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REPBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIN DIVISIN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS MAESTR˝A EN FILOSOF˝A LA CULTURA COMO FUNDAMENTO EN LA TEOR˝A DE LA HISTORIA DE JACOBO BURCKHARDT TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR AL TITULO DE MAG˝STER SCIENTIARUN EN FILOSOF˝A Autor: Lic. Carlos Rondn, Msc. Tutor: Dr. `ngel Lombardi Maracaibo, Junio de 2011

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN

DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS

MAESTRÍA EN FILOSOFÍA

LA CULTURA COMO FUNDAMENTO EN LA TEORÍA DE LA HISTORIA DE JACOBO

BURCKHARDT

TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR AL TITULO DE MAGÍSTER SCIENTIARUN EN

FILOSOFÍA

Autor: Lic. Carlos Rondón, Msc.

Tutor: Dr. Ángel Lombardi

Maracaibo, Junio de 2011

DEDICATORIA

A esa pequeña cuota de libertad que nos

ha dejado la genética, las circunstancias y

el determinismo de las leyes subatómicas.

AGRADECIMIENTOS

A mis padres, por haberme apoyado en todos los proyectos que me he fijado.

Al Dr. Ángel Lombardi, por haber aceptado la tutoría de este proyecto, y a la Dra. Lilia

de Lombardi por las revisiones y correcciones del mismo.

A mi esposa e hijos, por hacer de la vida algo realmente especial.

ÍNDICE

Veredicto ......................................................................................................

Dedicatoria�����������������......................................

Agradecimiento���������������.............���..............

Resumen�������������������������.............

Abstract�.....����.����.�.��..��������.......................

INTRODUCCIÓN����������������������............

CAPÍTULO I: CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO.................................

1.1 Biografía intelectual y obra de Jacobo Burckhardt........................

1.2 Sobre las fuentes...........................................................................

CAPÍTULO II: Notas y comentarios sobre la concepción histórica de

Jacobo Burckhardt (según su texto de Reflexiones sobre Historia

Universal)......................................................................................................

2.1 Cultura�����..��................................................................

2.2 Las Lenguas����������....�......................................

2.3 Las artes y la ciencia.....................................................................

2.4 El Comercio���.............�������..................................

2.5 La Cultura y la Moral��......���������........................

2.6 Sobre los renacimientos�.....����.........................................

2.7 Sobre la poesía �.........................................................................

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CAPÍTULO III: RELACIÓN ENTRE LOS TRES FUNDAMENTOS PARA

EXPLICAR LA HISTORIA.............................................................................

3.1 Relación de la Cultura con el Estado y la Religión�...............

3.1.1 Cultura-Estado��...����.......................................

3.1.2 Federico de Hohenstaufen y el Estado moderno...........

3.1.3 Luís XIV y el Estado-poder.................................................

3.2 Cultura-Religión���...................................................................

3.2.1 Sobre el Islam y la Cultura...................................................

CAPÍTULO IV: LA CULTURA DEL RENACIMIENTO EN ITALIA...........

4.1 El Estado como obra de arte....................................

4.2 La guerra como obra de arte......................................................

4.3 El Estado italiano y el individuo.................................................

4.4 La vuelta a los antiguo.................................................................

4.5 Sobre el descubrimiento del hombre y su lengua.........................

4.6 Ética y Religión en el renacimiento italiano.................................

4.7 La religión en el renacimiento......................................................

4.8 Breves notas sobre el texto de La Cultura del Renacimiento en

Italia.

CAPITULO V: LA HISTORIA DE LA CULTURA GRIEGA..........................

5.1 Los procesos de colonización���������..................

5.2 La fundación de la ciudad griega���������.............

5.3 La Democracia en Atenas.................................................

5.4 La Religión griega.....................................................................

5.5 Sobre las celebraciones y fiestas religiosas...........................

5.6 El culto a los héroes.................................................................

5.7 Sobre el porvenir....................................................................

5.8 La ética del hombre griego.......................................................

5.9 Las artes en la cultura de la Grecia Antigua..............................

5.10 Los géneros artísticos: Escultura, Pintura y Arquitectura...........

5.11 La Educación helena................................................................

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5.12 Los Filósofos y el Arte..............................................................

5.13 Sobre la Poesía y la Música......................................................

5.14 La Tragedia y la Comedia griega..............................................

5.15 Sobre la Filosofía, la Ciencia y la Oratoria.................................

5.16 La decadencia de la cultura griega............................................

CONCLUSIONES.�����������...............................................

BIBLIOGRAFÍA............................................................................................

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RONDÓN ÁVILA, Carlos Enrique. La Cultura Como Fundamento En La Teoría de la Historia De Jacobo Burckhardt. Trabajo Especial de Grado para optar el Título de Magíster Scentiarum en Filosofía. Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela. 2011.

RESUMEN

El presente trabajo tiene como objetivo principal estudiar la Cultura como fundamento en la teoría de la Historia de Jacobo Burckhardt. Dicho autor presenta una teoría histórica asistemática donde resta importancia al hecho histórico en sí mismo a favor de analizar lo que este representa. Su historia es una historia de la cultura, cultura entendida como civilización y que no es más que la manifestación del espíritu en un momento determinado. Para el desarrollo de este trabajo se analizarán tres de sus obras principales. Reflexiones sobre la Historia Universal, su libro principal y donde explica su concepción sobre la Historia basada en las concomitancias que se producen entre los tres grandes fundamentos: la Religión, el Estado y la Cultura. La Cultura del Renacimiento en Italia, en el cual aplica plenamente su teoría materializando el espíritu del hombre renacentista a lo largo de esta época; y La Historia de la Cultura Griega, texto que se publica en cinco volúmenes y en el cual analiza las manifestaciones culturales que hicieron posible la cultura helénica.

Palabras claves: cultura, espíritu, historia, manifestación.

RONDÓN ÁVILA, Carlos Enrique. The study of Culture as a foundation in the historical theory of Jacobo Burckhardt. Special work of degree to apply for the Master Scentiarum Degree in Philosophy. The University of Zulia, Maracaibo, Venezuela. 2011.

ABSTRACT

The present work has the purpose to study the culture as a foundation in the historical theory of Jacob Burckhardt. This author presents an unsystematic historical theory in which undervalue the historical fact itself for analyzing what it represents. His history is a history of culture, culture means civilization and it is the manifestation of spirit in a given time. In the development of this paper we will analyze three of his major works: Reflections on History, which is his main book where he explains his conception of history based on the conditionalities that occurs between the three main foundations: Religion, State and Culture. The Civilization of the Renaissance in Italy, which fully applies his theory materializing the spirit of the Renaissance man over this period, and the History of Greek Culture, text that is published in five volumes and in which he analyzes cultural events which made the Hellenistic civilization.

Key Words: history, spirit, culture, manifestation.

1INTRODUCCIÓN

Pocos autores, queriendo hacer tan poco han logrado elevar tan alto el nivel de

una disciplina como lo hizo Jacobo Burckhardt. Con esa profunda timidez que hizo

llenar sus libros con un desfile reticente de «quizá», «acaso», y «probablemente»,

marcó irreversiblemente la forma en que se escribiría la historia. Su teoría sobre la

Historia es asistemática, no pretende guiar a nadie, ni busca establecer ideas precisas

sobre la historia universal, son solo �observaciones y experiencias� que recoge para

profundizar su conocimiento sobre el espíritu humano. El autor no cree en métodos de

validez universal, éstos podrían coartar la diversidad de perspectivas y enfoques, y en

lugar de enriquecer el conocimiento darían la falsa impresión de estar en posesión de

una verdad absoluta. Cada quien hace su método a través de la observación y el

análisis. Su objetivo es conocer el recorrido del espíritu humano a través de los

tiempos; en este sentido, prefiere referirse a lo histórico y no a la historia, ya que es el

hecho histórico el que materializa el espíritu del hombre en un determinado momento, y

más allá de la noticia y del acontecer histórico como valor universal, este hecho delata

la continuidad del espíritu y su perennidad. Momentos que además son únicos e

irrepetibles, que sólo fueron posible gracias a la configuración exacta de un momento y

una sociedad que se desarrollan en él.

A diferencia de muchos historiadores, no le interesa el pasado de los hechos, de

donde proceden éstos, ni mucho menos el desenlace de los momentos históricos.

�En cuanto a mi, como profesor de historia, he llegado a la condición manifiesta, y es la desvalorización súbita de los meros acontecimientos pasados. En adelante, mi cátedra insistirá en la historia de las ideas, sin retener más que un armazón de acontecimientos indispensables.�1

Burckhardt busca lo constante, lo que se repite; hace historia del presente; aún

cuando estudia a Grecia dos mil años después, lo hace desde su mundo, en

1Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 14

2permanente diálogo y sin pretensiones de establecer argumentos permanentes

basados en su apreciación.

�Cada época tomaría del pasado lo que deseara, en orden a una profundización de la propia experiencia de su presente. En este punto entra en escena Burckhardt, uno de los más grandes historiadores del siglo XIX, cuyo rechazo de la historiografía científica es tan definitivo, que rehusó suceder a Ranke en Berlín. Él mismo escribe, en su introducción a La Cultura del Renacimiento en Italia:

«Para cada ojo que la contempla, es posible que una civilización determinada presente rasgos diferentes; y tratándose de una cilvización que es nuestra madre y cuya influencia está actuando todavía entre nosotros, resulta inevitable que el juicio y los sentimientos individuales hablen incesantemente tanto al escritor como al lector. En el anchuroso océano en que nos aventuramos son muchos los caminos y direcciones posibles; los mismos estudios que han servido para este trabajo podrían fácilmente, en otras manos, no sólo recibir un tratamiento y una aplicación diferentes, sino también llevar conclusiones esencialmente distintas.»

Toda interpretación o presentación histórica es algo personal para el historiador. No hay posibilidad de escapar de sí mismo. Desde Burckhardt, los filósofos han aceptado y elaborado esta actitud. Para estos pensadores, Collingwood en Inglaterra, Croce en Italia, Becker y Beard en América, Aron en Francia, �el mundo de la historia � por citar sólo a uno de ellos, Becker- es un mundo intangible, una re-creación de la imaginación que se hace presente a nuestras mentes�. Toda la historia ha de ser historia contemporánea y, así, ha de ser escrita permanentemente: �Los más grandes historiadores � según R. Aron � captan diferentes perspectivas, aun cuando parezcan contradecirse, y ven en su multiplicidad divergente un signo no de frustración, sino de riqueza de la vida.� La distancia entre Aron y Albee es pequeña, pero ambos están a años luz de Macaulay.�2

2 Plumb, J.H. (1973). Crisis en las humanidades. España: Planeta. Pág. 38.

3Cuando él se refiere a la Historia, lo hace mirando a Europa, sólo los pueblos

culturales tienen historia, no los pueblos naturales. Y de estos pueblos culturales

realmente interesan los que alimentaron la cultura europea; con esta intención se

sacude a Japón, China y toda la cultura asiática; la humanidad de Burckhardt se

encuentra en torno al mediterráneo y hasta el golfo pérsico.

El �espíritu� de Burckhardt se manifiesta a través del hecho histórico, nunca es

perecedero aunque sí mutable. La historia se construye por estas manifestaciones

culturales del espíritu. El espíritu se adhiere en stricto sensu a los hechos individuales, y

su paso deja una huella particular en cada época. También desecha la cronología ya

que el estudio de la continuidad del espíritu muchas veces exige una visión de la

historia en cortes transversales, no en secuencias continuas. Incluso el concepto de

época deja de estar referido como un período de tiempo entre dos importantes

acontecimientos históricos. Para el autor, una época estará definida básicamente por un

estilo de vida homogéneo, por un ethos común.

Dicho esto, se puede entender que la historia, para Burckhardt, es una historia

de la cultura, cultura entendida como civilización. El término que utiliza es

Kulturgeschichte, y con él trata de establecer una historia de las manifestaciones

culturales, que emanan del espíritu de cada época y cuya materialización constituye un

momento único e irrepetible.

La Cultura es lo que libera al hombre, es el reflejo más puro de su espíritu, es su

forma y contenido; de aquí surgen las ciencias, la filosofía, la técnica, la poesía, las

artes. Es un compuesto inmanente a la naturaleza humana, es cambiante, móvil y no

necesariamente universal. Para Burckhardt, ésta también representa el fundamento

inestable, cambiante, a diferencia del Estado y la Religión que son fundamentos

estables. La cultura es el conocimiento mismo y éste nos hace sabios, la historia es

cultura, y por tanto es conocimiento. Cuando un pueblo asimila su historia, su cultura,

se hace sabio, convierte su historia en conocimiento y la aprovecha; es una nación

superior porque aprende de su pasado y trata de no cometer los mismos errores. Los

pueblos bárbaros presentan esta condición porque carecen de memoria histórica, son

4pueblos míticos, de leyendas; su pasado es confuso y constantemente repiten sus

errores3.

El presente trabajo ha sido elaborado siguiendo una lectura exegética de las tres

obras del autor donde mejor se refleja su concepción cultural de la Historia. La lectura

fue realizada cronológicamente según el nacimiento de cada uno de los textos. En este

punto hay que tomar en consideración que la mayoría de las obras del autor no fueron

concebidas como libros por él mismo, y más bien fueron recopilaciones de sus apuntes

como profesor en la Universidad de Basilea. De las tres obras tratadas sólo fue

publicada con esas intenciones La Cultura del Renacimiento en Italia, publicada en

1860. El libro de Reflexiones sobre la Historia Universal apareció postumamente en

1905, así mismo sucedió con La Historia de la Cultura Griega. En este sentido, el orden

esquemático que se refleja en este trabajo coincide con el orden de las lecturas

realizadas y responden más a la cronología en las que fueron escritas y no en los años

en las que fueron publicadas. La primera lectura, Reflexiones sobre la Historia

Universal, es esencial para entender el pensamiento del historiador suizo; en ella

enmarca su visión general de la Historia; es un libro modelo aunque no un manual de

historia. La segunda lectura fue La Cultura del Renacimiento en Italia y cerramos la

reflexión con La Historia de la Cultura Griega escrita entre los años 1869 y 1872.

Sabemos de un compendio de varias cartas del autor dirigidas a amigos e

intelectuales. Lamentablemente de esa recopilación solo existe la versión en lengua

alemana por lo que hemos podido acceder a ellas solo de manera precaria y a través

de fuentes terceras. No obstante, a juzgar por el contenido de esos pequeños

fragmentos de las misivas que rescatamos, en muchas de ellas se refleja tanto o más

de la postura del autor frente a la historiografía de su época, frente a las contiendas

políticas e incluso en lo que respecta a su posición sobre el arte, que en algunos de sus

libros.

3 Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 20.

5

CAPÍTULO I

CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO

6Biografía intelectual y obra de Jacobo Burckhardt4

Jacobo Burckhardt nació el 25 de Mayo de 1818 en Basilea (Suiza), y estudió en

esta región gran parte de su juventud. Influenciado por su padre, quien era un

importante pastor de su ciudad5, estudió teología en 1836 en la Universidad de su

ciudad natal, la Universidad de Basilea. Werner Kaegi6, importante historiador de

comienzos del siglo XX, quién revisó y publicó una colección de correspondencias de

Burckhardt, dedicó 600 páginas a sus primeros 21 años de vida; según el autor, los

años de juventud de Burckhardt estuvieron resumidos por sus estudios teológicos y

bíblicos, no solo por la influencia de su padre sino también por toda la tradición cultural

que lo sustentaba. En este sentido, el autor también relata el momento de ruptura de

sus estudios bíblicos y el tardío encanto por la historia y el arte.7 Burckhardt abandonó

sus estudios de teología e ingresó en la Universidad de Berlín en 1840; realizó sus

estudios sobre Historia e Historia del Arte bajo la tutela del Profesor Leopold Von

Ranke (1775-1896) de quien heredó algunos de sus métodos de investigación

histórica; en esta universidad asistió a varios cursos de Schelling los cuales le

causaron cierta desazón8. Tuvo dos profesores muy influyentes sobre lo que

4Aunque con algunas modificaciones, esta sección es tomada de mi primer trabajo de investigación sobre la obra de Jacobo Burckhardt. Lombardi, L. Rondón, C. (2006). El estudio del Estado y la Religión como fundamentos en la teoría de la historia de Jacobo Burckhardt. Trabajo de grado. Escuela de Filosofía. Facultad de Humanidades y Educación. Universidad del Zulia. Venezuela.5 Según los registros de la ciudad alcanzó el nombramiento de antistes, el cual estuvo de moda entre el siglo XVI y XIX para denominar la cabeza de la iglesia protestante europea.6El trabajo más importante del Prof. Kaegi es una biografía sobre Jacobo Burckhardt que publica a mediados del siglo XX y que consta de siete volúmenes. La biografía está escrita en alemán, y hasta la fecha no conoce traducción en ningún otro idioma.7�Burckhardt, dotado como estaba de facultades intuitivas fuera de lo común, abocado ya a una contemplación de la Historia en su fluir, abierto al gusto por el arte a las delicadezas del anticuarismo y la arqueología, de espíritu crítico y despierto, comprendió que el oficio de pastor y de guía, o de educador de pastores, al que estaba abocado, ya no se podía ejercer sin incurrir en pactos consigo mismo, cuando se había perdido la fe plena, mítica, mágica, ingenua, enérgica en la inspiración global de los libros sagrados cuya palabra habría tenido que administrar a los fieles� Así abandonó este camino y soslayó la paradójica suerte de Overbeck, profesor de teología y de exégesis neotestamentaria, amigo de Nietzsche, y convencido de que <<Dios>> había <<muerto>> hegelianamente.� Cantimori, D. (1985). Los historiadores y la Historia. España: Península. Pág. 668Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: Orion. Pág. 9.

7posteriormente se convirtió en su visión de la historia: Ranke y Grimm. Además

cuentan entre ellos a Karl Ritter (Geografía), August Boeckh (Historia Antigua), Johann

Gustav Droysen (Historia) y los ya mencionados Franz Kugler (Historia de la

arquitectura) y Leopold Von Ranke (Historia Moderna).

Durante su largo período de vida en Basilea, le tocó también vivir en la Suiza

francesa, esto lo enriqueció formándose en dos lenguas y en dos culturas diferentes.

Antes de Publicar su primer libro titulado: La época de Constantino el Grande (1852),

realizó un comentario crítico y editó el Manual de la Historia de la Pintura (1847) y

Manual de la Historia del Arte (1848) de su Profesor Franz Kugler. En 1844 participó en

algunos números del �Periódico de Basilea�; a pesar de la crisis política del momento

se dice que sus artículos eran siempre muy objetivos y sin ninguna inclinación

aparente, a pesar de la presión que tenía por parte de las diferentes fracciones

políticas; sus quejas eran innumerables con respecto a esta ciudad, decía que era

sumamente aburrida. Para entonces, Basilea era una ciudad provinciana gobernada

por la vieja oligarquía. Engels la describió como una �ciudad estéril�. En 1848,

Burckhardt enseñó en el Pedagógico de Basilea y en 1855 en el instituto politécnico en

Zurich. En la Biblioteca de esta universidad es que realiza sus investigaciones

preliminares sobre el renacimiento italiano y en este mismo año se publica su libro

Cicerone, ampliamente admirado por Nietzsche. En una carta a su amigo Gersdorff,

Nietzsche escribe: �Hay que acostarse y levantarse leyendo el Cicerone, de

Burckhardt. Pocos libros hay que aviven tanto la imaginación y que mejor preparen

para penetrar las concepciones artísticas.�9.

A partir de 1858, y hasta 1893 dictó las cátedras de Historia e Historia del arte

en la Universidad de Basilea. Entre 1846 y 1856 hizo varios viajes goethianos a Italia.

Florencia era para Burckhardt la ciudad que llevaba las riendas de la cultura en Italia, y

de hecho, en toda la Europa moderna. En 1860 publica su obra más difundida La

9Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 18.

8Cultura del Renacimiento en Italia. En 1849 y 1853 publicó dos volúmenes cortos de

poesía inspirados en su estadía en Italia. Uno de los estudiantes de Burckhardt en

Basilea fue Heinrich Wölfflin (1864-1945), quien se convirtió posteriormente en editor

de sus trabajos. Luego de estas publicaciones, Burckhardt se dedicó de lleno a sus

lecciones, por lo que no se publicó nada más hasta después de su muerte.

Exceptuando el tiempo que pasó en Zurich y sus viajes a Italia, Burckhardt vivió

en su ciudad natal, aunque no fue sino hasta 1870 cuando él se sintió realmente en

casa. Burckhardt se interesó mucho más por sus estudios sobre el arte que por sus

estudios de Historia; en 1871, cuando le ofrecieron la cátedra de historia que dejó su

profesor Von Ranke en la Universidad de Berlín, él la rechazó. Aunque Burckhardt no

consideraba a Basilea intelectualmente estimulante, una de las razones para

permanecer allí fue su patriotismo profundamente arraigado, de hecho, una de las

causas por las cuales rechazó la postulación en la Universidad de Berlín fue porque

sentía que era una �traición para Basilea�, además de algunas diferencias con los

programas de historia que allí regían. Alfonso Reyes, quien escribe el prólogo de la

versión castellana de Reflexiones sobre la Historia Universal relata en breves líneas el

contexto europeo donde hace vida este cosmopolita de parroquia.

�Cundía por Europa aquella profunda transformación de todos los órdenes culturales que bien pudiera fijarse hacia 1860 y que Burckhardt contempla desde su Belvedere. Son los tiempos de Boudelaire, Mallarmé, los Goncourt, Rimbaud, Lautréamont; del Salón de los Rechazados y la pintura de Monet, Degas, Manet; de Wagner y la mística wagneriana; de las revaloraciones de la ciencia y las expansiones de la industria; del Capital de Karl Marx. El tráfico, el ferrocarril, encadenan y sensibilizan todas las regiones de la tierra. La circulación es más intensa. Es la era del lucro.�10

10 Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 13.

9Nietzsche asistió a muchas de las charlas de Burckhardt en la Universidad de

Basilea, y comúnmente tenían conversaciones sobre arte e historia, coincidían en su

amor a los clásicos y esto ayudó mucho a fortalecer su relación como colegas. Sus

personalidades eran opuestas, Burckhardt era aparentemente más tranquilo y

reservado que Nietzsche, pero ambos estaban libres de los prejuicios religiosos de su

tiempo. Burckhardt fue uno de los primeros en notar la demencia acentuada de

Nietzsche; en una de sus cartas al historiador, Nietzsche dice: �Querido señor profesor

-escribe el 6 de enero a Burckhardt-, al final me hubiera gustado mucho más ser

profesor de Basilea que Dios; pero no he osado llevar tan lejos mi egoísmo privado

como para omitir, por su causa, la creación del mundo."11 Burckhardt informó de esta

situación a Franz Overbeek (Profesor y amigo común). Y el 9 de enero se llevaban de

Turín a Nietzsche completamente demente.

El libro donde mejor plantea su visión de la Historia a manera de método,

Reflexiones sobre la Historia Universal12, y en el cual se basan nuestras

investigaciones sobre las condicionalidades de las tres potencias que identifica, no fue

publicado sino hasta 1905; esta primera publicación fue realizada por Jakob Oeri,

sobrino del autor. Los primeros capítulos de este libro corresponden a sus lecciones de

clase en la Universidad de Basilea; estas notas iban a ser publicadas por Burckhardt

bajo el título: Sobre el estudio de la Historia, titulo mucho más general y simple que el

definitivo, se desconocen las causas por las cuales Burckhardt no publicó estas notas.

El capítulo V de este libro corresponde a unas conferencias dictadas en 1870 en el

Museo de Basilea. Y el capítulo VI es una conferencia dictada en 1871 en el mismo

museo �Sobre la dicha y el infortunio en la Historia.� Los otros textos primarios

analizados son La Cultura del Renacimiento en Italia el cual fue concebido como tal y

se publicó en 1860, casualmente un año antes de la unificación de Italia, luego también

11http://www.nietzscheana.com.ar/montinari.htm12El título original es Weltgeschichtliche Betrachtungen y fue una recopilación de apuntes de sus tres clases en la Universidad de Basilea entre los años 1868 y 1873.

10La Historia de la Cultura Griega la cual utilizó para algunas conferencias a partir de

1872, sin embargo, su publicación ocurrió posterior a la muerte del autor.

Sobre las fuentes

Quizá muchos historiadores ya han dicho que la mejor manera de conocer una

cultura no es a través de sus registros historiográficos, sino a través de sus cantos,

poesía, mitos y leyendas. Burckhardt no lo dice, lo practica; y esto es evidente en sus

dos obras principales, la que refiere al renacimiento y la de la cultura griega. En ellas,

si bien cita a varios cronistas de la época, la mayor cantidad de fuentes las toma de la

producción cultural del momento; incluso cuando refiere a algún historiador, no lo hace

con la intención de resaltar lo que narra, sino que lo interpreta desde el momento y las

circunstancias en que lo escribe. Muchas veces pareciera que no lee palabras sino

intenciones, lee el momento.

�Aun poseyendo abundancia de fuentes, solo con muchos paliativos y reservas se puede formular la visión media y dominante que de la vida haya poseído un pueblo. Rigurosamente, no debían servirnos más que aquellos testimonios que indudablemente corresponden a círculos muy amplios, a la totalidad del pueblo en cuestión, y que al mismo tiempo fueran inteligibles: así, especialmente, la poesía popular, es decir, para los griegos, el canto épico de los aedos y el drama ático. Pero con la expansión del espíritu griego en todas las direcciones, las de profundidad, altura y lejanía, ha surgido todo un imponente cúmulo de opiniones particulares que son, en esencia, griegas, sin duda alguna, y a menudo testimonios muy altos de la capacidad espiritual de la nación, pero que no corresponde en modo alguno a su totalidad y pueden presentar las contradicciones más patentes. De propósito se hacen valer como doctrinas coherentes, mientras que el pensamiento

11popular se presenta más bien marginalmente y como sin querer.�13

Burckhardt se enorgullece de ser más un creador que un simple taxidermista de

fuentes. Discrepó con Ranke (su profesor) sobre el cientificismo histórico ya que

confundía el hecho histórico con la supuesta narración objetiva del cronista y sus

fuentes, es decir, nadie tiene la verdad. Para distinguirlo del historicismo metafísico y

naturalista algunos historicistas han creado el llamado historicismo estético. El efecto

de su narración es mucho más importante que su falsedad o verdad.

Algo curioso que merece la pena relatar, es que Burckhardt toma con mucho

recelo las fuentes que utiliza para erigir su visión de la antigüedad. Muy difícilmente se

fía de una sola opinión, y cuando intenta sostener alguna tesis o emitir algún juicio

sobre algún particular que este explicando, sin escrúpulos admite que debe prescindir

de algunas fuentes que pudieran contradecir la visión que quiere forjar, ya que,

algunos ejemplos pueden ser distorsionadores de la realidad, y podrían ocultar algo

que, más allá de alguna excepción, fue real.

A propósito de esto se lee en la página 482 del mismo volumen lo siguiente:

�En lo que sigue podremos apelar de vez en vez a las demás opiniones de los filósofos, cuando sus palabras, más que guardar conexión con su sistema, correspondan más bien a un aspecto de la conciencia popular. No lograremos fácilmente un juicio medio exacto sobre la sensibilidad griega si tomamos como criterio el pensamiento de los filósofos, cuyo valor es de otra categoría, y que en este lugar no se utiliza más que una ojeada rápida.�14

13Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 423.14Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 482.

12

CAPÍTULO II

Notas sobre la concepción histórica de Jacobo

Burckhardt (según su texto de Reflexiones sobre la

Historia Universal)

13Burckhardt, se sitúa en esa postura media entre los historiadores de la vieja

escuela y los historiadores modernos. Cuando apareció en 1860 su obra principal: La

Cultura del Renacimiento en Italia, causó un impacto sin precedentes. Ya no se trata a

la Historia como esa narración cronológica de hechos, sino que se relatan en cuanto

son producto de una época que tiene determinadas características que le son propias;

Burckhardt se preocupa más por el hecho histórico que por la Historia; para él, el hecho

histórico se refleja como producto de una forma de vida; para Burckhardt, la Historia, es

la Historia de la Cultura15, o como sostiene en innumerables ocasiones: �la exposición

históricocultural�16. Es un verdadero maestro en la representación de una época

determinada, de un tiempo específico. Así lo deja claro en la página 9 de su libro La

Historia de la Cultura Griega cuando dice:

�Entendemos que nuestra misión consiste en ofrecer la historia del modo de pensar y de las concepciones del pueblo griego, tratando de destacar las fuerzas vivas, constructivas y destructoras que operan en la vida griega. No narrativamente, pero sí históricamente, sobre todo porque su historia es parte de la historia universal, tendremos que ocuparnos de los griegos en sus características esenciales, las que les distinguen del antiguo Oriente y de las naciones modernas, formando, sin embargo, la gran transición entre ambos mundos. Todo nuestro estudio tiene que concentrarse ahí, en la historia del espíritu griego. El detalle, el acontecimiento si se quiere, será traído a cuento como testimonio de aquello general que tratamos de captar, y no por razón de sí mismo; por que las realidades que nosotros buscamos son maneras de pensar, que también son, a su modo, hechos. Pero las fuentes, consideradas con esa intención, hablarán de muy distinta forma o como suelen hacerlo en la mera investigación a la busca de material arqueológico.�

15El término exacto que utiliza es Kulturgeschichte. Los historiadores de lengua alemana que se alimentan de su postura historiográfica lo utilizarán de la misma manera.16Ejemplo p.12 de La Historia de la Cultura Griega. Tomo I

14En el primer capítulo de su libro Reflexiones sobre la Historia Universal

reflexiona acerca de la historia como profecía, su sentido y contrasentido; la Historia

como ciencia para determinar el porvenir, Historia como astrología. �Solo el

conocimiento del pasado nos da la pauta para medir la velocidad y la fuerza del

movimiento dentro del cual vivimos.� 17

Burckhardt se encuentra abrumado por la cantidad de información y estudios

históricos que se han desarrollado hasta su época. Por un lado, está consciente de la

universalización de la historia, ya no como detalle, sino como visión holística del ser

humano y sus circunstancias. Pero al mismo tiempo, está consciente de la

subespecilización de las áreas, de la cual no escapa la historia. Sabe muy bien que el

tiempo de los eruditos ha pasado. Para abordar seriamente cualquier estudio hacen

falta �mil vidas humanas�. En la ciencia sólo se puede ser experto, o especialista en un

campo limitado u otro.

El autor se preocupa incesantemente por el nivel de especialización en el que se

ha visto obligado el ser humano a desarrollarse, debido a los múltiples descubrimientos

y las innovaciones que trae consigo la investigación científica. Teme que ese

reduccionismo detallista influya negativamente en el desarrollo cerebral que ya ha

alcanzado el individuo y el cual le permite tener una visión general de la cultura

humana y sus múltiples aristas.

Cultura

�Llamamos cultura a toda la suma de evoluciones del espíritu, que se producen

espontáneamente y sin la pretensión de tener una validez universal o coactiva.� 18

17Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 48.

18Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 102.

15Para Burckhardt la Cultura es un termómetro de la sociedad. Según las tres

instituciones que él explica y argumenta, en una sociedad �modelo� la Cultura debería

estar por encima de las otras dos (Estado y Religión) no como algo superior, pero sí

como algo separado, independiente. Cuando existe algún desequilibrio en estos dos

grandes fundamentos, la Cultura lo refleja indefectiblemente. �El reloj que delata la

hora, de que en aquellas, la forma no coincide ya con el contenido�19. Para Burckhardt,

el último estadio de la Cultura es la Ciencia, y especialmente la Filosofía, �la pura

reflexión�. La sociedad es la representación de la Cultura frente al Estado y la Religión.

En las reflexiones iniciales del capítulo sobre Cultura de Reflexiones sobre la Historia

Universal, el basiliense está consciente de que existe una carga cultural que se arrastra

en la sangre, él no lo pudo llamarlo ADN, pero sí está claro de que son elementos

ineludibles, que forman parte inherente de cada persona.

Las Lenguas

Burckhardt dedica la segunda sección de su capítulo sobre la Cultura a las

lenguas; las declara elocuentemente como un milagro espiritual, producto del alma

humana, esa misma alma que hace que el hombre necesite traducir sus pensamientos

en palabras20.

Como parte de su admiración por la Cultura y especialmente por el arte, el autor

define la lengua como �la revelación más directa y específica del espíritu de los

pueblos, la imagen ideal de este espíritu.� pero además resalta su visión estética del

lenguaje por encima de su función comunicativa: �...[es] la sustancia de su vida

19Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 102.

20En este apartado Burckhardt refiere una cita de Ennius, para argumentar su identificación de las lenguas con el alma. Quintus Ennius (239 - c. 169 BC) fue un poeta de la era republicana de Roma, que influenció notablemente la literatura latina. En uno de sus escritos, Ennius afirmaba tener 3 corazones, o 3 almas, ya que hablaba Griego, Osco y Latín, (III encuentros complutenses en torno a la traducción. Margit Raders y Julia Sevilla, Editorial complutense. 1993, Pág.22 y 23)

16espiritual, sobre todo si se trata de los grandes poetas y escritores.�21 Más aún, las

lenguas, por encima de otros elementos culturales, tienen sus procesos de gestación

(creación) maduración, y �florecimiento espiritual�, el autor dice que las lenguas en sus

orígenes puros debieron estar llenas de encantos y melodías, fue más tarde, con �la

tosca vida histórica y el avasallamiento de la lengua por las cosas� cuando se fueron

degenerando.

El surgimiento de la cultura pudo evolucionar desde estadios preliminares (como

la ganadería y la agricultura) hasta las artes y posteriormente las ciencias, esto

propulsado por necesidades materiales, y espirituales.

A propósito de la relación de las ciencias con la lengua griega dirá más adelante

en su tratado de La Historia de la Cultura Griega lo siguiente:

�Una poderosa incitación para su desarrollo científico tanto como para su poesía, era ya, naturalmente, su lengua. Parece como si el griego contuviera ya virtualmente en sí la futura filosofía: tan infinita en su adaptabilidad a los pensamientos cuya transparente envoltura es, pero más completa aún a los pensamientos filosóficos. Nos encontramos con un mundo lingüístico completamente desligado de las cosas particulares; con una lengua que, como se dice con razón, ya es en sí una dialéctica práctica, y que por eso es extraordinariamente fecunda en las denominaciones filosóficas.�22

Como buen seguidor de Hegel, Burckhardt podría catalogarse como un perfecto

idealista que coloca el espíritu como el principal motor de la evolución humana, y de su

cultura; no obstante, su formación erudita y su insaciable interés por una vasta cantidad

de cosas, hasta el punto de dedicar una sección de su libro al diletantismo23, hacen que

21Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 104.

22Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 398.23Burckhardt no utiliza este término en el sentido despectivo de la palabra. El diletante, aunque no se ha especializado en nada científicamente, posee sus particulares habilidades y destrezas, su intuición

17sea difícil reducir su pensamiento a una corriente filosófica-histórica. Esto se hace

evidente cuando, en varias secciones de su texto principal Reflexiones sobre la

Historia Universal, trata de hacer síntesis entre los material y lo espiritual. �Toda acción

material, siempre que el hombre ponga en ella entusiasmo e iniciativa, deja siempre un

residuo espiritual, por pequeño que él sea.� La evolución humana se mueve por

necesidades materiales y espirituales, se mezclan y complementan entre sí, y aunque

no es estrictamente necesario que el nacimiento de lo espiritual tenga una base

material, casi siempre sucede así.

Las Artes y las Ciencias

Para el autor, las artes y las ciencias comprenden la realización suprema de la

cultura.24 Las artes representan una vida superior, son vividas en el alma, de manera

permanente. Para Burckhardt, el arte supone perfección y tiene claro el sentido

antiteleológico de éstas.

Las artes y la poesía transcienden la realidad terrenal, son imperecederas, y

reflejan magníficamente las realidades temporales para las que fueron sustraídas. Hay

cierta identificación en la concepción del arte por parte del autor y las formas e ideas

perfectas en la filosofía de Platón.

El arte, como manifestación máxima y sublime de la cultura humana, es para

Burckhardt la síntesis de los tiempos, a pesar de estar circunscrita en un espacio y en

un tiempo, transciende estas categorías para alcanzar todos los siglos. Incluso por

encima de la ciencia, que ya es bastante, pero que se cambia y se transforma según

los nuevos descubrimientos, y por tanto, pierde vigencia. Así como toda su teoría, en

las artes nunca pretendió des-cribirlas sino circuns-cribirlas ya que, parte del estilo

artístico está en el signo de la época y este responde a la «vida interior» de cada

educada, y está capacitado para abarcar el panorama general de un número enorme de argumentos24Esta idea la desarrolla en la página 106 de la obra Reflexiones sobre la Historia Universal.

18período. Es tan perfecto el arte, que a partir de fragmentos puede reconstruirse el todo,

y aún así, el sólo fragmento tiene la misma fuerza de sus efectos.

Como ya hemos analizado, para el historiador suizo, en cierta forma el arte es

una síntesis de épocas, y también de lo material-espiritual; sin embargo, de éstas artes

algunas se encuentran más alejadas que otras de la �imitación�, de lo material; es el

caso de la arquitectura y la música, ya que son representaciones que responden a

impulsos del espíritu y no como la pintura que a pesar de surgir desde el espíritu

también tienen como inspiración la realidad material.

Como preludio a los condicionamientos que el autor explica en su obra

Reflexiones sobre la Historia Universal en los que contrasta Estado, Religión y Cultura,

el historiador manifiesta que �el servicio más alto y más temprano a que las artes se

someten y al que pueden someterse sin humillación es el religioso.�25

Dependiendo del tipo de religión las artes pueden encontrar en este fundamento

su más alta representación, cuando se corresponde con los principios metafísicos de

aquella. El arte es la forma pura, no se degrada en contenidos, y no se aferra de forma

precisa a nada material, ni siquiera a las ideas o pensamientos. �El arte que más nos

enseña en este respecto es la poesía, que gusta más de crear nuevos hechos que de

relatar los existentes y que en su tipo específico de pensamientos y sentimientos

representa la más alta antítesis y el más alto complemento de la filosofía.�26

El Comercio

Una idea de varios siglos antes de Burckhardt, y la cual es compartida por varios

autores, es el papel del comercio como generador y mutador de culturas; es en los

centros de intercambio comercial donde los países importan y exportan elementos

culturales, para luego remezclarlos, cambiarlos, complementarlos, modificarlos, y

25Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 108.26Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 108.

19finalmente, apropiarlos. Para ejemplo de esto trataremos las poleis griegas donde se

vivió claramente ese choque de culturas.

La Cultura y la Moral

Así como en los párrafos anteriores, el autor va contrastando su concepción de

la cultura y el arte con varios aspectos de la sociedad, el caso de la moral y su relación

con la cultura es un tema que explica en términos generales en su obra Reflexiones

sobre la Historia Universal y que luego retoma de forma más detallada en La Cultura

del Renacimiento en Italia.

Para Burckhardt, el hombre ha progresado poco en lo referente a la ética, a

pesar de sus avances tecno-científicos comparte la idea de Tucídides de que la historia

no se repite pero el hombre sí se repite a sí mismo.

El tema de la ética lo aborda asistemáticamente en su obra principal La Cultura del

Renacimiento en Italia y en la recopilación sobre La Historia de la Cultura Griega,

específicamente en el Tomo II de este tratado. En ambos casos, y como veremos más

adelante, el autor trata de deslastrar el sentido religioso del estado de la ética en cada

uno de los momentos, en el Renacimiento italiano y en la Grecia antigua

respectivamente. La forma en que aborda el tema pareciera delatar un fuerte apego a

la doctrina moralista de Aristóteles con la teoría del justo medio (sofrosine) y la

constitución del hombre moralmente íntegro (frónimos).

Sobre los renacimientos

Para Burckhardt, un renacimiento sólo puede ser cultural. Hay que distinguirlos

de las restauraciones políticas o religiosas, aunque a veces coincidan ambos (como

ocurrió durante el período de Carlomagno).

20Para el autor, el siglo XIX ha logrado una verdadera cultura universal, en primer

lugar, por todos los antecedentes arrastrados, libros, textos, poesías, historia, entre

otras cosas y los cuales sirven de insumo para construir el presente. Además, porque

la hegemonía del Estado y la iglesia ya no es tan fuerte como en los estadios más

primitivos de la humanidad.

Sobre la poesía

El autor sostiene que la poesía aporta mucho más que la historia sobre el

conocimiento de lo que es la humanidad. �La poesía es algo más profundo y filosófico

que la historia, dice Aristóteles�.27 Además, la poesía es fuente de la historia, y de las

más puras y hermosas. �La poesía para la historia es el reflejo de lo que en cada

momento hay de eterno en los pueblo�. En este sentido, no comparte la idea de Platón

a quienes le niega entrada en su República, para el autor todas las artes, y más aún la

poesía, son manifestaciones culturales que identifican la humanidad de las sociedades

en cada momento histórico, la poesía es historia y presente.

27 Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 116.

21

CAPÍTULO III

RELACIÓN ENTRE LOS TRES

FUNDAMENTOS PARA EXPLICAR LA

HISTORIA28

28Así como fue referido en la sección �Biografía intelectual y obra de Jacobo Burckhardt� de este texto, ésta sección también está basada en el desarrollo realizado en mi trabajo anterior bajo el mismo título.

22Desde la perspectiva cultural que tiene Burckhardt sobre los acontecimientos

históricos, resaltan tres elementos que, según su preponderancia con relación al resto

de ellos en algún momento histórico, marcarán el desarrollo cultura del pueblo en

cuestión. La dominación de alguna de las tres potencias sobre las otras es lo que

ocasiona los grandes movimientos históricos, la religión imponiéndose frente al Estado

como una estructura dominante, el Estado condicionando la Cultura y poniéndola a su

servicio, o los estado-religión que sacralizan hasta los más inocuos movimientos de la

vida humana. Esta es la epistemología histórica de Burckhardt: un progreso del espíritu

que depende de esta relación dialéctica entre Estado, Religión y Cultura y la cual a su

vez determina la civilización.

Existen varios autores en la historia de las ideas que de alguna u otra forma han

ofrecido razonamientos que implican analizar el avance de las sociedades en función

de grandes estructuras, como el Estado o la Economía, entre otros posibles

fundamentos. Guizot, apuesta por el desarrollo de las civilizaciones medidas en estos

términos; no constituye fundamentos específicos como el caso de nuestro autor, sin

embargo, en su análisis les brinda casi la misma importancia. No obstante, una

divergencia clara entre estos dos autores está en que, para Guizot, más que una lucha

entre estos pilares por imponerse uno sobre los otros, existe una inclinación natural del

individuo o más bien, de las sociedades, en tratar de unificar estas fuerzas e impulsar

el progreso de la humanidad; en este sentido, el progreso se traduce por un equilibrio

entre fuerzas y no en la superación de un fundamento en detrimento de los otros.

Guizot afirma que precisamente el éxito de la Europa moderna se debe a este logro

nunca visto en la historia de la humanidad.

�Ella (refiriéndose a la Europa moderna) columbra por delante una inmensa carrera, y día por día se lanza a ella más rápidamente, porque la libertad acompaña cada vez más sus movimientos. Mientras que en las demás civilizaciones la dominación exclusiva, o al menos la preponderación exclusiva de

23un único principio, de una forma única, ha sido causa de tiranía, en la moderna Europa la diversidad de los elementos, del orden social, la imposibilidad de excluirse uno a otro, han engendrado la libertad que hoy reina. Faltos de poder para exterminarse, ha sido preciso que los diversos principios vivieran juntos y que llegasen entre sí a una especie de transacción. Cada uno de ellos ha consentido tener solo la porción de desarrollo que podía obtener, y mientras en otras partes el predominio producía la tiranía, en Europa la libertad ha resultado de la variedad de los elementos de la civilización y del estado de lucha en que han vivido� Evidentemente, no le ha sido concedido a ningún principio, a ninguna organización particular, a ninguna idea, a ninguna fuerza especial, que se apoderase del mundo, modelarle de una vez para siempre, arrojar toda otra tendencia y reinar exclusivamente. Fuerzas, principios, sistemas diversos se mezclan, limitan, luchan sin cesar, alternativamente dominantes o dominados, jamás completamente vencidos ni vencedores. El estado general del mundo es la diversidad de fuerzas, ideas y principios, sus combates y su esfuerzos hacia una cierta unidad, un cierto ideal que acaso nunca sea alcanzado, pero al cual tiende la humanidad por la libertad y el trabajo.�29

Debido a que el interés en el presente trabajo debe centrarse alrededor del

concepto de cultura del autor en estudio, trataremos sobre estas condicionalidades

únicamente en las que tocan la cultura como elemento protagónico de la dicotomía. El

resto de las condicionalidades fueron desarrolladas en un trabajo anterior también de

mi autoría el cual ya ha sido citado.30

Relación de la Cultura con el Estado y la Religión

Cultura � Estado

29Guizot, F. (1972). Historia de la Civilización en Europa. España: Alianza. Pág. 45.30Lombardi, L. Rondón, C. (2006). El estudio del Estado y la Religión como fundamentos en la teoría de la historia de Jacobo Burckhardt. Trabajo de grado. Escuela de filosofía. Facultad de Humanidades y Educación. Universidad del Zulia.

24Para Burckhardt, los primeros vestigios de cultura de alguna civilización son

preliminares al surgimiento del Estado, no obstante, esto no implica bajo ninguna razón

que el Estado surja como producto de esta Cultura; el inicio del Estado, como

mencionamos anteriormente se establece de forma violenta. Cuando comienza a

explicar esta relación habla del antiguo Egipto y de las culturas antiguas maya y

quechua. Piensa que debieron ocurrir grandes períodos de guerra para que en este

tipo de civilizaciones se instaurara un grupo de mando. Los primeros intercambios

culturales se realizaron en conjunto con las relaciones comerciales, sin embargo, en

las épocas cercanas a las conformaciones de los Estados, las relaciones comerciales

se ven disminuidas por los períodos de guerra que implican esta conformación,

alejando a los comerciantes por el conflicto inminente.

Los primeros indicios del desarrollo de la técnica estuvieron ligados a la

instauración de las castas (sacerdotales y guerreras) donde cada uno se dedicaba a

hacer lo que habían hecho sus padres o antecesores, heredando de generación en

generación, las labores específicas: textilería, carpintería, la fabricación del vidrio, etc.

Esto, por supuesto rompía con la libertad del individuo de poder realizar lo que mejor le

pareciera; es una negación de lo individual para complacer al Estado o a la imposición

de castas; las artes y las ciencias se ponían al servicio del Estado, apoyado

evidentemente por la casta31 sacerdotal quienes declaraban sagrado cualquier cantidad

de cosas hechas por la divinidad a través del hombre.

Burckhardt se refiere a los Estados entre los asirios, los babilónicos y los persas,

y cómo el Estado trató de impedir enérgicamente el avance de lo individual; refiere

específicamente la situación de Nínive32 y como el Estado empleó todos los técnicos y

artistas para el levantamiento de esta Ciudad. También habla sobre las ciudades

31�Guizot hace una fuerte crítica del concepto de castas como el cuerpo de magistrados eclesiásticos, esta crítica se fundamente en el hecho de que la palabra casta hace alusión inmediata a la herencia. Las castas son hereditarias y el celibato de los sacerdotes impide que se aplique este término al cuerpo eclesiástico.� Guizot, F. (1972). Historia de la Civilización en Europa. España: Alianza. Pág. 122.32Antigua ciudad asiria situada en la costa orienta del río Tigris.

25fenicias, las cuales fueron las primeras en vislumbrar la polis del mundo clásico, donde

el régimen de las castas fue superado relativamente. En estas ciudades, la actividad

humana surge como algo independiente, en perfecta armonía con el orden pero

también la libertad, ajeno a la actividad del Estado o la Religión, sin libros sagrados

que determinen la doctrina del estado y su cultura, Grecia por ejemplo se encuentra

favorecida por la lucha entre lo individual y lo colectivo.

�Solo en el Estado Griego logran todas las fuerzas del individuo desencadenado esta tensión y esa vibración que permite rendir en todas partes lo más alto. No obstante, hay que reconocer que la cultura en su conjunto y principalmente el arte y la ciencia solía florecer bajo las tiranías estables también, e incluso mejor que en un régimen en libertad; más aún, sin esos puntos de apoyo (que a veces se mantuvieron durante cientos de años) difícilmente habría llegado a su plenitud; Atenas necesitó también de su época de Pisístrato�33.

Para explicar esta relación entre Cultura y Estado, Burckhardt no puede pasar por

alto la imponente Roma antigua. Comienza su análisis diciendo que Roma lo que hizo,

ante todo, fue salvar todas las culturas del mundo antiguo. Roma tuvo algo particular,

su enérgica conquista mundial no fue fomentada propiamente por el Estado, sino por el

espíritu de Estado; era un sentimiento sublime que hacía que el individuo se sintiera

parte de un imperio Universal. Lo superior de la cultura romana estaba basado en su

ferviente amor por el helenismo que sentían los romanos. El Estado romano se

preocupó por gobernar y no interfirió en las labores artísticas o técnicas.34 Para el siglo

IV es que se comienza a ver en Roma una acción destructora por parte del Estado

sobre la Cultura. Las agresivas políticas para los impuestos, y demás males, alejaron a

mucha gente del Imperio. Burckhardt cita en la Historia Universal varios Estados donde

se aprecia esta relación de forma clara.

33Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 135.34Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 137.

26

Federico de Hohenstaufen y el Estado moderno

El autor hace referencia al sur de Italia en el momento de Federico II; en esta

ocasión surge el Estado moderno, centralizado, tiránico, con una hegemonía tremenda

sobre la cultura y sobre la Iglesia; el Estado en este entonces, se inmiscuye en todos

los asuntos de la vida pública en los individuos. En su hegemonía, incluso constituye la

policía secreta para controlar los evasores de impuesto, que dicho sea de paso,

alcanzaron el orden del 75% de los ingresos en ciertas áreas. También fueron famosas

las discusiones de este emperador con el papado y la autonomía que presentaba

frente a la Iglesia; Federico II fue uno de los primeros en elaborar una legislación sobre

la pena de muerte en la hoguera por herejía.

Luís XIV y el Estado-poder

Este Estado absolutista condiciona al espíritu en una doctrina sobre sí mismo (�el

Estado soy yo�) que va en detrimento, tanto de la cultura como de la religión. También

se llevan a cabo persecuciones y exclusiones que entorpecen la libertad de movimiento

de los diferentes elementos de la cultura. �El espíritu se pliega complacientemente a la

cultura�35. En este orden de ideas, el autor hace la distinción entre los Estados

absolutistas que se apoderan de las artes y la cultura y otro tipo de estados

absolutistas que cumplen una función protectora al respecto, es decir, si por diferentes

razones existe una era de decadencia, este tipo de Estado se encarga de preservar

todo el material cultural de la región.

Las ciudades fenicias parecen haber sido las primeras en fundar colonias dentro

del territorio geográfico que controlaban; Trípoli, por ejemplo, es una colonia fundada

en partes iguales por Sidón, Tiro y Aradus. En ninguna de estas ciudades Fenicias hay

35Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 143.

27indicios de Tiranías despóticas, más bien, los establecimientos de dichas ciudades se

mantuvieron por períodos largos y de forma pacífica. Eran ciudades de elevado

patriotismo, sociedades hedonistas y con grandes avances y méritos en la difusión de

su cultura.

Las colonias en las poleis de los griegos también representaron un buen referente

en la Cultura como condicionante del Estado. Hablando de la situación de Atenas,

Burckhardt resalta la importancia de los centros de intercambio espiritual que se

desarrollaban libremente solo en las ciudades donde el Estado no intercedía en las

labores particulares del individuo. En estos centros es donde surge la cultura, se dan

los intercambios, se establecen los estilos, la moda, etc. Los grandes avances

culturales atenienses también se veían impulsados por un fuerte patriotismo que se

respiraba en los individuos griegos de entonces, el individuo se sentía ciudadano de la

polis griega, se sentían superiores y este impulso los inspiraba para la realización de

grandes cosas.

Las monarquías de Francia y España que instauraron la concepción del estado

moderno también fueron altamente perjudiciales para el desarrollo de la cultura; en

este sentido fueron Estados que condicionaron casi totalmente, y en conjunto con las

élites religiosas, el desempeño de la Cultura. La concepción de Estado de este

momento presenta un cambio más de forma que de contenido con respecto a los

Estados del medioevo.

A pesar de todas las crisis que afrontó el Estado moderno hasta las revoluciones

más impactantes como la revolución francesa, el Estado se fue fortaleciendo; quizá la

falta de conciencia de la sociedad ayudó al crecimiento del Estado al asignarle

funciones que anteriormente las desempeñaba la sociedad; las constituciones de los

Estados cada vez se hicieron mas grandes, desde ahora se garantizaba el derecho al

trabajo y al sustento, algo que anteriormente se lo aseguraba el individuo, de esta

manera Estados más débiles se hacían mas grandes.

28En términos generales podríamos sostener que el autor tiene una visión negativa

sobre el Estado, incluso cuando en algunas secciones de sus dos obras, La Cultura del

Renacimiento en Italia y La Historia de la Cultura Griega, se refiere a éste como una

obra de arte. Para el basiliense, el Estado no realiza la función positiva de lo ético, sino

que su existencia se encuentra justificada para evitar la guerra civil; el Estado se

constituye en un marco jurídico y policial para disuadir al individuo de causar mal al

otro. Por una parte, es un elemento necesario para la civilización, al menos en lo que

va de historia para el hombre, por otro lado, la concesión que realiza el hombre sobre

sus derechos le sale caro cuando el Estado se sublima y arropa todas la vida humana.

Cultura - Religión

Al igual que sucede con la relación entre Estado y Cultura todas las

condicionalidades que identifica Burckhardt dependen básicamente de la época donde

se sitúe el análisis; si colocamos un esquema general de la vida humana donde

confluyan estos aspectos nos daremos cuenta que constantemente hay una

condicionalidad mutua entre todos estos factores, lo que efectivamente trata de hacer

el autor es determinar donde esta relación se hace más evidente y cuales pueden ser

sus causas.

El reflejo de la religión en la cultura se establece según su intensidad; las

religiones más poderosas pueden llegar a colocar totalmente a la cultura bajo sus

servicios y convertirse en una opresora del genio individual. Cuando en los Estados

rige el derecho sagrado, la religión puede tener bajo su control absoluto tanto a la

cultura como al Estado; esto suele suceder con las religiones totalmente puras, donde

el Estado y la cultura son extensiones de la religión; en este sentido la fundamentación

del Estado se da como un hecho profundamente ligado a la naturaleza de un pueblo.

29También existe la situación de las civilizaciones, donde la cultura se encuentra tan

desarrollada que más bien parece la Religión una extensión de ésta. Son naciones

donde la individualidad aun permanece independiente de las instituciones, de esta

manera, el hombre desarrolla más libremente su espíritu, sin restricciones ni

coacciones de ningún tipo.

�Incluso cuando está más ligado a la religión, el arte influye sobre ella y la modela al mismo tiempo que la sirve y la expresa. Por lo demás, llega un momento en el que se libera de ella, en el que de un modo general se realiza la disociación de lo bello y de lo útil. El arte florece por sí mismo y el individualismo triunfa. Es la vuelta al individuo, después de la fase de muy fuerte socialización� Aunque el arte se convierte en un lenguaje social, aunque establece una comunión entre los hombres, no por eso deja de ser originalmente individual.�36

En lo que respecta a la influencia que puede tener la cultura en la religión,

Burckhardt indica que, en un momento preliminar donde las artes se manifestaban aún

como representación de la realidad, en cantos, pinturas, figuras, etc. No se visualiza

una vinculación clara con la religión, aunque sí podían subsistir juntas; es más bien en

una segunda etapa o etapa de juventud donde el arte materializa todas sus

posibilidades en el afán del hombre por representar la realidad a través de lo sagrado;

en este sentido la religión impuso los llamados estilos a los artistas. Esta ayuda que

brindó la religión al arte fue mutua, ya que a través de las artes, las representaciones

divinas y de dioses adquirieron una significación ajena al miedo y al terror; antes de

estos, la representación mental de los dioses o figuras divinas en la religión estaba

siempre acompañada de un fuerte miedo en los creyentes; los artistas las sublimaron a

través de las artes y cambiaron su terror por belleza, incluso la música (Los Himnos)

se utilizó para purificar el alma.

36Berr, H. (1961). Al margen de la Historia Universal. México: U.T.E.H.A. Pág. 209.

30Este impulso que proporciona la religión al arte es favorable en un primer

momento, donde se establecen los estilos y se promueve la realización del objeto-arte

sagrado, no obstante, esto a largo plazo degenera en un estancamiento de las artes,

ya que, quedan sometidas al servicio religioso indefinidamente, ejemplos de esta

afirmación encontramos en Egipto y Bizancio; en estas civilizaciones únicamente

adquirió un carácter lícito la representación de lo sagrado, impidiendo cualquier avance

o innovación fuera de este campo.

El caso de Egipto en el año 3100 a.C. aproximadamente cuando se unifican el

norte y el sur se constituyen monarquías de derecho divino con caracteres

verdaderamente absolutistas. El faraón es el dueño del pueblo y es el responsable de

la conexión divina de cada uno de los habitantes con sus dioses, es el poseedor único

de las fuerzas sagradas, el poder y la religión se consagran como una unidad.

La condicionalidad de la religión por la cultura se puede tomar desde dos

perspectivas: en la primera, la religión surge como exaltación o glorificación de la

cultura. Y en segundo lugar, la cultura pudo haber impuesto cambios significativos en

los contenidos propios de determinada religión.37

La fusión entre religión y cultura se puede visualizar a través de las religiones

clásicas las cuales en su mayoría son politeístas; estas religiones normalmente

cuentan con una divinización de la naturaleza, como el dios del fuego o del agua; esta

divinización de la naturaleza va seguida de una divinización de la cultura; en este

momento la religión se impregna de dioses que incrementan la cosecha o que ayudan

a la cura de cierto tipo de enfermedades, entre otras cosas. Estas representaciones

artísticas tienen su significado en la interpretación y representación de estos

fenómenos naturales que pueden ser perjudiciales o beneficiosos.

Como dijimos anteriormente, dependiendo de la intensidad con que se de una

religión en cierto momento, esta presencia es directamente proporcional a la influencia

37Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 196.

31ejercida en las otras dos potencias. La manifestación más contundente, donde la

religión se apodera casi en su totalidad de la cultura, la ubica nuestro autor en el

cristianismo, específicamente en el siglo XI con Gregorio VII.38

Las observaciones generales del autor con respecto a esta relación terminan

concluyendo que la religión necesita mucho más del arte que ésta de aquella; para

sustentar esta afirmación recurre a varias manifestaciones del renacimiento italiano

donde algunas religiones míticas clásicas o no clásicas lograron sobrevivir a través del

arte, cuando ya sus creencias se encontraban totalmente superadas; en este sentido

impregnaron el arte asegurando su existencia con la de la cultura, incluso afirma, que

cuando el arte se presta para la exaltación de lo divino en las épocas profundamente

religiosas lo hace solo como medio de protección para no ser sepultadas, y sacan

provecho de los símbolos religiosos para realizar sus representaciones artísticas. No

obstante esto también podría ser interpretado de manera inversa, es decir,

observando cómo la religión se mimetiza con las manifestaciones culturales de la

sociedad para lograr arraigarse o incluso sobrevivir.

El autor sigue estando a favor de la cultura ya que ésta es producto del espíritu

humano; es propia de la razón y de las características que conforman la naturaleza

humana, la contemplación, el análisis, el deseo de conocer, etc. La religión, como

expresa innumerables veces, es producto más bien de una falta de razonamiento

crítico del hombre; es propia de naturalezas primitivas, del miedo a lo desconocido, y

posteriormente ésta sufre múltiples transformaciones para convertirse en lo que

actualmente conocemos.

En algunas ocasiones incluso la religión, sin saberlo, es perjudicada por el arte,

esto lo explica en el siguiente texto:

�El arte, sobre todo, es un traidor: primero, porque delata el contenido de la religión, es decir, arrebata al hombre la

38Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 102.

32capacidad para la devoción profunda y presta a ésta ojos y oídos, sustituye los sentimientos por figuras y episodios y sólo exalta aquélla momentáneamente; segundo: porque el arte lleva implícita una alta e independiente peculiaridad por medio de la cual solo sella pactos temporales y rescindibles con lo que existe en la tierra. Estos pactos son, además, muy libres, pues el arte solo recibe de su misión religiosa o de otra misión cualquiera la sugestión, sacando su esencia propia del fondo misterioso del que se nutre su vida.�39

Sobre el Islam y la Cultura

El Islam es un ejemplo claro de las religiones que se hacen una con el Estado;

todo el poder procede de Dios y se manifiesta a través del califato el cual representa

una de las máximas autoridades eclesiásticas; las decisiones que se toman a este nivel

son incuestionables, esto tiñe la cultura y la supedita a los servicios de la Religión-

Estado.

Para el basiliense, el Islam es mucho más dañino a la cultura que el propio

ascetismo cristiano con su desinterés por las cosas terrenales. Esto se sustenta en el

hecho de que la religión islámica condena fuertemente a las personas que no

pertenecen a esta religión; esto desata fuertes enfrentamientos y guerras religiosas

que, en la mayoría de los casos, son contraproducentes y destructivas para la cultura.

La cultura islámica es muy criticable; por un lado, sus deseos de indagación son

muy pobres ya que carecen del impulso encantador propio del hombre que lo incita a

descubrir lo desconocido. En la poesía hay una cierta aberración a lo épico ya que ésta

implica, en ciertos casos, la sobrevivencia del alma de los pueblos. La arquitectura es

una de las pocas ramas que desarrolla de manera completa la religión islámica la cual

está embebida de aspectos bizantinos en su contenido.

39Burckhardt, J. (1909). Reflexiones sobre la Historia Universal. Madrid: orion. Pág. 209.

33

CAPÍTULO IV

LA CULTURA DEL RENACIMIENTO EN ITALIA

34El Estado como obra de arte

Se comentó en párrafos anteriores, que para el autor, el arte es perfección.

Cuando se refiere a esto, no sólo piensa en el sentido estético de la palabra, sino que

extiende su idea a toda la cultura, como manifestación material del espíritu. En varios

de sus libros, principalmente en La Cultura del Renacimiento en Italia, y en la Historia

de la Cultura Griega dedica vastos párrafos con testimonios e ideas de las formas en

que se constituía el Estado en Italia y Grecia respectivamente. En el caso de Italia, del

cual tomamos el título de este apartado, el Estado se objetivó en las instituciones que lo

conforman con el único fin de brindar todas las comodidades, exuberancias y caprichos

al tirano de turno. Es una apología al despotismo y a la explotación, es la degradación

del ser humano a una bestia básica cuya vida no la decide el mismo sino sus

necesidades y las arbitrariedades de un déspota que gobierna por la fuerza y sin el

consenso de nadie. Para Burckhardt, el Estado es una obra de arte, no por su belleza ni

por esas �vibraciones� que mueven el espíritu frente a una pintura o a una escultura, es

una obra de arte por la forma en que se constituyó de manera perfecta para dar

respuesta a las necesidades de monarcas opresores y omnímodos.

La Cultura del Renacimiento en Italia es uno de los libros más importantes del

historiador suizo, a pesar del texto preliminar que introduce el primer capítulo, donde el

autor manifiesta con suma modestia que la obra debe ser considerada más como un

ensayo que como un trabajo de investigación, se podría aludir que el texto mencionado

es uno de los estudios más importantes sobre la época del renacimiento italiano, y así

lo han calificado muchos autores después de su publicación; Burckhardt dedica gran

parte del libro a la caracterización de las artes en el renacimiento40 pero también a los

temas políticos y sobre la constitución de las ciudades italianos. Describe de manera

detallada cómo los pequeños tiranos que protagonizaron los tres últimos siglos antes

40 Aunque curiosamente no titula ninguna sección exclusiva para este tema.

35del 1400 fueron desapareciendo, algunos de ellos absorbidos por los más poderosos.

En este período salen a relucir los llamados condottieri, caricaturescos personajes que

se desarrollaron como capitanes de tropas al servicio de las ciudades-estado italianas,

eran una especie de mercenarios sin escrúpulos en busca de tierras y riquezas que

ofrecían sus servicios al mejor postor. Los príncipes tiranos que describe Burckhardt

son personajes extravagantes, con una personalidad muy significativa de las tareas que

cumplen y de la posición que ocupan, en palabras del autor �es una mescolanza entre

lo bueno y lo malo�, nos recuerda mucho al término virtú utilizado por Maquiavelo41.

Refiriéndose al siglo XIV comenta el autor:

�La base del poder era todavía ilegítima y pesaba sobre ella una maldición que se resistía a desaparecer. Ni las investiduras ni los beneplácitos imperiales modificaban dicha situación puesto que el pueblo no se daba por enterado cuando el monarca compraba un trozo de papel en un lejano país o lo adquiría a algún viajero que cruzaba el país. Si los emperadores hubieran sido útiles para algo, no hubiesen permitido el advenimiento de los tiranos. Este era el razonamiento lógico del inculto hombre del pueblo.�42

El tema de los condottieri es recurrente en el libro; es difícil definir la

personalidad de estos guerreros, iban desde los más crueles y sangrientos, a figuras

que contaban con cierto respeto como Francesco Sforza a quien solían llamar �el padre

de los guerreros� y en algunas de las batallas, cuando el enemigo lo divisaba, rendía

las armas y se acercaban a saludarle con la cabeza agachada y en señal de

reverencia;43; fue éste Sforza quien luego conquistara Milán en el año 1447.

Si hay un ejemplo claro del crecimiento y constitución de un Estado, es Venecia.

Burckhardt dedica sendos capítulos de su libro a dos de las ciudades más

41Maquiavelista rompe con la significación cristiana del término, se lo lleva al terreno de los pragmático, de la «utilidad» y la «técnica», no es una facultad moral, sino el ímpetu, la energía, �las ganas de�. 42Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 29.43Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 34.

36representativas del Renacimiento, Venecia y Florencia. Ciudades tan representativas

como antagónicas en las cuales transcurrió de manera intensa todo el Renacimiento.

Florencia, la �ciudad de la agitación perpetua�, y Venecia, �la ciudad de la tranquilidad

aparente y del sosiego político.�

La forma en que se conformaron las instituciones en Venecia fue modélica:

�Este pueblo de gente rubia y esbelta, que andaba con paso suave y ligero y conversaba razonadamente, apenas se distinguían entre sí en los que respecta a trato y aspecto. Las muchachas y las mujeres gustaban del aseo, y se adornaban especialmente con perlas, Venecia disfrutaba de una general prosperidad, cuyo brillo no empañaban las cuantiosas pérdidas sufridas con los turcos, por lo que pudo resistir durante muchos años los rudos golpes que le asestó la decidida enemistad de Europa, el descubrimiento de caminos del mar hacia las Indias Orientales, la caída del Imperio mameluco de Egipto, y las guerras de la Liga de Cambray.�44

En la sección segunda del Tomo I de La Historia de la Cultura Griega45,

Burckhardt llega a decir, refiriéndose a la Edad Media y al renacimiento, que la única

vez donde alguna ciudad-estado alcanza la autonomía de la polis griega fue en

Venecia; aunque claro está, que la constitución de la polis griega y de las ciudades

republicanas de la Edad Media, fueron momentos muy distintos. Volveremos sobre este

punto más a adelante.

La forma en que la República toma el control de la sociedad a través de unos

sistemas de registro sumamente complicados afianza la tesis de que Venecia en

conjunto con Florencia se puedan considerar la cuna de la estadística moderna.

Venecia fue la primera ciudad en la que se comenzó a sistematizar un censo ya no por

familias, ni por hombres aptos para las armas, sino por personas (bocche). El Estado

44Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 68.45Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 106.

37de Florencia tenía un claro conocimiento de sus ingresos y egresos, controlaba el

comercio y tenía registros precisos de sus pensiones y los tributos recolectados. Este

desarrollado espíritu mercantil y estatal no se destacó en el tema de las artes.

Prácticamente toda la producción literaria de entonces estuvo concentrada en temas

políticos, jurídicos, médicos y teológicos.

�En la historia de Florencia se encuentran reunidas la máxima conciencia política y la mayor riqueza en período de desarrollo, por lo que dicha ciudad bien se merece el título de primer estado moderno del mundo. En Florencia realizaba el pueblo entero lo que en los principados era cometido de una sola familia. El maravilloso espíritu florentino, dotado a la vez de aguda razón y de espíritu artístico de creación, configuró de manera permanente su estado político y social al poco tiempo que lo perfilaba y orientaba. Así se convirtió Florencia en la cuna de las ideas y doctrinas políticas, de los experimentos e inventos, pero también fue, al lado de Venecia, la patria de la estadística y, por encima de todo, la patria de la Historia, en su sentido moderno.�46

Florencia, en menor medida que Venecia pero con los mismos méritos, hace

alarde del manejo de sus finanzas, destrezas que no solo disfrutan los organismos

públicos, sino que además forma parte de la cultura de la época; la contabilidad

doméstica y agrícola era un talento innato para los florentinos. El comercio, la industria

y la actividad agrícola despertaron el sentido económico en el Estado; al igual que

Venecia, poseían un sistema estadístico sumamente exacto, el cual también se apoya

en el sistema propio de la Iglesia. Para 1422 se cuentan 72 casas de cambio

establecidas alrededor del Mercado nuevo, una industria creciente de hilados de oro,

telas de seda, renacer de la arquitectura antigua y una rica literatura. Florencia

experimentó varios cambios políticos, sin que eso incidiera significativamente en el

46Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 76.

38bienestar general de sus ciudadanos, �Florencia se convirtió en la reproducción exacta

de las relaciones entre la colectividad humana y el hombre individualizado para

construir un todo en perpetua fase de transformación.�47

La guerra como obra de arte

El arte bélico nunca se ha detenido en su perfeccionamiento; desde siempre ha

sido interés de los que detentan el poder el ampliar sus fuerzas de ataque y defensa, y

en el caso de la edad media también de la fortificación y el asalto. Ya hemos hablado

de los condottieri en el territorio italiano y como constituían un sistema mercenario para

hacer frente a las exigencias bélicas de entonces. De esta época destacan

significativamente como maestros de guerra Federico de Urbino y Alfonso de Nápoles.

�En Italia encontramos por vez primera a la ciencia y al arte bélicos como un conjunto homogéneo y se manifiesta también por vez primera un placer desinteresado en la dirección acertada de la guerra, tal como era lógico esperar de los frecuentes cambios de partidos y del comportamiento objetivo de los condottieri.�48

Paralelo al arte de la guerra49se perfeccionó la literatura sobre este tema. La

literatura italiana de entonces era rica en descripciones y relatos de estratagemas, y

ésta era asequible tanto a los expertos en el tema como al público común.50 Además

de los premios propios al vencedor de las batallas, su incentivo se veía incrementado

por la inmortalización que seguramente lograría en la pluma de algún buen escritor.

47 Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 82.48 Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 96.49 A propósito de los avances técnicos sobre las prácticas bélicas, se refiere una proliferación de los medios de destrucción a larga distancia, los cuales contaban con sus admiradores y sus detractores.50 v.g. Maquiavelo con el �Arte de la Guerra�.

39Más aún por el ambiente laico donde las victorias ahora dependían más del coraje y las

destrezas del guerrero que de los designios divinos.

El Estado italiano y el individuo

No se puede ver la llegada del renacimiento italiano sin la constitución de un

estado que ya es prácticamente moderno, que toma en cuenta al individuo y a la

riqueza humana espiritual. Antes de eso, la única particularización se hacía con los

hombres de poder, como los condottieri y sus familias. Muchos hombres talentosos

quedaban arropados bajo el manto del tirano quien aprovechaba sus destrezas para

exaltar su figura.

Varios factores configuraron la reivindicación de la figura humana y la mentalidad

individual. Por un lado, la riqueza, la fortuna y la vida próspera de una Florencia

crecida, además de la pálida imagen de la Iglesia que sin el apoyo del Estado ejercía

un precario control social. De igual forma, el legítimo forcejeo entre los miembros de los

partidos por recuperar el poder fue construyendo el modelo de un hombre individual,

privado; algunos de ellos desterrados y con altas capacidades intelectuales como fue el

caso de Dante.

�Dante encontró....una patria nueva en el lenguaje y en las culturas de Italia, pero aun fue más lejos al pronunciar estas palabras: �Mi patria es el mundo.� Cuando le ofrecieron el regreso a Florencia, en condiciones humillantes, Dante contestó, por escrito, lo siguiente: �¿Acaso no puedo contemplar la luz del sol y de las estrellas en todas partes?¿Acaso no puedo reflexionar en todas partes acerca de las grandes verdades, sin tener que aparecer avergonzado y sin gloria, frente al pueblo y la ciudad? ¡En ningún lugar ha de faltarme pan!� Con elevado espíritu subrayan los artistas el imperio de su libertad sobre cualquier traba localista. �Quien se dedica a la sabiduría, dice Ghiberti, no es jamás un extraño en parte alguna, aunque le roben su fortuna y quede

40huérfano de amigos, pues se convierte en un miembro más de aquella ciudad y puede contemplar sin temor las mudanzas del Destino.�51

El hombre renacentista es por principio un humanista, expertos en dos lenguas

antiguas, con una educación refinada y una vasta cultura sobre los clásicos. Podríamos

decir que el ideal de la �vida buena� de Aristóteles se lleva a cabo en el hombre

florentino del Renacimiento, un apego ineludible a la verdad y una vida que tiende a la

�virtud� como máximo bien, esa areté práctica que lleva al hombre al fin supremo, la

eudaimonía.

La vuelta a lo antiguo

El contenido principal de la cultura renacentista es la antigüedad. Muchas tesis

se han esbozado sobre las razones que llevaron a un resurgir del mundo antiguo para

llenar y marcar los preludios de una modernidad tardía. Los argumentos que sostienen

la idea de una Edad Media pálida se alimentan del hecho de que la modernidad surge

de una antigüedad renovada, de un neoclasicismo, ya que mil años de supuesta

esterilidad no podían marcar las pautas de una nueva era para el hombre. La necesidad

de cambio que vibraba en el espíritu de cada ser humano, cuando su libertad era una

quimera, no encontraba salida después de siglos de gestación; culminando la Edad

Media venía una ruptura que impedía el siguiente paso, no había porvenir; el

Renacimiento rasga el velo imaginario de la Edad Media y la niega, no a sus ideas

antagónicas, sino a un lapso casi perdido que le robó tiempo a la humanidad. Con un

Renacimiento de lo clásico la modernidad se conecta directamente con lo antiguo. El

Renacimiento es una preparación, una premodernidad con atisbos medievales. Es una

nueva visión del mundo donde el advenimiento de un nuevo canon de belleza se

manifiesta en la recuperación de los clásicos. Claro está que estas teorías que afirman

51Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 129.

41el transcurrir de una Edad Media oscura o sombría, sin sentido, abismal y sin hombre,

pasan por alto mil años de historia, que a pesar de no haber sido los más intensos en

términos intelectuales y de avances técno-científicos, trajeron consigo a figuras como:

San Agustín (354-430), Avicena (980-1037), Averroes (1126-1198), Santo Tomás

(1225-1274), Duns Scoto (1266-1308), Guillermo de Ockham (1285-1349), Nicolás de

Cusa (1401-1464), Pietro Pomponazzi (1462-1525), Nicolás Maquiavelo (1469-1527),

Nicolás Copérnico (1473-1543), Tomás Moro (1478-1535), Michel de Montaigne (1533-

1592), Giordano Bruno(1548-1600), Galileo Galilei (1564-1642), Tommaso Campanella

(1568-1639) y Johans Kepler (1571-1630). Figuras sin las cuales difícilmente

hubiésemos podido tener el Génesis de la Edad Moderna.

No todo el Renacimiento estuvo contagiado del mismo espíritu, el autor distingue

del Renacimiento de Dante de los siglos XIII y XIV y el Renacimiento posterior, donde

un humanismo �sofocante� seca de ideas propias a la Florentina de la época y esto se

refleja en algunas artes, como por ejemplo en la literatura que básicamente se reduce a

una serie de citas de la literatura clásica antigua. Tal era la obsesión de los florentinos

de la época por emular el pasado, que hombres de Estado y comerciantes imitaban el

estilo de vida de la antigüedad, las artes y las instituciones.

El caso de las universidades y centros culturales era privilegiado, con el

creciente interés por las artes y las ciencias los profesores de retórica y juristas

contaban con múltiples posibilidades de ofrecer sus servicios; los sueldos y beneficios

eran generalmente buenos y las facilidades de movilización permitían un flujo

importante de entrada y salida de profesores. Algunas universidades como la de

Bolonia alcanzaron fama internacional y estudiantes de todas partes se acercaban a

sus instalaciones para conocer a los humanistas más importantes de entonces. El

Estado estaba consciente de la importancia de los centros educativos, tanto que en

algunos casos llegaban a destinar hasta el 50% de los ingresos de la ciudad a la

42Universidad52. La escuelas no pertenecían a la Iglesia sino a la administración pública y

otras eran privadas. El estudio de las lenguas antiguas era casi obligatorio, así como

también los estudios de Lógica.

Se comentó anteriormente que a pesar de que definimos un tiempo histórico de

casi cuatro siglos con el nombre general de �Renacimiento�, en un estudio más

detallado y que profundice en todos los aspectos de esta época nos daríamos cuenta

de que no fue un momento homogéneo, al contrario, fue una época convulsionada, de

cambios que se atropellan unos con otros y que en cierta forma podría considerarse

como la adolescencia del ser humano, es decir, llena de mucho vigor pero también

llena de muchas dudas e inseguridades, con una personalidad por construir y donde a

falta de ideas propias la imitación en todo lo que se hacía se convierte en el rasgo más

predominante.

Uno de los rasgos más distintivos dentro de este particular período fue la

decadencia de los humanistas ilustrados en el siglo XVI, quienes luego de haber

disfrutado de tanta fama y prestigio, varios factores se confabularon para invertir la

polaridad de esta atracción.

�El recorrido de los humanistas fue de tal índole que sólo las naturalezas dotadas de una extraordinaria solidez moral fueron capaces de seguirlo sin percibir daños. El primer peligro provenía, a veces, de los mismos padres que pretendían transformar a su hijo, precozmente desarrollado, en un niño prodigio, en vistas a su futura ubicación dentro de un estamento que en aquella época lo era todo. Pero el niño prodigio suele desarrollarse hasta que se detiene en un determinado nivel y cuando intenta mantenerse en su posición de privilegio, se ve obligado a arrostrar las pruebas más duras. También para el joven ambicioso, era la fama y la brillantez de los humanistas una peligrosa sirena de seducción, y llegaba a convencerse que dado su extraordinario talento innato no debía preocuparse de las

52El caso referido es el de Bolonia y su Universidad.

43cosas vulgares y sencillas. Y así se lanzaba a una turbulenta y desordenada vida, en la que alternaba los más rigurosos estudios, con las clases particulares, el secretariado, el servicio de los príncipes, el desafío con enemigos mortales y otros graves peligros, y experimentando sentimientos tan dispares como la admiración entusiasta y el sarcasmo demoledor, y pasando de la opulencia a la miseria. En algunas ocasiones, la propia ciencia se subordinaba al más vacuo de los diletantismos. Pero el más grave daño consistía en que este género de vida casi era incompatible con una residencia fija, puesto que requería el continuo cambio de localidad, y el propio individuo notaba que era incapaz de permanecer largo tiempo en un mismo lugar. La gente, insaciable, le exigía siempre cosas nuevas y la opresión de sus enemigos se le hacía insoportable.�53

La crítica principal estuvo compuesta por esa exacerbación enfermiza que hubo

sobre la renovación de lo antiguo; el Renacimiento heredó de la Edad Media el

fanatismo dogmático por Dios pero trasladando el fetiche al mismo pensamiento

antiguo; la divinización del mundo antiguo cegó por largos ratos al Renacimiento. De la

misma forma, el modo de vida de estos sofistas semi-modernos hacía que el desprecio

de la gente creciera sin cortapisas, una vida llena de libertinaje, nomadismo y cada vez

más alejada de los criterios de ese frónimos aristotélico del que tanto hablaban.

�El humanista del Renacimiento había de poseer una vasta erudición, y se constituía en el vértice de las más diversas situaciones y tareas. Luego, para narcotizarse, se entregaba desordenadamente a los placeres con el más absoluto desprecio por la moral reinante al considerar que, fuera cual fuese su comportamiento, siempre se pensaba de él lo peor. No se conciben a dichos caracteres sin una gran dosis de orgullo, que les era indispensable para sobrenadar las turbulentas corrientes de su tiempo. Este orgullo había de aumentar necesariamente con la veneración, alternada con el odio, del que se sentían objeto. Los humanistas eran las

53Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 236.

44víctimas más notables de una subjetividad desenfrenada. Tal como hemos hecho notar, las acusaciones y dualidad desarrollada, toda celebridad, había de calcular con la burla y la atenta observación de los demás. Pero lo cierto es que los propios interesados suministraban el terrible material que había de ser utilizado en contra de ellos.�54

Sobre el descubrimiento del hombre y su lengua

El �conócete a ti mismo� de Sócrates nunca había estado tan vigente hasta este

momento. El exacerbado humanismo y la individualización del ser humano trajo consigo

un profundo conocimiento sobre todos los estadios del hombre. Con el Renacimiento, el

eje principal de pensamiento, ideas y producción intelectual y artística, pasa de dios al

hombre. Tanto es así, que según Burckhardt, son los italianos los primeros en mostrar

un serio interés por el género de la �biografía�, por la descripción de personajes.

El hombre renacentista es el humanista por excelencia, es la versión erudita del

dandi decimonónico, una vida guiada por el epicureísmo, el honor y el buen gusto,

aficionado a todas las vertientes del arte de la época y en el caso renacentista se

vincula y se confunde con los hombres de estado. A propósito del comentario sobre el

género de la biografía, uno de los retratos más perfectos de la época es el que

representa Castiglione con su �Cortesano�55. De naturaleza independiente y movido

más por el espíritu de la perfección que por la de servir a un príncipe. El Cortesano de

Castiglione es un hombre de alta cultura, con unas refinadas prácticas caballerescas

que no disminuyen su conocimiento sobre los más variados juegos, el salto, la natación,

la lucha y el ejercicio de las armas, además de buen bailarín y si no políglota, al menos

con gran manejo del latín y griego además del italiano. Las actitudes nobles del hombre

renacentistas son movidas más por el honor que por la conciencia, honor que podría

ser confundido con ansias de gloria. En ningún párrafo específico el autor plasma una

54Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 238.55Castiglione, B. (1873). El Cortesano. Madrid: Libros de antaño. IV volúmenes.

45visión conclusiva de lo que pudo representar para él este hombre renacentista y más

aún, el propio Renacimiento. Estas caracterizaciones se dejan ver parcialmente a

medida que expone su visión sobre otros puntos al respecto. Ese ambiente cultural y

esa progresión dialéctica quedan bien representados en el Zeitgeist56 que utiliza

Burckhardt y que lo toma directamente de Hegel. En todo caso, está claro que para el

autor, el hombre renacentista es más un comienzo que un fin.

En cuanto a la lengua, es sabido que desde la caída del Imperio Romano hasta

la unificación de Italia en 1861, la región contaba con dialectos de los más variados

orígenes. La época del Renacimiento es un momento clave en este tema debido a que

la lengua que oficialmente asumirá el Reino de Italia durante su unificación será el

toscano literario que tiene su máxima expresión en los texto de Dante, Petrarca y

Bocaccio.

De estos autores, Dante es quizá el que trata el asunto del lenguaje con mayor

racionalidad, esto lo hace en su libro De la lengua italiana el cual podría considerarse la

primera obra sobre una lengua moderna. El secreto de haber considerado el lenguaje

un tema de alta importancia para Italia (tanto así que antes del texto de Dante ya había

estudios pormenorizados sobre la situación de los dialectos) fue que una vez adoptada

esta lengua pura como lengua oficial, el resto de las provincias la asumieron sin

mayores cortapisas, además de preservar un acento común y no como otros países

donde los acentos provincianos marcan diferencias significativas sobre la misma

lengua; al menos así lo cree Burckhardt.

Ética y Religión en el Renacimiento italiano

El tema de la ética y la moralidad en el estudio de Burckhardt es uno de los

asuntos que trata de manera más apasionante. Aplica tanta emoción y entusiasmo

56El término Zeitgest lo utilizan algunos filósofos alemanes para referirse al �espíritu del tiempo�. Lo utilizaban cuando querían significar el ambiente intelectual y cultural del momento.

46como cuidado, recelo y delicadeza; está consciente de que el tema, tanto o más que

otros igualmente tratados, pertenece al campo de lo subjetivo, de lo intangible e

inmensurable, de lo que por definición es inexacto y susceptible a múltiples equívocos.

Tal es su precaución, que iniciando el apartado que dedica en La Cultura del

Renacimiento en Italia, alerta:

�La actitud adoptada por cada uno de los pueblos respecto a los problemas más elevados, esto es respecto a Dios, a la virtud, a la inmortalidad, puede ser investigada hasta cierto punto, pero no admite en ningún caso una comparación exacta. Así, cuanto más concretas parecen ser las definiciones en este aspecto, tanto más debemos precavernos de aceptarlas incondicionalmente, y de generalizarlas. Esta advertencia debe tenerse en cuanta cuando emitamos un juicio acerca de la moralidad. Podemos señalar numerosos contrastes y matices entre los pueblos, pero el criterio humano no goza de suficiente perspectiva para apreciar la suma absoluta del conjunto.�57

Y luego también señala:

�Así, pues, cuanto se diga de ahora en adelante no debe tomarse como un juicio, sino como una serie de observaciones marginales, que han surgido espontáneamente durante los largos años dedicados al estudio del Renacimiento italiano.�58

Con la incorporación de la moral como tema de estudio, Burckhardt hilvana tres

ideas claves que reaparecen a lo largo de su tratado principal59; en primer lugar, la

inescrupulosa imitación de los tiempos antiguos, a tal punto que además del

renacimiento de las artes, la política, y lo social, todo esto trajo también consigo una 57Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 373.58Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 374.59La Cultura del Renacimiento en Italia

47cantidad de errores y desatinos que poco importaron a los humanistas predicadores del

nuevo clasicismo. En segundo lugar, la crisis política de la nación, a la cual está

íntimamente ligada la crisis moral y que según el autor tiene su origen en esta

emulación desaforada. Y en tercer lugar, este último aspecto de la moral que a ojos del

autor representó la desvirtuación definitiva del humanismo y que arrastró consigo

nefastas consecuencias; sobre este tópico se observan citas varias y razonamientos a

favor del argumento donde se repiten palabras como «egoísmo», «venganza»,

«descontrol», entre otros. Como parte de esta descomposición moral que

prácticamente cierra el círculo del renacimiento, surge un creciente interés por las

relaciones ilícitas entre ambos sexos; ya para la Edad Media a la iglesia no le

repugnaba60 la prostitución sino hasta que llegó la sífilis, sin embargo, en el

Renacimiento fueron muy comunes las relaciones fuera del matrimonio. Lógicamente,

como en toda Historia de la Cultura, cuando el autor, a través de su agudo

razonamiento y su minuciosa visión, habla de estos asuntos, no sólo señala la vida

social del momento sino además su representación artística a través de la literatura, el

teatro y hasta la música. La situación de una desvirtuada moralidad era tan

generalizada, que los actos de adulterio, las venganzas, los asesinatos y toda clase de

crímenes, muchas veces eran visto con complicidad por parte de la población; una

justicia precaria o la falta de ella, muchas veces llevaba al italiano renacentista del siglo

XV y XVI a tomársela por sus propias manos; muchos crímenes se cometieron por

resentimiento o venganza durante esta época.

�En 1480, el ducado de Milán experimentó una grave crisis interna a consecuencia de la muerte de Galeazzo María Sforza y desapareció cualquier garantía de seguridad en las ciudades provincianas. Esta era la situación en que vivía Parma, donde el gobernador milanés vivía aterrorizado por

60Tanto la idea como la palabra �repugnaba� la tomo de la página 382 de La Cultura del Renacimiento en Italia.

48los frecuentes atentados a su persona, liberándose en diversas ocasiones por milagro de caer en manos de los personajes más terribles. En dicha ciudad eran frecuentes los asaltos, las demoliciones de casas, los asesinatos y todas las noches rondaban las calles bandas armadas de criminales, enmascarados en un principio y sin ninguna clase de disfraz más tarde. Allí también se consumaban sin trabas las más crueles bromas, y circulaban sátiras y cartas de amenazas, entre las que destacó un sarcástico soneto contra las autoridades, que indignaba más a éstas que a la propia y terrible situación. El hecho de que en muchas iglesias fuera robado el tabernáculo con sus hostias, no revela el singular matiz de aquella general carencia de escrúpulos. En la actualidad sería imposible prever lo que sucedería en cualquier país del mundo si el Gobierno y la policía interrumpieran sus actividades e impidieran a la vez, con su presencia, la formación de un régimen provisional; pero lo que entonces sucedió en Italia, en tales circunstancias, tuvo un aspecto especial a consecuencia de haberse mezclado en aquel caos una dosis masiva de actos de venganza.�61

El declive moral no tuvo obstáculos ni para penetrar en las figuras protagónicas

de la iglesia católica para ese momento. Según narra el autor, en agosto del 1495,

apareció colgado en una jaula de hierro en la Torre de San Guiliano, de Ferrara, el

sacerdote Niccolo de Peligati, de Figarolo, personajes del que se tienen pocas

referencias y que simbolizó de manera perfecta el fenómeno del �bandolerismo� que

cundía en la Italia del Renacimiento como consecuencia de la desidia moral en la que

se encontraba. Peligati, quien �había cantado en toda su vida dos misas�,62 ya había

sido absuelto por Roma al cometer su primer crimen, luego mató a cuatro hombres más

y tuvo de esposas a dos mujeres que arrastró consigo en todas sus fechorías. Y

además, fundó una banda uniformada que asoló por varios años a Ferrara, región norte

de Italia, aledaña a Bologna.

61Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 389.62Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 390.

49Burckhardt resume de manera elocuente su visión del hombre renacentista

italiano, que se debate entre el bien y el mal, y cuya conducta inefable construyó la

imagen de esa personalidad tan propia del Renacimiento italiano y que no tuvo

comparación en ningún otro lugar ni época de la historia.

�El defecto principal de su carácter fue al propio tiempo, la condición esencial de su grandeza: su desarrollado individualismo. El individuo se desligó íntimamente del Estado, en su mayor parte tiránico e ilegítimo, y cuanto sintió e hizo fue considerado como una traición, con justicia o sin ella. A la vista del triunfante egoísmo de los gobernantes, tomó a su cargo la defensa de sus propios derechos y así cayó, impulsado por la venganza, en poder de las fuerzas ocultas, creyendo recuperar su paz interior. El amor de dichos individuos se orientaba hacia otros individuos, igualmente desarrollados y, precisamente, hacia la mujer de su prójimo. Frente a todo lo objetivo, frente a obstáculos y leyes de toda naturaleza, adquirió la conciencia de su propia soberanía y decidió en cada caso, de manera independiente, puesto que en su conciencia se armonizaba el sentimiento del honor y del interés, la inteligente reflexión y el apasionamiento, la renuncia y la venganza. Si consideramos que el egoísmo tanto en su sentido estricto como en su sentido más amplio son origen y raíz de todo mal, llegaremos a la conclusión de que el desarrollado pueblo italiano de aquella época estaba más cerca del mal que cualquier otro pueblo. Pero este desarrollo individual no era culpa suya, sino consecuencia de un imperativo histórico universal, impuesto no sólo al italiano, sino trasmitido también por la propia cultura italiana a los demás pueblos de Occidente y constituyendo a partir de entonces el nivel más alto en el que podía vivirse. Este nivel no fue en sí mismo ni bueno ni malo, sino simplemente necesario, y en él se desarrolló el moderno concepto del bien y del mal, dentro de un orden moral esencialmente distinto al del que reinó en la Edad Media. El italiano del Renacimiento tuvo que resistir los primeros embates de esta nueva época. Con sus virtudes y sus pasiones, se ha convertido en el más destacado y

50genuino representante de la misma, tanto en los aspectos más destacados y nobles como en los más bajos y depravados. Así vemos como viven al lado de la inmoralidad más absoluta, las más puras y equilibradas de las personalidades practicando un arte pleno de gloria que exalta la vida individual de una forma como no quisieron o no pudieron hacer la Antigüedad y la Edad Media.�63

La religión en el Renacimiento

La moralidad y la religión casi siempre van de la mano, no sólo en el medioevo

sino también en el Renacimiento.

Ya vimos en la sección anterior cómo la degradación moral que se apoderó de la

vida renacentista, principalmente en las últimas décadas, no escapó nisiquiera del clero

italiano; más aún, para el autor, el agente causante de la degradación moral de

entonces estuvo precisamente en la Iglesia. Sacerdotes, monjes y obispos incurrían en

comportamientos indignos, de baja naturaleza, hechos que se hacían más graves en

cuanto se evidenciaba en los representantes de la religión más dominante de entonces

y en cuyos discursos se exhortaba precisamente a lo contrario. En estos capítulos se

encuentran amplias referencias a Masuccio, poeta italiano de la época renacentista

cuyas obras se caracterizaron por una aguda crítica a la iglesia y sus representantes;

varios de sus libros fueron incluidos en el Index librorum prohibitorum et expurgatorum

de 1559 creado por la Sagrada Congregación de la Inquisición. Una figura sumamente

representativa de la época fue Girolamo Savonarola64, religioso dominico y elocuente

predicador italiano que estuvo relacionado con los Medicis, y confrontó duramente la

desidia moral de la sociedad florentina y la iglesia del momento. Vale recalcar que, a

pesar de la desvirtuación que afrontó toda la ciudad casi en pleno y la cual quiere

representar Burckhardt de la manera más explícita y clara, no todo el clero estaba

63Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 395.64http://es.wikipedia.org/wiki/Girolamo_Savonarola

51herejizado por estos comportamientos; según narra el historiador habían monjes y

sacerdotes con un sentido muy alto de la dignidad humana, los grandes valores y el

debido comportamiento social; la sociedad que a pesar de todo no estaba enceguecida

supo distinguir con admirable sindéresis estos casos excepcionales, dándoles el puesto

que merecen, con mucho respeto y admiración. Savonarola fue uno de los que quiso

hacer esta diferencia, y trató de identificar a monjes, sacerdotes y obispos que a su

juicio obraban de manera intachable, no obstante, ya se habían acumulado tantos

resentimientos que no pudo frenar el adverso juicio general sobre los representantes de

la iglesia.

Para Burckhardt, espiritualidad y religión no son la misma cosa, de hecho, en

algunos casos son términos antagónicos. Y esto queda claro cuando se pregunta de

por qué Italia, siendo una nación tan espiritualizada, no reaccionó en contra de la

hegemonía religiosa, e incluso pregunta: �por qué no inicio una reforma como la que

llevó a cabo el pueblo alemán�.65 Para el autor, la espiritualidad entendida en términos

modernos, es la parte metafísica de la cultura, de la �civilización�; es una espiritualidad

profundamente antropológica y cuya continuidad marca todos los tiempos; y en este

sentido, la Historia, es la Historia del Espíritu.

El culto religioso tenía una cierta uniformidad en todas las clases sociales. Para

ese momento, y al igual que permanece en nuestros días, se estableció de manera

consensuada entre los practicantes católicos una especie de patronato de algunos

santos para ciertas áreas de la vida: para la producción agrícola, la enfermedad, el

trabajo, etc. Florencia tenía a su patrono San Zenobi, quien fue su primer obispo en el

siglo V; sin embargo, no se puede decir que haya sido de las ciudades más devotas,

quizá por ese humanismo recalcitrante y su fascinación por el arte haya prestado más

atención a sus figuras seculares como Dante y Petrarca.

65Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 398.

52La Historia de la religión católica en la Italia renacentista fue una historia de

desencuentros. Así como se relató en párrafos anteriores, el hombre renacentista fue

un hombre profundamente profano, con un poderoso individualismo y con un afán por el

descubrimiento del mundo exterior y del espíritu que lo entregó fácilmente a las

reflexiones acerca de la libertad.

�Sabían distinguir perfectamente el bien del mal pero no conocían el pecado; confiaban en eliminar perfectamente cualquier perturbación de su armonía interior, por lo que desconocían el arrepentimiento. Así se esfumaba la necesidad de la salvación, en tanto que la ambición y el esfuerzo intelectual de cada día borraba por completo el pensamiento del más allá o adoptaba una figura poética en sustitución de la dogmática. Imaginemos todo este estado de cosas intervenido, y, en parte desordenado por la desbordante fantasía italiana, y obtendremos una imagen espiritual de la época, que estará más cerca de la realidad que cualquier superficial lamentación acerca del paganismo moderno.�66

Todo esto no quiere decir que el hombre renacentista no tuviera una conciencia

religiosa, o no practicara la fe; lo que sí es cierto es que se desarrolló una religión

individual, propia de cada hombre, sin dogmas. En este punto debemos recordar que

para Burckhardt, el Renacimiento es el primer acto de la Edad Moderna.

Existen varias semejanzas del ethos del Renacimiento, específicamente lo que

refiere a la vida espiritual del individuo, con el epicureísmo. El hombre renacentista

tiene una visión fatalista de la vida, y quizá por eso, al igual que el epicureísmo y el

hedonismo, buscan la felicidad, no solo del cuerpo y los placeres materiales, sino del

espíritu, esa ataraxia67 de la cual se alimenta el frónimos aristotélico. Para el

epicureísmo la vida culmina con la muerte mundana, muere el cuerpo y muere el alma,

66Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 427.67 Ausensia de turbación.

53diferencia abismal con el catolicismo donde prácticamente la vida en la tierra gira en

torno a la salvación del alma. La iglesia llamaba epicúreos a los que pensaban de esta

manera, y a pesar de que nos encontramos en los límites de la Edad Media, esta era

una posición ampliamente adoptada, de hecho, no era mal visto compartir abiertamente

esta posición en la Florencia del Renacimiento, siempre y cuando no se difamara a la

Iglesia. Esta postura frente a la muerte quizá era alimentada por el mismo desprecio

que se había originado frente al comportamiento de los representante del clero; no

había hombre humanista que quisiera tener que agradecer la salvación de su alma a

ningún representante corrupto, de manera tal, que negaban la idea de la salvación. Así

mismo, una tendencia muy occidentalizada es la creencia del libre albedrío, lo cual

indica que el individuo es, en última instancia, el responsable de sus decisiones, y que

éstas no se encuentran coaccionadas o determinadas por fuerzas superiores. Esto abre

profundas diferencias entre conceptos como el de libertad y moral; en el caso de la

libertad, el hombre renacentista es un amante de ella, luego de la asfixiante hegemonía

católica la libertad se convierte en el bien más preciado. Con respecto a la moral, se

abre una brecha en la concepción ética para las doctrinas cristianas y para las

corrientes de pensamiento que abogan por el libre albedrío. Cuando sopesamos estas

dos vertientes es evidente que no podemos juzgarlas bajo los mismos criterios.

Un aspecto que contraponía de manera intencional el espíritu de religiosidad del

medioevo en relación a la religiosidad del Renacimiento, era el afán de la iglesia por

apartar de la vida común el aspecto cultural educativo. Ejemplo de esto lo vemos con

Pablo II quién aconsejaba a los romanos interrumpir la educación de sus hijos una vez

que hubiesen aprendido a leer y escribir, además de arremeter contra la Academia

Romana por presuntos actos de herejía68.

Breves notas sobre el texto de La Cultura del Renacimiento en Italia

68http://www.ehumanista.ucsb.edu/volumes/volume_14/Reviews/4.pdf

54

En varios capítulos del libro, el autor deja claro la admiración de algunos de los

gobernantes de las diferentes ciudades-estado en las que se fragmentó Italia, por la

cultura mahometana. En esos casos trata de hacer la semejanza en la administración

pública de estas ciudades con los sistemas de administración mahometana, incluso en

ciudades como Florencia o Venecia.

En la página 428 de vuelve a recalcar esa admiración diciendo:

�Era perceptible ya en el Siglo XIII la admiración de los italianos por un ideal mahometano, pleno de nobleza, dignidad y orgullo y representado por la persona del Sultán. Al afirmar esto, el pensamiento volaba siempre hacia los sultanes ayubitas y mamelucos de Egipto, y al concretar un nombre aparecía, con preferencia, el de Saladino. Incluso los turcos otomanos, cuyos métodos crueles y destructivos no eran un secreto para nadie, inspiraban terror sólo a medias a los italianos (tal como antes hemos visto ya), y pueblos enteros se habrían acostumbrado a la idea de un posible contacto con aquellos.�69

Cuando menciona a Saladino, quien fue uno de los más grandes gobernantes

del mundo islámico, quien se hizo famoso, entre otras cosas, por su unificación

religiosa y política del oriente próximo en contra de una de las cruzadas cristianas,

viene a nuestra mente ese resentimiento que se convirtió en deseo por la reunificación

de Italia, quien de manera inconsciente, aspira nuevamente a los tiempos de grandeza

de aquel imperio romano.

Otra idea curiosa en su concepción del Renacimiento, es que para él difícilmente

llega al 1600, ya mucho antes cuando narra la decadencia moral, la ruina política, la

exacerbación sofocante del humanismo y sus �lamentaciones� estamos lejos de un

69Burckhardt, J. (1968). La Cultura del Renacimiento en Italia. Barcelona, España: Zeus. Pág. 428.

55renacimiento esplendoroso, sublime, de cúspide cultural. Esta categorización está

basada en algo que referíamos en la introducción de este trabajo, y es que para

Burckhardt el concepto de época no responde a etapas que se encuentran ubicadas

entre dos acontecimientos históricos representativos, sino que se refiere a una etapa

donde el ethos de una sociedad se considera relativamente homogéneo, en el autor el

sentido del espacio histórico supera al sentido del tiempo histórico. Lo cual quiere decir

que para el basiliense la época renacentista es quizá anterior a la consensuada por la

historiografía moderna.

56

CAPITULO IV

LA HISTORIA DE LA CULTURA GRIEGA

57Los procesos de colonización

El origen de las ciudades griegas está vinculado con las migraciones dóricas y

los procesos de colonización. Con la desaparición de algunas tribus arcaicas

semihelénicas70 se establecen varias ciudades griegas en Asia menor. Mientras se da

la expansión a través de los procesos de conquistas, el área de la Hélade que conforma

el corazón de Grecia va mermando.

�Tanto el Epiro, que encerraba el sagrario de Dodona y lo más antiguo de Hélade, como regiones mucho más cercanas y de tanta fama en los mitos del tiempo heroico, como Etolia y Acarnania, son considerados como bárbaras. La misma Tesalia se convierte en tierra bastante extraña para los helenos, aunque se siga manteniendo la unión en las formas externas, y Macedonia sale de su órbita en el momento en que allí se instala una dinastía heracleotemenídica.�71

Estos movimientos tienen lugar entre el siglo VIII y el siglo VI a.C. El autor realiza

una breve comparación de este proceso con el proceso de conquista cartaginés, el cual

era casi paralelo y con mucha más fuerzas debido al poder económico y territorial. No

obstante, la naturaleza de estas conquistas eran depredadoras y coaccionantes de

cualquier libertad. En el caso del imperio cartaginés no se puede hablar del

establecimiento de colonias como lo hizo Grecia, donde cada polis adquiría la libertad

del comercio, la libre circulación y en cierta forma la administración de sus recursos. En

las colonias cartaginéses se respira un odio contra la ciudad madre, producto de las

represivas medidas; en las colonias griegas la autonomía era tal que incluso las

colonias tenían la posibilidad de elevarse tan altas como la metrópoli. He aquí el

70Carios. Leleges y pelasgos son las tribus que hacián vida en esta zona.71Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 91.

58secreto del éxito cultural e histórico alcanzado por las poleis griegas a diferencia de las

fundaciones cartaginenses.72

El proceso de colonización era fuertemente influido73por los designios del

oráculo, lo cual daba lugar a cierto respeto entre las poleis vecinas, ya que ambas

respondían al mismo principio. Será tratado más adelante el papel del oráculo en casi

todas las decisiones importantes del Estado, sin embargo, referiremos aquí una cita del

autor que deja claro el efecto de esta característica en los procesos de colonización.

�El fenómeno más notable consiste en el hecho de que las colonias no se estorbasen apenas unas a otras, habiendo paz entre colonias vecinas durante un tiempo relativamente largo, respetando una ciudad fundadora las tareas de la otra y hasta sus �caminos en el mar�, llegando al extremo de que en el golfo de Tarento se dejaron ciertas distancias entre una ciudad fundada y otra, explicándose tan sólo por la dirección suprema común del Apolo de Delfos (para Mileto, quizá del Apolo de Mileto). Ninguna colonización se emprendió sin plena consulta o mandato del gran dios de las colonizaciones, del Apolo guiador, en cuyas aras en Naxos (En Sicilia) solían ofrendar los griegos sicanos, antes de salir para Delfos u Olimpia; ninguna colonia creía poder desarrollarse sin su protección. Por ello resulta que precisamente la colonización eleva el poder del oráculo a su punto culminante; colonias agradecidas le mandan más de una �cosecha áurea�, y su gente suele presentarse en las Píticas, como en todas las demás fiestas panhelénicas, con máximo esplendor. Esta conexión del oráculo con las colonizaciones supone unos conocimientos perfectos del mundo y de los pueblos por parte del sacerdocio délfico, siendo él, indudablemente, conocedor de un verdadero tesoro de noticias aportadas por toda clase de viajeros. Así estaban capacitados para encaminar las empresas por un rumbo provechoso, y para contribuir en la labor de evitar el desperdicio o la dispersión de fuerzas, haciendo lo posible

72Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 97.73Podríamos decir que hasta guiado.

59para servir de amigables componedores en discusiones entre la ciudad fundadora y sus fundaciones.�74

La fundación de la Ciudad Griega

Tal como sucedió en el renacimiento, la constitución de la ciudad griega es un

acto razonado y deliberado, no es producto de una necesidad básica sino de un instinto

de organización que ha sido desarrollado a lo largo de siglos y premeditado. Para

Burckhardt y para los pensadores de estos tiempos, cultura es sinónimo de civilización,

de allí la idea de que la constitución del Estado como una estructura de organización y

control sea considerado una obra de arte; es el momento cúspide de la civilización, es

la máxima expresión de la racionalidad humana que lo hace diferente del resto de los

animales y que crea el marco necesario para el desarrollo de todas sus

potencialidades. En este sentido, debemos mencionar que la apreciación del autor

coincide más con el planteamiento de Tomas Hobbes (1588�1689) que con la idea del

�buen salvaje� de Rousseau75 (1712-1788); para Burckhardt la idea de Rousseau de

caracterizar los preludios de la unidad política con un consenso contractual es algo

irreal y que nunca ha sido registrado como hecho histórico. La conformación del Estado

debió ser un momento agitado, y que evidentemente requirió de un consenso de

intereses, donde el individuo cedía su libertad a cambio de protección.

Según el basiliense, para la fundación de la ciudad griega se pudieron haber

tomado algunos rasgos de las ciudades fenicias. Años antes que aquellos, los fenicios

ya tenían en sus costas ciudades complejas, auténticas unidades políticas, con sus

constituciones y con mandatos que estaban condicionados por consejos, cuyos

74Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 104-105.75Lombardi, L. Rondón, C. (2006). El estudio del Estado y la Religión como fundamentos en la teoría de la historia de Jacobo Burckhardt. Trabajo de grado. Escuela de filosofía. Facultad de Humanidades y Educación. Universidad del Zulia.

60representantes seguramente eran las cabezas de las principales familias. Así mismo,

estas ciudades ya constituían colonias fuera de su territorio como expansión clara de la

ciudad matriz.76 Algo que caracteriza a la estirpe griega es ese temperamento dinámico,

vehemente y con facilidad de movilización que se ve desde sus inicios y que

seguramente influyó en la constitución de sus ciudades.

La constitución de la polis griega pasó por un proceso de sinoiquismo77 que era

necesario para constituir un poder central y protegerse de los intereses ajenos. Es

normal que en los tiempos pre-Atenas las aldeas y las poblaciones se encontraran más

dispersas, y a través de costumbres y tradiciones comunes se constituyen en un núcleo

de confianza para crear la ciudad, unidad política con derechos y obligaciones

comunes. La constitución de estas ciudades, a pesar de ser actos consensuados y

premeditados, muchas veces se realizan a la fuerza, por poderes locales que se

imponen y alertan sobre una necesidad urgente. El autor también se refiere como

elemento constitutivo de esta situación a las invasiones dóricas. Este modo de constituir

las ciudades será determinante para el alto nivel que alcanzará la cultura griega.

Así mismo, no debemos olvidar el papel de las creencias en la constitución de

las ciudades. Escuchemos las palabras de Fustel en relación al papel de la religión en

estos procesos.

�Es necesario pensar en la excesiva dificultad que para las sociedades primitivas implicaba el fundar sociedades regulares. No es fácil establecer un lazo social entre seres humanos que son tan diversos, tan libres, tan inconstantes. Para darle reglas comunes, para instituir el mando y hacerles aceptar la obediencia, para subordinar la pasión a

76El desarrollo de esta idea lo ejecuta Burckhardt en la pág. 82 de La Historia de la Cultura Griega. Tomo IV.77El Sinoiquismo se llamó en la antigua Grecia al proceso mediante el cual dos o más aldeas se unían para constituir un núcleo común, una unidad política. Más adelante se tomó el término para denominar birreligiosidad o interreligiosidad, así lo acuñó Gunter Lanczkowski en 1971, en su libro: Die Religionen der Azteken Maya und Inka. Ediciones Germánicas. Publicado por: Wissenschaftliche Buchgesellschaft

61la razón y la razón individual a la razón pública, seguramente se necesita algo más fuerte que la fuerza material, más respetable que el interés, más seguro que una teoría filosófica, más inmutable que una convención, algo que se halle igualmente en el fondo de todos los corazones y que en ellos mande con imperio. Este algo es una creencia. Nada hay de más poderío en el alma. Una creencia es la obra de nuestro espíritu, pero no somos libres para modificarla a nuestro gusto. Ella es nuestra creación, pero no lo sabemos. Es humana y la creemos un dios. Es el efecto de nuestro poder y es más fuerte que nosotros. Está en nosotros, no nos deja, nos habla en todos los momentos. Si nos ordena obedecer, obedecemos; si nos prescribe deberes, nos sometemos. El hombre puede domar a la naturaleza, pero está esclavizado a su pensamiento.�78

Estos elementos fundacionales, que no son propios ni exclusivos de los griegos,

también se vieron al final de la Edad Media con la constitución de Coni y Chivaso, dos

ciudades que surgieron producto de la unión de varias villas que buscaban fortificarse,

esto sucedió cuando Milán se encontraba a la cabeza del movimiento güelfo a finales

del siglo XII79. De manera que se puede alertar esta semejanza en dos de las épocas

más estudiadas por el historiador suizo.

Ya dijimos en párrafos anteriores que el establecimiento de estas ciudades

fortificadas surge como representación de orden, organización de las fuerzas laborales,

deberes y derechos comunes, y otros tantos elementos propios de la civilización. Es

una negación a la barbarie y a los estados primitivos del hombre, lo cual no quiere decir

que posterior a la fundación de las ciudades hayan desaparecido todas las atrocidades

propias de las naturalezas inferiores, no obstante, no se puede negar que fueron pasos

adelante hacia el progreso de las sociedades modernas.

78 Fustel De Coulanges, N. D. (1971). La ciudad antigua. Barcelona, España: Iberia. Pág. 168.79 Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 95.

62�La formación de una polis es el acontecimiento más grande y decisivo de la vida de un pueblo. El género de vida, aun allí donde se continúa cultivando la campiña, se cambia de rural en ciudadano; hasta ahora habían sido �agricultores�; ahora que viven todos juntos serán �políticos�. La trascendencia del cambio se refleja en las leyendas sobre la fundación de la ciudad y sobre su salvación de grandes peligros. La ciudad sentía sus orígenes como algo lleno de sacrificios, amparados por signos divinos y revestidos, por tanto, de una justificación absoluta. Ya la condición previa de toda fundación, el agua potable, que acaso habría de recoger de una única fuente lejana, no se podía lograr sino en lucha contra una potencia tenebrosa. Cadmo mata al dragón de Ares, que guardaba la fuente que luego perteneció a Tebas. En muchas ciudades encontramos en el ágora, en el períbolo de un templo o en otro lugar señalado, el sepulcro de un hombre que en tiempos remotos, o en los mismos tiempos míticos, había dado su vida por el nacimiento o la conservación de la ciudad, voluntaria o involuntariamente, casi siempre con intervención del oráculo. Porque todo lo que ha de prosperar enérgicamente sobre la tierra tiene que pagar su tributo a potencias subterráneas.80

Todo esto viene a la reflexión debido a que uno de los principales castigos

cuando estas ciudades caían frente a los ataques de los enemigos, era disolver la

ciudad y devolver a los individuos a sus organizaciones tribales y aldeanas. Tal cosa

sucedió cuando el Rey Agesípolis, al frente del ejercito espartano tomó la ciudad de

Mantínea en el año 367 A.C., obligando luego a sus habitantes a dispersarse y

conformando entonces cuatro ciudades más pequeñas.81

La formación de las ciudades era a todas luces superior a la de cualquier aldea,

algunas estructuras fundamentales se encontraban en cualquier ciudad formalmente

80Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 96.81http://es.wikipedia.org/wiki/Agesipolis_I

63constituida: el pritaneo82, el tribunal, el buleuterio83, y luego también el gimnasio y el

teatro. Quizá el sitio de encuentro más importante de estas ciudades fue el ágora, lo

cual difícilmente puede encerrase bajo la traducción de �plaza�. El ágora era mucho

más que eso, identificaba la ciudad y constituía prácticamente el corazón de ella. En

muchas ocasiones estuvo relacionado el término ágora con la �asamblea�; más que un

lugar físico es un lugar de reuniones, el lugar de la asamblea. Así mismo, imaginamos

las grandes conversaciones que tuvieron lugar en estos recintos, conversaciones que

no podríamos descartar al tratarse de la cultura griega y de sus capacidades retóricas.

Obviamente confluían en ella otros elementos de igual importancia, como el comercio y

la artesanía; además, muchas de las edificaciones públicas se construían alrededor de

ésta.

Así como existen diferencias significativas en la constitución de la polis griega en

relación a las ciudades republicanas de la Edad Media, también existen diferencias

entre la constitución de las poleis griegas con respecto a los estados modernos. Sin

embargo, hay más similitudes en la polis griega y los estados modernos que en

aquellas con respecto a las ciudades medievales; esto quizá por las características

típicas de cualquier teocracia donde el florecimiento de las instituciones importantes

estaban supeditadas a la iglesia y quedaban suscritas al control de estas. Para el

basiliense, los estados modernos son un reclamo del individuo, una reivindicación de lo

individual, y por eso, el individuo lo postula, tal como él lo necesita.84 En cierta forma,

aunque quizá desde una perspectiva maniqueísta que por naturaleza no es del todo

verdadera, se podría decir que los estados modernos surgen por la necesidad del

individuo, y su función la cual es básicamente la seguridad entre otras cosas, consiste

en crear las condiciones necesarias para que el individuo desarrolle todas sus

82Quizá era la edificación más importante de la ciudad, donde se reunía el poder público, magistrados y hasta los ganadores de los juegos olímpicos.83A diferencia del Pritaneo, en el Buleuterio se reúne el consejo municipal.84Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 106.

64potencialidades; por lo que está claramente establecido que el Estado surge para el

individuo. En la polis griega, muchas de estas cosas son así, pero hay una

sobrestimación del Estado a tal punto que prácticamente es el individuo el que vive por

él. A propósito de esto, Burckhardt sigue a Aristóteles: �La ciudad es evidentemente

anterior por naturaleza a la familia y al individuo, puesto que el todo es necesariamente

anterior a la parte�85.

Y lo explica de esta manera:

�No se trata de preferir lo general a lo individual, sino lo permanente a lo momentáneo y pasajero. De los individuos se exige la entrega de su vida en todo instante, y no sólo en campaña y por momentos, porque al todo le debe lo que es; hasta la garantía de su existencia, de la que no disfruta sino el ciudadano y solamente dentro de la ciudad o hasta donde llega la influencia de ella. La polis es un producto natural de orden superior; ha nacido para hacer posible la vida, pero, una vez existente, perdura para que se viva una vida más justa y dichosa, noble; a poder ser, perfecta. El ciudadano es el que participa en el gobernar y en el ser gobernado; lo primero se circunscribe todavía más como participación en tribunales y cargos públicos. Toda la capacidad y virtudes del ciudadano no cobran realidad sino alrededor del Estado; todo el espíritu griego y su cultura guardan la relación más estrecha con la polis, y las aportaciones más brillantes del arte y de la poesía en el Siglo de Oro son manifestaciones públicas del arte.�86

El hombre griego siente desde siempre una especial vocación por su madre

patria, así lo expresa Homero en sus himnos patrióticos y Esquilo en sus poemas. Esto

quizá se explica por las múltiples necesidades que atraviesa el hombre en su estado

85Aristóteles. (1963). Obras filosóficas. Estados Unidos: Cumbre. Pág. 262.86Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 106-107.

65natural, y las cuales encuentran alivio una vez que forma parte de una unidad política.

Así mismo, la cantidad de guerras a las que se encuentran sometidos durante tantos

años, y con la cuales desarrollan un particular respecto por sus tierras, hace que haya

una relación casi patológica del individuo con la ciudad. Así mismo, y tal como se

explicó en párrafos anteriores, la fundación de las ciudades siempre está atada a

grandes hombres y a grandes sacrificios, bien sea humanos o divinos; esto también ha

servido para fortificar la relación que tratamos de aclarar. No sabemos si precisamente

son los mitos los que crean esta figura del hombre que se entrega en cuerpo y alma a

la constitución y preservación de la ciudad, o más bien es esa actitud patriótica la que

da vida a las leyendas y mitos; probablemente sea una cuestión dialéctica, donde los

mitos, creados en base a algún suceso verídico pero con toda la sazón mágica y

supersticiosa, inspiran luego actitudes heroicas por parte de los hombres políticos o los

hombres de guerra. Una cita que tenemos referida en la página anterior es muy

ilustrativa al respecto87; no obstante, lo que concierne al mito debe ser tratado en otro

apartado.

Este acto de voluntad pura, de plena racionalidad, hace que la polis griega

alcance un orden superior y se diferencie de la ciudad-república de los fenicios, con los

que fue inicialmente comparado.

La polis griega controla celosamente cada aspecto del individuo, sus bienes, su

formación y hasta su religión, la cual guarda íntima relación con la ciudad desde sus

orígenes, y ésta última se preocupaba por su preservación. El culto griego se debate

entre dos devociones, la devoción a la polis lo cual es casi una religión, y la religión

propiamente adoptada. La polis, en cuanto idea, es el nomos, y sus instituciones son la

manifestación material de este nomos que refleja las leyes y su constitución. Sus

máximos representantes son los legisladores y regentes de la ciudad.

87 La cita aludida es la número 78 del presente trabajo.

66La Democracia en Atenas

En un análisis lleno de conjeturas muy bien fundamentadas el autor nos pasea

por toda la historia de la Grecia clásica; es muy difícil ubicarse en un año específico del

acontecimiento que explica, ya que, entre tantos ejemplos, y después de haber

revelado sus intenciones anticronistas, pasa de la guerra del Peloponeso (431-404 a.C)

a la batalla de Mantinea (362 a.C.) y así se mueve saltando décadas, siglos y

regresando. Algo que también delata esta particular manera de estudiar las

civilizaciones es que, al detallar los índices de los principales textos del autor, bien sea

los que fueron concebidos para ser publicados como libros o los que fueron recopilados

postumamente producto de sus clases y conferencias, en todos ellos se observa una

organización de la lectura que nunca es cronológica sino que la definen los rasgos más

significativos de una civilización. En el caso de La Historia de la Cultura Griega, en sus

cinco tomos, vemos capítulos bajo los siguientes títulos: La esclavitud, El hombre libre,

La democracia en Atenas, La poesía, Las fuentes, La tiranía, entre otras. Esto coincide

con la visión que hemos forjado del autor como un historiador asistemático, que no

pretende establecer ninguna teoría en concreto sino que busca dar orientaciones, o

como bien titulan uno de sus libros, �reflexiones� sobre lo que para él significa la

historia.

Para el basiliense, cuando se piensa en política, de manera deliberada, razonada

y con experiencia sobre los acontecimientos históricos más importantes en ésta área,

se debería coincidir como aspecto común en la �igualdad de los ciudadanos�88. Así se

refiere Burckhardt a los procesos que anteceden la fundación de colonias griegas. No

los describe como hechos violentos, sino con participación de todas las fuerzas, y

donde uno de los primeros elementos que se tomaban en cuenta era la redacción de

88Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 278.

67leyes, constituciones y documentos que en cierta forma permitieran regir el

comportamiento del ciudadano. Estas leyes fueron producto de actos libres, nacen

gracias a la voluntad poderosa y admirable de un grupo de individuos. Es el rasgo más

esencial de la civilización, más allá de la conformación del Estado o la ciudad-estado,

ya que lo precede y lo constituye.

Al hablar sobre la democracia en Atenas es una referencia obligatoria la

presencia de Clístenes (570 a.C al 507 a.C) y cómo fue una figura fundamental para el

futuro de la democracia ateniense. Clístenes, quien ya había vivido como arconte bajo

la tiranía de Hipias (X � 490 a.C.), promueve una profunda reformulación política para

establecer la igualdad de los derechos civiles y políticos entre los ciudadanos

atenienses. De esta manera incorpora el concepto de isonomía el cual precisamente

define la igualdad de todos los ciudadanos frente a la ley. Este concepto fue adoptado

posteriormente como el eslabón entre la Época Arcaica y la Época Clásica de Grecia.

Así mismo, creó la institución del ostracismo para evitar el retorno de la tiranía; por esta

ley se condenó a Hiparco, más tarde a Megacles V, Jantipo (padre de Pericles) y en el

482 a.C., a Arístides. Para la aplicación de esta Ley primero se pasaba por la

asamblea y luego a través de una votación pública. En los capítulos que aborda el

historiador suizo sobre los inicios de la democracia griega nombra también a Solón (638

a.C.�558 a.C.) reformador y legislador griego anterior a Clístenes y quien también

marcó las bases para la futura democracia; Aunque el autor lo aborda con relativa

superficialidad se puede decir que sus aportes a través de la Constitución del 594 a.C.

y la reformulaciones políticas con la incorporación del sistema censitario89 y la

reestructuración de la figura del areópago, fueron fundamentales para la gestación del

pensamiento democrático. En este punto hay que decir, que la altura alcanzada por

Atenas en el siglo VI, no sólo por su democracia, sino por todos sus elementos

89El sistema Censitario fue una de las reformas incorporadas por Solón en el Siglo VI, con esta se pretendió separar los derechos políticos basados en el linaje del individuo, dando lugar a una mayor cuota de poder político para los estratos medios.http://es.wikipedia.org/wiki/Sol%C3%B3n

68culturales, no tiene comparación en ninguna época histórica, salvo que nos remitamos

a la Florencia del Renacimiento. El papel de Atenas durante este siglo como centro

social no es alcanzado por ninguna nación en la historia humana. El autor refiere esta

importancia en la página 257 del Tomo IV de su Historia sobre la Cultura Griega.

�Parece como si la naturaleza hubiera acumulado durante siglos todas sus fuerzas para gastarlas aquí, y Atenas ocupa en lo social una posición análoga a la de Florencia en el renacimiento, única que puede ofrecerse como paralela de la historia; es decir: una ciudad que quiere realizar y realiza lo más alto de lo que también quiere y anhela toda una nación, modo de cómo tal vez en un hijo de familia se presentan todas las cualidades específicas de ésta con mayor acentuación. Después habrá que buscar en Atenas toda la helenidad libre, sus ambientes y sus destinos; el heleno, respecto a la civilización, conoce a esta ciudad como su órgano principal.�90

El poder que tuvo la polis sobre la vida de los ciudadanos hacía que la

conciencia política de cada uno, pobres y ricos, fuera muy desarrollada en relación a los

problemas que aquejaban al pueblo ateniense. Dadas estas condiciones, y luego de las

reformulaciones de Clístenes, era imposible concebir en Atenas otra forma de gobierno

que no fuera con la participación de todos. �Nunca supieron los griegos aunar la

igualdad de los ciudadanos con la desigualdad política� dice Burckhardt en uno de los

capítulos de su libro La Historia de la Cultura Griega.91

Para representar el esplendor de la cultura democrática ateniense hay que citar

el conocido pasaje de Tucídides quien pone en boca de Pericles las siguientes palabras

a propósito de los caídos en la guerra del Peloponeso.

90Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 257-258.91Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 282.

69�Nuestro régimen político es la democracia, y se llama así porque busca la utilidad del mayor número y no la ventaja de algunos. Todos somos iguales ante la ley, y cuando la república otorga honores lo hace para recompensar virtudes y no para consagrar el privilegio. Todos somos llamados a exponer nuestras opiniones sobre los asuntos públicos. Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres; ninguna ley prohíbe la entrada en ellas a los extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones ni de nuestros espectáculos; nada hay en Atenas oculto, y se permite a todos que vean y aprendan en ella lo bien que les pareciere. Confiamos para vencer en nuestro valor y en nuestra inteligencia. Tenemos el culto de lo bello y cultivamos la filosofía, sin que eso debilite nuestro carácter. Si poseemos riquezas no es para guardarlas ociosas ni para envanecernos de su posesión, sino para emplearlas productivamente. Pera nadie es vergonzoso entre nosotros confesar que es pobre; lo que sí es vergonzoso es no tratar de salir de la pobreza por medio del trabajo. Todos los ciudadanos, incluso los que se dedican a los trabajos manuales, toman parte en la vida pública; y si hay alguno que se desinteresa de ella se le considera como hombre inútil e indigno de toda consideración. Examinamos detenidamente los negocios públicos porque no creemos que el razonamiento perjudique a la acción; lo que sí creemos perjudicial para la patria es no instruirnos previamente por el estudio de lo que debemos ejecutar.92�

Ya hemos visto el recelo con que el autor escruta la fuente, en el caso de este

discurso de Pericles, cuya vigencia es impresionante, Burckhardt lo resuelve con las

siguientes palabras: �semejante optimismo, visto con la perspectiva de unos milenios,

nos parece tanto más errado cuando se nos presenta con apariencias discretas e

inteligentes.�93

92Lombardi, A. (2008). La democracia en Venezuela. Maracaibo, Venezuela: Universidad Católica Cecilio

Acosta. Pág. 11.

93Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 288.

70No obstante, no le caben dudas sobre el esplendor alcanzado por el espíritu

griego de entonces.

Aplicando la ley del ostracismo suprimían cualquier intento del individuo por

tratar de sobresalir o de adquirir algún papel protagónico en el juego político del

momento. Este ostracismo luego cobró una mala opinión, y fue visto más como una

herramienta en manos de la envidia y la mediocridad; así lo denunció Plutarco a

propósito de la expulsión de Arístides. Entre los castigos propios del ostracismo

contaba el destierro de 5 a 10 años, lo cual era una de las peores penas, tanto como la

muerte, ya que ser ciudadano y pertenecer a la polis griega era una de las cosas más

dignas y honorables, por lo que además de los peligros que implicaba estar fuera de la

ciudad la deshonra que causaba era igual o tan indeseable como la muerte. Los efectos

del ostracismo pronto fueron reemplazados por la atimia la cual ya no implicaba el

destierro o la expulsión de la ciudad sino el fin de las funciones públicas que le

correspondían como ciudadano, en pocas palabras, se le negaba el acceso a la

asamblea, a los tribunales y a la práctica de la religión, lo cual no era menos malo.

Burckhardt dedica sendas páginas del Tomo I de su libro dedicado a Grecia a este

respecto, aparentemente vio en este rasgo algo predominantemente característico de la

cultura de entonces94. Estos hechos fueron registrados por los historiadores de la

época, quienes de manera inevitable daban su punto de vista a favor o en contra. A

propósito de esto leamos en Jenofonte quien, a pesar de diferir ideológicamente con la

república ateniense (y a favor de Esparta) deja saber su opinión sobre la votación y del

acceso a los cargos por parte del pueblo.

�Diré primeramente que es justo favorecer a los pobres y al pueblo en general del detrimento de los nobles y los ricos, porque es el pueblo el que da los hombres para la Marina y

94A pesar del entusiasmo con que inicia el abordaje de la ciudad antigua, en algunas secciones parece que dedicara más tiempo a reflexionar sobre sus defectos que sobre las cosas que destacaron loablemente.

71constituye la fuerza de Atenas. Los pilotos que rigen la popa y los que tienen a su cargo la proa, los inspectores de remeros, los pentecónteras y los constructores de bajales, son los que hacen floreciente al Estado, mucho más que los nobles y los ciudadanos aislados. En consecuencia, justo es que participen indistintamente de los cargos que dependen de la suerte o de una elección, y tengan derecho a hablar de ellos cuando lo juzguen conveniente.�95

Para la identificación de estos casos, muchas veces el Estado contaba con la

ayuda de los sicofantas, personajes poco queridos cuya misión era mantener al tanto a

la asamblea, y posteriormente a los jueces, sobre las ilegalidades en las que

eventualmente incurría algún ciudadano, preferiblemente con cierto renombre. Esto no

sólo aplicaba para las acusaciones de atimia, sino también para delitos relacionados al

comercio como la exportación ilegal de higos. Los sicofantas eran meros soplones,

delatores, informantes de cualquier irregularidad que transcurriera a espaldas de los

regentes. El proceso de acusación no era tan sencillo, ya que, de demostrarse lo

contrario a lo sostenido por el sicofanta (difamación), éste debía pagar grandes multas

al Estado. Para estos oficios se constituyeron verdaderas empresas de espionaje, como

la de los Aqueménidas y los Dionisios. La civilización ateniense desarrolló una paranoia

con relación a los gobiernos opuestos a la democracia: aristocracias, oligarquías,

timocracias, entre otras; tanto así, que poco a poco se fueron desterrando a las

personas reconocidas que pretendían forjar una opinión sobre el destino político de la

ciudad, fueron expulsados o asesinados ricos, aristócratas y hasta descendientes de

nobles.

�Como principio cardinal de la política, no rige ahora la tradición, ni tan siquiera la religión que podía servir para consolidar aquella, sino el de la utilidad pública, que

95Jenofonte. (1965). Historia griega. Las helénicas. Las rentas del Ática. Barcelona, España: Iberia. Pág.

285.

72necesariamente es mudable, o, por lo menos, concebida así; ahora la utilidad pública se identifica con la igualdad de todos. El gran instrumento de gobierno, la fuente, no sólo de las medidas particulares, sino de todo el derecho, el soberano, en fin, es el voto general, que funciona en la realidad con las andaderas de los demagogos (politicians). Y esto es lo que va invadiendo todo lo que antes fue santo: los dioses de la Polis, el suelo consagrado, los sepulcros de los antepasados, toda la vieja sociedad y sus bienes. El alma de cada cual tenía que decidir si reconocía o no el nuevo estado de cosas. El desvío manifiesto se dio en muchos; el encubierto, en los más de los que tenían algo que perder. Los �demócratas�, por su parte, �aman� su ciudad en la medida en que es una democracia, y no se preocupan de las antiguallas. En los dos campos se extendería la esperanza de apoderarse del poder con auxilio extranjero. Habrá una conexión visible entre las guerras entre la Polis y los cambios políticos de las mismas.�96

Finalmente, toda esta situación desencadenó en una desvirtuación o

degradación de los derechos adquiridos por los hombres libres, entre los que contaban

pobres y ricos. Los pobres, quienes se hicieron conscientes de lo que podían hacer con

su participación política, vendieron sus votos a favor de sus intereses económicos; la

justicia abandonó las asambleas populares en las que las revueltas y discusiones más

intensas tomaron su lugar, las expropiaciones, destierros y anulaciones de deudas se

hicieron arbitrarias pero legítimas ya que contaban con mayoría de los votos, estas

luchas sociales propiciaron la incorporación de honorarios por la participación de los

ciudadanos en los deberes políticos asignados, tales como participación en la asamblea

y en los tribunales.

Producto de estos comportamientos que sacuden a Atenas, y en los cuales

influyeron fundamentalmente los destierros y expulsiones, se dan movilizaciones

masivas por todo el Mar Mediterráneo y se fundan colonias de las ciudades-estado

96Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 331.

73principales. Debemos recordar el crisol de razas que constituyen al pueblo griego,

condición vital y natural que los mueve y les facilita la migración de sus costumbres,

tradiciones y cultura. Ese sinoiquismo que explicamos en párrafos anteriores con el

constante flujo y fusión de tribus indo-europeas, se revive con la conquista de nuevos

puertos y territorios. Uno de los ejemplos más representativos lo vemos en Focea,

región griega del Asia Menor, ubicada en la actual Turquía. Los focenses, habitantes de

Focea, huyendo de la dominación persa, navegan los mares y dan a conocer a los

griegos el Adria, la Tirrenia, la Galia, Iberia y otras regiones. Los ciudadanos de la polis

griega estaban claros que su ciudadanía no la hacían sus edificaciones, ni sus

monumentos; sino el coraje y la voluntad de la raza por dominar racionalmente el

mundo y la naturaleza, sus tendencias innatas a la organización y el orden, la

civilización no era material sino también cultural. La repugnancia por cualquier dominio

extranjero y la facilidad de desplazamiento impulsaban la necesidad de ampliar la

ecúmene griega.

�Estas poblaciones urbanas de Grecia resisten avatares que para las ciudades modernas significarían su disolución inmediata, por la sencilla razón de que estas últimas no son en realidad más que poblaciones y no cuerpos políticos o ciudadanías en el sentido antiguo. Los mismos ejércitos se resuelven a organizarse en ciudades lejanas cuando no hay otro remedio. Cuando la expedición de los atenienses a Sicilia, Nicia pudo dirigirse a sus huestes, luego del desgraciado encuentro en el puerto, y antes de emprender la marcha hacia el interior decirles: �Pensad que podéis convertiros en una ciudad inmediatamente, en cualquier sitio que acampéis�. También en la Anábasis los griegos se sentían como comunidad de campamento a pesar de su abigarrada procedencia, y Jenofonte estuvo a punto de fundar con ellos la ciudad a orillas del Ponto. Por muy lejos que se encuentre un núcleo de población expulsado en masa, luego de años y años puede volver a las patria, como ocurre con los plateos recogidos en Atenas luego de la paz de Antálcidas, y como los tebanos vuelven a expulsarlos,

74son reconducidos a su ciudad treinta y seis años después (luego de la batalla de Queronea) por el Rey Filipo. Pero el ejemplo más grande de estas reintegraciones de poblaciones es el que nos ofrece toda una estirpe que parece haber despertado en el destierro el sentimiento político de ciudad. Los mesenios, que es el pueblo al que nos referimos, se hallaban esparcidos por el mundo después de la primera guerra de Mesenia; luego de la tercera (456 a. de C), y por indicación del oráculo de Delfos, se deja la retirada abierta a un grupo de ellos, que se mantendrá en el extranjero cerca de cien años, y antes de la guerra había vivido ya no menos de doscientos en forma bastante parecida a los ilotas. La fama de Tebas les atrae desde todos los rincones del mundo, y fundan su Estado, cuya capital será Nueva Mesenia.�97

Más allá de la expansión de la polis griega, su decadencia social se intensifica, y

Burckhardt lamenta el asesinato de hombres célebres, la aniquilación de familias

completas, el exilio y el destierro de tantos. Daños irreparables que a pesar del

imparable auge de la cultura helénica hubiesen podido aportar grandes cosas a la

humanidad. A lo griegos le debemos el futuro dice el historiador, ¿Qué hubiese sido de

la cultura occidental si los griegos no hubiesen parado el avance de los persas? Se

pregunta el autor. La valoración absoluta de la polis como unidad política, cultural,

económica y social no trajo sólo beneficios para el ciudadano de entonces; la

exacerbación del individualismo, tal como lo vimos en la visión de Burckhardt sobre

algunas etapas del renacimiento; hizo que el hombre abandonara los intereses públicos

por los apetitos y deseos propios. El hecho de que la verdadera religión del pueblo

ateniense fuera la polis hace que las luchas internas por los cargos de poder sean

equiparables a las guerras religiosas; operan como dogmas irracionales, sin lugar a

diálogo y con la intención de negar al otro.

97Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 354-355.

75Estas pugnas entre ciudadanos por echar manos de un buen cargo o de una

buena comisión se maximiza cuando estudiamos la relación entre las distintas

ciudades. Fuertes luchas se dan entre las diferentes polis griegas, donde el ambiente

normal que reinaba entre dos Estados es casi siempre la enemistad. Esta situación se

hace más intensa a medida que nos acercamos al siglo III y el avance de los romanos

ejerce presión sobre el mundo mediterráneo. La unidad política griega entraba en juego

cuando se siente la amenaza de potencias extranjeras, como el caso de Persia. Más

allá de eso, la libre circulación entre ciudades pugnantes estaba permitida, las fiestas,

el culto a los dioses, la devoción y obediencia por los oráculos son símbolos que

despertaban un gran sentimiento de hermandad. Así mismo, las fiestas, las treguas de

Olimpia y otras celebraciones eran motivos que propiciaban la relación entre polis.

Además de estos elementos materiales y espirituales no se puede olvidar el origen

común de la raza, sus mitos y leyendas tan propias y que aún permanecen en el

espíritu del ciudadano de la polis.

�Si no reconocemos la unidad de la nación griega en la conducta de las ciudades entre sí, habrá que buscarla en la religión común. No cabe duda que, en su calidad de elemento cultural de primer orden, correspondió a la religión una fuerza unificadora; era portadora de un mundo de visiones poderosas de las que participaba todo el pueblo. A esto se añaden los grandes santuarios, las fiestas y los oráculos comunes, donde se daban algunas veces citas los helenos de la Hélade y de las colonias en las grandes fiestas religiosas y cobraban conciencia de �cuan grande era la nación�; esos lugares aparecían como una Grecia excelsa. Además, a las grandes fiesta se unía una tregua de Dios y, algunas veces, con ocasión semejante, se dejaba en suspenso una batalla. Las treguas de Olimpia, la neutralidad sagrada de Elis, tienen su historia propia. Pero las verdaderas guerras no fueron impedidas por esas fiestas y apenas si interrumpidas; desde tiempos inmemoriales no se puede prescindir de la comunidad de los sacrificios, las

76luchas deportivas y los mercados, y sin las fiestas olímpicas no hubiese habido orden en la cronología, porque perduraban las cronologías locales, con sus años y meses propios. El Apolo de Delfos aconsejó a veces la guerra entre griegos, y el lugar del oráculo se hallaba bien surtido de testimonios del odio recíproco. Como que la religión griega, por su misma naturaleza, no podía en modo alguno constituir el nexo propio de la nación; en su punto más vital, como religión cada polis, de sus templos y de sus sepulcros, aumentaba más bien la potencia del odio entre ciudades; sus dioses luchan entre sí reflejando el desasosiego de la vida griega; por otra parte, los politeísmos tienden fácilmente a la fusión y no separan sus pueblos de los demás. En cuanto la creencia griega se asoma fuera, siéntese emparentada con todas las demás religiones politeístas y establece, por ejemplo, una estrecha relación con el mundo, tan extraño, de los dioses egipcios. Mucho más que la religión, el mito heroico, a través de su espléndido órgano, la poesía épica, entrelaza al pueblo entero porque constituye su patrimonio común. Las floraciones más diversas concurren en este bosque maravilloso de la leyenda, pero poco importa desde el momento en que el mito épico se convierte en el gran espejo de la nación, de sus sentimientos, pensamientos y empresas. Es posible que los rasgos principales de la leyenda de Edipo, Agamenón, etc., se encuentren también en otros pueblos; pero todo este elemento legendario común aparece aquí ricamente elaborado en una versión enteramente griega. Pero el mito encontraba también una aplicación inmediata sobre la unidad misma del pueblo griego, porque sus héroes contaban, de entre el cúmulo de sus hazañas, con empresas comunes que representan ya una Grecia unitaria ideal. En los Argonautas, en la cacería caledónica, los héroes que nos presenta la leyenda pertenecen a determinadas regiones, pero en las elaboraciones posteriores los héroes proceden de todas las estirpes y de héroes: la marcha contra Troya. Tucídides la considera, con toda seriedad, como la primera gran empresa panhelénica, hazaña de toda la nación. Y del mismo modo que los héroes son las primeras celebridades, Homero, su heraldo, es el primer valor espiritual de aceptación general y se convierte, reconocidamente, en el

77medio principal de educación de la juventud. Con él el mundo griego cobra verdadera unidad; se es griego en la medida en que vive en uno el recuerdo de los héroes; el enlace con los bordes geográficos (el Asia Menor meridional, la Magna Grecia, etc.) se establece principalmente a través de las navegaciones errabundas de los que regresan de Troya; Diómedes llega a ser señor del mar Adriático: Aquiles, del Ponto; a Heracles le pertenecen, desde hace tiempo, todas las costas del Mediterráneo, sin perjuicio de apropiarse un dios solar de los fenicios como hijo de Zeus y Alcmene. También los viejos parientes de occidente, los ítalos, fueron asumidos por la belleza de la leyenda heroica griega y hasta los romanos etruscos vibraron intensamente con el roce alado del arte griego y acaso también de su poesía.�98

Tan comunes y unificadores fueron estos mitos e historias como su más preciado

tesoro; la lengua, el griego es el elemento más determinante de la cultura helénica, un

lenguaje épico surgido de muchas lenguas primitivas que diferencia al ciudadano de la

polis. Cuando el griego habla se hace distinto al resto del mundo.

La religión griega

Así como la lengua, la religión en la cultura antigua es uno de los elementos más

representativos de ella. Ya que, es difícil saber en qué momento se separa de la política

o en qué momento se relaciona con los medios de producción, la alimentación y hasta

el comercio. Los orígenes de las religiones antiguas son muy confusos, ya que, se

carece de poco material sobre la época. La historia de la Grecia antigua suele dividirse

en tres grandes etapas, la época oscura, la época arcaica y la época clásica. Los

orígenes de la religión griega tienen sus antecedentes incluso antes de la época oscura

cuando la civilización micénica que ocupaba el valle de Micenas ya hacía vida allí. En lo

98Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 396-398.

78que respecta a la religión, apenas heredamos como registro historiográfico la lista de

ofrendas y dioses, pero nada relacionado con las prácticas religiosas de dicha cultura.

No obstante, no está planteado en los textos de Burckhardt, ni mucho menos en este

trabajo, indagar sobre los orígenes religiosos de ninguna civilización; por lo que nos

concentraremos en tratar de captar el espíritu del momento y específicamente la visión

de nuestro autor con relación a este fenómeno.

Mas allá de las especulaciones de los dioses más primitivos adorados por los

griegos y sus antecesores, Zeus y Gea comienzan a estar presentes con mucha

antelación a las noticias que nos llegan sobre la religión; quizá no con la misma

importancia con la que luego se adoptaron, pero al menos figuraban en las leyendas

divinas.

El autor de La Historia de la Cultura Griega tratar de organizar la mirada sobre un

momento preliminar de la religión o del culto griego en dos etapas, la primera

influenciada, y si se quiere guiada, por las fuerzas de la naturaleza, incontrolables,

impredecibles, imponentes y terriblemente destructivas en algunos casos. En la

segunda etapa, posterior pero aún muy cercana a la primera, el hombre se apropia

internamente del razonamiento divino, animado épicamente99, con repercusiones

externas pero que derivan de su relación con un mundo superior.

En esa segunda etapa rige lo que el autor llama una teogonía poética o

poetización teogónica, simbolizada por Hesíodo y Homero, y es la que representa la

entrada del hombre en ese mundo superior; esto quiere decir, que si todas estas cosas

que ocurren trascienden mi inteligencia y mi poder de comprensión, pero al mismo

tiempo soy yo el espectador de lo que ocurre, me sustraigo del temor que generan esos

fenómenos desconocidos y que seguramente vienen de otro mundo y me encierro en

una fantasía donde la realidad con sus deidades y fenómenos me involucran

99Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 26.

79protagónicamente. Esta actitud es la que llevó, a través de hombres que debieron

resaltar por sus particulares capacidades intelectuales y creativas, a elaborar himnos y

ca ticos donde los dioses comenzaban a cobrar formas atropomórficas.�

Burckhardt secuestra temporalmente las palabras de Wilhelm Jordan100 para

explicar lo que representan espiritualmente estos cánticos épicos para los griegos, a

diferencia de otras culturas como la germana:

�En la leyenda divina de los germanos, el poeta que la va creando nunca se entrega por completo a la ilusión de su realidad. Por muy maravilloso que sea su sueño, la conciencia queda alerta y se da cuenta de que todo es obra suya, que no necesita tomarlo al pie de la letra, sino como expresión plástica de relaciones naturales y de imperativos morales; que, a pesar de toda la gravedad del asunto y de toda su seriedad, ejecuta con sus dioses y con sus héroes un juego libre y alegre.�101

Si analizamos detenidamente el comportamiento de estos dioses griegos vemos

muchas semejanzas con los dioses egipcios y de la cultura mesopotámica, incluso se

ve cómo comparten rasgos de ambas culturas, el dios justo y humano de los egipcios y

que al mismo tiempo puede ser errático y severo como los dioses en la cultura

mesopotámica.

�Apolo es el dios de la luz, pero al mismo tiempo el que envía las epidemias y la muerte repentina; mata con preferencia a la juventud desgraciada, como los hijos de Níobe y de Ifimedea; Artemisa es protectora de los animales, pero al mismo tiempo cazadora; Poseidón es el que sujeta la

100 Wilhelm Jordan (1819-1904), escritor y político alemán nacido en Prusia que trata el tema de la religión en varios de sus libros. En el caso de la cita específica, es tomada de su trabajo Epische Briefe (Cartas épicas) de 1876.101Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 31-32.

80tierra, pero al mismo tiempo el que la hace temblar con los terremotos.�102

A pesar de esto, el basiliense está claro cuando se refiere a la concepción de

destino en el sentido griego, de que éste no depende de los hombres y muchas veces

ni siquiera de los dioses. Alguna de las calamidades que estos dioses envían a los

hombres son explicadas por la «envidia», concepto que atraviesa la historia del mito

griego y que en cierta forma moldea la idea del pesimismo como actitud del ciudadano

común. Esto queda claro cuando analizamos el comportamiento de Apolo frente a

Eurito, o de Artemisa por Acteón. Éste y otros elementos que compartían los dioses con

los hombres son producto del antropomorfismo en el que eran concebidos. Volviendo al

tema del destino, Zeus, a pesar de su naturaleza, ve morir a su hijo Sarpedón, sin

poder hacer nada y Afrodita ve morir al querido Dafnis103; todos estos son designios de

un fatum que además de inevitable sigue siendo anónimo, en ninguna parte se

establece el origen de este destino o de quién depende. En innumerables ocasiones

encontramos en la mitología griega la palabra moira que precisamente hace alusión a

esa porción de destino que tiene que ver con cada ser, el concepto es muy parecido al

de parcas en la mitología romana.

En relación al papel de la religión como elemento base de la polis y su influencia

en todos los estadios de la política, hay que destacar cómo en los procesos de

colonización la religión era exportada a las nuevas poleis; con esto se quería mantener

un vínculo espiritual entre la ciudad matriz y su colonias. Al respecto Burckhardt dice lo

siguiente:

�Mientras que en la colonia, que tenía la tendencia de copiar la patria, pero sin recaer en sus defectos, se suprimen muchas cosas que eran propias de la patria, no cabe duda

102Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 47.103Este ejemplo es tomado de la pág. 44 de La Historia de la Cultura Griega. Tomo II.

81alguna que se trasplantaban sus santuarios. Sobre todo, se llevó del hogar de la ciudad en el Pritaneo del fuego que se mantenía durante todo el viaje, pretendiéndose con ello que la madre-la ciudad de origen- y la hija-la nueva fundación- tuviesen un alma común en secreto. También se llevaron figuras de dioses de formas idénticas (xoana) que las de la patria, así, por ejemplo, de los focenses una de la Artemisa Efésica; sacerdotes y videntes de viejas familias acompañaban a los emigrantes; las fiestas de la tribu fueron celebradas lejos de ella en la misma forma; a pesar de los peligros, celebró Masalia sus Antesterias (Floralias), y Metaponto, fundada desde Pilos, mantuvo el sacrificio de muerte para los neleidos. Así se nota en todas partes la voluntad de recordar la patria y estar ligada a ella por lazos míticos.�104

Sobre las celebraciones y fiestas religiosas

La forma del culto y las celebraciones que se llevaban cabo por motivo de los

dioses eran muy característicos del ethos griego. Estas fiestas fueron creciendo

internamente desde el culto hasta que cobraron una importancia tal que, prácticamente

se convirtieron en el centro del mismo; los coros, los exvotos105, el vino, las ropas y la

comida eran los objetos principales de la ceremonia, poco a poco fue pasando la

responsabilidad de estas fiestas de los templos a la polis, constituyéndose en

verdaderos actos públicos. Ejemplo de esto eran las dionisias106, en las cuales se

incluía la coregía que eran precisamente los servicios corales indispensables para

estas celebraciones y que regularmente eran patrocinados por los personajes más

acaudalados de la ciudad. En Atenas -dice, Burckhardt-, no solo había un

104Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 107.105Así se llama a las ofrendas que los gentiles hacen a los dioses, éstas podían consistir en variados tipos de objetos, desde figurillas de barro o metal, hasta alimentos. 106En Atenas, fiestas celebradas en homenaje al dios Dionisio.

82«administrador de la diosa de la ciudad» sino también un «administrador para los

demás dioses»107.

El culto a los héroes

Así como tenían lugar las ceremonias ofrendadas a los dioses, en Grecia

también había un profundo culto alrededor de sus héroes. Para iniciar este comentario

hay que resaltar algo, que además de curioso, es muy delatador del espíritu griego y de

su cultura; En este culto a los hombres se mezclan con facilidad seres mitológicos con

verdaderos próceres de la cultura griega como lo eran aquellos grandes guerreros

vencedores de batallas, defensores de la polis108. Así mismo, el concepto de héroe

padeció modificaciones a lo largo de la historia, éstas modificaciones también marcan

tenuemente el hilo conductor de la historia de la cultura griega.

�Cada ciudad tenía dioses que sólo a ella pertenecían, y que solían ser de la misma naturaleza que los de la primitiva religión de la familia. Como ellos, recibían el nombre de Lares, Penates, Genios, Demonios, Héroes; todos estos nombres eran almas humanas divinizadas por la muerte. Ya hemos visto que en la raza indoeuropea el hombre comenzó profesando el culto de la fuerza invisible e inmortal que sentía en sí. Estos Genios o estos Héroes eran la mayoría de las veces antepasados del pueblo. Los cuerpos se enterraban en la ciudad misma o en su territorio, y como,

107Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 244.108A propósito de los héroes, veamos un párrafo que el autor dedica a estos personajes, refiriéndose específicamente a Ulises en la Odisea. �La figura del héroe se levanta hasta el más alto interés, y hasta una fuerza mágica, sobre el oyente. En su carrera anterior era él entre muchos grandes; su carácter ya estaba marcado, más al lado de Aquiles, Agamenón, Ayax. Pero ahora se adelanta él de un modo realmente plástico del cuadro general, hasta convertirse en el individuo griego que conocemos mejor, junto a Sócrates. Es, por consiguiente, una de las dos figuras más conseguidas de la antigüedad, precisamente el ideal del griego, no en edad o posición determinada, sino el ideal en sí, y esto sin elementos fantásticos, corporalmente reunido en un compendio, completamente vivo y moviéndose.� Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 118-119.

83según las creencias que hemos mostrado precedentemente, el alma no abandona al cuerpo, resultaba que aquellos muertos divinos estaban apegados al suelo donde sus huesos estaban enterrados. Desde el fondo de sus tumbas velaban por la ciudad, protegían al país, y eran, en cierto sentido, sus jefes y sus dueños. Esta expresión de jefes del país aplicada a los muertos se encuentra en un oráculo dirigido por la Pitonisa a Solón: �Honra con un culto a los jefes del país, los muertos que moran bajo tierra.� Estas opiniones procedían del grandísimo poder que las antiguas generaciones habían atribuido al alma humana tras la muerte. Cualquier hombre que hubiese prestado un gran servicio a la ciudad, el que la había fundado, o el que le había dado alguna victoria o mejorado sus leyes, se convertiría en dios para aquella ciudad.�109

El culto a los héroes se diferencia notablemente del culto a los dioses, siendo

aquel más parecido a un rito funerario; es decir, orientado al sepulcro. Quizá el sentido

de esta tradición viene guiada por la idea en tiempos anteriores de que los muertos,

que se velaban cerca del fuego del hogar, eran seres divinos. La categoría de héroe era

alcanzada con cierta frecuencia, aunque no fuera fácilmente asequible; la mayoría de

los fundadores de la ciudad, la obtenían sin importar que fuesen seres míticos o reales.

Así mismo, la obtuvieron algunos ganadores de las Olimpiadas y vencedores de

importantes batallas, en algunos casos se llegó a heroificar hasta a un batallón

completo, como ocurrió con los caídos en la batalla de Platea en el año 479 a.C.

Aunque el concepto de salvación aun está lejos de llegar para el momento que

referimos, ser héroe representaba para el pueblo alguien que luego de morir ya no

pasaría las penurias a las que estaban ellos acostumbrados, se presumía una especie

de descanso eterno, lleno de libaciones y placeres, tal como lo representaban las

pinturas sepulcrales. A diferencia de los que podría imaginarse sobre la concepción de

los superhombres griegos, hay ciertas distinciones que atañen a la idea de héroe; ese

109 Fustel De Coulanges, N. D. (1971). La ciudad antigua. Barcelona, España: Iberia. Pág. 185

84hombre mesurado, de juicio equilibrado, que pondera racionalmente todas sus

decisiones y cuya vida es guiada básicamente por la razón, es el frónimos aristotélico,

que es la idea base del �deber ser� del hombre griego; no obstante, diverge

parcialmente de lo que podríamos considerar la imagen del hombre heroico heleno.

�El héroe, sin embargo, no es, ni mucho menos, un ideal de la Humanidad. Todas sus obras, todas sus pasiones, llegan hasta los límites más extremos; su idealidad consiste en su semblante hermoso y vivo; en cambio, no se le importuna exigiéndole nobleza de sentimientos, la llamada dignidad o perfecciones morales; él representa el egoísmo ingenuo e indómito de la naturaleza humana, sin demostrar para nada el más leve arrepentimiento, pero en cambio es grandioso y benévolo.�110

La grandeza del héroe trasciende su muerte, como el héroe de Sófocles que se

caracteriza por una entereza de espíritu que lo hace grande aun después de su

caída.111

Sobre el porvenir

Es lógico pensar que, dadas las circunstancias del momento, la superstición, al

igual que en otros pueblos de la época, constituía la forma común de explicación de

muchas de las cosas que ocurrían, buenas y malas. De estas múltiples circunstancias

rescataremos las que a nuestro parecer pudieron ser las más influyentes; en primer

lugar, el desconocimiento casi absoluto por todos los fenómenos naturales que

presenciaban diariamente, por los cambios estacionarios, por el día y la noche, lluvias y

sequías, por las enfermedades y en último término, por la muerte. De igual manera, los

110Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 48.111Alsina, C. J. (1988). Los grandes períodos de la cultura griega. Editorial Espasa-Calpe S.A. España. Pág. 42

85tiempos tan agitados que caracterizaron la conformación de las civilizaciones, guerras,

muertes, cambios de gobierno, cambio de leyes, éxodos, conquistas y otros factores

que aparentemente no podían explicarse a través de un hilo común, lo cual dejaba

fuera de razonamiento cualquier explicación. Dicho esto, el pensamiento mágico que en

parte había dado origen a los mitos de la formación de las ciudades se hacía cargo de

asignar al destino (o a los dioses) la confabulación de los eventos futuros. El porvenir

era algo tan inasequible, tan reservado, que incluso los dioses solo podían tener la

posibilidad de conocerlo y de forma precaria, sólo el destino podía determinarlo. La vida

del griego estaba llena de presagios, sólo había que saberlos interpretar, la

profetización de ese porvenir era conducida por estos presagios, que podían ser desde

sueños hasta revelaciones del oráculo.

�Hasta muy entrada la época romana, fueron siendo muy cargados de sentido presagial los cambios que ocurrían poco antes de los grandes sucesos con las estatuas, utensilios y ofrendas dentro o en las proximidades de los templos: el abrirse la puerta, el sudor de las estatuas, las telarañas en ellas, la desaparición de las armas conservadas en los santuarios, etc. De seguro que la suposición escondida era que la divinidad misma había originado el cambio con el propósito de anunciar a los hombres algo importante, y esta creencia se hallaba tan arraigada en el pueblo, que los caudillos más osados inventaban o fabricaban milagros de éstos en los momentos decisivos, como el caso de Epaminondas en la batalla de Leuctra. En toda esta clase de supersticiones estamos entregados al desvarío de las masas, y con él hay que contar. El mero estornudo, por ejemplo, era algo ominoso desde antiguo, y ya Telémaco estornuda reciamente, y en ello presiente su madre una voluntad, a la que da expresión dirigiéndose a Eumeo; pero cuando, en el ilustrado siglo IV, Timoteo quiere partir con toda la flota a Atenas, un simple estornudo lo paraliza todo, el piloto no quiere salir a la mar y la tripulación se niega a embarcar, hasta que Timoteo les dice riendo: �Pero, ¿qué presagio puede ser que entre tanta gente uno

86haya tenido que estornudar?�, y riendo también los marineros se dispusieron para la marcha. Pero siguieron teniendo mucha importancia en la vida corriente, y no sólo con ocasión de una congregación o en los sacrificios, palabras que se escapaban sin querer y que podían encerrar una pésima indicación, pues precisamente en lo dicho sin intención se podía anunciar un porvenir nefasto: �Además de los males que nos persiguen ya de por sí, nosotros nos procuramos otros artificiales: que uno estornuda, y lo vemos todo turbio; dice alguien alguna inconveniencia, y ya estamos alarmados; tenemos un sueño, y ya estamos llenos de miedo; que chilla una lechuza, nos espantamos�, así bromea Menandro, pero no por eso conseguiría cambiar el humor de los atenienses. Era lo mejor que se reservara un determinado rincón de la conciencia para estos casos, lo mismo que la ciudad disponía de un lugar expresamente inquietante y de mal agüero. �Las ciudades �nos dice Plutarco- disponen de ciertas puertas malfamadas y sombrías por donde son conducidos los condenados y expulsados los infames y los criminales, sin que lo santo y sagrado entre ni salga por allí�.112

Un elemento sumamente representativo de la superstición del momento es el

mantis, palabra que etimológicamente significa «estar fuera si», no obstante, su

etimología no está relacionada con supersticiones religiosas. Para los antiguos el

mantis era lo contrario a la memoria, analogía que utilizaban para explicar que en la

memoria está el pasado, en el mantis el futuro. El mantis o la mántica está presente en

toda la literatura griega, mucho más fuerte en la poesía que en el mito. El arte de

adivinar el futuro se respetaba más en cuanto sus profecías iban dirigidas a una mayor

cantidad de personas, es por esta razón que gozaron de ciertos privilegios aquellos que

apoyaban el mandato del rey mediante sus profecías; en situaciones extremas como

las migraciones producto de las guerras el papel del adivinador era tan vital que

supeditaba al mismo rey. Era normal que en los tiempos de guerra las decisiones de

112 Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 346.

87cómo orientar a los batallones dependieran de los presagios y su interpretación por

parte de los videntes.

Como el hombre, el pueblo y la instituciones se alimentaban tanto y tan

seguidamente de estos presagios, fue normal que proliferaran cientos de adivinos

farsantes que inducían a tomar las decisiones más irracionales; a este respecto

Burckhardt dedica varias páginas del tomo II de Historia de la Cultura Griega y hace

algunas diferenciaciones entre los cresmólogos y los oráculos y toda la ideología de la

mántica en la cultura griega.

Refiriéndose a los oráculos, el historiador suizo al igual que la mayoría de los

pensadores de la antigüedad, destaca el papel de Delfos como el oráculo más

importante de la nación, tanto así, que es difícil pensar una sin el otro y viceversa. Con

respecto a esto, es menester recordar que éstos santuarios no sólo justificaban su

existencia con la revelación del porvenir; gozaban de gran importancia porque incluso

algunos de ellos eran anteriores a cualquier conformación política en territorio heleno

por lo que contaban con mucho respeto por parte del pueblo. Eran lugares de culto, se

hacían liturgias según indicaban los designios divinos y antes de que ocurriera la

organización política del Estado muchas decisiones se tomaban en estos espacios. Lo

más admirable en el papel de éstos santuarios revelacionistas es que el que acudía a

ellos, por cualquier asunto, fuera éste de importancia local o nacional, lo hacía por

voluntad propia, por la seguridad y el respeto que este confería, no había ninguna ley

que obligara a consultar el oráculo para tomar decisión sobre asunto alguno.

La ética del hombre griego

Más allá del peso que pudieron tener los oráculos, los dioses y todas las

supersticiones que abundaron alrededor de ellos, no existía entonces la figura

sacerdotal que guiara el comportamiento del ciudadano, esa figura que debía fungir

88como modelo a seguir para el griego republicano. En este momento entra al análisis el

concepto del areté griego. Esta areté va más allá de la conducta que debe demostrar el

griego frente a la polis, y a diferencia del comportamiento rígido que implica ser

ciudadano y tener un papel político, la areté flota como un aire liviano, casi

imperceptible pero siempre presente, y que forma parte de todos los círculos de la vida

helénica, madres, hijos, metecos y esclavos.

�La ética de los filósofos es, sin duda, un monumento importante del espíritu griego en general, y, hasta cierto grado, ha llegado a constituir un elemento de la educación general y a penetrar en la conversación diaria; pero muy poco debió influir sobre el pueblo y sobre la conducta de todos los días. Uno de sus puntos de arranque más importantes se lo debe la ética filosófica a un ideal popular que ya le precedía: la moderación. Por toda ética cruza esta prevención por lo mediano entre los dos extremos, pero originariamente no es otra cosa que la decantación natural que se forma de la consideración de los dioses, del curso del mundo y del Destino por el espíritu de los griegos sensatos. En toda nación se acumula un capital de convicciones de tipo parecido, que administran aquellos que en el curso de su vida han tenido una experiencia. Entre los griegos, el polo negativo, el freno, lo constituye la sofrosine, y la calocagatia es el polo positivo, la espuela; para saber en qué grado la sofrosine, o moderación, ha imperado realmente en la vida, habría que establecer un paralelo entre diversos ejemplos indiscutibles y la vida de otros pueblos no griegos; en el arte y en la poesía es donde mejor podemos reconocer su patente y eficaz presencia. Es comprendida entre las virtudes cardinales platónicas, que, como es sabido, han sido compuestas bastante deficientemente con cualidades morales, intelectuales y temperamentales.�113

113Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 425-426.

89En la sección quinta del Tomo II de La Historia de la Cultura Griega114, al igual

que en otras secciones del tratado, habla sobre la virtud y la ética, allí define que

comúnmente, en todos los �pueblos cultivados� existen dos tipos de moral, la real, que

se práctica y se puede ver día a día en la vida del pueblo, y la postulada, o utópica que

elaboran los filósofos.

Las artes en la cultura de la Grecia Antigua

En la sección inicial de los primeros capítulos decíamos -citando a Burckhardt-

que la cultura es la «suma de evoluciones del espíritu» y que además se produce

espontáneamente. Lo más alto de la cultura es el arte, y su expresión es lo más puro

del alma humana; y siguiendo sobre su definición de cultura, entre más espontánea

sea, entre menos sometida a fuerzas externas, es más pura. En este sentido, habla del

pueblo griego y de su libertad en el arte como manifestación cultural, a diferencia de los

pueblos orientales, como Egipto o la India, en las que el arte primitivo estuvo

supeditado a las fuerzas y empeños sacerdotales. La época artística oscura de Grecia

duró poco, fueron superadas las etapas de representación de imágenes deformes o la

mixtura de cuerpos de hombre con cabezas de animales. Esto duró mucho más en los

pueblos orientales115. El griego tuvo un despertar temprano, con un sentido de la

bellezas casi innato y que pronto se manifestó en la técnica y en el objeto de su arte.

�La conjunción de libertad y medida, que sólo podía crear ideal viviente, aquel repentino respeto del arte, no sólo hacia dioses y hombres, sino hacia sí mismo, la conservación y la superación de lo conseguido; es la tan ensalzada sofrosine,

114Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo II. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 452.115 Aunque Burckhardt reconoce que inevitablemente los orígenes más primitivos, no solo del arte, sino de la cultura griega tiene sus remanentes en las conquistas bárbaras. No obstante, los elementos que toman de culturas anteriores son �helenizados� y apropiados con magistral síntesis, para este argumento se basa en la absorción de elementos fenicios en dicha cultura.

90la que, en la mejor época de la vida política, se presenta como obediente en un fuerte desarrollo individual, y que, desgraciadamente, se echa de menos demasiadas veces en el Estado.�116

El autor también destaca el despertar artístico producto de la profunda

individualidad que caracterizó al griego durante toda su evolución, más allá de un estilo

griego que puede ser detallado y categorizado hay rasgos muy individuales de cada

artista, desde sus inicios. Hablando de esto recuerda a Dédalo con su «Laberinto de

Creta», a Trofonio, constructor del templo de Apolo y a Agamedes con el templo de

Poseidón en Mantinea. Además del individualismo que estampa su huella en todo lo

que hace, el arte también estuvo apalancada por una profunda rivalidad entre las

distintas poleis. Si el arte no respondía a ninguna teología o sacerdocio, sí prestaba

más atención a las exigencias de su polis; cada una quería tener lo mejor para sí,

templos, pinturas, esculturas; esta sana competencia logró sacar el máximo de cada

artista.

En rasgos generales, se puede decir que el arte antiguo griego giró en torno al

hombre, al igual que toda su cultura, era una síntesis de la vida humana, un conjunto

estético del hombre y sus circunstancias. Subyace a todas las manifestaciones

artísticas la idea del hombre heroico ya referido, estas artes son antropocéntricas y

recogen la sublimación del espíritu griego como un momento único e irrepetible.

Los géneros artísticos: Escultura, Pintura y Arquitectura

La escultura griega está muy vinculada a la poesía, ya que sus motivos de

representación son siempre dioses o representaciones divinas, y para esto, fue

necesario la idealización de los dioses, su exaltación como figuras superiores y toda la

116Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 18.

91importancia, en el sentido artístico, que toman su representación a través de la

literatura. Así mismo, la figura humana, detallada escrupulosamente por los griegos y a

la cual se le daba mucha importancia desde la perspectiva estética y producto de su

papel en la gimnasia, el atletismo y en otras actividades de la vida diaria, facilitaba la

realización de la escultura partiendo del hecho de que los dioses griegos son hombres

ideales.

�Con toda su libertad, sin embargo, conserva el arte la mayor contención frente a todo capricho fantástico. Éste queda completamente eliminado y no hay ni siquiera una incursión en la zona de lo genial disparatado. Después de que sucedió aquella redacción final de los tipos de dioses en el siglo IV, lo que una vez se había logrado bien en motivos y tipos, fue repetido y conservado, no sólo porque era excelente, sino porque apenas se podía hacer otra cosa. El arte renunció a crear nada nuevo materialmente; pero en cambio sentía lo que ya tenía como continuamente nuevo, y en esto se reconoce la genialidad, y en esto también es significativo para los griegos, como en la coincidencia en las formas, el acuerdo voluntario; cosa semejante hallaremos así mismo en las formas de la poesía.�117

La libertad en la que se concebía el arte escultórico, permitía también jugar con

las expresiones gestuales, cosa que extrañan los orientales ya que para ellos los

diferentes gestos tenían conexión directa con simbolismos sacros. Estas

características, que en un primer momento forjaron lo que en adelante sería el

desarrollo de la escultura griega, marcaron claramente la representación de lo ideal, un

estilo idealista, un arte puro que prácticamente renuncia a la representación para dar

lugar a la exteriorización de la vida. Cuando referimos el término libertad en el marco de

la cultura griega antigua, ésta siempre va acompañada de la sofrosine, es una libertad

117Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 41.

92prudente, medida, una libertad que no abusa de su condición, la libertad del frónimos

aristotélico.

Debido a la facilidad de la pintura por representar escenas, Burckhardt ve en

ésta muchas más potencialidades a la hora de mostrar las manifestaciones del espíritu

griego. En primer lugar, fue un arte mejor percibida que la escultura, tanto así, que fue

incluido entre las materias de educación para hombres libres. Las escenas políticas

abundaban en estos cuadros, sin embargo, mucho de esto lo conocemos por el relato

de los historiadores y no porque conservemos la obra para analizarla.

De estos tres géneros, quizá en la Arquitectura es donde el autor ve la más

perfecta manifestación del arte griego antiguo118, y ésta queda representada en el

Templo, como síntesis de la relación dios-hombre en el ethos heleno. Tal era la

perfección alcanzada con esta construcción, que al momento de fundar nuevas

ciudades imitaban grupos de éstos casi sin ninguna variación. Incluso con la

devastación sufrida por las Guerras Médicas, cuando se restauró el templo de Atenas

se pensó la posibilidad de una reestructuración innovadora del templo, ahora en uso de

los planos compuestos y de técnicas nuevas para entonces, sin embargo, se restauró

bajo la misma forma existente. Si ya el heroon, las tumbas sagradas y los panteones

hereditarios, eran magnánimos, más aún el templo, que era propiamente �la vivienda de

los dioses�.

Sobre la educación helena

Ya nos hemos referido en varias ocasiones al papel de la educación en el mundo

griego. El Estado es principalmente cultura, es decir, no porque tenga cultura pues

todos los pueblos la tienen, sino porque hacen de ésta el motivo final de todas sus

manifestaciones. Las formas políticas griegas también forman parte de su cultura, es un

118 Influenciado definitivamente por el profesor Kugler en Basilea.

93elemento propio de ellos y que cultivan con el mayor de los celos. Derivado de la

concepción política del Estado se encuentran todos los elementos que rigen la vida

diaria, incluyendo la religión, el culto, la educación, las guerras, y hasta las fiestas y

celebraciones. En este sentido, en la Educación, como elemento político que construye

y preserva el espíritu de la sociedad helena, resaltan como aspectos importantes

aquellos que para el estado son fundamentales. La Educación griega cosecha el mito

como expresión unitaria de la identidad griega, incluye también en sus elementos el

estudio de la historia, las ciencias, la ética, la gramática, la retórica y otros elementos

intelectuales para la formación del hombre heleno. También incluye la música y las

artes, ya que en una civilización cuyas artes forman parte de la concepción política119

es necesario que el individuo conozca sobre ellas y se destaque. Así mismo, el

fantasma de las guerras que día a día está presente en la vida helena, hace que los

hombres deban estar preparados física y mentalmente para la misma. El hombre griego

vive en libertad pero siempre preparado para luchar contra las adversidades del

destino. El alto nivel en el que es concebida la guerra hace que la preparación física de

los individuos no sea abandonada en ningún momento120, y de aquí nace la gimnástica

como sublimación de esa preparación física que en ese caso no persigue un fin en sí

misma más allá de lo agonal.

�En casi todos los sitios, pues, se entregarían, los hijos de los ciudadanos libres, a los preceptores de la gimnástica, cuya enseñanza, además de la del citarista y del gramatista, integraba la educación; pero sólo los pudientes podían mantenerse en esta línea durante toda la vida, y sólo los que eran independientes por completo podían hacer de ella el objeto de su vida. La gimnástica era de esta manera, en sí, cosa popular; en sus grados altos, no obstante, era algo

119Aquí debemos recordar cómo el Estado concibe la distribución de las instituciones alrededor del ágora, además de los elementos arquitectónicos que se repiten en todas las ciudades griegas; lo cual no deja duda de que la Arquitectura, en ciertos momentos, es un asunto de estado.120Esto es más evidente en Esparta que en Atenas.

94distinguido, sobre todo si se ligaba a ella la visita de los agones, con todo lo que ellos suponía. El gimnasio era uno de los principales centros sociales de la vida griega.�121

Lo agonal en el mundo griego nos representa el elemento más significativo de la

libertad, además de la importancia que tienen estos certámenes que prácticamente

paralizan la polis, como el caso de las treguas de Olimpia; también es digno de

admiración cómo se realizan competencias de las más variadas categorías, en

gimnasia, deportes con caballo, retórica, música, pruebas ecuestres, danzas, canto,

entre otras. Los vencedores de estos juegos obtenían objetos de alto valor simbólico.

�Las coronas de Olivo bravío de Olimpia�, en el Istmo (de Corinto), la �corona de ramas

de pino�; en Pito, el laurel122.

Sobre los filósofos y el Arte

La relación de la Filosofía y el arte no es precisamente intensa, y muchos menos,

armónica. Pocas líneas dedican los pensadores de la época para hablar sobre el Arte.

Si comparamos la cantidad de material que se conserva, o del cual tenemos referencia

en cuanto a la Filosofía y sus tratados sobre las ciencias o el estudio del hombre,

veremos que lo que corresponde a �lo artístico� es casi despreciable. Demócrito, es uno

de los filósofos que apenas trata el tema, refiriéndose a las artes explica su «teoría de

la bóveda» la cual, y según los frutos rendidos, podemos presumir que tuvo poca

repercusión. Aristóteles, quien dedica varias páginas a la estética y a la poietiké123, no

sólo lo circunscribe en el ámbito artístico, sino en el sentido de lo bello y lo agonal para

el hombre griego, no obstante, refiere poco o nada sobre las artes plásticas; menos aún

121Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 137.122Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 151.123Poética o arte de la Poesía.

95detalla sobre técnicas o análisis crítico sobre productos artísticos. Así mismo, Platón, ni

siquiera da cabida a las artes y a la poesía en su República. Ya que éstas representan

lo especulativo e imaginario, y en cierta forma están opuestas al logos.

�El arte debió haber quedado notablemente independiente de la palabra, del discurso, de la literatura y también de la poesía contemporánea. Sus grandes fuentes de vida son las figuras de los dioses, la animada mitología, el culto, tan frecuente y sublimemente representado, y la agonística; y al lado de esto no necesita de intermediarios. Si no hubiera labrado máscara aquí y acullá. Apenas sabíamos por su parte, por ejemplo, que había existido una tragedia, pues las representaciones trágicas las sacaba el arte directamente de la mitología, y era infinitamente más libre que si se hubiera atenido a los que la podía ofrecer la escena trágica. Escenas de comedia y todo el restante trajín de los actores cómicos nos los enseña Pompeya, en cuanto conocemos la primera ilustración de libros. Una pura �lectura� que hubiera podido tener influjo sobre el arte, no existía entonces en absoluto. Mas los filósofos, si hubieran querido, tenían el campo libre para una estética detallada, quizá decisiva para el destino de las artes plásticas.�124

Esta relación que podríamos clasificar como de rivalidad, quizá tiene su origen

en que las artes tienen su inspiración en la mitología y el imaginario popular griego; y la

tarea de los filósofos era precisamente deslastrar estos prejuicios de la conciencia

helena. Esta falta de interés de los filósofos por las artes plásticas, no preocupa al autor

e incluso lo percibe como beneficioso en cierta manera. Debemos recordar que para

Burckhardt, con todo su pensamiento eurocéntrico además de heredero directo de la

cultura griega y renacentista, la cultura, y más aún, las artes, deben ser tan libres como

el espíritu que se pronuncia a través de ella. El hecho de que un grupo de filósofos

quisieran hacer tratados de arte haciendo alarde de su superior capacidad de

124Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 72.

96pensamiento y tratando de definir líneas específicas como si fuera política o ética,

hubiera significado una presión innecesaria y coaccionadora para el artista; es el mismo

temor que se cierne cuando la religión en los estados teocráticos apabulla todos los

estadios de la vida humana y los somete a ella, incluida el arte.

Sobre la Poesía y la Música

La poesía griega tiene sus inicios en la época arcaica, y sus orígenes están

profundamente arraigados a la mitología griega. Ya nos hemos referido aquí a la

mitología, pero vale recordar que además de la opulencia y magnificencia que alcanza

en esta cultura, establece un pasado común que comparten todos los pueblos de la

Hélade. Como se podrá figurar el lector, Burckhardt entra al tema de la poesía con un

entusiasmo irrefrenable; no es que el autor se haya planteado en sus inicios realizar

una Historia de la Cultura Griega de manera objetiva. De hecho, no se preocupa por el

concepto de objetividad en ninguno de sus trabajos. De todas maneras, se evidencia a

todas luces la profunda admiración que siente por toda la cultura griega, pero

especialmente por su arte y poesía. He aquí una diferencia abismal del basiliense con

otros historiadores, la Kulturgeschichte de Burckhardt cuenta con el milagro espiritual

de que deja hablar a poetas y pensadores. Uno de los principales argumentos para

elevar este género literario es su materia prima, el griego (ya nos hemos referido

brevemente a la lengua griega en este trabajo) y el autor siempre que puede la

recuerda.

�Ante todo hay que considerar la lengua, maravillosamente rica, flexible y métricamente manejable, madre y condición previa de la poesía como de la filosofía, de la que se querría saber cuándo y dónde había conseguido este desarrollo, que para la poesía era a la vez instrumento y vehículo. Un pueblo que posee semejante lengua tiene en todo momento

97un espíritu completamente libre y ágil, y a la vez la lengua se convertirá en un magnífico instrumento de poesía. Mediante ella podía la expresión épica para el relato y la descripción alcanzar entre los griegos aquella gran superioridad sobre toda la épica que tenemos de otros pueblos; resultaba aquella continua elevación de intuición y exposición que debe de haber sido en aquel pueblo de inteligencia general, evidente y sumamente popular.�125

Otro factor que apalanca el desarrollo de la poesía y todas las artes es la

variedad de la vida que marcaba el transcurrir del hombre griego. En varias secciones

de su libro el autor recuerda que ese desprecio por los trabajos manuales era producto

de las expectativas de vida en las que crecía el ciudadano de la polis; la mayoría de los

trabajos manuales eran delegados en esclavos, lo cual permitía mucho tiempo libre

para que el ciudadano desarrollara sus habilidades y virtudes. Atletas, artistas, filósofos

y políticos viven en un epicureísmo permanente, disfrutando de su condición de

ciudadanos y cultivando su formación helena bajo el amparo y celo de la polis. No por

esto se debe ver la poesía como algo reservado a las clases altas; el pueblo griego, y

más aún después de la sublimación de la democracia, comparten por igual, ricos y

pobres, los cultos a lo divino, el mito y su poesía. A propósito de esto, Burckhardt

desarrolla en la página 244 del tomo III de su libro La Historia de la Cultura Griega, en

una sección que se titula «Consideraciones generales sobre la lírica», la idea de que la

forma en que resaltan, por encima de las otras, la poesía, la danza y música, es porque

precisamente sus orígenes remotos crean un vínculo de identificación con todo el

pueblo griego, no es algo reservado a las clases elevadas o a una �capa de ilustrados�.

Según hemos visto, pareciera que todas las artes han tenido relación con el mito

a través de las formas artísticas primitivas de los primeros pobladores griegos. En tal

condición se encuentra la música, la cual no trataremos en detalle en cuanto que lo

importante no es ni siquiera lo que ocurría en Grecia, sino la visión que Burckhardt se

125Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 91.

98hace sobre ésta y lo que logra extraer de sus manifestaciones materiales recogidas en

la historiografía antigua. El vínculo principal de la música con el espíritu helénico, es su

identificación con los orígenes remotos del pueblos griego, orígenes que seguramente

estuvieron vinculados con lo divino, además con unas presumidas virtudes curativas

que relató Plutarco en �Sobre la música�126 y hasta el mismo Pitágoras. No se puede

concebir alguna celebración en el ágora de Atenas, o alguna fiesta divina en alguno de

los oráculos sin la presencia de coros completos. Ya fue referido el importante papel de

los coregos en las ceremonias que celebra la polis. Incluso en la guerra se

popularizaron los himnos épicos para preparar a los hombres para la batalla. Cuando la

música sonaba en teatros, en esos espacios atestados de gente, debió haber mucho

respeto a los ejecutantes y un silencio sepulcral para poder escuchar el sonido de las

cuerdas de una citara o una lira aún en los últimos asientos. Otro elemento que refleja

la importancia de la música en la vida helena es que la literatura la aborda como

elemento importante y de forma temprana. Autores importantes de este género fueron

Aristóxeno de Tarento127, discípulo de Aristóteles y famoso teórico de la música. Así

mismo se cuenta entre ellos a Heráclides, otro discípulo del estagirita.

En términos generales, la música tuvo su acogida también por parte de los

filósofos; aquí debemos saber que la música, así como muchos elementos culturales

que se desarrollaban en la polis, era un asunto político. Ya hablamos del sentido

político del arte; esto se refleja en Esparta donde en sus programas de educación

incorporaban el tema como parte de la formación del ciudadano, y estaba regido por

métricas, armonías y tonos que asumían como beneficiosos para esta formación. Así

mismo, Platón, en su República, establece los tonos y ritmos que debe ser permitidos

en el Estado ideal.

126Es uno de los textos que se le adjudica a Plutarco, para el momento que escribe el historiador suizo se daba por sentado su autoría, no obstante, investigaciones más recientes ponen en duda que el texto sea realmente de Plutarco, y más bien lo atribuyen a épocas posteriores. 127El único libro que se preserva del autor sobre la música es �Elementos de la Armonía�

99�Ante todo, como Platón también dice, no se deben mezclar los géneros. Himnos, lamentaciones, peanes, ditirambos, melodías citarédicas deben conservar su carácter particular, y no se debía emplear el de una melodía en la ocasión donde correspondía el de otra. La decisión de si ocurría esto, y también el derecho de castigar debía de estar, como en el buen tiempo antiguo, no en la gritería inmusical de la muchedumbre, sino en los inteligentes, que escucharon en pleno silencio la ejecución hasta el fin. También Plutarco observa, cuando habla de esta permanencia en lo una vez adquirido, que no permitía ningún cambio caprichoso de melodías y de ritmos, que los aires musicales no se llamaban en vano leyes. Así pudo la antigua música mantenerse en su limitación a pocas cuerdas y en su simplicidad y solemnidad, y precisamente en diligente abstinencia, ya que a los artistas les hubieran sido conocidos medios más ricos, y los antiguos (y muy moderados) innovadores se mantuvieron dentro de lo bello.�128

Es curioso ver cómo la decadencia de la cultura griega referida en capítulos

anteriores, se refleja en todos los campos de la vida helena. Lo que para Burckhardt

refleja la época de esplendor de la cultura, y específicamente, del arte griego, está

definido por la conservación del estilo en cada una de sus manifestaciones. En la

medida en que se presentan intenciones de cambio, incluso de innovación, el autor

alerta sobre un síntoma de desvirtuación de la cultura, bien sea en la política, o en las

artes, o en el culto a lo divino. Burckhardt, además de eurocéntrico es sumamente

conservador, en todas sus reflexiones cuando advierte estos cambios parecieran

insinuar que si todo es tan perfecto, tan sublime, por qué tiene que cambiar. En varias

secciones de su texto, refiere con complacencia visible y aludiendo al arte griego: �que

prefiere en todo formas determinadas y constantes.�129 Esto, lo dice él:

128Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 207.129Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 276.

100�La lucha contra innovaciones musicales encuentra su más clara expresión en la historia del citaredo Timoteo de Mileto, el cual, porque había elevado el número de cuerdas de siete a once, le fue quitada por los espartanos la cítara y colgada en el pórtico Esquias. Pero este conservadurismo era entonces (Timoteo murió viejo en 357 a. de C.) quizás, aún para los espartanos, demasiado tardío, aunque, como ya se ha dicho, les es atribuida también en otras cosas piedad para las antiguas formas. En todas partes se había presentado ya hacía mucho la gran descomposición de la vida griega y con ella, según el modo de ver griego, como una de sus causas, la de la música, y desde el fin de la guerra del Peloponeso dominaba lo que Platón designa como teatocracia, en daño de la poesía y de todo el estado espiritual de Grecia. La música teatral se había convertido en señora absoluta de la música, y dentro del teatro influían, no ya los sabios jueces de los concursos, sino la masa, que ya no se dejaba regir con orden y deseaba decidir con su alboroto; los espectadores se habían convertido en espectadores con voz, como si comprendieran qué era hermoso y qué no en cosas musicales. ¡Y si hubiera sido por lo menos una democracia de hombres libres! Pero predominó la pretensión de todos de entenderlo todo, que tuvo como consecuencia la audacia en el juicio. Culpables fueron los poetas mismos, que en el salvaje entusiasmo y obedeciendo al placer de los sentido mezclaban trenos con himnos, peanes con tara, y, en resumen, todo lo mezclaban con todo, y por ignorancia sobre la música sostenían que la música no tenía ningún sistema y era juzgada la mejor por el placer el oyente, valiera éste algo o no. Con tal dumbe aquel temperamento sin leyes y aquella osadía como si estuviera en condiciones de juzgar. Y puesto que el festín de los oídos era lo decisivo, toda idea de un fin pedagógico de la música llegó naturalmente a perderse; pero la concesión de que la música ha de ser juzgada según el placer sensible que despierta, el mismo Platón debe de habérsela hecho hacer a su ateniense, sintiendo que no podía nadar completamente contra la corriente; podía salvar la buena causa, procurando

101que, por lo menos, fuera el placer de los inteligentes y no el de cualquiera.�130

La Tragedia y la Comedia griega

La tragedia es la conjunción de lo bueno y lo malo, lo feo y lo bello, ésta deriva

directamente del culto dionisíaco,. Así lo plantea el autor y para hacerlo enmarca su

reflexión en una serie de preguntas sobre el origen de este género. Se pregunta:

�Pero, ¿por qué el culto de otros dioses no ha provocado ya antes del drama? ¿Por qué no, por ejemplo, el de Zeus, el de Apolo, el de Atena, que se pueden entender con tal elevación intelectual y ética? ¿Por qué no surgió inmediatamente después de Homero, que ya en La Ilíada, y especialmente en La Odisea, es tan dramático, sino que se desarrolló en cierto modo por rodeos? ¿Por qué hubo de acontecer esto en Atenas y no, por ejemplo, ya en Corinto o Mileto? Desde luego, podría uno admirarse de que un teatro se hiciera esperar trescientos años, después de que el epos había estado ya muchas veces tan cerca del drama.�131

El despertar del mundo de sensaciones que se da en el culto dionisíaco dan

origen en un primer término al drama dionisíaco, y que luego se extiende por toda la

mitología helena. En estos cultos divinos ya existían las representaciones dramáticas

desde sus más remotos inicios. El Hiporquema, que significa «canción de baile»

consistía precisamente en una coral cuya mímica debía ejecutar según la acción

descrita.

Luego de la popularización de la tragedia, es curioso que una diferencia del

hombre ateniense en relación a lo hombres de las otras polis, era su conocimiento

130Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 208-209.131Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 275.

102sobre este género, el cual recitaba con una destreza inigualable y asistido por una

memoria sin igual.

La acción de la tragedia fue relativamente variada, sin embargo, un tema casi

recurrente es el del destino y el porvenir, el cual ya ha sido tratado en este trabajo. El

origen de esta trama la encontramos por supuesto en la inspiración mítica que tratamos

en la sección sobre el mito griego. Al igual que otras expresiones como la música y la

poesía que ya hemos descrito, las manifestaciones culturales que tienen orígenes

comunes siempre son mejor recibidas por el pueblo griego, hay una identificación fuerte

con los orígenes de la ciudad y que se intensifica por el orgullo de ser griego. Saben

que es algo común, que los une más allá del estatus social de cada quien. El culto, la

tragedia, el mito es de todos los griegos y eso hace que tenga una mejor aceptación por

parte de los espectadores. El hecho de que el mito sea comúnmente conocido, daba

libertad al arte para desarrollar su interpretación ahorrando esfuerzos por explicar; tal

como sucedía en la Edad Media y el renacimiento con las representaciones de Cristo o

la Virgen, que dan más libertad al artista realizar su forma a través de la obra; a fin de

cuentas el arte es precisamente la forma y no sus contenidos.

Así como el culto dionisíaco funda el nacimiento de la tragedia, en la comedia se

dan las misma circunstancias. En la época de la vendimia, en el marco de las pequeñas

dionisíacas; una parte principal de las fiestas, llamada cómos, consistía en una �mezcla

violenta de beber, cantar y bailar�132. Luego del baile había burlas al estilo de una

comedia lírica primitiva, y que seguramente dio orígenes al género formal. Sin duda,

tuvo un origen popular, entre campesinos y para el cual los arcontes prestaban poca

atención.

�Una información bastante constante dice que la comedia se formó por primera vez en la dórica Megara, aficionada a la

132Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 344.

103farsa y chistosa; sin embargo, parece que la comedia megárica, conforme a una alusión de Aristófanes, se conformó con acontecimientos toscamente ridículos; era una comedia cruda, emparentada con los khliktai, que en lugar de lo cómico daba ordinarieces, y desde esto hay un puente hacia la farsa siciliana de dioses y de clases sociales creadas por Epicarmo, y de la que luego haremos mención. Pero lo que es seguro es que con los orígenes que se quiera buscar, es inconcebible la gran comedia antigua sin Atenas y sin el gran teatro; allí debió de haber tomado la representación cómica un nuevo sentido y una nueva finalidad, y la cuestión capital es para nosotros: ¿Cuándo concedió el arconte, no sólo el coro, sino también el teatro grande? Esto debió de suceder a comienzos del siglo V. En esta época aparecen los más antiguos cómicos áticos cuyos nombres son conocidos, Quiónidas y Magnes de Icaria, y además Icfántides, que se gloría en un fragmento de haberse desviado de la forma megarense; y a éste se une la brillante serie de poetas de la época de Pericles y de la guerra del Peloponeso: Cratino, que murió ya viejo después de 410 a. de C.; Crates, Telecleides, Hermipo (de quien un hermoso fragmento de Ateneo describe el armarse para la guerra, mientras que el juego de kottabos, etc. Está tirado en un rincón); Éupolis, que principió en 429 y escribió hasta cerca del fin de la guerra; Aristófanes, que se presentó desde 427 con nombre ajeno, desde 424 con el suyo propio, hasta 388; Frínico, desde 429; Platón desde 427 hasta por lo menos 391; Ferécrates, Ameipsias, Leucón; finalmente, en la transición hacia la comedia: Diocles, Fililio, Sanirion, Estratis, Teopompo.�133

Un dato interesante que resalta en la descripción sobre la comedia que realiza el

pensador suizo, y que podríamos aplicar a otras manifestaciones de la cultura griega;

es cómo las representaciones teatrales, la comedia, el culto a lo divino, los juegos de

Olimpia, las fiestas tradicionales que ya forman parte de las funciones públicas de la

polis, y muchos otros elementos, permanecen casi inalterados en los tiempos de

133Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 345-346.

104guerra; Burckhardt lo relata haciendo alusión a la comedia como caso específico, ya

que, quizá es donde más cuesta conciliar ambas cosas, el tono burlesco del género con

los tiempos que se viven, sin embargo, ocurría así. Había una cierta tregua para la

representación y el disfrute de lo artístico más allá del momento histórico.

Sobre la Filosofía, la Ciencia y la Oratoria

Hicimos un breve recorrido a través de la relación (casi antagónica) de la

Filosofía con la mitología. Esta rivalidad fue más patente en sus inicios, con los

primeros filósofos, y de hecho, se nota en ellos el espíritu de una época en transición.

Formalmente se establece el principio de la filosofía en la escuela jónica, a la cual

pertenecieron -según relata el autor- al menos siete sabios de Grecia, y quienes

contaban con placas personalizadas en Delfos, con sentencias o frases emblemáticas.

Allí nombra a Epiménides, a Tales, Pítaco, Bías, Solón, Quilón y a Anacarsis. De estos,

rescata a Tales como legítimo merecedor de la categoría; al parecer, y según relata

Burckhardt a través de Plutarco, los demás, más allá de sus méritos, habían tenido una

gran habilidad política para obtener el nombramiento.

En estos mismo tiempos, destacan unas figuras de pensadores mágicos134 que

construyeron cierta fama con sus ideas. Entre estos destaca Ábaris el Hiperbóreo,

Aristeas de Proconceso y por último Ferécides de Siros, maestro de Pitágoras quien

habló por primera vez de la metempsicosis135 y cuya formación estuvo vinculada con el

pensamiento fenicio. Muchos de estos pensadores se caracterizaban por una ferviente

vocación al orfismo. Esta �religión� estuvo regada por territorio griego hacia el siglo VI

a.C. y rendía culto al dios Orfeo, con muchos elementos mágico-misteriosos en sus 134El autor se refiere a ellos como �santos milagreros� pero tiene sus reservas en cuanto a la denominación. Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 404.135Es un elemento central en la filosofía pitagórica, se piensa que tuvo sus orígenes en el pensamiento indú o egipcio. Y la metempsicosis sostiene la transmigración de las almas, que pueden trasladarse desde y hacia diferentes seres vivos.

105rituales y celebraciones. La aceptación que fue cobrando la Filosofía frente al mito, se

debió quizá a la incapacidad del mito por tratar de explicar el mundo, más allá de que el

mito se conservara -según hemos dicho- como algo especial en la cultura griega. La

descripción de Pitágoras según Burckhardt, es que fue una especie de Sócrates

prematuro:

�La personalidad de Pitágoras, en cuanto se puede adivinar a través de la envoltura mitológica, debe de haber tenido en sí algo elevadamente solemne, apolíneo. Aspecto mayestático con rostro magnífico y bucles rizados, envuelto en vestiduras blancas: así se presentaba. Y de su ser emanaba una suave cordialidad, exenta en absoluto de desabrimiento. Comenzaba por hablar a unos pocos, después se reunían más a su alrededor, y pronto atendía a sus palabras una ciudad entera. Ante todo, mostraba su método una detenida meditación. Cuando la tradición cuenta que sus discípulos no le veían durante los cinco primeros años de enseñanza, debe ser entendido en el sentido de que, en una especie de escuela preparatoria, empleaba a sus discípulos más adelantados como maestros. En estos discípulos estaba por encima de todo la autoridad del maestro, y cuando algo iba precedido de la frase �él lo dijo�, no necesitaba más demostración. Podría ser auténtica la tradición sobre su propio tono de autoridad. No trasmitía nada suyo por escrito, pero solía presentar una doctrina con las palabras: �Por el aire que respiro, por el agua que bebo, no soportaré la impugnación de lo que yo digo�. Con esto quería indicar que a sus discípulos les era necesario, en primer lugar, callar, meditar y recogerse interiormente.�136

Además de la apariencia socrática, coincide en la voz de mando o autoridad que

ejerce sobre sus discípulos, llama la atención, además, que en las palabras finales de

la cita anterior pareciera leerse entre líneas el �conócete a ti mismo� de Sócrates. Era

un hombre lleno de espíritu y pareció también un peregrino curandero, que incluso era

136Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 416-417.

106reconocido como tal: �Cuando Pitágoras iba por las ciudades, se nos cuenta, que no iba

para enseñar, sino para curar.137� De la misma forma, su comportamiento ascético, el

cual profesaba entre todos sus oyentes, trae a nuestra mente la imagen de Diógenes el

cínico, despreciando la riqueza y predicando una vida espiritual. Llegaban tan lejos sus

palabras que muchos de sus discípulos se despojaron de sus bienes materiales y se

consagraron a una vida en comuna, tomando sólo lo necesario para vivir. Empédocles,

en palabras de Burckhardt, se refiere a Pitágoras de la siguiente manera: �Cuando

esforzó su mente, fácilmente pudo observar todo de todo, de lo que podía suceder en

diez o veinte generaciones. Y al mismo tiempo la armonía de los astros que él oía.�

La Filosofía rompe con el mito griego cuando descubre la física. Mientras otros

pueblos encontraban a través de la religión las respuesta sobre «el donde y el cómo»

de todas las cosas, los filósofos griegos construían una filosofía de la naturaleza a

través de la cual pretendían dar respuesta a estas preguntas a través de la razón. Así lo

hizo Tales cuya materia fundamental la hallaba en el agua, Anaximandro en su apeirón,

es decir, lo indefinido e ilimitado, Anaxímenes lo encuentra en el aire, y por último,

Heráclito de Efeso, a quien el autor marca como la cúspide de este pensamiento inicial.

El fuego de Heráclito se convierte en el símbolo de comprensión del universo, con su

incansable actividad y signo de lo que eternamente se renueva. La expresión del logos

griego alcanza en �el oscuro de Efeso� la primera ruptura objetiva con la doctrina

homérica y la religión popular. Esta primera escuela en conjunto con los pensadores

jonios, constituyen el inicio del pensamiento independiente en la antigua Grecia. Hay

que referir el atrevimiento en este alarde de rebeldía por parte de los primeros filósofos,

a pesar de esa �libertad� helénica que supuestamente disfrutaba la época no eran bien

recibidas las críticas contra la doctrina religiosa y mucho menos contra los dioses.

137Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 419.

107�Toda la democracia ateniense era en los asuntos de los dioses muy conservadora frente a la filosofía, mientras que abandonaba aquellos a la comedia, y, además, desde la decisión tomada en el año 432 a. de C., a propuesta de Diopites, conforme a la cual se podía dirigir acusación pública contra todos aquellos que no creyeran en los dioses o procurasen explicar los fenómenos de la naturaleza, la investigación de ésta sólo podía hacerse en Atenas secretamente.�138

El delito que se atribuía por estas herejías era la asebia o asebeia, lo cual podría

confundirse con el ateísmo, pero aquella no niega a dios propiamente, sino que se

presenta como una postura de irreligiosidad, es la negación de cualquier idea o doctrina

que no provenga directamente de la razón; fue un delito prácticamente hecho para el

castigo de los filósofos y su condena podía ir desde el destierro hasta la muerte. Para el

momento que relatamos, la pelea de los filósofos con el Estado no se daba en la

contraposición de ateísmo versus teísmo sino en la lucha de monoteismo versus

politeismo139. A propósito de esta posición, leemos en Burckhardt, pero en otro de sus

textos, Del paganismo al cristianismo, la época de Constantino el grande.

�Frente a esta religión, la filosofía, tan pronto como se elevó por encima de las cuestiones cosmológicas, había sostenido con mayor o menor claridad la unidad del ser divino. Con esto se había abierto el camino a la religiosidad suprema, a los ideales morales más bellos, pero también al panteísmo y hasta al ateísmo, que podían pretender la misma libertad frente a la fe popular. Quien no negaba a los dioses los declaraba, panteístamente, como fuerzas fundamentales del universo o los relegaba, como los epicúreos, a una ociosa vecindad del mundo.�140

138Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 425.139Podríamos reducir esto a una polémica con Homero y Hesíodo.140Burckhardt, J. (1982). Del paganismo al cristianismo. La época de Constantino el Grande. México � Madrid � Buenos Aires: F.C.E. Pág. 138

108

Luego, llegaron los sofistas, los cuales para los filósofos clásicos eran

prácticamente unos charlatanes. De buena apariencia, haciendo halagos por doquier,

tomaban presencia en algunas fiestas, usan expresiones elocuentes y lo más

importante, se hacen pagar bien. Se instalaron en Atenas firmemente y lograron tan

buena fama que personajes de la talla de Pericles y Tucídides asistieron en algún

momento a sus escuelas141.

Ellos sistematizaron la retórica, la transformaron en método, y con argumentos

muy convincentes (aunque no necesariamente verdaderos) lograron emular las

enseñanzas filosóficas, aunque nunca con la misma profundidad.

�Además estaban familiarizados con los problemas filosóficos corrientes, a pesar de que sólo reconocían una representación, no un verdadero conocimiento objetivo; su dialéctica, en la que hacían un gran papel las conclusiones capciosas (tomadas de los eleatas), podía ser una gimnasia intelectual, y aun cuando pudiera mantener la pretensión de �hacer mejores a los hombres�, les proporcionaban conocimientos y aptitudes, y por todo esto se les tenía mucho agradecimiento. Hipias podía presentarse como una especie de omnisciente enciclopédico exhibiéndose en Olimpia con un atavío en el que todo, hasta la piedra tallada del sello, estaba hecho por su propia mano; pero lo principal era el mucho saber positivo con que socorrieron a una época que tenía pocos libros y un gran deseo de saber.�142

Burckhardt los compara con los humanistas italianos del renacimiento, detallados

en el capítulo de La Cultura del Renacimiento en Italia. Estos sofistas son una especie

de diletantes antiguos, no entendido en el sentido moderno y despectivo de la palabra,

sino como unos eruditos que saben sobre muchas cosas con un nivel de profundidad

141Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 428.142Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo III. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 429.

109aceptable. Los atenienses podían encontrar en ellos opiniones coherentes y

aparentemente ciertas sobre varios temas en una misma persona. Más aún, en plena

democracia donde casi todo se resolvía a través de largos discursos y la persuasión

que éstos ejercían, los sofistas se convierten en tesoros de la sabiduría, asistían a las

asambleas populares donde decenas de personas prestaban atención a sus métodos

de convencimiento (persuasión). Debemos recordar aquí los halagos que se han hecho

a la lengua griega como milagro espiritual producto del alma humana, y que traduce

perfectamente los razonamientos del logos helénico. No pudo haber tenido la retórica

un mejor campo de cultivo para desarrollar sus habilidades.

Con el desarrollo de la retórica y los innumerables escritos que dedicaron a ella,

los participantes de la asamblea tomaron como requisito único e indispensable ser

maestros de este arte. Ya no importa aquí la reputación de los asambleístas, o el

conocimiento sobre la polis, eran educados en retórica y por lo tanto podían ocuparse

de los asuntos públicos.

La tranquilidad de los discursos de Pericles, como el que hemos referido en este

trabajo, quedó atrás luego de esta aparición de la elocuencia preparada. El historiador

suizo señala a Cleón de Atenas como uno de los primeros políticos que realiza un

discurso apasionado, paseando por la tarima, moviendo las manos agitadamente y

arrojando el manto de un lado a otro.

De los sofistas se destaca el papel de Gorgias (485 a.C � 380 a.C), y cómo

-según las memorias de Jenofonte- era capaz de contestar casi a cualquier cosa.

Gorgias al igual que Antifón, fueron oradores en Olimipia y en Delfos. El poder de la

retórica tomó tal auge cerca del año 400 a.C que casi arropó el interés por la

historiografía, la poesía y otras artes helénicas. Los sofistas se ejercitaban con

problemas ficticios para demostrar sus dotes como gimnastas intelectuales. Se

alimentaban superficialmente del pensamiento filosófico el cual les ayudaba a elaborar

110su monólogos y partían del principio de que no había ningún saber válido

universalmente, sólo opiniones y conjeturas personales bien fundamentadas.

Sobre la decadencia de la cultura griega.

Burckhardt sitúa la descomposición del Estado y la cultura griega en el siglo V. Y de allí

hace particular hincapié en las guerras médicas y luego en la guerra del Peloponeso.

�En todas partes se vería que el horizonte había cambiado, debido a las guerras persas; en la constelación política, predominando la democracia; los individuos, consientes y desarrollados, pero ocupados también en una lucha con el Estado, y triunfando la reflexión y el raciocinio sobre el sencillo cumplimiento del deber. La filosofía ha emprendido la tarea de explicar el Universo y el hombre por sus propias fuerzas; la forma sociable de la vida, sin duda, ha alcanzado su punto culminante. La moralidad está muy quebrantada como consecuencia de igual quebrantamiento por parte del Estado, que es su apoyo; no sólo las costumbres son libertinas, sino que el desenfreno egoísta carece de límites. La poesía llega a agotarse esencialmente en el siglo V. ella produce las últimas grandes formas que le había reservado el destino: la córica en mayor extensión, la tragedia, la antigua comedia, el epigrama, y las llena con una esencia verdaderamente viva y real, a cuyo lado el siglo IV parecerá como paralizado; en nuevas formas sólo deja un rebusco, la comedia media y nueva; lo que creó en las más antiguas no sobrevive. En cambio, el arte del retrato en la pintura, y sobre todo en la escultura, alcanza, en el siglo V, primero lo sublime, quedando al IV por crear lo dulce y bello, lo perfectamente animado por el alma.�143

El basiliense relata estos acontecimientos con la objetividad de quien sufre

directamente lo relatado. Para él, la decadencia de una cultura (aunque indirectamente

143Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 380-381.

111esté marcando el terreno para la formación de otra) es un momento agónico, es un

momento de cambio que implica que algo que era casi perfecto pase a un nuevo estado

de incertidumbre donde el nuevo producto rompe con la tradición, más allá de si este

cambio es favorable o no (conservadurismo puro). Aquí rompe con el pensamiento

hegeliano y con aquella máxima de que el mundo es guiado por la razón absoluta,

pareciera que en estos momentos lo que prevalece es la impresión deslumbrante de un

derrumbe indetenible. El historiador suizo deja escapar las siguientes palabras cuando

hace alusión al momento histórico: �Echemos también una mirada sobre la

descomposición de la cultura griega durante la guerra del Peloponeso, hecho tan

grande que habría intencionadamente cerrar los ojos para no verlo.�144Aquí debemos

mencionar que el basiliense comparte profundamente el pensamiento de

Schopenhauer, y específicamente el que manifiesta en El mundo como voluntad y

representación; para el alemán, las guerras, revoluciones, invasiones y cualquier

evento que convulsione la ciudad representa una pérdida para la memoria de la misma,

es un hecho alarmante la pérdida de los registros culturales, tales como monumentos,

obras de arte, literatura, etc. Schopenhauer se refiere a la historia como la conciencia

reflexiva del espíritu humano, y asigna a sus monumentos y obras la responsabilidad de

hacer llegar este legado.

Esa autonomía y libertad que referimos en páginas anteriores desaparece ante la

hegemonía del agrupamiento que exigían las dos banderas; por un lado la Liga de

Delos a cargo de Atenas, y por otro, la Liga del Peloponeso, a cargo de Esparta. Es

importante resaltar que para el autor, el declive de la democracia griega es anterior a

las guerras médicas, es decir, para el momento de la guerra del Peloponeso ya Atenas

tenía décadas en franco deterioro, y la exacerbación de esta descomposición transcurre

144Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo IV. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 380.

112al final de la guerra del Peloponeso y el gobierno de los �treinta tiranos� que toman a

Atenas luego de la rendición frente a Esparta en el año 404 a.C.

La decadencia del Estado ateniense y algunas de sus colonias viene ya desde

finales del siglo VI, ya se ha relatado cómo la exacerbación de la democracia sacó

fuera de sí a gente muy preparada, y el poder que tenía el Estado cayó en manos del

populacho, lo que ocasionó casi una anarquía, y es que al mandar todos los

ciudadanos, sin ningún fin común sino los intereses particulares de cada quien, el

Estado se encontraba acéfalo, desvirtuándose y arrastrando consigo todas sus

instituciones, desde la familia a la religión145.

En este escenario se dieron vida las más violentas peleas entre partidos por

mantener el poder en la asamblea y tribunales. Atenas se despedía de una tradición

moralista, democrática y que servía de ejemplo a otras ciudades-estado, la corrupción

se materializó en las conversaciones del día a día, y llegó a tocar la conducta de los

más altos actores de la política estatal.

�Mientras que la nación helénica, en su conjunto, menguaba materialmente, la descomposición del Estado causaba necesariamente el quebranto progresivo de la moralidad. Toda la vida intelectual y ática de los griegos estaba relacionada, como antes ya hemos dicho, con el Estado; la familia, esencialmente, no era sino una institución política, y hasta la religión tenía como parte más fuerte sólo lo local. Este Estado, mientras se conservó íntegro, es decir, guiado por una dirección bien definida, se había considerado como algo divino, permitiéndose todo a él y a su omnipotencia. Tan pronto como llegara a caes en manos de gente incapaz, tan pronto como empezaran a combatirse unos a otros dentro de la patria, persiguiéndose sañudamente por razones políticas, toda esta construcción estatal tenía que quebrantarse, sin excluir siquiera a la religión. Efectivamente, una vez llegado este estado de cosas, los

145Debemos recordar que tanto la familia como la Religión son para la Grecia Antigua instituciones del Estado.

113tiranos de la discordia más horrible le hicieron pedazos cual a Zagreo. Es de suponer que los griegos se darían asco a sí mismos cuando realizaron esto, cuando hubieron deshecho al dios. Una parte de ellos tenían la afortunada posibilidad de proceder, como filósofos, mediante una valiente resolución, a la apoliteia; para la mayoría, con la Polis habían desaparecido todo su orgullo y culto, el fin más alto de sus esfuerzos, la representación más sublime de su propio ser.�146

La descomposición de la Polis y sus principios cambiaron incluso conceptos que

se encontraban arraigados tradicionalmente en la cultura helena, así como los

preceptos morales y éticos, hombres �sin ley� como Lisandro pasaron a formar parte del

culto local, pasando por los tiranos posteriores y hasta llegar a Filipo de Macedonia.

�Lisandro, después de su victoria, entra en la más estrecha complicidad con todos los más viles, que cometían sus fechorías con las heterías oligarquías; les permite todo desenfreno, no se acobarda ante las matanzas más horrorosas y, en Mileto, entrega ochocientas personas del partido popular, después de haberlas sacado con promesas y mentiras de sus escondites, a los oligarcas, para que sean asesinadas; la recompensa, empero, a sus amigos, consiste en un dominio irresponsable sobre las ciudades y un poder absoluto. Por otro lado, presume, a pesar de tener que haber adquirido secretamente mucho dinero para sus fines costosos, de ser espartano pobre e insobornable, mientras muy característicamente recibe de las ciudades, como el primero de todos los griegos, y como si se tratara de un dios, altares, ofrendas y peanes, aceptándolo con toda naturalidad; además, va acompañado constantemente por el poeta Querilo, poetastro adulador suyo. Cuando las quejas, no ya de las ciudades griegas, sino las de Farnabazo, producen su destitución y emprende un viaje al Ammonio, los nobles espartanos no quieren ya su dominio, ejercido por

146Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo V. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 18-19.

114las heterías, que servían de pretexto, y dejan que surja el demos en las ciudades respectivas, pero tomando ahora esta inclinación, tal incremento, que Lisando, al volver, consigue persuadir a los espartanos apoyen de nuevo al partido de los oligarcas. Aun logra que sea nombrado rey, en vez de Leotíquidas, su amigo Agesilao, a quien él había educado como hombre adicto suyo; sin embargo, esta vez tiene que sufrir la dura experiencia de ver cómo el nombrado se hace el dueño, independientemente de su influencia. Muy decepcionado vuelve a Asia, adeonde había acompañado al rey a su país, odiando todo el sistema estatal espartano aún más que antes, y se vuelve a entregar a los planes que ya anteriormente había enfocado y que consistían en hacer asequible el cargo de rey a todos los Heraclidas, e incluso a todos los espartanos, de manera que no fuera limitado sólo a los que directamente descendieran de Heracles, sino que pudiera ejerserce también por �sus semejantes�, buscando con ello que infaliblemente tuvieran que elegirle a él. Con este fin se hace componer por Cleón de Heraclea, un discurso a sus conciudadanos, y opinando que antes convendría, además, influir en ellos por el délfico, dodoneo y ammonio por medio de presentación de un niño precoz, educado admirablemente para el caso, y con otra serie de engaños tan toscos y manifiestos, que hasta un niño hubiera adivinado quien era su autor. Todos estos planes se derrumbaron cuando este hombre, vil en todos los aspectos y casi enloquecido por una creciente melancolía y rabia (395), cayó en Haliartos.�147

Tan alto nivel alcanzó la egolatría de Lisandro, que en Samos, donde derrocó a

la democracia, quiso sustituir las fiestas en homenaje a la diosa Hera por las

Lisandrías.148

Esta desvirtuación de la polis griega es relatada en detalle por el historiador

suizo, dedica amplios capítulos de su libro al tema de los mercenarios y condottieri, y

147Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo V. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 27-29.148Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo V. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 128.

115cómo fueron esenciales para las guerras del siglo VI y V. A este respecto, nosotros

ahondamos en su significación cuando hablamos del Renacimiento en los capítulos

anteriores.

Luego de estas convulsiones que sumergen a Grecia en las profundidades del

caos, y donde Atenas pierde irremisiblemente el timón sobre el territorio heleno, pasa a

ser entonces una potencia cultural y ya no una potencia política. De aquí la grandeza

de la cultura -diría el autor- que permanece y transciende la realidad material, más allá

de la destrucción y el caso, emergen los vestigios de una civilización que nunca podrá

ser igualada. La política y la ciencia responden a necesidades humanas permanentes,

el arte responde a necesidades humanas cambiantes, únicas e irrepetibles. El hombre

de Atenas pasó de ser el orador político que defiende sus ideas en la asamblea149, al

referente cultural que heredará la cultura helénica para que ésta sea esparcida por toda

la civilización occidental, y más allá. Las vagas competencias que venían de Tebas,

Esparta, Argos o Corinto, se desvanecen por otros intereses y resaltan la imagen de

Atenas como núcleo cultural.

Del siglo V se hereda el concepto grandioso de las cosas, recuerdo de glorias

pasadas y una decadencia moral que realmente afectaba más lo público que lo privado.

Aquí surge un concepto que no podemos abandonar, el de panhelenismo, Burckhardt lo

introduce como una idea latente que, aunque no es ampliamente divulgada, concibe la

unión de todas las poleis griegas bajo una unidad política común. Es lógico pensar que

si bien las ciudades-estado tienen características comunes, como lo es la lengua y todo

lo que hemos explicado, éstas podrían conformar una gran potencia penhelénica bajo

una unidad política común. Algunos pensadores que se mueven en esta época de

glorias pasadas, los llamará Burckhardt «panhelenos virtuosos»150. Es el esfuerzos de

149No significa esto que cesaran sus dotes como orador o maestro de la retórica, sino que con la degeneración de la función política Atenas comienza a ser recordada por sus años de grandeza cultura y artística.150Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo V. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 118.

116individuos aislados, con un idealismo particular y una gran conciencia de nación. Estos

son los herederos de la cultura política de los buenos tiempos, y quienes a pesar del

desinterés general por estos asuntos, insisten en una vida por la nación. Entre estos

podemos contar a Jenofonte, quien a pesar de tener una especial simpatía por

Esparta151, compartió la idea de la unidad política griega. De la misma forma, comparte

esta categoría Epaminondas:

�La figura más completa de esta clase es Epaminondas, del cual siempre será deplorable no haya sido objeto de una biografía por parte de Plutarco. En casa de su padre Polimnis se había hecho miembro de la familia Lisis, que había seguido a Filolao en su huída a Tebas, y en constante contacto con él se convirtió el muchacho en el hombre que luego, en un pueblo especial, había de surgir como figura ideal panhelénica con las dos tendencias: la de la virtud cívica y la del amor a la sabiduría, y que ha expresado este tema suyo con las famosas palabras: que los tebanos, si quisieran ser los primeros en Grecia, tendrían que colocar los propileos de Atenas en la subida a la Cadmea.�152

Más allá de estos personajes que insistían en el rescate de las instituciones, la

situación del Estado en el siglo IV era tan precaria que mucha gente huía a pueblos con

más libertades y mejores condiciones. Entre ellos se mencionan a Simónides y a

Esquilo quienes se establecieron en Sicilia, Eurípides quien muere en Macedonia, y

Heródoto quien vivió en Turios. En este aspecto hay que destacar que el apartamiento

151Paralelo a la rivalidad que siempre existió entre Atenas y Esparta, es normal observar cómo los historiadores de la época pontifican los sistemas políticos de ambas polis. Con respecto a esto es interesante leer en el texto que Jenofonte dedica a la República de Esparta. Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo I. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 259. cómo se exalta el papel de Licurgo en la constitución del sistema espartano, la primera referencia la realiza en relación a la procreación y a las leyes que establecían las uniones matrimoniales en pro de querer alcanzar una raza de hombre superior. 152 Burckhardt, J. (1988). Historia de la Cultura Griega. Tomo V. Barcelona, España: Obras Maestras. Pág. 121.

117del Estado no era bien visto por los gobernantes, y en algunos casos hasta pedían

pena de muerte.

118CONCLUSIÓN

Para Burckhardt, se puede leer la Historia como una lucha incesante entre las

tres grandes potencias, cultura, religión y Estado; más allá de los sucesos que estas

hegemonías provoquen, el espíritu irrumpe a lo largo de la Historia y deja su huella

imborrable a través de las manifestaciones culturales. Es allí donde la Historia cobra

sentido, no en cuanto a sus acontecimientos, grandes y aparentemente definitorios,

sino en el desarrollo histórico del individuo, en su cultura y civilización; en las grandes

obras que heredamos de la arquitectura, en los poemas homéricos, en la tragedia

griega y en la Divina Comedia. Son momentos irrepetibles e irrecuperables, únicos y

propios de una época. En el caso de las artes, sus producciones culturales son

impostergables, ya que forman parte de un conglomerado de factores que hacen

posible su existencia; incluso para las ciencias, que ocupan un lugar especial en los

ensayos del autor, no es necesario ese imperativo temporal que encontramos en las

artes, ya que, luego de que una serie de descubrimientos dan paso a un producto

nuevo, si esto no ocurre en un momento determinado ocurrirá en otro tiempo o en otro

lugar y quizá de la mano de otra gente.

Como en la buena Filosofía, la lectura de los textos de Burckhardt dejan muchas

más preguntas que respuestas, y creo que esa era su intención. Que cada lector

establezca su método y se cuestione, al igual que él, los ligeros matices que diferencian

y unen al hombre en su historia. Es un escritor íntimo, que revela tanto de sí como de lo

que está escribiendo; en algunas secciones de La Historia de la Cultura Griega, su

visión sobre el tema, profundamente humanista, nos invita subliminalmente a compartir

la lectura de sus fuentes; las opiniones y observaciones que realiza son como

pensamientos en voz alta, poco madurados y tan genuinos y puros que nunca

adquieren una profundidad mayor a la necesaria. Las vivezas de sus retratos y

descripciones particulares consiguen la atención del lector, haciendo alarde en el

119desarrollo de sus teorías personalísimas y sin el menor espíritu de enmienda. La forma

en que Burckhardt escribe la Historia se asemeja a esas novelas bizantinas donde los

lectores quedan sumergidos en escenas in medias res, en algunas ocasiones cuesta

ubicarse en el momento histórico que recorre, aunque luego que el texto se desarrolla

la coherencia lógica de su narración sirve de brújula para el lector distraído. Casi se

podría decir que Burckhardt �pinta� sus textos, con la escrupulosidad -pero al mismo

tiempo la espontaneidad- del artista. Piensa la historia en imágenes, ya que no se

siente preparado para �reflexionar... sobre las razones, fines y deseabilidades últimas

de la ciencia histórica�.153 Así lo delata en varias de sus cartas a las cuales hemos

accedido parcialmente a través de varios de los trabajos citados154. Es un autor

escrupuloso, aunque no sea sistemático, nos recuerda a Erasmo de Rotterdam por su

elocuencia y atrevimiento en la emisión de juicios, pero también recuerda a los

historiadores griegos y romanos los cuales fundamentaban minuciosamente cada frase

con su fuente respectiva.

Tal como se ha referido en varias secciones de este trabajo, el autor exalta la

cultura como fuerza liberadora del hombre y su espíritu, se delata en él una visión

profundamente antropomórfica de la historia, bajo la égida de la cultura se da la

apoteosis de lo individual, por esta razón la historia no puede ser menos que eso, el

desarrollo del espíritu del hombre en su trascendencia temporal.

153 Navarro, J. (2000). Jacob Burckhardt, el escepticismo histórico y el pesimismo político. Res Publica. No. 6. págs. 113154 El siguiente párrafo se encuentra en el trabajo de Navarro citado anteriormente: Burckhardt creía que pensar no era su fuerte. Esta convicción aparece muchas veces en sus cartas, comenzando por la del 28 de agosto de 1838 a Johannes Riggenbach, al que le dice que, «como es bien sabido, no he nacido para pensar, sino que tengo una cabeza poco clara» (B: 23). El 19 de junio de 1842 le confiesa a Karl Fresenius que es «completamente incapaz para la especulación y no ha dedicado al pensamiento abstracto ni siquiera un minuto al año [...]. Por naturaleza estoy pegado al material, a la naturaleza visible y a la historia» (79). Muchos años después, el 5 de abril de 1879, Burckhardt repite esta idea ante Nietzsche: «Es bien sabido que yo nunca he entrado en el templo del auténtico pensamiento, sino que durante toda mi vida me he recreado en el patio y en las salas del períbolo, donde mandan las imágenes». Navarro, J. (2000). Jacob Burckhardt, el escepticismo histórico y el pesimismo político. Res Publica. No. 6. p. 113

120El autor no es un pensador que elabore grandes argumentos a favor o en contra

de una idea, sus opiniones son juicios moderados, normalmente fundamentados por

una o varias fuentes, lo que no quiere decir que tenga la pretensión de poseer la

verdad, sino más bien con la intención de ilustrar su pensamiento. Desacraliza

cualquier testimonio o fuente sin importar la categoría de quien lo dice, se fía mucho

más de la coherencia de una idea que del autor que la escribe.

Por lo expuesto anteriormente, a veces es difícil identificar rasgos de otros

autores en él, ya que, si se quiere, no comparte plenamente ninguna filosofía o doctrina

del pensamiento con otro autor. Con Hegel tiene concordancias y desencuentros, así

sucede son Schelling y con otros autores del idealismo alemán. Quizá con el autor que

más coincide, y en el que encontramos mayores similitudes es con Schopenhauer, éste

influenció notablemente el pensamiento de la primera mitad del siglo XIX, y al parecer,

Burckhardt, quien deja colar eventualmente un escepticismo histórico, se sintió

identificado por el credo pesimista que profesaba el autor155. Así mismo toma de

Schopenhauer ese protagonismo humanista de la historia, para éste la única realidad

de la historia es lo individual. Parecen palabras de Burckhardt cuando Schopenhauer

en alguna parte de su libro156 dice �la verdadera salud del espíritu es la memoria

perfecta del pasado�. Ambos autores toman como eje fundamental de sus

pensamientos el producto de la actividad del hombre (cultura) y no el hombre mismo.

Al igual que Nietzsche, son varias las ideas que adeuda al pensamiento de

Schopenhauer para construir su visión. No obstante, el concepto de cultura de

Nietzsche difiere sustancialmente de la concepción burckhardtiana, para el alemán, la

cultura es una metáfora de la realidad, la esconde y si es posible la niega, para

Burckhardt es la representación más pura; ambos coinciden en que en el desarrollo de

la cultura se encuentra el devenir del desarrollo del hombre, para Nietzsche la realidad

en su versión pura es un absurdo, un caos, y la cultura es la manifestación artística,

155Comparte esta simpatía con Wagner, Nietzsche, Thomas Mann y Freud156 El mundo como voluntad y representación

121estética y ordenadora de esa realidad, la cultura es una ilusión y supone un juicio de

valor sobre la existencia. La cultura en Nietzsche es la capacidad de transfigurar la

naturaleza, la realidad, y esto se lo debemos a la imaginación, tratando de conectar a

ambos autores, para Nietzsche la cultura griega es producto de una imaginación

artística, el mundo moderno (para Nietzsche y Burckhardt) queda definido como la

apariencia, es decir, la negación de la realidad, una imaginación científica que se opone

a la belleza. En este sentido, Burckhardt no puede ver en las manifestaciones culturales

una negación de la realidad, al contrario, es la realidad misma la que se manifiesta

puramente a través de la cultura, no de cualquier cultura, sino de la civilización, es

decir, la que al mismo tiempo representa el esfuerzo de orden llevado a cabo por la

razón. Nietzsche es más platónico, coincide en la idea de un mundo físico (realidad) y

un mundo de ideas (apariencia), la cultura es esa manifestación producto de la

imaginación y que al representar al mundo lo niega, la cultura es una derivación

estética del ser.

Para los idealistas alemanes Kant, Fichte, Schiller, Goethe y Hegel, hay ligeras

acepciones en cuanto al término cultura; no obstante tienen un hilo común conductor

que forma parte intrínseca del idealismo alemán y que funciona como marco definitorio

de este concepto. En primer lugar, el alemán tiene dos formas para referirse a la

cultura, kultur, la cual sería equivalente a la �cultura material� y bildung, la cual es

equivalente a la �cultura subjetiva�, fuera de la praxis, Burckhardt utiliza ambos

términos, aunque en sus obras hace más alusión a la kultur, ya que, la bildung está

más cercana a su concepto de espíritu, en el caso de La Cultura del Renacimiento en

Italia, utiliza la palabra kultur en el título del libro. La kultur representa la parte material

de la cultura, la bildung es la formación, la parte psicológica que viene a definir el efecto

de esa kultur en la sociedad. Los idealistas alemanes vieron en la bildung el equivalente

a la revolución francesa, y quisieron hacer con la cultura lo que no pudieron hacer en la

política. Hay muchos matices en cuanto a la relación de la cultura y la política en los

122idealistas alemanes, en el caso de Burckhardt, no se referencian párrafos donde estas

ideas pudieran estar contrapuestas, al contrario, la política es vista como parte

fundamental de la cultura, en esta última frase entendida como civilización.

Manteniendo el ejemplo del idealismo alemán pero ya no con la cultura sino con

la Filosofía de la Historia, hay más desencuentros, Burckhardt golpea la mesa cuando

se tratan de relacionar la Filosofía y la Historia, o más preciso aún, cuando se trata de

ver la historia a través del método de la filosofía. La Filosofía de la Historia, entendida

desde Hegel, ha intentado diseñar un programa general del desarrollo del mundo,

generalmente optimista, donde todo el pasado tiene su justificación y encuentra su

momento cúspide en el presente, el pasado alcanza su consumación para nosotros. El

historiador suizo no comparte la idea de un pasado que evoluciona gradualmente para

lograr una época perfecta. Esto lo dice él: �La Filosofía de la Historia es un centauro,

pues la historia, esto es, el acto de coordinar, es no-filosofía, y la filosofía, es decir, el

acto de subordinar, es no-historia�157

Burckhardt tuvo la misión encomendada por sus maestros neohumanistas,

anclado en una Basilea conservadora negada a recibir el presente, debía revivir la

herencia humanística dotándola de un nuevo aspecto estético de comprensión social y

una orientación intelectual estoica.

Para el autor, la verdadera cultura siempre estuvo alrededor del mediterráneo,

Roma y Grecia, a este dedicó las tres obras que escribió con el fin de que fueran

publicadas: Del paganismo al cristianismo. La época de Constantino el grande (1853),

Cicerone (1855), y La Cultura del Renacimiento en Italia (1860). No hay duda que todos

ellos influenciados por esos juveniles viajes a Italia que lo marcaron definitivamente. En

una carta escrita en 1846 llegó a decir: �Ahora sé que nunca podré vivir lejos de Roma

y que intentaré volver allí con todas mis fuerzas, aunque sea de criado de un inglés.�

157Pereira, P. (2001). El hombre culto: una aproximación a la Historia de la Cultura Griega, de Jacob

Burckhardt. Revista Historiografías No. 1. Universidade Federal do Estado do Rio de Janeiro. Brasil. Pág 24

123Para Burckhardt, la cultura y el arte fueron un refugio. Escribió desde una época

convulsionada, en plena industrialización de la vida, además, de agitados tiempos

políticos que lo desestabilizaban. Podríamos decir en términos burckhardtianos que, el

autor, a través de sus libros, clases y conferencias, formó parte del espíritu del hombre

moderno, heredando de Grecia y Roma y del renacimiento italiano, la pasión por las

grandes cosas, la vehemencia de lograr y preservar las obras que aunque son producto

del individuo ayudan a conformar el ethos de una sociedad.

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