Sven Hassel Los Vi Morir

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    Sven Hassel

    LOS vi MORIR

    EDICIONES G.R

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    Titulo original: jEG SA DEM DO

    Traduccin del francs de j. FEBRER ALEU

    Portada de GRACIA

    Tercera ed.cin. Mayo,

    1980

    pan

    Edic.ones

    G P .

    Difundido por

    PLAZA & JANES, S. A.

    qat Vnqen de Guadalupe, 21 33

    AnP^ Lsrnb^l^ . j O o DlSO

    TOS MU t-= - -.-sic AA-, r

    Mxico 5 u r Bogla Calle 23 n

    UBROS Ediciones ,. P -

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    Yo os conduzco hacia un futuro magnfico. HITLER, Discurso del 3 de junio de 1937.

    Un tactac metlico y sordo resonaba en el silencio helado.

    El ruido de las botas pareca de disparos.

    Un perro gema, haba gente que lloraba, nios que gritaban, mujeres que yacan bajo el ltimo rayo del solponiente.

    La sangre se coagulaba en el o fiumano. Pero, se olvidar jams la sangre de los ase sinados?

    Era la guerra.

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    !

    I

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    En cuanto adopten los alemanes la doctrina bolchevique, trasladar mi cuartel general de Mosc a Berln,pues, en vista de la inminente Revolucin mundial, considero que los alemanes formarn cuadros muchomejores que los rusos.

    LENIN: Al embajador de Turqua

    Al Fuad Baj.

    14 de enero de 1921

    En el curso de los aos treinta, el SS Obergruppenfhrer Heydrich concibi un plan maquiavlicopara romper la armazn del Ejrcito Rojo. Valindose de agentes de la Gestapo infiltrados en laGPU, advirti a Stalin que muchos traidores ocupaban altos puestos en los EstadosMayores.

    Contaba para ello con la desconfianza patolgica de Stalin, y el resultado super todas susesperanzas. Una ola de terror se abati sobre Rusia. Stalin y su ministro de Polica, Beria, hicieron

    ejecutar a eminencias militares, tales como el mariscal Tujachevski, Blucher, Yegrov, los jefes delEjrcito Oborewitch y Yakir, el comandante en jefe de la Armada Roja y los almirantes Orlov yVictorov.

    Adems de los comandantes de las regiones militares, el noventa por ciento de losjefes de Cuerpo yde Divisiones, y casi todos los comandantes de regimientos y de batallones, fueron destituidos y

    condenados a trabajos forzados, como enemigos del pueblo.

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    Heydrich poda frotarse las manos. Despus de haber exterminado a los cerebros del Ejrcito Rojo, Stalin lossustituy por hombres incapaces o aduladores, buenos, como mximo, para mandar una cornpaa deametralladoras.

    En una sola noche, varios millares de capitanes y comandantes mediocres fueron ascendidos a generales.Muchos de ellos no haban asistido nunca a una escuela militar, y ninguno haba puesto ni siquiera los pies enla Academia Frunze. Dejaron de tenerse en cuenta las violaciones de frontera hasta el mes de junio de 1941.Los aviones alemanes realizaban descaradamente vuelos de reconocimiento adentrndose mucho en territorioruso; pero Stalin prohiba disparar contra ellos. Incluso en la frontera, la menorprovocacin por parte de las

    tropas rusas era castigada con la muerte. Stalin negaba, pura y simplemente, a su Ejrcito, el derecho adefenderse.

    -Por qu? -se preguntaba el comandante general Grigorenko-. Bueno, por qu?

    Los que habran podido responderle haban perecido todos durante los dos primeros meses de la guerra, bajolas balas de los pelotones de ejecucin. De esta manera, Beria y Stalin supriman a

    los testigos del error msmonumental de la Historia.

    -O se trata de una traicin? -murmuraba Piotr Grigorenko.

    LA MUJER SARGENTO

    -Por qu eres tan arisca? -pregunt el teniente.

    -No puedo hacerlo -respondi la mujer sargento.

    -No quieres?

    -Te digo que no puedo.

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    -Entonces, confiesa que no quieres -insisti el teniente, acariciando los cabellosde la mujer y haciendo caersu gorro-. Esto puede hacerse, aunque uno est gravemente herido. Yo lo hice una vez con las dos piernasescayoladas.

    -Cundo te hirieron?

    -En el pas de los lapones soviticos. El da en que nos atacaron los finlandeses.

    -Vaya! No saba que hubieses estado de guarnicin en Leningrado. Bueno, basta, Oleg! Tedigo que no

    puedo!

    -No te gusta esto? Piensa que tengo la Orden de la Bandera Roja.

    -Una no se acuesta con un hombre por sus condecoraciones. Y adems, dnde te la concedieron?

    -En Sumusalmi.

    -Dnde est eso?

    -En el Este, en Finlandia; fue cuando aplastamos a los fascistas finlandeses.

    -Te refieres a la gran batalla de carros blindados?

    -S; se orden la carga por todo el Cuerpo de

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    Ejrcito, y el mando otorg seis condecoraciones, una de ellas a m -dijo l, tratando de introducir la manopor debajo de la falda de la joven.

    Pin- para

    estn haciendo las maletas; Stalin nos sacrificar a salvarse l, pues es tan feroz como Hitler. Conoces laorden? Hay que fusilar al que retroceda, y,

    Ella apret las piernas, y ambos rodaron entre ; aleuien se rinde, ejecutar a su familia.

    ; nltnc: Vnprhns sl ?. r_ >_ :_ -* ,,^ v,^,^;-.

    las altas hierbas.

    -Bueno, basta! -gru ella-. Soy un soldado como t. Estas marranadas deben esperar hasta despus de la

    victoria final.

    -Habla cuanto quieras -mascull el oficial entre dientes-. Si te figuras que es divertido pasar la noche solo enese maldito tanque! Yob Tvoyemady!

    -Siempre sers un basurero! -dijo ella, arreglndose el cinturn provisto del nagn.

    -Claro que eres soldado! Telegrafista de un carro blindado, Yelena Vladimironna!

    La sujet por la nuca, y, al defenderse ella a puntapis, se le subi la falda, descubriendo unos hermososmuslos bajo las medias caqui de reglamento. -Basta, o te denunciar al Sampolit! -Sicrees que me da miedoese cerdo...! Si no aplastamos a los nazis antes de que entren en Mosc, todos losSampolit sern ahorcados.Estn muertos de miedo, y no les falta motivo. No derrotaremos a los fascistas.

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    -Ests loco, Oleg? Dudas ahora de la victoria? Si te denunciase, te costara la cabeza!

    -T tambin dudas, Yelena. Desde el mes de junio, los monstruos de Hitler nos persiguen como a gallinas

    asustadas. Muchos miles de hombres han muerto ya. Otros millares estn prisionerosen Alemania. En nuestratierra, defensas inexpugnables han cado en menos de dos meses! Antes de Navidad, Hitler estar en elKremlin. Qu ha sido del general Bagramya y de su invencible Divisin de la Guardia?Slo hace tres mesesque empez la guerra, y los carros blindados alemanes estn a 360 kilmetros de Mosc. Si sigue el buentiempo, el Kremlin caer dentro de ocho das. No oste lo que dijo el otro da la Radio enemiga? Aplastadal comunismo internacional! Los alemanes son demonios; nadie puede vencerlos. Viste sus carros

    amarillos? Por cada uno de ellos que arde, cien de los nuestros son destruidos;nuestra Brigada blindada hasido formada, destruida y reconstruida cinco veces; crees que esto puede continuar as? Esta maana o decirque, en el Krem-

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    Yo preferira morir antes que rendirme -murmur Yelena.

    No ests tan segura! Pero, quin es capaz de

    decir si podremos escoger? Todava no hemos tropezado con los SS. Dicen que son mil veces peores quenuestros NKVD.

    No es posible -gimi la joven, aterrorizada-.

    Nadie puede ser ms cruel que Beria.

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    Espera a ver a los hombres de la calavera. Matan por gusto. Dicen que cada maanareciben una racin demedio litro de sangre, de sangre sovitica, Yelena.

    -Es verdad que se comen a los nios judos?

    -No, si son judos, los SS no los comeran por nada del mundo. En cuanto a la guerra, est perdida, Yelena.Que Dios nos ampare!

    -Es que crees en Dios, Oleg? T, un oficial sovitico?

    -S; desde la batalla de Minsk, creo en Dios. l es nuestra ltima esperanza. Pero a ti, Yelena, te amo; te amodesde el primer da que te vi. Vamos, s ma; estamos en guerra, quin sabe si maana vivemos!

    -No! No puedo! Estoy prometida!

    -Tonteras! -grit l, despectivamente-. La verdad es que hay algo entre t y la capitanaAnne Skaryabina.Toda la Brigada est al corriente! Se comenta que de vuestra unin salda un T 34 -ri-.eres la gallinitade la capitana, esa bruja que corre detrs de las chicas y que las hace desaparecer cuando se harta de ellas.Pero esto terminar pronto; el coronel Botapof la odia.

    -Nadie puede con Anne. Tiene buenos padrinos en las altas esferas.

    -Ests enamorada de ella? Eres una ramera! Me das asco, Yelena.

    -Entonces, djame en paz! Si quieres, puedes denunciarme al coronel, pero te prevengo que, si me tnandan alparedn, t vendrs conmigo!

    -Oh, t sabes arreglrtelas bien! Slo tienes que acostarte en la cama de Anne; de all s

    alen todas lasdenuncias.

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    -Cerdo! Eres un verdadero cerdo! -Perdname, pero es que me vuelves loco! Aunque sealo ltimo quehaga en la vida, quiero que seas ma! Antes de ponerse el sol, los Fritz estarn aqu ytodo habr terminado. -Le arranc la guerrera-. Despus, podrs ir a decirle a la puerca de tu capitana que es mucho mejor hacerlo

    con un hombre.

    -Mirad eso -murmur Hermanito, en la posicin avanzada desde la que observbamos los tanques rusos-. Escomo para poner en celo a un cordero castrado! Ese traidor sovitico se refocila con ella, y no cree en lavictoria de Stalin! Es para cortarle el cuello.

    -Ser a la chica a quien cortarn el cuello -ri Porta-. Y pensar que habamos de convertirnos en voyeurs*Decididamente, la guerra depara muchas sorpresas!

    -Cerrad el pico, monos lujuriosos! -gru el Viejo, sacando su L.M.G. nuevo modelo provisto debayoneta, para utilizarla en el cuerpo a cuerpo.

    Barcelona Blom se ech a rer y quit el seguro a una granada de mano.

    -Ser su ltimo golpe, antes de que nos presentemos nosotros.

    La muchacha, con el pecho desnudo, respira con dificultad y abofetea a su agresor, el cual se excita todavams. Se les oye luchar entre el maz. La falda arrancada descubre el gran revlver, cmico sobre las enaguasblancas.

    Todos nosotros remos, excepto el Viejo y el Legionario, Porta lanza un silbido prolongado.

    -Qu ha sido eso? -pregunta Yelena, con inquietud.

    -Un pjaro de los pantanos que llama a su cornpaera -responde Oleg-. Vamos; slo una

    vez, paracomplacerme.

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    Un momento de silencio; despus, un gemido en el campo de maz, un grito ahogado, palabrasincomprensibles. Nos hemos quedado mudos de asombro, jadeantes, con los ojos brillantes.

    -Santa Madre de Kazan! -murmur Porta-. Vaya una situacin! Estamos aqu para zumbarle al EjrcitoRojo, pero hemos de reconocer que Ivn tiene ms sesos que nosotros. l, al menos, sezampa gallinitas deuniforme. He aqu las ventajas de lu-

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    char por una causa santa: se puede mezclar a Dios Y el diablo. Cosa que no ocurreen el maldito ejrcito deHitler!

    Les dejamos terminar antes de atacar? -pregunt Stege.

    El Viejo, que se tiraba nerviosamente de una oreja, no respondi. Lo que ocurra del

    ante de nosotros no leinteresaba en absoluto. La chica se levant y puso en orden sus ropas. Volva a sersargento.

    Me voy -dijo, sonriendo y mostrando los blanco;, dientes-, pero volver despus de pasar lista.

    -Seguro que no -se mof el teniente-. No volvers conmigo!

    -Volver -replic la chica, riendo, y desapareci entre los altos tallos, en direccin alos cuatro TB rusos,all abajo, cerca de los girasoles.

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    Si los hubiesen pintado de amarillo, como nuestros carros, apenas los habramos visto. En Rusia, todo esamarillo en esta poca del ao; incluso la gente amarillea un poco cuando el otoo toca a su fin. El colorverde delata los tanques en este paisaje amarillento y pardo.

    -Tendran que repintar sus vehculos cuatro veces al ao, como nosotros -dijo Porta-.Dos veces no bastan,cuando se est en guerra.

    -En realidad, habra que hacerlo todos los meses -declar Stege-. La nieve de eneroes muy distinta de la dediciembre, y la nieve en polvo de noviembre no tiene nada que ver con la de febrero, mientras que, en marzo,

    al menos presenta cinco matices de blanco diferentes. As pues, en invierno, cuando el blanco parece blanco,no sirve de mucho repintar una sola vez los carros. Y, en primavera, el verde cambia de matiz cada semana.De qu sirve pasearse en un vehculo pintado con los colores de la primavera, en el verde oscuro del verano?De nada. Si supiesen camuflar mejor, alargaran la vida de los corderos como nosotros. Fijaos en nuestrosuniformes! Verde gris! Salvo en el polvo de las carreteras, dnde encontris este color? Y los chicos deIvn siguen pataleando en primavera con sus uniformes caqui de otoo. Son esos burcratas imbcilesquienes inventaron el color de los uniformes!

    -Antes eran rojos y azules -dijo Hermanito.

    -Era para darle miedo al enemigo -se chance Barcelona-. Una tropa que avanzaba con la bayone-

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    ta calada, de uniforme rojo vivo, era para causarle almorranas al ms pintado. Sehabra dicho una ola I desangre.

    El teniente ruso se haba tumbado sobre la hierba, con un tallo de maz entre los dientes, y rea satisfecho.Tena desabrochada la camisa de verano y cerrados los ojos, mientras un insecto jugaba sobre la estrella de sucondecoracin. Slo en el instante en que la sombra de el Legionario cay sobre l, se dio cuenta del peligro.Demasiado tarde! Qued muerto, con la yugular seccionada. El Legionario enjug con indiferencia sucuchillo moruno en la guerrera de verano, mientras llegaba hasta nosotros el aroma del caf que preparabanlos hornbres de los tanques rusos.

    -Dios mo! -murmur Porta-. Caf! Y verdadero! Esos comunistas no se privan de nada.

    Porta adora el caf; muchas veces ha arriesgado la vida para apoderarse de un pocode caf, y el Viejo diceque no vacilara en vender a la compaa por una libra de este artculo. Hermanito, queavanzaba el primero,con el bazuca bajo el brazo, se dej caer de pronto entre el maz, mostrando, no lejos de all, a un soldadoruso sentado junto a una pequea fogata sobre la que humeaba un recipiente negro.

    Porta aspir entusiasmadoel aroma embriagador.

    -Mirad! -murmur Julius Heide-. Cuatro B T5!

    -Cinco -le corrigi Porta-. Hay un KW detrs de los otros, el del comandante.

    -Todo quedar destruido en un periquete -declar Hermanito, acariciando su granada magntica-. Lostestculos les subirn a la garganta y ya no tendrn ganas de fornicar con las chicassoldado. Si Jos nos viese,nos pondra una medalla.

    -Prohibido llevar medallas soviticas -declar secamente Heide.

    -Basta de tonteras -les ataj el Viejo-. Calma. Nadie debe disparar hasta que yo d la orden.

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    Sonaban risas en el campo sovitico. Una voz de mujer tron sobre el bullicio, una fuerte voz de mando.

    -El capitn sin verga -dijo el Legionario, sacando la navaja del bolsillo-. sa queda para m, os lo advierto.

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    Basta! -gru el Viejo-. Estamos demasiado

    Icios de los carros. Las cinco latas deben saltar al mismo tiempo. T, Barcelona,barrers el terreno con tuMG, y abatirs a todo el mundo. Ninguno de ellos debe llegar al puente. Si consiguenvolarlo, ser elconsejo de guerra para nosotros. Todo depende del puente. Est minado, al menos con dos toneladas deexplosivos.

    Menudo estampido! -suea Hermanito-. Una

    tonelada de plvora! Se oira desde el pas de los esquimales!

    Los rusos se agrupan para tomar el cafe.

    Confiemos en que nos dejarn un poco -gime

    porta-. Me pregunto de dnde lo sacarn!

    sos son de la Guardia -explica Heide, que

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    siempre lo sabe todo-. Raciones especiales.

    -Cmo lo sabes?

    -Guerrera de verano verde con trencillas de plata. Es obligatorio conocer los uniformes enemigos. Quien nolo sabe, sabotea las rdenes!

    -Silencio! -recomienda el Viejo-. En marcha!

    Los rusos, sentados en crculo, devoran gruesas rebanadas de pan mojadas en el cafoloroso. Cae la tarde. Elcielo es de un rojo de sangre al otro lado del ro. Uno de los rusos coge su balalaika, y surge una cancin.

    Desde hace mucho tiempo, tu padre est enterrado, Y desterrado tu hermano querido.l sufre en el frosiberiano. Cadenas en los pies y en las manos Bajo los golpes de la nagayka...

    Esta melanclica cancin se canta en Rusia desde hace decenios, desde que hay camposde concentracin enSiberia.

    -Horrible cancin! -dice Hermanito.

    A lo lejos, ruge la artillera. Nosotros, con nuestra experiencia del frente, sabemos que los que disparan son

    Opslagsspringerer, caones pesados alemanes, y que esto significa: ataque. Vale ms noncontrarse allen este momento, y compadecemos a los tipos de la otra orilla, que se meten en el ms pequeo agujero,nico refugio contra la muerte. El fuego de los tanques rusos produce un resplandor fantstico. Nada msimpresionante que un bosque os-

    2 - LOS VI

    MORIR

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    curo de pinos en el fuego de un combate.

    -Psame el coac de los pobres -dice Porta a Barcelona, el cual le tiende la gran cantimplora de campaa

    utilizada en el Ejrcito francs.

    El fuego aumenta y el resplandor se hace fulgurante. Los rusos, como nosotros, miran hacia el Norte. Lasgranadas no distinguen entre amigos y enemigos.

    -Adelante! Por qu creis que estamos aqu? Rugen los motores y los tanques avanzan; lossoldados de

    Infantera corren a su lado, enfermos de terror, lanzados al infierno por polticosirresponsables. Avanzan.Los carros tienen que cruzar el campo de minas. Nadie se ocupa de los granaderos, que corren y se agarran alos cabos. El granadero cae, se deja arrastrar, se incorpora, dispara hacia un casco que aparece encima delparapeto de la trinchera. Es la guerra! Mata al hijo de otra madre, antes de queeste te mate a ti, y te habrsganado un respiro en la lotera de la muerte. Si no te vuelves loco, regresars comoun hroe; pero no olvidesque nada desaparece tan de prisa como los hroes. Dos meses despus de una guerra, ya no se habla ms deellos.

    Por encima de nuestras cabezas, los cohetes rayan el cielo con sus estelas de fuego y caen a lo Jejos, detrsdel ro. Los maizales, resecos por el sol de veranq, empiezan a arder. Salvo los lanzallamas, Jos cohetes sonlo que ms odiamos. Han sido fabricados con los pelos del culo del diablo, asegura Porta. -Preparados parala partida -ordena una dura voz rusa.

    -Qu dice? -pregunta el Viejo, que no consigue aprender el ruso.

    -Dice que tienen que moverse para llegar a los carros -traduce Porta con desenvoltura.

    Nos arrastramos para tener un mejor ngulo de tiro. Me echo el can de chimenea al hombro y apunto altanque ms prximo. Hermanito suspira impaciente; tambin Heide, cada uno de cuyos mov

    imientos seadapta al reglamento. Ese nazi es un autmata viviente, atiborrado de reglamentos.No mata hombres, sino

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    cosas annimas que le dejan completamente indiferente. Le cortara el gaznate a cualquiera, si se loordenasen, pues las rdenes no se discuten jams. Si le dijeran que fuese andando hasta

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    Luna preparara su mochila con el mismo cuidaT aue un recluta, tomara raciones paraocho das

    dara media vuelta, entrechocando los tacones. Ery ,do como un palo de escoba, marchara en direccin

    la Luna, hasta caer reventado o recibir la contraren Desgraciadamente para nosotros, hay muchsimossuboficiales del tipo Heide; pero Porta afirma n,,e estos fanticos del reglamentoson indispensables pues sinellos el Ejrcito se derrumbara. El ltigo es necesario cuando hay quien tiene que obe-

    ecer.

    El ruso gnta:

    -Listos! .

    Las guarniciones de los tanques se instalan rpidamente.

    -En marcha los motores!

    Los motores roncan. Una mujer alta y vigorosa, con verde uniforme, le grita algoal comandante del primertanque.

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    -Atencin! -murmura el Viejo.

    Los cinco tubos apuntan.

    -Ven, dulce muerte, ven! -canturrea el Legionario.

    -Dawai, dawai! -grita el comandante del primer carro a los que se retrasan recogiendo los utensilios decocina, pues a los soldados les cuesta siempre interrumpir un vivac en el cual se olvidan de la guerra.

    -Dnde est Oleg? -pregunta de pronto la mujer sargento, mirando a su alrededor.

    -Es verdad, dnde est Oleg? -repite el oficial del tercer vehculo.

    -Fuego! -grita el Viejo, bajando el brazo.

    Cinco cometas incandescentes vuelan hacia los blancos, y una explosin monstruosaretumba en el bosque.Los cinco disparos han alcanzado su objetivo. A treinta metros son mortales paracualquier clase de tanque.Pedazos de acero al rojo caen entre los rboles. Los hombres de las torrecillas, lanzados al aire, parecenbalancearse en la punta de una llama; despus, rotos los miembros, son reducidos apolvo por la presin delaire. La mujer sargento gira sobre s misma, transformada en antorcha; el joven soldado que haca el cafcorre, sin cabeza, en direccin al bosque. Muchas veces nos hemos preguntado cuntotrecho poda correr un

    cuerpo sin cabeza, pero

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    ahora ya no nos asombra nada. Cuando se lleva al-B p vie:o sa\tagn tiempo en la guerra, todo parecenormal. ElBf _., dispare, lo mato, otro da, un nazi corra sin piernas, lanzando gritos Habrasdebido ser prior de un convento -reatroces: un gordo comandante de la reserva, queF* a Hermanito,

    guardndose el arma, resultaba cmico de ver, aunque parezca monstruoso p pero ia mujer se encarga deponer fin a sus sudecirlo. Heide, naturalmente, nos ech un discurso -Atritos- precisamente llevaba enla manga una sobre los nervios particularmente slidos de los ale- t} ,, Bowden

    manes, gracias a la diettica nazi. Un cerdo soviti- p_.y vo que estuve a punto dedarle un trago de co, por nohablar de un judo, no habra podido nun- ,fc, l_exclama Stege, aterrorizado,

    ca correr sin piernas como aquel comandante ale- __O hagas nunca una cosa as -le aconseja el

    man. Pero nada tena de extrao que un ruso corriese r -owaro_ Si aprecias en algo tuperra vida, dissmcabeza; tambin lo hacen las gallinas. L sobre un cadver antes de acercarte a l.

    Cargamos sobre los girasoles encendidos, y he p vruestros camaradas estn ya lejos, y echamos aaqu que un perrito blanco empieza a ladrar con tales er para unirnos a ellos llevando Porta una bolsa

    muestras de desesperacin que Barcelona lo toma en ^ande de caf sobre el hombro. Por encima de losbrazos. Maldicin! El perrito, evidentemente ruso, Lboies siguen pasando fulgurantes cometas; ahoramuerde con tal fiereza a Barcelona me ste ln ar. . _i .-_: A^ 1^0 -rrc,nnw

    muerde con tal fiereza a Barcelona que ste lo arro- empieza el infierno de los organillos de Stalin. ja a lasllamas. Como era de esperar, Heide lleva en _ES mejor no encontrarse donde aterricen sos

    su mochila, de acuerdo con el reglamento de 1936, una _dice Hermanito-. Por lo dems, es curioso que se

    cajita de metal con unas pinzas y los seis metros Dueda hacer volar a esos enorm

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    es trastos y hacerlos

    de gasa reglamentarios. La nariz mordida de Bares. *-^n*. J^A* ,,nn rmiprp

    ^ ~ J A~ ~ ^w*w lV-tiWO

    de gasa reglamentarios. La nariz mordida de Barcelona queda en buenas manos, y podemos estar seguros deque, despus del combate, Heide ir en seguida a reponer la gasa que ha gastado.

    La capitana cae viva en nuestras manos. Se precipita sobre Stege como una loba,

    cae al suelo por unazancadilla de Porta y trata de apualar a Hermanito con su temible cuchillo caucasiano. Un golpe en la nucade la arpa resulta insuficiente; se levanta de un salto, se arroja sobre el Viejo, y nuestras seis pistolas disparana un mismo tiempo. La mujer vuelve a caer, aullando y vomitando sangre por la boca; tarda mucho en morir.Nadie se atreve a acercarse a ella. Puede llevar en la manga una pistola Bowden, ysi alguien cometiese laimprudencia de inclinarse sobre ella para limpiarle la sangre y darle de beber,le disparara a la cara. Lohemos visto muchas veces. La guerra del Este no se parece en nada a las otras guerras. Aqu, incluso los

    muertos matan. La mujer se retuerce presa de tales dolores que Hermanito saca sunagn.

    -No hagas eso -dijo el Viejo-, si no quieres que te denuncie por asesinar a un prisionero.

    -Ya ha recibido lo suyo, y no puedo ver sufrir a una mujer bonita. Deja que la remate, y largumonos.

    estallar donde uno quiere.

    -Han sido calculados para eso!

    -Pero hay que tener algo formidable en el cerebro para hacer que un aparato as vaya a dar precisamente en la

    cabeza de un general, pongo por caso. No me digis que no es sensacional!

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    Un hombre curioso, ese Hitler, pero nunca ser canciller o general en jefe. Como mximo, se lepodra confiar el Ministerio de Correos.

    Palabras del presidente del Reich, Von Hindenburg al general Von Schleicher. 4 de octubre de 1931.

    Fue el mariscal Malinovski quien escribi en 1961, en el peridico Wojenno-Istrischeski, estas frasesmemorables:

    El colmo de la estupidez de Stalin fue dar a las tropas la orden de permanecer en

    sus guarniciones, lejos dela frontera, incluso cuando los rusos tenan pruebas absolutas del ataque preparado por Hitler.

    Durante los tres meses anteriores al Da D, un milln de soldados alemanes permanecieron acantonadosjunto a la frontera rusa de Polonia. El plan defensivo sovitico, minuciosamente preparado por el EstadoMayor general, y bien conocido por Stalin, no fue nunca puesto en prctica, por orden expresa de ste; y losCuerpos de Ejrcito haban sido distribuidos de un modo tan estpido que los carros bl

    indados alemanes losdestruyeron como en un desfile. Pero el punto culminante de la aberracin se alcanz la noche del sbado quesigui al 21 de junio de

    1941. Aquel da se priv a las Divisiones de Infantera de sus Divisiones, blindadas,para agrupar stas ennuevas Brigadas de carros. Los antiguos carros fueron alineados en las plazas fuertes (BT 5 y 7),

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    mientras que las tropas adiestradas eran enviadas a otras guarniciones. Cuando llegaron los alemanes, ellunes, estos soldados escogidos no tenan an un solo carro a su disposicin. Cayeronprisioneros a millares,

    En los tres primeros das, el noventa por ciento de la aviacin rusa, a la cual se haba prohibido volar, fueaplastada por los bombarderos enemigos. Durante las seis primeras horas del 22 de junio. Stalin prohibihacer el menor disparo a las Divisiones fronterizas del Ejrcito Rojo. Pero, comodice irnicamente PiotrGrigorenko, alabado sea Dios! A pesar de todo, hubo soldados lo bastante indisciplinados para infringir lasrdenes de los superiores.

    Stalin se negaba obstinadamente a creer que las tropas alemanas cruzaban la frontera por orden de Hitler.Hasta mediados de agosto, estuvo convencido de que todo era un error provocado por los Junker alemanes.No cesaba de repetir: No es verdad. Adolfo Hitler no reniega de su palabra. Acaso no le haba aseguradoel ministro de Asuntos Exteriores, Ribbentrop, la fidelidad del Fhrer?

    Sin embargo, aunque muy lentamente, en Mosc empezaron a darse cuenta de la realidad. El ministro de la

    Guerra, Timoschenko, que se crea an en 1917, en la poca de la Revolucin, ordenaba atacar con armablanca. Los comandantes del frente suplicaban, en vano, que no se les obligase aaventurarse por lascarreteras antes de cerrar la noche; pero Stalin ordenaba atacar, y marchaban directamente al encuentro de lamuerte. Fcil presa para las escuadrillas alemanas! De este modo, fue aniquilado loque quedaba de loscarros blindados rusos.

    En el horno de Kiev, el V Ejrcito Blindado luchaba desesperadamente para evitar sudestruccin completa,y, efectivamente, habra podido evitarla de no ser por las rdenes insensatas del Kremlin. Millares y millaresde excelentes soldados rusos fueron as aniquilados estpidamente. Despus, cuando unos hombresclarividentes hubieron enderezado la situacin, hubo que encontrar cabezas de turco. Se empez eligiendooficiales de la regin militar del Oeste. Uno de los jefes del Ejrcito ruso ms jvenesy mejor dotados fuefusilado. Su jefe de Estado Mayor, el bravo teniente general Tupikow, corri la misma suerte. De Norte a Surdel inmenso imperio,

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    tronaban los pelotones de ejecucin.

    El comandante general Grigorenko asegura que ochenta y ocho mil oficiales superiores fueron ejecutados enquince das. Desaparecidos los testigos de la locura del Kremlin, Stalin se hizo nombrar general en jefe.

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    EL CALVADO DE HERR NIEBELSPANG

    Justamente antes de nuestra llegada, el castillo blanco haba sido cuartel generalde la GPU. En los stanos

    yacan doscientos cadveres, todos con una bala en la nuca; al da siguiente llegaronen masa los hombres dela propaganda, para tomar las fotografas de costumbre. Despus de las fotografas, seenterr a las vctimasen lo macizos de flores, porque era una tierra fcil de cavar. El parque qued llenode cadveres, y an tenaque contener muchos ms, porque, al marcharnos nosotros, lleg la Brigada especial del SS Heydrich, y todoel mundo sabe cul es la tarea confiada a los SD.

    La mayora de nosotros ramos muy jvenes y no habamos conocido el alegre perodo de la adolescencia.Nos haban enviado a la guerra antes de haber empezado a vivir. Evidentemente, algo importante sepreparaba en aquel momento: puesta en marcha cada dos horas, cosa que era absolutamente necesaria con losnuevos motores Maybach. Si estn parados demasiado tiempo, les cuesta arrancar, y elCuerpo de tanquesno sabe nunca cundo va a sonar la Hora H. Uno vive descuidado, empieza a olvidarla guerra y, de pronto,truena la orden: Adelante, i marchen!

    Entonces, de repente, todo es un infierno, y el granadero con el que estbamos charlando se ha convertido enuna momia calcinada. Lo peor es la

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    gasolina de los lanzallamas; los desgraciados que son alcanzados por estas armasdiablicas secuecen lentamente como la carne en el puchero. A veces, viven an cuando uno se acerca a ellos;pero, si los tocas, su carne se deshace entre tus dedos. De todas maneras, acaban muriendo, y sera

    mejor dejarles en el lugar donde cayeron del carro; pero el reglamento exige quesean transportadosal hospital de campaa. Y el soldado avisado cumple el reglamento. -En el Ejrcito,tiene que haberorden -dice Porta-; si no, adis guerra! Y un gran pueblo necesita una guerra de vez en cuando,para demostrar al vecino que est en plena forma. Adonde iramos a parar si cada cretino hiciese loque le viniese en gana? Todo el mundo pondra pies en polvorosa el primer da, y entonces, quharan los polticos? Pensad en todo el jaleo que han tenido que armar para prepararuna buena

    guerra -termina Porta, cerrando de golpe la portezuela de la escotilla.

    Arrancamos cuando ya es noche cerrada. Llueve a cntaros y el olor a quemado se pega a lagarganta. Llega la infantera de los carros blindados, empapada hasta los huesos,helada, con laslonas de las tiendas sobre el hombro y los gorros calados hasta las orejas. Losviejos, msexperimentados, han envuelto sus armas automticas en papel embreado, sin que losjefes deseccin tengan nada que reprocharles. Casi siempre, las alarmas son injustificadas

    , y entonces, porqu ensuciar intilmente las armas? Claro que est prohibido; pero, se hacen tantas cosasprohibidas! Por ejemplo, la violacin est castigada con la horca, pero es muy raroque se cuelgue aalguien por una cosa as. En la aldea de Drogubosch, encontramos a una hermosa muchacha que lashaba pasado moradas; afirmaba que la haban violado veinticinco hombres. El mdico declarque era muy posible que fuese as, y esto fue todo. No se present un solo polizonte, cuando, sinembargo, aparecen en seguida si se produce cualquier detalle contrario a los int

    ereses del Ejrcito.

    -Enfermero! -grita una voz-. Tengo una mano arrancada!

    Seguro. Cada vez que hay una alarma, no falta un imbcil que, distradamente, pone la mano en laboca del can de su arma. Un silbido..., olor a carne quemada, y slo queda el hueso.Naturalmente,

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    el hombre ser castigado por su estupidez; pero seis semanas de calabozo... qu vacaciones, encomparacin con el frente! Un enfermero le increpa y le habla de consejo de guerra

    : mutilacinvoluntaria. Si el tipo tiene mala suerte, tal vez comparezca ante l. As le ocurri el anteriordomingo a uno que tena las dos piernas amputadas. Lo ataron a una tabla para quemuriese de pie.En las ejecuciones, hay que Observar el reglamento.

    -A se le van a dar tambin su merecido -pronostica Hermanito, mientras despacha susraciones dehierro, como Garganta.

    Cmo diablos te las arreglas para atracarte de

    este modo? -pregunta el Viejo, estupefacto.

    -No lo s. Cuando tena ocho aos, me zampaba ya un pollo entero, con huesos y menudillos. Es lo

    que se aprende a hacer cuando uno tiene que hincharse en secreto. Te acuerdas delos patos deNavidad del sargento mayor Edels?

    Cmo olvidar aquellos patos! Cuando se present la Polica secreta para investigar el hurto de ochopatos cebados del Ejrcito, se administraron vomitivos a toda la compaa para descubrir a los

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    culpables. Los patos fueron devueltos, como es de suponer; pero el jefe de los hombres del abrigode cuero negro era amigo de Porta. Por esto, el interrogatorio termin en una formidable partida decartas, y los hombres de la Polica se marcharon... sin sus abrigos de cuero!

    -Carros blindados, adelante! -vocifera la radio.

    Roncan los motores Maybach. El Viejo se cala las gafas de proteccin. En el bosque,ruido de unadbil alarma; nuestros granaderos han tropezado con la infantera enemiga. La metralla destruye lasposiciones, que se convierten en una masa amorfa.

    -No hemos debido entrar jams en Rusia -dice Stege, pesimista, pues todo lo ve negro cuando elambiente empieza a calentarse.

    Las MG maullan como gatos rabiosos; los morteros del 80 escupen granadas en direccin a lasMG; la tierra hierve como un geiser; la calzada alquitranada que conduce a Pocinokdesaparecebajo una borra blanquecina. No hemos estado nunca en ocinok, pero conocemos todos

    susrincones. Sabemos dnde est su PAK, aunque nadie nos lo haya revelado; si tienen tanques,estn seguramente camu-

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    fiados detrs de la escuela, pues es el sitio ideal. Por lo dems, ni siquiera hacefalta camuflarlos;con nuestras armas de corto alcance, nada podemos contra sus pesados KW 1 y KW 2. Encuanto al PAK, debe de estar cerca del edificio del Partido, pues la sede de ste eslo ltimo que

    abandonan.

    Seor! Qu manera de llover! La lluvia se filtra! por las rendijas de evacuacin de gases, que yano deben de ser muy eficaces. Inspecciono minuciosamente la mscara de gas y sus dos filtros; elprimero ha sido utilizado para hacer alcohol. Apesta a aleo- . hol! Un ataque congases no deberaser tan espanto I so: uno estara borracho perdido antes de darse I cuenta de quele sofoca

    el cloro.

    En la orilla de la carretera, en la cuneta, un a min volcado: uno de los grandesde la artiller \pesada. Los haubitzer han sido proyectados a lo i, jos, hasta un huerto. Una delas ruedas de hier-odebi volar, tronchando una hilera de rboles. Manzanas maduras desparramadas por todas partes.1 otoo de 1941 fue una buena estacin para la fruta, y las recolectoras estaban en plena faena. Laescalera, partida por la mitad, parece cortada por una sierra circular, y una mu

    jer est cada sobrelos barrotes, con los vestidos arrancados, conservando el zapato en el pie izquierdo y un collar en elcuello. Un pedazo de escalera le atraviesa el estmago y la punta le sale por la espalda. Alrededordel camin, se ven varios artilleros muertos. Uno de ellos empua an una botella de vino; murimientras beba. Cerca de la valla del huerto, un soldado de Infantera alemn, de apenas diecisieteaos. Tiene ambos puos hundidos en las entraas, como para contenerlas, y sus costillas parecende marfil pulido. El agua fluye por el gran egujero negro abierto por la granada

    , arrastrando sangrey pedazos de carne.

    -Es curioso -murmura Porta-. La guerra empieza siempre en otoo y termina en primavera. Por quser?

    Es verdad. Cesan las escaramuzas de la infantera y despus empieza lo bueno, cuando, noche tras

    noche, se oye el ronquido de los motores del vecino. Y de pronto, poco antes delalba, se arma lagorda El primer da es siempre el peor. Mueren muchos muchos! Despus, la cosa disminu

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    ye. No;no decrec-, sino que uno se acostumbra a vivir con la muerte

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    Precisamente, desde haca tres semanas, llegaban tropas de refresco que, noche y da, desfilaban pordelante del castillo blanco. Compaas,batallones, reaimientos, Divisiones. Al principio,contemplbamos este desfile con curiosidad. Aquellos soldados olan a Francia! Y vayariqueza!Porta y Hermanito hacan grandes negocios. Imaginaos que, de acuerdo con un Obermaat deMarina, haban llegado a vender un contratorpedero a punto para entrar en servicio!Hermanito

    esperaba una hermosa condecoracin inglesa para despus de la guerra; as se lo prometieron losdos hombres morenos que compraban el contratorpedero...

    Cruzamos la aldea sin encontrar resistencia, y nos amodorra el calor del tubo deescape. Porta sufretodas las fatigas del mundo para conducir el pesado vehculo entre las topas en marcha. Unmomento de distraccin, y aplastara una compaa... Detrs, la infantera de los carros emedioasfixiada por el xido de carbono. Peligro de muerte para el imprudente que se acu

    este sobre elmotor, entre los dos tubos de escape; pero, quin no lo hace? Se siente un calrenlo tan delicioso!

    Hermanito duerme, tumbado sobre sus granadas, y sus ronquidos llegan a ahogar los del motor.Cuatro gordos piojos corren por su cara; son de una raza especial, con una cruzen la espalda. Debende ser peligrosos, pues cobramos un marco por cada piojo que entregamos al sargento de Sanidad,

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    el cual los guarda en un tubo y los enva a Alemania. Porta dice que los meten enun campo deconcentracin para piojos, donde cran una raza especial de piojos arios que levantan la pataderecha para hacer el saludo nazi. Heide, al orlo, se march indignado. El Viejo despierta, pues, a

    Hermanito y le llama la atencin sobre la fortuna que corre por su piel. El gigante consigue pescarttes, pero el cuarto huye al cuello de Porta, el cual se lo atribuye. Los clavancon un alfiler en lafunda de caucho del aparato de ptica, para tenerlos a mano si se presenta el sargento de Sanidad.

    De pronto, una colosal bola de fuego cae entre los matorrales, delante del primer tanque. Loshornbres saltan de los vehculos, locos de terror y con j-1 corazn palpitante. Perm

    anecen tumbadosen el barro, esperando la muerte. Algo barre el terreno;

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    rebotan proyectiles en los blindajes de acero; ui muro de llamas se levanta delante de nosotros: unacortina de fuego que se enrolla al revs. Llega del bosque, se eleva en el cielo en un fnebre arcoiris, describe una curva y vuelve sobre nosotros.

    -Los rganos de Stalin -murmura Heide, cayendo involuntariamente debajo del FunkerMG.

    Todo queda arrasado, entre un estruendo apocalptico.

    -Carros blindados, adelante! -chilla la radio.

    Pero, incluso antes de poder meter la marcha, cae una segunda rfaga.

    Porta pone el vehculo a todo gas, se lanza sobre el agua y el barro; las orugas azotan el fango, quesalta hacia el cielo. La aldea de Spas Demensk se derrumba entre una lluvia de chispas y proyectasus gruesas vigas incandescentes sobre la columna de tanques. Una fbrica de azcararde con un

    reflejo blanco cegador y, justamente en el momento en que pasamos, estalla y lanza a lo lejos unamasa hirviente. Explosiones y braseros, fuego de la artillera, lanzagranadas, ametralladoras, truenosde los tanques: todo forma un abismo de muerte y de destruccin. Nuestro carro avanza lentamentea travs de muros y hierros retorcidos, envuelto en humo sofocante. Los tanques encabeza nosguan por radio. Ningn ejrcito del mundo est tan perfectamente adiestrado para conservar elenlace como el Ejrcito alemn. Incluso podemos mantener contacto con la artillera pesada de la

    retaguardia. Cuando nos acercamos a los monstruosos KW 2 rusos, a los que slo podemosoponer nuestros ineficaces 7,5, tratamos da destruir sus orugas y de inmovilizarlos llamando a laartillera pesada contra estos colosos.

    El primer batalln est ya en contacto con la infantera de trincheras y los PAK enemigos. Hordasde soldados baados en sangre se cruzan con nosotros. Los nuestros han debido de sufrir prdidasenormes.

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    Avanzamos al paso, guindose Porta por la llama del escape del tanque que va en cabeza. Balastrazadoras vuelan ininterrumpidamente hacia las posiciones enemigas. De pronto,un, gran BT 6sale de un camino lateral, oscila, entra pesadamente en l carretera, se arroja sobre un P in, lovuelca, giie como una peonza y se lanza sobre nosotros.

    Yo disparo rpidamente, sin apuntar. La granada alcanza la torrecilla y brota un surtidor de chispas;pero los dos tanques chocan, y el golpe nos hace rodar por el suelo del carro. El Viejo arranca laescotilla al mismo tiempo que el comandante ruso abre la suya, pero el Viejo esms rpido y sufusil ametrallador escupe la muerte antes que el del enemigo. Hermanio salta al exteriorempuando una mina S. Trepa como un loco sobre nuestro carro y arroja la mina a la t

    orrecilladel ruso. A los pocos cegundos, el BT 6 no es ms que un montn de chatarra carbonizada.

    Sacamos nuestro carro de entre la chatarra, mientras el jefe de la compaa, Oberleutnant Moser,nos hostiga.

    -Alza a las cuatro, PAK enemigo a 125 metros, granadas explosivas. Fuego!

    El can PAK empieza a disparar, pero es como si nos arrojase garbanzos. El ruido de nuestrodisparo y el de.la explosin llegan simultneamente a nuestros odos. Ya no queda nadadel canPAK.

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    De pronto, nuestro vehculo se precipita en un profundo crter de granada y su morrose hunde en latierra blanda. Porta da marcha atrs, pero las cadenas resbalan. Trata de salir del atasco oscilando aun lado y otro. Nada. Hermanito ha sido lanzado contra el armario de las municiones y se ha rajado

    una mejilla. Heide est aprisionado entre el Funk MG y la radio. Afirma, gimiendo, que tiene unamano arrancada; pero slo se ha roto un dedo. Tanto peor para l! Un dedo roto no basta paratomarse unos das de descanso. El Viejo ha resbalado sobre una caja de municionesy se ha hechomucho dao en un brazo. En cuanto a m, he cado sobre Porta y el embrague me ha dadoun golpeen la ingle; el dolor me vuelve loco, pero el sanitario no se digna enviarme alhospital. Necesitancasi un cuarto de hora para sacarnos del agujero. Los juramentos de Moser retumban en la noche;

    parece convencido de que lo hemos hecho adrede.

    -Si vuelve a ocurrir, ser el consejo de guerra!

    Tomamos posiciones cerca del hospital incendiado. Nadie sabe exactamente lo quepasa. Losveintids tanques de la compaa estn alineados, con sus caones a punto; cerca de- la fica deazcar, se halla preparado el resto del batalln.

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    3 - LOS

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    Despunta el alba entre una aensa niebla. Esto e lo ms horrible de las projimidades de los ros; n se ve ni seoye nada. Las armas pesadas han ei mudecido. Slo algunas ametialladoras tableteanz otro lado de lacorriente. Ende est la infantera Ha roto el frente enemigo? Tenemos la horrible in presin de haber sido

    olvidados en la Rusia inmens: Poco a poco, se levanta la niebla y aparecen sombra: de casas y de rboles. Lainfantera de tanques llega en columna de a uno junto a las casas y se agrupa cerca de los vehculos. Truenanlos caones y las ametralladoras; la tierra tiembla; salen llamas inmensas de lasbocas de los caones; unacortina de balas trazadoras se eleva sobre el campo de batalla. La infantera de lnea avanza a saltos.Disparamos por encima de sus cabezas, con un fuego de cobertura bien calculado;pero no es divertidoavanzar bajo el zumbido de las granadas. Si el tiro es demasiado corto, se recibe en el cogote, y esto ha

    ocurrido ya algunas veces. De poco sirve que, despus, comparezca el culpable anteun consejo de guerra.

    Muy lejos, en retaguardia, unas formas pardas saltan y desaparecen entre la niebla. Ms de cien tanquescorren hacia las lneas enemigas. Los rusos huyen, presas del pnico, hacia posiciones de retirada; nosotrosmantenemos la formacin como en un campo de maniobras; pero, aqu, los blancos son vivos. De pronto,todo cambia! Una larga hilera de cazadores rusos aparece delante de nuestros carros inmviles. Vaya duelo!

    En la 8. compaa, el primer tanque estalla, y Barcelona anuncia que su torrecilla hasido alcanzada einutilizado el can; hay que repararlo. Un segundo ms tarde, somos nosotros quienesrecibimos de llenouna granada. El ruido es infernal y nos quedamos sordos durante unos minutos. Una conduccin de gasolinaempieza a perder; si no hubisemos fijado pedazos de oruga en la parte delantera del carro, la granada habraatravesado el blindaje y nada quedara de nosotros.

    El Legionario anuncia, a su vez, que tiene un can averiado; tambin hay que repararlo. Tres tanques de la4. seccin estn ardiendo, y los hombres se asan en su interior. Un nuevo impacto, que rompe la caja decambios; ahora, no podemos maniobrar, y esto es mortal para un tanque. A pequeas sacudidas, Portaconsigue colocar el tanque detrs de

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    una colina, y, con las pocas herramientas de que disponemos, cambiamos la caja de cambios sudando la gta

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    gorda- Tambin hay que reparar una oruga; es un trabajo de romanos, pero, afortunadamente, llega un coche-taller en nuestro auxilio, y partimos e nuevo, para ver aniquilados a siete de losnuestros!

    All abajo, en la orilla del bosque, surgen unos vehculos grises que tomamos, de momento, por ca- onesantitanque sobre cureas motorizadas. Pero tres secciones giran para contraatacar.Es algo muy diferente...Cinco T 34 y diez T 60. A ochocientos metros, los primeros T 60 estallan en surtidorde fuego y dehumo. Nosotros giramos como locos para esquivar los T 34 y sus granadas mortales.Es el tanque mspeligroso de todos los que actan en esta guerra, y la mejor arma del Ejrcito Rojo.Tres de nuestros P IVestn ardiendo, y otros dos, tan averiados que tienen que huir del campo de batalla; un P in se ha

    volatilizado sencillamente, al recibir dos granadas al mismo tiempo.

    Una batera Flak de 8 cm acude en nuestro auxilio y destruye rpidamente los carros enemigos. Sus nuevasgranadas son mortferas. Por ltimo, ataca a su vez a la 27 Brigada blindada y, en poco rato, la artillera rusaqueda aniquilada.

    Nuestro tanque necesita reparaciones urgentes: tiene la torrecilla averiada y ha

    y que cambiar varias placas delas orugas. Y, sin embargo, la Divisin no cesa de gritar: Atacad! Atacad! No deis tiempo al enemigo dereorganizarse. Perseguidle! Locos de fatiga, locos por falta de sueo, padecemos todos las neuralgiasintolerables de un sistema nervioso quebrantado. Nadie sabe ya lo que se dice. Todas las aldeas que cruzamosson montones de escombros humeantes, y la carretera de hormign aparece flanqueadade restos de tanques yde cadveres. Perros esquelticos devoran a los pobres muertos; unas gallinas se disputan las entraas todavacalientes; al principio, sentimos deseos de dispararles, pero ahora ya nada impo

    rta.

    Todos los postes del telfono yacen en el suelo, cortados sus hilos por las orugasde los carros; las casas estnmedio derruidas en hileras enteras, v los rusos que salen de ellas son hechos papilla por nuestras cadenas.Atrs, mujiksl Llegan los liberta-

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    dores! Tendris la suerte de convertiros en alemanes, clama la propaganda de Berln.

    Una breve pausa para repostar gasolina, limpiar los filtros de aire, reparar las

    cadenas. Pero ni un segundopara doimir y, cuando terminamos, truena la orden: Adelante!

    Unos cientos de metros ms, y ahora, he aqu a los Yabos! Descienden en picado, la metralla rebota en elsuelo, la 1.a compaa es barrida, arden unos tanques, los >granaderos huyen aterrorizados, y, de pronto, unaoleada de soldados rusos sale del campo de trbol.

    -Viva Stalin! Viva Stalin!

    Son jvenes de la GPU, con sus gorros con cruces verdes; polticos fanticos que atacan los caones con susbayonetas. Trescientos metros antes de llegar junto a los tiradores enemigos, suena la voz de la radio: Congranadas explosivas y todas las armas automticas, fuego! Doscientos fusiles ametralladores y cien caonesdisparan sobre la oleada rusa, que se hunde; pero otros parecen surgir del suelo, y otros, y otros. Todo

    desaparece en un huracn de acero y de fuego. Incluso el cielo arde; las orugas aplastan el menor rastro devida, y este combate atroz no figurar siquiera en el comunicado, porque es insignificante, aunque hayacostado la vida a millares de hombres.

    La cosa parece calmarse. Ahora marchamos ya en pleno Noroeste y alcanzamos la autopista Smolensko-Mosc, que serpentea a travs de pantanos y de bosques, pasa por encima del ro y rodea los pueblos con sus

    bellas curvas de cemento. Adelantamos a interminables columnas de Infantera y deArtillera, con caonesarrastrados por caballos; las unidades motorizadas marchan en vanguardia; esto se ve por los montones dechatarra que yacen en la orilla de la carretera. En un lugar determinado, cay degolpe todo un regimiento.

    -Bombas de aire comprimido -dice el Viejo.

    Esos ingenios diablicos, lanzados por grandes morteros, le arrancan a uno los pulmones. Todo elregimiento est all, tumbado ordenadamente, como si la orden en marcha hacia la muert

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    e! hubiese sidocumplida puntualmente. Un solo rbol, de ra-: mas desnudas, ha quedado en pie, sirviendo de horca a uncaballo muerto.

    Una niebla baja, pegadiza, cubre como un sudario hmedo este paisaje que huele a muerte. La infanteramarcha en fila india por la autopista, pero los hombres caminan durmiendo tal como saben hacer los soldadosveteranos. Los pantanos han arrojado la niebla sobre la carretera, y nada se vea un metro de distancia en estapapilla blanca. Las columnas parecen torsos en marcha, y cuando se hunden en unahondonada, desaparecendel todo, para ^aparecer al otro lado. Los tanques ruedan con las escotillas abiertas, pero no se ve nada ytienen que guiarnos por radio. Nada peor que la niebla para un ejrcito que avanza. Con corazn palpitante,

    se teme continuamente darse de bruces con el enemigo, que puede atacarnos con arma blanca sin darnostiempo a decir Jess.

    Tres tanques chocan delante de nosotros; uno de ellos vuelca, y, naturalmente, se oye gritar: Sabotaje!Consejo de guerra! Toda la columna queda irremediablemente embotellada. Hay dos muertos en el tanquevolcado. Un camin del Ejrcito del Aire llega en direccin contraria, frena, patina yarroja una compaa a lacuneta.

    -Esto se castiga con la muerte! -grita el aviador, fuera de s-. La Aviacin est hartade estas cosas. ElEjrcito nos est fastidiando desde el principio. Operador de radio! Llame al jefe deEstado Mayor, en elcuartel del mariscal del Reich!

    -Siento decirle, mi teniente, que la radio est averiada.

    -Sabotaje! -grita el teniente entre la bruma-. Exijo que llame al mariscal del Reich. Si su radio ha sidosaboteada, llmele a gritos o vaya a Berln; es una orden!

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    -S, mi teniente -dice el operador de radio, que da media vuelta y echa a andar hacia el Oeste.

    Se detiene delante de nuestro tanque, donde Porta, tumbado sobre una de las orug

    as, se alimenta de escarchatemblorosa.

    -Conoces el camino de Berln, camarada? -Tardars bastante en llegar, si vas a pie! Esmejor que vengascon nosotros a Mosc, que est a

    160 kilmetros de aqu. Desde all, podrs telefonear. -Sera lo mejor, pero mi teniente quiere que vaya aBerln a decirle ar mariscal del Reich que mi teniente desea hablar con l.

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    -Entonces, ve. rdenes son rdenes: es lo que aprende todo buen alemn, desde la cuna.Sigue la autopistahasta Smolensko y, despus, hasta Minsk. En Minsk, busca la fuente de La Dama que mea; todo el mundola conoce. Puedes dormir en casa del comerciante de cereales Ivn Domasliki, un checo exiliado, que vive en

    la calle de Ramasch. Pero, entindelo bien, procura que no te tomen por un vagabundo, pues te denunciaransobre la marcha a los tunantes de la Polica, o a los partisanos. Te venderan a quien pagase ms: el precio esde 50 a 150 marcos. A fuer de cabo experimentado, creo que seran los partisanos quienes daran ms.Nosotros, los del Ejrcito slo valemos 50 marcos, y no quieren saber nada de los SS, pues pueden traermalas consecuencias.

    -Crees realmente que los aviadores valemos tanto?

    -Desde luego; en la guerra, sois verdaderas rarezas. Slo se os ve en las entregasde condecoraciones y deraciones de comida.

    -Lo s.

    -Despus de Minsk, pasa por Drohobitz, cerca de Lemberg. Desde all, sigue la autopista de Berln, porMunich y Pin. Tambin puedes tomar la carretera del Norte, a lo largo del Bltico; pero tendras que pasarpor Reval, que est plagada de SS y de judos. No te lo aconsejo en absoluto. Si, como aviador, caes en susmanos, ests listo. Ni los narigudos ni los SS simpatizan lo ms mnimo con tu mariscal del Reich.

    -En esta tierra, siempre se est en peligro de muerte!

    -Una verdad como un templo. Mira! Voy a contarte la historia de un amigo mo, el seor Niebelspang, quetraficaba en botellas vacas en Berln Moabitt. Un da, tuvo que ir a Bielefeldt porque haba muerto una tasuya y l haba recibido del notario una carta concebida en estos trminos:

    Distinguido seor Niebelspang:

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    Su ta, la seora Leopoldina Schluckebier, -falleci al atarse fuertemente al cuello lacuerda de tenderropa de su vecino y saltar del taburete de su cocina. Como usted es su nico heredero, debe comunicarmeinmediatamente si acepta los bienes y las

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    deudas de la difunta. A propsito, le advierto que el vecino exige una cuerda nueva.

    Hurra, exclam el traficante de botellas de Berln Moabitt, que slo pensaba en la hera, aunque su

    gozo decay un poco cuando su amigo Puppermann, trapero de los barrios bajos, llamsu atencin sobre lapalabrita Deudas. Pero el seor mebelspang, sin escuchar el prudente consejo, tom inmediatamente el trende Berln hacia Bielefeldt. Ahora bien, cuando lleg a su destino, era noche cerraday estaba nevando; eramircoles, y tena que estar de regreso en Berln el viernes, para hacerse cargo de una remesa de botellasprocedente de Leipzig. Por consiguiente, se fue directamente a casa del notario,sin pensar en lo avanzado dela hora. Quin es el idiota que llama a una casa a las tres de la maana?, grit una vofuriosa, conestupenda descortesa germnica. El seor Niebelspang se retir apresuradamente y se fue

    a dormir a unbanco del jardn del convento. El da siguiente, medio muerto de fro, volvi a casa delnotario, donde, contoda confianza, firm los papeles que le presentaron. Despus le explicaron que todasu herencia consista enuna enorme deuda, y el hombre qued completamente arruinado.

    La ltima oportunidad de todos los desgraciados es el Ejrcito. As, pues, se alist en el 46. de Infantera yentr en Francia como sargento. Pero, visiblemente, Dios le protega. La artillera al

    emana calcul demasiadocorta la distancia para el fuego de cortina y aniquil al pobre regimiento de Infantera, quedando muy pocaspersonas a quienes otorgar la Cruz de Hierro. El seor Niebelspang recibi la enviada por el 10. Cuerpo deEjrcito. Despus, le enviaron al 9. Cuerpo, como correo motorizado; y entonces empezaron sus apuros.

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    Motorista excelente, que volaba como el viento, llevaba despachos de mucha importancia. Algo delicioso enverano, pero mucho menos en invierno, con la nieve y todos sus inconvenientes. Un da, el correo fueenviado a Berln en misin secreta, provisto de una hermosa cartera negra, con el guila del Reich grabada en

    ella, a fin de demostrar que su misin era secreta. Unos buenos amigos le aconsejaron que pasara porStuttgart, donde la gente slo

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    piensa en una cosa: tener hermosos Mercedes. Pero el muy imbcil prefiri pasar por Hamburgo.En Bremen, fue detenido por unos schupos, los cuales descubrieron, al cabo de cuatro das, que senecesitaba una autorizacin del Reich para husmear en la cartera de cuero. Les conminaron

    severamente a soltar al correo, siempre cargado con el guila del Reich. Mi pobreamigo continu,pues, su calvario, montado en su estupenda moto con marcha atrs y cilindros verticales. Cerca deHamburgo, se dio de bruces con una barrera de hombres negros del regimiento SS Der Fhrer.Consideraban Hamburgo como su feudo. Llevaron al motorista al cuartel de Langehorn, donde pastres das y recibi muchas pa: tadas en el culo por parte de los SS.

    Despus, siempre con su cartera y su motocicleta, sigui la autopista de Lbeck y recibi nuevaspatadas en el culo, esta vez por parte de la Polica de Seguridad, con el pretextode que no habalevantado bastante el brazo para hacer el saludo hitleriano. Por fin, volvi a laautopista cerca deHalle, donde no tena nada que hacer, y cometi la imprudencia de cargar con una rameraperseguida por la Polica de Moral. Justamente antes de llegar a Willmanstadt, donde se levanta elviejo patbulo, los gendarmes esperaban su presa. Alto, o disparo!, grit un Unterwatchmeister,un tipo raro a quien, en 1916, una bala francesa haba extirpado, en el frente del

    Somme, lo que novoy a nombrar aqu. Le llamaban Muller II, porque haba otro Muller en el servicio de ambulanciasEspa! -grit Muller II-. Te aconsejo que confieses en seguida, pues nada puedes esperar de m!Soy el Unterwatchmeister Muller II, Herver Cari, de la Polica de Halle, y he metido en chirona abandidos peores que t: dos asesinos, cuatro ladrones, tres estafadores y un traidor. Todos fuerondecapitados -aadi, muy satisfecho-. Y t eres amigo de los soviticos y enemigo del Reich.Camaradas, al ataque!

    Su pelotn de brutos la emprendi a porrazos, y ya puedes suponer en qu estado se hallaba miamigo cuando lo arrastraron hasta el furgn de Polica n. 7. Despus de una larga conversacintelefnica con el Cuartel General in de Berln, se arm una terrible bronca entre el capitnSauerfleisch y Muller II.

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    Por qu me explicas todas estas historias? -presunto el aviador.

    a Para prepararte para tu marcha hacia Berln y

    para las terribles situaciones que se producen en nuestro Reich nacionalsocialista.

    Protesto! -grit Heide-. Esto es alta traicin,

    propaganda enemiga!

    Quin es ese tipo? -pregunt el aviador, espantado.

    fo te preocupes; todo circo tiene sus payasos.

    Bn la 5.a compaa, el payaso es el suboficial Julius Heide.

    -Qu cosas hay que ver en estos das! Por lo dems...

    -Qu hace usted aqu charlando? -grit una voz estentrea detrs del aviador-. No le henadoque vaya a ver al mariscal del Reich? Veinte flexiones de rodilla, con la carabina sobre los brazosestirados, y pronto!

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    -No bajes* demasiado los codos -murmur Porta-. Hay que hacer demasiada fuerza para volver alevantarlos.

    -Levntese, Obergefreiter -gru el teniente, dndose cuenta del ambiente irnico.

    Durante un momento, el aviador simula que va a desmayarse, cosa que casi siempreproduce efecto.Aquella clase de novatada est prohibida en el Ejrcito alemn, pues cost demasiadas rupturasvasculares, y una historia de este gnero conduce al consejo de guerra. Lo cual esmuy

    desagradable.

    -Tu teniente te ha ordenado que te pongas firmes -dice Porta, con la boca llena.

    El teniente, furioso, se vuelve a Porta.

    -Cierre el pico, cabo! No se da cuenta de que est en presencia de un teniente de aviacin?

    -Tengo que decirle a mi teniente que no veo nada, porque estoy durmiendo. Segn elreglamento,est prohibido molestar a los conductores de tanques o emplearlos en cualquier trabajoimproductivo. En cuanto el tanque se detiene, su conductor debe descansar. Ordende mi jefe, elcoronel Hinka.

    El teniente, con ojos desorbitados, gira sobre sus talones y se aleja en direccina su caminvolcado.

    -Siempre ocurre lo mismo -dice Porta, tranquiamente-. Llegan muy arrogantes y sevan con el

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    rabo entre las piernas. Si yo fuese ociai, no querra saber nada de los cabos. Harala guerra sinellos.

    -Y la perderas -ri Barcelona.

    -De todos modos, est perdida. Pero, suprimiendo a los cabos, la perdera sin que seburlasen de m.Ya sera algo.

    El sargento mayor Edel avanz despacio, a la manera de los sargentos mayores, es decir, con ambos

    puos apoyados en las caderas. Se detuvo delante de nuestro tanque y lanz a Porta una mirada

    asesina.

    -Porta -gru Edel-, usted acabar sus das colgado de una cuerda militar, y mentira si dijese queesto no me llenara de satisfaccin. Lo mejor que puede hacer es buscar la muerte del hroe, lo antes

    posible. Cabo Porta, es usted la vergenza del gran Ejrcito alemn. Si el Fhrer se enterase de supresencia en el frente, dimitira inmediatamente.

    -Me permito indicar a mi sargento que tal vez convendra hacrselo saber por medio de una tarjetapostal.

    El sargento mayor Edel se march. Saba por experiencia que era mejor no incordiar aPorta. Alcabo de un momento, aparecieron los gendarmes; pero, antes de que llegasen a lostanques, losmorteros rusos empezaron a tronar, y se dio la orden de marcha.

    Lanzando una enorme carcajada, Porta se introdujo en la torreta. Roncaron los motores Maybachy chirriaron las orugas. La guerra volva a acordarse de nosotros.

    Con frecuencia he sentido una profunda tristeza al pensar en el pueblo alemn, cuyos individuos son tan

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    respetables y cuyo conjunto es tan lamentable.

    GOETHE

    El comisario de Divisin Malanijin recorri lentamente la sala del hospital. A pesarde las protestasde los mdicos, arranc los vendajes de los heridos y empuj a stos hacia el gran vestbulo, dondese vea un montn de uniformes y de material de equipo.

    -No sois ms que unos cobardes y unos cerdos! Merecerais que os liquidase a todos; pero no soycruel, y dejo estos procedimientos a los fascistas. As pues, slo har algunos escarm

    ientos entre elmontn de intiles que sois; stos pagarn por todos. -Seal al azar una decena de soldadjovencsimos, todos cubiertos de vendajes ensangrentados-. Miserables! Estis descansando en unlecho de hospital, mientras vuestros camaradab soviticos luchan por la patria y por Stalin.

    -Yo estoy herido, seor comandante -respondi el soldado Andrei Rutich, que cumplaprecisamente su decimoctavo aniversario.

    -No tienes la cabeza sobre los hon bros, y dos piernas y dos brazos?

    -S; pero estoy herido en un pulmn.

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    -Entonces, te bastar con uno -decidi el comisario, y se volvi al jefe de los mdicos-. Esos diez bandidosson condenados a muerte.

    Se ajust el cinturn y se cal la gorra.

    -Y de prisa! Liquidadlos en el cruce de las dos calles. Quiero el mayor nmero de testigos.

    Se acab! -pens el joven Andrei Rutich, cuyo padre era oficial superior en el ejrcitodel frente-. Nadieencontrar mi tumba; me arrojarn en un hoyo como a un perro, y apisonarn la tierra p

    ara borrar su crimen.

    Al amanecer, los diez condenados a muerte fueron llevados a la encrucijada. Habanalineado a lo largo de lapared a todos los heridos del hospital, muchos de los cuales eran sostenidos porlas enfermeras. Agarraron alprimer soldado y le echaron un trapo sobre la cara. Sonaron diez descargas, unadespus de otra; el ltimosoldado era Andrei Rutich, pero, como se haba desmayado, hubo que llevarle al paredn. Y, como tododeba hacerse segn el reglamento, un mdico hizo que recobrase el conocimiento antes

    de echarle el traposobre la cara.

    Tres horas ms tarde, el comandante del regimiento, coronel Kubischev, se enter deque el comisarioMalanijin haba muerto.

    -Un verdadero suicidio -dijo, asombrado, el ayudante-. Ese demonio se arroj contr

    a un tanque sin ms armaque un M PI, y, naturalmente, fue aplastado.

    -Qu asco! -gru -el coronel-. Me alegro! Vamos a replegarnos. Permanecer aqu sera uncura. Graciasa ese cerdo, hemos perdido la mitad de nuestros efectivos. Orden de retirada, y de prisa!

    La columna le sigui; pero esta vez trope/ con las tropas de seguridad soviticas, qu

    e, sin previo aviso ycumpliendo rdenes, aniquilaron a los fugitivos del 436. regimiento de Cazadores deOmsk. Muy pocos se

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    salvaron, pero slo para recibir un balazo en la nuca pocos das despus.

    -Nitchevo! -dijo un viejo de la seccin de milicianos-. Tenan que saberlo. Siemprepasa lo mismo cuandouno se bate en retirada La prxima vez, levantar cortsmente la pata y saludare a los

    Fritz. Es la mejormanera de salir del paso.

    LOS CAZADORES BLINDADOS

    Pongo de nuevo en posicin mi micrfono cuellooccipucio, pues los caones PAK, llegadosdurante lanoche, empiezan a disparar.

    Un muro de fuego, rojo de sangre, se eleva hacia el cielo. Disparan granadas denafta provistas de resortes.Arde el bosque, el incendio se propaga a los campos amarillentos de maz, y los soldados que se hanescondido en ellos corren en todas direcciones, transformados en antorchas vivientes.

    Un trueno! Dos P IV vuelan por los aires; los restos carbonizados de los cazadores,

    enganchados en unalto abeto, se balancean como ahorcados, mientras una humareda de un negro suciosube en forma de hongocielo arriba.

    -Tanques, en marcha! -ordena el coronel Hinka, a travs de la radio de su carro.

    Los doscientos sesenta tanques se colocan en formacin. En cabeza y en los flancos

    , los P IV; detrs los Pin con sus caones de 50 mm pasados de moda; siguen, como fox-terriers ariscos, losP II con susSkoda. El aire se llena del zumbido de los motores. Son aplastadas unas posicionesrusas, y cientos desoldados enemigos quedan hechos papilla; humo azulado, ftido y venenoso, se arrastra detrs de los colososde acero.

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    Una parada brutal. Los caones retroceden, vo-

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    mitn lenguas de fuego, y se confunden el disparo y el impacto. Una columna de llamas se alza al otro lado,donde estallan las granadas de fsforo; se disparan alternativamente granadas de fsforo y granadasexplosivas; despus, se aplasta todo, muertos y heridos incluidos. De pronto, nosdetiene una cortina de fuego

    producida por la artillera rusa.

    -Hacia atrs, en la carretera -dice el Viejo-. Detrs de los lanzallamas y de la-, ametralladoras. -Conprecaucin, mira por encim del borde de la escotilla y toca a Porta con el pie-. A todo gas! Los P IVroncan en la carretera, y, de pronto, percibo un T 34 en un bosquecillo. Su torrecilla gira; el can hatropezado con una rama de abeto y, por lo visto, el tirador trata de derribar elrbol. Yo hago girar la

    torrecilla, a toda velocidad, y los nmeros y las lneas bailan en el objetivo. Si el T 34 retrocede, podradisparar y estaremos perdidos; nuestra salvain depende, pues, de la rapidez con que actuemos. Los rusoscometieron un error imperdonable: en el T 34, slo hay cuatro hombres; falta el observador, y esto haceperder un tiempo precioso al tirador de la torreta, que debe descubrir el blancoy accionar al mismo tiempolos mandos del carro. -T 34 a doscientos metros. Granadas -ordena

    el Viejo.

    Una llama amarillenta se transforma en un hongo, y una explosin formidable hace saltar el T 34. Uncuerpo humano, proyectado contra nuestro carro, revienta como una fruta demasiado madura; despus, unagranada de fsforo detrs del tanque destruido, para asegurarnos contra cualquier peligro; por ltimo,aplastamos los restos. Ahora llegamos al talud de la carretera; el tanque trepade costado y una granadaPAK silba por encima de la torreta. Porta lanza un juramento, cambia de marcha y p

    isa a fondo elacelerador. Chirriando las orugas, subimos a la carretera, mientras truena una yotra vez el gran can del 75Una seccin de Infantera es eliminada; los heridos tratan de escabullirse antes dequedar hechos papilla, todoa la luz de los faros.

    -Cargad, quitad el seguro -murmu a maqumalmente Hermanito.

    Inmediatamente, lanza un grito de dolor; olvid que no llevaba puesto el casco y ha empujado el seguro conla frente.

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    -Dios mo! -gime, enjugndose con la mano la sangre que mana de su frente-. Cunto duele!

    -No te alabes -re Porta-. Tu cabezota es incapaz de sentir dolor. Slo tienes en ella un gorrin, que anid entu cabeza tomndola por un tronco vaco.

    -Distancia, 500 metros -ordena el Viejo-. Granadas explosivas. Fuego!

    Como un animal de presa, la culata se cierra sobre la granada.

    -Cargad, quitad el seguro -repite maquinalmente Hermanito, dando una patada a Heide, el cual cae sobre laradio.

    -Animal! Lo has hecho a propsito!

    -No fui yo, sino mi pie. En mi cuerpo, hay democracia; todo el mundo es libre dehacer lo que quiera.

    Los carros avanzan en el ftido ambiente; el PAK enemigo es aplastado, y una rueda aterriza sobre latorreta de nuestro vehculo. Nada queda de sus servidores; pero el can vecino lanza

    una bola de fuegocontra un P IV. Este can ruso slo tiene dos servidores: un soldado y el jefe de pieza; todos los demshan muerto. Es un can moderno, y Piotr Vaska est orgulloso de l. Su regimiento de milicianos, formadohace ocho das, ha sido aniquilado.

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    -Bravo, Alex! -exclama Piotr- . Con se, has aplastado ya cuatro demonios fascistas. Atzales a esos cerdosalemanes! -sigue gritando, resuelto a cumplir al pie de la letra las instrucciones del comisario: No retrocederur paso.

    Los dos artilleros rusos, cubiertos de barro, hacen blanco otras dos veces. Unacabeza alemana, todava consu casco, aterriza cerca de ellos, y esto les llena de satisfaccin. Es un buen presagio!

    -Aplstales el culo! -grita Piotr, que es un fantico.

    Hay que confesar que los dos soldados se baten como diablos; ninguno de los dospiensa en la huida; por lodems, cualquiera que lo intentase sera abatido.

    En sus odos, resuena an el grito de los comisarios polticos: Todo soldado ruso debematar al menos cienfascistas antes de dejarse matar l. El que no alcance esta cifra ser un traidor, ysu fami-

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    lia pagar por l. Viva Stalin! Viva el Ejrcito Roio!

    -Recto sobre el PAK enemigo -dice la voz tranquila de el Viejo, cuando descubre elcan

    antitanque de Piotr.

    -Visto -digo yo.

    El can PAK aparece ante nosotros como en pleno da. Con la rapidez de un relmpago, elefede pieza es proyectado lejos; el servidor gira sobre s mismo y cae destrozado. Nuestro carro le

    arrastra un trecho; un brazo sale por un lado; una pierna por el otro; el torsopermanece enganchadoal vehculo.

    -Lo malo es que la sangre manche tanto -comenta Porta, quisquilloso-. No hay manera de limpiareste carro. Si Dios hubiese pensado en los tanques al crear el mundo, habra hechoque la sangre nose pegase y que se pudiera lavar con una manguera antes de emprender la marcha.

    Avanzamos lentamente a travs de la aldea. Dos compaas del 41. de Infantera yacen en el suelo;todos sus componentes han sido muertos de un balazo en la nuca. La propaganda hitleriana declaraque es obra de la NKVD, pero hay muchos casquillos alemanes alrededor de los cadveres. Semurmura que la SD ha matado desertores; por consiguiente, no se pueden examinarlos cadveres.Una granada de mortero cae en medio de un grupo de SD, y un brazo arrancado, queempua an supistola, aterriza delante de Porta, que se apresura a recoger el objeto ensangre

    ntado.

    -Camaradas! Ved cmo es el gran ejrcito del gran Adolfo! Incluso un brazo arrancado empuauna pistola. Esto me recuerda la poca en que mi padre se fue a la guerra con el 67. de Infantera dePotsdam, que, en su entusiasmo de morir por la patria, se haba coronado de rosas.A los tres das,todo e.1 mundo haba comprendido y se largaba, pero no sin antes haber azotado a un montn devieneses que gritaban traidoramente: Mueran los prusianos! En el 67. haba un sargen

    toalcohlico, llamado Mateka, y lodo el mundo deca que jams haba visto un idiota como l.

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    -De dnde era? -pregunta Hermanito.

    -De Praga. Su madre era polaca de Lemberg y se haba acostado con un chaln judo de Libau. ste

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    compraba caballos de las estepas para Esi andinavia, unos jamelgos tan viejos que haba que teirleslas pestaas antes de embarcarlos. Durante el viaje, les daban heno muy salado par

    a que tuviesen lapanza redonda; a los ms decrpitos, les metan pimienta en el culo, lo cual les dabaun aspectojuvenil cuando los entregaban. En fin, si un animal estaba tan podrido que ni lapimienta le hacaefecto, un litro de alcohol con arsnico haca milagros.

    -Pero, y tu sargento Mateka? -pregunta el Viejo.

    -Vaya, lo haba olvidado. Se present al capitn de dragones, el cual le confi a JosefMalan, ungendarme tan cretino como l. Despus de la primera botella, se acusaron recprocamente detraicin; a la tercera, empezaron a cantar canciones patriticas, y despus, cogidos del brazo,enfilaron la calle de Libjatka, tropezaron con la mujer del comandante y la emprendieron con ella.Naturalmente, sta be quej al coronel, el cual telefone al capitn de gendarmes y lamovenabloscontra la falta de orden del distrito. El capitn, que en aquel momento estaba muyachispado, se

    puso a renegar y, despus de una nueva botella de Tokay reuni una escuadra de gendarmes y la

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    dividi en tres grupos. Los primeros recibieron unos cuantos latigazos, como solanhacer losseores oficiales con sus hombres; los segundos, se llevaron unas patadas en el culo segn elreglamento, y los terceros, un par de puetazos en la jeta, porque venan en tercerlugar. Ese capitn

    era considerado por todos como un dbil de espritu, que vomitaba injurias cuando estaba borracho,que era su estado habitual. Despus de un torrente de juramentos, empez a hablar dedisciplina.

    -Los sinvergenzas que, en plena calle, tocan el culo a las mujeres de los oficiales, deben serllevados al cuartelillo maniatados. Tambin deben serlo las damas, pero sin esposas, en calidad detestigos. Circulad, bestias! Presentaos en el puesto. Tal vez se proceda a la rec

    onstruccin de loshechos.

    Como ya he dicho, ese capitn de gendarmes del distrito de Zagreb era un honorableidiota, ytodos los sbados se desnudaba en el curso de las celebraciones de fin de semana de los oficiales. Elasunto estuvo a punto de tomar un mal cariz el da en que se tumb desnudo delante de la estatua deThihomil, en la plaza de Hierre, con una margarita en el culo,

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    * - LOS VI MORIR

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    y empez a decir a los transentes que era una sirena que iba de excursin a Montenegro. Esto no habra sidonada si el idiota no se hubiera ceido el sable sobre las caderas desnudas y colgado su gorra del sitio que ospodis imaginar. Ms tarde, se excus diciendo que lo haba hecho por pudor; pero, de todos modos, le

    metieron entre rejas. El da siguiente, el carcelero fue destituido de su cargo por haber faltado al respeto a unoficial. De nada le sirvi protestar, declarando que, como el capitn estaba en cueros, era igual que unpaisano. As pues...

    -Porta! -grit el Viejo, irritado-. Nos fastidias con tus historias. Cierra el picode una vez; si no te callas, tevuelo la tapa de los sesos!

    -Cmo! No queris siquiera, hatajo de imbciles, saber lo que le pas al 7. de ulanos,coroneldespreciaba las nuevas armas? Los fusiles ametralladores no sirven para nada, explic a su ayudante, y vamosa demostrarlo haciendo avanzar al regimiento desplegado. Cuando los franceses vean nuestros bellosuniformes de color azul oscuro, les dar tal diarrea que se olvidarn de sus fusilesametralladores...

    -Si dices una palabra ms -rugi el Viejo, fuera de s-, te meto una bala en la nuca. No puedo aguantarte ms!

    A nuestro lado, hay un can PAK alemn enterrado en una zanja, detrs de una barricadamaterialagrcola. Su granada pasa justamente por encima del T 34 en cabeza. Ligera correccinde la puntera; eldisparo siguiente alcanza su objetivo y Jos servidores aclaman al tirador. Es unviejo tirador curtido, denervios de acero, como corresponde a un artillero antitanque. El tiro dio en el

    blanco, s; pero slo produjouna lluvia de chispas cuando la granada se estrell en la trrela.

    -Fuego! -vocifera el oficial.

    El mismo resultado; el can retumba, pero es como si disparase garbanzos.

    -Qu es ese monstruo? -grita el artillero. Es la primera vez en su vida que ve un T34. Hasta ahora,siempre se presentaban aislados; pero hoy estn ah, en formacin completa-. Y nos dice

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    n que Ivn estperdido!

    Los servidores contemplan, espantados, el gigante, sus terribles cadenas, sus flancos inclinados y el

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    enorme can que surge de la redonda torreta, en la que resplandece la estrella roja.

    -Fuego a discrecin, siempre contra el mismo sitio! -grita la voz desesperada.

    Ningn resultado. Los proyectiles llueven sobre el monstruo, que gira y grue. Un camin parado es reducidoa polvo. De pronto, se abre la escotilla y aparece una silueta vestida de cueroque amenaza con el puocerrado a la batera antitanque. Los servidores del PAK esperan el golpe de gracia;el segundo virador,presa de pnico, huye en direccin al bosque; pero el T 34 escupe una bala y lo derriba en el suelo. Loscuatro hombres del tanque se desternillan de risa; en este momento estn vengando

    a sus BT 5 aplastadoscomo cascaras de huevo al principio de la campaa.

    -Por qu no avanzan y acabamos de una vez? -gime el comandante de la batera.

    -Goza con su superioridad -responde el tirador, un cabo que -lucha desde 1939.

    El T 34 gira lentamente y baja su can del 7,65. Un estampido, llamas, una pared de fuego en la linde delbosque, y un nido de ametralladoras alemanas queda volatilizado. Una batera de morteros corre la mismasuerte. Zumban los motores Diesel, salen lenguas de fuego de los tubos de escape,un hedor de aceitequemado, lanza su aliento envenenado contra la barricada antitanques. El tiradorenciende un cigarrillo con

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    una ramita ardiente, echa un vistazo a las nubes grises que pasan y, con torva sonrisa, seala con el pulgar elT 34 a su comandante.

    -Hans, has perdido la guerra. Dentro de poco, la nacin de los Seores ser barrida por esos esclavos. -Tiendela cantimplora a, su camarada-. Toma, bebe esto. Cuando uno est lo bastante borracho, deja de importarle lamuerte, aunque venga de un tanque enemigo.

    -Crees que se sufre al morir? -pregunta el oficial, observando con terror el T 34,cuyo faro escruta ebosque.

    -No lo he probado nunca -re el otro-. Si los colegas del atad de hierro nos cazancomo es debido, ni siquieranos daremos cuenta de que morimos; en otro caso, puede ser desagradable.

    -Yo mismo me encargar de mi final -dice el oficial, quitando el seguro a su F 38.

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    -A Adolfo no le gustara esto. Hace dos aos, eras el hroe del regimiento y te nombraron en laorden del da; y ahora quieres saltarte la tapa de los sesos en presencia de esosseres infrahumanos.Eres la vergenza de la patria.

    -Basta! Esos demonios soviticos nos aplastarn dentro de un instante.

    -Esperabas otra cosa? -se chancea el artillero-. Tambin t creas que Ivn capitularaelprimer casco de acero alemn? Y si echsemos la capa al toro y terminsemos la guerra en uncampo de prisioneros de ah enfrente?

    -Los bolcheviques nos liquidaran.

    -Tonteras. En el fondo, no son tan malos. Mi padre estuvo ocho aos prisionero despus de laltima guerra; por consiguiente, s lo que me digo. Por cierto, que se volvi comunista.

    -Y qu dijeron los chicos de Adolfo?

    -Enviaron al viejo a Fuhlsbuttel. Un da consigui cruzar las alambradas, pero el OberscharrfhrerZack le lanz su perro. No importa; ya encontrar la manera de caer sobre el lomo deZack.

    -No saba que los perros pastor se comiesen a los hombres...

    -A esos perros, les hacen hacer cualquier cosa. Son los nicos que aprendieron a correr con unamina antitanque sobre la espalda. Los dogos ingleses no dieron resultado, pero nuestros perrospastor alemanes cargaron con las minas.

    El T 34 est ahora a pocos metros de la barricada y se detiene un momento. Como unamontaa

    de acero, el monstruo se yergue sobre el can PAK y el olor a aceite quemado envuelvea losservidores de la pieza, paralizados de terror. Todo queda aplastado bajo las anc

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    has orugas, pero elvehculo se tambalea hacia delante; las cadenas no se agarran bien, y, con tremendo estrpito el T34 se lanza hacia delante y el can se hunde tambin en una mezcla de agua, de sangrey debarro.

    El tirador rueda hacia un lado. Con toda calma, sujeta tres granadas a una botella de gasolina y, locode venganza y de rabia, se arrastra detrs del tanque ruso. Quita el seguro de lasgranadas con losdientes, lanza su explosivo y se pega al suelo. Saltan dos rodillos de las orugas. El tanque sedetiene, ruge el ma tor, pero el T 34 slo puede girar sobre s mismo,

    corno una mosca a la que han arrancado las patas. Con el fusil ametrallador a punto, el tirador seoculta detrs de lo que fue un camin. Ve que se abre la escotilla y que tres hombres vestidos decuero sa!tan a tierra para reparar el vehculo. Slo el conductor ha permanecido a bordo.

    El arma crepita. Los tres rusos han muerto. Entonces, el cazador coge una granada de mano, saca lahorquilla y espera. No tiene que esperar mucho. Al cabo de un momento, aparece el tercer ruso,

    buscando a sus camaradas. Vuela la granada y el T 34 acaba envuelto en una columnade fuego.

    Lentamente, el cazador se dirige al bosque prximo; pero no ve a un P IV alemn que seabrepaso entre los matorrales y aplasta al hombre bajo sus orugas. Del hroe slo quedaun charco desangre y un casco chafado.

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    Los nuestros caen en filas apretadas bajo el fuego de los rusos, que disparan ala altura del vientre.Las primeras posiciones son aplastadas; se lucha con cuchillos, con palas; el que da primero tieneuna probabilidad de sobrevivir. Los gastadores lanzallamas acuden en nuestro auxilio y una sbana

    de fuego barre el suelo; el olor a carne quemada produce nuseas; una ametralladora ladra en elventanuco de un stano. Los granaderos atacan el edificio en llamas del Partido, ysale de l ungrupo de hombres con los brazos en alto; pero son abatidos sin piedad. Ya no somos hombres; noshan convertido en monstruos sedientos de sangre y hambrientos de cadveres. Los tanques roncanentre las ardientes ruinas. Vemos una hilera de soldados que se aprieta contra un muro, y dos fusilesametralladores disparan al mismo tiempo; uno de ellos est en manos de Heide, quere como un

    loco furioso.

    -Son de los nuestros, pedazo de atn! No sabes distinguir el gris del caqui?

    -Jess! -gime Heide-. Qu he hecho!

    -A t Fhrer no le gustara or que invocas a un judo.

    -Jess no era judo. Lo dijo Rosenberg. Era un ario!

    -sta s que es buena! -grita el Viejo desde lo alto de la torreta, echndose a rer.

    Una detonacin les interrumpe: el tanque, levantado peligrosamente, se inclina sob

    re el camino; se

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    ha roto un tubo de gasolina y sta se derrama en el interior del carro.

    -Avera en la oruga izquierda -anuncia Porta, siempre tranquilo-. Vehculo estropeado.

    Para el motor y echa un buen trago de vodka. El Viejo abre la escotilla con precaucin. A nuestro lado, ardendos P IV entre volutas de humo acre; la tripulacin carbonizada pende de las escotillas. En la aldea, cercadel pozo, hay un grupo de granaderos muertos. Parecen dormir, con slo un poco desangre en las comisurasde los labios. Han muerto a causa de esas bombas de aire comprimido que acaban de hacer su aparicin.

    -Un verdadero da de suicidio -grue Stege.

    Desde su torreta, el coronel Hinka observa con sus gemelos a los T 34 que se disponen a atacar de nuevo.Es la primera vez que sufrimos un verdadero ataque de esos tanques, que, hasta ahora, slo habamos vistocomo grupos de apoyo a la infantera. Ei coronel agarra el micrfono y llama a todoslos tanques delregimiento.

    -Escuchen -dice, con su voz tranquila-. Nuestra nica esperanza de librarnos de ellos est en la movilidad. Nopierdan la cabeza. Adelante a toda marcha! Hay que acercarse a 400 metros de ellos; despus, giren ylrguenles un caonazo en el trasero. Los puntos vulnerables de los T 34 son la torreta y las orugas. Peromuvanse; sobre todo, muvanse! No se detengan para disparar. Disparen en marcha.

    Justamente detrs de una barricada derribada, tropezamos con los primeros T 34, queavanzan en cua;maniobra, dicho sea de paso, que aprendieron de nosotros. En junio, atacbamos a unos aficionadosasustados; ahora, en setiembre, tenemos que habrnoslas con especialistas.

    -Ms de prisa! Ms de prisa! -ordena el teniente coronel Moser.

    Las tripulaciones rusas se regocijan al ver que los alemanes se ponen a tiro decan. El capitn Gorelik seconsidera ya vencedor en su T 34 nuevecito, sin duda alguna el mejor tanque del mu

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    ndo, gracias a sumaravillosa concepcin vanguardista. Los ingenieros que construyeron este emisariode la muerte habanpensado en la estacin de las lluvias, y de aqu sus orugas tan anchas que parecan cmicas;

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    pero esta idea fue pronto copiada por los constructores extranjeros. Adems, su forma de tortuga sin aristadorsal y su can del 7,5, de longitud desmesurada, constituan un evidente hallazgo.

    Mil cuatrocientos metros antes de llegar a los T 34, hay carros alemanes que se atascan! Sus ocupantes,desesperados, maniobran para salir del barro, pero slo consiguen hundirse ms. Acuden los zapadores