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ZONA ARQUEOLÓGICA

711ARQUEOLOGÍA E HISTORIA

ENTRE DOS MUNDOS

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La revista Zona Arqueológica ha sido evaluada por el grupo de Investigación de Evaluación de Publicaciones Científicas (EPUC),asociado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y está incluida, entre otras, en las siguientes bases de datos:

Arts & Humanities Citation Index ®, DICE y LATINDEX.

COMUNIDAD DE MADRID

PRESIDENTAEsperanza Aguirre Gil de Biedma

VICEPRESIDENTE, CONSEJERO DE CULTURA Y DEPORTEIgnacio González González

VICECONSEJERO DE CULTURA Y DEPORTESFrancisco Javier Hernández Martínez

SECRETARIO GENERAL TÉCNICOJosé de la Uz Pardos

DIRECTORA GENERAL DE PATRIMONIO HISTÓRICOLaura de Rivera García de Leániz

MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL

DIRECTOREnrique Baquedano

JEFE DEL ÁREA DE CONSERVACIÓN E INVESTIGACIÓNAntonio F. Dávila Serrano

JEFE DEL ÁREA DE ADMINISTRACIÓNAntonio Esteban Parente

COORDINADORA DE EXPOSICIONESInmaculada Escobar

ZONA ARQUEOLÓGICA, Nº 15711. ARQUEOLOGÍA E HISTORIA ENTREDOS MUNDOS

EDITOREnrique Baquedano

COORDINADORES CIENTÍFICOSLuis A. García MorenoAlfonso Vigil-Escalera

AUTORESManuel Acién AlmansaJuan Manuel AbascalMiguel Alba

Martín Almagro-GorbeaJavier Alvarado PlanasEnrique Ariño GilAgustín Azkarate Garai-OlaunLuis Caballero Zoreda Alberto Canto Santiago CastellanosJuan Carlos Castillo ArmenterosManuel Castro PriegoPedro Chalmeta Pablo C. Díaz MartínezJorge A. Eiroa RodríguezJosé Antonio Faro CarballaIsabel Fierro María García-Barberana Luis A. García MorenoAlejandro García SanjuánSauro GelichiAmaya Gómez de la Torre-VerdejoAvelino GutiérrezSonia Gutiérrez Lloret Tawfiq ibn Hafiz Ibrahim Ricardo Izquierdo BenitoLaura Llorente Josep Maria Macias SoléAntonio MalpicaFederico MarazziPedro MateosRamon Martí CastellóJosé C. Martín José Luis Mingote CalderónArturo MoralesDolores C. Morales Marta Moreno Mercedes Navarro PérezLauro Olmo EncisoRuth PliegoJuan Antonio Quirós CastilloAlbert RiberaJordi RoigVicente SalvatierraPhilippe SénacJosé Luis Serrano Peña Álvaro Soler del CampoEufrasia Roselló Guillermo Rosselló BordoyMercedes UnzuIsabel Velázquez Alfonso Vigil-EscaleraMaría Jesús Viguera MolinsJuan Zozaya Stabel-Hansen

COORDINACIÓNAgustina Fernández Palomino

MAQUETACIÓNVicente A. SerranoAna MartínAgustina Fernández Palomino

IMPRESIÓNB.O.C.M.

ISSN1579-7384

ISBN978-84-XXX-XXXX-X

D. LEGALM-28.XXX-XXXX

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ZONA ARQUEOLÓGICA

711ARQUEOLOGÍA E HISTORIA

ENTRE DOS MUNDOSLuis A. García Moreno y Alfonso Vigil-Escalera

(Coordinadores científicos)

VOLUMEN I

NÚMERO 15

ALCALÁ DE HENARES, 2011

MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL

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ÍNDICE

VOLUMEN 1

PresentaciónEntre Spania y al-Andalus, con España como telón de fondoENRIQUE BAQUEDANO

I. HISTORIA, DERECHO, FILOLOGÍA Y EL 711

I A. El reino visigodo en vísperas de la conquista

De Witiza a Rodrigo. Las fuentes literariasLUIS A. GARCÍA MORENOEl reino visigodo en vísperas del 711: sistema político y admistración PABLO C. DÍAZ MARTÍNEZLa sociedad hispana al filo del año 700SANTIAGO CASTELLANOSLa cultura literaria latina en Hispania en el 700JOSÉ CARLOS MARTÍNLa aplicación del derecho en el año 700 JAVIER ALVARADO PLANASEl libro, las escrituras y sus soportes en la Hispania del 700ISABEL VELÁZQUEZ

IB. Primeros pasos de al-Andalus

La transición: de Hispania a al-AndalusPEDRO CHALMETA GENDRÓNLa conquista según las fuentes textuales árabesMARÍA JESÚS VIGUERA MOLINSLas monedas y la conquistaALBERTO CANTONuevos documentos sobre la conquista Omeya de Hispania: los precintos de plomoTAWFIQ IBN HAFIZ IBRAHIMLos que vinieron a al-AndalusISABEL FIERROAl-Andalus durante los primeros emires, 716-756ALEJANDRO GARCÍA SANJUÁN

II. CUESTIONES ARQUEOLÓGICAS EN TORNO AL 711

El reconocimiento arqueológico de la islamización. Una mirada desde al-AndalusSONIA GUTIÉRREZ LLORET

II A. Ocupación del territorio. Ámbitos urbano y rural

Modificaciones urbanas en Segóbriga durante los siglos V-VII. Algunos ejemplosJUAN MANUEL ABASCAL / MARTÍN ALMAGRO-GORBEAEl territorio de Málaga en torno al 711 MANUEL ACIÉN ALMANSARepensando los márgenes circumpirenaico-occidentales durante los siglos VI y VII d.C.AGUSTÍN AZKARATE GARAI-OLAUNAcerca del paisaje arquitectónico hispánico inmediato al año 711 (entre Toledo y el territorio astur y vasco)LUIS CABALLERO ZOREDALas Maqbaras de Marroquíes Bajos (Jaén) en torno al 711JUAN CARLOS CASTILLO ARMENTEROS / MERCEDES NAVARRO PÉREZ / JOSÉ LUIS SERRANO PEÑALas necrópolis pamplonesas del 700 JOSÉ ANTONIO FARO, MARÍA GARCÍA-BARBERANA, MERCEDES UNZUBraga e o norte de Portugal em torno de 711LUÍS FONTESFortificaciones visigodas y conquista islámica del norte hispano (c. 711) JOSÉ AVELINO GUTIÉRREZ GONZÁLEZEl Tolmo de Minateda en torno al 711SONIA GUTIÉRREZ LLORETToledo en torno al 711RICARDO IZQUIERDO BENITOAntes de Madinat Ilbira. Su territorio en el entorno de 711 ANTONIO MALPICA CUELLO

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VOLUMEN 2

II A. Ocupación del territorio. Ámbitos urbano y rural

Los territorios catalanes en la encrucijada del 711 RAMÓN MARTÍ CASTELLÓEl paisaje urbano de Mérida en torno al año 711PEDRO MATEOS / MIGUEL ALBADe Celtiberia a Šantabariyya: la transformación del espacio entre la época visigoda y la formación de la sociedad andalusí LAURO OLMO ENCISOLa arquitectura doméstica en los yacimientos rurales en torno al año 711JUAN ANTONIO QUIRÓS CASTILLOValencia y su entorno territorial tras el 713: epílogo visigodoALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA / MIQUEL ROSSELLÓ MESQUIDALa “ciudad arqueológica” en el área catalana ante la irrupción del IslamJOSEP MARIA MACIAS SOLÉFormas de poblamiento rural y producciones cerámicas en torno al 711: documentación arqueológica del área catalanaJORDI ROIG BUXÓLos primeros contactos con el Islam (siglo VIII)GUILLERMO ROSELLÓ BORDOYEl 711 en el alto GuadalquivirVICENTE SALVATIERRA CUENCA / IRENE MONTILLA TORRESAux confins d’al-Andalus (VIIIe siècle): Histoire et archéologie de la conquête de la Tarraconaise orientale et de la NarbonnaisePHILIPPE SÉNACFormas de poblamiento rural en torno al 711: documentación arqueológica del centro peninsularALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

II.B. Economía y producciones materiales

La cultura material de los asentamientos rurales del valle medio del Duero entre los siglos V y VIII: el finaldel reino visigodo y el origen de al-AndalusENRIQUE ARIÑO GILLa circulación monetaria de los siglos VII-VIII en la Península Ibérica: un modelo en crisisMANUEL CASTRO PRIEGOEl cambio agrícola tras el 711JORGE A. EIROA RODRÍGUEZLa producción de vidrio en época visigoda: el taller de RecópolisAMAYA GÓMEZ DE LA TORRE-VERDEJOAperos agrícolas “visigodos” e “islámicos” ¿rupturas o continuidades?JOSÉ LUIS MINGOTE CALDERÓN711 ad. ¿El origen de una disyunción alimentaria?ARTURO MORALES MUÑIZ, MARTA MORENO GARCÍA, EUFRASIA ROSELLÓ IZQUIERDO, LAURA LLORENTE RODRÍGUEZDOLORES CARMEN MORALES MUÑIZLa moneda en el ocaso del reino godo de HispaniaRUTH PLIEGO VÁZQUEZEl armamento en torno al 711d.C.ÁLVARO SOLER DEL CAMPOEl control económico de los recursos naturales tras el 711JUAN ZOZAYA STABEL-HANSEN

II.C. El 711 en las geografías próximas

Il nord Italia intorno al 711SAURO GELICHIIl Sud dell’Italia fra i secoli VII e VIIIFEDERICO MARAZZILa Gaule au début du VIIIe siècle et les débuts des PépinidesPHILIPPE SÉNAC

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II. CUESTIONES ARQUEOLÓGICAS EN TORNO AL 711

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El reconocimiento arqueológico de la islamización.Una mirada desde al-Andalus

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ResumenEste trabajo se cuestiona la potencialidad de la arqueología para reconocer los rasgos y,sobre todo datar los hitos del proceso de islamización en al-Andalus. Se plantea la posibi-lidad de aportar indicadores materiales precisos para reconocer el ritmo y la magnitud dedicho proceso formativo, estableciendo sus fases. Se analizan los principales aspectosmateriales y arqueológicos.

Palabras clave: Islamización, arabización, arqueología del temprano al-Andalus, conquis-ta, moneda, cerámica, casa, mundo funerario.

AbstracThis contribution examines archaeology’s potential to recognize features and, above all, todate islamization process in al-Andalus. It brings up the possibility of providing precisematerial indicators to recognize the rhythm and extent of such process, establishing its dif-ferent phases. The main material and archaeological aspects are analysed.

Keywords: Islamization, arabization, early al-Andalus, conquest, coins, ceramics, housing,funerary world

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El reconocimiento arqueológico de la islamización.Una mirada desde al-Andalus

Sonia Gutiérrez Lloret1

La cultura material abarca todas las dimensiones de laproducción humana; trasciende la materialidad mismade los objetos, estructuras o paisajes, para englobartambién los comportamientos, las prácticas y los signi-ficados que todo grupo social otorga a su obra material.La arqueología se ocupa de recuperar la forma y desci-frar el sentido de la propia actividad humana de lassociedades desaparecidas. Desde esta perspectiva, eslícito preguntarse si en el caso del temprano al-Anda-lus, la arqueología permite explicar en alguna medidala formación de una nueva sociedad, aportando indica-dores materiales precisos para reconocer el ritmo y lamagnitud de dicho proceso formativo. La relación entrecultura material e islamización o, en otras palabras, lapotencialidad de la arqueología para reconocer los ras-gos y, sobre todo datar los hitos del proceso de islami-zación, ha sido planteada tanto en el Magreb ( a, 1998)como en al-Andalus (Gutiérrez Lloret, 2007 y 2011) y, deforma general, en el ámbito del occidente musulmán2.

La islamización y la arabización, entendidas respec-tivamente como la difusión progresiva del Islam y de lalengua y cultura árabes, han sido analizadas desdediversos puntos de vista (Aillet, 2011 a, 13-16), persi-guiéndose una secuencia cronológica del proceso reli-gioso, y en menor medida lingüístico, como indicadorde un proceso social y cultural mucho más profundo,que conduce a la postre a una cierta homogeneidadsocial y religiosa3. No obstante, la propia naturaleza“longue durée” de un proceso como el que nos ocupa,y su disparidad en ritmo, intensidad, circunstancias his-tóricas y condicionantes geográficos, impide a menudodefinir con precisión las fases sucesivas de la islamiza-ción, y más cuando estos modelos secuenciales seconstruyen necesariamente a partir de testimonios do -cu mentales concretos y difícilmente generalizables atodo el occidente musulmán medieval.

El recurso a la arqueología en el caso de al-Anda -lus ofrece posibilidades escasamente exploradas y

1 Área de Arqueología, Universidad de Alicante.sonia.gutié[email protected] artículo se ha realizado en el marco del proyecto deinvestigación HAR2009-11441 (Lectura arqueológica del usosocial del espacio. Análisis transversal de la protohistoria alMedievo en el Mediterráneo occidental) del MICINN.

2 Una reciente reflexión coral puede verse en el volumenedita do por D. Valérian, Islamisation et arabisation del’Occident musulman médiévale (VII-XII siècle), 2011, en

especial los trabajos de C. Aillet , C. Picard , S. Gilotte et A.Nef a más del mío propio.

3 Una síntesis crítica del problema se puede observar en eltrabajo reciente de C. Aillet (2011 a). Aproximaciones clási-cas a las fases de la islamización a partir de la onomásticay las nóminas de ulemas, son las de R. Bouillet (1979), C.Jalabert (2006, cit. por Aillet, n. 4) o, en el caso andalusí, M.Fierro y M. Marín (1998), entre otras.

Agradecimientos

A Berta y Germán, por la ilusión de conocer.

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suscepti bles de aportar indicadores cronológicos espe-cíficos y regionales, que conducen la discusión a unadimensión social y cultural, proporcionando, además,nuevos indicios para reconsiderar los aspectos pura-mente religiosos y lingüísticos del proceso. En este sen-tido, el desarrollo de una arqueología anclada en la dis-cusión histórica sobre la formación de al-Andalus,redefine el problema del proceso de islamización y ara-bización, al tiempo que plantea la posibilidad de reco-nocerlo a través del estudio de la cultura material. Esmás, a riesgo de incurrir en una afirmación prematurao temeraria, es posible que la arqueología de al-Anda-lus comience a estar en condiciones de distinguir lafase de conquista de la fase de construcción de unanueva sociedad, o al menos puede ser capaz de conce-bir y diseñar las estrategias de investigación conducen-tes a lograrlo4.

1. Arqueología y Conquista de al-Andalus

La conquista arabo-bereber de Hispania en el año 711tuvo una indiscutible trascendencia en la historia delMediterráneo occidental: la formación de una sociedadislámica en el territorio conocido desde entonces comoal-Andalus, pero su relato era, ante todo una narrativatextual, basada en los escritos de testigos e historiado-res; un hecho histórico de materialidad inaprehensibleque probablemente no signifique nada en la historia dela cultura material. Un acontecimiento concreto rara-mente deja una impronta sustancial reconocible en lamaterialidad de los objetos, a no ser que esa y no otrasea precisamente la intención que anime a fabricarlos,dejando memoria expresa de quién, cuándo o porquéfueron realizados. Ese es el caso de las monedas, ins-cripciones o monumentos conmemorativos, tan abun-dantes por ejemplo en época romana, pero práctica-mente inexistentes en el principio de al-Andalus. Seránecesario esperar al siglo IX y sobre todo al siglo X paraque las primeras inscripciones árabes señalen con certe-

za la fecha precisa de monumentos y objetos suntuarios. La materialidad del 711 sólo puede percibirse de for-

ma precisa en un puñado de monedas correspondien-tes a los últimos monarcas visigodos o ya acuñadas porlos conquistadores en el contexto de la conquista y enalgunos sellos árabes de reparto de botín o cobro deimpuestos. Tanto unas como otros son soportes mate-riales cargados de significado económico e ideológico,como el dinar bilingüe del año 716 (98 de la Hégira) queconstituye el primer documento histórico del uso delárabe en la península Ibérica. Más allá de estos escasostestimonios, que son a la vez fuentes escritas, la cultu-ra material sólo ilustra contextos precisos cuando elazar de una catástrofe natural o de la violencia humanacongela en el tiempo la destrucción de casas, cosas ypersonas, y eso no se percibía en los aledaños del 711,con excepción quizá de la destrucción violenta delasentamiento rural del Bovalar, en Lérida, con un inte-resante conjunto de 20 tremises, de Egica (687-702) aAkila II (710-713/14), hallados agrupados en pequeñoslotes asociados a hebillas de cinturón, junto a losmuros (Palol; 1999, 145-6). El carácter de conjuntocerrado de este asentamiento, destruido violentamentepor un incendio del que sus habitantes lograron esca-par abandonando todas sus pertenencias, unido al limi-te post quem que proporcionan las raras acuñacionesde Akila II en Tarragona y Zaragoza, de presumibleinmediatez cronológica respecto al momento de des-trucción del poblado (Palol, 1999, 345), permiten situarel final violento de esta parroquia rural en los convulsosaños inmediatos a la conquista del 7115 .

La conquista podría comenzar a materializarse ar -queo lógicamente, o al menos eso sugiere el descubri-miento en la Plaza del Castillo de Pamplona de unaextensa necrópolis con 190 tumbas sin superposicio-nes, inequívocamente musulmana (deposición endecúbito lateral derecho, mirando al Este, en fosa sim-ple y sin elementos de ajuar), con representación deambos sexos y todas las edades6. El horizonte histórico

EN TORNO AL 711192

4 Esta línea de investigación ha sido planteada en dos trabajosprevios, publicados en 2007 y 2011 respectivamente, pero elpresente texto retoma también algunas reflexiones todavíainéditas vertidas en un trabajo en curso de publicación “Laarqueología en la historia del temprano al-Andalus: espaciossociales, cerámica e islamización”, discutido en el marco delColoquio Histoire et Archéologie de l’Occident musulman(VIIe-XVe siècles). Al-Andalus, Maghreb, Sicile organizadopor la Fondation des Treilles en septiembre de 2010)

5 La concomitancia de ambos sucesos es ciertamente sugeren-te, si bien, en rigor, no existe certeza alguna de una relacióncausal. La publicación rigurosa de las antiguas excavaciones

del Bovalar sería de un inestimable valor para clarificar las cir-cunstancias de su uso y abandono. Un rasgo llamativo a la luzde los conocimientos actuales, es la supuesta ausencia demoneda de bronce romana –o al menos no se mencionanunca su aparición– circulando en asociación a las significati-vamente abundantes acuñaciones aúreas visigodas en usoen el momento de destrucción del poblado; una pervivenciade numerario antiguo que cada vez se constata más clara-mente en contextos de similar cronología, como ocurre en elTolmo de Minateda (Doménech y Gutiérrez, 2006; Gutiérrez yDoménech,e. p.) y Recópolis (Castro, 2008, 137).

6 Cfr. infra, J. A. Faro et alii, en este mismo volumen.

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del siglo VIII para la presencia musulmana en la ciudadse contrastó con una datación por AMS que pro por cio -nó una fecha calibrada (dos sigma) de 660-770 d. C.(Beta:218654) y centró el uso de la maqbara en las déca-das centrales de la octava centuria (Faro et alii, 2007; DeMiguel, 2007). El descubrimiento de numerosas lesio-nes traumáticas, relacionadas con las “paradas de gol-pe” producidas en enfrentamientos in ter personales, asícomo abundantes heridas por arma blanca con resulta-do de muerte en varones (Fig. 1), ha permitido plantear

la posibilidad de que se tratase de población habituadaal combate. La identificación de dientes anteriores consignos de mutilación intencional en mujeres adultas,mediante fractura por percusión y pulido posterior,documentadas en el continente africano, unida a ladeterminación de isótopos de estroncio y oxígeno en elesmalte dental, indican que se trata de mujeres de pro-cedencia alóctona, probablemente norteafricana, quellegaron a Pamplona formando parte de parte de gru-pos familiares (hombres, mujeres y niños) como miem-

SONIA GUTIÉRREZ LLORET / El reconocimiento arqueológico de la islamización. Una mirada desde al-Andalus 193

Fig. 1. Maqbara de la Plaza del Castillo (Pamplona). En te rra -mien to 93. Hombre con evidencias de violencia sin superviven-cia en los parietales, a. Enterramiento, b. dibujo y c. Lesión porarma blanca en el cráneo (Faro et alii, 2007, 250. Fotografías ydibujos gentileza de Trama S. L.)

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bros de la primera generación de inmigrantes (Romeroet alii, 2009; Prevedorou et alii, 2010). El análisis isotó-pico indica también que la dieta de la población fue ricaen plantas terrestres y cereales, propia de poblacionesagrícolas.

Por vez primera la arqueología nos permite identifi-car a los conquistadores (militares y/o campesinos) ynos coloca en situación de reconocer el primer testimo-nio de una temprana inmigración, que importa inclusomarcadores culturales identitarios y quizá, en este caso,connotados de etnicidad. Testimonios imprevistoscomo el de la maqbara de Pamplona son de un valorincalculable7 y refuerzan la impresión de que quizá, enun plazo relativamente corto, la arqueología puedaaproximarse a los hechos históricos concretos con ungrado de certeza inimaginable hace pocas décadas(Gutiérrez Lloret, e. p.).

2. El reconocimiento arqueológico de la islamización

En cualquier caso y con independencia de su capacidadde concreción, la arqueología sí ayuda a comprender laprofunda transformación de comportamientos y deprácticas sociales que supuso el proceso de islamiza-ción a lo largo de más de dos siglos. Es capaz tambiénde reconocer cambios y permanencias en la culturamaterial de los primeros siglos de al-Andalus, que seconvierten, al ser leídos de forma secuencial y contex-tualizada, en los indicadores sociales, culturales y cro-nológicos de dicho proceso (Gutiérrez, 2007). No se tra-ta ahora de buscar “fósiles directores” en el sentidoclásico, que nos proporcionen los tiempos precisos delos objetos; se trata más bien de desterrarlos, porquelas cosas tienen siempre tiempos relativos que sólocobran sentido en el seno de un contexto secuenciado.La historia es cambio y el cambio –tecnológico, social,cultural, ideológico– solo se percibe materialmente enla secuencia histórica, mediante el principal instrumentode análisis que proporciona la arqueología: la se cuen -cia de contextos estratigráficos.

Los objetos, como de las personas decía José Agus-

tín Goytisolo, tomados de uno en uno no son nada, soncomo polvo, carecen de tiempo absoluto; sus caracte-rísticas morfológicas y tecnológicas orientan cronológi-camente sobre el momento de su fabricación, pero sólosu contexto informa sobre las condiciones de su uso, suamortización, su residualidad o su reciclaje; sobre suseventuales “vidas” y en consecuencia sobre sus tiem-pos. Un buen ejemplo de la necesidad de poner en cua-rentena las dataciones objetuales se ilustra en este mis-mo volumen con la hebilla liriforme del Tolmo deMinateda, tipológicamente adscrita a la segunda mitaddel siglo VII y los primeros años del VIII, procedente delcontexto de uso de una de las estancias –la 38– de unavivienda islámica, que incluye igualmente en otra desus habitaciones un dirham acuñado a mediados delsiglo IX8. La “perduración”de estos elementos de vesti-menta “visigotizantes” con posterioridad al hito crono-lógico del 711 había sido comprobada en el ejemplo delBovalar, antes citado (Ripoll, 1991), y en el del Puig deles Murales de Puig Rom, en Rosas, por la asociacióncon otra acuñación de Akila II (Palol, 2004, 55-8), peroesta perduración post-711 carecía de significación enambientes materiales plenamente preislámicos, comoestos, por más de que se adentren en el siglo VIII. Setrata pues de un claro ejemplo de que el “711”, comoacontecimiento, no significa demasiado en la histo riade la cultura material. Otra realidad bien distinta esaquella que nos muestra claramente la pervivencia enprobable uso de estas hebillas (¿o su fabricación?) encontextos materialmente islamizados, como los del Tol-mo, datados en un momento avanzado de la segundamitad del siglo IX. Su significado es aquí totalmentedistinto, ya que se insertan en un contexto materialmuy diferente, que nos permite reconocer pautas cultu-rales islamizadas en quienes las poseen o utilizan.

Es obvio que en ocasiones la toréutica visigoda demorfología avanzada es un indicador cronológico pode-roso y sugerente, que puede reforzar o matizar la tempo-ralidad de una secuencia estratigráfica, como puede ocu-rrir con el broche hallado en la amortización de uno delos silos de la aldea de Aistra en Álava (Quirós, 2011, 38)o en con el interesante conjunto procedente del castro de

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7 Más allá de la bibliografía citada quiero agradecer al equi-po de excavación de la Plaza del Castillo y directamente aMaria Paz de Miguel, que realiza su tesis doctoral en laUniversidad de Alicante sobre la maqbara de Pamplona,su disposición a compartir los avances de esta investiga-ción trascendental para la arqueología del tempranoal-Andalus.

8 Cfr. infra, en este mismo volumen, S. Gutiérrez , “El Tolmode Minateda en torno al 711”, fig. 13, con el desarrollo delargumento estratigráfico de este hallazgo en el espaciohabitacional (E.H.) 2. Otro similar procedente de la estancia29 del E.H. 6 (Gutiérrez, 2008, fig. 14) fue dado a conocer enS. Gutiérrez (1999, 78, fig. 7 y 16). En general el problemade la toréutica como indicador cronológico y material fuedesarrollado en S. Gutiérrez (2007,304-5).

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“El Castillo de los Monjes”, en La Rioja, un asentamientopor demás parco en indicadores cronológicos (Teja-do, 2011, 431ss), pero no debe ser considerado un indi-cador cronológico fiable de mediados del siglo VII sinoes con una externa prudencia y con el concurso desecuencias cronológicas contrastadas.

En ocasiones incluso las secuencias estratigráficaspueden llegar a ser más complejas y, en paradójica con-secuencia, más precisas que las propias datacionesabsolutas, explicando mejor procesos que son siemprepoliédricos. Un ejemplo excelente lo proporciona lasecuencia estratigráfica del cementerio de Encadena-do/El Soto en barajas, Madrid, con tres fases de uso enlas que se sucedían dos momentos de utilización cris-tiana sucesivos, con reducciones y reutilizaciones de lassepulturas, y una fase islámica temprana que mostrabala aparente conversión de individuos emparentados enambientes rurales. Las dataciones radiocarbónicasmuestreadas de acuerdo a la secuencia, am pliamentediscutidas por A. Vigil Escalera, son claramente discor-dantes, sino contradictorias, con la secuencia arqueoló-gica contrastada, haciendo que debamos “admitir quedifícilmente podremos aspirar a discriminar lapsosgeneracionales en los contextos arqueológicos de esteperiodo mediante análisis radiocarbónicos” en referen-cia al siglo VIII (Vigil-Escalera, 2009, 113)9.

La arqueología puede, en consecuencia, contribuir aestablecer la cronología diferenciada que reclaman S.Gilotte y A. Nef (2011, 97) y que se ajusta de formagenérica al proceso constatado en Tudmīr (Gutié-rrez, 2011): una primera fase en la que los conquistado-res promueven una islamización limitada acorde a susintereses iniciales preferentemente fiscales (introduc-ción de la moneda islámica, establecimiento del ŷund,etc) en la segunda mitad del siglo VIII; un proceso detransformación difuso y desigual a lo largo del siglo IXy la homogeneidad lograda a partir del siglo X, con laaceleración por parte del Estado de los procesos más omenos espontáneos en curso (Gilotte y Nef, 2011, 98).Ejemplos como la introducción y generalización de lamoneda islámica y de formas cerámicas que denotannuevas pautas de consumo, comensalidad y transferen-cias tecnológicas complejas; la creación de paisajeagrarios, la evolución de las estructuras domésticas, laintroducción y generalización de nuevas prácticas fune-rarias o la aparición espontánea de nuevas formas deespiritualidad rural representadas, por ejemplo, en el

Ribat de Guardamar y posteriormente reconducidasdesde la praxis oficializada, conforman las secuenciasmateriales que explican un proceso poliédrico y com-plejo que cristaliza en la plena islamización social logra-da en el Califato.

La moneda como indicador preciso de islamización

Como indican S. Gilotte y A. Nef, la moneda es laexpresión y principal instrumento de la capacidad deorganización de su emisor legal, el Estado y, en conse-cuencia, constituye uno de los más obvios indicadoresde islamización de las estructuras políticas y adminis-trativas en el seno de un estado fuertemente moneta-rizado (Gilotte y Nef, 2011, 66). No es mi intencióndesarrollar en estas páginas el valor de la moneda yotros elementos de control fiscal en el proceso de laconquista, y más cuando será objeto de un análisisespecializado en este mismo volumen10, pero sí qui-siera destacar algunas aportaciones que ha permitidosu cada vez más frecuente contextualización arqueoló-gica (Doménech, 2008).

El diálogo entre moneda y contexto tiene importan-tes consecuencias tanto para la numismática como parala arqueología: la inmersión de la moneda en unasecuencia estratigráfica relativiza su valor cronológicointrínseco, pero al tiempo contextualiza cronológica-mente dicha secuencia. El análisis del proceso de islami-zación del Šarq al-Andalus a través de los registrosmonetales, abordado recientemente por Carolina Do -mé nech (2010) constata fehacientemente algunos deesos logros. La aparición de moneda islámica reconoci-ble (feluses) asociada a numerario tardorromano y a tre-mises visigodos en las secuencias de El Tolmo de Mina-teda (Doménech y Gutiérrez, 2006), Recópolis (Castro,2008) y Vega Baja en Toledo (De Juan et alii, 2009), entreotros asentamientos ocupados de los siglos VI al IX, hapermitido el reconocimiento de los hasta ahora evanes-centes contextos materiales del siglo VIII.

La constatación de la circulación de numerario tar-doantiguo en fechas muy alejadas de su fecha de acu-ñación, confirma la necesidad de reconsiderar la crono-logía arqueológica de las emisiones del siglo IV, amenudo circulantes en contextos mucho más tardíos,correspondientes ya a época visigoda o emiral; de otrolado, la puesta en circulación de moneda de plata islá-mica (dírhames) o de especimenes foráneos fragmenta-

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9 Cfr. infra, A. Vigil-Escalera en este mismo volumen. 10 Cfr. supra, A. Canto y T. ibn Hafiz Ibrahim.

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dos en fechas muy cercanas a las de su acuñación, ilus-tra procesos de monetarización de gran interés. Lamoneda contextualizada abre perspectivas de investi-gación que trascienden el volumen, regularidad y sen-tido fiscal de las emisiones, atendiendo también a suvalor circulatorio11.

El cambio ideológico: islamización y arabización

El cambio en su dimensión ideológica es más inmedia-to y reconocible. La difusión del Islam y de la lenguaárabe son, sin duda, dos expresiones ideológicas fun-damentales de la nueva sociedad. La primera se reflejaen la aparición de una edilicia religiosa específica y surelación con los antiguos edificios de culto, en ciertasocasiones transformados en mezquitas, a más de laadopción del nuevo ritual funerario; la segunda se apre-cia en el ritmo de adopción de la nueva lengua a travésla escritura en todos sus soportes. En árabe habla elEstado a través de sus monedas, apenas un lustro des-pués de la conquista, promoviendo una temprana ara-bización lingüística, cuyo vehículo material de expre-sión, la epigrafía, constituye un eficaz indicador delmedio social islamizado, con un claro valor simbólico ypropagandístico (Martínez Núñez, 2001).

Sin embargo, la posición predominante alcanzadapor el árabe como lengua vehicular, se ve materialmen-te reflejada aun antes que en la epigrafía conmemorati-va y funeraria, en los escritos espontáneos (graffit) quedenotan una arabización y alfabetización significativaya en el siglo IX, aunque coexista aún con la escritura yla lengua de origen latino –el romandalusí o dialectoromance meridional– en situación de bilingüismodecreciente hasta el siglo XI (Corriente, 2003, 22.23).Los testimonios epigráficos tempranos son en generalescasos (Gilotte y Nef, 2011, 78) y completamente inexis-tentes en un ámbito periférico y alejado del Estado cordo-bés, como es el Šarq al-Andalus. En esta región, bastan-te bien estudiada (Barceló, 1998; Martínez Ena morado,2009), sólo se conocen algunos ejemplos conmemora-tivos y funerarios realizados en cúfico arcaico y nuncaanteriores al Califato, en concreto a la segunda mitaddel siglo X, siendo posiblemente los más antiguos losepígrafes fundacionales del Ribat de Guardamar (Bar-celó, 1989, 125 y 128) y un conjunto de inscripciones

funerarias procedentes de Orihuela (Martínez Núñez,2001) o de hallazgos rurales, como los de Alpatró, Moi-xent (Barceló, 1989, 126 y 130) y dos ejemplares deBenilloba, para las que se ha sugerido recientementeuna cronología más temprana, de la primera mitaddel X (Martínez enamorado, 2009, 273-276). Por el con-trario, un interesante conjunto de epigrafía menor denaturaleza variada (fundamentalmente religiosa ymágica, con connotaciones apotropaicas, pero tambiéntestimonios espontáneos de presencia, propiedad oautoría), generalmente incisa en caligrafía cursivasobre cerámicas -El Tolmo o Santa Lucía del Trampal-,paredes de edificios –el Ribat de Guardamar– o de cue-vas –la Camareta–, revela de forma mucho más eficaz elgrado de alfabetización de la población andalusí. Losgraffiti que escribieron los alfareros sobre algunas cerá-micas de El Tolmo –una basmala completa y una marcade autoría– fechados estratigráficamente en la segundamitad del siglo IX, permiten suponer un aceptable nivelde arabización en tan temprana fecha (Gutiérrez, 2005).Los escritos árabes sobre las paredes del eremitoriorupestre visigodo de la Camareta (Bejarano, 1997;Velázquez, 1997) o del Ribat de Guardamar (Barceló,2004, 135) reflejan que el árabe ya era la lengua predo-minante de al-Andalus en el medio rural durante elsiglo X

Igualmente los vestigios funerarios reflejan la instala-ción de poblaciones alóctonas ya islamizadas, patente enla maqbara de Pamplona, así como la temprana conver-sión de las poblaciones autóctonas. Cada vez se constatamás claramente una fase de transición ritual en la que esfrecuente la coexistencia o sucesión inmediata de ritos enlos mismos espacios funerarios, mante nien do incluso laorientación de las sepulturas12, sin que se manifieste elrechazo de los cementerios mixtos que marcan las pres-cripciones coránicas; ejemplos de esta anomalía funera-ria, inconcebible después del si glo X, se documentan enZaragoza, Segóbriga, Marroquíes Bajos, el Tolmo o elasentamiento rural de Encadenado/el Soto, antes aludi-do. Esta promiscuidad ritual, sea coeva o inmediatamen-te sucesiva, sugiere un fenómeno de conversión genera-cional, estrechamente vinculado al ámbito familiar, enindividuos emparentados, como parecen indicar los aná-lisis de ADN mitocondrial antiguo efectua dos en Encade-

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11 Esta línea de estudio en el oriente a al_anadalus ha sido des-arrollada especialmente por Carolina Doménech, a cuyos tra-bajos más recientes remito para referencias bibliográficas con-cretas (Doménech, 2003, 2008, 2010; Doménech y Gutiérrez,2006). Sobre el problema de la contextualización puede verseel Congreso de Numismatica, I WIN. Numismatica e archeolo-

gia. monete, stratigrafie e contesti. Dati a confronto, celebradoen Roma en septiembre de 2011.

12 En el caso El Tolmo se mantiene la orientación visigoda deE a O, con el simple mecanismo colocar a los difuntos sobreel costado derecho, mirando al sur, en fosas algo más estre-chas y profundas, con cubierta de lajas inclinadas.

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nado/El Soto (Vigil-Escalera, 2009, 99), que no tienen pro-blemas en compartir el espacio funerario con sus ascen-dientes consanguíneos, aun después de su conversión,ilustrando un proceso de conversión temprana corres-pondiente al estadio de los “innovadores” o “seguidorestempranos” de la curva de R. Bulliet (1979).

No obstante, no conviene descartar la posible pre-sencia de poblaciones mozárabes en contextos islami-zados, atestiguada por inhumaciones de ritual cristiano.Dejando a un lado la problemática de los cementeriosmozárabes en centros urbanos como Córdoba o Mérida(Gilotte y Nef, 2010, 76, n. 58; Aillet, 2011 b) o de algu-nos complejos monásticos como los de Melque o elTrampal (Caballero, 2007), ciertas evidencias funerariasconstatan la existencia de poblaciones no islamizadasen contextos emirales. Quizá los ejemplos más signifi-cativos procedan de dos alquerías situadas en el áreapantanosa del Bajo Segura en Alicante –el Cabezo delMolino en Rojales, y el Cabezo Pardo en Albatera ycarac terizadas por un conjunto emiral fechado entre lase gunda mitad del VIII y el IX, a más de materiales ante-riores (FIG. 2) siendo la segunda el probable empla -zamiento de la alquería de Tall al-Jaṭṭāb, una de lascedidas por Teodomiro en concepto de dote por elmatrimonio del ŷundī ‘Abd al-Ŷabbār b. Nadīr (o másprobablemente de su hijo Jaṭṭāb b. ‘Abd al-Ŷabbār, quese estableció en la nāḥiya de Tudmīr) con su hija. Enambas han aparecido sendos enterramientos de ritocristiano, uno colectivo de al menos tres individuos enel Cabezo del Molino que no fue datado, y un enterra-miento individual femenino datado en época emiral13

en el Cabezo Pardo, en un área de almacenamiento pro-vista de silos. El significado de estos enterramientos enuna región poblada por muladíes y en la que se asentóel ŷund de Egipto, según las fuentes, y abre interesan-tes perspectivas de estudio (Gutiérrez Lloret, e.p.) .

Durante los siglos VIII y IX se levantan las primerasmezquitas, que en ocasiones coexisten con las viejasiglesias cristianas y en otras las suplantan, aunqueejemplos como el de la basílica de El Tolmo, desacrali-zada y transformada en un espacio doméstico, parecesugerir que no existe la voluntad manifiesta de apro-piarse determinados “espacios de memoria” religiosa,que debieron ser inicialmente respetados en el contex-to del Pacto de Teodomiro. La construcción del Ribat deGuardamar a finales del siglo IX, junto a la desemboca-dura del río Segura, en una zona jalonada de pequeñas

comunidades campesinas y alejada de cualquier estí-mulo urbano, responde a una manifestación espontá-nea de islamización, quizá no demasiado ortodoxa,posteriormente reconducida, que evidencia la difusióndel Islam en el medio rural.

Las formas de vivir y organizar el espacio

Las formas de vivir y organizar el espacio en los prime-ros siglos de al-Andalus muestran claramente el proce-so de islamización. La ciudad es un espacio preferentepara representar la ideología e impulsar las formas eco-nómicas y sociales islámicas y es también un espaciofiscal que juega un papel fundamental en la organiza-ción administrativa del territorio. Las excavacionesarqueológicas en diversos centros urbanos de origenromano o visigodo, como Valencia, Mérida, Córdoba,Recópolis o el Tolmo de Minateda muestran que losprocesos de desestructuración urbanística se habíaniniciado mucho antes del año 711. En términos genera-les estas ciudades no fueron abandonadas de formabrusca con la conquista, siendo inicialmente utilizadaspor los conquistadores árabes en el proceso de implan-tación territorial de un nuevo orden fiscal. Sin embargoesta aparente continuidad de los núcleos supervivien-tes no oculta su definitivo abandono a lo largo del sigloVIII y su sustitución por una nueva realidad urbana, ple-namente islámica, que responde a impulsos socialesdistintos y se consolida entre los siglos IX y XI. La rup-tura topográfica y funcional se manifiesta claramenteen las nuevas fundaciones espontáneas como Baŷŷanā(Pechina); en las impulsadas por el poder como Murciao Badajoz en el siglo IX o Almería y Madīnat al-Zahrā’en el Califato, y también en las nuevas medidas quesurgen sobre los restos de antiguos centros visigodoscomo Valencia, Córdoba o Zaragoza.

La casa constituye también un buen indicador de losritmos del proceso de islamización social, que se apre-cia en la aparición de un nuevo modelo de arquitecturadoméstica, ajeno a la tradición romana, con crujías entorno al patio, marcada privacidad connotada en elzaguán en recodo y ambientes especializados, quecaracteriza las sociedades islamizadas en todo el Medi-terráneo desde mediados del siglo IX. Se trata de unacasa de planta compleja, en la que aparecen diferencia-das las funciones de alcoba, zaguán y letrina, ya pre-sentes en Bayyana en la segunda mitad del siglo IX, yque se generaliza a partir del siglo X, incorporando pau-latinamente un espacio diferenciado para la funciónculinaria. En términos generales podría decirse que la

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13 Beta-258465, datación: 1210+-40 BP; calibrada a 2 sigmas:690-900 (95 %) y a una sigma: 770-880 (68%).

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Fig. 2. El Cabezo del Molino (Rojales, Alicante). Planimetría de la excavación de 1990, realizada por P. Bevia, con indicación de lasepultura y la estructura industrial. Fotografías (de izquierda a derecha): arcaduces T32.1, sepultura con enterramiento colectivo,detalle de la estructura industrial y material constructivo.Materiales tardorromanos: 1. ARS Hayes 61B, 2. Pendiente de bronce del enterramiento, 3. Cerámica narbonense Rigoir 6, 4-6.Lucernas. Materiales emirales: 7 y 8. marmitas M3.3 y M4.1, 9. Olla T6, .3. Candiles de piquera corta T33. 2.2., 12. arcaduz T32.1,13. Jarro T20.1 y 14. jarra T11.1.1.

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difusión del modelo lleva aparejada la paulatina espe-cialización de los espacios, con la generalización de lascocinas, almacenes e incluso establos, así como la apa-rición ya en el siglo XII de pisos superiores, galerías ypórticos decorados, siempre abiertos al patio ya que lapreservación de la intimidad –es decir el control de lasmujeres– condiciona la apertura de vanos exteriores(Cressier y Gutiérrez, 2009, 151-2) (Fig. 3).

La explicación generalmente aceptada sostiene queeste innovador modelo propiamente islámico, coexisteprimero y desplaza después otros esquemas domésti-cos de mayor sencillez, consistentes en la agregación–en ocasiones sucesiva– de estancias monocelulares,correspondientes a otras tantas unidades conyugalesespecíficas dentro del grupo familiar extenso, en tornoa un espacio abierto de grandes dimensiones que cons-tituye el elemento vertebrador de la casa14. La arqueo-logía demuestra que el problema es mucho más com-plejo, ya que dichos modelos de vivienda simple seencuentran por igual en contextos visigodos avanzadose islámicos tempranos, tanto rurales como urbanos. Encontextos no islamizados aparecen en recintos fortifica-dos (castra) como Puig Rom en Gerona, en pobladosrurales con parroquia tipo El Bovalar en Lérida, pasan-do por las aldeas abiertas de reducido tamaño comoVilaclara de Castellfollit del Boix en Barcelona, el Cuar-to de las Hoyas en Salamanca o Navalvillar en Madrid,sin olvidar ejemplos urbanos muy semejantes en Recó-polis, el Tolmo de Minateda, Cartagena y Mérida. Encronologías indudablemente islámicas se documentanen el arrabal cordobés de Šaqunda, bien fechado entreel 750 y el 811 cuando se abandona definitivamente, yen ciertos asentamientos rústicos, vinculados indistin-tamente a un poblamiento de origen indígena o tribal;es el caso de algunos poblados castellonenses (MonteMollet, El Salando o Miravet), el Castillón de Montefríoen Granada, Marmuyas en Málaga; Alcaria Longa enMértola o Peñaflor en Jaén, todos ellos con cronologí-as variadas que abarcan los siglos IX a XI. En conse-cuencia, la irrupción del modelo de casa plenamenteislámico constituye uno de los más precisos indicado-res materiales del cambio social operado, al tiempo quesu paulatina generalización a partir del siglo X, inclusoen los ambientes rurales, conduce a una homogeneiza-ción morfológica y funcional de las estructuras domés-ticas, que históricamente puede interpretarse como la

expresión material de una sociedad completa y homo-géneamente islamizada.

Por fin, la construcción de un paisaje agrícola, consus redes de asentamientos, fortificaciones y sistemashidráulicos, constituye otro de los indicadores clavesdel proceso de islamización. El nuevo modelo historio-gráfico definido por Pierre Guichard en su famoso al-Andalus (1976), supuso una auténtica revolución cuali-tativa en el seno de los estudios históricos sobreal-Andalus y tuvo una gran trascendencia en la concep-tuación misma de la sociedad andalusí, que se conce-bía ahora cohesionada tribalmente y estable en el tiem-po. Esta explicación histórica, de una gran potenciaconceptual, partía de proponer una intensa inmigracióntribal, preferentemente bereber, responsable en últimainstancia de la estructuración temprana de una red decomunidades campesinas propietarias de sus tierras,organizadas en alquerías, capaces de diseñar sus espa-cios agrícolas y sus propios refugios comunitarios, conun alto grado de autonomía respecto al Estado, con elque se relacionan directamente a través del pago delimpuesto, y a las propias ciudades, percibidas comolejanas, aunque en alguna medida puedan participardel mercado urbano.

La hipótesis de una organización social de tipo seg-mentario requería una profunda ruptura con el paisajeantiguo y se apoyaba, en una inmigración tribal intensay temprana, responsable de una nueva estructuraciónterritorial y de una organización comunitaria de los pro-cesos de trabajo campesino, definida como “territoriocastral” (asociación de ḥiṣn, territorio castral y comuni-dad, a la que más tarde se añadiría la construcción delos sistemas de regadío) como la unidad básica deorganización territorial de la sociedad andalusí (Bazza-na, Cressier y Guichard ,1988) y base de un proceso pla-nificado de colonización de los espacios rurales (Cres-sier, 1998b, 1999). Sin embargo, los diversos proyectossistemáticos de estudio diacrónico de un territorio aco-metidos desde entonces, no se han revelado capacesde retrotraer la cronología inicial del denominado “dis -tri to” o “territorio castral” más allá del Califato, en lugarde lograr vincularlo a los procesos de colonizacionesclánicas tempranas en Šarq al-Andalus y en las IslasBaleares. En este debate, cada vez se percibe conmayor claridad que no habrá explicación histórica decuestiones como el reconocimiento y caracterización delos patrones de colonización, asentamiento y organiza-ción de los territorios rurales de época emiral sin lainteracción con la arqueología.

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14 Sobre este particular puede verse el trabajo de S. Gutiérrezsobre el Tolmo de Minateda en este mismo volumen.

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Fig. 3. Evolución progresiva del modelo de casa islámica en torno a un patio (P) a partir de cuatro ejemplos. En sentido contrarioa las agujas de reloj: Iyyuh /El Tolmo de Minateda), Baŷŷāna (Pechina,Almería), Córdoba y Siyâsa (Cieza (Murcia). En el caso emi-ral de Iyyuh (S. IX) se muestra la transición hacia un tipo complejo donde las distintas piezas de función múltiple se agregan entorno a un patio; En los ejemplos de Pechina (Almería) y Córdoba, siglos IX y X respectivamente, además de salas de estar (PS),se diferencian el zaguán (E), las letrinas (L), y la alcoba (Al) en la casa califal, pero no la cocina (C). En el siglo XII, en Cieza, la coci-na ya ha adquirido toda su importancia espacial y funcional, y se individualiza también el establo. (Elaboración propia a partir delas plantas publicadas).

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Las formas de producir y consumir: un nuevo universode formas

Es sin duda en este apartado, el del estudio de los pro-cesos productivos, donde la arqueología reciente haobtenido algunos de sus resultados más espectacula-res, superando la visión puramente morfológica y fun-cional de los primeros trabajos. La atención a los proce-sos tecnológicos y a los sistemas de organización socialde la producción ha permitido concebir el estudio de lacerámica propia de las sociedades islámicas medieva-les como un indicador privilegiado de los procesos eco-nómicos que explican el Medioevo. La conquista islá-mica se inscribe en un contexto productivo común alresto del Mediterráneo occidental en el final del mundoantiguo: un ambiente dominado por la regionalizacióny la crisis del comercio mediterráneo, la creciente ten-dencia al autoabastecimiento y la simplificación de losprocesos productivos, de los que desaparece cualquierviso de la especialización y estandarización característi-ca de las producciones romanas precedentes. Por elcontrario, se adoptan estrategias productivas domésti-cas abandonadas desde la prehistoria, caracterizadaspor formas de elaboración y cocción sencillas, entre lasque resurgen con inusitado vigor las cerámicas “mode-ladas”, al tiempo que se simplifica enormemente elrepertorio formal, y se generalizan pautas de distribu-ción y consumo puramente locales. Únicamente sobre-viven formas sencillas y prácticas en las que se reflejauna marcada continuidad, como las ollas y cazuelasque parecen inspirarse en la cerámica de cocina africa-na, los cuencos herederos de las formas romanas deTerra Sigillata Hispánica tardía (Fig. 4), los jarros sinuo-sos o las botellas de dos asas de marcada tradiciónromano-visigoda. Sin duda estas cerámicas nos infor-man sobre hábitos de consumo de larga duración ydifuso origen, y están muy presentes en los contextosislámicos tempranos, enfatizando esa continuidad.

Uno de los ejemplos más interesantes de esta apa-rente continuidad –en rigor adaptación de formas cons-tatadas en contextos preislámicos– es seguramente elde ciertas formas culinarias modeladas a mano caracte-rísticas del sudeste peninsular, donde fueron definidastipológicamente por vez primera (Gutiérrez Lloret, 1996,73-9). En términos generales se trata de formas tronco-cónicas o cilíndricas con base convexa (serie Gutiérrez

M1) o plana (M2), que han sido documentadas en con-textos tardovisigodos de los siglos VII y principios delVIII; en concreto aparecen bien contextualizadas en loshorizontes I y II a del Tolmo de Minateda15. Estas mar-mitas o cazuelas altas evolucionan a lo largo de lossiglos VIII y IX , imponiéndose las bases planas con uncerramiento paulatino de las bocas (serie M4.1) en elcontexto III del Tolmo de Minateda, para homogeneizarsus decoraciones con bandas peinadas onduladas(M4.2) a lo largo del siglo X, para incorporar paulatina-mente las asas (M5) que terminarán por caracterizar untipo relíctico que perdura, ya vidriado por el interior,hasta los siglos XIII-XIV en el área de Murcia y Lorca(Navarro Palazón, 1986, 60 y 210-11) (Fig. 5 1-3).

Estas marmitas –con pastas y peculiaridades morfo-lógicas específicas– se documentan igualmente entre lacerámica romana tardía africana, en especial del áreade Ifrīqiya, donde se asocian a cuencos igualmentemodelados (Modelée C, Types 4 y 5) en niveles bizanti-nos tardíos y postbizantinos de la segunda mitad delsiglo VII y principios del VIII (Bonifay, 2004, 310-11),siendo evidente que, como referente formal y funcionalgenérico, evoluciona y se mantiene en época islámica(Bonifay, 2004, 305). Aun cuando la cerámica culinariamodelada tiene una significativa importancia en elMediterráneo tardoantiguo, como demuestran las pro-ducciones de Pantelleria, entre otras, no parece aventura-do sugerir que estas formas cilíndricas, con o sin fondoabombado, reflejan la tradición formal –y seguramenteculinaria– de las cazuelas altas de la vajilla culinaria afri-cana, en especial de la forma Hayes 197 de la cerámicade cocina africana clasica (la C), tan bien estudiada porM. Bonifay (2004, 223-5)16

No obstante, frente a la dinámica constatada en elsudeste de la península Ibérica e Ifrīqiya, donde pareceevidente que las formas son propias de la tradiciónpreislámica, el caso de Sicilia plantea nuevos y sugeren-tes interrogantes, que recientemente ha sintetizado A.Molinari (2010, 204-5.); formas muy similares a las de laserie M4 andalusí se constatan en los contextos de finesdel X-principios del XI de la isla, sin que se haya podidodemostrar ninguna evolución a partir de piezas tardoan-tiguas ni se atestigüen en los contextos cerámicos sici-lianos situados entre el siglo VIII y la primera mitaddel X. Aun a riesgo de resultar una apreciación aventu-rada, creo que en el caso siciliano los datos disponibles

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15 Cfr. S. Gutiérrez , figs. 6 y 7 para los contextos I y IIa delTolmo fig. 9 para elc ontexto III en este mismo volumen.

16 Sobre la relación entre la cerámica altomedieval de ambasriberas del mediterráneo occidental puede verse S.Gutiérrez Lloret, 2011.

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Fig. 4. Variables morfológicas de los cuencos carenados del siglo V e inicios del VI d. J.C. En la esquina superior fragmentos deproducciones finas (TSHT), procedentes de diversos yacimientos del centro peninsular (Vigil-Escalera, 2007, 378, fig. 5, Dibujo gen-tileza de A. Vigil-Escalera)

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permitirían explorar la posibilidad de relacionar la apa -rición de estas formas, junto con otras como la llamadalucerna de “tipo vándalo” o el arcaduz (Arifa, 2010,123-24), con el contexto innovador del siglo X que llegaa la isla como parte de una koiné islámica mediterránea,de influjo nordafricano y procedente seguramente de laIfrīqiya tunecina17. Este ejemplo muestra la complejidadde un proceso que no necesariamente es líneal, que pue-de tener ritmos y direcciones divergentes, y que invita aconstruir, en palabras de A. molinari, “sistemas de datoscomplejos, que tengan en cuenta el mayor número posi-ble de variables y que consientan la comparación siste-mática entre contextos geográficamente cronológica-mente diferentes” (2010, 200).

En cualquier caso, la aparente continuidad que apa-rentan ciertas formas pronto se ve matizada por laincorporación a partir del siglo VIII –tímida primero ycontundente después– de formas y decoraciones aje-nas a la tradición local, como, el tannūr para cocer elpan, el arcaduz de noria y el jarro de hombro carenado(Fig. 5). Representan tradiciones culturales distintas y,lo que es más importante, evidencian la introducciónde nuevos alimentos y prácticas agrícolas vinculadascon el regadío18. Un buen ejemplo de lectura ceramoló-gica de la islamización lo proporciona la generalizaciónde un recipiente torneado de pastas claras y porosas,boca ancha con cuello cilíndrico y cuerpo globular, des-tinado a beber y englobado en la denominación genéri-ca de jarro (no debe confundirse con el jarro de perfil en“S”, muy característico de los contextos visigodos, ver-sátil en su elaboración a mano y a torno y a menudoutilizado con fines culinarios en los registros emirales).Este jarro –designado como la forma T20 en Tudmīr,pero presente en los contextos emirales de todo al-Andalus desde el Garb al Šarq– sustituye en las pautasde consumo de líquidos a los cuencos carenados carac-terísticos de los contextos tardovisigodos de la Penín-sula (el Tolmo, Recópolis, Madrid, etc), herederos segu-ramente de las sigillatas hispánicas tardías (Fig. 6). Suintroducción y generalización constituye uno de losmejores indicadores materiales y cronológicos del pro-ceso de islamización cultural, como lo atestiguan suaparición en contextos de Madrid entre mediados del

siglo VIII y mediados del IX o su presencia en los con-textos islámicos más antiguos de Mallorca, donde mar-can el horizonte de la conquista y colonización de la isla(Gutiérrez, 2007, 308). Otro buen indicador, al menos enlas tierras de Tudmīr, es la aparición de la decoraciónpintada en óxido de hierro, totalmente ausente de loscontextos visigodos, aunque se incrementa paulatina-mente a lo largo del siglo VIII.

El proceso de reorganización de los mercadoscomienza en fechas tempranas y se lee a través dediversos indicadores como la generalización de la cerá-mica torneada, que se traduce en la paulatina especia-lización de la vajilla, en la incorporación de series nue-vas adaptadas a las nuevas tradiciones culturales, en laestandarización y generalización de tipos y decoracio-nes, y en la introducción de los primeros vidriadosmonocromos eminentemente funcionales, fabricadosen alfares urbanos la zona suroriental de al-Andalus–donde han sido identificados algunos centros comoPechina y Málaga– en torno al ecuador del siglo IX, yque comienzan difundirse de forma discreta por diver-sos territorios de al-Andalus y del Mediterráneo próxi-mo, a juzgar por los pecios hallados en las a costas delsur de Francia (Fig. 5.7 y 8). A lo largo del siglo IX sedefine un nuevo universo de formas cada vez máshomogéneo y original, propiamente islámico, represen-tado por unas series características de servicio de mesa(dominadas por el jarro y la jarra), de contención ytransporte (tinajas, orzas, etc), culinarias (marmitas, ca -zue las, ollas, hornos, etc), iluminación y usos múltiples(candil, tapadera, alcadafe, etc), y se difunden técnicasdecorativas muy características (la pintura en oxido dehierro). Si confrontamos ahora las producciones visigo-das de la segunda mitad del siglo VII con los contextosemirales del siglo IX veremos que se ha producido uncambio notorio y sustancial (Fig. 7 y 8). Las cosas deunos y otros ya no son las mismas, por más que la evo-lución adaptativa de ciertas formas, como la marmita ocazuela alta modelada a mano, atestigüen la permanen-cia de ciertas tradiciones culinarias y hábitos de consu-mo (Fig. 5. 1-3). Es seguramente en el ámbito culinariodonde este conservadurismo es mayor, pero otrasseries, en especial las de servicio de mesa, ilustran per-

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17 A. Molinari desarrolló estos argumentos en un trabajo encurso de publicación “Migrazione, “acculturazione,convi-vencia/conflicto: problema di metodonell’archeologia dellaSicilia islamica”, discutido en el marco del ColoquioHistoire et Archéologie de l’Occident musulman (VII e-XVesiècles). Al-Andalus, Maghreb, Sicile organizado por laFondation des Treilles en septiembre de 2010).

18 Una aproximación humorística a la incorporación de for-mas “islamizadas” o si se refiere, ajenas al contexto pre-711, puede verse en la viñeta cómica de la figura 9, realiza-da la síntesis conclusiva de la segunda reunión deVisigodos y Omeyas (Mérida, 2001) Cerámicas tardorroma-nas y altomedievales en la Península Ibérica. Ruptura y con-tinuidad.

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Fig. 5. Reconocimiento del cambio cultural a través de la cerámica en Tudmīr. 1 a 3: evolución morfológica de una forma de tra-dición visigoda entre los siglos VII y IX (las marmitas de base plana modeladas a mano), 4 a 6: formas foráneas introducidas enépoca islámica (4, tann r u horno de pan; 5, arcaduz o vaso de noria; 6, jarro T20 de cuello y boca cilíndrica), 7 y 8: jarros vidria-dos monocromos fabricados en Baŷŷāna (Pechina, Almería) y hallados respectivamente en el Iyyuh/el Tolmo de Minateda (Hellín,Albacete) y el Zambo (Novelda, Alicante).

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fectamente la magnitud del cambio operado en loshábitos de la comensalidad.

El Califato y la aparición de las cerámicas decoradasen Verde y Manganeso, de acuerdo a un claro progra-ma ideológico y simbólico destinado a difundir la ima-gen del Califato triunfante, evidencian ya la existenciade una estructura de mercado compleja, en la que elpeso del proceso productivo recaerá en talleres urba-nos que denotan un alto dominio de los procesos tec-nológicos –patente en la generalización del vidriadocon complejos programas decorativos–, una estandari-zación y especialización de los servicios de mesa y la dealmacenaje, transporte e iluminación. La homogeneiza-ción productiva alcanzada debe entenderse como untrasunto de la homogénea y plena islamización de lasociedad, que no perderá fuerza con la aparente frag-mentación política que suponen los Reinos de Taifas.

Conclusión: los tiempos materiales de la islamización

La aproximación arqueológica al proceso de islamiza-ción permite secuenciarlo y comprenderlo. Resultaprácticamente imposible caracterizar arqueológica-mente la primera mitad del siglo VIII, dominada por ununiverso material de tradición preislámica. Únicamentelas monedas o ciertos testimonios de inequívoco signi-ficado cronológico, como la necrópolis de Pamplona,contextualizados en una secuencia estratigráfica, nospermiten materializarlo y asumir su profundo sesgopreislámico. Es necesario recordar nuevamente que sinsecuencias estratigráficas contrastadas, el tempranosiglo VIII resulta difícilmente identificable desde unpunto de vista material, lo que obliga a aceptar con pru-dencia los argumentos derivados del reconocimientosuperficial. A esta fase corresponden producciones,construcciones y patrones de asentamiento de aspectoy tradición visigoda. Es posible reconocer, por ejemplo,

formas de asentamiento rural concentrado (aldeas),que raramente devienen en alquerías o produccionescerámicas que se asocian a las últimas acuñacionesvisigodas o las primeras emisiones islámicas.

La segunda mitad del siglo VIII está marcada por lapaulatina introducción de ciertos indicadores materia-les (formas como el jarro de cuello cilíndrico o la pique-ra corta del candil, la introducción del tannūr, el cerra-miento de la boca de las marmitas, la aparición dedecoración pintada sobre las características plastasblanco-amarillentas, etc.) que sugieren, conformeganan en visibilidad, el avance del proceso de islamiza-ción social. Se atestiguan las primeras conversionesmediante las prácticas funerarias plenamente musul-manas, en ocasiones junto o sobre los espacios funera-rios cristianos. Los horizontes materiales de la segundamitad del siglo VIII caracterizan ciertos tipos de asenta-miento rural, como las alquerías de los marjales, dondela aparición del arcaduz sugiere la adaptación de con-juntos tecnológicos que implican cultivos, técnicas yconocimientos vinculados a la creación de espaciosagrarios regados. Es posible que nos encontremos antelas primeras redes de asentamientos campesinos isla-mizados, previas a la organización de los distritos cas-trales. En este momento circulan los primeros felusesasociados a abundante numerario tardoantiguo.

El siglo IX, sobre todo su segunda mitad, marca unproceso de homogeneización material que alcanza unadifusión regional amplia: los nuevos repertorios forma-les, característicos del Emirato, dominan los registros(fig. 8); se generaliza paulatinamente la moneda de pla-ta, las estructuras domésticas ganan en complejidad(aparecen las primeras alcobas entendido por tal lasegregación interna del testero de una crujía), la reorga-nización de los mercados permite la distribución de losprimeros vidriados fabricados en talleres urbanos quealcanzan incluso los poblados de altura que proliferan

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Fig. 6. Evolución de la forma de beber en el servicio de mesa altomedieval. Del cuenco al jarro (ss. VII-VIII) al jarro (VIII-IX).Materiales de Iyyuh/ Tolmo de Minateda. (Elaboración propia del equipo de investigación del Proyecto Tolmo)

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Fig. 7. Síntesis funcional y cronológica de las producciones altomedievales del Tolmo, distribuidas en tres horizontes cronológi-cos de acuerdo a la secuencia estratigráfica. Esta no presenta ninguna solución de continuidad entre el horizonte I, que conside-ramos visigodo y fechable entre la segunda mitad del siglo VII y quizá el primer cuarto del siglo VIII; el horizonte II, que correspon-de a la parte central y final del siglo VIII, siendo de cronología emiral temprana aunque sus producciones suelen estar morfológi-camente más próximas a las visigodas; y el horizonte III, que se inscribe claramente en el siglo IX, acorde con los repertorios emi-rales hasta ahora documentados en Tudm r y en algunos lugares de Andalucía oriental. Todas ellas proceden del Tolmo deMinateda, con la sola excepción de un envase oriental importado con vertedor y tapadera articulada, señalado por un asterisco,que ha sido reelaborado por los autores a partir de las referencias tipológica, para ilustrar la forma completa a la que correspon-den varias tapaderas reconocidas en el asentamiento. (Elaboración propia del equipo de investigación del Proyecto Tolmo, finan-ciado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, para V. Amorós et alii , e.p)

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en el contexto de la fitna. La islamización religiosa es yasignificativa y aparecen los primeros testimoniosespontáneos que denotan arabización en el medio rural(grafitti; mezquita rural del ḥiṣn de El Molón, etc).

El siglo X, probablemente su segunda mitad, reflejaun mayor grado de homogeneidad social, legible en laestandarización y especialización de las cerámicas, laaparición de programas decorativos de amplia difusión

y significado ideológico totalmente islámico. Se reco-nocen nuevas formas de organización del espacio rural(los distritos castrales y las redes de alquerías) y urba-no. Se comienza a difundir el hábito epigráfico en loscontextos funerarios y la moneda circula en abundan-cia. El paso del siglo X al XI revela una sociedad homo-génea y profundamente islamizada. Al menos desde laperspectiva material al-Andalus ya no es Hispania.

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Fig. 8. Materiales del asentamiento emiral del Zambo (Novelda, Alicante). Ceramica mano/torneta: 1 y 2. Marmitas M3.4 y M4.1.2;3 y 4. Ollas M6.1 y. M6.4; 7. Tapadera M30.1.1; 8. Barreño M29.2. y 26. Tinaja T10.3. Cerámica a torno: 6. Candil T33.3.3; 9. OrzaT13.1;10 Botella. T14.2; 11 a 15. Jarros T18.1;1. T17.1 y T16.2 ;15. Jarra T15.7, 16 a 19 Jarros T22.1; T19.3 ; T20.2 y3 ; 21 a 23. Jarras.T11.1.1, T10.2 y 1; 24 y 25. Tinajas T12.1. Cerámica vidriada: 6. candil V33.1 y jarro V20.2. Decoración pintada en óxido de hierro :13, 15, 19 y 21.

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Fig. 9 (X).- El reconocimiento material de la islamización en clave humorística. Introducción de formas nuevas en el sudeste de al-Andalus. Viñeta cómica realizada en la segunda reunión de Visigodos y Omeyas (Mérida, 2001) Cerámicas tardorromanas y alto-medievales en la Península Ibérica. Ruptura y continuidad

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