían retirado en un solo semestre, porque no veían pronto los frutos de la Institución. El Directorio llegó a temer por la realización de sus propósitos. Hubo serias vacilaciones. Unos persistían en no fundar escuelas si no en locales expresamente construidos, otros deseaban abrirlas en edificios tomados en arrendamiento. Se optó, en definitiva, por lo primero, manteniendo así lo dispuesto por los estatutos, aun a riesgo de ver alejarse el día en que habría de inaugurarse la primera escuela. No quiso el Directorio echar sobre sí la responsabilidad moral de instalar escuelas en edificios inadecuados, sin las condiciones higiénicas que reclama la infancia y en los cuales, en reparaciones, habría de gastarse cuantiosas que importarían un derroche de fondos recogidos a costa de verdaderos sacrificios, implorando la caridad. El Directorio prosiguió sus trabajos, acompañado solamente de los que tuvieran fe. Después de dos años de lucha contra la indiferencia que había ganado a la mayoría de los contribuyentes, se pensó en la adquisición de un terreno. Con los fondos acumulados y con la suma de tres mil seiscientos setenta y un pesos veintinueve centavos, tomados en cuenta corriente del Banco de los señores Edwards y Cía., se compró un terreno de 929 metros cuadrados, cuyo precio fue de $ 8.368,68. Persuadido el Directorio de que las entradas ordinarias y extraordinarias, por más que aumentasen, no llegarían a producir en muchos años el valor necesario para construir un edificio adecuado, contrajo su atención al estudio de diversos proyectos presentados al efecto. Después de estudiar detenidamente el punto, se decidió lanzar a la circulación un empréstito de treinta mil pesos, dividido en trescientos cupones e cien pesos cada uno, con un interés de ocho por ciento y amortización acumulativa de dos por ciento. Este empréstito no alcanzó a ser colocado por completo en razón de circunstancias anormales que sobrevinieron en esa época. Se recelaba una crisis comercial y no se creyó prudente pedir al público que abriese sus cajas, apenas cerradas en precaución de futuras emergencias.

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Sin embargo, se logró reunir por este medio la suma de veintitrés mil doscientos pesos, que fueron invertidos en los primeros trabajos de edificación. También fue preciso tomar ocho mil pesos en la Caja de Crédito Hipotecario para terminar la obra de la escuela. Por fin, después de más de seis años de una vida difícil, la Sociedad pudo inaugurar solemnemente el 4 de abril de 1874 su primer establecimiento de educación. El Directorio acordó denominarlo “Escuela Sarmiento”, en homenaje al ilustre educacionista y masón argentino, verdadero fundador de la instrucción popular en Chile. Posteriormente el referido empréstito de la Sociedad quedó reducido a una suma insignificante, gracias a la generosidad de la mayor parte de los acreedores, quienes al ver instalada la Escuela y al presenciar su floreciente desarrollo y dirección, renunciaron a sus derechos y devolvieron los bonos que se les diera a cambio del dinero y dejaron de cobrar los cupones. Por decreto Supremo del 24 de noviembre de 1869, se concedió a la Sociedad personalidad jurídica y fueron aprobados sus estatutos. La experiencia aconsejó más tarde introducir algunas modificaciones, que fueron aprobadas por Decreto de 8 de enero de 1876 y otro de fecha posterior. El Directorio constaba de diecisiete miembros, que s e elegían cada año: nueve por el mismo Directorio, antes de terminar sus funciones y los ocho restantes en una Junta General de Suscriptores. Una Ley de la República, de 24 de octubre de 1870, autorizó a la Sociedad para conservar independiente los bienes raíces que adquiriera con el propósito de mantener establecimientos de instrucción. Los Reglamentos de la “Escuela Sarmiento”, su Plan de estudios y los métodos adoptados en ella, se encuentran minuciosamente recopilados en la Memoria que con el título de “Régimen de la Escuela Sarmiento” presentó el distinguido educacionista don Manuel Antonio Ponce, que fue su primer director, al certamen de Instrucción Primaria en la Exposición Nacional de 1884. Fue altamente satisfactorio para la Sociedad el hecho que se otorgara al único establecimiento que entonces ella poseía, el premio ofrecido a la escuela privada de enseñanza gratuita,

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mejor organizada en la República. Obtuvo también otro premio por la calidad y condiciones higiénicas de su edificio. Desde el día de su establecimiento, los cursos funcionaron regularmente, con una asistencia media de 220 alumnos; consiguiéndose que cada tres años salieran de sus aulas más o menos 150 adultos perfectamente aptos para ingresar a los establecimientos de instrucción secundaria o para obtener colocación en los talleres industriales y en los establecimientos mercantiles. En 1855 ocurrió el sentido fallecimiento del señor don Emeterio Goyenechea, quien dejó cuantiosos legados para objetos de beneficencia. Entre ellos, había uno redactado en la forma siguiente: “Lego cincuenta mil pesos a la instrucción primaria de Valparaíso”. Se presentó la nulidad d e dicha disposición, por cuanto el lago no era persona cierta y determinada, natural o jurídica. Pero el Directorio de la Sociedad obtuvo de la señora Isidoro Goyenechea de Cousiño -a cuyo arbitrio y liberalidad quedaba el cumplimiento de ese legado- que significara al Presidente de la República su deseo de hacerlo efectivo, entregando la indicada suma a la Sociedad de Instrucción Primaria de Valparaíso. Después de tramitado el expediente respectivo,, un Decreto Supremo, de 13 de mayo de 1886, designó a la Sociedad como la legataria de la cantidad indicada. En el acto se pensó en la construcción de otra escuela y se dieron los pasos para la compra de un terreno adecuado en un lugar de densa población que no tuviera próximo un centro de educación popular. Se adquirió al efecto en la Avenida Jaime u terreno de 816 metros cuadrados, por la suma de diez mil seiscientos ocho pesos; y después de los estudios del caso y de resueltas algunas dificultades con los colindantes, se comenzó la edificación de la escuela, a la que s e dio el nombre de “Goyenechea”, en recuerdo de su generoso benefactor. No era posible invertir toda la suma legada, en forma que la Sociedad se viera privada de los recursos indispensables para atender a la subsistencia del nuevo plantel de educación. Se acordó, entonces, que la construcción fuera un edificio sólido, de tres pisos, destinado el primero a las aulas escolares y los restantes a dos cómodas casas de habitación, que con sus pensiones de arrendamiento,

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a lo menos en su mayor parte, lo necesario para subvenir al pago de preceptores y a los demás gastos de mantención de la escuela.

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Esta Sociedad, cuya labor hemos procurado bosquejar a grandes rasgos, debe especial gratitud a los señores Blas Cuevas, Carlos Waddington, Agustín R. Edwards y Federico Varela, quienes con ejemplar generosidad la ayudaron en su fundación y la sostuvieron en su funcionamiento.

CAPÍTULO XVI

La Masonería, esforzándose siempre por difundir la instrucción popular, funda en Valparaíso la “Escuela Blas Cuevas”. Su primer Directorio. Discurso de Ramón Allende Padín en la inauguración de las clases. Un sacerdote católico aplaude la labor de esta escuela, que poco después sería apodada “atea” por el clero. El pueblo de Valparaíso coopera generosamente a la obra cultural de la Masonería. El Gobernador Eclesiástico combate con viva actividad el funcionamiento de la escuela. Dirige, al efecto, una “Circular sobre la Escuela Atea” a los párrocos de su diócesis. La Gran Logia de Chile, por medio de una Comisión, refuta las aseveraciones del Gobernador Eclesiástico. Se entabla una polémica entre impugnadores y defensores de la Escuela Blas Cuevas. Bibliografía de esta polémica. Una de las obras culturales emprendidas y sostenidas por la Masonería, que han llamado más poderosamente la atención pública, mereciendo al mismo tiempo los más calurosos aplausos y los ataques más encarnizados, ha sido, sin disputa, la escuela “Blas Cuevas”, inaugurada en Valparaíso el 25 de febrero de 1872. Dicha escuela, a la que se dio el nombre de uno de los más ilustres masones de aquella ciudad, debió su nacimiento y desarrollo exclusivamente a los esfuerzos de la Masonería y en especial a la Logia “Aurora” Nº 6, a cuya cabeza se encontraba Ramón Allende Padín, como Venerable

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Maestro. Hacia fines del año 1871, en el mes de octubre, Allende Padón, después de quedar de acuerdo con los demás miembros d e la Nº 6, fue encargado de correr una suscripción, encaminada a recolectar los primeros fondos para la fundación de la escuela. Entre tanto, era necesario proceder a la organización de un Directorio, que pudiera dirigir los trabajos. El primero quedó constituido por las siguientes personas: Presidente, Ramón Allende Padín. Vicepresidente, Carlos Renard. Secretario, Diego Dublé Almeida. Tesorero, Daniel Feliz. Directores: David Trumbull, E. Müchmeyer y Antonio Flusseur. Estas personas celebraron su primera reunión el 31 de diciembre, para tomar las medidas necesarias a la apertura de la escuela. Con la decisión y entusiasmo con que se tomaba todas sus tareas, Allende Padín inició sus labores, las que fueron generosamente premiadas por el vecindario de Valparaíso. En pocos días, reunió mil doscientos ochenta pesos; y según él mismo lo declaró más tarde, como nota honrosa para los porteños, nunca tuvo que pedir en vano. Siempre encontró la más viva aceptación de la idea y un franco apoyo para porréenla en ejecución. Entre tanto, otros masones habían sido encargados d e llenar otras listas de suscriptores que pudiesen cubrir el presupuesto de gastos fijos, que alcanzaba a doscientos pesos. Elegido el local, que reunía las mayores ventajas posibles, el primer cuidado del Directorio fue hacer en él todas las modificaciones necesarias para el mejor servicio. Para la confección del mobiliario escolar se tomó como modelo el que usaba en su colegio el célebre pedagogo Mackay. Para la dirección misma del establecimiento, que debía estar en manos de un especialista, fueron obtenidos los servicios del educacionista don Ángel C. Calvo. En seguida, el Directorio se ocupó de la redacción de un Reglamento interno para la escuela, que, salvo pequeñas

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diferencias, era casi el mismo adoptado por las escuelas públicas. Confeccionó también los programas de enseñanza para los distintos ramos que abarcaría el aprendizaje, y que eran: lectura, caligrafía, aritmética y sistema de pesos y medidas, elementos d e gramática castellana, geografía, dibujo lineal, música vocal, lecciones orales de moral cristiana e historia sagrada, e higiene. Simultáneamente con la organización de la escuela y como complemento de ella, se fundó una pequeña biblioteca, a base d e donaciones de libros, hechas por los mismos miembros de la sociedad que protegía a la escuela. Muchas de aquellas obras fueron obsequiadas a la biblioteca por sus propio autores, contándose entre éstos don Miguel Luis Amunátegui, don Rodrigo Barros Arana y don Benjamín Vicuña Mackenna. El acto de inauguración de la escuela -que contaba con una matrícula de ciento cuarenta alumnos- se llevó a efecto el 25 de febrero de 1872. El Presidente, Ramón Allende Padín, en elocuentes frases, explicó la trascendental importancia que tenía para el pueblo de Valparaíso la obra que iban a inaugurar. Hizo un rápido bosquejo de la enseñanza que s e daría en la escuela, y refiriéndose a la enseñanza religiosa -punto fundamental de la contienda que muy pronto se encendería- dijo con estas palabras: “Nótese aquí que no se enseña catecismo de religión, es decir, el dogma de una fe; pero a ello nos hemos decidido después de maduro examen, creyendo con la mayoría del público ilustrado y siguiendo la opinión más generalmente aceptada, que la educación religiosa no pertenece a la escuela sino al hogar doméstico, al cuidado d e los padres de familia, jueces únicos que pueden y deben inculcar en sus hijos la creencia que estimen verdadera”. Por otra parte, un establecimiento mantenido por personas de distintas creencias, no puede, si no es obrando fuera de la razón, imponer una y enseñarla como obligación, siendo también que la escuela, asilo de todos los niños, no debe tener creencia oficial, como no la debe tener tampoco el Estado, asilo común de todos los ciudadanos”. En cambio, se enseñará la moral cristiana, y a su estudio se dará particular atención, tratando d e inculcar en el

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tierno corazón del niño el amor a Dios, que es la verdad, la justicia y la bondad infinitas. Los grandes ejemplos de la Historia Sagrada, tan ricos en lecciones de la más sana y sublime moral,, darán ancho campo para la enseñanza a los niños de las grandes virtudes que deben adornar al hombre, como de los grandes deberes que tiene que cumplir, ora como hombre aislado, ora como público y en cualquiera esfera a que pueda llegar en su carrera. Aprenderá allí lo que se debe a la familia, a la patria, a la humanidad, a sí mismo, enseñándole lo que debe ser el ciudadano digno de un pueblo civilizado y que merece la consideración y el respeto de sus conciudadanos”. El sacerdote ecuatoriano don Joaquín Chiriboga, presente en dicha inauguración, arrebatado por un noble y sincero sentimiento de admiración por la obra que se emprendía, dijo: Señor: imploro suplicatoriamente que se me permita hacer uso de la palabra en este solemne momento. “Las magníficas ideas que s e han consignado, exaltan todo mi ser y me obligan a hacer oír en esta ilustrada asamblea el débil acento de mi humilde voz. Espero de vuestra inteligencia que me escuchéis cuatro palabras, que no serán más que el pálido reflejo de los brillantes principios que se han manifestado. “Una inmensa expansión de diversis sentimientos expperimento por la inauguración de este nuevo plantel consagrado a la juventud. La alegría, el regocijo, la esperanza, el entusiasmo, todo se agolpa a mi pecho cuando contemplo un establecimiento dedicado a desarrollar la inteligencia infantil con el conocimiento de la verdad, y a derramar sobre los tiernos corazones el bálsamo de la virtud. “El magnífico destino del hombre nos enseña que su verdadero progreso está en ilustrar el entendimiento, fomentar los dulces sentimientos que forman el vínculo de la humanidad y practicar el bien. Mas nunca se podrá llegar a tan elevado fin, sin cultivar desde la infancia las facultades del espíritu. Por eso es que la dirección de una escuela lleva consigo una trascendental importancia. De ella depende el porvenir de los seres, cuya educación se le ha confiado, y el d e la sociedad en general. Los grandes colegios emplean el

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rico candeal; pero son las escuelas primarias las que cultivan el campo que las produce. Ellas están destinadas a formar esas dichosas tendencias a lo verdadero y a lo bueno, que después se transforman en hábitos de probidad, de honradez y de civismo. “Pero, si lejos de cumplir tan elevada misión, se ocupa el tiempo en áridas rutinas y en transmitir máximas vaciadas en el error y el fanatismo, entonces no se cosechará sino el amargo fruto de las aberraciones del entendimiento y del corazón. “Señores: Cada escuela liberal que se establece es un templo levantado al Dios de la verdad y del bien. Y mi congratulación es grande, grandísima por que haya llegado a establecerse esta escuela que tomará por base de sus gloriosas tareas la incubación de los sagrados principios del derecho natural en el ánimo de los alumnos, para combatir en ellos el germen de las pasiones, agotar las fuentes del error y preparar el entusiasmo de la juventud a defender la santa causa de la libertad contra los embates del despotismo y la tiranía. “La Providencia vela sobre este suelo afortunado, pues a pesar de tantas preocupaciones y tendencias fanatizadoras, que propenden a degradar la excelencia de la obra divina, de esa obra predilecta del Altísimo, se presentan a la lid los apóstoles de la razón y de la justicia para reivindicar los derechos de la libertad, de esa libertad que es el atributo más sublime que el hombre recibiera de la bondad de su autor, y que todos los esfuerzos de sus enemigos no podrán borrar de la conciencia humana. ¡Sí, pues! A pesar de las lamentaciones de los nuevos Jeremías que dicen que se acaba el mundo porque ven bambolear el orgulloso edificio de su espúrea dominación, no se interrumpirá jamás la marcha de la humanidad en la senda del progreso”. “Y si todos los pueblos de la tierra trabajaran de consuno en la grandiosa obra de redimir la enseñanza de su antigua esclavitud, como tan acertadamente lo ha hecho el supremo gobierno que hoy rige los destinos de este país, estoy seguro que pronto aparecería sobre el mundo la aurora de la verdadera civilización, para inaugurar el reinado de la unión, realizando la concordia universal, sostenida por los lazos de la caridad, la fraternidad, la igualdad; y con los sentimientos de

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adoración y de amor al único y verdadero Dios, soberano Artífice y Legislador del Universo”.

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Nada más digno de aplauso que el esfuerzo desplegado por los miembros de la Logia Nº 6 para realizar la noble aspiración de proporcionar conocimientos al ignorante, dar luz a aquellas inteligencias juveniles, condenadas por su condición social a la más triste de las indigencias: la indigencia mental. El pueblo de Valparaíso, que tan generosamente había contribuido cuando se daban los primeros pasos pata la fundación de la escuela, una vez que la vio funcionando manifestó al Directorio su aprobación, acudiendo en gran número a las veladas o fiestas y no escatimando jamás su ayuda pecuniaria. Sin embargo, no todos compartían esa manera de pensar, no todos apreciaban de igual modo la obra cultural que realizaba la escuela “Blas Cuevas”. Parecerá inverosímil que un establecimiento que no tenía otro objeto que procurar la instrucción del pueblo mediante programas bien meditados y llevados a la práctica en la mejor forma; que trataba no sólo de dar conocimientos, sino también de educar es decir, modelar el espíritu y el corazón de los alumnos mediante la enseñanza de la moral cristiana y de ejemplos sacados de la propia Historia Sagrada, pudiese merecer reparos de la gente culta. Sin embargo sucedió así. El punto vulnerable o, mejor dicho, la tendencia perniciosa que señalaron en la enseñanza de la “Escuela Blas Cuevas” algunos miembros del clero católico fue el que no se hiciera cátedra de religión. El Presidente de la Escuela, en el discurso que hemos reproducido, señaló precisamente este punto y expuso las razones que habían decidido al Directorio a adoptar aquella norma de conducta; pero esas razones no pesaron en la consideración del señor Gobernador Eclesiástico de Valparaíso, Don Mariano Casanova, quien, desde el púlpito, combatió sin cesar la escuela, que, a su entender, era “germen de la comuna en Chile y estaba destinada a formar una juventud sin Dios”. La campaña emprendida por el Gobernador Eclesiástico era activa y constante y hubo que llamar la atención de los que

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sostenían la escuela y de los que la dirigían. El Gran Maestro Arlegui en su “Memoria” correspondiente a 1872 y tocando este asunto, decía: “Tratando este asunto y aunque sea ajeno a este lugar y a mi carácter, no puedo por menos que consignar aquí una enérgica y formal protesta contra esas falsas e infundadas alarmas promovidas por algunos individuos revestidos de cierto carácter, y que abusando de su posición e influencias, ya por ignorancia o por malicia, dirigen encarnizadamente sus ataques a desvirtuar y desprestigiar la fundación de un establecimiento destinado al noble y santo propósito de despertar las inteligencias infantiles, sacándolas de la ignorancia e iluminándolas con los primeros albores del faro luminoso de la civilización, con el fin de formar así, para más tarde, ciudadanos ilustrados y laboriosos, que influyan eficazmente en el bien y provecho de los destinos de su patria. Mas, a pesar de todo, creo firmemente que aquellos ataques, por lo mismo que son infundados e injustos, no conseguirán jamás el objeto que se proponen y la escuela “Blas Cuevas” seguirá como hasta aquí en su estado floreciente bajo la activa y prudente dirección de sus dignos fundadores y sostenedores”. En efecto, el aumento en la matrícula de la escuela, demostraba que las prevenciones del señor Casanova no encontraban el eco que hubiera deseado. En tal emergencia, el Gobernador Eclesiástico envió, con fecha 26 de noviembre de 1872, una extensa Circular a los señores Curas, Administrador de la Matriz del Salvador, de los Doce Apóstoles y del Espíritu Santo. Dicha Circular empezaba haciendo resaltar la importancia que tiene en todo país civilizado la enseñanza de la juventud; y luego de apoyar su aserto con la opinión de algunos autores, pasaba a tratar la cuestión de la religión en las escuelas, Porque ese, y no otro, era el motivo único de los ataques a la escuela “Blas Cuevas”; el que no enseñara religión. De nada servían las lecciones de moral cristiana; de nada servían los ejemplos sacados de la Historia Sagrada, si no enseñaba religión, es decir, si no se enseñaba que la única religión verdadera era la católica, si no se enseñaba que “los que no pertenecen a la Iglesia católica, no pueden salvarse”, “porque Dios ha querido que entren en la gloria únicamente aquellos que hubieren pertenecido a su iglesia”.

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En seguida, refiriéndose al estado de la instrucción en Valparaíso, exclamaba: “Pues bien, triste y muy triste es el estado en que se encuentra en Valparaíso la instrucción religiosa, a pesar de las prescripciones de la ley de instrucción. “Como desahogo en la dolorosa impresión que en mi alma produce este estado de cosas, me dirijo a vosotros, señores curas, para haceros algunas revelaciones importantes e invitaros a trabajar, como si no hubiera otro asunto de interés, en la fundación de escuelas católicas, auxiliándonos con la cooperación de cuantos piensen como nosotros. Así reunidos multiplicaremos nuestras débiles fuerzas y pondremos remedio al mal que deploramos”. “El mayor mal que amenaza a nuestros niños católicos, el mal más grave que pueda imaginarse es, sin duda, la escuela atea. Esta vez voy a ocuparme únicamente de ella”. Después, entrando a ocuparse de las razones que los fundadores de la escuela “Blas Cuevas” habían expuesto para no enseñar determinada religión en el establecimiento, hacía una refutación, ayudándose con testimonios de algunos filósofos paganos. Haciéndose cargo, en seguida, de la alusión del Gran Maestro hecha en la Memoria del año 72, ya citada, agregaba: “Tengo derecho para creer que me toca a mí en primer lugar, el honor de la referencia que hace el Serenísimo Gran Maestro, pues sin cesar he combatido y seguiré combatiendo los establecimientos de esta clase, germen de la comuna en Chile y destinados a formar una juventud sin Dios; pues bien, yo creo que el Serenísimo Gran Maestro no se atrevería a decirme en mi cara que en este asunto procedía yo con malicia; y si me lo dijera, dudaría todavía de su convicción, pues yo pago tributo a su honorabilidad! Creo que colocado él en mi puesto haría lo mismo que yo. Sólo las despóticas exigencias de ese trono de ascuas desde que ha hablado, han podido arrancarle, en el silencio de las tenidas y bajo la impenetrable bóveda de acero, acusaciones tan infundadas e injustas”. Más adelante agrega: “Yo deseo la discusión seria de estas verdades. Hago votos porque las estudien todos los que s e interesan por la felicidad del pueblo y ardientemente solicito que apoyen o

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refuten mis ideas”. “A la obra, señores curas. Animad a los fieles para que trabajen, como si no hubiera más en qué pensar, en la fundación de escuelas francamente católicas. Que la cruz brille sobre sus puertas y que en sus muros se lea en grandes caracteres el credo católico”. Los deseos del señor Casanova, en lo referente a la discusión del asunto, se vieron pronto satisfechos A raíz de la publicación de dicha Circular y de algunos otros artículos de prensa, encaminados al mismo objeto, la Gran Logia de Chile designó una Comisión -compuesta de Eduardo de la Barra, Isidoro Errázuriz, Ramón Allende Padín y Benicio Álamos González- encargada de refutar las inculpaciones que el clero y los conservadores hacían a la Masonería. Larga y tenaz fue la polémica. Tomando como objeto la falta de enseñanza católica en la Escuela “Blas Cuevas”, la prensa conservadora publicó una serie de artículos, que poco a poco se fueron apartando del tema que les sirvió de pretexto, para entrar en el verdadero terreno a que esperaban llegar; el ataque directo a la Masonería. Tales fueron los que insertó el señor Máximo R. Lira, en forma de cartas al señor Zorobabel Rodríguez, en las columnas del “Independiente”, en enero de 1873; y otros, sin firma, que en el mismo diario aparecieron en diciembre del año anterior, bajo los títulos de “La Francmasonería” (27 de diciembre de 1872); “La Francmasonería y el Cristianismo” (28 de diciembre); “La Francmasonería y la Democracia (29 de diciembre); “La Francmasonería, su objeto, obligaciones y resultados”, discurso pronunciado el 9 de junio de 1872 por el padre Lamieres en la iglesia de Aurillac (Francia), con ocasión de un escándalo masónico”. (“El Independiente”, 20 de diciembre de 1872); y la Masonería y las Religiones del Oriente” en la “Revista Católica”, de 1 de febrero de 1873. A estos multiplicados ataques, la Comisión de la Gran Logia respondió con serenidad y altura de miras, manteniendo la discusión en el terreno de los principios y evitando toda expresión que pudiera ser tomada como ataque personal. ¿De qué lado estuvo la razón? ¿Quiénes se llevaron la palma de la victoria? Sólo apuntaremos un hecho, del cual fluyen consecuencias elocuentes: al año siguiente de la

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polémica de que nos venimos ocupando, se abrió una nueva escuela, sostenida también por la Masonería de Valparaíso: la escuela “Blas Cuevas” Nº 2, para niños, cuya inauguración se verificó el 2 de febrero de 1873. Para los lectores que deseen conocer en todos sus detalles esta interesante polémica, apuntamos al final de este capítulo una Bibliografía, en que se anotan los principales artículos de prensa publicados de una y otra parte en Valparaíso y en la capital. Debemos hacer presente que varios de estos artículos fueron recogidos por el señor Mariano Casanova en un folleto intitulado “La Religión y la Masonería. Recopilación de los principales artículos publicados por los diarios, a consecuencia de una Circular sobre la Escuela Atea, del señor Gobernador Eclesiástico de Valparaíso”. Y decimos que fueron recogidos varios artículos y no todos,, pues un buen número de aquellos que contenían la mejor argumentación a favor de la Escuela “Blas Cuevas” y refutaban las imputaciones del clero, no fue incluido en el mencionado folleto, lo que obligó a la Gran Logia a publicar por su parte otro opúsculo, que fuera más completo en su contenido. Dicha publicación apareció en 1873, en Valparaíso, bajo el título de “La Escuela Laica, Apéndice a la Escuela Atea, etc.”. Dice dicho folleto en su introducción: “Don Mariano Casanova ha hecho publicar recientemente un folleto que contiene, según se lee en la carátula, “los principales artículos publicados en los diarios a consecuencia de su Circular sobre la escuela atea”; pero en realidad sólo se registran en el mencionado folleto las piezas favorables a la opinión que el señor Gobernador Esclesiástico sostuvo, brillando por su ausencia todos los artículos contrarios que los periódicos de Santiago y Valparaíso dieron a luz, con excepción únicamente de los que llevaban la firma de la Comisión de la Gran Logia de Chile. ………………………………………………………………………………………… “Y no se crea que las supresiones que s e anotan en el folleto del señor Casanova han tenido por objeto evitar la demasiada extensión, pues han ido a desenterrar artículos que “El Mercurio” había publicado diez meses antes suscitarse la cuestión promovida a consecuencia de su Circular y ha insertado artículos que antes no han visto la luz pública ni se dice de dónde han sido tomados”.

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…………………………………………………………………………………………. “Aquí terminaría esta Introducción, si no tuviéramos que denunciar un fraude místico de que por segunda vez se ha hecho reo el señor Casanova, publicando en su colección el artículo de la página 165 de su folleto sobre lo que se llama la opinión de M. Courcelle Seneuil acerca de la Masonería. “El que haya seguido atentamente la polémica promovida por el señor Casanova, habrá notado el particular empeño que ese caballero siempre ha tenido en hacer de la cuestión escuelas laicas, cuestión de Masonería.

Desde su famosa circular, dejó ver claramente que la Escuela “Blas Cuevas” era para él lo secundario; lo importante era dar un rudo golpe a la institución masónica que en esos tiempos tenía la osadía de levantar un Templo a pocos pasos de la futura iglesia metropolitana. “Consecuentes con esa idea, el señor Casanova y sus defensores no han dejado objeción por hacer contra la Masonería, aun las más ridículas; y agotado ya el caudal, se creyó darle un golpe de gracia, publicando maliciosamente una parte del capítulo que M. Courcelle dedica a las sociedades secretas en su obra titulada “Ciencia Social”. “La opinión de un hombre, por sabio que sea, no es decisiva en un asunto, mucho menos cuando se habla de sociedades que no se conocen. Pero vamos aprobar cómo lo que se llama opinión de M. Courcelle Seneuil sobre la Masonería, no es sino un fraude místico, como dijimos. “En efecto, véase la página 42 de la obra ya citada, edición de Guillaumin y Cía., París, 1862, y se leerán estas textuales palabras. Después de haber hablado de las conspiraciones, dice: “De las conspiraciones a las sociedades secretas, no hay más que un paso. Pero la conspiración tiene siempre por objeto un acto inmediato, un acto militar, mientras que la sociedad secreta puede proponerse, sea un acto militar, sea la propagación de ciertas doctrinas proscritas por el poder existente. Distingamos con cuidado estas dos especies de sociedades y ocupémonos desde luego de la más conocida, que es la primera (es decir, la que tiene por fin un acto militar). “Esta sociedad, no es propiamente hablando, etc.”. ………………………………………………………………………………………. “El primer párrafo ha sido suprimido maliciosamente en el

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folleto de Casanova y los lectores que han leído el encabezamiento del artículo, “Opinión de M. Courcelle sobre la Masonería” han creído que al decir este autor “Esta sociedad no es, propiamente hablando, sino el preliminar de una conspiración, etc.”, se refería a la Masonería, institución que no menciona una sola vez el distinguido economista en su largo capítulo. Donde éste habla de sociedades de conspiración militar, se le ha hecho decir, pues, Masonería. Esto será muy ingenioso y muy lícito para el señor Gobernador Eclesiástico y sus amigos; pero para los hombres honrados, cualquiera que sea su opinión tiene un nombre más feo que el de fraude místico que le aplicamos. “Pero continúa todavía el engaño malicioso. “En la página 430, termina M. Coucelle la referencia a las sociedades secretas militares y pasa a ocuparse de las que tienen un fin de propaganda, a las que dedica tres páginas. Pues bien, el señor Gobernador corta ahí el capítulo, a fin de los sombríos colores con que el autor pinta las sociedades que se proponen alterar el orden público, se creyese que eran aplicados a la Masonería. “El párrafo suprimido por el señor Casanova dice, entre otras cosas: “Hay otra clase de sociedades, menos conocidas en nuestros tiempos que aquéllas cuyo objeto es derribar al gobierno, pero que han desempeñado un rol importante en la historia: son las sociedades que se proponen sencillamente la propagación de ciertas doctrinas morales y sociales, sin ocuparse actualmente de las consecuencias políticas que pueda tener esa propaganda. Estas sociedades han sido numerosas en los siglos de violenta comprensión que han precedido al nuestro, y existen todavía algunas de ellas. Estas sociedades no tendrán razón de ser en los países en que cada uno es libre de pensar todo lo que quiere o decir todo lo que piensa; pero desde el momento que se comprime la libertad de pensar y de expresar lo que se piensa, sea por un despotismo militar, sea por una iglesia opresora, sea por una mayoría democrática brutal y poco cuidadosa del derecho de las minorías, las sociedades de este orden pueden hacer y prestan grandes servicios”. Como se ve, el párrafo suprimido, más bien favorecía la causa de la masonería, en contra de la cual se le citaba.

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He aquí los títulos de los artículos publicados en pro y en contra de la Escuela “Blas Cuevas” y de la Masonería:

1. La Escuela Atea. Circular del señor Gobernador Eclesiástico de Valparaíso a los curas e esta ciudad. Valparaíso 26 de noviembre de 1972.

2. El señor Casanova y la Masonería, por Un Ultramontano, den “El Mercurio”.

3. La Religión en las Escuelas. Seis cartas dirigidas por el señor presbítero don Mariano Casanova al cura de los Doce Apóstoles (señor J. A. Infante).

4. La tolerancia de los tolerantes y el fanatismo de los incrédulos. Editorial de “El Independiente”, 4 de diciembre de 1872.

5. Escuelas Ateas y Protestantes. Editorial de la “Revista Católica” reproducido por “El Independiente”; 10 de octubre de 1872.

6. La Religión de la Enseñanza de las escuelas. Editorial de “El mercurio” 13 de marzo de 1872.

7. Creyentes y Librepensadores. Id. 15 de marzo. 8. Religión y Democracia. Id. 16 de marzo. 9. Ilusiones y Sofismas. Id. 15 v de marzo. 10. La Masonería y el Gobernado Eclesiástico, por la

Comisión de la Gran logia de Chile. “El Mercurio”, 13 de diciembre de 1872.

11. La escuela “Blas Cuevas” y el Gobernador Eclesiástico. “El Mercurio”, 14 de diciembre.

12. La Moral y la Religión. Id. 16 de diciembre 13. La Moral y el Catecismo. Id. 17 de diciembre. 14. Los Símbolos y las farsas. Id. 18 de diciembre 15. A los señores de la Gran Logia y su Comisión por Un

Amigo del señor Casanova, “El Mercurio, 20 de diciembre.

16. An Irish Catholic, Id. 17 de diciembre. 17. La Masonería en campaña, por Un Católico. “El

Incdependiente” 24 de diciembre; y “El Mercurio”, 20 y 26 de diciembre.

18. La Masonería y las religiones del oriente. “El Mercurio” enero 9 de 1973; y “Revista Católica”, 1 de febrero.

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19. La Francmasonería y la moral. Editorial de “El Independiente”, 27 de diciembre de 1872.

20. La Francmasonería y el Cristianismo, Id. 28 de diciembre.

21. La Francmasonería y la Democracia. Id. 29 de diciembre.

22. La Francmasonería, su objeto, etc., por E. R. Id. 20 de diciembre.

23. La Francmasonería. Cartas de don Máximo R. Lira a don Zorobabel Rodríguez. “El Independiente, 5 y 12 de febrero de 1873.

24. La religión en la educación. 25. La Francmasonería hace a los hombres inhábiles para

contribuir a la riqueza pública y arruina a la sociedad en que ejerce su influencia, por M.J. C. Coucelle Seneuil.

26. Una palabra más. 27. Condenaciones formales que han hecho los soberanos

pontífices de la Masonería. 28. Última hora. Proyecto de un nuevo colegio. “El

Ferrocarril”. 29. Los jesuitas en campaña, por Argos.Id. 30. La Masonería justificada por “El Independiente” contra

el ataque de los clérigos, por Argos. Id. 31. La democracia de los ultramontanos. 32. La escuela atea, por R. A. P. (Ramón Allende Padín),

en “El Mercurio”. 33. Editoriales (cuatro) de “La Patria” en marzo de 1872,

sobre los ataques a la escuela Blas Cuevas. 34. La cruzada ultramontana, Id. Diciembre 2 de 1872. 35. Editorial. Id. 4 de diciembre. 36. Remitido. Ni fanático ni masón, en “La Patria”. 37. Editorial “La Patria”. 38. Enseñanza sediciosa en las escuelas. Editorial “La

Patria” 39. La Escuela Atea, por Veritas (dos artículos), “La

Patria”. 40. La Escuela Libre. Editorial de “El Ferrocarril”. 41. La enseñanza laica en Francia por M. Lockroy. 42. La instrucción laica en Uruguay. Editoriales de “El

Siglo”, reproducidos por “La Patria”, en 4 de junio de

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1872. 43. La moral de la escuela atea, por V. Erasmo Gesuit.

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El hecho de haberse fundado una nueva escuela laica a raíz de esta polémica, está indicando de qué parte estaba la razón en cuanto al tema educacional, pues, como habrá podido observarse por los títulos de los artículos que hemos mencionado, se comenzó por discutir la enseñanza religiosa en las escuelas, para ir a parar a la Masonería. Respecto del segundo tópico, reproduciremos las siguientes frases, tomadas del periódico conservador “El Independiente” y que valen por miles de argumentos. “Nada tenemos que decir contra los esfuerzos de la Masonería para cultivar en el hombre sus buenas cualidades naturales, desenvolviendo instintos de la moralidad y trabajando por el desarrollo de la inteligencia” “En esta parte no hay oposición entre el Cristianismo y la Masonería. Tampoco se descubre oposición en las doctrinas de la fraternidad, de benevolencia, de mansedumbre y de tolerancia que la Masonería predica como propias, después de haberlas plagiado del Evangelio”. Y para terminar este capítulo, citaremos un último párrafo, que es por demás sugestivo, pues nos hace saber por medio de un autorizado órgano de la prensa católica, que cristianos y católicos no son precisamente lo mismo. El Tantas vecs citado “Independiente” anuncia que entrará “a examinar las relaciones en que la Masonería se halla con el cristianismo y especialmente con el catolicismo”. Después de tal declaración, es fácil comprender por qué el clero católico e Valparaíso no le parecía bien que en as escuelas Blas Cuevas se enseñara moral cristiana. Según se acaba de ver, “El Independiente” no halla oposición -en lo que a moral se refiere- entre masonería y cristianismo; pero nos da a entender que cristianismo y catolicismo no son, como pudiera entenderse, una misma y sola freligión.

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CAPÍTULO XVII

La Masonería chilena fue combatida desde sus primeras manifestaciones. Se publican en su contra varios folletos. Breve análisis de algunos de ellos. Pastoral del Arzobispo don Rafael Valentín Valdivieso contra los “errores” que condenan la Encíclica “Quanta Cura” y “Syllabus”. Carta de la Logia “La Verdad” de Marsella a Monseñor Plantier, Obispo de Nimes, a propósito de impugnaciones a la Masonería. Triste ejemplo de intransigencia dado por el clero santiaguino ante la solicitud matrimonial del Diputado don Juan Agustín palazuelos. La Masonería en Chile nació combatida desde su cuna. Es verdad que la primera vez que la prensa nacional, por intermedio de “El Mercurio” se ocupó de ella, lo hizo con elogio y ecuanimidad, reconociendo la elevación de sus principios fundamentales y refiriéndose con marcada complacencia a la obra de altruismo quew desarrollaba en los diversos puntos en que establecía sus talleres; y terminaba refiriéndose, sin alarmas, a la existencia de Logias en nuestro país. Pero, si bien el tono de “El Mercurio” era mesurado, no courrió otro tanto con los demás órganos de la prensa, que, desde aquella fecha en adelante, puede decirse que sin excepción, se ocuparon de hostilizar a la Orden masónica, haciéndola aparecer a los ojos del vulgo como entidad sospechosa y terrible. La “Revista Católica”, replicando el editorial de “El Mercurio”, usa ya amargas expresiones de condenación para una sociedad que, por mandato expreso de sus Estatutos, “tiene por objeto la beneficencia y la práctica de todas las virtudes”. Mas, como el artículo de la prensa periódica es de efímera vida y a veces de corto alcance; como las frases del periodista se pierden frecuentemente en la indiferencia o en el olvido, sin lograr que el fin propuesto llegue a realizarse, los enemigos e impugnadores de la Masonería recurrieron a la publicación de opúsculos, que, repartidos profusamente,

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alcanzaron a todos los rincones del país, penetraran a todos los hogares y estuvieron constantemente al alcance de las personas en cuyo ánimo se deseaba influir. Tal vez faltos de antecedentes y de conocimientos en qué fundar sus cargos y obedeciendo tan sólo al afán de combatir a una institución que no conocían, pero a la cual se les había ordenado combatir y aquellos editores debieron contentarse con reimprimir en nuestro país algunos panfletos que vieron primitivamente la luz pública en otras regiones y que, a pesar del esfuerzo gastado para adaptarlos a nuestro medio ambiente social, resultaron por demás artificiosos y faltos de espontaneidad. En el período comprendido entre los años 1861 y 1868, precisamente en la época en que la Orden Masónica desplegaba sus mayores esfuerzos para darse una organización sólida en Chile, vieron la luz pública tres folletos destinados al objeto exclusivo de desacreditarla y combatirla. Fueron los siguientes:

1. “Historia, doctrina y fin u objeto de la Francmasonería” por “Un Francmasón que no es más”, publicado en Santiago en 1861 y reimpreso al año siguiente.

2. “Historia de la Sociedades Secretas, edición que contiene los principales signos masónicos” por Carrasco Hernando y Díaz marino. Valparaíso. 1862.

3. “Los Francmasones. Lo que son; lo que hacen; lo que quiere”; por Monseñor Segur, etc.

Las dos primeras publicaciones, con ligeras diferencias,

contienen lo mismo; la repetida cuestión de parentesco de la Orden Masónica con la de los Templarios; la influencia de la Masonería en la Revolución Francesa y en el progreso de las ideas liberales del siglo XIX. En cuanto a la promesa contenida en sus títulos y relativa a revelar los secretos y signos masónicos, los autores no la cumplen en parte alguna. Para no defraudar a los lectores, les hablan de “los carbonarios” y sus “ventas” y después de narrar unos cuantos episodios, cuya autenticidad nadie garantiza, deducen conclusiones que se aplican a la Masonería.

“Os dedicamos la reimpresión de este pequeño folleto. -dice el editor del primero que hemos citado, dirigiéndose al

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pueblo chileno- leedlo con atención y comunicad en seguida a vuestros hijos lo que en él aprendáis. El genio del mal esparce por doquier sus funestas doctrinas, y disimulando su verdadero objeto, que no es otro que el de dominar par satisfacer su codicia, finge la libertad, la igualdad, la fraternidad y tras estos hermosos y venerandos nombres, prepara la esclavitud, el despotismo y el reinado del puñal”.

“Muerte, desolación y ruinas prometen al mundo las sociedades secretas. Ellas, aún cuando han prendido en nuestro suelo, no brotan ni vegetan con fuerza; no son plantas para nuestro dulce y suave temperamento; preciso es, sin embargo, temerlas y sofocarlas en su origen”.

Como se ve, según el editor de dicho folleto, lo menos que podía hacer la Masonería era preparar el reinado del puñal… Pero no es éste el único “lapsus” que hallamos; pocas páginas más adelante, nos encontramos con esta frase digna de anotarse: “Muchos autores han asegurado que los príncipes alemanes, suizos e ingleses, que se entregaron a sí mismos y a su país al protestantismo, eran no solamente libertinos, sino también francmasones”.

Entre tanto, es bien sabido que las Constituciones de la Masonería proclaman como postulados fundamentales, los de la tolerancia y fraternidad, sin atender ni a las razas, creencias ni simpatías políticas de los hombres, exigiéndoles tan sólo que sean cultos, honestos, respetuosos y buenos.

Son bien distintas, por cierto, las miras de la Orden Masónica, que tiende a unir a todos los hombres en una sola familia, vinculados por los lazos del amor y del respeto; bien distintos, repetimos, de aquellas miras incalificables, que se han cristalizado en expresiones como éstas:

“Por lo cual mandamos estrechamente y en virtud de santa obediencia a todos los fieles de Cristo, de cualquier estado, grado o condición, orden, dignidad o preeminencia que fuere, ya legos, ya clérigos, tanto seglares como regulares y aún a los que sean dignos de específica individual mención y expresión, que ninguno, bajo cualquier pretexto ni color se atreva a presuma a formar dichas sociedades de Libero-Muratori o Francmasones, o de otros modos denominados, ni propagarlas, fomentarlas o admitirlas ni ocultarlas en sus casas, habitaciones, ni en otra parte alguna, ni inscribirse, agregarse o asistir a ellas ni conceder facultad o comodidad

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para que se reúnan en parte alguna, ni facilitarles recurso alguno, ni tampoco darles consejo, auxilio o favor, ni en público ni en secreto directa ni indirectamente, por sí o por medio de otros, ni exhortar, inducir, provocar o aconsejar a otros que se inscriban, afilien o asistan a dichas sociedades o las ayuden o fomenten de cualquier modo, sino que se deben abstener enteramente de esas sociedades, reuniones, juntas, asociaciones, congregaciones o clubs, bajo pena de excomunión en que incurren ipso facto sin más declaración todos los que contravinieren a lo arriba dicho, sin que ninguno pueda gozar del beneficio de la absolución de nadie sino tan solo de Nos o el romano Pontífice que entonces fuere, a no ser in articulo mortis”.

“Queremos, además, y mandamos a todos los Obispos y Prelados superiores y demás Ordinarios de los pueblos… etc. los castiguen y repriman con las penas convenientes como gravemente sospechosos de herejía. Pues a todos ellos y a cada uno en particular les atribuimos y concedemos libre facultad para proceder e inquirir contra los mismos trasgresores y reprimirlos y castigarlos con las penas convenientes, invocando para ello, si necesario fuere, el auxilio del brazo secular…” (Bula de Clemente VII, en 28 de abril de 1738).

No pueden ser sentimientos más cristianos los manifestados por el jefe de la iglesia. Oigamos la palabra de otro Papa:

“Los que hacen estas cosas (es decir, son miembros de la Masonería) son dignos de muerte y no solamente los que las hacen, sino también los que los protegen” (Bula de León XII, en 15 de mayo de 1825).

En verdad, después de oír declaración semejante, venida de quien viene, puede pensarse con razón que se prepara el reinado del puñal…

¿Y qué pensar de la imputación hecha a la Masonería de pretender derribar los tronos y destruir la autoridad de reyes y soberanos, si consideramos que en Inglaterra, Alemania y otros países, los príncipes y soberanos han sido protectores y miembros de la Orden y si recordamos que, según opinión del Sumo Pontífice, son dignos de muerte los francmasones?

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El segundo de estos folletos es una reimpresión de un opúsculo aparecido en España hacia el año 1829 y no contiene más noticias interesantes que el primero. Con distintas palabras, tiende al mismo objeto: “Combatidos detenidamente estos errores y establecida al mismo tiempo la divinidad de la religión cristiana, la d e la iglesia católica, la necesidad en ella de una autoridad perpetua donde, como en un punto céntrico se reuniesen y viniesen a terminar todas y fuese como la clave que asegurase este edificio divino, es decir, el Papa; cuando nuestro Santo Padre Pío Papa VIII, que felizmente reina, en su hermosa Encíclica, hacía circular a todos los patriarcas, primados, arzobispos y obispos del orbe católico, con fecha 24 de mayo de este presente año de 1829, primero de su pontificado, con tanto encarecimiento les encarga que vuelvan todos sus cuidados hacia las sociedades secretas que en su odio contra Dios y los príncipes, trabajan con ardor en la destrucción de la iglesia, en la ruina de los estados y trastorno del Universo, rompiendo el freno de la fe para abrir el camino a todos los crímenes”. Un examen, aunque somero, de estos folletos, permite al lector descubrir desde luego el punto fundamental que los enemigos de la Masonería -en este caso el clero católico- atacan en ella: la libertad de conciencia. En realidad, para una religión que pretende apoderarse para siempre de la conciencia humana; que pretende dar las normas de la vida moral y aún de la vida material, según cánones que respondan a la seguridad de su dominación no puede ser grata la existencia de sociedades que, como la Masonería, proclaman el sagrado derecho del libre examen; y que no preguntan al adepto que llega hasta ellas cuál es su fe sino cuál es su vida; que no examinan sus creencias íntimas sino sus virtudes y cualidades sociales y cívicas. A nadie se oculta que entre una asociación que propaga el amor hacia rodos los hombres, creyentes o incrédulos, que procura constantemente despertar en los suyos sentimientos nobles y altruistas; y entre aquella otra que con refinado egoísmo ha tomado como lema esta frase audaz “fuera d e mí no hay salvación”, existe un abismo infranqueable. Impotente ésta para contener por medio de Bulas y Encíclicas el avance del progreso social, procura interesar a

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las autoridades civiles, alarmándolas ladinamente y presentando ante ellas el fantasma de una sociedad de conspiradores y asesinos. : “Si al menos los gobiernos de los pueblos en que todavía la Francmasonería no ha llegado a dominar, quisiesen, mientras es tiempo, abrir los ojos; si mostrándose hijos sumisos de la iglesia, secundasen sus maternales miras y cortasen con la severidad y energía necesarias esa gangrena mortífera… etc.”. Sin embargo, a pesar de tantas alarmas, las naciones deben muchos de sus progresos a la obra silenciosa pero fecunda de la Institución Masónica, a quien tantos quisieran envolver en eterna condenación.

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En 1865, el Arzobispo de Santiago hizo la publicación de la Encíclica “Quanta Cura” y “Syllabus” o índice de los errores modernos, expedida por el Pontífice Pío IX. Esta publicación dio pretexto al citado Arzobispo Monseñor Don Rafael Valentín Valdivieso para una “Pastoral sobre los errores que se condenan en la Encíclica y Syllabus, en la cual fue analizando las materias que merecieron reprobación y anatema de parte del Jefe de la Iglesia. Esta Pastoral estaba dividida en varias partes; entre éstas hay una, el párrafo IV, dedicado a las asociaciones. Dice en uno de sus pasajes: “De nuestra parte os recomendamos muy principalmente, mis carísimos dioceanos, huyáis de todos esos perversos conventículos y no tengáis ningún género de participación en esas secretas y reprobadas logias en que insensiblemente va preparándose el naufragio de la fe y hasta la persecución encarnizada de nuestra santa religión.

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Estos ataques, llenos de cargos vagos, de acusaciones imprecisas, lanzados al campo de la publicidad para atemorizar a los espíritus pusilánimes, no surtieron el efecto que sus autores esperaban, toda vez que si influyeron en el ánimo de alguien, fue precisamente en el de aquellos que pos su misma

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falta de personalidad y de carácter, por su cultura escasa, no habrían podido penetrar, aunque lo hubieran pretendido, al recinto de las logias masónicas. No obstante, las ediciones se multiplicaban y algunos de estos folletos alcanzaron a ser reimpresos varias veces. Como no contenían ningún cargo concreto y preciso sobre la labor de la Masonería en general ni mucho menos respecto de las actividades de las logias de nuestro país ninguna contestación se dio a dichos libelos que no merecieron más que indiferencia de parte de aquellos a quienes tan amargamente se condenaba. Esta actitud no tuvo sino una excepción; y sin entrar a polémicas sobre puntos que los mismos impugnadores no sabían precisar, se dio a la publicidad, en francés y en castellano, una Carta, que la Logia “La Verdad” de Marsella escribió a M. Plantier, Obispo de Nimes, a propósito de una comunicación que dicho prelado dirigiera el 30 de octubre de 1865 al Ministro de Cultos e Instrucción Pública de Francia. Dicha carta, publicada en Valparaíso el mismo año en que apareció en Francia, es la siguiente: “Monseñor: “Dos principios inmortales constituyen la Masonería: la dignidad humana y la caridad; permaneceremos fieles a ellos al dirigiros esta carta. “En presencia d e los injuriosos ataques que contra esta Institución habéis sembrado a manos llenas en el memorial que dirigisteis, el 30 de octubre último, a S. E. el señor Ministro de Instrucción Pública y de Cultos, por lo que nos debemos a nosotros mismos, por lo que debemos a nuestros hermanos en la fe masónica, protestamos enérgicamente contra insinuaciones y acusaciones verdaderamente incalificables, así como también contra un lenguaje acerbo y violento, que será desaprobado, no sólo por los espíritus reflexivos e imparciales, sino aun por los corazones sinceramente animados de sentimientos religiosos. “Desde luego, séanos permitido haceros observar que una religión de paz y de amor como la de Jesús, que predicó la fraternidad entre los pueblos, no ha podido dar nacimiento a una diatriba tan agria, apasionada y virulenta como la vuestra. No; es imposible que hayáis escrito bajo el soplo inspirador de aquel que resumía toda su doctrina entera en

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este admirable concepto: Amaos los unos a los otros. “¿Con qué derecho, Monseñor, arrojáis el ultraje sobre nosotros, afirmando que somos una familia detestable; que la Sociedad San Vicente de Paul, que respetamos en sus manifestaciones caritativas, es a la nuestra lo que el Cielo es al Infierno; que jamás hemos tenido la dignidad ni el alma de una institución de beneficencia; que hemos organizado el egoísmo sin conocer la caridad, y que somos los enemigos de Dios y de los hombres? “¿Qué se puede pensar, os lo preguntamos aún, de esta inconveniente y odiosa comparación que tan complacientemente parafraseáis, personificándonos en Barrabás, acusado de asesino según el testimonio de los evangelistas? “¿Vuestra mano no ha trepidado o temblado al formular esta abominable calumnia? Cuando oráis en vuestro gabinete, arrodillado ante el Sublime Calumniado y eleváis las miradas al cielo ¿no sentís el sonrojo de la vergüenza y el escalofrío del dolor envolver todo vuestro ser, comprendiendo que habéis transformado en infames asesinos a hombres de abnegación y corazón? “Decís, en fin, que el odio es la base y el quicio de nuestra Institución; pero esto es más que un extraño descarrío, es un delirio. ¡Odiar el Evangelio! ¡por qué? El Evangelio es el más bello código de moral que reconocemos. ¡Aborrecer a la iglesia cristiana! ¿por qué? Restablecida a su verdadero destino, la iglesia cristiana es la sociedad de las almas puras, humildes y caritativas que, esforzándose por imitar a Jesús, ponen en común sus deseos y sus esperanzas. ¡Aborrecer a los gobiernos legítimos! ¿por qué? Los gobiernos legítimos son aquellos que los pueblos eligen, aceptan y consagran, y que no destruye revolucionariamente, puesto que, por su voluntad soberana, los modifican según la necesidad de los tiempos y la marcha progresiva de las inteligencias. “Los hombres que odian son aquellos que imponen despóticamente sus ideas; los que emplean la opresión moral y material, los que amenazan con las llamas eternas al alma, tres veces sagrada por su origen divino, por su libertad y su inmortalidad, y condenan a galeras y al destierro a los que se atreven a orar siguiendo las imperiosas necesidades de su

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corazón y las santas exigencias de su conciencia. “Los francmasones son hombres de odios! ¿Dónde están las pruebas? Si podéis, hacedlas conocer al mundo. ¿Hemos sumergido a nuestros antagonistas en los calabozos? ¿Hemos encendido las hogueras? ¿Hemos levantado cadalsos? ¿La sangre ha sido derramada por nosotros en palacios y cabañas? ¿Dónde están los hombres de ciencia, de fe y de abnegación, afrentados, aprisionados, torturados o asesinados? “¡Ah! Arrojemos un velo sobre esos vergonzosos excesos de un pasado que no resucitará jamás. Un espíritu más vasto. Más humano, más filosófico y religioso, un espíritu de tolerancia y de caridad, ha penetrado en todos los rangos de la sociedad. Ya no veremos más las saturnales del fanatismo, esos tristes y dolorosos episodios de nuestra propia historia, consignados en páginas que parecen manchadas de sangre. “Nosotros respetamos las doctrinas serias y los espíritus convencidos; no rehusamos nuestra afección a los hombres que aceptan sincera y piadosamente teorías en las que la razón cede el paso a la imaginación y al misticismo. Aborrecer al hombre de buena fe! ¡Eso es un crimen! La astucia, la mentira, la hipocresía, la impostura, la dominación sobre las almas sencillas, tiernas y amantes; he ahí lo que nosotros detestamos y rechazamos. “Tenemos el orgullo de creer que en la magnífica obra de renovación universal que se ha realizado desde algunos siglos acá, la francmasonería ha sido uno de esos preciosos instrumentos que la providencia, en sus insondables designios, ha querido emplear. ¿No ha tenido ella por misión ayudar a construir el edificio social sobre la moralidad, la beneficencia y la fraternidad? Por qué, pues, despreciarla o desdeñarla? Si mejor ilustrado sobre nuestras aspiraciones, actos y tendencias, pudieseis desprenderos de antiguas preocupaciones; si, libre de espíritu, pudieseis considerar únicamente la marcha que Dios se ha trazado en el desarrollo de la humanidad, comprenderíais entonces que la Francmasonería tiene derecho a la atención y al aprecio de los gobiernos y de los particulares. “Bajo nuestra bandera vienen a alistarse espíritus selectos y almas generosas. Tendemos la mano a todos, son distinción de nacionalidad, rango ni culto. El obrero probo y modesto se sienta al lado del dichoso del siglo; el sabio

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llama hermano a aquel que no posee más que la noble ciencia del deber; nosotros acogemos con la misma benevolencia al católico, al protestante, al israelita y al musulmán; la fe religiosa no es un motivo de exclusión ni de preferencia; no exigimos ni abjuración ni apostasía, ni llevamos la desolación a las familias por nuestra pretensión fogosa o dogmática; tampoco inscribimos en el frontispicio de nuestros templos esta máxima d e intolerancia: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”. No somos forzados ni siquiera a sacrificar nuestras creencias políticas: el partidario d e la monarquía vive en paz con el que cree en la virtualidad de la democracia pura. Los unos y los otros, unidos en el mismo amor por todos los hijos de Dios, procuramos extender nuestras ideas, elevar nuestros sentimientos y marchar hacia la conquista de la verdad; y sabemos por las graves lecciones de la historia, por lo trabajos de los más ilustres pensadores, por el grito de las conciencias, que no podemos esperar el resultado entrevisto y deseado, sino por el progreso de la libertad y la caridad. “Los sufrimientos humanos no nos han encontrado jamás fríos o indiferentes: vamos siempre en ayuda del pobre, del enfermo, del anciano, del niño, de la viuda, del extranjero, del prisionero y del negociante arruinado por los acontecimientos; nos mezquinamos ni nuestro tiempo ni nuestras diligencias; procuramos cuanto está en nuestro poder, trabajo, pan y consuelos; extendemos el círculo de nuestros beneficios más allá de la familia masónica; basta ser desgraciado para excitar nuestras simpatías; y, lo decimos sin vanidad ni amargura, muchas veces hemos abierto nuestra bolsa para socorrer a venerables sacerdotes encanecidos en el servicio de la Iglesia. “Ved, pues, cómo aborrecemos a nuestro prójimo y cómo nos vengamos de los insultos retumbantes y poco cristianos que no se cesa de dirigirnos. “Proclamáis muy alto que muchos Papas, y particularmente Pío IX, al principio de su pontificado, han herido, fulminado y anatematizado nuestra cara y muy querida institución. “Estos recuerdos históricos no nos intimidan; nos prueban simplemente, que todo lo que es grande y bello encuentra siempre muchos obstáculos para establecerse entre

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los hombres; y que, hablando con toda la indulgencia que exige semejante asunto, se tiene celos de la caridad y del amor fraternal, como se tiene del espíritu, y que vos, Monseñor, y vuestros partidarios, tendréis la orgullosa debilidad de decir, variando los versos del poeta: “Nadie tendrá amor, fuera de nosotros y nuestros amigos”. “El anatema papal nos constrita sin doblegarnos. Un hombre a quien sus contemporáneos admiraron y a quien la posteridad admirará eternamente, el virtuoso y sabio Galileo, quebrantado por la vejez y por numerosos trabajos intelectuales, fue perseguido por el tribunal de la Inquisición de Roma a causa de sus descubrimientos científicos; se le encarceló a la edad de setenta años, se le forzó a abjurar públicamente y de rodillas sus pretendidos errores, que consistían en admitir el movimiento de la tierra y la inmovilidad del sol. Después, en la misma capital del catolicismo, el sistema de Galileo es enseñado con honor por los sucesores de los mismos que lo condenaron. Nosotros tenemos la firme esperanza de que, si el papado sabe y puede mantenerse modificando su espíritu como ha modificado su ciencia, llegará un día, y este momento no está tal vez muy lejano, en que uno de los Futuros Pontífices Supremos haga una brillante justicia a los esfuerzos y a la caridad de la institución que es hoy objeto de vuestro impotente desprecio. “La Francmasonería, segura de la grandeza de sus principios y confiada en el porvenir que le está reservado, no hará jamás oír ninguna expresión de cólera, y sabrá elevarse sobre todas las injusticias y apasionadas declaraciones. “En cuanto a vos, Monseñor, así como en cuanto a todos aquellos que excitan contra ella, con una especie de frenesí, la animadversión pública, sólo dirá, usando el lenguaje de Aquel que es ¡ay! Tan poco comprendido, estas notables palabras, pronunciadas por un noble y celeste corazón: “Padre mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

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La campaña de hostilidad hacia la Masonería y lo que con ella se relacione, no sólo se evidenció en las formas en que hasta aquí hemos dado a conocer, sino que a veces revistió

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caracteres de persecución personal, que la hicieron odiosa a los ojos de todo hombre honrado. Vamos a señalar un solo ejemplo, que hablará con la elocuencia irrefutable de los hechos. Nos referimos al hermano Juan Agustín Palazuelos, a quien la iglesia católica no permitió contraer matrimonio. Deseando Palazuelos unirse en matrimonio con la señora doña Clorinda Maturana Palazuelos viuda de don Esteban Maturana y Guzmán, con fecha 20 de junio de 1871, presentó la solicitud del caso ante la curia eclesiástica, pidiendo dispensas del impedimento por razón de parentesco con la señora Maturana, y las proclamas. El Vicario General de Arzobispado proveyó el 29 de junio como sigue: “Recíbase la información que se ofrece, tomándose declaración, tanto a los novios como a los testigos que se presentaren por ellos, acerca de los impedimentos dirimentes o impedientes del consorte; certifíquese por el notario mayor lo que le exprese el solicitante; agréguese el Boletín Oficial de la sesión de la Cámara de Diputados en que prestó juramento don Juan Agustín Palazuelos; y hecho, vista al fiscal -Fernández Concha. Ante mí, Briceño. El 20 de julio prestó declaración Palazuelos, y en la diligencia respectiva se leen estas palabras: “Después de haber preguntado si era católico, apostólico y romano, contestó: que así constaba de su fe de bautismo y que no creía tener obligación de dar otra prueba de su catolicismo. Insistí en que me expresara su creencia religiosa, y dijo que no creía de su obligación contestar otra cosa”. En la misma fecha, la señora Maturana también prestó declaración; y en cuanto al punto de su creencia religiosa, dice el documento respectivo: “que con respecto a su catolicismo, desde el momento que es bautizada es católica; y que basta esta respuesta (no quiso dar otra)”. En las declaraciones de los testigos José francisco Godoy y Guillermo Matta, nada hay de particular; en cambio, hay en seguida un certificado del actuario Briceño, en el cual éste hace constar nuevamente que Palazuelos declara no ser católico, apostólico, romano y que no puede dar otra prueba de su catolicismo que la fe de bautismo que acompañaba. El 21 de julio, Palazuelos presentó el Boletín de sesiones

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de la Cámara de Diputados, que s e le había exigido. El Promotor Fiscal interino de la Curia, Claudio Sánchez, informando en el expediente, dijo, entre otras cosas: “Sería ilícito, según mi entender, permitir este matrimonio; en efecto, ningún párroco en su carácter de ministro de la Iglesia, podría bendecirlo sin cooperar a la perpetración de un sacrilegio grave y escandaloso, puesto que ambos novios son anticatólicos y apóstatas, como consta de fojas 2, 2 vuelta y 3, llegando la impiedad del varón hasta decir en la Cámara de Diputados (sesión del 16 de septiembre de 1879): “esos Evangelios que llaman sagrados, para mí no lo son”. Tampoco podría el párroco autorizar este enlace en su carácter de ministro público de la ley civil, porque nuestro Código sólo le concede esta facultad respecto de los que profesan una religión diferente de la católica (art. 118) y estos novios no tienen creencia alguna religiosa que se conozca”. Y con esto vino la sentencia del tenor siguiente: “Santiago, julio 28 de 1871. Considerando: 1º que, según consta del Boletín Oficial de sesiones de la Cámara de Diputados, en la de 16 de septiembre de 1870. don Juan Agustín Palazuelos negó el carácter sagrado de los Evangelios; 2º que por esta apostasía de la fe, ha incurrido, según el art. 1º de la Bula Apostolica Fedis, en excomunión latae sentencia, uno de los efectos de la cual es la privación de sacramentos; 3º que siendo pública la apostasía de don Juan Agustín Palazuelos, es notorio que ha incurrido en la expresada excomunión; 4º que no puede concederse los sacramentos a los notoriamente indignos de recibirlos; “Se declara que no puede procederse a la celebración del sacramento del matrimonio pretendiendo por don Juan Agustín Palazuelos”. Fernández Concha. Ante mí, Briceño. Las gestiones de Palazuelos ante la curia y la resistencia de ésta no pararon aquí, como lo atestigua la carta siguiente: “Santiago, agosto 4 de 1871. Distinguido amigo nuestro: “Cumpliendo la comisión que Ud. se sirvió darnos, nos apersonamos ayer al señor provisor don Rafael Fernández Concha, manifestándole el interés que teníamos sin causar alarma en la atención pública; le manifestamos que conocíamos la sentencia que declaró a Ud. fuera de la iglesia y, como tal, incapaz de recibir sacramentos; y al mismo tiempo solicitamos

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del señor Fernández Concha nos dijera si tendría inconveniente para casar a Ud. como disidente. En el primer momento, nos pidió una solicitud por escrito, vacilando si podría dar su opinión a pesar de investir el carácter de juez; pero le objetamos que la jurisdicción que iba a ejercer era meramente voluntaria, y no tenía por qué excusarse de emitir un dictamen que solicitaba la única parte interesada. Nos manifestó en seguida que, conforme a las leyes canónicas, no podía administrarles sacramentos a los que no creían en ellos; porque ello importaría un verdadero sacrilegio Por nuestra parte le hicimos presente que Ud. no pretendía recibir sacramentos, sino llenar los requisitos que exige la ley civil, y que como tal, Ud. y su futura se encontraban en el caso que se encontrarían dos paganos que quisrean casarse en Chile. Él nos aseguró que, tratándose de paganos o disidentes, no tendría dificultad en casarlos, aunque creía que su ministerio era puramente sacerdotal sin ningún carácter civil, que el Código Civil no podía imponer a la autoridad eclesiástica obligaciones que ésta no quiere aceptar, y que, en este caso se cuenta la celebración de matrimonios no sacramentados. Finalmente, nos manifestó que Ud. no podía casarse ni como católico, puesto que estaba fuera de la iglesia; ni como disidente o pagano, porque la excomunión no borra el carácter de católico adquirido en el bautismo, ni tampoco se puede renunciar a serlo. Tal es el resumen conciso de nuestra conferencia con el señor provisor. Y sintiendo que nuestra intervención no haya dado resultado favorable, quedamos de Ud. atentos y S. S. Ramón Cerda, Diputado por Petorca”. He ahí un verdadero monumento al sectarismo. Pero Juan Agustín Palazuelos marchó adelante, a pesar del clero, y le acompañaron hombres que han merecido el respeto y la gratitud de Chile por sus servicios al país. La siguiente acta nos dice lo que en seguida ocurrió: “En Santiago de Chile, a 10 de agosto de 1871, Juan Agustín Palazuelos y Clorinda Maturana, en presencia de los parientes y testigos infrascritos, declaran que deseando contraer matrimonio y habiendo dado todos los pasos y habiendo hecho todas las gestiones exigibles pos la autoridad y compatibles con su dignidad personal, para levantar las

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informaciones, correr las amonestaciones y alcanzar las disposiciones necesarias, sin conseguir vencer los obstáculos que s e ha querido oponer a la celebración de aquél, ante el párroco respectivo, a falta de recurso público y solemne con que resguardar y ejercer su derecho a formar una familia que, como chilenos, les corresponde, por esta acta y esperando se les presente la deseada oportunidad de subsanar lo que hubiere de irregular y deficiente en el procedimiento actual, hacen constar su ánimo y voluntad de tenerse por toda la vida el uno al otro como marido y mujer -como legítimos y verdaderamente casados- reconociéndose recíprocamente todos los deberes y derechos de tales ante su propia conciencia, las autoridades y ante la sociedad representada por los deudos y respetables amigos aquí presentes, bajo cuya salvaguardia ponen el depósito de sus honradas intenciones y legítimas aspiraciones, desconocidas y atropelladas por la autoridad misma, a la que las leyes atribuyen la incumbencia de reconocerlas y consagrarlas para todos los habitantes de Chile. En fe y para constancia de lo expuesto firman con los testigos. Juan Agustín Palazuelos (Diputado por Cauquenes); Clorinda Maturana; Pedro Enrique Palazuelos; Vicente Reyes (Diputado por Talca); Carlos Palazuelos; Eugenio de Matta; Ángel Custodio Gallo (Diputado por Caldera y Rere); Roberto Souper; Juan Francisco Rivas;; Nicanor Otaegui; Manuel Antonio Matta (Diputado por Copiapó y Taltal); Juan Guillermo Gallo; Domingo Arteaga Alemparte (Diputado por Talca); Juan Nepomuceno Espejo (Diputado por Cauquenes); Padro María Rivas Cruz; Luis Cousiño (Diputado por Santiago);Carlos Rogers; Pedro N. Videla (Diputado por Coquimbo); Justo Arteaga Alemparte; Pedro León Gallo (Diputado por Copiapó), Julio Bernstein; Isidoro Errázuriz (Diputado por Talca y Linares); Marcial Martínez (Diputado por Cauquenes); Pedro Nolasco Vergara; Cesáreo Pérez; José Francisco Godoy; Ambrosio Montt (Diputado por Freirían y Petorca); Antonio Brieba; Francisco Gandarillas; Federico A. Belem; Guillermo Matta (Diputado por Ancud); Ramón Estévez; Eduardo Cortínez; Fernando Cortínez; Juan Gandarillas; por encargo y poder del señor don Manuel Recabarren, Manuel Antonio Matta”. He aquí la impresión que este acto de ciega intransigencia produjo en la opinión:

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“Durante más de un mes, un diputado al Congreso Nacional, un representante del pueblo estaba condenado a andar de oficina en oficina, de autoridad en autoridad, pidiendo a los cánones y a la ley, pidiendo a la razón y a la prudencia, a la justicia y a la equidad, el camino más legal, el camino posible para casarse, para abrir las puertas del matrimonio, uniéndose con una señora de la primera sociedad de Santiago; pero esas puertas que han estado siempre expeditas para el último habitante de una cárcel, porque todos legalmente pueden formar una familia, se cerraron herméticamente para él”. “Agotados todos los pasos compatibles con la dignidad humana, y con toda la dignidad de un diputado, sólo le quedaba el camino de la apostasía cobarde, el camino, en fin de la humillación y la vergüenza. Consultó a sus amigos, hizo apelación a todos los recursos y vio que la iglesia y el estado podían impunemente, en la situación actual, condenarlo a un celibato forzoso con todas sus funestas consecuencias”. “Miró a su alrededor: todos los poderosos oficiales estaban sordos a fingían estarlo; la iglesia se declara dueño absoluto y soberano del matrimonio; el poder civil confesaba su ridícula impotencia; el Código de 1855, por una abdicación incomprensible, de que no hay ejemplo en ningún país europeo o americano, había confiado a puerta cerrada y sin inventario, todos los impedimentos y toda la suma del negocio matrimonial a manos del clero”.

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CAPÍTULO XVIII

En 1868, la Gran Logia designa los Oficiales que han de dirigirla por un período constitucional de tres años. Se reforma la Constitución Masónica, en el sentido de establecer período de igual duración para el cargo de S. Gran Maestro y demás Oficiales de la Gran Logia. En 1869 terminó en sus funciones directivas el hermano Juan de Dios Arlegui. A pesar de sus protestas, es reelegido por un nuevo período. Se designa una Comisión

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encargada de revisar los Catecismos de los tres Grados. En 1872, Arlegui entrega al gobierno de la Orden a su sucesor, el hermano Javier Villanueva. Rol de las Logias chilenas en esa época. La última memoria leída por el Gran Maestro Arlegui ante la Gran Logia. Los Dignatarios y Oficiales designados para dirigir los trabajos de la Gran Logia de Chile, al cumplir los tres años de sus funciones, en 1865, fueron reelegidos casi en su totalidad. Uno de ellos, el Diputado Gran Maestro Melitón Caso, apenas pudo comenzar este nuevo período, pues lo sorprendió la muerte al principio del desempeño de sus funciones, en octubre de 1865. El 4 de julio de 1867 fue designado en su reemplazo el hermano Javier Villanueva. Al año siguiente, 1868, en la Asamblea General Ordinaria celebrada bajo la presidencia del S. Gran Maestro Arlegui, en 1 de junio fueron instalados los siguientes Oficiales, elegidos en la sesión anterior por un período constitucional de tres años: Diputado Gran Maestro………… Javier Villanueva; 1er. Gran Celador ..…………….. Blas Cuevas; 2do. Gran Celador ……………… José Miguel Fáez; Gran Orador …………………….. Guillermo Matta; Gran Secretario …………………. José Maldonado; Gran Tesorero …………………... Pedro Gudde; Gran Orador Adj. ………………. Benicio Álamos; Gran Sec, Adj. ………………….. Juan G. Jonson. El Consejo del Gran Maestro quedó formado por los siguientes hh: Ángel C. Gallo ………………….. Enrique Rodríguez; J. Agustín Palazuelos …………. B. Álamos González; Luis A. Lynch …………………… Manuel A. Guzmán; Blas 2º Cuevas ………………… J. de la Cruz Iñiguez; Manuel A. Velásquez ………….. J. Francisco Vergara.

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Como lo establecía la Constitución Masónica, el S. Gran

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Maestro duraba siete años en el ejercicio de sus funciones, en tanto que los demás oficiales debían elegirse cada tres años. Durante los primeros tiempos no ofreció inconvenientes esta disposición, por cuanto las dos primeras oficialidades -la de 1862 y 1865- fueron elegidas contando de antemano con la presidencia del hermano Arlegui, que continuaba en su puesto el tiempo que ellas iban a durar. Se podía, en consecuencia, esbozar un plan de trabajos en estrecha colaboración, sin temor que el cambio de dirección viniera a torcerle el rumbo o anularlo. Pero no ocurriría lo mismo cuando el Gran Maestro se viera en la necesidad de abandonar el puesto -por terminación de su mandato constitucional- a poco de haber iniciado las labores una nueva Oficialidad. Es de presumir que la dirección de un organismo como la Masonería, que tiene principios bien claros y normas fundamentales que guíen a sus miembros, no ha de prestarse para iniciativas que, por el solo hecho de emanar de distintas personas, sean incompatibles o, cuando menos, no armonicen. Pero, si bien en el fondo esto no es posible que suceda, puede evidenciarse en la manera de obrar, en los procedimientos elegidos, en el método de trabajo que se quiera seguir. Resulta entonces que una Oficialidad que pudo ser eficiente colaborando con un Gran Maestro, no lo sea bajo la dirección de otro, con cuya modalidad no esté en perfecta concordancia; o, a la inversa, que el nuevo Gran Maestro no encuentre la colaboración que una Oficialidad pudo haber prestado al anterior. Estas dificultades hipotéticas no alcanzaron a presentarse en la práctica, bajo la dirección de Juan de Dios Arlegui. Pero este hermano, con sabia previsión, quiso apartar del camino de los futuros jefes de la Orden toda probabilidad de tropiezos. El hecho que le sirvió de punto de partida fue la elección de Grandes Dignatarios, verificada en 1868. Dichos Oficiales debían durar tres años en el desempeño de sus cargos, es decir, desde junio de 1868 hasta junio de 1871; el Gran Maestro Arlegui terminaba su período constitucional de siete años en junio de 1869. Se presentaba entonces a la consideración de la Gran Logia el caso a que nos hemos referido anteriormente: al Gran Maestro en ejercicio sólo le quedaban dos años de funciones. El futuro Gran Maestro contaría con una Oficialidad elegida un año antes que él y que lo

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acompañaría solamente durante dos. Los Oficiales que se eligieran a continuación serían los únicos que colaborarían con él durante un período completo, puesto que aquellos que a su vez vinieran a sucederlos, seguirían actuando hasta un año después de expirado el mandato del Gran Maestro. Estas consideraciones pesaron indudablemente en el ánimo de los miembros de la Gran Logia, pues en sesión del 18 de mayo de 1869, discutieron y aprobaron el siguiente proyecto de acuerdo: “Refórmese el artículo 25 de la Constitución en la parte que dice: “El Serenísimo Gran Maestro es elegido por siete años; y redáctese de la siguiente forma: El Serenísimo Gran Maestro y los demás Dignatarios de que habla este artículo, son elegidos por tres años, pudiendo todos ser reelectos”. Esta reforma constitucional fue promulgada por Decreto del Gran Maestro, de fecha 16 de julio de 1869. De esta manera quedaba regularizada una situación que, de haber continuado como hasta entonces, pudo haber dado motivo a más de alguna dificultad.

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Juan de Dios Arlegui, que durante siete años había desarrollado una labor incansable, luchando contra las múltiples dificultades que fue necesario vencer para cimentar sólidamente la institución masónica en Chile, terminó su mandato constitucional en ese mismo año de 1869. Con justo derecho aspiraba, no a la liberación total de toda obligación -que esto no lo hace ningún masón verdadero- sino a ser reemplazado en el difícil y delicado cargo que con tanta consagración había venido desempeñando. Pero sus hermanos creyeron que, aunque merecido, no era llegada aún la hora del descanso para el que con tanta firmeza había trazado el rumbo de la Orden; y Juan de Dios Arlegui fue reelegido por un nuevo período, esta vez de tres años, según la reforma constitucional a que acabamos de aludir.

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Otra de las medidas de carácter interno de la mayor

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importancia, fue la relativa a la reforma de los Catecismos de primero y segundo grados. La práctica había demostrado que adolecían de varias deficiencias, las que reclamaban una modificación urgente. A fin de llenar cumplidamente esta necesidad, el S. Gran Maestro, de acuerdo con los deseos expresados por la Asamblea General de la Gran Logia en 2 de noviembre del 6 del mismo mes dictó un Decreto nombrando una Comisión, que tendría a su cargo la revisión y estudio de los catecismos de los dos primeros grados; el de tercero, en estado de prueba por aquel entonces, también fue entregado a esta Comisión, la cual dentro de un plazo breve debería informar a la Gran logia acerca de las enmiendas y correcciones que estimara necesario introducir en los catecismos. Dicha Comisión, que presidía el propio Gran Maestro Arlegui, estaba compuesta por José Francisco Vergara, Luis A. Lynch y Manuel A. Guzmán.

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En julio de 1872, el Gran Maestro leía su última Memoria a la Asamblea General de la Gran Logia de Chile y hacía entrega de la dirección de la Orden al hermano Javier Villanueva, recién elegido para ocupar el primer puesto de la Masonería chilena. Por el bosquejo que de las actividades masónicas hemos venido haciendo en el curso de estas páginas, el lector podrá apreciar el esfuerzo no interrumpido que debió hacer el hermano Arlegui para entregar al sucesor una entidad de organización complicada y difícil de gobernar en condiciones por demás favorables y dando muestras de evidente prosperidad. De los nueve Talleres que formaban la Obediencia de la Gran Logia de Chile, sólo uno había interrumpido su labor: la Logia “Fraternidad” Nº 2, de Concepción, que hubo de ser declarada en sueño por decreto del 14 de junio de 1865. Delegado especial para la ejecución de dicho Decreto había sido designado el hermano Federico Guillermo Schwager. Así, pues, el hermano Arlegui entregó al nuevo S. Gran Maestro, una organización masónica en pleno desenvolvimiento, constituida por las siguientes Logias:

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“Unión Fraternal” Nº 1 de Valparaíso; “Orden y Libertad” Nº 3 de Copiapó; “Progreso” Nº 4 de Valparaíso; “Justicia y Libertad” Nº 5 de Santiago; “Aurora” Nº 6 de Valparaíso; “Deber y Constancia” Nº 7 de Santiago; “Germania” Nº 8 de Valparaíso, y “Avenir et Liberté” Nº 9 de Santiago. La única observación que podría hacerse a la labor directiva del hermano Arlegui sería la de no haber procurado extender el desarrollo de las Logias hacia otros pueblos, pues, a excepción de Copiapó, sólo en Valparaíso y en la capital vemos cundir los trabajos masónicos. Pero, si nos detenemos a meditar un instante acerca de los numerosos factores que es necesario armonizar para poder levantar las columnas de un Templo masónico nos convenceremos de que n fueron el deseo ni la voluntad del Gran Maestro los que faltaron a esta obra sino que inconvenientes, propios de la época -escasez de cultura, escasez de población en las demás ciudades, deficientes medios de comunicación, exceso de preocupaciones y supersticiones, etc.- fueron lo que impidieron a este laborioso masón realizar un proyecto que seguramente acarició con frecuencia. Como corroboración de lo que venimos afirmando, bástenos recordar que en los diez años siguientes, 1872-1882 sólo dos Logias pudieron ser establecidas en provincias: la número 11 en La serena y la número 12 en Chillán. El hermano Arlegui, con frases impregnadas de profundo amor por la Orden, dio cuenta de sus últimas labores de Gran Maestro. Sobrio y sencillo en la expresión, tras de sus palabras se siente palpitar el corazón del padre, que contempla con justo orgullo y satisfacción, los primeros pasos que da un hijo con pie firme por el camino de la existencia. “Cuando considero que sólo hace diez años que vi nacer y recibí en mis brazos a esta débil y tierna personalidad masónica que llamamos la Gran logia de Chile; cuando estimo los grandes peligros que sufrió en su infancia y los obstáculos al parecer insuperables que tuvo que vencer para su crecimiento y desarrollo; y cuando, por fin, la veo grande, robusta, hermosa, mi corazón se ensancha de placer y mi alma se

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extasía al contemplarla. ……………………………………………………………………………………….. “Como comprenderéis, en el estado de las cosas de esa época, no sólo estábamos en pugna con algunos de nuestros mismos hermanos en este Oriente, sino que teníamos que habérnosla y luchar con una potencia masónica poderoso e influyente, cual era el Gran Oriente de Francia, de quién nos acabábamos de independizar; hubo, como es natural, necesidad de desplegar toda nuestra actividad y esfuerzos tanto en constituir nuestra propia organización interior como en procurarnos reconocimientos y relaciones de los Poderes masónicos extranjeros. Finalmente, nuestros esfuerzos y trabajos, secundados con oportunidad y eficacia por algunos hermanos laboriosos y entusiastas por la masonería chilena independiente, fueron en poco tiempo coronados por el mejor éxito y hoy, ya lo veis, la Gran Logia de Chile cuenta con ocho Logias regularmente constituidas bajo su obediencia y con un número considerable de masones; y, hallándose, como se halla, reconocida y relacionada con los principales Poderes masónicos del mundo, tiene entre ellos su personalidad como libre, independiente y soberana”. “¿Qué otra cosa habríais podido esperar y exigir de mis débiles fuerzas en los diez años que he tenido la honra de presidir la Masonería chilena? ¿Más dedicación y trabajo, quizás? En esto sí que podríais tener razón y fundada, para decirlo, pero sólo en estos tres últimos años de mi período constitucional de gran maestrazgo, y no Antes, y el por qué voy a decíroslo con toda la espontaneidad, con toda la franqueza y sinceridad que caracteriza todos mis actos”. “En primer lugar, como sabéis, acepté la última reelección que me hicisteis, casi forzado por las circunstancias y con la protesta expresa y terminante de no poder trabajar y contraerme como deseaba al complemento de la organización y vitalidad de la Gran Logia y logias de su obediencia, porque estaba segura seguro de no poderlo hacer de otra manera, en atención al mal estado de mi salud y a mis muchas y multiplicadas atenciones profanas que todos vosotros conocéis. Y, en segundo lugar, porque en esa época ya había dirigido los trabajos de la Masonería chilena como Gr. Maestro durante

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siete años, desde su fundación y organización, como os lo he dicho; y ese arduo y constante trabajo pesando sobre mi vida de una manera directa y casi exclusiva, había agotado en gran parte mi contracción y fuerzas y se hacía indispensable que nuevas inteligencias, que nuevos entusiasmos viniesen en mi ayuda y me reemplazasen. Nada, sin embargo, quisisteis oír y me reelegisteis. Era, pues, natural que muy poco o nada pudiese hacer en estos últimos tres años en bien y provecho de nuestra institución. A pesar de todo, ella no ha decaído ni permanecido estacionaria; y, por el contrario,, siguiendo su primer enérgico impulso, ha caminado lenta, pero regular y progresivamente”. “Ahora, con mucha oportunidad, habéis oído mis súplicas, habéis creído y hecho justicia a mis observaciones de ahora tres años y me habéis exonerado del Gran Maestrazgo de la Orden en Chile. Os renazco y agradezco cordialmente este favor”.

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CAPÍTULO XIX

El hermano Javier Villanueva se hace cargo de la dirección de la Orden. Se insiste en la revisión de los Catecismos de los tres Grados. Inauguración solemne del nuevo Templo de la Gran Logia de Chile, en Valparaíso. Discurso que pronuncia en esa ocasión el Gran Orador. Se canta por primera vez el “Himno Masónico”, escrito por el hermano Guillermo Matta. El hermano Javier Villanueva, que desde el fallecimiento del hermano Melitón Caso había venido desempeñando con todo entusiasmo el puesto de Diputado Gran Maestro, fue elevado a la dignidad de Jefe de la Masonería de Chile en la asamblea general, reunida el 12 de julio de 1872. Juan de Dios Arlegui, que durante diez años -los más difíciles de la masonería chilena- empuñara el mallete de Serenísimo Gran Maestro, habría sido reelegido por tercera

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vez, sin sus reiteradas y formales protestas de no estar ya en condiciones de cumplir a conciencia con el cargo, debido a sus ocupaciones personales. Aun en este último rasgo de jefe, Arlegui dio una lección, no sólo a los masones de aquel entonces, sino también a todos los de la posteridad, señalándoles el camino honrado que debe seguir todo buen masón que, a pesar de sus deseos de figurar en los altos puestos de la Orden, no esté en condiciones de consagrar a su desempeño el tiempo y la actividad indispensables. Villanueva encontraba a la Masonería chilena en plena actividad. Allanadas las dificultades que surgieron al principio de su marcha, la Orden desenvolvía sus organismos con robusta vitalidad y trataba de extender su acción hacia las poblaciones que, por el mayor número de habitantes, necesitaban de su acción civilizadora y benéfica. Rodeado de colaboradores inteligentes y animados del firme propósito de aumentar la grandeza de la Orden, para bien de la Patria y de la sociedad, empezó por preocuparse de la solución de aquellos pequeños problemas que aún estaban pendientes y que para facilitar el desarrollo y engrandecimiento de la institución se necesitaba resolver tan luego como fuera posible. Entre éstos se contaba, en primer término, el de llevar a cabo la revisión de los Catecismos de los Grados Simbólicos, trabajo que había sido encomendado a una Comisión, cuyos miembros hemos señalado en otra parte. Otro asunto de la más grande importancia y que debía tener una trascendencia enorme, en cuanto significaba estímulo y evidenciaba los resultados del esfuerzo perseverante, era la inauguración del nuevo Templo de la Gran Logia, que a costa de tantos sacrificios había iniciado años antes la dirección de la Orden, y cuya construcción, hábilmente dirigida por Fermín Vivaceta, había llegado a su término. Cupo a Villanueva la satisfacción de inaugurar el nuevo local masónico, mediante una fiesta solemne. Dado el gran número de masones que tenían interés en concurrir a aquel acto, fue menester pedir de antemano a las Logias que señalaran el número de sus representantes; y aún así, días más tarde, hubo de limitarse el número de miembros de cada comisión, a fin de evitar dificultades de última hora. El día 30 de noviembre de 1872, a las 5 de la tarde, el Serenísimo Gran Maestro Javier Villanueva, ayudado por los

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Grandes Celadores José Miguel Fáez Manuel A. Barrena -los campeones de la adquisición y construcción del templo- abrió los trabajos de la Gran Logia de Chile, teniendo a su izquierda, como Gran Orador, a Guillermo Matta; y a su derecha, como Gran Secretario, a José Maldonado; todos los demás oficiales estaban en sus puestos. A pesar de las previsiones, el Templo se hizo estrecho para contener a aquella numerosa concurrencia; y no fueron pocos los hermanos que hubieron de resignarse a permanecer en el vestíbulo exterior. Todas las Logias chilenas estaban representadas allí por sus Venerables Maestros y por sus Diputados y por las Comisiones designadas al efecto. Y los miembros de las Logias extranjeras, en número no inferior, ocupaban el Oriente o alternaban en las columnas con los masones de Chile. Al golpe del mallete del Serenísimo Gran Maestro, profundo silencio se hizo en el templo. Desarrollado en todas sus partes el Ritual de Apertura, el hermano Villanueva, en breve alocución, explicó a los presentes el objeto de aquella magna tenida. A continuación, ofreció la palabra al Gran Maestro Orador de la Gran logia, quien pronunció en tal ocasión un discurso que por sus conceptos y por su forma, merece ser puesto en conocimiento de la posteridad.

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Discurso pronunciado por el Gran Orador de la Gran Logia de Chile, H. Guillermo Matta, en la inauguración del nuevo Templo Masónico en Valparaíso. “Hay acontecimientos extraordinarios en la vida de las sociedades e instituciones humanas, acontecimientos de tamaña importancia, que superan toda interpretación por la palabra hablada, y que bastan y sobran a la simple vista para notar y caracterizar el grado de perfección y de sólido progreso que en esa institución o sociedad pueda caber y desarrollarse vigorosamente. Uno de esos acontecimientos es el que en este recinto hemos venido a solemnizar, y que es, sin duda, la afirmación más elocuente de nuestras aspiraciones más íntimas y la expresión monumental de nuestras doctrinas civilizadoras.

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“Pero si es casi impotente la palabra para traducir en frases lo que con tanta elocuencia aquí se expresa, no lo es y adquiere, por el contrario, una atracción maravillosa, cuando con ella el pensamiento recorre el camino andado, los obstáculos vencidos, las obras emprendidas, las obras realizadas; cuando, en fin, se consigue por medio de la palabra, poner ante los ojos y la mente de los que nos escuchan a esas sociedades marchando y engrandeciéndose, como el ejemplo que persuade y como la prueba palmaria que convence.

“Separando de la historia nebulosa e incompleta de la Masonería todo aquello que la tradición ha ido narrando fragmentaria e imperfectamente, una idea fundamental domina en todas las épocas, un principio inalterable fluye como el origen de todas sus doctrinas. Con encarnaciones más o menos visibles o reconocidas, con más o menos perspicacia en sus propagadores, esa idea y ese principio se agitan y se transforman, en el transcurso activo de los siglos, apareciendo ya como símbolos del arte, ya como teoremas de la ciencia, ya como evoluciones misteriosas de perseverante naturaleza.

“La emancipación del hombre por medio de la iluminación de la inteligencia, la libertad del hombre por medio de la irradiación de la justicia, he aquí la idea fundamental, he aquí el principio inalterable de la historia masónica. Por eso, en todos los países y en todas las edades, la Masonería ha formado una legión invencible para contrarrestar el despotismo teocrático y el fanatismo teológico. Cátedras han sido los Altares masónicos de los filósofos más ilustres, de los más profundos pensadores; y escuelas de aprendizaje del trabajo, los Talleres; escuelas de donde han salido los apóstoles de la caridad y los obreros de la civilización más decididos y abnegados.

“Para darle al hombre su libertad, por la iluminación de su inteligencia, era necesario educarlo racionalmente disipar las tinieblas de la ignorancia y de las preocupaciones acostumbrar su fuerza moral a la acción laboriosa y continua de la experiencia; era necesario, en fin, establecer entre lo infinito y el hombre, entre la mente y la indicación de lo desconocido, entre la criatura y el Creador la investigación de la verdad como base de la ciencia y la práctica de la virtud como base del deber.

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“Para emancipar al hombre por la indicación de la conciencia era necesario penetrar en su mudas aspiraciones, despertar las más nobles, hablando a su instinto generoso; era necesario convertir el odio de sectas, odio que rebaja y envilece, en amor a la humanidad, amor que eleva y fortalece; era necesario, en fin, predicar una síntesis moral superior a todo interés terreno y que, pudiendo servir de vínculo a todas las religiones positivas, fuera como la revelación del hombre interior y sirviera de dogma y de culto a todas las creencias.

“La conformidad, la armonía de la razón humana con el orden del universo, ésta podría ser una definición vaga de la doctrina masónica y de ese culto ideal, de esa innumerable comunión de almas, que adora en la elevación del pensamiento y en la santidad de la conciencia. Como ese mar inmenso al cual llevan su tributo todas las aguas, las que se despeñan en torrentes de las altas montañas como las que brotan de las nubes en borrasca, las que limpia en su cauce el río, como las que enturbia en sus cloacas la ciudad, y todas se absorben en el mar inmenso sin que cambie la naturaleza; así han pasado los siglos, las generaciones y los sistemas por nuestra doctrina: nada ha alterado su principio, nada ha conmovido su idea.

“Fácil tarea sería, y quizá oportuna, recordar fechas, citar nombres, acumular sucesos y trazar, por decirlo así, dos sendas paralelas, con la historia profana y la masónica. Veríase entonces cómo casi todas las evoluciones del progreso científico, social, político, en Europa como en América, han recibido su primer impulso del martillo de un maestro; y se explicaría también cómo la libertad, la igualdad y la fraternidad, triángulo luminoso, ha sido el lema de los tiempos modernos, en donde quiera que un pueblo siervo ha proclamado su personalidad y afirmado el derecho a la vida de nación independiente. Mas, tal estudio prolijo alargaría sobremanera esta ceremonia, fatigando tal vez vuestra atención; y lleno mi objeto, en todo caso, habiendo intentado conducirlo, guiándolo con estas ligeras observaciones hacia una vastísima región del pasado poblada de gigantescas ruinas y circundada por ilimitados horizontes.

“Cumple mejor con mis designios, con el puesto que ahora ocupo, con la fiesta que hoy solemnizamos, ceñir vuestra atención y contraer mis propósitos a la época actual, a

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Chile, a lo que la Masonería ha hecho y podido hacer en nuestro país. No hablaré de lo que hizo con San Martín, con O’Higgins, escribiendo constituciones republicanas, creando ejércitos, decretando victorias, despedazando cadenas de oprobio y servidumbre con nuestras espadas; no os hablaré tampoco de aquella famosa Logia Lautaro, yunque patriótico y chispeante en el cual se templaban las almas y las convicciones de los que combatían sórdidas preocupaciones y tiranías seculares.. Hablaré únicamente de nuestras Logias de la Obediencia, de los esfuerzos, de las tentativas que nuestra Institución ha apoyado para despejar de sombras los espíritus, para infundir en las generaciones, nueva sangre y nueva vida.

“Insensiblemente, con apariencias de lentitud, pero con obstinada certidumbre, como las fuerzas del mundo físico que ha ido levantando nuestras montañas, la Masonería ha modificado muchos de nuestros antiguos hábitos, ha pulido, con el roce de otras costumbres, nuestro carácter suspicaz y nos ha enseñado a conocer derechos y deberes que prolongan las fronteras de la patria humana.

“Valparaíso, que un laborioso taller de industria y de comercio, no ha sido menos activo como Taller de propaganda y de educación social; y su obra, ignota y desconocida durante veinte años, ocupa hoy el recinto y realza majestuoso edificio, en el centro mismo en que pasa y repasa la población hacendosa de la agitada ciudad.

“Diversos caminos toman las doctrinas, según los pueblos y las condiciones de su existencia; vosotros habéis elegido el que os conducía a dar una forma palpable y absoluta estabilidad a nuestra civilizadora institución. Esta obra sola es un indicio suficiente para el hombre desconocido que llega a nuestra patria, de que llega a un suelo hospitalario, en donde va a encontrar semblantes cariñosos, fraternales corazones que lo reciben, lo estimen y lo conforten. ¡Qué anécdotas os podría referir de viajeros recién desembarcados e ignorantes todavía de la poderosa vitalidad de nuestro país, a los cuales la sola contemplación de este edificio sin concluir, les anunciaba que pisaban una tierra predilecta, puesto que el trabajo inteligente, puesto que la virtuosa abnegación construían el Templo-Hogar para hospedar en él a toda nacionalidad, a toda raza, a todo hombre! Concluido, inaugurado ya el grandioso edificio, no es, pues, un enigma

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que se interroga y enmudece; es una doctrina, hecha monumento, que responde a quien la mira, que lee quien la contempla, con la sublime realidad de la evidencia.

“Prodigios verdaderamente admirables ha llevado a cabo también la Masonería en Santiago. Aún no cuenta muchos años de existencia, y ya son numerosos sus discípulos. Cuatro Talleres afirman sus columnas en ese Valle y encienden sobre los mismos escollos de las preocupaciones supersticiosas, un faro de verdad y de justicia. El valle que antes se creía valle tenebroso y estéril, es ya campo labrado, luminoso y fecundo.

“La juventud sedienta de bien, anhelante de saber, ha encontrado en la Masonería un austero Maestro, que no pretende explicar, que no intenta imponer absurdos sistemas ni exagerar preceptos; un austero maestro que siempre enseña el amor y detesta el odio a la humanidad. La juventud, que antes desdeñaba la causa de los buenos principios o que desertaba de sus filas, acude hoy presurosa y los defiende entusiasta, sin que haya miedo de las amenazas del jesuitismo ni de las vociferaciones de los fanáticos. Gracias a nuestra Institución, en la atmósfera de Santiago, allí, al pie de los Andes, majestuosas columnas gigantescas del Templo del Creador, allí resuenan otros cánticos y se oyen otros discursos que los de la monótona antífona o del lúgubre responso.

“En la política, en la literatura, en la sociología, la Masonería de Santiago se ha hecho sentir con su influencia, con su consenso, con su apoyo personal o indirecto; y no hay ninguna institución pública que tenga por objeto ilustrar al pueblo, dar a su alma y a su inteligencia el pan de la salud y la verdad, que no cuente entre sus sostenedores con un respetable número de masones. Prueban ellos así, con su constante ejemplo, que las instrucciones, las enseñanzas, la escuela, el libro, es la única semilla milagrosa que se transforma sin pérdidas y que se multiplica, sin costosos sacrificios, convirtiéndose en riqueza para todos, en trabajo para todos, en felicidad para todos. Cada niño que aprende a leer, tiene en sí mismo y con todas seguridad un experto que le sirve de conductor y de apoyo para continuar en la iniciación de la vida.

“Hace pocos días, podría decirse hace algunas horas, Santiago presenciaba un espectáculo enteramente extraño, en

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sus costumbres y de una solemnidad religiosa incompatible con la hipocresía de ciertos hábitos. A pesar de todo esto, la nueva fiesta, la ovación espontánea al espíritu de progreso de que acaba de dar testimonio esa ciudad, ha venido a indicarnos que para ganar prosélitos, que para vencer las preocupaciones, el silabario y la pizarra de una escuela son los mejores argumentos y las mejores armas que conjuran a los espíritus reacios, anonadando las evocaciones insensatas de rabiosos sectarios. ¿Y cuál era el objeto de esa fiesta? Sin padrinazgo de clérigos, sin Iglesia intolerante, sin la bendición del latín de la edad media, pero con el séquito y el aplauso de centenares de ciudadanos, con el canto regocijado de centenares de niños, con las tiernas bendiciones de las madres, se iba a depositar en la tierra un germen fecundísimo: la primera piedra de una escuela. En ella se continuarán pronto los cimientos y sobre éstos se levantarán las murallas del edificio prodigioso en que mora el porvenir. En sus salas y en sus bancas desnudas, encontrará la ignorancia resabiada el aprendizaje del deber, la penosa miseria los elementos del trabajo, la desvalida infancia, los útiles consejos del maestro. Y la patria, esa patria republicana y democrática, verá educarse en esa escuela al ciudadano de las generaciones que vienen, ilustrado, virtuoso, libre, emancipado del error y de la mentira. Esa fiesta, que todo Santiago ha aplaudido y a la cual daba realce una pléyade de jóvenes enérgicos, que prepara y asegura el progreso de la patria con el progreso de la instrucción; de esa fiesta que anuncia tantos bienes para el futuro, los organizadores y los principales directores son hermanos masones, son los aprendices o los maestros que desbastan la piedra o que trazan los planos de excelsa arquitectura en los Talleres, y que luego, en el mundo social, promueven y dirigen su constante desarrollo.

“Al describiros tan minuciosamente y -no lo niego- con placer sumo el éxito favorable, el éxito de nuestras doctrinas en este Valle y en el de Santiago, no he tenido en mira halagar pretensiones de amor propio, ni repletar de orgullo esperanzas satisfechas. La minuciosa descripción revela lo que se ha podido hacer con voluntad decidida y con firme propósito en los actos, y esto mismo indica lo que aún queda por hacer, lo que aún se puede y se debe intentar si esa

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voluntad y ese propósito no desfallecen. La obra de regeneración ha empezado bien y continuará sin embarazos, si el tedio o la indolencia, si las sospechas del miedo o los temores del egoísmo, si una división intempestiva, no extravían, anulan o desperdician nuestras fuerzas. Cuando a todas horas y en todo momento, en el Templo, en la calle, en la casa, en la oficina; cuando a todas horas y en todo momento, sin distinción de clase, o de nacionalidad, con la tenacidad de una convicción profunda, con fe en el mejoramiento social trabajen sin descanso los hombres de la luz, entonces y sólo entonces no habrá noches en los espíritus; sólo entonces no habrá supersticiones en las creencias, sólo entonces no habrá leyes injustas, ni erróneas teorías en los pueblos!

“Y esa invasión tenebrosa no está lejos de nosotros; ayer habéis podido escuchar su grito desacompasado, aullando contra lo que el fanatismo llama “escuela atea”; se le ve acercarse, moverse, desplegar sombríos regimientos. Mutilando la Historia en sus colegios, mutilando el cerebro de su alumnos, los pérfidos voceros del error expulsados de Europa, codician el dominio de la América; aquí en Chile se organizan en legiones, se disciplinan en las tinieblas y constituyen un partido político que obedece ciegamente al mandato de la curia de Roma y de Loyola. Necesario ya es hablar claro y preparar nuestras armas de combate; la discusión, la vigilancia, la acción continua de la verdad y del ejemplo, para luchar con los eternos enemigos de la Masonería, para obligar al silencio a los voceros del error y la mentira. Ellos, astutos e intrigantes, dividen a las familias, hechizan con imaginarios ensalmos el corazón de las mujeres y repitiendo de máximas morales que no cumplen, predicando dogmas que no respetan, se declaran y titulan los únicos representantes de Dios sobre la tierra. En el Ecuador cayeron vencidos o muertos los que luchaban o resistían a un monstruo despótico; una hiena jesuítica ha abatido nuestras columnas y empapado de sangre y envuelto en tinieblas nuestros altares. Y ahora mismo, en la vecina República del Perú, la invasión negra se extiende, se agita, amaga, suscitando alarmas, incitando al vicio, inflamando antiguos odios, trata d e especular y de enriquecerse con las desgracias y los dolores de esa República hermana. ¿Permitiremos nosotros los masones, los hombres

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de la libertad y la justicia que tan horribles males sobrevengan y que se eclipse el sol en el Oriente de Chile? Pensarlo siquiera sería ultrajar nuestra dignidad de hombres libres, temerlo, sería reconocer anticipadamente el perjurio de nuestras conciencias.

“Y no se diga por ninguno de vosotros, que estimular a la resistencia, a la vigilancia, a la acción, es provocar una lucha político-religiosa; no, la imagen no es la realidad, la máscara no es el semblante; y no hay religión ni política en ese enjambre de pasiones mezquinas y de intereses terrenos exagerados hasta la ambición de la omnipotencia divina. La Masonería de Chile se encuentra en el deber de enseñar y de manifestar con su actitud, que la doctrina del amor y la práctica de las virtudes es la doctrina que tranquiliza las conciencias y reconcilia a los hombres. ¿Y no es el ejemplo vivo, no es la alegoría positiva de esto que afirmo, la ceremonia que nos reúne en este templo? La palabra emblemática, el símbolo enigmático no es más que la interpretación metafórica de un precepto humano; precepto conocido, vulgar, sencillo y que s e concreta en esta frase: educación de las inteligencias por la verdad, fraternidad de los pueblos por la justicia.

“La Masonería es ciencia y es virtud; y por eso mismo se la considera como la manifestación de la mente humana en su fórmula más precisa. Contradiciendo anteriores dogmas, analiza y persuade; no anatematiza las creencias, no fulmina los cultos; con libre examen e íntegra conciencia, deja que cada uno afirme este o aquel ideal, que lo exalte, que lo reverencie en público o en privado, y como no está sometida a ninguna religión positiva, a las decisiones de ningún papado infalible, de ningún concilio inapelable, adora y contempla a Dios desde la cumbre a que todas las religiones aspiran, revistiendo a la creación como de un sublime sacerdote.

“La Masonería es más que un hombre: pretende ser el hombre-tipo, el hombre perfecto. Estudiándose constantemente a sí mismo, busca en sus pasiones, en sus instintos, en sus facultades y en las leyes que gobierna al Universo y que sobre él influyen, busca, repito, la relación visible o inexplicable que enlaza y armoniza el acto, la tendencia, el propósito, con la ley moral que lo sanciona, justifica y ennoblece. En ella, error es muchas veces una verdad incompleta o mal comprendida, un problema imperfectamente resuelto y puede s er hasta una

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verdad prematura, que nuevas investigaciones, que oportunos estudios vendrán a reconocer más tarde; pero en moral, en todas las épocas, hoy mismo que ayer, bajo en punto de vista de todos los sistemas, en todas las latitudes, la negación de los derechos, el desconocimiento de los deberes, son errores que darán origen al vicio, que engendrarán el crimen, padres horribles de todos los delitos, padres fecundos de todas las miserias.

“Hombres de moral, hombre de perfección, he aquí el título, que consagra al masón, que designa y eleva entre las muchedumbres al verdadero apóstol del bien. En todo aquello que es relativo, en ciencia, en arte, en sectas religiosas, en fórmulas políticas, pueden ser diversos nuestros juicios, distintas nuestras opiniones, diversas nuestras creencias; pero en todo aquello que es absoluto, en derechos y deberes, no puede haber diversidad de juicios sino de creencias, porque no hay más que una sola moral y porque las leyes que la rigen no obedecen al capricho o a la convención de las costumbres! Ni el vicio ni el crimen, ni la virtud ni el amor, al cambiar en las letras de los idiomas, al cambiar la expresión de las frases humanas cambian por eso en su forma, en su esencia íntima; son como los astros en distintos hemisferios, idénticos en su luz y naturaleza.

“Si os he llamado la atención hacia tan grandes ideas y si os he mostrado el carácter y las tendencias de nuestra institución, ligados estrechamente con los que la civilización pone de relieve, he querido por ese medio levantar vuestras aspiraciones y amparar en su casto círculo la sincera esperanza, el fraternal consejo, la discreta máxima. Que siempre abran las puertas de este Templo, que siempre empuñen el martillo en los altares de la sabiduría que ilustra el error, la tolerancia que lo educa, la ciencia que lo combate y nunca la ignorancia envanecida, nunca la procaz envidia, que es cómplice del error y ciega tolerancia del delito. Seamos misericordia y benevolencia para socorrer al desgraciado, para enseñar y dirigir al extraviado, pero seamos también justicia y rectitud para contener y rechazar a la iniquidad, para condenar y perseguir al fanatismo, y esto, bajo cualquiera faz que se presente el enemigo, degradado por la credulidad o exasperado por la negación. Así es como únicamente s e fortalecerán más y más nuestras columnas y se acopiará el

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selecto material y se agruparán los obreros vigorosos y se construirá monumentos durables en las almas; así es como las bendiciones de la posteridad acompañarán en todas partes nuestras obras. Pertenecemos a la familia de la humanidad, cuidemos de la paz y de la alegría de su hogar santo, base indestructible de toda sociedad!

“La profesión más difícil de ejercer es la de masón, porque toda ella es practicar virtudes, vencer dificultades, sembrar lo bueno en los terrenos del futuro y volver a sembrar lo que se recoja. Trabajemos, eduquemos, cultivemos con solicitud y esmero las inteligencias y los corazones; ejerzamos nuestra profesión iniciando a las generaciones que vienen, realizando el progreso en las que hoy existen; y al pisar estos umbrales, al inclinar nuestras frentes ante la majestad de nuestros símbolos, podremos tendernos los brazos, bendecir nuestra misión y ensalzar con labio agradecido, nuestras doctrinas y nuestras convicciones, al Supremo Creador de los Mundos!

“Salve a Vos, padre de la Humanidad, principio augusto de todas las creencias, ideal sublime de todas las religiones! Salve a Vos, Dios-Verdad, salve a vos, Dios-Justicia!

“Aceptad nuestras obras, escuchad nuestras plegarias, bendecid nuestros propósitos, alumbrad con vuestra misteriosa revelación los arcanos del espíritu, confundid el odio, borrad las impurezas de las mentiras,, encended en nuestras almas el fuego sagrado del deber, inspirad al arte, aconsejad a la ciencia, fortaleced al trabajo, dirigid a nuestra patria en su progreso y convertid -¡oh, Dios Verdad, oh, Dios-Justicia!- este asilo de la paz y del estudio en el templo simbólico del amor y de la caridad.

“Hermanos míos: empiece y termine siempre en Dios la obra del hombre!”.

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Terminadas las frases del Gran Orador, y a una indicación del Serenísimo Gran Maestro, la numerosa concurrencia se puso de pie y acompañada por las graves y profundas notas del órgano, cantó con sincero fervor, el siguiente Himno Masónico, cuya letra había escrito también el hermano Guillermo Matta, y que se cantaba en aquella ocasión

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por primera vez:

HIMNO MASÓNICO

Coro

Virtud que elevas, ciencia que redimes, habla a la mente, enseñad la verdad; bendice al mundo en cánticos sublimes y a Dios ensalza, augusta humanidad.

PRIMERA ESTROFA

Auras de ignoto ambiente el hombre aquí respira; busca una fe la mente y en lo ideal se inspira; tú eres, oh, Templo, el símbolo de luz, de paz, de amor! No mora aquí el agravio ni el torpe error ofende; con la oración del labio tranquila el alma asciende y va a tu oriente espléndido, ¡oh, sol, astro creador!

SEGUNDA ESTROFA

Tú irradias en el mundo y ciencias y artes nacen; en ti, seno fecundo, grandes ideas yacen que son para el espíritu alas, fulgor, verdad! tu luz del genio humano las sendas ilumina; es cristo nuestro hermano, es nuestra su doctrina; máxima, escuela, práctica de excelsa caridad.

TERCERA ESTROFA

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¡Oh, Caridad! Tu mano bienhechora siembra virtudes en el alma humana; levanta al débil, al enfermo sana y eres conciencia que lo eterno adora; ¡oh, Caridad! Tu mano bienhechora siembra virtudes en el alma humana!

CUARTA ESTROFA

¡Oh, Caridad! En fraternales lazos une a las razas que separa un nombre; que sea el mundo patria de todo hombre; abrid las almas y tended los brazos! ¡Oh, Caridad! En fraternales lazos une a las razas que separa un nombre!

Aquella fiesta memorable terminó con un ágape fraternal, que se realizó de acuerdo con las tradicionales costumbres masónicas, y al cual concurrieron todos los hermanos presentes.

CAPÍTULO XX

Una nueva Logia, “Verdad” Nº 10, fundada en la capital en 1872, viene a reforzar los trabajos de la Masonería santiaguina. Sus fundadores y su primer Venerable Maestro. Se establece en la capital, por obra de la Masonería, el Instituto Americano. Homenaje a Ángel C. Gallo, tributado por la Logia Nº 7. Un incendio reduce a escombros el local de las logias santiaguinas, el 11 de diciembre de 1872. Pesar que causa esta catástrofe en Chile y en el extranjero. Notas de condolencias de las logias de Lima. La Masonería, en Valparaíso, ensancha la obra cultural de la Escuela Blas Cuevas. Funda una Biblioteca Popular, anexa a la escuela. Conferencias y lecturas quincenales. Ramón Allende Padín traduce y adapta para el uso de las escuelas, un texto de moral universal. Barros Arana, Vicuña Mackenna y Amunátegui,

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contribuyen con sus obras al engrandecimiento de la Biblioteca de la Escuela Blas Cuevas. Cambio de saludos entre la Gran Logia de Chile y el Gran Oriente Argentino, por el telégrafo trasandino, recién inaugurado. La simiente masónica esparcida en la capital de la República se propagaba rápidamente. El último de los Talleres fundados en Santiago fue “Avenir et Liberté” Nº 9, que, según hemos visto, empezó a trabajar en instancia el 9 de noviembre de 1871 y quedó definitivamente instalado el 13 de julio del año siguiente. Con éste, eran tres los talleres que en el corazón del país luchaba denodada y tesoneramente por obtener que un poco más de tolerancia y un poco menos de fanatismo hicieran más grata la vida de la sociedad; y que un poco menos de egoísmo y un poco más de caridad hicieran menos dolorosa y amarga la existencia del mísero proletario. Estos generosos ideales de bien social y de perfeccionamiento moral, ganaban día a día mayor ascendiente en el corazón de la noble juventud santiaguina; y los Cuadros de las Logias aumentaban con nuevos y entusiastas obreros que anhelaban tomar parte en la gran obra. En el invierno de 1872, algunos hermanos pertenecientes a las Logias de Santiago, acordaron fundar un nuevo Taller, que viniera a reforzar y a secundar la obra que realizaban los demás. Entre estos hermanos se contaban Abraham König, Justino Fagalde, Miguel Prieto, Ambrosio Rodríguez, Sandalio Letelier, Julio Ovalle, Luis Salinas Vega, Rienzi Claro, Buenaventura Cádiz, Carlos González Ugalde, Carlos Klein, Marcial Gatica, Julio Villanueva, Emilio Orrego, Luis A. Pacheco, Antonio M. Gallo, Guillermo Tupper, Miguel Bazo, Manuel Carrera Pinto, Benjamín Gaete, Felipe A. Correa, Mariano Sealtiel y otros. Casi todos estos hermanos eran miembros activos de la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5; algunos de ellos figuraban en el Cuadro de la “Deber y Constancia” Nº 7. El hermano Juan de Dios Arlegui, tres días antes de terminar su mandato constitucional como Gran Maestro, dictó con fecha 9 de julio de 1872 el decreto que autorizaba a la

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nueva Logia para empezar sus trabajos en instancia, aprobando el nombre distintivo de “Verdad”, que sus miembros fundadores le habían dado, y le asignaba el número Diez, que era el que le correspondía en el orden de las Logias chilenas. Obtenida la autorización de estilo, la nueva Logia “Verdad” Nº 10, celebró su primera tenida el martes 16 de julio a las ocho y media de la noche. Dirigió sus trabajos en esa ocasión, la siguiente oficialidad, elegida en el carácter de provisoria: Venerable Maestro…………………… Sandalio Letelier Primer Vigilante………………………. Manuel Carrera Pinto Segundo Vigilante…………………… Benjamín Gaete Orador………………………………….. Felipe A. Correa Primer Experto……………………….. Mauricio Sealtied Tesorero……………………………….. Miguel Prieto Hospitalario……………………………. Antonio María Gallo Guarda Sellos, etc…………………… Emilio Orrego Secretario……………………………… Buenaventura Cádiz Este nuevo Taller venía a prestar un valioso contingente en los momentos en que la Masonería santiaguina desarrollaba intensamente sus actividades. Al efecto, por esa misma época, acababa de establecer en la capital el “Instituto Americano”, que estaba destinado a hacer en Santiago una obra de cultura, semejante a la que realizaba la escuela Blas Cuevas en Valparaíso. Este establecimiento, nacido del esfuerzo de las logias “Justicia y Libertad” Nº 5 y “Deber y Constancia” Nº 7, creció y se desarrolló vigorosamente bajo los cuidados incansables de Ángel Custodio Gallo. Fueron de tal importancia las labores que en este sentido desenvolvió el ex Venerable Maestro de la logia Nº 5 que no pudieron menos de despertar una viva y sincera admiración entre todos los masones, especialmente entre los de la Logia Nº 7, que tomaron el siguiente acuerdo: “Santiago, marzo 8 de 1872, “Al Secretario de la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5. “Querido hermano: Servíos poner en conocimiento de ese Respetable Taller el siguiente acuerdo, que tengo el honor de comunicaros:

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“La Logia Deber y Constancia Nº 7, considerando: “1º Que todo generoso esfuerzo en provecho del mejoramiento de los hombres constituye un acto digno de alabanza y premio; “2º Que el mejor premio a que puede aspirar un hombre, después de ver fructificar su buena obra, es alcanzar por ella la estimación y gratitud de sus semejantes; “3º Que el más alto galardón que una Logia puede ofrecer por las acciones heroicas y generosas y por la abnegación en servicio del progreso y bienestar humano, es perpetuar entre los suyos el nombre de los que merecieron ese galardón y señalarlos al agradecimiento de las generaciones actuales y futuras de la masonería; “4º Que el hermano Ángel C. Gallo, mediante su celo infatigable y sus ilustrados esfuerzos ha cooperado en gran parte a la fundación del “Instituto Americano” como miembro de la Comisión nombrada por las Logias con el objeto de levantar ese nuevo altar erigido a la verdad, precisamente cuando el espíritu jesuítico quiere expulsarla y proscribirla de la República; se ha hecho digno del más alto premio que la Logia reserva a las acciones meritorias; “Ha acordado: “Art. 1º En el vestíbulo exterior de este Templo se colocará una plancha que recuerde el nuevo mérito contraído por el hermano Ángel C. Gallo, para con la masonería en general y muy especialmente para con la del valle de Santiago. “En dicha plancha se insertará el presente acuerdo, para que sirva de estímulo y perpetua memoria. “Art. 2º El presente acuerdo, además, se circulará a la Gran Logia de Chile y Logias de la Obediencia, para que en todas ellas se tenga conocimiento de la acción meritoria y de la cumplida justicia que este Taller ha mandado hacer. “Art. 3º Por Secretaría se transmitirá al hermano Ángel Custodio Gallo el voto de agradecimiento de esta logia y se le dará copia del contenido de la plancha a que s e refiere el Art. 1º. “Aprobado en Tenida de 1 de marzo de 1872. Aníbal Aris, Secretario.

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Desgraciadamente, en los momentos mismos en que se aunaban los esfuerzos de todos los masones de Santiago para llevar adelante su obra de progreso, un doloroso accidente vino a privar de su sitio de reunión a los Talleres santiaguinos: el local masónico de la Respetable Logia “Justicia y Libertad” Nº 5, que era, a la vez, el hogar de todas las Logias de la capital, ubicado en la esquina N/O de la plazuela del teatro Municipal, fue reducido a escombros por un incendio de vastas proporciones. Este siniestro, que se produjo en las primeras horas de la madrugada -3.30, según el parte policial- del 11 al 12 de diciembre, arrasó con el hermoso palacio de don José Arrieta, cuyos pisos superiores estaban ocupados, además de las logias santiaguinas, por las oficinas del Banco Garantizador de Valores y de la Compañía de Seguros “El Porvenir de las Familias”. Tanto el Banco como la Compañía de seguros anduvieron con suerte en el salvataje de sus enseres y documentos. No así las logias, que perdieron todos sus amoblados e instalaciones y que lograron solamente salvar parte de sus archivos y libros, guardados en cajas de seguridad. Pero este grave contratiempo no abatió el ánimo de los hermanos. Puede decirse que al resplandor de la inmensa hoguera del incendio, se tomaron las primeras resoluciones; y en “El Ferrocarril” del día siguiente aparecía este aviso: “CIRCULO FRATERNAL. Se cita a sus miembros para hoy 12, a las doce del día, en la calle de la bandera Nº 41”. Lo más urgente era buscar un nuevo local y eso fue lo que se hizo en el término de veinticuatro horas; para poner este hecho en conocimiento de los demás hermanos que no habían alcanzado a concurrir a la reunión del día 12, se pudo el siguiente aviso en “El Ferrocarril” del 14: “El Club Masónico cuyo local de sesiones se incendió, ha tomado en arriendo la casa de la calle Huérfanos, entre las de Ahumada y Bandera, que ocupaba Mm. Gerad. Se instalará allí mientras se le presenta un sitio conveniente para construir un edificio especial”. Esta catástrofe produjo profunda consternación en toda la masonería nacional. Las Logias de las otras ciudades de

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Chile se apresuraron a enviar sus condolencias a la “Justicia y Libertad” Nº 5. La Gran Logia de Chile expresó la suya por medio de la siguiente comunicación: “Con profundo sentimiento se ha impuesto el S. Gran Maestro, Logias y masones de este Oriente, del incendio ocurrido en el local que ocupaban las Logias en ésa; todos ellos me encargan dirigir por vuestro digno conducto a los queridos hermanos de Santiago, el más sincero pésame por tamaña desgracia, y los fervientes votos que hacemos para que pronto recuperéis lo perdido, para lo cual deberéis siempre contar con la ayuda de los hermanos de este Oriente: “Uniéndome muy de veras a aquellos sentimientos os saludo a vos, etc. El Gran Secretario General”.

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También desde más allá de las fronteras llegaron voces impregnadas de cálida fraternidad. Diversas Logias de Lima - aun cuando el Poder Masónico peruano no había reconocido oficialmente al de Chile- enviaron afectuosas notas de condolencia por la desgracia que habían sufrido los Talleres de Santiago. He aquí una de ellas: “Secretaría de la Resp. Logia Estrella Polar Nº 10. “Oriente de Lima, 30 de diciembre de 1872. “Venerable Maestro: Con profundo dolor hemos recibido la triste noticia del incendio de vuestro Templo, que nos han comunicado el hermano Thomas, noticia que nos ha desgarrado el corazón y que, como hermanos nuestros, nos hace partícipes del dolor que os aflige. “El G. A. D. U., que en sus inexplicables designios os ha sometido a tan dura prueba, os dará la fuerza y resignación suficientes para mitigar vuestro dolor, pues él jamás abandona a los hombres en su desgracia, sino que cuando ésta los agobia, les abre sus brazos para prodigarles los consuelos del más amoroso padre. “El desgraciado acontecimiento que ha venido a oprimir vuestro corazón, es un nuevo motivo que se os presenta, queridos hermanos, para trabajar con esa abnegación y constancia que constituyen al verdadero masón; y merced a

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ellas, pronto estará reedificado el sagrado recinto donde os congregabais a rendir culto al G. A. D. U., y a perfeccionarse en la práctica de todas las virtudes. La Logia “Estrella Polar”, aunque separada de vosotros por una larga distancia, no ha podido, pues, permanecer indiferente a vuestra desgracia y haciéndose partícipe de ella, os da el más sentido pésame y os acompaña en vuestro justo dolor. Aprovechamos esta ocasión para ofreceros nuestro amor fraternal a vis, Venerable Maestro, y a todos los hermanos que componen esa Resp. Logia, y os saludamos, etc.”. Iguales ceñimientos manifestaron las Logias “Virtud y Unión” en 4 de enero de 1873; “Alianza y Firmeza” en 8 de enero y “Cosmos” en 11 del mismo.

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Las logias de Valparaíso, manteniendo dignamente sus ejemplares tradiciones de laboriosidad y empuje, a más de su propio perfeccionamiento interior, mantenían y ampliaban las obras de beneficencia y de cultura, que poco tiempo antes iniciaran. La escuela Blas Cuevas para niñas -una de las obras predilectas- había experimentado un notable ensanche, logrando disponer de tres Secciones, en ve de dos, que había tenido en los años anteriores. Su personal también había aumentado en proporción. Se había logrado al fin abrir otra escuela -para niñas- en la calle de la Independencia; dicha Escuela estaba bajo la dirección de una profesora que antes había prestado sus servicios en una escuela pública fiscal. En el mismo local de la escuela de niñas, se había establecido una escuela nocturna para adultos. Con el objeto de dar mayor amenidad a las tareas de la escuela de adultos y de hacer extensivos sus beneficios a un número más considerable de individuos, se organizaron Conferencias o lecturas quincenales, que se vieron desde el primer momento bastante concurridas por el pueblo. En dichas reuniones, se distribuía a los asistentes pequeños opúsculos, que contenían los temas científicos explicados en términos sencillos, de modo que estuvieran al alcance de la inteligencia y de la cultura de las personas a quienes estaban

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desatinados. Fuera de sus publicaciones, el Directorio de la Escuela “Blas Cuevas” dio a luz un opúsculo intitulado “Catecismo de Moral Universal”, traducido por R. A. P. Desde tiempo antes, el Directorio de la Escuela se ocupaba de la confección de un texto de moral que sirviera para los alumnos de la Escuela “Blas Cuevas”; y se tenían ya hechos algunos estudios sobre la materia, cuando llegó al opúsculo que Ramón Allende Padín había traducido y arreglado. Aunque tenía algunos defectos, como el de ser demasiado breve, fue adoptado para remediar una necesidad que se hacía sentir realmente. Gracias a la cuidadosa inversión de los fondos, las escuelas contaban ya con otro terreno apropiado para ubicar un nuevo establecimiento de educación. A pesar de los ataques de que la Escuela fue víctima en sus comienzos, la simpatía pública la había acompañado siempre. El número de suscriptores, desde su fundación hacia esa fecha, se había duplicado y las donaciones de libros para la Biblioteca y de otros útiles, eran frecuentes. Merced a esos obsequios, la Biblioteca pudo entrar pronto a desempeñar su rol educativo, cooperando y secundando las labores de la Escuela. Escritores como don Diego Barros Arana, Don Benjamín Vicuña Mackenna, don Miguel Luis Amunátegui, etc., se apresuraron a obsequiar sus obras a la modesta Biblioteca de la Escuela, reconociendo de este modo el altísimo rol educador que estaba llamada a desempeñar.

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En el invierno de 1872 se inauguró el telégrafo trasandino que unió la capital de la República con Buenos Aires. La Masonería chilena, deseosa de expresar a la Masonería argentina el júbilo que le causaba esa nueva manifestación de progreso, que permitía un rápido intercambio espiritual entre dos pueblos hermanos, dirigió por la nueva vía trasandina, la siguiente comunicación:

“Valparaíso, julio de 1872. “Al Serenísimo Gran Maestro del Gran Oriente de la

República Argentina. Buenos Aires. El S. G. M. de la Gran Logia

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de Chile, a nombre de ella, de los Talleres de su Obediencia y de todos los masones de los valles de la República de Chile, envía un sincero y fraternal saludo a los ilustres hermanos del Gran Oriente de la República Argentina, a los Talleres de su obediencia y en general a todos los hermanos masones; haciendo ardientes votos porque así como el hilo eléctrico une y estrecha hoy a Chile con la república Argentina, así también se unan y estrechen los masones de los Valles de los dos países en propósitos de verdadero progreso moral y de fraternidad. El Ser. Gran Maestro (Firmado) Javier Villanueva 33°. El Gran Secretario (Firmado) José Maldonado”.

A este telegrama, el Jefe de la Masonería Argentina respondió en los siguientes términos:

“Al Poderoso e Ilustre Oriente de Chile. Nicanor Alvarellos, El Gran Maestro del Gran Oriente Argentino ha recibido el fraternal saludo de sus hermanos masones de Chile y bendice al Gran Maestro Arquitecto del Universo por el feliz acontecimiento que pone a los hermanos del Oriente chileno, al habla para manifestarles sus ardientes simpatías y asegurarles que el Oriente que preside, así como todos los nacionales de su Obediencia, recibirán con júbilo el telegrama que le dirige ese Oriente. El hilo eléctrico que une a Chile con la República Argentina será desde hoy la verdadera cadena de unión de los miembros de la gran familia, que envían una abrazo fraternal a todos los masones de Chile deseándoles paz y prosperidad.

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CAPÍTULO XXI

El hermano Juan de Dios Merino Benavente establece en Chile un Supremo Consejo del Grado 33°, con Carta Patente del Supremo Consejo de Inglaterra. Notifica su nacimiento a la Gran logia, manifestándole su intención de constituir un Gran Oriente Nacional como Dirección Suprema de la Masonería chilena. La Gran Logia reconoce la existencia del Supremo Consejo “pero sólo

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como cuerpo dogmático” con jurisdicción sobre los Talleres del grado 4° al 33° y se reserva siempre sus derechos sobre la Masonería simbólica. El hermano Merino Benavente insiste en obtener para el Supremo Consejo el gobierno total de la Masonería. La Gran Logia rechaza perentoriamente dichas exigencias. El S. Gran Maestro Villanueva, comprometido con el Supremo Consejo a obtener para éste la supremacía, ante el acuerdo de la Gran Logia, presenta la renuncia, la que es aceptada. El Supremo Consejo cesa de funcionar. ¿Eran atendibles y legítimas sus pretensiones? Breve comentario. El hermano Juan de Dios Arlegui y los Oficiales que lo acompañaron en el desempeño de sus labores al frente de la Gran Logia durante los diez años que estuvo a la cabeza de la Orden, se atuvieron estrictamente a lo preceptuado por el Artículo 18 de la Constitución Masónica, que dice: “Art. 18° Sin embargo de que la Masonería comprende Talleres de diferentes grados y que se dedican al estudio de las ciencias diversas, por ahora y mientras las circunstancias no permitan el desarrollo completo del elemento masónico, la Masonería chilena no comprenderá otros Talleres sino las Logias que trabajan en los tres primeros grados simbólicos”. Era fácil comprender que el elemento masónico a que hacía referencia al Artículo ya citado, estaba por aquel entonces muy distante aún de haber alcanzado “el completo desarrollo” y no era posible pensar en crear nuevos organismos, que habrían demandado el contingente de un personal masónico numeroso, cuando aún la Gran Logia, creciendo de día en día, necesitaba todavía muchos esfuerzos para dar a su labor la amplitud conveniente. Por estas razones, los trabajos de la Masonería nacional se encuadraban dentro del campo -bastante extenso, por lo demás- de los tres primeros grados, llamados simbólicos. Y el éxito que dichos trabajos obtenían de año en año, y la importancia e las obras sociales en que se expandían hacia el exterior indicaban que el rumbo era acertado y que, al menos por aquel entonces, no había conveniencia ni urgencia en cambiarlo. No obstante, un miembro de la Masonería chilena -el

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hermano Juan de Dios Merino Benavente- premunido de la respectiva Patente, obtenida en Inglaterra, estableció en Valparaíso, hacia julio de 1870, un Supremo Consejo del Grado 33° para Chile. El primer acto de este nuevo organismo fue comunicar su nacimiento a la Gran Logia de Chile, por medio de una Nota, en la que el hermano Merino Benavente manifestaba que el Supremo Consejo del Grado 33° para Inglaterra le había otorgado una patente para establecer en Chile un Supremo Consejo del mismo Grado, “invistiéndolo, en efecto, de todas las facultades necesarias y que, en consecuencia de ellas, había ya formado dicho Consejo con miembros honorables de distintas nacionalidades y ritos, con el objeto de iniciar los trabajos preparatorios para el establecimiento en Chile de un Gran oriente Nacional como único Poder Supremo de la Masonería en el país, y reunir de esta manera en un solo centro a las varias logias y ritos que existen dispersos en este mismo Oriente, dependientes de otros extraños”. También se dirigió a los Poderes Extranjeros, y pronto este nuevo cuerpo masónico obtuvo el reconocimiento de los demás poderes de igual categoría establecidos en diversos países, pues la autoridad y prestigio del Supremo Consejo de Inglaterra, bajo el cual se había constituido, le allanaron de una vez, todos los tropiezos. La Gran Logia de Chile, impuesta de la comunicación que hemos señalado, y después de estudiar detenidamente el asunto, en sesión del 17 de octubre, acordó “reconocer la fundación y existencia del Supremo Consejo recién establecido, como un cuerpo dogmático, y, declarando que, en su concepto, llegado ya el caso de crear talleres de grados superiores al tercero, se confiaría a dicho Consejo la dirección y vigilancia de los Talleres y Capítulos de los grados 4° a 33°, reservándose la Gran Logia su autoridad independiente y soberana, como único poder regulador y legislador de la Orden en todo el territorio de la República y Logias de su dependencia, en los tres primeros grados”. Este reconocimiento con las cláusulas expresadas, no fue aceptado por el Supremo Consejo y lo objetó en su Nota de fecha 30 de septiembre de 1872. Además, no se limitó sólo a este rechazo sino que además pidió a la Gran logia la reconsideración de dicho acuerdo “por no creerlo conforme

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con la constitución del Rito E. A. y A.” adoptado por la Gran logia; y reclamaba para sí, apoyado en dicha Constitución, el gobierno y dirección de toda la Masonería chilena, sin distinción de ninguna especie, a fin de poder organizar de esa manera un Gran Oriente Nacional. La Gran Logia de Chile, después de imponerse de la anterior comunicación, volvió a considerar detenidamente el asunto; y con objeto de formar una opinión firme y completa, nombró de su seno una Comisión encargada de estudiar el problema y proponer sus conclusiones a la Asamblea. La Comisión evacuó su informe, que fue conocido y aprobado por la Gran logia en sesión de 31 de julio de 1873. Dicho Informe era del tenor siguiente: “Que las pretensiones del Supremo Consejo del Grado 33° sean perentoriamente rechazadas, y que, previo examen de la Patente que autoriza su existencia, la Gran Logia de Chile mantenga su acuerdo, como el único camino legal que puede seguir, y como el mejor medio de evitar odiosas dificultades para llegar a la constitución de un Gran Oriente Nacional”. La insistencia manifestada por el Supremo Consejo en sus pretensiones y la inquebrantable decisión de la Gran Logia de Chile, de no ceder en su punto de vista, colocaron el S. Gran Maestro Villanueva en una situación por demás difícil. Halagado por la idea de imprimir mayor desarrollo a la Masonería chilena, procurando formar un solo cuerpo con las logias nacionales y extranjeras, había ingresado al Supremo Consejo del Grado 33° y se había comprometido a poner cuanto estuviera de su parte a fin de alcanzar estas aspiraciones. Pero, como Jefe de la Gran Logia, estaba más obligado que nadie, no sólo a cumplir, sino también a hacer cumplir las decisiones que ésta tomaba; de modo que se encontró en una situación verdaderamente embarazosa. En asamblea general de la Gran Logia, celebrada en septiembre de 1873, y después de recordar las notas y los acuerdos de uno y otro lado, terminaba de referirse a dicho asunto con las siguientes palabras: “En este estado las cosas, os toca, según la marcha que siga este asunto en lo sucesivo, adoptar las medidas que vuestro saber, prudencia y buen criterio os aconsejen. Él, por otra parte, me ha colocado en una situación por demás embarazosa, que exigirá de mí el sacrificio de sentimientos y

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de simpatías profundas para salvarla”. El S. Gran Maestro que, como hemos dicho, había ingresado al Supremo Consejo, después de empeñarse inútilmente en que la Gran Logia modificara su punto de vista referente a la forma como debía gobernarse la Masonería y no encontrando otro medio de salir de la insostenible situación en que por restos acontecimientos había sido colocado, presentó la renuncia de su cargo de Gran Maestro. Como es de suponer, esto conmovió profundamente a la Gran Logia y se temió, no sin razón, que ante tan inesperada actitud, el desaliento y la confusión se apoderarían de los ánimos y se derrumbaría en breves días lo que se había logrado construir tras largos años de penoso esfuerzo. Hubo entonces entre el hermano Villanueva y la Gran Logia un cambio de peticiones y proposiciones. La Gran Logia pedía al hermano Villanueva que no insistiera en su renuncia, si bien no cedía absolutamente en la posición que había adoptado. Villanueva, por su parte, aduciendo la razón de que había prestado juramento como miembro del Supremo Consejo y se había comprometido a obtener para este organismo la supremacía que la Gran Logia le negaba, persistía en su renuncia. En vista de esta situación y con verdadero sentimiento, la Gran Logia de Chile tuvo que aceptar la renuncia.

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Es necesario declarar con franqueza que el Supremo Consejo del Grado 33ª, establecido por el hermano Juan de Dios Merino Benavente, causó más perjuicios que beneficios a la Masonería chilena. Desde luego, produjo la primera crisis de Gran Maestro, que sufriera la Gran Logia, con la renuncia del hermano Villanueva, a quien faltaba bastante tiempo aún para completar su período constitucional. En seguida, la primera, por no decir la única manifestación que dio de su existencia, fue la lucha por la supremacía, que trabó con el Poder Masónico regularmente constituido en Chile, y en la cual encontró la derrota y la muerte. Este organismo pasó, pues, como una nube por la historia de la francmasonería chilena, sin dejar nada aprovechable, fuera de la experiencia que de este asunto

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pudiera deducirse. Sin duda, la intención del hermano Juan de Dios Merino Benavente era digna de aplauso y de encomio, en cuanto tendía a dar al Rito E. A. y A. su total desarrollo; pero no puede decirse lo mismo de la manera de proceder que adoptara el hermano que quiso introducir en Chile los Talleres de grados superiores. Aun para las personas menos entendidas en estas materias, será fácil comprender la irregularidad y la precipitación que había en este paso, si se recuerdan los Arts. 18 y 33 de la Constitución masónica, por la que se regía la Orden en nuestro país. El primero de éstos, que ya hemos citado, declaraba que aún cuando la masonería comprendía talleres de diferentes grados, por entonces y mientras las circunstancias no fueran favorables y el desarrollo del elemento masónico lo permitiera, sólo se trabajaría en los tres primeros grados. Y el otro artículo, el 33, decía a la letra: “El S. Gran Maestro, de acuerdo con su Consejo, llegado el caso previsto en el Art. 18, tiene el derecho de crear los Talleres Superiores que crea conveniente, siempre que para ello proceda con sujeción a los principios fundamentales de la Orden y a las reglas y condiciones generales del R. E. A. y A. De modo, pues, que antes de dar el paso a la creación de Talleres de grados superiores al tercero, era necesario considerar dos aspectos fundamentales: primero, las circunstancias, que debían ser favorables al desarrollo completo del elemento masónico; y, segundo,, que incumbía al S. Gran Maestro, de acuerdo con su Consejo, después de considerar las circunstancias, la creación de dichos Talleres de Grados superiores. Este segundo aspecto, apoyado sólidamente en el primero, sienta en forma irrefutable que la única autoridad masónica competente para establecer, a bace de miembros de la Obediencia chilena, talleres de grados superiores, es el S. Gran Maestro, quien tampoco puede proceder por su sola voluntad, sino que d e acuerdo con su Consejo. Ahora cabe preguntar ¿quién había autorizado al hermano Merino Benavente para solicitar una Patente y constituir un Supremo Consejo del Grado 33º en Chile? Desde luego, no era la Gran Logia, puesto que este cuerpo se negó a

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reconocer la supremacía a que el Supremo Consejo aspiraba. Por otra parte, ¿quién habría empuñado las riendas de la Orden Masónica en Chile, si la Gran Logia, cediendo a las exigencias del Supremo Consejo, hubiera aceptado fundirse con éste para constituir el Gran Oriente Nacional? Sin duda, habría sido el propio hermano Merino Benavente, invocando para ello su alta investidura dentro de la jerarquía. Se habría llegado, entonces, al absurdo procedimiento de poderse adueñar de la dirección de todo un organismo nacional, afanosamente constituido, con el solo y único derecho de haber obtenido una alta investidura masónica de un Poder Extranjero. Eso era atentatorio contra la autonomía de la Gran logia y así lo comprendió ésta cuando se negó, en forma terminante, a aceptar las pretensiones del Supremo Consejo. Desde otro punto de vista, cabe preguntar, ¿habían llegado, efectivamente, las felices circunstancias que se requerían para dar al Rito E. A. y A. todo su amplio desarrollo? Si los de la propia casa, es decir, los miembros del Consejo del Gran Maestro y demás componentes de la Gran Logia, no lo estimaban así, estando, como estaban, en contacto directo y diario con la realidad, palpando las dificultades y tropiezos del camino, ¿cómo habría de creerse que estaba en la razón un hermano que regresaba del extranjero y que con más idealismo que sentido práctico pensaba establecer lo que hermanos conocedores del ambiente nacional no se habían atrevido a intentar? Otra de las finalidades que se proponía este Supremo Consejo -a más de dar al Rito E. A. y A. todo su desarrollo- era absorber a las logias que dependían de Orientes extranjeros; y para ello, procedió a conferir el grado 33ª a los más prestigiosos miembros de dichos Talleres. Pero tampoco se tuvo en cuenta, entonces, que no es la voluntad de uno ni de varios hermanos lo que decide la suerte de una Logia, sino que la voluntad de la mayoría; de modo, pues, que el ingreso al Supremo Consejo de algunos masones extranjeros, no aseguraba de manera alguna que sus logias se plegarían al proyectado Gran Oriente nacional. Aún, admitiendo que la esperanza de Merino Benavente se realizara, ¿qué se habría hecho cuando nuevas logias extranjeras hubiesen venido -como vinieron- a establecerse en nuestro país? Todas estas circunstancias están indicando que los

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hermanos que componían el Supremo Consejo, muy bien inspirados, sin duda, carecían de aquella facultad de organización indispensable para empresas de este género. Pero el daño de mayor gravedad que causó este efímero Consejo del Grado 33º, fue el alejamiento de muchos elementos útiles, que abandonaron las columnas de la masonería simbólica interpretando erróneamente sus deberes masónicos. Esto repercutió dolorosamente en el seno de la Gran logia, que se vio entorpecida en el desarrollo de sus labores por el empobrecimiento de sus filas. Además, este intento fracasado, retardó aún por mucho tiempo la organización de un Supremo Consejo que, respondiendo a necesidades urgentes y reales, hubiera venido a fortificar y ensanchar la obra de la Masonería chilena.

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CAPÍTULO XXII

Benicio Álamos González es designado para suceder al ex Gran Maestro y completar su período. A fin de uniformar el criterio masónico, Álamos González publica un “Manual Masónico” y un “Nuevo Plan de Trabajos Masónicos”. En qué consistían dichas obras. Lo que era el “Nuevo Plan de Trabajos Masónicos”. La renuncia del S. Gran Maestro Javier Villanueva, producida por las razones que acabamos de exponer, causó en el seno de la masonería nacional una profunda conmoción. Se temió por algún tiempo que surgieran serias dificultades en el seno de la Orden; y que aquella armonía y fraternal cooperación, gracias a las cuales había sido posible en el breve tiempo de dos lustros constituir y organizar un cuerpo colectivo tan complejo, sufriera más de un quebranto doloroso. Pero, una vez pasada la primera impresión de

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incertidumbre, el espíritu de fraternidad encendió en nuevos bríos el corazón de los masones y, como si todos hubieran tenido un mismo pensamiento, se pusieron cuanto antes a la tarea de encontrar el hombre que pudiera ocupar la dirección de la Orden, un hermano prestigioso y que tuviera las condiciones necesarias para desempeñar en buena forma las delicadas tareas que se le habrían de encomendar. Todas las miradas se fijaron en la misma persona y un mismo nombre corría de boca en boca, como promesa de orden y trabajo y como garantía de éxito: Benicio Álamos González. Este hermano, que desempeñaba las funciones de Diputado Gran Maestro, para las cuales había sido designado en la misma asamblea en que fuera designado Serenísimo el hermano que acababa de renunciar, tenía una brillante hoja de servicios masónicos y gozaba de merecido prestigio en todas las logias del país. Reunida la Gran Logia en asamblea general, en noviembre de 1873, el hermano Benicio Álamos González fue elegido Jefe de la Orden, por el tiempo que faltaba al ex -Serenísimo Villanueva para completar su período constitucional. Diputado Gran Maestro, en la vacante producida por la exaltación de Álamos González, fue elegido el hermano Ramón Allende Padín. Pero, como al poco tiempo renunciara este hermano, se acoró aplazar la lección del reemplazante para dentro de seis meses.

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El nuevo Gran Maestro comprendió desde el primer instante que en aquellas circunstancias se requería un extraordinario despliegue de energía y de talento, a fin de devolver definitivamente la tranquilidad y la confianza al pueblo masónico y, principalmente, para demostrar con hechos que las labores desarrolladas por la Gran Logia en nuestro país, bastaban por aquel entonces a las necesidades espirituales o sociales del pueblo; y que, por lo tanto, la creación de un Supremo Consejo, con sus respectivos talleres de grados superiores, era prematura, si no peligrosa. Con el entusiasmo y la inteligencia que siempre caracterizaron su labor, emprendió la obra. Pero no se limitó a

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decretar simples directivas o a vigilar personalmente las obras en comienzo o en desarrollo, sino que quiso dejar algo más duradero, de utilidad no sólo en aquellos momentos, sino que pudiera servir también a las generaciones futuras como normas de trabajo. Con este objeto escribió dos obras, pequeñas en sus formas materiales, pero grandes por su significado y trascendencia. Fueron ellas el “Manual Masónico” y el “Nuevo Plan de Trabajos Masónicos”. Ambos aparecieron en 1875. La primera contiene, a manera de prólogo, una exposición de principios y, en seguida, un Ritual de iniciación. Este Ritual es bastante extenso; y acaso a esta circunstancia y a la de no haber escrito su autor los de segundo y tercer grados, en que debía desarrollar un plan de instrucción completo, se debió el hecho de que no se mantuviera en uso en las logias, sin embargo de ser, por muchos aspectos, muy superior al que servía entonces para el caso. En el Prólogo aparecen los conceptos siguientes, que venían a perfilar con rasgos definidos la fisonomía de la Orden. “Las religiones buscan sus creyentes en el sexo débil, que s e deja arrastrar por la impresiones, y en la gente vulgar, que se dirige por el miedo o el espanto. “La Masonería, por el contrario, sólo aspira a formar un centro común donde se reúnan los hombres de espíritu libre, a quienes no puede convencerse y entusiasmarse sino por razonamientos fundados, por prácticas de una moral reconocida y por obras verdaderamente útiles. “Fuera d e eso, debe tenerse presente otra consideración. “Las religiones se ocupan de la vida futura; la Masonería consagra sus trabajos de preferencia a la vida presente. Para lo primero, lo más esencial es la creencia. Para lo segundo, lo más esencial es el ejercicio de la razón. “Por eso, creo que la idea de alimentar lo indefinido, no tiene objeto ni cabida en una institución como la nuestra; y, por tanto, no debemos fomentar el predominio del sentimiento sobre la inteligencia, y antes bien, hermanarlos para que se auxilien mutuamente, haciendo siempre que la razón ilumine las inspiraciones generosas del corazón”. “El plan que he seguido en mi proyecto de Ritual, se reduce a explicar los símbolos de una manera filosófica y a desarrollar la noción del deber”.

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La segunda obra, esto es, el “Nuevo Plan de Trabajos Masónicos”, a pesar de haber sido concebida hace más de medio siglo, no ha perdido por ello su importancia; y, salvo ligeras excepciones, podría considerársela como de perfecta actualidad y adaptable, por consiguiente, a las necesidades del presente. El “Nuevo Plan de Trabajos Masónicos”, que en su época circuló profusamente entre los Talleres de la Obediencia y los hermanos y en más de una Logia extranjera, ha ido olvidándose, a medida que los ejemplares del opúsculo se han ido haciendo escasos; y aunque posteriormente a su publicación, la prensa masónica chilena lo ha reproducido, puede asegurarse, sin exageración, que es desconocido por la mayor parte de los masones de hoy. Consta de dos acápites. El primero contiene, al igual que el “Manual Masónico”, una exposición de principios; el segundo constituye el “Plan” propiamente dicho. En obsequio de la cultura masónica de los hermanos chilenos, reproducimos esta interesante obra:

NUEVO PLAN DE TRABAJOS MASÓNICOS

A LA GRAN LOGIA DE DE CHILE

SALUD - FUERZA - UNIÓN

Il. y Q. H. Durante mucho tiempo y con muy raras excepciones, la Masonería sólo se ha ocupado de iniciar profanos y en darles grados. Por esto, por cierto, ha sido bien estéril. Muchos hombres inteligentes se han abstenido de penetrar en nuestra filas, considerando extraño a nuestra época el que sólo nos ocupemos de símbolos. Otros, después de haber recibido la luz masónica, se han retirado de nuestros Talleres, hastiados de no hacer cosa alguna verdadera utilidad. Gran Parte d e los que aún permanecen en sus puestos, lo hacen por curiosidad o esperando protección, cuando en realidad necesitamos gentes dispuestas a trabajar por el progreso humano.

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De esa manera, la Masonería ha arrastrado una vida poco notable. Si en el mundo profano se le ha prestado alguna consideración, es sólo porque el misterio de nuestras Logias no le ha permitido conocer la indolencia en que permanecemos. Así, la Masonería ha sido más bien una elevada aspiración, vaga, indefinida, en que los hombres de libertad han buscado algo que no han podido realizar. Por fortuna, en estos últimos tiempos, en varios países, en el oriente, en Europa, en estados Unidos, en otras secciones americanas, entre nosotros mismos, se han emprendido trabajos verdaderamente útiles y filantrópicos. En algunas partes se han fundado sociedades de tolerancia religiosa, para defender a las víctimas del fanatismo. En otras se han establecido asociaciones de ciencias sociales y políticas, para propagar los principios liberales. En otras se han creado instituciones que tienen por objeto suprimir los horrores de la guerra y propagar las ventajas del arbitraje internacional. En otras, se ha procurado independizar la beneficencia de las creencias religiosas, generalizando así la caridad y libertándola del espíritu de secta.

Y entre nosotros se han planteado escuelas laicas y conferencias populares, para que católicos y protestantes puedan aunar sus fuerzas en la enseñanza de los conocimientos generales, sin contribuir, a la vez, a la propagación de creencias religiosas que no aceptan.

Pero esto, naturalmente, no es bastante. La Masonería no es sólo una sociedad de beneficencia, o

de educación, o de tolerancia, o de arbitraje internacional. La Masonería debe ser todo eso y algo más. La Masonería, tal como la concibieron sus fundadores, tal

como la concebimos nosotros, es un centro abierto a los librepensadores para venir a propagar las ideas de libertad, de igualdad y de fraternidad, como el medio más seguro de llegar al descubrimiento de la verdad y al triunfo definitivo de la justicia, fin de todo progreso humano.

Para llegar a este resultado es preciso tender al desencadenamiento político y al desencadenamiento moral de la humanidad.

Las ideas que posee la Masonería sobre lo uno y sobre lo

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otro, son más o menos conocidas. Pero, ya que se trata de regularizar sus trabajos, permitidme que precise aquí el credo que, a mi juicio, debe formar sus convicciones.

Os hablaré primero de la política y en seguida de la moral.

I

Los pueblos, como es sabido, no se organizaron en nombre del derecho y de la conveniencia, sino por la acción de la fuerza. El más poderoso padre de familia dominó a los otros padres de familia y formó una tribu. El más poderoso jefe de tribu dominó a los otros jefes, y formó una nación. Y el soberano de una nación que pudo reunir más elementos de guerra conquistó e impuso sus pretensiones a los estados circunvecinos. La arbitrariedad fue, por cierto, la base del orden político, y las virtudes de los gobernantes su única ley fundamental. Pero este estado de cosas no pudo existir indefinidamente. Los pueblos comprendieron sus derechos individuales y trataron de hacerlos efectivos. Los mandatarios se resistieron. La lucha se inició entre oprimidos y opresores y subsiste hasta ahora. Las cuestiones que han nacido de este continuado combate son de dos clases: Las unas, relativas a la forma de gobierno, de orden administrativo;

Y las otras, relativas a los derechos y garantías de los ciudadanos.

Respecto de las primeras, la Masonería se ha abstenido por completo.

Ella aconseja a sus afiliados que cumplan su deber, trabajando constantemente por los intereses públicos. Pero como masones, les prohíbe que desde el seno de las Logias y usando de los elementos confiados a su dirección, tomen parte en la lucha que siguen los partidos sobre la forma de gobierno y sobre política militante, asuntos de que se han ocupado otras sociedades secretas, como las Logias Carbonarias y la Joven Italia.

En estos asuntos se mezclan generalmente intereses personales y pasiones, se levantan profundas resistencias y no

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siempre es posible hacer oír la voz de la razón. Por ese motivo, la Masonería se ha colocado a cierta

altura, y se ha limitado a trabajar por convencer a los hombres de que siendo libres, teniendo una ley igual para todos, y procurando amarse los unos a los otros, sus facultades físicas, intelectuales y morales se multiplicarán y todas esas fuerzas en ejercicio procurarán un progreso más rápido y efectivo.

Esta obra que ha perseguido la Masonería a través de los siglos y en todos los países del mundo, es por cierto la que debe continuar persiguiendo siempre. Su marcha y sus resultados serán muy lentos. Quizás en los pueblos americanos, donde no existen grandes preocupaciones, podría trabajarse más directamente. Pero con la experiencia del progreso tranquilo y ascendente que hemos alcanzado, pienso que debemos limitarnos a trabajar como hasta aquí, respetando la ley y las autoridades existentes y propagando las ideas de libertad, igualdad y fraternidad.

Jesús decía a sus discípulos que su reino no era de este mundo. La Masonería debe a su turno sostener que su obra no es para el presente sino para el porvenir, porque no se trata de dominar sino sólo de formar la conciencia de la sociedad; sometiéndonos a ese programa, no estaremos expuestos a los vaivenes de las pasiones y al fin el triunfo será nuestro porque no habré hecho aceptar por la convicción y no por la fuerza.

II

Tratándose de la reforma moral, o sea de la emancipación religiosa que perseguimos, deben tenerse en cuenta consideraciones poco más o menos del mismo orden. Cuando se fundaron los pueblos de la India, que son la cuna de la civilización de Oriente y e la civilización humana, se les dio una organización teocrática. La casta de los bramanes fue declarada superior a las castas de los schiatrias. Los sacerdotes quedaron más alto que los soberanos. La religión fue considerada como la base de la sociedad, y como el centro a que debían converger todas las ideas y manifestaciones sociales. De aquí nació para esas naciones la estagnación, el

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enervamiento, la muerte. Las creencias religiosas, como emanadas de Dios, no admitían discusión ni reforma. Se aceptaban sin examen y se cumplían ciegamente. Las opiniones científicas, políticas y sociales se sometían, por lo mismo, a la misma suerte. Si los sabios descubrían algo que fuese contrario a la teología religiosa, debían estar equivocados, y necesitaban abandonar su ciencia. Si alguien creía que los pueblos tenían derecho para elegir a sus gobernantes, en el acto se le imponía silencio, porque eso no era conforme a los textos sagrados. Si algún filántropo quería que la viuda no se arrojara a la hoguera con el cadáver de su marido, todos lo acusaban de impío, y tenía que enmudecer. Así quedó extinguido el desenvolvimiento progresivo con que ha sido dotado el hombre. Aquellos pueblos que hoy día nos abisman por las obras y las leyes que trabajaron en los primeros días de su existencia, han vegetado como masas inertes. Y lo que es más: con el enervamiento moral, han caído en el enervamiento físico. De otro modo, al menos, no se explica que unos cuantos aventureros, mandados por Lord Cliffe o Waring Hartings hayan podido dominar gran parte de los pueblos de Oriente, que cuentan con millones de habitantes y que poseen riquezas, armas, sociedades y ejércitos organizados.

III

El fundador del cristianismo en el Occidente, procedió de distinta manera. En vez de buscar el poder de los soberanos, buscó las simpatías de los pueblos. En vez del auxilio de los poderosos, solicitó el apoyo de los desvalidos. Y, sobre todo, siempre separó mucho su misión de la política. En una ocasión declaró que su reino no era de este mundo. En otra ocasión, ordenó que se diera a Dios lo que es de Dios y al César lo que del César. Y en toda oportunidad trató de separar los intereses terrenales de los intereses espirituales; quiso dominar por la razón y no por la fuerza; trabajó porque la virtud se recomendase por sí sola, y no por otros auxilios que podrían hacerle perder de su prestigio.

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Y a la verdad que Jesús tampoco pudo proceder de otra manera. Él era judío, y no había de buscar la alianza de los enemigos de su país, que regían los intereses del estado. Él predicaba una religión nueva, y mal podía reconocer en el estado el derecho de juzgar sus actos, desde que por esa causa y en nombre d e ese abusivo poder fue condenado como blasfemo y crucificado como tal. Pero, si el fundador del cristianismo estuvo a la altura del desenvolvimiento humano, sus sucesores no s e hallaron en el mismo caso. Apenas encontraron suficientes sectarios, apenas consiguieron ocupar los puestos públicos, en el acto trataron de implantar en el Occidente la organización del Oriente. Bautizaron y confirmaron a los niños, para que así éstos creyeran que no podían cambiar de religión. Declararon sacramento el contrato del matrimonio, para dominar las más poderosas afecciones del corazón humano. Establecieron que la enseñanza debía ser religiosa par supeditar la conciencia. Imaginaron que la autoridad de los reyes era de derecho divino, a fin de dominar en la política. Pidieron fueros para sus sacerdotes, a fin de ser casta privilegiada. Proclamaron que el catolicismo era la religión única y que sólo los católicos tenían el derecho de vivir, para poder así ultimar a sus enemigos. Y por último Ignacio de Loyola, fundador del jesuitismo, estableció que el hombre era un cadáver, que todo debía redundar en honra y gloria de Dios; que para todo debía redundar en honra y gloria de Dios; que para llegar a ese fin era lícito cualquier medio, pretendido por todos estos caminos llegar a la teocracia. Por fortuna, los pueblos de Occidente llevaban en sus venas la civilización de Grecia y de Roma. En aquellas naciones, la religión había sido uno de los asuntos más importantes de la sociedad; pero no había sido el único fin social. El sacerdote había ocupado un alto puesto; pero siempre había estado sometido al soberano. Esto dio a los gobernantes suficiente energía para resistir, y si el cristianismo fue declarado religión privilegiada, también se estableció del derecho de patronato para garantir de ese

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modo el derecho común, a fin de que la iglesia no abusara contra los que no admitían sus creencias. Esta combinación, como era de esperarlo, produjo serias dificultades. El soberano se mezcló demasiado en la religión. El sacerdote se mezcló demasiado en la política. Pero en aquella época, sea por convicción, sea por conveniencia, el sacerdote y el soberano creían lo mismo y les era fácil entenderse. Al fin, apareció la duda. El protestantismo desprestigió al papado. El racionalismo hizo desconfiar de la revelación. El positivismo ahogó las creencias. Los soberanos se hicieron librepensadores y miraron con indiferencias las ideas religiosas. El presencia de esta situación, lo más razonable sería separar lo que no puede estar unido. Pero, desgraciadamente, esto no ha sido posible hasta ahora. La iglesia ha estado dispuesta a que se le deje en libertad de proceder libremente, pero ha exigido a la vez se le reconozca como una verdad absoluta e infalible, y como una religión privilegiada, aun cuando ese reconocimiento sea contrario a la igualdad en que han nacido todos los hombres. El estado, por su parte, ha convenido en que la iglesia se someta al régimen común; pero ha pretendido que siempre debe ejercer tuición sobre la iglesia, hasta que se disipen en parte las preocupaciones que se cobijan a su sombra. En esas pretensiones hay una doble obra de desencadenamiento, y a ambos fines debe contribuir la Masonería, sosteniendo que la ley debe ser igual para todos, y que la verdad y la virtud debe propagarse únicamente por la razón, por el convencimiento, por el ejemplo, , si no se quiere hacerlas antipáticas con la presión de la fuerza, o que degeneren dejándolas expuestas a las pasiones humanas.

IV

Con tal objeto os propongo un plan de trabajos que fije la marcha que debemos seguir, y los fines y tendencias a que debemos servir. Es probable que algunas de estas indicaciones no se puedan realizar hoy ni mañana. Pero eso poco importa.

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Tenemos ante nosotros el tiempo no tasado. La Masonería ha trabajado al través de los siglos, y no debe arredrarse por tales consideraciones. Tal vez algunos de vosotros quiera que a los trabajos indicados por mí se agreguen otros. Para eso tampoco debe haber dificultad. Yo sólo he querido indicar aquello más general. Excuso detenerme a demostrar la conveniencia e mis indicaciones. Creo que podéis apreciar su importancia con la simple enumeración que hago de ellas. He aquí ahora las disposiciones adicionales que deben agregarse a la Constitución Masónica. Artículo 1º Aparte de las comisiones en que está actualmente dividida la Gran Logia, habrá una Junta de Trabajos. Art. 2º Esta Junta se dividirá en: Sección de Instrucción. Sección de Beneficencia. Sección de Propaganda. Sección de Fraternidad Masónica. Art. 3º La Sección de Instrucción se ocupará: 1º De fundar escuelas laicas. 2º De colaborar en todas las sociedades que tengan por objeto dar instrucción gratuita a los pobres. 3º De contribuir al incremento de todas las instituciones científicas, literarias y artísticas que existen dentro y fuera del país. 4º De hacer conferencias populares para la propagación de los conocimientos útiles. 5º De colectar fondos para esos diferentes objetos. Art. 4º La sección de Beneficencia se ocupará: 1º De trabajar en la fundación de Hospitales, casas de huérfanos, asilos para insanos, para viudas, para jóvenes sin familia, y en general para todos los trabajos a que hoy se consagra la beneficencia pública. 2º De colaborar directa o indirectamente a todas las instituciones de la misma naturaleza en que no se persiga un fin egoísta o de sectarios. 3º De publicar estudios sobre esas materias. 4º De colectar fondos con estos fines. Art. 5º La sección de Propaganda se ocupará:

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1º De defender y de hacer conocer por la prensa las verdaderas ideas de la Masonería. 2º De trabajar por que en las instituciones de todos los países se introduzcan los principios de libertad, de igualdad y de fraternidad, y especialmente por que se separe la iglesia del estado, se establezca el matrimonio civil, se supriman los fueros, se interdependice la beneficencia, se fomenten las obras de arte. 3º De proteger y de sostener a las víctimas de la intolerancia religiosa. 4º De que suprima la guerra, o por lo menos, sus horrores. 5º De que se establezca el arbitraje internacional y un código internacional común a que estén sometidas las naciones más civilizadas. 6º De que se unifiquen los sistemas de pesos y medidas, de que se uniformen las leyes marítimas y de que establezca perfecto acuerdo en cuanto pueda facilitar las relaciones comerciales. 7º De la formación de un idioma común; y 8º Y en general, de todo aquello que tienda a hacer de la humanidad una sola familia. Art. 6º La Sección de Fraternidad Masónica se ocupará: 1º De procurarles trabajo a las personas que no lo tengan. 2º De proporcionarles relaciones y recomendaciones a los masones que las necesiten, siempre que sean dignos de ellas. 3º De auxiliarlos en sus enfermedades y de enterrarlos con decencia. 4º De proporcionarles ocupación a la viuda e hijos de los masones. 5º De dar educación a los niños huérfanos de los masones que se hallen en estado de recibirla. 6º De fundar entre los masones sociedades de socorros mutuos, de las que sólo puedan aprovecharse los que caigan en desgracia o sus familias; en proporción a los que hayan ingresado. 7° De fijar los deberes de los masones entre sí, en sus relaciones comerciales, políticas y sociales, en tiempo de paz y de guerra, en su propio suelo y en el extranjero; 8° Y en general, de procurar que los masones se habitúen

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a tratarse en sus relaciones y en su vida, como si fuesen hermanos consanguíneos. Art. 7° Todo masón, después que haya recibido el tercer grado, deberá afiliarse al servicio de una de estas cuatro secciones. Art. 8° Cada Logia nombrará anualmente un representante especial cerca de cada Sección, y todos los nombrados formarán el Directorio de los trabajos correspondientes, eligiendo entre ellos su presidente, vice, secretario y tesorero. Art. 9° Este Directorio fijará los trabajos, deliberará y decidirá sobre ellos, nombrará comisiones para colectar fondos, y gobernará libremente su Sección, dando cuenta a la Gran logia, cuando ésta lo pida por creer que se desvirtúan sus altas tendencias. Art. 10° Todos los miembros de cada Sección deberán desempeñar las comisiones que se les den. Sólo podrán excusarse por creer que su exigencia es contraria a sus principios morales o a su dignidad personal. Art. 11° Cada sección, tan pronto como esté organizada, se dará su reglamento especial, que será sometido a la aprobación de la Gran logia. BENICIO ÁLAMOS GONZÁLEZ

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Este trabajo mereció el aplauso y la aprobación no sólo de la Gran Logia de Chile, donde primeramente fue conocido, sino también de todas las Logias de la Obediencia y de algunos Poderes Masónicos extranjeros que tuvieron oportunidad de conocerlo. Puntualizadas así las materias principales, fácil era encontrar el modo de llevarlas a la realidad; y a ello se dieron los miembros de la Gran Logia con todo entusiasmo. Los beneficios que el “Nuevo Plan” produjo, no se limitaron a la facilidad para la realización de obras por él indicadas; trajo, además, una feliz reacción en el ánimo de todos los masones; y las logias continuaron sus trabajos, más vigorosos que nunca. |El impulso estaba dado y trazado el camino que era neceario seguir. La corriente, aumentando su fuerza, no abarcó

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ya solamente los grandes centros de población, como Valparaíso, Santiago y Copiapó; sino que extendiéndose de día en día, comenzó a llevar su riego fecundo a poblaciones más alejadas y que estaban mayormente necesitadas de esta ola de cultura moral e intelectual. Aunque el medio ambiente en genera, se mostraba sempre hostil a la obra masónica, por las influencias de que ya hemos hablado; y a pesar de la campaña no interrumpida que se mantenía en contra de la propagación de la Orden, ésta seguía desarrollándose y creciendo; y nuevos templos levantaban sus columnas en diferentes poblaciones, ofreciendo un rincón de tranquilidad a aquellos espíritus que, sacudiéndose el peso de las preocupaciones vulgares y de los afanes egoístas, quisieran dedicar algunos instantes a trabajar en su propio perfeccionamiento y quisieran poner su energía y su inteligencia al servicio de sus conciudadanos, menos favorecidos por la naturaleza, la educación o la fortuna.

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CAPITULO XXIII

El Club Central de Valparaíso solicita del Gobierno la personería jurídica y la aprobación de sus estatutos. Resumen de éstos. El Gobierno accede a lo solicitado por el Club. Se pide al Congreso el prmiso legal para poseer los bienes raíces del Club. Curioso e interesante debate a que dicha solicitud da lugar en la Cámara de Diputados. ¿El Club Central es un Club Masónico? El Diputado don Macario Ossa se opone a lo solicitado por el Club. Hablan en su defensa Isidoro Errázuriz, Pedro N. Videla y Manuel Antonio Matta. Lo que opinaba el Ministro de Justicia. Otra vez sobre el tapete de la discusión la “Escuela Blas Cuevas”. Por 33 votos contra 12 se aprueba el proyecto de ley que permite al Club Central de vaparaíso conservar indefinidamente sus bienes raíces.

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Desde el 30 de noviembre de 1872, fecha en que fue solemnemente inaugurado el nuevo Templo masónico que la Gran Logia había hecho construir en Valparaíso, los Talleres contaban con un hogar propio, que reunía todas las comodidades del caso. Fuera del templo, el local poseía diversos compartimentos para las secretarías de los talleres. Además, funcionaba en el mismo edificio el Club Central, organización legalmente constituida, con personería jurídica otorgada por el Supremo Gobierno, de acuerdo con todas las formalidades prescritas por la ley. La Masonería chilena, como entidad, no se encontraba en las mismas condiciones; y habría sido utópico pretender un parecido reconocimiento por aquel entonces. De modo que para adquirir el bien raíz en que edificó su hogar, la Gran logia tuvo que colocarse, puede decirse que bajo la tutela de otra corporación, la cual era el mencionado Club Central. Dicho Club, formado en gran parte por masones, no tenía otro carácter que el de una simple colectividad social. Como ya lo hemos manifestado, había obtenido del Supremo Gobierno, junto con la aprobación de sus estatutos, la personería jurídica necesaria. He aquí la resolución gubernativa.

CLUB CENTRAL DEL VALPARAÍSO

Santiago, marzo 31 de 1871 (49) Vista la solicitud que precede, los estatutos que se acompañan y lo informado por el Fiscal de la Corte Suprema de Justicia, con acuerdo del Consejo de Estado y de conformidad con lo dispuesto en los artículos 546 6 548 del Código Civil, decreto: “Se declara persona jurídica el Club Central de Valparaíso y se aprueban los estatutos siguientes por que debe regirse esta asociación:

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ESTATUTOS DEL CLUB CENTRAL DE VALPARAÍSO

TITULO I

Del Objeto de la asociación

Art. 1° El Club Central, establecido en Valparaíso, es una asociación de individuos que, admitidos según las reglas que previenen estos estatutos y rigiéndose por ellas, se juntan para su solaz o sus negocios y contribuyen con una cuota fija, destinada para el sostén y desarrollo del establecimiento. Su número es ilimitado.

TÍTULO II

De la Administración y gobierno del Club. Artículos 2° y 3°

TÍTULO III

De la Junta Calificadora de admisión o de exclusión de socios y de las formalidades para introducirlos o excluirlos. Artículos 4° al 10°.

TÍTULO IV

Del Secretario y Tesorero. Artículos 11 al 14

TÍTULO V

De las Juntas Generales Artículos 15 al 17.

TÍTULO VI

De la Comisión revisora de cuentas. Artículos 18 y 19

TÍTULO VII

Disposiciones generales. Artículos 20 a 33. Art. 34. Nómbrase por el período del año entrante y

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quedan instaladas desde hoy para que vayan ejercitando sus respectivas atribuciones, las siguientes comisiones:

1° Directorio; presidente, señor Francisco Smith; directores: señores Manuel A. Guzmán, Ramón Allende padín, Francisco gandarillas, Pedro Gudde, Antonio Barrena y Manuel Antonio Velásquez. 2° Junta calificadora: señores Luis A.Lynch Z., Santiago Vergara, Enrique N Willsham, Blas 2° Cuevas, Enrique L. Rodríguez, Eduardo Muñoz, José Miguel Fáez, R. 2° Martínez díaz, J. G. Jonson, Javier Villanueva, Juan Rafael Molina y Benicio Álamos González. 3° Comisión Revisora de cuentas. Propietarios: señores Carlos Renard, Santiago Vergara y Juan Rafael Molina. Suplentes: señores Enrique N. Willsham, Diego Dublé Almeida y Enrique Pradel. Tómese razón, etc. PÉREZ. Eulogio Altamirano. Pero aún no estaban subsanadas todas las dificultades. El Club Cultural, a pesar de poseer los bienes Raíces que había adquirido, de una autorización especial, concedida mediante una ley. A fin de obtener dicha autorización, se elevó una solicitud al Congreso, acompañando todos los antecedentes, en 1874. Favorablemente informada por la Comisión que hubo de estudiarla, se puso en discusión en la sesión 20° extraordinaria, del 13 de octubre. Se creía que este asunto de índole tan común -ya que continuamente la Cámara está autorizando a diversas sociedades para poseer sus bienes raíces- sería fácilmente despachado. No sucedió así, sin embargo. Un diputado conservador, don Macario Ossa, tomó como pretexto el Club Central para manifestar sus opiniones abiertamente hostiles a la Orden Masónica. Encendiese, con tal motivo, un acalorado debate en el cual tomaron parte, en defensa de la institución los diputados señores Isidoro Errázuriz, Pedro N. Videla y otros. He aquí el acta de aquella sesión, en la cual la institución masónica mereció los honores de ser tan vivamente discutida en el parlamento chileno. Sesión 20° extraordinaria, en 13 de octubre de 1874.

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Presidencia del señor Blest Gana. Se puso en discusión general el proyecto que permite adquirir propiedades al Club Central de Valparaíso. El señor Ossa (Don Macario). -No conozco los estatutos de la sociedad que pide a la Cámara el derecho de poseer bienes raíces que actualmente tiene en Valparaíso, pero he oído, señor, que ésta es una institución masónica. Yo, con mi carácter franco y leal para combatir a mis adversarios, desearía saber si realmente es o no masónica esta institución, porque si lo es, no podría prestarle su aprobación la Cámara, y me extrañaría grandemente que el Gobierno hubiera podido darle personería jurídica y patrocinar la solicitud, incluyéndola entre los asuntos de la convocatoria. Reconozco el derecho de asociación que tienen todos los ciudadanos y he dado mi voto cuando se trató de este asunto en la reforma constitucional. Pero cuando se trata de instituciones cuya organización no se conoce y no sabemos su fin y objeto, creo que no podemos así no mmás prestarle nuestro apoyo y mucho menos en nuestro carácter de Diputados y de católicos. No sólo debemos impedir con nuestros votos sino hacer todo cuanto esté a nuestro alcance para que estas instituciones no progresen en Chile. Creo que el señor Diputado que patrocina esta solicitud podría hacer luz y ser franco. Pido a la H. Cámara que tenga presente que cuando se trató de la Sociedad de San Vicente de Paul, se emitieron ciertas dudas por algunos señores Diputados, a pesar de que era demasiado conocido su objeto y estaba al alcance de todo el mundo conocer todo lo que a ella concierne. En el caso actual nos encontramos con muchas dudas, al menos yo las tengo por mi parte y no sé si los demás señores Diputados se encuentran en el mismo caso. Por eso no puedo entrar al fondo de la cuestión sin saber de antemano si realmente es una institución masónica o no lo es. ¿Por qué no se hace luz sobre este punto? ¿Por qué nos estamos negando a hablar con Franqueza? El señor ERRÁZURIZ (don Isidoro). - Como miembro de la Comisión Informante, debo decir que al formular nuestro juicio favorable a la solicitud del Club Central de Valparaíso, no hemos tenido para qué entrar a averiguar si los miembros de ese Club son o no masones. Lo único que hemos visto es que tenía personería jurídica…

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El señor OSSA (don Macario) (Interrumpiendo). Yo no he dicho que los miembros de ese Club fuesen masones. He hablado únicamente de la Institución, si era o no masónica. El señor ERRÁZURIZ (don Isidoro) (Continuando) Si es así, menos embarazo tengo entonces para contestar al señor Diputado. El Club Central de Valparaíso presentó sus estatutos al Gobierno, los cuales fueron aceptados y otorgada la personería jurídica de la sociedad. De dichos estatutos resulta que el objeto de la institución es servir a la sociedad, proporcionar a sus miembros un lugar agradable de recreo y arbitrar recursos para fundar escuelas y hacer otras obras benéficas. De manera, señor, que los miembros de la Comisión no tuvieron para qué entrar en más averiguaciones. Se dio lectura al informe de la Comisión El señor VIDELA. Pido la palabra para rogar al señor Presidente que, como todo proyecto que consta de un solo artículo, se tenga sobre éste la discusión general y particular, a la vez. Yo no sé si con las explicaciones dadas por el H. Diputado por Cauquenes haya quedado satisfecho el h. Diputado que ha expuesto sus dudas con respecto a los fines y propósitos del Club Central de Valparaíso. El señor OSSA (don Macario) Yo siento, señor, quedar en las mismas dudas que antes. La Cámara me dispensará que la moleste; sabe que yo no soy orador y que, por consiguiente, no puedo hacer grandes discursos y por eso me tolerará que no use otro lenguaje que el de la verdad y el de la franqueza. He dicho que tenía dudas respecto a si era o no era masónica la institución del Club Central de Valparaíso y esto proviene de que la escuela “Blas Cuevas” que sostiene, es masónica, como es notorio. Si yo expresaba esta duda, ¿por qué el señor Videla no ha contestado que no es masónico el Club Central de Valparaíso? ¿Por qué hemos de tener vergüenza para confesar lo que somos? Yo no digo que los señores Diputados sean masones, pero ¿Por qué no decir si este Club es o no masónico? Suplico a la Cámara a que tenga presente que cuando se trataba de la Sociedad de San Vicente de Paul se manifestó recelo para darle el derecho de conservar indefinidamente las propiedades que poseía y que al fin se negó la solicitud que

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había presentado con este objeto. Y entre esta sociedad y el Club Central hay una enorme diferencia, porque a la primera todo el mundo la conoce, por su reglamento y sus estatutos que son públicos, porque las puertas de su casa están abiertas para todo el que quiera verla e inspeccionarla. Y si a pesar de todo esto, la Cámara tuvo aún recelos, ¿por qué no tenerlos tratándose el Club Central de Valparaíso y, sobre todo, cuando se manifiestan dudas que no se satisfacen? Me parece que el Gobierno ha andado muy ligero para proceder como lo ha hecho. La ley no puede autorizar ninguna entidad secreta, porque eso es darle los medios para que progresen en Chile. Estoy por el derecho de asociación, cuando ese derecho se ejercita públicamente, cuando las puertas de la sociedad están abiertas para el público fin de que se sepa cuáles son sus fines y propósitos que persigue. Por consiguiente, señor, yo me opongo la indicación que acaba de hacer el H. Diputado por Coquimbo para que s e trate en general y en particular a la vez este negocio y pido de nuevo que se me hable con franqueza si es no masónico el Club Cultural de Valparaíso. El señor BARCELO (Ministro de Justicia) Varios ciudadanos de Valparaíso se presentaron al Gobierno manifestando los estatutos de una sociedad con el objeto de que se declarara su personería jurídica, bajo la denominación de Club Central de Valparaíso. Éste tiene el objeto que sus estatutos establecen y están publicados en el Boletín de las Leyes, no siendo, por consiguiente, estatutos secretos, como se ha dicho. Según recuerdo, el objeto principal que los peticionarios se proponían era establecer en Valparaíso un club análogo al se septiembre y al e la Unión de esta ciudad para procurar recreo y solaz a sus miembros. Además de este objeto, tenía el de proporcionarse, por medio de las erogaciones de sus miembros, recursos para establecer cierto número de escuelas. Hasta ahora sé que de éstas hay dos, bajo la denominación de Blas Cuevas. Bajo este respecto, la sociedad tiene el más santo de los objetos: el de difundir la instrucción primaria…. El señor OSSA (don Macario) Interrumpiendo, Permítame el señor Ministro: no acepto el calificativo de santo para una sociedad que sostiene las escuelas Blas Cuevas, que han

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desterrado la enseñanza religiosa y hasta el nombre de Dios. El señor BARCELÓ (Ministro de Justicia). Continuando. Yo me refiero al objeto de la asociación, que es difundir la enseñanza, y ese objeto no puede ser más santo. Ahora, que la enseñanza que s e da en esas escuelas sea o no de la aceptación de Su Señoría, eso es otra cosa. Yo me refiero a la parte que cabe al gobierno con respecto a esta sociedad, la cual manifestó al Gobierno que su objeto era procurar solaz a sus miembros y fundar escuelas. Yo no sé si la sociedad sea masónica. He oído, como el señor Diputado, que se le imputa ese carácter; pero el aspecto bajo el cual el gobierno le ha dado su aprobación y le ha declarado persona jurídico, es como club que tiene los objetos que antes he indicado. Si se hubiera presentado con el carácter que el señor Diputado llama masónico, el gobierno, oyendo al Fiscal, habría visto si era o no posible aprobarla, otorgándole la personería jurídica. El señor VIDELA. La explicación que acaba de dar el señor Ministro de Justicia al H. Diputado que impugna el proyecto, me ahorra el añadir nuevas razones. El objeto de esa asociación es el que está señalado en sus estatutos, que han servido de base para que el gobierno la reconozca como persona jurídica. Ahora, si las puertas de ese establecimientos no están abiertas para el público, ¿es ese un motivo para que los señores Diputados nieguen su voto a este proyecto? Es cosa que no se comprende, señor. En todo Club hay ciertas reglas para admitir a los extraños. Tanto en el de Septiembre como en el de la Unión no puede entrar cualquiera sino que tiene que cumplir con ciertos requisitos; pero si el señor Diputado que impugna el proyecto quiere cerciorarse de lo que pasa en el Club Central, no tengo inconvenientes para llevarlo e introducirlo en él. El señor OSSA (don Macario). Muchas gracias, señor; no acepto la invitación. El señor VIDELA. Así se convencerá que allí no hay propósitos ilícitos, sino al contrario, muy justos y laudables, como es practicar la verdadera caridad y difundir la ilustración. Es todo lo que puedo decir en apoyo del proyecto, que no necesita más datos que los que han dado los señores diputados.

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El señor OSSA (don Macario). En primer lugar, sería descortés que no contestara a la invitación que me ha hecho el H. Diputado y, francamente, si en el primer momento dije que no la aceptaba, ahora la acepto; eso sí que pongo una condición y es que se me exima de las pruebas. Si su Señoría acepta eso, no tengo inconveniente. Esto, por lo que toca al H. señor VIDELA. He sentido oír al señor Ministro expresarse como lo ha hecho respecto a la instrucción que se da en la Escuela Blas Cuevas. Mientras está vigente el artículo 5ª de la Constitución y en vista del juramento que su Señoría ha prestado, no sé cómo pueda concebirse la aprobación que ha dado a la enseñanza que se da en una escuela donde se ha desterrado hasta el nombre de Dios. Dado el caso de que Su Señoría sea partidario de esa enseñanza, habría sido sensible que prestara el juramento de cumplir la Constitución, puesto que a una instrucción atea la califica de santa. Por lo demás, tanto Su Señoría como los demás colegas, comprenden que la pregunta que yo he hecho ha sido muy justa, tratando de averiguar de los señores Diputados que patrocinan este proyecto, si esa sociedad es o no masónica. El señor Ministro ha dicho que ha oído lo mismo que yo. Pido al señor Secretario que tome nota de las palabras del señor Ministro, quien dijo también que una vez que fuera aprobado este proyecto, pediría informe al Fiscal. El señor BARCELÓ (Ministro de Justicia). No, señor; lo que he dicho es que si se presenta una sociedad con el título de masónica, el Gobierno procederá según crea conveniente; pero que esta sociedad no se ha presentado con tal carácter. El señor OSSA (don Macario). Mientras tanto, dice Su Señoría que ha oído lo mismo que yo, que tienes dudas sobre el particular; porque es claro que esa sociedad no habría de presentarse diciendo: soy una institución masónica. Su Señoría está haciendo que yo no pueda salir de mis dudas y aquí no hay nadie que me diga que esa sociedad no es masónica. Si el objeto que se tiene es santo, ¿por qué no decirlo? ¿Por qué avergonzarse de sus creencias? Yo no me avergüenzo de lo que creo, tengo el honor de decirlo y cada vez que la ocasión se presenta, hago gala de mis creencias porque las profeso sinceramente; no sé por qué los que tienen distintas creencias a las mías no tengan la misma franqueza; será quizás porque no

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creen sinceramente y no están convencidos. Es harto sensible que en una Cámara católica se hagan observaciones como las que ha hecho el Señor Ministro, tratándose de una sociedad que nuega su nombre y su tendencia. Por lo tanto, yo insisto en la oposición que he hecho al proyecto. El señor ERRÁZURIZ (don Isidoro). Ya que el señor Diputado insiste tanto sobre el carácter masónico de este Club, yo preguntaría a Su señoría: ¿qué entiende por masonería? Si una sociedad masónica es una sociedad secreta, es claro que el Club Central no es masónico, puesto que no es secreto, por haber presentado sus estatutos al Supremo Gobierno y haber sido aprobados con todos los antecedentes necesarios. Ahora se presenta la segunda cuestión: los miembros de esta sociedad pública ¿son masones o no? No lo sé; supongo que lo son en su mayor parte; pero, la calidad de masón, ¿excluye al hombre en Chile del goce de todos los derechos? ¿Y esto lo vienen a sostener los que se dicen víctimas de las persecuciones del gobierno? Para que s e crea que son víctimas, dejen de hacer víctimas a los demás. La cuestión no es de convicción ni de creencias; cuando vengo a la Cámara, dejo atrás mis creencias y legislo para mi país, haciendo l aley igual para todos. Pero con este sistema de catolicismo que se está siguiendo, llegaremos a hacer católico hasta el tintero de la Cámara. El señor OSSA (don Macario) Interrumpiendo). La conciencia no puede dejarse a un lado. El señor ERRÁZURIZ (don Isidoro). La ley no distingue conciencias sino derechos y para la ley todos los derechos son iguales. Sostengo, pues, señor, que los hombres en Chile, sean o no masones, están en su derecho para constituir una sociedad pública, para presentar al Presidente de la República sus estatutos y para que éstos sean aprobados, y creo también que tienen derecho para que la Cámara los atienda, cuando están dentro de la Ley y de la Justicia. El señor Diputado ha venido a establecer un antagonismo innecesario entre este Club y la Sociedad de San Vicente de Paul. Dejemos que cada cual en la esfera de acción que le es propia, trabaje por el bien del país, según lo entienda. A este respecto, debo hacer una salvedad en honor

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de los miembros de esta Cámara que expresaron dudas acerca de la Sociedad de San Vicente de Paul. Esas dudas recayeron, no sobre el objeto de ella, sino sobre la manera cómo esa Sociedad formulaba su petición. Esta sociedad no pedía, como el Club Central, permiso para conservar la posesión de ciertas propiedades, sino que en general pedía el permiso para poseer todas las propiedades adquiridas y las que siguiera adquiriendo en lo sucesivo. Esta fue la razón por que nos opusimos a esa petición, no porque hiciéramos cuestión de creencias. En el proyecto de que se trata, todas las prescripciones del Código Civil están llenadas: se sabe cuál es la propiedad que s e quiere conservar y por eso la Comisión del Gobierno no vaciló en prestar su aprobación al proyecto. No es la minoría de esta Cámara la llamada a provocar estas cuestiones, porque, a mi juicio, debería ser la más empeñada en evitar estos choques y en impedir toda lucha religiosa. Respetemos todas las opiniones y así haremos que todos se mantengan dentro del terreno de la ley y de la conveniencia. El señor TOCORNAL (don Enrique). En el discurso que acaba de pronunciar el H. Diputado por Cauquenes hay mucha declamación que nada tiene ver con el asunto. Por eso, yo no lo seguiré en ese terreno, y sólo hago uso de la palabra para ocuparme de la cuestión. El señor Diputado nos ha hecho presente que para conceder el permiso que se solicita, la Cámara no tiene otra cosa que hacer que examinar si los estatutos cumplen con las prescripciones de la ley, es decir, que no hay más que fijarse en lo que puede llamarse la forma externa. Pero éste es un grave error, porque según el Código Civil no puede concederse tal permiso sino a aquellas sociedades que llenan perfectamente los fines de su institución. ¿Cómo entonces dice que no hay que examinar más que la forma externa de los estatutos? Cuando una sociedad no cumple con aquellos fines, el Gobierno tiene la facultad de disolverla. Será un defecto de la ley, si se quiere, pero es el caso que tenemos que respetarla y obedecerla mientras no se derogue. No será yo el que me oponga a la aprobación del proyecto, pero con la condición de que s e acepte lo que

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tuvimos el honor de proponer al tratarse de la reforma constitucional, esto es, que se reconozca a toda sociedad la personería jurídica y el derecho de conservar los bienes que adquiera, sin necesidad de recurrir al estado en cada caso particular. Esta tutela del estado es un arma levantada sobre la cabeza de ciertas corporaciones. …………………………………………………………………………………………. El señor COOD. Hago uso de la palabra sólo para fundar mi voto en esta cuestión. Tengo a la vista los estatutos de esta ciudad y con su lectura me propongo demostrar que ella nada tiene de secreta. El artículo 1º dice… (lee) este artículo y el segundo. Luego después las disposiciones transitorias. (Leyó). Como sabe la Cámara, el Presidente de la República no puede negar a estas corporaciones la personería jurídica que solicitan una vez que han probado que se establecen con objetos ilícitos, así como la Cámara no puede negarles el derecho de conservar sus bienes, si no infringen las leyes del país. Si esto se les negara, el Gobierno y el Congreso no cumplirían bien con su deber. En el presente debate, éste debe ser el punto principal de la cuestión; puesto que el Fiscal ha informado favorablemente y el Consejo de Estado ha concedido la personería jurídica, no hay razón para no conceder a esta sociedad lo que legítimamente solicita. El Decreto que el Gobierno expidió con este motivo doce así: (Leyó) De manera que acerca de este punto ya no puede haber cuestión. Quedaría sólo esta otra duda: ¿Necesita esta sociedad los bienes que desea conservar? ¿Son muchos o pocos? ¿Están dentro de los límites que la ley señala? Hasta ahora no hay ningún motivo serio que nos autorice para pensar negativamente en las preguntas que acabo de hacer; y, siendo así, la oposición que se hace no tiene razón de ser. Ahora, si se abrigan dudas de si esta sociedad es o no masónica, los que tal piensan tienen en los estatutos una razón contradictoria. Si es masónica, es decir, si es sociedad secreta, ¿cómo es que entrega sus estatutos para que sean examinados por todos? Yo conozco más o menos lo que son las asociaciones masónicas y sé que éstas no abren escuelas, no abren Clubs

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accesibles a todo el mundo, como lo hace el Club Central de Valparaíso. Y suponiendo que fuese masónica, yo no veo por que se ha de negar el permiso que solicita para conservar sus locales destinados a escuelas. Si es por las ideas que abrigan sus miembros o por las doctrinas que enseñan tampoco puede hacerse sin incurrir en contradicción después de haber aprobado una disposición sobre la libertad de enseñanza. Desde que el artículo constitucional que ya se ha aprobado, permite en el país completa libertad de enseñanza, es claro que nadie puede poner trabas a una institución so pretexto de que en ella no se enseñe la religión católica. Por todas estas causas le daré mi voto a la solicitud en debate. El señor MATTA (don Manuel Antonio). Me he levantado únicamente para fundar mi voto y también para rectificar ciertas ideas que s e han emitido, en las cuales va envuelta una especie de provocación al que habla y que no acepto, porque ni ahora ni jamás he creído cometer la falta de lógica y de consecuencia que me suponen los que así me provocan. Concibo muy bien que cuando se introduce por la fuerza el criterio ideológico y los pretendidos sentimientos religiosos en una cuestión que nada tiene que ver con la religión, se llega a esta clase de provocaciones, faltándose al respecto, a la urbanidad y al parlamentarismo, porque, no por creerse religioso un individuo, hay razón para criticarles a otros sus creencias. El honorable Diputado por Vichuquén ha manifestado de una manera precisa que la sociedad en debate está fuera de todo fulminato teológico, que desgraciadamente se quiere introducir en todo y por todo; pero que los hombres que saben cumplir con sus deberes, están muy lejos de aceptarlo. Los que ocupamos un puesto en la representación nacional no tenemos el derecho para venir a discutir las creencias religiosas que cada cual pueda tener, porque no es ésta la misión que nos han encomendado nuestros comitentes. Así como los honorables diputados piden luz para conocer los actos de esta asociación, con la misma razón debería pedirse para todas las demás. No hay, pues, derecho para pedir que se hagan investigaciones para obtener datos con que poder condenar a ciertos individuos que se han reunido para formar

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una sociedad que hace obras de caridad que todos pueden reconocer. ¿Qué tiene que ver la solicitud de que se trata con el artículo 5º de la Constitución, con las corporaciones religiosas, ni con el juramento prestado por diputados y los ministros? Absolutamente nada. Lo único que tenemos que hacer es ver si la asociación en nombre de quien viene esta solicitud, ha cumplido o no con lo que dispone la ley. Y es tal el ofuscamiento de los señores diputados que tan prevenidos se muestran para con esta asociación, que han llegado hasta poner en duda su personería jurídica, cuando se sabe que la tiene desde hace mucho tiempo, y de ello se hace mérito en uno de los antecedentes a que se refiere la Comisión en su informe. No sé a qué viene todo esto de anticiparse a hacer cuestión de anticatolicismo de todo aquello que no es de la afección de sus Señorías. Y es raro que los señores Diputados que no cesan de hablar de que se les persigue se quejen al mismo tiempo de que no se les proporcionen los medios de perseguir. Es cierto que cualquiera tiene derecho para abrigar dudas acerca de los que una institución ejecute en privado; pero en el caso de que s e trata y vistos los antecedentes que están sobre la mesa, ¿hay algo por lo cual se pueda deducir que el Club Central de Valparaíso es una institución masónica? ¿Y quién ha dado a los señores Diputados el derecho para decirles a los miembros de una asociación: confiesen ustedes que son masones para ponerlos fuera de la ley, para hacer de ustedes una excepción? Y en caso de que esta asociación sea masónica ¿por qué se le ha de condenar nada más que por esta circunstancia? ¿No saben los señores Diputados que ayer no más moría víctima de la justicia y la humanidad un hombre como Lincoln que era reconocido por todos como masón? ¿No saben Sus Señorías que la Masonería es una institución que existe en las cuatro quintas partes del mundo, que tiene sus templos sin que nadie s e crea con derecho para perseguirla, contando entre sus miembros hombres que s e han distinguido por su inteligencia y sus virtudes? Esto lo dice un hombre que no tiene inconveniente para declarar que no es masón; pero no tiene la costumbre de andar lanzando anatemas contra los que no piensan como él en materias religiosas.

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Es necesario que no confundamos las cosas. Se trata únicamente de saber si el Club Central de Valparaíso está o no en situación de que se le otorgue el permiso de poseer por un tiempo indefinido ciertas propiedades raíces que ha adquirido. Ahora, si este Club no ha llenado, como cree el H. Diputado por San Fernando, ciertos requisitos; si no corresponde al fin de su institución, por cuyo motivo la autoridad se va a encontrar con la facultad de suprimirlo y de quitarle sus bienes, ¿qué temores puede entonces abrigar Su Señoría? ¿Por qué censura a los que no lo persiguen? Yo voy más allá. Si de aquí a mañana se presentara con el mismo objeto una sociedad masónica, haría que se respetasen sus derechos, pese a quien pesare; y obrando así creería cumplir con mi conciencia, y con lo que la ley ordena, porque no conozco ningún artículo de la Constitución que diga que los derechos políticos y civiles de los ciudadanos de Chile emanen de las creencias religiosas que puedan tener. ¿Qué es lo que s e nos pide? El derecho de adquirir una propiedad para que pueda funcionar una sociedad que tiene reconocida su existencia legal. Para concederlo, ¿qué es lo que tenemos que averiguar? Únicamente si esas propiedades son o no indispensables para que esa sociedad pueda subsistir. He aquí la cuestión y lo único que podemos discutir. Si para cada uno de estos casos tuviéramos necesidad de entrar a averiguar qué es lo que piensa y hace cada uno de los socios, sus creencias religiosas y políticas, y luego indagar si la sociedad cuyos estatutos son conocidos y han sido aprobados, no tiene también un fin oculto, no habría asuntos más difíciles de despachar que esta clase de concesiones; sería imposible legislar en esta materia, cuando debe suceder todo lo contrario desde que no hay asuntos más sencillos, puesto que sólo se trata en ellos de aplicar una ley anterior. ¿A qué, entonces, hacer de esto una cuestión de religión, que ha de fallarse según la teología y los dogmas o enseñanzas de la iglesia católica? ¿No creen los señores Diputados que aparte de lo peligroso, es algo muy indecoroso para la Cámara y para el país, que todavía se persista aquí en Chile en designar como instrucción atea la que se da en la escuela Blas Cuevas, nada más que por no ser dirigida esa instrucción conforme a los dogmas y a las doctrinas de la iglesia católica? En Inglaterra

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podría llamarse atea la escuela que no diera una instrucción arreglada a la religión anglicana; y en Suecia la que no fuera luterana y en China y el Japón perseguir también como ateas la escuelas católicas? ¿Podemos aceptar nosotros, como legisladores, semejante criterio? Por ese camino, llegaríamos a la absoluta imposibilidad de legislar. ¿Qué gana la religión, que gana la política con semejante mezcolanza? No encuentro otra palabra más exacta que esa con que expresar esta lamentable confusión que se quiere hacer en todas las cuestiones, de la teología con la ley civil, para hacer de todo asunto cuestión de creencias religiosas y de dogmas. ¿A dónde nos podría llevar semejante prurito de hacer de todo cuestión de religión? ¿No está sucediendo ya entre nosotros en pequeño lo que ha sucedido en otros países? Yo no extraño que cuando se desconoce así la historia, se olviden sus enseñanzas. Mientras se haga de la religión una especie de piedra de toque de todos los actos, de todas las palabras y hasta de los pensamientos y propósitos internos, no será posible que haya nunca armonía, será imposible dictar buenas leyes, habrá siempre un estado de guerra incesante y cada vez más ardiente y más odiosa. Yo creo que nadie desconocerá esta verdad; basta para eso leer la historia de los tiempos y de los países en que han dominado estas preocupaciones religiosas y ver las consecuencias que han tenido los terribles acontecimientos a que han dado lugar. Creo que la prudencia, si no la justicia, debería hacer que no se miraran las cuestiones sino bajo el punto de vista del derecho común, abandonando todo espíritu de tolerancia, que jamás puede dar a los pueblos justas leyes, paz, progreso y buen gobierno. El señor TOCORNAL (don Enrique). El Honorable Diputado por Copiapó ha usado de la palabra para hacernos el reproche a los que hemos tomado parte en este debate de que tratamos siempre de hacer de todo asunto cuestión de teología, para evitar las cuestiones legales y de principios. De mi boca, señor, no ha salido una sola palabra que pudiera traducirse en los propósitos que el H. Diputado nos atribuye. Yo he tratado de separar la parte declamatoria del discurso del H. Diputado por Cauquenes, de la cuestión legal; he querido concretarle a examinar bajo en punto de vista legal la cuestión, es decir, ver si la sociedad solicitante

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cumple con las condiciones del Código Civil. Me parece, señor, que al emitir una opinión de esta especie, nadie puede, en justicia, venir a decirme: no tenéis derecho para apreciar así la cuestión; eso es introducir la teología y las creencias personales en este asunto. Precisamente, señor, en el terreno en que yo planteo esta cuestión, es en el único en que debe considerársele. Creo, pues, que están fuera de lugar todas las observaciones hechas por el H. Diputado por Copiapó. ¿A qué viene aquello de que los derechos civiles pertenecen a todos los habitantes de la república, católicos o protestantes, masones o no, sin distinción de personas ni de creencias? ¿Quién le ha dado pie al H. Diputado para formular las protestas y observaciones que ha hecho? Yo no les encuentro otro fundamento ni otra causa que el deseo de pronunciar un discurso en este sentido. Yo sostengo, señor, que al ocuparse de una petición como ésta, todos los diputados tienen derecho para tratar de cerciorarse e si la sociedad no persigue otro objeto oculto, distinto del que públicamente dice que persigue. …………………………………………………………………………………………. El señor MATTA (don Manuel Antonio). Yo no he negado a nadie el derecho de expresar sus opiniones, sino la justicia y el modo como se han expresado, porque se han traído razones y hechos que no están fundados en la verdad. No he acostumbrado jamás el forjar fantasmas para atribuírselos a mis adversarios y tener el placer de destruirlos. Lo único que he sostenido siempre es que el criterio teológico no es aplicable a las cuestiones políticas, y eso lo he sostenido por respeto a la política y por respeto también a la religión, a pesar de que yo no hago profesión de religión y que encuentro inadecuado e inoportuno todo lo que se hace para manifestar que no hay otra cosa que no sea religiosa. Pero no quiero volver a entrar en el debate, pues nada nuevo se ha traído a él. Sólo quería hacer esta rectificación por consideración al mismo Diputado, que se equivoca porque mira todo al través de esos anteojos que no son sus propios ojos, porque si lo fueran, verían las cosas tales como pasan.

……………………………………………………………………………….. Se votó el proyecto en general y fue aprobado por 19 votos contra 10.

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Se levantó la sesión.

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El proyecto fue discutido en particular en sesión del 17 de octubre; a petición del Diputado don Enrique Tocornal, quedó para segunda discusión. En sesión de 24 de noviembre, por 33 votos contra 12, se aprobó el proyecto de ley que autorizó al Club Central para mantener sus bienes raíces. Helo aquí: “Artículo único. Se concede al Club Central de Valparaíso el permiso requerido por el artículo 556 del Código Civil para conservar indefinidamente la posesión de tres propiedades, situadas la primera en la calle de la Victoria bajo en número 10; la segunda en la calle de la Libertad y la tercera en la calle de la Merced”.

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CAPÍTULO XXIV

Labor cultural desarrollada por la Masonería santiaguina. La Escuela Nocturna de Artesanos. Ramón Allende Padín, incorporado a la Logia Nº 5, imprime un vigoroso impulso a los trabajos masónicos. “Las Conferencias Populares” y “El Guía del Pueblo”. La escuela Nocturna de Artesanos “Abraham Lincoln”. Trabajo, Instrucción, Tolerancia. Obra de un clérigo católico ayudada por la Masonería. Se funda en La Serena la nueva Logia “Luz y Esperanza” Nº 11. A fin de propender al mayor desarrollo de la Masonería y en atención a la diferencia de Rito, se reconoce y se recomienda una Logia extranjera establecida en el país: La “Huelén”. La Masonería en Santiago, aparte de los trabajos internos, propios del Ritual, que se desarrollaban regularmente, proseguía con perseverancia ejemplar su tarea de difundir la cultura en las clases populares. Una de estas obras fue la Escuela Nocturna de Artesanos, que comenzó a funcionar en 1874, en un local situado en la acera oriente de la segunda cuadra de la calle de San

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Ignacio. Como su nombre lo indica, esta escuela tenía por objeto instruir al obrero, que no tuvo ocasión de hacerlo en su niñez, por falta de escuelas y por tener que trabajar desde temprana edad. Le exigía asistencia durante algunas horas de la noche; y, merced al celo e inteligencia de sus directores y profesores, se aprovechaba aquel corto espacio de tiempo de manera que el alumno pudiera sacar el mayor beneficio posible. El primer Director de esta escuela fue don Fernando Santa María, al que sucedió don Benjamín Dávila Larraín. Actuación más destacada y brillante tuvo en dichas actividades el hermano Eduardo de la Barra, miembro de las Logias 5 y 7. Fuera de la instrucción que esta escuela proporcionaba a sus alumnos, sus directores quisieron ofrecerles noticias y nociones elementales sobre otras materias que por su misma variedad no podían encuadrarse dentro de los programas de la enseñanza ordinaria; y, al efecto, cada cierto tiempo reunían a los alumnos y a los que no lo eran y les daban conferencias de divulgación sobre diferentes temas. Estas charlas estaban a cargos de hombres de elevada cultura superior y de corazón abnegado, que llevaban su palabra y sus luces hasta las aulas de aquella modesta escuela, para explicar el por qué y el cómo de muchos fenómenos de la naturaleza y de muchos problemas de la vida social; para indicarles al manera de adquirir mayor progreso en su vida de hogar y para poner ante su vista la vida de los hombres que han tenido influencia decisiva en los destinos de los pueblos, a fin de que inspirándose en sus altos ejemplos supieran dignificar su existencia. He aquí algunos de los temas desarrollados: “Los espacios y los mundos siderales” por Eduardo de la Barra. “El progreso y su desarrollo en la historia” por Juan Enrique Lagarrigue. “Los Vientos y sus causas” por Domingo V. Santa María. “”Franklin” por Francisco Valdés Vergara. “Ojeada sobre la condición de los obreros u medios de mejorarla” por Fernando Santa María.

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“El aire” por Ismael Valdés Vergara. “El camino del crimen” por Benjamín Dávila L. “”Nociones de Geología” por Jorge Lagarrigue. “”Relaciones de la moral y la religión”· por Francisco Valdés Vergara.

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Estas conferencias, que no sólo podían ser útiles a los alumnos de la Escuela Nocturna de Artesanos, fueron recopiladas en un opúsculo y puestas en venta, destinándose su producto para incrementar los fondos de la escuela. Esta recopilación de conferencias llevaba, a manera de prólogo, un breve párrafo del Cuerpo de Profesores. En uno de sus pasajes, decía: “La iglesia reclama al pueblo para sí, quiere tenerlo bajo su mano, percibir sus impuestos, dictarle sus leyes. Idéntica aspiración tiene el estado: pero él, en cambio, le da escuelas, talleres e instrucción”. “… Mas, ya una voz llama al pueblo y le dice: ¡levántate! Es la voz de la instrucción, eterna niveladora, que coloca en línea igual al que vive del trabajo y al que no lo necesita”.

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Por esa misma época, la Masonería santiaguina recibió un refuerzo de valor inapreciable con el ingreso del hermano Ramón Allende Padín, que había fijado su residencia en Santiago. Allende Padín solicitó en 2 de mayo de 1874, su afiliación a la Logia Justicia y Libertad Nº 5; y siete días más tarde prestaba su juramento ante el Venerable Maestro. Como lo hemos manifestado, las logias de Santiago desplegaban una actividad extraordinaria. Allende Padín se sintió estimulado, en vista del entusiasmo de los demás hermanos, a dar expansión a sus impulsos de laboriosidad y al dinamismo incesante de su espíritu. En mayo de 1874, por indicación suya, la Logia Justicia y Libertad aprobaba el proyecto de establecer en Santiago las “Conferencias Populares” sobre todos los ramos del saber humano, a fin de difundir la ciencia, pero sin el propósito de convertirlas en campo de polémicas. Estas conferencias, que muchos años después otros

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han implantado como una novedad entre nosotros, debían darse por lo menos de mes en mes, en locales que oportunamente se señalaban y repartirse en seguida impresas. Don Diego Barros Arana inició estas conferencias con un trabajo interesante, como todas las obras suyas, sobre los primeros habitantes de Chile; otros le siguieron, tomando por temas diferentes puntos de historia, de moral y de ciencia. He aquí los títulos de algunas: “Los habitantes primitivos de Chile” por Diego Barros Arana. “El ahorro y las sociedades de Socorros Mutuos” por Daniel Feliz. “Higiene en general” por Ramón Allende Padín. “”Errores, preocupaciones y supersticiones populares” por Daniel Feliú. “Atmosferología” por Ramón Allende Padín. “El sistema solar” por Francisco Valdés Vergara. “El trabajo y las huelgas de obreros” por Daniel Feliz. “Las sociedades cooperativas de consumos” por Tomás J. González. “”Cosmetología y Bromatología” por Ramón Allende Padín. “Gimnástica” por id. “Arte para ser feliz” por Carlos Renard. “Rol de la inteligencia en la producción” por Evaristo A. Soublette. “El papel y la imprenta” por Tomás J. González. “Esteban Girard y su instituto laico” por Daniel Feliz. “Los héroes del trabajo” traducción de Evaristo A. Soublette. “La Embriaguez” por Ramón Allende Padín. “La Lectura” por Ignacio Palma Riveros. “Idea sobre la Constitución de Chile” por Abraham König”.

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En agosto del mismo año 1874, la Logia Justicia y Libertad, y siempre por inspiración del hermano Allende Padín, acordaba la fundación de un periódico masónico; y encomendaba al autor de la idea y al hermano Guillermo Matta la misión de llevarla a la realización. Preparados los

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primeros elementos y obtenida la colaboración de la Logia “Deber y Constancia” Nº 7 y “Verdad” Nº 10, el hermano Allende Padín, secundado por Pedro N. Videla se pusieron a la obra. Desgraciadamente, no pudo de inmediato practicarse la idea, y sólo el 12 de junio del año siguiente fue posible iniciar la publicación del periódico que llevaba el significativo título de Guía del Pueblo. A diecisiete alcanzaron los números de esta publicación que salió con 16 páginas en 4º sábado por medio. Sin mencionar a la Masonería, el Guía del Pueblo dio a conocer las doctrinas de la institución, y publicó artículos ciertamente útiles para los obreros sobre variados temas. Pocas palabras bastarán en efecto para dar a conocer el fin perseguido por el Guía del Pueblo. “Desde luego, manifestaremos -decían sus redactores, bajo el rubro de nuestro periódico será escrito especialmente para aquella parte de la sociedad que no posee los medios de adquirir instrucción en los libros, ya porque no tiene el tiempo necesario para dedicarse a un estudio largo y detenido, ya porque su educación no ha sido suficientemente desarrollada. Escribimos, pues, para los desheredados de la fortuna, que alimentan la justa ambición de ilustrarse en las ciencias, artes, historia y tantos otros ramos del saber humano que, recreando la imaginación, producen sabrosos frutos para la moralidad y el adelanto sociales”. Este modesto periódico, unido a las conferencias populares que siguieron desarrollándose durante el año 1875, hicieron llegar hasta la clase obrera múltiples conocimientos, que seguramente contribuyeron a su bienestar material y moral.

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Entre tanto, la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5 designaba Venerable Maestro al hermano Allende Padín, que tenía como colaboradores en su gobierno a Manuel A. Carrera Pinto, Ignacio Palma, Enrique Barros y Justino Fagalde. La Logia “Deber y Constancia” N° 7 había elegido Venerable Mestro al hermano Enrique Mac-Iver. Esto sucedía en diciembre de 1874.

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Al año siguiente, Allende Padín, impulsaba, como queda dicho, la publicación del Guía del Pueblo; y, además, movía a su Logia a cooperar al sostenimiento de El Deber, diario que publicaba el hermano José Francisco Vergara en Valparaíso; trataba de fundar bibliotecas populares; reunía fondos para que las logias de Santiago tuviesen, como las de Valparaíso, hogar propio; y, en fin, señalaba los más variados campos de la actividad a los masones de su logia; y en forma indirectam incitaba también al trabajo a los otros Talleres santiaguinos. El 2 de diciembre de 1875 entregaba la presidencia de la Logia al hermano Pedro N. Videla y pasaba a ocupar el cargo de Primer Vigilante.

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Pero esta obra cultural que hemos venido bosquejando, aunque hermosa y fecunda, no satisfacía a los masones santiaguinos, por su reducida extensión. Es verdad que cientos de obreros gozaban de los beneficios de las clases de una escuela nocturna y de conferencias especiales para ellos; pero, por cada uno de los que se instruían, ¿cuántos no permanecían aún sumidos en la s tinieblas de la ignorancia? Una escuela no bastaba cuando se necesitaban tantas. Por eso, aunque en realidad los elementos de que se disponía casi no permitían la creación de otras, con la ayuda de personas amantes de la instrucción, se abrieron las puertas de un nuevo plantel de enseñanza, que fue bautizado con el nombre de un glorioso masón norteamericano, inmolado por el puñal del egoísmo cuando acababa de obtener la reivindicación de los derechos ciudadanos: Abraham Lincoln. La Escuela Nocturna de Artesanos “Abraham Lincoln” empezó a funcionar a principios de 1875. Durante el primer año escolar dio instrucción a 255 alumnos, de los cuales 171 no sabían ni siquiera leer. Al finalizar este primer año de trabajos, el secretario de la escuela, señor Luis Espejo, presentó una memoria en que se daba cuenta de la labor realizada. En la portada de dicha Memoria, vemos, a modo de lema, tres palabras: Trabajo, Instrucción, Tolerancia.

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En la aludida Memoria, después de trazar a grandes rasgos el plan de los estudios y el programa de materias que servirían de base a la instrucción, termina el señor Espejo con estas palabras: “Buscamos toda clase de recursos para realizar nuestros propósitos, bien elevados, en verdad: y no se crea que se trate de una propaganda religiosa: muy lejos de nosotros semejante pretensión. Partidarios convencidos de la Libertad, no esclavizaremos nunca la razón del artesano, no le impondremos nunca una doctrina. Deseamos verlo franco, honrado, consecuente con sus opiniones: deseamos verlo practicar, sin embozo, el catolicismo, si es católico; el racionalismo, si es racionalista. Por eso le damos los elementos necesarios para que reflexione por sí mismo, para que s e gobierne por sí mismo, para que s e haga grande por sí mismo. A él está vinculada la gloria de un país ¿Por qué, entonces, no quitarle la venda de los ojos? ¿Por qué dejarlo que se arrastre, cuando puede andar? El señor Ramón Bañados Espinoza, Director de la Escuela, en el discurso de clausura de las clases, pronunciado el 12 de diciembre del citado año, decía, entre otras cosas: “Hubo una época en que los hombres, sin conocer la tierra que pisaban, sin conocer los caprichosos encantos de la naturaleza, buscaron en los astros y en los elementos las verdades que necesitaban para su desarrollo material y moral. Hasta hace poco, la educación del obrero en Chile se inspiraba en esos mismos propósitos. Se enseñaba al pobre las ideas teológicas en su manifestación histórica y moral; conocían las caprichosas leyendas del pueblo hebreo; pero no tenían las más ligeras nociones sobre las ciencias morales y sociales”. “A llenar este vacío, a contribuir con nuestro contingente al perfeccionamiento del obrero, dándole una instrucción a la altura de la civilización en que nos encontramos, han tendido todos nuestros esfuerzos”. Entre los benefactores de la escuela nocturna para artesanos “Abraham Lincoln” debemos citar a los señores José Manuel Balmaceda, José Tomás Urmeneta, Francisco Puelma Tupper y Tomás Gallo.

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El sacerdote católico ecuatoriano, don Joaquín Chiriboga, a quien hemos visto aplaudir calurosamente la obra de la escuela “Blas Cuevas”, empezó a publicar en 1874 una obra por entregas intitulada “La Luz del Pueblo”, obra moralizadora y benéfica, que exponía en formas sencillas una serie de cuestiones y principios de suma importancia para la higiene mental de las clases populares. Pero, a medio camino de la publicación, el autor se encontró totalmente falto de recursos para continuar su obra y ésta habría quedado inconclusa, a no ser por la ayuda moral y pecuniaria que le prestara al autor la Gran Logia de Chile y los Talleres de Santiago y Valparaíso, en forma entusiasta y decidida. Este hecho comprueba una vez más que la Masonería sólo busca la luz, la instrucción, la justicia y la verdad; y que su mano está siempre dispuesta a ayudar a aquel que las propague entre los hombres, sin importarle que esté decorado con un mandil o envuelto por una sotana. La actividad desplegada por los Talleres y que en la sociedad se traducía en obras de mejoramiento colectivo y de depuración moral, iba cumpliendo el fin que la orden se proponía, pero sólo en alguna de sus partes. Si exceptuamos el pueblo de Copiapó, donde existía una Logia, la “Orden y Libertad” N° 3 -que sin haber sido definitivamente instalada hasta entonces no había emprendido con la decisión de las otras su labor social- la acción de la masonería se había limitado solamente a Valparaíso y la capital, ya que la logia que en la región sur del país, en Concepción, había desplegado en otras épocas tanta actividad, había caído en sueño en 1865. Como primer paso hacia la difusión de las ideas y principios masónicos en los demás puntos del país, se imponía el de fundar nuevos Talleres, que en otras ciudades levantaran el espíritu colectivo, orientándolo hacia los grandes postulados de la libertad, la justicia y el amor. La logia “Justicia y libertad” N° 5 cuya robusta vitalidad había dado nacimiento a dos nuevos Talleres -los Nos. 7 y 10- se sentía con fuerzas para acometer esta empresa; y sus infatigables obreros estaban dispuestos a la labor. Sus miradas se dirigieron a La Serena, ciudad en la cual habitaban algunos hermanos masones.

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El Venerable Maestro de la Logia N° 5, que era el hermano Guillermo Matta, se puso en comunicación con el hermano José Corominas y le ofreció el apoyo de la logia para que los hermanos de La Serena pudieran constituirse e iniciar sus trabajos. Felizmente, los masones serenenses, adelantándose a los buenos deseos e intenciones de sus hermanos de Santiago, se habían puesto en comunicación, por su parte, con la logia “Orden y Libertad” N° 3, a fin de obtener las directivas necesarias. He aquí la respuesta que los hermanos de La serena dieron a la carta del Guillermo Matta, en la cual explican la gestación de la nueva Logia: “Oriente de La Serena, septiembre 16 de 1874. “Al hermano Guillermo Matta, Santiago, “Querido hermano: Poseídos de gratitud, os acusamos recibo de la hermosa Nota que la respetable Logia “Justicia y Libertad” N° 5, de la que sois Venerable Maestro titular, ha tenido a bien dirigirnos con fecha 11 de próximo pasado, participándonos el acuerdo que en la tenida del 27 de julio último tuvo la misma, de dirigirse a los hermanos residentes en e ste valle, invitándolos a levantar en él las columnas de un Templo a la virtud, para lograr cuyo objeto nos ofrecéis lustra cooperación y la presencia de uno o dos hermanos, que nos guiasen en la realización de aquella digna empresa. “Hace ya un tiempo, querido hermano, que el propósito que nos manifestasteis germinaba en nuestra mente, y si no lo habíamos convertido en un hecho efectivo, era debido más bien a la falta de un centro impulsor, que a nuestra voluntad. Aquél lo hemos encontrado en la Respetable Logia “Orden y Libertad” N° 3 del Oriente de Copiapó, quien delegó al Venerable Maestro titular de aquel Taller, José María cabezón y al hermano Secretario Pacián Calderón para que, unidos a nosotros, procediesen a impetrar de la Gran Logia de Chile el permiso necesario para dar principio a nuestros trabajos. Obtenido ya en debida forma, damos los pasos necesarios para regularizar el local que nos servirá para nuestros trabajos, que por ahora tendrán que ser de una sencillez excesiva, por el poco número de hermanos que residimos en este Valle, esperando poder empezarlos en los primeros día de octubre.

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“Grande es el campo que se nos presenta en este Valle para hacer fructíferos nuestros trabajos e inmensa, por consiguiente, la tarea que sobre nosotros nos echamos, siendo tan pocos los obreros para el trabajo; pero confiamos no solamente en nuestras fuerzas, sino también, y muy especialmente en nuestros hermanos de las diferentes Logias de la República, que nos ayudarán con sus luces. “ Aunque ya casi realizado el objeto que nos proponía el Respetable Taller que tan dignamente presidía, no por ello dejamos de agradecer sinceramente su oferta, rogándoos para que en la primera Tenida que tengáis, os hagáis nuestro intérprete para demostrarle nuestros agradecimientos, suplicándole al mismo tiempo que, si lo tiene a bien, delegue en los hermanos que crea necesarios, las facultades para que nos acompañen con sus luces en la instalación de esta Logia bajo el nombre simbólico de “Luz y Esperanza”, cuya época os comunicaremos con oportunidad. “Os saludamos, etc. José Corminas, 18°. Santiago Young. Ignacio Alfonso. Francisco P. Moas.

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En efecto, con fecha 5 de junio de 1974, los hermanos José María Cabezón, Venerable Maestro de la Logia “Orden y Libertad” N° 3, y su Secretario Pacián Calderón, declaraban fundada la nueva Logia “Luz y esperanza”, en cuyas columnas formaban, como fundadores los siguientes hermanos: Emilio Olivares Dolarea y Francisco Paulino Moas, de la “Oden y Libertad” N° 3; Ignacio Alfonso Cavada, de la “Unión y Libertad” N° 3; Ignacio Alfonso Cavada, e la “Unión indisoluble” del Oriente de Piura; Santiago Young Y Santiago John, de la “Bethesda” del Oriente de Valparaíso; José R. Stephens de la “Aconcagua”, el oriente de Valparaíso; Santiago Wallace, de la “Star and Thiestle”; y José Corominas, d ela “Comercio e Industria”. Estos hermanos fueron llamados a cumplir la noble misión de levantar las columnas de aquel nuevo Templo al progreso y a la virtud, al que correspondió el N° 11, en la matrícula de las Logias de la Obediencia de la Gran Logia de

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Chile. El primer Venerable Maestro que dirigió los trabajos del Taller -con el carácter de provisorio- hasta el mes de diciembre, en que debía hacerse la elección definitiva de Oficiales, fue el hermano José Corominas, a quien más tarde, como justo reconocimiento de su labor, s ele confirió el título de miembro honorario. En las elecciones verificadas en diciembre, fue elegido Venerable para el año masónico que se iniciaba, el hermano Emilio Olivares. Como lo había manifestado en su Nota respuesta a la Logia Nº 5, el corto número de hermanos y las naturales dificultades que encontraba en esa época toda logia masónica que pretendiera constituirse, retardaron la instalación definitiva, que no pudo verificarse hasta el 28 de mayo de 1875. De tan feliz acontecimiento dio cuenta a las demás logias en los siguientes términos: “Oriente de La Serena, junio 20 de 1875. “Venerable Maestro y queridos hermanos: “Esta Respetable Logia acordó, con fecha y del actual, comunicaros su solemne instalación de 28 de mayo último; y al hacerlo no sólo ha tenido en mira cumplir con un fraternal deber de cortesía, sino, principalmente, haceros presente que en este Valle, dominado casi por la superstición y añejas preocupaciones, se ha levantado definitivamente un Templo al saber, a las grandes ideas, al trabajo y a la libertad. “De hoy en adelante, los masones de Chile y de todo el orbe, contarán en La Serena con hermanos que, aunque nuevos e inexpertos quizás, están vivamente animados por el espíritu de fraternidad universal, que es el ideal de nuestra santa institución. De hoy en adelante, también, el llanto y el dolor, la miseria y la desgracia, tendrán entre nosotros, si no una mano poderosa que las haga desaparecer, al menos un lenitivo que aminore sus amarguras. “En este concepto, Venerable Maestro y queridos hermanos, esta Respetable Logia tiene el convencimiento de que celebraréis su instalación, por cuanto ésta viene en beneficio del loable objeto que persigue la masonería, de la cual vosotros sois sólidas columnas y denodados apóstoles. “Espera también que la hagáis partícipe de vuestros proyectos e inspiraciones, que tiendan al progreso creciente de

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la Orden, a fin de cooperar, en cuanto lo puedan sus fuerzas, a darles cima y feliz éxito. “Y sin alarde de falsa modestia, esta Respetable Logia me encarga manifestaros que gozosa admitirá vuestras luces y consejos, para encaminar con prudencia y brillo nuestros nacientes pasos. “Aprovechando esta oportunidad, os deseo salud, fuerza y unión, etc. Juan Guillermo Zavala, Secretario”.

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Una de las primeras obras de la nueva Logia consistió en la fundación y sostenimiento de una Liga Protectora de Estudiantes, establecida en 1875, institución que ha venido llenando, desde entonces, su alta y noble misión con perseverancia ejemplar. Fiel a la norma masónica de esparcir la luz de la instrucción, especialmente entre las clases obreras, fundó una escuela nocturna para adultos, bajo el nombre de “Escuela Nocturna Pedro Pablo Muñoz”, que funcionó en la calle Gandarillas, es un edificio construido expresamente para ese objeto. También habría que contribuir más tarde, durante los dolorosos días de la contienda internacional de 1879,a suavizar las tristes consecuencias de la guerra en las familias de los defensores de la patria, por medio del establecimiento de una Institución que atendió y socorrió a la familia de los soldados, a las viudas y a los huérfanos, a los heridos y a los indigentes. Llama especialmente la atención la perseverancia ejemplar y el entusiasmo nunca extinguido con que los hermanos y el entusiasmo nunca extinguido con que los hermanos han cumplido sus deberes en esta Logia, orgullo de la Masonería chilena. Así, por ejemplo, el hermano Pedro Maubens Soler, fue Secretario durante dieciocho años; José Corominas, Hospitalario durante diecisiete años; Adolfo Formas Patiño desempeñó diversos puestos entre la Oficialidad y durante veintiocho años formó parte de los Consejos de Administración y Beneficencia; Luis Berruyer Finot, Hospitalario durante catorce años; Bernardo Ossandón A., Orador titular durante quince años y adjunto durante seis; Francisco Varela

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Calzada, Venerable Maestro durante once años. Puede afirmarse sin exageraciones, que estos hermanos, hasta su último instante, tuvieron presente como suprema aspiración, el cumplimiento de su deber masónico. Recordemos a Bernardo Ossandón, investido del Grado 33º, gracias a sus virtudes, trabajando en su logia en forma ininterrumpida, hasta ayer, 26 de junio de 1926, fecha en que pasó al Oriente Eterno. Sus nombres llegarán a la posteridad, como ejemplo para las futuras generaciones de la Masonería Nacional.

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La escasez del elemento masónico y las dificultades que por este motivo se presentaban para la propagación de la Orden en el país, obligaban a la Gran Logia de Chile -por aquella época- a no hacer hincapié en el artículo 32 de la Constitución, que ordenaba no reconocer logias establecidas en el país por potencias masónicas extranjeras. En realidad, aquella disposición constitucional, aceptable en teoría, por cuanto sentaba un principio de territorialidad que al presente es el que se está imponiendo Al criterio masónico universal, difícilmente habría podido ser llevado a la práctica, por cuanto la Gran Logia de Chile, con poco más de diez años de existencia y con un número no superior de Talleres bajo su Obediencia, no había alcanzado aún ese prestigio internacional que es indispensable para merecer el respeto de los otros poderes. Así vemos que, mientras la Gran Logia, actuando en su propio país, hacia 1872, tenía nueve Talleres, por aquella misma época existían seis logias con Cartas Patentes de Poderes Masónicos extranjeros: “Étoile du Pacifique”, “Bethesda”, “Aconcagua”, “Star and Thiestle”, “Harmony” y “King Cyrus . A, Chr.”. Acaso por un errado concepto de la fraternidad, de ese sentimiento que debe unir a todos los masones del mundo y no sólo a los de una misma obediencia, se suscitaron algunas dificultades, más de carácter personal que corporativo, entre los masones de logias extranjeras y de logias chilenas. Con fecha 25 de septiembre de 1873, el hermano P. Bourchier, representante de la Gran Logia de Chile, dirigió a

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ésta una nota en que s e quejaba de que las Logias de Santiago se negaban a recibir como visitadores a los miembros de la logia “Aconcagua” que trabajaba en Valparaíso, bajo la dependencia de la Gran Logia de Massachussets. La Gran Logia de Chile se apresuró a investigar lo que había sobre el asunto, por medio de su Comisión Simbólica y de Ritos y por nota de 26 de enero de 1874 pidió informes a las logias de Santiago. Felizmente, aquellas dificultades fueron allanadas y los trabajos masónicos continuaron su desarrollo en armonía y cooperación.

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El espíritu de fraternidad que animaba a los miembros de la Gran Logia de Chile volvió a quedar de manifiesto, cuando nuevos Talleres, con Patentes de Potencias Masónicas extranjeras, quisieron establecerse en el país; no sólo la Gran Logia no se opuso a sus tareas, sino que solicitó de las Logias de su Obediencia la cooperación moral y material. A principios de 1875, el hermano Hugo Plunket Bourchier, comunicó a la Gran Logia de Chile que la de Massachussets, de la que era Diputado especial, había concedido “Carta de Dispensación” a los hermanos G. S. Golborne, J. Mitchell, J. Marshall Ralph, Nathaniel Emmons, James M. Gregor, C. F. Edwards, Jorge Hudson y J. J. Aplegath, para que fundaran en el Valle de Santiago una Logia Simbólica bajo en nombre distintivo de “Huelén”. La Gran Logia de Chile, en asamblea de 5 de mayo “considerando que el Rito a que el nuevo Taller pertenece es distinto del que esta Gran Logia y sus Talleres profesan, se apresuró a reconocerlo, felicitándose de que un nuevo y poderoso cooperador llegase a coadyuvar en los propósitos que la Institución se proponía realizar!. “La Gran Logia sabe -decía la Nota en que se comunicaba a los Talleres de Santiago su determinación- que los hermanos fundadores de la logia “Huelén” tienen el deseo de trabajar en el mismo Templo en que vuestra Logia celebra sus tenidas y a este respecto tengo encargo de deciros que no opone obstáculos para que se acceda a la petición de dichos hermanos y de encareceros y rogaros a la vez que les prestéis

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todas las facilidades que a vuestro Taller sea posible y que tratéis no sólo de mantener leales y estrechas relaciones de confraternidad masónica con el nuevo Taller. Sino también que si la situación de vuestra Logia os lo permite, observéis con él la misma conducta que en casos análogos se ha seguido en ese Valle con las Logias de la Obediencia que trabajan en instancia”. “La Gran Logia espera que no tomaréis a mal la recomendación que, interpretando vuestros sentimientos masónicos y los del Taller que dirigís os hace, y en la cual lo que se propone es manifestar prácticamente a nuestros hermanos del Rito del Cork la afección verdaderamente fraternal de que por ellos se encuentran animados los masones del oriente de Chile. Os saluda, etc. El Gran Secretario. La Logia “Huelén quedó fundada el 8 de febrero de 1876. Por su parte, el hermano Diego Mitchell, Venerable Maestro del nuevo Taller, se dirigió a las logias “Justicia y Libertad” Nº 5 y “Deber y Constancia” Nº 7 y les manifestó que, deseando iniciar lo más pronto posible los trabajos, suplicaba fraternalmente que les permitieran efectuar sus tareas en el mismo local que ocupaban las logias chilenas. Los masones santiaguinos se apresuraron a poner a disposición de sus nuevos hermanos el Templo y dependencias y a sí lo manifestaron en su oportunidad. “Su cariñosa comunicación -respondió el hermano Pedro Ewing, Secretario de la “Huelén”, por Nota de 5 de junio, -ofreciéndonos el uso del Templo de las Logias de Santiago para nuestros trabajos, ha sido recibida y presentada a los hermanos, los cuales han nombrado a su Venerable Maestro Diego Mitchell para que arregle lo necesario”. La Logia “Huelén” aprovecha esta oportunidad para dar las gracias por la bondad en facilitar su instalación. “El modo magnánimo con que los hermanos de este Valle han recibido nuestra petición, nos ha dado más empeño para trabajar y tan pronto como principiemos nuestros trabajos, deseamos demostrar con hechos nuestro aprecio y sentimientos masónicos. “Tengo el honor de suscribirme, etc. Pedro Ewing, Secretario Representante.

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CAPÍTULO XXV

En julio de 1875, Benicio Álamos González es reelegido Gran Maestro. Quiénes fueron los demás oficiales elegidos en aquella ocasión. Obligado a ausentarse del país, el Gran Maestro designa para que lo reemplace temporalmente al Gran Diputado José Miguel Fáez. Don Mariano Casanova, Gobernador eclesiástico de Valparaíso, prosigue su campaña contra la Masonería. Pide instrucciones al Arzobispo acerca d e la confesión y arrepentimiento de los masones. Cómo debe éstos retractarse y cuándo deben entregar sus insignias para merecer la absolución. Una insignia masónica vendida para fines piadosos. El clero se apresta a combatir en las elecciones de congresales y de municipales. Curiosa Circular enviada por algunos Canónigos de la Catedral a los párrocos, en que se recomiendan las candidaturas de aquellos ciudadanos que por la firmeza de sus convicciones religiosas inspiren confianza de que serán celosos defensores de los intereses católicos. Se recomienda a los párrocos el estudio de la Ley de Elecciones. A pesar de la agitación política y religiosa que conmueve los ánimos, se logran establecer dos nuevas Logias masónicas: ·Tolerancia” Nº 12 y “Lessing”. Renuncia J. Miguel Fáez. La Gran Logia no está de acuerdo con el sucesor designado por el hermano Fáez. Reunida en Asamblea, designa Gran Diputado, a cargo del gobierno de la Orden, al hermano Evaristo A. Soublette. Con fecha 10 de julio de 1875, los miembros de la Gran Logia de Chile fueron convocados a la Asamblea General que debía celebrarse el 23 del mismo mes, con el objeto de llevar a efecto la elección de Grandes Dignatarios y Oficiales. En esa fecha, terminaba sus funciones la Oficialidad que había sido elegida con el anterior Gran Maestro Javier

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Villanueva; y terminaba también el hermano Álamos González, elegido para completar el período que aquél no había alcanzado a cumplir.

El tacto con que había procedido el hermano Álamos en las difíciles circunstancias que siguieron al entredicho con el Supremo Consejo del Grado 33º, fundado por el hermano Merino Benavente; el entusiasmo que había puesto en su labor y la inteligencia y conocimientos revelados al realizarla, indujeron a la Asamblea del 23 de julio a reelegirlo por un nuevo período.

El cuerpo directivo de la Gran Logia para el período de 1875 a 1878 quedó integrado en la siguiente forma:

Serenísimo Gran Maestro, Benicio Álamos González, Diputado Gran Maestro, José Miguel Fáez, Primer Gran Celador, Antonio Barrena, Segundo Gran Celador, Manuel A. Velásquez, Gran Orador, José Olegario Reyes, Gran Secretario, Julio Villanueva, Gran tesorero, Juan Enrique Ehler, El Consejo del Gran Maestro se componía de los

diez siguientes hermanos: Juan de Dios Navarro, Blas 2° Cuevas, Manuel A. Guzmán, Antonio Thibaut, Enrique von Desauer, Santiago Martin, Federico Caldera, Juan Rafael Molina, Agustín 2° Riesco, A. Trautmann. La instalación de estos Dignatarios y Oficiales se verificó

en las tenidas de 1 y 6 de agosto. A poco de haber comenzado este nuevo período, que

prometía los mejores frutos para la Masonería chilena, el S. Gran Maestro Álamos González tuvo que ausentarse del país y marchar al Perú en desempeño de una misión diplomática que el Gobierno de la República de confiara.

Esta inesperada ausencia del hermano Álamos fue profundamente perjudicial para el desarrollo de la Masonería chilena, pues de esa manera quedó interrumpida la labor doctrinaria y metódica que el Gran Maestro había comenzado a poner en práctica y el “Nuevo Plan de Trabajos Masónicos”,

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dejado d ela mano por su autor, no pasó de ser una feliz iniciativa, que no llegó a convertirse en realidad.

El hermano Álamos, tal vez con la esperanza de regresar pronto al país, no renunció desde luego a su cargo de S. Gran Maestro, y designó como sustituto a aquel que la Constitución señalaba: el Diputado Gran Maestro José Miguel Fáez.

No era este hermano un novicio en tales actividades; en varias ocasiones había figurado entre el personal directivo de la Gran logia, desempeñando puestos de importancia como los de Gran celador; y no debemos olvidar que él fue también quien por primera vez empuñara el mallete para dirigir los trabajos masónicos en la capital.

Aunque su dirección, al frente de la Orden, era provisoria -como hemos dicho, el hermano Álamos no renunció su puesto- no por eso dejaba de tener menos responsabilidades y dificultades que si fuera definitiva. Por una parte, aun no se había calmado por completo la agitación que produjo en el seno de la familia masónica chilena el entredicho con el Supremo Consejo del Grado 33°; y, por otra, el clero católico no cesaba de presionar la opinión pública, predisponiéndola en contra de la Institución.

El Gobernador Eclesiástico de Valparaíso, don Mariano Casanova, que ya en 1872 había empezado a combatir ardientemente a la Masonería, insistía otra vez en su campaña. Con fecha 10 de mayo de 1875, dirigió al arzobispo de Santiago, don Rafael Valentín Valdivieso, la siguiente comunicación.

“(119) - Gobierno Eclesiástico de Valparaíso - Valparaíso, mayo de 1875. El más grave mal que hoy día se hace sentir en esa ciudad, es el indiferentismo religioso que propagan y fomentan con inexplicable empeño las sociedades secretas, ora aumentando el número de sus logias, ora fundando escuelas sin religión, o bien auxiliando la publicaciones irreligiosas. Sin cesar se ha trabajado por oponerse a tan funestos esfuerzos, estableciendo escuelas católicas y previniendo a los fieles del abismo a donde conducen las sociedades secretas. Pero el remedio más eficaz ha sido el temor de no poder recibir los santos sacramentos de la iglesia aún in articulo mortis, sin abjurar primero a la masonería y reparar el escándalo dado. Mas, para que este eficaz remedio sea saludable siempre es

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necesario e indispensable e indispensable que todos los sacerdotes lo apliquen del mismo modo, a fin de que, ya por la blandura de los unos o la excesiva severidad de otros, no llegue a creerse que no hay deberes fijos y determinados que cumplir, sino que todo depende de la buena o mala voluntad de los sacerdotes. A fin, pues, de que se adopte por todos una regla fija, ruego a Vuestra Señoría Iltma. indicarme:

1° Si después del Decreto del señor Vicario, de fecha 11 de noviembre de 1873, pueden los curas rectores de esta ciudad, o cualquier otro sacerdote, reconciliar con la iglesia a los masones, o al menos suspenderlos de la excomunión reservada a la Santa Sede. 2° Si basta para quitar el escándalo dado, perteneciendo públicamente a la Masonería, el decir bajo el sigilo de la confesión que s e retira de la logia. 3° En qué caso será necesario exigirle retractación por escrito. 4° Mandando la Sagrada Penitenciaría de Roma que se exijan las insignias del masón antes de absolverlo, ¿qué se deberá hacer en los casos en que no sea posible conseguirlas, como sucede hoy, en que todas las insignias, expresamente para evitar que s e entreguen a la hora de la muerte, las dejan en la logia y sólo las usan, según dicen, en sus ceremonias? Agregaré a Vuestra señoría Ilustrísima y Reverendísima que los masones hacen esfuerzos para conseguir que se les absuelva sin exigirles ni siquiera el aviso de retirarse, dado a la logia cuando están en salud, y sin manifestar in articulo mortis que abjuran de la Masonería. -Dios guarde a Vuestra Señoría, etc. MARIANO CASANOVA. Al Itmo. Rvdo. Señor Arzobispo”. Como se ha podido ver, la cuestión propuesta por el señor Gobernador Eclesiástico de Valparaíso era de la más alta importancia para el bien de la Patria y requería una solución inmediata. Sobre todo, aquello que se relacionaba con la entrega de las insignias masónicas, que deberían hacer los masones arrepentidos y que pretendieran a la hora undécima un pasaporte para el paraíso de los creyentes. La importancia que se le atribuía a la entrega de estas insignias, era no sólo moral, sino también material; ya veremos por qué. Apresuróse el señor Arzobispo de Santiago a esclarecer las dudas del señor n casanova, y pocos días después, el 15

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de mayo, le enviaba la siguiente respuesta: “Arzobispado de Santiago de Chile. N° 3.675. Santiago, mayo 15 de 1875. Instruido de la comunicación de US., fecha 10 del corriente, creo, como US., que conviene precaver a los fieles contra el peligro de la seducción para incorporarse a las sociedades secretas, condenadas por la Santa Iglesia y que en esta parte todos los eclesiásticos observen puntualmente las disposiciones de la misma Santa Iglesia. La Bula “Apostolicae Sedis”, que reduce las censuras bajo el epígrafe “Excomunicationes letal sentenciae Romano Pontifice reservate” comprende, bajo el número 4: “a los masones, carbonarios y otros sectarios de este género…” Siendo reservada al Papa la excomunión contra los masones que están incorporados a la secta, claro parece que sólo pueden absolver de esta censura los que tengan facultad especial por delegación de la Santa sede para ello. También resulta claro que para obtener la absolución es absolutamente necesario dejar de pertenecer a la secta y denunciar a los corifeos o jefes de logias que estén ocultos. Esto supuesto, voy a resolver las dudas que US. Propone en la citada comunicación. A la primera no puedo contestar directamente, porque el secretario me dice que no aparece en los libros de decretos, el del señor Vicario, fecha 11 de noviembre de 1873, que US. Cita. A la segunda, si a más de formar parte alguno de la secta masónica, hubiera producido con ello escándalo público, el confesor debe observar la regla que prescribe el Ritual cuando declara incapaces de absolución a los que han dado público escándalo y no dan pública satisfacción. A la tercera, si se trata de retractación por escrito para darle publicidad por la prensa, parece que para los que han dado escándalo también por la prensa, favoreciendo la masonería, el modo d e reparar dicho escándalo no puede s er otro que publicar por la prensa algún género de retractación. A la cuarta, aunque Bula “Apostolicae Sedis” no impone la obligación de entregar las insignias masónicas, si hubieran de exigirse como una prueba de la separación de la secta, si no le era posible conseguir las enunciadas insignias. Dios guarde a US. Rafael Valentín, etc. Al Sr. Gobernador Eclesiástico de Valparaíso. Seguramente el señor Gobernador Eclesiástico de

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Valparaíso quedaría satisfecho de la atención que el Arzobispo prestó a su cuestionario. Pero, creemos que en lo relativo al párrafo cuarto, esto es, a la entrega de insignias, que el metropolitano no impone como obligación “sine qua non”, se vería un tanto defraudado en sus esperanzas, pues en cierta ocasión -el 5 de abril de 1872- una insignia masónica, vendida por manos piadosas a beneficio de la Sociedad de San Francisco de regis, produjo la suma de veintitrés pesos noventa centavos…. Amenguadas un tanto las fuerzas en el exterior y combatida sin cesar en el exterior, la situación por que atravesaba la masonería era en realidad, difícil. Sin embargo, el Gran Maestro accidental no se amedrentó y reuniendo a sus colaboradores les expresó que la época de los sacrificios y de las luchas no había terminado aún y que era menester prepararse para nuevos combates. Como hemos visto, el clero atacaba a la Masonería en toda ocasión y en toda forma; pero no le bastaba combatir a la Institución en sí misma; era necesario ir contra la conciencia liberal que estaba formando y manteniendo y que se había traducido en diversas manifestaciones de progreso en la evolución social y que había llegado a cristalizarse en leyes de la república como el Código penal, por ejemplo, que, promulgado en 1875, vino a introducir una modificación profunda en los intereses del clero. Combatir a la masonería y destruir la obra de evolución social y sus consecuencias políticas, parece haber sido la consigna del clero, por aquella época.

Los siguientes párrafos, debidos a la pluma de uno de nuestros más autorizados escritores, nos darán luz sobre la materia.

Las postrimerías del año 1875 fueron de vivísima agitación política y religiosa en el país. El clero había visto con sorpresa primero y con estupor después, la promulgación del Código Penal, que suprimió de golpe el fuero eclesiástico y con él el más odioso privilegio heredado de la colonia. Había pendientes otras reformas constitucionales y algunos proyectos relativos a al constitución civil de la familia, todos los cuales llevaban envuelta la liquidación del maridaje entre la iglesia y el estado y con ello la libertad absoluta de conciencia, amén d ela evaporación de los derechos parroquiales percibidos hasta

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entonces, como imposición legal, a títulos de matrimonios, bautismos, defunciones y cementerios. “La Alianza Liberal que s e había formado en torno de los parlamentarios excomulgados por la supresión del fuero eclesiástico, preparaba la grande asamblea de 28 de noviembre de aquel año y de la cual habría de salir son Aníbal Pinto como candidato a la presidencia de la República.

“Por su parte, don Benjamín Vicuña Mackenna, que durante su gobierno de la provincia de Santiago, había permanecido fielmente adicto a la política liberal del Ministerio de Altamirano, lanzaba su candidatura a la presidencia en brazos de la combinación clerical-monttvarista, que habría de llevarlo a una derrota, predicha como cierta de antemano.

“Desde el año anterior, el arzobispado mantenía un órgano de publicidad redactado exclusivamente por sacerdotes, y desde sus columnas, el entonces presbítero don Crescente Errázuriz, sostenía son todo el vigor de su juventud y de su clara inteligencia, las polémicas más enconadas con La República, donde don Fanor Velasco, dentro del liberalismo doctrinario más avanzado de que hay memoria en nuestra prensa, sabía refutarlas en forma que no corresponde a nosotros apreciar.

“Alarmado el clero por el despojo de sus regalías y más alarmado todavía por los proyectos de reformas que habrían de corresponder a la nueva legislatura y al nuevo Presidente, desarrolló actividades extraordinarias, hasta entonces desconocidas y que sólo se repitieron, aunque muy amortiguadas, en la revolución de 1891.

“En aquellos días de octubre de 1875, se encontraban en Santiago, haciendo tertulia el Arzobispo señor Rafael Valentín Valdivieso, los Obispos de La Serena, Concepción y de Ancud, señores Orrego, Solar y Salas, prelados que, con un sinnúmero de sacerdotes de provincias, venían a reconfortar el espíritu de los adeptos y a inspirar el más insólito documento que haya emanado de la Iglesia chilena en materias de régimen interno del país.

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El antiguo y batallador presbítero don Crescente

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Errázuriz, que traducía para el mundo de los creyentes la parte conveniente de aquel Consejo de los Diez ha llegado a ser, cargado de respetos y merecimientos, el pastor de la Iglesia de Chile. A través de medio siglo de estudios y reflexiones, se han conquistado un nombre ilustre en las letras nacionales y, para honra de sus canas venerables, es oportuno recordar la satisfacción inmensa con que se recibió su nombramiento, gestión que sólo encontró dificultades en el clero mismo, en razón del amplio espíritu liberal de este prelado y de su ninguna participación en las astucias a que tan dadas han sido siempre las gentes de sacristía. “Pues bien, ese espíritu batallador, ese presbítero cauteloso de los respetos que se deben a la Iglesia, ese testigo presencial de los males que entonces resultaron de hacer tribuna de los púlpitos y de los confesionarios agencias de calificaciones, acaba de lanzar al clero de la arquidiócesis una carta pastoral en la que advierte que “hay pocas cosas que más exalten las pasiones humanas y que originen más profundas divisiones en la sociedad y en las familias que la política; y queda, por consiguiente, total y absolutamente prohibido a todo predicador hablar de política en las iglesias”. “Cómo contrasta esa actitud serena, ampliamente tolerante y respetable del actual arzobispo con aquella otra que asumieron en 1875 los canónigos de la Catedral señores Rafael Fernández Concha, Joaquín Larraín Gandarillas y Miguel R. Prado, con la aprobación del señor Arzobispo don Rafael Valentín Valdivieso. “Estos tres canónigos, cada uno de los cuales recibía del tesoro público la cantidad de $ 4.000 para que rezara en el coro de la Catedral las oraciones del estilo y el muy reverendo arzobispo de Santiago, a quien el mismo tesoro pagaba $ 8.000 para que autorizara el expendio de bulas de cruzadas y carne y para reglamentar la forma de tañer las campanas de los diversos templos, decía La República en ese entonces, se han puesto a la cabeza de la insurrección ultramontana en virtud del siguiente documento, distribuido a los párrocos y sacerdotes de la obediencia y que fue publicado por diarios de esa época: “Santiago, octubre 15 de 1875. Las relaciones cada día más estrechas que van ligando en nuestro país la religión y la política, y las conocidas aspiraciones de los diversos partidos a

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ensayar reformas que afectan los intereses y derechos de la Iglesia, no permiten a sus fieles hijos cruzarse de brazos y contemplar con indiferencia la renovación de los depositarios del poder legislativo, del poder municipal y del poder ejecutivo, la cual tendrá lugar el año próximo. “Los eclesiásticos se encuentran, pues, en el derecho y a nuestro juicio en el deber de hacer sentir su influencia en la elección de los mandatarios que van a tener en sus manos los destinos de la nación y que pueden ejercer ese derecho y cumplir con ese deber, sin menoscabo de las sagradas funciones de que están revestidos, con sólo tener presentes las reglas que imponen la justicia, la caridad y la prudencia. “Nosotros tenemos motivos para creer que Ud. acepta este orden de ideas y que está dispuesto a contribuir con su contingente al triunfo de las candidaturas católicas en las próximas elecciones. En esa virtud, nos tomamos la libertad de hacer a Ud. las siguientes indicaciones: “1° Debe poner en juego todas las influencias legítimas de que dispone para que todos los buenos católicos de esa parroquia que tienen derecho a la ciudadanía activa, se califiquen, desde el 1 al 15 de abril próximo. 2° A su tiempo, conviene exhortarlos para que sólo den su voto en favor de los ciudadanos que por la firmeza de sus convicciones religiosas, su ilustración e independencia, inspiren plena confianza de que serán abnegados defensores de los intereses católicos. “3° Importa que Ud. inculque la obligación estricta de salir del aislamiento y de la apatía para emplear en defensa de la religión las armas que la Providencia ha puesto con este fin en manos de los hijos de la Iglesia. “4° Para el éxito de esta empresa conviene: 1° Orar o hacer orar demandando la protección del cielo; 2° Obrar de acuerdo con las personas que en cada departamento están encargadas de la dirección de los trabajos preparatorios de las elecciones. “5° Sírvase indicarnos las personas que gozan de más reputación en esa parroquia para los puestos de senadores, de diputados y de municipales, a fin de uniformar más fácilmente las opiniones y no desperdiciar ninguna fuerza. “6° Conviene que Ud. estudie la Ley de Elecciones, a fin de asegurar el acierto de ellas, prevenir y reparar los

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abusos; “7° Las dudas y datos que tenga puede comunicarlos a cualquiera de los suscritos”.

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En presencia de tales acontecimientos, el gobierno de la Orden no podía menos que ser difícil. Pero era necesario afrontar las circunstancias y propender a que el camino se despejara de obstáculos en bien de la obra emprendida. Un acontecimiento feliz vino a estimular el entusiasmo de los masones chilenos y a demostrarles que los elevados principios en que descansaba la Institución empezaba a cundir, a pesar de la campaña implacable con que se pretendía ahogarlos: en Chillán se fundaba una nueva Logia. Varios hermanos, iniciados en Santiago en su mayoría, lograron reunirse en número suficiente para elevar las columnas de un nuevo Taller. El 28 de octubre de 1876 se declaró fundada la Logia “Tolerancia”, a la que correspondió el número doce. Entre los hermanos que figuraron en los primeros Cuadros, podemos citar a Juan I. Montenegro, Germán Gabler, F. Urbano Valdés, Gustavo Santander, Juan Larrachea, Manuel Gómez, Salterio Hugo, Eucarpio Parada, Benjamín Marechal, Manuel Unzueta y Pedro J. Ojeda. Cumplidos todos los trámites constitucionales, la Respetable Logia “Tolerancia” Nº 12, fue definitivamente instalada el 3 de noviembre de 1877. También en este mismo año, un nuevo Taller nacía a la vida masónica chilena, si bien no establecido bajo la obediencia de la Gran Logia de Chile. En 22 de enero de 1877, se fundaba en Valparaíso la Logia “Lessing”, dependiente de la Gran Logia de Hamburgo. Este Taller, que quedó constituido el 12 de mayo del mismo año, trabajaba en el Rito de Schroeder.

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Cupo al hermano Fáez disponer la adopción y vigencia del Retejador Oficial, que en 1876 había promulgado el Poder Ejecutivo de la Confederación de los Supremos Consejos del

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Rito E. A. y A. Esta fue una medida de la mayor importancia, ya que el uso y práctica de este retejador que podríamos llamar universal, facilitaría en grado sumo el reconocimiento de la regularidad de los masones que, llegados de otros Orientes, no trajeran consigo su respectiva documentación.

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No obstante el progresivo resurgimiento que se notaba en todas las logias del país, el hermano Fáez, por asuntos de carácter personal, se vio en la dura necesidad de renunciar su alta investidura y apartarse de la dirección de la Orden. Era el tercer Jefe que se retiraba de las labores a poco de haberlas comenzado, dejando así interrumpida su obra y su programa. Primero Villanueva, después Álamos y entonces Fáez, por diversas razones, no podían llevar a feliz término un trabajo iniciado con sincero entusiasmo y abnegación; a los tres, diversas circunstancias imprevistas, cruzándoles el camino, los habían obligado a alejarse de un puesto que tanto necesitaba de la constancia de quien los estaba desempeñando. Estos cambios repentinos y frecuentes no podían menos que entorpecer en forma sensible la marcha de la Institución. Y acaso en estas circunstancias, repetidas nuevamente más tarde, en diversas ocasiones, haya que buscar la causa del desarrollo restringido y lánguido que experimentó la Masonería chilena después de su primero y brillante decenio, en que rigió sus destinos el mallete de Juan de Dios Arlegui. Y no sería erróneo aceptar ese hecho como la causa fundamental, ya que, desde el principio de este siglo, en que los hermanos llamados al gobierno de la Orden, han llenado totalmente su período constitucional, el progreso ha sido visible y sorprendente, al extremo de llamar la atención de los representantes de grandes poderes masónicos europeos que han tenido ocasión de conocer los trabajos de la Gran Logia de Chile en los últimos años. El hermano Fáez, antes de abandonar sus labores, dictó, con fecha 8 de mayo de 1877, un Decreto en el cual declaraba que siéndole imposible continuar al frente de la Orden,

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nombraba para que se hiciera cargo de este puesto al hermano Antonio Barrena, Primer Gran Celador, mientras el Gran Maestro Álamos González permanecía en el extranjero. Pero la Gran Logia no estuvo de acuerdo con este procedimiento. En realidad, según el Art. 28 de la Constitución, solamente el Gran Maestro podía delegar sus facultades en el Diputado Gran Maestro o en otro miembro de su Consejo o de la Gran Logia. El caso, entonces, no era precisamente ése; se trataba de un sustituto temporal del Gran Maestro, el cual sustituto renunciaba no sólo a las facultades de que lo había investido el Gran Maestro, sino que su propia investidura de Gran Diputado. No podía, pues, nombrar él a su propio reemplazante. Como hemos visto, nombrar él a su propio reemplazante. Como hemos visto, esta facultad estaba reservada exclusivamente al Gran Maestro titular. Lo que procedía, en tal caso, era la elección de Diputado Gran Maestro; y eso fue lo que se hizo. El 1 de agosto de 1877 se comunicó a las Logias de la Obediencia que, en vista de la renuncia del Diputado Gran Maestro José Miguel Fáez, se había elegido para dicho puesto al hermano Evaristo Soublette, quien había sido recientemente instalado. Este hermano, que llegaba al más alto puesto de la Orden, sin haber figurado antes entre los primeros Oficiales de la Gran Logia, tenía dotes especiales de tacto y de voluntad, que muy en breve iba a tener ocasión de evidenciar en circunstancias bien difíciles para la Masonería chilena.

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Con fecha 15 de agosto de 1877, los Venerables Maestros de las Logias de Santiago recibieron la siguiente comunicación: “Querido Hermano. Tengo el honor de comunicaros, para que lo pongáis en conocimiento de la Resp. Logia cuyos trabajos dirigís, que el Diputado Gran Maestro, de acuerdo con su Consejo, ha designado como Inspectores de las Logias del Valle de Santiago, en conformidad con el Art. 36 de los Estatutos Generales, a los hermanos Emilio Sotomayor, que presidirá la Comisión, Ramón Allende Padín y Manuel Carrera Pinto. Por mandato del S. G. M. El Gran Secretario.

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Como se ve, la primera medida del hermano Soublette tendió a tomar exacto conocimiento de los trabajos que hacían las logias de Santiago y en qué forma los ejecutaban. Las de Valparaíso estaban bajo su vigilancia directa y le era fácil conocer sus actividades. Necesitaba estar bien al cabo de cuanto ocurría, antes de disponerse a obrar; y para ello, adoptó las medidas que estimó convenientes. Además, como creía que su actuación no sería muy prolongada, ya que había sido elegido para sustituir al S. Gran Maestro titular, que terminaba al año siguiente, sus disposiciones iban dirigidas a ejercer una prudente vigilancia en los Talleres, procurando estimular aquellas obras que estaban ya encaminadas y evitar que la disciplina se alterase. No creyó del caso dar otras normas que las conocidas hasta allí. Efectivamente, con fecha 14 de julio de 1878, se convocó a los miembros de la Gran Logia a la Asamblea General que se celebraría el 26 del mismo mes, con objeto de elegir Gran Maestro y demás Grandes Dignatarios y Oficiales. El día fijado se verificó la elección; y fue designado para ocupar el puesto de Serenísimo Gran Maestro, durante el período constitucional de 1878-1881 el mismo hermano Evaristo Soublette. Acompañaban al hermano Soublette, en calidad de Gran Secretario, el hermano Pablo A. Urzúa.

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CAPÍTULO XXVI

La guerra de 1879 destruye en gran parte la obra material de la Masonería, pero se salvan y persisten en el corazón de los adeptos sus grandes ideales. El patriotismo de los masones chilenos. Suscripción masónica a favor de los huérfanos de la guerra. El Gran

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Oriente uruguayo solicita la intervención de la Masonería a fin de detener el curso de la guerra. Respuesta de la Gran Logia de Chile. Obra de humanidad desarrollada en Santiago por el Venerable Maestro de la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5, Ramón Allende Padín. Una logia alemana de Lima pide por intermedio de la “Lessing” de Valparaíso, que la Gran Logia de Chile aconseje a sus adeptos del ejército y de la marina, evitar los horrores de la guerra. Respuesta de la Gran Logia. Ojeada sobre la Masonería peruana en tiempos de la conflagración. Numerosos militares chilenos se inician en la Logia “Orden y Libertad” Nº 1, sin saber que estaban ingresando a una logia irregular. Estanislao del canto soluciona este inconveniente. Wholy, masón uno y múltiple. El hermano del Canto propende a la fundación de la Gran Logia del Perú. La “Orden y Libertad” Nº 1 declarada regular y perfecta por autoridad competente, elige Venerable Maestro a Estanislao del canto.. La logia se traslada a Tacna y finalmente se disuelve por falta de personal. Se reabre en Lima bajo el nombre de “Osiris”. La fraternidad masónica. Pocos meses habían transcurrido desde la fecha en que el hermano Evaristo Soublette fuera elegido para desempeñar en propiedad el cargo de S. Gran Maestro de la Orden, cuando el profundo sacudimiento que conmovió a la sociedad chilena, con motivo de la guerra entablada entre nuestro país y la confederación perú-boliviana, puso su voz de alarma en el corazón de los masones. De un momento a otro hechos y consecuencias desarrollados en vertiginosa carrera, lanzaron a tres pueblos a una lucha armada, en la cual el espíritu sobrecogido no podía verlo sino una crisis dolorosa de los postulados de fraternidad, con su triste cortejo de luto y de lágrimas para los hijos, esposas y madres de los combatientes, y una brusca paralización en el desarrollo armónico de la sociedad. La situación difícil creada a la patria se hizo extensiva, en no menor grado, a la Masonería. De una parte, la crisis moral que significa una lucha armada entre pueblos civilizados; y de otra, la ruina material de la institución, cuyas logias en corto tiempo se verían despobladas, por la marcha de todos

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los hermanos, presurosos en acudir al llamado de la patria. Aunque el Gran Maestro Soublette era originario de Colombia, comprendió al instante el sentimiento que abrigaba el corazón de todos los masones chilenos y no pudo menos de admirar aquel despliegue de entusiasmo y de abnegación en los defensores de la patria. Hallábase colocado el Jefe de la Orden en una extraña situación; ¿cómo conciliar, en efecto, los sentimientos de solidaridad universal, los postulados de fraternidad, con ese noble ardor que empujaba a todos los masones chilenos a correr a tomar colocación bajo las banderas de la patria y a ofrecerle su sangre y su vida? Aliviar los dolores de los caídos en la lucha, sin distinción de nacionalidad; ayudar a los huérfanos de la guerra, sin distinción de raza, he ahí el noble papel que correspondía a los masones a quienes el vínculo de la nacionalidad no obligaba, como a los chilenos, a correr a los campos de batalla en defensa del suelo patrio. Esa obra fue la que no tardó en ser iniciada. En junio de 1879, la Gran Logia enviaba a los Logias de la Obediencia la siguiente Circular: “Muy queridos Hermanos: “La Masonería ha deplorado siempre las desgracias que son resultado inevitable de la guerra. Si sus votos por la paz son hoy inoportunos e inútiles, a lo menos le queda un deber de humanidad que llenar. Inspirándose en estos sentimientos, la Logia “Étoile du Pacifique” inició hace días una suscripción masónica con el objeto de socorrer a los heridos y ayudar a los desgraciados del ejército y de la armada y a las familias de éstos, sin distinción de origen”. Varias Logias se han suscrito ya; y el Gran Oriente que suscribe creería faltar a sus sagrados deberes si no secundara esta idea simpática, asociándose enérgicamente a esos esfuerzos para darles impulso y regularidad. No hemos trepidado, por eso, en ponernos a la cabeza del movimiento y en dirigirnos a todas las Logias y a todos los masones, pidiéndoles el concurso de sus esfuerzos para la consecución del fin deseado. “No vacilamos en creer que todos lo masones quieren asociarse a esta obra de humanidad; y los invitamos, en consecuencia, a votar recursos y a abrir, además, una

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suscripción permanente en cada Taller, fijando listas en que se anoten las ofrendas de los miembros que componen la Logia.. esperamos que esta vez, como siempre, la masonería sabrá llenar su misión. “No necesitamos insistir sobre la importancia de esta suscripción. La masonería chilena nunca ha sido llamada a concurrir a una obra de carácter más elevado, desde que se trata de la suerte de nuestros defensores y de la honra de nuestra patria. Esta sola consideración basta para empeñar vuestro patriotismo como ciudadanos y el cumplimiento de nuestros deberes de humanidad y de fraternidad como masones. ·En vista de las circunstancias, speramos vuestra contestación lo más pronto posible. “Recibid, queridos hermanos, la seguridad d e nuestros sentimientos fraternales. El S. G. Maestro E. A. Soublette. Gmo. 2º Munich, Gran Secr. Adj.”.

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Adoptado este temperamento a favor de los principios de humanidad, sin abdicar en ningún instante de los deberes que impone el patriotismo, la dirección de la Gran Logia supo mantenerse dentro del punto de vista elegido, a pesar de las sugestiones recibidas del exterior y que se hicieron llegar al Jefe de la Orden, invocando la solidaridad masónica. He aquí, por ejemplo, la Nota que el Supremo Consejo y el Gran Oriente de la República Oriental del Uruguay, remitió simultáneamente a los Poderes Masónicos de Chile, Perú y Bolivia, solicitando la influencia masónica para detener el curso de la guerra:

A. L. G. D. G. A. D. U. Deus Meumque Jus - Ordo ab Chao. Oriente de Montevideo,a 6 de agosto de 1879 (E. V.) Mi querido y poderoso hermano: “Realizar la justicia de la humanidad, haciendo efectiva

la fraternidad en toda su pureza, es el fin supremo en la Masonería, y creeríamos faltar a nuestros compromisos como miembros de la gran familia, desviándonos de la verdadera senda trazada por nuestros deberes, si permaneciésemos

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espectadores impasible ante el triste espectáculo de tres pueblos hermanos en lucha fratricida, entorpeciendo su comercio, agotando las fuentes de su riqueza y paralizando su progreso por cuestiones que cualquiera que sea la importancia que se les atribuya deben ser miradas como secundarias en nacionalidades tan favorecidas por la madre. Naturaleza, y que no justifican la ruina, el luto y las lágrimas de la orfandad.

“Efímero es el entusiasmo que despierta la victoria cuando no sanciona el triunfo de las grandes conquistas de la independencia y de la libertad; como triste y estéril es la gloria levantada sobre el abatimiento de los pueblos.

“Si el amor a nuestros semejantes, si la fraternidad universal, si la anulación de fronteras, de castas y de preocupaciones políticas y religiosas, forman el verdadero credo masónico, no es fuera de propósito que me dirija a Vos, respetable y querido hermano, para significaros el voto sancionado en el seno del Supremo Consejo de este Oriente, estimulando vuestros sentimientos en el sentido de poner en acción los esfuerzos de nuestra Orden a fin de propender al restablecimiento de la paz y la concordia entre esos miembros de la familia americana.

“Para alcanzar el triunfo definitivo de los principios que nos guían, para que resalte la excelencia de las doctrinas que profesamos, no debemos despreciar las ocasiones que se presenten, a fin de reparar de la mejor manera posible, el mal que causan a la humanidad la intolerancia y el extravío de las pasiones en el mundo profano.

“Aquello que las agrupaciones políticas no pueden alcanzar movidas por sus respectivas aspiraciones, debemos tentarlo nosotros, con asiduo empeño, inspirándonos en el verdadero patriotismo y en el amor a nuestros semejantes.

“Antes que se ensangriente más la guerra en que se encuentran empeñadas las tres Repúblicas hermanas, cree el Supremo Consejo que debe procurarse un acuerdo equitativo y fraternal, por los medios que la Masonería puede poner en movimiento en los respectivos valles, condenando así la razón brutal de la fuerza, que, en último resultado, conduce a los pueblos a la humillación y al despotismo.

“La aceptación inmediata de la mediación ofrecida por pueblos hermanos que sabrán mantener el fiel de la balanza, para el triunfo de la justicia y del honor, es el medio más

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eficaz que s e presenta, por de pronto para la más fácil consecución de tan nobles fines y a ello deben propender todas las voluntades y aunarse todos los esfuerzos.

“Así como del seno de la Masonería salió la primera chispa que diera vida a las nacionalidades americanas, librando a nuestro Continente del Coloniaje, así también debe ella ser infatigable para buscar soluciones de paz, exigidas por los deberes de la humanidad, siempre que ninguna cuestión de honra nacional pueda justificar los horrores de la guerra.

“Si la América ha de realizar sus grandes destinos, ha de ser por medio de la paz, que nos traiga la población y el planteamiento de las industrias, para las que es estrecho ya el campo en el viejo mundo.

“No se nos oculta a los obreros de este Valle, que, cuando suena el fragor del combate, los pueblos son sordos para escuchar la voz de la razón, y que difícilmente puede abrirse paso a ninguna idea útil y humanitaria, pero aquí es el caso de repetir con el estoico; marchemos por la senda que nos traza el deber, sin preocuparnos de sus asperezas.

“Al cumplir el mío, haciéndome intérprete de estos sentimientos cuya elevación sabréis apreciar, e invocando para todos el favor del G. A. D. U., tengo el placer de saludaros, respetable y querido Hermano, etc. Gran Com. Gran Maestro, Carlos d e Castro, 33º. El Gran Secretario General de la Orden, José de ka Hanty, 33ª.

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A las observaciones formuladas por la Masonería uruguaya, la Gran Logia de Chile dio la siguiente contestación que es necesario difundir ampliamente, para confusión de aquellos empedernidos detractores de la Orden, que en su obcecación no han trepidado en arrojarle el baldón de antipatriota: “Oriente de Valparaíso, noviembre 4 de 1879. “Q.y P. H.: “Condenamos la guerra como un resto de antigua barbarie, destinado a desaparecer. Hombres de nuestro siglo, procuramos atenuar sus males y deseamos ver llegado el momento en que tal cruel azote deje para siempre de afligir a los hombres.

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“Tenemos fe en el progreso, y, por tanto, vivimos persuadidos de que el mal de la guerra hallará remedio. Las cuestiones de pueblo a pueblo en vez de confiarse a la suerte de las armas, serán decididos conforme a los inmutables principios de la justicia, aplicados por altos tribunales que ellos mismos erigirán para su mutua conveniencia. Cuando la sociedad estuco constituida y hubo quien hiciera justicia, cesaron las riñas sangrientas de hombre a hombre. De la misma manera cesarán las guerras de pueblo a pueblo cuando se organice la humanidad en una gran familia, cuando las naciones, como hoy los individuos, vivan ligados por deberes y derechos inalienables.

“El gran día de la paz universal y perpetua se acerca; pero, no ha llegado aún. Hay otros hechos sociales que necesitan verificarse antes y que son como indispensables premisas. No basta el buen deseo para suprimir en tiempo en que esos hechos tienen que desarrollarse. Los que conforme a un ideal de progreso cultivamos ciertas ideas y sentimientos, debemos proporcionarles luz, aire y riego como a las plantas y aguardar con paciencia que a su debido tiempo den flores y frutos sazonados. No debemos esperar el fruto antes que florezca el árbol.

“Los deseos extemporáneos, por nobles que sean, en nada alivian a la triste humanidad. Deseamos que se extirpe la guerra; mas, no se extirpará con desearlo, ni se extirpará antes de que el mundo florezca para el dulce fruto de la paz perpetua.

“Si queremos servir a la humanidad con algo más que buenas intenciones; si más de cerca queremos servir a esta América con hechos y no con deseos estériles, comencemos por afirmar la verdad que eso es querer la justicia, y eso evitará futuras complicaciones.

“Las márgenes del caudaloso Plata están sobrecargadas de nubes tormentosas, prontas a desprender el rayo de la guerra sobre el Continente. Allí hay por desgracia gentes interesadas en desfigurar a Chile para hacerlo odioso, y esos por sistema derraman sobre la cabeza del pueblo crédulo del odio y la mentira a manos llenas. Del error jamás nace la justicia; de la injusticia irritante tampoco puede brotar el acuerdo sereno de la fraternidad entre los hombres y de la paz entre los pueblos.

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“Ahí tenéis, Q. H. una obra digna de vuestro alto puesto: digna de la masonería y inmediata y posible aplicación. Si malos hombres, con el corazón preñado de pasiones desfiguran sistemáticamente los sentimientos y fastos de un pueblo americano, a fin de inspirar un odio insensato a otro pueblo de la misma familia; y si vosotros, como no lo dudamos, queréis la justicia, afirmad la verdad y sustituir a las obras de odio las obras del amor.

“Así se evitará, acaso, una guerra fratricida, que, por la lógica inflexible de las cosas tendrá que venir. De otra manera estallará el incendio, y la Masonería, poco previsora, ya tarde se parará a la puerta ardiente, lamentándose en vano y pretendiendo cuando mucho, atenuar el calor la inmensa hoguera con leves abanicos de delicadas plumas:

“No es otro nuestro papel, por desgracia, en la actual conflagración del Pacífico.

“Con la mano sobre el corazón, os aseguramos, Q.·. H.·. que Chile, siempre tan decidido por la paz, no puede en esta ocasión evitar la guerra sin mengua para su honra y su decoro.

“No juzguéis por apariencias ni por apasionadas invenciones. Penetrad como juez severo en las causas verdaderas de la guerra y veréis que ella fue una dolorosa necesidad para Chile. Imponeos de lo que significa el tratado secreto de 1873, firmado por el Perú y Bolivia contra Chile, cuando él confiaba en las protestas de amistad de aquellas naciones, a las cuales sirvió siempre con desinterés; imponeos del generoso tratado de 1866, por el Cual Chile cedió a Bolivia una faja de su propio territorio, mediante ciertas condiciones que Bolivia jamás cumplió; ved todavía cómo Chile, buscando siempre la armonía cedió de nuevo y reemplazó el tratado de 1866 por el de 1874, extremadamente favorable a la otra parte, y que ella, aunque ya confabulada secretamente con el Perú, recibió con muestras de reconocimiento , para romperlo injuriosamente cuando juzgó llegado el momento de producir el conflicto. Y cuando esto hayáis hecho, os persuadiréis que el Perú y Bolivia, complotados contra Chile lo abrazaron para herirlo mejor por la espalda con la daga de las traiciones, y hoy recorren el mundo dando falsos lamentos y procurando engañar con el beso de Judas estampado en la mejilla de Chile su benefactor.

¿Podrá la Masonería aconsejar a Chile que se deje

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apuñalar sin defenderse; que deje pisotear sus tratados y despojar a sus nacionales y desmembrar su territorio; que se cruce de brazos mientras le azotan el rostro, y lo befan, y lo calumnian, y lo despojan?

“¿Y todo esto a nombre de qué? A nombre de la paz universal y de la fraternidad americana; santas palabras cuyo culto sincero ha llevado a Chile a este doloroso extremo de la guerra, porque no siempre otros que las invocan las sirven y las respetan, ni los que las tienen en los labios las llevan siempre en el corazón.

“Quien abra la historia verdadera del Continente, desde los días de nuestra emancipación política, siempre verá a Chile sacrificándose voluntariamente por su amor a la paz y su amor a la América. ¿Y cómo le pagan sus hermanos?

“¡Ah! Vos lo habéis dicho: La Masonería debe ser infatigable para buscar soluciones de paz, siempre que ninguna cuestión de honra nacional pueda justificar los horrores de la guerra”.

“Éste es el caso de Chile: repugnando la guerra, ha tenido que aceptarla como una dura necesidad, no sólo por la honra nacional amagada, sino por un principio aun más apremiante: el de la propia conservación, el de la defensa ineludible de su integridad y de su decoro.

“Y, aun cuando la Masonería tuviera razón para intervenir, su voz de concordia no llegaría oportunamente. ¡Ya es tarde! En estos momentos los ejércitos de Chile, alentados por la justicia de su causa, se han arrojado sobre las trincheras enemigas y la sangre, a estas horas, debe haber regado la tierra, como ha renegado los mares.

“¡Que se cumplan los destinos de estos pueblos: que el Dios de la Justicia ensalce a los justos y abata a los que no lo son!

Chile confía y espera en la justicia de su causa y en la fuerza de su brazo; mas, cualquiera que sea su futura situación, sabrá siempre servir al progreso, y realizará por su parte los grandes destinos a que la América parece llamada; pues, como hasta aquí, seguirá marchando con paso seguro por la senda que traza el deber, sin preocuparse de sus asperezas, ni de la ingratitud de sus hermanos!

“¡Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!

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“Que la paz sea con Vos y con los vuestros, I. y P. H.; que la verdad os guíe, que el amor os ilumine, que la justicia os fortalezca!

“Tales son los votos de la R. Gran Logia de Chile, que nos cumple transmitiros, al contestar vuestra Nota, y al saludaros fraternalmente. E. S. G. M., E. A., Soublette. El G. Secr. Gen. Guillermo 2º Münich F.”.

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Entre tanto, la guerra se desarrollaba con sus trágicos episodios. Toda la Masonería chilena, a más de haber acogido con entusiasmo la insinuación de la “Étoile du Pacifique” prestaba de un modo u otros su concurso a la causa de la patria. En Santiago, los pocos masones que por su edad u otras causas no marcharon al frente, se consagraron con ejemplar abnegación al cuidado de los heridos. Los hermanos de las Logias Nº 5, 7 y 10 habían marchado casi en su totalidad a tomar parte en la campaña. Por aquella época, dirigía los trabajos de la “Justicia y Libertad” Nº 5, el hermano Ramón Allende Padín, llevado nuevamente a ese cargo el 17 de marzo de 1879. El hermano Allende, que había sido elegido Diputado al Congreso por Santiago el año 1876, permanecía en la capital en vista de sus funciones parlamentarias. Su profesión de doctor en medicina lo colocaba en excepcionales condiciones para desarrollar su obra de humanidad. Puede decirse, sin exageración, que él fue el alma de la acción masónica santiaguino durante el doloroso período de la guerra. Había llegado la hora de la caridad. Desde el palacio al rancho, eran solicitados día y noche los servicios profesionales del hermano Allende, y nunca postergó a los del segundo por los del primero. En el ejercicio de su profesión dejó testimonio de su pericia y de algo que vale más: de su bondad sin límites, propia del alma de un buen masón. Curaba al pobre con todo cariño; y lejos de lucrar con las dolencias del desvalido, dejaba en muchas ocasiones, junto con la receta, el valor de los medicamentos. Algunas veces su cochero volvía a casa del dolor en busca de ropa con qué abrigar al cliente que se moría de miseria. Más de un caso hubo en que aquel hombre

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de acero en las lides doctrinarias, lloró como un niño al lado de su enfermo; y no llevando dinero en el bolsillo, mandó su propio reloj al montepío más cercano, a fin de dar a los deudos del paciente para la dieta y los remedios, llevándose consigo el boleto de empeño como honorario. Fue un corazón magnánimo que se esmeró en servir al prójimo en horas de amargura. No obstante su investidura parlamentaria, abandonó su asiento en la Cámara cuando el Gobierno lo llamó a servir, gratuitamente, la Superintendencia del Servicio Sanitario en Campaña, así como antes había desempeñado la presidencia del Consejo de Higiene. A las generaciones de hoy, que evocan su memoria, Allende Padín aparecerá según la gráfica expresión de un hermano, arrodillado junto a la camilla del herido, restañando la sangre, refrescando los labios enardecidos, torciendo las hilas, apretando las vendas, consolando a unos, recibiendo del que muere los últimos encargos de enviar sus postreros adioses a la madre, a la esposa, a los hijos, a los hermanos ausentes.

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La ecuanimidad y el recto criterio que inspiraron la respuesta dada por la Gran Logia de Chile al Gran Oriente del Uruguay, cuando éste solicitó de la Masonería chilena el ejercicio de ciertas influencias, puso de manifiesto ante la faz del mundo la manera cómo los masones chilenos entendían el cumplimiento de sus deberes. En vista de esto, la Masonería del Atlántico no insistió en sus insinuaciones. Pero al año siguiente, una logia alemana establecida en Lima, solicitaba de la Gran logia de Chile, por intermedio de otra logia alemana de Valparaíso, al “Lessing” que interpusiera sus buenos oficios para con los masones del ejército chileno en campaña, a fin de evitar las crueldades de la guerra. La Gran Logia, después de tomar conocimiento de dicha comunicación, la contestó en términos que a continuación expondremos; y, al mismo tiempo, puso en conocimiento de los Talleres chilenos ambas notas, acompañándolas de la explicación siguiente: “Valparaíso, agosto de 1880.

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“Venerable Maestro: De orden del S. Gran Maestro, tengo el gusto de transmitiros copia de la nota que con fecha 30 de junio último nos ha enviado la Logia “Lessing” como también de la respuesta que esta R. Gran Logia se ha servido dar. “La R. Gran Logia tiene la satisfacción de manifestar que al contestar la citada Nota, ha tenido que hacer justicia a los queridos hermanos que forman parte del ejército chileno, no sólo porque está íntimamente convencida de que han sido y son tan buenos masones como buenos soldados, sino también porque está persuadida de que esos hermanos, así como saben vencer en el campo de batalla, saben también ser generosos con los vencidos y porque le consta que siempre y por todos los medios que están a su alcance, han tratado y tratarán de evitar las crueldades y sacrificios inútiles de vidas, propios tan sólo de los salvajes. “Servíos transmitir, Venerable Maestro, los sentimientos fraternales a los hermanos de vuestro Taller que han marchado a la guerra y manifestarles que la Gran Logia de Chile aplaude con el mayor entusiasmo los actos de verdadera humanidad y fraternidad con que se deben distinguir los adeptos fieles de nuestra Institución. Recibid, etc., Gmo. 2° Munich, Gran Secretario. He aquí la Nota de la Logia “Lessing” y la respuesta de la Gran Logia de Chile: “Oriente de Valparaíso, 13 de junio de 1880. “S. Gran Maestro: Con motivo de la presente guerra entre Chile y la alianza Perú-boliviana, nuestra hermana Eintracht (Armonía) de Lima, con fecha 12 de mayo (carta que llegó a nuestras manos el 5 del presente) nos dirige una comunicación, solicitando nuestra fraternal mediación ante la Resp. Gran Logia de Chile, en protección y amparo de los infortunados hijos de estos países, que en estos momentos se hallan empeñados en combate sangriento en defensa de su patria. Considerando la Logia “Eintracht” que en las filas de ambos ejércitos beligerantes militan tal vez muchos hermanos masones, se permite la libertad de rogar por nuestro conducto a la muy R. Gran Logia de Chile, se digne emplear su muy importante influencia para tratar de evitar en los combates y hostilidades del ejército chileno, en cuanto fuere posible, las crueldades y sacrificios innecesarios e inútiles de vidas,

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suplicándoos dirijáis al efecto a los hermanos masones del ejército y de la marina chilena, vuestras respetables instrucciones en este sentido, para aminorar en parte siquiera los males de la guerra, de por sí ya bastante lamentable, tratando de humanizar los actos bélicos en conformidad y armonía con las tendencias humanitarias y fraternales que distinguen a nuestra augusta institución. “Dando así cumplimiento al encargo de la Logia Eintracht de Lima, a cuya humanitaria solicitud confiamos os dignéis acceder, tendremos sumo placer en transmitir a dicha Logia la honrosa contestación con que en tan delicado asunto tuviereis a bien favorecernos. Con ste motivo, dignaos aceptar, S., Gran Maestro, nuestro fraternal saludo. Emilio Eisele, Venerable Maestro. Carlos Inghirami, Primer Vigilante. Augusto Vermeheren, Segundo Vigilante. A. Chodowieki, Secretario.

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La respuesta de la Gran Logia de Chile fue la siguiente: “Oriente de Valparaíso, julio de 1880. II. HH. Con suma atención, hemos leído vuestra comunicación del 13 del presente, por la cual, a nombre de la Logia alemana “Eintracht” de Lima, pedís a esta Gran Logia que interponga sus buenos oficios para con los masones del ejército chileno en campaña, a fin de evitar las crueldades de la guerra, tratando de humanizar sus actos, ya de por sí bastante crueles y rigurosos. “En contestación debemos deciros que condenamos la guerra como un rsto de antigua barbarie, indigno de la edad moderna, en que todas las diferencias de pueblo a pueblo debieran arreglarse por el arbitraje. Esta idea es general en Chile, nación de suyo belicosa y apta para la guerra; pero sumamente adicta a la paz, por convicción. Chile siempre ha hecho sacrificios por evitar la guerra: mas, en la ocasión presente no lo pudo sin grave menoscabo de su honra. El gobierno boliviano, faltando a la fe de los tratados, provocó la guerra; el gobierno peruano, por el pacto de 1873, pacto secreto encaminado contra Chile y por la insidiosa misión Lavalle, acabó d eprecipitar los acontecimientos. Chile tuvo que armarse, tuvo que improvisarlo todo para lanzarse a los

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campos de batalla, de que vivía alejado hacía tantos años. “Una vez rotas las hostilidades, Chile siempre procuró atenuar los males de la guerra. Como os consta, ha tratado con suma benignidad a los prisioneros, quienes han sido mejor atendidos que sus propios soldados. Ha honrado a los vencidos, reconociéndoles sus méritos y dando sepultura a sus muertos con todos los honores militares debidos a su rango. Ha enviado a los heridos a sus hogares, y aun ha dado libertad a los prisioneros bolivianos, cuando su propio país se negó a canjearlos. Ha dado todo género de facilidades a la Cruz Roja, aun desentendiéndose de ciertas exigencias sospechosas. Dentro del país nadie ha perseguido ni hostilizado por su nacionalidad, y, como también os consta, peruanos y bolivianos han vivido tranquilos, teniendo asegurada su vida, honra y propiedad, tanto como los mismos hijos del país, sin ninguna diferencia. La prensa, mesurada y seria, y siempre verídica, ni muestra ningún encono contra el enemigo, ni lo injuria ni lo apoca, siendo característico de este país el que jamás se oigan gritos contra el Perú o Bolivia, ni aún en el momento de mayor exaltación patriótica. “Durante la campaña hay rasgos generales y particulares que honran altamente al ejército chileno. “Todo ejército vencedor vive del país que ocupa. El chileno, al revés, en Moquegua repartía 500 raciones diarias y 1000 en Tarapacá, a los indigentes de aquellas poblaciones. Puso entrar a saco o haber impuesto contribuciones de guerra a Iquique y Tacna, y no hizo lo uno ni lo otro. En Moquegua, pudo habre prendido fuego a todos los viñedos, después del lazo tendido a unos pocos soldados por los moqueguanos, y aun haber arrasado la ciudad y lo mismo a Tacna, donde se hizo fuego a un parlamentario. En Arica, donde se “emplearon minas de dinamita” pudo haber pasado a cuchillo toda la guarnición, y nada de eso hizo, como lo comprueban los sobrevivientes, hoy prisioneros en Santiago.

“Muy al contrario, el general chileno al entrar a Tacna necesitó momentáneamente una suma de dinero, y la tomó a préstamo en el banco: necesitó colchones para sus heridos y ni eso pidió sino que los compró.

“Si se compara las prácticas autorizadas de la guerra entre los pueblos más civilizados, se verá que Chile se ha conducido con el Perú con muchísima mayor indulgencia y

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suavidad que la Alemania con la Francia en la última guerra. “No ha fusilado a los espías, no ha ahorcado a los

torpedistas extranjeros y otros aventureros al servicio del enemigo, que ha apresado; ni ha tomado represalias por los centenares de chilenos violentamente expulsados del Perú al comienzo de la guerra; ni por los prisioneros obligados bajo la presión del látigo a trabajar en obras militares; ni por los parlamentarios recibidos a balazos; ni por el empleo de minas ni de balas explosivas; ni por los chilenos quemados vivos en Piragua, cuando el primer bombardeo de aquel puerto.

“Estos mismos bombardeos, presentados al mundo como un acto inusitado de barbarie, no solamente e stán justificados por el derecho internacional, pues ellos siempre se ejecutaron después que el enemigo hizo fuego contra los botes de la escuadra chilena, sino que están autorizados por el ejemplo de las naciones europeas, y aun por el mismo Perú, cuya escuadra en 1837 bombardeó en iguales circunstancias el puerto chileno de San Antonio.

“Si las poblaciones enemigas son respetadas y socorridas, si el ejército chileno no vive del país que ocupa, si no destruye los plantíos, si respeta a los prisioneros y los llena de consideraciones, si entrega los heridos, si protege a los nacionales enemigos, si jamás emplea procedimientos contrarios al derecho internacional, si no toma siquiera represalias, ¿qué podríamos exigirles a sus nobles marinos y a sus valientes soldados, qué aconsejarles sin temeraria injusticia?

“La Masonería chilena, lamentando la guerra, no ha podido menos de mirar con satisfacción los sentimientos de humanidad que ha manifestado este país, que ni por un momento se ha enorgullecido siquiera de sus repetidos triunfos.

“Creemos que la Logia Eintracht manifiesta sus buenos sentimientos bajo la presión de los dichos desautorizados que corren en Lima como la expresión de la verdad, de que están tan lejos. Desgraciadamente, desde el principio de la guerra el Perú ha adoptado el tristísimo camino de falsear los hechos, lo que ha contribuido no poco a su descrédito y a su alucinación incomprensible, haciendo que la victoria moral de Chile sea aun mayor que los triunfos brillantes y no interrumpidos de

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sus armas. “Aquí, todos desean la paz, no por agotamiento como

allá se cree, pues el país no sólo está intacto, sino que se encuentra más próspero y fuerte que al comenzar la campaña, como vosotros, queridos hermanos, podéis atestiguarlo.

“Desean la paz por un ceñimiento de benevolencia y porque ese es el estado natural de los pueblos trabajadores. Si el pueblo manifiesta su vivo deseo de llegar pronto a Lima, como llegará, es por creer que ése es el camino seguro de la paz.

“Es lástima que el Perú en su desgracia, no tenga un hombre eminente como M. Thiers, que sepa comprender sus verdaderos intereses. Engañado intencionalmente por sus conductores, ese país marcha derecho a la ruina.

“Esperando a nuestro turno que, por amor a la humanidad y compasión a la desgracia, la Logia Eintracht abra los ojos a aquellos pobres ciegos y les advierta que el abismo está a sus pies, para que vuelvan atrás y obren con cordura. Si no se apresuran, será tarde.

“Que no olviden que el Dios de las victorias es el Dios de la justicia, y que pesen las tremendas palabras del Montero fugitivo, a los defensores de Arica:”toda resistencia es inútil: la ira de Dios está sobre el Perú”,

“La Gran Logia de Chile, compuesta de hombres de diversos países, está en situación de ver con serenidad y de inspirarse en sentimientos generosos. Lamenta la guerra; pero ama la justicia, y fía en que el Juez Supremo, que está sobre los hombres y los pueblos, dará a cada uno lo que le corresponde. Os saludamos, etc. El S. Gran Maestro, E. A. Soublette. El Secr. General, G. 2° Munich F”.

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A mas de esta actuación que cupo a la Masonería chilena en la contienda del Pacífico, ya como entidad, propagando la verdad histórica y defendiendo la actitud de nuestro país y la justicia de la causa, ya por medio de sus miembros, organizando servicios de ambulancia y prestando el concurso de sus mejores hombres al ejército, hay otra de carácter más personal, pero no menos importante, ya que nos

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revela cuán profundamente arraigados estaban en el espíritu de los militares chilenos las prácticas y sentimientos masónicos. De una revista masónica tomamos los siguientes párrafos, que nos dan a conocer con todos sus detalles la actuación de los militares chilenos en las Logias del Perú: el año 1881 funcionaba en Lima la Logia “Orden y Libertad” N° 1 bajo los auspicios del Gran Oriente del Perú, que feneció ese mismo año después de una accidentada y no larga existencia; y la Logia “Orden y Libertad” N° 2, dependiente del Supremo Consejo, el Poder masónico más antiguo del Perú. Una y otra Logia pretendían ser continuadoras de la que, con el mismo nombre, se fundó el año 1822, en la metrópoli peruana; ambas tenían parte del archivo de la vieja Logia y en cierto modo encarnaban uno de los cismas menos honrosos que han azotado a la Masonería de nuestros vecinos del Norte.

En septiembre del mismo año, el Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo, el hermano Antonio de Souza Ferreira, alarmado por lo que en esa Logia ocurría, se valió de la N° 2, que estaba a sus órdenes, para ver manera de poner coto al ingreso de chilenos en la N° 1. Tras varios trámites se reunieron al efecto todos los Presidentes de las Logias regidas por el Supremo Consejo y resolvieron visitar al coronel Samuel Valdivieso, que servía la Intendencia de Lima, y había sido iniciado en la referida “Orden y Libertad” N° 1, y hacerle saber que él y sus compatriotas estaban siendo víctimas de un gran engaño.

Según la versión de un documento oficial, esta entrevista se verificó en los términos siguientes:

“El coronel señor Valdivieso, en vista de los documentos que presentamos y de la exposición que le hicimos, nos manifestó que compromisos personales lo habían obligado a iniciarse en una de la logias de San Francisco; aunque sospechaba la poca legalidad de sus existencia; que él, por su carácter, no podía lanzarse a divulgar esas ideas, ni menos a contener otras iniciaciones que allí podrían hacerse; que procuraría, sí, hacer lo posible para que de alguna manera llegase a noticia de sus compatriotas la irregularidad que pesaba sobre ellos, para que se abstuviesen de visitar a las otras logia regulares; que procuraría tomar datos del Oriente de Chile para satisfacción nuestra,, mas no porque dudase de que nosotros pertenecíamos al verdadero cuerpo masónico del

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Perú; y que vería si le era posible regularizarse en uno de nuestros Talleres.

“Aprovechando nosotros de su buena voluntad y disposición, y habiendo comprendido por lo que nos expuso que por su edad y posición no le era posible pasar de nuevo por las pruebas, nos comprometimos ante él para que su regularización se hiciera gratis y sin más formalidades que el respectivo juramento en la Respetable Logia “Paz y Perfecta Unión” N° 1, que goza de tales privilegios, quedando después en libertad de afiliarse en cualquiera de las Logias de la jurisdicción”.

Siguiéronse algunos trámites, y el coronel don Samuel Valdivieso quedó regularizado en la Logia “Virtud y Unión” N° 3.

Pero, entre tanto, continuaban los demás militares chilenos formando parte de la Logia “Orden y Libertad” N° 1, y es conveniente anotar cómo salieron del estado de irregularidad en que se encontraban.

A fines de 1881, después de los sucesos que dejamos anotados, armóse en Lima una querella masónica verdaderamente estruendosa, con motivo de un Decreto del Supremo Consejo del Grado 33° que regularizaba al Gran Oriente del Perú y le entregaba el gobierno de las Logias Simbólicas.

Aquel movimiento trajo por consecuencia la fundación de la Gran Logia del Perú, en divorcio completo con el Supremo Consejo del Grado 33°. Entre las mil peripecias que en aquella campaña se desarrollaron, figuraron algunos masones chilenos y encontramos regularizados a nuestros hermanos de la “Orden y Libertad” N° 1.

Figuraba entre los cabecillas de estas maniobras el hermano Christian Dam; y éste, en un folleto publicado en 1894 sobre interioridades de la Masonería peruana, dice que a mediados de diciembre de 1881, el hermano Estanislao del canto le hizo un a visita especial, en su oficina, para orientarse sobre los sucesos y la situación masónica en que se encontraba.

“Atendí -agrega el hermano Dam- con agrado a persona que así buscaba la verdad; y una vez persuadido el coronel del Canto de que había mucho de incorrecto en el proceder de aquéllos en cuyo seno se encontraba, y prevenido por mí de lo que presentía que iba a acontecer, solemnemente me empeñó

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su palabra de ayudarme hasta el fin para el logro de nuestra independencia masónica”.

Y desde entonces el hermano Estanislao del Canto unióse a los que pugnaban por aventar al Gran Oriente del Perú, y después a estos mismos, empeñados en fundar una Gran Logia.

El ya citado hermano Dam refiere una famosa tenida, verificada en la Logia “Virtud y Unión” N° 3 el 19 de diciembre de 1881, con asistencia de las más encumbradas autoridades masónicas de Lima, y dice en cuanto a nuestros fines se refiere:

“El coronel del Canto resolvió definir la situación embarazosa en que se encontraban todos y especialmente el Gran Comendador. Pidio la palabra, y cuando la obtuvo, hizo una suscinta relación de cuanto había pasado, increpando la mala conducta del hermano Wholey y poniendo de manifiesto la inicua explotación de que él y sus compatriotas habían sido víctimas, pues un solo hombre presidía en todos los Altares y desempeñaba verdaderamente todos los cargos del Gran Oriente: ese hombre era Wholey, Venerable de “Orden y Libertad” Nº 1, Presidente de todos los Altares desde el grado 4º al 32º inclusive, Gran Maestro accidental, Gran Secretario, Gran Tesorero, etc., el cual cobraba fuertes sumas a los hermanos que querían altos grados.

“Terminó su discurso protestando en su nombre y en el de compañeros, de la existencia de un cuerpo masónico que se titulaba Gran Oriente Peruana, el cual no tenía razón de ser, puesto que estaba todo entero encarnado en la persona una y múltiple de Wholey”.

Prosigue Dam: “En tan críticas circunstancias, el hermano Mariátegui

(Soberano Gran Comendador) comprendió que el terreno en que pisaba era falso y consultó a la Logia si reconocía o no la existencia del Gran Oriente Peruano. Puesta al voto la consulta, esa existencia fue solemnemente desconocida por inmensa mayoría. En seguida, el coronel del canto propuso a la Logia reconocer desde ese instante la autoridad del Supremo Consejo del Perú como único gobierno legal. Consultados los miembros de la logia en aquel sentido, la proposición fue aprobada.

“Acto continuo, se presentó un proyecto de voto de censura contra el Venerable Arturo M. Wholey, el cual fue

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finalmente aprobado. En seguida s e propuso la vacancia del puesto de Venerable Maestro del Taller, que fue declarada por unanimidad. En consecuencia, se procedió a elegir otro Venerable, siempre bajo la presidencia del Gran Comendador. Hecho el escrutinio, resultó elegido por unanimidad el hermano Estanislao del Canto. El Gran Comendador procedió inmediatamente a instalar al hermano del Canto como Venerable de la Logia “Orden y Libertad” Nº 1, bajo la jurisdicción del Supremo Consejo del Perú, tomando en este sentido el juramento al hermano del Canto. Declaró, en seguida y desde ese instante a “Orden y Libertad” Nº 1 una Logia regular y perfecta.

Tenemos ya a los militares chilenos pertenecientes a la mencionada Logia, que merced a la actitud resuelta del hermano Estanislao del Canto, vieron válida su condición masónica y no malgastado el dinero que en cambio de grados superiores debieron pagar el hermano Wholey, famoso personaje de la Masonería peruana.

Omitiremos referir los mil afanes en que el hermano del Canto y otros masones chilenos estuvieron comprometidos, junto con los masones peruanos, hasta obtener la fundación de la Gran Logia del Perú, en mayo de 1882, y que la Logia “Orden y Libertad” Nº 1 encabezara el rol de los Talleres de la nueva masónica.

Vamos, en cambio, a copiar aquí el Cuadro del personal que figuraba en esta logia el año 1884, que contiene el nombre de tantos militares y tantos civiles chilenos, cuya condición masónica es ignorada aun en nuestras logias:

Miembros Honorarios: Carlos E. Word, Estanislao del Canto, Ricardo Haupt,

Antonio R. González, Juan León García, Roberto Scout, Francisco Javier Zelaya, Federico de Angelis, Juan F. Urcullu, Rafael Galindo, Alejandro Baquedano, F. Augustus Renault, Julio F. de Irirarte,, Waldo Díaz, José Stephens, Francisco L. Crosby, Segundo Fajardo, Federico Gacitúa, Ignacio La Puente, Joaquín L. Fajardo, Pedro Bacigaluppi, y J. W. Hart.

Miembros Fundadores: Lorenzo Bazo, José Stephens, José Lino Talavera, Waldo

Díaz, Estanislao del Canto, Alejandro Baquedano, Pedro W. Navarrete, Federico Arnao, Eleuterio Blancas, Santiago Parodi, Segundo Fajardo, Luis Zender, Carlos Word, Demófilo

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Fuenzalida, Fedrico Gacitúa, Joaquín L. Fajardo, Rafael Galindo, Antonio R. González, Francisco Javier Zelaya, Alfredo Montt, José N. Zamora, Luis W. Fuenzalida, Rolan Zirulleruelo, Enrique del Canto, Guillermo Sangster, Rafael González, Gonzalo L. Lara, Belisario Amor, Alfredo R. Christie, Alfredo Tronchin, Luis Solo de Zaldívar, Abel P. Ilabaca, Manuel R. Barahona, Enrique Tagle Castro,, Francisco Antonio Labra,Rafael Miquel, Eulogio Robles, Francisco M. Caldera.

Miembros activos: Galo Irarrázaval, Aníbal Godoy, Francisco Ahumada,, Darío

Zalazar, Zoilo Montalvo, Ramiro Rodríguez L., Filomeno Cerda E., Julio S. Medina, Leonor Ávila, Martín B. Ascuy, Solano Santibáñez,, Rodolfo Portales, Lucindo Bysivinger, José Rafael Penjean, Jorge Neff, Severo Antonio Amengual, Pedro Párraga, Juan García Valdivieso, Arístides Pinto Concha, Eleodoro Gumán, José Antonio Echeverría, Pascual Molfino,, Manuel Antonio Jarpa, U., Ignacio Díaz Gana, Rafael Doren Herrera, Ricardo Aguilera, Ramón 2º Mascayano, Florentino Pantoja, Eugenio R. Peña,V., Juan N. Pantoja, Eduardo BarriosA., Idelfonso Álamos, Carlos Fagalde, Zenón Ramírez, Enrique Schereitmüller, Alberto H. Herrera, Daniel Escobar, Juan Manuel Donoso, José Santiago Martínez, Marcos J. Arce, Rodolfo Madenlli, Segundo Silva Bravo, Pablo Marchant, , Pedro del Pilar Pérez, Antonio Acharán, Víctor C. Valdivieso, Juan 2º Meyerholz, Carlos Martínez Rozas, Miguel Luis Márquez, Evaristo A. Garrido, Enrique Pollmanm, Alberto Zepeda, Juan Francisco Merino,, Clodomiro González Vera, Albino Barrios, Carlos Bieberach, Víctor Arturo Arce, Agusto Ebensperg y Eduardo Arrau.

En el personal de 1882, aparecen, además: Francisco Bascuñán, Jerónimo Echandía, Juan Gonzalo Matta, Alfredo Montt, Julio Morgues, Isidoro Palacios,, Demetrio Tobar Infante, José L. Talavera, Julio Zenteno Barros y otros.

Hemos de advertir que des estos masones, unos seis habían sido iniciados antes de la guerra de 1879; los demás se iniciaron en Lima. Estos últimos -hay que dejarlo bien en claro- no ingresaron sino en escasísimo número a las logias chilenas.

“Orden y Libertad” Nº 1 fue objeto en junio de 1884 de una concesión especialísima por parte de la Gran Logia del Perú. El siguiente documento, firmado por el Gran Secretario J. Arturo Ego Aguirre y dirigido a la Logia “Constancia y Concordia”

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Nº 11, da noticia de esa cuestión. Dice: “La Gran Logia del Perú ha dado autorización a la R. Logia

“Orden y Libertad” Nº 1 para trasladarse al Valle de Tacna, revalidándole al efecto la Carta Constitutiva con que trabajaba en este Oriente.

“Compuesta la Logia Nº 1 de miembros de nacionalidad chilena -con excepción tan sólo de cinco -que deben en breves días abandonar este Oriente para fijar su residencia en Tacna, no quedaba el número de miembros activos exigido por la ley para formar una Logia y continuar en este Oriente los trabajos.

“El respeto al ejercicio de un derecho estatuido en nuestra legislación y el deber de conservar esta Logia, como a los demás, son, además de otras consideraciones de elevado carácter, las razones que la Gran Logia del Perú ha tenido

Para resolver favorablemente la solicitud de traslación que la Logia Nº 1 presentó.

“Como esta Logia va a ejercer jurisdicción concurrente en el territorio de la vuestra digna presidencia, juzga la Gran Logia del Perú de su deber dirigiros la presente con el objeto de daros a conocer los fundamentos de su acuerdo y pueda la R. Logia “Constancia y Concordia” Nº 11 trazarse la línea de conducta que el masonismo de sus entusiastas obreros le sugiera”.

El 10 de abril de 1887 firmaba el Gran Maestro Canevaro la disolución de la Logia “Orden y Libertad” Nº 1 fundándose en que desde febrero de 1886 no había celebrado reuniones; en que casi la totalidad d e su personal se había ausentado de Tacna, no quedando residentes ahí los siete maestros masones, y en otras consideraciones de carácter legal, que no son del caso citar.

En octubre de 1887, la Logia Nº 1 se reconstituía en Lima; pero con el nombre de “Osiris” y así desapareció la igualdad de nombres que existía en las Logias Nos. 1 y 2.

Para completar la exposición que vamos haciendo, debemos arreglar algunos acápites de una interesantísima carta que el hermano Francisco L. Crosby dirigió el 12 de octubre de 1911 al Gran Maestro de la Gran Logia de Chile Víctor Gmo. Ewing. Decía el Gran Maestro Crosby:

“En la Logia (Orden y Libertad) y en el Capítulo del Real Arco, vuestros compatriotas cumplieron magníficamente sus deberes masónicos, y suavizaron en mucho los rigores de la

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guerra. El hermano Fajardo era el segundo Jefe de la Intendencia de Guerra y fue incansable en hacer lo que podía en ese respecto.

“El hermano Bysivinger (no recuerdo el nombre) era prefecto de Santiago en tiempo de Balmaceda. Ocupada la capital por el ejército revolucionario fue reducido a prisión. Me escribió en desgracia y por vuelta de correo mandé una carta al General del Canto, jefe d e las fuerzas de los revolucionarios, suplicando la libertad de nuestro hermano, lo que el buen masón concedió en el acto.

“Estando en mi oficina, se me presentó un hombre flaco y con señas de tener una enfermedad fatal, me saludó, le contesté y le pregunté en qué lo podía servir; la contestación fue soltar el llanto, y lo reconocí como mi buen amigo y hermano Fajardo. Lo abracé, lo hice sentar y me contó su triste historia. Había sido prefecto o gobernador de Antofagasta, bajo el gobierno del señor Balmaceda; después de la derrota se fue a Bolivia; de allí a la Argentina y a Santiago, llegando al momento de la derrota final y muerte de Balmaceda.

“Viéndolo enfermo, no hicieron más que expulsarlo del país, y vino el pobre al Perú. Lo llevé al hospital Italiano; lo atendí todo lo posible, pero todo fue inútil, en mis manos murió. Invité al coronel Ugarte, al almirante Viel y otro de sus paisanos, en Lima entonces, a sus funerales y aquí descansan los restos de mi fiel amigo y buen masón. Al Cónsul entregué algunos reales que tenía de él, para que los remitiera a sus hijos, en Chile”

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Antes de terminar este bosquejo sobre la actuación de la Masonería durante las dolorosas jornadas de la guerra, debemos dedicar, aunque sean breves párrafos, a las actividades desplegadas por un masón incansable, del cual ya hemos tenido ocasión de ocuparnos, y que volvemos a encontrar, no ya desarrollando su obra caritativa y humanitaria en la capital de la República, sino que actuando, de acuerdo, a la vez que con sus deberes de chileno, con sus altos deberes de fraternidad; nos referimos a Ramón Allende Padín, que tan destacada actuación tuvo en Tacna, después de

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aquella campaña memorable, en circunstacias que los acontecimientos de la guerra, pesando sobre la localidad, lo llamaban a ejercer su bienhechora acción en la más vasta esfera. Tomó parte principal y activísima en los trabajos a que la Logia “Constancia y Concordia” dedicaba sus mejores, pidiendo para ello espontáneamente el formar parte de las comisiones que se nombraban; y a su decidida y entusiasta cooperación se debió en gran parte el éxito que tales trabajos alcanzaron y que, por consiguiente, redundaron en positivos servicios no sólo a la humanidad, sino también a los miembros de la gran familia, unidos en la desgracia.

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CAPÍTULO XXVI

Estado de la Masonería Chilena después de la Guerra del Pacífico. Premio Peters Baertsoen. La Asamblea de la Gran Logia, convocada el 21 de julio de 1881 para elegir Gran Maestro, revistió capital importancia. Toda la Masonería nacional espera ansiosa el nombre del nuevo Jefe, que habría de sacarla de su estado de postración. El ilustre ciudadano José Francisco Vergara es elegido Serenísimo Gran Maestro de la Masonería Chilena. Sus ocupaciones gubernativas y políticas le impiden consagrar a la Masonería el tiempo necesario, por lo cual renuncia el cargo, al año siguiente. Las logias de Santiago, alegando abandono por parte de la autoridad masónica nacional, proyectan la creación, en la capital, de una Gran Logia Provincial. Inconstitucionalidad del proyecto, de que era autor el hermano Buenaventura Cádiz. El hermano Manuel Rojas Mandioca, Diputado Gran Maestro en ejercicio, decreta la clausura de las logias 7 u 10. El torbellino de la guerra, absorbiendo la atención de todos los hijos del país, no les permitía preocuparse de otros asuntos, fuera de aquellos directamente relacionados con ese acontecimiento, que tenía en suspenso el sentimiento y las

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aspiraciones de toda la nación. La Masonería veía debilitarse de día en día sus filas, con la muerte de sus hijos más entusiastas, que pagaban su sagrado tributo a la patria. Y sus actividades, salvo escasas excepciones, estaban casi completamente paralizadas. La Gran Logia de Chile conservaba al frente de su dirección a un Gran Maestro que era colombiano -Soublette- y a un Gran Secretario que era alemán -Münich- los cuales aunque extranjeros, sentían como propia la suerte de la nación que los albergaba; y, al igual de sus hermanos chilenos, desarrollaban sus mejores actividades en conformidad con las necesidades sociales del momento. No es extraño entonces que el “Premio Paeters Baertsoen”, instituido por el Grande Oriente de Bélgica en favor de la obra masónica de mayores méritos, escrita bajo ciertas condiciones, en Bélgica misma o en el extranjero, y que en otros países despertó el más vivo entusiasmo, entre los masones chilenos pasara poco menos que desapercibido, no obstante la alta importancia que la institución de dicho premio revestía, como estímulo para los estudios masónicos. La convocatoria para participar en ese torneo intelectual, constaba de un Decreto del Grande Oriente de Bélgica, que fue profusamente repartido a todas las potencias Masónicas del mundo. La Gran Logia de Chile, por medio de una nota, fechada el 30 de septiembre de 1880, lo puso en conocimiento de las Logias de la Obediencia. Dicha convocatoria era la siguiente: “Visto lo informado por el Gran Comendador, el Gran Oriente de Bélgica decreta: 1° Se instituye a perpetuidad un premio decenal llamado “Premio Paeters Baertsoen” en favor de las obras más meritorias sobre principios masónicos, escrita y publicada por un hermano masón en Bélgica o en el extranjero”. 2° El primer período de diez años principia el 15 de marzo de 1879, para terminar el 14 de marzo de 1889. 3° Para la formación de este premio serán destinados los intereses de un capital de veinte mil francos, como también los productos de dicho interés, a medida que expiran sus plazos anuales. 4° Toda obra de algún masón, no importa de qué

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Oriente, será admitida al concurso, si fuere publicada durante el período decenal. 5° El Tribunal de Censura será formado de un Jurado compuesto de cinco miembros, nombrados por el Gran Oriente a propuesta del Gran Comendador. Este nombramiento tendrá lugar a lo menos seis meses antes de la expiración de cada período decenal. Sin embargo de lo estipulado en el inciso anterior, los hermanos Gustavo Washer y Enn Haussens, en calidad de mandatarios del hermano Paeters Baertsoen, formarán parte del Jurado como adjuntos ad vitam. 6° La decisión del Jurado será publicada en Tenida del Gran oriente, que tendrá lugar un mes después del período decenal. 7° Este Decreto será comunicado a todos los Poderes Masónicos de la Correspondencia, debiendo renovarse cada año. 8° Una placa conmemorativa en recuerdo del Premio fundado por el H. Paeters Baertsoen será fijada en el vestíbulo de la Logia en que el Gran oriente celebre su reunión. 9° El Gran Comendador someterá a la sanción del Gran Oriente las medidas que convenga tomar para la conservación a perpetuidad de los fondos destinados a esta obra. 10° Las gastos o beneficios eventuales que ocasione la ejecución del presente Decreto, serán de cuenta de la Institución. Oriente de Bruselas, el día 23 de enero de 1879. Aug. Euvreuer. – G. Duchaine. Esta feliz iniciativa del Gran oriente de Bélgica, llamada a producir los mejores resultados para el estudio y comprensión de la doctrina de la Orden, no encontró, por las causas ya expuestas, la acogida que merecía tener, en el mundo masónico de Chile.

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Cuando después de rudas penalidades, el espíritu de los ciudadanos se fue serenando, a medida que s e iba serenando el horizonte internacional, y cuando aquella contienda que sembrara el pesar la ruina en tantas familias

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tocaba ya a su término, los hermanos masones, cumplidas su misión de ciudadanos, volvieron los ojos hacia sus propias filas, cruelmente arrasadas por la reciente catástrofe, y pensaron que había llegado el momento de la reconstrucción. Corría el año de 1881. El Serenísimo Gran Maestro, hermano Evaristo Soublette, que con tino admirable había sabido dirigir los destinos de la Institución durante aquel doloroso suceso de incertidumbre y de congoja, reclamaba con sobrada justicia su descanso. El término constitucional de su período se acercaba, y las elecciones de nuevos Dignatarios y Oficiales de la Gran logia se fijaron para el 21 de julio de 1881. Después de aquel período de prueba dolorosa para la Orden, se necesita como Jefe un hombre que, a más de reunir los talentos y virtudes sobresalientes que lo hicieron destacarse del grupo de sus contemporáneos, tuviera un prestigio tal, que sólo su nombre bastara para reunir las huestes casi dispersas y quizá no poco fatigadas para recomenzar aquella jornada sin término, cual es la de procurar el perfeccionamiento incesante del género humano. De ahí que aquellas elecciones revistieran una importancia excepcional y que la fecha fijada para verificarlas hubiera despertado profunda expectación. El pueblo masónico chileno comprendía que era aquella una hora decisiva para sus destinos y que del acto de aquella elección saldría el empuje vigoroso que la haría avanzar en la senda del progreso. Conforme se había anunciado, el 21 de julio se verificaron las elecciones. El número de miembros asistentes a la asamblea de la Gran Logia era muy superior al que se había visto hasta entonces en aquella clase de actos; también asistieron numerosos hermanos visitadores, que querían conocer desde luego el nombre del nuevo Jefe de la Masonería chilena. Practicado el escrutinio, resultó favorecido por la casi unanimidad de los sufragios el hermano José Francisco Vergara, masón abnegado y laborioso, ciudadano ejemplar y destacado hombre público. La Masonería chilena esperaba, con el advenimiento del hermano Vergara a la Gran Maestría, un impulso vigoroso y eficaz en su desarrollo. Las raras cualidades de organizador

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que el ilustre masón había venido evidenciando, primero en sus empresas industriales y comerciales y más tarde en el ejército en campaña, que culminaron con su elevación al delicado cargo de Ministro de la Guerra, durante la última parte de la contienda del Pacífico, lo señalaban como el más apto para empuñar con mano firme los destinos de la Institución. Proclamado el Serenísimo Gran Maestro, la Gran Logia designó de su seno una comisión compuesta de Grandes Dignatarios y de Venerables Maestros, para que se trasladara a la capital, lugar de la residencia del hermano Vergara, a comunicarle la designación que la Orden había hecho de su persona. Esta comisión se reunió el domingo 7 de agosto a las 2 P. M. en el local de las Logias santiaguinas, ubicado en el pasaje Mac Clure; y desde allí se encaminaron a la casa habitación del hermano José Francisco Vergara. Hubo que vencer no pocas dificultades para obtener la aceptación por parte del Serenísimo Gran Maestro electo.. Éste, entre otras razones, alegaba su residencia en la capital, de la que no podía ausentarse por tener aún a su cargo la cartera del Ministro de Guerra y Marina; además, estimaba que el mismo carácter de Ministro, de que estaba investido, no le permitía asumir un cargo que requería completa independencia moral en quien lo desempeña. Los miembros de la Comisión le hicieron presente que aquellas razones, en realidad muy atendibles, podrían desaparecer de allí a poco tiempo. En efecto, el 18 de septiembre de ese mismo año 1881, es decir, dentro de poco más de treinta días, asumiría el mando supremo de la república el nuevo presidente, don Domingo Santa María; y, en consecuencia, quedaría liberado de su cargo de Ministro. Además, le hicieron otra serie de reflexiones que decían relación estrecha con el progreso de la Orden; y después de no pocas vacilaciones, el hermano José Francisco Vergara aceptó el cargo. Sin embargo, los acontecimientos políticos posteriores vinieron a hacer imposible la realización de aquellos buenos propósitos del nuevo Serenísimo Gran Maestro. Conforme se esperaba, el 18 de septiembre de 1881, el ciudadano don Domingo Santa maría se hacía cargo de la Presidencia de la República; y en el Gabinete que organizó para

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iniciar su administración, figuraba nuevamente el hermano José Francisco Vergara, esta vez como Ministro del Interior. Esta disposición del nuevo Gobierno, benéfica en alto grado para el país, ya que s e contaba con la colaboración de un hombre de las condiciones de don José Francisco Vergara, fue para la Orden Masónica de graves consecuencias, pues la privó de tenerlo por entero a su servicio y de obtener, por lo tanto, los frutos de progreso que dicha dirección prometía. Sin embargo, como el interés de la patria está por encima de cualquiera otra consideración, la Masonería se resignó a perder el concurso de aquel ciudadano ejemplar, pues esto significaba su permanencia en el gabinete. No obstante, atendiendo las peticiones formuladas por la Gran logia y para no introducir confusiones en la marcha de su administración, no renunció el hermano Vergara desde luego a su cargo de Gran Maestro. Se mantuvo en él durante algún tiempo, si bien sus tareas y preocupaciones políticas, poca ocasión le dejaban para dedicar a los problemas de la Orden la atención y el cuidado que requerían. Fue así como durante cerca de un año, la Masonería chilena estuvo gobernada en el hecho por el Diputado Gran Maestro, que era el hermano Manuel J. Rojas Mandioca, elegido para este cargo el 21 de julio de 1881. Pero este estado de cosas no podía mantenerse mucho tiempo. El hermano Vergara lo comprendía así y más de una vez presentó su renuncia de Gran Maestro, la que, por diversas consideraciones, le era rechazada. En marzo del año 1882, el hermano José Francisco Vergara presentaba al Presidente Santa María la renuncia de su cargo de Ministro del Interior. Los masones creyeron que al fin había llegado la hora de contar con la absoluta dedicación del Serenísimo Gran Maestro. No sucedió así, por desgracia,; y la política, sustrayéndolo otra vez al afán delos hermanos, lo alejó de la dirección de la Orden definitivamente. Fue elegido Senador por la provincia de Coquimbo y se incorporó al Senado en el período de Sesiones ordinarias iniciado el 1 de julio de ese año. Pocos días más tarde, el 18 de agosto, insistía con más decisión que nunca en su renuncia de Gran Maestro, la que hubo de serle aceptada, en vista de las circunstancias ya

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expuestas. De acuerdo con las disposiciones constitucionales, quedó al frente de la dirección de la Orden el hermano que de hecho había venido ejerciendo dichas funciones: el Diputado Gran Maestro Manuel Rojas Mandioca. Con fecha 26 de agosto se comunicó a las Logias de la Obediencia la aceptación de la renuncia del Serenísimo Gran Maestro Vergara; y, al mismo tiempo, se citaba a la Asamblea de la Gran Logia con el fin de elegir nuevo Jefe, para el 9 de septiembre, a las 8 P. M.

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La breve administración masónica del hermano José Francisco Vergara, que solamente lo fue en el nombre, puede decirse, no se caracterizó ni por la febril actividad social desplegada en épocas anteriores, ni por la formación de nuevos Talleres. Fue un período de calma. A la agitación e inquietud provocadas por la guerra, siguió esa natural languidez, durante la cual en todo organismo se opera la reintegración. Una que otra obra de importancia, en verdad, pero aislada o parcial, pudo llevarse a cabo por esa época. En 1882 se fundó en Valparaíso, y por iniciativa de una logia que no pertenecía a la obediencia de la Gran Logia de Chile, la “Lessing”, la “Unión masónica para el salvamento de vidas en mar y tierra”. Los estatutos de dicha corporación iban firmados por los señores E. Maubrauc, presidente y A. Chodoswicki, secretario. Ambos pertenecían al personal de la logia ya citada. En lo que respecta a las Logias chilenas, no era posible esperar mayor actividad durante aquella época, ya que sus cuadros, verdaderamente diezmados por la guerra, no permitían siquiera satisfacer las más premiosas obligaciones para con la Gran Logia. Así, por ejemplo, ésta, en su sesión de 18 de agosto de 1882, y a fin de salvar de una grave crisis a la madre de la masonería santiaguina, hubo de liberar del pago de todas sus obligaciones atrasadas a la logia “Justicia y Libertad” Nº 5. Y lo que no había podido cumplir la Nº 5, acaso la mejor organizada por aquel entonces, no era dable esperar que lo cumpliesen las otras. De modo que la autoridad masónica se

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encontraba virtualmente sin recursos, ni contaba con los medios necesarios para cumplir mandatos imperiosos de la Constitución. Así, a pesar del acuerdo tomado en asamblea de 27 de junio de 1881, encaminado a regularizar la publicación del Boletín o Memoria de la Gran Logia, esta publicación no pudo hacerse sino años más tarde y merced al esfuerzo de otro Gran Maestro. Además de aquella falta de recursos materiales, había también poca constancia en los encargados de vigilar la marcha de los talleres; especialmente los de Santiago, que, faltos de comunicaciones con la Gran Logia, se creían abandonados a sus propios esfuerzos y empezaban a evidenciar síntomas d e desmoralización. Ya un poco antes, con fecha 15 de junio de 1889, la Logia “Verdad” Nº 10, con la mejor intención había acogido y aprobado un proyecto, de que era autor el hermano Buenaventura Cádiz, encaminado a establecer en Santiago una Gran Logia Provincial. Dicho Taller, compartiendo el entusiasmo del autor del proyecto, se había apresurado a comunicarlo a las demás logias de la capital. Acompañándolo de una especie de “exposición de motivos”, que es interesante, por cuanto refleja el estado moral de los masones de Santiago. Dice así: “Este Proyecto, de tan vital importancia para la institución masónica de este valle, y que en dos ocasiones ha sido aprobado por todos los talleres, pero cuya realización desgraciadamente ha sido imposible por diversos inconvenientes, se ha presentado por tercera vez a este taller, que ha resuelto con toda decisión llevarlo a cabo inquebrantablemente, por más grandes que sean las dificultades que haya que vencer. “Aunque la buena voluntad manifestada en otras ocasiones por los Talleres de este Valle, debe demostrarnos ya, queridos hermanos, la imprescindible necesidad de realizar lo más pronto posible este proyecto, no será inútil, quizá, que os manifieste someramente alguna de las razones que se han expuesto en el seno de este taller para inducirlo a trabajar eficazmente en este sentido. “No se os ocultará que los Talleres de Santiago, viviendo aislados, sin tener un lazo común que los una, ni que haya un centro del cual dependan y que los impulse eficazmente al

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trabajo, llevarán, como han llevado hasta aquí, una vida lánguida y que no ha producido los frutos que era lógico esperar de una institución en que hay tantos hombres de buena voluntad. Esa Gran Logia Provincial sería formada por los hermanos más asistentes, más entusiastas y más decididos por la prosperidad de nuestra institución, y no hay duda de que la la Gran Logia Provincial, formada de esa manera, impulsaría decididamente a los Talleres a la labor constante, ya sea con su ejemplo, ya presentando proyectos útiles a los demás talleres, ya sea, si llegase el caso tomando medidas enérgicas para los que no cumplieran con su deber, es decir tomando el papel de la Gran Logia de Chile, cuya influencia benéfica desgraciadamente no se hace sentir en este Valle”. “Por otra parte, en las diversas ocasiones en que la Masonería de Santiago tenga que presentarse de una manera u otra ante el público, ¿quién la representaría cuando todos los Talleres tendrían el mismo derecho? Pero, sin ir más allá, en el orden económico, aun en asuntos domésticos, ¿qué es lo que sucede? ¿Quién dirige esos negocios, que en ocasiones pueden ser de vital importancia para la existencia misma de los talleres? Éstos se han visto obligados a nombrar delegados, que bajo en nombre de “Comisión de gastos comunes”, han cumplido perfectamente hasta el presente; pero que, teniendo a veces poderes suficientes, se ven obligados a consultas a sus respectivos talleres, perdiendo en trámites engorrosos un tiempo precioso que podría salvar una situación dada. “Creo inútil seguir en este terreno, tanto porque la realización de este proyecto es de evidente utilidad, cuanto porque la Resp. Logia “Verdad” ha tenido a bien nombrar comisionados para conseguir la aprobación del proyecto mencionado, a los hermanos Cádiz, autor del proyecto y Salas, que sabrán aún mejor que yo exponeros las razones que ha tenido este taller “Verdad” para apoyar con todas sus fuerzas este proyecto, que tanto hará prosperar a nuestros talleres”. La exposición de motivos que hemos transcrito pinta con bastante fidelidad el estado de ánimo de los masones santiaguinos, estado que revela una completa desorientación. No de otro modo se concibe la peregrina idea de establecer una Gran Logia Provincial al margen de toda la legislación masónica en vigencia; ni mucho menos la

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generación de dicho organismo, que, al decir de sus autores, “estaría formado por los hermanos más asistentes, más entusiastas y más decididos por la prosperidad de nuestra Institución”. Después de esa original manera de determinar el personal que formaría la nueva entidad, cabe preguntarse ¿quiénes serían los llamados a calificar las condiciones que darían derecho a formar parte de dicha Gran Logia Provincial? Además, aunque se examine superficialmente el móvil que impulsaba a la formación de este inconsulto organismo, pronto se descubre en las propias expresiones de sus autores que el fin verdadero era el de actuar “tomando el verdadero papel de la Gran Logia de Chile”, a la cual se acusaba de no hacer sentir su benéfica influencia en las logias de la capital. Difícil sería determinar a ciencia cierta la acogida que tuvo en los demás talleres este proyecto, que la Logia “Verdad” había resuelto “con toda decisión llevar a cabo, por más grandes que fueran los inconvenientes que hubiera de vencerse”. Y aunque en las primeras frases de su comunicación manifiesta que, aprobado en Logia por tercera vez y contando con la buena voluntad de los miembros de los demás talleres, su necesidad es de todos conocida, agrega que, con el objeto de explicarlo en las otras logias, ha nombrado un comisión compuesta del hermano Cádiz (Buenaventura) autor del proyecto, y del hermano Salas.

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Hemos visto, pues, por diversos aspectos, que el estado de la Masonería chilena, a la época del gobierno del hermano José Francisco Vergara, distaba mucho de ser floreciente. A la disminución alarmante de su personal, provocada por la reciente conflagración, era preciso añadir esos gérmenes de indisciplina, que pretendían anarquizar los trabajos y aún alterar la esencia de la Constitución vigente para las Logias de la Obediencia de la Gran Logia de Chile. Además, las Logias santiaguinas habían dejado de satisfacer sus obligaciones pecuniarias con la autoridad central, en tal forma que es ésta se veía en mayores dificultades para cubrir sus compromisos, contraídos con la adquisición del terreno para su local, con la construcción de su Gran Templo. No es de extrañar entonces que el hermano Manuel

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Rojas Mandiola, Diputado Gran Maestro, que se hizo cargo accidentalmente del gobierno de la Orden después de ser aceptada la renuncia del hermano José Francisco Vergara, iniciara su breve administración con enérgica medida disciplinaria que sirvió para probar a los talleres chilenos que la Gran Logia estaba viva y vigorosa en su espíritu y dispuesta a no permitir desviaciones en la marcha regular de las logias de su jurisdicción. Con fecha 25 de agosto de 1882, -siete días después de hacerse cargo de la dirección de la Gran Logia- el Diputado Gran Maestro expidió un Decreto, basado en numerosos considerandos de orden constitucional y teniendo, además, en cuenta el hecho de no haber respondido a diversas notas requisitorias, por medio del cual declaraba en sueño y se abatían las columnas de las Logias “Verdad” Nº 10 y “Deber y Constancia” Nº 7, de Santiago. En el mismo Decreto se comisionaba a los hermanos Olegario Reyes y Ramón Allende Padín –de la “Justicia y Libertad” Nº 5- para que se recibiesen de las Cartas Constitutivas, timbres, libros y demás objetos de uso de las logias mencionadas. A los miembros de las dos logias declaradas en sueño y que residían en Santiago, se les concedió un plazo de seis meses para incorporarse a otro taller; para aquellos que a la sazón se hallaban ausentes de la capital, el plazo fue de un año. Expirado dicho plazo y si los hermanos no hubieren ingresado a ningún taller en actividad, serían declarados miembros irregulares y excluidos del cuadro de los masones chilenos.

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CAPÍTULO XXVII

Es designado para completar el período constitucional de Gran Maestro, el hermano José Miguel Fáez. Como se trataba de un momento de extraordinarias dificultades para la vida masónica nacional, el hermano Fáez, con más de sesenta años de edad, acepta el cargo. Sus

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colaboradores al frente del gobierno de la Orden. Antecedentes masónicos del nuevo Gran Maestro. Ceremonia de la instalación. Programa de trabajos expuesto en esa oportunidad. Circular a las logias chilenas. La Logia Nº 5 llama la atención hacia la perniciosa costumbre de introducir variantes en los Rituales. Medidas adoptadas al respecto. La Masonería chilena empieza a experimentar un benéfico resurgimiento. Nuevas logias levantan sus columnas. El Gran Maestro comenta su propia labor ante la Asamblea de la Gran Logia. Intento de “chantage” masónico. A fin de regularizar la dirección de la Gran Logia, ésta acordó el 18 de agosto de 1882, junto con aceptar la renuncia al hermano José Francisco Vergara, convocar a elecciones para el 29 de septiembre, a las 8 P. M. Diversos inconvenientes impidieron que la Asamblea verificara la elección en la fecha que se había fijado. Dicho acto no pudo realizarse hasta el 11 de octubre. Si en la elección anterior, que dio como resultado el nombramiento del hermano Vergara como Serenísimo Gran Maestro, hubo vivo interés por conocer el resultado del acto electoral, puede afirmarse que en la época de que nos venimos ocupando, este interés fue mayor, ya que aquellas dificultades, que sólo se habían presentido, estaban entonces evidenciándose con todo rigor. Ingrato presente era entonces la Gran Maestría, para el hermano a quien la voluntad de los masones de Chile llevara a ocupar el primer puesto de la Orden en circunstancias en que había que luchar contra dificultades de toda especie. Como sabia previsión, los electores comprendieron que, antes que el hombre brillante de alguna ilustre personalidad en el mundo de la política, de la ciencia o de la literatura, se necesitaba de una persona de espíritu esforzado y animoso, a quien no arredraran los obstáculos por vencer y que tuviera ya la necesaria experiencia para gobernar la institución con el acierto y la prudencia que las circunstancias requerían. El nombre en el cual todos los miembros de la Gran Logia estuvieron acordes, fue el del hermano José Miguel Fáez, coronel en retiro del ejército.

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En efecto, los antecedentes masónicos y profanos del hermano Fáez, lo señalaban, si no como el único, tal vez como uno de los poquísimos masones que reunieran las condiciones y talentos necesarios para encaminar con mano segura el rumbo de la Orden, en aquel período lleno de escollos y de tempestades, que la amenazaban de muerte a cada paso. Pocos hermanos podían haber exhibido una hoja más nutrida de servicios a la Masonería chilena que el hermano designado el 1 de octubre de 1882 para regir sus destinos. Iniciado en la Respetable Logia “Unión Fraternal” Nº 1 en 1855, obtenía el 22 de diciembre del año siguiente la plenitud de sus derechos masónicos, recibiendo en la misma logia el grado de Maestro. Desde entonces, su actividad en las labores de la Orden fue ininterrumpida. Así, en 1864, lo hemos visto en la ciudad de Santiago, emprender y llevar a cabo con incontenible empuje una empresa que parecía superior a las fuerzas de un hombre: la fundación de una Logia masónica. En efecto, como hemos tenido ocasión de verlo en capítulos anteriores, a la cabeza de un grupo de jóvenes entusiastas y amantes del progreso, alzaba en la capital de la República las columnas de la Logia Nº 5 y dirigía sus trabajos durante el primer período, que es siempre el más difícil. Poco tiempo después, hacia el año 1868, lo vemos figurando en el Cuadro de los Grandes Dignatarios de la Gran Logia como Segundo Gran Celador; y en 1875 como Diputado Gran Maestro, dirigiendo los destinos de la Masonería chilena, como sustituto legal del Gran Maestro Álamos González, que había marchado al Perú. De manera, pues, que el hermano Fáez, a más de sus dotes intelectuales y sus virtudes cívicas y personales, tenía una preciosa cualidad, que no se adquiere sino con el transcurso del tiempo y la perseverancia: la experiencia. El nombre del hermano Fáez produjo una impresión de optimismo y de confianza en todos los masones del país. Alejado de toda actividad política o administrativa, podía disponer enteramente de su tiempo y de su energía para servir los intereses de la Orden. Pero esta designación, que tan grata impresión produjo en el pueblo masónico chileno, sufrió una grave contrariedad, apenas proclamada; la tenaz negativa del propio hermano

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Fáez para aceptar el cargo. No era el temor ante las dificultades o a cargar con la grave responsabilidad de la dirección de la Orden lo que ocasionaba dicha negativa; era la propia modestia del hermano Fáez. Creía que antes de él había muchos hermanos con mayores méritos para el cargo. No negaba en ningún caso su concurso, pero deseaba aportarlo como simple soldado en las filas, y no como jefe. Después de reiteradas peticiones d e parte de los miembros de la Gran logia y en atención a que sus funciones abarcarían solamente el tiempo que faltaba para completar el período trienal, inconcluso por el Gran Maestro precedente, el hermano Fáez se decidió a aceptar; y con más de sesenta año de edad se hizo cargo de la Gran Maestría en circunstancia de extraordinarias dificultades. Con el nuevo Serenísimo Gran Maestro, colaboraban los siguientes hermanos: Diputado Gran Maestro, Manuel Rojas Mandiola. Primer Gran Celador, Alejo Barrios. Segundo Gran Celador, Carlos Fabián. Gran Orador, J. Olegario Reyes. Gran Secretario, Guillermo 2º Munich. Gran Tesorero, Pedro Gudde. Gran Secretario Adjunto, José Cipriano Ugalde. El Consejo del Gran Maestro estaba integrado con los hermanos Alfredo Weber, Manuel A. Velásquez, Juan de Dios Navarro, Manuel Guzmán V., Antonio Gacitúa, Emilio Cheyre, Ruperto S. Rubio, Joaquín Garzena, Antonio F. Covarrubias y Rafael 2º Molina. Los hermanos Fermín Quinteros, Benigno Dueñas y Federico Caldera, colaboraban con los ya citados en las diversas Secciones de la Gran Secretaría. Con la cooperación de estos hermanos, el nuevo Gran Maestro iba a acometer la empresa de devolver a la Gran Logia y, en general, a toda la Masonería chilena, el esplendor y la fuerza que ostentara bajo la dirección de Juan de Dios Arlegui.

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La instalación de esta Oficialidad se verificó en la Tenida de la Gran Logia, que para el objeto se celebró el 5 de enero

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de 1883. En esa reunión, notable por su asistencia, presidió los trabajos el hermano Alejo Barrios. Fuera de más de cincuenta hermanos visitadores de diferentes Talleres, se encontraban presentes, en sitio de honor, los hermanos Carlos Fabián, Venerable Maestro de la Logia “Germania” Nº 8; H. N. Lacaque, Venerable Maestro de la Logia “Étoile du Pacifique”; G. R. Guepp, Venerable de la Logia “Harmony”; H. Walter, Venerable de la Logia “Bethesda”; Rafael 2º Galindo, Representante del Gran Oriente del Perú y David Trumbull, Representante de la Gran Logia de Massachussets. Después que el hermano José Miguel Faéz hubo prestado su juramento como Serenísimo Gran Maestro, el hermano Barrios, al entregarle el mallete, le dirigió una breve alocución: “Me permitiréis ahora –le dijo en uno de sus pasajes- manifestaros que la Institución, al confiaros sus destinos, sabe muy bien que os impone una obra ardua y difícil, ya que existen las diferentes causas que la aquejan; pero confía al mismo tiempo que, guiado de vuestro celo masónico, sabréis trabajar con anhelo por impulsar su marcha, colocándola nuevamente en el puesto que le señalan sus antecedentes y sus elevadas miras”. “En esta virtud, desde hoy empieza para vos la ruda y constante labor de dirigir y ensanchar los trabajos de la Masonería de nuestro país, en cuyo camino encontraréis sin duda, graves obstáculos que vencer, pero ante los cuales no debéis arredraros, puesto que a más de vuestros esfuerzos, podéis contar, en tan bella jornada, con el apoyo decidido de esta Respetable Asamblea, como igualmente con el valioso concurso de todos los masones que miran con interés el porvenir de nuestra benéfica institución. “Es de esperar, por otra parte, que regularizando nuestros trabajos, podamos obtener nuevamente la importante cooperación de tantos distinguidos hermanos que hoy viven alejados del hogar masónico, privándonos de sus luces, de su prestigio y vastos conocimientos. Es de esperar, a la vez, que esos hermanos, aunque retirados por ahora de nuestras tareas, conservarán intacto el amor a la masonería, ya que ésta, a más de recibirlos cariñosamente en su seno, los guió con igual solicitud por el camino recto de la vida. “Bajo, pues, la impresión de tan gratas esperanzas y en

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presencia de esta hermosa Tenida, que recuerda los mejores días de la Masonería chilena, tengo el gusto de poner en vuestras manos el primer mallete de nuestra Institución”. El Serenísimo Gran Maestro, después de ocupar el alto puesto a que la voluntad de los hermanos lo destinaba, contestó a las palabras del hermano Barrios con una alocución en que dejó ver su manera de apreciar los problemas masónicos de la hora presente. “Queridos hermanos: “Este puesto de honor en que me ha colocado la benevolencia de los hermanos –dijo- lo he aceptado lleno de temor y zozobra y cediendo sólo a la leal promesa de mis hermanos, de prestarme la eficaz ayuda de sus luces, consejos y asistencia. “Sin ella, mis esfuerzos, toda mi voluntad y la más viva consagración, puesta al servicio de esta noble y santa institución de la Masonería, serían impotentes y estériles. “Al tomar este mallete que simboliza el poder y la suprema dirección de la Masonería chilena, siento su grave peso, porque, no puedo ni debo disimular la situación por que atraviesa nuestra Institución. Sin embargo, no es menos cierto que la savia vivificadora de la idea que encarna la Masonería, vive y vivirá tanto cuanto vivan los pueblos, las naciones y el género humano, pero a pesar de todo, es necesario que haya creyentes y propagadores de estas ideas y que cual apóstoles las esparzan y les den fuerza y vigor con su ejemplo. Tal hicieron los masones de Chile, con fe y perseverancia durante un largo período de años,, derramando la semilla de nuestras doctrinas en los vírgenes Valles de esta joven República. Sus frutos los hemos podido ver más tarde con orgullo, su germen fecundo ayudó al país en todas las expansiones de la libertad y de la tolerancia de que disfruta, así como en la vida privada del hogar donde el masón era mirado con recelo. “Vosotros habéis visto figurando a nuestros hermanos en los consejos del gobierno, en las Cámaras legislativas, bajo los doseles de la magistratura, en el gobierno de las provincias y departamentos, en los más altos puestos del Ejército, la Marina, y en la administración general del país. Pues bien, estos obreros a quienes debemos respeto y gratitud, nacieron en una colmena que se llama “Estrella del Pacífico” y en ella nació el enjambre que se bautizó con el de “Unión

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Fraternal”. “Hago estas reminiscencias históricas como un tributo de honor y de justicia y para que tratemos de imitar a esos muy dignos hermanos fundadores de esas logias, por su perseverancia en el trabajo, su convicción en los principios y la veneración y respeto a sus juramentos. “Hay quien cree que la Masonería no tiene razón de ser en nuestros días. Lamentable error, vosotros lo sabéis, queridos hermanos, la Masonería no se instituyó como algunos lo suponen, para combatir la odiosa y cruel institución de la inquisición, porque su existencia fue anterior a ésta. “La Masonería, no obstante las contrariedades de los tiempos y los sucesos que pueden desarrollarse en un país, ella existe como la humanidad y camina sin cesar a la conquista de la verdad. “La ley de la naturaleza la arrastra a este fin cuya conclusión será la regeneración del globo: Por la unidad de Dios, Por la unidad del linaje humano, Por el amor de la humanidad,

Por la abolición de las castas, Por la abolición de la esclavitud “Por la libertad de conciencia,

Más aún, la Masonería vivirá para los que la comprendan y para los que tienen fe y corazón y mientras existan en el mundo el triunfo del crimen, la persecución de la virtud, la ignorancia en las masas, mientras haya mendigos, tiranos y verdugos; y, finalmente, mientras se derrame sangre humana por la tiranía y la ambición; cuando hayan desaparecido de la tierra estos males, quedará cumplida nuestra ley. “Para llenar estos nobles propósitos, la Masonería necesita de obreros abnegados y de un sentimiento íntimo de confraternidad y unión. Animado de este espíritu no sería aventurado esperar días más felices para el progreso y prestigio de nuestra Institución, si como es de esperarlo, contamos con la cooperación de todos los masones de la Obediencia y de todos los que pisan el suelo de Chile. “La Gran Logia, me permite asegurarlo, no ve ni reconoce nacionalidad en la Masonería. No tiene ni reconoce predilecciones de castas, sólo tiene una idea, que así como en los ejércitos la bandera que simboliza la nación y el suelo

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de la patria, es el punto de reunión y le enseña que los alienta al combate y al heroísmo, así desea que el ejército de los hombres libres e ilustrados que han jurado batallar por la fraternidad, la libertad y el amor a la humanidad, cualquiera que sea el país en que nacieron, las opiniones religiosas y políticas que profesan y condiciones sociales en que viven, se acuerdan que el mismo aire y sol que los alimentó en sus primeros años, es el mismo aire y sol que les da vida en estos valles, y se unifiquen por esta causa, con Chile, conmigo, con la Gran Logia y con los Talleres de este país. “Que haya sólo un sentimiento común y un solo esfuerzo para hacer grande y poderosa para el bien, nuestra santa y benéfica institución. “Antes de terminar, permitidme, queridos hermanos, pagar tributo de mis creencias al Gran Arquitecto del Universo, única fuente de luz y verdad, para pedirle derrame con efusión los divinos destellos de su inmensa bondad y sabiduría sobre esta Asamblea, y nos inspire sentimientos de amorosa caridad para con los que padecen, y de justicia y acierto en nuestros futuros trabajos”.

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La noticia de esta instalación se comunicó a todas las Logias de la Obediencia por Nota de 13 de enero. Poco después de esta ceremonia, empezó el período de vacaciones para las logias, durante el cual los trabajos de vacaciones para las Logias, durante el cual los trabajos quedan momentáneamente en receso. El nuevo Gran Maestro, lejos de valerse de ese período de inactividad de los talleres, para descanso propio, lo aprovechó para preparar una especie de programa de trabajo, el más apropiado a las presentes circunstancias y que una vez reanudadas las actividades masónicas, puso en conocimiento de las Logias de Chile. En el mes de marzo de 1883, el Jefe de la Orden se comunicaba directamente con los talleres de la jurisdicción por medio de una Circular, que e s una pieza de verdadero mérito masónico. En ella expone, a grandes rasgos, el estado de la Masonería en el país y da normas y señala rumbos que

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puedan llevar a los masones al engrandecimiento de la Orden. El propio desaliño de la forma, que se nota en la pieza a que venimos haciendo referencia, revela que ella fue la obra espontánea del hermano Fáez, que antes que escritor u orador, era militar y hombre de acción. En ella no campean las elegancias del estilo ni las galas del lenguaje; pero, en cambio, reviste el vigoroso ropaje de la sinceridad y descubre un pensamiento claro y definido y una noble y perseverante intención: He aquí algunos fragmentos: “Venerable Maestro y queridos hermanos: “La Secretaría General ya os ha comunicado que en la tenida celebrada por la respetable Gran Logia del día 11 de octubre de 1882, E. V., los ilustres hermanos que forman este cuerpo se dignaron acordarme un testimonio de confianza y de aprecio, eligiéndome Serenísimo Gran Maestro de la Masonería chilena. Al aceptar tan honroso como delicado cargo, he contado, como debéis comprenderlo, menos con ni nunca desmentida consagración y anhelo por la prosperidad de nuestra Institución, llamada hacerse sentir por grandes, constantes y valiosos bienes en favor de la humanidad, que con la importante cooperación de los Venerables Maestros y demás miembros de las logias de la Obediencia no vacilarán en prestarme.

“No debéis ignorar cuál es la situación moral y financiera que nuestros talleres atraviesan desde hace algún tiempo; y en presencia de ella habéis debido sentir, como lo he sentido yo, la apremiante necesidad de reunir todas las fuerzas, de reconcentrar todos los espíritus y de dirigir todos esos poderosos e irresistibles elementos, con vigor y con fe inquebrantable hacia la obra de la regeneración de nuestra orden.

“Buscar y analizar las causas que han conducido a la Masonría chilena a esa lamentable postración, a ese doloroso marasmo, sería tarea larga e inoportuna.

“Lo que importa es que, con voluntad firme y vigorosa, con ánimo resuelto, nos consagremos a reparar los males que la indiferencia y el casi completo olvido y abandono de nuestros más elementales deberes han causado al crédito y al progreso de que disfrutaba nuestra Institución.

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“Bien lo sabéis, la Masonería hasta hace pocos años, representaba verdaderamente en el país un poder cuya eficaz influencia, cuyo foco de benéfica luz, irradiaba en todo orden de ideas generosas, saludables y humanitarias. Las relaciones íntimamente fraternales que existían entre los masones dentro y fuera del Templo, la afectuosa cordialidad que marcaba todos sus actos, el esmerado y filantrópico interés con que era atendido el hermano en desgracia, éstos y muchos otros signos característicos de la grandeza y santidad de la Orden Masónica, eran más que suficientes títulos para disipar la densa atmósfera de implacable odio creada por una intolerante secta religiosa hacia nosotros.

“Los actos de abnegación y de noble y generosa y evangélica caridad, que con modestia sin igual ejercían en toda ocasión, siempre solícitos los Talleres, consiguieron al fin proyectar abundante y provechosa luz, y con su irresistible influencia desterrar las animosidades, las desconfianzas, los celos y prevenciones de que éramos objeto, para dar entrada a las consideraciones de respeto y de marcada simpatía.

“Fruto de la respetabilidad, prestigio e influencia que alcanzó entre todos los hombres desapasionados la Institución masónica, fue la creación de escuelas laicas de hombres y mujeres, la tolerancia de templos y cementerios de disidentes y muchos otros importantes progresos a favor del bienestar y felicidad humana, de todos los cuales fueron ardientes y convencidos obreros nuestros hermanos colocados en el seno del Gobierno, o de las Cámaras legislativas.

“Continuar tan gloriosas tradiciones, casi pedidas y olvidadas hoy bajo el peso de una atmósfera de hielo y de indiferencia; hacernos dignos de la grandiosa obra, que el Supremo Hacedor de los mundos impone a todo hombre de bien y que nosotros hemos jurado ejecutar, sin que nos arredre la magnitud de la obra y la intensidad del sacrificio; matar el egoísmo que nos invade y nos corroe, para esparcir sobre sus ruinas la fecunda simiente de la confraternidad y de la verdadera caridad, de la caridad evangélica, en todas sus más amplias manifestaciones, tal es, Venerable y queridos hermanos, la obra que debemos a la hermosa Institución de que formamos parte, y que cumpliremos, estimulados por nuestros sentimientos masónicos y por el supremo deber de no permitir que s e relajen y se rompan los sagrados lazos

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que nos unen en una sola e indisoluble familia. “Dura, penosa, en ocasiones superior a nuestras fuerzas,

será la empresa que vamos a acometer; pero nada habrá que debilite y venza nuestro espíritu, ningún obstáculo será bastante fuerte para detener nuestra marcha si, inspirándonos en los santos e imprescindibles deberes a que estamos ligados, marchamos unidos y perseverantes, con tranquilidad y confianza en el alma y fe incontrastable en el corazón; hasta llegar a la tierra prometida que para nosotros es la extirpación del error y del vicio, el triunfo de la verdad y de la justicia.

“Apresurémonos para ellos a ponernos desde luego a la obra, revistiéndonos de toda constancia, de toda energía, de toda severidad para no consentir que dejen de cumplirse los preceptos, las prácticas, los ritos y cuanto esté mandado por nuestros estatutos, reglamentos y rituales. Que nada quede sin observancia; que todo aquel que lleve el honroso nombre de masón se haga digno de ese nombre, por el respeto a la ley que ha jurado cumplir.

“Consagremos una preferente atención a la propagación de nuestra Orden entre los hombres de corazón, que quieran comprenderla en toda su elevación, en toda su grandeza; pero al mismo tiempo, cuidemos con el mismo esmerado interés y estudio, de que nuestra aspiración por el mayor ensanche y desarrollo de nuestra institución, no nos lleve demasiado lejos. Cuidemos de que en la admisión de profanos no se olvide y desatienda precaución alguna, que conduzca a asegurarnos de que abrimos las puertas de nuestros templos, de que hacemos miembros de nuestra familia, a hombres abnegados y de bien probado honor, a espíritus elevados y fuertes, a corazones en cuyos pliegues sólo se alberguen sentimientos nobles y generosos. Cuidemos también de que a nuestros templos no penetren premunidos con el título de hermanos, individuos afiliados en Logias de otra Obediencia, que no nos den suficiente seguridad de que en su vida masónica o profana no aparece sombra alguna que los haga indignos de ser reconocidos y aceptados como hermanos.

“Hoy, como en ninguna otra ocasión, queridos hermanos, nuestro deber nos llama a abandonar la indiferencia en que por largo tiempo hemos vivido. El horizonte se presenta cargado de negras y amenazadoras nubes, como signo

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inequívoco de la tempestad que s e acerca. La secta absorbente, dominante y avasalladora que conocéis; esa degeneración del espíritu de amor, de caridad, de humildad y mansedumbre que inspiró todos los actos de la víctima del Gólgota, alista sus armas y apresta sus negras falanges para el combate, en que va a jugarse la estabilidad de nuestras instituciones democráticas, la vida de la libertad en todos sus órdenes.

“Cada cual, pues, a su puesto; que el enemigo jurado de nuestra augusta institución, de toda luz y verdad, que sólo vive del oscurantismo y que trata de avasallar todas las ideas y pensamientos de libertad a que tan justamente aspira la humanidad, no nos encuentre dispersos y desprevenidos; unamos nuestras fuerzas en pro de la verdad, de la razón y de la justicia y nuestro será el triunfo.

“Trabajemos con fe, fraternidad y constancia, y la Masonería chilena no sólo volverá a ser lo que fue, sino que seguirá aumentando su prestigio en todas las esferas de la sociedad como una institución progresista, civilizadora y humanitaria”.

“Que el G. A. D. U. nos ayude y proteja en esta obra de regeneración y que nos ilumine en nuestros trabajos.

“Recibid, queridos hermanos, el ósculo de paz y un fraternal saludo de vuestro hermano, etc.”.

Como puede verse por el tono d e esta Circular, el Gran Maestro comprendió desde el primer momento cuál era la situación moral y material de los Talleres y se dio cuenta de la apremiante necesidad de reunir todos los esfuerzos, de reconcentrar todos los espíritus y de dirigir todos los elementos, con vigor y fe, hacia la regeneración de la Orden.

También presintió los encarnizados ataques de que la Institución sería víctima en cuanto empezara nuevamente a dar muestras de vitalidad; y, anticipándose a los acontecimientos, insinuaba las medidas necesarias para prevenir los males que la amenazaban.

El benéfico efecto de la Nota del Jefe no se hizo esperar. Las Logias “Unión Fraternal” N° 1, en Valparaíso, “Orden y Libertad” N° 3 en Copiapó, “Justicia y Libertad” Santiago, y “Luz y Esperanza” N° 11 en La serena, durante ese año de 1883 trabajaron con tesón y empuje verdaderamente admirables, lo que que hizo abrigar la esperanza de que

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antes de mucho, la Masonería chilena habría recuperado su antiguo brillo y vigor.

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Por las mismas razones que hemos señalado y que habían producido no pocas perturbaciones en la marcha regular de los Talleres, el Ritual de las ceremonias había caído en una verdadera anarquía, que, a más de restar a éstas la solemnidad característica, las tornaba de tal modo diversas de una a otra Logia, que no parecía sino que se tratara de Ritos distintos. En presencia de estas irregularidades, que ponían en peligro la esencia y la unidad del Rito Masónico, la Logia “Justicia y Libertad” N° 5 dio la voz de alarma y puso estos graves hechos en conocimiento de la Gran logia, a mediados de 1883. La Comisión Simbólica y de Ritos, que tomó conocimiento de esta actitud de algunos Talleres y que debía informar al respecto, estimó que este asunto revestía excepcional gravedad y que solamente la Gran Logia de Chile, único Poder regulador y legislador de la Masonería en el territorio de la República, podía introducir variantes o modificaciones en los diferentes Rituales. En vista de este informe, la Gran logia, en Asamblea de 21 de agosto, acordó “exhortar a los venerables Maestros de los Talleres para que observen y hagan observar estrictamente las liturgias masónicas que señalan los Rituales”. El Gran Secretario, transmitiendo al Venerable Maestro de la Logia N° 5 este acuerdo, en Nota de 20 de octubre, terminaba diciendo: “Al transcribiros este acuerdo, debo manifestaros que en caso que notéis en dichos Rituales algunos puntos que según vuestra opinión o la de los hermanos de vuestra logia, necesitarían ser reformados, lo hagáis presente a la Gran logia, que. Como sabéis, es el único Poder legislador y regulador de la Orden en el territorio de la República, pudiendo aseguraros que vuestras indicaciones o proposiciones en ese sentido serán debidamente atendidas”.

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Uno de los acontecimientos más importantes de los que tuvieron lugar ese año, fue, sin duda, el establecimiento de una nueva logia en la ciudad de Concepción. Como se recordará, después de aquel Taller, por tantas razones notable, que bajo tres nombres distintos y tres Obediencias diversas había sostenido el ideal masónico en la metrópoli del sur y que hubo de ser declarado en sueño cuando se denominaba “Fraternidad” N° 2, ninguna otra Logia había logrado elevar sus columnas en Concepción. En junio de 1883 se acordaba la fundación del nuevo taller, que bajo el nombre de “Paz y Concordia” N° 13. celebraba su solmene instalación el 12 de enero de 1884. Para apreciar debidamente el valor de este acontecimiento, es necesario no olvidar que hacía siete años que no se había podido levantar las columnas de alguna nueva Logia chilena. Otras de las obras provechosas realizadas por el Gran Maestro Fáez fue la publicación del “Boletín de la Gran Logia de Chile” interrumpida diez años atrás y que después permaneció otros diez años sin volver a aparecer.

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Los perseverantes y bien dirigidos esfuerzos del hermano Fáez permitieron a la Masonería chilena iniciar una nueva etapa de vida próspera y fecunda; y aunque la acechaban graves peligros y dificultades, el animoso Jefe, a pesar de sus años, lograba infundirle día a día el entusiasmo y la energía de su espíritu juvenil. Por eso, en la Asamblea de Pentecostés de 1883, al dar cuenta del primer semestre de su labor, podía decir con sincera satisfacción: “Siento no poder presentaros la Masonería chilena en un estado floreciente, debido a las causas que dejo apuntadas. “Tengo, empero, la satisfacción de manifestaros que su iniciativa y cooperación para cuanto se relaciona con el desarrollo de los adelantos morales y materiales, ya masónicos, ya civiles, síntesis del progreso humano, no han cesado un momento. ……………………………………………………………………………………….

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“Se ha asociado a la idea de propagar el pensamiento de establecer en el país la incineración de los cadáveres, en sustitución del actual sistema de inhumaciones; pensamiento que llevado a la realidad producirá grandes ventajas, ora se le considere bajo el punto de vista de la higiene pública, ora bajo el de su poderoso influjo para destruir añejas e infundadas preocupaciones. “Ha puesto la primera piedra del Hospital Alemán establecido en Valparaíso e iniciado por la Resp. Logia “Germania” N° 8 de este Oriente, que dispensa y dispensará en adelante incalculables servicios a la humanidad doliente, encontrando en él siempre, tanto los extranjeros como los nacionales, un asilo en donde atender a las enfermedades que los afligen. “Se ha iniciado una petición al Gobierno sobre la conveniencia político-social, de establecer el matrimonio civil en la República, medida fuertemente reclamada por la civilización y progreso a que ha llegado nuestro país y no dudo que, contando con el apoyo de la mayor parte de los habitantes del país, será sancionada pronto por las Cámaras legislativas. “Sostiene, por último, en un estado altamente satisfactorio la “Escuela Blas Cuevas” en la que se educa un número considerable de niños y que está llamada a producir grandiosos resultados, difundiendo la luz esplendorosa que mata la ignorancia, fuente de todos los males que afligen a los pueblos y el más terrible enemigo que debemos combatir con todas nuestras fuerzas, si queremos llegar a poder esparcir sobre campos más vastos y fecundos la simiente de nuestras sacrosantas doctrinas. “Alentaos, pues, y no desmayéis en la difícil senda del deber, seguros de que la satisfacción de hacer el bien por el bien solamente, compensará nuestros afanes y vuestros sacrificios”.

---------- El hermano José Miguel Faéz, encanecido al servicio de la Orden y luchando tenazmente por s progreso a una edad en que otros hombres sólo anhelan su descanso personal, tuvo la inmensa satisfacción de ver que la institución masónica

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enderezaba el rumbo hacia la ruta del triunfo, en cuyo horizonte el porvenir le señala días de esplendor. Al finalizar su período, en julio de 1884, pudo entregar al hermano que lo sucedió en la dirección de la Orden un organismo robustecido y disciplinado, formado por hombres conscientes de la misión que estaban llamados a cumplir con la sociedad y la patria.

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Antes de poner término a este capítulo, en el cual hemos procurado diseñar a grandes rasgos las actividades masónicas durante los años 1883 y 1884, o sea, bajo la dirección del hermano José Miguel Fáez, vamos a relatar un curioso incidente, primero de tal naturaleza ocurrido en Chile y que nos permitirá apreciar cuánta razón tenía el gran Maestro al recomendar que las puertas de los templos masónicos no se abrieran sino a “hombres abnegados y de bien probado honor, a espíritus generosos y fuertes, a corazones en cuyos pliegues se alberguen sentimientos nobles”. En los primeros meses de 1884, apareció en Valparaíso un señor apellidado Guerrieri, que se decía miembro del Gran Oriente de Italia y presumía estar investido del más alto de los grados del Rito Escocés. Este mentado Guerrieri se dedicaba por sí y ante sí, a iniciar y a conferir grados superiores clandestinamente a todas las personas que se sometieran a sus tarifas. Así se tuvo conocimiento en la secretaría de la Gran logia de que habían sido “iniciados” por este pseudo masón los señores Juan Ciufardi, Luis Valanzasca. Juan Ibarri, Miguel Traversa y Vicente Ferragno, este último rechazado definitivamente en la logia “Unión Fraternal” a la cual había acudido en demanda de la iniciación masónica. Descubierto su juego en Valparaíso, este traficante de grados se dirigió a la capital en busca de nuevas víctimas de sus manejos. Pero, oportunamente avisados los Talleres y hermanos, se esparció la noticia de su irregularidad; y, en vista de no serle el campo propicio, hubo de abandonarlo. No quedó más huella de este señor Guerrieri que su nombre y el de los cinco profanos a mencionados, que, por insinuación del Gran secretario, fueron fijados durante cierto tiempo en la pizarra de todos los talleres a fin de evitar y

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prevenir equivocaciones.

CAPÍTULO XXIX

Influencia de la Masonería en el ambiente moral del país. El doctor don Ramón Allende Padín es elegido serenísimo Gran Maestro de la Orden. Sus colaboradores. Antecedentes masónicos del nuevo Jefe. Fallece súbitamente cuando empezaba a desenvolver su programa de trabajos. Homenajes civiles y masónicos a su memoria. Condolencia de la Masonería peruana por la muerte del Gran Maestro de la Orden Chile. El hermano José Miguel Fáez terminó su período constitucional de Gran Maestro en junio de 1884. Durante su breve gobierno –poco más de un año- si bien no se evidenciaron obras materiales, pudo notarse un verdadero resurgimiento en los espíritus y un renacer de la fe y de los anhelos hacia el progreso y la conquista del externo ideal. Por otra parte, si el tronco mismo del árbol masónico había llegado a sufrir alguna vacilación, ocasionada por los diversos acontecimientos a que nos hemos referido, sus frutos habían sido ya abundantes, recogidos en el mundo profano, habían modificado no poco la modalidad espiritual del país, influyendo en forma apreciable en la opinión. Y esta opinión, que s e había dejado sentir en el parlamento y en la prensa y aún en la cátedra había prestado al gobierno liberal del Presidente Santa María la base moral indispensable para acometer reformas de inmensa trascendencia en los cimientos mismos del edificio social y para poder dictar leyes de acuerdo con el progreso y la civilización, a despecho de la sorda resistencia de la tradición y del combate incesante de una parte de la sociedad. Además, la evolución de la conciencia colectiva había permitido a los hombres de gobierno encarar algunos problemas con la energía y severidad que la soberanía nacional requería, imponiendo a las pretensiones de supuestas

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autoridades espirituales el límite señalado por el derecho y la ley. Así, pudo verse el caso, inaudito par algunos, pero perfectamente lógico para quien hubiera seguido el desarrollo de nuestra vida institucional, de un Ministro de Relaciones enviando sus pasaportes al representante y enviado especial del Vaticano, por haber entendido el gobierno nacional que la presencia de dicho emisario no sólo ya no era necesaria, sino que podía traer entorpecimientos en los asuntos que se ventilaban64. Las leyes de matrimonio y de registro civil, promulgadas el 19 de enero y 7 de julio de 1884, respectivamente, con la firma del hermano José Ignacio Vergara. Ministro de Justicia, vigorosamente propiciadas y defendidas en las Cámaras por los hermanos parlamentarios y que tan sustancialmente habían de reformar la constitución de la familia chilena, dan el tono del progreso social a que se había llegado, progreso en que la influencia de la masonería no fue escasa. Pero estas conquistas del progreso, alcanzadas después de rudos combates y no pocas zozobras, no por haber sido promulgadas como leyes de la República, quedaron inmunes contra los ataques que encarnizadamente habían de caer sobre ellas; y fue aún menester sostener largos combates para obtener que sus impugnadores les concedieran la importancia que les asignaban el progreso y la civilización. El 4 de julio de 1884 se reunió la Gran Logia de Chile en Asamblea General para proceder a la elección de los nuevos Dignatarios que habrían de regir sus destinos. En dicha reunión fueron designados para dirigir los trabajos de la Masonería chilena los siguientes hermanos: Serenísimo Gran Maestro, Ramón Allende Padín; Diputado Gran Maestro, Rafael Barazarte; Primer Gran Celador, Manuel Guzmán Velásquez; Segundo Gran Celador, Guillermo 2º Münich; Gran Orador, José Olegario Reyes; Gran Secretario, Fermín Quinteros; Gran Tesorero, Pedro Gudde.

64 Nota del Ministro de Relaciones don Luis Aldunate, de fecha 5 de enero de 1883, enviando sus pasaportes a Monseñor Celestino del Frante (Memoria del Ministerio de Relaciones, 1884).

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El Consejo del Gran Maestro, fuera de los Oficiales ya nombrados, quedó integrado por los hermanos José Miguel Fáez, Joaquín Garzena, Manuel Antonio Velásquez,, Antonio Gacitúa, Ramón 2º Martínez Díaz, Juan de Dios Navarro, Santiago Martín, Alfredo Weber y Enrique Willshaw. De las diversas Comisiones de la Gran Logia, además de los hermanos ya nombrados, formaban parte Antonio F. Covarrubias, Marcos 2º Solar, Alberto Prieto Zenteno, J. Cipriano Ugalde y Benigno Dueñas.

Esta elección, acertada y feliz, venía a poner al frente de la Orden a un ciudadano lleno de merecimientos y virtudes, excepcionalmente dotado para encarar los graves problemas que quedaban por resolverse en la obra de reconstrucción de la Masonería chilena, iniciada por José Miguel Fáez, y para afrontar el recio ataque de que habría de hacerla objeto el clero católico, usando como ariete la famosa encíclica “Humanum Genus” expedida por León XIII en contra de la Francmasonería el 20 de abril de 1884.

Los antecedentes masónicos y sociales del nuevo Gran Maestro no podían ser más brillantes. Activísimo obrero del progreso, fundador de Talleres en Valparaíso; colaborador de los Jefes de la Gran Logia, robusto sostenedor de las obras masónicas en la capital, muchas de las cuales se debían a su iniciativa; hombre de corazón abierto a todas las emociones generosas; filántropo, y, por encima de todo esto, gozando del prestigio y del ascendiente y de la cariñosa estimación que son indispensables a los conductores de colectividades, sobre todo en la Masonería, en la que cada miembro es una personalidad en plena madurez. Por otra parte, los vastos conocimientos con que ejercía su profesión de médico y su absoluta independencia, le habían granjeado generales simpatías; y su posición no podía ser más expectable, ya que, después de representar al electorado en la Cámara de Diputados, había sido elegido Senador por Atacama; era miembro de la Sociedad Médica y Director del Cuerpo de Bomberos. Relacionado así con las actividades científicas, filantrópicas y políticas y sobresaliendo en todas ellas, destacaba su personalidad eminente, aureolada de prestigio y de respeto. Sus profundas convicciones ideológicas y su nunca desmentido amor por la institución masónica, presagiaban una dirección vigorosa y fecunda.

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Desgraciadamente, la Masonería muy poco alcanzó a disfrutar de la colaboración de servidor tan abnegado y talentoso, pues el Gran Maestro Allende Padín falleció el 14 de octubre de 1884, cuando apenas hacía tres meses que la voluntad de sus hermanos lo había puesto a la cabeza de la Orden.

De modo que esa designación, de la cual la Orden masónica esperaba frutos de progreso, no vino a ser más que el coronamiento de la carrera de abnegación y sacrificio de aquel hombre singular, que todo lo pospuso ante el bienestar de sus semejantes.

Desaparecía en el momento en que recios vendavales empezaban a azotar con más furor que nunca la tremolante bandera de la institución.

La noticia de la muerte del Jefe produjo profunda impresión en el ánimo de todos los masones de Chile. Todas las logias de Santiago –nacionales y extranjeras- se reunieron extraordinariamente a fin de tomar acuerdos relativos a la forma de tributar honores al ilustre extinto.

Las de Valparaíso comunicaron por telégrafo que enviarían delegaciones a los funerales; igualmente, la Gran Logia de Chile. Las de La serena y Concepción, asociándose al duelo y lamentando no poder enviar representaciones especiales, a causa de la distancia.

El Senado de la República, a cuyo seno pertenecía el hermano Allende Padín, tomó conocimiento de su muerte en la sesión del miércoles 15. El Vicepresidente, Honorable señor González, dijo:

“Tengo el sentimiento de anunciar al senado el fallecimiento, acaecido ayer, de nuestro honorable colega el senador por Atacama doctor don Ramón Allende Padín. Las excelentes cualidades que adornaron en vida a este hombre de bien, su labor incesante como jefe de nuestro servicio sanitario en el norte, sus palabras, sus actos, sus trabajos como filántropo, como partidario ardiente de la beneficencia, de la ilustración, de la caridad y sobre todo del liberalismo político, me parece que harán que su muerte sea sinceramente sentida por la Cámara y por el país”.

A insinuación del mismo Vicepresidente, el senado acordó nombrar una Comisión compuesta de los honorables senadores señores Ramón Vial, Manuel Recabarren y Manuel García de la

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Huerta para que asistiera en representación de la corporación a los funerales y se dejó estampada en el acta la expresión de condolencia por el fallecimiento del senador Allende Padín.

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Para el ilustre hermano, su próxima muerte no era un misterio. El 31 de agosto, día del santo de su nombre, como varios amigos y hermanos masones hubieron ido a saludarlo, el doctor tuvo un acceso de verdadera melancolía. Interrogado por sus huéspedes, contestó que tenía la convicción de que en breve moriría. -Presiento –dijo- que mis días están contados; pero no me entristece dejar esta vida, que bien pocos halagos tiene para mí, sino separarme de los que han sido y son mis verdaderos amigos. Todos mis goces se los debo a ellos; por eso, como no tendré ocasión de encontrarlos otra vez, quiero recomendarles la unión. La unión es la gran fuerza en todas las luchas del progreso; y estos principios liberales, por los que hemos luchado toda nuestra vida, se mantendrán siempre altos mientras exista unidad de miras entre los encargados de defenderlos. Esos principios harán la felicidad de la patria y debemos defenderlos por amor de esa misma patria. El doctor siguió discurriendo sobre e ste ma; y sus palabras, dado el momento y las circunstancias en que fueron pronunciadas, causaron la más viva impresión en el ánimo de sus oyentes.

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La prensa, intérprete del sentir de la sociedad, cristalizó en los siguientes conceptos la opinión que le merecía la figura del doctor Allende Padín65.

“El doctor señor Allende Padín era con justicia altamente estimado de la juventud de Santiago, porque en él se reunían todas las dotes que hacen que un hombre sea querido y apreciado. Corazón abierto a todas las nobles aspiraciones, espíritu recto y generoso, carácter leal, franco y servicial,

65 “El Ferrocarril”, Santiago, 15 de octubre de 1834.

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puede decirse que vivió para los demás más que para sí. Sus conocimientos profesionales, su tiempo y sus recursos estuvieron siempre a disposición de sus amigos, fundando su felicidad en hacer el bien y en socorrer a los que solicitaban su concurso.

“Con estas excelentes prendas personales, el Dr. Allende Padín debía necesariamente captarse una estimación sincera y bien merecida de parte de la juventud. Ha sido, en efecto, por muchos años, un compañero inseparable de esa juventud cuyo entusiasmo por todas las nobles ideas era el primero en compartir y en cuyas filas figuraba como un batallador valiente y decidido.

……………………………………………………………………………………… “Recibido de médico a los diecinueve años, ejerció su

profesión con un celo y desinterés que no se desmintió un solo instante en ese largo transcurso de tiempo. Solícito con sus enfermos, sin averiguar jamás si sus desvelos tendrían o no recompensa pecuniaria, buscaba en la dulce satisfacción de hacer una obra buena el premio de sus sacrificios y afanes. Su única ambición era enjugar las lágrimas de los que sufren y ver que con su ciencia había salvado a uno de sus semejantes de un peligro inminente y restituido a una familia el deudo que ella creía invariablemente perdido.

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“En medio de los laboriosos afanes de su vida de abnegación y desprendimiento, los honores vinieron a buscarlo, porque él era demasiado altivo, en su noble modestia, para pretender solicitarlos. Sucesivamente Diputado y Senador del cuerpo legislativo, sirvió leal y honradamente las ideas que habían sido su credo de toda su vida, trabajando por implantar las reformas que creía útiles para el progreso de chile que tanto amaba. “Lo mismo que en el dominio político los más honrosos puestos le fueron ofrecidos en otras esferas de la sociedad. La Facultad de Medicina lde abría sus puertas como a un colega que por su ciencia y tacto médico, era digno de ser contado en su seno; el Cuerpo de Bomberos lo hacía Director de una de las compañías, y últimamente tomaba asiento en el Consejo

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de Instrucción, cargo que le permitía velar por un ramo que era una de las más constantes preocupaciones de su vida. “El doctor Allende Padín era un activo cooperador de la instrucción y su nombre figura entre los fundadores de la Escuela Blas Cuevas. “Era miembro de la Sociedad Médica y había sido fundador de una sociedad para conferencias populares y Presidente del consejo de Higiene de Santiago”.

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Los funerales se efectuaron el día 16 de octubre, a las tres y media de la tarde. El número de los asistentes, como la profusión de coronas y flores, manifestación visible del pesar, dejan comprender el sentimiento que causara en amigos o simples conocidos la muerte de este hombre de bien. El ataúd, colocado sobre uno de los carros de la Compañía de Bomberos, iba completamente cubierto por las coronas ofrendadas por el Partido Radical, la Logia “Justicia y Libertad” N° 5, la Logia “Avenir et Liberté” N° 9, la escuela Blas Cuevas, la Sociedad Médica, la imprenta “La Patria”, “El Americano”, la Sociedad “La Razón”, la Colonia Española y numerosos otros nombres de particulares. En el momento del sepelio, usaron de la palabra, para despedir los mortales despojos del doctor Allende Padín, los siguientes oradores: Daniel Riquelme, por las segunda Compañía de Bomberos; Samuel Izquierdo, por el Directorio del Cuerpo de Bomberos; Diego Miller Almeida, por la Escuela Blas Cuevas; Enrique Mac Iver, por el Partido Radical; Abraham König; Jacinto Pujol, por la Logia “Avenir et Liberté” N° 9; Manuel Larraín Pérez, por la Logia “Justicia y Libertad” N° 5; Luis espejo, por la Sociedad Médica; Sandalio Letelier, con hermosas estrofas; Carlos 2° Lathrop, con una Elegía; y Guillermo 2° Munich, por la Gran Logia de Chile.

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Discurso del señor Jacinto Pujol, comisionado por la logia “Avenir et liberté” N° 9 (Traducción). “Ilustre Gran Maestro: en nombre d e vuestros amigos, vengo a daros el último adiós y me expresaré en la lengua que os era tanquerida, el francés. “No hablaré, señores, de las grandes virtudes que eran el más bello ornato de nuestro amigo Allende Padín; los amigos que han hecho uso de la palabra antes que yo, se han ocupado en extenso de las nobles virtudes de ese chileno por muchos títulos eminente. “No vengo tampoco en nombre de una secta o de una casta, a rendir homenaje al ilustre muerto; era demasiado grande para que hable yo en nombre de un partido. “Mi empeño es sólo recordar una palabra sublime que me parece que oigo brotar aún de sus labios, como el eco de una conciencia templada; esa palabra es tolerancia. “Sí, señores, la tolerancia es el único medio de llegar a todos los progresos y a la amistad de los pueblos. “Antes de alejarnos de esta tumba, tengo, señores, una súplica que haceros. Cuando vengáis a este panteón, descubríos al pasar ante la tumba de Allende Padín y acordaos de su noble divisa tolerancia y grabadla en vuestro corazón. Esa enseñanza os procurará muchas alegrías morales. “Amigo Allende Padín, una vez más te doy el último adiós, no solamente en nombre de los franceses que te han conocido, sino en nombre de la humanidad entera”.

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Discurso del señor Manuel Larraín, en nombre de la Logia “Justicia y Libertad” N° 5: “Sobre la tumba del filántropo, cuyos restos nos reclamó la tierra, la logia “Justicia y Libertad” de que era luz y fuerza, me encarga depositar la corona simbólica de la inmortalidad. “Que esa hiedra, emblema del recuerdo, viva junto a él, y la acacia, que fue su predilecta, le dé sombra y paz.

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“Cuando la arcilla que formó su ser material se desprenda de los huesos, esos dos atributos del cariño masónico mantengan inalterable su espíritu y se confundan con el perfume que exhalan sus virtudes. “Y mientras tu memoria respetada del mejor de los hombres que alentaron en vida pasa a ser huéspeda inseparable de nuestros corazones, tu materia deleznable, pero infinita descienda al seno pródigo de la naturaleza y en incesantes y misteriosas transformaciones, devuelva la rehecha con los preciosos restos que ahora entregamos, un nuevo molde en que para bien de la humanidad, se encarne el alma de Ramón Allende Padín”.

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Discurso del señor Guillermo 2° Munich, a nombre de la Gran Logia de Chile: “Una antigua y bella costumbre nos obliga a tributar el último homenaje a los despojos mortales de nuestros hermanos y si nos encontramos reunidos en este recinto donde reina el silencio de la muerte, si nos estrechamos las manos en derredor de esta tumba, es para ofrecer la postrera ofrenda de amor fraternal a nuestro querido hermano Ramón Allende Padín. “Corta fue su existencia en este mundo y rudas las luchas que ha tenido que sostener en los escasos cuarenta años de su vida; pues si las enfermedades lo llevaron varias veces al borde de la tumba, repetidos golpes de desgracia y las inevitables contrariedades de esta vida, destruyeron casi siempre sus más lisonjeras esperanzas. “Vosotros, amigos, compañeros y hermanos, lo habéis conocido y os habréis persuadido de que era la personificación del hombre honrado y trabajador, del amigo fiel y leal, del buen padre, del cariñoso esposo y del verdadero hermano. “Laborioso en sus tareas profanas, cumplió siempre con sus deberes de buen ciudadano; mas no por eso descuidaba sus trabajos masónicos y nunca golpeaban en vano las puertas de su casa las viudas, los huérfanos y los menesterosos. “Con la seguridad de que el amor a sus semejantes era el lazo indisoluble que debía unir su espíritu con el de sus

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hermanos, partió de entre nosotros, dejando en nuestras columnas un lamentable vacío. “Mas, no desmayemos por esto, hermanos míos, y si la cadena que nos unía se ha roto, anudémosla de nuevo y pidamos al G. A. D. U. nos dé fuerza, valor y perseverancia para continuar las grandes obras que hemos emprendido en bien de la humanidad”. Al llegar el señor Munich a la parte de su alocución en que dice …. “y si la cadena que nos unía se ha roto, anudémosla de nuevo”… estrechó su mano con la del señor Barazarte, quedando establecida nuevamente la cadena simbólica con el fraternal apretón de las manos. Deshecha la cadena, cada hermano desfiló junto a la sepultura, depositando en ella la simbólica acacia, que muchos de los afiliados llevaban en el ojal del frac o de la levita. Un buen número de hermanos asistió, según el Ritual, de guantes blancos, dando a entender con ello la pureza de sus intenciones. Cuatro o cinco delegados de las logias inglesas de Valparaíso, se presentaron con los delantales o insignias masónicas correspondientes a su grado”. El relato de la ceremonia masónica y demás detalles que acabamos de referir, fue publicado por la prensa de aquellos días, al dar cuenta de los funerales del doctor Allende Padín.

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Aun no se cerraba la tumba que guardaría los mortales despojos del Gran Maestro de la Masonería chilena, cuando algunos órganos de la prensa antiliberal esgrimían sus plumas encima del cadáver, censurando acremente al Vicepresidente del Senado, honorable señor González, porque en el homenaje tributado a nombre de aquella corporación a la memoria del senador Allende Padín, había manifestado que su muerte sería lamentada sinceramente por la Cámara y por el país66. Era una manera, poco discreta, por cierto, de declarar a la faz pública que para aquella prensa la muerte del egregio

66 “El Independiente”, Santiago, 17 de octubre de 1884.

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ciudadano no sólo no les causaba pesar alguno, sino que les producía verdadero regocijo. Y mientras los poderes públicos, las corporaciones científicas, filantrópicas, educacionales y la sociedad en general acompañaba a su última morada los despojos de aquel hombre de bien, tributándole el homenaje que merecen el talento y la virtud, aquella misma prensa, en una gacetilla de menos de diez líneas, perdida en las columnas de avisos diversos, daba cuenta de ese acontecimiento en la siguiente forma: Al Cementerio. Ayer, a las cuatro de la tarde, fueron llevados al cementerio General los restos de don Ramón Allende Padín. Acompañaron al cadáver la comisión del senado, compuesta de los señores García de la Huerta, Recabarren y Vial, las compañías del Cuerpo de Bomberos, algunas corporaciones de instrucción, beneficencia y artesanos y amigos del finado67.

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Otras personas y otras colectividades, juzgando a los hombres con esa ecuanimidad y esa rectitud de criterio que s e adquieren con el ejercicio constante de las prácticas masónicas, aunque pudieron haberse escudado en su patriotismo herido para demostrar indiferencia, procedieron con la nobleza y elevadas miras que caracterizan la conducta de los adeptos de la gran familia. Nos referimos a la impresión que causó la muerte del doctor Allende Padín en los masones del Perú. He aquí la expresión de la Logia “Constancia y Concordia” N° 11, que trabajaba en Tacna, bajo los auspicios de la Gran logia del Perú: “Tacna, 21 de noviembre de 1884. A la respetable Logia “Justicia y Libertad” N° 5. “La Respetable Logia, cuya secretaría me es honroso desempeñar, tuvo noticia, en la tenida ordinaria que celebró el 27 de ppdo. Mes de octubre, del fallecimiento del que fue esclarecido ciudadano y egregio masón, hrmano Ramón Allende Padín.

67 “El Independiente”, Santiago, 17 de octubre de 1884.

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“Profundamente conmovida la Logia por tan triste suceso, tributó a la memoria de este querido hermano una batería fúnebre y resolvió que se pasara una Nota de sentido pésame a la Resp. Logia que tuvo la suerte de contarlo en el número de sus obreros. “En cumplimiento de esta resolución, tengo el honor de dirigirme a la Resp. Logia de que sois digno órgano, poniendo en su conocimiento que su recordado hijo, el hermano Ramón Allende Padín visitó a esta logia en 1880, en circunstancias que los acontecimientos de la última guerra, pesando terriblemente sobre esta localidad y sobre algunos masones, lo llamaban a ejercer su bienhechora acción en la más vasta esfera posible, que tomó desde luego, parte principal y activísima en los trabajos a que la logia dedicaba todas sus fuerzas, pidiendo por ello espontáneamente el formar parte de las comisiones que s e nombrasen; que a su decidida y entusiasta cooperación se debió mayormente el feliz éxito que tales trabajos alcanzaron, y que, por consiguiente, hizo positivos beneficios no sólo a la humanidad, sino también a los miembros de la gran familia, sumidos entonces en la desgracia. “Tan digna y ejemplar conducta llevó al ánimo de la Logia el convencimiento de las vigorosas virtudes que adornaban al hermano Ramón Allende Padín; y su recuerdo se ha conservado y se conserve incólume, al lado de nuestros profundos agradecimientos. “La Logia no podía, pues, dejar de conmoverse hondamente por el fallecimiento de tan virtuoso como ilustre masón, y no hace más que cumplir un sagrado deber, dando a esa Respetable Logia una prueba, aunque pobre, demasiado sincera, de los sentimientos que la anima. “Con este triste motivo, dignaos saludar, etc. Eduardo Zaldívar, Secr.”.

CAPÍTULO XXX

La reforma política liberal acometida por el Gobierno de la República despierta vivas resistencias en el clero católico. Se señala a la Masonería, “la sinagoga de Satanás” como la inspiradora de tales reformas. La encíclica “Humanum Genus” de León XIII y el “Edicto

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sobre la Francmasonería” de Monseñor Joaquín Larraín Gandarillas. La prensa conservadora del país hace coro a estos recios ataques a la institución masónica. Circular del Gran Diputado Gran Maestro en ejercicio, hermano Rafael Barazarte, a las Logias de la Obediencia, en que refuta los cargos infundados hechos a la Orden. Las reformas constitucionales que se discutían en el Congreso por aquella época, 1884, inspiradas en los principios de la política liberal que sustentaba el Gobierno y la mayoría parlamentaria, habían producido viva excitación en los espíritus y aguzando la suspicacia de aquella fracción social, que veía en las reformas legislativas un atentado contra la tradición. La discusión misma de estos temas, que en el parlamento a duras penas se mantenía dentro de los límites de la moderación y del tono que se ha dado en llamar “parlamentario”, en la tertulia familiar, en los corrillos y en las diversas agrupaciones, cambiaba de diapasón y se tornaba agria y vehemente, llegando a revestir caracteres de violencia. Contribuían a mantener aquella efervescencia algunos órganos de la prensa que eran hostiles a las reformas, previniendo por todos los medios y en todos los tonos la opinión, abandonando así abiertamente las normas de mesura y ecuanimidad, características en las funciones de un periodismo honrado y serio, que aspira a orientar la conciencia colectiva. Los periódicos de oposición, fuera del tono inconveniente, desviaban el tema de la discusión, presentando como asuntos de carácter religioso temas que eran de orden exclusivamente político o legislativo y pretendiendo alarmar la conciencia de los ciudadanos con cuestiones que sólo tenían relación con el criterio sociológico. Naturalmente, culpable y responsable de todas aquellas reformas, “que herían los sentimientos católicos del país” se hacía a la Masonería. Así, por ejemplo, según la prensa conservadora, los diputados y senadores que propiciaban las reformas eran exclusivamente voceros de la Masonería; los periodistas que las explicaban y las aplaudían, eran también voceros de la Masonería. La Masonería era el fantasma, era la

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incubadora de las reformas, era la pesadilla de la iglesia, “era la sinagoga de Satanás”68… “Balmaceda, a la cabeza d e todos los apóstatas y renegados del cristianismo, maldice a su madre Iglesia, que en otro tiempo lo llevó en sus brazos; la maldice y reniega de ella para hacer causa común con los enemigos del nombre cristiano y escalar la presidencia de la República, conducido en los brazos de las logias masónicas”69. Este tono y este lenguaje eran comunes en semejante campaña; se tratara de personas, de entidades, siempre era el epíteto violento, rudo, implacable. “Se hacía en el púlpito propaganda de partido, se pretendía aniquilar a la prensa de oposición con excomuniones y censuras eclesiásticas, procurando privarla por estos medios, de avisos y suscripciones.

“Sin limitarse a la defensa del dogma y de las enseñanzas de la Iglesia, el clero atacaba a las personalidades y en el calor de la polémica no comprendía cómo se iba minando sus prestigio y aniquilándose su salvadora influencia moral”70. Y sobre este clamoreo de pasiones heridas, en medio de este dolorido y furibundo coro del fanatismo y de la intransigencia, la voz de Roma se dejó oír por encima de todos los clamorosos sociales, pero no llamando a la concordia y al amor, sino incitando a la lucha mortal: la encíclica “Humanum Genus”, expedida por León XIII en contra de la Francmasonería el 20 de abril, era traducida, publicada, comentada y recomendada entre nosotros, hacia el mes de septiembre en púlpitos y periódicos. El 24 de ese mismo mes, “El Independiente” daba a la publicidad la “Instrucción de la Santa Inquisición Romana” a todos los obispos del mundo católico, que se refería a los medios que convendría poner en práctica para luchar eficazmente contra Orden Masónica. Dos días después, el 26 de septiembre, el mismo periódico insertaba una traducción de una “Carta del Cardenal Gilbert”, comentando y explicando la Encíclica. En 2 de octubre se daban a la publicidad telegramas de Buenos Aires, anunciando que en la “Asamblea Nacional de católicos Argentinos” celebrada el 13 de agosto, el primer acuerdo había sido

68 Expresión del Vicario Capitular en su Edicto de 15 de octubre de 1884. 69 “El Independiente”, 30 de octubre de 1884. 70 “Alberto Edwards. “Bosquejo histórico de los Partidos Políticos Chilenos”, pág. 63.

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adherir a la Encíclica. Como variante sobre el tema masónico puesto en boga y para no tener que recurrir siempre a la encíclica, el 26 de octubre, se insertaba, siempre en el mismo periódico, una traducción de un artículo de “L’Univers” sobre “La Francmasonería en España”, en el que se pintaba con sombríos colores la influencia ejercida por la Orden en la Península Ibérica. Y finalmente, en 30 de octubre, se daba a la prensa el famoso “Edicto sobre la Francmasonería”, de Monseñor Joaquín Larraín Gandarillas, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica, Obispo de Martyrópolis y Vicario Capitular de la Arquidiócesis de Santiago, en sede vacante.

Este documento, que hemos examinado en una publicación católica de carácter oficial71, tuvo por objeto dar a conocer, explicar y recomendar la ya citada encíclica del Pontífice romano. Consta dicho Edicto de cuatro capítulos.

El primero es una serie de citas bíblicas, para probar a los católicos que han de recibir la palabra de Roma como la más alta expresión de la verdad, en medio de la confusión que producen las opiniones diversas.

El segundo, y refiriéndose a la encíclica “la cual ha sido recibida por la Iglesia con el respeto, filial adhesión y vivo agradecimiento que merecen las provechosas enseñanzas que contiene”, expresa que en dicha encíclica “el vicario de Jesucristo da claramente a conocer el origen, los designios, las doctrinas, los resultados, las condenaciones de la Francmasonería e indica los remedios que concierne oponer al mal”.

“Esta sociedad tenebrosa puede considerarse como la sinagoga de Satanás”, bajo cuyo imperio y poder se hallan todos los que siguiendo los ejemplos funestos de su jefe y de nuestros primeros padres, rehúsan obedecer a la ley divina y eterna”.

“La moralidad –dice el Papa- única cosa que aprueba la Francmasonería y en que pretende educar a la juventud, es la que llaman única, independiente, libre, es decir que no deje ningún lugar a la religiosa”.

En lo tocante a las bases de la sociedad doméstica, según su sumo Pontífice, la doctrina de los masones (naturalistas, dice el texto) puede resumirse del modo 71 “Boletín Eclesiástico, etc.” del Arzobispado de Santiago”, tomo IX, enero de 1883 a 28 de enero de 1887, pág. 390.

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siguiente: “El matrimonio no es sino una especie del género de los contratos, y puede, por lo tanto, legítimamente disolverse a voluntad de los contratantes: los jefes del estado tienen poder sobre el vínculo conyugal; en la educación no se debe enseñar a los niños una religión especial y determinada. De esta suerte, la Francmasonería es promovedora del matrimonio civil y de la educación atea”.

Creemos sinceramente que el jefe de la Iglesia Romana no podía hacer una síntesis más perfecta de las doctrinas masónica. En efecto, su afán principal es la moral de la humanidad, una moral que enseñe a los hombres a ser buenos y a amarse, no por temor a castigos ni por promesas de premios, sino por deber, por ley propia de la existencia. Una moral que enseña que los mayores goces son los que procura el trabajo y la conciencia honrada. En lo que a la constitución de la familia se refiere, respetando la conciencia individual, estima que actos tan trascendentales como el matrimonio no deben estar en manos de sectarios intransigentes ni de representantes de una religión determinada sino bajo el control de estado laico y neutral72. Y en cuestiones de educación, fiel a su norma de libertad de conciencia, cree que no debe vaciarse el espíritu infantil en el estrecho marco de determinada creencia, sino dejarlo en libertad de rendir culto al Creador en la forma que cultura o su modalidad espiritual le inspire.

El rumbo que ha seguido el progreso social está demostrando que aquellas “pestilencias doctrinarias” –según la pintoresca expresión de Monseñor Larraín Gandarillas- sobre las cuales cayó el anatema del Infalible, son las que se han impuesto en las sociedades civilizadas como la forma más perfecta de sociabilidad. Así, vemos en la mayoría de las grandes naciones establecida la separación de la iglesia y del estado, la instrucción laica, el matrimonio civil, el cementerio laico, y tanta otra reforma que ha venido a dejar la Iglesia en el puesto que debe ocupar: en la conciencia individual, como un sentimiento personalísimo, y no en la sociedad o en los pueblos, como suprema orientación.

El tercer capítulo nos habla de las instrucciones impartidas por la Congregación de la santa Inquisición para 72 Recuérdese la actitud asumida por el clero católico en el matrimonio de Carmen Blest y más tarde en el de Juan Agustín Palazuelos, de que nos hemos preocupado en otras páginas.

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poner en práctica la campaña antimasónica, entre las cuales es digna de mención aquella que “invita con voz paternal a todos aquellos que estén afiliados a la Masonería y en las otras sectas condenadas a purgar las manchas de sus almas, volviendo al seno de la divina misericordia”. Para dicho fin, empleando la misma generosidad de su antecesor León XII, por el término de un año completo, que empezará a contarse desde la publicación perfecta de las letras apostólicas mencionadas, suspende en cada diócesis la obligación de denunciar a los corifeos y jefes ocultos de estas sectas y también las reserva de las censuras, concediendo a todos los confesores aprobados por los Ordinarios de cada Diócesis, la facultad de absolver de estas censuras y de reconciliar con la iglesia a todos aquellos que verdaderamente hayan reconocido su error y separándose de la secta”. Tanto en la encíclica “Humanum Genus” como en las Instrucciones de la Santa Inquisición Romana, se recomienda como medio de no caer en los lazos y errores de la Francmasonería, el que los fieles se agrupen en asociaciones piadosas, a fin de instruirse en la religión, animarse a practicarla mejor y obtener de Dios, por la oración, los auxilios que necesita el hombre en su flaqueza para resistir las seducciones del mal.

Finalmente, en el último capítulo, el Vicario Capitular pasa a ocuparse en especial de la situación social de Chile, y declara que la luminosa exposición de la doctrina católica que contiene la encíclica, pone en clarísima luz lo erróneo, funesto y odioso de los sistemas que s e afana por implantar la Francmasonería en las naciones cristianas.

“Por desgracia –exclama- la propaganda de sus detestables sistemas es activa en nuestra amada patria”. Y agrega: “Ignoramos si todos los que los sostienen están a filiados en las logias masónicas; pero indubitablemente sirven a sus designios los hombres públicos, los periodistas y las personas privadas que propalan las doctrinas que según la encíclica “Humanum Genus”, apadrina la Francmasonería, y son como el credo, ideal y desideratum social de las logias”.

Se extiende después el señor Vicario sobre el peligro de los diarios liberales, “hostiles a la religión” y conveniencia de no leerlos, ni tener trato alguno con personas sin religión.

En cuanto a la encíclica propiamente dicha, cuyo trasunto ha podido verse al través de los párrafos y opiniones

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del Edicto que hemos comentado, nada tiene de extraordinario para llamarnos la a tención. Los mismos epítetos, los mismos cargos; y, acaso contra la intención o la voluntad del Santo Padre, una declaración formidable: “En el espacio de siglo y medio, la secta de los masones ha hecho progresos mayores de los que se esperaban” y “ha llegado a ser tan poderosa que ya parece casi dominar en todos los estados”.

El Edicto contra la Francmasonería, de Monseñor Larraín Gandarillas, fechado el 15 de octubre de 1884, al día siguiente del fallecimiento del Gran Maestro Allende Padín, y la activa campaña que sostuvo la prensa, indicaban que la lucha que s e había trabado sería implacable.

Los periodistas clericales, con pretexto de la encíclica y del edicto, llenaron muchas columnas de sus periódicos.

El tantas veces citado “Independiente”, en un editorial de 4 de noviembre, intitulado “El Itmo. Sr. Vicario Capitular y la Masonería”, decía entre otras cosas: “Aun cuando tan explícita confesión no hubiese, basta saber cuáles son los verdaderos fines que la Masonería persigue en el mundo entero, parar mientes en los nombres de los principales corifeos de las reformas entre nosotros y haber sido testigos, como lo hemos sido no ha mucho, de ruidosas y muy significativas ostentaciones masónicas, para comprender que estamos bajo la plena acción y dominación del elemento francmasónico”.

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La Masonería chilena no bajó esta vez, como lo había hecho en 1872, con motivo de los ataques a la Escuela Blas Cuevas, al palanque de la discusión. En el año 72, aunque con acritud y a veces con personalismo, se discutía una cuestión de doctrina, de principios, considerados desde dos puntos de vista diferentes. Pero en el caso presente, era un ataque ciego y desatinado contra la Masonería, un ataque que, en fuerza d e dirigirse contra todo, no se dirigía contra nada.

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El Diputado Gran Maestro, Rafael Barazarte, mandó convocar a la Asamblea de la Gran Logia de Chile para el 11 de

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noviembre, a fin de acordar los honores fúnebres que tanto la Gran logia como los Talleres de la Obediencia debían tributar a la memoria del Gran Maestro fallecido, de acuerdo con el rito masónico. En la Nota que, con fecha 14 de noviembre de aquel año, se envió a las Logias, comunicándoles los a cordado por la Asamblea, se hacía referencia a los ataques de que la Orden venía siendo víctima y, especialmente, del edicto de Monseñor Larraín Gandarillas. Esta notable pieza de literatura masónica, muy poco conocida entre los masones chilenos –pues fue dada a la publicidad en un periódico de Lima- es la siguiente: “La Gran Logia ha creído también que, a consecuencia de la diatria y el insulto de que los enemigos de la Masonería han hecho alarde, caso sobre la tumba de nuestro Querido Hermano, y de la Pastoral que pocos días después ha publicado acerca de esta Institución el Vicario Capitular de la Arquidiócesis de Santiago, era preciso dirigirse a los miembros de todas las logias establecidas en Chile, a fin de avivar su celo masónico y defender la Sociedad de los cargos que en nombre de la religión católica se hace, citando en su contra el fanatismo y la ignorancia. “Se ha querido en la Pastoral aludida presentar a la Masonería como enemiga de la religión y de la moral y como autora patrocinante de todos los vicios, hasta llegar a insinuarse que entraba en sus planes el trastorno del orden público. “En consecuencia de las doctrinas de que s e nos acusa, excita a todos los creyentes para que huyan de nuestro contacto y se nos aísle, por decirlo así, a fin de evitar que la humanidad se inficione con estas funestas ideas. Bien sabéis, queridos hermanos, que todas estas afirmaciones son completamente inexactas y que los propaladores de ellas proceden con ignorancia, o lo que es más probable, con estudiada malicia. Queremos, en consecuencia, recordaros las bases de nuestra institución, no por vosotros que las conocéis, sino por los profanos que las ignoran, al mismo tiempo que haceros una ligera reseña sobre nuestra historia y parangonar nuestra existencia social con la de aquellos que son nuestros encarnizados enemigos y que nos injurian y anatematizan

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diciendo que lo hacen como representantes y apóstoles del catolicismo. “La Masonería, según nuestros estatutos, no puede ocuparse de cuestiones religiosas; cada uno de sus adeptos puede tener las creencias que quiera, es decir, puede adorar a Dios del modo y forma que lo crea más conveniente, y decimos adorar a Dios, porque, como sabéis, la Masonería admite la existencia del G. A. D. U. y la inmortalidad del alma. Todos nuestros trabajos se abren y se cierran en nombre del G. A. D. U.. No hay, por tanto, derecho para acusar a la Masonería de ser la negación de todo sentimiento religioso y la enemiga del catolicismo o del cristianismo. No, ella no es hostil a ninguna creencia que tenga por base la divinidad; para ella todos los hombres son hermanos, cualquiera que sea la forma en que tribuyen homenaje a este ser superior. “Lo que ella combate en cualquier secta religiosa es el fanatismo y la ignorancia. “Ella quiere que no se rebaje la dignidad humana haciendo obligatoria una creencia que no sea hija del libre albedrío o propia reflexión. “Considera a todos los hombres de igual facultad intelectual para poder formar un juicio y aceptar aquellas creencias que según su entender sean las verdaderas. Puede haber, y hay entre sus asociados, diversidad de ideas sobre este punto; pero hay conformidad completa en que deben respetarse mutuamente y considerarse en igualdad de condiciones. “De estos principios se deducen aquellas tres fórmulas que han hecho la grandeza de nuestra Institución y que tanta influencia han tenido en las sociedades y en el mundo moderno: La “Libertad”, La “Igualdad”, La “Fraternidad”. “Son tres estas tres fórmulas, que con justicia pueden considerarse como la síntesis del credo masónico, las que han ejercido una influencia tan poderosa en el mundo, y que puede decirse, han transformado por completo la civilización y la moral en estos últimos siglos. “Es por esto que en todos los tiempos y en todos los países la Masonería ha sido combatida a muerte por los despotismos (en odio a la libertad), sean éstos temporales o

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teocráticos. Los masones han sido perseguidos y anatematizados en todo país en que haya un régimen que tienda a restringir la autonomía humana en cualquiera de sus manifestaciones. Para el fanatismo, ese fantasma negro que aflige a las sociedades que viven en las tinieblas de la ignorancia, será también siempre la Masonería un enemigo mortal, pues ella quiere la luz que ilumina las inteligencias y que produce la libertad del pensamiento. “En todos los países en que hay castas privilegiadas, la Masonería es y será también perseguida, porque ella quiere la igualdad que es la justicia. “La igualdad por el nacimiento es indisputable; todos los hombres deben su origen a una misma causa, por sus luces y sus virtudes pueden distinguirse de sus congéneres. Sus derechos y obligaciones deben se siempre los mismos, considerados como miembros del cuerpo social. “La Masonería no acepta esa desigualdad monstruosa que consiste en hacer que unos nazcan para mandar y otros para obedecer, que unos nazcan para mandar y otros para obedecer, que unos nazcan para vivir del sudor de los otros y que los otros nazcan para esclavos. “No, la Masonería no acepta estos absurdos, y quiere que los hombres sólo se distingan por sus cualidades morales. “Es por esto, como se ha dicho antes, que la Masonería será perseguida en todos los países en que las castas sociales y las instituciones religiosas necesitan del oscurantismo para mantener un orden de cosas que repugna a la conciencia y que hace de unos pocos los pastores, de los demás un rebaño, y debido sólo al derecho de nacimiento. “También habrá siempre persecución para los masones por parte de aquellos que piensan que sólo los que tienen igualdad de creencias, son acreedores al cariño y protección entre sí mismos. Todos los que sostienen que los individuos, por ser de distintas doctrinas o de distintos países, no deben considerarse como hermanos, combaten a la Masonería, pues para ésta la fraternidad es universal y los hombres, cualquiera que haya sido la latitud en que vieran la luz y cualesquiera que hayan sido sus creencias, tienen derecho a recibir al amparo y el cariño que la fraternidad impone a sus semejantes.

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“La Masonería no desliga los brazos fraternales, sino para aquellos de sus hermanos que pos sus faltas o crímenes se han hecho indignos de ser considerados como tales, y aun para estos desgraciados tiene siempre algún consuelo y algún auxilio. “Es, pues, la caridad en su aplicación más lata, una de las virtudes que hacen parte del dogma masónico. “Ésta es, queridos hermanos, la moral masónica que los que se declaran como nuestros adversarios, condenan, anatematizan y maldicen. “Es de los hombres que la profesan, de los que ellos aconsejan que s e alejen sus adeptos y que los consideran como enemigos de la sociedad; es contra ellos que invocan la ira divina y la humana! “Veamos ahora en nombre de qué religión y con qué ejemplo, quieren combatir a la Masonería. Ellos pregonan que en nombre de la Religión Católica, de los preceptos de Cristo, que condenan a la Masonería. “Afirman que son los representantes de Dios en la tierra y que en nombre de Dios y de esa Religión nos maldicen y nos difaman. “Veámoslo: “El catolicismo, según dicen, tuvo su origen en un pueblo apartado del Asia, su fundador fue Cristo. Este nació en un pesebre y murió en una cruz; la causa de su muerte fueron sus doctrinas, que eran contrarias a la religión pagana. “La religión de Moisés, que constituyó la base de sus doctrinas y que había sido desnaturalizada y corrompida, fue modificada y reformada por él. “El Decálogo israelita fue conservado y de allí extrajo esas sublimes máximas que han hecho la fortuna y la grandeza del cristianismo. El amor a Dios y a sus semejantes son las fuentes del catolicismo. Jesucristo vivió y se murió perdonando a los que lo crucificaban; sus apóstoles y sucesores, durante los primeros siglos, fueron humildes; el distintivo de los obispos y primeros papas era un tosco cayado. “Jamás pretendieron imponer sus ideas sino por la convicción. Perdonaban y aun sumaban no sólo a los de distintas creencias sino hasta a sus enemigos. La soberbia era un gran pecado.

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“La persuasión y el convencimiento eran sus armas y con ellas conquistaron en poco tiempo a los mismos que los perseguían. “Los primeros papas y obispos vivían generalmente en los campos, practicando la caridad, haciendo obras piadosas y predicando su doctrina. “Jamás ambicionaron dinero ni honores y todos sus servicios religiosos eran gratuitos; fueron los amigos de los pobres y de los desvalidos. “En sus relaciones con los poderes civiles de la tierra eran los súbditos más sumisos. Nunca ambicionaron el poder temporal puesto que su reino no era de este mundo. “Un sacerdote o un cristiano no debía mancharse nunca con la sangre de su semejante; ellos podían ser perseguidos, pero no debían jamás ser perseguidores. “En todas partes donde había dolores, injusticias y despotismo, ellos estaban siempre del lado débil y de la víctima, sin tener en vista su creencia. “¿Cómo han cumplido sus sucesores con estas doctrinas? “Principiemos por los papas. “Primero se hacen reyes. Para tener dinero ponen en almoneda la salvación eterna. Toman todo el fausto y todo el vicio de los reyes paganos. “Levantan ejércitos y se baten con sus vecinos para agrandar y aumentar sus territorios o entre ellos mismos cuando se disputan el trono pontificio. “Un papa toma una ciudad donde había estado su contendor que había muerto y hace desenterrar los huesos y los profana del modo más atroz. “Otro papa se convierte en envenenador de sus propios cardenales y súbditos sólo para apoderarse de sus riquezas. “Este mismo papa da el ejemplo de la vida más licenciosa y tuvo una hija e hijos, cuyos nombres han pasado a la historia. “A indicación de otro papa se lleva a cabo aquella jornada histórica y terrible, la San Bartolomé, que fue una matanza inicua. El papa bendijo a los ejecutores. “Otro papa expidió una bula autorizando aquella famosa santa Inquisición, donde se atormentaba y quemaba a los herejes.

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“Muchos papas, después han ratificado y bendecido a la santa inquisición. “Corramos un velo sobre la historia, que podría llamarse trágica, del papado; hechos semejantes podrían enunciarse muchos, pero alargaría demasiado la presente Circular. “La faz que puede llamarse moral de la historia del pontificado, presenta también un aspecto revelador. En lugar de la humildad y de la pobreza, se nos presenta en la corte pontificia el fausto y la opulencia; parece que han querido deslumbrarse y ser admirados. “”Ha habido en esto algo del espíritu que nos influía en la idolatría pagana. Los sucesores del pescador se exhibían a sus ovejas en una silla de oro; la cabeza cubierta con la tiara resplandeciente de piedras preciosas; en lugar del tosco cayado, un báculo de oro; las telas y pieles de sus vestidos son fabricadas de cuanto más rico y costoso pueda encontrarse en el universo. “¿Es así cómo se imita al fundador del catolicismo y se da ejemplo de simplicidad a los creyentes? “¿Esos valores, esos millones invertidos en piedras, en oro y pieles no habrían sido mejor empleados en socorrer tantos desdichados como existen en el mundo? ¿Será más agradable a los ojos del Todopoderoso esa exhibición de riquezas que su aplicación a favor de los menesterosos? Dejemos la contestación a los detractores de la Masonería. “¿En el orden social, cómo han seguido la máxima de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios y de no intervenir en los asuntos que se relacionan con los intereses terrenales sino en auxilio de débil o del desvalido? “Durante varios siglos los papas han sido los factores indispensables de la política europea: no ha habido cuestión dinástica en que no hayan intervenido. La consagración del papa a tal o cual pretendiente a un trono, era la que decidía casi siempre la contienda. ¿Cómo se adquiría esta consagración? Triste es decirlo, pero casi en la totalidad de los casos por medio del dinero, y en muchos por intrigas palaciegas en que jugaban un rol muy importante las favoritas. “En los tiempos modernos, no hay país civilizado en que no hayan tenido intervención en su política interna. ¿En qué

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sentido? Los despotismos más odiosos, las tiranías más crueles han tenido siempre a su lado el brazo eclesiástico. En nuestra joven América, Rozas y García Moreno contaron siempre con el apoyo de la iglesia católica. “Hoy mismo, en que las ideas masónicas han tomado gran desarrollo, que son profesadas casi por las nueve décimas partes del mundo civilizado, ¿qué actitud asumen los jefes del catolicismo? “Siempre al lado de la restricción y de la ignorancia. “Hay, pues, motivo para reflexionar y resolver quiénes han sido los que han sostenido los principios más morales, más dignos y más elevados: si aquellos que diciéndose apóstoles del catolicismo y representantes de Dios y que han trastornado por completo la doctrina de sus fundadores, según se manifiesta por los hechos históricos, o los masones que conservan en toda su integridad y pureza esas doctrinas. “¿Si el fundador del cristianismo volviese a la tierra, a quién aplicaría el látigo con que expulsó del templo a los fariseos? “La Masonería, queridos hermanos, descansa en columnas bastante sólidas para que puedan conmoverlas aquellos que lanzan anatemas en nombre de una doctrina que ellos mismos han falseado. Las virtudes morales y sociales cuyos símbolos existen en nuestros templos, son los que las forman; nuestra Institución vivirá tantos siglos como ese firmamento tachonado que se decora en la bóveda de nuestros santuarios.. Sobre los anatemas de todos los papas, obispos y los llamados pastores de cualesquiera iglesia, está ese juez supremo, la conciencia humana, cuyo juicio verdaderamente infalible es el único que se debe acatar. Estamos seguros de que observando los preceptos morales de nuestra institución no tenemos que temer a su fallo. “Trabajemos, queridos amigos, hoy más que nunca, fundemos escuelas para disipar la ignorancia, demos toda la protección que se pueda a los desvalidos, procuremos Aliviar a los que sufren, en una palabra, ejercitémosla aun con aquellos mismos que hoy nos execran y habremos cumplido nuestra misión más sublime, observado de este modo el verdadero culto que debe tributarse al G. A. D. U., trabajando en provecho de la humanidad que es su obra.

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“Hoy que s e nos combate con más vigor, es preciso que nuestro espíritu se levante, que nuestra obra de propaganda sea más activa y que el celo masónico sea más intenso. “Que aquellos de nuestros queridos hermanos que por cualquier motivo hayan estado apartados de nuestros trabajos, vuelvan a ellos, y todos ligados en la gran cadena, multipliquemos nuestra fuerza para dar mayor brillo a nuestra institución. “Haciendo votos porque el G. A. D. U., nos dé fuerzas, valor y perseverancia para marchar siempre por el recto sendero de la justicia y de la verdad, “Os saludamos fraternalmente, etc.”.

CAPÍTULO XXXI

El hermano Rafael Barazarte es designado para suceder al Gran Maestro recién fallecido. La Gran Asamblea Católica de 1884. La exaltación de las pasiones da origen a un atentado contra el Presidente de la República. ¿Quiénes eran los responsables de esta agitación espiritual del país? Censuras y excomuniones. Al decir de la prensa conservadora, el Presidente de la República celebra conferencias con un jefe oculto de la Masonería. Puntos que habrían sido tratados en esas reuniones. La nueva encíclica “Inmutable Dei” permite intensificar la campaña antimasónica en Chile. Puntos principales tratados por la encíclica. Toda ella era una condenación de las idedas liberales en que s e inspiraban los pueblos. Falta de unidad y de continuidad en el Gobierno de la Masonería chilena. Causas que la produjeron. El Gran Maestro Barazarte fallece a poco de asumir sus funciones. Con la muerte del Serenísimo Gran Maestro Allende Padín, la Masonería chilena se encontraba otra vez, debido a circunstancias imposibles de prever, falta de la directiva regular, que sólo podía darle el hermano a quien la voluntad de la Gran Logia había investido de la autoridad necesaria.

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En el jefe que recién fallecía se habían cifrado, con razón, las mejores esperanzas. Desgraciadamente, la muerte venía a arrebatarlo al afecto de sus hermanos, antes de que hubiera alcanzado a desarrollar ninguna actividad encaminada a realizar tantos bellos proyectos que meditaba, en beneficio de la Orden y de la sociedad. Rafael Bazarte, que desempeñaba las funciones de Diputado Gran Maestro, fue exaltado por la voluntad de la Gran Logia, al puesto de Jefe de la Masonería chilena, en la Asamblea General verificada a fines de 1884. Este hermano se había venido distinguiendo en las columnas de la Orden por su filantropía, la firmeza de sus convicciones y su acendrado doctrinarismo. Médico cirujano de profesión, había ejercido algún tiempo gratuitamente su profesión a bordo de “La Esmeralda” y como médico de ciudad en Ancud, en Vallenar y en Copiapó (1862-1868). Más tarde llevado de su espíritu emprendedor, se había dedicado a la minería, en la cual había acumulado, después de trece años de ímprobos esfuerzos, una considerable fortuna. Deseando fomentar algunas industrias, como las de las maderas, que podía ser una fuente de riquezas para el país, hizo un viaje a la región sur de Chile. En cada pueblo d e su paso, dejaba un recuerdo de su filantropía, ayudando con desprendimiento sin igual a las obras de solidaridad social y beneficencia y haciendo donaciones cuantiosas a los hospitales y demás establecimientos similares. Diputado al Congreso Nacional por Copiapó y Caldera, sirvió a la República con brillo; en la cuestión del Enviado del Papa, Monseñor dell Frate y en la de los Tribunales Arbitrales, colocándose a la altura de su cargo de representante. Interpeló en tales ocasiones al Ministro y puso de relieve los hechos de aquellos agentes extranjeros obligándolos a salir del país, “porque herían los sentimientos nacionales de soberanía”. Al decir de uno de sus biógrafos. “ninguna obra de beneficencia desechó; tendió su mano generosa para estimular toda empresa útil y de interés general”73.

73 P. P. Figueroa. “Diccionario Biográfico de Chile”. T. I.

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Cuando se hizo cargo de la Gran Maestría, desempeñaba las funciones de Diputado por Valparaíso. Llegaba el nuevo Jefe en circunstancias en que la tormenta completamente desencadenada, agitaba todos los espíritus con sus ráfagas de pasión y violencia. Las reformas constitucionales, especialmente las que s e referían a las relaciones de la Iglesia y el Estado y a la constitución civil de la familia –llamadas impropiamente reformas religiosas o teológicas-, habían despertado viva contrariedad en el elemento social en que la influencia del clero era notable, y a la vez impotente para detener la marcha de la evolución; por eso el elemento vencido en sus opiniones descargaba su cólera en forma mordaz sobre los propulsores y defensores de las reformas. El blanco principal de estos ataques, como lo hemos manifestado, era la Francmasonería. Como un acto de protesta contra las reformas introducidas en la Constitución Política del estado en el curso del año 1884, se llevó a efecto una gran Asamblea Católica, que tuvo lugar en Santiago, del 1 al 5 de noviembre del citado año. Lo más representativo del Partido Conservador y del Clero Católico tuvo su asiento en dicha Asamblea, en cuyas sesiones hubo vasto campo para que los oradores –en forma vehemente o disimulada, según su temperamento- descargaran sus golpes sobre la Orden Masónica. No deja de llamar la atención esa especie de frenesí de que estaban poseídos muchos de los asambleístas y, en especial, los periodistas ultramontanos. Su afán no era ya pregonar y demostrar las excelencias de su fe, la universalidad de sus doctrinas, la grandeza de su credo -¡el único verdadero y divino!- sino que s e pretendía coger la conciencia humana, agarrotarla, emparedarla, echarle una venda para que no viera la luz, ponerle una mordaza para ahogar sus protestas, taparle los oídos para que no oyera el canto del progreso redentor. De haber estado en sus manos, hubiera restablecido la inquisición, con sus hogueras y yodo… Pero si el clero carecía de la fuerza material para ello, apelaba a su pretendido poder espiritual, para amenazar con las penas eternas al audaz que quisiera juzgar los acontecimientos con alguna independencia; para doblegar con

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el peso de su anatema al pusilánime, que en un arrebato de rebeldía hubiera osado levantar la frente. Esa efervescencia, esa exaltación, ese frenesí, explican –pero no justifican- el atentado de que fue objeto el Presidente de la República en enero de 1885, cuando, mediante el envío de una anónima encomienda postal- que era una caja de explosivos con su correspondiente mecanismo para estallar al momento de ser desenvuelta- se quiso aniquilar en la persona del primer mandatario de la nación, el principio liberal que inspiraba su política. Que ese atentado fue de la iniciativa personal de algún fanático, nos parece indudable; pero que en la determinación de ese alucinado. Más que su propia voluntad o reflexión, pesó la prédica implacable del ultramontanismo, es asunto que tampoco admite discusión. Campañas llevadas en tal forma, no sólo desorientan a veces la conciencia colectiva de la sociedad, sino que ofuscan la conciencia individual. El Diputado don Francisco Puelma Tupper, cristalizando, a la vez que la indignación producida por el hecho mismo, , la repugnancia que inspiraban los medios de combate empleados por los adversarios del liberalismo, se expresaba con estas enérgicas palabras74: “Mañana, cuando el telégrafo transmita a todo el país el deplorable atentado que ha tenido lugar y, cuando lo comunique a todas las naciones civilizadas, junto con el relato de este tristísimo incidente, se acompañará, no podemos dudarlo, la indicación, si no de la persona, de la causa que ha producido este extraordinario suceso, mostrando a los que han azuzado las pasiones del pueblo, a los que han convertido la cátedra sagrada, desde hace largos meses, en lugar de difamación pública de las más altas personalidades del liberalismo”. ………………………………………………………………………………………. “…Es triste confirmar que estos lamentables incidentes sólo se producen cuando las pasiones humanas se irritan fuera de medida por procedimientos vedados para los hombres prudentes; y que es por lo tanto discreto no continuar en el peligroso camino de agitaciones y tormentas, a menos

74 En la sesión Extraordinaria de la Cámara de Diputadops, del 19 de enero de 1885.

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de hacerse sus actores y consentidores, responsables a sabiendas de sus tristes consecuencias”. Desgraciadamente, la voz de la cordura no fue oída y la lucha prosiguió más violenta que nunca. El siguiente documento es más elocuente que toda una relación: “Arzobispado de Santiago. Número 8.073. Santiago, abril 28 de 1885. recibí la comunicación de Ud. fecha veintitrés del corriente, en que propone a mi resolución el caso de don José del Tránsito Ramírez, que estima una medida política la prohibición de la lectura habitual y pago de suscripción del diario “El Ferrocarril” hecha a él por uno de los misioneros en las últimas misiones dadas a esa parroquia, negándole la absolución sacramental si no prometía dejar desde luego la referida suscripción. Ud., como párroco, sancionó lo mismo que el sacerdote misionero había hecho. No era posible hacerlo de otra manera, porque nunca sería lícito obrar contra las prescripciones de la Iglesia, que manda apartar a los fieles de las lecturas perniciosas que deben causar la perdición de las almas. La lectura de “El Ferrocarril” es ocasionada a este gravísimo peligro, porque es un diario que desde su fundación se ha propuesto siempre atacar las ideas religiosas y socavar por su base la autoridad de la Iglesia, dando salida en sus columnas a artículos contrarios a sus dogmas y a su enseñanza. Así en las noticias extranjeras tiene el referido diario especial cuidado de reproducir aquellas que de algún modo lastiman los sentimientos católicos, y aun más, da frecuentemente íntegros artículos tomados de diarios europeos manifiestamente contrarios a los principios de nuestra santa religión. “No hace muchos años que los sacerdotes de la conferencia moral de Santiago hicieron un estudio detallado de los diarios anticatólicos y entre éstos, “El Ferrocarril”, y por el común sentir de todos se decidió que s e hacían reos de pecado grave los lectores habituales y sostenedores de tales periódicos, opinión que fue sancionada por todos los prelados de la Iglesia chilena. Y a fin de que el referido don José del Tránsito Ramírez se instruya en esta materia, remito a Ud. un ejemplar del opúsculo intitulado “Los periódicos irreligiosos ante la conciencia católica”, suscrito por el clero chileno y

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dado a luz con la autorización de los Ordinarios de la República. “En esta virtud, cualesquiera que sean las consecuencias, no podemos consentir en el caso propuesto y en todos los que se presenten de este género, que se lea “El Ferrocarril” habitualmente y se fomente su publicación, sosteniéndola con dinero, es decir, suscribiéndose a él; porque, según las reglas generales de la Iglesia, no puede permitirse su lectura, sin grave peligro de la perdición de las almas. “En este sentido queda ya resuelta la consulta que Ud. me hace. Espero que el caballero de que se trata, mejor instruido en negocio de tanta importancia, rectificará su juicio en negocio de tanta importancia, rectificará su juicio, no creyendo medida política la que no es más que un deber que la Iglesia nos impone. Dios guarde Ud. José Ramón Astorga. Al Cura y Vicario de Molina75.

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Así, mientras por un lado se prohibía severamente la lectura de la prensa liberal, los periódicos al servicio del clero, protegidos y recomendados como alimento espiritual a esa parte de la sociedad que tiene mayor necesidad de cultura, propalaban las más absurdas invenciones y mistificaban la opinión con incalificable impudicia. Porque es preciso convenir que hay bastante distancia entre el periodista que defiende de buena fe sus doctrinas –erróneas o verdaderas- y el que se vale de torpes fantasías- para engañar el criterio y la conciencia de un país. Así, mientras por un lado se prohibía severamente la lectura de la prensa liberal, los periódicos al servicio del clero, protegidos y recomendados como alimento espiritual a esa parte de la sociedad que tiene mayor necesidad de cultura, propalaban las más absurdas invenciones y mistificaban la opinión con incalificable impudicia. Porque es preciso convenir que hay bastante distancia entre el periodista que defiende de buena fe sus doctrinas –erróneas o verdaderas- y el que

75 Boletín Eclesiástico, T. IX, p. 1177.

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se vale de torpes fantasías- para engañar el criterio y la conciencia de un país. El 26 de junio de 1885, encontramos en “El Independiente” la siguiente noticia, bajo los sugestivos títulos Actualidad Política. Cartas Políticas. Conferencia entre Santa María y el Jefe de la Masonería. SS. RR. de “El Independiente”: “Algunas conferencias habidas entre Santa María y un visitador oculto de la Masonería que tiene orden de remitir a Europa un cuadro o trabajo, el más completo, de los progresos masónicos en la América del Sur y en particular en Chile, donde menos influencia habían alcanzado hasta los últimos años, explican hasta la evidencia la política pasada, presente y futura de la que, sin duda alguna, debe hallarse muy complacida la Masonería, pues ella no ha sido, es ni será otra cosa que la realización del plan masónico, llevado a cabo unas veces manifiesta y otras ocultamente, como lo demuestran las conferencias habidas entre ambos. “Después de darse las manos y saludarse al estilo masónico, el hermano comisionado por la Gran Logia de Europa presentó las credenciales y los títulos que lo acreditaban ante los gobiernos de estas Repúblicas y entregó a la vez una carta en que se le daba las gracias a nombre del G. A. por sus buenos oficios76. Inmediatamente, el Jefe masónico manifestó con el sigilo más estricto de la secta que siendo la religión el blanco oculto de la Masonería, la enseñanza el arma más poderosa para atacarla y la filantropía que llaman beneficencia el cebo con que más prosélitos gana, necesitaba una noticia tan extensa como exacta para evacuar su informe, favor que esperaba de la benevolencia de Su Excelencia el Presidente. “Tenemos, pues, las tres materias, objeto de las conferencias, que han durado algunos días y que nos ofrecerán algunas Cartas Políticas de la más palpitante actualidad: religión, Enseñanza, Filantropía.

RELIGIÓN

76 Como se ve, la aseveración es falsa en el conjunto y en los detalles. En el conjunto, porque Santa María no era hermano masón; y en los detalles, porque cada Poder Masónico es completamente autónomo e independiente, sin que exista esa Gran Logia de Europa a que s e refiere el artículo citado. La masonería no tiene papas.

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Después de haber expuesto el jefe masónico N*** que la religión era el blanco de la Masonería, porque ella patrocinaba el oscurantismo y el fanatismo en medio del siglo de las luces que debiera protegerse dominando a aquélla, el jefe de Chile contestó en estos y otros parecidos términos, pero con la misma sustentación n de ideas: “La cuestión religiosa, que es la más difícil de realizar, principalmente en pueblos nacidos al fuego del más exagerado fanatismo, puede considerarse resuelta en Chile: la elección de miembros para ambas Cámaras y el Consejo fue tan acertada en la legislatura pasada que, unida a la docilidad con que me obedecido el Ministro del Interior, me ha permitido realizar fácilmente reformas teológicas que han dado por resultado suprimir la religión de la Constitución, y si el Presupuesto del Culto quedó consignado, fue con el doble fin de tener un velo que ocultara mis planes y a la vez humillar al clero dominante que he conseguido ver a mis pies en demanda de recursos para sus iglesias: medida nada peligrosa porque es poco lo que se gasta y esto a los que no son hostiles al gobierno, y por otra parte, puede quitarse cuando nos convenga, con lo que acontece a muchos. “Del mismo modo he conseguido establecer el matrimonio civil para quitar el carácter religioso, y aunque he tropezado con algunas dificultades en la práctica, ya por la falta e hábito, ya también por la guerra tenaz que el clero le ha hecho, tengo ya resuelto hacerlo obligatorio, lo que se sancionará muy en breve, porque los miembros de ambas Cámaras pertenecen en su mayoría a la Masonería y el Consejo de estado nos obedece ciegamente. Lo poco que hay de oposición caerá bajo el número inmenso de la mayoría; por este punto no hay que temer; ellos harán lo que yo les mande en esto y en cualquiera otra reforma, aunque sea más avanzada, si conviene a nuestros intereses; el pueblo, por otra parte, es pacífico, y aunque fanatizado, soportará y acatará nuestras disposiciones”. Los párrafos que hemos reproducido no necesitan comentarios. Se ve detrás de ellos, fuera del afán de sembrar alarmas, otro fin avieso: picar el amor propio del jefe del Gabinete por medio de las palabras puestas en boca del Presidente de la República.

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Si la encíclica “Humanum Genus”, de 20 de abril de 1884, vino a ser como la voz de orden para iniciar el combate, el nuevo edicto “Inmutabile Dei”, expedido por el Pontífice Romano el 1 de noviembre de 1885 y dado a conocer entre nosotros, acompañado de una Pastoral Colectiva del Obispo de La Serena, Vicario Capitular de Ancud y Vicario capitular de Concepción, en 29 de junio de 1886, constituía un plan extenso y minucioso, a que debían ceñir su conducta los católicos, frente a la reformas político-sociales que se operaban, no sólo en Chile, sino en casi todos los países republicanos y democráticos. Dicha encíclica, dividida en siete capítulos, comentaba cada punto susceptible de discusión y proponía conclusiones terminantes. He aquí un sumario de los capítulos: I. De la sociedad civil, su constitución, sus deberes. En este capítulo, entre otras cosas, se establece que “la autoridad viene de Dios, sea cual fuere la forma de gobierno en que resida”; y como lógica conscuencia, se deduce la “obligación de un culto público y común”. Naturalmente, ese culto no podía ser otro que el católico.77 II. La Sociedad Religiosa o la Iglesia. Su constitución, prerrogativas. Aquí se declara que “la Iglesia es una Soiedad distinta, perfecta en sí misma y superior a las demás; que ha recibido de Dios el poder legislativo y coercitivo; que a ella le compete ejercerlas y de ninguna manera al estado. III. Relación que existe entre el Poder Eclesiástico y el Poder Civil. IV. Perfección y preeminencia de la constitución cristiana de los Estados. VI. 78 La constitución de los estados, según el Derecho Moderno, es contraria a la razón. En este capítulo se expresan las siguientes ideas. Primer error, la soberanía del pueblo. Segundo error, la indiferencia religiosa. Tercer error,

78 En el “Boletín Eclesiástico”, Libro IX, pág. 954 y siguientes, donde hemos examinado esta encíclica, los capítulos vienen numerados en la forma que indicamos; falta el capítulo V.

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la libertad de pensamiento. Cuarto error, la secularización de las leyes, de la enseñanza, de la familia y de la moral. Quinto error, la sujeción de la Iglesia al Poder Civil. VII. La Constitución de los Estados según el Derecho Moderno ha sido condenada por los Romanos Pontífices. VIII. Deberes de los católicos. En cuanto al modo de pensar: declarar en público todo cuanto los romanos pontífices enseñan o han enseñado. En cuanto a la acción: sirviéndose de las instituciones existentes en provecho de la verdad y de la justicia y esforzándose en restituirles a la forma cristiana, bajo la dirección de la Sede Apostólica y de los Obispos. Para esto, guardarse como de la peste, del racionalismo, naturalismo, etc…, etc.

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En medio de este agitado mar de opiniones y de pasiones profanas, la Masonería hacía no sólo esfuerzos para reconstruirse, y recuperar su antiguo vigor, sino que especialmente y tanto como sus fuerzas se lo permitían, procuraba llevar hasta el seno de las disputas de los hombres, su palabra de paz y de concordia. Desgraciadamente, una serie de acontecimientos, eslabonados con fatal continuidad, iba entorpeciendo a cada paso su marcha, ya bastante difícil a causa de la hostilidad de sus adversarios. Puede decirse que, desde el gobierno de su primer Gran Maestro, el hermano Juan de Dios Arlegui, que rigió sus destinos durante un decenio, ninguno de los otros jefes llenó por completo su período constitucional; diversas circunstancias venían a impedir es estos hermanos realizar hasta su término el programa de trabajo propuesto al iniciar sus tareas directivas. Como es fácil comprender, estas inesperadas interrupciones en el manejo de la Institución tenía repercusión en todo el organismo masónico y los trabajos de las logias de todo el país sufrían las consecuencias de estas acefalías y de estos continuos cambios de jefes, que no siempre habían tenido el mismo criterio y el mismo plan para desenvolver los trabajos. Así, hemos visto que el Gran Maestro Javier Villanueva, sucesor de Juan de Dios Arlegui, renuncia su puesto por

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desacuerdo con la Gran Logia frente a las exigencias del Supremo Consejo, antes de terminar su período. El hermano Benicio Álamos González termina el mandato inconcluso de Villanueva; elegido a su vez, por un nuevo período, en 1875, y cuando su hermoso “Plan de Trabajos Masónicos” empezaba a ser una realidad, se ve repentinamente obligado a dejar su puesto, para marchar al Perú en desempeño de una misión diplomática del gobierno de la República. Toma entonces la dirección de la Gran Logia el Diputado Gran Maestro José Miguel Fáez; pero, al poco tiempo, la renuncia a su vez; y la Gran Logia designa por jefe al hermano Evaristo Soublette. Éste es el primer Gran Maestro, después de Juan de Dios Arlegui, que cumple su período entero. ¡Pero, en qué condiciones! La guerra, conmoviendo a toda la República, repercutía intensamente en la Institución, al extremo que la mayoría de las Logias apenas si conservaron el número de miembros indispensable para celebrar sesión. Pasada la crisis y salvados los diversos escollos que con harta frecuencia se presentaron, el hermano Soublette dejaba el mando, después de una administración que había sido todo lo correcta que en tan deplorables condiciones podía pedirse. El nombre del hermano José Francisco Vergara, llamado a la Gran Maestría en 1881, representó para todos los masones de Chile una esperanza de resurgimiento y de progreso. Desgraciadamente, los deberes políticos y otras razones más íntimas determinaron al egregio ciudadano a renunciar la Gran Maestría, cuando apenas había transcurrido un año desde su exaltación. Era necesario completar ese período. Nuevamente el hermano José Migue Fáez es puesto al frente de la Orden. Con más de sesenta años de edad, este ilustre masón encara difícil y delicada por que atraviesa la Masonería. Su mano es firme y su entusiasmo no decae, pero su gobierno no dura sino lo que faltaba para enterar el trienio de Vergara; y deja el cargo, en la esperanza de que su hermano más joven lo reemplace con ventaja. Ramón Allende Padín empuña entonces el simbólico mallete; sus antecedentes, masónicos y profanos, auguran un período de brillante y próspera labor. Pero la muerte de tan

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ilustre jefe, ocurrida tres meses más tarde, trunca todas las expectativas. El hermano Rafael Barazarte, que le sucede entonces en su carácter de Diputado Gran Maestro durante un tiempo y elegido Serenísimo Gran Maestro después, llega al primer puesto de la Masonería en el período culminante de aquella enconada lucha político-social. Apenas alcanza a dirigir su palabra de aliento a las logias, cae también para no levantarse más: su fallecimiento, ocurrido el 2 de diciembre de 1886, coloca nuevamente a la Masonería en una dolorosa situación. Pero es tan admirable la situación interna de esta Institución, son tan sabias las disposiciones que la rigen que todos estos tropiezos, sensibles y dolorosos, en verdad, no alcanzan a perturbar la esencia de su doctrina ni desorientar la líneas generales de su acción. Naturalmente, sus doctrinas se realizan mediante el concurso de los hombres; la pérdida de éstos importa una momentánea paralización en sus actividades; pero, a pesar de esa continua interrupción en su gobierno, la Orden ni se disgregó ni se anarquizó, ni siquiera vaciló respecto de su misión. Supo soportar el dolor que causaban la muerte o el alejamiento de sus miembros más ilustres y queridos; y supo también reconcentrase un instante, después de cada tropiezo, y reflexionar serenamente para inspirar su actitud. Así la hemos podido ver, con interrupciones y vacíos en el desarrollo material de sus trabajos; pero conservando su serenidad admirable de principios, de doctrina y de ideal.

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La noticia de la muerte del hermano Rafael Barazarte, que nadie imaginaba tan cercana, repercutió dolorosamente en todos los círculos sociales, especialmente en el seno de las logias. “Ayer, a las seis de la mañana –decía “El Ferrocarril” del viernes 3 de diciembre- dejó de existir el señor Rafael Barazarte, diputado al Congreso Nacional. A fines de la semana pasada el señor Barazarte había llegado de Paposo con su salud un tanto quebrantada, pero sin que nada indicara que un desenlace tan funesto estuviera tan próximo. Anteayer, el estado de su salud empeoró; se sintió fatigado

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y se quejaba de dolores al corazón. Los facultativos no creían, sin embargo,, que el mar fuera grave, y a instancia de la familia, habían acordado reunirse ayer en junta, a las diez de la mañana. A las seis y media el señor Barazarte sufrió un brusco ataque, que duró muy pocos minutos, expirando en los brazos de su angustiada esposa. Hoy, a las cinco de la tarde, serán trasladados al Cementerio los restos del señor Barazarte. El acompañamiento fúnebre saldrá de la casa número 111 de la calle de la Compañía, esquina del Peumo”. Públicamente, por medio de la prensa, la Gran Logia citó los hermanos de los Talleres de la Obediencia a los funerales del Gran Maestro. Otro tanto hicieron las Logias “Justicia y Libertad” Nº 5 y “Avenir et Liberté” Nº 9. La ceremonia fúnebre realizada en el Cementerio, de acuerdo con el Ritual Masónico, en el momento de la sepultación, produjo viva emoción en la concurrencia. Dicha ceremonia demostraba una vez más que la Francmasonería, lejos de extinguir o ahogar los sentimientos piadosos por medio de un materialismo irreflexivo, cultiva con el mayor esmero la delicada flor del sentimiento en el corazón de sus afiliados. Oigamos un comentario hecho por la pluma de un periodista, que no era masón79. Antes de depositar el cadáver en la sepultura, hicieron uso de la palabra los señores: Manuel Villamil Blanco, Augustro Orrego Luco, Julio Bañados Espinoza, Pedro Montt, Pedro N. Prendez, Anselmo Hevia Riquelme y Manuel Guzmán Velásquez. “En suma, los funerales del señor Barazarte, aparte de la ceremonia masónica, han sido de los más lucidos y de los que han demostrado más cuantos buenos recuerdos deja atrás el que se ha ido”. ………………………………………………………………………………………. “Las coronas que cubrían el ataúd tenían las siguientes dedicatorias: “El Club Central de Valparaíso a su Director don Rafael Barazarte”. Su Presidente, Manuel Guzmán Velásquez; su Director Antonio Gacitúa; su Tesorero, José Zacarías Muñoz”. “Alcibíades Uriondo”

79 “El Ferrocarril”, diciembre de 1886.

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“A mi protector y amigo Rafael Barazarte. -Segundo Molina. “Recuerdo de cariño. –Fidela Molina”. “María de la Encarnación Fernández de Balmaceda”. “Leonor Navarrete de Prieto e hijas”. “Recuerdo de gratitud y cariño, de M. Lago Cortés al infatigable industrial y filántropo Rafael Barazarte”. “Logia Justicia y Libertad” Nº 5. También había una tarjeta de don Edecio Torreblanca, hermano francmasón. Después de dar la lista de los asistentes, “El Ferrocarril” continúa en los siguientes términos:

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CEREMONIA MASÓNICA

“Como se sabe, el señor Barazarte había sido elegido Gran Diputado de la Gran Logia de Chile, de la cual dependen las diversas logias del país. “El Presidente de la Gran Logia, o sea el Serenísimo Gran Maestro, era el doctor Ramón Allende Padín. “Después de la muerte del señor Allende Padín, debía reemplazarlo el señor Barazarte, según la escala de las dignidades masónicas, mientras se hacía nueva elección por los diputados de las logias. “La elección recayó precisamente en el Gran Diputado señor Barazarte. “Su muerte, pues, es un duelo general para la Masonería chilena. “Han concurrido a sus funerales delegados de todas las Logias de los valles o distritos masónicos de Santiago y Valparaíso, como asimismo los altos Dignatarios de la Gran Logia de Chile, que tiene su asiento en Valparaíso. “Llegado el cortejo al Cementerio y una vez terminada la ceremonia civil y los discursos, se dio principio al ceremonial que se acostumbra entre los masones. “Presidió el duelo el Gran Diputado de la Gran Logia señor Guzmán Velásquez, que había venido expresamente de Valparaíso.

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“En seguida se juntaron los masones de la concurrencia para formar lo que se llama en términos masónicos “la cadena de unión”. La cadena, sin embargo, se deja desunida en uno de sus extremos, para significar que uno de sus eslabones ha sido roto por la muerte. El Gran Diputado en este momento dijo en alta voz: -“Se rompió la cadena que nos unía, es preciso volver a unirla”. “Se quitaron la rama de acacia que llevaban prendida en el ojal y la arrojaron sobre la tumba del señor Barazarte. La acacia es para todos los masones, símbolo de la inmortalidad del alma y de la virtud”. A continuación, “El Ferrocarril” inserta los discursos pronunciados por los señores don Manuel Villamil Blanco, don Pedro Montt, don Augusto Orrego Luco, don Julio Bañados Espinosa, para terminar con el siguiente, encabezado en la forma que lo reproducimos: “Discurso del señor Anselmo Hevia Riquelme, Venerable Maestro de la logia “Justicia y Libertad”: “La presencia de ese ataúd, la tristeza y el dolor que nos abruman, las lágrimas prontas a brotar de nuestros ojos, todo nos anuncia, hermanos míos, que estamos llamados a cumplir un deber demasiado doloroso. “Nuestra emoción es causada por el espectáculo que nos ofrece ese poder oculto en el gran todo de la naturaleza que nada crea que no destruya de igual manera. “¡Bien corto es el intervalo que separa la vida de la muerte! “Renovaré vuestro dolor sólo para hablaros de un hombre justo, de un hermano modelo de virtud, dotado de las más bellas cualidades masónicas. “Rafael Barazarte, miembro de la Masonería chilena, supo ajustar todos los actos de su vida a los principios inherentes a aquella institución. Tuvo por único objetivo el progreso, el mejoramiento moral y material de la humanidad. “Reconocía la tolerancia como la virtud más preciosa y vosotros sois testigos de haberlo visto a vuestro lado, ocupado de cuestiones de educación, discutiendo cuestiones filosóficas y sociales. Lo habéis visto examinar los medios de impedir los conflictos tan lamentables entre las distintas clases de la sociedad.

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“Filántropo por excelencia, cada vez que hubo una desgracia por consolar, lo encontrasteis pronto a cumplir con su deber; y lo visteis herido cuando estos actos generosos eran puestos por alguno en evidencia. “Su mano supo siempre enjugar las lágrimas del infortunio; fue para la desgracia un ángel de beneficencia. “Modelo de constancia y laboriosidad en nuestra Institución, fue siempre pródigo de los consejos y cuidados que de él exigía la amistad y limitaba todos sus deseos al ejercicio de sus virtudes apacibles. “Como masón, despojado de pasiones y de preocupaciones, no veia en su semejante sino un igual y un hermano. “En su vida privada, esposo amante y buen amigo, era ejemplo d e todas las virtudes y su hogar doméstico un cuadro completo de paz y felicidad. “Como médico, ejerció su profesión con acierto y con la abnegación propia de los sentimientos humanitarios que le distinguían. Y cuando la patria necesitó sus servicios durante la guerra con Perú, los prestó muy buenos en calidad de cirujano de “La Esmeralda”. “Hombre penetrado de que el trabajo no deshonra, pobre o rico, se dedicó durante muchos años a la industria y ésta pierde con su muerte al que más ha contribuido a su desarrollo. “Radical de convicciones, la causa del liberalismo pierde uno de sus mejores sostenedores. “A nombre de la Respetable Logia “Justicia y Libertad” que tengo el honor de presidir, no es por recordar los hechos del hermano Barazarte, dignos de alabanza, que hablo de las virtudes masónicas que practicó, pues es sólo mi intento presentarlo a vosotros, queridos hermanos, como un modelo de la conducta que como masones debemos observar. “La muerte es el término de todo. Poder, juventud, belleza, nada sois delante de ella, porque sólo la virtud es acreedora a la inmortalidad! “Hermano Rafael Barazarte, ¡Descansa en paz!... Las virtudes que practicaste durante tu vida y el cariño y respeto que alcanzaste en la práctica de esas virtudes, son el más justo título para dormir tranquilo el sueño de la eternidad”.

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Rafael Barazarte, que tenía un gran talento de organizador, no pudo, desgraciadamente, imprimir a la Masonería chilena el impulso que de su dinamismo hubiera podido esperarse, debido, en gran parte, al hecho de que el Jefe d e la Orden, al igual que sus predecesores Allende Padín y Vergara, no residía en Valparaíso, asiento de la Gran Logia. Además, sus labores como Diputado al Congreso Nacional y el propio manejo de sus negocios particulares tan cuantiosos como importantes. No le permitieron consagrar a las labores de la Gran Maestría toda la atención necesaria. Una de las medidas de mayor trascendencia que adoptara la Gran Logia bajo su presidencia, fue la declaración en sueño de las Logias “Progreso” N° 4 y “Aurora N° 6 de Valparaíso, tomada en Asamblea de 2 de noviembre de 1886. A los hermanos que componían dichas logias se les concedió un plazo de tres meses para que se incorporaran a otros talleres, si deseaban conservar su regularidad masónica. Poco después del fallecimiento del hermano Barazarte, y antes de un nuevo Gran Maestro se hiciera cargo de la dirección de la Gran Logia, ésta se vio precisada a desarrollar la actividad que le correspondía, frente al avance de la terrible epidemia del cólera, que diezmó al país en los comienzos de 1887. Con tal objeto, el 26 de enero de ese año, promovió una reunión de todas las logias residentes en Valparaíso y huérfanos de las víctimas de la epidemia, logrando que se formara un directorio de diez miembros, en el que estaban representados todos los Talleres de la provincia. Este comité alcanzó en el desempeño de su cometido los más lisonjeros resultados. Además influyó eficazmente con el Directorio de la Escuela Blas Cuevas, a fin de que cediera, por el tiempo que reinase la epidemia, el local en que funcionaba la escuela, destinándolo a lazareto de coléricos, el que, aceptado por la autoridad, prestó servicios de importancia, recibiendo agradecimientos especiales del gobierno y del público.

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CAPÍTULO XXXII

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El hermano Enrique Mac-Iver asume la dirección de la Masonería chilena. Sus colaboradores. Su residencia en Santiago es un grave inconveniente para sus funciones masónicas, al frente de la Gran Logia con sede en Valparaíso. Sus actividades políticas absorben toda su atención. La guerra civil de 1891 divide y dispersa a las fuerzas masónicas. La simpatía y personal consagración del Gran Maestro Mac-iver a uno de los bandos en lucha, desmoraliza a los masones independientes. En horas difíciles, cuando la orden tenía mayor necesidad de la atención de su jefe, éste marcha al extranjero, por asuntos políticos, ajenos a los intereses de la institución. Juicios de ilustres masones sobre el gobierno masónico de Mac-Iver. Precaria existencia de las logias fundadas en este período. Primer intento de prensa masónica: “El Puritano”. Al debilitamiento de las logias chilenas corresponde un visible aumento de las extranjeras. Cuadro comparativo: siete logias nacionales y dieciséis extranjeras funcionan en el país. Fallecimiento del ex Gran Maestro, José Miguel Fáez. El hermano Enrique Mac-Iver, elegido Serenísimo Gran Maestro en la Asamblea de septiembre de 1887, fue el llamado a suceder al hermano Rafael Barazarte en el Gobierno de la Orden. Llegaba el hermano Mac-Iver a ese alto cargo después de haber prestado valiosos y constantes servicios a la Orden. Iniciado en la respetable Logia “Deber y Constancia” N° 7, el 8 de diciembre de 1869, obtuvo en muy corto espacio de tiempo, merced a su talento y perseverancia, la plenitud de sus derechos masónicos; y ya en 1871 ocupaba un lugar entre las cinco primeras luces de su Logia madre, desempeñando el cargo de Orador. También sirvió con eficiencia diversos otros cargos: Secretario, Orador en varios períodos, y Venerable Maestro en diciembre de 1873, 1875 y 1876, fue un fiel y concienzudo cumplidor de sus deberes y en todo momento sirvió como una de las columnas más sólidas del Taller y de la Orden. Cuando la Logia “Deber y Constancia” hubo de abatir sus columnas a mediados de 1880, una ráfaga de desaliento

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dispersó su reducido cuadro y arrojó a los pocos hermanos que habían permanecido en sus filas lejos de toda actividad. Algunos de esos hermanos y otros que habían pertenecido a la “Verdad” N° 10, fueron volviendo poco a poco a la actividad en las columnas de la “Justicia y Libertad” N° 5. El 29 de septiembre de 1884, el hermano Enrique Mac-Iver se afiliaba a esta Logia en compañía de los hermanos Francisco Puelma Tupper y Benjamín Salas Errázuriz; pero en ese entonces su obra dentro de la Logia fue escasa. Sus labores parlamentarias y su trabajo forense eran muy intensos. Además,, no se sentía tan vinculado al nuevo personal con que le correspondía actuar, como lo estuvo con el de su primera Logia, en la cual figuraban muchos de sus compañeros de las aulas universitarias y del Partido Radical. No obstante, en diciembre de 1886, la Logia “Justicia y Libertad” N° 5 lo eligió Venerable Maestro; pero renunció n el acto al cargo, que ejerció el hermano Manuel Carrera Pinto. La elección de Gran Maestro, recaída en él al año siguiente, lo hizo comprender que sus obligaciones estaban aún lejos de haber terminado; y que la Orden le pedía su cooperación en un momento que podía calificarse de decisivo para su destino. Mac-Iver, atento sólo a la voz de su deber, aceptó el cargo sin vacilar. Esta elección, al igual de las verificadas anteriormente y que habían dado por resultado la designación de los hermanos José Francisco Vergara, Ramón Allende Padín y Rafael Barazarte, no podía ser más feliz, si se toman en cuenta los merecimientos masónicos y condiciones profanas del elegido. Pero todas esas elecciones se hicieron con olvido de una circunstancia primordial que impidió a esos jefes desarrollar una labor directiva tan eficaz como de cada uno de ellos se esperaba con sobrado fundamento. En efecto, Vergara, Allende Padín, Bazarate y Mac-Iver vivían en Santiago y estaban consagrados a una actividad parlamentaria y política que les absorbía la mayor parte de su tiempo. Y como la Gran Maestría no es un simple título honorífico, sino que significa labor difícil y tenaz; y como los demás organismos directivos de la Masonería estaban radicados en Valparaíso y no podían mantenerse en el contacto diario con el gran Maestro, -lo que es tan necesario dentro de la organización masónica que se desarrolla en armónica

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vigilancia y colaboración de todos los hermanos llamados a dirigirla-, la obra de estos jefes, alejados del centro de las actividades, se resentía y, a veces, resultaba estéril. Colaboraban con el Gran Maestro los siguientes Grandes Dignatarios: Diputado Gran Maestro, Manuel Guzmán Velásquez; Primer Gran Celador, Guillermo Munich; Segundo Gran Celador, Antonio Gacitúa; Gran Orador, Antonio Maldini; Gran Tesorero, Santiago Hardie; Gran Secretario, P. Abdón García Pastoll. El Consejo del Gran Maestro estaba integrado por los siguientes hermanos, entre los cuales, como se ve, figuraban dos ex Grandes Maestros: Evaristo Soublette, Joaquín Garzena, Manuel A. Velásquez, Juan B. Ricco, Federico Gacitúa, José Miguel Fáez, Salvador Bustos, Santiago Marín, Emilio Siderey B. y Pedro Maldini. Para integrar las comisiones, a más de los grandes dignatarios y miembros del Consejo, figuraban los hermanos Santiago F. Kerr y Antonio F. Covarrubias.

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La Gran Logia de Chile, tan accidentada en su gobierno y que desde los fecundos días de la dirección del hermano Arlegui no había veulto a tener un jefe que cumpliera un período completo en su administración, había encontrado al fin el hombre que habría de mantenerse a su cabeza, no ya durante todo el tiempo señalado por la Constitución Masónica, sino que, al expirar su mandato, había de ser reelegido para un nuevo período. En efecto, el hermano Mac-Iver desempeñó el cargo de Serenísimo Gran Maestro desde septiembre de 1887 hasta mayo de 1894.

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El inconveniente que se había señalado como la causa principal de la falta de coordinación en los trabajos de los jefes anteriores –su discontinuidad- fue completamente salvado durante la Gran Maestría del hermano Mac-Iver. Sin

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embargo, -y a pesar de su doble período- su gobierno no fue ni más eficaz, ni más fecundo que el de sus antecesores. Es verdad que después de un período de apatía y languidez en los trabajos masónicos, bajo el mallete de este Gran Maestro cinco nuevas Logias levantaron sus columnas: “Unión y Cultura” N° 14, en Antofagasta; “Fuerza y Trabajo” N° 15 en Taltal; “Southern Cross” N° 16, en Coronel; “Estrella de Chile” N° 17, en Santiago, y “Unión del Sur” N° 18 en Talca. Pero este surgimiento no fue más que aparente y momentáneo, pues, como lo veremos más adelante, la actividad, o, más bien dicho, la existencia misma de esas nuevas logias –salvo escasísimas excepciones- fue efímera. De donde resulta que si vamos a juzgar el valor de la actividad masónica por la creación de dicha slogias, es fuerza reconocer que dicha actividad resultó bastante escasa. Además, debemos recordar que otras tres logias, que existían desde antes, también abatieron sus columnas por esta época: “Orden y Libertad” N° 3 de Copiapó; “Germania” N° 8 de Valparaíso” y “Tolerancia” N° 12, de Chillán, por razones que más adelante conoceremos. Si no fue entonces la brevedad del período lo que produjo tan escasos frutos para la Francmasonería chilena bajo el gobierno del hermano Mac-Iver, cuyas excepcionales dotes de inteligencia y virtud hacían concebir las más lisonjeras esperanzas, lógicamente debemos buscar en otras circunstancias los motivos que determinaron semejante fracaso. A nuestro entender, dos fueron los factores principales, que se opusieron al mejor desenvolvimiento del gobierno masónico del hombre Mac-Iver. En primer término, el hecho de que el a siento de la Gran Logia era la ciudad de Valparaíso, en tanto que el hermano Mac-Iver residía en la capital, en donde múltiples actividades absorbían su atención. Y, en seguida, la contienda civil que ensangrentó al país en 1891 y dividió la familia chilena en dos bandos, distanciados por el furor de la pasión política. Cuando el hermano Mac-Iver fue elegido Gran Maestro en 1887, era Diputado al Congreso Nacional. Al año siguiente lo vemos desempeñando la presidencia de una “Sociedad Literaria y Sociológica”. Desde antes, venía presidiendo también la Asamblea Radical de Santiago, cargo en que continuó varios

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años. Y como si estas actividades, de las cuales la parlamentaria ya era bastante para absorber todas las energías de un hombre, ni fueran suficientes, se le veía actuar en el foro y en el periodismo. Recuérdense sus estudios sobre “Los Partidos Políticos” y sobre “El Parlamentarismo”, publicados en 1889 en la “Revista del Progreso”, fundada por el Ateneo de Santiago, del cual era miembro; sus conferencias en la Asamblea Radical y su constante colaboración política en el periódico ·La Libertad Electoral”. Se comprende entonces que, a pesar de sus buenos propósitos, el tiempo que podía dedicarle a la Gran Maestría tenía necesariamente que ser escaso; y si a esto agregamos la ausencia de colaboradores –ya que los otros miembros de la Gran Logia residían en Valparaíso- comprenderemos el porqué de su poco éxito en sus labores de Gran Maestro. Otras de la causas que más poderosamente contribuyeron a este estado de cosas, fue la revolución de 1891, que dividió a los miembros de la Masonería chilena, arrastrándolos a los diversos bandos en lucha, de acuerdo con sus simpatías políticas. Esta misma disconformidad para apreciar los acontecimientos, vino a evidenciar en la Masonería su absoluto respeto por las opiniones políticas de cada uno de sus miembros. Como entidad, quedó al margen de toda iniciativa y de toda acción. Si sus miembros actuaron en tal o cual bando, lo hicieron en cuanto ciudadanos, mas no como masones. A este respecto, es conveniente recordar algunos antecedentes, a fin de dejar sentado, en forma incontrastable, el principio de absoluta libertad de conciencia –dentro del cual están las opiniones políticas- de que gozan los miembros de la Francmasonería. El 2 de enero de 1886 era aclamado en Santiago candidato a la presidencia de la República el ciudadano José Francisco Vergara, ex Gran Maestro de la Orden Masónica, en una asamblea política que presidían Víctor Lamas y Juan de Dios Arlegui y en la que actuaba como secretario Juan Agustín Palazuelos; los tres eran masones, y uno de ellos, Arlegui, había sido el primer Gran Maestro de la Orden en Chile. Pocos días después. El 17 de enero, era proclamado en Valparaíso igualmente candidato a la presidencia de la República, el ciudadano José Manual Balmaceda, en una

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asamblea cuyo vicepresidente era Rafael Bazarate, Gran Maestro en ejercicio de la Masonería chilena, y cuyo secretario, Alejo Barrios, también era masón. Como se ve, la Masonería chilena en el campo de la política, no sólo tenía sus opiniones distintas, sino que actuaba de acuerdo con sus opiniones. Felizmente, estas divergencias de opinión que en el exterior separaban a los hermanos en el seno de las logias no tenían la misma influencia; y la fraternidad mantenía su cálida cohesión. Pero, si bien no hemos podido encontrar huella alguna de escisiones internas en la Masonería, en aquella época, que por muchos motivos debía ser de verdadero esplendor, las escasas y despobladas logias comenzaron a decaer en forma visible e incontenible. Los fragores de la lucha política sostenida en las Cámaras, en la prensa, en los comicios, apasionaron los ánimos y separaron a los hombres en forma tal, que poco a poco la cohesión masónica empezó a debilitarse, y finalmente la fraternidad resultó casi impotente para mantener unidos en el campo de la ideología a los que las pasiones políticas dividían. Se realizó nuevamente aquel principio doloroso, que podría enunciarse, más o menos así: pocos elementos producen peores consecuencias para la subsistencia y desarrollo de los Talleres masónicos que las disensiones políticas, sobre todo cuando se producen entre dos bandos igualmente poderosos y respetables. Por otra parte, el Gran Maestro, activo luchador en la política militante, en virtud de las orientaciones y compromisos de su partido – el radical- estaba demasiado vinculado a una de las corrientes de opinión para poder desarrollar una acción conciliatoria eficaz. De ahí que los miembros de la Masonería, demasiado atentos a los acontecimientos de la época y ardorosos defensores de la causa que creían justa, desplegaron sus mejores energías en el campo de la lucha política y abandonaran el seno de las logias, cuyo ambiente de serenidad, de meditación y de reposado estudio no se ajustaba al afán de movimiento y de acción que los poseía hasta la embriaguez.

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Los que permanecían ajenos a las contiendas exteriores eran los menos. La vida de la Masonería nacional languideció una vez más. A fines de 1890, tristes presagios acongojaron el ánimo de aquellos hermanos que aún se reunían junto a las cenizas del hogar casi desierto. Veían con amargura al Serenísimo Gran Maestro de aquella institución que predicaba la tolerancia y la caridad. Tomando parte activa en una lucha, en la cual los hermanos masones, desde opuestos bandos, debían considerarse como adversarios en el campo de la política. Si sus compromisos de partido, si sus deberes políticos, si sus convicciones lo impulsaban a la lucha, ¿no habría sido más provechoso para la Orden masónica que hubiera renunciado su alta investidura? Prescindencia o renuncia, habría sido su deber, como Jefe de la Masonería. Acontecimientos posteriores de nuestra historia política abonan esta opinión y permiten asegurar que un masón, verdaderamente poseído del espíritu de la Orden y que la ame y la quiera servir con noble desinterés, puede dirigirla al través del borrascoso mar de la política, manteniendo la cohesión en sus filas, si no se deja seducir por el canto de sirena de los partidos y si sólo toma como norte los principios fundamentales de la Orden. Vino el estallido de la revolución. El 1 de enero de 1891, el Diputado Enrique Mac-Iver estampaba su firma en el acta de deposición del Presidente de la República. Estallada la sublevación, de la escuadra el 7 de enero, el Gran Maestro se trasladó a Buenos Aires y en la capital argentina escribió en “La Nación” y en “La Prensa” sosteniendo sus doctrinas políticas. Entretanto, la Masonería chilena, abandonada a su propia suerte, atravesaba una crisis más grave que todas aquellas que habían amenazado su existencia. Sólo la grandeza de sus principios pudo salvarla. Estos mismos principios fueron los que inspiraron la noble conducta de muchos masones, en aquellos días amargos de nuestra historia. Digna es de recordarse la actitud del hermano Juan de Dios Arlegui, al aceptar el cargo de Intendente de Valparaíso que le ofrecía la revolución triunfante. Aunque no había sido partidario del presidente caído, como acabamos de verlo, su

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alma grande no podía ver sin tristeza las persecuciones de que se hacía victimas a sus partidarios. Aceptó el cargo, manifestando a la Junta de Gobierno que sólo lo serviría el tiempo necesario para que el pueblo recuperara su tranquilidad y para evitar las venganzas y persecuciones a que el triunfo de la revolución servía de pretexto. Con energía y firmeza, supo cumplir su deber de ciudadano y de masón. Vuelto el Gran Maestro a la patria, pasó a figurar entre los hombres del nuevo gobierno, y antes de terminar su mandato masónico, lo vemos desempeñando el cargo de Ministro de hacienda (1893),} Terminó sus funciones de jefe de la Masonería en mayo de 1894. He aquí una apreciación sobre este período de la Masonería chilena: “Desgraciadamente, LA obra masónica chilena ha sido bien estéril desde años atrás; las logias se han ocupado únicamente de las iniciaciones y aumentos de salario, y aun cuando nos sea doloroso, hay que confesar que si los profanos nos consideran en la actualidad, es mediante el misterio de que rodeamos nuestras tenidas, lo que no les ha permitido imponerse d e nuestra lamentable indolencia”. “No hemos sido afanosos en nuestro trabajo; no nos preocupamos de fundar asociaciones destinadas a propagar las ideas liberales; nada se ha hecho para evitar los horrores de la guerra; no hemos intervenido en la beneficencia pública, en el sentido de independizarla de las ideas religiosas, libertando así a la caridad del espíritu de secta; la educación laica apenas se diseña; ya no se dan conferencias populares, en la que los hijos de familia, artesanos, católicos o protestantes, aprendieran conocimientos generales, sin relación a creencia religiosa de ninguna especie; no hemos establecido sociedades de socorros mutuos, ni se ha fomentado el ahorro… Tal es el sombrío cuadro que s e presenta a nuestra consideración…”. Estas palabras fueron pronunciadas por el Gran Secretario General en la Asamblea celebrada por la Gran Logia de Chile el 25 de mayo de 1894, en que fue instalado el nuevo Gran Maestro Alejo Palma80.

80 Boletín Oficial de la Gran Logia de Chile, 1895, pág. 24-25.

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El 23 de abril de 1895, la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5 concedió al hermano Mac-Iver el título de miembro honorario, como lo hiciera con Guillermo Matta, Francisco Puelma Tupper, Sandalio Letelier. Luis Léliva y Arturo Villarroel, en la misma fecha. Después de esa fecha, ya no vuelve a figurar el hermano Enrique Mac-Iver entre los masones activos.

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Desde el año 1884, en que el Gran Maestro Fáez autorizara el funcionamiento de la Logia “Paz y Concordia” Nº 13 en Concepción, no habían vuelto a levantarse en Chile las columnas de otro taller masónico que trabajara bajo la obediencia de la Gran Logia de Chile; y decimos bajo la obediencia de la Gran Logia de Chile, pues durante este lapso, más de una Logia se había establecido en nuestro país con cartas patentes expedidas por Potencias Masónicas extranjeras, como luego tendremos ocasión de verificarlo. La primera tentativa con éxito, se llevó a efecto en Antofagasta. En una ciudad nueva, de población cosmopolita y que por la índole misma de sus actividades no habría permitido aún el arraigo de tanta preocupación como se notaba en los demás pueblos del centro y sur del país, el campo para la Masonería era singularmente propicio, a pesa de la distancia material a que s e encontraban los hermanos, con respecto del Poder Central de la Orden. Con fecha 5 de julio de 1888, diecinueve hermanos masones, de los cuales la mitad estaba formada por extranjeros, echaron los cimientos d e una Logia que había de conocerse bajo el nombre de “Unión y Cultura” Nº 14. Los miembros fundadores de esta logia fueron los hermanos Antonio Magallanes, 30º; Tomás Stillmann, R. A.; Juan Barnett, R. A.; y los maestros Segundo Fajardo, David Martínez Gálvez, Benjamín Navarrete, Julio Chebroux, Enrique Villegas, Domingo García, Roberto Brunswig, Desidero Gamboa, Juan M. Sommerville, Felipe Godfray, Hernán Puelma, Jorge Barnett,, Wrighs Fletcher, Eduardo Brickles, Juan F. Courter y Hugo Mac Kenzie.

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Después de trabajar en instancia cerca de dos años, la logia “Unión y Cultura” Nº 14, fue instalada el 15 de abril de 1890, por una Comisión compuesta de los hermanos Enrique Villegas, Hernán Puelma y Felipe Godfray. Aunque los trabajos se iniciaron y se desarrollaron bajo los mejores auspicios, el Taller no tuvo larga vida. Diferentes causas, a las cuales no fue ajena la convulsión política que había agitado al país de 1891; determinaron su clausura, ocurrida en octubre de 1894. Durante su breve período de trabajo, esta Logia incorporó a su seno a cuarenta y tres hermanos, de los cuales treinta y cuatro recibieron en ella la luz de la iniciación; los demás fueron afiliados. De entre los iniciados durante aquel tiempo, más de alguno continuó en actividad después de la clausura del Taller, trabajando con el mismo entusiasmo del primer día en las tareas propias de la Institución. De los hermanos afiliados, debemos recordar especialmente al hermano Abdón S. Ondarza, entusiasta e inteligente masón boliviano, incorporado a la logia en abril de 1894. La clausura del taller, ocurrida pocos meses después, no permitió a este hermano revelar desde luego sus valiosas virtudes masónicas; pero más tarde tuvo ocasión de desplegar todas sus actividades en otros Talleres chilenos, dejando en todos ellos una huella imborrable de su perseverancia, inteligencia y virtud.

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En la misma provincia de Antofagasta, una nueva logia iba a levantar pronto sus columnas: la “Fuerza y Trabajo” Nº 15 era fundada en Taltal, hacia fines de 1889. Este nuevo Taller, autorizado por la Gran Logia en 17 de enero 1890 para trabajar en instancia, comenzó sus labores dirigido por los siguientes oficiales: Venerable Maestro, Marcos 2º Solar; Primer Vigilante, Tomás S. Arnold; Segundo Vigilante, H. Klaner: Orador, Braulio Meuyes; Secretario, Pacían Calderón; Tesorero, Hernán Lappé; Guarda sellos, Francisco Nouvión.

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En esta primera oficialidad vemos figurar a uno de los miembros más activos y más modestos de la Masonería chilena: el hermano Pacián Calderòn. Hijo de la “Orden y Libertad” Nº 3 de Copiapó –entonces en sueño- de la cual fue diligente secretario, pasó más tarde a levantar las columnas de la “Luz y Esperanza” Nº 11, de La Serena, de la cual fue también secretario durante muchos períodos. Residente a la sazón en Taltal, su empuje, su abnegación y su entusiasmo, contribuyeron en forma decisiva a la fundación de la “Fuerza y Trabajo” Nº 15, en cuyas labores aceptaba el más ingrato de los puestos: la secretaría. A causa de la conmoción que sufrió el país en 1891, este Taller paralizó sus trabajos, antes de alcanzar a constituirse definitivamente. Esto se debió, en primer lugar, al hecho de que por encontrarse el archivo de la Logia en la Gobernación del puerto, fue tomado, en conjunto con la documentación administrativa, en una de las exploraciones de las torpederas del gobierno; y luego, por la dispersión de los miembros que la componían, motivada por la contienda civil.

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A petición de varios hermanos del valle de Coronel, la Gran Logia, en Asamblea de 31 de mayo de 1892, autorizó la creación de la Logia “Southern Cross” Nº 16, permitiéndole trabajar en instancia bajo su dependencia y pudiendo emplear el idioma inglés en sus trabajos, excepto en las comunicaciones dirigidas a la Gran Secretaría. Obtenida la autorización, la nueva Logia se declaró fundada el 2 de junio y sus trabajos en instancia comenzaron el 14 de julio (1892). Los siguientes hermanos fueron los que llevaron cabo su fundación; Burrows, Guillermo, Bullemore, José; Campo, Arturo del; Coghill, Guillermo; Conrado, Luis; Jones, Osvaldo; Jones, Roberto; Lawson, Guillemo; Lewin, Thomas; Murphy, Manuel; Metcalfe, Santiago; Pleigen, Guillermo; Raby, Guillermo E.; Raby, Gregorio; Taylor, Guillermo; Walter, Jorge, y Williamson, Jorge. La regularidad de sus trabajos le permitió obtener pronto de la Gran logia su instalación definitiva, la que se

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efectuó el 30 de enero de 1895, por una comisión que presidía el hermano Enrique Pastor y que completaban los hermanos Lorenzo Arenas y S. Bunster, todos de la “Paz y Concordia” Nº 13, de Concepción.

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La Masonería santiaguina, que había experimentado una sensible disminución de energía con la clausura de las logias “Deber y Constancia” Nº 7 y “Verdad” Nº 10, decretada, como se sabe, 1n 1883, no contaba por aquel entonces más que con dos logias chilenas: la Nº 5 y Nº 9. Si bien ambos talleres marcharon siempre en perfecta armonía, sus esfuerzos no alcanzaban a realizar todo el trabajo que s e necesitaba para que los ideales masónicos alcanzaron su completo desarrollo. En presencia de tales circunstancias y queriendo los masones d Santiago revivir aquellos gloriosos tiempos en que varios talleres confundían sus esfuerzos en un mismo y grande anhelo de progreso, el 30 de junio de 1892 echaron las bases de una nueva logia, que bajo en nombre distintivo de “Estrella de Chile” Nº 17 habría de colaborar con la “Avenir et Liberté” Nº 9 y “Justicia y Libertad” Nº 5. La Gran Logia, en Asamblea de 17 de noviembre de ese año, autorizaba los trabajos de esta nueva logia, para que se desarrollaran en instancia, mientras contaba con el número de miembros que exigía para expedirle la Carta Constitutiva. Fundaron esta Logia los hermanos Rafael García Villalonga, 33º, arrebatado prematuramente por la muerte al afecto de sus hermanos, poco tiempo después; Carlos I. Palacios y Juan Félix Urcullú, 18º y los maestros Enrique Schöchlin, Domingo Chacón, Floridor Romero,, Luis G. Dupuy, Costy D. Saridakis, Francisco Sánchez R., Arturo Williams, Zenón 2º Murillo, Jorge D. Ewing, Eugenio Izquierdo, Manuel Tellechea, José González, Máximo Borchet, Antonio Aguilar y César Sanhueza. Dos años después de su fundación, la Gran Logia le acordó la instalación definitiva, la que se verificó el 25 de junio de 1894, por una Comisión compuesta de los n

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hermanos Francisco Puelma Tupper, Anselmo Hevia Riquelme y Urbano Verán Buy.

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La última Logia establecida durante el período de que nos venimos ocupando, fue la “Unión del Sur” Nº 18, fundada en Talca el 11 de diciembre de 1893. Su primera y única oficialidad –pues dicha logia vivió escasamente un año- fue la siguiente: Venerable Maestro, Celestino Solovera R. Primer Vigilante, Teodoro Jandin M. Segundo Vigilante, Manuel M. Bravo N. Orador, Máximo A. Torres. Secretario, Francisco W. Moore. Tesorero, Arnaldo Smith; Primer experto, Orestes Luci: Segundo Experto, Ezequiel 2º Brañes; Maestro de Ceremonias, José Tobías Reyes; Hospitalario, Carlos Stringfelow. Entre los demás miembros funddores se contaban los hermanos Jorge D. Ewing; Tomás Williams; Juan Trewela; Antonio Aguilar; Robustiano Molina; Lucindo Matus; Lorenzo Campos; Agustín Restat y Miguel Guillen. Desgraciadamente, esta logia que había iniciado sus trabajos en una forma que hacía presagiar el éxito más completo y que, a los pocos meses de fundada había triplicado el número de sus miembros, sufrió un brusco entorpecimiento en su desarrollo: una acusación entablada contra el Venerable Maestro Titular y acogida por la Logia en virtud de disposiciones constitucionales, produjo una profunda conmoción entre sus miembros, los que se disgregaron en breve tiempo. La Logia “Unión del Sur” Nº 18 paralizó sus trabajos a fines de 1894.

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Como lo hemos manifestado anteriormente, casi todas las logias fundadas durante este período tuvieron una vida efímera. Sólo una de ellas, la “Southern Cross” N° 16 supo resolver victoriosamente las dificultades que se opusieron a

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su marcha. Y a pesar de estar situada en una localidad de escasa población y de difícil acceso –aun en la época presente- ha continuado desarrollando sus labores con felicidad. La “Estrella de Chile” N| 17, aunque sobrevivió al período de su fundación, no tuvo larga ni brillante existencia. Algunos años más tarde, después de mezclarse en unas incidencias nefastas para la Orden, cayó definitivamente en sueño. Las demás, como se ha visto, apenas alcanzaron a vivir el tiempo necesario para constituirse; la “Unión y Cultura “ N° 14 cesó de funcionar en octubre de 1894. La “Fuerza y Trabajo” N° 15 se extinguió en 1891. Ya hemos visto cuán efímera existencia llevó la Unión del Sur N° 18. Fuera del fracaso de estos Talleres, debemos anotar también que durante este período paralizaron sus trabajos algunas otras logias; y si bien no fueron oficialmente declaradas en sueño, en el hecho habían dejado de ser elementos útiles a la Orden. En este caso se encontraron las logias “Orden y Libertad” N° 3 de Copiapó; “Germania” N° 8 de Valparaíso y “Tolerancia” N° 12 de Chillán. De esta manera, Valparaíso, que había sido la cuna de la Masonería chilena, asiento de la Gran logia y teatro de las mejores obras y de las más vivas luchas doctrinarias, contaba únicamente con una logia: la “Unión Fraternal” N° 1. Esto, que a primera vista sólo acusa falta de actividad masónica en el puerto, revela un hecho de mayor gravedad: siendo Valparaíso el asiento de la Gran Logia y no existiendo en ese puerto más que un Taller de su jurisdicción, lógicamente se deduce que todo, o la mayor parte del personal de la Gran logia, debía serlo, a la vez, la Logia N° 1. Tenemos, pues, que no es precisamente falta de actividad lo que supone este hecho, sino un recargo considerable de trabajo en los hermanos, que debían compartir sus esfuerzos entre las obras de la N° 1 y el manejo de la Gran Logia.. Y entonces, o las obras y la vida misma de la “Unión Fraternal” languidecían, porque sus miembros tenían que prestar preferente atención a la Gran logia, o, cumpliendo sus deberes en el Taller, no podían aportar al organismo directivo de la Masonería toda la colaboración necesaria.

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De una memoria anual de dicha logia tomamos el siguiente párrafo, que viene a corroborar nuestra afirmación: “Por desgracia para la logia “Unión Fraternal” N° 1, casi todos los puestos de Oficiales y de las Comisiones de la Gran Logia recayeron en sus miembros y hubo de dejar en suspenso 81muchos trabajos de utilidad práctica porque faltaba el tiempo para atender a ambas; además, fue preciso atender a la escuela Blas Cuevas, única institución masónica que existe, cuyas finanzas dejan mucho que desear; y aquí debo hacer presente una vez más que como la Logia “Unión Fraternal” N° 1 es la única sometida a la Gran Logia de Chile en el valle de Valparaíso, también cayeron en poder de sus miembros casi todos los puestos del Directorio de dicha Escuela. De desear sería que esa respetable Gran Logia tratase cuanto antes de abrir las puertas de la logias “Aurora” y “Progreso” y descargar así a la “Unión Fraternal” del exceso de cargos en cada uno de sus miembros, que impiden dedicarse a los trabajos propios del taller” 82 Una muestra de esta doble labor de la Logia N° 1 fue la publicación de “El Puritano”, primera manifestación de periodismo masónico intentado entre nosotros. Dicha publicación, que sólo alcanzó tres números, correspondientes al 1 d e abril, 1 de mayo y 1 de junio de 1893, aparecía en entregas de dieciséis páginas y contenía artículos de índole masónica, una “Crónica” de las logias y la reproducción de los decretos emanados de la Gran Maestría. Aunque el subtítulo indicaba que era “órgano de la Respetable Logia Unión Fraternal N° 1”, en el hecho se trataba de una publicación mixta, de la Logia N° 1 y de la Gran Logia, pues contenía documentos de carácter oficial y había sido oficialmente aprobada por Decreto de marzo de 1892. Dicha publicación venía a llenar una real necesidad. “La dificultad para poder llevar la palabra de orden a los talleres y la fácil comunicación que debía mantenerse entre los hermanos, hizo surgir la idea en la Logia “Unión Fraternal” N° 1 de fundar un periódico, que sirviera, a más de órgano de publicidad de ese Taller, como medio de dar a conocer las resoluciones de la Gran Logia”83.

81 Memoria presentada por el hermano Víctor S. Riesco en 24 de marzo de 1894. 83 Boletín Oficial de la Gran Logia de Chile, 1895, p. 86.

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Desgraciadamente, este periódico, llamado a reemplazar en parte al Boletín Oficial de la Gran logia, que no se publicaba desde 1883, sólo alcanzó a tres números; Y en él no alcanzaron a insertarse otros documentos oficiales que los relativos al permiso concedido a las logias “Aconcagua” y “Étoile du Pacifique” para funcionar en el mismo local en que celebrara sus reuniones la “Unión Fraternal”.

----------- Al debilitamiento de la actividad masónica nacional, correspondió un aumento en el número de logias establecidas en nuestro país por Potencias masónicas extranjeras, para las cuales no hacía fuerza alguna el principio de territorialidad, enunciado en el Art. 32 de la Constitución Masónica de la Gran Logia de Chile. He aquí los nombres d e las nuevas logias extranjeras y la fecha de su fundación: “St. John” N° 616, fundada el 4 d e febrero de 1878 en Coquimbo, bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Escocia. “Pioneer” N° 643, fundada el 27 de agosto de 1883 en Iquique, bajo la jurisdicción de aquella misma Gran Logia. “St. John” fundada el 11 de marzo de 1885 en Concepción, bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Massachussets. “Drei Ringe”, fundada en Santiago, bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Hamburgo. A esta nómina de logias extranjeras, es necesario agregar aquellas que funcionaban en las provincias peruanas, que pasaron al dominio de Chile después de la guerra, y que eran las siguientes: “Constancia y Concordia” Nº 11, fundada en Tacna el 16 de noviembre de 1862, bajo la jurisdicción de la Gran Logia del Perú. Trabajaba en el Rito de Cork. “Unión Fraternal” Nº 13, fundada en Iquique bajo la jurisdicción de la misma Gran Logia. “Morro de Arica” Nº 12, dependiente del Supremo Consejo del Grado 33º del Perú. “Fraternidad Universal” Nº 20, fundada en Arica en marzo de 1886, bajo la jurisdicción de la Gran Logia del Perú.

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“Morro de Arica” Nº 12, dependiente del Supremo Consejo del Grado 33 del Perú. “Fraternidad Universal” Nº 20, fundada en Arica en marzo de 1886, bajo la jurisdicción de la Gran Logia del Perú. Esta invasión masónica en la jurisdicción de la Gran Logia de Chile es bien explicable por los antecedentes que hemos venido exponiendo; y evidencian una vez el estado de debilidad a que había llegado la Masonería chilena. Para comprobarlo, basta comparar las nóminas de las logias chilenas y extranjeras. He aquí el siguiente cuadro comparativo, que habla con más elocuencia que cuanto razonamiento pudiéramos hacer:

AÑO 1894 Rol de logias chilenas

Unión Fraternal Nº 1, Valparaíso. Justicia y Libertad Nº 5, Santiago. Avenir et Liberté, Nº 9, Santiago. Luz y Esperanza, Nº 11, La Serena. Paz y Concordia, Nº 13, Concepción.

Southern Cross, Nº 18, Coronel. Estrella de Chile, Nº 17, Santiago.

Rol de logias extranjeras

King Cyrus R. A. Chapter, Valparaíso. Étoile du Pacifique, Valparaíso. Bethesda, Valparaíso. Aconcagua, Valparaíso. Star & Thiestle, Valparaíso. Harmony, Valparaíso. Lessing, Valparaíso. Huelén, Santiago. Drei Ringe, Santiago. St. John, Coquimbo. St. John, Concepción. Pioneer, Iquique. Constancia y Concordia, Tacna. Fraternidad Universal, Arica. Morro de arica, Arica. Unión Fraternal, Iquique.

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No cerraremos el presente capítulo, que hemos dedicado al estudio de las actividades masónicas bajo la dirección del Gran Maestro Enrique Mac-Iver, sin dedicar un recuerdo a la memoria del hermano José Miguel Fáez, fallecido durante este lapso. Este ilustre masón, que tanto trabajó por el engrandecimiento material y moral de la Orden, falleció en los omentos mismos en que el suelo de la patria, que tanto había amado y tan bien había servido, era regado con la sangre de sus hijos, enloquecidos por el vértigo de una guerra fratricida. Su muerte, acaecida en enero de 1891, pasó casi inadvertida. El huracán de la política, sacudiendo todos los ánimos, no permitió a los hermanos rendir al ex Gran Maestro fallecido los postreros homenajes masónicos. Pero, si en aquellos días los miembros de la Gran Logia de Chile no pudieron depositar sobre la tumba del Ilustre Hermano Fáez la simbólica acacia, a través de los años y a medida que las nuevas generaciones conocen y comprenden los esfuerzos desplegados por los precursores de la grandeza de la Orden, su nombre es pronunciado con cari y simpatía y su ejemplo es un estímulo para los que al presente luchan por la realización de los altos ideales de la Masonería.

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CAPÍTULO XXXIII

El Gran Maestro Alejo Palma y sus colaboradores. Problemas sociales que se presentaban a la consideración de la Masonería. Primeras medidas adoptadas por el Jefe de la Orden. Aparece nuevamente el Boletín Oficial de la Gran Logia de Chile. Severa selección de candidatos. El Gran Maestro Alejo Palma lee su primer Mensaje constitucional. Proyecto para establecer un Gran Oriente Nacional. Aparece en Santiago la revista masónica “La Cadena de Unión”. Bases para un Congreso Masónico chileno. El hermano Eduardo de la Barra establece un Supremo Consejo del Grado 33º, con

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carta Patente del que funcionaba en la República Argentina. El Gran Maestro, de acuerdo con el artículo 33 de la Constitución, dicta un Decreto autorizando la creación de Talleres de grados superiores al tercero. Se establece en Santiago una Comisión Permanente para supervigilar los trabajos de las logias. La elección del hermano Alejo Palma Guzmán para Jefe de la Orden, verificada el 22 de mayo de 1894, marca el comienzo de una era de verdadero resurgimiento para la Masonería chilena. Aunque el hermano Palma había permanecido un tanto alejado de las actividades masónicas –lo que dio origen a más de algún comentario desfavorable en el momento mismo de su elección- su nombre satisfizo a la generalidad de los masones chilenos, que estaban decepcionados de la actuación de algunos jefes anteriores que, aunque ilustres y bien reputados en el mundo profano, no habían podido desplegar al frente de la Orden esas actividades que eran indispensables para su próspera marcha y desarrollo y que no habían podido servirla con aquella consagración indispensable en todo jefe que anhela el resurgimiento de su institución. El hermano Palma se había caracterizado por su modestia. En la vida pública, siendo una personalidad íntegra, no era lo que podríamos llamar una figura brillante. Pero, en cambio, poseía facultades de organizador sólidos y vastos conocimientos masónicos y sobre todo, estaba dispuesto a dedicar a sus nuevas funciones el tiempo y la voluntad que fueren necesarios. En la misma Asamblea de 22 de mayo de 1894, fueron elegidos los demás oficiales de la Gran Logia y los miembros que debían integrar el Consejo de la Gran Logia quedó formado por los siguientes hermanos: Serenísimo Gran Maestro, Alejo Palma Guzmán; Diputado Gran Maestro, Guillermo 2º Munich F.; Primer Gran Celador, Blas 2º Cuevas; Segundo Gran Celador, Carlos Jaumez; Gran Orador, Benicio Álamos González; Gran Secretario, Aníbal Echeverría y Reyes; Gran Tesorero, Santiago Hardie.

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El Consejo del Gran Maestro quedó integrado en la siguiente forma: Guillermo Blest Gana; Pedro Fabricius; José Ibáñez; Augusto Kiel; Antonio Maldini; Numa Mayer; Juan H. Mora; Eusebio Porto Carrero; Fermín Quinteros y Arturo Williams.

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Tres días después de verificada esta elección, es decir, el 25 de mayo, se efectuó la instalación de la nueva Oficialidad, con las solemnidades del caso, en una asamblea de numerosa concurrencia, entre la cual se contaban representantes de las numerosas logias extranjeras establecidas en el país. En esa ocasión, el Gran Secretario, al saludar al nuevo jefe, pronunció algunas palabras que, dadas las circunstancias, revistieron el mayor interés; y aun hoy, a través de más de treinta años, lo conservan, porque en esos conceptos estaba sintetizada en forma admirable el malestar que venía aquejando a la Masonería chilena desde algún tiempo atrás. Dijo el Gran Secretario: “Con el mayor placer os presento mis sinceras felicitaciones por vuestra elevación al más alto puesto de la Orden. “Os recibís del poder en momentos propicios, cuando los masones todos nos encontramos unidos fraternalmente, sin que nos inspire otro móvil que el bien general de la Institución. “El vivo deseo que anima a los Talleres de marchar acordes en la senda de paz y de progreso masónico, le ha hecho ver la necesidad de entregar de buena voluntad que os rodean, que sólo aspiran a ser guiados rectamente por una clara inteligencia. “Todos esperamos confiados en que sabréis dar impulso eficaz a la Masonería en Chile, desentendiéndose de los que erróneamente piensan que si la Orden fue utilísima en lejanos tiempos para derrocar la tiranía, es ahora superflua, ya que, según ellos, hoy día la libertad garante todas las aspiraciones legítimas. “Es preciso tener presente que a la tiranía política hay, por desgracia, que agregar la tiranía motivada por las

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creencias diversas que separan a los hombres en el mundo profano, y de ahí surge la necesidad de cultivar la tolerancia; hay también la tiranía de los partidos, formados con opiniones tan distintas, que llegan a levantar enemigos encarnizados dentro de una misma nación, por lo que es indispensable difundir la fraternidad; hay todavía la tiranía del hambre, de la miseria, la que debe combatirse ejercitando ardientemente la caridad; y tenemos, por fin, la tiranía de la ignorancia y del fanatismo, a la que debemos oponer la educación, sólida y positiva. ……………………………………………………………………………………… “He querido bosquejar rápidamente los tópicos que pueden servir de norma a vuestros futuros trabajos, mas ellos se reducen fácilmente a dos ideas primordiales: en el orden público, a procurar el desarrollo de las facultades intelectuales, físicas y morales de los hombres; y en el orden moral a iniciar la reforma de la emancipación absoluta del pensamiento, puesto que las creencias no permiten discusión ni examen, y se aceptan ciegamente, lo que está en pugna con la razón, la que sólo debe guiarse por la verdad y el convencimiento, y no estar jamás supeditada por preocupaciones de ninguna clase”.

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Por su parte el Gran Maestro Palma manifestó su decidido propósito de dedicarse con el mayor entusiasmo a la reconstrucción del edifico masónico, trabajando en estrecha colaboración con todos los masones chilenos. La adhesión de las logias, manifestada por boca de sus legítimos y autorizados representantes fue la respuesta a las palabras del Gran Maestro, lo que infundió en el ánimo de todos la esperanza de un pronto y firme resurgimiento de la Orden en nuestro país. Contribuía a alimentar esta esperanza la presencia del hermano Álamos González entre los grandes oficiales; su personalidad masónica, respetada y querida por sus brillantes antecedentes, era una sólida garantía de éxito para los trabajos que la Gran Logia iba a emprender. Pocos días después de la instalación, el Gran Maestro se dirigió a los Talleres de la obediencia por medio de una circular, concebida en los siguientes términos:

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“Valparaíso, 16 de junio de 1894. “Con el objeto de mantener en toda su integridad la doctrina y la fe masónica, asegurando así la perpetua invariabilidad de la institución, os dirigimos hoy esta circular, a fin de fortalecer los vínculos fraternales que entre nosotros deben existir. “Sabéis que Masonería reúne a los hombres en un solo grupo, con absoluta prescindencia de religión y origen, puesto les basta que sus adeptos aspiren a la verdad y a la ciencia, que tengan luz en la inteligencia y fuerza en el corazón. “La ilustración y la caridad son las dos poderosas palancas con que cuenta la Orden para realizar lentamente, pero son seguridad, su obra de transformación social, Debe, pues, ayudar a los que sufren y difundir la instrucción, convirtiendo por ambos medios en miembros activos de progreso a los que, sin auxilio masónico, serían entidades pasivas, cuerpos sin vida. “Conseguiremos esos altísimos fines mediante la unión íntima de todos los Talleres de la Obediencia con esta Gran Logia Central, y observando estrictamente nuestros Reglamentos, pues sólo en el cumplimiento de la ley está la justicia. “Nunca se ha hecho más necesaria que ahora la unidad de los trabajos entre nosotros, porque jamás la intolerancia fanática ha tratado con mayor interés de apoderarse de las masas, pretendiendo también adueñarse de la instrucción pública. “Reviviendo para la Masonería los tiempos gloriosos de su grandeza, habremos llevado a cabo una buena obra, pues consideramos indispensable demostrar con nuestra labor, que la Institución no está en decadencia y que los masones, lejos d e ser miembros funestos para la sociedad, como lo pretenden los que no conocen nuestros benéficos principios, somos hombres de buena voluntad y animados de sanos propósitos para contribuir en lo posible, al bienestar de todos sus semejantes. “En esta tarea de regeneración purificadora, esperamos que nos favorezcáis con vuestra decidida y entusiasta cooperación, ya que nuestra fuerza podemos hacerla fructífera con los desvelos constantes de los masones que residen en Chile, sin excepción alguna.

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“Que la inercia ni el indeferentismo sienten plaza en nuestros Talleres, que en ellos prevalezca la moralidad y el orden, que todos formen un cuerpo homogéneo, capaz de adoptar medidas radicales, para que así pueda conservarse la asociación en la práctica de la virtud, son nuestros fervientes votos. “Os hacemos estas prevenciones, porque abrigamos el propósito inquebrantable de conservar incólume la pureza de nuestros principios en las Logias de la Obediencia, y de ser inexorables en vigilar la marcha de los Talleres de esta dependencia, para dar a conocer al mundo masónico el brillante estado a que puede llegar la Orden en Chile, mediante la constancia vuestra y de todos los hermanos, para mantener la fe de nuestras doctrinas y la perseverancia en nuestros propósitos. “Consideramos inútil manifestaros que acogeremos con singular agrado cualquiera idea que os sirváis sugerirnos, acerca del bien general de la Orden o para el particular de esta Gran Logia, ya provenga del Taller en conjunto o de cualquiera de sus miembros, pero siempre que venga por conducto de vuestro Venerable. “Quiera el G.·. A.·. D.·.U.·. tenernos siempre bajo su guarda. “Os saluda fraternalmente, Alejo Palma. Aníbal Echeverría y Reyes, Secretario General”. Al mismo tiempo que exhortaba al trabajo a las logias del país, adoptaba en el seno de la Gran Logia medidas de urgencia y de importancia, entre las cuales merece ser citado en primer término el Decreto Nº 1, de 2 de junio de 1894, por medio del cual s e nombraba una comisión compuesta de los hermanos Miguel Güemes Valdivieso, Aníbal Echeverría y Reyes y Guillermo 2º Munich, que la presidía, encargada de dar cumplimiento al Párrafo XX, Sección 1ª de los Estatutos Generales, esto es, de redactar y vigilar la publicación del Boletín Oficial de la Gran Logia de Chile, que en el curso de veintidós años, de 1872, se había publicado una sola vez, 1883, gracias al afán del entonces Gran Maestro José Miguel Fáez. Este Boletín, el más extenso y completo de los publicados hasta entonces, apareció en 1895, y acusa un notable esfuerzo de parte de sus redactores, en el sentido de hacerlo

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útil, no sólo en la época misma de su aparición, sino especialmente en el futuro, cuando se quisiera estudiar la historia de la Masonería nacional. En un volumen de más de doscientas páginas, abarcaba interesantes materias y encerraba una cantidad de noticias, expuestas con método y claridad. Contenía, en primer término, la Memoria anual del Serenísimo Gran Maestro presentada a la Asamblea de 22 de mayo de 1895, es decir, después de un año de gobierno de la Orden. En seguida, un resumen de las actas de las diez asambleas celebradas por la Gran Logia durante el año 1894; los decretos y circulares más importantes expedidos por el jefe de la Orden durante el mis año; los resúmenes anuales de las actividades de las logias de la Obediencia; las actas de las tenidas solemnes de las mismas; cuadros del personal de la Gran Logia de Chile, desde la elección del Gran Maestro Allende Padín hasta la del hermano Alejo Palma; cuadros de los miembros de las logias chilenas en actividad, con todas sus especificaciones; cuadros de las logias cuyas columnas estaban abatidas en esa fecha y de las declaradas en sueño; nóminas de las logias de la correspondencia, direcciones de Poderes Masónicos, el calendario masónico, un Obituario a la memoria de Blas 2º Cuevas, Primer Gran Celador, y Antonio Maldini, miembro del Consejo del Gran Maestro, fallecidos a principios de 1895, y un bosquejo retrospectivo, de 1884 a 1894. Este último capítulo, especialmente, revestía el mayor interés, pues venía a llenar un largo vacío en las actividades de la Gran Logia. Desgraciadamente, las secretarías de las logias chilenas, a las cuales fueron solicitados los datos pertinentes para la confección de los diversos capítulos del Boletín, no recopilaron sus datos con la escrupulosidad necesaria; y así, no es raro encontrar frecuentes errores en los datos que suministra el Boletín, lo que hace sumamente fatigoso el restablecimiento de algunos hechos, ya que cada vez es necesario emprender una minuciosa confrontación de datos y d e fechas, para no seguir las sendas equivocadas que allí se señalan. De todos modos y a despecho de tales fallas, el Boletín en cuestión fue un verdadero monumento, nunca visto hasta entonces.

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Desde el primer instante, el Gran Maestro comprendió que una institución no es eficiente y prestigiosa sino merced al prestigio y eficiencia de sus propios miembros; de ahí que adoptara medidas para preservar a las logias de la introducción de elementos malsanos o poco representativos, que se hacían admitir casi sorpresivamente en las logias alejadas del lugar de su residencia. Una de estas medidas fue exigir a las logias (Decreto Nº 6, de 2 de junio de 1894), el envío a la Gran Secretaría General del nombre de los profanos que fueran propuestos para iniciarse, de los miembros que fueran iniciados, rechazados, aumentados de grado, rayado o cuto retiro fuere autorizado, debiendo las logias cumplir dicha disposición al día siguiente de tomar los acuerdos al respecto. Por otra parte, se deseaba saber con cuánto y con qué clase de elemento se contaba para desarrollar las actividades masónicas a lo largo del país; y las logias debían remitir a la Gran Secretaría las nóminas especificadas de sus miembros, lo que permitiría tener un verdadero control. Si nos propusiéramos enumerar detalladamente las múltiples disposiciones adoptadas por el Gran Maestro Palma, tendríamos que llenar muchas páginas. Bástenos declarar que la simple enumeración d e ellas, evidenciaba en el hermano que estaba al frente de la Orden, un claro concepto de su deber y un talento organizador de primer orden. No parecía sino que hubiera tenido una larga experiencia en el manejo complicado y delicado de la Orden masónica, manejo que se hacía más grave por el hecho de que era no sólo necesario gobernar bien dicha entidad, sino levantarla del estado de postración en que yacía. Debió de experimentar una satisfacción sincera el hermano Alejo Palma cuando al año de haber sido investido con la más alta jerarquía masónica, daba cuenta de su misión en la Asamblea de 22 de mayo de 1895. “Aun cuando en este corto espacio de tiempo no era posible que ocurrieran sucesos de gran importancia para la Masonería Chilena –dijo en tal ocasión. He considerado de mi deber presentaros esta Memoria para demostrar la regularidad de las funciones que s e me han encomendado.

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“Desde años atrás, la Gran Logia de Chile ha llevado una vida pasiva y casi atónica, debido a circunstancias especiales conocidas, a la situación política del país y a las serias dificultades inherentes a una obra de tan vastas proporciones como las que persigue nuestra Orden. “Pero como esos inconvenientes, están en gran parte allanados, me asiste la convicción de que en lo sucesivo continuaremos todos sin desmayar en la labor de progreso y propaganda en que estamos empeñados y que corresponde a nuestra institución”. Después de referirse a la fraternales relaciones mantenidas con otras Potencias Masónicas extranjeras, aborda un tópico delicado e interesante, que había sido y ha continuado siendo hasta hace poco tiempo entre nosotros una preocupación constante de la Masonería chilena: el establecimiento en nuestro país de logias la obediencia de Potencias Masónicas extranjeras. Al respecto,, el Gran Maestro Palma manifestaba lo siguiente: “A este propósito, debo manifestar a la Asamblea el hecho de que existen en Chile diversos Talleres que dependen de Poderes Masónicos extranjeros. A pesar de que el artículo 32 de la Constitución nos prohíbe reconocer esas Logias, se mantienen, privadamente, las mejores relaciones con los hermanos de ellas84. “Tanto a sus miembros como a nosotros, nos incumben las mismas tareas, idénticos medios de acción y, en rigurosa lógica, todos esos elementos deberían fusionarse y reconocer en Chile un solo Poder regulador y legislador. “Se notan fácilmente los inconvenientes que tienen los Talleres extranjeros para comunicarse rápidamente con los Orientes de que dependen, establecidos en países lejanos, y las dificultades consiguientes que impiden la pronta resolución de consultas o despachos de carácter urgente. “Tal vez sería llegado el momento de propender a la unificación de todos los Talleres que funcionan en Chile, sin

84 En realidad, no sólo se mantenían buenas relaciones privadamente, sino también con carácter oficial, lo que equivale a un verdadero reconocimiento; además, la nómina de dichas logias figura en el Boletín de la Gran Logia –incluso en el mandado publicar por el propio hermano Palma-, bajo el nombre de “logias de la correspondencia”. También se ha visto anteriormente que la Gran Logia, en más de una ocasión, recomendó a las de su obediencia prestar cooperación y dar facilidades a logias extranjeras establecidas o por establecerse

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distinción de nacionalidades, previa autorización de los Poderes de que dependan. “Considero que la manera más práctica para conseguir esta importantísima reforma, sería iniciar los trabajos preparatorios para el establecimiento de un Gran Oriente de Chile, como único Poder Supremo en el país, que sirviera de centro a las logias y ritos que ahora existen dispersos y reconocen a Potencias distintas. “Para esto, habría que crear Talleres nuevos, Capítulos de los grados 4º al 33º y Grandes Logias en Santiago, Valparaíso, Iquique y Concepción, a las cuales se les reconocería su independencia y jurisdicción en los tres primeros grados simbólicos. “Cada Taller trabajaría en el idioma de la mayoría de sus miembros; estarían representados en la respectiva Gran Logia, pagando cotizaciones moderadas, proporcionalmente al número de sus hermanos, y, a su vez, cada Gran Logia formaría parte activa del Gran Oriente, que vendría a quedar como único Poder Superior en Chile. “Insinúo estas ideas a fin de que meditéis sobre ellas y tratéis de abrirles camino, especialmente en las logias extranjeras. “La reforma de los artículos de nuestra Constitución, en lo relativo al aumento de grados, no debe considerarse como obstáculo insuperable, pues una vez que s e estime seguro el resultado, nada sería más fácil que reunir un Convento Masónico, que se encargue de dar forma a este interesante proyecto y obtener la Carta Patente del caso”.

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Como se ve, los propósitos que animaban al Gran Maestro Palma eran muy semejantes a los que había abrigado el hermano Juan de Dios Merino Benavente, cuando en 1879 estableció en Chile un Supremo Consejo del Grado 33º, con la ventaja de que el procedimiento señalado por el hermano Palma era inmensamente superior, ya que la iniciativa partía del seno mismo de la Gran Logia, “único poder legislador y regular de la Masonería en Chile”; y no como sucedió en la primera tentativa, hecha veinticinco años antes, en que semejante reforma partía obedeciendo a sugestiones que casi

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podríamos llamar de carácter privado y que, en todo caso, tuvieron aspectos extraoficiales, lo que las llevó a un fracaso definitivo. Más adelante veremos hasta dónde fue posible avanzar en el proyecto insinuado esta vez.

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El feliz paso por la Gran Logia al sacar a luz su excelente Boletín, vino a demostrar la importancia de las publicaciones masónicas, no sólo para llenar necesidades de carácter administrativo, sino también para difundir la cultura masónica en todos los hermanos de Chile. El intento hecho por la logia “Unión Fraternal” Nº 1, de Valparaíso, de publicar un periódico masónico “El Puritano”, al que nos hemos referido en el capítulo anterior, debía estimular a otros Talleres a seguir por ese camino, aprovechando la ajena experiencia, a fin de imprimir a las obras de este género mayor solidez y regularidad. Un hermano de la logia “Justicia y Libertad” Nº 5, Francisco A. Machuca, tomó sobre sí la grave responsabilidad de empresa semejante; y después de recabar y obtener la debida autorización de la Gran Logia, empezó el 31 de julio de 1895, la publicación de “La Cadena de Unión”, revista masónica mensual, “autorizada por la Gran Logia de Chile”. Ésta fue la primera publicación masónica hecha en Chile con carácter serio y regular; y aunque sólo alcanzó poco más de un año de existencia –hasta el 30 de septiembre de 1896- marca el comienzo del periodismo masónico en nuestro país. En entregas de cien páginas, formato 4º, aparecía regularmente, mes a mes, dando cabida en sus páginas a los trabajos más interesantes leídos en los Talleres de la Obediencia y de la Correspondencia y conteniendo una Crónica de las actividades masónicas extranjeras. Aunque su vida fue breve, hizo una labor cultural intensa; no sólo en lo que a conocimientos masónicos se refiere, sino especialmente en el sentido de orientar la opinión masónica del país hacia la adopción de aquellas reformas de trascendencia, cuyos proyectos hasta entonces sólo eran conocidos de los hermanos que pertenecían a la Gran Logia y que los oían de los propios labios del Gran Maestro.

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En este sentido, prestó una cooperación entusiasta y decidida al proyecto de constituir el Gran Oriente de Chile, formulado por el Gran Maestro Palma en su Memoria correspondiente a 1895. Y, ampliando el pensamiento del Jefe d e la Orden, ofrecía a los masones chilenos, en líneas generales, un proyecto de organización del nuevo Cuerpo85.

GRAN ORIENTE DE CHILE

“La idea de fundar el Gran Oriente de Chile, se hace camino en las logias establecidas en nuestro país y tiene favorable aceptación ante la Gran Logia de Chile. “Dado el progreso alcanzado en los últimos años, se impone la constitución de la Potencia Masónica Chilena, para entrar de lleno en el concierto universal de las grandes entidades sociales. “La República Argentina tiene constituido el Gran Oriente, con aplauso de la Masonería Universal. “Igual tarea se ha llevado a cabo con éxito en Uruguay y en Paraguay. “El Brasil constituye Gran Oriente desde los principios del siglo. “El Perú tomó igual partido apenas afianzó su independencia, teniendo bajo sus auspicios a la Masonería del Ecuador y Bolivia, que no han podido formar Cuerpos independientes, debido a los vicios de sus instituciones civiles y al predominio del clero sectario en ambas naciones. “Por fortuna, el hermano General Alfaro tiene ahora las riendas del gobierno ecuatoriano y podrá en breve realizar el ideal de los hermanos de aquella importante sección del continente americano: echar las bases de la Gran Logia del Ecuador, como Poder Central de la Orden en todo el territorio. “En cuanto a nosotros, tiempo es ya de alzar al poder autónomo en la expresión que nos marca la constitución universal. “Desde luego, se echarán las bases de las tres Grandes Logias necesarias para la constitución del Gran Oriente, la cuales residirán en Iquique, Valparaíso y Concepción.

85 “La Cadena de Unión”, Santiago, Tomo III, entrega 3ª, página 90.

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“El Poder Supremo se trasladaría entonces a la capital de la República. “La Junta de Venerables, creada últimamente por el Serenísimo Gran Maestro, responde a esta necesidad tan justamente sentida, para ir dando desde luego unidad de acción y preparar el terreno para la creación de las logias capitulares destinadas a encuadrar bajo una sola aspiración, las fuerzas vivas de las logias simbólicas. “Gratísima es la noticia, que deseamos se traduzca en hermosa realidad.

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Por otra parte, la opinión masónica nacional participaba de tales aspiraciones. Lo demuestran las frecuentes insinuaciones hechas, ya por hermanos en el seno de sus logias, ya por éstas a la autoridad central, en el sentido de provocar la reunión de un Gran Congreso Masónico, en el cual tomarían parte todos los elementos, así nacionales como extranjeros, rsidentes en el país, con el fin de abordar en forma definitiva la constitución del Gran Oriente de Chile. “La Cadena de Unión”, atenta al sentir de los masones en Chile, insertó en su tercera entrega del año 1896 una especie de esquema o proyecto de la representación masónica que podría formar dicho Congreso, para cuya organización recomendaba tomar como modelo la forma en que se había constituido el último Congreso Masónico nacional de Bruselas. Según esas indicaciones, el Congreso Masónico Chileno podría estar compuesto en la siguiente forma: 1° Gran Logia de Chile; doce altas dignidades: Serenísimo Gran Maestro. Diputado Gran Maestro. Primer Gran Celador. Segundo Gran Celador. Gran Orador. Gran Secretario General. Gran Secretario Adjunto Gran Tesorero. Gran Maestro de Ceremonias. Gran Guarda Sellos y Timbres.

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Gran Experto. Gran Guarda Templo. 2° El Consejo del Serenísimo Gran Maestro, compuesto de diez maestros. 3° Las Secciones de la Gran Logia, compuestas de veintitrés maestros, en la forma siguiente:

a) Sección Simbólica y de Ritos: cinco maestros. b) Sección del Boletín Oficial: tres maestros. c) Sección de Finanzas: cinco maestros. d) Sección de Correspondencia: cinco maestros. e) Sección Acumulación de Rito: cinco maestros. 4° Los ex Serenísimos sobrevivientes, que son cuatro86. 5° Los Diputados de las ocho logias de la obediencia, de las cinco en instancia y de las dos en formación, que arrojan un total de quince hermanos. 6° Los treinta y ocho ex venerables Maestros de las Logias de la Obediencia. 7° Las cinco primeras luces de las ocho logias de la Obediencia, de las cinco que trabajan en instancia, de las dos en formación y de las dieciséis de la correspondencia, o sea, ciento cincuenta y cinco hermanos. Tendremos, en consecuencia, que el Congreso Mas´nico comprenderá: 1° Gran Logia……………………… 12 hermanos 2° Gran Consejo…………………… 10 hermanos 3° Secciones de la Gran Logia….. 23 hermanos 4° Ex Serenísimos…………………. 4 hermanos 5° Diputados………………………... 15 hermanos 6° Ex Venerables…………………… 38 hermanos 7° Cinco primeras luces…………… 155 hermanos ____________ Total general….. 257 hermanos

Lo que daría un Congreso de doscienta cincuenta y siete miembros, que tienen alta investidura oficial en la Orden; y

86 Juan de Dios Arlegui; Evaristo Soublette; Benicio Álamos González y Enrique Mac-Iver.

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capaces, por lo tanto, de trabajar provechosamente en favor de su engrandecimiento87. Mas, a pesar de las buenas disposiciones manifestadas por los masones chilenos y del concurso ofrecido por las logias de la Obediencia, la anhelada constitución del Gran oriente Nacional no pasaba de ser un hermoso proyecto, lejos aún de convertirse en realidad. Entre tanto, había llegado el año 1897, en el cual terminaba el hermano Alejo Palma sus funciones de Gran Maestro. Grandes debieron ser las dificultades que se opusieron a la realización de sus proyectos, ya que a pesar de su tenaz labor y de sus excepcionales cualidades de jefe y de organizador, no pudo dar forma y vida a este anhelo, sin duda benéfico para la Institución por aquel entonces. Felizmente, y acaso comprendiendo que un cambio de dirección no serviría sino para introducir nuevas dificultades en el resurgimiento de la Masonería nacional, interrumpiendo la unidad de sus labores, la Asamblea reunida el 22 d emayo para elegir nuevo Jefe, renovó su mandato por un nuevo trienio al hermano Alejo Palma y lo dejó, y se puso ella misma en condiciones de poder continuar con expectativas de éxito una empresa que tanto interés había despertado. Como Gran Diputado fue elegido en dicha Asamblea el hermano Eduardo de la barra, que hacía poco había regresado a la patria después de una prolongada permanencia en la Argentina y Uruguay, países en donde realizó, a más d e su brillante labor profana, una intensa obra masónica, que le valió ser exaltado a la más alta jerarquía del Rito escocés: el grado 33°. La Presencia del hermano de la Barra entre los altos Dignatarios de la Gran Logia de Chile fue de influencia decisiva para la realización de una parte del programa de reformas que, desde el primer año de su gobierno, venía acariciando el hermano Alejo Palma.

87 En realidad, el número de miembros de este posible Congreso que señala el autor del artículo, es un tanto exagerado. Hay que descontar, desde luego, los veintitrés miembros de las Comisiones de la Gran logia, pues dichas Comisiones estaban formadas en su totalidad por miembros del consejo. También estre éstos había varios que eran Venerables o ex Venerables Maestros, lo mismo que entre los doce Grandes Oficiales. Tal vez doscientos sería el número más cercano a la realidad.

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Dos años después de enunciado el propósito de establecer el Gran oriente de Chile, en su Memoria anual, leída en la Asamblea de 7 de junio de 1897, el hermano Alejo Palma, refiriéndose a este punto, decía: “A pesar de nuestros vivos deseos, aun no se ha podido realizar el proyecto de instalar en Chile un Gran Oriente Nacional. Se han iniciado con muy buen éxito las gestiones encaminadas a tal fin, y me hago un honor en dejar constancia de la gratitud de que somos deudores para con el Gran Oriente de la República Argentina, por las amplias e inusitadas facilidades que se nos han proporcionado para la fundación de ese Supremo Poder88. “Una vez que se establezca y nos incorporemos a la unión pactada en el Congreso de Laussane, de acuerdo con las Potencias Extranjeras que sostienen Talleres en nuestros valles, procuraremos la anhelada fusión de todas las logias que existen en Chile y que dependen de cuerpos extraños a la Gran Logia. “En la próxima reunión anual me será grato daros detalles completos sobre este particular. La idea de celebrar un Congreso Masónico ganaba cuerpo de día en día. Así, ya no era sólo un proyecto del Jefe de la Orden, sino que se había transformado en una necesidad de todos los masones chilenos, que veían en su realización el germen de muchos beneficios para la Orden y para las obras por ella emprendidas. Aunque en los párrafos de la Memoria que acabamos de citar, el Gran Maestro Palma prometía para la próxima reunión anual, -es decir, para mayo de 1898- detalles completos sobre el particular, e anhelo de algunos hermanos entusiastas no les permitió aguardar semejante fecha, y querían que para entonces no hubiera ya simples detalles sino que se manifestara un hecho real. De ahí el proyecto que el 26 de abril de 1898 presentó a la Gran Logia de Chile el Diputado de la Respetable Logia “Justicia y Libertad! N° 5.

88 En efecto, después de la frustrada tentativa del hermano Juan de Dios Merino Benavente para establecer un Supremo Consejo del Grado 33° en Chile, no había corporación regular con autoridad sobre los llamados “grados superiores” de manera que s e hacía indispensable la cooperación de un Supremo Consejo, regularmente establecido, para instalar en el país los Talleres y Capítulos del caso.

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“Serenísimo Gran Maestro: tengo el honor de proponer a la consideración de la Gran Logia de Chile el siguiente proyecto de acuerdo: “Teniendo presente que la Respetable Logia “Justicia y Libertad” N° 5 ha hecho repetidas gestiones para celebrar en Santiago un Congreso Masónico, la Gran Logia de Chile acuerda: Autorizar a los Venerables Maestros de los Talleres del valle de Santiago para convocar dentro de un año, contado desde esta fecha, un Congreso Masónico que se ocuparía de las siguientes materias: “a) Rol de la Masonería en la enseñanza y en la cuestión social; “b) Misión de la logias en Chile; “c) Medios de propaganda: publicaciones, conferencias y certámenes; “d) Bases para reformar los estatutos y Rituales vigentes; “e) Bases para unificar, sin distinciones de

nacionalidades o ritos, las logias que funcionan en Chile, haciéndolas depender de una autoridad única;

“f) Bases para fundar un Gran Oriente en Chile o en su defecto, una Gran logia en Santiago.

“Las conclusiones a que llegue el Congreso serán sometidas al Serenísimo Gran Maestro.

Santiago, 26 de abril de 1898. El Diputado electo de la Respetable logia “Justicia y Libertad” N° 5. A este proyecto, el mismo hermano Diputado acompañaba otro, referente a una materia no menos importante: “Serenísimo Gran Maestro: “Siendo indispensable preparar los antecedentes para propender oportunamente a reformar los estatutos y Rituales, someto a la consideración de la Gran logia de Chile el siguiente proyecto de acuerdo: “Dirigir una circular a los talleres de la Obediencia pidiéndoles que, a la mayor brevedad y por intermedio del respectivo Orador, informen detalladamente acerca de las dificultades que hayan notado en la aplicación de los Estatutos y Rituales vigentes y de las modificaciones que estimen necesarias a unos y otros”.

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Después de inauditos esfuerzos, se logró realizar la primera etapa del camino hacia la formación el Gran Oriente. El 27 de abril del año 1899, el Supremo Consejo del grado 33° para la República Argentina, extendía la Carta-Patente con la cual podría establecerse regularmente un organismo semejante en nuestro país, el cual quedaba fundado en julio del mismo año. Contribuyó eficazmente al éxito de esta primera jornada el hermano Eduardo de la Barra que, como hemos dicho, durante su larga permanencia en las riberas del Plata, había obtenido el último y más alto de los grados del Rito Escocés y fue quien gestionó ante el Poder Masónico Argentino la Carta-Patente necesaria para que dicho organismo se constituyera en Chile. Prestó también una importante cooperación al desarrollo del nuevo organismo el Gran Orador, hermano Benicio Álamos González. No deja de llamar la atención este hecho, ya que en épocas anteriores, cuando el hermano Villanueva, Gran Maestro en 1872, quiso inclinar a la Gran Logia a la fusión con el Supremo Consejo entonces establecido por el hermano Merino Benavente, el hermano Álamos González fue el más ardiente campeón de la completa autonomía de la Gran logia. Y meses después, elegido para Jefe de la Orden, en reemplazo del hermano Villanueva –que renunció a causa de aquellas mismas dificultades- puso su mayor empeño en desarrollar los trabajos masónicos en chile dentro de los tres grados simbólicos, con prescindencia completa de Capítulos y Consistorios. Grandes debieron de haber sido, seguramente, las razones que lo indujeron a adoptar un criterio y una actitud diversos de los anteriores, frente a un problema del todo parecido. Este hecho nos indica que el nuevo plan de desarrollo de la Masonería, ideado por el hermano Palma, ofrecía ventajas evidentes, para hacer cambiar de opinión a un hombre de tanta preparación, conocimiento y experiencia como era entonces el Gran Orador. En 18 de diciembre de 1899, el Gran Maestro dictó un decreto relacionado con estos proyectos: “Nos, Alejo Palma, Serenísimo Gran Maestro, etc.

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“Considerando: que por el Art. 33 de la Constitución de la Orden Masónica en Chile se dispone textualmente lo que sigue: “El Gran Maestro, de acuerdo con su Consejo, llegado el caso previsto en el Art. 18, tiene el derecho de crear los Talleres Superiores que crea convenientes, siempre que para ello proceda con sujeción a los principios fundamentales de la Orden y a las reglas y condiciones del Rito Escocés A. y A.; “Considerando: que el mucho desarrollo adquirido por la Masonería en estos últimos años hace necesaria la organización de un Gran Oriente, para lo cual es indispensable establecer los Capítulos y Grados Superiores; “Considerando: que de ese modo se reavivarán y tomarán doble fuerza y vigor de los trabajos y esfuerzos que hacemos por el triunfo definitivo del libre progreso de la fraternidad humana; “Considerando: que esta necesidad se hace sentir especialmente por el decaimiento en que s e halla el respeto a la justicia y a la verdad; “Considerando: que la unanimidad de los miembros de nuestro Consejo ha coincidido con nosotros en estas ideas, según consta del acta respectiva; “En uso de las facultades de que nos hallamos investidos, “Decretamos: “Que autorizamos la creación de Talleres Superiores, hasta el grado 33º inclusive, debiendo procederse con sujeción a los principios fundamentales de la Orden y a las reglas y condiciones generales del Rito Escocés A. y A. “Anótese y comuníquese a la Gran Logia de Chile y a las Logias de la Obediencia. “Dado en el Oriente de Valparaíso, a 18 de diciembre de 1899”. Éste fue el último esfuerzo intentado por el hermano Alejo Palma en pro de la realización de sus anhelos, esfuerzo ni más afortunado ni más fecundo que los anteriores, ya que, al menos por entonces, la influencia de esta disposición no se dejó sentir en ninguna de las manifestaciones de la vida masónica nacional.

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Por otra parte, causas imprevistas y que no está en la mano de los hombres evitar, vinieron a privar al Supremo Consejo recién creado, de sus dos más fuertes columnas: el hermano Alejo Palma -cuya salud notablemente quebrantada, que a más de impedirle seguir en sus labores al frente de la Orden, lo obliga a mudar de residencia- se veía en la necesidad de abandonar la Gran Maestría por tiempo indefinido. Y el hermano Eduardo de la Barra, alma de aquel nuevo organismo masónico, fallecía en los primeros días del año 1900. De modo, pues, que aquel hermoso proyecto de unificación de la Masonería en Chile, reuniendo a todas las logias, chilenas y extranjeras, bajo una sola dirección, no pasó de ser una sentida aspiración. Pero, si bien el Gran Maestro Palma no vio coronado por el éxito ese proyecto, acaso el más ardientemente acariciado de cuantos concibiera durante su estada al frente de la Orden, las demás directivas que dio para el mejor desarrollo de la obra masónica en el país, fructificaron vigorosamente y señalaron para la Orden en Chile una era de verdadero y firme resurgimiento. Desde luego, cabe advertir que durante sus dos períodos de gobierno, fueron numerosas las logias que alcanzaron sus columnas en diversas ciudades de la República. Otra de las medidas más acertadas fue la de establecer en Santiago, el centro de mayor actividad masónica, por esa época, una Comisión Permanente que representara a la Gran Logia y que estaba facultada para resolver en forma rápida aquellas cuestiones que, sin revestir caracteres de gravedad, no dejaban de tener importancia para la vida íntima de los Talleres de la capital. He aquí la organización de esta Comisión Permanente: “a) Créase en Santiago una Comisión encargada de vigilar los trabajos de todos los Talleres del Valle. “b) La Comisión la compondrán los Venerables de las Respetables Logias “Justicia y Libertad” Nº 5, “Avenir et Liberté” Nº 9 y “Estrella de Chile” Nº 17. “c) Esta Comisión se abocará el conocimiento de todos los sucesos que puedan perturbar la marcha ordinaria de la Masonería en el Valle de Santiago.

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“d) Se inviste a esta Comisión de las facultades necesarias para visitar los Talleres, investigar su marcha, examinar sus trabajos, libros y archivos, estudiar su espíritu masónico, tendencias y aspiraciones, todo en conformidad con el Art. 36 de la Constitución”. Esta Comisión, designada aprincipios de 1896, fue reorganizada en mayo de 1898, tomando su presidencia el Diputado Gran Maestro, hermano Eduardo de la Barra. Con el funcionamiento de esta Comisión, se vino a llenar una urgente necesidad, a la vez que a poner atajo a algunas pequeñas irregularidades en que solían incurrir las logias por falta de vigilancia superior permanente. Entre los principales acuerdos tomados por esta Comisión, debemos mencionar una Circular dirigida a las logias, para que observasen con todo rigor cuanto la constitución y los Estatutos Generales disponían respecto de los hermanos visitadores, asunto en que s e notaban corruptelas lamentables; sobre el recíproco conocimiento que debía tener las logias de los nombres de los candidatos a la iniciación; sobre el orden y escrupulosidad con que debían llevarse los libros y archivos, etc.

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Fuera de las medidas de carácter administrativo que adoptó el hermano Alejo Palma, para el mejor desarrollo de los trabajos de la Gran Logia y de los Talleres de su obediencia, no dejaremos de recordar sus esfuerzos en el sentido de establecer un organismo que permitiera prestar un auxilio rápido y eficaz a la familia de los hermanos masones que fallecieron sin dejar bienes de fortuna; o bien para ayudar en casos de enfermedad o en otras situaciones aflictivas a aquellos hermanos que lo necesitaren. A esto obedecieron varias reuniones efectuadas en Valparaíso por todos los elementos masónicos, que se congregaban bajo la presidencia del propio Gran Maestro. Y aunque el hermano Palma no alcanzó a dejar funcionando esta organización, echó, por lo menos, los cimientos de un proyecto que habría de realizarse algunos años después.

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Desgraciadamente para la Orden, la salud del activo Jefe se resintió de día en día, al extremo de imposibilitarlo para todo esfuerzo y obligarlo a abandonar la ciudad de Valparaíso. Con fecha 15 de enero de 1900, dictaba el siguiente Decreto, el último de su administración: “Nos, Alejo Palma, etc. “Vista la necesidad en que nos hallamos, por el mal estado de nuestra salud, de ausentarnos de este Valle por tiempo indefinido, y en uso de la facultad que nos confiere el Art. 28 de la Constitución, “Decretamos: “Queda nombrado Gran Maestro Adjunto de la Gran Logia de Chile, pro el tiempo que dure nuestra ausencia de este valle, el I. y Q. hermano Benicio Álamos González. “Anótese y comuníquese a la Gran Logia y a las Logias de la Obediencia. Alejo Palma, 33º”.

ARTÍCULO XXXIV

Se concede la Carta Constitutiva a las Logias “Estrella de Chile” Nº 17 y “Southern Cross” Nº 16. Se funda en Santiago, con elementos de nacionalidad inglesa, la logia “Albión” Nº 19. Pide su constitución a la Gran Logia de Chile. Trascendencia de este paso. Álamos González funda en Valparaíso la logia “Regeneración” Nº 20 y Manuel de Lima la “Valparaíso” Nº 22. ¿Qué logia llevaba el número 21? Comienza atrabajar en Iquique la “Francisco Bilbao” Nº 23. En la capital eleva sus columnas un nuevo Taller: “Aurora de Italia” Nº 24. En Punta Arenas nace la “Estrella de Magallanes” Nº 25; en Piragua “Caridad” Nº 26 se regulariza bajo la obediencia de la Gran Logia de Chile. Una logia que podríamos llamar aristocrática se organiza en Santiago, bajo el título de “Franklin” Nº 27. ¿Por qué fracasó esta logia, según opinión del hermano Luis Navarrete y López. ¿Cómo recibió la prensa de San Fernando la fundación de la logia “Arturo Prat” Nº 28. Las dos logias llamadas “Morro de Arica”. Los masones de Valparaíso establecen otra logia bajo la obediencia de la Gran Logia de Chile; la “Esmeralda” Nº 30. La última logia fundada

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durante este período fue la “Lautaro” Nº 31, de Temuco. Algunas logias chilenas pretenden someterse a la obediencia de poderes masónicos extranjeros.. Severa critica de la “Verdad”. Las falsas logias “Manuel Rodríguez” y “Aurora italiana” Nº 33. El 16 de junio de 1894, el Gran Maestro Alejo Palma dictó el Decreto que concedía su Carta Constitutiva a la logia “Estrella de Chile” 7, que funcionaba en Santiago, y ordenaba proceder a su definitiva instalación, nombrando para el caso una comisión compuesta de los hermanos Francisco Puelma Tupper, que la presidía, Urbano Veran Buy y Anselmo Hevia Riquelme. La ceremonia de instalación se verificó el 25 de junio. Regía entonces los destinos de dicho Taller la siguiente Oficialidad. Venerable Maestro, Carlos Ignacio Palacios, Gr. 18º Primer Vigilante, Juan Félix Urcullú, Gr. 18º Segundo Vigilante. Enrique Shöchlin; Orador, Domingo Chacón; Secretario, Floridor Romero; Primer Experto, Luis C Dupuy; Tesorero, Costy D. Saridakis; Maestro de Ceremonias, Francisco Sánchez R. Diputado, Arturo J. Williams. Cumpliendo sus deberes de confraternidad, se hicieron representar por medio de numerosas diputaciones, las logias “Justicia y Libertad” Nº 5, “Huelén”, “Avenir et Liberté” Nº 9, “Unión del Sur” Nº 18, de Talca y “Paz y Concordia” Nº 13, de Concepción. Los trabajos continuaron desarrollándose con perseverancia y regularidad. Durante el año 1894 celebró sesenta tenidas; inició veinte profanos; concedió afiliación a dos hermanos de otros Talleres y aumentó de grado a diecisiete miembros de su propio cuadro. “Actualmente el Taller trabaja con celo y tesón –decía el Secretario en Nota de 1 de enero de 1895- por su regular funcionamiento y confía en que saldrá airoso y triunfante en sus propósitos. Anhela el progreso de la Masonería chilena y

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por eso hállase asimismo empeñado en estrechar aún más las relaciones fraternales de los Talleres, con el objeto de unificar todos los esfuerzos en el sentido de hacer más fructífera la labor masónica y de llevar a la práctica con constancia, firmeza y entusiasmo verdaderos, sus altos y nobilísimos fines”.

--------- Aunque fundada antes que la “Estrella de Chile”, la logia “Southern Cross” Nº 16 no había podido ser definitivamente instalada, debido a ciertas dificultades surgidas en su seno y que, por algún tiempo, hicieron temer por la vida futura del Taller. El Gran Maestro nombró una delegación encabezada por el hermano Carlos I. Palacios, para que se trasladara al puerto de Coronel, sede de la logia, a investigar lo acontecido. Conocido por la Gran Logia el informe del delegado, del cual se desprendía que aquellas dificultades sólo tenían por origen la divergencia de opinión de cuatro miembros de la logia, el Gran Maestro, con fecha de diciembre de 1894, dictó el Decreto que ordenaba la instalación definitiva y le otorgaba la Carta Constitutiva. La comisión que debía llevar a la práctica ese decreto, estaba compuesta por los hermanos Enrique Pastor, que la presidía, Enrique S. Bunster y Lorenzo Arenas. Esta medida no podía menos que ser en extremo beneficiosa para el naciente Taller, ya que daba a sus trabajos de regularidad indispensable para que sus miembros concertaran sus esfuerzos en forma armónica en pro de la realización de un ideal común. La propia Oficialidad de la Logia 16, cristalizando este anhelo, se expresaba en los siguientes términos, al dar cuenta de los trabajos efectuados durante el año 1894: “Las circunstancias difíciles y excepcionales que ha tenido que atravesar el Taller, la falta de Carta Constitutiva que regularice y dé estabilidad a sus trabajos, no le han permitido emprender trabajos dedicados al interés general de la Orden y sólo se ha reunido el número de veces indispensable para despachar sus asuntos particulares de más urgencia”. La ceremonia de instalación y entrega de Carta Constitutiva se llevó a efecto el 30 de enero de 1895, en

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medio del mayor entusiasmo, con asistencia de la totalidad de sus miembros y algunos hermanos visitadores de Concepción. La Oficialidad de la Logia era la siguiente: Venerable Maestro, Guillermo Raby; Primer Vigilante, Guillermo Burrows; Segundo Vigilante, Jorge Walker; Orador, J. Goldberg; Secretario, M. L. Stephens; Experto, J. O. Frödden; Guarda Templo, C. J. Edmonds

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Entre las numerosas fundaciones de logias efectuadas durante este período y de las cuales nos ocuparemos en seguida, revistió alta importancia la de la “Albión” Nº 19, establecida en Santiago, con personal inglés, el 13 de agosto de 1895. Como está en conocimiento de todos los que se han preocupado de estudiar un tanto la organización masónica, es la Masonería inglesa el ejemplo, en cuanto a disciplina, reglamentación, respecto a los landmarks, regularidad, etc. Esto es muy explicable, por cuanto fue Inglaterra la cuna de la Masonería moderna Y DE LA Gran Logia de Londres, establecida como se sabe, en 1717, el centro de donde han irradiado hacia las cinco partes del mundo los principios fundamentales de la Masonería de San Juan. De modo, pues, que el hecho de haberse establecido entre nosotros una logia con personal inglés y haber pedido, no a la Gran Logia de Inglaterra, como era de suponer, sino a la Gran Logia de Chile la autorización para trabajar y su Carta Constitutiva señala, de una manera evidente, el alto concepto que de la regularidad y corrección de la Masonería chilena tenían aquellos hermanos, tan estrictos observadores de las leyes fundamentales de la Orden. Llama, además, la a tención, otro hecho. El fundador de esta logia y su primer Venerable Maestro fue el hermano Pedro A. Ewing, hijo de Meter Ewing, que era Diputado Gran Maestro de Distrito (District Deputy Grand Master) de la Gran Logia de Massachussets en Chile y encargado de la vigilancia

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de las cuatro logias que bajo la jurisdicción de ese Poder Masónico funcionaban en nuestro país: “Bethesda”, “Aconcagua”, “Huelén” y “St. John”. Dicho hermano Meter Ewing era, además, miembro por afiliación de la logia “Harmony”, dependiente de la Gran Logia de Inglaterra. Tal vez podría pensarse que siendo los fundadores de la logia “Albión” de nacionalidad inglesa, prefirieron obtener la Carta-Patente de la Gran Logia de Chile y no de la de Massachussets, en razón de estar ésta tan alejada de sus trabajos y de serles ambos Poderes igualmente extranjeros para su punto de vista. Pero, en tal caso, ¿no podían recurrir a la Gran Logia de Inglaterra, que ya había establecido una logia en nuestro país, o a la Gran Logia de Escocia, que había establecido varias? Sean cuales fueren las razones que indujeron a los hermanos fundadores de la logia “Albión” Nº 19 a colocar su Taller bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Chile, el hecho fundamental en que dicha determinación importaba el reconocimiento evidente de la seriedad y corrección de procedimientos de la Gran Logia de Chile. Durante el primer año de trabajos, la logia “Albión” Nº 19 fue dirigida por los siguientes oficiales: Venerable Maestro, Pedro A. Ewing; Primer Vigilante, William Sabina; Segundo Vigilante, Jorge Sabina; Tesorero, W. R. Peters; Secretario, J. D. Ewing; 1er. Diácono, J. C. Macartney; 2º. Diácono, E. J. Coates; Hospitalario, Tomás Stillmann. Los trabajos se desarrollaban en el Rito de Cork.

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El hermano Benicio Álamos González que había vuelto a las labores masónicas con el mismo fervor de antaño, no encontraba bastante a su actividad incansable el cargo de Gran Orador que la Gran Logia le había confiado, y buscaba mayor campo a sus anhelos de trabajo.

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Por otra parte, y dado el momento de vivo resurgimiento por que atravesaba la Masonería nacional, todas esas fuerzas espirituales encontraban pronto el cauce que las conducía a la realización de su obra. En Valparaíso, cuna de la Masonería nacional y sede de la Gran Logia, no existía por aquella época -1895- sino una logia chilena: la “Unión Fraternal” Nº 1. Abatidas las columnas de sus dos hijas “Progreso” Nº 4 y “Aurora” Nº 6 y caídos en receso los trabajos de la “Germania” Nº 8, era la logia Nº 1 la que soportaba todo el peso de las actividades masónicas en Valparaíso y la que proporcionaba, casi en su totalidad, el personal de oficiales de la Gran Logia. El hermano Álamos González se propuso echar las bases de un nuevo Taller, que viniera a colaborar con la vieja y gloriosa logia. En compañía de otros hermanos, a quienes su ejemplo estimulaba, se puso a la obra con el entusiasmo y actividad de sus juveniles años, a pesar de contar con más de sesenta. Sus esfuerzos no pudieron menos de ser coronados por el éxito; y en mayo de 1895 celebraba su primera reunión preparatoria el nuevo Taller, al que se dio el sugestivo título de “Regeneración”. Por aquellos mismos días, otro masón tan tesonero como ilustre, a quien la Gran Logia de Chile debió mucho desde sus primeros días de existencia, el hermano Manuel de Lima, rivalizaba en celo y entusiasmo con el Gran Orador y echaba los cimientos de otro Taller al que bautizaba con el nombre de “Valparaíso”. Ambos Talleres desenvolvieron sus actividades dentro de la más perfecta corrección; y el Gran Maestro, conocidos los antecedentes, dictaba el 18 de octubre de 1895 un Decreto en que autorizaba para trabajar en instancia a las logias “Regeneración” N° 20 y “Valparaíso” N° 21. El Venerable Maestro de la N° 20 fue el propio hermano Álamos González, y secretario, Aníbal Echeverría y Reyes. El Venerable fue reelegido, de año en año, hasta 1900. La logia N° 22 habría dejado el mallete de Venerable Maestro durante muchos períodos en las manos de su ilustre fundador, que dirigió sus trabajos en los primeros meses de actividad; pero, no pudiendo vencer la modestia del hermano Manuel de Lima, que lo hacía rehuir los honores después de

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haber aceptado los sacrificios de cada empresa, hubo de contentarse con otorgarle el título de miembro honorario. Presidió los trabajos del nuevo Taller el hermano Federico Arnao, ayudado por los hermanos José Ibáñez y Santiago Martínez H., como Vigilantes; Federico Gacitúa como Orador y Malcolm Mac-Iver como secretario. La Oficialidad definitiva quedó instalada el 4 de febrero de 1896.

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Llamará, tal vez, la atención el salto de 20 a 22 en la numeración de estas logias, que fueron autorizadas por un mismo Decreto. Ello se debió a que se deseaba reservar el N° 21 para una logia que, bajo el título distintivo de “Arturo Prat” se proyectaba establecer en San Fernando.

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En las provincias del norte, los trabajos masónicos no habían sido muy felices en su desarrollo, en cuanto a las actividades nacionales se refiere. Los esfuerzos intentados en Antofagasta y Taltal no habían respondido a las esperanzas que se cifraran al emprenderlos. Mas, no por eso el elemento masónico de aquellas regiones se desanimaba. En Iquique se renovó el intento. El 26 de agosto de 1895, nueve hermanos maestros pedían a la Gran Logia el permiso respectivo para iniciar en instancia los trabajos de una logia, a la que designaron con el nombre de “Francisco Bilbao”. El 30 de octubre del mismo año, la respectiva Sección de la Gran Logia informaba favorablemente la solicitud; y en el mes de noviembre, el Gran Maestro expidió el Decreto de permiso. Los trabajos se iniciaron el 3 de diciembre en las mejores disposiciones, bajo el mallete del Venerable Maestro Rodolfo Castro Herrera. Ya el 26 de mayo del año siguiente, 1896, el taller pedía su Carta Constitutiva; y cuatro meses después, el 26 de septiembre, se efectuaba la instalación solemne y definitiva. Obtenida la plenitud de sus derechos, la respetable Logia “Francisco Bilbao” N| 23 quedaba en condiciones de consagrarse a la obra de levantar en cada uno de sus miembros un templo a la virtud.

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Contando en su seno con personalidades que por su intelectualidad y relevantes condiciones morales podían realizar, y realizaron trabajos encomiables, se esperaba con fundamento, que esa logia llegaría a ser una de las mejor constituidas y más laboriosas de cuantas se encontraban bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Chile. Entre las obras que realizó, debemos citar el hecho de haber obtenido que la logia “Caridad”, fundada en Piragua bajo la jurisdicción de un Poder masónico del Perú y que había caído en receso, se regularizara en diciembre de 1896 y trabajara bajo el N° 28, con patente de la Gran Logia de Chile. Desgraciadamente, dos lamentables circunstancias fueron causa de que las risueñas expectativas abrigadas al fundarse la logia 23, se frustraran. Fue la primera cierta indiferencia de parte de la Gran logia –absorbida por aquel entonces con sus propios proyectos- para acoger las indicaciones de las logias o señalar u n rumbo en el momento oportuno; y fue la segunda, el escaso arraigo que en Iquique tenía el personal de nacionalidad chilena, único interesado en mantener vigorosa la logia “Francisco Bilbao” al lado del Taller de la Gran Logia de Escocia y al que mantenía la Gran Logia del Perú en aquella ciudad. El hecho es que a fines de 1897 la logia se clausuraba, sin que de tal acontecimiento llegara a la Gran logia noticia oficial ni extraoficial hasta mucho después de lo ocurrido.

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Poco a poco, y como no podía dejar de suceder, la capital fue transformándose en el verdadero centro de la Masonería chilena. Ello se explica fácilmente, en razón de su mayor densidad de población, del mayor número de centros culturales y por esa atracción que ejerce en todos los individuos la capital de un país, hacia la cual convergen todas las aspiraciones. Así, mientras Valparaíso, que era la sede y cuna de la Masonería chilena, contaba con tres logias nacionales, dos de ellas de muy reciente fundación, en Santiago habían venido funcionando la “Justicia y Libertad” N° 5, la “Avenir et Liberté” N° 9, la “Estrella de Chile” N° 17; se había establecido después la “Albión” N° 19 y se proyectaba la fundación de la

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“Aurora de Italia” y de otra más, ambas bajo la obediencia de la Gran Logia de Chile. De estos dos talleres en proyecto, el primero, al que se había concedido permiso para trabajar el 8 de enero, quedó establecido el 20 de agosto de 1896, bajo el nombre d e “Aurora de Italia”, que ya hemos señalado, en razón de que muchos de sus miembros fundadores eran de nacionalidad italiana. Concurrieron a su fundación los hermanos Domingo Cóppola, Arturo Dagnino, Rafael Lorca, Emilio Sani, Baldomero Drentheln, A, Quezada, Eulogio C. Lorca, Agustín I. Palma, Francisco Oliveira, Franklin Quezada, Luis Amador Vega, Luis Manuel Olmedo, Catone Berni, Constantino Saridakis, Y Carlos Navarrete Prado. Su primer Venerable Maestro fue el hermano Domingo Cóppola y Secretario Catone Bernini. Trabajó en instancia hasta el sábado 8 de mayo de 1897, fecha en que fue definitivamente instalada89. En ese día, ante representantes de todas las logias de Santiago y de muchas del resto del país, se verificó solemnemente la instalación, es decir, la entrada en la plenitud de la vida masónica, de un taller vigoroso y entusiasta. Ese día, la delegación de la Gran logia de Chile, expresamente venida de Valparaíso, trajo al nuevo Taller junto con la Constitución que había de regirlo, el saludo y la voz de aliento de los altos Poderes Masónicos de Chile. “A la hora fijada –dice una relación de aquel acontecimiento- se procedió con todo el ceremonial de estilo, a la instalación solemne, pronunciando el presidente de la delegación un hermoso discurso, que impresionó a los cien hermanos que lo escucharon, haciéndolos sentir la grandeza de nuestra Institución. “En la época actual –dijo el Orador- cuando rotos los lazos de la fe ciega, en cuyos altares se postró durante siglos el género humano, busca éste, lleno de afán, una doctrina nueva que satisfaga el eterno anhelo de ideal que lo devora; en esta época se presenta la Masonería como faro luminoso que no sólo advierte los bajíos y rompientes que se deben evitar, sino que, además, muestra el abrigado puerto que

89 La instalación había sido autorizada por decreto N° 314, de fecha 3 de abril de 1896.

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bañan incesantemente olas suaves de paz y de concordia. La instalación de un nuevo Taller, de un nuevo conjunto de energías, de entusiasmo y de trabajo puestos al servicio de la grande obra masónica, tiene que ser saludada como fausto suceso por todos los que aspiran a ver realizada la regeneración de la humanidad”. Al poner en manos del Venerable de la nueva logia el mallete, símbolo de su autoridad, le dirigió las siguientes palabras: “Que la prudencia sea el constante guía de vuestras acciones; que, así como deben respetar la autoridad de que os halláis investido, todos los hermanos se acostumbran a amarla por el uso directo y benévolo que hagáis de ella”.

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Siguiendo el orden numérico de las logias chilenas, nos toca ocuparnos de aquella que, con plausible esfuerzo, intentaron fundar algunos hermanos entusiastas en la más austral y lejana ciudad de Chile: Punta Arenas. Y decimos “intentaron” fundar, porque en realidad, aquello no pasó de ser un noble intento. La escasez de población y la enorme distancia que la separaba de la Gran logia, ya eran causas más que suficientes para que el nuevo Taller naciera inevitablemente destinado a tener breve y precaria existencia. Por Decreto N° 221, de 10 de mayo de 1896, se autorizó para trabajar en instancia a la logia “Estrella de Magallanes” N° 25, de Punta arenas. Fue su Venerable Maestro el hermano L. L. Jacobs. Desgraciadamente, como hemos dicho, la vida de este Taller fue breve y ni siquiera alcanzó a constituirse definitivamente cuando cesó de funcionar.

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En Pisagua había funcionado una logia bajo la jurisdicción de uno de los Poderes Masónicos del Perú. Parece que los elementos que la constituían, un tanto desmoralizados por el silencio que guardaba la Potencia de la cual dependían y por la poca atención que les demostraba, acabaron por suspender indefinidamente los trabajos.

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En tales circunstancias, el Venerable de la logia “Francisco Bilbao” N° 23 de Iquique, en unión de varios otros masones de ese puerto y de Piragua, dieron algunos pasos encaminados a volver a la actividad los interrumpidos trabajos de la logia de Piragua, que había sido establecida el 23 de octubre de 1894. Reunieron los elementos masónicos de esa localidad y solicitaron a la Gran logia de Chile que se regularizara la situación del Taller. La Gran Logia de Chile, por Decreto N° 307, de 31 de diciembre de 1896, autorizó los trabajos de la logia “Caridad” N° 26 en Piragua. Pero esta logia, que había vuelto a la vida puede decirse que merced a medios artificiales, no logró alcanzar lejos en su obra. Fueron infructuosos los esfuerzos de su Venerable Maestro Guillermo Petterson para imprimir a las labores del Taller la vitalidad de que carecían.

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Autorizados por Decreto del Gran Maestro, de fecha 13 de julio de 1897 para trabajar en instancia, los miembros de la logia “Franklin” Nº 27, de Santiago, inauguraron sus trabajos el Domingo 18 del mismo mes, presididos por el Venerable Maestro Mizon Gaete y los siguientes Oficiales: Primer Vigilante, José Guillermo Guerra Vallejo; Segundo Vigilante, Juan Manuel Ríos Pizarro; Orador, Armando Quezada Acharán; Secretario, Antolín Anguita Badilla; M. de Cer., Francisco Olivera Olid; Tesorero, Carlos Frías González; Guarda Sellos y Timbres, Alcibíades Carrillo Badilla; Guarda Templo, Enrique Jara Reyes. Al comunicar a los demás Talleres este acontecimiento, la logia “Franklin” Nº 27 declaraba “que en su modesto programa no abrigaba otras esperanzas que la realización de los ideales de fraternidad masónica y unión cooperativa, para lo cual esperaba que la ayudasen las otras logias con sus luces”.

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Ésta fue la última logia que se estableció en Santiago durante el período de que nos ocupamos; y aun después transcurrieron mucho antes que otro Taller alzara sus columnas en la capital. La vida de esta logia, durante su primera etapa, no fue de larga duración. Realizó trabajos meritorios y desarrolló una intensa actividad durante algún tiempo, cerca de un lustro; pero, repentinamente decayó su empuje y se abatieron sus columnas. ¿Cuál fue la causa? Oigamos la opinión de un Gran Maestro90. “En Chile no han faltado intentos de constituir logias selectas, por no llamarlas aristocráticas. “A mediados de 1897, surgió, en efecto, la logia “Franklin” Nº 27. Su primera reunión la celebró el grupo de hermanos fundadores en el Club Militar, que entonces funcionaba en una de las casas de propiedad del convento de los frailes agustinos. “La mayoría de aquellos hermanos eran jóvenes, todos inteligentes e ilustrados. Casi todos ellos viven todavía91; y ocupan en las letras, en la judicatura, en la milicia, etc., una posición envidiable. “Era aquel grupo la flor y nata de la juventud estudiosa, trabajadora y honorable de las logias santiaguinas. Todos los hermanos de Santiago nos imaginamos que este astro, que aparecía en nuestro Oriente rodeado de prestigio y simpatía universales, describiría una órbita enorme y brillante. “Pero, por desgracia, no fue así; el cometa brilló poco tiempo y luego no se supo ni en qué forma se perdió en los espacios, hasta que hace pocos años, un grupo de obreros modestos, pero tan esforzados y perseverantes como cultos, lo trajo nuevamente al horizonte. “Aquellos hermanos de 1897 estimaron que eran muy pocos los profanos dignos de venirles a hacer compañía en sus labores de alta intelectualidad; y como en ellos la razón predominaba hasta excluir los sentimientos, carecieron del más precioso elemento para la vida masónica.

90 “Logias selectas”, artículo publicado en “La Verdad” de 15 de junio de 1918. Aunque sin firma, por la índole y por el estilo, se conoce que su autor fue el ilustre hermano Luis A. Navarrete y López. 91 No se olvide que el artículo en que s e hacen estas reminiscencias fue escrito en 1918.

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“Cada miembro de la logia “Franklin” sentía que su propia personalidad valía más que todo el universo; eran demasiado selectos para soportar la vida en comunidad. “Y que nos perdonen los dos o tres hermanos que aún permanecen en actividad masónica nuestro juicio; y nos lo habrán de perdonar, porque sólo ellos tuvieron la cordura de sentirse después de aquellos días, simples mortales como sus demás hermanos”. Severo es el juicio; acaso están un tanto recargados los colores; mas, en todo caso, señala una circunstancia peligrosa para la vida de las logias: el exclusivismo, el amor propio desmedido o exagerado, cierta fraternal conmiseración hacia los demás Talleres… Esas circunstancias, impropias aún de una colectividad de carácter profano, no son concebibles en una logia masónica, donde no puede haber trabajo efectivo sin íntima cooperación, aunque sea de orden espiritual.

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El 27 de agosto de 1897, cuando la logia “Arturo Prat”, de San Fernando”, para la cual se había reservado el Nº 21, empezó a trabajar, se habían establecido ya seis nuevas logias con numeración posterior: de la 22 a la 27. A fin de evitar confusiones y para guardar la debida relación entre el número de orden cronológico y los Talleres, la Gran Logia asignó a la Logia “Arturo Prat” el número 28. El nacimiento de este nuevo Taller se debió al esfuerzo de varios hermanos de las logias “Justicia y Libertad” Nº 5 y “Estrella de Chile” Nº 17, que radicados en San Fernando o en sus inmediaciones, realizaron el proyecto que se venía acariciando desde años antes. El establecimiento de una logia masónica en un pueblo de espíritu conservador como San Fernando, produjo una impresión profunda. He aquí cómo se expresaba un periódico local, refiriéndose a este hecho, en su edición de 9 de enero de 1898: “Ha tenido lugar en este pueblo la fundación de una logia masónica que lleva el nombre de “Arturo Prat” Nº 28. “Han podido atraerse a la secta de que nos ocupamos a dos vecinos de este pueblo, cuyos nombres silenciamos por

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ahora, caballeros que nadie creyera capaces de rebajarse hasta el punto de ingresar a ese antro de depravación y de impiedad. “¿Desean saber nuestros lectores quiénes han sido esos vecinos que se han hecho masones? “Nosotros no queremos que el pueblo sanfernandino, que hasta hace poco era feliz porque no contaba una sociedad como esta que le deshonra, dé el calificativo a la conducta que ellos han observado. “San Fernando, verdaderamente católico, no transigirá jamás con los que se han burlado de sus creencias. Él sabrá precaverse de la maléfica influencia que la Masonería tenga en este pueblo”.

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En el año 1898, el rol de las Logias de la Obediencias de la Gran Logia de Chile se aumentó con el nombre de la “Morro de Arica” Nº 29, que funcionó en el puerto de Arica. En dicho puerto existían dos logias, constituidas bajo la autoridad masónica peruana: la “Morro de Arica” Nº 12, dependiente del Supremo Consejo del Grado 33º para el Perú; y la Fraternidad Universal” Nº 20, bajo la Obediencia de la Gran Logia del Perú. De estos dos Talleres, el primero había sido establecido antes de la ocupación chilena del puerto de Arica.. Sus componentes –al decir de viejos masones que conservan memoria de tales sucesos, ya que documentación no nos ha sido posible encontrar- eran los más intelectuales y acaudalados vecinos del puerto. La labor de esta logia era próspera y fecunda. Pero algunos de sus componentes estimaron de conveniencia congregarse en un segundo Taller. Tal habría sido el origen de la logia “Fraternidad Universal Nº 20, fundada el 16 de marzo de 1886 y a la que habría procedido a instalar el hermano Alfredo Corrales, Gr. 18º, miembro del Supremo Consejo del Perú. Como hemos manifestado ya, todas esas noticias son puramente tradicionales. De no ser así, difícilmente podría explicarse el siguiente hecho: la logia madre, en este caso la “Morro de Arica”, dependía del Supremo Consejo del Grado 33º para el Perú; el delegado instalador de la nueva logia

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“Fraternidad Universal” era miembro, naturalmente, de dicho Supremo Consejo. Sin embargo, la logia “Fraternidad Universal” no se constituyó bajo la jurisdicción del dicho Supremo Consejo, sino que obtuvo su Carta de la Gran Logia del Perú. Esta circunstancia podría permitirnos pensar que entre una y otra logia no había nada de común en cuanto a la gestación de la segunda; pero no es ese el punto que nos interesa. Ambos Talleres siguieron desarrollando sus actividades, al parecer en forma próspera, ya que en el Boletín de la Gran Logia de Chile, correspondiente a 1894, figuran ambas entre las “Logias de la Correspondencia” y sus nombres vuelven a aparecer, diez años más tarde, en el Boletín correspondiente a 1904. Establecido este hecho, prosigamos, “La Verdad”, publicación masónica que había sucedido a la “Cadena de Unión92, insertaba en su entrega correspondiente al 1 de abril de 1898 el siguiente párrafo, bajo el título de Saludo. “Saludo cordial y entusiasta dedicamos a la Respetable Logia “Morro de Arica” Nº 29, que funcionaba bajo la dependencia del Supremo Consejo del Grado 33º del Perú, y a la cual la Gran Logia de Chile acaba de conceder Carta Constitutiva. “Un Taller más viene, pues, a fortalecer las filas de la Masonería chilena; y es de aguardar que los nuevos hermanos sabrán competir en iniciativa, entusiasmo y cordura con los Talleres ya establecidos. “La Verdad” cumple con un deber fraternal, enviando a la Respetable Logia “Morro de Arica” Nº 29, los más sentidos parabienes por la Carta Constitutiva que se le acaba de conceder y queda al servicio de ese Taller en cuanto así lo exija la propaganda masónica”. A juzgar por esta noticia, publicada por un periódico contemporáneo del hecho de que nos ocupamos, la logia “Morro de Arica”, que bajo el Nº 29 ingresaba a la jurisdicción de la Gran Logia de Chile, habría tenido su origen en el Taller peruano, o más bien, habría sido el propio Taller peruano el que solicitara cambio de jurisdicción. Creemos que esto no ha podido suceder; las razones son obvias para quien conozca la historia de nuestro país. Lo que pudo haber sucedido, es

92 Sobre la fundación de “La Verdad” nos ocuparemos más adelante.

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que un grupo de masones chilenos, iniciados en esa logia, afiliados a ella -¿o, por qué no?- extraños a ella y pertenecientes a otros Talleres, se hubieran propuesto la fundación de una nueva logia en Arica, la cual estaría, naturalmente, bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Chile; deliberadamente o por simple coincidencia, le dieron por nombre “Morro de Arica”, el mismo de una logia peruana. Por lo demás, es común encontrar identidad de nombres distintivos entre logias de diversas obediencias. De no admitir esta posibilidad y aceptando la primera hipótesis enunciada, esto es, el cambio de jurisdicción de la misma logia “Morro de Arica”, debemos aceptar también como un hecho que, su pasaba a depender de la Gran Logia de Chile, cesaba de funcionar como Logia de la Obediencia del Supremo Consejo del Perú. Sin embargo, años más tarde, en 1904, entre las “Logias de la Correspondencia” vemos que sigue figurando la “Morro de Arica”, dependiente del Supremo Consejo del Perú, cuando la de igual nombre sometida a la Gran Logia de Chile, hacía tiempo que había cesado de funcionar. También podría aceptarse la hipótesis de una simple bifurcación entre los elementos masónicos peruanos y chilenos que formaban la primitiva “Morro d Arica”. Mas, sea cual fuere el origen de la logia que bajo el nombre de “Morro de Arica” pidió su Carta-Patente a la Gran Logia de Chile, es preciso confesar que su vida fue bien efímera. En el ya citado Boletín de la Gran Logia de Chile, correspondiente a 1904, aparece en el rol de las logias chilenas bajo el rubro de “Logias en sueño o cuyas columnas están abatidas”. Se repitió en Arica el mismo caso ya observado en Iquique, donde existían logias de otras nacionalidades con personal compacto y numeroso. El Taller chileno no pudo subsistir por falta de elementos con que renovar su Cuadro, empobrecido con los continuos cambios de residencia de sus fundadores.

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Un nuevo triunfo para los esfuerzos desplegados por la dirección de la Masonería nacional, fue el establecimiento de

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la logia “Esmeralda” Nº 30, constituida bajo su obediencia con personal inglés, el 14 de octubre de 1898, en Valparaíso. En más de una ocasión hemos recalcado la importancia que dichos acontecimientos tenían dentro de la vida masónica nacional, sobre todo cuando se trataba de Talleres formados por masones ingleses, tan celosos guardadores de las tradicionales leyes de la Masonería. La primera Oficialidad que dirigió los trabajos de estaba compuesta por los hermanos Stanley W. Hendiré, Charles Rowlinson, William W. Wilson, James Pollmann, John Mc-Cready, John J. Collins, John D. Sinclair, John J. Jory, Alfred Scout y John Riquelme. Esta nueva logia fue solemnemente instalada el 22 de octubre de e se año, por una comisión compuesta de los hermanos Arturo F. Clement, que la presidía, Augusto Kiel y Arturo J. Williams. “No me comprendáis mal, hermanos de la logia “Esmeralda” Nº 30 –dijo el hermano Clement, es una parte de su discurso- entendedme: comprendo como el que más que vuestra logia en el ejercicio de sus derechos inherentes a la entidad moral que es, puede obrar como la mayoría de sus miembros estime que es conducente a su bienestar dentro de nuestra Institución, pero deseo indicaros, como delegado de la Gran Logia de Chile, fraternalmente, al principio de vuestra vida oficial, que os será muy benéfico adoptar algún plan d e trabajo masónico y os indicaría: “1º Estudiar el mejoramiento de la educación de la mujer. “2º Estudiar las leyes naturales. “3º Tratar de comprender y formarse conciencia de la muy debatida cuestión obrera. “4º Estudiar hasta comprender en su sentido lato la caridad y la protección masónicas. “Y en fin, adoptar un plan de educación sistemática por la cual vuestra logia llegaría a ser en verdad, una escuela de virtud y de ciencia”.

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Al año siguiente, 1899, un nuevo Taller venía a aumentar el número de las logias que trabajaban la Obediencia de la

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Gran Logia de Chile: en Temuco comenzaba sus trabajos la logia “Lautaro” Nº 31. No deja de ser curioso el hecho de que, por primera vez en la Masonería chilena, se use el nombre que llevó aquella sociedad secreta que tanta influencia tuvo en las luchas por la independencia nacional y que ha sido considerada como una de las primeras manifestaciones masónicas en nuestro país: la logia Lautaro o Lautarina, que bajo la presidencia de O’Higgins se estableció en Santiago el 13 de febrero de 1817. La nueva logia establecida en Temuco alcanzó a contar algunos años de existencia, hasta que desgraciados sucesos, que más tarde tendremos ocasión de conocer, obligaron a la Gran Logia de Chile a declararla en interdicción. El primer Venerable Maestro de esta logia fue el distinguido hermano Luis Adán Molina, hoy alejado de las actividades masónicas. Antes de terminar este capítulo referente a las logias establecidas en Chile durante el Gobierno de la Orden por el hermano Alejo Palma, debemos referirnos a un proyecto que, de realizarse, habría revestido la mayor gravedad y habría podido ser de funestas consecuencias para la cohesión y disciplina de las logias chilenas. A mediados de 1898, la logia “Aurora de Italia” Nº 24 abrigó el propósito de separarse de la Obediencia de la Gran Logia de Chile, bajo la cual se había organizado, y someterse a la jurisdicción del Gran Oriente de Italia. He aquí cómo consideró tal intento la prensa masónica de aquel entonces93. “Tenemos conocimiento privado de que s e piensa, por varios hermanos de la Respetable logia “Aurora de Italia” Nº 24, iniciar las gestiones del caso para obtener la filiación de dicho Taller al Grande Oriente de Roma. “Este hecho nos ha recordado que varios meses atrás, en la respetable Logia “Avenir et Liberté” se pensó poner dicha logia bajo los auspicios del Gran Oriente de París y separado de la Obediencia de la Gran Logia de Chile. “Verdad es que este segundo proyecto parece haberse desvanecido, y que el primero, de realizarse, supondría en la

93 “La Verdad”, 16 de agosto de 1898.

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logia “Aurora de Italia” un desconocimiento de la obediencia que debe al Poder Masónico de Chile; pero estimamos que el problema abunda en interés y que tenemos la obligación de dedicarle algunas líneas. “Por lo que hace a la logia “Aurora de Italia” debemos empezar por establecer el hecho de que está unida a la Masonería chilena con vínculos de fraternidad muy estrechos y que su proyecto es únicamente una especie de ofrenda filial a la patria lejana. Pero, entretanto, no se divisa conveniencia alguna para la buena marcha de la Masonería en que tal proyecto se realice; y, en cambio, bien claros se ven los inconvenientes que luego nacerían del hecho de encontrarse una logia al propio tiempo sujeta a dos jurisdicciones distintas, a dos poderes autónomos, que pueden tener ideas y resoluciones contrarias sobre un punto concreto!94. Por este motivo, hacemos votos por que el tal proyecto, que es aún aspiración de unos cuantos hermanos, ni siquiera sea discutido en logia. “En cuanto al proyecto de la logia “Avenir et Liberté”, aunque parece desahuciado, puede surgir de nuevo y acarrear pésimos resultados. Nosotros, por más benevolencia que buscamos para juzgarlo, tenemos que reprobarlo sin apelación; pues nos conduciría a otro resultado que a una dañina división. “Se comprende que un Taller se independice de una jurisdicción, cuando ésta le impide trabajar dentro del ideal masónico o cuando tuerce en desviado rumbo los trabajos de los Talleres; pero no se comprende ni menos se justifica, que un Taller rompa los lazos de la obediencia que lo ligan a un Poder, como la Gran Logia de Chile, que siempre se ha distinguido por la amplísima esfera de acción que ha dejado para sus labores a las logias de su dependencia y que, si algún cargo pudiera dirigírsele, sería el haber dejado que, según su sola iniciativa, haga cada Taller su obra. “Si más fructífera no es la obra masónica en Chile, cúlpese a todos los masones; pero no se pretenda que, por impedirlo o torcerlo la Gran Logia, ello sucede. Todo proyecto

94 Creemos que la aspiración de los hermanos de la “Aurora de Italia” no era colocarla bajo dos obediencias a la vez, sino únicamente de la del Gran Oriente de Italia. Por lo demás, nos parece peregrina la idea de semejante dualidad. No tenemos conocimiento de que en toda la historia masónica universal haya sucedido algo semejante.

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o idea de labor que ha ido de las logias al Serenísimo Gran Maestro ha merecido aceptación y ha merecido el posible apoyo. De modo que, si la obra marcha con lentitud, acháquese primero ello a cada hermano en particular y luego a cada Taller; pero no se culpe a un Poder que, dentro del medio social que nos rodea y de los elementos masónicos en actividad, hace lo que humanamente se puede realizar. “Debemos dar robustez a las filas recibiendo el mayor número posible de individuos bien preparados; eduquemos decididamente a los que van ingresando en las filas; estudiemos todos con ardor cuanto necesitamos saber sobre la Masonería; cumplamos con altura de miras las promesas que, al iniciarnos y aumentarnos d e grado, hicimos; y entonces la Gran Logia de Chile modificará su actitud, porque tendrá entonces obreros para la tarea de progreso, soldados para las batallas de la justicia y del derecho y no fracasará en ninguna de sus obras. “No columbramos, pues, motivos serios ni beneficio alguno d e los reconocimientos que algunas logias chilenas desearían hacer de potestad a Poderes extranjeros. Por la inversa, lo que urge hacer es dar cima al acariciado ideal de reunir bajo un mismo Poder y en íntima familia a todas las logias que, establecidas en Chile, han surgido bajo los auspicios de Poderes extranjeros. “Esto es lo que dicta la jurisprudencia masónica, lo que tratan de realizar todos los países americanos y lo que se traducirá en paso gigantesco de progreso para la Masonería de nuestro país. “El modo actual” de ser de las cosas prueba en la práctica que a nada bueno ni útil conduce, y hasta parece un absurdo que haya en Chile logias dependientes de la jurisdicción de Poderes de Alemania, Francia y los Estados Unidos, cuando son tan nulos o débiles los lazos que ligan a esos Talleres de Chile con los Poderes de aquellos lejanos países. “Entretanto, se ve que Talleres como el “Aurora de Italia”, compuesto en gran parte de italianos, llevan vida próspera porque han vinculado estrechamente su existencia a la Masonería chilena; dando ejemplo de una hermosísima emulación internacional, que jamás degenera en mezquina envidia y que, por el contrario, es argumento vivo de la

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sincera y profunda fraternidad que la Masonería arraiga en los hombres que con alma levantada la abrazan. “Es cierto que, por lo general, las logias dependientes de Potencias extranjeras han coadyuvado a la obra de la Masonería chilena; pero han resultado a veces dificultades que es prudente despejar de raíz; y no es tan íntima la unión ni tan poderosa la acción de los elementos, como lo sería si el Poder de Chile rigiera únicamente a cuantas logias existen hoy en nuestro país. “Éste es nuestro humilde parecer en tema tan importante. Hacemos votos por que la Gran logia de Chile prosiga activamente las gestiones que tiene iniciadas sobre el particular, y por que oponga brazo de acero a todas las defecciones o sometimientos a que nos hemos referido o que pudieran surgir más adelante”. Felizmente, este proyecto no cundió y los hermanos de la logia “Aurora de Italia” reconocieron su errado criterio y lo enmendaron continuando los trabajos con tesón y entusiasmo y prestando a la Gran Logia de Chile la misma adhesión que los demás Talleres de la Obediencia.

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Así como en la vida masónica no han faltado individuos poco escrupulosos que han pretendido hacer de las ceremonias una fuente de ganancias ilícitas y de los grados masónicos un tráfico condenable, no han faltado tampoco entidades que, en pos de no sabemos qué proyectos, han exhibido el título de “masónicas” o, cuando menos, el de “logias”, por la evocación que esta palabra hace de la Masonería, para el mejor logro de planes inconfesables. En septiembre de 1897, el diario “La Tarde”, de Santiago, anunciaba la fundación de una logia llamada “Manuel Rodríguez”, para echar las bases de un partido federal. La índole misma de tales actividades demuestra la ninguna vinculación que existía entre dicha “logia” y las logias masónicas. No obstante, algunos hermanos, sorprendidos en su buena fe, hubieron de acudir en consulta a la autoridad masónica, a fin de evitar pasos imprudentes.

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Otro tanto podemos decir de una pretendida logia “Aurora Italiana” N° 33, que insertaba en “La Ley” avisos como éste: “Resp. Lo. MS.: Aurora Italiana. Hoy 8 ½ P. M. 3° gr. Asuntos urgentes” o bien “Resp.: Lo Aurora Italiana N° 33 Hoy 8 ½ P. M. inic.: y afil.: de un miembro activo de la Obediencia de Chile”95. Esos avisos podían fácilmente inducir a erróneas apreciaciones; sobre todo, si se considera la semejanza de nombre entre la verdadera logia “Aurora de Italia” y esta pretendida logia “Aurora Italiana”. Fue por eso que la legítima logia hizo publicar en el mismo diario en que vieron la luz los avisos transcritos, esto es, en “La Ley”, el siguiente párrafo96:

ACLARACIÓN MASÓNICA

La Respetable logia “Aurora de Italia” N° 24, que funciona en esta ciudad en nombre y bajo los auspicios de la Gran Logia de Chile, ha acordado hacer publicar por la prensa que: con motivo de haber aparecido en el diario “La Ley” avisos de una intitulada logia “Aurora italiana” N° 33 que no obedece a ningún Oriente y formada exclusivamente de miembros rayados por las logias de la Obediencia por los delitos de faltas contra el honor y haber abusado de la bondad masónica para estafar a varios hermanos, no haber cumplido sus cotizaciones y otras faltas graves, ha creído conveniente esta Respetable Logia “Aurora de Italia” N° 24 llamar la atención de los hermanos de todo Chile, a fin de evitar confusiones que se pudieran producir por la semejanza del nombre que ha adoptado la falsa logia, estudiadamente, con el objeto de paralogizar a los hermanos y pescar incautos”.

CAPÍTULO XXXV

Labor de las logias de Santiago. Iniciación de Luis A. Navarrete y López. El 1 de diciembre de 1896 aparece 95 “La Ley”, noviembre de 1898 y enero de 1899. 96 “La Ley”, enero de 1899,

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la revista masónica “La Verdad”. Recuerdos de su redactor y editor. Beneficios que dicha revista prestó a la Masonería chilena. Programa masónico para conocimiento de los candidatos. Premio a la virtud. La logia N° 9 estudia la posibilidad de establecer una logia blanca o de señoras. Carta de una señora sobre la materia. Según las leyes tradicionales, la mujer no puede pertenecer a la Francmasonería. Los que afirman los Landmarks. Precedentes históricos: la logia mixta de Pecq. Fiestas masónicas en Santiago. A ellas asisten señoras y profanos. Recomendación de la Gran Logia sobre la presencia de estos visitantes en los templos. Reseña de una fiesta. La actividad desplegada por las logias santiaguinas durante el período de que venimos ocupándonos, fue realmente fecunda. Muchas obras beneficiosas para la sociedad tuvieron su punto de partida en esos días; muchos proyectos útiles fueron presentados, discutidos y realizados con un entusiasmo y una perseverancia admirables. Los cuadros de las logias, que tantas bajas habían experimentado con motivo de la guerra del Pacífico, primero y de la revolución de 1891, después, iban completándose con cuanto de entusiasta, inteligente y abnegado había en la juventud liberal santiaguina. Entre las múltiples labores efectuadas por los masones de la capital, enunciaremos los siguientes: Escuela nocturna y dominical “La Igualdad”; proyecto elaborado en 1894 por los hermanos Julio Gutiérrez, Eulogio C. Lorca, Manuel A. Sepúlveda y Aquiles Portales. Instituto de Caridad; proyecto elaborado ese mismo año por el hermano Julio Gutiérrez. Fundación de una escuela nocturna para adultos; proyecto del hermano Ramón Allende Castro. Servicio de Asistencia Médica gratuita para los hermanos masones y sus familias; proyecto elaborado en 1895 por los hermanos Eulogio C. Lorca y Luis Amador Vega. Proyecto de Socorros Mutuos, elaborado por los hermanos reinaldo Quezada Jordán, Julio Gutiérrez y N. Greeck Cross.

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Proyecto de Publicación de una Revista masónica, elaborado en 1896. Esto en cuanto se refiere a labor social y profana de las logias; veamos ahora algunas actividades de carácter íntimo. Certamen literario entre los hermanos del valle de Santiago. Medallas e insignias para premiar la buena asistencia; proyecto elaborado por los hermanos Estanislao del Canto, David Torero Melo y N. Pobrete Marín. Proyecto de Tribunal de Honor, elaborado por los hermanos Julio Gutiérrez y Reinaldo Quezada Jordán. Programa Masónico para conocimiento de los candidatos a la iniciación. Homenaje a la virtud; proyecto elaborado en la logia “Franklin” N° 27. Proyecto de logias para señoras, etc.

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Como acabamos de manifestar, los postulantes a la iniciación eran numerosos. Muchos de los jóvenes iniciados por aquella época, han sido más tarde robustas columnas en que s e ha apoyado la Orden. Vamos a referirnos a una de aquellas recepciones en particular, porque ella dio a acceso a la Masonería a un ciudadano que pronto habría de distinguirse entre los hijos más ilustres y preclaros de la Institución. El 11 de enero de 1896 recibió la luz masónica en la Respetable Logia “Justicia y Libertad” N° 5 el neófito Luis A. Navarrete y López. El 25 de julio del mismo año se le confirió el segundo grado y el 23 de marzo de 1897 era investido de la plenitud de los derechos masónicos, al otorgársele el grado de Maestro. Pocas veces la frase “hacer una adquisición” había tenido un significado más real que en aquella oportunidad. El hermano Navarrete evidenció, desde los comienzos de su vida masónica, dotes excepcionales, en todo sentido; y no es de extrañar, entonces, que en poco más de un año, hubiera terminado su iniciación y alcanzado los tres grados simbólicos.

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De los proyectos de acción social que hemos citado, no nos ocuparemos en detalle sino del relativo a la fundación de una revista, tercera tentativa en este sentido dentro de la Masonería nacional; decimos tentativa, ya que la vida breve y efímera de las anteriores publicaciones de tal índole, no permiten considerarlas como una actividad continuada y formal. “El Puritano”, publicado en Valparaíso en 1803, sólo alcanzó a tres números. “La Cadena de Unión”, que aparecía en Santiago con el apoyo de la Logia N° 5, tuvo en verdad una vida más larga, desde julio de 1895 hasta septiembre de 1896. Mas, no por haberse mantenido durante un año, podremos considerarla como una obra cimentada. No pasó de ser, al igual que “El Puritano”, una tentativa de prensa masónica. Es curioso observar lo que ocurre con estas publicaciones. Cuando están en plena actividad, se las considera con cierta indiferencia; y sólo se aprecia su utilidad y su necesidad, cuando han dejado de existir. Ímprobos trabajos, numerosos y no comprendidos sacrificios costó mantener durante un año “La Cadena de Unión”. Al principio, las logias y los hermanos acudieron con entusiasmo en su apoyo; pero, poco a poco, ese apoyo fue siendo menor, hasta que la publicación hubo de morir de inanición. ¿Faltó interés en el material de la revista? ¿No sirvió a las necesidades de las logias? Hemos revisado cuidadosamente la colección completa de “La Cadena de Unión” y podemos afirmar que no hay diferencia apreciable de calidad entre el material del primer número y el del último. Su crónica informativa de la vida masónica extranjera y nacional contenía siempre noticias de interés; su colaboración era todo lo selecta que la pobreza de la literatura masónica nacional permitía. ¿Cómo explicar, entonces, la indiferencia de los hermanos, que permitió la muerte de una publicación semejante? Es cosa que para nosotros no tiene explicación. Y es curioso que después de hecho el mal, los hermanos y las logias se lamentan de la falta de una publicación que lleve hasta el mundo profano o hasta los masones alejados de los talleres, el pensamiento y la aspiración de las logias; y entonces anhelan nuevamente por tener una

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publicación y aúnan los esfuerzos para vencer las dificultades propias de toda obra que se comprende. ¿No hubo nadie con la elocuencia suficiente para hacer comprender a los hermanos y a los Talleres que era mucho más fácil y más provechoso mantener la vitalidad de una obra en marcha, que dejarla morir para emprender una obra en marcha, que dejarla morir para emprender otra nueva? Si los rumbos de la publicación no eran los que se deseaban, ¿por qué no fueron enmendados? Como hemos apuntado más arriba, “La Cadena de Unión” apareció por última vez el 30 de septiembre de 1896. En octubre de ese mismo año, la logia “Justicia y Libertad” Nº 5 designaba una comisión para que estudiase las posibilidades de sacar a luz otra publicación; formaban dicha comisión los hermanos David Toro Melo, Daniel 2º Tobar, Eulogio C. Lorca y Aquiles Portales. El 20 del mismo mes, la Comisión presentó el siguiente informe: “La Comisión que nombrasteis para sacar a luz un periódico o boletín que sea el organismo genuino de nuestros ideales, doctrinas y aspiraciones masónicas, ha terminado su cometido, arribando a las siguientes conclusiones, que desea sean aprobadas por el Taller. “1º La logia “Justicia y Libertad” Nº 5 publicará quincenalmente un Boletín o Revista masónicos, de formato igual al del “Heraldo Evangélico” (8 páginas en 4º mayor, papel satinado) y que se expenderá al público al precio de cinco centavos el número. “2º El objetivo que debe perseguir esta publicación es el divulgar nuestros elevados principios y hacer que nuestras doctrinas, basadas en la tolerancia, la caridad y el bien de nuestros semejantes, se infiltren de una manera segura en el corazón del pueblo. “Al efecto, los artículos que publique deben ser inspirados en el más puro masonismo, sin tocar concretamente las cuestiones que hieran los sentimientos religiosos o creencias políticas de sus lectores. Por el contrario, todos los artículos que traten de religión o de política, deberán ser escritos en estilo mesurado y sólo debatiendo estas cuestiones dentro de los principios filosóficos. “3º La publicación será redactada, dirigida y administrada por un hermano, bajo la vigilancia de dos censores.

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“4º Que designado el hermano…… como administrador, y los hermanos….. como censores. “5º El nombre de la revista será “La Luz” u otro cualquiera aprobado” Con pequeñas modificaciones en sus detalles, este proyecto se realizó; y el 1 de diciembre de ese año veía la luz pública el primer número de la esperada publicación, a la que se cambió el nombre insinuado, por el de “La Verdad”. Al frente de esta nueva Revista –que habría de durar cerca de tres años- fue puesto el hermano Navarrete y López, al que s e había dado el segundo grado masónico poco antes. He aquí cómo el propio hermano Navarrete, con esa franqueza y sencillez, tan suyas, relata las incidencias a que dio origen el mantenimiento de aquella revista: “En 1895 la logia “Justicia y Libertad” Nº 5 patrocinó la publicación de la revista masónica “La Cadena de Unión”, previo el beneplácito oficial de la Gran Logia de Chile. “En 1896 el hermano encargado de la publicación de “La Cadena de Unión”, se desligaba de su logia y la revista fue el fracaso. “En tales circunstancias, la logia “Justicia y Libertad” resolvió a fines de 1896 publicar otra revista masónica, y con este propósito designó una comisión, premunida de amplias facultades para dar cima a la obra. “Según nuestros recuerdos, no había en esa comisión periodista ni literato alguno, ni siquiera aficionado a estas actividades. “Figuraba un distinguido anciano, rico, generoso y entusiasta, cuya esfera de acción había sido la agricultura. “Además, estaba un abogado, rico en ingenio, pero pobre en aquellos días como la cabra, que dejó después las logias y la profesión para dedicarse a negocios que le brindaron mucho dinero. “Había otro hermano, proyectista de nacimiento y entendemos que minero de ocasión, de pasta excelente, pero sin pluma no chapa. “Y, por último, figuraba el hermano más joven de todos y por ende el más atrevido, como quedará de manifiesto en estos recuerdos. “La comisión se reunió una sola vez, acordó el precio de la revista, el título y que ésta apareciera cada quince

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días, recibió de cada comisionado el compromiso de ayudar con suscriptores y colaboradores, y ungió sin más pensarlo director y tutti cuanti al de menos edad y grado masónico. “El empresario recibió muchos consejos, que no siempre siguió; muchas promesas que no se cumplieron y un escudo de diez pesos con que el anciano hermano agricultor pasó su abono y que sirvió para los primeros gastos. “En achaques de imprenta el director no tenía más experiencia que la recibida en mandar a hacer tarjetas de visita; en punto a Masonería, sólo tenía el grado de compañero y se sabía unas cuantas generalidades; en orden al manejo de la pluma, había escrito cartas a los amigos, apuntes en clase y algunos articulejos para diarios de provincia; y en cuanto a caudales, le alcanzaban para pagar su cuota en la logia sin sobrarle para cigarrillos. “¿Cómo pudo escogerse a tal persona para tal obra? Acaso, porque jamás rehuyó el trabajo masónico y siempre tuvo confianza ilimitada en la Masonería. “Llegó el momento de la obra. El 1 de diciembre de 1896 apareció el número 1 de la revista “La Verdad” con el mote en gruesos caracteres de: publicación masónica. Contra lo que era de temer, no salió malo, y siguieron apareciendo con regularidad los veinticuatro números del año I. “La modesta revista circuló algo en Valparaíso, en Santiago, en Concepción y en pocas ciudades más. “La Gran Logia de Chile recompensó este primer año de sacrificios con su aprobación semioficial; pero esta especie de “licencia del ordinario” sólo sirvió para entonar los bríos del director. “En el segundo año, “La Verdad” duplicó el número de sus páginas sin subir el valor de la suscripción, no porque las entradas dieran para tal lujo, sino con el propósito de aumentar el número de los abonados con el de páginas; pero el cálculo falló. “Mientras tanto, la logia “Justicia y Libertad” había abandonado a la buena ventura su revista; y el director hubo de buscar ayuda en jóvenes talentosos y de buena voluntad que había en esa logia, en la “Estrella de Chile” Nº 17 y en las de Valparaíso para dar interés y prestigio a las páginas de “La Verdad”.

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“Varios hermanos escribieron; y de los vivos todavía recordamos al de juicio sereno, vasta cultura, gran talento y pluma impecable que hoy es senador de la República y varias veces ha sido ministro de estado; a un brillante catedrático universitario de hoy, estudioso y agudo escritor a quien débese más de un libro de valía, y a un perfecto bohemio, más cáustico que Voltaire y con más resignación que un musulmán. “y de los colaboradores que ya han muerto, no podemos olvidar a los hermanos Benicio Álamos González y Malcolm Mac-Iver. “A pesar de éstas y otras colaboraciones –algunas de profanos y de señoritas- “La Verdad” no surgió; y cada número daba para mil trajines y para aflicciones pecuniarias al director, que hacía todos los oficios, sin descontar el de repartidor. “En parte esto se explica, porque la revista carecía de canjes extranjeros, de biblioteca masónica y de toda fuente de informaciones sobre la vida masónica extranjera. “Lo cierto fue que al finalizar el segundo semestre del año III, tenía el editor que escribir casi entera aquella publicación y sacr de su raquítico bolsillo el valor de cada número. El 1 de mayo de 1899 salió el número 50 y último, sin despedirse del público ni quejarse contra nadie. “Recogió el Director muchas experiencia en aquella empresa; y como algún maldiciente le supusiera que había capitulado con la curia y por eso terminado con “La Verdad”, se propuso resucitarla el día en que circunstancias favorables lo permitieran”.

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“La Verdad” prestó incalculables servicios a la Masonería nacional; y si, como afirma el hermano Navarrete, su director tenía conocimiento de algunas generalidades, pronto su grado aumentó, aunque no en la misma alta proporción que sus conocimientos, pues la índole estudiosa y el natural talento de este hermano, fueron favorables factores que le permitieron alcanzar una cultura envidiable en el mismo espacio de

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tiempo que otros hermanos han dado exclusivamente al estudio de los catecismos de instrucción. Fuera d e la colaboración debida a la pluma de hermanos prestigiosos, cuyos nombres ha citado el hermano Navarrete en sus recuerdos, “La Verdad” tenía clases de material de lectura del mayor interés: era uno la crónica abundante y novedosa de los sucesos de mayor importancia en la vida masónica nacional y extranjera; el otro, el comentario rápido, hecho con frase ágil y chispeante, de cuanto acontecimiento mereciera la atención en el desarrollo de la vida social; y el tercero, y acaso el más importante, el comentario o estudio de temas masónicos de actualidad, expuestos con altura d e miras, independencia de criterio, solidez de doctrina y abundancia de conocimientos. Desde este punto de vista. “La Verdad” llenó ampliamente el el papel docente que la prensa está llamada a representar y sirvió a sus lectores de guías en más de algún asunto de delicada o difícil solución.

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Otras de las medidas importantes adoptadas por las logias, fue la de confeccionar una especie de síntesis del programa masónico, para el conocimiento de los candidatos a la iniciación. Con esta medida, se evitaba aquella declaración, desgraciadamente tan frecuente en las logias, hechas por individuos que han ido en busca de medro o a satisfacer ambiciones y que, a poco andar, se declaran “defraudados” en sus esperanzas. Dicho programa era puesto en conocimiento de los candidatos, quienes debían devolverlo firmado, con la siguiente declaración, inserta al pie de él. “Yo, de mi libre y espontánea voluntad y bajo mi palabra de honor, me ofrezco como candidato a la Sociedad Masónica, bien impuesto y enterado, como estoy del anterior programa y deseando ser útil a la humanidad. En testimonio de lo cual firmo la presente”. El programa en referencia era el siguiente:

PROGRAMA MASÓNICO

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“Deseando la Sociedad Masónica que todo el que manifieste interés en pertenecer a ella se libre del riesgo de sufrir un engaño, y queriendo dar en tiempo oportuno una prenda de su buena fe, considera justo indicar a los aspirantes ideas exactas tanto para que se instruyan en el verdadero objeto de la Sociedad como para que desechen las vulgaridades que corren de boca en boca y que hacen formar conceptos erróneos y ridículos. “La Sociedad Masónica es indestructible, porque es fuerte; es fuerte porque es unida; y unida porque la patria de los masones es el mundo y todos los hombres virtuosos son sus compatriotas. “La Sociedad, cuando se le ofrece un candidato, se cree con derecho a examinar su vida y costumbres; con tal propósito, tan luego como se le presenta una propuesta, nombra una comisión especial que haga las investigaciones convenientes, sin perjuicio de los esclarecimientos que practican todos los miembros. Si los informes que alcanzan son desfavorables, el nombre del individuo propuesto no vuelve a sonar entre ellos. Si por el contrario, resultan favorables, se procede a una votación secreta por balotas blancas y negras, en la cual dos de las segundas aplazan la proposición y tres la excluyen. En este caso la negativa no ofende, pues basta que tres miembros crean que el propuesto no encontrará en la Masonería lo que apetece y busca, para que nieguen su voto. “La circunstancia de haber sido rechazado un profano no lo imposibilita para ser propuesto por segunda vez a la iniciación, pasados seis meses; como tampoco el que lo sea por tercera vez, pasado un año. “Pero, para que tenga lugar lo expuesto en el párrafo anterior, es necesario que la causa del rechazo haya sido siempre por faltas que no infamen el carácter del del individuo, o en caso de ser de tal naturaleza, que dicho profano e haya sincerado completamente de ellas, a juicio de una comisión especial. “Rechazado un profano por tercera vez o rechazado por causa infamante, no podrá nunca más ser propuesto a la iniciación. “La Masonería no se propone satisfacer ningún interés mezquino, ninguna mirada egoísta: su objeto es altamente noble, su misión exclusivamente humanitaria. Ella trabaja por

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fomentar la caridad y la filantropía en los hombres de todas las clases y condiciones y de todas las creencias religiosas. Pretender incorporarse por intereses privados o por objetos particulares, sería un absurdo; y efectuarlo sin encontrar en sí toda la abnegación que la Masonería demanda, un engaño. “La Masonería tiene secretos que no pueden penetrarse; hay juramentos que no pueden quebrantarse; pero ni los unos ni los otros se oponen en lo más mínimo a la religión, a las leyes ni a la moral. “El aspirante que intente su incorporación por curiosidad, no consigue su objeto, porque los misterios en que está envuelta la Masonería, y que forman sus secretos, se van comunicando por grados, que se confieren después de muchas pruebas de fidelidad, al que más lo merece y menos lo solicita. El que se liga con un juramento u lo quebranta, no infiere daño alguno a la Sociedad; el mal recae solamente sobre él, que no ha tenido bastante constancia para cumplir el deber que voluntariamente se impuso. “La Masonería no exige de sus miembros la abjuración de sus principios religiosos, ni osa penetrar en sus dogmas particulares; bástele saber que el aspirante profesa una religión y que cree en Dios, en su justicia y en la vida eterna. Las puertas de la Masonería jamás se abren para admitir a un ateo. “La Masonería no necesita poderosos, pero tampoco admite en su seno personas que no tengan una ciencia, arte, oficio o renta con que poder atender a las necesidades de su familia, y sin menoscabar estos primeros deberes, un pequeño sobrante para hacer frente a los gastos de la sociedad y socorrer a los necesitados. Estos gastos se dividen en ordinarios y extraordinarios; de los primeros se da una idea a continuación de este programa; los segundo son, bien para cubrir gastos particulares o bien para ejercer obras de beneficencia; en cualquiera de los dos casos, precede el acuerdo de los miembros. “La Masonería no llenaría su gran objeto de fraternizar la especie humana, si admitiese discordias, pleitos y riñas entre sus miembros; toda diferencia debe arreglarse entre ellos mismos antes de apelar a personas extrañas. Si el candidato, al ser admitido, encuentra algún individuo con quien no esté en armonía, tiene que deponer todo resentimiento,

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considerarlo como hermano y darle el abrazo fraternal. Si la causa de la desavenencia es litigiosa expondrá sus fundamentos ante los jueces de la Masonería para que ellos le presten la justicia que demanda, antes de acudir a los tribunales profanos. “Exige también la Masonería una parte del tiempo de sus miembros para la asistencia a sus reuniones o para el desempeño de alguna comisión y esto no puede negarse sin causa legítima y poderosa. Por último, el que aspire a proponerse como candidato, debe ejercer la temperancia, ser industrioso y aplicado a su profesión., fiel a su jefe o maestro, practicar la virtud, partir su pan con el necesitado y no comer el de otro sin pagarlo, enseñar el camino al viajero extraviado, huir del juego, la embriaguez, la usura y todos los vicios que condena la moral; y finalmente prestar a sus hermanos cuantos socorros, auxilios y protección le permitan sus circunstancias”.

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Con esta medida quedaba plenamente desvirtuada aquella afirmación antojadiza que en todo tiempo han propalado los enemigos de la Masonería, referente a que la Orden atrae a su seno a los neófitos mediante malas artes y engaños; y las logias de Santiago no hacían sino afirmar aquel principio contenido en estatutos y rituales y que se refiere al hombre de criterio maduro y sólido, capaz de pensar por sí mismo y tomar sus decisiones por iniciativa propia. Al mismo tiempo y así como se pretendía esclarecer a los ojos del profano las obligaciones y los deberes que contraía al ingresar a una Logia, por otro lado se proyectaba la mejor manera de premiar los afanes y los esfuerzos de aquellos masones que habían dedicado la mejor parte de su vida al servicio de los ideales de la Orden. A tal fin tendía un proyecto presentado en la logia “Franklin” Nº 27, el año 1897, y que en su parte expositiva contenía los siguientes conceptos: “Al constituir nuestra logia. Al organizar esta nueva familia masónica, a la cual hemos vinculado nuestros esfuerzos y afectos, hemos procedido impulsados por ideales comunes y pretendemos cimentarla sólidamente, ejerciendo desde el principio una acción masónica vigorosa y tenaz y

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manteniendo el imperio de las mejores prácticas, que han de darnos por resultado las condiciones de orden y estabilidad para emprender nuestra labor con plena confianza y decidida resolución. “En la parte que podríamos llamar especulativa o filosófica, estamos de perfecto acuerdo: claros y definidos preséntanse nuestros objetivos; definidos y claros son también los medios de acción de que hemos de valernos. “Pero considero que nos falta algo que venga a completar la obra que nos servirá de base, de punto de partida. Es lo siguiente: “Conocemos a fondo nuestra doctrina, la que la Masonería enseña, y hémosla levantado en alto como sagrado pendón, dispuestos a luchar sin timideces ni reservas por su triunfo. “Coloquemos ahora a nuestra cabeza algunos hombres buenos que hayan hecho efectivas con noble estoicismo en la vida práctica, esas nobles doctrinas; inspirémonos en su ejemplo, y enseñemos a los que vengan a acompañarnos en nuestras tareas, que no son vanos y teóricos simplemente nuestros principios que ha habido hombres capaces de practicarlos. “Así aprovecharemos debidamente ejemplos dignos de ser imitados y habremos demostrado a esos hombres que supieron cumplir con sus deberes masónicos, que en la Masonería hay un deseo ardiente de justicia y al mismo tiempo que sus miembros anhelan imitarlos, porque la verdadera práctica masónica consiste en ser bueno y abnegado. “El altruismo masónico es el más noble de los altruismos, como el amor cristiano es el más puros de los amores, como la enseñanza socrática es la más elocuente de las enseñanzas. “Debemos llevar, pues, al corazón de los masones sinceros el voto cariñoso de nuestro afecto, el eco leal de nuestro leal recuerdo. “Tenemos bandera de augusta significación: tengamos también hombres que hayan alzado esa bandera, que la hayan en su propio ser, y tendremos entonces doctrina que estudiar, hombres que imitar.

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“No desfalleceremos en el trabajo, porque ellos no comunicarán la fuerza incontrastable de su ejemplo. “Considerando, pues, de verdadera utilidad para los miembros de nuestra logia y para la prosperidad de toda ella, tomar como ejemplos para conducir a su acción, algunos hombres que hayan sabido practicar los principios de la Masonería; recordando que el principal objetivo de ésta es dar a la sociedad hombres enérgicos y decididos en la práctica del bien, elementos capaces de ejercer una acción moralizadora entre los hombres; y como una débil prueba de afecto y admiración hacia aquellos hermanos que han realizado el deber masónico, iluminando nuestra ruta en el ejemplo de vida llena de unidad y de consecuencia: doctrinaria en toda su amplitud; me tomo la libertad de interpretar, queridos hermanos, vuestros sentimientos, proponiendo a vuestra deliberación el siguiente proyecto de acuerdo”. …………………………………………………………………………………….. El hermano Luis Navarrete, desde las columnas de “La Verdad”, comentaba el proyecto en cuestión en los siguientes términos: “Es costumbre decir que la miserable arcilla humana es incapaz de elevarse al grado de perfección que significa el cumplimiento leal y completo de una moral elevada. A los que tal digan podemos los masones responderles que afortunadamente ese pesimismo –disfraz con que s e oculta la pereza de los espíritus débiles, que emprenden la ventajas de la virtud; pero que retroceden ante las dificultades de su ejercicio- no está justificado por los hechos; que aquí, en los templos masónicos de este apartado país se han formado hombres de virtud, que nunca transigieron con lo que creyeron malo y al través de las asperezas de la vida siguieron siempre el camino que la virtud les señalaba.

“Los masones que empiezan esta ruda, pero consoladora y fortificante peregrinación que s e llama la vida masónica, no pueden hacer nada mejor que recordar momento a momento los nombres de aquellos que comenzaron hace años esa misma peregrinación, superando quizá dificultades mayores, y que hoy la han terminado con honor.

“Si la juventud merece aplauso cuando pone sus esfuerzos al servicio de una causa generosa y desprecia a los que se burlan de su entusiasmo, ella, a su turno, debe

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tener presente que otros hombres, que también fueron jóvenes y tuvieron fe, hicieron antes lo mismo que ella hace ahora y contribuyeron a abrir el camino por el cual vamos avanzando.

“Al honrar a los que han llenado noblemente sus deberes, a los que han llevado a cabo, antes que nosotros, la tarea que nosotros ahora acometemos; al presentarles el homenaje de nuestra gratitud y respeto, en realidad nos honramos anticipadamente a nosotros mismos”.

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Otro de los proyectos de la mayor importancia presentados durante esta época fue el de los hermanos Reinaldo Quezada J. y Julio Gutiérrez, miembros de la logia Nº 5, referente a la constitución de un Tribunal de Honor. Este Tribunal de Honor vendría a llenar un vacío dejado por los Estatutos Generales de la Orden y su objeto o espíritu, según se declaraba en sus primeros artículos, era “intervenir en todos los asuntos que ocurran entre los hermanos, ventilar toda cuestión material o moral que se produzca entre hermanos, tanto en el mundo profano como en el seno de nuestras logias”. En veinticuatro artículos encerraba el procedimiento que debería seguirse para el estudio y fallo de los asuntos sometidos a su conocimiento y las formalidades son que habría de revestirse sus funciones. No sabemos si en la práctica este Tribunal de Honor dio buenos resultados. El hecho es que, años más tarde, al reformarse la Constitución Masónica de la Gran Logia de Chile, se introdujo una parte que comprende la creación y funcionamiento de Tribunales de Honor; y si bien sus procedimientos, perfeccionados y completados, difieren de los de aquel primitivo esbozo, puede decirse que el principio de fraternidad que lo inspiró ha sido el mismo que guió a los hermanos Quezada y Gutiérrez a confeccionar el suyo.

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A mediados de 1895, en la Logia “Avenir et Liberté” Nº 9 se puso en discusión el proyecto de establecer en Chile una o más Logias Blancas, o sea de señoras. “La idea de asociar a la mujer a los trabajos masónicos –decían los sostenedores del proyecto- ha producido muy buenos resultados en los países donde ha sido puesta en práctica. “Estados Unidos –agregaban- cuenta buen número de Logias Blancas, sólidamente constituidas, merced al esfuerzo, buena voluntad y celo de hermanos entusiastas. “Si es verdad que las diferencias de raza, de costumbres, y, más que todo, de educación bien dirigida, son un factor muy importante para que esta clase de Logias puedan prosperar en todos los países indistintamente; ello no sería un inconveniente insuperable entre nosotros, haciendo una labor paulatina y cuidadosa. Según el proyecto de los hermanos de la logia Nº 9, “en los primeros tiempos las logias podrían asociar a los trabajos a la mujer, la que recibiría en los Talleres su educación masónica; y más tarde, cuando las nuevas hermanas constituyeran firmes columnas del templo, sería el caso de que levantaran, a su vez, colectivamente, nuevas columnas para sustentar la grandiosa construcción de la Orden”. La idea encontró eco simpático en parte del mundo femenino de Santiago. Una señora, entusiasmada con el proyecto, escribió al secretario de la logia “Estrella de Chile” una carta elocuente: “Santiago, agosto 16 de 1895. “Respetable Secretario de la Logia “Estrella de Chile: “Sumamente complacida al leer la revista “Cadena de Unión”, envío mis más sinceros aplausos por intermedio de Ud. a la persona que con tanta hidalguía aboga por que en Chile se funde una Logia para señoras. “La realización de tan feliz idea sería una escala más para llegar a la cima del progreso y de la luz. “Aliente, señor Secretario, a esa ilustrada pluma para que siga en tan noble propósito, y aunque con sacrificios, al fin se obtenga el anhelado bien de pertenecer a una tan noble institución de la cual nos vemos apartadas por el solo hecho de ser mujeres! Como si la magnánima naturaleza no nos hubiera dotado de la misma razón que al hombre, para saber comprender y ejercitar el bien.

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“Si en Chile la ilustración de la mujer no está preparada como en Europa para ayudar, aunque sea con un grano de arena, a esa gran obra de la humanidad que se llaman Asociaciones Masónicas, no es menos cierto que en la mujer chilena es innato el sentimiento de hacer el bien y su corazón siempre está dispuesto a la caridad para con sus semejantes. Esto como base principal, debe alentarnos y si al principio seremos pocas, no hay duda que dejaremos establecido el hecho para las generaciones venideras. Y sobre todo hoy, cuando los enemigos jurados de la luz nos lanzan el insulto más ridículo que darse pueda en las postrimerías del siglo diecinueve, tratando de reprimir y ahogar la verdad con una estúpida excomunión. “No dudo, señor secretario, que mis humildes palabras encontrarán eco en su corazón, y nos prestará su poderoso contingente para ver cuanto antes realizadas las aspiraciones de muchas. “Discúlpeme, señor, si me he hecho demasiado extensa y tal vez molesta. “Suya Afama. Servidora. –C. R. de P.97

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Indiscutiblemente, considerando el problema desde el punto de vista de la labor práctica y social, la colaboración de la mujer en la Masonería es de un valor inestimable; pero también es preciso no olvidar que la orden masónica tiene leyes que obedecer y principios tradicionales que respetar; y ellos, ya en su espíritu o en su letra, no autorizan a una logia masónica para recibir en su seno mujeres en calidad de “profanos para iniciarse”. Desde luego, si recurrimos a los Landmarks –las leyes tradicionales de la Orden- encontramos que el XVIII, refiriéndose a las condiciones que se precisan para la iniciación masónica, establece en forma terminante98: “XVIII. Para ser iniciado el sexo masculino, la integridad física, la libertad de nacimiento y la edad adulta son condiciones ineluctables”.

97 “La Cadena de Unión”, julio de 1895. 98 Según la nomenclatura del Dr. Mackey.

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De modo, pues, que a una Masonería que pretenda ser regular en todos sus procedimientos, le está formalmente vedada la iniciación femenina. Obsérvese que nos referimos únicamente a la “iniciación” de mujeres y no a su admisión, como visitantes, en los templos masónicos; esto último es un asunto distinto. Para que no se crea que al mostrarnos partidarios de la no iniciación de las mujeres en la Masonería, procedemos bajo el peso exclusivo de una ley tradicional, vamos a recordar un hecho,, que puede invocarse como antecedente bastante ilustrativo y que nos da a conocer un autor que ha abogado por la colaboración femenina en la Masonería. Bajo el rubro de Los ritos no reconocidos, nos dice Oswald Wirth lo siguiente99. “El 14 de enero de 1882, la Logia “Los Libres Pensadores”, del Oriente de Pecq (Sena y Oise) había creído poder acordar la iniciación masónica a María Deraismes, conferencista eminente, estimada digna de llevar el simbólico mandil. Ésta era una innovación contraria a los usos de la Masonería Universal; lo que obligó a la Gran Logia Simbólica Escocesa a declarar en sueño a la logia del PCQ y a declarar nula una recepción manchada de ilegalidad. Esto no impidió, sin embargo, a la neófita considerarse como buena y legítima masona, aunque sólo más tarde, en marzo de 1893, se creyó autorizada para conferir a su vez la luz masónica a otras mujeres. Así nació la Gran Logia Mixta “El Derecho Humano”, que se propone, dentro de la Masonería, considerar al hombre y a la mujer en el pie de una perfecta igualdad. Esta Obediencia es considerada como irregular, del mismo modo que las logias que han adoptado sus principios… etc.”. Como se ve, es este un precedente claro e inequívoco. ¿Desconocían estos antecedentes los masones chilenos de 1895? ¿Ignoraban las leyes tradicionales? De ninguna manera; y es fácil explicarse este proyecto de iniciación femenina, recordando que tuco su origen en una logia formada por masones franceses, en los cuales, aunque sometidos a la Obediencia de la Gran Logia de Chile, no

99 Oswald Wirth: “Le Livre de l’Apprenti, p. 90.

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dejarían de encontrar exo las ideas masónicas de su país; y, como acabamos de ver, la primera iniciación masónica femenina y la primera logia de mujeres, tuvieron su origen en Francia, poco antes de la época de que nos ocupamos. Que tal la Masonería no desconocía, sino los hechos citados, al menos las leyes fundamentales, queda establecido en la siguiente Nota, de fecha 28 de enero de 1894: “Oportunamente os anuncié que en Santiago y Valparaíso, asisten a veces señoras y personas profanas a nuestros Templos, en tenidas solemnes o fiestas masónicas, pero sin que intervengan ni presencien la apertura o clausura de los trabajos y hoy os reitero este aviso, etc. – El Gran Secretario General100. Así quedaba claramente establecido el pensamiento de la dirección de la Masonería chilena: se toleraba la presencia de señoras y profanos en tenidas solemnes o fiestas masónicas, pero restringiendo dicha presencia a determinadas partes de las ceremonias, de suerte que de ninguna manera se violaba el secreto del Ritual. Y al hacerlo, se seguía la práctica adoptada por Obediencias extranjeras, cuya regularidad nadie jamás ha puesto en duda. Las logias chilenas tampoco se mostraban refractarias a abrir las puertas de sus Templos a las mujeres, pero sólo a ciertas condiciones especiales, de modo que la presencia del elemento femenino fuera transitoria. En una palabra, se les abría momentáneamente la puerta de los Templos, pero no la puerta de la Institución. De esta manera se realizaron algunas fiestas masónicas, con asistencia de señoras y profanos, fiestas a las que se designaba con el nombre de “Tenidas Blancas”. Si hemos de interpretar al pie de la letra el proyecto que discutían los hermanos franceses de la logia “Avenir et Liberté”, veremos que, precisamente, lo que ellos deseaban implantar en Chile eran las “Logias Blancas”, es decir, lo que comúnmente se ha dado en llamarse “masonería de adopción”, “masonería mixta o andrógina”. Acaso de menores proyecciones en cuanto a doctrina o principios, pero de mayor trascendencia práctica, puesto que era realizable, la idea de los masones chilenos tuvo

100 Boletín Oficial de la Gran Logia de Chile, 1895.

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aceptación y pudo traducirse en hermosas realidades: llevar a efecto lo que llamaron “tenidas blancas”, aunque, en verdad, no fueron tales tenidas, sino sencillamente fiestas sociales de carácter literario y musical. Naturalmente, los oradores designados para hablar en aquellas circunstancias, no dejaban de referirse a los principios básicos de la Institución Masónica; pero sus alocuciones, dentro del vasto campo de las generalidades, en nada comprometían la parte esotérica u oculta. Aquellas reuniones fueron, sin duda, altamente beneficiosas, más que para los profanos que a ellas asistieron, para la propia Masonería, porque permitieron a los concurrentes conocer, aunque fuera en forma superficial, el teatro, el teatro en que –al decir de los detractores de la Orden- se cometían aquellos horrendos atentados contra todas las virtudes; y acaso a más de alguno, entre los profanos visitantes, causaría admiración el no encontrarse con rincones sombríos, con lóbregos subterráneos, ni tener que caminar sobre pavimentos manchados de sangre… Para tener una idea de lo que eran aquellas fiestas –en las cuales no se admitían profanos ni señoras a participar de los “trabajos masónicos”, como alguna vez, sin el menor fundamento se ha querido afirmar- vamos a transcribir la reseña que una revista masónica hacía de una de estas reuniones, que eran de “fiesta” y no de “trabajo”.

LA GRAN FIESTA MASÓNICA

“Tenida blanca de las Logias “Justicia y Libertad y “Estrella de Chile”. Velada literario – musical. Repartición de los premios del certamen literario. –Baile y banquete. “Sin tiempo ni espacio para describir las grandiosas fiestas masónicas, celebradas el sábado 28 del presente mes en los salones de la Institución, Galería San Carlos, número 26, nos complacemos en aplaudir el brillante éxito de la fiesta y felicitar a la Masonería del valle por la feliz realización de sus ideales. “A las 9 P. M. del día anunciado, se abrió la velada literario –musical presidida por el Venerable Maestro de la

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Respetable Logia “Estrella de Chile”, por ausencia del Venerable Maestro de la Logia “Justicia y Libertad”. “El Presidente tenía a su derecha al Serenísimo Gran Maestro de la Orden, y a su izquierda al Gran Secretario. Decoraban el Oriente los Venerables y Dignatarios de las Logias “Huelén”, “Avenir et Liberté”, Drei Ringe” y “Albión”, como asimismo los delegados de la “Unión Fraternal” de Valparaíso. “La velada estuvo brillante, siendo muy aplaudidos los trabajos leídos, como las bellísimas composiciones musicales con que se regaló a la concurrencia. “En el próximo número daremos la descripción completa de esta tendida blanca, como asimismo publicaremos las composiciones leídas en la velada. “La concurrencia de señoras y señoritas fue selecta y distinguida, como igualmente la de caballeros especialmente invitados.

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CAPÍTULO XXXVI

Obra de cultura masónica desarrollada por el hermano Luis Navarrete y López desde las columnas de “La Verdad”. Carta del hermano Buenaventura Cádiz sobre premios de asistencia. Réplica del hermano Navarrete. Lo que ocurrió a los ecónomos de las logias de Londres. ¿Quién tenía la razón? Llamamiento a los hermanos y Talleres para juntar materiales con qué escribir la Historia de la Masonería chilena. Las bibliotecas masónicas en las Logias. Programa de estudios masónicos elaborado por el hermano Luis Navarrete y López, inédito hasta ahora. El hermano Luis Navarrete y López fue uno de los masones que con más abnegación, con más talento y con más comprensión de las necesidades materiales y espirituales hayan servido a la Orden. El hecho de haber fundado mantenido con su propio y único esfuerzo una revista masónica durante varios años,

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luchando no sólo contra las naturales dificultades de empresas de este género, sino arrostrando además la indiferencia del ambiente, cuando no la hostilidad, ponen de relieve, a más del sólido temple del espíritu luchador de este hermano, su noble afán por prestar a la obra masónica una ayuda que él creía eficaz y fructífera. En realidad, siendo la prensa uno de los mejores medios de difusión ideológica y cultural, es razonable suponer que aún en los Talleres, que son a la vez cátedra y tribuna, represente un papel de suma importancia una publicación que pueda llevar de una a otra región el pensamiento y el anhelo de hombres que, unidos en una común aspiración, diferirán de una vez en los medios de acción y aún en la interpretación misma de principios y doctrinas. Por otra parte, y en razón e su misma distribución geográfica, los Talleres masónicos no son todos de la misma calidad intelectual en cuanto a sus componentes; y así, mientras unos, funcionando en grandes centros de población y teniendo a su alcance bibliotecas y otras fuentes de cultura, cuentan en su seno miembros tan ilustrados como numerosos y capacitados para sembrar fecundas ideas en torno suyo, otras logias más modestas, mantenidas merced al esfuerzo de unos pocos masones en pueblos lejanos, no pueden disponer de elementos vivos de cultura, propaganda y acción. Para esas Logias, cuyo papel es acaso más importante en razón del ambiente en que actúan y las dificultades que las rodean, la prensa masónica es de utilidad inapreciable. Gracias a ella pueden seguir, día a día, la progresiva evolución de las ideas, conocer la justa interpretación de las doctrinas y símbolos, precaverse contra errores a que pudieran inducir la ignorancia o inexperiencia y, en una palabra, disponer de una fuente de cultura siempre renovada e inagotable. En el caso de que nos ocupamos, la importancia y la responsabilidad del periodista masónico eran mucho mayores que en las funciones del periodismo ordinario, por cuanto la publicación masónica era única en el país; y no teniendo los lectores otros puntos de comparación, salvo casos excepcionales, debían no sólo beber sus ideas masónicas en “La Verdad”, sino aceptar aquellas ideas o doctrinas, a falta de otras y a la falta también de cultura masónica que les permitiera interpretaciones propias o juicios personales.

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El hermano Navarrete, con clara conciencia de su alto ministerio, y convencido, además, de que no podía esperar otra ayuda en su tarea que su propio esfuerzo, empezó por procurarse una cultura masónica que asombra por lo vasta y lo profunda, dado el corto tiempo de que dispuso para ello y sobre todo, la escasísima literatura que por entonces –y aún hoy- estaba al alcance de los estudiosos.

Todo el que quiera darse el trabajo –el placer, diríamos- de hojear con calma y atención las páginas de la antigua “Verdad”, podrán corroborar por sí mismos cuanto venimos enunciando.

La filosofía masónica, la interpretación de los símbolos, la moral del iniciado, la obra de extensión cultural en el mundo profano, normas de conducta para los hermanos, Oficiales y Talleres, historia masónica, y, en una palabra, todo cuanto pueda interesar a un masón amante de su Institución y que desee llenar sus deberes a conciencia, encontrará en admirable síntesis en las páginas de “La Verdad”.

Entre las muchas iniciativas plausibles e ideas felices que el hermano Navarrete esbozó desde las páginas de su revista, merecen citarse especialmente las que se refieren a los siguientes puntos:

Asistencia de los hermanos a las tenidas; deberes y recompensas.

Formación de Bibliotecas Masónicas en las Logias; y Necesidad de escribir la Historia de la Francmasonería

chilena.

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En el número correspondiente al 16 de junio de 1898 de “La Verdad”, el hermano Navarrete se ocupaba editorialmente del primero de los asuntos que hemos mencionado, es decir, de la obligación que tiene todo hermano masón de asistir a los trabajos y reuniones de su Logia. Este editorial se publicaba para comentar y aplaudir una enérgica circular que el venerable Maestro de la Logia N° 5 hizo llegar a todos los hermanos de dicho Taller, y en la cual les recordaba sus deberes para con la Logia, a cuyos trabajos voluntariamente se habían ligado.

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“Ojalá que todos los Venerables Maestros imitaran en este punto al de Justicia y Libertad –terminaba diciendo el editorial- porque es necesario repetirlo sin cesar, la Masonería chilena tiene deberes ineludibles por llenar en las presentes circunstancias, y no coronará el éxito los esfuerzos que se hagan, si robustos y compactos, no se entregan todos los talleres de la República a la obra que les corresponde”. A propósito de este editorial, el hermano Navarrete recibió la siguiente carta del hermano Buenaventura Cádiz, quien desempeñaba a la sazón el puesto de Venerable Maestro de la logia “Regeneración” N° 22, carta que el hermano Navarrete se apresuró a contestar en la forma que vamos a conocer. “Valparaíso, julio de 1898- -Señor Director de “La Verdad”, Santiago. “Distinguido hermano y amigo: “He leído con natural complacencia el artículo editorial de “La Verdad” correspondiente al 16 de junio próximo pasado, titulado “Voz de Orden”. “Allí se toca una cuestión vital para nuestros Talleres. Es muy antigua convicción la mía de que la Masonería no prosperará entre nosotros mientras sus adeptos no la ofrenden, con entusiasmo y constancia, el tributo de trabajo personal indispensable para imprimirle vida fructífera. “Pruebas de lo que afirmo encontrará Ud. en el pequeño trabajo que presenté a principios de este año a la Respetable Logia “Regeneración”, que ésta aceptó en abril y del cual le remito impreso uno de los primeros ejemplares que hoy mismo me traen de la imprenta. “Este Reglamento ha sido bien acogido por los hermanos y aún lo han adoptado, con pequeñas variantes, otros Talleres. Celebraría mucho que Ud. lo encontrara útil; y como no puedo olvidarme del Taller “Justicia y Libertad”, hoy mismo mando otro ejemplar al hermano secretario, como recuerdo vivo. “Reciba Ud. mis congratulaciones, etc. –Buenaventura Cádiz”. Bien inspirado era, como se ve, el pensamiento del hermano Cádiz; el reglamento a que aludía en su carta, establecía ciertas distinciones y premios honoríficos para los

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masones más asiduos a los trabajos de su taller. No opinaba de la misma manera el hermano Navarrete: “Santiago, 1 sw agosto de 1898. –Señor don Buenaventura Cádiz, Valparaíso. “Distinguido señor y hermano”: “Mi primera palabra sea para excusarme si publiqué sin consentimiento suyo la carta que me dirigió juntamente con un Reglamento de Asistencia de la Respetable Logia Regeneración; y todavía si le doy, en la forma que lo hago, contestación a su atenta carta. Válgame como razón en abono de mi procedimiento la importancia que el tema de nuestras comunicaciones tiene y el deseo vivísimo que siento de atraer la atención de todos los hermanos hacia el estudio de problema tan capital como es el de procurar que todos los miembros activos y aún honorarios de las logias asistan religiosamente a las tenidas. “Contando con su indulgencia, paso a ocuparme de su carta y comenzaré por transcribir con sincero placer las siguientes líneas del reglamento de Asistencia: “No cumplen con su deber aquellos hermanos que no traen su cooperación a la obra común den las dos formas indicadas; y aún aquellos que sólo cumplen la primera de aquellas obligaciones. La ofrenda de tiempo y de trabajo personal tiene tan señalada importancia, que sin ella se desplomaría por su base todo el edificio masónico. “Y aún estoy por decir que la asistencia a los trabajos en ciertas desfavorables condiciones, es insuficiente para alcanzar los objetos de nuestra Institución. “Porque vosotros sabéis, hermanos míos, que la obra de fraternidad, de unión, de mutuo estrechamiento entre los miembros de una Logia no puede conseguirse si ellos no se conocen, o sólo se tratan fría y ceremoniosamente. “El calor de la amistad fraternal que estrecha los corazones, nace y vive de la estimación y el cariño que une a todos aquellos que por estar siempre juntos en la misma brecha, sufriendo las mismas fatigas y persiguiendo idénticos resultados, han podido aquilatar el grado de esfuerzo y entusiasmo que cada uno ha llevado a la obra común. Es en esta importante labor donde nace y se arraiga la verdadera amistad y donde germinan las semillas de los más nobles ideales, que han de fundar más tarde el esfuerzo de todos”.

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Debo también transcribir, porque encierran una amarga verdad, las siguientes líneas de ese preámbulo:

“¡Qué obra tan demoledora y triste realizan aquellos malos masones qie no concurren poco al trabajo diario! ¡Ellos, cuyo espíritu empapado de preocupaciones del mundo profano arrojan frío al ardor de los buenos,, no han querido darse el trabajo de estudiar, ni siquiera de comprender someramente nuestra doctrina, nuestras prácticas, nuestras tradiciones; cuyo trato fraternal forzoso y frío parece querer imponernos, aquí, en nuestro retiro igualitario las distinciones sociales d e afuera en que llegan empapados! Tales hermanos son funestos, pues ¿qué especie de paridad existe o puede existir entre el zángano y la abeja?

“Y todavía hay que recordar la extremada facilidad para criticar con que s e caracterizan estos hermanos. Como ellos no están al corriente de los hechos ni de los propósitos por realizar, y como traen de fuera otras miras, cuanto se haya hecho o no se haya podido hacer cae bajo su crítica severa”.

Ha señalado Ud., hermano, en ese preámbulo, dos de las más importantes razones, que no todas las que obran para propender a la extirpación de la indolencia sin justificativo que distingue a muchos obreros de la masonería chilena. Y digo que no todas las razones ahí están señaladas, porque noto que, entre otras, falta la de que con la ausencia constante o intermitente de los hermanos es casi frustránea la tarea de las Logias. A veces no se emprende una obra porque s e ignora con cuántos se cuenta para ellos, o no se aprecian las aptitudes características de cada uno de ellos, como que no se han dado a conocer debidamente a su Taller. Otras veces se inicia una tarea contando con determinados elementos; y a lo mejor fallan los cálculos, porque el compromiso ajustado es tenido en menosprecio por aquellos que solemnemente lo contrajeron para desconocerlo sin decoro de sí propios y con daño grave para la institución.

“Así se explica que, temiendo delante d e sí una tarea tan vasta por realizar contando con numerosa falange, la Masonería de Chile camine con lamentable pereza y no rinda sino insignificante provecho su obra y sus doctrinas.

“Hay, pues, que atacar el mal. La Respetable Logia Regeneración ha creído que era eficaz remedio aprobar el Reglamento que con tanto acierto Ud. elaboró y le sometió a

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su aprobación. Conviene, por tanto, analizar siquiera sea con brevedad ese Reglamento.

“Los artículos destinados a la manera de evidenciar ya las faltas a tenidas, ya las asistencias, o sea los tres primeros, no merecen sino aprobación; i igual cosa estimo de los artículos destinados a definir, establecer y clasificar las faltas, las inasistencias justificadas y el castigo de las faltas. Pero, como Ud. la sabe, buenas leyes resultan malas si malos hombres las practican; y las malas son buenas, cuando se las aplica y cumple con respeto y lealtad; y por esto es muy de temer que hermanos inescrupulosos inventen legítimas causas de excusas para no asistir.

“Por lo que respecta a los premios, debo, con fraternal franqueza, declararle que no me parece aceptable el artículo 10 y los que con él se relacionan. Justo y de necesidad es conceder premios a los buenos, ya que hay castigo para los malos; pero han venido tantos y tan profundos daños a la masonería con las condecoraciones, que, si en mi mano estuviera, no solamente no aceptaría ninguna novedad en esta materia, sino que también suprimiría cuantas ya están establecidas, sin reparar en el simbolismo que puedan envolver, ni las justificables circunstancias en que se establecieron, ni en lo glorioso de las tradiciones que recuerdan.

“Al Aprendiz le exigimos, antes de recibirlo, que se despoje de las preocupaciones que puedan manchar su alma y que constituyen uno de los enemigos de la Masonería en el mundo profano. Y todavía, en el ceremonial de la iniciación, procuramos inculcarle con el hecho y la enseñanza odio al lujo y a las brillantes apariencias; ¿cómo, entonces, podemos decirle en seguida, los buenos deben conquistar condecoraciones si quieren ser buenos?

“Lo que es yo, solamente bajo pena de insubordinación, usaría esa medalla de plata con que se premiaría la asistencia durante un año civil completo.

“En lo que tengo leído de historia –no de fábula- masónica, he visto muchas divisiones, muchos escándalos originados únicamente por el uso de las condecoraciones. Ud., que entre nosotros se distingue por el estudio que ha dedicado a esa historia y cuanto se refiere a la Masonería debe naturalmente haber leído las críticas acerbas que los

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enemigos de la institución han hecho de nuestras decoraciones, y conocerá la pronunciada opinión que se manifiesta entre los escritores de la Orden para mover los ánimos en el sentido de abolir todo aquello que hay de fastuoso en nuestras ceremonias y distintivos, especialmente en los grados superiores al tercero.

“Me dirá Ud., querido hermano, que no se trata hoy sino de una sencilla medalla de plata colgada en el ojal; y que mis observaciones son exageradas, ya que la condecoración es por demás sencilla; pero me permitiré traerle a la memoria un hecho que imagino no ha de serle desconocido y que señala elocuentemente lo peligroso que es el uso de estas medallas o cosas por el estilo.

“Conocerá Ud. en la historia de la Masonería en Inglaterra, a los Ecónomos, establecidos bajo la Gran Maestría del hermano Lord Colerane, en 1728. Estos hermanos pidieron y obtuvieron que se les permitiera usar mandil ribeteado de seda roja. Con tal concesión aspiraron a otra, a la de usar un bastoncillo blanco en las ceremonias; la consiguieron. Pasaron adelante; pretendiendo que el hecho de haber sido ecónomos los autorizaba para ser electos a las más altas dignidades, excepción hecha de la de Gran Maestre; y triunfaron en sus pretensiones. Solicitaron aún la formación de una Logia, constituida únicamente de ecónomos, y aquellos hermanos del mandil con ribetes rojos triunfaron en su intento. Pero llegó el 11 de diciembre de 1735, fecha fielmente conservada, pues, como dice un autor, las tonterías conservan mejor sus fechas que las nobles y buenas acciones; en tal día y con tal motivo de solemne fiesta masónica, los ecónomos parecieron adornados con vistosos lazos de muchos colores, banderas, bastones y especial quincallería. La Gran Logia de Londres los llamó al orden; y mucho trabajo se dio la Gran Logia para traer al buen camino y a la obediencia a los ecónomos aquellos, que a punto estuvieron de provocar un cisma en defensa de sus ribetes, bastones y lazos.

“Esto hicieron hombres tan sensatos como son los hijos de Inglaterra; y esto hicieron masones aún no contaminados con la vanidad de joyería que en otros países y posteriormente se ha desarrollado entre algunos masones. ¿Qué resultaría, hermano mío, de esa medalla de plata acá y en estos días?

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“No. No faltan condecoraciones. Concédase preeminencias y dispensas a los hermanos asistentes a sus tenidas; porque, según lo dejo indicado, es justicia y es deber premiar a los que cumplen en grado distinguido sus obligaciones, dando así alentador estímulo y dignísimo ejemplo. “Y aún esta consideración necesita su esclarecimiento para que no s e abuse de ella. Bien está conceder distinción y premio a los que no abandonan jamás el puesto de trabajo y responsabilidad; pero tampoco es propio ni conveniente prodigar los premios, que necesitan ser contados y reducidos para que sean eficaces. Y, sobre todo, entre los masones, el deber cumplido debe ser el supremo galardón. No vamos, o no debemos ir al templo Masónico guiados de otro espíritu que el de hacer el bien por el bien; y todas nuestras acciones deben asemejarse en su bondad, en su falta de ostentación y en su espontaneidad al depósito de nuestro óbolo en el tronco de pobres. “Temo que en lo dicho haya más de lo que la prudencia pudiera consentir, ya que el Reglamento de que me ocupo tiene la sanción de varias Logias de Valparaíso y del Serenísimo Gran Maestro; pero, creo haber sostenido mi parecer guardando a cada cual los debidos fueros y como sólo el obispo de Roma gasta el lujo de la infalibilidad en sus pareceres, no me arrepiento de lo ya escrito; pero sí, declaro que respeto como el que más, las opiniones de mis hermanos y acato en toda su estrictez las justas órdenes de mis superiores. “Salvado este punto y volviendo al tema de las asistencias, concretaré mi opinión así: bueno y muy de aplaudir es el Reglamento aprobado por la Respetable Logia Regeneración y ojalá que con él se obtenga el objeto que se busca; pues ésa es una parte solamente de la tarea que hay que realizar para extirpar el vicio de la falta de asistencia a tenida. “Mucho hay que decir sobre otra faz de la cuestión; pero debo ser conciso en su desarrollo. Se necesita, en efecto, dar tal interés a las tenidas, que ningún hermano quiera faltar a ellas, y que, si falta, solamente se duela de ello por el bien que ha perdido. Para esto, hay que poner mano firme y espíritu ilustrado en la reforma de los rituales; porque

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muchos hay que sólo encuentran en nuestro simbolismo y ceremonial cosas de poco fundamento o que ya hicieron su época; y no se dan mucha prisa por dedicarse al estudio y desenvolvimiento de ese simbolismo, dejando así por lo accidental, de concurrir con su trabajo y asistencia a la consecución de hermosas y benéficas obras. “Se puede, sin modificar la letra de nuestros Estatutos, introducir desde luego reformas que se traducirían en preciosa economía de tiempo, como ser la supresión definitiva de los cuestionarios con que se inician y terminan las tenidas; como también la cuenta de muchos documentos cuya tramitación el Venerable Maestro y el Secretario podrían atender sin que los Talleres los atiendan, a menos que en casos particulares haya necesidad de proceder en la forma que hoy se practica. “Sobre todo, haya para todas las Logias de la Obediencia un Programa común de trabajos señalado por el Poder Regulador de la Masonería chilena, y vigílese con severidad por que ese programa se cumpla. Si esto se realiza, los zánganos no zumbarán ya más en nuestra colmena, porque la sobreras laboriosas le negarán su concurso para su vida de ociosidad y los expulsarán. “En fin, y ya lo dejo dicho, estimado hermano, no es posible abandonar esta faz de la cuestión; y debo terminar dándole mis más sinceros agradecimientos por sus recuerdos y por la palabra de aliento que le ha dirigido a “La Verdad” y reiterándole mis excusas, si algo o mucho de inconveniente encuentra en estas líneas. “Reciba el abrazo fraternal, etc. – Luis Navarrete y López.

--------- Otro de los proyectos que esbozó entonces y que acarició durante toda su larga vida masónica el hermano Navarrete, fue el de escribir la Historia de la Masonería chilena. Editorialmente, se ocupó de este asunto en el número de “La Verdad” correspondiente al 16 de agosto de 1898, pidiendo el concurso de todos los hermanos y talleres: “HISTORIA MASÓNICA. – “La Verdad” pide el concurso inteligente y activo de todos los Talleres de la Obediencia y de cada uno de los hermanos de buena voluntad, para llevar a

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feliz término una obra que será mirada con simpatía y que se hace de necesidad realizar.

“La Historia de la Masonería chilena no ha tenido aún su escritor. El Boletín Oficial de la Gran Logia es lo más completo que, como tal historia, existe; pero hay en él lagunas enormes o contiene de manera muy sucinta la relación de sucesos que merecen mayor abundancia de noticias.

“Conviene salvar esta sensible deficiencia; sea para impedir que mañana la inventiva traviesa o malintencionada falsee las fechas, suponga unos sucesos o silencie otros, borre nombres, o cometa cualquiera infidelidad histórica; sea para dejar anotada la marcha de nuestra institución a través de las diversas vicisitudes del país; sea para que pueda juzgarse con acierto la influencia masónica en el desarrollo de nuestra sociabilidad.

“La Verdad” quiere en sus páginas y para rendir testimonio duradero de amor a la Institución, cuya bandera con orgullo sostiene, contribuir en cuanto esté de su parte a salvar la deficiencia indicada de la historia de la Masonería chilena.

“Algún material hay acopiado ya para la obra; pero necesita aumentarse.

“Para ello, “La Verdad” ruega encarecidamente a todos los masones chilenos que alleguen su contingente de noticias y documentos, remitiendo a la casilla 13 D, los datos que sus luces y buena voluntad les dicten.

“Los Talleres que acojan este pensamiento con benevolencia, podrían encomendar a sus archiveros y a los masones más reputados por su ancianidad y conocimientos que escriban monografías de cada logia y conceder copia de los principales documentos que tuvieran en su poder.

“Los hermanos que por sus años y servicios figuran en el escalafón de los honorarios, podrían, a su turno, redactar en forma de apuntaciones o de cualquier suerte sus recuerdos.

“Principalmente, la Gran Logia de Chile o sea el Serenísimo Gran Maestro y su Consejo podrían suministrar precioso arsenal de datos y documentos; y lo que es más, dirigir una Circular a las Logias de su jurisdicción recomendándoles que dieran, por su parte, vida a la obra enunciada.

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“No es para ocultarlo que e s tarea de aliento y erizada de dificultades la que “La Verdad” propone; pero hay que confiar en el entusiasmo de cuantos obreros se permite invitar a que en ella colaboren; de modo que, antes de terminar su segundo año esta revista confía en que el éxito coronará sus anhelos.

“Como advertencia final, cabe agregar que, para evitar deslices de cualquiera naturaleza, “La Verdad” pedirá su estudio y aprobación para el trabajo definitivo al serenísimo Gran Maestro de la Orden, para que, de tal modo, sin faltar a la verdad, se publique cuanto pueda publicarse”.

Aunque, según tenemos entendido, los Talleres no respondieron al llamado del hermano Navarrete en la forma que era de esperar, el ilustre masón no desmayó en sus propósitos y durante muchos años –más de veinte- se dedicó con paciente consagración a coleccionar documentos y antecedentes que le permitieran acometer tan monumental obra. Desgraciadamente, un fatal acontecimiento privó a la Masonería chilena de conocer la obra del hermano Navarrete y lo imposibilitó a él mismo para ejecutarla: un incendio en la Gran Logia, ocurrido en enero de 1920, redujo a cenizas toda la documentación para su obra.

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El hermano Navarrete, comprendiendo que no basta una publicación periódica cualquiera para aumentar la cultura, menos aún en determinadas ramas de los conocimientos humanos, y acaso presintiendo que sus esfuerzos por sostener la publicación de “La Verdad” no podrían prolongarse más allá de ciertos límites, quiso hacer llegar al seno de todos los talleres el convencimiento de que existía no sólo conveniencia, sino urgente necesidad de establecer “Bibliotecas masónicas”. A ese propósito obedeció el artículo intitulado “Bibliotecas Masónicas, que insertó en el número del 1 de septiembre de 1898. “Medio de eficaces y seguros resultados para conseguir entre los masones el cabal conocimiento de cuanto se relaciona con la Orden Masónica, es la fundación de una biblioteca al lado de cada Templo erigido al Supremo Arquitecto del Universo.

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“Hasta hoy generalmente se ha propendido entre nosotros a la difusión de los conocimientos masónicos por medio de conferencias; pero ha resultado el procedimiento muy corto en utilidades y es necesario completarlo con el arbitrio que citamos en estas líneas. “Muchas tentativas se han hecho en algunas logias para establecer bibliotecas que presenten sus servicios a los hermanos; pero cabe decirlo con dolor que no ha existido la constancia y la armonía indispensable de los esfuerzos, ni se ha reparado en que las bibliotecas que las logias necesitan deben ser especialmente y exclusivamente masónicas. “La tarea sería de fácil ejecución si se la emprendiera con ánimo resuelto por los Talleres. De seguro que muchos hermanos obsequiarían gustosos los libros que poseen y que hablan de la Masonería. Exiguas erogaciones bastarían para reunir los fondos necesarios para comprar en forma económica los libros que no se obtuvieran por dádivas. Estas contribuciones se rían pagadas sin pesar, porque no habría nadie tan ciego que no viera lo espléndido del resultado y lo escaso del gravamen. “En centros como Santiago y Valparaíso, en que funcionan en un mismo local varias logias, sería por la combinación de esfuerzos, tarea sencillísima reunir bibliotecas de gran valor. “Ahora, detenerse a indicar los inmensos beneficios que la Masonería recogería con la realización completa de nuestra idea, nos parece innecesario, porque a nadie se le ocultarán las ventajas que consigo lleva la difusión de conocimientos exactos y vastos sobre la historia y los principios de nuestra institución entre sus afiliados, que serían, enseguida, óptimos sembradores en el mundo profano de los santos y progresistas principios masónicos. “Ni dejaría de ser inoficioso advertir que con el ensanche de conocimientos provocado por las lecturas, presentaríanse nuevos y extensos horizontes de labor a todos los hermanos en provecho de la Masonería. “Ni son de necesidad múltiples raciocinios para convenir en que el establecimiento de estos salones de lectura sería un nuevo aliciente para que los hermanos asistieran con placer y frecuencia al local de nuestras reuniones. “”Mucho dista de nuestro ánimo de presuntuoso propósito de apropiarnos las atribuciones de mentor de las

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logias de Chile; pero no resistimos a la tentación de encarecerles a los Talleres que dediquen sus ilustrados debates a la consideración de nuestro tema y que, si lo estiman de interés y aceptación, comisionen a las cinco primeras Dignidades para que, atendiendo a las fuerzas y necesidades de cada Logia, den forma al proyecto aquí señalado”. La idea fue acogida por varias logias que pretendieron realizarla sin éxito. La bibliografía masónica, de suyo escasa, lo era aun más en esa época. Por otra parte, pocos masones chilenos la conocían. Había dificultades para procurarse las obras en el extranjero –ya que en Chile no existían- eran escasas las traducciones al español. Fuera del “Diccionario Enciclopédico de la Masonería” y de una que otra obra masónica, como las de Cassard y Almeida, que algunos hermanos poseían y obsequiaron a sus respectivas logias, la idea del hermano Navarrete no tuvo mayor realización.

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Los diversos artículos y estudios publicados en “La verdad” permiten apreciar las múltiples faces de la cultura masónica del hermano Navarrete y conocer sus ideas, claras y definidas, respecto de varios problemas. Pero, donde es dable apreciar en conjunto su preparación y sus conocimientos y, en una palabra, la síntesis de su cultura masónica, es en un plan de estudios que presentó a la logia “Justicia y Libertad” Nº 5, en 1901 en el curso de una conferencia y que, seguramente por modestia, nunca dio a la publicidad. Ese plan de estudios, que ofrecemos como primicia a nuestros lectores, tomado directamente del archivo de la Logia Nº 5, constituye un programa perfecto –tal vez excesivo- en que podrían inspirar su acción los Vigilantes celosos de la educación de los hermanos aprendices y compañeros y también lo maestros, de sus respectivas columnas.

CUADRO I

1. Orígenes de la Masonería en su forma actual. 2. Instituciones de las cuales se ha derivado por

transformación o asimilación la Masonería.

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3. Diversas teorías sobre el origen de la Masonería. 4. Crítica d e cada una de esas teorías.

CUADRO II

1. Noticias de la Masonería en cada uno de los siguientes

países europeos, con análisis del carácter peculiar que ha tenido en cada uno de ellos:

Gran Bretaña Holanda Suiza Francia Bélgica Italia, y Alemania Suecia España. (Se indican sólo los países en las la Masonería ha hecho progresos)

2. Noticias generales de la Masonería en el resto de Europa.

3. Noticias generales de la Masonería en cada uno de los otros tres continentes del Viejo Mundo.

4. Noticias particulares de la Masonería en cada uno de los siguientes pueblos americanos:

Argentina Ecuador Uruguay Brasil Perú Venezuela Colombia Nueva Granada

5. Chile Logia Lautarina Étoile du Pacifique Historia de la Gran Logia de Chile, desde sus orígenes. Rasgos biográficos de los Serenísimos Grandes Maestros. Proyectos para constituir otros poderes. Logias dependientes de Poderes Extranjeros. Logias en la diversas provincias. Logias de Santiago. Logia “Justicia y Libertad” Nº 5 – Sus fundadores –Sus Venerables. Hechos principales –Logias que han salido de ella. –Delegación de la Gran Logia en Santiago. Biografía de los siguientes hermanos: Barra, Eduardo de la;

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Bilbao, Francisco; Cuevas, Blas; Lastarria, José Victorino.

6. Los Conventos o Congresos Masónicos. Reunidos. Proyectados.

CUADRO III

1. Fines de la Masonería. 2. Secreto Masónico. 3. Juramentos masónicos 4. Gobierno de la Masonería 5. Disciplina masónica 6. Relación de la Masonería con otras sociedades

secretas. 7. La Masonería y los gobiernos 8. La Masonería y las religiones 9. Estudio filosófico de los distintos y principales ideales

masónicos 10. La Masonería de Adopción 11. La Biblia en los Altares Masónicos.

CUADRO IV

1. Diversidad de Ritos 2. Noticias sobre sus orígenes, evoluciones,

desaparecimiento o estado actual. 3. Relaciones de nuestros ritos con otros. 4. Estudios particulares de los siguientes ritos: a) De Cork o Masonería del Real Arco. b) Los Escoceses: Antiguo y Aceptado; Antiguo y

Reformado; Filosófico; Rectificado; de Herodom.

CUADRO V

1. Ideas generales sobre el simbolismo. 2. Simbolismo masónico: símbolos comunes a los tres

grados simbólicos; símbolos particulares de cada uno

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de estos grados, con sus explicaciones; simbolismo de los números.

CUADRO VI

1. Grados simbólicos o clásicos 2. Grados altos o filosóficos 3. Los grados del Rito Escocés Antiguo y aceptado con su

crítica y su historia 4. Atribuciones de los hermanos en cada grado 5. Estudio crítico de los hermanos en cada grado.

CUADRO VII

1. Leyes tradicionales o esenciales de la Masonería 2. Constituciones y Reglamento General 3. Usos, costumbres y resoluciones que han adquirido

fuerza de ley 4. Landmarks, o Antiguos Límites 5. Constituciones de Eduardo III 6. Los Reglamentos de 1883 7. Antiguos preceptos para las Iniciaciones 8. Reglamentos de 1703 9. Reglamentos de 1717 10. Reglamentos de 1720 11. Preceptos de 1721 12. Valor d e documentos como:

a) Constitución de Cork, de 926 b) Carta de Colonia, se 1535; y c) Estatutos Generales de Nápoles, de 1820.

13. Constitución Masónica de Chile 14. Estatutos Generales de Chile 15. Reglamento particular de la logia “Justicia y Libertad” Nº 5 16. Disposiciones más importantes acordadas para el

gobierno de las logias.

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17. Interpretación más importante de nuestra legislación escrita, y especialmente resoluciones de la Comisión Simbólica de la Gran Logia.

18. Reformas que reclama la Legislación Masónica de Chile.

19. Estudio comparativo de las principales constituciones vigentes en las Potencias regidas por el Escocesismo.

CUADRO VIII

1. Estudio crítico de los principales autores masónicos

extranjeros. 2. Análisis de la producción masónica de Chile 3. Prensa masónica 4. Estudio crítico de los principales autores católicos

que han combatido a la Masonería 5. Estudio de la bulas y documentos pontificios en que

se ha excomulgado a la Masonería. 6. Crítica especial de Gabriel Togand Pagés (Leo Taxil).

CAPÌTULO XXXVII

Fallecen algunos masones distinguidos de la Obediencia chilena. Los funerales del hermano Guillermo Matta. Discurso pronunciado en el cementerio por el Venerable Maestro de la Logia 17, en estos funerales. Protesta de “El Porvenir”. Réplica de “La Tarde” y “La Ley”. “La Masonería es un diabólico remedo de la Iglesia católica” según un periodista de “El Porvenir”. Entre los buenos y abnegados servidores de la Masonería chilena fallecidos durante este período, debemos citar, en homenaje a su memoria, los nombres de los siguientes hermanos: Don José Miguel Blanco, escultor distinguido, laureado en más de una exposición internacional. Falleció en febrero de 1897. Era miembro de la Logia “Justicia y Libertad” Nº 5.

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Don Juan Agustín Palazuelos, hombre público y periodista eminente, fallecido en 10 de mayo del mismo año; pertenecía también a la Logia 5. Don José Velásquez, general del ejército de la República, fallecido el 18 de julio de 1897. Pertenecía al cuadro de la Logia “Deber y Constancia” Nº 7. Don Víctor S. Riesco, Gran Secretario de la Gran Logia de Chile, fallecido en diciembre de 1897. Había recibido su iniciación en la Logia Nº 5 y pasado después a figurar en el Cuadro de la Nº 1. Don Isidoro Errázuriz, figura descollante en las letras y en la política de Chile; Miembro de la Logia “Unión Fraternal” Nº 1, su vida masónica fue extensa y fecunda. Desempeñó altos cargos en la dirección de la Masonería chilena, entre otros el de Gran Orador, que pocas veces ha sido servido con más brillo. Falleció en marzo de 1898. Don Ángel C. Lynch, capitán de corbeta, miembro de la Nº 1, fallecido en febrero de 1899. Don Guillermo Matta, fallecido el 27b de enero de 1899. Cada uno de ellos había aportado su contingente entusiasta y desinteresadamente a la labor de la Institución, a la cual s e habían ligado por el más fuerte y duradero de los vínculos: el del afecto. Mas, si la muerte de los primeros significaba una pérdida dolorosa, para los Talleres que habían tenido la suerte de contarlos entre el número de sus obreros, el fallecimiento del ilustre hermano Matta fue para todas las logias y para la Masonería chilena en general, una de esas pérdidas irreparables, que nunca acaban de ser sentidas. Los servicios que este egregio ciudadano prestara al país y su brillante reputación literaria, hicieron que sus funerales revistieran los caracteres de un verdadero acontecimiento. Todas las corporaciones liberales, centros culturales, literarios, científicos, se hicieron representar en ellos. Igualmente lo hizo el gobierno, en cuyo nombre habló durante el sepelio el entonces Ministro de Industria y Obras Públicas, don Arturo Alesandri. Naturalmente, y como no podía menos de ocurrir, la Masonería no se contentó con recomendar a sus adeptos la asistencia a los funerales, sino que también comisionó a

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uno de sus miembros para que, en su nombre, despidiera los restos del hermano Guillermo Matta en el Cementerio. El orador masónico designado en esa oportunidad fue el hermano Luis Navarrete y López, que desempeñaba a la sazón el cargo de Venerable Maestro d e la Logia “Estrella de Chile” Nº 7. Con anticipación se anunció por medio de la prensa que el hermano Navarrete hablaría a nombre de la Masonería. Llamamos la atención a este detalle, que es importante por las consecuencias de aquel discurso. Casi todas las logias de provincia dieron telegráficamente instrucciones a sus diputados para que las representaran en aquel duelo de la fraternidad y en los funerales, que fueron imponentes por las numerosísima asistencia, de la cual, más de las dos terceras partes se componía de masones. Numerosos oradores hicieron recuerdos del ilustre extinto. El Gobierno, como hemos dicho, se asoció al duelo por boca del Ministro del Interior. La palabra oficial de la Masonería se dejó oír por medio del siguiente discurso: “Señores: “También deposita la Masonería chilena su corona de acacia sobre este ataúd, porque de las filas de la Confraternidad ha desaparecido el obrero de ánimo constantemente decidido y de ardoroso entusiasmo en la tarea de progreso a que vive entregada la Institución; y a la vez que venimos los masones de Santiago a dar testimonio de nuestro dolor, venimos también a pedir justicia para la sociedad que en su seno cuenta varones de la valía del que hoy guardamos en la tumba ya veneranda, y que se entrega a obras sociales como a las que consagró sus esfuerzos ese varón”. “El hermano Guillermo Matta despertaba doblemente en nosotros los afectos que engendran los ciudadanos de mérito encanecidos en el servicio de su país y aquellos otros sentimientos delicados que nunca mueren y que sólo germinan en el seno de la familia masónica; y por esto nos sentimos también doblemente condolidos como hijos de este suelo de nuestros amores y como individuos de la universal institución masónica, con motivo del fallecimiento de este nuestro hermano en los sentimientos y en las ideas, en los propósitos y en los trabajos.

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“Su labor en servicio del progreso de Chile ha sido justamente reconocida, como lo manifiestan con elocuencia que mi palabra no ha de imitar, estos funerales que hacen las altas instituciones públicas y tantas sociedades particulares de beneficencia y de cultura. Y su labor masónica, de cerca de cuarenta años, para ser cabalmente diseñada requeriría que se hiciera la Historia de la Masonería de Santiago desde sus orígenes y la historia de los incalculables y valiosos esfuerzos que han sido necesarios para propagar y robustecer nuestra institución del uno al otro extremo del país. “Él fue el inspirado vate que dio su Himno a la Masonería chilena, y que sembró, ataviadas con galas de exuberante poesía, las doctrinas masónicas dentro y fuera de nuestros talleres; él fue el Gran Orador de la Gran Logia de Chile y de varias otras Logias, que conmovió poderosamente a los hermanos y los dirigió en ciento y un combates. Él fue Presidente de la Logia “Justicia y Libertad”, la más antigua de Santiago, a la que imprimió rumbo de gloria; él fue, a la par que diplomático de su patria ante los gobiernos extranjeros, el representante internacional de la Masonería chilena ante los masones de la República Argentina, del Brasil y de Alemania; él fue compañero y émulo de esos ilustres masones que se llamaron Ángel Custodio Gallo, Blas Cuevas, Ramón Allende Padín, Rafael Barazarte, José Francisco Vergara, Manuel Thomson y de tantos otros ancianos modelos que aun cubren con varonil entereza la guardia de honor al pie de las banderas de libertad, igualdad y fraternidad que conducen a la Masonería en sus lanchas hacia la victoria; él fue, por fin, de los primeros entre los contados, entre los entusiastas y entre los generosos adalides de la falange masónica. “Y bien, señores, ya que es también propósito de la Masonería al presentarse oficialmente en estos funerales, el pedir más equidad y más justicia a quienes sin conocerla cumplidamente intentan proferirle ofensa con el sarcasmo envenenado o con el anatema furibundo, cabe preguntar ante los mortales restos del masón Guillermo Matta, grado 33º, y ante este cortejo en que se ve, junto a las respetabilísimas representaciones del Ejecutivo, Senado de la República y Cámara de Diputados, a toda esa pléyade del deber y la abnegación, que se llama Cuerpo de Bomberos de Santiago; a la Sociedad de Instrucción Primaria, que desde hace más de

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cuarenta años difunde la ciencia y la verdad entre la infancia olvidada de la fortuna; a todo ese partido político que enlutada trae su bandera, gloriosa por haber tantas veces batallado por la justicia, el derecho, el progreso y la libertad; ante estos restos y este cortejo, la Masonería pregunta: ¿no hay falta de equidad y también injusticia manifiesta al zaherirla y condenarla, contando en su seno a hombres como Guillermo Matta, que en vida despierta afectos y veneración en cuantos le conocen, y que al fallecer llevan sentidísimo duelo a tantos y tantos corazones? La razón serena contesta y categóricamente afirma que no hay equidad, que hay injusticia al presumir que esclarecidos varones, de inteligencias preclaras y selectos sentimientos hayan de enrolarse y permanecer fieles hasta el día de la muerte en sociedad que pudiera merecer burlas por sus prácticas o persecuciones, por sus actos. La verdad también confirme ese juicio de la razón desapasionada, porque las tareas a que se dedican, con más o menos brillo, todos los buenos masones, son esas mismas a que s e dedicó el hermano Guillermo Matta, el bombero, el periodista, el tribuno, el poeta, el político, el servidor de la nación.

“La Masonería, exhibiendo la historia de todas las persecuciones con que se la ha victimado y la historia de las trascendentales evoluciones que en la vida de los pueblos modernos ha realizado, tiene derecho para imponer silencio al atrevimiento de la ignorancia y a las obcecaciones de todos los despotismos; y al hacer esto nuestra Institución, no procede así porque la atemoricen perspectivas de horas aciagas para su existencia; sino porque mientras la justicia y la verdad no informen todos los pareceres sobre la Masonería, la obra del progreso humano carecerá de energías poderosas, que se consumirán en la defensa de la Institución, cuando bien podrían aumentar el caudal de la obra común del perfeccionamiento del individuo y de los diversos organismos políticos y sociales.

“Y no arredran a la Masonería las persecuciones, porque sus enemigos la han acostumbrado a las luchas recias y cotidianas. En esas luchas se han retemplado los caracteres de sus afiliados, y entre éstos nunca han faltado personalidades de la talla del hermano Guillermo Matta.

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“Con el objeto de que la hora de la justicia social para la Masonería llegue cuanto antes en Chile, necesitamos los masones de la Obediencia imitar las virtudes masónicas del brillante y poderoso adalid, cuya envoltura carnal hoy yace aquí cubierta de flores, hijas no de la vanidad, sino símbolos purísimos y sinceros de afectos purísimos y sinceros dolores. Necesitamos siempre en nuestra reuniones recordar a este gran luchador, como recordamos y procuramos imitar a los de la generación a que él perteneció y que nos señaló sendas de trabajo y de virtud.

“Estoy firmemente convencido de que así sucederá, ya que agobiándome con el honor, me han encomendado que esto signifique en estos solemnes momentos, tanto la Gran Logia de Chile, como las logias de La Serena, Santiago y San Fernando.

“Si, cumpliremos sin ostentaciones, pero resueltamente, con nuestros deberes masónicos, como vos los cumplisteis, ilustre hermano y abnegado apóstol de la idea; y vuestro espíritu latirá por siempre en todos los talleres masónicos chilenos”.

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Este discurso no contenía ofensas para nadie; pero no todos lo juzgaron así. Dos días más tarde, “El Porvenir” estampaba su protesta. ¿Protesta contra quién? ¿Protesta contra quién? –se preguntará más de alguien. Pues, contra todo el discurso o, mejor dicho, contra el hecho de haberse pronunciado tal discurso. Porque, a juicio de dicho diario, ese discurso u otro cualquiera, siempre que hubiese sido pronunciado a nombre d e la Masonería, habría constituido una ofensa. ¿Pero contra quién? Eso es lo que ahora vamos a ver, leyendo algunas de las frases de aquella protesta: “Don Luis A. Navarrete y López, por si no lo saben nuestros lectores, secretario de la Municipalidad de Santiago. Examinador oficial de Literatura y Filosofía, y, por más señas, ex fraile domínico, pronunció el domingo, etc.”. Basta el comienzo para juzgar el resto, que estaba escrito en el mismo tono. El guante fue recogido. Mas no por

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la Masonería ni por el ofendido (que sólo dos semanas más tarde dedicó un breve comentario de este incidente en “La Verdad”), sino por dos diarios santiaguinos, que salieron en defensa de la libertad de tribuna. “La Tarde” y “La Ley” se hicieron cargo de las opiniones emitidas por el órgano conservador y respondieron lo que estimaron del caso. He aquí cuál era el fundamento de la airada protesta de “El Porvenir”: “No discutiremos nosotros si era la más adecuada oportunidad para semejantes alardes sectarios un acto en que, por las exigencias de la cortesía oficial o por cumplir con un deber social ineludible, se veían forzadas a concurrir muchísimas personas de respeto y para cuyas creencias y sentimientos religiosos era un verdadero insulto aquella apología hecha en sus barbas, de la secta masónica”. “La Tarde”, haciéndose eco de estas palabras, escribía al día siguiente: “El Porvenir” de ayer deja constancia de su más enérgica protesta, con motivo del discurso pronunciado en el Cementerio por el hermano Navarrete, en nombre de las logias masónicas de esta ciudad, en los funerales de don Guillermo Matta. “En su indignado fervor el colega, después de referirnos que el señor Navarrete, antes de ser secretario de la Municipalidad de Santiago, fue fraile domínico, llega al extremo de protestar, no sabemos en nombre d e qué doctrina de libertad ni de qué ley, de que los masones concurran oficialmente a la ceremonia del entierro de uno de los suyos; parécenos que lo único que en este caso podía hacer “El Porvenir era protestar de la inusitada presencia del señor Walter Martínez, jefe del Partido Católico, en aquel recinto. “¿Qué se dirá de un masón que concurriera a la ceremonia del entierro de un católico y luego se creyese con derecho a que todos los presentes renunciaran al que tienen para hacer sus ceremonias religiosas y recordar, dentro del ideal católico, las virtudes y merecimientos del difunto? Cada vez que el señor Walter Martínez concurra a los funerales de algún masón, puede estar seguro “El Porvenir” de que presenciará ceremonias masónicas y el único medio de evitarlo es no concurrir a ellas. ……………………………………………………………………………

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Más enérgica era “La Ley” en su condenación de esta actitud de “El Porvenir”. He aquí algunas de sus palabras: “… Pero lo que vale la pena de considerar, aunque sea de paso, es la insolencia de la protesta del diario arzobispal. ¿Con qué derecho la formula? ¿Era, acaso, tribuna suya aquella desde la cual realzamos los méritos de nuestro caudillo señor Matta? ¿Era, acaso, manifestación suya la espléndida apoteosis que las corporaciones públicas y las instituciones liberales y radicales del país tributaron a aquel gran ciudadano y gran poeta? ¿Necesitamos, acaso, de la venia de la curia eclesiástica para disponer la forma, la significación y el trascendental alcance de este homenaje? “Desde cualquier aspecto que se examine esta protesta clerical, aparece como sencillamente insolente y osada puesto que significa el audaz intento de pretender amordazar los amplios derechos de la tribuna libre con el pretexto de un hipócrita respeto social o con el mohoso argumento de la religión del estado. Y el hecho es bastante elocuente para aquellos que miramos prepararse subterráneamente desde las alturas gubernativas una vigorosa, tal vez turbulenta reacción clerical”. …………………………………………………………………………………….

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El caso que acabamos de citar no fue un caso aislado. Cualquier pretexto era inmediatamente aprovechado por la prensa o por el púlpito para renovar los incesantes ataques a la Orden Masónica chilena; pero, generalmente, no se esperaba ningún pretexto para estas acometidas, que, hacia fines d el siglo pasado, revistieron los caracteres de un verdadero delirio. No nos ocuparemos particularmente de ellas; no se diferencian de aquellas que, en páginas anteriores, hemos señalado. Sólo haremos hincapié en el afán manifestado por “El Porvenir” en hacer creer a sus lectores que la Masonería chilena estaba gobernada por autoridades extranjeras. … La institución masónica –decía en un editorial del 13 de octubre de 1895- es una misma en todo el mundo en cuanto a su organización, sus procedimientos y sus fines. La Masonería chilena forma parte de la Masonería Universal y junto con la europea se halla cometida a unas mismas leyes, a

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una sola dirección común. Para la Masonería no hay fronteras. Es un diabólico remedo de la Iglesia Católica, y como ésta, tiene también en Roma su Soberano Pontífice, que es Adriano Lemmi”.

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CAPÍTULO XXXVIII

Se proyecta reunir un Congreso latinoamericano en Buenos Aires. Potencias invitadas. Informe del hermano Lavergne, ex Gran Maestro de la Masonería peruana. Reforma de la Masonería en Sudamérica. Característica de la Masonería inglesa, francesa, alemana, italiana y norteamericana. Espíritu de la Orden en otras partes de Europa. ¿Hacia un Rito Latinoamericano? El 7 de enero de 1898, el Poder Legislativo de la Masonería Simbólica de la República Argentina, sancionó un proyecto, encaminado a reunir un Congreso o Convento Masónico Latinoamericano. Dicho proyecto era el siguiente: Artículo 1° Declárase necesario la celebración un Congreso Masónico Internacional. Art. 2° Autorízase al Poder Ejecutivo de la Orden para que proceda a la organización de dicho Congreso, que tendrá lugar en la ciudad de Buenos Aires en el presente año 1898. Art. 3° Queda facultado, asimismo, el Poder Ejecutivo para convocar a las Potencias extranjeras, formular las proposiciones a tratarse, reglamentar los trabajos y desenvolverlos hasta su terminación, etc. El Vice Gran Maestro, hermano Servando A. Gallegos, decretó el 18 de marzo del mismo año y teniendo a la vista el acuerdo anterior, lo que sigue: Artículo 1° Diríjase invitación a todas las Potencias Masónicas del Continente a fin de que designen dos delegados que las representen en el mencionado Congreso, debiendo enviar a la vez un cuestionario de los asuntos a tratarse, aparte de los que pudieran incluirse en su oportunidad. Art. 2° Fíjase la primera quincena de noviembre próximo para la apertura del Congreso Masónico intercontinental,

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designándose el gran salón del templo de la calle Cangallo 1242 como local para las sesiones. Por desgracia, el Congreso no se reunió, porque mientras debían disponerse los trabajos preliminares, tuvo ante sí la República Argentina la perspectiva de una guerra con nuestro país. Sin embargo, fueron mandadas las invitaciones del caso a las Potencias masónicas del Continente, como disponía el decreto que hemos transcrito. La Gran Logia del Perú comisionó a su ex Gran Maestro, el hermano Eduardo Lavergne, para que la informara sobre su concurrencia al Congreso.

El hermano Lavergne emitió un dictamen, que fue publicado en la “Revista Masónica” que dirigía en Buenos Aires el hermano Salvador Ingenieros. De esa revista fue tomado y publicado en Santiago de Chile, en 1890, por la imprenta de “El Correo”, bajo el título de “Reforma de la Masonería Sudamericana”.

En breves frases, el anónimo editor da a conocer el origen y motivo del Dictamen en referencia y agrega “que si es discutible en puntos de no mucha importancia, en sus líneas generales constituye una notable pieza de la literatura masónica, digna de atenta meditación por parte de los masones sudamericanos”.

Luego agrega: “En cuanto al propósito que nos mueve a realizar esta publicación, es la de provocar el estudio del tópico cardinal que en ese informe se desarrolla; pues, tarde o temprano tendrá que celebrarse el Congreso Masónico suspendido en 1899, y conviene a la Masonería que la diversas acciones de nuestra América vayan madurando las reformas que debe de e studiar y resolver una asamblea de esta naturaleza”.

Termina con estas frases: “Que los editores de estas páginas aceptamos la idea de establecer un rito masónico adecuado al modo de ser y a las tendencias de los masones sudamericanos, parece ocioso enunciarlo con detalles; como que de otra suerte, no habríamos resuelto convertirnos en propagandistas de semejante opinión. Entregamos, pues, a los masones chilenos el documento del hermano Lavergne con la esperanza sincera de que su estudio les será beneficioso”.

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INFORME DEL HERMANO LAVERGNE

Sucede con la Masonería lo que con todas las instituciones sociales: ni la historia da noción exacta de su origen, ni la filosofía explica satisfactoriamente la razón de su existencia. Y no es de extrañar que los no iniciados sepan poco o nada de nuestra secular Institución, si entre nosotros mismos nos hallamos divididos en cuanto a su naturaleza y fines en la vida de la humanidad. No hay un concepto definido: cada cual considera a la Masonería encuadrada en el marco más o menos estrecho de sus ideas y preocupaciones y ésta toma la fisonomía de los países en que vive. La gran divergencia existente respecto de sus bases fundamentales, su objeto y medios de acción, y los frecuentes tropiezos que ello origina para la tranquila y provechosa consecución de los resultados apetecidos, ha reclamado, tiempo ha, un inmediato acuerdo de los centros masónicos. En esta época de discusión razonada, en que todas las grandes cuestiones sociales, científicas, literarias, etc., se solucionan por medio de congresos especiales, muy natural era que la Masonería acudiera también al criterio de sus hombres más competentes, reunidos para poner término a sus inquietudes de este orden, y la necesidad de llegar a una inteligencia sobre puntos tan trascendentales, ha sido la causa determinante de las varias tentativas, de reunir congresos masónicos internacionales, cuyo éxito ha sido por desgracia siempre nulo, como consecuencia inevitable de un fanatismo que, en éste como en todos los órdenes d e ideas, entorpece el progresivo desenvolvimiento de éstas. Hoy que el Gran Oriente Argentino, tomando una iniciativa que le honra, ha invitado a los Poderes masónicos de América a un Congreso, precisa que, previamente a la resolución de concurrir a dicha reunión, quede demostrada su utilidad y trazado el plan que deba desarrollar en ella el delegado de nuestra colectividad. Mas, conviene que expongamos antes algunas reflexiones sobre los Congresos anteriormente reunidos, y las ideas predominantes en los grandes centros masónicos respecto de la misión de nuestra Institución.

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De las asambleas de este género, dignas de mención, citaremos en primer lugar la Convención de Lausanne, reunida en septiembre de 1875. Formada ésta exclusivamente de representantes de Supremos Consejos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, sus deliberaciones se contrajeron a la revisión de las Constituciones del mismo, y a la celebración de un tratado de alianza y confederación, suscrito por Inglaterra, Bélgica, Cuba, Francia, Hungría, Italia, Perú, Portugal y Suiza. Ninguna iniciativa grande, simple interés de agrupación caracterizó a este Congreso, del cual no ha recibido beneficio alguno la Masonería en general. Si alguna importancia puede tener para nosotros, ella estribaría en el esfuerzo hecho para conceder alguna autonomía a las Logias Simbólicas constituidas en ese Rito; siendo de notar en la declaración de principios lo siguiente, cuyo recuerdo no está hoy fuera de lugar: “La Francmasonería es una institución de fraternidad universal, cuyo origen se remonta a la cuna e la sociedad humana, tiene por doctrina el reconocimiento de una fuerza superior cuya existencia proclama bajo el nombre de Grande Arquitecto del universo. No impone límite alguno a la libre investigación de la verdad y para garantizar a todos esta libertad exige absoluta tolerancia”. “La Francmasonería está, pues, abierta a los hombres de toda nacionalidad, de toda raza, de toda creencia”. “En 1881, con motivo de la Exposición Universal de París, celebrase en esta ciudad un Congreso Masónico, al cual fueron invitadas todas las Potencias Masónicas del mundo, sin distinción de ritos. Más que discutir, tratábase de procurar un acercamiento de las diversas colectividades, separadas por diferencias puramente de forma; y como decía el Grande Oriente de Francia en su invitación a la Gran Logia de Inglaterra: “El objeto de dicho Congreso no es imponerle a la Francmasonería Universal leyes que no podrían ser leal y correctamente dictadas, sino el día en qu ellas emanasen del común consentimiento de todas las Potencias masónicas previamente llamadas a deliberar en la forma regularmente prevista y aceptada por ellas; pero ese Congreso será para todas las Potencias masónicas ocasión de encontrarse, conocerse y disipar, si hubiera lugar, toda mala inteligencia retrospectiva”. Desgraciadamente, sólo enviaron delegados

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Bélgica, Suiza, Hungría, Italia, España, Portugal y Francia; motivando la ausencia de los países más distantes el retardo de la llegada de las invitaciones. El propósito no pudo realizarse, porque, ni aún como reunión de carácter social, quisieron los masones de habla inglesa aceptar nada de un centro reputado por ellos fuera de la Comunidad masónica. Los trabajos se redujeron a hermosas disertaciones sobre la Historia de la Masonería y sus obras, y a un banquete de grato recuerdo.. El Gran Oriente de Francia quiso tener una oportunidad de explicar claramente, en presencia de los representantes de toda la masonería, la justicia de la reforma introducida en su declaración de Principios; pero los masones republicanos de Norteamérica no concurrieron, porque ellos quisieron no hubiese otra masonería que la bíblica y faltaron muchos masones de la Europa monárquica, porque, por fecha escogida para la reunión, aparecía ésta como tributo de admiración a la gran revolución que elevó al hombre a la conciencia de sus derechos. Este Congreso nada útil pudo, pues, realizar; dejando solamente nueva constancia de las intransigencias, que en masonería desdicen tanto de la pregonada tolerancia. En 1893, los masones norteamericanos, a su vez, quisieron solemnizar la Exposición de Chicago con un Congreso Masónico. Éste, que no puede llamarse universal, porque, promovido por la Gran Logia de Illinois, sólo fueron invitados a él las demás Grandes logias y Cuerpos Supremos de su correspondencia, es decir, del Rito americano de Cork, quedando excluidos los otros Ritos, dio el más triste fiasco como consecuencia forzosa de la estrechez de miras al organizarlo y de la falta total de plan. Sólo se hallaban presentes los delegados de la Gran Logia del Canadá y de treinta y una de las cincuenta y seis que cuenta la Unión Americana; el Congreso no tuvo ni siquiera la suerte de reunir a todas las jurisdicciones norteamericanas del mismo Rito. Se discutieron algunos temas de carácter doctrinario, y se llegó a conclusiones puramente teóricas, que en nada obligaban a los Cuerpos representados. Una de ellas decía que “Una inequívoca creencia en Dios es el principio fundamental sobre el cual se basó la Institución masónica y sobre el que por siempre debe descansar”. Otra sobre qué se entiende por Lindero de la

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Masonería, decía: “Los antiguos Landmarks son aquellos principios fundamentales que caracterizan a la masonería, según se define en los deberes de un francmasón y sin los cuales la Institución no puede identificarse como Masonería”. Finalmente, un año después, en 1894, a iniciativa del Gran Oriente y Supremo Consejo de Bélgica, reuníase en Amberes la Conferencia Masónica Universal, hallándose en ella representados España, Hungría, Luxemburgo, Holanda, Portugal, Suiza, Alemania, Cuba, Argentina, Santo Domingo, Brasil, Chile y Haití. Ni las grandes logias norteamericanas ni las británicas tomaron parte de esta reunión, que hasta hoy es el ensayo más feliz de Congreso Masónico Universal, realizado, tanto de haber tenido en él asiento delegados de varios Ritos cuanto por haberse discutido temas de interés trascendental. Cuatro fueron las cuestiones puestas a la orden del día, siendo la más importante para nosotros: 1º ¿Cuál es el fin a que tienden todos los francmasones? 2º ¿Es posible una Federación Masónica Universal? La primera, y ciertamente la más interesante de estas cuestiones, fue motivo de animadísimo debate, opinando la generalidad que la masonería tiene por fin el perfeccionamiento moral. Se dijo, y con mucha razón por el representante de Holanda, que “ella no se manifiesta por dogma alguno, aunque e s en sí una religión; pero no la puerilidad a que el mundo profano de este nombre, pues ella fluye del corazón y cautiva la mente”. Y el representante de Hungría sostuvo que: “siendo la Masonería variable según los tiempos y medios en que vive, evidentemente no puede fijársele un fin positivo, que no tiene, por ser más bien algo negativo; que su fin no es preexistente a su fundación, pero lo contiene en germen y lo formula diversamente bajo la influencia del medio en que trabaja; su fin no puede ser uno y uniforme en todo tiempo y lugar”. La segunda cuestión fue igualmente objeto de detenidas discusiones, predominando la idea de que la Federación Masónica Universal es deseada por todos, y su realización hállase aún muy distante por varias causas, entre ellas, la diferencia de ritos; mucho se avanzaría en esa senda con la reunión de Congresos que diesen lugar a mayor contacto entre los diversos cuerpos masónicos. El estudio de estas cuatro grandes reuniones de carácter internacional, deja comprender claramente la

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imposibilidad de que llegue jamás a celebrarse un Congreso Masónico verdaderamente universal; presentándose bien marcadas las dos corrientes: estacionaria la una y progresista la otra, y que siguiendo curso distinto cada día ahondan más y más el abismo que las separa. Contrastan la inmutabilidad y la intolerancia que expresan las declaraciones citadas del Congreso de Chicago, con la amplitud y liberalismo de la Convención de Lausanne y la tolerancia ilimitada manifestada en el espíritu predominante en Amberes.

Cumpliendo el deseo expresado en esta conferencia, se reunió otra en La Haya en 1896, cuyos trabajos no han sido de trascendencia alguna; y para el año 1898 debía citarse a una que se celebraría en Ginebra. La Gran Logia Alpina (de Suiza) creyó conveniente, en pos de más seguro éxito, limitar la invitación a sólo la masonería europea, a fin de asegurar la concurrencia de Inglaterra y Alemania; pero el proyecto fracasó; se desistió de seguir adelante, porque según lo expone el Gran Maestro Hausmann en su Memoria Anual: “hubo de convencerse, en el curso de negociaciones, que existen aún muchas preocupaciones en el seno de la masonería internacional, y que aún hay muchos obstáculos por vencer, antes de que pueda hablarse realmente del ideal de una cadena fraternal que encierre al mundo entero”.

Tiempo ha de transcurrir para que, vencidas las preocupaciones del presente, quede allanado el camino que conduzca a la reunión de un Congreso Universal. Aguardaremos hasta entonces la solución del conflicto que en el seno de la Masonería es hoy repercusión de la lucha de las dos civilizaciones que agitan al mundo. Mas, ello quiere decir que las colectividades afines en ideas y aspiraciones, se condenan voluntariamente, esperanzadas en una utopía tal vez, a un estacionarismo mortal, y que no evolucionan dentro de su propio radio, para acelerar la reforma de la cual la masonería no podrá sustraerse, a pesar de determinadas resistencias, porque como institución humana debe o progresar o morir.

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Según se desprende de la historia, la Masonería es la tendencia de la humanidad a su perfeccionamiento,

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manifestada desde las nacientes sociedades de la India por el cultivo de la ciencia y la moral, la lucha por el establecimiento d el derecho y la prosecución del triunfo de la justicia. Monopolizado en ellas el saber por la casta sacerdotal, mientras ésta no se apartó de su misión civilizadora para supeditar a los guerreros en el manejo de los asuntos políticos, fue ella el foco que alumbrara a los pueblos en la senda de su progresivo aunque lento desenvolvimiento. Depositarios de la ciencia, eran los sacerdotes un freno para contener a los guerreros en su ambición insaciable; eran la fuerza moderadora en el gobierno de las castas inferiores; la inteligencia libertadora contra la fuerza opresora. Ésa fue la causa de la idea masónica; y como nació entre los hombres del culto, a ellos estuvo ligada y conservó las trazas de su roce, hasta que la ciencia, sacudiendo sus ligaduras, dejó de ser triste medio de poder de la teocracia. Cuando la intolerancia religiosa en alianza con la tiranía política hizo enmudecer a la razón, la naciente masonería se eclipsó para reaparecer en otras regiones y entre los mismos promotores de los asuntos divinos. Así la vemos pasar de los pueblos orientales a África y convertir un día el Egipto en la escuela de la sabiduría, atravesar el Mediterráneo e identificarse con el genio griego y derramar sus beneficios en el territorio de los césares. Mientras el sacerdote de los diversos cultos no salvó los límites de su misión moralizadora y progresista, la masonería dio entre ellos sus mejores frutos y contribuyó a levantar el nivel intelectual de esos pueblos. La corrupción de las costumbres y la degeneración de los Misterios en licenciosos excesos, fueron la muerte del espíritu masónico en las antiguas sociedades. Al amanecer de la larga noche de la Edad Media, renace también la Masonería en medio de la civilización cristiana, practicada por los obreros albañiles encargados de la construcción de grandes catedrales y templos, y a la par que entre los paganos y orientales, si no monopolizada por el clero, sí bajo su tutela; pero manifestándose no ya con el ropaje de una secta docente, sino como el ideal velado con el simbolismo arquitectónico. La reforma, como causa noble, fue simpática a esos masones; y desde entonces datan las persecuciones del vaticano y el acercamiento creciente de ésos

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a las sectas protestantes que les dan acentuado colorido místico en los pueblos anglosajones. Durante tantos siglos, la idea masónica puede decirse que ha vivido al lado del santuario, y reservado les estaba a los incubadores de la gran revolución del 89, marcarle nuevo rumbo, sacudiendo la tutela clerical y convirtiéndola en fuerza social impulsada por la moral y la ciencia. Inícianse entonces las dos grandes corrientes características del presente siglo: la una conservadora, reaccionando hasta querer convertir a la masonería actual en feudo de la Iglesia o del trono; revolucionaria la otra, buscando en las modernas doctrinas altruistas y en la libertad amplia del pensamiento, la solución de los grandes problemas sociales. Entre los de la primera, descuellan los sajones y angloamericanos; los latinos forman en la segunda, avanzando algunos, como la Francia, las fórmulas más radicales. Si el espíritu masónico es hoy el mismo en todas las latitudes, la amplitud des sus miras y su acción varían según la idiosincrasia de los pueblos en que vive. El inglés toma la logia como un centro de fraternidad, donde el proletario tiene, siquiera una vez al mes, la satisfacción de estar en compañía de hombres de posición social superior a la suya; por un breve instante cree realizado el ideal de igualdad a que aspira, sentándose a la mesa de la cena acostumbrada, y considera suficientemente retribuido el tiempo empleado en las reuniones, con la invariable repetición del invariable programa litúrgico. La reseña de una reunión de una logia puede servir de modelo para reseñar los trabajos de todas. El obligado capellán mantiene siempre vivo el misticismo; y no pocas veces la logia, en cuerpo, toma asiento en la iglesia para escuchar los sermones del pastor protestante. El sectarismo no puede ser más acentuado; y aunque la Constitución masónica inglesa concede a todo hombre honrado el derecho de la iniciación, cualquiera que sea su creencia religiosa, siempre que convenga en el reconocimiento de un ser supremo y en la inmortalidad del alma, no puede negarse que los no cristianos se encuentran como elemento exótico en reuniones donde la Biblia es verdad revelada. Nada de discusiones, y menos políticas o religiosas, donde l noble y el capellán tienen prácticamente el monopolio de la palabra. La caridad, sí, registra entre los hermanos hechos muy

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meritorios; y la acumulación de ofrendas sostiene grandes asilos para los masones inválidos, sus viudas y huérfanos, que son timbre de honor para sus fundadores. El francés no concibe la logia sin tribuna; la liturgia es para él lo secundario: en el orador se encuentra el interés de la reunión. Conservando palpitante el odio al trono y al altar, de cuyo cruel y despótico yugo sólo torrentes de sangre lo libertan, su aspiración suprema es la conservación de las libertades conquistadas a tan alto precio; y este sentimiento patriótico, que le domina en todas partes, lo lleva igualmente a la logia, hogar hospitalario de las nobles iniciativas y del cual han irradiado los progresos de la Francia revolucionaria. Que de extrañar se haya identificado la logia, con la República y el anticlericalismo, si la subsistencia de la primera en condición de vida de la democracia que alienta el sentimiento masónico en ese país; si el sacerdote católico ha sido inseparable aliado de la tiranía política, manteniendo en la ignorancia a las masas fanatizadas, entre las cuales y los fulgores de la verdad científica, se ha interpuesto siempre el negro manto del cura! Los masones ingleses, que desde hace siglos gozan de las libertades públicas conquistadas con su Magna Carta y que la energía de Enrique VIII librara del yugo de la Roma pontificia, aparentan, sin embargo, no comprender como, sobrepasada la medida, los masones franceses han llevado la persecución al enemigo, destruyendo el último vestigio de misticismo en la institución. Estados Unidos es el país de los contrastes; al lado de instituciones políticas libérrimas se levantan instituciones del más estrecho conservadurismo. La Compañía de Jesús es allí rica y poderosa; la Masonería se manifiesta más s ectaria e intransigente que en la misma Albión. El masón norteamericano ve principalmente en su logia un centro fraternal de mutuo auxilio; trata de asegurar, con la regularidad tributaria, su derecho a la existencia de sus hermanos en caso de desgracia. La forma es lo esencial en las reuniones: la ritualidad el todo. La legislación se tortura en su letra, no en su espíritu; y la gran labor de los Grandes Maestros y de las Grandes Logias es la interpretación, tan variada como frecuentemente contradictoria, de disposiciones dictadas para corporaciones obreras y que sólo simbólicamente pueden aceptarse en la masonería. Es la tierra clásica de los Landmarks

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o Linderos masónicos, leyes tradicionales que nadie podría citar con seguridad y cuyo texto es hoy materia de seria discusión entre los escritores masónicos más eminentes. Si en Inglaterra el libro de la ley sagrada es parte esencial del ritualismo, en Estados Unidos no hay logia sin Biblia y es dogma de fe la divinidad de dicho libro. País radicalmente democrático, donde el ciudadano goza de libertad amplia y la Carta Fundamental prohíbe legislar sobre los derechos inalienables de la conciencia, en las logias no hay ni tiene por qué haber discusiones sobre religión o política; pero, por lo general, las reuniones poco se diferencian de funciones religiosas; y, como fenómeno atávico, explicable por el misticismo exagerado, existen logias del género allí denominado dramático, en las que, disfrazados con mantos, coronas y cetros y con vasto aparato escénico, el personal directivo representa a lo vivo, teatralmente, las referencial del ritual. Se impresiona los sentidos. La Biblia impone a esos masones el origen monogénico del hombre; todas las razas deben provenir del mismo tronco adamita; y, sin embargo, los caucasianos tienen entrada en sus logias, los negros no pueden pretender el derecho de considerarse hermanos. Ello ha dado lugar a que se formen dos masonerías; una de blancos, y otra de color, desconocida ésta por aquélla; ofreciendo el anacronismo de que mientras en la República norteamericana no llega hasta el negro el manto de la fraternidad, en la aristocracia Inglaterra goza éste de los mismos beneficios masónicos que los demás. En Alemania sucede lo contrario que en los Estados Unidos: la masonería poco tiene de mística y sí mucho de filosófica. El personal no es tan numeroso cuanto selecto; por lo general ocupa un alto nivel intelectual. En las logias tiene el magisterio notable representación, y la característica de los trabajos es la elucidación de importantes problemas científicos y sociológicos. Si la iniciativa no hubiera cortado sus vuelos por instituciones políticas poco abiertas a la libertad, la Masonería habría sido allí el factor eficiente en la propaganda de los ideales democráticos. Y, cosa singular, que entre personal tan ilustrado en su mayor parte, haya no ya el fanatismo religioso, sino aberración social inconcebible, cerrando las puertas de las logias a los israelitas, siguiendo el vergonzoso movimiento antisemita con que al presente hállase

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escandalizado el mundo. Una de las grandes Logias, al resolver que en su jurisdicción para ser admitido a la iniciación se requiere ser cristiano, ha echado por tierra lo más hermoso del edificio masónico, que es la fraternización de los hombres por la tolerancia en sus creencias. Italia, la víctima eterna de los pontífices católicos, que, después de reducida a fragmentos por las intrigas de la Iglesia, recién ha logrado reconstruir su nacionalidad, sólo tiene un pensamiento, que cada día arraiga más en el corazón de los ciudadanos: la conservación y consolidación de la unidad nacional.. La Iglesia es el enemigo de la Patria. ¿Qué podrá, pues, odiar todo buen italiano? La exaltación patriótica domina todo; naturalmente, con más intensidad a la masonería, que es secuela de virtud cívica. Sin ella, el tricolor piamontés no flamearía en el Quirinal; fue ella la que, con su Gran Maestro Garibaldi a la cabeza, abrió la puerta de la brecha Pía. Combatir al clericalismo es, pues, obra patriótica; y las logias, al empeñarse en esta tarea, contribuyen al afianzamiento de las libertades públicas, al triunfo de los ideales de la libertad y la justicia. Y ¿cómo no han de tener eco en su seno los ayes, que le llegan de tanto desgraciado hogar, víctima de la explotación del trabajo por el capital? La cuestión religiosa y la cuestión social son, pues, temas, que se imponen a la actividad de los masones italianos, y a su mejor solución se contraen en los esfuerzos preferentes. De extremadamente democrática que es en el mediodía de Europa, llega la Masonería al término opuesto en Suecia, donde el monarca su jefe obligado, reviste ella forma marcadamente aristocrática y se la considera como una institución del estado. En España, país trabajado por un clero ignorante y corrompido que aún sueña con su perdido poder inquisitorial, la masonería es el único obstáculo que s e opone a la reacción fanática, viéndose obligada a mantenerse a la defensiva de los ataques de sus enemigos acérrimos. Como organización, se resiente del medio ambiente: la debilita la anarquía característica de todas las instituciones de ese país desgraciado; pero nada tiene de sectaria y sí, fisonomía notablemente filantrópica. Finalmente, los masones hispanoamericanos identifican la aspiración masónica con el triunfo de la libertad en todas sus

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manifestaciones. México ha visto salir de las logias a los prohombres de la Patria; y el más grande de ellos, Benito Juárez, masón entusiasta, fue el autor de las célebres leyes de reforma, que quebrantaron la tiranía católica y garantizan hoy la libertad de conciencia en la República. Sudamérica debe su independencia a insignes capitanes que en la logia retemplaban su patriotismo. Y en nuestro Perú, Masonería es sinónimo de liberalismo y filantropía. Sin partidos políticos de principios en el país, la masonería peruana ha sido el refugio de los espíritus que más han trabajado por la pureza de nuestra democracia, y de su seno ha partido la iniciativa de muchas de las más valiosas conquistas liberales.

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Consecuencia precisa de la variedad en la manera de concebir y practicar la masonería en la diversidad de ritos en que se halla dividida la Institución; ritos que responden más o menos al temperamento y costumbres del medio social. Limitándonos a los tiempos modernos, tenemos como más antiguo el rito de Cork, que, primitivamente de un grado, tuvo después tres y hoy puede decirse cuatro. Nacido al lado del santuario, conserva, principalmente en los pueblos británicos, su aspecto místico y casi se diría que es una agrupación protestante. El mismo, transportado a Norteamérica, ha revestido carácter aun más clerical, recibiendo adiciones, como los ritos críptico y templario, que lo han lanzado en la senda del sectarismo intransigente. A mediados del siglo pasado, despiértase en el continente europeo la fiebre de reformas en la institución; y aparecen numerosos ritos, entre ellos el e escocés y el francés, que con el de Cork, son en la actualidad los más practicados. El primero, muy generalizado en la América española, es una larga serie de grado con denominaciones e insignias que halagan la vanidad, pero que, sin embargo, importa ya un progreso en el ideal, pues, sus ritualidades trascienden algo más al espíritu filosófico de la época. En cuanto al francés, aunque compuesto de siete grados, respira por completo el sentimiento igualitario de los enciclopedistas y traza la senda que ha de conducir a la masonería de la tutela de la fe a los

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vastos dominios del socialismo. En Alemania, en Suiza, en Suecia, etc., fúndanse nuevos ritos, que son otras tantas manifestaciones del progreso de las ideas modernas; pero los más tienen una existencia precaria, por la resistencia del antiguo a toda innovación y su gran repugnancia para el reconocimiento de toda entidad que modifique en lo menor el plan que, a su juicio, es la expresión última de la perfección. Los ritos que han logrado propagarse en grandes colectividades, se han impuesto y obtenido universal reconocimiento; otros han tenido parcial aceptación, y algunos no han salido más allá del centro en que vieron la luz. Un rito es exponente del grado de adelanto intelectual y social de un pueblo. Transportados algunos de éstos a las nacientes nacionalidades del nuevo mundo, ellos se han aclimatado en los lugares donde la afinidad de ideas les ha hecho echar alguna raíz. Así, en los primeros años del presente siglo penetró en los pueblos de la América española la masonería del Rito Escocés Abtifuo y Aceptado; y durante el largo tiempo transcurrido hasta la consolidación de las instituciones republicano-democráticas, que reemplazaron a las monáquico-despóticas del coloniaje, puede decirse que llenaba las necesidades de actualidad; como que a su organización jerárquica se adaptaba bastante a las condiciones de esa época, de militarismo preponderante, y sus tendencias liberales estimulaban las expansiones del pensamiento, dueño ya de su libertad, largo tiempo aherrojado por la mano férrea de la Inquisición. Entradas las nuevas Repúblicas en el período de su vida política normal, las corrientes de civilización de otros países trajeron igualmente ritos masónicos cuya práctica permitió apreciar la calidad del ya conocido y el mérito de los demás. En el Perú, durante medio siglo fue el Rito Escocés Antiguo Aceptado el único en práctica; y entre nosotros, como por doquiera, viose su marcha frecuentemente perturbada por las discordias que parecen ser su triste privilegio; lo cual no es de extrañar en nuestra democracias, pues pugnan las formas aristocráticas del rito con las aspiraciones de igualdad del ciudadano de estas Repúblicas. Posteriormente se fundaron logias del rito simbólico, con Cartas Constitutivas de otros Orientes, resultando de la comparación en el

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funcionamiento, superioridad de éstas, por la armonía proveniente de la sencillez de las costumbres y la ausencia de las jerarquías odiosas. Por último, el rito recibió organización nacional, en la Fundación de nuestra Gran Logia, en 1882, desde cuya época el simbolismo ha llevado una existencia pacífica y relativamente próspera. Actualmente la masonería se halla dividida en dos grandes agrupaciones antagónicas, cuya acción aislada es un gasto de fuerzas casi improductivo. Llegar a la fusión es imposible: son dos ritos excluyentes; obtener su unión es no menos ingrato propósito; y todo ensayo hasta aquí ha sido un fracaso por las pretensiones de absoluto dominio sostenidas de uno y otro tensiones de absoluto dominio sostenidas de uno y otro lado. Por otra parte, la experiencia ha demostrado que, a pesar de su bondad, nuestro rito no satisface por completo las aspiraciones de este medio social: le falta, entre otras, una condición esenciadísima y es la tolerancia. En efecto, la masonería no es para nosotros centro de sociabilidad con visos de congregación religiosa en la cual toda la energía se traduce en buenas obras exclusivamente para los de su propio seno, como en Inglaterra; no es una gran sociedad de socorros mutuos, con rigorismo de compañía de seguros, exclusivismo de secta y de dogmatismos ciegos y refractarios a la evolución de la masonería filosófica, como en Norteamérica; no es el desborde del arroyo imprudentemente detenido por diques carcomidos, la avalancha reivindicadota que tras de las libertades arrebatadas llega quizá a herir derechos bien adquiridos, persiguiendo, sin embargo, ideales de justicia, como en Francia; muchos menos hallábase en un medio como Italia, trabajando por arduos problemas sociales, económicos y religiosos, de solución tan difícil cuanto grave es la situación en que mantiene a todas las fuerzas vivas de la nación. Para nosotros el fervor religioso debe buscar sus legítimas expansiones en el seno de sus congregaciones; debe el socorro mutuo asegurarse con la contribución pecuniaria en las muchas sociedades humanitarias de este género; los intereses del partidarismo político deben agitarse en los clubs o asociaciones de esa índole. La logia es el oasis en el desierto de miserias a que está sujeta la humanidad por la lucha de los intereses que la agitan; es el hogar donde al calor del

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amor fraternal, deben por un momento siquiera olvidarse las diferencias de credo religioso o partidarismo, para trabajar por el progreso moral de los hombres. A ella acuden los de buena voluntad, animados del propósito de hacer el bien a sus semejantes, sin distinción de patria, clase o creencia, decididos a emplear sus energías o recursos en cuanto tienda al adelanto en general, ejercitando la más amplia filantropía y propagando los adelantos continuos de la ciencia. La logia, para nosotros, debe ser escuela moralizadora, cátedra que instruya, debate que ilustre, razón que ilumine. Pero, ¿cómo iluminará ésta, si se pretende cortarle con la fe todo vuelo? ¿Cómo habrá ilustración con la imposición del dogma? ¿Qué instrucción podrá recibirse en pugna con la ciencia? ¿Qué moral se reportará del convencionalismo acomodaticio? Hoy, que de los centros masónicos adelantados parte el movimiento que lleva por divisa: ¡menos teología y más ciencia no es posible quedar entre los rezagados y estacionarios, con ritualismo que ahoga todo progreso. En esta época de discusión, la tolerancia debe ser completa: todas las opiniones, todas las creencias deben merecer igual respeto. Todas las religiones pueden ser buenas, pueden ser malas, según la dirección que s e les imprima, pues en todas hay que reconocer un fondo de moral destinado al bien; todos los libros pueden ser buenos, pueden ser malos, según el uso que s e les dé; pero contienen un fondo de verdad en que todos coinciden. Por consiguiente, ninguna exclusión, ninguna preferencia: todas representan para nosotros el mismo honrado propósito moral. Los masones todos, por encontradas que sean sus opiniones teológicas, han convenido en el reconocimiento de una causa suprema, cuestión de nombre solamente, y que la declaración de Lausanne enuncia en la forma más satisfactoria, llamándola fuerza superior cuya existencia se proclama bajo el nombre de G.A.D.U. Si éste es el punto de unión ¿por qué desvirtuar las conquistas del espíritu moderno, pretendiendo que no hay masonería sin la presencia de determinado libro; sin ritualidades calcadas sobre él? Nosotros no podemos pretender que todos crean en la divinidad de un libro, como no aceptamos que los disidentes de esa creencia sean ateos, porque éstos en rigor no existen, desde que el más avanzado materialismo científico reconoce la existencia de

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esa misma fuerza proclamada en Lausanne, como base fundamental de la masonería. A medida que el tiempo avanza, mayor es la distancia que separa a la humanidad del dogma, mayor su aproximación a la ciencia. Cuando todo evoluciona, hasta la institución más refractaria al progreso, la Iglesia, no es posible que nosotros nos sometamos a la pretendida inmutabilidad de los Linderos o Landmarks, que condenarían a la institución masónica a desaparecer; no se concibe el estacionarismo suicida. Cuando las leyes de una institución, la reforma es ineludible, y en este caso nos encontramos nosotros. Mas, toda reforma para que sea saludable y duradera debe meditarse bien y llevarse a cabo con la mayor suma de seguridades de éxito. Con ligeras variantes, la situación nuestra debe ser la misma de la masonería en todos los demás países sudamericanos. Si unidos todos acometiésemos la reforma, el nuevo rito que resultara, sostenido por tan numerosa colectividad, tendrían que imponerse al reconocimiento universal, y habríamos solucionado así, por nuestra parte, el conflicto de nuestro rito actual con la civilización presente. No puede, por tanto, ser más oportuna la reunión del proyectado Congreso masónico en Buenos Aires, y razones de conveniencia general y particular nos dictan la necesidad de secundar con entusiasmo tan feliz pensamiento. Al enviar nuestro representante, sea, pues, su primer encargo proponer en nombre de la Masonería peruana, la fundación de un rito vaciado en el molde de nuestras liberales aspiraciones y en el cual quepan, sin restricción, todas las creencias y se ejercite la inteligencia en todos los grandes problemas que afectan al bienestar de la humanidad; un rito que, adaptándose a la manera de ser republicana y progresista de estos pueblos, garantice la libertad amplia del pensamiento y de la palabra en todo orden d e ideas; la igualdad en el derecho de todos los hombres, para gozar de los beneficios de la Asociación; la fraternidad basada en la solidaridad, y la abnegación, sin mezquino cálculo. Legislación progresista; ritualismo que refleje la verdad científica; manos tradición y más razón; en fin, un rito que pueda justificar el título del sudamericano! Ojalá esta iniciativa fuese favorablemente acogida y secundada: ojalá llegasen los hermanos al convencimiento de

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que la unificación de la masonería en esta forma, pondría término a las continuas disidencias y marcaría el principio de una era de eficaz preponderancia en el movimiento social de los pueblos. Mas, intertanto se llega a realizar esta legítima aspiración, reine la armonía entre todos nosotros, continuemos agrupados bajo el estandarte que nos cubre; cumplamos los preceptos impuestos por el rito adoptado, y prosigamos nuestros trabajos en bien de la humanidad con incansable afán, demostrando los de ideas avanzadas, con tan noble porte, cuan dignos son de la tolerancia que con derecho persiguen.

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¿Cuál o cuáles hermanos fueron los que, entre nosotros, se convirtieron en propagandistas de las opiniones sustentadas en el precedente estudio? ¿Por qué no lo llevaron al seno de sus logias? ¿Por qué, ya que se procuraba su mayor difusión, no se recurrió a las columnas de la revista masónica que entonces existía en Santiago, “La Verdad”? Esta revista había insertado, en su número correspondiente al 16 de abril de 1898, la convocatoria al Congreso Masónico, tomándola de la “Revista Masónica” de Buenos Aires. Sin embargo,, ni en esa ocasión ni después, volvió a ocuparse del asunto, para hacer de él algún comentario o dedicarle un estudio. Se limitó a dar simplemente la noticia. Tampoco se hace mención en “La Verdad” al año siguiente, 1899, del estudio del hermano Lavergne, publicado, como dijimos, en Santiago en dicho año, en un pequeño opúsculo de 43 páginas . No hemos encontrado rastros de este folleto en los archivos de las logias; jamás lo hemos oído citar en conferencia, trabajo ni publicación alguna. ¿Cayó en el vacío? ¿No tuvo ninguna circulación?101

101 El ejemplar que hemos tenido a la vista y del cual hemos podido reproducir el informe en referencia, pertenece a la Biblioteca Nacional.

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CAPÍTULO XXXIX

El hermano Palma designa Gran Maestro Adjunto al hermano Benicio Álamos González. Meses después, la Gran Logia ratifica esta designación. Breve gobierno del hermano Álamos González. Es nombrado Ministro de la Corte de Apelaciones de Valparaíso y renuncia a su cargo de Gran Maestro. Lo hace “ a fin de dar confianza de imparcialidad a todos los que acudan a pedir justicia”. Antes de retirarse del gobierno de la Orden, nombra Gran Maestro Adjunto al hermano Buenaventura Cádiz. Masonería y Política. Lo que al respecto opinaba Benicio Álamos González.

Como los hemos dicho en otra parte, por decreto de 15 de enero de 1900 y obligado por motivos de s alud, el hermano Alejo Palma designaba Gran Maestro Adjunto de la Orden al hermano Benicio Álamos González, que lo había acompañado en calidad de Gran Orador durante dos períodos y que había sido uno de los más firmes y decididos colaboradores de su obra administrativa y doctrinaria. Esta designación, aunque parecía de carácter transitorio, se convirtió en definitiva, pues el hermano Palma no volvió ya a hacerse cargo de la dirección de la Orden y el Gran Maestro Adjunto completó el período, que terminaba en junio de ese mismo año. La asamblea de la Gran Logia, reunida para elegir al Gran Maestro que habría de inaugurar el nuevo trienio 1900-1903, confirmó en este cargo al hermano Álamos González, y lo instaló solemnemente en la tenida de 29 de junio de ese año. Volvía el hermano álamos González a encontrarse por segunda vez en su vida masónica al frente de la Masonería chilena, investido con las atribuciones de Jefe. Una vez más explayaba sus bien definidas ideas sobre la vastísima e importante labor de la Orden y sobre los principios

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cardinales que le s ervían de fundamento; y en seguida, con lucidez, con erudición, con alto espíritu masónico y sólido criterio filosófico trazaba a la actividad de los masones un programa de trabajos. Este discurso-programa, que, como los que anteriormente habían salido de su pluma, debió ser interesante, se publicó según nuestras investigaciones, en Valparaíso ese mismo año y fue repartido a las logias chilenas. Hubiéramos deseado ponerlo al alcance de nuestros lectores, con la seguridad de haberles permitido leer una pieza de literatura masónica pletórica de enseñanzas y clara en sus principios. Por desgracia, a pesar de nuestro esfuerzo y nuestras rebúsquedas en archivos y bibliotecas no nos ha sido dable encontrar dicho documento. Según dicho discurso-programa, los propósitos fundamentales se mantendrían incólumes a través de veinticinco años; pero ahora el Gran Maestro Álamos González propiciaba una distribución de los elementos masónicos en forma distinta de la que propuso en 1875, en su “Nuevo Plan de Trabajos Masónicos”, que hemos tenido ocasión de conocer. Estimaba ahora que el sistema más beneficioso era la distribución de los trabajos en los treinta y tres grados de que consta el Rito E. A. y A. Era, pues, necesario guiar el desarrollo paralelo de las actividades de la Gran Logia de Chile y del Supremo Consejo, recientemente establecido en nuestro país por Eduardo de la Barra, como hemos visto en páginas anteriores. Estas labores se podían llevar a cabo tanto más felizmente, cuanto mayor era la armonía reinante entre los miembros de los dos altos cuerpos; además, existía una circunstancia excepcionalmente favorable, cual era la de que los mismos hermanos que formaban parte de la dirección de la Gran logia, ya como Dignatarios o Consejeros, a la vez, el grupo directivo del Supremo Consejo.

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Desgraciadamente para la Masonería, parece que el hermano Álamos González estaba predestinado a ser el feliz iniciador o colaborador de brillantes y trascendentales

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iniciativas: pero era sustraído a la labor, por causas superiores a su voluntad, cuando más decidido entusiasmo demostraba en la realización de sus proyectos. Fue nombrado Ministro de la Corte de Apelaciones de Valparaíso; y el 24 de abril de 1902 dictó el siguiente decreto: “Nos, Benicio Álamos González, Serenísimo Gran Maestro de la Orden eb Chile; “Vist la necesidad en que nos encontramos –por haber sido promovidos a la magistratura chilena- de alejarnos de los trabajos activos de la Masonería, a fin de dar confianza de rectitud e imparcialidad a todos los que acudan a pedir justicia al tribunal de que formamos parte, “Decretamos: “Queda nombrado S. Gran Maestro Adjunto de la Gran Logia de Chile –mientras se decide la admisión de la renuncia de nuestro cargo y se nos nombra reemplazante, el querido hermano Buenaventura Cádiz. “Anótese, etc. –B. Álamos González. Ser. Gr. Maestro de la Orden. –Eduardo Poirier, Gran Secretario General”. En todo caso, y aunque no hubiese considerado incompatibles dentro de los principios el desempeño de ambas funciones, no le habría sido dable realizarlas en buena forma, porque no hay fuerzas humanas capaces de sobrellevar cumplidamente y a un mismo tiempo las tareas de Ministro de una Corte de Justicia y las de Gran Maestro de la Gran Logia de Chile. El 23 de mayo de 1902, la Gran Logia aceptó la renuncia presentada por el hermano Álamos González, lamentando verse obligada a ello y haciendo constar los servicios eminentes que el renunciante había prestado a la Orden.

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Como hemos tenido ocasión de enunciarlo y comprobarlo en el curso de estas páginas, el hermano Álamos González tenía ideas bien claras y definidas sobre todos los tópicos masónicos. Antes de terminar esta ligerísima reseña de su paso por la Gran Maestría –que no de otra manera pueda llamársele en virtud de su brevedad- queremos consignar

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especialmente lo que el ilustre Jefe pensaba respecto del tal decantado tema “masonería y política”. He aquí una carta que es bien elocuente y que hemos encontrado, escrita de su puño y letra, en los archivos de la Logia Nº 5: “Valparaíso, 20 de marzo de 1901. “Señor Don Víctor Gmo. Ewing-Santiago. –Il. y querido hermano: “No creo conveniente que la Masonería se mezcle en la política. Nuestros Estatutos lo prohíben y es preciso cumplirlos. Nada importa que la evolución producida últimamente tienda a unificar las fuerzas liberales y rehabilitar las tendencias progresistas. “Eso querrá decir sólo que como hombres de sinceras convicciones, debe cada uno de nosotros, como persona privada, servir esos ideales y trabajar en particular por ellos. Pero en logia debemos limitarnos a predicar nuestro credo de libertad, igualdad y fraternidad, y abstenernos de la política militante. “Tal es la uniforme opinión de los hermanos con quienes le he consultado privadamente, y tal es y ha sido siempre el parecer de su afmo. H. B. Álamos González.

Fin de la primera época

Santiago, marzo de 1928 – marzo de 1929

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La segunda Época abarcará la Historia de la Masonería chilena durante el primer cuarto del presente siglo.

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